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*Publicado en Penser par cas, J.-C. Passeron y J. Revel, eds., Enquête N° 4, Éditions de
l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris, 2005.
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aquella que desde la filosofía y la retórica antiguas hasta los debates éticos contemporáneos
ha inscripto su continuidad práctica en la sucesión de casuísticas morales, jurídicas o
religiosas. La segunda, a través de la larga sucesión de escuelas y tradiciones médicas, no
ha cesado de afinar las prácticas y las reglas de un procedimiento clínico en los últimos
decenios del siglo XIX y los primeros del siglo XX, concurrente con el método
experimental ̶ con el cual, en las ciencias biológicas y psicológicas, ha tendido a
combinarse al final del siglo XIX según compromisos metodológicos y en protocolos
empíricos que han hecho escuela. Es principalmente bajo esta segunda forma que el
pensamiento por casos de entrada ha cruzado los recorridos contemporáneos de las ciencias
sociales. Mientras que ellos dependen de ambiciones universalistas, que las metodologías
sociologistas o economicistass de factura nomológica o estructural-funcionalista han
heredado del siglo XIX, descubren al mismo tiempo el lugar que puede tomar la
representación narrativa de secuencias e interacciones en cualquier tentativa de explicación
de la particularidad de un caso y de su contexto.
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Ya se trate de un caso bello (“beaux cas”), como los que coleccionan los
psicólogos, los criminólogos y los periodistas, o de un caso “espinoso”, de un caso de
escuela, o de casos límite, de configuraciones “típicas” o teratológicas; que nos choquemos
como ocurre frente a un “caso de consciencia” – que hace falta someter a un tratamiento de
excepción porque su resolución práctica no se puede deducir inmediatamente de las normas
o principios compatibles o componibles entre sí ̶ o bien que los encontremos como “casos
tipo” (“cas de figure”) imprevistos o curiosos — en los que vale la pena escrutar la
singularidad etnográfica, sociográfica o biográfica para poner en tela de juicio, por el efecto
desconcertante de su excentricidad, las ilusiones de lo natural y lo normal ̶ las
descripciones de casos vienen de entrada a ubicarse en una de las categorías más
problemáticas de la interpretación de hechos. Su singularidad los privilegia para unos y los
estigmatiza a los ojos de otros. Pero para todos, los distingue inmediatamente de todo lo
proveniente del estado de cosas o de los juicios que los calificarían como normales,
previsibles, repetitivos o corrientes ¿Qué significa entonces tal particularidad, que es a la
vez empírica y lógica? ¿Descriptible indefinidamente, pero impedida de cualquier acceso a
los caminos canónicos de la necesaria inferencia? La identificación de un caso como tal
plantea a todos aquellos a quienes se topan con su singularidad la misma cuestión lógica, la
de la identificación de una identidad inestable, incluso autodestructiva, puesto que el
contenido a veces se reduce a la discordancia que el caso introduce en las operaciones
vigentes en las decisiones cotidianas o en los procedimientos confirmados del razonamiento
científico.
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Jean Claude Pariente caracteriza muy bien la disponibilidad semántica del nombre propio al analizar la
perplejidad en la que uno “se” encontraría si “se” leyese, por ejemplo, que “Jean Paul Sartre está en tren de
poner a punto su Précis de logique modale (Compendio de lógica modal)”. Como todo otro deíctico, el
nombre propio dirige de manera ciega la atención hacia su referente sin poder definirlo completamente
jamás; pero, “designador rígido” según la expresión ya clásica de Donnellan, opera al mismo tiempo un
campo de cuestiones variables sobre la verdad de las aserciones que manda, en función de su “anclaje
pragmático” en una situación de comunicación. Aquí, las reacciones del lector de esta información variarán
entre la incredulidad y la aceptación según otras informaciones que constituyan el contexto de su escucha
de la frase amalgamando todos los contextos en los cuales ya ha escuchado hablar o ha leído algo de Sartre.
Los mismo si gramaticalmente son nombres comunes, los conceptos del sociólogo, inevitablemente ideal-
típicos, participan por ello de cierta indexicalidad del nombre propio: imposibles de definir completamente
por una lista cerrada de propiedades genéricas, no pueden identificar aquello de lo que hablan sin referirse
al mismo tiempo a una colección de casos, en cuya definición entran necesariamente nombres propios y
deícticos o perífrasis que contienen a otros. Ver J.-C. Pariente,”Le nom propre et la prédication dans les
langues naturelles”, en J. Molino, ed. Le nom propre, N° sp. de Langages, 66, 1982, págs. 37-39.
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El tratamiento argumentativo que conviene reservar a las entidades que escapan así
a las clasificaciones y a la formulación estabilizada de regularidades, como a los
procedimientos pre-contraídos de la evaluación de acciones en relación a normas
incondicionales, no ha dejado de dividir, todo a lo largo de la historia de los oficios
intelectuales, a los filósofos y a los teólogos, luego a los lógicos y los epistemólogos que
han practicado una casuística o que se han interrogado acerca del pensamiento por casos.
¿Cuáles pueden ser las formas y el alcance de los razonamientos que un caso, una vez que
se ha elegido describirlo y analizarlo como tal, al detallar también en cuanto sea posible sus
propiedades particulares, requiere del pensador que intenta preservar la significación local
de una singularidad, al mismo tiempo que quiere extender por generalización un
conocimiento trasladable a otros casos? ¿Cómo se establece lógicamente la validez general
según la cual se puede pretender un proceso de conocimiento al querer argumentar sus
aseveraciones a partir del caso, es decir a partir de descripciones en las que el autor acepta
de entrada que la lista de rasgos distintivos que considera pertinentes puede ser
indefinidamente alargada para identificar mejor la singularidad?
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Tanto en el siglo XIX como en el XX las ciencias del hombre se han apartado más o
menos rápidamente de los caminos metodológicamente impracticables que las grandes
filosofías de la historia o de la evolución quisieron trazar, desde lo alto de sus conceptos,
hacia los trabajos de erudición o de campo, del análisis o de la clínica. ¿Pero puede el
pensamiento por casos sustraerse a toda normalización lógica, o al menos a
sistematizaciones parciales y provisorias que autoricen una semi-formalización ‹‹sensible al
contexto››, en la medida que intenta formular sus interpretaciones o justificar sus elecciones
a un cierto nivel de generalización y de rigor en sus inferencias 7? Evidentemente no: no se
engendra jamás ninguna ‹‹generalidad›› por la adición de ‹‹enunciados existenciales
singulares››. A su vez, existe el riesgo descriptivo de ir demasiado lejos en la reducción
pura y simple del tratamiento de casos a formas deductivas o inductivas de razonamiento,
tal como lo pueden hacer las argumentaciones científicas que fundan el comportamiento de
sus comparaciones entre variaciones empíricas, como el rigor de sus cálculos y las reglas de
sus formalismos o de sus modelos, sobre la lógica ‹‹monótona›› de un tránsito de doble
sentido entre lo particular y lo universal. Bajo la presión de las metodologías de la
inferencia necesaria (o probabilística), que no dejan opción entre el camino ascendente y el
camino descendente para ir de lo particular a lo universal (y recíprocamente), esta
simplificación ha sido la regla hace largo tiempo. Para dar cuenta de la transposición
conceptual de la comprensión de un caso a la inteligibilidad de otro, la preocupación de
justificarse ante las formas clásicas de la lógica casi siempre ha sugerido a los autores de
trabajos que privilegian el estudio profundizado de casos — en el terreno etnográfico, en la
monografía según sus diferentes versiones, en la biografía, en el seguimiento clínico de
casos individuales—pasar por el lenguaje de la validez de las pruebas experimentales
fundadas sobre la reiteración de observaciones, sobre todo después que con Popper el
modelo de la ‹‹refutabilidad›› de proposiciones teóricas parece proveer una garantía
universal de cientificidad en toda ciencia empírica. ¿Pero da cuenta del movimiento
efectivo del pensamiento por casos tal alineamiento metodológico?
A partir de los métodos y los lenguajes según los cuales las ciencias del hombre
precisan actualmente las cuestiones planteadas por la interpretación de sus objetos más
específicos, es decir los más estrechamente dependientes de su contexto, parece surgir una
tercera interpretación del rebrote de cuestiones sobre la causalidad del ‹‹caso››. Se la
encuentra por lo demás, mutatis mutandis, en la mayoría de las disciplinas, en el corazón de
quien las interpretaciones están nutridas de análisis históricos, ha provisto a los investigadores otro modelo
sugestivo, más cercano a sus métodos, el de la recreación trabajada del sentido conceptual de un caso
ejemplar, como lo ilustra su descripción del ‹‹origen›› de la tragedia o de la filosofía presocrática. Es este
Nietzche, el de La genealogía de la moral (1887), el que invoca Weber por la fuerza probatoria que le ha
conferido al tipo-ideal de la ‹‹recalificación religiosa del sufrimiento›› del cristianismo.
7
Piere Livet muestra la adecuación de este tipo de formalización, que procede de la revisión de
normalidades y de sus excepciones en función de los contextos, a los razonamientos habituales del
historiador o del sociólogo en su texto: ‹‹Formaliser l’argumentation en restant sensible au contexte››, en
M. Fornel y J.-C. Passeron, eds., L’argumentation. Preuve et persuasion, Paris, EHESS, 2002, págs.. 49-66
(‹‹Enquete›› 2).
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Vale decir que los razonamientos dirigidos sobre los casos o a partir de los mismos,
tal como los conducen los filósofos, los juristas, los médicos, los clérigos, luego sobre sus
huellas los eruditos que realizan prospección de terrenos o idiosincrasias sociales ̶
historiadores, sociólogos, antropólogos ̶ han debido inventar los caminos de sus propias
generalizaciones. Los cuales pueden ser muy diferentes según los tipos de objetos, los usos
prácticos y los contextos disciplinares o históricos. Puesto que aquello que llamamos caso
por comodidad se descompone casi siempre en una gran gama de experiencias, a veces de
experimentaciones11. Ha existido, en el seno del pensamiento científico y sobre sus
9
Thomas Pavel propone reconocer en el núcleo de la novela moderna una ‹‹indeterminación axiológica››
que serviría como el motor profundo: cf.‹‹ Ficción y perplejidad moral››, Paris, EHESS, 25° Conferencia Marc
Bloch, junio de 2003. Del mismo autor ver también La pensé du roman, Paris, Gallimard, 2003.
10
Nos cruzamos aquí con las observaciones del sociólogo Howard Becker en las conclusiones de C.C. Ragin y
H.S. Becker, eds., What is a case? Exploring the foundations of social inquiry, Cambridge, Cambridge
University Press, 1992.
11
Ver Ragin y Becker, ibid. (en particular la contribución de Charles Ragin).
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El caso es el obstáculo. El caso es más y es otra cosa que un ejemplo. Así planteada, esta
afirmación requiere serias matizaciones. Entre los sujetos que Charcot coleccionó a fines
del siglo XIX, que mostraba y trataba, algunos han dejado un nombre y a veces un rostro.
Pero estos bellos casos constituyen una minoría. Jacqueline Carroy recuerda que los otros,
en su mayoría, han sido “tratados públicamente como piezas, particularmente interesantes
puesto que eran típicas y por lo mismo raras, de una colección viviente asociada a otras
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colecciones de todo tipo, moldes, fotografías, notas, que se acumulaban en el servicio”. Los
casos no intervienen aquí más que como ilustraciones de las patologías expuestas y
comentadas, o aun como episodios clínicos particulares, “mucho más que como historias de
individuos singulares”. No toman un espesor particular sino en la medida que la
contrastación cruzada de observaciones coleccionadas en el seno de diferentes repertorios
sugiere una pregunta, una hipótesis inédita. O también cuando la personalidad remarcable
de un sujeto lo constituía en excepción: tal como en la tentativa de Observation de M.
Émile Zola (1896), en la cual el psiquiatra Édouard Toulouse se propuso estudiar, a través
de las relaciones de la superioridad intelectual con la neuropatía, “aquello que constituye la
individualidad física y psicológica de un hombre extraordinario12”. Sin embargo la lógica
aquí también es la de la colección, que debe ser la más completa que sea posible y en la
cual los tipos regulares son vecinos de las piezas raras (la monografía consagrada a Zola
debió por lo demás ser la primera de una serie consagrada a figuras célebres).
Loa análisis llevados a cabo en poco tiempo con resultado favorable son preciosos para que el
terapeuta aumente la confianza en sí mismo [...] pero siguen siendo en gran parte de poco alcance en
lo que toca al progreso del conocimiento científico. Ellos no nos enseñan nada nuevo. Alcanzan un
éxito rápido porque ya sabemos todo lo necesario para lograrlo. No se puede aprender lo nuevo sino
12
J.Carroy, ‹‹L’étude de cas psychologique et psychanalytique (XIX siècle-début du XX siècle)››, en J.-C.
Passeron y J. Revel eds., Penser par cas, Editions EHESS, Paris, 2005( pág. 210).
13
S. Freud, ‹‹Fragmento de un análisis de histeria (Dora)›› (1905), en Cinq psychanalyses, trad. fr., Paris,
Presses Universitaires de France, 1954, pág. 2, 86. Se ha traducido del francés según la edición utilizada por
los autores (N. del trad.)
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por los análisis que presentan dificultades particulares, dificultades que requieren mucho tiempo para
ser superadas. Es en estos casos únicos que nos aproximamos a descender a las capas más profundas
y más primitivas de la evolución psíquica y que podemos encontrar las soluciones a los problemas
que nos plantean formaciones ulteriores. Decimos entonces, hablando estrictamente, que sólo un
análisis que haya penetrado tan lejos merece ese nombre. Naturalmente, un caso aislado no nos
enseña todo lo que quisiéramos saber. O, más adecuadamente, nos podría enseñar todo si
estuviésemos en condiciones de comprender todo y si la inexperiencia de nuestra propia percepción
no nos obligara a contentarnos con poco14.
El caso del Hombre de los Lobos (1918) es un caso único; también es un caso
princeps: propone el estudio ex post, excepcional de muchas maneras, de una neurosis
infantil, sobre la cual el autor eligió concentrar su exposición por razones que fija de
entrada. Para Freud, encuentra su importancia particular en el contexto de la polémica que
mantiene con Jung y Adler sobre un punto teórico, el rol de la historia infantil de las
representaciones inconscientes en la constitución de las neurosis. Por consiguiente, a lo
largo de la exposición, no puede despegarse este punto teórico del reconocimiento del caso,
que pasa por una descripción (el término aparece con insistencia en las primeras páginas del
texto). Es a partir de los hechos descriptibles, puestos a la luz durante el trabajo analítico,
que progresivamente se elaboran la trama interpretativa y la hipótesis explicativa. Esta
última juega a su vez el papel de una puesta a prueba de la teoría en su estado disponible y
provisorio. El estudio del caso deviene así la ocasión de una experimentación en la que las
conclusiones quedarán, ellas también, provisorias. La hipótesis explicativa propuesta por
Freud reposa sobre una disposición inédita de los elementos constitutivos del caso ̶ en el
que la misma propone un modelo: ambiciona hacerse cargo de ‹‹aquello que se resiste al
“saber”, a la técnica y a la teoría15››. En el proyecto de Freud, la hipótesis se dirige, más
allá, a otras puestas a prueba que darán ocasión de testear su validez.
El caso aquí está constituido como un enigma a resolver: por lo tanto es una
cuestión de interpretación. Pero inseparablemente es un momento de una elaboración
teórica en construcción. Los obstáculos con los que se enfrentan las diversas prácticas de la
casuística se presentan también como enigmas, pero toman normalmente esta forma en
relación a un cuerpo de reglas que son explicitadas y que pueden ser consideradas como
adquiridas. A los casos paradigmáticos ̶ casos simples que vienen a ubicarse claramente
bajo la regla cuya validez y performatividad ilustran ̶ , Jonsen y Toulmin oponen aquellos
que no son cubiertos por la norma de manera parcial, o aún que pueden relevar varias
normas concurrentes, discrepantes, hasta conflictivas entre ellas: hacen aparecer una
situación de ambigüedad y manifiestan que ‹‹ninguna regla puede mostrar su propia
interpretación por completo››. El trabajo que llama entonces a la reflexión sobre el caso y la
decisión a la cual requiere llegar, consiste menos en una revisión de la regla que en la
14
S. Freud, ‹‹Extrait de l’histoire d’une névrose infantile (L’homme aux loups)›› (1918), ibid., págs. 327-328.
Se ha traducido del francés según la edición utilizada por los autores (N. del trad.)
15
D. Rudelic-Fernandez, ‹‹Logiques du cas: modèles et modalités››, en P. Fedida y F. Villa, eds. Le cas en
controverse, Paris, PUF, 1999, pág. 29-42 (pág. 39); C. Cyssau, ‹‹Fonctions théoriques du cas clinique. De la
construction singulière à l’exemple sériel››, en ibid., pág. 59-82.
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La casuística jurídica medieval, tal como la analiza Yan Thomas en sus operaciones
mentales, endurece aun más los términos de esta tensión. Profundamente diferente al
recurso del precedente jurisprudencial, el procedimiento, cuyo lugar era esencial ya en el
derecho romano antiguo, construye una técnica de producción del derecho al mismo tiempo
que informa los aprendizajes eruditos a través de las quaestiones que los profesores
exponen a sus estudiantes. Los casos sobre los cuales se reflexiona, ya sean inventados o
que envíen a situaciones ocurridas realmente, ofrecen la posibilidad de reconocer los
límites de los recursos susceptibles de ser movilizados para la argumentación jurídica ante
una situación de hecho ante la cual los mismos no permiten responder. De este modo, la
invención de la noción de personalidad moral, de la que Thomas sigue la elaboración entre
los siglos XII y XIII, reenvía a situaciones efectivas – ¿a quién le corresponden los bienes
de una comunidad en la que sólo queda un miembro viviente? ¿y cuando todos los
miembros han desaparecido? – pero también, e inseparablemente, a construcciones
ficcionales cuyo rol es radicalizar la cuestión planteada por medio de un juego de
circunstancias excepcionales, que hace posible brindar más extremos aun para testear la
validez de la soluciones propuestas. Por lo tanto estos casos límite, que salen de lo
ordinario, no tienen vocación de quedar como tales. La impasse jurídica que hacen patente
y que permiten resolver no debe quedar en el registro de la excepción, ‹‹lo que se ha
16
A.R. Jonsen y S.Toulmin, The abuse of casuistry …, pág. 35; y S. Boarini, ‹‹Collection,
comparaison,concertation. Le trattement du cas, de la casusitique moderne aux conferences de consensus››, en
Penser par cas, pág 129-157, J-C Passeron y J. Revel eds., Paris, EHESS, 2005.
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pensado precisamente para este caso ha sido también al mismo tiempo para todos aquellos
que contenía dentro de su límite››. Por medio de la resolución que ha aportado, el caso
extremo está llamado ‹‹a instalarse como una hipótesis constante››. En este juego de doble
mano entre la excepción y la regla, Thomas propone ver un rasgo esencial de la producción
del derecho: ‹‹La casuística aquí nos hace tomar un aspecto a menudo desconsiderado de la
historia del derecho, sino del derecho mismo: la irreductible factualidad, no de las
ocasiones donde se dice el derecho (los hechos de los que se trata para ser calificados), sino
la significación misma de sus decisiones, que toman menos la forma de una norma
abstracta que la de una excepción declarada como constante17.››
Dar cuenta de un caso: La restricción del relato. Vayamos ahora al segundo de los rasgos
que hemos descontado como descriptivos. Constituir un caso es tomar en cuenta una
situación, reconstruir las circunstancias – los contextos – y reinsertarlos así en una historia,
que está llamada a dar la razón de esta disposición particular que de una singularidad
constituye un caso.
17
Y. Thomas, ‹‹L’extrême et l’ordinaire. Remarques sur le cas médiéval de la communauté disparue›› en
Penser par cas, J-C Passeron y J. Revel eds., EHESS, Paris, 2005, págs. 45-73 (pág. 72).
18
J.Pigeaud, ‹‹Aux sources des cas››, Histoires de cas, N° especial de Nouvelle Revue de Psychanalyse, 42,
1990, pág. 65-81.
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Ese modelo, según el cual estima que engendra las formas de individualidad
objetiva, disciplinada, de las sociedades contemporáneas, Foucault lo contrapone
fuertemente al de la casuística clásica. ‹‹El caso no es más […] un conjunto de
circunstancias que califican un acto y pueden modificar la aplicación de una regla, se trata
del individuo tal como se le puede describir, calibrar, medir, comparar con otros en su
misma individualidad19››. Se ve bien que, entre los dos regímenes de prácticas, distingue no
solamente las formalidades sino también un programa y las condiciones mismas de su
posibilidad. Falta decir que se puede estar tentado de matizar la oposición endurecida así
por Foucault. Por nuevos que sean el proyecto y las técnicas de lo que llama el examen,
‹‹fijación ritual y “científica” de las diferencias individuales››, la asignación a cada uno de
su propia singularidad se ha hecho presente en el corazón de los andares casuísticos mucho
tiempo antes del momento disciplinario de las sociedades occidentales. Para decir lo
mínimo, ha estado presente a partir de la obligación de la confesión individual instituida
por el IV° Concilio de Letrán (1215): al requerir a cada fiel ‹‹una diligente exploración de
su conciencia›› y al invitarlo a exponer ante la Iglesia, por la intermediación del confesor,
las circunstancias de su pecado, lo que define el marco cognitivo y argumentativo del
‹‹caso de conciencia›› al mismo tiempo que ofrece las condiciones de posibilidad de una
objetivación de la interioridad20.
Es Freud, después de todo, quien en una carta al pastor Oskar Pfister, reivindica una
filiación entre la práctica del análisis y la de los directores de conciencia católicos,
‹‹nuestros predecesores››. Y es él otra vez quien, desde los Estudios sobre la Histeria
(1895), se asombra del singular carácter de sus historias de enfermos (Kranken
geschichten) que son los relatos de casos que escribe, ‹‹legibles como novelas y que están
por así decir desprovistos del carácter serio de la cientificidad. Debo consolarme por el
hecho de que este resultado debe ser imputado a la naturaleza del objeto más que a mi
preferencia21››. Entendemos por ende que el informe del caso, tal como se elabora a partir
del trabajo del análisis, asocia de hecho dos historias que son presentadas como
indisolublemente ligadas: la del paciente, singular, y la de la relación entre el paciente y el
19
M. Foucault, Surveiller et punir. Naissance de la prison, Paris, Gallimard, 1975, pág. 191, 193.
20
P. Cariou, Les idéalités casuistiques. Aux origines de la psychanalyse, Paris, PUF, 1992. Para el Foucault
de los años 1960-1970, los saberes “psi” no son separables del conjunto de procedimientos destinados a
disciplinar al individuo en las sociedades contemporáneas; de allí, sin duda, su insistencia en señalar la
novedad radical.
21
J. Le Brun, ‹‹Un genre literaire, le cas? Du casus conscientiae à la Krankengeschichte freudienne››, in C.
Bohn y H. Willems, eds. Sinngeneratoren. FRemd- und Selbstthematisierung in soziologisch-historischer
Perspektive, Constance, UVK Verlagsgesellschaft, 2001, págs. 139-167; M. de Certau,‹‹ Le roman
psychanalytique. Histoire et literature››, en Id., Histoire et psychanalyse entre science et fiction, Paris,
Gallimard, 1987, págs. 118-147; P.-L. Assoun,‹‹ Le récit freudien du symptom››, Nouvelle Revue de
Psychanalyse, 42, 1990, págs. 173-198.
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analista; y se hace en un mismo texto, subraya Michel de Certeau que ve allí un explícito
tomar en cuenta del proceso dialógico propio de la cura analítica: ‹‹El déficit de la teoría
define el acontecimiento de la narración. Desde ese punto de vista, la novela, es la relación
que la teoría entreteje con la aparición eventual de sus límites 22››. Esta duplicación, que no
ha cesado de ser reivindicada como propia por la tradición freudiana no es generalizable a
todas las figuras del caso. No todas están así íntimamente ligadas en su producción a una
relación recíproca, que compromete al analista y modifica las condiciones de la descripción
y de la interpretación, al mismo tiempo que reclama una constante revisión de los logros
teóricos. Todas no son ni mucho menos, reconozcámoslo, puestas en escena con una
maestría tan soberana ̶ también imperiosa, a los ojos de algunos ̶ como la que gobierna la
presentación de los grandes casos freudianos.
El hecho es que, bajo diversas formas, el recurso del relato está presente en todas las
casuísticas jurídicas, morales, religiosas. Sirve para exponer una situación, para hacer
comprender cómo se ha llegado hasta allí, entendiendo el punto en que se hace un problema
o se ha constituido en problema. Un caso es el producto de una historia. Es secundario que
dicha historia sea ‹‹real›› o que sostenga una ficción: en la mayoría de los casos,
volveremos sobre ello, la misma ha sido objeto de un trabajo de selección y de
reelaboración que confunde la distinción y que la hace al mismo tiempo inesencial. A su
vez es decisivo que la historia registre los recorridos de un proceso y la puesta en situación
de las circunstancias que califican el caso. En la casuística católica clásica, esas
circunstancias toman nota por cierto de una clasificación sistemática, que determina una
escala de pecados, pero en sus combinatorias hacen posible reconocer regiones de
incertidumbre axiológica y balizarlas. En la nueva casuística, aquella que pone a prueba
por ejemplo la reflexión bioética norteamericana, como la presenta Francis Zimmermann,
sirven para contextualizar la argumentación moral al mismo tiempo que la ponen a
prueba23. La centralidad del relato se encuentra también en los usos menos evidentes tal
como pone en evidencia Jean-Philippe Antoine cuando muestra como la ‹‹puesta en caso››
de las vidas de los pintores le permitió a Vasari pensar la historia del arte como un ‹‹tejido
de casos››, como un conjunto de configuraciones diferenciadas en las que viene a explicitar
la especificidad para poder compararlas ya que se inscriben en el informe de una colección
de experiencias particulares24. La dimensión narrativa es cada vez constitutiva del caso ¿En
qué sentido? La respuesta puede buscarse en niveles muy diferentes.
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Se toca aquí un segundo nivel. Si tiene la ambición de dar cuenta de una experiencia
temporal, el caso no se identifica con esta experiencia. En la masa de hecho disponibles,
opera una selección que reorganiza, eventualmente estiliza los elementos en un marco
conceptual dado en función de una demostración anticipada. No viene a reproducir una
realidad, una ‹‹historia verdadera››, sino a producirla (de allí la insistencia que pone Freud
sobre el carácter fragmentario de sus historias de casos). En este punto, la oposición entre
historia y ficción tiende a desdibujarse, o más exactamente pierde su pertinencia, puesto
que lo que propone la escritura de un caso es una construcción que tome la forma de una
‹‹ficción verdadera›› (Assoun). Los diversos usos del pensamiento casuístico presentan
aquí toda una gama de posibles, que van de la invención de ficciones teóricas, tal como las
ponen en acción el razonamiento jurídico por ejemplo, a los informes de experiencia o de
campo, pasando por formas intermedias ̶ las más frecuentes, sin duda, en las ciencias
sociales ̶ que combinan la estilización de un prototipo y la evaluación de su proximidad
mayor o menor con la descripción de un caso empírico. Sin embargo lo que se busca a
través de estas tentativas son menos restituciones a lo verdadero que lo que Claude Imbert
califica fuertemente de ‹‹tomas de lo real26››.
25
P. Ricoeur, Temps et récit, III, Le temps raconté, Paris, Seuil, 1985, pág. 356. Ricoeur nota por otra parte
que Freud no parece haber discutido frontalmente el carácter narrativo de la experiencia analítica. Él se
interrogó al menos, como ya vimos, acerca de la forma ‹‹novelesca›› que tomaban sus‹‹ historias de
enfermos››; y expresó su perplejidad sobre la forma que convendría dar a una historia de caso (por ejemplo al
comienzo del segundo capítulo del Hombre de los Lobos).
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El caso y la prueba
Las limitaciones y los recursos cognitivos del pensamiento por casos resultan, los
unos como los otros, de la diferencia epistemológica que separa la reconfiguración de
generalidades históricas, necesariamente sujetas a revisión, con la vía regia de una
generalización capaz de formular sus regularidades y sus previsiones con el lenguaje sin
falla de la universalidad lógica. Es este modelo fuerte de la prueba científica que el auge
conjunto del método experimental y de la matematización de los fenómenos naturales ha
tendido a imponer como el modelo exclusivo de toda demostración. Las ciencias del
hombre, que llegaron después, se plantaron en ese modelo, sino en todos sus
procedimientos, por lo menos conformando exteriormente su lenguaje de la causalidad y la
prueba. Así, en las disciplinas en las que el pensamiento por casos se encuentra
directamente en contacto o en concurrencia con los métodos inductivos y las clasificaciones
genéricas, ha debido, de algún modo por default y por las necesidades de un diálogo con los
investigadores a quienes quería convencer, retraducir las formas más originales de sus
interpretaciones plegándose al léxico y la gramática de procedimientos que le resultan
ajenos29: a saber, aquellos de un razonamiento experimental que funda toda la fuerza de sus
pruebas sobre la frecuencia indefinidamente creciente de la confirmación de hipótesis
28
Ver, en el mismo sentido, las reflexiones del antropólogo Clifford Geertz, en particular en uno de sus textos
más célebres, ‹‹Thick description.Toward an interpretive theory of culture››, en Id. The interpretation of
cultures, New York, Basic Books, 1973.
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suficientemente generales para poder formularse fuera de todo contexto, por experiencia
mental o real. Esta es en efecto la única forma lógica susceptible del dilema metodológico,
como lo condensa Popper, entre corroboración provisoria y refutación definitiva (las
‹‹condiciones iniciales›› pertinentes de la experiencia están dadas, y solamente ellas) 30. A
partir del siglo XVII, los procedimientos de profundización de un caso particular y los de la
generalización por extensión monótona han podido, al ignorarse, acentuar la diferencia
entre esas dos formas de la argumentación. La rehabilitación y la difusión recientes del
pensamiento por casos hoy entonces las interrogan por igual.
Las casuísticas del derecho, de la ética o de la falta religiosa, dejadas de lado de las
reformulaciones modernas del lenguaje matemático- experimental, han seguido un camino
trazado en la Antigüedad sin tener que plegarse al mismo alineamiento metodológico que
el que intentaron seguir las ciencias psicológicas y sociales, un tanto alejado, del curso de
las revoluciones científicas de la prueba. A la disciplina histórica, que durante largo tiempo
permaneció fiel a sus modelos antiguos y a sus funciones políticas, se le impuso el desafío
de mutar sus formas de narratividad por la aparición de las otras ciencias sociales. Hoy en
día, el ‹‹retorno del relato››, como se lo llama de manera aproximativa – vale decir la toma
de conciencia del hecho que el mismo jamás cesó de proveer al historiador la trama de su
trabajo ̶ , le sugiere reivindicar abiertamente su capacidad de construir explicaciones
inteligibles por un recorrido que, al multiplicarse los medios para encontrar las
particularidades presuntivamente pertinentes con que explicar la singularidad de las
historias que se esfuerza por dar cuenta, al mismo tiempo encara plantear el problema del
valor causal del pensamiento por casos en todas las ciencias sociales y , por añadidura, en
toda ciencia de la descripción.
29
Para etiquetar su principio de objetivación y sus técnicas de tratamiento de ‹‹las variaciones
concomitantes››, está la figura de Claude Bernard, fundador del método experimental en medicina que invoca
Durheim en Les règles de la méthode sociologique (1894). Pero, al mismo tiempo, como se puede ver en
seguida después en Le suicide (1897), es la interpretación de ‹‹tipos de suicidio›› restituidos a sus contextos
históricos lo que le proveyó una teoría inteligible de sus encuestas y reprocesamientos estadísticos: el
pensamiento por casos se encuentra siempre en mayor o menor medida en todos los desarrollos de una ciencia
histórica. La explicación de un caso por el sociólogo se refiere siempre, más o menos directamente, a una
interpretación de su sentido contextual. En resumen, supone a la vez la epistemología weberiana de la ‹‹doble
adecuación›› (‹‹causal›› y‹‹ en cuanto al sentido››), y la doble exigencia durkheimeniana de ‹‹explicar
separadamente la causa y la función››.
30
Desde que se plantea que no puede existir más que una sola forma de lazo lógico entre la generalidad de
una proposición teórica y su vulnerabilidad empírica a las constataciones singulares, se conducen todas las
diferencias semánticas entre ‹‹teoría científica›› y ‹‹teoría metafísica›› a una demarcación única: para Popper,
el psicoanálisis y el evolucionismo no pueden ser más que teoría metafísicas, como es también el caso de
cualquier otra forma de historicismo. Ver K. Popper, La logique de la découverte scientifique (1959, 1968),
Paris, Payot, pág. 92-105.
19
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31
S. Freud, Cinq psychanalyses, pág. 1
32
La doble preocupación metodológica de Freud es visible en el preámbulo de Cinq psychanalyses, pág.1, 4-
6, donde el reivindica la inteligibilidad de una causalidad ‹‹enmarañada›› que sólo puede proporcionar la
singularidad de un caso observado en el curso del tratamiento analítico de una neurosis, sin renunciar por ello
a la generalidad que procura a dicha inteligibilidad el hecho de ocupar un lugar en una tabla nosográfica
donde figura como un ejemplar – y que así testimonian los artículos indefinidos que los titulan (una fobia, una
paranoia, etc.)
20
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el seno de una clasificación, una sintomatología, una nosografía, una etiología, de índole
general.
‹‹En efecto, va de suyo que una sola observación, aun completa, aun indubitable no puede dar
respuesta a todas las cuestiones que plantea el problema de la histeria […] Aquél que hasta hoy rehúsa creer
en el valor general y universal de la etiología psicosexual de la histeria no se dejará convencer al tomar
conocimiento de una sola observación; hará mejor en suspender su juicio, hasta el momento en que, por su
propio trabajo, haya adquirido el derecho de formarse una convicción personal.33››
Suficiente para desconcertar a los metodólogos que, hoy como ayer, ya han calado
sus reglas de observación y de demostración sobre objetos menos escurridizos que el
inconsciente; y para dejar perpleja a la filosofía de la descripción de ‹‹hechos›› que, en todo
investigador, guarda recuerdos del ‹‹largo pasado del aparato epistemológico del juicio››
que Kant finalmente erigió como tribunal de toda experiencia, dejando abandonadas al
margen del pensamiento curioso las figuras emergentes del conocimiento que ‹‹al detalle
vuelven caso y al hecho vuelven singularidad 34››. El pensamiento por casos revoluciona la
intersubjetividad clásica de la ciudad del conocimiento en el intercambio de pruebas pues
cuestiona la definición del auditorio universal especializándose en la persuasión. Pero
también se puede considerar que enriquece una semántica abstracta de la prueba al
especificarla en una pragmática de la interpretación.
21
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35
D. Widlöcher, ‹‹Le cas au singulier››, Nouvelle Revue de Psychanalyse, 42, 1990, pág.285-302.
36
Para el inicio de la lógica matemática ver G. Frege, Beggriffschrift, eine der arithmetischen nachgebildete
Formelsprache des reinen Denkes (1879), trad. En J. van Heijenoort, ed., From Frege to Gödel. A source book
in mathematical logic, 1879-1937, Cambridge, Harvard University Press, 1967; y para una tentativa de
extensión, ver G. Frege, Écrits logiques et philosophiques, trad de C. Imbert, ed., Paris, Seuil, 1971.
Igualmente, C. Imbert, Phénoménologies et langues formulaires, Paris, Presses Universitaires de France,
1992.
22
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Sin duda debería distinguirse aquí no entre disciplinas sino entre las
argumentaciones, y sobre todo, según el contenido de los resultados o de las prescripciones
que les sirven de argumentos. No es en el sistema de las clases lógicas o en la teoría de
conjuntos, en la mecánica operatoria de la inducción o de la deducción que las ciencias del
contexto encuentran la transcripción formal que mejor conviene a los operadores de sus
evaluaciones de situaciones, de sus construcciones de presunciones y de la conducta de sus
razonamientos comparativos: todos estos enfoques operan necesariamente, en efecto, sobre
los casos inscriptos en contextos diferentes, imposibles de descomponer en variables puras
y sobre todo de comparar respetando, ni remotamente, la exigencia de que todas las cosas
sean iguales por otra parte.
23
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como se les pueden encontrar contextos diferentes. Pierre Livet muestra que el refinamiento
operatorio en el tratamiento de casos y de contextos puede ir bien lejos en la formalización
de razonamientos complejos, al lograr no perder nada de las gradaciones, del orden, y de la
necesidad local de los razonamientos, cuando se acepta inscribirlos en el marco del sistema
descriptivo que instaura y detalla una lógica no monótona de las inferencias 37. En lugar de
poner entre paréntesis o de suponer como indiferentes las diferencias de contexto, esta
elección de formalización se ciñe a tomar en cuenta las limitaciones que traza en la
generalización la variedad de contextos de observación en una ciencia histórica o clínica, en
un diagnóstico o en un pronóstico como en la conjetura de una decisión con sus factores
subjetivos de evaluación. Tales razonamientos deben emanciparse de la cláusula que
plantea que todas las cosas son iguales por demás, que esteriliza inútilmente las inferencias
en la medida que ellas están constreñidas a desplazamientos entre contextos diferentes,
posiblemente pertinentes, que afectan sus modalidades, sus reglas generales o sus
excepciones. No sirve de nada callar o ignorar todo lo que un resultado le debe al contexto,
no manejable por enumeración, en el cual está incluido; por el contrario, puesto que si no
hacemos jugar a la cláusula ceteris paribus – como se ve en tantos razonamientos
sociológicos – el rol de una ‹‹coartada metodológica ilimitada38››.
37
La significación de lógicas no monótonas se comprende mejor si se sitúa la operatoria a la vista de todas las
otras, como lo hace Pierre Livet al trazar un panorama sinóptico de las diferentes formas de razonamientos,
considerados como operadores de una generalización que puede ser llevada a cabo al hacer hipótesis
diferentes sobre sus contextos: ‹‹Les diverses formes de raisonnement par cas››, en J.-C. Passeron y J. Revel,
eds., Penser par cas, EHESS, Paris, 2005, págs. 229-253.
38
Según la expresión de Hans Albert al hablar de la facilidad que procura, en una explicación contextualizada,
la posibilidad de imputar toda observación que vaya en contra de la hipótesis a la influencia de factores
exógenos que la hipótesis de entrada neutralizó o ignoró por su propia formulación suponiéndolos invariantes:
H. Albert,‹‹Modell Platonismus››, en E. Topitsch, ed., Logik der Sozialwissenschaften, Cologne-Berlin,
Kiepenheuer & Witsch, 1966, págs.. 406-434.
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menos armado metodológicamente39. Los conectores, que permiten al observador hallar una
coherencia inaparente garantizándola sobre coherencias actualmente inaccesibles, suponen
la doble revisión que toma en cuenta el rol jugado por el caso como focalizador, como
atractor o, llegado el caso, como ‹‹deshacedor›› de coherencias locales por referencia a
otras más lejanas o viceversa40.
Parece aun más paradojal el papel del pensamiento del caso particular en
matemáticas. Es por cierto marcadamente diferente de la focalización de la atención sobre
un caso escrutado por una ciencia clínica con toda su fuerza de atracción singular. Pero,
resistiendo momentáneamente toda tentativa de integrarlo en un sistema de reglas y
definiciones, dirige al mismo tiempo la atención sobre una utilización del caso que es
propia de los razonamientos de las ciencias formales o matemáticas. Ellas, en efecto, se han
apoyado frecuentemente sobre ‹‹casos de figura›› raros o privilegiados – a veces
escandalosamente irracionales porque manifiestan una ruptura con la racionalidad de los
saberes ya ordenados armoniosamente, a veces especialmente ejemplares por la reunión
excepcional de todas las propiedades de muchas series – con el fin de hallar una
demostración capaz de restaurar la integridad de un sistema de reglas coherente que las
absorbe, aun al costoso precio de su completa reforma. Lakatos ilustra este enfoque de
reconfiguración de las teorías matemáticas con la historia de las invenciones geométricas:
así, ante el encuentro incongruente de un hápax aberrante o caprichoso, la esterilidad de las
tentativas que han querido descartarlo como un ‹‹monstruo matemático 41››, mientras que el
cuidado otorgado a su ‹‹domesticación›› ha constituido precisamente el recurso de la
invención matemática, que finalmente ha hecho posible encontrarle un lugar racional en la
redefinición de los principios de una serie teórica o de un grupo de transformaciones.
Disolver la opacidad muda del caso aislado obliga aquí a un trabajo de remontarse hacia los
principios para operar una remodelación que permita abolir toda traza de unicidad del caso
rebelde, transformándolo en simple ejemplar de una serie donde encuentra su lugar lógico
sin perturbar más la disposición de los demás. El caso de excepción tiene por lo tanto en la
historia de la disciplina el privilegio didáctico de ilustrar el sendero de la invención que ha
permitido incorporarlo42. Una liquidación tal de la singularidad del caso es radical, pero
revela también algo del movimiento argumentativo del pensamiento por casos, que de
nuevo – tal como lo hace a la cabecera de un paciente, en el seguimiento de una trama
39
El análisis que lleva a cabo Pierre Livet a propósito del papel de la ‹‹emoción›› en la revisión de una
creencia o de la ‹‹doble revisión›› permite ver que la dimensión temporal de este proceso inscribe el
pensamiento por casos en la dinámica alternativa de la prospectiva y de la retrospectiva: ‹‹ Les diverses
formes de raisonnement par cas››, en J.-C. Passeron y J. Revel, eds., Penser par cas, EHESS, Paris, 2005.
40
Ver P. Livet, ibid., págs. 249-252
41
Por ejemplo en la teoría de los poliedros regulares en el siglo XVII, el caso del ‹‹pequeño dodecaedro
estrellado›› (antiguo ‹‹erizo›› de Kepler). Ver I. Lakatos, Proofs and refutations (1989), trad fr. Preuves et
refutations, Paris, Dunod, 1990.
42
La historia de las matemáticas a partir de los griegos, y la de la física, comprendidos sus desarrollos
contemporáneos, ofrece numerosos ejemplos de escenarios en los que la resolución (costosa en lo inmediato)
del caso incongruente ha sido preferible al salvataje de una teoría considerada satisfactoria durante largo
tiempo.
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En otra historia de las ciencias y a partir de una figura sensiblemente diferente del
caso particular, Karine Chemla muestra una versión diferente del ‹‹interés ampliado a la
generalidad›› sobre un ejemplo de razonamiento matemático en la antigua China 43. El estilo
de la demostración, en los textos del Canon como en su comentario autorizado, se
caracteriza por una estrecha asociación entre el aprovechamiento literal de las
particularidades concretas del problema a resolver y el recorrido hacia la generalidad del
algoritmo de cálculo. Por una parte, el enunciado de los problemas resueltos sucesivamente
particulariza tan minuciosamente la situación a la que se dedican como los valores
numéricos asignados a los datos. Pero al mismo tiempo, el matemático no se preocupa por
tratar estos enunciados singulares más que para introducir un procedimiento demostrativo
que promueva una generalización extendida finalmente a todos los casos posibles (de la
misma categoría de problema). La ‹subida a la generalización››, que procede por sucesión
de problemas particulares a medida que el algoritmo que ha permitido resolver el primero
se transforma para adaptarse a los datos que siguen, continúa operando en el contexto de un
problema muy particular, que sirve de ese modo, a pesar de los rasgos singulares
inseparables de su enunciado, de ‹‹paradigma›› para los otros44. Si, como lo hace Karine
Chemla, se designa por este término – tomado en su sentido platónico (y no kuhniano) – a
la identificación de una categoría de problemas a partir de la singularidad del paradigma
que la designa analógicamente sobre un caso particular, dejando a las operaciones del
algoritmo el cuidado de asegurar la exigencia de generalidad, esta forma concreta de
matriculación de una multiplicidad de operatorias abstractas nos pone en presencia de un
uso del caso que se aparta de su doble potencialidad semántica: descripción densa pero
limitada a los datos que hacen de cada caso un problema particular, pero también index de
toda la serie de aquéllos que están ligados por la construcción de un algoritmo. Lo que está
en juego es mucho más que la simple comodidad de de designar un conjunto por el nombre
singular de uno de sus miembros (el más esto o el más aquello, el más viejo o el más
simple), puesto que se trata de hacer de la singularidad un recurso operatorio. El paradigma
no tiene aquí solamente una función mnemotécnica o ilustrativa, provee y conserva la llave
semántica del algoritmo de cálculo.
¿Se trata aquí de un rasgo que el viejo matemático chino debe a la racionalidad
material del a cultura china tradicional que Weber contrasta en todos los ámbitos de la
actividad social con la racionalidad formal de tipo occidental 45? Se encuentra por cierto una
43
K. Chemla,‹‹ Le paradigme et le general. Réflexions inspirées par les textes mathématiques de la Chine
ancienne››, en J.-C. Passeron y J. Revel eds., Penser par cas, EHESS, Paris, 2005.
44
Ver K. Chemla, ibid., en particular págs.88-92.
45
M. Weber, Confucianisme et taoïsme, ( en Gessamelte Aufsätze zur religionssoziologie, I, Tübingen, Mohr
[Siebeck], 1920), trad. fr. par C. Colliot-Thélène et J.-P. Grossein, Paris, Gallimard, 2000.
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utilización análoga del paradigma en la casuística jurídica46. ¿Se observarán además otras
diferencias semejantes en la estructura lógica o en la textura argumentativa de los
procedimientos de demostración matemática, si se extiende la comparación a la diversidad
de culturas científicas? Sin estar en posición decidir, se presenta claramente aquí que la
identificación y el tratamiento de una singularidad plantean a la vez un problema de retórica
y un problema de lógica que, si se dejan distinguir en el universo de las lógicas formales, se
encuentran por lo tanto asociados estrechamente en todas las prácticas casuísticas, a través
de sus formas de narratividad como en sus recursos operatorios.
46
Ver entre otros, el paradigma del “fils de la chenille” en nombre del cual la jurisprudencia del derecho
privado extiende, por una analogía razonada, la preferencia dada al padre adoptivo sobre el padre biológico en
la resolución de casos litigiosos; J. Bourgon, ‹‹Les vertus juridiques de léxemple. Nature et fonction de la
mise en exemple dans le droit de la Chine impériale››, en K. Chemla, ed., La valeur de l’exemple.
Perspectives chinoises, n° especial de Extrême-Orient, Extreme-Occident, 19, 1997, págs. 11-18 .
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trillado del naturalismo de las ciencias empíricas y del logicismo integral de las ciencias
formales.
47
Claude Imbert rastrea las aventuras modernas del proyecto galileo-cartesiano de una antropología científica,
siguiendo su acompañamiento por la filosofía, por medio del diálogo reñido entre ambas y las variaciones de
sus lenguajes según el contexto de las demandas sociales y políticas. En efecto, las reconfiguraciones
contemporáneas del conocimiento no hacen otra cosa que enredar de manera más inextricable los nudos de
este dispositivo de pensamiento al manifestar la imposibilidad tanto de una casuística universal como la de
una unidad conceptual total de las ciencias empíricas y de sus lógicas., ‹‹Le cadastre des savoirs››, en Penser
28
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Las ciencias del hombre han participado, con el transcurrir del siglo pasado, y, a
decir verdad, a menudo han seguido este doble movimiento, puede ser con un
renunciamiento más tardío, a la esperanza de reconfigurar definitivamente el estatuto de sus
pruebas todavía tan disputado como en los tiempos de su dependencia vis-à-vis de la
teología o de la filosofía. Con el creciente poder de los grandes programas de unificación
del lenguaje de la inteligibilidad científica, seguido de su revisión en baja, estas ciencias
importaron una antigua división de sus orientaciones epistemológicas que se desprendía de
sus estatuto de recién llegadas. Benjaminas de las ciencias exactas cuyas metodologías
dominaban el espíritu científico – y que contaban por detrás de ellas dos a tres siglos de
éxitos ininterrumpidos a través de varias revoluciones científicas ̶ , pero herederas también
de la filosofía y de las humanidades clásicas, ellas estaban duraderamente divididas en dos
campos. En las ciencias sociales, el naturalismo sociológico o antropológico de unos, a
menudo el de sus fundadores, propugnó, con el alineamiento al ideal nomológico, la
imitación metodológica de las ciencias duras. En el otro extremo, los fieles de la
hermenéutica rechazaron cortar el cordón umbilical con la filosofía, donde veían la única
garantía contra las simplificaciones del cientificismo en la explicación histórica, lo que
alegremente lanzaba a la metafísica o a la teología toda referencia al papel de la
interpretación y de la intencionalidad en el análisis de las acciones humanas. El final del
siglo XX ha visto concluir la era disciplinaria de las primeras ciencias de la sociedad, entre
las cuales han prosperado los lenguajes y los paradigmas de las grandes teorías, dejándose
acunar muy a menudo por las ilusiones de una epistemología calcada de las ciencias
exactas: organicismo, sociologismo, economicismo, estructuralismo, funcionalismo ̶ sin
olvidar, más cerca nuestro, las promesas de los formalismos lógicos y matemáticos que han
precedido un renacimiento de las lógicas formales reasignando una nueva ambición a las
ciencias de la lengua y el discurso; ni las ambiciones de conquista del semiologismo
generalizado que propuso extender la claridad formal de la lingüística a todos los sistemas
sociales tratándolos como la semiología general trata los ‹‹sistemas de signos››, de
símbolos o de índices. Constatemos solamente que, en el primer cuarto del siglo XX, estas
dos tradiciones científicas cuyas espaldas filosóficas estaban protegidas, una por el
naturalismo, la otra por la fenomenología, y que estaban sólidamente atrincheradas en dos
campos epistemológicos distintos y enemigos, cada una considerando que no se podía
inventar sin el detrimento de la otra, fueron vaciadas de lo esencial de su poder de
invención como de su capacidad de renovación. La conciencia que la teoría universal de las
sociedades o el balance del simbolismo de la humanidad sobrepasaba las fuerzas de una o
muchas ciencias sociales ha acompañado el resultado de esta usura48.
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La memoria científica juega sin duda un papel esencial en la sinonimia todavía bien
establecida entre conocimiento científico y conocimiento por conceptos universales. En la
enseñanza de las ciencias como en su historia, es difícil olvidar que la búsqueda de leyes o
de estructuras invariantes de la naturaleza, supuestamente escondidas detrás de las
variaciones desconcertantes de los casos definidos librados a la observación, ha procurado
a las revoluciones científicas de la época moderna la idea reguladora y la energía intelectual
necesarias para sus rupturas teóricas. Dicho de otro modo, la ciencia moderna, galileana de
nacimiento, se ha fundado sobre una ‹‹des-automatización›› radical de los automatismos de
la percepción y de las representaciones cotidianas o científicas que preservaron desde la
Antigüedad la proximidad entre la experiencia vivida y los ritmos perceptibles del
cosmos49. Los grandes paradigmas ̶ logicistas o naturalistas ̶ que después del
Renacimiento multiplicaron en Europa los descubrimientos ‹‹en racimo›› de la modernidad,
salieron todos de la des-automatización del pensamiento aristotélico y medieval,
desvitalizado por las institucionalizaciones y apropiaciones corporativas demasiado largas.
Más recientemente aun, la des-automatización de las afiliaciones académicas ha
interdisciplinarizado la mayoría de las investigaciones de punta, conmocionando, casi
siempre para gran provecho de la invención, las fronteras de viejos territorios disciplinares.
El efecto de des-automatización ciertamente ha liberado la imaginación de lo posible,
permitiendo la apertura, entre el siglo XIX y el XX, de grandes construcciones
comparativas de la lingüística, la antropología, la sociología histórica. Favoreció así las
reconfiguraciones transdisciplinarias. Pero la re-automatización del pensamiento, su
rutinización, no escatima más la historia científica o la historia de las transmisiones del
carisma religioso o político. De donde hoy en día, en las ciencias sociales en todo caso, la
aparición de un proceso de almacenamiento de resultados discontinuos que se dejan
enumerar fácilmente en la lengua metodológica de los trend reports, pero sin que su
heterogeneidad teórica les permita jamás fundarse en el lenguaje de un sistema articulado
de acumulación: lo que disimulan muy bien los idiomas de métier en los que la mescolanza
49
Extendiendo esta noción descriptiva, debida a Chklovski, de la invención literaria a la invención científica.
Ver V. Chklovski, ed., Théorie de la prose (1925), y sobre todo L’art comme procédé (1929), traducidos
parcialmente en T. Todorov, ed., Théorie de la littérature. Textes des formalistes russes, Paris, Seuil, 1966.
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ejerce una función de jerga en el intercambio con las administraciones y las tecnocracias
patrocinantes de productos standard.
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no eran observables antes de que la reconfiguración teórica de los conceptos que los hiciera
descriptibles los hubiera vuelto concebibles.
( Traducción RDM)
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