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La narrativa de Isabel nos obliga a hacer una incursión en lo más profundo

de misticismo y la religiosidad para sacar a flote la evolución del pueblo


mexicano y su relación con la muerte, las tradiciones y la vida en el campo.
debido a la fuerte carga de aspectos psicológicos es necesario “reinterpretar
y revisar las raíces de la religiosidad y analizar el momento actual,
buscando en el pasado el origen del presente”,
La historia nos convierte al lector en un intruso, dotándonos de una
sensación inquietante al observar la interioridad mexicana sin haber sido
invitado a ello. El texto provoca encontrarnos con la naturaleza humana
Hay que encontrar la belleza en la muerte, olvidar su lado mortal, crudo y
vengativo. El peso de la religiosidad en la identidad nacional.
La meticulosa escritura de Isabel, para sostener el uso del vocabulario
campirano, que nos hace pensar en el estricto estudio y detalle del mismo
en el momento creativo. La función de la voz popular sostiene a la historia.
Es evidente el compromiso social de la autora por tocar temas escabrosos.
Poniendo en perspectiva problemas añejos. Hablar de seres que viven
inmersos en la pobreza, cuyo presente es trágico y la nostalgia del pasado y
el recuerdo llega a ser una constante.
Leo cita:
Recordó la última vez que habló con el Padre Eulogio, tan solo un par de
meses atrás: ―Rufino, es un honor que seas humilde: Dios, nuestro Señor,
nació en un pesebre, no maldigas tu destino. Agradece la bendición de
tener la suerte de nuestro Dios en la tierra. ―Achis, achis, padre, con todo
respeto: Dios su Señor no siempre fue humilde, si hasta él progresó.
―Rufino, ¿qué tonterías son esas? ¿De dónde sacas tanta herejía? ―¡Qué
herejía ni qué nada, padre! A ver, dígame, si tan pobrecito era, ¿por qué
cuando se lo echaron al pico, los romanos se andaban rifando sus trapitos?
No han de haber sido por jodidos, ¿verdá? Algo rete fino ha de ver traido el
Ponchito, bien que usaba su güena ropita. No juera siendo que los romanos
se iban a andar rifando mugreros de garras. ―¡Ay, Rufino! Contigo nomás
que no se puede. Mano dura me faltó contigo, mano dura, muchacho.
La soledad de los personajes no es individual sino histórica.
Por lo cual se hace necesario distinguir la incidencia de ciertos principios
culturales que están en la base de toda existencia individual y social.
Dejando fuera las formaciones sociales de los países latinoamericanos con
su herencia ideológica común y sus grandes diferencias nacionales y
regionales, los principios culturales a los que me refiero están en la base de
toda dinámica social. Me refiero a que tanto los personajes como el medio
social representado participan en diverso grado de las díadas
universalidad/diversidad e identidad/diferenciación. La universalidad se
refiere al aspecto genérico de lo natural existente, a todo aquello que hace
que todo hombre o mujer sea biológicamente lo que es y viva impelido por
las mismas necesidades. La diversidad, en cambio, se presenta con lo
particular, se trata del conjunto de variables que identifican a un hombre o
mujer de sus congéneres. Estos dos principios, universalidad y diversidad,
están en la base de toda representación narrativa y siempre juegan un
papel específico para la función conceptual. De hecho, es el libre juego
entre lo universal y lo diverso lo que hace, de manera sistemática, que el
entorno ficcionado adquiera un hondo sentido estético. Sin embargo, en
cuanto al devenir de los personajes se refiere, es a partir de los principios
de identidad y diferenciación que la conceptualización adquiere profundidad
ideológica. La identidad, en la novela es el equivalente a la personalidad en
la vida real.

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