Está en la página 1de 2

La palanca, una de las cinco grandes máquinas simples de la Antigüedad, ha sido y continúa

siendo un componente básico en nuestros ingenios mecánicos, permitiéndonos ahorrar multitud


de esfuerzo en tareas cotidianas. Las palancas nos permiten obtener lo que llamamos una
ventaja mecánica, bien sea multiplicando nuestra fuerza, ampliando la velocidad
del movimiento o aumentando nuestra precisión.

Una palanca es una barra, que en el caso ideal es de masa despreciable, y que se sostiene
sobre un punto de apoyo (también denominado fulcro). Al ejercer una fuerza en un punto de la
palanca, ésta se transmite a través de ella, recibiéndose modificada en otro punto. Esta fuerza
transmitida y modificada por la palanca se utiliza para vencer una resistencia. En función de la
situación del punto de apoyo, del punto de aplicación de la fuerza ejercida y del punto en el que
la resistencia es vencida, existen tres tipos de palancas. 

Pero las palancas no están sólo en los artefactos construidos por el hombre, podemos
encontrarlas por doquier en la naturaleza. Y como no, no podían faltar en una de las máquinas
más perfectas que existen: el cuerpo humano. De hecho, gran parte del movimiento de nuestro
cuerpo puede explicarse a través del trabajo conjunto de huesos, músculos y articulaciones,
que actúan como simples palancas. 

1. PALANCAS DE PRIMER GÉNERO


En el movimiento de la cabeza cuando asentimos, encontramos una palanca de primer grado.
Al desplazar la cabeza hacia atrás, el cráneo pivota sobre la vértebra atlas (el punto de apoyo).
Los músculos trapecio y esternocleidomastoideo, realizan la fuerza necesaria para mover el
peso de la cabeza.

Otro ejemplo lo encontramos al realizar algo tan cotidiano como llamar a una puerta.
El músculo que trabaja es el triceps que como puedes ver arriba se inserta en el antebrazo por
detrás del codo. Así el triceps se contrae, haciendo que el antebrazo pivote sobre el codo,
moviendo el peso del antebrazo y alejándolo de nuestro cuerpo. Es el mismo movimiento que
cuando se lanza un tiro libre en baloncesto.

2. PALANCAS DE SEGUNDO GÉNERO


Las encontramos al caminar, un movimiento tan genuinamente humano. Al andar, se ponen en
juego distintos músculos que accionan palancas de 2º grado, que multiplican la fuerza para que
podamos desplazar el peso de nuestro cuerpo.
En este gif animado se muestran en dos fases los músculos implicados al andar.
En la primera fase observamos cómo nos impulsamos para elevar el pie, jugando un papel
primordial, los gemelos. Éstos al contraerse, transmiten su fuerza al talón de Aquiles, que
vence el peso del cuerpo, haciendo pivotar el pie cerca del nacimiento de las falanges.
En la segunda fase, el pie se deposita en el suelo suavemente. Al apoyar el pie en el suelo,
éste pivota sobre el talón (su punto de apoyo). La fuerza la realizan ahora los músculos tibiales
que permiten que el peso se deposite suavemente en el suelo.

3. PALANCAS DE TERCER GÉNERO


Son unas palancas muy utilizadas en el cuerpo humano. Su ventaja mecánica es que
aumentan el movimiento, sacrificando así la fuerza, con el fin de conseguir una mayor
velocidad y un mayor desplazamiento.
Podemos sujetar y elevar pesos en nuestras manos gracias a la acción de los biceps, que
ejercen la fuerza necesaria sobre el antebrazo. Éste pivota sobre el codo levantando así el
brazo y acercando el objeto a nuestro cuerpo.

También los cuadriceps trabajan accionando una palanca de tercer género, cuando por
ejemplo, damos una patada al balón en un partido de fútbol. Así los cuadriceps, hacen pivotar a
la pierna hacia arriba, venciendo su peso. Fíjate que en este caso el punto de apoyo es la
rodilla.

Como puedes observar nos hemos focalizado en algunas etapas de un movimiento concreto.
En nuestros movimientos cotidianos el cuerpo utiliza multitud de músculos que concatenan
diferentes palancas, combinándose la acción de muchas de ellas a la vez.

También podría gustarte