Domingo, 21 de noviembre de 1999Suplemento Siglo XXI, nº 3
páginas 10-11 CATEDRATICO DE FILOSOFIA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO
«La historia del siglo pasado es una total falsificación, hablar de
música alemana o francesa es mentira, cuentan la tradición previa europea, qué sería de Bach sin Vivaldi»
Gustavo Bueno: «En España lo
que cuenta es la idea de imperio»
TEXTO: JAVIER NEIRA
—Para empezar, la identidad es estructural o superestructural.
Si es estructural hay a su vez dos altemativas: como un todo exento, que es el caso de la unidad de destino en lo universal, una nación eterna; o bien como una parte de otras totalidades que pueden ser Europa y la comunidad hispánica. Por cierto, la idea de José Antonio sobre España como unidad de destino en lo universal es de Otto Bauer. Como tantas ideas de la Falange procede de la filosofía alemana, tomadas a través de Ortega. La gente se ríe de José Antonio, que si el hombre es portador de valores eternos, pero entonces debería reírse de Bauer o de Max Scheler. Hay tanto ignorante. Bueno, ésa es la España de Pemán, una España eterna, un todo, una sustancia. 0 bien, siguiendo con el esquema, España es una parte, de Europa o de Hispanoamérica. Las otras formas de identidad son las superestructurales. 0 bien España es una superestructura sobre estructuras reales como piensa el cosmopolitismo donde las naciones son fantasías románticas que se han acabado porque ya estamos en un mundo global. Es el punto de vista capitalista, liberal, anarquista, socialista, comunista o humanista. No tengo nación, soy ciudadano del mundo. España sería algo sólo administrativo, sin importancia. Lo importante es el hombre libre o lo que sea. 0 bien, por otra parte, sería una superestructura de otras estructuras reales que son las nacionalidades. Hay, pues, esas cinco posibilidades. Son las que se barajan. —¿Y la idea de nación? —No hay una teoría sobre la nación. Así, como suena. La reconstruyo como si fuese una idea matemática: la nación biológica, la étnica, la política y la nación fraccionaria. Originariamente, España no es una nación política. En la toma de Almería se habla de la nación asturiana, son los que van de Asturias a esa batalla. Pero es la noción étnica de nación. La ciudad, el Estado, se fundan de diferentes naciones étnicas. En tiempos de Roma, España es una provincia. En tiempos de los visigodos, es un reino. Y en época medieval, reinos diferentes. Cuando Luis XIV dice que ya no hay Pirineos, que formamos una misma nación, se refiere a los Borbones, la familia de los Borbones. La nación es la familia Borbón. Hasta la Revolución Francesa no tiene sentido político el nombre de nación. En el cristianismo, las naciones son las gentes; los paganos, los que están fuera de Roma; los paletos, los que viven fuera de la ciudad y no se enteran que la ciudad ya es cristiana. El libro «Adversus naciones» es contra los paganos, claro. La ciudad de Dios no la nación de Dios. —Una idea nueva. —La idea de nación política es totalmente nueva. Es la idea de Marx pero desarrollada. La nueva clase social, la burguesía avanzada, arrebata el poder a la aristocracia, pero valiéndose de los campesinos. A todo ese conjunto se llamó pueblo o nación. Una república sin esclavos. Todos están unidos, los plebeyos, los aristócratas. Es una posición ideológica. Y a eso se llama nación en el sentido político. Ya no tiene nada que ver con la nación étnica. La teoría de esa nación la hacen los filósofos del XVII y del XVIII. Y hay dos grandes versiones, la contractualista, la del pacto –es la versión francesa o inglesa– y la germánica, donde la nación es el pueblo, la comunidad, la cultura. La nación es la cultura, el espíritu y se organiza como Estado de cultura. Eso se corresponde con las dos grandes versiones de la economía política. Por un lado, la economía es una cuestión puramente de intercambio, individual y universal. Es Adan Smith. Es la riqueza de las naciones. Ojo, de las naciones. Las leyes económicas están por encima de las fronteras. Pero los alemanes hablan de economía nacional en vez de economía política. Lo principal es el Estado comercial cerrado, de Fichte. —La historia oficial del siglo pasado es una total falsificación. Hablar de la música alemana o de la francesa es mentira, es falso. Lo que cuentan son las tradiciones previas europeas en todo eso. Qué sería de Bach sin Vivaldi. No depende del supuesto flujo de la música alemana. Y no digamos en la filosofía. Kant es un escolástico de los pies a la cabeza y no tiene sentido ninguno sin Suárez y todos los demás. Presentar naciones de donde brota la cultura es complemente mentira. Es completamente ideológico. Todo eso se ha construido ad hoc. La nación política está supeditada al Estado, aunque después ideológicarnente se dé la vuelta a todo y se ponga del revés. —¿Y la nación fraccionaria que propone como una nueva categoría? —Es la contrafigura. La nación fraccionaria parte de un Estado nacional, ya constituido, del que se desgaja una parte por secesión. Los nacionalismos de este siglo no tienen nada que ver con los nacionalismos románticos. No son una construcción sino una secesión. Y con las mismas categorías. Los independentistas vascos, por ejemplo, quieren lo mismo pero a una escala menor con su Tribunal Supremo, su Bolsa y todo lo demás. En vez de veinte naciones en Europa habría doscientas por lo menos. —¿Desde cuándo existe la nación española política? —Desde las Cortes de Cádiz se puede decir. Pero tampoco, porque la Constitución de 1812 habla de la gente de los dos hemisferios. Empieza con las guerras napoleónicas, se desmembra el imperio y nace como nación con Mendizábal y el trienio liberal. Los liberales crean la nación española estricta pero fracasan por el analfabetismo, las guerras carlistas, la penuria. ¿Quién la hizo entonces? Seguramente las capitanías generales que mantenían una estructura, al menos en el siglo pasado. España no es una nación en el siglo VIII, ni en el IX..., hasta el XVIII o mejor el XIX no lo es, como tampoco lo es Francia. Y mucho menos Cataluña o Galicia. Ni por asomo. Son sólo naciones étnicas si lo son. —¿Cuál es la identidad de España a lo largo de los siglos? —Existía antes de ser nación. Se puede ver como un conglomerado de reinos unidos por relaciones matrimoniales. Pero no es suficiente, los matrimonios no son causa, sino efecto. —Ahí es cuando aparece la idea de imperio. —Claro, en España lo que cuenta es la idea del imperio. Los reyes de Asturias no se llaman Leovigildo o Ataúlfo, sino Alfonso y Bermudo. Esos nombres siguen en León y en Aragón. No son nombres visigodos. Y cuando una dinastía quiere romper cambia el nombre. De ahí el imperio. Es una de las ideas más difíciles. Los historiadores no la saben manejar. La ven como una cosa ornamental, ampulosa, de voluntad de poder. —¿Y Europa? —Distingo la sublime y la real. La sublime es la de Husserl: Europa está en crisis porque ha perdido su fundamento, que es la filosotía griega. Es la Europa ideológica de la Novena Sinfonía, la libertad, la democracia, la razón. Pero claro esa Europa ha producido las dos guerras mundiales, más los campos de concentración, el dadaísmo, el fascismo... Europa es el club del euro. Lo de entrar en Europa no tiene sentido porque España siempre estuvo en Europa. Es un club controlado por Alemania y Francia principalmente. Por eso hay que tratar de definir el mapa del mundo actual. La humanidad no existe, está dividida. Hay sociedades o culturas incompatibles muchas veces. Utilizo el criterio religioso para analizar esto aunque no es precisamente religioso. En «El animal divino» decimos que a lo que llamamos religión ya no es religión. 0 sea, que la Iglesia católica no es una religión. Es una organización compleja con instituciones jurídicas, culturales, de todo tipo. Y lo mismo vale para el islamismo. Actualmente, las religiones, que ya no son religiones, son las que mejor definen las áreas de la humanidad. Total, las coordenadas de España actualmente son, por un lado, la musulmana de Argelia a Bosnia e Indonesia. El mundo musulmán que envuelve a Europa. Por otra parte está el mundo protestante, el racionalismo subjetivista, el sentimentalismo. España es el residuo del imperio católico. «El ortograma del Reino asturiano era avanzar sin límite» —Asturias en el origen —Utilizo la idea de ortograma, un proyecto sistemático siempre en una dirección. Lo hablé mucho en su día con Tierno Galván y le gustaba mucho la idea. Roma tenía como ortograma avanzar y al llegar a un río o al mar, ocupar la otra orilla. El ortograma del Reino asturiano y luego leonés era avanzar sin límite, es el imperio, es la única manera de combatir al Islam, que también era infinito. Eso destroza la versión de que se trataba de un reino minúsculo. Eso es falso. Llegaba hasta Galicia y hasta La Rioja. Alfonso II llega a Lisboa, y Alfonso III, hasta Algeciras y se plantea incluso pasar a Africa. Eran razias pero funda Burgos. Es falso que el reino visigodo quedó fragmentado y aparecieron puntos de resistencia. Sí había puntos de resistencia pero el caso de Asturias fue otro, fue un proyecto imperialista desde el principio. No fue un foco de resistencia. El ortograma imperialista está inmediatamente vinculado a la Iglesia católica que quiere convertir a todos. Y lo incorporan reyes, curas, ganaderos, todos. La Reconquista es un episodio de ese programa imperialista al que se pliegan los demás. Cataluña es la misma palabra que Castilla, catalán es lo mismo que castellano, claro. Es una marca. Castilla es una gemación de Asturias y de León. Y Cataluña no tiene más remedio que unirse. El imperialismo va contra los reyes moros y contra la Iglesia, que es el punto más difícil de demostrar de mi exposición. El imperialismo astur-leonés, siendo católico, va contra la Iglesia, va contra el Papa. Ahí está el cantar del Mio Cid contra Gregorio VII nada menos, por los tributos. Y el saqueo de Roma de Carlos V. Trento es realmente un instrumento de Felipe II. Por Dios hacia el imperio, así es realmente. El ortograma no es la Reconquista sólo, es infinito. Pasan a Africa. Hay que incorporar a los musulmanes que también tienen un proyecto universal. A América se va no por las especias sino para coger a los turcos por la espalda. Se va a la India realmente y se encuentran con América. Eso cambia toda la estructura de la historia, América es decisiva, sin ella no habría capitalismo. —¿Qué hacer, que diría Lenin? —Triturar las ideas opuestas. La izquierda en sus cúpulas más altas, Blair o Schroeder, es puro liberalismo. ¿Europeísmo? Hay razones pragmáticas evidentes a favor pero es necesario mantener la distancia. ¿Qué queda del imperio español? Utilizo la distinción de ser y estar. Ser español es decir mucho, es muy metafísico, es una idea heideggeriana. El español no es una forma de ser. Pero sí es un modo de estar. Ocupa una posición. Nacer en España da una posición entre otras. A distancia del fanatismo musulmán y del subjetivismo luterano y del capitalismo. —Pero el imperio español perdió frente al luterano. —Por el capitalismo, por el imperio depredador. La Europa protestante siguió la ruta del capitalismo. Marx se enganchó ahí como la fase previa del comunismo y todo marchaba sobre ruedas. Pero el hundimiento de la URSS ha roto el marxismo y el capitalismo. Al final de este siglo todo es diferente. MC Número 4, Madrid, diciembre 1999 Entrevista páginas 58-63
«Hay misión de futuro para España. Hay que
elegir entre ser español o no»
Gustavo Bueno: «España frente
a Europa»
Filósofo, profesor, polemista, Gustavo Bueno es uno de
los pocos filósofos europeos que ha construido un sistema de pensamiento propio.
por: Francisco Díaz de Otazu
Entro en la sede de la Fundación Gustavo Bueno. Es un
hermoso chalet, antiguo sanatorio maternal de Oviedo. Partera era la madre de Sócrates, y partera es la función del maestro, decía, en metáfora de método, el filósofo. El Ayuntamiento lo ha cedido por medio siglo. Encuentro al célebre catedrático, «emérito honorario», vacía redundancia desde que la Universidad le licenció en un ejercicio de burocrático derroche que provocó una huelga de protesta del alumnado sin precedentes, y una lección magistral, en dos horas la Historia de la Filosofía, en las escaleras de la Facultad, inolvidable. Fui uno de los alumnos que se matricularon en su curso de doctorado para vernos defraudados por la medida. Su concepto de «Academia» se ha trasladado de la enseñanza reglada a este edificio de libre y fértil simiente. Su aspecto y trato es humilde y campechano. Cuello eternamente abotonado y sin corbata, siempre gabardina. Acento más baturro que riojano. Un sabio con aire entre Martínez-Soria y Colombo. No hay ordenador ni máquina de escribir en su despacho, su costumbre es escribir a mano, en el reverso de folios ya utilizados. mc: Profesor, acabo de hacer una rápida lectura a su último libro. Se prevén un éxito en contraste con su tamaño y densidad, aunque el adjunto glosario supone una cierta introducción a su pensamiento. ¿Realmente es España un problema filosófico, no es más bien cuestión de historiadores su estudio? GB: El historiador no es un científico que pueda mantenerse en su campo cerrado, definido y categorial, como un matemático. El historiador, al interpretar, y transcender a la mera relación documental, cuando usa los conceptos de «monarquía», «nación», «hombre», es filósofo, consciente o no. mc: Doctor, se da usted perfecta cuenta de que el título de «España frente a Europa» es realmente provocador, y, en cierto modo, oportuno, ahora que vamos a entrar, eufóricamente, en la Europa del euro. GB: El título original había de ser «España contra Europa». Hemos suavizado la carga de negatividad, pero responde igualmente a la advertencia de que la tradición española está en peligro frente a la idea de Europa en su versión dominante, la Europa capitalista, la del euro. Son cosas distintas, pero ligadas. me: Parte de una identidad española, una «unidad histórica». ¿Cual es el origen de esa identidad histórica? Es decir, ¿acepta la tradición de Pelayo-Covadonga-Reconquista? GB: Partimos de la realidad de España como un hecho apodíctico. Un hecho que no se agota en una constitución escrita, como tampoco una lengua viva se agota en una gramática. Es un hecho histórico ni es eterno ni es prehistórico, que está «por encima de la voluntad» de quienes se disponen a interpretarlo. España se ha constituido en la Historia, pero el proceso de su constitución no puede reducirse al terreno de la constituciones políticas. Para evitar las connotaciones jurídicopolíticas inmediatas del término «constitución» he recurrido a la palabra griega sistasis, usada por los estoicos, y traducida al latín por constitutio. Los antropólogos clásicos, (Morgan y Tylor), utilizaron la escritura como criterio de la civilización, por tanto, de la Historia, aunque hoy los antropólogos reducen cada vez más su frontera con la prehistoria. Por otra parte, las alternativas de las que disponemos para determinar el punto de partida histórico de la constitución (sistasis) de España, se cuentan con los dedos de la mano: iberos (los bronces de Alcoy parecen poner en peligro la exclusividad del RH nacionalista), romanos, godos. San Isidoro es, sin duda, el inspirador de la futura monarquía medieval: el llamado «agustinismo político» es, en rigor, «isidorianismo político»; en el protocolo de algunos concilios, como en el de Constanza, España precede a las demás naciones por su antigüedad dinástica. Yo me quedo con el referente asturiano. Uno de los rasgos de la nueva monarquía es que no repite los nombres de los reyes godos; la continuidad se refleja en la onomástica, y los reyes asturianos, leoneses castellanos y aragoneses son Alfonsos y Ramiros. mc: Parece haber cierta confusión con eso de la «Europa de los pueblos», «nación política», «nación canónica». GB: El concepto de «nación canónica» lo utilicé en un artículo de Diario 16 hace unos ocho años, antes de Mastrique, a raíz de un debate con Verstringe, Cotarelo y otros. Defendí la tesis de que Europa no es una nación, aunque puede ser una biocenosis. España es una, si no la primera, de las naciones- estado, aunque el concepto moderno es de cuño francés. Se trata de la nación política. Los alemanes adaptaron a su lenguaje el término «nacionalidad política» por el volkstun, formado a partir de volk pueblo. Volk viene del latín vulgus. Uno de los objetivos de mi libro es el de determinar los diferentes conceptos de nación que suelen ir constantemente confundidos, así como su encadenamiento: la nación biológica, étnica, política y nación fraccionaria. No es nación política, por ejemplo, la catalana, ni lo es la «nación celta», que invocan algunos gallegos y asturianos, puras patrañas, y no porque en Galicia o Asturias no hubiesen llegado celtas, sino porque llegarán más tarde y en menor cantidad. mc: ¿Es de temer el decisivo papel que los políticos nacionalistas tienen en la vida pública española? ¿Se merecen los nacionalismos regionales ese peso, sobre todo, en los ámbitos culturales y educativos? GB: El éxito del nacionalismo depende del reconocimiento internacional por terceras potencias. En Estados Unidos algunos antropólogos creen que los vascos son una etnia en extinción, como si fueran una tribu de Papua. En un sentido más cercano, recuerdo haber discutido fuerte en Cuba, en la célebre «Bodeguita de enmedio» (el bar preferido de Hemingway), porque distinguían en exceso entre vascos y españoles. Desde los planes de estudio en humanidades hasta las televisiones, el nacionalismo étnico-político puede hacer mucho daño a las gentes sin preparación, que se tragan sus patrañas, y se hacen impermeables a la crítica. En una conferencia recuerdo haber dicho que tratar de razonar con un nacionalista étnico es como intentar meter el espíritu en un perro dándole a comer libros. El fanático no puede ser convencido, porque un dispositivo de su máquina mental traduce todas las objeciones desvirtuándolas al código de sus creencias míticas. Es como si le dijeras Misa. mc: Hablando de decir Misa, la tesis de varios autores, como la obra reciente de Juaristi, es que el nacionalismo responde a una translación de lo religioso. Parece que el papel del clero ha sido importante en ese fenómeno. GB: Hay un peligro grande en esto de confundir lo político con lo religioso. Hace años, desde Berdiaeff, también se insistió en un paralelismo entre el comunismo y el cristianismo. En realidad, a mi juicio, la religión tiene un componente extrahumano, que rebasa el terreno de la sociología. Frente a la tradición de Comte o Durkheim, he defendido la tesis, en El animal divino, de que la religión no tiene una génesis meramente sociológica, aunque su componente social es importante y aumenta en las religiones secundarias y terciarias. Por ejemplo, el mago tiene una relación individual y privada con su «cliente», mientras que el sacerdote mantiene una relación pública con su grey. Recuerdo una fuerte discusión en la radio con Amando de Miguel, para el que lo positivo de la religión era el componente social, en la que las iglesias se confundían con los clubes de fútbol o partidos políticos, ignorando el núcleo extrahumano de toda religión. Lo que sí hay en los nacionalismos étnicos es un tremendo fanatismo. Recuerda que en Sabino Arana confluyen política y religión, su teocracia no está muy lejos de aquello de «la ETA y el seminario». Pero esa conexión es circunstancial y no esencial.
mc: Definitivamente, no resulta usted «políticamente
correcto». Insiste en su planteamiento del «Imperio Católico Universal», que en conferencias y ensayos anteriores le ha ganado calificaciones de reaccionario, imperialista, falangista, etc. ¿No resulta interesada la distinción entre imperios generadores y depredadores? GB: Sin duda es interesada, pero no significa que no tenga una base objetiva. Han sido muy cálidos los ataques por esto del «Imperio Católico». Recuerdo una polémica en Internet en la que algunos «disculparon» mis nuevas posiciones en función de la senectud. En realidad, yo ya defendía a la Iglesia en 1968 en relación con la condenación de Galileo. Éste no tenía pruebas para sus tesis; y la actitud del Papa o el cardenal Belarmino era prudente y académica. La Iglesia Católica, en la que me he criado (aunque nunca he pisado el seminario, y me alejé de la creencia a la edad en que se deja de creer en los Reyes Magos), y en la que he conocido gente muy sabia, ha sido la transmisora de la tradición del racionalismo grecorromano. Hay que considerar que durante el franquismo tuvo un papel asfixiante; alejarse de su dogmática era la destitución y la muerte civil. Cuando la presión desapareció, yo dejé de meterme con la Iglesia. Yo no cambié, sí su intolerancia. El nexo histórico de España es el catolicismo. Ambos son inseparables, aunque disociables. Esa disociación explica enfrentamientos como el saqueo de Roma por Carlos V. Pero en lugar de «por el Imperio hacia Dios», prefiero como canon de una interpretación histórica la fórmula «por Dios hacia el Imperio». Dice Calderón: «Por Dios hacia la razón de Estado.» Hay que distinguir dos clases de imperio: el tipo primero, generador, fue el de Alejandro. Desborda el concepto de polis griega, de su maestro Aristóteles; pero más que negándolo, multiplicando su proyecto, generando ciudades con ambición universal. Roma hizo algo parecido. Pero el Imperio Universal es una idea cristiana, que toma cuerpo con Constantino, aunque eso de «no hay griegos ni romanos, judíos y gentiles» es de raíz estoica. La libertad está en la ciudad y en la ciudadanía romanas. El cristianismo da cuerpo físico a la cosmópolis estoica con la Civitas Dei. Los grandes apologetas eran estoicos convertidos. La idea de Imperio propiamente empieza con Constantino. En su primera fase, el imperio romano se conformó con las fronteras defensivas, bien definidas frente a los bárbaros; el cristianismo incorpora al imperio una base social. La actitud imperialista –es curioso que la gente escucha sin sonreír el término imperialista, pero sonríe ante el de «imperial», al tener el primero las connotaciones negativas. El Sacro Imperio se beneficia del juridicismo de los historiadores por la consideración por el Papa del título. El Sacro Imperio germano era más conformista, conservador dentro de sus marcas. Bizancio disputaba esa primacía. La singularidad de España estuvo en recuperar el proyecto estoico a través de los apóstoles: «Id y predicad por toda la tierra». La evangelización va unida, en contradicción continua también, con el imperio civil. Los funcionarios quieren súbditos de Castilla, los frailes no necesitan que hablen español las almas que ganan. Vitoria defiende los derechos de los indios desde la Revelación, pero también el derecho de los españoles a entrar en América, en cuanto actúa como filósofo. En España estábamos acostumbrados al contacto con razas orientales y africanas, algo que preparó el mestizaje, y que no se conocía en Alemania, por ejemplo. El desprecio a los indígenas era muy minoritario, a Ginés de Sepúlveda ni siquiera le publican sus tesis. mc: Vinculado a su Fundación aparece en la red un proyecto, «Filosofía en español». La «phi» griega, la «ñ» española, iconos hermosos. ¿Tan importante es el idioma? ¿Tiene realmente la cultura hispana algo que hacer frente al mundialismo de patrón yanqui? GB: Cada uno debe hacer lo posible. La realidad es «in-fecta», está por terminar. Un objetivo de este libro es colaborar en lo posible a quitar el complejo secular de inferioridad a los españoles, herencia de la leyenda negra. En mi gremio, un concepto filosófico vestía más si se decía en su traducción alemana, ahora inglesa, aunque ésta fuera tomada del latín. Yo mismo he participado de este tic, oralmente, porque he comenzado a publicar tarde. Ya está bien de ver la historia del pensamiento desde ojos extraños. Recuerdo una anécdota docente, contada con veneración; Gaos detuvo la clase: «no puedo seguir porque estoy transido de Kant». Hay mucha ideología en la historia del pensamiento. mc: ¿Y frente al proceso de unidad europea de locomotora germana? ¿No le sorprende que la izquierda socialista babee con el tribalismo lingüístico y por diluirse en la Europa capitalista? GB: La izquierda vende bien su nombre aunque sus contenidos sean el capitalismo liberal; acuerdo Blair-Schroeder. Se trata más de un marca de grupo, como el pendiente o la cresta de un chico, que de un contenido. Se dice «soy de izquierdas», con un sentido místico, utilizado como una justificación y garantía de impunidad, al margen de su vida personal, igual que la del de derechas. Hay que recordar versos de Miguel Hernández para encontrar la idea de España en la izquierda. Es una vergüenza la firma de IU en Estella o las elecciones catalanas. El pensamiento se ha dado en idiomas universales, en España, en latín y en español, no en los particulares. Es incomprensible como, en España, la izquierda está con los micronacionalismos. La izquierda está desorientada, con un sentido desiderativo, no conceptual. Es sólo la «contra» desde que ha dejado las viejas banderas comunista y anarquista. Sólo palabras: solidaridad, que es siempre contra terceros; tolerancia, que suele ser debilidad; etcétera. mc: Atribuye un gran y positivo papel constitutivo al catolicismo frente al subjetivismo protestante y al rígido monismo musulmán. Capitalismo y fundamentalismo. No parecen sus conclusiones muy ecumenistas. GB: El libro recoge la parábola de los tres anillos de Lessing: un rey deja tres anillos iguales a sus tres hijos, que disputan la preferencia. Freijo, en una mesa redonda durante la pasada primavera, la utilizó desde el ecumenismo como un ejemplo de tolerancia. Pero en realidad la parábola de Natham el Sabio tenía el sentido de racionalismo radical de la época de la Ilustración. Las tres religiones del libro serán iguales cuando renuncien a los contenidos positivos que las diferencian, dogmas, sacramentos etc. El elemento trinitario tiene muchas implicaciones. Al romper con el Uno radical de Aristóteles, con las inteligencias separadas y, en particular, contra el entendimiento agente universal de Averroes. Para Santo Tomás estará en cada uno de nosotros, en oposición al totalitarismo fundamentalista vinculado al Dios insondable coránico. La condición divina de Cristo humaniza esa relación. mc: Doctor, explíqueme esto. En el glosario, página 473, dice: «grandes sectores de la Iglesia católica actual pueden considerarse como una versión del protestantismo y del agnosticismo (que si al final del siglo XIX pudo ser visto como un ateísmo vergonzante, al final del siglo XX puede ser considerado como una actitud propia de creyentes vergonzantes o confusos)». GB: La fórmula de que el agnóstico es el ateo vergonzante es de Engels, aunque le pese a Tierno. Muchos teólogos se deslizan hacia el escepticismo. La distinción entre cristianos y ateos se diluye. Recuerdo haber vuelto hace años de Ginebra con una impresión horrible de la imaginería calvinista, llegué a León y acababan de hacer el nuevo templo de la Virgen del Camino, con las nuevas tendencias (cruz desnuda, abstracción y hierros), la imagen visual de esa severidad me resultó calvinista, con gran enfado del párroco. De hecho, hoy día, un profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca puede escribir un libro negando el dogma del pecado original, considerándolo invento de San Agustín. Son posiciones protestantizantes. mc: Aunque sea una digresión respecto al libro que nos ocupa, también ha provocado reacciones su tesis sobre la pena capital. GB: Va a salir un libro de Planeta sobre la eutanasia; entre otros autores hay una entrevista conmigo. Tengo pendiente un libro denso y escolástico sobre la pena de muerte, «La eutanasia procesal»', que recogerá mi argumentación, que creo muy sólida. (Don Gustavo la postula en casos muy graves). Las posiciones entre krausistas y románticas imperantes en Europa, cuya causa está en el terrible complejo de Alemania tras la guerra, han influido en los juristas españoles. mc: Procede usted del marxismo crítico. Su escuela se inscribe dentro del materialismo filosófico. Hablaba en los encierros mineros, era el ogro de los curas y le espiaba en clase un inspector de «la Social». Sin embargo, parece que últimamente coincide más con el tradicionalismo católico y el españolismo que con los patrones progresistas. GB: No me importa. Es el papel de la filosofía criticar sin incurrir en el populismo absurdo de la izquierda, halago de clase, etc. El papel del teórico es subir a la gente, pues la cultura se hace desde arriba. Hay que conseguir que la gente suba hacia arriba, y no confundir este proceso con una degradación de esa cultura para que pueda ser entendida sin esfuerzo. «No hay caminos reales para aprender geometría», dice Euclides a Ptolomeo. También lo dice Lenin. En la izquierda hay un resentimiento contra la filosofía, contra el pensamiento frío. La izquierda propende a reírse de Hitler con Charlot, «El gran dictador», en lugar de analizar críticamente sus ideas; lo que demuestra así es el enorme miedo que le tenía. mc: Recuerdo que habla de España como «modo de estar», más que «modo de ser». GB: La distinción entre «ser» y «estar» del español es la que más trabajo cuesta aprender a los extranjeros. Sin embargo me pareció que merecía la pena ensayar la aplicación de esta distinción a nuestro asunto. Decir que España determina un modo de ser me parece demasiado metafísico, muy sustancialista y estático. Algún filólogo asocia «ser» y sedere,pero decir que España determina un «modo de estar» tiene un sentido más positivo que no compromete la integridad de lo que entendemos por vida humana. «Estar» es una posición alcanzada históricamente, por tanto, no como una condición absoluta, sino relativa a las posiciones alcanzadas por las naciones del presente. Permite un distanciamiento; crítica, ironía, discriminación de ciertos valores... firmeza. Lo importante es seguir estando. Hay misión de futuro para España. Hay que saber orientarse, saber elegir entre posibilidades. Saber elegir entre ser español o no serlo. Recomendado: «España frente a Europa». 477 págs. Alba ed., Barcelona 1999.
Mozárabes en el origen de los reinos cristianos: La emigración mozárabe al reino astur-leonés y la influencia de los cristianos de al-Andalus en la génesis de Castilla y del castellano