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ENERGIA RADIANTE

La fracción de la energía radiante del sol que interesa desde el punto de vista del animal es la
comprendida entre 0.1 mm (ultravioleta) y 100 mm (infrarroja). Desde el punto de vista
energético la radiación ultravioleta contribuye aproximadamente el 1%, la visible con 40-50%,
y la infrarroja con 50-60% del total de la energía que lleva al suelo.

La radiación ultravioleta induce en la piel la transformación del 7-Dehidrocolestrol en la


vitamina D3, la cual promueve la calcificación de los huesos; esta misma radiación es la que
induce la pigmentación de la piel y en casos extremos, quemaduras. La radiación infrarroja
calienta el cuerpo sobre el cual incide al ser absorbido por éste.

Con excepción del aluminio, los demás materiales usados comúnmente para el techado de
construcciones rurales (hierro galvanizado, asbesto, cemento, teja de barro) absorben los
rayos infrarrojos por lo que se calientan y luego irradian calor hacia el interior. Se recomienda
en estos casos colocar una capa de material aislante en la parte interior del techo y pintarlo de
blanco en su superficie exterior. Material vegetal, por ejemplo hoja de palma, junco, tienen
excelentes cualidades térmicas para la construcción de techos, sin embargo su durabilidad no
es muy larga y el costo de la mano de obra para su colocación puede ser elevado.

FOTOPERIODO

En las zonas templadas del globo, a diferencia de los vacunos, los caprinos y ovinos
demuestran una estacionalidad sexual inducida por las diferencias estacionales en las horas de
iluminación solar. En los trópicos los cambios estacionales en el número de horas de luz son
relativamente pequeños y no logran afectar el comportamiento sexual de las especies. Cuando
se reporta estacionalidad sexual en cabras u ovejas en los trópicos, ésta es causada por
cambios estacionales en la disponibilidad de alimentos.

La cantidad de luz diurna también tiene un fuerte efecto en el funcionamiento testicular y en la


temporada reproductiva debido a los efectos que tiene en la hipófisis.

Los animales domésticos se han clasificado (en Dukes Physiolog of Domestic Animals, 1977) en
tres grupos con base en los periodos de luz:

1) aquellos en los que la glándula hipófisis es activada por periodos cortos a cada vez más
cortos de luz diurna, como ovejas y cabras;

2) aquellos en los que la hipófisis es activada por periodos largos o cada vez más largos de luz,
como caballo y burro,

3) aquellos para los cuales es difícil establecer un modelo de sensibilidad a los fotoperiodos,
como en el caso de bovinos y cerdos.

Aunque los machos de carnero y cabra pueden reproducirse todo el año, el recuento
espermático y la actividad espermatogénica son máximas en el otoño (temporada normal de
reproducción) y decrecen gradualmente a sus niveles más bajos en verano, lo mismo que la
calidad del semen (viabilidad y motilidad) y la cantidad de fructuosa en el plasma seminal,
estos cambios estacionales normales pueden alterarse controlando artificialmente los
periodos de luz a los que se exponga el animal.

Si bien el toro es menos afectado por cambios foto periodos que los machos de carnero y
cabra, parece que la calidad del semen de aquel es mínima en verano y máxima en invierno o
primavera. La concentración de fructuosa en el semen es máxima en marzo y setiembre. La
fertilidad tras inseminación artificial suele ser baja en verano y máxima en otoño.

El volumen seminal del caballo aumenta apreciablemente en el mes de abril de la temporada


reproductiva.

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