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Cinco poemas de Otoniel Guevara

para “Más allá de las cortinas”

Otoniel Guevara

Quezaltepeque, La Libertad, El Salvador, 1967.


Poeta. Ha trabajado como publicista, periodista cultural, editor, gestor cultural. Estudió
periodismo en la Universidad de El Salvador y en la UCA de Managua. Como poeta ha
sido traducido a 8 idiomas, publicado en más de 40 títulos individuales y decenas de
publicaciones en revistas, periódicos, antologías, muestras colectivas y medios electrónicos
de América y Europa. Es coordinador ejecutivo de la Fundación Metáfora y director del
Proyecto Editorial “La Chifurnia”, sólidos referentes de la difusión de la poesía en la
región.

Otra vez el frío

apaguen las voces que el gallo ha cantado más de trece veces trece
cacen los conejos que la luna llena aplasta con su bota de hielo
recojan esas fechas atoradas en el frío
pongan a salvo las arrugadas cartas amorosas
que se derrame la sangre no la tinta
quiero cerrar los ojos como quien cierra de pronto un ataúd

guarden ya los bejucos los juguetes las lámparas


cierren los agujeros
fumen dentro del agua borren todas las huellas
no permitan que el café se entibiezca que no se desnivelen los recuerdos
aflojen un poquito las botas que no se desparrame el amor ni las palabras
déjenme solo con mi dedo meñique la espalda desnuda el sueño que sueño

quiero amar en silencio

(Del libro “Luzbéllica”)


Era un árbol

para Vladimir Baiza,


con verdor.

Ayer, en este mismo lugar, había un árbol.

Lo dejé cimbreante bajo la tormenta.

Pero,
ya no lo encuentro,
y con él se ha borrado el mar, el amar, el fresco amanecer
que bajo su sombra
compartí.

Eso me hace naufragar en busca de un recuerdo que concuerde con este rudo sitio
que a pesar del indómito calor
se me presenta frío,
desconocido,
espectral.

¿Será que hoy, en algún lugar,


a las hormigas les pesa el alma de ese árbol
como me pesa a mí continuar respirando entre estos hombres?

(Del libro “No apto para turistas”)


Martes 6

El viento va. Entra.


Trae la sonrisa muerta de la gente,
el eco del hombre que golpea el suelo
en busca del horizonte.

Los corazones andan tan bien vestidos


que ya nadie recuerda lo que son.

Ni el viento.
Porque toda memoria está enterrada.

(Del libro “Consagración del Edén”)


Cecilia llena eres de besos

Los besos de Cecilia en los cañaverales


sus ariscos pechos como aludes atrapados
por la nívea coraza de su blusa escolar

Besos aderezados con hormigas de barro


y semillas de hierba

Adolescentes besos como manjar de lluvia


Irrepetibles

Fuimos el invierno que fundó el Río Sucio


El que regó las cosechas de ese año sangriento
El que limpió la sangre de calles y veredas

La vida como un beso


pulsando en el abdomen

La muerte como rama


tumbada por el rayo

(Del libro “Utza Ceele”)


Saeta

Cuando un hombre se queda solo


sin guardaespaldas sin madre sin chequera
sin cigarro sin café sin aleluya
y se mira las uñas oscilantes
y toca su barriga inabrazable
y recuerda y enfoca y analiza

Cuando se queda solo en una silla


o en el suelo de su cuarto o frente a la fotografía
de su novia remota o de su perro podrido entre hojarascas

Cuando no tiene ya ni a quien hablar


y a su tenaz soledad le suma la mudez
el taladrante silencio hecho una nube

Cuando un hombre descansa de los hombres


y no se ve obligado a abrillantar ladrillos ni a zurcir sementeras
ni a firmar mohosos documentos ni a detenerse ante un sucio semáforo

Cuando un hombre esta solo sin música ni grillos


sin teléfono prepago ni televisión por cable
y hasta su propio espejo resuelve
no volver a regresarle la mirada

¿Qué pasa entonces?

Haga el favor de subrayar la respuesta correcta:

a) Se empapa las manos con el ardor de su llanto


b) Amanece con un puñal dentro del corazón
c) Escribe un poema sin tachones
d) Todas las anteriores

(Del libro “Sobre la tierra”)

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