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Historia general de las cosas de Nueva España

Códice Florentino. Este códice, escrito en náhuatl y español, es el documento original de la Historia
general...

Título de una obra escrita y supervisada por el religioso franciscano español Bernardino de Sahagún, entre
los años de 1540 y 1585, poco después de la Conquista de México por parte de los españoles. También es
denominado Códice Florentino.

Historia del manuscrito


Para realizar el libro, Sahagún recurrió a la indagación directa entre los nativos mexicanos, concentrándose
en la región central de México. Por ello, algunos antropólogos —especialmente los mexicanos— reclaman
para el fraile franciscano el ser uno de los antecesores de la moderna etnografía.1 De hecho, se trata de una
copia de materiales originales que se han perdido, tal vez destruidos por las autoridades españolas que
confiscaron, posteriormente, los manuscritos de Sahagún.2 Los materiales originales fueron los registros de
conversaciones y entrevistas con indígenas en las poblaciones de Tlatelolco, Texcoco y Tenochtitlán,
además de informes de los estudiantes indígenas trilingües formados por el fraile en el Colegio de Santa
Cruz de Tlatelolco (ubicado en la actual ciudad de México). Estos alumnos fueron Antonio Valeriano,
oriundo de Azcapotzalco; Antonio Vejarano, de Cuahuhtitlán; Martín Jacobita, de Tlatelolco; Pedro de San
Buenaventura y Andrés Leonardo, también oriundo de Tlatelolco3

Todos los informantes de Sahagún habían pertenecido a la élite mexica. La indagación del monje
franciscano comenzó en el mismo período en que estuvo a cargo de la institución que él mismo había
fundado en 1536. Entre 1539 y 1558, Sahagún sirvió como misionero en lo que actualmente son los estados
de Puebla e Hidalgo. En Tepeapulco (actualmente en el estado de Hidalgo), sitio al que llegó en 1558,
Sahagún colectó otras informaciones con las que enriqueció el texto que había venido redactando desde
1547 y que habría de convertirse en el texto definitivo, con el nombre que lleva.

El propósito de Sahagún al escribir su texto era el dar a conocer entre sus colegas
misioneros algunos de los aspectos de la cultura y la historia de los pueblos del
altiplano central de México. Lo anterior debía proporcionarles a los
evangelizadores algunas herramientas para conocer mejor algunas situaciones a
las que podrían enfrentarse en su intento por ganar adeptos para la Iglesia
Católica entre los naturales de América. En un pasaje de su texto, Sahagún
escribió:

puesto que los predicadores y confesores médicos son de las almas,


para curar las enfermedades espirituales conviene que tengan
experiencia de las medicinas y de las enfermedades espirituales: el
predicador, de los vicios de la religión [mesoamericana] para
enderezar contra ellos su doctrina, y el confesor para saber preguntar
lo que conviene, y saber entender lo que dijeron tocante a su oficio.
Para predicar contra esas cosas, y aun para saber si las hay, es
menester saber cómo las usaban [los indios] en tiempo de su idolatría.
Organización de la obra
Fundamentalmente, el códice es un texto en lengua náhuatl, español y latín. Este texto está escrito en náhuatl
en el lado derecho del códice. Secciones de este texto fueron traducidas al español, y escritas en la columna
de la izquierda. Sin embargo, muchas partes del texto no se tradujeron y algunas fueron resumidas en su
traducción. El Códice tiene alrededor de 1.800 ilustraciones realizadas por indígenas tlacuilos con técnicas
europeas. Algunas de las traducciones al español fueron censuradas o reescritas por Sahagún.

El Códice, originalmente era una obra escrita en cuatro volúmenes, de los cuales
hoy sólo quedan tres.5 Este códice, llamado así porque se conserva en la
Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia, constituye una copia que envió
Sahagún a Roma con el padre Jacobo de Testera para que fuera entregada al papa
Pio V en 1580.
Quizá más que cualquier otra fuente, esta obra ha sido la principal fuente acerca de las costumbres de los
aztecas en los años anteriores a la conquista española, aunque no sería sino en 1905 que Francisco del Paso y
Troncoso la publicó, en forma de láminas en Madrid y luego, en 1979, el gobierno mexicano, a través del
Archivo General de la Nación, sacó a la luz una copia completa del códice, tal y como se conserva
actualmente. Antes de ese año, sólo habían estado disponibles las traducciones al español censuradas y
reescritas.

División de la obra
Consta de doce libros en los que Sahagún enumera y relata varios aspectos de la
vida e historia de los nativos. Los seis primeros libros tocan de alguna manera los
aspectos religiosos de los indígenas del altiplano central. El libro séptimo versa
sobre astronomía. Los libros octavo, noveno, décimo y undécimo tratan sobre la
vida social de los nativos: en ellos se describe el sistema de gobierno, creencias y
los sistemas de intercambio de mercancías. El último libro narra la Conquista de
México sobre la base de los relatos que le transmitieron sus informantes.
Algunos autores que han analizado la obra de Sahagún coinciden en que en ella es posible advertir dos
interpretaciones distintas. Una de ellas refleja el discurso del fraile producido desde su propio sistema de
creencias, en el que hace una evaluación de la religión y vida de los mesoamericanos. La otra es la del
misionero que se limita a describir de manera "objetiva" lo que sus informantes pudieron señalar acerca de la
sociedad destruida por la conquista española. Esta deducción se desprende del siguiente texto:

...Encontramos la Historia de Sahagún desgajada en dos vertientes. La primera parece conducida hacia una meta
práctica: convencer de la necesidad de destruir la religión aborigen y guardarse contra sus insidias. La segunda
persigue una meta bien distinta: convencer igualmente de la necesidad de una vuelta a las sabias leyes naturales del
indio. De allí que, inconscientemente, aparezca el mundo indígena en valoraciones tan diversas según se le considere
desde una u otra meta.6

Otras versiones de la obra


Existe una versión solamente en español del documento de Sahagún. Esta copia fue llevada a Europa en
1580 por Rodrigo de Sequera, y es también conocida como el Manuscrito Sequera. El texto en lengua
española fue la base para la Historia General de las cosas de la Nueva España, que se conserva en la
Biblioteca Laurentina de Florencia. De hecho, este es el nombre que se le dio al manuscrito una vez que se
preparó para su primera edición. Los nombres con que también se conoce a esta obra son posteriores a esta
edición y corresponden más bien a los originales manuscritos.

Por otra parte, el Códice Matritense es una copia y compilación de las mismas fuentes del Códice
Florentino, correspondiente al material recopilado en Tlatelolco y Texcoco, en lengua náhuatl. Consta de
cinco libros, e incluye 175 ilustraciones. Es una traducción fuertemente censurada del Códice Florentino
hecha por el propio Sahagún a solicitud de las autoridades españolas. Los dos códices se encuentran en la
Biblioteca del Palacio Real y el Museo Real de Historia, en Madrid. Otros nombres incluyen los Códices
Matritenses y el Códice de Madrid (que no debe confundirse con el Códice de Madrid Maya). Una versión
corta de este documento, titulada Breve compendio de los soles idolátricos que los indios desta Nueva
España usaban en tiempos de su infidelidad, fue la que se envió al Papa Pío V.

"Bernardino de Sahagún y el Códice Florentino"

La magna obra de fray Bernardino de Sahagún, su historia en nahuatl y castellano, o como hoy se le conoce, el
Códice Florentino, vuelve a ser ahora asequible. En esta nueva edición facsimilar que pulcramente saca a la luz la
Editorial Libros Mas Cultura. A diferencia de la primera reproducción, patrocinada por el Gobierno de México en 1979,
esta no aparece en tres volúmenes sino en cuatro, o sea tal como fue su encuadernación original. Esto lo sabemos
porque el mismo Sahagún lo notó en su dedicatoria al padre fray Rodrigo de Sequera, su protector, al principio del
Libro IV de su obra. Allí declaró:

"Tienes aquí, observantísimo Padre, una obra digna de la mirada de un rey,


la cual se dispuso en lucha acérrima y prolongada. De la cual obra este es el Libro VI.
Hay otros seis después de este, los cuales todos completan una docena, distribuidos en cuatro volúmenes."

El nuevo facsímil reproduce, en consecuencia, la forma antigua que tuvo esta obra en verdad de inconmensurable
valor, conservada actualmente en la Biblioteca Medicea- Laurenziana de Florencia en Italia.

Afortunados son los que puedan adquirirla o tener acceso en las bibliotecas y otros repositorios en que existan
ejemplares de este códice. La razón de ello es que en el tenemos la presentación final, dispuesta por Sahagún, de
los frutos de sus prolongadas investigaciones. Estas fueron llevadas a cabo por el, entre ancianos y sabios nahuas
de varios lugares del altiplano central - Tepepulco, Tlatelolco y México Tenochtitlan - auxiliado además por varios de
sus antiguos discípulos indígenas.

El longevo fray Bernardino, que fue contemporáneo de Carlos V y Felipe II, había nacido en 1499, en la villa de
Sahagún, en el reino de León. Allí florecía, como importante centro cultural, el monasterio benedictino de los santos
Facundo y Metodio. Prueba de ello lo ofrece la publicación, poco después de que Bernardino se embarcara con
rumbo a México, de un índice analítico de todas las obras de Aristóteles, preparado con gran esmero, por el abad
Alfonso Ruiz.

Siendo aún bastante joven Bernardino, se trasladó a Salamanca para estudiar en su célebre universidad. En ella
aprendió latín y se adentró en la historia antigua y en la de España, así como en varias ramas del derecho, filosofía y
teología. Estando todavía en esa universidad, foco del renacimiento español, decidió seguir el ejemplo de San
Francisco de Asís y tomo el hábito de la orden fundada por el. Ordenado de sacerdote hacia 1527, dos años más
tarde escogió como destino pasar a la recién conquistada Nueva España. En ella iba a transcurrir la mayor parte de
su vida hasta su muerte, acaecida en la ciudad de México en 1590.

Los primeros años de estancia en tierras mexicanas laboró como evangelizador entre grupos nahuas de la región
central del país. Aprendió allí su lengua y se inició en el conocimiento de su cultura. Pensaba que solo así podría
lograr su conversión al cristianismo. En 1536, al abrirse formalmente el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco,
bajo el patrocinio de Carlos V, fue asignado como uno de sus primeros maestros. El propósito con que se fundó el
nuevo colegio consistió en la preparación académica y religiosa de jóvenes nahuas principalmente, aunque no en
forma exclusiva, hijos de pipiltin, nobles.

Bernardino, con algunos breves intervalos, iba a quedar vinculado con ese colegio por el resto de su vida. Allí formo a
cuatro de sus más distinguidos discípulos que colaboraron luego con el en sus investigaciones sobre lengua y cultura
nahuas. Los nombres de estos son Antonio Valeriano, de Azcapozalco; Martín Jacobita y Andrés Leonardo, de
Tlatelolco y Alonso Bejarano de Cuauhtitlán.

En cuanto ámbito de acercamiento intercultural, el Colegio fue una de las mejores realizaciones que trajo consigo el
encuentro de dos mundos. Los jóvenes indígenas aprendían allí latín, gramática, historia, música y se adentraban
asimismo en el estudio de las Sagradas Escrituras, religión y filosofía. A su vez, hubo allí maestros indígenas. Entre
otras cosas impartían conocimientos sobre medicina y farmacología tradicionales; el arte de la pintura de los códices;
la historia de los pueblos nahuas y otras materias.

En el Colegio, al tiempo de la gran pestilencia que afligió a la Nueva España en 1545 y el año siguiente, Bernardino
realizó se más temprana investigación. Fruto de ella fue la trascripción de cuarenta huehuetlatolli, testimonio de la
antigua palabra. En ellos, aflora lo más elevado de la sabiduría de los nahuas. Estos textos quedaron incluidos más
tarde en su Historia General (o universal) de las cosas de la Nueva España, es decir como Libro VI del que
conocemos como Códice Florentino.

Algunos años después, de regreso en el Colegio, ya que había vuelto a trabajar como evangelizador en varios
pueblos del altiplano central, Sahagún realizó otra investigación de gran importancia. Consistió ella en pedir a
indígenas ancianos, que habían sido testigos de los hechos de la Conquista, testimonios acerca de ella. El conjunto
de textos que reunió pasó a integrar el Libro XII, es decir el último del Códice Florentino. Estos y otros testimonios de
diferente procedencia, integran la Visión de los vencidos.

Continuó Sahagún por algunos años sus trabajos de maestro en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. En 1558,
según el mismo lo refiere en su Historia General..., recibió de fray Francisco de Toral, recién nombrado provincial del
Santo Evangelio, la orden de investigar acerca de las antigüedades de los pueblos nahuas y los secretos de su
lengua. Tal encargo y el proyecto que puso en marcha Bernardino marcan precisamente el inicio del largo proceso de
investigaciones que culminó hasta 1576. Entonces organizó en doce libros la transcripción de la mayor parte e los
textos en nahuatl reunidos por el y sus colaboradores en Tepepulco, Tlatelolco y México.

Acompaño el ese gran conjunto documental con una versión en castellano no literal sino parafrástica. En otras
palabras, amplio en algunos casos lo que expresa el texto en nahuatl para facilitar la comprensión de sus posibles
lectores europeos y, en otros, lo abrevió suprimiendo lo que no le pareció necesario dar a conocer en castellano. El
resultado de ese trabajo que se llevó a cabo, según lo hizo notar Sahagún en el Prólogo del Libro VI del Códice
Florentino, fue una obra en dos columnas con numerosas ilustraciones, la mayoría en colores. Dicha obra se conoció
como Historia General (o universal) de las cosas de la Nueva España. Hoy la nombramos también Códice Florentino
porque, como ya se dijo, se conserva en la Biblioteca Medicea- Laurenziana de Florencia.

Al publicarse ahora esta nueva edición facsimilar del dicho códice, le he antepuesto un estudio en el que me ocupo
de ese largo proceso de investigaciones, revisiones y ordenamientos, así como de su estructuración definitiva en
libros y capítulos. Para facilitar desde un principio la comprensión de lo que es el Códice Florentino, he intitulado este
trabajo De la oralidad y los códices a la Historia General. Con estas palabras quiero subrayar que la llamada Historia
General (o universal) de las cosas de la Nueva España tuvo como fuentes primaria la oralidad de los ancianos
indígenas y los códices que presentaron ellos a Sahagún

Notaré que dicho trabajo lo publiqué como un extenso artículo en el volúmen 29 de Estudios de Cultura Nahuatl,
anuario que edita el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este
volumen apareció en 1999 en conmemoración de los 500 años del nacimiento de fray Bernardino de Sahagún. Lo
reproduzco aquí, con la correspondiente autorización , porque considero que es una introducción dirigida a iluminar la
forma como se llevaron a cabo las investigaciones de Sahagún hasta lograr que esos testimonios se integraran a su
obra definitiva que no es otra, como ya se dijo, sino el Códice Florentino. En su concepción y organización esta obra
es fruto del empeño y conocimiento de Sahagún; en lo que concierne a su contenido textual, es resultado de lo que
transmitieron los ancianos indígenas, muy versados en su propia cultura.
El ofrecer aquí dicho trabajo, vuelve innecesario continuar refiriendo en esta Introducción lo que fueron la vida y
quehaceres de fray Bernardino a partir de 1558, cuando marchó a Tepepulco, en el actual estado de Hidalgo, para
dar principio a sus investigaciones. Haré aquí también referencia a la biografía que publiqué acerca de el en el mismo
1999, bajo el patrocinio de nuestra Universidad y el Colegio Nacional.

Allí y en el estudio que acompaña a esta edición facsimilar me ocupo del método adoptado por fray Bernardino en
sus investigaciones, su interés lingüístico y la forma como distribuyó al final su material.

Aquí solo describiré someramente el contenido de la Historia..., es decir del Códice Florentino. El primer volumen
abarca cinco libros que tratan, respectivamente, acerca de los dioses, el calendario, fiestas y ceremonias, origen de
los dioses, astrología judiciaria (tonalpohualli o cuenta de los días y los destinos), los agüeros y pronósticos. El
volumen segundo comprende solo el libro sexto, cuyo tema es la retórica, filosofía moral y teología de la gente
mexicana. A su vez el tercer volumen incluye los libros séptimo, octavo, noveno y décimo . Versan ellos acerca de la
astrología naturales reyes y señores, su elección y gobierno; los mercaderes y oficiales de oro, piedras preciosas y
plumas ricas; los vicios y virtudes de los naturales, miembros del cuerpo y naciones que han venido a poblar esta
tierra. El volumen cuarto y último está integrado por dos libros, el undécimo y el duodécimo. Tratan ellos
respectivamente, de las propiedades de los animales, árboles, metales y de los colores, y de la conquista de México.

Fray Bernardino, además de sus pesquisas en torno a la lengua y cultura nahuas, preparó otras obras concebidas
específicamente para la evangelización de los indígenas. Cierto es que, como misionero, se había propuesto conocer
a fondo la cultura indígena, para descubrir y poder erradicar sus idolatrías. Pero también es verdad que, al ir
penetrando en el alma indígena y en sus creaciones, Bernardino fue quedando cautivo de estas. Podrían citarse aquí
muchas expresiones suyas de admiración y respeto ante lo que iba descubriendo de las cosas naturales, humanas y
divinas en el universo de los pueblos nativos. Baste con decir que en un lugar de su obra dijo que varios
huehuehtlahtolli, testimonios de la antigua palabra, " más aprovecharían dichos en el púlpito por el lenguaje y estilo
en que están, a los mozos y mozas, que otros muchos sermones".

En lo tocante a las obras de evangelización que escribió Sahagún, conviene mencionar al menos sus varios
sermones en nahuatl, el Libro de los Coloquios, en el que recrea arquetípicamente los diálogos que tuvieron los
primeros doce franciscanos llegados a México en 1524 con algunos sabios y sacerdotes indígenas. Otro libro de
considerable interés en su Psalmodia Christiana, única obra suya que alcanzó a ver publicada en México, 1583.

Este incansable franciscano, que vivió cerca de noventa y un años y que, por su método de trabajo y por los
resultados que alcanzó al inquirir sobre la cultura indígena ha recibido el título de "Padre de la Antropología en el
Nuevo Mundo", experimento no pocas contradicciones y sinsabores. Se le despojo en dos ocasiones de sus
manuscritos. Un franciscano visitador de la provincia, con celo malentendido y manifiesta imprudencia, llegó a
excomulgarlo. Bernardino superó esta y otras adversidades. Trabajó hasta los últimos días e su vida, manteniéndose
cerca de sus antiguos discípulos.

Según lo refieren varios anales en nahuatl: "A cinco días del mes de febrero de 1590, murió fray Bernardino de
Sahagún. Había estado en Tlatelolco y aquí fue enterrado en San Francisco, en la ciudad de México vinieron a su
entierro los señores de Tlatelolco." Citaré, para terminar, con otro testimonio del sabio cronista de Chalco-
Amecameca, Domingo Francisco Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. He aquí lo que dejó dicho:

"Escribió, según lo que interrogó a los que eran ancianos en tiempos antiguos;
a los que conservaban los libros de pinturas, según lo tenían pintado en ellas,
así allá, en tiempos antiguos los que eran ancianos.
Gracias a ellos nos habló de todas las cosas que sucedieron en la antigüedad."

Con la aportación de esos ancianos y su propio esfuerzo se consumó el rescate. Pasados muchos años de que la
Historia Universal (general) de las cosas de la Nueva España fuera llevada a España por otro visitador, el padre
Rodrigo de Sequera, al fin apareció ella en Florencia. Por conservarse allí se designó como ya vimos, Códice
Florentino. Ahora gracias a Marcela Alvarez del Castillo Herrera de la Editorial Libros Mas Cultura y a la Casa Aldus y
su director Don José Sordo Gutiérrez, podemos volver a tener en las manos fiel copia de tan preciado manuscrito.

MIGUEL LEÓN- PORTILLA


El coloquio de los doce

En la cristianización de México hay un episodio muy interesante. En 1524


desembarcaron doce monjes franciscanos encabezados por Martín de Valencia.
Llegaban, como si fueran apóstoles, con la intención de cristianizar a los
pobladores de México, recién conquistado por Hernán Cortés, pero no deseaban
imponer su religión por la fuerza, sino por el convencimiento.

Se reunieron con las autoridades indígenas y les expusieron su intención.


Explicaron que el cristianismo era la mejor religión y dieron sus razones. A su
tiempo, los sacerdotes aztecas argumentaron lo buena que era la que habían
recibido de sus padres. Como no llegaban a ningún acuerdo, uno de los frailes
expuso que, si los dioses aztecas fueran tan poderosos, no hubieran permitido que
los soldados cristianos los venciesen. En esta ocasión los aztecas no encontraron
réplica, pero está claro que el argumento que se impuso finalmente fue el de la
fuerza, basada en la victoria de las armas. Se trataba de una razón especialmente
convincente para los sacerdotes aztecas, ya que ellos representaban una religión
imperial que también había sido impuesta por la fuerza a los pueblos
circundantes.

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