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SALUD
MARÍA VALERIO
29/05/2016
"Un día tuve que llamar a mis hijos varias veces para cenar. Estaban los dos con el
móvil y no me hacían caso, así que les quité el móvil y lo tiré por la ventana. Al
principio protestaron mucho, pero ahora cada vez que los llamo para cenar sueltan el
móvil echando chispas, porque ya les he dicho que lo volvería a hacer". Esta anécdota
que cuenta una madre taxista refleja seguramente las sensaciones de muchos padres
con hijos adolescentes “enganchados” a la pantalla.
"El problema está en dónde poner el límite", reconoce el doctor Pedro Bermejo,
presidente de la Asociación Española de Neuroeconomía. "El uso de redes sociales, por
ejemplo, libera neurotransmisores asociados con el placer cerebral, como la
dopamina”, y agrega: “El problema es que el cerebro se acostumbra a esa sensación de
bienestar y pone en marcha de nuevo el circuito para repetir la acción y obtener el
mismo placer".
Los expertos coinciden en que las nuevas tecnologías se convierten en adicción cuando
interfieren con las actividades de la vida diaria y los adolescentes (también los adultos)
dejan de hacer otras cosas necesarias en su vida cotidiana.
"En ese momento en que los chicos tienen una reacción desajustada al quedarse sin
móvil, los padres hacen clic y toman conciencia del uso desmedido que sus hijos llevan
haciendo durante algún tiempo", explica el psicólogo. En la mayoría de los casos,
tranquiliza el especialista, se trata simplemente de situaciones de uso abusivo o
problemático del teléfono.
"Yo estoy convencido de que las nuevas tecnologías no son malas", agrega Jesús de la
Gándara. "El ser humano es muy listo y lo que es malo lo elimina; es sólo una cuestión
de tiempo. Si las nuevas tecnologías están aquí y las usamos es por algo", apunta.