Está en la página 1de 7

1 de 6 en Cultura 

anterior siguiente

TRIBUNA: JOHN BERGER

Jean-Michel Basquiat, una revelación


JOHN BERGER 01/02/2011

Vota

Resultado 29 votos





 

Un rosario de exposiciones sobre su figura (la última, en París) y el


perenne interés del mercado por su obra sirven al autor para
reflexionar sobre el poder de la pintura de Jean-Michel Basquiat

Antes de llegar hasta él hay que superar mucha retórica hueca


porque se ha convertido en una leyenda, primero local y luego
mundial. También es necesario hacer caso omiso de los
alaridos de un puñado de marchantes oportunistas. De
haberse presentado en la inauguración de la reciente
exposición, celebrada en el que habría sido su 50º cumpleaños
(murió a los 28 años), lo más seguro es que hubiera aparecido
con varios días de retraso.

 COTIZACIÓN AL ALZA
La noticia en otros webs

 webs en español
 en otros idiomas

Se conmemora el 50º aniversario del artista, muerto en 1988


a los 28 años

No obstante, cuando uno se encuentra cara a cara con lo que


hizo Jean-Michel Basquiat sufre una revelación, como han
podido comprobar los miles de parisienses que hicieron hasta
una hora de cola a la intemperie para visitar la exposición del
Museo de Arte Moderno de la ciudad. Los había de todas las
edades, pero la mayoría eran jóvenes.

Afrontar su obra o verse asaltado por ella tiene poco que ver
con la "alta cultura" o con los privilegios VIP. Sí guarda mucha
relación con las mentiras (visuales, verbales y acústicas) que
hoy en día se nos imponen a cada minuto. La revelación es
precisamente esta: contemplar todas esas mentiras
desarticuladas y deshechas.

El legendario currículo de Basquiat evoca parte de su


experiencia existencial: un chico negro haitiano-
puertorriqueño que vive en las calles de Nueva York, estampa
su firma en las paredes y luego empieza a pintar cuadros que
se exponen y se venden en todo el mundo a través de los
marchantes, que se comportan como buitres; un chico que
colabora durante un año con Warhol pintando de una forma
atrevida y muy pura en los mismos lienzos; un chaval que
durante una década produce miles de imágenes y luego muere
de sobredosis. Esta biografía y las muchas fotos que tomaron
de él evocan parte de lo que vivió, pero apenas nos dicen nada
sobre el secreto de su arte o la forma que tiene de
desenmascarar las mentiras que nos rodean.

Por lo general, cuando un hombre o una mujer quiere rebatir


las falacias que le rodean, y con las que vive, lo hace con
argumentos en busca de las verdades ocultas. James Baldwin
o Angela Davies son ejemplos de un periodo anterior, pero
ambos, al ser negros, lucharon contra algunas de esas mismas
mentiras.

Basquiat eligió una estrategia distinta. Intuyó que hoy las


verdades vitales y ocultas no se pueden describir con ninguno
de los idiomas que se utilizan constantemente para promover
mentiras: veía cualquier lengua oficial como un código para
transmitir mensajes falsos. Su estrategia como pintor era
desacreditar y romper esos códigos y dejar que entraran
algunas verdades vibrantes, invisibles y clandestinas. Su
táctica como pintor tiene que ver con algunas formas del rap y
también guarda relación, aunque de forma distinta, con los
empeños de Julian Assange y Wikileaks, en los que actúa a la
manera de un saboteador. Como artista, Basquiat deletrea el
mundo en un idioma que está deliberadamente
-ontológicamente- roto.

Para aclarar lo anterior, pensemos por un momento en los


ciegos (Basquiat tenía una vista muy afilada, pero la
comparación puede sernos útil). Observen a una persona ciega
transitando por algún sitio público: andando por la calle,
cruzando la calle, subiendo por una escalera mecánica,
viajando en un vagón de metro, bajándose al andén o
subiendo unas escaleras. Los ciegos se mueven y sortean los
obstáculos haciendo preguntas y recibiendo respuestas con
todos los sentidos excepto la vista. Y a veces, sobre todo si van
dos juntos, se mueven y se abren camino con más rapidez y
eficacia que los que pueden ver.

Los ciegos reciben la información y las perspectivas que les


ofrecen los sonidos, el aire, sus bocanadas y temperaturas, el
roce de sus bastones, los pies y las manos. Para ellos, cada
sentido tiene su propio lenguaje con el que reconoce y define
lo que existe. Sin embargo, lo que distingue a los ciegos de los
que pueden ver es que los primeros aceptan que una gran
parte de lo que existe es indescriptible: familiar,
reconstituyente, odioso o adorable, esencial, pero, no
obstante, indescriptible por ser invisible.

Como pintor, al enfrentarse al mundo al que se tuvo que


enfrentar, Basquiat era profundamente consciente, al igual
que un ciego, de que una gran parte de lo real es
indescriptible. Para él, su ansiado objetivo, la labor sagrada de
pintar, consistía en sintonizar con lo invisible, de forma
parecida a como un diagrama anatómico sintoniza con el
funcionamiento invisible de un cuerpo vivo. ¿Y por qué quería
hacerlo? Porque no se puede mentir sobre algo invisible.

Uno de sus autorretratos es una especie de diagrama de


montaje para hacer que encajen una camisa, un par de brazos,
dos rótulas, una calavera y unas botas. El espacio para él está
muy presente; pero él, dentro de ese espacio, es invisible, y
por tanto no puede ser capturado por ninguna mentira oficial
ni ningún cliché.

Su cuadro titulado Dog and boy in a Johnnypump [Perro y


niño en una boca de incendio] es una pantalla de salpicaduras
que expresan la excitación, la furia y la diversión de un niño y
un perro en un bochornoso día de verano en Brooklyn
empapándose con chorros de agua fría de una boca de
incendio. Aunque ni el perro ni el niño son identificables o
descriptibles. Eso no significa que se muestren evasivos: solo
significa que son libres y que ninguna mentira los puede
definir.

¿Cómo ponía en práctica su estrategia? ¿Cómo procedía en el


plano visual o gráfico? Inventó su propio alfabeto visual, que
estaba formado no por 26 signos, sino por centenares de ellos.
Incluían el alfabeto romano, números, signos geométricos,
emblemas de pintadas, logos, símbolos de mapas,
pictogramas, esquemas, diagramas y dibujos, y con todos ellos
deletreaba el mundo. A menudo los signos se reafirman entre
sí. Así, las cuatro letras del alfabeto romano NOSE se
encuentran junto a un dibujo de una protuberancia con dos
agujeros. Y las tres letras PAW

se encuentran en el reverso de una mano izquierda.

Con este alfabeto de hip-hop, vivo, divertido, furioso y


extremadamente diverso deletrea lo que ha visto suceder a su
alrededor o en su interior. A todo le da un nombre que no
pertenece a ningún idioma oficial y es impronunciable en
ellos. Y los acontecimientos responden a su nombre; hay un
reconocimiento mutuo por ambas partes, todo ello visual y
gráfico. Pero, al mismo tiempo, los acontecimientos en sí
-diferenciados de sus nombres -permanecen invisibles. Por
tanto, no puede atraparlos ninguna mentira ni ningún idioma
oficial: son libres. De hecho, son una demostración ejemplar
de la libertad, una instigación a la libertad.

En conclusión, cada figura o animal u objeto pintado e


imaginado por Jean-Michel Basquiat ha pedido prestada a la
muerte una camiseta para volverse inabarcable (imposible de
arrestar), invisible y libre. De ahí, la euforia.
Las siete letras MANDIES [hombre muere, en inglés]
(repetidas en muchos de sus últimos cuadros) aparecen en
varios lienzos junto a la garra de un cuervo. De ahí, también,
la inmensa soledad de Basquiat.

John Berger es escritor y crítico e historiador de arte. Traducción


de News Clips.

También podría gustarte