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La teoría de los discursos sociales descansa sobre una doble hipótesis de los


modos de funcionamiento de la semiosis social (entendida como la
dimensión significante de los fenómenos sociales): de un lado, toda
producción de sentido es social (es decir, todo proceso significante descansa
sobre condiciones sociales de producción); de otro, todo fenómeno social
contiene un proceso de producción de sentido (es decir, todo funcionamiento
social tiene una dimensión significante constitutiva).

Este doble anclaje (del sentido en lo social y de lo social en el sentido) solo


asume relevancia si se sitúa en el nivel de los funcionamientos discursivos,
esto es, si se considera la producción de sentido como eminentemente
discursiva. Esto quiere decir que es solo en el nivel de la discursividad donde
el sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los fenómenos sociales
develan su dimensión significante.

La teoría de la producción de sentido es, por tanto, uno de los capítulos


fundamentales de una teoría sociológica: es en la semiosis donde se construye
la realidad de lo social. De este modo, sostiene Verón, el análisis de los
discursos sociales abre el camino al estudio de la construcción social de lo
real.

Toda producción de sentido tiene una manifestación material. Esta


materialidad es el punto de partida de todo estudio empírico de la
producción de sentido. Partimos de paquetes de materias sensibles
investidas de sentido, productos  identificables sobre un soporte material
(texto, imagen, cuerpo, etc.) que son fragmentos de la semiosis. Lo que
llamamos discurso, por ende, es una configuración espacio-temporal de
sentido.

La teoría de los discursos sociales

Las condiciones productivas de los discursos sociales tienen que ver (i) con
las determinaciones que restringen su generación (las condiciones de
producción) y (ii) con las determinaciones que limitan su recepción
(las condiciones de reconocimiento). Entre estos dos conjuntos de
restricciones, circulan los discursos sociales en la red semiótica.
Una consecuencia de este punto de partida es que un objeto significante
dado no es inmanente ni puede analizarse aisladamente: debe entrar siempre
en relación con sus condiciones productivas. El análisis de los discursos, así,
consiste en la descripción de las huellas de las condiciones productivas, sean
las que tienen que ver con su generación o con su recepción. Un objeto
significante, en sí mismo, admite una multiplicidad de análisis y lecturas:
solo deviene legible en relación con algo que no está en el objeto mismo, es
decir, con criterios que se deben explicitar y que tienen que ver con sus
condiciones productivas (sea en producción o en reconocimiento).

Los objetos que interesan al análisis de los discursos, por lo tanto,


son sistemas de relaciones que todo producto significante mantiene con sus
condiciones de generación y con sus condiciones de reconocimiento. Esta
distinción entre ambos tipos de condiciones es puramente metodológica y
no ontológica: tanto de un lado como del otro de la semiosis, tenemos
siempre discursos cargados de sentido.

Para abordar la semiosis social por medio del análisis, hay que tener en
cuenta que existen, de uno y otro lado, reglas de generación y reglas de
lectura: en el primer caso, se habla de gramáticas de producción y, en el
segundo, de gramáticas de reconocimiento. Las reglas que componen estas
gramáticas describen operaciones de asignación de sentido: estas
operaciones consisten en la búsqueda de marcas presentes en la materia
significante. Se habla de marcas cuando la relación entre las propiedades
significantes y sus condiciones productivas no es clara; en cambio, se habla
de huellas cuando la relación queda claramente establecida.

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