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AQUÍ OS ESPERO

COMIENDO UN HUEVO.

De:

Margarita Sánchez

(Inspirada en el cuento “El vivo retrato de la Muerte” de Rafael


Ponce López)
(Un bar ruinoso de un barrio de Madrid. En el bar trabaja
como único camarero el dueño del negocio. Como clientela del
bar, tres personas: dos hermanos mellizos, los dos con mono
azul y camisa de cuadros, los dos tomando café, los dos
fumando y un hombre de abrigo de paño pasado de moda con
un maletín a sus pies. Un maletín imitación piel con hebillas
doradas. Los tres toman café en la barra. El camarero está
terminando de servir el café que ha pedido uno de los tres
clientes).

JULLIÁN.- (Al camarero). Hace un frío de cojones, Miguel.


Podías poner un poquito la estufa.

MIGUEL.- ¿La leche toda caliente, verdad?

JULIÁN.- Sí, hombre, sí. ¿Qué estás, ahorrando?

MIGUEL.- No me fío un pelo de la instalación, Julián.

JULIÁN.- Ponla un poquito, que se caldee el bar, macho. Qué no


te van a entrar clientes, coño. Vas a estar toda tu vida con cuatro
gatos pelaos de frío, además.

MIGUEL.- Pa lo que vamos a durar aquí.

JULIÁN.- ¡Nos ha jodío! Morirnos nos vamos a morir todos


nadie se queda aquí toda la vida.

MIGUEL.- Digo lo que vamos a durar en la puñetera finca.

JULIÁN.- Ponme un copazo que me voy a morir de frío. Es que


estoy tiritando hostias. No voy a poder ni abrir el maletín para
leeros la carta.

(Miguel se palmotea los brazos para entrar en calor. Sube el


maletín al mostrador y saca un sobre)
MIGUEL.- ¿Qué te pongo?

JULIÁN.- Un sol y sombra. Más sombra que sol. A ver si


reacciono. ¡La madre que me parió! ¡Joder! ¿y vosotros no decís
nada leche? Parece que soy el único que tiene frío.

JOSÉ.- Sí, es verdad Miguel, estás dejao, dejao. Tienes el bar que
da asco entrar. Que no invita, vamos.

JUAN.- Que no invita, sí que es verdad.

MIGUEL.- Pues vosotros no salís de aquí ni a tiros. Desde que os


habéis jubilado parecéis la decoración del bar. No sé qué vais a
hacer cuando cierre.

JUAN.- Tener más salud. Eso seguro.

JOSÉ.- Seguro.

MIGUEL.- Tendréis mejor vosotros la casa mariconazos. Si vivís


en una covacha donde no quiere entrar ni la asistenta social a
haceros la limpieza. (Se dirige a Julián). ¡A mí me van a dar
lecciones los mellizos!

JULIÁN.- ¡Joder, vecinos! Si es que nos conformamos con todo.


Estamos viviendo en la mierda y no movemos el culo. Mira la ojo
huevo de la portera como se lo ha montao en cuantito se enteró de
los realojos. Está viviendo en un piso que te cagas con dos
dormitorios y un cuarto de baño completo, ahí en Villaverde.
Total, para ella y sus caniches ¡Hay que joderse!

JUAN.- ¡Joder con la ojo huevo!

JOSÉ.- ¡Joder!

JUAN.- Para que nos den un piso en Villaverde o en Vicálvaro yo


no me muevo de aquí. A mí no me saca ni Dios del barrio.
JULIÁN.- A mí tampoco, no te jode. Al único que le da igual es a
Miguel. Como es de la provincia del Bolo...

MIGUEL.- Pero si vine aquí con quince años y tengo cincuenta y


siete y hasta soy del Real Madrid ¿Qué estás diciendo? ¿Quién me
va dar a mí lecciones de madrileño?

JULIÁN.- Vaya cosa ser del Real Madrid. Del Real Madrid ¡Mira
éste! Del Real Madrid somos todos, lo difícil es ser del Atleti ¡no
te jode!

MIGUEL.- Lecciones de madrileño me vais a dar a mí.

JUAN.- Yo sí, Miguel. Yo te las doy, porque yo sí he nacido aquí,


y mis padres también. La casa en la que vivimos José y yo es la
casa en la que nacieron mis padres y ya vivían mis abuelos ¿vale?
Soy de aquí y tengo derecho a morirme en este barrio si me da la
gana. ¿Entendido? Si hasta los moros y los gitanos les dan casa,
no nos van a dar a los de aquí.

MIGUEL.- Bueno, bueno, Juan, que no es para que te pongas así.


¡Cómo se pone tu hermano!

JULIÁN.- Lo que hay que hacer es largarse para Gerencia con la


carta que ha redactado mi chico.

JUAN.- ¿Tu chico? Hace que no veo a tu chico... uff... yo que sé.

JOSÉ:- Sí es verdad ¡la de años...!

JULIÁN.- Aquí se va a quedar ése. Ése es un lumbreras, está


estudiando para abogao y va a ser bueno el jodío, las cosas de las
leyes se le dan de miedo. Él sabe dónde hay que dirigirse, dónde
hay que hacer las gestiones... claro que él tiene una cultura una
preparación... no como nosotros.

JUAN.- ¡Cuándo hay cultura...!


JOSÉ.- Qué bonito es saber ¡sí señor!

JULIÁN.- ¡Y cómo habla! Que no es porque sea mío. Da gusto


oírle. Y menuda casa tiene. Éste no quiere líos de mujeres ni na.
Comparte el piso con un amigo y se dejan de líos de mujeres y
toda la hostia. Menuda vida lleva.

JUAN.- La juventud viene empujando.

JOSÉ.- Siempre palante.

JULIÁN.- Pues claro. Ya veréis la carta que ha hecho, ya veréis.


¡Joder que frío!

JUAN.- Venga Miguel un poco de humanidad. Enciende la estufa.

JOSÉ.- Un poquito de humanidad, si señor.

MIGUEL.- Iros a vuestra casa leche. Siempre pidiendo.

(Miguel sale a encender la estufa).

MIGUEL.- Si tienes razón Julián. Somos los últimos de Filipinas.


Ya ves, los mellizos, tú yo y... bueno y... y Tomás.

JOSÉ.- Tomás.

JUAN.- Tomás. ¡Qué leche!

JULIAN.- Bueno, pero ése es otra historia.

(Se hace un pequeño silencio).

MIGUEL.- ¿Entonces tu chico ya es abogao?

JULIÁN.- Mi chico está estudiando, el abogao es el otro, pero


esta carta la ha redactado mi chico que se conoce el percal.
JUAN.- ¿Yo creí que se había ido de aquí a vivir con su novia?

JULIÁN.- Qué te estoy diciendo que no quiere líos. Ahora va a


echarse una lagarta que le sople el dinero. Así me ha ido a mí la
vida. Bueno atentos y escuchar:

(Julián comienza a leer).

Don fulanito de tal, nacido el tal del tal... manifiesta que a


primeros del mes de enero del año 2.000, al ir a depositar en
portería el importe correspondiente al alquiler de mi piso sito en
la calle tal puerta tal, me comunica la portera que el administrador
ya no pasa los recibos de alquiler y que en breve recibiré alguna
notificación.
Como no recibo noticias decido ponerme en contacto con la
empresa “Antolín y Bravo, Administraciones S.L”...

MIGUEL.- ¿Quiénes son esos?

JUAN.- Los administradores Miguel.

JOSÉ.- Los hijos de puta de los administradores

JULIÁN.- Bueno sigo.


Y me comunican por teléfono que ellos no tienen ya nada que ver
con la administración de la finca y que lo único que me pueden
decir es que ha sido adquirida por la Comunidad de Madrid y que
no me preocupe y que ya recibiré alguna comunicación.
Sin haber recibido absolutamente ninguna información sobre el
asunto una tarde “alguien” (Julián se dirige al auditorio) esto es
muy bueno escuchar: alguien que dijo ser enviado por el
Ayuntamiento y que no quiso dar su nombre, comienza a tabicar
las puertas de las viviendas que supongo estarán vacías, pero
empiezo a inquietarme por la medida ya que no sé si algún día
encontraré al albañil tabicando la mía.

(Julián se ríe ostentosamente)


JOSÉ.- ¡Muy bien dicho!

JUAN.- Si es que ha sido así. No se está inventando nada.

JULIÁN.- No, no, callar si todavía sigue.


Me persono en las oficinas de la Comunidad de Madrid c/
Basílisca, l03 para obtener información y la persona que me
atiende consulta su ordenador y me dice que en la pantalla no
figura el que dicho edificio haya sido adquirido por la Comunidad
de Madrid y que eso es lo único que puede decirme.

JUAN.- Siempre poniéndolo fácil los cabrones.

JULIÁN.- Calla.
Ese mismo día me persono en la oficina de Rehabilitación donde
me facilitan un teléfono y un nombre: el Sr. Adolfo Fernández.
Este Sr. siente mucho no poder darme ninguna información pero
le parece que el edificio ha sido comprado por el Ayuntamiento y
me aconseja que no me preocupe. Me remite al Sr. José Luis al
que tengo que localizar en otro teléfono pero este señor me vuelve
a decir prácticamente lo mismo que el anterior, que no puede
decirme nada pero que no me preocupe porque cree que ha sido
adquirido por la Comunidad de Madrid o por el Ayuntamiento.

MIGUEL.- ¡Vaya lío!

JOSÉ.- Tiene güevos...

JULIÁN.- Y ahora viene lo bueno esto me encanta. Dice: Que no


me preocupe que creen que ha sido adquirido por la Comunidad
de Madrid o por el Ayuntamiento, y dice ahora... mirar, mirar que
es buenísimo:

... que no me preocupe. Pero yo me preocupo. Preocupo con


mayúsculas para que se vea bien. Yo me preocupo, esa es la razón
por la cual solicito información sobre la situación en que me
encuentro como inquilino del piso tal y tal, puerta tal, de la calle
tal, así como la dirección, el cómo y el cuándo debo hacer el
depósito de mi alquiler mensual, pues los meses siguen pasando y
nadie se hace cargo de las mensualidades.

JOSÉ.- Pues sí porque si nadie nos cobra dirán que no hemos


pagado el alquiler y pueden desahuciarnos.

JULIÁN.- Pues claro, y termina diciendo... Ya que considero


límite las condiciones en las que me veo obligado a vivir puesto
que del piso 1º al 4º hay muchas viviendas que ya se han tabicado
y que tengo como única referencia la posible adquisición del
inmueble por la C.A.M. Agradecería me facilitaran información
con la máxima brevedad.

Gracias.
Y luego la firma: Firmado en Madrid a tantos de tantos... y aquí
mi nombre: Julián Barreiros Bullón. ¿Qué me decís?

MIGUEL.- Un poco larga ¿no?

JULIÁN.- ¿Larga?

JOSÉ.- Porque se nota que el chico sabe un rato.

JUAN.- Pero, un rato.

JULIAN.- ¡Ahí!

JUAN.- Y va con la verdad por delante.

MIGUEL.- A mí me parece un poco larga.

JOSÉ.- Tú qué sabrás, Miguel, si estás hecho un paleto.

MIGUEL.- Debería ser una carta más de al pan pan y al vino


vino. ¿No sé si me entendéis?

JULIÁN.- Bueno mirar, si queréis venís y si no que os den.


(Julián dobla la carta y la mete en el sobre, después cierra el
maletín y le pega un buen trago a su sol y sombra).

JULIÁN.- ¿Venís o no venís?

JOSÉ.- Habrá que hacer algo, Juan.

JUAN.- Sí, si habrá que hacer algo, eso si es verdad.

JOSÉ.- El suelo de casa está cediendo y el día menos pensado


nos colamos en el cuarto en casa del cristalero.

JULIÁN.- Cállate José. ¿Por qué tienes que sacar a relucir a


Tomás ahora? ¿Por qué tienes que aguar la fiesta? ¡Coño!

(Se hace un silencio sepulcral. Todos se quedan pensativos.


Después empiezan a mirarse los unos a los otros. El primero en
romper el hielo es Miguel que sale de la barra y se dirige hacia
la estufa con los demás).

MIGUEL.- ¿Se nota eh? La verdad es que este local es muy


agradecido en nada se caldea y estás en la gloria.

JUAN.- Qué frío ha hecho esta noche.

JULIÁN.- Este local es un chollo. Te costará trabajo encontrar


otro local así. Aunque en tu pueblo...

MIGUEL.- Y dale con mí pueblo, Julián, que soy más de aquí


que tú. ¿Qué te has creído, que cuándo me vaya de aquí voy
volver a abrir un negocio? Cuando me vaya de aquí pienso
dedicarme a vivir y punto.

JOSÉ.- A vivir.

JUAN.- A vivir.
JOSÉ.- No entro en calor. Tengo el frío metio en los huesos.

JUAN.- Yo, en el alma.

MIGUEL.- Eso es hablar en verso, Juan.

JUAN.- Pues es verdad. No he podido pegar ojo.

JULIÁN.- Ni yo.

MIGUEL.- Yo tampoco. ¡Qué pena!

JUAN.- Nos hemos portado como ratas miserables.

JULIÁN.- No exageremos, Juan, que la cosa tenía su miga.

JOSÉ.- No sé qué va a pasar cuando me lo encuentre por la


escalera.

MIGUEL.- Para cuatro que somos en la finca...

JULIÁN.- ¿Habrá que hacer algo?

JUAN.- Tendríamos que haberlo hecho ayer.

JOSÉ.- Nos portamos muy mal.

JUAN.- Fatal.

MIGUEL.- Pues ayer bien que le echabas el agua sucia de su


cubito de limpiacristales, así que ahora, no te hagas el santo.

JOSÉ.- Qué mal nos portamos con el pobre cristalero.

JULIÁN.- No es cristalero es limpiacristales.

JUAN.- A estas horas puede que esté congelado.


MIGUEL.- ¡Qué va a estar congelado!

JUAN.- Cuando uno está bebido no siente el frío.

JOSÉ.- Ha sido la peor noche en muchos años. Lo dicen las


noticias.

MIGUEL.- Toda la noche me ha estao viniendo a la cabeza la


imagen del pobrecito ahí doblado en la escalera.

JUAN.- Qué mala postura tenía el pobre.

MIGUEL.- Con la porra amoratada y echando pompitas de


mocos por la nariz. ¡Qué leche de vida!

JUAN.- Y la escalera y el cubo ahí tirados. ¡Qué pena! Con lo que


fue ese hombre en sus tiempos.

JOSÉ.- ¡Con lo que fue!

JULIÁN.- No se puede uno coger esas cogorzas, hombre, no me


fastidiéis. Todos hemos tenido madre y a quien más y quien
menos ya se nos ha muerto ¿o no?

JOSÉ.- Sí.

JUAN.- Sí.

MIGUEL.- La mía está muy hermosa en el pueblo.

JULIÁN.- No, si ya. Si encima los de pueblo duráis más. Debe


ser por los chorizos y los jamones de la matanza. ¡Qué jodíos!
Menudo modus viendis tenéis.

MIGUEL.- Él estaba muy apegao a la madre y claro la madre no


le iba a vivir toda la vida. Es que ser hijo único es una desgracia.

JULIÁN.- Tú ¿dónde tienes a tu madre?


MIGUEL.- En el pueblo, con mis hermanas.

JULIÁN.- ¡Joder cómo te lo montas! Menudo modus vivendis tú


también.

JUAN.- Si el hombre no había bebido en su vida. Fue irse su


madre y mira. No, que no lo supera y ya está.

(Pausa).

JOSÉ.- Qué bajón pegó la mujer cuando empezaron a tapiar las


puertas los del Ayuntamiento. Eso también es muy duro de ver.

JUAN.- ¡Qué bajón!

MIGUEL.- Yo creo que cuando uno está muy cerca de la muerte,


la muerte se presiente. ¿No creéis vosotros?

JULIÁN.- ¿Tú crees que Tomás la presentía?

MIGUEL.- No digo Tomás, joder, digo su madre.

JUAN.- Y si no se presiente, con echar un vistazo a la casa con


todas las puertas tabicadas ya te vas haciendo a la idea.

JOSÉ.- Ahí, viendo la mujer el panorama todos los días.

JUAN.- Culpa de los cabrones de los administradores.

JULIÁN.- (Se dirige a Miguel). Tú no deberías haberle servido


alcohol Miguel, que él empezaba mamándose aquí.

MIGUEL.- Oye, oye, que aquí él se tomaba un par de cañas nada


más y a lo que venía era a comerse su ración de oreja a la plancha
que le volvía loco. Eso no se lo quitaba nadie. El único alimento
que seguramente tenía en el cuerpo. Todos los días su oreja y su
par de cañas. Aquí nunca se ha embolingao. Si se embolingaba
por ahí, ojos que no ven...

JULIÁN.- Pero tú sabías que Tomás estaba pasando una mala


racha y que no debías haberle servido alcohol aunque te lo
pidiera.

MIGUEL.- Que aquí sólo se bebió dos cañas, ¡joder! ¡qué pesao!

JULIÁN.- Los alcohólicos no pueden beber ni una caña.

JOSÉ.- Eso sí que es verdad, ni una.

JUAN.- Verdad.

MIGUEL.- No si ahora voy a tener yo la culpa de que se


emborrachara.

JULIÁN.- Este fue el último bar del que salió.

MIGUEL.- ¿Y eso quién lo sabe?

JUAN.- Nosotros lo sabemos.

JOSÉ.- Todos nosotros.

MIGUEL.- ¿Por qué no llamasteis al SAMUR para que se lo


llevaran?

JULIÁN.- Yo estuve a punto, pero tú dijiste que lo


acompañáramos a casa y lo metiéramos en la cama que tenía que
dormir la mona.

MIGUEL.- Pero nadie le acompañó. Os quedasteis todos aquí


conmigo.

JULIÁN.- Esperamos a que cerraras el bar para subirlo entre


todos, que un borracho pesa como un muerto.
MIGUEL.- Mi establecimiento tiene un horario. Yo no puedo
cerrar así como así. Pasaron dos horas desde que el pobre Tomás
se subió sólo bolinga perdido con su escalerita y su cubo. Dos
horas hasta que nos lo encontramos tirado en la escalera. Dos
horas es mucho tiempo en un invierno tan frío.

JUAN.- ¡Joder, Miguel! no lo digas así que se me encoge el


corazón.

JOSÉ.- Es peor todavía, es como... como si se hiciera pedazos


¿verdad Juan?

JUAN.- Eso.

MIGUEL.- Si es que somos responsables de lo que le haya


pasado. Se ha podido coger una pulmonía.

JOSÉ.- Lo que le faltaba al pobre...

(Pausa larga)

JUAN.- No me atreví a decíroslo pero cuando le agarré la mano


no le encontré el pulso.

JULIÁN.- Pues estuviste un buen rato ahí dale que te dale. ¿Qué
estuviste haciendo, manitas?

JUAN.- Tenía las manos hinchadas y le quite el anillo.

JULIÁN.- ¿Le quitaste el sello de oro?

JUAN.- Era de su padre y le tenía mucho aprecio.

JOSÉ.- Sí, es verdad, siempre estaba diciendo que era el único


recuerdo que tenía de su padre.
JULIÁN.- Pues le podías haber quitado los calcetines que
también serían de su padre.

JUAN.- No le íbamos a dejar ahí tirado con ese anillo tan goloso
para que subiera alguien y se lo robase.

MIGUEL.- ¿Quién iba a subir?

JUAN.- Cualquiera con la cantidad de morenos, chinos y pardos


que hay aquí.

JOSÉ.- ¡Pues no está fino el barrio ni na! Pa fiarse.

JULIÁN.- ¿Y qué hiciste con el usufructo?

JUAN.- Lo tengo aquí para devolvérselo.

JULIÁN.- Ya

JUAN.- Sí, lo tengo aquí, coño. Ahora se lo devolveré.

(Juan saca el anillo del bolsillo de su pantalón y lo enseña).

MIGUEL.- Vaya anillo bueno.

JULIÁN.- Es un lingote de oro. Esto se cotiza caro.

JUAN.- Esto es lo único que el pobre Tomás tiene de valor.

JULIÁN.- Y tú qué sabes lo que puede tener dentro de su casa.

JOSÉ.- Tomás que va a tener. Toda la vida limpiando cristales.


Así no se hace el dinero, hombre.

JUAN.- ¡Qué va a tener el pobre!

JULIÁN.- No os fieis que lo mismo es de estos que guardan y


guardan debajo el colchón y cuando les encuentran muertos tienen
millones de euros metidos debajo de un ladrillo. Total a ración de
oreja diaria... ¿A cuánto cobras la ración?

JOSÉ.- Deberíamos subir a ver como está y pedirle perdón.

JUAN.- Yo no me atrevo a entrar en la casa.

JOSÉ.- Nos da hasta vergüenza encontrárnoslo cara a cara.

MIGUEL.- ¿Cómo vamos a entrar si no tenemos llave?

JULIÁN.- ¿Quién cerró ayer cuando le dejamos en la puerta?

MIGUEL.- José le cogió la llave...

JOSÉ.- ¿Yo?

MIGUEL.- Sí, tú, cuando le vaciaste los bolsillos.

JOSÉ.- Yo no le encontré ninguna llave.

MIGUEL.- Entonces ¿qué le sacaste de los bolsillos?

JOSÉ.- Le quité el chisme de limpiar los cristales que se lo estaba


clavando.

MIGUEL.- Pues estuviste hurgando un buen rato.

JOSÉ.- Porque le saqué un fajo de billetes que seguro eran su


paga que se le estaban cayendo del bolsillo.

JULIÁN.- ¡Joder con los mellizos, han limpiao al Tomás!

MIGUEL.- Ya sabemos quién va a correr con los gastos de


hospital porque cómo haya que ingresarle no creo ni que este
tenga seguridad social y un hospital vale un ojo de la cara.
JULIÁN.- Con lo que le han pillao los mellizos se puede pagar el
hospital y hasta un entierro en condiciones.

JUAN.- No seas malfario, Julián. Ya se te ha subido el sol y


sombra a la cabeza.

JOSÉ.- Deberíamos subir a darle una explicación.

JUAN.- A ver qué nos dice.

JULIÁN.- ¿Pero qué os creéis? ¿Qué va a estar es su camita


plácidamente esperando que subamos? Si subimos tiene que ser
para pensar que vamos a encontrarnos lo peor. Al Tomás nos lo
hemos cargado nosotros.

JUAN.- ¡Qué estás diciendo Julián!

JOSÉ.- Eso, ¿qué estáis diciendo?

MIGUEL.- No fue mía la idea de dejarle sin bombona que tenéis


todos muy mala conciencia.

JUAN.- Mía tampoco.

JOSÉ.- ¿A quién se le ocurrió la idea de dejarle sin bombona?

JULIÁN.- ¿Y qué íbamos a hacer? ¿Dejar que nos prendiera


fuego el edificio ese hijo puta? Lo que nos faltaba vamos... Un
hombre así, en esas condiciones me refiero, y medio subnormal
porque ¿sabéis que era medio subnormal verdad?

JUAN.- No.

JOSÉ.- Yo no creo que sea medio subnormal.

JULIÁN.- Si hasta creo que abusaba de la madre...

JUAN.- Eso te lo acabas de inventar.


JULIÁN.- ¡Qué no joder! Que es verdad. Vosotros vivís en el
piso de arriba y no os enteráis, pero mi habitación es pared con
pared con la suya. Algunas noches escuchaba unas respiraciones
que pa qué.

JUAN.- Porque es asmático y en su casa hay unas humedades


espantosas ¿Cómo no vas a oír respiraciones?

JOSÉ.- Era Tomás intentando respirar. Su modus vivendis como


dices tú, Julián

JULIÁN.- Vamos a dejar descansar en paz a los muertos.

MIGUEL.- ¿Entonces está muerto?

JOSÉ.- ¿Por qué ese empeño en que esté muerto?

JUAN.- Eso, ¿por qué ese empeño?

MIGUEL.- Desde luego, si no está muerto es un milagro. Ha


hecho mucho frío esta noche y alguno de nosotros tuvo la idea de
dejarle sin bombonas. El limpiacristales se ha quedado más tieso
que la mojama.

JULIÁN.- Yo no iba a consentir que ese hijo de puta prendiera


fuego la casa ahora que todavía no sabemos dónde van a
realojarnos. A ver si tenemos un poquito de sentido común. Ese
tío era un pirao, un subnormal. ¿Estamos o no estamos?

JOSÉ.- Reconócelo Julián fue idea tuya dejarle sin bombonas.

JUAN.- Reconócelo. Si se hubiera muerto de un derrame cerebral


¡allá penas! pero que se muera de frío como un perro solo en su
casa.

JULIÁN.- Claro como vosotros estabais ocupados en vaciarle los


bolsillos.
JUAN.- (Amago de pelea) No te vamos a consentir...

JOSÉ.- Ya puedes ir retirando eso, desgraciao.

(Miguel se acerca a separarlos).

MIGUEL.- Oye, oye en mi establecimiento nada ¡eh! Os vais a la


puta calle que no quiero líos. ¿Entendido?

(Pausa).

JULIÁN.- ¿Qué te debo, Miguel? Yo me voy.

MIGUEL.- Tres con veinte. ¿No vas a subir con nosotros a ver a
Tomás?

JULIÁN.- ¿Qué vais a hacer? ¿Vais a subir ahora? Yo tengo que


ir a Gerencia a entregar la carta.

MIGUEL.- Son diez minutos. Nos disculpamos y nos vamos.

JULIÁN.- ¿Vosotros también vais a entrar a la casa?

JUAN.- Sí.

JOSÉ.- Claro, algo habrá qué hacer, le debemos una explicación.

JULIÁN.- ¿Vais a entrar entonces? ¿Estáis seguros?

MIGUEL.- ¿Y si todavía estamos a tiempo de hacer algo por


Tomás? Me refiero a hablar con la Gerencia esa y que se lo lleven
a una residencia. Yo puedo decir que lo único que come es mi
oreja a la plancha y que ahora voy a cerrar.

JULIÁN.- Mejor es que lo dejemos así y no enredemos más que


nos podemos meter en un buen lío y lo mismo no nos realojan a
ninguno.
JUAN.- Podríamos decírselo a tu chico, Julián, como es abogado
igual él puede decirnos que es lo mejor para él.

JOSÉ.- O darnos alguna idea, porque ideas parece que si que


tiene.

MIGUEL.- Menuda carta larga ha hecho.

JULIÁN.- No es abogao está estudiando para abogao.

JUAN.- Bueno, pues al otro al que vive con él.

JULIÁN.- Pero, ¿qué queréis que le diga? Que no hemos metido


a un borracho en su casa. Un borracho que sólo come oreja a la
plancha y que le den un piso a él. ¡Venga ya! ¡Cómo si nosotros
hubiéramos tenido la culpa de algo!

MIGUEL.- Nosotros no tuvimos culpa de nada, eso es verdad.

JUAN.- Se quedó solo en su casa, como un perro.

JOSÉ.- Si está muerto, nosotros lo habremos ayudado a morir.

MIGUEL.- ¿Por qué va a estar muerto? No sabemos nada.


Echémosle cojones y subamos de una vez.

JUAN.- ¿Subimos?

JOSÉ.- Si es que algo habrá qué hacer.

MIGUEL.- Venga que ya nos hemos puesto de acuerdo. Vamos a


subir.

JULIÁN.- Echa el cierre Miguel que yo también subo.

MIGUEL.- Y que sea lo que Dios quiera.


JOSÉ.- Vamos.

JUAN.- Vamos.

(Se hace el oscuro y suena el cierre del bar. Cuando vuelve la


luz José, Juán, Julián y Miguel están en el corredor de una
casa con una luz mortecina. A izquierda y derecho están las
puertas tabicadas de las viviendas que ya ha desalojado el
Ayuntamiento).

JULIÁN.- ¡Joder! ¡Qué mala luz tiene este corredor!

MIGUEL.- Sí, vaya luz...

JULIÁN.- Cuidao con los ladrillos no vayáis a tropezar y os


partáis la crisma.

MIGUEL.- ¡Como me estoy poniendo el pantalón!

JUAN.- Y ¿estas puertas que parecen nichos? ¡Qué mierda!

JOSÉ.- Qué luz más mala.

JULIÁN.- No cuesta tanto trabajo poner una bombilla de más


vatios, coño. A éste ya le daba igual ocho que ochenta. Éste se ha
buscado lo que le ha venido. Os lo digo yo.

JUAN.- Cállate Julián, no digas tonterías.

JULIÁN.- Va a estar bailando una rumba ahí esperándonos.

MIGUEL.- Déjate que no nos esté esperando con una escopeta y


nos vuele la cabeza a todos.

(Llegan hasta la puerta de casa de Tomás que está al final del


corredor)

JUAN.- La puerta está abierta. Ha dormido con la puerta abierta.


JOSÉ.- Abierta completamente.

MIGUEL.- ¿No habrá entrado nadie esta noche? Que ya veis


como está el barrio.

(José acerca el oído a la abertura de la puerta)

JOSÉ.- Callar. Parece que respira. ¿No lo sentís?

JUAN.- Tomás. Tomás, ¿estás ahí?

JOSÉ.- Tomás.

JULIÁN.- (Empuja la puerta y entra en la casa). A ver, vamos a


entrar ¡leche! que desde la puerta no vamos a ver nada.

(Julián enciende el interruptor de la casa. Al fondo hay una


cama donde no hay nadie).

MIGUEL.- La cama está vacía.

JOSÉ.- ¿Dónde se habrá metido este hombre?

(Y José empieza a mirar por toda la casa).

JUAN.- ¿Dónde estará?

MIGUEL.- (Mirando las paredes). Si parece que estamos en el


Bernabeu. Nunca me ha bajado ni un póster para que ponga en el
bar, ¡qué egoísta!

JULIÁN.- Éste lo mismo se largó a seguir bebiendo y se dejó la


puerta abierta.
(Todos miran cada rincon de la casa: abren cajones, abren
puertas del mueble del comedor... hasta que se escucha la voz de
José)
JOSÉ.- Está tirado en el suelo de la cocina.

(Todos van hacia allí)

JOSÉ.- Ahí está.

JUAN.- (Dándole tortitas en la cara e incorporándole un poco).


Tomás, Tomás, Tomás.

JOSÉ.- (Acercándose a Tomás y cogiéndole la mano).


Está helado.

MIGUEL.- Está tieso. No hay más que verle.

JULIÁN.- Está muerto. Lo que nos olíamos.

MIGUEL.- ¿Qué vamos a hacer ahora?

JUAN.- Lo contentos que se van a poner los administradoes.

JOSÉ.- ¡Otra casa libre!

MIGUEL.- ¡Qué desgracia! No se qué vamos a hacer ahora.

JULIÁN.- De momento, lo mejor es que vaciemos la casa. La


puerta no tiene llave y aquí puede entrar cualquiera.

JOSÉ.- ¡Qué lástima!

MIGUEL.- Yo me lo estaba oliendo. Una pena el pobre


muchacho.

JUAN.- Esta casa no se ha pintado desde que entraron a vivir.

JOSÉ.- Desde que entraron. ¡Qué pena da verlo todo tan viejo!
¿verdad?
JULIÁN.- Si tenía un vídeo el hijo puta y la tele está nueva. Esto
me lo llevo yo para mi casa. Para que se lo lleven otros está mejor
en mi casa.

(Julián empieza a desenchufar y a enrrollar cables)

MIGUEL.- Está la casa vacía. No voy a poder llevarme de él ni


un recuerdo.

JULIÁN.- Has mirao por los cajones. La vieja tendría que tener
alguna joya ¿no?

MIGUEL.- Ya se ha adelantado alguien porque el joyero está


vacío.

JULIÁN.- Habrán sido los mellizos que tienen mucho apego a las
cosas de valor.

JUAN.- ¿A que te parto la cara?

JOSÉ.- ¡Joder! no tenéis corazón. Tomás aquí de cuerpo presente


y vosotros mirando con que podéis arramblar.

JULIÁN.- No te cabrees mariconazo, es una broma.

JOSÉ.- Mariconazo tu hijo.

JULIÁN.- No te parto la cara por respeto, al muerto y porque


eres muy mayor porque si te pongo la mano encima te dejo más
tieso que al Tomás.

MIGUEL. Haya paz.

JUAN.- Bajar la voz que nos pueden oír.

JOSÉ.- Sí, bajar la voz.


JULIÁN.- Seguro que se llevó las joyas la asistenta social. Bien
que le limpió la casa en su día esa lagarta.

MIGUEL.- Entonces ¿yo no me llevo nada?

JULIÁN.- Llévate una foto del Tomás.

MIGUEL.- Güevos.

JULIÁN.- Bueno pues llévate la tele o el vídeo. Elige lo que


quieras.

MIGUEL.- Quiero parte de lo que se saque por la venta del


anillo. Porque... ¿habrá que repartirlo, no?

JOSÉ.- ¡Anda mi madre!

JUAN.- Este anillo era un recuerdo del padre de Tomás y no sale


de mi bolsillo hasta que no lo reclame la familia.

MIGUEL.- ¿Qué familia? Si sabes mejor que yo que no tenía a


nadie.

JULIÁN.- Este pobre desgraciao estaba solo en el mundo.

JUAN.- Pues me lo gasto en el entierro que no me da a mí la gana


dárselo a ningún vivales.

JULIÁN.- La chaqueta está nueva. Llévatela, Miguel. Tenéis la


misma talla.

MIGUEL.- ¡Anda ya! Me voy a poner yo nada de un muerto.


Hasta ahí podríamos llegar.

JOSÉ.- Si no la quieres tú, me la quedo yo, que me viene muy


bien para este tiempo debajo del abrigo.
JUAN.- ¿Y la insignia del Real Madrid que llevaba siempre en la
solapa?

JOSÉ.- La tendrá puesta.

JUAN.- Pues cógela, Miguel, y te llevas un recuerdo.

MIGUEL.- No he tocado a un muerto en mi vida.

JOSÉ.- Si no tienes que tocarlo. Súbele la solapa. Nada más que


tienes que subirle la solapa.

MIGUEL.- No puedo.

JUAN.- Pues era una insignia muy maja, de oro también.

MIGUEL.- Porque soy del Madrid, que si no...

(Miguel va hacia Tomás a mirarle en la chaqueta).

MIGUEL.- Pués sí que está, sí. Nuevecita.

(Miguel quita la insignia de la solapa de Tomás y se la pone en


la suya).

JULIÁN.- Has tenido suerte en ser del Madrid porque como


hubieras sido seguidor de los de tu pueblo me quedaba yo la
insignia.

MIGUEL.- (A Juán). ¿Qué te pasa?

JUAN.- Que esto me da una pena muy grande.

MIGUEL.- Si no ha sufrido. Yo firmaba una muerte así.

JUAN.- ¿Cómo sabemos que no ha sufrido? Si se ha muerto de


frío. No le echamos ni una manta por encima...
JOSÉ.- Mejor que no le demos vueltas, Juán. Esto ha sido una
desgracia.

JUAN.- Me gustaría darle un buen entierro. Es lo menos que


podemos hacer por él.

JOSÉ.- Se lo daremos, Juan. Venga, ahora hay que ser fuertes, a


ver si vamos a caer malos. Hay que seguir viviendo.

MIGUEL.- No me puedo imaginar como le hubiera gustado a


Tomás que fuera su entierro. Como no era Católico y siempre
despotricaba de Dios y de los curas.

JOSÉ.- Porque últimamente estaba siempre borracho y los


borrachos siempre se cagan en Dios. Su madre iba a misa y hacía
cola todos los jueves en el Cristo de Medinaceli.

MIGUEL.- Pero él nunca le acompañaba. Yo creo que le faltaba


fe.

JUAN.- ¿Cómo va a tener uno fe comiendo una ración de oreja


todos los días y limpiando cristales desde que se tiene uso de
razón? Ni fe ni hostias.

JOSÉ.- No digas eso Juan, hay que respetar las creencias de cada
uno.

MIGUEL.- Tenía fe en su Madrid.

JULIÁN.- Lo mismo no le hacemos ningún favor si lo


enterramos.

MIGUEL.- ¿Qué estás diciendo, Julián?

JULIÁN.- Pues eso, que lo mismo no le hacemos ningún favor


enterrándole. ¿Qué sabemos si él quería un entierro?

MIGUEL.- O una incineración, algo tendría que querer.


JULIÁN.- No hombre si eso es lo mismo. ¿Qué haces luego con
las cenizas? ¿Tú tienes tiestos en tu bar? ¿Vosotros tenéis tiestos
en vuestra casa? Porque yo no tengo tiestos y por el váter no
pienso tirarlas.

MIGUEL.- Morirse es un engorro.

JUAN.- Con el trabajo que cuesta.

MIGUEL.- ¿Y qué hacemos con él? ¿Nos le comemos? ¿Lo meto


en las raciones de oreja?

JOSÉ.- Calla, coño. No digas guarradas.

JUAN.- No haga bromas con eso.

JULIÁN.- ¿Si le dejamos aquí y le tabicamos la puerta...?

MIGUEL.- ¿Qué?

JUAN.- No.

JOSÉ.- Hay que ser un poco más humanos ¡joder!

MIGUEL.- ¿Cómo le vamos a tabicar dentro de su casa?

JULIÁN.- Con los ladrillos y el cemento que hay en el pasillo.


Cerramos y ya está. Cuando tiren la casa ya verás que sorpresa.

(Pausa. Se miran y les da la risa).

JULIÁN.- Tenemos que estar todos de acuerdo para tabicar la


puerta. Si no hay unanimidad mejor que no hagamos nada, yo
creo que si él viviera nos diría que adelante. Estoy seguro. Si en el
fondo era un cachondo.

MIGUEL.- Muy en el fondo.


JUAN.- Pero ¿cómo vamos a dejarle aquí?

JULIÁN.- Él hubiera querido que lo enterraran donde nació. En


su casa. Con sus cosas. ¿Qué mejor entierro que ese, Juan? ¿A ti
no te gustaría que te hicieran lo mismo?

MIGUEL.- ¿Está muerto? ¿Seguro? ¿A ver si no va a estar


muerto y nos caemos con todo el equipo?

(Miguel se acerca con mucha aprensión a investigar el


cadaver).

JULIÁN.- Al final este cabronazo es el único que se sale con la


suya. ¿Os dais cuenta? Se va a quedar aquí. A éste si que ya no le
mueve ni Dios. El único que ha sabido darle un escarmiento al
Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid.

JUAN.- Y a los administradores.

JOSÉ.- Y a los administradores, si señor.

JULIÁN.- Un hombre que desde el primer momento dijo que no


quería salir de su casa, no ya del barrio sino de su casa, pues lo ha
conseguido. Un hombre de palabra.

JUAN.- Quizá unas flores o algo deberíamos comprar.

JULIÁN.- ¿Nos vamos a gastar en la floristería? ¡No, hombre,


no! Si las flores se pudren. Además no podemos levantar la liebre
si en este barrio no hay mas que cotillas.

MIGUEL.- Podemos envolverle en los póster de Raúl y cuando


juegue el Madrid la Liga sacarnos unas entraditas en su memoria.

JULIÁN.- ¡Qué buena idea, Miguel!


MIGUEL.- Cómo le gustaría a Tomás vernos reunidos en el
estadio a todos sus amigos... ¡Con la de veces que nos ha pedido
que lo acompañáramos!

JUAN.- Así podremos pedirle perdón.

JULIÁN.- Pues claro, ¿qué dices Juan?

JOSÉ.- A mí me parece el mejor entierro que podemos darle a


Tomás, Juan.

JUAN.- Vale.

JULIÁN.- ¿Y tú Miguel?

MIGUEL.- En mi pueblo dicen que una de cada cinco personas


que muere de enfermedades del cuerpo, vuelve a la tierra
convertida en fantasma.

JULIÁN.- Pues encima se va a entretener asustando okupas.

JUAN.- Tomás ha muerto de una enfermedad del alma.

MIGUEL.- ¿Qué dices?

JOSÉ.- Eso sí. De frío, de soledad, de asco...

JULIÁN.- Ha muerto de cirrosis, coño, ¡tanta tontería...!

MIGUEL.- Quiero que le demos el último adiós. Que guarde un


buen recuerdo de nuestra despedida.

JUAN.- Me gustaría escribirle un epitafio que descanse sobre su


pecho.

JULIÁN.- Cualquiera de esos póster de Raúl. Dale la vuelta y


escribe lo que quieras. Has tenido muy buena idea. Dale.
(Julián se saca un rotulador del bolsillo y se lo da a Juan).

JUAN.-¿Y qué pongo?

JULIÁN.- Algo que hable de él.

JOSÉ.- Algo que le hiciera mucha ilusión.

MIGUEL.- Algo que puedan leer los del Ayuntamiento cuando se


lo encuentren.

(Juan emocionado deja correr el rotulador por el dorso en


blanco de uno de los póster de Raúl).

MIGUEL.- ¿Qué ha puesto?

JULIÁN.- ¡Joder! ¡Qué bueno! Este tío es un poeta.

JOSÉ.- Léelo en voz alta que sea el último recuerdo que tenga de
ti.

JUAN.- ¡Aquí os espero comiendo un huevo!

(Hay un momento d emoción dónde todos se abrazan dándose el


pésame los unos a los otros. Miguel se separa de ellos y va hacia
los pies de Tomás, se arrodilla y con la mano en el pecho
comienza a entonar el himno del Real Madrid.

MIGUEL.- Hala Madrid. Hala Madrid. Campo de estrellas donde


crecí.
JULIÁN.- ¡Joder, machos! Parece que se lo han compuesto a él.

TODOS.- Hala Madrid, hala Madrid, juegas en verso que sepa el


Universo, cómo juega el Madrid... Sale el Madrid a luchar, sale el
Madrid a vencer...
(Vuelven a entonar todos los primeros versos del imno al tiempo
que Julián se pone a hacer cemento).

FIN

Madrid Abril-Octubre 2003

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