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Notas Sedicion SR Matin Garcia PDF
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Los delitos objeto del presente trabajo no tuvieron una regulación es-
pecífica hasta el Código Penal de 1870, sin que ello significara que no se
protegiese penalmente la forma de Gobierno políticamente imperante con
anterioridad al mencionado año, que era la de la Monarquía Constitucional.
En 1822 se encontraba vigente la Constitución de 1812, articulando el
Código Penal de aquel año la protección a la forma de Gobierno entonces
vigente a través de los delitos «contra la libertad de la Nación» y «contra
el rey, la reina, o el príncipe heredero» (1).
El Código Penal de 1848 —estando en vigor el Estatuto Real de 1834, que
había consagrado igualmente la Monarquía Constitucional, si bien acen-
tuando las prerrogativas de la Corona— protegía la forma de Gobierno
dentro de los delitos de rebelión (2).
En septiembre de 1868 se produce la Revolución que determina la sa-
lida de España de Isabel II y desemboca en la Constitución de 1869, que
declara expresamente como forma de gobierno de la nación española a
la Monarquía, a la que se calificará de democrática. Consecuentemente
con lo anterior, y conforme ya anticipamos, el Código Penal de 1870 re-
gula por primera vez con autonomía los «delitos contra la forma de Go-
bierno», que integran la Sección 3.a, Capítulo I, Título II, del Libro II del
mencionado cuerpo legal (3), tipificándose expresamente el intento de «re-
emplazar el Gobierno monárquico-constitucional por un Gobierno monár-
quico-absoluto o republicano» (núm. 1.° del art. 181 del C. P.).
sión y art. 1.°, I, y art. 3.° de la L. O. E.; y, por último, art. 2.° del an-
teproyecto actual de Constitución). :
Ahora bien, situados en el contexto histórico de 1944, resulta que no
existe en España Constitución alguna, razón por la que, a nuestro juicio,
debe aceptarse como interpretación correcta del fin típico estudiado, cuan-
do menos históricamente, la ofrecida por Puig Peña. Tal interpretación,
además de la razón histórico-política expuesta, tendría a su favor la im-
portancia y significación que la estructura unitaria (centralista) tuvo para
el régimen político surgido de la guerra civil 1936-1939, exacerbada y po-
tenciada al máximo en los años inmediatamente siguientes a la misma.
De otra parte, la precitada interpretación parece que tiene a su favor
el sentido de la Sentencia del Tribunal Supremo de 4 de julio de 1973
(R. 3.012), en la que tras de analizar los criterios determinantes- de la in-
cardinación jurídica del grito subversivo bien en el tipo de delito contra
la forma de Gobierno del número 1.° del artículo 164, bien en el de des-
órdenes públicos del artículo 248, se inclina en el caso concreto estudiado
por considerar como constitutivos del delito citado en último lugar los
gritos de «Gora Euzkadi azkatuta» (Viva el País Vasco libre), toda vez
que «no consiguió la adhesión prevista en el artículo 164 del Código Pe-
nal». Es decir, que los gritos arriba mencionados que como expresa la
precitada sentencia «simbolizan los fines segregacionistas de las distintas
facciones separatistas de las Provincias Vascongadas», de haber logrado
la adhesión típica exigida en el número 1.° del artículo 164 del Código Pe-
nal, hubieran sido constitutivas de un delito contra la forma de Gobierno."
Examinando ahora la conclusión precedente con relación a los fines
típicos delineados en el artículo 163 (al que se remite el art. 164) es claro
que tal finalidad segregacionista no constituye intento alguno de sustitu-
ción del Gobierno de la Nación, en ninguna de las interpretaciones que la
doctrina científica ha dado a dicha expresión. En efecto, los actos direc-
tamente ejecutados en orden a la independencia política de las Provincias
Vascongadas no comportan ni conllevan cambio de la forma de Gobierno
de España, ni del régimen político históricamente imperante, ni mucho me-
nos sustitución del Gobierno de que se tratara por otro de características
similares. , .
A nuestro juicio es claro que la expresada finalidad segregacionista
—insubsumible en ninguna de las interpretaciones posibles del" fin típico
de sustituir por otro el Gobierno de la Nación— constituye naturalmente
un ataque a la estructura unitaria del Estado, motivo por el que, como ya
hemos dicho más arriba, podría apoyar la interpretación ofrecida por
Puig Peña (19).
3.° Despojar en todo o en parte al Jefe del Estado de sus prerrogati-
vas y facultades. La claridad de la redacción de este tercero y último fin
tipificado en el artículo 163 del Código Penal, elimina cualquier dificultad
interpretativa con relación al mismo, siendo unánime la doctrina cientí-
(19) De todas formas es preciso reconocer que, aunque a nuestro juicio me-
nos clara, por entenderla más forzada, también podría considerarse a la referida
finalidad segregacionista como tendente a despojar totalmente al Jefe del Estado
de sus prerrogativas y facultades, con relación, claro es, al territorio que integran
las Provincias Vascongadas (o Euzkadi Sur).
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fica en entender que este fin debe traducirse por el despojo total o par-
cial de las facultades y prerrogativas concedidas al Jefe del Estado en el
Decreto de 29 de septiembre de 1936, en el artículo 17 de la Ley de 30 de
enero de 1938 y en el artículo 6 y siguientes de la Ley Orgánica del Estado,
y hoy, cumplidas las previsiones de la Ley de Sucesión, únicamente de las
prerrogativas y facultades concedidas en el texto citado en último lugar
(apartado II de la disposición transitoria primera de L. O. E.).
B) Examen de las conductas tipificadas en los artículos 163 y 164 del Có-
digo Penal.
Por lo que respecta al artículo 163 del Código Penal, Puig Peña, con
base en la jurisprudencia del Tribunal Supremo, considera como conducta
típica todas aquellas acciones que signifiquen un desarrollo material del
propósito criminoso (20). Por su parte, Jaso Roldan y Rodríguez Devesa
entienden que la conducta típica constituye una forma de tentativa (21) (22).
Por último, Rodríguez Devesa y Cuello Calón consideran punibles la cons-
piración, la proposición y la provocación (23) (24).
No cabe duda que la conducta típica constituye una forma de tentativa,
ya que a la naturalmente previa intención delictiva —dirigida teleológi-
camente a la consecución del fin típico de que se trate— debe sumarse un
principio de ejecución del delito, manifestado por la realización exterioriza-
da de actos directamente dirigidos al logro de la finalidad típica, según
resulta de los propios términos del artículo 163 del Código Penal y al co-
mún sentido de toda la jurisprudencia del Tribunal Supremo relativa a los
delitos contra la forma de Gobierno.
Con relación al artículo 164 del Código Penal, a las conductas de él
descritas consideramos que constituyen un tipo cualificado de provocación,
cualificación determinada, de un lado, por la inclusión en el tipo del lu-
gar o medio en que deben tener lugar las conductas descritas, que son
manifestaciones o reuniones públicas, o sitios de numerosa concurrencia,
y, de otro lado, por la calificación de la reacción, ya que debe producirse
una reacción generalizada o, cuando menos, cuantitativamente apreciable.
Por último, debe llamarse la atención sobre la absoluta desconexión
entre la realidad positiva y la actual realidad sociopolítica española, ob-
servándose incluso una flagrante contradicción con ciertos principios que
presumiblemente en breve gocen de rango constitucional —vgr., el de li-
bertad de expresión—, razón por la que consideramos de la máxima ur-
gencia una modificación legislativa de los delitos aquí estudiados, uno de
cuyos posibles sentidos, a nuestro juicio el más acertado, sería volver a
la fórmula del párrafo 1.° del artículo 167 del Código Penal de 1932, es de-
cir, castigar únicamente las conductas que emplearan la violencia o me-
dios o métodos ilegales pstra la consecución de los fines típicos.
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