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Aprender para la vida: sobre mi experiencia leyendo y escribiendo en la prensa escolar

por: Jorge Carrillo Bernal


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Recuerdo con especial gratitud y anhelo el año 2015. Por aquella época, no muy lejana del
accidentado momento que vivimos en estos días, me encontraba en grado décimo y venía de
algunas experiencias que, al menos en el campo de lo escolar, me habían permitido edificar nuevas
estructuras de pensamiento. Estas estructuras surgieron, precisamente, en el diálogo entre lo que se
enseña en la escuela y lo que nos queda para la vida. Porque no es ningún secreto que muchas de las
temáticas que se exponen en el aula de clase no permanecen en nuestros marcos de aprendizaje.

Así pues, para el año en mención recibí la invitación de la profesora Rocío Miranda, junto a
otros compañeros de mi círculo escolar más próximo, para pertenecer al comité editorial de Alfa.
Asunto que realmente me interesó, ya que por aquel momento la poesía latinoamericana y la
literatura en general me tenían fascinado. En aquellos meses había leído algunos cuentos de Julio
Cortázar y algunos ensayos de Eduardo Galeano. Considero que para este momento que relato
brevemente, pude articular mis intereses por las Ciencias Sociales, la crítica social y literaria en un
ejercicio particular: aportar algunas notas, indagaciones y reseñas periodísticas para la prensa
escolar siguiendo las dinámicas de la comunidad educativa de aquel tiempo.

Desde la perspectiva de un estudiante de grado décimo de la Estrella del Sur, consideré una
gran fortuna pertenecer al comité editorial del periódico escolar, por tal razón, no dudé ni un
momento en aceptar la cordial invitación. Recuerdo que, en esos momentos del año escolar, nos
encontrábamos abordando temáticas de filosofía moderna y economía contemporánea muy
llamativas en las materias del aula regular. Algo de esas magnitudes pensaba plasmar en las
columnas del periódico. Así que, entré pensando que me iba a convertir en un mini Eduardo
Galeano. Yo trataba de imitar su estilo. Me encantaba como escribía con un ojo puesto en el
microscopio, y otro ojo puesto en el telescopio. De acuerdo con mi admiración por el uruguayo,
surgió el interés por lo periodístico. De tal suerte, pertenecer a la prensa escolar significó un primer
momento para divulgar ideas que de otra manera hubiesen permanecido en la sombra.

Sin embargo, en la medida en la que uno escribe, se da cuenta que los grandes pensadores
de la historia no se han construido solo a partir de los miles de horas que le dedican a digitar, sino
de los millones de horas que dedican a la lectura; no solo de libros, también de contextos, de
espacios y de realidades concretas. Creo que repensar la forma de leer/escribir es el principal aporte
que me dejó la interacción con la prensa escolar en aquel bello 2015. Porque cuando uno aprende a
leer, como diría Estanislao Zuleta, entiende que la lectura es riesgo, pues implica encontrar otros
mundos posibles sin haberlos buscado.

Es de mencionar que fruto de esos esfuerzos conjuntos, surgieron buenas reflexiones de


parte de todo el equipo. Por mi parte, tuve la oportunidad de proyectar dos de mis intereses actuales
como licenciado en Ciencias Sociales en formación de la Universidad Pedagógica Nacional: el
juego como estrategia de aprendizaje y la investigación en historia oral como metodología para
conocer pasados recientes. Como puede verse, navegar en el mundo de la lectoescritura de Alfa
puede significar, grosso modo, la potenciación de otros ejercicios para la vida.

Como comentario final, considero que todo acercamiento que puje por fortalecer nuestras
habilidades comunicativas, críticas y que conlleve a poner en tela de juicio aquello que nos es
impuesto a través de una cultura dominante (Bourdieu) debe ser bienvenido y apoyado de manera
ejemplar. Mas aun cuando estos esfuerzos logísticos, económicos y de tiempo son realizados desde
la escuela pública.

¡Miren nada más! Han pasado cinco años de aquella experiencia y hoy, estoy seguro que
todo el comité editorial del 2015 se sienta a escribir una carta o un ensayo con la caja de
herramientas -como diría Foucault- que nos proporcionó Alfa en aquella época. Al tiempo, estoy
seguro que todo el equipo está en la capacidad de leer el periódico y entenderlo cada mañana, como
siempre ha sugerido el gran historiador Eric Hobsbawn.

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