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Foro II.

Alquimia en la Edad Media: La transición


entre su concepción esotérica y la quı́mica experimental
Charama, Grober
Fariñas, Marı́a

Muñoz, Emili
Historia de la Quı́mica

Escuela de Quı́mica
Facultad de Ciencias
Universidad Central de Venezuela

02 de noviembre de 2020

La alquimia ha sido controversial desde su nacimiento, incluso la etimologı́a de la palabra se considera


ambigua como consecuencia del desarrollo aislado de dicha disciplina en concordancia con la adaptación a
distintos pensamientos como el árabe, el griego y el chino. Es ası́ como surge un debate sobre cuál es la forma
más adecuada para desglosar el término “alquimia” y, por ende, darle una lógica general. De acuerdo con la
Real Academia Española[1], surge de la palabra oriunda del árabe traducida como “alkı́mya” a la que se le
atribuyen dos posibles etimologı́as:

La primera, considera la palabra “kı́mya” o “khem”, de origen egipcio, cuyo significado literal es “tierra o
polvo negro”. Esto tiene una dimensión mitológica que establece a la tierra como un sinónimo de vida, pues al
ser la que bordeaba al rı́o Nilo, era la más fértil. Por su lado, el “polvo negro” para los egipcios era considerado
mágico y útil para transformar los metales. Otros autores se atreven a ahondar más en lo filosófico y asocian
el término “alkı́mya” como una fusión de raı́ces árabes y griegas que representa la conversión de los metales
en oro, como la transformación misma del yo interno del hombre. Sin embargo, la versión con más aceptación
en la comunidad actual es la que estipula que el génesis de la palabra alquimia se compone de “al” del árabe,
y del griego “chymeı́a” que significa literalmente mezcla o fusión de lı́quidos.

En concordancia con las dificultades para determinar una generalidad que sea lo suficientemente diáfana
para asignarle al término alquimia, en el desarrollo de la historia sabemos que los alquimistas se basaron en
sus propias creencias, experiencias y especulaciones para darle condiciones y explicaciones a los diferentes
procesos de transformación de la materia. Es ası́ como, con el transcurrir del tiempo, con la llegada la Edad
Media se consideraba a la alquimia como una rama de la filosofı́a natural practicada principalmente por
aquellos cuyo interés principal era investigar sobre cómo era posible que el oro pudiese ser generado a partir
de otro metal[2]. Fue tomando tal rigurosidad que durante esta época se descubrió el alcohol y los ácidos
minerales.

En este sentido, se podrı́an establecer dos vertientes de esta fusión entre ciencia y arte para ese momento
histórico: la “espagiria” y la “arquimia”. A lugar, el primer término está vinculado con prácticas de producción
de medicamentos a partir de materia vegetal de acuerdo con la materialización del principio alquı́mico de

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solve et coagula I . Por otro lado, la “arquimia” era especı́ficamente parte de la ciencia que enseña la trasmu-
tación de los metales en otros. Ası́, la conjugación de esas dos áreas forjó la idea general que dio inicio a una
actividad cuyo desarrollo, no siempre lineal, fructificó siglos después en una ciencia con unas caracterı́sticas
históricas que la diferenciarán de otras ciencias naturales.

En pleno apogeo de la época medieval los alquimistas permanecı́an catalogados como experimentadores
dotados con conocimientos y dones “especiales”, con capacidades “ocultas” que trascendı́an el entendimiento
religioso y por ende atentaba contra él y los intereses de la dominación eclesiástica. Esto último impactó
sobre todo en el desarrollo de la alquimia en Europa, dominada casi por completo por la Iglesia Católica en la
época. Las prácticas que realizaban se convirtieron en metáforas de su propia purificación espiritual, ası́ que
a medida el cristianismo fue conquistando la sociedad europea, se generaban cada vez más sospechas sobre
la transparencia de la alquimia.

Durante ese periodo, comienza a difundirse el conocimiento que nació aisladamente, es decir, la alquimia
árabe y sus prácticas trascienden sus propios lı́mites territoriales y tocan Europa para influenciar con sus
ideas, empezando por España. Las Cruzadas abrieron las relaciones, en principio hostiles, con la civilización
árabe, despertando luego el interés por profundizar en la ciencia Oriental. Esto resalta el carácter de la alqui-
mia: compleja, poliédrica, capaz de sopesar diversas interpretaciones nacientes de corrientes completamente
distintas. Un ejemplo de esta versatilidad para el uso y la intersección del conocimiento es Paracelso, cata-
pultado en la historia como un famoso médico y alquimista suizo que separó la historia de la alquimia de la
quı́mica moderna, usando sus vastos conocimientos acerca de las diferentes sustancias minerales y vegetales
para elaborar recetas que mejorasen la salud de las personas, curando con mayor eficacia sus enfermedades
y prolongando con ello sus años de vida.

Previo a la Edad Media se consideraban a los metales como unos cuerpos compuestos, producto de dos
propiedades que los hacı́an similares entre sı́: el mercurio, respondı́a a lo metálico; y el azufre, implica-
ba todo lo que podı́a usarse como combustible. Posteriormente consideraron una tercera propiedad, la sal,
identificada con la solidez y la solubilidad. Estos principios fueron progresivamente sustituidos durante el
transcurso de la Edad Media por elementos de la filosofı́a helénica, cuando se empiezan a tomar elementos
de la naturaleza como leyes para el desarrollo del conocimiento. De esa manera, se continuó en la búsqueda
de nuevas técnicas que se adecuasen para transformar en oro un metal de partida. En estos procesos, los al-
quimistas descubrieron sustancias tan importantes como el oro, tales como los ácidos minerales y el fósforo[3].

En primer lugar, el hallazgo de los ácidos minerales se le asigna a los alquimistas de la Edad de Oro
del Islam, principalmente a Muhammad al-Razi, quien fue el primero en obtener el ácido sulfúrico luego de
modificar el diseño de los dispositivos de destilación, mientras que los alquimistas en Europa produjeron ácido
nı́trico y ácido clorhı́drico durante el siglo XIII. Grosso modo, estos productos eran obtenidos por disolución
y destilación de mezclas de vitriolos (sulfatos), alumbre, sal, nitro (salitre) o sal amoniacal. Por otro lado, se
dieron cuenta que si mezclaban ácido nı́trico y ácido clorhı́drico en cierta proporción, el resultado era el agua
regia, solución capaz de disolver al oro.

Estos hallazgos fueron revolucionarios para la alquimia, especialmente el del ácido sulfúrico, generando
todo un nuevo sistema para la experimentación en la Edad Media. Era innovador, desde cualquier punto de
vista, encontrar sustancias mucho más fuertes que el ácido más fuerte conocido para la época, el acético, con
las que además se podı́an descomponer compuestos sin necesidad de emplear altas temperaturas ni recurrir
a largos perı́odos de espera. El texto Mappae clavicula guarda “recetas” que empezaron a coleccionarse en
el siglo VII y que fueron tomando rigor en el Medioevo conforme aumentaba la sed de conocimiento y la
búsqueda de respuestas a la fenomenologı́a de la naturaleza. Se tradujo una de sus fórmulas que podrı́a datar
del siglo XII y se interpretó de la siguiente forma: “Al mezclar un vino muy fuerte y puro con tres parte de
sal, y calentando la mezcla en un recipiente adecuado para ello, el agua que se obtiene arde sin consumir el
material (sobre el que se ha vertido)”.

I Máxima alquı́mica que significa “disolver y coagular”, y que hace referencia a la moderna ley de conservación de la masa

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Es de esa manera, que se desencadenó en el siglo XIV el concepto del alcohol como una sustancia sa-
nadora, al que Juan de Rocatallada trataba como aquae vitae o agua de la vida y lo prescribı́a como elixir
tanto para el metal enfermo (con la idea de sanarlo y convertirlo en oro) como para la salud humana. En el
proceso de creación de nuevas técnicas para el trabajo de la alquimia, se descubrieron otros elementos aparte
de los conocidos hierro y oro. El arsénico, aislado por primera vez en el 1250 por Alberto Magno; el fósforo,
descubierto en 1669 luego de que Hennig Brand partiera de la orina humana para obtener una sustancia que
era capaz de brillar en la oscuridad; ası́ como el antimonio, el bismuto y el zinc, elementos cuya importancia
ha tomado significado con el devenir del tiempo.

Uno de los personajes que marcaron un hito en el desarrollo de la historia de la alquimia fue Tomás de
Aquino, quien trabajó intensamente en desarrollar el método cientı́fico. La teorı́a del conocimiento de Tomás
de Aquino es una reivindicación de la concepción defendida por Aristóteles. Para ambos, el entendimiento
toma la forma más genérica y sustancial de los objetos del exterior (percibida a través de los individuos,
plenamente reconocidos por la intencionalidad del esciente) y la abstrae, dando lugar a la especie o universal
en acto. En ello radica la diferencia cognoscitiva entre hombre y animal, ya que el universal es un elemento
indispensable para toda ciencia, que solo puede alcanzar el hombre.

Tomás de Aquino adoptó el realismo moderado y destacó tres estados del concepto de universal, nacido
en la Antigua Grecia y que se refiere a cualidad o relación que se encuentran en dos o más entidades[4], como
la forma o el color. Estos fueron:
Ante rem (anteriores a la cosa), en la mente de Dios, por ser creador del mismo, como arquetipo de los
entes de la realidad material.
In re (en la cosa), como estructura que conforma la especie de un objeto singular. Está mezclado con
la materia, por lo que, como tal, en el aspecto sensitivo es potencial e imperceptible.
Post rem (posteriores a la cosa), como conceptos lógicos, abstraı́dos de los entes reales materiales y,
necesariamente por lo dicho arriba, inmateriales.
Es de esta manera como Tomás de Aquino rompe con la estructura de la iglesia en contra del desarrollo
de la alquimia y la integra como un elemento capaz de explicar la lógica del comportamiento de la naturaleza
de la mano de la teologı́a[5], entendiendo que Dios es un sustento filosófico y la ciencia es un argumento
explicativo de la fenomenologı́a de la naturaleza. Roger Bacon, por su parte, es el alquimista más prominente
del Medievo[6]; esto es respaldado por su participación activa en la generación de nuevas ideas sobre la es-
tructura de la ciencia y su rigor para producir una nueva dimensión con la cual entender la filosofı́a natural,
aunado a su inventiva para la elaboración de armas con pólvora, y el posterior diseño de un bombillo que
funcionaba con un gas al interior con el cual se iluminaba para leer durante las noches.

Contrastando las opiniones tradicionales de que el desarrollo del método cuantitativo es posterior al siglo
XVII, se sabe que para la Edad Media ya se usaba un seguimiento riguroso del material a usar, viendo cómo
esto repercutı́a sobre el producto de la reacción. Claro está, sin relacionarlo, con conceptos que nacieron
posteriormente como la estequiometrı́a y las proporciones de masas matemáticamente estipuladas.

Es ası́ pues como los trabajos de los alquimistas del Medioevo rompió con el dogma central de la alquimia:
el descubrimiento de la piedra filosofal; al desdibujar su marco fantástico y diseñar uno nuevo en el cual
se acercaron a la ciencia moderna gracias a la preparación de nuevas sustancias, invención de aparatos e
instrumentos y desarrollo de nuevas técnicas. Desde el punto de vista metodológico, se debe a los alquimistas
medievales la operación fundamental en quı́mica: pesar. Sus filtros exigı́an una dosificación minuciosa de los
ingredientes que se mezclaban: ası́, en sus laboratorios fáusticos, los alquimistas elaboraron lo que más tarde
iba a ser el método cuantitativo, uno de los fundamentos de la ciencia moderna.

Referencias
[1] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en lı́nea].
Recuperado el 30 de octubre de 2020 de https://dle.rae.es

3
[2] Royal Society of Chemistry. Alchemy. Recuperado el 30 de octubre de 2020 de https://www.rsc.org/
periodic-table/alchemy/what-is-alchemy
[3] Martin, S. (2006). Alchemy & Alchemists. España: Pocket Essentials.
[4] Pardo, F. (2013). La temática de los universales y su presencia en la cristologı́a de algunos autores.
Veritas, (29), 141-166. Recuperado el 30 de octubre de 2020 de https://scielo.conicyt.cl/scielo.
php?script=sci_arttext&pid=S0718-92732013000200007
[5] Turner, G. (2007). St. Thomas Aquinas on the “Scientific” Nature of Theology. New Blackfriars, 78,
464-476. Recuperado el 30 de octubre de 2020 de https://www.researchgate.net/publication/
229835783$_$St$_$Thomas$_$Aquinas$_$on$_$the$_$Scientific$_$Nature$_$of$_$Theology

[6] Barragán, D. (2008). Aproximación a Roger Bacon desde una reflexión hermenéutico-crı́tica de la cultura.
Recuperado el 30 de octubre de 2020 de https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-02408344/
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