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LECTURAS DEL VIERNES 1 DE SEPTIEMBRE DE 2023

(21ª Semana. Tiempo Ordinario)


+ Mateo 25, 1-13
El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas
eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes
tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se
quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro.»
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco
de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?» Pero estas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan
a comprarlo al mercado.»
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después
llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos», pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco.»
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Reflexión
Con esta parábola, que San Mateo nos la presenta luego de la enseñanza que Jesús hace sobre el Juicio Final, el Señor insiste
sobre la doctrina de la vigilancia. Vigilad pues no sabéis ni el día ni la hora: dice el Señor. La atención principal del pasaje está
centrado en la actitud que hay que tener frente a la llegada del esposo.
Cada uno de nosotros tenemos señalado un día y una hora en que nos presentaremos ante el Señor. Nosotros desconocemos
cuando será ese día, y podemos incluso vivir ignorando esta realidad, pero la experiencia nos dice que es inexorable. Podremos
vivir unos años más o unos años menos, pero ciertamente que no conocemos ninguna excepción a esta verdad.
Y el Señor nos dice que si queremos que ese momento no nos sorprenda sin aceite en nuestras lámparas, lo que quiere decir,
sin la debida preparación, tenemos que vivir nuestra vida de acuerdo a las enseñanzas del Evangelio, pensando en Dios y
haciendo las cosas por El.
Nuestra vida debe ser una lámpara encendida, que brille con la luz de la fe. Pero para que esa luz siempre sea luminosa es
necesario que vivamos conforme a las enseñanzas de Jesús, unidos por amor a Él y a nuestro prójimo. Si así lo hacemos, no
tendremos nunca miedo al momento de la llegada del Señor, porque sabremos que como sucedió a las vírgenes prudentes, ese
día seremos invitados a entrar en el banquete de las bodas del Reino, con El.
Vamos a pedir hoy a María que nos ayude a vivir nuestra vida de cara al Señor, y a estar siempre preparados, esperando su
llegada, y confiando que ese día entraremos en su Reino

LECTURAS DEL SÁBADO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(21ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 25, 14-30
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A
uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que
recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos
se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado.»
«Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor.»
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que
he ganado.» «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor.»
Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has
sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!»
Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he
esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le
quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes.»
Reflexión
El significado de la parábola es claro. Los siervos somos nosotros; los talentos son las condiciones con que Dios nos ha
dotado a cada uno: la inteligencia, la capacidad de amar, de hacer felices a lo demás, los bienes naturales. El tiempo que dura el
viaje del amo es nuestra vida. El regreso inesperado: la muerte. La rendición de cuentas es el juicio. Entrar en el banquete: el
Cielo.
En la época del Evangelio, el talento era una unidad contable que equivalía a unos cincuenta kilos de plata, y se empleaba
para medir grandes cantidades de dinero. Era equivalente a unos seis mil denarios, y un denario aparece en el Evangelio como el
jornal de un trabajador del campo. Aún el siervo que recibió menos bienes (un talento) obtuvo del Señor una cantidad de dinero
muy grande. Una primera enseñanza de esta parábola: hemos recibido bienes incontables.
Es por eso que no nos deben parecer desconcertantes o incomprensibles las palabras de esta parábola que nos dicen que a
quien no tiene, aún lo poco que tiene le será quitado.
El Señor, lo que nos enseña en este pasaje, es que todos tenemos que corresponder a las gracias que hemos recibido, hayan
sido estas mayores o menores. Aquel que recibió mucho, deberá rendir cuenta por lo mucho que recibió, y se le exigirá muchos
frutos. Pero aquel que recibió poco, también está obligado a responder por aquello que recibió.
En este pasaje se nos enseña a todos la necesidad de hacer fructificar los dones recibidos, de una manera esforzada, exigente
y constante durante toda nuestra vida. Tenemos la necesidad de producir buenas obras, y estas buenas obras deben ser realizadas
proporcionalmente a los dones recibidos, ya que los talentos de la parábola designan la capacidad que recibimos para hacer
buenas obras.
Hoy vamos a pedir al Señor que siempre nos preocupemos de hacer fructificar los talentos recibidos, poniéndolos al servicio
de Dios y de nuestro prójimo

LECTURAS DEL DOMINGO 3 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana del Tiempo Ordinario)
+ Mateo 16, 21-27
Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos
sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.»
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus
pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y
me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo
con sus obras.»
Reflexión
En este domingo, la palabra de Dios nos habla de las condiciones que Jesús exige a los que quieran ir con Él.
En la primera lectura del libro del profeta Jeremías se lee: ¡Tú me has seducido Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has
forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí.
Como cualquier profeta, Jeremías no lo fue porque se lo propusiera. Dios se lo impuso. Dios lo llevó a ir contra la corriente.
El resultado...., los suyos lo rechazan.
Esto es lo que pasa con cada uno de nosotros, cuando el Señor elige, cuando nos confía una misión, entonces, decimos lo
que el Señor pone en nuestra boca y como Jeremías, muchas veces somos despreciados por los que nos rodean.
Nosotros hoy sabemos que Jesús, después de morir en la cruz resucitó, por eso celebramos hoy su Pasión y su Muerte casi
como la cosa más natural. Pero entonces no era algo tan simple. Y el Evangelio de hoy nos muestra que Pedro, se imaginaba
que si Jesús moría, era que Dios no estaba con Él.
Por eso Pedro trata de reprenderlo a Jesús. Él amaba tanto a Jesús que no quería ni oír hablar de sufrimientos y muerte para
él.
Y si bien en apariencia los sentimientos de Pedro eran buenos, sin saberlo y sin quererlo, Pedro estaba haciendo el papel de
¨tentador¨.
Pedro estaba tratando de que Jesús se apartara de cumplir con la Voluntad del Padre. Y por eso Jesús lo trata muy duramente
llamándolo Satanás, tentador.
A pesar de que Pedro, como se leyó en el evangelio de domingo pasado, reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios,
todavía no comprendía que el camino de la Gloria, debía llegar a través de la Cruz.
Y el Señor, después de tratarlo tan duramente le vuelve a indicar el camino para seguirlo. Les repite: el que quiera venir en
pos de mí, que tome su cruz y me siga.
Nosotros queremos ser discípulos de Cristo. Ser discípulos de Cristo, puede significar frecuentemente burlas y hasta
persecuciones. Somos discípulos de un hombre que murió en la Cruz.
Y nuestra vida, es compartir el camino de Jesús, que es el camino de la cruz... para llegar a la gloria.
La fe cristiana no es una segura contra las dificultades ni los sufrimientos de la vida.
Los cristianos no vamos tras triunfos o beneficios personales. Por ser discípulos de Cristo, estamos dispuestos a renunciar a
vivir para nosotros mismos, para en cambio entregar y gastar nuestra vida corporal para encontrar la vida eterna.
Por ser discípulos de Cristo, no tenemos miedo de arriesgar todo por Cristo. No ponemos la confianza en las riquezas, sino
en Dios, que juzgará nuestra disposición a cumplir con su Voluntad.
Por eso, cuando nos toque asumir una parte de la cruz, en lugar de quejarnos y preguntarnos ¿por qué a mí?, pensemos que
estamos caminando junto al Señor, y que Él nos pide que le ayudemos a llevar su cruz.
Nosotros sabemos mucho más que Pedro y sabemos que nuestra cruz no termina con el sufrimiento y la muerte. Por estar
unida a la cruz del Señor, nuestra cruz también desembocará en la gloria de la Resurrección.
Pidámosle hoy a María, a ella a quien Jesús desde la cruz nos entregó como Madre, que seamos siempre dóciles a la
voluntad de Dios y que nos enseñe a llevar con amor nuestras cruces de cada día, para hacer un poco más liviana la cruz para el
Señor.

LECTURAS DEL LUNES 4 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 4, 16-30
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la
lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia los
pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de
gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a
decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.»
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y
decían: «¿No es este el hijo de José?»
Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Realiza también aquí, en tu patria,
todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm.»
Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en
Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin
embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos
en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio.»
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad,
hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en
medio de ellos, continuó su camino.
Reflexión
En el pasaje del Antiguo Testamento que Jesús lee en la sinagoga, el profeta Isaías anunciaba la llegada del Mesías que
libraría de sus penas a los pobres, a los cautivos y a los ciegos. Terminada la lectura, Jesús dice que en Él se cumplía la profecía
de Isaías.
Jesús, durante su vida en la tierra hizo presente la misericordia divina entre los hombres. Y estos hombres fueron
primeramente los pobres, los presos, los ciegos.
Cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntan a Jesús si él es el Cristo, o deben esperar a otro, el Señor les responde
que comuniquen a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen,
los muertos resucitan, los pobres son evangelizados.
El amor de Jesús se manifestó particularmente en el encuentro con el sufrimiento. La misericordia fue el núcleo fundamental
de su predicación y la razón principal de sus milagros. La Iglesia, abraza también a todos los afligidos y se esfuerza por
remediar sus necesidades.
¿Y qué otra cosa debemos hacer nosotros los cristianos, si no es imitar a Jesús?... ¿Qué otra cosa haremos si no es seguir sus
caminos?
Frente al dolor y la necesidad de los que nos rodean, todos los días se nos presentan incontables ocasiones de poner en
práctica las enseñanzas de Jesús.
Y no es solo materialmente como ayudamos a los que nos rodean. Imitar a Jesús nos llevará a dar consuelo y compañía a
quienes lo necesitan. A los que están solos o enfermos.
Cuánto bien se puede hacer muchas veces con un rato de compañía. Con una conversación que tenga un sentido
sobrenatural, que abra una luz de esperanza e infunda un sentido de optimismo.
La misericordia no se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos. Consiste más bien a comprender a cada persona
tal cual es, a respetarla y auxiliarla en sus necesidades espirituales.
Vamos a pedir hoy al Señor que nos dé un corazón generoso para que siguiendo las enseñanzas de Jesús, estemos siempre
dispuestos a auxiliar a nuestro prójimo en sus necesidades materiales y espirituales.
Hagámoslo con las palabras de la Madre Teresa de Calcuta, ella que consagró su vida en favor de los más necesitados.

LECTURAS DEL MARTES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 4, 31-37
Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque
hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza;
«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.»
Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre.» El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de
todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con
autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!»
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Reflexión
Estamos en los primeros días de la predicación pública de Jesús. Todos los evangelistas han subrayado la autoridad
extraordinaria, el prestigio que emanaba des u persona y de su palabra.
El ambiente judío de aquel tiempo, estaba marcado por una gran influencia de las ¨escuelas¨, de los grupos de escribas y
letrados, que se dedicaban a comentar la Escritura a fuerza de referencias bíblicas.
Ahora bien, Jesús expone unos comentarios nuevos, que no se refieren a ninguna escuela de pensamiento: del fondo de sí
mismo, surge un pensamiento revestido de autoridad... y que, más que apoyarse en tradiciones de escuela, apela directamente a
la conciencia de sus interlocutores.
Y en la sinagoga, había un hombre que tenía un demonio.
Ese demonio, quitaba al hombre su libertad, y es el que también hoy nos quita a nosotros nuestra libertad, es el que nos
encadena.
¿A qué? Nos encadena a nuestras costumbres poco cristianas, a nuestros pecados, a esas aficiones que no nos ayudan a ser
mejores.
Y Jesús destruye al mal, la Santidad de Dios, la perfección de su amor, batalla contra el demonio y lo vence, y libera al
hombre.
Es hoy también Jesús quien puede liberarnos a nosotros de todo lo que nos ata, si se lo pedimos.
Este primer milagro que relatan los evangelios es una liberación.
El hombre encadenado por el demonio, vuelve a ser normal, vuelve a ser un hombre.
Jesús se manifiesta ya en este milagro como el Salvador.
Y este Jesús que la gente había conocido como uno más de los suyos, se manifiesta con autoridad y poder, y a la gente la
asombra.
También a nosotros muchas veces, nos sucede que conocemos a las personas, y que con el tiempo nos vemos obligados a
cambiar de opinión sobre ellas. Descubrimos en ellas otro aspecto de su personalidad, que nos lleva a revalorizarlas.
Vamos a pedirle hoy al Señor, que sepamos descubrirlo, que nos cure de todo lo que nos encadena, y que sepamos
escucharlo cuando nos habla con la misma autoridad que en Cafarnaún, a través de su Evangelio.
En cada personaje del Evangelio, estamos nosotros, y en cada escena tenemos que aprender a descubrir con la ayuda del
Espíritu Santo, qué es lo que Jesús quiere decirnos a cada uno de nosotros hoy.
Propongámonos hoy leer diariamente un trozo del Evangelio, permitamos que el Señor nos hable a cada uno, dejémoslo que
nos acompaña y nos aconseje en nuestro camino hacia Él
LECTURAS DEL MIÉRCOLES 6 DE SEPTIEMBRE DE 2023
(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 4, 38-44
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por
ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre
cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los increpaba y no los
dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían
retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del
Reino de Dios, porque para eso he sido enviado.»
Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Reflexión
En la primera lectura de la misa de hoy se lee un pasaje del Cap. 1 de la primera carta a los cristianos de Corintio, en la que
el apóstol San Pablo nos enseña que dentro de la Iglesia hay muchos trabajadores, pero la construcción es una sola.
En la Iglesia fundada por Jesucristo hay lugar para todas las vocaciones y para las distintas tareas.
Dentro de la Iglesia existen muchos movimientos que orientados hacia un mismo fin, ponen su acento en uno u otro aspecto.
Que tienen uno u otro carisma.
Como en los primeros tiempos de la Iglesia Católica, los cristianos de hoy tenemos la posibilidad de elegir en servir a la
Iglesia en distintas actividades, y en participar en distintos grupos.
Pero, como dice San Pablo, este pluralismo no debe llevar a envidias ni rivalidades, porque el que planta y el que riega están
en la misma situación.
El evangelio de hoy, de nuevo Jesús insiste en uno de los motivos de su venida al mundo: He venido a anunciar la Buena
Nueva del Reino de Dios. Santo Tomás de Aquino, el gran doctor de la Iglesia, cuando enseña sobre el fin de la Encarnación de
Jesucristo explica que El vino al mundo en primer lugar a manifestar la verdad. Jesús mismo dice: para esto he nacido y para
esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Por esto el Señor no paso su vida ocultándose ni llevando una vida
solitaria, sino que se manifestó en público y predicó públicamente. Y esto es lo que les contesta a la gente que pretendía
retenerlo: «Es necesario que yo anuncie también a otras ciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque para eso he sido
enviado».
Aunque permaneciendo en el mismo lugar, podía el Señor, que era Dios, haber atraído a Él a todos, para que oyesen su
predicación. No lo hizo para darnos el ejemplo a nosotros de que debemos ir en busca de las ovejas perdidas, como el pastor que
busca la oveja perdida, o el médico que va en busca del enfermo.
Y esta es una misión que tenemos todos los cristianos, independientemente del carisma que tengamos o de la forma que lo
hagamos. Alguno podrá hacerlo a través de la oración, otro mediante la catequesis, y otros mediante las tareas de ayuda en un
hospital, o en una escuela.
Pero como dice San Pablo en su carta a los Corintios: «El que planta y el que riega están en la misma situación. Nosotros
trabajamos con Dios y para él, y ustedes son el campo de Dios y la construcción de Dios».
Vamos a pedir hoy a María, madre de la Iglesia, por la unidad de sus hijos que constituyen esa Iglesia. Para que todos sus
miembros aprendamos a aceptar y a amar a todos los cristianos que trabajan por ella, sin que existan rivalidades ni envidias
entre nosotros.

LECTURAS DEL JUEVES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 5, 1-11
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la
orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban
limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se
sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las
redes.»
Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las
redes.» Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los
compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador.» El temor se
había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a
Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres.»
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Reflexión
Simón y sus compañeros habían pescado toda la noche sin sacar nada. Ya estaban limpiando las redes en la costa, cansados y
defraudados, cuando Jesús les manda ir mar adentro y echar las redes al agua nuevamente. Seguramente no eran muchas las
ganas que tenía Pedro de cumplir con el pedido del Señor.
Pero la mirada de Jesús, el modo imperativo pero amable de sus palabras, llevaron a Pedro a embarcarse de nuevo.
Frecuentemente, Jesús nos pide hacer cosas sorprendentes, irracionales. Duc in altum, le dice a Pedro y a nosotros. Navega
mar adentro. Arriésgate, esfuérzate un poco más. Entrega lo que tengas, sin medida ni especulaciones. Salir de nuevo a pescar
cuando nada se ha logrado en toda una noche de esfuerzo.
En muchos momentos, cuando aparece el agotamiento por no ver frutos en nuestra vida a pesar de nuestros esfuerzos,
cuando encontramos que todo ha sido un fracaso y encontramos motivos humanos para abandonar la tarea, debemos escuchar la
voz de Jesús que nos dice: recomienza de nuevo, vuelve a empezar.
El secreto de todos los avances de nuestro camino hacia Jesús está en saber volver a empezar., en sacar enseñanzas de cada
fracaso y después intentar una vez más.
La fe es algo semejante. Confiar en Jesús. No fiarnos de nuestros propios razonamientos. Partir mar adentro. Partir hacia los
misterios: La Eucaristía... la Trinidad... la Encarnación... la Resurrección... la Iglesia. Lo creo porque lo dice Jesús, le creo a
Jesús y echo las redes.
Pedro entró en el lago y se dio cuenta de que las redes se llenaban de peces.
Por la noche, en ausencia del Señor, todo el trabajo había sido estéril. También a nosotros, si confiamos solo en nuestras
fuerzas y en nuestro juicio nos pasa lo mismo.
Pedro mostró humildad al obedecer a Jesús, quién, por no ser hombre de mar, bien se podía pensar que no sabía nada de
pesca. Sin embargo, confía en el Señor y le obedece.
La obediencia nos lleva a querer identificar en todo nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Si permanecemos con Jesús,
El llena siempre nuestras redes.
Pedro, al ver el milagro de la pesca, dice a Jesús: Aléjate de mí Señor, porque soy un pecador, el espanto lo embargó.
En el lenguaje bíblico ese miedo, ese espanto es señal que Dios se ha acercado a nosotros.
Cuando tenemos cerca a Dios, cuando percibimos su Santidad, nos sentimos como Pedro, indignos. Ese es el miedo del que
nos habla el Evangelio.
Y el Señor le dice a Pedro: No temas y lo hace pescador de hombres.
Jesús comenzó pidiendo prestada a Pedro la barca, y se quedó con su vida. Y Pedro jamás se arrepintió de su haber seguido
en aquella oportunidad al Señor. El, que había sido hasta ese momento en un pobre pescador de Galilea, fue convertido en la
roca fundamental de la Iglesia.
Pidamos a la Virgen que nos ayude a ser generosos con el Señor, tanto cuando nos pida que le prestemos nuestra barca ,
como cuando quiera que le demos la vida entera.

LECTURAS DEL VIERNES 8 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 1-16. 18-23
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a
María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás
el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un
hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.»
Reflexión
Hoy viernes 8 de Septiembre, celebramos con alegría la Natividad de la Virgen María, es decir, la fiesta del nacimiento de
nuestra madre del Cielo.
En las Sagradas Escrituras no se habla directamente del nacimiento de María, ni tenemos detalles de la fecha o el lugar. Esta
fiesta, que es antiquísima, nace del amor de los cristianos a su madre. En la Iglesia de Oriente marca el comienzo del año
litúrgico.
Toda la Iglesia celebra con amor esta solemnidad, tal como los hijos festejan el cumpleaños de la madre, aunque no tengan
una idea precisa de las circunstancias y de las condiciones de su nacimiento o de su infancia.
Cuando se festeja el cumpleaños de la madre no se hace hincapié en una circunstancia en particular, sino en su ser de madre,
en la maravilla del hecho de que tenemos una madre, y que tenemos precisamente esta madre. La enorme alegría de todos los
cristianos nace de pensar que tenemos como madre a esta madre, que es María.
Durante todo el año, pero especialmente en sus fiestas invocamos repetidamente a nuestra Madre del Cielo, pidiéndole con
más frecuencia lo que necesitamos, agradeciéndole sus gracias, encomendándole a amigos y familiares que necesitan su
intersección...
El hombre aspira en la tierra a lograr una felicidad no pasajera, una felicidad honda, serena, humana y a la vez sobrenatural.
María logró esa felicidad durante su vida porque Dios la creó sin pecado original.
María, que nació en Palestina, que desde niña se entregó al Señor, que recibió el anuncio del Arcángel San Gabriel, que dió a
luz a Nuestro Señor, que estuvo junto a Él, al pie de la Cruz, está hoy, en cuerpo y alma junto al Padre, y nos ama y nos protege
como una madre a sus hijos.
En María se hacen realidad todas las perfecciones. San Bernardo dice que fue tan grande María en santidad y belleza, que no
convenía que Dios tuviese otra Madre, ni convenía tampoco que María tuviese otro Hijo que Dios. Y San Buenaventura escribió
que Dios podría haber hecho un mundo mayor, pero no podía hacer una madre más perfecta que la Madre de Dios. Pero no
debemos creer que por su grandeza y por su santidad, María se vuelve inaccesible y distante. Ella es la llena de gracia, pero
también es Madre. Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos. Como Madre quiere dárnoslo. Y también
como Madre entiende nuestras debilidades, y por eso nos alienta, nos excusa, y facilita nuestro camino hacia Jesús.
Si logramos tratar de verdad a María, crecerá en nosotros nuestro amor a su Hijo Jesús. No nos basta saber que María es
nuestra Madre, debemos tratarla como a una Madre, contarle lo que nos pasa, honrarla, quererla.
Hagamos propósitos de confiarnos siempre a María, de acudir a ella en todas las circunstancias de nuestras vidas, sabiendo
que ella es el camino más corto para llegar a Jesús.
La Madre Teresa de Calcuta contaba con frecuencia durante su vida que cuando la congregación de las Misioneras de la
caridad acababa de ser fundada, necesitaban en forma urgente de un edificio para su casa matriz. Entonces ella, para
conseguirlo, prometió rezar a la Virgen 85.000 veces el Acordaos, que es esta corta oración.

LECTURAS DEL SÁBADO 9 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(22ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 1-5
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las
comían.
Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?»
Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en
la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus
compañeros?»
Después les dijo: «El Hijo del hombre es dueño del sábado.»
Reflexión
Jesús se siente también hombre libre ante la ley judía. Para él la ley no era el punto central, alrededor del cual giraba la vida
entera.
Para Jesús, lo importante era buscar la voluntad del Padre y la ley tenía sentido en cuanto reflejaba esa voluntad y estaba al
servicio de los hombres.
En el centro del mensaje de Jesús está el hombre, que es a quién el Señor viene a salvar: la salvación se fundamenta en las
relaciones personales del hombre con el Padre celestial, basadas principalmente en el amor.
Jesús se atreve a modificar la ley y a completarla, en función del hombre.
Para los maestros judíos, guardar el sábado era equivalente a guardar toda la ley. El descanso del sábado, pesaba igual que el
resto de la ley. Y Jesús, defiende a sus discípulos.
Jesús, dueño de toda la ley antigua, era también dueño de cada parte de ella.
Repetidas veces y de un modo consciente, Jesús quebrantó la ley del sábado y siempre que lo hizo, dio las razones que tuvo
de ello y ahora advierte que el Hijo del hombre también es Señor del Sábado.
Jesús nunca faltó a la santidad del sábado, sino que con autoridad, da la interpretación auténtica de esta ley: El sábado ha
sido instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado . Con compasión, Cristo proclama que es lícito en sábado hacer el
bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla. El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor a Dios.
Al defender a sus discípulos, que tenían hambre y comían espigas en sábado, el Señor nos muestra lo que quiere de nosotros.
El Señor no quiere una observancia rigurosa de la ley, sino que pone la misericordia, por encima del culto y de la misma ley.
Y nos enseña a cada uno de nosotros, a hacer lo mismo, a plantearnos ¿cómo es nuestra vida cristiana?.
Porque puede ser que también nosotros muchas veces pasamos de largo ante las necesidades de los que nos rodean con el
pretexto de rendir culto a Dios.
También nosotros, podemos hacer como los fariseos de la época de Jesús y observar sólo una parte de lo que Dios nos pide.
Vamos a pedir hoy especialmente al Señor, que siempre en nuestras vidas sepamos compadecernos de quien necesita; que
podamos encontrar también al Señor en cada persona que necesita de nosotros, para que nuestro culto a Dios sea como el que
Jesús nos pide hoy en este evangelio.

LECTURAS DEL DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 18, 15-20
Jesús dijo a sus discípulos:
«Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos
personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la
comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará
desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.»
Reflexión
La palabra de Dios hoy nos hace mirar un poco cómo es nuestra convivencia.
En una comunidad cristiana, la convivencia es algo esencial. Y para conseguirlo, hay que saber aceptarse, hay que saber
sobrellevarse unos a otros, hay que estar en continua comunicación. Y, sobre todo, hay que saber perdonarse. Hoy eso es más
difícil que nunca en una Iglesia, tan pluralista y en la que hay tantas opciones.
Pero ante el amor, no hay más que una opción. Es Cristo, y Él debe borrar todas las fronteras.
El Padre escucha siempre la oración de los que están de acuerdo y viven reconciliados, porque en medio de ellos hay una
presencia viva, está Cristo.
Nunca debemos poner límites al perdón, porque tampoco tiene límites el amor cristiano.
Si la división de los cristianos, es el escándalo de nuestros tiempos, es aún mayor motivo de escándalo, la división interior y
las rencillas domésticas, entre los católicos. Esas rencillas que nos llevan a no conocernos y entonces juzgarnos y condenarnos.
Desde afuera, les resulta difícil reconocer a Cristo entre nosotros.
Muchas veces, fracasamos en nuestros intentos de apostolado, precisamente por la falta de unión de quienes debemos
llevarlo adelante.
Cuando los cristianos nos ponemos de acuerdo, no sólo en lo que pretendemos conseguir, sino, ante todo, en estar unidos en
el amor al Padre, entonces Jesús promete su presencia misteriosa, dinámica y santificadora entre nosotros.
Y si está Cristo, está todo lo bueno que se puede esperar, todos los éxitos, vendrán sin demora.
Para que se cumpla la promesa de Jesús de estar entre nosotros es preciso: Primero, que estemos reunidos. Pero nos
podremos estar reunidos si previamente no estamos unidos. ¡Y cuánto nos cuesta a veces unirnos los discípulos de Jesús!
La segunda condición que el Señor nos pone, es que estemos reunidos ¨en el Nombre del Señor¨.
Nos pide que nos unamos en su nombre, no por simpatía o afinidad de temperamento, sino convocados por su Palabra e
impulsados por su amor.
Entonces Jesús se ubicará en medio nuestro y nuestra oración será escuchada infaliblemente por el Padre de los Cielos
Vamos a pedirle hoy al Señor que nos ayude a no encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros criterios, que nos enseñe a
saber vivir en comunidad, que sepamos con amor y por amor al Señor, perdonar de corazón, y por sobre todo a buscar siempre
las coincidencias para que nuestros esfuerzos no resulten vanos.
LECTURAS DEL LUNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2023
(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los
escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué
acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie
delante de todos.» Él se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» Y
dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
Reflexión
Jesús entró «otro sábado» en la sinagoga. ¡Sí!, «otro» sábado.
Este evangelio señala la costumbre de Jesús. Su fidelidad cada sábado, en asistir al oficio religioso.
El Señor nos enseña a cada uno de nosotros, la necesidad de ser fieles a la oración, de ser fieles en la concurrencia a misa.
Jesús, fue respetuoso de las tradiciones religiosas, de la necesidad de reunirse para alabar a Dios.
Y en la sinagoga había un hombre con un brazo paralizado. Y Jesús, sin que el hombre se lo pida, «lo cura».
Lo cura un sábado. Jesús descubre «la necesidad» del hombre.
Y los fariseos se pusieron furiosos. Para ellos el descanso obligatorio del sábado para dar Gloria a Dios, era lo más
importante.
Y Jesús, no viene a discutir ese sentido de la Gloria de Dios; pero, en lugar de considerarla como una mera observancia
legalista, va hasta el fondo de la razón que justifica el sábado; entiende que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el
«bien» que se hace al prójimo, por la «vida salvada» a alguien.
Si Jesús contraviene a una tradición, no es para destruir el sábado, sino para honrarlo en profundidad.
Liberar a un hombre enfermo de su mal, es, para Jesús, un modo más verdadero de santificar el «día del Señor», que dejar a
un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de Dios.
Y Jesús dice al hombre: «Extiende tu mano». Lo hizo y quedó curado.
Este hombre sanó, ante todo gracias a la fuerza divina de las palabras de Cristo, pero también por su docilidad en llevar a
cabo el esfuerzo que se le pedía.
Así son los milagros de la gracia: ante los defectos que nos parecen insuperables, frente a metas apostólicas que se ven
excesivamente altas o difíciles, el Señor pide esta misma actitud: confianza en Él, y poner por obra aquello que está a nuestro
alcance. Jesús nos dice también hoy a nosotros: «Extiende tu mano...», «esfuérzate».
Muchas metas nos quedan sin alcanzar porque no estamos firmemente convencidos que con la ayuda de la gracia, nuestros
pequeños esfuerzos, se convierten en eficaces.
El Señor nos pide que extendamos nuestra mano...,que luchemos por mejorar..., no importa si antes fracasamos..., hoy Él nos
pide un nuevo esfuerzo.
Vamos a pedirle al Señor, que nos ayude a superar las sumisiones y las obediencias formales: que nos haga comprender
desde el interior lo que Dios nos pide, cuando nos pide algo..., que haga que experimentemos que Dios es un Padre que ha dado
unas leyes para el bien de sus hijos, un Salvador, que desea «hacer el bien... salvar vidas», y que siempre extendamos nuestra
mano si nos lo ordena.

LECTURAS DEL MARTES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 12-19

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:


El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A
uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que
recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos
se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado.»
«Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor.»
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que
he ganado.» «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a
participar del gozo de tu señor.»
Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has
sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!»
Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he
esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses.
Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le
quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes.»
Reflexión
El significado de la parábola es claro. Los siervos somos nosotros; los talentos son las condiciones con que Dios nos ha
dotado a cada uno: la inteligencia, la capacidad de amar, de hacer felices a lo demás, los bienes naturales. El tiempo que dura el
viaje del amo es nuestra vida. El regreso inesperado: la muerte. La rendición de cuentas es el juicio. Entrar en el banquete: el
Cielo.
En la época del Evangelio, el talento era una unidad contable que equivalía a unos cincuenta kilos de plata, y se empleaba
para medir grandes cantidades de dinero. Era equivalente a unos seis mil denarios, y un denario aparece en el Evangelio como el
jornal de un trabajador del campo. Aún el siervo que recibió menos bienes (un talento) obtuvo del Señor una cantidad de dinero
muy grande. Una primera enseñanza de esta parábola: hemos recibido bienes incontables.
Es por eso que no nos deben parecer desconcertantes o incomprensibles las palabras de esta parábola que nos dicen que a
quien no tiene, aún lo poco que tiene le será quitado.
El Señor, lo que nos enseña en este pasaje, es que todos tenemos que corresponder a las gracias que hemos recibido, hayan
sido estas mayores o menores. Aquel que recibió mucho, deberá rendir cuenta por lo mucho que recibió, y se le exigirá muchos
frutos. Pero aquel que recibió poco, también está obligado a responder por aquello que recibió.
En este pasaje se nos enseña a todos la necesidad de hacer fructificar los dones recibidos, de una manera esforzada, exigente
y constante durante toda nuestra vida. Tenemos la necesidad de producir buenas obras, y estas buenas obras deben ser realizadas
proporcionalmente a los dones recibidos, ya que los talentos de la parábola designan la capacidad que recibimos para hacer
buenas obras.
Hoy vamos a pedir al Señor que siempre nos preocupemos de hacer fructificar los talentos recibidos, poniéndolos al servicio
de Dios y de nuestro prójimo

LECTURAS DEL MIÉRCOLES 13 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 20-26
Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa
del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los
padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque
conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»
Reflexión
San Lucas invita a todos los hombres, ricos o pobres, a transformar las estructuras de la sociedad, para que haya menos gente
desfavorecida.
Dice San Lucas, Felices ustedes que ahora pasan hambre, lloran, son despreciados. Se refiere a una situación concreta. Se
refiere a hoy, ahora.
Jesús nos invita a: mirar nuestras propias miserias, nuestras pobrezas reales, nuestra hambre, nuestros llantos, los desprecios
que sufro o he sufrido y también nos invita a mirar a nuestro alrededor a quienes también sufren pobreza, llorar, sufren, son
despreciados.
Y después nos muestra la antítesis entre el presente y el futuro. Nos dice a cada uno.
Ustedes que ahora tienen hambre, serán saciados... Ustedes que llorar,... reirán.
Y el Señor nos llama felices, y nos pide gozo. Gozo en medio de la pobreza, de las necesidades cotidianas, en medio de los
sufrimientos.
Y después San Lucas nos relata cuatro maldiciones. Aquellos que el mundo estima, Jesús los llama pobres. La tierra no es el
todo del hombre. El ¨tiempo¨ no es el todo...El Señor quiere que nunca nos olvidemos que HAY ETERNIDAD, y que el camino
para conseguirlo son las bienaventuranzas, ser interiormente pobres, desprendidos.
El pensamiento fundamental que Jesús nos quiere transmitir es este: Sólo el servir a Dios hace al hombre feliz. En medio de
la pobreza, del dolor, del abandono, se puede ser feliz. Y, por el contrario, el hombre puede ser infinitamente desgraciado
aunque nade en la abundancia y tenga todos los bienes de la tierra.
En este pasaje Jesús no nos dice que no debemos poner los medios para evitar la enfermedad, el dolor, la pobreza, la
injusticia. Él nos enseña que para alcanzar la felicidad debemos amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros. El error está
en intentar a toda costa, como si se tratara de un mal absoluto, evitar el dolor o el sufrimiento y buscar el éxito humano como un
fin en sí mismo.
El mayor sufrimiento que causa el dolor se origina en no encontrarle un sentido. No saber porque se sufre, ni para qué. El
mundo no ha encontrado un sentido al dolor.
Las bienaventuranzas que Jesús nos propone en el Evangelio no están reservadas para los sacerdotes o los religiosos, el
espíritu de las bienaventuranzas es propio de todo cristiano, que quiere vivir en profundidad su fe.
Jesús nos promete felicidad, si somos fieles al Espíritu cristiano. Pidámosle hoy a María que vivamos las bienaventuranzas.

LECTURAS DEL JUEVES 14 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
«Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los
maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto,
no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito
tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué
mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen?
También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y
serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán
condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada,
sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.»
Reflexión
¡Cuán difícil nos resulta vivir el Evangelio!
Jesús no se contenta con inculcar el amor al prójimo, como lo hacía el judaísmo; entendiendo por prójimo a otro judío
¨piadoso y honrado¨.
¡No!, el Señor nos inculca el amor al prójimo, pero a ese prójimo pecador, a ese prójimo que me odia, que me injuria, que
me desprecia, que me roba.
Y nos pide, no sólo que los perdonemos, sino que además oremos por ellos, que los amemos.
Sólo así podremos ser verdaderos hijos de Dios.
Ese amor que nos pide Jesús nace del amor que Dios nos tiene a nosotros.
Si somos conscientes de que Dios nos ama y nos perdona, ahora y siempre, entonces nosotros tenemos que amar a los demás
–incluso a nuestros enemigos-, ahora y siempre.
En este difícil camino que el Señor nos pide hoy, viene bien recordar una anécdota en la vida de San Francisco de Sales.
Se cuenta que cuando él era obispo de Ginebra, los calvinistas intentaron varias veces matarlo.
Francisco, por toda venganza –como indica Jesús en el Evangelio-, oró por sus enemigos. Y no tuvo más que palabras de
bondad y perdón.
Al ver la nobleza de su proceder, más de sesenta mil personas se convirtieron al catolicismo.
Su heroísmo llegó al punto que al cruzarse en la calle con un abogado le dijo el obispo: Señor, sé que intenta perder mi
reputación. No se excuse, porque tengo pruebas de eso, pero quiero que sepa que si me abofetea una mejilla, gustoso le pondré
la otra, y aunque me arrancara un ojo, lo miraría con el otro con bondad y afecto entrañables.
Ese mismo hombre, atentó contra el Vicario de Francisco de Sales y le echó la culpa a nuestro santo.
Pero le salió el tiro por la culata y lo descubrieron y lo condenaron a muerte...
Pero..., el salvador llegó a tiempo.
San Francisco de Sales luchó incansablemente y ¡consiguió el indulto para su enemigo!
Vamos a pedirle hoy al Señor, poder hacer vida el Evangelio. Vemos que a pesar de que parece muy exigente, es posible
vivirlo, como lo hizo San Francisco de Sales.

LECTURAS DEL VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.»
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Reflexión
San Juan fue testigo directo de todo lo que ocurrió en el Calvario y nos dice que cerca del lugar donde crucificaron a Jesús se
encontraba María y las santas mujeres.
El Evangelio destaca la presencia de la Virgen al pie de la cruz. María había tenido un papel discreto durante toda la vida
pública de Jesús.
La mayoría de los apóstoles ya la conocían desde los comienzos, desde las bodas de Caná. Con excepción del milagro de la
conversión del agua en vino, en que María tuvo una parte importante, los evangelios no señalan que ella estuviera presente en
ningún otro milagro.
Tampoco estuvo en los momentos en que Jesús fue aclamado por la gente.
Pero ahora, en el dolor y en el abandono de la cruz, se hace presente.
Jesús no la dispensó del trance del Calvario. Ella participó del dolor como nadie
Dios quiso que se cumpliera la profecía de Simeón, el día de la presentación de Jesús en el Templo, cuando el anciano le
dijo: Y a ti, María, una espada te atravesará el alma.
Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice
al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Juan será desde ese momento el hijo de María y, en Juan, todos los hombres y toda la Iglesia recibimos a María como madre
nuestra.
El Señor sabía que sus discípulos y su Iglesia, durante todos los tiempos necesitarían de una Madre que los protegiera, que
los levantara y que intercediera por ellos.
La Iglesia le da a María los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora y María nos da las gracias para hacer más
estrecha nuestra unión con Cristo.
Nuestra devoción de hijos de María es parte integrante de la vocación cristiana. En todo momento recurrimos a ella, casi
como por instinto, ante cualquier necesidad. Es fácil llegar a Dios por intermedio de su Madre. Veamos siempre en ella un atajo,
la senda por donde se acorta el camino que nos lleva al Señor.
En este día dedicado a María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, pidámosle con confianza que siempre interceda por
nosotros ante Dios y nos ayude a vivir como verdaderos hijos suyos.

LECTURAS DEL SÁBADO 16 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(23ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 6, 43-49
Jesús decía a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se
recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la
abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: Señor, Señor, y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a
mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso
los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron
derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin
cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue
grande.»
Reflexión
Jesús en este Evangelio, quiere recordarnos que es el ¨fondo¨ del hombre lo que permite juzgar sus actos.
La calidad del fruto depende de la calidad del árbol.
El ¨corazón¨, es decir, ¨el interior profundo¨ del hombre, es lo esencial.
El Señor nos muestra que es necesario que los gestos exteriores correspondan a una calidad del fondo. Que nuestros gestos
religiosos provengan de una ¨fe interior¨.
Por eso tenemos que pedirle al Señor que nos transforme, que transforme nuestro corazón, que lo haga bueno.
Pidámosle que nuestra vida, sea verdaderamente un ¨buen fruto¨, del que los demás puedan alimentarse.
El Señor dice que ¨el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene adentro¨. Hoy..., ¿qué podría sacar de mi
corazón?
Pensemos que de la abundancia del corazón habla la boca, por eso pidamos al Señor que transforme nuestro corazón, para
que pongamos a Dios en él. Sólo si Dios está en nuestro corazón entonces podremos hablar de Dios y esparcir buena semilla
que permita en el mundo que germine el Reino de Dios
El Señor no quiere palabras solamente, el Señor quiere que nuestro obrar, sea fruto de lo que tenemos dentro. Cuando sólo
hablamos de Dios, cuando sólo decimos cosas buenas, pero no hacemos obras buenas, entonces no estamos teniendo a Dios
dentro.
Hoy Jesús nos pide, que nos acerquemos a Él, que escuchemos su palabra y que la pongamos por obra. El Señor quiere que
seamos capaces de edificar nuestra vida, sobre una roca sólida. Y para eso tenemos que acercarnos a Jesús y practicar lo que nos
dice. Es Jesús la roca sobre la que podremos construir seguros nuestras vidas, con la certeza que no habrá fuerza que pueda
derribarla.
Pidamos hoy al Señor que seamos capaces de hacer vida su Palabra.

LECTURAS DEL DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 18, 21-35
Se adelantó Pedro y dijo a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta
siete veces?»
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le
presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus
hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: «Señor, dame un plazo y te pagaré todo.» El rey se compadeció, lo dejó ir y,
además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo,
le dijo: «Págame lo que me debes.» El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: «Dame un plazo y te pagaré la deuda.» Pero él no
quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar
y le dijo: «¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo
me compadecía de tí?» E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»
Reflexión
Jesucristo nos enseña a perdonar siempre. Cuando perdonamos a nuestros hermanos y a nuestros enemigos, imitamos a Dios
que siempre perdona.
Si Dios no dudó en entregar a su Hijo por nuestros pecados, cuánto más debemos nosotros perdonarnos mutuamente las
ofensas.
Después de afirmar su doctrina sobre el perdón de las ofensas, el Señor cuenta la parábola del siervo sin misericordia.
Diez mil talentos era una cantidad muy grande de dinero, y el señor, tiene compasión de él y le perdona la deuda.
Así es el perdón de Dios. Es mucho lo que le debemos, pero Él tiene misericordia de nosotros y nos perdona.
Nosotros no tenemos con qué pagar nuestra deuda con Dios y Él nos perdona siempre, simplemente porque es movido a
compasión.
Nuestra deuda con Dios es siempre grande tal como era grande la deuda del siervo de la parábola.
Y Dios perdona...
Con ese perdón, Dios nos deja en libertad, ya que el perdón de Dios nos hace libres y de siervos que somos, nos convierte en
hijos.
Pero ¿y nosotros?
¿No somos muchas veces como el siervo de la parábola?. En lugar de imitar la compasión que Dios nos tiene, y ser también
nosotros compasivos con los que nos rodean,... hacemos todo lo contrario.
No imitamos a Dios siendo también nosotros misericordiosos. Nuestra mezquindad, contrasta muchas veces con la
generosidad de Dios.
Pero Jesús en la segunda parte de esta parábola nos muestra ¡cómo nos ve Dios y cómo seremos considerados por Él!,
cuando no somos compasivos.
Jesús nos muestra que el siervo a quien su amo le había perdonado una deuda inmensa, no es capaz de ser compasivo con
quien tiene con él una deuda pequeña. Y el Señor nos muestra también, que al enterarse de su actitud, su amo, lo hace arrestar
hasta que pague todo su gran deuda.
Y termina diciéndonos Jesús, que esto mismo hará el Padre Celestial si no perdonamos de corazón a nuestros hermanos.
Hoy Dios nos pone una meta muy exigente. ¡Perdonar de corazón!
¡Perdonar desde adentro y no por compromiso!
Sólo así estaremos imitando a Dios en su misericordia.
Dios nos perdona muchísimo. En comparación, lo que puedan adeudarnos los hombres es muy poca cosa.
¿Seremos capaces de darnos cuenta lo poquito que es lo que nos debe nuestro hermano, comparado con lo que nosotros le
debemos a Dios?
Si logramos pensar de esta forma y darnos cuenta, entonces seremos capaces de perdonar a nuestro hermano, siempre.
Y sólo así, cuando en el padrenuestro le digamos a Dios: ...¨perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los
que nos ofenden¨, lo haremos confiados que ese perdón que nosotros hacemos de corazón nos permite pagar nuestra gran deuda
con Dios e ir creciendo en el ¨Amor¨.
En nuestra vida de todos los días, son muchas las veces que tenemos que perdonar, y también muchas las veces en que
tenemos que ser perdonados. Pero ese perdón que recibimos y que damos, permite transformar el mal que hacemos o el que
recibimos en una fuerza de bien, que nos permite estar cada vez más cerca de Dios.
Pidámosle hoy a María, que nos eduque para ser siempre misericordiosos con los que nos rodean y así consigamos que Dios
nos dirija una sonrisa de complacencia y su ¨Perdón¨.

LECTURAS DEL LUNES 18 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 7, 1-10
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un
sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos
para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama
a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga.»
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te
molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que
digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis
órdenes- cuando digo a uno: «Ve», él va; y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «¡Tienes que hacer esto!», él
lo hace.»
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera
en Israel he encontrado tanta fe.»
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Reflexión
Este relato de la curación del siervo del centurión, nos muestra que la fe en Jesús no está destinada sólo a los judíos. El
centurión era un soldado romano, que nos muestra aquí una sólida fe en Jesús.
En este caso, no llevan al enfermo ante Jesús y ni siquiera el centurión va a pedirle en forma personal a Jesús que cure a su
siervo.
Es más, cuando le piden a Jesús por el enfermo, el Señor, para dar satisfacción al pedido, se dirige a casa del centurión. Pero
antes de llegar, este soldado le hace decir: ¨Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso, ni
siquiera me consideraré digno de salir a tu encuentro. ¡Mándalo con tu palabra y que quede sano mi criado!¨.
Éstas palabras del centurión, fueron rescatadas por la liturgia, que nos invita a repetirlas antes de la comunión cuando
decimos: ¨Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme¨.
Cada vez que nos acercamos a comulgar, y nos presentan al ¨cordero de Dios que quita los pecados del mundo¨, repetimos la
confesión de fe de aquel centurión anónimo que pasó a la historia porque percibió en Jesús un poder superior,... el poder de
Dios.
Fue capaz de reconocer ese poder divino, por encima del poder humano que ese centurión representaba.
Y ese hombre no se sintió digno, ni tan siquiera de pedirle a Jesús el favor en forma personal. Se lo hizo pedir a aquellos que
le eran más cercanos naturalmente al Señor; los ancianos-judíos- de Cafarnaúm.
El centurión se nos muestra humilde... y es precisamente esa humildad la que le permite tener fe.
Y es por esa fe, que reconoce el poder de Jesús.
Ese centurión percibe que Jesús tiene un poder superior y que no necesita tan siquiera acercarse al enfermo para curarlo.
Sólo tenía que decirlo y así sería.
Y Jesús quedó admirado de la fe de este hombre y produjo el milagro.
Jesús puede hoy también sanar nuestras dolencias físicas y morales; sanar a quienes nos rodean. Tal vez si no hace el
milagro se debe a que no tenemos esa ¨fe¨ y esa humildad que mostró el centurión.
Pidámosle hoy con confianza a nuestro Señor que nos regale una fe en su poder, como la del centurión.

LECTURAS DEL MARTES 19 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era
viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: —«No llores.»
Se acercó al ataúd, lo toco (los que lo llevaban se pararon) y dijo: —«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: —«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su
pueblo.»
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Reflexión
El evangelio de hoy nos enseña el Cristo compasivo, el cual ve el corazón no solamente la apariencia. La Madre Teresa nos
llama para ver a Jesús escondido disfrazado de pobre, el enfermo, el cojo, el ciego, el solitario, el de corazón roto, el preso, el
perdido y olvidado. El ve ese miedo en los ojos de la viuda de estar sola en el mundo. Ella no tendrá el lujo de un esposo o un
hijo más. Él sabía lo que quería decir una procesión de un funeral para la madre viuda y su corazón sintió una tremenda
compasión por ella. Leemos en todas las lecturas que Dios demuestra gran compasión por los desvalidos.
Vemos al Buen Samaritano demostrando gran compasión por el hombre, la víctima de un robo, acostado allí en un camino
desolado. De seguro Dios vio su corazón, se alegró y debe de estar contento con el Samaritano. Le dio de su tiempo, su fuerza y
su dinero sin esperar un reconocimiento y ni siquiera las gracias. Él te dio a ti y a mí una vista muy de cerca y muy personal de
su corazón. Las escrituras nos dicen que el amor de Dios dura para siempre. Puedes imaginarte el poderoso intercambio cuando
escuchamos a Jesús diciéndole a la mujer muy suavemente «no llores.»
Después camina al frente, toca el ataúd y le dice al joven muerto «regresa a la vida otra vez.» ¿No crees que la vida de ella
también regresó? Vamos a vernos los unos a los otros como El vio a esa madre. En gran poder Jesús levantó al joven a la vida.
La primera lectura demostró la fuerte fe de Elías levantando al niño de la muerte por medio de la palabra de Dios.
Vemos en la segunda lectura el poder de la fe de Pablo dada por Dios para predicar las Buenas Noticias. El evangelio revela
que Dios tiene gran compasión por el débil.
Esta semana deja que otros vean el poder de fe en ti, misericordia, y amor visitando una viuda y testificando el poder de
sanación de Cristo

LECTURAS DEL MIÉRCOLES 20 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 7, 31-35
Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos
muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: «¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos
cantos fúnebres, y no lloraron!»
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: «¡Ha perdido la cabeza!.» Llegó el Hijo del
hombre, que come y bebe, y dicen: «¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!.» Pero la Sabiduría ha sido
reconocida como justa por todos sus hijos.»
Reflexión
Jesús critica nuestra actitud de interpretar mal todo, aún las acciones de los Santos, como el caso de Juan el Bautista.
Porque el ayuno de San Juan de San Juan fue criticado por algunos como obra del demonio. En cambio a Jesús lo llamaron
glotón. Y San Lucas, al relatar este pasaje del evangelio no tiene reparos en referir las acusaciones que se dijeron contra el
Señor, para que nos quedasen como enseñanza las palabras de Jesús.
Muchas veces aun cuando un hecho sea bueno, y aparezca como bueno, igual lo criticamos, sospechando por ejemplo de la
intención que se tiene al hacer el acto bueno.
El Evangelio nos pide que pensemos bien, y cuando no podamos justificar un acto, por lo menos tratemos de justificar las
intenciones con que se realizó ese acto. Si no podemos hablar bien de una persona en público, entonces es preferible callar antes
que criticarla.
Dios no delegó en nadie el poder de juzgar. El juzgar se lo reservó para él mismo. Y esto es así, porque para juzgar hay que
tener el conocimiento total de la persona que realiza el acto, sus intenciones, sus móviles que la impulsan a obrar así, su criterio
de las cosas y del acto que realizó; y nosotros no podemos saber de eso. Por eso la prudencia nos exige que no emitamos juicio
sobre las intenciones en el obrar del prójimo.
Jesús nos vuelve a mostrar en este pasaje del evangelio, que aunque los hechos sean objetivamente buenos en sí, el hombre
puede interpretarlos mal. Nuestra visión es pequeña, y la sabiduría de Dios es la que dispone las cosas.
El Padre Martín Wiechs tiene un cuento de un Párroco que pegó en la puerta de su Iglesia, del lado de afuera para que la
pudieran ver, una carta abierta para todos los que se quejaban de que la parroquia fuese dominada por un pequeño grupo:
Les agradezco mucho de la preocupación por la marcha de nuestra comunidad parroquial. He investigado lo que ustedes
denuncian y resulta que tienen plena razón.
Además, se demostró lo siguiente: el grupo que predomina en la parroquia consiste en fieles que regularmente participan en
la Misa y otras reuniones, están dispuestos a aceptar cargos de servicio en la comunidad y sacrifican su tiempo y sus energías
para los demás, convencidos de que uno tiene tanto más provecho de la Iglesia cuanto más hace a favor de ella.
Les propongo integrarse a este grupo y ampliarlo, lo que no les resultará difícil. Vengan a nuestras reuniones, hagan
propuestas constructivas y participen de nuestras actividades - y casi sin darse cuenta serán un miembro más del grupo
Hoy vamos a pedirle a María nuestra Madre, que nos ayude a mirarnos a nosotros, descubrir nuestras debilidades y pedir
perdón a Dios por ellas. Así nos volveremos más comprensivos con los demás y evitaremos toda crítica que perjudique a
nuestros hermanos.

LECTURAS DEL JUEVES 21 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 9, 9-13
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él
se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus
discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y
aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Reflexión
Jesús sigue eligiendo seguidores.
A los pescadores ya llamados en la orilla del lago, Jesús, añade ahora a un hombre, que no inspira demasiada confianza, un
hombre que el pueblo detesta. Mateo es recaudador de impuestos.
Estos hombres, trabajaban para los romanos, y en general se enriquecían a cuenta de los pobres y eran mal vistos por los
judíos. Y Jesús, lo elige. Parece extraño el equipo que Jesús está constituyendo.
Y dice el Evangelio, que cuando el Señor le dice a Mateo: Sígueme.
Mateo, instantáneamente lo siguió. Mateo, deja todo y lo sigue.
¡Qué lección, para nosotros!
Mateo, siendo rico, sin dudar, dejó todo y lo siguió a Jesús. Nosotros, deberíamos hoy mirar, qué cosas nos atan, qué cosas
nos impiden a nosotros, poder responder hoy, generosamente al llamado que Jesús, nos hace hoy también a nosotros: Sígueme.
Y después, Mateo, ofrece al Señor una comida. E invita a sus amigos,... esos amigos son sus colegas, publicanos como él.
Y los fariseos, se escandalizan que Jesús coma con ellos.
Entonces el Señor les cita un proverbio:
No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
En esta frase se revela el corazón de Jesús.
Todos somos pecadores. Y Jesús, dice que ha venido para nosotros. Al Señor, no lo espantamos con nuestros pecados. Nos
ama, y el ser pecadores, hace que se dedique con amor a nosotros, para tratar de sanarnos.
Dios vino a salvar y a curar. El en su infinita misericordia, quiere acercarse a nosotros, comer con nosotros, y ayudarnos a
desprendernos de nuestros males.
Y Jesús come con Mateo y sus amigos, pecadores para los fariseos.
Esta cena, prefigura la Eucaristía. El Señor se queda en la Eucaristía como alimento, para reunirnos también a nosotros,...
pecadores, a su mesa.
La Eucaristía, es una recompensa para las almas puras, ... pero también es una comida de Jesús con los pecadores.
No somos dignos de recibir a Jesús. Y sin rebajar el valor penitencial profundo del sacramento de la reconciliación, no se es
nunca digno de recibir a Jesús.
Somos tan poca cosa!..., y sin embargo, el Señor nos invita a su mesa.
Vamos a pedirle hoy al Él, que nos purifique, que sane el corazón del hombre de Hoy.

LECTURAS DEL VIERNES 22 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 8, 1-3
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los
Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la
que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con
sus bienes.
Reflexión
La misión de Jesús, es proclamar el mensaje de salvación.
La misma venida de Jesús a la tierra ya es una proclamación del kerigma. Jesús es el que nos viene a anunciar que tenemos
un Padre que nos ama y nos quiere perdonar y salvar. Y que este perdón nos llega a través de Jesús mismo, ya que es Él quien
nos trae la salvación.
Jesús proclama la salvación con sus palabras, con sus acciones, con sus milagros y con todo su evangelio.
Pero Cristo predicó en Galilea, hace dos mil años. Quienes hoy y aquí tenemos que predicar al mundo la Buena Nueva
somos los cristianos, cada uno de nosotros. Somos nosotros que con nuestro testimonio debemos anunciar la salvación que
Jesús consiguió para nosotros.
La Iglesia está en el mundo para evangelizarlo. Cada uno de nosotros, los bautizados somos Iglesia, y ella evangeliza por
medio de cada uno de nosotros.
Cada bautizado debe convertirse en un evangelio viviente, metido en el mundo para cristianizarlo, para salvarlo.
Sigue diciendo el Evangelio:
Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres a las que había sanado de espíritus malos o de enfermedades.....
La lectura de este pasaje nos desconcierta: Jesús acompañado por unas mujeres .....
El Reino de Dios, ha llegado y no conoce barreras. La Mujer, también ocupa un lugar, y no secundario, en la Iglesia de
Cristo. Termina diciendo la lectura del Evangelio de hoy que las mujeres: "les servían con sus bienes"
Servían al Señor, servían al Señor con lo que tenían.
¿Nos preguntamos nosotros alguna vez, nosotros que nos llamamos discípulos de Jesús, si realmente ponemos lo que
tenemos al servicio del Señor?.
Todo lo que poseemos lo hemos recibido de Dios. Deberíamos tener conciencia que nada nos pertenece, todo le pertenece a
Dios. Es Él quien ha puesto las cosas bajo nuestra custodia, pero no para que guardarlas, sino para emplearlas para nosotros y
para los demás.
Propongámonos hoy, servir al Señor. Servir al Señor con nuestro talento, con nuestras habilidades, con el tiempo que Dios
nos regala cada día, poniendo nuestros esfuerzos, nuestras iniciativas, nuestros planes en sus manos.
El Señor necesita de los bienes espirituales con los que podamos servirlo, y también que pongamos a su disposición los
bienes materiales que poseemos
En un sueño, un hombre se presentó ante el juez celestial y dijo: "Mira, Señor, he observado siempre tu ley, no he hecho
nada malo; no he matado a nadie, no he robado ni cometido adulterio. Señor, mis manos están limpias.
Le contestó Dios:
Es cierto, tus manos están limpias, pero también están vacías.
Que no nos suceda lo mismo a nosotros, pongamos al servicio del Señor nuestros talentos, acumulemos tesoros en el cielo,
donde la polilla no los come.
Pidamos a María que nos ayude a imitar su generosidad para poner todo lo que somos y tenemos al servicio del Señor.

LECTURAS DEL SÁBADO 23 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(24ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 8, 4-15
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: «El
sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la
comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las
espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno.»
Y una vez que dijo esto, exclamó: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!»
Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: «A ustedes se les ha concedido conocer los
misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.
La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero
luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un
tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.
Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van
dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón
bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a sus constancia.
Reflexión
A diferencia de otras parábolas del Señor recogidas en los Evangelios, que requieren una explicación o una interpretación,
en esta es Jesús mismo quien, ha pedido de los apóstoles, nos presenta su significado. Es por eso que este pasaje, más que a un
análisis, nos debe mover a una Reflexión.
El sembrador es Dios. La semilla es el mismo Jesucristo y su predicación.
La Palabra del Señor es sembrada en el corazón del hombre, que es la tierra que la recibe. Las diferentes clases de tierra
representan las diversas actitudes que los hombres podemos tener ante Jesús y su doctrina.
La siembra del Señor se produce de muchas maneras distintas: inspiraciones del Espíritu, sentimientos de la conciencia,
homilías o reflexiones de la Palabra que nos llegan de muchas maneras, libros escogidos, consejos de amigos de verdad,...
A veces el Señor nos habla también por medio de buenos ejemplos que vemos en nuestro prójimo, o a través de
contrariedades de la vida, que nos dejan siempre una enseñanza.
Comienza la parábola relatando que el sembrador no tiene buena suerte. Al comienzo tenemos tres fracasos sucesivos. Una
parte de la semilla cae al borde del camino donde es pisoteada y se la comen los pájaros. Otra parte cae sobre las piedras y, al
brotar, se seca por falta de humedad. Otra cae entre las espinas, y estas, la ahogan.
¿Por qué nos cuenta Jesús esta serie de fracasos? Hasta acá, podemos llegar a pensar incluso que el sembrador ha sido
totalmente inútil. Sin embargo, la parábola es imagen del Reino de Dios,... imagen de la cruz de Jesús...
¿No nos puede pasar a nosotros de tener la impresión de estar perdiendo el tiempo, tratando de vivir el evangelio y
proclamarlo entre quienes nos rodean, sin lograr ningún resultado?
Pero el Señor nos dice que otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno. Este sí es un éxito
sorprendente. El fracaso anterior queda ampliamente compensado. A pesar de las apariencias contrarias, la cosecha divina es un
hecho. Al fin de cuentas, el Sembrador no quedará decepcionado: el Reino de Dios tiene asegurado el éxito final. ¡La Palabra de
Dios no puede fallar!
Vamos a pedir hoy al Señor, que tengamos siempre un corazón dispuesto a convertirse en buena tierra. En aquella tierra
fértil que es capaz de dar frutos abundantes. Y vamos a pedirle nuestra confianza, para que a pesar de las contrariedades
pasajeras, seamos fieles a la Palabra del Señor y a proclamación de su Reino.

LECTURAS DEL DOMINGO 24 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Mateo 20, 1-16
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: Vayan ustedes también a mi viña y les
pagaré lo que sea justo. Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros,
les dijo: ¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?. Ellos les respondieron: Nadie nos ha contratado. Entonces les
dijo: Vayan también ustedes a mi viña.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los últimos y terminando por los primeros.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros,
creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso
del trabajo y el calor durante toda la jornada.
El propietario respondió a uno de ellos: Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo
que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.»
Reflexión
Nos puede sorprender esta parábola. Parece injusto que se dé lo mismo a todos, sin tomar en cuenta sus obras y sus
sacrificios.
Bien es cierto que Jesús quiso sacarnos la idea que tengamos méritos que Dios debe premiar.
Pero también conviene mirar con más atención las enseñanzas de la parábola, pues Jesús establece una comparación, no
entre varios trabajadores, sino entre diversos grupos de trabajadores. Cada grupo puede representar un pueblo, un país, o un
continente y, mientras unos recibieron la Palabra de Dios hace muchos siglos, otros recién llegan a la fe.
A lo largo de la historia, Dios llama a los diversos pueblos a que vengan a trabajar a su viña.
Para empezar llamó a Abraham y le encargó, a él y a sus descendientes, su obra en el mundo.
Más tarde, en tiempo de Moisés, mucha gente se juntó a su grupo para salir de Egipto, y lo mismo sucedió en los siglos
siguientes.
Los antiguos reivindican constantemente su derecho a ser tratados mejor que los demás, pero la viña no les ha sido
encargada en forma exclusiva.
Después, con la venida de Cristo, el Evangelio fue llevado a otros pueblos, hasta entonces paganos. Entraron en la Iglesia y
formaron la cristiandad. También ellos pensaron que el Reino de Dios y la Iglesia eran cosa suya.
Hasta nuestros días no han faltado las familias que se extrañan cuando la Iglesia critica sus privilegios y ya no les concede
los primeros asientos en el templo. Dicen que la Iglesia los traiciona, porque siempre han pensado que la Iglesia era de su
propiedad.
En la parábola todos somos puestos en un pie de igualdad y recibimos el mismo denario, la moneda de plata del sueldo
diario. ¡Debemos alegrarnos por haber sido llamados a trabajar cuando estábamos desocupados!
Vamos a pedir hoy a Jesús que nunca nos sintamos con privilegios dentro de la Iglesia por hacer alguna tarea especial, o por
haber estado sirviéndola desde más tiempo, porque el Señor acoge en su viña a todos, y recompensa de la misma forma a los
recién llegados.

LECTURAS DEL LUNES 25 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 8, 16-18
Jesús dijo a la gente: «No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que
se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni
nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.»
Reflexión
Quién sigue a Jesús no solo debe trabajar para su propia conversión, sino también por la de los demás. El Señor lo expresa
con la imagen de la lámpara que resulta muy fácil de comprender por quienes lo escuchaban. La lámpara está para iluminar y
había que colocarla bien alto. A nadie se le ocurriría esconderla de tal manera que su luz quedase oculta. ¿Para qué iba a servir
entonces?
En otra oportunidad, Jesús también les dijo a sus discípulos: «Ustedes son la luz del mundo».
La luz de los discípulos es la misma que la de su Maestro Jesús. Sin la luz de Cristo, el mundo queda en tinieblas. Y cuando
se camina en la oscuridad, se tropieza y se cae.
Los cristianos debemos iluminar el ambiente en que vivimos y trabajamos. No se comprende un discípulo del Señor sin luz.
El Concilio Vaticano II lo puso de relieve al decir: «Porque todos los cristianos, donde quiera que vivan, por el ejemplo de
su vida y el testimonio de su palabra, están obligados a manifestar el hombre nuevo de que se han revestido de tal forma que los
demás, al ver sus obras, glorifiquen al Padre y descubran el genuino sentido de la vida y el vínculo universal de todos los
hombres.
Pensemos si los que trabajan codo a codo con nosotros..., si quienes viven en nuestro mismo hogar, reciben de nosotros esa
luz que señala el camino que conduce a Jesús.
El trabajo, nuestras obligaciones cotidianas y nuestro comportamiento, es la lámpara que debe iluminar con la luz de Cristo.
¿Qué apostolado podría llevar a cabo una madre de familia que no cuidara a conciencia su hogar?. ¿Cómo podría hablar de Dios
a sus amigos un estudiante que no estudiara, o un empresario que no viviera los principios de la justicia social de la Iglesia, con
sus empleados?
Desde el comienzo de su vida pública se conoce al Señor como el artesano, el hijo de María. Y cuando comienzan los
milagros, la multitud dice: Todo lo ha hecho bien. Absolutamente todo, los grandes prodigios y las cosas pequeñas y cotidianas.
Es evidente que la doctrina de Jesús no se ha difundido a fuerza de medios humanos, sino a impulsos de la gracia. Pero
también es cierto que la acción apostólica edificada sobre una vida sin virtudes humanas, sin responsabilidad en las propias
obligaciones, sería hipócrita e ineficaz. El Concilio también decía: «El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a
sus deberes con el prójimo; falta sobre todo, a sus obligaciones para con Dios».
Sea cual sea el trabajo u ocupación que tengamos, al hacerlo con responsabilidad y a conciencia, ganamos autoridad moral
ante nuestro prójimo para poder realizar mejor nuestras tareas de apostolado.
San Pablo, en sus cartas a los primeros cristianos de Filipo, los exhorta a vivir en medio de aquella gente apartada de Dios,
de manera que brillen como luceros en medio del mundo. Y su ejemplo arrastraba tanto que en verdad se pudo decir de ellos:
«lo que es el alma para el cuerpo, esto son los cristianos en medio del mundo»
Pidamos nosotros también a María que iluminemos siempre el medio en que vivimos, para que podamos ser más eficaces y
fecundos en nuestra tarea de llevar a los que nos rodean a Jesús.

LECTURAS DEL MARTES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 8, 19-21
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús:
«Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte.»
Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.»
Reflexión
Este pasaje del Evangelio, a veces se interpreta erróneamente, para decir que María tuvo más hijos además de Jesús. Esto
contradice lo que era la costumbre del pueblo judío en la época de Jesús de llamar hermanos a parientes de distintos grados.
Los cristianos solemos usar la palabra hermano para dirigirnos a nuestro prójimo y no tenemos con ellos ningún parentesco
carnal. Por tanto, no podemos confundir esta terminología que aparece en el Evangelio cuando se habla de hermanos de Jesús.
Lo realmente importante de este Evangelio es que cuando hacemos la voluntad de Dios cuando escuchamos su Palabra y la
ponemos en práctica, entonces nos convertimos en familia de Jesús. El parentesco con Jesús no radica en la sangre.
María se hace acreedora al título de Madre de Jesús, no sólo porque engendró a nuestro Señor, sino por el Sí total y absoluto
dado a la Palabra de Dios.
Este texto, que podría entenderse como un rechazo de Jesús a María, en realidad es una alabanza.
Jesucristo aprovecha esta oportunidad, para comparar el simple afecto familiar humano, con otro afecto de la gran familia
cristiana, basada en lo ¨sobrenatural¨
María nos brinda el ejemplo a imitar. Ella es quien con mayor fidelidad sirvió a Jesús:
Debemos escuchar como María la Palabra de Dios, prestarle atención, leerla detenidamente, escucharla atentamente en
aquellos momentos que el Señor disponga para que podamos hacerlo.
Debemos meditar como María, la Palabra de Dios. Debemos profundizar el sentido de la Palabra de Dios e irla aplicando a
las diversas circunstancias de nuestra vida.
Y luego debemos cumplir la Palabra de Dios. Sólo así, en nuestra vida puede haber verdadera conversión..
El Señor promete felicidad a los que ponen en práctica la Palabra de Dios.
Nosotros queremos practicar en nuestra vida la escena de la Anunciación, deseamos repetirla en las más pequeñas cosas de
la vida diaria. En el momento de la Anunciación María escucha al Ángel, medita, pregunta y pronuncia su Sí y actúa.
Cada acontecimiento,... cada persona,... lo que nos sucede,... pueden ser para nosotros semejante a un Ángel del Señor.
Nuestra tarea consiste en tener siempre delicadeza de oído, meditar ¨lo que es este saludo¨ y responder.
Si nosotros tomamos en serio el ¨Sí¨, entonces lo realizamos cada día, y vamos por el camino que Dios preparó para
nosotros.
Escribe la Madre Teresa de Calcuta que Nuestra Señora nos ofrece las mejores lecciones de humildad y de servicio a la
voluntad de Dios.
Aunque estaba llena de gracia, se proclamó esclava del Señor.
Aun siendo Madre de Dios, fue a visitar a su prima Isabel para hacer las tareas del hogar.
Aunque concebida sin mancha, se encuentra con Jesús humillado con la cruz a cuestas camino al Calvario y permanece al
pie de la cruz como una pecadora que necesita redención.
El bien supremo en nuestras vidas, debe ser cumplir la voluntad y los deseos de Dios. Es esto lo que nos hace familia de
Jesús.
Desde el día que nos comprometemos con la obra de Dios, nos toca descubrir hermanos y hermanas, y a una madre, María.
Pidamos a ella, Reina de la familia, que siempre seamos acreedores a la gran familia de Jesús por ser fieles a la voluntad del
Padre.

LECTURAS DEL MIÉRCOLES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 9, 1-6
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades.
Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni
alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir.
Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.»
Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.
Reflexión
San Lucas relata dos veces unas consignas de ¨misión¨, casi equivalentes: -aquí van dirigidas a los ¨doce¨ y después va a
dirigirlas a los ¨setenta y dos¨ Todos, el Papa, obispos, sacerdotes, laicos... son «enviados» a la misión. Todos reciben las
mismas consignas de ¨pobreza¨ No lleven bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero...
Jesús prohíbe llevar toda clase de recursos. La fuerza del predicador no depende de los recursos. Es Dios quien pone la
semilla, nosotros sólo somos instrumentos. Y el Señor quiere que los suyos estén totalmente desprendidos de las cosas de la
tierra, que no se dejen atrapar por los bienes terrenos.
El Señor resume la ¨misión¨ de sus discípulos, para la que les dio el ¨Poder y ¨la Autoridad en expulsar todos los demonios y
curar las enfermedades y Proclamar el reino de Dios...
Y los discípulos se pusieron en camino anunciando la ¨buena noticia¨... y ¨curando en todas partes¨
La misión, se resume en dos puntos precisos: uno es una palabra, una proclamación... otro es un acto propiamente dicho, una
curación.
Esos dos aspectos de la evangelización se hacen a la vez. No hay uno primero que el otro.
El misionero no debe contentarse sólo con palabras, son necesarios actos, que muestren a los hombres que con el poder de
Jesús son capaces de liberar al hombre de sus males.
Pero tampoco debe caerse en pensar que no es necesaria la predicación.
Un cristiano, debe revelar a Cristo con su testimonio de vida pero también manifestando públicamente y explícitamente su fe
en Jesucristo.
Hoy Jesús, por medio de la Iglesia, sigue enviando apóstoles al mundo.
Todo cristiano, por los sacramentos del Bautismo y la confirmación, es llamado y enviado a proclamar la Buena Noticia del
reino, pero siempre dentro del pueblo de Dios que es la Iglesia.
Y cada uno de nosotros, enviados por Cristo a evangelizar, tenemos hoy que preguntarnos, si en realidad estamos
cumpliendo con la ¨misión que Cristo nos encomendó.
Pensemos que los discípulos de Jesús, son prolongaciones de Él mismo en el tiempo y en el espacio. Y entonces debemos
pensar, cada uno, que nos somos otra cosa, que Cristo en el ahora y en el aquí.
Este Cristo que tiene que proclamar el Reino de Dios.
Y entonces, debemos preguntarnos, cada uno, cómo proclamamos, ese Reino de Dios, con nuestra palabra, y con nuestra
vida. Jesucristo, predicó lo que hizo e hizo lo que predicó. A eso mismo estamos llamados nosotros.
Vamos a pedirle hoy a María, a ella que como nadie, respondió al Señor siendo su mejor discípulo, que nos enseñe a no
dejarnos atrapar por las cosas de la tierra, y que siempre sepamos dar testimonio valiente de nuestra fe en Jesucristo y en el
anuncio del Reino de Dios.

LECTURAS DEL JUEVES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 9, 7-9
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha
resucitado.» Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado.»
Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?» Y trataba de
verlo.
Reflexión
La fama de Jesús crece y se extiende. Y Herodes está perplejo.
Jesús aparece ante sus contemporáneos, primero como profeta... un portavoz de Dios,... alguien que comenta los
acontecimientos para sacar de ellos el sentido divino que contienen.
Herodes representa aquí el poder político, mientras que Jesús es la humildad.
Herodes tenía curiosidad por Jesús, por verlo actuar, por presenciar quizás algunos de los signos que le habían dado fama.
Y ese pensamiento de Herodes respecto a que quien pasaba, no podía ser Juan el Bautista, porque a él le había hecho cortar
la cabeza; estaba quizás inspirado por Dios mismo. Una de las maneras de hablar de Dios, es a través de la «voz de nuestra
conciencia»
Por eso la primera de las enseñanzas que nos deja este pasaje, es que no debemos desoír nuestra conciencia. Es la conciencia
quizá el camino de salvación para mucha gente que está alejada de Dios.
Cuando tenemos cuidado de seguir nuestra conciencia, es probable que ella nos conduzca a Jesús.
Herodes tuvo en su conciencia el arrepentimiento, y «tenía ganas de ver a Jesús», según dice el evangelio, sin embargo,
cuando Pilato se lo envía ya como condenado, deja pasar la ocasión de ver a Jesús.
En este pasaje también vemos el enfrentamiento entre Herodes que representaba el poder político y Jesús «el profeta».
Herodes pregunta ¿quién es este del que oigo tales cosas? El profeta, ¡siempre se enfrenta con el poder!.
Por eso este pasaje del evangelio, nos deja una advertencia. El cristiano, como profeta, debe permanentemente discernir
entre lo que es de Dios y lo que no lo es.
Como profetas debemos siempre proyectar la luz de la Palabra de Dios y, ... la palabra de Dios siempre impulsa al bien, a la
justicia y al amor.
Todo lo que no va en ese camino ¡no es de Dios!, y el cristiano debe valientemente denunciar y aún enfrentarse con los
poderes constituidos, si éstos contradicen la Palabra de Dios.
No podemos asombrarnos que el que realmente actúa como profeta esté expuesto a ser juzgado e incluso se sospechen en él
intenciones no rectas. A veces se lo hará aparecer incluso como seguidor y propulsor de doctrinas erróneas, para anular su
acción profética.
Hoy en día anunciar la salvación, anunciar mensajes de justicia, de libertad, de amor y de paz, es como oponerse a los
poderes del mundo, a las ambiciones del mundo, y entonces puede ser que se nos critique, se nos juzgue y se nos condene.
Sin embargo, debemos vivir construyendo el Reino de Dios y siendo fieles a los valores del Reino
Cuando nos encontremos en el mundo con las dificultades, con las persecuciones, no nos extrañemos, no es a nosotros a
quien se persigue sino al Reino que está en nosotros.

LECTURAS DEL VIERNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Juan 1, 47-51
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez.»
«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.»
Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús continuó: «Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees. Verás cosas más grandes todavía.»
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Reflexión
Con la Iglesia recordamos hoy la fiesta de los tres Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
¿Quién es San Miguel? Sabemos que antes que existiera nuestro mundo, Dios ya había creado un mundo de espíritus puros:
los ángeles. Pero ellos se dividieron en dos bandos - unos fieles a Dios y otros rebeldes en contra de Él. Y entonces se inició una
batalla terrible en el cielo: por un lado, San Miguel y sus ángeles y, por el otro lado, Lucifer o Satanás con sus secuaces.
Vencieron Miguel y sus ángeles fieles y arrojaron al diablo y a los suyos al infierno. Es lo que nos cuenta la primera Lectura de
hoy, tomada del libro Apocalipsis.
Y desde entonces, Satanás y sus secuaces buscan contrarrestar el poder y dominio de Dios. Y porque no les es dado
enfrentarse directamente con Dios, lo hacen indirectamente. Tratan de arrebatarle su creatura preferida de la tierra: el hombre.
Por eso, cada uno de nosotros es un campo de lucha en que se enfrentan el bien y el mal, las fuerzas divinas y las fuerzas
diabólicas.
¿Quién negaría tal realidad? Nadie de nosotros va a ser tan ingenuo de creerse fuera de esa lucha permanente. Cada uno de
nosotros experimenta esta tensión, este conflicto en su propio cuerpo y en su propia alma. Estamos entre las dos fuerzas y de
ambas llevamos algo dentro de nosotros. Siempre habrá lo bueno en el hombre, porque Dios está actuando continuamente. Pero
también habrá lo malo dentro de él, porque también el diablo está actuando permanentemente.
Pero pasa que el mundo moderno ya no cree en el demonio. Él ha conseguido realizar en nuestros días su mejor maniobra:
hacer que se dude de su existencia.
En contra de estas tendencias modernas, tenemos que tomar muy en serio la presencia y el poder del demonio. Porque existe
una prueba evidente de la existencia del demonio: que la presencia y la acción del mal en nuestro mundo sobrepasa mucho la
capacidad y la maldad de los hombres que la realizan. Existe en la actividad del mal en nuestro mundo, algo tan bien
organizado, que denuncia irremediablemente a su autor, el demonio.
Probablemente también cada uno de nosotros hemos sentido ese tremendo poder del mal que trabaja en nosotros y que en
determinados momentos irrumpe en nuestra vida. ¿Quién de nosotros nunca se ha sentido asombrado al ver de lo que era capaz,
de lo que llegaba a pensar, a desear o hacer?
Y así nos damos cuenta de que un ser fuerte obra en nosotros y nos quiere imponer su voluntad, y que necesitamos a otro
más fuerte para liberarnos. En realidad, fuimos liberados ya el día de nuestro bautismo. Pero el demonio volvió a nosotros y lo
dejamos entrar de nuevo, por medio de nuestros pecados.
La gran obra del diablo es el pecado. Él es el padre del pecado. La realidad del mal que lleva a los hombres a matar, robar y
engañar; que hace triunfar al injusto y sufrir al justo; que vuelve egoístas a los que tienen ya demasiado y lleva a la
desesperación a los marginados. Todo esto y mucho más es su obra, bien presente y actual en nuestro mundo.
Realmente, el hombre no vive solo su destino. Es incapaz de ser absolutamente independiente. O se entrega a Dios o es
encadenado por el demonio. Tanto en el bien como en el mal, no somos nosotros los que vivimos: es Cristo o Satanás el que
vive y triunfa en nosotros. ¡O somos hijos de Dios o somos hijos del diablo!
Pero nosotros mismos no lograremos soltarnos del poder del demonio. Con nuestras propias fuerzas no podremos vencer el
mal dentro de nosotros. Es necesario que Cristo nos fortalezca en nuestra lucha diaria contra el enemigo. Es necesario que
Cristo nos libere, paso a paso, de su poder destructor. También la Santísima Virgen, la vencedora del diablo, ha de ayudarnos en
ello.
Y allí entra entonces nuestro patrono, San Miguel, con sus ángeles. Los ángeles, sobre todo nuestros ángeles custodios, son
nuestros grandes amigos y compañeros en el camino de la vida. Son los enviados de Dios, para así sentirnos, ayudarnos,
aconsejarnos y protegernos en nuestra lucha diaria contra el mal. Nos dan fuerza y ánimo en momentos de tentación o
desesperación, nos consiguen la gracia de Dios cuando la necesitamos y nos guían en nuestro camino hacia la perfección
cristiana.
Por todo esto, hemos de tomar muy en serio a los ángeles, su presencia y ayuda en nuestro caminar cotidiano. Sólo con su
protección podremos resistir y rechazar los ataques del demonio. Hemos de confiarnos mucho más a ellos y a su conducción.
Pero, ¿quién de nosotros piensa en los ángeles, les reza o se encomienda a ellos?
Queridos hermanos, En esta fiesta en que recordamos a San Miguel, queremos ponernos de nuevo en sus manos y en las
manos de sus ángeles, nuestros fieles compañeros y protectores, para que nos guíen en nuestro caminar hacia la casa del Padre,
hacia el corazón de Dios.

LECTURAS DEL SÁBADO 30 DE SEPTIEMBRE DE 2023


(25ª Semana. Tiempo Ordinario)
+ Lucas 9, 43-45
Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían
interrogar a Jesús acerca de esto.
Reflexión
Las primeras actuaciones de la vida pública de Jesús tuvieron entre quienes lo escuchaban, un cierto éxito. Y Jesús mismo
temió que sus discípulos –quienes estaban a su lado-, se dejaran arrastrar por ese entusiasmo ficticio de la gente.
El Señor no se deja aturdir por la admiración general de la que es objeto; considera humildemente la misión que su Padre le
ha encomendado para la salvación.
Y entonces les dice a los discípulos: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Y ellos, no alcanzaban
a comprender qué podía significar esa expresión. Ese ser entregado a los hombres era sinónimo de ser entregado a la muerte y
esto no lo podía entender la mente de esos hombres para los cuales el Mesías debía mostrarse siempre y en toda ocasión
glorioso y victorioso.
La pasión en el Mesías era como una paradoja; y si bien Jesús se expresó claramente, a ellos no les cabía la idea de ver al
Rey como Mesías sufriente.
Jesús anunciaba aquí su Pasión. Esa Pasión, en la que Él estaba pensando desde hacía tiempo. El Señor se preparó
profundamente para eso y trató en vano de preparar a sus apóstoles.
Ellos tenían miedo de preguntarle a Jesús sobre eso; no quieren abordar el tema con Jesús, porque interiormente rehúsan
aceptar la muerte de su Maestro. Ellos no comprendieron que esa Pasión a la que el Señor se ofreció en cumplimiento de la
voluntad del Padre, era su mayor acto de amor.
Y en nuestro mundo de hoy, tampoco hemos entendido claramente el mensaje de Jesús. También hoy hay muchos –incluso
discípulos de Jesús-, que no entienden que Dios permita el sufrimiento. Hoy también hay quiénes se preguntan por qué, si Dios,
es Todopoderoso y es Padre, permite que sus hijos sufran.
Cuando en algunas ocasiones, nos toque a nosotros la hora de la desolación espiritual, de la aridez, o del sufrimiento y la
angustia, no permitamos que esto nos lleve a dudar de la infinita bondad y Providencia del Señor. Esto sería desconocer a Dios
como Padre providente y significaría ofender el Corazón infinitamente bondadoso de Jesús.
En esos momentos recordemos a san Pablo cuando dice todo coopera al bien de los que aman a Dios. Esa convicción es
signo de una fe fuerte. ¡Dios es Padre! y no quiere nada malo para nosotros.
Eso que a veces nos preocupa..., tengamos la certeza de que nos conviene. Nos conviene aunque no seamos capaces de verlo
así.
En esas circunstancias tengamos una visión más cristiana del sufrimiento y del dolor. En lugar de pensar que no hay rosas
sin espinas, pensemos que no hay espinas sin rosas. Cuando sintamos el pinchazo de las espinas, pensemos en esa rosa que va a
aparecer ante nuestros ojos.
Pidamos hoy a María, a ella que supo también del dolor y del sufrimiento, que nos ayude a descubrir en los acontecimientos de
nuestra vida –también en el dolor-, el Amor de nuestro Padre.

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