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¿Quiénes eran los pueblos originarios con que se encontraron los primeros europeos al llegar a
la zona cordillerana de Neuquén y Río Negro?. ¿Quiénes eran los Pehuenches, Puelches y
Poyas? Para responder a estas preguntas nos detendremos en el momento de los primeros
contactos con los europeos (años 1550 a 1700). Finalmente analizaremos algunas situaciones
más tardías (siglo XIX) que nos ayudarán a situarnos y comprender el complejo panorama de
los pueblos originarios en la actualidad.
INTRODUCCIÓN
Realizaremos un análisis de las fuentes que se refieren a los pueblos originarios con que
se encontraron los primeros europeos al llegar a la zona cordillerana de Neuquén y Río Negro.
Son muy pocos los investigadores que han estudiado seriamente la compleja trama de
los pueblos que habitaban esta región, entre ellos es importante destacar a Sánchez Labrador,
Escalada, Harrington, Perea, Casamiquela y Nacuzzi.
Osvaldo Silva Galdames y Eduardo Téllez Lugaro en su trabajo sobre los Pehuenches
previenen sobre el atolladero en el que puede caer todo etnólogo que conceda demasiado
crédito a los rótulos en desmedro de la realidad étnica que se pretende explicar. Advierten
sobre los diversos pueblos que verdaderamente existen ocultos bajo el nombre de
“pehuenches”: “A estos pueblos los encontramos a lo largo de cuatro siglos, encarnados por
actores étnicos contrapuestos que ingresan y salen del escenario andino embrollando
extraordinariamente el panorama. La realidad étnica a más de plural, es cambiante.”
Lidia Nacuzzi nos habla de “Identidades impuestas” a estos pueblos, pues en la mayoría
de los casos desconocemos si se trata de autoidentificaciones. Fue usualmente el blanco quien
otorgó estos rótulos étnicos con fines prácticos, administrativos y/o políticos a lo largo de estos
siglos. Pero no debemos olvidar que más allá de estos rótulos siempre hay grupos de personas
que interactúan y construyen la compleja y cambiante trama de la existencia de los pueblos
originarios.
Las culturas son dinámicas, fluidas, y con la riqueza inherente a cualquier grupo humano.
La complejidad de este problema radica principalmente en que se ha partido de visiones
estáticas y ahistóricas sobre los pueblos originarios. A esto se suma la visión del colonizador
que, para legitimar el etnocidio, ubica al otro étnico en una posición de inferioridad.
El panorama étnico es más complejo y diferente del que se nos presenta en la mayoría
de los libros de difusión general. Existen unas pocas excepciones como los excelentes libros de
Miguel Angel Palermo y de Carlos Martínez Sarasola.
Nos interesa entonces conocer quiénes eran los pueblos originarios con que se
encuentran estos viajeros. Para ello se consideraron diversas fuentes como las de: Gerónimo
de Vivar (1558), Juan Fernández (1620), Diego de Rosales (1651), el padre Mascardi (1670), el
padre Laguna (1706), el padre Guillelmo (1711), los viajes del padre Menéndez (1791-1793),
etc..
2. LOS PUELCHES
Puelches (centrales o intermedios) o Pehuenches australes
Este grupo o grupos, llamados Puelches (que era la denominación genérica que se le
daba a la gente del Este) habitaron la zona al sur del lago Lacar hasta el lago Nahuel Huapi.
Gerónimo de Vivar en 1558 menciona por noticias de otros expedicionarios que en el sur
del actual Neuquén habitaba un grupo que se denominó puelche, realiza una breve pero
excelente descripción en donde se mencionan también las relaciones con otros grupos:
“Dentro de la cordillera a quince y a veinte leguas hay unos valles donde habita una gente,
los cuales se llaman Puelches y son pocos. (...) Esta gente no siembra; susténtase de caza que
hay en aquestos valles. Hay muchos guanacos y leones y tigres y zorros y venados pequeños y
unos gatos monteses y aves de muchas maneras. De toda esta caza y montería se mantienen,
que la matan con sus armas que son arco y flechas. Sus casas son cuatro palos y de estos
pellejos son las coberturas de las casas. No tienen asiento cierto, ni habitación, que unas veces se
meten a un cabo y otros tiempos a otros. Los vestidos que tienen son de pieles. De los pellejos de
los corderos aderézanlos y córtanlos, y cósenlos tan sutilmente como lo puede hacer un pellejero.
Hacen una manta tan grande de como una sobremesa y ésta se ponen por capa o se la revuelven
al cuerpo. De éstas hacen cantidad y los tocados que traen en la cabeza los hombres son unas
cuerdas de lana que tienen veinte y veinte y cinco varas de medir, y dos de éstas que son tan
gordas como tres dedos juntos. Hácenlas de muchos hilos juntos y no las tuercen. Esto se
revuelven a la cabeza y encima se ponen una red hecha de cordel. Este cordel hacen de una
hierba que es general en todas las Indias; es a manera de cáñamo.(...) Encima de este tocado en
la red que dije meten las flechas que le sirve de carcaj. Los corderos que toman vivos sacrifican
encima de una piedra que ellos tienen situada y señalada. Degüéllanlos encima y la untan con la
sangre y hacen ciertas ceremonias y a esta piedra adoran. Es gente belicosa y guerrera y dada a
ladrocinios y no dejarán las armas de la mano a ninguna cosa que hagan. Son muy grandes
flecheros y, aunque estén en la cama, han de tener el arco cabe sí. Estos bajan a los llanos a
contratar con la gente de ellos en cierto tiempo del año porque señalado este tiempo, que es por
febrero hasta en fin de marzo que están derretidas las nieves y pueden salir, que es al fin del
verano en esta tierra, porque por abril entra el invierno y por eso se vuelven en fin de marzo,
rescatan con esta gente de los llanos. Cada parcialidad sale al valle que cae donde tiene sus
conocidos y amigos y huélganse este tiempo con ellos y traen de aquellas mantas que llaman
llunques; y también traen plumas de avestruces, y de que se vuelven llevan maíz y comida de los
tratos que tienen. Son temidos de esta otra gente porque ciento de ellos juntos de los Puelches
correrán toda la tierra sin que destotros (de estos otros?) les haya ningún enojo porque, antes de
que viniesen españoles, solían abajar ciento y cincuenta de ellos y los robaban y se volvían a sus
tierras libres. No sirven éstos a los españoles por estar en tierra tan agria y fría e inhabi-table”.
Se trataba de cazadores de arco y flecha que cazaban guanacos y ñandúes en las
mesetas. Con la pieles hacían quillangos. Los hombre utilizaban un tocado particular, que con
gruesas cuerdas de lana rodeaban sus cabezas y sobre ellas colocaban una red de fibra
vegetal que utilizaban como carcaj para sus flechas. Estos grupos que seguramente accedían a
la zona de las araucarias, no dependían del piñon del mismo modo que los pehuenches del
norte.
Son los Puelches que Mascardi menciona como Puelches del Norte (Margen norte del
Limay) que hablan el veliche o williche (“gente del Sur”).
Más tardíamente los grupos que habitaban esta región eran llamados auca o aucaces
(etm. ‘alzado’ o ‘rebelde’) y luego los llaman “manzaneros”. Otros autores los denominan
Huilliches (gente del sur, para diferenciarlos de los pehuenches del norte).
ALGUNAS REFLEXIONES
El análisis de estas fuentes nos muestra un panorama étnico bastante más complejo y
dinámico de lo que usualmente se plantea. Desde los primeros relatos se ve que el intercambio
y las relaciones que había entre estos grupos eran fluidos, el caballo recién se incorporaba.
Poco tiempo después el caballo estaba muy difundido en la región.
En principio vemos que estos grupos sufrieron un fuerte impacto con las malocas de los
españoles que buscaban mano de obra esclava y en el mejor de los casos, la encomienda,
esto indudablemente produjo fuertes cambios en sus poblaciones y a nivel social.
Analizaremos ahora algunas situaciones más tardías (siglo XIX) que nos ayudarán a
situarnos y comprender el complejo panorama de los pueblos originarios en la actualidad.
La dinámica poblacional comenzada hace siglos, se incrementa después de 1880
(Campañas de exterminio de Roca).Una vez finalizada esta campaña las comunidades
indígenas de La Pampa, Neuquén, sur de Buenos Aires y Norte de Río Negro al ser
despojadas de sus propias tierras, deben trasladarse más al Sur en busca de otros lugares
donde vivir. Los Mapuches de Neuquén, que fueron empujados por las campañas militares
hacia el otro lado de la cordillera, vuelven y se establecen nuevamente en Neuquén, pero
también en Río Negro y Chubut.
M. Vignati plantea que es difícil encontrar entre los indígenas del siglo pasado una clara
filiación étnica, especialmente cuando se trata de personas con jerarquía, entre quienes las
alianzas matrimoniales fueron adquiriendo un status de mutua ayuda y solidaridad entre los
grupos. Fueron un importante factor de cohesión social.
Lo Mapuche o la “Mapuchización” llega a ser dominante, y las lenguas y costumbres
patagónicas se fusionan. Pero es solo una aparente unidad pues se mantienen los rasgos
característicos de cada pueblo. El mapudungún se impone casi por completo, convirtíendose
en la lengua general en estas comunidades.
La expansión blanca rompe el esquema nómade de los grupos indígenas meridionales,
los pocos Gününa Küne y Aóeni Kenk que quedan se desbandan y se radican, perdiendo trato
entre sí por la vida sedentaria. Aunque este “nomadismo” ancestral en la actualidad se
manifiesta en una gran movilidad por toda la Patagonia en donde tampoco interfieren
demasiado las nuevas fronteras nacionales entre Chile y Argentina.
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