Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Feldman
Feldman
La edición original en inglés de este libro fue publicado por Wesleyan University Press
(2006) con el título de Black Music of Peru: Reviving African Music Heritage in the Black
Pacific.
La traducción de este libro ha sido posible gracias al apoyo de la Sección de Prensa y Cul-
tura de la Embajada de los Estados Unidos de América.
© IEP Ediciones
Horacio Urteaga 694, Lima 11, Perú
Telf . (51-1) 332-6194 /424-4856
E-mail: publicaciones@iep.org.pe
www.iep.org.pe
ISBN:
ISSN:
Impreso en el Perú
Primera edición: enero 2009
1,000 ejemplares
Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este documento por
cualquier medio sin permiso de
Agradecimientos / ix
Introducción / 1
Capítulo 1: La nostalgia criolla de José Durand / 21
Capítulo 2: Cumanana y las memorias ancestrales de
Victoria Santa Cruz / 57
Capítulo 3: La negritud peruana de Nicomedes Santa Cruz / 97
Capítulo 4: Perú negro y la canonización del folklore negro / 149
Capítulo 5: La leyenda de Chincha / 207
Capítulo 6: Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el
alma cosmopolita del Perú negro / 261
Conclusión / 317
Bibliografía / 327
RITMOS NEGROS DEL PERÚ /
Agradecimientos
Por enseñarme cómo se interpreta la música y cómo se bailan los bailes afro-
peruanos: Juan Medrano Cotito (cajón), Gino Gamboa (cajón), Óscar Villa-
nueva (baile), Ana María Soto (baile) y Maribel Ballumbrosio (baile).
Agradecimientos / ix
Por acogerme como investigadora asociada en Lima: el Instituto de Et-
nomusicología (IDE) de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Les
agradezco especialmente a Raúl R. Romero y Gisela Cánepa Koch, por
su ilustrada y afectuosa amistad, y a su asistente Mariella Cosio por orien-
tarme tanto en las fuentes de investigación académica como en la vida
nocturna de las peñas.
Por leer los borradores y ofrecerme sus útiles críticas: Alex Acuña, David
Byrne, Christi-Anne Castro, Andrew Connell, Kevin Delgado, Kathleen
Hood, Javier León, Juan Morillo, Rafael Santa Cruz, Victoria Santa Cruz
y Thomas Turino.
Algo del material de este libro apareció primero en mi artículo “The Black
Pacific: Cuban and Brazilian Echoes in the Afro-Peruvian Music Revival”
en Ethnomusicology 49, Nº 2 (2005). Parte del contenido del capítulo 3
aparecerá en “Nicomedes Santa Cruz’ Cumanana: A Musical Excavation of
Black Peru, editado por M’Bare N’gom (Lima: Editorial de la Universidad
Ricardo Palma, de próxima aparición). El título de mi libro lo he tomado
prestado, respetuosamente, del poema “Ritmos negros del Perú” de Nico-
medes Santa Cruz.
Por su apoyo y amor a lo largo de los años que me tomó producir este
libro: Ruth Feldman, Gilbert Feldman, Kevin Delgado y Delilah Delgado.
Por ayudarme a terminar este proyecto para poder empezar con un nuevo
capítulo de mi vida: Raphael Delgado.
Agradecimientos / xi
atención para su presentación en público. Paul Degler, agregado cultural
de la Embajada de los Estados Unidos en el Perú, también merece mi agra-
decimiento por lo mismo.
Solo unos días después, se me ocurrió de pronto que alguien debía es-
cribir un libro acerca del modo en que los artistas afroperuanos como
Susana Baca (y otros que la precedieron) habían rescatado del anonimato
sus propias tradiciones, realizando un trabajo similar al de la etnogra-
Introducción / 1
fía, con el propósito de mantener viva una cultura artística. Así empezó
mi inesperada relación con el tema de este libro, que me ha obligado a
pensar la historia, la memoria y la identidad de la diáspora desde nuevas
perspectivas.
1 En el pequeño muestreo de James Lockhart sobre la venta de 256 esclavos en Lima y Arequipa
(1548-1560), el 19% de los esclavos provenía de España, Portugal, Indias o era definido como
“criollo” ([1968] 1994: 196). En el muestreo de Frederick P. Bowser, de 6,890 esclavos vendi-
dos en Lima (1560-1650), el 6.5% venía de España o de las Américas españolas (1974: 73).
2 En el Perú el término “criollo” tiene un significado multiétnico con sabor a la cultura costeña
local. Los términos “ladino” y “criollo” al principio describían a los esclavos africanos culturi-
zados, en contraste con los “bozales” o esclavos que venían directamente del África (ver Bowser
1974: 78-80; Lockhart [1968] 1994: 198). Los ladinos eran africanos que habían vivido bajo
autoridad europea y eran versados en las lenguas y costumbres europeas. Los criollos eran los
hijos de africanos nacidos en Europa o en el Nuevo Mundo. El término “criollo” abarcó más
tarde a los hijos de los colonos españoles nacidos en el Perú. Desde el siglo XX el término
“criollo” ha descrito a gente de diversas procedencias raciales y étnicas que se identifican con
prácticas culturales específicas de la costa del Perú, normalmente atribuidas al origen europeo.
Abordaré el tema de la política cultural del criollismo en el capítulo 1.
Introducción / 3
A menudo se alega popularmente que hacia el siglo XX la población negra
del Perú había “desaparecido”. Sin duda, en comparación con otras partes
de las Américas, solo un pequeño número de esclavos africanos fue traído
al Perú3. Pero es importante recordar que la concentración de negros en
las zonas urbanas de la costa peruana, pobladas por colonos españoles, fue
significativa. Desde 1593 en adelante, los negros constituían la mitad de la
población de Lima (Bowser 1974: 75) y, allá por el año de 1650, excedían
en número a los blancos a nivel nacional. Sin embargo, en el censo de
1940 (el último que incluyó información racial), los negros aparentemente
habían disminuido hasta un estimado de 0.47% de la población del país
(29,000), aproximadamente un tercio del tamaño de la población negra en
1650 (90,000) (Glave 1995: 15).
3 Para la población documentada de los negros en el Perú, tanto durante como después de la
época de la esclavitud, el número más alto es 90,000 en el año 1650 (Glave 1995: 15). Se
estima que las importaciones durante toda la época del comercio de esclavos totalizaron unos
95,000 (1% o menos de lo que se estima fue la distribución geográfica total de los africanos
esclavizados) y que 17,000 esclavos fueron liberados en la época de la emancipación (Curtin
1969: 45, 46, 89). Sin embargo, no se ha hecho un cálculo confiable del volumen total del
comercio peruano de esclavos (ver Bowser 1974: 72). Algunos autores empezaron a reconstruir
la historia y geografía del comercio de esclavos africanos en el Perú (Blanchard 1992; Bowser
1974; Harth-Terré 1971; Lockhart [1968] 1994; Mac-Lean y Estenós 1948; F. Romero 1994),
pero la mayoría de sus hallazgos cubre pequeños períodos de tiempo y todavía está pendiente
gran parte de la investigación.
Introducción / 5
música afroperuana es el diálogo entre el cajón y la guitarra criolla. Diver-
sos instrumentos de percusión (quijada, una versión más pequeña del ca-
jón llamada cajita, congas, bongó, cencerro y demás) y los ocasionales ins-
trumentos de armonía y/o melodía se añaden para los géneros específicos.
La música combina rasgos asociados con los estilos musicales del África
Occidental (polirritmos, distintos tipos de percusión, canto de tipo solista
y coro, complejidad métrica) con elementos de la música criolla peruana
(timbre de voz, estilos de melodía de guitarra y patrones de rasgueado, la
preeminencia del compás ternario, hemiola). Las danzas van desde actos
“novedosos” hasta coreografías exuberantes o sensuales que evocan los bai-
les criollos peruanos de pareja, así como las danzas del África Occidental y
de la diáspora africana.
Hacia la década de 1980, virtualmente sin ningún apoyo local desde el fin
de la junta militar de gobierno, la música afroperuana se redujo a ser un
espectáculo turístico. Sin embargo, la popularidad de la música que había
“desaparecido” y que había renacido en el Perú se despertó otra vez en
la década de 1990, alcanzando los mercados globales cuando la cantante
afroperuana Susana Baca (bajo el patrocinio del productor David Byrne)
develó sus misterios al público estadounidense. Irónicamente, aunque Baca
representaba al Perú negro para este público –y para mí la primera vez que
la escuché en UCLA en 1998–, más tarde me enteraría de que sus arreglos
idiosincrásicos de la música afroperuana estaban en desacuerdo con el ca-
non de autenticidad estilística producido por el renacimiento, y de que ella
rara vez se presenta en el Perú. Esta fue la primera de las varias sorpresas
que encontré en mi travesía para conocer y comprender los muchos rostros
de la música afroperuana.
Juntando árboles
Los etnógrafos admiten que la idea del “trabajo de campo” puede ser ana-
crónica. ¿Después de todo, dónde está “el campo”? En estos días a menudo
se encuentra en nuestro propio traspatio y el “Otro” mitológico no se pue-
de separar tan fácilmente de nuestros propios mundos sociales. En mi caso,
yo empecé mi investigación en el Teatro Wadsworth de la Universidad de
California en Los Ángeles (como a ocho kilómetros de mi departamento)
en un concierto de Susana Baca, cuya gira de conciertos y público estaban
concentrados casi exclusivamente en los Estados Unidos y Europa. Este
proyecto me llevaría más tarde a diferentes partes del Perú y a Madrid,
España; South Bend, Indiana; Reston, Virginia; y finalmente de regreso a
Este libro es una “etnografía del recuerdo” multilocal (Cole 2001) acerca
de las reinvenciones representadas de la música afroperuana en dos lu-
gares (Perú y los Estados Unidos) en un intervalo de aproximadamente
cinco décadas (1956-2005). Me detengo en el enfoque de Thomas Turino
(1993), cuya etnografía comparada de los músicos peruanos que tocan
sikuri examina cómo se reinventa y se forja esa cultura tanto en el contexto
rural (Conima) como en el urbano (Lima). De igual manera, analizo las di-
ferentes interpretaciones y actuaciones de la música afroperuana en la zona
rural (Chincha) y urbana (Lima) del Perú, con la dimensión agregada de
la esfera internacional (inmigrantes peruanos y audiencias de world music
en los Estados Unidos). Mi comprensión de estas culturas musicales afro-
peruanas se basa en la investigación que llevé a cabo entre 1998 y 2005,
que incluye 47 entrevistas grabadas (nueve en los Estados Unidos y 38 en
el Perú)4; la investigación de archivos en el Perú, en los Estados Unidos
y en España; la recolección y análisis de grabaciones comerciales difíciles
de encontrar; la observación y documentación de rituales, competencias,
actuaciones y celebraciones; así como clases de baile y música afroperuana.
Desgraciadamente, varios de los miembros de la antigua generación de
músicos y líderes del renacimiento afroperuano murieron mientras estaba
escribiendo este libro. Tengo el honor de haber podido incluir aquí algunos
de sus recuerdos y testimonios.
Introducción / 7
Tal como observa Peter Wade (1997), los negros y los nativos americanos
que participan en los “nuevos” movimientos sociales (es decir, movimien-
tos enfocados en políticas de identidad) a menudo se organizan alrededor
de perspectivas esencialistas de su propia identidad e historia. Como resul-
tado, muchos investigadores, cuyo entrenamiento los alienta a identificar
la construcción social de la identidad racial o étnica, encuentran que sus
análisis se contradicen con las creencias de la gente que ellos representan.
Wade escribe: “cuando los académicos deconstruyen estas tradiciones his-
tóricas o, más generalmente, cuando ellos muestran cómo los ‘esencialis-
mos devienen esenciales’, pueden estar debilitando aquellas identidades y
demandas” (1997: 116). La mejor manera de salir de este dilema, reco-
mienda Wade, es yuxtaponer las diferentes versiones de identidades y las
agendas políticas que las crearon.
5 Gilroy amplía la teoría de la doble conciencia de W. E. B. Du Bois del libro The Souls of Black
Folk ([1903] 1994).
Introducción / 9
Sitúo al Pacífico Negro en el Perú y (tentativamente) en otras zonas a lo
largo de la costa andina del Pacífico (por ejemplo Ecuador, Bolivia, Chile
y Colombia) donde la historia de la esclavitud, así como la persistencia
de la gente y de las expresiones culturales de ascendencia africana, son
desconocidas para muchos extranjeros6. Estudios generales y mapas de la
historia de la esclavitud africana en las Américas omiten a menudo estas
áreas, eliminando efectivamente la historia de sus poblaciones negras (ver
Whitten y Torres 1998: x). Al interior del Pacífico Negro, donde las ideo-
logías del blanqueamiento y el mestizaje le dan un matiz a la imaginación
racial (y donde típicamente sobreviven las mayores poblaciones indígenas),
con frecuencia la gente de ascendencia africana es socialmente invisible y
su identidad diaspórica a veces está latente. Ya que hay menos herencia cul-
tural africana que se ha preservado en forma continua en el Pacífico Negro
(o por lo menos así parece), las culturas del Atlántico Negro les parecen
muy “africanas” a algunos de los residentes del Pacífico Negro. Incluso las
omnipresentes metáforas del agua y de los barcos vinculados al Atlántico
Negro de Gilroy dejan de abarcar adecuadamente la experiencia del Pací-
fico Negro, donde los esclavos africanos fueron forzados a continuar parte
de su viaje por tierra dejando atrás el Océano Atlántico.
6 Mi modelo del Pacífico Negro se basa principalmente en mi investigación en el Perú, pero estoy
interesada en explorar su aplicabilidad en áreas con historias similares. Importantes estudios de
etnomusicología de poblaciones que demuestran características semejantes pueden incluir el
análisis de John Schechter sobre los préstamos indígenas de la “bomba” afroecuatoriana (1994);
el estudio de Jonathan Ritter acerca de las expresiones locales, criollas y diaspóricas africanas
de las tradiciones afroecuatorianas de la marimba de Esmeraldas (1998); los escritos de Peter
Wade sobre la política cultural que separa a las poblaciones negras de las costas del Atlántico y
del Pacífico de Colombia (1993 y 1998); y la investigación de Robert Templeman sobre la saya
afroboliviana (1998).
7 La Travesía Media se refiere al transporte forzado de gente africana desde el África hasta el
Nuevo Mundo en el marco del comercio de esclavos del Atlántico. Era la parte intermedia del
triángulo de la ruta comercial entre Europa y América. Los barcos salían de Europa hacia los
mercados africanos adonde vendían o intercambiaban sus productos por prisioneros y víctimas
secuestradas en la costa africana. De ahí los comerciantes zarpaban hacia las Américas y el
Caribe, adonde vendían o intercambiaban a los africanos por productos americanos destina-
dos a los mercados europeos que luego eran enviados a Europa. Las potencias europeas como
Portugal, Inglaterra, España, Francia, Holanda, Dinamarca, Suecia y Brandenburgo, así como
comerciantes del Brasil y de Norteamérica, fueron parte de este tráfico.
8 Varios estudiosos han deconstruido la creencia central en la investigación sobre la diáspora
africana desde las décadas de 1930 y 1940 de que ciertas prácticas culturales del Atlántico
Negro contemporáneo representan la preservación continua de las prácticas culturales africanas
precoloniales traídas por sus ancestros esclavos. Como lo demuestran J. Lorand Matory (1999)
y Kim Butler (2001a), el retrato predominante de la religión candomblé afrobrasileña, derivada
de la yoruba, como un parangón de las supervivencias africanas, no reconoce la influencia de la
cultura yoruba colonial traída después del comercio de esclavos por los afrolatinos repatriados,
ni los cambios del siglo XIX en la práctica del candomblé que involucró los usos simbólicos del
África. Más aún, la cultura derivada de lo yoruba –que sobrevivió en Cuba, Brasil y en otras
partes de las Américas (y que sirvió como modelo de la herencia africana para el renacimiento
de lo afroperuano)– no provino de un único grupo étnico unificado en el África precolonial,
sino más bien combinó varios grupos vecinos heterogéneos que compartían un lenguaje ha-
blado pero que ni siquiera se llamaron a sí mismos “yoruba” hasta mucho más tarde (Brandon
[1993] 1997: 55).
Introducción / 11
14:52
25/05
Introducción / 13
cuando los recursos son especialmente escasos o cuando una cierta visión
del pasado olvidado tiene que ser legitimada, los “trabajadores de la memo-
ria” utilizan métodos creativos para deliberadamente inventar tradiciones
que “intentan establecer continuidad con un pasado histórico adecuado”
(Hobsbawm 1983: 1)9.
Tal como observa Javier León (León Quirós 2003: 63-66), los etnomu-
sicólogos que escriben acerca de la reinvención del pasado afroperuano
se enfrentan a una ironía especial. Inadvertidamente inventamos nuestras
propias tradiciones, utilizando estrategias creativas para llenar lagunas
mentales y construir genealogías fáciles de comprender, metahistorias, cro-
nologías y narrativas históricas que representan el pasado. Aunque admito
plenamente mi participación en este proceso, mi objetivo en este libro no
es construir la historia de la música afroperuana sino más bien describir
cómo los diversos proyectos de la memoria han construido las historias de
la música afroperuana. Al respecto comparto con ciertos investigadores de
9 Utilizo conscientemente la noción de “trabajo de la memoria” –que tomo prestada de las técni-
cas psicoanalíticas freudianas que recuperan recuerdos traumáticos reprimidos que en ocasiones
se alega que son falsos– para describir este proceso.
Cada uno de los siguientes capítulos explora cómo ciertos personajes des-
tacados o algunas compañías artísticas utilizaron proyectos de la memoria
particulares para reinventar la música y el baile afroperuanos: la nostalgia
criolla, la memoria ancestral, la negritud, el folklore, el turismo y los oríge-
nes rurales recreados, la nostalgia del inmigrante y la world music cosmopo-
Introducción / 15
lita. Percibo estos proyectos de la memoria como estrategias que ayudaron
a los afroperuanos a resolver su doble conciencia del Pacífico Negro reco-
nectándose indistintamente con “África” y su diáspora y/o reinscribien-
do su relación vivida con la cultura criolla peruana. Los proyectos de la
memoria específicos influenciaron cuáles –entre muchos posibles géneros
musicales– bailes e instrumentos serían rescatados y cuáles serían dejados
atrás, qué significados deberían atribuirse a los géneros reconstruidos, y así
por el estilo10.
10 Ver el análisis parecido que hace Raúl R. Romero sobre el modo en que se elevó un género sobre
otro como digno de ser “rescatado” en el valle del Mantaro, Perú (2001: 35-65).
Introducción / 17
periferia. El capítulo 5 contrasta la práctica de la performance afroperuana
en la Chincha rural con la de Lima urbana, cuestionando tropos culturales
de autenticidad rural premoderna. Siguiendo las teorías del turismo y la
autenticidad escenificada de Dean MacCannell ([1976] 1989) y sus rear-
ticulaciones postmodernas describo cómo, a fines de las décadas de 1970
y 1980, los artistas del renacimiento, investigadores y chinchanos inven-
taron la leyenda de Chincha como la cuna rural de la cultura afroperuana.
Dos acontecimientos en particular ayudaron a que esta ciudad adquiriera
su reputación de autenticidad rural: la yunza y la fiesta de la Virgen del
Carmen. Irónicamente estas celebraciones están fuertemente vinculadas a
las costumbres andinas (indígenas y mestizas) de la sierra. Exploro cómo la
leyenda de Chincha dio origen a una industria del turismo local y a agentes
culturales como la familia Ballumbrosio, cuyos miembros administran una
empresa familiar en la zona rural de Chincha entreteniendo a los turistas
con un típico almuerzo afroperuano y un show de música y baile. La fami-
lia Ballumbrosio también ha popularizado la fusión afroperuana en cola-
boración con Miki González, la estrella de rock español-peruano. Siguien-
do a Néstor García Canclini (1995) argumento que la forma chinchana de
doble conciencia promueve la coexistencia armoniosa de “dos Chinchas”:
la auténtica cuna de la tradición negra y el escenario turístico moderno.
Introducción / 19
figuran en mi libro son llamadas generalmente por su nombre, conozcan o
no personalmente al interlocutor.
Lima y los limeños vivimos saturados del pasado. Se ha decidido así que nues-
tra ciudad está impregnada de “una como extraviada nostalgia” (Raúl Porras
Barrenechea)… ¿Hacia dónde miran nuestros ojos históricos? Miran al espe-
jismo de una edad que no tuvo el carácter idílico que tendenciosamente le
ha sido atribuido y que más bien se ordenó de rígidas castas y privilegios de
fortuna y bienestar para unos cuantos en desmedro de todo el inmenso res-
to… El mito colonial… se esconde en el criollismo (Sebastián Salazar Bondy,
Lima la horrible).
La nostalgia criolla
Tal como nos acaban de sugerir más arriba Lowenthal, Salazar Bondy y
León, las historias en las que los miembros de una sociedad creen más
fielmente describen los proyectos de la memoria del presente que las pro-
Figura 1.1. José Durand (sentado, izquierda) dirigiendo la compañía Pancho Fierro
(Archivo de Caretas).
Este capítulo describe cómo José Durand y su compañía Pancho Fierro re-
colectaron y pusieron en escena las interpretaciones de las tradiciones negras
en la década de 1950, reinscribiendo la historia de la gente de ascendencia
africana en la memoria nacional del Perú mediante la nostalgia criolla. Des-
1 Fuentes era periodista, caricaturista, director del Departamento de Estadísticas del Perú, super-
visor del primer censo nacional y –en palabras del historiador Paul Gootenberg– “el constructor
social de la realidad limeña” (citado en Poole 1997: 149-150). Para un análisis más profundo de
Lima… de Fuentes ver Poole 1997: 149-167).
2 El criollismo es sutilmente diferente al blanqueamiento, otro fenómeno ideológico predomi-
nante en Latinoamérica entre fines del siglo XIX y mediados del XX (ver capítulo 3). Mientras
que la filosofía del blanqueamiento sostiene que una nación puede ir blanqueándose gradual-
mente a través de matrimonios mixtos y la siguiente reclasificación de los hijos, la ideología
del criollismo no está basada explícitamente en la raza o en el color de la piel, sino más bien
en la identificación de la gente de diversos orígenes raciales pero que comparte un conjunto de
prácticas culturales.
Ya que la jarana y su música constituyeron una cultura con la cual los blancos
y los negros limeños (junto con algunos mestizos y peruanos de ascendencia
asiática) se identificaron como criollos, los esfuerzos por separar la música
“blanca” de la “negra” en la Lima de principios del siglo XX eran virtual-
mente imposibles (ver R. Romero 1994). Los músicos negros estaban entre
los íconos más famosos del criollismo que surgieron de los callejones. Sin
embargo, aunque los negros se volvieron conocidos por sus contribuciones a
la música criolla, una percepción común era que los músicos de ascendencia
africana habían desaparecido hacia la primera mitad del siglo XX.
3 Thomas Turino (1996) señala que los investigadores que estudian la migración del campo a
la ciudad en el Perú, a menudo emplean una dicotomía esencialista andino-criolla. Buscando
evitar dicho esencialismo sin negar la “esencialidad” que siente la gente por sus propias culturas,
Turino esboza el proceso por medio del cual los migrantes andinos han redefinido su identidad
en el Perú urbano. Mi punto de interés en este capítulo se centra igualmente en cómo se rede-
finió la cultura criolla para responder a las migraciones andina y negra.
El profesor Anadón recuerda cuando con Durand visitaba en Lima las casas
de los viejos músicos negros. Allí ambos estudiosos participaban en las jaranas
que duraban toda la noche. Anadón me cuenta que caminando por las calles
de Lima el doctor Durand se detenía para conversar con negros que hacían
trabajos serviles: “Tenían una conversación de unos 15 minutos y resultaban
siendo grandes músicos”, recuerda Anadón.
4 Mientras uno de los que fue estudiante de Durand sostuvo que la mayor parte de la informa-
ción que este tenía sobre la música afroperuana estaba “en su cabeza”, otros sienten que su co-
lección de materiales de investigación sobre la música afroperuana se encuentra en otra parte.
Durand era un hombre con una pasión por el pasado. Según el antropó-
logo y colaborador de investigaciones Luis Millones, la preocupación de
Durand por la Lima colonial moldeó sus percepciones sobre la cultura
negra contemporánea. Millones me comentó: “él siempre estaba tratando
de revivir la época colonial” (2000). Escribiendo acerca de las memorables
clases sobre literatura colonial, Luis Cortest dice: “su amor por el presente
era sobrepasado solo por su amor por el pasado. Si alguien vivió en dos
épocas simultáneamente, fue Durand” (1993: 9).
Su adicción por descubrir vestigios del pasado hizo que Durand fuera un
ávido coleccionista de libros. Sus colegas académicos recuerdan:
5 Ver Durand Flórez (1961, 1971, 1973, 1979a, 1979b, 1980, 1988 y 1995).
Con un espíritu similar, José Durand abrió un nuevo espacio público para
la actuación de los negros en el Perú y alentó a otros criollos blancos a que
miraran las tradiciones negras como tesoros culturales. Bajo su dirección,
la primera interpretación escenificada de las tradiciones afroperuanas fue
diseñada por el proyecto de la memoria de la nostalgia criolla.
Para formar la compañía, Durand seleccionó a sus miembros entre las po-
cas familias negras que habían preservado las tradiciones de música y baile
en las provincias rurales de la costa norte y sur, algunos de los cuales se
habían mudado a Lima antes o durante las olas de migraciones del siglo
XX (Tompkins 1981: 106). La compañía Pancho Fierro fue nombrada así
en honor a un artista mulato peruano del siglo XIX, cuyas vibrantes y fan-
tasiosas ilustraciones en acuarela están entre las pocas fuentes que existen y
que documentan los instrumentos musicales, las vestimentas y los bailes de
los negros en el Perú del siglo XIX8. La compañía de Durand le infundió
nueva vida a los lienzos de este píntor, recreando las tradiciones musicales
negras del pasado.
8 Aunque algunos ex miembros dicen que el nombre completo de la compañía era “La Cuadrilla
Morena de Pancho Fierro”, los artículos de los periódicos de la época indican que La Cuadrilla
fue realmente uno de los varios subgrupos preexistentes al interior del grupo de artistas de Pan-
cho Fierro dirigido por Juan Criado. Para complicar aún más las cosas, en 1957 la compañía
cambió su nombre a Ritmos Negros del Perú. Sin embargo, ya que la mayoría de gente y la
publicidad en los periódicos, así como las críticas de la época, se refieren al grupo como Pancho
Fierro, yo seguiré utilizando ese nombre a todo lo largo de este libro.
9 Entre sus innumerables actividades, Arguedas editó y grabó las primeras interpretaciones de mú-
sica folklórica peruana en 1947-1950, estableciendo que su distribución la haría la firma Odeón.
También supervisó el proceso de “autentificación” de los artistas folklóricos, que involucraba ad-
ministrarles cuestionarios y regulaciones estrictas para que pudieran calificar como “auténticos”
portadores del folklore andino y actuar en gigantescos espectáculos en los coliseos de Lima y en la
radio nacional. Estos cuestionarios, que se administraban a músicos analfabetos o semianalfabe-
tos, solicitaban información detallada acerca de la región de origen, expresión folklórica, tradicio-
nes familiares, proyecto y condiciones de vida en Lima de cada candidato. Una pregunta final era:
“¿Según usted, la música, el canto y los trajes deberían estilizarse o debería respetarse su pureza
e integridad?” (Fell 1987: 62-63, 65-66). Mientras Eve Marie Fell (1987) señala la ironía de la
situación en la cual los profesionales urbanos evaluaban la autenticidad rural, Raúl R. Romero
enfatiza que Arguedas fue un mentor y figura paterna para muchos intérpretes andinos, así como
un defensor de las tradiciones andinas regionales contemporáneas (2001: 97-102).
10 Según “Caitro” Soto, miembro de la compañía Pancho Fierro (Soto de la Colina 2000), las
fiestas familiares que involucraban música y baile se hacían a puertas cerradas después de que
los niños se iban a dormir, porque algunos de los bailes negros eran sexualmente explícitos.
11 Esta información –una aproximación al programa original– fue obtenida examinando los pe-
riódicos peruanos El Comercio, La Crónica y La Prensa de los años 1956 y 1957. Ver Feldman
(2001) para una lista más completa de los géneros, escenas y artistas de las primeras presenta-
ciones de la compañía Pancho Fierro.
Figura 1.4. Marinera, del espectáculo de la compañía Pancho Fierro, 1956. Olga
Vásquez y Mendoza Reyes. (Archivo de Caretas).
La cajita (figura 1.5) es una pequeña caja de madera con una tapa sujeta por
bisagras, que se cuelga del cuello del músico mediante una soga. Este abre
y cierra la tapa de la cajita y alternadamente golpea un lado con un palo o
baqueta. Algunos dicen que su invención estuvo inspirada en las cajas que se
usaban para recoger limosna en las iglesias (Fuentes [1867] 1925).
12 La quijada también ha sido utilizada como instrumento musical en Cuba, Haití, México, el sur
de los Estados Unidos y otras partes de las Américas (N. Santa Cruz 1970b).
Figura 1.7. Comparación de dos escenas del “Son de los diablos”: la acuarela de Pan-
cho Fierro del siglo XIX (izquierda) y la reinterpretación dramática de la compañía
Pancho Fierro de José Durand en el Teatro Municipal de Lima en 1956 (derecha).
(Archivo de Caretas).
13 Como me dijo Javier León en una comunicación personal, el uso del arpa y del látigo en el baile
del “Son de los diablos” puede sugerir una influencia andina. El arpa (introducida por los espa-
ñoles en la época colonial) es un instrumento prominente en la música andina, y los bailes de
demonios en los Andes a menudo exhiben batallas con azotamientos. León también señala que
las acuarelas de Pancho Fierro retratan a los participantes con rasgos de mestizos, sugiriendo
que el “Son de los diablos” no era representado exclusivamente por negros (León Quirós 2003:
54, nota 29).
Cajita
Cajita
Quijada
Quijada
Cajita
Cajita
Quijada
Qu ija da
Cajita
Cajita
3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3 3
Notas de transcripción
Quijada (B): (espacio superior): Dirección del rasgueo sobre los dientes.
(espacio inferior): Sonido zumbante cuando la quijada es
golpeada con el puño (la convención de León será usada
de aquí en adelante).
Figura 1.8. Tres transcripciones de las partes para cajita y quijada del “Son de los
diablos”.
3 3
Guitarra
Guitar
Güiro
Scraper
Quijadas
Quijadas
Cajita
Cajita
3 3 3
Guitarra
Gu itars
Quijadas
Qu ija das
Campanas
B ells
Cajita
Ca jita
Notas de transcripción
Quijada: Línea superior: Dientes rasgueados con baqueta.
Línea inferior: Quijada golpeada con puño.
En el ejemplo A el patrón de rasgueo se infiere de un segmento ante-
rior de la misma grabación (el otro instrumento de rasgueo presenta
un rasgueo de quijada inaudible en este punto de la transcripción).
En el ejemplo B ningún sonido de rasgueo es audible.
Figura 1.9. Dos interpretaciones del “Son de los diablos” post compañía Pancho Fierro.
La coreografía del “Son de los diablos” puede haber sido un poco más fácil
de recrear que la música. Sobrevivieron descripciones escritas del baile,
junto con las acuarelas de Pancho Fierro y los recuerdos de los ex diablos.
Según las fuentes, las cuadrillas típicamente marchaban por las calles en
formación, mientras que el diablo mayor mantenía a sus diablitos en or-
den haciendo zumbar su látigo. El baile verdadero se representaba para los
espectadores en las esquinas de las calles y al frente de los bares a cambio
de dinero y/o de botellas de ron (Jiménez Borja 1939; V. Vásquez 1978).
Cada diablo bailaba un solo dentro de un círculo de diablos (Tompkins
1981: 259). El zapateo peruano puede haber sido la base para algunos de
los pasos de baile y configuraciones (Tompkins 1981: 265) y los espectácu-
los postrenacimiento generalmente incluyen un contrapunto de zapateo.
El espíritu del zapateo –que puede constar de saltos atléticos y acrobacias
atrevidas (tales como el salto mortal, donde el bailarín ejecuta un volatín en
el aire de 360 grados y cae bailando [Tompkins 1981: 282])– ciertamente
es compatible con el aspecto de la danza endiablada tal como aparece en las
acuarelas de Pancho Fierro. Los documentos sugieren que los diablos del
carnaval del siglo XX también realizaban pasos de baile como parte de las
figuras coreográficas narrativas, incluyendo “la salida del infierno”, donde
los diablos menores formaban una fila, bajo el comando de sus capitanes,
y saltaban y zapateaban alegremente hacia delante (Jiménez Borja 1939);
“el diablo perdido”, donde el diablo mayor acorralaba a sus diablos solo
para descubrir que uno de ellos no estaba, teniendo así que buscarlo y
atraparlo (“Son de los diablos” 1988); y diferentes formaciones en cruz que
atestiguan el origen cristiano del baile. El ex diablo mayor “Chumbeque”
recuerda que su cuadrilla marchaba en forma de cruz (citado en “Son de
los diablos” 1988), y Arturo Jiménez Borja (1939) describe cómo el diablo
De esta manera, durante siglos, los negros peruanos que bailaban en pú-
blico fueron descritos como aterrorizantes, repugnantes, intimidantes,
obscenos y peor. Entonces, quizás, la representación del “Son de los dia-
blos” en el carnaval era una manera de que la población negra marginada
de Lima retomara las calles como escenario para el teatro de parodia,
bailando, tocando y realizando endemoniadas travesuras y volatines
acrobáticos, con identidades individuales escondidas detrás de máscaras
horribles. Como sugiere Juan Carlos Estenssoro, los bailes negros de la
procesión de la fiesta del Corpus, históricamente permitieron a los ciu-
dadanos marginados y oprimidos expresar sus voces –silenciadas en otros
momentos– y utilizar lo burlesco para remedar los elementos exagerados,
a veces ridículos, de la cultura dominante (Estenssoro 1988: 163). Si los
bailes negros fueron caracterizados por la cultura oficial como “inventa-
dos por el demonio”, entonces el carnaval fue el escenario para que los
exponentes negros representaran una parodia autorreflexiva, en la cual
ellos se volvían la absurda fantasía de sus detractores: diablos que asustan
14 Para ver otras descripciones negativas de los negros bailando en público desde el siglo XVI hasta
el XX, ver Tompkins (1981: 27, 36, 71 y 259-260).
Desde la época del show de Pancho Fierro, el “Son de los diablos” ha sido
recreado muchas veces como folklore escenificado y teatro de la calle. Des-
tacados artistas afroperuanos, incluyendo a Victoria Santa Cruz y Perú
Negro, lo presentaron en la década de 1970 y, desde 1987 hasta 1990,
la organización por los derechos de los negros, el Movimiento Francisco
Congo de Lima, trabajó con el ex diablo mayor “Chumbeque” y el Grupo
Cultural Yuyachkani para reconstruir la procesión de la calle para el carna-
val (R. Romero 1994: 322; “Son de los diablos” 1988). En el año 2000, va-
rios colegios y compañías profesionales de Lima (incluyendo Perú Negro,
Teatro del Milenio, Grupo Cultural Yuyachkani y el Centro de Música
y Danza de la Pontificia Universidad Católica - CEMDUC, que dirige
Chalena Vásquez) presentaron el baile, tanto en ambientación de concier-
to como en las calles, y miembros de las compañías Teatro del Milenio y
Yuyachkani les enseñaron a jóvenes negros de la zona rural de El Guayabo
a representarlo, como parte de un programa de difusión cultural.
15 Javier León sugiere que la investigación académica la utilizan los intérpretes afroperuanos con-
temporáneos que no tienen vínculos familiares con los lugares rurales construidos de autentici-
dad, como una alternativa al conocimiento heredado en la lucha por promover la autoridad de
las interpretaciones en competencia de las tradiciones afroperuanas (León Quirós 2003).
Aunque las reconstrucciones del folklore negro que hizo Durand le dieron
nueva vida a temas que estaban desapareciendo, como el “Son de los dia-
blos”, que sigue representándose hasta hoy, la promesa del proyecto Pan-
cho Fierro tuvo una vida fugaz. Según Nicomedes Santa Cruz, ex miembro
de la compañía, aunque el grupo empezó sus ensayos como una sólida
unidad, más tarde se fragmentó por el origen geográfico de sus miembros.
También cita como fuente de fricción el hecho de que se le diera a Juan
Criado un desproporcionado porcentaje de solos (N. Santa Cruz 1964d).
Sin lugar a dudas la gira de 1957 fue un desastre financiero y muchos
miembros de la compañía se quedaron en Chile.
Mientras que a la compañía Pancho Fierro debe dársele crédito por haber
servido de catalizador para el renacimiento de la conciencia negra diaspórica
en las décadas de 1960 y 1970, también es importante recordar que las re-
creaciones de Durand colocaron firmemente a la identidad cultural negra en
el pasado, como un ingrediente de la cultura popular criolla. Años después
algunos músicos negros peruanos enfatizarían la identidad de Durand como
la de un outsider privilegiado, y me pude percatar con interés de que varios de
los ex miembros de la compañía Pancho Fierro que entrevisté tuvieron poco
que decir acerca de Durand, dando la impresión de preferir no discutir su
rol. ¿Una resistencia semejante podría indicar que algunos negros peruanos
hoy en día prefieren no darle crédito a un folklorista blanco por el surgimien-
to del renacimiento afroperuano? ¿Podría esto revelar una persistente frus-
tración con respecto a Durand por minimizar la gestoría de los miembros
negros del elenco y tomar demasiado crédito personal por el renacimiento
de la música afroperuana en su rol como director?
Sin el propio testimonio del difunto José Durand, solo puedo especular
acerca de las razones, tanto para el silencio de algunos ex miembros de la
compañía cuando se menciona su nombre, como para las críticas públicas
que circulan sobre su liderazgo y visión. Por ejemplo Nicomedes Santa
Cruz, ex miembro de la compañía Pancho Fierro, quien pasó a liderar el
renacimiento afroperuano en la década de 1960, encuentra que la percep-
ción pública que se tenía de la compañía así como el enfoque de Durand
entran dentro de la categoría del criollismo paternalista. En una entrevista
con la musicóloga Chalena Vásquez, Santa Cruz insistió en que fueron los
miembros negros de la compañía quienes le dieron la idea a Durand de re-
“Juanchi” me explicó que Durand “juntó a toda esta gente para sacar [la
música y el baile afroperuanos] del callejón y llevarlos a los salones de Lima,
¿no? Para que la gente pudiera apreciarlos. Pero esto tuvo un costo. Para mí,
un costo gravísimo para la música, que fue el tener que eliminar la razón de
ser a las danzas” (J. Vásquez 2000). Esta razón de ser, según la lectura que
hace “Juanchi” de los escritos del investigador cubano Rogelio Martínez Furé
sobre la presencia bantú en los bailes latinoamericanos, es una sensibilidad
erótica que une a las danzas negras del Nuevo Mundo. “Entonces, este gru-
po, el primero, tuvo que hacer a un lado estas cuestiones eróticas que queda-
ban en las danzas y que fueron la razón de su supervivencia. Porque esto no
podía representarse en un teatro municipal. Entonces hubo que modificar
el folklore en su esencia…” (J. Vásquez 2000).
Y eso sí tuvo un efecto. Porque cuando [la gente] regresa del teatro
a las casas, también deja de representar esas escenas eróticas… o
sea, si los profesionales del arte hacen eso, eso es lo correcto, ¿me
entiendes? Entonces todo el mundo comienza a imitar y a imitar,
y hace lo que recién ha aprendido. Y eso es natural en cualquier
circunstancia. Y toman eso como su ejemplo y comienzan a repetir
y repetir y repetir. Eso se hace cotidiano, y lo cotidiano se hace nor-
mal. Entonces ya es una cuestión normal que ya no se utilicen esos
elementos eróticos (J. Vásquez 2000).
Al traer la música negra desde los callejones urbanos y las casas rurales
hasta el escenario del teatro, José Durand abrió una puerta para la creación
de representaciones de tradiciones y estilos negros rivales en las décadas
siguientes. La metodología de investigación académica que él aplicó para
la reconstrucción y la celebración pública de la música negra resultó en un
reconocimiento sin precedentes respecto de la cultura y la música negras.
La compañía Pancho Fierro se convirtió en el primero de los muchos gru-
pos que utilizaron métodos etnográficos para recrear los bailes negros del
pasado que estaban “perdidos”. Quizás la obsesión nostálgica de Durand
por la época colonial perduró en los esfuerzos de los artistas que vinieron
después, porque la música y los bailes negros seguirían presentándose casi
exclusivamente como panoramas enmarcados de la historia, en lugar de ser
expresiones de una tradición viva. Mientras que la representación del pasa-
do de José Durand estaba imbuida de la nostalgia colonial del criollismo,
los artistas negros que representarían esas mismas canciones y bailes para
las audiencias públicas en la década de 1960 –especialmente Nicomedes
Santa Cruz y su hermana Victoria– tenían agendas musicales y sociales
muy diferentes.
16 Ver León Quirós (2003: 224-225) y Cadena (1998) en relación a los debates de la retórica del
siglo XX en torno a la “decencia” que enmascaraba las prácticas marginales racistas de las élites
criollas blancas de Lima.
Conectados a una patria que la mayoría nunca vio y a un pasado que casi
nadie experimentó, la gente diaspórica trabaja con las herramientas de
la historia y de la memoria para definir activamente su herencia reprodu-
ciendo el pasado. La influyente noción de los “sitios de la memoria” del
historiador francés Pierre Nora (1984-1986) presenta a la memoria y a la
historia como diametralmente opuestas en la lucha por cómo representar
el pasado. Nora sostiene que cuando ocurre la aceleración de la historia (a
causa de la industrialización) que erradica los entornos de la memoria (mi-
lieux de mémoire), las sociedades aprovechan para vincular a esta con lugares
de la memoria (lieux de mémoire) como museos y monumentos. Muchos
investigadores cuestionan el argumento de Nora, aun cuando aprovechan
su modelo (Fabre y O´Meally 1994; Cole 2001). Los críticos aseguran que
la estricta separación que hace Nora entre la historia y la memoria ignora
las maneras en que estas se hallan interconectadas, y que su confianza en la
oposición binaria de lieux y milieux refuerza una división eurocéntrica del
mundo en los campos moderno y premoderno.
Sin embargo, el modelo de Nora ofrece una manera útil de pensar cómo
los artistas en la diáspora se conectan con el pasado a través de sus trabajos
creativos. En algunos casos, la danza juega un papel vital en la reconstruc-
ción y en la “ubicación” de las memorias diaspóricas latentes o que se están
desvaneciendo, lo que es particularmente relevante para la visión de con-
junto de las coreografías africanistas de Victoria Santa Cruz que veremos
en este capítulo. Por ejemplo, tal como argumenta Vévé Clark (1994),
la coreógrafa y antropóloga Katherine Dunham (cuyo ejemplo inspiró a
Victoria y a Nicomedes Santa Cruz) inscribió la “memoria de la diferen-
cia” en la danza a través de su método de la etnografía para la actuación;
ella estudió las danzas y los rituales afrocaribeños (verdaderos entornos de
la memoria) y los transformó en coreografías escenificadas (lugares de la
memoria). Igualmente el bailarín y coreógrafo Bill T. Jones describe la mi-
gración histórica de la danza propiamente dicha desde verdaderos entornos
de la memoria hasta lugares de la memoria (sin realmente utilizar estos
términos). Él escribe:
La historia, como la danza, puede verse como una representación que lue-
go solo existe en la memoria. Los acontecimientos que quedarán grabados
como historia “danzan” ante nuestros ojos y nosotros intermediamos para
interpretar sus movimientos. Teniendo en cuenta este enfoque, los proyec-
tos de la “nueva historia” la retratan como una especie de contrato entre las
sociedades y sus pasados, y a la memoria como una tecnología para hacer
historia (ver Ebron 1998). Utilizando las tecnologías de la “contramemoria”
(Foucault 1977), la gente subordinada desafía la memoria oficial inscrita en
las versiones respaldadas por la historia. Por ejemplo, las víctimas y los sobre-
vivientes de la esclavitud y el genocidio han utilizado técnicas de la memoria
(como los diarios secretos de los sobrevivientes del Holocausto y las marcas
en las paredes de las celdas; la reapertura literaria de las memorias suprimidas
de la esclavitud africano-americana de Toni Morrison en Beloved [1987]; la
publicación de The Rape of Nanking [1997] de la difunta Iris Chang y su
lucha contra la censura de la masacre de Nanking de los libros de texto japo-
neses y de la memoria del mundo; y así sucesivamente) para impedir que sus
experiencias sean borradas de la historia. De manera similar, los proyectos
afrocéntricos (por ejemplo, Amadiume 1997; Asante 1988; Bernal 1987-;
Diop 1986) proponen contramemorias que recuperan las contribuciones
históricas no reconocidas del África y de sus pueblos.
3 En el glosario de Décimas, Nicomedes Santa Cruz define el término “zanaharí” y aclara que su
pronunciación en malagasi, el idioma de Madagascar, es zanahary (Nicomedes Santa Cruz s/f
[¿1959?]: 159). Aunque no hay evidencia definitiva de que algunos africanos de Madagascar
hayan sido traídos al Perú como esclavos, varios autores citan importaciones del sur y el sudeste
de África (Bowser 1974: 40-43; Curtin 1969: 97; Harth-Terré 1971: 10; Lockhart [1968]
1994: 196).
4 La canción “Karambe” (N. Santa Cruz y su Conjunto Kumanana 1959) fue retomada con dife-
rentes letras en las décadas de 1980 y 1990 por Félix Casaverde, Miki González, Julie Freundt
y Susana Baca.
5 La mazamorra es un postre típico de Lima hecho con maíz morado y frutas secas, y un maza-
morrero es alguien a quien le gusta o que hace mazamorra. A menudo el término mazamorrero
se utiliza como metáfora del mestizaje cultural de Lima.
Ella habló con mi padre. “¡De ninguna manera! –dijo él–. ¡En el teatro, para
que regrese quién sabe a qué hora!”. Mi amiga le aseguró: “Mira, no te pre-
ocupes que yo seré su chaperona. Yo la llevo y yo la traigo”. Y mi madre me dio
permiso.
Comenzaron los ensayos y yo, que me sentía la gran bailarina de marinera, ¡re-
sultó que existían reglas para bailarla! Ellos me dijeron que tenía muy bonita
figura, muy bonita estampa. “Vamos a poner una obra, tenemos un proyecto
para viajar a Francia”. ¡Por fin, mi oportunidad!
¿Los ensayos? ¡Ay, bellísimos, para mí era una fiesta, yo gozaba! Siempre llegaba
temprano, porque mi mamá me enseñó la puntualidad y eso se me ha quedado.
Entonces me ponía a conversar con Victoria. Más que directora era una amiga.
Y en los ensayos cuánto más espontánea te mostrabas era mejor. Victoria hizo
las partituras, también los libretos y cada uno ponía de su parte.
Fue casi un año ensayando, pero que me marcó bastante. Me dio una especie
de energía, porque yo no estaba preparada para el teatro. Era más bien una
chica de mi casa y tenía un taller de costura. Nunca se me había ocurrido que
6 El siguiente relato está construido sobre la base de extractos de mis entrevistas con Teresa
Mendoza Hernández en Lima (2000). Sus recuerdos nos ofrecen un atisbo íntimo del impacto
que tuvo Cumanana en las vidas de estos jóvenes miembros de la compañía en la década de
1960. Para dar una visión cronológica de los acontecimientos he recortado y reorganizado el
texto de la entrevista pero las palabras son de Teresa. Para “traducirla” así me inspiré leyendo el
libro Translated Woman (1993) de Ruth Behar. Decidí destacar su historia porque protagonizó
las primeras producciones de Cumanana, aunque poco después se retiró del escenario para
dedicarse a su esposo y a sus hijos. Así, entre las muchas voces que reclaman hacer pública la
“auténtica historia” de la música afroperuana, la de Teresa generalmente está ausente.
Figura 2.2. Teresa Mendoza Hernández y su esposo Carlos “Caitro” Soto de la Colina
en su casa en Lima, 2000. (Foto de la autora).
Casi todas las obras de Victoria se basaban en la vida real, que en esa época poco
se hacía. Ahora lo ves en las novelas y lo ves en todas partes. Pero una obra acerca
de auténticos negros… hasta ahora creo que no la hacen. Me parece, porque no
las veo. Y puede ser hermoso porque la gente negra tiene mucha historia.
En “Callejón” yo fui “la pelona”7, en un canto que es una sátira para una
negra flaca. Y el papel me encajaba, pues, porque yo era flaca. Nico me dijo:
“Tú eres la ideal para este tema”. Yo le decía: “¡No, yo no sé cantar!”. Antes no
cantaba nada, me faltaba confianza. Ponme lo que quieras y yo te lo bailo,
¿pero cantar? Yo decía: “¿Cómo voy a cantar si yo desafino?”. Y Victoria dijo:
“¡Chalada, sal nomás!”.
La letra te lo dice, se satanizaba al negro ¿no? O sea, esta era la negra huachafa,
la que pretende ser algo que no es. Y ya no se ponía sus chancletas, se ponía
tacón. Como era el tiempo en que el negro todavía no usaba zapatos, digamos,
imitaba a la patrona en su estilo de vida. O sea la negra quería ser como una
gente de sociedad, un blanco de esa época, ¿no?, quería vestirse elegante, salir
e inclusive ya no quería al negro. Se vestía con sombrerito y carterita, como si
ahora te vistieras con brillos y todo para ir a meterte a una chacra ¿no? Esta
negra ya se había “civilizado”, como dicen. Se había peinado, se había pintado
la boca, ya tenía un vestidito, una carterita que era una huachafería terrible,
un sombrerito terrible. ¿Ha escuchado la décima? “Con tu cabeza de bruja…”.
O sea ya no tenía pelo, estaba pelada. Llevaba polvera y fumaba. O sea cosas
que no se veía antiguamente. Y Nico me insultaba: “eres con el cigarro, negra
mona, con tanta huachafería.”
Entonces [era] chocante, ¿no?, pero también graciosa. De ahí seguía como un
sketch de decir: “cásate con un zapatero”, “cásate con un carpintero”. Y [yo le
respondía]: “A mi no me cumbé, a mi no me cumbé, a mi no me cumbé”. El
negro lo comenzaron. Del carpintero, por ejemplo, respondía: “corta madera,
puede cortarme a mí también”. Y después del panadero: “amasa la harina,
puede amasarme a mí también. El otro era el botellero: “vende botellas, puede
venderme a mí también”. Ese era el sentido del tema, un juego. Salió bonito,
tuvo mucha aceptación, a pesar de que yo no sabía cantar.
¿Por qué se llama afro? Porque es auténticamente africano. Decimos afro por-
que ya no podemos decir “africano”, porque no estamos en África. El afro es
un recuerdo, una remembranza, un recordar, un estilo propio de África. Pero
no van a decir el baile africano de África. Es afro, traído [del África]. Y yo lo
exteriorizaba.
8 En música el valor de duración de una nota llamada “blanca” en castellano es el doble que el de
la nota que se denomina “negra”.
9 Los tambores batá de dos lados se originan en Nigeria y se usan en grupos de tres en la inter-
pretación de la música religiosa de la santería afrocubana. No fueron muy utilizados en el Perú
antes de la década de 1960 y la foto de la figura 2.6 muestra lo que parece ser un tambor de dos
lados hecho caseramente imitando un tambor batá cubano.
Después de Zanahary, la siguiente obra fue Malató y las figuras centrales eran
Victoria y Nicomedes. Y también tuvo su éxito.
¿Ya que estábamos allí qué podíamos hacer? Habíamos ido para presentar za-
pateo y festejo. Había tanta gente, tantos espectadores, porque tú sabes que un
grupo de siete mexicanos te llena un estadio. ¿Ciento y pico? Ya pues, yo decía:
“¡Ellos la tienen ganada!”. Y Nico respondió: “No, nosotros tenemos material,
¡podemos hacerlo! Estamos acá, tenemos que hacer lo mejor y dar lo mejor”.
Decíamos: “¡Gracias a Dios nos han aplaudido! ¡No hemos quedado tan mal,
chicos!”. ¿Y qué pasó? Que habían reclamado México y Brasil [diciendo] que
siete personas no podían ganar un festival donde tantos integrantes habían
llegado a participar. Pero en realidad nosotros ganamos el primer lugar.
Nuestro público era la gente de plata. Claro que también iba gente de todo
nivel. Pero teníamos muy buen público. Nuestro trabajo se hizo conocido y
el espectáculo era tan bonito y tan decente. No había nada indecente. En esa
época la gente decía que el negro era liso, el negro era atrevido, el negro así, el
negro asá, marginado por todos lados. Porque en esa época no se veía la música
negra. No se escuchaba. Mira, Ramón Castilla liberó a los esclavos pero para el
negro la vida continuaba igual, siempre marginado.
Figura 2.5. “La escuela folklórica”, 1960. Nicomedes Santa Cruz al centro. (Colección
de Teresa Mendoza Hernández).
Hay seres que han nacido para cumplir grandes tareas, sacando fuerzas
de los más recónditos atavismos, recreando perdidas voces ancestrales,
vivificando muertos movimientos , y por sobre todo, superando los más
grandes obstáculos, naturales, accidentales e intencionales. Tal es el caso
de Victoria Santa Cruz, pasado, presente y futuro del folklore peruano
(Nicomedes Santa Cruz, citado en Autor desconocido 1982).
¿Qué es ancestro? ¿es acaso una memoria? ¿y de ser así qué pretende
recordarnos?... Las manifestaciones culturales populares de raíz africana
que heredera, y a las que más tarde me dediqué por vocación ancestral,
condicionaron en mí cierta disposición hacía un aspecto del ritmo que
habría de traducirse con el correr del tiempo en una “nueva” técnica:
Descubrimiento y desarrollo del sentido rítmico… La curiosidad llegó
a su clímax al ahondar en aquella cosa mágica (cuya base adquirí por
ancestro) que lleva el nombre de ritmo (V. Santa Cruz 1978c: 5).
Ella cree que el origen africano de toda la gente negra es una cultura orgá-
nica con un conocimiento inherente del secreto del ritmo. Esto no signi-
fica que todos los negros estén en contacto con su memoria ancestral sino
que, a través del método descubierto por ella, se pueden reconectar con el
conocimiento que se encuentra latente en su interior, utilizando la herra-
mienta del ritmo. Victoria dice que “África descubrió, desde muy antiguo,
el secreto del ritmo, el secreto del movimiento. El negro vibra a partir del
silencio” (V. Santa Cruz 1979a: 7). Y agrega: “La artesanía, la música, el
canto, la danza, la poesía fueron medios creados, desde muy antiguo, para
afinar el único instrumento que no puede ser afinado por otro: El cuerpo
físico. El cuerpo físico encierra secretos que no pertenecen al plano físico-
terrestre, siendo, por lo mismo, el primer peldaño en el proceso de evolu-
ción del ser humano” (V. Santa Cruz, correo electrónico a la autora, 25 de
julio de 2003).
Quisiera que todos los negros del Perú llegaran a mi casa en Breña y
se inscribieran para un examen de aptitud. ¡Ah, pero que no se crean
que por el hecho de ser negros tienen condiciones para la danza! Es
necesaria una selección cuidadosa de la gente y después ejercicios
para todo el mundo, hasta para el cajonero, porque la plasticidad en
los movimientos es fundamental, así como la capacidad de impro-
visación, de expresión… Y todo esto solo puede lograrse con una
disciplina muy grande (citado en Suárez Radillo 1976: 285).
Ella dijo, “la prueba está en que cuando he hecho este llamado a
todos los negros del Perú para formar el teatro negro, respondieron,
y cuento en mi compañía con ellos, negros, mulatos, zambos claros,
cosa que no sucedía antes, porque un zambo no se consideraba ne-
gro y un mulato mucho menos. ¡Ah!, esto prueba que el negro está
comprendiendo al fin que negros somos todos y no es cuestión de
despintar un poquito… porque si ya es triste la discriminación del
blanco al negro… es mucho más triste la discriminación del negro
al negro (citado en Suárez Radillo 1976: 288).
Figura 2.7. Aviso de presentaciones de Teatro y Danzas Negras del Perú. Diario Co-
rreo, 1967.(Foto: Biblioteca Nacional).
En vista de las pocas oportunidades de hacer teatro que existían para los
negros, los miembros de Teatro y Danzas Negras del Perú no tenían nin-
gún entrenamiento como bailarines o actores. Sus oficios eran los de cho-
fer, obrero textil, carpintero y albañil (Suárez Radillo 1976: 294). Los pri-
meros ensayos fueron lecciones tanto en habilidades interpretativas como
en patrimonio cultural negro. Algunos artistas de teatro colaboraron en-
trenando a los miembros de la compañía en la práctica de ejercicios físicos
y en improvisación para actores. En algún momento Victoria instaló una
barra de ballet e invitó a una profesora de danza clásica (más tarde aban-
donó esta práctica cuando no consiguió los resultados deseados). Victoria
daba charlas sobre cultura, teatro, racismo y sobre la experiencia negra en
el mestizaje peruano. Las improvisaciones, bailes y recreaciones del folklore
negro surgieron del proceso de interiorización de todos estos elementos
hecho por los miembros de la compañía.
11 Según Victoria Santa Cruz, estas fotos muestran un concurso de baile en el cual se coloca en el
suelo un vaso de licor y cada danzante tiene que tratar de agarrar el vaso sin utilizar sus manos
y sin dejar caer ni una sola gota, mientras que los que observan la escena cantan: “Levántamelo
María, levántamelo José, que si tú no me lo levantas yo te lo levantaré”.
12 No he tenido la oportunidad de ver el video de Suárez Radillo, pero un artículo basado en su inves-
tigación (Suárez Radillo 1976) contiene relatos escritos de algunos de los testimonios grabados.
Figura 2.9. Dos acuarelas del siglo XIX de la zamacueca peruana por Pancho Fierro.
Izquierda: “Zamacueca decente”. Derecha: “Zamacueca borrascosa”. Reproducidas del
libro de Angélica Palma, Pancho Fierro: Acuarelista limeño (1935: 22-23).
En 1968 un golpe militar dio origen a una revolución liderada por el general
Juan Velasco Alvarado. El gobierno promulgó drásticas reformas sociales y
económicas, nacionalizando industrias y rechazando cualquier control capi-
talista extranjero, especialmente el de los Estados Unidos. Velasco promovió
el patriotismo apoyando la divulgación de la música nacional para combatir
la dominación previa de las estaciones de radio peruanas y el gusto por escu-
char la música rock que venía de los Estados Unidos y la música tropical pro-
veniente del Caribe (Lloréns Amico 1983). Además de las cuotas de música
peruana que por obligación tenían que difundirse en los programas de radio
y televisión, el gobierno de Velasco fundó una Escuela Nacional de Folklore
bajo los auspicios del Instituto Nacional de Cultura. En 1969, Victoria Santa
Cruz fue nombrada directora de dicha escuela y en 1973 se la designó para
dirigir el recién creado Conjunto Nacional de Folklore.
Durante los diecisiete años que pasó en Pittsburgh, Victoria aplicó su mé-
todo para guiar a sus estudiantes a través del proceso de redescubrir su
conexión con sus propias culturas. “I don’t teach, I touch” (“Yo no enseño,
toco”) les decía a sus estudiantes de habla inglesa. Ella también siguió lle-
vando a escena producciones teatrales codirigiendo Peer Gynt y Antígone y
colaborando (junto con otros profesores y directores internacionales) con
Peter Brook en la obra épica Mahabarata.
Cuando se pasó la voz de que Victoria Santa Cruz había vuelto a Lima a
principios del año 2000, los periodistas de medios escritos y de la televisión
la entrevistaron. Muchos tenían la esperanza de que montara otra vez nuevas
producciones de teatro y danza afroperuana. En el Perú su nombre todavía es
sinónimo del renacimiento afroperuano de las décadas de 1960 y 1970.
13 A pesar del aparente desinterés de Victoria Santa Cruz por regresar al teatro peruano, en el año
2004 dirigió una nueva producción escénica en Lima.
14 En cuanto a la crisis de la música afroperuana Victoria sostiene: “Estamos corriendo siempre
detrás de algo y es buscando un resultado, proyectándonos en el pasado. Evocamos un falso
futuro por no vivir en el presente. Y esta es la gran trampa” (V. Santa Cruz 1991). Luego de
leer una versión anterior de este capítulo Victoria me escribió: “Estamos, todavía, a tiempo
de re-organizar—en acción—nuestra Vida, dejando de nadar en un océano de palabras…‘Los
últimos serán los primeros’ fue dicho. No los primeros en tomar la sartén por el mango, desde
Victoria está parada en la puerta de su hermosa casa con una gran sonrisa.
Vestida con jeans y una camisa que le queda grande, tiene una parada como
de bailarina. Cuando más tarde me dice que tiene 77 años, no puedo creerlo.
Se sienta en una silla con la gracia de un gato estirándose después de una siesta
e imita a la gente con gestos y posturas que capturan perfectamente la esencia
de lo que comunica.
luego, los primeros en lanzar la voz de alarma diciendo: Si no nos unimos, si no luchamos codo
a codo; algo le puede suceder a la Familia humana. Desde luego, antes de unirse a otros, es pre-
ciso unirse consigo mismo…” (V. Santa Cruz, correo electrónico a la autora, julio 25, 2003).
15 Esta parte documenta mis tres encuentros con Victoria Santa Cruz en Lima (2000). Ella no me
permitió grabar nuestras conversaciones, pero yo tomé extensas notas en mi diario después de
cada uno de dichos encuentros. Así, sus afirmaciones en esta narración no son citas textuales,
sino más bien lo que yo recuerdo que ella me dijo. Después de leer un borrador anterior de este
capítulo, ella hizo algunas correcciones y cambios que incluí en la versión final de este libro.
16 Aunque Victoria Santa Cruz habla el inglés fluido, todas mis conversaciones con ella fueron,
a su insistencia, en castellano. Cuando hablamos específicamente sobre nuestras inflexiones
y acentos mutuos, Victoria me dijo que su cadencia melódica al hablar es consistente con la
manera en que los “viejos limeños” hablaban a principios de siglo pasado.
Ella suelta una carcajada y me interrumpe. ¿Para qué? Si en tu país esta músi-
ca sería interpretada como parte de una “extravaganza folklórica”. Y lo que vas
a encontrar aquí en el Perú no es música afroperuana sino una copia burda,
exponentes que venden su negritud para hacerse famosos, para ganar dinero.
Pero eso es lo que les quiero explicar, empiezo a decirle. Quiero revelarles el
contexto más amplio, quiero comprender qué fue lo que pasó en las décadas de
1950 y 1960 para poder entender qué es lo que está pasando hoy en día.
¡Pero tú no puedes de ninguna manera entender lo que pasó entonces! ¡Eso sería
imposible!
Hablamos un rato largo. Las respuestas que le da a mis preguntas sobre can-
ciones o coreografías específicas siempre terminan con una explicación larga
sobre las verdades cósmicas de las culturas orgánicas que ella ha encontrado.
Hablamos de Cumanana y de las obras de teatro, de Nicomedes, de la música
y de la religión afrocubanas, de José Durand, de Pancho Fierro, de Pittsburgh,
del baile, del plexo solar y de los secretos del cosmos.
Muchas veces me dice que tengo que ser honesta conmigo misma cuando escriba
mi libro. No escribas nada que, honestamente, no sepas que es verdad. Y re-
cuerda en todo momento que tú lo estás escribiendo para ti misma. Esto es parte
de tu propio viaje para entenderte. A veces viajamos muy lejos para encontrar
lo que está muy cerca nuestro, dentro de nosotros mismos.
Victoria me dice que nos encontraremos una vez más y que esa será la última
reunión.
La última vez que estuve con ella acababa de regresar de pasar una semana
en Pittsburgh, y yo ya estaba lista para dejar el Perú. Había llegado en la ma-
drugada y casi no había dormido. Me dijo que había estado pensando en mí
durante su viaje de regreso al Perú. Como de costumbre, fue de frente al grano:
¿Qué es lo que esperabas encontrar antes de empezar tu investigación, qué es lo
que realmente encontraste y qué es lo que intentas hacer con eso?.
¡Pero por supuesto! Para Victoria esto es claro como el agua. ¿Cómo podemos
esperar comprender algo si no entendemos el presente? Toda comprensión em-
pieza con uno mismo, y no se trata de quién eres sino de qué es lo que estás
haciendo.
La negritud peruana de
Nicomedes Santa Cruz
Nicomedes Santa Cruz es un hombrotote, bien negrotote, con un bigotote
que cubre totalmente su labio superior y un vozarrón maravilloso. Al verlo
piensa uno en Nicolás Guillén, en Yambambó, en Babalú, en Drume negrita,
en “Todo’lo negro’tomamo’café”, en mamá Inés, en “Vito Manué, tú no sabe
inglé”; al verlo con su camiseta blanca y sus dientotes, fuertes como los de un
animal prehistórico, uno piensa que Nicomedes fue concebido mucho antes
del pecado original, cuando el mundo no era ni África, ni Asia, ni Europa,
ni América Latina, sino una perfecta y elástica unidad…Y Nicomedes canta,
le canta al amor, al vuelo que se alza, al cielo de verano, al destino del pueblo
trabajador, vocifera “el canto debe ser caro, tanto que no tenga precio”, canta y
baila en su cuarto de hotel hasta que el teléfono suena, hasta que su mujer, tan
menuda y rubia como él es alto y negro, le dice que abajo lo esperan… (Elena
Poniatowska, periodista y escritora mexicana, 1974).
1 Utilizo el término négritude para referirme al movimiento en París y en las colonias africanas
y caribeñas de habla francesa, y negritud para referirme a la manifestación latinoamericana de
habla castellana.
2 Para más antecedentes y perspectivas críticas sobre el movimiento de négritude francés africano
ver: Beier (1967); Clifford (1988b); Dash (1974); Fanon (1966); Jones (1971); y Williams y
Chrisman (1994). Para una introducción sobre negritud en Latinoamérica ver Bush (1985); R.
Durand (1978); Jackson (1979 y 1984); y Lewis (1983).
3 El conjunto más extenso de las obras de López Albújar está centrado en otras poblaciones mar-
ginales, especialmente de la cultura indígena y mestiza, y por esta razón también forma parte
del indigenismo.
Hasta mediados del siglo XX, las décimas peruanas normalmente se reci-
taban en concursos que se hacían en fiestas, jaranas, casas privadas o bares.
Dos poetas en competencia improvisaban versos o recitaban de memoria
algunos de los cientos que existían. Las cualidades criollas de la sátira, el
humor y lo picaresco garantizaban un exitoso desempeño. El concurso
empezaba con “saludos” (un intercambio de bienvenidas poéticas), segui-
dos por las “décimas de presentación” (décimas biográficas) y luego por
décimas que interpretaba cada poeta alternadamente, acompañado de una
melodía en la guitarra llamada socabón (Tompkins 1981: 162). Cada com-
petidor recitaba una décima completa de 44 líneas y el guitarrista añadía
interludios melódicos durante las pausas entre cada copla (mientras que
el poeta aparentemente estaba componiendo su próxima rima) (N. Santa
Cruz 1975: 24). El primer decimista, es decir el compositor/intérprete de
décimas, establecía el tema del concurso, y el decimista rival respondía con
una nueva décima de 44 líneas sobre el mismo tema.
4 Nicomedes Santa Cruz supone que la aseveración de Hijinio Quintana de haber competido
contra el diablo pudo haber sido inspirada por su introducción a las décimas cristianas chilenas
que se refieren al diablo (N. Santa Cruz 1982: 104-105). Un paralelo intercultural interesante
se podría hacer con los músicos africanos americanos del blues, que hacían afirmaciones faustia-
nas con respecto a sus encuentros con el diablo en una encrucijada. Samuel Floyd conecta estas
leyendas con lo que describe como una reencarnación diabólica en los Estados Unidos: Esu, un
embaucador divino del África Occidental (Floyd 1995: 73-74).
Pero después de varios años de hablar solo “en décimas y sobre décimas”
con don Porfirio (N. Santa Cruz 1982: 110), Nicomedes se dio cuenta de
que sus únicos potenciales rivales eran unos cuantos octogenarios que vi-
vían en pueblos pequeños. Un creciente deseo de protestar contra de la dis-
criminación racial movía la expresión poética de Nicomedes hacia nuevas
direcciones. Aunque él respetaba a don Porfirio y a los decimistas rurales
negros ya mayores, él decía que “ellos estaban encuadrados en una temática
y en una actividad totalmente rural, en lo humano y en lo divino, y yo veía
una serie de acontecimientos distintos” (citado en Mariñez 1993: 113).
5 Además del amor por la poesía que sentía Nicomedes, su cambio de carrera fue influenciado
por la decreciente demanda de artesanos en metales después de la segunda guerra mundial. Para
complementar sus ingresos, se inició también como periodista en 1958 (“Nicomedes Santa
Cruz Gamarra” s/f: 2).
En la plantación de caña
nació el triste socabón,
en el trapiche de ron
el negro cantó la saña…
6 El texto en castellano de “Ritmos negros del Perú” ha sido reproducido de Décimas (N. Santa
Cruz s/f [¿1959?]: 19-20).
7 Santería es una religión de origen africano muy difundida y practicada en Cuba. Abakwá es una
sociedad secreta de hombres en Cuba, que también tiene su origen en África.
8 Existe una discrepancia acerca del número de melodías de socabón tradicionales: William Tompkins
(sobre la base de la información de Augusto Ascuez y de José Durand) sostiene que en un momento
existieron muchas variaciones de socabón para el acompañamiento de la guitarra (1981: 164), mien-
tras que Nicomedes Santa Cruz creía que había una sola melodía de socabón auténtica.
Guitarra
Guitar
5
9
Figura 3.2. Acompañamiento de guitarra del tradicional socabón para décimas. Ex-
traído y reproducido de una partitura de 1959 escrita a mano y firmada por Nicome-
des Santa Cruz en Décimas y poemas: Antología (N. Santa Cruz 1971a: 97).
Guitarra
Guitar
Figura 3.3. Extracto del acompañamiento guitarrístico del agua’e nieve de Vicente
Vásquez para décimas. Extraído, adaptado y reproducido de “The Musical Traditions
of the Blacks of Coastal Perú” (Tompkins 1981: 545).
Mientras Nicomedes Santa Cruz sostenía que el festejo fue interpretado por
primera vez por negros esclavizados de origen congolés en la Lima del siglo
XVII (1970a: 61) y el folklorista afroperuano “Lalo” Izquierdo lo llama “la
danza más antigua de las manifestaciones propias de la negritud” en el Perú
(1999: 1), la investigación del etnomusicólogo norteamericano William
Tompkins no produjo ninguna evidencia de que existieran, antes del siglo
XIX, trabajos musicales llamados festejo ni tampoco alguna mención del gé-
nero en la literatura anterior al siglo XX. Tompkins admite sin embargo que
pudo haber existido musicalmente bajo otro nombre (1981: 240-241).
Fieles al nombre del festejo (derivado del verbo festejar), aunque la ma-
yoría de sus letras describe las penurias de la vida del esclavo, la música
y el baile expresan una calidad exuberante, festiva. Este estado de ánimo
está apoyado por lo que William Tompkins describe como un “creciente”
acompañamiento rítmico (1981: 239) y un sentido de ambigüedad mé-
trica. En algunos festejos la guitarra, la quijada y/o el cajón enfatizan un
sentimiento de compás binario con divisiones ternarias (ver figura 3.4),
mientras que la línea vocal puede estar ya sea en compás binario o ternario
(ver León Quirós 2003: 164-166; Tompkins 1981: 250-251). La métrica
más común utilizada para escribir las notas musicales del festejo es 6/8
(Aliaga y Aliaga 1991; Casaverde 2000b; Tompkins 1981: 250-252), que
corresponde a la duración de las progresiones de acordes y de los patrones
de rasgueo de las partes de la guitarra; pero el festejo también ha sido re-
presentado en 2/4 (R. Vásquez y Rojas s/f ) y en 12/8 (Acuña 1999). En
algunos casos se han utilizado múltiples notaciones métricas para represen-
tar las diferentes partes dentro de la misma transcripción del festejo (León
9 Posiblemente el festejo conocido como el más antiguo, “Molino molero”, que se piensa data de
principios del siglo XIX o antes, fue recolectado por José Durand de la señora Bartola Sancho
Dávila (quien lo había aprendido de su tía, Juana Irujo, una ex esclava). En 1936, el compo-
sitor Samuel Márquez presentó públicamente arreglos de fragmentos recordados de melodías
y textos de canciones, incluyendo festejos, en una actuación de la compañía Ricardo Palma.
Seguidamente Juan Criado presentó y popularizó versiones escenificadas de festejos aprendidos
de afroperuanos viejos (Tompkins 1981: 240-247).
Cajón
Notas de transcripción
Línea inferior: ( cabeza de nota): Golpes de bajo (palma en la faz del tambor).
Línea superior: ( X cabeza de nota): Palmadas como golpes (dedos en las
esquinas superiores)
Figura 3.4. Un patrón de cajón para el festejo que me enseñó Juan Medrano Cotito.
El arreglo de “No me cumbén” que hizo Cumanana (figura 3.5) sugiere la deu-
da que tienen los festejos del renacimiento temprano con las reconstrucciones
de la compañía Pancho Fierro. Mientras que los patrones I-IV-V en la línea
del bajo y en el rasgueo son similares a los que se encuentran en festejos más
tardíos, allí no hay cajón (las partes de la percusión están limitadas a la quijada
y la cajita). Esto es significativo porque el cajón, como símbolo naturalizado de
negritud, se convirtió más tarde –en el renacimiento– en una parte indispensa-
ble de la instrumentación del festejo (ver capítulo 4). Más aún, las partes de la
quijada y la cajita parecen ser variaciones de los ritmos del “Son de los diablos”
reconstruidos por la compañía Pancho Fierro (ver figuras 1.8 y 1.9). De hecho,
Javier León observa que durante las primeras etapas del renacimiento, cuando
el festejo se reinventó y estilizó, los intérpretes tomaban prestadas partes rít-
micas y melódicas, así como instrumentación de otros géneros relacionados,
incluyendo el “Son de los diablos” (ver León Quirós 2003: 167). De este modo
la grabación de “No me cumbén” de Cumanana sostiene la idea (introducida
en el capítulo 1) de que la instrumentación, los patrones rítmicos y el swing
del festejo derivaron de los ingredientes básicos del sonido del folklore negro
peruano “original” establecido por la compañía Pancho Fierro (en la cual ac-
tuaron Nicomedes Santa Cruz y varios otros músicos de Cumanana).
Voz
Voice
No me ca-sa-ra con neg-ra ni aun-que el dia-blo me lle - va-ra Por-que
A D E A
Guitarra 1
Guitar 1
Guitarra 2
Guitar 2
Quijada
Quijada
Cajita
Cajita
Figura 3.5. Extracto de “No me cumbén” (N. Santa Cruz y su Conjunto Cumanana
[1964] 1994).
Tampoco me casaría
con mulata o zamba-clara,
porque dejan a los negritos
por los de “cara lavada”.
Según Nicomedes Santa Cruz (1970a: 61), esta letra era cantada como
parte de un juego que jugaban los niños negros en Lima hasta la década
de 1920. Un solista cantaba la primera sección (arriba). Cuando llegaba a
la parte que decía: “como aquella que está sentada”, ella o él señalaban a
un niño que estuviera sentado, y ese niño inmediatamente se paraba para
escaparse de ser “el que” había sido aludido por la letra de la canción. En
la segunda sección (letra no mostrada) los niños le ofrecían a las niñas
potenciales pretendientes (por ejemplo: carpintero, botellero, panadero), a
quienes ellas rechazaban (cantando “a mí no me cumbén”) por una serie de
razones graciosas (carpintero corta madera, puede cortarme a mí también;
botellero vende botellas, puede venderme a mí también; panadero amasa
la harina, puede amasarme a mí también, etc., etc.).
10 La cita del texto de “No me cumbén” proviene del folleto que acompaña a Cumanana (N. Santa
Cruz 1970a: 61).
11 En el Perú el término “mandinga” se utiliza para referirse a lo africano en general. El uso más
frecuentemente citado de este término es el atribuido a Ricardo Palma que dice: “El que no
tiene de inga tiene de mandinga”, un dicho que se refiere al proceso de mestizaje peruano.
Entre 1908 y 1932, cuando el juego “No me cumbén” era muy popular
entre los niños negros, en el Perú los negros eran probablemente el gru-
po racial, después de los hombres asiáticos, con más matrimonios mixtos
(Boletín Municipal de Lima 1900-1932, citado por Stokes 1987: 187). Sin
embargo, la letra de “No me cumbén” expresa una perspectiva algo dife-
rente de la que transmite Fuentes: ansiedad sobre el “ennegrecimiento”
que podría resultar de casarse con una persona de ascendencia africana.
El narrador de la canción podría ser una persona blanca (u otra no negra)
que tiene miedo de casarse con una persona negra (en cuyo caso el temido
“ennegrecimiento” estaría en contradicción con el escenario del blanquea-
miento de Fuentes) o una persona negra que quiere “mejorar” su raza. En
cualquier caso, el resultado final es desalentar a los miembros de cualquier
raza a que se casen con alguien que sea “demasiado” negro. Ya que Nicome-
des identificó la canción como parte de un juego que jugaban los negros en
Lima, se puede imaginar fácilmente que su representación socializaba a los
niños negros para evitar ser identificados con características estereotipadas
de la raza negra si es que fueran a contraer matrimonio, y para que bus-
quen activamente parejas que no parezcan tener ascendencia africana.
12 Existe una larga tradición de la parodia y la sátira peruana que está expresada en la literatura colo-
nial y en la música (ver Estenssoro 1988; Ojeda 1997: 151-168; N. Santa Cruz 1982: 90-94).
13 La letra citada viene del folleto que acompaña al disco Cumanana (N. Santa Cruz 1970a: 27).
De esta manera, la historia social de este festejo revela los peligros de des-
contextualizar las letras de las recopilaciones y su comercialización como
canciones populares. Mientras “No me cumbén” sigue circulando entre
nuevos públicos a través de grabaciones recontextualizadas, actúa como
un palimpsesto. Las nuevas lecturas que hacen oyentes en la Lima pos-
trenacimiento y en las audiencias de world music en los Estados Unidos,
reemplazan (pero no ensombrecen completamente) tanto su uso satírico
antirracista durante el renacimiento afroperuano, como su función origi-
nal de juego entre los niños negros.
14 Se debe señalar que Nicomedes Santa Cruz no estaba de ningún modo en contra del matrimo-
nio mixto, como lo puede demostrar el suyo propio.
16 Después de que el Perú perdió la guerra del Pacífico (1879-1883) contra Chile, los peruanos le
cambiaron el nombre al baile de la zamacueca por el de marinera para distanciarla de la cueca,
su contraparte chilena.
17 Nicomedes remonta los siguientes bailes al lundú de Angola y al kalenda del Congo: “POR-
TUGAL: Lundum, lundu, chorado, chula portuguesa, fado, etc.; ESPAÑA: Zarabanda,
calenda, ondú, etc.; NUEVA ORLEANS: Bambula; LUISIANA [sic]: Calenda; MÉXICO:
Bamba, maracumbi, paracumbé; CUBA: Caringa (calenda), yuka (y de esta nace la rumba
brava, con el clásico vacunao); HAITÍ: Kalenda, bambula; PUERTO RICO: Bomba; PANA-
MÁ: Cumbia, tamborito; COLOMBIA: Bullarengue, currulao, palacoré, cumbia, bambu-
co, etc.; VENEZUELA: Chimbanelero, malembe, sangueo; ECUADOR: Bomba; BRASIL:
Lundu, céco, samba, batuque, tambor de crioula, jongo, etc.; PERÚ: Samba, samba-landó,
lundú, samba-cueca, zamacueca, zaña, tondero, zanguaraña, mozamala, polka de cajón,
malcito, golpe’e tierra, toro-mata, ecuador, chilena, marinera; BOLIVIA: Zamba, za-
macueca; CHILE: Cueca; ARGENTINA: Zamba” (N. Santa Cruz 1970a: 24).
Figura 3.6. Teoría de Nicomedes Santa Cruz sobre los orígenes africanos de la mari-
nera peruana.
¿Cómo es que Nicomedes aprendió acerca del lundú y de los orígenes afri-
canos de la marinera peruana? En Cumanana, su principal prueba de que
la coreografía del golpe de frente del lundú se realizó en algún momento
en Lima es un párrafo citado del libro Lima de Manuel A. Fuentes del
siglo XIX que describe la “indecente” manera en que bailaban los negros
peruanos (Fuentes [1867] 1925; N. Santa Cruz 1970a: 20). Sin embargo,
Fuentes no nombra el baile que describe, y una búsqueda en los escritos
de Nicomedes de más referencias directas a la fuente de su conocimiento
termina en nada. Una lectura cuidadosa de Cumanana y un conocimiento
de los acontecimientos de la vida de Nicomedes, así como de su biblioteca
personal apuntan a una explicación18. Él fundamentó su teoría en su trans-
ferencia de lo escrito por investigadores brasileños acerca de la música y el
baile afrobrasileño al contexto afroperuano.
18 Examiné la biblioteca personal de Nicomedes Santa Cruz (incluyendo libros, artículos y ano-
taciones en los márgenes hechas a mano) en Madrid en el año 2000.
19 Ciertamente Cuba y Brasil importaron un mayor número de africanos esclavizados que el Perú
y por un período de tiempo más prolongado, lo que dio como resultado la visibilidad nacional
imperecedera de los negros y de las expresiones culturales provenientes del África en esos países.
Aunque es cierto que había muy poca investigación sobre los orígenes afri-
canos en la música del Perú antes de la obra de Nicomedes Santa Cruz, un
historiador, Fernando Romero, estableció los cimientos. Romero era un
hombre blanco, marino retirado, con un Ph. D. en historia, cuyo amor
por su ama negra hizo que tuviera una fascinación por la cultura negra que
le duró toda su vida.
Romero buscó refutar las afirmaciones del musicólogo argentino Carlos Vega,
quien sostenía que los bailes criollos como la zamacueca tenían un origen pura-
mente europeo. Como evidencia de la falta de influencia africana en la zamacue-
ca peruana –un baile que se difundió por todo Sudamérica–, Vega advirtió sus
rasgos estereotipadamente europeos (frases cadenciosas y armonía funcional)
y la ausencia de los ritmos típicamente “africanos” (Vega 1936 y 1953). Para
desmentir sus teorías, Romero confió en igual medida en los estereotipos so-
bre la música y el baile “europeos” versus los “negros”. Utilizando asociaciones
etimológicas y rasgos testimoniales que describían las características “africanas”,
Romero salió a demostrar que la zamba peruana (el baile que él identificó como
el antecesor de la zamacueca) era de origen africano (F. Romero 1939a; 1939b;
1940; 1946a; 1946b). Sobre la base de sus lecturas de las descripciones de los
siglos XVIII y XIX con relación a los bailes que realizaban los negros en el Perú,
Romero sugirió una genealogía muy similar a la que Nicomedes propuso más
tarde para apoyar su teoría del lundú. Romero dedujo que la zamba peruana era
20 Iyawo (deletreado como yao por Nicomedes) es una palabra de origen yoruba que se refiere a
un individuo experimentando los ritos de iniciación en las sociedades religiosas lucumí afro-
cubanas. El iniciado se considera como la novia de un orisha o deidad ancestral en particular
(sin importar el género del iniciado). Babalawo (babalao en la lengua lucumí cubana) es una
palabra de origen yoruba que describe a un sacerdote entrenado en adivinación.
Más aún, los investigadores creían que las teorías de Nicomedes Santa Cruz
eran discutibles y cuestionaron sus métodos y motivaciones. Por ejemplo,
José Durand sindicó que “la obra de Nicomedes Santa Cruz… [está] moti-
vada por su obsesivo deseo de que todo sea negro, olvidándose de que el Perú
no es ni negro, ni indio, ni blanco” (J. Durand 1980, citado en G. Durand
Allison 1999: 37), y William Tompkins criticó a Nicomedes por postular es-
peculaciones como si fueran hechos científicos (Tompkins 1981: 293). Desde
el punto de vista del investigador universitario, la tesis de Nicomedes aparece
pobremente presentada, sin ofrecer ninguna documentación de la existencia
o naturaleza del lundú de Angola y de su supuesta diseminación por el Perú.
Además, su idea de que una familia de más de cincuenta bailes americanos de-
rivó del lundú parece basarse en la descripción vaga y sesgada de los bailes “eró-
ticos” hecha por los cronistas europeos, porque es la única fuente que cita.
Sin embargo, estas aparentes carencias revelan tanto acerca de los diferen-
tes parámetros de investigación y documentación de los “intelectuales or-
gánicos” con base en la comunidad (Gilroy 1993) versus los investigadores
con base en la universidad, como acerca de las posibles deficiencias de la
investigación de Nicomedes. Tal como el mismo Nicomedes explicó su en-
foque: “siguiendo quizá el ejemplo de José Carlos Mariátegui [el crítico so-
cial marxista peruano que describió su carácter como ‘extra-universitario’ y
‘anti-universitario’], nunca he mirado las cosas desde una óptica académi-
ca, sociológica, etnológica o antropológica, sino desde las raíces populares
de las cosas” (citado en “Nicomedes Santa Cruz Gamarra” s/f: 3).
Así, revivir el landó –por cualquier medio necesario– fue una parte integral de
la revisión de la historia oficial para restituir el patrimonio africano que había
sido borrado de la narrativa colonial. Al mismo tiempo, la recreación del lan-
dó y su consiguiente estilización se comunicó por medio del vocabulario y la
sensibilidad de la música más cercana a la identidad local de sus intérpretes:
la música criolla peruana. De hecho, para apoyar la tesis de Santa Cruz con
respecto al origen africano del landó, desarrollada posteriormente en torno a
la marinera, el landó recreado tenía que sonar tanto “africano” como similar a
la marinera criolla (reflejando un tipo de doble conciencia). Los africanismos
en los landós recreados por Nicomedes Santa Cruz y otros en el renacimiento
incluyeron formas tipo solista-coro y de llamado y respuesta, múltiples líneas
de percusión, polirritmos y la presencia de variados instrumentos de percu-
sión afrolatinos no peruanos como el cencerro, las tumbadoras y el bongó.
Otros elementos de los landós reconstruidos fueron las reminiscencias de la
música criolla, especialmente el núcleo instrumental y la interacción de las
21 Nicomedes Santa Cruz ocasionalmente se refirió a la memoria ancestral en sus escritos y discur-
sos públicos. Sin embargo, él no aseguró –como sí lo hizo Victoria– haber revivido la música o
el baile afroperuano exclusivamente mediante la memoria ancestral.
El primer landó que se grabó fue “Samba malató”, recreado para el álbum
Cumanana en 1964. Nicomedes y Victoria recordaban haber visto a sus
abuelos bailar el landó y haber escuchado a su mamá y a una tía cantar
este fragmento de verso: “La samba se pasea con22 la batea, landó, samba
malató, landó” (N. Santa Cruz y su Conjunto Cumanana [1964] 1970).
Los veteranos hermanos Ascuez, que eran considerados los principales
portadores de la cultura de la música afroperuana y de la música criolla
en Lima, recordaban una variación del mismo verso del landó23. Para el
disco Cumanana, se hizo un arreglo sobre el fragmento que se recordaba
y la letra la cantó, en forma de responsorio, Nicomedes Santa Cruz, una
vocalista en solo y el coro de Cumanana (figura 3.7). La melodía es típica
de landós más tardíos en su aparente evasión del compás. Generalmente la
notación del landó es en 6/4 (Tompkins 1981: 297, 546-552; R. Vásquez
y Rojas s/f ), pero algunos investigadores y músicos afroperuanos utilizan
12/8 (o combinaciones de 6/4 y 12/8) debido a la creciente ambigüedad
métrica en la interpretación de los landós desde la década de 1970 (Ca-
saverde 2000a; León Quirós 2003: 230-237; Tompkins 1981: 550-552).
Siguiendo a León, en mis ejemplos de notaciones del landó yo combino los
compases de 12/8 y 6/4 para sugerir la posibilidad de las múltiples maneras
de escuchar el tiempo musical.
22 En el folleto que acompaña al disco Cumanana Nicomedes escribió “por la batea”; sin embargo
en el disco él canta “con la batea” y Victoria Santa Cruz en un disco posterior también cantó
así, igual que otros artistas.
23 El término “samba” hace referencia a una mujer negra, generalmente mestiza. “Malató” puede
ser una contracción de mala y todo, tal como se describe en el programa de la obra teatral
Malató de Cumanana (V. y N. Santa Cruz 1961). Según Victoria Santa Cruz (1995) “Samba
malató” es en realidad una zamba-landó, una versión de la danza ancestral del landó convertida
a folklore. La versión landó de los Ascuez la tomó y transcribió William Tompkins (1981: 298,
546). El landó que se recordaba y bailaba era otro, con el acompañamiento de un cajón y una
guitarra, en la comunidad rural de El Guayabo, durante la celebración de la yunza en tiempos
de carnaval. Esta versión, que también tomó y transcribió Tompkins (1981: 297-298, 547-
549), fue llevada al escenario por Perú Negro en la década de 1970. Ver el argumento de Javier
León sobre ambos prototipos de landó (León Quirós 2003: 230-248).
Voz solista
Solo Voice
Lan - dó Lan -
Coro
Ch orus
Sam - ba ma - la - tó Sa m - ba ma - la - tó
3
La sa m - ba se p a - se - a con la b a - te - a La n - dó S am - ba ma - la - tó
3
dó La n - dó Lan -
3
S am - b a ma - la - tó
Figura 3.7. Extracto del arreglo vocal de “Samba malató” (N. Santa Cruz y su Con-
junto Cumanana [1964] 1994).
Primera 1st
guitarra
Guitar
Segunda2nd
guitarra
Guitar
( )
Cajón
Caj—n
Bongó
Bong—
Campana
Bell
Palmas
Handclaps
Notas de transcripción
Golpe de mordente
Bongó Notas redondas en línea inferior: Tone on lower-pitched drumhead.
Land—, "Samba malat—" 1964
( )
Cajón
Caj—n
West African/Black Atlantic Timeline Pattern
Campana,
Bell,etc.
etc.
Land—Variation #1
Cajón
Caj—n
Land—Variation #2
Cajón
Caj—n
( )
Land—/Zamacueca Variation #3
Cajón
Caj—n
Marinera
Cajón
Caj—n
Figura 3.9. Desarrollo de los patrones del landó para cajón y comparación con el patrón
de secuencia del África Occidental/Atlántico Negro y los patrones de la marinera.
Michel Foucault escribe que “la historia nos enseña cómo reírnos de las
solemnidades de nuestro origen” (1977: 143), cuestionando la cosificación
de la sociedad de un momento imaginario de pureza original “antes de la
caída”. Sin embargo, ya sea que estos momentos de origen hayan podido
existir o no alguna vez, su invención en los sistemas de creencias culturales
moviliza ideas reales acerca de la identidad y la ascendencia. Aunque la
reciente reinvención del festejo y del landó los hace “tradiciones muy mo-
25 Aunque Nicomedes Santa Cruz criticó la revolución de Velasco en una entrevista con Pablo
Mariñez en 1993, lo había elogiado en una entrevista con Elena Poniatowska en 1974, in-
cluso defendiendo su decisión de invitar al dictador chileno Augusto Pinochet a los eventos
conmemorativos por el aniversario de la batalla de Ayacucho. Por supuesto que en la época
de la entrevista más tardía de Mariñez, hablar públicamente contra Velasco no tenía mayores
consecuencias políticas.
No creemos que las circunstancias de… una función teatral nos per-
mitan llegar a serias conclusiones sobre las posibles afinidades que
pueda haber entre nuestros negros y los de Senegal. Uno, porque
pese a la calidad del conjunto y a la autenticidad de algunas danzas,
no deja de ser un espectáculo teatral, donde se han hecho conce-
siones en pro de satisfacer al público, incluyendo quizás algunos
tambores que no son estrictamente de la región o algunas danzas en
cuya coreografía se advierte “la mano del blanco”. Dos, porque lo
mismo viene sucediendo con nuestro folklore de influencia negra
desde 1956, cuando subió a escena, por vez primera, como espec-
táculo teatral (Estampas de Pancho Fierro). Desde entonces hasta la
fecha se ha retrocedido a los orígenes del taparrabo y el tambor,
como se ha retrocedido de la auténtica herencia folklórica al show de
TV y restaurantes criollos (N. Santa Cruz 1973: 24).
Pablo Mariñez viajó al África con Nicomedes y más tarde recordó una
experiencia en las calles de Dakar que hizo que ambos se dieran cuenta
del océano de diferencias culturales que separaban a los africanos de los
afroamericanos.
Cuando Nicomedes volvió del África al Perú, fue evidente para él que “ni
los mismos militares creen en su revolución” (citado en Mariñez 1993:
123). Reconociendo que era más apreciado en el extranjero que en su país,
Nicomedes empezó a hacer viajes internacionales cada vez con mayor fre-
26 Victoria Santa Cruz también asistió a la conferencia pero no hizo ninguna exposición.
27 Las grabaciones de los programas para Radio Exterior de Nicomedes se encuentran en el archi-
vo de la Radio Nacional de España en Madrid.
Ese año, por fin, le dieron el nombre de Nicomedes Santa Cruz al anfitea-
tro al aire libre del recientemente renovado Gran Parque de Lima, cerca al
centro de la ciudad.
28 Incluso en su trabajo temprano, Nicomedes Santa Cruz señalaba con frecuencia que las tradi-
ciones poéticas españolas habían absorbido influencias africanas antes de que fueran traídas al
Nuevo Mundo. En Cumanana y en otras partes afirmó que la España del siglo XVI había sido
influenciada por las tradiciones poéticas orales del norte de África, a través de su dominación
por el imperio islámico, y que la forma de recitar la décima española recuerda las tradiciones
poéticas del mundo árabe (N. Santa Cruz 1970a: 13-14), así como las tradiciones poéticas
orales de los griots del África Occidental (1980: 69).
Estoy en el sótano de la Biblioteca Nacional del Perú, y mis manos están cu-
biertas de tinta negra. Hay pequeños recortes de papel por toda la mesa donde
estoy leyendo. Mis materiales de investigación se desintegran en cuanto los toco.
Me siento culpable cada vez que doy la vuelta a una página decrépita.
Encuentro que Nicomedes Santa Cruz fue un periodista mucho más prolífico
de lo que creía. Estoy leyendo todas las columnas semanales que escribía para
el periódico y que trataban temas desde el racismo y el folklore hasta el de la
muerte en los poemas y canciones latinoamericanas. Levantando la vista me
doy cuenta de que el sobrino de Nicomedes, Octavio Santa Cruz, está sentado
frente a una mesa allí cerca conduciendo silenciosamente su propia investiga-
ción. Ya que un año antes había conocido a Octavio en una conferencia, vuelvo
a presentarme y me invita a un evento de poesía en su peña privada. Después
de que se va, me río para mis adentros pensando en lo fortuito que es que en
una ciudad enorme como Lima, donde los negros supuestamente son “invisi-
bles”, yo haya podido encontrarme con un pariente de Nicomedes Santa Cruz
mientras estoy leyendo sus columnas para el periódico.
Mientras paso las hojas de viejos periódicos, me llaman la atención los aconte-
cimientos que se gritan desde los titulares entre las columnas de Nicomedes y las
menciones a José Durand: la revolución cubana y la subsiguiente desaparición
del Che Guevara, la guerra del Yom Kippur, el asesinato del Dr. Martin Lu-
ther King. Afuera de la sólida puerta de metal de la Biblioteca Nacional, los
manifestantes marchan diariamente pidiendo la renuncia del presidente del
Perú Alberto Fujimori. La mayoría mestiza peruana inicialmente le dio la
bienvenida a Fujimori (un peruano-japonés), apodado “El Chino”, como una
excepción de la larguísima línea de blancos criollos (y mestizos que “pasaban”
por blancos) que había servido a los intereses de la oligarquía o de los milita-
res29. Fujimori, un desconocido en la política peruana, sorpresivamente derro-
tó a Mario Vargas Llosa, un novelista criollo blanco, y proclamó el poder del
voto mestizo popular. Fujimori promovió su alianza con las masas peruanas
29 A los peruanos de ascendencia asiática a menudo se les llama “chino” o “china”, tengan o no
ascendencia de ese país.
Una vez más la raza y el origen étnico entraron en juego en las elecciones
manipuladas del año 2000, que fueron el telón de fondo de mi viaje para la
investigación en archivos. Alejandro Toledo, un mestizo educado en Harvard,
desafió las políticas dictatoriales y los intereses extranjeros de Fujimori y empezó
su campaña entre la población indígena y mestiza basándose en que él era uno
de ellos. Un eslogan que a menudo gritaban en su campaña demostraba la
tendencia a la racialización de los comicios: “¡El Cholo sí, el Chino no!”31.
30 Fujimori argumentaba que él todavía no había servido por dos períodos bajo la nueva constitu-
ción, porque había sido elegido cuando la anterior de 1990 estaba vigente.
31 A Toledo le decían “cholo”, una palabra que tiene una connotación tanto despectiva como
cariñosa, que describe el origen indígena en el proceso de convertirse en mestizo.
Reflexiono acerca de esta ironía: en el Perú Nicomedes Santa Cruz es una cele-
bridad nacional, pero sus artículos se están desintegrando en la Biblioteca Na-
cional. Aquí en Madrid, sus pertenencias están conservadas en una mansión
con muebles de madera exquisitamente tallados y con techos cubiertos de obras
de arte; sin embargo, las únicas personas que conocían su nombre eran biblio-
tecarios y archivistas. En el Perú es recordado como el líder del renacimiento
que peleó por la negritud peruana a través de la poesía, la música, el teatro
y el periodismo. En España sus programas de radio revelan su conocimiento e
interés en tantos otros países y sus historias musicales. Un estudioso devoto del
África, de España y del Perú, Nicomedes dejó muchos legados, algunos inten-
cionales y otros accidentales.
32 Pequeños grupos de poesía continúan cultivando el arte de las décimas. Por ejemplo, en la
década de 1990, Octavio Santa Cruz administraba una peña donde se reunían decimistas para
interpretar poesía y hacer competencias.
33 Correo electrónico de Rafael Santa Cruz a la autora, 25 de marzo del año 2003.
Estoy en el Perú desde hace una semana, vengo en un viaje exploratorio para
mi investigación y todavía no he visto una actuación en vivo de música y baile
afroperuanos. Esta noche iré a ver a Perú Negro, el grupo de folklore negro más
representativo aquí, que se presenta en el restaurante-peña Manos Morenas. He
tenido la oportunidad de escuchar discos de Perú Negro, pero nunca he visto el
baile que acompaña la música.
Llego a eso de las 9:45 para el show de las 10 de la noche. No hay casi nadie.
Todavía no he aprendido lo que significa la “hora peruana”, que hace que mu-
chos espectáculos empiecen casi dos horas más tarde. El hombre que encuentro
en la puerta, vestido de punta en blanco, me pregunta cuántos somos en mi
grupo. Cuando le digo que estoy sola me mira como diciendo: “No puede ser”;
entonces me toma el pelo y me dice: “No te creo”. Me conduce a una habitación
iluminada donde hay mesas puestas para grupos desde dos hasta veinte perso-
nas. Discretamente, me acompaña a la mesa más chiquita cerca del fondo de
la habitación.
Figura 4.1. Bailarines de Perú Negro. De izquierda a derecha: Fiorella Ayala, Percy
Chinchilla, Olga Gallardo, José Durand. (Colección de Perú Negro).
Cuando se pregunta por la música negra del Perú, la gran mayoría de pe-
ruanos nombra a Perú Negro, porque es la única compañía de música
y baile afroperuano que ostenta una historia continua de más de treinta
años de presentaciones. Perú Negro es toda una institución en el Perú y ser
miembro de este grupo ha sido por mucho tiempo la meta y sinónimo de
éxito para numerosos jóvenes negros. Por muchos años, como explica Juan
Carlos “Juanchi” Vásquez, ex miembro de Perú Negro:
Perú Negro era Perú Negro y punto. No había nadie más… O sea,
aquí en Lima las familias negras querían que sus hijos lograran un
nivel profesional, así tuvieran que jugar para el Alianza, para la se-
lección peruana o bailar en Perú Negro... Que juegue pelota o que
baile en Perú Negro. Así era (J. Vásquez 2000).
1 Velasco dio inicio a tres talleres artísticos a través de la Oficina Central de Información: música
de la costa, manifestaciones andinas y taller de la juventud. Perú Negro estaba encargado de la
enseñanza de la música negra de la costa sur en el primer taller y en la compañía se ganaba un
sueldo de 7,500 soles por persona, provisto por el gobierno (Izquierdo 2000).
Sin embargo, como observa Zoila Mendoza (2000), el folk peruano tam-
bién utiliza la palabra “folklore” para describir sus expresiones culturales.
Mendoza, quien estudió bailes rituales interpretados en la región del Cuz-
co, escribe que al principio a ella le sorprendió que los lugareños describie-
ran sus presentaciones y fiestas como “folklore”. Antes de su experiencia en
el Cuzco, Mendoza entendía por “folklore” solo el proceso a través del cual
las élites nacionales y regionales estilizaron y descontextualizaron las artes
locales, convirtiéndolas en emblemas de identidad que promueven este-
reotipos negativos. De hecho, su primer pensamiento fue que los artistas
locales utilizaban la palabra “folklore” para simplificar sus explicaciones en
su beneficio. “Sin embargo –escribe Mendoza–, había pasado por alto que
como parte de ese proceso, los ejecutantes de las formas expresivas andinas
habían ganado nuevos espacios y un reconocimiento a sus esfuerzos crea-
tivos. En una contradicción parecida, la folklorización les había brindado
los medios con los cuales volver a trabajar y cuestionar los valores sociales y
estereotipos promovidos por dichas élites” (2000: 237-238).
¿Cómo fue seleccionado Perú Negro para ser el vehículo del proceso de
folklorización auspiciado por el Estado? ¿Qué factores moldearon las ac-
2 Curiosamente, mientras la mayoría nombra a cuatro hombres como fundadores de Perú Negro,
cuando en el año 2005 se los mencioné a Mónica Dueñas, la nuera de Ronaldo Campos y vo-
calista principal de Perú Negro, ella agregó que tres de las bailarinas: Esperanza Campos, Pilar
de la Cruz y Sara de la Cruz, también eran fundadoras. La lista completa de los miembros del
grupo original de la compañía Perú Negro incluye a: Ronaldo Campos (cajón y bailarín), Lin-
der Góngora (primera guitarra), Isidoro Izquierdo (segunda guitarra), Orlando Soto (quijada
y cencerro), “Caitro” Soto y Lucila Campos (voces) y los bailarines Esperanza Campos, Pilar
de la Cruz, Sara de la Cruz, “Lalo” Izquierdo, Rodolfo Arteaga y Víctor Padilla. La primera
generación de la compañía también incorporó pronto a Eusebio “Pititi” Sirio (cajón y bailarín),
Guillermo “El Niño” Nicasio (congas), Julio “Chocolate” Algendones (bongó) y los integrantes
del coro Sonia de la Cruz, María Laguna, Elizabeth Carrillo, Gilberto Bramón, Felipe Carrillo
y Manuel Donayre.
Venimos del Perú. Nuestro país, sin embargo, no tiene límites ni fron-
teras. Nuestra sangre es el África. Nuestro lenguaje, la danza. Venimos
a contarles nuestra historia: cadenas, sangre y viento. Empezaremos
con una danza africana, que los padres primeros bailaban en la tierra
primera, al aire de una vida libre… (citado en Gibson 1969: 36).
Este baile de apertura se llamó afro y fue descrito en Caretas como una
“frenética danza”. Un conjunto de pura percusión (cajones, congas, cen-
cerros y bongó) interpretó patrones ostinato interconectados. Con este
acompañamiento, seis bailarines (tres hombres y tres mujeres) presentaron
un drama coreografiado, empezando con gestos lentos y concluyendo con
vigorosos encuentros de cuerpos agitados. Según Caretas: “Rolando Arte-
aga… la concluyó con eróticos y primitivos espasmos pélvicos, entrando a
un trance tribal” (Gibson 1969: 36)3.
Sin embargo “Lalo” Izquierdo, fundador de Perú Negro, aclara que este
baile no representa un trance, más bien evoca las degradaciones que tuvie-
ron que soportar los esclavos negros en el Perú:
3 Este baile no era igual al afro representado por Teresa Mendoza Hernández en la obra teatral
Zanahary de Victoria Santa Cruz. Mi descripción del acompañamiento musical y de la coreo-
grafía se basa en parte en presentaciones más tardías del baile afro hechas por Perú Negro y
descritas por “Lalo” Izquierdo.
“El alcatraz” (figura 4.4), revivido por Victoria Santa Cruz y popularizado
por Perú Negro, es un baile que se dice lo representaban los esclavos durante
sus horas libres. Comúnmente se cree que la palabra “alcatraz” (pelícano) es
una distorsión de la palabra “alcartaz” (cucurucho de papel). Los bailarines se
sujetan una especie de “colita” de papel en sus traseros y cada bailarín trata de
quemarle la “colita” a su pareja con una vela encendida que lleva en la mano,
mientras que esta gira moviendo el trasero y contoneándose vertiginosamen-
te para evitarlo y tratando de apagar la vela que la persigue. Según el juego,
si el hombre llega a quemarle la colita a la mujer, ella le pertenece. El género
está musicalmente caracterizado por un patrón de cajón parecido al festejo y
por la letra de la canción que describe el baile. Además del cajón, el acompa-
ñamiento musical incluye típicamente dos guitarras y otros instrumentos de
percusión como las congas, huiros y/o quijada.
Después del emocionante alcatraz, Lucila Campos volvió para cantar una
melodía que se convertiría en un clásico de Perú Negro: “El payandé”4. Por
lo general se cree que esta balada tipo habanera, que lamenta la amargura
de la esclavitud, describe la experiencia de los esclavos en el Perú. Irónica-
mente el tema fue compuesto originalmente en el siglo XIX (con una letra
un poco diferente), pero no por esclavos afroperuanos o sus descendientes,
sino por dos criollos blancos de clase alta (León Quirós 2003: 50-54).
Después de “El payandé” venía un zapateo, seguidamente un género de
4 El payandé es un árbol que crece en Colombia (donde había nacido uno de los compositores).
Después del lento pregón, Perú Negro presentó un alegre festejo seguido de
una zamacueca y de un tondero, baile de pareja típico de la costa norte rela-
cionado con la zamacueca. Finalmente La tierra se hizo nuestra concluyó con
otro afro, reforzando así el mensaje del programa impreso de Perú Negro:
Algunos dicen que Ronaldo Campos tocó cajón y zapateó siendo niño aún,
otros cuentan que aprendió a bailar y a zapatear en la compañía Pancho Fie-
rro, bajo la tutela de Porfirio Vásquez. Mientras unos califican la actitud de
Ronaldo hacia el folklore afroperuano como “conservadora”, generalmente
están de acuerdo en señalar que fue un cajonero talentoso y que sus innova-
ciones rítmicas son guías definitivas para la mayoría de estilos afroperuanos.
Campos fue director de Perú Negro desde la fundación de la compañía hasta
su muerte en el 2001, cuando la dirección pasó a su hijo Rony.
Izquierdo trabajó con Perú Negro como primer bailarín y coreógrafo du-
rante la década inicial del grupo. En 1978 dejó el Perú y se fue a Venezue-
la, donde continuó sus investigaciones sobre la diáspora musical africana.
Estudios más avanzados lo llevaron a Trinidad y Tobago, Curazao y Aruba.
Regresó al Perú en 1993 y fue contratado para enseñar en la Escuela Na-
cional de Folklore.
Aunque él mismo no era negro, César Calvo dotó a los programas de Perú
Negro de un espíritu poético de negritud transnacional. Como narrador,
en un típico programa, Calvo entretejía explicaciones del folklore afrope-
ruano, de elementos religiosos de los rituales de adoración a los ancestros
provenientes del África Occidental, y escritos de poetas de la négritude.
Por ejemplo, en el espectáculo Navidad negra de la década de 1970, Calvo
entrelazó los textos de Aimé Césaire, poeta de la Martinica y fundador de
la négritude, con la historia de Jesús. La trama giraba en torno a un Cristo
negro niño y conectaba el tema de la navidad negra con las prácticas cu-
Como se hizo notar en el capítulo 1, Juan Criado empezó a bailar festejo con
la cara pintada de negro en las décadas de 1940 y 1950, y sus números con ese
disfraz ocuparon un lugar destacado en el espectáculo que presentó la com-
pañía Pancho Fierro en 1956, dándole un cierto aire artificial a esa primera
presentación pública de “auténtica negritud” en los escenarios peruanos. La
pantomima continuó con las actuaciones de Calvo con la cara pintada de
negro en las presentaciones de Perú Negro en la década de 1970.
Ya que los artistas del renacimiento afroperuano, desde Pancho Fierro has-
ta Perú Negro, buscaron revalorar la cultura negra, a algunos lectores les
parecerá incongruente este recurso5. Sin embargo, es importante recordar
que nunca ha habido una protesta clamorosa en contra de él como una
forma de racismo en el Perú, y que los usos peruanos de la cara pintada
de negro típicamente han sido ocurrencias aisladas más que parte de una
tradición organizada comparable al minstrelsy en los Estados Unidos, con
las posibles excepciones de los cómicos personajes teatrales negros en los
dramas coloniales españoles y de los bailes de negritos en las comunidades
indígenas de la sierra. Cuando en 1988 un (aparentemente) actor blanco
con la cara pintada de negro tuvo el papel principal en Matalaché, la mini-
serie peruana para la televisión, basada en una famosa novela ambientada
en los tiempos de la esclavitud en el Perú (López Albújar [1928] 1991),
pocas voces se alzaron en protesta (ver R. Santa Cruz 1988). Igualmente,
en mis entrevistas con músicos afroperuanos, incluyendo a ex miembros
de la compañía Pancho Fierro y de Perú Negro, quienes comentaban el uso
de la cara pintada de negro por Calvo o Criado lo hicieron con una sonrisa
y una risotada, como si hubiese sido una costumbre divertida. De hecho,
5 Solo en tiempos recientes la cara pintada de negro en espectáculos públicos ha adquirido con-
notaciones racistas en los Estados Unidos. En la década de 1920 era aceptado públicamente
que actores como Al Jolson aparecieran así en algunas películas de Hollywood (que también se
hicieron populares en el Perú).
Los patrones del cajón que identificaron a cada género –muchos de los
cuales habían sido creados por Ronaldo Campos en los grupos de Nicome-
des y Victoria Santa Cruz en la década de 1960– también se estandarizaron
durante los primeros días de Perú Negro. Con una “personalidad” rítmica
básica definida más claramente para cada género, Perú Negro creó arreglos
cada vez más complejos de los clásicos del renacimiento afroperuano. En
algún momento, un solo de cajón –a veces con cencerro y bongó– tam-
bién se instituyó a la mitad de algunas piezas musicales, evocando así otras
músicas afrolatinas que exhiben solos de tambores. Mientras tanto, ciertos
patrones de rasgueo de guitarra fueron reemplazados por figuras solistas y
más elaboradas que recordaban los estilos criollos de la guitarra (ver León
Quirós 2003: 169-170, 174).
Rafael Santa Cruz señala que todo baile afroperuano está en deuda con
la coreografía de Victoria Santa Cruz, quien entrenó a los fundadores de
Perú Negro (2000a: 181). Sin embargo, esta compañía llevó el baile afro-
peruano hacia una nueva dirección en la década de 1970 con su perdurable
canon de coreografías escenificadas. Ante la falta de un apoyo público para
el folklore nacional después de la caída del régimen militar, no se creó (ni
recreó) virtualmente ninguna nueva coreografía en las décadas de 1980 y
1990. Como resultado, casi todas las compañías de bailes afroperuanos
representaban aquellos creados o estilizados por Perú Negro en la década
de 1970. Por lo tanto, es importante entender cómo Perú Negro desarrolló
estos modelos de actuación en primera instancia.
Hacíamos un viaje, todos juntos, todos los que querían ir. Se intere-
saban tanto las chicas como los muchachos. Ellos se estaban descu-
briendo a sí mismos. Porque el contacto con Pepe Durand, Chabuca
Granda –toda esa gente después de todo no era negra– les dio la idea
de que ellos tenían una procedencia y una historia… Íbamos para allá
Los lectores recordarán que “Samba malató” fue grabada por primera vez
para el álbum Cumanana de Nicomedes Santa Cruz en 1964, y que su
olvidada coreografía fue recreada por Victoria Santa Cruz en la década de
1960. Como se señaló en el capítulo 2, no es claro hasta qué punto la co-
reografía de Victoria Santa Cruz se diferenció del “Baile de las lavanderas”
que Perú Negro (y virtualmente cada uno de los grupos de baile afrope-
ruano) interpreta con la “Samba malató”. Independientemente de quién
originó la coreografía, Perú Negro fue el que la popularizó.
hay una canción que canta “la lavandera”, que tiene una parte en
lengua yoruba… “a la mucurú”. Eso obviamente no tiene nada que
ver con la negra lavando ropa, pero dado que suena bien como con-
tenido melódico ha sido ubicado allí sin saber los resultados (Iz-
quierdo 2000).
Para sus coreógrafos y para muchos otros espectadores, el “Baile de las lavan-
deras” dignifica el trabajo y la belleza histórica de las negras en el Perú. Efec-
tivamente, la imagen de estas lavando ropa ha aparecido a lo largo de todo el
renacimiento afroperuano como un símbolo de sus roles “detrás del escenario”
en la historia peruana. Estas lavanderas no solo eran empleadas domésticas o
esclavas, sino también esposas y madres negras que pasaban sus días realizando
quehaceres domésticos para sus familias. “Lalo” Izquierdo explica:
Así, las bailarinas lavanderas de “Samba malató” son en parte mujeres ten-
tadoras, en parte sirvientas y son aplaudidas por su alegre complicidad en
ambos roles. Pero ellas también representan a las mujeres reales que plan-
tearon los fundadores de Perú Negro: negras cuyo trabajo y sabiduría de-
trás del escenario ha sido invisible y no celebrado durante mucho tiempo.
Como escribe Javier León: “el espacio ambiguo que es ocupado por estas
reconstrucciones coreográficas del landó, con sus múltiples lecturas, equi-
vale al lugar igualmente ambiguo que ocupa el baile entre el pasado y el
presente, lo premoderno y lo moderno, la herencia africana y la actualidad
peruana” (León Quirós 2003: 229).
7 Toda la letra del “Canto a Elegua” ha sido transcrita fonéticamente del video (Perú Negro
1979).
Las voces solistas interpretan tres versos, a los que el coro responde en forma
de eco. El acompañamiento rítmico no cambia hasta que se completa el
tercer verso, cuando el tempo se acelera y entran los cajones con un patrón
rítmico diferente.
Los solistas entregan esta letra con una gran convicción emocional. Los
bailarines al principio están contenidos: las mujeres sentadas en el suelo
con las piernas cruzadas y los hombres parados detrás de ellas, todos reali-
zando movimientos de manos rítmicamente sincronizados que hacen señas
hacia el cielo. Mientras los cantos se intensifican, las bailarinas se levantan
Campana
Bongó
Congas 2-3
Conga 1
V.
Cb.
B.
C. 2-3
C. 1
Notas de la transcripción
Bongó x notas en línea superior: Golpe en la membrana de sonido
agudo.
Notas redondas en línea inferior: Tono en la membrana de so-
nido grave
Congas 2-3 Un solo ejecutante toca alternamente las congas de sonido
alto (espacio superior) y medio (línea media e inferior) con
manos separadas.
X cabeza de notas: golpes para marcar el tiempo
cabezas de notas: golpes de tono abierto.
cabezas de notas: golpes de tono de bajo (palmas en el
centro del tambor)
La baja calidad del sonido hizo de esta parte difícil de trans-
cribir; La he reproducido lo mejor que he podido utilizando
otra grabación con fines comparativos (L. Campos (década
de 1970) s.f.).
8 Los tres versos nombrados, en melodías y acompañamientos similares (arreglados para varios
tipos de grupos de tambores), pueden oírse en muchas grabaciones cubanas y brasileñas (por
ejemplo Grupo Afrocuba de Matanzas 1993; Spiro y Lamson 1996; Varios artistas 1998d). El
primer verso (transcrito en la figura 4.12) también es similar a una grabación de campo de 1939
de la música de la religión shangó en Trinidad hecha por Melville y Frances Herskovits y que
ha sido reeditada en CD (Varios artistas 1998c). La letra de estos tres versos puede compararse
con transcripciones de textos litúrgicos de la santería (Fatunmbi s/f; Mason 1992: 72). Hasta
ahora ninguno de los practicantes o estudiosos de la música orisha a quienes he contactado han
reconocido el canto de apertura.
9 Esta observación fue hecha por Kevin Delgado, un etnomusicólogo y especialista en la música
religiosa afrocubana, después de ver el video de “Canto a Elegua”.
10 Benetín “Benny” Bustillo era el director de la Havana Cubans Orchestra. Anteriormente había
trabajado con el conjunto de Arsenio Rodríguez en Cuba. Bustillo era un trompetista afrocuba-
no de Guines, Cuba. Es posible que “El Niño” también haya sido originario de Guines (algunos
peruanos dicen que había nacido en Guinea, África). David García me ayudó a reconstruir los
hechos en su entrevista con Raúl, el hermano de Arsenio Rodríguez.
11 No sé si “El Niño” era realmente un practicante de santería.
¿Será que “Canto a Elegua”, tal como lo interpreta Perú Negro, es música
encubierta del Atlántico Negro? ¿O es que la historia y el significado es-
pecial que ha adquirido en el Perú la hacen peruana? Típicamente, Perú
Negro interpreta “Canto a Elegua” para un público de turistas y peruanos
blancos de la clase alta. Generalmente no se presenta ni se explica la can-
ción, dejando la impresión (ya sea estratégica o accidental) de que es parte
del patrimonio peruano. Y efectivamente, mientras mi historia reconstrui-
da revela que “Canto a Elegua” no fue traído directamente del África al
Perú, cuando es visto desde la perspectiva estratégica que designa al Pacífico
Negro como una periferia del Atlántico Negro, “Canto a Elegua” pertenece
ahora al folklore afroperuano. La versión cubana no es igual a la peruana,
y esta revisa y reinventa la cultura transnacional del Atlántico Negro, aun
cuando se apropia de ella y la indigeniza. Es precisamente porque no tiene
un contexto ritual en el Perú que “Canto a Elegua” es tan significativo para
los fundadores de Perú Negro, porque representa el patrimonio africano
perdido que ellos conservan mediante la puesta en escena y el pasado que
quieren recuperar.
Los festejos interpretados por los principales grupos de las décadas de 1950
y 1960 (Gente Morena de Pancho Fierro 1964; N. Santa Cruz y Cumana-
na [1964] 1994; Varios artistas 1998b) exhibieron coros armonizados y un
equilibrio de atención entre la guitarra, las voces y el cajón y/o la quijada.
Ciertamente, algunos sostienen que el festejo anterior a la década de 1940
sobrevivió solamente como melodías cantadas con el acompañamiento de
guitarra y que el cajón fue introducido posteriormente (como se señala en
el capítulo 3, la grabación del festejo “No me cumbén” que hizo Cumana-
na en 1964 no incluía cajón). En los festejos de Perú Negro, el cajón –un
nuevo símbolo de la negritud peruana– gradualmente llegó a dominar a la
guitarra como el foco de la atención musical.
Además de realzar el rol del cajón, tal como se afirmó anteriormente, Perú
Negro también estandarizó el uso de los tambores y de los instrumentos
de percusión afrolatinos como parte del folklore negro peruano (con la
ayuda de “El Niño” y de “Macario”). El ex guitarrista de Perú Negro, Félix
Casaverde, observa:
[Antes de Perú Negro] era… mucho más lento. ¿Por qué era más len-
to? Porque era para gente grande. Pero de los setenta para acá, cuando
proliferan las peñas, crece la demanda de la gente por extrovertirse y
bailar, y hacerlo cada vez más rápido. Más rápido porque no se sabían
mover y es más fácil hacerlo cuando es rápido, entonces pedían que se
tocara más rápido. Las bailarinas que hacían los shows de estas danzas,
en tres, cuatro, cinco peñas cada noche, no querían cansarse y pedían
que las cosas fueran más rápidas para poder moverse mecánicamente.
Por eso vemos ahora a las niñas que parecen maquinitas, “taca, taca,
taca”, bailando en los concursos (Casaverde 2000a).
Existen muy pocos landós que se pueden considerar como parte del “au-
téntico” patrimonio musical afroperuano. “Samba malató” fue el primer
landó reconstruido en la década de 1960 (ver los capítulos 2 y 3). Un
segundo landó, “Samba landó”, fue recolectado y reconstruido por Perú
Negro en la década de 1970, sobre la base de lo que William Tompkins
(1981) describe como un baile de pareja “sexualmente provocador”, in-
terpretado por la gente negra mayor en El Guayabo, Chincha, durante la
Por esta época aumentaron en Lima las peñas comerciales, lo que condujo a la
difusión de los estilos folklóricos de Perú Negro entre un público mucho más
amplio. A principios del siglo XX habían surgido, en la capital, centros mu-
sicales de barrio como núcleos de reunión donde se congregaban los criollos
de la clase trabajadora. En la década de 1970, algunos de estos centros mu-
sicales se convirtieron en peñas organizadas. Después de que se introdujeron
elementos comerciales (como la venta de comida y bebidas o las cuotas de
membresía) a inicios de dicha década, la de 1980 fue testigo de la propagación
de peñas comerciales al estilo discoteca. Por lo general estas eran adminis-
tradas por un propietario más que por sus miembros, pero muchas trataron
de mantener las características tradicionales –participación, espontaneidad y
nacionalismo– que tenían las peñas sociales exclusivas para asociados (Braca-
monte-Bontemps 1987: 253). Así, ya que generalmente una peña comercial
está abierta a cualquiera, es típico que se le pida a los espectadores que canten
o bailen en algún momento de la noche, y la música así como el ambiente
promueven un fuerte sentido de peruanidad o de identidad nacional.
Así, tal como los peruanos que asistieron al primer espectáculo del “folklo-
re negro” de la compañía de José Durand, el público de turistas de Perú
Negro en Lima se da cuenta –a menudo por primera vez– de que el Perú
tiene una población negra con tradiciones culturales distintas. En vista de
que muchos de los bailes folklorizados de Perú Negro enfatizan descripcio-
nes de africanos esclavizados, que no han cambiado mucho desde la década
de 1970, ellos construyen una imagen de negritud muy específica para sus
audiencias y para los peruanos en general. Un músico peruano recuerda:
14 En el año 2000 Perú Negro revivió a Perú Negrito y la nueva compañía de los más jóvenes
incluyó a los hijos de Rony Campos y de otros miembros adultos de Perú Negro.
Hasta cierto punto, esto también es cierto para la música; Rony Campos
ha escrito algunas canciones nuevas para Perú Negro, pero generalmente la
compañía presenta el mismo repertorio estándar que estilizó en la década de
1970. En efecto, la mayoría de grupos afroperuanos repite el canon ad infi-
nitum, variando solo los arreglos. Este fenómeno de repetición es exacerbado
por el reclamo de los integrantes de Perú Negro respecto a que los grupos
que se desprendieron de ellos realizan copias exactas de la coreografía y de los
arreglos musicales creados en la década de 1970. Debido al problema de las
“copias”, Perú Negro guarda celosamente su coreografía. Pese a su importan-
cia, el grupo ha sacado muy pocos discos en el Perú y generalmente rechazan
las solicitudes para grabar el sonido o registrarlos en video.
15 Dos o tres soles era el equivalente de casi setenta y cinco centavos de dólar en el 2000.
Con la llegada del nuevo milenio, Perú Negro mostró signos de un rena-
cimiento creativo. La compañía empezó a coreografiar nuevos bailes y
a representar canciones recién compuestas que propiciaban el orgullo y
la conciencia racial (todavía muy en el estilo que Perú Negro popularizó
durante el renacimiento), mientras continuaba presentando su tradicional
La leyenda de Chincha
Diarios de viaje. El Carmen (Chincha), 1998 y 2000: De visita donde
los Ballumbrosio
He estado en Lima durante diez días y todas las personas que encuentro me
dicen que los orígenes de la música y el baile afroperuanos se encuentran en
la zona rural de Chincha. Entonces salgo para allá y cuando llego todos me
dicen que si quiero aprender sobre la música afroperuana tengo que visitar a
don Amador Ballumbrosio y familia. Ellos viven en el distrito de El Carmen,
una pequeña población chinchana donde la gran mayoría es negra, los caminos
son de tierra, cuenta con muy pocos servicios básicos y tiene la reputación de
ser la cuna del folklore afroperuano. El Carmen está conectado a la carretera
Panamericana por un largo camino de tierra lleno de baches que termina en
la plaza de armas del pueblo. La pared de concreto que señala la entrada está
pintada con un mural que atrae al visitante y donde se lee: “Bienvenidos al
distrito de El Carmen, cuna y capital del arte negro del Perú” (figura 5.1).
Después del festejo, las niñas me enseñan el landó. Pareciera que hacen exac-
tamente los mismos pasos que yo acabo de aprender como festejo. Lo único que
ha cambiado es el acompañamiento del cajón. Estoy confundida, yo pensaba
que el festejo y el landó eran bailes diferentes. Cuando termino la clase de baile
trato de entrevistar a Maribel, haciéndole preguntas acerca de los bailes que
practicamos y sus ritmos asociados. Ella me da respuestas breves que no me
aportan mucho y yo abandono el esfuerzo para pasar el resto de la tarde con-
versando con ella y con los niños.
Empieza la función con un breve número teatral en el que participan los niños
del lugar. Los de piel más clara y los que no son negros interpretan los roles de los
dueños de la hacienda y los de piel más oscura o negra personifican a los esclavos.
Conforme se desarrolla la trama, a los niños que hacen de esclavos los azotan por
su mal comportamiento y la multitud lo celebra bulliciosamente. El resultado de
La fiesta continúa y los niños Ballumbrosio bailan su versión del festejo. Las ni-
ñitas en blusitas escotadas, falditas haciendo juego y descalzas se mueven y agitan
sus cuerpos mientras los niños tocan cajón (figura 5.2). Lo que sigue del festival
es música salsa en vivo interpretada por artistas de Lima1. El sistema de sonido es
tan estruendoso que siento que mis oídos van a explotar antes de que termine la
noche. Me es casi imposible entender las palabras que se dicen al micrófono, sobre
todo por mi castellano todavía imperfecto.
1 Yo había tenido una experiencia similar la semana anterior cuando asistí al Festival del Arte Negro
que se realiza cada año en la ciudad de Cañete, aledaña a la de Chincha, también famosa como
“cuna de la música negra”. Llegué al pueblo el primer día del festival, solo para enterarme de que
la música estaba programada para el siguiente fin de semana. El día del concierto cometí el error
de llegar al anfiteatro justo a tiempo (ocho en punto de la noche). Esperé en la parte exterior casi
vacía del anfiteatro por tres horas. Finalmente, alrededor de las once de la noche los técnicos em-
pezaron a armar el escenario y a probar el equipo de sonido. Un hombre viejo tocaba el cajón al
fondo del anfiteatro. Observé cómo traían al escenario una batería, congas y varios amplificadores
y empecé a preguntarme, descorazonadamente, qué tipo de música irían a tocar. El sistema de
sonido era típico de los que se encuentran en el Perú y tomó dos horas para llegar a un funciona-
miento aceptable. Finalmente, a eso de la una de la madrugada, una banda de adolescentes subió
al escenario. El guitarrista tocó la primera cuerda y la banda se lanzó con el tema de Al Stewart
“The Year of the Cat” (1976). Sintiéndome una tonta, cansada y frustrada, salí del teatro lanzán-
dole una mirada nostálgica al hombre viejo que seguía tocando el cajón en las gradas. Más tarde
supe que la única música afroperuana del Festival de Arte Negro de Cañete estaba programada
para el último fin de semana cuando, irónicamente, un grupo de artistas afroperuanos sería traído
desde Lima para presentarse en esta típica y famosa población rural.
Más de dos años después y, luego de varias visitas, regreso a El Carmen para
Navidad, y me alojo en la casa de los Ballumbrosio. Algunos de los hijos de don
Amador y doña Adelina han llegado de España, de Illinois (USA) y de Lima
para las fiestas, acompañados de sus esposas, hijos y amigos. Dormimos cuatro,
cinco y seis en un mismo cuarto. Varios de los Ballumbrosio duermen sobre
petates, en el suelo duro de la sala, para dejar espacio a los visitantes. Nos tur-
namos en la mesa para comer. Los visitantes de la casa incluyen a un fotógrafo
belga que está preparando una exhibición de fotos sobre la cultura afroperua-
Aunque Chincha fue “descubierta” por primera vez por los artistas del re-
nacimiento, los investigadores pronto se dieron cuenta de que era la fuente
de muchas de las canciones y de los bailes que se presentaban en el escena-
rio como folklore urbano. Como resultado, empezando a fines de la década
de 1970, los investigadores llamaron la atención del público acerca de la
condición de Chincha como el lugar de origen de la música del renaci-
miento urbano. Por ejemplo, el etnomusicólogo norteamericano William
Tompkins visitó la ciudad a fines de la década de 1970 y documentó sus
tradiciones en su tesis (1981). Tompkins cotejó el landó urbano reinven-
tado del renacimiento afroperuano con el landó basado en la comunidad
de la población chinchana de El Guayabo, señalando que el baile de El
Guayabo era el prototipo de la versión escenificada con fines comerciales
por Perú Negro (1981: 298-299). Más tarde Tompkins incluyó una des-
cripción de las tradiciones chinchanas navideñas (que habían sido llevadas
al escenario por los artistas urbanos del renacimiento) en un artículo en
The Garland Encyclopedia of World Music (1998). La tesis de la musicólo-
ga peruana Chalena Vásquez acerca de la música de la fiesta de Navidad
chinchana, sobre la base de sus observaciones y grabaciones de los ensayos
especialmente escenificados para ella por la familia Ballumbrosio en 1979,
se convirtió en un libro premiado (R. Vásquez Rodríguez 1982).
La introducción del libro de Vásquez demuestra la clara línea que ella traza
entre lo espontáneo (la danza de negritos de Chincha) y lo comercial (los
grupos folklóricos del renacimiento):
2 Aunque generalmente los antropólogos consideran que ellos trabajan donde los turistas juegan,
algunos reconocen que en realidad su comportamiento a menudo se parece al de los turistas
(ver Bruner 1995; Bruner y Kirshenblatt-Gimblett 1994; Clifford 1997a; Crick 1985; Erring-
ton y Gewertz 1989; Kirshenblatt-Gimblett 1998; Lévi-Strauss [1955] 1977; Pi-Sunyer 1981;
Smith [1989b] 1995).
A diferencia del retrato que hace Adorno sobre los museos como “mauso-
leos” donde los objetos van a morir ([1967] 1995: 175), esta exhibición
viva de las tradiciones heredadas de Chincha consiguió el doble propósito
de apoyar la resistencia de los legados africanos en el Perú y presentarlos
in situ para los turistas. Estas exhibiciones son tácticas comunes orientadas
al turismo en un mundo en el cual, como sugiere Barbara Kirshenblatt-
Gimblett: “países completos se comercializan a sí mismos como ‘el museo
al aire libre más grande del mundo’”, ofreciendo una especie de intimi-
dad que no está presente en un verdadero museo, ya que enmarca la vida
real como “una imagen de sí misma” para la mirada del turista (1998:
131-144). Esta técnica tiene sentido en el Perú, un país rico en tesoros
históricos y arqueológicos pero pobre en recursos con qué conservarlos
y exhibirlos. En Chincha, el patrimonio cultural africano de la nación se
puede visualizar fácilmente, costándole muy poco o nada a la industria del
turismo o al gobierno.
Para cuando llegué (una más de las turistas académicas con grabadora en
la mano) por primera vez al escenario concreto en 1998, Chincha era el
centro legendario del patrimonio musical negro y una atracción turística
en pleno desarrollo. Todos los marcadores que la identificaban como la
cuna de la música afroperuana y como un importante destino turístico
estaban en su lugar. En mis entrevistas con músicos afroperuanos urbanos,
Así, tal como relata este capítulo, aunque la creación y promoción de Chin-
cha como lugar de interés turístico para los buscadores de los orígenes de la
cultura afroperuana es, en muchos sentidos, un clásico caso de la autentici-
dad escenificada de MacCannell, es también un ejemplo de la hibridación
de lo tradicional y lo moderno de García Canclini. En otro nivel, la leyenda
de Chincha puede ser percibida como un espectáculo teatral postmoderno
de post-turismo (Feifer 1986; Urry 2002), coproducido por investigadores,
artistas del renacimiento, turistas y residentes de Chincha, en el cual los “tu-
ristas” y “nativos” algunas veces se intercambian los papeles. En su rol de
coproductores, como los “ex primitivos” de Dean MacCannell, los residentes
Chincha está ubicada en la costa del Perú, a unas dos horas por carretera
al sur de Lima. En la provincia de Chincha existe un distrito homónimo
relativamente moderno3. Unos veinte minutos más al sur, sobre la carre-
tera Panamericana, un camino sin asfaltar conduce tierra adentro a varios
pequeños distritos donde se asentaron poblaciones negras después de la
abolición de la esclavitud, y donde siguieron desarrollando trabajos agrí-
colas. Los distritos de El Carmen, San Regis, El Guayabo y San José son
conocidos por su alta concentración de residentes negros, de tradiciones
musicales y folklóricas, así como por su estilo de vida rural. Los caminos
no están afirmados y la mayoría de residentes carece de instalaciones sani-
tarias y telefónicas. En muchas partes, el agua se acarrea diariamente desde
el tanque comunal. Sin embargo, las familias se cuidan unas a otras y el
costo de vida es menor que el de las ciudades.
Para los turistas y personas que llegan por primera vez a Chincha, la casa
de la familia Ballumbrosio es un paradero obligatorio como parte de la
gira por la auténtica cultura negra del lugar. De hecho, muchos grupos de
turistas que pasan en ruta desde Machu Picchu hacia Lima, organizan una
visita a Chincha en el camino para disfrutar de la música afroperuana (y
a veces de la cocina). Los ómnibus de turistas llegan a la puerta de la casa
de la familia Ballumbrosio a horas específicas, que las agencias de viaje
en Lima han coordinado y contratado anticipadamente con Maribel. Los
turistas se sientan en bancas alrededor del perímetro de la sala y los varones
tocan cajón mientras que las niñas, con falditas y sostenes amarrados al
cuello y tachonados con brillos y cintas, entran bailando a la sala. Siempre
presentan el ritmo del festejo y las niñitas sonríen y bailan con gran ener-
gía. Los turistas se maravillan de la habilidad y agilidad de las niñas, pero
Como señalan Erik Cohen (1988) y Valerie Smith ([1989a] 1995), la na-
turaleza del impacto turístico en la cultura local varía dependiendo del tipo
de turistas involucrados. ¿Quiénes son los turistas que visitan a los Ballum-
brosio? ¿Por qué están allí? ¿Qué clase de mirada turística (Urry 2002) le
echan a Chincha? Hay tres tipos de turistas que tienden a visitar a la fa-
milia Ballumbrosio: (1) turistas académicos o artísticos del Perú y de otras
partes del mundo que desarrollan relaciones con la familia (por ejemplo
César Calvo, Perú Negro, Chalena Vásquez y yo); (2) fiesteros de Lima que
dejan atrás sus quehaceres citadinos y que asisten a los infames festivales
de fines de semana de Chincha donde toman mucho, bailan toda la noche
4 En una presentación a los turistas que yo presencié en el año 2000, la familia Ballumbrosio
ganó siete dólares de propina de parte de unos treinta y cinco turistas. Para poner esto en
perspectiva, un almuerzo de tres platos en un restaurante del barrio en ese momento costaba
aproximadamente setenta y cinco centavos de dólar.
5 Seleccionar a ciertos agentes culturales como representativos de toda su cultura es un fenómeno
común en el turismo. Edward Bruner y Barbara Kirshenblatt-Gimblett (1994) describen un
proceso parecido mediante el cual los masai que actúan para los turistas en el Rancho Mayers
de Kenya han sido construidos por el mundo externo como “los” masai, porque ellos han acce-
dido a ser fotografiados y por lo tanto son los que aparecen en la mayoría de postales y en otras
imágenes públicas de la gente masai.
Como todos los tipos ideales estas categorías pueden yuxtaponerse. Sin
embargo, estos tipos de turistas generalmente pueden ser identificados por
el lugar en el que se alojan y la duración de su visita. Cuanto más tiempo
se queden los turistas en Chincha y más se aventuren fuera del “decorado”
turístico, más probable será que vean los signos apenas disimulados de
la “construccionalidad” de las representaciones escenificadas de la ciudad.
Los tipos académicos y artísticos se quedan en casa de los Ballumbrosio; los
fiesteros de Lima se amanecen bailando y toman un ómnibus de regreso a
Lima o aprovechan de los hoteles y hostales en el distrito de Chincha; los
turistas viajeros no se quedan a dormir (solo bajan de su ómnibus turístico
en la casa de los Ballumbrosio y se van una vez que termina la función) o
se alojan en el cómodo y elegante hotel de la Hacienda San José, ubicado a
diez minutos de la entrada a El Carmen.
6 Según Adelina Ballumbrosio la palabra huanchigualo alude a una muñeca que se utilizaba en el baile.
7 De acuerdo con Tompkins el Ño Carnavalón era una imagen antropomórfica del patrón del Car-
naval. Se hacía desfilar la figura por todo el pueblo, seguida de “plañideras”, una “viuda” sollozante
que recolectaba dinero para ayudarse con los gastos “del entierro” (este dinero apoyaba las festivi-
dades) y un “notario público” que leía un testamento inventado. La figura del Ño Carnavalón era
tirada al mar o quemada inmediatamente antes de la yunza (Tompkins 1981: 351-352).
Huanchigualito, huanchigualo
Para amante, solo yo
Cuando yo me recordé
Era tuerta y rocachita
Huanchigualito, huanchigualo
para amante, solo yo
Después de que se cantan algunos versos de este tipo, los músicos cambian
el ritmo y aumentan el tempo mientras una pareja baila en el medio del
círculo. Tompkins observó festejos, marineras y otros bailes de la costa en
esta parte de las yunzas en la década de 1970, y a la musicóloga Chalena
Vásquez le dijeron los residentes de El Carmen a fines de esa misma década
que los bailes de pareja pueden incluir la marinera, el tondero, el toro mata
y otros “ ‘bailes de cintura’ considerados ‘indecentes’ por los entrevistados”
(Vásquez Rodríguez 1982: 63). Los versos cantados durante estos bailes
con frecuencia eran sexualmente sugestivos (Tompkins 1981: 358).
Después de que se tumbó el árbol, la yunza fue seguida de una fiesta bailable
con música amplificada tocada por un disk jockey, y se vendió licor durante
toda la noche. Salsa, diferentes estilos de música popular peruana (especial-
mente cumbia andina) y rap norteamericano se escucharon hasta que salió el
sol al día siguiente. Los adultos bailaban y tomaban mientras que los niños
se mezclaban entre las ramas del árbol buscando tesoros caídos.
Hice una grabación de la yunza y después les enseñé mi video a los miem-
bros de la familia Ballumbrosio, para beneplácito especial de Adelina, quien
no había asistido a la yunza en muchos años8. De las reacciones diverti-
das de Adelina y de sus hijos aprendí que la mayoría de participantes que
bailaron alrededor del árbol residía en Lima y había llegado a El Carmen
específicamente para la yunza. Irónicamente, los turistas representaron el
baile tradicional que ellos habían venido a ver en El Carmen, mientras que
los residentes de El Carmen estaban sentados observando a los turistas.
Las celebraciones son organizadas por las hermandades vinculadas con la igle-
sia. Durante la fiesta, grupos de niños jóvenes y hombres de Chincha y de
poblaciones aledañas, llamados Hatajos de Negritos, bailan y cantan con el
acompañamiento de violín delante de los nacimientos que se arman en las
casas privadas, en la plaza de armas y en las calles de El Carmen, así como al
frente de la iglesia antes de la misa. La noche de Navidad y el 27 de diciembre
grupos de niñas, conocidas como las pallas, bailan también delante de la iglesia,
acompañadas por un músico de violín y/o guitarra. El 27 de diciembre grupos
de alrededor de 25 a 30 hombres transportan en hombros una gran anda con
la imagen de la Virgen de El Carmen, adornada de flores y luces, y la pasean
por todas las calles de El Carmen y de poblados aledaños desde las ocho de la
noche hasta cerca de las nueve de la mañana del día siguiente. Acompaña a la
procesión una banda de metales y los cargadores se van turnando cada cierto
número de cuadras, permitiendo así que se le pongan nuevas flores y que se
acerquen a los bebés para que besen la imagen de la virgen. Los residentes sa-
ben exactamente cuándo la virgen pasará por su casa y todos decoran sus calles
y salen a darle la bienvenida, sin importarles cuán tarde sea. Además de estas
actividades religiosas, la semana está llena de fiestas y bailes en las noches, de
fuegos artificiales y cenas familiares en la Nochebuena o Noche de Navidad.
9 Chalena Vásquez grabó demostraciones de esta música en 1979 y publicó sus transcripciones
en su libro (R. Vásquez Rodríguez 1982). Las grabaciones de campo de Vásquez están depo-
sitadas en el INIDEF en Caracas, Venezuela, y algunas también están alojadas en el Instituto
de Etnomusicología de la PUCP. William Tompkins condujo su investigación en más o menos
la misma época y también publicó sus transcripciones (Tompkins 1981: 560-565). Las graba-
ciones de Tompkins se encuentran en el Archivo de Sonido de la Biblioteca Británica y una
canción está incluida en el disco compacto que acompaña la Garland Encyclopedia of World
Music (Tompkins 1988). Mis videos de la fiesta de Navidad del año 2000 están en el Archivo
de Etnomusicología de UCLA y en el Instituto de Etnomusicología de la PUCP.
Los disfraces de los negritos incluyen una banda adornada con espejos,
pedacitos de cinta y algunas veces monedas. Llevan también un tocado
tipo corona adornado con cintas y escarcha, una campana en la mano y
una cuerda de azote que a menudo está decorada con cascabeles que tin-
tinean marcando el ritmo de las canciones10. Típicamente, los miembros
del hatajo bailan en dos filas, cada una de las cuales está dirigida por un
10 Según Amador Ballumbrosio, para el año 2000 el Hatajo de Negritos de El Carmen ya había
abandonado el uso de tocados, porque los hacía sudar demasiado (aunque sí los utilizaban los
miembros de hatajos de otras zonas aledañas que bailaban en la plaza de El Carmen).
Aunque los turistas que llegan a El Carmen para la fiesta de Navidad tien-
den a identificarla como un acontecimiento “afroperuano”, es importante
aclarar que existen tradiciones parecidas que se practican en las comunida-
des indígenas y mestizas de diversas partes de Latinoamérica (incluyendo
México, Bolivia y Perú), donde las poblaciones indígenas y africanas fue-
ron convertidas al cristianismo. En muchas fiestas de la sierra del Perú, los
bailes de negritos rememoran la presencia de los trabajadores negros en
las minas de los Andes durante los tiempos de la esclavitud. Como los ne-
gritos de El Carmen, los peruanos indígenas y mestizos, usando máscaras
de negros y portando látigos, bailan en dos filas paralelas dirigidos por un
“capataz” que hace chasquear su látigo, acompañado de un violín y/o de
diversos instrumentos (dependiendo de la región). Los negritos andinos a
veces imitan los bailes costeños de los negros y los estereotipos de su com-
portamiento (ver Bigenho 1998; Cánepa Koch 1998a y 1998b: 106-108).
Igual que los hatajos de negritos, los grupos de las pallas tienen una prácti-
ca paralela en las comunidades andinas. En la lengua indígena quechua la
palabra palla describe a una mujer de la nobleza que integraba la corte del
11 Chalena Vásquez Rodríguez señala que el uso corriente del pentatonismo en las melodías del
repertorio de los hatajos de negritos ha sido interpretado como una influencia indígena. Sin
embargo, ella propone que las particulares escalas de cinco notas que se utilizan en El Carmen
se parecen más a las modalidades de la iglesia que a las escalas pentatónicas andinas, y ella
sugiere que habría que hacer nuevas comparaciones con las escalas pentatónicas africanas (R.
Vásquez Rodríguez 1982: 164-170).
Así, los bailes de los negritos y de las pallas de El Carmen tienen homó-
logos andinos que se han difundido, sugiriendo que podrían haber sido
traídos a Chincha por los migrantes mestizos e indígenas provenientes de
la sierra. Sin embargo, el discurso público que rodea a sus orígenes, espe-
cialmente lo que va pasando de boca en boca o la publicidad vinculada al
turismo que alimentan cada año la afluencia de los turistas a El Carmen
para Navidad, tiende a ignorar o minimizar los paralelos andinos en el
interés de proclamar el ancestro africano.
Typical rhyth mic motif,
Típico ha tajo
motivo de ne gritos
rítmico
3
Typical Típico patrónime
a ccompan de nt
acompañamiento
pattern, h uayno
Figura 5.10. Comparación de motivo rítmico utilizado con frecuencia en las canciones
del hatajo de negritos (identificado por R. Vásquez Rodríguez [1982: 136]) con el
patrón de acompañamiento rítmico del huayno.
A las cuatro de la mañana del 27 de diciembre del año 2000, estuve parada
en una calle oscura al frente de la casa de los Ballumbrosio, esperando con
el resto del vecindario la llegada de la virgen y de su procesión. Mientras
estaba ocupada con mi cámara de video prestada y me preguntaba si la
batería había cargado en forma adecuada, noté que una mujer anciana me
miraba intensamente. En sus ojos me vi reflejada como la única turista que
todavía estaba en la calle a esa hora de la madrugada. Cuando miraba a la
Las tradiciones festivas de Chincha han fascinado desde hace mucho a los
foráneos porque parecen “reales”, porque son un antídoto para el comer-
cialismo folklórico de los shows de las peñas de Lima. Las fiestas de la yunza
y de la Navidad fueron los eventos culturales más convincentes para los
turistas académicos y culturales de la década de 1970 y, décadas después,
son todavía los principales acontecimientos en el calendario turístico anual
de Chincha. Aunque es cierto que la inversión cada vez mayor de la indus-
tria del turismo posibilita su supervivencia, estas fiestas también sobreviven
porque siguen teniendo un significado real para las identidades vivas de
la gente de Chincha. “La magia performativa del ritual” escribe Néstor
García Canclini, es que “uno mismo se convierte en lo que uno es” (1995:
135). Y, efectivamente, en las celebraciones de la yunza y de la Navidad
Negra los residentes de Chincha realmente se convierten en lo que ellos
son para el mundo exterior: los guardianes modernos del pendón del pa-
Así fue como un artista más tocó la puerta de la casa de la familia Ballum-
brosio en busca de la auténtica cultura negra. Pero la conexión de Miki con
El Carmen y con la familia Ballumbrosio sería más larga, más consistente
y de una calidad e impacto completamente diferentes. Una gran fotografía
enmarcada de Miki y su guitarra, en un lugar prominente de la sala de
la casa de los Ballumbrosio, conmemora el hecho de que este vivió en la
casa de la familia durante un año entre 1978 y 1979, volviendo a Lima
solo los fines de semana para tocar en recitales. Con César Calvo y Andrés
Soto hizo un corto en blanco y negro llamado Es Amador, celebrando al
patriarca de los Ballumbrosio por su trabajo de conservación de las tra-
diciones culturales y musicales (González, Calvo y Soto 1979). Durante
sus años de estudiante en el Berklee School of Music, entre 1979 y 1982,
Miki trabajó para crear un nuevo estilo musical, mezclando el jazz con la
música afroperuana que había aprendido en Chincha. Siguió visitando y
aprendiendo de la familia Ballumbrosio regularmente hasta su regreso al
Perú en la década de 1980.
La pieza que lleva el nombre del título del álbum fue su mayor éxito.
“Akundún” coloca la letra recitada al estilo discjockey de Miki González so-
bre la pista de un ritmo repetitivo inspirado por el dance hall, que combina
efectos de la percusión y los acordes pianísticos de un reggae bambolean-
te de estilo sincopado con el ritmo del panalivio tradicional para cajón.
Como una unidad que cambia de acá para allá entre diversas expresiones
de la identidad racial y nacional, “Akundún” ilustra de manera brillante la
naturaleza de las fusiones musicales de Miki con la familia Ballumbrosio.
12 Aunque muchos piensan que “El cóndor pasa” es una supervivencia de la música de los incas,
en realidad fue Daniel Alomía Robles quien la compuso en el año 1913 para una producción de
zarzuela. Alomía Robles era un compositor indigenista urbano que recolectó melodías andinas
y las juntó para crear nuevas composiciones.
13 Es tentador trazar una analogía entre el proyecto de Miki González con los Ballumbrosio y la
carrera de Paul Simon auspiciando proyectos de fusión musical que impulsan a la vez su propia
trayectoria, con artistas tales como Ladysmith Black Mambazo y Olodum. Sin embargo, Miki
González también cultivó lazos personales muy cercanos y duraderos con la familia Ballumbro-
sio a lo largo de un extenso período de tiempo.
Por otro lado, la letra de Miki González (González 1993) describe a una
abuela africana universal que no está relacionada con el autor:
14 Todas las estrofas de “Ritmos negros del Perú” han sido reproducidas de las que se encuentran
en Décimas (N. Santa Cruz s/f [¿1959?]: 19-20).
Vas a Chincha y ves una pareja que baila festejo y de repente [da la
impresión de que ellos están] haciendo el amor. Pero eso es adentro
de la danza. Y aquí [en Lima] desapareció... La presencia negra
Muchos peruanos, como el señor que conocí esa tarde soleada en Lima, se
sienten verdaderamente incómodos con la música y el baile de Chincha,
y no creen que sean “verdaderos”. Desde esta perspectiva, miembros de la
generación más joven en Chincha están “exprimiendo” su patrimonio cul-
tural para venderles a los turistas un estilo de baile y de fusión musical arti-
ficial, que representa una autenticidad escenificada y que no tiene nada que
ver con el folklore peruano “puro”. Sin embargo, Chincha sigue atrayendo
a los turistas y la familia Ballumbrosio ocupa una posición destacada que
no tiene rival entre otras familias afroperuanas de las provincias rurales.
Camilo Ballumbrosio señala con orgullo:
Cuando visité Chincha por primera vez en 1998, sin saber que los Ba-
llumbrosio me abrirían su casa, pregunté por hoteles u hospedajes don-
de pudiera alojarme en El Carmen. La gente del distrito de Chincha me
miraba dudando: “El Carmen es un pueblo muy humilde”, me dijeron.
Cuando volví a El Carmen en el año 2000, justo al frente de la plaza de
armas se estaba construyendo un enorme Centro de Folklore y Turismo
con alojamientos y espacios para presentaciones, aprovechando la ventaja
del creciente turismo local alimentado por la leyenda de Chincha.
Lo que en esa época era evidente para Tompkins hoy en día continúa sien-
do cierto: los residentes de Chincha se sienten magníficamente cómodos
representando múltiples roles, tanto en sus vidas privadas como para los
turistas. La trayectoria que describe a Chincha como una cuna premoder-
na de la auténtica cultura negra se ve complicada por el hecho de que los
visitantes que penetran las así llamadas “regiones posteriores” de Chincha
encuentran la misma música, los mismos gustos modernos y las mismas
preocupaciones culturales que existen en la Lima urbana. Ciertamente,
el trabajo de los artistas, investigadores y estrellas de rock ha alterado la
Chincha que existía en la década de 1970. Lo que a menudo se olvida es el
impacto de los jóvenes chinchanos que se mudan a la ciudad en busca de
empleo y que luego vuelven a casa, de la radio y de la televisión, así como
el crecimiento y desarrollo progresivo de los gustos y deseos populares que
habrían causado el cambio cultural inevitable en Chincha, con o sin los
factores adicionales del turismo cultural y académico.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 261
parientes de mayor edad de los integrantes de Perú Negro compartieron su
conocimiento de los bailes clandestinos, y desde entonces hasta la década
de 1990 artistas, estudiosos y turistas salieron a la caza de la música de raí-
ces negras peruanas en Chincha, la que hasta ese momento era muy poco
conocida. Finalmente, en 1995 David Byrne le presentó al público estado-
unidense el secreto de la música afroperuana produciendo el CD The Soul
of Black Peru (la primera grabación de música afroperuana de renombre
ampliamente difundida en los Estados Unidos) y, por medio de su poste-
rior patrocinio, dio a conocer a la cantante afroperuana Susana Baca.
Figura 6.1. Carátula del CD The Soul of Black Peru (Varios artistas 1995a). Luaka
Bop, Inc. (Reproducida con autorización).
1 Ver el artículo de Deborah Pacini Hernández (1993) sobre la definición de world music desde
la posición privilegiada de Latinoamérica y el Caribe.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 263
ciados con estos otros estilos musicales de la diáspora africana (canto antifo-
nal, complejidad métrica, énfasis en la percusión) están presentes, a muchos
oyentes estadounidenses los seduce esta música que tiene más influencia
española en la guitarra y trozos cantados. La forma particular en la que la
música afroperuana juega con los tiempos musicales alimenta las nociones
acerca de los “ritmos difíciles” de la música diaspórica africana predominante
en los Estados Unidos, mientras que también separa la música afroperuana
de otros estilos diaspóricos africanos. Justamente cuando los nuevos oyentes
piensan que están sintiendo el groove creado por el cajón y la guitarra, entra
el cantante y todo parece cambiar. Así, la música afroperuana suena suficien-
temente conocida para calificar como world music pero, al mismo tiempo,
suficientemente diferente como para producir un placer confuso. Como ob-
serva Thomas Turino, esta fluctuación sónica entre lo familiar y lo foráneo es
un sello del atractivo que tiene la world music (2000: 334-335).
Efectivamente, los artistas de la world music son parte de lo que algunos in-
vestigadores perciben como un cambio personal postcolonial en la catego-
ría de los cosmopolitas, originalmente imaginados como aquellos capaces
de escoger su estatus como “ciudadanos del mundo” (privilegiados intelec-
tuales occidentales que se mueven libremente), pero ahora ampliados para
incluir a los ciudadanos globalmente conectados de las naciones anterior-
mente colonizadas. Repensando el cosmopolitismo, algunos investigado-
res cuestionan la exclusividad mutua que antes se asumía del compromiso
nacional versus la ciudadanía del mundo (Appadurai 1996a; Cheah 1998:
20; Clifford 1997b; Robbins 1998). Los conceptos híbridos que afloran
–tales como “arraigado” (Appiah 1998) y cosmopolitismos “discrepantes”
(Clifford 1997b: 36)– aceptan sentimientos prolongados de pertenencia
nacional entre ciertos cosmopolitas (ver Cheah y Robbins 1998). Los in-
vestigadores también advierten que pueden coexistir “rincones cosmopoli-
tas” (Turino 2000) locales y globales así como confluencias (-scapes) (Appa-
durai 1996a) en espacios cosmopolitas híbridos, creando una especie de
“nacionalismo tardío” (Waxer 2002: 16), en el cual los grupos cosmopoli-
tas funcionan muchísimo como naciones o grupos de cultura. Encarnando
estas nociones de cosmopolitismo nacionalmente arraigado, los artistas de
la world music tienen que pertenecer a dos mundos a la vez. Aunque sus
actividades profesionales hacen de ellos ciudadanos cosmopolitas del mun-
do, mantienen conexiones personales, artísticas y/o políticas con sus países
de origen, colmando consecuentemente las expectativas de “arraigo” entre
las audiencias de la world music para quienes ellos sirven de embajadores (y
a menudo símbolos) de sus culturas locales.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 265
Negro afroperuano imaginado por el renacimiento, recreando una iden-
tidad diaspórica y, otra vez, estructuras de centro-periferia. Sin embargo,
Susana Baca nunca puede separarse completamente de su identidad como
cantante afroperuana, lo que le permite su popularidad internacional. Así,
su cosmopolitismo arraigado se explaya en lugar de oponerse a la identidad
diaspórica afroperuana en el Pacífico Negro.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 267
noamericana que ya habían sido editados. El primer disco que lanzó Luaka
Bop fue la colección afro-brasileña Beleza tropical (1989). En 1991, Luaka
Bop produjo el primer disco de música cubana editado en los Estados
Unidos desde el embargo comercial: The Best of Silvio Rodríguez, seguido
ese mismo año por la compilación cubana Dancing with the Enemy - In-
credible Dance Hits of the ‘60s and ‘70s. A lo largo de la siguiente década,
la compañía sacó varias docenas de nuevas grabaciones en CD por artistas
“no convencionales” de diferentes partes de los Estados Unidos, Latino-
américa, Asia, Europa y África.
En cuanto a las preferencias por los sonidos “auténticos” que tienen los
consumidores de world music, Byrne insiste:
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 269
Byrne se llevó a casa una pista del audio del video de Palombo, aprendió la
canción “María Landó” y la interpretó en el tramo latinoamericano de su
gira para su álbum latino Rei Momo.
Años después, luego de lanzar su sello discográfico Luaka Bop, Byrne de-
cidió reunir una compilación grabada de la música afroperuana. Él quería
presentar a Susana Baca, pero ¿cómo encontrar a una cantante peruana que
nunca había grabado con un sello discográfico conocido? De casualidad,
cuando estaba en una gira en Austin, Texas, David Byrne visitó una galería
de fotos, escogió mirar un viejo catálogo de una muestra de fotografías de
negros peruanos que había hecho Lorry Salcedo. Byrne contactó al fotó-
grafo para preguntarle si podía darle algunas fotos para su compilación y
le preguntó si conocía a una cantante llamada Susana Baca. Salcedo le dijo
que por supuesto que la conocía pues eran viejos vecinos (Baca 2000b;
Cornejo Guinassi 2000, Autor desconocido 1998e).
Cuando Susana Baca recibió una llamada de larga distancia de David Byr-
ne ella no sabía quién era él. Byrne tenía en el Perú un pequeño grupo de
seguidores por su trabajo como líder de la banda The Talking Heads, pero
no era muy conocido. Sin embargo, a Susana Baca le encantó el interés que
mostró por su música. Después, cuando ella les contó a sus amigos que ha-
bía recibido una llamada telefónica de un tal David Byrne, ahí se empezó
a dar cuenta de que esta persona no era un simple admirador. Susana lo
invitó para que la visitara en Lima y le dijo que lo ayudaría con su proyecto
en todo lo que pudiera.
En 1995 David Byrne hizo sus primeros tres viajes importantes al Perú,
conoció a Susana Baca y trabajó con sellos discográficos locales para re-
colectar las cintas matrices y los derechos de todas las grabaciones que él
reeditaría en The Soul of Black Peru. Byrne llegó al Perú con una lista de
discos de música afroperuana producidos en las décadas de 1970 y 1980
(de Susana Baca, Manuel Donayre, Cecilia Barraza, Lucila Campos, Ro-
berto Rivas con Gente Morena, Eva Ayllón, Abelardo Vásquez y Nicome-
des Santa Cruz con Cumanana, Chabuca Granda y Perú Negro), que él
había mandado por fax al sello discográfico El Virrey que representaba a la
Warner en Lima, adelantándose a su visita (Cornejo Guinassi 2000). En
Lima Byrne visitó las peñas peruanas, se encontró con los artistas y reco-
lectó las cintas matrices de las grabaciones que necesitaba.
Para representar a Susana Baca en The Soul of Black Peru David Byrne
insistió en utilizar la versión de la década de 1980 de “María Landó”, que
fue la que originalmente capturó su atención, rechazando varias de las gra-
baciones de la misma canción más recientes y de mejor calidad. Esa versión
que tanto le encantó a Byrne y que fue la que lo motivó a realizar su periplo
de descubrimiento, abre el álbum, y una versión de la misma melodía del
propio Byrne lo cierra. El folleto explicativo afirma (después de una corta
biografía de cada uno de los artistas presentados en la grabación):
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 271
Creemos que no hay nadie mejor para terminar estos comentarios
que Susana Baca, quien realmente fue la inspiración para este ál-
bum. Su conmovedora interpretación de “María Landó” nos cauti-
vó y convenció de explorar más acerca de esta música. Encontramos
sorpresivamente que aunque su voz es excelente y es una cantante
muy respetada, nunca ha grabado con una casa comercial en Perú.
No obstante ser una dedicada estudiosa de las formas tradi-
cionales afroperuanas –muy similar a la primera generación de
músicos y etnomusicólogos afroperuanos–, Susana representa la
nueva generación de cantantes y compositores de la más “sofistica-
da” música afroperuana (Martínez y Jarque 1995).
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 273
En la década de 1960, Susana Baca empezó a explorar maneras de combi-
nar poesía con música afroperuana, conservando los ritmos que ella amaba
pero agregándole letras que alimentaban su gusto poético. Integró su pri-
mer grupo musical en el año 2000, era una banda experimental llamada
Tiahuanaco2. Sus miembros eran gente joven, no entrenada musicalmente,
que quería hacer sonidos que no tuvieran fronteras musicales o culturales.
El poeta Omar Aramayo escribió las letras de las canciones y los miembros
de la banda hicieron música imitando los sonidos de un terremoto con
hojas metálicas, utilizando juguetes de niños como instrumentos de percu-
sión e inventando cualquier otra cosa que se les ocurriera.
Antes de que Susana Baca fuera “descubierta” por David Byrne, ella grabó
varios álbumes con sus propios recursos. Su primera grabación, un casete
titulado Color de rosa (1982), hacía una fusión de ritmos afroperuanos y
andinos con poesía. Compilado por su esposo y mánager Ricardo Pereira,
que lo sacó de cintas individuales preexistentes, Color de rosa fue remaste-
rizado en Brasil en un esfuerzo por convencer a un importante sello disco-
gráfico peruano para que suscribiera un contrato con Susana. Armada con
sus casetes, Susana recuerda:
[…] yo iba a tocar puertas con Ricardo. A buscar una disquera para
que sacaran un trabajo mío. Y… la gente decía: “Sí, claro, pero
2 Tiahuanaco fue una ciudadela preinca ubicada en lo que hoy en día es el lado boliviano del lago
Titicaca. Floreció entre el segundo y sexto siglo después de Cristo.
Es cuando yo descubro que soy negra y qué significa ser negra. So-
mos diferentes. En algo somos diferentes… Hay una cultura, hay
una presencia, hay una manera de sentir, de ver las cosas, de cocinar,
de saborear, de cantar, de percibir la vida… Cosas como el conoci-
miento de hierbas. Qué hierba puede ir en tal comida para aligerar
su pesadez… Entonces hay cosas culturales que son muy fuertes,
que están presentes. Así empezó mi interés por aprender lo que está
allí, por saber si en las casas de los otros negros también se hacían
esas cosas. Y así fui indagando, preguntando, caminando hasta que
llegó un momento en que ya no podíamos conducir una investiga-
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 275
ción de este modo. Teníamos que organizarnos, hacer una buena
investigación…y así fue como nos lanzamos a investigar la costa del
Perú (Baca 2000b).
Casi cuarenta años después de que la compañía Pancho Fierro trajera la ol-
vidada música negra desde las zonas rurales hasta los salas de concierto de la
ciudad, Susana Baca desandó los pasos y métodos de los artistas del renaci-
miento. Para darle a su proyecto un rigor académico, ella trabajó con la etno-
musicóloga Chalena Vásquez, el investigador Francisco Basili y un equipo de
amigos y músicos. Además, ayudaron al grupo los intelectuales y portadores
de cultura de cada región de la costa que visitaron. Susana recuerda:
En Zaña, Luis Rocca, el historiador del pueblo, nos llevó a una re-
unión donde había un chino negro… ¡y este hombre cantaba “moros
y cristianos” como cantaba mi padre!... Vino otro señor que cantaba
décimas y versos. Yo les cantaba cosas, ellos me cantaban otras. Nos
hemos despedido en la puerta de su casa, con lágrimas en los ojos,
con llantos, con una pena, porque ¿cuándo nos volveríamos a ver? Y
entonces nos seguían cantando versos maravillosos (Baca 2000b).
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 277
conciencia sobre la música negra y la cultura popular peruana, abrieron
una biblioteca de investigación y crearon un espacio para el ensayo y la
actuación de músicos jóvenes. Al principio, los miembros de la banda de
Susana (así como algunos músicos cubanos expatriados) dieron clases de
música y baile afroperuano, teoría musical y transcripción. A cambio, sus
jóvenes estudiantes traían al Instituto Negrocontinuo sus propias com-
posiciones y métodos frescos, que fluctuaban entre la música andina y la
chicha (una mezcla de cumbia y huayno muy popular en el Perú durante
los años de 1970 y 1980), hasta el rock y los estilos de jazz fusión. A fines
de la década de 1990, a raíz de algunos asuntos de tipo financiero y or-
ganizacional, el Instituto Negrocontinuo redujo su currículo a solo clases
de canto, pero Susana y Ricardo siguieron trabajando individualmente
con músicos y compositores jóvenes, y la biblioteca permaneció abierta
a la investigación.
4 El álbum grabado por Egrem en Cuba fue reeditado en el 2001 por el sello discográfico británi-
co Tumi con el nombre de Lamento negro. Según Ricardo Pereira, la reedición británica no fue
autorizada por Susana Baca o por su mánager. El nuevo CD presenta una foto contemporánea
de Susana Baca y no revela la fecha original de la grabación en la década de 1980.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 279
de tres mujeres delante de nosotros habla en una mezcla de inglés y castellano.
La que tiene pelo castaño, largo y lacio describe la “gran calidad de los bailes
negroides” en el Perú. “Pero lo que Susana hace es más sutil, es diferente”, les
explica a las otras.
Adentro noto que en este concierto existe un público latino mucho más grande
que en los anteriores de Susana Baca que había presenciado en Los Ángeles en
los últimos dos años. ¿Esto se debe a que es un local administrado por latinos
o por la creciente reputación que está teniendo Susana en los Estados Unidos?
Cuando al final del show el maestro de ceremonias pregunta si hay peruanos
en la sala, su respuesta es una gran aclamación. La gente del público conoce
las letras y canta junto con Susana. La mayoría acompaña con palmas en los
tiempos justos (un poco con la ayuda de los músicos que están en el escenario),
pero un hombre insiste en tocar bulliciosamente contra una botella de cerveza
la el patrón rítmico de la clave cubana (que no se asemeja al ciclo rítmico de
la música afroperuana que se interpreta en el escenario). Todo el mundo está
bailando según sus propias interpretaciones del groove de la música, y la sala
se vuelve un mar polirrítmico de caras sonrientes y de cuerpos meneándose
en diferentes tiempos. Mi compañero me murmura que la banda de Susana
definitivamente es un espectáculo de la world music porque cada persona del
público se está moviendo a un tiempo diferente.
Durante el intermedio escucho sin querer al hombre que está sentado delante
de mí y que habla castellano, hasta que algunos amigos que hablan inglés se le
acercan y él inmediatamente cambia y pasa a hablar en perfecto inglés. Él les
cuenta que resulta fascinante si uno comprende la poesía que ella está cantan-
do. Se siente sobrecogido. Me pregunto de dónde será y me doy cuenta de que
***
Estoy en el centro de Lima para la apertura del recién inaugurado Gran Parque
de Lima con su anfiteatro al aire libre. Hay un concierto gratis y una celebra-
ción por la inauguración que coincide con el 465 aniversario de la fundación
española de la ciudad. Esta será una de las raras actuaciones públicas de Susana
Baca en el Perú (ella se presentará con otros artistas nacionales que interpretarán
unas cuantas canciones cada uno) y tengo curiosidad por ver en qué se diferen-
ciará de sus conciertos en los Estados Unidos. Llego en un taxi y veo una fila de
miles de personas que se ha formado alrededor del parque. Camino a lo largo del
perímetro para encontrar el camino hacia la entrada principal, justo donde la
fila se divide en cuatro, para que cada una corresponda a las rejas de entrada. Es
una cosa de locos. La gente está corriendo, empujando, dándose de empellones y
riéndose. Hay policías por todas partes. Dentro del parque, el inmenso anfiteatro
nuevo está casi lleno. Afuera se ha colocado una gigantesca pantalla de video para
acomodar al desborde de gente que espera poder entrar.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 281
Susana Baca está programada para actuar después de Cecilia Barraza, una
cantante blanca de música afroperuana y criolla. En los números afroperuanos
que Barraza presenta, ella cambia la entonación y los movimientos del cuerpo
asociados con el folklore negro. Presenta la canción “Chinchiví” explicando que
el título se refiere a un fuerte licor que toman los negros. Sus bailarines negros
realizan rutinas coreografiadas como si estuvieran embriagados, arremolinán-
dose y balanceándose. La actuación es exuberante y diestra, pero al mismo
tiempo refuerza los estereotipos negativos acerca de los negros.
Aunque le allanó el camino a Susana Baca para que alcanzara el éxito en los
Estados Unidos (y más tarde la aclamación del público peruano) como una
cantante de la world music, el CD The Soul of Black Peru apenas si se advir-
tió en el Perú. Para comprarlo en la década de 1990, los clientes tenían que
preguntarle a los empleados de las tiendas de discos y hacer que lo buscaran
en los cajones detrás del mostrador. En cambio, el disco se vendió muy
bien en el mercado no latino de los Estados Unidos y fue distinguido por
el Billboard como una de las ediciones de Luaka Bop con mayor potencial
de popularidad (Verna 1995)5.
5 La falta de interés en el Perú por The Soul of Black Peru pudo haberse debido en parte a la falta
de comercialización. El Virrey, la subsidiaria peruana de Warner, empezaba a atravesar una cri-
sis financiera justo antes de que saliera el CD. Sellos discográficos latinoamericanos pequeños
como El Virrey estuvieron, por muchos años, funcionando como las sucursales locales de sellos
discográficos multinacionales. En 1994, BMG, uno de los tres sellos internacionales represen-
tados en el Perú por El Virrey, se retiró de la compañía y estableció sus propias oficinas en Lima
(Sony, Polygram y otros sellos internacionales muy pronto seguirían el ejemplo, arruinando,
efectivamente, a varias de las principales casas disqueras de Lima). La pérdida de las cuentas
de BMG disminuyó considerablemente las cuentas del capital comercial de El Virrey (Cornejo
Guinassi 2000). Aunque no he visto cifras reales, mi estimación de las ventas en los Estados
Unidos se basa en una comunicación personal del productor de discos Juan Morillo, quien
tiene acceso a los gráficos de ventas y a la comercialización.
6 Debido a que varias fuentes dicen que Campos conoció a Byrne durante su primer viaje al
Perú, es poco probable que ella no supiera absolutamente nada del CD The Soul of Black Peru
antes de su lanzamiento. Sin embargo, puede que no estuviera al tanto de la inclusión de sus
grabaciones o de que su fotografía fuera a aparecer en la portada del CD.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 283
Vamos a poner un ejemplo de un artista que ha grabado un disco el
año 70 o 73. Con El Virrey o con IEMPSA. En esa época, las com-
pañías discográficas acá vivían en una situación económica muchí-
simo mejor que la actual… Entonces cuando firmaban un contrato
con un artista normalmente significaba que la compañía le grababa
el disco… y pasaba a ser dueña del material, como se dice, per sae-
cula seculorom… Entonces eso implicaba que esa compañía podía
comercializar ese disco o esa canción por siempre… Entonces, de
repente una canción grabada en el 73 por Abelardo Vásquez, toda-
vía se sigue vendiendo hasta la fecha. ¿Pero qué ocurre? El contrato
que firmó Abelardo Vásquez en el 73 probablemente decía que por
concepto de regalías el artista iba a recibir… ¡un sol! ¿Te das cuenta?
En esa época no sé si era poco o mucho. ¡Pero obviamente ese sol en
el 90 no significa nada! Absolutamente nada…
Después de la edición de The Soul of Black Peru, David Byrne hizo dos
viajes más al Perú, en 1997 y en 1998. El primero fue para promover el
autotitulado álbum en solitario de Susana Baca. Como The Soul of Black
Peru, el álbum Susana Baca generó poco interés en el Perú. Sin embargo, la
presencia de una estrella del rock internacional sí atrajo la atención popular
y de la prensa, y el patrocinio de Byrne empezó a darle credibilidad al arte
de Susana Baca ante los ojos de ciertos peruanos. Cuando Byrne estuvo en
Lima, conoció a Manongo Mujica, dueño de un estudio de grabación y
músico también, quien le propuso organizar un concierto como tributo a
su rol en la difusión internacional de la música afroperuana. Byrne aceptó
presentarse (él iba a estar realizando una gira con su álbum en solitario
Feeling) y se acordó la fecha para el mes de marzo de 1998.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 285
presentó. Lucila Campos abrió la función con sus interpretaciones de clásicos
como “Toro Mata” y “Guaranguito”. Se dice que Campos también presentó
una de sus únicas interpretaciones públicas de la canción “María Landó” por
una artista peruana fuera de Susana Baca “para mostrarnos que Susana Baca
no es la única peruana que merece una edición de su trabajo en un disco de
Luaka Bop” (Cachay 1998: 16). Un entusiasta artículo en uno de los periódi-
cos de Lima, titulado “The Black Soul of David Byrne”, lo elogiaba por haber
difundido el subestimado tesoro cultural de la música afroperuana:
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 287
Después de establecer la escena, el poema describe los sacrificios de María Lan-
dó, una mujer que no puede detenerse a disfrutar de la madrugada o mirar a la
luna porque sus labores de la noche a la mañana son a favor de otros.
“María Landó” era un poema con una melodía inconclusa antes de que Su-
sana Baca y sus acompañantes la grabaran. Es un producto de los primeros
esfuerzos experimentales de Baca por combinar la poesía peruana con los
ritmos afroperuanos. En la década de 1980, César Calvo le cantó el poema
a Susana Baca. Más tarde su guitarrista, Roberto Arguedas, creó el arreglo
musical. Arguedas nunca había adaptado un poema a la música, un proyecto
que en ese momento lo intimidaba. Ni él ni Calvo estuvieron contentos con
el producto final (Arguedas 2000). Sin embargo, Susana Baca exige el dere-
cho del intérprete a discrepar del autor: “Ay, yo la siento de otra manera…
Eso para mí es mi historia... Mi madre ha trabajado toda su vida para tener
una casa, un lugar donde vivir. Entonces yo he vivido eso en carne propia,
¡no la voy a cantar como él [Calvo] quiere!” (Baca 2000b).
Guitarra
Guitar
3 3
Cajón
Caj—n
3
G.G.
3 3 3 3
3
C.
C.
Notas de transcripción
Pequeñas cabezas de nota (guitarra): notas ornamentales y coro, ejecutados
apaciblemente.
La canción sigue con una alternación estilística cíclica entre tres diferentes
géneros peruanos (vals, festejo y landó) y con nuevas secciones enmarcadas
en la repetición del motivo de la guitarra establecido en la introducción y
mostrado en la figura 6.3. Partiendo de la típica forma del verso-coro re-
petido del landó recreado en el renacimiento, la estructura de la canción se
parece a la del verso montuno que caracteriza a la música afrocubana y a la
7 Hacia fines de la década de 1990, Cotito había pasado al patrón típico del landó en su acom-
pañamiento de “María Landó” durante las presentaciones de Susana Baca en concierto.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 289
salsa (una sección montuna típicamente se caracteriza por un incremento
del tempo y/o de la energía, la improvisación, y la llamada-respuesta). La
canción concluye con una última reiteración del motivo de la guitarra,
esta vez demorando la cadencia final hacia el tiempo fuerte. La repetición
cíclica del motivo de la guitarra, combinada con la entrega vocal de Susa-
na Baca que fluye calmadamente, podría interpretarse como la evocación
metafórica del paso del tiempo según los momentos del día, sugiriendo de
manera alternada el determinismo de la difícil condición de María y un
sentimiento de esperanza para el mañana.
Susana me dijo que lo que a ella le gusta de la versión que hace David Byrne
de “María Landó” es su pasión interpretativa. Por su parte Roberto Argue-
das, quien en muchos sentidos es el compositor de la canción, me confió que
a él le empezó a gustar el tema cuando escuchó la grabación de Byrne. Su en-
trega lírica le recordaba la recitación original que hacía Calvo del fragmento
de la melodía que él había adaptado a la música (Arguedas 2000).
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 291
Guitarra eléctrica 1ra
Electric Guitar 1
Guitarra eléctrica 2da2
Electric Guitar
Strings
Cuerdas
Cello
Cello
1
11
2
Gtr. E. 11
E.Gtr.
1 2
Gtr. E. 22
E.Gtr.
11
1 2
Cuerdas
Strings
1 2
Vc.Vc.
Figura 6.4. Introducción de “María Landó” como la interpreta David Byrne en The
Soul of Black Peru.
Por otro lado, Lipsitz sostiene que los artistas no anglosajones (como Ron-
nie Spector y Baldemar Huerta) que tocan música que no es parte de su
cultura se vuelven
Desde esta misma perspectiva, Timothy Taylor (1997) sostiene que los ar-
tistas occidentales que integran la música africana en sus actuaciones son
colonialistas, mientras que los artistas africanos que incorporan elementos
del jazz, R&B y funk se involucran en una “falta de autenticidad estraté-
gica”, prestándose deliberadamente estilos occidentales modernos para ir
en contra de los supuestos occidentales respecto de la “auténtica” música
africana premoderna.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 293
Argumentando en contra de aquellos que sostienen que la “secreta” world
music puede (y debe) ser interpretada solo por los nativos que la practican,
Paul Gilroy sostiene que “la lección más importante que la música todavía
tiene que enseñarnos es que sus secretos interiores y reglas étnicas pueden
ser enseñados y aprendidos… Las llamadas y respuestas ya no convergen
en los pulcros patrones del secreto, en el diálogo étnicamente codificado”
(Gilroy 1993: 109-110). En ese sentido, Susana Baca cree que no hay una
gran diferencia entre ella (una cantante afroperuana) y David Byrne (un
cantante escocés-americano) cuando se trata de interpretar la música de
otras culturas. Ella deja de lado la dicotomía “Occidente versus el res-
to” reformulando la pregunta central para enfatizar la integridad artística.
Cuando intercambié opiniones con ella sobre la interpretación que Byrne
hizo de “María Landó”, Susana me comentó:
David Byrne responde con una visión muy cercana a la de Susana, haciendo
valer su derecho a ser cosmopolita sin que automáticamente lo clasifiquen
como un imperialista cultural. “Yo no me voy a limitar musicalmente” sos-
tiene. “No deberíamos sentir que la música o los ritmos están limitados a
una gente ni que solo pueden ser tocados por esta… No puedes controlar
a los músicos de esa manera” (citado en Howell 1992: 113). En un mensaje
de correo electrónico que me envió después de leer parte del manuscrito de
mi libro, Byrne agregó: “Desde mi punto de vista, imperialismo cultural
sería si yo rehiciera ‘María Landó’ con miras a convertirla en un disco pop
frívolo. O ‘prestándome’ la melodía o los cambios, sin el debido reconoci-
miento… Para mí estas cosas son las que definen el imperialismo cultural y
Así, tanto Susana Baca como David Byrne quieren que el público aprecie
a los intérpretes no solo por el lugar donde han nacido, sino también por
sus contribuciones creativas como ciudadanos del mundo. Sus argumen-
tos sugieren que una canción como “María Landó” no debería reducirse a
ser un vehículo exclusivo de la expresión cultural de los afroperuanos, una
identidad que para empezar es híbrida y complicada. La noción de un “ori-
gen” cultural o geográfico congelado, adscrito a una pieza musical, es muy
problemática en cualquier historia musical (ver Gilroy 1993; Radano 2003;
Taruskin 1995), y más aún en una cuya experiencia de pérdida y reinvención
ensombrece cualquier vínculo directo a un pasado cognoscible.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 295
Uno de los aspectos preocupantes de los argumentos que sostienen que la
música afroperuana debería ser interpretada exclusivamente por afroperua-
nos es que la dicotomía “Occidente versus el resto” puede convertirse en
una prisión para los artistas afroperuanos, quienes se identifican solo como
portadores culturales y no como individuos creativos. Susana Baca enfren-
ta este problema cuando ella insiste: “A mí no me gustaría que me ligaran
únicamente con la música afroperuana, porque la música afroperuana es
parte de mi expresión... Ahora, lo curioso es que soy como la primera, ¿no?
Como que abro una ruta. Pero yo espero que sea por mis medios artísticos
y no porque sea una cantante afroperuana” (Baca 2000b). Esta lucha entre
la visión artística individual de Susana Baca y la tendencia de su trabajo a
circular como “la moda del momento” en la world music está en el corazón
de su arraigado cosmopolitismo.
Tal vez yo hablo de ese sentido que el jazz tiene. Que se mueve,
que cambia. Y esto es lo que prácticamente le aportaba yo a Susana.
Ella me hace recordar a Miles Davis. Porque cuando ella canta, deja
muchos espacios. No es como otros cantantes acá, que toman una
canción, empieza la intro, cuatros compases, entra la parte A, la
parte B, no dejan mucho. ¡Cuatro compases, como una máquina! Y
se acabó… Susana… escucha mucha música… ella escucha jazz…
De repente canta y te deja espacio para que tú puedas crear. O sea,
como un grupo de jazz. Y cuando ella lo siente, entra a cantar. Esa
es una magia que yo no he sentido con otros cantantes aquí. Lo
hacen más cuadrado… No dejan espacios (Pinto 2000).
David Pinto, como otros artistas que no son negros pero tocan música afro-
peruana, habla del proceso de aprendizaje para conseguir ese “sentimiento
negro” en la música, mezclando ritmos binarios y ternarios de tal manera
que la música se esté moviendo constantemente (Pinto 2000). David tocó
jazz por muchos años antes de unirse a la banda de Susana Baca, y explica
que las armonías brasileñas y las del jazz son un elemento integral de sus
arreglos para Susana, como es el sentido inferido de lo que él llama clave9.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 297
inevitablemente se le acercan y le dicen que no sabían que había negros en
el Perú. Para él, esta es una de las cosas más gratificantes de trabajar con
Susana Baca: sentir que está difundiendo la conciencia internacional de su
cultura y de la música que él ama (Medrano Cotito 2000).
Eco de sombras fue producido por Craig Street de Luaka Bop, cuyo tra-
bajo también está presente en álbumes de Cassandra Wilson, Paula Cole
y Meshell Ndegeocello. Street buscó en Lima el mejor lugar para grabar
el álbum, resolviendo en última instancia hacerlo en casa de Susana. Tra-
bajó con contactos locales para traer equipo analógico de alta tecnología
y se quedó mucho más tiempo de lo originalmente pensado para grabar
el disco. Muchas cosas salieron mal y las grabaciones empezaban a las tres
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 299
de la madrugada después de que se apagaban los ruidos de la calle, pero
Susana cocinaba comidas maravillosas para los músicos y para el personal
encargado de la grabación.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 301
Él vino muy feliz. Pero yo pensé que se iba a aparecer con su guita-
rra, ¡y se apareció con un charango! Entonces tocó. Cuando todos
tocaban, Craig Street me decía: “Es tu disco, Susana ¿te gusta o
no te gusta?”. Cundo David tocó, él también [me] preguntó: “¿Te
gusta?”. [A mí] me encantó porque el sonido del charango lo tengo
en la oreja acompañando la música de Violeta Parra o la música
boliviana y [a los] huaynos del Perú, pero nunca lo había escuchado
acompañando a un festejo. ¡No se me hubiera ocurrido! [ríe]. En-
tonces me pareció fabuloso. ¡Fabuloso! (Baca 2000b).
Me paro en una escalera lateral desde donde tengo una vista panorámica del
salón. Las mesas están colocadas alrededor de la pista de baile, con una mesa
para los jueces en frente y un escenario detrás. Sobre el escenario están dos ca-
joneros (incluyendo a Gino, mi profesor), un instrumentista del bongó y otro
de congas. Para este tipo de festejo bailable no se utilizan guitarras. En el salón
hay muy pocas personas que aparentemente tengan ascendencia africana (solo
un músico y un miembro del jurado son negros, pero la mayoría de concursan-
tes y del público presente tiene la apariencia de blancos criollos).
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 303
a 29 años) y mayores (de 30 años en adelante). Se anuncia a cada bailarín
por su nombre, lugar de nacimiento y las nacionalidades de ambos padres, y
para cada categoría se corona a una reina del festejo. El conjunto que está en
el escenario toca el mismo acompañamiento para cada solo de baile. El que
toca las congas utiliza una variación de un patrón de rumba cubana para
acompañar los patrones de festejo de los dos cajoneros. El baile de los niños pa-
rece seguir el estilo “comercial” que Gino me describió, con enérgico zarandeo
improvisado de caderas y disfraces consistentes en falditas cortas y blusitas con
el torso descubierto, mientras que los adultos tienden a favorecer los pasos de
baile coreografiados. Las tres concursantes de la categoría mayores (que parecen
estar en el rango de 30 a 40 años) usan elegantes faldas largas con enaguas y
bailan menos rimbombantemente, evocando una sensualidad percibida como
apropiada para las mujeres “mayores”.
Después de que terminan los solos de baile tiene lugar la competencia de las
coreografías. Compiten dos grupos locales de adolescentes y niños: “Matices del
Perú” y “Estampas del Perú”. La coreografía del primer grupo empieza con una
exhibición de humo proveniente de hielo seco. Los chicos salen corriendo llevan-
do sus cajones, que luego tocan imitando al que suena en el festejo grabado que
acompaña al baile y que es interpretado por la cantante Eva Ayllón. Los chicos
están vestidos con pantalones blancos y fajas pero sin camisa, las chicas llevan
vestidos enteros. La blancura de los chicos bailando la música afroperuana se
acentúa por sus torsos desnudos. El segundo grupo lo integran solo mujeres menos
un niñito que toca una quijada de juguete en una esquina. Una pequeña se en-
cuentra arrodillada en la esquina opuesta llevando una canasta de frutas sobre la
cabeza. Las chicas empiezan recitando la letra de una canción popular: “Somos
la raza más pura”… mientras se preparan para bailar al ritmo de Perú Negro.
Este grupo baila con la música en vivo que interpreta el conjunto del escenario.
Su coreografía es creativa, pero los jueces le dan el premio al primer grupo.
Manejo con dos amigos hasta un restaurante peruano en el Valle de San Fernan-
do para asistir al concierto de Lucila Campos. Alrededor de cien silletas plegables
(las que estarán todas ocupadas al final de la noche) están acomodadas alrededor
de largas mesas. En la esquina, al fondo del restaurante, hay una pequeña plata-
forma como escenario. La gente va llegando paulatinamente durante la primera
parte que empieza justo a la hora, un poco antes de las 10 de la noche. Todos en
el salón parecen ser peruanos, con excepción de mi grupo y de dos hombres anglo-
sajones que están sentados acompañados de mujeres peruanas.
Una banda local, dirigida por el guitarrista Víctor Vento toca durante la pri-
mera parte. La banda está compuesta por dos guitarras, congas, dos cajones,
castañuelas y un sintetizador. Tocan música de fondo para acompañar la cena
(polcas y valses peruanos y sones cubanos) mientras el público ordena sus platos
de comida criolla. En la segunda parte se une a la banda Jorge Luis Jasso, un
joven cantante de música criolla radicado en Lima y que también interpreta
festejos. El público empieza a participar del show ahora que ya los platos están
vacíos. En un momento, Jasso llama a una mujer del público para que salga a
bailar festejo (la gente grita: “¡Arriba, atrás! ¡Arriba, atrás!”, para instar a la
bailarina a que mueva sus caderas cada vez más rápido) y esta parte termina
con un tondero (baile del norte peruano parecido a la marinera) bailado por
una pareja agitando servilletas en vez de pañuelos.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 305
Conforme pasa la noche, la gente va cargándose de más energía y Lucila Cam-
pos empieza a interpretar mayormente festejos. Le exige al público que se pare
y baile, avista a los dos anglosajones, ambos de pelo rubio, uno con una larga
cola de caballo, y debido a que aparentemente no comprenden el castellano se
convierten en el punto de su atención, igual como se les toma el pelo a los tu-
ristas en las peñas de Lima, para el resto del show; una extraña yuxtaposición,
porque los tratan como turistas en su propia ciudad.
Susana Baca por lo general no era muy conocida ni apreciada por los inmi-
grantes peruanos en los Estados Unidos en la década de 1990. De hecho,
como ellos vivían fuera de los círculos cosmopolitas (Turino 2000) de la
world music, muchos ni siquiera eran conscientes del éxito de esta artista10.
Algunos inmigrantes peruanos que sí conocían la música de Susana se pre-
ocupaban de que ella trajera información cultural errónea al público esta-
dounidense que desconoce la música peruana, interpretando un estilo muy
idiosincrásico, más influenciado por las armonías del jazz y la poesía elitista
que por el folklore negro peruano. Curiosamente, en vista de que el jazz es
promovido por los peruanos blancos de la élite de Lima, sus armonías se
consideran un elemento “que blanquea” la música afroperuana, a pesar de
las asociaciones del jazz con lo afroamericano en los Estados Unidos y en
otras partes del mundo. Muchos inmigrantes peruanos, en lugar de comprar
entradas para los conciertos afroperuanos “cultos” de Susana Baca, prefieren
acudir a las peñas trasplantadas con artistas importados semanalmente desde
10 Por ejemplo, Susana Baca fue entrevistada para un periódico peruano-americano de Los Án-
geles antes de una de sus presentaciones locales. El reportero le dijo que allí nunca nadie había
escuchado sobre ella y le preguntó cómo pensaba ganarse un público. Susana Baca se había
presentado hacía poco ante una audiencia de miles de personas en el prestigioso Hollywood
Bowl, un hecho que este reportero obviamente desconocía, pues solo frecuentaba lo que ocurría
dentro de la comunidad peruana.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 307
el Perú. Susana Baca le habla a una audiencia cosmopolita global, pero ella
no alimenta la misma nostalgia del inmigrante.
11 El nombre completo de Álex Acuña es Alejandro Neciosup Acuña. Como muchos músicos
latinos, convirtió su nombre al inglés cuando empezó su carrera en la década de 1960, porque
los productores sintieron que sería muy difícil de pronunciar para el público estadounidense.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 309
canos– ni siquiera sabía que era peruano. Álex siguió tocando con una lista
ecléctica de músicos y bandas reconocidas que incluían a Weather Report,
Joni Mitchell, Elvis Presley, Diana Ross, U2, Paul McCartney, Michael
Jackson, Julio Iglesias, Tracy Chapman y Al Jarreau.
Como Ramón Stagnaro, Álex Acuña nunca tocó música afroperuana mien-
tras vivió en el Perú. Primeramente, él dejó el país poco después de que
se iniciara el renacimiento; en segundo lugar Álex sostiene que: “Cuando
estaba creciendo, yo estaba casi prohibido de tocar festejo porque soy in-
dígena” (Acuña 1999). Sin embargo, a fines de la década de 1980, mientras
se encontraba experimentando varios otros profundos cambios personales,
Álex Acuña públicamente empezó a incorporar música peruana y su propia
identidad peruana en su carrera profesional. Habiéndose establecido como
baterista y percusionista de nivel internacional, buscó cumplir a cabalidad
su promesa de 1964 de llevar la música peruana a un nivel de exposición
que ya disfrutaban las contrapartes brasileñas y cubanas. Su primera in-
mersión en los ritmos peruanos fue a mediados de la década de 1980,
con un grupo que se llamó Wayruro, dedicado a reinterpretar los huaynos
peruanos y la música de la costa con un sonido de tipo fusión New Age.
También empezó a llevar su cajón a las presentaciones y sesiones de graba-
ción, haciendo lo que podía para incorporar ritmos peruanos a los estilos
de música de los Estados Unidos y otras partes de Latinoamérica.
El legado más duradero de Los Hijos del Sol en el Perú fue que Eva Ayllón,
la cantante principal, adquiriera celebridad. Cantante negra peruana, de
voz poderosa y gran presencia escénica, se encontraba interpretando tran-
quilamente su música criolla en las peñas peruanas antes de que Los Hijos
del Sol hicieran de ella una estrella nacional. Se convirtió en la cantante
viva más popular del Perú en la interpretación de música criolla y afrope-
ruana (en la década de 1990 cantaba con dos conjuntos de músicos que
se alternaban para acompañarla en estos dos estilos musicales definidos
racialmente), con varios discos de oro y un gran número de fans peruanos
que la adoraba en todo el mundo.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 311
Figura 6.6. Eva Ayllón en concierto. Los Ángeles 2004. (Foto de Ernesto Hernández).
12 David Byrne incluyó una canción de Eva Ayllón, “Azúcar de caña”, en The Soul of Black Peru.
Así, muchos consideran que Eva Ayllón es una gran artista, pero la perci-
ben como una artista peruana, mientras que Susana Baca es una artista de
la world music. En el 2003, Eva Ayllón defraudó a su público peruano al
mudarse a los Estados Unidos, donde empezó a hacer giras más extensas
y lanzó su primer disco producido allí. Sus conciertos en vivo del 2004 y
2005 empezaron a presentar un combo instrumental acústico mínimo y
un marcado énfasis en el repertorio de canciones afroperuanas versus crio-
llas. ¿Logrará Eva Ayllón atraer algún segmento del público no peruano de
Susana Baca en los Estados Unidos o se mantendrá en su circuito exclusivo
de la comunidad de migrantes peruanos? Ambas artistas hablan y cantan
solo en castellano, interpretan música peruana y se han beneficiado del
“descubrimiento” de patrocinadores conocidos internacionalmente. Pero
las actuaciones de Eva Ayllón aparentemente son mucho más difíciles de
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 313
traducir para el público no peruano en los Estados Unidos, de la misma
manera en que los arreglos idiosincrásicos de Susana Baca y su modo de
cantar no les gusta a muchos peruanos. A pesar de la belleza y el poder de
su voz, la de Ayllón, con “todo el temperamento del pop romántico” que
tiene, defrauda a quienes están entre el público de la world music de habla
inglesa y que busca un placer confuso (o que no le interesa ese estilo por
otras razones estéticas), aun cuando sus actuaciones son más típicas de la
estética peruana que los arreglos cosmopolitas de Susana Baca.
Una razón igualmente importante por la cual las presentaciones de Eva Ay-
llón no encajan bien con el público estadounidense no peruano es su dis-
curso basado en lo racial, heredado del renacimiento, y que revela cómo las
nociones de la negritud son diferentes en los Estados Unidos y en el Perú,
y cómo estas diferentes ideas de raza operan en los círculos cosmopolitas y
en las comunidades de inmigrantes. El legado de la celebración de la negri-
tud en el renacimiento afroperuano fue una música y un baile que vuelven
esenciales cualidades estereotipadas asociadas con el hecho de ser negra.
Así, las reinas del festejo conectan la habilidad de mover sus caderas rápida
y seductoramente con ese hecho; Eva Ayllón grita: “¡Música negra!”, al
ritmo de tambores, cuando está a punto de cambiar su repertorio criollo a
su interpretación de un tema afroperuano; y grupos de folklore del renaci-
miento interpretan bailes en vestimenta que representa a sus antepasados
en tiempos de la esclavitud. Para el público estadounidense de la world
music, dichas actitudes pueden evocar sentimientos de incomodidad que
provienen de la historia estadounidense de los cantantes que se pintaban
la cara de negro y del minstrelsy. Por el contrario, para los miembros de la
comunidad de inmigrantes peruanos que están acostumbrados a este tipo
de presentación de la negritud peruana, la ausencia de tales significantes
explícitos “blanquea” la música de Susana Baca.
Susana Baca, la nostalgia del inmigrante y el alma cosmopolita del Perú negro / 315
RITMOS NEGROS DEL PERÚ / 316
CO N CLU SI Ó N
Comienzos
Siguiendo la indicación establecida por Leroi Jones tiempo atrás, yo creo que
es posible acercarse a la música como un igual cambiante más que inmutable.
Hoy en día, esto involucra la difícil tarea de tratar de comprender la reproduc-
ción de tradiciones culturales, no en la transmisión sin problemas de la esencia
fija en el tiempo, sino en los rompimientos e interrupciones que sugieren que
la misma invocación de las tradiciones puede ser una distinta pero encubierta
respuesta al inestable flujo del mundo postcontemporáneo. Se han inventado
nuevas tradiciones en las fauces de la experiencia moderna y nuevas concep-
ciones de modernidad producidas en las largas sombras de nuestras tradicio-
nes imperecederas –las africanas y las que se forjaron desde la experiencia de
la esclavitud que el negro vernáculo recuerda activamente y poderosamente
(Paul Gilroy, The Black Atlantic).
Conclusión / 317
la Cruz), quien contaba con un séquito de simpatizantes que lo adoraban.
Introduciendo por primera vez un estilo de música tecno-afroperuana, con
participación de los espectadores en los pasos de baile, “Guajaja” trae la
música afroperuana a la corriente que prevalece entre el público joven.
Los Hermanos Santa Cruz –una banda encabezada por los sobrinos de
Nicomedes y Victoria Santa Cruz: Rafael y Octavio– presentan arreglos
creativos del folklore afroperuano, utilizando guitarra y bajo eléctricos, in-
fluenciados por el jazz y elementos estilísticos del rock y del afropop. Su
álbum de 1999 se llamó Ya no soy negro, ya no soy blanco. Los artistas de
jazz José Luis Madueño y Richie Zellón están experimentando con lo que
ellos llaman afrojazz, que quiere decir arreglos de jazz latino basados en los
ritmos afroperuanos (el uso del prefijo “afro” revela que el jazz ya no es una
música identificada con lo afro en el Perú).
Hay gente que piensa que en el Perú no hay negros. E inclusive la música
afroperuana suena extraña para la gente que escucha música africana o música
cubana. Escuchan música afroperuana y dicen: “¿Qué es esto? ¿De dónde es?
Es extraña, ¿no? Es sumamente extraña”. Entonces, eso es lo que no debemos
perder. Porque yo creo que la diferencia es hermosa (Sandoval 2000).
En las peñas sociales del estilo de las del centro de Lima los propietarios
y su clientela tratan de mantener los dos tipos de música, la criolla y la
afroperuana, en lo que se consideran sus formas tradicionales. Las compo-
siciones clásicas se interpretan en instrumentos musicales no amplificados,
se requiere la participación del público y el pasado compartido se evoca
1 Victoria Santa Cruz, correo electrónico a la autora, 25 de julio del 2003 (la cursiva es de Victoria).
2 La Sonora Matancera era una orquesta de son cubano. Panchito Riset fue un cantante nacido
en Cuba que cantaba boleros y otros géneros.
Conclusión / 319
Casaverde agrega que él nunca oyó hablar del festejo, el landó o el alcatraz
hasta que estos bailes del renacimiento fueron promocionados por Victoria
Santa Cruz en la década de 1960.
En cambio Juan Carlos “Juanchi” Vásquez afirma que las tradiciones del
canto y el baile negro fueron preservadas por un pequeño grupo de fami-
lias negras (como la suya). Su punto de vista no se contradice con el de
Casaverde, sino más bien destaca el hecho de que la medida en que los pe-
ruanos crean en la existencia, anterior al renacimiento, de ciertos géneros
afroperuanos, puede depender de su propia experiencia personal. Juanchi
explica:
Conclusión / 321
Roberto Arguedas, director musical del Teatro del Milenio, explica cómo
el grupo recuperó la marimba –un instrumento utilizado por los africanos
esclavizados y que fue abandonado en el siglo XX– para Karibú. Igual que
Victoria Santa Cruz, Roberto Arguedas dice que utilizó su “memoria an-
cestral” para que lo dirigiera en la composición de las melodías afroperua-
nas para ese instrumento (Arguedas 2000)3. Cuando le pregunté por qué
el tema de la esclavitud y del pasado africano todavía estaban tan omnipre-
sentes en el trabajo contemporáneo de los artistas afroperuanos, Arguedas
me dijo:
Una de las escenas más poderosas en Karibú muestra una inusual crítica
de la peña afroperuana contemporánea. Cuando empieza la escena, Lucho
Sandoval aparece en el papel de camarero en la Peña Negronegro. Los mú-
sicos no van a llegar porque han encontrado trabajo en otro lugar donde la
paga es mejor. El camarero les da a los dos mozos la vestimenta tradicional
de los bailarines afroperuanos, incluyendo una faldita corta y una blusita
tipo sostén para la pareja “femenina”. A continuación viene una parodia
satírica de los estereotipos exagerados que se encuentran en las actuaciones
de las peñas, con los bailarines mostrando sonrisas congeladas. El baile
concluye con una bocanada de humo y los hombres se ven transportados
a una secuencia tipo sueño en la jungla africana (con un acompañamiento
musical de congas, cajón y marimba, al mismo tiempo que sonidos de la
selva), donde ellos bailan con cañas largas y encuentran a un curandero
africano. Su viaje desde el África hasta la esclavitud en el Perú se rastrea
con una coreografía ocurrente antes de que la escena vuelva al presente:
el escenario en la Peña Negronegro. Conforme el aplauso se desvanece,
de igual modo ocurre con las sonrisas en sus caras. Los hombres se miran
3 Ver la tesis de Javier León (León Quirós 2003: 306-310) para una discusión sobre el rango de
significados para la expresión “memoria ancestral”, tal como la emplearon Victoria Santa Cruz
y los integrantes del Teatro del Milenio.
La obra teatral satírica para peña fue atrevida en el Perú, era una de las úni-
cas protestas públicas en contra del racismo inherente en la economía cul-
tural que solo recompensa a los negros que retratan a sus ancestros como
esclavos o comercializan su sexualidad en los clubes nocturnos para los
turistas. Sin embargo, Sandoval refiere que, aunque Karibú tuvo buena
acogida, su sátira desencadenó escasa discusión pública: “Yo habría que-
rido despertar más polémica, pero no se generó mucha polémica en el
ambiente… El teatro no va a cambiar a la sociedad, definitivamente no
va a cambiar la forma de pensar. Lo que te puede dar es algunas ideas
Conclusión / 323
para reflexionar, pero en todo caso yo creo que cumple su labor, cumple
su función” (Sandoval 2000). Asumiendo una perspectiva optimista, el
etnomusicólogo Javier León observa que, aunque pareciera que el renaci-
miento afroperuano no remedió los problemas del “verdadero mundo” de
los afroperuanos, una visión como esta ignoraría
Como los integrantes del Teatro del Milenio y sus predecesores en el re-
nacimiento, he regresado al pasado (aunque más reciente) de la música
afroperuana para entender el presente. Mientras escribo estas palabras,
escucho la respuesta imaginaria de Victoria Santa Cruz: “Nunca puedes
conocer el pasado que no experimentaste, ¡imposible!”. Y sin embargo, me
doy cuenta de que inicialmente llegué al Perú para documentar la práctica
de la interpretación en el presente, y lo que encontré fue una enorme dosis
de pasado. Aunque la gente dice que los negros peruanos no tienen una
historia documentada, hoy en día su pasado está en todas partes: en las
vestimentas de Perú Negro, en la forma orgullosa en que los residentes
Conclusión / 325
RITMOS NEGROS DEL PERÚ / 326
BIBLIOGRAFÍA
Acuña, Álex
Entrevista con la autora. Los Ángeles, 9 de octubre.
Adorno, Theodor W
[1967] 1995 Prisms, octava impresión. Cambridge, MA: The MIT Press.
Aguirre, Carlos
1993 Agentes de su propia libertad: Los esclavos de Lima y la desintegración
de la esclavitud, 1821-1854. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.
Almora, Walter
2000 Entrevista con la autora. Los Ángeles, 4 de agosto.
Amadiume, Ifi
1997 Reinventing Africa: Matriarchy, Religion & Culture. Londres y Nueva
York: Zed Books Ltd.
Appadurai Arjun
1981 “The Past as a Scarce Resource”. En: Man 16, Nº 2: 201-219.
1991 “Global Ethnoscapes: Notes and Queries for a Transnational An-
thropology”. En: Recapturing Anthropology: Working in the Present.
Richard G. Fox (ed.). Santa Fe, NM: School of American Research
Press, pp. 191-210.
1996a “Disjuncture and Difference in the Global Economy” En: Moder-
nity at Large: Cultural Dimensions of Globalization. Minneapolis:
University of Minnesota Press, pp. 27-47.
1996b “The Production of Locality”. En: Modernity at Large: Cultural
Dimensions of Globalization. Minneapolis: University of Minnesota
Press, pp.178-200.
Bibliografía / 327
Appiah, Kwame Anthony
1992 In My Father’s House: Africa in the Philosophy of Culture. Nueva York:
Oxford University Press.
1998 “Cosmopolitan Patriots”. En: Cosmopolitics: Thinking and Feeling
Beyond the Nation. Pheng Cheah y Bruce Robbins (eds.). Minne-
apolis: University of Minnesota Press, pp. 91-114.
Arguedas, Roberto
2000 Entrevista con la autora. Lima, 25 de marzo.
Assman, Jan
1995 “Collective Memory and Cultural Identity”. En: New German Cri-
tique 65: 125-133.
Autor desconocido
1956a “Ballet negro ‘Pancho Fierro’ será repuesto el 30 de julio”. En: La
Prensa, 25 de julio, p. 8.
1956b “Cantará en el Municipal vals suyo Chabuca Granda”. En: La Cró-
nica, 4 de junio, p. 12.
1956c “Con las exitosas presentaciones de las Cías. ‘Pancho Fierro’ y ‘Es-
tampas de mi Tierra’ vislúmbrase el triunfo del folklore”. En: La
Crónica, 8 de junio, p. 23.
1956d “Hoy reponen ‘Pancho Fierro’”. En: El Comercio, 31 de julio, p. 7.
1956e “Mañana debuta el ‘Ballet Negro’”. En: La Prensa, 6 de junio, p. 6.
1956f “Pancho Fierro” se despide estrenando el ‘Baile Negro’”. En: La
Prensa, 15 de agosto, p. 6.
1957a “Diez mil tributaron en Acho homenaje a Chabuca Granda”. En:
La Prensa, 18 de enero, p. 6.
1957b “Habrían presentado en Piura un apócrifo ‘Pancho Fierro”. En: La
Prensa, 12 de enero, p. 6.
1957c “‘Ritmo negro del Perú’ realizará dos presentaciones antes de viajar a
Santiago de Chile y Buenos Aires”. En: La Crónica, 1 de mayo, p. 23.
1960a “Exótica brujería negra y estampas del callejón irán al teatro con
‘Kumanana’”. En: La Crónica, 4 de marzo, p. 5.
1960b “La compañía de arte negro debutará hoy en La Cabaña”. En: La
Prensa, 13 de marzo.
Baca, Susana
1997a Susana Baca. Luaka Bop/Warner Bros. Disco compacto.
9-46627-2.
2000a Eco de sombras. Luaka Bop. Disco compacto 72438-48912-2-0.
2000b Entrevista con la autora. Lima, 28 de marzo.
Bibliografía / 329
1997 Del fuego y del agua: Black Contribution to the Formation of Peruvian
Popular Music. Edición de la traducción al inglés. Tonga Produc-
tions. Disco compacto y folleto. TNGCD 9301.
Balazs
s.f. Susana Baca Bulletin Board Entry. Luaka Bop Sitio web [Año de con-
sulta 2001]: http://www.luakabop.com/susana_baca/bin/bb.cgi.
Ballumbrosio, Camilo
2000 Entrevista con la autora. Lima, 16 de marzo.
Ballumbrosio, Eusebio
2000 “Mira el negro cómo está en el campo: los Ballumbrosios”. En: Lo
africano en la cultura criolla. Lima: Fondo Editorial del Congreso
del Perú, pp. 169–176.
Baudrillard, Jean
1994 Simulacra and Simulation. Sheila Faria Glaser (trad.). Ann Arbor:
University of Michigan Press.
Beckford, Ruth
1979 Katherine Dunham: A Biography. Nueva York y Basilea: Marcel De-
kker, Inc.
Behar, Ruth
1993 Translated Woman: Crossing the Border with Esperanza’s Story. Bos-
ton: Beacon Press.
1996 The Vulnerable Observer: Anthropology that Breaks Your Heart. Bos-
ton: Beacon Press.
Bernal, Martin
1987 Black Athena: The Afroasiatic Roots of Classical Civilization, vols.
1-4. Londres: Free Association Press.
Blanchard, Peter
1992 Slavery & Abolition in Early Republican Peru. Wilmington, DE: SR
Books.
Bolaños, César
1995 La música nacional en los medios de comunicación electrónicos de Lima
Metropolitana. Lima: Universidad de Lima, Facultad de Ciencias de
la Comunicación, Cicosul.
Bowser, Frederick P.
1974 The African Slave in Colonial Peru, 1524–1650. Stanford, CA: Stan-
ford University Press.
Bracamonte-Bontemps, Laura
1987 “Dance in Social Context: The Peruvian Vals”. Tesis de maestría.
Universidad de California, Los Ángeles.
Brandis, Paul
s.f. [199?] Susana Baca Bulletin Board Entry. Luaka Bop Web site [año de
consulta 001]: http://www.luakabop.com/susana_baca/bin/bb.cgi.
Brandon, George
[1993] 1997 Santería from Africa to the New World: The Dead Sell Me-
mories, primeraedición en rústica. Bloomington e Indianapolis: In-
diana University Press.
Browning, Barbara
1998 Infectious Rhythm: Metaphors of Contagion and the Spread of African
Culture. Nueva York y Londres: Routledge.
Bibliografía / 331
Bruner, Edward M.
1995 “The Ethnographer/Tourist in Indonesia”. En: International
Tourism: Identity and Change. Marie-Françoise Lanfant, John B.
Allcock y Edward M. Bruner (eds.). Londres yThousand Oaks, CA:
Sage Publications, pp. 224-241.
1996 “Tourism in the Balinese Borderzone”. En: Displacement, Diaspora,
and Geographies of Identity. Smadar Lavie y Ted Swedenburg (eds.).
Durham y Londres: Duke University Press, pp.157-179.
Bush, Roland E.
1985 “Cuba’s Nicolás Guillén as Poet of Negritude”. En: Afro-Hispanic
Review 4: 5-10.
Busto Duthurburu, José Antonio del, Juan Luis Orrego Penagos, Sandro
Patrucco Núñez-Carvallo, et al.
1995 Guía turística del departamento de Ica. Lima: Pontificia Universidad
Católica del Perú.
Butler, Kim D.
2001a “Africa in the Reinvention of Nineteenth-Century Afro-Bahian Iden-
tity”. En: Rethinking the African Diaspora: The Making of a Black At-
lantic World in the Bight of Benin and Brazil. Kristin Mann y Edna G.
Bay (eds.). Londres y Portland, OR: Frank Cass, pp. 135-154.
2001b “Defining Diaspora, Refining a Discourse”. En: Diaspora 10, Nº 2:
189-219.
Byrne, David
1999 “I Hate World Music”. En: New York Times, Arts & Leisure, 3 de
octubre, pp. 1 y36.
Cachay, Raúl
1998 “Una leyenda en concierto”. En: La República, 29 de marzo, pp. 16-17.
Cadena, Marisol de la
1998 “Silent Racism and Intellectual Superiority in Peru”. En: Bulletin of
Latin American Research 17, Nº 2: 143-164.
Campos, Rony
2000 Entrevista con la autora. Lima, 16 de marzo.
Carneiro, Edison
1961 Samba de umbigada. Rio de Janeiro: Ministerio da Educaçao e Cul-
tura Campanha de Defesa do Folclore Brasileiro.
Casaverde, Félix
2000a Entrevista con la autora. Lima. 23 de febrero.
2000b Entrevista y demostración musical con la autora. Lima, 24 de marzo.
Bibliografía / 333
Castañeda, Quetzil E
1996 In the Museum of Maya Culture: Touring Chichén Itzá. Minneapolis:
University of Minnesota Press.
CEMDUC (Centro de Música y Danza de la Pontificia Universidad
Católica del Perú)
1999 Y dice así (folleto con letras de canciones), fotocopia. Lima: CEM-
DUC.
2000 Achirana. Pontificia Universidad Católica del Perú. Disco compacto.
Chang, Iris
1997 The Rape of Nanking: The Forgotten Holocaust of World War II. Nue-
va York: Penguin Books.
Cheah, Pheng
1998 “Introduction Part II: The Cosmopolitical –Today”. En: Cosmopolitics:
Thinking And Feeling Beyond the Nation. Pheng Cheah y Bruce Rob-
bins (eds.). Minneapolis: University of Minnesota Press, pp. 20-41.
Chivallon, Christine
2002 “Beyond Gilroy’s Black Atlantic: The Experience of the African Dias-
pora”. En: Diaspora 11, Nº 3: 359-382. Karen E. Fields (trad.).
Clark, Vévé
1994 “Performing the Memory of Difference in Afro-Caribbean Dan-
ce: Katherine Dunham’s Choreography, 1938–1987”. En: History
and Memory in African American Culture. Geneviève Fabre y Robert
O’Meally (eds.). New York: Oxford University Press, pp. 188-204.
Clifford, James
1986 “Introduction: Partial Truths”. En: Writing Culture: The Poetics and
Politics of Ethnography. James Clifford y George E. Marcus (eds.).
Berkeley: University of California Press, pp. 1-26.
Cohen, Erik
1988 “Authenticity and Commoditization in Tourism”. En: Annals of
Tourism Research 15: 371-386.
Cole, Jennifer
2001 Forget Colonialism? Sacrifice and the Art of Memory in Madagascar.
Berkeley: University of California Press.
Connerton, Paul
How Societies Remember. Nueva York y Cambridge: Cambridge
University Press.
Bibliografía / 335
Crick, Malcolm
1985 “‘Tracing’ the Anthropological Self: Quizzical Reflections on Field-
work, Tourism, and the Ludic”. En: Social Analysis 17: 71-92.
1989 “Representations of International Tourism in the Social Sciences:
Sun, Sex, Sights, Savings, and Servility”. En: Annual Review of An-
thropology 18: 307-344.
Crook, Larry N
1993 “Black Consciousness, Samba Reggae, and the Re-Africanization of
Bahian Carnival Music in Brazil”. En: The World of Music 35, Nº 2:
90-108.
Cuche, Denys
1975 Poder blanco y resistencia negra en el Perú. Lima: Instituto Nacional
de Cultura.
1976 “La mort des dieux africains et les religions noires au Pérou”. En:
Archive de Sciences Sociales des Religions 43, Nº 1: 77-91.
Curtin, Philip D
1969 The Atlantic Slave Trade: A Census. Madison: University of Wiscon-
sin Press.
Dash, Michael
1974 “Marvellous Realism: The Way Out of Négritude”. En: Caribbean
Studies 13, Nº 4: 57-70.
Desmond, Jane C.
1999 Staging Tourism: Bodies on Display from Waikiki to Sea World. Chica-
go: The University of Chicago Press.
Du Bois, W. E. B.
[1903] 1994 The Souls of Black Folk. Chicago: A. C. McClurg & Co.
Repr.; Nueva York Dover Publications, Inc.
Dunham, Katherine
1969 Island Possessed. Garden City, NY: Doubleday.
Dunn, Christopher
1992 “Afro-Bahian Carnival: A Stage for Protest”. En: Afro-Hispanic Re-
view XI, Nº 1-3: 11-20.
Bibliografía / 337
Ebron, Paulla A.
1998 “Enchanted Memories of Regional Difference in African American
Culture”. En: American Anthropologist 100, Nº 1: 94-105.
Eco, Umberto
1986 Travels in Hyperreality: Essays. William Weaver (trad.). Edición de la
traducción al inglés. San Diego, Nueva York y Londres: Harcourt
Brace & Company.
Errington, F. y D. Gewertz
1989 “Tourism and Anthropology in a Post-Modern World”. En: Oce-
ania 60, Nº 1: 37-54.
Fanon, Frantz
1966 The Wretched of the Earth. Constance Farrington (trad.). Nueva
York: Grove Press.
Feifer, Maxine
1986 Tourism in History: From Imperial Rome to the Present. Nueva York:
Stein and Day.
Fields, Karen
1994 “What One Cannot Remember Mistakenly”. En: History & Memory
in AfricanAmerican Culture. Geneviève Fabre y Robert O’Meally
(eds.). New York y Oxford: Oxford University Press, pp. 150-163.
Foucault, Michel
1977 Language, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews.
Donald F. Bouchard y Sherry Simon (trads.). Ithaca, NY: Cornell
University Press.
Gamboa, Gino
1999 Entrevista y clase de cajón con la autora. Culver City, CA, 2 de no-
viembre.
Bibliografía / 339
Geertz, Clifford
1973 “Thick Description: Toward an Interpretive Theory of Culture”. En:
The Interpretation of Cultures. Nueva York: Basic Books, pp. 3-30.
Gilroy, Paul
1993 The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness. Cambrid-
ge, MA: Harvard University Press.
2000 Against Race: Imagining Political Culture beyond the Color Line.
Cambridge, MA: The Belknap Press of Harvard University Press.
Goffman, Erving
1959 The Presentation of Self in Everyday Life. Garden City, NY: Doubleday.
1974 Frame Analysis: An Essay on the Organization of Experience. Nueva
York: Harper & Row.
González, Miki
1993 Akundún. Polygram Discos S.A./Polydor. Disco compacto. 314 519
539-2.
2000 Entrevista con la autora. Lima, 23 de febrero.
Halbwachs, Maurice
[1950] 1992 On Collective Memory. Lewis A. Coser (trad.). D. N. Levine
(ed.). París: Presses Universitaires de France; Chicago: The Univer-
sity of Chicago Press (reimpresión).
Hall, Stuart
1989 “Cultural Identity and Cinematic Representation”. En: Framework
36: 68-82.
1990 “Cultural Identity and Diaspora”. En: Identity: Community, Culture,
Difference. Jonathan Rutherford (ed.). Londres: Lawrence & Wis-
hart, pp. 222-237.
Handy, Otis
1979 “The Spanish American Décima and Nicomedes Santa Cruz”. Tesis
doctoral. University of California, Berkeley.
Hannerz, Ulf
1992 Cultural Complexity: Studies in the Social Organization of Meaning.
Nueva York: Columbia University Press.
1996 “Cosmopolitans and Locals in World Culture”. En: Transnational
Connections: Culture, People, Places. Londres y Nueva York: Rout-
ledge, pp. 102-111.
Harth-Terré, Emilio
1971 Presencia del negro en el virreinato del Perú. Lima: Editorial Univer-
sitaria.
Bibliografía / 341
Herskovits, Melville J.
1941 The Myth of the Negro Past. Nueva York: Beacon.
Hobsbawm, Eric
1983 “Introduction: Inventing Traditions”. En: The Invention of Tradi-
tion. Erik Hobsbawm y Terence Ranger (eds.). Cambridge: Cam-
bridge University Press, pp. 1-14.
Hollinger, David A.
1995 Postethnic America: Beyond Multiculturalism. Nueva York: Basic Books.
Howell, John
1992 David Byrne. Nueva York: Thunder’s Mouth Press.
Hünefeldt, Christine
1994 Paying the Price of Freedom: Family and Labor Among Lima’s Slaves,
1800-1854. Berkeley: University of California Press.
Jackson, Richard L.
1976 The Black Image in Latin American Literature. Albuquerque: Uni-
versity of New Mexico Press.
1979 Black Writers in Latin America. Albuquerque: University of New
Mexico Press.
1984 “The Afrocriollo Movement Revisited”. En: Afro-Hispanic Review
III, Nº 1: 5-9.
Jahn, Janheinz
1961 Muntu: An Outline of the Neo-African Culture. Marjorie Grene
(trad.). Londres: Faber and Faber Limited.
Jones, LeRoi
1963 Blues People: The Negro Experience in White America and the Music that
Developed From It. Nueva York: William Morrow and Company.
Kattar, Jeannette
1977 “Nicomedes Santa Cruz, poète noir du Pérou”. En: Annales de la Facul-
té des Lettres et Sciences Humaines, Université de Dakar 7: 185-205.
Kirshenblatt-Gimblett, Barbara
1998 Destination Culture: Tourism, Museums, and Heritage. Berkeley:
University of California Press.
Kisselgoff, Anna
1975 “Peruvians Bow Here in Dances”. En: New York Times, 11 de abril.
Lazo, Javier
2000 Entrevista con la autora. Lima, 10 de marzo.
Lee, Leslie
2000 Entrevista con la autora. Lima, 27 de marzo.
Bibliografía / 343
1998 “Que Viva Chincha: The Reconstruction of an Afro-Peruvian Past”.
Trabajo presentado en la reunión anual de la Sociedad de Etnomu-
sicología. Bloomington, Indiana.
2003 “The Aestheticization of Tradition: Professional Afroperuvian Mu-
sicians, Cultural Reclamation and Artistic Interpretation”. Tesis
doctoral. The University of Texas, Austin.
Lévano, César
1965 “El prohibido panalivio del negro peruano”. En: Caretas 19-31 de
marzo: 30-33.
Lévi-Strauss, Claude
[1955] 1973 Tristes tropiques. John y Doreen Weightman (trad.). París:
Plon. Reimpreso en Nueva York: Pocket Books.
Lewis, Marvin A.
1983 Afro-Hispanic Poetry 1940–1980: From Slavery to “Negritud” in
South American Verse. Columbia: University of Missouri Press.
Lipsitz, George
1994 Dangerous Crossroads: Popular Music, Postmodernism and the Poetics
of Place. Londres y Nueva York: Verso.
1995 Review of The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness
by Paul Gilroy. En: Social Identities 1, Nº 1: 193-200.
Lockhart, James
[1968] 1994 Spanish Peru, 1532–1560: A Social History, segunda edición.
Madison: The University of Wisconsin Press.
Lott, Eric
1993 Love and Theft: Blackface Minstrelsy and the American Working Class.
Nueva York y Oxford: Oxford University Press.
Lott, Lee T.
1995 Review of The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness,
by Paul Gilroy. En: Social Identities 1, Nº 1: 200-220.
Lowenthal, David
1985 The Past is a Foreign Country. Cambridge y Nueva York: Cambridge
University Press.
MacCannell, Dean
[1976] 1989 The Tourist: A New Theory of the Leisure Class, segunda edi-
ción. Nueva York: Schocken Books.
1992 Empty Meeting Grounds: The Tourist Papers. Londres y Nueva York:
Routledge.
Malcomson, Scott L.
1998 “The Varieties of Cosmopolitan Experience”. En: Cosmopolitics: Thin-
king and Feeling beyond the Nation. Pheng Cheah y Bruce Robbins
(eds.). Minneapolis: University of Minnesota Press, pp. 233-245.
Marcus, George
1995 “Ethnography in/of the World System: The Emergence of Multi-Si-
ted Ethnography”. En: Annual Review of Anthropology 24: 95-117.
Bibliografía / 345
Mariñez, Pablo A.
1992 “Adiós al poeta afroperuano Nicomedes Santa Cruz”. En: América
Negra 4: 261-265.
1993 “Entrevista con Nicomedes Santa Cruz, poeta afroamericano”. En:
Cuadernos Americanos 4, Nº 40: 110-124.
2000 Nicomedes Santa Cruz: Decimista, poeta, y folklorista afroperuano.
México: Instituto de Cultura de San Luis Potosí.
Martínez, Gregorio
1995 “Black Peru”. En: Africa’s Legacy: Photographs in Brazil and Peru
(Lorry Salcedo-Mitrani). Fortuna Calvo-Roth (trad.). Nueva York:
Caribbean Cultural Center.
Martínez, Mabela
2000 Entrevista con la autora. Lima, 24 de enero.
Mason, John
1992 Orin Órìsà: Songs For Selected Heads. Nueva York: Yorùbá Theologi-
cal Archministry.
Matory, J. Lorand
1999 “The English Professors of Brazil: On the Diasporic Roots of the
Yorùbá Nation”. En: Comparative Studies in Society and History 41,
Nº 1: 72-103.
Mendoza, Raúl
2005 “Negros siguen siendo ignorados”. En: La República, 1 de agosto.
Mendoza, Zoila S
1998 “Defining Folklore: Mestizo and Indigenous Identities on the
Move”. En: Bulletin of Latin American Research 17, Nº 2: 165-183.
2000 Shaping Society Through Dance: Mestizo Ritual Performance in the
Peruvian Andes. Chicago: The University of Chicago Press.
Millones, Luis
1985 “Tugurio, the Culture of Peruvian Marginal Population: A Study of
a Lima Slum”. En: Peruvian Contexts of Change. William W. Stein
(ed.). New Brunswick, NJ: Transaction Books, pp. 56-123.
2000 Entrevista con la autora. Lima, 21 de marzo.
Misztal, Barbara
2003 Theories of Social Remembering. Maidenhead, Inglaterra y Philadel-
phia: OpenUniversity Press.
Moore, Robin
1997 Nationalizing Blackness: Afrocubanismo and Artistic Revolution in
Havana,1920-1940. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press.
Morillo, Juan
1999 Entrevista con la autora. Los Ángeles, 27 de agosto.
Bibliografía / 347
Morrison, Toni
1987 Beloved. Nueva York: Alfred A. Knopf.
Mujica, Manongo
1998 Entrevista con la autora. Lima, agosto.
Nájar, Rosario
1999 “Aproximación cuantitativa a la problemática de los medios de co-
municación en el Perú”. En: Cultura y globalización. Carlos Iván
Degregori y Gonzalo Portocarrero (eds.). Lima: Pontificia Univer-
sidad Católica del Perú, Universidad del Pacifico e Instituto de Es-
tudios Peruanos, pp. 359-384.
Núñez, Estuardo
s.f. “La literatura peruana de la negritud”. En: Hispanoamérica s.f: 21-28.
Ojeda, Martha
1997 “La proyección de la cultura afroperuana en las obras de Nicomedes
Santa Cruz”. Tesis doctoral. Universidad de Kentucky.
Ortiz, Fernando
[1952] 1996 Los instrumentos de la música afrocubana, Vol. 1. La Habana:
Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación.
Ossorio, José
1967 “Encuentro de la canción protesta: Crónica”. En: Casa de las Améri-
cas 8, Nº 45: 139-145.
Padilla, Víctor
1999 Entrevista con la autora. Reston, VA, 19 de septiembre.
Palma, Angélica
1935 Pancho Fierro: acuarelista limeño. Lima: Sanmarti y Cía.
Palma, Ricardo
[1872–1910] 1957 Tradiciones peruanas completas. Madrid: Aguilar.
Pereira, Ricardo
2000 Entrevista con la autora. Lima, 2 de marzo.
Perú Negro
1974 Gran premio del festival hispanoamericano de la danza y la canción. El
Virrey. LP. VIR 920.
1979 Grabación inédita del concierto trasmitido por la televisión venezo-
lana. Videocasete de la colección personal de “Lalo” Izquierdo.
Bibliografía / 349
1993 Perú Negro Master. Grabación inédita de la presentación de Perú
Negro en el Teatro Municipal de Lima por su 24 aniversario. Video-
casete de la colección personal de “Lalo” Izquierdo.
2000 Sangre de un don: Herencia afro peruana. Times Square Records.
Disco compacto TSQD 9013.
2003 Jolgorio. Times Square Records. Disco compacto. TSQ-CD-9035.
Pi-Sunyer, Oriol
1981 “Tourism and Anthropology”. En: Annals of Tourism Research 8, Nº
2: 271-284.
Pinto, David
2000 Entrevista con la autora. Lima, 28 de marzo.
Poniatowska, Elena
1974 “Habla el peruano Nicomedes Santa Cruz”. En: Siempre Presencia
de México 1103: 39-41, 70.
Poole, Deborah
1997 Vision, Race, and Modernity: A Visual Economy of the Andean Image
World. Princeton, NJ: Princeton University Press.
Price, Richard
1983 First-Time: The Historical Vision of an Afro-American People. Balti-
more: Johns Hopkins University Press.
1985 “An Absence of Ruins? Seeking Caribbean Historical Conscious-
ness”. En: Caribbean Review 14, Nº 3: 24-29, 45.
Radano, Ronald
2003 Lying up a Nation: Race and Black Music. Chicago: The University
of Chicago Press.
Ratliff, Ben
2000 “Romance Leavened with Highbrow Folklore (Review)”. En: New
York Times, 3 de agosto, E5.
Revollar, Pilar
1967 “Victoria Santa Cruz y la danza prohibida”. En: Ella 43 (28 de oc-
tubre): 6-7.
Ricardo
s.f. [¿199?] Susana Baca Bulletin Board Entry. Luaka Bop. Sitio web [año de
consulta 2001]: http://www.luakabop.com/susana_baca/bin/bb.cgi.
Robbins, Bruce
1998 “Introduction Part I: Actually Existing Cosmopolitanism”. En: Cos-
mopolitics: Thinking and Feeling beyond the Nation. Pheng Cheah y
Bruce Robbins (eds.). Minneapolis: University of Minnesota
Press, pp. 1-19.
Rocca, Luis
1985 La otra historia: Memoria colectiva y canto del pueblo de Zaña. Lima:
Instituto de Apoyo Agrario.
Romero, Fernando
1939a “Cómo era la zamacueca zamba”. En: Turismo 140, páginas sin nu-
merar.
1939b “Instrumentos musicales en la costa zamba”. En: Turismo 137 (mar-
zo), páginas sin numerar.
1939c “La zamba, abuela de la marinera”. En: Turismo 141, páginas sin
numerar.
1939d “Ritmo negro en la costa zamba”. En: Turismo 135 (enero), páginas
sin numerar.
1940 “De la ‘samba’ de África a la ‘marinera’ del Perú”. En: Estudios Afro-
cubanos IV, Nº 1-4: 82-120.
Bibliografía / 351
1946a “La evolución de ‘la marinera’” (parte 1). En: IPNA 6 (mayo-agos-
to): 29-33.
1946b “La evolución de ‘la marinera’” (parte 2). En: IPNA 7 (septiembre-
diciembre): 11-21.
1947 “La evolución de ‘la marinera’” (parte 3). En: IPNA 8 (enero-abril):
12-20.
1980 El papel de los descendientes de africanos en el desarrollo económico-
social del Perú. La Molina, Perú: Universidad Nacional Agraria.
1987 El negro en el Perú y su transculturación lingüística. Perú: Editorial
Milla Batres.
1988 Quimba, fa, malambo, ñeque: Afronegrismos en el Perú. Lima: Insti-
tuto de Estudios Peruanos.
1994 Safari africano y compraventa de esclavos para el Perú: 1412–1818.
Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Romero, Raúl R.
1986 “La investigación musical en América del Sur”. En: Letras 90: 71-92.
1994 “Black Music and Identity in Peru: Reconstruction and Revival of
Afro-PeruvianMusical Traditions”. En: Music and Black Ethnicity:
The Caribbean and South America. Gerard H. Béhague (ed.). Mia-
mi: North-South Center Press, University of Miami, pp. 307-330.
2001 Debating the Past: Music, Memory and Identity in the Andes. Nueva
York y Oxford: Oxford University Press.
Rosaldo, Renato
1993 Culture & Truth: The Remaking of Social Analysis, segunda edición.
Boston: Beacon Press.
Safran, William
1991 “Diasporas in Modern Societies: Myths of Homeland and Return”.
En: Diaspora 1: 83-99.
Sandoval, Lucho
2000 Entrevista con la autora. Lima, 1 de marzo.
Bibliografía / 353
1978 “Aportes de las civilizaciones africanas al folklore del Perú”. En: Né-
gritude et Amérique Latine, Colloque de Dakar: 7–12 janvier 1974.
René L. F. Durand (ed.). Dakar-Abidjan, Senegal: Les Nouvelles
Éditions Africaines, pp. 369-380.
1982 La décima en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Schechter, John M.
1994 “Los Hermanos Congo y Milton Tadeo Ten Years Later: Evolution
of an African-Ecuadorian Tradition of the Valle del Chota, Highland
Ecuador”. En: Music and Black Ethnicity: The Caribbean and South
America. Gerard H. Béhague (ed.). Miami: North South Center
Press, University of Miami, pp. 285-306.
Schudson, Michael
1997 “Lives, Laws and Language: Commemorative versus Non-Comme-
morative Forms of Effective Public Memory”. En: The Communica-
tion Review 2, Nº 1: 3-17.
Scott, David
1991 “That Event, This Memory: Notes on the Anthropology of African
Diasporas in the New World”. En: Diaspora 1, Nº 3: 261-284.
Sims, Calvin
1996 “Peru’s Blacks Increasingly Discontent With Decorative Role”. En:
The New York Times, 17 de agosto, p. 2.
Smith, Valerie L.
[1989a] 1995 “Introduction”. En: Hosts and Guests: The Anthropology of
Tourism, segunda edición, cuarta reimpresión en rústica. Philadel-
phia: University of Pennsylvania Press, pp. 1-17.
Bibliografía / 355
[1989b] 1995 Hosts and Guests: The Anthropology of Tourism, segunda
edición, cuarta reimpresión en rústica. Philadelphia: University of
Pennsylvania Press.
Stagnaro, Ramón
1999 Entrevista con la autora. Los Ángeles, 7 de octubre.
Taruskin, Richard
1995 Text & Act: Essays on Music and Performance. Nueva York y Oxford:
Oxford University Press.
Taylor, Timothy D.
1997 Global Pop: World Music, World Markets. Nueva York y Londres:
Routledge.
Templeman, Robert
1998 “We Are People of the Yungas, We Are the Saya Race”. En: Blackness
in Latin America and the Caribbean: Social Dynamics and Cultu-
ral Transformations, vol. I. Norman E. Whitten, Jr. y Arlene Torres
(eds.). Bloomington: Indiana University Press, pp. 426-444.
Tölölyan, Khachig
1996 “Rethinking Diaspora(s): Stateless Power in the Transnational Mo-
ment”. En: Diaspora 5, Nº 1: 3-35.
Turino, Thomas
1993 Moving Away From Silence: Music of the Peruvian Altiplano and the Expe-
rience of Urban Migration. Chicago: The University of Chicago Press.
1996 “From Essentialism to the Essential: Pragmatics and Meaning of
Puneño Sikuri Performance in Lima”. En: Cosmología y música en
los Andes. Max Peter Baumann (ed.). Frankfurt y Madrid: Vervuert
e Iberoamericana, pp. 469-482.
Bibliografía / 357
2000 Nationalists, Cosmopolitans, and Popular Music in Zimbabwe. Chica-
go: The University of Chicago Press.
2003 “Are we global yet? Globalist discourse, cultural formations and the
study of Zimbabwean popular music”. En: British Journal of Ethno-
musicology 12 (ii): 51-79.
Urry, John
2002 The Tourist Gaze. Segunda edición. Londres: SAGE.
Varios artistas
1995a Afro-Peruvian Classics: The Soul of Black Peru. Luaka Bop/Warner
Bros. Disco compacto CD 9 45878-2.
1995b The JVC/Smithsonian Folkways Video Anthology of Music and Dan-
ce of the Americas. JVC, Victor Company of Japan. Videocasetes.
1998a Lo mejor del ritmo negro peruano. IEMPSA. Disco compacto. CD-
VIR 00001355.
1998b Música negra: Grandes éxitos. Disvensa/Sono Radio. Disco compac-
to CD-DIS 000026044.
1998c Peter Was a Fisherman: The 1939 Trinidad Field Recordings of Mel-
ville and Frances Herskovits, Vol. 1. Rounder. Disco compacto CD.
1114.
1998d The Yoruba/Dahomean Collection: Orishas Across the Ocean. Ryko-
disc/The Library of Congress Endangered Music Project. Disco
compacto. RCD 10405.
Vásquez, Abelardo
2000 Entrevista con la autora. Lima, 3 de marzo.
Vásquez, Vicente
1978 Entrevista con Rosa Elena “Chalena” Vásquez y Max Brandt. Lima:
17 de julio. Centro de Etnomusicología Andina, Pontificia Univer-
sidad Católica del Perú. Grabación en casete, colección Rosa Elena
Vásquez, C/88/6/286.
Vega, Carlos
1936 “Eliminación del factor africano en la formación del cancionero
criollo”. En: Cursos y Conferencias 10, Nº 7: 765-779.
1953 La zamacueca (cueca, zamba, chilena, marinera). Buenos Aires: Edi-
torial Julio Korn.
Verna, Paul
1995 “Luaka Bop Revives Peru’s Black ‘Soul.’”. En: Billboard 107, Nº 23: 1.
Villanueva, Óscar
2000 Entrevista con la autora. Lima, 12 de febrero.
Wade, Peter
1993 Blackness and Race Mixture: The Dynamics of Racial Identity in Co-
lombia. Baltimore y Londres: The Johns Hopkins University Press.
1997 Race and Ethnicity in Latin America. Londres y Chicago: Pluto
Press.
1998 “The Cultural Politics of Blackness in Colombia”. En: Blackness
in Latin America and the Caribbean: Social Dynamics and Cultural
Transformations, Vol. I. Norman E. Whitten, Jr. y Arlene Torres
(eds.). Bloomington: Indiana University Press, pp. 311-334.
2000 Music, Race, and Nation: Música Tropical in Colombia. Chicago:
The University of Chicago Press.
Waterman, Christopher
1990 “‘Our Tradition is a Very Modern Tradition’: Popular Music and the
Construction of Pan-Yoruban Identity”. En: Ethnomusicology 34,
Nº 3: 367-379.
Waxer, Lise A.
2002 The City of Musical Memory: Salsa, Record Grooves, and Popular Cul-
ture in Cali, Colombia. Middletown, CT: Wesleyan University Press.
Bibliografía / 359
White, Hayden
1973 Metahistory: The Historical Imagination In Nineteenth-Century Euro-
pe. Baltimore: Johns Hopkins University Press.
Williams, Brackette F.
1995 Review of The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness,
by Paul Gilroy. En: Social Identities 1, Nº 1: 175-192.
Williams, Raymond
1977 Marxism and Literature. Oxford University Press.
Wolf, Eric R.
1982 Europe and the People Without History. Berkeley: University of Cali-
fornia Press.
Yates, Frances A.
1966 The Art of Memory. Chicago: The University of Chicago Press.