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En la línea semiótica que busca articular el estudio de los procesos de sentido al funcionamiento social, se
destaca el trabajo del semiólogo argentino Eliseo Verón. Este autor, inspirándose en el pensamiento de
Peirce –entre otras fuentes–, elabora una propuesta teórico-metodológica de abordaje de los procesos de
producción de sentido, pero ya no hablará de signo sino de discurso, retomando un concepto introducido en
los setenta por el lingüista Z. Harris. La noción de discurso permite, según Verón, una reformulación
conceptual de la disciplina semiótica, a condición de hacer estallar el modelo binario del signo y tomar a su
cargo el pensamiento ternario inspirado en Peirce.
El autor cuestiona la tradición semiológica que se desarrolla a partir del modelo de la lingüística.
Específicamente, el aspecto central que discute es el procedimiento que determinó que tanto el habla, como
el sujeto empírico que lleva a cabo el acto de producir e interpretar los enunciados fueran excluidos o
relegados a una lingüística del habla que no se desarrolló. En consecuencia, los análisis prescindían de la
consideración del papel de los sujetos en la producción/interpretación de los textos. Asimismo, la concepción
del signo como una entidad mental/psíquica excluyó el estudio de la materialidad del sentido, el cual siempre
aparece adherido a una superficie material y contribuye a la significación (por ejemplo, una misma noticia
tiene características distintas y produce diferentes efectos según se utilice como soporte la prensa gráfica,
la radio o la televisión). Los aspectos anteriores, a los que hay que sumar la exclusión del objeto, en el
modelo saussureano, anulan “el mundo real” como universo referencial de los signos lingüísticos. El trabajo
consistirá, entonces, en analizar la producción de sentido en relación con al funcionamiento social
(incluyendo aquí el problema de lo ideológico y el del poder), recuperando la materialidad del sentido y la
construcción de lo real en la red de la semiosis. Esta propuesta comparte en cierto sentido el enfoque
desarrollado por Charaudeau, aunque este último está más orientado a la dimensión pragmática, situacional
inmediata, de todo acto comunicativo.
El discurso
Para Verón, el discurso es un concepto que designa a todo fenómeno de manifestación espacio-temporal
del sentido, cualquiera sea su soporte significante. Esto es, se considera discurso no sólo a un texto
lingüístico, sino a toda materia significante o conjunto de materias significantes sobre las cuales se han
llevado a cabo operaciones de asignación de sentido. De este modo, una fotografía, una pintura, un diseño
arquitectónico... cualquier práctica cultural o social puede ser estudiada como un discurso, esto es, como
una práctica productora de sentido. El discurso no designa aquí un objeto empírico (el texto), sino más bien,
una determinada manera de conceptualizar la problemática de la significación. El discurso es, en palabras
del mismo autor, un mensaje social situado, producido por alguien y dirigido a alguien. Es un fragmento de
la red semiótica, producido por el recorte realizado por el analista, por tanto, está relacionado con otros
discursos (anteriores y posteriores) que forman parte de dicha red interdiscursiva. En este sentido, esta
conceptualización evoca también los planteos de Bajtín.
En esta perspectiva, la semiótica será entendida no como una teoría de los sistemas de signos (como en
los modelos binarios), sino más bien como una teoría de los discursos sociales cuya finalidad es estudiar la
producción social del sentido. La semiótica estudiará la discursividad como un proceso continuo de
producción, circulación e interpretación (o, en términos de Verón, reconocimiento) de discursos. La tarea del
analista consistirá en tratar de establecer las condiciones y gramáticas a través de las cuales se producen o
se interpretan los discursos que circulan en una sociedad.
Esta forma de conceptualizar el funcionamiento del sentido se inspira, además de la ya mencionada
influencia peirceana, en el modelo de producción, circulación y consumo de mercancías de K. Marx, sólo
que en este caso está aplicado a los procesos de producción de discursos.
Semiosis social
En su trabajo, Eliseo Verón parte de una doble hipótesis: toda producción de sentido es social y todo
fenómeno social es, en una de sus dimensiones, una producción de sentido. Todos los fenómenos sociales
tienen una dimensión significante; el estudio de la semiosis es, por tanto, el estudio de estos fenómenos en
tanto procesos de producción de sentido.
Según este autor, el sentido está entrelazado con los comportamientos, instituciones y relaciones sociales;
aunque esto no significa, por cierto, que el análisis discursivo de los comportamientos o las instituciones
sociales disuelva o anule otros principios de determinación de estos fenómenos (como bien lo señala Peirce,
en la realidad no existen sólo signos, aunque es a través de los signos que podemos conocerla). Los
comportamientos y las instituciones, pueden ser estudiados desde muchos aspectos (políticos, económicos,
etc.) y, en tanto significan, pueden ser abordados desde un punto de vista semiótico, es decir, como
discursos.
Como lo planteamos anteriormente, toda producción de sentido tiene manifestación material. En el caso de
los comportamientos sociales, por ejemplo, uno de los soportes materiales del sentido es el cuerpo. El
cuerpo, en tanto cuerpo significante, puede ser entendido como un discurso o un conjunto discursivo porque
es producto de un proceso de producción de sentido: el cuerpo como materia significante será objeto de
operaciones de asignación de sentido.
Para Verón, describir el trabajo social de colocación de sentido en materias significantes es analizar ciertas
operaciones discursivas que son postuladas a partir de las marcas presentes en la materia significante en
relación con un sistema productivo. Este modelo postula relaciones sistemáticas entre conjuntos
significantes dados y los aspectos fundamentales de todo sistema productivo (producción, circulación y
consumo o reconocimiento), a través de la descripción de las condiciones bajo las cuales tiene lugar su
funcionamiento. Tales condiciones son exteriores al conjunto significante constituido en objeto de análisis,
pero no pueden considerarse extrañas al sentido en general, ya que su distinción es sólo resultado del corte
analítico realizado.
La semiosis –él la va a llamar “semiosis social”– es una red significante infinita (tanto desde el punto de vista
diacrónico como sincrónico) y su estudio implica siempre un trabajo que se realiza sobre fragmentos
extraídos del proceso semiótico, del flujo ininterrumpido de la producción, circulación y consumo de sentido.
Dichos fragmentos son pequeños trozos del tejido de la semiosis transformados en productos por el recorte
que se efectúa. Estos productos son los discursos.
Tanto desde el punto de vista sincrónico como diacrónico, la producción de sentido es una red significante
infinita, que en todos sus niveles tiene la forma de una estructura de encastramientos. De este modo, en
esta red constituida básicamente por condiciones/gramáticas de producción y condiciones/gramáticas de
reconocimiento de los discursos, en la medida en que siempre otros discursos forman parte de las
condiciones de producción de un texto, todo proceso de producción de un discurso es de hecho un proceso
de reconocimiento, y todo reconocimiento solamente puede manifestarse bajo la forma de un nuevo proceso
de producción que da como resultado uno o varios textos producidos (nuevos discursos que son efectos del
primero). En palabras de Verón, toda gramática de producción es resultado de determinadas condiciones
de reconocimiento y una gramática de reconocimiento sólo puede verse bajo la forma de un nuevo proceso
de producción.
Aspectos metodológicos
En esta perspectiva, los discursos no pueden analizarse en forma inmanente, no pueden ser analizados “en
sí mismos”. Esto significa que el trabajo con los textos es siempre comparativo: hay que comparar el discurso
o el conjunto de discursos con un “exterior” discursivo; este exterior está constituido por otro conjunto de
textos con el cual estaría relacionado el discurso objeto de análisis, ya sea porque aquél forma parte de sus
condiciones de producción, o porque forma parte de sus efectos. Al respecto, cabe señalar también que es
necesario establecer un nivel de pertinencia para el abordaje: o el análisis trabaja en producción (se analiza
la relación entre el discurso y sus condiciones de producción) o el análisis trabaja en reconocimiento (se
analiza la relación entre un discurso y sus efectos en la interpretación, que necesariamente aparecen bajo
la forma de nuevos discursos).
Ejemplo:
Imagine a un profesional que maneja la comunicación de una institución con su público externo a fin de
construir una imagen positiva de la organización. Para ello, decide contratar los servicios de una agencia de
publicidad para elaborar una campaña de posicionamiento de la empresa en el mercado. En este caso, las
distintas piezas publicitarias creadas por la agencia (en sus diversos soportes: gráfico, radial, televisivo) son
discursos; éstos fueron construidos a partir de otros discursos, entre los cuales se encuentran los ofrecidos
por la propia institución (brief, estudios de mercado, etc.). También forman parte de las condiciones de
producción de estos avisos (en la medida en que hay marcas que nos reenvían a ellos) las publicidades
realizadas por la competencia, así como las representaciones que el público tiene tanto de este tipo de
empresas como de esta institución específicamente. Este conjunto de discursos forman parte de las
condiciones de producción de los avisos publicitarios, pero a su vez, por el funcionamiento de la semiosis,
éstos también pueden ser leídos como uno de los efectos del discurso institucional.
Si se continua esta semiosis, los discursos publicitarios serán parte de las condiciones de producción de los
discursos del público que lee, escucha o mira los avisos, y a su vez, estos discursos del público podrán
comprenderse como efectos de reconocimiento de los discursos publicitarios. Y así sucesivamente.
Otro ejemplo del funcionamiento de la semiosis:
Un comunicador organiza un evento para la presentación de un producto nuevo de la empresa. El evento es
cubierto por los medios de prensa que son invitados a participar en el ágape. Los discursos que la prensa
publica en las revistas empresariales pueden considerarse como uno de los efectos discursivos del evento
en cuestión, el cual, en el marco de esta perspectiva teórica, es un discurso. A su vez, los comentarios que
los lectores de las revistas especializadas realizan sobre la presentación también pueden ser leídos como
efectos de reconocimiento, pero en este caso, del discurso de los medios, mientras que en relación a este
último discurso, el evento empresarial formará parte de las condiciones de producción de los textos de la
prensa. Se observa así la estructura de empalmes múltiples que involucra operaciones y condiciones de
producción, circulación y reconocimiento de sentido. Una estructura que es virtualmente infinita.
Como se ve, por la lógica del funcionamiento semiótico, es necesario establecer cuál es la perspectiva desde
la que se trabaja: es preciso definir el nivel de pertinencia de la lectura, es decir, definir si se está trabajando
en producción o en reconocimiento, porque en esta red semiótica un discurso que, según cierta perspectiva,
lo analiza como parte de las condiciones de producción, desde otra perspectiva puede ser interpretado como
formando parte del reconocimiento.
En este tipo de análisis se realiza un corte en la red semiótica, que es por definición infinita, y se establece
el discurso (o conjunto de discursos) que será objeto del estudio; en relación con él se trabajarán aquellos
otros discursos que están relacionados o bien con su producción, o bien con su interpretación. Estas
relaciones siempre tienen que sostenerse en marcas textuales presentes en el discurso objeto de análisis,
a partir de las cuales el analista interpreta el funcionamiento de ese discurso ya sea, con respecto a los
discursos que forman parte de las condiciones/gramáticas de producción, ya sea con respecto a los efectos
causados por ese discurso.
Cuando el analista hace un estudio en producción, busca establecer las relaciones entre las características
de un discurso y sus condiciones de producción, para ver cómo operan esas determinaciones sociales en la
producción discursiva (nivel ideológico). Cuando el analista se ubica en reconocimiento, analiza el poder que
el discurso tiene sobre sus receptores a partir de la puesta en relación de ese discurso con los efectos que
éste genera (estos efectos son discursos también).
El discurso político IMPORTANTE
Para Verón, el discurso político es un tipo de discurso de estructura polémica, pues al mismo tiempo que se
preocupa de establecer una posición, se dirige a rebatir las posiciones de los adversarios; de allí que se
caracterice por la construcción discursiva de un destinatario doble o triple. En primer lugar, se dirige a un 1
destinatario que comparte las mismas creencias o valores que el enunciador. Es el prodestinatario. Es el
partidario al que le debe reforzar su creencia; sujeto que comparte las mismas posiciones que el enunciador
y al que habitualmente se lo hace co-enunciar, incluyéndolo en colectivos de identificación o a través del uso
del nosotros inclusivo.
En segundo lugar, el enunciador se dirige a un destinatario que no comparte sus creencias. Es el opositor, 2
ese al que nunca va a convencer y con el cual mantiene una relación de antagonismo, de polémica. Es el
contradestinario.
Y por último, el discurso político en el marco de las campañas electorales se dirige también a los indecisos, 3
a esos a los que necesita convencer y seducir para ganar para su causa. Es el paradestinatario.
De acuerdo a las circunstancias específicas, el discurso político desarrollará una estrategia discursiva
dirigiéndose a estos tres tipos de destinatario, o bien privilegiando uno u otro.
Retomando los instrumentos de análisis de la enunciación abordados en el módulo 2, teniendo en cuenta
las precisiones que anteriormente se señalaron respecto al destinatario, se le proponen ahora otras
herramientas específicas desarrolladas por E. Verón en el texto “La palabra adversativa” para el discurso
político. Ellas son las entidades y los componentes del discurso.
Las entidades del discurso
En los discursos políticos, el enunciador se dirige al destinatario al que quiere convencer a partir de la
adhesión a valores aceptados en la comunidad, incluyéndolo e incluyéndose muchas veces
en metacolectivos (colectivos amplios en los que todos se identifican) como por ejemplo, la patria, la nación,
el país, la ciudad... Al mismo tiempo, puede optar también por interpelar al destinatario directamente: los
argentinos..., los ciudadanos..., los vecinos..., los justicialistas... a través de ese tipo de colectivos de
identificación asociados al para o al predestinatario; o bien recurriendo al “nosotros inclusivo” en el que
enunciador hace co-enunciar al destinatario también: “nosotros los cordobeses”, “nuestro país”. Este
enunciador también puede dirigirse a aquellos otros que no comparten sus creencias y que por tanto se
constituyen en sus adversarios, con los que mantiene una relación polémica (a ellos no se los seduce, sino
que se los destruye –se destruyen sus argumentos–) usando también esos colectivos, pero en sentido
negativo.
Los componentes del discurso
El discurso político se organiza en zonas que tienen rasgos particulares y dan cuenta de la posición que
asume el enunciador y del vínculo que construye con el destinatario. Estos componentes son cuatro: el
descriptivo, el didáctico, el prescriptivo y el programático.
1 El componente descriptivo corresponde a esas zonas del discurso en el que el enunciador realiza un balance
de la situación presente y pasada. Como su nombre lo indica, se describe lo que está ocurriendo u ocurrió
desde su particular visión. Predominan los verbos en presente y pasado del modo indicativo. Aquí, el
enunciador hace saber.
2 El componente didáctico también está ligado al saber, sólo que en este caso se corresponde con enunciados
o zonas del discurso en las que el enunciador se apoya en su argumentación en principios de carácter
universal. Se caracteriza en general por el uso de enunciados delocutivos, impersonales.
3 El componente prescriptivo está asociado al deber. Involucra el uso de verbos modales tales como deber,
haber que, tener que, y todos aquellas construcciones lingüísticas que implican a un sujeto que dice lo que
es necesario realizar –en el pasado, presente o futuro– en relación a una determinada axiología (sistema de
valores). La presencia de esta modalización involucra marcas fuertes del sujeto en el enunciado.
4 Finalmente, el componente prográmatico aparece en los discursos cuando el enunciador se compromete a
la realización de determinadas acciones. Su forma verbal predominante es el futuro. Es típico de los
discursos en campaña electoral, cuando se plantean al destinatario las propuestas de campaña.
¿Recuerda las herramientas de análisis estudiadas en los módulos 2 y 3? A continuación, lo invito a leer el
mensaje de renuncia de Menem a la segunda vuelta electoral, teniendo en cuenta la estrategia discursiva
desarrollada.
«Hay momentos en la historia en que resultan
indispensables definiciones y renunciamientos.
La Asamblea Legislativa ha proclamado oficialmente a la
fórmula que integro con el doctor Juan Carlos Romero
como ganadora de la primera vuelta de las elecciones
presidenciales. Motiva de mi parte un enorme
reconocimiento a los millones de compatriotas que, en
condiciones particularmente adversas, me ratificaron su
confianza el pasado 27 de abril.

Muy particularmente a los miles y miles de compañeros justicialistas y de otras fuerzas


políticas de todos los rincones del país que me acompañaron en este esfuerzo común.
Pero me obliga también a realizar una serena reflexión, que está por encima de
especulaciones personales e intereses subalternos.
El país atraviesa una de las crisis más graves de su historia. Hoy más que nunca, la
Argentina requiere contar con un poder político imbuido de la más plena y transparente
legitimidad democrática.
Lamentablemente, considero que este objetivo, absolutamente necesario, no está
garantizado con el cumplimiento de la segunda vuelta electoral prevista para el próximo
domingo 18 de mayo.
El origen de esta situación es la maniobra del actual gobierno que frustró la realización
de las elecciones internas, abiertas y simultáneas en todos los partidos políticos, que en
su momento fueran aprobadas por unanimidad por el Congreso Nacional.
Quedó así frustrada una voluntad de renovación política expresada por la amplia
mayoría de la ciudadanía argentina.
En el caso específico del peronismo, esa maniobra fue acompañada por la decisión de
eliminar la realización de elecciones internas del Partido. Ello impidió que el justicialismo
pudiera elegir democráticamente a su fórmula presidencial. Como resultado, por primera
vez en su historia, el peronismo se vio obligado a concurrir a las urnas con tres fórmulas
presidenciales surgidas de sus propias filas.
El sistema electoral establecido por la Constitución Nacional prevé una segunda vuelta
cuando en la primera ronda electoral no se obtienen determinadas mayorías. Permite
que las dos fórmulas presentadas por los partidos políticos que resulten más votadas
en esa primera ronda concurran a una segunda vuelta a ser dirimida por el conjunto de
la ciudadanía. Pero va contra el espíritu del sistema constitucional el hecho de obligar a
toda la ciudadanía argentina a dirimir una lucha interna de uno de los partidos políticos,
que no pudo resolverse previamente en su propio seno.
Este vicio de origen sólo hubiera podido subsanarse si en esa segunda vuelta electoral
hubiera existido una competencia entre alguno de los tres candidatos justicialistas que
se presentaron en los comicios del domingo 27 de abril y la fórmula presidencial de otra
fuerza política.
Pero en las actuales circunstancias, el país ha quedado encorsetado en una falsa
opción, en la que se siente excluida una anchísima franja de la ciudadanía.
Al mismo tiempo la existencia de una campaña sistemática de difamación y de calumnia
contra mi persona, orquestada desde el comienzo del gobierno de la Alianza, y
continuada luego durante el actual gobierno de transición, han generado las condiciones
para que una importante franja de la opinión pública se pueda ver virtualmente sometida,
esta vez, el acto de violencia moral de tener que escoger un candidato presidencial al
que apenas conoce y en el que no confía, no como expresión de adhesión a una
propuesta y a un programa que se negó a debatir públicamente, sino con el sólo objeto
de impedir la victoria de otro candidato presidencial.
Este intento de resucitar la política de las falsas antinomias que en el pasado provocó
estallidos de violencia que tanto dolor y sangre costaron a la República, conspira contra
la paz social y la necesaria concordia entre los argentinos.
En este contexto queda comprobado que nuestra sociedad se encuentra
extremadamente fragmentada. Toda mi vida política ha sido y es un ejercicio
permanente de búsqueda de la unidad nacional, como quedó demostrado durante los
10 años ininterrumpidos en que ejercí la Presidencia de la Nación por voluntad de mis
conciudadanos.
Por estos motivos, estimo conveniente no participar en esta segunda vuelta electoral.
Comprometo desde ya todo mi respaldo y mi colaboración con las nuevas autoridades
constitucionales para defender a rajatabla la estabilidad del sistema democrático,
recuperado para siempre en la Argentina desde 1983.
La principal amenaza contra la democracia en la Argentina no proviene ya, como tantas
veces ocurriera en el pasado, de la acción de los enemigos del sistema democrático,
sino del peligro de la ingobernabilidad. El estrepitoso fracaso del gobierno de la Alianza
constituye una trágica y acabada demostración de un fenómeno cuya repetición puede
tener funestas consecuencias para el país.
Para evitar recaer en una nueva crisis de gobernabilidad, el nuevo gobierno tendrá que
encarar, como tarea urgente y prioritaria, la búsqueda de consensos y la superación de
los antiguos enfrentamientos. Será necesario que ejerza su autoridad sin odios ni
rencores, animado de un profundo sentido de la responsabilidad histórica que le toca
asumir, y que coloque siempre el interés nacional por encima de cualquier consideración
ideológica o partidista.
En ese sentido expreso mi decisión inquebrantable de realizar todos los esfuerzos y
renunciamientos personales que sean necesarios para contribuir a recrear un verdadero
clima de unidad nacional, afianzar la vigencia de las instituciones democráticas e
impulsar una renovación a fondo del sistema político argentino.
A los millones de argentinos que me acompañaron con su voto, en particular a los más
humildes, les digo que los llevo en mi corazón y agradezco profundamente la confianza
que depositaron en mí. Admiro su fe, su lealtad y su coraje para enfrentar este proceso
electoral en condiciones tan desiguales y adversas. Agradezco en especial a los miles
y miles de militantes justicialistas y de otras fuerzas políticas que trabajaron
abnegadamente en esta campaña electoral para transmitir nuestro mensaje de fe y de
esperanza en el futuro de nuestra Patria. A todos ellos les digo que los llevo en mi
corazón, que no bajaré los brazos y que pueden tener la absoluta seguridad que no
abandonaré la lucha política, que ha sido y es la razón de mi vida.
Que Dios los bendiga y bendiga a nuestra querida Argentina.
Carlos Saúl Menem»

Habiendo usted abordado el texto, a continuación se le propone una pequeña síntesis de la estrategia
discursiva de él. Lo invitamos a que confronte esta propuesta con la que usted realizó previamente.
Condiciones de producción (se puede relacionar con lo que anteriormente se trabajó desde Charaudeau
como el “circuito externo”):
El discurso de Menem (Yo comunicante) se produce en una particular coyuntura del país, en el marco de
una profunda crisis política, institucional y social. El ex presidente de la Nación durante la década del noventa
se postula para una tercera presidencia. Es uno de los tres candidatos del justicialismo. Gana la primera
vuelta, pero no logra la mayoría. El sistema electoral prevé en esos casos una segunda vuelta con los dos
más votados. Ambos son justicialistas: Menem y Kirchner, que tiene el apoyo de Duhalde, hasta entonces
el presidente luego de la crisis institucional por la renuncia anticipada de De la Rúa en el año 2001. Según
las encuestas, en la segunda vuelta Menem no podría ganar porque toda la oposición se uniría en su contra
y los votos irían para Kirchner. Por esto se dice que decide renunciar a la segunda vuelta.
El público o Tú interpretante son todos los habitantes del país, ya que la renuncia fue difundida por los
medios nacionales de comunicación a través de distintos canales gráficos, audiovisuales y radiales.
Dadas las características del ritual en el que se produce este discurso y la práctica comunicativa en la que
se inserta, su propósito o proyecto de habla es justificar la renuncia a la candidatura presidencial luego de
haber ganado la primera vuelta.
La estrategia discursiva desarrollada, atendiendo a esos condicionamientos sociales y al proyecto de habla,
se caracteriza porque:
En este discurso, el enunciador se construye como un sujeto pasional –por su marcada inscripción subjetiva
en el texto– y con competencias ligadas al saber: describe la situación (componente descriptivo) y explica
(tono didáctico). Además es un sujeto que puede hacer: se compromete a continuar trabajando políticamente
(lo programático). Y, fundamentalmente, es un sujeto que actúa bajo un deber desde el cual prescribe cómo
es necesario actuar y desde el cual se posiciona y renuncia a la candidatura (componente prescriptivo).
Este enunciador plantea su renuncia como un acto de renunciamiento. Renunciar significa apartarse de una
cosa o de un derecho, no querer admitir o aceptar algo, abandonar, privarse en bien del prójimo de hacer su
propia voluntad. Este es el sentido que le da en el texto a su acto: el de abandonar o apartarse de un derecho
en bien del prójimo, en este caso un metacolectivo que involucra a todos: el país, la patria, la república. La
estrategia discursiva empleada es por esto más bien opaca, en el sentido de que se disimula, o se le da otro
significado, es decir el enunciador no asume los condicionamientos que están actuando sobre el Yo
comunicante, porque no se dice que renuncia porque no va a ganar, sino que plantea su renuncia como un
acto ético en defensa de la república.
El discurso construye un destinatario general, poco especificado, al que incluye con los colectivos amplios
asociados a metacolectivos como patria, Argentina, sociedad... En ese marco, se particulariza y construye
un destinatario específico al que no alude en segunda persona, sino en tercera, pero a través de colectivos
que lo identifican asociados al prodestinatario (los que comparten las mismas creencias). Este
prodestinatario está constituido por todos aquellos que trabajaron para que Menem ganara, por todos los
militantes y personas que lo votaron. A él, básicamente, va dirigido el discurso, porque es a ellos ante los
que debe rendir cuentas de su renuncia.
Hay además remisiones a la acción de los oponentes ligados al actual gobierno (Duhalde) y a la Alianza,
como sujetos que obstaculizaron el proceso electoral.
La estrategia discursiva alterna lo objetivo –utilizado para describir la situación, lo que hay que hacer o
principios generales que sustentan su hacer– y lo subjetivo –que denota la evaluación pasional y el
posicionamiento asumido por el enunciador, junto con la interpelación al destinatario ante quien quiere
justificarse–.
Lo que el discurso presenta es el hacer (competir por la presidencia) de un sujeto agente (Menem) que actúa
para sacar al país de la grave crisis política y social. En ese proceso cuenta con aliados: los votantes y los
militantes justicialistas y de otras fuerzas, que con su voto y su trabajo en la campaña le ayudaron a ganar
en la primera vuelta (resultado positivo). Pero este hacer de Menem encuentra obstáculos (campaña de
desprestigio, no realización de elecciones internas en su partido) propuestos por sus adversarios (el actual
gobierno –Duhalde– y la Alianza) que le impiden alcanzar su propósito. El hacer de este adversario tuvo
resultados negativos para el país: generó falsas antinomias que ponen al país en disyunción con la paz, la
unidad y la continuidad democrática, la gobernabilidad. Ante esta situación, Menem aparece como un sujeto
que busca transformar los resultados de la acción de sus oponentes. A través de su hacer (renuncia) busca
que la Argentina esté en conjunción con la paz, la unidad, la continuidad democrática. El beneficiario de esta
acción es la república toda. Asimismo, como está presentando la renuncia, debe justificarse con sus
anteriores aliados (los que lo ayudaron a ganar la primera vuelta) y de allí los agradecimientos y el
compromiso ante ellos de no abandonar la lucha, para que esta renuncia sea interpretada como un acto de
renunciamiento en beneficio del país.

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