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Desde los estudios de la prehistoria se nos ha enseñado que la sociedad primitiva asignaba
directa o indirectamente unos roles a los individuos que la integraban, entendiendo el rol
como: “función o papel que cumple alguien o algo” Pérez & Merino (2010). Según esto,
al hombre se le dio el papel de cazador porque, desde lo biológico, era más fuerte que la
mujer, y a esta se le asignó la función de reproducción, manutención y producción por ser
débil. Con el paso del tiempo esta realidad sobre los roles femeninos y masculinos se fue
estableciendo aún más, acentuado una marcada diferencia entre el ser hombre y ser mujer,
evidenciándose claramente cómo los varones asumieron la jefatura en el hogar, se
dedicaron a la academia, a las Guerras y a lo político, mientras que las hembras debían
permanecer en los hogares criando a la prole y ceñidas a las decisiones de sus esposos.
Posteriormente, como la historia y la cultura son dinámicas, estos roles han ido
evolucionando de acuerdo a las nuevas visiones filosóficas y científicas que se tienen
sobre el ser humano, concretamente en el plano de la sexualidad. Por esta razón, se hace
necesario reflexionar sobre el carácter esencial e integral de los roles femeninos y
masculinos en relación a la constitución biológica del ser humano y el devenir de la
historia y la cultura. De este modo, se podrá deducir mejor las nociones de feminidad y
masculinidad como expresiones diferenciadoras –pero complementarias entre ellas
mismas- de la sexualidad humana sin caer en dualismos y posibilitando la exaltación de
la persona humana desde una visión holística.
Progresivamente, han sido varias las discusiones que se han tejido en torno a los aspectos
que engloba la identidad sexual del ser humano: identidad de género, orientación sexual
y rol de género. En lo concerniente a esta reflexión filosófica, se hace un especial énfasis
en la teoría de género, específicamente, en los roles femeninos y masculinos como
elementos constitutivos del género donde este ha sido definido por la OMS como: "los
roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad
considera apropiada para hombres y mujeres” WHO (2013).
Según lo anterior, se puede deducir que los roles son eminentemente construcciones
sociales y, por lo tanto, el género también. Por consiguiente, "no se debe entender la
sexualidad como un asunto privado, íntimo y natural, sino que es totalmente construida
por la cultura hegemónica; es el resultado de una “tecnología del sexo”, definida como
un conjunto “de nuevas técnicas para maximizar la vida.” (Foucault, M., Historia de la
Sexualidad. La Voluntad de Saber. XXI, Madrid, 1992). Por esta razón, es evidente que
los roles no son connaturales, es decir, no están predeterminados en nuestra estructura
genética, sino que obedecen a la historia y la cultura.
Ahora bien, no es pertinente desconocer -desde la dimensión sexual del ser humano- que
existen ciertas tendencias naturales en los individuos vinculadas al sexo biológico. Cabe
resaltar que estas tendencias en la forma de socializar y responder a estímulos no se
presentan de la misma manera en todas las personas:
Los varones tienden a explorar su mundo más físicamente que las niñas,
Baby Girl! Las niñas juegan más tranquilamente, se mantienen más cerca
(Meredith.,2017-2018).
Esta categorización fue quedando atrás toda vez que se constató en diversos estudios
aplicados a varias poblaciones cómo no siempre había una coincidencia entre el sexo
biológico y el sexo psicosocial:
“El sueño que me parece más atractivo es el de la sociedad andrógina y sin género (aunque
no sin sexo), en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es,
lo que uno hace y con quien hace el amor”. (Rubin, Gayle,”el tráfico de las mujeres” en
Nueva antropología. Estudios sobre la mujer: problemas teóricos, p.36).