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Santiago Sierra Entrevistas WEB PDF
Santiago Sierra Entrevistas WEB PDF
E N TRE V I S TA S
Pepitas de calabaza s. l.
Apartado de correos n.0 40
26080 Logroño (La Rioja, Spain)
pepitas@pepitas.net
www.pepitas.net
© Santiago Sierra
© De la compilación, Juan Albarran y Francisco Javier San Martín
© De la presente edición, Pepitas de calabaza ed. / Galería Labor,
México D. F. / Lisson Gallery, London
© De las traducciones, sus autores
isbn: 978-84-15862-56-7
dep. legal: lr-764-2016
http://santiago-sierra.com
SANTIAGO SIERRA
ENTREVISTAS
Juan Albarrán / Francisco Javier San Martín
(editores)
ÍNDICE
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clave en su trabajo, Sierra no escribe, habla. Sus textos son muy
escasos y es significativo que en uno de los primeros que publicó
—si no el primero— habla del discurso del arte como fracaso de
la obra: «Entiéndase las presentes [palabras] como prueba del
fracaso de aquello a lo que se encomendó la tarea de explicarse
por sí mismo».1 Aun así, el texto es extremadamente corto y con-
ciso, puesto que Sierra prefiere que la pieza genere discusión oral
antes que discursos escritos: se encuentra más cerca de una esté-
tica de la pronunciación, en el flujo de la vida, que de la enuncia-
ción autoconsciente de ideas. Sierra emplea tan a menudo las
entrevistas por tres razones. Por una parte, porque este formato
se basa en la obra realizada, en los hechos, en la discusión del
trabajo. La entrevista se realiza generalmente con motivo de una
exposición o de un nuevo proyecto, lo cual permite escapar fácil-
mente a la elucubración abstracta. El pensamiento artístico de
Sierra está siempre ligado al hacer. Podríamos decir que su tra-
bajo tiene un carácter factográfico, los títulos de sus proyectos
describen los hechos. Sierra huye como de la peste de cualquier
planteamiento teórico abstracto o libresco y de toda forma de
ideología camuflada bajo presupuestos teóricos. No así del for-
malismo, pues desde muy pronto descubrió que el formalismo
lleva implícito un discurso político y que podía emplearlo para
sus propios fines.
10
En segundo lugar, Sierra también habla porque en la entre-
vista hay una confrontación de opiniones e ideas sobre la econo-
mía de lo real, sobre estímulos y situaciones concretas. Pensar
entre dos o entre varios, pensar hablando. «El pensamiento se
produce en la boca», escribió Tristan Tzara, que no solo lo decía
como provocación dadaísta, para desacreditar la materia gris que
Duchamp situó en el centro de la operación artística, sino para
poner en valor una actitud performativa del pensamiento, alejada
del polvo de las bibliotecas y las formalidades académicas, un
pensamiento que se produce en interacción, en diálogo o discu-
sión, como estímulo ante la violenta provocación de los aconte-
cimientos. A diferencia del ejercicio de la escritura —que puede
tener un carácter introspectivo—, hablar es siempre social. Sólo
hablan solos los miserables. También Von Kleist era partidario,
como los antiguos paseantes griegos, de la elaboración gradual
del pensamiento en el acto de hablar, al confrontar una opinión
con otra. Hablando se construye el mundo del deseo frente al
espacio planificado de los explotadores mudos. Porque las bue-
nas obras de arte hacen hablar, y con este hablar la obra tiende
a expandirse integrando elementos y matices que el proyecto
no había previsto. Frente al onanismo de los placeres retinia-
nos, frente al placer solitario del gourmet del arte por el arte, una
pieza realizada en confrontación con lo real, como desafío a los
escenarios miserables de la vida, sirve precisamente para que
hablemos. No solo porque discutimos de arte, sino porque el
arte es la discusión. En la conversación con Juan Albarrán que
se incluye en este volumen, Sierra declara explícitamente: «El
arte sirve para que hablemos. Una buena obra de arte provoca
discusión. Nosotros tenemos la suerte de poder hablar. El arte te
permite hablar». Hablar de arte es también hablar sobre tantas
cosas que no lo son y a las que el arte mira.
La tercera razón que explica el elevado número de entre-
vistas que Sierra ha respondido a lo largo de su carrera es que
11
éstas constituyen una obligación laboral. Son, al fin y al cabo,
trabajo. Todo artista medianamente bien integrado en el sistema
global del arte debe atender a los requerimientos de críticos
y periodistas que se acercan a su obra a través de la entrevista.
El artista y otros agentes próximos a él —sus galeristas, comisa-
rios cómplices, etc.— necesitan comunicar lo hecho, necesitan
ser interpelados y proyectarse en la esfera pública a través de los
medios. La entrevista, a su vez, podría considerarse un género
exitoso en la literatura artística actual,2 un formato idóneo para
tomar el pulso al cambiante mosaico de propuestas, prácticas
y discursos que constituyen nuestra contemporaneidad artística.
Pero, al mismo tiempo, esa fiebre de la palabra, en el caso de
un artista tan polémico como Santiago Sierra —y la polémica
también forma parte de su trabajo—, tiene una contrapartida
negativa. Para Sierra puede resultar un tanto tedioso responder
a varias entrevistas al mes, sobre todo cuando se repiten una
y otra vez las mismas preguntas que, con más o menos pericia,
con un tono unas veces fascinado y otras agresivo, parecen tratar
de «desenmascararle» señalando una especie de impostura en
su manera de tematizar el trabajo. Entrevistas que le dan vueltas
una y otra vez a la misma pregunta: «por qué repetir el mal —la
explotación, la alienación, la humillación de los trabajadores
inherente al capitalismo— en el contexto del arte», como si éste
—el arte— no pudiese mancharse con el fango de la historia,
como si el artista sólo pudiese ser un cuerpo limpio, un alma
pura, ajena a los engranajes económicos de un sistema de pro-
ducción y distribución de riqueza que ha colonizado el planeta.
El lector de este libro podrá encontrar esta misma pregunta for-
mulada de maneras diferentes en las conversaciones que siguen
a esta introducción. Por supuesto, otras entrevistas —las menos,
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quizá— han resultado, tal y como venimos exponiendo, muy
estimulantes para Sierra. Ocasiones para construir pensamiento
de manera dialógica, para articular debates sobre el arte y sus
relaciones con el mundo, para descubrir, incluso, aspectos de
sus trabajos que el artista desconocía. En cualquier caso, si res-
ponder es trabajar y «el trabajo es la dictadura», si las pregun-
tas tienden a repetirse, tal vez, en adelante y salvo excepciones,
haya que buscar más ocasiones en las que guardar silencio. Este
libro reúne una selección de veintiuna entrevistas con Santiago
Sierra realizadas por críticos, periodistas, comisarios e investi-
gadores entre 2002 y 2015. Quizás esta compilación dé a Sierra
más oportunidades para callar y eludir así el castigo del trabajo,
refiriéndose, en la medida de lo posible, a lo ya dicho. En las
conversaciones que presentamos se discute un número conside-
rable de proyectos representativos de su amplísima producción,
por lo que este volumen ofrece al lector una visión panorámica
de la obra de uno de los artistas más clarividentes, contundentes
y mordaces de las dos últimas décadas.
Desde posiciones teóricas formalistas, algunos criticarán
que esta dedicación al pensamiento verbal, a las ideas genera-
das en una dialéctica de confrontación, es una forma de pro-
ducción superficial, improvisada, carente del aliento estratégico
y del poso conceptual de un texto producido en el recogimiento
del escritorio, con el tiempo y la disposición necesarios para
llevar a cabo una crítica profunda y sistemática a lo real. Pero
esta crítica olvida que muchas profundidades no son sino una
máscara más del pensamiento burgués y que la piel no solo es
lo más profundo, como escribió algún poeta, sino también el
órgano del cuerpo más expuesto a las inclemencias del clima.
A finales de los años noventa, Sierra tatuó líneas sobre la piel de
personas remuneradas. Con este gesto «epidérmico», el artista,
entonces afincado en México D. F., pretendía hundirse en lo
más profundo de la humillación laboral, desvelar —a la vez que
13
asumir su responsabilidad en— su pulsión de muerte. Cioran
escribió sobre Michaux —otro artista hablador— que «la pro-
fundidad le volvía feroz» y que de la lucidez extraía una «visión
despiadada».3 Por eso mismo, por su contacto extremo con la
realidad y por la contundencia de su respuesta, a menudo el
arte de Sierra es despiadado. Y como tal se muestra en muchos
pasajes de estas entrevistas, en las que el lector encontrará algu-
nas de las claves de su sistema operativo, su modo de abordar
un proyecto, su manera de conseguir y ordenar la información,
la construcción y realimentación de redes de colaboración, las
negociaciones y complicidades personales e institucionales que
teje para llevarlo a cabo, la positivación del azar, los frecuen-
tes imprevistos en un trabajo con material tan sensible como
el que emplea, así como los mecanismos que desarrolla para
darle difusión o para posicionarlo —de una manera siempre
problemática— en la Institución Arte. Mientras tanto, Santiago
Sierra habla de ello con críticos, comisarios e investigadores de
todo el mundo, no porque su arte necesite una explicación, sino
porque la realidad que lo ha generado reclama herramientas
críticas que la desmonten. O como apostilla Raoul Vaneigem
en su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones:
«Habrá que seguir hablando hasta que los hechos nos permitan
guardar silencio».4
Así pues Sierra no escribe textos teóricos, sino que pre-
fiere, asumiendo su trabajo como artista en el sistema inter-
nacional del arte, el río discursivo de una buena entrevista. No
escribe textos sobre su obra, pero sí a menudo en el interior de
la obra. Casi todos sus trabajos están acompañados de textos
14
que, a modo de statements conceptuales, describen lo sucedido.
Pero, además, muchos de sus trabajos son textos, textos tan cor-
tos como contundentes, de un laconismo acerado: la palabra
«future» (Palabra quemada, 2012) construida en grandes dimen-
siones para ser quemada en Valencia; la palabra «no» (NO, Glo-
bal Tour, 2009-2011), subida en un camión para dar la vuelta
al mundo; la palabra «Klassenkampf», lucha de clases (Palabra
de 350 cm de altura por 1200 cm de ancho, 2004), iluminada de
modo que proyecte una sombra espectral sobre el espacio de una
vieja iglesia. Sierra también redacta listas, expresión máxima de
concisión, sin verbo, sin adjetivos, sin adverbios; solo lo sus-
tantivo: listas de prohibiciones (Placa para puerta, 2006), listas
referidas a crímenes o situaciones represivas redactadas para
que otros las lean (1549 crímenes de estado, 2007; 120 horas de
lectura continua de una guía de teléfonos, 2004). A menudo, sus
esculturas textuales adquieren unas dimensiones colosales. En
ocasiones, señalan claramente al enemigo (Palabra destruida,
2010-2012), en busca de una alianza internacionalista contra el
capitalismo; o se proyectan sobre el suelo a modo de earthworks,
tatuándose en la piel del planeta para llamar la atención sobre
el sufrimiento cotidiano de grupos humanos (Sumisión, 2006-
2007; El grafiti más grande del mundo, 2012). De este modo, Sie-
rra parece querer recuperar el peso de las palabras, su densidad,
su sentido, su capacidad para movilizar una respuesta, como si
el artista se viese obligado a gritarnos para que reaccionemos
ante la deriva aterradora de los acontecimientos. El trabajo artís-
tico se concreta en textos con unas cualidades físicas —peso,
tamaño— que provocan reacciones muy diversas por parte del
espectador, superado por la magnitud de la palabra, interpelado
por la pesadez del mensaje. Y es que como Sierra explica en
la entrevista con Marco Scotini: «Podríamos considerar el arte
como una literatura física».
15
***
16
la diferencia».6 En definitiva, un territorio de trabajo móvil,
cambiante, huidizo, ilocalizable, desde el que es posible golpear
y cambiar de lugar o estar simultáneamente en diferentes puntos.
Según datos de su página web (http://www.santiago-sierra.com),
en 2015 ha realizado veintidós piezas de las cuales trece se locali-
zaron en diferentes puntos de Europa, seis en América del Norte
y del Sur, dos en Oriente Medio y una en el Polo Norte, a latitud
de 900: mundialización, internacionalismo —en sintonía con sus
convicciones libertarias— y descentramiento, opuesto al mero cos-
mopolitismo del artista eurocéntrico. En cualquier caso, y traba-
jando con un pie en Europa, parece buscar ese equilibrio dialéctico
que Mario Merz inscribió con letras de neón en su arquitectura
nómada, pero aplicado ahora al artista que ha tomado consciencia
de que el enemigo es ya definitivamente global: «Se l’artista si
concentra perde terreno, se si dispersa perde forza».7
Sierra ha desarrollado su trabajo desde una posición inde-
pendiente levantada sobre una experiencia de confrontación con
el mundo, al margen de corrientes o sistemas de pensamiento
establecidos o emergentes, ajeno a los gadgets teóricos de moda
—sea capitalismo líquido, pensiero debole o postcolonial—. La
conciencia del mundo se produce en cada proyecto de Sierra
como respuesta a un hecho, un acontecimiento o una situa-
ción no sistematizable, eso que el anarquista francés Ravachol
llamaba pensamiento «por los actos». La teoría se constituye
como reorganización conceptual de la experiencia. Experiencias
exclusivamente conceptuales darían lugar a una teoría conceptual,
17
mientras que experiencias derivadas de una situación concreta,
como es el caso, dan lugar a una acumulación teórica materialista,
a una teoría que es inteligencia en acción, entendiendo inteligen-
cia como deseo y disponibilidad, ambición y resolución.
En estas entrevistas que ahora ofrecemos, Sierra habla
menos de la ideación de las piezas que del contexto en que
se han producido. El discurso verbal nos da información sobre
el contexto al tiempo que la pieza se constituye como texto. En
muchos casos, el artista no siente la necesidad de explayarse
sobre la formalización de la obra, sino sobre las dificultades de
tipo político o logístico que tuvo que superar para realizarla. En
otros, cuando encuentra la complicidad del interlocutor, cuando
hay un ambiente afectivo que facilita el diálogo, la comunicación
se hace especialmente efectiva, incluso demoledora: es el «len-
guaje de los hechos» al que se refería Léhautier cuando el juez le
preguntó a qué camaradas conocía en París: «los anarquistas no
tienen necesidad de conocerse para comunicarse».
***
18
E NT R E V I S TA S
Contratación y ordenación de 30 trabajadores conforme a su color de piel.
Project Space, Kunsthalle Wien. Viena, Austria. Septiembre de 2002.
GABRIELE MACKERT, 2002
21
pieles visibles, tengamos en un extremo a la persona con la piel
más oscura que podamos encontrar y en el otro a la que tenga
la piel más clara, las personas intermedias serán seleccionadas
para crear una gradación tonal de uno a otro extremo. Para ello
contrataremos a una empresa de casting a la que solicitaremos
personas comunes, esto es, no modelos profesionales, preferen-
temente mayores de treinta años sin especificación de sexo. No se
considerará ningún otro criterio, ni estatura, ni peso, ni cualquier
otro. Las personas serán ordenadas centradas en el lado mayor de
dicha sala y mirando hacia la pared. Durante su alineación debe-
rán permanecer en ropa interior. Vamos a grabar en vídeo todo el
proceso de trabajo en la Kunsthalle, así que las personas estarán
claramente advertidas de lo que nos proponemos.
22
son mucho menos optimistas, necesito un espacio más real
y también más claustrofóbico. Tal vez, volviendo al origen de
este espacio como contenedor. Naturalmente, tapiando las cris-
taleras estamos negando las características más evidentes del
espacio y lo que obtendremos será una sala que podría estar en
cualquier otro lugar. Esto también encaja con un proyecto que
sería factible en bastantes localizaciones. No digo desvinculado
del contexto austriaco, pero sí extrapolable a otros.
23
MACKERT_ ¿Te interesan los detalles formales de la puesta en escena?
¿Cuál es la importancia de la identidad del lugar para la ordenación
y la posterior proyección del vídeo que documenta la acción? ¿Cuál es
el margen de acción para los participantes, para ti, como artista, para
los protagonistas, los documentalistas y la institución? ¿Aceptas el resul-
tado de tu encargo como un hecho, como un ready made de la realidad?
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una premisa y su realización implica un problema técnico, logístico
y organizativo.
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SIERRA_ Podemos poner el proceso creativo bajo sospecha,
pues no resulta ajeno a los mismos intereses que otro proceso,
digamos, rutinario. El único motivo reconocible en ambos es
la recompensa económica, sin ignorar la amplitud de matices
que implican los diversos valores para idénticas horas de trabajo.
Un trabajo no es una actuación, aunque un actor es siempre
un trabajador. Tan actor es un camarero como la persona que
interviene en mi acción. Con respecto a las «relaciones perso-
nales», no hay cosa más desagradable que un patrón intentando
hacerse amiguito de un empleado, para el empleado el patrón
es por definición un ser odioso. Es el responsable relativo de su
ausencia de libertad.
26
la persona remunerada la producción de semen o de tornillos
es idéntica. También se dan reclamos en que mis esfuerzos no
van destinados a la abolición del sistema remunerado, lo que me
situaría en una postura de dudosa moralidad. No hay mucho que
decir sobre esto, tal vez que se espera demasiado del arte.
27
MACKERT_ La dedicación al proceso de trabajo parece estar
influenciada por el concepto de escultura de Franz Erhard Walther
—que está definitivamente orientada hacia la acción— y los traba-
jos de Stanley Brouwn —que documentan incidentes—. También
es un resultado del desarrollo de tu obra. La retórica de objetivación
de figuras y cuerpos geométricos y racionales y su producción téc-
nica, que normalmente es invisible, son provocadas por el modo de
formalización, que, decididamente, no es subjetiva y tampoco una
expresión individual. Más tarde, empezaste a investigar este proceso
de producción o de trabajo. El campo de preguntas, característico
para muchas de tus piezas, con respecto al sentido de las acciones
de las personas contratadas, la enajenación radical de su trabajo
—por ejemplo, al soportar una forma pesada— se relaciona, desde
esta perspectiva, con el egoísmo inherente al concepto tradicional de
arte. Las categorías estéticas no importan, lo esencial es no someterse
sin acercar demasiado el arte a la vida real. El trabajo tiene que dar
un valor añadido. Por una parte, tus proyectos no producen algo
concreto, con frecuencia ni siquiera producen una obra de arte que
se puede vender. El trabajo realizado se presenta unívocamente. El
hecho de que no haya una relación con la realidad —en términos
productivos— acentúa el acto de trabajar. El trabajo no cambia la
realidad y su retórica no implica una toma de posición o una espe-
ranza emancipatoria.
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su análisis del Trío A de 1968,1 Yvonne Rainer sustituye, por ejem-
plo, el papel de la mano del artista por la producción industrial, el
ilusionismo por lo literal de una actividad, de una tarea, la comple-
jidad y el detalle por la simplicidad de acciones o eventos singulares,
la monumentalidad por una medida humana. ¿Te sientes próximo
a estas ideas de los sesenta y setenta o te refieres a fuentes completa-
mente diferentes, quizá fuentes fuera del contexto del arte?
29
estas formas, uno se evitaría la necesidad de inventar otra forma y se
reservaría su uso para la invención. No es una casualidad que se con-
sidere al minimal art como una escuela ideológica. Originalmente, se
propagó como un movimiento no político.
30
básicamente, la congelación de las cuentas de ahorro. Se manifes-
taban localmente cuando los responsables reales estaban a miles de
kilómetros, en otro hemisferio. Golpeaban las chapas metálicas que
protegían a los bancos de la furia popular, agrediendo a los emplea-
dos que permanecían dentro y que, durante esos días, sufrieron
como responsables en lugar de sus patrones. Se juzgaba la corrup-
ción como una anomalía local, cuando es la base del sistema capi-
talista. Mi idea era llevar la cacerolada a lugares mas próximos
a los centros de decisión, ajustar, digamos, su expresión de incon-
formidad a un contexto más adecuado. Utilicé, claro está, métodos
que tenía a mano. Yo no tengo el poder de organizar manifestacio-
nes de solidaridad en 5 ó 6 ciudades diferentes. Y tampoco se tra-
taba de eso, pues era a los afectados bonaerenses a los que se debía
escuchar. Con la forma de operar empleada tuvimos, además, un
montón de gente para la que ese ruido de un país lejano era tam-
bién su ruido. No estoy seguro de que todos participasen pensando
en la situación argentina. El disco es, en sí mismo, un arma y me
sigue sorprendiendo la cantidad de personas que la usaron ese día.
Con respecto a la segunda parte de tu pregunta, el rechazo al tra-
bajo es algo que cae por su propio peso. El sistema educativo y los
medios de formación de masas se ocupan de quitarnos esa idea de
la cabeza, pero cualquiera puede verle maldita la gracia a entregar
su vida enriqueciendo a otro, aunque ese otro no sea el capitalista
de las caricaturas del siglo xix, sombrero de copa, gordo y con un
puro, sino entidades abstractas difíciles de localizar.
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SIERRA_ Una cosa con ese nombre, «sociedad capitalista avan-
zada del espectáculo», no puede dar mucha confianza a nadie.
32
SIERRA_ En México, en realidad, no continué mis estudios.
La beca fue un subterfugio para seguir haciendo mi trabajo.
Justificaba como beca de investigación mis proyectos y no
tenía una relación con alguien a quien pudiera llamar maestro.
En realidad, eso fue, básicamente, lo ocurrido en Hamburgo,
a pesar de que me interesaban las posturas de los artistas que allí
impartían clases, Stanley Brouwn y Franz Erhald, sobre todo.
El taller con Dokoupil fue una línea que añadir a un currícu-
lum un tanto vacío, estuve un mes con él y eso fue todo. Nunca
me gustó mucho el ambiente estudiantil, apliqué algunas
cosas, como todo el mundo. Las personas que me han intere-
sado son muchas, Wolf Vostel o Kounellis, por su radicalismo;
Stanley Brouwn o Isidoro Valcárcel Medina,2 por su integri-
dad y coherencia; gente de otras disciplinas como Luis Buñuel
o Agustín García Calvo, y amigos como Teresa Margolles, y no
por ser amigos, aunque también, sino por el impresionante
trabajo sobre la violencia de su entorno. Luego, de otra forma,
de una forma instrumental, el minimalismo y las vertientes
conceptuales.
33
MACKERT_ Vives en el D. F. hace más de seis años. El autor triestino
Claudio Magris comenta que es la única ciudad que conoce en la cual
tenía miedo de perderse para siempre. Con más de 20 millones de habi-
tantes —en comparación con los 1,4 millones en 1940— la Ciudad de
México de hoy es una de las más grandes del mundo, paradigma para
los fenómenos globales de las megaciudades de Asia, América Latina
y África. Su caso ilustra de manera ejemplar la transformación de
una gran ciudad moderna en una metrópolis global. El D. F. es un
buen ejemplo del desarrollo ambivalente de la globalización, cruce de
corrientes de capitales internacionales. Como capital de un país con
frontera con los Estados Unidos, es un foco de migración internacional
y un lugar de transformación de las relaciones entre el centro y la peri-
feria; caso de estudio de las transformaciones del espacio público y de
la sociedad que se mueve entre el consumo y la comunicación. El aban-
dono del mestizaje —una simbiosis de elementos españoles e indígenas
que era considerada como algo «universal» hasta los años ochenta—
en favor de construcciones contradictorias de la identidad señala una
pluralización de la sociedad, «una post- o hiper-modernidad sin que la
modernidad se haya realizado» —como apunta el antropólogo Néstor
García Canclini—. ¿Qué es lo que te fascina en este núcleo? ¿Cuál es
la perspectiva que se abre desde la periferia?
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blancos. Los artistas locales suelen formarse fuera y eso también
ayuda a adaptarse a esa imagen. La migración que recibe la ciu-
dad es, en realidad, interna, llegan millares de personas desde
el campo sin nada en los bolsillos. No se percibe ningún cambio
positivo, es un monstruo que sigue creciendo. La perspectiva
que se abre desde una ciudad así, desde el arte y hacia otros
núcleos no periféricos puede ser el simple descubrimiento de
que allí también había artistas. Esto se olvidará pronto, pero allí
seguirá habiendo artistas.
35
seis trabajadores que tenían que permanecer dentro de cajas de cartón
cuatro horas al día. Ese mismo año, también realizaste proyectos simi-
lares en Cuba, Nueva York y Limerick y, un año antes, en la Ciudad
de Guatemala. En la descripción de dicho proyecto, explicitas el hecho
de que los solicitantes de asilo tuvieron que ser pagados a escondidas
porque, según la ley de inmigración alemana, no podían ser remunera-
dos oficialmente. Aquí, en Viena, buscas la máxima visibilidad descu-
briendo la piel desnuda al voyerista. ¿Qué relaciones se establecen entre
los principios estructurales de estos proyectos?
36
la que se ejerce contra el trabajador. La pieza no fue anunciada
y tenía lugar frente a la puerta de una galería durante una inau-
guración. En Cuba, las trabajadoras eran muchachas que viven de
la economía informal. Las cajas se presentaron como asientos en
una fiesta para trabajadores de la comunidad artística llegados de
todas partes a la Bienal de La Habana. Quiero decir con esto que,
en cada caso, la disposición de los trabajadores, el hecho de que
estuviesen o no ocultos, la cantidad de información proporcio-
nada y otras particularidades respondían a la situación específica
a la que se hacía mención, pero siempre sin mostrar el rostro de
los trabajadores.
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pero mucha gente se molestó y no tardaron en vandalizarlo. Antes
te hablaba de Traslación de una cacerolada: era el sonido de gente
intentando acceder sin éxito a un lugar, reclamando el dinero que
les habían usurpado. Ambas acciones se produjeron con pocos
días de diferencia, se trataba de una comparación entre dos frus-
traciones, la de alguien —el público del mundo del arte— que no
podía socializar el día de la inauguración de un nuevo espacio, y la
de otro grupo de gente a quien se privaba el acceso al lugar donde
se guardaban sus ahorros.
38
se han desarrollado trabajos de esta índole. La influencia de los
vieneses en artistas como Rosemberg Sandoval es indudable,
pero su contextualización en Colombia convierte su obra en algo
mucho más insoportable, más urgente. El grupo semefo, del que
proviene la artista Teresa Margolles, también estaba fuertemente
influido por ellos.
39
MACKERT_ ¿Cuándo decides utilizar la imagen en movimiento, el
vídeo, y cuándo la imagen fija, la fotografía?
40
Elevación de 6 bancas. Kunsthalle der Hypo-Kulturstiftung. Munich,
Alemania. Septiembre de 2001.
3.000 huecos de 180 x 50 x 50 cm. cada uno. Dehesa de Montenmedio.
Vejer de la Frontera (Cádiz), España. Julio de 2002.
FIETTA JARQUE, 2002
43
FIETTA JARQUE_ Hace siete años que trabaja y vive en México.
¿Ha encontrado ahí algún clima más favorable que en España para
realizar sus obras o es una decisión relacionada con su vida privada?
44
crudeza, los mecanismos de dominación y sometimiento. Pero usted
se ausenta con frecuencia durante el transcurso de estas acciones. En
algún momento comentó que le da «mal rollo» presenciarlas. ¿Por
qué esa ambivalencia?
45
reconfortarle con una respuesta piadosa, pero no descuido mi
trabajo, como mucho lo manejo a distancia.
46
JARQUE_ Plantea muchas de sus acciones como rutinas repetitivas
y absurdas realizadas por una paga. ¿No cree que hay un punto de
humillación para las personas que utiliza en estos actos?
47
SIERRA_ Los títulos vienen determinados porque no confío en
que las cosas sean otra cosa que sus medidas, su técnica o su
materia, además y como es lógico debo saber de antemano qué
voy a hacer, determinando qué, cuánto o cómo, creo que son
criterios ampliamente extendidos. El panfleto es algo que no
uso porque no tengo nada que proponer en sustitución de esto,
ni autoridad moral para hacerme pasar por mesías del arte. El
recurso a la crudeza formal es por supuesto un efecto retórico
que ayuda a una mayor contundencia y efectividad en el discurso.
Todo arte apela a lo sensible para hacerse entender, el impacto
o cierta estética de shock resultan de gran ayuda.
48
Muro de una galería arrancado, inclinado a 60 grados del suelo y sostenido
por 5 personas. Acceso A. México D. F., México. Abril de 2000.
465 personas remuneradas. Museo Rufino Tamayo, Sala 7. México D. F.,
México. Octubre de 1999.
PAMELA ECHEVERRÍA, 2002
51
También estoy influido por el enfoque directo de artistas como Isi-
doro Valcárcel Medina y Stanley Brouwn, que, en mi opinión, han
hecho gala de una gran integridad.
52
visión alucinantemente retrógrada acerca de la pérdida de los
derechos de los obreros, y que está inmerso en una complacencia
egocéntrica. La acción termina por ajustar como un guante.
53
la obra consistió no sólo en lo que se describió en el anuncio, sino
también en la forma en que fue contrastada y definida social-
mente por las personas que asistieron a la exposición. En res-
puesta a la segunda parte de su pregunta, la violencia no es algo
que funcione exclusivamente fuera del arte y que podemos o no
podemos abordar a través de la reproducción o la representación.
El arte está contenido en la sociedad y sus mecanismos, y, por
tanto, también puede generar violencia.
54
SIERRA_ A partir del momento en que los diversos medios de
documentación se popularizaron, podemos pensar en una obra
de arte como en un todo compuesto de partes separadas pero
iguales. En mi caso, la obra de arte es la acción o performance. La
documentación de la acción no puede ser considerada como la
obra de arte en sí, sino más bien como un ejemplo que nos per-
mite tener una relación independiente pero íntima con la obra
como arte y como mercancía. Por otro lado, el carácter efímero de
una acción significa que sólo podemos tener una relación directa
con ella en ciertos casos y momentos particulares. La obra de
arte debe ser tanto la performance como la documentación en un
índice económico y visual. Esa es la base de muchos movimien-
tos del siglo pasado. ¿Qué sentido tendría para un artista de land
art ir al desierto si no puede ofrecer algún tipo de prueba virtual?
Por supuesto hay quienes niegan la importancia de la documen-
tación, tanto de lo efímero como del objeto mercantilizado, una
posición que creo que es encomiable, pero muy poco realista.
Como he dicho antes, este es el único sistema en el que podemos
operar. La capacidad de documentar amplía el abanico de posibi-
lidades para los artistas en cuanto a nuestros materiales y nuestra
capacidad para crear, y eso debe ser aprovechado.
55
Mujer con capirote sentada de cara a la pared. Pabellón de España. Bienal
de Venecia. Venecia, Italia. Mayo de 2003.
ROSA MARTÍNEZ, 2003
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caso de obstrucción, cuya función decíamos emancipatoria, sería
similar a una barricada; el flujo es unidireccional y su interrup-
ción se decide subjetivamente para preservar nuestro espacio.
En el trailer que bloqueaba el anillo periférico de México y en
el museo de Pusan teníamos situaciones muy similares porque
se interrumpía o filtraba un tránsito unidireccional. En Lime-
rick era una ficción de barricada obtenida con permiso oficial,
cuya función era casi metalingüística [Obstrucción de una vía con
diversos objetos, 2000]. En el ps1 no teníamos solamente a un tra-
bajador confinado 15 días a un lado de un muro [Persona remune-
rada durante una jornada de 360 horas continuas, 2000]: teníamos
también a los no confinados al otro lado, subrayando las oposi-
ciones de la relación a uno y otro lado. Este muro, antes imagi-
nario y menos notorio, ya regulaba sus relaciones. Muros, vistos
o no, a ambos lados de una relación social —como bloques de
espaldas, bodegas de barcos, cuartos cerrados, etc.—, aludirían
a imposiciones verticalmente establecidas, a compartimentos de
orden. El caso más similar al que nos ocupa sería el londinense.
Un numeroso grupo de la escena artística pretendía acceder
a un espacio que se encontraba cerrado. ¿Por qué deseaba eso? Si
era para ver una obra de arte, la pieza estaba frente a sus narices;
y si, además, pretendían socializar, podían hacerlo a ese lado de
la obstrucción, en plena calle. Podríamos pensar que estamos
ante una interrupción del segundo tipo, puesto que solo percibi-
mos una dirección en el intento de tránsito, pero no es así, por-
que, como en las fronteras o como en el caso de nuestro pabellón,
se nos impide el acceso a una realidad jerárquicamente superior.
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que resulta casi macabra si lo que pretendemos es acentuar el
orden impuesto —debo decir también que es más caro que otros
materiales, por lo que lo he usado menos de lo que me hubiera
gustado—. En Londres quería dar una segunda lectura usando
chapa galvanizada lo más similar posible a la que se empleaba
para sellar el acceso a los bancos argentinos, creando a ojos de
quien quisiera verlo una comparación entre «frustraciones».
Días antes había hecho la pieza sonora Traslación de una cace-
rolada. En el muro del Pabellón español, el uso de carambuco,
ladrillo tosco y barato hecho en cemento, muy común en el
vallado provisional de fincas o para cegar puertas y ventanas en
edificios desocupados, es el material más adecuado. Este cierre
durará, previsiblemente, los meses que dura la Bienal y luego
será retirado. Es el material más pertinente para su función.
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de 1938, la de 1952 y la actual, y se han producido cierres en dos
periodos, los comprendidos desde 1942 hasta 1950 y desde 1972
hasta 1978. Casi todos los demás pabellones nacionales cerraron
también durante el trienio negro italiano. Los cierres y remoza-
dos de fachada parecen una manera común de posicionamiento
político en esta Bienal. No puedo huir de referencias a nuestra
autarquía y a su pervivencia, a la España amurallada o a los famo-
sos «muros de la patria mía», como tampoco de referencias más
precisas y manejables en el contexto internacional, como el con-
trol de flujos migratorios o la idea de nación.
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MARTÍNEZ_ Tus referentes estéticos y lingüísticos conectan con la
tradición sintáctica del minimalismo, pero tú subviertes la serialidad
industrial y la pretendida pureza de aquellas obras ya históricas sus-
tituyendo sus límpidos materiales por otros más burdos o incluso por
personas, que también son utilizadas como elementos constructivos
y, por lo tanto, objetualizadas. En ocasiones tu obra conecta con la
estética del povera y se convierte en una negación de la autonomía del
objeto artístico, pues asocias su producción a los sistemas de circula-
ción de mercancías y de explotación capitalista. Recuerdo por ejemplo
la acción 30 bloques de pan alineados, realizada en la intersección
de las calles Fútbol y Ciclista de México D. F., en 1996. Me parece
una contundente bofetada desde el «tercer mundo» a las pretenciosas
obras de Carl Andre.
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y nunca sus métodos constructivos andan demasiado lejos de
los míos. Pero solo lo uso como caja de herramientas, yo estoy
hablando de otra cosa. Mencionabas mi afinidad con el povera
y en realidad me interesa mucho más la antiforma norteamericana,
donde al minimalismo se le suman los aspectos físicos de la obra de
arte, el peso, la morbidez, el estado de la materia, el tamaño. Dudo
mucho que la antiforma buscase la superación del minimalismo,
me parece más bien una segunda fase. Para mí, es aún hoy una
buena escuela, pero de maestros cegados por la arrogancia.
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encontrar en el cubo blanco, el retrete y todo lo demás, como
el cuadro de luces o las escaleras de metal desvencijadas. Esas
cosas nos llevan a otro lugar. Sin embargo, son elementos que
ya estaban ahí, tapados.
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MARTÍNEZ_ ¿Cómo está presente en el proyecto del Pabellón el tema
de la explotación capitalista del trabajador y de la división de la socie-
dad en clases?
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SIERRA_ Como te contaba, esa es la función de un muro: la orga-
nización de los movimientos de quienes se encuentran a uno
y otro lado. A un lado españoles y al otro, no, o al menos no con
seguridad. Unos y otros ya eran o no de esa nacionalidad, ahora
este hecho queda remarcado y expuesto para pensar su perti-
nencia. Es obvio que el espectador no lo es del todo y no porque
se pida su participación —como en los tiempos del optimista
happening— sino porque se ha segregado su acceso conforme
a criterios subjetivos. La única forma de no entrar a formar parte
de la pieza es no asistiendo al Pabellón. Hay muros inmateriales
que hacen innecesarios los otros de ladrillo o de los que estos
últimos son solo una concreción visualizable, una redundancia.
Hace tiempo que me muevo en torno a la idea del Ángel Exter-
minador del maestro Luis Buñuel, una película fascinante que
considero en la base de mi trabajo. Un Ángel Exterminador era
quien impedía levantarse y salir de las cajas a los trabajadores de
Guatemala, o detener las formas negras como ataúdes contra la
pared en Nueva York y Zúrich. Ese Ángel Exterminador es siem-
pre el mismo y creo tenerlo bien localizado.
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piezas, hecha en Londres, era Grupo de personas cara a la pared
y persona cara a la pared, realizada, en parte, con la colaboración
de una organización proselitista cristiana. Fue increíble porque
a esa gente, reclutada por esa organización entre el lumpen
urbano de la ciudad, les pude hablar en un lenguaje común a los
monoteístas. Les hablé del Génesis, de cómo Dios, al expulsarnos
del Paraíso, concibió nuestro castigo como «ganarás el pan con
el sudor de tu frente». Ellos permanecieron semanas castigados
cara a la pared, en consciente cumplimiento del mandato bíblico.
¡Querían salvarse! Eso es el trabajo: una especie de castigo por el
cual vendes tu tiempo, cuerpo y voluntad a los intereses del amo.
El Pabellón de España es, a efectos jurídicos, España, como lo es
la embajada en Roma: terreno consular dependiente del Minis-
terio Español de Asuntos Exteriores. Yo seguía pensando en lo
mismo que en Londres, pero ahora también en España y, como
no podía ser de otra manera, en la tradición nacional católica.
Pero, como te decía antes, escurriéndome de tu pregunta pun-
tual, dejemos hablar a la pieza. Confío plenamente en el lenguaje
plástico. Perdona que no quiera hablar de ése y otros trabajos
más que lateralmente.
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norma y nosotros. La ley está hecha para cumplirse y se cumple
sin posibilidad alguna de transgresión.
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SIERRA_ Soy un varón, blanco y occidental, lo que me sitúa
en un nivel privilegiado. Esto resulta casi una obviedad en la
práctica totalidad del planeta. Decir que hombres y mujeres
son iguales, que los blancos y el resto de razas vienen a ser lo
mismo, o que tanto monta la opinión de un no occidental como
la nuestra es la manifestación de un deseo, que no una reali-
dad. Así que cuando realizo una pieza hay un elemento más
a incluir: yo. Me guste o no, mi presencia condiciona la credibi-
lidad y posibilidad de realización de un proyecto. Esto es así aún
hoy, cuando el complejo de culpa del varón blanco occidental le
arrastra a disimular tales evidencias con un «pase usted primero»
al diferente, que no hace sino confirmar las reglas. Mi presen-
cia también tiene una carga semántica para muchos. Localizado
como autor, se me traslada con gran facilidad la responsabilidad
de una situación laboral tomada del entorno, lo que en muchos
lugares tiene una enorme lógica. Por citarte un ejemplo, puede
que yo no crease el sistema de castas mexicano, pero otros como
yo lo hicieron y aún siguen arriba. Esta situación no me espanta
puesto que alguien debo ser yo; las obras no las realizan seres
inmateriales, sino personas con una ventaja o desventaja genéti-
camente heredada y socialmente refrendada. Incluyo todos esos
elementos en la pieza sin ocultarlos en forma alguna, esa es la
única manera de resolver las situaciones creadas por mi origen.
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personas que están abajo, pues las situaciones laborales extremas
explican muy bien todas las demás. Desde ese punto de vista, la
mujer suele estar abajo y por eso aparece tanto en mi trabajo.
Cuando pagué dos dólares a unas indias tzotziles por decir una
frase, lo que yo buscaba eran indios tzotziles, sin importarme
el sexo, pero que no supieran una palabra de español. Los hom-
bres son los que salen al exterior, a vender sus productos o a lo
que sea, así que suelen hablar algo de español para manejarse,
y ellas se quedan en la tierra o en casa, currando sin saber una
palabra de la lengua externa. Por eso lo hice con ellas. Yo quería
hablar precisamente de esto, de cómo funciona la dominación
idiomática. Si allí no hablas español, no puedes salir de tu casa ni
cambiar tu papel en la sociedad. Evidentemente las mujeres eran
quienes más claramente lo mostraban. Así ha pasado en muchas
obras, yo no he pedido mujeres pero, al acercarme a buscar en el
escalafón más bajo, ahí estaban ellas.
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que todos saben que está ahí, anunciando la propiedad del Pabe-
llón, es como subrayarla o iluminarla. Todos esos actos piden
una reflexión sobre el significado y función de la palabra, y ello
es pertinente en un país que, como España, tiene un himno sin
letra oficial, donde gran parte de la población se identifica con
otra bandera nacional, la tricolor, o con banderas locales más
o menos centrífugas, o con otras fantasías y símbolos nacio-
nales. Sin olvidar que en Venecia lo que haré será representar
a España, podemos muy bien concluir con que este tema venía
ya dado. Es una forma de pensar España, como fue una forma de
pensar Italia el tapado de esa palabra con una fachada nueva. En
realidad estamos haciendo algo que resulta muy natural en la his-
toria de esta Bienal, y que responde a un no saber qué hacer con
tanta palabra. De ahí viene, por ejemplo, la existencia del Aperto
o el uso multinacional del Pabellón italiano. Pensemos también
que la enredadera que crece en la fachada del pabellón español
busca, si no el tapado, al menos la relativización de la palabra,
su difuminación. La misma palabra «España» fue un añadido de
última hora realizado en una tarde a petición consular cuando se
remozó por última vez la fachada a objeto de quitar el águila pre-
constitucional sin pensar substituirla por cosa alguna.
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proponía incluir artistas extranjeros residentes en el país pro-
pietario de cada Pabellón y en muchos Pabellones, como en el
holandés, esto es casi una norma. Por supuesto se mantiene
cierto tono de mundial de fútbol, pero actualmente los estados
subcontratan su conciencia a curadores reconocidos y con ello
se ha aminorado ese efecto.
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MARTÍNEZ_ En la película Salò de Pasolini hay tres categorías de
personajes: los verdugos, sujetos con poder de decisión y destrucción,
una especie de «aristocracia del crimen»; los funcionarios, colaboracio-
nistas y cómplices, que traducen y ejecutan las órdenes; y los cuerpos
supliciados, sometidos y sin capacidad de rebelión. Sus visiones pare-
cen tener hoy más sentido que nunca. ¿La vida no es la vida, todavía?
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a la palabra. En cuanto a la primera parte de tu pregunta, donde
vuelves a la idea del crimen y a lo inmoral, procuraré expli-
carte. Como artista, he tratado de no confundir la realidad con
el deseo. Sobre todo porque no creo que a nadie le importen mis
deseos. Si, por citarte un ejemplo, en el Viejo San Juan de Puerto
Rico veo gente con unas jornadas laborales extremas, no solo
para comer, sino para pagarse su dosis de heroína, actúo de la
siguiente manera: ideo un gesto simple que me sirva como pre-
texto para desencadenar una situación laboral que los retrate y les
pago como aspiran a ser pagados, con una dosis. Pagar más de
lo que esperan o hacerlo en una forma que se adapte a mi con-
ciencia no me sirve, porque no estoy hablando de mi conciencia
sino de ellos y sus Ángeles Exterminadores. Eso diría que soy un
buen tipo y que puse mi granito de arena en la salvación de esas
almas. Ridículo. Si consigo a alguien que por 65 euros me sujete
una pared por cinco días, te estaré mostrando un hecho real;
si pago el doble, te estaré mostrando mi bondad. Así lo hago
y luego lo difundo. No documento hechos reales, intervengo
en ellos. Me incomoda la postura de narrador omnisciente que
adopta el reportero, y, aunque no se trate de hablar de mí, no
puedo esconderme tras fórmulas de imparcialidad o distancia-
miento. Ya decía antes que soy parte de la carga semántica de mi
obra. Debo aceptar que esa acción, opuesta a la mera recogida de
datos, me coloca ante muchos como el causante, en último tér-
mino, de hechos desagradables. Pero no puedo dejarme fuera de
escena y rehuir mi implicación. Lo he pensado porque a nadie le
agrada hacer obras que públicamente le dejen en mal lugar y creo
que las razones de mis desavenencias con el público están en
otra parte. El trabajo que se hace es inútil, se dice, y ello sería una
suerte de regodeo macabro en la explotación. La cuestión estaría
en preguntarnos para quién es inútil. Si el trabajador percibe su
salario por permanecer quieto o lo percibe por fabricar tornillos
solo es importante para quien lo emplea. Y si alguien lo emplea es
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porque algo sacará con eso. Esto coloca al espectador en un
abismo de sinsentido por la claridad del enunciado: no importa
lo que hagas si cobras por ello, no importa lo que obligues a hacer
si te enriqueces con ello. Después de haber cobrado ni siquiera te
queda el derecho al resentimiento.
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las normas de mercado en que habrá de desenvolverse. La pieza
de la calle Regina no deja lugar a la esperanza en la creatividad
y la generosidad. Expresa todo lo contrario. Si fijamos ahí la
solución de los determinismos económicos nuestro camino en
coherencia es la adicción. Los dibujos que trazaba con el agua
a modo de entretenimiento eran una forma de realizar mejor el
trabajo de limpieza pues fijaban mi atención no en la obligato-
riedad de la acción sino en la construcción del dibujo. Eran una
forma buscada y manifiesta de autoengaño, como el canto en el
albañil o el aguardiente en la hora libre del trabajador.
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111 construcciones hechas con 10 módulos y 10 trabajadores. Galerie Peter
Kilchmann. Zurich, Suiza. Marzo de 2004.
MARIO ROSSI, 2005
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resuelve nada y obliga al espectador a posicionarse por su cuenta,
sin modelos. Algunos ven en mí a un crítico y otros a un enfer-
mizo explotador, eso no me importa mucho pues no es de mí de
lo que estoy hablando. A quien sí le importa es al espectador pues
éste acude al arte buscando cómo ser comprometido y cool a un
tiempo. Busca modelos.
Con respecto a tu pregunta sobre si prefiero la estructura arte
o la estructura social entera, pues resulta evidente que me des-
envuelvo en el mundo del arte que a su vez es un elemento de
un conjunto mayor. No obstante el arte no es un elemento cual-
quiera. El arte se desarrolla entre las clases creativas de la socie-
dad, quienes se ocupan de imponer al resto de la población el
ritmo planificado de la obsolescencia, la renovación constante de
la forma y fondo del producto. Por tanto, hablar en el mundo del
arte es hablar con los jefes del asunto. El arte no se encuentra en
la tierra de Nunca Jamás aunque, a menudo, nos comportemos
como si estuviéramos allí. El dinero que paga el arte está acuñado
en el mundo real y la mayor parte de las veces es más oscuro de
lo normal.
ROSSI_ Pero tus trabajos eran citas bastante claras del estilo mini-
malista de Morris, LeWitt y otros. Solo que aquellos cubos, aquellos
paralelepípedos, se encontraban reducidos a una dimensión terrenal,
casi de oficina mecánica del tercer mundo, realizados con materia-
les recuperados: pedazos de chapa utilizada para armar cubos, rollos
cilíndricos de posters arrancados de los muros, materiales varios
encontrados en la calle. Pero, al fin y al cabo, todo partía de una refe-
rencia interna al arte. ¿No te parece?
SIERRA_ Sí, claro. Es que las estrategias del arte son sublimacio-
nes del orden político. No podemos pensar en el módulo, en la
buena forma, en las argumentaciones cientificistas o en la bús-
queda de la arreferencialidad sin tocar la praxis política. A todo
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programa político le corresponde uno estético, por lo que las
referencias son intercambiables. Si no, no sé qué gracia tendría.
Supongamos que no tienes ni la más remota idea de quienes son
Robert Morris, Sol LeWitt y compañía. Lo que verías entonces es
el contenedor de carga, la normativa industrial, el asa o el din,
las necesidades de alejar el objeto producido de los métodos de
producción o las estrategias de mercado. Probablemente verías las
retóricas del conservadurismo anglosajón de la época y sus inma-
culadas torres corporativas. Naturalmente, cada artista conoce este
juego y sabe a quién decora la casa. A veces forma parte de estas
estrategias negar la evidencia y también sobreentendemos que es
parte del juego. Hay iluminados, populistas, relativistas, apoca-
lípticos, cientificistas, tecnologicistas, religiosos, nacionalistas,
solipsistas y lo que quieras, todos emplean la forma y tienen sus
propios repertorios y nombres clave. Todos parecen hablar de
arte y nada más.
Con respecto a los ejemplos que propones, pensemos que
la economía sintáctica es tan adecuada en el ahorro y en la nor-
malización del producto como en la construcción arquitectónica
de subsistencia, por lo que el abc art o minimalismo depende
también de la perspectiva: trazarlo desde las calles de la Ciudad
de México nunca será igual que hacerlo en la isla de Manhattan.
El mismo discurso dicho en la boca de un político republicano
en Estados Unidos no se entenderá igual en la de un panista
mexicano. Cuando un republicano dice «área de libre comer-
cio» quiere en realidad decir «lo compro», y cuando un panista
mexicano dice «área de libre comercio» en realidad dice «se
traspasa». El contexto es fundamental, pero también el estable-
cimiento de unos contenidos mínimos compartidos que facili-
ten la comprensión de la obra. Contenidos que emplearemos en
mayor o en menor medida dependiendo de cuán globalmente
queramos hacernos entender. Todos sabemos las implicaciones
del cubo lewíttico, así que resulta muy sencillo emplearlo de base
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rítmica y dotarlo de otra perspectiva. Es más rápido y eficaz que
crear uno propio y establecer nuevas reglas a cada paso. Además,
no emplear lo que se da por sabido en arte para comunicarte solo
puede conducirnos a una extenuante persecución de lo innova-
dor o a la creación de un vocabulario personal indescifrable. No
digo que esté mal, pero hay que saber a qué conduce la elección
de no usar un lenguaje común. No olvidemos que mis referentes
son también los referentes del espectador y que será éste quien
en última instancia dará sentido a mi trabajo.
SIERRA_ En primer lugar, debo decir que cada cual cobra por su
trabajo. Cuánto y según qué circunstancias no es producto de una
investigación en toda regla. Más sencillamente, es el resultado de
preguntarle al trabajador que tengo al lado por lo que más impor-
tancia tiene en su vida, por cuánto cobra. Cuando uno lee crítica
de arte nos encontramos con investigadores de cualquier cosa,
uno investiga los límites de la forma a través de una mirada inci-
siva y el otro investiga el etnocentrismo a través del uso de fárma-
cos, o quien sabe qué más se nos pone a investigar. En realidad,
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el arte no es el lugar donde se realizan estas investigaciones, sino
donde se discuten sus resultados con fines decorativos, modélicos
o de representación. Es por eso que cuando se habla de los funda-
mentos del arte se suele olvidar que el arte es muchas cosas pero
también es parte del sistema capitalista. Se pasa por alto que el
artista produce objetos de lujo o que las obras de arte no llegan
a los museos por arte de magia sino por intercesión de la divina
mano de obra, mano que habrá de conservar el arte, vigilar el arte,
trasladar el arte y añadirle, en suma, valor con su trabajo. Estos
elementos, en apariencia —sólo en apariencia—, decoran mal,
vulgarizan los modelos y se representan sólo a sí mismos, son
de puro obvio inútiles. Así, cuando hablas de acciones antieco-
nómicas y sin utilidad, te estás refiriendo sin darte cuenta a esos
objetivos fundamentales y por ende a los intereses del grupo que
consume arte, grupo por lo demás coincidente con el que oferta
puestos de trabajo. Desde la óptica del trabajador el sentido de
su trabajo llega con el pago de su sueldo —ya sé que un uno por
ciento encuentra en el trabajo, además, el sentido de su vida—
y, desde mi óptica, lo acaecido adquiere sentido económico con la
venta de mi trabajo, con lo que los sinsentidos ni a ellos ni a mi
nos incumben. Analicemos el mensaje latente en tus palabras: lo
que en realidad quieres decir es que lo único que trasmiten algu-
nas de mis acciones, supongo que no te refieres a todas ellas, es el
intercambio monetario que las hace posibles y que esto no es útil
a no ser que me refiera a la crítica de dicho intercambio. Qué tal si
no fuera así, si no hubiera moraleja, si el hecho de que disponga-
mos de un material humano abundante, a bajo coste, sin apenas
especialización y sin soñar siquiera con sindicatos y partidos, jus-
tificase su empleo. Qué tal si, simplemente, se hace porque puede
hacerse y nada lo impide. Evidentemente, McDonald’s, Nike o el
Partido Comunista Chino emplean dicha mano de obra con la
—por lo que se ve— muy aceptable finalidad de producir hambur-
guesas, calzado deportivo y de todo, así que no creo que pienses
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que el objetivo de estos grupos es poner en evidencia aspectos
negativos del sistema. Y sin embargo lo hacen.
Con respecto a poner instituciones en crisis desde adentro,
no creo que sea el caso. Estas se ven muy sanas y no me consta que
sepan siquiera que ando por ahí. Bueno, el arte como institución
sí lo sabe, pero no me llevo nada mal con esa institución. Por el
contrario contratan mis servicios con frecuencia y no lo harían si
lo que yo ofreciese no fuese otra cosa que servicios. Por otro lado,
de dónde sacas que yo pretendo tal cosa o que se me ha pasado
alguna vez por la cabeza hacer de Keanu Reeves del arte. Estamos
demasiado acostumbrados a leer que un artista deconstruye tal
cosa o que otro derrumba el concepto de tal otra y ya damos por
seguro que el fin último del arte es, como mínimo, la revolución.
En México uno de los sitac —Simposio Internacional de Teoría
del Arte Contemporáneo, por sus siglas en español— se celebró
bajo el sonoro lema de «Resistencias» y era de verse lo resistentes
que fuimos todos a irnos de la casa del propietario de Taco Inn,
donde se hizo la correspondiente fiesta. La resistencia histórica
al fascismo merece cierto respeto y no creo pertinente mezclarla
con una compañía multinacional de comida rápida. Pero el arte
contemporáneo es así, a todos sus integrantes les gusta pensar
que muerden la mano que les alimenta. No hay ningún elemento
objetivo que vincule el arte contemporáneo con una lucha antisis-
tema. Si te das cuenta es absolutamente lo opuesto. No obstante si
alguien decidiera emprender la marcha deberá primero medir si la
producción de objetos de lujo es el camino más adecuado. No com-
prendo por qué resulta tan endiabladamente complejo aceptar que
el tema del arte puede ser también lo que sucede a la vuelta de la
esquina, sin que debamos además afirmar nuestro compromiso
militar con la defensa de lo esquinado o inventar que así nos trans-
formamos en che-guevaras. Sólo soy un artista y sólo hago arte,
y, por más que se me exija, no quiero ser cómplice del monumen-
tal autoengaño colectivo de que estamos cambiando el mundo.
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ROSSI_ ¿Cuáles fueron tus encuentros decisivos con artistas u obras
que hayan representado momentos de cambio en tu recorrido artís-
tico? ¿Cómo situarías tu hacer en el actual sistema del arte? ¿Te sien-
tes una figura aislada?
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SIERRA_ El trabajo es la venta del tiempo, la inteligencia y la
fuerza del trabajador a cambio de una remuneración y en inte-
rés de la parte contratante. Esto no es cosa mía, el trabajo es eso.
Socialmente se concibe de este modo y poco importa mi visión
particular sobre el asunto. La visión que debe primar siempre es la
que nos liga al resto para que el espectador sepa de qué hablas y no
se quede sin saber qué pensar por tratarse de una visión particular.
Sobre tu última pregunta, pues no, no estoy satisfecho.
Creo que no hablo lo suficientemente claro, y es lo que pretendo.
Debo seguir desarrollando estrategias que me permitan hablar
alto y claro, y hacer desaparecer cualquier atisbo de sofisticación
en mi trabajo. Por otra parte, el trabajo no esta terminado. Una
pieza acabada nunca es independiente, hay que remitirla al resto
de la producción y suelen quedar cosas que añadir o que quitar,
ambigüedades y ruidos. Lo que menos me gusta de mi trabajo es
todo lo relacionado con la inauguración, es como casarse una
vez al mes y por el rito católico. Me rompe los nervios y no
entiendo por qué debe hacerse, es como si un periodista hiciese
una celebración social consigo mismo de protagonista cada vez
que termina un reportaje. Realmente no hay nada que celebrar,
máxime cuando se tratan los temas que yo trato. Pero, desgra-
ciadamente no suele entenderse esta postura y plantear esto se
toma casi como un desprecio a quienes han trabajado contigo
poniendo toda su ilusión y empeño. También el empleo de la
palabra arte resulta muy incómodo y muchas veces me resulta
vergonzoso decir que soy artista. Es como decir que eres más
y mejor que los otros, tú eres un pobre diablo y yo soy un artista.
Comúnmente el arte se entiende como un trabajo que deviene
en sublime por la maestría del trabajador, quien, de esta forma,
pasa a llamarse artista, un grado superior y superlativo del traba-
jador común. Así, un realizador de cine se vuelve artista cuando
hace algo como La dolce vita, pero mientras tanto es solo un rea-
lizador de cine. Nosotros cargamos con el pretencioso nombre
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de artistas desde la primera gilipollez que hacemos y me parece
excesivo, pero, sobre todo, poco práctico porque nuestro trabajo
se hace incomprensible para la sociedad. ¿Qué tiene de sublime
una lata de sopa o un cacho de piedra cuadrada con una lechuga
atada? Un conocido escritor, el nombre no viene al caso, deplo-
raba la obra de Joseph Beuys desde las páginas del periódico de
mayor tirada en español. A él no iban a engañarle. Su demanda
era que no entendía por qué debía arrodillarse uno ante una silla
con grasa. Como no había razones para la genuflexión, no había
tampoco razones para llamarle arte a aquel artefacto. De modo
que al problema de cargar con una palabra para engreídos le
sumamos la dificultad de expresar ideas que no busquen la ado-
ración del espectador. Debería haber otra palabra que podamos
usar sin estas molestias. Es muy incómodo.
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las revistas qué temas interesan al ciudadano una vez satisfechas
sus necesidades básicas; y si no me creen lo de la novia, consul-
ten su periódico local, sección de contactos. Hace unos días apa-
reció en el periódico la curiosa noticia de que en Andalucía una
patrulla costera de la Guardia Civil había encontrado una patera
llena de africanos subsaharianos que recibió a dicha embarcación
al grito de «Qué pasa Neng», que en España es el grito de guerra
de la cultura discotequera-pastillera, de la de noches de fiesta de
tres días semanales y veranos infinitos. ¿Qué información reciben
en la lejana África negra; lo que gana un jugador del Manches-
ter United, los programas de hora y media con personajes que
viven de contar con quién follan, dónde está ese país de ensueño?,
y ¿por qué no yo? Sabemos que cuando en vez de pedir per-
miso de integración se pida venganza los nuevos sans culottes del
mundo no van a esgrimir la carta de los derechos del hombre. En
nuestra conciencia culposa tememos que la próxima revolución
sea taylorista, y no me refiero al pensador, sino al infame Char-
les Taylor, quien durante los años noventa y parte de los años
dos mil encabezó en Liberia una sangrienta revuelta subido en
su vehículo con música heavy metal a todo volumen, borracho
y drogado como todos sus hombres y niños soldado. Vestidos
de una mezcla entre Rambo y Ozzy Osbourne violaban, ampu-
taban, mataban, robaban y destruían. Su único ideario político
era la fiesta de la sangre. Este hombre y su ejército apocalíptico
viven en nuestra mala conciencia, y sabemos que merecemos
el taylorismo como respuesta a lo escandaloso de nuestra fiesta
privada. No sé si he respondido a tu pregunta.
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es por acabar con el sistema?», ahora me preguntas: «¿no es cierto
que debido a lo duro de tu existencia sientes empatía con el pró-
jimo, no es verdad que eres auténtico, que eres en realidad uno
de ellos?» No creo que el trabajo deba sustentarse en mitologías
individuales. Los datos biográficos no hacen mejor una obra de
arte, sólo se esgrimen para satisfacer la necesidad de arquetipos.
Tu pregunta, en uno y otro caso, es: «¿verdad que eres bueno?».
Como decía antes comprendo que llamarse a sí mismo artista
entraña este plus ejemplarizante. Como en los chistes de antes:
esto era un francés, un inglés y un italiano y llega un mexicano
y dice… Muchas carreras se han montado con esta lógica y, me
moleste o no, yo debo a mi manera ser también representante de
algo, lo que justificaría tal vez esta entrevista. Si hago el esfuerzo
y lo miro desde afuera puedo comprender a qué arquetipo res-
pondo. El otro día un curador me presentaba a otro diciendo:
«Este es Santiago Sierra, es un artista español». Y, tras una medi-
tativa pausa y sopesando el efecto de sus palabras, añadió: «pero
vive en México». Entonces el otro pareció comprender algo que
no había captado antes. Lo de ser español no debía resultar sufi-
ciente. Desde hace unos años España está en Europa y ya no tiene
mucha gracia. Vivir en México, en cambio, suponía un plus de
autenticidad porque un europeo se había adentrado en territo-
rio comanche como Kevin Costner en Bailando con lobos. Nueve
Oscar no son cualquier cosa. Así pues, cada artículo sobre mi tra-
bajo empieza así, Santiago Sierra es un artista español que vive
en México. Estos datos biográficos muy lejos de pasar desaper-
cibidos son la coletilla preferida de presentación de cada artista.
Insisto. Con sólo estos datos se montan exposiciones enteritas.
Sin embargo, no voy a echarle toda la culpa a los curadores,
como decía, con esto también se construyen carreras desde den-
tro. Muchas veces se soporta a, pongamos por caso, un pésimo
vídeoartista filipino ante la generalizada sorpresa de que en Fili-
pinas existan cámaras de vídeo y personas que saben manejarlas.
87
Hay que aportar algo extra porque artistas hay muchos y te lo van
a preguntar. Ello puede decidir tu carrera entera. Ser hincha del
Milán no cuenta. Los artistas juegan a fondo con esta función
arquetípica del arte. El artista de performance es un perfecto ejem-
plo, ya que no suele concebirse una performance sin que el artista
en persona la protagonice integrando en su obra su bagaje vital,
las más de las veces con tantos pelos y señales que la performance
como genero mueve a la recuperación preventiva del pudor per-
dido. Aunque yo no pretenda transformarme en el centro de mi
obra y me empeñe en aclarar una y otra vez que no es de mí de lo
que hablo, que yo no salgo en la foto, la pregunta se repite: ¿Y tú?
Al fin y al cabo, si me fui a México por algo sería y cabe pensar
que pudiera haber ido tras una biografía resultona que escribiese
esa primera línea tan difícil de poner en las críticas de arte. Tal
vez así sea. Creo que tras buscar e ir expulsando a lo largo de
los años al fascista que todos llevamos dentro es hora de ajustar
cuentas con nuestro Manu Chao interior.
88
a la negación de la vida y su transformación en trabajo. Cuánto
vives y cuánto provecho haces obtener con ello. La energía aparece
asociada a la destrucción en Galería quemada con gasolina. Los
órganos vitales se muestras enfermizos como en Pinturas reali-
zadas por un arroja fuegos, bloqueados. El trabajador excava un
hueco bajo tierra que bien podría contenerle como en 3.000 hue-
cos de 180 x 50 x 50 cm cada uno, o directamente permanece en
ellos como en Persona en un hueco bajo tierra de 300 x 500 x 300
cm. Las señas de individuación nunca aparecen y si lo hacen es
formando parte de una letanía interminable, como en 120 horas
de lectura continua de una guía de teléfonos. El trabajador aparece
oculto y empaquetado, señalada su ausencia tanto como sus sobre-
determinismos, sin rastro de voluntad, fuera de foco o purgando
una condena. Así que dígame usted de qué le parece que hablo.
89
Palabra tapada. Pabellón de España. Bienal de Venecia. Venecia, Italia. Junio
de 2003.
CARLOS JIMÉNEZ, 2005
91
SIERRA_ No lo sé. En Madrid sigo sin ver un ambiente de tra-
bajo adecuado y, además, ya no importa mucho dónde vivas.
El trabajo que estoy haciendo es más aquí y allá, en Europa, en
Estados Unidos, en Latinoamérica, y el sitio no es demasiado
importante.
92
o algunos otros barrios, es sencillamente porque como están en
mejores condiciones que el resto son un imán para blancos lati-
noamericanos o para europeos. Pero, realmente, no se produce
una situación multicultural como la de Nueva York. México es
más bien una ciudad recrecida de la inmigración interior gene-
rada por las malísimas condiciones en las que está el campo.
93
históricas. Lo utilizo para poner en evidencia cuestiones como el
privilegio del blanco o el color del empleador.
SIERRA_ Sí, yo creo que sí, que en eso sí que estamos. Y más en
Latinoamérica, donde el choque de civilizaciones es apabullante.
Si te fijas en la diversidad cultural y lingüística que tiene México
y lo traduces en lo que supondría en planes de estudio o en apo-
yos a las distintas lenguas, te carcajeas del problema de España,
que tiene apenas cuatro lenguas.
94
Coche elevado en 100 cm. Museo Universitario del Chopo. México D. F.,
México. Agosto de 1998.
245 m3. Sinagoga de Stommeln. Pulheim, Alemania. Marzo de 2006.
JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA, 2006
97
muertos de Europa. Algunos de estos proyectos han hecho que
mucha gente se haya soliviantado. Por eso he decidido explicarme
bien con esta muestra, porque, además, haciéndolo creo que dejo
muchas cosas claras. La gente ya sabe sin duda de lo que hablo.
SIERRA_ Desde luego, hay mucho más que eso. Yo voy dejando
pistas, porque siempre pienso que el que va a analizar mi tra-
bajo es el tipo más cabrón del mundo. Uso el minimalismo por
una razón muy sencilla, y es que fue la corriente que inventó el
gran truco. El arte siempre ha sido acusado de inmoralidad por
su falsedad y su carácter imitativo. El minimalismo coincide con
un momento en el que el arte quiere ponerse a bien con el poder
y proclama urbi et orbe que no representa nada y que es autorrefe-
rencial. Ese es el momento de mayor hipocresía y desvergüenza
en el arte contemporáneo. Yo me subo en esa montaña mágica
98
para acentuar la contradicción: todo es representación. Lo que
decimos y cómo se escribe el titular es la gran piedra angular
negada por el minimalismo. Cuando yo lo planto encima de la
mesa lo que estoy diciendo es «¡eh!, ¡comprueben este dato!».
99
ofertas, las que más me interesan, como las de Bucarest o Ale-
mania. Los curadores de estos proyectos podrían decir «tenemos
esta situación, pero nos callamos». En la sinagoga de Stommeln
todos los años se hace algo para que se recuerde a los muertos.
Eso es admirable y te obliga a estar con ellos. Yo ya sabía que iba
a haber una bronca si me metía ahí, pero ¿qué haces? En Málaga,
he metido muchas cosas que pueden parecer mera documenta-
ción, pero la pieza central de la muestra está en la fachada, una
pieza de iluminación que ha querido ser sutil para demostrar que
sé manejar el volumen, que puedo hablar alto o bajo [Iluminación
del espacio entre dos planos, 2006]. Y es algo sobre lo que volveré
cuando vuelva a ser invitado a España.
100
intentar decir lo que pueda, mientras le dejen. Se trata más de ser
coherente con uno mismo. Yo, desde luego, no me voy a dedicar
a aplaudir desde el patio de butacas la representación que nos
han montado. Si se nos considera unos pintamonas, alguna res-
ponsabilidad tendremos en eso.
101
no provoco. Soy suave. Y lo que quiero indicar también es que
soy capaz de controlar el volumen de mi discurso.
102
SIERRA_ Me ha marcado, pero muy positivamente, porque te
das cuenta de la cantidad de gente que tienes detrás. Es increíble
el apoyo que recibes. Para mi obra ha sido bueno porque ha que-
dado claro de qué estoy hablando. Estoy muy satisfecho con el
trabajo. Creo que ha sonado y, tal vez, si ha habido dardos contra
mí, no ha sido contra mi persona, sino porque he actuado como
catalizador de muchas cosas. Yo no me siento ofendido.
103
Iluminación del espacio entre dos planos. Centro de Arte Contemporáneo
de Málaga (cac Málaga). Málaga, España. Mayo de 2006.
GUIDO COMIS, 2006
105
COMIS_ Esta obra recuerda a 300 toneladas, una obra que expu-
siste en la Kunsthaus Bregenz, donde llenaste la sala de ladrillos hasta
alcanzar el peso límite que puede soportar el edificio, por lo que un
excesivo número de visitantes podía hacer que se derrumbara. Ambas
obras acentúan la conciencia del propio cuerpo. ¿Qué significado
adquiere esa condición?
106
SIERRA_ En Trento, el público se esperaba algo, pero una vez
terminado el recorrido por el pasillo, no había manera de salir.
En ese momento se hacía evidente para el visitante que se estaba
observando a sí mismo en el interior de una estructura, ya que no
tenía más opción que dar marcha atrás hacia la entrada y, durante
el regreso, el espectador sentía, sin lugar a dudas, que él mismo
era una persona (Una persona). Así es cómo logré mi objetivo. En
300 toneladas me preguntaron dónde estaba el tema social. Natu-
ralmente, la pregunta surgió del hecho de que la obra no incluía
minorías raciales o personas pertenecientes a las clases sociales
más bajas. Aunque el edificio podría haberse derrumbado por la
presencia de los visitantes, al público le resultó difícil reconocerse
a sí mismo como objeto, ya que siempre insiste en que la realidad
se le presente de una forma edulcorada. Una persona, 300 tone-
ladas y también otras obras han sido creadas con la intención de
superar la obstinada resistencia del público a verse a sí mismo
como el problema. El problema son siempre otras personas, a los
que el público critica desde dentro de la misma sociedad a la que
pertenece. Los otros, a los ojos de la heroica sociedad de los consu-
midores de arte, son los responsables de la desigualdad, las gue-
rras y la pérdida de los paraísos de vacaciones. El mundo del arte
se siente bien cuando se reconoce a sí mismo y, en consecuencia,
no se considera parte del problema.
107
contextos en los que la forma posee una importancia esencial.
Las cosas se expresan de acuerdo con las normas, respetando la
fecha oficial y el denominado procedimiento administrativo: no
hay manera más fiel de seguir la forma que esa. Yo subdivido
los temas y en algunas obras digo lo que no fui capaz de decir en
otras, por motivos de claridad y eficacia. Mi trabajo respeta los
niveles sintáctico, semántico y pragmático. Una de las críticas
que recibió Altavoces fue que en la obra declaro cuánto dinero
ganó todo el mundo de la Bienal, pero guardo silencio con res-
pecto a mis propios beneficios, de modo que la comprensión
completa de los hechos quedó minada. El público busca obras
que representen un sistema, en el que todo sea explicado de
una sola vez, como si se tratara de La crítica de la razón pura
o algo así. Parece como si el artista tuviera que trabajar con unos
códigos estilísticos que lo hagan reconocible en el mercado, sin
los cuales la difusión de su producto se ve comprometida. Ese
es el motivo por el que me veo continuamente obligado a dar
explicaciones. Una de mis obras consiste en la lectura de la guía
telefónica en voz alta; en otra, cien personas se esconden; en
otra se cava un agujero en el campo; en la pieza de Trento sólo
hay un pasillo, y esta variedad explica las diferentes modulacio-
nes entre los niveles de las obras de los que estaba hablando: el
sintáctico, el semántico y el pragmático. No tengo la intención
de dedicarme a la producción del mismo objeto más de una vez.
También soy un espectador de arte y no entro en una galería
para constatar algo que ya he visto en una revista, sino para ver
lo que al artista le queda todavía por decir. No confundamos
metodología con repetición ad nauseam.
108
300 toneladas. Kunsthauss Bregenz. Bregenz, Austria. Abril de 2004.
133 personas remuneradas para teñir su pelo de rubio. Arsenal. Venecia,
Italia. Junio de 2001.
HILKE WAGNER, 2006
111
lo que hiciera, todo se quedaría corto. Había que llegar al límite
y plantar la muerte justo delante del espectador. La única muerte
invocable, la propia. Debía también calibrar un tanto el estado de
la memoria del Holocausto. Mi primera impresión es que esta
memoria es algo fuertemente banalizado y, por mi parte, que-
ría hacer algo que no sólo tuviese una relación con el pasado,
sino también con el presente, porque me parece que recordar el
pasado simplemente no es bastante, ese recuerdo tiene que tener
una utilidad. También sabemos cuál es el impacto que produce
en las personas a las que se ha hecho abrazar la idea de pueblo
alemán, pero no cuál es el impacto que tiene en otros pueblos
europeos, o el que tiene en mí. Todo eso es la obra.
La manera en que he dado forma a todo esto ha sido loca-
lizando algunos coches, seis, en los alrededores de la sinagoga.
El «seis» es un número sin connotaciones. Los automóviles son
vehículos normales, de gente que nos los ha prestado, y están
estacionados en la calle. A cada coche le hemos colocado un tubo
negro que recoge las emanaciones de monóxido de carbono que
se producen en la combustión del motor y estas emanaciones
son enviadas directamente a la sinagoga. Los tubos que recorren
el espacio que hay entre los coches y la sinagoga no van canaliza-
dos, como en las obras de ingeniería civil normales, sino que pro-
curan marcar el espacio de manera agresiva, señalando su origen
y su destino. Frente a lo que solía ser habitual para la sinagoga, que
es hacer el proyecto en septiembre, cuando el entorno es quizá
más bonito y más agradable, propuse hacerlo en marzo para que
el clima nos ayudase a hacer la pieza más dura visualmente. El
final del invierno es en marzo, lo que siempre relacionamos con
el fin, también para las religiones implicadas. Una vez creada
esta situación definimos cómo serían las visitas del público. Las
medidas de seguridad son fundamentales, pues la permanencia
dentro del edificio puede causar la muerte. Hay monóxido de
carbono suficiente como para que una persona común muera en
112
media hora si no entra con una máscara. Es por ello que las visi-
tas se hacen usando un equipo de respiración artificial. También
me interesaba mucho que el público visitara la pieza de manera
individual y no en grupo. He comprobado que, cuando el visi-
tante está solo, pierde el soporte social que minimiza lo que se ve
en las salas de exposiciones. Cuando la visita se hace de uno en
uno se vuelve mucho más dura. No hay con quién compartir la
tensión y el visitante se queda así, solo ante la idea de su propia
muerte. Antes de la entrada hay un control donde se le explica
a la gente todas las medidas de seguridad que se han tomado
y se le hace ver el hecho fundamental: que tiene que obedecer
todas las normas, que va a quedar en manos de mi equipo de
seguridad y que tendrá que confiar en él. Como los automóviles
no pueden estar constantemente estacionados en la zona y tam-
poco es posible tenerlos en uso todo el tiempo, pues nos los han
prestado algunos colaboradores, el proyecto sólo se llevará a cabo
durante seis domingos. Hemos escogido el domingo porque es
un día festivo y puede venir más gente.
113
la muerte. La muerte siempre es la de los demás. Siempre es algo
que le sucede a otro, y me parece importante colocar a la persona
en una situación en la que la muerte también le pueda suceder.
Ser posible víctima por unos instantes. Hay unas reglas del juego
y la desobediencia de esas reglas traería la muerte. Esto es algo
que hemos hecho en otras piezas, pero no con tanta precisión.
En Trento había un pasillo muy largo, de 300 metros, al cual
entrabas solo. El pasillo era tremendamente estrecho y blanco.
El público no sabía de las dimensiones y una vez acabados esos
300 metros se llegaba al final, y como al final no había nada,
ni salida ni nada, tenía que regresar, con lo cual no se podían
abandonar las reglas del juego. Una vez dentro no había nada
más que hacer. Sobre la situación de la persona ante las reglas
del juego he insistido muchísimo en ese proyecto. Pero en este
que nos ocupa, todavía más, y es lo que me parece más reseña-
ble. El cómo la obediencia a las normas tiene que ser seguida
completamente porque si no conlleva la muerte. ¿O era al contra-
rio? Por supuesto, imagino que nadie va a entrar en la sinagoga
llena de monóxido de carbono letal. El sacar la muerte, la muerte
propia, no la de los demás; no la imaginación ante la muerte de
los demás, sino la posibilidad real de morir; me parecía el punto
principal para empezar a entender algo. Considero que crear una
sensación de empatía es absolutamente pretencioso, me parece
que no se puede recoger el sufrimiento de ninguna de aque-
llas personas. He abandonado toda pretensión e intento que el
público sienta empatía, solamente puede lograrse que piensen
en su propio cuerpo o que sientan, por un momento, su propio
destino. En esto no me parece que nadie se crea diferente.
114
a los Corridors que Bruce Nauman hizo en los años sesenta, sometías
al visitante a que se enfrentara solo a una situación claustrofóbica.
Como las salidas de emergencia no eran visibles, éste se veía obligado
a recorrerlo hasta el final. Pero tus obras de los años noventa, en
un contexto en el que el arte ya se veía forzado a ser políticamente
correcto, ponías al espectador en una situación en la que era testigo de
alguna injusticia que le producía angustia. En los trabajos de aque-
llos años, el hecho de hacer que el espectador fuera testigo de alguna
injusticia social en el contexto de un arte determinado como política-
mente correcto producía en él un gran desconcierto. Por ejemplo, en la
Bienal de Venecia del 2001, hiciste que 133 inmigrantes se tiñeran el
pelo de rubio, para ilustrar la marginalización y la instrumentaliza-
ción de los seres humanos. Siempre trabajas haciendo que el público
de arte presencie tanto la opresión moral, como la económica y usas,
para ello, los mismos métodos que criticas. En la misma Bienal, pero
en el 2003, cerraste la puerta del Pabellón de España. Sólo se permitía
la entrada, y por la puerta trasera, a aquellos que tuviesen pasaporte
español. En Bregenz, en 300 toneladas, el agobio físico se sumaba al
psicológico, pues los visitantes sabían que su peso se sumaba, peligro-
samente, al que tú ya habías colocado sobre el edificio. También está
la obra que hiciste en Guatemala, donde un autobús con las ventanas
cubiertas transportaba al público hasta un lugar en el que buscaban
una obra escondida que no existía en realidad o la de Brétigny, en
donde los visitantes eran encerrados solos en una sala. Tu trabajo llega
a los fundamentos morales y políticos.
115
usurpación del espectador, pues está viendo ese cuadro sin ser
él los Reyes de España. Él es otra persona. Es un cuadro que
produce una extraordinaria unión entre la propiedad privada
y la percepción, la usurpación del espectador sobre un espacio
que no le pertenece y, sobre todo, que coloca al público como
la obra de arte misma, como la persona que lleva consigo toda
una serie de componentes o de circunstancias que hacen que la
obra se active. En mi caso esto está siempre presente. Pensar en
una obra de contexto no es tanto pensar en qué hay alrededor
o qué elementos arquitectónicos o qué elementos perimetrales
de cualquier otro tipo deben ser considerados, sino en quién la
va a ver, quién es el público. Es muy importante decir esto aquí,
porque obviamente el trabajo no está hecho en una sinagoga de
Tel Aviv ni en una sinagoga de Moscú, sino que está hecho en
una sinagoga donde no hay población judía que la utilice, y por
lo tanto tenemos un público con unas características muy espe-
ciales. No es quien en buena lógica debería ocupar este tem-
plo, porque la lógica falló y se impuso el crimen. El público, en
general, no es una cosa indefinida. El público de arte es gente
que tiene una alta formación, que pertenece a una élite, cuando
menos, cultural. Por no hablar de un público más activo, que
sería el coleccionista o la persona que decide qué cosas se ponen
en cada sitio, como pueden ser los curadores o los directores de
museos, auténticos guardianes de la llave de acceso a esos otros
templos donde se rinde culto a la mercancía: las salas de arte. El
público es un grupo social muy determinado en cada país, esta-
mos hablando de gente muy próxima a las personas que toman
decisiones, puesto que es un público altamente cualificado.
Como decía, el público del arte ya viene con unas característi-
cas concretas. Yo tengo siempre muy claro que el espectador de
arte contemporáneo es el grupo social que se encuentra arriba.
Arriba global y arriba localmente. En la pieza de Guatemala
que comentas es muy obvio y sobre todo en mis experiencias
116
latinoamericanas. El público que puede ir a ver una exposición
en Guatemala es aquel al que jamás se le hubiera ocurrido visitar
las zonas más depauperadas de su propia ciudad, esto no se pro-
duce precisamente porque se trata de un público que vive en las
zonas altas, en las zonas buenas. En las zonas bajas no sólo no
se le ha perdido nada, sencillamente acudir a esos lugares no es
conveniente para su seguridad y su integridad física. Mostramos
lo que no se quiere ver. Yo pertenezco a ese grupo, no soy una
excepción. En la Sinagoga de Stommeln estamos hablando con
personas que pertenecen al «pueblo alemán». Gente que soporta
un remordimiento de conciencia y un sentimiento de culpa. No
quiero presentaros a vosotros mismos. Ya os conocéis. Aquí, las
citas al arte alemán han sido altas. Cada alemán sabe qué es eso
y yo lo envidio porque me gustaría que otros países del entorno
fueran capaces de asumirse como problema. Aquí sí hay algo
que decir: el resto de los europeos no son inocentes. Como espa-
ñol reconozco a mi cultura como parte del problema. Y una cosa
más: no hablamos del pasado. Las autoridades alemanas calcula-
ban hace unos días en 40.000 las mujeres que vendrán forzadas
a prostituirse durante los Mundiales de Fútbol. En mi país calcu-
lan que serán 300.000 las esclavas. ¿No es todo esto una gigan-
tesca Joy Division? Esto es un pequeño ejemplo.
117
SIERRA_ En cuanto a esas imágenes que te vienen a la mente,
tienes que tener en cuenta que son tomadas del imaginario colec-
tivo. Yo no pertenezco a otra cultura. No vengo de Marte. Tengo
el mismo background cultural y las mismas cosas en mente que
tiene el público. Soy público de arte. Así que las máscaras de
respiración asistida que usaremos en Stommeln las reconoce-
mos. Las vemos cada vez que hay un desastre. Como todavía no
has visto esta pieza, pero has visto otras anteriores, te recordaré
la pieza que hice en Londres con población inmigrante iraquí.
Las personas que estaban rociando poliuretano en las espaldas de
estos trabajadores iban vestidas de manera muy similar a las per-
sonas que recogían «chapapote» en las costas de Galicia. Había
tubos y llaves de presión como en Galicia o como en las plantas de
Kuwait. La forma o las actitudes que tenían los inmigrantes al ser
rociados les daban un aire de pasividad, casi de víctimas. Cuando
recibían el poliuretano en las espaldas nos recordaban las escenas
con las que desayunamos todas las mañanas, las de las últimas
barbaridades hechas por los ejércitos de ocupación de Iraq. Busco
que todas las imágenes que se traen a colación sean imágenes
muy reconocibles por el público. Que el público de repente sienta
que su vida tiene algo que ver con la destrucción que genera y la
forma de hacerlo es recurriendo a imágenes que ya todo el mundo
ha visto en la televisión, imágenes que tienen que ver con desas-
tres e imágenes de muerte. El Holocausto no es un dato casual ni
mucho menos anecdótico. Tampoco el Holocausto Judío ha sido
el único, pero sí el punto culminante de nuestra cultura y de hasta
dónde somos capaces de llegar por un puñado de euros. Quiero
recordar que todo Occidente debe su fortuna al expolio sistemá-
tico de los pueblos de ultramar. En Australia se habla inglés, un
idioma que no tiene nada que ver con la población aborigen de
allí. Esta lengua ha surgido en el otro lado del planeta. Este es
el tipo de datos que Occidente toma como prueba de la impor-
tancia de su identidad cultural. Se habla con orgullo de las áreas
118
lingüísticas, existe un Ministerio de la Francofonía o un Instituto
Cervantes. Pero que cientos de millones de personas hablen mi
lengua, el español, es el resultado de una actividad criminal sos-
tenida. Desarrollada bajo bandera española o bajo bandera argen-
tina, da igual, era la misma gente. Las repúblicas americanas han
sido buenas hijas de la madre patria. Mientras tanto, Occidente
está muy feliz por esto y yo me pregunto si acaso Occidente cree
que toda esa gente habría sido muda sin tan peculiares clases de
idioma. Suiza no tiene petróleo, no tiene gas, no tiene otra riqueza
que prados, vacas, un paisaje muy hermoso y la alegría de sus
gentes, y sin embargo es el país más rico del mundo. Esta riqueza
viene de alguna parte y tenemos que dejar de situar estas cosas
en el pasado. Seguimos en las mismas. Auschwitz es el punto
culminante de una estrategia criminal prolongada en el tiempo
que, por supuesto, no ha terminado. El hecho de que yo disfrute
de la posibilidad de moverme de país en país exponiendo arte, es
producto de la existencia de vuelos baratos, de una cosa tan tonta
como la posibilidad de volar a precios económicos. Las ventajas de
plantarme en no más de medio día en cualquier ciudad europea
desde cualquier ciudad europea. Para hacer esto hay que mante-
ner una hegemonía sobre Oriente Medio, sobre los lugares donde
se produce el petróleo. Así que el hecho de que yo desarrolle esta
actividad sólo es posible siempre y cuando esta energía esté dispo-
nible de manera abundante y de manera económica. Es decir, que
la guerra que se libra en Iraq se está librando, entre otras cosas,
para que yo pueda estar aquí haciendo exposiciones. Me parece
que las cosas no están colocadas en un pasado. Hemos expoliado
África y luego la hemos abandonado a su suerte, y no sé si alguien
ha oído hablar de los intereses o si esto sólo se aplica para lo que
—con el más negro de los sentidos del humor— se llama deuda
del Tercer Mundo. Encima nos deben plata, es el colmo. Si Occi-
dente quiere quedar a mano con lo que se llama Tercer Mundo,
primero debería dejar de robar, después devolver lo robado y por
119
último indemnizar a las víctimas de la vorágine; luego si quieren
que digan que todos somos iguales. Ya está bien de cachondeo.
Sorprende mucho la sorpresa de Francia ante sus coches en lla-
mas, pues qué pensaban. Qué desubicados están. Decía Hitler
que nadie les pediría cuentas cuando triunfasen. Ellos no triun-
faron, pero sí el colonialismo europeo y, claro, nadie les pide
cuentas. Esto es actual. Si seguimos pensando que esto es una
cuestión excepcional ocurrida entre alemanes y judíos, vamos
a repetir en cualquier momento el Holocausto, no es algo que
podamos colocar completamente en el pasado. El Holocausto es
un ejemplo mayúsculo de hasta dónde es capaz de llegar la vora-
cidad del capital y tiene sentido que volvamos a poner este tema
sobre la mesa. Hay que desempolvar la memoria del Holocausto
y decir muy claramente que el Estado y el Capital son capaces de
matar, y de matar masivamente, y además, que ese es su negocio
principal. El Estado asegura una hegemonía de grupos de poder
localizados geográficamente y el Capital, sin ninguna localiza-
ción geográfica, simplemente se ocupa de sí mismo. Sabemos
perfectamente que la seguridad de una empresa se antepone
a la seguridad de colectivos humanos, que la seguridad de una
empresa es respetada y consentida a todo lo largo del mundo. Pero
aparte de beneficios incompartibles, también causa muerte y des-
trucción. Los culpables siguen en activo. A los judíos se les robó
con pormenorizada saña contable, no olvidemos esto. Tampoco
que con ello se pagaron las ventajas sociales que hicieron tan atrac-
tivo el nazismo, con eso y con el bandidaje en los desafortunados
países vecinos. El comportamiento pirata ha sido nuestro compor-
tamiento cultural en todo el mundo, y lo sigue siendo. Debería-
mos reconocer que todas las ventajas sociales que tenemos son
como las de la época nazi, porque siempre han sido conseguidas
machacando a otros pueblos y haciéndolos nuestros esclavos.
Y en otros pueblos entran también otras clases sociales, otros
sexos o lo que se deje.
120
WAGNER_ Ya en 1998, en lo que se conoce como la discusión Walser-
Bubis, se planteó la pregunta de cómo los alemanes de la actuali-
dad y los del futuro deben afrontar la Shoá en un contexto distinto,
pero igualmente público. La discusión Walser-Bubis se desató a raíz
de las afirmaciones pronunciadas por el escritor Martin Walser en el
discurso realizado cuando le otorgaron el Premio de la Paz alemán, en
la Paulskirche de Fráncfort. Entonces, 1998, Walser ya llamó la aten-
ción acerca del peligro que entraña la simple banalización de la memo-
ria. En su opinión, la representación continua de la vergüenza hace
que su recuerdo corra el peligro de convertirse en una obligación y su
banalización, en una mera confesión de palabra. Esta problemática
también quedó reflejada en el debate público en torno al monumento
que Peter Eisenman hizo para las Víctimas del Holocausto, que se
inauguró el día 10 de mayo de 2004. Las discusiones sobre este monu-
mento en memoria de los judíos asesinados en Europa pusieron de
relieve la cuestión de si realmente existe una expresión artístico-arqui-
tectónica capaz de reproducir la bajeza de los crímenes, el sufrimiento
y la muerte espantosa de los millones de judíos asesinados. En el caso
del monumento de Berlín, finalmente se optó por una forma de «arte
puro», una «piedra que se ha convertido en la idea del recuerdo de
algo y en sí mismo», aunque parece que no se acabó de confiar en ella
y fue completada con un centro de documentación.
121
grandes corporaciones norteamericanas, también llamado presi-
dente de los Estados Unidos, George W. Bush, colocando flores
a la memoria de los muertos, entonces hay banalización. Ese
hombre es un asesino de masas y no debería degradar a las vícti-
mas judías con su interesado favoritismo. No encuentro otra pala-
bra. Me parece que llenar de cemento el centro de Berlín no es la
mejor opción. Pero bueno, afortunados ustedes que ven a alguien
arrepentirse de algo. En mi país no existe ningún monumento
a las víctimas del franquismo, nada, y sí hay muchos a Franco. Este
no es otro tema, no se me está yendo el hilo. Franco fue colocado
por los gobiernos alemán e italiano contra la voluntad del pueblo
y contra la muy legal República Española. Nosotros no tuvimos
Desembarco de Normandía ni Juicios de Nuremberg. Curioso
olvido el de los aliados. Curioso porque demuestra el descarado
continuismo sucedido en la, por lo visto, suficientemente histori-
zada posguerra. Ustedes tienen un monumento en Berlín y algo
es algo. Todo esto me parece bastante bien, lo que no me parece
bien es el resultado final. Un monolito parecía no ser suficiente
y ponemos doscientos mil monolitos. Parece una idea bastante
mediocre y a mí lo único que me transmite es que alguien ha gas-
tado muchísimo dinero porque quiere, con muchísimo dinero,
decirle al mundo entero que lo siente. Esto es lo que se entiende
con la pieza de Berlín y no está tan mal. Es fea con ganas pero la
intención es lo que cuenta. Ya digo, me parece que la memoria es
banal porque no tiene una función en la actualidad, porque carece
de efectos. El poner flores no supone un compromiso por parte de
las personas que ponen flores. Las flores se ponen porque así lo
dice el protocolo, es un rito vacío de contenido.
122
es acaso cínico afrontar un hecho tan real como este por medio de arte
auto-referente sin aprovechar la ocasión de emplear el pasado para
interpretar nuestra actualidad en una confrontación directa? ¿Qué
nos aportan las exposiciones de arte poético-abstracto, que se visitan
con un canapé y una copa en la mano y luego se abandonan con la
conciencia tranquila? ¿Cómo puede el arte aproximarse a un tema
como el Holocausto? Precisamente en el tema de la Shoá, la presión
de lo políticamente correcto es enorme y acostumbra a ser el criterio
absoluto bajo cuya presión resulta difícil para el arte aproximarse al
tema y, a pesar de ello, mantenerse independiente. Cuando el pesar
y la culpa se sitúan en primer plano, el arte corre el peligro de caer
en lo patético —en el sentido de desviarse para transformarse en un
dolor de presencia solemne, de convertirse en mera charlatanería del
luto y de la vergüenza, o de refugiarse en lo hermético—. Por tus
obras anteriores sé que, sin embargo, tienes una actitud escéptica
frente a esta «corrección política» que se espera del arte y que el espec-
tador o receptor presupone que existe en una obra artística.
123
pueblos de origen es cosa vuestra. Aquí, como ves, somos muy
correctos. Es decir, que cuando vengan como obreros a nuestros
países que se porten bien y que no den la lata. Como la función de
la cultura es refrendar constantemente el estado de cosas existen-
tes, el aplauso generalizado, pues lógicamente lo que funciona
bien dentro de la cultura son obras de arte que celebren la diver-
sidad cultural y racial de las metrópolis, exposiciones que aplau-
dan constantemente los méritos y los logros de nuestro mundo.
Las críticas, por inocuas, son bienvenidas, pero siempre y cuando
terminen en la idea de Esperanza: un viejo truco. El público es
colocado en una situación en la que no quiere estar. El público
siempre quiere llegar a la sala de exposiciones y seguir contem-
plando, lo cual es bastante complicado en mis trabajos. La gente,
como es natural, quiere estar donde nada le afecte y donde su
juicio no se vea alterado. Quiero recordar que el arte, a pesar de
que ha habido intentos de intelectualización muy persistentes,
siempre apela a lo sensible y las obras tienen que estar leyéndose
con los sentidos, puesto que no disponen de trescientas páginas
ni de veinte capítulos para explicarse. Sólo se tiene un instante,
así que debe de ser rotundo y contundente. Fuerte como para
activar un sentimiento detrás del cual venga cualquier reflexión.
Con lo cual el no renunciar a una estética de shock, el poner sobre
la mesa sentimientos encontrados, me parece la forma ideal de
llegar al público. La intelectualización tiene que estar en el medio
y en los mecanismos. En el oficio. Se debe ser muy consciente de
qué tiene el público en la cabeza y que lo único que haga la obra
sea decirle en qué dirección quiero que mire. Toda la obra la trae
la gente en la cabeza y yo no intento convencer a nadie de nada,
sólo propongo el tema. Mi relación con el público se asemeja
a un programa de cámara oculta, donde se introduce una altera-
ción de la realidad, de la realidad estadística, de lo normal, y se
observan las reacciones. Luego, a diferencia de esos programas,
se habla. El establecer un diálogo me parece fundamental y hago
124
obras que responden a las críticas que recibo, no sé si con cono-
cimiento del crítico. Como artista no tengo más remedio que ape-
lar a lo sensible por encima de lo racional, pero intento que ello
no lleve a un mesianismo, a un síganme los buenos. Mis trucos
tienen ese límite. Esto es fundamental para mí. Quiero ver qué
tiene la gente en la cabeza, no se trata de contemplarme en el
espejo rodeado de partidarios.
125
sería una reducción a términos innegociables y es en lo que pre-
cisamente se basó el genocidio. Si el Gran Capital quiere robar
a una parte de la población va a buscar una forma en que esto sea
innegociable. La forma que se usó fue matando al culpable favorito
de Occidente. El culpable favorito de Occidente ha sido siempre el
pueblo judío. Y esto ha sido así por razones religiosas. Se supone
que ellos asesinaron al Hijo de Dios. Todos estos argumentos son
estúpidos desde la simple base de que Dios no existe. La religión
ha hecho mucho daño. El reducir las cosas a términos religio-
sos es reducirlas a términos innegociables. Como ateo no tengo
mucho que decirle a un hombre de fe.
126
la ciencia, de desconfianza profunda en el ser humano. Ese niño
tan simpático podría crecer y matarme. La destrucción del sen-
timiento de empatía, del sentimiento de grupo, del sentimiento
de tribu es total. Actualmente no hay otro proyecto colectivo que
no sea la propia supervivencia y el deseo de medrar. Las personas
que, en otras circunstancias, podrían haber tenido un activismo
político se refugian en el arte. El arte queda como un lugar donde,
por el momento, nos dejan hablar. Claro, después de pasar por
todo tipo de controles que verifiquen lo inocuo de lo que vayas
a decir, es cierto, pero algo podemos decir. Digo por el momento,
porque parece que han vuelto a poner sobre la mesa el tema de
la libertad de expresión. Así que tengo la sospecha de que poco
más se puede hacer que poesía. Bueno, no. Olvídalo. Que ya veo
al planeta entero talando árboles para que Occidente componga
dodecasílabos. No, ni eso, después de Auschwitz sólo se pueden
arrojar tomates.
127
y penitencia, y un número creciente de personas que están hartos del
tema y buscan motivos para justificar un punto final». Sin embargo,
afirma Blumenthal, la cuestión es encontrar modos de «recordar con
un objetivo y a partir de argumentos correctos. El recuerdo entendido
no como un autorreproche patético o un arrepentimiento mecánico
y no sólo obtenido con lápidas y rituales, sino teniendo en cuenta lo
que de ello se puede aprender sobre los derechos de las minorías, sobre
la actitud justa y el coraje civil en una sociedad democrática». ¿Es posi-
ble entender tu proyecto como un comentario sobre la actitud alemana
frente a la culpa? A fin de cuentas, la culpa es el tema de muchos pro-
yectos anteriores. También el castigo a menudo ha tenido una gran
importancia. Este aspecto es especialmente patente en la performance
Mujer con capirote sentada de cara a la pared, presentada en el Pabe-
llón de España de la Bienal de Venecia del año 2003, en la cual se pagó
a una mujer para que permaneciera sentada de cara a una esquina
con un capirote en la cabeza. Asimismo, en la galería Lisson de Lon-
dres, en 2002, pagaste a siete hombres y mujeres para que durante tres
semanas estuvieran una hora al día cara a la pared también en acti-
tud de penitencia. Y tienes en mente un proyecto semejante también
para Fráncfort.
128
en el poder se consigue por el simple mecanismo de que si no
haces lo que yo te digo, serás castigado, y uno de los castigos más
frecuentes es el trabajo. En la India, los intocables acarrean una
culpa obtenida pecando en otra vida, y pagan por ello en esta, ni
que decir tiene lo feliz que se siente el que ha nacido en castas
superiores, él se siente justamente recompensado por su pasado.
Entre nosotros, un burgués londinense se sabe más inteligente
que un afgano lleno de moscas, tiene un pasado de gloria. Es lo
mismo: justificaciones del estado de cosas y del puesto que nos
ha tocado disfrutar. Mi trabajo no hace nada al respecto, no arre-
gla nada. Como tampoco el resto del mundo del arte lo hace.
129
los aspectos sociales, estéticos y económicos del marco institucional
y has obligado a la autorreflexión a las instituciones y a los especta-
dores artísticos; esto es aplicable también a las acciones de los años
noventa, cuando pagabas a personas para que realizaran una activi-
dad absurda en el marco de una performance, o para que se dejaran
humillar. Tú creas la realidad no por medio de los recursos habituales
de pintura, escultura, vídeo o fotografía. Tú creas realidades. En este
contexto una vez afirmaste que tu obra siempre es horizontal, jamás
vertical. En 245 m3, sin embargo, todavía vas más lejos. La amenaza
es real. ¿Por qué era tan importante para ti que la concentración de
monóxido de carbono fuera realmente letal?
130
de un humo que por cotidiano no es inocente. Cada elemento de
protección y seguridad redunda en la sensación de peligro. Pero
quiero recordar que todo esto lo hacemos como arte, es decir,
acentuamos una situación de riesgo que en la realidad está bajo
control. No nos hemos salido de nuestro espacio simbólico. Todo
sigue siendo inocuo, arte. Tampoco hemos querido renunciar al
impacto funesto de lo cotidiano, a las raíces reales de la muerte.
Este proyecto podría haberse hecho de una forma muchísimo
más suave y con la intención de que el público se sintiese con-
fortable. Con la simple intención de que el público fuese ganado
a mi favor para hacerle pensar como yo respetando su estatus de
contemplador neutral. Y yo nunca tengo esa intención. No soy
proselitista. Tengo una opinión horrible sobre cualquier proseli-
tismo. No solamente ante los proselitismos religiosos sino, sobre
todo, ante los ideológicos que son los que más me podrían afec-
tar o en los que más se me ha querido incluir. Las obras que
hago siempre intentan activar en el espectador su propio punto
de vista, sacar el animal político mínimo que lleva dentro, con
lo cual aquí extremo las circunstancias mínimas de peligro y de
terror. Por ejemplo: una de las cosas que activan el miedo a volar
es que la persona tiene que ceder completamente la responsabi-
lidad de su vida al piloto del avión. Estas personas suelen temer
a cualquier situación en la que se delega la responsabilidad sobre
la propia vida en otra persona. Este es un punto en el que me
he inspirado bastante. La persona deja en manos de los demás
la seguridad sobre el funcionamiento del equipo de respiración,
sobre la adecuada concentración de humo. El monóxido de car-
bono es letal. Es realmente dañino y sin embargo es un elemento
tremendamente cotidiano y he querido que sea cotidiano porque
es a nuestra propia muerte a la única que yo puedo hacer alusión
y a la única que podemos realmente hacer caso. El público no
suele sentirse cómodo en mis trabajos y tengo la sensación de
estar aplicando una especie de revancha poética. En mi trabajo
131
300 toneladas, en Bregenz, consideré que cuando se hace una
obra de arte político siempre se suele detallar el nombre y los
apellidos de la persona que causa el problema. Sobre todo para
ganarse al público, porque situado el problema en el exterior
todos los demás actores son inocentes, esto se hace mucho. En
Bregenz, por el contrario, el problema era la gente; el público. El
propio peso de las personas era lo que podía activar la destruc-
ción del edificio y por lo tanto quería hacer sentir, como siempre
quiero hacer sentir, que no hablamos de otro, que no hablamos
de imaginaciones, que es nuestro propio comportamiento el que
acarrea unas determinadas consecuencias, que es nuestro propio
cuerpo el que tiene unas limitaciones y esto creo que no se puede
contar si no hay una fuerte carga de angustia. Recientemente he
presentado una pieza en Madrid con un joyero, y en las joyas en
oro dice «Gold Traffic Kills» y en otras de diamante, «Diamond
Traffic Kills». El oro y los diamantes son algo que lleva todo el
mundo, que un obrero puede regalar a su pareja por el día de
su aniversario o es algo que parece ser simplemente inocente
o simplemente bello. Sin embargo, sabemos muy bien cómo se
desarrolla este mercado y cómo el mercado, en su avance para
conseguir un material que prácticamente no existe, está llegando
a extremos brutales, a extremos de explotación y de muerte muy
graves. El vincular al objeto con los medios con los que está
producido es algo que también me ha interesado en muchas de
mis piezas. El situar al objeto como manantial de culpa.
132
y que trabajan en instituciones muy aceptadas. Cada coleccionista
de mi obra es también quien me da cuerda para seguir hablando.
No hay coleccionistas radicales, qué nos hace pensar que haya
artistas que lo sean. Hay gente que simplemente comparte algu-
nos de mis puntos de vista. Yo digo bien poco, sólo muestro algo
de sorpresa frente a la indiferencia general ante ciertos temas. Por
lo demás, estoy perfectamente integrado. Al arte contemporáneo
esto del trabajo y la culpa suele darle igual porque si alguno de sus
componentes fue alguna vez de clase obrera ya se le ha olvidado y
los demás ni saben de lo que hablo. Piensan que se trata de algo
relacionado con el sadismo, no lo sé, la verdad.
133
no va a decir nada porque a él le va estupendamente. Cuando
se trazó la raya le tocó el lado bueno. Es un beneficiario del sis-
tema y no le importa de dónde sale su riqueza, o le da pereza
saberlo. 3. ¿Es porque trabajar en las formas que yo propongo le
parece explotación? Dejando a un lado las infelices vidas de la
clase obrera, o de los simples robados y ya prescindibles margi-
nales, ante la que un tatuaje es un pasatiempo de adolescentes,
pues, caramba, tal vez es que se cree que cuando sale un campo
de batalla franco-prusiano en la tele los que aparecen tumbados
en el suelo haciéndose el muerto no están en el sistema capita-
lista. ¡Serán franco-prusianos! ¿Le hacen estas preguntas al Sr.
Spielberg? ¿O me están pidiendo que me calle? Es sólo que es
un beneficiario del sistema y ha delegado en el capataz el trato
directo con el explotado y con el desechable. 4. Eso es precisa-
mente de lo que estoy hablando. No hay contradicción, es lo que
se dice. No hay nada fuera del sistema y el sistema es explota-
ción; luego sus integrantes se dividen toscamente entre explota-
dos y explotadores. Lo puedo decir más alto pero no más claro:
nosotros, el mundo de la cultura, somos del equipo ganador,
somos, sorpresa, los explotadores. Que todo esto genere algo de
complejo de culpa me parece muy poco. Nada. Sabemos que el
carcelero nunca disfruta de completa libertad y que el explotador
también es explotado en una pirámide en cuyo vértice está siem-
pre el dinero. Los ciudadanos de Estados Unidos, siendo los ciu-
dadanos en cuyo nombre se ejercen tantas salvajadas, disfrutan
de una seguridad social mejor que la del Paraguay. Y ya. Ese es
todo su beneficio. Les están tomando el pelo. Así que a ese poco
de sentimiento de culpa es a lo que intento mover al espectador,
sin dejarme fuera en la tarea. Porque yo también soy beneficia-
rio del estado actual de cosas, por lo tanto culpable. Tan culpable
como estafado, bien es cierto, porque yo no he decidido nada.
Nadie decide nada en realidad. No me sitúo fuera de la escena
como el narrador omnisciente de las novelas burguesas del xix.
134
Conozco mi implicación y conozco las cifras de mi beneficio por-
que sé lo que llevo en la cartera. Estoy diciendo muy claro que
sabemos que somos explotadores, que yo también lo soy y que
ni ellos, ni yo vamos a hacer nada serio al respecto. Cualquier
intento de análisis de la situación que no tenga como objetivo sal-
var la cara del analista coincidirá conmigo en que esto es obvio.
Nuestro único proyecto colectivo es situarnos individualmente lo
más alto que sea posible. Ni vanguardias, ni conciencia crítica, ni
nada, sálvese quien pueda. La miseria ajena es un buen estímulo
para el mantenimiento de nuestras prerrogativas, así que mira
mi función en todo esto. Pues a pesar de lo claro que hablo en mi
trabajo, la pregunta del entrevistador vuelve una y otra vez, por-
que no hay peor sordo que el que no quiere oír. No a mí, lo que
no se quiere oír son los ruidos de ultratumba.
135
El pasillo de la casa del pueblo. Casa del pueblo. Bucarest, Rumania.
Octubre de 2005.
MINHEA MIRCAN, 2006
137
cuales, cuando el curador cuenta conmigo, está queriendo resol-
ver una situación difícil a nivel conceptual y político, porque hay
una serie de condiciones que hacen que el trabajo tenga una carga
enorme, una carga muy pesada y que se pretende tratar de una
forma que trasciende lo artístico utilizándome como medio en
arte. Pienso que esta conversación debería empezar por ahí, para
dar un foco desde lo general a lo particular y porque creo que,
simplemente describiendo las circunstancias del lugar donde se
hizo la pieza, se llega a ella con muchísima exactitud y muchí-
sima precisión. Lo que quiero decir es que hay muchos tipos de
espacio: hay un espacio aséptico donde tú colocas lo que quieres,
donde las circunstancias no son tan pesadas y por lo tanto tie-
nes un mayor margen de actuación, mientras que otros espacios
tienen características formales peculiares; pero hay otro tipo de
espacio en el que el espacio como tal da igual, porque viene tan
connotado que es posible saltárselo. Incluso yo diría que hay paí-
ses donde trabajar supone un hándicap, supone tratar con ese
país, no hay opción de no trabajar con ese país, porque la nacio-
nalidad pesa mucho, tiene una carga tan fuerte y tan pesada que
no puedes esquivarla. Pero cuando llegas a un país como Cuba,
o llegas a un país como Colombia o a un país como este, tiene tal
peso que aquellos que conforman el mundo del arte en ese lugar
no pueden dejar de «cubanear» o de «rumanear», y el mismo
artista extranjero que llega allí no puede dejar de trabajar con
componentes muy radicales como es su propia procedencia, de
dónde viene él y dónde está. Entonces, creo que, en casos como
este, el curador me traslada un problema que condiciona la pieza
porque hay tantísimas sobredeterminaciones que sólo hay una
posibilidad de acción y sólo hay una pieza posible.
138
SIERRA_ Hay lugares que nos llevan a una sola pieza posible,
por ejemplo, lugares con tantas connotaciones como el Pabellón
Español en la Bienal de Venecia. Allí había tantas sobredeter-
minaciones que solamente podía producirse una pieza. El espa-
cio es, frecuentemente, el fruto de una brutalidad histórica de
primer orden, pero la Casa del Pueblo de Bucarest es todo un
Record Guinness. Construirla supuso la destrucción de una ter-
cera parte de la ciudad para obtener un mamotreto que es un
símbolo del poder… un símbolo del poder sangrante, un lugar
donde una generación entera ha sido explotada para producirlo.
Es una especie de «tótem de la maldad», de terror en la ciudad,
muy fuerte, muy cargado políticamente. Esto llega a tal extremo
que hay gente que tiene alucinaciones con los soldados muertos
durante su construcción, y cualquier cosa se interpreta en el sen-
tido de la negatividad del edificio. Es más que gigantesco, tienes
que andar tanto que te cansas yendo a mear. Surgen entonces
las interpretaciones propias del «Canal Infinito». Se cree que el
edificio te roba fuerzas, no es agotamiento, es el mal paranormal
encerrado en sus paredes. El edificio es un gran monumento
a la explotación de las masas, a la derrota de la izquierda, a su
transformación en un fascismo con tintes sociales… con ese edi-
ficio había que trabajar, no había otra forma. También estamos
trabajando con una ciudad que, en general, transmite una sen-
sación de tristeza, incluso de miedo, una enorme «mala vibra».
Hablamos de la ruina de Rumanía, de los intentos de un país por
meterse en un contexto internacional donde su papel todavía no
está claro, y donde las mayores expectativas que puede tener es
ser un workshop de Adidas para el resto de Europa, un proveedor
de mano de obra barata y obediente. Eso la gente lo sabe, tiene
como opción la emigración o aguantar el temporal, lo que sig-
nifica intentar arreglar un país sin expectativas de conseguirlo.
Recordemos que Rumanía ha sido un país ejemplar en barbarie
europea. Cuando ha asimilado el fascismo ha sido el más fascista
139
de todos, cuando ha tomado el comunismo ha sido el más comu-
nista de todos y cabe esperar que en el neoliberalismo sea el más
neoliberal imaginable, y todo ello siempre cargado a las espaldas
del pueblo rumano… de ese Pueblo que tiene casa en Bucarest.
Cabe esperar nuevos sacrificios, y eso se nota en la calle.
La gente, como masa o como pueblo, sabe que obedece órde-
nes y que interpreta un papel como en una obra de teatro de
y para las masas. La percepción que la Europa Occidental tiene
de Rumanía es que se trata de un país de pedigüeños. Cierta-
mente, el rumano se deja ver en las calles de Europa pidiendo,
ya sea trabajo o caridad, no veo diferencias. Ahí, en Occidente,
descubre su nacionalidad latente de bracero barato o simple pea-
tón de la historia. Europa tiene una relación con Rumanía, son
los parientes pobres, los perdedores de la historia de Europa. La
Unión Europea es un club de piratas con monumento en plaza
pública donde no caben marineros de agua dulce. A más cabrón se
haya sido y se sea, más respeto se gana en la Unión Europea. Mira
quiénes la integran, todos los santos del cielo pirata: ingleses, fran-
ceses, holandeses, alemanes, portugueses, españoles… El rumano
siente una sensación muy fuerte de derrota, sólo fue cabrón con
su gente y con unos gitanos que pasaban por allí. Por un lado
no se reconocen en ese papel y sin embargo se ven obligados
a hacerlo, se ven al borde de un precipicio que les obliga a eso.
Cuando una sociedad entera está dispuesta a alojar en su interior
una maquila para la producción de pantalones vaqueros, ropa de
marca o televisores, es una sociedad forzada a la mendicidad. Yo
no veo mucha diferencia entre obtener mano de obra no cualifi-
cada a gran escala y la mendicidad. Trabajar por unas monedas
o mostrar el vacío de tu mano a los demás es indiferente. Enton-
ces bien, juntando todos estos elementos obtenemos la pieza. Yo
conozco esta situación, la reconozco. Yo he nacido en un país del
Tercer Mundo. España era un país que estaba todavía en una dic-
tadura franquista, un general gobernaba en la Europa de los años
140
setenta. Esta bestialidad… para las generaciones actuales es difícil
de entender tamaño despropósito, cómo podía estar sucediendo
algo así, algo tan brutal. Sucedía. España era un lugar gris sin
mucho futuro antes de convertirse en un lugar de alegres cama-
reros de verano y empleados de inmobiliaria. Era gris, de chupa-
tintas pluriempleados, de gente que no veía futuro y en el cual
aparecía masivamente la idea del paraíso americano o del paraíso
francés, donde incluso podías ver películas pornográficas. Por lo
tanto, conozco la sensación, me reconozco en ella. Esto hace que
incluso me reconozca más que en otros países, tal vez por la simi-
litud racial o por los grandes paralelismos que hay entre dictador
y dictador, sin entrar en competencias.
No sé, hay muchas cosas que hacen que veas paralelismos
muy cercanos culturalmente. Entonces yo también estaba proyec-
tando mi propio medio histórico. España no es el país de Almo-
dóvar y Joaquín Cortés, o no sólo es eso. Es un lugar receptor
de mano de obra barata después de haberse cansado de llenar
el mundo de perdedores. En México hay muchos españoles de
entonces, pregúntales qué cariño sienten por un país que los con-
denaba a muerte o al exilio. Todos estos elementos, por supuesto,
están en la pieza.
141
SIERRA_ Es evidente que el artista produce arte, esto es una pero-
grullada. Sin embargo, conviene aclararlo porque se supone que
el artista sólo produce modelos, pero fundamentalmente produce
arte; el arte es un objeto de lujo, es un objeto que se asocia a la
representación de un grupo social en particular que tiene que ver
con la provisión de arquetipos, con la producción de muchísimos
elementos para una sociedad que los necesita y que los demanda.
Esa sociedad no es toda la sociedad, sino que es su cuerpo supe-
rior, digamos que las clases más favorecidas, exactamente las
mismas que ofertan empleo. Lo que se está comprando son joyas,
artículos de lujo. El arte es como una tienda de muebles con pre-
tensiones o una joya complicada. Es una joya compleja, pero
sobre todo es un objeto de lujo. Entonces, es muy difícil pensar
cómo alguien que vende Cartiers o alguien que vende Mercedes
Benz puede ser un activista político. Esto crea una situación muy
extraña, porque cuando el artista habla de su militancia política,
a los demás nos puede parecer de lo más absurdo intentar salvar
el cosmos por medio de la producción de joyería fina marca Yo.
Esto no parece ni muy lógico ni muy acertado. Podemos inter-
pretarlo como un pensamiento hipócrita, o más bien como que
la finalidad última del artista activista es hablar de sí mismo, pro-
poner su propio modelo. Cuando yo estoy diciendo, como lo hizo
Hans Haacke, que Mercedes Benz tenía un negocio con la Sudá-
frica del Apartheid, cuando esta Sudáfrica existía, a la vez parece
que también estoy diciendo que soy un tío estupendo, que yo no
haría eso, que si yo tuviera la oportunidad no comerciaría en ese
contexto. Entonces, finalmente, se ha construido un modelo, el
modelo del artista que nos indica cómo ser de izquierdas, cómo
tener dinero y cómo, con todo y eso, ser cool. Realmente no tengo
mucho interés en plantearme como modelo, comprendo que lo
soy, por muchos motivos, pues soy un estrambótico español que
vive en México y México sigue sonando como un país de ban-
doleros y de revoluciones, lleno de indios cabreados y de locos
142
armados, y por lo tanto suena como que uno de nosotros ha con-
seguido una integración en un ambiente auténtico que los demás
no consiguen. Lo auténtico, sea lo que sea, es el Santo Grial desde
los hippies hasta la fecha. En fin, siempre hay formas de inte-
grarte como modelo. Sin embargo, a mí la verdad es que me ape-
tece muy poco esta parte del mundo del arte, de mi trabajo, y la
cumplo a desgana. Así que produzco lujo, pero con complejo de
culpa. A menudo también reparto generosamente esa culpa con
el público. Nunca se compra sólo una obra de arte, se compran
algunas cosas más. En mi caso estamos viendo muy claramente
cómo lo que se pone a la venta es la visión sobre las sociedades
cancerígenas de Latinoamérica y los marcados rastros de la lucha
de clases mundial. Sin novedad. Entonces, lo que está comprando
el coleccionista es como el toque divino, de divo, no de divinidad.
La reliquia guarda algo de la santidad de la persona que la ha pro-
ducido o tocado o dejado crecer en su cuerpo. El arte guarda algo
de la biografía del artista, como en las vidas ejemplares de la doc-
trina católica, y yo debo de transmitir algo en esa dirección. Si no
lo hiciera, ni esta entrevista ni la exposición existirían. Pero es un
papel que me resulta muy incómodo, fundamentalmente porque
yo no estoy hablando de eso. Yo no quiero construir una mitolo-
gía individual, no quiero ponerme como ejemplo de nada, puesto
que no soy ejemplo de nada por mí mismo, es el arte quien lo
dice. En cuanto a persona, en cuanto a Santiago Sierra, soy un
tipo reaccionario, puesto que lo que me interesa a mí —a mí, yo,
conmigo— es vivir holgadamente, disfrutar de mis posesiones,
tener un futuro tranquilo y estable, que me dejen ver la tele en
paz un rato… Es decir, los pensamientos individuales o reflexivos
siempre son conservadores. Respeto mucho a los activistas, pero
yo no soy uno de ellos.
143
situación subversiva o una masa crítica, a desestabilizar la arqui-
tectura real y simbólica del edificio. ¿Lo que estamos haciendo tiene
algún sentido, o nos estamos contentando con la escenificación de un
incidente menor que, de hecho, deja las cosas —el edificio, los viejos
y los nuevos poderes que lo habitan, las cuestiones que resuenan aquí
con tanta insistencia— intactas?
144
imaginé como una estrategia de re-posesión, de reivindicación que,
con el tiempo, podría llevar a un cambio en la percepción colectiva
que se tiene del lugar. El proyecto intenta abrir hoyos y brechas en los
muros de la Casa, ver su historia de manera diferente: intenta respon-
der a los supuestos sobre los que está construida contaminándolos con
otros significados. Es un observatorio perfecto para ver la vida política
reciente, así como la historia reciente en general. Pero regresando a la
pieza. Sueles crear una imagen donde aislas al mal y lo destacas. Está
claro qué es lo que está mal en la imagen, quién está haciendo qué
y por cuánto, pero el visitante siempre está a un lado, siempre mirando.
Incluso cuando creas una situación incómoda para los visitantes, no
sueles hacerlo de manera agresiva. En la pieza que hiciste en Buca-
rest, los visitantes estaban muy incómodos. Había un elemento teatral
importante en la pieza —porque los visitantes estaban dentro de la
representación y eran una parte integral de ella— lo que, de alguna
manera creaba y dispersaba la culpa, ya sea la culpa de no ser capaces
de darle dinero a todas esas mujeres que lo pedían, o la culpa de ser
rumano. Así que me parece que hay una relación entre Una persona,
la pieza que acabas de hacer en Trento, y la que hiciste en Bucarest,
porque los visitantes parecen estar más incluidos en la pieza, parecen
estar sumergidos en ella física y moralmente. El visitante solía estar
aislado, haciéndose sus preguntas a una distancia segura de la persona
remunerada para hacer un trabajo inútil o humillante. En Bucarest,
la geografía del mal, la manera de escenificarla, era más complicada.
145
llenar el espacio escultórico con objetos, considero que hay un
coste determinado, un coste «x», pero llenarlo con gente tiene
un coste «x» partido por 2, por lo tanto, llenarlo con gente es
más barato que llenarlo con contenedores, por ejemplo, y así
empiezo a llenar espacios con personas, que son baratas y abun-
dantes. Entonces se plantea la duda de cómo enseñar personas
a personas y es muy sencillo: para enseñar una persona a otra
las dos tienen que ser distintas, tiene que haber una diferencia
sustancial entre el espectador y el otro enseñado, uno está en
tiempo de trabajo y el otro está en tiempo de ocio. Pero además
hay miles de condicionantes alrededor que lo potencian. En la
pieza de Nueva York, había una persona trabajando 15 días por
un lado y, por el otro, unas personas que veían ese trabajo sin
verlo, porque frente a ellas sólo había un muro. En ese caso, no
podemos pretender que sólo había una persona detrás del muro,
porque había otras: el público, es decir, había una confronta-
ción entre dos determinadas realidades que, para mí, es lo que
conforma la pieza. En el caso que nos ocupa, la similitud que
ves entre Trento y Bucarest es una cosa que sí que está medida.
Antes de esto estaba haciendo piezas donde el problema era no
poder entrar a los lugares, como por ejemplo en la galería Lisson,
donde el acceso estaba vedado. Luego me di cuenta de que el pro-
blema fundamental de las masas actuales, contemporáneas, no
es el no poder acceder a un lugar —aunque eso también es un
problema— sino que el problema fundamental es que una vez
aceptadas las reglas del juego y una vez metidos en ese juego,
no podemos abandonar las reglas. Tal y como ocurría en Trento,
una vez que una persona estaba en mitad del pasillo no podía
decir: «pues mira, no quiero y me salgo», porque no había nin-
guna puerta para salir, por lo tanto debía volver a recorrer el pasi-
llo y seguir el juego todo el camino. Lo mismo pasa aquí, una vez
estando dentro del túnel, éste no se podía abandonar si no era
por delante, no se podía salir por detrás, había que salir una vez
146
terminado el recorrido. Creo que esto explica muy bien las cir-
cunstancias que tenemos en situaciones como la rumana o como
las que se han estado produciendo en la frontera entre Marrue-
cos y España mientras hacíamos este trabajo, donde el problema
de los subsaharianos que intentaban saltar la valla era salir de su
túnel, salir de una reglas del juego que habían sido impuestas
y trazadas por otro. Cuando alguien decidió que el colonialismo
era muy caro y que resultaba mucho mejor mantener gobiernos
de gañanes y sacar toda la riqueza de África sin invertir nada, los
subsaharianos afectados quedaron en una situación en la que no
pueden abandonar estas reglas del juego, no pueden abandonar
el pasillo, y esto es lo que se pretende trasladar al público. Por
supuesto has tocado un tema que es fundamental en mi trabajo,
que es el sentimiento de culpa. De allí vienen todas las fotos que
realizamos de las mujeres. Las mujeres están de espaldas y no
de frente, porque con esta imagen queda muy clara esta idea de
culpabilidad, de ocultar la identidad, de que es mejor no dar la
cara, que no te pillen, que no te localicen, todo esto queda muy
claro y está muy vinculado a las imágenes que hemos sacado
donde las mujeres aparecen de espaldas, fotografiadas como en
una foto de carnet. Como en una foto de carnet porque es cuando
la identidad se pone al servicio de la burocracia, y de espaldas
porque esa identidad es colectiva, es una identidad común que
entraña una vergüenza, un comportamiento vergonzante dentro
de la sociedad, el comportamiento que pueda tener la persona
que mendiga, o el obrero o incluso el mismo artista que trabaja
para mayor gloria del capital.
147
SIERRA_ Sí, por supuesto. Las nacionalidades… Bueno, pues son
construcciones ideológicas que normalmente nos resultan inocuas,
ni sé cómo luce la bandera de Luxemburgo, pero hay lugares en los
que no son inocuas en modo alguno, en los que sí que tienen una
fuerza y un peso espectaculares. Un artista austriaco puede entre-
tenerse en temas de gran vaguedad, por ejemplo, puede construir
toda su obra con la diferencia entre la intimidad y lo público,
como ocurre de hecho, llegando a situaciones fuertemente solip-
sistas y endogámicas en sus presupuestos. Sin embargo, hay
situaciones y hay países donde no hay forma de escape, todo
artista cubano «cubanea», todo artista colombiano «colombia-
nea»; incluso a los mexicanos les cuesta mucho, hay un grupo
que no lo hace, pero a costa de haber adoptado otras nacionali-
dades. Un conocido crítico de arte llegó a decir que había toda
una generación de estadounidenses nacidos en México. Hablo
de nacionalidades que tienen un peso y una forma brutal. ¿Cómo
he trabajado con esto? Pues bueno, por ejemplo tenemos un país
entero como es Cuba donde un salario mensual alto por vía legal
son 30 euros al mes. Alto ¿eh? Y donde la población sabe que el
mejor recurso es seguir al turista, dándole todo lo que pida. En
esas latitudes y con ese calor lo que suele pedir es sexo. Yo ofrecía
30 euros —o fueron menos, no recuerdo ahora, sí, seguramente
fue menos— a los cubanos por masturbarse delante de mí, por
ofrecerme sexo. Esos 30 euros son más de lo que ellos pueden
ganar al mes, la pieza claramente «cubaneaba», no podía abando-
narse ni podía separarse de su condición cubana. Otro ejemplo:
Cali es una ciudad ubicada al norte de Colombia y rodeada por
la guerrilla, con problemas atroces. Hasta hace muy poco tiempo
era peligroso abandonar la ciudad por las «pescas milagrosas»,
que es como llaman a la captura de rehenes que hace la guerrilla,
los «paras» y la delincuencia común o para desesperación de los
colombianos, mezclas de unos con otros. En este contexto colo-
qué una bandera de Estados Unidos de 20 metros de largo por
148
15 de ancho en la fachada de un museo. Obviamente esta bandera
pretendía provocar una situación donde la nacionalidad local
chocase con la nacionalidad imperial y, naturalmente, así ocu-
rrió [Lona suspendida de la fachada de un edificio, 2002]. Alguien
intentó quemarla, yo sabía que esto iba a ocurrir sencillamente
porque la población local no podía asumir esa bandera como
algo abstracto, a lo Jasper Johns. Si yo colocase esa bandera en
Finlandia, incluso podríamos tener una separación intelectual con
la bandera, o llegar a un tipo de análisis sosegado. Pero en una
situación como la de Cali no hay sosiego posible, no hay tranqui-
lidad posible, la bandera es un elemento que da lugar al fervoroso
aplauso de una parte de la población y al odio más translúcido
del resto y, por lo tanto, la salida que tenía esa pieza era ser que-
mada, tal y como ocurrió. Estos son ejemplos de proyectos donde
la nacionalidad ha sido como un grupo de buitres trazando cír-
culos sobre el proyecto.
Este proyecto en Bucarest también se ha hecho para hablar de
este lugar… Hay elementos que me han parecido fundamentales.
Por ejemplo, llego a este museo y noto que el curador odia el lugar
donde trabaja, me transmite una sensación de fobia total, quiere
trabajar con el lugar pero sueña con anularlo. La solución más
evidente es recorrer el lugar sin verlo, que es lo que se ha hecho.
Hemos construido un túnel que va desde la puerta de acceso hasta
la salida, recorres el lugar pero no lo ves. Si hubiéramos querido
simplemente negarlo, la pieza se podría haber hecho en alguna
plaza distante de Bucarest, suficientemente apartada de este con-
texto, sin embargo queríamos hacerlo aquí y dejar en claro nues-
tra profunda negatividad hacia el espacio, de allí surge el pasillo.
También está la seguridad en la puerta, porque estamos en un
edificio donde el museo comparte esta sede con las dos cámaras
del congreso. Así que tenemos un fuerte control de seguridad
en la puerta. Esto me pareció la pieza clave del edificio; no es
un edificio cualquiera, no es un museo cualquiera, la seguridad
149
no es como la que tenemos normalmente en los museos, sino
que es una seguridad de tipo político, con cambios constantes de
guardias para evitar que se establezcan relaciones de amistad con
las personas que trabajan dentro, es decir, un control absoluto
que redunda en lo burocrático del edificio y lo vuelve aún más
potente, como una cosa pesada. Entonces, había que incluir esta
burocracia, el control de la puerta nos estaba marcando un ritmo,
el ritmo de entrada determinado por las bandas magnéticas y por
la revisión de cada material que entra al museo. Ese ritmo debía
ser preservado y de ahí también el entrar de uno en uno al ritmo
marcado por el detector de armas. También está toda la situación
que rodea al museo en cuanto a esas historias de las que hablaba
antes, estas historias más o menos tétricas debían quedar inclui-
das, por lo tanto la pieza tiene todos los tintes de una película de
terror. He estado dando vueltas a esta idea y tratando de meter
dentro del mundo del arte el terror social, el terror de ser conta-
giado por la pobreza del otro y acabar como él. Este es el alimento
del clasismo y es algo que podemos encontrar en las películas de
zombis, una masa de desesperados que nos quiere convertir en
uno de los suyos y esto también tenía que estar incluido en la
pieza, que es como una película de zombis. Era algo que se me
venía a decir casi con vergüenza: estas son nuestras circunstan-
cias, este es nuestro país, ahora trabaja con él. Por eso había que
hablar del edificio, con sus historias rocambolescas como esa de
la aparición de los fantasmas. La gente que trabaja aquí proyecta
su propio conocimiento de la historia del lugar hacia el espacio,
creyendo ver a los muertos que construyeron el edificio. Todo es
interpretado como algo malvado, como algo procedente de una
película de terror, tal y como ocurrió con la aparición masiva de
gusanos a la entrada del edificio mientras estábamos aquí. Todos
estos factores han hecho que la pieza no pueda ser otra, yo no
puedo imaginar otra pieza aquí. Pero diría que también Mihnea
la ha hecho, así que el debe contar su parte.
150
MIRCAN_ La Casa es un buen sitio si se trata de discutir la cuestión
de la nacionalidad. El rumano medio oscila entre la idea de que la
casa es grande y resplandeciente y la idea de la vergüenza de su histo-
ria, su relación con la dictadura y la sumisión. Estas percepciones se
alternan tan rápidamente como las que tienen de su nación, que están
entre un feroz complejo de inferioridad y arranques de superioridad.
En ambos casos hay una combinación de orgullo y de vergüenza y el
hecho de que se hayan reunido en este proyecto es muy significativo.
Las mujeres que estaban en el túnel se sentían orgullosas porque les
dije que iban a participar en una pieza hecha por uno de los artistas
vivos más importantes del mundo. Pero también estaban avergonza-
das, porque el artista les estaba haciendo pedir dinero. Crearon un
coro en el que todas esas cosas estaban una junto a la otra, estaban
presentes simultáneamente. Otra diferencia con tus trabajos anterio-
res es que tomaron ventaja de la libertad que les diste, una libertad que
tus actores no suelen tener. Tenías menos control que nunca sobre este
proyecto, pues no podías supervisarlas constantemente, así que algu-
nas de ellas tomaron ventaja de esa libertad y no hicieron su trabajo
de manera muy estricta.
151
lo he vivido, había gente a la que le daban un bocadillo, los mon-
taban en un coche de línea y los mandaban al Palacio de Oriente
a decir vivas a Franco, Franco, Franco, así, por triplicado. Y me
parece que esta figura del acarreado, que es una figura que está
detrás de mis primeros proyectos con multitudes, explica muy
bien cómo son y cómo funcionan las cosas, una multitud que se
ve obligada a actuar por ordenes de la superioridad: ahora vamos
a actuar, vamos a llenar la Oficina de Intereses Económicos Nor-
teamericanos con banderitas en La Habana o vamos a llenar el
Zócalo de la Ciudad de México con otras banderitas, con otro
líder, lo que nos digan. ¿Quién me da algo? Es mendicidad mul-
titudinaria inducida políticamente desde arriba. Este elemento es
algo que se repite de otras maneras y con otros actores en todas
partes. Entonces, ¿cómo se interpreta el papel? Claro, la multitud,
a pesar de los denodados esfuerzos del poder, no está compuesta
por actores profesionales. Se trata de un sobresueldo o de echarse
unos tacos, aunque la sociedad o la política los intente colocar
como una multitud de actores, no lo son realmente. Para mí, lo
que tiene de bueno un mal actor es que deja traslucir sus opinio-
nes sobre el texto. El mal actor es transparente. No puede inter-
pretar bien porque notas quién es. Cuando el texto dice, como
en este caso: «dame pan» o «dame una moneda», está diciendo
cuál es su opinión sobre dar esa moneda. El mal actor es perfecto.
Entonces nosotros teníamos una situación en la que imponía-
mos a la multitud interpretar un papel y donde, en la medida en
la que ese papel no era interpretado correctamente, teníamos los
elementos de disensión con el guión establecido.
Esos momentos eran quizá los más interesantes. Había un
grupo que no aceptaba esas reglas aunque tuviera que cobrar
y fuera a cobrar por hacerlo, no aceptaban ese papel. Por supuesto,
estas actitudes han sido mínimas y aunque no se aceptase hacerlo
bien o se intentase llevar relajadamente esta participación en el
proyecto, finalmente allí seguían. Seguían ahí, no se iban, o sea,
152
era algo de lo que no podemos tampoco hacernos muchas ilusio-
nes; la disensión. La gente se quedaba en el túnel aunque no estu-
viera de acuerdo con el papel. Creo que eso sería lo más reseñable
de esta pieza: nadie se fue. La actuación ha sido muy importante
y el tomar como punto de partida la teatralidad también venía dado
no sólo por la historia, sino por el mismo lugar. Lo que tenemos
aquí es en realidad un decorado gigantesco: el edificio parece estar
hecho en piedras nobles, imita un estilo de difusa bastardía ver-
sallesca y, sin embargo, es puro cemento, pura fachada. Cuando
cae una piedra deja ver dentro una estructura que no tiene nada
de noble; hay argamasa, ladrillo suelto, cascote, hierros… Como
sucede con los edificios históricos, no es lo que parece. Entonces,
toda esa teatralidad del edificio con sus espacios gigantescamente
innecesarios, también quedaba incluida en la pieza, de hecho la
pieza comenzaba con un telón como en el teatro y la gente acudía
a una representación, con lo cual la teatralidad como herramienta
política, como algo instrumentalizado políticamente era algo defi-
nitivo para la pieza. Orgullo inducido verticalmente por medio
del teatro nacional y humillación resultante de la manía que tiene
la gente de recordar las cosas. Problemas propios de actores de
segunda y obras de teatro de primera.
153
haciendo en su taller, a pasar por caja, digamos. Esto es bastante
duro de admitir y si quieres que el público haga algo lo tiene que
hacer obligadamente. Si quieres que ocurra algo debes forzarlo.
Hay mucha información a granel, los canales de distribución
del arte son rígidos y estrechos, hay normas, muchísimas más
normas dentro de una institución artística que fuera de ella, que
en la calle. Cualquier cosa que pueda pasar está abolida o mini-
mizada, está cerrada. Entonces, una buena forma de desarmar
al espectador es trastocar esas cosas que se dan por sentadas,
como por ejemplo el horario, la socialización. Es decir, si una
persona llega a las doce de la noche a ver la exposición, no es
lo mismo que si llega a las doce de la mañana. Se puede jugar
con esto. Por supuesto que se puede jugar, si llega a las doce de
la noche piensa que ha sido convocada a algo divertido, a una
fiesta, a algo que incluye la noche con todas las características que
tiene la noche. Incluso puede llegar animada. Entonces, si yo lo
que quiero es transmitir una sensación de disconformidad con el
lugar, incluso provocar una reacción casi catártica donde no acep-
tas el papel que te están dando, intentaré desmontar esta trama
implícita en algo tan aceptado como los horarios, desmontar la
trama en la cual llegas por la mañana a una cosa inocua, social
y bien pensante y más bien intentaré decepcionar al público hacién-
dole creer que llega a una fiesta y mandarle en realidad a un sitio
tétrico. El otro punto es que los visitantes entren de uno en uno.
Es algo que he iniciado en Trento y quiero utilizarlo más, creo
que es un recurso estupendo porque cuando el público entra en
compañía socializa y esa socialización hace compartir, banalizar
y rebajar la tensión de las cosas. Compartes con alguien la tensión
que te causa la pieza y esta tensión se diluye. Cuando estás solo
no tienes con quien compartir y por lo tanto la carga es muchí-
simo mayor, y eso es algo que también quería incluir en la pieza,
era como ver una obra de teatro tú solo, rodeado. Bueno, sin el
como, era eso. Es una sensación muy fuerte que yo tuve una vez
154
con una banda de músicos. Muchas veces las cosas no vienen del
arte, sino de lo que hay fuera de las salas de arte. Recuerdo que
estaba solo en la playa en Cuba. Llegué a un bar como a las seis
de la tarde y a las seis de la tarde, por orden del gobierno, porque
todos los bares dependen del gobierno, una banda debía tocar,
esta banda debía cumplir sus órdenes, hubiese o no hubiese
público, a las seis tocaban y punto. Entonces, de repente, me
encontré con un grupo como de veinte personas tocando salsa
para mí —y a mí me encanta la salsa—. No había nadie más,
solamente yo sentado en el bar y esta es la idea, esta es la idea con
la que quiero contar. Yo estaba desarmado, no podía estar disfru-
tando teniendo a todo ese grupo de gente trabajando solamente
para mí. Esto sin contar el número excesivo de camareros, en
Latinoamérica siempre hay un número excesivo de camareros o
de gasolineros, de todo… Estaba como abochornado, abotargado,
comprendiendo muy claramente cómo era el funcionamiento
y cuál era la estructura política del país simplemente con ese
hecho. Bueno, del país o de todo un continente, porque disponía,
como quizá sólo han podido disponer los colonizadores euro-
peos en África, de una masa ingente de personas que procura-
ban que mi piña colada me supiese a gloria consiguiendo todo
lo contrario. El mensaje era claro: somos una bola de menestero-
sos que te damos todo por lo que cuesta tu trago. Desde entonces
divido a la gente entre los que se lo pasaron estupendamente en
Cuba y los que no. Conseguían transmitirme lo vendidos que
estaban al capital, lo entregados que estaban, la falta de capa-
cidad organizativa que tenían para simplemente decirle al jefe
que tocar a las seis era una locura porque no había nadie y la
fuerte jerarquización que esto supone. Es la habitual traición
al pueblo de un régimen que hace todo para el pueblo pero sin
el pueblo. Entonces, basándome en esa experiencia se produce
una creación como esta. Pero no, creación es una palabra muy
mala. Digo que la palabra creación es muy mala porque, como
155
he dicho antes, la pieza es el resultado de muchas cosas, no hay
nada creado. Bueno, pues aquí tenemos la misma sensación.
Hay un grupo ingente de personas que están para ti nada mas,
entonces el complejo de culpa del público es fortísimo, es muy
fuerte. El visitante ha quedado socialmente desarmado por el
horario y porque va solo, pero además ve que hay un despliegue
desproporcionado montado en torno a él y esto es algo que le
hace acomplejarse, que le hace sentirse como el detonante de
esta acción, culpable.
Otro de los elementos que no podemos pasar por alto es
mi procedencia. La gente está harta de artistas de izquierdas y la
gente también está harta de que llegue otro y le meta el dedo en
el ojo, hay mucho de esa sensación y es el pan nuestro de cada
día en mi trabajo y en mis viajes. Entonces, se estaba trabajando
con esto, por supuesto, yo soy, digamos, de esa Europa de los
vencedores y llego aquí y les cuento que hay mendigos en las
calles. Acabáramos. Esto causa una bien conocida sensación de
profundo rechazo hacia mí, de profundo rechazo hacia la pieza
y una confusión con la necesidad y con la realidad de esa pieza.
Por un lado el espectador percibe que efectivamente ese tema
existe, que es un tema importante. Pero por otro lado percibe
que eso lo está diciendo alguien y si lo está diciendo, ese alguien
tiene un tono de superioridad, un tono de mírense ustedes por-
que yo soy superior, porque yo vengo de otra cosa, como si nadie
pidiese limosna en mi pueblo. Entonces esa tensión que se crea
en el espectador también es alimentada por mi propia proceden-
cia, por el hecho de que yo sea un extranjero y, tal vez, nice. Creo
que la pieza hace chocar todas estas tensiones y eso es lo que se
pretendía. Como yo ya sé que hay mendigos, y el público tam-
bién lo sabe, eso no es lo que esta pieza tiene que contar. Aquí
hablamos de responsabilidades, de culpa, de nuestro beneficio
dentro del engranaje económico.
156
MIRCAN_ En ese sentido, en cuanto a la participación del público
y los actores ocurrieron varias cosas. Por una parte esta pieza era
diferente a otras que has hecho pues las mujeres podían quedarse con
el dinero que les daban. También está el hecho de que una persona
se te acercó para decirte que había intentado convencer a las mujeres
de que se salieran del pasillo dándoles más dinero del que les ofrecías,
pero que se habían burlado de ella diciéndole que estaban ganando
dos millones de leis, cosa que no era verdad. Tu le contestaste que te
parecía muy bien, que era una muy buena reacción a tu proyecto. En
ese sentido era una pieza interactiva, era posible que los visitantes la
destruyeran, que la alteraran.
157
gente estaba ahí, las mujeres, habría unas 500. No quiero sonar
sexista, pero había de todo, desde mujeres mayores hasta jóvenes boni-
tas. Y, lentamente, las paredes empezaron a ponerse amarillas porque
se habían impregnado del calor, el vapor y el sudor producidos por los
cuerpos, quizá esto era una forma de destrucción en el sentido de que
las paredes del palacio del rey quedaron impregnadas del sudor de los
trabajadores… lo digo a la ligera, pero era una imagen muy potente.
¿Cuáles fueron las imágenes más fuertes para ti? Y en esta situación,
¿qué parte del proceso te pareció importante?, ¿cuáles fueron los deta-
lles que percibiste?
158
dice que cualquier mendigo es rumano, cualquiera. Entonces ya
hay esa identificación constante, no se trata de que lo sea o no lo
sea, o de que vaya de rumano por la vida, sino que la población en
Europa ya identifica directamente al mendigo con el rumano, sin
plantearse más. Y al moro, con traficante; y al negro, con come
chicos, y en ese plan, sólo intentan entender al diferente, o eso
dicen que dicen.
159
qué es vergonzoso y qué no es vergonzoso? El poder establecido
y la educación que hemos recibido. A mí me parece mucho más
noble quien sale de esa situación sin trabajar, pidiendo, o quien
sale de esa situación tomando por la fuerza lo que debería ser
suyo, que la persona que trabaja doce horas en una fábrica. Tra-
bajar doce horas en una fábrica es una condena brutal, es peor
que la cárcel, es algo que no se puede explicar, es una barbaridad.
Lo que es una barbaridad es que hay personas que saben que se
tienen que levantar a las seis de la mañana y llegar a su casa ago-
tadas por la noche a cambio de una cantidad de dinero que ape-
nas les sirve para comprarse cuatro mierdas, seguir vivas y seguir
levantándose a las seis de la mañana por el resto de sus días. No
te lo tomes por el lado patrio que yo no invento clichés, sólo los
uso porque algo se traen los clichés.
160
Santa Cuvioasa Paraskiva, la santa protectora de los pobres… Así
que el proyecto se sigue ramificando. Hay también una pieza que
hicimos ayer, aunque todavía no sé en qué forma vamos a darla
a conocer o cómo vamos a hacerla pública. Simplemente graba-
mos el sonido del museo por la noche durante 80 minutos con
un micrófono de alta fidelidad [Psicofonía grabada en la casa del
pueblo]. Esto no solamente intenta captar el sonido del edificio,
sino que intenta acercase a la idea de hacer una psicofonía. Era
tocar ese punto —que me ha parecido muy interesante— de los
guardianes que creen ver a los soldados que murieron haciendo
el edificio vagando por todas partes. Era como escuchar el conte-
nido político-fantasmagórico del edificio.
161
que emparedar a alguien en sus muros. Se decidió entonces que
la primera persona que apareciese sería emparedada para dotar
de alma al edificio y, a la mañana siguiente, resultó que la pri-
mera persona que apareció fue su mujer con sus hijos que
venían a traer el desayuno a Manole. Como buen cumplidor
de su deber, Manole emparedó a su mujer y el edificio prosperó.
Salió tan bien que el Príncipe estaba entusiasmado y no que-
riendo que nadie más tuviese una iglesia similar y una igle-
sia tan bella como esa, decidió matar a todos los trabajadores.
Manole quedó atrapado en lo alto de un andamio sin manera
de bajar de ahí. Finalmente, decidió fugarse a lo Ícaro, se hizo
unas alas de madera. Salió volando y, claro, le sucedió lo mismo
que a Ícaro, las alas se rompieron en mitad del vuelo. Cayó,
murió y en ese lugar brotó una fuente.
162
Lona suspendida de la fachada de un edificio. Museo de La Tertulia. Cali,
Colombia. Junio de 2002.
Obstrucción de una vía con un contenedor de carga. Anillo periférico sur.
México D. F., México. Noviembre de 1998.
GERALD MATT, 2007
165
esta pregunta, puedo extraer conclusiones respecto a ti. Digamos
que opinas que la afirmación de que un trabajador trabaja por
dinero y vende su tiempo es falsa y que todo el que haga esa afir-
mación es un mentiroso, lo que, a su vez, indica un cierto nivel
de vergüenza en el tratamiento de estos temas. Creo que tu pre-
gunta refleja una actitud muy extendida en el mundo del arte,
una actitud de la que me gustaría distanciarme.
166
SIERRA_ No tengo ningún derecho a erigirme en crítico del capi-
talismo, eso sería demasiado optimista por mi parte. Por tanto,
no tengo miedo de ser devorado por el sistema. Desde que nací
estoy siendo devorado por el sistema.
167
MATT_ ¿Qué opinas del concepto sociopolítico del «Bürgerarbeit» (tra-
bajo ciudadano), que acuñó el sociólogo Urich Beck en 1997? El con-
cepto parte de la base de que los desempleados que viven en un Estado
con problemas de desempleo masivo se ponen a trabajar de forma volun-
taria para las llamadas organizaciones benéficas como una forma de
participar en la sociedad. Su trabajo es recompensado, pero no remu-
nerado monetariamente.
168
En mi opinión, esta iniciativa es muy típica de tu trabajo, ya que repre-
senta simbólicamente la interrupción de estructuras dinámicas, como
en muchas otras de tus obras. Utilizas métodos estilísticos de negación.
Además, en tus trabajos, encontramos confrontación, futilidad, inco-
modidad, inactividad, tautologías, fatalismo e incluso odio. ¿Se trata
de un alegato a favor de más resistencia y cultura de calle por tu parte?
¿O simplemente de resignación ante la realidad?
169
juntas. Estos dos factores llevaron a que haya prolongado mi estan-
cia allí hasta hoy mismo, aunque tengo mis dudas de que se tra-
tara de una elección completamente libre.
Con Teresa Margolles me une una estrecha relación que,
desde el principio, ha sido muy beneficiosa para nuestro creci-
miento artístico. Margolles no tiene miedo de llevar sus densas
obras, que nacen de una necesidad interior, hasta el extremo. Eso
es algo que siempre me ha impresionado profundamente.
170
distanciado de las obras. ¿Qué aspectos del accionismo vienés son
relevantes para tu trabajo?
171
Público segregado según sus ingresos fueran mayores o menores a mil
euros brutos durante un simposium. Kunstakademie. Instituto Cervantes
Berlín, Alemania. Mayo de 2010.
PATRICIA BLASCO, 2010
173
En el ámbito artístico, pues, parece que hubo una cierta agi-
tación. Pero ya no se trata de un buque hundido, ni tan siquiera
tocado. Tenga en cuenta que los obreros en paro no compran
arte contemporáneo. Por lo demás, en el arte como en el ferroca-
rril, quienes busquen en los bolsillos del Estado tendrán cada día
menos futuro porque el Estado mismo ya es privado.
174
SIERRA_ Mire, yo tenía alguna idea de la escena artística madri-
leña a comienzos de los años noventa, pero sólo de su escena más
outsider. Luego de la de Hamburgo, pero no tanto como la anterior.
Después conocí bien la mexicana, entre 1995 y 2000, pero a partir
de ahí, si le soy honesto, he estado demasiado ocupado conmigo
mismo. Desde ese momento comencé a trabajar en lugares dis-
tantes, a moverme mucho y en cierta medida a conocer algo de
muchos sitios, perdiendo a cambio esa conexión más directa con la
escena que me proporcionaba la desocupación. Hace tres años me
mudé a Italia, y ahora planeo instalar mi estudio definitivamente en
Madrid. Así que, a pesar de que trabajo allí con cierta regularidad,
acerca de Berlín y de Madrid, donde he trabajado mucho menos,
puedo darle solamente impresiones generales. Y mi impresión es
que trabajar en España es depender de las instituciones, algo que
se sitúa entre la mendicidad y la recompensa, así que no recomen-
daría a nadie poner allí su estudio sin haber solucionado antes ese
problema. Y Berlín es muy recomendable porque el valor del suelo
es muy razonable y porque hay una escena muy grande y potente,
pero tampoco creo que el tesoro esté en Berlín.
175
así que trato lo menos posible con la prensa. Lo ideal es hablar
sólo con la prensa especializada. Creo que la prensa comercial
generalista ha perdido toda credibilidad, no sólo en arte, sino en
todo lo demás. Quedan algunos casos de independencia y perio-
dismo, pero son muy escasos y, por otra parte, a los artistas nos
están siempre expulsando de nuestro espacio de representación.
Pero bueno, por ahí andan.
Mire, el pulpo Paul1 es sólo un miserable animal atrapado, no
es mediático por sí mismo; la pobre bestia ni tan siquiera sabe lo que
ocurre. No es que me compare con el pulpo Paul, es que así son los
medios: convierten pulpos en dinero y en masa de información alie-
nante. Pregúntele usted a los periodistas y no a los artistas por qué
ocurre esto. ¿Por qué anuncian en sus titulares polémicas que sólo
existen cuando las anuncian? El mundo del arte está compuesto en
gran medida por gente muy preparada y lo suficientemente mun-
dana como para aceptar expresiones artísticas que el periodismo
destriparía sin dudarlo un instante. Por eso hice referencia antes
a la expulsión de nuestro espacio de representación, pues no es lo
mismo hacer un proyecto para un público que tiene perfectamente
asumidas las aportaciones lingüísticas del siglo xx y posteriores,
a que otro público menos familiarizado lo reciba a través de los
medios, y no por visión directa, todo ello entre el pulpo Paul y un
anuncio de coches. En referencia a si me siento comprendido, le
contesto que sí y mucho, porque suelo ser muy claro y rotundo en
mis presentaciones. Claro que el club de fans del pulpo Paul segu-
ramente no me entiende, pero eso a quién le importa.
176
a trabajo y remuneración. Según explicaba, la violencia existe cuando
hay un instrumento para forzar la voluntad del otro, y éste es el dinero.
La vida es trabajo, y el trabajo es castigo y muerte. El capitalismo ha
conseguido la pérdida del valor de la persona y compra su tiempo,
cuerpo y voluntad. Usted mismo ha comprado el cuerpo y la volun-
tad de otras personas. ¿Ni un atisbo de esperanza? ¿Ha encontrado
siempre candidatos para sus acciones, sobrepasando fronteras que
no imaginaba?
177
apoyos pero no son buenos precisamente por su número, así
que estoy a gusto en mi posición. Lo de las subastas me parece
como jugarme mi carrera en el casino, no me convence. Pero
—no soy un experto-— yo he preferido controlar la sensatez en
los precios de mi obra y puedo decirle que mi obra vale lo que
cuesta. Por otra parte, nada de esto tiene que ver con sesudas
estrategias, yo me paso el día haciendo mis proyectos, la verdad,
es de lo que me ocupo.
178
que, además de propuesta simpática en tiempos de crisis, buscar vías
alternativas al dinero en el mundo del arte es pura utopía? ¿Cambia-
ría alguna de sus obras por algo que no fuera dinero?
179
al producir artículos de lujo. No obstante, ¿a una parte de usted le
gustaría sentarse todavía en el lado «proletario»?
180
CUAUHTÉMOC MEDINA, 2010
181
oficialmente en guerra, y si esta guerra existe es porque no existe el
«tercer mundo». Los países llamados ricos no actúan en los territo-
rios que les pertenecen nominalmente porque para mantener sus
niveles de producción y consumo necesitan un territorio mucho
mayor al que administran bajo sus banderas. Así que cuando tra-
bajo en los territorios que pueden pagar arte lo hago siempre en el
mismo mundo y siempre en el mismo territorio.
182
que los expone no sólo a cierta violencia física, sino a un riesgo químico
controlado. Es evidente que en esta obra confrontas al espectador del
mundo del arte con referencias explícitas a la tortura de prisioneros en
cárceles como Abu Ghraib. ¿En qué forma consideras que la complici-
dad del mundo del arte para con la guerra o el abuso de prisioneros es
similar a la de su participación en la economía capitalista? ¿Por qué
involucras a la obra de arte y sus espectadores con este terreno?
183
SIERRA_ La relación entre las armas y la evolución de la especie
humana parece evidente desde que se empezaron a utilizar húme-
ros de animales como única forma de supervivencia de la especie,
así que nuestra historia parece ligada sólidamente a la evolución de
estos artefactos de claras referencias fálicas. Este elemento en mi
trabajo aparece substituido por la pistola que esprea poliuretano
conectando lo que de otra forma no sabría cómo conectar: la pro-
tección que ofrece un aislante térmico con la violencia del arma.
Las dos formas de dominio: el amor y el odio. Lo que obtendremos
en esta acción es una imagen muy similar a la de los refugiados
que llegan a las costas europeas, primero protegidos de la hipo-
termia con mantas y después devueltos a sus lugares de partida.
Las protecciones blancas para el trabajo con poliuretano son idén-
ticas a las empleadas en desastres petroleros y así hasta crear una
serie de imágenes concatenadas que aglutinan desastres, frescos
en nuestra memoria. Como único resultado obtendremos poliure-
tano informe esparcido por el suelo y las paredes.
184
beneficioso crear estos conflictos. En efecto, tras las masacres de
Madrid sentí más ira de la habitual en estos casos, lo que resulta
bastante lógico habida cuenta de que soy de Madrid. Esto fue com-
partido por muchas personas en occidente pues Madrid podría
haber sido su ciudad. Las posibilidades de que se aloje en tu cabeza
un redactor de las noticias de la cnn crecen sobremanera y con ello
las posibilidades de éxito de las políticas más acomodaticias con los
deseos de las corporaciones. Esto tiene su contraparte en el mundo
panislámico. Así que lo que todos descubrimos con cierto horror
es que por mucho que hayamos querido huir estamos dentro de
un nuevo saco que, como, en las muñecas rusas, se superpondrá
para siempre a los anteriores.
185
Palabra de 350 cm. de altura por 1200 cm. de ancho. Iglesia de San
Matteo. Lucca, Italia. Mayo de 2004.
MARCO SCOTINI, 2010
187
La palabra NO contiene un alto valor semántico en tan sólo dos
símbolos gráficos. La transformación de esos signos en escul-
turas y su inserción en un contexto hacen que esta obra sea
potente, completa y, yo diría, necesaria. Durante el viaje hicimos
una road movie sobre el primer año de la gira. El NO se posiciona
en la encrucijada entre dos extremos: en el plano político significa
imposición, pero también emancipación. Todo depende de si es el
pastor el que se lo está diciendo a su rebaño o el rebaño el que se
lo está diciendo al pastor. Por eso, este NO funciona de forma tan
perfecta en los salones de arte como en las calles de los subur-
bios. La percepción social también es muy interesante, porque
NO es un objeto deseable tanto para los empleadores como para
los empleados; aunque algunos lo utilizan más que otros, todo el
mundo anhela tener el poder de decirlo y, al mismo tiempo, todo
el mundo teme el poder de aquellos que pueden decirlo. Cuando
ves el NO pasando por delante de tu casa puedes preguntarte si te
lo están diciendo a ti o eres tú quien lo dice. Y de ese modo pasa
a ser 100% local en cada etapa de su viaje. Es un tema candente,
que linda con lo arriesgado. Es un icono que funciona como un
imán, absorbiendo todos los «noes» que se va encontrando en
su camino, atrayendo hacia sí todas las prohibiciones diseñadas
para someter a la gente y todos los eslóganes contra el sistema. Es
una superficie negra que absorbe todas las longitudes de onda de
la luz sin reflejar ninguna, es denso. De ese modo suena atempo-
ral pero no lo es, y en eso radica una de mis principales razones
para realizar esta obra. Si quisiera dominar el comportamiento
de otro procedería por etapas. En la primera etapa lo que haría
sería esperar a ver si el comportamiento de ese otro podría cam-
biar por sí mismo, ahorrándome esfuerzos y evitando riesgos, ya
que me imaginaría que superarlo no sería de su agrado. Luego,
en una segunda etapa, intentaría cambiar su conducta hablando
tranquilamente, asumiendo ciertos riesgos. Y en una tercera
etapa es donde nuestro NO aparece, el riesgo puro en sí mismo,
188
porque la cuarta etapa es la violencia. El NO es el último recurso
antes de algo peor, porque el NO es no negociable, es la palabra
última y definitiva. Todo esto hace que el Tour sea una locura
porque es como hacer sonar una sirena antiaérea, es una obra
que se adapta como un guante a esta sociedad que se encuentra
en permanente estado de catástrofe.
189
coloquiales diríamos «mezclar las cartas que había sobre la mesa».
En esa época estaba viviendo en México y, en ocasiones, llegar
a Europa significaba ir trasvasando conceptos de un continente
a otro, palabras que seguían existiendo allí y palabras del viejo
teatro político que, como he dicho antes, he ido transportando
durante años con el NO, Global Tour.
190
PACO BARRAGÁN, 2011
191
Toronto y Miami, y visitará Islandia en enero. ¿Cómo surgió este
trabajo?
SIERRA_ Sí y no. Había lugares por los que era importante que el
NO pasara, como la ciudad de Londres, es decir, lugares que con-
centran una gran cantidad de maldad. En Londres, también se podía
ver el Contador de muerte: el contador del número de muertes en
Irak, según el Instituto Estadounidense de Estadística. Así que, sí,
hay puntos claramente seleccionados, como la otan, el gran templo
192
de la masacre y la barbarie y los otros grandes templos de la masacre
y la barbarie: el Pentágono y Wall Street. En Alemania, era más
metafórico. No sólo me interesaban los monumentos del poder, sino
también aquellos lugares donde las personas están luchando por
sobrevivir a causa de la depresión económica. En Detroit, por ejem-
plo, visitamos la sede de General Motors y todas las áreas circun-
dantes, que están totalmente vacías, como pueblos fantasmas. Y el
NO viajará a Islandia. Y sí, en agosto pasado proyectamos un NO
en la espalda del Papa en Madrid, ¡y fue un enorme placer para mí!
193
encontramos ante un teatro donde lo mismo es sublimado una
y otra vez: la plutocracia, el acaparamiento y el enriquecimiento de
un pequeño grupo a costa de una gran mayoría. Y el mundo del
arte es parte de eso y parte de esa plusvalía que le concedemos al
coleccionista como connoisseur. Estoy en contra de eso y en contra
de las ideas de «nación» y de «globalización». Deberíamos ser muy
cautelosos, especialmente con la «globalización», porque parece
que estamos frente a un tema nuevo y de candente actualidad por
estar utilizando una palabra nueva, pero en realidad es un fenó-
meno que empezó con el renacimiento y la aparición del capita-
lismo, primero muy lentamente y ahora a un ritmo desbocado.
194
SIERRA_ No, no estoy de acuerdo. Por ejemplo, siempre veo a ar-
tistas en la Plaza del Sol de Madrid participando en el movimiento
15-m. Tal vez haya más arte político entre las generaciones más jóve-
nes. En los años noventa, yo vivía en América Latina, en México.
195
performáticos para fascinar al creyente; y también es arte toda la
televisión basura que vemos, en la que todo es como un fantás-
tico guión de Hollywood donde los actores muertos ni siquiera
saben que lo están. Tengo una polémica al respecto con Artur
Zmijewski, que es el comisario de la Bienal de Berlín. Él insiste
en que no debo hacer una obra de arte sino una acción polí-
tica; y eso es algo curioso en alguien que es comisario de arte,
y de la Bienal de Berlín. Creo que no debemos llevar las cosas
hasta ese extremo, y cada uno de nosotros debe ser útil a la socie-
dad haciendo su trabajo y no convertirse en un problema para
la sociedad. Nosotros como artistas tenemos que encontrar la
manera de enfrentarnos al Estado y al capitalismo, y lo mismo
debería ser válido para un arquitecto, un médico, etcétera.
196
Persona diciendo una frase. New Street. Birmingham, Reino Unido. Febrero
de 2002.
NO, Global Tour. The film, 120 minutos, 35 mm. Madrid. Febrero de 2011.
HANS ULRICH OBRIST, 2012a
OBRIST_ Medina tiene mucho que ver con tu última obra. Siempre
dice «no».
199
SIERRA_ Evidentemente no podemos decir sí a todo. Imagino
que tu nombre o el de las instituciones y eventos que mencio-
nas le pueden sonar a main stream, e Isidoro es marginal por
vocación. A veces también ha dicho que sí a importantes institu-
ciones, no siempre dice no. El caso es que nunca se sabe con él
y eso quiere decir que es Isidoro quien decide en qué ocupar
su tiempo. Es un gesto de libertad que debes de tomarte, como la
obra en sí, porque esa fue la intervención que le pediste; decirte
que no. No te rindas, la próxima vez dile que vas de mi parte,
pero no te aseguro nada. La relación de todo esto con mi trabajo
tal vez sea más fácil de establecer desde fuera que desde dentro,
porque este tour [NO, Global Tour] ha sido mi vida durante dos
años. Si te interesa, te cuento cómo fue.
OBRIST_ Sí, desde luego. Me interesa mucho oír todo lo que tengas
que contarnos, porque vi la obra por primera vez en una feria, pero
está en constante movimiento, ¿no? Existe en muchos contextos dife-
rentes. Si pudieras hablarnos un poco sobre este viaje…
200
que empezamos el 18 de julio, que es una fecha muy desagra-
dable para los españoles y que me parecía un buen momento
para poner en marcha algo así. Empezó en Lucca, sin tener un
plan claro en mente. Es una escultura en madera pintada y pro-
tegida. Teníamos una exposición planeada, así que iniciamos un
viaje para mostrarla y poco a poco trazamos una ruta e incluso
logramos desplazarla por dos continentes. Ya hemos estado en
Europa occidental y en regiones industriales de Estados Unidos:
Detroit, Cleveland, Pittsburgh, Toronto, Nueva York y Miami.
Hay un material extraordinario para una road movie, que es en
lo que estamos trabajando. Y el lenguaje puede ser más cinema-
tográfico que propio de las artes plásticas, pero en realidad es la
película de un escultor y eso va a quedar muy claro. Así que eso
es lo que estoy haciendo.
201
la película no se puede estar rodando constantemente y por eso
había que acabarla.
202
SIERRA_ Es parecido a lo que tú me contabas sobre un contene-
dor que obstruye el paso, que es también el problema de la dis-
posición de la escultura en el espacio público, que tampoco tiene
por qué ser siempre «amable». Me gusta que una obra [de arte]
cause problemas, que no sea algo que miras y ya está. Quiero
poder accionar una palanca para que las cosas se muevan, para
que algo cambie. Y esta pieza, pues sí es muy de molestar; es una
pieza incómoda, como muchas otras.
OBRIST_ Tiene mucho que ver con ese proyecto con Pedro Reyes, con
la obstrucción en México.
203
OBRIST_ Es interesante porque en maratones anteriores en la Serpen-
tine Gallery de Londres hubo muchas protestas, protestas encadena-
das. Eric Hobsbawm hizo una gran protesta contra el olvido, Gilbert
and George hicieron una gran protesta contra las mochilas, contra los
mochileros, y Gustav Metzger, contra los aviones en el mundo del arte.
Toda una colección de protestas. Mi pregunta está relacionada con
La Torre de los Vientos, que es el espacio para los artistas de Pedro
Reyes. Hoy hemos estado hablando del museo y algunos artistas nos
han hablado de su museo ideal. Los hay que inventan sus propios espa-
cios para el arte, como Ernesto Neto cuando fundó su espacio en Río,
Gentil Carioca. Tengo mucha curiosidad por saber si tú has inventado
una estructura, ¿cuál es tu museo imaginario?
OBRIST_ Otra de mis preguntas tiene que ver con proyectos no reali-
zados. ¿Tienes proyectos sin realizar?
204
nuevo a relucir todas las historias en torno al cuadro. Picasso no
quería que el Guernica volviese a España hasta que aquí hubiese
una república, y mira dónde está el cuadro, en un museo que,
para mayor guasa, se llama Reina Sofía. En fin, en España los
coches de policía son marca [Citröen] Picasso. Fue un hombre
afortunado en vida, traicionado tras su muerte. Pero, bueno,
siempre queda la copia de Naciones Unidas en Nueva York, que
es la más famosa porque cuando anuncian bombardeos la tapan
con una tela azul, los muy canallas. Tal vez no esté todo perdido
y de algún modo aún pueda hacerse.
205
Persona obstruyendo una línea de containers. Kaj 3 Frinhamnen.
Estocolmo, Suecia. Febrero de 2009.
HANS ULRICH OBRIST, 2012b
207
con el museo, escribiendo cartas a las personas al mando. Es el
tipo de persona que sigue su propio camino, y creo que está muy
orgulloso de no ser parte de la corriente principal del arte, o de no
formar parte de los nombres que todo el mundo conoce. Es una
persona que ama su privacidad, y le encanta trabajar así: decir que
no o que sí de manera libre.
OBRIST_ Esto nos lleva al viaje que has organizado para la escultura
del NO, que ha sido mostrada en muchos contextos diferentes. Es una
gira, un viaje. ¿Cómo empezó todo?
208
en lugar de proyectar un flash proyecta una imagen, que desapa-
rece muy rápidamente. Sólo se puede captar con una cámara, se
activa mediante el flash de una cámara. Estuvimos lanzando flas-
hes de «NO, NO, NO» sobre el Papa durante su visita a Madrid
y muchas cámaras lo captaron, pero los ojos no podían verlo y
ni siquiera la televisión pudo captarla. Así que en cierto modo es
una continuación del NO, y parece adecuado hacer una versión
diferente del NO por lo menos una vez al año. Hay algunas otras
piezas en las que estoy trabajando ahora del mismo modo que
con el NO, Global Tour. Por ejemplo, en Berlín recientemente
repetimos 400 carteles negros, realizado por primera vez aquí en
Londres en 2008. Me gusta esa idea de tener carteles negros por
todas partes. Es la negación de la publicidad, pero también podría
ser una imagen libertaria. O podría ser una negación de las imá-
genes católicas. Es decir, que es una pieza que puede viajar.
209
Occidental, Holanda, el Reino Unido, la costa francesa, España;
las zonas industriales de Estados Unidos, Detroit, Cleveland,
etc..; la capital del imperio económico, Nueva York, y del imperio
militar, Washington. Luego dejamos de rodar la película, pero no
abandonamos el viaje, el NO continuó recorriendo Polonia, Japón
y muchos otros lugares.
SIERRA_ Sí. Cuando miro las fotos que saqué con una cámara que
siempre llevo conmigo en los viajes, es como una película. Hacer
la película resultaba muy natural, seguir la obra, capturar las mis-
mas imágenes que estaba tratando de captar con mi cámara. Tene-
mos un cámara fantástico, Diego Santomé, y también contamos
con un equipo de montaje, entre los que se encuentra Iván Aledo.
Pero es un equipo muy reducido. Y también mezclamos la película
con otras piezas que fuimos haciendo por el camino, por ejemplo
el Enterramiento de diez trabajadores (2010) en Calambrone.
210
OBRIST_ Y el hecho de que la gente pueda solicitar llevarse el NO
a su ciudad a través de la página web, es una forma diferente de usar
internet: se convierte en una especie de circuito de retroalimentación.
211
calles, para que te calmes. Vamos a tomarnos una foto contigo
y un montón de gente con corbata y aparecerás en los periódi-
cos». Así que no lo acepté. El Gobierno de España y muchos
otros gobiernos tienen tropas en estúpidas guerras imperialis-
tas en todo el mundo. No puedo aceptar la declaración de un
Gobierno así. También decidieron dar una cantidad increíble de
dinero a los bancos, con el fin de resolver... no sé qué. No, yo no
puedo estrechar la mano de esas personas, porque desapruebo
profundamente a esos políticos y sus acciones.
212
SIERRA_ Cuando era joven, estuvimos colaborando. Encontra-
bas afinidades con otros artistas y establecías una colaboración,
ya que la colaboración te permite enfrentarte a un proyecto difí-
cil o encontrar nuevos espacios. Así que Manuel Ludeña, Almut
Linde y yo creamos un grupo que se movía entre Hamburgo
y Madrid. Hicimos unas cuatro exposiciones juntos y luego la
colaboración terminó porque cada uno quería desarrollar su pro-
pia carrera. Después me fui a México, donde establecí contactos
diferentes y viví experiencias diferentes.
213
que se llamaba La Torre de los Vientos. Fue el día que llegué a México
y, nunca lo olvidaré, vimos el vídeo de Obstrucción de una vía con
un contenedor de carga, de noviembre de 1998, uno de los vídeos
más antiguos de tu archivo, donde ya presentas este tema de la obs-
trucción, que después cobró importancia en muchas otras piezas. En
esencia, lo que hiciste fue colocar un camión obstruyendo el tráfico.
¿Puedes hablarnos acerca de esa obra?
214
SIERRA_El vídeo está en mi sitio web y fue rodado hace uno o dos
años, en Suecia. La idea era copiar la imagen de la Plaza de Tianan-
mén, donde alguien muy pequeño bloquea el paso de unos tanques.
Decidí crear una situación similar, pero usando tráilers, porque
los tráilers son contenedores de mercancía. El bloqueo duró diez
minutos y fue muy tenso, porque en diez minutos pueden pasar
muchas cosas. En mi sitio web se puede percibir esa intensidad.
215
giran en torno a la construcción y la arquitectura y las casas, y en
torno a las obstrucciones, a la circulación— se produce cuando las
personas pasan a formar parte de la obra, y que ese es un cordón
umbilical que, posteriormente, une los distintos trabajos. ¿Recuer-
das cómo sucedió? ¿Tuviste una epifanía en la que, de repente, se te
ocurrió la idea de crear una especie de escultura viva, o fue algo que
sucedió poco a poco? ¿Cuál fue la primera pieza?
216
«la primavera», por ejemplo, sino decir: «esta es una mujer que
no tiene trabajo; nosotros lo estamos creando para ella». Esa es
la diferencia.
217
mientras mataban. Disfrutaron viéndolas, y luego probable-
mente disfrutaron «matando» a otras personas en su PlaySta-
tion. Y entonces un día cumplen veinticinco años, y reconocen
que realmente han matado a gente. Muchos de ellos se quedan
completamente destrozados. El problema es que el sistema edu-
cativo produce personas sin creatividad. Están listos para recibir
instrucciones, pero no están listos para actuar por sí mismos,
y eso me entristece mucho, porque ahora hay personas así por
todas partes. En Alemania no habían tenido veteranos durante
décadas, y ahora los tienen. En España... ¿veteranos de qué? ¿De
qué guerra? ¿Quién es el enemigo de España? Esa es la locura:
simplemente, estamos luchando las guerras de otros.
OBRIST_ Hay otro tipo de obras en la que trabajas con gente: aque-
llas en las que la obra se vuelve invisible. 100 personas escondidas
(2003) es totalmente invisible porque la obra es la calle. ¿Puedes des-
cribir este tipo de obras?
SIERRA_ Esas obras también son mis favoritas, porque son muy
potentes. Imaginemos que todas las personas que componen
este público se escondieran, pero supiéramos que estaban aquí.
Es muy raro. A veces no mostrar es más poderoso que mostrar.
Uno sabe que hay 100 personas ocultas y la calle se convierte
en algo totalmente diferente. Haces la fotografía, pero no es una
fotografía de algo vacío. Está llena y, en este caso, llena de perso-
nas que estaban en el paro. Los trabajadores y los desempleados
son los personajes principales y centrales de toda mi obra. Por
eso les he dedicado esta exposición.
218
remuneradas con 30 soles la hora, 2001]. También hubo 465 per-
sonas en el Museo Tamayo en México [465 personas remunera-
das, 1999]. ¿Puedes hablarnos sobre estas obras con grandes grupos
de personas?
219
OBRIST_ También hay otras piezas que son permanentes, como
la Línea de 160 cm tatuada sobre 4 personas (2000). Ese tatuaje
permanece. Cuando vi el vídeo otra vez esta mañana, pensé en algu-
nas de tus piezas anteriores, como 30 bloques de pan alineados
(1996). La línea de ciento sesenta centímetros casi podría ser una idea
de Stanley Brouwn, mientras que 30 bloques de pan era obviamente
un comentario sobre Carl Andre. ¿Puedes hablar un poco acerca de la
conexión de estas obras con el arte conceptual o minimalista?
220
comentarnos esa obra y explicar de qué modo está relacionada con
Beuys, la escultura social o con Vostell, con Fluxus.
221
OBRIST_ ¿Tienes algún proyecto que sea demasiado grande o dema-
siado pequeño para ser realizado? ¿O proyectos que puedan haber
sido censurados o autocensurados?
OBRIST_ ¿Qué pasó exactamente con Sumisión? Una parte del pro-
yecto quedó sin realizar, ¿no?
SIERRA_ Una parte del proyecto quedó sin realizar, pero esa es la
realidad de ese proyecto. Existe. No siento que no hice nada, por-
que el proyecto estuvo allí durante cinco meses. Excavamos las
letras de la palabra «sumisión» en una parcela de tierra abando-
nada. El enfrentamiento llegó cuando quisimos prenderle fuego.
Como en cualquier país, se necesita un permiso para hacer eso.
222
Pero las personas que trabajaban conmigo fueron expulsadas de
la parcela. Eso es lo que yo llamo represión o censura.
223
SIERRA_ Eso sería mucho mejor, sí, pero...
224
mucho sobre eso. ¿Cómo abordó ese tema? ¿Qué opinaron sobre su
arte en aquel momento?
225
SIERRA_ El trabajo es agradable. Disfruto haciendo mi trabajo.
Me gusta. Sigo haciendo arte porque soy lo que soy capaz de hacer.
No sé si eso es estúpido, pero es lo que estoy haciendo. Esa es la
única razón.
OBRIST_ Tengo una última pregunta: veo que hay muchos artis-
tas jóvenes entre el público y me interesaría saber cuál sería tu con-
sejo a un joven artista. Ha dicho antes que para ti la clave reside en
poder ejercer tu libertad y no prestar atención a lo que dicen los demás.
¿Puedes hablar un poco más sobre eso?
226
represión, pero después de muchos años de hacerlo, he decidido
que quizá ha llegado el momento de señalar con el dedo. Creo que
esto fue parte de la motivación que impulsó el viaje del NO y la
serie No proyectado sobre el papa. En Reikiavik, quise hacer un
homenaje a la gente, a la revolución que habían iniciado allí, que
ahora es llamada la Revolución de las cacerolas. La situación en
Islandia, como en todas partes ahora, estaba muy mal después de
2008 y la gente no lo aceptó sin más, sino que se movilizaron hasta
que el Gobierno dimitió y los banksters y sus empleados, los polí-
ticos, que habían causado la situación, rindieron cuentas por ello.
227
Ya no decimos «libertad, igualdad y fraternidad». La referencia a la
Declaración francesa de los Derechos del Hombre es un poco iró-
nica. La libertad dentro de ese contexto siempre se refiere al con-
trato social, así que sólo existe dentro del orden del Estado. La
desobediencia civil es un derecho restringido a los ciudadanos que
pertenecen a un Estado, y no estoy totalmente de acuerdo con que
el Estado sea la entidad que otorga los derechos a los seres huma-
nos. Yo, igual que todos los demás, no necesito ser gobernado.
228
La cuña negra, primer monumento a la desobediencia civil. Afuera del Edificio
del Parlamento Islandés. Austurvöllur, Reykjavik, Islandia. Enero de 2012.
Veteranos de las guerras de Afganitán, Irak e Irlanda del Norte de cara a la
pared. Viviendas de los Oficiales y Edificio de la Torre del Reloj, Barracas
Ebrington. Londonderry, Irlanda del Norte, Reino Unido. Octubre de 2013.
JUAN ALBARRÁN, 2012
231
tenía que hacer trabajos muy desagradables. Por eso al final me
voy a México donde pienso que voy a obtener una posición mejor.
La diferencia entre el ambiente de Hamburgo y el de Madrid era
muy grande. Si hacías una buena exposición en una casa okupa
o en un espacio alternativo de Hamburgo, la gente del mundo del
arte iba a verla, había interés. Además allí había una escuela estu-
penda con profesores como F. E. Walter, S. Brouwn, B. J. Blume,
S. Polke —que, por cierto, no me aceptó en sus clases—. En la
facultad de Madrid, la lección maestra en 50 curso consistía en
enseñarte a pintar unas uvas. La diferencia era como de la noche
al día. La experiencia en Alemania me gustó mucho, pero después
de la caída del Muro las cosas fueron más difíciles, había dificul-
tades para trabajar, el idioma también era un problema, y me volví.
232
todos de sobra. Como artista, a mí Pedro no me entusiasmaba,
la verdad. En esa época, la performance era siempre desnudarse
y prender una vela, como quien dice. Y Pedro era de los que reivin-
dicaban la performance como una acción con el cuerpo desnudo.
Su trabajo como performer no me interesaba demasiado, pero
algunas piezas eran muy buenas. Por ejemplo, esa acción con
los palillos en los dientes, que he intentado copiar por todos los
medios. Mi pieza con los dientes de los gitanos recuerda vaga-
mente a la de Pedro [Campaña dientes de los últimos gitanos de
Ponticelli, 2009]. Me gustaba la idea de los dientes. Enseñar los
dientes es un signo universal.
Con respecto a Isidoro Valcárcel, él era —y es— un tipo estu-
pendo. No tenía ningún problema en venir a tu casa a ver tu tra-
bajo aunque fueses un chaval de veinte años. Hablaba con todo
el mundo. Era alguien de otra generación que te hacía caso, y eso
te anima mucho. Y también era un ejemplo de moralidad. En esa
época yo era mucho más radical, estaba más de acuerdo con Val-
cárcel en el sentido de que creía que era importante no vender el
trabajo, mantenerse puro, etc. Ahora creo que esas son actitudes
para hijos de familias ricas. En mi caso, no me lo puedo permitir,
tenía que ganar dinero y no había otra manera. Algún día, a nivel
internacional se darán cuenta de la importancia de Valcárcel. Es
un personaje de un peso fundamental. Él siempre ha estado ahí.
233
yo la veo, más bien, entre trabajar negociando o sin negociar.
Hay veces que hago una pieza en la calle, sin decírselo a nadie,
y después ya veo cómo la formalizo —fotografía, vídeo, etc.—.
Eso es muy distinto de cuando tienes que negociar en cualquier
espacio, grande o pequeño. He estado mucho tiempo trabajando
en espacios alternativos, pero no soy demasiado entusiasta de lo
alternativo. Son espacios en los que puedes decir lo que quie-
ras, pero a nadie le importan un carajo porque nadie te oye. Son
espacios donde todo el mundo se ayuda, hay solidaridad, hay otro
tipo de valores. Lo cual está muy bien. Pero en realidad son salas
de espera al mundo profesional. No creo que sean otra cosa. Allí
trabajas con la posibilidad de tener errores, posibilidad que no
tienes en una institución donde no te puedes equivocar. El pro-
blema, insisto, es que no te oye nadie. En los espacios no institu-
cionales tienes una libertad que no tienes en otro sitio.
El nivel de negociación, claro está, aumenta en una institu-
ción. Nunca sabes lo que va a pasar. En un museo trabaja mucha
gente. A menudo, la relación entre los miembros de los equipos
de gestión es mala, yo siempre he tenido problemas en la nego-
ciación, y eso me gusta. Creo que en la institución hay que tratar
de crear problemas, como en una especie de acción directa soft.
No sé si se le puede llamar a eso crítica institucional. No sé si
tenemos la categoría moral suficiente. Nosotros vendemos obje-
tos a los ricos. El perro ladra, los pájaros cantan y yo blasfemo.
Los artistas blasfemamos, hacemos arte. Es mi trabajo.
ALBARRÁN_ Tal vez, a ciertos sectores del mundo del arte no le ape-
tece ver lo que tú visibilizas.
234
ellos los que lo hacen mal. Cuando empecé a trabajar en Europa
de nuevo, me pedían constantemente mostrar carnaza, mostrar
miseria. Se me pidió hasta la saciedad mostrar la misma pieza
(«lo de los mexicanos»), cuando yo quería hacer piezas nuevas
que hablasen de otros contextos.
SIERRA_ Parece que los museos son como las catedrales medie-
vales: cada ciudad quiere tener una, a ser posible muy grande
y sin importar demasiado lo que se meta dentro. Hay institucio-
nes maravillosas en las que se trabaja bien y que tienen progra-
maciones dignas, y otras que no lo son tanto. Todo depende del
criterio del director a la hora de montar su equipo, coordinarlos
y marcar líneas de trabajo. He visto un crecimiento brutal de ins-
tituciones. Creo que las provincias han desaparecido del mapa
institucional, algo de lo que no se han dado cuenta los críticos
de arte. Los críticos van a provincias a decir tonterías y luego
vuelven a Madrid a hacerse los serios. Sin embargo, en las pro-
vincias creo que hay centros de calidad.
235
ambiente merecía la pena. Antes de irme, algunos amigos que
viajaban mucho a Latinoamérica me habían dicho que México
estaba muerto, que sólo había galerías conservadoras. Cuando
llegué me encontré con algo muy distinto. Recuerdo, por ejem-
plo, el festival de performance de México, que se organizaba en
el Ex-Teresa, con largas colas de gente esperando para entrar.
Había un público para la performance. Cuando un artista quería
hacer una exposición en México, sacaba los muebles de su habi-
tación y la montaba allí mismo. Era muy normal y la gente iba
a verla. El ambiente en ese sentido era mucho más dinámico que
en España. También recuerdo La Panadería, un lugar que inau-
guraba exposiciones todos los miércoles. En esos momentos, al
mismo tiempo, me deja de interesar el arte. Me interesa mucho
más la realidad de la calle.
236
ALBARRÁN_ Esta documentación siempre es en blanco y negro
—nunca en color— lo cual hace pensar de inmediato en una cita
consciente al fotoconceptualismo de los setenta. Sin embargo, tus foto-
grafías suelen editarse como cuadros de gran formato. ¿Esto es así
por una decisión meramente estética —la capacidad de absorción de
una imagen de gran tamaño colgada en un muro—, por la voluntad
de subvertir la pobreza tradicional de la documentación de perfor-
mances y obras conceptuales, o por la necesidad de que las imágenes
alcancen un elevado valor de mercado —elemento importante en el
proceso de visibilización de los mecanismos del trabajo alienado y la
producción de plusvalías—?
237
ALBARRÁN_ ¿En qué medida el desarrollo de tus performances
está controlado por ti y hasta qué punto son los «trabajadores», como
intérpretes subcontratados, los que le dan forma de una manera
autónoma? ¿En algún momento has llegado a perder el control de
una performance?
SIERRA_ El arte sirve para que hablemos. Una buena obra de arte
provoca discusión. Nosotros tenemos la suerte de poder hablar.
El arte te permite hablar. Pero no sé si puede cambiar la realidad.
Creo que el orden establecido no puede cambiarse, es como una
maldición que nos han echado.
238
ALBARRÁN_ Algunos de tus proyectos han sido censurados ¿Con-
sideras que la censura legitima políticamente tu trabajo o, al menos,
demuestra que en ningún caso es inocuo en términos políticos?
239
un artista. Las fotos suelen reflejar el momento más «duro» de
la acción. Con los chicos de La Habana, por ejemplo, lo pasa-
mos muy bien, eran la banda de la playa, los que vacilaban con
las chicas, etc., y luego estuvimos de parranda con ellos. Trata-
mos de llevarlo lo mejor posible. En ocasiones hemos tratado
con gente que está realmente mal, en medio de un proceso trá-
gico. Entonces no lo pasas bien, pero en el proceso de negocia-
ción ellos toman consciencia de que ese trabajo es una forma
de decir que existen. Por ejemplo, con los chechenos fue así
[Trabajadores que no pueden ser pagados remunerados por perma-
necer dentro de cajas de cartón, 2000]. Imagínate un colectivo de
personas que no pueden trabajar porque no tienen permisos
y que están metidos en casa mientras sus hijos roban radioca-
settes. Tuve que ser muy convincente para que aceptaran y sólo
lo hicieron como una forma de hacer ver que estaban ahí.
240
SIERRA_ Esas performance han sido importantes para mí, pero
tienen problemas. Esa actitud tiene que ver con los mártires cató-
licos, el artista era el protagonista, era la obra de arte. Me parecen
actitudes poco honestas. El artista se flagela en solidaridad con
los que lo pasan mal. Pero en el fondo eres tú, Chris Burden,
quien lo firma, sales tú en la acción, con tu cara, forma parte de
tu obra y la tortura no es real. Antes yo trabajaba en las acciones.
Pero en México dejé de trabajar cuando me di cuenta, durante
una performance, de lo ridículo que era trabajar con los «galleros»
que descargan camiones de basura. Yo ahí no pintaba nada, era
un paripé. Había que salirse. Yo me incluyo como jefe, como
patrón, aparezco a veces al fondo pagando a los trabajadores. Es
verdad que al principio, en México, yo no estaba demasiado lejos
de esta gente, estaba casi tan mal como ellos. Después ya sí. De
hecho, cuando empecé a tener una situación económica más des-
ahogada este tipo de trabajos fueron perdiendo dureza, he ido
cambiando algunas cosas. Los trabajos son más escultóricos,
más alegóricos y menos crueles.
241
Los Encargados. Madrid, España. Agosto de 2012. (Con Jorge Galindo).
FIETTA JARQUE, 2013
243
a Helga de Alvear y a su equipo de profesionales el apoyo que
nos ha brindado para llevar adelante el proyecto. El proyecto lo
forman siete cuadros de gran formato evocando los cartelones
de cine de la Gran Vía y en cada cuadro hay un retrato en blanco
y negro e invertido de cada uno de los presidentes de la demo-
cracia más su jefe de Estado. Luego los sacamos en procesión
por la Gran Vía. El resultado de todo ello es lo que mostraremos
en la galería.
244
de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, entre otras
muchas desgracias. España es una monarquía por la gracia del
Pentágono, a quienes lo que les importa es la estabilidad de sus
bases militares. Es súbdita de la Unión Europea, una autén-
tica cueva de piratas, desde donde un día se ordena desmante-
lar la industria para contentar a los industriales del norte; otro,
desmontar la agricultura para contentar a la agroindustria de
Francia; o, como vemos últimamente, jalear el robo a espuertas
sobre la población peninsular. La Unión Europea nos quiere
como camareros y albañiles con la ciencia prohibida y la cul-
tura de rodillas, sin universidades: brutos, pobres y enfermos.
Este es un país de asesinos y de asesinados, con las cunetas lle-
nas de olvidados y las calles llenas de intocables. Aquí se entie-
rra a los fascistas con gaiteros y se celebran las matanzas del
Nuevo Mundo y, cuando no, se divierten torturando bestias los
domingos. Luego está la mafia de Roma que entiende la sodo-
mía como un método pedagógico perfectamente aceptable, los
señoritos, la clase de los peces gordos, el fútbol, los media, etcé-
tera. Un maldito desastre. Es la apoteosis de los cretinos. Pero
lo realmente preocupante es la obediencia. Ese es el mayor pro-
blema que tenemos, la obediencia y la candidez.
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SIERRA_ El trabajo no es necesario. Y lo que estoy diciendo es
eso: el trabajo siempre es explotación. Es necesario huir de los
imaginarios que dignifican al trabajador sin cuestionarse la natu-
raleza misma del trabajo. Si a la moralidad burguesa le molesta
lo que hago, pueden irse a la ópera, que aún quedan entradas, allí
no verán pobres. Yo no soy propietario de cadenas de confección
de ropa barata con niños esclavos en países exóticos, tampoco
vendo masivamente productos tóxicos o engaño a ancianas para
robarles los ahorros de su vida, como hace la gente fina de este
país. Me dedico al arte contemporáneo, que es una ocupación, no
un delito. Me encantaría ver un día preguntas de este cariz dirigi-
das a los grandes peces gordos. Desde mi posición como artista,
hago acciones puntuales, siempre dentro de la legalidad, porque
no soy el dueño de un banco o una momia del antiguo régimen.
Sé lo que es trabajar y no me gusta nada, así que van con todos mis
respetos. Si para hablar contra el sistema hay que ser un homeless,
no podríamos hablar y sólo nos quedaría aplaudir desde la grada.
246
JARQUE_ ¿Cómo fue el casting? ¿Qué perfil buscabas?
247
JARQUE_ Cuando te pregunté, en su momento, sobre la autoría de
esa acción respondiste: «Es un acto claro de desafecto al régimen fas-
cista encabezado por el militar franquista que caza elefantes. Noso-
tros no somos una organización, solo somos antifascistas». ¿Por qué
no está incluido Franco y sí todos los gobernantes de la democracia?
248
Eugenio Merino, denunciado por esa Fundación por faltas al
honor, es como si la Fundación Adolf Hitler denunciara a Mauri-
zio Cattelan por faltas al honor. Delirante pero real. Lo de Franco
merece un capítulo aparte, él y sus franconsteins. En Los Encarga-
dos hablamos de un fascismo de tapadillo, de la gran estafa de la
democracia. Franco dejó todo atado y bien atado.
Franco y la cia.
249
sabemos a lo que va: a robar. Libertad es un concepto que debe
ser recuperado, porque define algo inexistente que urge repensar.
Tiene difícil rescate pero merece la pena intentarlo.
250
20 trabajadores en la bodega de un barco. Maremagnum y amarre de
«Golondrinas» en el puerto de Barcelona. Barcelona, España. Julio de 2001.
8 personas remuneradas para permanecer en el interior de cajas de cartón.
Edificio G&T. Ciudad de Guatemala, Guatemala. Agosto de 1999.
ROTEM ROZENTAL, 2014
253
SIERRA_ En el arte hay siempre manipulación, pues consiste
en que una idea producida en mi cabeza se reproduzca luego en
la cabeza de otra persona. Para ello se apela a la sensibilidad del
espectador mediante sensaciones más que con argumentos, por
eso Platón nos expulsó de su República. El arte es demagogia en
cierto modo y ésa es la razón por la que la política lo usa tanto.
En la política hay banderas de colores, canciones, tramas argu-
mentales ficticias… El arte es muy poderoso, por eso lo usan los
políticos. A las personas nos impacta más una imagen que un
argumento racional y objetivo.
254
belicista acostumbrado. Era un proyecto muy intenso. Estoy expo-
niendo otra pieza en un museo en Jerusalén, así que la cosa no
era conmigo, era con la acción en sí. Cuando hablan las armas
toca callarse la boca.
En cuanto a las reacciones, hay un boicot cultural a Israel
y obviamente no lo estoy secundando. Si trabajásemos sólo en
países no involucrados en asesinatos en masa de población civil
no podríamos exponer más que en el Reino de Bután, y ni si-
quiera eso. Odio a todos los ejércitos por igual, en eso no hago
distinciones. Ojo, digo ejércitos, porque el pueblo organizado en
su autodefensa es emancipador y siempre entenderé la violencia
organizada del esclavo. Tampoco he trabajado nunca en un país
con cuyo gobierno esté de acuerdo; y es que no trabajo para la cla-
se política. Esos me dan asco. Mi público es la gente, y si la gente
está sufriendo una situación de demencia belicista con más ra-
zón para ir a hablar contra la guerra. Aprovecho para mandar un
abrazo a la gente de Artists Against the War, ése es el camino.
255
ROZENTAL_ El cuerpo humano y el espacio físico que el cuerpo ha-
bita emerge repetidamente en tus proyectos. En 2003 examinaste el
movimiento de los cuerpos a través de las fronteras y las economías
mediante la realización de un campo de hoyos localizado donde los
refugiados africanos aterrizan cuando llegan ilegalmente a Europa.
Contrataste trabajadores africanos para cavar los agujeros en el suelo,
que fueron registrados mediante fotografía aérea, de forma parecida al
minimalismo visual de las instalaciones del land art. Unos años antes,
en 1999, exhibiste el trabajo 8 personas remuneradas para perma-
necer en el interior de cajas de cartón en Guatemala. ¿Cómo se
materializaron estos proyectos?
256
SIERRA_ El minimalismo consigue un efecto de presencia, ma-
terialidad y evidencia de gran eficacia formal. Los minimalistas
intentaron hacer un abc sintáctico, despreciando completamente
cualquier referencia externa. Son orgullosamente arreferencia-
les y hay ahí una especie de pecado de soberbia. No es que crea
que las formas minimalistas no dicen nada. Las obras de Donald
Judd, por ejemplo, no se podrían haber hecho en otro momento
histórico. Tienen una relación notable con la arquitectura con-
temporánea de su época, con esos grandes bloques corporativos,
con la industria del container. El minimalismo fue algo muy
bueno para usar, como un frasco vacío en el que pones lo que
quieras. En las primeras obras, yo estaba pensando claramente
en la mercancía. Cuando se habla del marxismo en mi obra, se
habla de esto: la relación con el fetiche de la mercancía, teorizado
en el capítulo primero de El capital. Pero en la mercancía, como
todos sabemos, no deben quedar rastros de los trabajadores, del
proceso, y yo trataba de hacer todo lo contrario. Quería hacer un
arte materialista que no hablase del deseo sino de la realidad, con
huellas de los trabajadores en los cubos. A partir de ese momen-
to, empecé a no limpiar las salas de arte, a dejar la suciedad en la
sala, e incluso los restos de comida de los trabajadores. Pero hay
otro aspecto interesante en el minimalismo y es el metodológico.
El ahorro radical de elementos, su famoso menos es más, lo que
aplicado a los aspectos semánticos es tremendamente útil.
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o 184 trabajadores peruanos (2007), que recibieron 15 $ y una co-
mida por posar para una serie fotográfica en la que tomaron parte.
También me pregunto si proyectos como NO, Global Tour (2009),
en el que la palabra NO, montada como una instalación de gran
escala, viajó a varias localizaciones alrededor del mundo, también
emergen de esas preocupaciones sobre el cruce de fronteras y la resis-
tencia a los sistemas de trabajo existentes.
SIERRA_ El trabajo no es necesario; el trabajo es la dictadura y eso
es lo que digo con mi obra. Gente de alquiler, gente que vende
su cuerpo, su inteligencia y su tiempo en beneficio ajeno, que pos-
pone vivir eternamente y todo ello cada vez en peores condiciones.
¿Cómo lo llamamos a eso? Dictadura. El trabajo tampoco libera,
no podemos estar de acuerdo con el lema «Arbeit macht frei» con
el que los nazis recibían a sus esclavos. La dignidad del trabaja-
dor no emana de su trabajo, su dignidad proviene de otra parte.
258
extraterrestres puedan ayudar a esta gente; la gente real no sabe
ni que existen.
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586 horas de trabajo. Plaza de la Veleta, Cáceres, España. Abril de 2004.
THOMAS D. TRUMMER, 2015
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cuatro elementos —el cubo representaría la tierra— y por supuesto en
la larga lista de trabajos arraigados en la historia del arte minimal.
El cubo de Tony Smith se ha convertido en un monumento emblemá-
tico, por ejemplo. ¿Cómo te refieres a estas diversas tradiciones, estas
alusiones inherentes, estos usos diferentes de la forma?
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sus declaraciones. Me gusta hablar de la escultura como un tipo de
«declaración» sin palabras y llevarla más allá. Tu has visto su monu-
mento alto en la esquina y paseaste realmente sobre la «lápida» junto
al edificio de oficinas. ¿Cuál es tu interés en este cúmulo de trabajo?
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expectativas y la humillación. Sin ninguna duda tu trabajo es una de
las expresiones más relevantes para poner en primer plano aspectos
ocultos del capitalismo, su represión y su negativa a reformarse en el
sentido de una construcción más social de la vida y las comunidades.
¿Por qué ves el arte como un medio político?
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