Está en la página 1de 3

(2 Timoteo 4:1-5).

1 Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, juez de vivos y muertos, que ha de venir y
reinar, y te digo:
2 predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando,
siempre con paciencia y dejando una doctrina.
3 Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se
buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención;
4 cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos.
5 Por eso debes estar siempre alerta. No hagas caso de tus propias penas, dedícate a tu
trabajo de evangelizador, cumple bien tu ministerio.

(1 Corintios 9:16-18).
16 Pues ¿cómo podría alardear de que anuncio el Evangelio? Estoy obligado a hacerlo, y
¡pobre de mí si no proclamo el Evangelio!
17 Si lo hiciera por decisión propia, podría esperar recompensa, pero si fue a pesar mío, no
queda más que el cargo.
18 Entonces, ¿cómo podré merecer alguna recompensa? Dando el Evangelio gratuitamente, y
sin hacer valer mis derechos de evangelizador.

(Mateo 28:10),
10 Jesús les dijo: "No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a
Galilea. Allí me verán."

(Romanos 10:14-15).
14 Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han
oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame?
15 Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: Qué bueno es ver los
pasos de los que traen buenas noticias.

(Mateo 25:1-13).
1 Escuchen, pues, lo que pasará entonces en el Reino de los Cielos. Diez jóvenes salieron con
sus lámparas para salir al encuentro del novio.
2 Cinco de ellas eran descuidadas y las otras cinco precavidas.
3 Las descuidadas tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite consigo.
4 Las precavidas, en cambio, junto con las lámparas, llevaron sus botellas de aceite.
5 Como el novio se demoraba en llegar, se adormecieron todas y al fin se quedaron dormidas.
6 A medianoche se oyó un grito: "¡Viene el novio, salgan a su encuentro!"
7 Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
8 Entonces las descuidadas dijeron a las precavidas: "Dennos un poco de su aceite, porque
nuestras lámparas se están apagando."
9 Las precavidas dijeron: "No habría bastante para ustedes y para nosotras; vayan mejor a
donde lo venden, y compren para ustedes."
10 Mientras fueron a comprar el aceite llegó el novio; las que estaban listas entraron con él a
la fiesta de las bodas, y se cerró la puerta.
11 Más tarde llegaron las otras jóvenes y llamaron: "Señor, Señor, ábrenos."
12 Pero él respondió: "En verdad se lo digo: no las conozco."
13 Por tanto, estén despiertos, porque no saben el día ni la hora.

(Mateo 24:11-12).
11 Aparecerán falsos profetas, que engañarán a mucha gente,
12 y tanta será la maldad, que el amor se enfriará en muchos.
(Mateo 25:14-30),
14 Escuchen también esto. Un hombre estaba a punto de partir a tierras lejanas, y reunió a
sus servidores para confiarles todas sus pertenencias.
15 Al primero le dio cinco talentos de oro, a otro le dio dos, y al tercero solamente uno, a cada
cual según su capacidad. Después se marchó.
16 El que recibió cinco talentos negoció en seguida con el dinero y ganó otros cinco.
17 El que recibió dos hizo otro tanto, y ganó otros dos.
18 Pero el que recibió uno cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón.
19 Después de mucho tiempo vino el señor de esos servidores y les pidió cuentas.
20 El que había recibido cinco talentos le presentó otros cinco más, diciéndole: "Señor, tú me
entregaste cinco talentos, pero aquí están otros cinco más que gané con ellos."
21 El patrón le contestó: "Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco,
yo te voy a confiar mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón."
22 Vino después el que recibió dos, y dijo: "Señor, tú me entregaste dos talentos, pero aquí
tienes otros dos más que gané con ellos."
23 El patrón le dijo: "Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo
te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón".
24 Por último vino el que había recibido un solo talento y dijo: "Señor, yo sabía que eres un
hombre exigente, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has invertido.
25 Por eso yo tuve miedo y escondí en la tierra tu dinero. Aquí tienes lo que es tuyo."
26 Pero su patrón le contestó: "¡Servidor malo y perezoso! Si sabías que cosecho donde no
he sembrado y recojo donde no he invertido,
27 debías haber colocado mi dinero en el banco. A mi regreso yo lo habría recuperado con los
intereses.
28 Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez.
29 Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le
quitará hasta lo que tiene.
30 Y a ese servidor inútil, échenlo a la oscuridad de afuera: allí será el llorar y el rechinar de
dientes."

(Mateo 20:1-16),
1 Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un propietario salió de madrugada a contratar
trabajadores para su viña.
2 Se puso de acuerdo con ellos para pagarles una moneda de plata al día, y los envió a su
viña.
3 Salió de nuevo hacia las nueve de la mañana, y al ver en la plaza a otros que estaban
desocupados,
4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo." Y fueron a
trabajar.
5 Salió otra vez al mediodía, y luego a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.
6 Ya era la última hora del día, la undécima, cuando salió otra vez y vio a otros que estaban
allí parados. Les preguntó: "¿Por qué se han quedado todo el día sin hacer nada?"
7 Contestaron ellos: "Porque nadie nos ha contratado." Y les dijo: "Vayan también ustedes a
trabajar en mi viña."
8 Al anochecer, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: "Llama a los trabajadores y págales
su jornal, empezando por los últimos y terminando por los primeros."
9 Vinieron los que habían ido a trabajar a última hora, y cada uno recibió un denario (una
moneda de plata).
10 Cuando llegó el turno a los primeros, pensaron que iban a recibir más, pero también
recibieron cada uno un denario.
11 Por eso, mientras se les pagaba, protestaban contra el propietario.
12 Decían: "Estos últimos apenas trabajaron una hora, y los consideras igual que a nosotros,
que hemos aguantado el día entero y soportado lo más pesado del calor."
13 El dueño contestó a uno de ellos: "Amigo, yo no he sido injusto contigo. ¿No acordamos
en un denario al día?
14 Toma lo que te corresponde y márchate. Yo quiero dar al último lo mismo que a ti.
15 ¿No tengo derecho a llevar mis cosas de la manera que quiero? ¿O será porque soy
generoso y tú envidioso?"
16 Así sucederá: los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos."

(Apocalipsis 22:12-14).
12 Voy a llegar pronto, y llevo conmigo el salario para dar a cada uno conforme a
su trabajo.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin.
14 Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida
y se les abrirán las puertas de la ciudad.

PARABOLA
EL TEMOR A LOS RIESGOS
En un país en guerra, había un rey que causaba miedo. No siempre que tomaba
prisioneros en las batallas los mataba. Simplemente los llevaba a una sala
donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro
del otro lado, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de
sangre. El rey hacía formar a los prisioneros en círculo en la sala y les decía: —
Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis arqueros,
o pasar por esa puerta misteriosa. Todos elegían ser muertos por los arqueros.
Tiempo después, al terminar la guerra, un sol-dado que por mucho tiempo había
servido rielmente al rey se dirigió al soberano y le dijo: —Señor, ¿puedo hacerle
una pregunta? —Dime, soldado —repuso el soberano. —¿Qué había detrás de la
horrorosa puerta? —Ve y mira tú mismo, le respondió de in-mediato el rey. El
soldado separó temerosamente la puerta pero, a medida que ella se abría, fueron
entrando unos brillantes rayos de sol que iluminaron el ambiente. Finalmente
descubrió que la puerta se abría sobre un camino que conducía a la libertad. El
soldado, admirado, sólo miró a su rey mientras éste le explicaba: —Yo les daba
a todos la posibilidad de realizar una elección; pero ellos preferían morir antes
que arriesgarse a abrir esa puerta. ¿Cuántas puertas dejamos de abrir por e/
temor a/ fracaso? ¿Te has dado cuenta de que todos le tememos a lo
desconocido y a veces nos condenamos a lo conocido?

También podría gustarte