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EL INDIVIDUALISMO Y EL COLECTIVISMO EN EL DEVENIR DE LA

POLÍTICA

ELISABEL RUBIANO ALBORNOZ*

El problema es entonces desmontar la manera mediante


la cual se constituye hoy esta identidad individual y
colectiva y definir el campo de interacción en el cual
se constituye el sujeto.

Pierre Eric Texier2

Resumen: La historia política de nuestra humanidad ha planteado un permanente debate


entre el individualismo y el colectivismo, ambas formas de convivencia han satisfecho
los requerimientos de poder en aras del orden. Los resultados de la modernidad nos
muestran que el individualismo se ha convertido en una postura antisocial, anti política
y explotadora en algunos de los momentos históricos porque en nombre de los
individuos se han cometido toda clase de injusticias, pero también se han hecho en
nombre del colectivo, una forma de colectivización mental o de grupos individualistas
que obligan a que el hombre pertenezca a un grupo de forma incondicional y acrítica,
justificando atroces guerras el las que el ideal de todos puede convertirse en un estado
aborrecible para el respeto individual del hombre. El devenir de la política, el espacio
entre el ser y el no ser, entre la política como simple organización de cuerpos y la
política como expresión de la complejidad, de la pluralidad, del caos humano, nos
plantea la convivencia desde la intersubjetividad y lo dialógico. No es posible la
coexistencia individual en un colectivo homogeneizado para el entendimiento pleno sin
coartar la espontaneidad libre y creadora de los individuos, el entendimiento es posible
en la diversidad y la desavenencia. Sin embargo, la realización de los individuos
autónomos que reclama la intersubjetividad solo será posible por "la socialización",
proceso durante el cual el individuo descubrirá, por oposición, cuan diferente o
semejante es a los otros. Finalmente, se ensaya la unión de contrarios sin la certeza de
haber encontrado el camino.

Palabras Claves: política, pensamiento postmoderno, individualismo, colectivismo

Adentrarse en el debate político implica un desorden intelectual de gran complejidad, es


posible que hasta cierta atmósfera de negatividad y depresión propia de las crisis de
estos tiempos nos invadan. Las evidencias de épocas pasadas cargadas de desesperanza
ante el vahído de las grandes promesas de progreso y el desvanecimiento de las
ideologías, constituyen dos de los indicios que hacen difícil pensar en lo político, en una
organización social mínima que garantice la convivencia.
Por un lado, los resultados: el mal vivir, la desilusión, el deterioro de la calidad de vida,
el malestar generalizado que se cimentó en la modernidad, "Malestar efectivamente, es
un concepto escogido con cuidado para designar aquella permanente sensación de
renuncia, casi de perdida de algo de sí" (Mires. 1998 :216). Este efecto producto de la
crisis de la modernidad como episteme representativo del pensamiento único, la
certidumbre, el orden, el sujeto, la razón y el progreso aparece como claro indicio de la
emergencia de un cambio epocal que deja atrás la trascendencia del sujeto y los sueños
de transformación del mundo.
Por el otro, la caída de las ideologías que sirvieron para legitimar la autoridad y
dominación también constituye un signo importante de estos tiempos. Ya el
pensamiento ideológico no tiene el mismo lugar privilegiado que se le daba en la
política. "La ideología funciona para agregar cierta plusvalía a nuestra creencia a fin de
que nuestra creencia pueda satisfacer los requerimientos de la autoridad" (en: Ricoeur.
1997: 213). Ciertamente así ha sido. Sin embargo, como ya se ha dicho, el papel de las
ideologías se ha deslegitimado por lo que ya no provee los conceptos, la ilusiones
requeridas para que la autoridad tenga significación en la política.
Asimismo, la reflexión se problematiza ante los síntomas claros de estos tiempos en los
que ya la política deja de concebirse como la simple organización de cuerpos o la
organización de un todo constituido por individuos. El caos, la diversidad, la
complejidad de las sociedades no permite que todavía sea tan fácil atribuir legitimidad
al orden social, ni por tradición, dogmatismo o imposición tal como lo señalaba Weber
(en Ob Cit:218). Por el contrario la política aparece conceptualizada en la actualidad
"como condición de existencia de todo orden social complejo, pero también como
expresión del (des)orden conflictivo más o menos abierto que desgarra las sociedades
existentes". (Bovero. 1993) Ahora bien, el debate entre el individualismo y el
colectivismo ha estado presente a lo largo de la historia en la organización social y
política de los pueblos y su actualización en estos tiempos resulta un parámetro
interesante en el devenir de la política.
Es posible que las disertaciones que aquí se hagan no nos lleven a alguna solución, pero
la búsqueda de potencialidades y la senda que se nos invita a transitar, cargada de
infinitas mezclas de miradas y conocimientos puede resultar un intento sugestivo.
La búsqueda del orden en las sociedades ha estado relacionada con los individualismos
y los colectivismos, asumidos como manera de actuar o como valores de acuerdo a un
orden establecido o legitimado. Ahora bien es conveniente recordar que todo orden
implica la autoridad y dominación, por lo tanto se puede afirmar que durante la historia
política de la humanidad tanto el individuo como el colectivo han satisfecho los
requerimientos del poder.
Quién puede asegurar el devenir después de la política moderna. Ni el individualismo
puro del liberalismo, ni el colectivismo puro del comunismo o socialismo despiertan ya
alguna confianza. Los sueños de progreso y felicidad que se han planteado en los
modelos de organización política desde el tránsito de la antigüedad hasta la modernidad
se han depositado en el individuo o en el colectivo según los procesos sociales propios
de cada época. Las primeras organizaciones políticas dadas en la época paleolítica
abandonan el individualismo primitivo, la supervivencia de la razón individual por la
cooperación. La alimentación parasitaria gracias a los dones de la naturaleza se
abandona por el cultivo y la recolección de plantas y por la producción ganadera, todas
actividades que liberan al hombre del destino y la casualidad. Así comienza la era de la
previsión organizada de la vida, las hordas nómadas se convierten en comunidades
sedentarias que exigen la organización del colectivo, del trabajo, el reparto de las
funciones y oficios. Aunque todavía muy lejos del comunismo se trataba de una
sociedad con intereses, tareas y empresas comunes. Con dichos procesos también
comienza la diferenciación de la sociedad en estratos y clases, por el beneficio del grupo
se levanta el más fuerte, el más sabio. el más eficaz o el sacerdote, sin embargo la
magia. los mitos, los cantos heroicos negaban toda diferenciación individual
expresándola en ideas y sentimientos que eran comunes a todos. La aparición progresiva
de formas de vida urbanas, de ciudades, comercios, mercados hasta llegar a la industria
dieron lugar a otras doctrinas políticas o formas de gobierno como el imperialismo y la
aristocracia. Al iniciarse la edad heroica, cuna de la aristocracia, impera la concepción
del mundo individualista de la aristocracia guerrera , todo en el mundo se conseguía con
la fuerza corporal, el valor, la habilidad, la astucia, todo era objeto de lucha y aventura
personal.
En la Grecia antigua cimiento de la civilización europea nace la democracia e invade las
formas sociales y políticas de la época, se abandona el poder proveniente de los cielos,
la sangre y la riqueza por la decisión unánime del conjunto, es decir, todos los
"ciudadanos" (exceptuando las mujeres y los esclavos) adquieren derechos políticos
iguales. La democracia introduce un grado de cultura tan diferenciado que la dicotomía
entre individualismo y comunidad ya no puede ser planteada unívocamente, ambas
cosas están enlazadas entre sí de modo indisoluble. ''La democracia es individualista en
la medida en que deja libre curso a la concurrencia de las fuerzas, estima a cada uno
según su valor personal e incita a dar el máximo rendimiento; pero al mismo tiempo es
anti individualista en la medida en que nivela las diferencias de clase y borra los
privilegios de nacimiento" (HIuser. 1969:116).
Este proceso se extiende a lo largo de varios siglos hasta que se encuentra con una
democracia sin esclavos, una burguesía industrializada que generó enormes diferencias
entre las clases sociales. La clase dominante de la sociedad era quien decidía, el obrero
en realidad realizaba un trabajo con visos enormes de explotación para otra clase social.
El trabajo del hombre por el hombre llegó a generar condiciones sociales indescriptibles
e indignantes. Ante esta realidad social surge el marxismo con la ilusión de resolver los
grandes antagonismos entre la sociedad burguesa y el proletariado. La revolución
permitiría que se levantara la clase obrera asumiendo la propiedad de los medios de
producción. Este proceso ideológico representado por Engels, Lenin, Stalin, Mao en
realizaciones distintas, constituye la base del comunismo y el socialismo, formas de
organización política que han soñado con una sociedad sin clases, en la que el medio de
producción sea propiedad de todos y se logre que el pueblo participe en la riqueza más
equitativamente; para ello el estado se convierte en una especie de super empresario que
se encarga de producir, retribuir y distribuir. La búsqueda de la igualdad centrada en
fuerzas de producción colectivas constituye una luz que a su vez produce la terrible
sombra del totalitarismo, en el que los hombres por la igualdad y el colectivo pierden su
libertad. A pesar de la crisis de esta corriente ideológica manifiesta fundamentalmente
en la caída de la URSS, se puede afirmar que logró combatir la sociedad inhumana de la
edad media. Sin embargo, puso en la palestra otras formas de inhumanidad.
Posteriormente,

No sólo la crisis del marxismo -como ideología y como teoría explicativa-, sino la
desconfianza generalizada de toda teoría que postula la preminencia del estado o del
sistema social sobre el individuo, el repliegue de la concepción positivista de la ciencia,
el renacimiento del liberalismo -también como ideología y como teoría dieron lugar a la
reaparición del individualismo. (Yturbe. 1993: 66)

Así aparece una vertiginosa campaña mundial sobre las bondades del liberalismo
capitalista antepuesto al supuesto fracaso del socialismo. En la actualidad presenciamos
un relanzamiento del capitalismo utilizando como vanguardia económica el
neoliberalismo (Rodríguez. 1999) y el proceso globalizador, anunciado como un
fenómeno paradojal de estos tiempos, el mundo es uno solo, el sujeto es liberado de
toda cadena identitaria para que cada quien pueda hacer lo que quiera (falsa promesa,
más bien una nueva forma de colonizar y dominar). Sin embargo mientras el poder de la
"cultura global" se impone se promueven otros criterios identitarios. "La
recomunitarización" implica un retorno en el que se fortalecen y multiplican los grupos
comunitarios, las asociaciones, los nacionalismos, los individuos andan en busca de una
pertenencia comunitaria inconmensurable evidenciada en uno de los más terribles
síntomas de este siglo: el aumento de la exclusión, la desintegración, la miseria. De allí
la gran pregunta de Alain Touraine (1997) ¿Podremos vivir juntos? con dos continentes
tan alejados: una comunidad impenetrable que se defiende de las influencias y un
mundo cuya globalización tiene como contrapartida una pobre influencia sobre las
conductas personales y colectivas.

Esta separación de las redes y la colectividad, está indiferenciada de los signos de la


modernidad el lento trabajo de socialización que cumplen las familias y las escuelas, en
una palabra, esta disocialización de la cultura de masas, hace que sólo vivamos juntos
en la medida que hacemos los mismos gestos y utilizamos los mismos objetos, pero sin
ser capaces de comunicación entre nosotros más allá del intercambio de los signos de la
modernización (Ob Cit. :9)
Como vemos nuestro debate se torna más complicado, al parecer la organización
política debe gobernar con un individualismo colectivo o global y con un colectivismo
individual, cerrado.
Hemos visto que asumir la relación entre el individualismo y el colectivismo como una
dicotomía ha resultado perjudicial para la política. El individualismo se ha convertido
en una postura antisocial, anti política y explotadora en algunos de los momentos
históricos porque en el nombre de los individuos se han cometido toda clase de
injusticias, diferencias y egoísmos, pero también en nombre del colectivo se han
cometido toda clase de prácticas inhumanas como la esclavitud, la pena de muerte, el
genocidio por la lucha entre grupos religiosos, nacionalistas o patrióticos; una forma de
colectivización mental o de individualismos grupales que obligan a que el hombre
pertenezca a un grupo de forma incondicional y acrítica, justificando atroces guerras y
discordias, el ideal de todos puede convertirse en un estado aborrecible para el respeto
individual del hombre.
En el campo de la política, asumida como la construcción del orden por excelencia, ya
se hace indispensable admitir un tiempo en que se acaba el orden, comienza el tiempo
del cambio, como categoría central de la experiencia personal y la organización social,
viviremos juntos, pero fusionados y a la vez separados, como en la "muchedumbre
solitaria". (Ob. Cit)
La idea de orden social es ambigua y debe examinarse con cuidado. No se trata, al
menos si se asume la moderna noción positiva de cambio social, de un orden
necesariamente estático, acabado y aconflictivo; se trata, por el contrario, de un orden
en proceso de construcción, abierto, e inexorablemente conflictivo en su inacabamiento
esencial. Un orden, pues, problemático, que permanentemente ha de reformular sus
límites y sus reglas, reconociendo no sólo la necesidad sino también la productividad de
las contradicciones sociales y de los conflictos. En este sentido la política propiamente
moderna exige un trastocamiento radical tanto de las fuentes como de las formas
tradicionales de la legitimación (Salazar. 1993: 78)
Acaso tendremos que asumir que el devenir significa el fin de la política, entendiendo
por ella la emergencia de otra socialidad a partir de nuevos referentes para fundar un
espacio público en el que no se plantee una manera de convivir sino de vivir, aunque
para ello no se legitime una forma única de organización política (Lanz. 1998).
La entrada en la postmodernidad es la constatación histórica del agotamiento de aquel
magma civilizacional. Ya no es posible fundar el "pacto social" sobre una matriz ético
política que se evapora. La crisis de la modernidad es también la crisis de la lógica, de
lo político. El espacio público -el concepto de ciudadanía- ya no puede fundamentarse
en un proyecto que moviliza valores, voluntad, metas trascendentes e identidades
colectivas. El fin de la Modernidad es, de algún modo, el fin de la política (Lanz.
1994:26)
Por consiguiente qué se impone: ¿la inexistencia del orden social?, ¿otra forma de
pensar y negociar la convivencia?. Este momento de la discusión nos hace poner en
escena las distinciones entre lo político y un espacio público que se permita considerar
la complejidad del funcionamiento social. Para ello conviene un saber que reconozca el
desorden, la pluralidad, el caos auténticamente humano, tal como lo señala Maffesoli.
(1997):
Un saber capaz de integrar el caos, o al menos de concederle el lugar que le
corresponde. Un saber que sepa por muy paradójico que pueda parecer, trazar la
topografía de la incertidumbre y del azar, del desorden y de la efervescencia, de lo
trágico y de lo no racional, de todas las cosas incontrolables, imprevisibles, pero no por
ello menos humanas. Estas cosas son las que, en grados diversos, atraviesan las historias
individuales y colectivas, pues constituyen el vía crucis del acto de conocer. (Ob Cit.
:15)
Referirnos a la esfera pública significa, entonces, la discusión, el confrontamiento, el
debate público, la convivencia y la resolución de problemas comunes de funcionamiento
a través del ambiente dialógico y de la intersubjetividad. El dialogismo no constituye un
fundamento, pero si una clave que vale la pena interrogar y mantener en tensión,
dejando libre la concebible asociación compleja entre la contradicción y lo
complementario, el desorden y el orden, el reconocimiento de la mezcla que puede
existir entre los antagonismos.
La intersubjetividad, por su parte, es una avenencia necesaria en el espacio público.
"Uno recurre a ella cuando quiere y no quiere aferrarse al sujeto. Por consiguiente,
dicha fórmula es una noción paradójica, pues indica lo que no indica" (Luhmann.
1998:32).
Conviene desarrollar con mayor amplitud la idea de intersubjetividad, ella abraza lo
dialógico y es en sí parte de ello. Su significación soporta, por un lado, la anulación del
sujeto, el derrumbe de una instancia en la que la modernidad fundó todo lo que debe ser
pensado, conocido o dicho, el declive de las cadenas, identitarias que extrajeron al ser
de su individualidad para darle trascendencia colectiva y por el otro, un vacío que
pudiera retomar al sujeto en relación con los otros, pero en el ínter, multi y
transculturalismo. El "inter", por otra parte, anuncia relación: una interpenetración entre
pensamientos diversos y adversos que a su vez pueden traducirse en el consenso y en el
disenso. Lo substancial de este planteamiento es que ante cualquier problema, estos
opuestos no impiden que los sujetos puedan concordar en que muchos caminos posibles
pueden ser "válidos ". En conclusión, no es posible la coexistencia individual en un
colectivo homogeneizado para el entendimiento pleno sin coartar la espontaneidad libre
y creadora de los individuos, el entendimiento es posible en la diversidad y la
desavenencia. Sin embargo, la realización de los individuos autónomos que reclama la
intersubjetividad solo será posible por "la socialización ", proceso durante el cual el
individuo descubrirá, por oposición, cuan diferente o semejante es a los otros.
Antes de continuar es conveniente advertir que este reconocimiento al sentido de
comunidad, a lo social no implica la reconstrucción del Sujeto desde la modernidad
pues se sigue cuestionando el hecho de que debajo de nuestro pensamiento este la
voluntad del poder o fuerza que determinen la potencia de nuestro pensar. Más bien se
trata de la importancia de la cultura que inevitablemente construirán los individuos que
constituyen los grupos no para homogeneizar sino para convivir en la riqueza de la
diversidad, compartir y armar agendas, en las que se tipifiquen problemas y formas de
abordarlos, sin que nos las impongan. La inquietud queda manifiesta, de mejor forma,
en la interrogante planteada por Touraine (1997) ¿cómo podremos combinar la libertad
del sujeto personal, el reconocimiento de las diferencias culturales y las garantías
institucionales que protejan esa libertad y esas diferencias? (:273).
Llegó el tiempo de admitir lo multidimensional y navegar entonces con este tema en la
atmósfera de la postmodernidad. Desde allí el debate que nos ocupa se pasea por la
pluralidad de las manifestaciones de vida cultural y los modos de estar juntos; el
descentramiento de la vida social y la importancia de lo social vivido. (Lanz. 1996).
"Quién no está actualmente entre paréntesis, quién no está en lo incierto, lo vago, lo
movedizo: suspendido". (Lambert. en Ob Cit. :84). Sin embargo, es inevitable advertir
cierto recelo con las muertes y las negaciones que se están sucediendo en estos tiempos
por el efecto del fracaso de los modelos que se han creado para una supuesta mejor
convivencia en la modernidad. Sería muy simplista, por ejemplo, ocultar la nostalgia de
las ilusiones perdidas en la tendencia a la deslegitimación de los grandes compromisos
sociales y negarse por ello a asumir responsabilidades o a emprender cualquier meta
común, cada quien puede colaborar con la sociedad desde lo que cada uno pueda y
quiera hacer, participar en el grupo porque lo desea y mientras lo desea.
La pregunta obligada en este instante es ¿cuál es la resignificación del individualismo o
del colectivismo que se impone actualmente en el espacio público?. No se puede pensar
desde la "política" en un individuo sin tomar en cuenta las bondades que nos ofrece la
"socialización", la diversidad, los grupos en su formación, lógicamente, sin que esto
llegue a disminuirlo más de lo necesario. Pero, tampoco se puede tomar en cuentan la
acción y la fuerza creativa del individuo aniquilando los grupos más de lo soportable.
Más que respuestas continúan las interrogantes, ¿somos tan sociables, tan sujetos, como
para negar la existencia de un individuo? o ¿es posible que el hombre solitario, la
muerte del sujeto, pueda existir sin convenciones, acuerdos o desacuerdos comunes?.
Tourain (1997) posiblemente tenderá a abogar por un individuo todopoderoso quien
reconoce su rostro y escucha su voz y cuenta consigo mismo, porque "cuando estamos
juntos, no tenemos casi nada en común-, y cuando compartimos unas creencias y una
historia, rechazamos a quienes son diferentes de nosotros" (Ob. Cit. :10). Sin embargo,
en otra dirección, también se puede afirmar que el individuo no nace autónomo yen
determinadas condiciones sociales puede llegar a no serlo jamás. Para ser más precisos:
la realización del individuo autónomo pasa por una socialización o una educación para
esa autonomía. Entonces,. ¿podremos renunciar del todo a la emancipación colectiva?,
parece que no pero tampoco podemos morir por ella, recuérdese que es posible que en
nombre de la unidad del colectivo se atente o se asesine la espontaneidad libre y
creadora de los individuos. Evidentemente, esta ambivalencia representa nuestros
tiempos, hay, razones para obedecer, para debatir, para negociar y para sublevarse. "La
subversión Irás profunda no consiste forzosamente en decir lo que choca con la opinión,
la ley o la policía, sino en inventar un discurso paradójico". (Barthes. en Maffesoli
1997: 16).
En fin, en el devenir de la política se debe reconocer la existencia de demandas
individuales y sociales porque la conciencia individual y colectiva está en la naturaleza
del individuo y en las relaciones sociales a la vez. No se puede creer que antes que el
individuo sea socializado (familia, escuela, comunidad) es un salvaje pues en cada
momento de la vida se tiene una historia personal y colectiva siempre dotada de rasgos
particulares. No obstante el colectivo ya no puede someter al individuo con la norma o
la convención sin una relación con la totalidad de si mismo. Simultáneamente la cultura
y la sociedad permiten la relación de los individuos, en el que cada uno se reconoce en
si y en el otro y son las interacciones entre los individuos las que permiten la
perpetuidad de la cultura y la auto-organización de la sociedad, en la que cada
comunidad se reconoce a si y a la otra.
La complejidad humana no puede seguir siendo objeto de dualismos y separaciones;
todo desarrollo verdaderamente humano significa desarrollo conjunto de las autonomías
individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia con la
especie humana" (Morin 1999: 28)
Las sociedades domestican a los individuos por los mitos y las ideas, las cuales a su vez
domestican las sociedades y los individuos, pero los individuos podrían recíprocamente
domesticar sus ideas el mismo tiempo que podrían controlar la sociedad que los
controla. En el juego tan complejo (complementario-antagonista-incierto)... entre las
tres instancias (individuo- sociedad- noósfera) tal vez haya lugar para una búsqueda
simbiótica. (Cib. Cit.:10)
De manera que lo público incluye lo privado y el paso de una instancia a otra implica
una complejidad que sólo puede enfrentarse con una educación orientada hacia la
libertad del sujeto personal, la comunicación intercultural y la gestión democrática de la
sociedad. Exige desde luego la renuncia a la condición sociocéntrica de la educación y
asume un individualismo que particulariza las relaciones entre los alumnos para que
puedan ser capaces de construir su existencia como si esta fuera una obra de arte en un
colectivismo que abandona lo común por lo plural, lo totalitario por la diversidad y lo
comunitario por lo intercomunitario.
La democracia es la gran panacea para darnos la esperanza de un mejor vivir y convivir.
Siempre que sea pluralista, entienda la diversidad de los grupos y el derecho de
asociarse voluntariamente, en la que cada individuo se distinga en el otro con la misma
libertad que en él mismo, con los mismos derechos para todos de individuación
autónoma y, a la vez, con la libertad de defender aquellos intereses sociales y valores
culturales que le sean comunes. Una democracia que reconozca los derechos del sujeto
personal y las relaciones interculturales y que entienda que los ciudadanos no sólo
existen para la sociedad, su producción y el cumplimiento de los roles sociales que
impone el poder político sino que los individuos también son importantes para si
mismos. Este panorama parece optimista pero no lo es por cuanto mientras más
individuos sean aceptados en la sociedad más aumentará la complejidad social y cada
vez menos podremos esperar el orden y la felicidad permanente.
La presencia de la democracia no queda asegurada porque se rinda deferencia a un
principio formal de soberanía popular, sino porque se asegure la educación política
continuada; ni la democracia se alimenta de estipular qué principios razonables de
justicia han de quedar establecidos desde el comienzo. La democracia requiere que las
experiencias de la justicia y la injusticia sirvan al demos como momentos para pensar,
reflexionar y, si puede ser, construirse a sí mismo como actor. La democracia consiste
en la auto modelación continua del demos." (Wolin. : 98 Cit en Roiz. 1999:126)
El cambio epocal se impone

Como vivimos en sociedades de cambio, riesgo, mezcla y también disocialización y


aislamiento, tenemos que fortalecer en cada uno la capacidad de vivir activamente el
cambio. Si recurrimos únicamente a principios de orden, no haremos si no aumentar la
distancia social entre quienes pertenecen a las categorías centrales y quienes viven en
las zonas periféricas, dominadas por la inseguridad y la dependencia. Touraine. 1997:
279)
¿Toda esta insistencia y retórica, para concluir en nada?..Sólo llevamos tres mil años sin
saber existir, ni convivir,. no hemos podido. No hay apremio(2).

*1 Lanz, R. 1996. El discurso postmoderno. Crítica de la razón sensible. Edit. CDCH-LICV. Caracas.
*2 La estructura de este final es tomado del artículo de Alexis Rodríguez Gomez. La Construcción del Espacio. En
Suplemento Cultural de Últimas Noticias. No 1.654. Caracas.

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