Estaba en la fiesta de cumpleaños de un viejo amigo de la infancia.
Era una fiesta
grande. Había invitado a todos los compañeros de curso. Me gustó reencontrarme con mis amigos. Cuanto los extrañaba. No lo sabía hasta que volvímos a charlar. Todos parecían ser los de siempre. Juancito era el mismo freak de siempre, Cruz era un poco humilde, Ize era más maduro. Era como antes pero mejor. Casi que en comparación tenía más sentido que fueramos amigos en ese momento y no antes. La estaba pasando genial. Ellos habían sido mi salvavidas durante mi adolecencia y en el momento sentía que me estaban rescatando de la rutina diaria. En un momento Cruz se levantó para ir al baño. La sala estaba llena. La gente caminaba iba y venía. Bailaban en la pista. Pero nosotros queríamos quedarnos en la mesa, conversando. Ninguna otra cosa superaba aquello. Juancito contaba chistes. —Qué le dijo un puto a un gay? —Chupame la pija. —Si. —Jajajaja. Era recontra re impresionante lo muchísimo que nos divertíamos. Pero entonces algo pasó. Alguien vino a sentarse a la mesa, en el lugar que Cruz había dejado libre. Era una señora. La reconocí solo porque todos se levantaron a saludarla. Yo no tenía ninguna simpatía hacia ella. Había arruinado los pocos lindos momentos en la escuela y ahora estaba haciéndolo con el cumpleaños. En la escuela le gustaba humillarme porque yo no entendía ni me interesaba su asignatura. Me preguntaba siempre a mí para que yo hiciera una respuesta estúpida. Ahora diez años después volvía a preguntarme cosas y yo volvía a responder cosas idiotas. Cosas que ya no eran sobre su materia, cosas que cualquiera sabe pero que por alguna razón yo no sabía. Se quedó en la mesa y parecía ya instalada, como si no tuviera otro lugar dónde sentarse. Después se levantó Ize que salió en busca de comida de la mesa dulce. En su lugar apareció Sergio, que siempre me hostigaba. Lo hacía a escondidas de todos a quienes les mostraba una personalidad encantadora. Se sentó a mi lado, debajo de la mesa me pateaba. Después se levantó Maurinio, que se fue a bailar a la pista, quien se sentó fue Alfredo, el padre de mi ex novia. No le caía nada bien. El había apostado para que ella se fuera del país. Se limitaba a mirarme feo, era el peor de todos. Rodeado de mis enemigos, me levanté. Me paré con no recuerdo cual excusa y me quedé parado lejos de la mesa. Fui al baño, a la mesa dulce, a la pista de baile. Mis amigos no estaban. Me pregunté si habría otro lugar para mí. Desde donde estaba veía que nadie ocupaba mi silla. Quizás no me quedaba más remedio que volver junto a las personas que me traían tan malos recuerdos. La otra posibilidad era que me quedara parado el resto de la fiesta hasta que encontrara a alguno de mis amigo si es que los encontraba en medio de una fiesta tan grande. Fuera cual fuera la solución me preguntaba: ¿Porqué tenía que estarme pasando esto? ¿Qué había hecho yo para merecérmelo? Por suerte había alcohol, y aquello fue la mejor distracción para mi, si.