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Una palanca es una barra, que en el caso ideal es de masa despreciable, y que se sostiene
sobre un punto de apoyo (también denominado fulcro). Al ejercer una fuerza en un punto de la
palanca, ésta se transmite a través de ella, recibiéndose modificada en otro punto. Esta fuerza
transmitida y modificada por la palanca se utiliza para vencer una resistencia. En función de la
situación del punto de apoyo, del punto de aplicación de la fuerza ejercida y del punto en el que
la resistencia es vencida, existen tres tipos de palancas.
Pero las palancas no están sólo en los artefactos construidos por el hombre, podemos
encontrarlas por doquier en la naturaleza. Y como no, no podían faltar en una de las máquinas
más perfectas que existen: el cuerpo humano. De hecho, gran parte del movimiento de nuestro
cuerpo puede explicarse a través del trabajo conjunto de huesos, músculos y articulaciones,
que actúan como simples palancas.
Otro ejemplo lo encontramos al realizar algo tan cotidiano como llamar a una puerta.
El músculo que trabaja es el triceps que como puedes ver arriba se inserta en el antebrazo por
detrás del codo. Así el triceps se contrae, haciendo que el antebrazo pivote sobre el codo,
moviendo el peso del antebrazo y alejándolo de nuestro cuerpo. Es el mismo movimiento que
cuando se lanza un tiro libre en baloncesto.
También los cuadriceps trabajan accionando una palanca de tercer género, cuando por
ejemplo, damos una patada al balón en un partido de fútbol. Así los cuadriceps, hacen pivotar a
la pierna hacia arriba, venciendo su peso. Fíjate que en este caso el punto de apoyo es la
rodilla.
Como puedes observar nos hemos focalizado en algunas etapas de un movimiento concreto.
En nuestros movimientos cotidianos el cuerpo utiliza multitud de músculos que concatenan
diferentes palancas, combinándose la acción de muchas de ellas a la vez.