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Bitácora Marxista-Leninista

Ensayo sobre el auge


y caída del PCE (m-l)
10 de junio de 2020

Equipo de Bitácora (M-L)


EDITORES

Equipo de Redacción:
Equipo de Bitácora Marxista-Leninista

Editado el 17 de junio de 2020


Reeditado el 27 de septiembre de 2020

La presente edición, sin ánimo de lucro, no tiene más que un objetivo,


promover la comprensión de los fundamentos elementales del
marxismo-leninismo como fuente de las más avanzadas teorías de
emancipación proletaria:

«Henos aquí, construyendo los pilares de lo que ha de venir».


Contenido

Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista De España (Marxista-


Leninista) --------------------------------------------------------------------------------- 1

Preámbulo -------------------------------------------------------------------------------- 1

I -------------------------------------------------------------------------------------------- 5

Los duros comienzos del PCE (m-l) en la España franquista y frente a la


hegemonía del revisionismo ------------------------------------------------------------ 5

El contexto adverso en que se desarrolló ------------------------------ 5

Los grupos fundacionales del partido -------------------------------- 14

La composición social de sus integrantes ---------------------------- 16

¿Un partido de exiliados? ---------------------------------------------- 17

¿Programa pequeño burgués? -----------------------------------------18

¿Era España una «colonia» del Tio Sam? --------------------------- 24

¿Por qué «República popular» y no República socialista? -------- 28

Las calumnias hacia el partido --------------------------------------- 30

La lucha y la represión hacia el PCE (m-l) -------------------------- 32

II ----------------------------------------------------------------------------------------- 36

El auge del PCE (m-l) y las acciones armadas del FRAP de 1973-75------------- 36

El FRAP como pretendido frente de masas ------------------------- 36

La concepción de la violencia revolucionaria y su puesta en


práctica ------------------------------------------------------------------- 41

La evaluación de las condiciones objetivas y subjetivas para la


lucha armada ----------------------------------------------------------- 47

Las acciones llevadas a cabo ------------------------------------------ 53

Los juicios a los frapistas y el eco de solidaridad ------------------- 55

El PCE rechaza las acciones del FRAP, ¿pero tenía el carrillismo


legitimidad moral para hablar contra el terrorismo? -------------- 60

La idealización de las acciones armadas y la falta de autocrítica - 65


Sobre la idoneidad o no de la ejecución de una política militar
indiscriminada contra las fuerzas del orden ------------------------ 76

¿Las acciones fracasaron por falta de ímpetu o por ser


descabelladas desde un principio? ----------------------------------- 84

Las acciones del FRAP no mostraban la «vulnerabilidad de las


fuerzas represivas» ---------------------------------------------------- 85

El tipo de régimen político de la burguesía no justifica el


terrorismo espontáneo como método de lucha --------------------- 88

¿Las acciones armadas mostrarían el carácter reaccionario del


régimen fraquista a las masas? ¿Iban a detener su pactismo con las
fuerzas moderadas del antifranquismo? ---------------------------- 90

¿Por qué se siguió vendiendo que el FRAP tenía capacidad para


enfrentar al régimen? -------------------------------------------------- 92

¿Por qué la dirección reconoció atentados de otras organizaciones?


--------------------------------------------------------------------------- 93

El militarismo y la «clandestinitis» como fantasmas en el aire -- 95

¿Las acciones reforzaron o debilitaron al partido?---------------- 101

El ocaso de un mito: la disolución del FRAP en 1978 ------------- 103

El revisionismo actual lejos de avanzar en superar los mitos, se


esfuerza por sostenerlos por sentimentalismo y conveniencia -- 107

¿Se puede considerar al FRAP como un grupo terrorista como se


ha dicho generalmente? ---------------------------------------------- 114

III --------------------------------------------------------------------------------------- 121

Las diversas fracciones, expulsiones, escisiones y abandonos en la historia del


PCE (m-l) ------------------------------------------------------------------------------ 121

Las tempranas e inesperadas escisiones durante 1965 ----------------- 126

La ruptura del grupo de Suré y sus andaduras hasta 1968 ------- 126

La escisión trotskista en el interior, verano de 1965 ---------------131

El gran cisma interno de 1976 --------------------------------------------- 136

La lucha de clases a nivel nacional e internacional --------------- 137

Propuesta para reformular las alianzas ---------------------------- 138

La concepción socialdemócrata de partido de los líderes de la


oposición --------------------------------------------------------------- 143
Las críticas oportunistas al programa del partido ---------------- 149

El antistalinismo de los opositores --------------------------------- 152

Las críticas más coherentes de algunos elementos descontentos 153

La innecesaria persecución de los opositores ---------------------- 156

Replanteamientos, remodelaciones y choques internos de 1978-79 -- 164

La importancia de implementar un método y estilo de trabajo


correcto ----------------------------------------------------------------- 164

Comprender las etapas de la revolución y los ritmos en la


concienciación de las masas ----------------------------------------- 167

Sobre el aprovechamiento de los métodos legales ---------------- 167

Derechos y libertades en un régimen burgués --------------------- 170

La táctica electoral en el nuevo régimen ---------------------------- 171

La importante fracción de 1981 ---------------------------------------------177

De nuevo el tema de la caracterización del Estado ---------------- 181

Revaluaciones sobre la estrategia sindical ------------------------- 183

La cuestión republicana ---------------------------------------------- 186

Política de alianzas y trato al resto de organizaciones ------------ 191

La cuestión de la URSS revisionista y socialimperialista --------- 195

De nuevo la cuestión de Stalin sobre la mesa ---------------------- 197

Debates sobre el concepto de partido ------------------------------ 200

Las influencias filosóficas de los disidentes ------------------------ 204

La salida de los hermanos Campillo -------------------------------- 205

IV ---------------------------------------------------------------------------------------208

¿Acaso fue idílica la línea política del PCE (m-l) desde 1964 a 1985? ----------208

Dogmatismo metafísico al no apreciar la posibilidad de que la burguesía


transite del fascismo a la democracia burguesa ------------------------- 209

La mecánica adopción inicial de la «Guerra Popular Prolongada» (GPP)


como método militar de toma de poder ---------------------------------- 225

El seguidismo a las políticas de la «Revolución Cultural» de los


revisionistas chinos --------------------------------------------------------- 226
Los bandazos del PCE (m-l) sobre la cuestión nacional ---------------- 229

La línea sindical y la tardanza en corregir los reflejos sectarios y


triunfalistas ------------------------------------------------------------------ 251

Triunfalismo en los análisis y falsos pronósticos ------------------------ 260

El perfil del militante medio, el trabajo con las distintas capas de la


población y la forma de reclutamiento------------------------------------ 267

La forma y contenido de las críticas hacia los adversarios políticos -- 276

El miedo a exponer al público las divergencias con otros partidos


marxista-leninistas del mundo -------------------------------------------- 307

La falta de investigaciones históricas sobre el movimiento obrero


nacional e internacional ---------------------------------------------------- 315

El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia los mitos de la época:


Vietnam ----------------------------------------------------------------------- 326

Conatos de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de


imprimirle un sello de clase ------------------------------------------------ 340

V----------------------------------------------------------------------------------------- 362

El PCE (m-l) y su tardía desmaoización -------------------------------------------- 362

¿Cómo logró infiltrarse el revisionismo chino en el movimiento


marxista-leninista? --------------------------------------------------- 362

¿Cómo que el PCE (m-l) nunca fue maoísta? ¿A quién se pretende


engañar? --------------------------------------------------------------- 364

El incipiente criticismo del PCE (m-l) con Pekín------------------ 366

¿Cuándo se empezó a desenmascarar el maoísmo?--------------- 378

Hasta 1979, el PCE (m-l) se negó a reconocer lo que era un secreto


a voces ------------------------------------------------------------------ 379

Las críticas finales del PCE (m-l) al maoísmo --------------------- 390

¿Por qué se tardó tanto en exponer lo obvio? --------------------- 404

VI --------------------------------------------------------------------------------------- 409

La progresiva degeneración del PCE (m-l) durante 1985-1992 ----------------- 409

Alianzas con los revolucionarios y progresistas honrados vs las alianzas


oportunistas con los cabecillas reaccionarios ---------------------------- 409
El flagrante error de autoconsiderarse vanguardia del proletariado sin
merecerlo --------------------------------------------------------------------- 433

Un deslizamiento hacia las clásicas desviaciones basadas en un


republicanismo pequeño burgués ----------------------------------------- 436

De querer ser un «partido bolchevique» a emular a un «partido


menchevique» --------------------------------------------------------------- 457

El «socialismo de mercado» como receta económica ------------------- 488

De la oposición al apoyo a la Comunidad Económica Europea –actual


Unión Europea– ------------------------------------------------------------- 498

La rehabilitación de corrientes y elementos revisionistas superados: el


castrismo y el sandinismo -------------------------------------------------- 502

De la aplicación del internacionalismo proletario a la reconciliación con


el revisionismo --------------------------------------------------------------- 509

VII -------------------------------------------------------------------------------------- 536

Las relaciones entre el PTA y el PCE (m-l) y la caída del socialismo albanés -- 536

Los méritos del PTA en la lucha contra el revisionismo no deben de


hacer olvidarnos sus fuertes vacilaciones y debilidades ---------------- 536

Un repaso a algunas directrices de Hoxha al movimiento marxista-


leninista internacional ------------------------------------------------------ 564

Indicios de un abandono del internacionalismo proletario ------------ 581

¿Hubo luchas internas en el PTA ante este nuevo viraje? -------------- 585

Las primeras reformas de Ramiz Alia y sus consecuencias ------------ 602

La profundización de los errores en política exterior ------------------- 623

Las nuevas reformas de 1990 certifican un secreto a gritos: la


degeneración del socialismo albanés-------------------------------------- 636

Los albaneses olvidaron o no supieron aplicar las lecciones de la


restauración del capitalismo en la URSS --------------------------------- 649

De nuevo la cuestión del culto a la personalidad ------------------------ 655

El trato del PTA en la cuestión religiosa; ¿acierto o sectarismo? ------ 657

El PTA y la homosexualidad ----------------------------------------------- 663

El PTA y la cuestión cultural: su postura sobre la música y la estética 668


Los viejos partidos marxista-leninistas no pueden eludir su
responsabilidad en la catástrofe albanesa -------------------------------- 680

¿Cómo se avanza, conservando los mitos o derribándolos? El caso


de Nexhmije Hoxha --------------------------------------------------------- 689

VIII ------------------------------------------------------------------------------------- 701

Conclusiones sobre la degeneración del PCE (m-l) y las lecciones a extraer por
los revolucionarios -------------------------------------------------------------------- 701

La alta dependencia de una figura en el liderazgo ----------------------- 701

La cuestión de mantener y aplicar el centralismo democrático -------- 705

La formación ideológica de los cuadros fue claramente insuficiente - 706

La lucha ideológica contra el revisionismo fue superficial e ineficaz - 709

Nunca se tomó al materialismo dialéctico e histórico como ciencias - 710

No hubo una relación de mutuo control entre la cúpula y la base ----- 712

No se aplicaron las lecciones conocidas sobre la degeneración de otros


partidos ----------------------------------------------------------------------- 714

¿Acaso es comparable el viejo PCE (m-l) de 1964-1985 y sus errores con


el PCE (m-l) de 1985-1992 o el PCE (m-l) refundado en 2006? --------717

La «necesidad» de bolchevizar a los partidos -----------------------------717

Notas breves para los marxista-leninistas de la actualidad y sus


organizaciones --------------------------------------------------------------- 719

IX --------------------------------------------------------------------------------------- 730

Comparativas entre el PCE (m-l) de 1964-1985 revolucionario y el PCE (m-l)


refundado en 2006 ------------------------------------------------------------------- 730

De nuevo la importancia del concepto de «partido» en el siglo XXI -- 732

El origen del nuevo PCE (m-l) de 2006 ---------------------------- 733

Los «planteamientos unitarios, sin apriorismos»----------------- 734

«Ninguna organización tiene la verdad absoluta» ---------------- 736

Todos los revisionistas hablan del partido comunista, pero todos


portan una caricatura del mismo ----------------------------------- 738

El perfil medio de los militantes ------------------------------------ 739


Los actuales militantes del PCE (m-l) desconocen la historia de sus
siglas -------------------------------------------------------------------- 741

La ridiculez de profetizar la próxima «crisis sin precedentes» del


sistema ----------------------------------------------------------------- 742

El chovinismo y el revisionismo como referencias históricas en la


cuestión nacional------------------------------------------------------ 744

A vueltas con el concepto de «colonia» y el «monarco-fascismo»


para España ------------------------------------------------------------ 746

Nuestros revisionistas modernos y su actitud liberal en materia de


seguridad es casi suicida --------------------------------------------- 751

Por su esencia ecléctica, el nuevo PCE (m-l) está condenado a


sufrir tendencias centrífugas en su seno --------------------------- 754

La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea


Constituyente como reflejo del legalismo burgués ---------------------- 755

El marxismo sobre los «procesos constituyentes» del


republicanismo liberal ------------------------------------------------ 756

¿Qué nos dice la historia de los «procesos constituyentes»? El caso


francés ------------------------------------------------------------------ 758

Cuando el PCE de Carrillo-Ibárruri apostaba por el «proceso


constituyente» --------------------------------------------------------- 771

El actual PCE (m-l) ofrece para los problemas sociales una utópica
receta liberal ya superada -------------------------------------------- 774

Mientras se opere bajo los lineamientos de la democracia


burguesa, no habrá emancipación social posible------------------ 776

El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo


de nuestra época ------------------------------------------------------------- 778

La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no


tiene nada que ver con el actual PCE (m-l) ------------------------------- 841

El viejo PCE (m-l) y su concepto de internacionalismo proletario


-------------------------------------------------------------------------- 842

El PCE (m-l) actual y su concepto de internacionalismo proletario


--------------------------------------------------------------------------848

¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de


los intentos de fusionarse con otros revisionistas? ---------------------- 871

El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción de


figuras revisionistas en el ámbito nacional ------------------------------- 896
Repaso al largo historial antimarxista de Ibárruri en el PCE ---- 899

Repaso al falso antirrevisionismo de Líster en el PCE y PCOE -- 917

Juan Modesto: otro personaje de la misma calaña --------------- 919

Vicente Uribe: un hombre pusilánime usado como cabeza de turco


para los jruschovistas ------------------------------------------------- 920

«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el feminismo ------------ 925

X ---------------------------------------------------------------------------------------- 945

Elena Ódena sobre el falso internacionalismo de los oportunistas alemanes


Koch y Eggers ------------------------------------------------------------------------- 945

XI --------------------------------------------------------------------------------------- 964

Respondiendo a algunos comentarios del renegado Lorenzo Peña sobre Elena


Ódena y el PCE (m-l) ----------------------------------------------------------------- 964

XII -------------------------------------------------------------------------------------- 987

Anexo ----------------------------------------------------------------------------------- 987

Carta de Cese de militancia del PCE (m-l) en Elche ------------------------------988


Equipo de Bitácora (M-L)

Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista De


España (Marxista-Leninista)

Preámbulo

Desde el Equipo de Bitácora (M-L) siempre nos ha interesado la historia del


Partido Comunista de España (marxista-leninista). Considerábamos un deber el
estudiar y analizar su auge y caída, tarea que ningún partido, ni detractores ni
presuntos admiradores, han tomado ni seriamente ni extensamente.

¿Cúal es la motivación para afrontar tal análisis pendiente? Para quien lo


desconozca, el PCE (m-l) surgió como escisión del Partido Comunista de España
(PCE), partido que combatió revolucionariamente al revisionismo de Ibárruri-
Carrillo, sería uno de los partidos antifascistas más importantes del
tardofranquismo, y el único grupo que en España se desligó del maoísmo para
adherirse a la línea marxista-leninista de la Albania de Enver Hoxha. Como se
verá en el documento sus méritos son notorios, pero no estuvo libre de defectos
como era normal, algunos de ellos muy graves que hoy toca mencionar sin
cobardía.

Este documento es la continuación y evolución de la crítica inicial esgrimida en


2016, cuando viejos renegados como Raúl Marco se negaron tajantemente a
proporcionar los materiales del antiguo PCE (m-l) vigente durante 1964-1991
para el estudio y análisis de que queríamos preparar. En aquel momento el
Equipo de Bitácora (M-L) empezó a popularizar poco a poco las obras de la
dirigente del PCE (m-l) Elena Ódena (1930-1985), que aunque se niegue ahora,
hasta entonces era una completa desconocida para la mayoría de simpatizantes
del marxismo-leninismo de habla hispana. A la luz de las críticas que hicimos en
su momento a la dirección del actual y degenerado PCE (m-l), este grupo y otros
empezaron a liberar algunos documentos de aquel período.

Nos es preciso expresar que pese a todo, la mayoría del material al que hemos
podido acceder no ha sido gracias a esta liberación de material con cuentagotas,
sino que ha sido a través de exmilitantes de buena fe, que más allá de su
ideología actual, desean que se conozca y popularice la verdad histórica. En
segundo lugar, nos hemos valido de una extensa labor de investigación en
bibliotecas y depósitos especializados en organizaciones históricas.

Decir que Raúl Marco y compañía siguen sin dignarse a presentar la totalidad de
los documentos que tienen en sus manos. Entendemos que para ellos es un
dilema enorme debido a que le pone entre la espada y la pared. Por un lado,
liberando este material pueden presentarse demagógicamente ante sus
seguidores como los «seguidores del legado del antiguo PCE (m-l) de Elena
Ódena», pero por otro lado, revelan los errores que los propios líderes como él
cometieron en aquel entonces, fallos que causaron la atrofia y defunción del
partido, sin olvidar que también estarían dando un gran arsenal a la militancia

1
actual de su partido para ver que mientras el antiguo PCE (m-l), pese a sus
innumerables fallos, intentaba mantener una política recta sobre diversos
temas, comparándolo con la línea ideológica y las actuaciones del actual PCE
(m-l), se constarará fácilmente que no tiene nada que ver, pues ahora reina un
eclecticismo y una confusión ideológica sobre todo tipo de cuestiones que hacen
imposible delimitar una ideología clara.

Sea como sea, sabíamos que no existía un análisis marxista profundo de los
aciertos y errores del PCE (m-l), pero el presente documento no queremos que
sea un mero documento bibliográfico de la organización –solo se citarán datos
de ese tipo cuando sea necesario poner en contexto al lector–, tampoco
queremos pararnos tanto a resaltar los méritos del viejo PCE (m-l) –los cuales
son evidentes y aun así saldrán a la luz a cada paso–, sino que queremos hablar
con franqueza sobre las causas o posibles causas de su degeneración a mediados
de los años 80 del siglo pasado. El fin es poder así extraer las lecciones
pertinentes para las próximas generaciones de revolucionarios.

Sabíamos que este trabajo no iba ser realizado por los viejos exmilitantes de la
cúpula del PCE (m-l) que se postran ante unas siglas y una historia oficial sin
más análisis, tampoco los nuevos oportunistas que reivindican el legado del PCE
(m-l) y de Elena Ódena mientras se alían con los enemigos de ese legado, como
es el caso de la secta lumpen de Reconstrucción Comunista comandada por el
excéntrico Roberto Vaquero. No lo van a hacer nunca porque ni tienen la
capacidad ni el interés. A lo sumo lo máximo que conseguirían es una copia
barata del presente documento.

Algunos dirán que esto demuestra nuestra prepotencia, bien, solo diremos que
el prepotente es aquel que hace alarde de algo que tiene. Entonces, insistimos:
preferimos pecar de ello mientras cumplimos con nuestro deber que celebrar y
reivindicar un legado que en verdad se desconoce.

El hablar claramente sobre los aciertos y errores del PCE (m-l) desde una óptica
crítica se impone como un deber necesario para los marxista-leninistas de la
actualidad. Tengamos en cuenta que valorar las cosas en su justa medida, pues
esa ha sido siempre, o debería de ser al menos, la máxima al evaluar su propia
historia, ya que es la única forma de progresar:

«El falseamiento de la verdadera historia, en contradicción con la esencia de


la historia, los intentos de adornarla en vez de presentarla con arreglo a la
verdad, hacían, por ejemplo, que la historia del partido se expusiera en
nuestra propaganda como un avance victorioso constante, sin retrocesos
temporales ni derrotas, lo que estaba, evidentemente, en pugna con la verdad
e impedía la acertada educación de los cuadros». (Partido Comunista de la
Unión Soviética; Sobre la organización de la propaganda del partido, en
relación con la publicación del «Compendio de la historia del Partido
Comunista (bolchevique) de la URSS», 1938)

No nos hemos caracterizado nunca por mordernos la lengua y esta vez no será
diferente. Por ejemplo, para nosotros Elena Ódena es una figura que no está
libre de los grandes y pequeños errores que sufrió el PCE (m-l), pero a
diferencia del resto de dirigentes de renombre, falleció dando su vida por un

2
proyecto revolucionario, fue cabeza visible de una línea revolucionaria y
también de las rectificaciones que el partido experimentó cuando la dialéctica de
los hechos hacían necesaria una revisión –aunque no se dio cuenta de todo a
tiempo–, en consecuencia, vemos un hilo honesto en su trabajo más allá de
muchas de sus limitaciones en algunos puntos. Por tal razón nos parece una
infamia comparar la trayectoria teórico-práctica de Elena Ódena con otros
líderes como Lorenzo Peña, los hermanos Diz, José Avilés, Rafael Blasco, Pablo
Mayoral, Blanco Chivite o Raúl Marco que intentaron –y en algunos casos
lograron– llevar al partido al pantano de una teoría y práctica revisionista.

Los verdaderos marxista-leninistas reivindican el legado de Joan Comorera,


José Díaz, Elena Ódena y tantas otras figuras de carácter nacional e
internacional; y claro es que esto no se supone que se deba estar de acuerdo con
absolutamente cada palabra que escribieron, salvando la distancia marcada por
la época en que se desarrollaron y los temas particulares que abordaron. Los
marxistas no hacemos actos de fe con la doctrina, no la creemos por imposición
ni por presentar simples «argumentos de autoridad» de las figuras de
renombre. Es menester que los marxistas tengan un espíritu crítico a la hora de
enfrentarse a los textos de los clásicos de la revolución, que analicen sus escritos
y sus acciones, que analicen si están vigentes en la actualidad, si son aplicables
al contexto de otros países, o si simplemente en tal punto se ha dado este o
aquel error; y jamás será negativo para el marxista analizar, plantear las dudas y
debatir con otros camaradas con el fin de enriquecerse mutuamente con las
conclusiones. Solo así puede existir una asimilación real de lo estudiado para
que luego pueda ser tenido en cuenta en la aplicación práctica. No se trata de
revisar a gusto del lector lo que le gusta reivindicar y lo que no, ni uno se puede
basar en argumentos subjetivos para rechazar los axiomas fundamentales de la
doctrina, por tanto, toda «revisión» que no sea argumentada científicamente en
el afán de actualizar la teoría y la práctica marxista a nuestra época y a nuestra
situación concreta, estará invalidada automáticamente.

¿Para quién es el destinatario de este documento? Como ya dijimos:

«Estos documentos no están destinados para los jefes recalcitrantes de esas


organizaciones ni para los hooligans amantes de las siglas y de la historia
ficticia de secta a la cual rinden culto, sino para la gente con un espíritu crítico
se pueda replantear según qué cosas aceptadas por falta de información o
sentimentalismo, por tanto si sirve para hacer reflexionar aunque sea a una
sola persona, el trabajo ya ha valido la pena, no nos importa el número de
difusión, sino que el material llegue a las personas que buscan esto mismo. Ya
dijimos una vez que el «Equipo de Bitácora (M-L)» en su conjunto siente un
gran aprecio por la documentación que hemos ido produciendo en medio de
dificultades, discusiones, críticas, autocríticas, revisiones de documentos,
traducciones, creación de documentos propios. Todo un conjunto de esfuerzos
que pretendemos sirva como punto de partida para un análisis histórico y
presente de los fenómenos desde el materialismo dialéctico e histórico, y que a
su vez sirva para promover la reorganización de las fuerzas proletarias allá
donde se encuentren, de hecho esperamos que el eco de nuestras obras nos
pongan en contacto –como ya ha venido ocurriendo–, con los individuos y
organizaciones marxista-leninistas que pretenden organizar al proletariado
de cada país, para salir de esta situación de confusión y desorganización

3
general, porque ya es hora». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico
sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas
de los GRAPO, 2017)

Simplemente como dijo el gran materialista alemán Feuerbach:

«[Mis escritos] Bastan a aquellos para quienes escribo, porque yo no escribo


para los sobradamente conocidos «animales sin razón», sino para seres con
razón, esto es, seres que a través de la propia razón completan unos
pensamientos con los otros». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión,
1845)

4
I

Los duros comienzos del PCE (m-l) en la España franquista


y frente a la hegemonía del revisionismo
Lo primero que habría que recordar a algunos sobre la II República y la Guerra
Civil es lo siguiente:

«Yo me canso de repetirlo, los culpables de que perdiésemos la guerra fueron


los republicanos y socialistas, de la burguesía «progresista» que gobernaba el
país. Aquellos fueron unos traidores, con los nombres propios que todos
sabemos. ¿Y qué puedes esperar? No querrás Azaña, Caballero o Negrín
actuasen como comunistas, eran lo que eran. Ahora una cosa esta clara... si yo
tengo el poder, un ejército, una policía y unas leyes, tengo el poder, y con ello
siendo inteligente no se me levanta ni Dios. Y esto desde la óptica no de un
dirigente comunista, sino de cualquier estadista hábil. Por lo que cualquier
gobierno republicano algo avispado habría destruido sin contemplaciones a
Mola, Franco y compañía, punto. La llamada «izquierda» debe de dejar de
hablar de la II República como algo idílico a emular o se topará en bucle con
sus limitaciones. Del otro lado, la derecha parece olvidar una cosa
fundamental de nuestra historia: los rebeldes, los «nacionales» como ellos se
hacían llamar, no «ganaron» ninguna guerra, lo hizo el fascismo italiano y el
nazismo alemán, o mejor dicho, no la habrían podido ganar de no ser por sus
aliados internacionales, ¡porque parece que algunos desconocen que el golpe
de julio de 1936 fracasó en la mayoría de ciudades importantes!».
(Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

El Partido Comunista de España (marxista-leninista) se desarrolló en la


posguerra, dentro de la sociedad inmersa en el fascismo franquista. Este testigo
de la época nos relata con un par de anécdotas sobre el cariz de la mentalidad
del régimen imperante:

«España era un país triste, gris, reprimido sexualmente y en todos los


órdenes: político, económico y cultural. Era sumamente alienante, todo muy
religioso, era el franquismo, que fue la versión estúpida y cutre del fascismo.

En cuanto a la moral, todos tenemos muchas anécdotas, a mí una me dejo un


recuerdo de algo incomprensible para mi yo de entonces, a pesar de mi muy
corta edad 7-8 años. En un parque de Zaragoza muy grande iban las parejas
paseando por sus veredas y una de ellas sentada en un banco se estaban
cogiendo de la mano. ¡¡¡De la mano!!! Y el guarda, había guardas que no
guardias, les recriminó el hecho con una tremenda bronca, esto hace sesenta
años. Poco a poco se fue relajando el tema pero imaginar lo que fue la juventud
de nuestros padres y abuelos, los míos por lo menos». (Comentarios y
reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

El contexto adverso en que se desarrolló

Los inicios del PCE (m-l) estuvieron condicionados en lo internacional con la


subida al poder en la URSS de diversos elementos revisionistas, que,

5
imponiendo su ley en el partido, influenciaron a todos los partidos comunistas
que aceptarían tal camino en un alarde –y esto debe decirse– de
sentimentalismo, cobardía y seguidismo. Casi todos ellos siguieron sin rechistar
su giro político-ideológico, no solo imponiendo el antistalinismo, sino también
implícitamente el antileninismo y el antimarxismo.

España había dejado de tener su partido marxista-leninista poco después de


1942 tras el fallecimiento paulatino de algunos líderes de enorme
transcendencia:

«[En 1932] se formó pues un claro nuevo núcleo de dirigentes entre los que
destacamos por su adhesión bolchevique hasta el final a: Pedro Checa –
fallecido en el exilio mexicano en 1942–, Trifón Medrano Elurba –fallecido
durante la guerra en 1937–, Cristóbal Valenzuela Ortega –fusilado por los
franquistas en 1939–, Hilario Arlandis –fusilado por los franquistas en 1939–,
Saturnino Barneto Atienza –fallecido en el exilio soviético en 1940–, Daniel
Ortega Martínez –fusilado por los franquistas en 1941–, José Silva Martínez –
fallecido en el exilio venezolano en 1949– y sobre todo José Díaz –fallecido en
el exilio soviético en 1942–. A esto se le podría sumar la caída de otros valiosos
cuadros de mayor o menor altura como Isidoro Diéguez Dueñas –fusilado por
el franquismo en 1942 o Puig Pidemunt –fusilado por el franquismo en 1949–.
Con esta verdadera sangría de militantes sufrida entre 1932-1942, se puede
observar que el PCE sufrió un total descabezamiento de sus piezas claves, lo
que brindó una buena oportunidad para que los oportunistas como Dolores
Ibárruri, Santiago Carrillo, Francisco Antón, Enrique Líster, Antonio Mije, y
más tarde también los Fernando Claudín, Jorge Semprún o Ignacio Gallego se
afianzasen cada vez más en las altas esferas del PCE. Aunque para ser justos,
ese ascenso meteórico de diversas figuras no hubiera sido posible sin la
implementación de maquiavélicas técnicas desde la nueva dirección del PCE,
las cuales desataron, contra los que dudaban o se oponían a sus aberraciones,
unos métodos brutales de supresión para afianzarse en el poder, promoviendo
infames juegos como: calumniar de «provocadores» a grandes y probados
dirigentes –Heriberto Quiñones en 1942 y Jesús Monzón en 1947–, delatar o
ajusticiar a quienes eran sospechosos de «no ser leales» a la nueva dirección –
como a José San José alias Aldeano en 1944, León Trilla en 1945, Alberto Pérez
alias César en 1945, Cristino García Granda en 1945, Víctor García en 1948,
Luis Montero Álvarez en 1950–». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome
histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el
movimiento obrero, 2020)

Se puede decir que incluso a partir del control absoluto del PCE por parte de
Ibárruri y Carrillo en los años 40, fueron más allá de lo aceptado por la época, ya
que en varias ocasiones anticiparon el curso que luego Jruschov daría como
receta a los partidos comunistas. He ahí el discurso y el lenguaje del amorfo
frente nacional de 1942, el abandono del trabajo en las organizaciones de masas,
la falta de apoyo a los guerrilleros, los conatos y propuestas desesperadas de
terrorismo individual, los bandazos a izquierda y derecha sobre la postura a
adoptar frente a la socialdemocracia durante la posguerra… y finalmente la línea
de «reconciliación nacional» establecida en 1956.

6
Véase el capítulo: «El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y
promoción de figuras revisionistas en el ámbito nacional» de 2020.

Sin entrar ya en la expulsión, calumnia y persecución de todos los militantes


opuestos a estas medidas. Esto se verá en los próximos capítulos.

En la época gloriosa durante la cual el PCE comandado por José Díaz y el PSUC
con Joan Comorera, los comunistas se granjearon la confianza de las masas y
aumentaron su prestigio hasta cuotas insospechadas. Fue una época dorada que
ningún periodo posterior de estos mismos partidos, bajo mandato revisionista,
pudo emular, lo que reafirma la justa línea política de los marxista-leninistas de
esta época:

«La resuelta actitud del partido comunista frente al ataque fascista, el audaz
ejemplo que dio colocándose al frente de las masas para impedir que el
fascismo pasara, el ejemplo de sus militantes, el 60 por ciento de los cuales
fueron enviados a los diversos frentes de lucha, aumentaron en gran medida la
autoridad y el prestigio del partido entre las masas del pueblo. Un partido
crece, gana autoridad y se convierte en dirigente de las masas cuando cuenta
con una línea clara y se lanza audazmente a la lucha por llevarla a la práctica.
El Partido Comunista de España se convirtió en un partido tal en el curso de la
guerra civil. Desde la insurrección fascista en julio de 1936 hasta finales de ese
mismo año, el partido comunista triplicó el número de sus miembros. Y,
aunque en aquellos días la gente se integraba en el partido para ofrendar su
vida, y no para dar su voto en las elecciones, jamás ni nadie, ni el llamado
partido comunista de Santiago Carrillo, ni los otros partidos revisionistas, que
han abierto sus puertas a todo aquel que quiera ingresar en ellos, laico o
religioso, obrero o burgués, podrá hablar de un crecimiento de la autoridad e
influencia como las que adquirió el digno Partido Comunista de España
durante el período de la guerra civil». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es
anticomunismo, 1980)

Enver Hoxha, como testigo y simpatizante de la heroica lucha de los pueblos de


España, comentaría las causas de la degeneración del PCE: las grandes pérdidas
del partido durante la guerra, el creciente derrotismo que se imprimiría desde
entonces, las duras condiciones para operar dentro de la España franquista, la
dificultad de organizarse también desde el exilio, muchas veces en condiciones
forzadas de absoluta clandestinidad. En resumen, cómo a raíz de la pérdida de
la guerra contra el fascismo los elementos como Ibárruri y Carrillo –en ese
orden de importancia en el PCE hasta los 60– se aprovecharon para imponer su
dominio revisionista en tal panorama difícil y confuso:

«La Guerra de España tocó a su fin a comienzos del año 1939, cuando la
dominación de Franco se extendió a todo el territorio nacional. En aquella
guerra el Partido Comunista de España no escatimó esfuerzos ni energías
para derrotar al fascismo. Y si el fascismo venció, fue debido, aparte de los
diversos factores internos, en primer lugar a la intervención del fascismo
italiano y alemán y a la política capitulacionista de «no intervención» de las
potencias occidentales con respecto a los agresores fascistas. Muchos
militantes del Partido Comunista de España inmolaron sus vidas durante la
guerra civil. Otros fueron víctimas del terror franquista. Otros miles y miles

7
fueron arrojados a las cárceles donde permanecieron por largos años o
murieron en ellas. Después del triunfo de los fascistas, en España reinó el más
feroz terror. Los demócratas españoles, que lograron escapar de los campos de
concentración y de los arrestos, tomaron parte en la resistencia francesa
donde combatieron heroicamente, mientras que los demócratas españoles que
se fueron a la Unión Soviética se integraron en las filas del Ejército Rojo y
muchos de ellos dieron su vida combatiendo al fascismo. Pese a las condiciones
sumamente graves, los comunistas continuaron su lucha guerrillera y la
organización de la resistencia también en España. La mayor parte cayeron en
manos de la policía franquista y fueron condenados a muerte. Franco golpeó
duramente la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de las masas
populares de España y esto tuvo consecuencias negativas para el partido
comunista. Al haber desaparecido en la lucha armada y bajo los golpes del
terror fascista los elementos más sanos, más preparados ideológicamente,
más resueltos y valientes, del Partido Comunista de España, cobró supremacía
y ejerció su influencia negativa y destructora el elemento cobarde pequeño
burgués e intelectual como son Santiago Carrillo y compañía. Estos fueron
transformando gradualmente al Partido Comunista de España en un partido
oportunista y revisionista. (...) En otras palabras, Santiago Carrillo es un
agente de los más rastreros y ordinarios del capitalismo mundial. Pero sus
«teorías» no aportarán muchos beneficios al capitalismo, dado que, tal como
son presentadas por Carrillo, desenmascaran en realidad el pseudomarxismo
de los revisionistas modernos, Carrillo, por un lado, sirve al imperialismo y al
capitalismo mundial, porque se opone a la revolución, niega las ideas
marxista-leninistas que inspiran al proletariado y a los pueblos de todo el
mundo, y, por el otro, arranca las máscaras y desenmascara a los otros
revisionistas modernos, pone al descubierto sus verdaderos objetivos ante los
ojos del proletariado y de los pueblos. Santiago Carrillo, Secretario General
del Partido Comunista de España, es un revisionista bastardo de bastardos.
Ha tomado del revisionismo moderno lo que de más vil y
contrarrevolucionario tenía y se ha convertido en apologista de la traición y
de la completa capitulación». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es
anticomunismo, 1980)

Finalmente, con la abierta adhesión del PCE al jruschovismo en los 50 y más


tarde al eurocomunismo en los 70, los marxista-leninistas españoles se
agruparon en el Partido Comunista de España (marxista-leninista) en el periodo
de 1963-64.

Uno de sus folletos iniciales se explicaba así las razones para tal conformación
de un nuevo partido independiente:

«No es casual que surja hoy el Partido Comunista de España (marxista-


leninista). La dirección revisionista del Partido Comunista de España se ha
empeñado en transformar a éste de instrumento revolucionario en doméstica
y pacífica batidora reconciliadora de clases: es decir, ha tratado de liquidar al
partido como instrumento revolucionario del proletariado. Ha querido que
abandone su papel de vanguardia y guía de la clase obrera. Ahora bien, el
grupo revisionista antipartido podía empujar a éste a que desertara de su
papel, lo que era ya mucho más difícil de admitir, es que el partido pudiera
llegar a hacerlo y, sobre todo, que el proletariado renunciara a tener su

8
dirección, a tener su partido de clase. Ahí están las raíces del Partido
Comunista de España (marxista-leninista); esta es la explicación de que surja
nuestro partido. La base del partido no está dispuesta a conformarse con ese
destino que el grupo revisionista su papel dirigente por parte de los dirigentes
revisionistas del PCE significaba desarmarlo virtualmente y colocarlo a
remolque de las clases más titubeantes y timoratas. El grupo revisionista
encaramado en la dirección del PCE ha pretendido sustituir el principio de la
lucha de clases, que es el motor de la historia y el punto de partida de toda
política verdaderamente revolucionaria, por una política de oportunismo y
seguidismo. Esta crisis, provocada por los revisionistas, no es un fenómeno
estrictamente nacional, sino que es el reflejo de la crisis del Movimiento
Comunista Mundial, suscitada por el revisionismo moderno, a la cabeza del
cual se encuentra la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. (...)
Al igual que en el mundo entero se ha producido una reacción de todos los
revolucionarios honrados, también en España, los marxista-leninistas de
dentro y fuera del partido se han opuesto resueltamente a la política de
traición y reconciliadora del grupo oportunista de la dirección del PCE y ha
resuelto reconstituir el partido sobre las bases científicas del marxismo-
leninismo». (Elena Ódena; ¡Viva el Partido Comunista de España (marxista-
leninista)!, 1965)

El hecho de que los revolucionarios tardasen tanto en mostrar reacción,


demostraba lo difícil que era para muchos despegarse de este sentimentalismo
así como la baja formación ideológica de los cuadros de entonces.

En verdad, el PCE (m-l), como tantos otros partidos fue producto de la polémica
a nivel general lanzada contra el jruschovismo a partir del año 1960, pero los
marxista-leninistas de cada país no habían sido capaces de detectar el
revisionismo que en muchos casos ya se había hecho con el control de sus
respectivos partidos.

El propio PCE (m-l) consideraría que aunque en 1942 hubo una derechización,
el revisionismo del PCE databa solamente desde el VIº Congreso de 1960
aproximadamente:

«Lo cierto es que tras la muerte de José Díaz en 1942, el oportunismo de


derecha se instaló en la dirección del partido e inició su labor de zapa. (…) Los
grupos marxista-leninistas surgían en oposición declarada a la política
reformista del grupo de Santiago Carrillo, el cual desde 1956 y sobre todo a
partir del VIº Congreso del PCE de 1960». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España
(marxista-leninista), 1985)

Pero en realidad, el Vº Congreso del PCE de 1954, así como toda la política de
años anteriores ya demostraban que dicha degeneración venía de lejos.

Véase los siguientes capítulos:

-«El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción de figuras


revisionistas en el ámbito nacional» de 2020.

9
-«La falta de investigaciones históricas sobre el movimiento obrero nacional e
internacional en el PCE (m-l)» de 2020.

Un testigo cuenta así la dificultad que suponía para el PCE (m-l) competir
contra el PCE en aquella época:

«Uno de los mayores problemas, era y es la financiación. Ese es uno de los


mayores inconvenientes para poder estar en los sitios adecuados y poder
sostener a los cuadros adecuadamente. Cuando el PCE de Carrillo tenía
multicopistas, muchos de nosotros estábamos con vietnamitas, esto como
ejemplo. Y eso es extrapolable a todo. La financiación después del principio
ideológico es lo más importante. Debe haber conciencia de clase, cultura,
miembros y dinero, sin esto no hay partido comunista, no hay nada, no sobra
ninguno». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora
(M-L), 2019)

Otro ejemplo directo de lo que llegó a suponer la falta de medios:

«En el período de penuria extrema que se inició en 1967, las reuniones del
partido se vieron muy afectadas, porque ni siquiera teníamos dinero para
pagar la consumición en un café y habíamos de citarnos y conversar sentados
en bancos públicos, ya fueran en la calle o en un parque –si hacía buen
tiempo–, ya en un andén de metro. Quedaba deteriorada la calidad de tales
reuniones. Asimismo, hubo que reducir la compra de prensa franquista, lo cual
también mermaba nuestra información y, por lo tanto, el interés de nuestros
comentarios y de nuestras consignas. Esa insuficiencia se palió en parte
posteriormente gracias a la ayuda familiar». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Como se comprende, los inicios de un partido nuevo, con gente inexperta en


muchas cuestiones, son sumamente complicados.

Es interesante observar como Juan Bru. en su artículo «Liquidemos nuestros


vicios» fustigaban los vicios de la militancia heredada de experiencias previas.
Parece ser que se instaba a la militancia a romper definitivamente con
pensamientos y metodologías limitantes normalmente aceptadas como válidas,
pero que en realidad convertían al militante en un ser absolutamente
dependiente y pasivo, cuando en plena clandestinidad el autodinamismo era
más necesario que nunca, tanto a nivel de partido como a nivel de célula y de
individuo:

«La moral revolucionaria encuentra en esa consigna de basarse en sus propias


fuerzas la mejor fuente para su robustecimiento. Es la mejor manera de
templar el ánimo, de sacar fuerzas de flaqueza y de emplear estas mucho
mejor. La línea cómoda y fácil es la de educar a las gentes en la obligatoriedad
de que vengan en su ayuda: lo difícil es educarlas desde el valeinte punto de
vista de que debemos, por el contrario, ir en ayuda de otros. (…) Las gentes
que cifran todo en la ayuda ajena, que se educan en la idea de depedndencia de
otros, son gentwes con tendencia a la desmoralización, que fácilmente se
asustan ante las dificultades y la magnitud de las tareas. Carecen del temple
revolucionario». (Vanguardia Obrera; Nº3 1965)

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No nos detendremos a explicar demasiado los primeros problemas internos del
PCE (m-l), ya que la mayoría serían sucesivos y se revelarán en los siguientes
capítulos cuando tratemos los errores en la línea política y los debates internos.
Si destacamos por ejemplo que:

«[En 1966] Al producirse la catastrófica detención del camarada Paulino


[García Moya, alias el Camarada Varela], hubiera sido razonable que nos
diéramos por vencidos. No porque haya que claudicar ante la represión
fascista, sino porque carecíamos de medios humanos y materiales para una
lucha de tal envergadura. Cada escisión y cada caída nos dejaban temblando
porque ya antes la organización era raquítica, teníamos escasísimos apoyos y
nuestros pocos militantes eran o muy jóvenes o muy pobres o ambas cosas a la
vez. Pero cesar la lucha planteaba la incógnita de qué hacer con quienes
habían confiado en la dirección. Y de todos modos teníamos la fe del
carbonero. Se reconstituyó el comité ejecutivo y seguimos adelante. (...) Fue un
milagro que, tras la crisis de la primavera de 1966, saliéramos bastante bien
parados. Algún tiempo después de la caída de Valera el partido se había
rehecho un poquito en Madrid y tenía pequeñas organizaciones locales en
Vasconia, Cataluña, Asturias y hasta algo en Andalucía. Luego se incorporó,
no sé cómo, una organización valenciana, que fue desde entonces quizá de las
más fuertes o de las menos débiles, para hablar con propiedad. Lo de París se
tambaleaba y, en general, lo de la emigración en Europa andaba regular;
teníamos organizaciones de obreros emigrados en Bélgica –Bruselas y Lieja,
ciudades a las que hice un número de viajes por entonces–, Suiza, Alemania,
en algún momento Luxemburgo. Pero, mal que bien, en el interior se iban
consiguiendo paulatinamente pequeñas implantaciones locales. Lo uno con lo
otro hacía que pudiéramos pensar que avanzábamos. La dirección del PCE (m-
l) andaba dispersa. Vivíamos en París Matías –una vez que regresó al
partido– y los dos Migueles– ambos miembros también del secretariado. Dos
camaradas del ejecutivo vivían en Ginebra. Y otros camaradas que se
incorporarán más tarde al ejecutivo estaban en misiones en el interior».
(Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Tengamos en cuenta, que se pasó, en un breve lapso de tiempo, de la existencia


de un amplio campo socialista, con los partidos comunistas de Europa en su
apogeo y bajo el apoyo de otros países socialistas, a la irrupción descontrolada
del fenómeno del revisionismo en la URSS, que logró asegurar su hegemonía en
la mayoría de antiguos partidos marxista-leninistas, tanto los que estaban en el
poder como fuera de él. Eso fraguaría poco a poco la división y escisión en cada
partido entre el ala revolucionaria y el ala revisionista, sin olvidar a muchos
centristas que hasta el último momento no fueron puestos contra la espada y la
pared, y que incluso anidarían junto a los oportunistas hasta que su situación
personal fue insostenible.

Salvo en algunos casos excepcionales donde los revolucionarios expulsarían a


los revisionistas, la regla general con el tiempo fue la conformación de nuevos
partidos que se denominaron en su mayoría como «marxista-leninistas», para
así evitar ser confundidos con los viejos «partidos comunistas». Este nuevo
contexto desfavorable para las fuerzas revolucionarias cambiaba toda la
situación:

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«El nuevo movimiento marxista-leninista no se formó como un producto
químicamente puro después de una reacción de laboratorio. Nació en medio de
una terrible batalla, librada por lo general, en condiciones de inferioridad, de
la cual los marxista-leninistas fueron ganando batallas, pero no sin sufrir
bajas ni pérdidas. (...) Los nuevos partidos marxista-leninistas fueron por lo
general reconstruidos basándose en cuadros jóvenes e inexpertos, ya que la
mayor parte de los viejos cuadros traicionaron o abandonaron. (...) No todos
los militantes en desacuerdo con el revisionismo se atrevieron a romper
organizativamente con él». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España (marxista-
leninista), 1985)

La situación les exigía a estos nuevos partidos una particular atención y cuidado
frente a estos líderes y partidos que habían renegado del marxismo-leninismo:

«Frente al liberalismo en materia de reclutamiento, muchos de nosotros


oponemos ahora una rigidez excesiva. Exigimos que los candidatos antes de
ingresar al partido hayan adquirido una formación teórica, política e
ideológica acabada. Esto es totalmente imposible y absurdo, ya que es
únicamente en el partido donde se forman, se forjan y se templan los
militantes. Por otra parte, lo que conseguimos con esa rigidez excesiva es, o
bien que los candidatos adquieran una formación libresca, de «boquilla» –ya
que su práctica es muy escasa–, o bien que se desanimen ante las barreras que
encuentran en su acercamiento al partido. A la gente que quiere ingresar en el
partido hay que exigirla que esté de acuerdo con lo esencial y dispuesto a
someterse libremente a la disciplina del partido, hay que inculcarles el amor
por el estudio: hay que enseñarles el enorme valor de la crítica y la autocrítica
–como medio de superar conscientemente los errores y las debilidades–, pero
lo que no podemos exigir a nadie es que tenga las ideas totalmente claras y
correctas en todas las cosas. (...) El segundo aspecto que tratamos sobre el
sectarismo es, el de la impaciencia hacia la base revisionista. No tenemos en
cuenta que muchos de los que aún están con Carrillo, están engañados, que
carecen en muchísimos casos de una formación ideológica elemental, que –y
esto lo han podido comprobar muchísimos camaradas–, desconocen incluso
las propias posiciones ideológicas del equipo de Carrillo, o que son también
víctimas de las marrullerías y maniobras de los dirigentes carrillistas para
ocultar a la base su auténtica política contrarrevolucionaria. Y nosotros, en
muchos casos, en vez de aclarar las ideas, en vez de ser flexibles y pacientes en
nuestras discusiones con ellos, en vez de explicarles claramente la política de
Carrillo haciéndoles ver los errores, aberraciones y traiciones que está
cometiendo, llevamos la discusión rápidamente hacia las grandes frases
condenatorias, a veces con poca o insuficiente argumentación, y sin darnos
cuenta de que no basta una discusión, ni dos ni tres para convencerlos,
rompemos los contactos diciendo «no hay nada que hacer, son unos
revisionistas empedernidos». Esto es totalmente falso y erróneo.
Particularmente en lo que se refiere a los obreros que aún «siguen» a Carrillo,
hay que ser muy pacientes y flexibles. (...) Ahora bien, el hecho de ser pacientes
y flexibles en nuestras discusiones, no quiere decir que hagamos dejación de
nuestros principios». (Vanguardia Obrera; Nº47, 1969)

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El PCE (m-l) acabaría siendo el único grupo que se escindiría del PCE por
razones revolucionarias –el resto de miembros que permanecieron y crearon
escisiones en años sucesivos serían fracciones revisionistas enfrentadas al
carrillismo desde otras posturas revisionistas–.

En aquel entonces, como resultado de la traición revisionista, el PCE aunque no


perdió por completo su influencia ni mucho menos, si sufrió una sangría de
escisiones, y es que como sabemos, el revisionismo es sinónimo de subjetivismo
y eclecticismo, por tanto, es el mejor disolvente de la unidad.

Poco a poco hubo se fue creando poco a poco una gran sopa de siglas que se
desgajaban de su seno:

–Partido Comunista de España (Internacional) en 1967 –futuro Partido


Comunista del Trabajo (PTE)–;

–Organización Comunista de España (Bandera Roja) en 1968;

–Komunistak en 1969 futuro Movimiento Comunista de España (MCE);

–Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) en 1968 –futuro Partido


Comunista de España (Reconstituido)–.

–Partido Comunista de España (VIII-IX Congresos) en 1968;

–Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) en 1969;

–Partido Comunista Obrero Español (PCOE) en 1973;

–Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) en 1984;

Y muchos más...

Todos estos autodenominados grupos comunistas salieron como escisiones del


PCE. ¿Por qué entonces todos estos grupos y las personalidades no se sumaron
a la polémica y famosa escisión de 1964 en contra Carrillo-Ibárruri que daría pie
al PCE (m-l)? Simplemente porque o bien se dieron cuenta tarde de la traición
ideológica del carrillismo o porque las divergencias con el carrillismo eran por
motivos personales no por motivos ideológicos, y en algunos casos, porque los
motivos ideológicos divergentes con el carrillismo se planteaban desde otras
posturas revisionistas diferentes.

Ha sido famoso hasta hace poco la idea –por influjo y dominio del revisionismo
en España– de que los líderes del Partido Comunista de España (reconstituido)
fueron los primeros en oponerse al carrillismo, pero lo cierto es que los
miembros del futuro PCE (r) en 1964 siguieron dentro del PCE o sin partido
hasta la creación en el exilio, casi cinco años después, de la fundación de la
Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) ¡Es decir en 1964 la gente
del futuro PCE (r) ignoró la lucha de los revolucionarios anticarrillistas, y
solamente en 1968 crearon una organización que no era un partido ni tenía
presencia en el interior! ¡Y solo en 1975 pasaron a fundar el pretendido partido

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del PCE (r)! Véase la obra: «Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas
del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO» de de 2017.

Gracias a la difusión de varios mitos se ha calumniado la historia del PCE (m-l),


y ya es hora de restituir la verdad histórica sin eludir sus errores, que como
veremos durante este documento, no fueron pocos.

Antes de que estuvieran fundados muchas de las organizaciones que luego se


harían famosas en los años 70 y 80, el PCE (m-l) ya imprimía y difundía grandes
textos revolucionarios contra el revisionismo como «Adulteraciones del equipo
de Santiago Carrillo» en una etapa tan temprana como 1966:

«Esta obra constaba de ocho capítulos, todos ellos significativos y de una


actualidad permanente: ¿«Reconciliación nacional» o violencia
revolucionaria?; Los objetivos políticos del equipo revisionista de Carrillo; El
abandono de la revolución bajo el nombre de la «vía pacífica»; El equipo de
Carrillo ha abandonado la lucha por la independencia nacional y se ha
colocado al servicio del imperialismo yanqui; De la reconciliación nacional a
la colaboración activa con las fuerzas oligárquicas; El equipo revisionista de
Carrillo como traidor al internacionalismo proletario; Liquidación del Partido
Comunista, en cuanto a vanguardia y Estado Mayor de la clase obrera en la
lucha revolucionaria; La alternativa patriota y revolucionaria del PCE (m-l)».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del
Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985)

Por ejemplo otro gran artículo breve pero que deslindaba a la perfección las
diferencias entre la línea revisionista del PCE versus a la línea revolucionaria del
PCE (m-l), sería el artículo de Elena Ódena: «Sobre algunas cuestiones de
principio del marxismo-leninismo» de 1967.

Pese a estas evidentes labores revolucionarias a respetar, más tarde, como nos
ha tenido acostumbrado a lo largo de toda su historia, la dirección del PCE (r)
acomplejada por su propia ausencia en estos años, intentó justificar su aparición
tardía y su no participación en estos hitos alegando excusas variopintas, como
que sus militantes en aquel entonces no se sumaron al proyecto del PCE (m-l)
porque era el resultado de la «unión de grupos en el extranjero», «heterogéneos
ideológicamente» y una «mala copia» seguidista de las fórmulas de Pekín –le
dijo la sartén al cazo–:

«La oposición a que hemos hecho referencia, logró agruparse y de ahí salió el
llamado «Partido Comunista de España (m-l)». Este llamado Partido nace en
el extranjero, con la fusión de varios grupos de lo más heterogéneo y sobre una
base programática que era una mala copia, a retazos, de la línea aplicada en
la revolución china». (Partido Comunista de España (reconstituido); Informe
en el Iº Congreso del PCE (r), 1975)

Por eso vamos a ir comparando la trayectoria del PCE (m-l) sin olvidar donde
estaba el PCE (r) en aquellos momentos.

Los grupos fundacionales del partido

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Las ramas principales del PCE (m-l) como eran La Chispa, Proletario, Mundo
Obrero nacieron en el interior de España como reacción a la política reformista
del PCE de Carrillo-Ibárruri:

«A finales de 1963 y comienzo de 1964 surgieron cuatro grupos marxista-


leninistas de las filas propias del PCE. Su existencia fue al principio
clandestina en el interior del partido, pero durante los primeros meses de 1964
pasaron a actuar públicamente, cuando se declararon en abierta rebelión
contra la línea revisionista de Carrillo-Ibárruri». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del PCE (m-l), 1985)

De hecho, los dirigentes carrillistas tuvieron que desarrollar toda una política de
veto, chantajes y expulsiones para acallar la valiente lucha de estos grupos:

«La reacción de Carrillo y su equipo dirigente fue la típica de todos los


oportunistas: empezaron a maniobrar para dividir a los que se oponían a su
política, enviaban a sus burócratas del aparato del Comité Central a todas las
organizaciones, no para discutir, sino para sancionar, aislar y expulsar. No
vacilaron en lanzar calumnias contra camaradas que conocían desde hacía
muchos años, que sabían que eran verdaderos comunistas, que habían sido
incluso en algunos momentos colaboradores de la dirección del partido. No
vacilaron en utilizar el chantaje, ofrecieron prebendas, viajes de estudio a la
URSS, puestos de responsabilidad, etc. hubo muchos que cedieron a las
presiones carrillistas, otros que se dejaron comprar, otros que se
desmoralizaron y abandonaron la lucha. Al principio los marxista-leninistas
empezaron clandestinamente a organizarse en grupos para el estudio de las
principales obras de Lenin, Stalin y otros textos. Hubo lugares en los que el 90
por 100 de la organización defendía posturas marxista-leninistas contra
Carrillo y sus enviados». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Esbozo de Historia del PCE (m-l), 1985)

He ahí también la razón por la que resulta tan absurdo que los líderes del actual
PCE (m-l) como Raúl Marco, Carlos Hermida y similares traten de exonerar a
revisionistas como Líster o Ibárruri, y centrar toda la lucha contra el
revisionismo en la figura de Carrillo. Esto supone escupir en la historia de esas
siglas y en el trabajo de los valientes comunistas que se enfrentaron a estos
revisionistas. Pero esto también lo veremos detalladamente en los capítulos
siguientes. Véase el capítulo: «El rescate de las figuras progresistas vs la
mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito nacional» de
2020.

El PCE mantuvo una política de acoso y derribo hacia los militantes del PCE (m-
l) incluso después de la escisión de 1964. Más de un militante o simpatizante del
PCE (m-l) sufriría las consecuencias:

«Es gracioso que desde el PCE de Carrillo-Ibárruri se hablase siempre «en


contra de la violencia» en un sentido pacifista. Para «violencia» cuando una
parte importante abucheó en el Palacio de los Deportes a los carrillistas
cuando reconocieron la bandera rojigualda de los fascistas y monárquicos. Si
no llega a ser por un exmilitante del PCE (m-l) que conocí en el Hotel Rejas y
que se había pasado al PCE, me pegan una paliza que no te imaginas, dos de la

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seguridad del PCE se dirigían hacia mí con ánimos de zurrarme la «badana»,
menos mal que este compañero se puso en medio y los convenció, solo por
silbar y abuchear. Traidores como Carrillo ha habido pocos, además con un
descaro total, a Ibárruri la disculpaban más en cuanto a que era mayor y
otras excusas, que quizá fuera cierto pero que no la exime de su revisionismo
que venía de décadas atrás, pero repito, algunos parecen que no quieren
acordarse del pasado y de cómo sucedieron las cosas». (Comentarios y
reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

La composición social de sus integrantes

En cuanto a su composición, la del PCE (m-l) como veremos a continuación,


sería mucho más homogénea en lo social e ideológico que la del PCE (r) cuando
se formó en 1975:

«Oposición Revolucionaria Comunista de España. Compuesto en más del 95%


de militante del PCE, predominantemente obrero un 90% y algunos empleados
e intelectuales. Contaba con sus filas con algunos veteranos de guerra y varios
cuadros medios del partido. Su implantación se centraba en Madrid,
Barcelona, Andalucía y Suiza, con elementos dispersos en otras ciudades
españoles y del extranjero. Era el grupo más cohesionado, más consecuente, y
el que más a fondo llevó a cabo la lucha contra el revisionismo desde dentro
del partido. Editaba un periódico con el nombre de la Chispa con el que
también se conocía a este grupo. (…) Proletario. El nombre con que era
conocido este grupo era el de un periódico que editaba con ese título. Contaba
entre sus filas con viejos militantes del partido, si bien en general
predominaba la juventud que en algunos casos no había militado
anteriormente. Aunque también formaban parte de él obreros, este grupo
estaba caracterizado en un principio, por el origen de clase pequeño burgués
de la mayor parte de sus militantes que eran estudiantes con un nivel político
desigual y gran heterogeneidad en el plano ideológico. Esta organización tenía
su núcleo principal en Madrid –que publicaban el periódico El Comunista–,
Bilbao, París y Bruselas. (…) El Partido Comunista Reconstituido. Conocido
también con el nombre de Mundo Obrero Revolucionario o MOR que era el
periódico que editaba. Fundamentalmente sus componentes eran de extracción
proletaria y la mayor parte procedía del PCE aunque eran de reciente ingreso
y no habían desarrollado una lucha ideológica contra la dirección revisionista
del PCE. Tenía núcleos de militantes en Madrid y París, Lausana –Suiza– e
Inglaterra. (…) Grupo de Colombia. Además de estos tres grupos, la totalidad
menos uno de los militantes del PCE en Colombia, que formaba un pequeño
núcleo sin implantación en España, venía publicando un periódico legal con el
título España Democrática, nombre con el cual también fue conocido este
grupo. Contribuyó escasamente al proceso de unificación entre los grupos».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del
PCE (m-l), 1985)

Seguramente al tratarse de una biografía del partido escrita muchos años


después, puede que esta historia esté decorada, pero desde luego el problema
del PCE (m-l) no sería tanto su composición social inicial de sus líderes como su
escasa formación ideológica y la falta de experiencia práctica para mantener un
proyecto de tales dimensiones. Lo que sí podemos decir que sería un problema a

16
nivel general, es ver que la influencia del partido nunca lograría implantarse en
los núcleos obreros, teniendo éxitos fugaces en el ámbito estudiantil, casi nulos
en el campo y el campesinado.

Hay que apuntar que gran parte del núcleo principal del PCE (m-l) derivaba de
los editores del periódico «Mundo Obrero Revolucionario», entre los que
estaban antiguos seguidores del comunista catalán Joan Comorera, el Secretario
General del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), quien en los años
40 se había enfrentado a la dirección del Partido Comunista de España de
Ibárruri-Carrillo, denunciando su oportunismo y metodologías gansteriles:

«Mayoritariamente, el Partido estará formado por veteranos de la Guerra


Civil encuadrados en el PCE, como por ejemplo el círculo dirigido por el
antiguo comisario político de la guerra, Marcelino F. «Suré» y su publicación
Mundo Obrero Revolucionario. En este grupo destacará la presencia de
antiguos militantes del PSUC, que se habían separado del partido catalán a
raíz de la defenestración de Joan Comorera». (Jordi Terrés; La izquierda
radical española y los modelos del Este: el referente albanés en la lucha
antifranquista. El caso del PCE (m-l), 2007)

Estos crudos procesos de lucha y desenmascaramiento se daban en el interior


del PCE tanto en España como en el exilio. Esta era la realidad. Por otro lado, de
los miembros del futuro PCE (r) nadie sabía nada lejos de la historia que luego
se publicitó entre este grupo maoísta y sus seguidores. Mientras que si miramos
al resto de líderes como Líster o Gallego, fundadores de las agrupaciones
brezhnevistas del PCOE y PCPE respectivamente, seguían en las filas del PCE,
siendo coparticipes de los crímenes del carrillismo.

¿Un partido de exiliados?

Si bien es cierto que el PCE (m-l) nació como tantos otros nuevos partidos
marxista-leninistas con la carga del maoísmo en su seno, es igualmente cierto
que el maoísmo en aquel entonces no estaba destapado a nivel internacional
como una corriente revisionista, suponiendo para él como para el resto de
partidos una de las principales fuentes de los errores que se cometerían.

Para inicios de los 70 el PCE (m-l) ya se había ido distanciado de forma crítica
con Pekín, emitiendo incluso algún documento público, y abandonando varios
de sus conceptos en sus publicaciones. Esto a diferencia del PCE (r) que
pretendía ocupar su lugar en el seno del maoísmo de España. Uno de sus
exmilitantes más críticos con la dirección, diría:

«Para esa época [1972] los chinos habían roto con el PCE (m-l), al que en la
embajada apodaban despectivamente «la banda de Benita» para regocijo de
la colonia exiliada [es decir el PCE (r)]. Una vez más, empero, fallamos al
intentar ocupar el hueco dejado por otros». (Pío Moa; De un tiempo y de un
país. La izquierda violenta (1968-1978): La oposición durante el franquismo,
2002)

Durante la disputa sino-albanesa, el PCE (m-l) se posicionó con Albania:

17
«Al año siguiente [1978] se producirá, ¡por fin!, la ruptura del PCE (ml) con
China, la inversa había tenido lugar ya en 1970, en realidad el PC chino nunca
había apoyado al PCE (m-l). Tal ruptura fue más lejos, conllevando [el PCE
(m-l)] una condena a todo el pensamiento Mao Zedong». (Lorenzo Peña;
Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

El PCE (r) siguió manteniendo el mito de Mao, defendiendo su ideología frente


a partidos marxista-leninistas que estaban abriendo los ojos respecto al
revisionismo chino.

Por supuesto, nosotros pensamos que fue un grave error para el PCE (m-l)
haberse fundado bajo conceptos e ideas maoístas, vemos una concesión
injustificable no haber roto relaciones con China cuando recibía a Carrillo como
aliado en 1970, y cuando en 1973 restableció relaciones con Franco, prefiriendo
alejarse sin hacer demasiado ruido hasta denunciar al maoísmo abiertamente en
1978, y solo comenzando en 1979 a reconocer la infralavaloración que se había
hecho de la teoría y práctica revisionista de Mao. Aunque la autocrítica no fue
completa. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización» de 2020.

Pero al César lo que es del César, el PCE (r) no puede dar lecciones de moral a
nadie y criticar bajo la acusación de seguidismo a ningún partido en ninguna
época, pues siempre se limitó a actuar como poliagente de los diferentes
revisionismos en España: empezó siendo maoísta, luego rehabilitó el
jruschovismo, el castro-guevarismo, el peronismo, etc. Sin abandonar ese
maoísmo de marca tercermudista, hoy se ha hecho notar como nostálgico de los
días del socialimperialismo ruso, por lo que apoya al imperialismo ruso de Putin
sin pasar vergüenza alguna. El PCE (r) recuerda al chiste del médico que con un
cigarrillo en la boca, aconseja a su paciente dejar de fumar.

¿Programa pequeño burgués?

También entre las acusaciones del PCE (r) al PCE (m-l) se incluía una crítica; o
mejor dicho una serie de difamaciones contra el programa del PCE (m-l):

«Basta recordar, entre los ejemplos más conocidos, los programas que tanto el
PCE (m-l) como la ORT han venido sosteniendo en los últimos años acerca de
la «revolución nacional antiimperialista», copias, sin apenas ninguna
variación, de la revolución china de nueva democracia». (Manuel Pérez
Martínez, «Arenas»; Atreverse a hablar y pensar con voz propia, publicado en
Bandera Roja, 2ª época-año IV – nº 41, noviembre de 1978)

Esta acusación ya la había repetido el líder de la escisión del PCE (m-l) de 1976,
quien diría:

«Su línea política es, en lo fundamental, una transposición mecánica de las


tesis maoístas elaboradas para unas condiciones muy concretas de la China
prerevolucionaria, atrasada, semicolonial y con unas condiciones de una
España capitalista en lo fundamental, aunque con una economía atrasada en
algunos sectores y dependiente, pero que había entrado ya en la fase del
capitalismo monopolista de Estado, con una población mayoritariamente

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obrera y urbana». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un
partido, 1977)

Decir en 1977-78 que el PCE (m-l) tenía un programa copia de la «nueva


democracia» era faltar a la verdad, ya que el PCE (m-l) se había alejado de
cualquier esquema parecido años atrás.

El programa de «nueva democracia» de Mao incluía: 1) negar la hegemonía de


cualquier clase o partido en esta etapa; 2) no obstaculizar sino primar el
desarrollo del sector privado considerándolo «beneficioso para el pueblo»; 3)
pedir créditos al imperialismo extranjero para industrializar el país
y «desarrollar las fuerzas productivas»; 4) considerar a la burguesía
compradora y al colonialismo como enemigos de la nación, configurando a la
burguesía nacionalista como parte del «pueblo» y «aliado fundamental» para el
triunfo de la revolución, esquema de la alianzas que consideraban
también posible «durante la construcción del socialismo». Quien se atreva hoy a
negar esto no podemos hacer nada por él, simplemente le aleccionamos a que
repase las obras originales del autor chino sin adulteraciones. Véase la obra:
«Comparativas entre el marxismo-leninismo y el revisionismo chino sobre
cuestiones fundamentales» de 2016.

El maoísmo durante aquellos años intentó que los partidos marxista-leninistas


adoptasen tal esquema.

El PCE (m-l), que claramente en los años 60 andaba imbuido de maoísmo hasta
las cejas, emuló algunas declaraciones iniciales sumamente ambiguas y laxas
sobre el nuevo régimen que se debía adoptar o sobre el carácter de la revolución.
En honor a la verdad, como en tantos otros temas, la mayoría de los escritos que
se acercaron a esta visión fueron por influencia de Lorenzo Peña. Pero no es
menos importante a señalar que la dirección, como en tantos otros temas,
permitió que se publicasen tales análisis en nombre del partido.

En su artículo «Por una coalición de fuerzas democráticas», mostraba ciertos


aspectos clásicos de la ideología maoísta:

«1ª Luchar por la independencia nacional, y, por tanto, contra el sometimiento


político, económico y militar al imperialismo yanqui; 2ª Luchar por la
liberación del pueblo español de las trabas impuestas a su desarrollo. Por
tanto, expropiación de los bienes de producción en manos de los monopolios en
beneficio del pueblo, y, muy especialmente, desarrollo de una reforma agraria
democrática; 3ª Luchar realmente por las libertades democráticas populares,
lo que no puede hacerse sin aniquilar el aparato estatal fascista y su
reemplazo por instituciones democrático-populares». (Vanguardia Obrera,
Nº7, 1965)

Si bien aquí algunos conceptos simplemente son abstractos y a libre


interpretación, existen artículos mucho más directos.

En su artículo: «Las posiciones políticas y organizativas de los fraccionalistas


trotskistas» de 1965, planteaba la idea de que «la burguesía nacional estaba
interesada en la revolución» porque «le reportaría de una manera inmediata,

19
muchas más ventajas que perjuicios». «El objetivo estratégico de la etapa actual
de la revolución es una república democrática-popular, en la que compartan el
poder político todas las clases que hayan tomado parte en la revolución: el
proletariado, el campesinado trabajador, la pequeña burguesía urbana y el ala
revolucionaria de la burguesía nacional». Años después reconocería que se
trataba de una: «Primera etapa de la revolución como democrático-nacional,
concebida como un largo período de transición, no como un instante». Esto
demuestra una vez más, que al trotskismo no se le puede combatir desde otro
revisionismo.

El mismo en sus memorias reconoció que a inicios de los 70 Elena Ódena se


opuso sus concepciones, subrayando «El contenido predominantemente
socialista de la república por la que luchamos»:

«Celebráronse tales lúgubres reuniones en diciembre de 1971 en Echegorri. (...)


En ellas se estaban perfilando una nueva Línea Política y un nuevo Programa
para proponerse al futuro I Congreso. Yo ya tenía la cabeza lejos de aquellos
riscos. (...) Casi ocho lustros después ha llegado a mis manos el número 66 de
Vanguardia Obrera –agosto de 1972– en el cual figura el artículo de E. Odena
«Ni trotskismo ni revisionismo: Por una república democrática, popular y
federativa» donde se puede leer... (...) [Que] ya en la primera etapa de la
revolución, el sistema establecido sería, desde el primer momento, socialista,
predominantemente socialista. El resto del artículo daba a entender
claramente que aquella propiedad privada que, en esa etapa, se respetara
sería residual o marginal». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de
egohistoria, 2010)

Para el Iº Congreso del PCE (m-l) de 1973, el programa del PCE (m-l) no tenía
nada que ver con el programa antimarxista de nueva democracia de Mao, ni en
lo político ni en lo económico, rechazaba todos estos puntos de Lorenzo Peña.

Precisamente en sus arremetidas contra el PCE de Carrilló-Ibárruri, el PCE (m-


l) criticaba la visión deformada sobre la fase de la revolución en la que se
encontraba España, ideas y aspectos que tenían bastante que ver con la visión
de Lorenzo Peña y que el partido en mayor o menor medida había permitido:

«¿Cuál es el carácter de la revolución española en su etapa actual? (…) Los


revisionistas afirmaban ya entonces: «En su fase inmediata la revolución
española es la de una revolución democrático-burguesa» (3), empleando
Carrillo también en otros lugares la definición de una «revolución antifeudal y
antimonopólica». Ahora bien, el PCE (m-l) ya señaló desde 1966 en el libro
«Adulteraciones del Equipo de Santiago Carrillo» que semejantes definiciones
son falsas de raíz. (…) No era tal caso de España en los años 60, y menos
todavía a medida que pasaba el tiempo. (…) Partiendo de su concepto de la
«revolución» española como una revolución burguesa y antifeudal. Carrillo
entiende, lógicamente, que su objetivo es el desarrollo del capitalismo y la
burguesía. (…) La revolución española en esta etapa no puede ser una
revolución burguesa. Sino una revolución popular de contenido socialista
dirigida por el proletariado. (…) [El franquismo] recurrió a la implementación
del capitalismo monopolista de Estado para acelerar el proceso de
acumulación del capital. (…) Que el carácter de la clase dominante en nuestro

20
país es el de una oligarquía de carácter predominantemente capitalista y
financiera, enfeudada al imperialismo estadounidense, y que esta clase es que
detenta el poder estatal; que la construcción fundamental es la existente entre
el carácter social de la producción y el carácter privado, capitalista, de la
apropiación, contradicción que se resuelve mediante la revolución socialista.
(…) La lucha por la revolución socialista se entremezcla con la lucha por
objetivos y tareas democrático-revolucionarias, antiimperialistas,
antifascistas, formando un movimiento revolucionario que tiene como objetivo
la destrucción del Estado reaccionario de la oligarquía y el imperialismo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de la historia del
PCE (m-l), 1985)

No hay que olvidar que estas teorizaciones, son las mismas que luego daban pie
a presentar la idea de que la burguesía nacional era progresista, la alianza con
ella era posible y necesaria... así como otros inventos que hoy repiten muchos de
sus discípulos:

«Los que separan franquismo de capitalismo, los que embellecen a la


burguesía presentándonosla con una supuesta naturaleza intrínsecamente
democrática, son verdaderos juglares de un capitalismo ideal, capaz de
asegurar un no menos ideal «desarrollo equilibrado», de llevar a cabo
soñadas reformas agrarias, de sumarse a una al parecer inconclusa
revolución democrático-burguesa o de «converger» con el proletariado. Este
capitalismo mítico no ha tenido, ni tiene, ni tendrá existencia real en España
por la sencilla razón de que el existente es otro capitalismo por la sencilla
razón de que la acumulación capitalista en la España de los últimos cuarenta
años, el saqueo de España por los monopolios extranjeros, la concentración y
centralización del capital en manos de la gran banca y el conjunto de la
oligarquía financiera, es decir, la verdadera y única historia del capitalismo
en España, ha necesitado para realizarse, prolongar el estado de guerra civil
declarada contra el proletariado y los pueblos de España en 1936, es decir, ha
necesitado escudarse tras las bayonetas del franquismo «victorioso» porque,
de lo contrario, no se hubiera escrito la historia del capitalismo, sino la
historia de la revolución española. Según los teóricos revisionistas «la
burguesía española fue impotente para realizar, a su tiempo, su propia
revolución», por lo cual ellos han venido insistiendo en tomar como blanco de
la lucha revolucionaria las «estructuras feudales» que, siempre, según ellos, se
han mantenido «inmutables en lo fundamental». En realidad hace ya mucho
que los teóricos revisionistas mantienen el punto de vista del progresismo
burgués y es desde ese punto de vista de donde se sacaron la perspectiva de
una revolución democrático-burguesa supuestamente inacabada, como
objetivo revolucionario. Pero la verdad es que mientras los quijotes
revisionistas desviaban sus lanzas contra los molinos de viento de las llamadas
fuerzas feudales, «ancestrales», «tradicionales», «arcaicas», etc., procedentes
del «Antiguo Régimen»; mientras insistían en sus críticas a las «estructuras
económicas» o a las «superestructuras políticas» vigentes, que según ellos
dificultaban el desarrollo de las fuerzas productivas por la vía capitalista;
mientras se limitaban a criticar las contradicciones inherentes al forzado
proceso de actuación capitalista de los años sesenta contraponiéndolas a un
mitológico «desarrollo equilibrado», «autosostenido», «acelerado», etc., la
burguesía española, bajo la égida de la oligarquía financiera franquista aliada

21
al imperialismo norteamericano «desarrollaba» el capitalismo español hasta
sus últimas fases y consecuencias». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

El PCE (m-l) proclamaba en cambio:

«El punto de vista del proletariado revolucionario, de nuestro Partido, es


diametralmente opuesto. Y ello porque si bien España es hoy un país de
economía débil, dependiente, con un mercado interior estrecho y fuertes
desequilibrios regionales y sectoriales en su economía, debido
fundamentalmente a la expoliación y al dominio del imperialismo yanqui y a
la misma naturaleza parasitaria, especuladora y antinacional de la oligarquía
fascista en el Poder, es también un país donde los objetivos económicos y
políticos –«democráticos»– de las clases medias han sido sobrepasados y
superados históricamente. España es un país con un pasado colonialista, con
una clase dominante que, repentinamente, ha intentado participar y sacar
alguna migaja en los recientes repartos imperialistas del mundo, un país
donde el capitalismo ha llegado a sus últimas fases, la concentración
monopolista, el capitalismo monopolista de Estado y la omnipotencia de la
oligarquía financiera sobre el conjunto de la sociedad. Esta oligarquía que
históricamente ha estado subordinada a una u otra potencia imperialista y
que hoy se reparte el «negocio» con sus amos los imperialistas yanquis, ha
alcanzado todos sus objetivos. Ya no puede ir más lejos, ni económica ni
políticamente. Puede «reformar», «mejorar» o «modernizar» su sistema de
explotación y de opresión, su dictadura, pero no puede cambiarlos». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del
PCE (m-l), 1977)

De ahí lo triste que es que hoy algunos viejos líderes del PCE (m-l), los
republicanos o los cabecillas de Reconstrucción Comunista (RC) nos hablen
como Carrillo de la necesidad en pleno siglo XXI de una «revolución
democrática» en España, cuando esto ya se descartaba en lo fundamental
viendo la propia fisonomía económica de la España y su evolución tras el
«desarrollismo» franquista, viendo el papel histórico de la burguesía. Sin
olvidar el error en el que todavía hoy insisten los restos del viejo PCE (r),
cuando aludiendo a su dogma de que «España sigue siendo fascista», pretenden
exponer que la forma de dominación política es la que determina las tareas de la
revolución, poniendo por delante la superestructura a la base económica, y no al
revés. Esto se verá más adelante cuando se trate el tema del republicanismo y
las etapas de la revolución. Véase el capítulo: «El republicanismo abstracto
como bandera reconocible del oportunismo de nuestra época» de 2020.

El PCE (m-l) rechazaba ahora el supuesto papel necesario a desempeñar en la


revolución por los «elementos progresistas» de la «burguesía nacional»,
comentando que las incorporaciones particulares de la burguesía nacional era
algo secundario y no decisivo, muy contrariamente al dogma maoísta que
siempre ponía el foco sobre ello en cualquier país:

«Resulta evidente que la clase obrera no puede ni debe esperar a haber


logrado arrastrar a la lucha a esas capas intermedias, para iniciar su propia
lucha y la formación del Frente, sino bien al contrario, ya que sólo en la

22
medida en que haya desarrollado su propia fuerza, la clase obrera gozará de
la fuerza y de la autoridad necesarias para ejercer una influencia
determinante en el seno de las demás capas no proletarias. De la doble
naturaleza de las distintas capas burguesas, que de un lado son ellas mismas
expoliadas y oprimidas por la oligarquía y el imperialismo yanqui, y de otro,
ellas mismas explotan a una parte del proletariado y del campesinado, se
desprende su carácter inestable y su comportamiento titubeante, poco firme y
decidido, particularmente ante las dificultades y reveses de la lucha –
recuérdese el comportamiento claudicante de la mayoría durante nuestra
guerra nacional revolucionaria de 1936-1939–. Además, en lo que a España
concretamente se refiere, las capas intermedias burguesas tienen escasa
entidad política, ya que de manera general hasta el presente, se han colocado
a la zaga de la oligarquía terrateniente y financiera. Por lo que resulta
evidente que su papel no puede ser en modo alguno el de dirigir la fase actual
de la revolución española y que el papel dirigente le incumbe al proletariado
en alianza con el campesinado pobre». (Elena Ódena; ¿Qué fuerzas deben
formar el frente?, 1971)

En el Iº Congreso del PCE (m-l) de 1973, se dijo de nuevo: «Para la puesta en


pie de un Frente Revolucionario y Patriótico no es necesario esperar a que se
incorporen al mismo sectores amplios de la burguesía media. Supeditar la
creación de un Frente a la eventual participación de amplios sectores de la
burguesía media, sería supeditar el proceso revolucionario a la actitud de una
clase extremadamente endeble y vacilante».

Refiriéndose a Lorenzo Peña de nuevo, Elena Ódena criticaría su incapacidad de


superar ese «nuevo democratismo» del maoísmo:

«También hay asustadizos, pequeños burgueses librescos, que durante años se


han hecho pasar por marxista-leninistas, a quienes de pronto ofusca el que al
desmenuzar y aclarar con mayor detalle el contenido de la república que
preconizamos, pretenden que nos estamos deslizando hacia posiciones
trotskistas, sin pensar en el ridículo con que se cubren al tratar de justificar así
su actitud ante las realidades, ya que o bien no habían comprendido en modo
alguno nuestra línea política establecida ya a fines de 1964, o bien pretendían
darle ellos mismos, en su momento, un sentido nacionalista y pequeño
burgués. De cualquier modo, si bien no podemos entrar en una serie de detalles
concretos sobre esta cuestión, de lo que no puede existir duda alguna es del
contenido predominantemente socialista de la república por la que luchamos.
El resto dependerá del grado y modo en el que las demás fuerzas intermedias
participen en la lucha y se sumen al pueblo, así como también de la fuerza
objetiva del nuevo Estado Popular». (Elena Ódena; Por una República
Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

En su primer congreso se decía ya:

«El objetivo general del Partido Comunista de España (marxista-leninista) es


el de poner fin al régimen de los capitalistas y terratenientes, conquistar el
poder para la clase obrera, instaurar la dictadura del proletariado y construir
el socialismo y el comunismo». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Programa, 1973)

23
Más claro que el agua. Esto era algo que lo imponía la realidad económica de
España:

«La Línea Política del PCE (marxista-leninista) comienza afirmando que


nuestra época es la época del imperialismo, última fase del capitalismo, tal
como lo había afirmado y demostrado ya Lenin, y por lo tanto es la época de
las revoluciones proletarias y socialistas. (...) La concentración que la
producción alcanza en el período del capitalismo monopolista de Estado, es
decir del imperialismo, lejos de resolver las contradicciones del capitalismo,
las agrava. El proceso de producción adquiere un carácter cada vez más
marcadamente social, mientras que por otro lado los medios de producción
pertenecen a un número más reducido de grandes capitalistas. Por otro lado el
monopolio, al desequilibrar la oferta y la demanda, acentúa la tendencia,
propia del capitalismo, a la superproducción y al subconsumo. Ello provoca
una reducción de las inversiones en la rama de la producción monopolizada, y,
por consiguiente, constituye un freno para el desarrollo de la producción,
disminuye la capacidad productiva previamente creada, produce paro».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de la historia del
PCE (m-l), 1985)

Pese a que España hubiese entrado en la etapa monopolística por el


considerable grado de concentración del capital, esto no implicaba como hacían
algunos revisionistas de derecha e izquierda que se tuvieran que negar tareas
como la lucha contra los pactos hispano-estadounidenses de 1953 que
implicaban una innegable penetración militar y económica de Estados Unidos.
Es más, la introducción de cambios en las políticas económicas franquistas de
1958 fueron instigadas desde la administración estadounidenses y financiadas
con su apoyo económico, ellas fueron clave para que la economía española
emitiese reformas que modernizasen dicha economía. Por tanto, negar la
injerencia y la dependencia político-económica de la España franquista respecto
al imperialismo estadounidense era tan ridículo como negar que la economía
española ya no era la misma de 1931, existiendo ahora una mayor concentración
económica y una mayor proletarización de la población.

¿Era España una «colonia» del Tio Sam?

Evidentemente el tipificar como «colonia» a España como se hizo en algunas


publicaciones de los años 60 del PCE (m-l) era una equivocación terminológica.
En un famoso artículo escrito por Lorenzo Peña, pero aprobado por toda la
cúpula se decía, por ejemplo:

«España [ha] sido reducida a la condición de colonia estadounidense».


(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Adulteraciones del equipo
de Santiago Carrillo, 1966)

España era una neocolonia, en el sentido de que tenía soberanía estatal pero su
economía y política estaba atada a otro país, esto sería corregido a posteriori,
pero la descripción y conclusiones de la economía española eran correctas más
allá de este detalle, de hecho, en las variadas descripciones del estatus de

24
España frente al imperialismo yanqui era descrita como lo que era: una
neocolonia.

Para algunos que no entienden bien las contradicciones que guarda el


capitalismo, era y sigue siendo inconcebible que un país imperialista dependa de
otro. Un país imperialista puede atar a otro económicamente y por ende
políticamente, mientras el segundo país imperialista a su vez tiene su círculo de
influencia sobre otros. Esto pudo verse al término de la Segunda Guerra
Mundial con el caso de Francia, que pese a tener un imperio colonial y mantener
un control neocolonial sobre tantos otros países, debido a las circunstancias del
momento tuvo que adherirse a una política que dejaba penetrar ampliamente al
capital estadounidense y sus mercancías en su economía, fue obligada a entrar
en sus pactos militares, y en general debía aceptar todas sus recetas políticas
como la expulsión de los comunistas del gobierno. Eso no implica que dicho país
intente desquitarse de esa influencia externa, como precisamente pasaría
después en el caso francés, cada burguesía siempre intentará acercarse o
alejarse de otra, según la correlación de fuerzas y los peligros que le amenacen,
quien no entienda esto simplemente no entiende de geopolítica ni de historia.

Hay que decir que negar los vínculos hispano-estadounidenses era negar una
realidad. Véase el documento del PCE (m-l): «La dominación yankee sobre
España» de 1968. De hecho, era una de las líneas fundamentales de Carrillo:

«La política que, en este terreno sigue el equipo revisionista de Santiago


Carrillo está movida por el deseo de granjearse la benevolencia o, al menos la
neutralidad del imperialismo yanqui. Su preocupación principal es no
enfrentarse con el imperialismo, no oponerse a él. Con ese fin niegan o
minimizan el enorme grado de sojuzgamiento económico, político y militar que
ejercen los EE.UU. sobre España». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo, 1966)

Posteriormente se confirmaría que la postura proimperialista de Carrillo no era


por falta de datos e información como defendían algunos, sino que había
adoptado un papel totalmente consciente de sumisión hacia el imperialismo,
hasta sus últimas y ridículas consecuencias:

«Los americanos pueden estar en España mientras los rusos mantengan


tropas en Checoslovaquia». El secretario general del PCE en 1975, Santiago
Carrillo, defendió así la presencia de las bases que por entonces tenía EEUU en
suelo español, según un informe del espionaje de EEUU desclasificado esta
misma semana por la CIA. (...) Carrillo informó además a su interlocutor de
que sus intenciones eran «restaurar las libertades civiles y las instituciones
democráticas» y no «instaurar el socialismo», siempre según el
documento. «Eso vendrá después», señaló a su interlocutor». (El Diario.es; La
CIA desvela que Santiago Carrillo defendió la permanencia de las bases de
EEUU en España en 1975, 19 de enero de 2017)

Aunque parezca extraño, en los años 60 algunos maoístas, trotskistas, como


algunos socialdemócratas y los jruschovistas que después algunos de ellos se
llamarían eurocomunistas, todos ellos negaban estos vínculos de España con el
imperialismo o ponían bajo un sospechoso relativismo su importancia. Algunos

25
incluso intentaban acusar al PCE (m-l) de «oportunismo derechista» y de
«desviarse de la revolución proletaria» por recordar estos vínculos y abordarlos
en sus análisis. ¿Pero qué decían los comunistas en los 50 sobre el tema? ¿Era
esto una idea exclusivamente para los países coloniales o era posible conjugar
dichas tareas en los países desarrollados –o mínimamente desarrollados–?:

«La lucha del proletariado y el pueblo liderado por él para el mundo se fusiona
con la lucha por la independencia nacional. Los imperialistas estadounidenses,
esforzándose por cumplir sus planes de dominación mundial, burlan la
independencia nacional de los pueblos de Europa, Asia y otros continentes. Las
políticas imperialistas de los círculos gobernantes de los Estados Unidos se
esconden detrás de la ideología del cosmopolitismo. (...) Los imperialistas son
asistidos diligentemente por las clases explotadoras dominantes de los países
de Europa occidental y sus agentes. (...) En tales condiciones históricas, para el
proletariado de los países de Europa occidental, la cuestión de la relación entre
sus tareas de clase y las tareas nacionales se plantea de una manera nueva. El
proletariado es ahora la única clase capaz de reunir a todas las fuerzas
democráticas y patrióticas y tomar en sus manos el estandarte de la defensa
de la independencia nacional y la soberanía nacional. Su lucha por la paz, por
la independencia nacional, por la democracia está inevitablemente vinculada
con la lucha por el socialismo. (...) En vista de esto, los partidos comunistas al
frente de las fuerzas democráticas enfrentan la tarea de expandir la lucha
contra el imperialismo estadounidense, sus aliados y cómplices. Los partidos
comunistas deben asumir la protección de la independencia nacional y la
soberanía de sus países, reuniendo a su alrededor a todas las fuerzas
democráticas y patrióticas del pueblo». (Academia de las Ciencias de la URSS;
Materialismo histórico, 1950)

La «lucha contra la penetración e injerencia del imperialismo», y en general la


lucha por la «independencia nacional» solo pueden ser unas consignas de
carácter reformistas u oportunistas, en el más sentido más clásico y falso del
liberalismo, cuando el pretendido partido comunista lo hace apoyando al
gobierno burgués o pequeño burgués de turno que, como es normal,
precisamente no hace nada en esta cuestión o solo admite medidas tibias que
desmoralizan a las masas. Pero es una tarea básica que en muchos países el
proletariado debe liderar. Sabemos que como en la cuestión del peligro de la
guerra, la cuestión de género, la lucha contra el idealismo religioso, la cuestión
ecológica, una educación de calidad y tantas otras, no podrá haber una solución
definitiva en ese campo sin que haya una completa revolución política,
económica y cultural, sin la emancipación social del proletariado, sin el
establecimiento del socialismo como sistema social en dicho país, y en algunos
casos, incluso habrá que esperar al triunfo del socialismo en una gran parte del
planeta. De ahí que todo lo que no sea ligar las cuestiones concretas a la
cuestión global, será dar palos de ciegos, será poner una venda para una herida
que seguirá sangrando.

Históricamente ha habido distorsiones y errores muy graves entre los presuntos


comunistas que enfrentaron tales desafíos. Solo hay que echar un vistazo, por
ejemplo, a las concepciones de algunos líderes del Partido Comunista Francés
(PCF), que causaron la indignación en el movimiento comunista. Véase la

26
obra: «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947»
de 2015.

La propia Elena Ódena cayó en estas teorías similares donde se ponía el foco en
los lazos de la burguesía de España con la burguesía de EE.UU., y donde se
pedía atender a dicha vinculación como condición previa para resolver las tareas
socialistas:

«España es hoy de hecho un país dependiente de los EE.UU., tanto en el


terreno económico como en el político y en el militar. Por ello,
indiscutiblemente, la fase actual de nuestra lucha, de la revolución española,
tiene un carácter democrático-nacional, siendo sus objetivos fundamentales e
inmediatos la independencia nacional y la democracia popular. Para medir
toda la traición». (Elena Ódena; La política de agresión y saqueo del
imperialismo yanqui, obstáculo principal para el desarrollo de los pueblos,
1967)

Venir a declarar esto, era como teorizar que todo país que de una u otra forma
tuviese lazos de sumisión frente al imperialismo, tenía que librar primero una
«lucha de liberación nacional» y después empezar a resolver las tareas
socialistas, algo absurdo refutado por las experiencias históricas, dado que se
acaba combatiendo por la fuerza contra la reacción nacional y extranjera. Seguir
esta idea haría que prácticamente ningún país tuviese posibilidad de enfrentar
tareas socialistas, ya que en la era de la globlalización, esa interdependencia
entre países se hace notar todavía más. En el caso de España, no solo siguen
persistiendo las bases estadounidenses o en la actualidad hay varias potencias
imperialistas que invierten capitales en el país, sino que existen lazos
supranacionales con la Unión Europea y la OTAN, por tanto, siempre va a
existir «tareas antiimperialistas pendientes», incluso en los países más
desarrollados, ¡pero no pueden ser problema central en un propio país
imperialista! Para más inri, aquí se olvidaba como afrontar dichas tareas
antiimperialistas... pues el nudo gordiano se resuelve cuando tras la toma de
poder del proletariado se toman las medidas revolucionarias pertinentes en lo
político y económico, eliminando de raíz el problema de la presencia e
influencia del imperialismo.

Cuando Ódena rectificó tal pensamiento, reclamaría a Lorenzo Peña no superar


todavía tal visión heredada del «thorezismo» y el «carrillismo», puesto que se
postraba ante la:

«Incapacidad de comprender y aceptar el desarrollo ininterrumpido de la


revolución, y que ya en la etapa de democracia popular están contenidos los
elementos esenciales de la segunda etapa socialista». (Elena Ódena; Algunas
puntualizaciones sobre el izquierdismo: sus causas y manifestaciones, 1972)

No cabe duda que en la España de los años 60 ese negacionismo de la injerencia


imperialista yanqui, bajo la excusa vulgar o rimbombante que fuese, significaba
–consciente o inconscientemente– ponerse al servicio de los agentes del
imperialismo –como hacía precisamente el propio Carrillo–. En cambio, el tener
en cuenta estos obstáculos –como eran los vínculos de EE.UU. con España– era
una necesidad y a la vez una oportunidad para fortalecer al partido y hacer

27
avanzar la revolución socialista –como se ha visto en algunas de las propuestas
del PCE (m-l) sobre las propiedades estadounidenses–.

Es más, existen documentos del PCE (m-l) donde sí se mantenía una postura
mucho más correcta. El propio Lorenzo Peña en colaboración con Paulino –
Valera–, reconocía:

«El imperialismo yanqui será arrojado del país y las propiedades robadas por
él, al pueblo le serán devueltas. La oligarquía interna será igualmente
expropiada y privada de derechos políticos. (…) La confiscación de los bienes
de la oligarquía antipatriótica y los que están en manos de los monopolistas
yanquis, pasarán a ser en su mayoría propiedad de todo el pueblo. Esto es, al
mismo tiempo que se realizan las transformaciones de la revolución
democrática pendientes, se instaurará un fuerte sector socialista. Sector que,
así como permitía a la oligarquía proimperialista la dominación política
exclusiva, dará al proletariado la hegemonía en el poder común de las clases
populares que hayan participado en la revolución». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Revolución Española, Nº1, 1966)

¿Por qué «República popular» y no República socialista?

Años más adelante, se pueden ver algunas respuestas dadas a otros grupos
como la OMLE, núcleo del futuro PCE (r):

«Algunos elementos cortos de vista y mal intencionados políticamente, entre


los que se encuentran naturalmente los cabecillas trotskistas, los
neorrevisionistas y algunos pseudo-marxista-leninistas librescos de corto
vuelo y poco valor, pretenden que al colocar la lucha por la independencia
nacional paralelamente a la lucha contra la dictadura fascista, preconizamos
en realidad un régimen democrático-burgués nacionalista. Pero nada más
lejos de la realidad y de nuestros verdaderos objetivos para cualquiera que
haya estudiado nuestra Línea Política sin tergiversarla y sin agarrarse a
formulaciones aisladas, ya que la esencia de República Popular y Federativa
está claramente expuesta. (...) Es innegable que dado el papel dirigente que ha
de desempeñar la clase obrera en alianza con el campesinado así como con
otras capas populares, bajo la dirección de su partido de vanguardia en la
lucha actual contra la dictadura y la dominación yanqui, el carácter de dicha
república ha de ser en gran medida de contenido socialista y ello no puede ser
de otro modo dado que la mayor parte de la industria, las finanzas, las
materias primas, la energía, los transportes, la mejor parte de la tierra, etc.,
están en manos de oligarcas o de yanquis u otros inversionistas extranjeros y
que todo ello deberá ser confiscado y socializado por el Estado popular con
arreglo a las modalidades y formas que establezca el nuevo poder
revolucionario. Queda entendido, claro está, que en esta primera fase se
mantendrá la propiedad privada de la tierra de los campesinos no
latifundistas, así como la del artesanado y empresas de menor importancia».
(Elena Ódena; Por una República Democrática, Federal, Popular y Federativa,
1972)

Si podemos achacar otro error formal terminológico, es el uso del término


«república popular y federativa» que el PCE (m-l) repetía constantemente en

28
sus publicaciones, aunque como hemos visto en el contenido de su programa
dicha república era planteada bajo la hegemonía del proletariado y el
planteamiento de resolución de tareas socialistas.

Sobre el término federativo, era defendible que el partido lo popularizase como


su solución para los pueblos de España en su programa, pero chocaba con otras
realidades como negar la fisonomía de nación a ciertas regiones. Estos son
temas recurrentes hoy, por eso no debemos olvidar que:

«Negar el auge de la conciencia nacional de los pueblos pero querer adjudicar


a tu partido como «la única organización consecuente a la hora de defender el
derecho de autodeterminación» es una broma, sobre todo mientras se trata de
imponer un federalismo acompañado de campañas que hieren el orgullo
nacional de otros pueblos, como justamente hace hoy RC. Ello supone tratar de
imponer un federalismo unitario, forzoso, que nunca calará en los pueblos. De
la misma forma que negar la federación como posible respuesta de los pueblos
en la ejecución del derecho de autodeterminación como hace Armesilla, es
negar tal derecho de autodeterminación en sí. No digamos ya, de aquellos que
como él, directamente se niegan a celebrar un futuro referéndum donde los
pueblos elijan la libre federación, secesión o la fórmula que crean precisa. No
existe mayor chovinismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre
la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero,
2020)

En cuanto a términos como «democracia popular» o «república popular»


fueron designaciones que se venían haciendo en el movimiento comunista desde
finales de los años 30, al principio se utilizó sobre todo para atender a la
disparidad de tareas específicas que habrían de atender cada país en relación
con la experiencia soviética, pero no hubo una dirección clara sobre qué
significaba eso, lo que causó quebraderos de cabeza en el futuro. La disparidad
de comprensión sobre qué entendía cada partido y cada líder por esa
«democracia popular» o «república popular» llevó a toda una serie de
distorsiones ideológicas, en general con rasgos derechistas, que tuvieron que ser
frenadas, sobre todo, a partir de las teorizaciones de Browder, Varga, Tito,
Gomulka, o Mao. Véase:

-Naum Farberov; Las democracias populares, 1949.

-Equipo de Bitácora (M-L), La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la


Kominform de 1947, 2015.

A razón de esto, creemos que lo recomendable para cualquier organización


comunista presente en los países capitalistas desarrollados es que se eviten
confusiones, por lo que en los eslóganes a elegir será mejor tomar la
reivindicación de una república socialista, sin ninguna decoración como
«popular» o «democrática», lo cual es redundante.

El triunfo o no de la popularización de dicho eslogan, así como el programa,


dependerá de la capacidad del partido de explicar su contenido en el lenguaje de
las masas, y de saber exponer la ligazón existente entre sus reivindicaciones más
inmediatas con sus deseos ulteriores de emancipación. Lejos de lo que creen los

29
oportunistas, el grado de hostilidad o aceptación de las masas al partido
comunista, su programa y sus eslóganes será alto o bajo no solo por la
adecuación de una línea política plasmada a base de tener en cuenta la realidad,
sino dependiendo del trabajo que se haga entre las masas para explicar
detenidamente por qué no debe temer a ciertos anatemas como el «marxismo»,
la «socialización de los medios de producción» o la necesidad de la «dictadura
del proletariado»… hacer comprenderes que estas palabras son en realidad
acordes a sus aspiraciones actuales, mientras en otros casos el comunista deberá
trabajar para que entre las capas más atrasadas lo sean en un futuro. Esto no
significa que estos términos deban repetirse mecánicamente sin explicar jamás
su contenido detalladamente como hacen muchos grupos, sino que más vale que
las masas sepan identificar en lo fundamental qué significa esto y de su
necesidad a que el partido lo repita en abstracto hasta parecer una entelequia.

La mayoría de partidos que durante el franquismo o poco después utilizaban los


esquemas y eslóganes difusos de República Popular, «sistema del pueblo» y
«etapa democrática» en coalición con los «elementos progresistas», no solo lo
hacían debido a la influencia ideológica maoísta y de otros revisionismos, sino
también, porque veían que su partido estaba lejos de lograr tomar el poder, por
lo que bajo tal panorama, tirando de un claro pragmatismo, creían que creando
una fórmula donde no se asustase a la pequeña burguesía se facilitaría su
ascenso político. Puro pragmatismo-oportunismo. Algunos grupos incluso
consideraban que la burguesía nacional era una parte importante a considerar
de su esquema mental de alianzas para la revolución, lo cual era una idiotez
viendo su historial. Hoy, como se ve, todavía existen republicanos y «marxistas»
que insisten en esto, incluso los que aparentan estar radicalmente a la
«izquierda» en muchas cuestiones.

Las calumnias hacia el partido

Pese a la evidente diferencia de méritos entre unos y otros durante los años del
franquismo, desde el PCE (r) se acusó en repetidas ocasiones a la cúpula del
PCE (m-l) de ser «falangistas y provocadores» ¡que obstaculizaban la
reorganización del partido! (sic). Véase la obra de Arenas: «La dirección
falangista del llamado PCE (m-l) al descubierto» de 1977.

Lo cierto es que el que sería años después principal Secretario General del PCE
(r), el famoso «Camarada Arenas», venía de los círculos semitrotskistas del
Partido Comunista de España (internacional) y había renunciado a su militancia
en la cárcel siendo acusado por uno de sus jefes de «claudicador», de «dictador»
por sus métodos, dejando caer que seguramente hubiera obtenido su libertad
colaborando con la policía. De esa procedencia también vendrían otros famosos
cuadros:

«En 1968, Arenas andaba a la búsqueda de una idea que diese salida a sus
disputas con los popes de CC.OO. y del PCE, y así encontró a los militantes del
PCE (i), un partido que entonces se columpiaba entre el trotskismo y el
maoísmo. (…) De sus filas salieron, en una escisión por la derecha, los
principales dirigentes del Partido del Trabajo de España (PTE), que llegaría a
ser, junto con la ORT y el MCE, uno de los tres grandes grupos que disputarían
a Carrillo el ala parlamentaria de izquierdas en las elecciones de 1977. En el

30
seno del PCE (i) vivió Arenas las típicas luchas internas propias de un partido
izquierdista: escisiones, contraescisiones, discusiones sin límites… No debieron
ir muy bien las cosas a Arenas en el PCE (i) ya que desde entonces uno de sus
dirigentes M. Valverde, le persigue con una saña sin límites, y ha llegado a
escribir artículos en la prensa donde vierte sus dudas sobre la actitud de
Arenas en la detención conjunta que ambos sufrieron en 1970. La secretaria
general del PCE (i) dice, en un documento enviado a la prensa en septiembre
de 1985, que Arenas actuaba ya, en 1970, como un pequeño dictador
«explotando» a otros compañeros de la construcción con los que había
formado una cuadrilla y que era raro que no fuera torturado como los demás
detenidos del PCE (i) en la comisaría, así como que había sido «visto por los
demás bebiendo con ellos cerveza y coñac». Arenas negó estas acusaciones
como rotundamente falsas y replicó diciendo que el PCE (i) no era más que un
engendro cuya única actividad ha sido atemorizar a las floristas y a los
pacíficos paseantes de las Ramblas barcelonesas. Sea como fuere, al salir de la
cárcel deja el PCE (i), y con su pequeño grupo entra en contacto con un
militante de la OMLE. (…) Éste le pone en contacto con Enrique Cerdán Calitxo
y comienzan las discusiones para la fusión de ambos grupúsculos. (…) Lo
mismo ocurrió con José Antonio Teijelo, un destacado dirigente del PCE (r),
salido de la Universidad de Sevilla y procedente del PCE (i)». (Rafael Gómez
Parra; Los hijos de Mao, 1991)

Si estos actos de Arenas se comprueban en un futuro como ciertos, solo


explicaría –en parte– las aberraciones ideológicas posteriores de su grupo
político. Pero no nos hace falta que sea cierto para explicar fácilmente el
despropósito de lo que sería luego el PCE (r).

Apuntar que la OMLE, organización que sería el núcleo principal del futuro PCE
(r), nace en 1968 al calor de «Mayo del 68» francés, movimiento influenciado
por el existencialismo, el estructuralismo, el trotskismo, el anarquismo, el
tercermundismo, el maoísmo más anarquista de la Revolución Cultural, y un
sinfín de variantes antimarxistas que tenían su nexo en el antistalinismo y sobre
todo en las simpatías por el maoísmo.

Solo de modo tardío empezó a tener un par de células en el interior de España:

«Las primeras bases organizadas de la OMLE en España se efectúan con el


retorno de militantes de la emigración. Entre 1969 y 1970 se forman las
primeras células en Madrid y Cádiz». (Lorenzo Castro Moral; PCE(r), GRAPO.
Análisis de un proceso de violencia política, 1990)

El PCE (r) también es precisamente el resultado de la unificación de guevaristas


y de los elementos vistos con mejores ojos por Pekín, esto se reflejó cuando el
PCE (r) vino a recoger los restos de los elementos derrotados del PCE (m-l) que
contarían con el firme apoyo de Pekín en lo sucesivo.

Un testigo y ahora exmiembro del PCE (m-l) como Lorenzo Peña, nos relata en
sus memorias: «Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria» de 2010, como un
grupo escindido del PCE (m-l) en 1964 llevaría una vida ecléctica hasta fundirse
en la OMLE en 1968. Véase el capítulo: «Las tempranas e inesperadas
escisiones del PCE (m-l)» de 2020.

31
Otro testigo y exmiembro del PCE (r) diría:

«No debe, pues, extrañar de aquellos «obreros degenerados» vieran su honor


restituido por el propio PCE (r), cuando se les recordó como los «elementos
sanos del grupo que apoya a Suré» y que junto con otros militantes
comunistas, pasaron a formar las OMLE. (...) Los referidos obreros eran
quienes habían rehusado crear en el 1964 el PCE (m-l) al lado de Elena
Ódena». (Pío Moa; De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-
1978): La oposición durante el franquismo, 2002)

La lucha y la represión hacia el PCE (m-l)

Los restos del PCE (r) y sus hooligans hoy intentan manipular la historia
reciente y presentarse como «el grupo que más ha sufrido la represión
franquista y postfranquista» y a veces como «el único que la ha sufrido», el
«único que denunció la maniobra de la transición y sus injusticias» lo cual es
una broma pesada, ya que fueron un grupo constituido como partido justo en
1975, el mismo año de la muerte de Franco, sin células en el interior como
reconocían sus autores, y a la postre articulándose como una organización
conspirativa que atentaba de tanto en tanto sin una conexión e influencia entre
las masas. La consecuencia de dicha línea era que no se tomaba partido, pues no
desarrollaban una participación real, ni podían influir en las movilizaciones
contra el desempleo, el peligro de una nueva guerra, las huelgas, ni en ningún
mínimo hito de la lucha de clases que hubo en las sucesivas décadas, acabando
sus días, de nuevo, con una desesperada cúpula en el exilio y sin presencia real
en el interior para levantar una estructura mínima. Véase el capítulo: «Los
grupos semianarquistas y el nulo aprovechamiento de los resquicios legales de
la democracia burguesa o el fascismo» de 2017.

Pese a estas obviedades, se presentan como «los únicos luchadores antifascistas


que lucharon y sufrieron represión», cuando está claro que no solo los marxista-
leninistas, sino también revisionistas y anarquistas estuvieron antes en la lucha
contra el franquismo y el postfranquismo, prueba de ello son los mártires como
Julian Grimau del PCE, los anarquistas Delgado y Granados en 1963, Fernando
Elorriaga y Jesús Murueta en 1969 así como Mario Diego Capote del PSUC,
Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez y Manuel Sánchez Mesa que
resultaron heridos de muerte en una huelga de 1970, la muerte del sindicalista
tiroteado Antonio Ruiz Villalba en 1971, Enrique Ruano militante del Frente de
Liberación Popular asesinado durante los interrogatorios o el famoso caso del
anarquista Salvador Puig Antich ejecutado en 1974. Podríamos seguir con una
lista interminable de nombres para demostrar que durante el franquismo y el
postfranquismo el PCE (r) fue testimonial comparado con otros grupos.

En concreto los marxista-leninistas agrupados en el PCE (m-l), sus juventudes


JCE (m-l), su sindicato la OSO, su rama estudiantil FUDE y su frente
antifascista y patriótico del FRAP, sufrieron tanto o más que el PCE (r) pese a
que los restos de éstos alardean en la actualidad de haber sufrido represión y
piden que se les otorgue la medalla al antifascismo.

32
Por citar solo unos pocos ejemplos de la represión sufrida por este grupo
tenemos:

El tiroteo a Riccardo Gualino en 1965 por repartir propaganda siendo apresado


hasta su liberación y expulsión de España en 1968;

La detención de los dirigentes de la cúpula del PCE (m-l) Paulino García Moya y
Emilio en 1966;

La detención en 1970 de Matías, otro miembro de la cúpula;

En 1971 es detenido y torturado el militante del PCE (m-l) Vicente Antonio


López durante 17 días;

En 1972 miembros de la Brigada Político Social (BPS) disparan sobre el


sindicalista Victoriano Diego Gómez por repartir octavillas de la Oposición
Sindical Obrera (OSO), sindicato vinculado al PCE (m-l);

En 1973 el militante del PCE (m-l) Cipriano Martos es apresado, torturado y


envenenado durante los interrogatorios, hoy existe una querella emitida desde
Argentina para que en España extraditen y se pueda juzgar a los responsables
allí;

Se sucede en Valencia la detención de los militantes del PCE (m-l) José Tena Gil
como de Esteban Villanueva, por portar propaganda. Durante un período que va
desde octubre de 1973 hasta verano del 74, sufrieron en ese lapso de tiempo
severas torturas;

La famosa caída de 18 militantes del PCE (m-l) en Málaga y de 40 militantes en


Elche durante 1973, que debilitan la organización en esos núcleos;

La detención y torturas del militante del FRAP José Manuel García Benito a
manos de la BPS bajo la única acusación de pertenecer a un grupo político
ilegal, siendo uno de los primeros presos políticos después de la muerte de
Franco;

El secuestro de Rosa Mª García Alcón [militante de la Federación Universitaria


Democrática Española (FUDE) vinculado al PCE (m-l)] en 1975 por la BPS
siendo objeto de torturas continuadas durante una semana;

Detención y tortura de Riccardo Gualino en 1976, pieza clave del partido por sus
contactos con los exiliados y los revolucionarios italianos;

La encarcelación de Pablo Mayoral y Vladimiro Fernández Tovar con los cargos


de participación en acción armada en 1975 que negarían y siguen negando hasta
la actualidad, excarcelados por la amnistía de 1977;

Víctor Pérez Elexpe, militante del PCE (m-l) muere el 20 de enero 1975 mientras
repartía propaganda en Santurce; así mismo: fue herido de gravedad por los
disparos de un policía de la BPS, Carlos Urritz Geli, el 1 de febrero de ese mismo
año.

33
Se llevan a cabo tras las inmensas protestas nacionales e internacional los
fusilamientos de José Humberto Baena Alonso, José Luis Bravo y Ramón García
Sanz en 1975, en un juicio sin garantías como se reconoció en el exterior. Tras
un periodo previo de torturas como denunciaron en sus alegatos, tampoco se
aceptaron las pruebas de la defensa, la fiscalía a su vez no presentó prueba de
huella dactilar, ni testigos, ni prueba de balística ni del arma homicida, pese a
ello los tres fueron condenados sin prueba alguna;

El montaje en 1978 contra José Félix Abad, Josep Mª Caparros y Javier Sáez
acusados de colocar una bomba contra la sede de Fuerza Nueva –el autor real
Tomás Antón Torregrosa, dueño del propio local, confesaría años después su
responsabilidad–;

Se presenta el PCE (m-l) para solicitar oficialmente la legalización del partido


dentro del nuevo marco de libertad de asociación, con la consiguiente
denegación oficial en mayo de 1978 por considerar los estatutos vigentes de la
organización aprobados en el IIº Congreso de 1977 como anticonstitucionales,
extendiéndose ese marco de ilegalidad a todas sus organizaciones dependientes
como el FRAP o la Convención Republicana, a partir de ahí el PCE (m-l) llevará
una ardua lucha para extender este derecho de asociación a todas las
organizaciones antifascistas. Hay que decir que a diferencia de otros partidos
pseudomarxistas, el PCE (m-l) no renunció a rebajar sus principios ideológicos
revolucionarios de sus estatutos para aceptar ser legalizado, triunfo que se logró
finalmente en febrero de 1981. Pese a esta victoria, se suceden los intentos de
volver a ilegalizar la organización, siendo el único grupo legal de aquel entonces
a excepción del partido del golpista Tejero Solidaridad Española (SE) por el que
se hicieron movimientos oficiales desde el Ministerio del Interior para tramitar
su ilegalización, aunque sin éxito.

Última liberación de los presos del PCE (m-l) a mediados de los 80 tras cumplir
condena o ser indultados.

Y así podríamos seguir una vez más hasta la extenuación sobre la represión que
sufrió el PCE (m-l) capitaneado por Elena Ódena durante 1964-1985 antes de
perder su espíritu revolucionario. Existe suficiente documentación online para
estudiar algunos de estos hechos. Véase la obra del PCE (m-l): «Grupo Edelvec;
FRAP, 27 de septiembre de 1975» de 1985.

Más allá de su clara vocación partidista/propagandística, relata hechos que son


fácilmente contrastables con las noticias de la época.

Recordemos además:

«Un grupo verdaderamente marxista-leninista, más allá de posibles


desviaciones y excesos no sostiene una lucha permanente a base de atentados y
sin perspectivas claras como los grupos netamente terroristas y
semianarquistas, sino que lucha por llevar a término la revolución de la mano
de las propias masas utilizando tanto métodos pacifistas como violentos,
estando codo a codo en cada lucha, algo que por sus características es una
tarea larga pues supone hacer que la clase obrera y sus aliados tomen

34
conciencia a cada a paso de la necesidad de la revolución, aprendiendo de su
propia experiencia, de las pugnas que se desarrollan en los campos de la
política la economía y la cultura, no pudiéndose forzar las etapas para
lanzarse a la toma del poder. Por tanto, la represión que sufren los marxista-
leninistas a diferencia de la que sufren los aventureros terroristas, siempre se
hará sentir en una intensidad mayor y de forma multifacética, debido a la
sencilla razón de que sus acciones y sus objetivos suponen una verdadera
peligrosidad para el Estado, tanto en la forma de democracia burguesa como
en su forma fascista, mientras que un grupo desligado de las masas, ecléctico y
desesperado, por muy espectacular que se pretenda con sus acciones, no
supone un desafío real sino un problema fugaz, y puede hasta llegar a ser,
como hemos visto históricamente, un juguete en manos de los servicios
secretos.

Un grupo marxista-leninista no debe hacer de sus penurias una constante


unilateral en su propaganda, no debe caer en el culto a los mártires sin más
perspectivas, esto se debe aceptar como una consecuencia lógica de la lucha de
clases y del proyecto revolucionario; tampoco debe centrar su programa en
«mirarse el ombligo», porque aunque es necesario para mantener la memoria
de los caídos, de excederse en su ejercicio conduce a un ritual de
autocompadecimiento y autosatisfacción, a olvidarse de las luchas presentes, a
descuidar los problemas de las masas y finalmente al aislamiento mientras se
recuerda lo que entienden como las «gestas pasadas» de la organización. Algo
que si bien llena de orgullo, no determina el seguir avanzando, pues
recordemos que no se puede vivir del pasado». (Equipo de Bitácora (M-
L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Ahora, en cambio, muchos de los que reivindican en mayor o menor medida el


legado de lucha del viejo PCE (m-l) han caído en esta tendencia desviacionista
de organizar actos y eventos recordando a los caídos de la vieja organización,
pero olvidando los principios que ellos defendían; ya que una vez acabadas las
reuniones, desfiles, una vez emitidas las loas y el réquiem pertinente, pisotean la
memoria de los fallecidos al pactar y aliarse con enemigos ideológicos sin pudor
alguno.

Véase los siguientes capítulos:

-«Dime con quién te juntas y te diré quién eres» de 2017

-«¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los


intentos de fusionarse con otros revisionistas?» de 2020.

Esto es una desviación basada en el formalismo y el doctrinarismo, que


pretende aprovecharse de la memoria de verdaderos revolucionarios para ganar
simpatías.

35
II

El auge del PCE (m-l) y las acciones armadas del FRAP de


1973-75
«La crítica y la autocrítica es un buen indicador para evaluar cómo se
desarrolla la lucha de clases en el partido. Donde hay una crítica y autocrítica
correcta, basada en principios, y severa, sin miedo ni vacilación, no echan
raíces los males que amenazan al partido, no puede progresar el trabajo del
enemigo, y están garantizadas la aplicación de las decisiones y las directrices,
el papel de vanguardia de los comunistas, el liderazgo de la organización de
base del partido y del pleno del comité del partido. (...) El choque de opiniones
nunca es perjudicial cuando se basa en la política y los intereses del partido, de
la clase obrera y del socialismo. Por el contrario, es necesario y útil, porque
refuerza el carácter militante y revolucionario de la unidad, porque hace que
sea más fácil descubrir y combatir los errores y las deficiencias, las
infracciones y las distorsiones de la línea, y porque ayuda a tomar las
decisiones más correctas». (Ndreçi Plasari; La lucha de clases en el seno del
partido: Una garantía de que el partido seguirá siendo siempre un partido
revolucionario de la clase obrera, 1978)

Con tal de comprender el momento álgido del Partido Comunista de España


(marxista-leninista) y su posterior declive debemos arrojar algo de luz donde ha
solido predominar las sombras del silencio o la distorsión histórica.

El FRAP como pretendido frente de masas

La formación del FRAP (Frente Republicano Antifascista Patriótico) en 1971


tenía como fin, según sus autores:

«Elena Ódena: El FRAP surge porque está escrito también en la línea del
partido que para organizar al pueblo hace falta un frente unido. Un frente
revolucionario. El partido no puede en modo alguno incorporar a sus filas a la
inmensa mayoría del pueblo, eso supone la aceptación de una disciplina, de
una ideología y de unos principios». (Elena Ódena; Entrevista realizada para
«Interviú» por el periodista José Dalmau, 17 de febrero de 1977)

Sus puntos eran:

«1.– Derrocar la dictadura fascista y expulsar al imperialismo yanqui


mediante la lucha revolucionaria.

2.– Establecimiento de una República Popular y Federativa, que garantice las


libertades democráticas para el pueblo y los derechos para las minorías
nacionales.

3.– Nacionalización de los bienes monopolísticos extranjeros y confiscación de


los bienes de la oligarquía.

36
4.– Profunda reforma agraria, sobre la base de la confiscación de los grandes
latifundios.

5.– Liquidación de los restos del colonialismo español.

6.– Formación de un Ejército al servicio del pueblo». (Comunicado sobre la


constitución del Comité Coordinador Pro FRAP y extractos de una resolución
del mismo, 1971)

El heroísmo y trabajo abnegado del PCE (m-l) entre las masas daría sus frutos.

Uno de los exmiembros del FRAP, el cual rechaza hoy toda vinculación con el
comunismo, afirma a partir de su estudio:

«El FRAP llegaría a tener 10.000 de militantes en toda su trayectoria».


(Periodista Digital; Catalán Deus (ex FRAP): «No entiendo a los jóvenes que
creen que la violencia es la solución», 2017)

Seguramente estas sean cifras exageradas. Pero una cosa es cierta: pese a las
duras condiciones represivas bajo el franquismo, y aún con la hegemonía del
jruschovismo en el movimiento obrero, a principios de los años 70 esta
organización logró constituirse como segunda fuerza política dentro del totum
revolutum de grupos que se autodenominaban marxistas, solo por detrás del
PCE de Carrillo, que contaba con grandes métodos de financiación y un amplio
aparato de propaganda en comparación con cualquier otra organización que se
reclamara «de izquierda». Es cierto que este estatus se perdería a medida que
avanzara la década, pero no deja de ser un logro formidable.

Los informes franquistas abalaban con temor nuestras afirmaciones:

«El PCE (m-l) se encuentra extendido por casi todo el territorio nacional y
entre los emigrantes de Europa Occidental, pudiendo estimarse un número
máximo de 1.500 militantes y el doble número de simpatizantes, siendo
particularmente numerosos los estudiantes. Sus relaciones con otros grupos se
caracterizan por la hostilidad y el aislamiento. (…) Dentro del sector
comunista, el PCE (m-l) es el grupo más numeroso después del PCE. (…) El
PCE (m-l) mantiene un elevado número de publicaciones periódicas, sólo
superado entre los grupos clandestinos por el PCE. (…) El FRAP es hoy, entre
los grupos revolucionarios de acción violenta el más agresivo, aguerrido y
peligroso extendido por todo el país». (Informe del SECED Sobre el Partido
Comunista de España (marxista-leninista), Grupos subversivos, julio de 1974)

Sobre el FRAP, sin duda, deben hacerse unas puntualizaciones:

«-Cuanto se ha mentido sobre el F.R.A.P.? y sobre el proceso «ese idílico» que


muchos nos venden sobre la transición.

-Se mintió mucho, desde que era una organización sin importancia, hasta que
éramos unos fanáticos, dogmáticos y sectarios fácilmente manipulables, para
terminar con que la organización estaba dirigida por infiltrados. Estas
opiniones fueron frecuentes, pero se trató de una organización importante en

37
algunos ámbitos, los militantes eran capaces de mantener y generalmente
ganar debates ideológicos con otras tendencias u organizaciones y cuarenta
años más tarde, nadie ha aportado ningún dato relevante sobre posibles
infiltraciones en la dirección. Todos estos mensajes se difundieron
precisamente en las épocas más críticas de la transición, cuando era más
interesante para el poder desprestigiar todo lo que se reclamase republicano,
federalista». (Cazarabet conversa con Julio Gomariz Acuña, 2018)

Ahora, si seguimos indagando y buscamos «la verdad detrás del mito», veremos
que la formación del FRAP no fue tan gloriosa, teniendo claros signos de
improvisación y falta de seriedad en la elección de los cuadros:

«En algún sitio he leído de pasada algo sobre un mitin que se hizo en Paris. No
fue uno fueron dos y si mal no recuerdo, de estos actos el PCE (m-l) no hizo
ninguna reseña en sus medios, no me preguntes las razones, pero al menos en
esa etapa no les interesaba mucho el FRAP. El primer mitin, se hizo invitados
por los representantes de los derechos humanos en la Unesco, asistieron más
de cien personas. El segundo se hizo en el centro de los sindicatos franceses La
Mutualité, asistieron más de mil personas. Te lo dice una persona que desde el
primer momento que le pusieron lo seis puntos del programa delante me
entregué de bruces y con los ojos cerrados sobre el proyecto. Es más, fueron
muy grande las ilusiones que despertó entre los jóvenes y sobre todo entre
intelectuales y estudiantes. En los dos actos participó esta que habla, e insisto,
date cuenta lo que parecía importarles el FRAP, pues yo seguro no era la
persona más adecuada dadas mis limitaciones –todo mi bagaje teórico cuando
entré allí era haberme leído las Obras Escogidas de Lenin y la lectura del
semanal de la Humanite marxista-leninista de los franceses y claro, el famoso
Libro Rojo de Mao–. Pedí que por lo menos me hiciesen el discurso, y después
de mucho rogar –pues en el primero tuve que ser yo la que se las arreglase–,
en el segundo acto, sabiendo que era mucho más importante, al final uno de la
dirección se digno venir en teoría a corregir lo que hiciera falta hacia, bien,
pues después de leerlo, dijo que así estaba bien, y en ningún documento del
PCE (m-l) quedo la reseña. Si mal no recuerdo, en la organización del FRAP de
Paris, por cierto bastante numerosa, la única de extracción obrera era yo. Sé
de lo que hablo, porque participé desde el primer momento en el proyecto, tuve
muchas reuniones con Alvarez del Vayo junto a otros camaradas en una
buhardilla de París. A mí me propusieron enviarme a Argel como responsable
del FRAP sin que nadie me hubiese entrevistado para saber de mis
capacidades, lo que pasa es que yo tuve mucha suerte, pues tenia una relación
con un miembro de la máxima dirección y claro mi formación era bastante
más fuerte que un militante de de base, pero no lo sabía nadie de la
dirección. A ver, ni que decir tiene, que si digo todo esto no es por ningún
sentimiento de revancha o de hacer leña del árbol caído, sino por honor a la
verdad, y para recalcar la distancia, frialdad y la insolidaridad con la que a
veces los jefes del PCE (m-l) trataban a sus militantes más abnegados. Cuando
se vio de como se iban a apañar las cosas, con la monarquía, la reconciliación
nacional y la amnistía para los franquistas... supieron que poco podían hacer
y el pueblo aún no estaba por la revolución ni mucho menos». (Comentarios y
reflexiones de F. a Bitácora (M-L), 2019)

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Otro exmilitante, este de la cúpula, constataría en sus memorias que el FRAP en
principio no contó con demasiada atención del partido:

«No hablo en este libro de las dos reuniones parisinas en las que se creó y se
pretendió impulsar el comité coordinador pro-Frente Revolucionario
Antifascista y Patriota: la primera en enero de 1971 y la segunda en la
primavera del mismo año. Lo entonces puesto en pie apenas era nada, porque
simplemente adicionaba al PCEml un individuo que, viviendo en un
aislamiento político absoluto, no representaba nada más que el pasado: D.
Julio Alvarez del Vayo –cuya memoria merece todo respeto–; sólo lo conocían
algunos lectores de libros de historia; nadie más. Su colaborador nominal,
Alberto Fernández –de quien ya he hablado más arriba–, no compartía sus
posiciones políticas –aunque del Vayo parecía desconocerlo–. No otorgué
ninguna significación a mi participación en esas dos reuniones. Para mí eran
reuniones de rutina, de tantas como había tenido, y en las que se estampaban
unas ideas en un manifiesto, al igual que se había hecho otras veces, sin que
nadie supiera si ese comité -carente de verdadera entidad- iba a durar ni si
jugaría algún papel en el futuro. Por mi presencia en esas dos reuniones se me
ha calificado de co-fundador del FRAP. Creo que la calificación es excesiva. Ese
comité coordinador apadrinó la publicación de un boletín que se llamó Acción
y a cuyo frente se colocó a Manuel Castells, sociólogo, residente en París, ex-
dirigente del FLP y con el cual me reuní un par de veces, no surgiendo entre
nosotros la menor simpatía –al menos por mi parte–. Creo que Castells
abandonó esa empresa poco tiempo después. En Acción debió de salir algún
artículo mío, pero mi entusiasmo por aquel atisbo o presunto embrión de
pseudo-frente era escaso o nulo». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un
ensayo de egohistoria, 2010)

Javier Iglesias, padre del actual líder de Podemos Pablo Iglesias, fue exmiembro
de la rama estudiantil del FRAP durante 1972-1974 y, como en el caso de su hijo,
hoy en día su socialdemocratismo es más que evidente. No deja de ser irónico
que se haya convertido en el muñeco de paja de la derecha mediática, que lo
utiliza como herramienta para acusar a Podemos de comunista La realidad es
que ni padre ni hijo han estado cerca de tales principios más que
superficialmente, más aún si tenemos en cuenta que Javier Iglesias fue una
figura desconocida cuya función en la organización era la de ayudar a repartir
propaganda.

En una entrevista explicó los motivos de su salida del FRAP:

«El FRAP no existe como tal hasta finales del año 1973, que es cuando se funda
realmente. Yo pertenecí al comité para la creación del FRAP. Cuando los
compañeros deciden que el Frente ya está formado y que el FRAP, por tanto,
ya existe... yo discrepo de la decisión. Creía que un Frente Revolucionario tenía
que ser mucho más grande y que teníamos que seguir trabajando en el comité
para ampliar el grupo. Para ser más y para que pudiera tener éxito una
huelga social revolucionaria que impidiera la continuidad del franquismo. (...)
Yo abandoné la organización a principios de 1974 por estas discrepancias». (El
Público; Javier Iglesias: «Todo mi pasado terrorista se reduce a haber
repartido tres panfletos del Primero de Mayo», 28 de mayo de 2020)

39
Efectivamente, para 1973 la influencia del FRAP entre la población y la fortaleza
de sus alianzas con otros grupos eran bajas, pero el esquema aquí descrito es
inexacto y, más bien, representa las ideas que luego se populizarían con la
escisión de 1976, dada la alusión a que «se debía haber ampliado el frente», es
decir, y traduciéndolo a un lenguaje comprensible: no se planteaba trabajar más
y mejor en cuanto a popularizar la línea del partido –el PCE (m-l)–, sino rebajar
las condiciones programáticas para que los jefes de otras organizaciones
oportunistas aceptasen ingresar al frente –el FRAP–, creyendo que tal fórmula
mágica barrería todos los obstáculos, «acelerando la unidad de la oposición
antifranquista». Pero ese no fue el principal problema del FRAP y, en caso de
haber seguido esta estrategia, solo habría conseguido una unidad formal y
efímera, como ocurrió con otras formaciones, como la ORT-PTE, que hicieron
un gran esfuerzo por extender sus alianzas con el PCE y PSOE para, finalmente,
ser absorbidos por éstos al borrar las principales líneas divisorias.

Atendiendo al factor objetivo y subjetivo de la revolución, hay varias cosas que


apuntar.

Por entonces existían unas obvias tareas antifascistas y antiimperialistas


pendientes que obligaban a prestar especial atención a las alianzas. El propio
PCE (m-l) había mostrado ciertas dudas sobre esto. El no tener ciertas cosas
claras es uno de los factores que sí puede decirse retrasó la exposición del
programa totalmente errado de otras organizaciones. Véase el capítulo: «Los
duros comienzos del PCE (m-l) bajo la España franquista y ante la hegemonía
del revisionismo» de 2020.

La cuestión no era si había diferencias entre el PCE (m-l) y otras organizaciones,


como el PCE y otras tantas, en cuanto a qué se debía hacer y cómo, pues es
evidente que, desde un principio, las había y muy profundas. La duda giraba en
torno al qué hacer una vez comprobado que ambas propuestas eran
irreconciliables. Las tareas de una revolución y las posibles alianzas nunca
deben realizarse a través de acuerdos entre la dirigencia revolucionaria y los
jefes oportunistas; deben hacerse «desde abajo», trabajando para exponer ante
la militancia de base un programa de lucha común en contra de los líderes que
no reconocen las tareas concretas de la revolución o se niegan a darles una
solución revolucionaria.

Como veremos en otros capítulos, el PCE (m-l), pese a tener gran peso entre los
estudiantes y ciertos intelectuales, nunca arrebató al revisionismo su influencia
sobre la clase obrera. El no haber penetrado y trabajado como se debería en los
sindicatos amarillos, así como la irrisoria influencia entre el campesinado,
hacían más importantes, si cabe, la necesidad de forjar alianzas, pero éstas
nunca se llevaron a cabo. Véase el capítulo: «El perfil del militante medio, el
trabajo con las distintas capas de la población y la forma de reclutamiento» de
2020.

Cierto es que, pese a los esfuerzos destinados a crear un frente popular


antifascista, los éxitos fueron mínimos. De hecho, si hay algo que se pueda
criticar de la política del PCE (m-l) con el FRAP y los frentes posteriores, como
la Convención Republicana, fue el excesivo tono triunfalista que se podía leer en
sus medios, que distaba bastante de la realidad. El mismo FRAP, que se

40
mantuvo activo durante 1971-1978, no logró agrupar otras fuerzas de renombre
ni influencia bajo dicho frente, siendo que la mayoría de organizaciones que lo
conformaban eran ramas del propio FRAP o simpatizantes afines al partido.
Cuando no era así, y se lograban atraer o, incluso, disolver agrupaciones dentro
del PCE (m-l), éstas eran marginales, con nula incidencia. Esto era, en parte,
normal si tenemos en cuenta que la línea del PCE (m-l) era inaceptable para
aquellos partidos que se negaban a aceptar los puntos programáticos del FRAP,
pues se trataba de organizaciones que hacía largo tiempo que habían
degenerado ideológicamente en extremo, o que nunca se habían acercado a la
línea marxista-leninista. Pero esto no justifica su incapacidad, pues existen
otros casos en los que las organizaciones que simpatizaban con las propuestas
del FRAP desconfiaban de la pretendida fuerza e influencia que quería
aparentar el PCE (m-l), dudando así de la capacidad de éstos para poder llevar a
cabo una lucha por esas tareas. En estas circunstancias consideraron oportuno
seguir su camino en solitario, o aliándose con otras organizaciones que
estimaban más capaces para desempeñar la lucha. También existían las
organizaciones que no simpatizaban, ni por asomo, con el PCE (m-l), como era
el caso del PSOE o el PCE. El error del PCE (m-l) aquí radica en que jamás
desplegó una lucha diaria teórico-práctica para desenmascarar con efectividad a
los líderes reaccionarios de estas agrupaciones, por lo que las militancias se
mantuvieron inmóviles, como era de esperar.

Hay que comentar que éste es un defecto que las organizaciones revisionistas
repitieron –y repiten– continuamente. Nos referimos a presentarse bajo
diferentes siglas y organizaciones satélite para, a continuación, proclamar que
«se ha logrado aunar a un frente revolucionario de lucha a variadas
organizaciones». Esto es faltar a la verdad, esconder la fuerza real del partido
para ocultar la incapacidad para tejer alianzas y supone, en resumidas cuentas,
entorpecer el trabajo real para con las masas y minar la posibilidad real de crear
las necesarias alianzas coyunturales con otras fuerzas en causas comunes. No
hablemos ya del chasco que supone para el militante medio darse cuenta de que
detrás del pretendido «frente» no hay nada más que el propio partido, y que
todo se trata de burda parafernalia, de propaganda engañosa.

La concepción de la violencia revolucionaria y su puesta en práctica

El marxismo-leninismo siempre criticó duramente el aventurerismo basado en


el terrorismo de un puñado de héroes, el golpismo de lanzar la vanguardia del
proletariado a un choque prematuro contra las fuerzas enemigos:

«La mayoría de los miembros de esta asociación comprende tan bien las bases
de la misma que, cuando la ambición y el arribismo de algunos de sus
miembros llevaron a las tentativas de convertirla en una organización
conspiradora para hacer la revolución ex tempere [de improviso, sin
preparación alguna] fueron expulsados en seguida». (Friedrich Engels; El
reciente proceso en Colonia, 1852)

«El terrorismo ruso ha sido y sigue siendo un método de lucha específicamente


intelectualista. Y por mucho que se nos diga en cuanto a la importancia del
terror, no en sustitución del movimiento del pueblo, sino combinado con él, los
hechos demuestran de manera irrefutable que, en nuestro país, los asesinatos

41
políticos individuales nada tienen que ver con las acciones violentas de una
revolución popular. (...) Tampoco tiene nada de extraño que entre los
intelectuales revolucionarios se entusiasmen con el terrorismo –por mucho
tiempo o por un instante– quienes no creen en la vitalidad y la fuerza del
proletariado ni en la lucha de clase del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; La autocracia y el proletariado, 1905)

«Junto con las desviaciones oportunistas de derecha, también hubo signos de


desviaciones «izquierdas» en la Internacional Comunista. Las últimas
desviaciones encontraron su expresión en una tendencia a ignorar el lema de
ganarse a las masas. Los sectarios de «izquierda» se imaginaron los partidos
comunistas como partidos de una minoría terrorista que son capaces de llevar
a las masas a la lucha en cualquier momento dado cuando ellos así lo deseen.
Esto también dio lugar a una actitud negativa hacia trabajar en los sindicatos
reformistas». (N. Popov; Resumen de la historia del Partido Comunista de la
Unión Soviética, 1935)

Pero, por desgracia:

«En toda nueva etapa histórica, los viejos errores reaparecen un instante para
desaparecer poco después». (Karl Marx y Friedrich Engels; Las pretendidas
escisiones en la Internacional; Circular reservada del Consejo General de la
Asociación Internacional de los Trabajadores, 1872)

Esto no significa que por contra el revolucionario deba ser un pacifista


convencido. Históricamente, los partidos comunistas, incluso mucho antes de la
toma de poder, se enfrentan a la construcción de su rama militar por cuestiones
obvias:

«El hecho de que el objetivo final de todos sea la conquista del Poder, y que las
milicias nazcan en una situación revolucionaria, no quiere decir que éstas se
creen exclusivamente para la impugnación y el asalto al poder». (Mundo
Obrero; Qué son las milicias revolucionarias, 12 de diciembre de 1931)

Por ejemplo, los grupos de combate alemanes tenían como misión:

«Los grupos de combate estaban concebidos al principio como la guardia de


reuniones, mítines y manifestaciones del Partido. En estas funciones, había
igualmente guardias nocturnos para los comités de barrio y las imprentas
comunistas, así como para pintar consignas y pegar proclamas». (A.
Neuberg; La insurrección armada, 1928)

Todos los que han renegado del marxismo, echando la vista atrás confiesan que
se han convertido en pacifistas convencidos, pero habría que recordarles que:

«Exceptuando a los anarquistas cristianos y a los discípulos de Tolstoi, nadie


ha deducido todavía de ello –de esa afirmación general– que el socialismo se
oponga a la violencia revolucionaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La
revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

42
«Hablar de violencia en general, sin distinguir las condiciones que diferencian
la violencia revolucionaria, es equipararse a un filisteo que niega la
revolución, o bien engañarse a uno mismo y engañar a los demás con
sofismas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el
renegado Kautsky, 1918)

Uno de los líderes de la escisión del PCE (m-l) de 1976, nos dice hoy:

«La violencia en general es inconcebible en la acción política. (...) La lección


principal es que la violencia debe de ser descartada. Por eso cuando hoy día
hay gente que coquetea con la idea, a mí me duele mucho. Porque yo reconozco
haber creído en ella. (...) Pero es mi obligación decir que estaba equivocado.
(...) Rompo con el FRAP en verano de 1976. (...) Rompo porque se producen las
primeras escisiones y luchas internas». (José Catalán Deus, director de «La
chispa y la pradera», 27-9-2013)

Aquí el tema no versa en «creer» o no en si el proletariado se verá forzado a


emplear la violencia durante el desarrollo y agudización de la lucha de clases, en
sí, una vez tenga en sus manos la capacidad de lanzarse a la conquista del poder
deberá usar una combinación de formas pacíficas y violentas, en si una vez en el
poder deberá emplear todos los resortes –sin excepción– del aparato represivo
del nuevo Estado. Esto es algo que está fuera de toda duda, pues la historia nos
demuestra el proletariado jamás ha sido capaz de conquistar el poder sin la
violencia. Quien no entiende esto, no es solo un renegado, sino un
desconocedor de la historia o, peor, alguien que la ignora deliberadamente:

«La Revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político. El


Estado está en manos de las castas y de la gran burguesía. El primer paso de
la Revolución es enjuagarla, aniquilar el Estado de los capitalistas. Una vez
realizada esta tarea, ¿qué debe hacer la clase obrera? ¿Alguien puede creer
que la burguesía derrocada aplicara la máxima cristiana de poner la otra
mejilla? La experiencia nos dice que una clase que tiene en manos el Estado se
defiende hasta el último extremo y que la nueva clase ascensional debe llevar
este combate también, si quiere triunfar, hasta el último extremo. Esto es lo
que en España no se ha sabido hacer nunca. (...) Conservar el poder es también
un asunto muy serio. No es una tarea fácil. Ni es tarea que se ha de confiar en
charlatanes del «idealismo» y del «humanismo». (...) No es asunto que se
pueda resolver con tartufismos sentimentales. Es un asunto muy serio, porque
justamente en el periodo de transición es cuando la lucha de clases se agudiza
al máximo y se plantea el dilema de vida o muerte. Esta exigencia histórica, la
hemos experimentado. Si la clase obrera no toma el poder político y no
organiza con severidad y rapidez el Estado de los proletarios y las masas
populares, podrá lanzarse a acciones más o menos violentas, más o menos
heroicas y gloriosas, pero así no hará jamás la Revolución. Será siempre
vencida. De un estado de explotación pasará a otro de esclavitud». (Joan
Comorera; La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder
político; Carta abierta a un grupo de obreros cenetistas de Barcelona, 1949)

La cuestión es, en caso de que el partido del proletariado se vea ante tal tesitura,
¿cómo debe de abordar una cuestión tan compleja? ¿Cuál era la idea de lucha
armada que tenía el PCE (m-l)?:

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«La ley general de todas las revoluciones en la historia: sólo por la violencia
puede abatirse el poder de las clases dominantes reaccionarias e implantar el
poder de las clases revolucionarias –puesto que el poder estatal se ejerce
mediante un aparato militar–. Ley general de todas las revoluciones
proletarias y populares –dirigidas por el proletariado–: no solamente es
necesario derrocar por la violencia a las clases dominantes reaccionarias, sino
también destruir por la fuerza todo el aparato militar y burocrático de dichas
clases; para ello es preciso crear y desarrollar destacamentos de fuerzas
armadas revolucionarias. En el desarrollo de dichas fuerzas armadas se ponen
en marcha muy diversas formas de violencia. Pero el proceso debe culminar,
necesariamente, con la insurrección armada de las masas populares. (...) La
lucha armada revolucionaria surge en el seno del pueblo trabajador
únicamente como resultado de una tenaz agitación y propaganda políticas.
Sólo mediante la labor propagandística de las organizaciones de vanguardia,
fundamentalmente del PCE (m-l), podrán las masas estar ideológicamente
capacitadas para comprender la necesidad de levantarse en armas contra la
dictadura yanqui-franquista. La lucha armada no puede surgir ni
desarrollarse aislada de la lucha de masas, sino sólo en estrecho contacto con
el movimiento obrero y campesino de masas. De las formas iniciales –huelgas,
manifestaciones–, hay que ir pasando gradualmente –y la evolución
espontánea de la lucha confirma esta trayectoria–, a formas superiores de
combate: refriegas violentas con las fuerzas de la dictadura, asaltos, motines,
etc». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Línea Política del
PCE (m-l), 1967)

Esto era algo que, efectivamente, atraía a los revolucionarios de la época, más
cuando éste comparaba dicha línea con la de otras formaciones:

«Mi entorno [Elche], que era la gente joven del PCE, nos fuimos todos. Lo que
es cierto es que me reafirmé cuando leí el documento del Iº Congreso del PCE
(m-l) de 1973, donde veía que al menos planteaba un camino para hacer la
revolución, mientras que en el PCE se mantenía todo en una nebulosa. (...) Me
quede en el PCE (m-l) porque realmente vi un camino en cuanto a la línea
política, mientras que en el PCE no veía línea política que trazara ningún
camino [hacia la revolución]». (Entrevista de Adriana Catalá a Pepe Avilés,
exmilitante del FRAP, 2015)

En mayor o menor medida –y dejando a un lado los planteamientos maoístas


que hemos omitido y que en 1973-75 se acabaron rechazando–, las ideas del
PCE (m-l)/FRAP concordaban en lo fundamental con la idea bolchevique de la
revolución:

«Cuando las clases dirigentes están desorganizadas, cuando las masas están
en estado de efervescencia revolucionaria, cuando las capas sociales
intermediarias están dispuestas, en medio de sus dudas, a unirse con el
proletariado, cuando las masas están listas para el combate y para los
sacrificios, el partido del proletariado tiene como meta llevarlas directamente
a asaltar el Estado burgués. Lo hace mediante la propagación de consignas
transitorias, cada vez más acentuadas –soviets, control obrero de la
producción; comités campesinos para la expropiación de las grandes

44
propiedades de tierra, desarme de la burguesía, armamento del proletariado,
etc.–, y mediante la organización de acciones de masas. Estas acciones de
masas se refieren a: las huelgas y las manifestaciones combinadas, las huelgas
combinadas con las manifestaciones armadas, y finalmente la huelga general
ligada con la insurrección armada contra el poder del Estado de la burguesía.
Esta última forma superior de la lucha está sometida a las leyes del arte
militar, supone un plan estratégico de las operaciones ofensivas, la
abnegación y el heroísmo del proletariado». (A. Neuberg; La insurrección
armada, 1928)

Ante la pregunta sobre las acciones armadas del FRAP en el tardofranquismo, y


en especial las del verano de 1975, Elena Ódena respondía en 1977 a algunas de
las incógnitas del público general. La primera petición del periodista era
que explicase su concepto de lucha armada:

«–José Dalmau: Después de ese proceso, el PCE (m-l) sigue una evolución
hasta llegar a 1975, en que el FRAP emerge con la lucha armada, ¿cuándo se
decidió seguir este camino?

–Elena Ódena: La lucha armada, en lo que al partido se refiere, está decidida


desde el primer día. En la línea política del partido está escrito que la violencia
revolucionaria, la lucha armada y la guerra popular, era el único medio para
derrocar al capitalismo y a la dictadura franquista en aquella época, y para
implantar un régimen de democracia popular y socialismo. O sea que no es
nada nuevo». (Elena Ódena; Entrevista realizada para «Interviú» por el
periodista José Dalmau, 17 de febrero de 1977)

Como grupo revolucionario, el PCE (m-l) concebía la necesidad de la violencia


revolucionaria para derrocar al régimen burgués. En este caso, la violencia hacia
uno de naturaleza fascista –llegado el momento oportuno, claro está–. Pero
hubo un momento concreto en que se empezó a materializar la idea, desde la
dirección, de que era posible aplicar esta teoría en la praxis. Hasta aquí todo
parece lógico, pero ¿cuál fue el momento que el PCE (m-l) eligió? ¿Cumplía las
condiciones objetivas y subjetivas?

A principios de los años 70, el PCE (m-l) observaba el aumento de los


fenómenos sociales que oponían resistencia al régimen:

«De hecho, la intranquilidad del franquismo en estos años seguía


traduciéndose en una dura política de orden público para tratar de frenar una
conflictividad político-social creciente, una medida de contención que a su vez
generaba más disenso y despertaba la solidaridad con los actos de oposición,
que si bien continuaban siendo obra de una minoría activista también es
verdad que ésta era cada vez más numerosa. La coyuntura de crisis económica
y la fragilidad física de Franco agravaron la situación para la dictadura, que
tuvo que hacer frente a una persistencia de la conflictividad laboral durante
los primeros meses de 1975, en los que se desarrollaron importantes huelgas
obreras y estudiantiles e inusitadas protestas como la del gremio de actores de
teatro en Madrid. (…) Huelgas generalizadas –sobre todo en los primeros
meses de 1975–, protestas estudiantiles, e incipiente desarrollo del movimiento
vecinal. A ello se añadían las disidencias «internas» de la Iglesia –el tenso

45
caso Añoveros– y, en mucha menor medida, del Ejército –aparición de la
Unión Militar Democrática–. El fracaso aperturista se agudizaba con los
efectos de la crisis económica de 1973 y con el espectro surgido a raíz de las
caídas de las dictaduras griega y portuguesa, que dejaban a la española en
una posición singular en el ámbito europeo mediterráneo». (Ana Domínguez
Rama; La «Guerra Popular» en la lucha antifranquista: Una aproximación a
la historia del FRAP, 2009)

La idea del PCE (m-l) fue la de extender la organización de la llamada violencia


revolucionaria en esta etapa:

«Si bien es cierto que aún la forma principal de lucha del FRAP es la lucha de
masas política, sin embargo, ya hay manifestaciones del cambio cualitativo
que se está produciendo, como son los enfrentamientos violentos con las
fuerzas represivas, el cubrir las manifestaciones con grupos de protección
armados, los comandos contra instituciones fascistas y yanquis, etc., que son
en realidad formas embrionarias de lucha armada, las cuales tenemos que, no
sólo popularizar y generalizar, sino desarrollar hacia formas superiores de
lucha armada, para así ir avanzando por el camino de la guerra popular, en la
que el FRAP alcanzará su pleno desarrollo agrupando y dirigiendo a la
inmensa mayoría del pueblo español hacia su liberación social y nacional».
(Revolución Española; Forjemos el Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota para derrocar al yanqui-franquismo, Nº6, 1973)

Una de las acciones más famosas del FRAP está relacionada con los eventos
acaecidos el 1 de mayo de 1973 en la manifestación convocada por el PCE (m-l),
que acabó con la muerte de un miembro de la brigada político-social:

«Las manifestaciones del 1 de mayo de 73, especialmente la de Madrid, fueron


muy importantes por su combatividad y por su carácter ofensivo. Los
manifestantes no adoptaron una actitud de defensa, dándose a la fuga ante la
aparición de la policía, sino que hicieron valer su voluntad de manifestarse sin
abandonarse la calle, enfrentándose con los agentes que se concentraban en la
zona con el fin de impedir la manifestación. (...) La manifestación tomó la
forma de «saltos» de grupos dispersos de manifestantes que iban surgiendo
por todas partes y que se fueron concentrando hacia las calles de Atocha y
Santa Isabel. En algunos puntos la policía se vio obligada a retroceder hacia
Antón Martín. En ese momento algunos jeeps quedaron embotellados en medio
de los manifestantes y aislados del resto de fuerzas de la policía. Los agentes
intentaron abrirse paso con las armas y los manifestantes reaccionaron con su
armamento improvisado. Algunos llevaban navajas. Durante los
enfrentamientos sucedió el episodio que marcó toda la jornada. Un
subinspector de la brigada político-social, del servicio de información en la
universidad, fue acuchillado y murió». (Riccardo Gualino; FRAP: una
temporada en España, 2010)

En esta época de grandes movilizaciones sociales, protestas y huelgas, y ante la


feroz represión del régimen, el PCE (m-l)/FRAP insistía ante las masas
trabajadoras para que no se dejasen engañar por las maniobras y pactos que
entre los aperturistas del franquismo y la oposición antifranquista moderada se
estaban fraguando, llamando sin paliativos a la preparación para derrocar al

46
régimen:

«Tenemos, no obstante, que estar preparados, ya que, ante el callejón sin


salida en el que se encuentra la dictadura, ésta intentará toda suerte de
maniobras para prolongar su existencia y conservar sus intereses de clase. Lo
que es verdaderamente importante en estos momentos es intensificar la acción
de las masas por todos los medios, elevar la combatividad frente a la
dictadura y redoblar nuestros esfuerzos unitarios con todos aquellos,
organizados o sin organizar, que verdaderamente deseen luchar hasta
derrocar a la dictadura pro-yanqui por el único medio posible: el de la lucha
revolucionaria del pueblo». (Elena Ódena; Para derrocar a la dictadura
franquista no sirve más que la lucha revolucionaria, 1975)

Es entonces cuando el FRAP, por medio de su presidente, decide elevar el tono


de sus acciones, creyendo posible acabar ese mismo año con la dictadura
franquista:

«La tarea próxima e inmediata del FRAP es la de ampliar su radio de acción.


(…) Observadores imparciales de dentro y de fuera, informes diplomáticos,
etc., concuerdan en que éste es un año decisivo; yo diré que es un año en que si
el FRAP trabaja como puede y como debe trabajar, es el año del final de la
dictadura». (Álvarez del Vayo; Discurso en la reunión del Comité Permanente
(ampliado) del FRAP, 29 de marzo de 1975)

Y poco después:

«El pueblo español se encuentra hoy en la víspera de su victoria sobre la


dictadura. (...) La Huelga General Revolucionaria prolongada, lanzada por el
FRAP ha sido y continúa siendo un éxito». (Julio Álvarez del Vayo; Carta al
pueblo chino y al presidente Mao Zedong, abril de 1975)

¿Cómo iba a dirigir el FRAP una «huelga general revolucionaria» –con el


propósito que fuese, defensivo u ofensivo– si su política sindical no había
podido atraer a los trabajadores de la nefasta influencia del fascismo, el
reformismo, o el anarquismo? Véase el capítulo: «La línea sindical y la tardanza
en corregir los reflejos sectarios» de 2020.

Esta declaración entra dentro del análisis eufórico tan clásico en la historia del
PCE (m-l), pero al igual que sus impresiones sobre sus «grandes éxitos
electorales» o la «rápida desintegración del PSOE-PCE», en verdad todo distaba
de la realidad una vez se analizaba en frío. Véase el capítulo: «El triunfalismo en
los análisis y pronósticos» de 2020.

Conocer el contexto y los resultados que tuvieron las sucesivas acciones


armadas del FRAP de 1973-75 es algo de importancia cardinal para entender el
desarrollo del PCE (m-l), pues entre otros motivos, propiciará la escisión de
1976 que desangró al partido. Véase el capítulo: «El gran cisma en el PCE (m-l)
de 1976» de 2020.

La evaluación de las condiciones objetivas y subjetivas para la lucha


armada

47
Lenin, el mayor referente del marxismo en cuanto a cuestión militar, explicaba
así las condiciones objetivas –que no dependen de la voluntad de las personas–
y subjetivas –las que si dependen de la voluntad de las personas– que se tienen
que dar para que una situación revolucionaria desemboque en una lucha de
poder, en una revolución:

«A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una


situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria
desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los
síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no
incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La
imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su
dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis en la política de la
clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la
indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele
bastar con que «los de abajo no quieran», sino que hace falta, además, que
«los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una
agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases
oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la
actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar
tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por
toda la situación de crisis, como por los mismos «de arriba», a una acción
histórica independiente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la
II Internacional, 1915)

Y añadía por si no había quedado claro:

«Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los


distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes
clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos
cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación
revolucionaria. (…) No toda situación revolucionaria origina una revolución,
sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba enumerados se
agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria
de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para
romper –o quebrantar– el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas
de crisis, «caerá» si no se le «hace caer». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La
bancarrota de la II Internacional, 1915)

Volviendo a explicar las diferencias entre blanquismo y marxismo, diría en 1917:

«Un complot militar pertenece al blanquismo puro si no está organizado por el


partido de una clase determinada; si sus organizadores no han apreciado
justamente el momento político en general y la situación internacional en
particular; si no cuentan con la simpatía –demostrada con hechos– de la
mayoría del pueblo; si el curso de la revolución no ha destruido las ilusiones y
las esperanzas de la pequeña burguesía en cuanto a la posibilidad y a la
eficacia del acuerdo entre las clases; si los organizadores del complot no han
conquistado la mayoría, en el seno de los órganos de la lucha
revolucionaria, «provistos de plenos poderes» o, al igual que los Soviets, con

48
un lugar importante en la vida de la nación; si no hay en el ejército –en
tiempos de guerra– una determinada hostilidad frente al gobierno que
prolonga una guerra injusta, contra la voluntad del pueblo; si las consignas de
la insurrección –«Todo el poder para los Soviets», «La tierra para los
campesinos», «Propuesta inmediata a todos los Estados beligerantes de una
paz democrática», «Anulación inmediata de los tratados secretos», «Abolición
de la diplomacia secreta», etc.– no cuentan con una amplia difusión y con la
mayor popularidad; si los obreros avanzados no están convencidos de la
situación desesperada de las masas y asegurados del apoyo de los campesinos
–apoyo demostrado por un importante movimiento campesino, o por una
sublevación de gran envergadura, contra los propietarios y el gobierno que los
defiende–; si la situación económica permite esperar realmente una solución
favorable de la crisis, por medios pacíficos y por vía parlamentaria».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a los camaradas, 1917)

Sabemos que a los revisionistas no les gusta demasiado la historia, pues supone
excavar en sus errores y recordar los axiomas que atraviesan el marxismo-
leninismo del que constantemente hablan sin entender un ápice.

Queda demostrado históricamente que, aún con unas condiciones objetivas de


franca crisis del sistema, se puede utilizar la violencia sin tener en cuenta las
condiciones subjetivas de la organización revolucionaria que la lleva a cabo. Los
comunistas criticaban así en 1933 los intentos del anarquismo de «hacer la
revolución» en España:

«España entraba en el nuevo año 1933, cuando el impulso revolucionario se


acentuaba cada vez más en la ciudad y en el campo. En esta atmósfera
estallaron los acontecimientos del 8 y 9 de enero en Madrid y Barcelona,
acontecimientos que tuvieron repercusiones y una prolongación en otras
regiones del país. En Barcelona, el 8 de enero, un grupo armado de bombas y
de revólveres, atacó el cuartel de San Agustín, hirió a un centinela y disparó
sobre el edificio. Al mismo tiempo se produjeron choques armados en diversos
puntos de la ciudad. La policía detuvo, en varios lugares, automóviles cuyos
ocupantes eran portadores de bombas y de armas de fuego. Algunos de ellos
hicieron resistencia. En la estación se oyeron disparos. En algunas calles se
disparó contra los agentes de la policía. Un tiroteo especialmente nutrido
partió del balcón del inmueble ocupado por el Sindicato de Empleados de la
Industria Hotelera. La policía sitió la casa y la tomó por asalto. Análogos
acontecimientos se produjeron en Madrid el 9 de enero. Se hicieron ataques
contra los cuarteles de María Cristina, la Montaña y Cuatro Vientos. El tiroteo
fue especialmente vivo en las proximidades de este último cuartel. Se
dispararon centenares de tiros. Los soldados y la policía rechazaron el ataque.
La completa absurdidad de estos ataques armados, resalta sin necesidad de
demostrarla especialmente. Fueron realizados al margen del movimiento de
las masas, sin su apoyo. Iban dirigidos especialmente contra los cuarteles,
contra los soldados, sin haber hecho el menor intento de sublevar al menos una
parte, contra el mando. Semejantes acciones no pueden tener una significación
revolucionaria positiva. Al contrario, revisten un carácter objetivo de
provocación, separan a los soldados de la revolución y ayudan al Gobierno a
acentuar la represión. (…) La idea del golpe de sorpresa, efectuado por un
grupo de valientes, es presentada por los anarquistas como una receta mágica

49
para hacer la revolución. (…) Hay que diferenciar también el movimiento de
masas, digno de admiración, de la dirección anarquista que las lleva al
fracaso. (…) No se trata de falta de valor ni de abnegación por la causa, de los
jefes anarquistas. La verdad es que el contenido del anarquismo, de su
ideología, de su táctica de lucha, hace que desempeñe un papel objetivamente
contrarrevolucionario, a pesar de su valor personal». (J. Dornier; El
desenvolvimiento de la revolución en España y la lucha contra el anarco-
sindicalismo, 1933)

Los comunistas de aquella época, al esgrimir esta crítica, no pueden ser


tachados, ni mucho menos, de cobardes que rechazaron defender al pueblo con
las armas tras haber caído en el reformismo, como muchos anarquistas
pretenderán alegar tras leer estas líneas. El Partido Comunista de España (PCE)
se destacaría como la organización que más firme resistencia armada opondría
al fascismo durante los sucesos de 1934 y durante la Guerra Civil 1936-39,
arrebatando la hegemonía al anarquismo y el reformismo. Aquí no se niega la
importancia de la lucha armada, sino de saber llevarla a buen puerto mediante
una ligazón con las masas, con una estrategia y una táctica correctas, todo lo
demás es verbalismo estéril para aquellos que tienden hacia el activismo
inconsciente, y que tienen especial alergia por la teoría científica. Los fracasos
armados del anarquismo en enero de 1932, enero de 1933 y diciembre de 1933
fueron experiencias que demostraban a dónde llevaban a los trabajadores el
aventurerismo y el terrorismo. Ni comentar tampoco la «eficacia» del modelo
militar anarquista del Ejército Negro durante la Guerra Civil Rusa de 1918-22.

Yendo más allá, la experiencia histórica de España está repleta de experiencias


armadas: los bakuninistas en 1873, la efervescencia del pistolerismo y bombas
tanto de anarquistas como socialistas en los años 20, los fallidos intentos de
revolución del anarquismo en 1932-1933, la resistencia antifascista de octubre
de 1934, la guerra civil antifascista de 1936-1939 o la lucha guerrilla
antifranquista de 1940-1948. Estas lecciones no fueron tenidas en cuenta por los
revolucionarios de los años 60, pues hubo una ausencia de análisis de los
errores y méritos, solo había frases abstractas contra el aventurerismo y el
terrorismo, pero como veremos más adelante, no parece que lo comprendieran
mucho más concretamente. En consecuencia, estos errores se volverían a
repetir. Son muchos a los que estos estudios les resultan una cuestión estéril,
pero lo verdaderamente estéril es repetir constantemente la historia de los
errores del movimiento obrero, una historia que tenemos a nuestra disposición.

El PCE (m-l) partía de un esquema obvio: si se querían obtener libertades y


derechos, cuanto más se avanzase, más se reprimiría al movimiento, siendo,
finalmente, el enfrentamiento inevitable si los trabajadores deseaban lograr su
emancipación social frente a un régimen antipopular:

«Se alternaban acciones clásicas –manifestaciones, huelgas, asambleas– y


simbólicas –ataques a instituciones representativas del poder franquista o
estadounidense– con otras de baja intensidad –servicios de protección en
saltos, manifestaciones y repartos de propaganda–; lanzamientos de cócteles
molotov a sucursales bancarias, hasta alcanzar mayores cotas de agitación y
«activismo armado» –expropiaciones económicas y técnicas, robo de armas, y
alguna agresión a personas relacionadas con conflictos laborales y/o

50
significadas con su adscripción al régimen–. La línea ascendente del
radicalismo de sus acciones estaba en concordancia con el incremento de la
movilización social y de la conflictividad laboral durante los últimos años del
franquismo, una situación que alcanzaría su punto culminante en 1975,
apareciendo con la coyuntura propicia, según el PCE (m-l), para que el FRAP
iniciase la «lucha armada». (Ana Domínguez Rama; La «violencia
revolucionaria» del FRAP durante el tardofranquismo, 2010)

El PCE (m-l) insistió hasta la saciedad en tener una comprensión correcta de la


lucha armada, anotando que era, hasta cierto punto, un fenómeno normal el que
entre sus bases afloraran las concepciones metafísicas e izquierdistas. En el
artículo: «Atención al trabajo de organización» se decía que había que:

«Velar contra las desviaciones izquierdistas. Afirmar tajantemente contra las


tesis revisionistas la necesidad de la revolución violenta –lucha armada y
ruptura del aparato burgués de gobierno– y la necesidad de la dictadura del
proletariado produce, como reacción, en la generalidad de los camaradas de
base, una visión simplificada de esas necesidades. Se ve la lucha armada como
el medio de lucha casi exclusivo y como aplicable en todos los momentos. Hay
que aclarar bien la idea de que el proletariado en armas es la culminación de
todo un proceso, y que este proceso es, primero, largo y, segundo, el conjunto
de toda una serie de tareas que encierran muchas formas y estadios de la
lucha pacífica y violenta, legal e ilegal, ideológica y práctica». (Vanguardia
Obrera; Nº2, 1965)

Son particularmente valiosos los escritos de Elena Ódena advirtiendo sobre el


revolucionarismo pequeñoburgués y sus errores:

«No podemos dejar, en modo alguno, de tener presente que el


revolucionarismo pequeño burgués, el izquierdismo, puede en determinados
momentos causar graves daños a la causa de la revolución y al pueblo en
general. El desencadenamiento de acciones prematuras, para las cuales no
existen condiciones ni para realizarlas ni para hacer frente a lo esencial de sus
consecuencias, el llevar a cabo actos de terrorismo, fuera del contexto de la
lucha revolucionaria de masas. (...) El izquierdismo pequeño burgués que
desvía a ciertos sectores de la lucha auténticamente revolucionaria, es el
complemento natural del revisionismo moderno, ya que al no apoyarse en la
lucha de masas, acaba siempre en los fracasos a que inevitablemente conduce
el revolucionarismo y activismo pequeño burgueses, en un plazo más o menos
corto, cayendo en compromisos sin principios con el revisionismo o
abandonando la lucha». (Elena Ódena; Los revisionistas apoyan el
izquierdismo y calumnian la política de principios de los marxista- leninistas,
1973)

La insistencia en no caer en aventuras y en el sectarismo se puede apreciar en


todos los documentos relevantes del El PCE (m-l)/FRAP de aquellos tiempos:

«El FRAP no es sectario, no lo ha sido nunca, admite la colaboración incluso


con aquellos que nos han criticado o que no han creído en el porvenir del
FRAP. (…) El crecimiento del FRAP justifica ya la creación de lo que podríamos
llamar una rama militar. Una rama militar que no es el terrorismo a ciegas,

51
sino el empleo de las posibilidades inmediatas en España para acciones
complementarias a las huelgas. (…) Ya no basta compañeros, con promover
acciones huelguísticas; ya no basta con organizar e impulsar la violencia de
las masas, elevar cada vez más esa violencia que, por venir de las masas y
estar orientada contra el fascismo es revolucionaria. No se trata de caer en el
aventurerismo, ni en el terrorismo desligado de las masas; se trata de
canalizar el ardor popular que se manifiesta cada vez más para, de forma
organizada, golpear más y más a la dictadura». (Álvarez del Vayo; Discurso
en la reunión del Comité Permanente (ampliado) del FRAP, 29 de marzo de
1975)

El PCE (m-l) golpeaba dos nociones: la pasividad y la ineficacia pacifista de los


grupos reformistas, y también los esquemas irreales y precipitados del
terrorismo que practicaban los grupos semianarquistas:

«Debemos denunciar y combatir por todos los medios el pacifismo y el miedo a


la violencia revolucionaria sembrados por el revisionismo moderno y en
especial, el carrillismo. (…) Por otra parte, debemos combatir las ilusiones que
pueden crear entre el pueblo que desea verdaderamente luchar por todos los
medios contra el fascismo, las acciones terroristas dirigidas contra la
dictadura llevadas a cabo por algunos grupos marginados de la lucha de
masas, ya que derrocar a un enemigo como la dictadura franquista, afincando
en el poder, y disponiendo de numerosos medios y armadas contra el pueblo,
es posible sólo mediante la lucha armada de las masas populares y la guerra
popular». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Sobre las
situaciones revolucionarias, la lucha armada y la guerra popular, 1975)

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977, tras los trágicos acontecimientos de
1975, se insistía en la necesidad de la lucha armada, pero se recordaba el «no
jugar con la revolución»:

«Debe quedar muy claro que nuestro Partido no juega a la revolución. (...)
Tampoco se va a dejar influir ahora por los que vacilen hacia el otro extremo,
el aventurismo, el putchismo». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Pero, cabe preguntarse, ¿había cumplido esto el partido durante 1975-77? ¿Se
cumplieron estas advertencias? Como veremos, el PCE (m-l)/FRAP no pudo
escapar a aquello que rechazaba y en lo que temía incurrir.

Políticamente y organizativamente hablando, iniciar las acciones armadas en


1975 sin la preparación logística pertinente y desatendiendo otros factores de
relevancia, como la falta de apoyo popular, era un suicido –cosa que quedó
demostrada–. El PCE (m-l) comprendió que, efectivamente, existían unas
condiciones objetivas que vaticinaban una crisis económica, política y social que
anticipaban el posible fin del régimen. El problema viene dado porque no valoró
correctamente –es decir, no supo entender la importancia– la inexistencia de
las condiciones subjetivas necesarias para llevar a cabo acciones armadas –no
hablemos de ampliarlas–, tal y como repetían en sus medios que tenían
intención de hacer. Decimos esto porque el PCE (m-l) nunca logró sobrepasar al
PCE en la contienda por ganarse a los elementos autodenominados comunistas.

52
Sin este requisito previo no podemos siquiera considerar que el PCE (m-l)
tuviese la influencia suficiente entre la clase obrera, y huelga decir que, sin
ganarse a la mayoría de la clase obrera, cualquier revolución es imposible. En
realidad, tampoco se había debilitado tanto la nociva influencia del fascismo y
otras corrientes entre la población trabajadora. No hay debate que justifique
estos hechos. En el caso del PCE (m-l), sin una experiencia militar previa
reseñable y con una parca presencia en el ámbito rural –como ellos mismos
reconocían– las posibilidades de que esas acciones armadas cosecharan
resultados positivos eran ínfimas. La cúpula del PCE (m-l) jamás realizó una
autocrítica profunda de este curso de acción, como debiera haber ocurrido o, al
menos, no hay constancia pública, lo que es lo mismo para las masas. De existir
se ligaría a otro defecto: al miedo a la autocrítica ante el pueblo. En lo sucesivo,
sus líderes promulgaron en todo momento que esas acciones «fueron positivas»
y hasta «necesarias» para acabar con el franquismo. Fin de la historia. Pero,
¿cómo van a ser decisivas y necesarias las acciones armadas de un partido
totalmente secundario? ¿Qué va a revertir en la política con su todavía
insuficiente capacidad de influenciar a las masas? ¿Quiénes salieron peor
parados del otoño de 1975, los franquistas o el PCE (m-l)? La respuesta es
simple para el honesto: al PCE (m-l) le sucedió una escisión y su tiempo de
gloria se fue para nunca jamás volver; los franquistas pudieron adaptarse al
nuevo régimen democrático-burgués sin que ninguno fuese juzgado por sus
crímenes, muchos de ellos pudieron, incluso, mantenerse en los puestos de
poder.

«Por consiguiente, para hacer la revolución hay que conseguir, en primer


lugar, que la mayoría de los obreros –o, en todo caso, la mayoría de los
obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos– comprenda a fondo la
necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en
segundo lugar, es preciso que las clases dirigentes atraviesen una crisis
gubernamental que arrastre a la política hasta a las masas más atrasadas –el
síntoma de toda revolución verdadera es que se decuplican o centuplican el
número de hombres aptos para la lucha política pertenecientes a la masa
trabajadora y oprimida, antes apática–, que reduzca a la impotencia al
gobierno y haga posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en
el comunismo, 1920)

Las acciones llevadas a cabo

Ciertamente, las acciones desempeñadas en el verano de 1975 tienen cierto


componente de tipo aventurero. Léase al respecto el propio documento de la
cúpula del PCE (m-l): «Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de 1975» de
1985 para darse cuenta de que las acciones no tenían un fin en sí ni, como se
vería más adelante, se tenía la capacidad de resistir la retaliación gubernamental
a tales acciones:

«En Madrid, uno de los grupos de combate entraría en acción el día 14,
matando a Lucio Rodríguez Martín, un miembro de la Policía Armada que
prestaba un servicio de vigilancia en el Centro de Programación de la
compañía aérea «Iberia». Setenta y dos horas más tarde, otro «comando»
agredía a José Miguel Otaolarruchi Fernández, director de la Residencia

53
Sanitaria «Príncipes de España» de Bellvitge –en Hospitalet–, un ataque que
se enmarca en el conflicto que atravesaban los Médicos Interinos Residentes
(MIR) en Barcelona. A la mañana siguiente, también en Barcelona, una nueva
agresión tuvo lugar: esta vez contra otro Policía Armado que actuaba de
centinela en la comisaría de Collblanc, el cual fue socorrido por otros policías
produciéndose un intercambio de disparos con los asaltantes frapistas, siendo
uno de ellos herido de bala y posteriormente detenido. Además del
lanzamiento de «cócteles molotov» contra el edificio, los miembros del
«comando» tuvieron tiempo de dejar en la comisaría una bandera
republicana con las siglas del FRAP. Ampliando el listado de víctimas de la
ofensiva frentista durante el mes de julio, el día 19 fue herido de gravedad
nuevamente otro miembro de la Policía Armada, Armando Justo Pozo
Cuadrado. Sobre las nueve de la mañana varios miembros del FRAP le
dispararon en la madrileña calle Gómez Ortega, siendo trasladado de
urgencia al Hospital Francisco Franco, donde se le practicó una larga
operación quirúrgica que consiguió salvarle la vida. Aunque el FRAP no
reivindicó de forma inmediata el atentado, las Fuerzas de Orden Público
emprendieron una discreta operación general de búsqueda y captura de
militantes del FRAP, que conllevaría una serie de importantes «caídas» de la
organización. En realidad, desde el día siguiente a la muerte del Policía
Armado Lucio Rodríguez la policía llevaba a cabo un proceso de detenciones
en la capital, optando por apresar al mayor número posible de militantes del
FRAP, muchos de los cuales eran ya conocidos por anteriores detenciones y
estaban siendo vigilados desde hacía algún tiempo por la BPS. Se trataba de
una exhaustiva campaña policial contra el Frente, como denotaba el título de
la portada del semanario Cambio 16 de finales de mes: «Guerra al FRAP». (…)
A pesar de las detenciones, el FRAP proseguía su escalada de violencia contra
agentes de las FOP. Esta vez el tiroteado sería un Guardia Civil, Prudencio
Martínez Sánchez, que realizaba un servicio a las puertas de la Prisión
Provincial de Mujeres de Valencia, causándole heridas que no revistieron
mucha gravedad. Ocurría unos días antes de que se hiciese pública la petición
fiscal de varias penas de muerte para militantes del FRAP –que recaía sobre
cinco de los catorce acusados de participar en la acción del día 14– y se
anunciase la elaboración de una nueva Ley Anti-Terrorismo. El Frente, que no
parecía amedrentarse ante el futuro próximo, procedió a realizar nuevos
atentados. El 16 de agosto era asesinado el teniente de la Guardia Civil
Antonio Pose Rodríguez en el barrio madrileño de El Batán, donde el grupo de
autodefensa y combate del FRAP arrojó octavillas reivindicando el hecho, una
autoría que –según algunos periódicos españoles– fue confirmada
públicamente durante un mitin en París celebrado en la tarde del día siguiente.
Unos días después, dos ataques más se sucedieron en Valencia. El 18 un
«comando» compuesto por cuatro activistas asaltó el cuartel de Artillería de
Paterna, arrebatándole a un centinela un fusil de asalto «Cetme», antes de que
una patrulla disparase al coche robado en que viajaban los frapistas, y en el
que sin embargo consiguieron huir 35. En la segunda acción, efectuada en la
noche del día 21, el mismo grupo realizó dos disparos de pistola desde un
turismo, uno de los cuales alcanzó la pierna de un soldado norteamericano,
Donald A. Croswaye, marino de la tripulación del buque «Fainfaxs Country»,
que venía de una sala de fiestas situada en las cercanías de los poblados
marítimos de Valencia. Al día siguiente, en una llamada telefónica al diario
Las Provincias se reivindicaba el ataque en nombre del FRAP». (Ana

54
Domínguez Rama; La «Guerra Popular» en la lucha antifranquista: Una
aproximación a la historia del FRAP, 2009)

Puede decirse sin miedo que este documento sirve por su alto nivel descriptivo
para hacernos una idea de las acciones desempeñadas, pero no hay una pizca de
autocrítica ni de lecciones a extraer, no puede ser parte pues, de un libro de
formación para hacernos una idea del FRAP ni por asomo. El hecho de que la
dirección instruyera a las futuras generaciones en este tipo de libros, explica la
mitificación que hoy la militancia tiene sobre estos sucesos.

Lo único que extrajo el FRAP de todas estas acciones fue la muerte de tres
miembros de los cuerpos represivos y varios heridos. A cambio, el PCE (m-
l)/FRAP sufriría de una serie de detecciones que desangrarían a la organización
en todo el ámbito nacional.

Los juicios a los frapistas y el eco de solidaridad

No podemos seguir sin hacer un inciso. Entre estos sucesos cabe citar la
detención, juicio farsa y posterior fusilamiento de tres miembros del FRAP:
Ramón García Sanz, José Luis Sánchez Bravo y Humberto Baena,
convirtiéndose en los últimos fusilados del franquismo y en símbolos del
antifascismo español.

En una de las últimas cartas de Baena, éste diría sobre su proceso y el objetivo
de su militancia:

«El 22 de julio, fui detenido de una manera violenta con la pistola en la sien,
luego me llevaron a la Dirección General de Seguridad, y después de pasar
más de 72 horas que dicen que son las reglamentarias, me trasladaron a la
cárcel de Carabanchel, donde estuvimos 36 días sin salir de las celdas de
castigo, excepto para hablar con nuestros abogados. A partir del 15, no sé
exactamente el día, nos enteramos de que nos acusaban de la muerte de un
policía, por la jurisdicción militar, y que las peticiones fiscales eran de pena de
muerte de cinco compañeros. Tuvimos el juicio el 11 y 12 de ese mes, un juicio
que fue una farsa desde el momento en que no admitieron ninguna prueba de
la defensa, pruebas tan fundamentales como la solicitud de las huellas
dactilares de un revolver que decían que había sido utilizado, o pruebas como
las testificales, pues decían que habíamos sido vistos por otras personas y sin
embargo no las llamaron a declarar.

Yo creo que lo ocurrido en nuestro juicio es normal para un Estado fascista,


para un gobierno que ha asesinado tantas vidas de personas basado incluso en
la muerte de un millón y que sigue oprimiendo, no puede hacer un juicio
normal con militantes de una organización. Nuestro juicio fue una farsa total
y por supuesto ya estábamos condenados antes del juicio. Además, a algunos
familiares nuestros, en concreto a mi familia, no la han dejado pasar.

Las penas que nos han impuesto son debidas a que las luchas populares cada
vez son mayores y la oligarquía sólo puede reaccionar de una forma dura. No
se puede esperar que el fascismo tenga mano blanda con nosotros, por
supuesto es una venganza que toman contra los primeros militantes del Frente

55
que han encontrado». (Carta de Xosé Humerto Baena días antes de ser
fusilado, 1975)

Mandando un mensaje de cara a los revolucionarios del mundo, decía:

«Creo que para que el pueblo llegue a una democracia sólo es viable en una
República Popular y Federativa. Para conseguir eso, sólo lo podemos hacer de
una manera violenta, ya que los que gobiernan, no van a dejar el poder por las
buenas, durante cuarenta años han dado prueba de ello. Sería absurdo que
cuando nos apalean pusiésemos la otra mejilla para que nos sigan apaleando,
que cuando nos despiden de las fábricas y nos echan a las cárceles,
siguiésemos bendiciéndolos. Que si protestamos por cosas elementales, como el
agua, como pasó en Carmona, nos peguen un tiro. Entonces llega el momento
en que el pueblo se hace la pregunta y ve necesario contestar con sus propias
armas, contestar a la violencia fascista con la violencia revolucionaria».
(Carta de Xosé Humerto Baena días antes de ser fusilado, 1975)

Durante el juicio a los frapistas, donde se pedirían penas de muerte para varios
militantes, hubo gran solidaridad nacional e internacional. Pero, a diferencia de
lo que se cree, varios partidos negaron su solidaridad para no poner en peligro
los acuerdos que estaban tramando con el poder franquista para la llamada
«Transición»:

«En medio de las movilizaciones de masas venciendo todo tipo de dificultades


y de la represión, que se llevaban a cabo dentro y fuera de España, la llamada
«Junta Democrática», que dirigía el PCE y la llamada «Convergencia» o
«Plataforma» encabezada por el PSOE, hicieron una declaración conjunta, el
18 de septiembre. En ella no había ni una sola palabra contra las penas de
muerte, y sin embargo, sí que censuraban explícitamente la lucha del FRAP y
se dedicaban, en unos momentos en que el fascismo estaba condenando a
muerte a unos antifascistas, a hablar de «reconciliación» y de «diálogo». (...)
Pascual Moreno Torregrosa, militante del PCE (m-l) y del FRAP, que se
encontraba ese verano del 75 en la Universidad catalana de verano en Prades,
enviado por el Partido, comprobó en la práctica, el boicot a todo tipo de
movilización por parte de los «platajunteros»: «Detecté junto con otro
camarada que venía conmigo, el boicot que había por parte de una serie de
fuerzas a que se salvase a esta gente, cuando lo que había que hacer era
denunciar la represión fascista y salvar la vida de estos antifascistas. Había
un boicot por parte del PSUC, por parte de fuerzas nacionalistas, gente del
PSOE que hoy está en el Gobierno, por parte de Ernest Lluch y otra serie de
gente. Un boicot descarado. Incluso con Ernest Lluch hablé para buscar su
apoyo y me lo negó. Estaba también Alfons Cucó. Ellos estaban tramando ya el
continuismo, haciendo progresismo de palabra y les importaba muy poco el
fusilamiento de los antifascistas». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de
1975)

El PCE ordenaría a sus abogados negar cualquier asistencia a los acusados,


como recuerdan varios testigos imparciales:

«Gerardo Viada, abogado que aceptó la defensa de los militantes del PCE (m-l)
y del FRAP, recuerda que: «Los partidos de entonces, el PCE y el PSOE –que

56
entonces estaba empezando a aflorar dentro de la convivencia política–, no
quisieron hacer nada, ni quisieron encargarse de la defensa. Decían que era un
error, que nosotros no podíamos involucrarnos en asuntos de terrorismo...».
Esa vil actitud no impidió que diversos abogados asumieran valientemente la
defensa de los militantes del PCE (m-l) y del FRAP. (...) Desgraciadamente
para «los revisionistas del PCE, cuyo comportamiento sólo cabe tachar de
canallesco, los abogados no les hicieron caso. Fernando Salas, recuerda: «Lo
que yo tengo que decir y lo diré toda mi vida, y lo siento mucho por los
compañeros abogados que en aquel entonces estaban en el PCE, la actitud del
PCE fue absolutamente lamentable: se negó rotundamente a aceptar ningún
tipo de defensas. Fue una consigna de partido el que, bajo ningún concepto, un
abogado del PCE figurase como defensor de estos señores... Lo que pasa es que
luego cambiaron las tornas, y cuando después los acontecimientos se
precipitan y cuando el mundo entero se lanza sobre la dictadura y cuando
empieza a movilizarse todo el mundo en Europa y cuando empiezan las
manifestaciones y cuando comienza la retirada de embajadores, entonces todo
el mundo empezó a querer...». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de
1975)

En toda Europa hubo un eco de solidaridad como hacía décadas que no se veía –
especialmente en países como Suiza, Francia y Portugal–. En cambio, tres
gobiernos de países reaccionarios destacaron por su falta de solidaridad:

«La dictadura franquista se veía así censurada internacionalmente. Entre los


gobiernos que no cursaron ninguna protesta destacan tres: la URSS, los
EE.UU. y China. Pero no cabía duda de que el franquismo salía de aquellas
jornadas, duramente golpeado en todos los sentidos Las consecuencias más
inmediatas de las acciones armadas». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de
septiembre de 1975)

En especial, la posición china fue una traición expresa al FRAP, ya que su cabeza
visible pidió ayuda expresa al líder chino:

«El FRAP acaba de lanzar un llamamiento a todas las fuerzas revolucionarias


y antiimperialistas del mundo para que actúen firmemente contra todas las
maniobras del imperialismo y del hegemonismo en España. Y para que apoyen
la lucha revolucionaria del pueblo español. Lo dirige hoy al pueblo chino y al
presidente Mao Zedong, frecuente defensor del internacionalismo proletario. Y
está seguro de su apoyo». (Julio Álvarez del Vayo; Carta al pueblo chino y al
presidente Mao Zedong, abril de 1975)

Esto solo puede ser tachado como una estúpida ilusión en momentos en que,
por ejemplo, China estaba traicionando al pueblo de Vietnam firmando el
famoso «Comunicado de Shangái» de 1972, donde se blanqueaba y apoyaba la
política exterior del imperialismo estadounidense. Por no olvidar que la China
de Mao había restaurado relaciones con la España de Franco en 1973.

En el caso del señor Del Vayo el «desliz» es mucho más grave dado que él tuvo
la ocasión de visitar China varias veces y estaba al tanto de la política exterior
oportunista del país asiático. La pregunta es, ¿por qué Del Vayo fue cabeza del
FRAP durante 1971-1975 si este frente estaba dirigido por el PCE (m-l)? Del

57
Vayo sería un famoso exministro del PSOE durante la Guerra Civil, siempre afín
a la línea de Negrín, después de una lucha contra la dirección del PSOE en el
exilio, sería expulsado y andaría en diversas organizaciones socialistas
minúsculas, finalmente se acabaría acercando a los círculos del PCE y
posteriormente al PCE (m-l). Entendemos que éste último le puso a la cabeza
del FRAP por mera cuestión de marketing, debido a su prestigio y su dilatada
experiencia diplomática. ¿Pero era un líder preparado ideológicamente para los
retos de entonces? Pese a la posterior magnificación de su figura, estaba claro
que en algunos puntos dejaba mucho que desear –pero no seremos demasiado
duros con su ceguera respecto a China, dado que la dirección del PCE (m-l)
andaba con las mismas esperanzas–. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su
tardía desmaoización» de 2020.

Acoger a los «socialistas de izquierda» críticos con su dirección reformista en tu


seno, puede suponer en ocasiones que estés incorporando en tus filas a
revolucionarios honestos, incluso de grandes méritos pasados, pero no significa
que tengan todavía un nivel ideológico acorde a las circunstancias que se
presuponen, sobre todo si hablamos de la dirección de un partido comunista o
un frente. Ciertamente es inexplicable que dicha figura dirigiese el FRAP, ni
siquiera de forma «honorífica» como aluden algunos, ya que la dirección de un
partido o frente no puede ser cosa de sentimentalismos. De Vayo fallecería en
mayo, y solo habría que esperar un tiempo para ver que China no iba a apoyar la
lucha del FRAP, en cambio sus diplomáticos estarían presentes para el funeral
de Franco, y mandarían públicamente unas sentidas condolencias al igual que
otros regímenes revisionistas, como el castrista.

Hoy, el PCE (m-l) actual de Raúl Marco, que solo se parece al antiguo en el
nombre, convoca charlas y actos en honor a los tres fusilados de 1975 junto al
PCE, partidos brezhevistas y maoístas (*), antiguos enemigos acérrimos del
partido, que se hicieron famosos por atacar la línea antirevisionista de esta
organización. Si ya es mezquino aprovecharse de una fecha así para cocinar las
alianzas con el revisionismo, mucho peor es darle la bienvenida a los que se
negaron a dar cobertura legal y boicotearon con ímpetu los actos para salvar a
los fusilados como el PCE. ¡Vivir para ver!

Si Elena Ódena denunciaba que los José Díaz o Miguel Hernández nada tenían
que ver ya con los Ibárruri o Carrillo del PCE que habían traicionado su legado,
lo mismo puede decirse hoy de los Cipriano Martos, Xosé Humberto Baena,
Ramón García Sanz o José Luis Sánchez-Bravo y aquellos como Chivite, Marco y
compañía del PCE (m-l):

«Qué decir de todos los que manipulan su memoria y sus principios –


empezando por el señor Marco–, arropándose como plañideras con los valores
que aquellos valientes representaron y que todos estos niegan hoy. Todo aquel
que hoy por hoy saca una bandera roja, un símbolo como una estrella roja, la
hoz y el martillo, incluso una simple bandera republicana con esta mentalidad
hipócrita me da absoluto asco. Muchos de ellos estaban en contra de luchar
por cualquier tipo de la República –como el PCE–, calumniaban a nuestros
militantes diariamente –como también hizo el PCE (r) que se apuntó a la lucha
tarde y mal–, sin olvidarnos de los famosos «pro-rusos» y los maoístas de
ayer y hoy con diversos apellidos. Podría hablarte de los exmilitantes

58
reconvertidos en «podemitas», «sociatas» incluso «peperos», esos que
renegaron absolutamente de todo principio del viejo PCE (m-l), pero que
parecer que en estas fechas se ponen «nostálgicos» y sacan a relucir su
«currículum revolucionario» como «luchador antifranquista», algunos incluso
tratan de aparentar que todavía tienen que ver algo con esos revolucionarios.
Y si hablamos de los lumpen como los Vaquero y cía… para que seguir, cuando
lo descubrí por primera vez me asombré y pregunté qué nueva organización
era esta que copiaba la simbología del PCE (m-l)/FRAP mientras a su vez
adoptaba la tricolor con estrella roja del PCE (r) y sus dogmas maoístas,
¿cómo es posible este eclecticismo en nombre de «recuperar el legado»?
¿Vamos para atrás como los cangrejos? Para que seguir... como dicen en mi
tierra «Iros a escardar cebollinos» y dejar en paz a nuestros camaradas los
cuales siempre estarán en nuestra memoria y nuestro corazón». (Comentarios
y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

En las últimas décadas, bajo una hegemonía más acusada aún del revisionismo,
se ha ha distorsionado con total libertad el concepto de solidaridad, al menos
desde el punto de vista marxista-leninista. Los seguidores de ETA o el PCE
(r)/GRAPO han vendido la idea de que «La solidaridad no puede ser con
cortapisas», que la adhesión debe ser total, es decir, sin crítica ideológica. Se
resisten a aceptar el concepto de los bolcheviques, el cual enseña que:

«Es correcto y hasta necesario defender a todos aquellos presos que son
sometidos a torturas, a montajes, condenas excesivas, incumplimiento de la
propia ley burguesa, que han sido encarcelados por asociación ilícita,
etcétera a pesar de que no sean marxistas-leninistas, faltaría más. De otro
modo se estarían abandonando las tareas de agitación puesto que se estaría
desaprovechando una oportunidad para revelar el cariz del sistema burgués
ante las masas, se estaría tendiendo un puente fácil para ser el próximo
objetivo del Estado burgués. Esto no significa que bajo la excusa de la
solidaridad se tenga que apoyar el pacifismo, el feminismo o el nacionalismo
que profesan las organizaciones de estos presos no marxistas. Aquí tampoco
puede hacerse seguidismo ni ser condescendiente con los elementos que se
hayan acostumbrado al pandillerismo o el terrorismo indiscriminado, se
deben criticar como tendencias tan nocivas como las anteriores». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y
las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Sobre la llamada solidaridad antirrepresiva debe saberse:

«Un partido marxista-leninista, que por tanto aspira a organizar la


revolución, que es obra de las masas y no de un pequeño grupo conspiratorio,
no basa su estrategia en tratar de sacar crédito político de sus mártires para
ganarse a las masas, sino que se dedica a denunciar los hechos, seguir el
trabajo y tomar estos hechos como consecuencias lógicas de la lucha, pero no
se dedica como otras bandas semianarquistas a mirarse el ombligo con
victimismo, esperando una respuesta masiva de la población que jamás
sucederá, y mucho menos poner en tela de juicio a la clase obrera por su
negativa a seguirles, que es el colmo del sectarismo ultraizquierdista. Incluso
cuando tu causa es justa, en muchas ocasiones para pedir la solidaridad en
contra de la represión y en favor de tus militantes, este llamamiento

59
normalmente solo será efectivo si va acompañado de un trabajo previo de la
organización entre las masas, si ellas sienten que el partido defiende sus
intereses cotidianos y ulteriores, porque ahí sí sienten que están siendo
reprimidos ellos aunque no les toque directamente, porque lo consideran ya
«su» movimiento de clase, incluso aunque no militen en él. Obviamente cuando
se suceden casos de tortura y asesinato, el círculo de apoyos se puede ampliar
con relativa facilidad, la gente por compasión y empatía puede sumar sus
apoyos a dicha organización, aunque sea como excepción, pero esto es un
espejismo, no implica una influencia sobre las masas como creen algunos, ni
que comulguen con la línea de tu organización. Si una organización logra
movilizar a las masas y presionar a las instancias gubernamentales para
mejorar las condiciones de sus presos o incluso llegar a liberarlos gracias al
apoyo popular –esto último algo casi imposible para una organización sin
influencia entre las masas–, estos serán actos que a la postre no servirán de
nada si luego descuida participar de las luchas cotidianas y se dedica a hacer
llamamientos para que todos los trabajadores se rindan a su fama como
organización que ha sufrido una feroz represión. Si se comete este error se
volverá a la casilla de salida, las simpatías obtenidas en un momento se
desvanecerán en un abrir y cerrar de ojos, se volverán efímeras». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y
las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

El PCE rechaza las acciones del FRAP, ¿pero tenía el carrillismo


legitimidad moral para hablar contra el terrorismo?

Por supuesto, las tribunas del revisionismo, es decir, las del Partido Comunista
de España (PCE), el carácter rudimentario, descoordinado e indiscriminado de
las acciones armadas llevadas a cabo por el FRAP fue algo que no dejaron pasar.
Es más, lo aprovecharon para organizar una campaña general contra el PCE (m-
l)/FRAP.

En una entrevista llamada «Declaraciones de Santiago Carrillo a M.O.» se


comentaba:

«-¿Cuál es la posición de los comunistas ante el terrorismo individual?

-Yo creo que es hora de decir, sin ninguna concesión, que el terrorismo
individual no es el camino. Y menos aún los atentados indiscriminados de los
que parece reclamar la responsabilidad el FRAP. Tenemos que condenar sin
ninguna vacilación ese terrorismo que les viene a la medida a los «ultras»
para intensificar el terrorismo oficial. Hay que empezar a preguntarse
seriamente quién manipula, quién está en realidad detrás de atentados que
políticamente sirven, sobre todo, al régimen». (Mundo Obrero; Órgano del
Comité Central del Partido Comunista de España, Nº27, septiembre, 1975)

Por supuesto que ante estas acciones armadas de confuso fin los revisionistas
del PCE se aprovecharon para calificar a los adversarios de grupo parapolicial
por si se acertaba. Es la misma táctica que el PCE (m-l) emplearía, al mismo
tiempo, con el PCE (r)/GRAPO en lugar de analizar y criticar desde una óptica
marxista el origen del grupo y las posibles razones de tal proceder, dejando a la
historia el confirmar si estos grupos estaban infectados o manipulados por

60
agentes policiales. El PCE (r), que había llegado a la lucha antifranquista tarde,
a su vez acusaría patéticamente al PCE (m-l) de ser un nido de falangistas
infiltrados en el movimiento comunista. Véase la obra de Arenas: «La dirección
falangista del llamado PCE (m-l) al descubierto» de 1977. ¡Esperpéntico cruce
de acusaciones para bochorno del espectador! Y todavía hoy hay quienes
pretenden usar estas técnicas para para ganar debates, como ocurre con RC y
multitud de grupillos.

En el artículo «Los comunistas y el terrorismo», la sección catalana del PCE


decía:

«La escalada de violencia terrorista durante las últimas semanas por parte
principalmente del régimen, pero también de algunos grupos de oposición,
inquieta a la opinión pública y reclama un esfuerzo de esclarecimiento político.
(…) No es nada claro el sentido de la violencia desenfrenada por algunos
grupos que últimamente han adquirido formas gratuitas y provocativas –las
cuales hacen pensar en auténticas provocaciones policiales–. (…) El ministro
de gobernación García Hernández ha acusado calumniosamente al PCE, con
motivo del enterramiento de una supuesta víctima del FRAP, de ser culpable de
la muerte de guardias civiles. Se ha hablado también se instigadores
ideológicos». García Hernández sabe tan bien como los sabemos nosotros y
como saben los aliados antifranquistas del PCE y el PSUC que nuestra política
es decididamente contraria e incompatible al terrorismo. Y eso no es nuevo en
el movimiento comunista. El socialismo marxista ha condenado siempre la
violencia individual, el atentado personal y el terrorismo, como instrumento
político no constructivo, que difícilmente suscita la acción revolucionaria de
las masas y les ayuda a liberarse de su pasividad ni a sentirse protagonistas
de la lucha política». (Treball; editado por la delegación del Comité Central del
Partido Socialista Unificado de Cataluña, Nº420, 2 de septiembre de 1975)

La intención de Ibárruri-Carrillo era clara: con estas acciones no solo se


pretendía condenar al terrorismo, sino que también se intentaba desligar de los
trabajadores la idea de la violencia revolucionaria en todas sus formas. ¿Pero
tenían los jefes del PCE autoridad para condenar el terrorismo? Echemos la
vista un poco más atrás...

En el interior del PCE, tras la muerte de muchísimos de sus cuadros, incluyendo


su Secretario General, José Díaz, y el principal organizador del partido, Pedro
Checa, a partir de 1942 hubo una cruenta lucha interna para imponerse en la
dirección: Ibárruri, Antón y Carrillo utilizaron todo tipo de métodos para
eliminar a sus competidores. Desataron la calumnia y la liquidación física de los
cuadros revolucionarios opuestos a su dirección. Enrique Líster, miembro
carrillista del PCE hasta los 70 –cuando se escindió para crear su propio partido
brézhnevista–, comentó de forma privada que Vicente Uribe le relató sobre un
plan fallido de atentado contra Joan Comorera, el líder del PSUC. Cuando el
revolucionario catalán logró zafarse de sus asesinos y cruzar la frontera franco-
española, la nueva táctica de Carrillo contra Comorera fue la calumnia en los
medios de comunicación del PCE:

«El examen y decisión sobre las eliminaciones físicas se hicieron siempre en el


Secretariado, y el encargado de asegurar su ejecución era Carrillo, quien tenía

61
los ejecutores en su aparato. Alguna vez la ejecución fallaba. Tomemos, por
ejemplo, el caso Comorera. Tú conoces toda la parte política del problema.
Pues bien, Carrillo y Antón propusieron al Secretariado la liquidación física de
Comorera. La propuesta fue aceptada y Carrillo, encargado de organizar la
liquidación. Carrillo designó dos camaradas para llevarla a cabo; pero
Comorera decidió marcharse del país. A través del informador que tenía entre
la gente de Comorera, Carrillo conoció la decisión de aquél y luego el lugar de
su paso por la frontera y su fecha. Carrillo envió a sus hombres a ese lugar
para liquidar a Comorera al ir a cruzar la frontera. Pero éste, que se sentía en
peligro y vivía con una gran desconfianza, a última hora cambió el lugar del
paso. Supimos que había cruzado la frontera cuando ya llevaba quince días en
Barcelona. En 1971 y después de leer mi libro ¡Basta!, uno de los componentes
del equipo que debía liquidar a Comorera me completó la información que me
había hecho Uribe. El equipo lo componían seis, entre ellos el jefe del sector de
pasos por donde Comorera debía cruzar la frontera. Este miembro del equipo
me dio los nombres de los restantes componentes del mismo. Dos siguen con
Carrillo, tres han roto con él, incluido el responsable del sector de pasos, y el
sexto no sé lo que fue de él. Me dijo también que el tiempo que estuvieron en la
montaña esperando el paso de Comorera fue de tres semanas. Ante la
imposibilidad de la liquidación física, Carrillo, como buen especialista de las
acusaciones y denuncias del más puro estilo policíaco y provocador, se dedicó
a la destrucción moral por medio de calumnias infames. Dirigida por él, se
abrió en nuestras publicaciones y en nuestra radio una ofensiva de chivatería
denunciando la presencia de Comorera en Barcelona». (Enrique Líster; Así
destruyó Carrillo el PCE, 1982)

Lo mismo cabe de decir sobre el Caso Monzón, Trilla y muchos otros opuestos a
la nueva dirección del PCE. Véase la obra: «Unas reflexiones sobre unos
comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros
días» de 2015.

El PCE cesó oficialmente la actividad de sus grupos guerrilleros en 1948, aunque


algunos mantendrían su actividad durante algo más de tiempo. Gregorio Morán
documenta a la perfección la falta de directrices en los militantes que salían de
la cárcel, la falta de orientación y apoyo en los guerrilleros, el nulo trabajo del
partido en los sindicatos y, en general, el creciente aislamiento del partido entre
las masas. Pese a esto, el terrorismo no solo era el medio por el cual los
oportunistas pretendían imponerse dentro del partido, sino que, en aquel
entonces, un joven Carrillo, criticando a otros cuadros por su tibieza en las
actividades del interior de España, en 1945 daría órdenes de practicar el
terrorismo individual indiscriminadamente en un intento de darle la vuelta a la
situación:

«Es la famosa «Carta abierta de la Delegación del CC del interior» [1945], en


la que se enunciaran críticas implícitas y explícitas a los hombres que hasta
aquel momento han capitaneado la Junta Suprema en el país. Esta archicitada
«carta abierta» fue redactada íntegramente en Francia por Santiago Carrillo.
(...) La «carta abierta» quiere echar la casa por la ventana y lanzarse al no va
más que para ellos es el terrorismo individual: «Hay que ejecutar a todos los
magistrados que firmen una sentencia de muerte contra un patriota. (…) Hay
que pasar decididamente a la ejecución de los jefes de Falange responsables de

62
la ola de crímenes y terror. (…) ¡Por cada patriota ejecutado deben pagar con
su vida dos falangistas!». Es éste el primer llamamiento al ojo por ojo y al
terror y hay que reconocer que hasta entonces no había precedentes de actos
de esta naturaleza. Es a partir de esta declaración de Santiago Carrillo y del
grupo de Toulouse que el PCE se inclinará hacia las operaciones sangrientas
en las ciudades, más que a la infraestructura guerrillera de montaña».
(Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España
1939-1985, 2017)

Ningún líder del PCE haría autocrítica sobre este periodo. Carecían de autoridad
moral para criticar a otros grupos posteriores, pero intentaron borrar estos
hechos de la memoria colectiva. Además, las desavenencias de los grupos
guerrilleros con la dirección del PCE darían lugar a otra serie de sangrientas
purgas. Véase la obra: «Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en
«Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días» de 2015.

Viendo los problemas que había generado la persistencia en la lucha armada


antifranquista, las divergencias y desconfianzas frente a los jefes guerrilleros del
interior, así como la ineficacia de las «acciones directas» para sumar a la
población a la causa y ocurriendo esto a la par que Stalin moría en la URSS y el
ascenso del revisionismo en 1953, el PCE comenzó a teorizar que el régimen
franquista no sería derrotado por la revolución, sino a través de la huelga
nacional pacífica, lo que en la práctica fue un gran fiasco que sirvió únicamente
para acumular derrotas sucesivas durante los años 60, quedando desacreditada
la dirección en el proceso. En 1975 el PCE llevaba tiempo criminalizando todo
tipo de lucha armada, incluso se sentía incómodo al tener que defender a los
movimientos de liberación nacional que luchaban contra el imperialismo y el
socialimperialismo, pues el partido hacía tiempo que trataba de entenderse con
ambos, aunque de tanto en tanto defendiera alguna que otra causa progresista
con tal de aparentar una pose revolucionaria y antiimperialista. Pero, como era
de esperar, esta crítica empezó a desaparecer paulatinamente de sus agendas.

Volviendo a 1975, en el anterior artículo –ya citado– se aprovechaban las


acciones del FRAP para decir lo siguiente:

«Los comunistas, es más, tenemos varios motivos para rechazar el terrorismo


y para tener una actitud más cauta que antes frente a la violencia en general.
Las experiencias revolucionarias han revelado falsas las ilusiones según las
cuales la revolución ha de comenzar por destruirlo todo, por hacer tabla rasa,
y construir sobre ruinas, una sociedad nueva y flamante. La historia ha
mostrado que los hábitos y vicios engendrados durante el proceso
revolucionario se incrustan de manera persistente en las costumbres de la
nueva sociedad y tienen larga vida. Esto pasa también con el uso y abuso de la
violencia. (…) Hemos aprendido que las revoluciones más exitosas, más
populares, más democráticas, son las que consiguen incorporar a las grandes
masas, y no solo las del proletariado, a la acción política, a través de la
explicación, el trabajo de convencimiento –también de posibles adversarios– a
fin de reducir al mínimo inevitable la aplicación de la violencia y de la
coerción. Vietnam ha dado una lección clara en este sentido». (Treball; editado
por la delegación del Comité Central del Partido Socialista Unificado de
Cataluña, Nº 420, 2 de septiembre de 1975)

63
Este fragmento reproduce sutilmente toda la propaganda anticomunista y
antistalinista contra las experiencias históricas socialistas de 1917-1953. No se
diferencia en nada de los epítetos socialdemócratas, trotskistas, titoístas,
maoístas o jruschovistas. En cambio, el artículo ponía en alza las teorías
oportunistas del revisionismo vietnamita. Nos referimos: a) unión y alianza
inmutable entre explotados y explotadores en la «construcción del socialismo»;
b) alabanzas a la «integración pacífica de los explotadores en el socialismo»; c)
la orgullosa expresión de asociación política y expresión cultural de la burguesía
nacional; d) la «reeducación socialista pacífica» de los explotadores a través de
concesiones donde se permitía una extracción de plusvalía «razonable»; e) la
permisión de la penetración económica de imperialismos extranjeros. Todo esto
es lo que se plasmó en la Vietnam de HồChí Minh y Lê Duẩn cuyos resultados
no tardaron en dejarse ver, los cuales hoy son innegables. Ello no es sino
consecuencia de la influencia de las ideas maoístas en Vietnam, las cuales
Carrillo y el PCE venían alabando desde 1956 en sus medios. Véase nuestro
documento: «Una breve glosa sobre la influencia del revisionismo chino en la
conformación del revisionismo eurocomunista» de 2015.

Las concepciones sobre la violencia en la historia que Carrillo emitía no son


casuales, sino que se corresponden con el clásico pensamiento oportunista y,
como vemos, tiene ramificaciones y profundas consecuencias a la hora de
plantear cuestiones relacionadas, como es inevitable en la dialéctica
circundante:

«No levantan un dedo cuando al pueblo se les niega los derechos


fundamentales de expresión, asociación y demás y hablan de que «la ley es la
ley», que todo se puede discutir con reformas y que todo eso es mejor que
volver a una agudización social interna donde «haya excesos de las dos
partes». Algunos hasta se vuelven unos pacifistas pequeño burgueses, de esos
que estarían dispuestos a ver que los tanques pisoteen a los obreros en las
huelgas con tal de no perder los principios del pacifismo, incluso no ven con
buenos ojos la justificación de la violencia revolucionaria de los pueblos que
son invadidos y luchan justamente contra sus agresores. Sobre los diversos
acontecimientos políticos se suelen lamentar del desempleo, del tráfico de
influencias, del fraude fiscal, de la falta de equidad en la justicia, de la falta de
libertades y la represión del movimiento obrero, de este suceso u otro y de sus
consecuencias que azotan al país, pero admiten que llegados a este punto de
«reconversión ideológica» al que llegaron, el respetar la legalidad burguesa y
no salirse de los marcos constitucionales para ellos es lo primordial, lo
consideran como un «principio elemental de la democracia» a respetar,
cuando en realidad, históricamente ni la democracia liberal de la burguesía se
ha constituido a base de pacifismo, ni desde luego la democracia socialista del
proletariado ha caminado ese sendero». (Equipo de Bitácora (M-L); Una
reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las
guerrillas en Colombia, 2016)

Las acciones armadas de grupos como ETA, el FRAP y luego el GRAPO, fueron
el pretexto perfecto para que la dirección del PCE pudiera presentarse ante los
incautos como un grupo que no caía en provocaciones, como alguien que se
atenía a los principios marxistas de que el terrorismo individual no era el

64
camino. Pero esto era falaz, ya que, por otro lado, ponía sobre la mesa su visión
reformista y pacifista de lucha contra el régimen, lo cual tampoco es marxista ni
revolucionario.

Tampoco debemos olvidar el cinismo característico de figuras como Ibárruri o


Carrillo, que clamaban contra el terrorismo cuando ellos mismos lo emplearon
extensivamente en sus purgas a la desesperada a finales de los años 40. ¿Qué
legitimidad tenían para clamar contra las desviaciones de ese tipo que se
empezaban a manifestar en los nuevos partidos? Ninguna, pues aún en los años
60 nadie en la dirección carrillista había hecho autocrítica pública de la sangría
de cuadros producida en el PCE años atrás, enviando temerariamente a la liza
contra el franquismo a sus cuadros bajo auspicios irreales. Tampoco nadie se
disculpó por el terrorismo verbal y físico desatado para suprimir a los elementos
críticos del partido. Si los grupos revolucionarios del PCE (m-l) que surgieron en
1964 hubieran estudiado esta etapa oscura del PCE, seguramente se podrían
haber ahorrado la reproducción de los peores vicios del movimiento.

Esto tampoco excusa que, en los años 70, los dirigentes del FRAP, como Ódena
o Marco, no analizaran el fondo de los comentarios y críticas que provenían del
PCE y de tantos otros grupos a razón de la más que evidente enemistad, así
como por el miedo a verse débiles. En su lugar, optaron por calificar los
comentarios del PCE y otros de «oportunismo», «cobardía», «doctrinarismo»,
de «hacerle el juego al régimen», pero no supieron ver que su concepción de la
lucha armada y, sobre todo, su praxis, no estaban en consonancia con los
axiomas del marxismo-leninismo. No supieron ver –o no quisieron reconocer–
abiertamente que sus errores estaban reforzando a los pacifistas como Carrillo,
que ahora aprovechaban para armar una campaña contra el uso de la violencia
revolucionaria, confundiendo a las masas, y dificultando la elevación del nivel
de revolucionarización de las mismas en un futuro cercano a causa de las
connotaciones negativas de la violencia que estaban empezando a calar entre
ellas. Tampoco cayeron en la cuenta de que, con esta metodología, los medios,
los grupos políticos y las masas empezaría a confundir al FRAP con grupos
como ETA o los GRAPO, ambos repudiados por el PCE (m-l) por su militarismo
intransigente.

La idealización de las acciones armadas y la falta de autocrítica

Durante los primeros meses posteriores al verano de 1975, la dirección del PCE
(m-l) aplastaba cualquier crítica que proviniese de aquellos que alzaban la voz
contra la falta de preparación. Pero, para verano de 1976, una cúpula ya forzada
por las continuas protestas decía ahora lo contrario, reconociendo errores,
aunque sin ahondar en nada que sirviese de lección futura. En primer lugar:

«En aquellos momentos se daban en España prácticamente todas las


condiciones objetivas para ese tipo de acciones armadas. Faltaban algunas
subjetivas como era –luego lo hemos visto– la insuficiente preparación del
Partido y del FRAP». (Raúl Marco; Discurso en la IIº Conferencia del PCE (m-
l), julio de 1976)

La autocrítica del partido no pasó de ahí.

65
Como se ha visto a lo largo de la historia del movimiento comunista, a sus
líderes siempre les ha costado reconocer sus errores. Tratan de justificar las
faltas por esto o aquello, y, cuando no, tratan de minimizar la gravedad de los
errores evitando asumir responsabilidades o, peor, buscando una cabeza de
turco para salir del paso. Lo normal es que, si bien hay que lanzarse con valentía
a señalar los errores ajenos, se debe ser igual de severo con los errores propios,
pues cuanto antes se reconozcan y queden remediados, antes serán superados.
Pero, lamentablemente, el idealismo, el sentimentalismo y, especialmente, el
ego, hacen su aparición estelar en estos casos, obstaculizando este proceso.

Se quiera o no existe una interrelación existente entre las condiciones objetivas


y subjetivas para desencadenar la revolución:

«La primera obligación de un partido de vanguardia proletaria es la


organización del proletariado; así el objetivo estratégico fundamental en ese
fin –y que pasa por la acumulación de fuerzas– no es aunar un buen número
de votantes fieles para un mero «contraataque» electoral ni una política de
«resistencia» armada como preconizan algunos románticos del
guerrillerismo-terrorismo con sus atentados, pues ni ese reformismo ni ese
terrorismo llevan al partido a la acumulación real de fuerzas ni a la
revolución, sino que nos referimos a trabajar para hacer coincidir las
«condiciones objetivas» –que no dependen de nuestra voluntad– con las
«subjetivas» para un proceso revolucionario al socialismo; y estas son el fruto
de un partido marxista-leninista sólido en pensamiento y acción, con una línea
política correcta, que mediante una actividad de trabajo de masas, logre el
aumento del nivel ideológico de las masas y llegue hasta el punto de lograr el
autoconvencimiento de esas masas por su propia experiencia de la correcta
línea del partido y sus acciones, se vaya viendo una mayor promoción de
cuadros probados cada vez con más experiencia y formación, se acumulen y
encabecen luchas y experiencias contra las instituciones y sus fuerzas, choques
de carácter violento y no violento, y en resumidas cuentas toda una serie de
condiciones que puedan hacer desencadenar finalmente la toma de poder y la
revolución. Vale decir que el trabajo por desarrollar las condiciones subjetivas
ha de darse también cuando las condiciones objetivas no son propicias, y así
estar preparados organizativamente hablando para cuando las condiciones
objetivas acaben dándose. De hecho, este retraso en la acumulación de fuerzas,
esa desorganización del proletariado, es lo que hace que no se avance ni
siquiera en luchas menores, lo que ha permitido al capital en crisis, desarrollar
todo un enjambre de políticas encaminadas a vaciar de contenido el derecho
laboral. Es por ello, que aislando al partido de estos sucesos no puede cumplir
la misión de vanguardia, que como organizador de los elementos obreros más
conscientes debe ocupar, y se acaba zozobrando en una autosatisfacción de
meras consignas». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al documento: «El PCPE
explica el porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad», 2014)

El propio Enver Hoxha diría sobre este tipo de falsas concepciones:

«La lucha armada de un grupo de revolucionarios profesionales sólo puede


ejercer influencia en el ímpetu de las masas cuando se coordina con otros
objetivos políticos, sociales, psicológicos que determinan el surgimiento de la
situación revolucionaria y cuando se apoya en las amplias masas del pueblo y

66
goza de su simpatía y respaldo activos. De lo contrario, como demuestra la
dolorosa experiencia en algunos países de Latinoamérica, la acción de la
minoría armada, por heroica y abnegada que sea, choca con la incomprensión
de las masas, se aísla de ellas y sufre derrotas. Las revoluciones maduran en la
situación misma, en tanto que su victoria o su derrota depende, de la situación
y del papel del factor subjetivo. Este factor no puede representarlo un solo
grupo, por más consciente que sea de la necesidad de la revolución. La
revolución es obra de las masas. Sin su convencimiento, preparación,
movilización y organización, ninguna revolución podrá triunfar. El factor
subjetivo no se prepara únicamente mediante las acciones de un «foco»
guerrillero, ni tampoco tan sólo con agitación y propaganda. Para ello, como
nos enseña Lenin y la vida misma, es indispensable que las masas se
convenzan a través de su experiencia práctica. (…) Sobrestiman y absolutizan
el papel de la «actividad subjetiva», y piensan que la situación revolucionaria,
como condición para el estallido de la revolución, puede ser creada
artificialmente por las «acciones enérgicas» de un grupo de combatientes que
sirve como «pequeño motor» que pone en movimiento al «gran motor» de las
masas». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de
Albania, 1971)

Los dirigentes albaneses advertirían esto en más de una ocasión:

«Si no me equivoco, América Latina tiene tradiciones golpistas, pero debe


haber una ruptura con estas tradiciones porque todos los aventureros
anarquistas que se hacen pasar por revolucionarios marxistas se basan en
ellas. Si los partidos marxista-leninistas no aclaran esta cuestión, pensamos
que los anarquistas, que salen con consignas «ultramarxistas», harán un gran
daño a la causa de la revolución, porque hay gente que equipara el golpe de
Estado con la revolución y emprender aventuras, llamando al pueblo a tomar
las armas en un momento en que no se han creado las condiciones para ello
(Albania Today; En la lucha y la revolución los marxista-leninistas deben ser
fuertes e indomables; Extractos de una conversación del camarada Enver
Hoxha con el camarada Pedro Pomar 18 de agosto de 1967, 1977)

Lo extraño es que el Partido del Trabajo de Albania (PTA) no criticase este tipo
de concepciones que también se hicieron común entre los nuevos partidos
marxista-leninistas como el español. Por el contrario, desde Radio Tirana hubo
un apoyo absoluto a las acciones del FRAP durante 1972-1978. Es de suponer
que en parte esto fue influenciado por la realidad edulcorada que algunos
dirigentes de la dirección del PCE (m-l) vendían en el exterior. Véase
la Entrevista a Raúl Marco publicada por Radio Tirana el 6 de junio de 1977.

Las acciones del FRAP durante 1973-75 ni siquiera pueden ser consideradas una
insurrección, tratándose de acciones armadas dispersas sin un fin claro –es
más, la dirección apelaría a una razón diferente para haberlas desencadenado–.
Estas acciones recuerdan a las deficiencias de los comunistas estonios en su
insurrección de 1924:

«Con excepción de grupos aislados de obreros, y sobre todo de obreras, que se


unieron a ellos durante el combate, o les prestaron alguna ayuda en la lucha.
(...) La gran mayoría de la clase obrera de Reval fue espectadora, sin interés

67
en el combate. (...) El partido esperaba arrancar el poder a la burguesía con
pequeños grupos de revolucionarios fieles, o sea con la vanguardia de una
vanguardia, mediante acciones militares inesperadas; o por lo menos abrir
una brecha en el Estado burgués, de manera a arrastrar posteriormente a las
masas, y coronar la batalla con una insurrección general del pueblo
trabajador. (...) No son las acciones militares de una vanguardia lo que puede
y debe suscitar la lucha activa de las masas para tomar el poder; es el
poderoso impulso revolucionario de las masas laboriosas lo que debe provocar
las acciones militares de los destacamentos de vanguardia; éstos deben entrar
en la acción –según un plan previamente bien estudiado en todos sus
aspectos– impulsados por el aliento revolucionario de las masas». (A.
Neuberg; La insurrección armada, 1928)

Aunque en honor a la verdad, las acciones del FRAP pueden considerar un


intento de insurrección, sino que como dejaban entrever sus jefes, eran acciones
armadas dispersas sin un fin claro –es más, la dirección en cada ocasión
apelaría a una razón diferente para haberlas desencadenado–

El cometer fallos en esta materia no es tan grave como el hecho de no


reconocerlos y rectificarlos a tiempo:

«Alguien quizás puede decir que se han cometido errores. Pero ¿dónde está el
partido, grande o pequeño, viejo o nuevo, que no ha tenido deficiencias y ha
cometido errores en su trabajo? Lo importante aquí no es ocultarlos, sino
reconocerlos, analizarlos y corregirlos sobre la base del marxismo-leninismo.
Esta es la dialéctica marxista». (Albania Today; En la lucha y la revolución los
marxista-leninistas deben ser fuertes e indomables; Extractos de una
conversación del camarada Enver Hoxha con el camarada Pedro Pomar 18 de
agosto de 1967, 1977)

Y por supuesto, un partido no puede esperar que siempre le «saquen las


castañas del fuego» otros partidos hermanos del exterior, por más instruidos y
veteranos que sean. Es él quien debe hacerse cargo de tal responsabilidad como
representante del proletariado de su país, es él quien más conoce a su pueblo y
quien mejor puede recalar información suficiente como para trazar su línea de
actuación en base a la situación concreta. Por tanto, aunque el PTA se equivocó
apoyando toda actuación del PCE (m-l), la responsabilidad principal recae en
este último.

Con el paso de los años tanto los afines a la vieja dirección de entonces, como los
que se acabarían oponiendo a ella, reconocen una serie de errores en las
acciones armadas.

Uno de los líderes de la escisión de verano de 1976 diría:

«El PCE (m-l) camuflándose en las siglas del FRAP, inicia en verano de 1975
acciones armadas individuales que no tendrán ninguna continuidad pocos
meses después. Una nula preparación técnica, una falta total de
infraestructura para resguardarse de las acciones de la policía, una absoluta
negligencia en la preparación de la retaguardia, una desligazón total del
movimiento de masas, son las características principales de aquellas

68
acciones». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido,
1977)

Un militante del PCE (m-l) y del FRAP durante 1971-1976 comentaría que la
razón de su salida fue un desacuerdo con la dirección del partido en Cataluña
respecto a las formas y consecuencias de las primeras acciones armadas. Su
testimonio no tiene desperdicio:

«Felipe Moreno: Hubo muchas cosas que no se hicieron bien. Hubo acciones
digámoslas así, muy aventureras, que no contaban con suficiente
planificación, suficiente estructura para organizar un aparato y una
cobertura de seguridad, no había un esquema de organización realmente
estructurado en el FRAP a determinados niveles, lo que entiendo que tuvo que
ver en muchas caídas que sufrimos. Otro aspecto con el que siempre fui muy
crítico, y esa fue precisamente la cuestión que motivó mi enfrentamiento
posterior con la dirección del PCE (m-l), es que muchos de los responsables de
llevar a cabo determinadas acciones, sobre todo aquellos que tenían que
ejecutar acciones de comandos armados, no tenían suficiente formación
política ni un nivel de concienciación ideológica realmente desarrollado.

Yo siempre he pensado que cuando se toma la decisión de llevar la lucha a una


fase cualitativamente más avanzada como es la de provocar enfrentamientos
directo con el régimen a base de acciones armadas, es necesario un nivel de
preparación ideológica, unos fundamentos ideológicos muy arraigados que le
hagan a la persona que adquiere esta responsabilidad tener la suficiente
fortaleza psicológica para resistir interrogatorios policiales, para saber
mantener la disciplina en las medidas de seguridad, un sentido de la
organización, en fin, muchas cosas que solo se adquieren mediante un
conocimiento profundo a nivel ideológico de las razones y los objetivos de la
lucha. Aquí en Cataluña me consta que había gente que entraba al FRAP y que
a los tres meses ya se le encomendaban acciones de una responsabilidad
enorme, que era una temeridad dejar en manos de alguien que ni siquiera
sabíamos qué base tenía, qué grado de identificación real tenía con la
organización». (Mariano Muniesa; FRAP: memoria oral de la resistencia
antifranquista, 2015)

Este tipo de casos parecen ser la tónica general, casos en los que se denunciaba
la ausencia de una perspectiva realista por parte de las direcciones regional y
nacional sumado a que, una vez dispuesto el plan, finalmente siempre se hacía
evidente la falta de preparación y profesionalización de las acciones,
negligencias manifiestas que dejaban desprotegidos a los militantes del FRAP:

«La versión sindical del PCE (m-l), la Oposición Sindical Obrera (OSO), tuvo
un crecimiento rapidísimo, hasta tal punto que se llegó a pensar que Elche era
una especie de zona roja y cuando llego el 1 de mayo de 1973, la dirección del
PCE (m-l), puesto que todavía no estaba constituido el FRAP, pensó que se
tenía que hacer unas «manifestaciones llamativas» en toda España. Se eligió
Valencia, Madrid, Barcelona, Sagunto y Elche, que es donde se suponían o
imaginaban que iba a ser el inicio de la caída del régimen, pero aquí no existía
unas condiciones para unas manifestaciones de esas características, cuando en
aquellos momentos lo que el PCE (m-l) estaba planteando es que frente a la

69
violencia fascista y la represión, lo que había que oponer era la violencia
revolucionaria, como oposición a la política del PCE que practicaba la vía
pacífica al socialismo. El caso es que aquí se organizó una manifestación que
desbordaba las posibilidades. Por lo menos en el escrito figuraba cócteles,
clavos y dinamita, aunque únicamente teníamos cócteles. La idea era
concentrar a las supuestas masas que iban a invadir la glorieta de Elche. Yo
con una peluca y la cara pintada, hablaría a las masas, mientras que a mí me
protegería un piquete armado de cócteles molotov. Nada de eso se llevó a cabo.
Ni yo hablé porque me sacaron, ni aparecieron los piquetes. Me detuvieron esa
noche. (...) Estuve en prisión preventiva 21 meses sin juicio, me acusaron de
propaganda ilegal y asociación ilícita, aunque inicialmente me querían acusar
de terrorismo, 10 años». (Entrevista de Adriana Catalá a Pepe Avilés,
exmilitante del FRAP, 2015)

Sobre las acciones más contundentes del FRAP en 1975, en otra entrevista, Pepe
Avilés relataría que, para muchos militantes, la nueva política de violencia
revolucionaria que el FRAP estaba empezando a practicar era desconcertante,
pues rompía con lo que hasta hacía poco se venía manteniendo sobre evitar la
violencia que no proviniera de masas:

«El PCE (m-l) planteaba que la violencia no podía ser mediante actuación
individual, planteaba que la violencia en todo caso, debía ser asumida por las
amplias masas. En concreto el PCE (m-l) criticaba la posición guevarista, la
tesis de Guevara, de creaciones de focos revolucionarios, aun no existiendo un
contexto de masas que lo posibilitara. Criticaba las actuaciones de ETA como
movimientos aislados pequeño burgueses. El PCE (m-l) era partidario de que
en las en las manifestaciones se hiciera frente a la policía con diversos medios.
En todo ello, el PCE (m-l) marcaba la diferencia en cuanto a los métodos y a la
práctica, él aspiraba a que su práctica diaria estuviera en línea con su
planteamiento estratégico de la toma del poder. Al principio, planteaba que
todo ese planteamiento de masas, plasmará o terminará en una guerra
popular. (...) El PCE (m-l) intentó poner en marcha, acelerar el proceso, hacia
la creación de la guerra popular, entonces se lanzó una serie de acciones,
coincidentes con la represión que en este momento se realizaba hacia un
movimiento obrero creciente, coincidía que el movimiento obrero cada vez era
más importante, había obreros muertos en manifestaciones, etc., y el PCE (m-
l) decide hacer acciones armadas, por su cuenta. Las organiza en diversos
sitios, por ejemplo: se asalta el cuartel de Zaragoza, pero eran acciones
organizadas fundamentalmente por el PCE (m-l), en Valencia y Madrid se
atacó a diversos policías, etc., Al principio creó una crisis interna en el PCE
(m-l) puesto que se contradecía con lo que antes se decía. «Oye nosotros
queremos una violencia de masas, no ser quijotes». Hubo ciertas tensiones que
hasta provocaron incluso la salida de cierta gente. (...) Otro tipo de gente
veíamos, que lo que antes habíamos defendiendo del no a la violencia de ETA,
porque no está sostenida por el pueblo, que eso era violencia individual, no
cuadraba con lo de ahora». (Entrevista a Pepe Avilés, exmilitante del FRAP,
2016)

A esto una nota para que el lector no se confunda por los sofismas que
acostumbran a usar algunos: el que Pepe Avilés abandonase el PCE (m-l) en
1978, entre otras cuestiones, por su profundo maoísmo en un período de

70
desmaoización del partido, o que después haya militado en agrupaciones
pseudomarxistas como OCE (BR) o ahora REM, no invalida su crítica y los
argumentos objetivos sobre los eventos de 1974-75. Véase el capítulo: «El
republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de
nuestra época» de 2020.

La crítica debe valorarse por la información y el tipo de fuente que se use, no por
el prestigio ni la militancia de cada individuo.

Otro exmilitante estrechamente vinculado al FRAP que ha querido guardar su


anonimato, nos dijo lo siguiente –de forma confidencial– respecto a las acciones
armadas de otoño de 1975 y la represión que sufrió el partido por la falta de
preparación:

«Para que después no haya malas interpretaciones te diré que yo pedí el


ingreso en el partido, más que nada empujada por un sentimiento de lealtad a
mis principios, y a la nostalgia que al convencimiento de que este partido sea
el partido que nos lleve a la revolución. Lo que yo puedo aportar es por mis
vagos recuerdos, y no serán muy objetivos, pero solo diré que ni Chivite ni
mucho menos Marco han podido aportar nada positivo al partido. Me fui en
1974 porque la atmósfera que ya se respiraba en el partido, sobre todo a
niveles más altos, era ya irrespirable, presagiando a masacre gratuita que
vendría en 1975. Este fue un drama que nunca tuvo que ocurrir porque no se
daban las condiciones ni subjetivas ni objetivas, y nadie me va convencer de
que aquello fueron «errores», pero claro, me faltan las pruebas. Pruebas, que
de haberlas, están a buen recaudo. Me gustaría saber porque gente que formó
parte del partido desde su fundación se fueron yendo, porque a algunos los
conocía muy bien, pero nadie me dio una explicación ni la espero a estas
alturas. De Raúl Marco no quiero ni los buenos días, jamás le voy a pedir una
explicación de nada porque sé que no me la va a dar». (Comentarios y
reflexiones de F. a Bitácora (M-L), 2019)

Citemos el testimonio actual de otra figura vinculada con el FRAP:

«Tienes que tener en cuenta lo siguiente, vosotros los críticos actuales podéis
comprenderlo fácilmente sin tomarlo desde la experiencia personal, pero hay
situaciones en las que para muchos exmilitantes es más difícil de asimilar,
poner en duda aquello que ocurrió y hacer un análisis totalmente frío, según
como lo planteáis algunos, que desde luego tenéis razón, es muy duro. Es
comprensible que para muchos es difícil dudar del ideal en el que creyeron y
siguen creyendo, aunque no fuera correcto en la forma. Para muchos de los
integrantes del FRAP, los cuales todos somos ya muy mayores, recordamos
aquellos días como el que recuerda sus amores de juventud, adornados por el
tiempo, el idealismo que teníamos, el de una generación de la que la mayor
parte no tenía una preparación política, solo un grado de conciencia devenida
de nuestros padres y algo de formación con el partido en sus publicaciones,
como «Vanguardia Obrera» y otros. Hay algo muy real, independientemente
de los errores de la dirección, no nos engañaron no íbamos manipulados...
todos cometimos el mismo error de apreciación, yo mismo en aquel momento
estaba 100% de acuerdo con las acciones armadas, pero «a toro pasado» y
analizando fríamente todo lo que ocurrió, está claro que no fue acertado, la

71
prueba la tienes en hoy... es doloroso que murieran aquellos valientes para
nada». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-
L), 2019)

Una de las acusaciones que se levantó desde la bancada escisionista de 1976 fue
que las acciones habían sido llevadas a cabo sin realizar consulta alguna, o que
no todos las aprobaban:

«–José Dalmau: Los miembros de la escisión del pasado verano indican como
principal ataque la unilateralidad de la decisión sobre la lucha armada y el
sectarismo de la dirección.

–Elena Ódena: Esto es un análisis puramente subjetivo. No solamente hubo la


conferencia de abril de 1975, sino que hubo un Pleno del Comité Central en julio
de 1975 donde se ratificó. No había habido ningún síntoma de división.
Algunos militantes lloraban de alegría cuando se decidió la formación de
grupos armados, incluso entre los que ahora están en la fracción de la manera
más repugnante. La fracción tiene dos causas: subjetivas –son los elementos
que pensaban que la lucha era fácil y victoriosa desde el principio– y objetiva
–habían venido al partido porque era la única barricada contra la dictadura y
contra el imperialismo yanqui, pero no asumieron la ideología marxista-
leninista–». (Elena Ódena; Entrevista realizada para «Interviú» por el
periodista José Dalmau, 17 de febrero de 1977)

El líder de la facción de 1976 reconocía que ellos mismos habían aprobado estas
acciones, aunque supuestamente manifestaban dudas internas:

«Los militantes del FRAP en la cárcel de Carabanchel aprobamos formalmente


las acciones armadas, aunque en casi todos había ya gérmenes de dudas».
(Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido, 1977)

En una serie de testimonios recogidos años después para rememorar la


andadura del FRAP, Riccardo Gualino, afín a la dirección histórica, analizaría
con total sinceridad los fallos según su perceptiva:

«Riccardo Gualino: La decisión de usar las armas en nuestras acciones y de


dar a las mismas acciones armadas un ritmo sistemático no fue fácil. En
realidad, ya las habíamos utilizado. A menudo nuestros cuadros iban
armados. El primero de mayo de 1973 un grupo del partido había matado a un
agente de la Brigada Político-Social. Con frecuencia la pegada de carteles del
partido y las acciones de propaganda las protegían camaradas armados. (...)
Como muchos han observado después, acusándonos de aventurerismo,
nosotros no estábamos preparados para dar ese paso. Eso hace que dicha
acusación sea exacta, por lo menos en parte. No teníamos la mínima
preparación, no teníamos una infraestructura adecuada, no teníamos casi
armas, todo ello era verdad. (...) Tampoco había tiempo para prepararnos y
que «preocuparnos», la idea de que al comienzo de la acción armada tuviera
que antecederla una fase de «preparación» a la misma, nos parecía una
manera de paralizarnos. (...) Pensábamos en cómo había iniciado la
resistencia francesa, con el homicidio de un soldado alemán en el metro de
París, y estábamos convencidos de que el conflicto armado empezaría de la

72
misma manera, o de forma análoga. (...) Las armas progresivamente
llegarían, se crearía la organización, la práctica nos daría conocimientos y
capacidades insospechadas. Todo ello puede parecer ingenuo. (...) Pero esto no
fue nuestro mayor error. El error fue que juzgamos equívocamente el
momento político. Estábamos convencidos de que nos encontrábamos en una
fase revolucionaria, pensábamos que nos acercábamos a una crisis definitiva
del sistema imperialista y que España sería el punto de ruptura del sistema».
(Mariano Muniesa; FRAP: memoria oral de la resistencia antifranquista,
2015)

Aquí vemos un ejemplo de los peligrosos senderos por los que nos puede llevar
hacer un mal análisis de las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución,
cayendo en lecturas erróneas como la de considerar que «la próxima crisis es la
que va a terminar por poner fin al capitalismo», que «estamos en una fase
álgida revolucionaria», todo sin considerar el estado de ánimo real de las masas,
el nivel ideológico medio del proletariado ni las fuerzas de uno u otro
bando. Véase el capítulo: «La creencia que en la etapa imperialista cualquier
crisis es la tumba del capitalismo» de 2017.

Pero además querer hacer la revolución sin primero atender a todas las tareas
revolucionarias ideológicas y organizativas es no entender una de las principales
frases de Lenin: «La revolución no se hace, se organiza». Esta frase no debe ser
tomada a ligera, significa que se necesita una fuerte organización y un gran
trabajo ideológico previo con tal de conseguir que las condiciones subjetivas se
conjuguen con las objetivas, y entonces sí se podrá aprovechar los momentos de
debilidad del capitalismo, sino se cumple esto y se insiste en buscar «dar la
estocada de muerte al capitalismo», la crisis se tratará de resolver por «otros
métodos» como ya bien sabemos, primando las acciones del aventurerismo
voluntarista. Esta tergiversación izquierdista que exagera la profundidad de la
crisis económica o su capacidad de recoger sus frutos, es donde han caído y
siguen cayendo muchos partidos actualmente, ni siquiera es una desviación
exclusiva de los anarquistas, puesto que también anida entre los grupos más
reformistas. Véase el capítulo: «De nuevo la importancia del concepto de
«partido» en el siglo XXI» de 2020.

Los líderes del PCE (m-l) dirían de nuevo, en 1985, rememorando aquellos días:

«El FRAP] No pudo cumplir plenamente sus objetivos. Mas logró impedir que
la maniobra de la transición se llevase a cabo tal y como la habían planeado el
dictador y sus colaboradores». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de
1975)

La falta de autocrítica de la dirección del PCE (m-l) se deriva de dos posibles


opciones:

a) Realmente creían que no habían errado en nada relevante; o b) pretendían


ocultar al público las autocríticas realizadas por vergüenza.

El primer caso es prueba de una miopía política imperdonable, y el segundo, de


una actitud anticomunista:

73
«La autocrítica es indicio de fuerza, y no de debilidad de nuestro partido. Sólo
un partido fuerte, arraigado en la vida y que marcha hacia la victoria, se
puede permitir la crítica implacable de sus propios defectos que nuestro
partido ha hecho y hará siempre ante los ojos de todo el pueblo. El partido que
oculta la verdad al pueblo, que teme la luz y la crítica, no es un partido, sino un
hatajo de embusteros condenados a hundirse. Los señores burgueses nos
miden con su propio rasero. Temen la luz y ocultan celosamente la verdad al
pueblo, encubriendo sus defectos con un rótulo de aparente bonanza. Y piensan
que nosotros, los comunistas, también debemos de ocultar la verdad al pueblo.
Ellos temen la luz, porque sería suficiente que admitiesen una autocrítica más
o menos seria, una crítica de sus propios defectos, más o menos libre, para que
del régimen burgués no quedase piedra sobre piedra. Y piensan que si
nosotros, los comunistas, toleramos la autocrítica, eso es indicio de que
estamos cercados y debatiéndonos en el aire. Los honorables burgueses y
socialdemócratas nos miden con su propio rasero. Sólo los partidos que van
siendo cosa del pasado y están condenados a hundirse, pueden temer la luz y
la crítica. Nosotros no tememos ni lo uno ni lo otro, y no lo tememos porque
somos un partido ascendente, que marcha hacia la victoria. Por eso, la
autocrítica que se viene practicando desde hace ya unos meses es indicio de la
fuerza ingente de nuestro Partido, y no de debilidad, un medio para su
fortalecimiento, y no para su descomposición». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Los resultados de los trabajos de la XIVº Conferencia del
Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1925)

Es de destacar el documento reflexivo y autocrítico de los marxista-leninistas


brasileños del Partido Comunista de Brasil (PC do B) sobre el uso de la violencia
armada en su obra: «Estudio crítico acerca del principio de la violencia
revolucionaria» de 1983.

En ella se analiza su propia experiencia y sus errores, resaltando la influencia de


teorías militares ajenas a la concepción marxista, como la guerra popular
prolongada del maoísmo o el foquismo guevarista que, como el lector habrá
podido detectar, también influenciaron en mayor o menor medida al PCE (m-
l). Cierto es que el PCE (m-l) había rechazado varios conceptos maoístas de la
GPP durante 1973-75 antes de la crítica general al maoísmo como doctrina en
1978 pero no se desligó del todo de algunos conceptos pseudomarxistas.
Véase el capítulo: «La mecánica adopción inicial de la «Guerra Popular
Prolongada» (GPP) en el PCE (m-l) como método militar de toma de poder» de
2020.

¿Qué aspectos de la GPP vemos reflejados en los errores del PCE (m-l)?:

«Se apela a que en sus movimientos defensivos iniciales, las masas se sumen a
la revolución a partir de sus acciones, esperando que este destacamento de
«héroes» guerrilleros cree la chispa que «prenda toda la pradera» y haga
participar a toda la población con sus acciones». (Equipo de Bitácora (M-
L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la
historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)

¿Qué aspectos del foquismo vemos reflejados en los errores del PCE (m-l)?:

74
«No se toma en cuenta [bien] las condiciones objetivas ni subjetivas para el
desencadenamiento de la toma de poder». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué
fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del
FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)

Ya comentamos brevemente sobre las experiencias armadas de los partidos


marxista-leninistas en los años 70 y sus deficiencias:

«Entre las filas de los partidos marxista-leninistas nacidos en los 60 también


hubo varias experiencias armadas de grandes aciertos e hitos pero, también,
en la mayoría de ocasiones, con sendos defectos ligados a cuestiones muy
parecidas a la que estamos viendo: 1) exagerar la crisis del gobierno, su
debilidad y su posible capacidad de respuesta ante un levantamiento popular;
2) exagerar la influencia y capacidad de la organización proletaria entre las
masas; 3) tendencia hacia la unilateralidad en el trabajo –queriendo solo
trabajar y actuar en el campo o solo en la ciudad–; 4) falta de infraestructuras
para llevar a cabo acciones de gran calado; 5) descuidados en cuestiones de
seguridad, careciendo de una red para salir indemnes de acciones armadas o
no armadas; 6) falta de entrenamiento y experiencia para acciones de gran
envergadura; 7) una selección de blancos indiscriminada; 8) una falta de
perspectiva de para qué estaban destinadas dichas acciones; 9) no saber leer
los acontecimientos y, por tanto, no saber replegarse a tiempo; 10) falta de un
análisis autocrítico sobre los resultados de las acciones fuesen acertadas en su
mayoría o no; etc. Algunos de estos rasgos estaban claramente derivados de la
gran influencia que el castrismo-maoísmo tenía todavía entre sus filas en la
cuestión armada. Por tanto, no se debe creer que estos defectos fueron
exclusivos de las bandas claramente eclécticas y basadas netamente sus
actividades en acciones armadas de terrorismo individual, sino que se hizo
extensible a gran parte de los teóricos partidos de vanguardia, aunque ha de
decirse que a diferente de las bandas seminarquistas en su mayoría no
mantuvieron una vía militarista a toda costa, sino que supieron replegarse y
reorganizarse a tiempo, para no malgastar energías y recursos.

Muchos grupos obtuvieron gran prestigio y, en algunos casos, dichas acciones


armadas forzaron la concesión política de sus respectivos gobiernos, pero
ningún dispositivo de este tipo tuvo la madurez ni adquirió la relevancia como
para lograr luchar por la toma de poder. En el caso de las acciones armadas
prematuras fuesen del tipo que fuesen, dichas organizaciones sufrieron una
sangría de detenciones y muertes de militantes como contrarespuesta
gubernamental, que no compensó lo desempeñado. En el caso de las acciones
armadas que sí tenían un objetivo claro y fueron supeditadas a una lucha de
masas y siendo conscientes de sus posibilidades, pese a las pérdidas sufridas
en el desempeño de las mismas, sirvieron para seguir ligando y templando a
las organizaciones con los trabajadores.

Hay que añadir que la gran mayoría de los partidos marxista-leninistas


degeneraron a finales de los 80 [entre ellos el propio PCE (m-l)] en grupos
socialdemócratas que no solo predicaron una colaboración de clases, una
reconciliación con las corrientes revisionistas y todo tipo de cuestiones que les
trajo la ruina, convirtiéndolos en sombras de lo que fueron a nivel de
militancia e influencia, sino que aceptaron de jure o de facto la lucha

75
parlamentaria como única vía posible para la toma de poder, se convirtieron
en grandes pacifistas incluso en cuestiones como las luchas antiimperialistas
de otros pueblos». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO,
2017)

Sobre la idoneidad o no de la ejecución de una política militar


indiscriminada contra las fuerzas del orden

Un punto a analizar, sin duda, es el excesivo activismo armado que, combinado


a las deficiencias ya tratadas, se fusionaba con la predisposición a no seleccionar
los blancos adecuadamente, sino a un ejercicio indiscriminado:

«[El FRAP parece] haber iniciado una escalada contra la policía de forma
indiscriminada, y, al contrario que el otro grupo armado que funciona en el
país, ETA (Frente Militar), sus acciones no son cuidadosamente preparadas ni
están relacionadas con determinados elementos de las fuerzas de Orden
público, sino que van dirigidas contra cualquier persona uniformada al
servicio del Estado español». (Cambio 16; Nº 190, 28 de julio de 1975)

Ojo a lo que aquí se comenta. Se consideraba, desde las tribunas reaccionarias


de 1975, al FRAP como un grupo armado más indiscriminado en sus ataques
que a la propia ETA (militar), la cual sería la rama de más hostil de la
organización vasca durante la próxima década, que no solo llegaría a atentar
contra civiles sino, como sabemos, también se caracterizó por los ajustes de
cuentas con los jefes de ETA (político-militar) y, en general, por atacar a
cualquier miembro de su entorno que tratase de desertar de la organización,
convirtiéndose así en una verdadera mafia terrorista.

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 algunos miembros de lo que a la postre
sería la fracción de 1976, tras criticar algunos aspectos de las acciones armadas
del FRAP, ahora estaban renunciando públicamente al uso de todo tipo de
violencia revolucionaria adoptando, en líneas generales, el camino
parlamentario y pacífico socialdemócrata. Véase el capítulo: «El gran cisma en
el PCE (m-l) de 1976» de 2020.

Estos líderes escisionistas, como los hermanos Diz, que ya en 1975 habían sido
de los más efusivos apoyos de las acciones armadas, se lamentaban de no
haberlo dispuesto todo para hacer un mayor énfasis en ellas. En su momento,
incluso hubo quienes propusieron liquidar a reconocidos altos cargos de la
dictadura franquista:

«Pues bien, camaradas, los hechos siguen dando la razón al Partido, tanto en
lo que se refiere a la justeza de las acciones armadas de 1975 como a la
calificación de los que las critican. Uno de estos elementos –sobre cuya actitud
hay abierta una investigación, ya que existen puntos muy oscuros sobre su
comportamiento ante la policía y ciertas concomitancias–, que ahora ataca
furibundamente a las acciones armadas, llegó a decir que él siempre estuvo en
contra de tales acciones y que las condenó enérgicamente. Por desgracia para
este más que dudoso individuo, se conservan en los archivos cartas escritas de
su puño y letra, de las que sacamos los siguientes párrafos:

76
«Propongo que el próximo «afortunado» sea Billy el Niño». [Se refiere a su
ejecución]». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos
del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

La selección de blancos entre los más significados del régimen, en lugar de


funcionarios anónimos, podría haber granjeado unas mayores simpatías entre la
población antifascista, ayudando a desechar, de paso, la idea de que el deseo del
FRAP era el de poner muertos sobre la mesa. Incluso podría haber aumentado
su popularidad nacional e internacionalmente, aunque su fama ya fuese notoria.
Pero eran acciones para las que el partido no estaba preparado logísticamente,
por el escaso apoyo de las masas y por toda una variedad de factores que no
repetiremos. Todo esto sin contar que la revolución no se realiza eliminando a
las cabezas visibles del régimen, que serán sustituidas por otras mientras el
sistema se queda intacto. La revolución es un acto en que los explotados se
levantan contra los explotadores. Es un acto popular, de masas.

Cuando el entrevistador José Dalmau pasa a analizar el tipo de acciones que el


FRAP cometió, destaca que no hubo demasiada selección en sus blancos y
pregunta a Elena Ódena si esto era cosa del partido:

«–José Dalmau: Los comandos que realizaban la lucha armada, ¿dependían


directamente del Comité Central? ¿Tenían autonomía?

–Elena Ódena: Tenían autonomía. Pero naturalmente el partido, a través de


los comités del FRAP y los comités del partido, tenía un papel de dirección en
esos grupos.

–José Dalmau: ¿Entonces cómo se explican que hubiera asesinatos gratuitos?

–Elena Ódena: Nosotros lo llamábamos ajusticiamientos o ejecuciones. Hay


una cuestión de importancia: al analizar que el aparato represivo era el
instrumento principal del gobierno de la dictadura en aquellos momentos, era
evidente que designar a tal o cual personalidad, como objetivo de la violencia
revolucionaria, era personalizar. En cambio, al considerar al conjunto del
aparato represivo como tal, se creó un gran caos: todo elemento conocido
como miembro podría ser objeto de un ataque». (Elena Ódena; Entrevista
realizada para «Interviú» por el periodista José Dalmau, 17 de febrero de
1977)

Aquí Elena Ódena comete un error estrepitoso en su planteamiento: si un


partido proletario no es selectivo en su propaganda y en sus objetivos –en este
caso objetivos militares–, máxime hablando directamente de
«ajusticiamientos» –que solo son recomendables en situaciones
preinsurrecionales, pues en caso contrario se convierten en actos de venganza
estériles–, si no distingue entre «peces pequeños» y «peces gordos», se amplía
entonces el radio de acción –como ella misma dice– a toda persona
perteneciente a los «cuerpos de represión», que, en el caso español, incluían al
ejército, legión, guardia civil, brigada político-social, etc. Ese maniqueísmo no
tenía demasiado sentido hacia los cuerpos de seguridad, ese basado en «o
desertas ahora o eres contrarrevolucionario». Tampoco lo tenía plantear que el

77
partido había alcanzado el estadio donde podía declarar y sostener una «guerra
total» cuando se reconocía no tener más que un par de pistolas y escopetas de
caza con solo un puñado de militantes dispuestos a tomarlas. Era un suicidio
político-militar a todas luces.

En un artículo del FRAP, Julio Arroyo decía en el mismo sentido:

«Todo policía por el mero hecho de serlo, en los momentos actuales es un


instrumento consciente de sus amos; es así, que para ningún policía, verde,
gris, o negro social, puede haber clemencia, ningún en estas condiciones,
puede escapar a la justicia social. Hacer distinciones entre esta carroña de la
sociedad, es olvidar que no hay uno, que no esté voluntariamente al lado de los
opresores del pueblo». (Emancipación Europa, nº14, octubre de 1975)

¿Qué dicen otros grupos sobre la cuestión? Sin reflexión alguna, intentan
ganarse a los adeptos más viscerales con ese verbalismo revolucionario:

«El FRAP era un grupo armado y utilizaba la violencia como instrumento


contra la dictadura fascista que había en España, sí, es verdad ¿Y qué? ¿Qué
problema hay con eso? ¿Hay que pedir perdón a los policías ajusticiados por
ellos? Por supuesto que no, que no se hubieran hecho policías de un régimen
fascista, así es la vida, así es la lucha de clases. No eran ningunos angelitos,
eran fascistas que asesinaban y torturaban a diario solo por tener una forma
distinta de pensar y de actuar ¿Acaso se merecían otro final? Firmemente no.
Además, el FRAP no actuaba de forma anarquista, cuándo actuaban contra
alguien era por cuestiones concretas, no era algo al azar». (Roberto Vaquero;
En defensa del FRAP, 2020)

El artículo demuestra una vez más la pobreza teórica de este grupo


pseudocomunista... ¡no sabemos decir si estamos leyendo a Raúl Marco, Pablo
Hasél o a Roberto Vaquero! Con tales simplificaciones… Estamos seguros de
que con este artículo se habrá ganado el aplauso de los mismos seguidistas que
condenaron al PCE (m-l) a un callejón sin salida en su día. Curiosamente,
Reconstrucción Comunista (RC) dice reivindicar el legado del PCE (m-l)/FRAP
fariseamente, pero son los mismos que luego se han aliado con sus históricos
enemigos y han pisoteado todos sus principios. Véase la obra: «Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista» de 2017.

Estas respuestas entran en contradicción con el bolchevismo. Recordemos una


proclama de la revolución rusa de 1905:

«Distingan bien sus enemigos: conscientes de sus enemigos inconscientes y


accidentales. Aniquilen a los primeros, perdonen a los segundos. En lo posible,
no toquen a la infantería. Los soldados son los hijos del pueblo, y no irán por
voluntad propia en contra del pueblo. Los oficiales o la comandancia superior
los obligan. Dirijan sus golpes contra estos oficiales y esta comandancia.
Cualquier oficial que conduzca a los soldados a masacrar obreros, es
declarado enemigo del pueblo y puesto fuera de la ley; mátenlo sin piedad. No
den cuartel a los cosacos. Están cubiertos de mucha sangre del pueblo, han
sido siempre enemigos de los obreros. Ataquen a las brigadas y a las patrullas
y aniquílenlas. Al luchar contra la policía, actúen así: en cualquier ocasión

78
favorable, maten a todos los oficiales, hasta el grado de comisario inclusive;
desarmen y arresten a los simples inspectores, y maten a los que sean
conocidos por su crueldad y sus canalladas; a los simples policías, sólo
quítenles sus armas y oblíguenlos a servir no ya a la policía, sino a ustedes
mismos». (A. Neuberg; La insurrección armada, 1928)

Declarar que todo miembro de la Policía o el Ejército forma miembro de estos


cuerpos voluntariamente, como si se tratara de reaccionarios convencidos, es
similar a declarar que todo trabajador que disfruta de un trabajo precario lo
hace por voluntad propia, que toda prostituta desea serlo, o que todo
delincuente vulgar ha decidido serlo sin más, un reduccionismo barato, carente
de todo análisis global y particular. En este caso se trata de una incomprensión
absoluta de la desesperación de las capas más hondas del proletariado que, en
su ignorancia, históricamente han terminado accediendo a cuerpos represivos
con tal de escapar a la miseria y de obtener un cierto estatus social. Durante el
franquismo esta visión caló entre el campesinado pobre que habitaba las
pequeñas poblaciones, que deseaba asegurarse un futuro mejor creyendo que el
camino más fácil era el de integrarse en estos cuerpos represivos. No por
casualidad, para las próximas oposiciones a Guardia Civil de 2022 se ha
anunciado que, por primera vez, será obligatorio el bachillerato para acceder al
cuerpo, lo que demuestra que, desde siempre, la obediencia ha primado sobre el
raciocinio y las dotes intelectuales/culturales para formar del aparato represivo.

Politzer explicaba con el ejemplo de un «elemento fascista trabajador» el error


que sería no tratar de entender las contradicciones inherentes en dicho caso
particular:

«Prácticamente, pues, la dialéctica nos obliga a considerar siempre no un lado


de las cosas, sino sus dos lados: no considerar nunca la verdad sin el error, la
ciencia sin la ignorancia. El gran error de la metafísica, consiste justamente en
no considerar más que un lado de las cosas, en juzgar en forma unilateral y, si
cometemos muchos errores, es siempre en la medida en que no vemos sino un
lado de las cosas, es porque a menudo tenemos razonamientos unilaterales.
(...) Si encontramos un adversario perteneciente a una organización
reaccionaria, lo juzgamos según sus jefes. Y sin embargo, tal vez se trata
simplemente de un empleadito agriado, descontento, y no debemos juzgarlo
como a un gran patrón fascista. Del mismo modo se puede aplicar este
razonamiento a los patrones, y comprender que si nos parecen malos, a
menudo es porque ellos mismos están dominados por la estructura de la
sociedad, y que, en otras condiciones sociales, quizás serían diferentes. Si
pensamos en la unidad de los contrarios, consideraremos las cosas en sus
múltiples aspectos. Veremos, pues, que este reaccionario es reaccionario por
un lado, pero que del otro es un trabajador y que en él hay una contradicción.
Se investigará y se descubrirá por qué ha adherido a esta organización, y al
mismo tiempo se investigará por qué no hubiera debido adherir a ella. Y
entonces juzgaremos y discutiremos así en forma menos sectaria». (Georges
Politzer; Principios elementales de la filosofía, 1949)

Si Carrillo o Líster hacían el completo ridículo y pecaban de traidores cuando


emitían manifiestos y discursos públicos alabando a los cuerpos represivos
como el ejército, sosteniendo que debían ser una de las bases para un «tránsito

79
democrático», igual de erróneo era creer que los cuerpos represivos constituían
un todo homogéneo ultrareaccionario, donde no existían elementos populares
con unas mínimas inclinaciones progresistas o, peor aún, que en el caso de ser
unos reaccionarios todos y cada uno de ellos no se debía realizar un trabajo
entre sus filas para desmoralizarlos y neutralizarlos, proponiendo abandonar
toda agitación entre ellos. Quien afirme esto desconoce cómo se fraguaron las
revoluciones comunistas del siglo XX y tiene en su mente un cuadro idealizado y
anarquista de las mismas.

Como hemos dicho, ¡no se trata de discernir si son elementos reaccionarios


conscientes o no, sino de si los comunistas deben trabajar entre los elementos
de dichos cuerpos o no!

¿No es una máxima del leninismo el realizar trabajo de agitación entre estos
cuerpos represivos?

«Donde los bolcheviques realizaban la labor más intensa era en el seno del
ejército. Por todas partes comenzaron a crearse organizaciones militares. Los
bolcheviques trabajaban incansablemente en los frentes y en la retaguardia
por organizar a los soldados y a los marinos. A la obra de revolucionarización
de los soldados contribuyó en sumo grado un periódico destinado al frente que
publicaban los bolcheviques con el título de «Okopnaia Pravda» [«Pravda de
las Trincheras»].

Gracias a esta labor de propaganda y agitación de los bolcheviques, se


consiguió que ya en los primeros meses de la revolución los obreros de muchas
ciudades procediesen a reelegir a los Soviets, en particular los de distrito,
expulsando de ellos a los mencheviques y socialrevolucionarios y
sustituyéndolos por afiliados al Partido bolchevique». (Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

Ignorar la posibilidad de que un miembro de un cuerpo reaccionario y represivo


como la policía o el ejército no puede reformarse, es lo mismo que aquellos que
hablan que un obrero de un sindicato amarillo está perdido, es una perspectiva
izquierdista, ¿o es que acaso todos los comunistas han nacido con la línea
revolucionaria implantada en su cabeza? Evidentemente que no, todos han
cometido errores o comenzaron militando en organizaciones reaccionarias,
renegar del camino de la rehabilitación para alguien que ha seguramente apenas
haya recibido noción política alguna, es caer justamente en lo que la burguesía
falsamente acusa a los regímenes comunistas, de ajusticiar de forma
indiscriminada a todo aquel que vaya en su contra. En cambio, la primera
opción para los comunistas debe ser siempre la agitación y la educación y más
cuando la correlación de fuerzas está en nuestra contra.

¿Cuál fue la línea de la Internacional Comunista de Lenin y Stalin?:

«En sus decisiones, la Internacional Comunista ha subrayado muchas veces la


importancia de la labor dentro del ejército y de la marina. (...) Para cualquier
partido revolucionario, el principio esencial es que se debe realizar una labor
revolucionaria allí donde estén concentradas las masas. Los ejércitos y las

80
marinas de la burguesía agrupan siempre decenas y centenares de miles de
jóvenes proletarios o campesinos, que son tan aptos para recibir las consignas
y las ideas revolucionarias como los obreros de las fábricas y ciertas
categorías de campesinos. Puesto que el ejército, la policía y la marina son los
principales instrumentos de represión y los principales medios con los cuales el
Estado burgués –y cualquier Estado– combate al proletariado revolucionario,
no se debe subestimar la necesidad de efectuar una labor revolucionaria en sus
filas. Un partido que, directa o indirectamente renuncie a este aspecto esencial
de la acción revolucionaria, se expone a sufrir consecuencias extremadamente
nefastas para la revolución. Esta acción debe ser realizada sin descanso por
todo el Partido Comunista, tanto en periodo de acumulación de las fuerzas
revolucionarias como, y principalmente, en periodo de auge de la revolución.
En vista de las consideraciones expuestas anteriormente, creemos que esta
agitación no es menos esencial que la labor del Partido en muchos otros
sectores –conquista de las clases medias, etc.–. (...) La conclusión a la cual se
debe llegar es que la preparación de la insurrección debe realizarse a la vez
mediante la agitación dentro del ejército, y mediante la formación de fuerzas
armadas proletarias propias, capaces de luchar, con las armas en la mano,
contra la fracción del ejército regular que todavía no ha sido descompuesto.
No se debe olvidar que en el momento de la insurrección, la lucha en el ejército
debe efectuarse también con las armas. Mientras más avanzada esté la
descomposición del ejército burgués, más poderosas serán las fuerzas
armadas del proletariado, más fácil será la lucha durante la insurrección en
sí. También lo contrario es cierto». (A. Neuberg; La insurrección armada,
1928)

Esto, obviamente, significa que:

«Para ganarse al ejército burgués con miras a la revolución, para debilitarlo,


hay que tomar muy en cuenta la agitación en favor de reivindicaciones
parciales, así como la lucha revolucionaria por la reforma de tal o cual aspecto
de la vida militar del Estado burgués. Las reivindicaciones parciales del
proletariado en materia militar variarán en todos los países, según la
naturaleza de las fuerzas armadas regulares, el modo de reclutamiento, la
duración del servicio y su carácter dentro de las tropas determinadas por el
servicio militar obligatorio, la condición material y jurídica de los oficiales y
de los soldados, etc». (A. Neuberg; La insurrección armada, 1928)

¿No ha demostrado la historia que ejército del proletariado no tiene ninguna


posibilidad de vencer a todo el aparato represivo burgués sino inutiliza a parte
del mismo? ¿No se ha visto ya que la pretendida «revolución» no dura ni dos
días, rápidamente triunfa la contrarrevolución y la consiguiente represión, si los
cuerpos represivos no están en plena descomposición y desmoralizados? El
revolucionario albanés Enver Hoxha, analizaría profundamente este tema en su
magnífica obra «Eurocomunismo es anticomunismo» de 1980:

«El gran número de efectivos de los ejércitos en los países capitalistas podría
hacer creer que, en tales circunstancias, la revolución y la destrucción del
Estado opresor y explotador resultan imposibles. Estos puntos de vista son
propagados y pregonados sobre todo por los eurocomunistas, quienes no
golpean al ejército burgués ni siquiera con plumones. La cantidad de los

81
efectivos del ejército no cambia gran cosa para la revolución, mientras que
para la burguesía representa un problema preocupante. El que el ejército sea
ampliado con numerosos elementos procedentes de las diversas capas de la
población, crea condiciones más favorables para desmoralizarlo y hacer que
se vuelva contra la propia burguesía.

De este modo, la revolución tiene ante sí dos grandes problemas. Por un lado,
debe ganarse a la clase obrera y a las masas trabajadoras sin las cuales no se
puede ir a la revolución, y, por el otro, debe desmoralizar y desintegrar al
ejército burgués, que reprime la revolución. Si para alcanzar sus fines la
burguesía utiliza la aristocracia obrera en los sindicatos, en el ejército se vale
de la casta de oficiales, que en este medio cumplen las mismas funciones que
los bonzos sindicalistas en los sindicatos.

Los principios, las leyes y las estructuras organizativas de los ejércitos


burgueses son de tal índole que permiten a la burguesía ejercer su control
sobre ellos, mantenerlos en pie y prepararlos como instrumentos de represión
de la revolución y de los pueblos. Esto es testimonio del acentuado carácter
clasista y reaccionario del ejército burgués desenmascara los esfuerzos por
presentarlo como si estuviera «por encima de las clases», como «nacional»,
«ajeno a la política», que «respeta la democracia», etc. El ejército burgués de
cualquier país, independientemente de sus «tradiciones democráticas», es un
ejército antipopular y está destinado a defender la dominación de la
burguesía, a realizar sus objetivos expansionistas.

Sin embargo, el ejército burgués no constituye una masa compacta en él no


existe ni puede existir la unidad. Las contradicciones antagónicas entre la
burguesía capitalista y revisionista por un lado, y el proletariado y demás
masas trabajadoras, por el otro, se reflejan también en los ejércitos de estos
países. La masa de soldados, que está constituida de hijos de obreros y de
campesinos, tiene intereses diametralmente opuestos al carácter y la misión
que encomienda la burguesía a su ejército. Esta masa está interesada, al igual
que los obreros y demás trabajadores, en derrocar el régimen explotador, por
eso la burguesía la mantiene encerrada en los cuarteles, apartada del pueblo,
transformando el ejército, como señalaba Lenin, en «prisión» para las masas
de millones de soldados.

Aquí tiene su origen el conflicto que se va profundizando continuamente entre


los soldados; que son hijos del pueblo, y los mandos, los oficiales; que son los
ejecutores de las órdenes de la burguesía capitalista, y han sido preparados y
educados para servir celosamente a los intereses del capital. La labor del
partido marxista-leninista tiende a que el soldado se rebele contra el oficial, no
cumpla las órdenes, la disciplina, las leyes de la burguesía, sabotee las armas
para que no sean utilizadas contra el pueblo. Lenin ha dicho:

«Sin «desorganización» del ejército no se ha producido ni puede producirse


ninguna gran revolución. Porque el ejército es el instrumento más fosilizado en
que se apoya el viejo régimen, el baluarte más pétreo de la disciplina burguesa
y de la dominación del capital, del mantenimiento y la formación de la
mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante el capital».

82
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado
Kautsky, 1918)

Naturalmente los métodos, las formas y las tácticas que se utilizan para
desorganizar y desintegrar el ejército, son numerosos y variados, y están en
función de las condiciones concretas. Actualmente las condiciones no son
idénticas en cada país, por eso también las tácticas de los marxistas-leninistas
varían de un país a otro. Hay países donde la dictadura fascista y el terror se
ejercen abiertamente, hay otros donde se puede y se debe aprovechar también
las limitadas formas legales de democracia burguesa. Pero, en general, el
trabajo individual con cada soldado tanto dentro como fuera del cuartel, la
encarnizada lucha de los obreros, las continuas huelgas, las manifestaciones,
los mítines, las protestas, etc., desempeñan un importante papel tanto en la
movilización de las masas, como en la desorganización del ejército burgués:

«Todas estas batallas y escaramuzas de prueba, por decirlo así, incorporan


inevitablemente al ejército a la vida política, y por consiguiente, al círculo de
los problemas revolucionarios. La experiencia de la lucha alecciona con mayor
rapidez y profundidad que años enteros de propaganda en condiciones
distintas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Huelga política y lucha callejera en
Moscú, 1905)

Con el soldado, hijo del pueblo, hay que trabajar antes de que se aliste en el
ejército, luego durante el servicio militar, que es una fase más decisiva, y
finalmente después que se ha licenciado y pasa a la situación de reserva.
Tampoco debe descartarse el trabajo con los oficiales de escalafón inferior
para apartarlos de la casta de oficiales de alta graduación y persuadirles de
que no levanten la mano contra el pueblo.

No cabe duda de que el trabajo político en el ejército es tan importante como


peligroso. Mientras en el seno de los sindicatos, la máxima sanción por
actividad y propaganda política es el despido del trabajo, en el ejército, donde
la actividad y la propaganda políticas están rigurosamente prohibidas, la
condena puede llegar hasta el fusilamiento. Pero a los comunistas
revolucionarios jamás les ha faltado el espíritu de sacrificio, ni la convicción de
que, sin trabajar en este sector, no puede abrirse el camino a la revolución».
(Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Léase también la entrevista de Stalin con los comunistas indios del 9 de febrero
de 1951, en la que recomienda exactamente lo mismo apoyándose en el histórico
trabajo de los bolcheviques en el ejército y sus grandes resultados:

«El trabajo entre las guarniciones, entre los soldados. En 1917, habíamos
llevado a cabo propaganda entre los soldados en la medida de extender que
toda la guarnición estuviera de nuestro lado. ¿Qué trajo a los soldados? La
cuestión de la tierra. Era un arma tal que ni siquiera los cosacos, que eran los
guardias pretorianos del zar, pudieron resistirse. Para llevar a cabo la política
correcta, uno puede sembrar un estado de ánimo revolucionario y evocar
diferencias dentro de los círculos reaccionarios». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los

83
Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India,
Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de febrero de 1951)

Años después, el FRAP rectificaría esta postura sectaria, adoptando la posición


marxista-leninista sobre la necesidad de trabajar en el ejército, aunque sin
lograr resultados sustanciales:

«Un aspecto importante del trabajo de organización del FRAP de cara a las
amplias masas es el que debemos llevar a cabo entre los soldados y marineros
en sus acuartelamientos. Es urgente levantar organizaciones de soldados en
los cuarteles y apoyarlas desde fuera, a fin de ir elevando la conciencia política
y revolucionaria de nuestra juventud acuartelada, de llegar a organizaciones
acciones y movilizaciones de masas en los cuarteles y de ir creando las
condiciones para impedir que en los momentos críticos los hijos del pueblo
disparen como autómatas contra sus hermanos y lograr por el contrario que
se levanten contra sus jefes y apoyen al pueblo. Dicho trabajo debe
completarse con una labor inteligente y paciente hacia las capas bajas de la
oficialidad». (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota; Declaración,
enero, 1978)

El hoy renegado Raúl Marco daba muestras de esta falta de autocrítica:

«Los fallos, errores y deficiencias –inevitables hasta cierto punto– que se


dieron entonces, son de orden organizativo, propagandístico, de control, pero
de ninguna manera fueron fallos ideológicos ni políticos». (Vanguardia
Obrera; Nº164, 19-25 de diciembre de 1976)

¿Las acciones fracasaron por falta de ímpetu o por ser descabelladas


desde un principio?

En aquellos momentos la dirección del partido juzgaba como derechismo toda


reticencia a una mejor preparación de las acciones:

«El derechismo se manifiesta asimismo, en quien argumenta que las fuerzas


revolucionarias no deben lanzarse al combate hasta tener un mínimo de esto y
otro mínimo de aquello, hasta completar tal requisito o reunir tal condición.
Quien así razona no comprende que, en la fase actual, pretender acumular y
generar nuevas fuerzas sin desplegar en la lucha de masas las ya existentes es
la mejor manera de perderlo todo, de quedarse al margen de las masas».
(Vanguardia Obrera; Reproducido por el Comité de Madrid del PCE ml,
Nº106, mayo de 1975)

Algo de lo que aunque fuese parcialmente, tuvieron que retractarse meses


después ante la evidencia de los resultados.

Durante el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 quedó recopilada una anécdota
muy interesante: en otoño de 1975, la reacción inmediata de algunos de los
líderes de la futura fracción de 1976 fue la misma que la de la dirección oficial.
Es decir, ¡para ellos el error radicaba en no haber intensificado las acciones
armadas!:

84
«Hablando del asalto fracasado al YA; escribe:

«El fallo fue no cargarse al vigilante y así haber impedido que diese la voz de
alarma».

Y cuando ingresaron en Carabanchel los camaradas que después serían


condenados a muerte, este mismo elemento escribió:

«Independientemente de estas caídas dolorosas, queremos dar un fuerte


¡bravo!, por las acciones armadas en sí, y volver a repetir que la organización
de aquí está totalmente compenetrada con la línea general de ir hacia formas
superiores y violentas de lucha». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Hacer hincapié en la falta de arrojo o la necesidad de preparado acciones de


mayor calado cuando la organización no había salido bien parada de las
acciones acometidas era un claro signo de subjetivismo, de que la dirección vivía
en una realidad paralela.

Incluso se pueden leer declaraciones todavía peores:

«Esas acciones eran justas y correctas en lo esencial. La situación objetiva del


país lo exigía, y las masas populares, en diverso grado, también. La conclusión
que se impone –incluso analizando la situación de hoy después de la muerte de
Franco– es que deberíamos habernos lanzado con más fuerza». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Central Ejecutivo en la
IIº Conferencia Nacional, 1976)

Esta postura intransigente también puede ser constatada en los escritos de


Elena Ódena y de todos los líderes de aquel entonces, tanto de los que formarían
parte de la fracción de 1976 como de los que se enzarzarían en una lucha contra
ellos.

Las acciones del FRAP no mostraban la «vulnerabilidad de las


fuerzas represivas»

«Es claro que el valeroso ejemplo de los militantes del FRAP, de sus primeros
grupos armados que empuñaron las armas en la primavera, puso de
manifiesto la vulnerabilidad de las fuerzas represivas». (Elena Ódena; La
política y las tareas actuales del FRAP (II), 1976)

Que pequeños comandos lleven a cabo la ejecución de cualquier «esbirro del


régimen» sin importancia no demuestra «la debilidad de las fuerzas represivas»
del mismo. Eso es una ilusión peligrosa. Prácticamente cualquier persona es
capaz de ejecutar un atentado contra un elemento de las fuerzas de seguridad,
pero eso no significa ni que se esté actuando de forma revolucionaria ni que las
fuerzas del orden burgués sean débiles, ya que las fuerzas de seguridad estatales
no prueban su consistencia contra inesperados y esporádicos atentados de
grupos políticos o de cualquier elemento inestable, su fiabilidad se prueba en
guerras convencionales contra otro ejército extranjero o, en su defecto, contra
motines, revueltas, guerrillas o insurrecciones populares de calado. El PCE (m-l)

85
resaltaba en sus primeros documentos la instrucción recibida por el ejército
franquista y sus cuerpos represivos en técnicas impartidas por el ejército y los
servicios secretos estadounidenses, así como el apoyo logístico y armamentístico
que recibía de estos últimos. Subestimar a las fuerzas a las que tuvieron que
oponerse es, sin duda, aventurerismo.

Lenin aconsejó a los revolucionarios suizos que, atendiendo a la experiencia de


los bolcheviques, la lucha por el socialismo debía ser plasmada en una
propaganda que combatiera sistemáticamente tanto el pacifismo de los
oportunistas como el terrorismo de los aventureros anarquistas, que se debía
educar a las masas en el uso de la violencia revolucionaria, pero siempre
involucrando al pueblo en ese desempeño. Así, llegado el momento, se podría
ejercer una insurrección armada popular no solamente lanzando a la
vanguardia, sino a las amplias masas concienciadas, algo que difiere
radicalmente de los pequeños comandos terroristas que actúan a su libre
albedrío creyendo estimular el despertar del resto del pueblo:

«Estamos convencidos de que la experiencia de la revolución y


contrarrevolución en Rusia confirmó lo acertado de la lucha de más de veinte
años de nuestro partido contra el terrorismo como táctica. No debemos
olvidar, sin embargo, que esta lucha estuvo estrechamente vinculada con una
lucha despiadada contra el oportunismo, que se inclinaba a repudiar el empleo
de toda violencia por parte de las clases oprimidas contra sus opresores.
Nosotros siempre estuvimos por el empleo de la violencia en la lucha de masas
y con respecto a ella. En segundo lugar, hemos vinculado la lucha contra el
terrorismo con muchos años de propaganda, iniciada mucho antes de
diciembre de 1905, en favor de una insurrección armada. Considerábamos la
insurrección armada no sólo la mejor respuesta del proletariado a la política
del gobierno, sino también el resultado inevitable del desarrollo de la lucha de
clases por el socialismo y la democracia. En tercer lugar, no nos hemos
limitado a aceptar la violencia como principio ni a hacer propaganda en favor
de la insurrección armada. Así por ejemplo, cuatro años, antes de la
revolución, apoyamos el empleo de la violencia por las masas contra sus
opresores, especialmente en las manifestaciones callejeras. Hemos tratado de
que la lección dada por cada manifestación de este tipo fuera asimilada por
todo el país. Comenzamos a prestar cada vez mayor atención a la
organización de una resistencia sistemáticamente y sostenida de las masas
contra la policía y el ejército, a traer, mediante esa resistencia, la mayor parte
posible del ejército al lado del proletariado en su lucha contra el gobierno, a
inducir al campesinado y al ejército a que participasen con conciencia de esa
lucha. Esta es la táctica que hemos aplicado en la lucha contra el terrorismo y
estamos profundamente convencidos de que fue coronada con éxito».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso en el Congreso del Partido
Socialdemócrata Suizo, 4 de noviembre de 1916)

¿Y qué esquema siguió el FRAP?:

«–José Dalmau: Pero insisto, ¿en qué momento se decide de manera


inmediata?

86
–Elena Ódena: Se decide en la Reunión Ampliada del FRAP que se celebró en el
mes de abril de 1975, presidida por Álvarez del Vayo. En aquel momento se
decide que ya existían síntomas en la lucha de masas, especialmente en las
luchas obreras, que ponían de manifiesto que el movimiento de masas estaba
en un callejón sin salida. La represión seguía siendo el arma que frenaba para
pasar a una fase superior de la lucha y, en esa coyuntura, sólo existía una
salida: teníamos que darla rompiendo esos esquemas. Ante la maniobra
pseudoliberalizante, con la que pretendían ocultar la dictadura incluso
durante la vida de Franco, era necesario poner de manifiesto cuál era la
naturaleza de la dictadura y cómo si la clase obrera y las clases populares se
defendían, la represión iba a caer. Solamente en la medida en que prevalecía
una línea colaboracionista la dictadura podía jugar la fase
pseudoliberalizante. Había que manifestar su libertad, sus derechos y
particularmente la clase obrera, se ponía de manifiesto cuál era la naturaleza
de la dictadura». (Elena Ódena; Entrevista realizada para «Interviú» por el
periodista José Dalmau, 17 de febrero de 1977)

La intención del FRAP era ampliar la lucha armada como complemento a la


agudización de la lucha de clases en España, un hecho indudable, como
mostraban las grandes huelgas y manifestaciones del momento. Esta estrategia
podría haber sido correcta si se hubieran las condiciones subjetivas para una
revolución –que, como veremos, no se cumplían ni por asomo–, pero, a su vez,
se planteaba el extraño objetivo de demostrar al pueblo con las acciones
armadas y la consecuente represión que el régimen seguía siendo reaccionario
en su esencia, que no cambiaría (?). Esto es algo sacado de la experiencia
anticolonial argelina: acción-reacción-acción. Lamentablemente, esta
concepción era común a todos los grupos de izquierda de la época, que actuaron
partiendo de este precepto con una fe inusitada. ETA, por ejemplo, fue firme
partidaria de esta teoría. El único «detalle» que olvidaban los grupos europeos
es que, para que este esquema tuviese éxito, la población debía de apoyar
masivamente al grupo que provocaba las acciones, sostenerlo frente a la
represión, hacer suyo su discurso y programa. A riesgo de parecer repetitivos,
reincidimos en que tal cosa no sucedió.

Aparte de esto, habría que recordarle a Ódena:

A lo anterior debemos añadir que el PCE (m-l) consideraba que la burguesía no


podía pasar de un régimen político fascista a uno democrático-burgués –lo cual,
y como se ha visto en España, Argentina, Chile y otros tantos países, no es
cierto–. Véase el capítulo: «La creencia de que si un Estado conserva figuras,
instituciones o leyes de una etapa fascista es demostrativo de que el fascismo
aún persiste» de 2017.

Repetimos una vez más: reivindicar la memoria del PCE (m-l)/FRAP desde una
óptica útil significa comprender sus méritos y errores. Entonces, del mismo
modo que ponemos en valor sus aciertos, es deber para los comunistas criticar y
superar los errores derechistas e izquierdistas que impidieron a la organización
cumplir sus objetivos. De otro modo la reivindicación es estéril, folclore vacuo
para mentes complacientes.

87
El tipo de régimen político de la burguesía no justifica el terrorismo
espontáneo como método de lucha

Elena Ódena dijo con nitidez sobre la violencia:

«Tras haber empleado, en el pasado no tan lejano, todo tipo de violencia para
derrocar a las castas feudales –ejecuciones en masa, aniquilación de familias
enteras, etc., etc.–, las castas burguesas que actualmente detentan el poder
económico, político y militar, llevan a cabo una incesante labor de intoxicación
y condicionamiento para condenar y presentar la violencia revolucionaria
como algo nunca visto, como algo que ha de ser condenado y reprimido a
sangre y fuego, tildando de asesinos y criminales a los revolucionarios y
patriotas que utilizan la violencia revolucionaria para defender sus derechos,
su país y sus ideales en el marco de luchas populares de amplios sectores de las
masas. (...) La violencia más brutal la ha empleado en todo momento el
capitalismo naciente y la burguesía colonialista contra sus propios pueblos y
contra los pueblos de otros países para someterlos y saquearlos y la siguen
empleando contra los distintos pueblos del mundo que se levantan contra los
regímenes coloniales o semicoloniales. Las distintas castas burguesas han
utilizado incluso la violencia entre sí –durante el pasado y presente siglo, en
varias ocasiones, para repartirse el mundo–. Y actualmente la burguesía de
todo el mundo se mantiene en el poder esencialmente gracias a sus engaños, a
sus fuerzas armadas, policiales y judiciales». (Elena Ódena; Una necesidad
ineluctable para todos los pueblos; organizar y ampliar la violencia popular,
1975)

Esto es una verdad histórica y presente incontestable. Los errores del FRAP no
eliminan esta máxima.

Luego leemos también:

«El cinismo de las castas en el poder es tal que cuando las masas
revolucionarias, encabezadas por el FRAP, deciden iniciar una nueva fase de
la lucha, aplicando formas de lucha armada y llamando a las masas a la
violencia contra la dictadura, todas ellas, en todo el mundo, levantan los
brazos al cielo para tildar de terrorismo y de criminal esta justa violencia
contra la tiranía. Todo ello está dentro de la lógica y forma parte de las armas
que el capitalismo utiliza para mantener a los pueblos inmóviles, bajo su
dominio y su explotación. Ahora bien, lo que es menos lógico es que fuerzas y
grupos políticos que pretenden servir intereses populares, se sumen a la
reacción para condenar la violencia revolucionaria del pueblo. Son estos más
fariseos y más cínicos aún que las mismas castas oligárquicas, ya que éstas
defienden por lo menos sus intereses, mientras que los otros son unos
miserables vendidos que, a cambio de un plato de lentejas, engañan al pueblo
para que no luche de la única manera por la que pude derrocar a la dictadura
fascista y a cualquier Estado reaccionario». (Elena Ódena; Una necesidad
ineluctable para todos los pueblos; organizar y ampliar la violencia popular,
1975)

Esto no es justo. La burguesía –y la reacción, en general– tienen un interés


obvio en condenar toda violencia que no ejerzan ellas mismas. Pero los hechos

88
son los hechos. Si el FRAP se desvió del concepto de lucha armada, si esa
violencia no llegó a ser una «violencia popular» dirigida por un grupo, sino una
violencia esporádica y puntual de un grupo que se pretendía vanguardia de ese
pueblo, lo que digan los liberales, fascistas o revisionistas, nos es indiferente.
Que la violencia revolucionaria es la única forma de derribar al régimen burgués
es cierto, pero eso no significa que los marxistas estén a favor de utilizar
cualquier acción armada más allá de su contexto y fin. Por tanto, no se le puede
exigir a los demás individuos y organizaciones la aceptación de estos actos y la
negación de la crítica. Ese modo de pensar es, precisamente, el que han utilizado
todas las bandas que exigían una sumisión absoluta a los patrones de
pensamiento filoterroristas.

De nuevo se volvía a decir:

«Al igual que los servicios policiacos y los reaccionarios y fascistas, estos
pretendidos líderes de la «unidad» de la oposición antifranquista
autodenominados algunos socialistas y comunistas, tildan de terrorismo
individual a los que emplean la violencia contra la más feroz violencia fascista
de la dictadura –que no ha cesado desde hace más de 35 años contra el
pueblo–. (...) En vez de apoyar y respaldar las acciones de los que responden
con la única respuesta posible a esa violencia, se dediquen a denigrar, atacar e
injuriar, tildándoles de «terroristas individuales» e incluso difundiendo
abiertamente calumnias y viles acusaciones contra los partidos y
organizaciones de los que van a ser asesinados por la dictadura. ¿A quién
sirven esas calumnias y esas acusaciones? A los verdugos de los luchadores
antifranquistas y revolucionarios. Objetivamente le están incitando a
perpetrar sus asesinatos y a continuar por ese camino. Resulta, además,
grotesco que en el comunicado que comentamos en el que ni una sola vez
aparece la palabra «lucha» se lucubre sobre la apertura de «período
constituyente», «consultas populares», y se insista en la necesidad de acabar
por «vía pacífica con la dictadura» como única salida a la actual situación».
(Elena Ódena; ¿Quién manipula y a quién sirven la junta carrillista y la
convergencia social carlista?, 1975)

Aquí se exponen argumentos similares, e insistimos en lo mismo. Que un


régimen sea represor y que «la violencia no haya cesado jamás» en un gobierno
fascista no justifica el sacrificar la pretendida «vanguardia» aventurándola a
acciones armadas esporádicas, sin coordinación ni fin concreto alguno, y mucho
menos sin tener el apoyo de la mayoría de la clase obrera, ni un plan correcto de
repliegue, que también es responsabilidad de la organización de «vanguardia».
Las ideas pacifistas, las concesiones, pactos y prebendas que los revisionistas
cierren con la burguesía en el poder para mantener el régimen fascista a flote o
para transformarlo en una democracia burguesa es una cuestión indiferente que
nada tiene que ver con el carácter de las acciones armadas a desarrollar por el
FRAP.

Incluso si estos tratos se debían tomar en cuenta era para recapacitar aún más
de lo inútil que iban a ser desatar tales acciones armadas, pues la pinza de los
franquistas y los revisionistas y su influencia en la población hacía imposible al
PCE (m-l) lanzarse por la toma de poder ni que se le asemejara.

89
¿Las acciones armadas mostrarían el carácter reaccionario del
régimen fraquista a las masas? ¿Iban a detener su pactismo con las
fuerzas moderadas del antifranquismo?

A veces se trajo a la palestra la necia idea de que golpeando al régimen fascista


se lograría demostrar su falsa transición hacia una democracia burguesa:

«Es preciso recordar a algunos que, tal vez de buena fe, no comprenderán aún
el determinante papel que han desempañado las justas acciones violentas del
FRAP, ejecuciones de esbirros, etc., que han sido precisamente esas acciones
las que han permitido arrancar la máscara liberalizante al franquismo
cuando éste trataba, mediante una campaña de mistificación, demostrar lo
contrario». (Elena Ódena; La lucha revolucionaria de las masas contra las
castas reaccionarias en el poder, ha de basarse inevitablemente en la violencia
popular, 1976)

Craso error. ¿Acaso cualquier régimen, bien sea fascista o democrático-burgués,


no iba a desatar una feroz represión contra un grupo armado que se dedicase a
la «ejecución de esbirros»? Pues claro que sí, la represión está asegurada
incluso con acciones de «menor contundencia». La premisa de la que se partía
era –y es– incorrecta. Como no nos cansaremos de repetir, la enorme mayoría
de los franquistas y burgueses asociados al régimen. El PCE (m-l) no acertó en
su análisis, que consideraba que las acciones –aún sin ser exitosas– desatarían
la represión y esto, a su vez, el despertar de las masas, que impedirían el
pactismo.

Quiérase o no, en España el terrorismo tuvo el mismo resultado que en Rusia:

«Así escribía Marx en 1877. A la sazón había en Rusia dos gobiernos: el del zar
y el del comité ejecutivo [ispolnítelnyi komitet] secreto de los conspiradores
terroristas. (…) La revolución rusa no se produjo. El zarismo ha triunfado
sobre el terrorismo, el cual, en el momento presente ha empujado a todas las
clases pudientes y «amigas del orden» a que se abracen con el zarismo».
(Friedrich Engels; Acerca de la cuestión social en Rusia, 1894)

La reacción en el poder triunfó sobre los diversos grupos aventureros que le


fueron saliendo al paso, y entre tanto, reclutó «a todas las clases pudientes» y
«amigas del orden» para apuntalar su régimen. Fue gracias a los bolcheviques, y
no a los terroristas, que el orden burgués saltó por los aires, nunca mejor dicho.

Lenin condenó una y otra vez la teoría anarquista de que el pueblo ruso
necesitaba «estimulantes» como el de los atentados para impulsar la
organización y movilización del movimiento obrero. Incluso conectó esta
desviación terrorista con la de los economicistas, ya que ambas eran expresiones
del espontaneísmo:

«Svoboda [los eseristas] hace propaganda del terror como medio para
«excitar» al movimiento obrero e imprimirle un «fuerte impulso». ¡Es difícil
imaginarse una argumentación que se refute a sí misma con mayor evidencia!
Cabe preguntar si es que existen en la vida rusa tan pocos abusos, que aún
falta inventar medios «excitantes» especiales. Y, por otra parte, si hay quien

90
no se excita ni es excitable ni siquiera por la arbitrariedad rusa, ¿no es acaso
evidente que seguirá contemplando también el duelo entre el gobierno y un
puñado de terroristas sin que nada le importe un comino? Se trata justamente
de que las masas obreras se excitan mucho por las infamias de la vida rusa,
pero nosotros no sabemos reunir, si es posible expresarse de este modo, y
concentrar todas las gotas y arroyuelos de la excitación popular que la vida
rusa destila en cantidad inconmensurablemente mayor de lo que todos
nosotros nos figuramos y creemos y que hay que reunir precisamente en un
solo torrente gigantesco. Que es una tarea realizable lo demuestra de un modo
irrefutable el enorme crecimiento del movimiento obrero, así como el ansia de
los obreros, señalada más arriba, por la literatura política. Pero los
llamamientos al terror, así como los llamamientos a que se imprima a la lucha
económica misma un carácter político, representan distintas formas de
esquivar el deber más imperioso de los revolucionarios rusos: organizar la
agitación política en todos sus aspectos. (…) Tanto los terroristas como los
economistas subestiman la actividad revolucionaria de las masas. (...)
Además, unos se precipitan en busca de «excitantes» artificiales, otros hablan
de «reivindicaciones concretas». Ni los unos ni los otros prestan suficiente
atención al desarrollo de su propia actividad en lo que atañe a la agitación
política y a la organización de las denuncias políticas. Y ni ahora ni en ningún
otro momento se puede sustituir esto por nada». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

Efectivamente... cuando hablamos de la España franquista, el obrero tenía


suficientes elementos «excitantes» como la creciente inflación, el desempleo o la
represión para su rabia, lo que necesitaba era elevar su nivel ideológico y una
buena organización.

Con el paso de los años no solo Raúl Marco ha usado este pretexto para
convencer a las nuevas generaciones de que las «acciones fueron necesarias
para impedir la falsa de la transición», también Roberto Vaquero, otro aprendiz
de demagogo, lejos de rescatar lo mejor del PCE (m-l), apoya a Marco en su
cruzada por sostener los mitos que tratan de disimular los errores de la
organización:

«Las acciones que llevó a cabo el FRAP, todo el trabajo que desarrolló fue para
impedir la transición». (Discurso de Roberto Vaquero en el homenaje a los
últimos fusilados del franquismo, 2018)

Sostener un apoyo ciego a unas acciones armadas no convierte a uno en el más


revolucionario. Esta absurda postura es similar a la de aquellos que tratan de
glorificar el periodo del Partido Comunista Alemán (PCA) de la posguerra bajo
Rosa Luxemburgo, o quienes quieren ver en el período de Thälmann de 1925-33
una línea de triunfos a emular. Todos estos desmemoriados, casualmente,
olvidan comentar los gravísimos errores que la Internacional Comunista expuso
ante las fracasadas insurrecciones de 1918-23, así como aquellos otros que
posibilitaron el ascenso de los nazis. Pedir a estos «comunistas» no ya solo que
tengan en cuenta la historia, sino que realicen un análisis propio, es un
imposible.

91
¿Por qué se siguió vendiendo que el FRAP tenía capacidad para
enfrentar al régimen?

Incluso se propagó la idea de que el PCE (m-l) seguía pensando que la tendencia
general era hacia la lucha armada, preparándose en consecuencia:

«En cuanto a las perspectivas del desarrollo general de la violencia


revolucionaria de las masas, la insurrección armada y la guerra popular,
mantenemos que es hacia estas formas altas de lucha política hacia donde
apunta la tendencia principal de los acontecimientos, sin que podamos ahora
profetizar sobre los ritmos y los plazos. (...) Los grupos de combate han de
cumplir, en esta fase, el papel de destacamentos avanzados del movimiento de
masas en las manifestaciones, las huelgas, los asaltos a supermercados,
almacenes u oficinas por parte de los desempleados, las marchas sobre cortijos
y ciudades de los jornaleros y campesinos pobres, los asaltos a comisarías y
coches celulares para liberar a los prisioneros, las ocupaciones de fábricas,
ayuntamientos, terrenos, etc. Todas ellas son hoy acciones que se proponen las
masas y para cuya realización deben contar con los grupos de combate
capaces de planificar los aspectos militares de las acciones, organizar los
piquetes y distribuirlos, encabezar los enfrentamientos con la policía o la
guardia civil, organizar la fabricación de botellas molotov, su distribución y
utilización, orientar a las masas en las luchas de barricadas, recoger las
múltiples experiencias de las masas que, necesitando armarse, crean
instrumentos y artefactos útiles para la lucha y de fácil fabricación, etc. (...) El
C.C., del Partido deberá establecer las medidas a tomar y los instrumentos
idóneos a crear en cada organización del Partido a fin de llevar adelante estas
tareas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

En la práctica no se llevó a cabo ninguna acción armada de renombre, ni mucho


menos actos parecidos a los de 1975, los únicos grupos de combate,
clandestinos, fueron desarticulados durante 1978:

«Catorce personas han sido detenidas por la policía como presuntos miembros
de la organización Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP),
según una nota oficial de la Dirección General de Seguridad hecha pública
ayer. «Se dedicaban -dice la nota- a la consecución de fondos por medio de
atracos a entidades bancarias. Les han sido ocupados dieciocho revólveres,
veinte pistolas, 37 escopetas y una metralleta, abundante munición y material
explosivo». Al margen de la nota, fuentes competentes precisan que les fueron
ocupados treinta kilos de exógeno plástico, informa Efe. Desde hace semanas
la policía observó que determinados atracos, que en principio parecían
desconectados, tenían similitudes. Iniciadas las investigaciones se detuvo a
«comandos armados de la organización FRAP, que mantenían un aparato de
propaganda y que resultaron ser los presuntos autores de estos atracos»,
afirma la nota policial. En Madrid se ha detenido a Carlos Hurtado Arias,
Tomás Pellicer Oliveros y María Inmaculada Pardo Acosta. Además de 32
escopetas, trece pistolas, diez revólveres, una metralleta, una granada de
mano, explosivos «goma-2», munición, documentación y detonadores, les fue
ocupada información sobre cuarteles del Ejército y zonas militares». (El

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País; Detenidos catorce presuntos miembros del FRAP y requisado numeroso
armamento, 2 de diciembre de 1978)

En la práctica no se llevó a cabo ninguna acción armada de renombre, ni mucho


menos actos parecidos a los de 1975. Los grupos de combate remanentes,
clandestinos, fueron desarticulados durante 1978 sin haber entrado en grandes
acciones a excepción de algunas como las que se relatan aquí –como asalto a
supermercados o bancos para subsanar la carestía económica del partido y,
teóricamente, preparar mayores acciones–. Véase el testimonio directo del
ahora anarquista Tomás Pellicer en su obra: «FRAP: Grupo armado» de 2009.

Aparentemente, el anuncio de que las acciones continuarían se trataba o de una


idea demencial o de una bravuconería de cara a la galería, es decir, una
fantochada más de Raúl Marco.

En 2020, uno los líderes del PCE (ml) que más ha distorsionado la historia real
del FRAP reconocía, por fin, que las acciones armadas del mismo fueron
paralizadas en 1978 a causa del escaso apoyo de la población, que se posicionó
en el bando del reformismo y el franquismo:

«Las maniobras de los reformistas y oportunistas lograron poco a poco


desmovilizar a las masas y a los sectores más combativos de España, entre los
que no podemos dejar de señalar que se encontraban la mayoría de los
militantes del PCE, que no se dieron cuenta de la traición. Ante esa situación,
mantener las acciones del FRAP equivalía a un suicidio político. (...) Tomamos
la decisión de paralizar sus acciones. El FRAP no fue desarticulado por la
policía: fue una decisión política que la práctica ha demostrado ser acertada».
(Raúl Marco; Otra vez, algunas precisiones sobre el FRAP, 2020)

¿Por qué la dirección reconoció atentados de otras organizaciones?

Años después, concretamente a inicios de la década de los 90, el grupo forjado


alrededor de Manuel Chivite derrocaría al Secretario General Raúl Marco y el
núcleo de fieles que había agrupado bajo su mando. Ambas líneas, revisionistas
a todas luces, habían hecho degenerar el PCE (m-l) en la década anterior. No
por casualidad ambas líneas estuvieron de acuerdo en muchos de los cambios
políticos que iremos viendo a lo largo del documento. Como decíamos, Chivite,
aprovechando su nueva posición dentro de la cúpula, consiguió la expulsión de
Raúl Marco y sus fieles en 1991. La nueva dirección, ya con el control de todo el
aparato, intentó esbozar toda una serie de revisiones históricas sobre el partido
para justificar la postura pasada de su nuevo líder y de otras figuras de
importancia, como Pablo Mayoral. En especial se realizó un «nuevo análisis»
sobre lo que rodeaba las acciones armadas de 1975. La intención era la de
exonerar a algunas de las figuras del grupo de Chivite que en su momento
habían dado un gran apoyo a las mismas, llegando al punto de la intransigencia
frente a las dudas y las críticas que surgieron tanto de parte de miembros de la
cúpula como de base durante 1976, cuyo resultado llevaría a la consiguiente
sangría de militantes ya conocida.

93
Tras la disolución oficial del PCE (m-l) en 1992, los colectivos que
permanecerían favorables a la línea de Chivite seguirían senda de la revisión
histórica. El llamado Colectivo Libertad Siete publicaba un texto en el que decía:

«Con motivo del VIº Congreso se inició la labor de elaborar una historia y una
reflexión histórica sobre la trayectoria del partido. (…) Hoy los colectivos
Libertad Siete o por un Nuevo Proyecto Revolucionario, de alguna manera
podrían continuar tal tarea. (…) En estas fechas, con motivo del dieciocho
aniversario del 27 de septiembre de 1975, queremos aportar algunos apuntes
para nuestra historia. (…) Respecto al comportamiento de la dirección
máxima del partido, en concreto Julio Manuel López (Raúl Marco) y Benita
Ganuza (Elena Ódena), y sobre todo el primero por la responsabilidad que
había adquirido como vicepresidente del FRAP, es preciso que dejó mucho que
desear. Él era responsable, entre otras cosas, de pasar armamento para los
comandos del FRAP que en condiciones de alucinante precariedad se formaron
en España. Pues bien, del exterior, donde estuvo todo este tiempo R. M., no
llegó ni una mala pistola. El escasísimo y elemental armamento de los
comandos se consiguió íntegramente por los propios militantes del PCE (m-l) y
del FRAP en el interior. Del exterior, de la dirección máxima, sólo llegaban
órdenes y prisas, jamás preparación, medios o armas. Respecto a las labores
de movilización y solidaridad tampoco Raúl Marco ni Elena Ódena destacaron
por su diligencia. Dieron órdenes pero no dieron la cara». (Colectivo Libertad
Siete Madrid; Sobre 1975; VIº Congreso del PCE (m-l), 1992)

Como podemos comprobar en una amplia gama de fuentes –el libro de Riccardo
Gualino: «FRAP: una temporada en España» de 2010, el libro de Mariano
Muniesa: «FRAP: memoria oral de la resistencia antifranquista» de 2015, y
muchos otros ya citados– todas parecen coincidir en que uno de los defectos de
las acciones del FRAP fue la falta de armas, es decir, su precariedad. Esto ha
sido confirmado por diversos testigos directos e indirectos.

El PCE (m-l) era un partido que existía en un país de corte fascista. Contaba,
hasta inicios de los años 70, con relaciones notables con China que, a partir de
entonces, serían sustituidas por unas excelentes relaciones con Albania.
También tenía contactos con diversos movimientos de liberación nacional. El no
contar con suficientes armas, ni siquiera para garantizar la autodefensa de sus
militantes ante los cuerpos represivos o las bandas fascistas, suponía un error
manifiesto de la dirección que, sabedora de esta situación, se propuso
desarrollar las acciones armadas en 1975. De igual modo es inexplicable que los
cuadros intermedios no criticasen o se negasen a realizar esas acciones frente a
un cuerpo represivo como el franquista, que, sin ser la flor y nata de los ejércitos
europeos, estaba dotado con las armas y la instrucción estadounidense desde los
convenios hispano-estadounidenses de 1953.

Seguramente este relato sea exagerado y se tratase de una estratagema del


renegado y adulador Manuel Chivite para denigrar la imagen del viejo PCE (m-l)
y, sobre todo, de la figura de Elena Ódena, pudiendo así rehacer el partido en
base a sus percepciones, en realidad tan viejas como su oportunismo. Riccardo
Gualino relata cómo Elena Ódena hizo todo lo posible para apoyar las acciones
del interior y, una vez capturados varios de sus militantes, por obtener toda la
ayuda internacional posible ante la intención del franquismo de emitir varias

94
penas de muerte indiscriminadas. Este trabajo dio sus frutos, pues las penas de
algunos de los reos fueron conmutadas a penas de cárcel y no de ejecución.
Entre los presos se encuentra el propio Chivite. ¡Pero así es como esta gente
agradece a sus camaradas los servicios prestados!

«Un capítulo que merece la pena apuntar es el relativo a la confusión entre las
acciones armadas del FRAP y las del GRAPO en toda una fase. A lo largo de los
meses de julio, agosto, septiembre y octubre de 1975 comienzan a producirse
diversas acciones armadas paralelas al FRAP, que Raúl y Elena tienen
confirmación no han sido realizadas por el FRAP y que sin embargo en ningún
momento niegan o toman postura para distanciarse de ellas. Se trata de
acciones armadas espectaculares, la más conocida la del 1 de octubre –que
daría luego nombre a los GRAPO–, aunque previamente ya se habían
realizado otras que incluso fueron públicamente reivindicadas como del FRAP
sin serlo. Desde la dirección máxima del PCE (m-l) y del FRAP en ningún
momento se desmienten ante la opinión pública estas acciones reivindicadas
en falso, y de hecho de una u otra forma se asume sin informar a la militancia,
sin aclarar su desconocido origen político ni deslindar campos. Este nefasto
silencio creó después notable confusión y la respuesta dada, a posteriori, por el
PCE (m-l) realizada en Paris en junio de 1976 se sigue sin aclarar la falsedad
de estas acciones, sin desmentir nuestra participación, y lo que es igual de
grave, sin informar a los camaradas de ello. El porqué se mantuvo la señalada
confusión GRAPO-FRAP, que luego se pretendió resolver únicamente
denunciando al presunto carácter parapolicial de los GRAPO queda por parte
de Raúl Marco sin explicarse». (Colectivo Libertad Siete Madrid; Sobre 1975;
VIº Congreso del PCE (m-l), 1992)

La crítica que aquí se hace al partido por no desmarcarse de las acciones del
GRAPO en 1975 –al que luego tanto criticarían como provocador por sus
acciones– es del todo correcta. ¿Por qué se incurrió en este error desde la
dirección máxima? Hay dos opciones. La primera es que la dirección dudara de
la autoría de las acciones armadas sabiendo que sus grupos armados no estaban
bien controlados por ella. La otra opción es que, en aquel entonces, el partido
estuviera envuelto en una frenética carrera por acumular el mayor número de
cadáveres y, así, presentarse ante las masas como el «grupo verdaderamente
revolucionario ante el franquismo», por tanto, no hacía remilgos a adjudicarse
cualquier muerte de «cualquier esbirro del sistema».

El militarismo y la «clandestinitis» como fantasmas en el aire

Muchos grupos de tendencias militaristas, como ETA o el GRAPO, intentaron


justificar su política apoyándose en los bolcheviques. No puede haber nada más
surrealista, pues la historia del bolchevismo es la viva imagen de lucha contra el
aventurerismo militar y el eclecticismo ideológico.

Las expropiaciones pueden ser un complemento necesario en un momento de


ascenso revolucionario, preinsurrecional. Eso es innegable. Pero, de igual forma
ha de decirse que los grupos que solamente se hacen notar por estas acciones, y
hablamos de casos donde nunca pueden probar ni hay más constancia de más
actividades que éstas en un largo periodo, son, en verdad, grupos que se dedican
casi en exclusiva a dichas acciones. Muchos de ellos han intentado demostrar

95
con su propaganda que sus acciones no se limitan a las expropiaciones,
secuestros o ejecuciones, sino que también existe un trabajo de agitación y
propaganda, así como un trabajo en los sindicatos o movimientos vecinales.
Pero, como decimos, nunca dejan de ser meros enunciados propagandísticos
destinados a cubrir su actividad principal, basada en los secuestros, robos y
atentados. Antes se coge a un mentiroso que a un cojo, y se acaba probando que,
efectivamente, no realizan trabajo de masas, pues las masas desconocen de su
existencia más allá de dichas acciones.

No por casualidad los grupos pseudomarxistas dan mucha importancia a las


acciones de los bolcheviques que se pueden asemejar a sus actos. Las
consideran, como decíamos, las acciones más importantes para preparar la
revolución. Especialmente, sacan a relucir el Atraco al banco de Tiflis de 1907.
Habría que preguntarse por qué la famosa «acción» de 1907 no es reivindicada
por el propio Partido Bolchevique en sus escritos oficiales como, por ejemplo,
«Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS» de 1939, ni aparece
en las Obras Escogidas de Stalin sobre 1907, ni hay referencia directa sobre la
misma en las obras de Lenin. Recordemos, además, que más allá del elevado
saldo de fallecidos y de heridos, gran parte del botín no pudo ser aprovechado
por diversas razones, por lo que el atraco, por mucho que se pretenda lo
contrario, no fue un éxito ni mucho menos, y las principales cabezas del
bolchevismo se distanciaron de él.

La única referencia a actos de una magnitud similar se da en pleno auge


preinsurrecional. Lenin cita el caso de los letones, pues parte de la financiación
del partido se logró en base a expropiaciones –unos 5.800 rublos de los casi
50.000 del partido, lo que no hace ni la mitad de las cuentas–. Si estos
ilustrados de la historia del bolchevismo hubiesen leído las resoluciones de los
congresos entre 1903-1907 quizás entenderían esta crítica. Quizás si hubiesen
leído las principales críticas de los bolcheviques al anarquismo ruso sabrían que
una de estas críticas estaba enfocada en centrar la actividad en la «expropiación
de los expropiadores».

¿Qué decían los bolcheviques de los anarquistas y de los grupos seminarquistas


disfrazados de marxistas que llevaban a cabo estas acciones? Hablando de la
revolución de 1905, anotaban:

«Los métodos revolucionarios de lucha, como las huelgas masivas y el


levantamiento armado, fueron extensamente utilizados en Rusia, no bajo la
influencia y liderazgo de los anarquistas, sino bajo el partido bolchevique. En
la insurrección de Moscú de diciembre de 1905 –la más importante en Rusia
hasta la revolución de 1917– no hubo una sola escuadra de lucha anarquista,
mientras los bolcheviques incluso secciones de obreros mencheviques lucharon
en las barricadas. Los métodos favoritos elegidos por los anarquistas en 1906-
07 fueron el terror individual y las expropiaciones; pero estos métodos
demostraban su debilidad, y no la fortaleza del movimiento anarquista. Ello
degeneró en puro bandidaje, el cual no tiene nada en común con los objetivos
de la revolución. (...) Por supuesto, era más fácil atacar a pequeños tenderos, o
robar apartamentos privados, que ponerse a organizar la lucha de clases
contra la clase terrateniente o capitalista en general; era más fácil atacar a un
oficial individual del gobierno zarista que organizar a las masas para

96
derrocar el zarismo. Pero tal actividad no es revolucionaria, ni mucho menos.
Esos anarquistas se llamaban así mismos comunistas. (...) Debe anotarse que
estos anarquistas no llevaron a cabo sus actividades entre los obreros más
organizados y con mayor conciencia de clase, sino entre las ruinas jóvenes de
la pequeña burguesía, entre los intelectuales pequeño burgueses, entre el
lumpemproletariado, y algunas veces entre verdaderos criminales, ya que los
bandidos eran bastante adecuados en lo que respecta a robos y ataques a
casas y tiendas. Para ello no precisaban de principios. (...) Pero las tácticas del
terror individual y económico practicadas por los grupos anarquistas y los
anarquistas individuales servían a despertar entre una sección de los obreros
la falsa esperanza de que los «héroes» anarquistas estaban luchando su
batalla, que ellos serían libres de la explotación como resultados de los actos
terroristas anarquistas. Estas tácticas relajaron las actividades de las masas,
suavizaron su espíritu de masas militante. (...) [En verano de 1906] Los
anarquistas asesinaron al director de los trabajos de ingeniería en esa ciudad,
aunque ellos no tomaron parte en la huelga que estaba en progreso. Este acto
terrorista, como la mayoría de este tipo, solo produjeron resultados
negativos». (E. Yaroslavsky; Historia del anarquismo en Rusia, 1941)

Queda claro que estos métodos no son decisivos para preparar una revolución, y
que su exceso es sumamente contraproducente. Ya lo dijo Lenin:

«Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a la


categoría de los vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de esto
sólo se desprende que el partido del proletariado no puede nunca considerar la
guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el principal
procedimiento de lucha; que este procedimiento debe estar subordinado a los
otros, debe ser proporcionado a los procedimientos esenciales de lucha,
ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del socialismo. (...) El
sector de bolcheviques que las defiende ha puesto las condiciones siguientes
para su aprobación: no son toleradas en absoluto las «expropiaciones» de
bienes privados; las «expropiaciones» de bienes del Estado no son
recomendadas; sólo son toleradas a condición de que se hagan bajo el control
del Partido y de que los recursos sean destinados a las necesidades de la
insurrección. (...) El mundo de los vagabundos, el «lumpenproletariat» y los
grupos anarquistas han adoptado esta forma de lucha como la forma
principal y hasta exclusiva de lucha social. (...) Las acciones de guerrillas que
revisten la forma de actos terroristas son recomendadas contra los opresores
gubernamentales y los elementos activos de las «centurias negras», pero con
las condiciones siguientes: 1) tener en cuenta el estado de ánimo de las grandes
masas; 2) tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero
local; 3) preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del proletariado».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La guerra de guerrillas, 1906)

Estas tesis bolcheviques fueron confeccionadas en un momento de efervescencia


revolucionaria en todo el país, con grandes protestas que demandaban pan,
aumento de salarios y, en un franco momento insurreccional, como fue 1905-
06, con una organización de los marxistas, con una buena ligazón entre las
masas. En cambio, los grupos ácratas que se hacen eco de estas tácticas como
patrón general de acción no tienen en cuenta nada de esto, lanzándose a la
refriega día tras día, aunque no se den las condiciones objetivas y subjetivas

97
para ello. Y aunque los resultados sean nefastos, estas acciones siguen siendo la
piedra angular de su línea general, justificándose bajo la premisa de que
«constituyen una resistencia legítima contra el Estado».

Sin una adecuada comprensión de todo lo anterior los grupos armados


clandestinos de cualquier partido pueden entran en una espiral: hay necesidad
de fondos para llevar a cabo las próximas acciones, se realizan acciones para
conseguir financiación para realizar estas otras acciones que, a su vez, tienen
como finalidad obtener más fondos para realizar acciones de mayor
envergadura; todo esto, con el desgaste consecuente, claro está. Tampoco es
infrecuente que muchos de estos grupos, una vez perdido el férreo control del
partido, caigan en el bandolerismo como forma de vida o, peor aún, que sus
acciones deriven en el terrorismo indiscriminado como fruto de su deriva
militarista

Después de 1975, la dirección del PCE (m-l)/FRAP logró eludir estas tendencias
que habrían desembocado en el desastre total. De hecho, comenzó a criticar con
saña el militarismo de otros grupos, como ETA y los GRAPO, cosa que no exime
a la organización de sus anteriores errores en este campo, así como de la falta de
autocrítica ante su militancia.

También existe otro factor a tener en cuenta: la adjudicación de acciones de


dudosa finalidad a los grupos revolucionarios. El FRAP fue acusado mediante
un provocador que se había identificado como miembro del frente y autor del
atentado del incendio de la Sala de Fiesta «Scala» en Barcelona, el 15 de enero
de 1978. Esta acción tuvo como resultado la muerte de cuatro trabajadores
afiliados a la Confederación Nacional de Trabajo (CNT) de carácter anarco-
sindicalista. Varios medios, como «Hoja oficial» o «Mediterráneo», dieron por
hecho la autoría en sus panfletos. El FRAP tuvo que desmentir esta acusación.
Tiempo después, fueron arrestados y condenados tres jóvenes anarquistas por la
autoría del atentado. Por aquel entonces, la CNT se había negado a aceptar –
como el FRAP– el Pacto de la Moncloa, urdido por los partidos y sindicatos
colaboracionistas, y movilizaba a las masas contra él. Así mismo, denunció que
los autores del atentado eran infiltrados policiales. Los jóvenes negaron en el
juicio de 1980 la acusación y señalaron la incongruencia de la de la versión del
fiscal, señalando que todo era un montaje, siendo Joaquín Gambín el principal
acusado. Pocos años después, en 1983, durante un doble juicio, Gambín
confiesa su actuación como confidente policial, delatando a su reclutador y al
autor del montaje policial de 1978. Esto, además de un ejemplo de las calumnias
y uso de provocadores para desprestigiar a los grupos revolucionarios, también
es muestra de que determinado tipo de acciones no benefician al partido
comunista, que puede ser tachado de grupo aventurero con mayor facilidad y,
en consecuencia, es más fácil endiñarle acciones reprochables.

A través de un informante que asistió al congreso de 1977–, el periódico «El


País» reportó material secreto del PCE (m-l). Según el informante, allí se
comentó que las acciones armadas seguirían y que las nuevas organizaciones
armadas que surgían y podían hacerle la competencia eran un mero
instrumento del fascismo –esto coincidía con lo que la organización también
vendía de puertas para fuera–:

98
«Habrá acciones armadas –afirmó el dirigente del PCE (m-l)– en tanto sean
necesarias para seguir avanzando». Respecto a los GRAPO, el dirigente del
partido denunció a este grupo como «provocador, dirigido por el fascismo, que
actúa contra la política de nuestro partido y busca desprestigiar la lucha
armada y alejar a las masas de ella». El informante dijo que tenían datos para
hablar así, y que el hecho de que hubiera «militantes en el GRAPO que sean
honrados no significa nada», ya que sirven intereses fascistas. Denunció
también su «repentina irrupción en el campo republicano», calificándolo de
«quintacolumnista y contrarrevolucionario». (El País; El FRAP anuncia
nuevas acciones armadas, 20 de julio de 1977)
Todo grupo antisistema siempre será susceptible de ser infiltrado por los
servicios secretos del aparato burgués. Si el lector conoce mínimamente la
historia de la revolución rusa, sabrá que los bolcheviques no fueron excepción –
véase el caso de Malinovsky–. Hoy también se sabe que el PCE (m-l) tampoco lo
fue –véase el caso de José Luis Espinosa Pardo que actuó como infiltrado en
UGT, FRAP y PCE (r)/GRAPO–.

Por tanto, la única estrategia que puede seguir el partido comunista es la de


diferenciarse del resto de sus competidores, tomando esta cuestión con más
seriedad que el resto y manteniendo una férrea exigencia ideológica, así como
un estricto control de las acciones a tomar, todo con el fin de que no haya
equívocos o malentendidos y, evidentemente, para que los cargos de
responsabilidad estén ocupados por individuos fiables y competentes.

Como todos sabemos, el GRAPO tuvo en su seno grandes infiltraciones


policiales. Incluso entre los infiltrados, como Rufo Mora, se denunció ante los
medios de comunicación la falta de contundencia del gobierno para desarticular
a toda la banda ya que contaba con las condiciones. Sea como sea, las ideas
semianarquistas entre los integrantes de la cúpula eran más que notorias como
para necesitar un «impulso» de fuera. Véase la obra: «Estudio histórico sobre
los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO»
de 2017

Este simplismo del PCE (m-l) para explicar el nacimiento y operación de un


grupo como este es inadmisible para un partido que se dice marxista-leninista,
pues es imposible convencer a nadie con dos dedos de frente con unas
explicaciones tan insuficientes.

Sí nos parece relevante otra cuestión que estos grupos sacaban a colación
constantemente: la traición ideológica. El revolucionario debería memorizar
como advertencia el triste destino que siempre aguarda al traidor que deserta de
las filas revolucionarias hacia la reacción: una vida de mentiras e insatisfacción
que puede conducir al desprecio de uno mismo y, finalmente, al suicidio. No hay
mejor receta que repasar el final de cada uno de los casos para evitar caer en
estas «tentaciones». En especial sobre aquellos que aceptan hacer las veces de
chivatos y espías.

«Así en el ámbito de la organización, algunos de estos nuevos partidos


marxista-leninistas que se separaron de los partidos revisionistas, se
organizaron, por decirlo así, en las mismas formas legales que los partidos

99
revisionistas y socialdemócratas, así la entera opinión política e ideológica del
país no podía fallar en ejercer una influencia dentro de sus filas. Hasta a día
de hoy, hay miembros de estos partidos que piensan que ellos pueden militar
en las formas legales como comunistas marxista-leninistas sin que ser
molestados por el capitalismo y sin sufrir su aparato de represión. En estas
circunstancias, entonces, difícilmente se puede decir que allí existe ese núcleo
sólido tan fuerte como para poder estar en condiciones de ilegalidad, siendo
capaz de resistir un ataque repentino de la reacción, ataque que seguramente
se realizará contra el partido». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-
leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

La dirección no siempre se adaptó a un trabajo ilegal eficaz, siendo fácil


desmantelar sus células por su pésima disposición de acción, véase un ejemplo:

«Uno de los golpes definitivos llegaría, paradójicamente, con el aniversario de


la proclamación de la República en 1977. Unas ochenta personas fueron
detenidas el 14 de abril de 1977 en las diferentes manifestaciones por el 46º
aniversario de la proclamación de la II República española. La mayoría de los
detenidos, según el Ministerio de la Gobernación eran miembros del FRAP (El
País, 15 de abril de 1977). A última hora de la tarde, numerosos grupos de
personas realizaron diversos intentos de manifestación en el centro de Madrid,
respondiendo a la convocatoria del Frente, de Acción Republicana
Democrática Española (ARDE), del Comité Regional de Castilla del Partido
(Comunista de España (marxista-leninista) y del Movimiento Comunista para
manifestarse en la plaza de España de Madrid (Informaciones, 15 de abril de
1977). Sobre las diez de la noche, una vez concluida la manifestación, fueron
arrojados algunos cócteles molotov contra las sedes de algunos bancos, como
las oficinas madrileñas del banco de Vizcaya o del Comercial Occidental de la
calle de Alcalá. A ello se sumaron vuelcos de automóviles y levantamiento de
barricadas y obstáculos en la vía pública con bancos y material de
construcción. Cinco policías armados fueron lesionados con ocasión de los
enfrentamientos (Informaciones, 15 de abril de 1977). En cuanto a incidentes
fuera España, las oficinas de Ginebra de la compañía aérea Iberia sufrieron en
el día un intento de ocupación por miembros frapistas (El País, 15 de abril de
1977). En cuanto a incidentes fuera España, las oficinas de Ginebra de la
compañía aérea Iberia sufrieron en el día un intento de ocupación por
miembros frapistas». (Antonio Martínez de la Orden; El Frente
Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP): Una aproximación histórica
(1971-1978), 2015)

Esto venía a demostrar los métodos primitivos de la organización:

«A menudo tienen lugar fracasos como resultado de la inadmisible situación


en la que se encuentran los camaradas de realizar trabajos en condiciones de
ilegalidad en el mismo lugar durante varios años. Es imprescindible mover y
desplazar a los cuadros de los partidos regularmente, enviando a la
«retaguardia» a los trabajadores que ya sean conocidos por la policía y estén
en peligro según sea oportuno. Por otro lado, el partido malgasta fuerzas
significativas en la organización de diferentes manifestaciones convocadas en
fechas conocidas por la policía –el día de la Comuna de París, el Primero de
mayo, un día contra la guerra, el aniversario de noviembre, la Comuna del

100
Cantón, etc.–. Al exigir que todos los miembros del partido participen en estas
manifestaciones, así como la participación abierta de los principales cuadros
en las acciones de huelga, el partido expone descuidadamente a sus cuadros,
privándose así de la oportunidad de incrementar sus fuerzas». (Internacional
Comunista; La situación en China y las tareas del Partido Comunista de
China, 14 de abril de 1936)

Reflexionando sobre la histórica infiltración en los grupos revolucionarios, se


llega a la conclusión que, pese al sabotaje y labor de chivateo, el topo está
obligado por sus circunstancias a realizar la labor encomendada, pues de no
hacerlo de forma sistemática será relevado o acusado de saboteador. Por tanto,
el topo siempre cumple, quiera o no –por su propio bienestar–, una función útil
al grupo revolucionario y, en caso de no hacerlo, debe abandonar el grupo o será
desenmascarado. Esto debe ser una lección a aprender, pues sin querer llegar
decir que la infiltración es inevitable y que no debemos preocuparnos por ella –
todo lo contrario–, no debemos caer en la paranoia y el sectarismo que impiden
conocer, aprovechar y probar el trabajo de diversos individuos. Hay que
acostumbrarse a suprimir las murmuraciones y toda acusación a la ligera hacia
un camarada, del mismo modo que se debe suprimir a aquellos que basan su
crítica al revisionismo única y exclusivamente en estos términos, más allá de
que éstos sean ciertos o no.

Hoy encontramos que algunos de los miembros del antiguo PCE (m-l), personas
que ya se encuentran en las filas de Podemos, Izquierda Unida o esa otra
caricatura que es el PCE (m-l) actual, siguen arrastrando en su fuero interno
una «clandestinitis» cuanto menos graciosa; es decir, una paranoia donde ven la
mano de los «espías» y «provocadores» a cada paso, todo esto mientras no
tienen ningún problema en mostrar todas sus acciones políticas en redes
sociales a cara descubierta. ¡Una concepción de la seguridad curiosa, sin
duda! Véase el capítulo: «De nuevo la importancia del concepto de «partido» en
el siglo XXI» de 2020.

¿Las acciones reforzaron o debilitaron al partido?

«–José Dalmau: Sin embargo los costes fueron muy elevados para vosotros.

–Elena Ódena: Por supuesto pero no hay batallas sin pérdidas. Quizá fueron
algo mayores de lo que cabía esperar. (…) El conjunto de militancia del partido
eran camaradas inexpertos y con escaso encuadramiento». (Elena Ódena;
Entrevista realizada para «Interviú» por el periodista José Dalmau, 17 de
febrero de 1977)

La organización no solo tendría que enfrentar la represión del gobierno –que


causaría un enorme número de bajas–, sino que, a la postre, el PCE (m-l)
sufriría una escisión en verano de 1976, escisión que ponía en tela de juicio toda
la línea política del partido. Trataremos este episodio en el siguiente
capítulo. Véase el capítulo: «El gran cisma en el PCE (m-l) de 1976» de 2020.

Ante las acusaciones que generaron sus errores, los dirigentes del PCE
(ml)/FRAP se limitaron a reconocer que éstos pudieron haber ocurrido, pero sin
especificar cuáles, sin ejemplos concretos, tratándose de un mero formalismo

101
que, quiérase o no, el militante medio no podía comprender, mucho menos un
revolucionario que indagara en los años sucesivos pretendiendo entender dicha
experiencia histórica:

«Dejando de lado a estos individuos, insistimos en que dentro de la actividad


del partido desde el Iº Congreso de 1973, las acciones armadas han
desempeñado un papel altamente positivo, lo cual no excluye el que se
cometieran errores y fallos, errores y fallos de los que debemos sacar
experiencias y lecciones para prepararnos mejor, ya que, como hemos dicho
infinidad de veces, el partido no renuncia a la lucha armada. Esta es una
cuestión de principios, una línea de demarcación entre marxista-leninistas y
revisionistas y oportunistas de todo tipo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Se puede decir que esta forma de encarar los problemas en un acto del calado de
un congreso –que constituye el evento más vital para el partido comunista– solo
daba munición para los fraccionalistas de 1976 que todavía tuvieran apoyos
dentro del partido, o para reforzar los argumentos de su salida, pues en este
evento habría sido menester elaborar un análisis completo de las acciones
armadas, sus virtudes y defectos, comprender su relación con la salida de ciertos
militantes –tuviesen razón o no en sus postulados–; inclusive era el momento
de exigir responsabilidades a los organismos superiores por los desastres
ocurridos.

En el congreso de 1977, la dirección general del PCE (m-l) justificaba las


acciones como «positivas, pese a los costes»:

«Dentro de la actividad del partido en este periodo, debemos señalar la


enorme campaña llevada a cabo para tratar de salvar a nuestros camaradas
condenados a muerte y, después, como protesta por el asesinato de Xosé
Humberto Baena, Ramón García Sanz, José Luis Sánchez-Bravo y los dos
antifascistas vascos. Todo el partido, todas sus organizaciones, todos sus
militantes se movilizaron admirablemente, encabezaron manifestaciones,
organizaron mítines, etc., y la voz del partido y del FRAP llegó a todos los
rincones del mundo –con la excepción de algún país «hermano» que boicoteó
vergonzosamente aquella campaña y que se limitó a escribir que en España
habían sido «fusilados cinco militantes de organizaciones de masas»–. El
partido y el FRAP adquirieron un gran prestigio internacional, y en aquellas
movilizaciones de millones de seres en el mundo, los auténticos marxista-
leninistas se reforzaron. Fue, de rechazo, un golpe para el revisionismo que
hasta entonces monopolizaba prácticamente el movimiento de masas a nivel
internacional ya que, de repente, gracias a la acción de nuestro partido y del
FRAP, gracias al heroísmo de nuestros inolvidables camaradas, las masas se
lanzaron a la calle y los mismos gerifaltes revisionistas se vieron obligados a
manifestarse para así tratar de no ser desbordados por sus propias bases».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

Observemos la postura de Raúl Marco –que ha seguido manteniendo hasta la


actualidad–:

102
«¿Qué cometimos errores y tuvimos fallos y carencias? Cierto, pero aparte de
inexperiencia, de escasez de medios materiales, a pesar del alto precio pagado,
fue necesario». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y
el FRAP, 2018)

Décadas después, uno de los máximos inspiradores de aquellas acciones y


encargados de su supervisión aún sigue sin explicar a sus militantes y
exmilitantes cuáles son esos errores. Y estamos seguros de que este rufián se irá
a la tumba sin soltar prenda de todo lo que sabe. Lo lamentable es que nadie
rindiera cuentas a la dirección por estos errores de cálculo. En cualquier partido
comunista decente Marco habría sido degradado, cuando no expulsado, por su
negligencia. Y si alguien cree que exageramos, ahora están disponibles tanto en
español como en inglés los documentos de la Internacional Comunista sobre
líderes como Heinrich Brandler, Béla Kún, Bohumír Šmeral o el propio José
Bullejos para, así, observar las críticas de las que fueron blancos y el destino que
sufrieron por sus negligencias manifiestas. Estas negligencias van desde una
mala planificación hasta las muestras de cobardía durante las insurrecciones.
Realmente no es necesario valerse de casos tan extremos para relevar de su
cargo a un dirigente incompetente

El enorme precio pagado no era necesario, porque lejos de reforzar, hundió la


reputación que hasta entonces había cosechado el PCE (m-l)/FRAP organizando
la lucha de masas, y criticando precisamente el aventurerismo armado.

El ocaso de un mito: la disolución del FRAP en 1978

El PCE (m-l) decidió, en 1978 suprimir el FRAP, el frente con el que hasta ahora
se había identificado:

«En este mismo año, 1978, y dadas las nuevas circunstancias políticas y
sociales, tanto a nivel del poder como del movimiento obrero y popular, el PCE
(m-l), fuerza principal y dirigente, decidió suspender la actividad del FRAP, ya
que en la nueva situación tanto los objetivos y las formas de lucha de una y
otra organización coincidían en lo esencial en todos los terrenos». (Grupo
Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de 1975, 1985)

Hasta hoy la dirección no ha dado ninguna explicación plausible sobre su


disolución, salvo peroratas como la que acabamos de leer.

Aunque tardíamente, la dirección comprendería la necesidad de adaptarse a las


posibilidades del nuevo régimen, dado el mayor grado de posibilidades que
comportaba para el desempeño del trabajo legal e, incluso, la participación en
las elecciones. Véase el capítulo: «Replanteamientos, remodelaciones y choques
internos de 1978-79» de 2020.

Pero, ¿qué tenía esto que ver con los puntos del FRAP emitidos en 1971 que, en
su mayoría, seguían teniendo vigencia pese a la transformación del régimen
franquista en una democracia burguesa con claros tintes autoritarios? La
disolución solo podía responder a la incapacidad para movilizar a las masas bajo
esos puntos, sin dejar de tener en cuenta que el FRAP era tachado
frecuentemente de terrorismo.

103
Algunos exmilitantes consideran que la disolución del FRAP fue motivada por la
claudicación ideológica de la dirección, pues desde entonces el partido en su
política frentista se centró demasiado en alianzas con republicanos no
revolucionarios y, finalmente, el PCE (m-l) se apartó de sus propios objetivos,
perdiendo poco a poco su esencia revolucionaria y contentándose con ciertas
alianzas superficiales con restos marginales del republicanismo reformista, que
no llevaban al partido a avanzar. Esto, a priori, puede parecer cierto viendo
cómo el partido se acabó deslizando hacia el republicanismo pequeño burgués.
Pero recordamos al lector que ese tránsito ocurrió mucho después, al menos a
partir de 1986. Véase el capítulo: «Un deslizamiento hacia las clásicas
desviaciones basadas en un republicanismo pequeño burgués» de 2020.

Volvemos a insistir en que debemos tener en cuenta que el FRAP, ya en el


periodo de 1971-1978, pese a su propósito de ser un «frente revolucionario» que
agrupase a varias capas de la población y sus representantes, no logró cerrar las
alianzas que pretendía, acabando por reunir las agrupaciones satélites del PCE
(m-l), pero nunca a otras organizaciones antifascistas de importancia. Esto
indica un déficit a la hora de influenciar a las militancias de base de otras
organizaciones, un modelo errado en el modelo organizativo:

«Planteaba un modelo, por el cual se habían hecho las revoluciones


tradicionales, de frente popular. El PCE (m-l) planteó el FRAP como frente
popular, como alianza de clase [se refiere a la principal alianza obrero-
campesina], y a tal fin se creó unas organizaciones a medida, no
organizaciones que surgían de la realidad social, sino que él las creó. Creó la
Unión Popular de Mujeres (UPM), la Unión Popular de Artistas (UPA), la
Oposición Sindical Obrera (OSO), la Federación Universitaria Democrática de
Estudiantes (FUDE) [también las Uniones Populares del Campo (UPC), la
Federación de Estudiantes de Enseñanza Media (FEDEM)]. Esas
organizaciones eran el PCE (m-l) y su entorno de simpatizantes. (...) Con todas
esas organizaciones y con una pequeña organización socialista escindida del
PSOE, cuyo dirigente era Julio Álvarez del Vayo, que había sido ministro de
Asuntos Exteriores durante la II República, fundó el FRAP. El FRAP surgió
intentando reconstruir un frente popular, un frente de masas, no surgió
[simplemente] como grupos de autodefensa. (...) No nos vayamos a engañar, el
FRAP era el PCE (m-l) y sus simpatizantes, no era un frente popular. Es la
realidad, vista desde la distancia, otra cosa es la mística que se llegó a hacer
sobre el mismo». (Entrevista de Adriana Catalá a Pepe Avilés, exmilitante del
FRAP, 2015)

Cierto es que hacia la juventud hay que dedicar un tipo de agitación y


propaganda concreta, pero, ¿eso justifica una «organización específica»? Por
esa regla de tres, el partido comunista debería crear siempre organizaciones
específicas dedicadas a las mujeres, intelectuales, soldados, campesinos, una
rama sindical obrera, otra para los trabajadores del campo, y así sucesivamente
para un sin fin de capas de la población. Esto no garantizará un mejor
acercamiento hacia esos colectivos si no se solventan problemas más acuciantes,
como el tener una la línea política clara o el estudio de las necesidades de estos
colectivos, con el planteamiento de sus soluciones bien sintetizadas y
popularizadas.

104
El PCE (m-l) tuvo este tipo de organizaciones satélite a su cargo, pero eso no
solucionó automáticamente la falta de influencia entre las mujeres –ni qué
hablar hacia los campesinos o los soldados–. Este «creacionismo», sobre todo
para un partido que acaba de nacer, supone crear más trabas burocráticas que
otra cosa, así como un desperdicio evidente de energías. Ciertamente debe de
existir dentro del partido una sección específica, una secretaria –si se quiere
decir así–, que se dedique a abordar los problemas de la juventud, pero no como
para que exista en sí una rama segregada del partido, ni mucho menos
autónoma, pues las ramas y frentes «tapadera» no hacen sino diluir la
popularización del partido sobre cuestiones genéricas que enlazan los intereses
comunes de todo el pueblo trabajador, entre ellos, crear una conciencia
socialista generalizada.

Pongamos como ejemplo la cuestión de la mujer. ¿Acaso unas jornadas


específicas para entender «la histórica situación de la mujer trabajadora en el
capitalismo», o cualquier trabajo concreto hacia la mujer que desarrollase la
rama femenina del partido no le incumbe de igual forma a los jóvenes
estudiantes, intelectuales, sindicalistas obreros o campesinos del partido
varones? El partido puede «adecuar» su propaganda a determinadas capas de la
sociedad sin perderse en entramados de organizaciones satélites que suponen
un doble gasto de energía. El programa del partido debe de dar cabida a todas
estas reivindicaciones y a adaptarse a los diversos frentes de masas existentes
recogiendo su voz y reivindicaciones. Esto no significa que, efectivamente, se
puedan dar las condiciones para crear un verdadero frente con otras
organizaciones o elementos sin partido, pero esta creación jamás debe ser
mecánica, ni mucho menos debe responder a la necesidad de crear
organizaciones fantasmas para hacer creer que se está en contacto con las
masas. Si esto no se cumple, el partido comunista acabará con sus mil secciones
y mil reivindicaciones concretas para cada sección particular bajo un
cantonalismo de manual. Su acción será más cercana a las reivindicaciones
parciales y actuar de los grupos eclécticos antifascistas y posmodernos
contemporáneos que a una política de masas comunista.

Este defecto del «creacionismo» mecánico e indiscriminado de ramas y


pequeños frentes específicos del partido es reproducido hoy en día por algunas
organizaciones revisionistas que creen estar solventando su falta de influencia,
disimulándola con este tipo de organizaciones-fantasma: PCE (m-l), RC, PCPE,
PCTE, PCE, etc.

A partir de 1976, el nuevo frente republicano de la Convención Republicana de


los Pueblos de España (CRPE) –al menos, inicialmente– no rechazaba la unión
con los republicanos de distinto tipo, siempre que no fuesen colaboracionistas
del régimen, pero combatiendo dentro del frente las concepciones burguesas y
pequeño burguesas, incluyendo los límites del pacifismo y el reformismo, tal y
como se hacía en los años del FRAP. La idea de que a partir de 1978 el PCE (m-l)
se derechizó porque disolvió el FRAP parece ser precipitada, y parte más bien de
exmilitantes conversos al anarquismo que en algún momento estuvieron en la
órbita armada del FRAP, como Tomás Pellicer, quienes deseaban continuar con
sus acciones armadas a toda costa.

105
Como ya hemos dicho, esta derechización empezó a ocurrirle al PCE (m-l) con el
paso del tiempo, sobre todo bajo la influencia de las coaliciones electorales de
1986-89, donde la dirección liderada por el duo Marco-Chivite acabó cayendo
en concepciones republicanas pequeño burguesas y rehabilitando al
revisionismo patrio. Véase el capítulo: «El progresivo cambio en las alianzas:
con los revolucionarios y progresistas honrados vs aliarse con los cabecillas
oportunistas» de 2020.

Esto le ha ocurrido, en mayor o menor medida, a todos los partidos que van a
parar al cenagal del revisionismo de forma progresiva o fulminante, cosa que se
ve acentuada si se obtienen grandes cuotas electorales y grandes números de
militancia:

«De allí la adaptación de la táctica parlamentaria de los partidos socialistas a


la acción legislativa «orgánica» de los parlamentos burgueses y la
importancia, siempre creciente, de la lucha por la introducción de reformas
dentro de los marcos del capitalismo, el predominio del programa mínimo de
los partidos socialistas, la transformación del programa máximo en una
plataforma destinada a las discusiones sobre un lejano «objetivo final». Sobre
esta base se desarrolló el arribismo parlamentario, la corrupción, la traición
abierta o solapada de los intereses primordiales de la clase obrera».
(Internacional Comunista; El partido comunista y el parlamentarismo; IIº
Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

Aunque para que surja esta adaptación oportunista al sistema no es necesario ni


siquiera que el partido fragüe un éxito en las elecciones burguesas, ya que con el
PCE (m-l) jamás se dio tal caso, todo lo contrario ocurrió al presentarse en 1979,
1982 o 1989. Véase el capítulo: «El triunfalismo en los análisis y pronósticos» de
2020.

En todo caso el bajo rendimiento electoral puede ser una de las razones que hizo
que la dirección empezase a ver con buenos ojos forjar alianzas extrañas con
elementos derechistas sin nula incidencia entre las capas populares, como fue el
caso de la infame coalición con el Partido Comunista de los Pueblos de España
(PCPE) en 1989, organización que Elena Ódena y el PCE (m-l) an taño habían
criticado con saña por su extremo oportunismo.

Un defecto así no suele ser fortuito ni debido únicamente a la cuestión electoral,


pues suele estar ligado a los defectos organizativos, de agitación y propaganda
del partido, de la postura del partido frente al revisionismo en general y en
particular al que tiende al reformismo, de ahí que a nivel internacional el PCE
(m-l) rehabilitase todo revisionismo que antes combatía: el castro-guevarismo,
el jruschovismo, el maoísmo, el tercermundismo, etc. Véase el capítulo: «De la
aplicación del internacionalismo a la reconciliación con el revisionismo» de
2020.

Como epílogo a estas cuestiones que, efectivamente, deben ser asimilados y


comprendidos por todo marxista-leninista, debemos recordar que el partido
comunista marxista-leninista debe entender lo siguiente:

106
1) Sin un método y estilo de trabajo correcto la organización proletaria no puede
avanzar, se queda anquilosada y, tarde o temprano, se desvía y es liquidada.

2) Si se ignora el estado de concienciación de las masas, si se cree que el cambio


de conciencia política es automático en la mayoría de población, incluso en
períodos de crisis, se está en las antípodas del marxismo. Este cambio se
produce lentamente y bajo el impulso de una organización seria y paciente.

3) No debe creer que no habrá persecución por parte del Estado burgués, ya que
su actividad revolucionaria propicia el choque entre las fuerzas del proletariado
y las fuerzas y cuerpos del Estado burgués. No debe crear ilusiones sobre el
trabajo «legal» y caer en el «cretinismo parlamentario» de derecha y la creencia
del «tránsito pacífico al socialismo» bajo el régimen parlamentario burgués.
Tampoco debe creer que las cuestiones clave pueden ser resueltas bajo el
parlamentarismo. Su objetivo debe ser preparar al partido para la toma de
poder.

4) No debe limitar su lucha a la «legalidad» burguesa, sino combinarla con la


lucha clandestina y unir ambas para cimentar el camino hacia la revolución. El
grupo que solo tiene en cuenta la lucha clandestina se acaba convirtiendo en una
agrupación aventurera y conspiradora, y el que solo tiene en cuenta la lucha
legal se acaba convirtiendo en un parlamentarista y legalista burgués.

5) No debe tener miedo a desenmascarar la falsedad de la democracia burguesa,


mostrando a las masas populares la verdad detrás de su mito y
contraponiéndola siempre a la democracia proletaria. Se deben popularizar,
pues, los principios del comunismo a viva voz.

6) No debe temer violar la legalidad burguesa cuando sus actos supongan un


avance para el movimiento, pues la burguesía viola diariamente su propia
legalidad y ha de saberse que, para el proletariado, violar la constitución y
legalidad burguesas es la única forma de ver nacer una sociedad nueva, libre de
la esclavitud asalariada.

7) No debe subordinar la existencia legal de su organización a una renuncia


pública de sus principios.

8) No debe perder la independencia de sus puntos programáticos, ni siquiera


cuando contrae alianzas con otras agrupaciones progresistas, sino que debe
popularizar dentro de esta alianza sus principios revolucionarios para que se
acaben imponiendo dentro del campo progresista. De otro modo, el partido
comunista se acaba fusionando con organizaciones y tendencias ideológicas no
proletarias, adoptando así sus defectos y vicios.

El revisionismo actual lejos de avanzar en superar los mitos, se


esfuerza por sostenerlos por sentimentalismo y conveniencia

Hoy, como ayer, Raúl Marco, emplea la demagogia para defender el error de
apreciación en las acciones armadas del FRAP y su responsabilidad personal
política y moral:

107
«El FRAP no fue una organización terrorista, sus acciones nunca fueron
contra objetivos civiles, sus militantes eran luchadores del pueblo contra la
dictadura. Muchos de ellos fueron torturados, algunos hasta la muerte». (Raúl
Marco; Otra vez, algunas precisiones sobre el FRAP, 2020)

No reconocer que el FRAP cayó en el terrorismo porque «la lucha no fue contra
civiles» es un argumento ridículo. Que los blancos fuesen civiles o fuerzas del
orden no determina el carácter objetivo de lo que es propiamente una acción
terrorista. El terrorismo es terrorismo siempre, objetivamente hablando. Otra
cuestión muy diferente son las motivaciones, el número de personas que lo
ejerzan o el apoyo de las masas ante tales acciones, pero nada de esto altera su
esencia. Tampoco cambia la naturaleza aventurera de las acciones armadas, el
ataque a blancos indiscriminados, la falta de preparación técnica, ni tampoco
otros hechos, como son la represión sufrida por el grupo revolucionario o el
carácter fascista del régimen que combaten. Esto es un ejercicio de
diversionismo extremo que han utilizado todas las bandas para justificar sus
acciones desesperadas. Un anarquismo jesuita, como Marx tachaba las ideas
hipócritas de Bakunin recogidas en el «Catecismo revolucionario».

¿Qué otro pretexto se usa, todavía a día de hoy, para negar el carácter de las
acciones armadas de 1975? Distraer al oyente con sentimentalismo lacrimógeno
hablando del carácter reaccionario y represivo del régimen:

«Carlos Hermida: El mito del terrorismo. Frente a la violencia estructural y


terrorista del franquismo la necesaria llamada a la resistencia popular y la
lucha armada revolucionaria. Los terroristas no eran los militantes del
PCE(m-l) y el FRAP, que eran luchadores republicanos, comunistas,
antifascistas, antifranquistas «que tuvieron el valor de enfrentarse al
fascismo»; si no la dictadura franquista que practicaba el terrorismo a
diario». (Presentación del libro de nuestro camarada Raúl Marco, 27 de junio
de 2018)

Se trata del mismo ejercicio de contorsionismo que intentaban realizar en su día


el peronismo, el maoísmo o el guevarismo para eludir responsabilidades:

«Como respuesta a la persecución del régimen y ante la incapacidad de


ganarse a las masas trabajadoras, los grupos guevaristas tuvieron un claro
apego al terrorismo sin conexión con las masas, creyendo que el carácter
reaccionario y represivo bastaba para justificar su metodología anarcoide».
(Equipo de Bitácora (M-L); ¿Por qué no puede considerarse al «Che» Guevara
como marxista-leninista? He aquí las razones, 2017)

«El propio Hasél cuando fue preguntado si apoya la ideología y métodos de


estas bandas, solo pudo contestar desviando la atención que para él lo que sí es
violencia es la muerte de inmigrantes que intentan llegar a un lugar mejor.
Valtonyc ante la misma pregunta dijo hace poco que para él lo que si es
condenable son las muertes por violencia machista. Es decir, hablan hasta del
sexo de los ángeles con una claridad nítida, pero de sus propios referentes no
hablan claro a la hora de la verdad, básicamente porque no hay por donde
coger varias de sus acciones y justificarlas ante un gran público con algo de

108
cordura». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos
oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Lejos de lo que ha propalado el revisionismo, el marxismo no apoya cualquier


tipo de lucha en cualquier situación:

«El camino que los populistas habían elegido para luchar contra el zarismo, el
camino de los asesinatos individuales, el camino del terror individual, era
falso y perjudicial para la revolución. La política del terror individual
respondía a la falsa teoría populista de los «héroes» activos y la «multitud»
pasiva, que aguarda las hazañas de los «héroes». Esta falsa teoría
preconizaba que sólo unos cuantos individuos destacados hacen la historia y
que la masa, el pueblo, la clase, la «multitud», como la llamaban
despectivamente los escritores populistas, es incapaz de realizar acciones
conscientes y organizadas y no puede hacer más que seguir ciegamente a los
«héroes». Por eso, los populistas renunciaron a realizar un trabajo
revolucionario de masa entre los campesinos y la clase obrera, y
emprendieron el camino del terror individual. Los populistas obligaron a uno
de los mejores revolucionarios de aquel tiempo, Stepán Jalturin, a abandonar
su labor de organización de una Liga obrera revolucionaria para entregarse
por entero al terrorismo.

Los populistas desviaban la atención de los trabajadores de la lucha contra la


clase opresora con el asesinato, inútil para la revolución, de unos cuantos
representantes individuales de dicha clase. Con esto, frenaban el desarrollo de
la iniciativa y las actividades revolucionarias de la clase obrera y de los
campesinos.

Impedían a la clase obrera comprender su papel dirigente en la revolución y


entorpecían la creación de un partido de la clase obrera independiente.

Aunque la organización clandestina de los populistas fue destruida por el


gobierno del zar, las ideas del populismo se mantuvieron todavía durante
mucho tiempo entre los intelectuales de tendencias revolucionarias. Los restos
del populismo oponían una resistencia tenaz a la difusión del marxismo en
Rusia y entorpecían la organización de la clase obrera.

He aquí por qué, en Rusia, el marxismo sólo podía desarrollarse y fortalecerse


luchando contra el populismo.

El grupo «Emancipación del Trabajo» desplegó la lucha contra las falsas ideas
de los populistas, señalando el daño que esta doctrina y sus métodos de lucha
causaban al movimiento obrero.

En sus trabajos dirigidos contra los populistas, Plejánov puso de manifiesto


que sus doctrinas no guardaban la menor relación con el socialismo científico,
aunque sus portavoces se llamasen también socialistas.

Plejánov fue el primero que hizo una crítica marxista de las falsas ideas del
populismo. Al descargar certeros golpes contra las ideas populistas, Plejánov
hacía, al mismo tiempo, una brillante defensa de las ideas marxistas».

109
(Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido
Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

Que el régimen sea más o menos represor, que sea democrático-burgués o


fascista, no cambia el hecho de que cuando, por ejemplo, los Montoneros
colocaban un coche-bomba en una calle de Buenos Aires o acribillaban a balazos
a un objetivo del régimen, este pequeño comando estaba cometiendo
objetivamente una acción terrorista, otra cosa es el fin o las justificaciones que
los autores quisieran dar. Algo muy diferente de la guerra de guerrillas urbana
que ellos tenían en la cabeza, puesto que:

«La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en


que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en
que se producen intervalos más o menos considerables entre «grandes
batallas» de la guerra civil». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Guerra de
guerrillas, 1906)

De no entenderse estos lineamientos básicos se deriva la común aparición de


escenas aventureras de las que los comunistas debían señalar claramente estas
desviaciones:

«En Polonia, todo un partido –la llamada «prawica» del PSP– se rompió la
cerviz en una lucha guerrillera impotente, en el terror y los fuegos de artificio,
en aras de las tradiciones insurreccionales y de la lucha conjunta del
proletariado y el campesinado. (...) En ningún sitio, a excepción de Polonia,
hemos visto un apartamiento tan insensato de la táctica revolucionaria,
apartamiento que suscita justa resistencia y lucha. (...) ¿Y acaso el hecho de
que precisamente en Polonia, y solo en Polonia, haya prendido la táctica
adulterada e insensata del anarquismo, que «hace» la revolución, no se debe a
que las condiciones no permitieron desarrollar allí, aunque fuese por breves
instantes, la lucha armada de masas? ¿Acaso la tradición precisamente de esa
lucha, la tradición de la insurrección armada de diciembre de 1905, no es a
veces el único medio para superar las tendencias anarquistas en el seno del
partido obrero, no con la moral estereotipada, filistea, pequeño burguesa, sino
pasando de la violencia sin objetivo, absurda y diseminada, a la violencia con
un objetivo, de manera vinculada al amplio movimiento y a la exacerbación de
la lucha proletariado directa?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Del artículo
«Apreciación de la revolución rusa», 1908)

Las variadas bandas terroristas de Europa y América, como los populistas rusos
de ayer, se caracterizaban porque:

«Profesaban ideas falsas y nocivas en cuanto a la marcha de la historia


humana en general. No conocían ni comprendían las leyes que rigen el
desarrollo económico y político de la sociedad. Eran, en este respecto, gente
completamente atrasada. Según ellos, la historia no la hacen las clases ni la
lucha de clases, sino unas cuantas personalidades ilustres, los «héroes», detrás
de los cuales marchan a ciegas las masas, las «multitudes», el pueblo, las
clases». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del
Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

110
El lector tiene a su disposición un repaso al destino de los grupos que hicieron
del terrorismo su seña. Véase el capítulo: «Un repaso a la metolodogía del
terrorismo y sus resultados» de 2017.

Algunos deberían reflexionar sobre qué liberó realmente a los pueblos de


Europa del fascismo durante 1944-45, si los atentados esporádicos contra los
ocupantes, o el ejército popular organizado y dirigido por los respectivos
partidos comunistas. Quizás debieran repasar lo que la Internacional Comunista
decía de los atentados terroristas. Pero bueno… ¡que cada uno elija a sus
referentes!

Grupos como RC o el PCE (r) intentan en no pocas ocasiones hacer creer que se
distancian del terrorismo indiscriminado y demencial del nacionalismo de ETA,
presentándose como «críticos» con algunos puntos de su línea. No es más que
un vano intento, pues siempre han hecho apología y un repugnante seguidismo
a su organización, comprando las justificaciones manchadas de sangre obrera de
su propaganda. Véase el capítulo: «El desarme y la próxima disolución de ETA y
las posturas de los seguidistas de siempre» de 2017.

Cabe decir lo mismo de quienes glorifican las desastrosas acciones del FRAP y
las toman como paradigma. Y esto no pude ser de otra forma, pues, como los
trotskistas eclécticos y los viejos pistoleros románticos del anarquismo, a estos
individuos les excita el terrorismo y se empeñan en defender a capa y espada
cualquier cosa que huela a pólvora. Lo hilarante de la situación es que hacen
esto mientras, en lo ideológico, son condescendientes con el reformismo:

«Las vacilaciones sin principios a la «izquierda» y la derecha, la unidad a


veces con los oportunistas de extrema derecha y en otras ocasiones con los
elementos extremistas y aventureros de «izquierda», es también un rasgo
característico de los conceptos y actitudes de los trotskistas. (...) Por un lado
los trotskistas ponen por los cielos el uso de la violencia al azar, apoyan e
incitan a los anarquistas y los movimientos de «izquierda» que carecen de
perspectiva y de un programa revolucionario claro, trayendo una gran
confusión y desilusión en el movimiento revolucionario, como las revueltas
caóticas de los grupos armados o la guerra de guerrillas no basadas en un
amplio movimiento de masas organizado». (Agim Popa; El movimiento
revolucionario actual y el trotskismo, 1972)

Esta es la realidad viva del oportunismo moderno, mucho formalismo, pero


poco contenido; mucho radicalismo verbal, pero unidad con el oportunismo.
Véase el capítulo: «¿Históricamente los reformistas no han contraído alianzas y
han comprado el guion propagandístico de los grupos terroristas y viceversa?»
de 2017.

El aventurerismo y el terrorismo son tan perjudiciales como el cretinismo


parlamentario y el pacifismo insulso. Quien no entienda eso todavía, sentimos
notificarle que aún no ha sido capaz de asimilar el ABC del marxismo.

A partir de 1986, cuando PCE (m-l) empezaba a adolecer cada vez más de una
falta de claridad ideológica, se volvió a la noción izquierdista y del todo idealista
de que no se puede criticar a un grupo armado que lucha contra un régimen

111
opresor. En un artículo titulado: «A propósito de la situación en Chile. La
violencia revolucionaria y los marxista-leninistas», el «camarada» Raúl Marco
promulgaba erróneamente lo siguiente:

«Si uno se dedica a lucubrar sobre el carácter confuso de tal o cual grupo
armado, o a sonreír con desprecio ante la «inconveniencia» de tal o cual
acción, todo indica que el veneno del oportunismo está corrompiendo el
cerebro de quien lo hace. O que la cobardía le nubla la vista». (Vanguardia
Obrera, Nº 561, 1986)

¡¿Y todavía hay quien se pregunta por qué criticamos tanto a este hombre?!

Este tipo de teorías son las que han contribuido a que no se criticase como es
debido a grupos armados chilenos como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), grupo guevarista-trotskista que propagó entre el
movimiento obrero chileno e internacional varias teorías antistalinistas
extraídas del manual del maoísmo, jruschovismo y el titoísmo, por no hablar de
sus propias concepciones tercermundistas sobre política internacional o su celo
con el terrorismo individual como concepto de revolución. ¿Qué dijo Enver
Hoxha de elementos como el Ché Guevara? Que nadie dudaba de su valentía en
la lucha armada –como la puede tener y la han tenido anarquistas,
socialdemócratas o liberales–, pero que había que esclarecer lo erróneo de sus
concepciones ideológicas, inclusive condenar su idealismo-voluntarista en
cuestiones militares. De otro modo, estaríamos vanagloriando ideas
antimarxistas en coro con los revisionistas, los cuales viran tanto a la izquierda
como a la derecha en la cuestión armada –el castrismo, mismamente, pasó de
promover el aventurerismo armado en los años 60 a recomendar el cretinismo
parlamentario desde los años 70 en adelante–:

«No podemos decir que Che Guevara y sus compañeros fuesen cobardes. ¡No,
en absoluto! Por el contrario, eran valerosos. También hay burgueses
valientes. Pero héroes, revolucionarios proletarios, hombres valientes
verdaderamente grandes son únicamente los que se guían por los principios
filosóficos marxista-leninistas y se ponen en cuerpo y alma al servicio del
proletariado mundial y de la liberación de los pueblos del yugo imperialista,
feudal, etc. (...) Su izquierdismo es un izquierdismo burgués y pequeño
burgués, entrelazado con algunas ideas progresistas pero al mismo tiempo
también anarquistas, lo que a fin de cuentas conduce al aventurerismo. (...) En
nuestra opinión, la teoría de que la revolución la hacen unos cuantos «héroes»,
representa un peligro para el marxismo-leninismo, particularmente para los
países de Latinoamérica. En su continente del Sur existen grandes tradiciones
revolucionarias, pero, como acabamos de señalar, también hay otras que son
revolucionarias en apariencia, pero que en realidad no siguen la verdadera
línea de la revolución. ¡Cualquier putsch que se perpetra allí es considerado
como una revolución! Pero jamás un putsch puede ser una revolución, porque
el lugar de la camarilla derrocada pasa a ocuparlo otra, es decir que todo
sigue igual que antes. (...) Los autores de la teoría de que el «motor pequeño»
pone en movimiento el «motor grande», pretenden hacer creer que están por
la lucha armada, pero en realidad están en contra de ella y trabajan para
desacreditarla. El ejemplo de Che Guevara y su trágico fin, la difusión y
aplicación de esta teoría por otros que se dicen marxistas, pero que están en

112
contra de las luchas de gran envergadura, masivas y populares, son hechos
públicamente conocidos que refutan sus prédicas. ¡Guardémonos del pueblo
porque puede traicionarnos, delatarnos a la policía; formemos guerrillas
«salvajes» y aisladas que –supuestamente– sean desconocidas por el enemigo
y éste no desate el terror contra el pueblo! Estas y muchas otras teorías
disolventes, que ustedes conocen bien, son difundidas por ellos. Atacar al
enemigo con estas guerrillas «salvajes», combatirlo con ellas, etc., sin que el
partido marxista-leninista asuma la dirección de esta lucha ¿puede haber aquí
algo de marxismo-leninismo? Por el contrario. Estas teorías antimarxistas y
antileninistas sólo pueden ocasionar fracasos al marxismo-leninismo y a la
revolución, tal como fracasó en Bolivia la empresa de Che Guevara. (...) Con la
muerte de Che Guevara las masas sencillas infectadas de las influencias que
ejercen sobre ellas las concepciones anarquistas pensarán que ¡ya no hay
quien las dirija para liberarse! O bien puede surgir un nuevo grupo de
personas como el de Che Guevara y echarse a las montañas «para hacer la
revolución». Es posible que las masas que esperan mucho de ellas, ansiosas de
luchar contra la burguesía, se dejen engañar y les sigan. Y entonces ¿qué
ocurriría? Ocurriría lo que para nosotros es evidente. Dado que estas personas
no constituyen, la vanguardia de la clase obrera ni se guían por los luminosos
principios del marxismo-leninismo, se encontrarán con la incomprensión de
las amplias masas y tarde o temprano fracasarán, pero junto con ello se
desacreditará ante las masas la verdadera lucha, la lucha armada, porque
estas la mirarán con desconfianza. Debemos preparar a las masas política, e
ideológicamente y convencerlas por medio de su experiencia práctica». (Enver
Hoxha; El puño de los comunistas marxista-leninistas debe también golpear
enérgicamente el aventurerismo de izquierda, como engendro del revisionismo
moderno, 1968)

Esto que proponía Raúl Marco, evitar la lucha armada de un grupo porque «al
menos se batía con arrojo», es un error tan viejo como oportunista que ya
hemos refutado en multitud de ocasiones –algo que hoy todavía sus fieles
repiten como papagayos–:

«El hecho de tomar las armas como sabemos no significa ser representante de
la clase obrera, marxista-leninista, ni siquiera revolucionario. Pero la teoría
de que al ser marxista-leninistas o al menos verdaderos revolucionarios hay
que perdonar ciertas desviaciones del proceso, como dando a entender que «es
lo mejor que hay», es lo más patético que puede escucharse, es la teoría del
«mal menor». Los verdaderos marxista-leninistas no hacemos «la vista
gorda» cuando vemos que un camarada o un partido hermano incurre en un
error, no aludimos a su carácter marxista-leninista para pasarle uno, dos o
más errores, al revés el perdonar o ser condescendientes con las desviaciones
es lo que podría hacer perder el carácter revolucionario y marxista-leninista a
nuestro camarada o partido hermano, por lo que jamás transigimos con ello,
lo criticamos con educación y paciencia. Del mismo modo el internacionalismo
proletario está reñido con el sentimentalismo, el compadrazgo, él no permite
sino que presupone la crítica a todas las variantes antimarxistas del
panorama internacional, usen las armas o no. (...) Sobre la acusación de que
señalar las desviaciones antimarxistas de un movimiento político que se
reivindica como marxista es caer en el teoricismo, el doctrinarismo y que no
ayuda a nada, es un despropósito. De lo que se deberían preocupar estos

113
elementos es de tener el suficiente nivel ideológico como para saber discernir si
las críticas emitidas tienen algo de sentido, ya que, de ser ciertas, el
movimiento político que está siendo criticado está usando la bandera de una
doctrina a la que está ensuciando. De hecho, de lo que adolece el movimiento
marxista-leninista de hoy en día es de verdaderos teóricos que analicen los
movimientos locales e internacionales, históricos o presentes, pues la
inoperancia predomina por doquier, y lo que prima es el seguidismo y el
sentimentalismo, que muchas veces conduce a apoyar a grupos y figuras
antimarxistas. Además, los conocimientos teóricos son necesarios para que en
la práctica de la estrategia militar de toma de poder no se caiga en
desviaciones como el aventurismo o el terrorismo, o para que una
organización armada que llegue al poder no sea usurpada por elementos
oportunistas debido al bajo nivel teórico y que usen la victoria militar para
implantar un régimen capitalista-revisionista. Hay que empezar a considerar
de una vez por todas el marxismo-leninismo como una ciencia, y como dijeron
los clásicos, respetarla estudiándola concienzudamente. Así que lo sentimos,
pero la formación teórica no es que sea importante, sino que es primordial, y
criticar las desviaciones antimarxistas no es un pasatiempo, no es un capricho,
es necesidad viva, ya que, si el agricultor necesita separar el trigo de la paja
para un buen resultado, los marxista-leninistas necesitamos separar el
marxismo-leninismo del revisionismo para que la revolución llegue a buen
cauce». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-
EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)

¿Se puede considerar al FRAP como un grupo terrorista como se ha


dicho generalmente?

Muniesa, pese a su bagaje ideológico alejado del marxismo, en su análisis sobre


el FRAP, realiza un interesante análisis sobre su trayectoria, finalizando con una
reflexión que es cierta en gran medida: el FRAP no puede ser considerado un
grupo terrorista porque sus acciones armadas representan una ínfima parte de
lo que caracterizó su trabajo y siendo, además, que no se fundó con tales
intenciones:

«Debido a la decisión que la dirección del FRAP tomó en un momento


determinado en relación con la creación de grupos específicos para llevar a
cabo acciones armadas contra las instancias del poder del franquismo, se ha
tratado de reducir toda su actividad y todo lo que fue la historia de la
organización a las por otra parte muy escasas acciones que el FRAP llevó a
cabo en este sentido.

Esta tergiversación, obviamente subordinada a la estrategia diseñada desde el


poder de criminalización de todo discurso disidente del oficial en cuanto a los
problemas políticos del país, ha tratado en todo momento de introducir en el
imaginario colectivo la idea de que el FRAP fue un grupo «terrorista».

Tal aseveración es simplemente una falacia. En un contexto de durísima


represión, con centenares de represaliados, encarcelados, torturados,
respondiendo el régimen a la contestación popular que el FRAP potenciaba con
un grado máximo de violencia, el FRAP empleó por un tiempo muy limitado
una respuesta a esa represión en esa misma dirección, siendo esta medida

114
fuertemente contestada por amplios sectores de la organización y sobre la cual
muchos de sus militantes piensas que fue un error desde el punto de vista
táctico y estratégico. Desde los sectores mediáticos más directamente
vinculados al poder, la falacia de que el FRAP era un grupo terrorista se ha
repetido hasta la saciedad, en la confianza quizá de aquello que en cierta
ocasión se dijo que si una mentira se repetía mil y una veces, acababa por
convertirse en una verdad.

Pero tal argumentación no se sostiene. El FRAP fue una organización de lucha


contra el franquismo, un frente de masas por supuesto muy activo, que logró
tener una incidencia real en la España de aquel momento, que se destacó en el
movimiento obrero y sindical, en el mundo del campo, en la cultura, en los
movimientos sociales y ciertamente formó en la recta final de su trayectoria
grupos armados dentro de esa circunstancia excepcional de la historia de
España contemporánea para defenderse y responder contundentemente a un
régimen asesino que solo utilizaba la violencia contra cualquier clase de
oposición.

Pero NUNCA un grupo «terrorista». (Mariano Muniesa; FRAP: memoria oral


de la resistencia antifranquista, 2015)

Colgarle el sambenito de organización «terrorista» a un partido porque en un


determinado momento de entre de los más de 30 años de actividad sufrió una
desviación de ese tipo es una simplificación enorme. Ahora, nosotros no
negamos, como Muniesa, que el FRAP, en sus siete años de vida conformó
comandos para ejecutar una serie de acciones armadas, las cuales, por sus
características operacionales y su justificación, se ajustan a los clásicos
atentados propios del terrorismo individual contra los individuos de los cuerpos
represivos.

Algunos parecen olvidan que el terrorismo es terrorismo, más allá del régimen
que impere, y es una forma de lucha armada que nunca puede ser la principal o
única que ejerza un partido comunista por las razones ya expuestas.

«Camarada Stalin: Ustedes preguntan si la organización del partido puede


hacerse responsable de la sentencia de muerte de un miembro del partido
sobre el cual han surgido dudas sobre su devoción. No puede. Lenin siempre
pensó que la más alta forma de castigo el cual el Comité Central del partido
puede aplicar es la expulsión del mismo. Pero, cuando el partido llega al poder
y algunos de sus miembros rompen las leyes de la revolución, entonces el
gobierno ejerce la fiscalización como su responsabilidad. Uno puede deducir a
partir de algunos de sus documentos que los camaradas frecuentemente se
inclinan al lado del terror individual en relación con el enemigo. Si nos
preguntan sobre esto a nosotros, los camaradas rusos, entonces nosotros
debemos decirles que entre nosotros el partido siempre está entrenado en aras
de negar el terror individual. Si nuestra propia gente lucha en contra de los
dueños de las tierras y éste es asesinado en una escaramuza, nosotros no
consideraríamos eso como terror individual ya que las masas participaron en
el hecho. Si el partido mismo organiza grupos terroristas para que éstos
asesinasen al propietario de la tierra y esto se hace sin la participación de las
masas, entonces nosotros siempre estaremos en contra de esto ya que no

115
apoyamos el terror individual. Tales operaciones activas de terror individual
cuando las masas están en condición pasiva, mata el espíritu de la actividad
misma de las masas y aún más, juzgaran los asuntos de la siguiente manera:
no nos podemos adentrar en esta actividad cuando son los héroes quienes
trabajarán en nuestro nombre. Por lo tanto, hay unos héroes por un lado y por
el otro lado la muchedumbre quien no participa en la lucha. Desde el punto de
vista del entrenamiento y la organización de la actividad de las masas, tal
punto de vista es peligroso. En Rusia existió tal partido, el Partido Social-
Revolucionario, que tuvo grupos especiales para aterrorizar a los principales
ministros. Siempre nos mantuvimos en contra de este partido. Este partido
perdió todo crédito entre las masas. Nosotros estamos en contra de la teoría de
los héroes y la muchedumbre». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;
Grabación de las Discusiones de Stalin con los Representantes del Comité
Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y
Punniaiah, 8 de febrero de 1951)

Según la interpretación oficial del PCE (m-l) en diferentes épocas y


dependiendo de la figura que hablase, justificaron siempre las acciones del
FRAP como «acciones-respuesta a la represión», y en otros casos, como «una
primera oleada de acciones que debían dar lugar a otras de mayor grosor», lo
que obviamente no se consiguió. Sea una cosa y otra, no cambia el carácter
objetivo de las acciones armadas: realizadas con un puñado de personas, sin
conocimiento ni apoyo real entre las masas como para enfrentar la represión ni
para aumentar el grado de las acciones en caso de tener éxito, con pésimo
armamento, sin una selección de blancos precisa y sin un plan de escape en caso
de fracasar. Estos rasgos, algunos directamente y otros indirectamente,
evidencian ante lo que fue: métodos de organización primitivos con planes
descabellados.

Sea como sea por su fisonomía el FRAP se aleja bastante de los rasgos de las
clásicas bandas terroristas de años posteriores por varias razones, pero sin duda
negar que cayó preso del terrorismo individual en algunas de sus acciones sería
tomar el pelo a la gente.

Dígase de paso, que es absurdo, como han hecho algunos falsos ilustrados del
tema, el tratar de comparar como similar el carácter del PCE (m-l)/FRAP con el
PCE (r)/GRAPO:

«El GRAPO son los herederos del FRAP absolutamente. Entre el FRAP y el
GRAPO hay unas relaciones estrechísimas, que nunca se han abordado porque
el FRAP nunca han querido reconocerlas, ni el GRAPO tampoco, porque eran
grupos rivales». (Periodista Digital; Catalán Deus (ex FRAP): «No entiendo a
los jóvenes que creen que la violencia es la solución», 2017)

Esto es falso por obvias razones.

a) El FRAP no fue una organización fundada con meros objetivos armados que
se debiesen ejecutar desde el principio fuese como fuese. El FRAP era un frente
antifascista y patriota fundado en 1971 con ramificaciones socio-políticas de
diversa índole, un frente que aunque juzgado su capacidad erróneamente, solo
desplegó acciones de relevancia entre 1973-75. El FRAP insistió oficialmente al

116
menos hasta 1978 en que se podían avecinar nuevas acciones armadas, pero no
las llevó a cabo porque no creía poder asegurar un resultado diferente al de
1975. En cambio, los grupos terroristas nacen, se desarrollan y mueren bajo un
aspecto predominantemente militar en su línea y actividad política, es más, no
pueden concebir su existencia sin tales acciones. El PCE (r) por ejemplo, se
fundó como pretendido partido en 1975 y en ese mismo año fundó su frente
armado el GRAPO, lanzándose a las acciones armadas y ello a pesar de ser unos
desconocidos entre las masas.

b) El PCE (m-l) a diferencia del PCE (r) sí tuvo cierta presencia, aunque
insuficiente entre las masas cuando decidió ejercer las acciones armadas. Fue
considerado por los propios servicios franquistas la segunda organización tras el
PCE con más influencia dentro de los autodenominados grupos «comunistas»
de entonces. Pero no tenía la hegemonía entre la clase obrera y mucho menos
entre otros sectores, por lo que no pudo lograr que la violencia revolucionaria
fuese extendida a todas las masas, sino que se quedó en acciones esporádicas. El
PCE (r) nunca pasó de ser un grupo marginal, incluso dentro del maoísmo
nacional, teniendo su mayor influencia ideológica entre los grupos maoístas una
vez el GRAPO estaba desarticulado.

c) El PCE (m-l) a diferencia del PCE (r) rectificó sus concepciones maoístas en lo
militar y en lo general, incluso antes de la crítica general al maoísmo. El PCE (r)
siempre reivindicó la Guerra Popular Prolongada (GPP) la cual mezclaba con
nociones del guevarismo y diversas experiencias de guerrilla urbana
latinoamericanas.

d) El PCE (m-l) a diferencia del PCE (r) rectificó –aunque ya tarde– su teoría
metafísica de que el «fascismo no podía «reformarse» en democracia burguesa»
influyendo en su línea política como era normal. El PCE (r) y sus restos siguen
manteniendo tesis absurdas entre las que cabe citar que consideran a España y a
todos los países imperialistas como países fascistas.

e) El PCE (m-l) a diferencia del PCE (r) abogaba por aprovechar los cauces
legales tanto en el franquismo como en el postfranquismo. El PCE (r) en un
alarde de anarquismo ciego siempre se negó a participar en elecciones
sindicales, a municipios, parlamento o similares por considerarlos instrumentos
legitimadores del fascismo.

f) El PCE (m-l) a diferencia del PCE (r) logró superar el ser condescendiente con
la ideología nacionalista y pequeño burguesa del terrorismo de ETA –criticando
sus postulados sin excusas–. El PCE (r) en cambio siempre simpatizaba con su
causa y pedía el voto para sus organizaciones legales como Herri Batasuna –
curiosamente el PCE (m-l) imitó esta postura claudicadora cuando ya hacía años
que había degenerado, en 1989–.

Para entender estas importantes diferencias el lector puede consultar la


información disponible. Véase la obra: «Estudio histórico sobre los bandazos
oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO» de 2017

La posición marxista sobre el terror

117
El PCE (m-l) protestaba sobre las denominaciones dadas por la dirección del
PCE de Carrillo-Ibárruri, que los tachaba de «aventureros» que practicaban el
«terrorismo individual». Ciertamente, algunas de las acciones del FRAP, lejos
de favorecer el arraigo de la violencia revolucionaria entre las masas,
contribuyeron a que parte de ellas comenzaran a tener un concepto negativo de
la misma, triunfando entre los trabajadores las tesis oportunistas y pacifistas
esgrimidas por el PCE y el PSOE. Y esto no podía ser de otro modo, pues las
masas veían que las acciones armadas, fueran del FRAP o de otras
organizaciones armadas, no adelantaban las promesas revolucionarias de estas
organizaciones. Tampoco veían clara la finalidad de las acciones, muchas veces
rocambolescas, otras, incluso, indiscriminadas –y afectando a la población
civil–. Por tanto, las masas solo percibían caos, un aumento de la represión
generalizada y, paulatinamente, la descomposición de dichas organizaciones
debido al mal uso de la violencia revolucionaria.

En enero de 1978, el FRAP explicaba así la situación social de aquel entonces:

«Son los financieros y la misma oligarquía la que desestabiliza la situación con


arreglo a sus intereses evadiendo sus capitales, cerrando empresas,
provocando huelgas y conflictos ficticios en las empresas para justificar los
despidos y las discriminaciones. Son también las fuerzas policiales del
gobierno las que disparan contra los manifestantes y huelguistas y no a la
inversa. Y es la misma oligarquía la que importa productos agrícolas
necesariamente en detrimento de los productos de nuestro campo que tienen
que ser malvendidos en el extranjero o incluso destruidos; es la misma
oligarquía en el poder la que prefiere cerrar fábricas y tajos para manipular
sus capitales y proteger sus beneficios, lanzando con ello al paro a cientos de
miles de obreros y quebrando así la capacidad industrial, tecnológica y de
producción del conjunto de la economía nacional». (Frente Revolucionario
Antifascista y Patriota; Declaración, 1978)

Insistia en la necesidad para los revolucionarios de utilizar los métodos legales e


ilegales:

«Ante esta situación y cuando el poder se ha visto obligado a ceder algún


terreno al movimiento de masas y ya no puede impedir como antes la
actuación de fuerzas que le son hostiles, es particularmente necesario
comprender que esta situación peculiar exige dominar y aprender a combinar
las más diversas formas de lucha. Es necesario aprovechar a fondo todas las
conquistas y derechos arrancados mediante la lucha para organizar a las
amplias masas en plataformas populares, difundir la prensa y propaganda
del FRAP y de sus organizaciones, convocar actividades y movilizaciones
abiertas, etc. Dejar de aprovechar todas estas posibilidades, que son fruto de la
larga lucha de nuestro pueblo sería una muestra de gran estrechez y miopía.
Peor una cosa es utilizar la legalidad y otra, muy distinta es dejarse utilizar
por ella, caer en sus redes, en el cretinismo legalista y limitarse a lo
arbitrariamente dispuesto por los decretos de Zarzuela, de la Moncloa o del
ministerio policiaco del interior. Las necesidades del movimiento
revolucionario imponen la táctica de combinar el trabajo legal de las masas,
con el trabajo que, sin ser legal, puede realizarse abiertamente dada la nueva
correlación de fuerzas, y ambos, con el trabajo clandestino, sin renunciar a

118
ninguno. Ante el auge de las luchas populares es preciso por esforzarse hoy
por crear, desarrollar y fortalecer las organizaciones de defensa y combate de
las masas, los comités revolucionarios de fábrica y barrio, los piquetes de
defensa y otros. Sin estos instrumentos de lucha, que han de irse desarrollando
progresivamente, la clase obrera y el pueblo jamás podrán defender sus
derechos y vencer a sus enemigos». (Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota; Declaración, 1978)

Se llegaba a la conclusión, por tanto, de que la lucha armada era una necesidad
en cualquier sociedad capitalista. Rechazaba, en cambio, los métodos de algunos
grupos caracterizados por el uso del terror, pero sin hacer autocrítica de sus
acciones pasadas:

«El FRAP proclama, hoy como ayer. (...) Un pueblo explotado y oprimido tiene
el derecho y la obligación de levantarse y luchar con su propia violencia contra
sus tiranos y explotadores. (...) Al mismo tiempo el FRAP denuncia y condena
las bandas terroristas que montadas por los diversos servicios policíacos, con
etiqueta de extrema derecha o de extrema izquierda llevan a cabo toda una
serie de actividades provocadoras para desprestigiar a la lucha armada y la
justa violencia de las masas, y también para tratar de justificar las actividades
represivas del poder contra el pueblo». (Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota; Declaración, enero, 1978)

El propio PCE (m-l) aunque sin hacer una autocrítica a los propios defectos del
FRAP, durante los 80 se caracterizó por criticar fuertemente a las agrupaciones
de un fuerte corte militarista como ETA o el GRAPO. Véase el capítulo: «La
forma y contenido de las críticas hacia los adversarios políticos» de 2020.

Ciertamente había hondas diferencias en la cuestión armada con estas bandas,


pero suponemos que, aunque no lo reconociesen públicamente, en el fondo,
dichas críticas también estaban influenciadas por su propia experiencia fallida
en la lucha armada.

En conclusión, nadie puede aludir en base al presente documento que las


críticas a los defectos del FRAP son una muestra de nuestro «derechismo», de
«un deslizamiento hacia posiciones pacifistas» que «rechazan el uso de la lucha
armada», sino que se trata de una crítica en pos de comprender debidamente las
tareas revolucionarias sobre la violencia revolucionaria que rechaza las
desviaciones ajenas a nuestra doctrina. Es más, es triste que nadie cercano al
PCE (m-l) –ni tampoco sus enemigos– haya pretendido analizar esta cuestión
con algo de profundidad y seriedad.

¿Cuál es la posición marxista frente al terror?:

«El terror puntual desatado por un partido proletariado con amplia influencia
entre el proletariado, que cuenta con la aprobación de los trabajadores para
aplicar esas medidas y que se encuentra generalmente en mitad de una lucha
de clases aguda frente a la resistencia violenta de las clases explotadoras como
ocurrió con los bolcheviques en la guerra civil de 1918-1922, no es comparable
a la política terrorismo que ocupa la mayoría de la actividad de los pequeños

119
grupos sin influencia con las masas y que actúan en su nombre, sin tener en
cuenta las condiciones para el desencadenamiento de cualquier acción
armada, como han realizado históricamente los grupos anarquistas y
semianarquistas. Por eso el terror en el primer caso es aprobado e incluso
propuesto por el pueblo y ayuda a mantener o impulsar una causa en un
momento temporal y determinado, mientras que en el segundo caso es
contraproducente y causa el rechazo del pueblo». (Equipo de Bitácora (M-
L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

120
III

Las diversas fracciones, expulsiones, escisiones y


abandonos en la historia del PCE (m-l)
Por razones obvias de extensión del documento y falta de material, no
abordaremos absolutamente todas las escisiones y expulsiones del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), pero sí las más transcendentes
durante los primeros años.

¿Cómo podríamos explicar al lector que es una fracción en un partido? Con las
palabras del magnífico marxista-leninista español Pedro Checa:

«¿Qué es una fracción? Una fracción es un grupo que se organiza o funciona al


margen de las normas establecidas en los estatutos del partido –célula, radio,
asamblea, conferencia, etc.– a base de una plataforma propia y de una
disciplina interior. Claro, que las fracciones no nacen como tales ya hechas. Se
crean a través de los grupos, los núcleos militantes amigos, las tertulias, etc.,
que a través de coincidencias en la crítica o en la lucha contra determinados
camaradas u organismos del partido van tomando forma y desarrollo».
(Pedro Checa; Qué es y cómo funciona el partido comunista, 1937)

Una de las diferencias entre el trotskismo y el leninismo en el concepto


organizativo de partido, es la cuestión de la permisión o no de fracciones en el
partido, es de decir de plataformas paralelas al liderazgo legítimo y elegido por
los órganos del propio partido como hemos visto en la definición anterior. Ante
ello Lenin explica su posición frente a este fenómeno:

«Es necesario que todo obrero consciente comprenda con claridad el carácter
pernicioso e inadmisible de todo fraccionalismo, el cual, pese a todo el deseo de
los representantes de algunos grupos de mantener la unidad del partido,
conduce sin falta en la práctica al debilitamiento de la labor aunada y a los
intentos acentuados y repetidos de los enemigos del partido gubernamental,
que se infiltran en sus filas, de ahondar las disensiones en su seno y utilizarlas
para los fines de la contrarrevolución. (...) Por las razones expuestas, el
congreso declara disueltos y prescribe disolver inmediatamente todos los
grupos, sin excepción, que se hayan formado con tal o cual plataforma –a
saber: «oposición obrera», «centralismo democrático», etc.–. El
incumplimiento de este acuerdo del congreso acarreara la inmediata e
incondicional expulsión del partido». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Informes
en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, del 8 al 16 de
marzo de 1921)

El trotskismo por medio de su líder declaraba:

«La Cuarta Internacional nunca ha prohibido las facciones y no tienen


intención de hacerlo. Las facciones han existido y seguirán existiendo entre
nosotros». (Lev Trotski; Trotskismo y el PSOP, julio de 1939)

121
Y ello no fue un giro del trotskismo, ha sido la esencia de su principal líder
desde sus inicios:

«Trotski, por un lado, representa solamente sus vacilaciones personales y


nada más. En 1903, fue menchevique; en 1904, abandonó el menchevismo; en
1905 regresó al menchevismo haciendo gala de frases ultrarevolucionarias; en
1906 los dejó nuevamente; a fines de 1906 abogó por acuerdos electorales con
los Kadetes –estando una vez más con los mencheviques–; y en la primavera
de 1907, en el Congreso de Londres, dijo que difería de Rosa Luxemburgo en
«matices específicos de ideas en vez de líneas políticas». Un día Trotski plagia
del acervo ideológico de una facción, al siguiente día plagia de la otra, y
después se declara por encima de las facciones». (Vladimir Ilich Uliánov;
Lenin; Significado histórico de la lucha interna en el partido en Rusia, 1910)

Stalin continuaría con dicha concepción leninista:

«Es lógico que a cada viraje en el desarrollo de la lucha de clases, a cada


agudización de la lucha y aumento de las dificultades, la diferencia de
opiniones, de hábitos y de estado de ánimo de las distintas capas del
proletariado se deje sentir forzosamente en forma de determinadas
discrepancias en el partido; y la presión de la burguesía y su ideología debe
acentuar necesariamente esas discrepancias, dándoles salida en forma de
lucha dentro del partido proletario.

Tal es el origen de las contradicciones y las discrepancias en el seno del


partido.

¿Es posible evitar esas contradicciones y discrepancias? No, no lo es. Suponer


que puedan ser evitadas significaría engañarse a sí mismo. Engels tenía razón
al decir que es imposible velar durante mucho tiempo las contradicciones en el
seno del partido, que esas contradicciones se resuelven mediante la lucha.

Eso no significa que el partido deba convertirse en un club de debates. Al


contrario. El partido proletario es y debe seguir siendo la organización
combativa del proletariado. Únicamente quiero decir que es imposible
desentenderse de las discrepancias dentro del partido y cerrar los ojos a ellas
si son discrepancias de principio. Únicamente quiero decir que sólo mediante
la lucha por una línea basada en los principios marxistas se podrá
salvaguardar al partido proletario de la presión y la influencia de la
burguesía.

Únicamente quiero decir que sólo superando sus contradicciones internas es


posible sanear y fortalecer el partido». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Una vez más sobre la desviación socialdemócrata en nuestro partido;
Informe ante el VIIº Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de Internacional
Comunista, 7 de diciembre de 1926)

Tiempo después el maoísmo intentó resucitar el fraccionalismo tan


característico del menchevismo trotskista. En la historia del Partido Comunista
de China (PCCh) se ve como Mao Zedong y otros oportunistas permitieron y
dieron pie no solamente a ese caos disolvente dentro del partido que son las

122
fracciones, sino también al liberalismo en la cuestión cultural o la cuestión de la
negación del rol del partido comunista en la sociedad socialista. Véase nuestro
documento: «Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo
de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento marxista-
leninista» de 2016.

El comunista albanés Enver Hoxha lo resumiría estos dictados ideológicos


maoístas así:

«Antes de que se condene la existencia de estas dos líneas en el partido


entonces deberían [los críticos de esta concepción], analizar a fondo esta
cuestión y rastrear las raíces de lo que significa dejar dos líneas en el partido.
Pero la cuestión aquí no es sólo las llamadas «dos líneas». Aquí hay muchos
interrogantes, las «muchas flores», y «muchas escuelas» que Mao Zedong
predicó que tenían que florecer. Es el tema del pluralismo de partidos y la
igualdad de derechos de los partidos burgueses respecto al partido comunista
en el poder, después de la liberación China, etc». (Enver Hoxha; Sobre cómo
sopesan los partidos comunistas de América Latina los errores y culpabilidad
de Mao Zedong, 29 de septiembre de 1978)

Las fracciones aparte de ser en sí una plataforma organizativa paralela al


partido, también van acompañadas de una línea programática, ideológica, y
política propia, también paralela a la oficial del partido. Los marxista-leninistas
nunca permiten ni fraccionalismos ni líneas paralelas al partido. Una de las
tareas de los marxista-leninistas del mundo en años 70 y sucesivos fue derribar
las tesis trotskistas de partido que el revisionismo chino propagaba y que venían
a querer vender que: o bien que eran «beneficioso para la unidad la formación
de varias líneas» –tópica perorata propagandística de los 40 y 50– o que era
«inevitable la formación de dos o más líneas en el partido» –perorata
propagandística de los revisionistas chinos durante los 60 y 70–:

«El tratamiento deformado de este problema en la vida social también está


conectado con su tratamiento deformado dentro del partido. De acuerdo con el
«pensamiento Mao Zedong», el partido de la clase obrera está dividido en
clases antagónicas, con su jefatura burguesa y proletaria, y como resultado de
ello, existen en forma objetiva e inevitablemente dos líneas en el seno del
partido, que expresan los intereses de estas dos clases. En esta cuestión
también tenemos que lidiar con una flagrante desviación del marxismo-
leninismo. (...) La línea del partido es un complejo de directrices y
orientaciones para todo un período histórico; define los objetivos del partido,
así como los métodos para llegar a ellos. El partido de la clase obrera puede
tener una sola línea, la línea de la revolución, de la dictadura del proletariado,
de la construcción del socialismo y el comunismo. (...) Esta lucha de clases en el
partido es objetiva e inevitable, es el reflejo de la lucha de clases que ocurre en
la sociedad. Sin embargo, la lucha de clases en el partido no se expresa en
todos los casos y de manera inevitable, como una lucha entre dos líneas. La
lucha de clases en el partido es objetiva e inevitable, pero no lo es la existencia
de dos líneas. (...) Aceptar que la línea burguesa en el partido existe
objetivamente, independientemente de los deseos del pueblo, significa aceptar
el concepto fatalista y antidialéctico que confunde la posibilidad con la
realidad. Puesto que la aparición de la línea burguesa es sólo una posibilidad,

123
presentarla como algo que existe fatalmente significa abrir el camino, de
manera consciente, a la línea burguesa en el partido y minar al partido, la
dictadura del proletariado y el socialismo. Los acontecimientos que tienen
lugar en China actualmente son consecuencia directa de la autorización hecha
por Mao Zedong para que en el partido coexistan dos líneas opuestas». (Foto
Çami; Contradicciones, clases y lucha de clases en el socialismo, 1980)

El PCE (m-l) intentaría conformarse según la concepción leninista:

«Una de las normas que lleva implícito el principio de la disciplina y el


centralismo democrático es la inexistencia de fracciones en el partido. En un
partido marxista-leninista no hay mayorías minoritarias organizadas. En eso
consiste precisamente su cohesión monolítica. Todo militante puede mantener
discrepancias con el conjunto del partido en cuestiones de línea política o de
actividad práctica, pero lo que no tiene derecho es a mantener un contacto con
otros militantes que sean de su misma opinión al margen de los cauces
establecidos orgánicos, por el partido, ni sacar las discrepancias fuera del
partido. Todo militante debe apoyar ante las masas la línea y actividad del
partido, debe batirse sobre las posiciones del partido.

El caso más grave de fraccionalismo es el de los militantes que se organizan


una disciplina partidaria propia y por encima de ésta. Ello constituye uno de
los delitos más graves contra el partido. Pero tampoco las formas menos
graves de actividad fraccional pueden ser toleradas. Todas ellas constituyen
una violación de los estatutos y un comportamiento oportunista, que debe
entrañar sanciones correspondientes a la gravedad de la falta.

La insistencia unilateral en el centralismo conduce al burocratismo. Las


deformaciones burocráticas se manifiestan:

—En la rutina en el trabajo organizativo, en la falta de iniciativa y de crítica.

—En aplicar la disciplina de manera ciega y no consciente; aplicarla sin tratar


de comprender las razones por las que se debe realizar una tarea, de pretender
aplicar mecánicamente «los mejores» procedimientos organizativos en
cualesquiera circunstancias, sin saber adaptar los procedimientos a la
realidad concreta.

—En no saber simplificar los métodos organizativos, creando o manteniendo


trámites innecesarios.

—En no saber impulsar la crítica, la discusión y la iniciativa de la base,


transformando a ésta en un mero brazo ejecutor de las decisiones de la
dirección, sin tomar parte activa en la elaboración de la política del partido.

La insistencia unilateral en la democracia, sin centralismo, lleva a: el


ultrademocratismo; según esta concepción cada decisión debe ser
ampliamente discutida por la base, verificándose votaciones en cada caso, cual
es la posición mayoritaria y los órganos dirigentes deben ser elegidos de abajo
arriba, independientemente de las circunstancias y permanentemente
revocables.

124
—El autonomismo o federalismo que pretende establecer un margen de
derechos de las organizaciones del partido en detrimento de los derechos de la
dirección central, así como también el independentismo en relación con las
organizaciones de masas.

—El anarquismo individualista, consistente en no someterse al fallo de la


mayoría y de las decisiones de los órganos superiores erigiéndose uno mismo
con su propia autoridad sin acatar la del partido. Ejemplos recientes: los
fraccionalistas «mencheviques saniosos» recientemente expulsados.

—El fraccionalismo, la falta de espíritu partidario y el espíritu fraccional de


círculo, el compadrazgo o incluso la conspiración contra la disciplina del
partido.

En realidad el autonomismo, el anarquismo y el fraccionalismo son


manifestaciones extremas del ultrademocratismo.

El burocratismo y el ultrademocratismo no sólo no son todo lo contrario el uno


del otro, sino que son manifestaciones de una misma negación del centralismo
democrático, de la rigurosa disciplina democrática consistente en la
subordinación de la minoría a la mayoría. Incluso pueden coincidir
parcialmente estas dos manifestaciones. Ambas caen en el formalismo, en el
olvido del contenido y la preocupación exclusiva o preferente por las formas de
tomar decisiones». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

Pero lo cierto es que en mayor o menor medida el fraccionalismo en el PCE (m-


l) fue una tónica durante su vida. Lo que demuestra más allá de la obvia presión
del enemigo por las crudas condiciones del franquismo y también dura
represión durante la transición, así como la infiltración de corrientes
antimarxistas y divisionistas como el maoísmo en el seno del movimiento
obrero, lo cierto es que entre la amplia militancia no hubo nunca, salvo
excepciones como la que acabamos de ver, una comprensión honda del rol del
partido y de los principios organizativos basados en el centralismo democrático.
De ahí que se formasen problemas constantes: desde sanciones individuales,
abandonos esporádicos, fracciones enteras expulsadas, etc.

La bibliografía que hemos utilizado para este capítulo: alguna difícil de


conseguir, otra se ha perdido, y otra directamente se nos ha negado. Pese a todo,
intentaremos mostrar un cuadro aproximado de lo que decía la línea oficial y de
lo que decía o al menos pretendía, la línea opositora en cada etapa, teniendo en
cuenta que los defenestrados y sus documentos siempre son más difíciles de
buscar, por lo que al menos dejaremos en pie los hechos que son fácilmente
contrastables.

Recordar al lector que el comunista, siempre que haga un análisis, debe realizar
una labor de investigación basada en la documentación, en lo contrastable y
demostrable, y nunca en la especulación y los deseos como hacen historiadores
e ideólogos revisionistas y burgueses. Esto es menester si queremos hallar la
verdad y hacer que las conclusiones sirvan al movimiento.

125
Las tempranas e inesperadas escisiones durante 1965

El Partido Comunista de España (marxista-leninista) salió como escisión del


Partido Comunista de España (PCE) en 1964, pero en sus orígenes, en su
fundación, ya hubo dos escisiones tempranas. La primera cuando se debatía
entre los grupos el camino a tomar y la segunda con el PCE (m-l) ya formado
como tal. En ambos se presupone que fundamentalmente, debido a las
ambiciones personales de los cabecillas pero también a fuertes divergencias
ideológicas en los planteamientos.

La ruptura del grupo de Suré y sus andaduras hasta 1968

Uno de los testigos del PCE (m-l), de aquella época, relataría que había
diferencias profundas entre la forma de entender el partido:

«En octubre de 1964 tuvo lugar un nuevo viaje de Manolo a París. A su regreso
supimos que se acababa de celebrar una reunión conjunta de los tres grupos
pro-chinos –o «marxistas-leninistas» como habíamos decidido denominarnos,
siguiendo la estela china–: la Oposición Revolucionaria del PCE que publicaba
La Chispa (Ginebra); el «Partido Comunista de España» [Reconstituido], que
publicaba Mundo Obrero Revolucionario, MOR; y nuestro propio grupo
(Proletario). (...) Al día siguiente, martes 3 de noviembre, ese círculo de
exdirigentes de La Chispa y MOR –Suré, Belmar-Bliz y sus parciales–
lanzaron una disidencia frente al recién constituido PCEml. Habían sido
elegidos al comité central, pero sabían que no podían manejarlo a sus anchas y
que en lo ideológico estábamos los provenientes de Proletario, con unas tesis
elaboradas y una plataforma doctrinal articulada. Y no querían eso. Querían
ser ellos quienes cortaran el bacalao. (...) El I Pleno ampliado del comité
central del PCEml se prolongó durante un número de días que no recuerdo y
finalizó el 17 de diciembre. Formándose comisiones para estudiar las
diferentes partes de la línea política que había que aprobar y también tuvieron
lugar sesiones plenarias. Acudieron los del círculo disidente del 3 de
noviembre. Los debates fueron amplios, profundos e intensos, plenamente
sinceros y hasta a veces ácidos. Para la discusión, se formaron comisiones, que
trabajaron durante días y noches, con brevísimas pausas para dormir,
llegando casi a la extenuación. (...) El círculo disidente del 3 de noviembre
quedó menguado, reducido a un exiguo corrillo, porque la base de exmiembros
de MOR se unió a la mayoría casi unánime formada en el Pleno de Bruselas.
Unos poquitos recalcitrantes rechazaron todo ese debate; apenas aceptaron
participar en él, exigiendo un pronunciamiento previo sobre una cuestión de
personas; al no inclinarse ante la decisión abrumadoramente mayoritaria,
decidieron abstenerse del trabajo de las comisiones y de participar, por
consiguiente, en las sesiones finales». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un
ensayo de egohistoria, 2010)

Recordemos que por aquella época, muchos de los maoístas teorizaban que el
partido debía construirse a la forma inversa que marca el leninismo: primero
debían unirse organizativamente en un mismo grupo y después aclarar las
posturas ideológicas y preparar el programa. Sin menospreciar la influencia del
maoísmo entre la dirección oficial como veremos más adelante, el grupo de Suré
parecía más influenciado por estas tesis en concreto:

126
«Esta actitud resulta del oscurantismo de nuestro pequeño burgués, de su
negativa de toda teoría en general: procurando enmascarar su pasión por la
ignorancia por la pasión de la organización, hace de ésta la primera condición
de la unidad ideológica, la fuente de toda teoría. Ve en la organización no la
fuerza que permite a la teoría revolucionaria materializarse y adquirir su
potencial efectivo, sino el instrumento que colma el vacío teórico, consuela la
ausencia de estrategia y hace olvidar la ligereza de algunas de las tácticas. Es
la organización-muleta, que les permite a nuestros lisiados sin piernas
avanzar. Es por eso que, a los ojos de nuestros maoístas, la organización tiene
algo misterioso y es valorado como algo milagroso. Así como el crisol donde el
alquimista transforma el vil plomo en oro brillante, cambiando por sus
mismas virtudes, a nuestro ignorante pequeño burgués en un dirigente
revolucionario. Diez no marxistas aislados, juntos forman una organización
marxista, tal es el invariable precepto de base del movimiento maoísta.
(...) Está claro que el partido leninista se construye primero por arriba, es
decir primero se aborda el nivel ideológico y teórico antes de edificarse
organizacionalmente. El núcleo dirigente se constituye antes que la
organización del partido propiamente, lo que no significa que el partido se
forme espontáneamente y separado de toda forma de organización, de
colaboración, etc., ni que [esta dirección] sea inamovible. Sobre el primer
punto los maoístas invierten la cronología y el proceso de edificación teórica.
La cronología según ellos es: que hay que organizar primero, y luego definir
una teoría, una línea, un programa. Del terreno de la organización, van a
brotar, como setas después de la lluvia, los futuros dirigentes que serán aptos,
ellos, realizarán el famoso programa que hará que todos se sientan inútiles
durante toda la eternidad. Como el ignorante y oscurantista pequeño burgués
transforma sus propias taras en absolutas, el maoísta decreta que lo que no
puede hacer es imposible en general, que sobre eso por lo menos no sabría
tener mala conciencia y transforma su incapacidad subjetiva en obstáculo
objetivo: la ausencia o la debilidad de la organización. Los maoístas también
invierten el proceso de construcción teórica, porque según ellos, la teoría se
desarrolla desde abajo utilizando la «línea de masas» en la aplicación de la
cual va a emerger la línea política. La «práctica», es la aplicación de la «línea
de masas», segrega la línea general. Se realiza una primera «experiencia»,
que, si es satisfactoria, entonces será aplicado por todos, de lo contrario
servirá como «lección negativa». ¡Cualquier otro diseño diferente es sólo sueño
ambicioso de intelectuales arribistas según nuestros maoístas! De igual modo
está claro que el partido leninista está organizado desde abajo, desde la base
hacia arriba de acuerdo con el principio de elección y, entre otras cosas, de la
autonomía de las organizaciones locales que pretenden, a nivel local, aplicar la
línea del partido en todo el conjunto de la sociedad y en todos dominios de la
vida. Pero aquí una vez más los maoístas invierten el proceso, sus
organizaciones se construyen de hecho por arriba: no de acuerdo al principio
de elección desde abajo, sino que bajo pretextos diversos, hay una intervención
constante del centro en las organizaciones inferiores en violación de toda
democracia, etc. De ahí esta mezcla de ultracentralismo y de ultrademocracia,
de burocratismo y anarquismo, que nuestros maoístas llaman «centralismo
democrático». Esta mezcla confusa y esta reversión del proceso de
construcción del partido, tanto organizativamente como ideológicamente, se
revelan cuando uno critica el supuesto centralismo democrático de sus

127
organizaciones. Siempre precoz a mostrar su ignorancia política y teórica
cuando él se ve arrinconado –revelando el sello de su pertenencia de clase–, el
maoísta nunca va a admitir que su organización no se basa en el centralismo
democrático. Para él, cualquier crítica en este punto es el signo de un
desacuerdo oculto sobre la línea política, porque no puede entender que los
problemas de organización contienen su parte específica de filosofía y de
política. Al afirmar que «todo es político» cree justificar la confusión extrema
en su cabeza, sobre todo en estas cuestiones de organización. ¡La obra de Lenin
«¡Un paso adelante, dos pasos atrás» parece que sigue siendo ilegible para
estos hombres!». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo
y oportunismo, 1979)

El PCE (m-l) oficial comentaría años después de esa primera escisión lo


siguiente:

«El puñado de oportunistas sin principios, que actuaba en el seno de los


grupos marxista-leninistas ahora unificados, y que ya en la reunión del 4 de
octubre de 1964 habían tratado de torpedear la reconstrucción del partido y
posteriormente la buena marcha de la Iº Conferencia Nacional al tratar de
impedir la discusión política y proceder a una unificación exclusivamente
organizativa. (…)

Las cuestiones de fondo que estaban detrás de la lucha contra el puñado de


oportunistas no era solamente una oposición a las ambiciones de unos
arribistas, sino algo más serio y profundo.

En primer lugar, era una lucha por la unidad del partido, por una verdadera
unión, no ficticia, y por impedir que el proceso iniciado desembocara en una
división, con dos comités centrales, y dos periódicos, lo cuál significaría un
grave retroceso.

Se trataba también de una lucha por eliminar el espíritu de grupo en el que se


podía caer tan fácilmente en el caso de que los oportunistas impusieran sus
puntos de vista. El peligro del grupismo venía de los meses que habían
transcurrido desde la ruptura organizativa con el revisionismo, durante los
cuales se había creado en los oportunistas un espíritu de camarilla. De
perdurar este, el partido acabaría fragmentándose y no pasaría de un estado
de grupúsculo. Por lo tanto, se trataba de eliminar estas concepciones allí
donde se diesen.

Ligada a esta cuestión aparecía la lucha por el centralismo democrático, es


decir por asegurar el funcionamiento colectivo de los organismos de dirección,
en contra de las ambiciones personales de advenedizos oportunistas y por
implantar la supeditación de la minoría a la mayoría, acabando con actitudes
individualistas y anarquistas.

Igualmente, otro de los aspectos que constituyeron el fondo del enfrentamiento


contra los oportunistas sin principios era el del papel que jugaba en España el
imperialismo yanqui y la necesidad de luchar por la independencia nacional,
cosa que aquellos negaban.

128
Así pues, en esta batalla estaba implícita la lucha por construir un partido
sobre unas bases coherentes y netamente leninistas, acabando con el
confusionismo ideológico generado en el partido revisionista y propio de
elementos burgueses o degenerados.

Y, en el fondo, la lucha contra los oportunistas [de 1965] tenía implicaciones


más vastas, internacionales, pues de por sí solos no habrían representado un
peligro tan grande si no hubieran contado desde el principio y hasta su
desaparición en 1968, con el respaldo político, económico y moral de los
dirigentes chinos. Las razones del apoyo de los revisionistas chinos, aún no
desenmascarados, hacia los fraccionalistas oportunistas son las mismas que
les llevaron siempre a boicotear la reconstrucción y el fortalecimiento del
Movimiento Comunista Internacional Marxista-Leninista. Les interesaba que
en España existiera un partido débil, con diversas corrientes, confuso
ideológicamente, pues para ellos, esa situación les garantizaba que podrían
influir ideológicamente en él y someterlo a su batuta». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del PCE (m-l), 1985)

De esta facción minoritaria se fundó un llamado «PCE M-L» que se diferenciaba


del oficial por escribir todas sus siglas en mayúsculas:

«Tras el pleno ese puñado de irreductibles –con Suré a la cabeza– formará un


grupo con la misma denominación del PCEml, sólo que ellos escribieron con
mayúsculas la coletilla «(MARXISTA-LENINISTA)»; dudo que fuera
deliberada esa sutil diferencia. Publicaron una revista que se llamó Mundo
Obrero –igual que el órgano del PCE que dirigía Carrillo–. Mencionar a ese
inoperante grupúsculo tendría escaso sentido –ni significaba nada ni tenía
posiciones ideológicas propias casi habría que decir que tampoco no propias–
si no fuera porque el partido comunista chino siempre le dio un respaldo
económico y moral». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de
egohistoria, 2010)

Cuando más tarde desapareció en 1968, el PCE (m-l) utilizaría las siglas en
mayúsculas o minúsculas sin distinción.

El grupo escindido se hizo famoso en lo sucesivo por su eclecticismo ideológico:

«El grupo minoritario expulsado en la reunión [de fundación del PCE (m-l)] de
diciembre de 1964, entre cuyos dirigentes está «Sure», inicia la publicación en
la emigración de su órgano central «Mundo Obrero» y en el interior aparecen
varios boletines. (...) Las cuales, de manera inusual, dado el sectarismo y
dogmatismo reinantes en los diferentes colectivos marxista-leninistas,
difunden junto a textos de Mao Zedong, trabajados de Fernando Claudín y
Federico Krutwig, uno de los inspiradores de ETA». (Lorenzo Castro; Análisis
de un proceso; PCE (r)/GRAPO 1968-1979)

Por tanto, desde el PCE (m-l) oficial, se les caracterizaba por sus defectos
ideológicos como sigue:

«En este sentido se comprende que los oportunistas sin principios [de 1965]
que como grupo eran la hechura del oportunismo y del revisionismo chino,

129
entraran en confabulación con el ultrarrevisionista de extrema derecha
Fernando Claudín, que con un reducido grupo había abandonado a Carrillo
para alienarse con las posiciones revisionistas de Togliatti, tendentes a hacer
de los partidos una aglomeración de carácter liberal, con tendencias
orgánicamente diferenciadas y emprender una vía propia –la española– hacia
el socialismo. Así, los oportunistas sin principios, llegaron a publicar como
«editorial» en su periódico el escrito de F. Cláudin titulado «El subjetivismo de
la política del PCE», en el que se ataca a Stalin y se defiende una política
derechista y contrarrevolucionaria, que únicamente se diferenciaba de las
posiciones de Carrillo-Ibárruri, en que Claudín quería llevarles a la práctica
inmediatamente, mientras que Carrillo iba aplicándolas paso a paso. (...)
Renuncian a enarbolar la bandera de la independencia nacional contra el
imperialismo yanqui, propugnan la instauración de una democracia
burguesa, propugnan la creación de un frente antidemocrático, antinacional y
contrarrevolucionario que incluya a sectores de la oligarquía proyanqui, son
incapaces de analizar la realidad española, preconizan una «reforma
agraria» parecida a la de los revisionistas carrillistas, aplauden la política
reformista de «comisiones obreras», y del «sindicato democrático de
estudiantes» revisionistas, propugnan el desmembramiento del territorio
nacional español, formulan en materia de organización principios
anticlandestinos y «ultrademocráticos». (...) Predican el terrorismo
anarquista e individualista». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Esbozo de Historia del PCE (m-l), 1985)

Por aquel entonces el surgimiento de esta escisión y el apoyo de China a esta,


daría pie a que el PCE (m-l) le mandase varias cartas durante 1965-1973
exponiendo su desacuerdo a la hora de tratar las relaciones internacionales y
defender los principios ideológicos que pueden verse en el presente documento,
en el IV capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización». O si se prefiere en
el documento: «Esbozo de Historia del PCE (m-l)» publicado en «Vanguardia
Obrera» entre 1983 y 1985. Los líderes chinos lejos de cortar relaciones con ese
grupo oportunista escindido, siguieron dándole medios económicos y
publicidad en sus medios.

Los restos de este PCE (M-L) escindido del PCE (m-l) oficial acabaron su
andadura en 1968, pero fue justo entonces cuando se integraron en la
Organización de Marxista-Leninistas Españoles (OMLE), fundada justo ese
mismo año. Tiempo después ese grupo sería el principal grupo que daría luego
pie al maoísta Partido Comunista de España (reconstituido) en 1975. Este
partido fue resultado de la unificación de varios grupos eclécticos como ya
vimos. Véase la obra: «Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del
PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO» de 2017.

La influencia del viejo PCE (M-L) disidente de 1965-1968 se reflejaría en la


OMLE cuando este repetía en sus críticas hacia el PCE (m-l) los mismos debates
en torno a negar la importancia del capital extranjero en la economía española o
escamotear la importancia de los vínculos y pactos militares con el imperialismo
yanqui, ridiculizando y distorsionando el programa del PCE (m-l) oficial,
calificándolo de derechista, incluso de «apoyar la demagogia de la burguesía
[republicana] poniéndose por debajo de ella». Véase el artículo titulado «Las

130
tareas revolucionarias del proletariado en el momento actual y el oportunismo
del grupo PCE (m-l)» publicado por la OMLE en 1972.

Ciertamente había «revolucionarios» que negaban e incluso que niegan hoy los
lazos que unen al imperialismo español con su hermano mayor el imperialismo
estadounidense, del cual depende en varios campos.

Esto viene de la teoría metafísica-idealista que ya hemos explicado alguna vez,


que se cree que un país una vez alcanzando la etapa monopolista, cuando se ha
configurado como un país imperialista según la definición leninista,
automáticamente es explotador y dominador de otros países, pero nunca
dependiente en ningún modo de imperialismos mayores. Algo refutado por la
historia y por la actualidad de las complejas relaciones interimperialistas
alrededor de todo el mundo.

Esto obviamente, es una verdad salvo para los politólogos antirevisionistas que
distorsionan todo sin ningún análisis de clase defienden un «antiimperialismo»
abstracto hasta en los procesos y movimientos de las burguesías imperialistas
que pugnan contra otras burguesías imperialistas de igual o mayor calado, lo
cual no llega ni a una desviación tercermundista como el apoyo acrítico a las
burguesías del tercer mundo, sino a un franco socialchovinismo y
socialimperialismo del más rancio. Para muestra un botón, los herederos de la
OMLE, es decir, los restos de lo que queda actualmente del maoísta-
brézhnevista PCE (r), últimamente han llegado a mostrarse como los más
serviles agentes de la Rusia imperialista de Putin. Véase el capítulo: «Apoyo del
PCE(r) al imperialismo ruso» de 2017.

Otro testigo y exmiembro del PCE (r) constataría los vínculos entre el viejo PCE
(M-L) disidente disuelto en 1968 y la nueva OMLE fundada en ese mismo año:

«No debe, pues, extrañar de aquellos «obreros degenerados» vieran su honor


restituido por el propio PCE (r), cuando se les recordó como los «elementos
sanos del grupo que apoya a Suré» y que junto con otros militantes
comunistas, pasaron a formar las OMLE. (...) Los referidos obreros eran
quienes habían rehusado crear en el 1964 el PCE (m-l) al lado de Elena
Ódena». (Pío Moa; De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-
1978): La oposición durante el franquismo, 2002)

La escisión trotskista en el interior, verano de 1965

No mucho después, unos cuantos militantes de Madrid se volvieron «de la


noche a la mañana» trotskistas, e intentaron propagar en el partido dichas
ideas, enfrentándose con la dirección que se oponía a tal volantazo ideológico:

«Anselmo, en sintonía con muchos otros, se había convertido al trotskismo.


¿Cómo así descubría las ideas de Trotski quien acababa de participar
activamente en un amplísimo debate doctrinal en el cual hubiera podido
exponer los puntos de vista que quisiera y ni por asomo había insinuado en lo
más mínimo nada de tal preferencia? ¿Cómo así salía ahora rechazando las
etapas de la revolución –para abrazar la teoría trotskista de la revolución
permanente– cuando unos meses antes habíamos debatido al respecto –no si

131
habría etapas, sino cuáles– y había estado de acuerdo? Dejo a otros las
elucubraciones conspiratorias; tengo para mí que lo que causó aquel revuelo
fue mi ausencia junto con la superficialidad de las convicciones ideológicas de
los jóvenes camaradas y lo volátil que puede ser la mente humana. (...) Llegué
a la conclusión de que eran totalmente erróneas las dos tesis más conocidas y
características de Trotski: el rechazo al socialismo en un solo país; (2) la
revolución permanente, con la consiguiente negación de las etapas –que él,
evidentemente, no enuncia en términos claros y rotundos, como suele pasar en
las controversias doctrinales, ésas u otras–. También me desagradó
profundamente su talante intelectual. (…) Los disidentes elaboraron varios
documentos en los cuales criticaban en los términos más acerbos toda la
dirección ideológica del partido. (...) A la refutación de sus documentos tuve
que consagrar un enorme trabajo doctrinal que se tradujo en otro de mis
muchos mamotretos de la época: «Las posiciones políticas y organizativas de
los fraccionalistas trotskistas». (…) De nada sirvió. Ya habían optado y no los
iba a convencer. Se alejaron del PCEml. (…) Al comenzar el otoño, habíamos
perdido casi toda la organización en Madrid, que era la única un poco
importante en el interior. ¿Qué más teníamos? Un poquito en Vizcaya, un casi
nada en Barcelona y tal o cual contacto aquí o allá. Total, el partido en el
interior quedaba prácticamente desmantelado». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Como vemos estas dos escisiones de 1965 dejaron al partido en una encrucijada
sobre todo en el interior, aunque el PCE (m-l) se recuperaría, llegando a su cénit
de militantes e influencia seguramente durante 1973-1976.

La respuesta oficial del partido contra las intentonas ideológicas de este grupo
fueron recogidas en la obra por entonces escrita por Lorenzo Peña y Gonzalo:
«Las posiciones políticas y organizativas de los fraccionalistas trotskistas» de
1965. Si dejamos a un lado la influencia nociva del maoísmo y el castrismo que
todavía se veía entre los partidos marxista-leninistas, e ignoramos también la
trayectoria política posterior de algunos de ellos –en especial de Lorenzo Peña
que fue un renegado socialdemócrata a partir de 1972–, lo cierto es que el
artículo recoge perfectamente una seria lucha contra los defectos del trotskismo,
unos que hoy todavía asoman en el movimiento obrero. Veamos.

En contra el modelo de organización trotskista en el partido:

«La defensa de la libertad de fracciones en el partido ha sido siempre uno de


los puntos del trotskismo en su lucha contra el movimiento comunista mundial.
Lo expuso ya Trotski en 1923 –en su Nuevo Rumbo–, designándolo con el
eufemismo de establecer un «régimen sano» en el partido. Trotski pasó de la
palabra a los hechos, capitaneó el grupo fraccional de la «oposición de
izquierda» y más adelante intentó derrocar por la fuerza la dictadura del
proletariado, organizó –después de su destierro– bandas de saboteadores,
siguiendo la misma política anticomunista en todos los países. (...) Ellos toman
de Trotski las tesis oportunistas en materia de organización. Más adelante
analizaremos el posible fundamento de sus críticas a la dirección del partido, a
la que califican de «burocrática» y «dictatorial». La base doctrinal de esas
críticas estriba en su oposición a la disciplina proletaria y al centralismo
democrático. Para los fraccionalistas la disciplina del partido es «la dictadura

132
de los grupos dirigentes sobre el partido», por parte de la dirección y «la
sumisión a una camarilla dirigente». (...) Que la dirección sólo será
verdaderamente tal en la medida en que exprese la voluntad colectiva –esto es,
mayoritaria– del partido es algo que salta a la vista, que se desprende de toda
nuestra concepción del partido leninista. Pero los fraccionalistas no hablan de
la voluntad colectiva, de la voluntad mayoritaria del partido, sino de su
«voluntad revolucionaria», que puede interpretarse en el sentido de «las
posiciones de principios correctas», correctas al buen saber y entender de cada
uno, independientemente de la voluntad de la mayoría. (...) La subestimación
de la organización, de la disciplina y de la centralización, por parte de los
fraccionalistas trotskistas se pone de relieve también en su tesis de que en todo
momento se pueden constituir grupos fraccionales en el partido –como ellos
dicen: «grupos provisionales en el terreno ideológico»–. Esta su concepción
significa: todos los militantes con posiciones ideológicas semejantes tienen el
derecho de mantener contactos inorgánicos entre sí a espaldas del partido,
ocultándoselos al partido si éste entiende que deben cesar tales contactos. Y,
claro está, esos contactos no deben servir simplemente para la discusión
ideológica, sino para extender «cualquier documento», así como para
planificar en común la actividad a realizar dentro de los órganos del partido,
con vistas al triunfo del grupo fraccional, de las plataformas fraccionales. (...)
La cohesión monolítica del partido debe fundamentarse en su unanimidad
ideológica. Cierto que ésta no puede ser impuesta, que debe basarse, ante todo
y sobre todo, en la conciencia política de los militantes. (...) Pero el partido
debe tomar medidas orgánicas para evitar que los inevitables elementos
minoritarios con tendencia a la inestabilidad, a la vacilación, o incluso con
ideas francamente oportunistas –y aun teniéndolas pueden permanecer en las
filas del partido si respetan los estatutos–, para evitar que esos elementos
transformen a éste en un club de discusión. (...) La dirección sin el control
quedaría reducida a nada, a mera orientación indicativa. En un partido
comunista revolucionario de la clase obrera no puede por menos de existir un
control riguroso de todo el partido –representado por su dirección– sobre
cada uno de sus militantes, de sus organizaciones de sus diversos comités, a
uno u otro nivel. Las labores de dirección son mucho más complejas que el
mero control. Pero no por ello deja de ocupar el control un papel muy
importante». (Partido Comunista de España (marxista-leninista; Las
posiciones políticas y organizativas de los fraccionalistas trotskistas, 1965)

Entender el proceso del conocimiento:

«De acuerdo con la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico, la


realidad no se comprende de una vez por todas, de una manera definitiva y
acabada. Por el contrario, el proceso del conocimiento de la verdad es un
proceso de totalización ininterrumpida, en íntima ligazón con la práctica. Ese
proceso de totalización estriba en la crítica de cada uno de los postulados de
nuestro conocimiento en función del conjunto de la experiencia colectiva –
experiencia que se da en la acción social–. Son muchos, muchísimos, los
postulados que se aceptan sin comprenderse «radicalmente». La comprensión
«radical» de cada uno de ellos no se da nunca de una manera acabada, sino
que está sometida a un proceso continuo de profundización y esclarecimiento
críticos. La verdadera conciencia de clase del proletariado, la conciencia
comunista revolucionaria –o, en otros términos, el marxismo-leninismo– no

133
ha surgido de una manera acabada. Como todo el conocimiento científico en
general, la conciencia comunista revolucionaria está sujeta a una autocrítica
constante, que no es sino la resolución de las contradicciones entre sus diversos
postulados, contradicciones que surgen –y no pueden por menos de surgir– en
el fragor de la acción práctica revolucionaria de la clase obrera, en el fragor
de las contradicciones de la realidad objetiva, que van siendo resueltas por esa
misma acción revolucionaria». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista; Las posiciones políticas y organizativas de los fraccionalistas
trotskistas, 1965)

Sobre los errores en la difusión del marxismo y como se concibe:

«Entre nuestros intelectuales doctrinarios, los fraccionalistas trotskistas. En


ellos el «infundir» conciencia comunista al proletariado viene a ser algo así
como una acción misional –es evidente que la doctrina cristiana no se modifica
ni se enriquece en nada con las opiniones y, menos aún, con la práctica de las
masas a las que se predica–. Esta «infusión» –es su término favorito y nada le
objetaríamos si no fuera por todo el contexto en el que está situado–, al no ser
la de una doctrina que se transforma y se modifica sin cesar —como todas las
demás cosas y fenómenos que se dan tanto en el campo de la naturaleza como
en el de la sociedad y el pensamiento— no puede ser más que un
adoctrinamiento puramente pedagógico, con visos de predicación misional».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista; Las posiciones políticas y
organizativas de los fraccionalistas trotskistas, 1965)

¿A quién se dirige el partido en su agitación y propaganda?:

«Los fraccionalistas trotskistas interpretan de una manera doctrinaria y


metafísica el carácter de clase del partido marxista-leninista como partido
obrero, negando de hecho su carácter de partido de vanguardia en la lucha
por los intereses generales del pueblo y de la nación. (...) Si el partido siguiese,
por el contrario, los consejos de los fraccionalistas trotskistas, se convertiría
en una organización estrecha de los obreros fabriles, incapaz por ello mismo
de ser el instrumento mediante el cual el proletariado ha de ejercer su
hegemonía sobre las demás clases populares en la revolución democrático-
nacional. ¿A quién va dirigida la agitación y propaganda del partido obrero?
En su célebre artículo «Sobre la caricatura del marxismo y el economicismo
imperialista», Lenin dijo: «Sólo los «economicistas» de triste memoria
pensaban que las consignas del partido obrero cabe plantearlas únicamente
para los obreros. No, esas consignas se plantean para toda la población
trabajadora, para todo el pueblo». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista; Las posiciones políticas y organizativas de los fraccionalistas
trotskistas, 1965)

¿Quién puede ser aceptado en el partido proletario?:

«De acuerdo con el marxismo-leninismo, el partido comunista es el partido de


la clase obrera, agrupa en su seno a los elementos más avanzados de la clase
obrera y dirige a las amplias masas proletarias en su lucha contra el capital.
Pero, al mismo tiempo, se incorpora como militantes a los elementos
pertenecientes a otras clases que abrazan la concepción del mundo y los

134
intereses propios del proletariado. El partido comunista, como destacamento
de vanguardia del proletariado, es el instrumento principal mediante el cual el
proletariado ejerce su hegemonía sobre las demás clases trabajadoras. Y, para
ejercer esa hegemonía, el partido comunista necesita desarrollar una labor de
proselitismo también entre las clases trabajadoras no proletarias, laborando
por que los elementos más avanzados de éstas abracen los intereses y la
concepción del mundo de la clase obrera». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista; Las posiciones políticas y organizativas de los
fraccionalistas trotskistas, 1965)

Que la clase obrera sea la clase más revolucionaria no significa que se deba
ignorar al resto de clases y capas trabajadoras y populares:

«Nuestros fraccionalistas trotskistas arguyen que, si los objetivos de nuestra


lucha interesan a todas las clases que componen el pueblo, entonces el
proletariado «no es más que una de las varias clases interesadas en tales
objetivos». Éste es un razonamiento absurdo. El hecho de que todas las clases
populares –proletariado, campesinado trabajador, pequeña burguesía
urbana– estén interesadas en los objetivos de nuestra lucha no quiere decir
que todas lo están del mismo modo. Para el proletariado, la revolución
democrático-nacional tiene el interés de abrir el paso a la revolución
comunista, de ser la primera etapa de esa revolución. Sólo el proletariado es
consecuente luchador revolucionario en esta revolución, precisamente porque
va mucho más allá de la revolución democrático-nacional». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista; Las posiciones políticas y
organizativas de los fraccionalistas trotskistas, 1965)

La subestimación del potencial del campesinado y sus diferentes capas:

«Según ellos, el movimiento obrero por sí solo será «capaz de hacerse notar
prácticamente a la vista de todos como una amenaza seria para el régimen».
Eso es falso. El movimiento revolucionario nacional-democrático en nuestro
país sólo constituirá una amenaza seria para el régimen cuando incorpore a la
lucha, no sólo a los obreros, sino también, al menos, a los campesinos
trabajadores. Sin ello no habrá «amenaza seria» para el régimen. ¿Qué quiere
decir «amenaza seria para el régimen»? Es claro que el único significado
correcto de esa expresión es el de fuerza capaz de derrocar a la dictadura. Pero
precisamente esa fuerza no la pueden constituir sólo los obreros –menos aún
en el sentido restringido que a esta palabra dan los trotskistas, como obreros
urbanos nada más, dejando aparte a los jornaleros del campo–, sino todas las
clases populares bajo la jefatura del proletariado». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista; Las posiciones políticas y organizativas de los
fraccionalistas trotskistas, 1965)

La posibilidad de la construcción del socialismo en un sólo país y cómo la


historia negó las teorías fatalistas de la «revolución permanente» trotskista:

«A la economía mundial capitalista ha sucedido, directa e inmediatamente, no


la economía mundial socialista –ésta vendrá dentro de bastantes decenios o
acaso de más de un siglo–, sino el desarrollo de cada país socialista, que
construye una economía nacional independiente, sobre la base del principio de

135
apoyarse principalmente en sus propias fuerzas. (...) El factor decisivo que
decide la salida de una guerra no son las armas, sino la superioridad del orden
social, la moral de las tropas y, sobre todo, de la población civil, la conciencia
y organización de las masas. Una vez más se ha revelado justa la tesis
marxista de que «son las masas las que hacen la historia» y no la tesis
revisionista-trotskista de que las armas lo deciden todo. (...) Es posible que se
sitúen en primer plano las contradicciones interimperialistas incluso por
encima, en ciertos casos, de la contradicción entre el imperialismo como un
todo y el socialismo. En determinadas circunstancias ciertos grupos
imperialistas anteponen sus intereses concretos a los del capitalismo en
general, el campo imperialista se escinde y el socialismo –en un solo país o en
varios países– puede utilizar las contradicciones antagónicas entre los
diversos bloques imperialistas y, si se ve amenazado o atacado por uno de
ellos, llegar a una alianza militar con el otro. (...) La fuerza del proletariado
mundial, incluso si éste ha logrado establecer su dominación en un número
reducido de países, se ha revelado también gigantesca. La presión que los
intentos –aun si resultan a veces fallidos– de la clase obrera por tomar el
poder en los diversos países, así como la propia presión que ejerce su fuerza
organizativa y política creciente, ha contribuido a detener la mano de los
agresores imperialistas, a salvaguardar la paz. Los imperialistas saben muy
bien que la guerra aceleraría la maduración de las condiciones para una
revolución proletaria en sus propios países. (...) El movimiento democrático-
burgués de liberación nacional de los países afroasiáticos y el incipiente
movimiento democrático-popular de liberación nacional de los pueblos
iberoamericanos son fuerzas revolucionarias imponentes, cuyo poderío es tal
que, por sí solas, han aportado una contribución fundamental y decisiva a la
causa de la paz, debilitando a las fuerzas del imperialismo, obligándolas a
batirse simultáneamente en escenarios muy alejados entre sí. Con esa
retaguardia tan movediza, los imperialistas difícilmente se decidirán a
lanzarse a una guerra total contra el socialismo». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista; Las posiciones políticas y organizativas de los
fraccionalistas trotskistas, 1965)

Se podría citar muchas cuestiones más de la necesaria y acertada crítica del PCE
(m-l) al trotskismo. También podríamos criticar los fallos en la crítica al
trotskismo desde posiciones castristas-maoístas del folleto de 1965. Pero ambas
cuestiones son temas que se trataran de una forma u otra a lo largo del
documento, por lo que sería redundante. En cualquier caso, el PCE (m-l) tras
superar este escollo, no dejó de lado la crítica al trotskismo y sus representantes.
De hecho durante 1968-1973 se ve una lucha abierta contra él como es
observado en los documentos de Elena Ódena.

El gran cisma interno de 1976

El tercer cisma de calado en el partido, se produjo en verano de 1976:

«En el terreno ideológico y organizativo el IIº Congreso ha sido la


culminación, en la actual coyuntura, de la lucha desatada por el partido
contra las posiciones derechistas a raíz de 1976, que desde dentro y desde fuera
del partido y llegando por dos veces al complot y a la fracción, pretendían
hacer degenerar al partido, y o bien llevarlo al pantano de la colaboración y el

136
oportunismo, o bien liquidarlo política y organizativamente como
destacamento revolucionario de vanguardia». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Esta purga estuvo respaldada por Albania:

«No obstante, el FRAP no estaba sólo. Su principal aliado, Albania, estaba a su


lado. La agencia de noticias albanesa ATA elogió la depuración llevada a cabo
en las filas del Partido Comunista Español (marxista-leninista) y siguió firme
en su apoyo al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)».
(Antonio Martínez de la Orden; El Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota (FRAP): Una aproximación histórica (1971-1978), 2015)

¿Pero en qué consistieron las diferencias?

La lucha de clases a nivel nacional e internacional

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977, dos años después de las últimas
acciones de peso, y a un año de la escisión sufrida, la cúpula veía así los
acontecimientos en relación al tema en cuestión, teniendo serias divergencias
sobre el nivel de agudización interna en la lucha de clases en España:

«Es necesario repetir aquí, ante el Congreso, algunas cuestiones que han sido
tergiversadas por los enemigos del partido, enemigos de dentro y de fuera de
nuestras filas. Y, principalmente, por las calumnias y cobardes ataques que
lanzan el puñado de complotadores y fraccionalistas que, precisamente a raíz
de nuestra IIº Conferencia Nacional, fueron descubiertos y derrotados».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

Como vimos en el otro capítulo: «El auge del PCE (m-l) y las acciones armadas
del FRAP de 1973-75», una de las razones que desataron los intentos de derribar
a la dirección del partido fue el resultado más que discutible de las acciones
armadas del FRAP de finales de 1975. Pero una cosa era poner en duda el
momento idóneo de desatar la violencia revolucionaria o de la forma en que se
organizaba y otra muy diferente era, como algunos disidentes de la fracción
proponían, rechazar de pleno la violencia revolucionaria como tal, razón por la
que muchos fueron a parar a organizaciones reformistas y pacifistas como la
ORT, el PTE o el propio PCE. Obviamente la dirección del PCE (m-l) se centró
solamente en estas posturas antimarxistas para mostrar a su militancia el
oportunismo ideológico de alguno de los cabecillas de la fracción de 1976:

«Tanto los ideólogos burgueses como los cabecillas revisionistas y todos los
oportunistas han desencadenado una vasta campaña para denigrar y
condenar ante el pueblo la violencia revolucionaria, la lucha armada y la
guerra popular, renegando así de uno de los principios esenciales establecidos
por Marx, Engels, Lenin y Stalin acerca de la necesidad ineludible de la
violencia revolucionaria y la lucha armada para derrocar el poder de la
reacción; y preconizando la vía parlamentaria, la transición pacífica y el
pluripartidismo como «medio» para llegar a la sociedad socialista». (Partido

137
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del
PCE (m-l), 1977)

Pero como hemos dicho anteriormente, las críticas oportunistas sobre la lucha
armada del FRAP emitidas desde los fraccionalistas de 1976 o de parte de los
carrillistas y otros grupos, no justifica la poca autocrítica de la dirección del PCE
(m-l) en relación a las obvias deficiencias en la dirección y organización de las
acciones armadas de 1973-1975. Era normal que surgiesen dudas y críticas
justas de los militantes honrados que deseaban encontrar respuestas e incluso
depurar responsabilidades, pero en aquel momento solamente se cerró filas y se
trató por igual a los derechistas de la fracción de 1976 que a los militantes
honrados, hallándose un silencio y mitificando las acciones.

De igual modo se criticaba:

«Las mencionadas corrientes oportunistas pretenden sustituir a escala


internacional la lucha de clases, por una llamada lucha del tercer mundo como
fuerza motriz de la historia; preconizan el apoyarse en una de las dos
superpotencias para combatir a la otra –en especial apoyarse en los EE.UU.–,
así como el reforzamiento del ejército burgués en tanto que baluarte de la
defensa de los intereses del pueblo y de la independencia nacional para
apoyarse a una u otra potencia (¿)». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

No era una acusación sin fundamento. Se reflejaba en que los cabecillas fueron a
parar a partidos como el PTE o la ORT de inspiración maoísta, que abanderaban
junto al PCE (r) las teorías mencionadas del «tercer mundo como fuerza motriz
de nuestra época» o que pregonaban la «necesidad de aliarse con EE.UU. para
combatir a la URSS». Véase el capítulo: «La forma y contenido de las críticas
hacia los adversarios políticos» de 2020.

Muchos dirigentes de la ORT-PTE acabaron en las filas del PCE donde desde
hacía tiempo se venía hablando de la posibilidad de reforzar al ejército nacional
burgués y lograr una tregua con las potencias imperialistas... Carrillo llegaría a
declarar que no sacaría a España de la OTAN ni retiraría las bases
estadounidenses de España.

Lo mismo puede decirse del PCE (r) que promocionó la política belicista de
China y apoyó a varios de los regímenes tercermundistas. Véase la
obra: «Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO» de 2017.

En el ámbito internacional, varios grupos maoístas sostenían estas tesis


de «defensa de la burguesía nacional» y «el imperialismo más débil en «pro de
la defensa nacional contra el imperialismo más agresivo». Véase la obra: «Un
rápido repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Jacques Jurquet y
el PCF-ML» de 2015.

Propuesta para reformular las alianzas

138
Como hemos dicho, la escisión de 1976 no solo se concentraba en la
reivindicación de que las acciones armadas fueron erróneas como decían
algunos o en que la acción armada en general era inviable para la época como
dejaban caer otros, sino que las divergencias también se encontraban en otra
cuestión básica: se tenían desacuerdos en torno a las alianzas a contraer y sobre
cómo encarar la lucha contra el revisionismo local. Esto puede verse en el libro
de su líder Alejandro Diz: «La sombra del FRAP: Génesis y mito de un partido»
de 1977.

La dirección del PCE (m-l) pensó que debido a los acontecimientos había cosas
que cambiar:

«El papel del FRAP y la táctica frentista del PCE (m-l) en la nueva situación y
ante la gran maniobra de la transición y el desplazamiento de los dirigentes de
las fuerzas antifranquistas hacia una colaboración con la monarquía, debía
ampliarse y adaptarse, tanto en sus formas organizativas como en las formas
principales de lucha». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de 1975, 1985)

Así pues, ante la imposición de la monarquía unos años antes de la muerte de


Franco, el PCE (m-l) decidió poner atención a la cuestión republicana, y en
especial a aquellos elementos que, si bien no aceptaban un republicanismo
revolucionario como el que se contenía en el FRAP, pudieran ser aliados
coyunturales para derribar la monarquía:

«Lo primero que debemos comprender y hacer comprender a los militantes del
partido, es que la Convención Republicana no significaba el abandono de
nuestra política del FRAP, sino todo lo contrario: es la prolongación dialéctica
de nuestra política frentista, es la aplicación consecuente de esta política a una
situación nueva. Es la política que nos permitieron romper el aislamiento en
que querían sumirnos tanto la dictadura como los revisionistas y algunos
grupos reformistas. (...) Esto necesita algunas precisiones: la primera es que la
Convención Republicana no es una organización del partido y del FRAP, sino
que en ella hay fuerzas y gentes de muy distinto signo ideológico. En estas
circunstancias se trata de encontrar lo que es susceptible de unirnos a todos en
contra de la monarquía. Hubiéramos podido imponer lo de Popular y
Federativa, pero entonces la Convención se hubiera restringido, hubiera sido
en realidad una nueva versión del FRAP. No es ese nuestro objetivo. La
segunda cuestión. (...) El partido debe tener en todo momento posiciones muy
claras. Y de la misma forma que no hacemos de nuestras posiciones
cuestiones «sine qua non» para esta unidad, nos negamos como cuestión de
principios a ocultar nuestros objetivos finales. Debemos conservar, nuestra
propia personalidades e independencia de acción. (...) Debemos ser los más
consecuentes luchadores por la República, por mantener y ampliar la unidad
lograda, pero nos negaremos a ocultarnos, lo que sería un suicidio. (...) No
podemos olvidar que la Convención Republicana no es más que un medio, tal
vez transitorio, para movilizar contra la monarquía a sectores amplísimos de
las masas, que ni se deciden a sumarse a las fuerzas oportunistas-
colaboracionistas, ni tampoco a apoyar toda la política del FRAP, es decir, a
sus puntos programáticos». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Informe del Comité Ejecutivo en la IIº Conferencia Nacional, 1976)

139
Esto era un plan totalmente lícito por las circunstancias de entonces. Cualquiera
que conozca la noción marxista de táctica, sabrá que:

«La táctica consiste en determinar la línea de conducta del proletariado


durante un período relativamente corto de flujo o de reflujo del movimiento, de
ascenso o de descenso de la revolución; la táctica es la lucha por la aplicación
de esta línea de conducta mediante la sustitución de las viejas formas de lucha
y de organización por formas nuevas, de las viejas consignas por consignas
nuevas, mediante la combinación de estas formas, etc., etc. Mientras el fin de
la estrategia es ganar la guerra, supongamos, contra el zarismo o contra la
burguesía, llevar a término la lucha contra el zarismo o contra la burguesía, la
táctica persigue objetivos menos esenciales, pues no se propone ganar la
guerra tomada en su conjunto, sino tal o cual batalla, tal o cual combate,
llevar a cabo con éxito esta o aquella campaña, esta o aquella acción, en
correspondencia con la situación concreta del período dado de ascenso o
descenso de la revolución. La táctica es una parte de la estrategia, a la que está
supeditada, a la que sirve». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Los
fundamentos del leninismo, 1924)

Según las memorias del ahora renegado Raúl Marco. En aquel entonces algunos
elementos descontentos con la línea política del PCE (m-l), claramente ya
configurados como fraccionalistas, no estaban de acuerdo con la política de
alianzas y pedían más flexibilidad sobre las alianzas a contraer y cómo encarar
el realizar dichos acercamientos. Así que bajo el pretexto de aplicar la táctica de
la Convención Republicana se intentó distorsionar la línea oficial del PCE (m-l)
sobre dicho tema para crear sin autorización del partido nuevos contactos con
las organizaciones oportunistas. Pero lo más importante es que era claro que la
intención no era hacer un trabajo entre las bases en ciertos frentes de masas
donde se pudiera coincidir, como podría ser el caso de las organizaciones de
masas como los sindicatos, sino que directamente se pretendía establecer lazos y
amistad con las direcciones de las respectivas organizaciones revisionistas, las
cuales por la época ya se habían plegado al colaboracionismo, a llevar a cabo
una política de paz entre clases que iba en perjuicio de los intereses de todo el
proletariado que de paso ensuciaba la memoria y lucha de todos los
antifranquistas en todo lo que fue la llamada «Transición» y la receta de la
«reconciliación nacional» promovida por el PCE, y aceptada en coro por los
grupúsculos oportunistas que giraban en su órbita:

«En Barcelona, los fraccionalistas intentaron montar una Asamblea


Republicana con la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT),
con Bandera Roja (BR), el partido –representado por ellos–, el Partido
Comunista de Cataluña (PCC). (…) Examinando los informes, se trataba de
una intentona sería más, para liquidar al partido, so pretexto de salvarlo».
(Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

La dirección del PCE (m-l) diría sobre las reticencias de los líderes de la fracción
de 1976 a cumplir la política de alianzas y sus propuestas:

«No podemos colocar en el centro de nuestro trabajo de cara a las masas


nuestra relación con esos grupos u organizaciones que representan la línea
oportunista a la que hemos de esforzarnos por aislar y denunciar implacable y

140
hábilmente ante las masas. Se trata de aplicar una política de principios en la
que no abandonemos en ningún caso ni la iniciativa ni la dirección política a la
zaga de cualquiera de ellos, pues ello supone confundir a las masas y arriar
nuestra propia bandera para colocarnos de hecho a la zaga de la línea
oportunista. En definitiva, la posición de los fraccionalistas antipartido y
complotadores consistía en diluir la política del partido en el conjunto de la
política de los grupos oportunistas, practicar la unidad sobre la base de
mezclar y confundir posiciones, abandonando nuestra condición de partido
dirigente en el actual proceso revolucionario que se desarrolla en el
movimiento de masas. Es evidente que subsiste, y es inevitable, en el seno del
partido, enquistados algunos camaradas y organizaciones, actitudes
ideológicas próximas al oportunismo de derecha que hemos combatido. Es
preciso, por ello, profundizar y desarrollar aún más la lucha ideológica en este
terreno y dilucidar y comprender mejor la base objetiva de la política de
masas del partido, y también el papel y la naturaleza objetiva y subjetiva de
colaboraciones con la reacción de las corrientes, grupos y fuerzas
oportunistas. Otro aspecto de nuestra labor en el frente de masas en los
momentos actuales, es el de que hemos de comprender la importancia
ideológica de dedicar lo esencial de nuestras energías y preocupaciones a
nuestra labor revolucionaria entre el proletariado, en especial en las grandes
fábricas y en las grandes concentraciones proletarias, así como también entre
el proletariado agrícola. Es preciso comprender adecuadamente, desde el
punto de vista ideológico, que en la actual coyuntura el proletariado de la
ciudad y del campo constituye el terreno en el que han de chocar y romperse
las maniobras de las oligarquías y de los oportunistas; pero ello a condición de
que nuestro partido implante allí su línea, levante su propia bandera y sea
capaz de orientar, movilizar y dirigir el impetuoso movimiento obrero que ya
está en marcha». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Creemos que estas palabras son impecables, si de algo ha adolecido el


movimiento marxista-leninista los últimos años es de clarividencia ideológica, lo
cual no excluye alianzas y colaborar con los militantes de base revisionistas en
posturas concretas coincidentes e incluso con los líderes que verdaderamente se
presten a ello, pero que eso a la vez incluye una lucha despiadada y resuelta
contra los jefes de esas sus organizaciones e ideas revisionistas que abanderan
posiciones reaccionarias, de otro modo el partido que practique una serie de
alianzas y pactos, se perderá en un mar de formalismo y sonrisas con los
cabecillas revisionistas, y muy seguramente después de perder la influencia
sobre su propia militancia, será absorbido por otros aparatos revisionistas, ya
que sus militantes no sabrán defender la línea del partido ni verán diferencias
palpables con los revisionistas.

La dirección del PCE (m-l) también diría sobre la Convención Republicana, el


FRAP, y la postura de los fraccionalistas:

«La Convención Republicana, con sus puntos claros y sencillos, es un arma


temible para la reacción, incluyendo en ésta a los revisionistas. Una prueba de
ello es cómo los oportunistas de todo tipo, los orreteros, peteras, emeceros y
demás ceros a la izquierda, se apresuran a tratar de crear tinglados
republicanos, pero que son eso, tinglados que se desmontan fácilmente. La

141
Convención es un éxito. Y esto a pesar de que nuestro partido no le ha dedicado
todo el tiempo y las energías necesarias, cosa que hay que
corregir rápidamente; y también pese a los errores derechistas e
incomprensiones de algunos camaradas, que no se supieron hacer frente a las
maniobras de oportunistas e infiltrados, hasta el punto de que tuvo que ser el
mismo Comité Ejecutivo el que interviniera enérgicamente para enderezar la
situación en algunos puntos del país. De cara a la convención, debemos volver
a insistir en que ésta no es una organización del partido o del FRAP. En la
convención hay fuerzas y gentes de muy distinto signo ideológico. En
la convención tienen cabida todos los que quieran luchar consecuentemente
por la República frente a la monarquía. Combatiendo el sectarismo, así como
el derechismo, sin ocultar al partido, y sin caer en la trampa de las alianzas
paralizantes, la convención se está reforzando, ampliando e implantando por
todas partes. (...) El FRAP y la Convención Republicana ofrecen alternativas
concretas tanto políticas como organizativas, en torno a las cuales se
organizan y movilizan amplios y diversos sectores del pueblo que defienden, en
una u otra medida y por diversos medios, posiciones políticas del partido. En
torno al FRAP se organizan los sectores más avanzados de las masas, que
comprenden y aceptan los seis puntos de su programa, que están por la
independencia nacional, por la República Popular y Federativa, por
la violencia revolucionaria y la lucha armada, etc. En torno a la Convención
Republicana se movilizan hoy, además, sectores muy amplios de masas que
comprenden que bajo la monarquía fascista y la dominación yanqui no es
posible ningún verdadero cambio ni libertades ni democracia real alguna para
el pueblo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos
del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

La mayoría de fraccionalistas derechistas de 1976 aprovecharían los contactos


establecidos sin autorización del partido para una vez derrotados, acabar
integrándose de inmediato en diversas organizaciones maoístas afines al PCE –
ORT, PTE, etc.– o directamente dentro del propio PCE:

«Putxi: En ese momento estaba desarrollándose una fracción que rompe


literalmente el partido. (…) Empiezo a ver que Emilio García Prieto quiere
integrar en la ORT a una parte del partido que ha roto con el sector
llamémosle «dirigente», lo cual me sorprendió mucho en ese momento. De
hecho yo no entré en la ORT. Otros compañeros sí entraron, otros fueron al
PTE, y alguno como Luis Roncero al PCE, si bien muchos otros abandonaron
la militancia activa». (Mariano Muniesa; FRAP: memoria oral de la
resistencia antifranquista, 2015)

Un importante párrafo del congreso del PCE (m-l) de 1977 se refería a la lucha
contra el liberalismo abanderado por la escisión de 1976:

«El liberalismo es un reflejo de las posiciones oportunistas de la pequeña


burguesía en el seno del Partido y tiende a socavar la unidad y cohesión del
mismo, llegando a convertirse, de no ser atacado, en una tendencia
extremadamente perjudicial. Una de las manifestaciones más graves de
liberalismo es la de desentenderse de las luchas ideológicas y políticas que vive
el conjunto del partido, la de dejar todo lo que no le afecte a uno
personalmente y como consecuencia de ello el debilitar, relegar u ocultar el

142
papel que debe desempeñar el partido en esa lucha ideológica y política ante
las masas. En su esencia, el liberalismo es una tendencia oportunista, arribista
en el seno del partido, que se refleja en la actitud de trabajar poco y, sin
embargo, aparentar lo contrario o, al menos, tratar de mantenerse en el cargo
que se ocupa a cubierto, tratar de evitar las críticas y utilizar para ello los más
diversos ropajes o argumentos. Así, por ejemplo, encontramos el caso de los
camaradas que presumiendo de «veteranía» encubren en realidad su
liberalismo, su negligencia en el trabajo y el estudio. Y encontramos también lo
contrario, los camaradas u organizaciones que tratan de ocultar una actitud
esencialmente liberal con argumentos acerca de su juventud, inexperiencia,
etc. En cualquier caso, esta manifestación de liberalismo, basada en aceptar
las tareas y luego no cumplirlas, es particularmente grave, a veces difícil de
detectar, pero que por todos los medios necesitamos erradicar de las filas del
partido para que este avance y se fortalezca». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

La concepción socialdemócrata de partido de los líderes de la


oposición

Desde hacía tiempo, en el partido se venían registrando incomprensiones sobre


la esencia de lo que era o debía ser la organización, efectos muy seguramente
causados por la acción de los cabecillas de lo que luego serían los líderes de la
fracción de 1976.

F. Guadarrama decía en su artículo: «Contra el hipercriticismo»:

«En nuestro trabajo de organización hay que librar una lucha constante
contra tendencias erróneas y pulir cada vez más una línea y estilo correctos.
Esta línea y estilo no se consigue de una vez por todas, ni de forma igual en las
distintas organizaciones y ramas del trabajo, sino que se van matizando a
través de luchas parciales contra errores que surgen en determinados
momentos y ante determinados problemas. Para poder mantener
correctamente estas luchas se deben conocer las causas y manifestaciones de
los principales errores. (...) ¿Qué es en líneas generales el hipercriticismo? El
hipercriticismo es una manifestación pequeño burguesa que lleva a criticar
«por sistema» todas las orientaciones o directrices que se dan, y a plantear
dudas constantes hacia el conjunto de la actividad del partido. El
hipercriticismo es una característica pequeño burguesa en la que priva la
interpretación individual del trabajo y del papel del militante en la
organización. El hipercriticismo está íntimamente ligado a las concepciones
ultrademocráticas en materia de organización y llega en última instancia a la
ruptura del centralismo democrático, arma imprescindible para el
funcionamiento eficaz del partido. Las posturas hipercríticas, vienen dadas
fundamentalmente, aunque a primera vista parezca paradójico, de una falta
de investigación de los problemas y los hechos que se critican. Al no investigar
y analizar a fondo las distintas contradicciones y aspectos que encierra
cualquiera problema el «hipercrítico» se lanza «alegremente» a criticar, sin
pararse a estudiar en detalle las orientaciones, directrices o problemas que se
trate. (...) Un principio básico del método dialéctico, y que, por tanto debe
asimilar todo militante comunista, es el de analizar los hechos y tendencias sin
ideas preconcebidas. (...) El que cae en posturas hipercríticas quiere ver

143
acabada y perfecta desde el principio cualquier tarea, sin comprender que, en
especial las más complicadas, requieren un tiempo entre que se elabora y
expone su necesidad y el llevarla a la práctica, rectificando errores o
deficiencias que se dan en su aplicación. El que una tarea u orientación no se
logre realizar plenamente desde un principio no debe conducirnos a creer que
globalmente es errónea o injusta, pues ello nos llevaría a no persistir en
nuestras tareas y abandonarlas a medio camino. (...) El hipercriticismo surge
además, al considerar como fundamentales aspectos o errores que son
secundarios a la hora de analizar un problema, una tendencia o a una
persona. Este error antidialéctico lleva necesariamente a posturas
hipercríticas, que no ayudan a conocer y resolver los problemas».
(Vanguardia Obrera; Nº85, 1974)

En cuanto a la fracción de 1976, lejos de tener razón, en la mayoría de sus


postulados demostraron ser claramente una desviación derechista con objetivos
completamente irreales, empezando por su reivindicación de un acercamiento o
fusión con las organizaciones revisionistas para afianzar presuntamente las
luchas obreras. Pero no sería el único punto. Lo mismo podemos decir de su
propio concepto de partido, el cual rezumaba una clara concepción liberal y
antistalinista. En el pensamiento de Alejandro Diz, el concepto de disciplina está
totalmente ausente, concibe un partido pequeño burgués donde el sujeto
rechaza someterse a la disciplina de la dirección colectiva, incluso se indigna
porque entre las normas se contempla la posibilidad de sancionar a los
militantes:

«En cuanto a los Estatutos del PCE ml son un auténtico decálogo represor. (…)
El militante está permanentemente amenazado por las tenazas de nada menos
que siete posibles variantes de sanciones, (…) Con esta espada de Damocles de
siete filos pendientes constantemente de la cabeza de la militancia. (…) Su
concepción de partido no se sale de los límites de los esquemas clásicos
stalinistas. (…) Funcionamiento ultracentralizado y burocrático. (…) El mito
del monolitismo está basado en una férrea disciplina, rayana en lo militar
como dijo Lenin». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un
partido, 1977)

Otro miembro de la facción de 1976, que hoy no solo reniega de toda la línea
revolucionaria del PCE (m-l), sino también del comunismo como tal, nos dice:

«En realidad los partidos comunistas eran especies de vaticanos laicos, y los
marxista-leninistas eramos como una secta cerrada». (Periodista
Digital; Catalán Deus (ex FRAP): «No entiendo a los jóvenes que creen que la
violencia es la solución», 2017)

Como vemos en estas líneas, esto es una desviación revisionista derechista muy
clara:

«Con el fin de rechazar las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre el papel


y la importancia de la organización del partido, los enemigos de la clase
obrera y del marxismo-leninismo, los oportunistas y revisionistas, antiguos y
nuevos, niegan el principio del centralismo democrático, considerándolo como
innecesario, como un principio que hace al partido burocrático, que marchita

144
la iniciativa de las masas de los miembros del partido y evita su participación
en la solución de problemas. Bajo el pretexto de la supuesta democracia y la
libertad de opinión, algunos revisionistas, que toman el punto de vista liberal-
anarquista, niegan la necesidad de que el centralismo en el partido y se
oponen al principio de que todo el trabajo y la actividad del partido deben
estar centralizadas y llevadas a cabo bajo el liderazgo de un solo centro. De
acuerdo con estos revisionistas, la concentración del liderazgo en un solo
centro niega los órganos inferiores, inhibe su iniciativa, y así sucesivamente.
Por lo tanto, dicen, los órganos inferiores deben trabajar de forma
independiente del centro y ser completamente autónomos. Por otro lado,
consideran que la disciplina dentro del partido, y la aplicación obligatoria de
las decisiones, como requisito irrazonable y contrario a la democracia, lo que
impide la iniciativa de las masas y los coloca bajo el dictado de los órganos
superiores o la minoría. Ellos niegan la necesidad de la participación de todos
los miembros del partido, sin excepción, en una de las organizaciones de base,
y describen el requisito obligatorio de rendir cuentas de las funciones que
desempeñan como ultra-democracia, es decir, una distorsión de la
democracia. La base ideológica y de clase de estos puntos de vista y teorías
revisionistas que niegan el principio del centralismo democrático y sus
requisitos, hay que buscarla en la ideología burguesa y pequeñoburguesa; en
el intelectualismo burgués, el liberalismo y el anarquismo». (Petro Ciruna y
Pandi Tase; La degeneración organizativa de los partidos revisionistas y sus
consecuencias, 1978)

Es más, hay que comprender y recalcar la imperiosa gradualidad de la


«democracia interna» dependiendo la situación a la que se enfrenta el partido:

«14. El partido comunista debe estar basado en una centralización


democrática. La constitución mediante elecciones de los comités secundarios,
la sumisión obligatoria de todos los comités al comité superior y la existencia
de un centro provisto de plenos poderes cuya autoridad no puede, en el
intervalo entre los congresos del partido, ser cuestionada por nadie, esos son
los principios esenciales de la centralización democrática.

15. Toda una serie de partidos comunistas en Europa y en América son puestos
al margen de la legalidad por el estado de excepción. Es conveniente recordar
que el principio electivo puede sufrir, bajo esas condiciones, algunos
inconvenientes y que puede ser necesario acordar a los órganos directivos del
partido el derecho a designar nuevos miembros. Así ocurrió en Rusia. Durante
el estado de excepción, el partido comunista evidentemente no puede
recurrir al referéndum democrático siempre que se plantee un problema
grave –como pretendía un grupo de comunistas norteamericanos–. Por el
contrario, debe darle a su núcleo dirigente la posibilidad y el derecho de
decidir rápidamente en el momento oportuno, en nombre de todos los
miembros del partido.

16. La reivindicación de una amplia «autonomía» para los grupos locales del
partido en estos momentos no puede sino debilitar las filas del partido
comunista, disminuir su capacidad de acción y favorecer el desarrollo de las
tendencias anarquistas y pequeño burguesas opuestas a la centralización.

145
17. En los países donde el poder se halla todavía en manos de la burguesía o de
la socialdemocracia contrarrevolucionaria, los partidos comunistas deben
yuxtaponer sistemáticamente la acción legal y la acción clandestina. Esta
última siempre debe controlar efectivamente a la primera. Los grupos
parlamentarios comunistas, al igual que las fracciones comunistas que operan
en el seno de las diversas instituciones estatales, tanto centrales como locales,
deben estar totalmente subordinados al partido comunista, cualquiera que sea
la situación, legal o no, del partido. Los funcionarios que de una u otra manera
no se someten al partido comunista deben ser expulsados. La prensa legal –
diarios, ediciones diversas– debe depender en todo y para todo del conjunto
del partido y de su comité central». (Internacional Comunista; Resolución
sobre el papel del partido comunista en la revolución proletaria, 1920)

Algo que analizando el PCE (m-l) y una etapa como el franquismo y los primeros
años del postfranquismo, es importantísimo cuando tratamos las acusaciones de
falta de democracia, sobre todo si tenemos en cuenta que el partido no sería
legalizado hasta 1981 y por tanto no era posible mantener un cauce normal de
reuniones, votaciones y demás.

Otra cosa muy distinta, es que en períodos de relativa «tranquilidad» para el


partido, y por encima de todo, ya bajo el poder –y en ausencia de una situación
extrema como una guerra– el partido no ejercite la democracia interna: con la
elección de los cargos y otros menesteres. Esto de hecho fue criticado por Stalin
en relación a los líderes del revisionismo yugoslavo, por tanto, este defecto no
forma parte de una «característica stalinista», sino antistalinista:

«El Partido Comunista de Yugoslavia se mantiene todavía en una condición de


semiclandestinidad no obstante el hecho de que hace ya tres años y medio que
está en el poder; dentro del partido no hay democracia, ni elecciones, ni crítica
y autocrítica, y el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se
compone en su mayor parte de miembros no elegidos, sino cooptados. (…)
Como puede verse en los archivos de la Internacional Comunista, en el Vº
Congreso del PCY fue celebrado en octubre y no en diciembre de 1940, no
fueron elegidos treinta y uno miembros del Comité Central del PCY y diez
candidatos, sino que fueron un total de veintidós miembros al Comité Central y
seis candidatos. (…) Si, de veintidós miembros, diez fallecieron, esto nos deja
doce miembros electos. Si dos fueron expulsados, esto nos deja diez. Tito y
Kardelj dicen que ahora hay veintiséis miembros del Comité Central del PCY;
entonces, si de estos sustraemos los diez por las causas antes comentadas, esto
nos deja un total de dieciséis miembros cooptados en el presente Comité
Central del PCY. Con esto se deduce que la mayoría de miembros del Comité
Central del PCY han sido cooptados». (Carta del Comité Central del Partido
Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética dirigida al Comité Central del
Partido Comunista de Yugoslavia; 4 de mayo de 1948)

Alejandro Diz también propagaba la ideal liberal de que a mayor número de


partidos mayor democracia y progresismo. Como si cada partido no
representase el pensamiento predominante de una clase social y no llevase
implícito su ideología. De igual modo bajo la excusa de que la clase obrera es
muy diversa internamente y sus aspiraciones muy variadas se animaba a

146
cambiar esta concepción marxista de un único partido del proletariado en el
poder:

«El problema clave, posteriormente, seria definir el contenido que debía tener
ese régimen, si el de dictadura del proletariado o dictadura del partido, como
ha sido hasta ahora la experiencia de todos los países llamados socialistas.
Además, quedaría aún por resolver el problema de su un partido obrero único
o pluralidad de partidos de los trabajadores. (…) Un solo partido no refleja las
verdaderas características y complejidades de los trabajadores en la sociedad
moderna». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido,
1977)

Entre toda esta amalgama de concepciones extrañas al marxismo, se concebía la


cuestión del multipartidismo en el socialismo, como Carrillo o Mao previamente
habían promulgado:

«Junto al partido comunista coexisten diversos partido y grupos democráticos


cuyo fundamento social es la burguesía nacional, la capa superior de la
pequeña burguesía y sus intelectuales. (...) El régimen político socialista chino
es pues un régimen de un solo partido, sino de varios. (...) Los hombres de los
partidos y grupos democráticos ocupan importantes puestos en el gobierno y
en el aparato del Estado; ejercen una real influencia en los asuntos públicos».
(Santiago Carrillo; Sobre una singularidad de la revolución china: la alianza
de los capitalistas nacionales con el proletariado, 1957)

Todos los marxista-leninistas han esgrimido que el partido marxista-leninista, o


comunista, como prefieran llamarlo, no puede compartir el papel de vanguardia
con otros partidos en ninguna etapa, sea esta antifascista, antiimperialista,
antifeudal, anticolonial, sea la revolución socialista, o en el mantenimiento de la
dictadura del proletariado una vez construido en lo económico el socialismo.
Los partidos representan a las clases, y la clase obrera sólo tiene el partido
comunista como verdadero representante ya que es el que está armado con su
ideología, o al menos la única que realmente puede guiarle en la transformación
social que busca. Como decíamos, el resto de partidos pueden colaborar, ser
buenos auxiliares en las grandes luchas, ya que representarán sobre todo a
capas pequeño burguesas, e incluso también a alguna parte de los obreros que
aún no han sido captadas por los comunistas, pero su papel desaparece
totalmente una vez construido el socialismo, donde el partido comunista debe
haber extendido su red de influencia tanto en la cuidad como en el campo, y
dónde al haber puesto en práctica la expropiación de las clases explotadoras y
construyendo el socialismo en lo económico e ir avanzando en la transformación
ideológica habrá roto el esquema de las viejas clases explotadoras: ya que por
ejemplo el obrero no será más una clase explotada como en el capitalismo, ya
que no existe la propiedad privada del burgués, y ahora tiene el poder político, y
el campesinado, aunque muchos de sus miembros con reminiscencias pequeño
burguesas, tampoco será el campesinado que cultivaba su parcela individual,
sino otro trabajador estatal que cada vez se acerca más al obrero trabajador de
la sociedad socialista, lo mismo decir de la capa de la intelectualidad, ya no nace
de las viejas clases explotadoras, ni se vende a sueldo del Estado burgués y su
poder, ahora nace del obrero y del campesinado trabajador, y contribuye con su
labor al socialismo. En este punto, el partido comunista será el único

147
representante de las nuevas clases trabajadoras, este cambio ejercido en la
sociedad, elimina todavía más si cabe el sentido de otros partidos:

«¿Qué evidencian estos cambios? Evidencian, en primer lugar, que las líneas
divisorias entre la clase obrera y los campesinos, así como entre estas clases y
los intelectuales, se están borrando, y que está desapareciendo el viejo
exclusivismo de clase. Esto significa que la distancia entre estos grupos
sociales se acorta cada vez más. Evidencian, en segundo lugar, que las
contradicciones económicas entre estos grupos sociales desaparecen, se
borran. Evidencian, por último, que desaparecen y se borran, igualmente, sus
contradicciones políticas. (…) En cuanto a la libertad para los diferentes
partidos políticos, nosotros mantenemos una opinión un tanto diferente. Un
partido es una parte de una clase, su parte de vanguardia. Varios partidos y,
por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en una sociedad
en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e
irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo, hay capitalistas y
obreros, terratenientes y campesinos, kulaks y campesinos pobres, etc. Pero en
la Unión Soviética ya no hay clases como los capitalistas, los terratenientes, los
kulaks, etc. En la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los
campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el contrario, afines.
Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base para la existencia de varios
partidos y, por consiguiente, para la libertad de esos partidos. En la Unión
Soviética sólo hay base para un solo partido: el partido comunista. En la
Unión Soviética sólo puede existir un partido, el partido comunista». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre el proyecto de constitución en la
Unión Soviética, 1936)

Estos cambios en la sociedad, que acabamos de sintetizar con la máxima


brevedad en la cita de Stalin, lo comprendió perfectamente Enver Hoxha, en
cuanto a la relación en el cambio de las clases sociales desde la toma de poder a
la construcción del socialismo y la relación de esto con la existencia de los
partidos:

«En las condiciones de una revolución democrático popular y de la lucha de


liberación nacional, cuando existen varios partidos burgueses y
pequeñoburgueses, el partido comunista puede y debe esforzarse por
colaborar con ellos en el marco de un amplio frente democrático popular o de
liberación nacional. (...) Una vez instaurada y consolidada la dictadura del
proletariado bajo la dirección del partido comunista, la existencia por un largo
tiempo de otros partidos, incluso «progresistas», en el frente o fuera de él, no
tiene ningún sentido, ninguna razón de ser, ni siquiera formalmente en
nombre de la tradición. (...) Dado que la lucha de clases continúa durante el
período de la construcción de la sociedad socialista y de la transición al
comunismo, y que los partidos políticos expresan los intereses de
determinadas clases, la presencia de otros partidos no marxista-leninistas en
el sistema de dictadura del proletariado, sobre todo después de la edificación
de la base económica del socialismo, sería absurda y oportunista. La
inexistencia de otros partidos lejos de perjudicar a la democracia, no hace más
que consolidar la verdadera democracia proletaria. El carácter democrático
de un régimen no se mide por el número de partidos, sino que viene
determinado por su base económica, por la clase que está en el poder, por toda

148
la política y la actividad del Estado, por el hecho de si ésta se realiza o no en
interés de las amplias masas populares, de si les sirve o no». (Enver Hoxha;
Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático, 1967)

Similares comentarios pueden ser vistos en Georgi Dimitrov y otros.

Sobre el libro de Alejandro Diz «La sombra del FRAP; Génesis y mito de un
partido», Riccardo Gualino, exmilitante del PCE (m-l) diría sobre sus críticas al
partido y su funcionamiento:

«En este libro Alejandro reniega de toda su trayectoria política, ataca al


partido y sus dirigentes, calumnia a la dirección, insinúa cosas muy graves sin
prueba alguna, con un furor absolutamente destructivo. El eje de los
argumentos de Alejandro era la democracia, su ausencia en el seno del
partido, ilustrada con gran abundancia de datos. Insinuaba la posibilidad de
organizar una nueva formación política. En todo caso esto no sucedió y los que
abandonaron el partido con él se desperdigaron por otras organizaciones
políticas o se retiraron de la militancia. (…) Bajo las condiciones de dureza y
clandestinidad de nuestro partido era más difícil actuar, pero era mucho más
fácil mantener la cohesión dentro del partido y justificar sus métodos de
funcionamiento en la clandestinidad. Alejandro nunca antes había
manifestado su intolerancia a una democracia evidentemente limitada en las
filas del partido. Es más, quien lo conocía percibía en él una evidente rigidez
en su comportamiento y una exaltación acrítica de la dirección del partido y
sus decisiones». (Riccardo Gualino; FRAP: una temporada en España, 2010)

Las críticas oportunistas al programa del partido

Alejandro Diz, riéndose del programa del PCE (m-l) al cual cita:

«Para llevar a cabo la revolución democrático popular y antiimperialista en


España, la alianza obrero-campesina es decisiva». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del Iº Congreso del PCE (m-l), 1973)

Diz comenta que la concepción de la alianza obrero-campesina iba en contra de


la realidad política y la dinámica de las clases sociales en un proceso
revolucionario:

«De nuevo la varita mágica de la todopoderosa voluntad del partido de


vanguardia es lo esencial para llegar a una sólida unidad entre la clase
obrera y el campesinado. ¿No es esto pura metafísica, alejada años luz de la
realidad política y de la dinámica de las clases sociales en un proceso
revolucionario?». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un
partido, 1977)

Aquí Alejandro Diz es «más trotskista que Trotski», «más papista que el Papa»,
negando el papel fundamental que ha tenido el campesinado en las revoluciones
históricas. Aunque sea el abc del marxismo repasemos a propósito el porqué de
la posibilidad y la necesidad de esa alianza, y rápido descubriremos porqué para
Alejandro Diz la cuestión de lograr la alianza obrero-campesina es cuestión de
continuo desdén:

149
«En este sentido, la cuestión campesina es una parte de la cuestión general de
la dictadura del proletariado y, como tal, una de las cuestiones más
palpitantes del leninismo.

La indiferencia, e incluso la actitud francamente negativa de los partidos de la


II Internacional ante la cuestión campesina, no se debe sólo a las condiciones
específicas del desarrollo en el occidente. Se debe, ante todo, a que esos
partidos no creen en la dictadura del proletariado, temen la revolución y no
piensan en llevar al proletariado al poder. Y quien teme la revolución, quien no
quiere llevar a los proletarios al poder, no puede interesarse por la cuestión de
los aliados del proletariado en la revolución; para esa gente, la cuestión de los
aliados es una cuestión sin importancia, sin ninguna actualidad. Los héroes de
la II Internacional consideran su actitud irónica hacia la cuestión campesina
como de buen tono como marxismo «auténtico». En realidad, esta actitud no
tiene ni un ápice de marxismo, pues la indiferencia ante una cuestión tan
importante como la campesina, en vísperas de la revolución proletaria, es el
reverso de la negación de la dictadura del proletariado, un síntoma indudable
de franca traición al marxismo.

La cuestión se plantea así: ¿están ya agotadas las posibilidades


revolucionarias que, como resultado de determinadas condiciones de su
existencia, encierra en su seno la masa campesina o no lo están? Y, si no lo
están, ¿hay la esperanza de aprovechar estas posibilidades para la revolución
proletaria, de convertir al campesinado, a su mayoría explotada, de reserva
de la burguesía, como lo fue durante las revoluciones burguesas del Occidente
y lo sigue siendo en la actualidad, en reserva del proletariado, en aliado de
éste?, ¿hay fundamento para ello?

El leninismo da a esta pregunta una respuesta afirmativa, es decir, reconoce la


existencia de una capacidad revolucionaria en la mayoría de los campesinos y
la posibilidad de aprovechar esa capacidad en interés de la dictadura del
proletariado.

La historia de tres revoluciones en Rusia confirma plenamente las


conclusiones del leninismo a este respecto.

De aquí la conclusión práctica de apoyar a las masas trabajadoras del campo


en su lucha contra el sojuzgamiento y la explotación, en su lucha por redimirse
de la opresión y de la miseria. Esto no significa, naturalmente, que el
proletariado deba apoyar todo movimiento campesino. Debe apoyar,
concretamente, los movimientos y las luchas de los campesinos que
contribuyan directa o indirectamente al movimiento de liberación del
proletariado, que, de una u otra forma, lleven el agua al molino de la
revolución proletaria, que contribuyan a convertir a los campesinos en reserva
y aliado de la clase obrera». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Los
fundamentos del leninismo, 1924)

Quien niegue esto,

150
José Catalán Deus abandonaría también en 1976. Años después relataba por qué
discrepaba de los lineamientos básicos del PCE (m-l):

«En cuanto a la inquina contra el enemigo político, en cuanto a la cerrazón


ante otras posiciones, en cuanto a los juicios maximalistas sobre los pecados
del capitalismo y no reconocer sus aportaciones, y en cuanto a presentar como
ejemplo sobre a donde ir, a regímenes que no lo son, y sistemas ideológicos,
políticos y organizativos que no son ejemplos, ahí veo que es triste que se
repita la historia. (...) Podemos tiene mucho que leer aquí para no cometer
errores parecidos». (Periodista Digital; Catalán Deus (ex FRAP): «No
entiendo a los jóvenes que creen que la violencia es la solución», 2017)

Estas declaraciones ni merecen la pena ser comentadas ya que hablan por sí


solas. En realidad, sus razones son muy similares a las que daba Alejandro Diz.
Pero aquí nuestro afable personaje aprovecha para para instar a la izquierda
domesticada para que siga rechazando las posiciones revolucionarias de estos
grupos de antaño. Curiosamente en diversas entrevistas ha manifestado que
para él Podemos es «demasiado radical», lo que ya nos da una idea de las
posiciones políticas de este hombre.

Así pues, el hilo conductor de su relato es tan viejo como el oportunismo


infiltrado en el movimiento obrero:

«¿En qué reside el error fundamental de todos estos argumentos oportunistas?


En que suplantan en realidad la teoría socialista de la lucha de clases, única
fuerza motriz verdadera de la historia, por la teoría burguesa del progreso
«solidario», «social». Según la teoría del socialismo, es decir, del marxismo –
hoy no puede hablarse en serio de un socialismo no marxista–, la fuerza
motriz verdadera de la historia es la lucha revolucionaria de clases; las
reformas son un producto accesorio de esta lucha; accesorio, por cuanto
expresan el resultado de los intentos frustrados por atenuar esta lucha, por
debilitarla, etc. Según la teoría de los filósofos burgueses, la fuerza motriz del
progreso es la solidaridad de todos los elementos de la sociedad, que
comprenden el carácter «imperfecto» de tal o cual institución. La primera
teoría es materialista, la segunda idealista. La primera es revolucionaria. La
segunda, reformista. La primera sirve de base a la táctica del proletariado en
los países capitalistas modernos. La segunda sirve de base a la táctica de la
burguesía. De la segunda teoría se deriva lógicamente la táctica de los
progresistas burgueses comunes: apoyar siempre y en todas partes «lo
mejor»; elegir entre la reacción y la extrema derecha de las fuerzas que se
oponen a esa reacción. De la primera teoría se deriva lógicamente la táctica
revolucionaria independiente de la clase avanzada». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; Otra vez el ministerio de la Duma, 1906)

Ahora incluso Catalán Deus llega la alabar la llamada «transición», a Carrillo, a


la monarquía, la «razón que demostró tener la derecha», incluso «las cosas
buenas de Franco»:

«El FRAP, los revolucionarios en el 1975 queríamos hacer una revolución


proletaria, que menos mal que no salió, ¿no? Por tanto, considerábamos que la
transición una cosa pequeña, de circunstancias, pactada y que no era muy

151
grande, pero a la vista de sus resultados, fue bastante seria y a la cual
debemos muchos, y en cuanto al régimen que salió de ella, la monarquía
parlamentaria, tiene defectos importantes, pero tiene enormes virtudes. (…)
No son justas las acusaciones [hacia el PCE], creo que lo que hizo el PCE en la
transición estuvo bien. (…) Lo curioso y lo tremendamente sorprendente es
descubrir que la derecha que se llamaba franquista y que siendo evolucionista
no quería ir ni tan deprisa ni tan lejos, ves que tenían razón en muchas cosas.
(…) Con respecto al nacionalismo y a muchas cosas. (…) Insultando,
denostando y culpando a Franco de todo… (…) Es no ir al fondo de lo que hizo,
de lo que fue, y de lo que supuso su régimen. Esto de que todo tenía que ser
malo [en el franquismo] es absurdo, y creo que Franco dentro de las cosas que
hizo mal, hizo también muchas bien, que demostró mucha valía. (…) Incluso
sabía a dónde caminaba el país y de alguna manera lo veía inevitable».
(Periodista Digital; Catalán Deus (ex FRAP): «La derecha tenía razón sobre
cómo hacer la Transición», 2018)

El lector no debe equivocarse una cosa que más adelante comprobará: el destino
de los líderes opositores de 1976 y sus vergonzantes posiciones políticas como
los Hermanos Diz o Deus Catalán, no significa que la cúpula del PCE (m-l) no
tuviese errores, o que incluso algunas figuras como Raúl Marco o Blanco Chivite
acabasen en posiciones igual o más retardatarias que los opositores.

El antistalinismo de los opositores

No estamos utilizando las citas de Stalin por casualidad. Podríamos haber


optado usar cualquier obra magna de cualquier dirigente comunista, pero
hemos elegido durante este capítulo la obra del georgiano, porque precisamente
los líderes de la escisión de 1976 eran como la escisión de 1965 que vimos
anteriormente, unos abiertos antistalinistas:

«El problema de la defensa de Stalin, cuando ya había suficientes elementos de


juicio como para cuestionarse toda la etapa stalinista». (Alejandro Diz; La
sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido, 1977)

La dirección máxima en cambio mantenía otra postura:

«Desde hace ya muchos años los revisionistas en España y en todas las


latitudes, a coro con la reacción mundial, han dedicado grandes esfuerzos y
medios a la labor de denigrar, calumniar y ocultar la gran figura
revolucionaria del indiscutible dirigente comunista, de talla internacional, que
fue Iósif Stalin, así como sus importantes obras teóricas e ideológicas. Pero
para la historia moderna, para el proletariado mundial y para toda la
humanidad progresista, Stalin ha sido y será siempre el gran continuador y el
más fiel y brillante alumno del inmortal Lenin.

Tras la muerte de Lenin, Stalin ha sido el dirigente comunista más atacado y


más odiado por la reacción y por todos los renegados del marxismo-leninismo.
Acusando a Stalin de dogmático y de «déspota», los ideólogos de la reacción
han hecho coro en sus ataques contra Stalin con los renegados revisionistas de
toda ralea, para así asestar un pérfido golpe a los fundamentos mismos del

152
marxismo-leninismo y de la revolución, ya que toda la vida y obra de Stalin
están ligados a un decisivo período de la historia moderna de la humanidad,
como es la Revolución de Octubre de 1917 y la construcción del socialismo en el
primer país donde el proletariado conquistó el poder mediante la revolución
proletaria, y aplastó el poder capitalista y reaccionario de la burguesía y del
imperialismo.

Al acusar vilmente a Stalin de toda suerte de crímenes e injusticias, la


reacción, y más tarde junto a ella los revisionistas y renegados, pretendían
sembrar el descrédito y la desconfianza hacia la revolución socialista y hacia
los dirigentes y partidos marxista-leninistas en general, que seguían
defendiendo los principios fundamentales del marxismo-leninismo, como los
defendió intransigentemente hasta su muerte Stalin. Como se ha puesto de
manifiesto, se trata sobre todo de negar y condenar el internacionalismo
proletario activo, la dictadura del proletariado, la necesidad del partido como
instrumento primordial para la revolución y para la construcción del
socialismo; el principio de la violencia revolucionaria y de la lucha de clases
como motor de la historia, entre otros.

Por todo ello, los traidores al marxismo-leninismo convertidos en agentes de la


reacción y del imperialismo necesitaban ineluctablemente echar barro sobre el
gran dirigente y comunista consecuente e insobornable que fue Stalin y
atacarle a muerte. Necesitaban tratar de destruir la gran figura de Stalin
como dirigente comunista internacional y como símbolo de la revolución, de
esperanza del proletariado mundial». (Elena Ódena; La decisiva aportación
teórica de Stalin al marxismo-leninismo, 1978)

Las críticas más coherentes de algunos elementos descontentos

Entre las reivindicaciones de la escisión de 1976 que podemos decir que eran
factibles o que podían ser aceptadas a debate –como poner en tela de juicio la
forma en que se llevaron las acciones armadas de 1975 o si era el momento
idóneo viendo la potencialidad del partido–, otra cuestión de peso fue el debate
de que si la propia burguesía española avanzaría tras la muerte de Franco hacia
una democracia burguesa –como sostenía la fracción de 1976– o si continuarían
con un fascismo más o menos disfrazado –como sostenía la cúpula del PCE (m-
l) con vehemencia–:

«Así, según los conciliadores de la oposición, el gobierno de la ACNP que


introdujo en España el corporativismo fascista ¡iba a devolver las libertades al
pueblo y hasta a abrir un proceso hacia la democracia burguesa! Así se lo
creyeron al parecer y nos lo querían hacer tragar algunos fraccionalista y
complotadores el pasado verano». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

En el caso español, fue un cambio de régimen dentro de los esquemas de poder


burgués, uno que benefició sin duda a las masas trabajadoras si lo comparamos
respecto al antiguo régimen franquista, pero que fue a costa de negar su
protagonismo y a costa de muchos sacrificios: entre ellos varios antifascistas
muertos, torturados, heridos y encarcelados por el camino, lo cual tumba el
mito de una transición netamente pacífica. Además, debemos sumar el hecho de

153
que la mayoría de oposición franquista aceptó no juzgar a los responsables del
franquismo y permitir que varios de ellos siguieran en las esferas de la vida
política, por lo que ante esto era imposible que la burguesía y entre ella sus
elementos fascistas no estuviesen conformes con la decisión, forma y modo del
cambio de régimen, ¡faltaría más! Y por supuesto sobra comentar que dicha
transición también dejó intactas las estructuras económicas de poder. Lo cual es
la clave en toda la reivindicación marxista: la abolición de la propiedad privada
sobre los medios de producción, algo que tanto en un régimen democrático-
burgués como fascista la burguesía nunca permitirá que ocurra sin oponer
resistencia. Entonces, aunque no lo parezca, volvemos al punto de salida: la
violencia revolucionaria, que la mayoría de los disidentes de 1976 al integrarse
en asociaciones afines al eurocomunismo daban a entender que rechazaban. En
consencuencia, no se puede decir que pese a todo comprendieran muy bien el
materialismo histórico. La cuestión del posible tránsito del fascismo a la
democracia burguesa en España, fue un acierto casual de los disidentes
derivados de su lógica pacifista en la cual los oportunistas siempre ven y hasta
creen necesario una evolución o transición pacífica o relativamente pacífica en
todo cambio de la político-social. El hecho que muestra su nulo conocimiento de
marxismo es que la gran mayoría de ellos, se pasaron el resto de los siguientes
años militando, loando o colaborando con los partidos colaboracionistas como
PSOE y PCE de un nuevo régimen político, que lejos de traer la solución a los
problemas de los trabajadores, enmascaraba mejor la contradicción capital-
trabajo, siendo ellos participes de dicha falsa.

Por otro lado. Las razones que propiciaron la salida de varios militantes no solo
giraron sobre la cuestión de las acciones armadas como hemos ido viendo.
Felipe Moreno, que abandonaría la organización en 1976, afirmaría que otra de
las razones era el exceso de activismo y la nula preocupación por la formación
política:

«Se me empezó a considerar «enemigo» porque hice una crítica a la


organización del partido en Cataluña en cuanto en cuanto yo pensaba que nos
dedicábamos demasiado al activismo y descuidábamos la formación política
ideológica, con lo cual había riesgo de desviaciones ideológicas y de errores en
la aplicación de la línea política del partido. La respuesta a mi crítica fue
totalmente descalificatoria, con lo que pedí que discutiéramos este asunto,
pero la respuesta del comité del partido en Cataluña fue formar poco menos
que un nuevo consejo de guerra interno contra mí. (…) Me dijeron que o me
retractaba de lo que pensaba y aceptaba sin rechistar las directrices del comité
y la aplicación estricta de las órdenes y consignas que me dieran, o que se
tomarían represarías contra mí. (…) Incluso físicas. (…) Yo volví a responder
que no estaba de acuerdo con esa forma de actuar que pensaba que todas las
cuestiones que surgieran en el quehacer diario del partido tenían que
discutirse y analizarse, y por supuesto, aceptaba como militante la disciplina
del partido, pero si después se demostraba que lo que se estaba haciendo era
incorrecto, pues habría que ser coherente y revisar esa actitud y
planteamiento». (Mariano Muniesa; FRAP: memoria oral de la resistencia
antifranquista, 2015)

Este es el ejemplo clásico de un análisis, que errado o no, se encuentra con una
burocracia partidista local que cierra toda posibilidad a crítica, una actitud que

154
lejos de proteger al partido lo cosifica y relega a un estado de militancia pasiva,
por lo que no es extraño que cuando los revisionistas llegan al poder tiempo
después, la militancia de base no mueva un dedo entre otras causas debido a
que se han propagado dichos métodos partidistas.

Estos métodos al menos fueron reconocidos por el partido en su congreso de


1977:

«Algunos camaradas piensan que el control en el partido es el derecho a


imponer sus opiniones personales, el derecho a actuar autoritariamente o con
burocratismo de cara a los organismos inferiores, y a los militantes y cuadros.
De esto vimos ejemplos particularmente graves entre los fraccionalistas
expulsados del partido. El desenmascaramiento de estas concepciones
reaccionarias, la denuncia de sus métodos autoritarios, y las medidas que se
han tomado para evitar que se vuelvan a repetir situaciones como aquellas –
medidas incluso reflejadas en las propuestas para los estatutos del partido que
se aprobarán en este IIº Congreso de 1977–, han constituido un importante
estarzo y un paso adelante para combatir estos puntos de vista burgueses y
reaccionarios. Ahora bien, todo no está hecho en este terreno y constantemente
debemos Velar por impedir que vuelvan a surgir o se desarrollen estas
tendencias, que corresponden a la ideología de la pequeña burguesía en el
partido y a la lucha de clases que instantemente se libra en sus filas contra
ella. Al igual que en algunos camaradas, se da la tendencia a atender de forma
autoritaria, mecánica y burocrática el trabajo de dirección y el control. Hay
casos de algunas organizaciones que, cuando acude un camarada responsable
y delegado por la dirección del partido a pedir cuentas sobre cómo se aplican
las directrices políticas y cómo se han cumplido las tareas encomendadas, es
recibido con reticencias o con cierta hostilidad, e incluso practican la
obstrucción. Se trata de una actitud pequeñoburguesa, no proletaria, cuyas
raíces se encuentran por lo general en ciertas concepciones de
ultrademocratismo e individualismo que suelen acarrear deformaciones,
desviaciones, violaciones de la disciplina y ocultamiento de métodos
personalistas, como ha ocurrido en algunos comités.

Cuando al llevarse a cabo un control de las tareas surgen contradicciones


entre determinados camaradas u organismos, la actitud correcta es la de, en
primer lugar, esforzarse colectivamente por tratar de resolver estas
contradicciones y errores o fallos, buscar las causas de las mismas y tomar las
medidas para solucionarlas; en segundo lugar, la obligación de los camaradas
o del organismo concreto es la de apelar al organismo inmediatamente
superior, exigir que se abra una encuesta acerca de las cuestiones en torno a
las que existen desacuerdo; exigir que se recabe la opinión de los camaradas
afectados y que, en base a los resultados de esta investigación, se tomen luego
las medidas pertinentes. Ningún camarada u organismo del partido debe
permanecer en una situación de desacuerdo en cuestiones fundamentales con
los organismos superiores que lo dirigen, sin plantear clara y llanamente esos
desacuerdos o críticas, exigir, respetando los cauces organizativos del partido,
que se intervenga para resolverlos por los procedimientos normales o dirigirse
a la misma dirección del partido, como lo prevén los estatutos». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del
PCE (m-l), 1977)

155
La innecesaria persecución de los opositores

Uno de los hechos más infames por el cual la dirección del PCE (m-l) perdería
gran prestigio ante las masas, fue la selección de blancos hacia los antiguos
opositores de 1976 para liquidarlos.

«Los dos centenares de militantes disidentes con la línea ideológica y con la


dirección del FRAP y PCE (m-l) tienen serias dificultades para conciliar el
sueño. El día menos pensado y en la esquina más insospechada el partido que
crearon años atrás podría ajusticiarlos. (…) El timbre de alarma sonó el 13 de
octubre pasado, horas después de que dos individuos disparasen contra Emilio
García Prieto, a la salida de su casa, en la calle Santa Hortensia de Madrid.
García Prieto antiguo militante del FRAP, tres años de cárcel, abandonó los
grupos armados del PCE (m-l) en julio de 1976 para integrarse en la ORT.
Para las 150 personas que con él abandonaron las filas del FRAP por las
mismas fechas, fue el aviso de que comenzaba a cumplirse las «sentencias de
muerte» dictadas contra quienes habían criticado duramente a la dirección.
(…) En un comunicado hecho público el lunes 17, los disidentes denunciaban
que el FRAP había creado «tribunales populares» para juzgar
sumarísimamente a todos los antipartido y fundamentalmente, a ellos. Las
penas que aplican en su mayor parte, son de muerte. Según el mismo texto,
este acuerdo se tomó durante el IIº Congreso del PCE (m-l) en julio de 1977, y
figura como una clausula secreta agregada al artículo 16 de los estatutos del
partido. (…) Las últimas palizas realizadas a los disidentes ocurrían el 27 de
septiembre durante un acto pro-amnistía convocado por el PCE (m-l) en el
Pozo del Tío Raimundo (Vallecas). (…) Aunque los hechos fueron reivindicados
dos horas después por la Triple A, los disidentes del FRAP y PCE (m-l)
sospechan de su antigua organización. (…) Un centenar de exmilitantes del
FRAP han suscrito un comunicado que se hizo público a principios de semana:
El hecho de que no dispararan a matar contra Emilio, sino que intentaran
secuestarle para ejecutarle al estilo Petur, es muy indicativo. Por lo visto el
FRAP ahora quiere seguir presentándose como un partido de izquierdas como
los que actúan legalmente. Por eso no pueden dar publicidad a sus ejecuciones
de antiguos compañeros». (Cambio 16; FRAP contra FRAP, 1977)

La dirección oficial del PCE (m-l) respondería en una entrevista el mismo medio
matizando los hechos:

«Eso de las listas negras de exmilitantes que nosotros vamos a ejecutar no es


más que fiel reflejo de su propia mala conciencia, de su propio miedo,
aseguraron. No obstante, seguimos estando como siempre, entre otras formas
de lucha, por la violencia revolucionaria de masas, añadieron. (…) Nosotros
negamos categóricamente cualquier tipo de participación en el atentado al
fraccionalista del partido y turbio personaje de Emilio García Prieto. A sus

156
provocaciones respondemos ante las masas y en la calle, como sucedió en Pozo
del Tío Raimundo. (…) Sí señor le pegamos una paliza a estos
contrarrevolucionarios y si se tercia, volveremos a pegársela. (…) Aseguraron
que los que se marcharon de la organización, firmante de una llamada Carta
de los Cien, son cuatro gatos. (…) La mayoría eran militantes del PCE (m-l) y
por lo tanto no son sólo ex miembros del FRAP sino fraccionalistas. (…) Su
salida nos hizo más fuertes, tanto organizativa como ideológicamente. (…) Da
la casualidad de que estos elementos, en lo fundamental pequeñoburgueses,
ostentaban cargos medios y fueron criticados. Más explícitamente, en la
organización de París, donde la base del partido formaba células de
autodefensa contra ellos y la dirección no les tenía confianza. ¿Listas negras
de condenados por tribunales populares? De acuerdo con el modelo
organizativo de Lenin y Stalin, la sanción máxima aplicable a un traidor es su
expulsión del partido. Lo cual no quiere decir que permitamos gratuitamente
ataques, calumnias, provocaciones, vengan de quien vengan. (…) Se han
lanzado calumnias sobre camaradas de la dirección nacional del partido como
Elena Ódena y Raúl Marco. La respuesta que dio Lenin al decir que si los
revolucionarios debieran contestar a todas las provocaciones y ataques
personales, no tendrían tiempo para dirigir la revolución». (Cambio 16; Adiós
a las bombas, 1977)

Efectivamente, pese a que la dirección conocía la postura de principios


leninistas sobre el tema, siendo la máxima pena del partido la expulsión, hubo
una selección de blancos hacia los antiguos opositores de 1976 para liquidarlos,
al más puro estilo gansteril.

Un testigo directo de aquellos años del FRAP, que participó en los comandos
armados activos hasta 1978, relata así el intento fallido de ejecutar a Emilio
García Prieto, alias el Moro en 1977:

«[Ramiro] Había asistido a una reunión especial, con miembros del


secretariado, en la que, tras una contundente explicación, le habían encargado
el seguimiento de los exmilitantes que en el verano anterior trataron de
liquidar sin éxito el partido, pero con graves quebrantos organizativos, según
le comunicaron. (...) Tras esa reunión, apenas había tenido dudas en la justeza
y necesidad de la acción, cuando el secretariado le indicó que tenía que
preparar la eliminación física de los traidores fraccionarios. Había localizado
al principal portavoz de la fracción, en un puesto de la UNESCO, pero no había
conseguido perfilar una rutina del individuo. El partido le había recomendado
que alternara con el seguimiento de su segundo de a bordo, un agente chino,
según le dijeron, que actualmente era dirigente de la ORT: «El Moro». (...) El
comando lo formarían: Boronat, Eusebio y él [Ramiro]. (...) Preparó bien las
reuniones que, por separado, iba a celebrar con ambos para proponerles la
acción. Era muy importante dotarlas de fuertes argumentos ideológicos que la
justificaran. Centró su discurso en la denuncia de los elementos fraccionales
como agentes liquidadores del partido. Sus discrepancias, planteadas en la
conferencia de junio, no eran en el fondo tales, sino simples excusas que
derivaban el debate a la desaparición misma del partido como vanguardia del
proletariado. La aceptación de la farsa electoral, la disolución del sindicato de
clase revolucionario, para integrarse en CC.OO. junto con los
bonzos sindicales, el abandono de la alternativa republicana diferenciada,

157
para acabar aceptando la legalización tolerada como el resto de los
grupúsculos chuflas. Todo era una entrega. El fin de los principios. Boronat y
Eusebio, tras las reuniones que mantuvo con ambos, aceptaron participar en
la acción». (Tomás Pellicer; Grupo armado, 2009)

Se comentó que el modelo a seguir, que no era nada más ni nada menos, que el
de los métodos mafiosos de ETA con los desertores, a los cuales se consideraba
automáticamente como traidores de la causa y blancos a ejecutar:

«Hacía poco que el partido le había dado las últimas instrucciones:


sería contra el Moro. Tenían que hacerlo desaparecer de forma
transparente. Sin algarabía. Nadie debería saber qué podría haber sucedido.
Como Pertur [Edurado Moreno Bergaretxe, Pertur: Eduardo Moreno
Bergaretxe, dirigente de ETA político-militar. Postuló por su transformación
en un partido político. Desapareció en San Juan de Luz, Donibane Lohizune
(Ipar Euskal Herria) en 1976.], secuestrado, muerto y enterrado». (Tomás
Pellicer; Grupo armado, 2009)

Los hechos fueron recogidos por el periódico «El País»:

«Un individuo disparó contra él ocho veces, aunque una sola de las balas lo
alcanzó en la región temo parietal, por lo que sufre herida en el cuello
cabelludo. La agresión por arma de fuego provino de unos desconocidos que
huyeron en una furgoneta. Según los testigos, la persona que disparó era un
joven rubio de unos veinte años». (El País; Atentado contra un militante de la
ORT en Madrid, 14 de octubre de 1977)

Los protagonistas de aquel atentado comentaron en su momento:

«–Ya ves, un individuo rubio de veinte años y ocho balas. Solo falta que den el
carné de identidad. Me sigo sin explicar lo que pasó, cómo pudimos fallar –dijo
Ramiro, dando un manotazo al periódico–». (Tomás Pellicer; Grupo armado,
2009)

Los hechos concretos del atentado y como se desarrollaron, fueron descritos así:

«Todo sucedió muy rápido. Ramiro no lo vio llegar hasta que lo tuvo casi
encima. Dio los golpes y Boronat abrió bruscamente los portones.

Ramiro ya lo sujetaba del brazo derecho y encañonaba su cabeza. Boronat lo


asió del brazo izquierdo y trataron entre los dos de meterlo en la furgoneta.
Gritaban todos a la vez. El Moro se revolvía como un toro, zafándose de la
sujeción de ambos. Ramiro comenzó a dispararle en la cabeza, dos segundos
antes que lo hiciera Boronat.

No hubo impactos. No hubo balas. A cada disparo, el pelo del Moro se


apartaba bruscamente hacia los lados, abriendo una coronilla, como si le
estuvieran soplando aire a presión. Vaciaron los dos cargadores sobre él pero
no pasó nada. No salieron proyectiles de las pistolas. Ramiro y Boronat
permanecieron unos segundos atónitos, los mismos que el Moro aterrado,
inmóvil, los mismos que Eusebio apuntó al Moro con su Colt 45 desde el

158
asiento del conductor. En un segundo apuntó y en el siguiente decidió no
disparar.

El Moro echó a andar calle abajo, dando tumbos conmocionado. Ramiro y


Boronat subieron a la furgoneta y Eusebio los sacó del lugar. Eran los únicos
que se movían, los numerosos transeúntes que contemplaban la acción se
habían quedado inmóviles.

–¡Qué ha pasado! ¡Qué coño ha pasado! –gritaba Ramiro golpeando los puños
contra el baúl–.

–¡Le he metido seis tiros en la cabeza!

–No me lo explico –dijo Boronat–. Yo también le he metido cuatro o cinco.

Eusebio supo de inmediato lo ocurrido. Ya en otra ocasión pasó lo mismo.


Habían robado un coche en Valencia, y él estaba enseñando a conducir a los
otros del grupo, en los primeros tiempos, por el 74, cuando los grupos se
llamaban Grupos de Combate del FRAP. (...)

–No dispararon porque las balas no llevaban suficiente pólvora. Las habían
vaciado. El error fue no probarlas antes, nos hubiéramos dado cuenta al
dispararlas». (Tomás Pellicer; Grupo armado, 2009)

Por tanto a no ser que el PCE (m-l) tuviera pruebas fehacientes de que este
cabecilla o cualquier otro colaborase con la policía y las expusiera claramente al
público –cosa que nunca hizo–, o al no ser que sus militantes fuesen atacados
por otro grupo –cosa que parece improbable debido al bajo número de los
escisioncitas y a sus divisiones internas–, toda acción de trifulcas y sobre todo
intentos de asesinato, no tenían justificación alguna, ni siquiera bajo la excusa
de que este o aquel grupo había calumniado a la dirección del partido.

Realizar estas acciones sin las condiciones que hemos mencionado se puede
considerar una canallada. Fue manchar el buen nombre del comunismo
mientras se descuidaban energías en cuestiones que eran más importantes
como la escasa influencia entre los sindicatos de masas o la nula conexión del
partido en el campo.

Estas conductas y actitudes, solo sirven a crear la imagen delante de las masas
de que el partido comunista es un grupo dirigidos por gamberros y pandilleros
que están más interesados en trifulcas con los grupos rivales para controlar un
territorio o símbolos determinados, que de practicar una política sacrificada y
concienzuda de trabajo con las masas explotadas, que se interese por sus temas.
Así, las otras capas sociales como el campesinado o la intelectual, en el mejor de
los casos creen que el proletariado por las características que presentan sus
autodenominadas «asociaciones proletarias» y sus jefes, tienen más en común
con el lumpemproletariado que con ellas, por lo que como es lógico rechazan
asustadas cualquier atisbo de alianza con él, y se lanzan en brazos de la
burguesía.

159
Cualquiera que conozca algo la historia del movimiento obrero español,
conocerá que estos defectos ya se manifestaron en su momento en el incipiente
movimiento marxista de inicios del siglo XX donde abundaron el asalto
indiscriminado a bancos, el pistolerismo por el control de las centrales
sindicales, o las constantes peleas con las juventudes de otra agrupación rival:

«Fue esta una época de extensión de la violencia a la práctica cotidiana de las


organizaciones políticas y sindicales. Óscar Pérez Solís, atrabiliario personaje
de origen militar, pasado al socialismo, primero, y al comunismo después,
señaló que la violencia «no era un arma que esgrimiese un solo partido, pues,
desde la extrema derecha a la extrema izquierda, no se reparaba en
procedimientos de combate cuando las pasiones se encrespaban a impulsos del
odio político o del odio de clases». En torno a Pérez Solís se formó un grupo de
jóvenes cuya formación política era tan escasa como intensa su vocación por
la acción directa. (...) En los años siguientes, fusionados ya el PC y el PCOE por
orden de la Comintern, Solís fue elevado al puesto de Secretario general del
Partido Comunista de España en julio de 1923, siendo cooptado como miembro
del ejecutivo de la Internacional Comunista en julio de 1924. Su estrategia
para compensar la debilidad relativa de los comunistas frente a los socialistas
consistió en la creación de un núcleo de «hombres de acción», al estilo
anarquista. (...) Cuando el propio Solís volvía la vista hacia aquellos años
recordaba que los grupos de jóvenes comunistas se encontraban
«contaminados de los métodos sindicalistas», tendían al desencadenamiento
de numerosas huelgas inoportunas, frustradas en su logro por el
planteamiento de objetivos maximalistas y el desarrollo de comportamientos
extremadamente violentos. La aureola con que se rodeaba a los sindicalistas
de Barcelona sedujo a los grupos de jóvenes comunistas; los métodos
anarcosindicalistas aparecían de hecho ante sus ojos como la manifestación de
lo más genuinamente revolucionario, y el ansia de ser más revolucionarios que
los anarquistas condujo, en algunos casos, a ir tan lejos como ellos en el
empleo de esos métodos, como, por ejemplo, las «expropiaciones» de cajas
fuertes en bancos y empresas a punta pistola. (...) El rasgo peculiar de Vizcaya
es que esa violencia no se ejercía preferentemente, como en el caso de
Barcelona, contra representantes de la patronal o sicarios parapoliciales, si no
que era una violencia interna, de competencia por el dominio sindical entre las
distintas ramas del movimiento obrero. Leandro Carro, que se incorporaría al
movimiento comunista en los años 20, recordaba varios casos de
confrontación entre socialistas y anarquistas en los tensos días de 1919 en los
que, a raíz del congreso de La Comedia celebrado en este teatro madrileño por
la Confederación Nacional del Trabajo (CNT)-, los anarcosindicalistas
pretendieron extender su influencia a Euskadi, disputándole la base social a la
Unión General de Trabajadores (UGT). (...) La pugna entre comunistas y
socialistas no fue menos violenta. En abril de 1922 los comunistas convocaron
una huelga general de mineros contra la rebaja de los salarios, a la que los
socialistas se oponían. José Bullejos, que años más tarde sería secretario
general del PCE, dirigió un discurso a los huelguistas desde el balcón de la
Casa del Pueblo de Gallarta y, cuando se retiraba camino de Ortuella para
coger el tren de regreso a Bilbao, fue tiroteado por cinco individuos que le
habían seguido durante todo el día, resultando herido de extrema gravedad.
(...) Los enfrentamientos entre comunistas y socialistas fueron moneda

160
corriente desde los primeros tiempos de la escisión». (Fernando Hernández
Sánchez; El PCE en la Guerra Civil, 2010)

Si miramos una biografía favorable de Jesús Hernández Tomás, quien sería uno
de los iconos del PCE durante los años treinta, veremos de nuevo el mismo
paradigma:

«Militó en las Juventudes Socialistas de Vizcaya, desde las que participó en el


proceso de fundación del Partido Comunista de España, dentro del cual fue
protagonista de enfrentamientos armados, tanto con la policía (…) como con
los socialistas de Bilbao. En uno de esos enfrentamientos, colaboró en el
intento de volar la sede del periódico «El Liberal» cuando se encontraba en el
interior del edificio Indalecio Prieto. (…) En 1922 formó parte de la escolta del
secretario general del Partido Comunista, por aquel entonces Oscar Pérez
Soles. En 1927 llega al comité central de las Juventudes Comunistas. Detenido
en 1929, es puesto en libertad al año siguiente. En el verano de 1931, tras un
tiroteo con los socialistas, que costó la vida a dos de ellos, tuvo que salir de
España y huir a la URSS, donde recibió formación en la Escuela Leninista. En
1932 vuelve a España y, tras la caída de José Bullejos de la Secretaria General,
se integra en el Buró Político, junto a José Díaz y Dolores Ibárruri. Con esta
última, participó en diciembre de 1933 en las sesiones de del XVIIIº Plenario
del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, siendo autor de una de las
dos ponencias españolas. En agosto de 1935 era el segundo responsable, tras
José Díaz, de la delegación española al VIIº Congreso de la Internacional
Comunista, base de la nueva estrategia de los «frentes populares», contra la
anterior de enfrentamiento a los «socialfascistas» de la segunda internacional.
(...) Tras la ruptura de Yugoslavia con la URSS en 1948, Hernández trabajó
como asesor de la embajada yugoslava en México, mientras daba a publicar
sus opiniones en forma de autobiografía. «Yo fui un ministro de Stalin» se
publicó en 1953. (...)El franquismo, por su parte, aireó cuanto pudo las tesis de
Hernández y otros, por cuanto le interesaba sobre todo la denuncia del control
soviético del Frente Popular». (Introducción de Antonio Romero Ysern a la
obra de Jesús Hernández: «El orgullo de sentirnos españoles» de 1938, 2007)

La otra vertiente vista posteriormente en la época jruschovista serían los varios


intentos de difamar y liquidar a cualquier disidente:

«Ahora bien, el Buró Político [del PCE] haría bien en calcular más
serenamente el camino y el arma que escoge, ya que el terrorismo nunca ha
dado buen resultado a las organizaciones que lo han empleado. Haría bien en
recordar la experiencia del partido social-revolucionario ruso y del
provocador Azef, jefe de su organización de combate y al mismo tiempo agente
de la Ojrana. Haría bien en recordar que en nuestro país el anarquismo ha
hecho una desastrosa experiencia del terrorismo y que la locura se saldó con
pérdidas irreparables en las filas de la CNT. El Buró Político haría bien en
grabarse en el cerebro que el terrorismo es el arma de los impotentes, de los
desesperados, y a menudo de los cobardes, también por experiencia histórica,
de los agentes del enemigo de clase incrustado en los centros dirigentes del
proletario revolucionario. El terrorismo se encuentra en las antípodas de la
lucha de clases, comienza disfrazado de arcángel y acaba siempre
presentándose con la ropa del esbirro que mata por cuenta de quién le paga

161
mejor. El terrorismo es un arma de doble filo mortal que acaba ahogando las
fuerzas políticas que caen presas de sus redes y que el pueblo rechaza
siempre». (Treball (Comorerista); A todos los militantes comunistas, a toda la
clase obrera, a todos los republicanos, hombres y mujeres demócratas y
progresistas de los pueblos hispánicos; Denunciamos un intento del Buró
Político del Partido Comunista de España de asesinar a Joan Comorera,
Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña, 1953)

Si tenemos en cuenta que los elementos que en su momento llegaron a


protagonizar este tipo de episodios de violencia irracional dentro del PCE fueron
gente como José Bullejos, Óscar Pérez Solís, Jesús Hernández o Santiago
Carrillo respectivamente, entenderemos mejor la disposición de sus
planteamientos si decimos al lector que el primero fue expulsado por sus tesis
sectarias cercanas al anarcosindicalismo en 1932, el segundo ingresaría en
Falange antes de 1936, el tercero expulsado del PCE en 1944 acabaría siendo un
ferviente titoista, y el último es conocido por todos por crear a finales de los
años cuarenta la versión española del jruschovismo, que en los 70 evolucionaría
hasta aquello que se denominó el eurocomunismo.

Como sabemos, en España al igual que en otros muchos países, han vuelto a
ponerse de moda ese estilo de militancia entre los grupos neorevisionistas
vinculados sobre todo a movimientos skinheads como Reconstrucción
Comunista (RC), heredando la peor herencia posible del PCE (m-l):

«Otra cuestión que influyó en la cuestión de la seguridad de Reconstrucción


Comunista (RC) es la cultura del pandillerismo que mantenían y mantienen
respecto a otros colectivos o elementos individuales que se oponen a su
organización, de hecho, ha sido y sigue siendo una práctica fundamental de
este grupo. Esta cultura lumpen, degenerada, siempre ha estado muy presente
en RC a causa de la notable influencia de la subcultura skinhead en sus filas en
general y en particular en sus líderes –aunque últimamente intentan
engañarnos negando lo que ya es conocido por todos–. Como decíamos, esta
actitud gansteril ha hecho que quedaran al descubierto y llamaran la atención
en exceso. De ahí que en medios de comunicación burgueses viésemos
constantemente noticias sobre esto. (...) Como vemos, estaban dando armas a
la burguesía para desprestigiar al movimiento comunista ante las masas, y en
consecuencia trabajando a favor de los intereses de los explotadores. La única
política de «trabajo de masas y persuasión» que conoce Reconstrucción
Comunista (RC) es la intimidación y la amenaza a otros grupos, creyendo que
así despeja el camino. Una semejanza sin duda a los métodos que ha utilizado
históricamente el Partido Comunista de España (reconstituido). Siendo sus
actuaciones más comunes de la mafia napolitana que de un pretendido partido
comunista. Esto a nosotros personalmente no nos sorprende, es la tónica
general de los revisionismos cuando no saben refutar las críticas que les caen
de forma múltiple. (...) El nivel de concienciación en RC sobre la
profesionalización de los cuadros y guardar al partido de problemas
innecesarios era tal, que en 2014 llegaron a subir en la web de la célula de
Mallorca –actualmente inactiva– varias fotos de los grafitis realizados con las
siglas del partido como puede verse en su [post], y para más inri, entre esas
fotos se registraba la agresión a una sede de Izquierda Unida (IU) como puede
verse en esta foto (*). (...) Graciosamente, Reconstrucción Comunista no tiene

162
un solo material refutando la deriva política de IU. Para ellos el revisionismo
solamente se combate a golpe de pintura. (...) [Ex militante de
RC]: Recientemente han sido conocidos por haber acosado hasta la
extenuación a un simpatizante del PCE (r). Los contactos iniciaron a través de
una militante de RC, tiempo después quedaron para tomar algo y allí le
estaban esperando dos militantes más para intentar agredirle (*). Poco
después le buscaron en su casa y le animaron a bajar para volver a intentar
agredirle (*). El siguiente paso fue pintarle las calles de su barrio y el portal de
su edificio (*), también denunció el verse perseguido desde un coche al salir del
trabajo por estos elementos (*). Una vez denunciado públicamente este hecho
en redes sociales y repudiado por todos los antifascistas, el señor «F» y
compañía cambiaron de táctica a la de hacer pintadas en su lugar de trabajo,
pero esta vez para disimular que los ataques eran de RC pasaron a hacerle
esvásticas (*)(**). No defenderé la línea política del PCE (r) ni de ningún otro
grupo revisionista, ya que la repudio profundamente, pero no puedo al menos
que sentir vergüenza por estos «métodos de confrontación» de mi ex
organización. En otro orden, pero en el mismo sentido: se han visto recientes
denuncias similares con pintadas de RC en pisos de particulares, con el
objetivo de amedrentar a sus víctimas (*). (...) Actualmente la pandilla de
Roberto solo repite los esquemas mafiosos de los jruschovistas, maoístas y
carrillistas, que a falta de capacidades dialécticas, intentan silenciar la crítica
a base de calumnias sin fundamentos para desviar la atención o a «golpe de
bastón». Pero esto no acaba aquí. Esta política de amenaza, acoso y
agresiones también se realiza en RC contra exmilitantes que abandonan la
secta al escalar en su nivel ideológico y darse cuenta de que no querían seguir
desperdiciando su vida en ese pozo séptico. Otros simplemente abandonan por
cuestiones personales, pero todos los que salen son víctimas de esta táctica de
acoso y derribo». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción
Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Hace poco supimos de la noticia:

«El Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) ha


confirmado la multa de 720 euros por un delito leve de lesiones y amenazas a
una universitaria que el 17 de abril de 2019 agredió a una compañera que
había decidido abandonar el Partido Marxista Leninista de Reconstrucción
Comunista, al que ambas habían pertenecido. La agredida había dejado de
pertenecer a tal organización «mostrando su parecer critico con la misma»,
según recoge la sentencia. Cuando llegó a las inmediaciones de la facultad, la
agresora empezó a gritarle, recriminándole haber dejado la organización y
tras empujarle sorpresivamente le dio un tortazo. La víctima le pidió
explicaciones indicándole que no se le volviera a acercar, ante lo cual la
condenada le contestó diciéndole que «ellos decidirían cuando volvían a verse,
que era una claudicadora, que no tenía conciencia de clase y que le iba a
arruinar la vida». (...) El tribunal condenó en primera instancia a la agresora
por dos delitos leves de lesiones y amenazas, a la pena de dos meses con una
cuota diaria por el primero de los delitos y a dos meses con idéntica cuota
diaria por el segundo. Además, la agresora deberá indemnizar a la víctima
con 62 euros y tendrá prohibido acercarse a una distancia inferior a 300
metros de su domicilio o lugar de trabajo o estudio, así como comunicarse con

163
ella». (Levante; Abofetea a su amiga por dejar el Partido Marxista Leninista
de Reconstrucción Comunista, 20 de agosto de 2020)

Esto demuestra que como en tantos otros temas, RC solo ha venido a recuperar
los errores y fallos del PCE (m-l), no ha defender y superar sus méritos.

Queda claro que estos defectos no deben repetirse jamás. Nadie condenaría si
un militante comunista se defiende de un reaccionario que viene a agredirle.
Pero confundir esto con tener la iniciativa de acosar y agredir a tus enemigos
ideológicos, es propios de lumpens y fascistas, no de comunistas, y es
sumamente contraproducente para convencer a las masas de tu línea política.

Replanteamientos, remodelaciones y choques internos de 1978-79

Durante 1978 en el PCE (m-l) se dieron diversos choques internos sobre la


necesidad o no de ajustar el partido a las nuevas circunstancias del
postfranquismo, así mismo la cuestión del maoísmo y su crítica tuvo, aunque en
menor medida, un efecto interno.

El partido no reconocía oficialmente que el fascismo hubiese dejado de ser la


forma de dominación de la burguesía –un error que le seguiría acarreando
diversos problemas–, pero reconocía que había habido una cierta apertura y
que, en consecuencia, algunas cuestiones debían adaptarse. Por otro lado, el
partido estaba enfrascado en una lucha ideológica internacional, entrando a
desenmascarar definitivamente al maoísmo como veremos en otro capítulo.
Unas cosas y otras llevaron al partido a un leve debate interno y a la salida de
algunos elementos, aunque esta vez, sin demasiado ruido ni excesivas
consecuencias negativas.

«Si bien la lucha contra el derechismo en todas sus formas –el revisionismo
moderno, el euro revisionismo, el oportunismo liquidacionista– en el seno del
partido y más recientemente el revisionismo basado en la teoría de los «tres
mundos» y en el llamado «Pensamiento Mao Zedong». (...) Siguen siendo para
nosotros el enemigo principal en el plano ideológico y político, tanto a escala
nacional como internacional, no obstante, se pone cada día de manifiesto la
necesidad de combatir y aislar las tendencias sectarias y de izquierda que se
vienen manifestando en algunos camaradas y organizaciones del partido».
(Elena Ódena; Algunas tendencias en el partido que obstaculizan nuestra
política de unidad, 1978)

Por ello se fustigó a aquellos que en medio de la polémica contra el maoísmo


tenían:

«La tendencia a desentenderse de las luchas ideológicas y políticas que vive el


conjunto del partido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

La importancia de implementar un método y estilo de trabajo


correcto

164
Ya en el IIº Congreso del PCE (m-l) la dirección advirtió que se venía arrastrado
una incomprensión de la relación entre la línea política y el estilo de trabajo:

«El estilo de trabajo, si bien de manera general es secundario en relación con


la línea y la política a aplicar y con los principios y la ideología, constituye no
obstante un reflejo inequívoco de la actitud ideológica y política del militante y
del comité del partido ante las tareas y la política del momento. Por ello no es
posible librar una batalla ideológica sobre cuestiones de principio y políticas,
sin al mismo tiempo, preocuparse porque prevalezca un estilo en el trabajo
verdaderamente comunista. No es dialéctico separar en la lucha ideológica las
cuestiones de método y estilo, de las ideológicas y políticas. Ocurre a veces que
incluso manteniendo en abstracto una política y unos principios correctos, se
aplica un método y un estilo de trabajo que falsea o tergiversa esa misma
política y principios. Se trata de no olvidar en ningún momento la acción que
dialécticamente lo secundario ejerce sobre lo fundamental». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del
PCE (m-l), 1977)

Esta advertencia tiene su eco en la historia. Ha habido grandes comunistas que


nunca han dado todo su potencial o que se han echado a perder, porque pese a
sus acciones de buena fe, no adquirieron nunca un verdadero método y estilo de
trabajo comunista. La disciplina, el cumplimiento de los plazos en las tareas, el
control desde arriba y desde abajo, son parte fundamental para que el individuo
y el colectivo funcionen con la precisión de un reloj suizo.

En el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979, como veremos en este capítulo, se
criticarían especialmente varios defectos considerados como desviaciones de
«izquierda», pero también algunas de carácter liberal y por tanto «derechista».
Se registró y criticó la actitud de algunos militantes a:

«No cumplir las tareas encomendadas, se manifiesta concretamente en


preocuparse únicamente de lo que afecta a uno personalmente, en poner en
primer plano las opiniones personales cuando el partido ha analizado y
señalado una tarea, actuando, no de acuerdo con las orientaciones del partido,
sino con las opiniones personales; en aparentar que se hacen muchas cosas
cuando es lo contrario, es decir, escurriendo el bulto: tratar de evitar las
críticas mediante los más diversos subterfugios y, en general tratar de salvar
las apariencias. Esta tendencia oculta la negligencia en el trabajo y el estudio,
la incapacidad o el desprecio hacia toda actitud crítica, la carencia de espíritu
de partido, y es una forma encubierta de liberalismo, de arribismo y también
de burocratismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Esto tenía que ver con un concepto que todavía muchos «comunistas» no han
aceptado como condición sine qua non para denominarse como tal: la
disciplina.

165
«En cuanto a la falta de disciplina partidaria, es necesario tener presente que,
contrariamente a los liberales eurocarrillistas, a los socialdemócratas
antimarxistas y a los tránsfugas comunistas de salón que preconizan el
liberalismo disolvente en los partidos comunistas, los marxista-leninistas
defendemos y mantenemos el principio de la necesidad ineluctable de la
disciplina partidaria y el centralismo democrático. (…) Conviene señalar que
la indisciplina tiene en muchos casos raíces ideológicas y está relacionada con
el activismo y la superficialidad, ya que la indisciplina consiste en términos
generales en incumplimiento de las decisiones, y de las tareas trazadas o en
adoptar una actitud personal hacia ellas, una actitud superficial, subjetiva,
por encima de las directrices de los órganos de dirección; y un método y estilo
individualista, no comunista, concediendo o no importando las tareas
centrales de cada momento basándose en una apreciación local y personal y
sin tener en cuenta su importancia y su urgencia en función del conjunto de la
política y la táctica del partido en cada momento». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

Se señalaba no solo lo nocivo que puede ser a título individual, sino la influencia
en los elementos de alrededor:

«El menosprecio por el funcionamiento orgánico del partido y por el


cumplimiento de los deberes militantes, es indiscutiblemente un reflejo de una
actitud revisionista, anarquizante y disolvente que impide militar con
responsabilidad y seriedad, y que siembra el desánimo y el pesimismo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº
Congreso del PCE (m-l), 1979)

Más tarde, ya en 1982, se volvería a insistir en temas:

«Una de las características imprescindibles de todos los cuadros y militantes


responsables ha de ser la de pensar con su propia cabeza y actuar con
iniciativa; deben de ser capaces de desmenuzar la política y las tareas
generales y aplicarlas con arreglo a las condiciones y a las necesidades
específicas. No es correcto serviles en bandeja soluciones ya hechas para la
aplicación en los distintos lugares, ni sustituirlos a ellos. Por el contrario,
debemos en primer lugar preguntar a los cuadros responsables su opinión
sobre los problemas planteados, y sólo después ayudarles con nuestros
criterios más amplios y completos. (...) Es preciso aprender a dirigir a otros
militantes y también a las masas para que las tareas se realicen y no se queden
sobre el papel, o para que no sea un mismo camarada el que lo hace todo. (...)
Conocer a los cuadros significa estudiar sus características, sus cualidades y
sus defectos, decidir correctamente en qué tarea pueden los distintos
militantes, no solo ser más útiles al partido, sino también desarrollar mejor
sus propias capacidades y aptitudes. Los dirigentes y responsables a todos los
niveles deben preocuparse por los militantes y prestarles la ayuda para
acelerar su formación y elevar su capacidad y sus conocimientos, sin
166
escatimar el tiempo necesario. (...) Los comités regionales deben organizar
asambleas de cuadros y activistas del partido donde se analicen y sinteticen
las experiencias y los problemas de las distintas organizaciones de una misma
zona o de un mismo frente de trabajo. Estas asambleas, permiten enriquecer
con sus propios conocimientos y experiencias con los de camaradas de otros
lugares, y, sobre esta base, generalizar experiencias positivas y aprender de
los ejemplos negativos. (...) La educación política y teórica debe ser una tarea
permanente y fundamental de los militantes. No puede concebirse seriamente
el fortalecimiento y la expansión y organización de nuestro partido y de su
influencia política entre las amplias masas obreras y populares, si no
prestamos la debida atención a la elevación del nivel político y teórico de todos
los militantes y en particular de los cuadros. Esta cuestión tiene especial
importancia, tanto por esta coyuntura, como por los problemas a los que
hemos de hacer frente, tanto a nivel nacional como internacional».
(Revolución Española; Nº13, 1982)

Comprender las etapas de la revolución y los ritmos en la


concienciación de las masas

Otro de los puntos importantes que se destacó, fue la crítica a las nociones que
no comprenden el ritmo y las etapas que deben atravesar el partido y las masas
hasta la revolución:

«En la actual coyuntura, el izquierdismo que se da también en algunos


camaradas es el de la impaciencia revolucionaria, que se manifiesta en el
deseo de quemar etapas. Eso tiene su origen en incomprensiones políticas del
momento actual y en la carencia de estudio, reflexión y discusión política
colectiva, como resultado de lo cual surgen tendencias a querer saltar por
encima de las condiciones objetivas y subjetivas, tomando los deseos por
realidades, en unos casos, pensando que ya existe una situación
revolucionaria, y, en otros, limitándose a la esperar de la hora de la
revolución. En cualquier caso, estos comunistas de izquierda prescinden de
algo fundamental a saber: que una de las condiciones para que la revolución
sea posible, es que las masas hagan su propia experiencia y que la clase obrera
y amplios sectores populares se convenzan por experiencia propia, de la
justeza de la política del partido, de su estrategia, de su táctica y de su
dirección. El no tener presente esto, lleva a posiciones izquierdistas y a
rechazar la labor paciente, regular, para acumular fuerzas y ligarnos a las
masas. De hecho, esas posiciones conducen, en quienes se dan, a la pérdida de
perspectivas reales, a la espera de grandes acontecimientos o a posiciones
aventureras y liquidadoras». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Obviamente como hemos visto anteriormente, hubiera sido preciso que el PCE
(m-l) aplicase este axioma en 1975.

Sobre el aprovechamiento de los métodos legales

En particular era menester desterrar las ideas absurdas de que la utilización de


los métodos legales en el capitalismo, era una muestra de oportunismo.

167
En una franca autocrítica sobre el funcionamiento del partido, Elena Ódena
señalaría varias de las deficiencias detectadas:

«Algunos camaradas no acaban de entender en la práctica lo que significa el


utilizar todas las formas de lucha y de acción política: legales, semiilegales e
ilegales; siguen aferrados a unos métodos y un estilo esencialmente
clandestinos, limitándose a los cauces del partido para llevar nuestra política
a las masas. Así se explica que no aprovechemos debidamente las posibilidades
que ofrecen debidamente las organizaciones de masas legales como son las
asociaciones de vecinos, las vocalías municipales, femeninas, culturales,
sociales, y otras, los clubs de la juventud, los grupos de teatro, de música, las
comisiones de elaboración de convenios colectivos de trabajo, en el plano
sindical, las asesorías jurídicas laborales, etc. que es donde amplios sectores de
las masas acuden para plantear y tratar de solventar muchos de sus
problemas cotidianos y a defender sus derechos. (…) [En los sindicatos] No
excluye, no obstante, que se deba realizar una mayor labor para aislar a los
cabecillas de esos sindicatos reaccionarios, trabajando, incluso, dentro de
ellos, y, sobre todo, no confundiendo a los cabecillas traidores con los obreros
que siguen aún afiliados a ellos». (Elena Ódena; Algunas tendencias en el
partido que obstaculizan nuestra política de unidad, 1978)

¿Cuál es la posición marxista-leninista sobre el trabajo legal e ilegal?:

«Los revolucionarios inexperimentados se imaginan a menudo que los medios


legales de lucha son oportunistas. (...) Los revolucionarios que no saben
combinar las formas ilegales de lucha con todas las formas legales son unos
malos revolucionarios». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad
infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

La postura del PCE (m-l) sobre su legalización o no legalización de su


organización fue otro tema que causó revuelo. Según memorias de Tomás
Pellicer, un exmilitante, ahora de claras posturas anarquistas, recordaba alguna
de las discusiones:

«[La petición de legalización del PCE (m-l)] Les cogió por sorpresa, no
entendían nada, por lo inesperado y contradictorio. Nunca se había planteado
en sus reuniones una discusión sobre la conveniencia de una legalización
oficial. Era cierto que el partido trabajaba en la legalidad, manteniendo
locales oficiales y representantes conocidos, pero nunca al nivel de tener que
pasar por la ventanilla del gobierno civil.

–Danielle: No lo entiendo –le dijo a Eusebio, enfadada– ¿Es necesario pedir el


reconocimiento al enemigo? ¿Qué vamos a ganar?

Eusebio tardó en responder:

–Eusebio: Bueno, no se trata de pedir legalidad, en el sentido de permiso para


existir, sino de aprovechar los resquicios legales que el capitalismo nos pueda
dejar para actuar entre las masas con más eficacia. Se trata de aprovechar la
libertad de prensa y de reunión. Siendo legales les será más difícil prohibir
nuestros actos y manifestaciones. Podremos hacernos oír mucho mejor.

168
–Danielle: No lo veo así, nosotros tratamos de impedir la consolidación del
continuismo de la clase franquista, no de trabajar en un Estado burgués
consolidado. Tratamos de romper con el régimen franquista, no de acreditarle
ahora cómo demócrata. Pidiéndoles la legalización del partido hemos
reconocido su legitimidad, porque al fin y al cabo, son los mismos franquistas
los que siguen en el aparato del Estado». (Tomás Pellicer; Grupo armado,
2009)

La postura del PCE (m-l) en este caso fue muy clara, basada en una posición de
no renunciar a sus principios. Una actitud muy digna sin duda, si tenemos en
cuenta que en España se asistió a una ola de claudicación de otros partidos que
renunciaron a sus estatutos revolucionarios para ser legalizados:

«Nuestro partido se arroga el derecho de actuar libremente, sin pedir permiso


a nadie, y así lo hacemos y seguiremos haciendo. (…) Hoy necesitamos hacer
un mayor esfuerzo y aprovechar al máximo las posibilidades de actuación
«legal» existentes. Y si ponemos las comillas a lo de «legal» es porque habría
mucho que decir quién es legal y quien es ilegal en este país pese a detentar el
poder desde hace 40 años. (…) Iremos con nuestros estatutos aprobados en el
IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 sin modificar ni un ápice, sin quitar ni
poner una coma, pues, como ya hemos repetido infinidad de veces, los
estatutos del partido los aprueba únicamente el grueso de sus militantes y sólo
el congreso de sus militantes los puede modificar. (…) Para nuestro partido la
«legalidad» no es un fin en sí, pero tampoco lo es la clandestinidad cerrada».
(Vanguardia Obrera; Nº232, 1978)

En 1979 se diría que el partido, pese a las dificultades sufridas, pudo conseguir
que:

«Nuestros camaradas aparecen en mítines, radio, TV, y ruedas de prensa


sentándose como militantes del partido, llevando su voz, exigiendo una y otra
vez nuestra legalización y afirmando nuestro derecho a la libertad de acción
plena». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Dicha legalización del PCE (m-l) no se conseguiría oficialmente hasta 1981, y


una vez lograda hubo algunos intentos de volver a ilegalizar al partido sin éxito.

Este énfasis de Elena Ódena en reconducir ciertas desviaciones del partido, y en


adaptar otras tendencias que simplemente ya no concordaban con las
circunstancias, puede que en gran parte tuviese que ver también por la reciente
publicación del libro de Enver Hoxha donde se hacía mucho hincapié en estos
temas:

«Los partidos marxista-leninistas son partidos de la revolución. En oposición


a las teorías y las prácticas de los partidos revisionistas, que se han hundido
de pies a cabeza en el legalismo burgués y en el «cretinismo parlamentario»,
no reducen su lucha al trabajo meramente legal ni tampoco ven éste como su
actividad principal. En el marco de los esfuerzos por dominar todas las formas
de la lucha, dedican particular importancia a la combinación del trabajo legal

169
con el ilegal, dando primacía a este último, por ser decisivo para el
derrocamiento de la burguesía y por ser una verdadera garantía para
alcanzar la victoria. Educan y enseñan a sus cuadros, a sus militantes y a sus
simpatizantes para que sepan obrar con inteligencia, habilidad y valentía
tanto en condiciones legales como ilegales. Pero también cuando actúan en las
condiciones de la profunda clandestinidad, esforzándose por no exponer sus
fuerzas ante el enemigo y proteger la organización revolucionaria de sus
golpes, los partidos marxista-leninistas no se encierran en sí mismos, no
debilitan ni rompen sus lazos con las masas, en ningún momento cesan su
actividad viva entre las masas ni dejan de aprovechar en favor de la causa de
la revolución todas las posibilidades legales que permiten las condiciones y
circunstancias. El partido marxista-leninista, despojado de cualquier ilusión
acerca de la toma del poder a través de la vía parlamentaria, puede juzgar y
considerar oportuno participar, en algunos casos particulares y favorables,
también en actividades legales, como las elecciones municipales,
parlamentarias, etc., con el único objetivo de propagar su línea entre las
masas y desenmascarar el régimen político burgués. Pero el partido no
convierte esta participación en línea general de su lucha, como hacen los
revisionistas, no convierte estas formas en principales o, lo que es peor, en
únicas formas de lucha. A la hora de explotar las posibilidades legales, el
partido busca, encuentra y utiliza formas y métodos de carácter
revolucionario, desde los más simples hasta los más complejos, sin medir
sacrificios, haciendo esfuerzos para que estas formas y métodos sean lo más
populares, lo más accesibles a las masas. En su actividad, los marxista-
leninistas, no se preocupan en absoluto de que, con sus acciones
revolucionarias, pisotean y violan la constitución, las leyes, las reglas, las
normas, el régimen burgués. Luchan para minar este régimen, para preparar
la revolución. Por eso, el partido marxista-leninista se prepara y prepara a las
masas para hacer frente a los golpes, que la burguesía puede dar en respuesta
a las acciones revolucionarias del proletariado y de las masas populares».
(Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Derechos y libertades en un régimen burgués

«En el caso de España, el nuevo régimen monárquico parlamentario de 1978 si


bien mantuvo la mayoría de los problemas heredados del franquismo en los
diversos campos, éste introdujo diferencias y reformas palpables respecto a la
época franquista que le diferencian sustancialmente. No solo hablamos en el
tema de asociación política, libertad de reunión o libertad de expresión, que es
palpable, ya que pese a las limitaciones que tiene el régimen actual se produjo
un cambio innegable, sino que también hablamos de otros temas menos
reflexionados [Se enumeran algunos ejemplos]. (...) Ello demuestra que si bien
el régimen actual de monarquía parlamentaria no ha podido resolver varios
temas importantes como por ejemplo la cuestión nacional, si es
considerablemente más progresista que el régimen franquista en la materia
legislativa de estos temas civiles, salta a la vista que no presenta el «corpus
jurídico» de un régimen fascista, sino democrático-burgués moderno. Solo un
ignorante diría que un régimen fascista aprobaría leyes que intenten paliar
aunque sea un poco la situación de la mujer, de los homosexuales, los
discapacitados, los inmigrantes, como las que se han institucionalizado en
varios países sobre todo de Europa durante las últimas décadas». (Equipo de
170
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y
las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Sobre el parlamento y las constituciones, así como los derechos y libertades,


Elena Ódena en su artículo: «¡Por el derecho de asociación sin condiciones para
las organizaciones republicanas y para nuestro partido y el FRAP!» decía de
forma más acertada que anteriormente:

«Ni siquiera el mejor de los parlamentos burgueses o la mejor de las


constituciones burguesas son nada más que «instrumentos de opresión de los
proletarios por la burguesía» –como muy justamente afirmara Lenin en su
obra «La revolución y el renegado Kautsky» de 1918– y que ninguna
constitución, por sí sola, ha asegurado nunca para el pueblo las promesas de
democracia, libertad y justicia con que generalmente adorna la burguesía sus
textos constitucionales. Quede claro también que el poder efectivo lo ejerce la
burguesía desde el aparato del Estado, desde su dominio y control de las
finanzas, de toda la economía del ejército, de su aparato represivo y policial,
etc. El parlamento y la constitución no son más que jarrones de flores para
adornar su podrido y maloliente sistema, lo que no excluye que siempre que
sea posible y convenga a los intereses del pueblo y la revolución los partidos y
las fuerzas revolucionarias los utilicen para desenmascarar a la reacción y
difundir la política revolucionaria y azuzar el proceso de la lucha de clases.
Actualmente en la coyuntura de España. (…) Las fuerzas democráticas y
revolucionarias, y nuestro partido en primer término, están a la cabeza de las
luchas populares por los derechos democráticos sin condiciones, con el fin de
poder utilizar cuantos más medios sean posibles para desarrollar la lucha de
clases. (…) Por imponer el derecho de asociación y manifestación sin
condiciones, es preciso promover una amplia campaña para la disolución de
los cuerpos represivos legados por la dictadura franquista y la prohibición de
las organizaciones y bandas fascistas, así como también para denunciar las
provocaciones de los grupos terroristas de distinto signo manipulados o
montados por los distintos servicios especiales del aparato político-policiaco
de la monarquía». (Vanguardia Obrera; Nº221, 1978)

La táctica electoral en el nuevo régimen

Durante los primeros años del postfranquismo muchos grupos dijeron que no se
debía participar en las elecciones. El PCE (m-l) manifestó esta postura en las
elecciones de 1977 por ejemplo pidiendo la abstención. Esto era una mezcla
entre la idea de que se estaba legitimando una maniobra que mantenía en el
poder al fascismo intacto, como de que con la crisis económica e institucional, el
boicot sería efectivo e impulsaría a las masas en su ímpetu revolucionario. Pero
ni lo uno ni lo otro sucedió.

El fascismo acabó autoimplosionando desde sus propias instituciones para dar


paso a unas leyes y estructuras democrático-burguesas, obviamente con todas
las limitaciones inherentes para los grupos revolucionarios, sobre todo en los
primeros años.

Pese a la crisis económica, los grupos revolucionarios lejos de afianzarse se


aislaron, en cambio sí lo hicieron los grupos reformistas y colaboracionistas del
171
nuevo régimen pese a sufrir casos como la desafiliación sindical, en parte
porque los pronósticos y sobre todo el estilo de trabajo de los grupos
revolucionarios no era el correcto y muchas veces no pasaba mucho más allá de
proclamas y de hacer agitación entre círculos ya consolidados, lo cual no es
suficiente para combatir la maquinaria propagandística y los aparatos de los
grandes partidos burgueses.

Ni siquiera aunque hubiera sido cierta la tesis que el fascismo seguía vigente
tenía sentido la no participación en las elecciones e instituciones como el
parlamento, esto era ir en contra de la historia de los comunistas y sus tácticas.

Los marxista-leninistas búlgaros criticaban así este tipo de desviaciones en el


seno del movimiento obrero:

«El socialismo «estrecho» transformó una serie de enseñanzas marxistas en


un dogma, como resultado de la cual el partido cayó en el sectarismo e hizo sus
contactos con las amplias masas más difícil. Así, por ejemplo, aplicando una
política de lucha sin cuartel contra la clase burguesía correcta, se opuso a las
diversas coaliciones electorales con partidos burgueses, y el trabajo legislativo
«constructivo» del parlamento burgués, el partido dio la vuelta al concepto de
organización de clase independiente y lo moldeo como un dogma, negando en
general, y en todas las condiciones la conveniencia de un acuerdo con otros
grupos sociales y políticos y, por tanto, como de hecho sucedió, se aisló. La
actitud de nuestro partido no tenía nada en común con la doctrina leninista en
cuanto a los compromisos revolucionarios, sin los cuales el partido
revolucionario no puede luchar con éxito y avanzar. El partido procedió a
crear una organización militar propia, dedicada a la propaganda
considerable y organización activa entre los soldados, también comenzó a
armar a las masas». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido
Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

Por ello se combatió estas ideas y se propagó la idea de aprovechar todos los
métodos de lucha. Precisamente los marxista-leninistas no cesaron de insistir en
las necesidades apremiantes de desmontar al sistema burgués en todas sus
expresiones, que se fuese a impulsar las luchas cotidianas para dar a conocer al
partido y así ganarse el título de vanguardia del proletariado:

«El partido también aprobó, en principio, los métodos de la lucha clandestina


y su combinación con el mayor uso de todas las posibilidades legales para la
lucha, como eran el parlamento y los consejos municipales y de condado. (...)
Al mismo tiempo, el partido lanzó una lucha de masas para transformar los
municipios que eran los instrumentos de la opresión, el despojo y la
explotación, en organizaciones que sirvieran a los intereses del pueblo
trabajador. Una serie de ciudades importante y varios consejos de aldea
pasaron a manos del partido comunista. Así, en 1920 tuvimos 22 ciudades y 65
aldeas con municipios comunistas. Su política económica y cultural iban en
favor de los intereses de la clase obrera y el pueblo trabajador en general,
naturalmente, esto no podía más que encontrase con la feroz resistencia de la
burguesía y de las autoridades centrales. (…) A menos que el proletariado,
dirigido por su partido, tomara el poder por completo en todas las esferas,
estas comunas estarían obligadas a ser de corta duración, y efectivamente

172
como pasó al final, fueron destruidos por la burguesía de una en una. Pero la
lucha de masas trabajadoras bajo la dirección de nuestro partido para
capturar todos estos municipios contribuyó mucho a la unificación de las
masas en la lucha contra los explotadores y fue algo que elevó
considerablemente el prestigio del partido». (Georgi Dimitrov; Informe en el
Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de
1948)

Tras el golpe fascista de 1923. Los marxista-leninistas búlgaros sabían que


incluso bajo las condiciones del monarco-fascismo, era necesario aprovechar
todos los resquicios legales para trabajar con las masas, y que esos métodos iban
a contribuir a tomar el pulso al poder fascista y aunar a los revolucionarios en la
lucha antifascista:

«El país se enfrentaba a la perspectiva de las nuevas luchas por el


derrocamiento del gobierno fascista y la creación de un gobierno obrero-
campesino. Los resultados de las elecciones parlamentarias de noviembre de
1923 confirman esta estimación de la dirección del partido, que coincidía con
la misma interpretación de los hechos por la Internacional Comunista. Se
mostró que la oposición contra el gobierno fascista, representada por el
Partido Comunista Búlgaro y la Unión Agraria, era bastante fuerte. La
conclusión fue que la indignación de las masas era grande y que estaban
dispuestas a continuar luchando por el derrocamiento del gobierno fascista».
(Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista)
Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

¿Acaso no era necesario durante el franquismo infiltrarse en los sindicatos


verticales y trabajar con las masas o presentarse bajo la plataforma que fuese en
las elecciones para entorpecer el trabajo de los fascistas? ¿Cómo iba a ser
diferente bajo el postfranquismo avanzase o no hacia una democracia burguesa?

En España los grupos influidos sobre todo por el maoísmo, el trotskismo y el


anarquismo declararon que participar en todo esto era una pérdida de tiempo y
una muestra de que la agrupación que trabajaba en ello había caído en el
reformismo y el colaboracionismo, como hoy todavía proclaman algunas sectas
neomaoístas. Incluso algunos trataban de poner el ejemplo de los bolcheviques
rusos para argumentar que no se debía participar en estos procesos. Estos
grupos tenían poco de comunistas, debían haber estudiado mejor como
trabajaban los miembros la facción parlamentaria del Partido Bolchevique
durante el zarismo en la Duma en las peores condiciones de represión.

«Punto a) «La Duma como arreglo e instrumento de la contrarrevolución».


¡Exacto! «Únicamente consolida su autocracia». Ese «únicamente» es erróneo.
La autocracia ha prorrogado su muerte al haber tenido tiempo de organizar
esa Duma, pero eso no la consolida, sino que la descompone. La Duma es una
«cobertura» que bien vale otro «descubrimiento», pues en mil cuestiones
revela abiertamente por primera vez la dependencia del zarismo respecto de
los sectores contrarrevolucionarios, muestra por primera vez en grande la
alianza inmanente del Románov y Purishmévich, del zarismo y de la «Unión
del Pueblo Ruso», de la autocracia y de los Dubrovin-Iliodórov-Polovniov.

173
Es indudable que la Duma avala los crímenes del zarismo, mas se trata de un
aval de determinadas clases en aras de determinados intereses de clase, y la
misión de la socialdemocracia [léase comunistas] consiste, precisamente, en
explicar desde la tribuna de la Duma estas verdades aleccionadoras.

«En ocho meses de la actividad, la III Duma de Estado ha demostrado que la


socialdemocracia no puede utilizarla».

Ahí está la médula del otzovismo. (…) La cuestión está planteada con claridad
y los subterfugios no ayudarán. ¿Qué han demostrado ocho meses de
actividad: la posibilidad o la imposibilidad de utilizar la tribuna de la Duma?
La respuesta de los oztovistas es errónea. A pesar de las inmensas dificultades
que presenta la labor del partido sobre la minoría, esa labor ha demostrado de
manera indudable la posibilidad de utilizar la tribuna de la Duma.
Desanimarse con motivo de las dificultades y de los errores es pusilanimidad,
significa sustituir la labor proletaria, paciente, firme y tenaz por «chillidos»
propios de intelectuales. Otros partidos socialistas tropezaron con muchas más
dificultades al comienzo de su actividad parlamentaria». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Del artículo: «Una caricatura del bolchevismo», 1909)

¿Qué diría Lenin de estos personajes que hablan una y otra vez de no participar
en las elecciones porque significa «legitimar al régimen burgués de
explotación»? Pues que a lo sumo que son herederos de los oztovistas, quienes
eran, anarquistas cubiertos de marxistas.

La postura del PCE (m-l) sobre las elecciones empezó a cambiar, y por fin se
empezó a postular algo más afín a la realidad:

«De manera general, y bajo cualquier tipo de gobierno burgués, las elecciones
casi nunca son nada más que uno de los mecanismos utilizados por el poder
para conservar en el pueblo la ilusión de la democracia. Incluso cuando las
fuerzas populares logran éxitos en las elecciones, la reacción que detenta el
poder suele, por la fuerza o de otro modo, tratar de invalidarlos en la práctica.
Los comunistas, no obstante, debemos, cuando ello es posible y favorable para
el desarrollo de la lucha participar en ellas, sin caer en ningún momento en
ilusiones ni posiciones electoralistas, teniendo siempre presente que lo decisivo
está en la calle, en las fábricas, en los barrios populares, en el campesinado, la
juventud, la mujer oprimida y explotada. El parlamento no es para los
auténticos comunistas más que una tribuna para plantear ante el pueblo sus
políticas y denuncias». (Elena Ódena; Unas elecciones para apuntalar el
continuismo y la oligarquía en el poder, 1 de marzo de 1979)

El PCE (m-l) todavía ilegalizado, se presentaría a las elecciones generales de


1979 bajo la seña de una coalición con Izquierda Republicana (IR):

«Con la llegada del proceso electoral de marzo y abril, las arbitrariedades y la


discriminación del gobierno respecto al partido se acrecientan. (…) A la no
legalización del partido –la sentencia judicial favorable no llegaría hasta
mayo– que nos cegaba la vía normal de acceso a las elecciones, se añadió todo
tipo de medidas antidemocráticas y claramente dictatoriales para cortarnos
toda posibilidad de presentación. Utilizando en un primer momento el sistema

174
de recogida de firmas, el partido propone las candidaturas de unidad popular
republicana. Tal sistema nos dio la medida del eco concreto que en amplios
sectores de masas tiene la reivindicación republicana del partido, expresado
en los miles de firmas que se lograron recoger en muy pocos días en muchas
regiones. Sin embargo el poder reacciona y rechaza arbitrariamente las
firmas, llegando a exigir en algunos lugares todos los firmantes se presenten
en fila y DNI en mano ante la Junta Electoral. La situación, aunque difícil, se
salva mediante una táctica de alianzas coyunturales adecuadamente aplicada.
Así se llega a un acuerdo con Izquierda Republicana (IR) y con Izquierda
Republicana de Euskadi (IRE), partidos debidamente legalizados, para formar
lo que serían Candidaturas Unitarias de Izquierda Republicana, que se
presentaron en 36 provincias con mayoría aplastante de candidatos miembros
de nuestro partido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Esto fue una notable experiencia histórico de como un partido comunista debía
burlar la burocracia y las trabas del estado burgués para presentarse a unas
elecciones y entorpecer el trabajo de los partidos burgueses y aquellos que
practican la colaboración de clases.

En su programa se destaca lo siguiente:

«Programa electoral de las Candidaturas de la Unidad Popular Republicana:

1) Liquidación total y efectiva del franquismo a todos los niveles, en el ámbito


del Estado y rehabilitación moral y material de cuantos hayan sido víctimas
de la represión y atrocidades franquistas.

2) Luchar consecuentemente por el establecimiento de un régimen republicano


al servicio del pueblo.

3) Restablecimientos sin restricciones de los derechos democráticos para el


pueblo –asociaciones, huelga y libertades sindicales, expresión reunión y
manifestación–.

4) Garantizar el derecho a la autodeterminación y las reivindicaciones


autonómicas, basadas en los intereses populares.

5) Recuperación de la independencia nacional, lo que significa en primer


término la supresión de las bases militares extranjeras –yanquis y otras– en
nuestro país, el rescate de los bienes de la economía nacional hoy en manos del
capital y potencias extranjeras: y política de independencia respecto a los dos
bloques militares: OTAN y Pacto de Varsovia.

6) Profunda Reforma Agraria.

7) Garantizar el derecho al trabajo y la adopción de medidas inmediatas para


erradicar el paro, contra la carestía de vida y por los derechos de los
trabajadores.

175
8) Democratización de la vida ciudadana, y adopción con carácter de urgencia
de medidas para solucionar los problemas existentes en cuanto a sanidad,
enseñanza, urbanismo, y vivienda: protección social a las personas de edad
avanzada y jubilados: protección del medio ambiente y adopción de medidas
para evitar su creciente deterioro.

9) Por la defensa de los derechos específicos de la mujer.

10) Contra la discriminación de la juventud y por la conquista de sus plenos


derechos económicos, políticos y sociales.

¡Por la unidad de todos los antifascistas, demócratas y republicanos!

¡Por un gobierno provisional, popular y republicano!

¡Vota a la Unidad Popular Republicana!». (Vanguardia Obrera; Nº265, 1979)

Incluso podemos ver como en cada región el programa se transformó. En el caso


del programa municipal valenciano, podemos ver:

«Entre las quince medidas básicas del programa municipal habría que
destacar las subvenciones municipales a las cajas de resistencia de los obreros
en huelga, la exoneración total de los impuestos a los parados, el control
municipal de los precios, la municipalización del suelo y de los servicios
públicos y una amplísima participación ciudadana. (...) Al mismo tiempo, el
PCE (m-l) comunicaba que su Ejecutiva Nacional había acordado ir a las
elecciones con tres objetivos: imponer un programa de lucha antifascista,
democrática, popular y republicana, al margen del consenso; conquistar el
libre ejercicio de las libertades para todas las fuerzas políticas y sociales de
carácter popular y progresista, y enviar al parlamento a hombres y mujeres
que defiendan los intereses y derechos de la clase obrera y de las masas
populares. (...) Izquierda Republicana (IR) destacaba en su programa el
rechazo a las bases extranjeras, el reconocimiento del derecho de
autodeterminación, la lucha contra el paro, la rehabilitación de represaliados,
la reforma agraria y la igualdad del hombre y la mujer». (Francisco Moreno
Sáez; Partidos, sindicatos y organizaciones ciudadanos en la provincia de
Alicante durante la transición (1974-1982), 1982)

Lamentablemente por diversos factores las Candidaturas Unitarias de Izquierda


Republicana lograron 55.384 votos, un 0,31% en las generales de marzo de 1979.
Y en las municipales del 3 de abril de 1979 unos 7.661 votos, un 0,05%. Un
escaso bagaje de votos sin duda pese a lo que la dirección proclamaba.

En las elecciones generales de 1982, el PCE (m-l) se presentaría en solitario y


lograría un menor número de votos, descendiendo a 23.186, lo que equivalía a
un efímero 0,11%. Para las elecciones generales de 1986 de nuevo en unas
candidaturas de coalición bajo la Unidad Popular Republicana, lograría 27.473
votos, un todavía escaso 0,14%. Sabemos que los resultados en unas elecciones
burguesas debido a sus mecanismos nunca podrán reflejar el poder de
influencia real de un partido comunista. Pero sin duda estos resultados
progresivos reflejaban que el partido lejos de avanzar y ligarse a las masas hacía

176
justamente lo contrario, alejándose cada vez más de las masas, o al menos no
eran capaces de movilizar a sus militantes y simpatizantes como debían. Y
conste que esto solo era uno de los resultados negativos de la decadencia del
partido, pero como sabemos era a razón de múltiples defectos en varios campos
como veremos más adelante.

Uno de los grandes problemas que han padecido los partidos comunistas es que
cuando tejen alianzas les invade una falsa seguridad y de poderío ante la alianza
contraída, aunque muchas veces sea con agrupaciones marginales y de dudosa
influencia entre las masas. En ocasiones se rebaja el programa por complacer y
posibilitar la alianza, y a veces se empieza a descuidar el popularizar entre las
masas la propia línea política del partido y su propio programa, que obviamente
no tiene los mismos fines que el de las agrupaciones aliadas. De repente todo se
concentra en popularizar el nuevo programa de coalición y en conservar la
nueva alianza a cualquier coste. Por supuesto no estamos diciendo que el
partido comunista deba desatender y desaprovechar los temas candentes de
actualidad para forjar una unidad popular y revolucionaria con otras fuerzas,
esto es necesario, como lo es llegar a compromisos, pero incluso en el tema a
tratar en el que se está de acuerdo –desde el antifascismo, la lucha contra el
desempleo o el rechazo a las guerras imperialistas–, es importante dejar claro
los matices existentes entre los aliados y enarbolar la posición partidista, pues si
se está ante marxista-leninistas su postura será la única línea revolucionaria y
científica, no actuar así será el primer paso para que en el campo progresista, e
incluso dentro del partido comunista, se den por buenas posturas que intentan
atajar el problema desde posiciones aventureras, románticas, utópicas e
inservibles. Por tanto, es importante realizar una labor de persuasión tanto con
las bases como contra las dirigencias de las «agrupaciones aliadas» pues el fin
es acercarlas al partido. Sobra decir que aquellos elementos que adoptan
posturas perjudiciales sobre una cuestión común, y es menester que sean
delimitadas públicamente por el partido sin vacilaciones, de otro modo se cae en
la problemática de que con el miedo a «no molestar y perder a nuestros aliados»
y «hacerle el juego a la reacción», el partido y la militancia incluso se acomode a
un programa mínimo y a un lenguaje que le hace mimetizarse con el de otras
organizaciones aliadas no marxistas, siendo indistinguibles con el tiempo hasta
para la alianza, y aumentando las probabilidades del transfuguismo. Así sucede
que cuando el trabajo en estas alianzas se vuelve rutinario y se busca más
agradar que convencer, cuando en vez de ampliar los vínculos con las masas se
pretende solidificar la unión de siglas, el estancamiento y el cansancio de la
militancia se hace notar, los fracasos electorales ocurren, las deserciones y
abandonos llegan, y la dirección no puede justificar la deriva actual ante su
raquítica militancia, porque normalmente había sido la primera en prometer a
la militancia el automático ascenso meteórico de la organización si se
sacrificaban en obedecer ciertas directrices, entre ellas ordenando que entre
tanto era necesario el «postergar la crítica» a los defectos de la alianza «para no
romper la alianza y poder debilitar al enemigo», para permitir que el partido
pudiera «fortalecerse y avanzar».

La importante fracción de 1981

Seguramente la facción que más daño hizo al PCE (m-l) fue la fracción de 1981.

177
Lorenzo Peña, quien desertó del PCE (m-l) en 1972 –y que en la actualidad es
un abierto socialdemócrata–, en su obra donde pretende analizar la deriva del
PCE (m-l) y su experiencia personal en él, analizaría la expulsión de la fracción
de 1981 –aunque para entonces hacía más de una década que ya no estaba
dentro de la organización–. Allí diría sobre los presuntos objetivos de la fracción
de 1981 en un tono favorable y condescendiente que no pudo disimular:

«La crisis estalla en el pleno del comité central del sábado 31 de enero de 1981,
que continuó todo ese fin de semana. La dirección presenta un informe
denunciando una campaña de rumores de los disidentes. En esa reunión
vienen expulsados 17 miembros del comité central –de un total de 50–. Se los
tilda de «mencheviques sarnosos». Los expulsados forman un «PCEml
auténtico», que publica «La Causa» –del cual, creo, sólo salió un número–.
Arrastran a la mayoría de las organizaciones de Levante y Aragón y una
parte de las de Madrid y Cataluña.

Tres semanas después de esa escisión tiene lugar el fallido golpe de Estado
militar, siendo Valencia tomada por los tanques. Ese acontecimiento sin duda
influyó también en la evolución de esa embrionaria formación, que se deshace
en seguida por disensiones internas. En el mes de julio se producen abandonos
en Madrid, con ocasión de la asamblea provincial, creándose la Montaña de
La Causa, escisión dentro de la escisión. Al llegar el otoño se va disgregando
esa organización, que no cumplirá un año de existencia. Sus protagonistas
evolucionan con celeridad para integrarse en seguida en la clase política de la
monarquía. Sin duda pensaban que, agotada la vía revolucionaria, había que
optar por el posibilismo. Hemos visto más arriba que tal evolución ya estaba,
de algún modo, prefigurada en sus posiciones cuando aún militaban en el
PCEml». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Desde la historia oficial del PCE (m-l) dice:

«La lucha de clases se agudizó en el seno del partido en aquellos momentos. La


presión y las dificultades incidieron fundamentalmente en elementos con
marcadas características arribistas e individualistas y en elementos
ideológicamente débiles, incapaces de enfrentarse consecuentemente a los
problemas. Estos elementos, en parte, cayeron en el pesimismo y en el
abandono y en parte en el aventurerismo político y en la búsqueda de salidas
fáciles». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

El destino de algunos de ellos es de sobra conocido:

Rafael Blasco Castany, alias Víctor Roig, era uno de los jefes más importantes
del PCE (m-l), al incorporarse al Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
gracias a la influencia de su hermano, es salpicado por casos de corrupción,
aunque sale airoso, en 1994 se acerca al Partido Popular (PP) confirmando aún
más su bajeza ideológica, y desde 2014 ha sido condenado por el Tribunal
Superior de Justicia de Valencia por corrupción en el Caso de la cooperación.
Tanto Vicente Pérez Plaza, alias Venancio Vega, autor habitual en «Vanguardia
Obrera» hasta su abandono del PCE (m-l), también acabaría sus días en el
PSOE de Felipe González tras fracasar la experiencia del PCE (m-l) paralelo y

178
disidente de 1981. José Gares Crespo, alias Pablo y Cárcer, fue otro cuadro
importante, pues fue un cuadro que procedía del Movimiento Comunista de
España (MCE) y había ingresado junto con su fracción disidente en el PCE (m-l)
en 1973, teniendo cierta relevancia, ya que se le ve en las fotos de 1978 cuando el
partido solicitó formalmente ser legalizado, pero a inicios de los 80 decidiría
ingresar probar fortuna con el socialdemocratismo del PSOE.

Ojo, esto no quiere decir que los que se quedan de por vida en los partidos
comunistas son menos revisionistas o menos reaccionarios, de hecho el propio
Raúl Marco y su comparsa, pese a quedarse en el PCE (m-l) durante 1981-1991,
se destaparía como un elemento igual de dañino que estos cabecillas
oportunistas y lograría conseguir lo que estos no consiguieron, destruir al
partido legando un PCE (m-l) desnaturalizado al que solo le faltaba el acta de
defunción en 1992. Existen muchos elementos que por cuestiones económicas,
de apariencia y demás, permanecen toda su vida en el mismo partido
revisionista o en ese partido antaño comunista que ellos han hecho degenerar.
Algunos tienen una capacidad extraordinaria de fundar un nuevo chiringuito
con el que continuar su farsa, precisamente valiéndose del prestigio de unas
siglas ya mancilladas y de la inocencia de muchos comunistas tan honrados
como necios.

Ni siquiera hace falta ver las cosas «a toro pasado» para darse cuenta de la
catadura de este grupo de 1981. Con ver los planteamientos de dicho grupo
disidente en sus medios de expresión de 1981-82, nos percataremos rápido de
que no eran precisamente los «salvadores de la pureza revolucionaria del
partido», sino un grupo oportunista, de tantos que surgen.

Volviendo al tema, debemos apuntar una vez más, que como con la cuestión de
la fracción de 1976, la dirección del PCE (m-l) pecaría en exceso de mucha
verborrea y poca explicación del problema ideológico-práctico en sí. En los
artículos de «Vanguardia Obrera» encontramos artículos como: «Los sarnosos
mencheviques o un puñado de trotskos iluminados»:

«La actividad de un puñado de mencheviques sarnosos, complotadores y


fraccionalistas expulsados del partido hace unos meses, ha quedado ya
prácticamente reducida a la de agentes difusores de rancias y rebasadas
«teorías» trotskistas y aventureras –a veces con tintes de «izquierdistas», pero
la más de las veces oportunistas y derechistas–». (Vanguardia Obrera; Nº364,
1981)

Dicho artículo no ocupa mucho más de cuatro párrafos llenos de insultos. ¿Qué
podemos decir de él? Que sufre de un excesivo visceralismo en el lenguaje,
rozando lo ridículo, donde –y esto es lo importante– no se llega a explicar en
ningún momento ni una sola de dichas teorías de los fraccionalistas de 1981,
dejando al lector en la inopia y debiendo sobreponer su apoyo a un «acto de fe»
sobre la existencia de desviaciones en dichos elementos ante tal falta de
exposición de pruebas o su debilidad, muchas veces por culpa de no saber
explicar la cuestión de fondo y convertirlo en una cuestión personal para alguno
de los líderes. Se convierte pues en un clarísimo ejemplo de cómo no debe ser
abordado un tema de esta índole.

179
¿Qué demuestra esto? Una vez más que la dirección principal del PCE (m-l)
liderada por Elena Ódena, Raúl Marco, Pablo Mayoral, Manuel Chivite y otros
no tenían en su conjunto –salvo excepciones individuales como Ódena– el
suficiente nivel teórico para enfrentar los debates teóricos que al partido le
surgían: con lo cual que ante estos debates provocados por los cismas se
intentaba cubrir es deficiencia con ese lenguaje agresivo. El bajo nivel teórico o
de expresión de algún miembro de la dirección es permisible si alberga otras
virtudes, lo más grave es pues, que la dirección deje al elemento menos
preparado explicar el cisma ideológico producido, y todavía peor es, que en
conjunto, la dirección aprobase el lanzamiento de este tipo de artículos zafios e
infantiles en sus medios de expresión.

Raúl Marco diría del cisma de aquellos años:

«Mencheviques sarnosos». Con este nombre calificamos a los autores de una


peligrosa fracción, abortada en 1981, que encabezaron dos miembros del CE y
algunos del CC. El calificativo lo tomé de un texto de Stalin contra los
oportunistas que en el PCUS trataron de desviar a aquel partido de su justa
línea». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP,
2018)

Con estos paralelismos históricos Marco intenta cubrir su podredumbre


ideológica. La cuestión no es tanto que se viertan un par de insultos o
descalificativos durante un texto en que se explican las divergencias ideológicas,
incluso que se utilicen «homenajes lingüísticos», eso entra dentro de lo normal.
Lo terrible es que la labor ideológica en un artículo se resuma a eso como en el
citado en cuestión, el cual, por desgracia, no fue el único de ese estilo
reproducido en las páginas de «Vanguardia Obrera» como hemos venimos
exponiendo.

De hecho en el libro de Raúl Marco ya citado, concretamente en el capítulo XXV


que se centra en el tema en cuestión, lejos de explicar claramente cuáles fueron
las diferentes ideológicas entre él –que era parte de la dirección de aquel
entonces–, y los elementos desertores, se pierde –como en el resto de capítulos
de su libro– en una interminable maraña de testimonios, en detalles sobre la
actitud de diversos elementos en las reuniones, sobre la biografía de los
desviacionistas, les colma de complotadores, fraccionalistas, traidores, de
elementos sinvergüenza. Nos cuenta lo decepcionante y duro que fue para él
etcétera, pero sin explicar al lector de forma sencilla y clara las diferencias en
aquel entonces entre ambos bandos, dejando en consecuencia un documento
totalmente inútil para el análisis de aquella etapa. Además nos revela una vez
más que el autor tiene serias limitaciones teórico-ideológicas a la hora de
abordar y exponer contradicciones ideológicas.

También como anécdota de su cinismo atroz, suelta:

«Algunos de ellos, concretamente Rafael Basco, «Víctor», fue acusado de estar


en contacto con el Ministerio del Interior; Manuel Pardo y Baylo con tramas
policiales; «Venancio» con grupos prorusos y anticomunistas. No se pudo
probar nada de eso pese a algún que otro dato. (…) Personalmente creo que

180
hay mucha exageración en esas acusaciones». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos
de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

Esto se dice ahora pero si miramos sus discursos de la época se nos advierte que
«se han abierto investigaciones para aclarar estos turbios vínculos». Es decir,
Raúl Marco se queja en 2018 de lo que Raúl Marco escribió o permitió en 1981,
pero sin reconocer su culpa como de costumbre. La misma historia la
encontramos en los procedimientos de 1976 en que se difamó a los cabecillas de
la fracción de ese año a causa de la su nula capacidad para desmontarlos
ideológicamente con firmeza como se vio en el IIº Congreso del PCE (m-l) de
1977, procediendo a acusarlos de agentes de la ORT y a su vez de los
socialimperialistas chinos, y también como se hizo torpemente contra los
oportunistas del GRAPO que se les tacha sin más de grupo parapolicial sin que
creyese necesario analizar de cara a las masas nada concreto de sus errores y su
posible origen. Esto contribuye a acostumbrar a la militancia a no templarse en
la lucha ideológica concreta sino a centrarse en acusaciones muchas veces
fantasmagóricas, más cercanas al arsenal del revisionismo carrillista de los años
50 que a acusaciones marxistas-leninista con fundamento científico. Lo triste en
el caso de Raúl Marco, es que tenía material ideológico de sobra en el que
centrarse en todos estos casos, pero prefería montar guiones de película para
intentar causar el rechazo de las masas sobre sus contrincantes.

Analicemos punto por punto las divergencias entre la dirección y la escisión del
PCE (m-l) en 1981, y veamos quién tenía razón o quién al menos estaba más
cerca de la realidad en cada caso.

De nuevo el tema de la caracterización del Estado

Una vez más los errores en las tesis sobre la imposibilidad de que la burguesía
renunciase al fascismo como forma de dominación política, fue un error que
pese haber sido aceptado en conjunto, en el momento determinado siempre era
utilizado como baza por los elementos antipartido para desacreditar a la
dirección:

«Proclamar dogmáticamente que era imposible el paso de la dictadura


franquista a un régimen parlamentario». (Vanguardia Obrera; Nº356, 15-30
de marzo de 1981)

Las declaraciones de la dirección oficial PCE (m-l) en este aspecto todavía eran
confusas, se declaraba que la burguesía se había obligado a dar más concesiones
de las esperadas. A esas alturas era claro que pese a tener restricciones
democrático-burguesas mayores que en cualquier país de Europa, en España
había una mayor libertad de afiliación sindical, mayor nivel de expresión, mayor
nivel de asociación –de hecho el PCE (m-l) fue reconocido unas semanas
después como partido legal–, que en los años previos, unos derechos
incomparablemente mayores a los vividos en 1939-1975. Pero pese a estos
obvios cambios respecto al franquismo, se seguía dando a entender en muchas
publicaciones del partido que España seguía siendo un país fascista, que nada
había cambiado. En otros artículos se daba a entender que no era así pero que se
estaba dejando la vía libre para el golpismo y una vuelta al fascismo.
Declaraciones altamente contradictorias. Efectivamente como ya hemos

181
recalcado, el PCE (m-l) –y dentro de él también los jefes de ésta fracción de
1981– se equivocaron de cabo a rabo en pronosticar desde los años 60 aquella
teoría de que «La burguesía es imposible que se recicle del fascismo a la
democracia burguesa». Un error que el PCE (m-l) reconocerían más o menos
tras la expulsión de la fracción de 1981, en el IVº Congreso de 1984, aunque solo
de forma parcial.

¿Pero acaso era culpa solo del dúo Marco-Ódena como dirían luego los líderes
de la fracción de 1981? Si analizamos las cosas sin hooliganismo, con
objetividad, las responsabilidades recaen sobre toda la dirección de 1964 a 1981.
Por ejemplo, Venancio Vega del Comité Ejecutivo, futuro fraccionalista en 1981,
en su artículo: «Contra el engendro constitucional de la monarquía» diría que
en España la constitución no suponía la institucionalización de un modelo
democrático-burgués sino del status quo franquista, lo cual era ridículo. Incluso
ponía más ejemplos de países donde según él, por mucho que la prensa afín de
estos gobiernos afirmase lo contrario, no se iban a abandonar las formas
fascistas de poder:

«En los últimos tiempos, ha surgido en la arena internacional, un fenómeno


curioso: dictadores y regímenes reaccionarios y fascistas enfeudados al
imperialismo y aupados al poder mediante golpes de Estado o mediante
guerras civiles, han comenzado a celebrar «elecciones» y «democratizarse» y
a elaborar «constituciones». (…) Hasta el propio Pinochet, que tras un
siniestro aquelarre electorero ha comenzado también el lenguaje de la
«institucionalización» y a sustituir a parte de los militares del gobierno por
fascistas civiles. (…) Salvando las distancias propias de cada situación
concreta, la maniobra pseudodemocratizante de la monarquía juancarlista se
inserta en esta nueva táctica del imperialismo. (…) Tras 40 años de feroz
dictadura fascista no se ha procedido a una ruptura con el viejo régimen, no se
ha abierto un período de libertad política para todas las fuerzas antifascistas
sin para el pueblo. (…) La «constitución» monárquica viene pues a sancionar
el «status quo» vigente. (…) Sin acceder a auténticas libertades democráticas».
(Vanguardia Obrera; Nº232, 1978)

He aquí un análisis que no concuerda con la realidad vista en años siguientes:

«En Chile: desde el sangriento golpe militar de 1973 el régimen de Pinochet


suprimió cualquier garantía constitucional y desató una fuerte represión.
Intentó sin éxito aplicar una política económica eficiente, Chile fue publicitado
en el mundo capitalista como ejemplo de las nuevas políticas del llamado
neoliberalismo, en especial la llamada Escuela de Chicago de Milton
Friedman. El propio Rockefeller alabaría a Chile como hizo con Argentina en
los medios de comunicación de todo el mundo, un modelo económico que en sus
palabras prometía grandes éxitos a largo plazo. Finalmente los frutos de la
política del Fondo Monetario Internacional (FMI) nunca llegaron,
desesperados por las crecientes protestas, el régimen fascista intentó legitimar
su régimen con el Plebiscito Nacional de 1988 para decidir si Augusto Pinochet
seguía o no en el poder hasta 1997. El pueblo respondió pese a la represión y
amenazas, y votó NO con un 55,99 %, lo que supuso un hito en mitad de una
represión evidente, estos resultados causaron la desmoralización de los
militares fascistas y el abandono del gobierno por Pinochet. Para 1989 se

182
celebrarían las primeras elecciones presidenciales que conformarían la
llamada transición hacia una democracia burguesa con separación de
poderes, pero la cual pese a todo, dejaría intactas muchas de las leyes del
antiguo período. Tampoco se respetaron los derechos de los pueblos indígenas
como el caso de los mapuches, los cuales serían reprimidos en años posteriores
con las leyes antiterroristas de Pinochet». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio
histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas
de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Lo que indica, como hemos explicado varias ocasiones, que el régimen político
puede variar de represivo a más liberal, de fascista a democrático-burgués y
viceversa, lo que no excluye la utilización de leyes o personas del antiguo
régimen. Quien dice lo contrario no solo es un metafísico, sino un pobre
estudioso del proceso histórico.

En conclusión, la línea del PCE (m-l) sobre la caracterización del Estado no era
correcta, insistiendo en hablar de un status quo como si nada hubiese cambiado
tras la muerte de Franco, pero en esgrimir dicha idea fueron copartícipes todos,
incluyendo los elementos que formarían la fracción de 1981. Los intentos
posteriores de rectificar esta postura fueron tardíos, y una vez el PCE (m-l)
había entrado en franca decadencia.

El PCE (m-l) refundado en 2006 por Raúl Marco, ha retomado la tesis de que
vivimos en el fascismo, como pudimos ver en las declaraciones de sus células
catalanas en octubre de 2018 o en los discursos de sus juventudes murcianas en
abril de 2019.

Revaluaciones sobre la estrategia sindical

«El cuarto problema se relacionaba con el movimiento sindical: los disidentes


pensaban que los militantes del PCEml debían integrarse en CC.OO., en lugar
de proponer candidaturas bajo las siglas de la AOA –Asociación Obrera
Asamblearia, al parecer heredera de la periclitada OSO la cual, nunca muy
próspera, daba claros signos de agotamiento, con lo cual esas candidaturas,
condenadas al fracaso en general, sólo suscitaban entre los trabajadores una
sensación de divisionismo–». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de
egohistoria, 2010)

En el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984, se explicaría también alguno de los
defectos y causas de los desviacionistas y fraccionalistas de 1981 en relación al
trabajo sindical:

«[Escisión de 1981] Se manifestaron y actuaron contra la puesta en pie del


PCE (m-l) de una línea sindical revolucionaria, tanto dentro de las centrales
colaboracionistas, como fuera, en torno a la AOA. Caracterizaron las centrales
colaboracionistas como sindicatos de clase, pasando por alto el carácter
oportunista de su dirección y de su política, así como que los intereses que
representan son los de la aristocracia obrera, a cuyo a través introduce la
oligarquía y el imperialismo su influencia en las filas del proletariado. En
consecuencia, los fraccionalistas propugnaron la liquidación de todo trabajo
sindical revolucionario, y sobre todo, el ocultamiento del partido, que no debía

183
manifestarse ni organizarse en las fábricas y sindicatos como tal. (...) En el
terreno de la táctica del partido de cara al movimiento obrero y sindical, las
posiciones fraccionalistas mostraban con especial claridad su derechismo y
liquidacionismo. Atacaron la política de penetración del partido en grandes
fábricas, llegando a decir que se trataba de «obrerismo». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l),
1984)

Pero esto no es cierto, la postura de la escisión fue clara al menos en sus


primeras publicaciones:

«La verdadera izquierda está siempre donde están los obreros. Afirmar que es
falso que no haya más salida para los revolucionarios, mas dilema que el de
«venderse a los bonzos» o abandonar los sindicatos. La verdad es que hay una
línea, la de luchar dentro de las organizaciones obreras de masas, sin
abandonarlas, para combatir desde las mismas la ideología, la práctica, la
burocracia conciliadoras y colaboracionistas, con la mirada puesta en el
objetivo de ganar a la mayoría de la clase obrera. (…) Defender la línea de que
la aceptación global del Plan de Solidaridad Nacional contra el paro y la crisis
y de la filosofía que lo promueve en el seno de CCOO, llevaría al sindicalismo a
un mayor debilitamiento y descredito. (…) Presupone por tanto una posición
clara de rechazo y denuncia del reformismo inherente al plan». (La Causa;
Publicación comunista, Nº0, julio 1981)

Reivindicar la necesidad de participación en los sindicatos mayoritarios sin


conciliar con la dirección de los jefes sindicalistas amarillistas. Esta era una
política aceptada por el PCE (m-l). La fracción de 1981 amplió la reivindicación
hasta plantear la disolución del sindicato del partido y su integración a CCOO,
algo que la dirección del PCE (m-l) rechazó como una traición pero que se vería
obligado a replantarse en 1983 debido a la falta de apoyos hacia el sindicato del
partido. Ciertamente no ha habido en la historia un partido comunista que sin
gran influencia entre la clase obrera haya podido crear un sindicato alternativo a
los sindicatos amarillos tradicionales ni tampoco que los haya podido ganar
desde dentro, ya que precisamente los sindicatos al ser organizaciones de
masas, muy diferentes al partido en sí, arrastran a elementos de diverso carácter
de madurez ideológica, razón por la cual la Internacional Comunista advirtió
contra las teorías infantiles en el tema de salirse de ellos por reaccionarios o de
tratar de disputar su influencia sin un arduo y paciente trabajo.

«Los comunistas «de izquierda» alemanes creen que pueden responder


resueltamente a esta cuestión con la negativa. En su opinión el vocerío y los
gritos de cólera contra los sindicatos «reaccionarios» y
«contrarrevolucionarios». (...) Pero por convencidos que estén los comunistas
«de izquierda» alemanes del carácter revolucionario de semejante táctica, ésta
es radicalmente errónea y no contiene más que frases vacías. (…) Tampoco
pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy sabias,
importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los comunistas
de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas no pueden
ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito renunciar a
semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar sin falta
«uniones obreras» nuevecitas, completamente puras, inventadas por

184
comunistas muy simpáticos –y en la mayoría de los casos, probablemente muy
jóvenes–, etc., etc. Los sindicatos representaban un progreso gigantesco de la
clase obrera en los primeros tiempos del desarrollo del capitalismo, por cuanto
significaban el paso de la división y de la impotencia de los obreros a los
embriones de unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse la forma superior
de unión de clase de los proletarios, el partido revolucionario del proletariado
–que no merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes con la clase
y las masas en un todo único, indisoluble–, los sindicatos empezaron a
manifestar fatalmente ciertos rasgos reaccionarios, cierta estrechez
corporativa, cierta tendencia al apoliticismo, cierto espíritu rutinario, etc.
Pero el desarrollo del proletariado no se ha efectuado ni ha podido efectuarse
en ningún país de otro modo que por los sindicatos y por su acción concertada
con el partido de la clase obrera. (…) Temer este «espíritu reaccionario»,
esforzarse por prescindir de él, por saltar por encima de él, es una inmensa
tontería, pues equivale a temer el papel de vanguardia del proletariado, que
consiste en educar, instruir, preparar, traer a una vida nueva a los sectores
más atrasados de las masas obreras y campesinas». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

Si miramos las publicaciones de la dirección, hubo una serie de acusaciones


muy graves:

«Al principio solo criticaban: trabamos muy poco en CC.OO –de UGT se
olvidaban–, aceptaban la existencia del sindicalismo revolucionario, la AOA.
Los resultados obtenidos en las candidaturas de unidad de clase les parecían
pocos, tan pocos que ni siquiera supieron ver el avance que suponía para
nuestra posición en el movimiento obrero. Hoy ya ha quedado claro que
buscan: intentar destruir el sindicato: su alternativa al problema de la unidad
es la «unidad sindical»: es decir, la unidad en bloque con CC.OO con la AOA y
después todos juntos con la UGT, o sea la unidad por arriba, la unidad con los
Camacho y Rendondo, la unidad con los traidores a la clase obrera. Algunos
fraccionalistas –en Sta.Coloma– intentaron entrar en bloque en CC.OO (el
entrar en bloque tiene como objetivo no el trabajo con la base sino el asegurar
una poltrona a uno de ellos en la Unión Local de CC.OO de Sta. Coloma–. (…)
Nuestros fraccionalistas tienen ante sí una larga y negra trayectoria de robos
de bienes y denuncias policiacas. Tres en Valencia y dos en Madrid, se
encuentran en la cárcel gracias a la labor policiaca de estos elementos. (…) La
labor de estos elementos es claramente provocadora y policiaca y va a
continuar en otros lugares, especialmente en CC.OO». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Cté. De Cataluña del PCE (m-l); A la clase obrera
y al pueblo catalán, 1981)

Aquí se acusa a los fraccionalistas de intentar hacer entrar en bloque al


sindicato del PCE (m-l): la AOA dentro de CC.OO, el sindicato ligado al PCE
revisionista, a lo que añaden que se intenta hacer «desde arriba», esto es, a
través de actos entre direcciones, sin tener en cuenta a los militantes, y con fines
de asegurarse puestos de poder. ¿No fue este paso el mismo que llevó a cabo dos
años después? ¿No se disolvió la AOA en 1983 sin dar un análisis a la militancia
de las causas de su fracaso? En el texto de 1981 se acusa a los fraccionalistas de
tener una «larga y negra trayectoria» de robo de bienes, en caso de ser verdad:
¿y por qué se dieron cuenta ahora? Se les acusa incluso de realizar labores de

185
denuncia en favor de la policía, en caso de ser verdad: ¿no tendría que
reflexionar el propio Comité de Cataluña por haber dado el carnet a estos
elementos y dejar que manipule al resto? Como vemos el PCE (m-l) adolecía de
una fuerte falta de autocrítica, incluyendo en el tema sindical, de lo cual, sus
enemigos internos y externos se alimentaban.

Todo esto será abordado más adelante cuando veamos la sección titulada: «La
línea sindical y la tardanza en corregir los reflejos sectarios».

Pese a que en estos dos primeros puntos la escisión parecía tener la razón de su
parte en muchos puntos, en el resto como veremos adelante, la escisión
mostraría un franco desviacionismo izquierdista pero sobre todo derechista de
lo más aberrante, muy en conexión con varias de las propuestas de la escisión de
1976.

La cuestión republicana

«Ese problema se planteaba desde dos posturas diversas, más coincidentes: la


de Vicente Pérez Plaza [Venancio Vega] y la de Rafael Blasco Castany [Víctor
Roig], ambos miembros del comité ejecutivo. Para el segundo, había que
rebasar el marco de esa convención para buscar una política de alianzas más
flexible, adaptada a la realidad, teniendo en cuenta las mentalidades de las
masas populares y la existencia efectiva de unas u otras fuerzas políticas,
porque de nada valía aferrarse al señuelo de una alianza con fuerzas
inexistentes. Para Venancio, se trataba, más bien, de que la lucha por la
república encerraba de suyo un enfoque superado, pues significaba combatir
por un objetivo no-proletario, no-socialista, por un cambio de forma de
Estado; y, de hecho, el discurso de la convención había sido –o se había
interpretado como si fuera– una reivindicación de la II República. Venancio
pensaba, al parecer, que, habiéndose desvanecido la coyuntura que había
justificado esa táctica, había que retomar como único objetivo la lucha por el
socialismo. La confluencia entre esas dos posturas venía dada por el hecho de
que, para efectos prácticos, se desembocaba en conclusiones muy similares, o
quizá iguales. Desde una u otra de esas dos posiciones convergentes se
criticaba la reivindicación de una república a secas, sin el calificativo –cuya
repetición se exigía– de «popular y federativa». Un paso ulterior en ese
planteamiento sería omitir lo de «república». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Más allá de las diferencias internas dentro de la escisión de 1981 –que darían
pie a los pocos meses a una escisión dentro de la escisión–, lo que tenían claro
sus cabecillas era en rechazar la cuestión republicana y en condenar la línea
oficial del PCE (m-l) y sus líderes:

«Ódena y Marco han falsificado también la historia de la II Republica


borrando su carácter de clase y presentando a los comunistas como defensores
desde el principio de la república, sin especificar de cual, como unos
republicanos más». (La Causa, Documentos, Octubre 1981)

Y que por tanto:

186
«La camarilla Ódena-Marco, sesenta años después, ha encontrado en el
republicanismo burgués la vía para abandonar el marxismo en la cuestión del
Estado, sin que durante mucho tiempo se notara demasiado». (La Causa;
Publicación comunista, Nº0, julio 1981)

Efectivamente, el PCE (m-l) acabaría naufragando en un republicanismo


pequeño burgués que se hizo innegable a partir de 1986 gracias a la influencia
directa de Raúl Marco y sus planteamientos públicos, esto no es ningún secreto.
Se puede constatar aquella degeneración con los rastros que ha dejado hoy en el
nuevo y artificial PCE (m-l) refundado por Marco en 2006 y sus planteamientos
republicanos actuales. Pero hablando de aquel PCE (m-l) de 1981 no podemos
decir que esto fuese verdad ni mucho menos. Elena Ódena exponiendo las
acusaciones y tendencias de derecha e izquierda de los futuros escisionistas
justo antes de desatarse la polémica, diría:

«Frente al poder monárquico impuesto por la dictadura franquista y por la


oligarquía continuadora, con el apoyo de los partidos colaboracionistas, la
lucha por la república se convertía en una bandera común de lucha y
organización para la inmensa mayoría de nuestro pueblo, como la lucha
contra el franquismo lo había sido en el pasado. (…) Algunos camaradas con
tendencias derechistas siguen pensando que la cuestión de la república es algo
que no debe plantearse hoy, renunciando así a la táctica unitaria sobre la base
de la república, adoptada en el IIIº Congreso de 1979, y dejando al partido
ante la alternativa de, o bien pasar ya directamente a plantear los objetivos
estratégicos del partido, el socialismo o bien adoptar otra táctica –a la zaga
del oportunismo–, de participar en la lucha política sin objetivos políticos
propios en esta fase. Por otra parte también han surgido planteamientos
«izquierdistas» acerca de la inutilidad de la táctica republicana, ya que lo que
se trata actualmente es de plantear ya a las amplias masas la lucha por el
socialismo como cuestión inmediata. Como vemos, aunque partiendo de
posiciones aparentemente opuestas, ambos puntos de vista coinciden en
oponerse más o menos abiertamente a la táctica del partido». (Elena Ódena;
La táctica del partido y la lucha por la república, 1980)

Como se puede leer en el último congreso, en el cual fueron participe tanto los
líderes de la dirección como los miembros de la futura escisión –entre los cuales
había grandes cargos de la dirección de entonces–, en la cuestión republicana se
fue muy claro:

«Nuestro partido tiene una táctica y una estrategia. La táctica es la de luchar


contra la monarquía, contra el fascismo, por los derechos democráticos y por
la República. La estrategia es la revolución, el socialismo, el comunismo. Pero
entre ambas no existe ninguna muralla de China. La experiencia
revolucionaria muestra que en el proceso mismo de la lucha ambas se funden,
pues las tareas democráticas antiimperialistas, antifascistas, se entrelazan con
las de la revolución socialista. Una de las claves para acelerar el proceso
revolucionario en nuestro país radica en establecer hoy una táctica adecuada
para poder ampliar y reforzar la más amplia unidad antifascista y
republicana, es decir, concretar nuestra política de alianzas en objetivos
concretos de la lucha antifascista y antiimperialista». (Partido Comunista de

187
España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

Por supuesto en la España monárquica, régimen además designado por el


fascista Franco, la cuestión republicana es una cuestión pendiente que no se
puede olvidar, que siempre es de actualidad. La diferencia entre los marxistas y
los oportunistas es como se plantea la lucha por la república, desde una
perspectiva de clase:

«El Partido no puede dejar en ningún caso ni lugar, por muchas condiciones
específicas que haya que tener en consideración, de ligar las reivindicaciones
concretas de cualquier índole que sean, a las posiciones de clase y perspectivas
de lucha contra el poder reaccionario y por el socialismo. De lo contrario,
estamos limitando y rebajando el papel del partido al de cualquier otra fuerza
política: revisionista, socialdemócrata o burguesa y oportunista. (…) O nos
colocamos a la zaga del oportunismo y la burguesía; o defendemos las
posturas de clase de nuestro partido». (Elena Ódena; El partido que
necesitamos, 1984)

De hecho, desde el PCE (m-l), se atacaba la concepción republicana reformista y


pequeño burguesa que aborda el concepto de republicanismo desde una óptica
abstracta, romántica e idealista:

«Más al enarbolar estos colores, el partido no lo hace para identificarse con


las fuerzas republicanas, ni con los gobiernos republicanos que ha tenido
España. No cae en el error de hacer un mito de la república, no pretender
hacer volver hacia atrás la historia. Sabemos que las crisis revolucionarias,
siempre que la dirección del movimiento ha recaído en manos de la burguesía
reformista, han acabado en pseudorevoluciones que, a su vez, han abierto paso
a la contrarrevolución. Por ello el partido vincula en todo momento la
consigna republicana con las tareas fundamentales de la revolución. No coloca
la lucha de la república en un cajón y la lucha contra la oligarquía como clase
en otro. No separa la cuestión de la república de la lucha por la independencia
nacional, por el derecho de autodeterminación de las nacionalidades, por las
conquistas revolucionarias que el proletariado y las masas pobres del campo
anhelan y, en definitiva, por el socialismo. (…) En España en el momento
actual, la política de Frente Unido que se concretiza en su sentido más amplio,
en la lucha por la república que el partido la sitúa en la perspectiva
revolucionaria y entendiendo por república, no sólo e incluso no tanto, la
forma de gobierno, como el conjunto de transformaciones que la unen a un
contenido de clase determinado». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Sobre las alianzas a contraer en los frentes, sobre los defectos que se habían
detectado y las repercusiones que podían llegar a tener, se decía:

«La Convención Republicana de los Pueblos de España, en los últimos meses,


no ha respondido suficientemente a las necesidades objetivas del movimiento
popular y republicano. En general se ha venido repitiendo el mismo
desenfoque: actividad febril durante unos días o semanas, especialmente
agitativa, cada vez que hay una campaña o surge una lucha, y cuando ésta

188
cede, un estancamiento y desinterés, por las cuestiones organizativas así como
por las políticas y prácticas. Este activismo, reduce dichas actuaciones a puros
actos testimoniales sin ningún peso organizativo en el movimiento de masas.
El complemento a este desenfoque es el subjetivismo y el triunfalismo,
consistente en enmascarar los errores diciendo que el pueblo es republicano.
Esta afirmación desligada de un trabajo político cotidiano que se enfrente con
los problemas concretos de las masas, no pasa de ser una actitud estéril, que
aisla». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

En relación a los fraccionalistas, se decía en 1981:

«Todos ellos –desde los oportunistas hasta los socialdemócratas– sostienen


que no hay que reivindicar por medio de la lucha revolucionaria hasta el fin de
los postulados democráticos, que se debe prescindir de la consigna de luchar
por la República y no ponerla en primer plano, o que no debemos poner en
primer plano la lucha contra el fascismo, o que debemos apoyar la
constitución y el régimen monárquico, etc. (…) Es en este sentido que se deben
interpretar las referencias unitarias por parte de algunos camaradas respecto
al Movimiento Comunista de España (MCE), a grupos nacionalistas burgueses
y a otros oportunistas, las referencias en este punto a la necesidad de combatir
el sectarismo y a las posibilidades de un amplio trabajo conjunto, cuando el
problema actual de la Convención Republicana son las amplias masas y no los
grupúsculos. (…) El replanteamiento de la política de alianzas del partido
hacia el que algunos quisieran ir, acarrearía automáticamente el abandono de
la lucha consecuente por la República y contra el imperialismo ruso. Y esto es
totalmente inaceptable para el PCE (m-l). Otra cosa es el atraernos y trabajar
sin sectarismo con miembros honrados de la base de esos grupos y partidos.
Sobre estos problemas concretos –lucha contra la OTAN, o contra las bases
yanquis– podemos coincidir parcialmente con ellos. En ese caso, nuestra
política debe consistir en plantear nuestras iniciativas sin colocarnos a la zaga
de las posiciones de esos grupos, planteándolas claramente y defendiéndolas
para intentar que se recojan en los acuerdos que puedan adoptarse. Si esto no
fuera posible, se puede llegar a un compromiso que sea lo más favorable a
nuestras posiciones. Pero en todo momento se debe garantizar nuestra
libertad de acción para poder intervenir con todas nuestras posiciones y
debemos colocar en primer plano nuestra labor de cara a las amplias masas».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Comité
Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Incluso se recordaba las consecuencias de caer en los errores que el antiguo y


glorioso Partido Comunista de España (PCE) había cometido en el pasado:

«En el caso de España, tenemos también nuestras propias experiencias, siendo


la más importante la del Frente Popular antes y durante nuestra Guerra
Nacional Revolucionaria (1936-1939), que fue un Frente Unido que agrupó a
todos los revolucionarios, demócratas y patriotas contra el fascismo y la
intervención extranjera. Esta experiencia debemos tenerla muy presente, pues
en este período aparte de los indudables avances que se consiguieron para las
masas populares, el PCE cometió errores de oportunismo y falta de visión que
le impidieron ejercer la dirección del Frente Popular, así como mantener

189
consecuentemente una política independiente en algunas cuestiones de vital
importancia, lo cual condujo a que dicho Frente no desempeñara su verdadero
papel, se resquebrajara y finalmente fuera roto». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

Por tanto:

«1) Que la unidad antifascista ha de efectuarse con aquéllos que, de un modo u


otro, desde una u otra plataforma, se oponen al fascismo y la reacción, y no se
compinchan en modo alguno con él en ningún terreno.

2) Que para lograr la unidad antifascista y republicana, es preciso denunciar


y asilar a aquéllos que, desde el terreno de la izquierda, con demagogia y doble
juego, pretender llevar al pueblo a unirse con sus propios enemigos, es decir,
con la derecha reaccionaria de todo pelaje». (Elena Ódena; Por encima de una
izquierda monarquizada: Con claridad y audacia, forjemos la unidad
antifascista y republicana, 1979)

Por tanto: que los líderes de la escisión de 1981 acusasen de promulgar ilusiones
republicanas pequeñoburguesas a la dirección del PCE (m-l) no era justo, pero
que se quejasen de la táctica del partido sobre tal cuestión, cuando ellos mismos
habían aprobado tal táctica en 1979, era además una actuación ridícula.

En el informe del Comité Ejecutivo al Comité Central de febrero de 1981.


Precisamente se señalaban las distorsiones sobre el frente en la cuestión
republicana. Distorsiones que son muy clásicas como el lector podrá comprobar:

«La Convención Republicana (CR) está en una situación organizativa desde


hace tiempo y viene arrastrando una serie de problemas de acción, de
organización, de funcionamiento y de dirección política que obligan a un
análisis en profundidad de los mismos. (…) El largo período de inactividad y
estancamiento de la CR. (…) Se dan diversos problemas entre camaradas del
partido en relación con CR. Estos son de tres tipos: confundir el partido y la
CR; considerar que la tarea de levantar la CR no concierne a todo el partido; y
considerar que Convención Republicana es una organización totalmente
independiente del partido. El primero es peligroso pues conduce, bien a
liquidar la CR como tal y a hacer de ella una prolongación del partido, bien a
difuminar y diluir el partido en la CR –aunque actualmente esto no se da–. El
segundo es decir, considerar que la tarea de levantar CR no concierne a todo el
partido, es fruto de la confusión que se da entre camaradas al entender que
esta tarea, impulsar la unidad popular republicana, les corresponde
únicamente a quienes componen una comisión o un activo designado a esta
tarea específica. Este desenfoque, de persistir, conduce a que la política de
unidad republicana no llegue a todas las masas a las que llega el partido, y por
tanto que la CR crezca a cuentagotas. (…) Tercero, considerar que la CR es una
organización totalmente independiente es tan peligroso como su opuesto. Ello
conduce inexorablemente a dejar la CR sin la dirección del partido de la clase
obrera y por lo tanto a ponerla bajo la dirección de otra ideología y de otra
clase». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del
Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

190
Como apunte: en los escritos de Elena Ódena durante 1976-1985 precisamente
hace hincapié en que el partido no puede basar todos sus esfuerzos de alianzas
en el republicanismo, sino que se debe prestar atención a las luchas
antiimperialistas, a la cuestión de la CEE, al desempleo, a los problemas
juveniles, etc. Unas advertencias que a partir de 1986 serían abandonadas como
incluso denunciarían varias organizaciones desde el exterior.

Política de alianzas y trato al resto de organizaciones

Conectando con lo anterior, en el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979, se decía
sobre las alianzas, el rol y las tareas del partido:

«Los marxista-leninistas a la hora de formar alianzas con otros partidos u


organizaciones debemos tener presente cuales son los intereses de la clase
obrera y cuál es el objetivo final de la lucha revolucionaria, así como quién
asegura el papel dirigente en la alianza. En ningún caso el partido del
proletariado puede disolverse en la alianza. Por el contrario, debe asegurar,
conservar e imponer en todo momento su independencia ideológica, política y
organizativa, así como la libertad de actuar también por cuenta propia, lo cual
no entra en contradicciones con desarrollar una paciente labor de orientación
y educación hacia nuestros aliados, así como el hacer continuos esfuerzos por
conservarles y hacerles avanzar en el marco de la influencia de nuestra
política». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Los líderes de la fracción de 1981 se levantaron en contra de la concepción del


PCE (m-l) sobre la postura a tomar hacia el resto de otras organizaciones:

«El PCEml había auspiciado en la transición una Convención Republicana,


que momentáneamente alcanzó alguna vitalidad y atrajo a algunos grupos
políticos del residual republicanismo burgués. En 1980, tras el plebiscito
constitucional, se desmoronó. Vino a ser un duplicado más del propio PCEml.
Estaba claro que esa política de alianzas ya no funcionaba. Había que
proponer otra. ¿Cuál? (…) Relacionado con el anterior era el de decidir qué
postura habría que adoptar frente a otras formaciones a la izquierda del PCE,
como la LCR y el MC. Los disidentes proponían llegar a acuerdos con ellos,
principalmente en el movimiento antiimperialista y anti-NATO. Estábamos en
los prolegómenos de la gran movilización de años posteriores contra el ingreso
en la alianza atlántica del Reino de España». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

De igual modo el renegado Raúl Marco recuerda:

«Estos elementos pretendían revisar y modificar la línea adoptada en el IIIº


Congreso del PCE (m-l) de 1979. Pero en vez de plantear sus opiniones en sus
organismos y allí discutirlas, cosa que está perfectamente contemplado en el
partido, prefirieron actuar a la «chita callando», como suele decirse, pues sus
problemas, sus objetivos iban más allá de la crítica partidaria. Objetivos que,
naturalmente, no se atrevían a plantear: pretendían la liquidación del trabajo
revolucionario frentista, todos ellos participaban en diferente grado en la

191
Convención Republicana, ocultación o dejación del partido, para lograr la
«unidad» con otras fuerzas». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la historia
del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

Ya que Raúl Marco no da pruebas concretas lo haremos nosotros. En concreto la


postura de la escisión de 1981 fue un acercamiento al Movimiento Comunista
(MC) y a Herri Batasuna (HB):

«Personalmente creo que el MC, junto con Herri Batasuna. (…) Es el grupo
más importante hoy a la izquierda del PCE y se reclama del comunismo, (…) El
MC destaca por su indefinición ideológica: se consideran y definen marxistas,
radicales y nacionalistas a la vez, rechazan el término marxista-leninista y en
algunos textos atacan a Stalin». (La Causa; marzo 1982)

En otra ocasión la escisión proclamaba nada más y nada menos, ¡que no veía
contradicciones entre ETA y el marxismo-leninismo!:

«Por lo que yo conozco no puedo decir en que la estrategia de ETA, el


programa del KAS o la política de Herri Batasuna es criticable desde el punto
de vista marxista-leninista». (La Causa; marzo 1982)

He aquí el bajo nivel teórico de estos pretendidos «líderes marxistas» que


querían rescatar al PCE (m-l).

Sobre el carácter ideológico de ETA: sin un partido bajo una unidad ideológica y
de acción monolítica, pese a la parafernalia lingüística para aparentar ser
revolucionarios y tener influencia marxista, no existía una cohesión ideológica
en este tipo de grupos; el extremo faccionalismo y las escisiones era el pan de
cada día, ya que ni siquiera oficialmente se seguía una línea ideológica clara ni
se regían por el centralismo democrático para garantizarlo. En el caso ideológico
de ETA, si observamos su progreso ideológico desde sus inicios: hubo
tendencias desde el nacionalismo burgués, pasando por el trotskismo, el
maoísmo, el anarquismo, el tercermundismo hasta el actual socialdemocratismo
han estado presentes en toda su teórica y actuar que queda corroborado en su
estrategia y táctica, en todas las corrientes oficiales expulsadas a lo largo de su
historia que evidencian las luchan internas en cuadradas en estas ideologías
reaccionarias, en la deriva actual tanto de ETA como de la izquierda abertzale
que en algún momento han sido afines a ETA. Esto también lo vemos en el caso
de otras bandas armadas análogas de la época como podrían ser las Brigadas
Rojas de Italia, con una mezcolanza ideológica atroz.

En ETA tenemos un caso de extremo fraccionalismo a causa de una mezcolanza


ideológica no definida, facilitando la infiltración de elementos de todo tipo,
tanto de antimarxistas como provocadores. Esta debilidad en el ámbito
ideológico, hacía muy común las pugnas arribistas por interés fraccionales y
personales, facilitaba además que los servicios secretos de los países donde
operaban se infiltraran en la organización –véase casos como el de Mikel
Lejarza alias Lobo– logrando o bien vender a sus dirigentes a la policía o utilizar
a los elementos más volubles para azuzar desde dentro a que se cometieran
actos aventureros para interés de los gobiernos de turno u de otras fuerzas
burguesas. Recordemos que el terrorismo ha jugado una baza fundamental en

192
los gobiernos de Italia, España, Alemania para desviar la atención pública de los
problemas del capitalismo, criminalizar a los verdaderos marxista-leninistas y
fortalecer la unidad de las fuerzas políticas burguesas en conjunto con el uso y
abuso de la fuerza y leyes represivas.

Sobre la estructura sin partido de ETA: como en casi todos los casos de banda
armada y agrupaciones guevaristas o filoguevaristas europeas, no existía ni
partido ni centralismo democrático que dirigiera a estas «guerrillas urbanas»,
algunos decían que estaban pensando en la creación del partido comunista, o en
el mejor de los casos si existían estos partidos pero no eran tenían ninguna labor
en sus brazos armados, siendo estos últimos autónomos o bien eran estos los
que dirigían al partido; y es que, y como hemos reiterado en nuestros
documentos, lo normal en estas organizaciones es que las «guerrillas urbanas»
dirigieran la política del resto de organizaciones con las que estaban conectadas,
incluyendo organizaciones de masas y partidos. En estos casos, el eclecticismo
ideológico se reflejaba también en el terreno de las ramas organizativas –la
rama política, sindical, asociaciones juveniles, etc.–, dándose una rivalidad y
cada vez una mayor independencia de pensamiento y acción en sus diferentes
estructuras, por ejemplo: el caso de la misma ETA en que primero se dividió
para luego dar lugar al establecimiento de organizaciones separadas, ETA
(militar) y ETA (político-militar).

El carácter terrorista de sus acciones: ETA se manejaba bajo: a) una repetición


de la tesis anarquista de que «la historia la hacen los héroes», es decir un grupo
reducido y conspirativo no las masas; b) no toma en cuenta las condiciones
objetivas ni subjetivas para el desencadenamiento de la violencia, ni siquiera se
tiene una perspectiva clara de cómo se tomará el poder; c), se incita a la
pasividad de las masas , que deben esperar a las prácticas terroristas de estos
«grupos de héroes» para cambiar la situación política, y solo se concibe esta
forma de lucha para que la masa, la «muchedumbre» no sufra las consecuencias
de la contrarrevolución; d) se niega al proletariado como clase de vanguardia,
fundiéndolo con la llamada masa, ya que como a otras clases sociales tampoco le
encuentran potencial para iniciar la revolución a diferencia de los llamados
«héroes» de distintas clases sociales que conforman la «guerrilla urbana». Esta
forma de pensar se reflejaba en una metodología de: secuestros, bombas en
embajadas, asesinatos selectivos o coches-bomba, la muerte de más civiles que
de sus «objetivos» en los atentados que fueron un clásico en la historia de ETA y
chocaban con la incomprensión de las masas y su rechazo.

He aquí lo que nos dice de las relaciones ETA-PCE (m-l) de la época un testigo
directo:

«Respecto a la crítica del PCE (m-l) a ETA en sus comienzos, sí que se hacían,
sobre todo a ETA (militar), con ETA (político-militar) había una mejor
relación, inclusive en la cárcel de Carabanchel, había un trato afable, con los
«poli-milis», no así con los «militares». Éstos últimos eran unos seres
extrañísimos. Tu observabas a las otras organizaciones: fueran anarquistas, el
propio PCE revisionista, trotskistas, nosotros el PCE (m-l)/FRAP, y veías la
«Unitaria», la comuna donde se reunían, y prácticamente todos sus
componentes leían, debatían, discrepaban, jugaban al dominó, etc., pero los
militares se dedicaban más a la gimnasia y a prepararse militarmente, en

193
todo caso jugaban al dominó y bebían vino –que estaba prohibido, era ilegal,
pero como eran ETA... aunque todo sea dicho a nosotros también nos servían
vino en la mesa, como éramos los «guapos» nos permitían eso, cosa que a los
presos comunes no–. ¡Y esta gente no leía nada, no discrepaba nada! Todo era
a piñón fijo, eran nacionalistas, se creían mejor que nadie, y se acabó. A mi
uno de ETA al preguntarme de donde era dije que era aragonés, me dijo con
una sonrisa como vanidosa «¡Hostia, casi vasco!». Fíjate de que palo van. El
nacionalismo en general en el PCE (m-l) lo teníamos arraigado como enemigo
del comunismo». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a
Bitácora (M-L), 2019)

La escisión de 1981 pretendía adoptar una postura conciliadora con los grupos
trotskistas, jruschovistas y maoístas, tenderles la mano sin condiciones, estos
líderes pretendían aprovechar que se podían coincidir en ciertos temas –como
la oposición a la OTAN–, para tranzar alianzas a largo plazo incluso en temas en
los que era imposible que se coincidiera –como el apoyo al Pacto de Varsovia de
los jruschovistas, la «revolución permanente» de los trotskistas o la visión
tercermundista de los maoístas–, obligar al partido a una «tregua ideológica»
por dichas coincidencias temporales, y de cara al futuro, tras acercarse y
«tender puentes», plantear a la dirección la «necesidad histórica» de consumar
la fusión con alguna de dichas organizaciones. Exactamente lo mismo que ya
habían intentado los disidentes de 1976 por ejemplo. Era un indicio claro de
liquidacionismo, por supuesto para llegar a la liquidación en lo organizativo se
necesita antes liquidar el componente ideológico.

Para los integrantes de la escisión de 1981 incluso proclamaban que la irrupción


de los nuevos feminismos, los nuevos nacionalismos, eran la savia nueva para la
revolución:

«Contrastando con este panorama aparecen y cobran nueva dimensión una


serie de movimientos sociales que vienen a surtir de una nueva savia
revolucionaria, aunque sea de forma parcial, a la izquierda europea. El
ecologismo, los movimientos pacifistas, el nacionalismo revolucionario, el
feminismo, etc. Son fenómenos nuevos y no nacidos precisamente de la
ortodoxia comunista, sino más bien al contrario, de la disidencia y de unas
convenciones mucho más amplias de miras que las que sustentas las diferentes
fracciones ideológicas en las que se halla dividido la actualidad del
movimiento comunista internacional». (La Causa; marzo 1982)

Creo que ningún individuo en su sano juicio se atrevería a decir esto sin tener
miedo a quedar desacreditado, a no ser que se trate de un pseudomarxista que
en su ceguera se cree marxista como tal y piensa que estas afirmaciones con
conjugables con un respeto a los principios marxistas. Si vemos en la actualidad
la deriva que han tenido tanto el nacionalismo como el feminismo, podemos
afirmar que en general, y en España en concreto, suponen dos de los obstáculos
para los autodenominados comunistas, ya que se han fundido con las teorías y
praxis idealistas de ambas corrientes, siendo cada elemento y sobre todo cara
grupo comunista una caricatura ante las masas, no siendo por tanto, tomados
en serio como una alternativa a sus problemas cotidianos ni tampoco como
alternativa al capitalismo para los revolucionarios más ilustrados.

194
Como consecuencia de estas concepciones, aparte de dividirse la escisión de
1981 en varios grupos, muchos de ellos se reintegraron de forma meteórica en
los partidos reformistas de entonces. De nuevo al igual que hicieron muchos de
los líderes de la escisión de 1976:

«Apenas un año después de su expulsión del Partido por el Comité Central, casi
todos los cabecillas de la fracción y el complot han ingresado en CC.OO., o en el
PSOE, o el MCE, y ocupan incluso algunos puestos remunerados en
ayuntamientos donde el alcalde es «socialista», por ejemplo, Alcira y
Algemesi». (Elena Ódena; Situación y tareas del partido ante nuestra IIIº
Conferencia Nacional, 1982)

La cuestión de la URSS revisionista y socialimperialista

Desde la dirección oficial del PCE (m-l), sobre esta cuestión, se decía:

«En el plano ideológico, la URSS, transformada hoy en un país imperialista,


utiliza el prestigio de la Revolución de Octubre de 1917, de Lenin y Stalin, para
intentar conservar su influencia entre la clase obrera y las masas
trabajadoras en todo el mundo. Se sirve no sólo de sectores de los partidos
revisionistas, sino también de grupos oportunistas, aventureros y de algunos
elementos inestables e inseguros en el seno del mismo movimiento marxista-
leninista». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del
Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Denunciando el rebote de grupos afines al revisionismo soviético, se decía:

«En el terreno político, los hechos no han venido más que a confirmar la
intensificación de la actividad y el surgimiento de nuevos grupos prorusos. (…)
Por otro lado hemos asistido a la operación de transformismo político del
Movimiento Comunista de España (MCE) que ha dado un acrobático viaje en
su ya larga carrera oportunista, cambiando sus furibundos ataques al
socialimperialismo soviético en el tono de «superpotencia ascendente y más
peligrosa que los yanquis», «enemigo principal», etc., tal como les dictaban
desde China los artífices de la nefasta «teoría de los tres mundos», por veladas
alabanzas y descaradas alianzas con los grupos más claramente prorusos, a
los que hacen coro en la negativa a denunciar el Pacto de Varsovia, todo ello
convenientemente aderezado con supuestas «habilidades» tácticas para
encubrir la verdadera naturaleza de sus posiciones prorusas». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Comité Ejecutivo al
Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Y en relación a la actividad del grupo fraccionalista, que proponía reconsiderar


la cuestión de la URSS y acercarse precisamente a los grupos como el MCE que
estaban mudando a posiciones prosoviéticas, se comentaba:

«Hay que decir que algunos camaradas no siempre han mantenido la


necesaria vigilancia ideológica frente a sus intentos de penetrar no ya en
nuestro partido sino en el área de influencia de masas de nuestro partido. Es
esa una forma oportunista, simplista y derechista de concebir nuestra política
de alianzas, por cuanto que estos grupúsculos o individuos no sólo no

195
representan en nuestro país ninguna corriente de opinión de importancia, ni a
corto ni a medio plazo, sino que además su objetivo fundamental suele ser
atacar las posiciones y actividad de nuestro partido». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Informe del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité
Central, febrero de 1981)

Como apunte, el MCE acabaría fusionándose en 1991 con la que fue


seguramente la organización trotskista más famosa de la época franquista: la
Liga Comunista Revolucionaria (LCR). La postura del MCE sobre la URSS en
1981 era la misma que viejos partidos maoístas habían empezado a reconsiderar
como el Partido Comunista de España (Reconstituido) en 1978. Era una táctica
destinada para acercarse al público más inmaduro ideológicamente hablando, el
cual mantenía ilusiones sobre la URSS, con el fin claro de atraerlos a la
militancia y tratar de salvar así su ruina en cuestión de influencia y militancia.

Este repunte del jruschovismo también tuvo su influencia directa en la


deserción de algunos grupos y partidos marxista-leninistas:

«En el terreno internacional nuestro partido ha mantenido una estricta


vigilancia al respecto y ha sostenido una actitud vigilante y de combate
ideológico contra las corrientes maoístas y prorusas, que larvadamente se han
venido manifestando en algunos partidos y organizaciones marxista-
leninistas, en especial en los que se refiere en Chile y en Italia
respectivamente». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Informe del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Sonadas fueron las deserciones del Partido Comunista de Gran Bretaña


(Marxista-Leninista) encabezado por Reg abedul, o el Partido Comunista de
Italia (marxista-leninista) liderado por Fosco Dinucci convirtiéndose ambos en
abiertos defensores del revisionismo soviético. Este fue un problema al que
Enver Hoxha dedicó varias de sus reflexiones en 1978 y 1979 como puede verse
en sus obras completas.

Por último, el Comité Ejecutivo del PCE (m-l) pasó a criticar los errores en la
táctica a adoptar hacia el socialimperialismo soviético en relación con el trabajo
de masas:

«Debemos tener en cuenta, en este trabajo, que el desenmascaramiento de la


verdadera naturaleza del socialimperialismo, dista mucho de ser algo ya
logrado y que existe una confusión al respecto entre nuestro pueblo y en
particular entre la clase obrera. Es por tanto imprescindible intensificar
nuestra denuncia en todos los terrenos del socialimperialismo ruso,
promoviendo incluso actos en que denunciemos sus actividades imperialistas
agresivas. (…) Estemos vigilantes para no cometer dos tipos de errores que en
algunos casos se han dado. Por un lado, el consistente en ignorar o no
participar en los comités, o mesas de fuerza o como quieran llamarse,
promotores de iniciativas antiimperialistas, donde estén presentes los grupos
prorusos. O bien otra variante, también errónea, consistente en estar presente,
pero aceptando sin más: sin librar batalla en torno a que en las actividades
antiimperialistas debe denunciarse a la otra superpotencia. Nuestra táctica
debe consistir en estar presente en toda iniciativa que vaya dirigida contra el

196
imperialismo yanqui, buscando, por nuestra parte, que en ellas participen los
más amplios sectores de masas posibles y librando batalla para que la lucha
contra el imperialismo yanqui vaya unida a la denuncia de la otra
superpotencia». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe
del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Si miramos como describen el problema otros antimarxistas afines a la escisión


de 1981, exactamente veremos que estos fueron los puntos cardinales de este
tema concreto referido a la URSS:

«Un tercer problema –relacionado con el que acabo de mencionar– era el del
presunto socialimperialismo ruso «la otra superpotencia» en la terminología
tardo-maoísta, a la que se atenía con frenesí el PCEml, a pesar de haber
repudiado poco antes el pensamiento de Mao Zedong. El MC, que había
desbordado en delirio pro-chino al propio PCEml, ahora se daba cuenta de que
tal discurso lo alejaba del sentir de las masas –y, sobre todo, de los sectores de
las masas susceptibles de movilizarse contra el imperialismo yanqui y sus
aliados atlánticos–; conque, dando un bandazo, pasó a cesar sus ataques al
Pacto de Varsovia y al bloque soviético. Si, en el movimiento antibelicista y
antiimperialista, quería el PCEml llegar a algún entendimiento con otras
sensibilidades, tenía que arrinconar –o al menos rebajar– la grotesca retórica
antirrusa que mantenía siguiendo la batuta del declinante líder albanés Enver
Hoxha». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

En honor a la verdad, si consultamos los documentos de entonces, no todos los


líderes de la escisión de 1981 pretendían rehabilitar al revisionismo soviético, no
todos pretendían adoptar las tesis de los socialimperialistas soviéticos sobre que
la URSS de los jruschovistas y sucesores seguía siendo «internacionalista» y
«socialista», pero gran parte de las publicaciones podemos ver opiniones
favorables y ruegos para reconsiderar la unificación con los grupos
prosoviéticos. Dentro de la escisión de 1981 hubo disputas como se pueden ver
en las publicaciones de «La Causa», ya que otros rechazaban que la URSS de
Jruschov, Brézhnev y comparsa fuese socialista, pero a su vez también negaban
que la de la época de Stalin también lo fuese.

Esta es una táctica mezquina que da a entender que a las dirigencias de estos
grupos les importa más la cantidad que la calidad, no importándoles que los
nuevos integrantes sean férreos eclécticos. Una vez rehabilitada esta corriente,
el castrismo, el maoísmo, el trotskismo, el eurocomunismo y cualquier otra,
también serían bienvenidas si a la cúpula oportunista le conviene. No nos
pararemos a explicar punto por punto porqué la URSS posterior a 1953 se
convirtió en un país capitalista y de tipo socialimperialista ya que ha sido
expuesto en varias de nuestras obras. Véase la obra: «Algunas cuestiones
económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su
carácter socialimperialista» de 2016.

De nuevo la cuestión de Stalin sobre la mesa

La escisión de 1981 calificaba al dúo Marco-Ódena de «maoístas» –pese a ser


los principales culpables de la desmaoización del PCE (m-l)– a modo de insulto.
El elegir este calificativo se debía seguramente al hecho de que se quería

197
aprovechar el descrédito general que estaba sufriendo el maoísmo desde finales
de los 70, siendo una corriente totalmente desprestigiada ante las masas
trabajadoras y ante los revolucionarios. Con ello se intentaba desprestigiar a la
dirección del PCE (m-l) acusando a sus dirigentes de tener rasgos de una
corriente en decadencia. Pero lo cierto es que los líderes de la escisión de 1981
eran los que realmente tenían concepciones maoístas, especialmente sobre
Stalin:

«La concepción defendida por Stalin –y su consiguiente materialización–


acerca de la extinción de la lucha de clases en la URSS, entendido, por tanto,
que la misma ha dejado de ser el motor de la historia en una «patria
socialista», para pasar a ocupar su papel como generador del proceso de
consolidación del socialismo en la URSS y «el desarrollo de las fuerzas
productivas» o, «más claramente el puro desarrollo económico, industrial y
armamentístico, con el consiguiente rechazo a la lucha ideológica y política en
el seno de la URSS». (La Causa; marzo 1982)

Invenciones al más puro estilo trotskista que lanzan la calumnia de que Stalin
jamás trató las contradicciones en la sociedad socialista, o que en 1936 oficializó
«la abolición de las clases» y dio por «suspendida la lucha de clases». Tesis
esgrimidas por Mao:

«En 1936 Stalin habló sobre la eliminación de la lucha de clases, pero en 1939
se llevó a cabo otra purga de contrarrevolucionarios. ¿No era esto lucha de
clases también?». (Mao Zedong; Conversación en el informe de reunión, 24 de
octubre, 1966)

Igual que la acusación de que Stalin no prestaba atención a la lucha ideológica y


la revolución cultural:

«En fin, Stalin no destaca más que tecnología y los cuadros técnicos. Sólo
quiere la técnica y los cuadros. Ignora la política y las masas. También aquí
camina con una sola pierna. En el dominio de la industria pone el acento sobre
la industria pesada y descuida la industria liviana. De nuevo camina con una
sola pierna». (Mao Zedong; Acerca de los «Problemas económicos del
socialismo en la Unión Soviética» de Stalin, 1958)

¿Pero esto fue así?:

«Denunciando la teoría oportunista de la «extinción» de la lucha de clases a


medida de nuestros éxitos, el camarada Stalin añadió:

«No solamente es una teoría oportunista, sino también es una teoría peligrosa,
pues ella adormece a nuestras gentes, las empuja hacía una trampa, mientras
ofrece al enemigo de clase la posibilidad de recuperar sus fuerzas y luchar
contra el poder soviético». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre los
defectos del trabajo del partido y sobre las medidas para liquidar a los
elementos trotskistas y demás elementos de doble cara; Informe y discurso de
clausura en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique)
de la Unión Soviética, 3 y 5 de marzo de 1937)

198
En la Unión Soviética, las clases explotadoras fueron deshechas y eliminadas,
pero aún subsisten vestigios de la ideología burguesa, vestigios de la psicología
y de la moral de la propiedad privada; subsisten los partidarios de los puntos
de vista y de la moral burguesa, personas que viven encubiertos en nuestro
pueblo». («Pravda»; Espías y cobardes asesinos bajo la máscara de médicos y
profesores, 13 de enero de 1953)

En este magnífico artículo, el autor anónimo –Vicent Gouysse afirma que


seguramente se trata de Stalin–, ataca la falta de vigilancia y autosatisfacción de
los cuadros:

«El camarada Stalin ha advertido numerosas veces que nuestros éxitos tienen
asimismo su aspecto negativo, que engendran en muchos de nuestros
militantes responsables un estado de ánimo de placidez y cándido optimismo.
Entre nosotros encontramos aún bastantes despreocupados. Precisamente esta
despreocupación de nuestras gentes constituye el terreno favorable para el
sabotaje criminal. Las relaciones socialistas dominan completamente en la
Unión Soviética. En la gran guerra patria el pueblo soviético ha obtenido una
victoria sin par en la historia. En un plazo extraordinariamente corto, las
graves consecuencias de la guerra han sido reparadas. En todos los sectores de
la edificación económica y cultural, obtenemos éxitos. De estos hechos algunos
sacan la conclusión de que el peligro del sabotaje, de la diversión, del espionaje
se encuentra ya actualmente descartado: que los magnates del mundo
capitalista pueden renunciar a sus intentos de realizar una actividad de zapa
contra la Unión Soviética. Pero sólo oportunistas de derecha, gentes que se
atienen al punto de vista antimarxista de la «extinción» de la lucha de clases,
pueden pensar y razonar de esa manera. No comprenden o no pueden
comprender que nuestros éxitos conducen, no a la extinción de la lucha, sino a
su agravación, que cuanto más progresemos con éxito más aguda será la
lucha de los enemigos del pueblo, condenados a perecer, abocados a la
desesperación». («Pravda»; Espías y cobardes asesinos bajo la máscara de
médicos y profesores, 13 de enero de 1953)

El proclamar que Stalin no tuvo interés en la cuestión ideológica y en la cultura


solo pueden decirlo los que ignoran la obra del bolchevique y concretamente sus
últimas obras. Es cierto que muchos de los últimos discursos y artículos de
Stalin –años cuarenta y cincuenta– no son bien conocidas entre el público
debido a que la compilación y traducción a otros idiomas de sus obras fue
paralizada a la llegada de los jruschovistas. Pero en la era del internet se puede
encontrar una gran cantidad de sus obras en español, en inglés y ruso sobre este
último período que desmontan estos mitos del revisionismo. Si se miran obras
generales del Partido Comunista de la Unión Soviética como «Materialismo
histórico» de 1950, se podrá comprobar que esto que aquí se afirma es una
soberana estupidez, fruto de calumnias maoístas, que pretendían erigir a Mao
como un genio que comprendía dialécticamente la lucha de clases como nadie, y
que dejaba a Stalin como un torpe metafísico que descuidó la lucha en este
campo:

«Bajo el socialismo todavía hay una diferencia en el grado de conciencia


socialista entre el partido comunista, la vanguardia de los trabajadores y las
grandes masas de trabajadores. En vista de esto, sigue existiendo la necesidad

199
de elevar a amplios sectores de la gente trabajadora al nivel de conciencia de
la vanguardia. (...) La conciencia del pueblo soviético, así como la conciencia
pública de la gente de otras épocas, se está retrasando peculiarmente en el
desarrollo de las condiciones de la vida material de la sociedad. Este retraso de
la conciencia se expresa en el hecho de que las viejas, obsoletas ideas,
actitudes, hábitos y tradiciones continúan viviendo incluso cuando las
condiciones que las originaron ya han cambiado radicalmente. (...) La
conciencia del pueblo soviético todavía no está libre de las marcas de
nacimiento de la vieja sociedad. Tales remanentes de propiedad privada
siguen vivos, como la actitud no comunista en el trabajo de la parte atrasada
de los trabajadores, la actitud negligente hacia el bien público, los remanentes
de burocracia, la servidumbre, el interés propio, las supervivencias
nacionalistas, las supersticiones religiosas, etc. Uno de los remanentes más
dañinos que pertenecen a la parte posterior de la intelectualidad soviética, son
las ideas del cosmopolitismo, el servilismo hacia el Occidente burgués, la no
extrañeza, sino la admiración por la cultura burguesa decadente. Estos restos
reaccionarios del capitalismo son mantenidos y revividos en nuestro país por
los países capitalistas que nos son hostiles a través de la prensa, la radio y
otros instrumentos de propaganda burguesa. Teorías y puntos de vista
erróneos y dañinos contribuyeron a la preservación y revitalización de las
supervivencias del capitalismo en la mente del pueblo soviético. Esos restos
dañinos de la ideología burguesa, como la falta de comprensión, el apolitismo,
el objetivismo y el cosmopolitismo en el campo de la literatura, la crítica
literaria, el cine, el teatro, la música, la filosofía, la ciencia, dificultan el
desarrollo de la cultura soviética. Un serio impedimento para el desarrollo de
la ciencia biológica fue la teoría idealista de los weisman-morganistas y la
teoría antimarxista de Marr en lingüística. (...) La unidad moral-política no es
algo congelado, dado de una vez por todas. Se está vuelve más fuerte año tras
año, haciéndose cada vez más profunda. A medida que se superan los
contrastes entre la ciudad y el país, entre el trabajo mental y el físico, se
eliminan los remanentes de las fronteras y las contradicciones entre los grupos
sociales existentes, al igual que los remanentes del capitalismo en la mente de
los trabajadores, la unidad moral y política de la sociedad soviética crece y se
desarrolla constantemente, cada vez se vuelve más monolítica. (...) La crítica y
la autocrítica bolchevique sirven en manos del partido como un medio
poderoso para detectar deficiencias en la esfera económica, en el aparato
estatal, en la ciencia, en la literatura y en el arte, en todas las esferas de la vida
y las actividades de la sociedad socialista. La autocrítica es un medio poderoso
para involucrar a las masas en la gestión de la economía, el Estado, un medio
poderoso para influir conscientemente en las personas en el curso del
desarrollo social. La crítica bolchevique y la autocrítica aumentan la
vigilancia en las filas del partido y en el pueblo soviético, elevan la actividad
política del pueblo trabajador, desarrollan en ellos un sentido de dominio del
país y contribuyen a la capacitación del pueblo soviético en la gobernabilidad
del país». (Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)

En nuestro medio nos hemos esforzado por popularizar la lucha ideológica que
en el Partido Comunista de la Unión Soviética se desató en el campo cultural en
los últimos años de Stalin, en muchos casos protagonizados por él mismo.

Debates sobre el concepto de partido

200
«El quinto problema se refería a la necesidad de hallar un nuevo estilo de
organización y de militancia, porque ya muchos camaradas se ahogaban en
los rígidos moldes del partido monolítico, que habían soportado en un período
de auge o, al menos, de esperanza revolucionaria. Estando claro que la
monarquía estaba consolidada y que, en un tiempo previsible, no habría
revolución en España, resultaba difícil aguantar la férrea disciplina de una
organización donde –por la prohibición de fracciones, entendida además muy
a rajatabla– estaba vedado hacer críticas a la dirección fuera de los cauces
orgánicos o expresar, en público o en privado, opiniones discrepantes de la
política del partido como no fuera en la reunión de célula –y aun eso en la
práctica se hacía difícil o imposible. Y, si muchos afiliados ya se sentían
asfixiados en esos duros y estrechos moldes, muchos otros, fuera de la
organización, eran repelidos por ese estilo de militancia. Lo cual contribuía al
aislamiento y a la pérdida de influencia del partido». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Bajo la excusa de «falta de democracia» promover la idea de un «partido


multitendencia», de varias fracciones y líneas ideológicas, al estilo maoísta o
trotskista, renunciar al «partido monolítico» y al concepto de «partido de
vanguardia», teorizar sobre la posibilidad incluso de «varios partidos en el
socialismo».

Otro de los puntos donde la escisión de 1981 puso énfasis fue en la cuestión de la
formación ideológica:

«Los reflejos antiteóricos han sido tan profundamente inculcados por una
práctica colectiva anterior basada en el cultivo de la ignorancia y de la
inutilidad teórica. (…) En cuanto al estudio, lo nuevo está en querer poner el
acento en el esfuerzo personal, individual e intransferible, que no se puede
suplir con el sistema de lo que el PCE ml llamaba «discusión política». (La
Causa, Documentos, octubre 1981)

Aquí podemos decir que abiertamente se estaba calumniando a la dirección


oficial del PCE (m-l), ya que sus líderes siempre fueron muy claros en esta
cuestión, planteando lo mismo que ellos demandaban:

«Nuestras actividades de estudio se llevan a cabo mediante dos


procedimientos: el estudio colectivo, en grupos del partido, las reuniones de
estudio de las células, y el estudio individual que efectúa voluntariamente cada
camarada. Si bien estos dos métodos deben combinarse, el estudio individual
constituye el método esencial para el estudio del marxismo-leninismo.

El marxismo-leninismo es una ciencia de la ley del desarrollo de la naturaleza


y de la sociedad que se basa en la asimilación de todos los conocimientos
científicos acumulados hasta el presente a lo largo de la historia. Es la ciencia
de la liberación de la clase obrera y del pueblo; es la ciencia de la victoria del
socialismo y del comunismo.

Estudiamos el marxismo-leninismo para conocer las teorías básicas, las


posiciones y los puntos de vista del marxismo-leninismo así como sus métodos,

201
para hacer de ellos nuestras armas ideológicas para transformar nuestro
pensamiento, para elevar nuestra comprensión avanzar en nuestro trabajo de
resolver los problemas concretos que tenemos planteados, y combinar así la
teoría con la práctica. Así pues, de este modo al estudiar el marxismo-
leninismo hemos de hacerlo por iniciativa propia, esforzándonos por ahondar
en nuestras ideas y esforzar nuestra inteligencia. Hemos de acumular al
mismo tiempo nuestras experiencias personales en el trabajo práctico. En este
aspecto no podemos depender de los demás.

Lenin señalaba con razón que para buscar la verdad hemos de ser capaces de
pensar de manera independiente. «Si somos capaces de llevar a cabo en cierta
medida una labor independiente, no podremos descubrir la verdad acerca de
ningún problema que nos planteemos». Así pues, el estudio individual significa
que debemos estudiar y aprender por nosotros mismos.

El estudio colectivo, particularmente el curso del partido, es indispensable


para los camaradas que no tienen costumbre ni experiencia de estudiar por sí
solos, para desarrollar en ellos el deseo de estudiar y orientarlos cómo hacerlo.
Asimismo, los que ya tienen la costumbre y la experiencia de estudiar, pueden
hacer progresos gracias a conferencias y charlas que les permitan profundizar
y ampliar sus conocimientos teóricos e ideológicos y comprender mejor los
problemas mediante la discusión. Pero en definitiva lo que decide de los
resultados en el estudio, es el esfuerzo constante, individual de cada militante.

Las obras que han de seleccionarse para el estudio individual corresponden a


tres categorías: 1) Documentos de nuestro Partido y la Historia del
movimiento obrero español. 2) Documentos sobre el Movimiento Comunista
Internacional. 3) Escritos sobre la teoría marxista-leninista.

Es un deber sagrado de todos los marxista-leninistas librar una lucha de


principios en el plano ideológico y teórico contra las tendencias
internacionales del revisionismo moderno, considerado como el principal
peligro para el desarrollo del Movimiento Comunista y de la clase obrera».
(Elena Ódena; ¿Por qué todos los militantes deben adquirir el hábito del
estudio individual?, 1966)

Habría que ver entonces, si siendo estas las disposiciones oficiales, los
resultados negativos no vendrían más bien de no acatar estas directrices o no
saber ejecutarlas, pero desde luego jamás de no tener tal concepción ni de
insistir en ella.

Desde la dirección del PCE (m-l) se recordaba:

«Sin duda, una de las ideas más atacadas por la ideología burguesa y por
todas las corrientes revisionistas y socialdemócratas hoy, es la idea de partido,
considerando como la organización de vanguardia del proletariado, como la
organización centralizada, monolítica, disciplinada de la clase más
revolucionaria, cuyo objetivo es, hacer la revolución. El partido es ideología, es
político y es organización. (…) La ofensiva que por todos los medios, y de todas
las formas desarrolla la burguesía contra el marxismo-leninismo y nuestro
partido abarca también a los aspectos organizativos internos, a los aspectos

202
de funcionamiento orgánico, estatuario, leninista. No se trata pues, tan sólo de
ideas o de opiniones. El carácter de estas ideas y opiniones reflejarán también
a niveles de funcionamiento organizativo, a niveles orgánicos. «Las ideas en
todo caso, en toda forma y modo que adopten, están acompañadas de una
forma de organización, de coordinación y de ordenamiento». (Enver Hoxha)
La organización, en efecto, los métodos y formas que adopte, estará en
consonancia con una u otra determinada concepción ideológica y política».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Comité
Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

¿Qué denunciaban desde la dirección sobre los disidentes? Su total desprecio


hacia las normas más básicas del partido. Hablando de la formación de ideas
fuera de los cauces del partido y la consiguiente formación de plataformas
ideológicas paralelas a los órganos del partido:

«El centralismo democrático en materia de organización presupone la


centralización de la dirección política de manera permanente, previsto por los
estatutos, así como la disciplina férrea que «presupone la crítica y la lucha de
opiniones» (Stalin). La lucha de opiniones, que no significa existencia de
tendencias con tesis o plataformas políticas diferenciadas, ni su actividad
orgánica o inorgánica que pueda derivar en corrientes o fracciones
organizadas. (…) La existencia de diversas opiniones y su discusión orgánica
es un factor de fortalecimiento y de unidad del partido, su circulación
sistemática de manera inorgánica, incluso banalizada y frívola muchas veces,
va debilitando al partido, deformando y subjetivizando su político y
preparando el terreno, ya no para la discusión de opiniones diversas, sino
para la formulación de posiciones políticas divergentes, que manipulan la
línea política y minan la moral y la confianza de los militantes». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Comité Ejecutivo al
Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

Se hace especial hincapié en el cinismo de los disidentes a la hora de tratar con


los estatutos, que son las normas del partido aprobadas previamente por la
militancia en un congreso. Se alega, que debido a que los oportunistas no
encuentran de su agrado los estatutos, intentan interpretarlos a su gusto de
forma falaz para intentar conseguir sus fines:

«Mil argumentaciones e interpretaciones personalistas de los estatutos.


¿Acaso no se puede hablar? Se dice. ¿Acaso no se pueden tener opiniones y
discutirlas con los camaradas? ¿Acaso no se pueden tener preocupaciones y
dudas? Todo eso es normal, se argumenta; mientras, con estos métodos de
silencio en los organismos y expresión de «opiniones», «dudas» y
«preocupaciones» inorgánicamente, se encubre, eso sí, con doblez y falta de
sinceridad el planteamiento progresivo de formulaciones contrarias a la
política, línea y táctica del partido. (…) «Las murmuraciones son
características propias de la pequeña burguesía, son manifestaciones de la
ideología burguesa. Son producto del subjetivismo y no tienen nada en común
con la crítica sana, realista, constructiva. Las murmuraciones no tienen nunca
por fin corregir al sujeto, ni mucho menos al colectivo, sino que, por el
contrario, dañan seriamente tanto a la persona como al colectivo. Se trata
pues, de formas y modos, de carácter reaccionarios». (Enver Hoxha) (…) Todo

203
ello, acompañado de actitudes liberales, de querer reducirlo todo a opiniones y
preocupaciones completamente normales, queriendo normalizar incluso la
división y las divergencias políticas en el partido, negando las actitudes y
comportamientos antiestatuarios, forma el mejor caldo de cultivo para que
prosperen las posiciones erróneas, la formación de camarillas y para que
surja el espíritu faccionalista». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Informe del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero
de 1981)

Esto conlleva, tarde o temprano, a la formación de una fracción opuesta al


partido:

«Lo nefasto para la organización del partido, para su correcta vida orgánica y
hasta para su relación con las masas, es crear, fomentar o extender, mediante
esos métodos apuntados un ambiente de desconfianza y división –ya sea
respecto a la política, a la táctica o los diversos organismos de dirección a
todos los niveles–, de rumores, murmuraciones y criticas fuera de lugar y
hasta de tiempo: todos ellos, son factores disolventes de la vida partidaria,
socavan la unidad del partido, frenan paralizan o desvían su acción política,
degeneran su relación con las masas y son causas de personalismo,
caciquismo, subjetivismo y, lo que es más peligroso, de la creación de un
ambiente de fracción». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Informe del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité Central, febrero de 1981)

La razón para que los oportunistas adopten esta postura es clara. Los disidentes
sabían de sobra que exponiendo abiertamente por los cauces pertinentes toda la
serie de propuestas sobre las alianzas, sobre su postura sobre la URSS, sobre sus
referentes filosóficos, y demás, habría ido en contra de la línea política del
partido y su historia, sabían que la aplastante mayoría de la militancia habría
rechazados y seguramente habrían sido degradados de sus puestos por
iniciativas tan antimarxistas. Pretendían pues trabajar larvadamente, ir
atrayendo a su seno, a sus grupos de confianza, a cada vez más militantes con
dudas o descontentos para formarles en sus opiniones, entre tanto se negaría el
estar formando tal grupo fraccionario, se esperaría hasta el momento preciso
para que cuando fuese menester, en plena crisis partidaria, pudieran hacerse
con la dirección del partido e implantar sus ideas revisionistas.

Las influencias filosóficas de los disidentes

En un artículo llamado «Leyendo a Jean Paul Sartre», se llega al punto de


renunciar al marxismo para proclamar la superioridad del existencialismo (sic)
por entender mejor al ser humano:

«Tras un comienzo fulminante, el psicoanálisis se ha estancado. Los


conocimientos de detalles son numerosos, pero falta la base. En cuanto al
marxismo, tiene fundamentos teóricos, abarca toda la actividad humana, pero
ya no sabe nada: sus conceptos sin diktats, su fin no es adquirir conocimientos,
sino constituirse a priori en saber absoluto. Frente a esta doble ignorancia, el
existencialismo ha podido renacer y mantenerse porque seguía afirmando la
realidad de los hombres. (…) El existencialismo y el marxismo pretenden

204
alcanzar el mismo objetivo, pero el segundo ha reabsorbido al hombre en la
idea y el primero lo busca dondequiera». (La Causa; marzo 1982)

En las publicaciones de «La Causa» se puede ver como se citan a autores


antimarxistas como Garaudy o Lukács, tan influyentes entre la «izquierda»
antistalinista. Véase la obra: «Las sandeces de Kohan y Lukács sobre la figura de
Hegel y su evaluación de la filosofía de la URSS» de 2018.

Lorenzo Peña, diría que todos estos problemas fueron afrontados por Elena
Ódena, que fue esta la responsable de «parar los pies» a la fracción y sus
objetivos:

«Frente a todas esas cuestiones, la postura mayoritaria fue la de la camarada


Elena Ódena, que optó por mantener a machamartillo, erre que erre,
exactamente las mismas tesis oficiales de los años precedentes. Frente a la
acusación de Venancio de postergar la lucha por el socialismo al afirmar la
lucha por la república, insistió en que la república era meramente un objetivo
táctico, no estratégico, y que de ningún modo se trataba de reivindicar el
pasado ni de restaurar una república burguesa. Las deficiencias, insuficiencias
y debilidades del partido sólo venían, a su juicio, de la inacción de los propios
disidentes y de haber atenuado la denuncia de grupos revisionistas como el
MC». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Si bien, como reconoce el renegado Lorenzo Peña, Elena Ódena paró en seco las
aspiraciones de estos liquidacionistas, desgraciadamente, en mayor o menor
medida, todas las aspiraciones de la fracción de 1981 fueron completadas a
partir de 1985 por el dúo Marco-Chivite como veremos.

La salida de los hermanos Campillo

Un caso paradigmático de las deserciones de esta época fue el caso de Ángel


Campillo y su hermana Maite Campillo. Aunque sus salidas se encuentran
cronologicamente un poco después de los sucesos de febrero de 1981, en
realidad sus posiciones políticas son análogas a cualquier escisión previa.

En la Feria del Libro «Marxista» presentada por Reconstrucción Comunista


(RC) y sus amigos revisionistas del Partido Comunista de los Pueblos de España
(PCPE) y el Partido Comunista Obrero de España (PCOE), publicitaron a bombo
y platillo la publicación del libro de Ángel Campillo «Incomunicado» de 2017.
RC lo hizo en sus medios como ejemplo de «Un necesario trabajo de recordar y
brindar honor a la memoria del PCE (m-l)/FRAP y de Elena Ódena».

¿En serio? Veamos que decía Ángel Campillo de su paso por el PCE (m-l):

«Uno de los fallos de la creación del PCE (m-l) fue que se hizo por arriba y a los
seis meses no quedaba ni la mitad del CC recién estrenado. (…) Siempre se
hablaba de proletizarse pero siempre subían los listos. Un señor veterinario
que viene de Colombia [Valera], una funcionaria de la OMS [Ódena]. (…) Se
hacen los Estatutos, se sientan las bases de la línea política, pero en el grupo de
una veintena o así de Ginebra hay desde el principio dos partidos y dos líneas.
Allí no se consolidó La Chispa sino la pareja «Marco-Ódena». (Comentario de

205
Ángel Campillo citado en la obra de José Catalán Deus; «Del FRAP a
Podemos» de 2015)

Alguno puede decir, bueno… sabemos que en la actualidad el propio José


Catalán Deus es un renegado y un abierto neofranquista, no es una fuente fiable.
Bien. ¿Qué dice el propio Ángel Campillo en su obra que RC promociona con
afán en su feria?:

«Cuyas bases ya se habían asentado para el «tercer mundo» en la conferencia


de Bandung de 1955, en Indonesia, la cual reunió a 29 naciones de África y
Asia, cuya esencia de la misma fue la unidad de todos estos pueblos en su lucha
contra la ocupación colonial e imperialista, y las burguesías respectivas
aborígenes o autóctonas, las cuales cumplían un papel quintacolumnista a
favor, o vendidas al colonialismo camuflado o neocolonialismo y seguir
explotando a los mismos pueblos. (...) Fidel Castro, el cual fue dando pasos
desde aquellas posiciones revolucionarias al inicio de la insurrección
guerrillera hacia posiciones comunistas, marxista-leninistas, las cuales
motivaron que el movimiento 26 de julio, dirigido por Fidel se acercara a la
URSS, el PCUS y el viejo Partido Comunista Cubano dirigido por Blas Roca.
(…) De esa unidad en la acción nacería el Partido Comunista de Cuba. (...) La
Gran Revolución Cultural Proletaria toma sus raíces y avanza en sentido
dialéctico, materialista». (...) La prensa, estos días, no cesa de hablar del
Frente Único Antiimperialista y Antifascista de la Cuba revolucionaria de
Fidel, con la Venezuela de Chávez y la Bolivia de Evo Morales, que sin duda
alguna, será un primer paso hacia nuevas primaveras más brillantes para los
oprimidos y explotados». (Ángel Campillo; Incomunicado, 2017)

¡Magnifico cuadro! ¡He aquí a RC promocionando un libro antimarxista de un


renegado y oportunista que propaga a los cuatro vientos tesis tercermundistas
con rasgos castristas, maoístas y hasta chavistas sin un mínimo de filtro crítico!
De todas formas es entendible ya que uno de los mayores defectos que sufrió el
antiguo PCE (m-l) fue la falta de formación ideológica, el compadrazgo, el
sentimentalismo y el seguidismo que Ódena se esforzó en criticar para evitar
que penetrara y cristalizase en el partido. Por tanto, no es raro ver comentarios
de exmilitantes como el expuesto, otros incluso han acabado sus días en las filas
de IU/Podemos y otros que al menos simpatizando con su línea política
mientras se declaran folclóricamente «seguidores y reivindicadores del viejo
legado del PCE (m-l)». Lo más ridículo es que Ángel Campillo durante todo su
libro se hincha el pecho diciendo que durante su «dilatada carrera política»
nunca «jamás traicionó los principios marxistas», que siempre «se mantuvo
firme en las convicciones revolucionarias». ¿Es que acaso el PCE (m-l) de 1983
no combatía este tipo de mitos inoculados por la propaganda de las diferentes
corrientes revisionistas? ¿Es que no salió por patas de ese partido precisamente
por manifestar e insistir en idioteces como la que acabamos de leer, que deben
de estar superadas para un cuadro que se autodenomine marxista-leninista?
¿De qué nos sirven las «dilatadas militancias» de la que tanto presumen algunos
si en lugar de avanzar ideológicamente nos encontramos que han sufrido un
injustificable retroceso en sus posiciones?

Pero, ¿qué nos dice Ángel Campillo sobre la figura de Elena Ódena?
Ahorraremos citar las partes más surrealistas de su libro, pero si el lector quiere,

206
puede acudir al documento y perder su tiempo, allí encontrará todo tipo de
improperios hacia ella: la califica desde «intransigente», «arrogante»,
«sectaria», «egocéntrica», hasta incluso se atreve a especular sin una sola
prueba con que fuese una «infiltrada» como hizo en su día el infame Diz o
Arenas. ¿De verdad va a hablarnos de infiltrados un hombre que nos viene con
estas ideas políticas?

Pues damas y caballeros, ni más ni menos que esta es la figura que RC y su líder
Roberto Vaquero nos traen para que leamos sus libros y sus ideas. Eso sí,
mientras se le llenan la boca de hablar de «¡La necesidad de defender el legado
de Ódena y el PCE (m-l)!». Completamente esperpéntico. ¿¡Qué pensaría la
propia Elena Ódena si pudiera ver este circo!?

RC nos presenta los libros de estas «veteranas figuras revolucionarias» e incluso


quiere validarse con ellas, pero lo cierto es que Ángel Campillo fue apartado de
la dirección del PCE (m-l) en 1979 hasta su definitiva expulsión en 1983, y su
hermana Maite Campillo, autora de la edición del libro, salió de él en 1981 para
convertirse en una apologista ridícula del castrismo y sus clichés. Ninguno de
los dos tienen autoridad para hablar de consecuencia «sobre principios», salvo
si entendemos fidelidad a los principios de una manera tan flexible como la hace
RC, que lo mismo pone «una vela a Dios que al Diablo». Nuestro caricaturesco
Roberto intenta probar trayendo a este tipo de revisionistas añejos u otros, que
se separa de la deriva actual del PCE (m-l) encabezado por el renegado Raúl
Marco, que RC estaría reivindicando las luchas del viejo PCE (m-l) de 1964-1985
de forma consecuente. Con justeza volvemos a afirmar categóricamente que
todas las reivindicaciones que hacen sobre Cipriano Martos, Hunberto Baena,
García Sánchez o Sánchez Bravo, es pura pose ventajista para intentar ganarse
la simpatía de los viejos militantes del PCE (m-l).

Señores, menos formalismo y más coherencia ideológica es lo que necesita el


marxismo-leninismo y su movimiento.

207
IV

¿Acaso fue idílica la línea política del PCE (m-l) desde 1964
a 1985?
¿Hubo errores en su línea política o en su aplicación?

Como la historia y los hechos han demostrado, es imposible que un partido esté
exento de errores, y mucho más uno que nació en las duras condiciones de la
clandestinidad y la hegemonía del jruschovismo en el movimiento obrero como
le ocurrió al PCE (m-l) a inicios de los sesenta. No obstante, recordemos que ese
no fue su único obstáculo dado que el maoísmo tuvo gran influencia en los
partidos marxista-leninistas que surgieron en los años sesenta, en un momento
en que los revolucionarios decepcionados con el viraje revisionista que reinaba
en el seno del movimiento obrero mundial buscaban en donde apoyarse para
desarrollar su lucha antirevisionista, y en esas coyuntura cayeron bajo la
influencia de la demagogia del revisionismo chino, quién ora si ora no se
posicionaba a favor o en contra del revisionismo soviético y yugoslavo, pero que
gracias a su potente propaganda pudo pasar entre muchos revolucionarios como
la corriente «verdaderamente marxista-leninista». Mucha de esta gente que
buscaba escapar de los contornos de partidos sumisos a la traición de Jruschov y
los revisionistas soviéticos, fueron los que fundaron nuevos partidos marxista-
leninistas a mediados de los sesenta, no obstante muchos de ellos tampoco
escapaban a la influencia del maoísmo y su mito como supuesta tendencia
antirevisionista, con lo que las direcciones de estos partidos en mayor o menor
medida aplicaban en lo sucesivo conceptos y métodos ajenos al marxismo-
leninismo lo que dificultaba exponencialmente su consolidación.

Estos partidos marxista-leninistas eran vistos por los revolucionarios como la


forma de dar pie a las luchas económicas, antifascistas, antiimperialistas,
antirevisionistas, así como socialistas; como las únicas organizaciones que
tenían el valor de dar una herramienta a la clase obrera donde poder agrupar a
su destacamento más avanzado y desde las que poder dar combate al
revisionismo moderno, especialmente al revisionismo soviético, que por
entonces había desarticulado al movimiento marxista-leninista. Y realmente
muchos partidos así lo hacían, pero para cumplir tal fin de forma correcta,
cualquier partido marxista-leninista debía desde sus inicios excluir o expulsar
en caso de encontrárselos, a los elementos sin ningún tipo de espíritu científico,
a aquellos bañados en un apego sentimental hacia las figuras históricas o que
eran peones acríticos de las acciones de la dirigencia china, estos elementos eran
vectores de las viejas costumbres que hicieron fracasar a las organizaciones de la
clase obrera en el pasado, por tanto la cuestión era que si no se deshacían de
estos obstáculos, tarde o temprano el partido fracasaría. Esta cuestión de
entonces es la misma a la que se siguen enfrentan hoy los revolucionarios,
ningún partido que mantenga entre sus filas a elementos de estas características
podrá cumplir sus objetivos generales, por mucha buena fe y voluntarismo que
se tenga.

El maoísmo supuso un grave problema para estos nuevos partidos, y los


partidos que no fueron capaces de librarse de este, como ya dijimos, terminaron

208
adoptando sus conceptos y teorías como la «nueva democracia» y el
«tercermundismo» en lo político-económico, la «lucha de dos líneas» en el
concepto partidista o la «Guerra Popular Prolongada» (GPP) en lo militar, en
consecuencia no fueron capaces de articular una forma organizativa eficiente y
unida, una línea ideológica de pensamiento y acción coherente. En muchas
ocasiones tampoco llegaban a comprender y mucho menos refutar a las
expresiones del revisionismo moderno de forma correcta y completa, ya que al
seguir las recetas de la doctrina revisionista china y seguir a ciegas directamente
cada vaivén político de Pekín, perdían toda estabilidad en su línea política, toda
credibilidad, confundiendo con ello a la militancia y a las masas de
simpatizantes. Y es que recordemos: al basarse fundamentalmente en otro
revisionismo no se está en condiciones de tener un cuerpo teórico sólido y
científico para refutar a ninguna otra corriente revisionista, ni para organizar un
partido, ni para asegurar la unidad ideológica dentro del mismo. Criticar a un
revisionismo desde una posición teórica y práctica alejada de los principios
marxista-leninistas conduce a que puedas cometer esos mismos errores u otros
de similar calado.

En el contexto histórico: el PCE (m-l) sufrió la carga del maoísmo debido a que
nació en una etapa en que el revisionismo maoísta aún no había sido destapado
a nivel internacional, algo que se reflejaría en la organización teórico-práctica
del partido; no obstante, no se pueden achacar todos los errores a esta nefasta
influencia, estamos convencidos que otros tuvieron su origen en la falta de
experiencia o bien en el bajo nivel ideológico.

Dogmatismo metafísico al no apreciar la posibilidad de que la


burguesía transite del fascismo a la democracia burguesa

Es claro que en el Partido Comunista de España (marxista-leninista) hubo un


error de análisis en los años finales del franquismo en cuanto a la evolución
política de entonces:

«Nosotros partimos del principio de que una dictadura no puede


transformarse desde dentro en una democracia burguesa». (Elena Ódena;
Entrevista realizada para «Interviú» por el periodista José Dalmau, 17 de
febrero de 1977)

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se repetiría esto mismo. Ello era un
dogmatismo basado en análisis metafísicos que negaban la posibilidad de que la
burguesía se reciclase del fascismo a la democracia burguesa. ¿Pero de qué
contexto sacaron dichas conclusiones?

Pero en honor a la verdad no era una idea ajena a otras organizaciones


antifascistas de todo tipo. Sin ir más lejos, el gobierno de la II República en el
exilio, proclamó en 1974 un comunicado en que se decía:

«Sea cual sea el resultado de la grave enfermedad que sufre el Caudillo, es


obvio que la era del post-franquismo ha comenzado en España. Nunca un
dictador causó tanto daño a un pueblo. (...) Los republicanos españoles dudan
que el príncipe Juan Carlos pueda personificar la reconciliación nacional o la
apertura democrática. Se tiende a olvidar que fue elegido, por voluntad del

209
caudillo, para perpetuar el régimen franquista. Además, esto es lo que juró
solemnemente hacer el príncipe. (...) No, ni Don Juan-Carlos ni Don Juan de
Borbón restaurarán la libertad y la democracia en España, ya que son los
instrumentos que las oligarquías absolutistas y reaccionarias quieren usar
para salvaguardar sus privilegios, mediante un simulacro de democracia.
¿Cómo podría uno restaurar y consolidar una monarquía constitucional
recurriendo a un pueblo cuya vocación republicana es de notoriedad pública?
(...) La auténtica democratización, la que se hará con el pueblo, conducirá
inexorablemente a la República; cualquier simulación sólo puede conducir, a
largo plazo, a una explosión revolucionaria. Solo la República puede traer
reconciliación, paz y libertad a España abriendo el camino democrático hacia
el progreso y la justicia social». (Comunicado del Gobierno de la II República
en el Exilio; Hacía el final de la era franquista, 20 de julio de 1974)

Por tanto los republicanos creían que: 1) que el pueblo era republicano y no
aceptaría la imposición de la monarquía sin combatir; 2) Juan Carlos I,
nombrado expresamente por Franco como su sucesor, no podría llevar a cabo
ningún tipo de «democratización» mínima del sistema; 3) si el régimen eludiera
en referéndum la cuestión entre república o monarquía llevaría al pueblo a
optar por una salida revolucionaria para cumplir sus aspiraciones. Obsérvese
que estas teorizaciones aunque ciertamente lógicas algunas de ellas, no
sucedieron como se creía.

En aquél entonces tanto el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) dirigido


por Felipe González, como el Partido Comunista de España (PCE) liderado por
Carrillo, proclamaban incesantemente que había que confiar en los
movimientos aperturistas del régimen, es más, que se debía pactar con ellos
para formar el nuevo sistema, y del mismo modo abrían la mano a cualquier
renegado del franquismo se la daban a cualquier opositor reaccionario al
franquismo. La prueba está en que el PCE de Carrillo crearía en 1974 junto a
Rafael Calvo Serer, conocido dirigente del Opus Dei católico, el frente conocido
como la Junta Democrática que también agruparía al Partido Socialista Popular
(PSP) de Enrique Tierno Galván, el maoísta-trotskista Partido Trabajo de
España (PTE), el regionalista Alianza Socialista de Andalucía (ASA) o el
aberrante monarco-maoísta Partido Carlista de Carlos Hugo de Borbón.

El PSOE por su lado crearía su propio frente en 1975, conocido como la


Plataforma de Convergencia Democrática, junto al revisionista Movimiento
Comunista de España (MCE), Izquierda Democrática (ID), el tradicional Partido
Carlista (PC), la maoísta-jesuita Organización Revolucionaria de Trabajadores
(ORT), Unión Democrática del País Valenciá (UDPV), Partido Galego
Socialdemócrata (PGS) o Unión Socialdemócrata Española (USP), junto con
ciertas figuras independientes y democratacristianos.

En 1976 ambos frentes se fusionaron en la Coordinación Democrática, más


conocido como la Platajunta, la misma que entre sus proclamas del 26 de marzo
de 1976 se encontraba el optar por:

«En consecuencia, COORDINACIÓN DEMOCRÁTICA denuncia como


perturbador para la convivencia pacífica el intento de la llamada política
reformista del Gobierno, de perpetuarse en el poder, combinando las promesas

210
democráticas con medidas represivas, e intentando dividir a las fuerzas
políticas y sindicales más responsables mediante medidas arbitrarias
discriminaciones y exclusiones. (…) La realización de la ruptura o alternativa
democrática, la apertura de un período constituyente, que conozca, a través de
una consulta popular basada en el sufragio universal, a una decisión sobre la
forma del Estado y del Gobierno. (…) A todas las fuerzas democráticas,
políticas, sindicales y sociales y a todos los ciudadanos de los pueblos del
Estado español, a participar en las acciones y movilizaciones pacíficas
necesaria para la efectiva conquista de los derechos y libertades
fundamentales y para el establecimiento, en el momento de la ruptura, de
órganos de poder ejecutivo de amplia coalición, sin exclusiones ni
obligatoriedades, que garanticen el l pleno uso de las libertades y derechos
democráticos y la apertura y desarrollo del proceso constituyente hasta la
transmisión de poderes a los órganos de poder ejecutivo o de gobierno que
resulten constitucionalmente elegidos». (A los pueblos de España; Manifiesto
de Coordinación Democrática, 26 de marzo de 1976)

Pero todo esto anunciado fue un bonito mensaje que jamás llegó a consumarse.
Ni hubo oposición a las maniobras de los viejos franquistas que querían salir
impunes, ni hubo un proceso libre y constituyente, ni hubo un gran gobierno
constituyente de coalición antifranquista. Todo esto no fue posible porque
dentro de la Platajunta las dos organizaciones más destacadas: el PSOE y el
PCE, mientras lanzaban mensajes de fuerte oposición al régimen, negociaban
entre bastidores con el Presidente Suarez el carácter de la famosa Ley para la
Reforma Política de 1976: la cual supondría una «detonación controlada» del
sistema político franquista abriendo paso a un sistema monárquico-liberal, a
condición de dar carpetazo a las demandas de la Platajunta. No habría pues un
mínimo de «ruptura» con el régimen anterior, como se decía en las
declaraciones de la Platajunta, sino que la transición del franquismo al
postfranquismo se haría entre los viejos franquistas «aperturistas» y la
oposición antifranquista «colaboracionista», negando cualquier proceso
constituyente, y protegiendo el honor del viejo régimen y los puestos de sus
figuras. En el final de dicha reforma política de 1976 se proponía llevar a
consultar un referéndum que suponía aceptar tácitamente con la reforma
política la monarquía bajo la pregunta: «¿Aprueba el proyecto de Ley para la
reforma política?», hecho a propósito eludiendo la cuestión entre monarquía o
república –como reconocería años después el propio Suarez en una entrevista
inédita–. Sobra decir que con este pacto se pretendía aislar a los partidos y
demandas revolucionarias que se interpusiesen. A cambio, en las
conversaciones secretas se prometió que el PSOE y el PCE tendrían garantizado
su parte del pastel en el nuevo sistema monárquico-parlamentario.
Consumándose rápidamente la legalización de ambos, el primero en febrero y
abril de 1977 respectivamente, mientras otras muchas organizaciones seguían
siendo ilegales para las primeras elecciones libres de junio de 1977.

No olvidemos que de todo este entramado saldría liquidando el Gobierno


Republicano en el exilio en 1977, ya que con las dos máximas asociaciones
reformistas negando su carácter republicano –PCE/PSOE –tanto Carrillo como
González habían aceptado en público y privado la monarquía e incluso la
bandera rojigualda como ejemplo de su felonía–. Por tanto dicho gobierno
republicano había perdido su principal fuente de apoyo, y el Gobierno

211
Republicano en el exilio no iba a apoyarse en un partido revolucionario como el
PCE (m-l) para ampliar su vida. El hecho de aceptar el origen y procedimiento
arbitrario de las nuevas elecciones de 1977 –que negaba la propia participación
del PCE (m-l) o de ciertas asociaciones republicanas– también venía a
demostrar el carácter meramente burgués y vacilante del Gobierno Republicano
en el exilio, su incapacidad manifiesta para enfrentar al franquismo y el
postfranquismo:

«A los republicanos solo nos queda pensar que fueron estas traiciones y
manipulaciones manifiestas [de la Platajunta] las que ocasionaron la
disolución del Gobierno Republicano en el exilio, alegando éste, que habían
cumplido su misión histórica aceptando –como demócratas– el resultado de
las elecciones más sin aceptar el procedimiento, ya que a los partidos
republicanos como Acción Republicana Democrática Española (ARDE) se le
impidió participar en las elecciones de Generales de 15 de junio de 1977». (Eco
Republicano; Así se fraguó la traición al Gobierno de la II República Española
en el exilio, 2019)

Con esto se demostró que el PCE/PSOE habían utilizado durante 1974/1976 a


todas estas organizaciones satélites de la Platajunta para posar frente al
franquismo y las masas de oposición firme e incluso revolucionaria con fuertes y
extensos aliados. Pero en la primera ocasión abandonarlos, traicionar los puntos
de sus respectivos frentes que habían acordado, y obtener un puesto en el nuevo
sistema. Estos partidos no estaban tratando con personajes y partidos extraños,
de todos era conocida la trayectoria del PCE, al menos desde la asunción de las
tesis de reconciliación nacional de 1956… qué hablar del PSOE y su larga lista de
traiciones históricas, empezando por la vergonzosa actitud claudicadora y
colaboracionista de sus figuras en la Guerra Civil. Actos no muy lejanos en el
tiempo que todavía resonaban. Las nuevas traiciones de 1976 lejos de acabar
con la política de buscar alianzas con los traidores del PCE/PSOE se siguieron
amplificando; estas mismas organizaciones ya mencionadas: PTE, ORT, MCE y
muchas otras, siguieron intentando ganarse su favor a lo largo de toda la
transición española, lo cual muestra hasta qué punto sufrían de oportunismo o
una especie de síndrome de Estocolmo en política. Por supuesto, esta postura
les llevaría a disolverse dentro de ellas. Y daría la razón a la dirección del PCE
(m-l) cuando en sucesivas ocasiones: 1976 o 1981, varias fracciones internas
proponían sumarse a estas organizaciones o directamente a la órbita del
PCE/PCE.

Elena Ódena, una de las personas más importantes del PCE (m-l) sentenciaría
sobre esta oposición liderada por el PSOE/PCE en aquellos años:

«¿Cómo puede estar negociando esa pretendida «oposición democrática» su


participación en las elecciones, cuando aún no existe siquiera la libertad de
asociación, ni de reunión ni de palabra? (...) Nosotros creemos que las
libertades democráticas se conquistan luchando, conquistando posiciones de
fuerza frente al enemigo de clase en los distintos sectores, y en especial por el
proletariado frente a la patronal, elevando la combatividad de éste y del resto
del pueblo trabajador para impedir que cada día caigan muertos y heridos en
las calles y plazas de España, precisamente en la lucha para conquistar los
derechos democráticos, que esa falsa y repugnante pseudo-oposición pretende

212
estar conquistando con reverencias y genuflexiones en los salones de la
Moncloa y de la Zarzuela. Las libertades democráticas sólo se conquistan si se
lucha consecuentemente, elevando y no frenando la combatividad de las
masas, y si se preconiza claramente la necesidad del derrocamiento de la
Monarquía y el establecimiento de un Gobierno popular republicano. Cada día
está más claro que para conquistar los derechos democráticos el pueblo en
lucha ha de armarse, para hacer frente a la represión y a las bandas fascistas
que cada día atacan con mayor ferocidad a las masas obreras y demás
sectores del pueblo. (...) Hay que levantar bien alto la bandera de la lucha por
las libertades democráticas y condenar y aislar, al mismo tiempo, a todos los
que echan arena a los ojos del pueblo tratando que éste no vea los sucios
enjuagues de esa falsa oposición». (Elena Ódena; Las libertades democráticas
se conquistan luchando, no negociando de rodillas, 16 de enero de 1977)

Analizando años después la postura del PCE (m-l) podemos decir unas cosas
bastante claras. El PCE manejaba la tesis optimista y a la vez oportunista sobre
que los viejos franquistas, ahora favorables de reformar el régimen, podrían ser
partícipes de un nuevo proyecto político que diese satisfacción a las demandas
de las masas, y que había que apoyarse en ellos para acelerar el fin del
franquismo y formar la nueva «democracia» a la europea –es decir una
democracia burguesa al uso–. Desde el PCE (m-l) en cambio se aludía que más
allá de que hubiera líneas «evolucionistas» dentro del régimen, éstas no eran de
peso, y negaba que se debiera pactar con dichos aperturistas. Todo esto se puede
ver en el Nº1 de «Revolución Española» de 1966. En el artículo: «Sobre las
rivalidades internas del campo franquista». Dicho artículo fue escrito por
Lorenzo Peña, a posteriori conocido renegado que abandonó el partido en 1972
y se convirtió en un charlatán revisionista de reconocidas tesis
socialdemócratas, hasta reconocer que había abandonado el marxismo como tal.
Por supuesto el artículo fue certificado previamente por la cúpula del PCE (m-l).

Esta primera idea del artículo de 1966 no era correcta como se vería años
después: los aperturistas tenían un peso considerable, y aunque tardíamente,
acabarían por imponerse y en 1976 acabarían saliendo al paso para destruir las
bases fundamentales del «movimiento» desde dentro las propias cortes
franquistas, para crear y adaptarse a un nuevo régimen. Lo cierto es que desde
los años 50 los movimientos demócrata-cristianos o los disturbios liberales en
las universidades españoles, evidenciaron el descontento de gente que
anteriormente se consideraba afín al régimen franquista, aunque sin implicar a
grandes iconos del régimen. En cambio desde los 60 ya se evidenciaron
tendencias liberales dentro de las figuras clave del régimen en contra de otras
más «conservadoras», «ultras», o «bunkerizadas» como se les denominó por
entonces. De ahí una constante lucha de poder entre los «liberales» y los que se
oponían a introducir reformas.

La segunda tesis del PCE (m-l) de 1966 sobre el no colaborar con los
aperturistas era correcta por completo. Era claro que estas figuras
«aperturistas» buscaban una libertad sumamente limitada, y por supuesto sin la
legalización de los comunistas en la vida política, estas fuerzas al igual que los
llamados «ultras» fueron los que más impedimentos pondrían para la
legalización del PCE revisionista en 1977, como del PCE (m-l) en 1981. Este
sector defendía que como transición del franquismo al postfranquismo la

213
monarquía no era discutible. Por otro lado dichas figuras aperturistas buscaban
la exoneración de cualquier culpabilidad durante el franquismo, por ello, pese a
sus diferencias y temor, vieron en el carrillismo un vehículo perfecto con la
teoría de la «reconciliación nacional», que precisamente cumplía con tal
propósito, iniciando una amistad que ya no se cortaría jamás. Por lo que lejos de
constituir un factor progresista como decía el carrillismo, constituía el sector de
viejos franquistas que querían instalarse en el nuevo régimen democrático-
burgués sin pagar coste alguno por su pasado, exigiendo apuntalar los
mecanismos mínimos de las estructuras de poder político como la monarquía y
la Constitución de 1978 para poder asegurar su poder económico. El PCE (m-l)
hizo bien en no confiar en dichos aperturistas.

Otro argumento que presentaba el PCE (m-l) para negar la posibilidad del
tránsito del fascismo a la democracia burguesa de la mano de la burguesía, era
que dada las características históricas de la burguesía española, por su debilidad
ante otras clases explotadoras, y su sumisión a fuerzas externas, se
imposibilitaba la formación o consolidación de una democracia liberal
parlamentaria pluripartidista:

«Ahora bien, los oportunistas y contrarrevolucionarios disfrazados de


revolucionarios –ORT, PTE, algunos sectores socialistas, etc.–, pretenden
colocarse en una posición centrista sobre esta cuestión, pregonando que vamos
hacia una democracia burguesa controlada por la oligarquía. Ni más ni
menos. O sea que la oligarquía fascista y proyanqui que sigue detentando
exclusivamente el Poder, va a colocarse entre bastidores, pasar las riendas, o
parte de ellas, a las clases medias, decretar la libertad de opinión, de
asociación, sindical, de huelga, etc., etc... como existe por ejemplo en Italia,
Francia, Suecia, Noruega, Austria». (Elena Ódena; ¿Puede la dictadura
monarco-oligárquico, dependiente del imperialismo yanqui, transformarse en
una democracia burguesa?, 2 de enero de 1977)

Aquí en el intento de explicar por qué presuntamente la democracia burguesa


no tenía cabida en España, se estaba ignorando precisamente el fortalecimiento
económico y político de la burguesía durante los años del franquismo, los
intentos de adoptar desde 1944 un lenguaje decorativo más «democrático» sin
olvidar el acercamiento hacia los organismos internacionales así como a las
democracias burguesas europeas. Lo que daba a entender que en mayor o
menor medida, se cultivaba un terreno favorable para que en un lapso de
tiempo más lejano o temprano, se alzaran opiniones reformistas dentro del
régimen, como así sucedió.

En dicho artículo si se señalaba una postura correcta: se dejaba un hueco libre a


la posibilidad de que efectivamente la burguesía tuviera que dar un marco
similar a una democracia burguesa con ciertos derechos y libertades, pero el
PCE (m-l) advertía que eso no frenaría el propósito del partido: el socialismo y
el comunismo.

«La oligarquía en el poder –sus distintos sectores en su conjunto– adoptarán


las formas y las modalidades de Gobierno y recurrirán a los tiras y aflojas que
más les interese para mantenerse más cómodamente en el poder en función
esencialmente de sus intereses de clase. Las dádivas y las concesiones que en

214
un momento u otro se vea obligado a hacer el poder reaccionario bajo la
presión de las masas, no cambiará en nada su naturaleza
antipopular. Nosotros, a la cabeza de las masas en lucha, tenemos que utilizar,
por supuesto, todas las briznas de democracia, cualquier concesión o libertad
para el pueblo, que la dictadura se vea obligada a ceder, teniendo siempre
presente que los intereses de clase del proletariado y de las masas
trabajadoras nada tienen que ver con unas raquíticas y estrechas
pseudolibertades burguesas que cualquier gobierno reaccionario de turno
pudiera verse obligado a conceder en el actual contexto de auge y de lucha
revolucionaria». (Elena Ódena; ¿Puede la dictadura monarco-oligárquico,
dependiente del imperialismo yanqui, transformarse en
una democracia burguesa?, 2 de enero de 1977)

El ejemplo de esta visión negacionista sobre la evolución del régimen y la


postura de la burguesía también quedó registrada en la introducción que hace la
dirección del PCE (m-l) en 1966 al documento de José Díaz: «Stalin, guía
luminoso para los comunistas españoles» de 1940. Son unas anotaciones que
vistas a nuestros días, ha de comentarse los aciertos y errores de sus
comentarios.

Como pronosticaron desde el PCE (m-l) en 1966, el carrillismo del Partido


Comunista de España (PCE) se equivocaba cuando anunciaba que el nuevo
gobierno franquista de entonces significaba el fin próximo de las formas de
dominación fascistas y que en un breve lapso de tiempo el régimen iba
desembocar en un tránsito pacífico hacia la democracia burguesa –incluso
apartando a Franco–. Cierto es que el gobierno encabezado por uno de los
líderes teóricamente más aperturistas como era Manuel Fraga –con su nueva
Ley de Prensa que toleraba un menor nivel de censura y publicaciones ajenas al
régimen–, pero también la Ley de Secretos Oficiales –condescendiente con los
aperturistas y sus tramas– o la Ley de Libertad Religiosa –menos rígida que las
anteriores–, suponían un cambio notable a comparación los férreos años 40.
Pero en realidad hubo una lucha cruenta dentro de las «familias del régimen» –
véase el Caso Matesa que implicaba la corrupción de una fracción importante de
los «tecnócratas» y el aireo en los medios de dichos affaires económicos por
parte de los «aperturistas»– que pese a todo acabó con la derrota de los
aperturistas en 1969, con la consiguiente sustitución de los ministros
sospechosos de mantener posiciones liberales y la supresión de facto de la Ley
de Prensa así como de otras disposiciones generales. Incluso los sucesivos
gobiernos como el de 1973 o el posterior a la muerte de Franco, no dejaron de
colocar en su seno a los llamados elementos «no aperturistas», por lo que el
régimen aguantaría con los que al menos en apariencia, eran los dirigentes de
«línea dura». Esto solo cambió hasta que la fuerza del régimen se fue agotando
para finales de 1975 y los primeros gobiernos de Arias no pudieron mantener la
estructura propia del régimen.

En cambio, hay que señalar que la línea del PCE (m-l) que teorizaba que «del
fascismo la burguesía no puede virar hacia una democracia burguesa» era un
error metafísico muy grave, ya que se ha demostrado en varias experiencias
históricas, y se demostró en la propia España con los sucesos posteriores a la
muerte de Franco, que a la burguesía, cuando le conviene, para frenar los
reclamos y el ímpetu de las masas realiza un viraje tanto de la democracia

215
burguesa al fascismo como viceversa. Como decía Lenin el régimen donde a la
burguesía le es más fácil legitimarse a ojos de las masas es la democracia
burguesa, y eso también lo sabía la burguesía española en 1975, que hasta hacía
poco vestía con la «camisa azul» y hacia el «saludo romano». Este error de
cálculo fue seguramente fruto de tres factores: la falta de conocimientos
históricos y presentes de la dirección; la presión del idealismo maoísta que
todavía albergaron hasta los 70 la mayoría de partidos marxista-leninistas; y
como reacción –eso sí, exagerada– a la imagen idealista pacifista y evolucionista
que propagaban los revisionistas sobre el régimen–. Hasta los años 80, no se
empieza a hablar desde el PCE (m-l) del nuevo régimen postfranquista como
una democracia burguesa.

Como anunciaban desde el PCE (m-l), el constante ejercicio de la idealización de


la democracia burguesa en detrimento de la democracia proletaria que hacia
Carrillo era una traición manifiesta a los ideales marxistas. La historia jamás ha
dejado de mostrar que afirmar esto era olvidar que la democracia burguesa se
vale de los antiguos dirigentes –monarquías absolutas, fascismos, régimen ex
colonialistas, etc.– como «gestores con experiencia» para el nuevo sistema, así
como hace uso de leyes heredadas de regímenes anteriores para apuntalar su
nuevo poder. Inclusive: cuando entienden necesario se persigue, censura,
tortura e incluso asesina, no solo a los comunistas sino todo conato de protesta
de las masas. Algunos todavía no han asimilado este axioma socio-político
básico.

Como apuntaba el PCE (m-l), las tácticas meramente pacifistas y parlamentarias


de Carrillo no habían funcionado en los 60 para derribar el franquismo, ni
tampoco lo haría en los 70 u 80 como herramientas válidas y útiles que se
enfrentasen al poder de la oligarquía, ni tan siquiera para forzarla a un
referéndum entre república o monarquía. En varias ocasiones estos conceptos
conllevaron a producir conocidos «baños de sangre» para la clase obrera como
los sucesos de Vitoria de 1976 –bajo culpabilidad directa de Fraga, fundador de
Alianza Popular al que Carrillo tanto alabó–. A la postre se demostraría que el
«sindicato amarillo» del PCE conocido como Comisiones Obreras (CC.OO.)
sería uno de los ejes de la aristocracia obrera, que junto con la fracción
parlamentaria del PCE, llamarían continuamente a la desmovilización de las
masas en las calles, o en el mejor de los casos, a firmar pactos insignificantes
con la patronal, y no impidiendo ni la adhesión a la OTAN ni la reconversión
industrial, ni casi ninguna de las agresiones del capital y planes reaccionarios
del gobierno contra las masas trabajadoras, e incluso actuando de cómplices en
tales hechos. El PCE ni siquiera llamó a la movilización en los momentos del
golpe de Estado del 23F de 1981, demostrándose que habían inoculado a su
militante la confianza en que todo se resolvería por arriba entre pactos de
partidos o gracias a la actividad parlamentaria y sus resoluciones.

Como se denunciaba desde PCE (m-l), Carrillo no deseaba luchar por la


soberanía nacional contra el imperialismo. Poco a poco fue anunciando su
apoyo a la comunidad de monopolios y leyes de la Comunidad Económica
Europea (CEE), a las bases estadounidenses en España y a la alianza militar
imperialista de la OTAN bajo diversas excusas, algo en lo que Franco
precisamente había trabajado durante los años previos a su muerte. Como se ha
revelado recientemente por archivos desclasificados de la CIA, Carrillo en su

216
viaje a Estados Unidos de 1977 garantizó todo esto al imperialismo
estadounidense, demostrando que era el peor traidor al que podían apoyar las
masas populares.

Como se señalaba desde el PCE (m-l), Carrillo alababa a los cuerpos represivos y
creía «cándidamente» que iban a ser un factor fundamental para lograr una
«democratización del sistema». Lo cierto es que estos sectores eran lo menos
interesados en ello. Al no ser remplazados por un ejército popular y órganos
populares, incluso al no ser siquiera purgados los elementos abiertamente
fascistas y reaccionarios –gracias al blindaje de la amnistía de Adolfo Suárez de
1977–, diferentes núcleos dentro del ejército han sido proclives a golpes de
Estado como el «frustrado» de 1981, el cual tenía la intención de abolir los
derechos y libertades contemplados en la Constitución de 1978 –la cual fue una
rememoración de la Constitución de la por entonces Alemania Occidental–. Los
cuerpos de seguridad y represión si por algo se hicieron notar en el
posfranquismo fue por utilizar un abierto terrorismo de Estado: como los GAL,
con ayuda de los diferentes gobiernos europeos, y por condecorar a los viejos
torturadores de la época franquista por su «trayectoria ejemplar» –como «Billy
el Niño»–. Esto tampoco ha cambiado demasiado, véase las condenas de
Amnistía Internacional y otros organismos sobre España en la actualidad por la
censura, el uso de la tortura y la no investigación de las denuncias de las
víctimas, así como la no reparación a las víctimas del franquismo.

Fuese como fuese, la tesis fundamental del PCE (m-l) sobre el fascismo y su
carácter inmutable hasta que fuese derribado por las fuerzas populares,
continuó en el seno del PCE (m-l) durante un largo tiempo:

«Queda, pues, claro que en ningún momento, nadie que conociera


mínimamente la composición de los gobiernos de la monarquía podía
pretender que estábamos asistiendo a un proceso de auténtica
democratización, ni de apertura hacia una auténtica democracia
parlamentaria y constituyente. (...) La dictadura oligarco-fascista no podía
transformarse desde dentro y sin modificar sus propias bases económicas
sociales y políticas en una democracia parlamentaria». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l),
1977)

El resto de partidos emitieron mensajes similares sobre España en dicho


congreso, sin discutir ni un solo matiz de dicho análisis:

Desde Alemania se decía:

«Después de la muerte de Franco, estamos viendo en España la farsa ridícula


de una pretendida, democratización del régimen monarco-fascista. Pero,
¿cómo podía ser posible que las masas populares españolas explotadas y
oprimidas reciban la libertad de regalo de manos de sus feroces explotadores y
verdugos? (…) La oligarquía en el poder, el imperialismo y socialimperialismo,
la reacción mundial, los revisionistas, socialdemócratas y los oportunistas,
todos ellos apoyan con todas sus fuerzas a la monarquía y al truco de la
«democratización». (Mensaje al IIº Congreso del PCE (m-l); Del Partido
Comunista de Alemania (Marxista-Leninista), 1977)

217
Desde Argentina se decía:

«Este Congreso se realiza en medio de una situación donde el correcto P.C. de


España (marxista-leninista) se halla comprometido en las primeras líneas del
combate. La pretendida «liberalización» y «democratización» de España sólo
es tal para los colaboradores del régimen monarco-fascista». (Mensaje al IIº
Congreso del PCE (m-l); Del Partido Comunista de Argentina (Marxista-
Leninista), 1977)

Desde Chile se decía:

«Vuestro Congreso se realiza en momentos en que en España tanto el


imperialismo como la oligarquía, en estrecha alianza y colaboración con la
socialdemocracia y el revisionismo internacional, pretenden hacer creer que
llevan a cabo la «democratización» y que las cosas en España están
cambiando verdaderamente». (Mensaje al IIº Congreso del PCE (m-l); Del
Partido Comunista Revolucionario, 1977)

Desde Grecia se decía:

«Estas luchas, llevadas a cabo bajo la dirección de vuestro partido, son la


mejor garantía de que los planes de la clase dominante en España y de sus
patronos, los imperialistas norteamericanos, consistentes en «embellecer» el
régimen fascista por medio de maniobras de «liberalización» y de la reciente
farsa electoral, van a fracasar». (Mensaje al IIº Congreso del PCE (m-l); Del
Partido Comunista de Grecia (marxista-leninista), 1977)

Desde Albania se decía:

«Hoy en España el régimen monarco-fascista de Juan Carlos, al que se han


unido los revisionistas y demás oportunistas, está jugando, con la ayuda del
imperialismo y de la reacción, la farsa de la pseudoliberalización del país. El
único partido que enarbola la bandera de la República y de la revolución
proletaria en España es el Partido Comunista de España (m-l)». (Mensaje al
IIº Congreso del PCE (m-l); En nombre del Comité Central del Partido del
Trabajo de Albania, el Primer Secretario Enver Hoxha, 18 de junio de 1977)

Para el conjunto de partidos del movimiento marxista-leninista, en España,


desde la muerte de Franco en 1975 a mediados de 1977, absolutamente nada
había cambiado ni iba a cambiar. Seguía habiendo un régimen fascista y
auguraban que iba a seguir habiéndolo. ¿Pero esto era así?:

«En su etapa final o tardofranquismo la oposición estaba más activa que


nunca, contabilizándose durante esta época las mayores protestas, huelgas y
los mayores choques violentos desde la posguerra, por otro lado, los casos de
corrupción y la fuerte represión de los últimos años incluyendo ejecuciones de
anarquistas, nacionalistas y comunistas hicieron el resto para encender los
ánimos. Ya en los últimos gobiernos como el de la Presidencia de Arias
Navarro en 1974 se hablan en las Cortes Franquistas de crear una libertad de
asociación, aunque tras los acontecimientos de aquel año se echa atrás el

218
proyecto. Tras la muerte de Franco en 1975, pese a nivel de agudización de la
lucha de clases, los revolucionarios no tienen fuerzas suficientes para
contrarrestar la maniobra de los llamados aperturistas del franquismo que
habían pactado hace tiempo una transición con la mayoría de la oposición
moderada para concretar un régimen democrático-burgués tomando como
condición y piedra angular olvidar, que el nuevo sistema no juzgara el período
franquista ni a sus responsables. Es más, la octava y última Ley Fundamental
del franquismo fue la Ley para la Reforma Política aprobada desde las Cortes
franquistas el 8 de noviembre de 1976, por tanto del propio franquismo nace el
proyecto democrático-burgués. En el referéndum del 15 de noviembre de 1976
se votó aprobar o no esta reforma, por supuesto sin mención a si el pueblo
deseaba una república o una monarquía parlamentaria, ni tampoco
discutiéndose otras muchas cuestiones de enjundia por miedo a los resultados,
como reconocería años después el propio Suarez en 1995 en una entrevista
inédita en España hasta el siglo XXI. Hubo unas importantes amnistías
políticas durante 1975 y 1976, pero la más famosa fue la Ley de Amnistía de
1977, ella fue aplicada incluso a quienes hubieran sido condenados por delitos
de sangre, algo orientado especialmente para buscar desde el gobierno la
inclusión en el nuevo sistema parlamentario democrático-burgués a las
bandas en las cuales predominaba el uso del terrorismo como método de
combate, algo que no tuvo éxito, pero a su vez fue la clásica ley cerrada para
amnistiar tanto a represaliados políticos, los grupos que hicieran uso de la
lucha armada de masas, los grupos meramente terroristas, como también una
autoamnistía para los cuerpos y fuerzas de seguridad que habían ejercido la
represión sistemática durante el fascismo, es decir, una ley que solo
beneficiaba hasta cierto punto a los revolucionarios y las masas trabajadoras,
pero que suponía no ajusticiar ni purgar ninguno de los estamentos
gubernamentales ni sus miembros, con razón, con este panorama hubo toda
una serie de atropellos contra los partidos que de una u otra forma se oponían
a esta maniobra durante aquellos años y posteriores. Muchos de los derechos
liberales democrático-burgueses se estipularon en la Constitución de 1978
inspirándose para tal carta magna en la existente en la República Federal
Alemana de aquel entonces, pero como tantas otras constituciones
democrático-burguesas, son derechos que no se cumplen en la práctica o que
son efectivos hasta que quedan suprimidos en el momento en que así lo cree
necesario la burguesía, por eso sus propios artículos están llenos de
contradicciones, cinismo y ambigüedades. Como nota añadir que no hubo
mecanismos para la participación de las masas en la configuración de dicha
Constitución, fue una carta hecha por las altas esferas a espaldas del pueblo, el
pueblo sólo pudo ir a votar sí o no bajo un clima de presión propagandística y
militar. Se constituyeron estatutos de autonomía para distintas zonas del
territorio aunque no se permitía el derecho de autodeterminación como todos
los regímenes existentes hasta entonces». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio
histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas
de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Esta postura intransigente y miope del PCE (m-l) que no veía que la burguesía
no podía mantener las formas fascistas de dominación y que todo se
encaminaba hacia una democracia burguesa al uso, fue la visión dominante
durante muchos años, y como hemos visto, acarrearía muchos problemas en
toda la línea política del PCE (m-l).

219
Curiosamente muy poco después del IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977, Enver
Hoxha, sin duda la figura más prestigiosa del Partido del Trabajo de Albania
(PTA), en sus opiniones sobre la situación en España recomendaba al PCE (m-l)
reflexionar sobre esta postura:

«Importante, me parece destacar que, el Partido Comunista de España


(marxista-leninista) tiene la cuestión de que comprenda claramente las
situaciones de su entorno. Para ello es necesario un análisis exhaustivo de las
condiciones, las fuerzas en movimiento, los flujos políticos y sacar conclusiones
para el trabajo. Es importante entender que España atraviesa en la actualidad
una etapa de transición, ya que se está moviendo del régimen fascista de
Franco hacia un régimen democrático-burgués más liberal, sin embargo en
este período de transición las fuerzas fascistas en España sigue estando
intactas. Sin embargo la transición del franquismo a la situación actual ha
creado algunas nuevas oportunidades, que creo que deberían ser estudiadas y
explotadas por el PCE (m-l). El hecho de que el partido revisionista de Carrillo
e Ibárruri haya sido legalizado, el hecho de que todos los emigrados de la
Guerra de España hayan vuelto, que se hayan creado oportunidades para que
el PCE (m-l) desarrolle su propaganda a través de una prensa legal, etc.,
muestra que existe algo de liberalismo democrático. Este liberalismo por parte
del régimen hace que el capitalismo español tome tiempo para consolidar sus
posiciones, para fortalecer las posiciones de la democracia burguesa
capitalista española». (Enver Hoxha; Sobre la situación en España, 2 de
diciembre de 1977)

A partir del III Congreso del PCE (m-l) de 1979, y muy seguramente gracias al
influjo de deshacerse de toda influencia del maoísmo, el partido revaluó la idea
de que Estado seguía siendo en lo fundamental un país fascista:

«Tras la situación abierta en 1975, la oligarquía y el imperialismo en el poder


han procedido a una serie de cambios en las formas de ejercer su dictadura de
clase. (…) La realidad es que la dictadura franquista, bajo la presión de las
masas trabajadoras, pero también a consecuencia de otros factores y con el
apoyo activo del revisionismo y la socialdemocracia, ha cambiado ciertas
formas y mecanismos del poder, sustituyéndolos por otros de etiqueta
democrática, pero conservando y fortaleciendo todo lo que es esencial de su
dictadura de clase, que continua. (…) La monarquía parlamentaria es, pues,
una forma de la dictadura de la oligarquía y el imperialismo». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del
PCE (m-l), 1979)

El partido arengaba a que lejos de «tener que hacer concesiones» para «no
volver a los tiempos del franquismo» como decían los reformistas, los
revolucionarios no debían albergar ilusiones en el nuevo régimen y en cambio
debían profundizar sus luchas, para ello era menester tener en cuenta la labor
del reformismo en el movimiento obrero:

«Los jefes oportunistas del PCE y del PSOE coinciden todos en analizar dichos
cambios según el esquema hemos pasado del fascismo a la democracia, ahora
hay que consolidar la democracia» y llaman a los obreros a aceptar de buen

220
grado todo lo que en nombre de la tal «democracia», se impone a la clase
obrera desde el poder. (…) Pero la situación de crisis empuja a la clase obrera
a la lucha y a la rebeldía. (…) La corrupción política y el avasallamiento
ideológico, en tanto que formas de dominación complementarias de la
violencia y la represión, las aplica la oligarquía y las aplica especialmente al
movimiento obrero principalmente a través del oportunismo legal. (…)
Insistimos de la labor de intoxicadora del revisionismo y la socialdemocracia
que tratan de privar al proletariado de su ideología marxista-leninista».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº
Congreso del PCE (m-l), 1979)

Pero esta nueva línea no sería comprendida por todos los militantes, y se podría
ver durante varios años los últimos coletazos de los que defendían que España
seguía siendo fascista. La publicación de opiniones contrapuestas de un tema
clave como es la caracterización del Estado, indica la poca autoridad de la
dirección.

Sin ir más lejos en el Informe del Comité Central presentado por Raúl Marco se
decía:

«El problema para el pueblo es el de cómo acabar con el fascismo, que


continua en el poder bajo la cubierta de una monarquía pseudoparlamentaria
y pseudemocrática, y conquistar un mínimo de libertades democráticas».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del Comité
Ejecutivo al Pleno Ampliado del Comité Central, 1981)

Esta declaración suponía un ejemplo de la confusión teórica y terminológica que


arrastro siempre el autor. Dicha declaración puede interpretarse como que se
volvía al viejo discurso de que España era una falsa democracia burguesa y aún
se mantenía el fascismo –lo cual sería insistir en un error que parecía superado
en 1979–.

Elena Ódena en un tono diferente y más autocrítico diría en ese mismo Pleno
del Comité Central de 1981:

«Tal vez, nosotros mismos no hemos tenido en cuenta suficientemente en


nuestros planteamientos y en nuestra práctica todas las consecuencias que
iban a desprenderse en el plano de las condiciones y los factores subjetivos, es
decir el estado de ánimo de las masas y nuestras posibilidades de desarrollo,
como consecuencia de la maniobra oligárquica y de los colaboracionistas por
la que se rompía el movimiento de masas antifranquista y se desviaba la lucha
revolucionaria. (…) La política de nuestro partido cuando se preparaba la
transición del franquismo a la monarquía continuista fue la de oponerse a ese
tipo de transición continuista y llamar a las masas populares, al movimiento
antifranquista, a levantarse mediante la lucha revolucionaria para imponer
sus propias soluciones contra la monarquía y por la conquista de derechos
democráticos por la vía revolucionaria. Desgraciadamente, y por toda una
serie de factores objetivos y subjetivos, es decir, la debilidad organizativa de
las fuerzas revolucionarias, la influencia en ellas de la dirección revisionista,
así como las secuelas de la derrota frente al fascismo; la brutal represión y el
terror durante los largos años de la dictadura fascista y finalmente la traición

221
de que había sido el PCE, junto con la intervención de la reacción internacional
apoyando nuestra maniobra monárquica, la debilidad organizativa de
nuestro joven partido y la brutal represión contra nuestros militantes, fueron
factores que no permitieron evitar que la reacción impusiese su maniobra
desde arriba. Los pocos cambios efectuados tras la muerte de Franco han sido
aquellos impuestos desde arriba para frenar y desviar el movimiento de
masas». (Elena Ódena; Aspectos nacionales e internacionales de la actual
coyuntura política; Del informe del Comité Ejecutivo al Pleno del Comité
Central del PCE (m-l), 1981)

Esto no quita que una vez más en el Informe del Ejecutivo de la IIIº Conferencia
de 1982 se volviese a discursos equivocados sobre la caracterización del Estado:

«Bastas estos hechos para comprender que, en España, tras el golpe del 23-F y
sus consecuencias, hemos entrado en una nueva fase en la que asistimos a un
retorno acelerado hacia formas abiertamente fascistas del régimen. (…) Si
bien el golpe militar-fascista del 23 de febrero de 1981 no coló a un general al
frente del gobierno, los acontecimientos políticos posteriores demostraron que
la oligarquía y el imperialismo no necesitaban en aquellos momentos de una
junta militar en el poder para conseguir sus propósitos. (…) Primero, un
entramado legislativo claramente fascista, mediante la Ley de Defensa de la
Constitución, y la Ley Reguladora de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio
dirigidas no contra los militares y fascistas golpistas sino orientadas a
justificar y apoyar la lucha contra el «terrorismo», considerando como tal a
toda oposición al régimen». (Revolución Española; Nº13, 1982)

Esto era un torpe análisis que no podía convencer a nadie y que rompía con el
curso de autocrítica sobre dicha cuestión iniciado en 1979. Era además, una
muestra de desconocimiento sobre las leyes de las propias democracias
burguesas de Europa sobre legislación antiterrorista. Véase el capítulo: «La
creencia de que las leyes antiterroristas corresponden a países fascistas»:

«La aplicación de leyes antiterroristas que bajo lagunas legales se hacen


extensibles a organizaciones y militantes no terroristas de todo tipo no es un
rasgo que demuestre que haya fascismo, es un mecanismo que todas las
democracias burguesas o fascismos han aplicado desde sus orígenes bajo
distintas denominaciones como puede ser leyes contra el bandidaje, contra el
robo, contra los pobres, contra las asociaciones ilícitas, contra la sedición,
contra la rebelión, y en todos estos casos se guardaban términos ambiguos con
lo que poder extender esa legalidad a los trabajadores que molestaban por una
u otra razón. (...) ¿Significaría esto que España, Gran Bretaña, Italia,
Alemania y otros países con leyes antiterroristas, donde ocurren abusos
policiales, casos de torturas y asesinados en confrontaciones con las fuerzas de
seguridad son países fascistas? De nuevo no, solo un malabarista político
podría plantear algo así. Primero porque esta situación sucedía también antes
de la legislación oficial de las leyes antiterroristas, y porque estas cosas
también sucede en los países que no tienen leyes antiterroristas, incluso en
mayores proporciones. Segundo, porque salvo que de nuevo creamos que en
las democracias burguesas todo es idílico y armonioso, que no existen
conflictos de clase ni leyes trampa y que todo eso solamente sucede en el
fascismo, no podemos concluir que unos datos así sean ejemplificativos de

222
nada, salvo de lucha de clases y de la esencia clasista de las leyes burguesas
para mantener su dominación. Aquí se comprueba que estas leyes
antiterroristas son realmente ambiguas, se pueden aplicar a cualquier mando
que subjetivamente crea que hay sospecha de actividades subversivas y al
activarse se tiene derecho a propasarse con la intimidad del investigado y
hasta quedarse con los bienes del mismo y su organización si es declarado
culpable. ¿Significa que todos estos países son fascistas o que es un reglamento
jurídico clásico de las democracias burguesas para aprovecharse del fenómeno
del terrorismo? Responder esto es muy sencillo. Estas leyes son visibles en la
mayoría de países europeos que tuvieron en su seno bandas terroristas
durante los años 70». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los
GRAPO, 2017)

Por otro lado, que exista un artículo constitucional o un directo de gobierno que
justifique la abolición de los derechos y libertades constitucionales, poniendo al
país en un estado de sitio o guerra, no es otro rasgo que no demuestra la
existencia del fascismo sino la naturaleza de la propia democracia burguesa, que
siempre se guardará un as en la manga. Como dijo Marx, la burguesía
acostumbra en sus constituciones liberales a enunciar un derecho y decir en el
siguiente artículo que se invalida en casos determinados de causa mayor según
su perspectiva. Esto es lo que se denomina «superlegalidad»:

«Es un principio de legitimidad superior a la ley y a la propia constitución


empleado por la clase dominante; para aplicarlo invocan el bien del Estado, la
nación, o la patria; o lo que es lo mismo, es una intensificación de la validez de
determinadas normas o principios respecto de las normas «simples» u
«ordinarias» cosechadas gran parte de las veces entre bastidores o en
conversaciones privadas de los círculos fácticos, sin ninguna participación de
las masas; aplicándose luego llevándose al parlamento para que el poder
legislativo la oficialice o por poderes mismos del ejecutivo. Podemos
determinar que se trata de la garantía última de que no se cuestionarán las
relaciones y condiciones sociales existentes y con ello al sistema imperante. Por
ejemplo: en tiempo de crisis económicas las políticas implementadas se
destinan a salvaguardar al sector financiero –lo macroeconómico– en
detrimento de las economías familiares –lo microeconómico– invocando la
estabilidad económica del país; ejercer el derecho tipificado o no en la
constitución del ejército a intervenir para garantizar el orden constitucional
en tela de juicio; o como cuando se establecen Leyes de Seguridad Ciudadana
que restringen los derechos y libertades bajo excusas de que todo es por
garantizar la seguridad y bien común; contraviniendo en ambos casos leyes
fundamentales de las propias Cartas Magnas –constituciones–». (Equipo de
Bitácora (M-L); Terminológico, 2013)

En el IVº Congreso de 1984, se reconoció que no habían medido ni el alcance de


la maniobra entre los aperturistas del franquismo y la oposición reformista, ni el
estado de ánimo de las masas para aceptar esa «transición» desde arriba del
franquismo a la monarquía parlamentaria:

«El partido no pudo prever en todos sus aspectos la evolución del estado de
ánimos de las masas tras cuarenta años de dictadura, ni la profundidad de la

223
maniobra continuista monárquica, promovida y plenamente respaldada por
la oligarquía y por los partidos revisionistas y socialistas, así como también
por los Estados reaccionarios del mundo. (…) En este sentido cabe destacar la
transcendencia que el imperialismo yanqui y la socialdemocracia de la
República Federal Alemana (RFA) dieron a la maniobra internacionalmente y
que le siguen dando como modelo de «salida sin traumas de una dictadura»,
evitando el peligro de una revolución popular y reforzando así, con formas
pseudodemocratizantes el Estado capitalista. Para ilustrar esta trascendencia,
ahí tenemos, salvando las distancias, las «salidas» que el imperialismo y la
socialdemocracia han dado al caso de Argentina o Brasil». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del ºIV Congreso,
1984)

M. Serrada en su artículo: «Septiembre de 1975: diez años después la lucha


continúa» comenta ya de forma diferente:

«Aquel septiembre combativo y heroico de 1975, pudieron fraguarse las bases


para toda una serie de conquistas que posteriormente se lograron arrancar a
la oligarquía de financieros y militares: la amnistía total, la legalización o
permisividad de todos los partidos de izquierda, etc. (…) Si hoy tenemos, si
hay, comparando la actual situación con la que se vivía bajo Franco, un
gramo de libertad en España, es a ellos». (Vanguardia Obrera; Nº513, 1985)

En otra publicación, se diría por ejemplo:

«Nos negamos a hacer el juego a la democracia burguesa. Pero sí utilizamos y


utilizaremos las posibilidades, por pequeñas que sean, que logremos arrancar
a esa democracia para nuestros propios fines y propaganda, es decir, para la
revolución». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Pleno del
Comité Central, 25 de mayo de 1986)

Años después en 1992 el grupo ultraoportunista de Chivite haciendo evaluación


de los errores de la antigua dirección del PCE (m-l) criticaría dicho estrepitoso
error. Pero no hay ni una sola publicación durante aquellos años que demuestre
que Chivite y sus correligionarios pensaran de forma distinta, al revés, como en
otros temas de los cuales renegaron con razón o sin ella, se limitaron a apoyar la
línea oficial.

«Otro error fue no ver que para un marxista debía estar claro: que el paso de
la dictadura fascista a la democracia burguesa no constituía un paso
cualitativo, sino de fisonomía, de forma de gobierno. La clase en el poder podía
ser la misma; los cambios afectarían a las formas e instrumentos de gobierno
en función de que no sólo económicamente sino también en lo político se
ampliaría la base social del régimen». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Como dice el refranero español: «A buenas horas mangas verdes». Pero aquí,
cuando Chivite se sale de los marcos básicos e intenta dárselas de versado y gran
teórico falla estrepitosamente. Pues lejos de lo que dice, aunque teóricamente el
fascismo puede parecer como un poder con menor apoyo social a priori por sus
características, históricamente ha habido ocasiones en donde los regímenes

224
fascistas tenían mayor base social que los gobiernos de democracia burguesa.
Cualquiera que haga memoria podría hacer varias comparativas de gobiernos de
un país a otro de la misma época, como de gobiernos de un mismo país en un
período determinado, que demuestran nuestra tesis.

Concluyendo debemos decir precisamente, que tanto el caso español como el de


algunos países latinoamericanos refutaban la absurda y nefasta idea de que la
burguesía no podía pasar de regímenes políticos autoritarios, e incluso fascistas,
a otros de carácter más liberal y democrático-burgués; en el mismo sentido: no
hubo explicación al respecto de cómo se había inoculado la idea durante años de
que España todavía seguía siendo fascista y como se cambió de opinión. Para
ampliar: este error fue abordado en el documento: «La creencia de que si un
Estado conserva figuras, instituciones o leyes de una etapa fascista es
demostrativo de que el fascismo aún persiste» de 2017.

La mecánica adopción inicial de la «Guerra Popular Prolongada»


(GPP) como método militar de toma de poder

Muchas de las organizaciones bajo influencia maoístas de la época esgrimían


entre sus estatutos, manifiestos, panfletos y debates, la cuestión de adoptar
como vía militar de toma de poder la teoría maoísta de la Guerra Popular
Prolongada (GPP). Recomendamos consultar nuestro análisis sobre el PCE
(r)/GRAPO y sus desviaciones: «Adopción de la Guerra Popular Prolongada
(GPP) como método de toma de poder» de 2017.

El PCE (m-l) lamentablemente no fue una excepción, al menos en un inicio. Un


exmilitante recordaba que:

«Al principio el PCE (m-l) fue una copia mimética de las propuestas chinas,
inclusive, dado que los chinos consiguieron el poder a través de una guerra
popular de carácter prolongado, el PCE (m-l) en su programa mantenía que
España para liberarse y traer la democracia tenía que tener una guerra
popular de carácter prolongado». (Entrevista a Pepe Avilés, exmilitante del
FRAP, 2016)

Esto no es ninguna exageración por mucho que algunos quieran ocultarlo por
una u otras razones:

«Del seno de estas luchas de masas, y al calor de las mismas, se irá iniciando
la lucha armada, que podrá tomar cuerpo primero en las zonas rurales
apartadas, por ser éstas las que más pronto escaparán al control de la
oligarquía proimperialista. Sólo a través de la lucha armada en el campo le
será posible a las fuerzas revolucionarias acumularse, fortalecerse, aguerrirse,
ir logrando victorias parciales sobre el enemigo hasta derrocarlo, y, con el
apoyo de la insurrección general armada de todo el pueblo, liderar al país del
yugo de la oligarquía yanqui-franquista y establecer un poder popular».

225
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Línea Política del PCE
(m-l), 1967)

Esta desviación se ve corregida en parte en ciertos documentos de 1973, en ellos


suprime la idea de que el campo es el activo decisivo de las luchas:

«La lucha armada no puede surgir ni desarrollarse aislada de la lucha de


masas, sino sólo en estrecho contacto con el movimiento obrero y campesino
de masas. De las formas iniciales –huelgas, manifestaciones–, hay que ir
pasando gradualmente –y la evolución espontánea de la lucha confirma esta
trayectoria–, a formas superiores de combate: refriegas violentas con las
fuerzas de la dictadura, asaltos, motines, etc. Para ello es necesaria la creación
de grupos de combate y autodefensa, tanto en la ciudad como en el campo,
núcleos del futuro ejército popular». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Línea política y programa, 1973)

Y ya en 1975 se rechazaba el concepto metafísico de que debía de ser sí o sí una


lucha prolongada, predicción absurda que se decretaba antes incluso de
iniciarse cualquier mínimo conflicto militar o de estudiar las características del
país:

«Que esta guerra popular sea más o menos prolongada dependerá de toda
una serie de factores objetivos y subjetivos, uno de los más importantes es, sin
duda, la decisión de lucha del pueblo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Sobre las situaciones revolucionarias, la lucha armada y
la guerra popular, 1975)

Como hemos publicado en nuestro medio, la táctica militar de los chinos fue
ampliamente criticada por Stalin: ante los yugoslavos en 1945, ante los indios en
1951, ante los indonesios en 1951, haciendo hincapié en las posibles
consecuencias de adoptar dicha errónea estrategia. Véase «Stalin a los
comunistas indonesios la vía china en la cuestión militar». Obviamente estos
documentos no eran muy conocidos en los años de inicio del PCE (m-l), incluso
en la actualidad son desconocidos para la mayoría. Vale decir que las críticas
que Enver Hoxha y los albaneses realizaron a la GPP son una continuación de
las críticas realizadas por Stalin en su momento.

Hemos desglosado varias veces las limitaciones de la GPP, por lo que no vemos
necesario extendernos mucho más.

El seguidismo a las políticas de la «Revolución Cultural» de los


revisionistas chinos

Uno de los grandes mitos para los revolucionarios de los años sesenta fue lo
relativo al: «Seguidismo a la Revolución Cultural».
226
Léase por ejemplo el suplemento de la revista Revolución Española llamado
Cuadernos marxista-leninista Nº5 titulado «La decisiva importancia para todos
los pueblos del mundo de la Gran Revolución proletaria en China» de 1971, allí
el PCE (m-l) mostraría que no se diferenciaba en nada a otros grupos maoístas
españoles o del exterior en cuanto a la evaluación de dichos eventos. A ejemplo
véase en otra de sus publicaciones los epítetos clásicos de aquella época que
podrían firmar cualquier partido prochino:

«Gracias a la Gran Revolución Cultural Proletaria dirigida por el Camarada


Mao Zedong, el pueblo chino ha sido movilizado y China Popular se ha
convertido en el bastión rojo de la revolución mundial. Por tanto, la Gran
Revolución Cultural proletaria es, para los pueblos del mundo, una fuente
inagotable de enseñanzas y de estímulo revolucionario, y es un ejemplo
irrefutable de cómo aislar y derrotar a los grupos revisionistas
contrarrevolucionarios a través de la movilización audaz de las masas sobre la
base del Pensamiento Mao Zedong». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Mensaje de felicitación del Comité Ejecutivo del PCE (m-
l) al Presidente Mao Zedong con ocasión del Noveno Congreso del PC de China,
5 de Abril 1969)

Se rectificaría en 1979:

«A la vista de lo sucedido en aquel vasto movimiento dirigido personalmente


por Mao, se puede afirmar que fue un movimiento esencialmente
anticomunista y contra el proletariado. Algunos de nosotros presenciamos
personalmente estos hechos que confirman lo anterior. Aquel movimiento, bajo
la dirección de Mao –insistimos en esto– estaba encabezado por los
estudiantes y el ejército, y no como hubiera sido lógico por los comunistas y la
clase obrera, pese a que añadían la coletilla «proletaria». Esa «revolución»,
que hubiera sido justa de haber estado encaminada a combatir las tendencias
revisionistas y a los elementos burgueses, como ellos mismos decían en su
propaganda, disolvió las organizaciones del partido, los comités, las células, la
organización de la juventud, la sindical, etc., y en su lugar surgieron los
comités de los «guardias rojos», compuestos, casi exclusivamente por
estudiantes y militares. Amparándose en aquel movimiento, distintas
camarillas se ajustaron las cuentas entre sí, fue eliminado el revisionista Liu
Shao-chi, el siniestro Deng Xiaoping y otros, que luego han sido rehabilitados,
incluso en vida de Mao, como ha sido el caso de Deng. Fue un movimiento
típicamente anarquista que sólo benefició a la burguesía». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

227
De este apartado tampoco tenemos que añadir demasiado, debido una vez más a
lo ya comentado sobre el tema.

El inicio de la Gran Revolución Cultural Proletaria o simplemente Revolución


Cultural, la cual es dirigida por Mao Zedong, es de hecho el inicio de la lucha de
Mao por recuperar el poder perdido. Al principio se empezó denunciando a
Peng Dehuai –crítico a Mao Zedong por el «Gran Salto Adelante»– y a algunas
obras teatrales donde dejaban en mal lugar a Mao. También Mao utiliza a los
representantes de la facción más derechista del partido –muchos de ellos
aliados suyos o antiguos aliados hasta el «Gran Salto Adelante»– para intentar
desmarcarse de las políticas de hasta entonces, aunque inicialmente no pasa de
la denuncia en dazibaos. Ante la imposibilidad de recuperar el poder bajo los
estatutos, Mao hace un llamamiento a los jóvenes para movilizarlos y armarlos
en la llamada «Guardia Roja», quienes disuelven los comités de partido con
ayuda del ejército dirigido por Lin Piao y se reparten los puestos de los nuevos
comités de partido, así mismo se arrestaron a varios de los líderes. Se promueve
al estudiantado como vanguardia de esta «revolución». Tras el triunfo se
reescribe la historia reciente del partido, negando que las tesis de los
«derechistas» Liu-Deng son tomadas de Mao y que ellos mismos le
encumbraron al poder en los años 30 y 40. Finalmente se produce el ostracismo
político de Deng Xiaoping y la ejecución de Liu Shao-chi. Eufóricos, los maoístas
extienden la idea de que el «Pensamiento Mao Zedong» era la «superación de
las limitaciones del marxismo-leninismo o su etapa superior». Se hace tabla
rasa con toda cultura progresista anterior y se presenta la nueva cultura
proletaria como el equivalente al «Pensamiento Mao Zedong». Se produce una
exaltación del culto a Mao Zedong que culmina con la creación del Libro Rojo de
Mao, una recopilación de citas arregladas por Lin Piao para reforzar la idea de
un Mao combativo, multifacético, sabio e incluso poético. Se rechaza toda regla
del centralismo democrático que hace operar con normalidad a un partido, en
un esquema anarquista se anima a las masas a poner en duda a los miembros
del partido y «liberarse solas» de la cultura precedente, ahora abiertamente es
el mesianismo dirigente centrando en Mao quién dirige el partido. Ascenso de la
«Banda de los cuatro» y consolidación de Lin Piao durante la Revolución
Cultural y su tipificación como sucesor de Mao en el IXº Congreso del PCCh de
1969. Se exige a partir de ahora en la propaganda el exportar la estrategia
militar de la «Guerra Popular Prolongada» («GPP») a cualquier país del mundo
–sin tener en cuenta las condiciones específicas del país ni las condiciones
objetivas para la revolución–. Se llega a decir que la Revolución Cultural es un
hito sin precedentes, mayor que la Revolución de Octubre de 1917. La expresión
idealista y voluntarista de que las ideas tienen primacía sobre la base económica
–lo que servirá de excusa para introducir todo tipo de concepciones erradas sin
justificar nada–. Se dice que Mao Zedong gracias a sus últimas teorías había
descubierto «la continuación de la lucha de clases» tras la toma de poder –
aunque la Revolución Cultural como otros sucesos fuese una lucha entre

228
facciones para mantener o recuperar el poder–. Se produce en condiciones
misteriosas la defenestración de Chen Boda y la muerte de Lin Piao alrededor de
1970 y se da el inicio de una política abiertamente pro estadounidense
retomando la senda de los años 40.

La política exterior China se caracteriza por un aislamiento absoluto, apenas


recibe delegaciones. Sus relaciones con otros partidos se basan en el
reconocimiento de cualquier grupo como marxista-leninista siempre que sea
adepto a la Revolución Cultural, de lo contrario no le interesa promocionar a ese
grupo ni financiarlo. La tendencia de hacer concesiones y hablar bien de los
regímenes capitalistas-revisionistas como Rumanía que tuvieran algunas
contradicciones con el socialimperialismo soviético se agudiza con los choques
fronterizos de 1968 y 1969. En la propaganda el culto a Mao y las expresiones y
teorías tercermundistas en las publicaciones oficiales es la tónica común. La
diferenciación entre verdaderos revolucionarios de contrarrevolucionarios, se
hace a partir de quién aceptase la Revolución Cultural y las teorías que se
acuñaron durante su desarrollo.

Los bandazos del PCE (m-l) sobre la cuestión nacional

En los años 60 nacería el Partido Comunista de España (marxista-leninista)


precisamente como reacción a la traición de la dirección del PCE Carrillo-
Ibárruri a las ideas más básicas del comunismo. Para este nuevo partido la
postura inicial sobre la cuestión nacional sería la siguiente:

«España constituye actualmente UNA nación, y no una pluralidad de naciones


unidas tan solo por la existencia de un aparato estatal único y centralizado,
como equivocadamente creen algunos. Eso no excluye en modo alguno la
existencia de una serie de regiones con ciertas particularidades nacionales
más o menos acusadas, a las que se denomina nacionalidades». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Acerca del problema de las
nacionalidades en España, 1969)

En este documento no se expresa en ningún momento el tono y estilo de la


Internacional Comunista, ni del PC de España de José Díaz, ni mucho menos el
de las tesis de Comorera y el PSU de Cataluña o Jesús Larrañaga y el PC de
Euskadi. En ese documento, no se habla del derecho de estos pueblos a optar
por la independencia estatal. Por ello, le pese a quien le pese, el análisis de la
cuestión nacional realizado por el PCE (m-l) durante sus tiempos de infancia
suponía un atraso evidente para el movimiento obrero. Esto lo decimos por
muchos de los viejos dinosaurios del actual PCE (m-l), que pretenderán
defender a capa y espada el honor del partido, aunque ellos hayan sido los
encargados de defenestrado en mil cuestiones.

229
Este triste trabajo del PCE (m-l) sobre la cuestión nacional corrió a cargo de
Lorenzo Peña como él mismo reconoce:

«El folleto Acerca del problema de las nacionalidades en España, escrito por
mí en 1968 –en su primera versión–, fue publicado después –en 1968 o 1969–
por las Ediciones Vanguardia Obrera –como un Cuaderno Marxista-
Leninista: Suplemento a Revolución Española, Nº 1–. El comité ejecutivo
aceptó publicarlo habiéndolo podado y expurgado. Varios fragmentos se
eliminaron». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria,
2010)

Debe decirse que las concepciones políticas de Lorenzo Peña eran desviaciones
que en la mayoría de casos estaban bastante más a la derecha que la línea oficial
del partido. Dado que no podía imponer su visión en diversos campos, las
desavenencias y la frustración hicieron que abandonase el partido en 1972. De
hecho, pronto él mismo navegaría en aguas abiertamente socialdemócratas, y
desde entonces se ha dedicado a especulaciones filosóficas, declarándose como
un «socialismo no marxista» y profesar un «republicanismo republicano» (sic),
como veremos en otro capítulo.

Merece la pena repasar este texto porque hoy existen líneas políticas de partidos
revisionistas que han adoptado líneas similares.

Todo el texto está destinado a argumentar directa o indirectamente que España


era una nación compacta, que no existían otras naciones contenidas en el
Estado, y que por tanto, indirectamente se daba a entender que no se debía
hablar del derecho a separación de estos pueblos, derecho que como ya se ha
dicho, no se contempla en ningún momento.

Para argumentar tal idea se dejaban caer diversos argumentos altamente


confusos. Por ejemplo, se dice:

«Los habitantes de la mayor parte de las regiones españolas son de habla


exclusivamente castellana. E incluso en las regiones con particularidades
nacionales sólo un número ínfimo de personas del medio rural y, en general,
de aldeas apartadas no hablan el castellano. En cambio en algunas regiones,
particularmente en Euskadi, las lenguas vernáculas no son utilizadas, ni
siquiera conocidas, más que por una minoría de la población regional,
minoría, además, en descenso». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Acerca del problema de las nacionalidades en España, 1969)

¿Lorenzo Peña consideraba acaso que estas zonas no eran naciones ya que en las
regiones con particularidades nacionales el idioma castellano no era
desconocido? Sí, eso es cierto. ¡Vaya sorpresa! ¿Quizás por el hecho de que

230
Castilla, como reino predominante intentó asimilar al resto de zonas de los otros
reinos cristianos o musulmanes que fueron unificando pacíficamente o por la
fuerza desde el siglo XII? ¿Quizás por decretos contra las lenguas no castellanas
como las que firmaron los «reyes y ministros ilustrados»? ¿Quizás por la
represión reciente en aquellos años 60 después de pasar la terrible dictadura de
Primo de Rivera y estar inmersos en la de Franco? Después el señor Peña cita
que el gallego, catalán y sobre todo el euskera eran idiomas en descenso.
Insistimos. ¿Acaso es lícito considerar que tras treinta años de fascismo, la
reducción del euskera supone el fin de una nación? Tampoco valdría como
argumento. Es más, como se vería después con el fin del franquismo y gracias a
las libertades del régimen posterior de índole democrático-burgués, y en
concreto con la instalación del Estatuto Vasco de Autonomía de 1979, en cuanto
el euskera tuvo una cooficialidad se fue extendiendo notablemente, sobra decir
del catalán como reconoce en el texto el propio Peña, ya era hablado
perfectamente por la mayoría de catalanes, mismo ocurría con el gallego.

Los ecuatorianos y españoles hablan el castellano, pero no son una misma


nación, en cambio los catalanes pueden conocer el castellano pero suelen hablar
en catalán y no son parte de la nación castellana o española. Extrapolado a otro
ejemplo: un ucraniano en la época de Lenin o un polaco, podía saber ruso, hoy
pasa igual por la influencia de la URSS y las relaciones políticas, económicas y
culturales de Rusia con sus vecinos adyacentes, pero la mayoría sabe mejor o
directamente solo conoce su idioma original: el ucraniano o polaco, ninguno
forman parte de la nación rusa por conocer el ruso. De hecho el sistema actual
de autonomías demuestra que en cuanto hay una leve prebenda en la cuestión
lingüística, los ciudadanos de las minorías nacionales del Estado –catalanes–,
eligen a sus representantes, que toman una política proactiva de defensa y
promoción de su lengua –el catalán–, que pone al idioma oficial del Estado –el
castellano– como cooficial, pero su estatus social acaba por detrás de la lengua
materna en instituciones y calle. Lo que indica la plena identificación con su
lengua de estos pueblos.

«Dentro de España, las tres regiones con particularidades nacionales más


destacadas –Cataluña, Euskadi y Galicia– suman –censo de 1960– unos ocho
millones de habitantes. Valencia y Baleares suman cerca de tres millones de
habitantes. En total, unos once millones, el 35'7 por ciento de la población
española según el censo –30 millones y medio de habitantes–». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Acerca del problema de las
nacionalidades en España, 1969)

Bajo esta teoría Lorenzo Peña nos quiere vender sin decirlo abiertamente, que a
base de recuentos demográficos, podríamos tipificar que Cataluña, Euskadi y
Galicia no serían constituyentes como naciones, porque tendrían poca población
respecto al resto de España. Como si el número de habitantes fuese decisivo
¿Acaso no existen naciones de pleno derecho con poblaciones de poco más de
un millón de personas? El señor Peña parece que negaba esta evidencia:

231
«En la actualidad se puede calcular que la población española se aproxima a
los treinta y tres millones y que la población de Cataluña, Euskadi y Galicia
tomadas en su conjunto es de unos nueve millones, un 28 por ciento de la
nacional. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ya antes de nuestra
guerra nacional revolucionaria contra el fascismo, el proletariado de Cataluña
no estaba formado exclusivamente por catalanes sino también, aunque
entonces muy minoritariamente, por inmigrados de otras regiones. (…) Por su
lado, el proletariado de Euskadi estaba formado en buena parte, ya antes de la
guerra, por castellanos, gallegos, etc. Y desde 1941 se ha visto engrosado con
unos 200.000 inmigrados de otras regiones». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Acerca del problema de las nacionalidades en España,
1969)

Aquí tenemos otro argumento ajeno a todo sentido marxista. ¿Los emigrantes
del resto de España hacia estas regiones seguirían siendo «extranjeros»? Si
creemos esto, tendríamos que aceptar que todos los proletarios andaluces,
murcianos, mozambiqueños, sirios o franceses, siguieran siendo de estas
regiones o naciones aunque transcurran décadas y generaciones completas,
como si mágicamente, en Cataluña a diferencia del resto de territorios, este
proletariado emigrante y sus generaciones venideras no sufrieran una
transformación y asimilación de la zona donde residen. No puede existir una
argumentación más metafísica.

Para entender los argumentos tan disparatados que aquí se anuncian,


podríamos hablar de los desconocimientos históricos y económicos del autor,
del chovinismo castellano que rezuman ciertos comentarios, así como la
influencia directa del maoísmo en sus textos, con el déficit que eso significaba a
la hora de aplicar el materialismo dialéctico a la cuestión nacional. Pero además
de todo ello, se evidencia introdujo en el partido la nefasta teoría metafísica de
que la burguesía del Estado no podría mutar del fascismo hacia el
democratismo-burgués. Esto repercutía en adelantar erróneamente lo que
podría ocurrir a estos pueblos bajo un régimen postfranquista. Si la asimilación
cultural hubiese durado más siglos, de forma continuada, los rasgos nacionales
de estos pueblos quedarían ocultos de la superficie, de forma que la conciencia
nacional de estos pueblos podría ser dañada severamente. Pero ni si quiera esto
elimina la existencia de los factores que hacen nación a una nación. El ejemplo
más claro es Galicia, donde existen rasgos nacionales pero no una conciencia
nacional, no por casualidad es una de las regiones donde las fuerzas más
tenebrosas del país tienen un gran apoyo político, donde los partidos
«constitucionalistas» y «españolistas» de derecha tienen un fuerte apoyo
político, y donde el nacionalismo gallego es residual todavía pese a que según las
encuestas oficiales la mayoría de gallegos se definen como más gallegos que
españoles, o gallegos y en segundo lugar españoles.

232
Al no considerar posible la idea de que la burguesía pudiera evolucionar hacia
una monarquía parlamentaria y otorgar ciertos derechos de importancia a estos
pueblos oprimidos nacionalmente, se quedaron desfasados ante los
acontecimientos que se sucedieron a no mucho tardar:

«En primer lugar, podría pensarse en una continuación de la dictadura de la


oligarquía, pero con modificación de sus formas de poder. (...) Es evidente que
un régimen neofranquista, regido por el borbónico parásito Juan Carlos. (...)
Un régimen de ese tipo no concedería más que, en el mejor de los casos, un
restablecimiento de la mancomunidad de diputaciones provinciales, o algo
muy parecido y totalmente insulso». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Acerca del problema de las nacionalidades en España,
1969)

Efectivamente: estos pueblos con la monarquía parlamentaria juancarlista no


han obtenido completamente sus derechos nacionales, pero tampoco se puede
negar que ha habido una ampliación de sus derechos y libertades. Comparar el
actual Estatuto de Cataluña de 1979 con la Mancomunidad de Cataluña de 1914-
1924 como anunciaba Lorenzo Peña es por completo absurdo. Nadie en su sano
juicio podría comparar tampoco la situación actual de Cataluña y los catalanes
con la de la época fascista que España padeció bajo la bota del franquismo. En la
actualidad sólo los palmeros de la propaganda del nacionalismo catalán podrían
proponer contra toda evidencia que existe algo así. Claro es que pese a las
limitaciones democrático-burguesas que en la actualidad existen para que
Cataluña ejerza su libertad, su situación es exponencialmente distinta a la de
otras épocas. Vale decir que la limitación de las libertades es algo común dentro
de cualquier régimen democrático-burgués y más aún en aquellos estados que
contienen más de una identidad nacional. Como muestra un detalle. Solo hay
que recordar que la afamada II República Española (1931-1936). En el artículo 4
de su Constitución de 1931, si bien no prohibía la enseñanza de las «lenguas
regionales», no reconocía al gallego, catalán o vasco como cooficiales junto al
castellano, a diferencia de lo que ocurre en la Constitución de 1978 en el artículo
3 que incluso las considera «patrimonio cultural» que será objeto de especial
«respeto y protección».

La exposición de Lorenzo Peña en este panfleto sobre la cuestión nacional


expresa unas ideas sobre la cuestión nacional ligados a resabios de un viejo
pensamiento socialdemócrata, con las limitaciones que eso implica:

«Los problemas nacionales de Europa han sido y son un factor revolucionario


de lucha contra el imperialismo. En la medida en que los partidos de la II
Internacional degeneraron en partidos de «reformas sociales», se apartaban
de la lucha de clases, renegaban de la dictadura del proletariado, pasaban a

233
las filas de la contrarrevolución, la cuestión nacional que en un principio
anunciaban vagamente, se transformó en instrumento «ideológico» de
subordinación nacional al Imperialismo. (…) Nuestra experiencia es suficiente
para conocer a fondo la posición práctica de los socialdemócratas en la
cuestión nacional. El Partido Socialista Obrero Español, ha combatido a
sangre y fuego a Cataluña y Euskadi, las dos nacionalidades históricas
oprimidas y que han llegado a la madurez nacional». (Joan Comorera; Contra
la guerra imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña, 1940)

Tras la salida de Peña en 1972, la postura del PCE (m-l) en la cuestión nacional
fue evolucionando y distanciándose en parte de sus errores tempraneros:

«Años después el PCEml publicará otro folleto titulado «El problema de las
nacionalidades en el marco de la revolución en España» Ediciones
«Vanguardia Obrera» de 1977, donde se han refundido párrafos y hasta
páginas enteras de mi texto de 1968; pero esas partes, escritas por mí, han
sido troceadas para ser insertadas en un contexto que les es ajeno y que resulta
incompatible». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria,
2010)

Ya incluso en 1971 se rectificaron las posturas del folleto de Lorenzo Peña de


1969. En una publicación del FRAP, el frente promovido por el PCE (m-l),
podemos leer:

«El FRAP considera que son los propios pueblos de las nacionalidades quienes
deben elegir libremente y sin intervención exterior alguna su propio destino;
que el pueblo de cada nacionalidad debe tener la libertad de unirse o separarse
del resto de los pueblos de España». (¡Acción!; Comité Pro-Frente
Revolucionario Antifascista y Patriota, Nº5, mayo, 1972)

También en las publicaciones de los Comités Antiimperialistas Revolucionarios


(CAR), se comentaba sobre la cuestión nacional:

«Es cierto que a los obreros nos interesa estar unidos, unirnos todos en la
lucha. Y es precisamente para que esta unidad sea real, por lo que no podemos
imponerla por la fuerza. Precisamente porque las minorías nacionales han
sido oprimidas en lo que constituye su manera de ser, porque se les han
impuesto lengua, cultura, costumbres y leyes que no son las suyas, no podemos
nosotros emplear la violencia en este terreno. Nosotros queremos la unidad, sí;
pero que no la imponga por la fuerza una nación sobre otra; queremos una
unidad en que sean respetadas las diferencias que hay entre pueblos. El primer
derecho de un pueblo es el de disponer libremente de sí mismo». (Comités
Antiimperialistas Revolucionarios, Nº35, mayo-junio, 1971)

234
Sobre estos CAR, debido a la falta de información hay dudas sobre si era una
organización independiente o una organización satélite del PCE (m-l) –como las
ramificaciones juvenil, femenina y sindical, o los frentes creados del FRAP y la
Convención Republicana–, aunque los testigos directos reclaman que
efectivamente así era. De hecho los CAR tiempo después se integraron en el
FRAP. Leyendo sus publicaciones se puede detectar un lenguaje calcado al
utilizado por el partido, por lo que hay pocas dudas de que se trata de lo
segundo, siendo así esta posición de los CAR sobre la cuestión nacional
extensible al propio PCE (m-l), o al menos a un sector importante que llegaba a
extender sus ideas en los frentes que manejaba el partido.

La propuesta del PCE (m-l) destacaba en aquellos años por apelar a la directa
independencia de territorios colonizados, mientras que para el resto de los
territorios con «particularidades» proponía el derecho a secesión, aunque
deseaba –retomando como los republicanos y progresistas del siglo XIX– la idea
de la integración voluntaria en un modelo federalista para las regiones
peninsulares:

«Derecho para los pueblos de las distintas nacionalidades de España, de


decidir sus propios destinos. El partido teniendo en cuenta los intereses de
todos los pueblos de España, propugna para las distintas nacionalidades un
régimen de auténtica y real igualdad de derechos y deberes, en el marco de la
República Democrática Popular y Federativa. (…) Evacuación de las tropas
españolas y del aparato administrativo colonial que la dictadura tiene
establecido en los territorios de África que hoy ocupa. Devolución a sus
respectivos pueblos, de estos territorios». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Línea política y programa, 1973)

Por aquellos tiempos el PCE (m-l) reconocía que:

«En Euskadi, un gran número de luchadores se han incorporado al combate


contra el franquismo y el imperialismo yankee sobre la base del legítimo
sentimiento nacional atropellado por ambos. Esta incorporación se ha hecho,
fundamentalmente, bajo la dirección de la pequeña y mediana burguesía
nacionalista, ya que los revisionistas abandonaron la bandera revolucionaria
de las luchas de las minorías nacionales por su autodeterminación, y porque
nuestro partido, durante toda una etapa no ha sido lo suficientemente fuerte,
en el terreno organizativo, para canalizar y dirigir de manera directa al grupo
del inmenso potencial antifascista y antiimperialista de esta lucha –aunque la
contribución ideológica y política ha sido fundamental para encauzarla–».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del
revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente Movimiento
Comunista de España–», 1972)

235
En la declaración fundacional de la Convención Republicana de los Pueblos de
España (CRPE), otro frente creado por el PCE (M-L) , se pasa calificar a España
como un Estado multinacional:

«La convención reafirma el hecho histórico del carácter multinacional del


Estado Español». (¡Acción!; Frente Revolucionarios Antifascista y Patriota,
Nº34, 1976)

En las publicaciones de la Convención Republicana podemos ver como se


conmemoraba el 25 de julio como «Día de la Patria Gallega» pidiendo «por el
derecho de la autodeterminación».

El PCE (m-l) oficialmente nunca dejó de considerar en sus siguientes


publicaciones que España era una sola nación:

«Resulta innegable para cualquier persona mínimamente conocedora de la


historia de España y de su realidad actual, que las distintas regiones y pueblos
de España constituyen indiscutiblemente un Estado y una nación llamada
España». (Elena Ódena; ¿Autonomías o reinos de taifas?, 1979)

Esto mostraba una indudable confusión sobre la cuestión nacional, diciendo


una cosa bajo tu frente y otra bajo tu denominación oficial.

Si en el folleto sobre la cuestión nacional escrito en 1969 por Lorenzo Peña


existían varios argumentos burdos e imperdonables para un partido marxista-
leninista, en el nuevo folleto de 1977 también dejaba muchísimo que desear en
cuestiones clave.

Una de las razones metafísicas que se daban para determinar si estas regiones
constituían o no naciones, era el hecho de que:

«Los rasgos de España como nación y no tan sólo como un Estado formado
por varias naciones, se han venido formando en los últimos siglos, y
principalmente los últimos 100 años. (…) Sin que ninguna clase social de
ninguna de las nacionalidades haya optado por levantar su propio Estado. (…)
Conviene puntualizar, que en esta lucha, ni la burguesía catalana, ni la vasca,
ni tampoco gallega, han expresado, a través de los movimientos nacionales, el
interés de construir un Estado propio». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); El problema de las nacionalidades en la perspectiva de la
revolución en España, 1977)

En primer lugar, aquí el PCE (m-l) usaba el vago argumento de que España es
una nación simple y llanamente porque en los últimos cien años no había
surgido otro Estado independiente de sus entrañas, lo cual sería lo mismo que

236
proclamar que la nación ucraniana o polaca no existían en 1917 porque nunca se
habían constituido como Estado o hacía largos siglos desde tal hecho. Stalin
critica tal propuesta en su obra: «La cuestión nacional y el leninismo» de 1929.

El segundo argumento era que las burguesías de esas regiones no habrían


reclamado posiciones separatistas, algo que no era cierto como vimos en los
anteriores capítulos, ya que tales reclamaciones existían desde mucho antes de
1977 y cada vez eran más mayoritarias, pero si existía alguna duda de la
tendencia que está tomando, hoy la realidad ha disipado toda duda, al menos en
el caso catalán y vasco. De todos modos, la existencia de un separatismo o de un
federalismo en la tendencia nacional no cambia la existencia de la nación, por lo
que el separatismo no puede ser una prueba definitiva ni mucho menos.

«A lo largo de las luchas políticas y con el desarrollo de la burguesía se han


reforzado los vínculos de todo tipo –comerciales, económicos, culturales,
políticos, etc.– entre las diversas nacionalidades de España, se ha unificado el
mercado en gran medida y han desaparecido gran parte de los obstáculos
nacionales. (...) La oligarquía financiera e industrial vasca y catalana, así
como los clanes oligárquicos de Galicia. (...) Han acelerado el proceso mutuo
de entrelazamiento y fusión con el resto de la oligarquía financiera». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); El problema de las nacionalidades
en la perspectiva de la revolución en España, 1977)

El tercer argumento era aún más falaz y mostraba un desconocimiento


histórico-económico. Se habla que la burguesía catalana, vasca y gallega estaría
conectada con la del resto de España hasta el punto que el desarrollo ha hecho
que ya sean lo mismo o prácticamente lo mismo, que habrían formado una
misma oligarquía. Un entresijo más o menos pronunciado de vinculación
económica interregional se ha dado siempre. Esto también ocurre cuando
hablamos de la cuestión nacional: dicha conexión se da irremediablemente
entre la nación opresora con la nación oprimida, solo hace falta echar una
rápida ojeada a los hechos históricos tanto modernos como contemporáneos:
véase los lazos de las clases explotadoras austriacas con las húngaras, las
otomanas con las albanesas, las rusas con las polacas, las inglesas con las
escocesas, galesas o irlandesas, etc. Es decir, se ha dado tanto en casos donde la
nación oprimida tiene ciertos núcleos de importancia económico –Cataluña,
Escocia– como en zonas donde la nación oprimida tiene un evidente atraso de
las fuerzas productivas –Irlanda, Albania–.

Stalin ya explicó con la cuestión georgiana que esta deriva histórica de las clases
explotadoras es del todo normal:

«Existió, por ejemplo, en nuestro país, la llamada «cuestión nacional» de la


nobleza, cuando –después de la «incorporación de Georgia a Rusia»– la

237
nobleza georgiana sintió lo desventajoso que era para ella perder los viejos
privilegios y el poderío que tenía bajo los reyes georgianos, y, considerando
que la condición de «simples súbditos» era afrentosa para su dignidad, anheló
la «liberación de Georgia». (...) En efecto: el desarrollo de la producción
mercantil, la abolición del régimen de la servidumbre, la fundación del Banco
de la nobleza, la agudización de los antagonismos de clase en la ciudad y en el
campo, el movimiento creciente de los campesinos pobres, etc. asestaron un
golpe mortal a la nobleza georgiana y, junto con ella, al «nacionalismo
monarco-feudal». La nobleza georgiana se escindió en dos grupos. Uno de
ellos renunció a todo «nacionalismo» y tendió la mano a la autocracia rusa,
para, a cambio, recibir de ella puestos lucrativos, crédito barato y aperos de
labranza, para que el gobierno la defendiese de los «revoltosos» del campo,
etc. El otro grupo de la nobleza georgiana, más débil, se alió con los obispos y
archimandritas georgianos y, de este modo, cobijó su «nacionalismo»,
desechado por la vida, bajo el ala del clericalismo. Ese grupo se dedica con
gran entusiasmo a restaurar las iglesias georgianas derruidas, «monumentos
de la pasada grandeza» –¡ése es el punto principal de su «programa»!–.
(...) La burguesía georgiana quería proteger el mercado georgiano con una
barrera aduanera, expulsar de este mercado por la fuerza a la burguesía
«extranjera», elevar artificialmente los precios de las mercancías y
enriquecerse por medio de semejantes manejos «patrióticos». (...) Sólo el
proletariado podía infundir vida al castrado «patriotismo» de la burguesía.
Había que ganarse al proletariado: y aquí aparecieron en escena los
«nacionaldemócratas». Mucha fue la pólvora que gastaron en rebatir el
socialismo científico, mucho lo que injuriaron a los socialdemócratas;
aconsejaban a los proletarios georgianos que se apartaran de ellos,
ensalzaban al proletariado georgiano y procuraban convencerlo de que, «en
interés de los propios obreros», fortaleciese de alguna manera a la burguesía
georgiana. Suplicaban insistentemente a los proletarios georgianos: no
arruinéis a «Georgia» –¿o a la burguesía georgiana?–, olvidad las
«discrepancias internas», haced amistad con la burguesía georgiana, etc.
(...) ¡Pero fue en vano! Los cuentos zalameros de los publicistas burgueses no
lograron adormecer al proletariado georgiano. Los ataques implacables de los
marxistas georgianos –y, sobre todo, las potentes acciones de clase, que
fundieron en un solo destacamento socialista a los proletarios rusos, armenios,
georgianos y de otras nacionalidades–, asestaron a nuestros nacionalistas
burgueses un golpe demoledor y los expulsaron del campo de la lucha. «Para
rehabilitar su desprestigiado nombre», nuestros patriotas fugitivos tuvieron
que «cambiar, por lo menos, de color», que disfrazarse, por lo menos, de
socialistas, ya que no podían asimilar las ideas socialistas. (...) La autocracia
persigue de una manera bandidesca la cultura nacional, la lengua, las
costumbres y las instituciones de las nacionalidades «alógenas» de Rusia.
(...) ¿Cómo deberá proceder entonces nuestro Partido? Precisamente para
estos posibles casos ha sido incluido en nuestro programa el artículo 9;

238
previendo precisamente la posibilidad de tales circunstancias, se concede a las
nacionalidades el derecho de procurar resolver sus asuntos nacionales de
acuerdo con sus deseos –como, por ejemplo, «liberarse» completamente,
separarse–». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cómo entiende la
socialdemocracia la cuestión nacional, 1904)

En los escritos de la Internacional Comunista existe toda una serie de textos


hablando de dicha cuestión.

En España el proceso de interrelación de las noblezas y burguesías se puede


rastrear desde mucho antes, tanto a nivel regional como a nivel de lo que luego
van a ser las regiones con reivindicaciones de tipo nacional:

«Vinculación de esta burguesía en sus lugares de origen. Se trata de una


vinculación resuelta en varias dimensiones. En lo que respecta al plano
inmobiliario con la adquisición de tierras, en el plano simbólico con la
construcción de residencias y el papel de mecenazgo de la vida local, que
incluye actividades benéfico-caritativas bajo el rótulo de la cultura o de la
estabilidad social. Pero el rasgo más interesante son las vinculaciones de tipo
moderno. (…) Las élites del dinero en la España del siglo XIX tienen un
denominador común: su tendencia a ubicarse en Madrid en tanto que capital y
al cobijo del Estado. (…) Poseer un patrimonio próximo a los 50 millones de
reales es un rasgo que caracteriza a esa gran burguesía con residencia en
Madrid, que no rompe sus marras con sus lugares de origen. (…) Para la
fachada cantábrica, Andalucía o incluso Cataluña, resulta extraño que un
gran patrimonio supere la barrera de los 10 millones de reales; en cambio en
Madrid es habitual. (…) Gozan, pues, de una situación económica inalcanzable
para otros miembros de la burguesías españolas, ni tan siquiera la vasca o
catalana. (…) Se producen asociaciones complejas que ligan a su vez zonas
geográficas del país. (…) Francisco de las Rivas, marqués de Mudela. Sus
inversiones vinícolas en La Mancha, sirvieron de palanca para sus inversiones
siderúrgicas en la cuenca del Nervión. (…) Esta burguesía genera pues una
doble cultura económica: el rentismo y la inversión productiva. (…) Es
observable una mayor presencia de la élite económica catalana en los centros
de poder de la capital del Estado a finales de siglo». (Ángel Bahamonde Magro
y Jesús A. Martínez; Historia de España siglo XIX, 2005)

Hay que anotar que pese a que es cierto que la burguesía catalana o vasca
cosechó un notable éxito y prestigio económico que reforzó los inicios de sus
movimientos nacionales, por razones obvias, la burguesía castellana con sede en
Madrid gozaba de una posición mucho mayor.

La clase obrera catalana solo ha tenido fugazmente el liderazgo de la mayoría de


catalanes bajo la dirección del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC)

239
dirigido por Joan Comorera durante 1937-1949. Después de ese período
ninguna otra organización ha tenido suficiente influencia y autoridad como para
plantar cara al nacionalismo catalán burgués o pequeño burgués. Es más,
gracias a la irrupción del revisionismo de Ibárruri-Carrillo en el PSUC en 1949 y
su posterior proceso de decadencia, se revivió al nacionalismo catalán en el
exilio, el cual estaba desacreditado y desorganizado. Tras el franquismo y la
reorganización del nacionalismo catalán burgués, hoy sigue existiendo esa
bifurcación de las clases explotadoras entre un campo favorable a la integración
con la nación opresora y otro que defiende la libertad e identidad de la nación
oprimida, la diferencia fundamental es que la burguesía catalana nunca ha
tenido tanta fuerza ni sido tan favorable a la secesión como hoy por razones ya
explicadas. ¿Ha impedido esa división entre la burguesía catalana para que
dentro del sistema de las autonomías se desarrolle económicamente, imprima
su cultura entre la población, y sea hoy dentro de las reivindicaciones
nacionalistas, y en particular de las independentistas, la clase social con más
poder de convocatoria? Solo un miope político negaría tal obviedad. ¿Es un
movimiento «vendepatrias» que realmente no lucha por la soberanía nacional y
que ha dejado tirado al pueblo catalán en sus demandas tanto nacionales como
sociales? ¡Por supuesto!, ¿Y qué esperar de la burguesía en materia nacional
bajo la era del imperialismo? Pero el denominado movimiento consecuente que
algunos chovinistas españoles exigen a Cataluña no existe actualmente ni en el
movimiento político nacional catalán ni en ninguna parte de España. La
hegemonía burguesa y el falso patriotismo son exactamente igual de
predominantes en ambos lados del Ebro.

Este tipo de planteamientos absurdos para negar el carácter de Cataluña son el


resultado de no entender la cuestión económica en la cuestión nacional.
Pretender que es necesario que se consolide sin trabas el mercado interno de
una nación, y que para ello es necesario tener un Estado propio es un error
metafísico que Stalin ya condenó. La historia demostró que los polacos,
ucranianos o kazajos no necesitaron tal cosa para desarrollar su fisonomía
nacional tras ser absorbidos por el zarato ruso –ponemos estos tres ejemplos ya
que cada nación tenía una economía predominantemente industrial, agrícola y
ganadera respectivamente–. ¿Acaso Cataluña no ha desarrollado durante siglos
sus propias formas de propiedad de la tierra, su famosa industria y comercio
dentro de España y en cambio no se parece en nada a ninguna otra zona de
Castilla? ¿Tenía algo que ver el paisaje económico de los 70 de la industria
catalana con el paisaje eminentemente agrícola manchego o extremeño? ¿Acaso
históricamente los catalanes no han enfocado su mercado hacia el Mediterráneo
mientras Castilla lo hizo hacia el Atlántico? ¿Acaso un proceso normal como la
emigración internas proveniente de zonas atrasadas como Murcia, Extremadura
o Andalucía ha hecho mella en la identidad catalana, o más bien estos se han
asimilado al catalanismo? Son debates estériles a estas alturas.

240
Pese a no considerar a España un Estado multinacional, a finales de los 70
desde el PCE (m-l) se tenía en cuenta ya el derecho a la independencia de las
regiones con innegables movimientos nacionalistas:

«El pueblo vasco, al igual que los demás pueblos de España carecen todavía de
los derechos y las libertades necesarias para poder pronunciarse libremente en
relación con el derecho a la autodeterminación, e incluido el derecho a la
independencia, preconizada por algunos sectores vasquistas». (Elena Ódena;
El estatuto de Guernica o el consenso con salsa vasca, 1979)

En líneas generales se mantiene estático el concepto de que estas regiones no


son naciones como tales, pero extrañamente se evoluciona hasta contemplarse
que estos pueblos tenían en el ejercicio del derecho de autodeterminación, y
como tal, incluían el derecho a la independencia. Un nuevo bandazo
incomprensible para muchos, pero que ciertamente suponía un avance frente a
las viejas concepciones que en nada ayudaban a acercarse a las masas de
aquellas zonas. Es aquí cuando vemos nacer los mejores artículos del partido
sobre la cuestión nacional:

«Estamos por el derecho democrático a la autodeterminación hasta sus


últimas consecuencias, la independencia, siempre que el pueblo, libremente así
lo exprese. Pero como toda fuerza política, defendemos y luchamos por una
opción propia. Nuestra opción, la opción de los comunistas marxista-
leninistas, la opción que más interesa a la clase obrera y al pueblo es la
República Popular y Federativa. (…) Denunciamos y combatimos el actual
centralismo, heredado directamente del franquismo, que se ha disfrazado de
tómbola autonómica, en que, sólo se han visto beneficiados los intereses
oligárquicos y burgueses del PNV. (…) Denunciamos y combatimos también el
separatismo a ultranza, base política y objetivo confeso de ETA, así como sus
métodos y actividades terroristas». (Vanguardia Obrera; Nº436, 1983)

Por supuesto eso no significaba que el PCE (m-l) pasase a apoyar la idea de que
lo mejor para estos pueblos era la secesión como hacían algunas agrupaciones
nacionalistas y revisionistas, sino que ella era una opción que respetarían si los
pueblos libremente tomaban dicho camino, pero que su objetivo era en cambio,
trabajar, comprender y respetar la idiosincrasia de dichos pueblos para poder
lograr una unidad efectiva y armoniosa entre ellos. Por ejemplo, en el artículo:
«El separatismo de ETA hace el juego a la reacción». O en el artículo: «La
muerte de Txomin. El nacionalismo, única ideología de ETA», donde se
reiteraba:

«Con la muerte de Txomin Iturbe Abasolo, considerado máximo dirigente de


ETA (militar), se ha vuelto a poner de actualidad, por enésima vez, la
especulación sobre las dos supuestas tendencias presentes en dicha
organización: la nacionalista y la marxista-leninista.

241
La primera, a la que pertenecería el fallecido, estaría más inclinada al diálogo
y a la negociación y en la segunda estarían los «más malos», los que sólo
desearían seguir pegando tiros.

De entrada, el planteamiento es claramente manipulador al querer situar a los


presuntos marxista-leninistas como fanáticos amigos del gatillo y de la goma-
2 y, de paso, descalificar la ideología de la clase obrera.

Pero las cosas no son así. Por supuesto que en Euskadi Ta Askatasuna (ETA)
puede haber diversos matices y tendencias; de hecho, su historial de escisiones
así lo demuestra, pero decir que entre esas tendencias existe la marxista-
leninista es francamente excesivo.

Está claro que desde su V Asamblea –diciembre de 1966-marzo de 1967– la


organización fue haciéndose, de manera confusa y francamente mal digeridas,
con algunas tesis marxistas y con un vocabulario tomado de prestado de las
mismas. Posteriormente, ya bajo la monarquía, tanto ETA como Herri
Batasuna (HB) y sobre todo Herri Alderdi Sozialista Iraultzailea (HASI), han
cultivado un discurso que, siendo básicamente nacionalista, aparece
entreverado de posiciones y argumentaciones en las que se mezclan de manera
oportunista tesis socialdemócratas y tesis marxistas.

Pero insistimos, las ideas, la actividad y los objetivos de ETA y de las diversas
organizaciones del bloque KAS o de HB, nunca han superado los rígidos y
estrechos límites del nacionalismo, de la ideología nacionalista que les une,
como un cordón umbilical, a las fuerzas más tradicionales, clericales y
reaccionarias de la gran burguesía vasca, léase el Partido Nacionalista Vasco
(PNV).

El propio «Argala» escribía en 1978 sobre la necesidad de arrebatar el poder


«a la burguesía española y francesa», sin mencionar casualmente la vasca. En
1982 «Eraki», órgano de HASI afirmaba con claridad que «el objetivo último
–de la unidad popular– es la independencia de Euskal Herria». No se trataba
pues del socialismo, que es el objetivo de los marxista-leninistas. Y añadía, de
manera idealista, que «partiendo del presupuesto mínimo de la lucha por la
independencia, el resto vendrá por añadidura».

Más recientemente, el discurso de ETA se ha inclinado por hablar de


autodeterminación, tomando el concepto del marxismo. Bien, en eso podemos
estar de acuerdo. Los marxista-leninistas estamos por la autodeterminación
de Euskadi desde mucho antes de la existencia de ETA. Pero mientras para el
nacionalismo no hay otra salida a la autodeterminación que la separación y la
independencia, los marxista-leninistas propugnamos la solución federativa y
republicana como más conveniente a los intereses del proletariado de todo el
Estado. Sin embargo, si el pueblo vasco opta por la independencia,
respetaríamos tal decisión.

El nacionalismo de ETA no ve otra salida que la independencia a través del


enfrentamiento entre pueblos; los marxista-leninistas nos atenemos a la
autodeterminación.

242
De ahí que, pese a este supuesto punto en común del nacionalismo radical con
el marxismo-leninismo –que desearíamos fuese realmente común–, las
diversas organizaciones del KAS o HB, no hayan buscado nunca confluir con
los marxista-leninistas, con nuestro partido, y sin embargo, no se cansen de
tender puentes a la burguesía y gran burguesía industrial y financiera del
PNV. Ejemplo reciente ha sido durante los pasado enero y febrero, ofreciendo
a Arzallus y Garaikoetxea un «acuerdo de reconstrucción nacional».

En efecto, no hay tendencias marxista-leninistas en ETA por mucho que, en


algunas declaraciones y artículos hablen de socialismo o marxismo.

La amalgama de vocabulario marxista con teología de la liberación,


clericalismo, historicismo falsamente científico y conceptos étnicos de raíz
racista son componentes claros de un nacionalismo exaltado no de marxismo-
leninismo.

Mucho menos, además, si tenemos en cuenta que, para esta organización,


socialismo es la URSS y los países bajo su órbita.

El II Congreso de HASI, en 1982, llegó incluso a afirmar que «hoy, la


comunidad socialista, la forman la URSS, la RDA, Bulgaria, Checoslovaquia,
Hungría, Rumanía, Polonia, Cuba, Laos, Mongolia y Vietnam».

Es decir, la comunidad de países revisionistas bajo control del


socialimperialismo soviético y de las diversas burguesías burocráticas.

Pero una cosa es ser marxista-leninista y otra ser prosoviético. La diferencia


es abismal. No luchamos contra la OTAN y el imperialismo yanqui para hacer
el juego al Pacto de Varsovia y la URSS.

Sí estamos de acuerdo con Txomin cuando afirmaba que la «cuestión vasca es


un problema político y no policial», y también pensamos, desde mucho antes
de la muerte de Franco en 1975, que la ruptura con el franquismo es un
problema clave todavía pendiente que impide todo tipo de soluciones
favorables a los pueblos del Estado.

Pero mejor que cada cual se defina como lo que realmente es, y ETA es
nacionalista, así nació y así permanece, pese al manejo teórico de algunas tesis
y cierto vocabulario más o menos marxista». (Vanguardia Obrera, Nº 581,
1987)

En el artículo: «Combatir el nacionalismo, fortalecer las posiciones de clase del


partido» de 1984 se escribía claramente para no dejar atisbo de duda de la
diferencia entre el PCE (m-l) y el resto de organizaciones sobre la cuestión
nacional:

«Nuestro partido tiene su ideología propia y diferenciada, la del proletariado,


y sus posiciones políticas y tácticas de lucha adecuadas. Insistir en la lucha,
pelear con uñas y dientes por arrebatar al nacionalismo y a la
243
socialdemocracia su influencia en la clase obrera y el pueblo». (Vanguardia
Obrera; Nº452, 1984)

Así se explicaba la interrelación entre la cuestión nacional y la lucha por los


derechos democráticos dentro del régimen democrático-burgués:

«Uno de los objetivos que podemos plantear también, junto a la cuestión de las
nacionalidades, es el derecho a la autodeterminación, que es también otro
aspecto en el que podemos confluir parcialmente y quizá, transitoriamente,
con algunas fuerzas de tipo nacionalista, y que supone un aspecto
importantísimo, concretamente en Galicia, Cataluña y Euskadi. Creemos que
nosotros debemos de ser los que encabecemos a nivel de todo el Estado, en toda
España, el principio de que este derecho de autodeterminación no solamente
incumbe a esos pueblos y constituye un hecho democratizante para esos
pueblos, sino que es un hecho democratizante y progresista para el conjunto de
los pueblos de España. El defender estos derechos, el defender, por ejemplo, la
cultura de esos pueblos, la lengua y todos sus derechos, también constituye un
elemento progresista y democratizante para todos los pueblos de España, y
también constituye un elemento para ir forjando en el pueblo la idea de la
unidad del pueblo y no de la división de los pueblos de España». (Elena Ódena;
Sobre la táctica unitaria del partido; Intervención en el IIº Pleno del Comité
Central del IVº Congreso del PCE (m-l), 1985)

Por tanto:

«Dados los estrechos lazos históricos, geográficos, económicos, culturales y


sociales existentes desde hace ya siglos entre los pueblos de Cataluña, Euskadi,
Galicia y los del resto de España, y los intereses comunes así creados, resulta
evidente que en el momento en que, después de derrocada la dictadura y
expulsado el ocupante yanqui, esos pueblos puedan libremente decidir de sus
propios destinos, lo harán permaneciendo unidos de manera autónoma en el
Estado español, popular y federativo». (Elena Ódena; ¿Qué fuerzas deben
formar el frente?; Serie de artículos publicados desde el número 43 al 54 de
Vanguardia Obrera, mayo de 1969 a febrero de 1971)

Paradójicamente, tiempo después, a finales de los 80 y con la muerte de Elena


Ódena, el PCE (m-l) pasó a hacerle el juego a formaciones nacionalistas
pequeñoburguesas como Herri Batasuna, incluso pedir el voto por ella, sin
realizar ninguna crítica ideológica como veremos más adelante. Así se cerraba
un círculo que iba desde la negación de la esencia del problema nacional, hasta
hasta acabar transigiendo con sus ideas.

El PCE (m-l) seguía negándose a reconocer que España no estaba compuesta


únicamente por una nación y varias nacionalidades, sino por más de una

244
nación. Como anota en sus memorias, Lorenzo Peña conocía la figura de Joan
Comorera, y no sabemos si él y el resto de dirigentes del PCE (m-l) desconocían
o boicotearon su pensamiento adrede, porque desde luego no comulgaban al
100% con su pensamiento en su trato hacia la cuestión nacional.

Otra duda que nos asalta es la del historiador francés Pierre Vilar. Es por todos
conocidos que el PCE (m-l) mantenía una estrecha relación con él, llegando a
escribir una introducción a sus obras como se ve en «Vanguardia Obrera». ¿Por
qué entonces el partido no adoptó sus tesis sobre la cuestión nacional en
España? Sin duda su concepción era mucho más acertada que la de
Ódena/Marco e infinitamente más que las de Lorenzo Peña. Oiremos cosas
chovinistas como que Vilar no era español sino francés, por lo que «no podía
entender la idiosincrasia de aquí», pero la realidad es que Vilar ha sido un
historiador hispanista con un grado de investigación y conocimiento de España
mucho más profundo que la mayoría de «eruditos» historiadores españoles, ni
que decir ya en comparación con los «patriotas españoles» que desconocen la
historia básica de su país.

Lo cierto es que el PCE (m-l) con dicha intransigencia jamás tuvo una postura
científica sobre el problema nacional en España, a falta de mejores teóricos dejó
todo su entramado en un pseudomarxista con ínfulas de experto como Lorenzo
Peña. Sus principales dirigentes posteriores no comprendieron tampoco que los
cambios que se habían dado como consecuencia de la cristalización de
particularidades mucho mayores de las que se creían a priori; la evidente
consolidación de la identidad nacional como podía ser más evidentes en el caso
de Euskadi o Cataluña, no eran exageraciones de políticos e intelectuales, sino
una evidencia viva visto en: el desarrollo e influencia política del nacionalismo
de esas zonas, el auge cultural, la expansión del idioma. Incluso a consecuencia
de la consolidación del nacionalismo en los núcleos originarios, se volvería más
agresivo reivindicando antiguas zonas territoriales de influencia. Véase el
nacionalismo catalán con la idea de los «Països Catalans» y el nacionalismo
vasco con «Euskal Herria». Los panfletos del PCE (m-l) sobre la cuestión
nacional al no tener en cuenta todos estos cambios, muchas veces negaba lo
obvio, eso implicaba no poder granjearse nunca en estas zonas al proletariado,
que siempre cayó preso de las asociaciones nacionalistas, ya que no entendían el
discurso del PCE (m-l), y entre algunos trabajadores de hondos sentimientos
nacionales veían negados las opciones de sus derechos nacionales, como era por
ejemplo el derecho a constituirse libremente como Estado. Esto, lejos de unirlos
con el PCE (m-l), los hacía continuar siendo presos de la demagogia
nacionalista.

Actualmente es imposible negar que:

245
«Queda claro que lo que Cataluña ha sufrido desde hace siglos por ende su
propia consolidación identitaria como nación pese a la dominación castellana
y los intentos de asimilación, es una opresión nacional pero no colonial, que se
ha visto más agudizada en períodos históricos con la irrupción de los
Borbones, con Primo de Rivera o durante el franquismo, pero jamás ha sido
nada parecido a una colonia, es más la burguesía catalana ha colaborado en
estrecha coordinación con la castellana/española para sacar tajada incluso en
estos períodos de mayor represión, y las pugnas con ella ha sido sobre
cuestiones más económicas y fiscales que de otra índole». (Equipo de Bitácora
(M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r)
y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Este triste personaje que es Lorenzo Peña, en la actualidad niega el principio


federal como solución para los pueblos hispánicos argumentando que:

«El modelo federal sería una agravación de esa desigualdad que ya está
establecida y además introduciría de soslayo esas entidades puramente
artificiales salidas de la nada. (…) Yo prefiero el modelo jacobino francés, que
es centralista». (Crónica Popular; Entrevista de Sergio Camarasa a Lorenzo
Peña, 8 diciembre de 2014)

Lorenzo Peña, sumándose al revisionismo histórico de otros intelectuales de


izquierda, se ha apuntado a la moda de deformar el marxismo y su evolución
afirmando que está restaurando la verdad histórica del marxismo sobre la
cuestión nacional. Pero solo cuenta una parte de la película.

Se presupone que el modelo autonómico español actual de organización del


territorio es algo intermedio entre el federalismo y el unitarismo.

«Hay dos puntos que distinguen a un Estado federal de un Estado unitario, a


saber: que cada Estado integrante de la federación tiene su propia legislación
civil y criminal y su propia organización judicial, y que, además de la Cámara
popular, existe una Cámara federal en la que vota como tal cada cantón, sea
grande o pequeño». (Friedrich Engels; Contribución a la crítica del proyecto
de programa socialdemócrata, 1891)

Algunos podrían no ver muchas diferencias entre el modelo autonómico y el


federalismo. Pero hay una diferencia fundamental entre el modelo territorial
organizativo federalista y el de las autonomías. El modelo autonómico español
otorga autonomía para las regiones, pero niega la soberanía y libertad de como
se quieren articular desde el principio. Es decir, es una autonomía otorgada
desde el Estado central, no debatida: impuesta. Exactamente como el modelo
unitario que se suele caracterizar por imponer una uniformidad no por
consenso sino por coacción. El modelo federal que han defendido las

246
organizaciones revolucionarias históricamente es todo lo contrario, presupone
simplemente: un libre ejercicio de los destinos de los pueblos.

Sobre los errores producidos con el modelo autonómico como la desigualdad


territorial debemos decir que ello no es producto en sí del modelo sino del
sistema de relaciones de producción capitalista, ya que esto ocurre sin distinción
en todos los países más allá del modelo que adopten, es una ley inherente al
sistema económico, si la división internacional del trabajo conlleva una
desigualdad entre países, a menor escala sucede lo mismo en las regiones
internas de un Estado capitalista. El hecho de que Lorenzo Peña achaque este
fenómeno al modelo territorial de las autonomías solo puede ser una
confirmación más de que ya hace mucho tiempo desertó de las filas marxistas.

También es correcto que el actual modelo tiene errores de base como la división
territorial artificiosa, pero precisamente los principales valedores del
federalismo español como Pi y Margall ya denunciaban esto. Véase la denuncia
sobre la división territorial administrativa de 1833, de la cual han partido una
mayor fragmentación de territorios en provincias por motivos meramente
administrativos, por contentar o equilibrar desfases en otras regiones, etc.

Por otro lado, aquello que comenta aquí Lorenzo Peña de que es mejor la
implantación de una república centralista unitaria para España, de aplicarse
actualmente equivaldría a estimular más las voces independentistas en las
distintas zonas de la península y fuera de ella. Una idea suicida. Inicialmente los
bolcheviques eran los más acérrimos enemigos del federalismo ya que
consideraban que ello lastraba la unificación del proletariado, desconectaría
económicamente las regiones y podría hacer proliferar la mentalidad
regionalista y nacionalista. Este fue el pensamiento general del marxismo
viendo los resultados históricos del federalismo burgués y de los movimientos
federalistas pequeño burgueses como el anarquismo. Pero fue así hasta que los
bolcheviques, antiguos antifederalistas, reconsideraron dicha postura en 1917
como nos explica Stalin, entendiendo que no se podía ignorar la cuestión
nacional, ya que era una cuestión social real que no se podía saltar sin más, y
que para lograr una unificación futura de todo el proletariado, el federalismo era
un principio válido para el marxismo, un puente para amortiguar las diferencias
nacionales, tejer lazos de amistad y unión:

«En el libro de Lenin «El Estado y la revolución» de agosto de 1917, el partido,


en la persona de Lenin, da el primer paso serio hacia el reconocimiento de la
admisibilidad de la federación como forma transitoria «hacia una república
centralizada». (…) Esta evolución del punto de vista de nuestro partido en
cuanto a la federación estatal obedece a tres causas. Primera causa: al estallar
la Revolución de Octubre, muchas nacionalidades de Rusia se encontraban, de
hecho, completamente separadas y aisladas unas de otras, y por ello la

247
federación resultó ser un paso adelante para acercar, para unir a las aisladas
masas trabajadoras de esas nacionalidades. Segunda causa: las formas
mismas de federación que se perfilaron en el proceso de la construcción del
régimen soviético no resultaron ser, ni mucho menos, tan contradictorias a los
objetivos del acercamiento económico de las masas trabajadoras de las
nacionalidades de Rusia como lo pareciera en un principio; más aún, resultó
que no contradecían en absoluto a estos objetivos, como lo ha demostrado
posteriormente la práctica. Tercera causa: el peso específico del movimiento
nacional resultó ser mucho mayor y el camino hacia la unión de las naciones
mucho más complejo de lo que pareciera antes, en el período anterior a la
guerra o en el período precedente a la Revolución de Octubre». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Notas a la obra: Contra el federalismo de
1917, 1924)

El citado artículo de Lenin de 1918 es el siguiente:

«La República Soviética de Rusia se instituye sobre la base de la unión libre de


naciones libres, como Federación de Repúblicas Soviéticas nacionales. (...) Al
mismo tiempo, en su propósito de crear una alianza efectivamente libre y
voluntaria y, por consiguiente, más estrecha y duradera entre las clases
trabajadoras de todas las naciones de Rusia, la Asamblea Constituyente limita
su misión a estipular las bases fundamentales de la Federación de Repúblicas
Soviéticas de Rusia, concediendo a los obreros y campesinos de cada nación la
libertad de decidir con toda independencia, en su propio Congreso de los
Soviets investido de plenos poderes, si desean, y en qué condiciones, participar
en el gobierno federal y en las demás instituciones soviéticas federales».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Declaración de los derechos del pueblo
trabajador y explotado, 1918)

Algo, por tanto, lógico:

«Nuestros adversarios, aun los que menos parecen distar de nosotros, han
llegado a creernos enemigos de la unidad; y conviene que entiendan que, si no
admitimos la que nace de la fuerza, estamos decididamente por la que es hija
del libre consentimiento, a nuestro entender el sólo vínculo racional entre los
hombres». (Francisco Pi y Margall; Las regiones de España, 12 de diciembre
de 1891)

En fin… para los anales de la historia quedarían las palabras de Pi y Margall


contra los enemigos del federalismo:

«Es la federación el mejor de los sistemas, ya que une y es capaz de unir todos
los pueblos de la tierra, sin que ninguno sufra quebranto de su libertad. Es la
federación corona y remate de la obra liberal, ya que emancipa a la par de la

248
nación las regiones y los municipios, hoy aún sujetos a la bárbara
servidumbre. Es la federación la que mejor resuelve el problema colonial, ya
que convierte las colonias en Estados autónomos sin disgregarlas de la
metrópoli. La aconsejan en todas las partes la política, la razón, humanidad, el
hombre; la aconsejan aquí, además, la índole y la constitución del reino.
¿Habrá pueblo más indicado para la federación que nuestra España, mezcla
de razas, de idiomas, de leyes, de aptitudes y de tendencias? El establecimiento
de la federación, se dice, podrá traer complicaciones. ¿Qué cambio político no
las trajo? Unitaria, ¿dejaría la república de traerlas? La federación no es
nueva en el mundo. Para establecerla no se ha de recorrer nuevas sendas.
¿Qué revolucionarios son además esos que se espantan ante las contingencias
de la revolución?». (Francisco Pi y Margall; Lecciones de controversia
federalista, [publicado post morten por su hijo Joaquín Pi i Arsuaga en 1931])

Estas palabras todavía resuenan.

¿Por qué el federalismo podría ser una opción viable para España? En esa línea
Lenin comenta sobre el federalismo, que existiendo un claro caso de cuestión
nacional, el federalismo no solo se puede contemplar, sino que es necesario:

«Engels, como Marx, defiende, desde el punto de vista del proletariado y de la


revolución proletaria, el centralismo democrático, la república única e
indivisa. Considera la república federativa, bien como excepción y como
obstáculo para el desarrollo, o bien como transición de la monarquía a la
república centralizada, como «un paso adelante» en determinadas
circunstancias especiales. Y entre esas circunstancias especiales se destaca la
cuestión nacional. (…) Hasta en Inglaterra, donde las condiciones geográficas,
la comunidad de idioma y la historia de muchos siglos parece que debían
haber «liquidado» la cuestión nacional en las distintas pequeñas divisiones
territoriales del país, incluso aquí tiene en cuenta Engels el hecho evidente de
que la cuestión nacional no ha sido superada aún, razón por la cual reconoce
que la república federativa representa «un paso adelante». Se sobreentiende
que en esto no hay ni sombra de renuncia a la crítica de los defectos de la
república federativa, ni a la propaganda, ni a la lucha más decididas en pro de
una república unitaria, de una república democrática centralizada».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

¡¿Y acaso no se ve que en España tampoco se ha liquidado la cuestión nacional,


que no ha sido superada aún?! Solo el mayor de los zotes políticos podría
declarar eso cuando la cuestión nacional sigue ocupando una gran parte, la
mayor parte de las noticias políticas relacionadas con España junto al tema de la
corrupción.

249
Cuando en 2006 se refundó el PCE (m-l) bajo la dirección del infame Raúl
Marco, sus posturas sobre la cuestión nacional cambiaron. Ahora yendo en
contra del viejo PCE (m-l) y la mayoría de sus publicaciones, una sección del
partido reconocía que España era un Estado plurinacional, como se podía en el
artículo de J.P Galindo y Clemen A.; «Analfabetismo teórico del
socialchovinismo» de 2019. Pero a la vez en ese mismo artículo se reivindicaban
figuras y programas políticos chovinistas que precisamente van en contra de ese
espíritu. Leyendo a los revisionistas modernos sobre historia, uno se da cuenta
de su devoción a los mitos. Esto les hace reivindicar cosas contrapuestas.
Además, el fraccionalismo en este tipo de partidos permite ver una cara y su
contraria en diferentes artículos, como ocurre también con la postura frente al
feminismo.

El republicanismo abstracto pequeño burgués no les podía llevar sino hacia una
mitificación de las figuras del republicanismo, y con ello sus tendencias
chovinistas… así vemos que toman como ejemplo de la línea a seguir sobre la
cuestión nacional la postura del Presidente del Consejo de Ministros de la II
República, Juan Negrín López, jefe del ala «centrista» del PSOE:

«Incluso en los agónicos estertores de la defensa republicana el PCE logró


incluir en la última oferta de pacificación del país hecha por el Presidente del
Gobierno, Juan Negrín, en sus famosos «Trece Puntos» publicados el 30 de
abril de 1938 las «Libertades regionales sin menoscabo de la unidad española»
–punto 5– pero como sabemos, esas esperanzas eran vanas y el funesto golpe
Casado vino a terminar con cualquier posibilidad de resistencia republicana
frente al fascismo]». (J.P Galindo y Clemen A.; Analfabetismo teórico del
socialchovinismo, 2019)

¿Sí? ¿Este es vuestro modelo idílico? Adelante, valientes, repasemos a vuestro


héroe:

«Zugaragoitia, de nuevo, pone en boca de Negrín unas frases pronunciadas a


finales de julio de 1938, recién iniciada la Batalla del Ebro, que representan
una auténtica declaración de principios sobre el hecho nacional catalán:
«Negrín: No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en
Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy
haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su
grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más
que una nación: ¡España!». (Pelai Pagés y Blanch; Cataluña en guerra y en
revolución (1936-1939), 2007)

Togliatti, que como sabemos por sus memorias no era sospechoso de simpatizar
con las organizaciones catalanas, ni siquiera con el PSUC ni menos con
Comorera, en un informe confidencial, reportaba a Moscú:

«Negrín estaba dominado por los prejuicios y los errores de la


socialdemocracia. No comprendía el problema nacional, e incluso cuando
tomaba medidas acertadas e indispensables –centralización de la industria de
guerra y la hacienda nacional en manos del gobierno de la República, etc.– su

250
falta de táctica y en ocasiones su brutalidad, unidas a la falta de tacto y a la
brutalidad de sus funcionarios, herían el sentimiento nacional de los
catalanes». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Manuel Azaña, Presidente de la II República, un republicano de izquierdas


burgués, recogía sobre el pensamiento del Dr. Negrín en sus memorias:

«Negrín: Aguirre no puede resistir que se hable de España. En Barcelona


afectan no pronunciar siquiera su nombre. Yo no he sido nunca lo que llaman
españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno. Y si esas gentes
van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con él ya nos entenderíamos
nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables.
Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga a pedir dinero, y más
dinero». (Manuel Azaña; Memorias, 1939)

¡¿Esto es para el actual PCE (m-l) el ejemplo a seguir?! ¿El preferir el triunfo del
fascismo a que la «patria se descuartice»? ¿Este es el patriotismo e
internacionalismo de esta gente? Más bien es el paradigma a imitar para los
nacionalistas castellanos, para los republicanos unitarios que denunciaba Pi y
Margall. No para los comunistas… que son profundamente internacionalistas y
jamás proclamarían tales infamias.

Esa postura del actual PCE (m-l) no es sino otra prueba más de que hace años
que él y sus palmeros se convirtieron en vulgares republicanos pequeño
burgueses que lo mismo reivindican a Elena Ódena y José Díaz, que lo mismo te
reivindican sin criticismo alguno a Negrín, Azaña, Uribe, Modesto, Ibárruri,
Líster, un eclecticismo atroz que rompe con la herencia más revolucionaria del
viejo PCE (m-l) de 1964-1985.

La línea sindical y la tardanza en corregir los reflejos sectarios y


triunfalistas

La postura leninista sobre el tema no deja dudas:

«Pero la lucha contra «la aristocracia obrera» la sostenemos en nombre de las


masas obreras y para ponerlas de nuestra parte; la lucha contra los jefes
oportunistas y socialchovinistas la sostenemos para ganarnos a la clase
obrera. Sería estúpido olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente.
Pero tal es, precisamente, la estupidez en que incurren los comunistas
alemanes «de izquierda», los cuales deducen del carácter reaccionario y
contrarrevolucionario de los cabecillas sindicales la conclusión de que es
preciso ¡salir de los sindicatos!, ¡renunciar a actuar en ellos!, ¡crear formas de
organización obrera nuevas, inventadas! Una estupidez tan imperdonable que
equivale al mejor servicio que los comunistas pueden prestar a la burguesía.
(...) No actuar en los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas
obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los
líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros
aristócratas u «obreros aburguesados». (...) Precisamente la absurda «teoría»

251
de la no participación de los comunistas en los sindicatos reaccionarios prueba
del modo más patente con qué irreflexión abordan estos comunistas «de
izquierda» el problema de la influencia entre «las masas» y cómo abusan de su
griterío acerca de éstas. Para saber ayudar a «las masas» y conquistar su
simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las
cicaterías, las zancadillas, los insultos y las persecuciones por «los jefes» –que,
siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos
relacionados directa o indirectamente con la burguesía y la policía– y se debe
actuar sin falta allá donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de
sacrificios y vencer los mayores obstáculos para efectuar una propaganda y
una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente
en las instituciones, sociedades y asociaciones, por reaccionarias que sean,
donde haya masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos y las
cooperativas obreras –estas últimas, por lo menos, en algunos casos– son
cabalmente las organizaciones donde están las masas». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo,
1920)

La «stalinista» tampoco:

«En primer lugar, en el Occidente es imposible conquistar las masas de


millones de obreros sin conquistar previamente los sindicatos, y, en segundo
lugar, es imposible conquistar los sindicatos sin trabajar dentro de ellos y sin
fortalecer allí la influencia propia. Por eso se debe conceder especial atención
al trabajo de nuestros camaradas en los sindicatos. Por ahora, nada más. No
se enfade conmigo por mi sinceridad y aspereza. Hoy vamos a ver, con qué
facilidad el oportunismo trotskizante le encanta inventar todo tipo de chismes
y hacer revaluaciones históricas basadas en el único fundamento que la mente
calenturienta de sus autores». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;
Carta al camarada Me-rt, 28 de noviembre de 1925)

La historia de la Internacional Comunista –Internacional Comunista– dejó más


que patente la necesidad de luchar contra esta desviación, subrayando la
necesidad de acabar por una vez por toda con:

«La oportunista o sectaria, subestimación o descuido del tremendamente


importante trabajo con los sindicatos reformistas». (Internacional Comunista;
Extractos de las tesis del XIº Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional
Comunista sobre las tareas de las secciones de la Internacional Comunista,
1931)

Por ello instó siempre a:

252
«Una lucha decidida contra las desviaciones oportunistas de «izquierda» que
se expresan en la «teoría» izquierdista de que los obreros organizados en los
sindicatos reformistas representan una masa uniforme reaccionaria, contra la
subestimación izquierdista-sectaria de la táctica del frente único, contra el
establecimiento de la idea de que los sindicatos reformistas son «escuelas del
capitalismo», contra la actitud sectaria al trabajo dentro de los sindicatos
reformistas». (Internacional Comunista; Extractos de la resolución del XIIº
Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, 1932)

¿Esto fue exclusivo de la «Internacional Comunista después de Lenin» y es una


«alteración del leninismo» como podría alegar algún trotskista-maoísta? Ni
mucho menos, estas directrices estaban inspiradas por la Internacional
Comunista de la época de Lenin. En el IIº Congreso de la Internacional
Comunista de 1920 se decía:

«En lo que respecta a los sindicatos, «los comunistas deben ingresar en ellos
para convertirlos en formaciones de combate contra el capitalismo y escuelas
de comunistas». La salida de los comunistas de los sindicatos tendría como
resultado que las masas quedasen en manos de los jefes oportunistas que
colaboran con la burguesía». (Internacional Comunista; Tesis, manifiestos y
resoluciones adoptados por los cuatro primeros congresos de la Internacional
Comunista, 1919-1923)

Pero no nos engañemos. La postura de contentarse con decir que los «sindicatos
están en crisis» y quedarse de brazos cruzados porque su afiliación ha decaído,
es un crimen imperdonable:

«Muchos de nuestros camaradas, pasando por alto la gravitación de los


obreros hacia los sindicatos y ante las dificultades que ofrecía el trabajo de los
sindicatos adheridos a Ámsterdam, no se detenían en esta complicada tarea.
Hablaban invariablemente de la crisis orgánica de los sindicatos de
Ámsterdam, de que los obreros abandonaban los sindicatos y perdían de vista
cómo éstos, después de un cierto descenso al comienzo de la crisis económica
mundial, empezaron a crecer de nuevo. (…) En los países, donde existen
pequeños sindicatos rojos, les recomendamos que procuren ingresar en los
grandes sindicatos reformistas, exigiendo la libertad para sostener sus
opiniones propias, el ingreso de los miembros expulsados; y en los países,
donde existen paralelamente grandes sindicatos rojos y reformistas,
recomendamos que exijan la convocatoria de un Congreso de unificación sobre
la plataforma de la lucha contra la ofensiva del capital y la salvaguardia de la
democracia sindical. Hay que afirmar, del modo más categórico, que el obrero
comunista, el obrero revolucionario, que no pertenece al sindicato de masas de
su oficio, que no lucha por convertir este sindicato reformista en una
verdadera organización sindical de clase, que no lucha por la unidad del

253
movimiento sindical sobre la base de la lucha de clases, no cumple con su deber
proletario primordial». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo;
Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de
1935)

Desde sus inicios hubo un alarde de optimismo inusitado desde el Partido


Comunista de España (marxista-leninista): en las publicaciones de los primeros
años se había anunciado como superado el sindicalismo reformista de CC.OO. y
anunciaba su próximo perecimiento por el empuje de las fuerzas
revolucionarias:

«Las CC.OO. son hoy, pues, un cuerpo burocrático sin perspectivas y


agonizante al que sólo infunde un soplo de vida en algunos sectores de la falta
de organizaciones sindicales revolucionarias que encuadren a los obreros que
se incorporan a la lucha, y la falta de visión y el oportunismo político de
grupos de diverso matiz que, aterrorizados por la falta de confianza en sí
mismos y en la clase obrera y sin poder concebir como va a continuar el
movimiento obrero a la desaparición de las CC.OO., se aferran a ellas
desesperadamente tratando de reanimarlas y repitiendo, obsesionados por el
miedo, que son las más numerosas, la única forma de lucha, que es el
reformismo es muy fuerte aún y demás desvaríos con los que lo único que se
consigue es rendir a Carrillo y a la oligarquía un servicio de primer orden,
confundir a la clase obrera y retrasar el desmoronamiento definitivo del
reformismo. (…) El reformismo organizado ha sido ya ampliamente superado
por la vanguardia del movimiento obrero español y ya sólo resta que las
organizaciones de vanguardia, apoyadas por las masas, acabemos de
derribarlo». («Emancipación»; Órgano de la Coordinadora Nacional de la
O.S.O; Enterremos las agonizantes Comisiones Obreras; Extraído del
documento: «Formas y variedades del revisionismo moderno en España:
«Komunistak» –actualmente MCE–», 1972)

Una declaración fantasmagórica. Que el PCE (m-l) se proclamase vanguardia


del movimiento obrero era una ilusión cuando no había superado al revisionista
Partido Comunista de España (PCE) en militantes ni en influencia; pero aún
más absurdo era proclamar en lo sindical la muerte de las CC.OO y el ascenso
del sindicato del partido: la Oposición Sindical Obrera (OSO). Los años no
tardarían en demostrar que pese a la insistencia de la cúpula que repetiría este
guión de forma infinita, esta debacle no iba a ocurrir y CC.OO. se consolidaba
como un sindicato amarillista de influencia entre la clase obrera.

El PCE (m-l) inicialmente aceptaba teóricamente la necesidad de trabajar en los


sindicatos reaccionarios, pero a su vez lanzaba manifestaciones de albergar un
sectarismo autosatisfactorio, uno bien reflejado en la subestimación de la
participación en los sindicatos reaccionarios Esta cuestión era relegaba como

254
algo de segundo orden frente a la tendencia de reforzar el sindicato
revolucionario propio: la Oposición Sindical Obrera (OSO):

«Aunque en estos momentos nuestra táctica sindical debe estar centrada en el


movimiento asambleario, no por ello debemos olvidar la tarea de dedicarnos
también al trabajo dentro de las organizaciones sindicales reformistas, para
trabajar en su seno y atraer a los sectores obreros que están bajo la influencia
reformista, hacia nuestras posiciones, crear una corriente sindical
revolucionaria dentro de ellas e impedir al menos que los cabecillas del
amarillismo tengan las manos libres para realizar su labor antiobrera entre
estos sectores. Naturalmente esta tarea tiene menor importancia cuando a
principios del 76 comenzó la actividad abiertamente legal de las «centrales»
reformistas. Y esto por dos razones fundamentales: 1) porque el movimiento
obrero ha cobrado gran fuerza, amplitud y combatividad, con formas y
métodos de lucha propios, y 2) porque la sopa de letras sindicales apenas ha
podido repartir sus carnets más que a una ínfima minoría de la clase obrera».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

En aquella época la mayoría de la clase obrera sindicada estaba en los sindicatos


amarillistas como ocurría entonces con el socialdemócrata/felipista UGT y el
revisionista/carrillista CCOO, y cuando de 1964-1977 se había visto que el plan
de crear un «sindicato alternativo» no había funcionado, ya que entre los
factores ya comentados, el PCE (m-l) no tenía esa influencia entre la clase
obrera como para crear un sindicato paralelo y arruinar a los sindicatos
amarillos como preveía, insistir en que se debía dedicar la mayoría de energías
en el tema sindical a crear un sindicato propio, debido a las fuerzas íntimas, era
un error como se vería después.

La OSO se disolvería en 1978 la nueva Asociación Obrera Asamblearia (AOA).


En su primer congreso se puede leer:

«Bajo el capitalismo no existe, ni puede existir, un movimiento asambleísta que


se situé al margen de la lucha de clases. (…) Pregonar el asambleísmo aséptico,
«puro», al margen de la lucha de clases, al margen de la lucha y de las
maniobras del enemigo, es hoy, en el mejor de los casos, una ingenuidad y una
utopía propia de los pioneros del movimiento obrero hace ya dos siglos. Y en la
mayoría de las ocasiones, aquellos que defienden las asambleas «al margen de
todo» no son sino agentes del capitalismo y la burguesía. (…) La clase obrera
jamás ha sido una clase situada al margen de nada; sus luchas, sus formas de
organización, sus combates contra la explotación capitalista, están insertos en
una sociedad, están determinados por una coyunturas políticas concretas. (…)
Para la AOA, está fuera de dudo que hoy en España solamente el movimiento
asambleísta avanzará, luchará, y ganará batallas; organizará y encuadrará a

255
nuestra case, en la medida en que en su seno predomine esta línea de clase,
combativa y revolucionaria. No hay fórmulas intermedias. O se está con las
asambleas para combatir el capital y para defender nuestros derechos
irrenunciables, o se está contra las asambleas, o en las asambleas para
domesticar a la clase obrera, para hacerla enterar por el camino de las
reformas capitalistas, para perpetuar en definitiva, nuestra explotación».
(Documentos del Primer Congreso de la Asociación Obrera Asambleísta, 1978)

Elena Ódena explicaría así la línea sindical de los comunistas ante algunas
tendencias equivocadas:

«Las células del partido en las grandes fábricas tienen la importante misión de
llevar la ideología de clase, revolucionaria, el marxismo-leninismo a la clase
obrera, planteando y enfocando los problemas más reivindicativos y sindicales
desde el punto de vista de la lucha de clases, de la lucha por el socialismo,
contra la explotación de la patronal capitalista e imperialista y contra el poder
político de la reacción. El hecho de ser al principio un núcleo de militantes del
partido no debe condicionar la actitud ni la actividad de los camaradas en la
fábrica, ya que lo que cuenta, lo que es determinante, es el actuar con audacia,
paciencia y sentido práctico, para llevar la política y la ideología del partido a
las masas de obreros, con el fin, no sólo de defender sus derechos, sino de
atraerlos a las filas del partido. (...) Así lo entienden también la patronal y sus
servidores, los cabecillas de los sindicatos amarillos y reformistas, cuya misión
es precisamente el tratar de impedir la politización del movimiento sindical y
reivindicativo y, sobre todo, el desarrollo de la conciencia revolucionaria
basada en la lucha de clases y en el rechazo del reformismo y los estrechos
marcos del economicismo. (...) Intentan que las grandes fábricas sean cotos
cerrados del amarillismo, fortalezas exclusivas de las corrientes oportunistas
al servicio de la patronal. Por el contrario, nuestro objetivo es precisamente
concentrar nuestras energías, nuestros esfuerzos, para que en el plazo más
breve posible transformemos las grandes fábricas, las grandes
concentraciones de trabajadores, en bastiones de nuestra línea revolucionaria,
organizando en ellas decenas y decenas de obreros en células y comités del
partido». (Elena Ódena; Las grandes fábricas, ¿fortalezas del capitalismo o
bastiones de la revolución?, 1979)

Estas palabras deberían servir para muchos pequeños grupos de petulantes


pseudocomunistas:

«No es casualidad que cuando los marxista-leninistas albaneses analizaron el


estado de los sindicatos en su época en otros países, notaron que especialmente
entre los grupos trotskistas y anarquistas se justificaban este tipo de conceptos
y teorías debido a que en realidad estos grupos estaban liderados y basaban su
militancia en las capas del estudiantado y la intelectualidad, de ahí que para

256
ellos el «trabajo sucio sindical» con los obreros fuese un quebradero de cabeza,
les horrorizara, por lo que concluían simplemente que eran reaccionarios y
que el movimiento revolucionario no debía ya prestarle demasiada atención.
(...) Algunos incluso han teorizado y llevado a la práctica que los únicos
sindicatos en donde trabajar son los estudiantiles, otros que el trabajo
determinante de la organización revolucionaria debe basarse es agrupar a los
intelectuales de todo el país para que apoyen su plataforma, intentando
reclutarlos para dar legitimidad al movimiento con cabezas ilustradas. Esta es
una desviación maoísta europea común de la época de la Revolución Cultural,
no merece ser comentada, en la mayoría de casos sus grupos no niegan el
papel de la clase obrera en la teoría pero se contradicen con sus teorías
programáticas y la composición de sus organizaciones». (Equipo de Bitácora
(M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

En el PCE (m-l) tras un período de grandes convulsiones internas que tuvieron


por medio varios debates en torno a la cuestión sindical, y con motivo de la
salida de la fracción de 1981 y las alternativas que había planteado, el partido
reflexionó sobre la política sindical sobre CC.OO. en un punto donde la cuestión
sindical parecía que se le resistía por sus continuos vaivenes de avances y
retrocesos:

«La unidad de clase, además de la incorporación de obreros no afiliados y la


existencia de la AOA exige el desarrollo de las corrientes organizadas de
unidad de clase de UGT y CCOO, corrientes de oposición y lucha contra los
bonzos de estos sindicatos comprometidos hasta el cuello en la política
explotadora del capital financiero. (…) Ello exige a nuestro partido un mayor
trabajo para fortalecer el temblé y las perspectivas revolucionarias de los
obreros de UGT y CCOO que se adhieren a las posiciones de unida de clase,
para que encabecen, cohesionen, organicen y unifiquen la oposición y las
ansias de lucha existentes en los afiliados en ambos sindicatos. (…) Se tomaron
medidas para intensificar el desarrollo de la organización de la unidad de
clase en UGT que está descuidado y tiene particular importancia, dado el
designio de la dirección de este sindicato y del PSOE de pasar a ser el principal
gestor de los intereses de la oligarquía y el imperialismo en el gobierno y en el
terreno sindical. (…) Igualmente estamos en condiciones de dar un decidido
impulso a este trabajo en CCOO, sindicato cuya dirección revisionista
acrecienta su descomposición. (…) De cara a los sindicatos nacionalistas, de
carácter pequeño burgués y radical como LAB, ING, SLMN, SOC, CNT y otros
debemos intensificar nuestra actividad por atraerlos al frente contra el ANE y
a la lucha reivindicativa a la unidad de clase combinando nuestra
independencia e iniciativa por abajo en el desarrollo de la unidad de clase, con
acuerdos por arriba que sirvan al avance de la lucha de masas y a la

257
educación revolucionaria de los trabajadores». (Vanguardia Obrera; Nº367,
1981)

Esta tendencia se empezó a rectificar hasta en 1981-83:

«El PCE (m-l) considera de mayor importancia intensificar y ampliar su


actividad dentro y por las bases de las centrales sindicales, UGT y CCOO, para
aislar no solo a los cabecillas amarillos, sino a los sectores
contrarrevolucionarios de la aristocracia obrera». (Teoría y práctica; Nº2,
1983)

En el Pleno del Comité Central de 1983, hubo un viraje en cuanto a la política


sindical que incluía la permisión de afiliarse a los sindicatos colaboracionistas, y
pedía un mayor esfuerzo en ellos:

«En la línea marcada por el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979, el informe
presentado al pleno, analizó algunos errores cometidos en la aplicación táctica
de nuestra línea en el trabajo entre la clase obrera, referentes a nuestra
actuación práctica en CCOO y UGT, no todo lo desarrollada que sería ya hoy
necesario, y a las condiciones que la situación actual impone para un mayor
reforzamiento de la AOA.

El desarrollo de la AOA y de los esfuerzos por forjar la unidad de la clase


obrera, no pueden estar de espaldas al trabajo del partido en CCOO y UGT,
sino íntimamente relacionado con él. El sindicato revolucionario y las
corrientes de unidad de clase en las centrales colaboracionistas, deben
reforzarse mutuamente, bajo la dirección única del partido.

Se destacó igualmente, la necesidad de que el partido lleve a las centrales


colaboracionistas su política y su ideología marxista-leninista, actuando no
sólo en un terreno estrictamente sindical, sino también político e ideológica,
como forma de contrarrestar la labor de despolitización y desideologización
que los bonzos llevan a cabo continuamente». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Reforzar la influencia del partido en el movimiento
obrero y sindical, 1983)

Esto no es que fuese incorrecto, pero restaba credibilidad a la dirección, porque


como hemos visto, es la misma posición que demandaban los líderes de la
fracción de 1981, cuyas propuestas fueron tachadas con los peores epítetos
cuando fueron presentadas, acusando a los cabecillas de la fracción de querer
disolver el sindicato en CC.OO. y simplemente eliminar la independencia
ideológica en la cuestión sindical.

258
En esta etapa podemos ver que ahora en cambio, se atiza el sectarismo de no
querer participar en las organizaciones de masas bajo la falsa excusa de hacerle
el juego a los reformistas:

«El partido tiene que dejar de lado sectarismos y toda actitud parcializada de
si vamos a defender a los carrillistas o a los gerardistas o a los pro-rusos, y ver
que su incidencia en CC.OO. concretamente, o en UGT, es lo que nosotros
tenemos que contrarrestar con nuestra incidencia dentro de CC.OO., de todos
sus sectores, indistintamente de a qué política partidista respondan, llevando
allí una política unitaria de defensa de los intereses del pueblo, de ese sector
determinado y concreto al que queremos dirigirnos. (…) Indistintamente de si
son los sectores carrillistas, o sectores gerardistas u otros que existen en
CC.OO., teniendo en cuenta que es el entorno en el que inciden estas fuerzas
oportunistas en el que nos interesa implantarnos con posiciones de combate,
que respondan a esos problemas que hoy tiene el pueblo que resolver: cómo
hacer frente a la crisis capitalista, cómo hacer frente al paro, cómo hacer
frente a la carestía de la vida». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del
partido; Intervención en el IIº Pleno del Comité Central, elegido en el IVº
Congreso del PCE (marxista-leninista), 1985)

Ella, como ya hemos visto es una desviación anarquista que actualmente sigue
estando presente en todas las organizaciones maoístas como es el caso del PCE
(r), de RC y de los maoístas de tipo «reconstitucionalistas». Véase el capítulo:
«El desprecio del aprovechamiento de los resquicios legales de la democracia
burguesa o el fascismo y el nulo trabajo de masas» 2017.

Finalmente, en diciembre de 1985 como sabemos, un mes después de la muerte


de Elena Ódena, se dio un nuevo giro: esta vez la dirección del PCE (m-l)
decretó la disolución del sindicato propio y la integración del mismo sin más
explicación en CC.OO., lo cual significó un absoluto silencio sobre el fracaso en
la política sindical; siendo pues un nuevo bandazo en la línea ideológica que
quedó sin explicación y del cual no se habla jamás cuando los actuales líderes
abordan la histórica lucha del PCE (m-l).

Cabe preguntarse: ¿si el PCE (m-l) creía poder «enterrar a los sindicatos
amarillos» porqué durante 1964-1983 aparte de denunciar su política como
efectivamente hizo, no intensificó su trabajo entre los obreros no afiliados para
precisamente ganar prestigio y dar ejemplo a los obreros que militaban en
CC.OO. y UGT? Si en 1983 se creía que se había descuidado el trabajo en los
sindicatos amarillos, ¿por qué se decide sin más disolver el sindicato propio en
1985 creyendo que eso solucionará el estilo de trabajo en la cuestión sindical?
¿No era esto tirar por la borda todo el trabajo sindical independiente de 1964-
1984 y un cambio de discurso que ni los militantes podían tragar? Si la razón de
disolver el sindicato propio fue porque no había actividad no sería más lícito y

259
beneficioso reflexionar y rectificar los errores en el trabajo antes de tomar una
decisión así de brusca y hacerlo por motivos cortoplacistas? Si se creía estar
volviendo a analizar el contexto del sindicalismo español y de los consejos del
marxismo-leninismo que la táctica sindical no fue bien sopesada desde un
principio y era más factible dada las fuerzas limitadas de trabajar directamente
en los grandes sindicatos y convertirlos en «bastiones de la revolución», ¿por
qué no se hizo entonces una autocrítica completa que expusiera a los militantes
una imagen sana de humildad y aceptación de los errores? Por supuesto nadie
de la dirección nos responderá estas cosas con la verdad por delante.

Para la actualidad… no está en el objetivo de este documento explicar lo obvio:


ni UGT ni CC.OO. son sindicatos destinados a defender los derechos de los
trabajadores. Hemos sido testigos de grandes corruptelas internas, son
financiados con impuestos públicos –lo cual hace más difícil su desaparición–,
sus figuras tienen una larga historia de traiciones, y son en definitiva, según
como están estructurados y dirigidos, los sindicatos perfectos para la patronal.
Pero ojo, como ya se ha explicado, esto no significa que los comunistas eludan
su trabajo en ellos, ya que precisamente deben desmontar el discurso de sus
direcciones y ser ejemplos de una política sindical revolucionaria y proselitista.

«Sobre el tema sindical hay que decir que básicamente más allá de las
características del movimiento obrero de cada país, algunos no entienden o no
quieren entender que los trabajadores salvo honrosas excepciones no se
autoconciencian solos. La lucha económica del sindicalismo les da ciertamente
una cierta conciencia que Lenin llamó conciencia tradeunionista, pero no toda
la necesaria para asimilar la ciencia del proletariado que es el marxismo-
leninismo, no son conscientes completamente de su rol como clase ni de las
luchas más elevadas que pueden llevar fuera del ámbito sindical. De ahí la
necesidad del factor subjetivo del partido comunista que da clarividencia en
los sindicatos para que los trabajadores eleven la madurez de concienciación.
Pero obviamente si directamente el pretendido «partido comunista» abandona
el trabajo en los sindicatos, los trabajadores por muy honestos y versados que
estén en la lucha sindical caerán presos del anarco-sindicalismo, del
reformismo socialdemócrata, del pragmatismo y el gremialismo, cuando no
degenerarán y pasaran a formar parte de los esquiroles y del peor
amarillismo sindical». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30
de junio de 2017)

Triunfalismo en los análisis y falsos pronósticos

«No tememos indicar abiertamente los errores, las debilidades y las


deficiencias en nuestras filas, porque somos un partido revolucionario que
sabe que puede desarrollarse, crecer y cumplir con sus tareas a condición de
renunciar a todo lo que obstaculiza su desarrollo como partido revolucionario.

260
(...) Camaradas, nosotros eliminamos adrede del informe y de las resoluciones
del congreso las frases altisonantes en cuanto a las perspectivas
revolucionarias. Pero no porque tengamos razones menos optimistas que
antes, para apreciar el ritmo de desarrollo revolucionario, sino porque
queremos proteger a nuestros partidos de toda inclinación a sustituir la
actividad bolchevique por frases revolucionarias o disputas estériles sobre
valoración de la perspectiva. A la vez que llevamos a cabo una lucha decidida
contra toda tentativa de basarse en la espontaneidad, consideramos y tenemos
en cuenta el proceso de desarrollo de la revolución, no como observadores,
sino como participantes activos en dicho proceso. Como somos un partido
revolucionario, como cumplimos en cada etapa del movimiento las tareas de
interés para la revolución y que corresponden a las condiciones concretas de la
etapa dada, y tenemos clara noción del nivel político de las amplias masas
trabajadoras, aceleramos de la mejor manera la creación de las premisas
subjetivas necesarias para el triunfo de la revolución proletaria». (Georgi
Dimitrov; Los actuales gobernantes de los países capitalistas son transitorios,
el verdadero dueño del mundo es el proletariado; Discurso de clausura en el
VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 20 de agosto de 1935)

Sin duda otro de los históricos grandes errores de los partidos comunistas fue el
hecho de sobrestimar sus fuerzas, de alardear de éxitos que no son tales, hacer
análisis internacionales irreales o pronosticar una crisis insalvable para el
régimen que nunca llegaba a ocurrir.

Esto ya fue visto anteriormente con aquellos análisis que sobreestimaban la


fuerza del partido y la adhesión de las masas a una línea revolucionaria. Véase el
capítulo: «El PCE (m-l) y las acciones armadas del FRAP de 1973-1975» de
2020.

Pero esta sobreestimación y triunfalismo, también se manifestaría en otras


esferas como veremos ahora.

Todavía bajo un influjo del maoísmo y de cierta simpatía hacia el castro-


guevarismo, se proclamaba en el artículo «Grandioso éxito de la tricontinental»:

«La Conferencia Tricontinental constituye un paso más amplio, profundo y


cocnreto en a unidad combatiente contra el imperialismo yanqui. Antecedentes
de esta, son la Coferencia de Bandung en 1955 y la del Cairo en 1958. (…) De la
composición de gran parte de las delegaciones habían sido excluídas
organizaciones revolucionarias». (Vanguardia Obrera; Nº10, 1966)

En los primeros años, en base al bajo nivel ideológico de sus líderes… el PCE
(m-l) creía que las organizaciones de todo signo político podían ser una punta
de lanza efectiva contra el imperialismo y el socialimperialismo, incluso llega a
citar a las primers conferencias del Movimiento de los Países No Alineados
como precedentes de lo que se presupone es un movimiento antiimperialista
mundial. ¿Cuál era la realidad?:
261
«En abril de 1955 se reunieron en Bandung en Indonesia, la Conferencia de
solidaridad afroasiática que reagrupaba en un inicio a los jefes de Gobierno de
29 países asiáticos y africanos: Nehru, Chou En-lai, Nasser, Sukarno y Tito,
cogiéndose de la mano, pusieron las bases del «no alineamiento». China,
India, Pakistan, Indonesia y Argelia formaban parte de los pilares fuertes de
esta conferencia que prefiguraba las ideas tercermundistas que los
revisionistas chinos abiertamente desarrollarían en los años 70, ya cuando se
ilustrarían las ambiciones de los pseudocomunistas chinos que procuraban
desempeñar un papel de primer plano en el seno de los «no alineados» que
representaban una buena parte del «segundo mundo». (…) Como ejemplo de
esta denuncia véase por ejemplo la obra de Enver Hoxha: «La política del «no
alineamiento», una política construida sobre un castillo de arena» de 1980; la
obra de Enver Hoxha: «El imperialismo y la revolución» de 1978; o la obra de
Llambro Filo: «La «vía no capitalista de desarrollo» y la «orientación
socialista», «teorías» que sabotean la revolución y abren las vías a la
expansión neocolonialista» de 1985». (Vincent Gouysse; Imperialismo y
antiimperialismo, 2007)

Todavía hay personas que mantienen que en aquellos años los países miembros
del Movimiento de los Países No Alineados como la India de Nehru, el Egipto de
Mubarak, la Arabia Saudí de Faisal, la Chile de Pinochet, la Cuba de Fidel Castro
o el Zaire de Mobutu; países maniatados de pies y manos por el imperialismo y
el socialimperialismo, ¡eran las fuerzas motrices del antiimperialismo de
aquellos años!

Afortunadamente, el PCE (m-l) rectificaría rápido sobre tales ilusiones, y en los


70 hubo una crítica frontal a estos planteamientos por razones muy obvias:

«Así pues, camaradas, no aceptamos la teoría de los «tres mundos», igual que
nos oponemos a las de «no alineados», porque estas denominaciones y teorías,
borran el aspecto principal de la lucha de clases como motor de la historia».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

Estos movimientos y teorías todavía siguen vigentes:

«Entonces, se comprende, que cuando países capitalistas-imperialistas


hablaban de los países a los que maniataban económicamente de la búsqueda
de un «nuevo orden económico», lo hacían para tranquilizar a los pueblos de
estos países cansados de su explotación en beneficio de las camarillas locales y
los países del extranjero, del mismo modo que cuando estos países capitalistas
dependientes de las grandes potencias imperialistas declaraban y abogaban
por efectivamente un «nuevo orden económico», se entiende que se referían, a
que o bien exigían que los imperialismos que aflojaran el nudo que les
subyugaba pidiendo un mejor reparto de los mercados o más ayudas

262
económicas, bien adoptaban esta postura de cara al pueblo para calmar los
ánimos de las masas trabajadoras y posar como antiimperialistas que
buscaban soluciones a su crisis económica interna, o simplemente lanzaban tal
consigna como representantes burgueses de un país capitalista en alza que
buscaba convertirse en potencia y directora del dichoso nuevo orden
económico en su región o a nivel mundial. Pero este eslogan era falso, que
como los marxistas saben, el único «nuevo orden económico» posible que dará
solución a los problemas intrínsecos del capitalismo es el sistema económico
socialista». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus
raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)

En su momento, el propio PCE (m-l) denunciaba que:

«El izquierdismo se manifiesta además, entre otros aspectos, a través de la


fraseología revolucionaria y de su reiterativa utilización, que no es sino una
exageración verbal con el fin de ocultar una incomprensión y una mala
asimilación del proceso revolucionario». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

¿Pero evitó esto que advertía con tanta vehemencia? Para nada:

«Con el alto porcentaje de votos del pueblo a favor de las candidaturas con
etiquetas de izquierda y a favor de las candidaturas republicanas encabezadas
por nuestro partido, con una derrota política, por tanto, de las fuerzas
monárquicas, se cierra la fase constitucional de la maniobra continuista.
Lógicamente debería haber salido fortalecida de este gran esfuerzo de
mimetismo parlamentario y democratizante. No ha sido así, sin embargo, todo
lo contrario». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

En un documento histórico desconcertante como este, aquí el PCE (m-l)


afirmaba que la monarquía y la reacción en general, no salían fortalecidas tras
las elecciones generales del 1 de marzo de 1979 y las municipales del 3 de abril
de 1979. ¿En que se basaban? No lo sabemos y sinceramente es una conclusión
ridícula donde las haya. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Suarez
obtuvo 6.268.593 votos lo que equivalía a un 34,84%, el Partido Socialista
Obrero Español (PSOE) de Felipe González unos 5.469.813 votos que equivalía a
un 30,40%, el Partido Comunista de España (PCE) de Santiago Carrillo obtuvo
1.938.487 un 10,77% y Coalición Democrática (CD) de Manuel Fraga 1.088.578
un 6,05%.

En la sección de «otros partidos», se registra a una serie de partidos secundarios


en cuanto a votos que entre todos ellos obtuvieron 1.962.990, un 10,93%; aquí
se contaban partidos fascistas, nacionalistas, maoístas y también al propio PCE
(m-). La Unión Nacional (UN) de Blas Piñar con 378.964 votos, con el 2,11%. El
Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Xabier Arzalluz obtuvo 296.597 votos con
263
un 1,65%. Herri Batasuna (HB) de Francisco Letamendia 172.110 votos, un
0,96%. Convergencia i Unió (CIU) de Jordi Pujol obtuvo 483.353 votos, un
2,69%. El Partido del Trabajo de España (PTE) con 192.798 votos, el 1,07%. La
Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) con 127.517 votos, el
0,71%. Y podríamos seguir.

Entre las candidaturas del PCE (m-l) de coalición bajo Izquierda Republicana
(IR), ¡que tan solo obtuvieron 55.000 votos en las generales de marzo de 1979!
¡¡¿Dónde está el triunfo si el 90% del electorado votó a favor de grupos que
habían aceptado la monarquía, la colaboración y la reconciliación nacional
como la UCD, el PSOE, el PCE, la CD, CIU, el PNV, la UN, el PTE, la ORT etc.?!!

Se podría pensar que quizás un dato sería la baja participación, pero lo cierto es
que un 67,43% de la población participó, una proporción realmente alta en un
proceso elector de voto no obligatorio. Además, la tendencia de voto en las
siguientes elecciones comparado con esta de 1979 siempre fue en alza: con un
79,97% en 1982 y un 70,49% en 1986. Desde entonces la participación más baja
han sido las generales de 2016 con un 66,48%.

En las municipales del 3 de abril de 1979 el PCE (m-l) logró unos 7.661 votos, un
0,05%. Sobra comentar esta estadística, incluso en unas elecciones como las
municipales que normalmente por sus características favorecen mucho más el
voto para los partidos pequeños que en las generales.

Este tipo de teorías triunfalistas y tan nefastas ya las hemos refutado cuando
otros grupos maoístas argumentaban que había llegado el fin de las ilusiones
parlamentarias de las masas por la baja participación en uno u otro proceso
electoral:

«En el caso del PCE (r) el nivel de excusas tan patético para no trabajar con
las masas, las justificaciones para no participar en el uso del parlamento como
instrumento de denuncia del régimen son tan, pero tan burdas, que han
llegado a proclamar la afirmación surrealista, de que no participan porque las
masas tienen superado el parlamento (sic):

«Las masas hace tiempo que han perdido la fe, la esperanza y hasta la caridad
en el sistema electoral y en el parlamentarismo burgués». (Partido Comunista
de España (Reconstituido); Antorcha, número 6, 1999)

¿Ha perdido el pueblo trabajador su fe y esperanza en el sistema electoral


parlamentario actual? Centrémonos solo en los dos grandes partidos del capital
y en la participación electoral de 2000-2016 para bajar de las nubes a estos
astros del análisis político.

264
En las elecciones del año 2000 participaron un 68,71% de la población lo que
significaba una bajada del 6% respecto a las últimas elecciones generales, con el
resultado de: el 44% de votos para el Partido Popular (PP) y un 34% para el
Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Ya entonces Don Quijote Arenas
proclamaba orgulloso su épica victoria:

«Diez millones de trabajadores boicotean. (...) [Una] de las más importantes


victorias, como la principal derrota que ha sufrido el régimen fascista español
en muchos años». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Resistencia,
nº50, 2000)

Este personaje bañado en la metafísica más insultante a la inteligencia se


adjudicaba poco menos que el mérito de esos 10 millones de votos en
publicaciones como la arriba citada, y como buen anarquista creía que esa
parcial abstención electoral era una «victoria aplastante», abstrayéndose de la
realidad y los factores de ese descenso, solamente pensando como si
automáticamente toda abstención fuese un rechazo consciente y revolucionario
al régimen cuando puede ser de un individuo que sufre una simple indiferencia
hacia la política o de un abstencionismo de castigo que sigue creyendo en la
democracia burguesa. Se comentan los resultados como si por sí mismos no
demostrasen con ese más del 60% el alto grado de alienación de los trabajadores
en torno a los dos grandes partidos y su confianza en el sistema político
parlamentario para resolver sus problemas. Además se clamaba tal tontería
exageradamente optimista con un PCE (r)/GRAPO que llevaba años en
decadencia y su cúpula escondida en el exilio, siendo en breve desmantelada de
forma definitiva, lo cual lo hace todo más increíblemente ridículo. Pero después
de «descorchar las botellas de champagne» en París tras los resultados
electorales, la cúpula del PCE (r) se volvió a dar de bruces con la realidad,
demostrándose en las siguientes elecciones que estos resultados solamente se
trataban de un leve descenso esporádico, por una parte normal dentro de las
crisis pasajeras del sistema, pero por otra un dato sin demasiada importancia ya
que no podían ser capitalizados por una organización revolucionaria con peso
entre las masas, en breve palabras: que fue una ilusión estúpida.

En 2004 la participación en las elecciones generales fue del 75%, con un


aumento del 7% respecto a las elecciones del año 2000, la distribución de votos
fue del 42,59% hacia el PSOE y del 37,71% hacia el PP. La participación más
baja hasta nuestros días fue en 2016: aquí hay que entender el contexto electoral
en que viene precedido de un período de votación en elecciones generales en
2015 y el hartazgo general a la incapacidad de los políticos de cerrar un nuevo
gobierno, aunque fuese de coalición entre las diferentes formaciones burguesas:
pese a todo esto, se tuvo el 66,48% de participación, donde el PP mantuvo el
33% y el PSOE un 22,63%, Podemos/Izquierda Unida un 13,42% y Ciudadanos
un 10,6%. Esto deja bastante claro, que tras la brutal crisis político-económica

265
iniciada en 2008 los trabajadores repartieron sus votos entre las dos nuevas
formaciones con la esperanza de revertir la situación: el nuevo
socialdemocratismo de Podemos y el nuevo neoliberalismo de Ciudadanos, pero
igualmente siguen teniendo grandes ilusiones en el parlamento y sobre todo en
los partidos capitalistas de siempre los cuales todavía lideran las listas de votos;
el que niegue esta evidencia es que es un iluso o un demagogo profesional.

«Como se ve Arenas hace las veces de Trotski, fallando en sus múltiples


profecías, no importándole cuantas veces queda en ridículo». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y
las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

En el informe al IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979 se decía también:

«El régimen monárquico está en una coyuntura particularmente desfavorable


y difícil. La crisis del PSOE, decantado definitivamente del lado de la
colaboración más dócil, plenamente manipulada por la socialdemocracia
alemana, al mismo tiempo que se convierte en instrumento sin reticencias de
la oligarquía a corto plazo, arriesga el aislamiento y el rechazo del pueblo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº
Congreso del PCE (m-l), 1979)

Como hemos visto, estas elecciones no ahondaron, sino que reforzaron al


régimen. Y aunque partiendo de razones diferentes, los análisis del PCE (m-l)
sobre que la exposición del PSOE hacia el derechismo le llevaba al aislacionismo
no fue cierta: se cometió una infravaloración de la socialdemocracia similar a lo
que le ocurrió a otras organizaciones como las revisionistas o anarquistas:

«¿Qué el PCE (r) proclamara que las masas se desharían de las ilusiones
reformistas a golpe de atentados conspirativos no es acaso una prueba de
sectarismo en la incomprensión del trabajo de masas y el grado de
revolucionarización de las mismas? (…) El PCE (r) en uno de sus análisis
triunfalistas totalmente por encima de la realidad se atrevía a decir que
gracias a sus acciones el PSOE jamás volvería a gobernar. (…) Era una
demencia proclamar que se estaba logrando vencer al reformismo cuando los
dos mayores sindicatos eran CC.OO. y UGT, dominados por el PCE y el PSOE
respectivamente. Era una temeridad decir que se estaba logrando vencer al
reformismo cuando precisamente en 1982 el PSOE había obtenido mayoría
absoluta con 48,11% de votos y 202 de los 350 escaños, datos que en 1986
aunque menores no haría perder la mayoría absoluta volviendo a ganar esta
vez con 44,06% de los votos ocupando 184 escaños. La historia de nuevo dejó
en ridículo las previsiones triunfalistas del PCE (r), pues el PSOE siguió
gobernando nada más y nada menos que hasta 1996, y tras un breve lapso de
tiempo volvería a gobernar de 2004 a 2011 bajo la dirección de Zapatero. Y

266
actualmente por desgracia, según sondeos es la única fuerza para disputarle el
liderazgo al PP». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30
de junio de 2017)

Debe quedar claro que cualquier agrupación socialdemócrata de masas, cuando


acomete una derechización en su línea, incluso cuando comete actos
antipopulares, su columna vertebral de militantes y electores nunca se quebrará
definitivamente sin un trabajo sistemático de los comunistas que expongan y
recuerden sus traiciones una y otra vez; esos comunistas deben demostrar en la
práctica y en cada caso concreto, que su política reformista va en contra de los
intereses de clase de los obreros, y del resto de trabajadores.

Esos pretendidos partidos «comunistas», que se dedican al aventurerismo


terrorista, y se contentan con un repunte de la abstención electoral, o esos otros
se dedican a la agitación y la proclamación abstracta de la necesidad de la
revolución, mientras celebra eufóricamente como una gran victoria contra el
capital su mísero aumento de los votos recibidos, ambos están en las antípodas
del contacto real con las masas, no son ni pueden ser un dique serio contra las
ilusiones del reformismo, mucho menos, el llamado partido de vanguardia que
conduzca a las masas a hacer la revolución.

El perfil del militante medio, el trabajo con las distintas capas de la


población y la forma de reclutamiento

La composición del partido, la forma de reclutar y el trabajo diario con las


masas, son cuestiones muy importantes, que además tienen su incidencia e
influyen en otros aspectos como puede ser las alianzas a contraer.

Si ya hemos visto que el PCE (m-l) jamás logró arrebatar al revisionismo


carrillista de CCOO ni al socialdemocratismo felipista de UGT el papel
predominante, no pudo lograr la hegemonía entre el sindicalismo obrero. Pero
no era el único problema al que se enfrentó.

Uno de los mayores problemas a los que tuvo el PCE (m-l) fue el contenido en sí
de su militancia.

Cuando el partido comenzó a desarrollarse, más que eco entre la clase obrera,
tuvo una influencia reseñable entre la juventud como recogían los servicios
secretos franquistas:

«Como ya queda dicho, el PCE (m-l) se ha extendido especialmente en el


ámbito estudiantil y algo en el laboral, teniendo su mejor acogida entre la
juventud por su radicalismo». (Informe del SECED Sobre el Partido Comunista
de España (marxista-leninista), Grupos subversivos, julio de 1974)
267
Como era normal, esto hacía derivar en fenómenos como los que se relatan:

«Los militantes del PCE (m-l) y de sus organizaciones han dado frecuentes
pruebas de falta de formación ideológica, de indisciplina y de desorganización,
especialmente entre los elementos jóvenes con espíritu rebelde y deseosos de
violencia, componente de muchos comandos ejecutados en contra de la
disciplina del partido». (Informe del SECED Sobre el Partido Comunista de
España (marxista-leninista), Grupos subversivos, julio de 1974)

Años después se señalaría desde el PCE (m-l) sobre el tema de la juventud en


pleno inicio de la década de los 80:

«El importantísimo papel de la juventud, y sobre todo de la juventud obrera y


campesina, como palanca y brazo insustituible del partido en sus tareas y
perspectivas revolucionarias. (…) Destacar que se trata de una tarea cuya
importancia política no debemos infravalorar, dado que la reacción en su
conjunto sí ha desplegado toda una serie de fuerzas y energías para tratar de
desviar a la juventud antifascista y revolucionaria de sus objetivos junto al
proletariado y el pueblo; la propagación de toda una serie de teorías
anarquizantes, indeferentistas hacia los problemas actuales de la sociedad, la
corrupción, la droga, etc., son instrumentos que la oligarquía en el poder
utiliza a fondo para desviar de sus objetivos revolucionarios a los jóvenes
trabajadores». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Realmente pese a las advertencias aquí emitidas, y pese a la antigua influencia


entre la juventud, el PCE (m-l) nunca logró que ella se apartase de esa creciente
indiferencia hacia la política, aunque quizás hablar en los 70 de apatía política
juvenil, suena a broma si lo comparamos con la inactividad actual de dicho
colectivo.

Como hemos dicho en más de una ocasión sobre este tipo de militancia en
algunos grupos del pasado y de la actualidad, sorprende la facilidad con la que
otorga el carnet a sus militantes, e incluso el rápido trasvase de militantes de las
juventudes al partido a falta de gente disponible. Obviamente cuando esto
ocurre en contra de la voluntad del partido, no supone un error a propósito,
pero expone una deficiencia clara. Corrobora la falta de popularización de las
ideas de la organización entre la clase obrera o bien directamente el rechazo de
las masas al partido debido a errores en las líneas del programa o en el estilo de
trabajo hacia ellas. En otros casos, el problema reside, en que existe en lo alto
del partido una cúpula que está corrompida por la ideología revisionista, cuya
máxima consciente es tomar a la juventud como el pilar del partido, ya que
saben que son: los elementos más manejables, por lo que contribuyen a

268
asegurar el personalismo de las figuras veteranas, el fanatismo basado en el
sentimentalismo, el aventurerismo buscando acciones espectaculares para crear
simpatías entre elementos impresionables, que con ellos es más fácil el permitir
desarrollar el intelectualismo arrogante a través de aprender mecánicamente
unas cuantas fórmulas, y toda una ristra de vicios que podríamos seguir
enumerando. Por eso hay que luchar siempre contra esas teorías maoístas de la
época de la Revolución Cultural que elevaban a la juventud al rol de dirigente
del partido y la revolución, porque recordemos, la juventud, si bien tiene
grandes virtudes como su vitalidad e iniciativa, también adolece de grandes
defectos, ya que por su propia idiosincrasia normalmente sus elementos son
proclives a las vacilaciones y confusión derivadas de la inexperiencia política o
la falta de formación ideológica:

«En el movimiento revolucionan de hoy ocupan un lugar importante la


juventud, los estudiantes y las diversas capas de la intelectualidad. En
numerosos países como Francia e Italia, Estado Unidos, Japón, España y los
países de América Latina, se han mostrado bastante activos y han dado
pruebas de coraje, abnegación y espíritu revolucionario. Pero se debe
reconocer que en los movimientos de izquierda de los intelectuales y de los
estudiantes se observa una gran confusión ideológica y política. El carácter
muchas veces utópico de sus programas y consignas, la falta de paciencia y las
explosiones espontáneas tienen su origen en la influencia de las ideologías
extrañas y en la propia naturaleza de clase heterogénea de estos movimientos.
Los marxista-leninistas dedican toda la atención a los movimientos de
izquierda de la juventud y de la intelectualidad y sin ocultar sus debilidades
luchan por atraerlos a justas posiciones revolucionarias, con el fin de
liberarlos de las influencias de la ideología burguesa, pequeño burguesa y
revisionista. A pesar del aumento del peso de la intelectualidad en la sociedad
actual, a pesar de los cambios que sufren sus posiciones, el carácter y la
función de su trabajo, así como la composición de clase de esta capa, no
constituye una clase en sí. La intelectualidad es una capa que está en medio de
las diferentes clases de la sociedad y que procede de diferentes clases. Por su
propia naturaleza se caracteriza por diversas vacilaciones políticas e
ideológicas. Estas vacilaciones aumentan aún más, ya que la burguesía
intenta por todos los medios corromperla y ponerla a su servicio». (Enver
Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de
noviembre de 1971)

Gran parte de los partidos comunistas de entonces, sobre todo en los países más
o menos desarrollados, no habían llegado a comprender la importancia del
trabajo en el campo, y ello se veía en la nula influencia entre sus elementos:

«1. Sólo el proletariado industrial de las ciudades, dirigido por el partido


comunista, puede librar a las masas trabajadoras rurales del yugo del capital

269
y de la gran propiedad agraria de los terratenientes, de la ruina económica y
de las guerras imperialistas, inevitables mientras se mantenga el régimen
capitalista. Las masas trabajadoras del campo no tienen otra salvación que su
alianza con el proletariado comunista y apoyar abnegadamente su lucha
revolucionaría para derribar el yugo de los terratenientes –grandes
propietarios agrarios– y de la burguesía.

Por otra parte, los obreros industriales no podrán cumplir su misión histórica
de liberar a la humanidad de la opresión del capital y de las guerras, si se
encierran en el marco de intereses estrechamente corporativos, estrechamente
profesionales y se limitan, con suficiencia, a preocuparse sólo de mejorar su
situación que a veces es pasable desde el punto de vista pequeñoburgués. Esto
es precisamente lo que ocurre en muchos países avanzados donde hay
una «aristocracia obrera», la cual constituye la base de los partidos
pseudosocialistas de la II Internacional, pero que en realidad son los peores
enemigos del socialismo, traidores del socialismo, chovinistas
pequeñoburgueses, agentes de la burguesía en el seno del movimiento obrero.
El proletariado actúa como clase verdaderamente revolucionaria,
auténticamente socialista, sólo cuando en sus manifestaciones y actos actúa
como vanguardia de todos los trabajadores y explotados, como jefe de los
mismos en la lucha para derribar a los explotadores, cosa que no puede ser
llevada a cabo sin introducir la lucha de clases en el campo, sin agrupar a las
masas de trabajadores rurales en torno al partido comunista del proletariado
urbano, sin que éste eduque a aquéllas.

2. Las masas trabajadoras y explotadas del campo a las que el proletariado


urbano debe conducir a la lucha o, cuanto menos, ganar para su causa, están
representadas en todos los países capitalistas por:

1) El proletariado agrícola, compuesto por jornaleros o mozos de granja,


contratados por año, por temporada, por jornada, que ganan su sustento con
su trabajo asalariado en diversas empresas capitalistas de economía rural e
industrial. La tarea fundamental de los partidos comunistas de todos los
países consiste en organizar a esta clase en una categoría e independiente de
los demás grupos de la población rural –en el terreno político, militar,
sindical, cooperativo, cultural, etc.–, desplegar entre ella una intensa
propaganda y agitación, atraerla al lado del poder soviético y de la dictadura
del proletariado.

2) Los semiproletarios o campesinos parcelarios, es decir, los que ganan su


sustento, en parte mediante el trabajo asalariado en empresas capitalistas
agrícolas e industriales y, en parte, trabajando en la parcela propia o tomada
en arriendo, lo que les suministra sólo cierta parte de los productos necesarios
para la subsistencia de sus familias. Este grupo de la población trabajadora

270
del campo es muy numeroso en todos los países capitalistas; los
representantes de la burguesía y los «socialistas» amarillos de la II
Internacional disimulan su existencia y su situación especial, ora engañando
conscientemente a los obreros, ora creyendo ciegamente en la rutina de las
concepciones pequeñoburguesas y confundiendo a estos trabajadores con la
masa común de los «campesinos» en general. Semejante procedimiento,
radicalmente burgués, de embaucar a los obreros se advierte, sobre todo, en
Alemania y en Francia, luego en los EEUU, así como en otros países. Cuando
los partidos comunistas organicen debidamente su labor, este grupo será su
partidario seguro, porque la situación de estos semiproletarios es
sumamente penosa y porque bajo el poder soviético y la dictadura del
proletariado sus ventajas serán enormes e inmediatas.

En algunos países no existe distinción clara entre estos dos primeros grupos;
sería pues lícito darles una organización común de acuerdo con las
circunstancias.

3) Los pequeños campesinos, es decir, los pequeños labradores que poseen, ya


sea como propiedad o tomada en arriendo, una parcela de tierra tan reducida,
que cubriendo las necesidades de sus familias y de su hacienda, no precisan
contratar jornaleros. Esta categoría, como tal, sale ganando de un modo
absoluto con el triunfo del proletariado que le garantiza en el acto y por
completo:

a) la abolición de los arriendos o la exención de la entrega de una parte de la


cosecha –por ejemplo los métayers [aparceros] en Francia, Italia, etc.– a los
grandes propietarios agrarios;

b) la abolición de las deudas hipotecarias;

e) la emancipación de las múltiples formas de opresión y dependencia de los


grandes propietarios agrarios –disfrute de los bosques, etc.–.

d) la ayuda inmediata a sus haciendas por parte del poder estatal


proletario, la posibilidad de emplear los aperos de labranza y parte de las
instalaciones en las grandes haciendas capitalistas expropiadas por el
proletariado; la trasformación inmediata por el poder estatal proletario de las
cooperativas y asociaciones agrícolas, que ante todo servían bajo
el capitalismo a los campesinos ricos y medios, en organizaciones destinadas a
ayudar, en primer término, a los campesinos pobres, es decir, a los proletarios,
semiproletarios y pequeños campesinos.

A la par con esto, los partidos comunistas deben tener bien presente que en el
período de transición del capitalismo al comunismo, o sea durante la

271
dictadura del proletariado, en este sector son inevitables las vacilaciones, por
lo menos en cierta medida, a favor de una libertad de comercio ilimitada y del
libre ejercicio de derechos de propiedad privada, pues este sector, siendo ya –si
bien en pequeña parte– vendedor de artículos de consumo, está corrompido
por la especulación y por los hábitos de propietario. Sin embargo, si el
proletariado victorioso sigue una política firme, si ajusta resueltamente las
cuentas a los grandes propietarios de la tierra y a los campesinos ricos, las
vacilaciones de este sector no pueden ser considerables y no podrán cambiar el
hecho que, en general y en su conjunto, se encontrará al lado de la
revolución proletaria.

3. Los tres grupos señalados, en su conjunto, constituyen en todos los países


capitalistas la mayoría de la población rural. Por eso, está completamente
asegurado el éxito de la revolución proletaria, no sólo en la ciudad sino
también en el campo. Está muy extendida la opinión contraria. Pero ésta se
mantiene únicamente gracias a forzar la ciencia con mentiras:

1º la estadística burguesa busca sistemáticamente el engaño, disimulando por


todos los medios el profundo abismo que media entre las clases rurales
indicadas y los explotadores, los terratenientes y capitalistas, así como entre
los semiproletarios y los pequeños campesinos, por un lado, y los campesinos
ricos, por otro;

2º se mantiene debido a la incapacidad y a la falta de deseo de los héroes de la


II Internacional amarilla y de la «aristocracia obrera» de los
países avanzados, corrompida por las prebendas imperialistas, de desarrollar
una verdadera labor proletaria revolucionaria de propaganda, agitación y
organización entre los campesinos pobres; los oportunistas dirigían y dirigen
toda su atención a la tarea de inventar formas de conciliación teórica y
práctica con la burguesía, incluyendo al campesino rico y medio –de éstos
hablaremos más adelante–, y no a la del derrocamiento revolucionario del
gobierno burgués y de la burguesía por el proletariado;

3º debido a la incomprensión obstinada, que ya tiene el arraigo de un


prejuicio –vinculado a todos los prejuicios democrático-burgueses y
parlamentarios–, de esta verdad, perfectamente demostrada por el marxismo
en el terreno teórico y completamente confirmada por la experiencia de la
revolución proletaria en Rusia, a saber: que la población rural de las tres
categorías arriba señaladas, embrutecida hasta el extremo,
desperdigada, oprimida, condenada en todos los países, incluso en los más
avanzados, a vegetar en condiciones de vida semibárbaras, interesada desde
el punto de vista económico, social y cultural en el triunfo del socialismo, es
capaz de apoyar enérgicamente al proletariado revolucionario únicamente
después que éste conquiste el poder político, sólo después que

272
ajuste terminantemente las cuentas a los grandes terratenientes y a los
capitalistas, sólo después de que estos hombres oprimidos vean en la práctica
que tienen un jefe y un defensor organizado, lo bastante poderoso y firme para
ayudar y dirigir, para señalar el camino acertado». (Internacional
Comunista; Tesis sobre la cuestión agraria; IIº Congreso de la Internacional
Comunista, 1920)

El PCE (m-l) no sería una excepción:

«A pesar de la importancia concedida a la extensión entre el campesinado, ya


citada al tratar el concepto de guerra popular, en el IVº Pleno de 1970 se
reconoció que «el trabajo en las zonas rurales ha sido escasísimo debido a que
el partido se ha reconstituido por militantes de la ciudad». De ello condujo la
necesidad de «dedicar mucha atención al trabajo en el campo para evitar que
pueda producirse una revolución en las ciudades y no en el campo, con el
consiguiente peligro de aplastamiento de aquella». Nació así el concepto de
alianza obrero-campesina». (Informe del SECED Sobre el Partido Comunista
de España (marxista-leninista), Grupos subversivos, julio de 1974)

Estas deficiencias serían de nuevo constatadas por el PCE (m-l) tres años
después:

«Dada la situación actual de auge de las luchas de los jornaleros y campesinos,


el Partido no puede esperar ni retrasar un día más, la tarea de pasar a
organizar, dirigir y movilizar revolucionariamente, y con mayor amplitud que
hasta ahora, estas luchas. (...) Construir y desarrollar el Partido, sobre todo
entre los obreros agrícolas, y levantar y encabezar organizaciones de masas
bajo la bandera del Partido, es hoy una tarea de primera importancia y en
primer plano en el campo. No hacer esto, da lugar a posiciones oportunistas y
derechistas, que frenan la implantación del Partido entre las masas del
campo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Esta situación no cambió demasiado en años sucesivos:

«En el frente de jornaleros y campesinos hemos desarrollado cierto trabajo,


particularmente en el País Valenciano y Aragón, pero de manera
descoordinada, poco orientada y sin haberle prestado la debida atención. (…)
En otros puntos y comarcas de Andalucía, Castilla y Extremadura, etc. las
acciones e iniciativas del partido hacia los jornaleros y campesinos han sido
sumamente esporádicas e insuficientes por parte de los comités del partido
pese a las posibilidades concretas e inmediatas». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

273
Dentro de las autocríticas, se citan una y otra vez al activismo inconsciente, en
detrimento de una acción más organizada y meditada:

«El activismo es una de las deformaciones y errores que se manifiestan, en la


actual coyuntura, de forma aguda entre algunos militantes. (…) En vez de
atraer a nuestras filas y acercar a nuestra política revolucionaria a amplios
sectores de la clase obrera y de las masas populares, las alejan a corto o medio
plazo, aunque en un principio se aproximen al partido. El activismo suele
manifestarse, por lo general, en una actitud no reflexiva y no organizada ante
los hechos y situaciones, movilizándose incesantemente sin discernimiento, e
imponiendo a los camaradas un ritmo y un estilo de militancia que no tiene en
cuenta ni las condiciones de trabajo ni de vida, ni las características del
camarada. (…) Es incorrecto cargar a los camaradas con múltiples tareas,
queriendo abarcar todo, aún cuando no es posible, dispersando esfuerzos,
impidiéndoles hacer un trabajo serio en sus propios lugares de trabajo y
obligándoles a abandonar frecuentemente las tareas centrales y más
importantes. (…) El activismo hace a los camaradas ir a la zaga y no por
delante de los acontecimientos, agota energías, lleva a la paralización de las
organizaciones. (…) Impide una planificación de las tareas y una
responsabilización debida, lo que genera liberalismo y crea un ambiente
disolvente». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos
del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Estos defectos de la militancia y otros similares como el estilo de trabajo a tener,


fueron una cuestión muy sensible para el partido y su correcto funcionamiento,
como ya comentamos anteriormente en: «Replanteamientos, remodelaciones y
choques internos de 1978-79».

En su momento, la Internacional Comunista, criticando la herencia del


pensamiento y organización socialdemócrata, recordó a las nuevas agrupaciones
comunistas, que entre sus tareas de mayor importancia están las siguientes:

«6. La tarea más importante de un partido realmente comunista consiste en


permanecer siempre en contacto con las organizaciones proletarias más
amplias. Para lograrlo, los comunistas pueden y deben participar en grupos
que, sin ser grupos del partido, reúnan a grandes masas proletarias. Tales
son, por ejemplo, los que se conocen con el nombre de organizaciones de
inválidos en diversos países, sociedades tales como «Fuera manos de Rusia»
[Hands off Russia] en Inglaterra, las uniones proletarias de arrendatarios, etc.
Tenemos aquí el ejemplo ruso de las conferencias de obreros y campesinos que
se declaran «independientes» de los partidos [bezpartinii]. Pronto serán
organizadas asociaciones de este tipo en cada ciudad, en cada barrio obrero y
también en el campo. En ellas participan amplias masas que incluyen también

274
a trabajadores atrasados. Se introducirá en el orden del día las cuestiones más
interesantes: aprovisionamiento, vivienda, problemas militares, enseñanza,
tarea política del momento actual, etc. Los comunistas deben tener influencia
en esas asociaciones, con lo que se obtendrán resultados muy importantes
para el partido. Los comunistas consideran como su tarea principal un trabajo
sistemático de educación y organización en el seno de esas organizaciones.
Pero precisamente para que ese trabajo sea fecundo, para que los enemigos del
proletariado revolucionario no puedan apoderarse de esas organizaciones, los
trabajadores avanzados, los comunistas, deben tener su partido de acción
organizada, que sepa defender el comunismo en todas las coyunturas y ante
todas las eventualidades. 7. Los comunistas no deben apartarse nunca de las
organizaciones obreras políticamente neutras, aun cuando posean un carácter
evidentemente reaccionario –uniones amarillas, uniones cristianas, etc.–. En
el seno de esas organizaciones, el partido comunista prosigue constantemente
su propia obra, demostrando infatigablemente a los obreros que la
neutralidad política es conscientemente cultivada entre ellos por la burguesía
y por sus agentes a fin de desviar al proletariado de la lucha organizada por el
socialismo». (Internacional Comunista; Resolución sobre el papel del partido
comunista en la revolución proletaria, 1920)

Creemos que es de suma importancia recordar las críticas de Dimitrov hacia los
falsos conceptos de algunos comunistas que impiden la consolidación del
partido:

«En la situación actual, el sectarismo, ese sectarismo engreído, como lo


calificamos en nuestro proyecto de resolución, entorpece ante todo nuestra
lucha por la realización del frente único; ese sectarismo, satisfecho de su
estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas;
satisfecho de sus métodos simplistas, para resolver los problemas más
complicados del movimiento obrero sobre la base de esquemas cortados por un
patrón; ese sectarismo, que pretende saberlo todo y no cree necesario
aprender de las masas, de las enseñanzas del movimiento obrero; en una
palabra, el sectarismo, para el cual todo es una pequeñez; ese sectarismo
engreído no quiere, ni puede comprender que situar a la clase obrera bajo la
dirección del partido comunista no se consigue espontáneamente. El papel
dirigente del partido comunista en las luchas de la clase obrera hay que
conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de
los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de
las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto
sólo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos
seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su
grado de revolucionarización, si apreciamos seriamente la situación concreta,
no a través de nuestros de deseos, sino a través de la realidad. (...) El
sectarismo se manifiesta especialmente en la apreciación exagerada de la

275
revolucionarización de las masas, en la apreciación exagerada del ritmo, con
que se apartan de las posiciones del reformismo, en el intento de saltar las
etapas difíciles y los problemas complicados del movimiento. Los métodos de
dirección de las masas se sustituían frecuentemente en la práctica por los
métodos de dirección de un grupo cerrado de partido. A consecuencia de esto
no se apreciaba debidamente la fuerza de los lazos tradicionales entre las
masas y sus organizaciones y direcciones y, cuando las masas no rompían
estos lazos de golpe y porrazo, se adoptaba frente a ellas una actitud tan
brusca, como frente a sus dirigentes reaccionarios. La táctica y las consignas
se convertían en un «patrón», válido para todos los países, y no se tenían en
cuenta las particularidades de la situación concreta en cada país dado. Se
pasaba por alto la necesidad de desplegar, en el seno de las propias masas,
una lucha tenaz para ganar su confianza, se descuidaba la lucha por las
reivindicaciones parciales de los obreros y la labor dentro de los sindicatos
reformistas y de las organizaciones fascistas de masas. La política del frente
único se suplantaba frecuentemente por meros llamamientos y por la
propaganda abstracta. Las actitudes sectarias entorpecían en no menor grado
la selección acertada de los hombres, la educación y formación de cuadros
relacionados con las masas, que gocen de la confianza de éstas, de cuadros con
consecuencia revolucionaria y probados en las luchas de clases, que sepan
asociar a la experiencia práctica del trabajo de masas la firmeza de principios
del bolchevique. De este modo, el sectarismo retrasó considerablemente el
crecimiento de los partidos comunistas, dificultó la aplicación de una auténtica
política de masas, entorpeció la explotación de las dificultades del enemigo de
clase que debía fortificar las posiciones del movimiento revolucionario,
impidió la conquista de las extensas masas proletarias para los partidos
comunistas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe
en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)

La forma y contenido de las críticas hacia los adversarios políticos

Un problema que puede parecer secundario también tiene su aquel. Hablemos


de la forma y contenido de las críticas hacia los adversarios políticos.

No estamos diciendo, como han proclamado diversos renegados, que el Partido


Comunista de España (marxista-leninista) debiese intentar ganarse a las
cúpulas de las distintas organizaciones oportunistas o a los cabecillas de las
fracciones que surgían en su seno:

«En lo ideológico (…) Ya estábamos enfrascados en una lucha a fondo contra el


revisionismo de Carrillo. (…) Ya lanzados como estábamos, íbamos a por Don
Santiago sin concesiones. Razón de más para tratar con miramiento y
diplomacia a los disidentes del PCE y a otros grupos políticos que –
procediendo de otros orígenes –por entonces revestían el ropaje comunista–
con la radicalización subsiguiente a mayo de 1968. Había que cortejarlos con

276
donaire, delicadeza, paciencia y suavidad. Como mínimo, tratarlos con
neutralidad benévola; lo menos que podíamos hacer con respecto a ellos era
guardar silencio, abstenernos de críticas públicas; y de hacer críticas, en plan
amistoso, con amabilidad y espíritu de concordia. Eso se traducía en una
política de acercamiento y buenas relaciones para con los camaradas pro-
soviéticos –E. García, Enrique Líster–, los amigos catalanes de la OCE
(Bandera Roja) y los de Komunistak (MCE)». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Por supuesto, para renegados como Lorenzo Peña no había, o apenas había,
diferencias entre estos grupos y el PCE (m-l), o más bien lo que él quería hacer
del PCE (m-l). Es la clásica concepción que se utiliza una cabeza de turco –
Carrillo en este caso– para justificar el revisionismo de toda una organización –
el Partido Comunista de España (PCE)– e incluso de toda una generación del
movimiento obrero. Esto también lo haría el renegado Raúl Marco pasado unos
años cuando echase la vista atrás sobre la historia del PCE (m-l) y sus
posiciones, como veremos después en otro capítulo. Afirmar estas conclusiones
es como creer que el revisionismo no engendrase nuevas variantes, como si no
tuviese cada día nuevos jefes y adoptase otras particularidades. Como si el
revisionismo no alcanzase a los viejos militantes comunistas, como si no
alcanzase a las propias organizaciones antes revolucionarias.

Salirse del PCE no era ni es sinónimo de no ser un revisionista, hay mil


cuestiones por las que los militantes abandonan el partido: cobardía, rencillas
personales, apatía por la política, quemazón por el activismo intenso, evolución
ideológica, rivalidades ideológicas entre variantes revisionistas, etc. y como
vemos no todas tienen que ver con romper en lo ideológico con el revisionismo.
Esto lo vemos actualmente en las continuas fracciones y escisiones del mundo
revisionista.

«Tratar con miramiento» a los jefes y representantes del revisionismo sea del
color que sea ni es revolucionario ni ayuda en nada a los propios militantes
honestos que estén bajo su influencia.

¿Cuál es la postura marxista-leninista al respecto de la polémica con otras


agrupaciones y líderes? ¿Cuándo es posible el acercamiento y la unidad?
Dejemos hablar a Enver Hoxha que resume esta cuestión a la perfección:

«En ningún caso puede haber unidad, de pensamiento y de acción con los
traidores revisionistas. Aquí precisamente tiene su origen la polémica, que
jamás podrá cesar.

No puede esperarse alcanzar la unidad basándose en la demagogia, en


suposiciones, en esperanzas, en sentimentalismos. La unidad de los marxista-
leninistas es algo enteramente diferente de la unidad preconizada por los
revisionistas y está basada en sólidos principios. Si estos principios no se
aplican enteramente, no podrá haber unidad.

277
Para los revisionistas modernos la unidad consiste en cesar la polémica, en no
reconocer su traición, en proseguir en este camino de traición, consiste en la
unidad sobre las cosas «que nos unen» –cuando en realidad nada,
absolutamente nada nos une, sino que todo nos separa–, etc., etc.

Para nosotros tal unidad es absolutamente inaceptable. Aceptarla significaría


deslizarse hacia las posiciones revisionistas, admitir toda su línea traidora.
Nuestro partido nunca caerá en esta trampa. Un acuerdo con los revisionistas
modernos puede preverse sólo cuando ellos hayan condenado abiertamente,
públicamente toda su traición, y no solamente de palabra, sino demostrando
también con hechos, concretamente, en la vida, que ellos han dado un viraje
completo que cree en esta posibilidad, ha perdido el juicio. Si los revisionistas
lo hacen –cosa que no harán jamás–, habrán firmado ellos mismos su
sentencia a muerte. Otros hombres surgirán y nosotros discutiremos con ellos,
estos serán revolucionarios, marxista-leninistas, pero los revisionistas no les
servirán a éstos sus cabezas en bandeja de plata; las cabezas de los
revisionistas deben ser cortadas con la lucha, con la revolución.

Los revisionistas han cometido una traición total, y querían que todo el
movimiento comunista internacional se adhiriera a su línea. Esto no sucedió ni
podía suceder. Los revisionistas modernos fueron desenmascarados y están
sufriendo sucesivos fracasos. Siguen clamando por la unidad y de mil maneras
buscan corromper a los otros para llegar por lo menos a un compromiso, a
una falsa unidad, a una supuesta unidad. Debemos combatir con todas
nuestras fuerzas esta maniobra y estas tentativas, y, a través de nuestra lucha
contra el revisionismo moderno». (Enver Hoxha; El revisionismo moderno:
peligro y enemigo principal del movimiento comunista y obrero internacional;
Extractos de la conversación sostenida con una delegación del PC de Nueva
Zelanda, 6 de octubre de 1965)

En realidad, el criticismo entre el PCE (m-l) y el resto de organizaciones era


mutuo. Uno de los colaboradores del PCE (m-l) de aquel entonces relata así el
nivel de crispación entre el partido y el resto de organizaciones oportunistas de
aquel entonces. En una ocasión en que fueron invitadas todas las organizaciones
por un sindicato y coincidieron, parece ser que los grupos oportunistas ni
siquiera soportaban la estancia con gente afín al PCE (m-l) en un frente de
masas como ese, lo que demuestra el sectarismo infantil que profesaban estas
«tolerantes organizaciones»:

«Bajamos la sede de la CNT dando brincos porque acababa de triunfar


la «Revolución de los Claveles» en Portugal contra la dictadura fascista, me
acuerdo, que me decía un compañero eufórico: «¡Chico! ¡Ahora le toca a
España!». Se me quedo grabado. (…) Fue en una ocasión donde nos invitaron
los anarquistas del sindicato de la CNT para... creo recordar que el tema de un
convenio de la construcción. Invitaron también a la ORT, el PTE. ¿Qué
ocurría? Que ambos, sobre todo la ORT, nos odiaban, en cambio a nosotros
más bien nos hacían gracia, de hecho, en referencia al origen jesuita del grupo,
a sus congresos les llamábamos de broma «concilios». En la reunión los de la
ORT dijeron que si estábamos nosotros ellos se levantaban y se iban. La CNT
les contestó, «Vamos a ver, nosotros somos anarquistas, lo cual quiere decir

278
que no estamos de acuerdo con ninguno de vosotros, pero si con algunos
podemos estar de acuerdo en algo es con estos [PCE (m-l)], con vosotros
nunca, así que los que se quedan son ellos, si os queréis ir os vais». Con lo cual
se fueron. (…) Su jefe, que efectivamente tenía una cara de «meapilas» de
cuidado, el «camarada Intxausti», acabaría entre las filas del PSOE en 1990, y
creo recordar que tuvo altos cargos. (…) En otra ocasión me llama en el
trabajo una chiquita de dieciocho años de la Unificación Comunista de España
(UCE) que publicaban el periódico «De verdad». Yo conocía de su eclecticismo.
En ese momento, yo aproveché para clarificar mis dudas y dije: «¿Vosotros
sois trotskistas?» Y me contesta «Sí». Empezó con su retahíla y le dije: «No te
canses, no me hagas proselitismo, porque yo he hecho eso lo que tú estás
haciendo ahora (Risas)… además… que no soy trotskista». Tiempo después en
la era del PSOE de Felipe González, cuando Josep Borrell empezó a destacar
como un «tío majete», ellos como se agarran a cualquier clavo ardiendo,
trataron de apoyarlo, creyendo, vete a saber tú, que era un elemento
revolucionario o qué sé yo. Después me he ido enterando como han ido
apoyando el chovinismo español más rancio, desde a Rosa Díez con Unión
Progreso y Democracia (UP&D), hasta a Albert Rivera con Ciudadanos (C’s),
pidiendo el voto por ellos». (Comentarios y reflexiones de José Luis López
Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Nuestra crítica al PCE (m-l) histórico va referida a otra cuestión: que en cada
ocasión en que surgía un problema ideológico, bien fuese una tentativa de
escisión, críticas internas justas, una polémica con otro grupo autodenominado
comunista… en demasiadas ocasiones la dirección oficial expresaba epítetos
muy contundentes pero muy breves y muy poco didácticos para la militancia
propia o ajena, lo cual no conduce a lo propuesto: levantar conciencia. En la
gran mayoría de ocasiones se tenía la razón, pero no se convencía con los
medios usados, o se tendía a olvidar en ocasiones la pertinente diferenciación
entre dirigencia y base.

«Sobre el PCE (m-l), hay que estudiarlo sobre la base del momento en que
surgió, realmente en el panorama político de izquierdas español no había
nada con enjundia y con proyecto salvo pequeños grupos sin relevancia en
ningún aspecto. Dejando a un lado las personalidades de sus dirigentes en las
diversas épocas y escisiones, la realidad es que fue una ventana al marxismo-
leninismo. Digamos que la joya de la familia de todas esas siglas era el
«nuestro» y por supuesto con la sombra del FRAP, e incluso se puede decir que
nos «temían», parece que éramos muy «radicales». Fuimos digámoslo así
excluyentes en ese sentido, y a veces hay que serlo, nosotros al menos no
mostramos la miseria revisionista de la época, como otros partidos de que
proliferaron entonces PCE, PTE, ORT, UCE, OCE (BR), MCE, PCE (r), etc.
Quiero aclarar que con hablar de «excluyentes» me refiero a que tampoco te
puedes mezclar por principios con alguien que no apoya o respeta como
mínimo una línea política en concordancia con el comunismo. (…) A todos los
que conocí les tenia aprecio, ten en cuenta que los conocí en la cárcel de
Carabanchel, y a otros también en la calle, unos se convirtieron enemigos –
como los hermanos Diz de la fracción de 1976–, mintieron y tergiversaron, con
estos no hay discusión, pero nunca acepte una cosa, se puede discutir hasta la
saciedad y debe hacerse, pero llegar gasta la violencia entre nosotros es una
pena, salvo que no haya otro remedio ante la posibilidad de romper el partido,

279
por gentes conscientes de hacerlo. Cuando hablo de lo «excluyente» que fue el
partido con otras tendencias y organizaciones que no estaban de acuerdo con
la línea política, me refería a las formas, se les trataba con profundo desprecio
a todos ello, lo cual es normal pero creo que sin caer en revisionismos se puede
tratar con mayor flexibilidad los temas, y sobre todo diferenciando a la base
de los capitostes que manejan el cotarro. En fin, habrás visto los escaneos de
«Vanguardia Obrera» y otros. Generalmente Raúl Marco era el de los insultos
y las explicaciones insulsas contra las escisiones y los partidos hostiles, aunque
otros no se quedaban atrás. (…) El movimiento marxista-leninista, creo que en
muchos momentos, emplea mucha parafernalia de eslóganes y simbología y se
vuelve sistemáticamente excluyente esta vez en el sentido peyorativo, la
política implica ser más flexible y con una mayor cercanía hacia los problemas
actuales de los trabajadores –de nuestra óptica por supuesto–. No se puede
crear «una iglesia» y ser dogmático por tener unos principios sólidos, ¿qué
tenemos la razón? Sí, pero no sirve de nada si no sabemos persuadir a la gente
a través de la ciencia marxista-leninista, tampoco es lo mismo discrepar con
un interlocutor preparado a explicárselo a un trabajador sin formación. Creo
que estas consideraciones deben tenerlas en cuenta las próximas
generaciones». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a
Bitácora (M-L), 2019)

Elena Ódena criticaría en alguna ocasión estos conatos de sectarismo con estos
temas:

«Se señaló que el izquierdismo y el sectarismo han sido las dos tendencias que
han obstaculizado y, en algunos puntos frenado, la vinculación del partido con
la clase obrera y con sectores del movimiento popular, ya que se ha confundido
o no se ha diferenciado suficientemente a los militantes o afiliados de base de
los sindicatos y partidos oportunistas, con sus dirigentes». (Elena Ódena; En
la reciente reunión del Comité Central. El partido y la situación actual, 1980)

En otra ocasión dijo:

«La impaciencia suele ser también fuente de errores y desaliento en no pocos


casos; por una parte, se suele exagerar en un principio el nivel de comprensión
y de espíritu revolucionario de las masas y se pretende saltar las etapas a
través de las cuales las masas rompen con las concepciones reformistas y con
los jefes reaccionarios de los sindicatos, organizaciones o partidos
oportunistas sustituyendo después el método de persuasión, discusión y
actividad conjunta, cuando no se obtienen resultados rápidos, por una actitud
sectaria, que rompe los lazos y los contactos, confundiendo y adoptando la
misma actitud que frente a los dirigentes o cabecillas revisionistas». (Elena
Ódena; Sobre el papel y las tareas del partido en la actual coyuntura;
Intervención central presentada al IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

¿Y cómo trataba este tipo de cuestiones? ¿Cómo lo veían los bolcheviques en el


trato interno por ejemplo frente a las corrientes y líderes hostiles al partido?:

«Cuando Trotski emprendió uno de sus ataques contra el partido bolchevique,


el camarada Stalin planteó ante todo la tarea de enterrar al trotskismo como
corriente ideológica. La derrota ideológica del trotskismo fue una condición

280
necesaria para la lucha triunfante por la victoria del socialismo en la Unión
Soviética. Sólo después de que el trotskismo fue desenmascarado
definitivamente como tendencia ideológica y aislado por completo, el partido
terminó con él desde el punto de vista organizativo». (Édourd Burdzhalov; La
importancia internacional de la experiencia histórica del partido de los
bolcheviques, 1948)

Intentemos recomponer el cuadro sobre dicho tema complejo e interesante


exponiendo unas pinceladas de lo que aconteció, explicando aciertos y errores.

a) El PCE (m-l), pese haber recibido críticas muy duras de otros grupos,
normalmente no mantenía una violencia verbal sin cabeza. El PCE (m-l)
efectivamente criticaba el oportunismo imperante entre dichas organizaciones,
pero del mismo modo cuando era menester también se señalaban las posturas
favorables para la lucha revolucionaria, esto, aunque fuesen meros conatos o
posturas temporales, era necesario para estimular a los militantes más
combativos para coordinar acciones concretas, y también para usarlo en contra
de los cabecillas revisionistas cuando abandonasen dichas posturas militantes.

Por ejemplo, en la publicación Nº41 de la Agencia de Prensa Popular de España,


uno de los medios oficiales del FRAP, en un artículo breve titulado «Nuestras
convergencias con la izquierda», se celebraba que la Organización
Revolucionaria de Trabajadores (ORT) proclamase la necesidad de impulsar la
«lucha popular» mediante la «la conjunción de las luchas antifascistas en un
único torrente», contra la «maniobra que la oligarquía y el imperialismo»
trataba de realizar en vista de la entonces inminente muerte de Franco. Sobre el
Movimiento Comunista de España (MCE) se decía que era buena noticia que sus
órganos se expresaran de forma diferente a la habitual, criticando la llamada
«Junta Democrática» del PCE, calificándola como un intento de «dar salida a la
situación actual que no asuste a los oligarcas». Por tanto estas organizaciones al
menos teóricamente, mantenían una oposición a la conciliación con el
franquismo y el revisionismo carrillista, el PCE (m-l) solía criticar sus defectos
pero también animaba a mantener y prolongar sus posiciones meritorias. Estas
posturas no durarían demasiado.

La ORT por ejemplo dedicaría los siguientes epítetos al PCE (m-l):

«Lo que hoy no podemos hacer es olvidar que su sectarismo y su dogmatismo


les haya llevado a seguir siendo un grupo marginal a la lucha de clases en
España... (...) ¿Qué tienen que ver con la realidad obrera y popular actual el
OSO y el FRAP?». (Organización Revolucionaria de Trabajadores; A propósito
de la unidad de los marxistas-leninistas y la reconstrucción del partido. Carta
del CDP de la ORT», diciembre de 1972)

281
Estas acusaciones gratuitas de «sectarismo» y «dogmatismo» serían una
constante sobre el PCE (m-l) antes, durante, y sobre todo después de la muerte
de Franco por parte de estos grupos, pero como hemos visto la historia no era
tan simple, incluso sucedía lo contrario. Lo cierto era que en 1972 estaba por
venir la «época dorada» de influencia del PCE (m-l), con su frente el FRAP;
durante 1973-1975 su influencia, como reconocían los servicios secretos
franquistas, solo era superada entre los grupos de izquierda por el PCE, por lo
que el análisis de la ORT era en base a su deseo y resentimiento, pero no a la
realidad.

El tono del PCE (m-l), aunque siempre fue combativo contra estas
organizaciones, obviamente sufrió una transformación acorde a la mutación de
estas organizaciones, que en su mayoría se derechizaron a ritmos increíbles.

La ORT y el MCE se enrolaron en una alianza promovida por el PSOE junto con
la reacción de todo tipo, en un frente conocido como la Convergencia
Democrática:

«De nuestra desconfianza hacia esas fuerzas, basada en un profundo


conocimiento de sus trayectorias y prácticas oportunistas. (...) El que esa
desconfianza hacia los partidos oportunistas era justa se ha encargado de
confirmarlo la constitución de esta llamada «Plataforma Democrática»
integrada por fuerzas oligárquicas y clerical-reformistas, como son los
vaticanistas de Ruiz Giménez, el viejo falangista y anticomunista furibundo
Ridruejo, los negros carlistas, los cabecillas del PSOE, los clerical-revisionistas
del MCE y la ORT, etc., etc. (...) La característica fundamental de esta
convergencia oligárquico-reformista es que acepta como hecho consumado el
acceso al trono de uno u otro de los Borbones –Juan Carlos o su padre– y se
brinda como plataforma legal, que actuando bajo el gobierno de su Majestad
borbónica permita presentar unas instituciones «homologables» con las de la
Europa capitalista. (…) El papel a jugar por el MCE y la ORT, en esta sucia
maniobra, consiste, posiblemente, en coordinar esta «Plataforma» con los
carrillistas de la «Junta» y así atar cabos en el intento de desmovilizar a las
masas, en los momentos de la sustitución de Franco, asegurando la «paz
social» tan vital para todas las maniobras continuistas del régimen. ¿Y cuál va
a ser la táctica de la tal «Plataforma»? Por boca de un dirigentillo socialista
conocemos la respuesta: «No intentar en estos momentos ninguna
movilización amplia de masas que se podría convertir en un baño de sangre y
que llevaría hacia situaciones regresivas». ¡He aquí, resumida, la táctica y el
fin de todas estas maniobras!». (Elena Ódena; La «Convergencia
Democrática», «Plataforma» con poca cabeza y menos base, 1975)

Estos epítetos daban en el clavo con la evolución posterior de los


acontecimientos sobre estas organizaciones y sus alianzas.

282
Solo hace falta ver la evolución política posterior de la ORT sin ir más lejos:

«Los textos de la ORT mantienen las referencias a la lucha contra el


«fascismo» para alcanzar la «democracia popular» (47), aunque a medida
que avanza la transición es un objetivo que aparece en segundo plano, o no se
cita. (...) La insistencia de la ORT en condenar la monarquía, que en anteriores
ocasiones la había separado de los organismos unitarios, es una cuestión que
queda reducida, en 1977, a la propuesta de un referéndum que determine si la
sociedad quiere una monarquía o una república. (...) El diálogo entre el
gobierno y la oposición ya estaba establecido con otros interlocutores y el
eufemismo sobre la clase obrera y su partido, no le va a servir a la ORT para
participar en unas negociaciones que tanto había criticado (60). Pero, por otra
parte, los acontecimientos la obligaron a expresar en sus textos con más
claridad, lo que hemos denominado las condiciones de la participación. (...) De
no contemplar ni analizar el sistema político democrático en profundidad,
ahora la ORT se autodefine por su línea democrática. Vemos cómo este partido
utiliza el término democracia, como comodín de legitimidad. (...) En ese
momento, como veremos más adelante, la ORT hace una defensa completa de
la Constitución de 1978. (...) Lo que sí es verificable es que la mayor parte de
los créditos personales solicitados y concedidos por empresas o entidades
financieras, estaban garantizados por los sueldos y patrimonios de los
solicitantes, que asumieron el riesgo, en la creencia de poderlos recuperar con
los abonos que del Estado percibiría la ORT por cada parlamentario electo.
Este comportamiento nos confirma la importancia que la ORT atribuyó a las
elecciones. (…) Entre 1978-79, el concepto de dictadura del proletariado
también se va alejando de los militantes y su fuerza como principio, remitió
con los replanteamientos del PCE, de renuncia al leninismo y también con los
del PSOE. Con motivo de la unión con el PTE vuelve a salir el capítulo de la
revolución y sus fases, que cada vez parece más ambiguo y con una, muy
mala, definición sobre las clases sociales». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda
radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

Otro partido que «sufrió el escarnio» del PCE (m-l) sería el Partido del Trabajo
de España (PTE), el cual nacería primero como una escisión del PCE en
Cataluña en 1967, denominando grupo «Unidad», después pasó a llamarse
Partido Comunista de España (internacional) hasta 1975, caracterizado por un
eclecticismo sorprendente, rechazando el «stalinismo» y virando hacia el
trotskismo, para posteriormente evolucionar hacia el maoísmo y su fascinación
por la Revolución Cultural –especialmente por los elementos anarquistas,
idealistas y espontaneistas de la misma– como comentaría su ex Secretario
Joaquín Aramburu:

283
«La ideología de esta organización en su etapa antecedente, se caracterizó por
criticar al Partido Comunista de la Unión Soviética y al Partido Comunista de
España, porque han abandonado la teoría de la revolución de Lenin y
rechazado la política de Stalin. Pero sobre todo, lo que más identificaba a esta
organización, era «la radicalidad de sus planteamientos de lucha», según es
definida por José Antonio Alonso, con toda precisión. Por otra parte, también
recibió la influencia de las ideas de Trotski en esos primeros años, así, el
mismo PCE(i) dice al referirse a la etapa previa al Congreso de constitución:
Nuestro Primer Congreso era absolutamente necesario. Nuestra línea política
anterior, las viejas ideas, eran el producto de una visión idealista y
esquemática de la realidad, que nos llevaba a confundir ésta con nuestros
deseos. Era el producto de lo que Lenin definió como «La enfermedad infantil
del Comunismo», enfermedad peligrosa cuando ataca las filas del movimiento
obrero y que nos colocaba en las posiciones del trotskismo, la forma de
ideología burguesa, junto con el revisionismo, más odiado por los marxista-
leninistas». (Congreso de Constitución», Mundo Obrero Rojo, núm. 1, 10 de
abril de 1973) Y más adelante explica lo que ya podemos tomar como los
nuevos principios ideológicos: «La propia práctica de las luchas de clases en
nuestro país, la profundización en el estudio del marxismo-leninismo, del
pensamiento de Mao Zedong y de la experiencia del movimiento Comunista
Internacional, han hecho caer todas aquellas erróneas
concepciones». (Congreso de Constitución», Mundo Obrero Rojo, núm. 1, 10 de
abril de 1973) (…) En 1974, el PCE(i) solicita la entrada en la Junta
Democrática; durante la transición a la democracia intenta la alianza
electoral con el PCE y, una vez comprobado el fracaso de su línea política
revolucionaria, algunos de sus militantes optan por la colaboración con
Izquierda Unida, en mayor medida que con otras fuerzas políticas». (Consuelo
Laiz Castro; La izquierda radical en España durante la transición a la
democracia, 1993)

En el cruce de críticas contra la ORT y el PTE, era común denominarlos desde el


PCE (m-l) jocosamente como «jesuita» y «trotsko». Esto fue así dado que el
primero tuvo en sus orígenes una relación directa con los grupos cristianos
opositores al franquismo como la Acción Sindical de Trabajadores (AST),
movimiento sindical nacido al albor de la hermandad Obrera de Acción Católica
(HOAC) hasta que en 1974 se declaró maoísta, aunque se siguieron arrastrando
estas reminiscencias durante su breve recorrido político; y en el caso del
segundo, en sus inicios se hacían teorizaciones abiertamente en favor de Trotski
como hemos visto, y que parece que en mayor o menor medida se mantuvo –
como el rechazo a Stalin en el Congreso del PTE de 1977 que se comenta en la
entrevista de 1992 a Joaquín Aramburu–. Estas denominaciones, aunque en
tonos de mofa, eran ciertas y justas.

284
Una de las cuestiones que separaba al PCE (m-l) de estos grupos era su
profundo antistalinismo, la desmaoización del PCE (m-l) en 1978 descubriendo
su entramado esencialmente antistalinista, lo que en efecto solo añadía motivos
para desconfiar de las organizaciones que aún mantenían dicha postura:

«Tras la muerte de Lenin, Stalin ha sido el dirigente comunista más atacado y


más odiado por la reacción y por todos los renegados del marxismo-leninismo.
Acusando a Stalin de dogmático y de «déspota», los ideólogos de la reacción
han hecho coro en sus ataques contra Stalin con los renegados revisionistas de
toda ralea, para así asestar un pérfido golpe a los fundamentos mismos del
marxismo-leninismo y de la revolución. (...) Al acusar vilmente a Stalin de
toda suerte de crímenes e injusticias, la reacción, y más tarde junto a ella los
revisionistas y renegados, pretendían sembrar el descrédito y la desconfianza
hacia la revolución socialista y hacia los dirigentes y partidos marxista-
leninistas en general, que seguían defendiendo los principios fundamentales
del marxismo-leninismo, como los defendió intransigentemente hasta su
muerte Stalin. Como se ha puesto de manifiesto, se trata sobre todo de negar y
condenar el internacionalismo proletario activo, la dictadura del proletariado,
la necesidad del partido como instrumento primordial para la revolución y
para la construcción del socialismo; el principio de la violencia revolucionaria
y de la lucha de clases como motor de la Historia, entre otros». (Elena Ódena;
La decisiva aportación teórica de Stalin al marxismo-leninismo, 1978)

La ORT, años después confesarían que conocían a Stalin de forma superficial,


por lo que cabe concluir que sus posturas sobre Stalin fueron construidas no en
base a una investigación directa de sus obras y de su praxis, sino de lo que
terceros decían sobre él:

«La discusión sobre si Stalin era, o no, un clásico del marxismo, provocó
discusiones previas al Congreso en los sectores más ilustrados, sobre todo,
debido a que esos sectores tenían contactos con otros partidos que mantenían
otras posiciones y en definitiva porque cuestionaban más las teorías de la
ORT.

Jesús BARRIENTOS: En el Sector de profesionales de la zona centro, las


discusiones previas al Congreso que se hicieron sobre Stalin, fueron muy
intensas. Así de unos catorce o quince militantes, nueve cuestionaban a Stalin
y cinco lo defendían. Los militantes que cuestionaban a Stalin, elaboraron un
escrito para el Congreso. La posición que mantenían era la siguiente:
Mantener en suspenso el reconocimiento de Stalin, como aportador del
marxismo, hasta que se estudie más a fondo. Consideraban que Stalin era un
resumidor de la teoría de Lenin y que además había cometido muchos errores
en cuanto a depuraciones, etc. Que lo único que la ORT conocía de Stalin era lo
publicado en El Militante, número 8 y esto no era más que la transcripción de

285
los planteamientos chinos, y se acababa por considerar que «pesaban más los
aciertos que los errores y que por tanto seguía siendo un clásico del
marxismo», pero todo ello sin un estudio profundo y detenido; por tanto
pedían al Congreso y a la ORT que quedara tal definición en suspenso, hasta
su mayor estudio. La postura era: no proscribirlo, pero dejarlo en suspenso
hasta que se reconsiderara el tema y se tomara una postura. Parece ser que en
la elección de delegados al Congreso, influyó en negativo aquellos, cuyas
posiciones estaban en contra de Stalin». (Reunión de trabajo con miembros de
la ORT, 25 de noviembre de 1982)

Este antistalinismo bebía en este caso del trotskismo y sobre todo del maoísmo
de la época. Véase la obra: «Mentiras y calumnias de la historiografía burguesa-
revisionista de Mao Zedong y el revisionismo chino sobre Stalin» de 2014.

Para entender la fisonomía política del trotskismo y sus mitos. Véase la obra:
«Sobre el falso antitrotskismo» de 2017.

Entre la ORT-PTE es claro que ambas agrupaciones empezaron a estar cada vez
más cerca de la estela eurocomunista del PCE pese a sus presuntas polémicas
con él:

«Les decimos a los camaradas del PTE-ORT: sin abandonar vuestras ideas,
ingresad en el PCE, participad en su debate interno, enriquecedle, colaborar a
formar su voluntad política. ¿No avanzaría así con certeza vuestro proyecto de
construir un nuevo partido revolucionario? (…) ¿Pretenden crear otro partido
de cuadros de tipo leninista? Sería absurdo. (…) Se trata pues, de partidos de
base social similar a la del PSOE o del PCE. Su imagen ideológica se sitúa ante
la mayoría, en el mismo espectro que la nuestra». (Nuestra Bandera; revista
de educación ideológica del Partido Comunista de España, Nº99, 1979)

En aquel entonces aquellos como la ORT-PTE se habían manifestado muy


cercanos a las posturas del PCE, y si bien desde las tribunas del PCE
denunciaban a su parecer las posturas de la ORT y del PTE como basadas en un
«economicismo» mezclado con «fraseología revolucionaria», pensaban que
pese a todo no les diferenciaban demasiado, y pedían su ingreso en el PCE como
se ve en las publicaciones de «Nuestra Bandera» y otros.

Ambos grupos tenían en común que, como el PCE, apoyaban la entrada de


España en el Mercado Común Europeo, en este caso porque ambas se apoyaban
en la teoría revisionista maoísta de «los tres mundos»:

«El Mercado Común representa una parte importante del llamado Segundo
Mundo, constituye un intento en desarrollo, de unión económica y política de
los países capitalistas de Europa Occidental. El significado fundamental de

286
esta unión es oponerse al control y al atropello por parte de las dos
superpotencias. Constituye una tendencia a independizarse, a la lucha común
contra el hegemonismo, por tanto, su existencia y consolidación representan
un factor positivo en la actual correlación de fuerzas del mundo. El
proletariado español, como todas las fuerzas revolucionarias del mundo, ha de
ver con satisfacción a este intento integrador». (Resoluciones conjuntas de los
Comités Centrales de la ORT y el PTE, 11 de septiembre de 1976)

Y por supuesto elevaban al revisionista «Pensamiento Mao Zedong» como la


ideología más progresista de nuestra época:

«El conjunto de aportaciones creadoras de Mao Zedong es lo que se denomina


Pensamiento Mao Zedong. El reconocimiento del mismo es una cuestión
capital para todo auténtico marxista-leninista de nuestros días».
(Resoluciones conjuntas de los Comités Centrales de la ORT y el PTE, 11 de
septiembre de 1976)

El PCE (m-l) alguna vez hizo eco de estas cuestiones:

«Los revisionistas chinos incrementan día a día su traición a los principios del
marxismo-leninismo, a la causa de la revolución y a los pueblos. Su nefasta
«teoría de los tres mundos» –compartida y aclamada por toda la morralla
política internacional, como «nuestra»– jesuítica ORT, les lleva a embellecer
demencialmente el reaccionario Mercado Común Europeo, a la reaccionaria y
agresiva OTAN y a todo reaccionario habido y por haber en el mundo».
(Vanguardia Obrera; Nº231, 1978)

Ambos partidos se acabaron fusionando en 1979 por cuestiones mecánicas:

«Entrevistador: ¿La unión con la ORT es consecuencia directa del resultado de


las elecciones generales de 1979?

J.A.: Yo entiendo que sí». (Entrevista con Joaquín Aramburu, 21 de abril de


1992)

En otra entrevista, a otro cuadro importante del Comité Central del PTE, se
daba su visión que no deja lugar a dudas:

«¿Entonces, la unión con la ORT es una salida de última hora, una forma de
salvarse?

- J.A.A.: Yo te digo. (…) sinceramente, que no se fue a la unificación creyéndose


que esa unificación era un mecanismo natural que se producía por
homogeneidad, por tal..., sino una salida de decir, bueno, no caben dos, vamos

287
a ponernos uno, a ver si uno solo puede. Y de hecho se desconfiaba, se criticaba
y hasta se ironizaba sobre los de la ORT, por este carácter curil que tenían y no
sé qué». (Entrevista con José Antonio Alonso, 18 de marzo de 1992)

El PCE (m-l) le dedico un breve artículo de J. Moreda en «Vanguardia Obrera»


de 1979 titulado: «ORT-PTE: Ensalada china» concluyendo que efectivamente:

«El estrepitoso fracaso de los grupos ORT y PTE en las pasadas elecciones del 1
de marzo, resulta particularmente grotesco al observar sus explicaciones. Sin
miedo al ridículo e imbuidos por un electoralismo sin límites, la ORT declaraba
en su periódico, días antes de las elecciones que «era evidente el acertado
resultado de las encuestas de la Agencia Europea Press que atribuyen
diputados por Madrid a la ORT». (…) Por su parte el PTE no le anduvo a la
zaga en oportunismo y estupideces. Al conocer el estruendoso fracaso, uno de
sus cabecillas declaraba a la prensa: No lo entiendo, no me lo explico… No
estaba previsto en las encuentras». (Diario 16, 3 de marzo de 1979) (…) Si
tenemos en cuenta que estas organizaciones se presentaron a las elecciones
tras más de un año de legalidad, que la prensa no se cansó de publicar sus
bravatas electoreras a lo largo de la campaña, que se han gastado decenas de
millones de pesetas en propaganda, dinero que la banco no dudó en otorgar,
dada su política. (…) Podemos entender el estrepitoso fracaso que supone el
sacar un porcentaje menor que en 1977. Y para salir del atolladero, los
cabecillas de ambos grupos, en el más puro estilo circense, se destapan con el
más «difícil todavía» de su proyectada unidad». (Vanguardia Obrera, Nº 274,
1979)

Como ya dijimos en otro capítulo los resultados fueron en las elecciones


generales de marzo de 1979: de 127.517 votos para la ORT un 0,71%., el PTE
lograría 266.562 votos, un 1,46%. Esto ya suponía más que la coalición del PCE
(m-l) con Izquierda Republicana (IR) ya que el PCE (m-l) no era legal aún
sacaría 55. 384 votos, un mísero 0,31% que fue celebrado inexplicablemente
como una gran victoria. Haciendo de abogados del diablo, debemos decir que
los resultados del 1 de marzo de 1979 no supusieron un descenso para la ORT-
PTE respecto a las elecciones generales de 1977: la ORT que todavía no era legal,
bajo la coalición Agrupación Electoral de Trabajadores (AET) sacaría 77.575
votos, un 0,42%, el PTE también ilegal, se presentó bajo la coalición Frente
Democrático de Izquierdas (FDI) con 120.000 votos, un 0,67%. Si comparamos
votos y porcentajes de las elecciones de 1977 y de 1979, para la ORT y el PTE
suponían un ascenso en los dos campos, por lo que J. Serrada se equivocaba
profundamente en sus análisis, aunque ciertamente el resultado era un fracaso
dada las grandes inversiones y perspectivas de ambas organizaciones tras su
unificación.

288
En dicho artículo apenas se profundizaba en aspectos como los comentados por
nosotros –línea, programa y tesis características– lo que demuestra la falta de
ingenio para exponer a dichos grupos, dedicándole más insultos que otra cosa.
En otros artículos de 1979 en cambio sí se señalaban los nexos de ambas
organizaciones con el apoyo a la línea política exterior de los revisionistas
chinos, pero poco más, no solía haber grandes artículos explicando
detenidamente las cuestiones.

Poco después, en 1980, los restos del PTE-ORT acabaron integrándose en el


revisionista PCE o en el socialdemócrata PSOE. Reproducimos aquí algunas de
las justificaciones que muchos militantes de la ORT daban al querer argumentar
su transfuguismo al PSOE, lo hacemos para demostrar que el lenguaje del
traidor que siempre apuesta todo al «posibilismo» a ultranza es similar en
cualquier época:

«Más de un centenar de antiguos militantes de la Organización


Revolucionaria de Trabajadores (ORT) han decidido prestar su apoyo político
al PSOE o incluso solicitar su incorporación como militantes. Las razones de
esta decisión, basadas primordialmente en la creencia de que el PSOE es hoy la
única alternativa eficaz que se ofrece a las fuerzas progresistas, son expuestas
a lo largo de este artículo. (...) La conquista de la democracia, las nuevas
condiciones de la lucha política planteaban al conjunto de los partidos de
izquierda un reto histórico que podríamos formular así: articular las fuerzas
progresistas –clases y movimientos sociales– interesadas en consolidar la
democracia y producir las transformaciones económicas y sociales que
España necesita, cara a resolver los problemas históricos y la crisis provocada
por el sistema capitalista. Este reto histórico -en el marco de una crisis más
global de toda la izquierda, y en especial del movimiento comunista
internacional- originó una convulsión y el fin de nuestros anteriores partidos,
incapaces de hacer frente a los problemas que desde el marxismo planteaba la
nueva situación mundial, y muy especialmente la española. Para construirnos
como alternativa debíamos superar concepciones dogmáticas que nos
alejaban de la nueva realidad y articular un proyecto político basado en una
nueva concepción de la revolución para nuestro país capaz de integrar los
nuevos fenómenos sociales. (...) Hoy más que nunca se necesita una
alternativa fuerte e inmediata que sea capaz de canalizar multitud de
esfuerzos frente a la derecha en las próximas elecciones. De lo contrario, no es
difícil prever la consolidación en el poder de las fuerzas más reaccionarias de
la compleja sociedad española». (El País; Militantes de la ORT pasan al PSOE,
4 de febrero de 1982)

Algunos de estos pájaros acabaron incluso con cargos en el gobierno de Felipe


González. El famoso Secretario General de la ORT José Sanroma Aldea,
conocido como el «camarada Intxautsi», al cual se puede calificar como uno de

289
los mayores oportunistas de la época sin ninguna duda, entraría en 1990 tras
declarar que llevaba colaborando con él más de ocho años.

Pese a todo, hay que decir, que el PCE (m-l) fue el único partido que mantuvo
una postura crítica desde una óptica revolucionaria. ¿Qué se podría haber
explotado mejor los deméritos de las dirigencias oportunistas de otros partidos?
Claro. Desde el PCE (m-l) señalar a cada paso a estos grupos como la ORT-PTE
de furgones de cola del PCE de Carrillo o denunciar el revisionismo de su
política exterior maoísta, era una realidad, nadie puede negar lo obvio, pero
criticar puntualmente algunos aspectos oportunistas de forma escueta no era un
trabajo ideológico suficiente para persuadir a su militancia de la necesidad de
abandonar dicha organización. Era necesario exponer cada programa, tesis,
teorías específicas de forma sistemática a la luz de un análisis desde el
marxismo-leninismo. Algo que el PCE (m-l), salvo algún artículo extenso hacia
PCOE, OCE (BR), MCE y sobre todo PCE, no solía realizar con el resto de
organizaciones, de hecho no tenemos constancia de artículos de gran extensión
que explicasen de forma oportuna los defectos del PTE, ORT, PCE (r) o PCPE.
Esto era un ejercicio teórico que siempre que hemos pedido explicaciones a
viejos exmilitantes, aluden a las famosas prioridades por el activismo o la
proliferación de trabajo teórico sobre otras cuestiones. Pero como sabemos el
trabajo en este aspecto del análisis y exposición de los adversarios revisionistas
es innegociable como lo demuestra la historia del bolchevismo con sus extensos
textos contra los eseristas, nacionalistas, mencheviques, liberales y anarquistas.
Al PCE (m-l) más le hubiera valido realizar dichos trabajos para persuadir a la
militancia, en vez de gastar energías en otros temas menos productivos que ya
hemos comentado anteriormente en otros capítulos. De paso, sus obras
hubieran quedado –como otras que sí realizaron–, como antídoto contra las
alteraciones de la historia que algunos grupos pretenden realizar a posteriori de
los hechos.

b) El Movimiento Comunista de España (MCE) fundado en 1972 venía de ser


una escisión de ETA conocida como ETA Berri en 1966, después pasó a
denominarse grupo Kommunistak 1969, y posteriormente MCE.

En 1970 inició un acercamiento basándose en la presunta afinidad con los


estatutos y línea ideológica del PCE (m-l), pero finalmente los dirigentes del
MCE rechazaron aceptar la propuesta de unificación basada en acatar dichos
estatutos y línea política del PCE (m-l), lo que provocó un obvio distanciamiento
entre ambas direcciones que se mantendría patente, y que dejaría en muy mal
lugar a la dirección del MCE frente a su militancia.

El PCE (m-l) criticaba desde un inicio al MCE por sus más que claras
desviaciones, cosa que a algunos blandengues les parecía mal:

290
«¿Qué postura adoptar con relación a los grupos, las corrientes, las
sensibilidades –organizadas o no– de las cuales discrepábamos, pero a las
cuales sería difícil clasificar por su carácter híbrido o ecléctico: pro-soviéticos,
los vascos de Komunistak, los de Bandera Roja? Para los camaradas de la
línea septentrional había que denunciar sus posiciones y combatirlos, ya que
su existencia amenazaba nuestra hegemonía político-ideológica y era
susceptible de atraer a personas que, sin ella, podrían ser atraídos hacia
nosotros. (...) La línea meridional opinaba todo lo contrario. (…) Para la línea
septentrional, había que lanzarse a por todos ellos al degüello. La VPE
[Voluntad Predominante en el Ejecutivo] me exhortó –ya cuando faltaba muy
poco para el cese de mi militancia– a que yo pusiera mi pluma al servicio de
esa embestida frontal contra todos: listerianos, MCE, Bandera Roja y cuantos
no se plegaran a nuestra dirección, alegando que, cuando alguien ofrecía a la
clase obrera una plataforma, distinta de la nuestra pero con denominación
comunista, constituía un competidor que nos quitaba posibilidades de
expansión y obstaculizaba nuestro desarrollo, el desarrollo del verdadero
partido del proletariado. Estuve en total y absoluto desacuerdo. Rechacé
completamente tal pretensión –que acabó de empujarme a abandonar el
PCEml lo antes posible–. Yo había elaborado documentos para un
acercamiento a Komunistak. (…) Quería ser una crítica a la crítica, para
prevenir la acometida frontal que se veía venir–. Y vino. No contó con mi
pluma la VPE, porque, fugándome, me sustraje a participar en esa labor,
incompatible con mis ideas. Pero, después de mi marcha –mayo de 1972–, el
C.E. del PCEml lanzará esa andanada impuesta por la camarada Elena
Ódena». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Como se ve aquí, el «apostata» Lorenzo Peña se negó a escribir para el PCE (m-
l) todos y cada uno de los errores que Komunistak mantenía. Se dedicó a
escribir en secreto dos escritos que ahora ha publicado. La debilidad de sus
escritos es evidente. Sus únicas quejas hacia Komunistak en sus dos escritos
inéditos de 1972 son sus discrepancias en torno a la cuestión nacional –ya que él
siempre ha mantenido un chovinismo castellano disfrazado que tocaremos más
adelante–, pero no decía ni una sola palabra respecto al resto de temas donde
Komunistak cometía varios patinazos que lo hacían totalmente incompatibles
con el marxismo-leninismo. Algunos preguntarán sobre estos escritos de Peña,
¿de haber sido firmado bajo las siglas del PCE (m-l) hubiera supuesto un avance
para la militancia honesta en Komunistak? Para nada, hubieran sido una
palmadita en la espalda para aquella dirigencia, hubiera reforzado su línea
antimarxista, mientras hubiera dejado naufragando a la militancia más honesta
y revolucionaria de Komunistak en un mar de dudas y confusión. Esto
demuestra lo peligroso que hubiese sido que Lorenzo Peña siguiese
entorpeciendo la lucha ideológica dentro del PCE (m-l), el gran favor al partido
que hizo abandonando la organización por su propio pie y, en cambio, el error
de la dirigencia de no haber detectado antes estas inclinaciones del señor Peña y

291
haberle permitido ser una de las cabezas visibles teóricas durante los 60 en
varias cuestiones.

Desde la dirección del PCE (m-l) se atrevían a criticar los diferentes errores del
MCE, empezando por sus bandazos ideológicos y su aberrante eclecticismo:

«ETA Berri mantuvo posiciones políticas contrarrevolucionarias, como el


trotskismo –rechazo de todo tipo de alianzas del proletariado con otras clases,
oposición al frente unido revolucionario, etc.–, el reformismo vulgar –
sostuvieron que la lucha armada en Euskadi era inviable y que la revolución
«vasca–» se conseguiría mediante reformas–, el anarcosindicalismo y el
intelectualismo libresco antimarxista que mamaban de las ubres de los
intelectuales anticomunistas cosmopolitas en boga, como André Gorz, Lelilo
Basso y otros. Todo ello en el marco del más estrecho nacionalismo burgués
que ETA Berri seguía manteniendo y que se manifestaba en sus tesis sobre la
«revolución vasca», oponiéndola a la revolución española. (…) Separatismo a
ultranza. (…)». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Formas y
variedades del revisionismo moderno en España: «Komunistak» –
actualmente MCE–, 1972)

Su débil posicionamiento hacia el revisionismo:

«Sobrestimación y embellecimiento del revisionismo carrillista. (…) Lo que les


lleva a la conciliación y al seguidismo. (…) Concepción fetichista y metafísica
de la unidad obrera. (…) Sus enfoques metafísicos les llevan a considerar que
la unidad obrera como algo que pueda lograrse sin lucha». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del
revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente MCE–, 1972)

O sus fórmulas estériles de aprendizaje similares a otros grupos de origen


clerical:

«Los cabecillas de Komunistak, luego de dedicar a su campaña de


«revolucionarización ideológica» toda una serie de esfuerzos, artículos y
resoluciones, luego de publicaciones su resolución del 8 de mayo de 1970, en la
cual se dice nada menos que: «Es conveniente aprender de memoria las frases
más significativas, no de una forma rutinaria y superficial, sino acuñándolas
a conciencia en nuestra mente, como vienen haciendo ya muchos camaradas
con muy buenos resultados. (…) Al poner en el centro de la actividad interna
del partido la revolucionarización ideológica». (Zer Egin, Nº16, 1970) (…) La
iglesia romana, su cohorte de «pensadores» han hecho famosa la tesis de que
el hombre es malo por naturaleza, y que esta maldad es la causa de todos los
males sociales. (…) Los teólogos predican según su lógica, que lo primero de
todo es transformar el interior del hombre, volverlo bueno. (…) La aportación

292
específica de los cabecillas de Komunistak, su «revolucionarización
ideológica» es tan solo un viejo truco consistente en ocultar su falta de
aplicación concreta de los principios de la práctica revolucionaria, su
incapacidad política, su abandono de la labor sistemática de educar,
organizar y movilizar a las masas, un baño de metafísica jesuítica de
convento, con el mantuvo de la «revolucionarización» en abstracto, del estudio
libresco y la asimilación memorística y vacía de ciertos textos». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del
revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente MCE–, 1972)

La crítica, aunque con duros términos y en algunos casos ciertamente


innecesarios –como comentaba Lorenzo Peña en sus escritos ocultos–, no
invalida la crítica en sí del PCE (m-l) hacia sus competidores y enemigos
políticos. En su obra «Un paso hacia adelante, dos pasos hacia atrás» de 1904,
durante el pleito con Martov el propio Lenin reconoce que se pudo haberse
excedido por el fragor de la lucha en los términos, pero no en el fondo. Un
revolucionario no debe retractarse de sus argumentos políticos si se ha
propasado en los términos y el tono expresado; eso tampoco le da carta blanca
para acostumbrarse a herir el orgullo de los compañeros de partido o del
adversario político por creer que políticamente tiene razón.

Como se puede ver en el nº29 de la APER de 1973, en reacción a este tipo de


críticas hacia el oportunismo de la dirección en el MCE se movilizarían los
elementos revolucionarios en una autodenominada «fracción marxista-
leninista» que abogaba en un primer momento por acercarse al PCE (m-l) ya
que lo consideraban la única organización con una línea suficientemente clara y
revolucionaria, apostando por colaborar en su frente: el FRAP, y más adelante
decidiendo integrarse en el PCE (m-l) aceptando sus estatutos y su línea política
como se había propuesto durante 1970-72 entre ambas organizaciones. La
dirección del MCE al insistir en su negativa a aceptar tales términos ideológicos
para su integración y también negarse a colaborar con la única organización
revolucionaria de prestigio dentro del FRAP, conseguiría que en su seno se
formase una fracción que terminó por escindirse abiertamente, la misma se
integró inmediatamente en el PCE (m-l), certificando el éxito de la política del
PCE (m-l) respecto al MCE.

Dicho MCE empezaba a denunciar en 1974 el revisionismo del PCE y sus


alianzas sin principios en la Junta Democrática con los carlistas etc., pero
casualmente el MCE acabaría entrando en el frente del PSOE conocido como la
Plataforma de Convergencia Democrática en 1975, también junto a grupos
monárquicos y reaccionarios. El MCE en un breve lapso de tiempo certificaría
que su dirección estaba repleta de oportunistas:

«Cuando se funda Coordinación Democrática, de la que forman parte el PTE y


el MCE (35), se renueva la disposición al diálogo «en aras de los superiores

293
intereses patrios», se invita a participar en acciones y movilizaciones pacíficas
y se afirma que el programa de Coordinación Democrática «constituye la
única alternativa pacífica hacia la democracia». (...) Y el MCE declara con
toda precisión que: «Nuestro Partido lucha por tanto resueltamente por las
libertades democrático-burguesas» (68)». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda
radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

Como ya pudimos ver, la fracción de 1981 del PCE (m-l) reivindicó la unión con
el MCE, pese al abismo que separaba al PCE (m-l) con dicha organización, que
lejos de avanzar ideológicamente superando mitos retrocedía a pasos
agigantados. Por ejemplo, el MCE acababa de pasar de apoyar al maoísmo
tercermundista a apoyar ahora al socialimperialismo soviético, revelando el caos
ideológico interno que le llevaría a unificarse con la organización trotskista Liga
Comunista Revolucionaria (LCR) en 1991.

c) Otro de los grupos que el extravagante Lorenzo Peña cita como un error en no
tomar en consideración sería el Partido Comunista Obrero de España (PCOE).
El PCE (m-l) ciertamente se las tuvo de todos los colores con el PCOE. Y es que
recordemos que el PCOE es un partido nacido en 1973 por medio de Enrique
Líster que se había escindido del PCE al calor y apoyo del revisionismo
soviético. Su líder venía de ser una de las figuras que obstaculizaron en 1963-64
la creación del PCE (m-l) como se puede ver en los documentos fundacionales o
en «Esbozo de la historia del PCE (m-l)» publicados en Vanguardia Obrera
durante 1983-1985.

Las divergencias del PCOE con el Partido Comunista de España (PCE) de


Carrillo no eran contradicciones antagónicas:

«A partir de 1960, en el Partido Comunista de España comenzaron a surgir


grandes disputas y divergencias que conducirían a la escisión del partido. Fue
así como se crearon dos fracciones revisionistas, antimarxistas: una,
prosoviética, encabezada por Enrique Líster; y otra, que buscaba
independizarse de Moscú, para poder aplicar su propia línea, que
posteriormente tomaría el nombre de eurocomunismo. A la cabeza de esta
segunda fracción estaban Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo». (Enver
Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

La diferencia importante es que Carrillo deseaba separarse del dictamen de


Moscú para crear su propia variante revisionista sin rendir cuentas a nadie,
mientras que Líster todavía seguía defendiendo en los 70 que la Unión Soviética
de Brézhnev era socialista como en la época de Lenin y Stalin. Muestra de ello es
que hasta 1973 Líster es uno de los responsables de la degeneración del glorioso
PCE de José Díaz aceptando las teorías revisionistas de Carrillo-Ibárruri de la
«reconciliación nacional» como se puede ver en los artículos de la revista del

294
PCE «Nuestra Bandera». Desde el PCE (m-l) Raúl Marco denunciaría esto
mismo en su artículo: «Tanto monta, monta tanto»:

«Mucho han especulado ciertos «teorizantes» e «ideólogos» burgueses y


pequeños burgueses acerca de las divergencias del renegado S. Carrillo y el no
menos renegado E. Líster. Algunos incluso han pretendido que las
divergencias entre ambos cabecillas revisionistas son divergencias de
principios, (...) Ellos mismos se acusan de «stalinistas» ... cuando el uno como
el otro, han calumniado la obra del gran Stalin y los principios del marxismo-
leninismo que éste defendió toda su vida. (...) Líster no dice que él ha defendido
a capa y espada la traidora política de reconciliación nacional y la huelga
general pacífica; Líster no dice que no sólo ha defendido esa política y demás
posiciones de Carrillo sino que además en los años 63-64 se opuso ferozmente
ante los marxista-leninistas que desde dentro del PCE luchábamos por la
defensa de los principios del marxismo-leninismo y contra el revisionismo. (...)
Que nadie se equivoque: tanto Líster como Carrillo son revisionistas
empedernidos, renegados y antipatriotas». (Vanguardia Obrera; Nº64, 1972)

Como nota decir que aunque Raúl Marco haya rehabilitado a Líster y se haya
reconciliado con sus sucesores en 2006, estas palabras de 1972 siguen siendo
tan ciertas como antes.

Las constantes loas al ejército franquista y la confianza en el camino reformista


y pacífico al socialismo de Líster puede ser visto en el documento del PCE (m-l):
«Líster y Carrillo, dos caras de la misma moneda» de 1972 y «El falso
antirrevisionismo de Líster» de 1973. Si uno repasa estas obras podrá entender
el enojo del PCE (m-l) al respecto de las propuestas políticas del viejo militar.

Del mismo modo, Líster participó y pasó en silencio durante la defenestración


de verdaderos revolucionarios como Joan Comorera y otros marxista-leninistas
de los años 40:

«Líster ha lanzado gravísimas acusaciones contra Carrillo –liquidaciones


físicas, por ejemplo, de camaradas que estaban en desacuerdo con sus
posiciones– y Carrillo ha sido incapaz de demostrar que esas acusaciones son
falsas. Pero, por otro lado, Líster no dice que él tiene tanta responsabilidad
como Carrillo en esos viles crímenes». (Vanguardia Obrera; Nº64, 1972)

Su entramado antirevisionista además, no era muy novedoso:

«Todas las tesis revisionistas de Líster están orientadas a apoyar a los


revisionistas soviéticos, sus orientaciones nacionales e internacionales son un
calco de las del PCUS, incluso en fraseología. Todo ello es el más puro
jruschovismo actual y una loa a la cabeza de ese revisionismo: la URSS».

295
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirrevisionismo
de Líster, 1973)

El PCOE ha apoyado siempre todas y cada una de las tesis socialimperialistas


del revisionismo soviético, hablamos desde la teoría político-militar de la
«soberanía limitada» –que legitimaba la intervención soviética en cualquier
país si la Unión Soviética creía que allí peligraba el «socialismo»–, o la teoría
económica de la «división socialista del trabajo» –que buscaba la
especialización económica en cada país dentro del campo revisionista soviético,
propiciando que estos países desarrollaran una extrema dependencia de la
extensa gama de material industrial que ya había logrado obtener la Unión
Soviética–, etc. Es decir, el PCOE ha sido cómplice tanto de la política interior
como exterior de traición al proletariado y los pueblos de los líderes
revisionistas soviéticos, y en España actuó como una despreciable agencia del
revisionismo soviético y actuó bajo su mando promoviendo las teorizaciones
revisionistas proclamadas en la URSS desde la muerte de Stalin en 1953, lo cual
era normal ya que:

«El flujo del revisionismo soviético representa en todas las cuestiones


fundamentales un programa de traición completa al marxismo-leninismo,
mientras que se apoya en los intereses imperialistas del propio
socialimperialismo soviético. Los partidos soviéticos son en mayor o menor
grado una quintacolumna del socialimperialismo en sus países». (Partido
Comunista de Alemania/Marxista-Leninista; Programa, 1978)

La postura de dicho partido en la actualidad en cuanto a la cuestión del frente –


ajena a las enseñanzas marxista-leninistas de frente– y de partido –practicando
un centralismo burocrático–, entre otras cuestiones, no son más que vestigios
no superados de su época oficial brézhnevista. No merece la pena extendernos
aquí de nuevo por la táctica y estrategia de los jruschovistas en los partidos
revisionistas occidentales ya que es harto conocido su fisonomía y sus
resultados.

El PCOE nunca ha tenido una posición clara hacia los revisionismos modernos,
al revisionismo eurocomunista lo criticaba desde posiciones hipócritas, pues el
mismo Líster había sido sostenedor de dichas teorías desde finales de los 40. Al
revisionismo yugoslavo jamás lo combatió con firmeza y además se reconcilió
con él, y las pocas críticas al revisionismo chino parten desde las mismas
posiciones jruschovistas-brézhnevistas, ergo inútiles para desmontar al
revisionismo chino. Por no hablar del PCOE actual y su apoyo panfletario –sin
un solo análisis del por qué– a Corea del Norte, Cuba, Vietnam y otros países
revisionistas-capitalistas. Su postura de apoyo crítico al «revisionismo del siglo
XXI» al cual defienden patéticamente, imitando la postura de sus ídolos los
revisionistas cubanos, vuelve a confirmar su catadura. ¿Qué línea «comunista»

296
en materia de política exterior es aquella que coincide con adular a
prácticamente todas las variantes del revisionismo recordando a la línea
carrillista de «saludo a todo lo que se autodenomine comunista y lleve hoz y
martillo sin mayor análisis», cayendo en posiciones folclóricas?

Como muestra para el lector del carácter de Líster, en 1986, con la expulsión de
Carrillo del PCE, Líster se llevó a varios de sus militantes para integrarlos en el
PCE, ¡como si la expulsión de Carrillo supusiera el fin del oportunismo en el
PCE! Más adelante, en el año 2000, los restos del PCOE trataron de unificarse
con otra nueva formación prosoviética escindida del PCE en 1984: el PCPE. Otra
parte del partido decidió continuar su camino.

El PCOE histórico jamás explicó ni ha explicado en la actualidad a sus militantes


los ridículos cambios de postura en su línea política gracias a los antojos de
Líster. Tampoco ni él ni los Secretarios Generales posteriores han hecho un
análisis de la degeneración del PCE, ni siquiera a día de hoy existe un mísero
artículo que intente explicar al proletariado español la pérdida de su partido de
clase. De hecho, y si nos ponemos a mirar, los documentos del PCOE de los 70,
80 y 90, como es costumbre en los partidos revisionistas, son vetados tanto para
simpatizantes como para militantes, para no exponer sus vergüenzas. Es decir,
que uno debe creerse la supuesta «heroica lucha» del PCOE y la supuesta
«postura antirevisionista» sin tener acceso a sus archivos, algo necio, cuando
todos saben acerca de su práctica traidora y conciliadora con el oportunismo de
todo pelaje, empezando por el revisionismo de tipo soviético. ¿Qué tipo de
partido «comunista» es aquel que oculta su línea pasada o actual a las masas y
los militantes?

Por desgracia esta práctica es muy común en todos los partidos revisionistas
actuales, quienes por temor a que les desenmascaren ocultan sus documentos
pasados y presentes; por si a los jefes oportunistas del PCOE les sirve de
consuelo, no son el único partido que hace eso. El PCOE como el Partido
Comunista Griego –conocido por sus siglas en griego KKE–, el Partido
Comunista de Venezuela (PCV) o también en España el Partido Comunista de
los Pueblos de España (PCPE), han sido los clásico partido jruschovista-
brézhnevista-gorbachovistas que a la caída del bloque revisionista soviético en
1991, empezaron a realizar una pretendida «autocrítica» de su posición sobre la
Unión Soviética capitalista-revisionista, pero en realidad siguen defendiendo los
viejos esquemas de los partidos revisionistas prosoviéticos, y salvo otorgar una
mayor culpa a Gorbachov –que antes apoyaron y ahora que es utilizado de
cabeza de turco para justificar todos los errores de la práctica revisionista–, no
aportan nada que no hayamos oído, hay algunos que incluso pese a reconocer
que existía una claro revisionismo en la Unión Soviética siguen manteniendo
que, pese a todo, ¡existía un régimen socialista hasta 1991! Realmente cómico
sin dudas.

297
El PCOE ha sido y es un partido de oportunistas y eclécticos sin principios. Lo
era en 1972 y lo sigue siendo.

Si el lector quiere conocer algunas de las tesis de este grupo y de sus ideólogos
actuales le recomendamos leer el capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré
quién eres» de 2017. Así como el comunicado que publicó una escisión suya:
«Comunicado para la escisión voluntaria de los camaradas del «Grupo de
crítica» al PCOE» de 2015.

Se podría pensar que los autodenominados herederos del PCE (m-l) hubieran de
aprender algo sustancial de los errores del antiguo PCE (m-l) de 1964-1992,
pero nada más lejos de la realidad.

Ahora el PCOE incluso ha dado un giro cómico con tesis bizarras sacadas del
arsenal del PCE (r) como que «España sigue siendo fascista»:

«El Estado es insostenible económicamente y, también, políticamente. De


hecho, el gobierno del corrupto Partido Popular ha ido tejiendo, a lo largo de
los últimos años, un entramado de leyes que han liquidado las escasas
libertades que existían, de tal modo que el maquillaje realizado en 1978 al
estado franquista se ha caído completamente, expresándose el Estado tal y
como es, un estado fascista. (...) Son tan corruptos como el PP porque lo
corrupto es el sistema y el Estado que eleva. ¿Es esto lo que PODEMOS, IU o
los fascistas del PSOE pretenden recuperar?». (Estado español: fascismo
desaforado y colapso político por corrupción, 30 de mayo de 2018)

Curiosa tesis para un partido que fue legalizado tempranamente y que no ha


sufrido prácticamente represión en comparación con el PCE (m-l) y otros
grupos. Curioso fascismo que deja la libre propagación de ideas comunistas de
diferentes grupos en internet y cede espacios públicos para propagar las ideas
de grupos autodenominados «comunistas», que no clausura las sedes ni censura
las publicaciones físicas ni online que publican sistemáticamente estos grupos...
sin duda esta desviación ultraizquierdista resulta más burda si observamos su
profundo derechismo en otras cuestiones como su adulación por el juche o el
castrismo. Pero esto es totalmente normal, el próximo a analizar es un ejemplo
perfecto de un grupo que puede mezclar tesis desviacionistas de izquierda y
derecha sin quebrar su amor propio.

d) Otro grupo de aquel entonces, aunque desconocido para muchos ahora,


sería la Organización Comunista de España (Bandera Roja), que nacería de una
escisión en el PCE catalán, el PSUC:

«En 1968 se escinde el grupo que da lugar a la Organización Comunista de


España (Bandera Roja), en 1969». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda radical
en España durante la transición a la democracia, 1993)

298
Su eclecticismo ideológico también clamaba al cielo, sus tesis y desviaciones,
tampoco varían demasiado del resto de organizaciones maoístas de la época:

«No muy seguros en sus comienzos con respecto a la línea política a seguir, se
mimetizan con el grupo francés «Revolution» que se había escindido en
febrero de 1971 de la «Ligue Comuniste», desvinculada de la IV Internacional.
Es decir, «escapada» del Moque trotskista internacional. La O.C.E. (B.R.) al
encuadrarse entre los grupos marxistas-leninistas, mantiene los debidos
contactos de «buena vecindad» con el P.C.E. (M-L), la O.R.T. y el M.C.E. (M-L).
No obstante por su situación en el ala derecha del comunismo «pekinés»,
también cota muy próximo al P.C.E. –ortodoxo–, lo que le ha valido ciertas
críticas paternalistas al P.C.E. (m-l), el único partido comunista que por
entonces se irrogaba el apelativo de «puro». (...) Hasta el presente sus «salidas
al mundo» sólo han sido de tipo propagandístico y con casi exclusividad,
orientadas al sector estudiantil, donde aspira a captar el mayor número de
adherentes. (...) La O.C.E. (B.R.) cree más realista una solución autonómica
que combine la descentralización, con la necesaria planificación
descentralizada». (Urci, Francisco J. De.; El Comunismo. La hidra de las cien
cabezas, 1977)

Efectivamente, el Comité de Cataluña del PCE (m-l) le dedicaría un artículo


titulado: «El revisionismo zigzagueante del grupo Bandera «Roja» de 1972.

Su más famoso militante sería Jordi Solé Tura, quién había militado en
el Frente de Liberación Popular (FELIPE), antes de militar en las OCE (BR),
tiempo después desertaría de nuevo hacia el PSUC, y por último, sería participe
de los gabinetes de gobierno del PSOE de Felipe González. Sería uno de los
creadores de la teoría fantasmagórica de que España es una «nación de
naciones».

Otro famoso militante, sería el ahora famoso, periodista franquista: Federico


Jiménez Losantos, quién describe así sus intereses y el ambiente del partido:

«-Javier Rubio: Mira Federico, los únicos con los que podemos hablar son con
los de Bandera Roja.

-Federico: ¿Mejor que el PSUC?

-Javier Rubio: Son una escisión y casi lo mismo, pero en ilustrado. Solé Tura y
Borja tiene la ventaja, además de que no son nacionalistas. Y Lluis Crespo,
como althusseriano, sí ha leído a Freud y hasta puede que a Lacan. Por lo
menos, no nos echarían como perros. (...)

Tras largas conversaciones con Crespo, estebábamos a punto de entrar en


Bandera Roja, cuando supimos por la prensa que sus fundadores, Solé Tura y
Borja, la abandonaban, y se volvían al partido con un tercio elegido de los
militantes. Javier y yo nos encontrábamos, pues, en una disyuntiva dramática
y ridícula: tras llegar a la meditadísima conclusión de que los únicos
comunistas ilustrados con los que podíamos hacer política contra la dictadura
eran los de Bandera Roja, ¡resultaba que sus creadores se volvían al PCE-
PSUC! (...) Los pocos meses en Bandera Roja fueron físicamente agotadores y

299
políticamente decepcionantes. Di un curso de marxismo a los grupos de
obreros de Can Serra, aunque según el manual de «Conceptos básicos de
materialismo histórico», de Marta Harnecker, que sin duda alejó a aquellos
jóvenes proletarios del marxismo-leninismo tanto como nos acercó a la
pulmonía el sitio en que lo daba: un bajo parroquial, porque todo el
comunismo barcelonés lindaba con las sacristías». (Federico Jiménez
Losantos; Memoria del comunismo: De Lenin a Podemos, 2018)

Esto era lo que se movía en el grupo OCE (BR) que Lorenzo Peña intentaba
disculpar. En 1994 el grupo volvería a reintegrarse en el PSUC, sección catalana
del PCE.

e) El PCE (m-l) también tuvo una relación muy tensa con el Partido Comunista
de España (Reconstituido) y su brazo armado los Grupos Revolucionarios
Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO), considerándolos un «terrorismo
aventurero pequeño burgués», el cual era obvio debido a sus acciones más que
cuestionables:

«Del PCE (m-l) no recuerdo que hubiera críticas al PCE (r) antes del atentado
de los GRAPO en la Avda. del Mediterráneo el 1 de octubre de 1975, de hecho
nadie sabía quién había sido, en principio se lo achacaban al FRAP, porque el
GRAPO no lo reivindicó hasta un tiempo después… y esto con muchas acciones.
Estando en el Hotel Rejas nos llegó información por el periódico de varios
atentados, recuerdo que estábamos varios leyendo y nos miramos unos a
otros, estaban los Hermanos Diz, como pensando ¿habrá sido el FRAP?
Después de todo esto sí que hubo críticas hacía los PCE (r) y GRAPO,
constantemente llamándoles «grupos policiales», que aunque no era una
técnica muy inteligente sin duda estas acusaciones eran producto de sus
aventureras acciones y de la reciente «herencia comunista» a la hora de tratar
la «competencia». Leí algún escrito del PCE (r), en el que al PCE (m-l) les
llamaban pequeños burgueses, porque optaban por plantear la cuestión de la
república –pero olvidaban que no precisamente una república burguesa como
ellos acusaban–... fue curioso porque al poco tiempo lo hicieron ellos
reivindicando la tricolor republicana democrático-burguesa pero colocaron la
estrella roja en el centro de la bandera... era como «A ver quién la tenía más
grande». Actualmente oficialmente no están legalizados, pero a los efectos hay
mucha permisividad al respecto, venden su propaganda libremente en sus
distintos puestos. Nunca tuve una opinión especial respecto al PCE (r)/GRAPO,
más que nada los consideraba unos iluminados con sus teorías y acciones,
después del PCE (m-l), no me podían enseñar nada nuevo relevante».
(Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Durante años el PCE (m-l) chocaba y denunciaba las acciones del GRAPO:

«La colocación de una bomba junto a una bandera republicana en el puente


del tren por elementos del GRAPO, solo persigue desprestigiar a la república,

300
la justa lucha revolucionaria y acabar con las movilizaciones populares».
(Vanguardia Obrera; Nº203, 1977)

Sus acciones armadas, como sabemos, estuvieron basadas en una mezcla entre
la metodología terrorista, el espontaneísmo y el aventurerismo. Aunque esto
nunca fue profundamente estudiado por el PCE (m-l) a la hora de analizar
dichas acciones y sacar conclusiones para orientar a las masas sobre dicho
fenómeno.

Si leemos el artículo de M. Serrada «Terrorismo, manipulación y demagogia»,


se decía:

«El problema de fondo hoy en España es la ausencia de democracia real, para


el pueblo, y la acumulación y organización de fuerzas orientadas hacia la
consecución de este objetivo. (…) Es evidente que las últimas acciones armadas
de ETA, muy particularmente, no van en esta dirección y contienen una alta
dosis de aventurismo típicamente pequeño burgués. Aunque el radicalismo
pequeño burgués pueda encontrar fácil justificación a sus acciones en el
indudable carácter reaccionario y hasta canallesco del régimen, el camino de
la revolución tiene sus ineludibles exigencias y los últimos atentados de la
citada organización nacionalista, entrecruzados además con los del policiaco
GRAPO están instigando objetivamente las aspiraciones golpistas del ejército,
están sirviendo en bandeja la coartada para toda una serie de medidas y leyes
de carácter fascista dirigidas contra el conjunto de la clase obrera y el pueblo y
posibilitando la recuperación coyuntural y demagógica de la monarquía y el
colaboracionismo, están facilitando la movilización del poder de sectores
atrasados y están poniendo, mediante la confusión que producen diversas
trabas al proceso de unidad popular y antifascista. (…) El objetivo de la lucha
revolucionaria hoy es ampliar, mediante la unidad y la lucha las pocas y
recortadísimas cuotas de libertades conseguidas, lucha que de dirigirse, en las
actuales circunstancias, muy fundamentalmente a la acumulación y
organización de fuerzas para la revolución y no al desgaste, dispersión y
confusión de las mismas. (…) Avanzar y atacar al enemigo en función del nivel
de esa acumulación y organización revolucionaria y en función del estado de
ánimo y nivel de comprensión de las masas, sin pretender forzar, mediante el
aventurismo o el terror individual o grupo, ese avance, al precio de dificultarlo
y de facilitar al enemigo todo tipo de engañosas justificaciones para sus
brutalidades». (Vanguardia Obrera; Nº 362, 1981)

Denunciar sus acciones sin sentido ni perspectiva era necesario, sobre todo
haciendo una distinción entre jefes y base:

«Sobre los GRAPO opinaron que sin hacer de esto un título sensacionalista, su
línea es una provocación contrarrevolucionaria que intenta desprestigiar la
lucha de las masas, la república, y en definitiva, hacen lo que la oligarquía
pretendiera que hiciéramos nosotros para poder acusarnos de terroristas. No
obstante, no prejuzgamos la buena fe de algunos de sus elementos de base».
(Cambio 16; Adiós a las bombas, 1977)

301
Pero en vez de profundizar en buscar dichas raíces para cometer estas acciones,
calificar dichas acciones sin más de producto de un «engendro policiaco», era
poner el carro delante de los caballos:

«–¿Qué opinas de los GRAPO?

–Los GRAPO es un montaje grotesco de los servicios especiales represivos de la


oligarquía. De qué sector de ellos, no lo sabemos, pero existe un reparto de
papeles cuyo objetivo es desprestigiar la lucha armada y la violencia popular.
Existe el consentimiento del conjunto de la oligarquía, porque si el Gobierno de
Suárez hubiera querido hacer algo, habría podido hacerlo.

–Los GRAPO pues, ¿es una banda fascista más?

–Para nosotros, desde luego». (Elena Ódena; Entrevista realizada para


«Interviu» por el periodista José Dalamu, 17 de febrero de 1977)

Podemos encontrar similares declaraciones en todas las publicaciones de


«Vanguardia Obrera» y otros medios:

«Respecto a los GRAPO, el dirigente del partido denunció a este grupo como
«provocador, dirigido por el fascismo, que actúa contra la política de nuestro
partido y busca desprestigiar la lucha armada y alejar a las masas de ella». El
informante dijo que tenían datos para hablar así, y que el hecho de que
hubiera «militantes en el GRAPO que sean honrados no significa nada», ya
que sirven intereses fascistas. Denunció también su «repentina irrupción en el
campo republicano», calificándolo de «quintacolumnista y
contrarrevolucionario». (El País; El FRAP anuncia nuevas acciones armadas,
20 de julio de 1977)

Para el PCE (m-l) el PCE(r)/GRAPO era un ejemplo, tanto por el carácter social
de su militancia como de sus métodos armados, de la fisonomía del
revisionismo armado:

«Las manifestaciones «izquierdistas» producto de la impaciencia


pequeñoburguesa que el enemigo trata y tratará de hacer germinar en
nuestras filas de muy diversas formas, incluida la labor de provocación. De
hecho ya se han manifestado opiniones confusas sobre un caso muy concreto y
muy esclarecido incluso en la prensa, acerca de un grupo provocador
manejado por los servicios especiales e integrado en buena parte por personas
del lumpenproletariado y por el personal de servicio de uno de los más
encumbrados clanes de la oligarquía». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

302
Ciertamente, como hoy sabemos, dicha organización tuvo y sigue teniendo
mucho atractivo entre las capas del lumpen, sobre todo entre los jóvenes:

«El principal fracaso de Arenas ha sido, sin lugar a dudas, la escasa incidencia
que el partido, ha alcanzado, hasta ahora, entre la clase obrera, especialmente
entre las grandes fábricas. (…) El PCE (r) tuvo que cubrir las bajas de
dirigentes obreros con jóvenes sin experiencia política, y además, sin relación
directa con las grandes fábricas o centros de trabajo. (…) La falta de obreros
se ha convertido en el talón de Aquiles del PCE (r) y de los GRAPO». (Rafael
Gómez Parra; Los hijos de Mao, 1991)

En ese documento se puede constatar que el PCE (r)/GRAPO tuvo entre su seno
muchos elementos infiltrados. Pero todo grupo armado o no, es susceptible de
sufrir infiltraciones, sea un grupo liberal, socialdemócrata, comunista,
nacionalista o anarquista. Ahí están casos como el de Malinosvky entre los
bolcheviques o de Azev entre los social-revolucionarios, ambos alcanzaron
grandes cuotas de poder en el partido hasta ser desenmascarados, hasta que los
bolcheviques se hicieron con los informes de la Ojrana –agencia secreta zarista–
no se supo de su doble juego. Véase al respecto la obra del bolchevique Victor
Sergue –que luego se convirtió al trotskismo–: «Lo que todo revolucionario
debe saber acerca de la represión» de 1925.

Como sabemos, el PCE (m-l) no era dudoso de tener miedo en acometer grandes
polémicas con otros grupos como hizo con el PCOE, Komunistak o las variadas
organizaciones trotskistas de la época, pero en el caso del PCE (r)/GRAPO
recurrió a lo fácil: a la acusación de grupo provocador por sus acciones
aventureras y no a la argumentación. Obviamente como sabemos, el
PCE(r)/GRAPO tuvo en su seno grandes infiltraciones policiales como se reveló
después, incluso entre los infiltrados se denunció la falta de contundencia
gubernamental para desarticular a toda la banda. Igualmente fueron notorias
las ideas semianarquistas entre los miembros de la cúpula como hemos
analizado en nuestro documento. Pero este simplismo para explicar el
nacimiento y operación de un grupo, es inadmisible para un partido que se dice
marxista-leninista, pues era imposible convencer a nadie medianamente
inteligente con dichas breves y simplonas explicaciones.

Como vimos en el capítulo: «Las tempranas e inesperadas escisiones del PCE


(m-l) en 1965», por influencia de los disidentes del PCE (m-l) que fueron a parar
en la OMLE, que a su vez darían pie luego al PCE (r), intentaron sostener una
polémica contra el PCE (m-l), pero había errado el tiro acusando falsamente de
cuestiones que eran fácilmente refutables a poco que se mirase el programa del
propio PCE (m-l). Por tanto, años después, una vez constituido el PCE (r), visto
que sabían de sobra que se tenía nivel ideológico muy bajo como para mantener

303
una confrontación teórica permanente, y que tampoco podían comparar en
cuanto a «historial revolucionario» a ambas organizaciones sin salir perdiendo,
se decidió pasar a solucionar la papeleta acusando a la dirección del PCE (m-l)
de epítetos similares o peores a los que ellos recibían. Véase el artículo de su jefe
el «Camarada Arenas» bajo el título: «La dirección falangista del llamado PCE
(m-l) al descubierto», Bandera Roja, núm. 26, agosto de 1977.

Mientras la agrupación de Arenas la OMLE no levantó una sola célula en


España hasta 1970, el PCE (m-l) llevaba nada más y nada menos que once años
a la vanguardia de la lucha contra el carrillismo y notando un gran auge en la
lucha contra el franquismo, cuando en 1975 sus militantes eran asesinados bajo
el frente del FRAP tenían ya una notable lista de encarcelados y asesinados, el
PCE (r) en cambio apenas se constituía como partido oficialmente, era poco
menos que una mofa pretender llamar falangistas a los jefes del PCE (m-l) y
pretender construir el relato de que fue el PCE (r) la «verdadera organización
antifranquista» y la «única que se opuso a la farsa de la transición»… como
harían sus acólitos años después manipulando la historia. A este personaje es el
que los actuales revisionistas modernos piden «respeto» cuando él se pasó su
juventud difamando a los veteranos marxista-leninistas. Lo cierto es que Arenas
ha sido un poliagente gratuito de los diversos imperialismos y revisionismos
modernos; nadie en su sano juicio guardaría respeto a tal elemento que fue el
representante del daño que hace la desorientación del eclecticismo ideológico.
No sabemos si fue un agente pagado ni realmente es decisivo saberlo, nos basta
para refutarle con sus solas actuaciones en la teoría y práctica que demuestran
su profundo antimarxismo.

Limitar la crítica a un individuo o grupo, a verter acusaciones o indirectas sobre


presuntas tramas de infiltrados y provocadores sobre las cabezas visibles sin
pruebas concluyentes, es precisamente caer en el juego sucio de lo que otras
formaciones hacían con la dirección del PCE (m-l) –véase los comentarios y
acusaciones del PCE, del propio PCE (r), del renegado Lorenzo Peña o de los
fraccionalistas de 1976 sobre los líderes del PCE (m-l)–:

«Entre las provocaciones que dicen haber sufrido están, según ellos, la
supuesta infiltración de la policía en el FRAP. Nosotros mantenemos que
dentro del partido una constante vigilancia revolucionaria, y pensamos que no
existen infiltraciones a un nivel que pueda dañar a la organización, y
evidentemente negamos en redondo que exista a niveles superiores. Se han
lanzado calumnias sobre camaradas de la dirección nacional del partido como
Elena Ódena y Raúl Marco. La respuesta la dio Lenin al decir que si los
revolucionarios debieran contestar a todas las provocaciones y ataques
personales, no tendrían tiempo para dirigir la revolución». (Cambio 16; Adiós
a las bombas, 1977)

304
Generalmente los grupos que carecen de contenido ideológico para argumentar
sus posiciones caen con facilidad en esto de forma reiterada, y eluden siempre el
debate ideológico, por eso los marxista-leninistas jamás deben caer en el mismo
error de acusar sin mostrar pruebas fundamentadas. Los grupos oportunistas
creen que esta técnica de difamación es para ellos el as de la manga que todo lo
zanja, pero no es así. Recurrir a esto es una maniobra zafia que solo contenta a
la parroquia más insulsa, mientras que causa la desmoralización entre sus
propias filas y sus elementos honestos por no dar una explicación creíble. Por
tanto, fue un error que el PCE (m-l) cayese en estos juegos, cuando había
demostrado capacidad más que suficiente para desmontar teóricamente a varias
organizaciones revisionistas, siendo éste además, un campo donde el
revisionismo jamás podría ganarle. ¿Qué postura deben de tener los marxistas
sobre estas organizaciones ante este tipo de temas?:

«En las situaciones de debates externos, ante la abrumadora falta de nivel


para contraargumentar, algo de lo que es consciente Roberto y su camarilla,
se han dedicado a defenderse de la crítica del adversario presentando cosas
indemostrables como acusaciones de que quienes le critican son espías,
provocadores, y diversos enemigos infiltrados. Ridículo y patético a partes
iguales. Precisamente Marx fue acusado de espía y de mil cosas más por Herr
Vogt. Lenin fue tachado de agente alemán y traidor de la nación por los
eseristas y mencheviques en su momento de mayor auge. Durante los debates
de Stalin con los trotskistas estos últimos hicieron circular el rumor de que
Stalin era un viejo agente de la Ojrana, la policía secreta zarista. Como se ve,
más allá de rumores y acusaciones sin fundamento, los oportunistas a lo largo
de la historia se han caracterizado por intentar difamar a sus adversarios
para eludir el debate político, pero la historia no les ha recordado nunca como
los vencedores de la polémica ni tampoco por ser figuras de relevancia para el
movimiento obrero, incluso a la postre se ha revelado que quienes tenían
contactos de dudosa moral con el enemigo de clase eran ellos, en cambio sus
opositores, los marxistas, sí han transcendido en la historia por llevar razón
en dichas polémicas y por confirmar sus previsiones científicas en un breve
lapso de tiempo.

Es más, cuando los revisionistas solamente responden a las críticas externas


con rumorología y acusaciones sin pruebas pretendiendo ignorar la montaña
de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y militantes
de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus
debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes
infalibles sufre una brecha, y al tiempo cae por sí solo. Poco a poco se van
dando cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de
la organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un
teatro donde lo importante es la apariencia, para que el show, la farsa

305
continúe pase lo que pase, para que los jefes siempre puedan seguir
aprovechándose del rédito que sacan a esta estafa que han montado.

Cuando este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre


entre los más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas
externas no son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la
organización, son conscientes de que lo que advirtieron en su momento tanto
las críticas internas como externas eran del todo razonables, arrepintiéndose
de no haberlas hecho caso antes. Ya hemos visto casos históricos de que
muchos elementos por culpa de no querer ver la realidad y de sus vacilaciones,
cuando la evidencia ha superado todo lo soportable para ellos y han querido
desmarcarse de formar parte de un movimiento degenerado y
contrarrevolucionario, ha sido demasiado tarde como para no haber sido
cómplices. He por ello que los marxistas cuando se dirigen a las
organizaciones revisionistas deben realizar las criticar y promover el esfuerzo
de autocrítica entre los militantes de base para que se den cuenta de que si se
consideran a sí mismos revolucionarios honestos no tienen nada que hacer en
estos lugares donde no van a poder lograr sus propósitos, decimos esto ya que
por supuesto los jefes de estos movimientos no ejecutarán este ejercicio
autocrítico, porque no está en su mentalidad, para ellos la crítica y autocrítica
solo sirve de herramienta para deshacer rivales y competidores internos o
externos: la primera la utilizan sin atenerse en la realidad para desacreditar a
sus rivales internos y externos de la organización, y la segunda es utilizada en
alguna ocasión que otra para intentar salir del paso en medio de una situación
de crisis, intentando conservar el poder dentro de la organización». (Equipo
de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su
podredumbre oportunista, 2017)

Actualmente por sus acciones difusas no se sabe con certeza si los GRAPO fue
un grupo creado desde el primer momento por los servicios de seguridad como
decía el PCE (m-l) o si los servicios de seguridad lo pudieron manipular una vez
constituido por el carácter exaltado y aventurero de sus miembros, siendo
mucho más probable y loable lo segundo. Aunque sinceramente, tampoco
creemos que el PCE (r)/GRAPO necesitase de «estímulos externos» para
desatar su aventurerismo, ni que la burguesía necesitase azuzarlos, ya que sus
dirigentes tenían francas ideas blanquistas desde un principio, pero nada es
descartable. Repetir sin más las afirmaciones del PCE (m-l) de 1975 sobre que
los GRAPO eran un simple grupo de provocadores al servicio del gobierno, no
era más que eslóganes descalificatorios que decían poco de la capacidad
analítica del PCE (m-l) en esta cuestión del terrorismo y de los nuevos grupos
maoístas. No daba una explicación materialista-dialéctica a la militancia de
dichos partidos, de las deficiencias de los mismos, incluyendo esa concepción
errónea de la lucha armada bajo conceptos terroristas, con lo cual era imposible
atraerlos y sacarles del error.

306
Pero además el PCE (m-l) se olvidaba otros puntos criticables de dicha
organización como era su apoyo a la teoría militar de la «Guerra Popular
Prolongada» y su predilección por el terrorismo, al concepto de partido basado
en la «lucha de dos líneas» o su rechazo sectario a realizar «trabajo legal» en
sindicatos y elecciones y un infinito etcétera. En lo externo se podía haber
criticado mucho más el apoyo de dicho partido a la teoría de los tres mundos en
1976, el repentino apoyo al socialimperialismo soviético en 1978, o el apoyo a la
Perestroika en 1988. Véase nuestro documento: «Estudio histórico sobre los
bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO» de
2017. Esta ausencia de un análisis marxista-leninista claro y concreto,
precisamente contribuyó a que el PCE (r) pudiera durante algún tiempo engañar
a varias de las siguientes generaciones. Lo triste es que nosotros tuvimos que
exponer lo que en su momento ni el PCE (m-l) ni otros marxista-leninistas
después fueron capaces de hacer durante décadas sobre este partido
ultraoportunista.

El miedo a exponer al público las divergencias con otros partidos


marxista-leninistas del mundo

Stalin ya dijo en 1925 contra el seguidismo:

«Habla usted de la línea del P.C. de Alemania. Indudablemente –me refiero a


su línea política–, es acertada. Ello, propiamente, explica las relaciones
íntimas, amistosas –y no sólo de camaradas– entre el P.C.(b) de Rusia, y el
P.C. de Alemania, esas relaciones de las que usted mismo habla en su carta.
Pero ¿significa esto que debamos ocultar ciertos errores en la labor política del
P.C. de Alemania o del P.C.(b) de Rusia? Naturalmente que no. ¿Puede
afirmarse que el C.C. del P.C. de Alemania o el C.C. del P.C.(b) de Rusia no
cometen algún que otro error? ¿Puede afirmarse que la crítica de una parte de
la actividad del C.C. del P.C. de Alemania –utilización insuficiente del asunto
Barmat, la conocida votación de la minoría comunista en el parlamento de
Prusia en el problema de la elección del presidente del parlamento, el
problema de los impuestos relacionados con el plan Dawes, etc.– excluye la
plena solidaridad con la línea general del C.C. del P.C. de Alemania? Claro que
no. ¿Qué sería de nuestros Partidos si al encontramos nosotros en el Comité
Ejecutivo de la Internacional Comunista, supongamos, cerrásemos los ojos a
los errores de nuestros Partidos, nos entusiasmásemos ensalzando nuestro
«acuerdo completo» y nuestra «bonanza» y nos pusiéramos a decir amén en
todas las cuestiones? Creo que semejantes partidos nunca llegarían a ser
revolucionarios. Serían momias, pero no partidos revolucionarios. Me parece
que algunos camaradas alemanes se sienten a veces inclinados a pedimos que
demos nuestro asentimiento a todo lo que hace el Comité Central del P.C. de
Alemania, estando por su parte siempre dispuestos a asentir a cuanto haga el
Comité Central del C.C.(b) de Rusia. Yo me opongo enérgicamente a ese
307
asentimiento mutuo. A juzgar por su carta, usted es de la misma opinión.
Tanto mejor para el P.C. de Alemania». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili;
Stalin; Carta del Camarada Me-rt, 8 de noviembre de 1925)

Aunque parezca increíble, estas sencillas concepciones de las relaciones entre


partidos no fueron adoptadas por casi ningún partido de aquel entonces. La
cuestión tampoco mejoró mucho tras el desmoronamiento vital de la mayoría de
partidos bajo la usurpación de los jruschovistas.

En el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979 se decidió autocensurar al público el


capítulo del informe: «Algunas cuestiones sobre el movimiento comunista
internacional (marxista-leninista)», bajo la excusa de que «por razones obvias,
de esta parte del informe, se publicaran solo extractos». ¡¿Qué razones obvias?!
Más allá de que el público asistente pudiese escuchar el informe entero o no,
dedicando escasas páginas a la versión final escrita, el PCE (m-l) privó a sus
compañeros internacionales y a las generaciones venideras de un estudio
concienzudo de los problemas internacionales de entonces. Eludiendo datos de
cuestiones sensibles como cuestiones militares, domicilios, financiación y
afiliación interna o próximas movilizaciones de peso, un partido no puede eludir
en una exposición sus propios documentos, mucho menos cuando versan de
luchas ideológicas. Como sabemos, las direcciones de todos los partidos
oportunistas de la actualidad: PCE, PCOE, PCPE, PCE (r), RC, UP, IC, PTE y
toda la sopa de letras revisionista se escudan en que «por cuestiones de
seguridad» o por «cuestiones de la represión sufrida», prefieren o no pueden
exponer sus documentos, ¡dando a entender que si los expusieran todos
podríamos ver la gran calidad de sus escritos y análisis! Lo que no entienden es
que un partido comunista como tal, no teme esconder sus posiciones políticas,
económicas y culturales, y que uno que hace eso, no puede aspirar más que a ser
un reducto marginal. No obstante, se ha de aclarar que entendemos que en
determinadas circunstancias haya una limitación de la información en temas
concretos de cara a coyunturas práctico-organizativas que por su sensibilidad
deben tratarse con precaución para no delatarnos ante el enemigo. Pero como
ya hemos expresado, esta limitación de la información debe de ser concreta y
coyuntural, y nunca en materia político-ideológica, económica o programática.

Lamentablemente dentro del PCE (m-l) se cosechó la teoría de que las críticas
entre partidos eran necesarias para reforzar los lazos ideológicos, pero que ellas
debían resolver siempre de forma interna, ya que, toda disputa teórica podría
ser aprovechada por el enemigo (sic):

«Vemos casos de clara desviación de los principios, de posiciones claras de


oportunismo correcto y chovinismo que conducen, si no se rectifican, al
pantano del revisionismo. ¿Pero qué debemos hacer? ¿Pasar en silencio debido
a la «independencia» de cada partido y dejar continuar el proceso de

308
degeneración? No, decimos y diremos claramente lo que pensamos, sin
temores ridículos sobre las polémicas que nos hacen callar. Porque esta
polémica sirve para aclarar ideas y conceptos, para corregir errores si no son
tercos. (...) Por esto no podemos callarnos, ya que esto sería, además de
cobardía, desprecio por los pueblos y los trabajadores de los países en cuestión
y, al mismo tiempo, romper con la tradición leninista de polemizar, de
censurar y no dar cuartel a aquellos que, consciente o inconscientemente, han
desviado o distorsionado las leyes y los principios del marxismo. (...) Somos de
la opinión, que mientras exista una posibilidad de corregir los errores, es por
ello necesario y honorable, que la polémica deba desarrollarse a nivel interno
y no público». (Raúl Marco; Sobre algunas cuestiones del Movimiento
Internacional; Discurso pronunciado en un plenario ampliado del Comité
Central, 3 de octubre de 1982)

Como refleja en sus memorias, ¡el PCE (m-l) llegó al punto de seguir por la «vía
interna» incluso cuando los partidos atacaron públicamente las teorías del PCE
(m-l)!:

«Desde hacía tiempo, nos encontrábamos en la lucha ideológica con varios


partidos. Esa lucha, a veces polémica, la llevábamos a cabo como era nuestra
costumbre, a nivel interno –y sigo creyendo que era justo hacerlo así–, incluso
cuando públicamente nos provocaron. Como fue el caso del PCA/ML. Hacía
tiempo que manteníamos ciertas discrepancias con ellos, discrepancias de las
que estaban al tanto el PTA como otros partidos. Hasta que el PCA/ML,
conscientemente o inconscientemente –tengo dudas, dada la deriva
trotskizante, posterior a la muerte del camarada Ernst Aust, que siguieron
algunos miembros de su dirección– publicó un artículo inadmisible». (Raúl
Marco; Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

¡Dice incluso, que la experiencia con los chinos y sus resultados le hacía proclive
a confiar más en su tesis!:

«Mi intervención fue publicada en el folleto «Sobre algunas cuestiones del


Movimiento Internacional» que enviamos a todos los partidos y
organizaciones marxista-leninistas. Pero suprimimos varios párrafos para
evitar que fueran utilizados por posibles enemigos. Empero, en las discusiones
bilaterales con partidos, utilizamos esos argumentos verbalmente, pues
éramos partidarios de plantear claramente los problemas con la necesaria
prudencia, pero sin ocultar ni difuminarlos. La experiencia con el PC de China,
fue decisiva para nosotros. (…) Recojo aquí algunos párrafos y las frases
suprimidas de la edición pública». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la
historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

309
Primero. Que en dicho informe público sobre los problemas del movimiento
marxismo-leninista hubiera partes autocensuradas no puede ser más
incomprensible si se tiene el propósito de limar las diferencias y conseguir la
unidad. El proponer mantener las divergencias ocultas al público, pero
incoherentemente querer informar a los partidos uno a uno de la polémica, es
sin duda una extraña táctica. Querer llevar así una lucha ideológica
efectivamente es imposible, es quijotesco.

Segundo. Considerando las consecuencias que había tenido para el PCE (m-l) el
confiar a ciegas una y otra vez en que las desviaciones de los líderes chinos que
suponían «coyunturales y temporales», que «aún se podían corregir y eran
inconscientes» fue un grave error. Y pese a ver como en 1978 los revisionistas
chinos se quejaban de una «polémica inesperada» porque el PCE (m-l) no había
dejado registros públicos de cada polémica interna desde 1964. ¿A Raúl Marco
no le parecía suficiente la fracasada experiencia pasada como para abandonar
dicha táctica? Incluso 1982 se volvió a proponer la idea de que las desviaciones
en el movimiento marxista-leninista debían combatirse, pero por estricta vía
interna, dando así tiempo y ventaja a los desviacionistas.

En realidad, si hacemos un repaso de las intervenciones históricas de Stalin en


la Internacional Comunista –Internacional Comunista–, observaremos que esta
posición que proponía Raúl Marco no era sino una reproducción de las tesis
miedosas de la vieja socialdemocracia:

«¿Cómo viven y se desarrollan hoy día los partidos socialdemócratas del


Occidente? ¿Hay dentro de ellos contradicciones, discrepancias de principio?
Claro que sí. ¿Sacan a la superficie esas contradicciones y tratan de superarlas
honrada y abiertamente, a la vista de las masas del partido? No. ¡Claro que
no! La labor práctica de la socialdemocracia consiste en esconder, en ocultar
esas contradicciones y discrepancias. La labor práctica de la socialdemocracia
consiste en hacer de sus conferencias y congresos una vacía mascarada de
bonanza de relumbrón, encubriendo y velando celosamente las discrepancias
internas. Pero eso no puede llevar más que a la confusión y al
empobrecimiento ideológico del partido. Esa es una de las causas de la caída
de la socialdemocracia europea occidental, en tiempos revolucionaria y ahora
reformista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez más sobre la
desviación socialdemócrata en nuestro partido; Informe ante el VIIº Pleno
ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, 7 de diciembre
de 1926)

Actitud similar se volvería a cometer en el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984,
donde muchas de las críticas a las actitudes negativas fueron expuestas de forma
correcta pero hechas de forma indirecta, sin nombrar a los autores.

310
Algunos intuyen que varias de las críticas pueden estar dirigidas incluso a la
línea exterior albanesa, que en esos últimos años empezó a ser condescendiente
en lo ideológico con varios regímenes reaccionarios como el turco, iraní o
argentino. Por poner un ejemplo, estas contradicciones se vislumbran en que
mientras el PTA se limitó en la Guerra de las Malvinas de 1982 a hablar del
derecho argentino sobre las islas y a denunciar el papel del imperialismo
británico y estadounidense en el conflicto, el PCE (m-l) en cambio denunció
correctamente la guerra como un intento de la junta militar fascista de distraer
a las masas de los problemas nacionales en un momento de máxima agitación
social. Véase el artículo del PCE (m-l): «Guerra de las Malvinas: imperialismo y
fascismo son culpables» de 1982.

También muchos de los párrafos del IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984
pueden ser vistos como una crítica a la caída del apoyo de los albaneses a los
partidos marxista-leninistas, y su entonces reciente apoyo a figuras o regímenes
reaccionarios, de igual modo algunas partes son críticas a tendencias de varios
partidos internacionales que empezaban a degenerar, pero sin especificar a
cuáles se refieren.

«Aquellos que olvidan o relegan la contradicción proletariado-burguesía y


centran sus análisis únicamente en la situación internacional. Lo que les lleva
a considerar que ciertos países que tienen contradicciones con el imperialismo
y/o el socialimperialismo se deben apoyar a esos gobiernos en detrimento de
su propio pueblo y proletariado, y del desarrollo revolucionario. Porque una
cosa es tratar de agudizar las contradicciones de los países oprimidos o
dependientes con sus opresores y dominadores, y otra, es por arte de dicha
política, condenar al proletariado y al pueblo a seguir siendo esclavos de su
burguesía, en muchos casos con rasgos y características feudales. (…) Hay que
terminar con los análisis simplistas, maniqueístas que tanto han imperado en
el movimiento y que son una resultante de la nefasta «teoría de los tres
mundos», muy denunciada verbalmente, pero poco combatida en la práctica,
y que aún colea en algunos partidos. (...) El segundo error –la numeración no
significa una correlación cualitativa– es el de los que se emperran en incluir a
los países revisionistas dentro del campo socialista. Es obvio que, aquellos
partidos, en el poder o no, que han traicionado los principios de Marx, Engels,
Lenin y Stalin y que, por tanto, aplican una política antipopular burguesa y
reaccionaria, tanto en lo interior como en lo exterior –no olvidemos que la
política exterior de un gobierno es siempre la prolongación de su política
interior–, no forman parte del campo socialista, aunque se designen a sí
mismos como tales. El hecho de que entre los países revisionistas y que entre
éstos el imperialismo occidental, existan contradicciones, no modifica en
absoluto lo anterior, son contradicciones entre enemigos del socialismo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº
Congreso del PCE (m-l), 1984)

311
A esto podríamos recordar las palabras de Stalin en 1925 sobre el peligro de que
la visión nacionalista se impusiese en la política exterior:

«Pasemos al segundo peligro. Rasgo distintivo de este peligro es la falta de fe


en la revolución proletaria internacional; la falta de fe en su victoria; el
escepticismo respecto al movimiento de liberación nacional de las colonias y
los países dependientes; la incomprensión de que, sin el apoyo del movimiento
revolucionario de los otros países, nuestro país no podría mantenerse contra el
imperialismo mundial; la incomprensión de que la victoria del socialismo en
un solo país no puede ser definitiva, pues no puede estar a salvo de la
intervención mientras la revolución no ha ya vencido en varios países, por lo
menos; la incomprensión de ese requisito elemental del internacionalismo, en
virtud del cual la victoria del socialismo en un solo país no es un fin en sí, sino
un medio para desarrollar y apoyar la revolución en los otros países. Esa es la
vía del nacionalismo y la degeneración, una vía que conduce a la liquidación
completa de la política internacionalista del proletariado, pues la gente
atacada de esa enfermedad no ve en nuestro país una parte del todo que se
llama movimiento revolucionario mundial, sino el principio y el fin de ese
movimiento, considerando que los intereses de todos los demás países deben
ser sacrificados a los intereses de nuestro país. ¿Apoyar el movimiento de
liberación de China? ¿Para qué? ¿No será arriesgado? ¿No nos enemistará eso
con otros países? ¿No será mejor establecer nuestras «esferas de
influencia» en China conjuntamente con las otras potencias «avanzadas» y
sacar algo de China en provecho propio? Eso sería ventajoso y no encerraría
ningún peligro... ¿Apoyar el movimiento de liberación de Alemania? ¿Merece
la pena arriesgarse? ¿No será mejor llegar a un acuerdo con la Entente acerca
del tratado de Versalles y sacar algo a título de compensación? ¿Mantener la
amistad con Persia, Turquía, Afganistán? ¿Merece la pena el juego? ¿No será
mejor restablecer las «esferas de influencia» con alguna de las grandes
potencias? Etc., etc. Tal es la «concepción» nacionalista de nuevo tipo, que
trata de eliminar la política exterior de la Revolución de Octubre y que
fomenta los elementos de degeneración. (…) El origen del segundo peligro, del
peligro de nacionalismo, debe verse en el fortalecimiento de la influencia
burguesa sobre el partido por el cauce de la política exterior, por el cauce de la
lucha de los Estados capitalistas contra el Estado de la dictadura del
proletariado. Difícilmente puede dudarse de que la presión de los Estados
capitalistas sobre nuestro Estado es enorme, de que los hombres que trabajan
en el dominio de nuestra política exterior no siempre consiguen resistir esa
presión, de que el peligro de complicaciones hace sugestiva a veces la vía de la
menor resistencia, la vía del nacionalismo». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Preguntas y respuestas, 1925)

312
El análisis del PCE (m-l) sobre la política exterior y su crítica es sin dudas
brillante, puede ser aplicado a gran parte de las organizaciones revisionistas
actuales, pero el no señalar con nombres a los responsables de tales teorías es de
hecho un salvavidas para esos oportunistas.

Véase a ejemplo los artículos: «Los luchadores y los cobardes» o «A propósito


de la situación en Chile. La violencia revolucionaria y los marxista-leninistas»,
ambos publicados en «Vanguardia Obrera» durante 1986. Allí Raúl Marco
desarrolló una polémica contra un grupo de Chile donde no hablaba claro a qué
grupo se refería ni contra que teorías exactas se refería ya que no concreta. Un
artículo que con el devenir de los años se vuelve más misterioso e impersonal,
por no decir que es directamente incomprensible para el lector que no estuviese
al tanto de las riñas de aquel entonces, lo que demuestra que este tipo de
polémicas carecen de sentido al carecer de claridad: solo sirven para dicho
momento y para descargar la rabia del sujeto que escribe. Es por tanto una
actitud individualista.

El PCE (m-l) a la hora de enfrentar las desviaciones de otros partidos acabó


cometiendo los mismos errores que se cometieron frente la dirección china
durante 1964-1978, una táctica que como ya hemos dicho solo beneficia al
desviacionista y que hace que con los años el público no sepa bien a que se
referían con esta o aquella frase, o que no se supiese si hubo o no crítica a esta o
aquella desviación ya que se autocensura la documentación, táctica que le
permite al infractor denunciar que es una crítica «salida de la nada porque en
los años anteriores todos estaban de acuerdo con nuestra línea y todo estaba en
paz», abriendo una puerta para manipular la verdad y crear confusión.

El movimiento comunista ya ha sufrido mucho con este tipo de tácticas donde


prevalece el miedo al qué dirán, véase nuestro documento: «La crítica al
revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

«Si podemos achacar algo negativo al desarrollo de la primera conferencia de


la Kominform, es la decisión de no publicar en la revista de la Kominform:
«¡Por una paz duradera, por una democracia popular!», la crítica al
oportunismo franco-italiano contenido tanto en el informe Zhdánov: «Sobre la
situación internacional», como en los informes de otros delegados, e insertar
en su lugar artificialmente una autocrítica en el informe de Duclos que dejaba
en buen lugar a los franceses. No tenemos constancia de que se publicara como
propuso Zhdánov un documento suplementario donde se explicara la polémica
desde la argumentación y contra-argumentación de cada bancada. Se cumple
por tanto la verdad histórica de que en la medida que se flexibilice y
simplifique el discurso marxista-leninista de una organización o individuo que
pretenda serlo, en esa misma medida podrá ser manipulado por los
oportunistas de toda laya. A mayor flexibilización mayor manipulación, así lo

313
demuestra la evidencia histórica. Si aplicamos esto a la presente cuestión: eso
nos indica, que años después la militancia de todos estos partidos presentes en
la conferencia, solo tenían la constancia de que sí, efectivamente hubo una
crítica al PCF y al PCI, pero la falta de publicación de las críticas, y el tupido
velo que se echó para hacer parecer que el autor de la autocrítica de los errores
del PCF-PCI eran ellos mismos y no por estimulo de la crítica exterior de los
partidos hermanos, dejaron un camino muy fácil a los Thorez, Togliatti y
compañía para manipular históricamente los sucesos de 1947 tras la
contrarrevolución en la mayoría de partidos comunistas del mundo acaecida a
partir de 1953.

En nuestra opinión se debería haber publicado el informe de Andréi Zhdánov


de forma íntegra –incluyendo la crítica a los errores del PCF y PCI–. No es
factible haber pensado, como por entonces decía Kardelj, que si se publicaba
tal crítica a los franceses se les iba a presentar dificultades en su país. Pues si
tras esa crítica se daba el caso que los franceses estaban de acuerdo con lo
expuesto por otros partidos hermanos, y realizaban una autocrítica a la cual
la reacción francesa proclamaba que: «Moscú está obligando al PCF a
cambiar su línea programática, le está controlando a través de la
Kominform», no sería nada nuevo, ya que de una forma u otra la burguesía
imperialista francesa y estadounidense siempre iba a tratar vender en su
propaganda chismes de este tipo; de hecho como vimos en una parte de los
informes, incluso en la época que Zhdánov se quejaba de la falta de contacto e
información con los franceses –la época de 1945 a 1947–, desde los medios de
comunicación burgueses se gritaba que tal o cual paso del PCF «llevaba el sello
del Kremlin». Dicho de otro modo: con argumentos o con pseudoargumentos,
con sucesos reales o ficticios, la reacción local e internacional siempre
intentaba ligar cualquier hecho, sobre todo si le importunaba, con el
comunismo del exterior con residencia en la Unión Soviética, y así lo haría en
el futuro: ligando a los comunistas locales a cualquier país socialista del
exterior u organismo internacional comunista.

Se debía haber procedido a que el Partido Comunista Francés publicara en su


órgano de prensa que la autocrítica a la que llegó fue posible gracias a la
crucial intervención del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética
sobre los errores del Partido Comunista Francés, y que dio paso a un proceso
de debate y contraposición de intervenciones que contó con la asistencia de
todos los partidos, con los cuales el PCF también debatió. Y que el hecho de que
estos partidos abrieran los ojos al PCF no era motivo ni de injerencia ni de
vergüenza, sino que está en lo normal en cuanto a las relaciones entre
partidos, es decir, el ejercer el libre intercambio de opiniones, de críticas y de
ser necesario de autocríticas sobre la línea de cada partido». (Equipo de
Bitácora (M-L); La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la
Kominform de 1947, 2015)

314
¿Y quién se beneficia de esto? ¿Solamente a los oportunistas de fuera del
partido? No, también los del ámbito interno, que pueden aprovechar esta
amnesia general que se va formando con los años, esta relajación en la lucha
ideológica, para rehabilitar precisamente a las corrientes como el castrismo o el
maoísmo, como luego harían los Chivite o Marco en el caso del PCE (m-l):

«En el caso concreto de los errores del Partido Comunista Francés de 1947, el
resto de partidos no tenían porque hacerle un favor y «ocultar la verdad al
pueblo» francés, pues la autocrítica no salió de la nada sino por ayuda de
otros partidos y no del propio PCF, e incluso hubo una resistencia por parte de
los delegados franceses e italianos pues inicialmente creían que estaban en lo
correcto en muchos puntos. Pero bien, como demostró la historia, los Thorez,
Duclos, Fajon, y otros que pedían tal favor de esconder los hechos reales,
resultaron ser una «pandilla de farsantes cuyo destino está sellado», y años
después cuando cambiaron de chaqueta y sacaron a oficializar como
«desarrollos y nuevas tesis» muchos de los errores que se condenaron en 1947
en la Kominform, el pueblo francés más combativo les dio la espalda y el
«destino sellado» del PCF sería en que en adelante sería un guardián del orden
burgués capitalista; y en lo sucesivo al ser cada vez más rechazados por las
masas iría convirtiéndose poco a poco en un partido marginal en la sociedad
francesa.

Es de ese modo que acabamos de explicar, como deben converger las


relaciones entre partidos marxista-leninistas, sino pueden surgir ciertas
distorsiones que pueden ser aprovechadas por enemigos tanto externos como
internos que permanecen emboscados. Este es un ejemplo histórico de cómo
tras un brillante ejercicio de crítica y la autocrítica los resultados no son los
idóneos por las decisiones tomadas en relación a clichés como el visto sobre las
«posibles acusaciones de parte de la burguesía de injerencia de otros partidos
comunistas extranjeros», pero también de otros como el de «mantener el
honor del partido criticado o sus líderes» o por el miedo al qué dirán los
medios burgueses». (Equipo de Bitácora (M-L); La crítica al revisionismo en la
Iº Conferencia de la Kominform de 1947, 2015)

La falta de investigaciones históricas sobre el movimiento obrero


nacional e internacional

«Expliquemos una vez más la importancia cardinal de toda esta cuestión de la


necesidad de las investigaciones históricas del movimiento obrero:

«Hoy nos encontramos con que la mayoría de partidos y autodenominados


partidos –que en realidad no pasan de ser muchas veces grupúsculos de clubs
de amigos y/o nostálgicos de algunas siglas– no se interesan por analizar las
causas del flujo descendente del movimiento marxista-leninista internacional.

315
1) A unos no les interesa el estudio las figuras y movimientos nacionales e
internacionales marxista-leninistas, es más, generalmente se cubren
falsamente bajo sus ideas y mitos, reivindicando su legado de manera formal,
pero sin ser fieles a sus lecciones, otras veces aceptando sus mismos errores
por no analizarlos y en algunas ocasiones directamente adoptando como
referentes a falsos marxistas y a experiencias revisionistas. No hablemos ya de
cuestiones del movimiento marxista-leninista de un pasado lejano porque los
ignoran absolutamente, a veces su indiferentismo es tal, que también alcanza
hasta el punto de mirar hacia otro lado en torno a fenómenos recientes de
mayor o menor calado.

2) Existen otros que incluso si centran aunque sea un breve tiempo de su


actividad en analizar ciertos fenómenos sobre el revisionismo contemporáneo
y las causas de su triunfo, pero ha de hacerse un apunte: al no tener interés en
cómo se ha llegado a varios de los desastres que han posibilitado la hegemonía
del revisionismo en el movimiento obrero, los análisis y las conclusiones sobre
los grupos antimarxistas del presente tampoco son del todo correctos porque
no saben detectar el origen de estas desviaciones.

3) Luego hay quienes realmente si tocan temas del pasado y presente


movimiento marxista-leninista, pero muchos de estos se contentan con
realizar breves análisis de denuncia de que este u otro partido es revisionista,
o esta u otra figura es oportunista, pero sin explicar a sus militantes y
simpatizantes el porqué de tal afirmación, cayendo en análisis reduccionistas,
doctrinarios y esquemáticos, que poco menos que pretenden obligar a la
militancia a seguir estas afirmaciones sin tener conciencia real de porqué se
dice tal cosa, esa incapacidad creativa es lo que muchas veces lleva a copiar
las opiniones de otros o directamente a caer en las mismas desviaciones de las
que se quejan de algunas corrientes revisionistas que fustigan tales como el
seguidismo a ciegas, el afirmar sin corroborar la veracidad de lo que se pone
sobre la mesa confiando en que ya antes lo ha pronunciado alguien.
Metodologías que nacen de la no comprensión real de lo que dicen denunciar y
de los métodos de concienciación que propone el marxismo». (Equipo de
Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre
oportunista, 2017)

Aunque parece que algunos no han entendido esto todavía.

Por desgracia, lo que ha abundado en el movimiento comunista, han sido los


análisis históricos simplistas e infantiles. Precisamente, los dirigentes
bolcheviques replicando a unos historiadores dirían:

«La sinopsis abunda en banalidades y clichés como el «terrorismo policial de


Nicolás II», la «insurrección de Razine», la «insurrección de Pugatchev», la
«la ofensiva contrarrevolucionaria de los terratenientes en la década de
1870», «los primeros pasos del zarismo y de la burguesía en la lucha contra la
revolución de 1905-1907», etc. Los autores de la sinopsis copian ciegamente las
banalidades y las definiciones anticientíficas de los historiadores burgueses,
olvidando que tienen que enseñar a nuestra juventud las concepciones
marxistas científicamente fundamentadas». (Notas sobre la sinopsis del

316
Manual de historia de la URSS; I.V. Stalin, A.A. Zhdanov, S.M. Kirov, 8 de
agosto de 1934)

En el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984 se reclamaba que se fuese hasta el
fondo de los inicios del revisionismo. Se explicaba, que de no realizar tal labor
correctamente, todavía se veían conatos de revisionismo en los nuevos partidos:

«La tarea de reconstrucción de los partidos marxista-leninistas ha estado


obstaculizada por toda una serie de desenfoques ideológicos, políticos e incluso
organizativos, cuyo origen debe buscarse en que a pesar de haberse efectuado
una ruptura organizativa con los revisionistas por parte de los nuevos
partidos, no se ha roto, en diversos casos y hasta el fondo, ideológicamente con
el revisionismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

A nivel internacional, los partidos marxista-leninistas recalcaron la necesidad


de cumplir las siguientes tareas:

«Ante nuestros partidos se plantea la necesidad de profundizar en el dominio


marxismo-leninismo, de avanzar decididamente en la lucha teórica y la
investigación científica, racionalizando las experiencias del proletariado en la
lucha por la revolución y en la construcción socialista, que permita ahondar en
la investigación de las causas objetivas y subjetivas del revisionismo, para
elevar un nuevo nivel la lucha contra todas las corrientes del revisionismo y el
oportunismo. (…) Existen serias manifestaciones de activismo, derivadas del
pragmatismo, que conducen a la subestimación de la investigación científica,
del análisis profundo de los problemas internos e internacionales, y del estudio
metodológico de la realidad particular y general». (Documento de Quito
firmado en la reunión multilateral de partidos marxista-leninistas, 1985)

Analizando los orígenes del revisionismo moderno, se decía:

«En aquellas condiciones –todavía no había estallado la guerra, propiamente


dicha, aunque ya había habido la guerra de España [1936], la ocupación de
Checoslovaquia [1938]–, fue hábil el pacto germano-soviético cuando, como
luego se demostró, los comunistas de la URSS lo utilizaron para prepararse
mejor en el inevitable combate contra el nazi-fascismo. No todos los
comunistas del mundo lo entendieron y hubo claudicaciones de un
oportunismo vergonzoso. Luego, cuando la URSS de Stalin se enfrentó
abiertamente a las potencias del Eje, los partidos comunistas se lanzaron a la
lucha y se unieron a sectores burgueses y pequeño burgueses mediante pactos
y alianzas, aunque olvidaron que dichos pactos y alianzas, justos en aquel
momento, eran y no podían ser de otra manera, circunstanciales. Olvidaron
que la contradicción principal proletariado-burguesía, aunque oscurecida por
la guerra contra el nazi-fascismo y la liberación del territorio nacional, seguía
siendo esencial y, tarde o temprano, habría que volver a ocupar el puesto
principal. Los comunistas combatieron heroicamente, en los primeros puestos
y en los más arriesgados, fueron en la mayoría de casos, los verdaderos
organizadores de la lucha y de la resistencia contra el nazi-fascismo. En casos
como, por ejemplo, Francia e Italia, las fuerzas armadas comunistas fueron
las que liberaron, sino todo, la mayor parte del país y contribuyeron

317
decisivamente a la liberación de otros. Mas, una vez la paz burguesa lograda,
los dirigentes de esos partidos comunistas, de forma vergonzosamente
oportunista, obligaron a sus militantes a entregar las armas, a «remangarse
para levantar la economía de la patria», etc. a cambio de algunas migajas en
los gobiernos burgueses; migajas que, lógicamente, les fueron arrebatadas a
la primera ocasión. Aquella actitud de los dirigentes comunistas de estos
países era ya, quizá inconscientemente, revisionista. Ellos no tuvieron en
cuenta que la guerra no había cambiado el carácter de clase de su burguesía ni
del imperialismo vencedor. ¿Por qué no continuaron, cuando podían haberlo
hecho perfectamente –y eso está clarísimo en los casos de Francia, Italia,
Grecia y con otras características en España– la lucha de liberación social?
Sólo tenemos un ejemplo de actuación correcta, y éste es el de los comunistas
albaneses. Es cierto que no sólo Albania se liberó. También lo hubieron
Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumanía, etc. pero con una diferencia
esencial; el partido albanés, por circunstancias particulares, liberó él solo su
país, basándose en su propio pueblo y con la única ayuda ideológica de la
URSS de Stalin y el movimiento internacional –y además los guerrilleros
albaneses liberaron parte del territorio yugoslavo–; mientras que en los otros
países, los partidos se hicieron con el poder gracias a la intervención activa del
Ejército Rojo de la URSS. Esto nos lleva de nuevo a la necesidad de buscar las
raíces del revisionismo hasta sus últimas consecuencias y no contentarnos con
la formulación simplista de «... a raíz de la muerte de Stalin surgió el
revisionismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

El PCE (m-l) exigía una revisión de los orígenes del revisionismo, correcto. ¿Qué
hizo realmente para ello? Ahora lo veremos.

En verdad, el PCE (m-l), como tantos otros partidos fue producto de la polémica
a nivel general lanzada contra el jruschovismo a partir del año 1960, pero los
marxista-leninistas de cada país no habían sido capaces de detectar el
revisionismo que en muchos casos ya se había hecho con el control de sus
respectivos partidos.

El propio PCE (m-l) consideraría que aunque en 1942 hubo una derechización,
el revisionismo del PCE databa solamente desde el VIº Congreso de 1960
aproximadamente:

«Lo cierto es que tras la muerte de José Díaz en 1942, el oportunismo de


derecha se instaló en la dirección del partido e inició su labor de zapa. (…) Los
grupos marxista-leninistas surgían en oposición declarada a la política
reformista del grupo de Santiago Carrillo, el cual desde 1956 y sobre todo a
partir del VIº Congreso del PCE de 1960». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España
(marxista-leninista), 1985)

Pero en realidad, el Vº Congreso del PCE de 1954, así como toda la política de
años anteriores ya demostraban que dicha degeneración venía de lejos. Véase el
capítulo: «El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción
de figuras revisionistas en el ámbito nacional» de 2020.

318
Un poco conectado con lo anterior, el PCE (m-l) al reclamarse heredero de la
línea revolucionaria del Partido Comunista de España (PCE) de José Díaz y en
medio de la acometida mundial del jruschovismo contra los partidos
comunistas, se exigía de él una evaluación de las últimas décadas en el
movimiento comunista, del fracaso de la línea revolucionaria y del triunfo del
revisionismo.

En algunos de sus artículos se deja entrever un intento de convencer a la


militancia sobre la importancia de realizar investigaciones de los fracasos
históricos, pero a su vez se excusaban en no realizar dicho análisis con que:

«[Sobre la Internacional Comunista] Podríamos obtener datos e información


si pudiéramos acceder a los archivos de aquella época, pero no tenemos esa
posibilidad. Y los que podrían explicar algo no están en condiciones de hacerlo,
pues necesitan ocultar su propia traición. (…) No pueden responder, no
quieren, tienen miedo. Por revisionismo, por nacionalismo chovinista, por
seguidismo, por indiferentismo, pero todos ellos tienen una raíz común».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº
Congreso del PCE (m-l), 1984)

En realidad, desde hacía años estaban disponibles los tres tomos de Jane Degras
«Documentos de la Internacional Comunista» de 1971, los cuales cubrían las
obras fundamentales de la IC desde 1919 a 1943.

Esta incoherencia se manifestó en que cuando se hablaba del legado histórico de


la IC, ellos mismos se quejaban de quienes afirmaban sin más que «la IC tuvo
aciertos y errores» para no aclarar nada sobre el tema y seguir en las mismas:

«No hay ni un solo partido, ni uno solo que niegue el papel altamente positivo
que desempeño la Internacional, particularmente la III Internacional. (...)
Hasta los mismos revisionistas lo reconocen, con la hipócrita cantinela
de «tuvo muchos aciertos, aunque también errores». El revisionismo chino, o
maoísmo, es un claro ejemplo de lo anterior. Y es que una de las características
de los oportunistas, es el abandono –negándolo claro– de la práctica del
internacionalismo y su caída en la charca del nacionalismo». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del
PCE (m-l), 1984)

¿Qué análisis hizo el PCE (m-l) de la IC? ¿Qué aspectos positivos deseaba
recuperar y qué aspectos negativos deseaba desechar? ¿Dónde desmontó las
mentiras del maoísmo sobre la IC? No hemos visto tales documentos.

Sobre la cuestión de Stalin y el movimiento internacional, se decía:

«Para nosotros, Stalin fue un gran dirigente y teórico marxista-leninista, pero


no podemos negar que ya en vida de Stalin había revisionismo en el Partido
Bolchevique. Lo cual no significa que el mismo Stalin fuera revisionista. Todo
lo contrario. Pero no supo o no pudo impedir este fenómeno, de la misma
forma que hasta hoy nadie ha podido hacerlo. Y si precisamos esto es para
salir al paso de los fariseos y pseudoteóricos que pueden intentar acusarnos de

319
trotskistas. ¿Qué ha demostrado ser los Togliatti, Thorez, Carrillo, y otros, que
en vida de Stalin escribieron vergonzosos ditirambos sobre él? Unos
remodamos revisionistas y traidores. Y no está de más señalar que una de las
raíces del revisionismo es el seguidismo a ultranza, seguidismo que en unos es
pura pereza e inepcia teórica y de análisis, y en otros cobardía, temor a
manifestar sus desacuerdos. Si Stalin estornudaba, todos ellos cogían la
gripe.... Luego han tratado de justificarlo con lo del «culto a la personalidad»,
pero ¿quién rendía pleitesía, ellos o Stalin; quién adulaba, quién no sabía
hablar claramente?». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Efectivamente durante la época de Lenin y Stalin, hubo manifestaciones de


revisionismo, intentos y a veces logros, de afincarse en diversas esferas. Hay
personajes revisionistas como el hindú Vijay Sigh, piensan que todo lo
producido en los partidos comunistas del mundo bajo era de Lenin y Stalin era
correcto, incluso piensan que dichas figuras estan libre de todo error, aunque
ellos mismo reconocieron equivocarse en momentos determinados. Creeen que
porque fueron diversos documentos y actos fueron realizados en las «épocas
doradas» del socialismo no tienen réplica posible, como si de forma idealista
dijésemos que dichos períodos hubieran sido un todo armonioso de desarrollo
interno, ignorando de forma metafísica las luchas desarrolladas en campos
como: la economía, historia, filosofía, biología, arte o lingüística dentro de la
propia Unión Soviética. En el frente filosófico: ¿que fueron entonces las luchas
contra el «idealismo menchevizante» de Deborin y posteriormente el
«objetivismo burgués» y «eclecticismo» de autores como Aleksándrov, Yudin o
Mitin? En el campo de la historia: ¿no hubo una severa condena tanto hacia el
chovinismo como hacia el cosmopolitismo, no se combatió tanto las distorsiones
del «materialismo económico» de la Escuela de Pokrovsky como los errores no
menos grotescos de varios de sus opositores como Yakovlev y Tarle? En el arte y
la música: ¿qué fueron las luchas contra Prolekult y RAPP o tiempo después
contra el formalismo? En el frente económico; ¿no se llevó a cabo una larga
refutación de las teorías antimarxistas de Bujarin, Varga o Voznesensky? En el
frente político; ¿no podemos hablar de una cierta influencia de Zinoviev,
Trotski, Bujarin y muchos otros tanto en el Partido Bolchevique como en la
Internacional Comunista? En la biología y la lingüistica; ¿y qué hay de las
críticas que en sus últimos años recibieron figuras oficiales hasta entonces de
suma referencia, como Lysenko o Marr? ¿No es cierto que estas corrientes y sus
cabecillas dirigieron e incluso hegemonizaron sus respectivos campos durante
años hasta que se puso fin a su reinado? ¿No fueron criticados finalmente tanto
por sus teorías falsas como por su monopolio y censura hacia sus competidores?
¡¿Cómo se puede defender que todo lo dicho y hecho en la URSS en cualquier
momento y bajo cualquier circunstancia es modelo a seguir sin más?! Si algo
muestra la historia de la URSS es que hubo un duro trabajo para desalojar de
puestos de poder e importancia a líderes que controlaban o deseaban introducir
su mercancía revisionista, situaciones complejas donde se tardó mucho tiempo
en darse cuenta del papel nefasto que cumplían o donde directamente no se
tenía fuerza suficiente en ese campo como para derribarlos con garantías.

De igual modo, si el PCE (m-l) hubiese analizado las directrices de la IC, los
consejos del PCUS, las resoluciones de la Kominform así como la
documentación oficial y no oficial del propio Stalin, observaría que varias de las

320
tendencias desviacionistas fueron condenadas por ellos mismos, pero en
algunos casos la habían animado previamente o habían pasado en silencio
durante mucho tiempo. Véase la obra: «La crítica al revisionismo en la Iº
Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

En otras ocasiones fueron ellos mimos los que alentaron tales desviaciones sin
autocrítica alguna posterior. El PCE (m-l) permaneció ajeno a este tipo de
debates, aunque ya existían varios documentos de investigación que albergaban
mucha información para arrojar luz sobre estas cuestiones, y aunque muchos no
eran completos ni todas las críticas eran correctas, era ya un material más que
suficiente para empezar a analizar las cosas y dejar de repetir frases simplistas
de las que el PCE (m-l) acostumraba. Véase la obra de Worker’s Advocate: «En
defensa del marxismo-leninismo» de 1984.

El PCE (m-l) hablaba de «pereza e inepcia teórica» entre algunos a la hora de


enfrentarse a los deberes teóricos pendientes, ¿pero que explicación daba al
fenómeno de restauración en la URSS en lo económico? ¿Qué estudio de los
documentos del PCUS en vida de Stalin realizó sobre los problemas que
enfrentó el partido? Ninguno, todos se basaban en repetir los acertados
artículos albaneses sobre el jruschovismo, cosa que era inadmisible además de
hipócrita, siendo un deber realizar tal trabajo. Véase la obra: «Algunas
cuestiones económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión
Soviética y su carácter socialimperialista» de 2016.

También cuando la esencia del maoísmo finalmente fue comprendido y


denunciado públicamente en 1978, el PCE (m-l) tenía una razón de más para
reevaluar todo, tenía una obligación histórica, pero como ya dijimos, en vez de
realizar una investigación profunda del mismo se dedicó a evaluarlo solamente a
partir de las obras otros revolucionarios como los albaneses, como ellos mismos
reconocían, no aportaban nada nuevo. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su
tardía desmaoización» de 2020.

El mayor esfuerzo teórico del PCE (m-l) fue el análisis de la Guerra Civil
Española de 1936-1939 y del papel del PCE en ella. Véase la obra del PCE (m-l)
de 1974 llamada «La Guerra Nacional Revolucionaria del pueblo español contra
el fascismo» de 1975.

Obra escrita principalmente por Alfonso Graiño, un miembro de la cúpula que


abandonaría la agrupación poco después.

La obra registra unas reservas críticas muy correctas que la dirección del PCE
(m-l) mantendría hacia la actuación del PCE, concretamente durante la guerra –
ya que los años previos y la posguerra es terra incongnita de análisis–:

«¿De todo lo expuesto se pueden sacar muchas lecciones y conclusiones, de


entre las cuales cabe señalar de manera especial:

1. - Sin la hegemonía del proletariado, a través de su partido, un Frente Unido


Revolucionario no puede mantener su unidad, ni conducir, al pueblo a la
victoria.

321
2. - No hay que aferrarse a las formas de poder establecidas, y hay que ser
flexibles y aprovechar las que el pueblo se da en el transcurso de la lucha
revolucionaria y siempre que sean correctas, forjando nuevos cauces de poder
popular.

3. - La política de concesiones de principios –pudiéndose hacer concesiones


secundarias–, de vacilaciones y de «no asustar» no conducen más que al
rompimiento del Frente Unido y a la derrota. El partido tiene que ponerse a la
cabeza, y no la pequeña burguesía.

4. - La unidad de la clase obrera y la alianza obrero-campesina no se pueden


lograr fusionándose con las direcciones de los partidos obreros pequeño-
burgueses. Esa unidad ha de lograrse por la base, mediante el proselitismo y el
ejemplo. La unidad del partido de la clase obrera sólo se puede establecer
sobre la base de los principios, entre auténticos marxistas-leninistas, y no con
los social-reformistas. No comprender esto es entregarse al oportunismo.

5. - La política de alianzas debe ser clara: de unidad y crítica. Unirse a los


avanzados, atraerse al centro y aislar a los derechistas recalcitrantes. La base
de toda política de alianzas es la unión proletaria y la alianza obrero-
campesina. Sin esa base, ningún Frente Unido puede mantenerse sobre una
base revolucionaria.

6. - El partido no puede pretender hacerlo todo a través del Frente Unido, y


debe conservar su independencia dentro de él –al igual que las otras fuerzas–,
realizando por su cuenta las medidas necesarias, incluso sin contar con sus
aliados, siempre que estas medidas no vayan contra la línea general del Frente
Unido.

7. - Sin un Ejército popular, encabezado fundamentalmente por el Partido


Comunista no puede ni soñarse con lograr el triunfo en una guerra popular
revolucionaria. Este ejército debe ser político. (...) Formado,
fundamentalmente, por voluntarios y contar con un amplio movimiento
guerrillero. Sólo un ejército así puede adoptar una estrategia conveniente al
carácter y tipo de esa guerra.

8. - Hay que golpear y aplastar a las tendencias derrotistas y traidoras de la


pequeña y media burguesía sin piedad, pues son una gangrena que puede
terminar por pudrirlo todo.

9. - Hay que preparar al pueblo para librar una guerra prolongada y en


cualquier circunstancia. El no hacerlo así –como nos pasó a nosotros– agota a
las masas, que esperan siempre un fin rápido de la guerra, y mina su moral.

10. - El partido tiene que tomar medidas para, continuar clandestinamente la


lucha –lo que tampoco hizo el Partido Comunista– y estar preparado para
continuar la guerra en cualquier circunstancia, aún en las más difíciles.

Miles de héroes comunistas, junto a otros antifascistas regaron con su sangre


los campos de España. No se podría hacer un análisis marxista-leninista de la
actuación del Partido en la guerra sin poner en primer término su heroísmo y

322
también su justa línea general de resistencia y de lucha. Cualquier valoración
de nuestra guerra tiene que contener, como primer y fundamental análisis,
esta verdad. Más, al mismo tiempo, debemos reconocer y analizar las fallas y
errores. Para evitar que errores cometidos durante nuestra guerra nacional
revolucionaria contra el fascismo vuelvan a repetirse, es necesario que el
nuevo Partido Comunista de España (marxista-leninista) se forje en la teoría y
en la práctica, utilice la crítica y la autocrítica, eleve constantemente su nivel
teórico e ideológico, sea monolítico y fuerte orgánicamente y se ligue
indisolublemente a las masas populares, pues ellas son a la vez nuestros
maestros y nuestros alumnos». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); La Guerra Nacional Revolucionaria del pueblo español contra el
fascismo, 1975)

Aquí, en parte, se repetían los errores que la dirección de la IC ya había


denunciado en su momento. Véase la obra de Stoyán Minev: «Las causas de la
derrota política de la República Española» de 1939.

A su vez este escrito padecía grandes errores teóricos ya que fue analizado desde
un prisma maoísta. Dicha obra era un claro producto de la mentalidad de la
época y demuestra hasta qué punto, aunque Raúl Marco lo niegue ahora en su
nuevo libro, el PCE (m-l) estaba maniatado por pensamientos maoístas y hacia
donde le llevaban algunas de esas concepciones. En realidad, varias de las
concepciones maoístas serían criticadas por el PCE (m-l) después por lo que no
hace falta comentarlas de nuevo. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía
desmaoización» de 2020.

Por supuesto, dicha obra tiene críticas salvables como las que hemos visto y
aportan cierta reflexión de importancia, pero al estar nucleado por un
pensamiento maoísta, dejaba bastante que desear en algunos puntos clave, y es
que recordemos: al revisionismo no se le puede combatir con otro revisionismo
sin tener el riesgo de cometer otros agravios al marxismo-leninismo.

En breves documentos posteriores de 1986, se abordó el tema de la guerra civil


en publicaciones posteriores de «Vanguardia Obrera», pero no añadían nada
nuevo que no se hubiera dicho ya.

En el «Esbozo de la Historia del PCE (m-l)» de 1985 tenemos en el primer


capítulo un repaso general del origen del revisionismo moderno, muy biográfico
y formal, con fechas y hechos conocidos, que expone algunos hechos y causas
que dieron pie al revisionismo, pero no es un análisis completo ni de lejos, al
menos no es lo exigido para un partido comunista. El PCE (m-l) se acostumbró
demasiado a generalidades y a no profundizar en los hechos.

Nunca realizaba un análisis profundo de las causas del revisionismo en los


principales partidos, ni siquiera dentro del PCE, del cual se podía conseguir
información y se tenían datos suficientes como para haber hecho un estudio
serio.

Generalmente en este tipo de artículos no se exponían cuáles eran los errores


concretos y las teorías concretas fundamentales que desembocaron al
revisionismo, en algunos casos se citaban dichas teorías, pero no se explicaban

323
cómo se originaron y sobre todo no se contraponían a la teoría marxista-
leninista como para que fuese aleccionador.

Tampoco se estudiaba demasiado la conexión dialéctica con los eventos


internacionales salvo reducciones muy simplistas, no hablemos ya de buscar en
desviaciones más tempranas la conexión con las desviaciones futuras, porque
eso como decimos, hubiera supuesto una labor de investigación a la cual parece
que no estaban demasiado dispuestos ni capacitados.

A razón de esto, el PCE (m-l) llegó tarde a destapar muchas desviaciones y


movimientos revisionistas. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía
desmaoización» de 2020.

De igual modo, la falta de visión sobre los acontecimientos en Albania y la línea


del PTA, le impidieron anticipar a tiempo la degeneración del sistema socialista.
Véase el capítulo: «Las relaciones entre el PTA y el PCE (m-l) y la caída del
socialismo albanés» de 2020.

Este último error ayudó a que todo el movimiento marxista-leninista fuera


naufragando lentamente, lo que también supuso el contagio dentro del propio
PCE (m-l) de las tendencias laxas y liberales que acabarían con su ruina y
disolución. Véase el capítulo: «De la aplicación del internacionalismo a la
reconciliación con el revisionismo» de 2020.

Otra prueba irrefutable del desconocimiento o desgana de los grandes dirigentes


del PCE (m-l) en estudiar la historia del movimiento obrero y la lucha contra el
revisionismo, es el hecho que no hay mención ninguna para un personaje clave
como Joan Comorera, Secretario General del Partido Socialista Unificado de
Cataluña (PSUC).

Hablamos de alguien quien fue el primer personaje del que se tiene constancia
que se opuso abiertamente al camino traicionero que tomaba el PCE de
Ibárruri-Carrillo:

«Las elaboraciones teóricas que Comorera había hecho en los últimos años,
principalmente referidas al problema nacional, le habían conducido a
formular unas conclusiones políticas que discrepaban de la proposición del
PCE en dos aspectos principales: el problema de las alianzas en la revolución
democrática, y el papel del problema nacional en la lucha por la democracia y
el socialismo. Joan Comorera partía de la hipótesis que durante la guerra
mundial se había visto claramente manifestada la imposibilidad de que se
produjera una alianza nacional con el capitalismo, llegado al estadio de
monopolismo imperialista. La liberación nacional, concluía, va directamente
ligada a la liberación social, y esta, en la etapa del capitalismo monopolista,
interesa a amplios sectores sociales, entre los cuales se formará una alianza
popular que ha de dar al nuevo régimen de democracia popular la posibilidad
de solventar el problema nacional y el social. La burguesía solo podrá
incorporarse a este movimiento a través de adhesiones personales a la lucha
por la liberación nacional, nunca impulsada por un interés de clase. La
liberación nacional era, según él, uno de los motores de la revolución

324
democrática». (Editorial Undarius; Joan Comorera: Socialismo y la cuestión
nacional, 1977)

Véase al respecto el documento de Joan Comorera: «Declaración», de 1949, así


como las 32 ediciones del Treball (Comorerista) donde se denuncia al Buró
Político del PCE entre 1952 y 1954.

Igual de remarcable fue su postura en la cuestión nacional y social catalana:

«El problema nacional no es una abstracción, no es una entidad aislada. El


problema nacional es parte indisoluble del problema general de la revolución.
Hemos, pues, de verlo a la luz de la lucha de clases, de su desarrollo y de su
objetivo histórico. Estamos ahora en la fase superior y última del capitalismo,
la fase imperialista. La lucha de clases se agudiza y la burguesía se convierte
en extra y antinacional. El interés de clase prima por encima de cualquier otro
interés. Y todos los elementos que intervienen en la vida colectiva son
utilizados con el objetivo único de asegurar el dominio de clase, el monopolio
del Estado, instrumento de la clase dominante. Para la burguesía el problema
nacional, allí donde éste existe, es materia especulativa; se sirve de ella si así
conviene momentáneamente a su interés de clase o se reniega de ella cuando lo
pone en peligro. Y como el interés de clase capitalista es incompatible con el
interés nacional la burguesía termina siempre por traicionar a la nación. (...)
¿Y cómo reaccionan la gran burguesía y las castas tradicionales en estos
países? Como clase y castas gobernantes que continúan la tradición de la
guerra: para mantener sus privilegios han convertido en moneda de cambio la
independencia y la soberanía nacional. Y como políticos e «ideólogos»
inventan filosofías y teorías, cuyo único objetivo es sembrar la confusión en las
masas populares, dividir la clase obrera y movilizar a la opinión contra los
partidos comunistas. (...) No hay manera, amiga Reyes Bertral, de rehuir la
polarización. Con las patrañas hipócritas de las terceras fuerzas y principios
puros y conductas impuras no se va más que al deshonor y a nuevas
derrotas». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, dirigente de Estat
Català, 1948)

Véase al respecto también obras como: «Los separatistas de uno y el otro lado
del Ebro» de 1943 o «Carta abierta a Reis Bertral» de 1948. Donde dedica una
radiografía espectacular de las limitaciones del nacionalismo burgués y pequeño
burgués catalán.

También podríamos hablar que Comorera tuvo el mérito de lograr la hegemonía


del PSUC al término de la Guerra Civil durante 1937-1939 en una zona como
Cataluña de histórica hegemonía anarquista-nacionalista desde los albores del
movimiento obrero. Fue un incansable luchador contra el anarquismo, al cual
desmonta científicamente en su obra histórica: «La revolución plantea a la clase
obrera el problema del poder político» de 1949.

De igual modo lejos de hacer seguidismo como hicieron tantos otros, fue uno de
los primeros comunistas en oponerse a las formulaciones del browderismo
sobre el imperialismo al cual dedicó su crítica de su libro: «Contra la guerra
imperialista y por la liberación social y nacional de Cataluña» de 1940.

325
También de importancia histórica fue su obra: «La nación en la nueva etapa
histórica» de 1944. Ya anticipó el camino revolucionario que debían tomar los
pueblos ante la victoria contra el fascismo, que incluía la hegemonía del
proletariado en una por recobrar la soberanía nacional, contra los monopolios,
en lucha por el socialismo y el comunismo, donde como se pronosticaba, las
clases explotadoras tarde o temprano iban a separarse de dicho camino por su
carácter antagónico con las fuerzas populares.

Imaginémonos que importante era para aquellos años entender la figura de


Comorera para entender la traición del revisionismo de Carrillo-Ibárruri

El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia los mitos de la


época: Vietnam

La propia Elena Ódena, fustigando al doctrinarismo y su fenómeno dentro del


movimiento marxista-leninista, decía:

«No nos cansaremos de repetir que la esencia misma del marxismo-leninismo


es la aplicación concreta de nuestros principios y nuestra teoría a las
situaciones concretas y a las condiciones específicas de cada lugar, con el fin
de trazar una táctica y unas tareas prácticas en cada momento y coyuntura.
Sólo así pueden los partidos marxista-leninistas, sobre la base del
conocimiento concreto de la realidad específica de cada lugar, organizar a la
clase obrera y a las masas populares en torno a la política y a las tareas
revolucionarias que el partido ha de marcar en cada momento. (...) El
fenómeno del doctrinarismo y el dogmatismo, es decir, de las tendencias a
limitarse a enunciar y repetir o parafrasear toda una serie de fórmulas y
principios generales sin dar una aplicación concreta en los distintos terrenos,
si bien fueron ya combatidas y denunciadas en el pasado, tanto por Marx y
Engels como por Lenin y Stalin, entre otros, se manifiestan hoy de uno u otro
modo y con importancia desigual y en grado y formas distintas, en el
movimiento comunista marxista-leninista. (...) Así, por ejemplo, una actitud
doctrinaria y dogmática ante la lucha contra el revisionismo y en defensa de
los principios, en abstracto, sólo en términos generales, impide a los marxista-
leninistas abordar aspectos concretos en los distintos planos: en el
organizativo, en el político, etc., y en el de los problemas concretos que tienen
planteados la clase obrera y el pueblo trabajador». (Elena Ódena; Fortalecer
en la práctica el marxismo-leninismo, exige acabar con el doctrinarismo y el
dogmatismo, 1979)

En realidad el PCE (m-l) de aquella época no pudo escapar a estos esquemas, a


esta enfermedad que tan bien describía Ódena. En el artículo «Marxismo-
leninismo y revisionismo», se decía con total seguridad:

«¿Qué dicen los revisionistas acerca del Partido del Trabajo de Vietnam, que se
mantiene fiel a los principios, con Ho a la cabeza? ¿Qué del coreano? Lo mismo

326
ocurre con el Partido Comunista de Indonesia». (Vanguardia Obrera; Nº9,
1966)

¿Cuál es la razón para que el PCE (m-l) dijese tales necedades? Por supuesto,
hay que contar con que durante los años 60 ninguna de estas corrientes estaba
desenmascarada como ahora. Varias nuevas agrupaciones que pretendían
reagruparse frente a la traición revisionista caerían en severos errores
ideológicos, esto fue debido: a) al seguidismo de lo formalmente aceptado por
otros partidos; b) la falta de formación política como para desarrollar propios
análisis; c) al hecho de dejarse deslumbrar precipitadamente por nuevos
modelos para oponerse al jruschovismo. Estos errores dañarían el desarrollo
revolucionario de los partidos, ya que tardarían años en desprenderse de su
influencia, y en según que casos llegarían a influir seriamente en su médula
espinal. Hablamos desde mitos de corta duración como la ilusión y el
seguidismo de algunos revolucionarios marxista-leninistas hacia la Cuba
castrista y guevarista, hasta que prontamente dicha revolución fue analizada,
con lo que dicho mito solamente lograría consolidarse entre la militancia de
corte revisionista como los tercermundistas y las bandas terroristas. Todo esto
se puede constatar en la evolución de los escritos de «Vanguardia Obrera» hacia
Cuba, con un tono crítico que evoluciona rápidamente hasta la condena más
absoluta.

Pero también hablamos de mitos de larga duración como fue el caso del
maoísmo, donde hubo un silencio cuando no una directa reproducción de sus
aberrantes patrones, creándose una bola de nieve que para derribarla en años
posteriores requeriría de un colosal esfuerzo por parte de los marxistas-
leninistas.

En la postura inicial favorable del PCE (m-l) sobre el juche coreano, creemos
que influyó la propia postura del Partido del Trabajo de Albania (PTA), la cual
que fue muy timorata hasta la condena final del régimen revisionista coreano en
los 70. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y la cuestión albanesa» de 2020.

Eso no le exonera de responsabilidades al PCE (m-l), sino que habla una vez
más de su excesiva dependencia hacia el PTA en sus primeros años. No hemos
visto pronunciación ni a favor ni en contra del régimen coreano durante
mediados de los 70 en los «Vanguardia Obrera», o al menos nada muy extenso,
pero es cabal pensar que el régimen ya no contase con las simpatías del partido,
sobre todo tras la ruptura con el maoísmo. Para comprender la esencia del
revisionismo coreano véase nuestro documento: «El revisionismo coreano:
desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento
Juche» de 2015.

Sobre el Partido Comunista de Indonesia (PCI) el desconocimiento del PCE (m-


l) es también absoluto. El PCI no solo había comulgado con desviaciones
jruschovistas y luego maoístas, sino que ya en época de Stalin, pese a su enorme
crecimiento en cuanto a militancia, lo cierto es que reinó una lucha fraccional
que hizo imposible su consolidación ideológica. Véase nuestras anotaciones en
el documento de Enver Hoxha: «El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas
que extraen de el los comunistas» de 1966.

327
Lo mismo ocurriría con los revisionistas vietnamitas, aunque este caso, Vietnam
tenía particularidades muy especiales.

Podríamos citar innumerables artículos, pero solo pondremos como ejemplo el


de Raúl Marco publicado en «Vanguardia Obrera»: «Los mandarines chinos,
nuevos gendarmes de Asia» de 1979. Allí se hace una crítica más que merecida
hacia la dirección china, pero se sufre de total indolencia respecto a la dirigencia
vietnamita. El PCE (m-l) llevó una amplia publicación de la cuestión vietnamita,
porque obviamente llevaría una larga lucha de liberación nacional, pero incluso
en los años de esta lucha, no se ve ni una sola crítica a las tendencias de la
dirigencia vietnamita. Posteriormente con la reunificación de Vietnam en 1975,
podemos ver de nuevo que la postura del PCE (m-l) es de un franco seguidismo
al mito que se fue creando desde los 60 sobre el Vietnam dirigido por el Partido
Comunista de Vietnam (PCV).

No es nuestro objetivo convencer ahora al lector no versado sobre el tema de la


cuestión del revisionismo en Vietnam. Para ello hay documentos más extensos
centrados en esa temática que se puede consultar en nuestro medio: «Vietnam:
la capitulación de Ginebra de 1954».

Otro análisis más genérico sobre varias de las desviaciones de los revisionistas
vietnamita sería el documento: «Crítica al documento «Sobre la construcción
del Partido Comunista de Vietnam» de Miguel Urbano Rodrigues» de 2014.

¿Era realmente tan difícil detectar las desviaciones de los líderes vietnamitas?
Para nada, no solo porque los escritos de Ho o Le Duam fueron conocidos
mundialmente, sino porque además, en la época en que el PCE (m-l) criticaba al
maoísmo, debería haber visto, que el maoísmo tuvo su reflejo en partidos como
el vietnamita:

1) La idea de mantener una alianza inmutable con la burguesía nacional tanto


en la etapa de liberación nacional como en la «construcción del socialismo»,
identificarla como una clase del pueblo y teorizando la posibilidad del «tránsito
pacífico» de dicha clase explotadora al socialismo.

2) La aceptación de la teoría militar de que el «campo debe cercar a las


ciudades» descuidando o abandonando el trabajo en estas últimas y tomando al
campesinado como la «clase revolucionaria y dirigente del proceso», ignorando
a la clase obrera.

3) La idea de que el ideal a seguir no es el comunismo de la URSS, sino el


liberalismo de EEUU, y que por tanto hay que buscar su reconocimiento político
y su ayuda económica, mientras se aparenta frente a la URSS estar en la línea
del comunismo internacional.

328
5) Reducir el rol del partido, rebajando los niveles de exigencia de origen social
y nivel ideológico para su reclutamiento, llegando a considerar que la mera
aceptación en la membresía del partido los convertía en proletarios; incluso
disolviendo el partido y actuando mediante el frente nacional para contentar a
las clases explotadoras y los imperialismos extranjeros.

6) La aceptación de la teoría de la «lucha de dos o más líneas» en el partido, con


el consiguiente surgimiento de fraccionalismos y líneas internas en su
momento: una prosoviética, otra prochina, etc., mientras se va creando un culto
a la ideología nacional y sus líderes que al final lo domina todo y excluye al
resto;

7) El mantener una lucha coyuntural contra el revisionismo internacional: tanto


yugoslavo, chino, soviético mediante cuestiones nacionalistas-oportunistas y no
bajo principios ideológicos, con la consiguiente la conciliación e incluso
contagio de las tesis tercermundistas de estos revisionismos, y cayendo
indistintamente en la órbita de uno u otro según se terciase.

8) Poner la «agricultura como base de la economía» usando la ley del valor en la


economía y solicitando créditos del extranjero como sustento del maltrecho
sector público capitalista que da pérdidas.

9) Ser condescendiente con el pensamiento de las religiones y tradiciones


reaccionarias nacionales, incluso pretender fundirlo con el marxismo-leninismo
bajo la excusa de las particularidades nacionales.

10) Poner al ejército por delante del partido y crear una casta militar que decide
quien sube y baja del organigrama del partido.

¿En dónde se origina la condescendencia del PCE (m-l) respecto a las


desviaciones de los líderes vietnamitas? Seguramente de las mismas fallas que
tenía el Partido del Trabajo de Albania (PTA) en esa misma cuestión. Durante el
período de lucha contra el jruschovismo los comunistas albaneses trataron de
atraerse a los líderes vietnamitas.

Inicialmente, los líderes vietnamitas, al igual que la mayoría de partidos


comunistas aceptaron las resoluciones oportunistas del XXº Congreso del PCUS
de 1956. Ho Chi Minh diría en un artículo publicado en el periódico soviético
«Pravda»:

«Los importantes principios teóricos presentados por el XX Congreso del


PCUS sobre la coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas
sociales, sobre la posibilidad de evitar la guerra en la fase actual y sobre el
carácter multiforme del período de transición hacia el socialismo en diversos
países, todos estos principios han contribuido a la consolidación de las fuerzas
de la paz, la democracia y el socialismo. (…) Con la severa crítica de los
errores de Stalin y emprendiendo una lucha resuelta contra el culto a la
personalidad, el XX Congreso del PCUS nos ha dado un brillante ejemplo de

329
audacia política». (Ho Chi Minch; Consolidación y desarrollo de la unidad
ideológica entre los partidos comunistas, 3 de agosto de 1956)

Y añadía con confianza que el nuevo sendero del jruschovismo y la justeza de su


línea:

«En poco tiempo la historia lo demostrará». (Ho Chi Minch; Consolidación y


desarrollo de la unidad ideológica entre los partidos comunistas, 3 de agosto
de 1956)

Una vez destapado el jruschovismo a nivel global, consolidada la ruptura entre


el marxismo-leninismo y el jruschovismo, el grupo vietnamita mantuvo una
neutralidad manifiesta, pero a diferencia de otros dirigentes y partidos, no
siempre apoyaron todas las teorías o posturas jruschovistas, tampoco pasaron a
atacar al PTA con virulencia y a base de calumnias como la mayoría de partidos.
Las memorias de Enver Hoxha o del propio Jruschov, corroboran esto mismo.
Pero una vez enfrentados el marxismo-leninismo y el revisionismo a campo
abierto, una vez conocidas todas las fechorías y la línea que adoptaba el
jruschovismo y que no cambiarían con Brézhnev, los vietnamitas ya no tenían
excusas para seguir a la defensiva o adoptando una línea centrista entre los
revolucionarios y los jruschovistas. Y sucedió entonces que en lugar de
separarse de los revisionistas soviéticos, los dirigentes vietnamitas se
sometieron a su tutelaje económico-político. Si el lector quiere ver el entramado
que establecía por entonces la URSS socialimperialismo con sus países satélites,
véase la obra: «Algunas cuestiones económicas sobre la restauración del
capitalismo en la Unión Soviética y su carácter socialimperialista» de 2016.

Oficialmente, Vietnam se convertiría en un país prosoviético a todas luces,


entraría en el Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAME) en 1978, apoyaría a
la URSS en la cuestión de Checoslovaquia en 1968, en Afganistán en 1979 y en
sucesivos eventos sin criticismo alguno, sin analizar ni la política revisionista de
los líderes soviéticos ni las consecuencias que sus lazos con el revisionismo
soviético traían a los revolucionarios que admiraban a Vietnam por sus
sucesivas luchas de liberación en el siglo XX contra franceses, japoneses y
estadounidenses.

Exactamente esta evolución de titubeos y ciertas críticas iniciales hasta el


sometimiento completo fue el camino que recorrieron otros países como es el
caso de Corea del Norte. Enver Hoxha diría en 1964:

«Los revisionistas jruschovistas predican esa clase de «unidad» para combatir


la auténtica unidad marxista-leninista, por la cual nosotros, marxista-
leninistas, luchamos y lucharemos hasta el fin, alcanzándola con toda
seguridad. Los revisionistas hablan de su «unidad», pero en el seno de esta
«unidad» cada día más se desarrollan numerosas formas e ideas
desintegradoras, centrífugas, que conducirán a la degeneración abierta de los
pseudomarxistas, cualesquiera que sean las máscaras con que se encubran. La
lucha heroica y consecuente de los marxistas-leninistas arrancará muchas
330
máscaras. Si no es hoy, en un futuro próximo serán indudablemente
desenmascaradas las maquinaciones de quienes quieren jugar el papel de
centristas –alusión al Partido Comunista de Rumanía, al Partido Comunista
del Japón y al Partido del Trabajo de Corea–, de quienes de palabra defienden
los principios, pero de hecho los deforman al socaire de la «independencia», de
las «condiciones específicas», y todo para disimular su alejamiento progresivo
del marxismo-leninismo y de la unidad internacionalista de los marxista-
leninistas en el mundo». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las
enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)

¡Lo cierto es que esto era también aplicable a Vietnam!

El PTA tuvo una postura de crítica a los líderes vietnamitas por sus posturas en
favor de la URSS jruschovista. Véase la conversación de Enver Hoxha con la
delegación vietnamita recogida en sus obras completas titulada: «Si se configura
una política marxista-leninista llevará hasta la victoria a cualquier nación sea un
país grande o pequeño» del 16 de septiembre de 1968, donde se critican
duramente las posturas prosoviéticas de los vietnamitas.

En la propia obra de Enver Hoxha «Reflexiones sobre China» de 1979 se puede


ver que la posición vietnamita y sus relaciones tanto con los soviéticos, chinos
como estadounidenses tampoco era una posición de principios, sino
oportunista, intentando ganarse a unos y otros entre bastidores, con buenas
sonrisas para todos según la coyuntura. Enver Hoxha calificaba en su diario a
Vietnam de abiertamente «prosoviética»:

«A China no le gusta en absoluto el prosovietismo de Vietnam, Laos y Corea


del Norte. Y en ello tiene razón. Pero a estos países tampoco les gusta en
absoluto que China se muestre pronorteamericana. Ambas partes siguen una
política que no es de principios, que no es de clase, que no es marxista-
leninista. Sus actitudes son oportunistas y están preñadas de peligros para
todos». (Enver Hoxha; La política China carece de eje proletario; Reflexiones
sobre China, Tomo II, 31 de julio de 1975)

Cuanto más tiempo pasaba más evidente era que los líderes vietnamitas no
tenían intención de tomar una línea revolucionaria. Pero conforme pasaban los
años se puede decir que la postura albanesa fue francamente ambivalente y en
ocasiones hasta oportunista sobre la cuestión vietnamita. Véase el artículo de
Zëri i Popullit: «¡Fuera las manos imperialistas de Vietnam!» de 1978, que es un
alegato de defensa de Vietnam sin critica alguna hacia la política interna o
externa de los revisionistas.

En el artículo de «Zëri i Popullit» de 1979 al menos se dice:

331
«Nosotros los albaneses podemos hacer las siguientes críticas a los
vietnamitas y nosotros siempre se las hemos hecho saber: ni en el momento de
la guerra contra los estadounidenses ni en el tiempo presente una alianza con
los socialimperialistas soviéticos o cualquier otro Estado imperialista ni su
unión al Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME) son justificables». (Zëri i
Popullit; El liderazgo chino con Deng Xiaoping a la cabeza ha lanzado un
ataque militar contra Vietnam, 21 de febrero de 1979)

En las obras completas de Enver Hoxha en albanés hay varios comentarios


donde por ejemplo condena el Tratado de Amistad y Cooperación Mutua
soviético-vietnamita de 1978 y relata la crítica realizada a los vietnamitas sobre
el tema. En ese mismo artículo titulado se dice:

«Ahora los vietnamitas están conectados con los soviéticos». (Enver Hoxha;
La derrota de los revisionistas chinos 7 de enero de 1979)

Pero deja entrever que tiene esperanza de que los vietnamitas no se dejen
intimidar como el resto de revisionistas de Europa Oriental:

«Por lo que han sufrido». (Enver Hoxha; La derrota de los revisionistas chinos
7 de enero de 1979)

Un argumento algo sentimental sin duda. Después anota que en caso de no ser
así:

«No cerraremos la boca». (Enver Hoxha; La derrota de los revisionistas


chinos 7 de enero de 1979)

He aquí un error entre dirigencia de un país y su pueblo, pues hay que:

«Diferenciar con toda nitidez los intereses de las clases oprimidas, de los
trabajadores, de los explotados y el concepto general de los intereses de toda la
nación en su conjunto, que no es más que la expresión de los intereses de la
clase dominante». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Primer esbozo de las tesis
sobre los problemas nacional y colonial –para el IIº Congreso de la
Internacional Comunista–, 5 de junio de 1920)

Lo cierto es que el camino de degeneración de los vietnamitas fue todavía más


acelerado, pero lejos de denunciarlo públicamente jamás hubo un análisis global
de la historia del PCV ni de las desviaciones presentes.

El PTA mantuvo públicamente una posición correcta sobre las dispuestas entre
Vietnam y Camboya que darían pie a la invasión del primero sobre el segundo

332
en 1978, y el posterior ataque de China sobre Vietnam como «castigo» por
invadir a su aliado:

«La postura de la Albania Socialista fue, y el mundo es testigo de ello, que los
desacuerdos entre dos países vecinos debían ser resueltos mediante
conversaciones y sin la interferencia de los socialimperialistas chinos o
soviéticos». (Zëri i Popullit; El liderazgo chino con Deng Xiaoping a la cabeza
ha lanzado un ataque militar contra Vietnam, 21 de febrero de 1979)

Pero infravaloraba la política nacionalista y expansionista de Vietnam:

«Los líderes chinos están tratando de encubrir el acto agresivo que


emprendieron contra Vietnam con el absurdo pretexto de que Vietnam está
buscando «hegemonía a pequeña escala», pensando que de esta manera serán
excusados por la hegemonía a gran escala de China. (…) El que no apoya a
Vietnam hoy apoya a los belicistas». (Zëri i Popullit; El liderazgo chino con
Deng Xiaoping a la cabeza ha lanzado un ataque militar contra Vietnam, 21 de
febrero de 1979)

Vietnam en lo sucesivo sería una marioneta de la política exterior de la URSS y a


posteriori lo sería de EEUU y del FMI, por lo tanto no era garantía de ser un
país pacífico ni podía mantener relaciones de respeto con sus vecinos, porque
las burguesías nacionales no pueden garantizar tal cosa, tan simple como eso.

Al menos durante 1981 Enver Hoxha públicamente exhortaría a que Camboya,


ocupada por las tropas vietnamitas, decidiera su futuro sin intervención
externa:

«En cuanto a Camboya, nuestro partido y nuestro Estado han condenado las
sanguinarias acciones de la camarilla de Pol Pot, instrumento de los
socialimperialistas chinos. Deseamos al pueblo camboyano que supere lo antes
posible las dificultades con que se enfrenta, y decida por sí mismo, en plena
libertad y sin ninguna «tutela», su suerte y su futuro». (Enver Hoxha; Informe
en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de
1981)

Años después, en 1982, ante los delegados vietnamitas, Enver Hoxha alaba la
retirada de ciertas tropas vietnamitas de Camboya para que se cumpliera el
derecho de cada país a disponer de su destino, pero justificaba dicha ocupación
desde 1978 bajo el pretexto del carácter reaccionario del régimen de los jemeres
rojos de Pol Pot y sus provocaciones constantes en la frontera:

«Cumpliendo rigurosamente los principios del innegable derecho de los


pueblos y naciones a ser completamente libres e independientes para decidir

333
por sí mismos, sin ninguna intervención desde el exterior, de sus destinos, el
PTA aprecia la retirada de algunas tropas de Camboya que Vietnam había
enviado, bajo condiciones específicas, a liquidar un foco peligroso creado por
la banda criminal de Pol Pot para su libertad y su independencia. Esperamos
que este proceso continúe y que en un breve período Camboya con su gobierno
fortalezca la unidad del pueblo y supere las dificultades que enfrenta». (Boletín
de información de la Agencia Telegráfica Albanesa, 11-14 de mayo de 1982)

Declarar esto era similar a aceptar que Vietnam no tenía propósitos


nacionalistas y expansionistas sobre Camboya y toda Indochina. Incluso si
pensásemos que Vietnam era socialista aceptar este acto sería como aceptar que
«se exportase la revolución» como precisamente Enver Hoxha había criticado
en 1968 ante los delegados vietnamitas que justificaban la invasión soviética
sobre Checoslovaquia «por el bien del socialismo». Por supuesto, en medio de
todo esto bendecir este acto significaba suponer que Vietnam no dependía ni
estaba siendo manipulada por la URSS socialimperialista cuando realizaba
dicha ocupación, la cual recordemos no finalizaría hasta 1989, lo que certifica
que la intención de Vietnam no era simplemente pacificar el territorio para
defenderse, sino establecer un control sobre el país, seguramente tener un
puesto avanzado para crecer hacia otras zonas de Asia si era preciso o si las
circunstancias lo requerían en un futuro.

Esto fue una concesión enorme a los dirigentes vietnamitas y significó un


alejamiento concreto del marxista-leninismo en materia de política
internacional por parte del PTA. Y no tenemos ningún miedo a reconocerlo.

Si analizamos la Guerra camboyano-vietnamita (1978-1989) hablamos de la


pugna de dos países revisionistas fustigada por los socialimperialistas –URSS y
China–. No podemos apoyar ni siquiera pasivamente a uno u otro bando porque
una camarilla reaccionaria sea peor que la otra.

El problema en 1978, era que el PTA no había investigado ni analizado la propia


esencia del revisionismo vietnamita –uno precisamente de origen maoísta, y
posteriormente entremezclado con el jruschovismo–, por lo que pensó que
estaba apoyando a un país socialista con ciertas desviaciones y presiones de
terceros –la URSS socialimperailista– frente a otro país capitalista-revisionista
altamente reaccionario y totalmente manejado por un tercero –China
socialimperailista–. A esto puede añadirse un sentimentalismo-pragmatismo los
dirigentes albaneses a la hora de evaluar a un país [Vietnam] que además
recordemos, había manteando siempre sus acuerdos con Albania tanto tras la
ruptura de ella con la URSS como con China, por lo que las cuestiones de Estado
pesaron y mucho. Algo que no tiene justificación.

¿Cuál debía de ser la postura marxista-leninista sobre las guerras?:

334
«Al igual que ocurre en relación con la cuestión de la violencia y la lucha
armada, la burguesía en el poder y los oportunistas socialdemócratas, y otros,
ocultan tras toda una serie de oscuras y confusas explicaciones y «razones»,
las verdaderas causas de las guerras y, sobre todo, los sórdidos intereses que
las desencadenan. Nos referimos, claro está, a las guerras entre estados
capitalistas, es decir, a las guerras imperialistas. Porque, al igual que hay
distintas clases de violencia, hay también, por supuesto, distintas clases de
guerras.

Desde el punto de vista del marxismo-leninismo y del materialismo histórico,


para descubrir la naturaleza de una guerra y saber qué actitud adoptar hacia
ella, es preciso analizar las causas reales que la desencadenan, cuáles son las
clases causantes de ella y a quién interesa la misma. Para esclarecer estas
cuestiones y, puesto que la guerra es la continuación de la política, es
imprescindible analizar la política que precedió a la guerra y la política que
condujo a la guerra. Si se trata de dos o más estados cuya política y sistema es
imperialista, es decir, explotador y expansionista, entonces la guerra
desencadenada por esa política es una guerra imperialista, es una guerra
injusta, en la que no sólo nada tienen que ganar las masas populares, sino que
además, los pueblos de una y otra parte, son víctimas de una horrible matanza
y de indecibles sufrimientos en aras de los sórdidos intereses del imperialismo,
que busca modificar la situación mundial existente en beneficio propio. Este
tipo de guerras, y la demagogia patriotera en torno a ellas, por parte de la
reacción y sus colaboradores, es preciso denunciarlas y condenarlas con la
mayor energía.

Si, por el contrario, la guerra se desencadena como resultado de la lucha de


clases, de liberación nacional o social de un pueblo, de un movimiento popular
de masas, entonces se trata de una guerra justa, de una guerra de liberación
nacional y social.

La actitud de los marxista-leninistas ante la guerra imperialista siempre ha


sido la de aprovechar cualquier guerra imperialista en favor de la revolución y
combatir toda actitud chovinista, conciliadora con la propia burguesía y
denunciar cualquier apoyo a una guerra que significa la matanza de miles y
miles de seres para defender los intereses de los explotadores y opresores bajo
el pretexto de «defender la patria». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha
armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)

El PCE (m-l) demostraría una enorme personalidad al tomar una postura


diferente al PTA y totalmente correcta sobre la Guerra de Vietnam con Camboya
de 1978. En su artículo «Pugna interimperialista en Camboya» hizo una

335
radiografía mucho más contundente y acertada de la esencia del conflicto y del
carácter de ambos bandos de la que hicieron los comunistas albaneses:

«La reciente ofensiva de las tropas vietnamitas que ocupan Camboya desde
1978, contra las guerrillas del Frente para la Liberación del Pueblo Jemer, ha
vuelto a poner en primer plano en este país la guerra y las matanzas.

El citado Frente forma parte, junto con los seguidores del derrocado Sihanuk y
con los llamados Jemeres Rojos, anteriormente en el poder bajo la dirección
alucinante y sangrienta de Pol Pot, del llamado Gobierno de la Coalición de
Kampuchea Democrática, que cuenta con el apoyo de EEUU, China y
Tailandia.

Vietnam por su parte, y el actual gobierno camboyano implantado por sus


tropas, cuentan con el apoyo de la URSS.

Estos pueblos el vietnamita y el camboyano, en su heroica lucha, primero


contra el imperialismo francés y después contra el imperialismo yanqui,
contaron con la simpatía y la solidaridad de todos los pueblos del mundo, de
todos los demócratas y revolucionarios, se ven hoy envueltos en una guerra
manipulada y repugnante, cuyos hilos son movidos y dirigidos por los diversos
imperialismos que pugnan por el control de la zona dada su importancia
estratégico militar de cara al conjunto de Asia.

El revisionismo vietnamita, con sus componentes de ultranacionalismo y


expansionismo, empujado y movido por el socialimperialismo ruso, pretende
estabilizar su control sobre Camboya, en base al control militar y al descrédito
del antiguo régimen prochino de Pol Pot, que sumergió al país en un demencial
baño de sangre.

Por otro lado el imperialismo yanqui, que domina a la vecina Tailandia, apoya
y arma a una parte de la Coalición de Kampuchea, codo a codo y en estrecha
alianza con China, que apoya y arma a la otra parte, los llamados Jemeres
Rojos, a los que, años atrás, bombardeaban los aviones estadounidenses.

En definitiva un conflicto entre el imperialismo yanqui y el ruso, por países


interpuestos, y con la participación de una China aspirante a superpotencia,
agresiva e intervencionista, y un Vietnam, ayer heroico, y hoy imbuido de
nacionalismo y expansionismo.

Los pueblos de estos países –Camboya y Vietnam– que tanto lucharon y


sufrieron en el pasado por su liberación, no han conseguido hoy ni la victoria
ni la paz, escamoteadas ambas por unos dirigentes oportunistas y

336
nacionalistas sometidos a las pugnas de las superpotencias». (Vanguardia
Obrera; Nº 490, 1985)

El PTA cosechó grandes relaciones de amistad con el PCV como puede verse
precisamente en la invitación al VIIIº Congreso del PTA de 1981, el último con
Enver Hoxha en vida. En el IVº Congreso del PTA de 1961 todavía podría tener
algo de sentido la invitación a los «camaradas vietnamitas», para intentar
atraerlos al redil revolucionario, pero para 1981, estaba más que claro que ni
estaban ni se les esperaba.

El mito de la «Vietnam Socialista» fue promovido por el PTA afectando a su vez


a otros partidos y grupos marxista-leninistas. Por ejemplo, el grupo francés «L’
emancipation» que tan excelentes análisis internacionales realizaban, en el caso
de Vietnam estuvieron igual de miopes como los marxista-leninistas albaneses.
De hecho en su Nº 8 de mayo de 1983 publicaron este vergonzante comunicado
albano-vietnamita:

«Estamos convencidos, continuó el camarada Enver Hoxha, de que en todo


momento y en cualquier situación el pueblo vietnamita, su pueblo y su
gobierno salvaguardaran firmemente las victorias obtenidas en la lucha
contra el imperialismo y que combatirán por edificar el socialismo a la
manera marxista-leninista y contra el revisionismo moderno, abierto o
enmascarado». (Boletín de información de la Agencia Telegráfica Albanesa,
11-14 de mayo de 1982)

No se puede pretender que un país que en palabras de los albaneses estaban


maniatados por los socialimperialistas soviéticos estaba construyendo a su vez
el socialismo, ¡luchando contra el revisionismo! Esto es una contradicción
manifiesta. Como los albaneses escribieron varias veces, la paciencia tiene un
límite, y no se ayuda a un pueblo ocultando las faltas de sus líderes.

Incluso: que los albaneses ignorasen parte de las desviaciones vietnamitas o que
las conociesen y las ocultasen, no les exime de este error, mucho menos en 1982
con todo lo que se conocía públicamente para entonces de Vietnam. Ni en vida
de Enver Hoxha ni por supuesto después con Ramiz Alia, el PTA emitió un
veredicto real y revolucionario de lo que era la dirigencia vietnamita.

No creemos que los líderes albaneses tuviesen un desconocimiento de la esencia


revisionista de los líderes vietnamitas llegados los años 80, porque existía
documentación suficiente. Ni siquiera cuando Vietnam decidió entrar bajo la
dirección del capital del imperialismo occidental y del propio FMI la dirección
albanesa alzó la voz.

337
Consideramos que la única explicación plausible es que debido a las dificultades
del momento de esa década se adoptara una posición pragmática en beneficio
de mantener a toda costa las relaciones diplomáticas y comerciales con
Vietnam, pero a su vez era una línea que trabajó claramente en detrimento de la
causa revolucionaria internacional, no criticando y desenmascarando
profundamente al revisionismo vietnamita como demandaban los hechos.
Estamos seguros además, que esta permisividad contra el revisionismo
internacional, redundaría en todas las cuestiones nacionales e internacionales,
que serían aprovechados para profundizar este pragmatismo en años siguientes.

El PTA adoptó una posición oportunista injustificable:

«Algunos camaradas piensan que, si lo exigieran los intereses de la Unión


Soviética, los partidos comunistas del Occidente deberían adoptar una política
derechista. No estoy de acuerdo con eso, camaradas. Debo decir, que tal
posición es totalmente incompatible con los principios que nos sirven de guía a
nosotros los camaradas rusos, en nuestro trabajo. No puede concebir jamás
que se dé jamás el caso de que los intereses de nuestra República Soviética
exijan de nuestros partidos hermanos desviaciones hacia la derecha. Pues,
¿qué significa practicar una política derechista? Significa traicionar, de un
modo u otro, los intereses de la clase obrera. No puedo concebir que los
intereses de la Unión Soviética puedan exigir de nuestros partidos hermanos la
traición a los intereses de la clase obrera, ni siquiera por un segundo. No
puedo concebir que los intereses de nuestra república, base del movimiento
revolucionario proletario en el mundo entero, no exijan el máximo espíritu
revolucionario y la máxima actividad de los obreros del Occidente, sino el
descenso de su actividad, el atenuamiento de su espíritu revolucionario. Tal
supuesto es ofensivo para nosotros». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Discurso en la comisión alemana en el VIº Pleno ampliado del Comité
Ejecutivo la Internacional Comunista, 1926)

Este defecto de los comunistas albaneses era algo que se arrastra en el


movimiento comunista desde hace tiempo. Durante los años 30, 40 o 50 se
pueden constatar claros casos de silencio o de directa aprobación de parte de la
dirigencia soviética sobre teorías y prácticas «heterodoxas» en lo político,
económico y cultural, que luego serían tachadas de derechistas, oportunistas y
revisionistas tanto en lo respectivo a otros partidos comunistas –especulaciones
sobre el carácter y desarrollo de las democracias populares 1944-1948– como en
el propio PCUS –el caso de Varga en 1946, caso Voznesensky en 1949–. Otras
veces se dejarían atrás los errores sin realizar ninguna reflexión o nada más allá
de una leve autocrítica –la influencia de Thälmann y otros teóricos de la
Internacional Comunista en las tácticas antifascistas–, o de autocríticas que
quedaban luego sobre papel mojado –franceses e italianos en la primera
Conferencia de la Kominform de 1947–. De hecho, como hemos documentado
en varias ocasiones, en el interior de la URSS durante aquellos años posteriores
a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), hubo una fuerte lucha campos como

338
la literatura, filosofía o la economía, donde se aceptaban obras, opiniones y
prácticas que después de varias reflexiones y debates serían tachadas tiempo
más tarde de graves errores. El hecho de que fuese la propia dirigencia soviética
quién criticase y pusiese fin a estos desmanes ideológicos, como hizo en muchas
ocasiones Stalin, no significa que debamos ser condescendientes con la tardanza
en reaccionar o en haber aprobado tales desviaciones durante un tiempo. Por
tanto no todo fue idílico ni somos aduladores de las figuras revolucionarias que
admiramos, ya que las admiramos por su balance general positivo, lo que no
exime de criticar lo que consideramos que se pudo hacer mejor. Un gran
documento que alberga mucha –aunque no toda– de la documentación sobre
los temas mencionados, sería el artículo de Worker’s Advodate: «En defensa del
marxismo-leninismo» de 1984.

Volviendo al tema. A mediados de los 80 el PCE (m-l) a diferencia del PTA


empezó a esgrimir críticas sobre Vietnam, colocando al partido dirigente del
país al mismo nivel que los partidos revisionistas de China y Corea del Norte:

«Los partidos comunistas de Asia tuvieron un gran desarrollo a lo largo de la


II Guerra Mundial en lucha abierta contra el imperialismo japonés. Al acabar
aquella, los imperialistas estadounidenses pretendieron mantener en estos
países el viejo régimen semicolonial o colonial sin ninguna modificación y sin
aceptar las reformas democráticas que se habían logrado en los países
europeos tras la lucha contra el nazifascismo. En estas condiciones los
comunistas vietnamitas, coreanos, chinos y otros se vieron forzados a seguir el
combate contra el imperialismo estadounidense, francés o sus agentes. Pero
estos partidos también se habían impregnado, en el curso de la lucha, de ideas
y concepciones no marxistas, nacionalistas, y sus líderes, si bien estaban
animados de espíritu patriótico y revolucionario estaban minados y caerían
en posiciones populistas, nacionalistas, confusas y revisionistas, que en esta
fase no aparecerían claramente pero que se manifestaron posteriormente».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del
PCE (m-l), 1985)

No hemos encontrado ningún análisis más concreto del PCE (m-l) sobre la
experiencia vietnamita. Lo que parece indicar que una vez más dejaron una
cuestión tan importante en un par de declaraciones formales, resolviendo la
cuestión comparando a Vietnam con la experiencia de otros países asiáticos que
también se enrolaron por el camino revisionista sin analizar las características
específicas de dicho revisionismo. Pero al menos el PCE (m-l) se distanció de
corear a bombo y platillo al país como «socialista» y «antiimperialista» como
hacían los partidos revisionistas de cualquier parte del mundo.

La verdad es que todos los dirigentes albaneses incluyendo Enver Hoxha


pecaron de blandos a la hora de exponer a los dirigentes vietnamitas y su línea
política, sobre todo teniendo en cuenta, las experiencias previas con el titoismo,
el jruschovismo y el maoísmo en cuanto a tener excesiva paciencia con sus

339
líderes oportunistas y no atacarlos en público pese a las hondas diferencias. Este
error mayúsculo en la cuestión vietnamita nos sorprende debido a que los
albaneses estuvieron a la vanguardia de la lucha y desenmascaramiento mundial
de las corrientes encuadradas en el revisionismo moderno.

«Como nos enseñan los clásicos del marxismo-leninismo y toda la experiencia


del movimiento comunista, el único camino justo es responder al desafío de los
revisionistas con la unidad de las fuerzas de los marxistas-leninistas, con una
resuelta e intransigente lucha contra los renegados revisionistas. A los golpes
y a las presiones de los revisionistas, internos y externos, no se les pueden
hacer frente siguiendo una línea centrista, vacilante, ni tampoco
preocupándose solamente por conservar una unidad falsa y formal. Al partido
no se le puede salvar, con lamentaciones ni se le debe sacrificar para
salvaguardar el «prestigio» de alguien, en un momento en que este
«prestigio» se está explotando sin escrúpulos para enterrar la gran causa de
la clase obrera y del socialismo». (Enver Hoxha; Los revisionistas modernos
en el camino de la degeneración socialdemócrata y su fusión con la
socialdemocracia, 1964)

El mismo PTA y el PCE (m-l) deberían haber aplicado ese mismo rasero
revolucionario con la cuestión de Vietnam y sus dirigentes desde el principio. La
diferencia es resaltar que el PCE (m-l) tuvo la gallardía de salir al paso contra el
revisionismo vietnamita incluso en contra de la línea del PTA, aunque con
material escaso.

Conatos de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad


de imprimirle un sello de clase

[Este capítulo forma parte de la obra: «Aclaraciones sobre la cuestión cultural


y el realismo socialista» de 2020.]

Muchos revisionistas o revolucionarios con ciertas deficiencias en la formación


ideológica aluden a que no existe cultura proletaria como tal, que no existen
pautas para configurar tal cosa. Otros utilizan la variante especulando y
afirmando que la cultura es algo neutra y por tanto todas las clases deben
participar con su cosmovisión en la nueva cultura progresista y socialista. Estos
puntos de vista coinciden con lo que en su momento defendía el revisionismo
eurocomunista, en especial con el revisionismo francés. El Partido Comunista
Francés (PCF) siempre simpatizó y se rodeó de un círculo de intelectuales que a
las primeras de cambio sucumbieron a la presión de la ideología burguesa y
renegaron del marxismo-leninismo o algunos directamente nunca lo fueron –
hablamos de los André Malraux, Pablo Picasso, André Stil, Louis Aragon,
Sartre–. Estos autores acabaron clamando por la «completa liberación en el arte
y la cultura», bajo falacias ya conocidas como que «Marx no se interesaba en
absoluto por el arte o que era un ignorante en esta materia», o que Lenin
340
«habría preconizado la libertad absoluta de creación». De ahí se explica que más
que la adhesión al realismo socialista, propagando una cultura proletaria, estos
hombres practicaban más bien el famoso eslogan liberal burgués del
revisionismo chino: «Que se abran cien flores y compitan cien escuelas de
pensamiento».

Como acertadamente resume Enver Hoxha:

«Estos elementos han tenido como objetivo separar el arte y la literatura de la


política y la ideología, naturalmente de la política proletaria y de la ideología
marxista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Siempre hemos recordado que hacer una excepción en cualquier campo sobre la
lucha de clases que enfrenta al proletariado contra la burguesía es el gesto más
notable de oportunismo.

Todas las corrientes burguesas y pequeño burguesas que inundan el arte,


centran su base, parten, quiérase o no, del idealismo filosófico, encontrando en
el caso del arte, en este caso, representación de dichas ideas:

«Todas ellas tienen una base filosófica común que es el idealismo con sus
infinitas sutilezas. Esta es la esencia también de las corrientes que, a primera
vista, aparecen como protestas de izquierda, radicales, contra la sociedad
oficial burguesa, contra su cultura y su moral». (Enver Hoxha; Profundicemos
la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra
las actitudes liberales ante ellas, 1973)

Dentro de este idealismo, prima una esencia basada en el individualismo y el


subjetivismo.

El Partido Comunista de España (marxista-leninista) como se puede constatar


en todo su ingente material de revistas como «Vanguardia Obrera» o
«Revolución Española» no tuvo una posición firme en este campo.

Ciertamente se destacaba por promover las obras de patriotas progresistas


como Pérez Galdós, Antonio Machado, y de comunistas como Miguel
Hernández, así como autores menos conocidos.

Conservar y promover estos autores es más que necesario, en el caso de los


autores progresistas, explicar sus limitaciones dado el caso, pero el PCE (m-l)
retomó una de las desviaciones más notorias del Partido Comunista de España
de los años treinta y cuarenta, ¿a qué nos referimos? A no criticar en exceso los
defectos de estas figuras. Elena Ódena en su artículo «Antonio Machado, gran
hombre y poeta vinculado a su tiempo y al pueblo» de 1975, repasa todas las

341
virtudes de dicha figura, pero no vemos por ningún lado un análisis de sus
defectos.

Machado no era un republicano-nacionalista sin más recorrido, no fue como


cualquier otro intelectual de su época, como llevan años intentando pintar
algunos para sacar rédito político de estas posiciones políticas. Era un hombre
que si bien tenía posturas claramente nacionalistas que se reflejaban en su
lenguaje, tenía también palabras que reflejaban del mismo modo un hondo
sentido internacionalista. En su artículo: «Sobre la defensa y la difusión de la
cultura» decía:

«Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra
raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido
que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el
pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, es escribir
también para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas.
Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España, Shakespeare, en
Inglaterra, Tolstoi, en Rusia. (...) En los primeros meses de la guerra que hoy
ensangrienta a España, cuando la contienda no había aún perdido su aspecto
de mera guerra civil, yo escribí estas palabras que pretenden justificar mi fe
democrática, mi creencia en la superioridad del pueblo sobre las clases
privilegiadas». (Hora de España; Nº8, agosto, 1937)

En un manejo dialéctico simple, pero certero advertía a los reaccionarios del


país:

«A los tradicionalistas convendría recordarles lo que tantas veces se ha dicho


contra ellos:

Primero: Que si la historia es, como el tiempo, irreversible, no hay manera de


restaurar lo pasado.

Segundo. Que si hay algo en la historia fuera del tiempo, valores eternos, eso,
que no ha pasado, tampoco puede restaurarse.

Tercero. Que si aquellos polvos trajeron estos lodos, no se puede condenar el


presente y absolver el pasado.

Cuarto. Que si tornásemos a aquellos polvos volveríamos a estos lodos.

Quinto. Que todo reaccionarismo consecuente termina en la caverna ο en una


edad de oro, en la cual sólo, y a medias, creía Juan Jacobo Rousseau». (Hora
de España; Nº2, febrero, 1937)

342
Algunas evoluciones del artista en su pensamiento político incluso
sobrepasaban el mero nacionalismo republicanismo-liberal de su época,
abriéndose a aceptar nociones marxistas:

«En cuanto a la dictadura del proletariado, ¿por qué nos asustan tanto las
palabras? Si el barco necesita nueva tripulación y nuevos capitanes, ¿por qué
no reclutarlos en el mundo del trabajo, cuando el del capital es –por definición
aceptada– el de las viejas ratas que corroen la nave? La lógica sigue siempre
del lado de Stalin. ¿La lógica nada más? ¡Ah! Yo no soy más que un aprendiz
de sofística, en el mejor sentido de la palabra». (Antonio Machado;
Comentarios a la conversación Stalin-Wells, Leviatán, Nº10, 1935)

Su posición sobre el carácter de la guerra y contra el pacifismo es inmejorable:

«La paz a ultranza, que es, al fin, el mantenimiento de una paz asentada en
parte sobre las iniquidades de la guerra, es una fórmula hueca, que acaso
coincida con las guerras más catastróficas de la historia. Porque una paz a
todo trance tendría su más inequívoca reducción al absurdo ante este
inevitable dilema: ο cruzarnos de brazos ante la iniquidad, ο guerrear por la
justicia, si eligiésemos el primero de los dos términos. ¿Quién duda que, en este
caso, todos los hombres bien nacidos serían guerreros, y pacifistas todos los
sinvergüenzas que pueblan el planeta?». (Hora de España; Nº10, octubre,
1937)

Sobre la URSS, se confesaba profundo admirador:

«Como las grandes montañas cuando nos alejamos de ellas, la nueva Rusia se
nos agiganta al correr de los años. ¿Quién será hoy tan ciego que no vea su
grandeza? La proclaman sus mismos enemigos. Los millones de hombres con
el escudo al brazo que militan contra la nueva Rusia nos dicen claramente con
su actitud defensiva que es hoy Moscú el foco activo de la historia. Londres,
París, Berlín, Roma son faros intermitentes, luminarias mortecinas que
todavía se transmiten señales, pero que ya no alumbran ni calienta, y que han
perdido toda virtud de guías universales. (...) Moscú, en cambio –resumamos
en este claro nombre toda la vasta organización de la Rusia actual–, aunque
salude con el puño cerrado, es la mano abierta y generosa, el corazón
hospitalario para todos los hombres libres, que se afanan por crear una forma
de convivencia humana que no tiene sus límites en las fronteras de Rusia.
Desde su gran revolución, un hecho genial surgido en plena guerra entre
naciones, Moscú vive consagrado a una labor constructora, que es una
empresa gigante de radio universal. (...) La política de Lenin y Stalin se
caracteriza no sólo por su alcance universal, sino también por un claro sentido
de lo real, cuya ausencia es siempre en política causa de fracaso. Más, la Rusia
actual, la Gran República de los Soviets, va ganando, de hora en hora, la

343
simpatía y el amor de los pueblos; porque toda ella está consagrada a mejorar
las condiciones de la vida humana, al logro efectivo, no a la mera enunciación,
de un propósito de justicia». (Hora de España; Nº9, septiembre, 1937)

Del marxismo, hablaba valorando positivamente muchos de sus aspectos,


teorizando su dominio a lo largo del siglo:

«Una ola gigantesca de cinismo amenaza al mundo entero. Por cinismo


entiendo, en este caso, inclinándome a uno de los sentidos etimológicos que se
asigna a la palabra cínico –de kyón, kynós, perro– una cierta fe en que la
animalidad humana, el llamado estado de naturaleza, contiene virtudes más
auténticas que los valores culturales, una cierta rebelión de la elementalidad
contra la cultura, que adopta formas muy diversas. (...) El marxismo invadirá
el mundo. ¿Es una ola de cinismo? Sin duda. (...) El cinismo más auténtico, el
que profesaron los griegos en el gimnasio de Cinosargos, es un culto fanático a
la veracidad, que no retrocede ante las más amargas verdades del hombre.
(...) ¿Comprendéis ahora cómo el marxismo, por muy equivocado que esté, en
cuanto pretende señalar una verdad, en medio de un diluvio de mentiras, tiene
un valor ético indiscutible?». (Hora de España; Nº7, julio, 1937)

Pero él mismo era franco en donde acababa su pensamiento político y los nexos;
donde simpatizaba y congeniaba con el comunismo:

«Desde un punto de vista teórico, yo no soy marxista. Veo, sin embargo, con
entera claridad, que el socialismo, en cuanto supone una manera de
convivencia humana, basada en el trabajo, en la igualdad de medios
concebidos a todos para realizarlo, y en la abolición de los privilegios de clase,
es una etapa inexcusable en el camino de la justicia; veo claramente que es ésa
la gran experiencia humana de nuestros días, a que todos de algún modo
debemos contribuir». (Antonio Machado; Discurso a las Juventudes
Socialistas Unificadas, 1 de mayo de 1937)

Hablando de sí mismo a través de un personaje ficticio, confesaría sus intentos


de sintetizar la religión cristiana primitiva y el marxismo:

«Acaso su formación institucionista, su idealismo humanitario, su siempre


latente neocristianismo, habían configurado un léxico básicamente
espiritualista que restringía ο no estaba acorde con la ideología del
materialismo dialéctico, con la que, a pesar de todo, iba progresivamente
sintonizando. La ambigüedad del discurso de Mairena, en resumidas cuentas,
se explica porque parecía incapaz de abrazar –arriba doy algunas razones–
una ideología fundamentalmente positivista: el materialismo dialéctico, aun
cuando se había producido un acercamiento a tal ideología, y, por otra parte,
porque esa incapacidad imposibilitaba el abandono de un léxico –como se ha

344
visto también arriba–esencialmente idealista-espiritualista. Mairena
pretendía fundir una ideología del futuro en una lengua del pasado; unir el
cinismo nuevo con el credo viejo; hacer compatible el materialismo dialéctico
con el idealismo filosófico y el espiritualismo cristiano. Equilibrios difíciles, sin
duda, que definen su obsesivo y quimérico utopismo armónico de raigambre
krausista». (Antonio Machado; Juan de Mairena: sentencias, donaires,
apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, 1936)

De hecho, a diferencia de muchos de los intelectuales que aceptarían de buen


grado el carnet de comunistas, Machado reconocía no verse preparado, ni tener
suficiente conocimiento teórico-práctico del comunismo, como para definirse
como tal. Decía no comulgar con el materialismo dialéctico, más con el segundo
que con el primero.

Entre los defectos de Machado observamos que coincidió con los reaccionarios
en oponerse al sufragio femenino como puede verse en su obra:

«Donde la mujer suele estar, como en España. (...) En su puesto, es decir, en su


casa, cerca del fogón y consagrada al cuidado de sus hijos, es ella la que casi
siempre domina, hasta imprimir el sello de su voluntad a la sociedad entera. El
verdadero problema es allí el de la emancipación de los varones, sometidos a
un régimen maternal demasiado rígido. La mujer perfectamente abacia en la
vida pública, es voz cantante y voto decisivo en todo lo demás. Si unas cuantas
viragos del sufragismo, que no faltan en ningún país, consiguiesen en España
de la frivolidad masculina la concesión del voto a la mujer, las mujeres
propiamente dichas votarían contra el voto; quiero decir que enterrarían en
las urnas el régimen político que, imprudentemente, les concedió un derecho a
que ellas no aspiraban. Esto sería lo inmediato. Si, más tarde, observásemos
que la mujer deseaba, en efecto intervenir en la vida política, y que pedía el
voto, sabiendo lo que pedía, entonces podríamos asegurar que el matriarcado
español comenzaba a perder su fuerza y que el varón tiraba de la mujer más
que la mujer del varón. Esto sería entre nosotros profundamente
revolucionario. Pero es peligro demasiado remoto para que pueda todavía
preocuparnos. (...) Conviene que la mujer permanezca abacia, carente de voz y
voto en la vida pública no solo porque la política sea, como algunos pensamos,
actividad esencialmente varonil, sino porque la influencia política de la mujer
convertiría muy en breve el gobierno de los viejos, en el gobierno de las viejas,
en el gobierno de las brujas. Y esto es lo que conviene evitar». (Antonio
Machado; Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un
profesor apócrifo, 1936)

En cuanto a su postura sobre la cultura. En su artículo: «Consejos, sentencias y


donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín», Machado que

345
amaba al pueblo, pensaba que su situación particular, claramente excepcional,
era algo universal para los intelectuales a lo largo de la historia.

«¿Un arte proletario? Para mí no hay problema. Todo arte verdadero será
arte proletario. Quiero decir que todo artista trabaja siempre para la prole de
Adán. Lo difícil sería crear un arte para señoritos, que no ha existido jamás».
(Hora de España; Nº1, enero, 1937)

Craso error sin duda. Pocas declaraciones de Machado sonarían nunca tan
ridículas. ¿Si el arte no se había hecho y se sigue haciendo para gusto de los
explotadores en su mayoría? ¿Qué eran las expresiones de corrientes artísticas
tan rimbombantes como el rococó? ¿Qué son entonces muchas de las modas
artísticas actuales en la pintura, arquitectura, escultura, ropa, que le son ajenas
al proletariado en su día a día y lo miran con desprecio cuando no mofa?

Ahondando en su error, en una entrevista de Alardo Prats a Machado, éste


declaraba que el arte no tenía carácter de clase:

«La poesía jamás podrá tener un fin político, y en general, el arte. No puede
haber un arte proletario ni un arte fascista». (El Sol; 9 de noviembre, 1934)

El marxismo sería bastante contundente con este tipo de declaraciones como


hemos visto, dando pruebas palpables de la viva realidad. Pero extrañamente los
comunistas de la época dejaron pasar este tipo de declaraciones sin comentar
nada.

De igual modo, Machado coincidía con el filofascista Unamuno en su opinión


negativa sobre el Estatuto de Cataluña de 1932 y en cuestiones referentes a no
poner en peligro «la unidad de España» y pese a oponerse enérgicamente a los
fascistas no poder «aborrecerlos» porque «con todos sus yerros, con todos sus
pecados, eran españoles». Todo esto lo veremos en el capítulo sobre la cuestión
nacional.

Transigir, disimular u olvidar citar estos aspectos de Machado es una evaluación


incompleta y pseudomarxista de este histórico personaje.

En un artículo del FRAP titulado «Intelectuales españoles» se decía:

«Durante la Guerra contra el fascismo interior y exterior, de 1936 a 1939, los


intelectuales españoles estuvieron al lado del pueblo y la figura gloriosa de
Antonio Machado resumió esa actividad de los mejores escritores y artistas del
país». (Acción; Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, Nº24, abril,
1975)

346
Esto es cierto. El PCE logró la atención de grandes y conocidos intelectuales
progresistas de la época, eso fue un gran logro que indica el ligazón y el prestigio
del partido con el pueblo, en cambio no fue correcto el hecho de darles el carnet
a muchos de ellos, ya que como se demostró estaban interesados en el
comunismo como moda del momento pero nada más; no demostraban un
compromiso y una disciplina real, ni mucho menos un conocimiento de la
doctrina marxista-leninista, por ello una vez fallecidos figuras clave en la
dirección ideológica del partido como José Díaz, Pedro Checa y otros, y al
advenimiento de la línea jruschovista, estos intelectuales fueron pieza clave en
bendecir públicamente la nueva línea política, incluyendo la «reconciliación
nacional» de Carrillo-Ibárruri.

El ejemplo de las diferencias entre intelectuales al servicio del pueblo e


intelectuales arribistas, fueron las trifulcas entre dos de los más famosos poetas
españoles del PCE: Hernández y Alberti:

«En efecto, a Miguel Hernández le indignaban el lujo y la frivolidad que


Alberti y su mujer derrochaban en el Madrid republicano, celebrando fiestas
de disfraces y zampándose los alimentos que escaseaban. Una de esas lujosas
noches Miguel Hernández soltó la frase explosiva que le mereció la enemistad
de Alberti y la bofetada de María Teresa León –«Aquí hay mucha puta y
mucho hijo de puta»–, admitida por ella misma en su «Memoria de la
melancolía» (1979, p. 335). Aquel episodio fue la verdadera razón del
desamparo de Miguel Hernández en Madrid, abandonado por sus «amigos»
Neruda y Alberti.

Así, la reciente edición de las memorias inéditas del diplomático chileno Carlos
Morla Lynch –«España sufre. Diarios de guerra en el Madrid republicano»–
demuestra que Morla sí le ofreció asilo al poeta y que ni Alberti ni Neruda lo
incluyeron en la lista de los compañeros que merecían protección
diplomática». (Fernando Iwasaki; Miguel Hernández como la cebolla, 14 de
abril de 2010)

Incluso personajes republicanos no precisamente sospechosos de ser


simpatizantes con la causa comunista, comentarían estas mismas fricciones
entre los comunistas intelectuales desde la distancia, apuntando la frivolidad y
franco postureo de muchos de los intelectuales «revolucionarios»:

«La fiesta fue motivo suficiente para que Miguel no siguiera silenciando las
desavenencias entre el «poeta del pueblo» y los intelectuales de «mono
planchado y pistolas de juguete», según la definición de Juan Ramón Jiménez,
quien en su libro Guerra en España no se anduvo con tibiezas al escribir, años
después, que «los poetas no tenían convencimiento de lo que decían. Eran
señoritos, imitadores de guerrilleros, y paseaban sus rifles y sus pistolas de

347
juguete por Madrid, vestidos con monos azules muy planchados. El único
poeta, joven entonces, que peleó y escribió en el campo y en la cárcel, fue
Miguel Hernández». (José Luis Ferris; Dos poetas en guerra: Rafael Alberti y
Miguel Hernández, 13 de junio de 2010)

Se puede uno imaginar el efecto disolvente tenían estos intelectuales dentro del
PCE, no solo en momentos decisivos como una Guerra Civil de 1936-1939, sino
también después, en momentos de gran pérdida de militantes, represión y
afloramiento de abiertas tendencias revisionistas.

Podemos ver como incluso en un intento de ganarse a intelectuales de


renombre, el PCE revolucionario en revistas como «Nuestra Bandera» y otras
afines realizarían inexplicablemente varias loas a artistas que dotaban a sus
obras de opiniones y posturas políticas de claro tinte reaccionario. Autores
reaccionarios o de dudoso compromiso antifascista que eran postulados antes
durante y después de 1936 como grandes hombres progresistas e incluso
antifascistas convencidos, ignorando las declaraciones de ellos, y la propia
postura que adoptarían frente al golpe de Estado fascista de 1936. Véase las
declaraciones profascistas de Valle-Inclán tras su visita a Italia, la filosofía
perspectivista de Ortega y Gasset o la filosofía subjetivista de Unamuno y su
apoyo al golpe fascista de julio de 1936. ¿Era conjugable todo esto con la línea
marxista-leninista del PCE? No lo era, ni siquiera con la política antifascista del
frente popular. Había que combatir sin vacilaciones estas tendencias entre los
intelectuales progresistas, no hablemos ya de los autodenominados comunistas.
Incluso hablando de autores progresistas como Federico García Lorca y sus
excelentes obras realistas de teatro o poesía que son un tesoro cultural nacional,
¿Sus obras surrealistas era acaso un estímulo positivo para el público y las
necesidades de la época? Ni mucho menos, no servían para absolutamente nada,
mejor dicho: al pueblo no le servían de nada para la enorme lucha que llevaba a
cabo.

El contexto artístico de inicios del siglo XX se puede resumir en lo que sigue:

«El gran movimiento reaccionario del siglo se realiza en el campo del arte
rechazando el impresionismo; este cambio constituye en algunos aspectos una
cesura en el arte más profunda que todos los cambios de estilo desde el
Renacimiento, que dejaron fundamentalmente sin tocar la tradición
naturalista. Es verdad que siempre ha habido una oscilación entre formalismo
y antiformalismo, pero la obligación de que el arte sea sincero para con la vida
y fiel a la naturaleza nunca ha sido puesta en duda fundamentalmente desde la
Edad Media. En este aspecto, el impresionismo fue la cumbre y el fin de un
desarrollo que ha durado más de cuatrocientos años. El arte posimpresionista
es el primero en renunciar por principio a toda ilusión de realidad y en

348
expresar su visión de la vida mediante la deliberada deformación de los
objetos naturales. Cubismo, constructivismo, futurismo, expresionismo,
dadaísmo y surrealismo se apartan todos con la misma decisión del
impresionismo naturalista y afirmador de la realidad. Pero el propio
impresionismo prepara las bases de este desarrollo en cuanto que no aspira a
una descripción integradora de la realidad, a una confrontación del sujeto con
el mundo objetivo en su conjunto, sino más bien marca el comienzo de aquel
proceso que ha sido llamado la «anexión» de la realidad por el arte. El arte
posimpresionista no puede ya ser llamado, en modo alguno, reproducción de
la naturaleza; su relación con la naturaleza es la de violarla. Podemos hablar,
a lo sumo, de una especie de naturalismo mágico, de producción de objetos que
existen junto a la realidad, pero que no desean ocupar el lugar de ésta. Cuando
nos enfrentamos con las obras de Braque, Chagall, Rouault, Picasso, Henri
Rousseau, Paul Klee, percibimos siempre que en medio de todas sus diferencias
nos hallamos frente a un segundo mundo, un supermundo que, por muchos
rasgos de la realidad común que pueda exhibir, representa una forma de
existencia que sobrepasa esta realidad y no es compatible con ella. El arte
moderno es, sin embargo, antiimpresionista en otro aspecto todavía: es un
arte fundamentalmente «feo», que olvida la eufonía, las atractivas formas, los
tonos y colores del impresionismo. Destruye los valores pictóricos en pintura,
el sentimiento y las imágenes cuidadosas y coherentes en poesía, y la melodía
y la tonalidad en música». (Arnold Hauser; Historia social de la literatura y el
arte, 1951)

El PCE debería haber dedicado desde sus tribunas escritas más tiempo a criticar
a los intelectuales y sus corrientes, para tratar de influir sobre los autores
progresistas y atraerlos a sus filas, y a su vez para alejar a los intelectuales
comunistas de estas modas infectas.

Por ejemplo el novecentismo español liderado por Juan Ramón Jiménez y


Ortega y Gasset, se basaba en un elitismo extremo artístico y social, postrándose
ante el conocido el «arte por el arte» y dentro de él el llamado «arte puro» por
placer estético como decían, sin olvidar el alegato a la necesaria según ellos
«deshumanización del arte», es decir: desligar del arte las emociones, y por
tanto también los problemas sociales del arte, algo completamente antirealista.
En los ensayos contamos con autores con ideas claras de un reformismo
burgués y con la evidente pervivencia del pensamiento católico.

El creacionismo hispanoamericano liderado por Vicente Huidobro y con


seguidores en España como Gerardo Diego, hablaban de la autonomía del
poema, de huir de la realidad, de «crear nuestra propia realidad», dando al
artista la capacidad divina de crear nuestras realidades, lo que también incluía
por supuesto saltarse las reglas ortográficas o gramaticales llegado el caso.

349
El ultraísmo como vanguardia española abanderada por Guillermo de la Torre
entre otros propagaba la supresión de los elementos ideológicos, el uso de un
lenguaje técnico-científico elitista e incomprensible para las masas con gran
número de neologismos y tecnicismos, uso desmedido de metáforas tan
rebuscadas como llena de referencias pedantes, eliminación de rimas, supresión
de reglas ortográficas, etc.

En cuanto a corrientes de vanguardias artísticas europeas de honda influencia


en España tenemos varias.

El expresionismo surgido en Alemania en el siglo XX era una versión más


subjetivista del impresionismo liderado por Monet del siglo XIX, si el
impresionismo bebía de los paisajistas el expresionismo daba rienda suelta a
plasmar los intereses más remotos del individuo. Al igual que el impresionismo
trata la realidad centrándose en las sensaciones de los efectos de los colores y la
luz, no les preocupaba el sujeto histórico, sino la anécdota, constituyeron la luz
como personaje fundamental de sus obras, a consecuencia todo lo corpóreo,
formal y táctil se fue diluyendo, habiéndose solamente rasgos fugaces, ráfagas
de luz, por ello los objetos en caso de estar presentes tienen vagas formas,
siendo por tanto una abstracción de la realidad, empero opuesto a la abstracción
geométrica, algo que en las siguientes corrientes del siglo XX como el cubismo
se acentuará aún más.

El futurismo tiene como autor fundador a Marinetti, a la postre famoso ideólogo


del fascismo italiano en el arte. Véase el Manifiesto del futurista de 1909 donde
se rechaza el componente sentimentalismo en las obras, se albergan toques de
exaltación del elitismo, el nacionalismo, el militarismo, de la adoración al líder
mesiánico, el riesgo, la violencia, el desprecio de la mujer y una constante oda al
avance tecnológico, a la máquina. En un arrebato irracional de «romper con el
orden establecido», en el caso de las creaciones literarias del futurismo hay un
abierto rechazo de la sintaxis –es decir a las reglas gramaticales para la
coordinación de las palabras y la correcta expresión– que tanto influenciaría al
ultraísmo español, una idea quijotesca donde las haya, idea similar que ahora ha
retomado el movimiento anarquista y feminista con variaciones poniendo
énfasis en el aspecto morfológico.

El cubismo de autores como Picasso o Apollinaire, basado en una


descomposición geométrica extremadamente exagerada de los objetos a
observar, cuyo fin suele ser que el espectador deba recomponerlos ya veces,
interpretarlos libremente. Muchas de estas obras cuentan con una técnica de
deformación de la realidad tal, que ni siquiera tras una explicación propia del
autor y su intención a plasmar el observador puede intuir que la obra representa
lo que el autor afirma, teniendo que hacer verdaderos actos de fe para ello. En
poesía destacan los caligramas, es decir, el texto manuscrito está configurado

350
sobre el papel de tal forma que crea una imagen que representa lo que la poesía
describe, siendo esta técnica paradójicamente las pocas expresiones cubistas
que pueden dar al espectador una idea clara de la intención del autor con su
obra y su significado.

Del dadaísmo característico de los rumanos Tristán Tzara o Marcel Janco,


corriente muy popular entre los bohemios de la época, tenía el afán de promover
la espontaneidad creativa recurriendo a juegos de palabras o imágenes en sus
composiciones, a un lenguaje incoherente, soez, escandaloso y absurdo,
primando el espíritu nihilista. Como se dice en el Manifiesto dadaísta de 1918
pretenden la «abolición de la lógica», «contra la moral que consume al ser
humano» y en favor de la diversión entre sus obras, yendo también en contra
del concepto de belleza clásico, defendiendo el «caos ante el orden» y la
«imperfección ante la perfección».

El surrealismo de autores como André Bretón o Salvador Dalí tiene que decirse
que parte como evolución del dadaísmo. Las técnicas del surrealismo están
íntimamente conectadas con la corriente del psicoanálisis y recurre a los
«automatismos psíquicos puros» del inconsciente, exponiendo así en sus obras
los sueños y las situaciones más insospechadas del pensamiento humano,
creyendo que así se «revela su verdadero ser». Al igual que el dadaísmo, recurre
también a técnicas freudianas como la «asociación libre», es decir, plasmar en la
obra lo primero que venga a la mente sin reflexionar sobre ello como ejemplo de
presunta «liberación del hombre de sus ataduras represivas». Como se ve en su
primer manifiesto consideran pues la actitud realista como «hostil a todo
género de elevación intelectual y moral» como «resultado de la mediocridad».

Especial hincapié se debió hacer sobre una corriente que se puso muy de moda
por entonces: el existencialismo, nacido en los albores del siglo XIX y con
amplia influencia de autores como Kierkegaard, Schopenhauer o Nietzsche. Si
miramos gran parte de las obras existencialistas del siglo XX de tantos poetas,
dramaturgos y literatos, sobre todo en aquellos que se especializaron en el
influjo de esta corriente para sus obras, muchas tienen temas íntimos e
intranscendentes para los problemas populares, o temas humanos generales
pero tocados desde una óptica de tintes pesimistas, egoístas e irracionales y en
ocasiones acabando en reflexiones religiosas. Siendo un caldo de cultivo idóneo
no para la resistencia ante el peligro fascista de entonces sino más bien para la
apatía, la pasividad, y en ocasiones el aislamiento social como predicaban los
cínicos de la Grecia Antigua. Siempre ha habido vías y vías dentro del caos y la
angustia social por el devenir. El viejo estoicismo greco-romano recomendaba el
«autorecogimiento individual y espiritual» pretendiendo salvar al sujeto de ese
panorama mediante la «ausencia de turbación», intentando siempre mantener
una recta moral y aceptando los negros acontecimientos acaecidos por los
«designios del destino», en cambio, gran parte del existencialismo tendía como

351
respuesta a su época una especie de repetición de los vicios del decadentismo; el
elitismo, el ahogar las penas en drogas, y el hedonismo por doquier como forma
de escapar a la supuesta «incomprensión general». Ciertamente no hay duda del
papel que cumplían estas corrientes. Véase nuestro post: «El existencialismo,
Jean-Paul Sartre, y su pluma al servicio de la cultura burguesa» de 2015.

El existencialismo tendría su nexo y evolución particular en el movimiento beat


de los años cincuenta en Estados Unidos, el cual también mezclaba todos estos
rasgos con un renacimiento y promoción del idealismo de las religiones
orientales –como se ve poniendo así la primera piedra sobre lo que luego sería
el hippismo–.

También ha habido otra corriente revisionista aún más peligrosa que pretenden
unificar los conceptos del realismo socialista con las corrientes aquí citadas.
Esta es la línea seguida por muchos de los actuales partidos comunistas, léase
revisionistas. Un ejemplo concreto sería el artículo de los thälmannianos de
Alliance Marxist-Leninist (North America) capitaneados por Bill Bland, quienes
en su artículo: «El problema de Piccaso» de 2003, pretenden disculpar las
formas artísticas antirealistas de las obras del famoso artista revisionista Pablo
Piccaso. Para ello tratan de disculpar su arte apoyándose en las voces
discordantes del régimen soviético como Punin, el cual pretendía revisar el
estigma que el gobierno y los artistas soviéticos oficiales habían asignado a
corrientes como el cubismo o el futurismo. Del mismo modo dicho artículo,
pretende hacer ver que las obras de Picasso pese a no respetar formas realistas,
eran entendidas por el pueblo por su sentimiento, lo cual como hemos
constatado, no es cierto. Es más, es tratado como un artista del pueblo lo que
resulta extraño ya que a su muerte, en 1973, su arte fue tratado con laureles por
los noticiarios franquistas, pese a su animadversión hacia el franquismo y
conocida vinculación a antiguos partidos comunistas. Esto solo es posible por el
interés de las élites franquistas en su arte y por posterior giro antistalinista.

En el caso del PCE (m-l) durante 1964-1985, a la hora de enfrentarse a la


cuestión cultural y artística de estos intelectuales pasó de forma similar. No
hubo contundencia. Se pueden ver guiños o la directa promoción de obras de
autores renegados como Rafael Alberti, Pablo Neruda, Pablo Picasso, que de
estar cercanos al PCE dieron luego su bendición al carrillismo y al
antistalinismo en general. En lo artístico ha de apuntarse que ya desde antes de
1936 practicaban las corrientes artísticas más contrarias a la concepción
marxista del arte como el cubismo, el dadaísmo, el futurismo, el surrealismo, el
existencialismo, siendo su rechazo total al realismo socialista con la ola de
jruschovismo que barrió al movimiento obrero en 1956. También hablamos de
casos como el surrealista Antonio Saura, siempre exaltado desde «Vanguardia
Obrera» o «Revolución Española», al cual rindieron el dudoso honor de usar su

352
aberrante cuadro «Crucifixión» como anagrama para la propuesta política del
Homenaje a las Víctimas del Franquismo de 1987.

El ejemplo más icónico de esta condescendencia son los comentarios de Raúl


Marco: «Pablo Neruda a Miguel Hernández» diría no sabemos si por inocencia
o por oportunismo sobre el poeta chileno:

«Mucho se está escribiendo estos días sobre Pablo Neruda, con motivo del X
aniversario de su muerte. Pero nadie, que sepamos ha señalado uno de los
aspectos que marcó la vida del poeta: su internacionalismo patente en su
actitud hacia la URSS de Stalin, hacia la lucha del pueblo español contra el
franquismo». (Vanguardia Obrera; Nº 432, 1983)

Raúl Marco se quedó en el año 1953 con poemas de Neruda como «Oda a
Stalin». Pero parece que no se quería enterar de los posteriores poemas
antistalinistas de Neruda como «Fin del mundo» de 1969, publicitados por la
reacción internacional. Es como si no fuese «vox populi» el apoyo de Neruda a
las tesis jruschovistas del XXº Congreso del PCUS de 1956, como si no hubiera
apoyado las tesis reformistas del jruschovista Luis Corvalán en Chile, ¡siendo
considerado al final de los años un derechista por el propio partido revisionista
chileno! Lo que da a entender que evolución política tuvo.

Jorge Edwards que conocería bien a Neruda, decía de él y sus posiciones


políticas:

«De lo que puedo dar testimonio seguro, afinado, es de la constante fidelidad


de Neruda al papel de Nikita Jruschov en la política soviética. Fue un
entusiasta del deshielo de esa época, tuvo reales esperanzas en la posibilidad
de construir un socialismo con rostro humano, y la caída en desgracia de
Jruschov, sus posteriores funerales casi clandestinos, le produjeron un
desengaño amargo. (...) En los días en que estábamos en la Embajada chilena
en París, a mediados de 1971 o a comienzos del año 72, Neruda me habló con
enorme interés de las memorias de Nikita Jruschov que acababan de
publicarse en los Estados Unidos». (Jorge Edwards; Nikita Jruschov, Pablo
Neruda y nosotros, 19 de marzo de 2006)

Véase los artículos sin criticismo alguno hacia varios de estos artistas, como el
artículo elogioso hacia Pablo Picasso de «Vanguardia Obrera» del Nº 531 de
1986, o hacia Simone de Beauvoir de «Vanguardia Obrera» Nº 541 de 1986.

Centrémonos en el caso de Piccaso, que no solo es admirado por grupos


socialdemócratas, sino también por algunos ultraizquierdistas. Por ejemplo, el
grupo británico de Bill Bland, de tendencias «thälmannianas» diría lo siguiente
en su artículo: «El problema de Pablo Picasso (1881-1973)»:

353
«Argumentamos que Picasso finalmente estuvo del lado de la clase obrera. (...)
En cuanto al valor de su arte, donde retuvo imágenes y formas realistas,
mostró un poder que el pueblo entendía. Pero estaba constantemente
volviendo a formas e imágenes decadentes que se colocaban a una distancia
inmediata entre el pueblo y su arte. En su mejor momento, movilizó al pueblo.
Y en esa inquietante obra «Guernica», sin duda, ha conmovido y afectado a las
generaciones que la han visto. Nuevamente, evidentemente, no es una pieza de
«arte socialista», pero a pesar de sus obvias formas antirrealistas, transmite
un mensaje muy real y realista:«¡Abajo la guerra!». (...) Lo que es aún más
interesante es que a pesar de su «temporada en el infierno», Picasso nunca se
retractó de su lealtad al partido. (...) Claramente creía en las mentiras del
revisionista Jruschov, pronunciadas en el llamado «discurso secreto». Pero
preguntó, «Y los trabajadores, ¿siguen siendo dueños de sus fábricas, y los
campesinos, los dueños de sus tierras? Pues bien, todo lo demás es
secundario». (...) Él todavía era solo un artista, y no un teórico político ni un
líder. (...). Lo que en un artista es excusable «es inexcusable en aquellos que
dicen ser «líderes de la vanguardia de la clase obrera». (¡Alliance!» Marxist-
leninist; Issue 52 April 2003)

Primero, no se argumenta por qué Picasso estaba «del lado de las clases
trabajadoras», lejos de eso, su biografía oficial y extraoficial muestra como un
vividor, mujeriego y megalómano, totalmente ajeno a la crítica de las masas
sobre su arte.

En el segundo caso, el «Guernica» de 1937 no es un cuadro que destaque porque


precisamente el público pueda entenderlo... cualquier antifascista español de la
época podía ver la obra y no relacionarla con los eventos de su época, hoy, es la
clásica obra burguesa que ha transcendido por la propaganda y las explicaciones
sobre el gran «simbolismo» que contiene. Otro ejemplo sería su obra sobre
la «Masacre en Corea» de 1951, en ella cualquier admirador de Goya podría
saber que hay una referencia a la obra de los «Fusilamientos del 2 de mayo»,
pero aparte de ese homenaje, ¿qué hay en el cuadro que nos haga entender que
es una denuncia de las atrocidades estadounidenses en Asia? Nada. ¿Es esta la
mejor forma de conectar con el público? Obviamente que solo puede pensar así
un individualista que no le importa que el público pueda entender sus obras.

Tercero, el eslogan «¡Abajo la guerra!», como sabemos, no es una idea


marxista, sino pacifista, que no distingue entre guerras justas e injustas.

Cuarto, se nos intenta presentar a Picasso como un hombre comprometido con


los problemas del pueblo en sus obras, pero se ignora el hecho de que la mayoría
de la producción de Picasso fue cubista y no realista, lo que elimina cualquier
posibilidad de que sea cierto, y en el caso de las obras realistas, muchas de ellas
carecían de ligazón con los problemas generales del pueblo.

354
Quinto, se intenta justificar el arte de Picasso bajo excusas inconexas como que
militaba en un partido comunista, ¡lo cual sería lo mismo que responder ante
acusaciones de que ser un mal militante con el hecho de alegar que eres buen
artista!

Sexto, partiendo de una verdad obvia: que los líderes son más responsables de
los errores teóricos que los militantes de base, se trata de exonerar a Picasso de
sus obligaciones político-ideológica, se clama que su adhesión al jruschovismo
es «normal» ya que era un artista y no un teórico político, ¿pero acaso cuando
aceptó el carnet y los estatutos de un partido comunista no lo eran obligatorios
para un artista como él? ¿Ese es el tipo de militancia que propone esta gente?

¿Qué decían los comunistas contemporáneos a Picasso? Veamos el debate sobre


arte que hubo entre los comunistas australianos:

«El Camarada Oldham nos dijo que Picasso «profesó a lo largo de toda su vida
un profundo amor por la humanidad», y hace mención de sus trabajos
tempranos, inspirados en la gente corriente, además de a su apoyo a las
fuerzas democráticas en España y su participación en la resistencia francesa.
¿Pero esto qué tiene que ver con la cuestión principal? Está en desacuerdo con
la afirmación de Derek Kartun según la cuál los Picasso «padecen de 40 años
de mera experimentación con la forma, en la que los artistas más talentosos
del mundo muestran con indulgencia su desesperación con el mundo en que se
encuentran». Aún así dedica útilmente un espacio a [analizar] el efecto del
capitalismo en el arte y el artista. Pero se excusa. No nos dice si está de
acuerdo o no con Kartun en que, mientras que «la obra pictórica de Picasso
refleja la agonía, el horror y el profundo movimiento de los tiempos en que
vivimos. Es igualmente cierto que la pintura de Picasso apenas propone, o no
lo hace en absoluto, la dirección hacia la que progresar». Sus protestas han
sido negativas, y «apenas presenta una línea de su trabajo en que se hable del
futuro con alegría o esperanza». Como dijo el Camarada Fox (Review, Nov.
1947), el hecho es que «la obra tardía de Picasso es oscura, las gente corriente
no la comprende y –salvo contadas excepciones– no les inspira en su marcha
hacia adelante», siendo que Picasso está –citando a D. Kartun) «desconectado
de cualquier masa considerable del pueblo». Un artista que no sea entendido
por la gente corriente, que no la atrae, no es un gran artista. Un artista
desligado de una masa considerable de gente es un mal artista. Un pintor cuya
obra nadie entiende –especulaciones aparte– no es un artista. (...) El
Camarada Mortier dice que (Review, Feb. '48) tiene razón al demandar que el
arte tenga significado. Que aquéllo que carece del mismo no sea considerado
como arte, aunque sea un medio empleado por los artistas. Sin embargo,
incluso la ilustración de Oldham tiene algún significado, placentero pero, muy
seguramente, soporífero; lo así llamado «escapista». Por ello no es un arte
para el pueblo, para marchar por el camino hacia adelante; por ello no es

355
bueno en el sentido de que sea deseable para el pueblo –aunque la obra sea
inteligente–. Pese a esto, el arte-entretenimiento como este puede jugar un rol
progresista si es recreativo, estimulante y no adormecedor (salvo que se
necesite dormir–. La definición de arte presentada por el camarada Oldham es
una definición limitada; es una definición propia de un arquitecto y la
ilustración de la silla es muy válida para servir a semejante definición
limitada. El camarada Mortier parece rechazar por entero semejante
definición y se muestra confuso en relación al valor de uso y al objeto del arte.
No percibe los dos aspectos del valor de uso de algunos productos artísticos.
Una casa, un lugar donde vivir y su apariencia, interna y externa. La
ilustración de las sillas de Oldham Una simple caja puede ser un asiento, una
silla puede diferir poco de una caja, una silla puede ser cómoda, pero fea, o
tener todas las cualidades en orden, incluyendo una bonita apariencia. La
calidad artística de muchos productos puede diferenciarse de su simple
cualidad como útil. El camarada Oldham quiere que aceptemos al artista que
acude a la lucha de clases, que se une al partido comunista, así como
aceptamos a cualquier otro artesano especializado a quien no le pedimos que
construya el esto o el aquello comunista. ¡Claro! Pero nosotros esperamos del
carpintero construya una casa habitable y comprensible, etc. Queremos sillas
que sean bonitas así como también sólidas y cómodas. ¿Podemos tolerar la
mala conducta de un miembro del partido, de un sindicalista, de un
antifascista? ¡No! Anhelamos la corrección. ¿Toleramos el mal trabajo de un
artesano porque tenga un carnet del partido? ¡No! No ponemos un cierto listón
en el nivel mínimo de técnica para la admisión de los miembros, pero
consideramos que en todo caso deberían luchar por convertirse en hábiles
artesanos. Mas el paralelismo entre la figura del artesano y la del artista es
limitado. El artista es más que un artesano: es un ideólogo –sea o no
consciente de ello–. Puede ser hábil pero reaccionario, o puede ser menos
hábil, que produzca menos ideas, pero que luche por el pueblo. Este último tipo
conseguirá generar ideas de modo más prolífico al estudiar el marxismo-
leninismo, al inmiscuirse en la lucha actual del campo antiimperialista,
democrático y en pugna por la paz, y gracias a su inspiración en todo esto y a
su constante puesta en práctica artística, conseguirá asimismo ser un artista
mucho más hábil». (Jack Miles; Arte para el pueblo, 1948)

Queda más que demostrado, que solo pueden apoyar el arte y la militancia de
Picasso aquellos que no tengan un mínimo conocimiento de arte o de política.

Se alza una pregunta. ¿Cuál debe ser la postura de un partido comunista frente a
la ideología burguesa-pequeño burguesa y sus representantes?:

«Bajo la máscara de un arte que pretendidamente no conoce prejuicios


sociales ni compromisos ideológicos, se crea el culto a la vaciedad del
contenido y a la monstruosidad de la forma, el culto a lo bajo y lo horrible. Los

356
principales temas y héroes del arte decadente modernista son la inmoralidad,
la patología social, los asesinos, las prostitutas. Su bandera es el
irracionalismo, la liberación de la «razón». Su ideal es el primitivismo del
hombre de las cavernas. Precisamente esta cultura, cubierta de un barniz
aparente, acompañada de una bulliciosa publicidad, tratada de la manera
más comercial y apoyada y financiada por la burguesía inunda las pantallas
del cine y de la televisión, las revistas, los periódicos y la radio, todos los
medios masivos de información y de propaganda. Su objetivo es transformar
al hombre sencillo en un consumidor pasivo de las venenosas ideas burguesas
y hacer de este consumo una necesidad y un hábito. De esta cultura no sólo no
tenemos nada que aprender ni tenemos razón alguna para darla a conocer a
nuestras masas y a nuestra juventud, sino que debemos rechazarla con
desprecio y combatirla con resolución. Nosotros hemos apreciado y
apreciamos del arte extranjero únicamente el que es revolucionario,
progresista y democrático, ya sea del pasado, ya de nuestro siglo.
Continuaremos aprovechándolo también en el futuro de manera crítica, ya
que ello es necesario para el desarrollo cultural de las masas, para su
educación ideológica y estética, así como, para la formación de gustos que
resistan a la influencia vulgar y degeneradora burguesa y revisionista».
(Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones
extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)

Pero se pueden ver excepciones dentro del PCE (m-l) en cuanto al seguidismo
imperante. De nuevo Elena Ódena abanderaría la posición correcta en este caso,
a la hora de evaluar la cuestión cultural. Expondría como ejemplo a intelectuales
como Machado, Lorca o Hernández, que más allá de sus defectos y en algunos
casos también carencias políticas, fueron comprometidos con la causa
antifascista del pueblo español y fueron el paradigma del militante comunista y
antifascista. Criticaría a autores como Alberti, que colaboraron en diversos
eventos junto a figuras ultrareaccionarias prestándose en el circo que intentaba
distorsionar las posiciones políticas de estos artistas citados:

«En cuanto a su concepto del arte y de la creación artística. García Lorca


había rechazado de manera muy política el concepto del «arte por el arte»,
solidarizándose con los sufrimientos del proletariado y abogando por un arte
comprometido. (...) Y precisamente este NO apoliticismo de García Lorca, mal
que les pese a los que son incapaces de asumir una posición política y artística
de izquierdas, clara y sin equívocos, como lo hiciera Federico, fue la causa
determinante de su vil asesinato por los fascistas en 1936. Pero hoy, una vez
más, resurge ese injurioso intento de despolitizar a García Lorca, su vida, su
obra y su muerte, montando un homenaje poético presidido, nada menos, que
por dos personajes, Juan Carlos y Sofía. (...) Así, Miguel Hernández, poeta y
comisario del V Regimiento, autor de «Vientos del Pueblo» y «El niño
yuntero», nada en común pueden tener con el Homenaje que la España oficial

357
y algunos poetas carentes de escrúpulos éticos y hasta poéticos, podríamos
decir, intentan rendir a tres grandes poetas del pueblo que nada tienen que ver
con la Monarquía legada por Franco ni con todos los arribistas, algunos
poetas sin espina dorsal y ministros y personajes de la política monárquica.
(...) Nada más opuesto al sentir y pensar de los tres homenajeados poetas. A
Rafael Alberti, que participa en este montaje antipoético, debería caérsele la
cara de vergüenza; precisamente él, que conoció y convivió con los tres poetas
así injuriados». (Elena Ódena; Machado, García Lorca, Hernández, un
injurioso homenaje, 1985)

Pese a todo lo expuesto y las pruebas presentas que deberían hacer reflexionar a
más de uno, todavía existen y existirán pseudocomunistas que desligan la
importancia del arte para el comunista, y la necesidad de que su ideología
penetre en ella:

«La cuestión de los gustos no es un asunto puramente personal sobre el que


supuestamente no se podría ni siquiera discutir. A pesar de la presencia del
elemento individual en los gustos, éstos tienen siempre carácter social, se
forman bajo la influencia directa de las relaciones económicas y sociales, de la
ideología y de la cultura, de la psicología social. De ello se deduce su evidente
carácter de clase. Por esta razón, nuestros gustos, en su esencia, están
absolutamente en oposición con los gustos de la sociedad burguesa y
revisionista. Nuestros gustos comunistas están penetrados del ideal
revolucionario, de la sencillez proletaria, de sentimientos nobles y elevados, de
sanas virtudes morales.

Al luchar contra la penetración de la vulgaridad y la bajeza de los gustos


burgueses y revisionistas, no dejamos de combatir simultáneamente los gustos
anticuados y anacrónicos legados por las ocupaciones extranjeras y la vieja
sociedad feudal-burguesa, y entrelazados con el viejo modo de vida y con las
costumbres y las tradiciones patriarcales y retrógradas. Nosotros apoyamos
toda evolución natural de los gustos que se adapte a las condiciones del rápido
desarrollo socialista de nuestro país y a las nuevas exigencias que plantea este
desarrollo, en el espíritu de nuestra ideología marxista-leninista y de nuestras
sanas tradiciones nacionales. Estamos contra las actitudes conservadoras de
algunos que no comprenden este proceso y ven en él un fenómeno negativo y
una influencia extraña.

La formación de los gustos sanos con claro contenido socialista exige además
un desarrollo cultural general del hombre nuevo, sobre todo un trabajo
sistemático para su educación ideo-estética. Uno de los medios para alcanzar
este objetivo es la lucha permanente contra la superficialidad y la estrechez de
horizontes culturales, por un profundo conocimiento de los destacados valores
de la cultura nacional y mundial». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha

358
ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las
actitudes liberales ante ellas, 1973)

Pero por supuesto, para algunos presuntos comunistas esto suena y les seguirá
sonando extraño.

Esto ocurre cuando miramos la posición de los autodenominados partidos


comunistas y su posición respecto a la cultura, donde existe una ignorancia
absoluta, cuando un clásico seguidismo a los mitos revisionistas. Nos intentan
vender que el arte de las vanguardias del siglo XX iba de la mano con las luchas
del bolchevismo, ¡que era y es un arte «revolucionario»! Efrén H. en su artículo
«Exposiciones en Madrid: Kandisky» arenga a la militancia de su partido a
admirar a estos autores:

«Como ya es habitual en estas reseñas, animamos a nuestros militantes y a los


amigos y lectores de Octubre a que acudan a esta muestra para disfrutar de
uno de los maestros del arte contemporáneo. Una buena ocasión para
adentrarse en el conocimiento la pintura abstracta, siempre compleja, pero
muy sugerente. Como otras tendencias artísticas, la abstracción también
refleja las tensiones y las contradicciones de la época en que surge. La Primera
Guerra Mundial, la revolución bolchevique y el ascenso de los fascismos fueron
acontecimientos que cambiaron el mundo y afectaron profundamente a la
visión de la realidad que hasta entonces tenían artistas e intelectuales. (…) De
la lucha entre lo viejo y lo nuevo, del enfrentamiento entre el viejo mundo
burgués y la revolución de Octubre, nacieron también vanguardias que
transformaron el arte. La abstracción fue hija del siglo XX». (Octubre; Órgano
de expresión del PCE (m-l); Nº90, 2016)

Esta degeneración del actual PCE (m-l) solo es una manifestación más de las
podridas posiciones pseudomarxists que Raúl Marco mantiene en política o
economía. No solo el arte abstracto jamás fue aceptado entre los comunistas
como un arte revolucionario, sino que existen varias críticas fundamentadas en
su contra:

«El término «objeto» es propio de la estética modernista, pero, en el espíritu de


un objetivo idealista, se identifica con un conjunto de sensaciones y de
emociones subjetivas privada de todo contenido objetivo. Es pues, la
«experiencia estética» que ella misma engendraría el «objeto» de su
«contemplación bajo el impulso del subconsciente o de los instintos».
Cuidadosa de separar el arte de la realidad, la estética formalista modernista
no vacila en identificarse con la estética freudiana, que se pretende una
doctrina «original» por no haber existido en el siglo XIX. De hecho, en esta
alianza, el formalismo y el freudismo tienden al mismo fin que la teoría del
«arte por el arte»: aislando el arte de la vida, creyendo en el indiferentismo
social, negando el carácter objetivo de los fenómenos estéticos de la realidad y
del contenido objetivo del arte, identificando lo bello a las formas «puras».

Sobre el plan teórico, el esteticismo formalista sostiene y estimula las


tendencias regresivas del modernismo en todos los campos del arte. Este es el
caso particular de las variantes formalistas como el cubismo y el arte

359
abstracto. El formalismo es al mismo tiempo la síntesis de estas prácticas
artísticas. El formalismo orienta a los artistas hacía experimentos formalistas,
carentes de sentido y estériles, les conduce al empobrecimiento de la forma.
Separando el arte de la vida, de hecho lo aísla en realidad del factor
determinante en la creación de la forma, se empobrece y hace que sobre los
términos formales también sea estéril. Por sus teorías formalistas, la
burguesía procura mantener el arte ajeno de los conflictos y los dramas
sociales, para que éste no refleje las heridas y la putrefacción del régimen
burgués, la lucha de las fuerzas progresistas y revolucionarias contra dicho
régimen. En uno de los congresos internacionales celebrados recientemente
sobre los problemas de la estética, el esteticista estadounidense Monroe
subrayó que era más importante para el arte la combinación de colores que la
vida de los pobres». (Alfred Uçi; La crisis de la estética burguesa-revisionista,
1984)

¿Significa que en las experiencias comunistas no haya habido fallos al respecto


del trato a la cultura, tanto errores derechistas como izquierdistas? ¿Liberalismo
como sectarismo? En toda experiencia de construcción y aplicación de unos
principios ideológicos, entre los partidarios y los detractores hay una lucha para
imponer dichas ideas, e incluso una vez persuadida a la mayoría, se cometen
errores y distorsiones entre la teoría y la aplicación de los principios acordados.
En varios episodios históricos han quedado demostrados casos de distorsión de
los principios marxistas de la lucha de clases en la cultura, viéndose por ejemplo
un profundo liberalismo de algunos partidos marxistas históricos hacia algunas
corrientes burguesas, algo que hoy es bandera insigne de cualquier partido
revisionista en el tema cultural. Del mismo modo, como se pudieron ver con las
críticas de Lenin y Stalin, hubo grupos sectarios y dogmáticos que dominaron en
el campo de la cultura durante un tiempo, como Proletkult o Rapp. En el
capítulo sobre Albania, vimos que pese a los aportes del realismo socialista
albanés, también hubo un conservadurismo hacia nuevos géneros musicales o
críticas sin fundamento hacia ciertas estéticas.

Recientemente, reflexionando sobre la abundante avalancha de grupos de rap


influenciados por la cultura lumpen, sobre ciertas sentencias aventuradas de
algunos sobre este tipo de géneros en la música, dijimos:

«¿Significa que el rap es un género musical para el lumpemproletariado como


algunos han dicho en multitud de ocasiones? Ni mucho menos. El rap como tal
musicalmente es lo suficientemente dinámico como para no pecar de
formalismo, y en la letra de sus autores generalmente hay compromiso social e
incluso político. Las evidentes tendencias hacia el uso meramente comercial
del género, hacia la glorificación de las actitudes gansteriles, o el llenar sus
letras de apología al revisionismo, son solo la consecuencia del mal enfoque
que dan algunos elementos a un género musical que puede ser totalmente
válido para el proletariado y su causa.

360
El rap, como cualquier otro género de música, ha sido hegemonizado y
utilizado por el capitalismo –pues la cultura la controla el sistema económico-
político existente–. Eso es cierto, pero eso no significa que sea un género de
música inservible para el proletariado y las clases trabajadoras, ni que haya
existido corrientes que se resistan a esa dominación: recordemos que en el
capitalismo existe por un lado la cultura dominante y sus variantes, y por otro
la contracultura popular de los intelectuales al servicio del pueblo o que al
menos eso pretenden –aunque mucha de esa cultura no se pueda consolidar
sin la toma del poder, y su desarrollo se quede a medio camino–.

Independientemente de estos objetivos y esfuerzos de las clases dominantes, no


toda la cultura creada en cada país ha estado al servicio de aquéllos. Ello ha
sido así porque, como en todas las demás esferas de la ideología, en la de la
cultura han existido y existen dos tendencias opuestas fundamentales, que
representan intereses diametralmente opuestos, los de las clases explotadoras
y los de las masas trabajadoras. La primera tendencia es reaccionaria y la
segunda es progresista, progresiva. Las clases explotadoras han podido
explotar en su interés únicamente aquella parte de la cultura que corresponde
a la tendencia reaccionaria, mientras se han esforzado en ignorar, relegar al
olvido, menospreciar y hasta destruir a la otra parte de la cultura,
precisamente a la progresista, que enlaza con las tradiciones positivas de cada
nación». (Zija Xholi; Por una concepción más justa de la cultura nacional,
1985)

Por tanto, el rap como muchos otros géneros puede ser un género musical
combativo, siempre que se le impregne un sello de clase, fuera de influencias
burguesas y pequeño burguesas. Precisamente su dinamismo en la parte
musical y vocal hace que sea un excelente medio para difundir la ideología
proletaria –como el rock también a veces demonizado–, mientras otros estilos
como el tecno o el reggaeton son más cuestionables, pues difícilmente pueden
cumplir ese rol por razones de ausencia de un componente vocal o por tener
estructuras musicales totalmente formalistas basadas en bases musicales
machaconamente repetitivas, careciendo de dinamismo y por defecto,
limitando enteramente el desarrollo técnico de la música, por lo que en el
sujeto no se produce un desarrollo cognitivo durante la creación de dicha
estructura musical como en otros géneros». (Equipo de Bitácora (M-L);
Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Esperamos que esto haya servido al lector para aclarar ciertas dudas. De nuevo
la ausencia de análisis de nuestros amigos revisionistas, y en el mejor caso, el
aplauso hacia corrientes y figuras artístico-culturales antagónicas a los
principios comunistas, demuestra en otro campo, la falta de investigaciones, de
debates y de conocimientos teóricos que hacen falta.

361
V

El PCE (m-l) y su tardía desmaoización

Es para nosotros un honor poder haber traído un documento histórico de


notabilísima importancia como es el cuarto capítulo del «Esbozo de la Historia
del Partido Comunista de España (marxista-leninista): «La lucha del PCE (m-)
contra el «pensamiento Mao Zedong», la teoría de los tres mundos y el
revisionismo chino» de 1985.

Documento dedicado a la recopilación documental de pruebas de la lucha del


PCE (m-l) contra el maoísmo, en cuyos anexos añadimos gran cantidad de
material del PCE (m-l) en su lucha contra dicha corriente, antes, durante y
después de la polémica abierta.

Como a estas alturas conocerá cualquiera que haya estudiado en alguna medida
la obra teórica y sobre todo práctica de Mao Zedong, una de las características
del revisionismo chino fue su eclecticismo teórico-práctico.

¿Cómo logró infiltrarse el revisionismo chino en el movimiento


marxista-leninista?

1) Gracias a la no publicación de sus obras originales;

2) Debido al escaso conocimiento de las primeras obras de Mao fuera de China


hasta los años cincuenta;

3) Debido a la reedición posterior de sus propios textos para hacerse pasar como
marxistas;

4) Debido a la enorme cantidad de propaganda empleada por los maoístas por


todo el globo.

Todos estos hechos ya fueron analizados en profundidad en nuestro documento:


«Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya
del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento marxista-leninista» de
2016; en él además se explica de forma extensa las diversas etapas del maoísmo
desde 1935 a 1976.

El maoísmo tuvo influencia en los nuevos partidos marxista-leninistas que


surgieron en los años sesenta, en un momento en que los revolucionarios
decepcionados con el viraje revisionista que reinaba en el seno del movimiento
obrero mundial, buscaban en donde apoyarse para desarrollar su lucha
antirevisionista, y en esas circunstancias cayeron en la órbita de influencia de la
362
demagogia del revisionismo chino, quién ora si ora no se posicionaba a favor o
en contra del revisionismo soviético y yugoslavo, pero que gracias a su potente
propaganda y su lenguaje pseudomarxista podía pasar a veces entre los
revolucionarios como la corriente «verdaderamente marxista-leninista». Mucha
de esta gente que buscaba escapar de los contornos de partidos sumisos a la
traición de los jruschovistas, fueron los que fundaron nuevos partidos marxista-
leninistas a mediados de los sesenta. No obstante, muchos de ellos tampoco
escapaban a la influencia del maoísmo y su mito como supuesta tendencia
antirevisionista, con lo que las direcciones de estos partidos en mayor o menor
medida aplicaban en lo sucesivo conceptos y métodos ajenos al marxismo-
leninismo, lo que dificultaba notablemente su consolidación.

Estos partidos marxista-leninistas eran vistos por los revolucionarios como la


forma de dar pie a las luchas económicas, antifascistas, antiimperialistas,
antirevisionistas, así como socialistas; como las únicas organizaciones que
tenían el valor de dar una herramienta a la clase obrera donde poder agrupar a
su destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo
moderno como el revisionismo soviético, que por entonces había desarticulado
al movimiento marxista-leninista. Y realmente muchos partidos así lo hacían,
pero para cumplir tal fin de forma correcta, cualquier partido marxista-leninista
debía desde sus inicios excluir o expulsar en caso de encontrárselos, a los
elementos sin ningún tipo de espíritu científico, a aquellos bañados en un apego
sentimental hacia las figuras históricas o que eran peones acríticos de las
acciones de la dirigencia china, estos elementos eran vectores de las viejas
costumbres que hicieron fracasar a las organizaciones de la clase obrera en el
pasado, por tanto la cuestión era que si no se deshacían de estos obstáculos,
tarde o temprano el partido fracasaría. Esta cuestión de entonces es la misma a
la que se siguen enfrentando hoy los revolucionarios, ningún partido que
mantenga entre sus filas a elementos de estas características podrá cumplir sus
objetivos generales, por mucha buena fe y voluntarismo que se eche.

El maoísmo supuso un grave problema para estos nuevos partidos, ya que los
partidos que no fueron capaces de librarse de este lastre y adoptaron los
conceptos y teorías del maoísmo como la «nueva democracia» en lo político-
económico, la «lucha de dos líneas» en el concepto partidista o la «Guerra
Popular Prolongada (GPP)» en lo militar, no fueron capaces de tomar una forma
organizativa eficiente y unida, una línea ideológica de pensamiento y acción
coherente, dándose de bruces con la realidad constantemente.

En muchas ocasiones tampoco llegaban a comprender y refutar a las


expresiones del revisionismo moderno de forma correcta y completa, ya que al
seguir las recetas de la doctrina revisionista china y seguir a ciegas directamente
cada vaivén político de Pekín, perdían toda estabilidad en su línea política, toda
credibilidad, y confundían a la militancia y a las masas simpatizantes. Y es que

363
recordemos: al basarse fundamentalmente en otro revisionismo no se está en
condiciones de tener un cuerpo teórico sólido y científico para refutar a ninguna
otra corriente revisionista, ni para organizar un partido, ni para asegurar la
unidad ideológica dentro del mismo. Algo que todavía no han aprendido
muchos: criticar a un revisionismo desde una posición teórica y práctica alejada
de los principios marxista-leninistas conduce a que puedas cometer esos
mismos errores u otros de similar calado.

¿Cómo que el PCE (m-l) nunca fue maoísta? ¿A quién se pretende


engañar?

En el refundado PCE (m-l) de 2006 de la mano de Raúl Marco, publicaron en su


web unas notas sobre su nuevo libro, aclarando sobre el histórico PCE (m-l) de
1964-1992 que presuntamente nunca habría sido «prochino», ¡como si el peso y
la influencia del maoísmo hubieran sido poco menos que anecdóticos!:

«[R. M.] Aclaró porque nunca el PCE(m-l) fue «prochino» o maoísta como
siempre le han tildado sus enemigos ya que desde su fundación mostraron
serias diferencias con los chinos –que les comunicaban de forma interna– con
los que rompieron oficialmente cuando el gobierno chino estableció relaciones
diplomáticas con la dictadura». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Presentación del libro de nuestro camarada Raúl Marco, 2018)

¡¡¡Menuda tomadura de pelo a la historia del propio partido!!! Menos mal que
existen las hemerotecas para derribar las mentiras de estos oportunistas.

Dejemos que el propio lector juzgue leyendo al PCE (m-l) de 1966 si era un
poco, muy o nada maoísta:

«El pensamiento del camarada Mao Zedong es la cumbre del marxismo-


leninismo en nuestra época. Hoy, en China y en todo el mundo, el estudio, la
aplicación y el dominio de este pensamiento significa el estudio, aplicación y
dominio del marxismo-leninismo». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Revolución Española, Nº1, 1966)

En 1967 se insistía y se decía en la Línea Política:

«El pensamiento de Mao Zedong es el marxismo-leninismo de nuestra época


que guía la lucha de los pueblos del mundo entero contra el imperialismo y
contra las clases dominantes reaccionarias. (…) Es preciso que eleven su
conciencia y su nivel teórico, ideológico y político: movilizarlas
ideológicamente [a las masas] y hacer que se impregnen de la ideología del
proletariado, del marxismo-leninismo pensamiento Mao Zedong». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Línea política, 1967)

364
Esta declaración del renegado Marco es una alteración de la propia historia del
PCE (m-l), una falta de autocrítica, y una muestra más de que él es un
oportunista, que trata de ocultar sus propios fallos. Si con pro-chino o maoísta
nos referimos a que el PCE (m-l) apoyaba la línea interna y externa del PCCh, y
se contagiaba así de sus desviaciones, lo cierto es que la respuesta es afirmativa:
el partido hacía propaganda del partido chino a mansalva, y en esto tiene
responsabilidad directa Marco, quién fue uno de los líderes del partido en aquel
entonces. Todo esto no lo decimos nosotros, lo dice la propia documentación del
viejo PCE (m-l) desde su fundación en 1964 a 1973 con un apoyo explícito al
PCCh, no siendo denunciado el maoísmo como tal hasta 1978 como veremos
más adelante.

Los intentos de Marco de negar el pasado maoísta del PCE (m-l) son igual de
oportunistas que cuando el archirevisionista Arenas, líder del PCE (r) intentó lo
mismo en una entrevista de 2007, como si no hubiera documentación que
acredite el lenguaje y los conceptos maoístas de su partido. En el caso del PCE
(r) esta renuncia parcial de un lazo sólido con el maoísmo se hace porque el
maoísmo se ha convertido con los años en una ideología conocida por sus
traiciones que cada vez es más difícil de defender para los oportunistas que se
cubrían bajo tal manto:

«Los antiguos fanáticos maoístas como Arenas que antes rechazaban a


cualquiera que no reconociera el maoísmo como la ideología más progresista
de la humanidad. Ahora, con el acceso a cada vez información más evidente
que dificulta la defensa del maoísmo y junto a la propia exposición del
maoísmo y sus fraudes en las últimas décadas, han pretendido realizar una
pretendida «autocrítica» sobre sus antiguas posiciones «radicales» sobre el
maoísmo, incluso declarando que «nunca hemos sido maoístas como tales»,
pero igualmente finalizan sus exposiciones rogando que pese los graves
errores que le reconocen, hay que mantener a Mao Zedong como una figura
marxista-leninista. Ejemplificante en esto es como decimos el Partido
Comunista de España (Reconstituido), que intenta con esto meter con un
calzador a Mao Zedong y sus teorías con el mundo marxista-leninista, para
que así sus pasadas desviaciones sean pasadas por alto, y para parecer que las
presentes no son tan graves. Algunos como Juan Manuel Olarieta salen de vez
en cuando a marcar bien clara la línea de defensa de Mao Zedong del PCE (r),
diciéndonos que Mao no es el culpable de la política de los tres mundos, dando
a entender que nunca de desharán del cadáver putrefacto del maoísmo y que
las visitas de Carrillo y Rockefeller en China nunca existieron». (Equipo de
Bitácora (M-L); Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el
caballo de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento
marxista-leninista, 1 de noviembre de 2016)

365
La diferencia es que mientras el histórico PCE (m-l) abandonó el maoísmo en
1978, el PCE (r) seguía apoyando a China como todavía hoy hacen –al igual que
con Rusia–; incluso actualmente los restos de dicho partido y sus ideólogos
todavía consideran en sus documentos a Mao como un marxista-leninista y no
como lo que es: un revisionista. Vemos pues que esta autocrítica es falsa, porque
no solamente se niega la historia del propio partido, sino que se sigue sin
entender el carácter del maoísmo como agencia revisionista en el movimiento
marxista-leninista.

Volviendo exclusivamente al tema, para meter en contexto al lector sobre la


historia el PCE (m-l) respecto al maoísmo, cierto es que este partido nació como
tantos otros nuevos partidos con la carga de un maoísmo todavía no destapado a
nivel internacional –suponiendo para él la fuente de gran parte de sus errores–,
algo que se reflejaría en varios errores que hemos visto en el capítulo anterior:
«¿Fue acaso idílica la línea política del PCE (m-l) desde 1964 a 1985?».

Hablamos desde:

1) La adopción mecánica de la «GPP» como método militar de toma de poder,


decretando que la lucha se daría principalmente en el campo y sería prolongada;

2) El seguidismo a las políticas de la Revolución Cultural –con todas sus


desviaciones antimarxistas inherentes–;

3) El dogmatismo metafísico al no apreciar la posibilidad de que la burguesía se


reciclase del fascismo a la democracia burguesa –con las posibilidades que
ofrecía para el desarrollo del trabajo partidario como indicó precisamente Enver
Hoxha en 1977 sobre España–;

4) Manifestaciones de un sectarismo autosatisfactorio reflejado en la


subestimación de la participación en los sindicatos reaccionarios como algo
secundario –se contentaron con la tarea de crear y trabajar en el pequeño
sindicato revolucionario propio–.

Desviaciones ya explicadas específicamente en los subcapítulos anteriores.

La primera desviación puede verse corregida en parte ya en ciertos documentos


de 1973, para la segunda se tardó hasta 1978, la tercera tuvo cierta incidencia
hasta empezar a ser superada definitivamente a inicio de los 80, la cuarta fue
rectificada en parte aprovechando los cauces legalistas que se abrían,
reconociendo en 1983 el poco trabajo hecho hasta entonces para separar a las
masas de los líderes sindicales reformistas.

El incipiente criticismo del PCE (m-l) con Pekín

366
¿Significa esto que el PCE (m-l) aceptase sin criticismo todo lo que venía de
China? Tampoco podemos decir eso. Nosotros sopesamos la historia no en base
a deseos o a intentos de cubrir a nuestras figuras y partidos fetiche, sino en base
a la realidad y con documentos en la mano. Por ello se hace necesario anotar
que no obstante el PCE (m-l) también se alejó desde un primer momento de
algunos esquemas maoístas. ¿Cuáles fueron los choques del PCE (m-l) con el
PCCh durante 1964-1978 antes de la polémica abierta? Citemos algunos casos.

1) El apoyo de China a los líderes fraccionalistas y oportunistas de 1965 surgidos


en los momentos iniciales de la fundación del PCE (m-l):

«Estos elementos, fueron desenmascarados y derrotados ideológica y


políticamente en el I Pleno Ampliado del Comité Central, en diciembre de 1964,
y expulsados. Fue una gran batalla que permitió que el partido iniciase sus
pasos sobre bases sólidas. En aquel pleno, aquellos elementos, que fueron
catalogados como oportunistas sin principios, pudieron elaborar por escrito
sus posiciones, las redactaron también en las distintas comisiones en las que
participaron y sus intervenciones orales fueron grabadas. Aquello nos
permitió mantener informados a los partidos hermanos y, especialmente, a los
chinos, que nos insistían en alcanzar la unidad con aquellos elementos.
Entonces pensábamos que era por ignorancia de los chinos, luego vimos que
no era así.

Aquellos textos, incluidas cintas magnetofónicas de los oportunistas sin


principios, les fueron facilitados al PCCh, junto con todas las explicaciones
necesarias –tanto a través de una embajada como por una delegación de
nuestro partido, encabezada por Raúl Marco y Elena Ódena, en Pekín, a
principios de 1965–, que demostraban irrefutablemente que aquellos
individuos eran eso, unos oportunistas sin principios, con pelos y señales sobre
cada corriente e individuo.

Pero la dirección del PCCh no rectificó, siguieron recibiendo a los oportunistas,


apoyándolos financieramente, invitándoles a Pekín, mientras que a nosotros
continuaban aconsejándonos que nos uniéramos con ellos. Durante varios
años, hasta la completa extinción de los oportunistas sin principios a primeros
de 1968, estuvimos explicando a los dirigentes chinos –tanto a través de los
contactos en las embajadas como en el mismo Pekín– quiénes eran aquellos
elementos, pero ellos seguían sin hacer caso e insistían en que nos uniéramos.

Nuestro partido rechazó y condenó el comportamiento de la dirección del


PCCh, puesto que el mismo correspondía a unas posiciones de principio
antileninistas en cuanto a la unidad de los comunistas. Esos planteamientos no
sólo partían de considerar a unos oportunistas como comunistas, sino que

367
además propugnaban la unidad de todos sin base a los principios marxista-
leninistas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de
Historia del PCE (m-l), 1985)

En consonancia con esto, el Comité Central (CC) del PCE (m-l) envió una carta
al CC del PCCh donde se decía:

«De lo que antecede, se desprende con claridad que toda idea de unidad con el
grupo de oportunistas sin principios es totalmente incompatible con una
posición de principios relativa a la unidad. (...) Nosotros pensamos que toda
ayuda que se preste a estos elementos oportunistas sin principios, contribuye a
sembrar la confusión y a entorpecer el trabajo de los verdaderos marxista-
leninistas españoles, y a desprestigiar al movimiento marxista-leninista
internacional. La unidad, al igual que la solidaridad internacional, ha de
basarse en posiciones de principio justas a la luz de los análisis serios de la
labor y el modo de pensar de los elementos en presencia. (…) No es marxista-
leninista quien se lo llama a sí mismo, sino el que lo demuestra con sus actos.
(...) El problema está planteado desde hace ya dos años, y si en un principio no
teníais suficiente información ni claridad para juzgar, creemos que ahora ha
llegado el momento para decidirse. No se puede seguir esperando.
Reclamamos el derecho a una discusión y un análisis serio y profundo de este
problema». (Carta del Partido Comunista de España (marxista-leninista) al
Partido Comunista de China; La unidad y la solidaridad sobre la base de los
principios, febrero, 1967)

En otra carta, criticando los sucesivos apoyos a diversos elementos y grupos


oportunistas, diría:

«Sólo la conducta en el terreno concreto y ante cuestiones de principios, puede


poner de manifiesto el carácter de los falsos y de los auténticos marxista-
leninistas. Por todo lo expuesto nos ha sorprendido desagradablemente ver
que en vuestro boletín de la agencia «China Nueva» se citaba extensamente el
panfleto que de vez en cuando publica ese puñado de oportunistas sin
principios (...) El que aparezca ese tipo de información en un boletín oficial
chino contribuye no sólo a sembrar la confusión entre aquellos que no están
bien enterados de los problemas españoles, sino que también desacredita
vuestro boletín entre los españoles y entre los camaradas, partidos y
organizaciones marxista-leninistas de otros países. (...) Deseamos, pues,
llamaros la atención sobre este hecho y manifestaros nuestro profundo
descontento e indignación por la asombrosa falta de discernimiento que han
demostrado los responsables de «China Nueva». (...) No pretendemos
inmiscuirnos en vuestros asuntos internos ni en ninguna cuestión que no nos
incumba directamente. Pero pedimos que tampoco se inmiscuya nadie en
nuestros asuntos internos calificando de «marxista-leninistas» a ese puñado

368
de oportunistas sin principios». (Carta del Partido Comunista de España
(marxista-leninista) al Partido Comunista de China, 20 de junio de 1967)

2) La visita de Carrillo a China en 1970:

«Nuestras divergencias con los dirigentes del PCCh se agravaron en 1970. En


aquel año, una delegación del Comité Central de nuestro partido, encabezada
por Raúl Marco y Elena Ódena, fue a China a invitación suya, en donde se
entrevistó, entre otros, con Kang Cheng, miembro del Buró Político del PCCh y
una de sus figuras ideológicas. Allá, después de los banquetes protocolarios y
de los ya clásicos discursos ditirámbicos, trataron de convencernos de que
para aislar a los revisionistas rusos, era bueno apoyar a Carrillo, ya que éste
tenía contradicciones con los rusos, y que había manifestado –a través de los
revisionistas rumanos y coreanos– su deseo de ir a China para
«autocriticarse». Se les demostró con las mismas publicaciones carrillistas la
falsedad de esas afirmaciones y como Carrillo era un revisionista empedernido
y un agente de la oligarquía. Ellos, los chinos, se aferraron a sus posiciones y
trataron por todos los medios que nosotros aprobáramos su invitación a
Carrillo. Se apoyaron para convencernos, en todo tipo de argumentos, en las
tesis de Mao Zedong sobre la contradicción, en ejemplos históricos
inaplicables, etc. Nuestra delegación, pese a todas las presiones a que se vio
sometida, no sólo no aceptó los argumentos chinos, sino que los rebatió uno
tras otro. Finalmente, ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo,
condenamos allí mismo en Pekín –y no por la espalda, como ellos solían
hacer–, su posición de cara a Carrillo.

El acercamiento entre el PCCh y Carrillo, y el posible viaje de éste a China,


tenían un claro significado, puesto que ocurrían tras la invasión de
Checoslovaquia, en 1968, por el socialimperialismo ruso, tras las fracciones
pro-rusas de Eduardo García, Agustín Gómez y la posterior de Líster en 1970.
Carrillo buscaba marcar sus diferencias con la URSS, obligado por su política
eurocomunista y por haberse arrojado a los brazos de la oligarquía, mediante
su política de «reconciliación nacional» y del «Pacto por la Libertad», a la cual
servía abriéndole ahora el camino para su normalización de relaciones con
China.

Al regreso de la delegación se celebró el IVº Pleno del Comité Central, en


agosto de 1970, al cual se informó de la maniobra de Carrillo y la actitud
incorrecta de los camaradas chinos». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Esbozo de la historia el PCE (m-l), 1985)

De nuevo expongamos una carta del PCE (m-l) dirigida al PCCh en 1970:

369
«Nuestro IVº Pleno ha sido informado de las discusiones que sostuvo con
vosotros la delegación de nuestro Comité Central, encabezada por el
camarada Ricardo Castilla –alias de Raúl Marco–, que recientemente visitó
vuestro país. Por unanimidad, el IVº Pleno aprobó e hizo suyas las posiciones
adoptadas por dicha delegación. (...) La actitud de Carrillo ante sus errores y
crímenes cometidos en primer lugar contra nuestro pueblo, es una cuestión
que concierne esencialmente al pueblo español. Por eso, el día que Carrillo
deseara verdaderamente autocriticarse, deberá hacerlo ante nuestro pueblo,
ante sus legítimos defensores y otras fuerzas verdaderamente antifranquistas
y patriotas. (…) Nuestro Comité Central considera que una eventual relación
directa de cualquier índole entre el Partido Comunista de China y el renegado,
antipatriota y agente de la oligarquía, Santiago Carrillo, tendría diversas
consecuencias [se enumeraban todas ellas]. (...) De todo lo anterior se
beneficiarían los enemigos del pueblo español, es decir, la oligarquía
neofranquista –aliada de Carrillo–, así como el imperialismo yanqui y el
socialimperialismo ruso, dado que la posición de Carrillo es útil a todos ellos
por distintas razones. (...) Nuestro pueblo no comprendería en la situación
actual, que el P.C. de China estableciera relación alguna con ese individuo que
tanto daño ha hecho y sigue haciendo. (...) Por todo lo anteriormente expuesto,
el Comité Central del Partido Comunista de España (marxista-leninista),
reunido en su IVº Pleno, les pide con toda solemnidad que no establezcan
relaciones con el renegado Carrillo». (Carta del Partido Comunista de España
(marxista-leninista) al Partido Comunista de China, agosto, 1970)

Y una vez más en 1971 se diría:

«Desearíamos que nos confirmaseis la noticia aparecida en la prensa


francesa, el periódico revisionista italiano «Unitá» y el carrillista «Mundo
Obrero»; sobre la visita a China de una delegación del grupo del renegado
Carrillo, encabezada por éste.

En el caso de que esta visita sea cierta, el Comité Ejecutivo del Partido
Comunista de España (marxista-leninista) desea reafirmar la posición al
respecto adoptada por la delegación que visitó China el mes de julio de 1970,
encabezada por el camarada Ricardo Castilla –alias de Raúl Marco– y por el
IVº Pleno del Comité Central de nuestro partido, denunciando como una vil
maniobra el deseo del renegado Carrillo de ir a China.

El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España (marxista-leninista),


lamenta profundamente y con espíritu crítico que pese a nuestra petición
expresa hecha claramente con el espíritu que debe regir las relaciones entre
partidos hermanos, hayáis estimado oportuno recibir a Carrillo, sea cual fuera
el organismo que lo haya hecho. Consideramos que en los momentos actuales
es imprescindible mantener una clara línea de demarcación entre los

370
auténticos marxista-leninistas y los revisionistas y otros oportunistas. Esta
línea de demarcación es necesaria para aislar al revisionismo moderno y
reagrupar y organizar a los auténticos marxista-leninistas». (Carta del
Partido Comunista de España (marxista-leninista) al Partido Comunista de
China, 24 de noviembre de 1971)

El Comité Ejecutivo, en su Informe al Vº Pleno del Comité Central del PCE (m-
l), celebrado en septiembre de 1972, exponía al respecto:

«Es evidente que la actitud de los chinos hacia nuestro partido forma parte del
conjunto de su política general en materia de relaciones con otros partidos y
también de su política exterior. Se trata pues, de enfocar nuestras relaciones
con el Partido Comunista de China desde un ángulo general, para no caer en
análisis y conjeturas limitadas a nuestros problemas particulares». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Pleno del
Comité Central, septiembre, 1972)

Y se añadía que los dirigentes chinos:

«No colocan en primer plano la necesidad de delimitar los campos sin


ambigüedad alguna en lo que a los principios ideológicos se refiere. Por
nuestra parte, consideramos que cualquier cabecilla revisionista sigue siendo
revisionista aunque tenga alguna contradicción con los revisionistas del PCUS.
(...) En el terreno ideológico, se trata de orientar a las masas revolucionarias y
populares de todos los pueblos para que vean claro cuál es el camino que han
de seguir para acabar con el capitalismo, para marchar hacia el socialismo. Si
se borran las pistas, si se zigzaguea en ese terreno, el resultado es que se
siembra la confusión y se desvía a las masas del verdadero camino de la
revolución y, en definitiva, se refuerza el campo de la reacción, del
imperialismo y del revisionismo. (…) Desgraciadamente, en la mayor parte de
los países existe todavía gran confusión y división ideológica, fomentada
esencialmente por los pseudomarxista-leninistas, los revisionistas abiertos o
camuflados». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del Vº Pleno del Comité Central, septiembre, 1972)

Según el PCE (m-l), el partido chino no respondió ninguna de estas cartas, ni las
de 1970 ni la de 1971. Estrategia similar de silencio que seguiría con las
sucesivas cartas del Partido del Trabajo de Albania (PTA). El gran error de
ambos partidos viendo la actitud de los dirigentes chinos fue no elevar el tono y
desatar una polémica abierta hasta bien tarde.

3) Rechazo al restablecimiento de relaciones con la España de Franco en un


momento crítico de las movilizaciones populares contra el régimen y de una
brutal represión contra los antifascistas:

371
«Consecuentes con nuestros principios y nuestra política de denunciar y
condenar la normalización de relaciones con la España franquista, nuestro
partido no puede dejar de desaprobar el reciente establecimiento de relaciones
diplomáticas, a nivel de embajadores, entre la dictadura fascista de Franco y
la República Popular China». (Vanguardia Obrera; La camarilla fascista de
Franco no representa al pueblo español, 1973)

Se decía en una carta de 1973:

«El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España (marxista-leninista) ha


examinado la cuestión del establecimiento de relaciones diplomáticas por
parte de la R. P. de China con la España franquista, y de acuerdo con la clara
política de principios de nuestro partido, condenamos y denunciamos la
normalización de relaciones con la dictadura fascista de Franco. Nuestro
Partido apoya el mantenimiento de relaciones entre Estados con distinto
régimen político pero considera, como ya lo hemos manifestado el año pasado
en la declaración sobre la normalización de relaciones con la dictadura
fascista de Franco, que en el caso de España existen cuestiones específicas que
conviene tomar en consideración, de orden histórico, político y moral, dado los
orígenes y la naturaleza del actual régimen en España, el cual fue impuesto al
pueblo español en 1939 gracias a la ayuda decisiva de Hitler y Mussolini. (...)
Nuestro partido ha condenado también a los países bajo dominación
revisionista que han hecho lo mismo, y en primer lugar a la URSS. Estamos
seguros de que las masas populares del mundo entero y la inmensa mayoría
del pueblo español no aprueban la normalización de relaciones con el régimen
franquista. Por todo lo expuesto, consideramos que la R. P. de China ha
cometido un ERROR». (Carta del Partido Comunista de España (marxista-
leninista) al Partido Comunista de China, 1973)

4) La postura china sobre la lucha del FRAP y las ejecuciones del franquismo de
sus militantes:

«En esa línea, los dirigentes chinos jamás publicaron una sola línea sobre el
FRAP, ni sobre las acciones armadas, llegando a ocultar que de los cinco
asesinados por el franquismo en septiembre de 1975, tres de ellos eran
marxista-leninistas y militantes de nuestro partido. Ni una palabra de
solidaridad, ni una sola línea en sus boletines de información sobre las
manifestaciones masivas que se llevaron a cabo en todo el mundo para tratar
de salvar a nuestros camaradas y de protesta después de su asesinato. Y
después de esos bárbaros asesinatos, que fueron un desafío a la opinión
pública mundial, en su boletín oficial se limitaron a publicar tres líneas
diciendo que en España habían sido fusilados «cinco militantes de
organizaciones de masas».

372
Cuando, cuatro días después de los fusilamientos, la dictadura franquista
organizó la concentración fascista de la Plaza de Oriente en Madrid, ante la
retirada de embajadores casi general, junto a Franco y su sucesor, Juan
Carlos, junto a todos los dirigentes fascistas, junto a los embajadores de
Pinochet, del Sah de Irán, de los fascistas brasileños, estaba el embajador de la
República Popular China. Los revisionistas chinos mostraban una vez más,
pero esta vez de forma evidente, su catadura y que se hallaban con armas y
bagajes del lado de los enemigos del pueblo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Esbozo de la historia el PCE (m-l), 1985)

Enver Hoxha en su diario político personal diría indignado en el mismo sentido:

«La actitud de los chinos a propósito del fusilamiento de nuestros cinco


camaradas españoles, tres de los cuales eran miembros del Partido Comunista
de España (marxista-leninista), por el verdugo Franco, es antimarxista y
escandalosa. Hasta ahora no han dicho ni una sola palabra en su defensa. El
mundo entero se ha puesto en pie llevando a cabo enérgicas protestas, todo el
proletariado mundial, e incluso gobiernos burgueses y el mismo Vaticano han
protestado contra este acto odioso, indignante, y han retirado de Madrid sus
embajadores; mientras tanto, ¡¡sólo «la revolucionaria China socialista de
Mao» no ha dicho una sola palabra sobre los héroes españoles!! ¡¿Es esta una
actitud revolucionaria?! ¿Una actitud marxista-leninista? No, se trata de una
posición reaccionaria en toda la acepción de la palabra. China protege a
Franco de la misma forma que ayer actuó defendiendo al chileno Pinochet. Así
pues, está claro que China defiende a los cachorros fascistas del imperialismo
estadounidense, que China defiende a los Estados Unidos. Tales actitudes no se
pueden camuflar con eslóganes como «los pueblos quieren la revolución», etc.,
cuando de hecho China sostiene la contrarrevolución». (Enver Hoxha; En
China no se pronuncia ni una sola palabra sobre los héroes españoles;
Reflexiones sobre China, Tomo II, 30 de septiembre de 1975)

5) Rechazo al concepto maoísta de la «nueva democracia», afirmando por


ejemplo que la incorporación o no de la burguesía no puede determinar el frente
patriótico:

«Para la puesta en pie de un Frente Revolucionario y Patriótico no es


necesario esperar a que se incorporen al mismo sectores amplios de la
burguesía media. Supeditar la creación de un Frente a la eventual
participación de amplios sectores de la burguesía media, sería supeditar el
proceso revolucionario a la actitud de una clase extremadamente endeble y
vacilante». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Línea política
y programa, 1973)

373
6) Fustigando a los oportunistas que apoyan la entrada de España en la
Comunidad Económica Europea (CEE) y a las teorías tercermundistas:

«Los Estados que componen el Mercado Común son rapaces capitalistas y que
como tales tratan de apretar las clavijas a los más débiles. Es cierto que sobre
la base de condicionar a su favor a los menos fuertes, los países más fuertes
tratan en la medida en que las contradicciones entre ellos no se lo impide,
presentar un bloque común frente a la brutalidad y agresividad económica,
comercial y financiera de los EE.UU. y también de los socialimperialistas
rusos; pero siendo este aspecto muy importante, la característica
determinante del llamado Mercado Común es la de ser un conjunto de Estados
capitalistas, en el seno del cual los más fuertes se aprovechan bajo uno u otro
pretexto de los más débiles. Y, naturalmente, esto no ocurre por azar, sino en
virtud de la misma esencia y de la naturaleza capitalista e imperialista de los
países que lo componen. Esta apreciación, que ha sido la del Iº Congreso de
nuestro partido de 1973 frente a la cuestión de la adhesión de nuestro país al
Mercado Común, ha sido una vez más confirmada por los recientes hechos en
torno a las nuevas negociaciones iniciadas a primeros de julio entre la España
franquista y la Comunidad Europea. Ya no se trata de camuflajes de carácter
pseudopolíticos para que dicha entidad dicte unas condiciones leoninas
respecto a los productos industriales que el Mercado Común pretende exportar
a España, sino que trata claramente de obtener un desarme arancelario de un
80 por 100 en los próximos años para sus productos industriales, al mismo
tiempo que levantan todo tipo de barreras y limitaciones para las
exportaciones de los productos agrícolas españoles, incluido uno de los
productos clave de nuestra producción como es el aceite de oliva. Podríamos
decir que estos enjuagues son guiñolescos, sino fuera porque en definitiva
quienes salen perdiendo son siempre las masas trabajadoras; son enjuagues
entre bandidos capitalistas, aunque estos bandidos se cubran con pomposos
títulos de «ministros», «expertos» en esto y aquello, etc. En lo que sí son
expertos todos ellos, es un arte de ver quién engaña a quién, y en ponerse de
acuerdo y llegar en definitiva a compromisos descargando las consecuencias
de sus chalaneos sobre las espaldas de los pueblos. España, siendo como es
actualmente un país de economía débil y dependiente, está no sólo a la merced
de los imperialistas yanquis, sino también, aunque en menor medida, de los
demás países capitalistas que tratan por su parte de aprovecharse tanto como
pueden de esta situación. Entre las medidas que los medios oficiales
franquistas proponen para hacer frente a las exigencias del Mercado Común,
una de ellas es la de acelerar el proceso de concentración y fusión de empresas
para hacerlas «más rentables», y otra la de evitar que los costos sociales de la
producción graven sobre los precios de los productos. En pocas palabras, de
un lado hacer más difícil la existencia de las pequeñas y medias empresas,
para lo cual el gobierno franquista subvenciona aún más descaradamente a
los grandes magnates de la industria y el comercio para así hacer desaparecer

374
a los menos fuertes, y de otro lado, oponerse a toda mejora de las condiciones
de empleo de las masas trabajadoras y a toda subida de salarios. Resulta
archievidente cuan justa es la oposición de nuestro partido cuando
denunciamos los trapicheos a espaldas y en detrimento de nuestro pueblo por
ingresar en el Mercado Común, ya que dicho ingreso sólo puede beneficiar,
como vemos, a los sectores oligárquicos en el poder. Salta también a la vista,
cómo la posición ante esta cuestión del renegado Carrillo de pronunciarse a
favor de la adhesión de España al Mercado Común, no coincide con los
intereses de la economía española en su conjunto y aún mucho menos de las
masas trabajadoras, sino exclusivamente con los intereses de las castas
oligárquicas, fascistas y ultrarreaccionarias que desde el aparato del Estado, y
sirviéndose del erario público van a preparar sus negocios en su beneficio
exclusivo. Pretender encubrir con complicadas explicaciones «supertécnicas»
la necesidad del ingreso de España en el Mercado Común, es echar arena a los
ojos de las masas trabajadoras, engañarlas para mejor servir a los intereses
de los oligarcas fascistas, los cuales sí están interesados en entrar en el
tinglado europeo, para participar conjuntamente con sus «socios europeos» en
la explotación y opresión de las masas trabajadoras de Europa. Finalmente, es
de señalar que dada la dependencia y los estrechos vínculos de toda nuestra
economía –especialmente los sectores más importantes–, respecto al capital
estadounidense, y cuenta habida del papel de trampolín y de intermediaria de
la dictadura franquista al servicio de los intereses yanquis, ésta hará cuanto
pueda por integrarse de uno u otro modo al Mercado Común, pese a las voces
disidentes y a las reservas que se manifiestan entre los sectores más fuertes de
nuestra economía, tanto en la agricultura como en la industria». (Elena
Ódena; Los intereses del pueblo español no pueden coincidir con los del
Mercado Común, 1973)

7) Aprovechamiento de los resquicios legales en cualquier régimen burgués:

«A pesar de que España es un país fascista, en el que el derecho de reunión no


está reconocido, existen plataformas legales, como asociaciones de vecinos, de
amas de casa, clubs juveniles, etc., de las que es necesario hacer una utilidad
revolucionaria. (…) La actividad de muchas de estas agrupaciones se ha
reducido a un legalismo y apoliticismo estrechos; pero habría que preguntarse
si esto no ha ocurrido, en parte porque los revolucionarios hemos dejado el
campo libre a los revisionistas para hacer su política de despolitización de las
masas. (…) Las plataformas legales nos sirven en primer lugar, para detectar
cuales de los problemas son los más sentidos por las masas en el momento
determinado». (Vanguardia Obrera; Reproducido por el Comité de Madrid del
PCE (m-l), Nº106, mayo de 1975)

Lejos de lo que las recetas chinas recomendaban sobre todo en los sesenta que
se reflejaron en varios partidos prochinos, el partido intentó aprovechar los

375
cauces legales para acercarse a las masas. Esto era un punto muy importante, ya
que otros partidos maoístas nacionales como el PCE (r) abogaban por una línea
de negación completa a participar en cualquier organización de masas como los
sindicatos, en cualquier elección, etc., tanto en la época del franquismo como
del postfranquismo, una política sectaria y aislacionista contraria al leninismo
que lleva a la ruina y a la liquidación de la organización por inactividad y
aislacionismo con el pueblo. Véase el capítulo sobre los defectos del PCE (r): «El
desprecio del aprovechamiento de los resquicios legales de la democracia
burguesa o el fascismo y el nulo trabajo de masas» de 2017.

8) Crítica al indiferentismo del destino de los partidos hermanos y los pueblos


oprimidos en el ámbito internacional:

«El internacionalismo proletario significa que cada partido comunista


(marxista-leninista), debe preocuparse no solamente por el desarrollo de la
revolución en su propio país, sino por el desarrollo de la revolución en el
mundo entero. No solamente velar por la pureza del marxismo-leninismo en
sus propias filas, sino también en el movimiento comunista (marxista-
leninista); cada partido comunista (marxista-leninista) debe dar a los demás
partidos hermanos su máxima ayuda ideológica, política y material, y deben
esforzarse particularmente por ayudar a aquellos partidos hermanos que
estén más necesitados de ella». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Línea política y programa, 1973)

El PCE (m-l) en suelo albanés esgrimiría algunos puntos que consideraban


necesario para que un partido fuese reconocido como el partido de vanguardia
de su país:

«1. Que esa organización haya llevado a cabo un análisis marxista-leninista de


la realidad nacional de su país, de la estructura de clases del mismo y haya
determinado sobre esa base cuál es el enemigo principal.

2. Que, sobre la base de dicho análisis, haya elaborado una línea política en la
que se precisen cuáles son los enemigos y cuáles los amigos de la revolución, el
objetivo estratégico de la misma y las formas de lucha necesarias, destacando,
en particular, el papel que le corresponde a la lucha armada.

3. Que haya llevado a cabo una refutación y un desenmascaramiento


sistemático del revisionismo moderno en el plano nacional.

4. Que enarbole la bandera de la lucha nacional antiimperialista en el caso de


que su país sea víctima de la agresión, control, intervención o ultraje del
imperialismo extranjero.

376
5. Que haya, al menos, iniciado una vinculación efectiva con las masas
populares de su país y se esfuerce seriamente por ampliarla y robustecerla.

Aparte de esto, en aquellos países donde existen partidos marxista-leninistas


que responden a estos cinco requisitos básicos, existen también, a nuestro
entender, tres criterios esenciales para saber si esos partidos están actuando
como los auténticos destacamentos de vanguardia de la clase obrera de sus
países y si, por consiguiente, hay que darles un apoyo pleno y sin reservas.
Estos criterios son:

1. Que dicho partido, a través de un período de tiempo y de haber superado


muchas pruebas, se haya mantenido firmemente adicto a su Línea Política y
haya sabido corregir sus errores políticos y organizativos sin apartarse de sus
principios.

2. Que haya mantenido, también a través de un período de tiempo y de la


superación de muchas pruebas, un equipo dirigente con cohesión y estabilidad,
y al mismo tiempo que lo haya ido superando y depurando de los elementos
que no estuvieran a la altura de las tareas y ampliando con nuevos dirigentes
promovidos por la lucha.

3. Que el desarrollo mismo de la lucha haya demostrado en los hechos que las
clases dominantes reaccionarias atacan y combaten dicho partido y lo
consideran como su enemigo principal y que, en consecuencia, ese partido se
encuentra ya experimentado y curtido por ciertos sacrificios». (Vanguardia
Obrera; Discurso pronunciado por el responsable de la delegación del Comité
Central del PCE (marxista-leninista) ante el VIº Congreso del Partido del
Trabajo de Albania de 1971, ediciones V. O., Madrid, 1971)

9) No permitiendo el fraccionalismo interno bajo el concepto de la «lucha de


dos líneas» maoísta:

«Saliendo al paso de la obsesión que en todo momento han tenido los


oportunistas y revisionistas de distinta laya por evitar el desarrollo de la lucha
ideológica y por fraguar una unidad sin base ideológica común. Lenin ya
señaló de manera inequívoca que «para unirse es preciso delimitar
previamente los campos». Lenin, que nada tenía de sectario y que sabía mejor
que nadie utilizar las contradicciones del enemigo y de todos los adversarios
para reforzar el partido y la lucha revolucionaria, siempre nos advirtió contra
el peligro de llegar a una unidad sin principios y de convertir al partido en una
especie de club de discusiones y donde cada cual pudiera mantener toda suerte
de posiciones e ideologías. ¿Cómo podría ser el partido, en esas condiciones,
sin una unidad monolítica en el terreno ideológico, Estado Mayor de la
revolución y tener una dirección monolítica en el terreno político y

377
organizativo? ¿Cómo se puede luchar unidos, cuando no se tienen los mismos
enemigos y cuando no se está de acuerdo sobre los medios y formas de lucha ni
sobre los objetivos primordiales?». (Elena Ódena; La posición leninista sobre
la unidad, 1972)

Estos méritos junto a otros que se resaltan en el texto y en los documentos ya


citados, hacen que los revolucionarios deban poner interés en estudiar no solo
los errores sino los aciertos del PCE (m-l), sobre todo cuando algunos
elementos, incluso exmilitantes del partido, tratan de tachar todo su legado
general como una «experiencia dogmática e infantil».

¿Cuándo se empezó a desenmascarar el maoísmo?

Los variados textos de Stalin y de los marxista-leninistas soviéticos, las críticas


de Dimitrov y la Internacional Comunista, las críticas de los indios ante los
intentos de maoización de su partido, los propios análisis de Moni Guha de los
80 sobre el maoísmo, pueden entenderse como una reacción a los inicios del
revisionismo chino como se ha visto en nuestro medio en diversos documentos.
Pero hay que entender que durante 1935-1953 el revisionismo chino no salió
abiertamente con sus eslóganes ni sus actos más antimarxistas, y siempre
aparentó recular «cuando sacaba los pies del tiesto». Digamos que era la época
en que más se camuflaba por su miedo a ser denunciado como una corriente
asiática análoga al titoismo como Mao Zedong confesaría en 1956 ante la
delegación yugoslava en el VIIº Congreso del PCCh. Cuando el revisionismo
chino empezó a mostrarse abiertamente fue tras la muerte de Stalin en marzo
del 1953, ahí los chinos se mostraron sin pudor tanto en su teoría como en sus
actos. Pese a todo, la información era realmente escasa y nadie con relevancia se
atrevió por entonces a condenar lo poco que se sabía del revisionismo chino.
Durante los sesenta las divergencias entre los partidos marxista-leninistas y la
dirección china se agudizaron, pero no pasaron del ámbito privado en su
mayoría lo cual benefició a los revisionistas chinos. Este panorama cambió a
mediados de los 70 según la línea oportunista se iba haciendo más profunda en
público:

«En la política exterior se rechaza asistir al VIº Congreso del Partido del
Trabajo de Albania (PTA) de 1971 debido a la crítica albanesa a la política
exterior china. Ocurre la visita de Nixon a China en 1972 y el Comunicado
sino-estadounidense donde se firma toda una serie de frases que embellecen y
apoyan la política imperialismo estadounidense. La anunciación oficial de la
«teoría de los tres mundos» en 1974 en el Congreso de la ONU, en un discurso
pronunciado por Deng Xiaoping a petición de Mao Zedong. Se dice que existe
el «primer mundo» con Estados Unidos y la Unión Soviética, en el «segundo
mundo» con los países desarrollados aliados de éstos, y el «tercer mundo» con
el resto de países subdesarrollados, finalmente se crea el esquema de un frente

378
común de los Estados Unidos, el «segundo mundo» y el «tercer mundo» contra
la Unión Soviética. De ahí se deriva la idea de que el «tercer mundo» es la
«fuerza motriz de la humanidad». La teoría de que el imperialismo
estadounidense «está en decadencia y solo desea el status quo» y que «el
socialimperialismo soviético era la superpotencia más agresiva». El
reconocimiento e incluso apoyo a países fascistas pro estadounidenses como el
de Franco, Pinochet, Mobutu, Marcos o el Sah de Persia. El aumento del apoyo
económico-militar a regímenes capitalistas-revisionistas con contradicciones
con los soviéticos y tendencias proestadounidenses como Tito en Yugoslavia o
Ceaușescu en Rumanía. El aumento del apoyo a partidos revisionistas con
divergencias con los revisionistas soviéticos, como el PCE eurocomunista de
Carrillo, o el PCE de Berlinguer. El apoyo a países y líderes del «segundo
mundo» como Francia. El apoyo a los movimientos pro estadounidenses del
«tercer mundo» como el FNLA en Angola. La defensa abierta de la Comunidad
Económica Europea (CCE) y la OTAN. Se sabotea las relaciones económicas
con Albania debido a la no aceptación de la política exterior china de los «tres
mundos». La negativa china a ayudar o celebrar reuniones multilaterales con
los partidos marxista-leninistas para debatir las divergencias se agudiza
mientras se ayuda cada vez más abiertamente a los gobiernos reaccionarios y
los partidos revisionistas locales de cada país creando un hondo descontento
entre los revolucionarios». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de los
marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo
durante los 60 y 70 en el movimiento marxista-leninista, 2016)

Hasta 1979, el PCE (m-l) se negó a reconocer lo que era un secreto a


voces

Para algunos partidos todo esto supuso una realidad difícil de afrontar y aceptar
en un principio. Véase el artículo de Elena Ódena «Gato por liebre» de 1972
donde se niega a aceptar que los chinos hubieran podido llegar a bendecir a
Carrillo como revolucionario durante su viaje a China, calificándolo de una
invención del líder español revisionista:

«Según el mencionado escrito sobre el viaje a China [de Carrillo], se dice en


uno de los párrafos que los «camaradas chinos no han hecho ningún juicio
sobre nuestra política», y a renglón seguido se afirma que los camaradas
chinos consideran que el grupo carrillista «lucha por la revolución». (...) La
verdad es que en puro castellano esto se llama querer dar gato por liebre. Mal
han podido decir los camaradas chinos que el grupo carrillista «lucha por la
revolución». (Elena Ódena; Gato por liebre, 1972)

Finalmente, la realidad se impuso para el PCE (m-l) tanto por su trato directo
con los líderes chinos como por las acciones internacionales de éstos. Viéndose
que los chinos no solo se habían reconciliado con los eurocomunistas, sino

379
también con los titoistas, y que además estaban financiando y recibiendo con
honores y discursos elogiosos a cualquier reaccionario del mundo.

Riccardo Gualino, exmilitante del PCE (m-l), en su obra «FRAP: una temporada
en España» de 2010, anota que precisamente que tras el viaje a China de
Carrillo en 1970 las relaciones con los dirigentes chinos estaban congeladas, y
que fue Elena Ódena quién en el pleno de 1972 dejó entrever a la militancia las
palpables contradicciones existentes entre los dos partidos:

«En 1970 una delegación de nuestro partido, compuesta por Elena Ódena,
Raúl Marco, Lorenzo Peña y Álvaro Fernández Alonso visitó China. (…) Estaba
causada por una cuestión principal: la decisión del PCCh de invitar a una
delegación del PCE de Carrillo a China. Así estaban las cosas, los chinos nos lo
dijeron directamente. Las normas chinas dicen que nunca se comunican las
cosas directamente, sobre todo si son embarazosas. Es más, el hablar de
manera indirecta se considera particularmente elegante. Durante varios días
nos hablaron de diversas cosas, sobre todo citaban a Mao, afrontaban
argumentos que no tenían nada que ver, que no tenían un nexo con la
comunicación en cuestión, por lo menos así nos parecía a nosotros. (…)
Finalmente decidimos ir al grano. Les preguntamos si por casualidad lo que
nos querían decir era que Carrillo tenía en perspectiva un viaje a China y que
por tanto ellos tenían la intención de recibirle. Pareció como si hubiésemos
dicho algo obsceno o inconveniente. Pero, muy irritados, los chinos dijeron
que, efectivamente, ese era su intención. Fue entonces cuando nuestros
camaradas inventaron la expresión «renegado, antipatriota y agente de la
oligarquía» para definir a Carrillo. La historia tuvo un apéndice. Los chinos
nos invitaron a un acto público en el que participaron numerosas delegaciones
extranjeras. En nuestra intervención se atacó a Carillo definiéndolo de aquel
modo. Las delegaciones presentes, ignorando la sustancia del problema, a
cada ataque a Carrillo respondían aplaudiendo con frenesí. Los chinos se
resintieron. Pero la esencia en cuestión no estaba en la visita de Carrillo. Dicha
visita nos tocaba directamente, pero es necesario encuadrarla en un contexto
más general. ¿Por qué los chinos querían invitar a Carrillo y estaban tan
interesados en hacerlo? (…) Los chinos sostenían que el principal enemigo de
los pueblos del mundo eran las dos superpotencias, pero haciendo una
distinción entre la superpotencia de los EE.UU. y la de la URSS. Sostenían que
los estadounidenses estaban en decadencia mientras que la URSS estaba en
ascenso, era cada vez más potente. Por ese motivo habían acentuado su
polémica contra la URSS y fomentaban un acercamiento a los EE.UU. En la
práctica esta tendencia, en la prensa y en sus actuaciones, estaba más
acentuada. (…) Habían decidido iniciar una política nacional, basarse en sus
propios intereses nacionales, y esto les condujo a iniciar una política de
alianzas con Occidente, con EE.UU., y con la Comunidad Económica Europea.
(…) Los chinos empezaron a sostener a los partidos que, abandonando una

380
política comunista, tomaron una actitud favorable a los EE.UU. y a su propia
burguesía. El caso más conocido fue el del pequeño partido marxista-leninista
francés dirigido por Jacques Jurquet. El partido de Jurquet teorizó la
necesidad de una alianza con la burguesía francesa con el fin de hacer frente a
la URSS. Esta teoría llevó a los defensores de los chinos a tomar posiciones
totalmente aberrantes, porque los fautores de los estadounidenses eran
elementos de los más reaccionarios y a menudo abiertamente fascistas. (…)
Después de la delegación de 1970 nuestros contactos estaban prácticamente
congelados. No habíamos realizado más viajes a China. En 1972 cuando
participé por primera vez al Comité Central del PCE (m-l), pude constatar el
enfriamiento de nuestras relaciones. Elena Ódena hizo una breve mención a
los chinos, subrayando la situación de nuestros vínculos y las contradicciones
existentes. Las relaciones con los albaneses eran excelentes». (Riccardo
Gualino; FRAP: una temporada en España, 2010)

Aunque había varios temas para estudiar y desenmascarar al maoísmo, la


ociosidad de los partidos marxista-leninistas hizo que el origen, desarrollo y
esencia del revisionismo chino solo se pudiera discernir con claridad a finales de
los 70. Con la famosa teoría de los tres mundos hubo un primer
posicionamiento entre los marxista-leninistas y los ultraoportunistas que
seguían esta teoría:

«1. Niega la lucha de clases como motor de la historia.

2. Niega el carácter de nuestra época y el papel del proletariado como fuerza


revolucionaria dirigente.

3. Ignora las contradicciones esenciales, reduciéndolas a una sola.

4. Al señalar la necesidad de luchar contra el socialimperialismo ruso,


enemigo de los pueblos del mundo, dejan de lado la lucha contra el
imperialismo yanqui al que casi llegan a presentar como un amigo de los
pueblos.

5. Embellece a la OTAN, al Mercado Común, y llama a los pueblos a apoyar el


capitalismo para fortalecer sus ejércitos burgueses.

6. Al preconizar la alianza del «segundo» y «tercer mundo», preconizan la


alianza de los pueblos oprimidos con las potencias neocolonialistas de viejo y
nuevo tipo.

7. Al hablar de la necesidad de aprovechar las contradicciones


interimperialistas, olvidan que esas contradicciones hay que utilizarlas al
servicio de la revolución, y no a la inversa.

381
8. Oculta el papel de los movimientos revolucionarios, de las luchas obreras en
los países capitalistas, de la revolución proletaria.

9. De hecho preconizan una alianza de la burguesía contra el


socialimperialismo ruso, y deja de lado la lucha de los pueblos contra las
dictaduras de Pinochet, Suharto, Mobutu, Agostinho Neto, etc.

10. Deja de lado la lucha contra el revisionismo y oculta el siniestro papel de


revisionismo yugoslavo –al que incluso llegan a embellecer–.

11. Al presentar como «peligro principal» de hecho, solamente al


socialimperialismo ruso, sabotea en realidad la lucha por la independencia
nacional, aconsejando, incluso, el mantenimiento de un «statu quo» en las
zonas de dominio yanqui y neocolonialismo occidental.

12. Al presentar al imperialismo yanqui como fuerza decadente y al


socialimperialismo como fuerza ascendente, olvidan que la única fuerza
ascendente es el proletariado internacional, y que el imperialismo en nuestra
época está en decadencia, tanto el yanqui como el ruso y todos los
imperialismos, en tanto que punto de vista estratégico; y en lo táctico, la
«decadencia» del imperialismo yanqui no es tal como para que haya dejado de
ser una gran amenaza y un grave peligro para los pueblos, el imperialismo
yanqui continúa explotando ferozmente a la mayor parte del mundo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

De igual modo no muchos de ellos estaban dispuestos a aceptar después de


tantos años de maoísmo que las críticas de los marxista-leninistas albaneses a
Mao en otros campos fuesen posibles y ciertas. Aquí entró en juego el
sentimentalismo y la falta de autocrítica de las propias trayectorias de muchos
partidos. Esto puede verse en el IIº Congreso del PCE (m-l) en que se condenó
el tercermundismo pero excluía a Mao de su autoría y de su puesta en práctica:

«Estos oportunistas tratan de encubrirse con el nombre de Mao Zedong para


colocar su podrida mercancía. (…) ¿De dónde ha salido pues, esta «teoría» de
los «tres mundos»? No ha sido de Lenin. Se ha oído por primera vez en boca de
Deng Xiaoping. Y Deng Xiaoping ha sido por dos veces criticado y separado
del Partido Comunista de China, por revisionista y complotador. Y esto cuando
aún vivía el camarada Mao Zedong». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Léase también como ejemplo el artículo de Raúl Marco de 1977 llamado «Sobre
el oportunismo y en defensa de Mao Zedong» publicado en Vanguardia Obrera:

382
«Así, por ejemplo, pretenden hacernos creer que la podrida teoría de los «tres
mundos», fue formulada por Mao Zedong. Esto no es cierto. (...) Ni en ninguno
de sus textos, ni en las obras de Mao, encontramos algo que justifique esa
teoría archirrevisionista». (Vanguardia Obrera, Nº4, octubre de 1977)

O véase la entrevista a Manuel Blanco Chivite en «El Viejo Topo» Nº3 de 1978:

«Blanco Chivite: No creemos que la teoría de los tres mundos pueda atribuirse
a Mao». (José Luis Prieto/Federico Grau; A vueltas con la Guerra Popular
Prolongada, entrevista a Blanco Chivite, 1978)

Enver Hoxha anotó estas tendencias incorrectas basadas en errores dubitativos


o ignorantes a la hora de evaluar al maoísmo en su obra: «Sobre cómo sopesan
los partidos comunistas de América Latina los errores y culpabilidad de Mao
Zedong» del 29 de septiembre de 1978, que puede encontrarse en sus obras
completas en albanés.

Todos estos documentos demuestran que los líderes de la cúpula mantuvieron la


misma postura excluyendo a Mao de la autoridad y autoría de la política de los
tres mundos. ¡Algo que resulta totalmente ridículo, pues esto lo afirmaban los
líderes españoles que habían presenciado como Mao recibía en China a Nixon o
al propio Carrillo, e incluso habían sido testigos del restablecimiento de
relaciones con Franco y el silencio con el fusilamiento de sus militantes en 1975!
Lo que demuestran el bajo nivel teórico y el poco arrojo que albergaban dichas
personas en ese momento para ser dirigentes de alto rango en un partido
comunista. No estuvieron a la altura de las circunstancias. Es triste decirlo, pero
es así.

He aquí un clamoroso error del PCE (m-l) que tardaría en rectificar:

«En el último Pleno Ampliado del Comité Central de 1978, así como en las
diversas conferencias regionales, reuniones ampliadas de cuadros, etc. el
partido ha sido unánime en la denuncia y condena del llamado «pensamiento
Mao Zedong», como artífice del revisionismo chino y su podrida teoría
sintetizada de los «tres mundos». (…) Sin embargo no sería justo ni correcto
no plantear en nuestro IIIº congreso de 1979, una vez más, esta cuestión, ya
que en el IIº Congreso de 1977, si bien condenamos categóricamente la «teoría
de los tres mundos», por otro lado no vimos el papel desempeñado por Mao e
incluso tratamos de desligarlo de esa «teoría» y del revisionismo chino,
cuando en realidad, es Mao y sus escritos teóricos los que son el origen y la
base de ese revisionismo. (…) Su actitud hacia la burguesía, su teorización
sobre las dos líneas en el partido, su antistalinismo, etc. confirman la posición
de Mao como responsable de semejante «teoría». Además no podemos olvidar

383
que cuando Deng Xiaoping expuso esta «teoría» ante las Naciones Unidas, el
Presidente del PCCh seguía siendo Mao, y no sólo no desaprobó, sino que la
corroboró. Por aquel entonces, Mao recibió a diversos periodistas extranjeros,
especialmente estadounidenses, y en todas sus intervenciones expuso la
esencia de esa «teoría», igual que lo hizo ante diferentes reyezuelos y sátrapas
reaccionarios. Es indudable que si Mao hubiera estado en contra de esa teoría
como pretenden ahora algunos, más papistas que el Papa, podía haber
expuesto sus opiniones, pues nadie lo amordazaba. Por otro lado, no olvidemos
que fue el mismo Mao quién recibió a Kissinger e invitó a Nixon con el que tuvo
según los comunistas chinos de aquel entonces «fructíferas conversaciones» en
el mismo momento en que los yanquis bombardeaban Vietnam. No olvidemos
que Mao era el máximo dirigente de China cuando establecieron relaciones
diplomáticas con la sanguinaria dictadura franquista; no olvidemos su actitud
ante los viles asesinatos del 27 de septiembre de 1975, etc. Y todo eso no es ni
más ni menos que la aplicación de la teoría de los «tres mundos». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del
PCE (m-l), 1979)

Durante 1978 las ediciones del periódico del partido «Vanguardia Obrera» sin
duda se centraban mucho en la crítica a la nueva dirección china de Hua Kuo-
feng y Deng Xiaoping, especialmente en torno al tercermundismo, pero sobre
Mao no se decía nada. Solo a finales de año se empezaría a dudar del propio
Mao. Raúl Marco es ejemplo de este pensar dubitativo en su artículo: «Defender
el marxismo-leninismo, luchar contra los revisionistas chinos, es una cuestión
de principios para los comunistas»:

«¿Cuál ha sido el papel de Mao en esta traición? Seguiremos siendo prudentes,


pero podemos afirmar que existen una serie de hechos que como mínimo
plantean serios interrogantes sobre su actitud y actividad. (…) ¿Cómo puede
un leninista admitir, por ejemplo, que en su vida, se designe a su heredero? Eso
es propio de las dinastías monárquicas, de mandarines, pero jamás de un
comunista. Y no nos inventamos nada. Basta con leer los estatutos que los
revisionistas chinos elaboraron en su IXº Congreso de 1969. (…) Cada vez
quedan menos dudas sobre si Mao fue o no el creador de la nefasta y podrida
«teoría de los tres mundos». Podemos afirmar que al menos fue su inspirador.
(…) Niega el papel dirigente del proletariado, niega la lucha de clases».
(Vanguardia Obrera; Nº 248, 1978)

Oficialmente, en el IIIº Pleno del Comité Central del 1978, el PCE (m-l) condenó
sin tapujos el maoísmo como doctrina revisionista:

«El Pleno del Comité Central (CC) ha abordado igualmente el problema


planteado hoy por el «pensamiento Mao Zedong», manifestándose
unánimemente en contra y considerándolo contrario al marxismo-leninismo.

384
A este respecto el CC llega a la conclusión de que Mao tiene la mayor
responsabilidad en el camino emprendido por China, camino que se inició años
antes de su muerte, camino que él mismo dirigió y alentó.

El Pleno del CC considera que la lucha contra el revisionismo chino, a nivel


mundial, está ya lanzada y que el papel de Mao dentro del mismo es
fundamental. Nuestro partido creyó también, como muchos otros, que Mao
era un marxista-leninista. Incluso en nuestro IIº Congreso de 1977, cuando se
refutó la «teoría de los tres mundos», tratamos de desligarle de tan nefastas
posiciones. Hoy, a medida que hemos profundizado y analizado tanto la citada
teoría, como los planteamientos políticos y prácticos de Mao, la evidencia se
ha impuesto. Mao es tan revisionista como sus herederos». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Resolución general del IIIº Pleno
del PCE (m-l), 1978)

La dirección del PCE (m-l) pese a todo, no hizo un análisis realista de las causas
por las que no había denunciado al maoísmo antes.

«No teníamos, sin embargo, suficientes datos, nos faltaban conocimientos


necesarios para proceder a un análisis en profundidad. Tuvimos que esperar
la formulación abierta y sistematizada de la podrida «teoría de los tres
mundos» para ver más claramente hacia donde se dirigían los mandarines
chinos. (…) Y en su análisis profundo y global, el camarada Enver Hoxha
facilita datos, pruebas irrefutables, argumentos marxista-leninistas que
demuestran que China nunca ha sido un país socialista, que su partido no ha
estado bajo dirección auténticamente comunista, que Mao Zedong no ha
pasado de ser un nacionalista burgués que supo encubrirse con fraseología
marxista». (Vanguardia Obrera; Nº 272, 1979)

En primer lugar no es cierto que el PCE (m-l) no dispusiera de datos suficientes


como para poner el grito en el cielo sobre la línea política china en el interior y el
exterior, porque hasta sus primeras quejas oficiales sobre Mao en 1978 son
críticas sobre los estatutos del partido chino de 1969 o la política tercermundista
practicada antes de la enunciación oficial de la teoría con los tratos con Nixon,
Pinochet, Pahleví, Mobutu, Ceaușescu o Carrillo, por no citar ya la actitud china
de apoyo y financiación a la fracción salida del PCE (m-l) de 1965, por lo que
esto es una excusa vulgar. En segundo lugar, como reconocen aquí, hasta que el
líder albanés no sacó sus obras fundamentales contra el maoísmo, el PCE (m-l)
no reflexionó profundamente ni tuvo la iniciativa de realizar sus propias
investigaciones sobre el tema, pese al material evidente del que disponía tanto
de sus relaciones con los dirigentes chinos, como de la política interna y externa
del maoísmo en general a nivel de documentación, que le era facilitada por los
propios líderes chinos. Hay que decir que los análisis más profundos a los que el

385
PCE (m-l) llegaría sobre el maoísmo tras 1978 jamás esgrimirían conclusiones
significativamente diferentes de las que había llegado el PTA, por lo que
dudamos de que se hiciese un análisis exhaustivo, creemos que a falta de
capacidad ideológica para abordar estos temas terminaron por basarse
fundamentalmente en material de terceros, en este caso, de los camaradas
albaneses. Más allá de descalificaciones ni siquiera hubo un análisis serio de
como el maoísmo nacional se presentaba en sus distintas versiones más a la
derecha o a la izquierda: PTE, ORT, PCE (r), UCE, MC, OCE y un sinfín de sopa
de siglas.

En el artículo de Raúl Marco: «El imperialismo y la revolución, de Enver Hoxha,


arma ideológica para los comunistas», el líder español seguiría justificando su
tardanza en el análisis y denuncia del maoísmo:

«Desde el comienzo de nuestra existencia, en 1964, e incluso antes de la


constitución de nuestro partido, tuvimos graves problemas con los que
entonces llamábamos «camaradas chinos». Tuvimos enfrentamientos
dialécticos en todos nuestros contactos con ellos, y en varias veces que
mantuvimos discusiones con los dirigentes chinos en Pekín mismo, nuestros
desacuerdos fueron prácticamente totales sobre la unidad de los marxista-
leninistas, entre otras cosas. Supimos sin embargo, mantener nuestras
discrepancias a nivel interno, no hacerlas públicas para no dar armas ni
facilitar argumentos a los enemigos del marxismo-leninismo. (…) Existen
documentos internos sobre estas contradicciones que en su día publicaremos».
(Vanguardia Obrera; Nº 272, 1979)

Hay renegados como Raúl Marco que acuñarían la teoría de «mantener las
divergencias en silencio», la cual fue una de las características ideológicas del
PCE (m-l) mientras se sucedían eventos de importancia mientras el partido se
mantenía en silencio o llegaba tarde a la polémica. Esta postura siempre es
beneficiosa para los elementos oportunistas que desean eludir el debate y la
confrontación de ideas, porque supone mostrar su bajo nivel teórico, perder
reconocimiento, militantes o posibles aliados, y como sabemos, los revisionistas
anteponen la cantidad a la calidad. Esta es una política antimarxista disfrazada
de cordialidades y respeto entre organizaciones, cuando el movimiento
marxista-leninista ha visto demasiadas veces como delante de sus narices como
se destruían partidos y se frustraban revoluciones, todo porque diversos líderes
no se aclaraban si era el momento oportuno para plantear las críticas a los
camaradas o porque confiaban que dichos oportunistas se diesen cuenta de sus
errores pronto. No hay tiempo de titubeos, y el llamado honor del partido y de
las personas está muy por debajo de la causa general que incumbe al comunista
como tal. Los partidos no deben ser tertulias ni clubs de amigos, hay que
entender de una vez que el honor de unas siglas se pierde en el momento en que
dicha organización se desvía. Por lo tanto, el no realizar una crítica a tiempo,

386
cuando se cree que el partido se está desviando de los principios ideológicos, es
eludir el cumplimiento de los propios estatutos del partido que manifiesta
guardar la pureza de la doctrina revolucionaria. Y en el ámbito de relaciones
internacionales, cometer esto mismo, el no señalar los errores conscientes o
inconscientes a otros camaradas, es una falta de internacionalismo proletario
manifiesta. En ambos casos no dejar prueba pública del desacuerdo ayuda al
infractor a proseguir su camino desviacionista mientras parte de su militancia
vive en la inopia o sencillamente en engañada y manipulada. Por supuesto la
crítica debe de ser en términos camaraderiles con una exposición bien agrupada
y argumentada.

En la evolución del PCE (m-l) respecto al maoísmo, desde sus primeras críticas
hasta la ruptura oficial en 1978, es innegable que muchas de las reticencias
públicas eran críticas muy tibias para la magnitud de los temas a tratar. En otras
ocasiones, la postura de los dirigentes del PCE (m-l) frente a los dirigentes
chinos en las conversaciones privadas solo pueden ser reconstruidas con
declaraciones y memorias a posteriori, por lo que no son fiables del todo. Lo que
es innegable, es que hasta bien entrados los 70, las ediciones de «Vanguardia
Obrera» fueron inundadas de artículos propagandísticos sobre China, incluso en
la época en que los dirigentes del PCE (m-l) empezaban a tener serias dudas
sobre los dirigentes chinos. Cabe decir lo mismo con las declaraciones frente a
delegaciones de otros partidos extranjeros, donde se ve una defensa del llamado
«Pensamiento Mao Zedong» hasta 1978. Como vemos, la formalidad y el miedo,
jamás ayudan al movimiento comunista.

Para muchos militantes de la base, el ocultamiento de las divergencias o cuando


no seguidismo respecto al maoísmo, tuvo como consecuencia que a la ruptura
de la dirección con el maoísmo en 1978 quedasen bajo una confusión:

«En 1976/77 cuando ingresé en la JCE (m-l), fui delegado del IIº Congreso de
la JCE (m-l) en 1977. En el 78 fui detenido pase unos días en prisión... al salir
me exilié a Venezuela un año y al regreso seguimos, estuve hasta 1982. (…) Lo
de la desmoización fue algo de la noche a la mañana... al menos muchos no
entendíamos esos cambios repentinos en la línea. Fue como si todos los días
desayunas pan con tostadas, y de un día a otro, el médico te dice que debes
cambiar tu desayuno de las últimas décadas. Recuerdo que muchos nos
mosqueamos mucho, porque llegaron instrucciones de que «El maoísmo debe
de ser denunciado». Bien, sobre el maoísmo ya teníamos sospechas... pero sin
debate, sin comprensión completa de toda una trayectoria, solamente con
artículos superficiales, este tema ocasionó fue un duro encontronazo. A veces
se hacían así las cosas hasta que algunos nos hartamos de este proceder».
(Comentarios y reflexiones de R. a Bitácora (M-L), 2019)

Esto indica, que lejos de lo que se vendió luego, la base no estaba enterada ni
inmunizada ante el oportunismo de los dirigentes chinos. Era imposible que así
fuese con las posturas adoptadas. Por tanto, lejos de lo que siempre insinuó
Raúl Marco, la forma en que lo llevó a cabo el PCE (m-l) su desmaoización no
puede ser tomado como ejemplo ni por asomo.

387
¿Que facilitó el «destape del pastel» del maoísmo de forma definitiva y a nivel
global? ¿Qué hizo a los marxista-leninistas tener que llevar a cabo una
reevaluación general del maoísmo? En parte la publicación en 1977 del Tomo V
de Obras Escogidas de Mao Zedong que cubrían el lapso de 1949 a 1957. Estas
obras ayudaron a muchos a ver que las críticas que algunos marxistas hacían al
revisionismo de Mao no eran imaginaciones, sino una crítica fundamentada
imposible de contrarrestar. Muchos otros cuestionaron, como último recurso, la
autenticidad de esos textos, pero lo cierto era que muchos de los revisionistas
como Carrillo ya se habían valido de estas obras que fueron publicadas no
oficialmente en Europa y otros lugares, como demuestran los propios medios
del PCE de aquellos años, algo que los maoístas españoles desconocían o
ignoraron adrede. Véase la obra: «Breve glosa sobre la influencia del
revisionismo chino en la conformación del revisionismo eurocomunista» de
2015.

Así mismo se sacó a la luz ciertos textos de Mao no publicados hasta entonces
muy reveladores sobre cómo funcionaba el revisionismo chino: es el caso de la
famosa carta de 1966 dirigida a su mujer comentando las luchas internas de
1966 o las revelaciones de como operaba el llamado Gabinete General, un
cuerpo de información, espionaje y militar por encima del Comité Central y el
Buró del PCCh creado por Mao. Todo este material sería recogido por Enver
Hoxha para sus obras contra el maoísmo.

No hay que despreciar que también se empezó a sacar a la luz y a popularizar las
obras, entrevistas, cables y confidencias de Mao y Chou con periodistas,
embajadores, presidentes, y agentes estadounidenses de los últimos 40 años:
documentos con Edgar Snow, John Service, el General Stiwell, Edmund Clubb,
Nixon, Kissinger o Ford. También empezaron a circular los textos del renegado
Browder donde alababa a Mao por su política liberal y proestadounidense. En
resumen, documentos que mostraban que la línea proimperialista del maoísmo
no es de los 70 sino de los años treinta, y que Mao era el autor de la teoría y
praxis del tercermundismo por si a alguno le quedaban duda. Hoxha diría a
varios líderes sobre estas revelaciones:

«Buscamos en la documentación de los estadounidenses, en los discursos de


Mao Zedong y Chou En-lai. De esto resultó que, durante todo el período de
guerra, ellos, es decir, los dirigentes chinos con Mao Zedong a la cabeza,
habían tenido estrechos contactos con las misiones estadounidenses; militares
y diplomáticas acreditadas ante Chiang Kai-Shek. Se han descubierto hechos y
documentos que revelan que desde aquel tiempo, cuando se luchaba contra
Japón y Chiang Kai-shek, los dirigentes chinos, mientras mantenían una
actitud no del todo hostil hacia la URSS, estaban a favor de los Estados
Unidos. (…) En estos documentos aparece claramente la actividad en China de
Edgar Snow, agente del Departamento de Estado de los Estados Unidos, quién

388
estaba en el Estado Mayor de Mao Zedong y conocía la actividad interna del
Buró Político del partido. Lo que él ha dicho sobre las peticiones de Chou En-lai
a los Estados Unidos son hechos. También todo lo que hemos dicho sobre estas
cuestiones en el libro «Reflexiones sobre China» se están confirmando». (Enver
Hoxha; Solamente en la lucha pueden los partidos marxista-leninistas
fortalecerse, temblarse y obtener capacidad; De una conversación con Joao
Amazonas, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de
Brasil, 25 de julio de 1980)

Los inicios del maoísmo fue analizada en nuestro documento «Desmontando


mitos: Mao Zedong; ese liberal, proestadounidense, ídolo para Browder» de
2014.

Obviamente no vamos a pedir que el PCE (m-l) hubiese ido tan lejos como para
analizar los informes originales de Mao Zedong y el resto de dirigentes chinos
como hemos hecho nosotros. Pero hubiera valido con que en su momento
analizasen los documentos oficiales de 1935-1976, aunque fuesen las versiones
retocadas y alteradas, las cuales contienen una gran dosis de revisionismo
evidente. Eso sumado a las acciones prácticas de los dirigentes chinos, hubiera
dado material de sobra al PCE (m-l) para analizar el maoísmo.

Obviamente hubo grupos que siguieron empecinados en negar la evidencia pese


a que el maoísmo era ya un cadáver maloliente. Partidos como el Partido
Comunista de España (reconstituido), el Partido del Trabajo de Bélgica o el
Partido Comunista Francés Marxista-Leninista, estaban plagados de líderes
oportunistas en la dirección como Manuel Pérez Martínez, Ludo Martens, o
Jacques Jurquet; algunos partidos como los dos mencionados inicialmente, eran
incluso creaciones tardías y artificiales de los líderes chinos para rivalizar con el
partido marxista-leninista ya existente, el tercero en cuestión era una
organización más antigua pero dominada en la cúpula por líderes que eran
meros heraldos de los chinos, con lo que al advenimiento de la denuncia
internacional al maoísmo estaba clarísimo que se iban a adherir a las posiciones
de Pekín. Estos grupos no solo defendieron al maoísmo de Mao sino también al
maoísmo de los sucesivos gobiernos chinos que venían a conservar y
profundizar la línea traidora de Mao, véase nuestro documento: «Hua Kuo-feng
y Deng Xiaoping: adalides del legado del revisionismo chino» de 2014. Estos
partidos al seguir a una corriente ecléctica y pragmática, se metieron en un
cenagal, y en lo sucesivo: el cambio de políticas de la dirección china o
simplemente el descaro de sus políticas –del todo incompatibles con una
apariencia mínimamente revolucionaria– hacía que se fomentara las riñas en
las ya de por sí variadas facciones internas de cada partido. Tanto unos como
otros fueron apoyados materialmente y financieramente por China para
propagar sus tesis, en especial las tercermundistas.

389
El PCE (m-l) hizo una pequeña autocrítica de la tardanza en detectar en toda su
extensión este fenómeno revisionista del maoísmo:

«En nuestras relaciones con los chinos, debemos aclarar que nuestro partido
ha mantenido siempre una actitud de lucha y crítica, si bien al principio nos
equivocamos en la esencia y naturaleza de la dirección china. Creíamos que,
efectivamente había en China una lucha entre dos líneas, cuando en realidad
como se ha demostrado, no era más que luchas entre diversas camarillas, pero
todas ellas igual de revisionistas y oportunistas. (...) No ha sido una tarea fácil
el comprender el alcance y la profundidad del revisionismo y el eclecticismo de
Mao». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe del
Comité Central en el IIIº Congreso, 1979)

Existe otro punto que debemos aclarar: el PCE (m-l) no fue como se
autoproclamaba, el primer partido de Europa en manifestar las abiertas
contradicciones contra el revisionismo chino:

«Es un hecho innegable que la lucha contra el revisionismo chino, y contra el


maoísmo, ha exigido de nuestro partido un considerable esfuerzo, en el terreno
ideológico, político y organizativo, y ello tanto a escala nacional como
internacional. Sin duda alguna, nuestro partido ha sido el primer partido
marxista-leninista en Europa que abiertamente, se ha opuesto y denunciado a
las maniobras y la ideología de los revisionistas chinos». (Elena Ódena;
Aspectos nacionales e internacionales de la actual coyuntura política, 1981)

Esto es una manifestación de triunfalismo muy nociva, pues como ya hemos


visto anteriormente, el PCE (m-l) reconoció previamente en 1979 que la ayuda
de los camaradas albaneses sobre el maoísmo fue no determinante sino
literalmente decisiva. Debe decirse abiertamente que el PCE (m-l) solo evaluó
correctamente en toda su extensión que era el maoísmo cuando fueron
estimulados por la publicación de las obras de Enver Hoxha contra Mao Zedong,
como se dijo en el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979. De otra forma, puede
decirse que el PCE (m-l) hubiera seguido «mareando la perdiz» en torno a la
cuestión de Mao.

Las críticas finales del PCE (m-l) al maoísmo

Expongamos pese a todo, algunas de las críticas del PCE (m-l) al maoísmo en el
IIIº Congreso de 1979:

1) La cuestión de Mao y la necesidad de la lucha contra su mito:

«Revisionismo que es el último en aparecer públicamente. Y subrayamos lo de


públicamente porque en realidad ese revisionismo viene de muy lejos como
adelante veremos y tiene profundas raíces en el PCCh. Además es preciso
390
insistir sobre esta cuestión y condenar pública y claramente a Mao, en nuestro
congreso –máximo órgano de dirección de nuestro partido–, porque todavía
sigue siendo un problema a nivel internacional; porque todavía hay partidos
hermanos que aún no se han pronunciado públicamente contra él –aunque sí a
nivel interno, de dirección– y porque hay otros que se pretenden marxista-
leninistas y están utilizando el «pensamiento Mao Zedong» como arma para
combatir, dividir y confundir a los marxista-leninistas. Un claro ejemplo de
esto lo tuvimos en el Campamento Internacional de la Juventud, donde esos
elementos llegaron a montar provocaciones y trataron de hundir el
campamento. Para nosotros hoy, la importancia de Mao estriba
principalmente en que permite encubrirse a personas grupos y partidos que
rompieron con el revisionismo jruschovista en lo organizativo, pero no en lo
ideológico, y siguen siendo revisionistas infiltrados en el Movimiento
Comunista Internacional. Esa gente, con su actividad, han impedido una más
rápida definición de algunos partidos. Por eso y porque debemos combatir sin
tregua ni cuartel el revisionismo y el oportunismo de todo tipo, porque somos
internacionalistas consecuentes, nuestro congreso deberá pronunciarse
claramente contra Mao Zedong». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

2) Las tácticas del maoísmo para ocultar su naturaleza oportunista:

«No ha sido una tarea fácil comprender el alcance y la profundidad del


revisionismo y el eclecticismo de Mao. Incluso durante mucho tiempo
estuvimos engañados, tenemos que reconocerlo sin miedo, aunque hubiera
motivos para ello. Y es que esa es precisamente una de las características del
revisionismo de Mao y sus acólitos: la de encubrirse con una fraseología
marxista, con consignas «superrevolucionarias» que les permitía colocar su
podrida mercancía, con una hipocresía y doblez, inimaginables, inconcebibles,
en leninistas auténticos. Nuestro partido, al igual que los demás partidos
hermanos, ha ido descubriendo gradualmente las raíces ideológicas de Mao y
sus correligionarios; ha sido preciso analizar detenidamente sus análisis y
planteamientos, contrastarlos con su práctica y con planteamientos opuestos.
Lo que Mao decía en un párrafo, lo negaba en la página siguiente.
Recurriendo siempre a su particular interpretación de la contradicción. Mao
niega en una línea lo que afirma tres líneas más arriba. Y así continuamente.
Toda su obra está marcada por ese método que le permitía poner una vela a
dios y otra al diablo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

3) La bandera del «pensamiento Mao Zedong» ha sido levantada por todas las
fracciones del PCCh sin distinción, incluso para oponerse unas a otras:

391
«Este llamado «pensamiento» en el que se han basado y se basan todos los
dirigentes chinos, independientemente de la camarilla de turno que ocupa el
poder del PCCh y del Estado, ha demostrado ser profundamente antileninista,
tanto en lo teórico como en lo práctico. Así, hemos visto como se referían a este
«pensamiento» las distintas líneas que en determinados momentos imperaban
en China. Hemos visto a Lin Piao publicar y distribuir por millones de
ejemplares el famoso «Libro Rojo» de Mao. Le hemos visto junto al mismo
Mao enarbolando ese «librito» y junto a él a Chou En-lai. Era el mismo Lin
Piao, el que escribía en 1966 –prefacio de la segunda edición–:

«El camarada Mao Zedong es el más grande marxista-leninista de nuestra


era. Ha heredado, defendido y desarrollado de manera genial y creadora y en
todos sus aspectos el marxismo-leninismo, elevándolo a una etapa
completamente nueva». (Prefacio a la segunda edición de citas del Presidente
Mao Zedong, 16 de diciembre de 1966)

Y en 1969, en los estatutos aprobados por su IXº Congreso, se escribe


textualmente:

«Mao Zedong. (...) Ha heredado, defendido y desarrollado el marxismo-


leninismo, elevándolo a una etapa completamente nueva». (Partido Comunista
de China; Constitución del Partido Comunista de China; Aprobada por el IXº
Congreso Nacional del Partido Comunista del Partido China, 14 de abril de
1969)

La similitud de estos dos párrafos demuestra la mano de Lin Piao en la


redacción de los estatutos, en los cuales también se dice que:

«El Camarada Lin Piao ha consistentemente mantenido en alto la gran


bandera roja del pensamiento Mao Zedong y con resolución y lealtad ha
continuado defendiendo la línea proletaria del Camarada Mao Zedong. El
Camarada Lin Piao es el más cercano camarada de armas y sucesor del
Camarada Mao Zedong». (Partido Comunista de China; Constitución del
Partido Comunista de China; Aprobada por el IXº Congreso Nacional del
Partido Comunista del Partido China, 14 de abril de 1969)

Meses después Lin Piao era eliminado y acusado de ser, según de Chou En-lai,
«antipartido», «autor de numerosos crímenes», «ultraderechista», etc. La
eliminación de Lin no supuso la corrección de esas fórmulas ditirámbicas
hacía Mao y los que sucedieron a Lin Piao siguieron utilizando no sólo las
fórmulas, sino el «pensamiento Mao Zedong» que por su mismo eclecticismo y
su esencia antileninista, lo mismo servía a Lin Piao, que a Chou En-lai, que a la
llamada «Banda de los Cuatro», a Deng Xiaoping, Hua Kuo-feng, etc. En fin,
ese pensamiento sirve para todo, menos para trazar una auténtica línea

392
marxista-leninista en ningún aspecto, como la triste realidad de lo sucedido en
China ha confirmado de manera irrefutable». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

4) Sobre los presuntos aportes de Mao:

«Sin entrar ya en la tremenda egolatría y soberbia del propio Mao, que siendo
el Presidente del PCCh y el dirigente intocable, permitía semejantes ditirambos
y loanzas, llegando incluso a plasmarlas nada menos que en los estatutos del
partido, a permitir formulaciones atribuyéndose el descubrimiento de la
«contradicción», o la tesis de que la lucha entre el proletariado y la burguesía
«existiría todavía mucho tiempo después de la revolución». Con lo cual, o bien
Mao y sus adoradores budistas eran y son unos farsantes, o –concedámosles el
beneficio de la duda– unos ignorantes, ya que, por ejemplo Lenin escribía en
1917: «La esencia de la teoría de Marx sobre el Estado sólo la ha asimilado
quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo
para toda sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado después
de derrocar a la burguesía, sino también para todo el período histórico que
separa al capitalismo de la «sociedad sin clases», del comunismo». (Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin; Estado y revolución, 1917) Queda demostrada con esta
simple cita de Lenin, sin ir más lejos, que Mao y sus acólitos son unos
estafadores ideológicos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

5) Mao relega al proletariado frente al campesinado:

«Pese a que de vez en cuando Mao utiliza fórmulas hablando del papel
dirigente del proletariado, lo cierto es que, en la práctica y también en la
teoría, Mao concedió ese papel dirigente al campesinado. Porque una cosa es
conceder al campesinado la gran importancia que tiene, como aliado natural
del proletariado, y más aún al campesinado pobre, y otra es sustituir la
importante alianza obrero-campesina, por la hegemonía del campesinado, con
lo cual se desvirtúa tanto el papel de clase del partido como la época histórica
en la que vivimos. Claro que ya vemos que para los chinos, incluido el mismo
Mao, vivimos, no la época analizada y definida por Lenin y Stalin, sino la
época del «pensamiento Mao Zedong». Mao se basaba para justificar la
hegemonía del campesinado sobre el proletariado en que en China estos
últimos eran minoritarios, escasos y dispersos, pero nosotros afirmamos que
esta importante cuestión no es cosa de cantidad sino de calidad. ¿Acaso en la
Rusia zarista no era mayoritario, y con mucho, el campesinado sobre el
proletariado? ¿Y en Albania? Es absurdo el negarlo. Acaso, Mao no conocía el
Manifiesto Comunista de Marx y Engels, en el cual se dice textualmente:

393
«De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado
es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van
degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el
proletariado, en cambio, es su producto más peculiar». (Karl Marx y Friedrich
Engels; Manifiesto Comunista, 1848)

Suponemos que Mao si había leído esta obra, luego la conclusión a la que
podemos llegar es que no estaba de acuerdo con Marx y Engels, como no lo
estaba con Lenin y Stalin. Y dentro de lo farragoso que resulta analizar los
escritos de Mao, encontramos fórmulas, como la que sigue, que dan la clave de
esta posición antileninista del Buda viviente», cuando dice:

«La revolución en China es, en esencia, una revolución agraria. (...) La política
de nueva democracia significa, en esencia, colocar a los campesinos en el
poder». (Mao Zedong; Sobre la nueva democracia, 1939)

Así por las buenas, «colocar a los campesinos en el poder». Y entonces, ¿qué
pasa con el papel dirigente del proletariado, que se ejerce a través de su
partido de vanguardia? Mao lo borra lisa y llanamente. Y esto no es por
casualidad. La revolución en China no ha pasado jamás de ser una revolución
democráticoburguesa, pero nunca ha sido una revolución socialista,
proletaria. De ahí también las fórmulas mil veces utilizadas por Mao sobre «el
campo rodea a las ciudades», etc. que tanto ha confundido a algunos
comunistas y que, en su propio desarrollo, lleva directamente a la «teoría de
los tres mundos», según la cual los países de economía débil, semicolonizados,
de Asia, África y América Latina, desempeñan el papel del campo contra las
ciudades, que en este caso es únicamente la URSS socialimperialista». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del
PCE (m-l), 1979)

6) La existencia de «dos líneas en el partido»:

«La existencia de dos líneas en el seno del partido: teoría revisionista que
enlaza directamente con el «eurocomunismo» de nuestro renegado Carrillo,
del aristócrata Berlinguer, de Marchais, etc. Mao tiene al respecto páginas
enteras dedicadas a justificar la existencia de dos o más líneas en el partido.
Ahora bien, el leninismo enseña y demuestra, irrefutablemente, que un partido
que quiera existir, que se quiera forjar y templar para cumplir su misión, no
puede permitir más que una sola línea ideológica, una sola línea política y el
centralismo democrático más amplio posible, pues, de lo contrario se convierte
en un «club de debates», en un partido socialdemócrata». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

394
7) La realidad sobre la llamada Revolución Cultural en China:

«A la vista de lo sucedido en aquel vasto movimiento dirigido personalmente


por Mao, se puede afirmar que fue un movimiento esencialmente
anticomunista y contra el proletariado. Algunos de nosotros presenciamos
personalmente estos hechos que confirman lo anterior. Aquel movimiento, bajo
la dirección de Mao –insistimos en esto– estaba encabezado por los
estudiantes y el ejército, y no como hubiera sido lógico por los comunistas y la
clase obrera, pese a que añadían la coletilla «proletaria». Esa «revolución»,
que hubiera sido justa de haber estado encaminada a combatir las tendencias
revisionistas y a los elementos burgueses, como ellos mismos decían en su
propaganda, disolvió las organizaciones del partido, los comités, las células, la
organización de la juventud, la sindical, etc., y en su lugar surgieron los
comités de los «guardias rojos», compuestos, casi exclusivamente por
estudiantes y militares. Amparándose en aquel movimiento, distintas
camarillas se ajustaron las cuentas entre sí, fue eliminado el revisionista Liu
Shao-chi, el siniestro Deng Xiaoping y otros, que luego han sido rehabilitados,
incluso en vida de Mao, como ha sido el caso de Deng. Fue un movimiento
típicamente anarquista que sólo benefició a la burguesía». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

8) La actitud hacia la burguesía:

«La dictadura del proletariado, esto es, la dictadura de la clase obrera con el
campesinado pobre contra la burguesía, es incompatible con la existencia en el
seno del partido del proletariado de fracciones burguesas. Sin embargo, Mao
no solamente las justificaba, sino que llega incluso a teorizarlo y a mantener
en el Comité Central a esos burgueses. Así, dice Mao, con un gran cinismo:
«Que se corrijan o no es un asunto que no les concierne más que a ellos». (Mao
Zedong; Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones, 30 de
agosto de 1956) Entonces preguntamos nosotros, si el que los burgueses se
corrijan o no (y en este caso se trataba de elementos que incluso habían
traicionado) no le interesa al partido, ¿a quién le debe importar? Y Mao, con
su «sabiduría» confuciana, nos dice que: «El problema está en que en nuestra
sociedad hay un número muy grande de pequeñoburgueses, en nuestro
partido hay muchos elementos pequeño burgueses vacilantes. (...). Lo que sí
tiene gran importancia es que, dentro del partido, millones de militantes de
origen pequeño burgués, que son propensos a vacilar. (...) Están observando
qué actitud adoptamos hacia Wang Ming y Li Li-san». (Mao Zedong;
Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones, 30 de agosto de
1956) Y a la vista de este «genial» análisis, Mao propone, ni más ni menos, que
esos dos elementos sean reelegidos al Comité Central. O sea que en vez de
depurar las filas del partido de toda la escoria infiltrada, propone elegir a los

395
puestos de dirección a esa misma escoria porque, según el mismo Mao: «Al
igual que los que han padecido el tifus, están ahora inmunizados, pueden
cometer menos errores». (Mao Zedong; Fortalecer la unidad del partido,
continuar sus tradiciones, 30 de agosto de 1956) En vez de llevar a cabo una
lucha ideológica a fondo, para erradicar la ideología pequeño burguesa del
partido, para que se proletaricen ideológicamente los elementos de origen
pequeño burgués, Mao propone mantener a esos mismos elementos en la
dirección del partido. ¿Qué noción tenía del Comité Central Mao pues?
Además, cabe la pregunta, ¿qué partido habían construido Mao y sus corifeos
cuando en él tienen cabida millones de pequeñoburgueses? Y esto,
independientemente del número de habitantes del país, demuestra que el
partido que encabezaba y dirigía Mao no era un partido de proletarios, sino
un partido burgués, y ese ¡sí necesitaba el «pensamiento Mao Zedong» como
guía y orientador!». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

9) El antistalinismo de Mao:

«Mao ataca a Stalin. Y lo hace de una manera sutil, hipócrita y larvada. Esta
actitud no tiene nada que ver con el derecho de todo comunista de criticar a
otro comunista, sobre las bases del marxismo-leninismo. No. Mao ataca a
Stalin larvadamente, al mismo tiempo que simula «defenderlo», con
generalidades. Es el típico caso del oportunista que tira la piedra y esconde la
mano. Critica y calumnia a Stalin y acuña la frase de que los errores de Stalin
y «sus méritos están en relación de siete a tres». Con esta fórmula y sin
decirnos cuales son los siete y cuales los tres –típico de Mao y sus corifeos–, se
cubre para luego hacer recaer sobre los errores de los mismos chinos como
Wang Ming por ejemplo. En realidad toda la práctica, o lo esencial de Mao es
antistalinista. Por ejemplo, su actitud hacia el archirevisionista Tito, con el
cual Mao tuvo coqueteos que ahora sus sucesores han materializado. Hubo
momentos en los que Mao manifestó que Tito tenía razón y que Stalin se había
equivocado; luego con la superficialidad propia de su «pensamiento», dio la
vuelta acusando a Tito de ser un Hitler, y posteriormente hemos visto como un
enviado del Estado chino a Yugoslavia cubrió de elogios a Tito. Todo esto
demuestra la verdadera esencia de Mao. Esencia que el mismo reconoce
implícitamente cuando declaró en 1957, en Moscú, donde se vertieron las más
viles calumnias contra Stalin, que él, Mao, se encontraba cohibido y confuso
delante de Stalin, mientras que con Jruschov se encontraba entre camaradas,
lo cual a la vista de los hechos es cierto». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

10) Las difamaciones de los revisionistas chinos a Stalin al respecto a su política


exterior:

396
«Recientemente se ha difundido un tercer tipo de deformación de la política
staliniana durante la Guerra Mundial: es la de los teóricos «tercermundistas»
– nos referimos a los revisionistas chinos– que pretenden, a veces, basarse en
Stalin para defender su política chovinista de gran potencia. Para ello
presentan la táctica de Stalin en vísperas y durante la guerra bajo un ángulo
que en nada se diferencia de la versión trotskista: abandono de toda
perspectiva revolucionaria y actuación a remolque de las grandes potencias
imperialistas. Como veremos se trata pura y simplemente de burdas
calumnias: nos limitaremos aquí a indicar que la oreja trotskista –la
intoxicación ideológica trotskista acerca de la cuestión de Stalin–, asoma
detrás de las argumentaciones de los revisionistas chinos.

La política de Stalin en vísperas de la II Guerra Mundial representa en


realidad uno de los máximos logros del gran dirigente revolucionario. Para
juzgar este aspecto de la dirección política de Stalin deberían ser suficientes los
éxitos que al fin y al cabo se alcanzaron. La mayoría de los historiadores
burgueses aceptan que la actividad política de Stalin en vísperas del conflicto
fue absolutamente genial y fue coronada por el éxito. No renuncian, sin
embargo, a rodear esta política de cierto halo «maquiavélico» y «sin
principios» para desprestigiar a Stalin en el plano de la «moral», para
transformarlo todo en un turbio complot.

En realidad los éxitos de Stalin en esta época se deben sin duda alguna a la
aplicación por su parte de una política de principios, es decir, una política
basada en criterios científicos marxista-leninistas y movida por el deseo de
servir a la causa revolucionaria del proletariado.

Stalin supo apreciar desde un primer momento que la guerra que se iba
aproximando tenía su origen en las contradicciones interimperialistas y en
particular en la voluntad expansionista de la Alemania hitleriana cuyo
potencial económico y militar requería un nuevo reparto del mundo entre las
distintas potencias imperialistas. Stalin supo apreciar también que esta
situación encerraba graves peligros para la URSS. Efectivamente la Unión
Soviética –el primer país socialista del mundo– constituía, en el marco de las
contradicciones a escala mundial, el enemigo de todas las potencias
imperialistas; surgía por lo tanto el peligro de que la agresión hitleriana se
desencadenara directamente en contra de la URSS, con el beneplácito de los
mismos «adversarios» imperialistas de Alemania –las potencias imperialistas
occidentales–. Por otra parte, éstas, no podían permitir un excesivo
reforzamiento de Alemania, ni siquiera a expensas de la Unión Soviética. Pero
podían aplazar su intervención en el conflicto hasta el momento en que lo
estimaran más oportuno, reservando sus fuerzas, haciendo que el peso de la
guerra recayera en primer lugar completamente sobre la URSS,
desgastándola, al mismo tiempo que se debilitaría también Alemania.

397
Stalin interpretó en este sentido el constante retroceder –hasta 1939– de las
potencias occidentales ante el chantaje nazi-fascista. Su opinión era que este
retroceder no era producto de la debilidad –como se debía demostrar más
tarde, el Occidente era muy fuerte– sino del designio –sobre todo por parte del
imperialismo británico– de evitar un conflicto con Alemania antes de que ésta
entrara en guerra con la URSS.

«¿Cómo ha podido ocurrir que los países no agresores que disponen de


formidables posibilidades, hayan renunciado tan fácilmente y sin resistencia a
sus posiciones y a sus compromisos en favor de los agresores? (...) La causa
principal es que la mayoría de los países no agresores, y ante todo Inglaterra
y Francia, renuncian a la política de la seguridad colectiva, a la política de
resistencia colectiva a los agresores; que pasan a las posiciones de no
intervención, a las posiciones de «neutralidad». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Informe ante el XVIIIº Congreso del Partido Comunista
(Bolchevique) de la Unión Soviética, 10 de marzo de 1939)

Pero ¿se trataba de una auténtica política de neutralidad? Stalin contestaba


que no:

«En la política de no intervención se trasluce la aspiración, el deseo, de no


impedir a los agresores que lleven a cabo su obra funesta; no impedir, por
ejemplo, que el Japón se enrede en una guerra contra China, y mejor aún
contra la Unión Soviética; no impedir, por ejemplo, que Alemania se hunda en
los asuntos europeos, se enrede en una guerra contra la Unión Soviética; hacer
que todos los beligerantes se empantanen profundamente en el cieno de la
guerra, alentarlos para esto por debajo de cuerda, dejarles que se debiliten y
agoten entre sí, para luego, cuando ya estén suficientemente quebrantadas,
aparecer en la liza con fuerzas frescas, intervenir, claro está, «en interés de la
paz» y dictar a los beligerantes, ya debilitados, las condiciones de la paz».
(Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe ante el XVIIIº Congreso del
Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 10 de marzo de 1939)

La guerra de España, la agresión italiana en contra de Abisinia, la invasión


japonesa de China y de Manchuria, la ocupación de Austria, de los Sudetes y
por fin la conferencia de Múnich y su desarrollo, confirmaron esta afirmación.
En una primera fase, Stalin se orientó hacia una alianza de tipo defensiva con
Francia e Inglaterra. El objetivo era el de desalentar a Hitler quitándole toda
ilusión de poder enfrentarse a sus enemigos por separado. Pero los británicos
perseguían justamente el objetivo de un enfrentamiento separado y frontal
entre la URSS y la Alemania nazi. Hasta abril de 1939 los soviéticos insistieron
en lograr esta alianza. El 17 de abril propusieron a Francia e Inglaterra un
pacto de no agresión y de reciproco apoyo. Pero la respuesta inglesa fue

398
inaceptable. Los ingleses pretendían de parte de la URSS una intervención
inmediata en el caso de producirse una agresión en contra de Francia y de
Inglaterra, pero no aceptaban una actitud correspondiente en el caso de una
agresión alemana contra la URSS o en contra de los Estados del Báltico. Bajo
estas circunstancias y en estas condiciones, un pacto con Francia e Inglaterra,
lejos de desalentar a Hitler, le orientaría justamente en dirección de una
agresión en contra del país de los Soviets. Por ello Stalin acabó inclinándose
por un pacto con Alemania. Si la actitud inglesa hacía imposible un frente
común entre los países que constituían el blanco potencial de las miras
expansionistas alemanas, había que evitar que la URSS se convirtiera en el
primer objetivo de la agresión nazi. Stalin entendió inmediatamente que este
objetivo era alcanzable porque Alemania, que se encontraba cercada, no podía
no valorar positivamente el ofrecimiento de la URSS; Hitler, además,
presionaba sobre Polonia, y tenía interés en que la URSS mantuviera una
actitud neutral.

Este fue, muy en resumen, el trasfondo del pacto Von Ribbentrop-Molotov. Y


este pacto precisamente ha dado origen a un sin fin de interpretaciones
calumniosas y de falsas «teorizaciones». En su apreciación de las
circunstancias Stalin se basó en un análisis de clase marxista-leninista. En
primer lugar supo valorar a los adversarios de la URSS por lo que eran:
potencias imperialistas agresivas. Stalin rehuyó cualquier análisis mecanicista
y en su apreciación no se encuentra rasgo alguno de las brumosas y confusas
teorías acerca del supuesto «ascenso» o «descenso» de éste o aquél
imperialista como lo hacen hoy los revisionistas chinos. Stalin sabía muy bien
que el conflicto que se acercaba podía asumir formas distintas y que no podía
formularse una previsión exacta sobre «quién atacaría a quién». Por ello no
encerró la política exterior de la URSS en un molde estrecho, basado en ideas
preconcebidas sobre el desarrollo de los acontecimientos futuros. Su
preocupación primordial fue: 1) mantener a la URSS al margen del conflicto,
si ello resultaba factible; 2) hacer que la URSS, en caso de verse implicada en
la guerra, interviniera en las mejores condiciones posibles.

El segundo punto implicaba la necesidad de «ganar tiempo» y la idea de evitar


el aislamiento de la URSS y, sobre todo, su intervención en la guerra en una
situación de inferioridad y sin aliados. Para lograr estos objetivos, debido a la
naturaleza de clases del enemigo y de los potenciales aliados, había que
mantener la absoluta independencia de acción de la política soviética,
adaptándola al desarrollo de los acontecimientos.

Aunque Stalin sabía que Alemania representaba el principal peligro de


agresión en contra de su país, entendió perfectamente que las contradicciones
entre la URSS y Alemania eran de naturaleza distinta de las contradicciones
entre Alemania y los demás países imperialistas; por ello jamás consideró a

399
las potencias occidentales como aliados «naturales» de la URSS y supo crear
las condiciones de la alianza con espíritu táctico, sacando todas las ventajas
posibles a partir de una postura independiente, sin encajonarse en una
«alianza» predeterminada que muy probablemente le hubiera dejado solo
frente al enemigo.

La política de la URSS antes del conflicto fue sobre todo una política de paz.
Stalin, hizo todo lo posible por evitar la guerra en primer lugar y para
mantener a la URSS al margen de la misma. Esta fue la base de la actitud
independiente de la URSS, pues la URSS fue el único país que trabajó
activamente para evitar la masacre. Por ello la política de la URSS no se
confundió en ningún momento con la de ningún país imperialista. Basándose
en esta posición de principio y manteniéndola hasta el final, Stalin supo sacar
de ella todas las ventajas tácticas, valorando todas las posibilidades de
maniobra que esta posición independiente le proporcionaba. Pero, sobre todo,
Stalin jamás perdió de vista la perspectiva revolucionaria, el hecho de que la
política de la URSS se situaba en el marco más amplio de la revolución
mundial socialista y de las necesidades del Movimiento Comunista
Internacional. Esta posición la mantuvo antes y durante la guerra.

La mayor parte de los historiadores burgueses –en primer lugar los


trotskistas– sostienen la tesis de que Stalin en esta época abandonó por
completo la perspectiva de las necesidades de la revolución mundial para
escoger una línea de actuación completamente chovinista. Según ellos el
Movimiento Comunista Internacional fue sacrificado frente a las necesidades
de la política de Estado de la URSS. Esta versión está en completa
contradicción con los hechos. De todos es sabido que el movimiento comunista
salió extraordinariamente reforzado del conflicto mundial. Su posición y
desarrollo después de la guerra no puede ni lejanamente compararse con la
situación de antes del conflicto.

Algunos escritores hablan de la «inexplicable» popularidad de Stalin entre los


comunistas del mundo entero en un momento en que los «abandonaba». Pero
hay una explicación muy sencilla de ello: en realidad jamás se produjo tal
«abandono». Lo cierto es que la II Guerra Mundial fue acompañada por un
desarrollo sin precedentes del movimiento revolucionario dirigido por los
comunistas. El eje de este proceso consistió en la participación en primera
línea de los comunistas en los movimientos de liberación y democráticos que se
desarrollaron en el marco del conflicto, sobre todo en Europa y en Asía».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Biografía política de
Stalin, 1979)

11) La necesidad del movimiento marxista internacional de mantener amplios


contactos entre sus secciones:

400
«En el pasado hemos tenido que combatir dentro de las limitaciones que nos
imponía la situación, las concepciones incorrectas, por no decir reaccionarias
de los dirigentes chinos, los cuales se oponían a las reuniones multilaterales
entre partidos y al intercambio de experiencias, opiniones, etc. Ahora sabemos
la razón de aquella actitud: a los socialchovinistas chinos no les interesaba ese
tipo de reuniones, porque en ellas se podían hacer planteamientos y entablar
discusiones contrarias a sus sórdidos intereses, mientras que en las reuniones
bilaterales podían presionar, chantajear e imponer sus propias concepciones.
Era esa una actitud de prepotencia y de oportunismo ideológico. Ahora las
cosas están cambiando y, con el desenmascaramiento de los chinos, las
relaciones entre partidos tienden a ser lo que deberían haber sido, las que
fueron en el pasado, las que deberán ser en un futuro próximo. En las
discusiones con los partidos hermanos, hemos visto una preocupación común,
preocupación que nosotros también compartimos, como es de estrechar más
nuestros lazos, aunar más y mejor criterios y análisis, coordinar actividades
prácticas, según las circunstancias, apoyarnos mutuamente, coordinarnos
más y mejor, para hacer frente a nuestros enemigos comunes». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del
PCE (m-l), 1979)

12) La importancia de la crítica al maoísmo para los verdaderos marxista-


leninistas de la actualidad:

«Nuestro IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979 prestó especial atención a
analizar, desenmascarar y denunciar el pensamiento de Mao Zedong como
una tendencia revisionista y antimarxista cuyo objetivo es socavar y
obstaculizar en la medida de lo posible el desarrollo victorioso del movimiento
marxista-leninista internacional; consideramos que la denuncia y la lucha
resueltas contra el maoísmo es hoy una cuestión de vital importancia para los
marxista-leninistas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Mensaje del PCE (m-l) a los partidos hermanos, publicado en Vanguardia
Obrera, 10 de noviembre de 1979)

Estas críticas del PCE (m-l) eran necesarias para su militancia, para el
movimiento revolucionario en España tan lleno de sectas maoístas, y en general
para el movimiento obrero internacional. Pero en honor a la verdad, no añadían
nada nuevo que no hubiesen dicho ya los marxista-leninistas albaneses. De
nuevo se ve, que el partido no fue más allá de los fenómenos que ya les habían
señalado otros como ya hemos dicho.

Se alza igualmente una pregunta pues, ¿los marxista-leninistas cometieron


errores al exponer por ejemplo al maoísmo? Por supuesto, y algunos de gran
calado. No podemos pasar por alto el hecho de que muchos partidos marxista-

401
leninistas incluido el PTA y el PCE (m-l) tuvieron demasiada paciencia e
hicieron demasiadas concesiones cuando ya conocían hechos manifiestos de los
líderes chinos. En general muchas figuras y partidos marxista-leninistas
pecaron claramente de regalar a los revisionistas chinos cartas y declaraciones
favorables en ocasiones como aniversarios; epítetos de un carácter exaltado,
otros de exagerada formalidad diplomática, donde se daba una idea
distorsionada del partido y la dirección china, lo que ayudaba a los revisionistas
chinos en sus fines propagandísticos de país socialista e internacionalista, de
«gran partido marxista-leninista», y a Mao Zedong y sus actos como presunta
«gran figura marxista-leninista». El dejarse llevar por los formalismos no tiene
justificación alguna; los marxista-leninistas deben ser conscientes en todo
momento de qué dicen y hacia quién. Sucede lo mismo cuando se hacía esto sin
conocer –o al menos muy poco– la realidad que se decía exaltar, tampoco sirve
para estar libre de error; pues un marxista-leninista no emite conclusiones
precipitadas sin estar enterado de lo que habla. En resumidas cuentas los
marxista-leninistas no deben precipitarse fácilmente e ir regalando este tipo de
epítetos, mucho menos al conocer ya ciertas desviaciones en una figura o
partido, lo cual hacía preciso extremar la precaución; no se debe elevar nunca
por los cielos lo que no se conoce bajo términos generales, sino solo hablar de lo
concreto que se conoce y con total seguridad. La propaganda y la historiografía
revisionista ya ha tipificado dentro del comunismo a suficientes figuras, países y
partidos históricos antimarxistas, los marxista-leninistas no debemos engordar
la lista de falsos mitos sino ayudar a desmitificarlos. Los marxista-leninistas de
la época deberían haber investigado más a fondo la historia del Partido
Comunista de China (PCCh), deberían haber valorado a sus figuras dirigentes en
su justa medida, jamás por encima, para luego tener que arrepentirse de lo
escrito o dicho. Estos errores –mezcla de seguidismo, formalismo,
sentimentalismo, cobardía– fueron unos errores colectivos de todos los
individuos y partidos marxista-leninistas que costaron muy caro a todo el
movimiento marxista-leninista internacional, ya que dio alas y tiempo al
revisionismo chino a consolidar su influencia entre los revolucionarios
honestos.

Nosotros pensamos que fue un grave error para el PCE (m-l) haberse fundado
bajo conceptos e ideas maoístas. En sus desarrollos posteriores vemos una
concesión injustificable el no haber roto relaciones públicamente y no haber
señalado directamente la traición de China cuando se recibía a Carrillo como
aliado en 1970 y cuando en 1973 restableció relaciones con Franco, el no haber
publicado los documentos de las tiranteces hasta que la polémica llegó a tonos
mayores, prefiriendo alejarse sin demasiado ruido, sin analizar demasiado el
origen de estas acciones hasta 1978, cuando se denuncia al maoísmo
abiertamente y se saca a relucir todo el material de las discusiones previas. Este
tipo de tácticas benefician al infractor y son directamente inaceptables cuando
la otra parte no tiene intención de solucionar las divergencias. De haberse

402
decidido a denunciar antes a la dirección china, el PCE (m-l) hubiera ahorrado
sufrimientos al movimiento internacional y a él mismo. La denuncia podría
haberse incorporado no solo los hechos detonantes de los setenta, sino el
material correspondiente a las divergencias de los sesenta entre ambos partidos,
la dirección del PCE (m-l) podría haber desarrollado una labor de investigación
sobre los orígenes tempranos del maoísmo, precisamente ellos disponían de
material suficiente para criticar sus aberraciones teórico-prácticas.

Hay que decir que las obras de Enver Hoxha contra el maoísmo como: «El
Imperialismo y la revolución» de 1978 o «Reflexiones sobre China» de 1979
fueron obras magnas de una relevancia fundamental para desmontar al
revisionismo chino a escala mundial, gracias a ellas se inspiró al resto de líderes
y partidos para elevar el tono de sus críticas o hacer públicas las divergencias
con los revisionistas chinos como declaró KPD/ML en su IVº Congreso de 1978
o el PCE (m-l) en su IIIº Congreso de 1979, lo cual no deja de ser una muestra
del miedo y el seguidismo en general que había en el movimiento.

Enver Hoxha comentó que a la hora de analizar el maoísmo había que desligarse
de un análisis superficial en base a la propaganda china sobre su historia, que
los marxista-leninistas debían seguir investigando sus antiguos documentos y
extrayendo conclusiones de la propia praxis de los dirigentes chinos:

«En uno de mis escritos he dicho que debían ser echados abajo los mitos, y
precisamente me refería a que debía echarse abajo el mito de Mao Zedong, ese
mito que le presentaba como un «gran» marxista-leninista. Mao Zedong no es
un marxista-leninista, sino un demócrata revolucionario progresista y a mi
entender es a través de este prisma que debe ser estudiada su obra. He dicho
que las concepciones de Mao Zedong no deben ser estudiadas partiendo
únicamente de las frases arregladas que se encuentran en sus cuatro tomos
publicados, sino que deben ser estudiadas en su aplicación en la práctica. (...)
Pienso que en líneas generales todo lo que hemos dicho sobre China en el II y
III Plenos del CC del PTA y en estas notas, pone al descubierto la realidad
china, pero ello no es suficiente. Se nos plantea pues la tarea de estudiar de
forma más profunda y en sus cuestiones clave fundamentales y decisivas, la
política y la actividad del Partido Comunista de China, en el desarrollo
dialéctico de su historia, de manera que con hechos y documentos
comprobemos lo bien fundado de estas ideas y conclusiones generales a las que
hemos llegado, y que en mi opinión no son erradas. No cabe la menor duda
que hay cuestiones a las que no hemos dado una respuesta exhaustiva, hay
deficiencias, hay algunos problemas a discutir que requieren un estudio más
profundo, ello es indudable, pero en general los hechos demuestran que China
ha recorrido un camino caótico, no marxista». (Enver Hoxha; ¿Puede
calificarse la revolución china de revolución proletaria? Reflexiones sobre
China, Tomo II, 26 de diciembre de 1977)

403
Pero ya no había dudas sobre dicha corriente, lo que representaba y como
actuaba a estas alturas:

«El «Pensamiento Mao Zedong» es contrarrevolucionario, esquirol, ha


asumido la tarea de escindir el movimiento revolucionario marxista-leninista
que apareció y se consolidó en la lucha contra el moderno revisionismo».
(Enver Hoxha; La teoría del «tercer mundo» ignora la lucha de clases;
Reflexiones sobre China, Tomo II, 26 de enero de 1976)

¿Que recomendaba precisamente Enver Hoxha a los marxista-leninistas


españoles respecto a los partidos revisionistas chinos? ¡Que con aquellos
partidos revisionistas chinos –por entonces, como hoy, hacían una gran
apología del tercermundismo–, lejos de formar un frente con ellos, debían
oponerse a ellos, exponerlos ante las masas el carácter de su doctrina y de sus
líderes!:

«Otra cuestión es la creación del frente en contra de la burguesía capitalista,


contra el imperialismo estadounidense, contra el socialimperialismo soviético,
contra el partido revisionista de Carrillo-Ibárruri, contra cualquier partido
revisionista pro-chino, y contra cualquier otro de los partidos del capital».
(Enver Hoxha; Sobre la situación en España, 2 de diciembre de 1977)

La revaluación general sobre qué había sido el maoísmo, era algo que también
hicieron otros partidos como el Partido Comunista de Alemania/Marxista-
Leninista (PCA/ML) liderado por Ernst Aus. Ellos decidieron abrir un período
de varios meses para discutir qué era el maoísmo después de las nuevas
revelaciones y hasta qué punto había influido al partido desde su fundación,
tomándose el congreso de 1978 como punto para ello, y sirviendo de ejemplo de
cómo se lleva a cabo una rectificación de manera marxista-leninista, sin miedos
ni complejos. Véase esto a diferencia de los cobardes que preferían seguir los
dogmas del revisionismo chino que realizar la tan necesaria autocrítica
temiendo sufrir una pérdida de credibilidad. Y al contrario, hipócritas que
simplemente dejaron de reclamarse maoístas sin más análisis pese a venir de un
pasado maoísta más que evidente, lo que a la postre hizo reaparecer estas
tendencias.

El PCE (m-l) tuvo este mismo proceso de desmaoización y revaluación desde su


Pleno Ampliado de 1978 hasta su IIIº Congreso de 1979.

¿Por qué se tardó tanto en exponer lo obvio?

¿De dónde proviene esa tardanza en exponer al maoísmo?

Si efectivamente estamos hablando del error que supuso la tardanza de los


marxista-leninistas españoles en salir abiertamente contra el maoísmo,
podríamos decir lo mismo de los albaneses en su momento, ya que ellos tenían
evidencias desde el viaje de la delegación albanesa al VIIIº Congreso del Partido
Comunista de China (PCCh) de 1956. Enver Hoxha en su obra «Los
jruschovistas» de 1980, relató las teorías revisionistas que se manejaban en

404
dicho congreso, algunos incluso más derechistas que la de los propios
jruschovistas:

«Pero lo que nos sorprendió e inquietó todavía más fue el propio desarrollo de
los trabajos de su VIII Congreso. Toda la plataforma de este congreso estaba
basada en las tesis del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética, e incluso en algunas direcciones, Mao Zedong, Liu Shao-chi y los
otros altos dirigentes chinos habían llevado más lejos las tesis de Jruschov.
(...) Además, en los sucesivos informes, que Liu Shao-chi, Teng Siao-ping y
Chou En-lai presentaron al VIII Congreso, defendieron y profundizaron aún
más la línea permanente del Partido Comunista de China por una vasta
colaboración con la burguesía y los kulaks, «argumentaron» las grandes
ventajas que aporta al socialismo tratar bien y designar a elevados cargos de
dirección a capitalistas, comerciantes e intelectuales burgueses, preconizaron
con gran ruido la necesidad de una colaboración de la clase obrera con la
burguesía local y del Partido Comunista con los demás partidos democráticos,
nacionales, en las condiciones del socialismo, etc., etc. Las «100 flores» y las
«100 escuelas» de Mao Zedong, que se abrieron y compitieron en el curso de
las sesiones del Congreso, se abrían y competían de hecho en todo el partido y
el Estado chinos. Esta teoría de las 100 banderas, formulada por Mao Zedong
y proclamada ampliamente en mayo de 1958 por Lu Ting-yi, miembro
suplente del Buró Político del CC del PC de China, constituía la variante china
de la teoría y la práctica burgués-revisionista de la libre circulación de las
ideas y los hombres, de la coexistencia de toda suerte de ideologías, de
corrientes, de escuelas y de subescuelas en el seno del socialismo. (...) En 1956
se apresuró a enarbolar la bandera del revisionismo para quitar de en medio a
Jruschov y asumir él mismo el papel de líder del movimiento comunista y
obrero. Mas cuando Mao Zedong y compinches vieron que en la competición
revisionista no podían con el patriarca del revisionismo moderno, Jruschov,
entonces cambiaron de táctica, fingieron rechazar la primera bandera, se
presentaron como «marxista-leninistas puros», y trataron de conquistar de
este modo aquellas posiciones que no pudieron lograr con la primera táctica.
También esta segunda táctica se revelaría ineficaz y entonces «arrojarían»,
igualmente, la segunda bandera supuestamente marxista-leninista y saldrían
a la arena tal como habían sido toda su vida, unos oportunistas, fieles
defensores de una línea conciliadora y capitulacionista ante el capital y la
reacción». (Enver Hoxha; Los jruschovista, 1980)

Así mismo sobre la ruptura con el titoismo, se registró que en 1956:

«—Mao: En esta cuestión ni ustedes los albaneses se han equivocado hacia los
yugoslavos, ni tampoco los camaradas yugoslavos se han equivocado respecto
a ustedes. En esta cuestión ha sido el Kominform quien ha cometido graves
errores.

—Hoxha: Aunque no hemos sido miembros del Kominform, siempre hemos


apoyado y considerado correctos sus conocidos análisis y actitudes respecto a
la actividad de la dirección yugoslava. Es nuestra larga historia de relaciones
con ésta que nos ha convencido de que la línea y las actitudes de los yugoslavos
no han sido ni son marxista-leninistas. Tito es un renegado incorregible. (...)

405
—Mao: Stalin ha cometido errores. Los ha cometido también hacia nosotros,
por ejemplo en 1927. Se ha equivocado igualmente hacia los camaradas
yugoslavos». (Enver Hoxha; Los jruschovista, 1980)

Los informes y discursos de dicho congreso hoy están disponibles para


cualquiera como hemos traído en nuestros documentos. Véase la
obra: «Mentiras y calumnias de la historiografía burguesa-revisionista de Mao
Zedong y el revisionismo chino sobre Stalin» de 2016.

Así mismo estas declaraciones de Mao Zedong recogidas por Enver Hoxha son
calcadas a las emitidas por el líder chino ante la delegación yugoslava en
vísperas de dicho congreso, lo que indica que el líder albanés no se inventa ni
exagera nada:

«Mis camaradas, cuando la Unión Soviética nos pidió seguirlos en ese


momento [se refiere a la condena del revisionismo yugoslavo - Anotación de
Bitácora (M-L)], fue difícil para nosotros oponernos. Se hizo eso porque en ese
entonces había algunas personas que decían que había dos Titos en el mundo:
uno en Yugoslavia y el otro en China. (...) Jruschov ya corrigió en relación con
Yugoslavia [se refiere a la rehabilitación del revisionismo yugoslavo -
Anotación de Bitácora (M-L)]. (...) Stalin defendió el materialismo dialéctico,
pero a veces carecía de materialismo y, en cambio, practicaba la metafísica.
Escribió acerca del materialismo histórico pero con frecuencia sufría de
idealismo histórico. Parte de su comportamiento –como irse a los extremos,
alimentar el mito personal y avergonzar a los otros–, no es, de ninguna
manera, materialismo. Antes de mi encuentro con Stalin, yo no tenía buenos
sentimientos hacía él. No me gustaba leer sus obras: he leído solamente «Sobre
los fundamentos del leninismo», un largo artículo criticando a Trotski, y «Los
éxitos se nos suben a la cabeza», menos aún me gustaban sus artículos sobre la
revolución china». (Mao Zedong; Conversación con la delegación de la Liga
Comunista de Yugoslavia, entre los días 15 y 28 de septiembre, 1956)

¡¡¿Qué extraemos de esto?!! Que si los albaneses hubieran expuesto esto en 1956
y no en 1980 hubieran hecho un gran favor a los comunistas del mundo, y el
maoísmo no habría podido consolidarse tan fácilmente como ocurriría luego.

«¿Pero se cometieron errores? Por supuesto, y algunos de gran calado. No


podemos pasar por alto que hecho de que muchos partidos marxista-leninistas
incluido el Partido del Trabajo de Albania (PTA) y el Partido Comunista de
España (marxista-leninista) tuvieron demasiada paciencia e hicieron
demasiadas concesiones durante el proceso cuando ya conocían varios de
estos hechos. En el caso de los marxista-leninistas soviéticos y albaneses, el
hecho de haber detectado algunas desviaciones –aunque no todas– desde un
inicio tan temprano, tendrían que haberles puesto en alerta y ser más cautos y
duros –como luego fueron los albaneses en su etapa final cuando eran
conscientes de muchas más cosas–. En general muchas figuras y partidos
marxista-leninistas pecaron claramente de regalar hacia los revisionistas
chinos en sus reuniones entre delegaciones, cartas entre partidos y
declaraciones de felicitaciones en ocasiones aniversarios, epítetos de un
carácter exaltado, exagerado y formal donde se daba una idea distorsionada
del partido y la dirección china, lo que ayudaba a los revisionistas chinos en

406
sus fines propagandísticos de país socialista e internacionalista, de «gran
partido marxista-leninista», y de Mao Zedong y sus actos como una «gran
figura marxista-leninista». Incluso cuando se colaboraba en esto dejándose
llevar por los formalismos de la diplomacia no tiene justificación alguna; los
marxista-leninistas deben ser conscientes en todo momento de qué dicen y
hacia quién. Al igual que cuando se hacía esto en gran parte de las veces sin
conocer –o al menos muy poco– la realidad que se decía exaltar, tampoco
sirve para estar libre de error; pues un marxista-leninista no emite
conclusiones precipitadas sin estar enterado de lo que habla. En resumidas
cuentas los marxista-leninistas no se deben precipitar nunca y dejarse llevar
regalando este tipo de epítetos, mucho menos al conocer ya ciertas
desviaciones en una figura o partido; no se debe elevar nunca por los cielos lo
que se conoce bajo términos generales, sino solo hablar de lo concreto que se
conoce y con total seguridad. La propaganda y la historiografía revisionista
ya ha tipificado dentro del comunismo a suficientes figuras, países y partidos
históricos antimarxistas, los marxista-leninistas no debemos engordar la lista
de falsos mitos, sino sopesar las cosas sabiendo donde se pisa. Los marxista-
leninistas de la época deberían haber investigado más a fondo la historia del
Partido Comunista de China (PCCh), sus actos recientes, y deberían haber
valorado a sus figuras y a su país en su justa medida, jamás por encima, para
luego tener que arrepentirse de lo escrito o dicho. Estos errores –mezcla de
seguidismo, formalismo, sentimentalismo, cobardía, etc.– fueron unos errores
colectivos de todos los individuos y partidos marxista-leninistas que costó muy
caro a todo el movimiento marxista-leninista internacional, ya que dio alas y
tiempo al revisionismo chino a consolidar su influencia e influenció
gravemente a los partidos marxista-leninistas, e incluso como ya sabemos, su
tardía exposición hizo que muchos partidos no pudieran superar ya los
defectos de esta herencia, y acabaran naufragando. ¡¡Que grandes beneficios
hubiera tenido el movimiento marxista-leninista si el revisionismo chino
hubiera sido investigado y expuesto desde los epítetos mencheviques,
browderistas y proestadounidenses de Mao Zedong en los años 30!!». (Equipo
de Bitácora (M-L); Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el
caballo de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento
marxista-leninista, 2016)

Pero no olvidemos que estos errores de los años 60 y 70 vienen a su vez de la


laxitud con se trataron las desviaciones del maoísmo desde los años 30 en el
Movimiento Comunista Internacional, a excepción de las críticas de Stalin,
Dimitrov, Ranadive y otros. Pese a todo serían los propios albaneses los
encargados de iniciar las críticas públicas y privadas al maoísmo en los 60 y de
destapar sin peros al maoísmo en los 70. Para verificar todas estas cuestiones
derivamos una vez más a nuestro documento acabado de citar.

¿Hubo errores en la lucha contra el maoísmo una vez expuesto a nivel


internacional? También, esto es indiscutible.

En los años 70 en cambio, cuando los marxista-leninistas albaneses llevaron a


cabo una abierta lucha contra el maoísmo, muchos líderes de otros partidos se
contentaron con repetir las conclusiones de los marxista-leninistas albaneses,
no trataron de hacer sus propias investigaciones y análisis sobre el maoísmo
como fenómeno internacional. Tampoco se preocuparon de investigar hasta qué

407
punto esta «enfermedad» que había anidado durante años había afectado a la
médula marxista de la organización, o si se seguía notando la influencia de sus
viejas teorías y metodología en los militantes de la actualidad.

En muchas ocasiones se creía que una vez expuesto el maoísmo como una
variante oportunista a nivel nacional e internacional, los partidos marxista-
leninistas eran «inmunes» a esta enfermedad, sobre todo tras haberle dedicado
varias críticas durante finales de los 70 y principios de los 80.

Además, se despreocupó la crítica contra las organizaciones maoístas todavía


vigentes, no se supo realizar analogías respecto a otras corrientes revisionistas
previas o nuevas, y en especial, no se supo dar una explicación plausible y
detallada de la influencia que había tenido el maoísmo para la China que por
aquel entonces empezaba a emerger como una gran potencia socialimperialista.
Esto permitió que se vieran actos tan vergonzosos como que los partidos
marxista-leninistas rehabilitaran tarde o temprano al maoísmo, se alabasen a
muchos regímenes tercermundistas como «antiimperialistas» e incluso
«socialistas» o se buscase trazar alianzas sin principios con organizaciones
maoístas marginales como si nada hubiese pasado, como si esa lucha contra el
maoísmo no hubiera existido.

408
VI

La progresiva degeneración del PCE (m-l) durante 1985-


1992

Tras la muerte de Elena Ódena en 1985, los principales dirigentes del partido:
Raúl Marco, Manuel Chivite, Pablo Mayoral, entre otros, se llenaban la boca
diciendo:

«Recordar a Elena es utilizar sus escritos, sus opiniones, sus manifestaciones.


(...) Que son ya parte inseparable de la historia del partido, para mejor aplicar
en la práctica, en el trabajo cotidiano». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Pero esta proclama se quedó en letra muerta, pues al poco tiempo las tesis de
Ódena empezaron a ser algo incómodo para la dirección. Este juramento de
lealtad al legado ideológico de Ódena fue tan falso como las lágrimas de
cocodrilo que en el funeral de Stalin vertieron los que serían los futuros
sepultureros de su obra.

Alianzas con los revolucionarios y progresistas honrados vs las


alianzas oportunistas con los cabecillas reaccionarios

En la Internacional Comunista se comentaba sobre las tácticas de frente:

«1. Las tácticas del frente único desde abajo son necesarias siempre y en todas
partes, con la posible excepción de raros momentos durante las luchas
decisivas cuando los obreros comunistas revolucionarios se verán obligados a
volver sus armas incluso contra grupos del proletariado que, por una
conciencia de clase deficiente, están del lado del enemigo. 2. Unidad desde
abajo y, al mismo tiempo, negociaciones con líderes. Este método debe
emplearse con frecuencia en países donde la socialdemocracia sigue siendo
una fuerza importante. Se entiende que en tales casos los partidos comunistas
mantienen su independencia completa y absoluta, y conservan su carácter
comunista en cada etapa de las negociaciones y en todas las circunstancias. 3.
Frente único solo desde arriba. Este método es rechazado categóricamente por
la Internacional Comunista. Las tácticas del frente único desde abajo son las
más importantes, es decir, un frente único bajo el liderazgo del partido
comunista que cubre a los obreros comunistas, socialdemócratas y no
partidistas». (Internacional Comunista; Extractos de las Tesis sobre tácticas
adoptadas por el Vº Congreso de la Internacional Comunista, 1924)

En la actualidad todos los revisionistas no solo no han comprendido estos


axiomas, sino que se esfuerzan por obscurecer lo que es harto claro.

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se decía con toda justeza sobre el
revisionismo:

409
«Es preciso hoy tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y
combatir todas sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de
los principios del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la
revolución violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los
revisionistas descarados, revisionismo es también no tener una práctica
consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que
se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

Elena Ódena siempre fue clara en que las alianzas del partido debían de ser con
los elementos de base que eran combatientes y revolucionarios, criticando a la
vez la actitud oportunista de los cabecillas:

«Nuestra política, pues, es la desenmascarar y aislar firmemente a los


cabecillas oportunistas de los distintos grupos, manteniendo una clara línea de
demarcación en todas las cuestiones de principios, y la de acercarnos y
discutir camaraderilmente con los elementos honrados de su base». (Elena
Ódena; Unidad con todos los revolucionarios y lucha contra los oportunistas,
1973)

Buscando la unidad principalmente con su base con el objetivo de lograr


propósitos conjuntos en intereses de los trabajadores, y atraer así a los
elementos rescatables:

«La lucha entre el marxismo-leninismo y el revisionismo es una manifestación


más de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Por
consiguiente, los marxista-leninistas debemos rechazar toda unidad y
colaboración con los cabecillas revisionistas –a los que no hay que confundir
con los elementos honrados que aún quedan en su base–, y por el contrario
debemos combatirlos más y más». (Documentos del Iº Congreso del PCE (m-l),
1973)

Por encima de todo se resaltaba que en las alianzas no se perdiese la autonomía


del partido:

«Nosotros tenemos ahora clarísimo que el Partido no tiene que ocultar su


condición de tal, ni el miembro del Partido su condición de tal, en ningún caso,
absolutamente en ninguno. Ir con la política del Partido por delante no quiere
decir que debemos apabullar con todos los planteamientos del Partido, sino ir
con nuestras propias posiciones de clase, porque en decir que somos del
Partido ya hay una posición de clase, porque el Partido no ha renegado de la
lucha de clases ni mucho menos; tampoco tenemos que ir con una etiqueta.
Somos el Partido de la clase obrera y luchamos por la revolución socialista,
estamos en contra de la colaboración de clases, pero ahora planteamos éste y
éste términos concretos. Esto es ir con la política del Partido por delante y no
ocultarlo». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del partido; Intervención
en el IIº Pleno del Comité Central, elegido en el IVº Congreso del PCE
(marxista-leninista), 1985)

410
El propio Raúl Marco antes de convertirse en un abierto y repugnante renegado,
en su artículo: «¿Es posible la «unidad de acción» con los dirigentes
revisionistas?» comentaba en referencia indirecta a las declaraciones de algunos
líderes del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista (PCA/M-L) lo
siguiente:

«Se plantea en la actualidad por parte de algunos, la posibilidad de llegar a


una unidad de acción, bilateral y a nivel de dirección máxima, con los partidos
revisionistas. (…) El partido de Carrillo, y todos los partidos revisionistas –
independientemente de que sea «eurocomunista», prorusos, titoistas o
maoístas–, tienen la misma esencia: son contrarrevolucionarios, son
anticomunistas, están al servicio de la reacción y de la burguesía,
independientemente de la fraseología que utilicen. (…) No, no existe
posibilidad de «unidad de acción» bilateral y «por arriba» con los cabecillas
revisionistas; si no habría que preguntarse si nuestras posiciones de principio
son sólo frases que dejamos de lado a la hora de aplicarlas. (…) Y esto que
nadie lo tache de sectarismo o dogmatismo –que es el «supremo» argumento
de los oportunistas–. (…) Nuestra política unitaria debe reposar sobre los
principios que nos dan la razón de ser, con toda la flexibilidad táctica
necesaria, pero sin que en ningún momento supeditemos nuestros principios a
esa necesaria flexibilidad táctica. Nuestro deber es el saber ofrecer a nuestros
pueblos una verdadera alternativa popular y no componendas que, por más
que las adornemos con frases o citas, no dejan de ser oportunistas».
(Vanguardia Obrera; Nº375, 1982)

En la política sindical, se pensaba de igual forma, destacando como debía de ser


la lucha en el frente sindical:

«Vivimos unos momentos en que las corrientes oportunistas están siendo cada
vez más un instrumento de la patronal y del gobierno reaccionario, del poder
reaccionario, de la clase capitalista. (…) En todo el período de la transición
hemos podido confirmar esto día a día y paso a paso a través de todos los
pactos y acuerdos que estas centrales sindicales amarillas –verticalistas, por
así decirlo– han pactado directamente con el pode reaccionario, han vendido
de arriba abajo a la clase obrera. Están apoyados firmemente por todo el
aparato estatal y por toda la patronal. Es evidente que en esas condiciones,
pensar que es posible cambiar la dirección, conquistar la dirección de estos
sindicatos, es francamente utópico y hubiera sido una traición por parte del
partido, vanguardia del proletariado, no haber apoyado la creación de un
sindicato revolucionario, la AOA, concretamente. Esto no quiere decir que uno
de los objetivos más importantes de la AOA y del partido no sea buscar la
unidad de acción, la unidad de clase [con los obreros honestos de los sindicatos
amarillos], sino todo lo contrario. (…) Pero una unidad de clase obrera para
luchar y para defender los intereses de clase y las reivindicaciones que en estos
momentos se ven tan amenazados por el capitalismo en crisis. (…) Por eso la
unidad no es posible ni con los dirigentes de los partidos revisionistas, ni con
los dirigentes de los partidos de la socialdemocracia, ni con los bonzos y
vendidos aristócratas obreros de los sindicatos amarillos en las fábricas y
empresas». (Elena Ódena; Intervención de la delegación del PCE (m-l) en el IIº
Congreso de la AOA, 16 de mayo de 1982)

411
En otra ocasión se recalcaría una vez más, la necesidad de establecer contactos
por la base con los sindicatos amarillos, mientras se denunciaba la labor de los
jefes sindicalistas reformistas:

«Una cosa son los bonzos y jefecillos sindicaleros, dadas las diferencias
existentes en el seno de la clase obrera, y otra es una buena parte de la base de
esos sindicatos. Cada día se manifiestan con más amplitud y profundidad las
contradicciones entre los intereses de la aristocracia obrera y los de la
patronal, y los del resto de la clase obrera. Amplios sectores de la clase obrera,
afiliada a dichos sindicatos reformistas, buscan el camino de la lucha para
defender su puesto de trabajo y sus derechos. La agudización de la crisis en
importantes sectores como la siderurgia, la construcción naval, de bienes de
equipo, la construcción, están poniendo al descubierto de manera
particularmente evidente las contradicciones entre estos sectores de la
aristocracia obrera y los cabecillas sindicales, y el resto de la clase obrera. Por
ello, el PCE (marxista-leninista) considera de mayor importancia intensificar
y ampliar su actividad dentro y por la base de las centrales sindicales, UGT y
CC.OO., para aislar no sólo a los cabecillas amarillos, sino a los sectores
contrarrevolucionarios de la aristocracia obrera». (Elena Ódena; Algunas
cuestiones del momento; Basado en la intervención de Elena Ódena al Pleno
(Ampliado) del C.C. del PCE (m-l), 15 de mayo de 1983)

Es más, por poner un ejemplo. ¿Que aconsejaba Enver Hoxha a los marxista-
leninistas españoles respecto al nuevo fenómeno de los abundantes partidos
revisionistas prochinos? Ciertamente había muchos y variados partidos
revisionistas prochinos por entonces, unos hacían una gran apología del «nuevo
democratismo», de la «Guerra Popular Prolongada», del «tercermundismo»
como fuerza motriz de nuestra época», instaban «a apoyar la Comunidad
Económica Europea», la OTAN y el imperialismo estadounidense. Pero los
partidos marxista-leninistas lejos de formar un frente con ellos por la
fraseología pseudorevolucionaria que mantenían en algunos, ¡debían oponerse a
ellos si se quería combatir a la burguesía nacional e internacional!:

«Otra cuestión es la creación del frente en contra de la burguesía capitalista,


contra el imperialismo estadounidense, contra el socialimperialismo soviético,
contra el partido revisionista de Carrillo-Ibárruri, contra cualquier partido
revisionista pro-chino, y contra cualquier otro de los partidos del capital».
(Enver Hoxha; Sobre la situación en España, 2 de diciembre de 1977)

En el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 se instaba a que a la hora de contraer
alianzas el punto determinante no debía ser el nivel de influencias de otras
organizaciones ni tampoco rebajar los principios del partido para adecuarlo a
dichas fuerzas:

«¿Cuál es la línea para la formación de un Frente? ¿Basarse en la fuerza real o


aparente de este o aquel partido y fijar una línea «que no cree»
contradicciones, que «permita» la alianza con ese partido? ¿O basarse en los
intereses del pueblo y de la revolución, fijar un programa que corresponda a
los intereses populares y oponerse implacablemente a quienes de hecho actúan
en el campo del pueblo al servicio del enemigo, por grandes y fuertes que sean
–o aparenten ser–? Esta es la cuestión. Es bien sencilla, aunque algunos

412
pretenden embrollarla». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Se apelaba a mantener la independencia del partido a no basar su política en lo


que hiciesen otros grupos oportunistas fuesen de la corriente que fuesen,
debiéndose ejercer la iniciativa y dirección de las masas por el partido en sus
zonas neurálgicas:

«No podemos colocar en el centro de nuestro trabajo de cara a las masas


nuestra relación con esos grupos u organizaciones que representan la línea
oportunista a la que hemos de esforzarnos por aislar y denunciar implacable y
hábilmente ante las masas. Se trata de aplicar una política de principios en la
que no abandonemos en ningún caso ni la iniciativa ni la dirección política a la
zaga de cualquiera de ellos, pues ello supone confundir a las masas y arriar
nuestra propia bandera para colocarnos de hecho a la zaga de la línea
oportunista.

En definitiva, la posición de los fraccionalistas antipartido y complotadores


consistía en diluir la política del partido en el conjunto de la política de los
grupos oportunistas, practicar la unidad sobre la base de mezclar y confundir
posiciones, abandonando nuestra condición de partido dirigente en el actual
proceso revolucionario que se desarrolla en el movimiento de masas.

Es evidente que subsiste, y es inevitable, en el seno del partido, enquistados


algunos camaradas y organizaciones, actitudes ideológicas próximas al
oportunismo de derecha que hemos combatido. Es preciso, por ello,
profundizar y desarrollar aún más la lucha ideológica en este terreno y
dilucidar y comprender mejor la base objetiva de la política de masas del
partido, y también el papel y la naturaleza objetiva y subjetiva de
colaboraciones con la reacción de las corrientes, grupos y fuerzas
oportunistas.

Otro aspecto de nuestra labor en el frente de masas en los momentos actuales,


es el de que hemos de comprender la importancia ideológica de dedicar lo
esencial de nuestras energías y preocupaciones a nuestra labor revolucionaria
entre el proletariado, en especial en las grandes fábricas y en las grandes
concentraciones proletarias, así como también entre el proletariado agrícola.
Es preciso comprender adecuadamente, desde el punto de vista ideológico, que
en la actual coyuntura el proletariado de la ciudad y del campo constituye el
terreno en el que han de chocar y romperse las maniobras de las oligarquías y
de los oportunistas; pero ello a condición de que nuestro Partido implante allí
su línea, levante su propia bandera y sea capaz de orientar, movilizar y dirigir
el impetuoso movimiento obrero que ya está en marcha. De no hacerlo así, las
masas proletarias caerán en actitudes espontaneístas que, tarde o temprano,
podrán ser recuperadas por las corrientes revisionistas, oportunistas y
contrarrevolucionarias». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Se dejaba claro que una organización que se pretenda el partido de vanguardia,


no puede transigir con las apelaciones de los sentimentalistas y de los sectores
atrasados de las masas que no ven la traición de sus dirigentes y partidos y que

413
predican la paz ideológica o que hacen exhortaciones a la unidad sin que sus
líderes y organizaciones muevan su línea un ápice. Subrayaban que caer en el
revisionismo no solamente es traicionar los principios, sino también el
mantener una paz ideológica con los líderes quienes han traicionado dichos
principios:

«Es posible que algunos obreros honrados no entiendan esta actitud, opinen
que los dirigentes revisionistas no son todos unos canallas, que exageramos,
etc. A veces se escuchan opiniones de ese tipo entre sectores atrasados de las
masas. Pero la cuestión es: ¿nosotros debemos basar nuestra política en los
principios y en el análisis político científico o en las opiniones de los sectores
atrasados de las masas? ¿Tenemos que ir a remolque de las masas atrasadas
en las cuestiones ideológicas y políticas o somos el partido de vanguardia de la
clase obrera que tiene que marcar el camino en las cuestiones ideológicas y
políticas sobre la base del marxismo-leninismo? ¿Tenemos que crear claridad
entre las masas o sembrar la confusión? Esta es la cuestión. Es preciso hoy
tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y combatir todas
sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de los principios
del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la revolución
violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas
descarados, revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente
revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por
muchas poses revolucionarias que se quieran tomar». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l),
1977)

En el IVº Congreso del PCE (m-l) se volvía a recalcar:

«Toda táctica basada en una estrategia revolucionaria debe, en su política de


alianzas tácticas con otras fuerzas, mantener la independencia del partido
tanto en lo político como en lo militar, no colocarse a la zaga de la burguesía
nacional e internacional. (…) En segundo lugar, la táctica no debe relegar o
aplazar nunca la lucha de clases en el marco de cualquier alianza; y tercero,
las alianzas, compromisos y apoyos a otras fuerzas políticas, deben servir
siempre para reforzar la implantación y el prestigio del partido y no a la
inversa». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Estamos seguros que Elena Ódena vislumbrando el callejón sin salida en que se
metía el partido por diversos factores, temía que muy pronto o tras su muerte,
algunos oportunistas volviesen a plantearse soluciones derechistas como en el
pasado, ya que en sus últimos escritos se nota tal ambiente de preocupación. En
una de sus últimas intervenciones advirtió que el partido no se dejara llevar por
los aparentes caminos fáciles como las «llamadas convergencias de la
izquierda», que no era sino un intento de cesar la lucha ideológica entre la
organización revolucionaria y las organizaciones revisionistas en vistas de
apuntalar una presunta «mayor influencia entre las masas» que daría una
«mayor fortaleza para el partido». Por el contrario, proponía que el partido se
tomase en serio la tarea de clarificar a las masas, inclusive la de las agrupaciones
revisionistas, los puntos cardinales del programa del partido, reforzando el rol
del partido, como pretendida vanguardia consciente del proletariado:

414
«La consigna de la convergencia de izquierdas que proponen los revisionistas
pues hoy por hoy, esas fuerzas de izquierdas, ¿cuáles son? ¿Con quién va a
converger hoy, por ejemplo, un sector del revisionismo, si no es con la
socialdemocracia o con otras fuerzas revisionistas, organizadamente nos
referimos? Nosotros creemos que hoy, toda la cuestión de la unidad del pueblo
pasa por un esclarecimiento que permita una mayor unidad, ante la gran
división que hoy existe. Una división que, como decíamos anteriormente, nace
de la descomposición de las fuerzas de la izquierda y oportunistas. Hay que
pasar por un proceso de esclarecimiento, de generación de fuerzas
verdaderamente clarificadas, que encabezamos nosotros. Ese es el proceso en
que nosotros tenemos esta táctica de unidad en el seno del pueblo, pero con los
sectores organizados, divididos, de las llamadas fuerzas de izquierda, que
desgraciadamente tienen incidencia en el seno del pueblo». (Elena Ódena;
Sobre la táctica unitaria del partido, 1985)

En cambio, el PCE (m-l) de 1985, liderado por Raúl Marco y Manuel Chivite,
apenas un mes del fallecimiento de la cabeza visible del partido, Elena Ódena,
sellaron a partir de los plenos de noviembre-diciembre de 1985 un cambio
táctico en la política sindical, disolviendo el sindicato del partido, la AOA,
dentro de CC.OO. bajo diversas excusas en torno a la coyuntura del momento:

«Especial importancia tuvo el pleno del 30 de noviembre y del 1 de noviembre


de 1985, en un momento en que Comisiones Obreras (CC.OO.) estaba
fuertemente sometida a la acción fraccional de las diferentes camarillas
revisionistas y en un alarmante proceso de pérdida de afiliación. (...) Este
pleno decidió igualmente la incorporación condicionada de la Asociación
Obrera Asambleísta (AOA) a CC.OO.». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Aquí no se explica que era esa «incorporación condicionada», ni se explicaba a


los militantes de forma clara porque lejos de absorber a los sindicatos
revisionistas, un sindicato revisionista estaba absorbiendo al sindicato del PCE
(m-l). Es un documento clásico de como una dirección lejos de hacer autocrítica,
prefiere tapar sus fracasos con verborrea. Realmente no hubo ese esperado
«refuerzo de la autoridad del PCE (m-l) con las masas». Esta incorporación
definitiva a CC.OO. más allá de la propaganda oficial, no tuvo ninguna
influencia positiva reseñable para el partido, ya que el contacto con las masas
dentro de CC.OO. ya se realizaba previamente cuando el PCE (m-l) apostaba por
la AOA, a veces incluso paralelamente. Ni por supuesto supuso que CC.OO.
cambiaría su carácter reformista en sus resoluciones y tácticas a adoptar, pues
dicho sindicato siguió estando armonizado por los jefes revisionistas. Con un
partido con una militancia cada vez más raquítica, con cada vez más abandonos,
lo que sucedió fue que los jefes revisionistas de dicho sindicato se aprovecharon
poco a poco de la situación de debilidad para inocular entre los elementos del
PCE (m-l) diversas teorías sindicalistas y reformistas, que a la postre ayudarían
a degenerar más aún a la militancia, ya de por sí desarmada y desorientada
ideológicamente por la dirección. Obviamente adoptar dicha táctica con la
situación crítica en la que estaba el partido era una invitación a que los
militantes fuesen absorbidos por el mundo revisionista y no al revés.

415
Varios partidos del exterior notaron que la política del PCE (m-l) empezaba a
ser muy condescendiente con los partidos reformistas y revisionistas,
intentando dar la apariencia de un partido no sectario, flexible en cuanto
alianzas.

Con ello se llegó a loar incluso a personajes que antes se criticaron fuertemente.

«El PCE (m-l) manifiesta su respeto a la memoria de este hombre honesto


[Tierno Galván] que, en medio de la podredumbre política, de la sumisión y la
falta de carácter, ha sabido mantener su integridad ética e intelectual
demócrata, ganándose así el respeto del pueblo madrileño. (…) A pesar de
evidentes diferencias ideológicas y políticas que nos separan, mantuvo con el
PCE (m-l) unas relaciones cordiales». (Vanguardia Obrera; Nº 531, 1986)

Desde el Partido Comunista Marxista-Leninista Estadounidense (1967-1993), de


marcadas tendencias thälmannianas, pese a que gran parte de sus análisis
siempre fueron fantasiosos, especuladores y tendenciosos para cuadrar su visión
a priori, llevaban razón por ejemplo en achacar al PCE (m-l) lo que ya hemos
comentado, registrando desde sus medios de expresión los últimos bandazos del
partido español sobre este tema. En su artículo «Sobre la línea del PCE (m-l)»,
decían:

«Un examen de Vanguardia Obrera en el último año muestra poco trabajo en


el desarrollo de la postura revolucionaria independiente del marxismo-
leninismo. En cambio, hay una campaña tras otra en la que la agitación del
PCE (m-l) se combina con la de los círculos reformistas. En las campañas en
las que trabaja codo con codo con los reformistas, el PCE (m-l) no parece tener
una posición independiente. La prensa del PCE (m-l) no se ocupa de cómo
separar a los trabajadores y activistas de alto rango de la influencia de los
revisionistas y los socialdemócratas de «izquierda». En su lugar, se glorifica
en las listas de nombres de líderes oportunistas que firmaron varias
declaraciones liberales y oportunistas. El PCE (m-l) firma estas declaraciones
sin críticas y simplemente las promueve en su prensa. (...) Y Vanguardia
Obrera no ha esperado campañas especiales para promover la unidad con los
reformistas. Se ha dedicado a promover la maravillosa historia y el mérito
extraordinario de este o aquel líder socialdemócrata. Por supuesto,
Vanguardia Obrera no deja de decir que tiene algunas diferencias ideológicas
con estas figuras. Pero no pasa tiempo explicando cuáles son estas diferencias.
En cambio, crea la impresión de que los líderes socialdemócratas son buenos
en los temas candentes actuales, cualquiera sea el papel menor que la
diferencia entre marxismo-leninismo y socialdemocracia pueda tener en
general. (...) Por ejemplo, Vanguardia Obrera presentó un elogio de primera
página a Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, cuando murió. Elogió de
forma extravagante esta luminaria del ala «izquierda» del partido
socialdemócrata en el poder. Pero ¿quién era el señor Galván? ¿Era un
socialdemócrata de alto rango que había sido exiliado a una posición de menor
importancia entre las fortalezas socialdemócratas por sus hechos
revolucionarios que habían perturbado el liderazgo socialdemócrata? De
ningún modo. Era una figura importante con buena posición del partido
socialdemócrata. Fue alcalde de Madrid, la ciudad más grande de España y su
capital. Era un líder confiable de la socialdemocracia, que actualmente está

416
gobernando a España como representante de la burguesía. Al elogiar al señor
Galván, Vanguardia Obrera les estaba diciendo a los activistas y
simpatizantes del PCE (m-l) la actitud que se debe tomar ante el ala de la
«izquierda» de la socialdemocracia. En lugar de tratar de separar a las masas
de los líderes socialdemócratas, estaba promoviendo la fusión con los círculos
reformistas y socialdemócratas. Estaba reduciendo las áreas de desacuerdo
con los socialdemócratas gobernantes hasta el momento que ahora puede
encontrar mucho en común incluso con los principales líderes del partido
socialdemócrata». (The Workers' Advocate (Suplemento); Vol. 2 #8; Voz del
Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de octubre de 1986)

¿A qué tipo de figuras estaban rindiendo homenaje desde «Vanguardia


Obrera»? Cojamos el ejemplo de este artículo: como sabemos Tierno Galván fue
socialdemócrata y su partido: el Partido Socialista Popular (PSP), fue
abiertamente financiado desde Bonn y Washington como precisamente
denunciaba el propio PCE (m-l) en su IIº Congreso de 1977:

«El hecho de que el PSOE esté financiado fundamentalmente por la


socialdemocracia imperialista alemana no quiere decir que sólo él se beneficie
de esos marcos. De hecho el grupo de Tierno Galván, por ejemplo, ha estado
alimentándose de diversas fundaciones aparentemente caritativas. El mismo
Matthófer ya citado reconocía al respecto: «Tierno Galván ha recibido casi
exclusivamente ayuda alemana durante muchos años. Si hay alguna persona
que no tienen por qué atacar a alguien por recibir ayuda, es Tierno Galván».
Posteriormente, cuando el imperialismo alemán decidió jugar más a fondo la
carta del PSOE y dejó de financiar a Tierno, éste se volvió hacia los
imperialistas yanquis, sus amigos de largo tiempo, y comenzó a atacar a sus
antiguos protectores. (...) Entre otros de todos los que se llaman
socialdemócratas, constituidos desde los despachos de la Embajada USA en los
últimos años, los García López, Tierno, Morodo, etc., se hallan directamente en
la esfera de influencia de los americanos, han realizado visitas «culturales» y
de otros tipos a los Estados Unidos y bajo la égida de asociaciones
directamente controladas por la CIA como el «Congress for Cultural Freedom»
y la «International Comisión of Jurits». (...) Los Felipe González, Tierno y
demás líderes socialdemócratas prefabricados estos últimos años desde Bonn o
Washington, cumplen fielmente su papel de leal oposición a su Majestad y
como tales tratan por todos los medios y hay que decir que con ningún sentido
del ridículo, de embellecer y apuntalar a la Monarquía». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l),
1977)

Esto no es nada que hoy no se haya constatado con abundante documentación.


De hecho los nexos entre el PSOE de González o el PSP de Galván son
reconocidos abiertamente por la socialdemocracia alemana y el imperialismo
yanqui. En cambio el PCE (m-l) se permitía el lujo de calificar a Galván de
socialfascista (sic):

«Situándose de palabra en «la izquierda» está el grupo social-fascista del


profesor Tierno Galván». (Lorenzo Peña; Sobre las rivalidades internas del
campo franquista; Escrito bajo el pseudónimo E. Zújar para Revolución
Española, Nº 1, 4º trimestre 1966)

417
Pese a que Lorenzo Peña abandonaría el partido en 1972 por diferencias con la
dirección, el PCE (m-l) seguiría describiendo a Tierno Galván de la misma
forma:

«Si se toma por ejemplo la actividad teórica y política del socialfascista Tierno
Galván, se comprueba cómo su objetivo fundamental es el de realizar una
crítica desde el punto de vista de la burguesía a todas las ideas fundamentales
del marxismo y reforzar de esta forma la corriente socialreformista, pro-
oligárquica y pro-monárquica entre los llamados socialistas». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del
PCE (m-l), 1977)

Aquí lo primero que debemos decir es que advertimos un lenguaje


pseudorevolucionario muy peligroso. Obviamente Galván era un reformista y
actuó en favor de la monarquía, eso está fuera de toda duda. Pero llamar
socialfascista a un socialdemócrata perseguido y encarcelado por el fascismo
franquista como Galván es ridículo, es perder toda la credibilidad ante sus
militantes. Esto es una desviación precisamente calcada a la que el líder alemán
Ernst Thälmann abanderaba en los treinta, en la cual en su miopía izquierdista
todo era susceptible de ser fascista. El comunista Pieck diría de esta nefasta
política:

«Estos errores se debieron a la absolutamente falsa concepción de que todos


los partidos burgueses son fascistas, que «no hay dos métodos de dominación
burguesa». (Wilhelm Pieck; Las actividades del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional
Comunista, 26 de julio de 1935)

Tierno Galván efectivamente con sus especulaciones teóricas cumplió un papel


activo en promover la paz entre clases, lo normal en un líder socialdemócrata,
más a la derecha o a la izquierda. Y el PCE (m-l) haría lo correcto en denunciar
en sus artículos el hecho de que Galván intentaba la transformación del
marxismo en una doctrina domesticada e inofensiva desde posiciones y
pensamientos reformistas, socialdemócratas, ya que Galván daba a entender
que el marxismo y en concreto el materialismo histórico y dialéctico no
inundaba todos los fenómenos naturales y sociales, sino que, trayendo el falso
argumento de los historiadores y sociólogos burgueses, argumentaba que el
marxismo es más bien un mero método de interpretación del que se podían
valer los estudiosos para algunas cosas, y del que por supuesto se podía
combinar perfectamente con otros métodos no marxistas:

«Como socialista demócrata me atrevo a decir que nuestra acción política en


España sólo tendrá efectos decisivos después de la acción y el progreso político
de la clase media. (…) Los partidos socialistas y la izquierda en general deben
percatarse de que es contrario a sus intereses ofrecer programas que inciten a
los ciudadanos por el poder. (…) El marxismo suyo, no es una filosofía, sino
más bien un método de interpretación de las relaciones sociales». (Tierno
Galván; Citado por el PCE (m-l) en el Informe del Comité Central en el IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

418
No sabemos si para la dirección del PCE (m-l) de 1986 la reconciliación e
integración de Tierno con el PSOE en 1978 en los momentos en que Felipe
González forzaba al partido a renunciar oficialmente al marxismo, era para ellos
una muestra de su «viraje hacia la izquierda» a posiciones revolucionarias.
Galván ciertamente se ganó la imagen de un político «moderno y progresista»
ya que apoyaba cualquier tendencia y moda de aquel entonces sin crítica alguna,
una clara estrategia populista con el fin de ganar votos fáciles sobre todo entre la
población joven e inocente. Famosas fueron sus palabras hacia la juventud de
1984 en el Palacio de los Deportes de Madrid: «¡El que no esté colocado que se
coloque!». No sabríamos decir si esta apología hacia la drogadicción que tantas
penas darían a las familias españolas durante los 80, le resultaba gracioso o
progresista para la dirección del PCE (m-l) de aquel entonces.

Esto del PCE (m-l) de llamar socialfascista a Galván en 1977 para luego acabar
alabándolo en 1986 es algo tan bizarro, como las críticas del PTA al
«revanchismo alemán» de Strauss, y su posterior visita a Albania en 1984.

Pero este no sería el único patinazo ideológico severo que el PCE (m-l)
empezaría a mostrar a partir de 1986:

«A principios de este año, Olof Palme, el primer ministro socialdemócrata de


Suecia, fue asesinado. «Vanguardia Obrera» no pudo frenar sus dulces
palabras de elogio. Elogió a Palme por ser un hombre que defendió la
neutralidad de su país, como un antifascista, como un hombre que se enfrentó
a los Estados Unidos y al agresivo plan estadounidense para Europa, etc».
(Véase: «Vanguardia Obrera», No. 537, 6-12 de marzo de 1986)

Pero ¿quién era Olof Palme? Fue el líder electo de la burguesía sueca. Y Suecia
es un país industrializado altamente desarrollado, un país donde la burguesía
libra una guerra de clases contra la clase obrera, un país que explota mano de
obra inmigrante, un país que es un importante productor de guerra, un país
que está vinculado al imperialismo occidental por un millón de hilos.

Elogiar a Olof Palme recuerda a cualquiera de las opiniones de la «teoría de


los tres mundos» maoísta. Hubo un tiempo en que los «tercermundistas»
hablaban de la oposición a las dos superpotencias. Elogiaban tanto a varias
potencias europeas del «segundo mundo» como a tiranos del «tercer mundo»
porque supuestamente se enfrentaban a las superpotencias. ¿A quién le
importaba si estos regímenes estaban oprimiendo a sus propios trabajadores
si se oponían a las superpotencias? ¿A quién le importaba si estaban
compuestos por imperialistas, explotadores o contrarrevolucionarios?

Por supuesto, resultó que estos héroes del «segundo mundo» y el «tercer
mundo» no se oponían en absoluto a las superpotencias. En cambio, fueron el
baluarte del sistema imperialista mundial contra las luchas revolucionarias de
clase en sus propios países.

Y lo mismo ocurre con Olof Palme. Oh, sí, durante la guerra de Vietnam,
Palme había criticado la agresión estadounidense. Sin embargo, nunca
condenó al imperialismo estadounidense, y simplemente se opuso a políticas
particulares. Varios líderes imperialistas occidentales también se opusieron a

419
la guerra de Estados Unidos en Vietnam como una aventura perdedora para
los agresores, no solo socialdemócratas como Palme de Suecia o Michael Foote
de Gran Bretaña, sino también reaccionarios como el general Charles de
Gaulle de Francia. Pero esto no significaba dividirse frente al imperialismo
occidental. Y de hecho, en los últimos años de su vida, Olof Palme fue
restaurado a las buenas gracias del gobierno de los Estados Unidos.

Alabar a Palme significa reconciliarse con la burguesía liberal –o al menos


mostrarse en bancarrota ante la burguesía liberal–. Y significa reconciliarse
con la socialdemocracia. Palme fue un destacado líder mundial de la
socialdemocracia. Es cierto que no era un líder de la sección oficialmente
militarista de la socialdemocracia, sino de una sección más detallista. Así que
el elogio de Vanguardia Obrera por Palme es una analogía internacional a su
política de promover la unidad con la socialdemocracia de «izquierda» en
España. Pero la tarea de los marxistas-leninistas no es elogiar a los líderes
socialdemócratas populares como Palme, sino mostrar a la clase trabajadora
la naturaleza sin salida del camino que defienden». (The Workers' Advocate
Supplement; Vol. 2 #8; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos,
15 de octubre de 1986)

Por si alguien duda el carácter demagogo e imperialista de la socialdemocracia


nórdica, puede mirarse el artículo del Partido Comunista de Suecia (PSC): «El
«socialismo imperialista en crisis», publicado en el Nº1 de 1983 de la revista
conjunta internacional «Teoría y práctica», que casualmente publicaba junto
con el PCE (m-l) cuando éste todavía combatía a la socialdemocracia.

Precisamente hasta hacía poco, todos los partidos marxista-leninistas criticaban


a los eurocomunistas y otras tendencias revisionistas por esto mismo:

«Omitiendo toda experiencia histórica, los revisionistas modernos se han


aproximado cada vez más a las posiciones de la socialdemocracia, y los
partidos revisionistas se han transformado de hecho en partidos
socialdemócratas con ropajes «comunistas». (...) Independientemente de las
contradicciones y rivalidades entre los revisionistas y la socialdemocracia, de
las «criticas» que se hacen mutuamente, los revisionistas en países como
Francia, Grecia, España, Italia, la RFA y otros propagan entre las masas
ilusiones sobre los socialistas y los socialdemócratas, como si éstos velaran por
los derechos de los trabajadores, tratando además de hacer creer que se puede
colaborar con ellos para limitar y golpear el poder de los monopolios, que,
encabezando gobiernos en tal o cual país, los socialistas siguen o pueden
seguir una supuesta política interna y externa en interés de las masas
populares del país y del desarrollo progresivo de la sociedad, así como de los
pueblos de otros países, etc. De este modo, los revisionistas se han convertido
en sostenedores de la táctica de la burguesía y del imperialismo para una
reanimación del papel de la socialdemocracia y para ponerla a la cabeza de
los gobiernos burgueses de distintos países en las condiciones de la grave crisis
actual que ha apresado al mundo capitalista, como un instrumento para evitar
el peligro de la revolución». (Agim Popa y Vangjel Mosiu; Acerca de algunos
problemas actuales de la lucha del PTA contra el revisionismo moderno, 1984)

420
De igual forma puede verse de parte del PCE (m-l) un homenaje sin criticismo
alguno hacia el ex Presidente de la Generalidad Catalana Lluís Companys en el
«Vanguardia Obrera» Nº 701 de 1990. Generalmente los oportunistas
acostumbran y tienen la concepción ciega, de que con la muerte de una figura se
«limpian sus pecados», pero un marxista tanto en vida, como en la muerte de
dichas figuras, realiza un análisis basado no en deseos y subjetividades varias,
sino en base al materialismo histórico y lo que dicten los hechos. El mayor
marxista consecuente que ha tenido Cataluña, diría de Companys tras fallecer:

«¿Y Lluís Companys?, preguntaréis. Hablemos, pues. En el curso de la guerra,


Lluís Companys fue el más digno de los suyos. Apoyado por nosotros
únicamente, Lluís Companys venció los intrigantes de su partido y no podemos
afirmar que fuera el jefe de los claudicadores, si bien no luchó como era debido
contra los más peligrosos. Lluís Companys hizo grandes esfuerzos para
comprender una Cataluña que se le escapaba de las manos, sin conseguirlo.
Lluís Companys no llegó a ser nunca el presidente de una Cataluña en guerra.
Cataluña el superaba día a día. En el primer período minimizarse dejando el
campo libre a los faístas y trotsquistas. En el segundo período, no tuvo más
que reacciones histéricas, ante los desatinos de los funcionarios provocadores
de la Estado central y las intemperancias y abusos de poder de Negrín. En el
curso de la última ofensiva enemiga no fue ni un Claris ni un Casanova, a
pesar de haber estudiado su historia. Sin embargo, nosotros estuvimos a su
lado, colaboramos con él y fuimos ayudarle, honradamente, pues era el mejor
de los suyos. Pero el Lluís Companys de los últimos días de la guerra y de la
emigración es toda otra cosa. (...) Lluís Companys rompió las relaciones con el
partido. Por voluntad de Lluís Companys, el Gobierno de la Generalidad murió
sin pena ni gloria abandonando a su suerte a los cientos de miles de catalanes
exiliados, renunciando a la lucha por el recobro de Cataluña. Enseguida se
abandonó a claudicadores y desertores y cubrió con su nombre la campaña de
difamación que contra el PSUC, la Unión Soviética y la Internacional
Comunista, defendieron los asalariados del imperialismo. Y, por último, Lluís
Companys se entregó a Prieto el enemigo tradicional de Cataluña, el individuo
siniestro que sabotea la expedición de los catalanes en Mallorca, que tiene
sobre su conciencia la responsabilidad por la invasión primera de Cataluña,
una de las mayores responsabilidades por la pérdida de Cataluña y de la
república. ¿Qué podemos hacer ahora con Lluís Companys, sino olvidarlo? Es
un hombre del pasado y en la Cataluña de hoy no tiene nada que hacer, y
aunque quisiera tampoco podría, pues hablamos lenguajes diferentes. Y vamos
nosotros adelante a hacer su trabajo, sin mirar atrás. Han desaparecido los
líderes pequeñoburgueses, pero queda el pueblo». (Joan Comorera; Contra la
guerra imperialista y por la liberación nacional y social de Cataluña; Discurso
pronunciado ante la comunidad catalana de la ciudad de México, 8 de
septiembre de 1940)

¡Esto es lo que debería haber recordado el PCE (m-l), las luces y sombras de
Companys, no un artículo de seguidismo al nacionalismo pequeño burgués
catalán de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)!

¿Cuál fue la consecuencia para el PCE (m-l) de coquetear con el oportunismo?


Para 1989 se empezó a hablar de la necesidad de nuevas alianzas, esto es,

421
nuevas alianzas con las agrupaciones revisionistas marginales, a fin de ganar
oxígeno, ya que la organización estaba en un declive innegable:

«El Pleno del Comité Central que plantea avanzar en la unidad de la izquierda
y llegar, aunque no a plazo inmediato a una alianza electoral de izquierda».
(Revolución Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-
leninista), Nº20, diciembre de 1989)

Bajo la excusa del eslogan «Para una alternativa de izquierda» y de un necesario


«debate entre la izquierda», se empiezan a publicar varios artículos de diversas
organizaciones revisionistas en los medios de expresión del PCE (m-l). En el
«Vanguardia Obrera» Nº 672 de 1989 se publica el artículo de Rubén Cruz
Orive, Secretario General del PCE de Madrid: «Izquierda Unida, proyecto
estratégico». En el «Vanguardia Obrera» Nº 674 se publica el artículo «Hacia el
frente de izquierdas» de Carlos Gutiérrez, Secretario Político del Comité
Regional de Madrid del PCPE. En el «Vanguardia Obrera» Nº673 de 1989 se
publica el artículo de Herri Batasuna (HB), titulado: «La pelea hasta el fin» de
Txema Montero Zabala, electo al Parlamento Europeo. Estos tres artículos
fueron publicados en la prensa del PCE (m-l) sin una sola nota crítica de la
dirección, sin rebatir ni una sola palabra de estos partidos. ¡El PCE (m-l) actuó
gratuitamente desde «Vanguardia Obrera» como propagandistas de estos
partidos!

Por si alguien tiene dudas de quien abanderaba estas ideas de cambio en las
alianzas, puede ver todas estas ideas recogidas en el artículo realizado por Raúl
Marco en su artículo de Vanguardia Obrera «Por una auténtica alternativa de
izquierdas», Nº 669 de 1989.

Finalmente, de todos estos contactos se selló una alianza carente de sentido –y


saltándose todos los principios previos del partido– con el brézhnevista-
gorbachoviano PCPE, como se reflejaría en las elecciones de septiembre de 1989
con la llamada Plataforma de Izquierdas. ¿Que había cambiado para aliarse con
un grupo testimonial y que no había rectificado sus posiciones revisionistas
nacionales o internacionales? Nadie lo sabe. Para más inri, en su eslogan
electoral valenciano, se decía: «Un pas endavant per a transformar la societat»
[Un paso adelante para transformar la sociedad]. ¿Alguien se imagina un alarde
de cretinismo parlamentario más evidente?

¿Esta política de Raúl Marco y Manuel Chivite de 1989 no contradecía los


discursos de ambos en el pasado? Recordemos que en la polémica contra las
tesis oportunistas del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista
(PCA/M-L), el PCE (m-l) había sido muy claro sobre las posturas que debían
adoptar los partidos marxista-leninistas sobre las alianzas. El Comité Central
del PCE (m-l) de aquel 1982 aprobó el siguiente documento en su momento
[Nota: La parte entre corchetes fue la autocensurada en el documento público]:

«Condenamos rotundamente la unidad de acción bilateral y a nivel máximo


con los revisionistas. Hoy por hoy no hay nada que justifique esa unidad de
acción que algunos preconizan. (…) El negarnos a la unidad bilateral y por
arriba con los revisionistas, no significa que no actuemos donde están ellos,
por ejemplo, en huelgas, manifestaciones, etc. Lo hemos hecho siempre y lo

422
seguiremos haciendo, pues nosotros vamos allá donde están las masas obreras
y populares. Y esto tanto en la calle como en la fábrica, escuela, movimientos
populares. Incluso aunque estos movimientos no haya más fuerza que los
revisionistas, nosotros participamos. (…) La diferencia entre los oportunistas y
nosotros a la hora de hablar de «unidad de acción» es que para ellos esa
unidad de acción conlleva el abandono de las propias consignas y banderas y
se atiende sólo a las consignas generales del momento; mientras que nosotros,
además de las consignas propias al caso en cuestión, ondeamos nuestras
banderas, nuestras propias consignas y, en ningún caso, ocultamos nuestro
partido. [Esta es una diferencia clara y neta entre los camaradas alemanes y
nosotros. Ellos justifican su «Resolución sobre la unidad de acción» con los
revisionistas, porque no hacerlo no hubieran podido participar en una gran
manifestación en Bonn, convocada por ¡500 organizaciones! Y ellos, para
acudir hacen una resolución completamente oportunista, y van a esta
manifestación sin sus banderas ni consignas revolucionarias. ¿A quién quieren
engañar? ¿Por qué mienten descaradamente? (…) No aceptamos su hipocresía
cuando al criticarlos directamente, cara a cara su actitud, nos dicen: «No
hablamos para hoy, sino para mañana». ¿Cómo se pueden dar respuestas a
problemas de mañana que hoy no se plantean?]». (Raúl Marco; Sobre algunas
cuestiones del Movimiento Internacional; Discurso pronunciado en un
plenario ampliado del Comité Central, 3 de octubre de 1982)

¡¿Acaso los tratos cerrados «por arriba» entre Raúl Marco y Ballesteros, entre la
dirección máxima del PCE (m-l) y el PCPE en 1989 si eran aceptables pero no en
1982?! Para nada. ¿Acaso el PCPE había extendido su influencia entre la clase
obrera para que se destinasen tantos esfuerzos para intentar negociar «por
arriba» un acuerdo? Ni de lejos, era un grupo marginal. ¿Acaso el PCE (m-l)
mantenía su independencia ideológica y combatía las desviaciones del PCPE?
Para nada, incluso en ocasiones hacía el papel propagandista gratuito del PCPE
a través de publicar sus tesis en sus propios periódicos. La cuestión es que el
Raúl Marco de 1989 no era el mismo que el de antaño, o directamente vio que
era un buen momento para dar a conocer su verdadera cara oportunista.

El PCE (m-l) de mediados de los 80 todavía mantenía la idea, de que la única


forma de que el partido se hiciera un hueco en el movimiento obrero, y
desbancara a los revisionistas en influencia, era ir sin miedo con su discurso, y
atacarlos abiertamente en cada ocasión manifiesta. Comprendiendo que las
alianzas no significan sacrificar los principios en pactos deshonrosos. En el
informe a la IVº Conferencia Nacional de 1986, Raúl Marco pese haber
degenerado en muchas otras cuestiones, parecería que todavía proclamaba tal
idea en este campo, aunque iba a abandonarla a no mucho tardar:

«Se ha visto como cuando no hemos rehuido la confrontación, hemos expuesto


abierta y decididamente nuestras posiciones y opiniones, han tenido que poner
paños calientes y en muchos casos batirse en retirada. ¿Por qué? Porque
hemos entrado en su terreno sin abandonar el nuestro. Porque les hemos
golpeado y combatido sin miramientos. Incluso en cuestiones sobre las que en
apariencia coincidíamos, y lo hemos hecho con la convicción de nuestras
razones, de que estamos en lo justo. Mas si vamos para «comprenderlos», o
vacilamos en nuestras convicciones, o vamos con el maldito complejo de que
«somos pocos», acabaríamos rindiéndonos ante sus marrullerías y chalaneos,

423
porque en eso si son fuertes y con experiencia. (…) Pese a nuestra inferioridad
numérica y cuyos militantes pueden ir con la cabeza bien alta, que no tienen
que justificar ninguna renuncia, ningún compromiso vergonzoso o
vergonzante, ninguna claudicación». (Vanguardia Obrera; Nº554, 1986)

La postura del PCE (m-l) respecto al PCPE y otros grupúsculos revisionistas en


1989 incluso contradice las proclamas del Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988,
donde se denunciaba las alianzas de este tipo. Por ejemplo: se diría de la
presunta alianza con Izquierda Unida (IU), el nuevo partido-frente liderado por
el revisionista Partido Comunista de España (PCE):

«En las elecciones de 1986 el partido lanza una propuesta pública para formar
coaliciones unitarias de la izquierda revolucionaria. Una izquierda que como
se indicaba en Vanguardia Obrera de abril de ese año «está por construir y
será revolucionaria o no será nada, ni siquiera verdadera izquierda». (...) En
el Pleno del Comité Central de mayo de 1986, dedicado a uno de sus apartados
a analizar la táctica del partido se señala en relación a la propuesta de
«Izquierda Unida» planteada por el PCE: «¿Podemos coincidir en las
elecciones legislativas con el montaje de IU, al igual que coincidimos en el NO a
la OTAN? Ya hemos dicho que de ninguna manera. No hay una base mínima
de coincidencia, por supuesto en lo ideológico, pero tampoco en lo
mínimamente político y coyuntural, dada la situación del país y de las fuerzas
en presencia». (...) Así pues sin electoralismos absurdos, y sabiendo de
antemano que el número de votos que íbamos a lograr sería limitado».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº
Congreso del PCE (m-l), 1988)

¿Y qué pasaba que estos epítetos no eran aplicables a un PCPE marginal y a


punto de desaparecer en 1989? ¿Era necesario ir con un partido que en el
interior mantenía una política reformista que había saboteado la unidad de los
revolucionarios y la línea sindical revolucionaria y que en el exterior apoyaba la
Perestroika que precisamente el Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988 denunció?
No hay excusas que valgan.

Incluso en 1988 el propio PCE (m-l) se reía de la pretendida unidad que


vociferaban los partidos oportunistas. Véase el artículo de «Vanguardia
Obrera»: «PCE-PCPE-PTE: ¿De qué «unidad» hablan?» Nº 647 de 1988.

Como dice el refranero español: «Donde dije digo, digo Diego». Es decir el PCE
(m-l) se desdecía de sus principios proclamados en el pasado.

La confirmación de que el PCE (m-l) se había perdido su autonomía como


partido de vanguardia de la clase obrera y se había convertido en el furgón de
cola de las agrupaciones de «izquierda» promulgando alianzas sin principios a
toda costa, se constató también cuando en las elecciones de junio 1989 llamó a
votar por Herri Batasuna. Así lo recuerda un estrecho colaborador de entonces:

«Aquí vino un delegado de Herri Batasuna (HB) a Zaragoza para pedir al PCE
ml que les apoyara en las votaciones europeas, seguramente las de 1989. Y dio
opción a que cada uno hiciera lo que creyese oportuno, no puso ningún
impedimento. (...) A partir de los 90 e incluso antes esto fue un desmadre

424
generalizado. El partido se desmembró. A la gente de aquí desde luego no les
ilusionaba mucho el ir a votar a HB. (...) Yo de hecho les hice alguna que otra
crítica». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-
L), 2019)

En el artículo 25 años del partido de la revista Revolución Española, se decía


sobre el 15 de julio de 1989:

«Elecciones al Parlamento Europeo. (…) El PCE (m-l), que llama a votar a


Herri Batasuna, insiste en la necesidad de trabajar en la búsqueda de una
unidad de la izquierda capaz de abrir nuevas perspectivas». (Revolución
Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista),
Nº20, diciembre de 1989)

La dirección del PCE (m-l) de 1989 estaba confluyendo con Herri Batasuna y sus
propuestas justo como la escisión de 1981 había promovido años antes. Herri
Batasuna era una organización nacionalista pequeño burguesa vasca que no solo
estaba infectada de una mezcolanza de ciertas teorías supremacistas del
nacionalismo vasco, de anarquismo o tercermundismo, sino que por entonces
era la expresión legal de la banda ETA y había legitimado hasta entonces su
política de terrorismo individual, la cual como sabemos llegó a atentar contra
barrios obreros de Euskadi y fuera de ella. Precisamente este apoyo acrítico del
PCE (m-l) a la izquierda abertzale es un error pusilánime imperdonable. Misma
desviación que todos los partidos revisionistas habían cometido desde tiempos
inmemorables:

«ETA cumplía el rasgo de ser una banda terrorista de visión nacionalista


pequeñoburguesa. Aquí el PCE (r) también mantuvo una postura basada en el
seguidismo total, incluso llegando a pedir el voto por sus organizaciones
legales. (...) La postura del PCE (r) sobre ETA y sus agrupaciones afines no es
sino el resultado de su incapacidad de aunar fuerzas y apoyos en Euskadi, por
lo cual creyeron que no podían hacer otra cosa que actuar como comparsa
para ganar simpatías. Por supuesto para el PCE (r) hubiera sido una labor
muy tenaz y angustiosa realizar su propio análisis respecto a ETA y tomar
una postura marxista al respecto, pero comprendedles, ellos son más de
seguidismo a ultranza, por eso no son marxista-leninistas sino sujetos que
creen ser marxista-leninistas; y en efecto, son otra cosa: maoístas para ser
exactos. Los desarrollos de ETA y su partido afín Herri Batasuna son bien
conocidos, yendo a la deriva en programas irreales y sin una conexión real
con las masas, finalmente los restos de estas organizaciones derrotadas se han
ido integrando en partidos como Bildu y Sortu, de aún mayor calado
reformista y oportunista que las de entonces, y que andan lejos de haber
logrado la hegemonía en Euskadi pese al mayor número de concesiones.

¿No es esta la misma situación que se ve hoy repetida en Cataluña donde el


PCE (r) y sus apologistas apoyan públicamente a la Candidatura d'Unitat
Popular (CUP) y al proceso en que resulta de aliado con los restos de
Convergència i Unió (CiU), partido corrupto de la burguesía catalana
nacionalista conocido por sus medidas antipopulares y por traficar con los
intereses nacionales? Claro que es lo mismo. Repiten el mismo error que
cometieron en los 80 con Herri Batasuna». (Equipo de Bitácora (M-L);

425
Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas
terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

¿Cuál había sido la postura de Elena Ódena sobre Euskadi y la cuestión


nacional? El libre derecho de autodeterminación, incluyendo en varias
declaraciones el derecho a la separación, aunque siempre se trabajó para que el
pueblo de Euskadi eligiese convivir con el resto de pueblos hispánicos, como se
ve en los documentos del PCE (m-l). Pero ante todo, se insistía en el necesario
trabajo con las bases nacionalistas para desligarlas de sus mitos, el instruir a los
obreros tanto castellanos como vascos en el internacionalismo proletario, para
que se apoyaran en sus luchas comunes y específicas, nunca se permitió una
sumisión a las teorías pseudomarxistas y nacionalistas de ciertos representantes
demagogos, ni mucho menos los métodos cercanos al terrorismo individual o la
despreocupación por el destino de los obreros no nacionales, de algunos
nacionalistas:

«Existen también grupos armados en nuestro país dirigidos por fuerzas


nacionalistas pequeño burguesas de diverso signo –vascos, gallegos,
catalanes, canarios– que pretenden, de un lado, separar su lucha «específica»
de la del conjunto de los pueblos de España, y de otro, suplantar la lucha de la
clase obrera y del pueblo, por sus propias acciones violentas y armadas.

Para los marxista-leninistas, es evidente que la violencia revolucionaria y la


lucha armada sólo cumplen su función revolucionaria cuando está inserta en
el conjunto de una política basada en el desarrollo de la lucha de clases y no al
margen de ella y uniendo los objetivos tácticos y estratégicos a los de los
hermanos de clase de todo el país. De otro modo, se frena el desarrollo y la
elevación a más altos niveles de la lucha de clases y de la lucha política en
general, y se fragmenta la unidad imprescindible del conjunto de los pueblos
de España contra el poder reaccionario, contra el enemigo común.

La concepción nacionalista y separatista de la violencia y de la lucha armada,


practicada por ETA –todas sus ramas– y otros grupos nacionalistas,
corresponden, sin duda alguna, a intereses pequeño burgueses de las fuerzas
que la practican hoy en España, y ello pese a las propias declaraciones
superrevolucionarias y la propia imagen que de ellos mismos intentan darse
sus cabecillas nacionalistas.

Tal ha sido y es, objetivamente, el papel desempeñado por las acciones


armadas llevadas a cabo por nacionalistas de ETA –en sus distintas ramas–.
Es un hecho que en ellas no participan directa ni indirectamente ni la clase
obrera, en tanto que tal, ni otros sectores antifascistas y populares, y ello entre
otras razones porque los mismos objetivos estratégicos, incluso tácticos,
planteados por esos grupos y por sus acciones armadas, que son el
separatismo y el independentismo a ultranza, por encima de todo, no sólo no
coinciden con los intereses de clase del proletariado y de otros sectores
populares vascos que aspiran al socialismo, sino que, en el fondo, se
contraponen, no sólo en el plano estratégico, sino también en muchos casos, en
el táctico.

426
Independientemente de los derechos que le son debidos, el pueblo de Euskadi
cabe recordar que el separatismo vasco tiene su punto de arranque en la
doctrina del archirreaccionario Sabino Arana y Goiri, ideólogo de la
burguesía vasca naciente, en el pasado siglo, el cual fue apoyado por el
imperialismo británico interesado en las riquezas minerales de Euskadi, sobre
la base del muy reaccionario lema: «Dios y las viejas leyes».

Esta doctrina clerical separatista vasca, que hizo suya la burguesía vasca, no
fue obstáculo para que los financieros y capitalistas vascos se convirtieran,
gracias a la explotación de las riquezas y del pueblo trabajador de Euskadi, en
grandes banqueros y financieros a nivel de toda España.

La lucha armada, al margen del conjunto de la lucha de clases y de los


objetivos generales del proletariado y del pueblo de Euskadi y de los demás
pueblos de España, sí sirve a los intereses de la burguesía vasca nacionalista
centralista, que se apoya en ella cuando le interesa «negociar» con el poder
monárquico y arrancar algunas concesiones y privilegios específicos políticos
y económicos, y ello en detrimento mismo de los demás pueblos de España. Tal
ha sido la esencia de las negociaciones del Estatuto de Guernica y de los
acuerdos en él consignados.

Sólo bajo la dirección de un partido de clase del proletariado puede la lucha


armada y la violencia revolucionaria adquirir y desempeñar en su momento,
en las circunstancias idóneas objetivas y subjetivas, un papel
consecuentemente revolucionario de cara al socialismo, es decir, no a favor de
los intereses de tal o cual sector de la burguesía, sino de las masas
trabajadoras, de los obreros y campesinos pobres que aspiran al socialismo y
que necesitan hacer la revolución para librarse de la explotación y opresión
social y nacional. Para la clase obrera y el pueblo trabajador de Euskadi,
ambos objetivos son inseparables, como lo son para todos los pueblos de
España.

Los marxista-leninistas consideramos la lucha armada y la violencia


revolucionaria como una de las formas de lucha que surge en el marco de la
lucha de clases y la lucha política en determinadas condiciones. La violencia
revolucionaria y la lucha armada ni se inventan ni se improvisan de la
mañana a la noche, sino que se producen como resultado de unas
circunstancias y fenómenos objetivos y subjetivos en el marco del desarrollo de
la lucha política general, de los conflictos políticos, económicos y sociales que
enfrentan a las clases explotadas y oprimidas con sus explotadores y
opresores.

Por otra parte, la lucha armada y la violencia cuando está dirigida por
sectores nacionalistas y burgueses y no por el partido del proletariado,
desembocan cuando triunfa, en regímenes de carácter burgués y no en una
revolución socialista.

Tal ha sido, por ejemplo, el caso en el pasado de diversos países de África del
Norte y de Asia. Sólo bajo la dirección de la clase obrera y de su partido de
clase puede la lucha armada y la violencia desembocar en una revolución de
carácter socialista y poner fin al poder de cualquier sector de la burguesía,

427
abriendo así el camino del socialismo hacia la sociedad comunista». (Elena
Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las
guerras, 1979)

Cuando en 1991 la facción de Chivite derroca a la de Raúl Marco precisamente


entre otras acusaciones por desear fusionar al PCE (m-l) con el PCPE, no era
porque temieran terminar con la autonomía del partido, sino porque sus
seguidores en cambio deseaban integrarse en su mayoría en IU. En los debates
para preparar el congreso donde se proclamaría vencedor su facción, se
comenta en el artículo «Proyecto revolucionario y unidad de la izquierda»:

«A la vista de esta especie de radiografía que hemos hecho, pensamos que


debemos optar por nuestra integración en Izquierda Unida (IU). (...) En las
actuales circunstancias la integración en IU, con todas sus contradicciones
internas, que son, en cierto modo, el reflejo de las contradicciones de la
izquierda en nuestro país, nos permitiría participar más directamente de la
lucha y del debate». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

¿Y qué se decía hasta hace bien poco sobre IU desde el PCE (m-l)? Que era
incompatible programáticamente con las aspiraciones del PCE (m-l) en las
líneas políticas básicas. En su artículo «La Izquierda Unida del PCE» de R.
Santillana, se comentaba todavía en 1989:

«El PCE, por su propia cuenta, ha definido la estrategia de IU en estos


términos: «Hacia la sociedad de pleno empleo, en una democracia plena».
Una estrategia socialdemócrata. (…) En un mitin del 8 de octubre de 1988 en
Madrid, Anguita definía el objetivo de IU. (…) «Este objetivo puede ponerse en
marcha desde mecanismos constitucionales perfectamente explicitados en los
artículos 128, 129, 140 y 131 de nuestra Constitución». (…) IU que sin
proclamarse monárquica, silencia toda referencia a la república y al
republicanismo; que sin considerarse centralista ignora el derecho de
autodeterminación. (…) Señalado que «sería absurdo cuestionar los resultados
del referéndum», lo que hace IU es renunciar a defender a los siete millones de
españoles que votaron NO a la OTAN y pasar a exigir el cumplimiento de las
condiciones del SI de la OTAN. (…) La propuesta de IU se concreta en
«Creación en las Cortes Generales de una Comisión de seguimiento que vele
por el acatamiento por parte del gobierno de esas condiciones y denunciar
públicamente, en caso de su vulneración». (…) IU se ha limitado a reproducir
con nula imaginación, las tesis que aprobó el PCE en su pasada Conferencia
Nacional dedicada a la «construcción europea»: aceptación del Acta única,
reiteración del SI parlamentario a la CEE, etc. (…) IU «considera
imprescindible trabajar para que la presencia de España en la CEE no
signifique más perdida en la economía». (…) «Potenciar el papel del
parlamento europeo como único foro de la CEE para discusión y el debate
sobre los problemas de seguridad de Europa». (…) Se olvidan de las clases de
las naciones, las clases, el papel de los monopolios, el control del imperialismo
sobre los foros internacionales». (Revolución Española; Revista del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), Nº19, junio de 1989)

No sin razón se concluía que:

428
«IU con sus actual composición y planteamiento no sirve». (Revolución
Española; Revista del Partido Comunista de España (marxista-leninista),
Nº19, junio de 1989)

Igualmente, M. Serrada en su artículo «Por una alternativa de izquierda»


comentaba que IU lejos de agrupar a toda la izquierda, había fracasado en su
intento de sumar fuerzas:

«¿Es la actual IU, o puede ser, la alternativa de unidad de la unidad de


izquierda? Hemos repetido en diversos trabajos, artículos y plenos del Comité
Central que no. (…) A la vista de los resultados electorales del pasado 29 de
octubre de 1989. El PCE-IU en esa fecha pasó de 7 a 19 diputados y dobló, y a
la incorporación a sus filas de algunas personalidades socialdemócratas
descolgadas de un PSOE neoliberal –como P. Castellano, Bustelo y otros–, el
listón establecido por el PCE en 1979, con 24 diputados no ha sido alcanzado.
Por otro lado la suma de votos PSOE-PCE o posteriormente PSOE-PCE-IU ha
sido sensiblemente la misma a lo largo de la diversas confrontaciones
electorales desde 1979 a 1989. Quiere decir, ante todo, que la izquierda que no
apoyaba al PCE –o al PSOE– que se sitúa en un sector de la relativamente alta
abstención o en una u otra opción más a la izquierda de las citadas –desde los
nacionalismos de izquierda hasta ecologistas u organizaciones rupturistas y
revolucionarias en uno u otro grado–, sigue sin dar ese apoyo al PCE con su
plasmación en IU». (Revolución Española; Revista del Partido Comunista de
España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)

La actitud hacia IU y sus bases era clara:

«Nuestra actitud hacia IU, en especial hacia los sectores no encuadrados en el


PCE –independientes, sindicalistas, etc.– no es en absoluto cerrada. Pensamos
que IU debe abrirse al debate serio y democrático con toda la izquierda por
una verdadera unidad no hipotecada a un solo partido [PCE] y que no debe
permitir que la dirección del PCE la conduzca a rellenar el espacio que el
neoliberal PSOE está dejando. De ahí que estamos a favor de los contactos, las
reuniones y diluciones y las discusiones con IU. Estar dentro de IU hoy es
ponerse a las órdenes del PCE, que la monopoliza sin contrapeso político.
Oponerse frontalmente a IU es aislarse de sectores que están dispuestos a
exigir más, a ir más allá, a romper el sectarismo y plantearse una unidad más
amplia y real de la izquierda». (Revolución Española; Revista del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), Nº20, diciembre de 1989)

Realmente la visión de alianzas del PCE (m-l) capitaneado por Chivite desde
1991 era un claro cheque en blanco hacia cualquiera que se autodenominase
comunista o marxista, daba igual su pasado o sus prácticas presentes. El propio
Chivite escribiría en el VIº Congreso del PCE (m-l) de 1991 que había que
formar «un nuevo proyecto revolucionario» trabajando «por la recomposición
del campo revolucionario», buscando el «diálogo y coordinación de todos los
comunistas o que se reclamen del comunismo o marxismo revolucionario».

429
Es decir, se pretendía recomponer el campo revolucionario aliándose y
coordinándose con todos a los que hasta hacía unos años o meses se les tachaba
con total justeza de revisionistas.

Si miramos el magnífico artículo de M. Serrada, se decía sobre la política de


alianzas y la llamada de la búsqueda de una «nueva izquierda»:

«A esa nueva izquierda en ciernes no pertenece el revisionismo, a ella no


pueden pertenecer quienes tan importante papel tuvieron en la transición para
pactar y desnaturalizar los años de lucha antifranquista, para aceptar y
defender como nadie la solución monárquica, los pactos sociales y la
pervivencia de los aparatos franquistas. Es una vieja y demasiado conocida
«izquierda», una izquierda de desecho, de retales y zurcidos al compás del
oportunismo electoralista. Una izquierda que se condujo a sí misma a la
división y al fraccionalismo, a las luchas intestinas de cabecillas y camarillas
de mil tendencias, que debilitó y sigue debilitando la actividad sindical, que
fomentó y sigue fomentando la despolitización de la clase obrera, y en
consecuencia, la desorganización. (…) La nueva izquierda está por construir y
será revolucionaria o no será nada, ni siquiera verdadera izquierda. Será
revolucionaria o no pasará de calentar poltronas en parlamentos,
ayuntamientos y ministerios, gestionando lo que deseen que gestione quienes
nunca han perdido el poder real en España. Quien quiera apuntarse con ellos,
allá él; quien quiera hacer bulto en sus carteles electorales, allá él».
(Vanguardia Obrera, Nº 540, 1986)

El abandonar esta concepción, hizo que el PCE (m-l) se bañase en las mismas
charcas del oportunismo que otras organizaciones, y que con el tiempo, no se
diferenciase de ellas.

Este proceder en las relaciones no fue más que una medida desesperada que
aplicaron sin duda otros partidos como el PC (m-l) de Colombia reconciliándose
con el PCC, el PC de Brasil alabando al PT, el PC (m-l) de Ecuador buscando
alianza con los tremendistas y socialdemócratas, Bandera Roja acercándose a la
derecha venezolana para hacer contrapeso al incipiente socialismo del siglo
XXI. Estrategias desesperadas que no sirvieron en ninguno de los casos para
retomar el vuelo, sino para desacreditarse aún más, para ser el furgón de cola de
una u otra corriente burguesa de «izquierda» o incluso de derecha, en los casos
más patéticos.

En los llamados «Cuadernos de debate para el VIº Congreso de 1991», se


reniega abiertamente de la línea política del Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988,
pseudoargumentando que «no se había prestado demasiada atención a diversos
fenómenos»:

«Visto ahora, y a la luz de los vertiginosos acontecimientos ocurridos, el


informe del Vº Congreso es de una gran vaciedad de contenido político e
ideológico, en el que con cuatro frases manidas se pretende deslegitimar al
contrario, al tiempo que cuestiones de gran relevancia en el movimiento
obrero y popular son insuficientemente analizadas, tales como la perestroika –
lanzada por Gorbachov en 1985– o la formación de Izquierda Unida en 1986».

430
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate
para el VIº Congreso, 1991-1992)

Todo lo que aquí dice sobre que los informes, resoluciones y todo tipo de
documentos del partido adolecían de «cuatro frases manidas», es una acusación
que muchas veces puede ser cierta. Ahora, no era culpa del pobre diablo de Raúl
Marco y sus incapacidades teóricas, sino de todo el Comité Ejecutivo y del
Comité Central, que siempre fueron a la zaga de los acontecimientos, y siempre
se adaptaban a las nuevas circunstancias apoyándose en una figura central –
Elena Ódena– o en una ayuda internacional –el Partido del Trabajo de Albania–
, pero comparando congresos, el de 1988 es una maravilla en cuanto a principios
ideológicos comparándolo con las tesis liquidacioncitas el de 1991. La intención
de la facción de Chivite es clara con este mensaje: traduciéndolo a un lenguaje
claro para el lector, significa que para Chivite el congreso de 1988 debía haber
saludado como positiva la Perestroika de Gorbachov en la URSS, y que el
partido se debía haber sumado a IU en 1986, y que al no haberlo hecho, todo fue
erróneo. Nada más.

En otra ocasión del informe se decía que la postura del PCE (m-l) sobre el PCE
de Carrillo de los años 70 no fue correcta:

«En el informe del Comité al II Congreso del PCE (m-l), junio de 1977, es decir
cuando ya estábamos en plena fase de transición y en vísperas de las primeras
elecciones pluripartidistas –julio del 1977–, se criticaba a la llamada, sin duda
con poco acierto, oposición colaboracionista al régimen». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso,
1991-1992)

Lo primero que hay que comentar es que en esas «primeras elecciones


pluripartidistas» a las que alude ni el PCE (m-l) ni varios grupos nacionalistas,
republicanos, trotskistas y maoístas estaban legalizados, lo que muestra el
«cariz democrático» de aquellas elecciones. Segundo. Para Chivite y compañía
parece que reflexionando con los años mira atrás y cree que era un «exceso»
llamar al PCE de Carrillo-Ibárruri de colaboracionista, pese a que el PCE (m-l)
proporcionó toda una serie de material contundente para demostrarlo, pese a
que ahora toda la reacción nacional ha reconocido que el PCE carrillista fue un
factor fundamental para que el nuevo régimen monárquico se consolidase,
rindiendo honores a sus figuras en varias ocasiones por su «ejemplar
moderación». Para Chivite muy seguramente era difícil calificar ya a Carrillo de
traidor porque sus perspectivas políticas cada día se parecían más a las de él
incluso sin quererlo. Estos comentarios sobre el PCE, nos hacen comprender
como en 1991 la dirección del PCE (m-l) plantease la integración en IU que
precisamente estaba dirigido por el PCE. ¿Quién está equivocado entonces, el
viejo Chivite que clamaba desde el PCE (m-l) contra el colaboracionismo de
Carrillo con el régimen en 1977 o el Chivite de 1992 que exonera a Carrillo de
todo pecado oportunista y además pretendía integrar al PCE (m-l) en IU?

Todo está bastante claro. Recordemos como colofón final cual es la postura de
un partido que se diga marxista-leninista sobre las alianzas:

431
«[Los marxista-leninistas] Asignan una importancia decisiva a la agrupación
de las amplias masas populares en un frente. La experiencia histórica del
Partido del Trabajo de Albania (PTA) en los años de la lucha antifascista de
liberación nacional, nuestra revolución popular, también lleva a la misma
conclusión.

«Al crear un amplio frente popular el Partido Comunista Marxista-Leninista


no debe de ninguna manera poner sus esperanzas en las alianzas y la
cooperación con los líderes de los diversos partidos políticos y organizaciones
y centrar todos sus esfuerzos en ello. Sin descuidar este asunto, el deber del
partido, es que a través de un trabajo más amplio de ilustración y persuasión
entre las masas, y especialmente a través de la organización de acciones
concretas, bien preparadas y bien consideradas, dedicarse a luchar desde
abajo por la creación de la unificación del pueblo». (Enver Hoxha; Informes y
discursos 1967-1968)

En este sentido, los partidos marxistas-leninistas no solo atribuyen


importancia al establecimiento de organismos nacionales en los diversos
frentes, sino sobre todo a la organización, propagación y funcionamiento de
sus órganos –comités, consejos, secciones, etc.– en base, a la participación
directa de las masas populares, como tribuno de la lucha y la acción
revolucionaria de las masas.

Al tratar el problema de las alianzas y un frente común con otros partidos y


fuerzas políticas, los partidos marxistas-leninistas no solo desplegaron y
despliegan una feroz lucha para exponer los sermones de los revisionistas de
todos los matices sobre una alianza con la burguesía, los partidos burgueses y
las fuerzas reaccionarias, sino que también se expresan en contra de las
alianzas y la cooperación con los mismos partidos revisionistas.

Básicamente, la línea del partido marxista-leninista es la de una línea clara y


completa a los revisionistas en todas las áreas, la línea de acercamiento y
cooperación con ellos crea ilusiones dañinas entre las masas acerca de los
revisionistas, conduce a actitudes centristas y oportunistas, cuyo resultado es
la renuncia a la lucha contra el revisionismo.

Los partidos marxistas-leninistas también critican y rechazan las opiniones y


actitudes extremistas y sectarias de aislarse y renunciar a cualquier
cooperación y frente unido con otras fuerzas. Aquí se habla de fuerzas tales
como los diversos partidos y organizaciones campesinas y pequeño burguesas
de las ciudades, movimientos de carácter antiimperialista, patrióticos y
democráticos, los llamados grupos, organizaciones y movimientos de
izquierda. En lo que respecta a estos últimos, es necesario, sobre la base de un
análisis concreto, se debe hacer una distinción clara entre organizaciones y
grupos contrarrevolucionarios «izquierdistas», como trotskistas, anarquistas,
terroristas y otros, contra los cuales los partidos marxistas-leninistas libran
una lucha determinada, y los grupos pequeño burgueses de izquierda con
sinceras inclinaciones revolucionarias, quienes, independientemente de sus
debilidades, fluctuaciones y confusión ideológica que los caracteriza son
aliados potenciales de la clase obrera y su partido.

432
Sin embargo, los partidos marxistas-leninistas, al implementar la política de
cooperación, alianzas y frentes comunes con otros partidos y fuerzas
progresistas, siempre tienen los intereses de la clase obrera, su papel principal
y su objetivo final: la lucha por el socialismo. Por el contrario, mantienen su
autonomía e independencia ideológica, política, organizativa y –en la lucha
armada– militar. Al mismo tiempo, los partidos marxistas-leninistas no
permanecen en la sombra y la cola de los acontecimientos, sino que luchan
para asegurar su papel principal en el frente para que el frente unido sirva a
los objetivos revolucionarios de la clase trabajadora. Siguen una línea de
unidad y lucha, buscando unir las fuerzas revolucionarias y progresistas, para
neutralizar la vacilación, aislar los elementos correctos, divisivos y de
sabotaje». (Agim Popa; Los partidos marxista-leninistas; la fuerza motriz del
movimiento revolucionario actual, 1978)

En el momento en que se olvida esto, por lo general, los partidos se enmarañan


en alianzas con organizaciones oportunistas de mayor aparato, financiación e
influencia, y ante la renuncia de mantener una línea ideológica clara y de
mostrarla ante el enemigo, el partido acaba minado, su militancia
desmoralizada; lo que repercute en que el partido que está claudicando a su
fisonomía suele acabar siendo absorbido por los grupos oportunistas con los que
trabaja: fue el caso del PCE (m-l) que primero intentó fusionarse con el PCPE
bajo la dirección de Marco en 1989, y después con el cambio de dirección y bajo
el mandato de Chivite trataba de solicitar su inclusión en IU en 1992.

La lucha contra el revisionismo no es una cuestión baladí, y por lo general los


oportunistas tratan de convencernos que la colaboración, transigencia y
menosprecio de la importancia del revisionismo es aceptable ya «que más allá
de sus defectos» al menos estos grupos y figuras revisionistas «son más
progresistas que la derecha» sea ella desde neoliberal hasta fascista. He aquí
una vez más la famosa teoría de apoyar el «mal menor». Pero en realidad el
revisionismo es un enemigo enormemente peligroso para el comunista –tanto
individualmente como en colectivo–. El revisionismo, da igual en la forma en
que se presente, es más peligroso que las formaciones políticas que se declaran
abiertamente no comunistas, porque los revisionistas con su labor de zapa
básicamente impiden la consolidación de las ideas marxistas entre la clase
obrera y las masas populares bajo la distorsión de sus eslóganes, teorías y el uso
de su simbología, lo que confunde a los trabajadores y le impregna de nociones
equivocadas, lo que junto a la labor de propaganda anticomunista de la
burguesía liberal o fascista y abiertamente anticomunista, supone un trabajo
añadido para los comunistas a la hora de acercarse a las masas e introducir la
conciencia de clase. También estas concepciones oportunistas suponen negar la
obvia realidad de que mientras los grupos de «derecha» se declaran sin
complejos anticomunistas y «representantes de toda la nación», los
revisionistas en cambio se declaraban «comunistas» y muchos de ellos
«representantes de la clase obrera». Solo un necio no puede ver la peligrosidad
de esta fórmula.

El flagrante error de autoconsiderarse vanguardia del proletariado


sin merecerlo

433
A finales de los años 80, pese a que el partido se había desangrado y había
perdido toda la influencia de antaño. Los jefes del partido decían sin sonrojo
alguno:

«El Partido Comunista de España (marxista-leninista) es la vanguardia


consciente y organizada del proletariado». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Ante una afirmación tan categórica deberíamos recordar lo que es la vanguardia


del proletariado para saber si el PCE (m-l) de 1988 cumplía ese rol, o si solo era
un deseo suyo.

Stalin decía sobre las necesidades del partido en cuestiones organizativas y de


mando que para considerar al partido como vanguardia del proletariado:

«El partido como destacamento organizado de la clase obrera. El partido no es


sólo el destacamento de vanguardia de la clase obrera. Si quiere dirigir
realmente la lucha de su clase, tiene que ser, al mismo tiempo, un
destacamento organizado de la misma. Las tareas del partido en el
capitalismo son extraordinariamente grandes y diversas. El partido debe
dirigir la lucha del proletariado en condiciones extraordinariamente difíciles
de desarrollo interior y exterior; debe llevar al proletariado a la ofensiva
cuando la situación exija la ofensiva; debe sustraer al proletariado de los
golpes de un enemigo fuerte cuando la situación exija la retirada; debe
inculcar en las masas de millones y millones de obreros sin-partido e
inorganizados el espíritu de disciplina y el método en la lucha, el espíritu de
organización y la firmeza. Pero el partido no puede cumplir estas tareas si él
mismo no es la personificación de la disciplina y de la organización, si él
mismo no es un destacamento organizado del proletariado. Sin estas
condiciones, ni hablar se puede de que el partido dirija verdaderamente a
masas de millones y millones de proletarios». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili; Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)

¿Cumplía este requisito el PCE (m-l) de por aquel entonces? No. El PCE (m-l) ni
siquiera en sus mejores tiempos de 1973-1975 llegaría a obtener una
movilización masiva de los trabajadores, nunca fue el partido hegemónico de la
clase obrera, siempre a la sombra de los carrillistas y luego de los felipistas, en
los sindicatos su presencia fue anecdótica. Nunca llegó a tener una fracción
parlamentaria fuerte, y jamás logró poner en jaque al sistema mediante la
violencia revolucionaria.

Es claro que el partido no supo realizar una retirada ordenada tras la lucha
armada de 1975, sino que sufrió una represión brutal del régimen, que en breve
sería una desbandada general por no saber refutar las críticas oportunistas y por
otro lado tampoco saber asumir la responsabilidad de los errores como
demandaban las críticas acertadas. Lo mismo puede decirse del fatídico error en
la lectura de los acontecimientos que se estaban gestando, el empecinamiento
en el no reconocimiento el tránsito del fascismo a la democracia burguesa que la
burguesía estaba preparando, o el no haber roto antes con la herencia recibida
del maoísmo, fueron errores que costaron caro a posteriori cuando se quiso
rectificar. Los problemas del partido para avanzar y todo lo que daría pie a la

434
fracción de 1981, la dirección no supo anticiparse y convencer a los militantes
honrados de esta fracción, sufriendo una escisión muy dura. Tras la llegada y
estabilización del socialdemocratismo en el gobierno en 1982, el PCE (m-l) se
quedaría en fuera de juego, y aunque intentaría reaccionar, ya había perdido lo
que hacía años había ganado. Es claro que el partido no se caracterizó por tanto
por su unidad y disciplina, sino por los cismas y escisiones durante 1964-1992
como ya se vio en capítulos anteriores. La ruptura y desconexión paulatina del
movimiento marxista-leninista a principios de los 80 acabaría de sumir al
partido en un laberinto sin salida, y aunque intentó reagruparse y avanzar, no
logró escapar victoriosamente a sus contradicciones.

En cuanto a los vínculos que han de unir al partido con las masas, los
bolcheviques decían:

«El partido es la encarnación de los vínculos que unen al destacamento de


vanguardia de la clase obrera con las masas de millones de hombres del
proletariado. Aunque el partido fuese el mejor destacamento de vanguardia y
se hallase magníficamente organizado, no podría vivir ni desarrollarse sin
tener vínculos de unión con las masas sin partido, sin multiplicar y afianzar
estos vínculos. Un partido encerrado en sí mismo, aislado de las masas,
perdidos sus vínculos o con vínculos débiles que le unan a su clase, tiene
necesariamente que perder la confianza y el apoyo de las masas y se halla, por
tanto, inevitablemente, condenado a perecer. Para poder vivir con plenitud y
desarrollarse, el partido tiene que multiplicar sus vínculos con las masas y
conquistarse la confianza de las masas de millones de hombres de si clase».
(Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del PC (b) de
la URSS, 1938)

¿Cumplía este requisito el PCE (m-l) de por aquel entonces? Tampoco.

El PCE (m-l) estaba bajo mínimos de militancia e influencia: en 1988 no había


llegado todavía a disputar en los sindicatos amarillos la hegemonía a los
reformistas, en el campo seguía sin tener presencia y entre la juventud había
perdido su atractivo. No tenía ningún frente activo de ningún tipo, solo
participaba en la conmemoración de las víctimas del franquismo lo que era un
trabajo testimonial entre círculos que ya se conocía.

¿Se tenían bajo control el dominio de la teoría y aplicación del marxismo?:

«El partido como destacamento de vanguardia de la clase obrera. El partido


tiene que ser, ante todo, el destacamento de vanguardia de la clase obrera. El
partido tiene que incorporar a sus filas a todos los mejores elementos de la
clase obrera, asimilar su experiencia, su espíritu revolucionario, su devoción
infinita a la causa del proletariado. Ahora bien, para ser un verdadero
destacamento de vanguardia, el partido tiene que estar pertrechado con una
teoría revolucionaria, con el conocimiento de las leyes del movimiento, con el
conocimiento de las leyes de la revolución. De otra manera, no puede dirigir la
lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras de sí». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)

¿Cumplía este requisito el PCE (m-l) de por aquel entonces? Tampoco.

435
Queda claro por su historia siempre a la zaga de los grandes acontecimientos
nacionales –el carácter del Estado postfranquista– e internacionales –la
cuestión del maoísmo–, llegando tarde a conclusiones obvias. No hablemos ya
de las desviaciones y aberraciones teórico-prácticas que llegaron a su cenit a
partir de 1985. Se puede concluir que la mayoría de los líderes del PCE (m-l)
más allá de nociones básicas y experiencias concretas personales, nunca
llegaron a asimilar la teoría marxista-leninista en su conjunto, lo cual hacía
imposible manejarse en el presente y mucho menos anticiparse, como se
debería. Una muestra es que el PCE (m-l) loaba a la Albania de Ramiz Alia en
1988 como un régimen que avanzaba victorioso, cuando se estaba
descomponiendo a marchas forzadas como se vería dos años después.

¿Es claro que los jefes del PCE (m-l) se adjudicaban un título que no merecían?
Absolutamente cierto.

Por supuesto en la mayoría de agrupaciones revisionistas han aceptado en su


seno sin demasiado filtro a elementos sin formación ideológica y que una vez
dentro tampoco hacen por formarse, se ha permitido elementos claramente con
tendencias arribistas que hoy apoyan a la dirección al mando y mañana se pasan
a la siguiente camarilla al mando, otros buscan hacer su propio negocio dentro
de estas agrupaciones defraudando en las finanzas del partido, otros se dedican
precisamente a vivir de la gloria pasada o de unas siglas que ya no les
corresponden y crean fundaciones conmemorativas o nuevos partidos también
muchas veces con fines económicos, pero todos en mayor o menor medida
cumplen más allá de sus inclinaciones personales y sus visiones políticas, el rol
de desactivadores de la conciencia de clase:

«La vanguardia en términos de socialismo es una expresión de la clase, de la


nueva clase social, el proletariado, y sus elementos más conscientes en ella [o
de elementos que han aceptado esta conciencia]. El elemento burgués [o mejor
dicho los elementos que han adoptado una psicología burguesa o pequeño
burguesa más allá de su origen de clase inicial] en el partido y por la
vanguardia cumple una misión de «quintacolumnista» que consiste en
desactivar la vocación revolucionaria socialista de los sectores proletarios, o lo
que es lo mismo, separan a la [verdadera] vanguardia obrera de las masas y
asumen el papel de «vanguardia» desde donde se permitirán desactivar la ya
referida lucha de clases como motor revolucionario, reemplazándola por la
consigna de la unidad entre clases y la paz entre clases nacionales. De hecho,
se recurrirá a esta excusa de la «unidad» en varias ocasiones, si bien para
combatir un enemigo local o foráneo, real o imaginario, pero, sin ninguna
duda, es el discurso empleado para eludir las justas demandas de las masas
más concienciadas que bregan por un cambio cualitativo en el proceso».
(Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI»,
2013)

Esto debe de quedar claro, pues cuando se abusa tanto de una palabra, pierde su
significado.

Un deslizamiento hacia las clásicas desviaciones basadas en un


republicanismo pequeño burgués

436
Ya que no nos gusta hablar por hablar, para demostrar el cambio significativo en
la línea política del Partido Comunista de España (marxista-leninista), sobre
todo, a partir de 1986, dejaremos una amplia documentación.

En este apartado compararemos las ideas políticas de Joan Comorera, líder del
Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) durante 1936-1949 con el
liderazgo de Elena Ódena en el Partido Comunista de España (marxista-
leninista) durante 1964-1985, para comprobar una síntesis en muchas de las
cuestiones.

Joan Comorera, esgrimiría tesis criticando a los autores de especulaciones


ambiguas sobre la «república» y la «democracia», pedía una aclaración en torno
a la dirección de las fuerzas que debía dirigir el nuevo régimen, así como sus
bases político-económicas en lo programático:

«Nosotros, los obreros revolucionarios, los campesinos, los pequeños


burgueses, los intelectuales progresistas, todos los patriotas, somos una parte
integrante del campo antiimperialista y democrático, y nuestro deber es
luchar para liberar al Estado español de las castas y las clases que lo
monopolizan, hemos de dar término a la revolución democrática española. (...)
Y entendamos, porque hoy, hasta Franco se califica de demócrata, no podemos
dejarnos deslumbrar por la democracia formal. Debemos querer la forma y el
contenido de la democracia. Hemos de arrancar las raíces de las castas
parásitas, tenemos que dejar fuera del territorio al capital monopolista
extranjero, tenemos que liquidar a los monopolios [nacionales] internos, que
son sus cómplices e instrumentos. Debemos nacionalizar el suelo, el subsuelo,
tenemos que nacionalizar bancos y seguros, transportes y otros servicios
públicos, la gran industria y el comercio. Hemos de liquidar el parasitismo
terrateniente y entregar la tierra a los campesinos que la trabajan, hemos de
asegurar una vida digna y libre de la opresión económica explotadora a la
pequeña burguesía y los campesinos medios. Debemos crear un verdadero
Ejército Popular, un auténtico orden público popular, un régimen de igualdad
absoluta entre los sexos y que asegure a la juventud y a la infancia una
perspectiva ilimitada de progreso y bienestar. Debemos limpiar el Estado de
los agentes y de los instrumentos de las castas y los capitalistas. Debemos
reestructurar el Estado español, para que en la línea federativa, obtengan la
realización plena los derechos nacionales Cataluña, Euskadi y Galicia. Y para
consolidar la revolución democrática, desarrollar y marchar hacia el
socialismo, debemos exigir que el nuevo Estado español, surgido de la
revolución española, sea dirigido por la clase obrera y las masas populares».
(Joan Comorera; Nuestro problema no comienza ni acaba en la persona de
Franco; Carta Abierta a J. Navarro i Costabella, noviembre de 1948)

En el antiguo PCE (m-l), ante la especulación y calumnia de ciertos grupos


maoístas como el PCE (r) o de distintos grupos trotskistas que acusaban al PCE
(m-l) de derechismo, o ante las especulaciones sobre el programa que algún
renegado como Lorenzo Peña que había abandonado el partido había realizado
recientemente. La jefa del PCE (m-l), Elena Ódena, salió al paso para aclarar
algunas cosas. Dilucidando el carácter socialista que debía adquirir la república
por la que luchaba el PCE (m-l):

437
«Es innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase
obrera en alianza con el campesinado así como con otras capas populares,
bajo la dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la
dictadura y la dominación yanqui, el carácter de dicha república ha de ser en
gran medida de contenido socialista y ello no puede ser de otro modo dado que
la mayor parte de la industria, las finanzas, las materias primas, la energía,
los transportes, la mejor parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o
de yanquis u otros inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser
confiscado y socializado por el Estado popular con arreglo a las modalidades y
formas que establezca el nuevo poder revolucionario. Queda entendido, claro
está, que en esta primera fase se mantendrá la propiedad privada de la tierra
de los campesinos no latifundistas, así como la del artesanado y empresas de
menor importancia. (...) También hay asustadizos, pequeños burgueses
librescos, que durante años se han hecho pasar por marxista-leninistas, a
quienes de pronto ofusca el que al desmenuzar y aclarar con mayor detalle el
contenido de la república que preconizamos, pretenden que nos estamos
deslizando hacia posiciones trotskistas, sin pensar en el ridículo con que se
cubren al tratar de justificar así su actitud ante las realidades, ya que o bien
no habían comprendido en modo alguno nuestra línea política establecida ya a
fines de 1964, o bien pretendían darle ellos mismos, en su momento, un sentido
nacionalista y pequeño burgués. De cualquier modo, si bien no podemos entrar
en una serie de detalles concretos sobre esta cuestión, de lo que no puede existir
duda alguna es del contenido predominantemente socialista de la república
por la que luchamos. El resto dependerá del grado y modo en el que las demás
fuerzas intermedias participen en la lucha y se sumen al pueblo, así como
también de la fuerza objetiva del nuevo Estado Popular». (Elena Ódena; Por
una República Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

Esta aclaración no excluye que durante mucho tiempo, casi hasta principios de
los 70, el PCE (m-l), con Lorenzo Peña a la cabeza de su dirección ideológica,
hubiera permitido publicar varias especulaciones en lo relativo al tema
republicano, a las tareas de la revolución y sobre el nuevo régimen que debía
alzarse. Véase el capítulo: «Los duros comienzos del PCE (m-l) bajo la España
franquista y ante la hegemonía del revisionismo» de 2020.

En los años 40 Comorera ya se opuso a la línea que Ibárruri-Carrillo empezaban


a dibujar en el Partido Comunista de España (PCE), ya que Comorera daba por
hecho por las circunstancias nacionales e internacionales, el descabezamiento
de la burguesía nacional, incluso la no necesidad de su alianza para derrotar al
franquismo, y que dicha revolución debía ir más allá de una simple revolución
democrático-burguesa de viejo tipo como consideraban algunas figuras dentro
del PCE, las cuales serían responsables–tanto Dolores como Uribe– una vez
eliminasen a Comorera y otros del giro reformista que ya se deja ver en el Vº
Congreso del PCE de 1954. Estas aclaraciones de Comorera iban en consonancia
con la lucha que se estaba librando a nivel internacional contra las teorías de
varios líderes oportunistas:

«Si manteníamos –yo consideraba que sí– el programa de la camarada


Dolores Ibárruri, no podíamos afirmar que luchábamos por la revolución
democrático-burguesa por cuanto este programa va más allá, ya que se

438
demanda decapitar a la burguesía de su fuerza dirigente; que mantener el
programa de la camarada Dolores Ibárruri y, al mismo tiempo, emplear la
formulación revolución democrática-burguesa era oportunismo; que
pretender aquietar a la burguesía y así conseguir que esta ingresara en la
unidad nacional combatiente contra el franco-falangismo era un absurdo
teórico y práctico siempre y, mucho más, en el periodo de presencia de los dos
campos y de la agudización de la lucha de clases, y que marchando por este
camino, nos alejaríamos de la clase obrera y facilitaríamos la demagogia de
los elementos faístas, trotskistas y socialdemócratas; que el programa de
Dolores Ibárruri correspondía al primer periodo de las democracias
populares; que si no consideraba adecuado hacer la formulación de revolución
democrática-popular, desde que teóricamente se ha definido que ejerce las
funciones de la dictadura del proletariado, habíamos que emplear
simplemente la formulación de revolución democrática española y su
desarrollo hacia el socialismo». (Joan Comorera; Declaración de Joan
Comorera: Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña, 14
de noviembre de 1949)

En el PCE (m-l) de 1964-1985, se fustigó la táctica oportunista de moda, basada


en la disolución de la línea y del partido como fin para agradar y atraer a los
oportunistas:

«El ocultar al partido, el rebajar su política o desdibujarla para «hacemos


aliados», es una falsa política de alianzas y un reflejo de oportunismo y
derechismo; es no tener confianza en nuestros principios, ni en el partido, ni en
las masas, que en su mayor parte quieren hacer la revolución y se sienten
atraídas por el marxismo-leninismo, por nuestra ideología, por nuestra
política y por el socialismo. Ocultar al partido y su política es dejar el terreno
libre al enemigo en el plano ideológico y político y permitir que los falsos
revolucionarios disfrazados de marxistas-leninistas –revisionistas, ORT, PTE,
etc.–, efectúen con toda facilidad una labor de proselitismo enarbolando con
toda libertad su falsa bandera de marxista-leninista, bandera que corresponde
a nuestro partido levantar hoy en todos los lugares con el vigor y la firmeza
que exige nuestra justa y valiente posición de defensa del marxismo-leninismo
y nuestra política de defensa de los intereses del proletariado, de todo el pueblo
y de la revolución». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

El PCE de José Díaz durante la posguerra realizó varios análisis sobre lo que
había sido la II República de 1931-1936 y sus limitaciones, así como el periodo
revolucionario de la guerra durante 1936-1939. Esto puede verse en artículos
como: «Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas
españoles» de 1940, «La burguesía no representa a la nación» de 1940,
«Lecciones de la Guerra del Pueblo Español (193936-1939)» de 1940.

Esta tendencia de crítica y autocrítica de los comunistas hacia lo que fue la II


República puede verse en publicaciones varias como la de «España Popular»,
Nº9 del 11 de abril de 1940. En dicho número se contienen varios artículos: «Lo
que el pueblo español esperaba de la República y la política
contrarrevolucionaria de la coalición republicano-socialista», «Cómo se dejó
intacto el ejército de la monarquía», «Cómo se dejó sin resolver el problema de

439
la tierra», «Porqué se frustró el 14 de abril», «Tendremos un nuevo 14 de abril:
el de la República Popular», «La clase obrera y la república». Como se deduce,
en ellos se explican el fracaso de dicha república, y en dicho proceso se señalan
la responsabilidad de republicanos-socialistas, anarquistas y trotskistas, así
como la imposibilidad de los comunistas de hegemonizar dicho proceso
republicano debido a la poca influencia que todavía tenían entre las masas en
1931-1936. Dicho surtido de textos explicaba a los comunistas errores propios y
ajenos a no volver a permitir. Entre otras cosas se insta a que la clase obrera
debe estar preparada para asumir el protagonismo en la toma de poder para que
no se vuelvan a vivir dichos trágicos eventos:

«Con toda su experiencia a cuestas, el nuevo 14 de abril significará la


iniciación de su camino hacia un régimen de paz y bienestar. Será un nuevo 14
de abril del Frente Popular, del Frente Único Obrero, de los españoles
honrados, unidos sin cobardes ni traidores. Será el 14 de abril de la República
Popular que por su contenido y objetivos no se parecerá en nada al 14 de abril
de 1931». (España Popular; Nº9, 11 de abril de 1940)

Pero estas conclusiones lógicas… para los disidentes y ex militantes del PCE (m-
l) como el socialdemócrata Lorenzo Peña no eran lecciones sobre la hegemonía
del proletariado a tener en cuenta. Él incluso ve un error del PCE (m-l) en los 60
y 70 el ¡no reivindicar una restauración de la legalidad republicana burguesa de
1931-1936!:

«La línea política diseñada en ese III Pleno de 1978 encerraba una
ambigüedad en lo tocante al crucial problema de la restauración de la
legalidad republicana: si, de un lado, se esgrimía –contra el poder de la
dinastía borbónica implantado por la sucesión del Caudillo– la legitimidad
republicana de 1931, no sólo no se decía, en absoluto, que el objetivo de la lucha
era restaurar aquella República de trabajadores de toda clase ni se invocaba
su constitución progresista, sino que se afirmaba [lo contrario]. (...) Se
busca[ba] un nuevo tipo de ordenamiento que rompa radicalmente con todo el
pasado, incluyendo en él la juridicidad republicana de 1931». (Lorenzo Peña;
Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Más bien el PCE (m-l) no tenía ninguna ambigüedad: efectivamente clamaba


por algo opuesto a la mera restauración de la legalidad de 1931:

«La burguesía monopolista puede hacer muchas leyes, pero el proletariado,


con sus luchas, impondrá su legalidad que en nada se parece a la de sus
enemigos irreconciliables de clase» (Vanguardia Obrera, Nº 235, 1978)

Y esto fue más que correcto. Realizar lo contrario era ir a remolque de la


burguesía liberal republicana la cual no cumplió su papel histórico, y que
demostraría en años sucesivos, que no iba a pintar nada en la política del país.
El deber del PCE (m-l) era plantear su propia legalidad, lograr constituirla a
través de un trabajo serio que posibilitase la toma de poder. Además, el
representante de dicha legalidad republica era el Gobierno Republicano en el
Exilio 1939-1977, el cual asistió a unas riñas internas que acabaron desde 1943
con la imposición de las figuras más anticomunistas que de hecho excluyeron a
los comunistas como a los sectores negristas favorables a colaborar con los

440
comunistas. En la evolución posterior un PCE ya degenerado aceptaría ser
copartícipe de los organismos de dicho gobierno de iure desde 1946.
Posteriormente los carrillistas se desligarían de dicho gobierno creando sus
propios frentes y alianzas y renegando de reconocer sus organismos que ya
cumplían un papel testimonial, más la salida de nacionalistas y anarquistas,
solamente quedarían los republicanos. Esto sumado a su pérdida de influencia y
su triste final claudicador del gobierno en el exilio en 1977, la historia demuestra
lo oportunista que hubiera sido la propuesta de Peña.

En la cuestión de las alianzas... el PSUC tras analizar y explicar extensamente


las recientes claudicaciones y traiciones de las diferentes tendencias políticas a
la causa popular como la socialdemocracia, nacionalistas, republicanos de
izquierda, anarquistas y trotskistas durante la Guerra Civil (1936-1939), formuló
a través de Comorera una nueva concepción de frente popular acorde a la nueva
dialéctica que traían los últimos acontecimientos, concluyendo que el frente
popular debía formarse no con sus jefes de las formaciones que habían
demostrado su carácter antipopular y poco fiable –estando muchos de ellos en
el exilio bajo el paraguas del imperialismo occidental–, sino con la base de los
restos de estas organizaciones:

«¿Cómo ha de ser el Frente Popular? ¿Con quienes podemos y debemos hacer


el Frente Popular en la nueva situación que nos plantea la política
internacional y la reconquista de nuestro país? El Frente Popular de hoy no
puede ser una copia del de ayer (1936-1939). El antiguo Frente Popular
cambió ya su misión histórica. Fue en todo, aquel período precioso
instrumento de lucha. Su repetición actual será contraproducente, un error
incomprensible. (…) ¿Podemos hacer el Frente Popular con la
socialdemocracia española –afortunadamente no hay socialdemocracia
catalana– aliada a la FAI en la conspiración preparatoria de la traición
Casado-Miaja Mera-Besteiro de 1939? ¿Con la socialdemocracia, agencia
asalariada del imperialismo, vanguardia en la lucha contra la Unión
Soviética, que recogió del fango la bandera antiKomintern? «Nuestra misión
es desenmascarar –nos dice con plena razón el camarada Dimitrov– ante las
masas, el papel traidor de la socialdemocracia, levantar la indignación, el odio
de las masas contra ella. Luchar implacablemente contra el
socialdemocratismo, es una condición indispensable para el éxito de la lucha
de los trabajadores contra la guerra imperialista y la reacción capitalista. Por
eso, la liquidación del soeialdemocratismo en las filas del movimiento obrero
es una tarea, no solamente de la vanguardia comunista, sino también de todos
los militantes honrados del movimiento obrero, una tarea de toda la clase
obrera». ¿Podemos hacer el Frente Popular con los líderes de los partidos
nacionalistas pequeños burgueses? En primer lugar, habría que saber en
dónde están los partidos nacionalistas pequeños burgueses. Ya durante la
guerra eran unas formaciones esqueléticas. Después de la guerra, han
desaparecido. (…) Hemos de aprovechar, camaradas, la experiencia de la
guerra para liquidar de una vez el anarquismo y el faismo en Cataluña y en
España. Los faistas, dueños de la calle en el primer momento y por abandono
total del poder por parte de Companys y de sus líderes de Esquerra
Republicana; dueños de las fábricas y de la fuerza armada, pudieron ensayar
a placer sus «teorías». No habréis olvidado los resultados. De seguro Cataluña
no los olvidará nunca. Arruinaron la economía, saquearon a la pequeña

441
burguesía, especularon indignamente con el terror perdonando vidas o
segándolas según factura, sabotearon la formación del Ejército Popular,
abrieron los frentes en cada ofensiva enemiga, hicieron la guerra en la
retaguardia y no en el frente, desmoralizando y convirtiendo en enemigas a
amplias capas campesinas, se aprovecharon de la industria de guerra para
servirse de ella y no servir a los combatientes de los frentes, organizaron con
los bandidos trotsquistas el putsch contrarrevolucionario de mayo de 1937,
sabotearon la unidad sindical e hicieron lo imposible por romper nuestra
unidad política, sabotearon el Frente Popular y consiguieron esterilizarlo en la
hora culminante, hicieron en Cataluña el ensayo general del «golpe» que más
tarde habían de dar en la Zona Centro-Sur, recurriendo a todos sus medios
para provocar la crisis de la Generalidad en plena ofensiva de la vanguardia
enemiga, acabaron su misión de agentes provocadores, de agentes de la
reacción mundial y de avanzada de Falange en nuestras filas, organizando la
traición de Casado-Miaja-Besteiro. En la emigración siguen su vida
aventurera, y los que de entre ellos son «doctrinarios» hacen la apología de
Falange, cantan himnos al patriotismo de José Antonio Primo de Rivera
comprueban la identidad «ideológica» entre la FAI y Falange, lamentan la
fatalidad histórica que estorbó el deseado entendimiento entre la FAI y
Falange ya antes de la guerra. Hemos de luchar, camaradas, sin misericordia
contra estos aventureros del movimiento obrero, contra el retorno de estos
aventureros a Cataluña. (…) ¡Hagamos el Frente Popular con el pueblo, por la
base! Un frente robusto, triunfante». (Joan Comorera; Contra la guerra
imperialista y por la liberación nacional y social de Cataluña; Discurso
pronunciado ante la comunidad catalana de la ciudad de México, 8 de
septiembre de 1940)

¿Qué régimen había de surgir? ¿Por qué república habrían de luchar los
comunistas?:

«La segunda condición es instaurar un régimen, en sustitución del franquismo


liquidado, que sea para Cataluña una garantía indiscutible. ¿Podemos
plantearnos el problema de una Cataluña aislada en la península y en el
mundo, librándose de Franco por su propio esfuerzo? No. ¿Podemos
plantearnos el problema de una Cataluña bastante fuerte para arrojar a
Franco de su seno, sin que Franco dejase de ser el dictador de España? No.
¿Podemos plantearnos el problema de una monarquía restaurada que
garantizara a Cataluña el derecho de la autodeterminación? La experiencia
histórica nos dice que no. ¿Podemos plantearnos el problema de que en una
Europa colonizada por Hitler o Mussolini, Cataluña recobraría su
personalidad? Por absurdo, no. ¿Podemos plantearnos el problema de que una
restauración de la república del 31 resolvería la cuestión? No. Hemos hecho ya
la experiencia y no queremos repetirla. Bajo la república del 31, Cataluña no
pudo ejercer el derecho a la autodeterminación. El Estatuto no fue la expresión
de la voluntad de los catalanes, sino del precario buen deseo de las Cortes
Constituyentes Españolas. ¿Podemos plantearnos el problema de que
Cataluña, por su solo esfuerzo, puede derrotar a Franco en Cataluña y en
España e imponer a los pueblos hispánicos el régimen político que asegure sus
derechos a la autodeterminación? No. Entonces, sólo un camino se abre ante
Cataluña: ligarse estrechamente con todos los pueblos hispánicos para hundir
a Franco y proclamar, juntos, una República Popular, dirigida por la clase

442
obrera. La experiencia histórica nos demuestra que las clases feudales
aristocráticas no resuelven los problemas nacionales. La experiencia histórica
nos demuestra que una república dirigida por la burguesía, no resuelve los
problemas nacionales. La experiencia de nuestra guerra nos demuestra que la
burguesía del país agresor suprime las débiles concesiones hechas, en cuanto
ven en ellas un peligro para sus intereses de clase. La experiencia de nuestra
guerra nos demuestra que la burguesía catalana, la grande y mediana, con los
líderes de los partidos nacionalistas pequeñoburgueses, se pasan en masa al
enemigo antes de admitir una Cataluña libre social y nacionalmente». (Joan
Comorera; Contra la guerra imperialista y por la liberación social y nacional
de Cataluña, 8 de septiembre de 1940)

El PCE (m-l) durante los años 60 recalcó en torno a la cuestión de la república,


que había que denunciar a aquellos que colaboraban de una forma u otra con el
sistema monárquico-parlamentario:

«Actualmente, la unidad antifascista que todos los pueblos de España están


urgentemente necesitando, es la unidad de todos aquellos, que son millones,
que quieren acabar con el franquismo en todos los terrenos y lugares, y no sólo
de palabra. Y esa unidad sólo es posible hoy mediante una labor de
esclarecimiento, y con la necesaria audacia para llamar al pan, pan y al vino,
vino. Esto es para decir que los que hoy son puntales y cómplices del poder
reaccionario y de la Monarquía, pese a que se cubran con etiquetas de
socialistas o comunistas, e invoquen un pasado que no les pertenece ya, pues
no forman parte del campo de la izquierda sino del de la derecha. (...) Ambos
partidos, el P«C»E y el PSOE –sus direcciones, entendemos– han renunciado a
la lucha por la República, han elaborado e impuesto, junto con toda la derecha
monárquica, y bajo la batuta de la reacción internacional, mediante un
grotesco referéndum, pese a más de diez millones de abstenciones y dos
millones de votos en contra, una Constitución reaccionaria y antipopular para
legalizar a la ilegal y franquista Monarquía; han urdido el pacto antiobrero de
la Moncloa, a espaldas de la clase obrera; aceptan la dominación yanqui sobre
España; propugnan el reforzamiento del reaccionario y fascista Ejército y de
los cuerpos represivos, etc., etc. Y no sólo aceptan y apoyan, sino que incluso
elogian a los mismos cuerpos y mandos militares, policíacos, incluidos los de la
BPS que son directamente responsables de miles de asesinatos, de torturas, de
encarcelamientos arbitrarios durante el franquismo..., en vez de propugnar y
exigir su castigo y el de los máximos responsables de los mismos, es decir, de
los ministros franquistas que dictaban las órdenes, hoy sus correligionarios en
las Cortes y salones. No exigen medida alguna contra los grupos y bandas
fascistas armadas, ni contra los grupos paralelos policíacos, contra los
somatenes, contra los turbios manejos y utilización del «terrorismo» por parte
de la misma policía para poder promulgar leyes «antiterroristas» destinadas
a reprimir a la clase obrera, a los nacionalistas y a los consecuentes defensores
de la República, de la democracia y del socialismo». (Elena Ódena; Por encima
de una izquierda monarquizada: Con claridad y audacia, forjemos la unidad
antifascista y republicana, 1979)

Sobre la cuestión de las diversas tareas vinculadas con el amplio frente unido
republicano, antiimperialista y antifascista, se esgrimía con total claridad que
«La lucha contra la monarquía, contra el fascismo, por los derechos

443
democráticos y por la república. La estrategia es la revolución, el socialismo y el
comunismo. Pero entre ambas no existe ninguna muralla China». Y que «La
experiencia revolucionaria muestra que en el proceso mismo de la lucha ambas
se funden, pues las tareas democráticas antiimperialistas, antifascistas, se
entrelazan con las de la revolución socialista», Véase los documentos del IIIº
Congreso del PCE (m-l), 1979.

En dicho congreso se citaba a Enver Hoxha con mucho acierto:

«Para que triunfe la causa de la liberación y la revolución, es preciso que el


partido marxista-leninista una bajo su dirección a todas las fuerzas
revolucionarias en un amplio frente popular. En la creación de amplios frentes
populares, el partido comunista marxista-leninista en modo alguno debe cifrar
todas sus esperanzas y concentrar todos sus esfuerzos en las alianzas y la
colaboración con los jefes de los partidos y las diversas organizaciones
políticas. El partido, sin descuidar este trabajo, tiene la tarea de consagrar
toda su atención y todas sus energías a la lucha por crear la unión del pueblo a
partir de la base, a través de un gran trabajo de esclarecimiento y persuasión
entre las masas, sobre todo organizando acciones concretas, bien preparadas
y reflexionadas». (Enver Hoxha; Sobre las tareas y el papel del Frente
Democrático de Albania; Extractos del informe presentado en el VIº Congreso
del Frente Democrático en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Se advertía del error de considerar los frentes de masas con otros partidos
republicanos como el único cauce de actuación y de movilización de masas para
el PCE (m-l):

«Si bien sigue siendo justa nuestra política de unidad de acción


antiimperialista, antifascista y republicana, es un hecho objetivo que
Convención Republicana no puede ni debe ser en la actual coyuntura el único
cauce para movilizar y organizar a las amplias masas. (…) Debemos también
trabajar dentro mismo de los distintos organismos o núcleos organizados y
actuar de acuerdo con su naturaleza y objetivos populares, esforzándonos
también por otra parte, allá donde existan condiciones, para promover
nosotros mismos desde el principio de nuestra actividad, juntas o plataformas
populares republicanas, antifascistas y antiimperialistas, las cuales deberán
también organizar iniciativas de lucha en tomo a problemas concretos. En este
sentido, Convención Republicana y las Juntas Republicanas deben formar
parte del conjunto del trabajo de frente unido y de unidad popular, sin ser el
único cauce a través del cual pase toda nuestra actividad y nuestros esfuerzos,
que configuran nuestra política de frente unido y de unidad popular». (Elena
Ódena; Nuestra actividad en el movimiento de masas en la actual coyuntura,
27 de mayo de 1982)

En la cuestión republicana, como se dijo en varias ocasiones durante el IIIº


Congreso del PCE (m-l) de 1979: los comunistas no deben hacer un mito de la II
República. Véase el capítulo: «La importante fracción de 1981 en el PCE (m-l)»
de 2020.

444
Muy por el contrario, para los comunistas debía quedar claro que la historia ya
había puesto de manifiesto que no se puede luchar por una democracia
burguesa al uso, aunque sea esta en forma republicana:

«Nuestro Partido, recogiendo el sentir y defendiendo los intereses, no sólo de


las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, de la juventud revolucionaria
y patriota, sino de todos los sectores del pueblo, propugna y lucha por una
República Popular y Federativa que siente las bases de la nueva sociedad
socialista, único medio para dar solución a los apremiantes y cruciales
problemas que tienen planteados los pueblos de España. Estamos además
convencidos de que todos los republicanos que deseen acabar de una vez para
siempre con el fascismo y con la dominación de las castas reaccionarias en
nuestra patria, coincidirán en que actualmente, en la actual coyuntura
histórica de descomposición y crisis del conjunto del sistema capitalista, no
puede darse marcha atrás a la rueda de la historia y soñar con volver a una
república burguesa, liberal y capitalista». (Elena Ódena; ¡Abajo la monarquía
borbónica aliada del fascismo!, 1974)

Los comunistas deben reconocer los méritos y sus limitaciones de las repúblicas
burguesas, como siempre hicieron comunistas como José Díaz, Joan Comorera
o Elena Ódena. Todo intento romántico de idealizar la república, es un inútil
intento como lo es cuando se trata de glorificar conceptos como el de libertad o
democracia.

Por supuesto Comorera subrayaba a cada momento, la importancia del rol de la


clase obrera y su partido:

«En virtud de esta polarización es como todos hemos podido observar que en el
desorden general solo se mantienen formas, homogéneas, solo acentúan la
personalidad de su personalidad dirigente, la clase obrera, y sus
destacamentos de vanguardia: el PCE y el PSUC. Son los obreros, son los
comunistas, los que más abnegadamente dan batalla». (Joan Comorera;
Nuestro problema no comienza ni acaba en la persona de Franco; Carta
Abierta a J. Navarro i Costabella, noviembre de 1948)

Ódena también dejó claro que rechazaba las nociones que negaban el concepto
de partido de vanguardia:

«Rechazamos totalmente esa idea de partido, así como la noción de que ya no


es necesario disponer de un partido de temple leninista, vanguardia de la clase
obrera y Estado Mayor de la revolución». (Elena Ódena; Sobre algunas
cuestiones de principio del marxismo-leninismo, 1967)

En especial durante los últimos años de vida de Elena Ódena hubo varias
advertencias sobre no caer en lenguaje basado en un republicanismo
abstracto, sobre no basar todo el trabajo en frentes de masas en torno a la
cuestión republicana, ni propagar en cualquier frente ilusiones sobre la II
República de 1931 y sus limitaciones.

445
En el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984, la dirección volvió a insistir en no
repetir los que a su parecer, fueron los errores del PCE durante la II República y
la Guerra Civil:

«El PCE cometió errores en su política de alianzas al plegarse a sus aliados de


la burguesía republicana y al tener una concepción estática de la política de
alianzas, ya que cuando a lo largo de la guerra cambiaron las circustancias y
se había transformado en la fuerza principal y dirigente dentro del frente
popular, no tomó la dirección del mismo, cuando existían condiciones para
ello. (...) También se cometieron errores en la concepción militar de la guerra,
encerrándose el PCE en los moldes clásicos burgueses en vez de adoptar y
promover órganos populares de poder y de lucha, o impulsando la guerra de
guerrillas, tanto en los frentes establecidos como en la retaguardia del
enemigo. (…) Al final, el PCE no organizó la continuación de la lucha cuando
claudicó el gobierno burgués republicano y se abandonó el combate cuando
decenas de miles de hombres y mujeres del pueblo empuñaban las armas y
estaban dispuestos a seguir combatiendo. (…) Cabe señalar, por otra parte,
que en lo que al PCE se refiere, el grave error cometido de debilitar y
abandonar en algunos casos el funcionamiento leninista de las célylas y
comités del partido, ya que la mayor parte de ellos se disolvieron en los
distintos órganos civiles y militares de masas. (...) En definitiva, el PCE no
comprendió el doble carácter de la guerra, ya que si ésta era contra el
fasicsmo y por la independencia nacional, también era una guerra con
carácter de clase y revolucionaria. Ello llevó en definitiva al PCE a practicar
una política de colaboración de clases, de tipo revisionista». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del
PCE (m-l), 1984)

Algunas de estas críticas coinciden precisamente con los informes recogidos por
los delegados de la Internacional Comunista. Véase la obra de Stepánov: «Las
causas de la derrota de la República Española» de 1939.

A partir de 1986 la dirección del PCE (m-l) viró completamente hacia tal
desfiladero oportunista; se pueden observar una reactivación de desviaciones
republicano-burguesas en el PCE (m-l), algo que empezó a ser tan evidente que
varios grupos y partidos internacionales se empezaron a hacer eco de las
posturas derechistas de dicho partido:

«Si hay algo por lo que se conoce al PCE (m-l), es la orientación republicana
para la lucha de la clase obrera española. Los lemas fundamentales de PCE
(m-l) son «Mañana España será republicana» y «El futuro es la república».
Estos eslóganes republicanos son solo unos de muchos eslóganes similares. El
PCE (m-l) no flanquea este lema con otros que proclaman «Mañana España
tendrá una revolución socialista», «Mañana la clase obrera será la clase
dominante», etc. No, el lema republicano es el lema. En mítines y
manifestaciones, el PCE (m-l) ondea la bandera tricolor de la república de los
años treinta. Y en sus propuestas para la unidad, busca reunir a los
trabajadores españoles y las diversas fuerzas políticas en torno a la lucha por
la república como el tema central. Por ejemplo, en la reciente campaña
electoral, trató de construir una «Unidad popular republicana». (...) Pero, de
hecho, sea cual sea la formulación particular, parece que el PCE (m-l) ha hecho

446
de la lucha por la república una etapa de la revolución española. (...) El eje
básico de la lucha de clases en España es entre el proletariado y la burguesía.
Es el proletariado urbano y rural que forma el núcleo de la mayoría explotada,
mientras que es la burguesía capitalista la que posee las riendas del poder. El
objetivo de la lucha de clases no puede ser otra cosa que la revolución
socialista. Ciertamente, está claro que debido a la forma en que se cambió la
tiranía [el franquismo], no a través de la revolución sino con cambios
graduales desde arriba, muchas instituciones reaccionarias del antiguo
régimen fueron trasladadas. Sin embargo, esto no significa que la tiranía
todavía exista, sino que varias instituciones reaccionarias del pasado se han
incorporado al régimen actual. La democracia burguesa es siempre más o
menos restringida, falsa e hipócrita, la libertad de los ricos y una dictadura de
los ricos sobre los explotados. La lucha contra los remanentes del antiguo
régimen no es el foco de la lucha de clases en la España actual; más bien se ha
convertido en parte de la lucha de clases contra el orden constitucional
democrático-burgués. Es el dominio de la clase obrera y el socialismo, no la
utopía mítica de un orden burgués-democrático refinado, lo que debe
sostenerse como la perspectiva para el movimiento proletario de los
marxistas-leninistas. (...) La toma del republicanismo como la política central
del PCE (m-l) no solo afecta las perspectivas futuras. Afecta su política actual,
particularmente porque el PCE (m-l) a menudo presenta el republicanismo
como su característica política distintiva. Por lo tanto, el republicanismo se
convierte en uno de los temas principales del trabajo independiente del PCE
(m-l), por así decirlo. Pero el PCE (m-l) considera al republicanismo como una
plataforma que puede unir a la clase obrera con otras «clases y estratos
populares» no especificados. De hecho, el republicanismo se convierte en un
fundamento ideológico para la política de proponer tareas democráticas y
nacionalistas pequeño burguesas en lugar de las tareas revolucionarias
proletarias». (The Workers' Advocate Supplement; Vol. 2 #8, 1986)

Más allá de las desproporciones y errores a la hora de analizar ciertos sucesos


por parte de este grupo estadounidense de tendencia «thalmanniana» sobre
ciertos temas. En este caso, y en este análisis particular sobre el PCE (m-l): esto
no eran exageraciones, resume muy bien la degeneración del PCE (m-l) como se
puede ver en la documentación de la época.

Ya durante 1986 se empezaba a utilizar un lenguaje ambiguo sobre la búsqueda


de una mayor «democracia» sin especificar bajo qué carácter de clase, con
reivindicaciones generales sobre las luchas de «los de arriba y los de abajo» sin
mencionar el papel de la clase obrera. Frases muy recurrentes entre el
republicanismo pequeño burgués que hoy todavía utilizan ciertas formaciones
reformistas como Podemos o Izquierda Unida:

«Para nosotros la república es venidera; no miramos hacia el pasado,


miramos hacia adelante, al futuro, pues solo en un marco republicano se
abrirán perspectivas de desarrollo democrático, de progreso, de
independencia nacional. (…) La lucha por conseguir un gobierno republicano,
que nosotros queremos popular y federativo, es de plena actualidad. (…)
Repetimos, en esta lucha que habrá de tomar diversas formas, hasta la más
sublime, la gran fiesta de los explotados y oprimidos, corresponde un papel de

447
primerísima importancia». (Raúl Marco; Discurso en un mitin republicano
celebrado en Madrid, 13 de abril de 1986)

En 1989 dentro del artículo de R. Sánchez llamado «La república y los


comunistas», desde el PCE (m-l) se llegaron a emitir teorías tan rocambolescas,
¡como que el fin de la monarquía supone el fin del poder oligárquico!

«Se pude objetar que la forma del Estado republicano no determina el carácter
de clase de dicho Estado, que existen infinidad de repúblicas reaccionarias, etc.
(…) Pero de lo que se trata aquí y ahora, es de quebrar el poder político de la
oligarquía española, y para lograrlo hay que destruir la forma concreta en
que ese poder se organiza a escala estatal. En cuanto al carácter de la futura
república los comunistas la queremos Popular y Federativa, que abra paso a la
edificación del socialismo. Mas, en estos momentos y en aras del logro de unas
alianzas lo más amplias posibles contra el régimen monárquico actual, no
hacemos una condición sine qua non de ello». (Revolución Española; Revista
ideológica del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº18, 1989)

Con ello el PCE (m-l) reconocía que la lucha por una República Popular y
Federativa «que abra paso a la edificación del socialismo», una frase ambigua
que hoy todavía utilizan muchos oportunistas que desean dejar la revolución y
la edificación del socialismo para las calendas griegas, es decir para nunca.
Porque con esta declaración estaba claro que se renunciaba como partido de
vanguardia del proletariado a popularizar su programa y a ganarse a las masas
para una visión y sistema republicano de democracia proletaria. En cambio, se
empezaba coquetear con una especie de híbrido entre ideas y medidas
socialistas en mitad de una república liberal democrático-burguesa,
satisfaciendo los sueños de los pequeño burgueses que creen que esto es posible.
Para colofón, el PCE (m-l) de 1989, confesaba, que siendo la lucha contra la
monarquía como prioridad del momento se sacrificaría todo «en aras del logro
de unas alianzas lo más amplias posibles». Y así es como un partido que sobre el
plano se autodenomina comunista y representante del proletariado, se acaba
fundiendo finalmente con un republicanismo abstracto y amorfo, se vuelve el
furgón de cola de causas idealizadas y románticas que no conducen a ningún
lado. Pues, como sabemos, este tipo de republicanismo cuando llega al poder,
no resuelve los problemas de la clase obrera y el resto de los trabajadores, e
incluso el republicanismo de este tipo, siempre ha sido utilizado por la
burguesía para acometer un lavado de cara y salvar su poder, como
correctamente denunciaba el viejo PCE (m-l) de los 70. Es un republicanismo
tan laxo que puede ser utilizado por distintas clases y capas sociales, así como
sus agrupaciones, un proyecto republicano donde normalmente los revisionistas
al confundirse con otras organizaciones, no logran la hegemonía y acaban
simplemente cumpliendo un papel testimonial de comparsa de dichas ilusiones,
y por supuesto, donde también se reparten los frutos del fracaso y las
decepciones.

No nos engañemos esta tesis republicana sobre que el fin de la monarquía es el


fin del sistema en su totalidad ya fue propagada por otros grupos en el pasado. Y
en la actualidad se sigue repitiendo por otras agrupaciones pseudocomunistas
bien conocidas por sus desviaciones a izquierda y derecha. Es más, la línea
general que se expone en el artículo del PCE (m-l) de 1989, es similar a la que

448
ahora planteaban los miembros y simpatizantes del infausto Partido Comunista
de España (reconstituido).

Por si el lector no conoce la trayectoria de este grupo, fue una agrupación


maoísta, que después evolucionó a brézhnevista sin abandonar su maoísmo, en
un acto de eclecticismo atrozmente ridículo, transcribiendo varias tesis
revisionistas que hoy todavía resuenan, entre otras cosas porque eran copias de
mitos del revisionismo internacional. Los restos actuales, y simpatizantes, del
PCE (r), se afanan por calificar a todo país de «fascista» –bajo la absurda teoría
de que todo país imperialista es conducido al fascismo–. Véase el capítulo: «La
creencia de que en la etapa imperialista monopólica, la forma de dominación
política de la burguesía es el fascismo y que no puede adoptar la forma de
democracia burguesa» de 2017.

Eso no les impide por otro lado, tender a idealizar y embellecer la república
democrático-burguesa en sus discursos, afirmando, como hace Hásel, que «en
todo caso una democracia burguesa sería Venezuela, donde un comunista no
está perseguido» –cosa que no solo no es cierta y mucho menos en los países del
«socialismo del siglo XXI»–. Véase el capítulo: «El error de relacionar
automáticamente represión con fascismo» de 2017.

Y postulan, como alegremente hace Olarieta, que en España el fin de la


monarquía sería el fin del sistema capitalista en sí:

«El Estado no es un meccano, es decir tú no puedes coger una pieza de Estado


y poner otra. Que es lo que piensa mucha gente, se cree bueno claro quitas al
Rey pones a una República y todo continua igual. Es que eso no existe, eso no
funciona así. Esto es un castillo de naipes, si tú quitas una pieza todo se viene
abajo». (¿Es posible otra república burguesa en España? Respuesta de
Olarieta y Rebeca Quintans, 20 de abril de 2017)

A esto ya contestamos:

«¿Cómo un presunto comunista –que domina el materialismo dialéctico e


histórico– se puede atrever a decir que en caso de que la burguesía pierda al
Rey su sistema político se viene abajo? ¿No ha habido casos de transiciones
convulsas o relativamente pacíficas en que la monarquía se ha abolido en
favor de un republicanismo y el capitalismo se ha consolidado? ¿No es la
Revolución Francesa del siglo XVIII el mejor ejemplo de ello? [¿No lo fue la
instauración de la II República (1848-1852), la III (1870-1940), la IV (1946-
1958) o la actual V República Francesa (1958-actualidad) en dicho país, la
corroboración de que dicho axioma no ha cambiado y se repite una y otra
vez]? Cualquier Estado burgués cuando se vea forzado por motivos
económicos de crisis, por la fuerza de la clase obrera o por el motivo
determinante que sea, sacrificará a su Rey si es necesario con tal de darle un
lavado de cara a su dominación política. Cuando Olarieta piensa que el Estado
burgués está atado al Rey, y que su caída sería la caída de todo el sistema
político-económico, reproduce el mismo pensamiento idealista que cuando
pensaban los GRAPO que «hacían la revolución» por intentar asesinar a las
figuras clave del régimen, no entendiendo en ambos casos, que para hacer la
revolución, para que haya una verdadera transformación de un sistema

449
político-económico, la cuestión no depende de quitar o matar personalidades,
por muy influyentes o famosas que sean, pues dichas figuras no dejan de ser
representantes de un sistema sustentado por unas clases explotadoras.

Cualquier marxista con un poco de conocimientos sabe que si bien las


personalidades son importantes, las masas son las que hacen la historia:

«La doctrina del marxismo-leninismo sobre las leyes que rigen el desarrollo
social y sobre el papel de la personalidad, de los partidos, y de las clases en
este desarrollo es opuesta tanto al fatalismo, como al subjetivismo que reduce
todo el desarrollo social a la acción de los «héroes», de las personalidades
Ilustres. La doctrina del marxismo-leninismo sobre la necesidad histórica en el
desarrollo social no menoscaba, ni mucho menos, el papel de la personalidad
en la historia. El marxismo-leninismo parte del criterio de que son los hombres
los que hacen la historia, pero que su actuación está condicionada y
determinada por las necesidades del desarrollo de la vida material de la
sociedad». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista,
1946)

Al apunte republicano de Olarieta, ha de decirse, que el republicanismo a secas


es una cuestión que no existe, y que si lo que se refiere es un republicanismo
democrático-burgués su progresismo depende del momento histórico. Pero
como decíamos, incluso aunque hablemos de una etapa democrático-burguesa
en un país subdesarrollado que no es el caso español, el republicanismo debe
ser enfocado por los comunistas en vistas no tanto a la forma que debe
adoptar, sino al contenido de la república a proclamar, de igual forma en las
alianzas con esos republicanos de izquierda, no deben de contentarse con
formar una alianza republicana, sino explicarles sobre todo a la base porqué
la república tiene que tener el contenido que demandan los marxistas, de otra
manera, el partido marxista, se perderá en ilusiones pequeño burguesas sobre
un republicanismo abstracto, que de llegar a materializarse, mantendrá los
problemas que heredó del antiguo régimen, como hemos visto en diversos
casos históricos. No olvidemos que actualmente son repúblicas gran parte de
los países imperialistas. Por eso hablamos que el republicanismo sin sello de
clase es un arma que bien puede ser utilizado por la propia reacción, incluso
aunque la burguesía no tenga tradiciones republicanas». (Equipo de Bitácora
(M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

¿Acaso la historia demuestra que con el fin de la monarquía se deduce el fin de


la oligarquía? ¡Como vemos es todo lo contrario! Solo un necio republicano
pequeño burgués hablaría así. Pero indaguemos históricamente un poco más.

La historia ha mostrado que la oligarquía y la burguesía han sabido adaptarse a


los ropajes republicanos-liberales sin perder su poder económico:

«Y se cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la


monarquía hereditaria y entusiasmarse por la república democrática. En
realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase
por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía». (Karl
Marx; La guerra civil en Francia, 1871)

450
Engels diría también que la república democrática burguesa pese a sus avances
en comparación con otras formas políticas del pasado, no deja de albergar
evidentes diferencias entre las clases explotadoras y explotadas mediante
diferentes mecanismos. Ante esto, cuando el proletariado, adquiera conciencia
de su desventaja y explotación se organizará de forma independiente, elegirá a
sus representantes en los organismos del Estado, aunque nunca se le permita
llegar a gobernar los destinos del país, ya que la burguesía no cederá el poder de
su maquinaria estatal. Por ello el proletariado cuando se dé cuenta de las
limitaciones del sistema que está diseñado para perpetuar política, económica y
culturalmente a la burguesía, mandará dicha «república democrática» al
basurero de la historia:

«La forma más elevada del Estado, la república democrática, que en nuestras
condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más
ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la cual puede darse la
batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce
oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder
indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte,
bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de lo cual es América
un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno
y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más
crecen las deudas del Estado y más van concentrando en sus manos las
sociedades por acciones, no sólo el transporte, sino también la producción
misma, haciendo de la Bolsa su centro. Fuera de América, la nueva república
francesa es un patente ejemplo de ello, y la buena vieja Suiza también ha hecho
su aportación en este terreno. Pero que la república democrática no es
imprescindible para esa unión fraternal entre la Bolsa y el gobierno, lo
prueba, además de Inglaterra, el nuevo imperio alemán, donde no puede
decirse a quién ha elevado más arriba el sufragio universal, si a Bismarck o a
Bleichrder. Y, por último, la clase poseedora impera de un modo directo por
medio del sufragio universal. Mientras la clase oprimida –en nuestro caso el
proletariado– no está madura para libertarse ella misma, su mayoría
reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la
cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va
madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido
independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El
sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera.
No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es
bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los
trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas,
qué deben hacer». (Friedrich Engels; El origen de la familia, de la propiedad
privada y el Estado, 1884)

En sus análisis sobre la Italia de finales del siglo XIX, Engels sacaba a flote el
hecho de que si llegase el republicanismo liberal al poder podría dar cierto
cobijo para que los comunistas tuviesen más libertad de agitación y demás lo
cual era positivo, pero no había que caer en sus ilusiones reformistas, sino
popularizar y plantear su propia plataforma, pues la república en manos
burguesas no garantizaba al proletariado su emancipación, significaba más bien
un notable cambio en la situación política, donde la alianza temporal con los

451
republicanos para derrocar a la monarquía llegaba a su fin. Esto no podía ser de
otro modo, puesto que siempre parte de la vieja monarquía y nobleza aceptan
volverse «republicanos» para adecuarse al nuevo régimen democrático-burgués
y los «nuevos tiempos» republicanos. Esto a su vez colocaba a los
comunistas como la «oposición progresista» al gobierno burgués republicano:

«En caso de éxito más o menos pacífico habrá un simple cambio de ministerio,
llegarán al poder los republicanos resellados Cavalotti y Cía; en caso de
revolución surgirá la república burguesa. ¿Cuál ha de ser, pues, el papel del
partido socialista ante esas eventualidades? (...) Los socialistas toman, por
tanto, una parte activa en cada fase de evolución por la que pasa la lucha
entre el proletariado y la burguesía, sin perder jamás de vista que esas fases
no son otra cosa que etapas que llevan al gran objetivo principal: a la
conquista del poder político por el proletariado, como medio de
reorganización social. Su lugar está entre los combatientes por cualquier éxito
inmediato en beneficio de la clase obrera; y ven en estos éxitos políticos o
económicos nada más que un pago de cuentas por partes. Por eso consideran
que todo movimiento progresista o revolucionario es un paso en la dirección
de su propia marcha; su misión especial es estimular a los otros partidos
revolucionarios y, en caso de victoria de uno de ellos, salvaguardar los
intereses del proletariado. Esta táctica, que jamás pierde de vista el gran
objetivo, preserva a los socialistas contra las desilusiones a que están sujetos
infaliblemente los otros partidos, menos clarividentes, ya sean los
republicanos puros, ya los socialistas sentimentales, que toman una simple
etapa como meta final del movimiento. (...) La victoria de la burguesía en
desintegración y de los campesinos llevará posiblemente a un ministerio de
republicanos resellados. Eso nos dará el sufragio universal y una libertad de
movimiento –libertad de prensa, de reunión, de asociación, abolición de la
vigilancia policíaca, etc.– mucho más considerable, es decir, nuevas armas que
no se deben despreciar. (...) Nosotros debemos proclamarlo abiertamente, que
tomamos parte como partido independiente, aliado por el momento a los
radicales o los republicanos, pero completamente distinto de ellos; que no nos
hacemos ilusiones acerca del resultado de la lucha en caso de victoria; que ese
resultado, lejos de satisfacernos, no será para nosotros más que una etapa
lograda, una nueva base de operaciones para nuevas conquistas; que, el día
mismo de la victoria, nuestros caminos se separarán y que, a partir de ese día,
formaremos frente al nuevo gobierno la nueva oposición, no la oposición
reaccionaria, sino progresista, la oposición de la extrema izquierda, la
oposición que impulsará hacia el logro de nuevas conquistas rebasando el
terreno ya ganado». (Friedrich Engels; La venidera revolución italiana y el
partido socialista, 1894)

Lenin también comentaría sobre la estructura de las flamantes repúblicas


democrático-burguesas de la época y la evidente mentira de que dicho sistema
era igualitario en cualquier campo que se analizase:

«La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya antes de la guerra qué
es de hecho la cacareada «democracia pura» bajo el capitalismo. Los
marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más «pura» es la
democracia, tanto más franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases,
tanto más «puras» se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de

452
la burguesía. El asunto Dreyfus en la Francia republicana, las sangrientas
represalias de los destacamentos mercenarios, armados por los capitalistas,
contra los huelguistas en la libre y democrática República de Norteamérica,
estos hechos y miles de otros análogos demuestran la verdad que la burguesía
trata en vano de ocultar, o sea, que en las repúblicas más democráticas
imperan de hecho el terror y la dictadura de la burguesía, que se manifiestan
abiertamente en cuanto a los explotadores les parece que el poder del capital se
tambalea. (...) Por otra parte, los obreros saben perfectamente que la «libertad
de reunión» es, incluso en la república burguesa más democrática, una frase
vacía, ya que los ricos poseen todos los mejores locales sociales y privados, así
como bastante tiempo libre para sus reuniones, que son protegidas por el
aparato burgués de poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como
los pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la población, no
cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la «igualdad», es decir,
la «democracia pura», sería un engaño. Para conquistar la verdadera
igualdad, para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar
primero a los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas
privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es necesario
que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros armados, y no
señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de capitalistas mandando a soldados
que son instrumentos ciegos. Sólo después de tal cambio se podrá hablar de
libertad de reunión e igualdad sin mofarse de los obreros, de los trabajadores,
de los pobres. Pero ese cambio sólo puede realizarlo la vanguardia de los
trabajadores, el proletariado, que derroca a los explotadores, a la burguesía.
(...) El ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías. Sigue
siéndolo también en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más
democráticas. Sólo el Poder soviético, organización estatal permanente
precisamente de las clases oprimidas antes por el capitalismo, está en
condiciones de acabar con la subordinación del ejército al mando burgués y de
fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de llevar efectivamente a
cabo el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo que es
imposible la victoria del socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis e
informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, 1919)

Dejemos hablar a los propios comunistas españoles sobre su experiencia de la II


República en España durante 1931-1936 en sus primeros días y meses. Manuel
Hurtado en su artículo: «El P. C. de España en la revolución española; Discurso
del delegado español en el XII Pleno de la I. C.» nos decía:

«Vino el 14 de abril, que trajo la caída de la monarquía y la instauración de


una República burguesa, en cuyo gobierno, los puestos de Presidente y
ministro de Gobernación, pertenecían a dos viejos monárquicos: Alcalá
Zamora y Miguel Maura, los cuales, de completo acuerdo con el resto del
Gobierno, incluso los socialistas, se plantearon como tarea principal la
salvación del aparato del Estado y de la base social de la monarquía y la
salvación de los latifundistas en general.

La burguesía ha creado una leyenda alrededor del 14 de abril, intentando


presentarlo como un idilio de armonía de clases y de un cambio de régimen sin
efusión de sangre y sin luchas, con un completo acuerdo de todos.

453
El Partido y los hechos desenmascaran esta leyenda burguesa. La caída de la
monarquía del 14 de abril fue preparada por el empuje revolucionario de los
obreros, de los campesinos y de una capa de la pequeña burguesía de la
ciudad.

El rey se vio obligado a abandonar el país para evitar males mayores. Bajo la
presión de las masas, las clases dominantes realizaron una maniobra para
aplazar la revolución. El bloque latifundista burguésmonárquico se
transformó en bloque burgués-latifundista republicano. El sentido y fin de esta
maniobra consistía en engañar a las masas revolucionarias con el nombre de
la República, con ilusiones democráticas, con promesas demagógicas, y evitar
de este modo el desenlace de la revolución.

Pero la realidad ha demostrado muy pronto toda la justeza de la teoría


marxista-leninista de la lucha de clases. La revolución empezó y no termino
con el 14 de abril. El Gobierno republicano ha demostrado su carácter
contrarrevolucionario desde sus primeros días. El mismo 14 y 15 de abril
ametralló en Sevilla y otros lugares a obreros revolucionarios.

El Gobierno se opuso directamente al desarrollo de la revolución agraria,


[100] a la liberación nacional, a la disolución de las órdenes religiosas, a la
destrucción del aparato del Estado monárquico, a la disolución de la guardia
civil, etc. Las masas revolucionarias por su parte, a pesar de sus ilusiones
democráticas, han demostrado un deseo sincero e insistente de luchar por la
realización de las tareas fundamentales de la revolución». (Internacional
Comunista, Nº7, 1932)

Incluso la propia Elena Ódena en sus notas y reflexiones sobre lo que fue la II
República, nos expone similares conclusiones. Demostrando que las palabras y
previsiones de Marx y Engels se hicieron realidad en diversas experiencias
históricas a posteriori como en el caso español:

«Aunque la revolución democrático-burguesa duró más de seis años, las


tareas básicas concernientes a la revolución permanecieron sin resolverse, en
primer lugar la cuestión agraria. De los 4.000.000 de campesinos pobres y
obreros del campo, solamente 150.000 recibieron tierras y esto de una manera
insuficiente, sin los necesarios aparejos e instrumentos de cultivo. La
Iglesia fue separada formalmente del Estado, pero conservó sus bienes
materiales y por lo tanto una parte considerable de su influencia en la vida
política. El Ejército siguió siendo lo que era: el viejo Ejército reaccionario
dominado por el espíritu de casta, un nido de la contrarrevolución. Las
condiciones de la clase trabajadora no habían cambiado. La clase obrera y las
masas campesinas reaccionaron ante el sabotaje de los capitalistas y
terratenientes con huelgas combativas y otros métodos de lucha, sin recibir,
sin embargo, el, apoyo necesario del gobierno integrado por representantes de
los partidos republicanos, para liquidar las maquinaciones
contrarrevolucionarias de la burguesía, de los terratenientes y de los militares
que preparaban secretamente un levantamiento. (...) Este fin podía solamente
alcanzarse transformando la república democrático-burguesa en una
república democrática de nuevo tipo, en una república sin grandes capitalistas
y terratenientes, una república del pueblo en la que el poder no estuviera en

454
manos del bloque de la burguesía y los terratenientes, como en la República
establecida el 14 de abril de 1931, sino en manos del bloque de la clase obrera,
los campesinos, la pequeña burguesía de la ciudad, las minorías nacionales:
un bloque en el que el proletariado estaba destinado a jugar un papel
dirigente». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

¿Es realmente el «republicanismo» la síntesis donde se concentra la táctica


principal que deben adoptar los comunistas frente a las masas como pretenden
algunos?:

«La defensa de la «república en general» ante la monarquía parlamentaria de


Juan Carlos I y Felipe VI se ha convertido en una norma de las «gentes de
izquierdas» en estas tierras. Pero, ¿qué se esconde tras esta pretendida lucha
republicana contra el régimen político actual? ¿Tiene algún sentido que la
lucha contra los holgazanes «representantes» del «pueblo» tome la forma de
una lucha por la «república en general»? El régimen actual une lo
parlamentario de una república «en general», y lo hereditario de la
monarquía «en general». ¿Qué deben de hacer los trabajadores al respecto del
Estado actual que los exprime con leyes que impiden que pueda expresarse
libremente y que defienden la integridad de quienes les arrancan su salario o
su trabajo cada día, cada hora? ¿Por qué deben luchar? Está claro que lo que
de verdad importa en la cuestión no es una lucha pretendida entre un
parlamento republicano y otro monárquico; el parlamento, que es lo que hasta
hace unos decenios marcaba la distinción entre la república y la monarquía,
ya está hoy constituido. ¿Entonces? Lo curioso es que sobre éste parlamento se
asientan hoy unas figuras reales totalmente inútiles –¡lo dice la misma
Constitución española de 1978 cuando trata los deberes del Rey!– que sólo
chupan dinero de los trabajadores para aumentar sus arcas, las cuáles se han
comenzado a inflar mediante la participación de estos señores en trapicheos y
corruptelas, y en la dirección de empresas –cuyo beneficio proviene del
trabajo que os extraen a vosotros, trabajadores– o compra de acciones de las
mismas –¡quién no sabe ya relacionar a los ex-políticos españoles con su
«alma máter»!–. Los republicanos «en general» pretenden acabar con ese
problema de la explotación del trabajo por el capital manteniendo las bases de
la economía tal y como hoy están –es decir, la propiedad de vuestros destinos
en las manos de los capitalistas–. Esto está «muy bien», pero, ¿podrá acabarse
con la base de la usura que hemos citado sólo cambiándose lo «menos
fundamental» del sistema político –la corona–? Es decir, ¿mientras haya
capitalistas, no importará poco si estos explotadores –que roban el trabajo de
los obreros y se benefician de salarios paupérrimos de los funcionarios de bajo
rango, de los impuestos con que arruinan a los pequeños propietarios poco
pudientes, etc. llevan corona o no? Desde la OCTE está claro que con eso no
basta. El problema de la explotación de vuestro trabajo por el capital quedaría
sin resolver si nos limitásemos a esa «solución» republicana. (...) Sin
preguntarse sobre todas estas cuestiones, «nuestros» republicanos «en
general», cuando buscan la tercera república, olvidan de hecho el carácter de
clase de la segunda y, desde luego, tampoco hacen mucho por esclarecer el de
esa tercera. Necesitan una breve clase de historia. La II República surgió como
solución de las masas ante sus tareas inmediatas que, tras el Directorio militar
establecido con la caída del general filofascista Miguel Primo de Rivera, eran
de tener un parlamento con sufragio universal, etc. La II República les

455
permitió a las masas, por primera vez, además de votar, que la clase obrera
tuviese un partido que no estuviese perseguido por la ilegalidad. Se trataba
entonces del P.C.E. –hoy carcomido por la carroña de los demagogos
anticomunistas–, que desde 1921 hasta 1931 había sido clandestino. Aun así, la
II República no tuvo un carácter verdaderamente popular hasta el triunfo, en
1936, del Frente Popular de España. Y los burgueses, que hasta entonces en el
bienio negro (1934-1936) habían gobernado con la CEDA de forma tan
republicana y legal, haciendo medidas republicanas en contra del pueblo,
cogieron las bayonetas y se levantaron contra lo que era una posibilidad
tremenda de los comunistas de ser escuchados por las amplias masas
populares y de que éstas se levantasen contra los explotadores. Como sabemos,
esto devino en la Guerra Civil. (...) En la II República se dieron cita, bajo unas
relaciones de producción efectivamente capitalistas, todo tipo de traidores
populistas como Alejandro Lerroux, Gil Robles, Indalecio Prieto, Julián
Besteiro, etc. De manera que nosotros no defendemos ni el capitalismo, ni a
esos traidores. Nosotros defendemos el carácter progresista que un sistema
parlamentario tenía después de no haber ninguno en España, y a los héroes
que no se quedaron ahí parados, a mitad de camino, sino que pretendían
conseguir la liberación efectiva de las masas explotadas. Dentro del campo de
éstos héroes, tenemos a José Díaz, Pedro Checa, Joan Comorera, y un largo
etc. Los comunistas y la OCTE sabemos que la lucha no es por la república
capitalista, sino por el socialismo, por la dictadura del proletariado, que es el
régimen más democrático que cualquier dictadura –democrática o fascista–
de la burguesía, de los capitalistas, pues es el único garante de la destrucción
de los explotadores como clase y de su poder estatal. Sólo en la medida de
nuestras fuerzas podremos transformar el movimiento republicano en un
movimiento por la dictadura del proletariado, pero en vistas a la situación
parlamentaria actual comprendemos que el tema del republicanismo sea una
cuestión más bien intelectual antes que una lucha prendida en las masas
trabajadoras y el proletariado. (...) Pero los partidos republicanistas –entre
ellos «nuestros» revisionistas– tienen la república como fin estratégico, ya sea
confundiéndolo interesadamente con una táctica –como hace el Partido del
Trabajo Democrático, partido socialdemócrata disfrazado de comunista sin
mucha habilidad– para conseguir unas «condiciones para luchar por el
socialismo» –como si la explotación del trabajo por el capital no fuese
suficiente–, o bien ya sea porque expresan que su fin es la república en
general. Dentro de los partidos «republicanistas en general» tenemos a un
viejo conocido de los comunistas españoles: el P.C.E. (m-l), que con esto
culmina la caída en el pozo del revisionismo de Raúl Marco, su secretario
general –del que sospechamos que nunca jamás ha salido–. La decepción
tremenda que nos llevamos los marxistas-leninistas cuando del congreso de
refundación del P.C.E. (m-l) salió una línea con la que el partido parecía creer
vivir en la época de Franco, no fue menor que la magnitud de las tesis
revisionistas que se esgrimieron, recordando a la fase socialdemócrata del ex-
P.C.E. (m-l), desde finales de los años 80». (Organización Comunista del
Trabajo de España; El republicanismo en España, 2017)

Creemos que estas viejas palabras de los compañeros de la OCTE resumen la


cuestión bastante bien.

456
De querer ser un «partido bolchevique» a emular a un «partido
menchevique»

«Un todavía revolucionario PCE (m-l) recordaba:

«No podemos olvidar que actuamos y trabajamos en una sociedad burguesa –


después de cuarenta años del más negro fascismo– que inevitablemente
influye en ella concepciones, forma de vida y de pensar. La ideología burguesa
o pequeñoburguesa, producto de la sociedad en la que vivimos o luchamos
conseguimos eliminarla en lo fundamental dentro de nuestras filas, pero
también en algunos casos acaba por prevalecer, crea desmoralización,
pesimismo, vacilaciones, etc. Los elementos en los que se dan estos casos,
suelen acabar abandonando las filas del partido con cualquier pretexto para
autojustificarse; otros lanzan ataques y tratan de crear fracciones –como la
intentona trotskista de 1966, los derechistas liquidacionistas de 1976 y los
mencheviques sarnosos de 1981–. Por eso insistimos en la necesidad de la
vigilancia revolucionaria en lo ideológico, político y organizativo». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del
PCE (m-l), 1984)

La historia y la experiencia revolucionaria han demostrado una cosa muy clara


respecto al concepto de partido de la clase obrera:

«La historia del partido bolchevique nos enseña, ante todo, que el triunfo de la
revolución proletaria, el triunfo de la dictadura del proletariado es imposible
sin un partido revolucionario del proletariado, libre de oportunismo,
intransigente frente a los oportunistas y capituladores, y revolucionario frente
a la burguesía y al poder de su Estado. (...) En su lucha contra los
bolcheviques, todos los mencheviques, sin distinción de matices, desde Axelrod
y Martinov hasta Martov y Trotski, se servían invariablemente de armas
sacadas del arsenal de los socialdemócratas del Occidente de Europa. Querían
poseer en Rusia un partido como, por ejemplo, el Partido Socialdemócrata
Alemán o el francés. Y luchaban contra los bolcheviques, precisamente porque
presentían en ellos algo nuevo, insólito, distinto de la socialdemocracia
occidental. ¿Y qué eran, por aquel entonces, los partidos socialdemócratas de
Occidente? Una mezcla, un conglomerado de elementos marxistas y
oportunistas, de amigos y enemigos de la revolución, de partidarios y
adversarios de la causa del partido, con una conciliación ideológica gradual de
los primeros con los segundos y una sumisión gradual y efectiva de aquéllos a
éstos. Conciliación con los oportunistas, con los traidores a la revolución, ¿en
nombre de qué?, preguntaban los bolcheviques a los socialdemócratas de la
Europa occidental. En nombre de «la paz dentro del partido», en nombre de la
«unidad», se les contestaba. ¿La unidad con quién, con los oportunistas? Sí,
contestaban aquéllos; con los oportunistas. Era evidente que partidos así no
podían ser partidos revolucionarios. Los bolcheviques no podían por menos de
observar que, después de la muerte de Engels, los partidos socialdemócratas
de la Europa Occidental habían comenzado a degenerar de partidos de la

457
revolución social en partidos de «reformas sociales», y que todos ellos se
habían convertido ya, como organizaciones, de fuerzas dirigentes en simples
apéndices de sus propios grupos parlamentarios». (Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

Por tanto:

«Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. (...)


Sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión
de combatiente de vanguardia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?,
1902)

El afloramiento de desviaciones político-ideológicas, lleva a cabo una desviación


en materia organizativa en cuanto a cómo se concibe el partido y cómo debe
operar:

«El oportunismo en política va indefectiblemente acompañado por el


oportunismo en materia de organización. Si oportunismo en general, es
sacrificar los intereses fundamentales y a largo plazo del pueblo a cambio de
ventajas –reales o supuestas– inmediatas y parciales, el oportunismo en
materia de organización significa sacrificar los principios leninistas
concernientes a la formación de un partido proletario de clase, monolítico,
férreamente disciplinado, que sea el arma invencible de la revolución social
proletaria, para lograr una «hinchazón» organizativa, transformando así el
partido revolucionario en un partido de reformas que se adapta y se amolda a
la dominación de las clases poseedoras». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo, 2ª
edición, 1967)

El PCE (m-l) de la época de Elena Ódena diría claramente que este concepto de
partido de vanguardia marxista-leninista era una necesidad. Criticando las
concepciones carrillistas, se decía:

«Otra de las cuestiones de principio que plantea hoy el revisionismo moderno


es la transformación de los partidos comunistas en «partidos de todo el
pueblo», en «partidos de masas». Huelga decir que el abandono del principio
del Partido, en tanto que vanguardia de la clase obrera, constituye otra de las
graves traiciones de los revisionistas modernos a los intereses del
proletariado. No es de extrañar que, dado el carácter actual de la mayor parte
de los partidos comunistas tradicionales, y ante su evidente traición y
bancarrota, gentes de buena fe lleguen a preguntarse si en verdad es necesaria
la existencia de esos partidos para hacer la revolución. Ese argumento,
planteado en esos términos, no deja de encerrar gran parte de verdad, ya que
los partidos comunistas a los que nos referimos, al igual que lo que les ocurrió
a los de la II Internacional, se han convertido en trastos inservibles para la

458
lucha revolucionaria del proletariado, por cuanto que no están dispuestos a
organizar ni a dirigir a la clase obrera en su lucha revolucionaria por la toma
del poder, sino que se han convertido en máquinas electorales apropiadas
para la lucha parlamentaria. (...) Ningún militante revolucionario puede
ignorar que un partido político, al igual que todo Estado, es un instrumento de
la lucha de clases y representa de manera general los intereses de una clase. El
espíritu de Partido es, por así decirlo, la expresión concentrada del carácter de
clase. No existen partidos ni Estados por encima de las clases, o que
representen a todas las clases. (...) Carrillo y su equipo no se han quedado a la
zaga de sus jefes y maestros jruschovianos en sus esfuerzos por liquidar en
nuestro país el Partido como vanguardia de la clase obrera; particularmente
desde el VIº Congreso de 1960 han hecho inauditos esfuerzos por
transformarlo, en todos los órdenes, en un partido burgués, ideológica,
política y organizativamente. (...) Considerar al llamado «partido» no como la
vanguardia de la clase obrera –ni siquiera ya de toda la clase obrera, lo que
también sería un gravísimo error–, sino de varias clases sociales, incluyendo a
la pequeña y media burguesía, es decir, al campesinado –en general– y a la
intelectualidad avanzada –no se trata de intelectuales militantes, que han
adoptado la ideología del marxismo-leninismo–. De este modo, vemos al
Partido de vanguardia de la clase obrera, transformado en partido de todo el
pueblo, en partido de masas». (Elena Ódena; Sobre algunas cuestiones de
principio, 1967)

El enemigo de clase ataca con razón el partido del proletariado y su rol, sabe que
inoculando teorías pseudomarxistas puede desviar fácilmente al partido de su
forma ideológica-organizativa y convertir dicho partido en una organización
inofensiva para el poder del capital.

1) El PCE (m-l) y sus problemas internos a mediados de los 80

Como no podía ser de otro modo, la progresiva degeneración del PCE (m-l) hizo
que se manifestasen fenómenos evidentes sobre el camino que estaba tomando
el partido en la relación entre organismos y militantes, jefes y militantes de
base. En el artículo: «Elevar el nivel de dirección y responsabilidad. Combatir el
burocratismo», ya se decía:

«Este burocratismo se manifiesta a veces en camaradas u organismos del


partido que en lugar de orientarse políticamente y en concreto a las
organizaciones bajo su dirección, se limitan a decretar medidas que
generalmente no salen del papel, sin verificar si se dan las condiciones para su
realización, o sin poner todos los medios para que estas medidas tengan una
aplicación práctica. Ello suele ir unido a una aplicación rutinaria y mecánica
de la política del partido, limitándose al mínimo esfuerzo, y a un estilo y
método de trabajo desfasado. Ello se suele justificar generalmente con un
«desbordamiento» que muchas veces sólo existe porque no se moviliza al
conjunto de militantes del partido, y al conjunto del entorno de sus amigos y

459
aliados. Todo ello hace que se diluya la responsabilidad personal, que se diluya
el papel de motés y células como organismos de dirección y que, en algunos
casos, se salten los cauces del partido, lo que aún hace más grave la inhibición,
la falta de responsabilidad. La dirección política centralizada se sustituye por
el autoritarismo y por el liberalismo, lo que daña al partido como tal».
(Vanguardia Obrera; Nº 572, 1986)

Quien lea entre líneas, puede vislumbrar en qué estado de descomposición


se encontraba ya en cuanto a funcionamiento de partido como tal.

Años después, el renegado Chivite, diría sobre el funcionamiento del partido:

«En la clandestinidad, bajo el franquismo, la dirección del partido se


caracterizó por una estricta centralización, por su separación excesiva de la
base y en ocasiones de la realidad inmediata de la clase obrera, por su fuerte
jerarquización y compartimentación y por la cooptación sistemática de todos
los responsables y dirigentes. En la militancia se caracterizó por su ímpetu
revolucionario, por su escasa formación teórica y política, por su obediencia
acrítica, por su relativa autonomía de acción –dada esa lejanía de la
dirección–, por sus iniciativas combativas, por su esquematismo simplista a
la hora de concebir los procesos revolucionarios –esquematismo al que no
eran ajenas determinadas posiciones de la propia dirección– y por su
relativamente alto sentido de la responsabilidad, cuyo desarrollo se veía
facilitado por la misma situación de clandestinidad y persecución. (...)
[Formas] Tajantemente antidemocráticas y antiparticipativas que pudieran
estar más o menos justificadas bajo el franquismo, se convirtieron en
verdaderos vicios de funcionamiento y en verdadera desviación respecto de lo
que ha de ser un partido. (...) La dirección pasó a mantener, si posición seria
de la base, tales vicios y deformaciones cada día menos defendibles. Los
principales conflictos surgieron a nivel de dirección –casos Vargas y Ramírez–
y en ocasión acompañados de posiciones liquidacionistas-fraccionalistas y
prosocialdemócratas, recuérdese el 81, abandonos poco exlicados en la misma
dirección –Arévalo, Julio Moreda, Mina, Henares–, hasta que, en esa misma
dirección fueron depurándose y aclarándose posiciones que culminaron en el
asilamiento de J.M. Férnandez López, a «Raúl Marco». La dirección adquirió
rasgos autoristarios, paternalistas y rutinarios. Lo pensaba casi todo, lo hacía
casi todo y se ocupaba de casi todo. la militancia fue conformándose en cierta
pasividad, rutina y perzea mental, unido a un desapego ante cualquier tarea
de responsabilidad partidaria, al tiempo que silenciaba sus críticas y se
despreocupaba, casi totalmente, de su propia formación teórica y política».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate
para el VIº Congreso, 1991-1992)

Chivite curiosamente no realiza ninguna autocrítica, sino que delega las culpas
en abstracto en la dirección, y luego concreta la responsabildiad en el grupo de
Raúl Marco que acababa de ser expulsado en 1991, el cual, efectivamente, era
responsable de gran parte de lo aquí anunciado, pero él también había sido el
número dos del partido a partir de 1985, mientras que sus compañeros más
afines ya ocupaban puestos de importancia, ¿no recaía sobre ellos parte de la

460
misma responsabilidad? Parece ser que Chivite olvidó la máxima marxista de
que:

«La dirección colectiva no excluye, sino presupone la responsabilidad


personal. El escudarse en la dirección colectiva para rehuir responsabilidades
es un grave error que a nadie se le puede permitir». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l),
1984)

Ya a inicios de los años 80, Elena Ódena puso especial énfasis en señalar la
necesidad de advertir o corregir varios defectos que amenazaban o atenazaban
al partido, impidiéndole progresar correctamente. En sus últimos escritos
dedica gran parte de sus textos a advertir sobre el camino que se estaba
tomando. ¿Cúales eran estos defectos que asomaban?

El olvidar interesarse y conocer donde debe actuar el partido, a riesgo de


aislarse de las masas y sus necesidades:

«Por otra parte la falta de cauces y estructuras organizativas, adecuadas a la


actual situación y a las necesidades del momento en cada lugar, conducen a
métodos y a un estilo activista que impide el desarrollo y el control de la
organización, debilita y corroe políticamente los órganos de dirección e impide
su funcionamiento con métodos y estilo comunistas. Se pusieron de manifiesto,
asimismo, diversos ejemplos de métodos superficiales de dirección,
consistentes en lo esencial en no preocuparse por conocer seriamente la
situación ni los problemas específicos en los distintos lugares donde ha de
aplicarse la política del Partido». (Elena Ódena; En la reciente reunión del
Comité Central. El partido y la situación actual, 1980)

El mantener la iniciativa y el control de cada militante para garantizar la


dirección colectiva:

«Uno de los aspectos más importantes en estos momentos del trabajo


organizativo de los comités de dirección del Partido es el del control, no sólo
del funcionamiento del comité como tal, sino sobre todo de las
responsabilidades individuales de cada uno de sus componentes en el marco de
la dirección colectiva, claro está, con el fin de determinar cómo y en qué grado
se cumple la ejecución de los acuerdos adoptados y las responsabilidades
asumidas. Hay que señalar que en algunos comités de dirección se han dado
casos de que algunos cuadros eludían su propia responsabilidad en el conjunto
del comité, con terminadas tareas no se llevaban a la práctica o se
desarrollaban incorrectamente, no se podía destacar la responsabilidad
individual de tal o cual camarada, con lo que en definitiva no se llegaba a
controlar el porqué una parte de la política del Partido no se aplicaba. Es
evidente que esa práctica es sumamente peligrosa, por cuanto que permite que
determinadas tareas políticas puedan ser desatendidas, deformadas o
simplemente abandonadas sin que sobre la marcha se determinen las
responsabilidades individuales». (Elena Ódena; Importancia de los comités y
las células, 1980)

461
El no desligar la teoría de la práctica a riesgo de caer en un activismo
inconsciente, abriendo paso al indiferentismo en las cuestiones ideológicas:

«El estudio no debe concebirse independientemente de la vida diaria de los


problemas políticos de cada momento, ni de la vida de nuestra organización y
de nuestras actividades militantes, sino en relación con ellas. Del estudio
debemos sacar las conclusiones para nuestra orientación política en el trabajo
práctico. Sin comprender la situación que vivimos y los grandes problemas
que ella nos plantea, no podremos marchar por un camino justo ni actuar
correctamente. (...) El separar la teoría de la práctica conduce,
inevitablemente, a trabajar rutinariamente, a la desorientación política; nos
incapacita para entender y prever los acontecimientos y para actuar con
eficacia en relación con ellos. El comunista que no estudia pierde las
perspectivas políticas y puede desorientarse más fácilmente ante los diversos
acontecimientos. El control es también superficial y esporádico. Al no estudiar,
el sentido de la vigilancia se debilita y la crítica y la autocrítica decae; la
propaganda del enemigo puede entonces influir fácilmente en aquellos que no
estudian, haciéndoles caer en la indiferencia, perdiendo la confianza en las
masas y en el Partido y las perspectivas políticas y de ahí a la desmoralización
no hay más que un paso. Por eso debemos considerar el estudio, no como un
sacrificio o como una tarea poco menos que imposible de realizar, sino como
una necesidad militante». (Elena Ódena; Acerca de la necesidad y la
importancia de estudiar y difundir los fundamentos del marxismo-leninismo,
1981)

El caer en el economicismo y tratar de tapar el papel del partido, limitándose a


«reivindicaciones aceptables», sin explicar los problemas de fondo:

«Si nos limitamos a hacer planteamientos sindicales muy radicales –lo que a
veces puede ser un error– y no explicamos y planteamos los aspectos políticos
y generales de los problemas, los trabajadores no verán en nosotros ni la
vanguardia ni a su Partido, sólo verán a un sindicalista radical y nada más. Al
mismo tiempo, si no explicamos el papel, la ideología y las alternativas
políticas frente a la Monarquía, así como la importancia y la necesidad de
afiliarse al Partido, no puede decirse que un militante está aplicando
seriamente ni la Línea del Partido, ni sus Estatutos». (Elena Ódena; Sobre el
papel y las tareas del partido en la actual coyuntura; Intervención central
presentada al IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

El idealismo de creer que con presentar un problema se era consciente de todas


sus implicaciones y automáticamente estaba solucionado:

«Sería absurdo pensar que el mero hecho de plantear o criticar tal o cual error
o desviación resuelve la cuestión. Nada más lejos de la realidad. El plantear un

462
problema no es más que el primer paso para superar una situación negativa
creada por un error, una desviación o un método y estilo incorrectos». (Elena
Ódena; Contra el liberalismo (II), 1974)

La importancia de comprender en profundidad que implica la crítica y la


autocrítica:

«Entre los diversos aspectos a los que es preciso que apliquemos sin demora
esta exigencia del método leninista podemos señalar, en primer lugar, el de la
práctica misma de la autocrítica, que ha de llevarse a cabo tanto a nivel
individual como colectivo en el marco de las células y comités de dirección a
todos los niveles. La exigencia leninista de la autocrítica y de la crítica
significa el valorar la eficacia o ineficacia de nuestros esfuerzos, de nuestro
estilo y método de organizar y aplicar la política y las tareas del Partido en
cada momento sobre la base, no de tal o cual apreciación o informe subjetivo,
superficial o parcial, sino sobre la base del análisis de los resultados logrados,
de los hechos concretos, y de un estudio del método, el estilo y los medios
empleados sin temor a poner al descubierto tal o cual fallo, insuficiencia,
negligencia o incluso incapacidad. A veces se considera que la autocrítica y la
crítica han de entenderse solamente en el sentido de poner al descubierto
nuestros fallos y errores, lo que es cierto en buena medida, ya que es más
importante descubrir sin miedo nuestras debilidades y fallos que alardear de
nuestros éxitos. Pero sin embargo es también importante analizar
criticamente las causas de nuestros éxitos y nuestros avances, y ello no sólo
para generalizar la experiencia sino también para sacar lecciones con el fin de
superarnos. (...) Es evidente que el fin de la autocrítica no es el sembrar el
desánimo, ni la desmoralización, ni el pesimismo, sino todo lo contrario. Se
trata de poner al desnudo, para eliminarlos, nuestros errores y debilidades
con espíritu comunista, dando perspectivas para su superación; se trata de no
temer el que nuestros enemigos puedan aprovechar el conocer nuestros fallos
para atacar al Partido». (Elena Ódena; Colocar al partido a la altura de sus
tareas y responsabilidades (I), 20 de enero de 1979)

En 1985 tras la muerte de la cabeza visible del liderazgo del PCE (m-l) que era
Elena Ódena, se empezarían a perfilar estos rasgos todavía más acusadamente o
se empezarían a manifestar algunos de los que ya se habían superado.

A final de la década el PCE (m-l) se mostraría claramente como un partido


basado el formalismo y el liberalismo, de variadas líneas ideológicas y facciones
con plataformas y poder propio, con una militancia de poca o nula formación
ideológica, con jefes de una gran edad avanzada impuestos bajo los pretextos de
la veteranía, pero de poco temple revolucionario a esas alturas, y con diversos
bandazos en la táctica de alianzas. El estilo de trabajo deficiente, no era sino el
reflejo de una dirección más preocupada por aparentar normalidad que por
imponer y autoimponerse trabajo y objetivos reales. Y por supuesto, esto supuso
estar desaprovechando la honestidad y predisposición de muchos militantes y
simpatizantes que cada vez estaban más desmoralizados y desilusionados de lo
que una vez fue el partido.

Aunque en la teoría durante 1986-1991 no se negaba todavía el concepto


marxista de partido de vanguardia, en la práctica se estaba haciendo. Entre
463
otras cosas, porque se estaba llevando al partido a ser el furgón de cola de las
grandes agrupaciones nacionalistas y los grupúsculos revisionistas con los
cuales se empezaría a aliar como ocurrió con Herri Batasuna o el PCPE como
vimos anteriormente. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su progresivo cambio
en las alianzas: con los revolucionarios y progresistas honrados vs aliarse con
los cabecillas oportunistas» de 2020.

A esto debemos sumar que antes resultados negativos fruto de una línea
equivocada, los jefes reaccionaban incorrectamente, no había profunda
autocrítica interna y pública de los errores cometidos. A veces se daba lo
primero hasta cierto punto, pero escasamente se veía lo segundo, y en muchas
ocasiones, la dirección excusaba sus equivocaciones en la toma de decisiones en
factores no reales o secundarios. Esto lo vimos en varios temas
como: las acciones armadas, la cuestión sindical o la cuestión del posible
tránsito del fascismo a la democracia burguesa.

Dicha pose ante los errores reforzaba en el futuro la permisividad ante los
errores y abría la puerta a que cuando se cometieran muchos otros se
resolviesen del mismo modo: con el negacionismo o con un cambio de postura
sin una explicación ni autocrítica completa.

En el plano exterior se sufría de posiciones similares: se pasaba en silencio con


las desviaciones más evidentes de los partidos hermanos bajo la teoría
promovida por Raúl Marco de mantener la crítica en «estrictos cauces internos»
para «no hacerle el juego al enemigo», una peregrina idea donde las haya, ya
que considerar que los debates o críticas abiertas entre partidos comunistas
favorecen al enemigo es como decía Stalin, una concepción socialdemócrata,
una falsa idea asumida erróneamente por algunos comunistas para no
denunciar en un principio las tesis del XXº Congreso del PCUS de 1956, con la
consecuencia que todos vieron al final: dar más tiempo al jruschovismo a
consumar su hegemonía, mismo error que se cometió con el propio maoísmo.
Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización» de 2020.

2) Los 90 y la eclosión de las luchas fraccionales

Para principios de los 90 el PCE (m-l) se había fragmentado en varios grupos


con respectivas rivalidades e intereses, una lucha que estaba desangrando al
partido y reduciendo el poco prestigio que le quedaba.

La razón para tal sorpresiva deriva ya la expuso en su día el propio PCE (m-l) al
analizar el fenómeno del fraccionalismo en el PCE de Carrillo-Ibárruri. Miguel
Checa nos decía en su artículo «La descomposición del equipo de Carrillo»:

«Al traicionar los intereses de la clase obrera, al transformarse en un grupo


político burgués que se sitúa en el terreno de la mentalidad y de la moral

464
burguesa, individualista, particularista, de intereses sórdidos de camarilla.
(…) Se desliza inevitablemente hacia su fragmentación en grupillos con
intereses particulares, como ocurre en los partidos burgueses. Porque sólo el
marxismo-leninismo permite construir partidos monolíticos. Sólo sobre una
base de principios es posible la verdadera unidad. Sobre la base del
revisionismo, del oportunismo acomodaticio, de las fluctuaciones y
trapacerías políticas, solo pueden por menos de surgir rivalidades, fracciones,
la unidad queda viciada y llega a ser meramente formal». (Vanguardia
Obrera; Nº45, 1969)

Esta situación era exactamente la misma que afrontaba el PCE (m-l) a finales de
los 80. Para 1991 la facción de Chivite derrocó a la facción de Raúl Marco, y lo
haría denunciando ante la militancia dos temas clave para asegurar su nuevo
puesto.

Primero. Señalando unos métodos de dirección que no eran un secreto para


nadie, ni dentro ni fuera del partido. En la resolución llamada: «Propuesta de
suspensión de todas las funciones de dirección del camarada Raúl Marco,
Primer Secretario del Comité Central», se decía:

«Los métodos de trabajo de Raúl Marco se han caracterizado por un


personalismo y burocratismo desgraciadamente tópicos. Lo que él define como
métodos de dirección han sido los viejos métodos burocráticos revisionistas,
ensalzados al máximo y personalizados, claro está, en su propio provecho.
Todo su «bagaje» teórico se ha limitado a repetir citas de Lenin, Stalin, Mao
Zedong o Enver Hoxha, según lo que convenía en cada momento, insistiendo
mecánicamente y obsesivamente en la importancia de la disciplina, de la lucha
ideológica, del centralismo democrático, de la dirección colectiva, para
terminar concluyendo que «en materia de organización es válido lo que es
eficaz». Veamos brevemente algunos rasgos de estos métodos de dirección: El
tareísmo. (…) La imposición del seguidismo. (…) El personalismo autoritario.
(…) El secretismo. (…) El secuestro de la crítica. (…) Los casos de nepotismo.
(…) La deformación de la política unitaria». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Informe del Comité Ejecutivo del PCE (m-l) al pleno
(ampliado) del Comité Central, 29-30 de junio de 1991)

Hay que anotar que esto mismo que se denuncia, el propio Chivite y su
camarilla lo había alimentado e instrumentalizado cuando en ocasiones así le
convenía, como hemos visto en la imposición de una línea revisionista durante
1985-1990.

Segundo. Ante el hundimiento de todos los regímenes revisionistas de Europa


del Este se criticó la falta de autocrítica y el seguidismo. También que Raúl
Marco aprovechó el momento para liquidar el PCE (m-l) intentando fusionarlo
con los jruschovistas del PCPE:

«La situación creada con el hundimiento del Este y de Albania. (…) Han puesto

465
al descubierto con toda claridad, algo que para quienes trabajaban cerca de
Raúl Marco era evidente desde hace mucho más tiempo: su incapacidad total,
su vaciedad, su desorientación y sus métodos personalistas y autoritarios de
dirección, que en algunos casos, como el de Madrid, derivaron en puro y
simple liquidacionismo. (…) Las relaciones con el PCPE tomaron, a espaldas
del Comité Central (CC) y del Secretariado (S), características alarmantes. En
la permanente de Madrid (…) los dirigentes de dicho partido eran los
camaradas del PCPE y en el Comité de Madrid llegó a hablarse de unidad
orgánica con ellos. Véase documentos y testimonios sobre el caso Madrid. En
las conversaciones habidas con el Secretariado del PCPE el pasado 5 de junio –
en concreto Jaime Ballesteros y Leopoldo Alcaraz– quedó claro que el primero
había tenido conversaciones privadas con R. Marco, desconocidas por nuestro
partido. Igualmente, J. Ballesteros, previa conversación con Raúl Marco,
realizó dos viajes a Paris para presentarse en nombre de su partido ante la
embajada albanesa, donde fue acogido con cordialidad y estableció lazos entre
ambos partidos: PTA y PCPE. Posteriormente y deformando las decisiones
respecto a la táctica electoral elaboradas por el Comité Ejecutivo (CE), se
presentó la Plataforma de la Izquierda en la organización de Madrid como «el
embrión que al fin surgía de la verdad unidad de la izquierda» y no como una
medida coyuntural que en nada alteraba nuestra política unitaria plural y
orientada a los medios sindicales y las organizaciones con presencia e
influencia en las masas, como IU, y en particular, los sectores más combativos
y en contradicción con el PCE de esta formación, así como sectores del
nacionalismo de izquierda y movimientos sociales y juveniles. (…) La
composición de lugar que el PCPE se hizo fue la de que nuestro partido iba a
integrarse o fusionarse con el PCPE. Esta supuesta unidad de los resistentes
que R. Marco impulsaba a nivel personal no hubiera sido sino la unidad con el
revisionismo residual, la unidad de los derrotados». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Informe del Comité Ejecutivo del PCE (m-l) al
pleno (ampliado) del Comité Central, 29-30 de junio de 1991)

En cuanto al seguidismo a la Albania y su deriva final revisionista no hay


constancia de que alguien en la jefatura del PCE (m-l) se opusiese a las reformas
político-económicas que se implementaron a mediados de los 80. El último
congreso en vida de Ódena, el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984, y su
creciente criticismo con la nueva política exterior albanesa fue algo que
desapareció en el Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, ya bajo absoluto dominio
de Marco-Chivite, y como también vimos, hasta 1990 el PCE (m-l) se dedicó a
bendecir la política albanesa pese a su aspecto cada vez más reaccionario. El
propio Chivite, fue un ferviente seguidor de la línea albanesa, hasta que después
de la caída del gobierno de Ramiz Alia en 1991, lejos de autocriticarse por no ver
el liberalismo de los últimos años del régimen, pasó de forma oportunista a
renegar en general de toda la experiencia albanesa, justificando esto con
analogías absurdas como que el modelo del «maoísmo» en realidad era igual

466
que el «hoxhismo». Véase el capítulo: «Las relaciones entre el PCE (m-l) y el
PTA y la caída del socialismo albanés» de 2020.

En cuanto al intento de fusionar el PCE (m-l) con el revisionista PCPE,


realmente no se sabe bien con qué fin Raúl Marco tenía tal intención: si
pretendiendo que lo podía absorber; si creyendo que ante la debacle que asistía
al PCE (m-l) la fusión podría en parte tapar los defectos del partido; o si
pretendiendo que con una fusión mecánica pudiera al menos obtener algún
puesto relevante en un hipotético nuevo partido que sería de mayor importancia
e influencia. Esta denuncia de Chivite sobre el intento de fusión con el PCPE
revisionista, aunque fuese desde posiciones revisionistas, era una denuncia
correcta. Pero como se ve en este texto al congreso, la propia facción de Chivite
aprobó una alianza con lo que él llamaba un «revisionismo residual», mientras
tendía una mano a IU y «nacionalistas de izquierdas» (sic). Y es que como se
vería en tan solo menos de un año, la camarilla de Chivite debatía el integrar el
PCE (m-l) en Izquierda Unida (IU), justo antes de autodisolver el PCE (m-l) en
1992. Como se puede comprobar ambas facciones trataban de mitificar su
ausencia de trabajo con las masas con uniones por arriba con diversas
organizaciones revisionistas, un liquidacionismo de manual.

En base a los defectos que se habían manifestado con rasgos como el


personalismo y el oportunismo contenido en Marco y su círculo, Chivite y su
camarilla aprovecharían para crear la idea que para que el partido se liberase de
tales defectos había que negar por completo del concepto marxista-leninista de
partido de vanguardia y toda su historia, ya que sin esto los errores se volverían
a repetir ciclicamente. Se volvía así a teorías mencheviques sobre la necesidad
de «una vuelta al marxismo de verdad» y demás peroratas.

Hoy es curioso ver que Chivite dedicase largos epítetos loando a Elena Ódena a
su muerte en 1985, escribiendo, por ejemplo, el prólogo de sus «Escritos sobre
la transición» publicados en 1986, donde alababa su aportación teórico-práctica
al concepto y funcionalismo del partido. Poco después propondría abolir dicho
modelo partidista y acabarñia calificándolo con los peores calificativos –
exactamente como harían los cabecillas que de una u otra forma fueron saliendo
del PCE (m-l) como los líderes de la fracción de 1976 o como los líderes de
la fracción de 1981–.

Sin duda Chivite hizo como Ramiz Alia o Jruschov, en vida, alababan a Ódena,
Hoxha o Stalin para ganarse la confianza del partido aparentando ser sus
«mejores alumnos», pero una vez desaparecidos éstos últimos pudieron
quitarse la careta.

3) La libertad ideológica y de facciones se vuelve oficial

467
Si el PCE (m-l) propuesto por Marco durante 1986-1990 era un revisionismo
con envoltura, el de Chivite durante 1991-1992 era abiertamente
socialdemócrata sin demasiados adornos.

Lo primero que se decretó oficialmente fue la libertad de fracciones al estilo


socialdemócrata, que ya existía aunque de forma sumergida tras haber perdido
su disciplina y seriedad ideológica. Uno de los jefes de Asturias, Pedro Antonio
Curto, dejaba claro en su artículo «Sobre el modelo de partido» tal propósito:

«Un modelo basado en un marco de unidad político-ideológica, con unas


reglas de juego democráticas, posibilidad de mayorías y minorías, con un
reconocimiento regulado y estatuario de las corrientes de opinión. Ello debe de
servir, como manera de aglutinar a sectores que reclamándose del marxismo y
de tener una perspectiva revolucionaria, podamos actuar en un mismo marco
de unidad político-ideológico. Cualquier proyecto revolucionario debe hoy
tener esa perspectiva aglutinante, que contenga unas determinadas y
libremente aceptadas reglas, sí remante quiere llegar a tener validez. Un
modelo monolítico, en el que se da un acuerdo 100% en el conjunto de la
militancia, es simple y llanamente un proyecto de secta». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso,
1991-1992)

Se quería consumar la aberración de la legalización de fracciones y sus propios


órganos de expresión contra la que Ódena había combativo años antes, lo cual
supondría crear un penoso espectáculo de desunión y trifulcas constantes
calcado al de los revisionistas del PCE y agrupaciones similares:

«Tenemos también que reforzarnos ideológicamente y sobre todo vigilar


mucho por el funcionamiento organizativo del Partido. Porque contra eso
también sí que hay ataques de la derecha, hay ataques furibundos. Fijaros bien
en el espectáculo de un Partido Comunista que admite incluso fracciones
organizadas, con periódicos y todo, dentro del Partido, como en el partido
revisionista, por ejemplo». (Elena Ódena; Sobre la táctica unitaria del
partido; Intervención en el IIº Pleno del Comité Central, elegido en el IVº
Congreso del PCE (marxista-leninista), 1985)

Esto era no solamente ir en contra de la historia del PCE (m-l), sino que este
planteamiento de 1992 suponía ir contra de los principios de los revolucionarios
bolcheviques, quienes así describían las dificultades que se encontraron para
fundar un partido eficaz y combativo:

«Estas dificultades no estribaban solamente en el hecho de tener que organizar


el partido bajo el fuego de las crueles persecuciones de zarismo, que
arrebataba de las filas de las organizaciones a los mejores militantes, para
mandarlos a la deportación, a la cárcel o al presidio. Había, además, otra
dificultad, y era que una parte considerable de los comités locales y de sus

468
militantes no querían levantar la vista de su pequeña labor práctica local, no
comprendían el daño que hacía la falta de una unidad orgánica e ideológica
del partido, estaban acostumbrada al fraccionamiento de éste y al caos
ideológico dentro de él, y se imaginaba que era posible prescindir de un
partido único y centralizado. Para crear un partido centralizado, había que
acabar con este atraso, con este estancamiento y practicismo estrecho de los
órganos locales». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética;
Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

Es ir en contra del leninismo como tal en cuanto al modo organizativo:

«Es necesario que todo obrero consciente comprenda con claridad el carácter
pernicioso e inadmisible de todo fraccionalismo, el cual, pese a todo el deseo de
los representantes de algunos grupos de mantener la unidad del partido. (...)
En esta cuestión, la propaganda debe consistir, por un lado, en aclarar a fondo
el daño y el peligro que supone el fraccionalismo desde el punto de vista de la
unidad del partido y del ejercicio de la voluntad única de la vanguardia del
proletariado como condición fundamental del éxito de la dictadura
del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informes en el Xº Congreso
del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, del 8 al 16 de marzo de 1921)

Esto no significa como han pretendido los antimarxistas y antileninistas, que el


centralismo democrático, método nuclear de organización comunista, se base en
una obediencia ciega y fuera de criticismos:

«En la lucha practica contra el fraccionalismo es preciso que cada una de las
organizaciones del partido impida con todo rigor cualquier manifestación de
ese carácter. Hay que organizar la crítica absolutamente necesaria de los
defectos del partido de modo que toda propuesta practica se exponga con la
mayor claridad posible y sea sometida en el acto, sin papeleo alguno, al
examen y decisión de los organismos dirigentes locales y del organismo
central del partido. Todos los que hagan criticas deben, además, tener en
cuenta, en lo que respecta a la forma de su crítica, la situación del partido
entre los enemigos que lo rodean, y, en lo que se refiere al contenido de la
crítica, deben comprobar en la práctica, con su participación personal en la
labor de los Soviets y del partido, si se corrigen los errores del partido o de
algunos militantes. Todo análisis de la pauta general del partido o la
apreciación de su experiencia práctica, la comprobación del cumplimiento de
los acuerdos del mismo, el estudio de los métodos para corregir los errores,
etc., en modo alguno deben ser sometidos a la discusión previa de los grupos
que se forman con cualquier «plataforma», etc., sino que deben ser sometidos
exclusivamente a la discusión directa de todos los miembros del partido».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informes en el Xº Congreso del Partido
Comunista (bolchevique) de Rusia, del 8 al 16 de marzo de 1921)

4) La adopción del luxemburgismo en detrimento del leninismo

469
Los rasgos que había acumulado en el PCE (m-l): burocratismo, formalismo,
caciquismo, la pasividad de la militancia y su paupérrimo nivel ideológico, eran
ahora considerados defectos que se achacaban al modelo de partido leninista,
presentándolo como un modelo rídigido y dictatorial, abrazando la crítica liberal
del luxemburgismo al leninismo:

«Ya Rosa Luxemburgo, en 1906, en su libro Partido y sindicatos, criticaba


alguno de estos aspectos: «primero se sustituye al partido; luego al Comité
Central sustituye al aparato; finalmente, un «dictator único», sustituye al
Comité Central», a pesar de las distancias y el tiempo, estas palabras vienen
como anillo al dedo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Sabemos perfectamente que posición tomó Luxemburgo ante las polémicas de


aquella época:

«Conceder a la dirección del partido ese poder absoluto de carácter negativo


que Lenin propone [en «Un paso adelante, dos pasos atrás»] implica elevar a
una potencia peligrosísima el carácter conservador que tiene esencialmente
toda dirección. Si es todo el partido o aún mejor, todo el movimiento el que
determina la táctica socialdemócrata, en lugar de un comité central, cada
organización del partido precisará el margen de maniobra que le permita la
utilización completa de todos los medios para la intensificación de la lucha, así
como la extensión de la iniciativa revolucionaria que cada situación ofrece. El
ultracentralismo que propugna Lenin, sin embargo, no nos parece
impregnado en su esencia por un espíritu positivo creador, sino por un espíritu
de vigilante». (Rosa Luxemburgo; Problemas de organización de la
socialdemocracia rusa, 1904)

Queda claro que tomar partido por el luxemburgismo es tomar partido por el
menchevismo en sus formas de organización, puesto que dicha corriente se
oponía una oposición al centralismo democrático, calificándolo de un engendro
de burocratismo que degenera la estructura del partido, de método
ultracentralista. Como se ve en las polémicas, aunque Luxemburgo decía estar
de acuerdo en la necesidad de un partido unificado, coordinado y fuerte, negaba
tal concepto a la primera de cambio:

«La camarada Rosa Luxemburgo pretende que nadie, dentro de la


socialdemocracia rusa, duda de la necesidad de un partido unificado, y que la
discusión gira en torno a la cuestión de un mayor o menor centralismo. En
realidad eso no es exacto. Si la camarada Rosa Luxemburgo se hubiese tomado
el trabajo de tomar conocimiento de las resoluciones enviadas por los
numerosos comités locales del partido que forman la mayoría, habría
comprendido inmediatamente –esto surge claramente de mi libro– que la
discusión se refirió sobre todo a la cuestión de saber si el comité central y el
órgano central del partido deben o no reflejar la tendencia de la mayoría del

470
congreso. Nuestra estimada camarada no dice una palabra de esta
concepción «ultracentralista» y puramente «blanquista», prefiere extenderse
en consideraciones contra la sumisión mecánica de la parte al todo, contra la
obediencia servil, ciega, y otros horrores de ese género. (...) Le estoy muy
agradecido a la camarada Rosa Luxemburgo por las aclaraciones que
suministra sobre esa idea profunda de que la sumisión ciega sería mortal para
el partido. Pero yo quisiera saber si esta camarada encuentra normal, si juzga
admisible, si ella vio en algún otro partido, que la minoría de un congreso
retenga la mayoría en las organizaciones centrales, que se presentan como
organismos del partido. (...) La camarada Luxemburgo se limita a repetir
frases huecas sin tratar de darles un sentido. Agita espantajos sin ir al fondo
del debate». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás.
Respuesta de Lenin a Rosa Luxemburgo, 1904)

Con la llegada de los bolcheviques al poder, Rosa Luxemburgo mantenía ahora


que los bolcheviques no ejercían la dictadura del proletariado sino que en
realidad se reducía a la «dictadura de los jefes» quizás obligados por las
circustancias, pero que ese era el modelo que ellos querían exportar bajo
cualquier situación:

«Esta dictadura debe ser el trabajo de la clase y no de una pequeña minoría


dirigente que actúa en nombre de la clase; es decir, debe avanzar paso a paso
partiendo de la participación activa de las masas; debe estar bajo su
influencia directa, sujeta al control de la actividad pública; debe surgir de la
educación política creciente de la masa popular. Indudablemente los
bolcheviques hubieran actuado de esta manera de no haber sufrido la terrible
presión de la guerra mundial, la ocupación alemana y todas las dificultades
anormales que trajeron consigo, lo que inevitablemente tenía que distorsionar
cualquier política socialista, por más que estuviera imbuida de las mejores
intenciones y los principios más firmes. (...) El peligro comienza cuando hacen
de la necesidad una virtud, y quieren congelar en un sistema teórico acabado
todas las tácticas que se han visto obligados a adoptar en estas fatales
circunstancias, recomendándolas al proletariado internacional como un
modelo de táctica socialista. Cuando actúan de esta manera, ocultando su
genuino e incuestionable rol histórico bajo la hojarasca de los pasos en falso
que la necesidad los obligó a dar, prestan un pobre servicio al socialismo
internacional por el cual lucharon y sufrieron». (Rosa Luxemburgo; La
revolución rusa, 1918)
Luxemburgo distorsionaba aquí el principio leninista de que la dictadura del
proletariado, que incluso bajo las condiciones de la guerra civil solo se puede
ejercer bajo el partido de la clase obrera –que concentra a los elementos más
avanzados de esta clase y dirige a la mayoría de su clase–, y este gobierna y solo
puede hacerlo a través de organismos de masas como los soviets y no en
detrimento de ellos. Stalin preguntaba, ¿puede darse una distorsión de estos
principios?:

471
«Sí, pueden darse.

Y pueden darse:

1) si el Partido comienza a erigir su prestigio entre las masas, no sobre la base


de su labor y de la confianza de estas masas, sino sobre la base de sus
derechos «ilimitados»;

2) si la política del Partido es manifiestamente falsa, y el Partido no quiere


revisarla ni corregir su error;

3) si, aun siendo su política, en general, acertada, las masas no están todavia
preparadas para asimilarla, y el Partido no quiere o no sabe esperar a que las
masas puedan convencerse por su propia experiencia de lo acertado de la
política del Partido y trata de imponérsela.

La historia de nuestro Partido ofrece toda una serie de casos de éstos. Diversos
grupos y fracciones de nuestro Partido han fracasado y se han disgregado por
haber faltado a una de estas tres condiciones, y a veces a las tres juntas.

Pero de aquí se desprende que contraponer la dictadura del proletariado a


la «dictadura» –dirección– del Partido, sólo puede reputarse falso en los casos
siguientes:

1) si la dictadura del Partido respecto a la clase obrera no se entiende como


una dictadura en el sentido directo de esta palabra –«poder que se apoya en la
violencia»–, sino tal y precisamente como la entiende Lenin: como la dirección
del Partido, que descarta toda violencia sobre la clase obrera en su conjunto,
sobre su mayoría;

2) si el Partido cuenta con las condiciones necesarias para ser el verdadero


dirigente de la clase; es decir, si la política del Partido es acertada, si esta
política corresponde a los intereses de la clase;

3) si la clase, si la mayoría de la clase acepta esta política, la hace suya, se


convence, gracias a la labor del Partido, de lo acertado de esta política, confía
en el Partido y lo apoya.

Si se falta a estas condiciones, surge inevitablemente un conflicto entre el


Partido y la clase, una escisión entre ellos, su contraposicion.

¿Se puede, acaso, imponer por la fuerza a la clase la direccion del Partido? No,
no se puede. En todo caso, semejante dirección no podría ser más o menos
duradera. El Partido, si quiere mantenerse como Partido del proletariado,
debe saber que, ante todo y sobre todo, es el dirigente, el jefe y el maestro de la
clase obrera». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cuestiones del
leninismo, 1926)

472
Esta es la única forma en que el sistema se mantenga en pie y sea eficaz, puesto
que si no es así, claro que se da la temida burocratización del partido y de todo
el sistema socialista: claro que aparecen los privilegios, el compadrazgo, la
imposición por la fuerza de las resoluciones del gobierno... y en consecuencia la
producción o la organización militar no aguantarán ante el primer embite del
enemigo de clase, mucho menos en situaciones críticas como una guerra. Pero
como se está comprobando... ¡estos defectos no serían fruto del sistema
leninista de organización, sino de la falta de la implementación exhaustiva de
sus principios!

¿Qué reflejaban las críticas del luxemburgismo? No comprender nada de la


realidad social y de las formas de organización del proletariado, reproducir
esquemas premarxistas de organización. Criticando a los ultraizquierdistas
alemanes en 1920, Lenin reconocía que estas ideas no eran sino viejas tesis ya
combatidas años atrás, en clara referencia al luxemburgismo:

«Hay gentes que se esfuerzan por inventar algo enteramente original y no


consiguen más, en su afán de sabiduría, que caer en el ridículo. De todos es
sabido que las masas se dividen en clases, que oponer las masas a las clases no
puede permitirse más que en un sentido, si se opone una mayoría aplastante,
en su totalidad, sin distinguirse las posiciones ocupadas con relación al
régimen social de la producción, a categorías que ocupan una posición especial
en este régimen; que las clases están generalmente, en la mayoría de los casos,
por lo menos en los países civilizados modernos, dirigidas por partidos
políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por
grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes,
expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes.
Todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro. (...) Negar la necesidad del
partido y de la disciplina del partido. (...) Llegar con este pretexto a
contraponer, en términos generales, la dictadura de las masas a la dictadura
de los jefes, es un absurdo ridículo y una imbecilidad. Lo más divertido es que,
de hecho, en el lugar de los antiguos jefes que se atenian a las ideas comunes
sobre las cosas simples, se destacan –encubriéndolo con la consigna de «abajo
los jefes»– jefes nuevos que dicen tonterias y disparates que escapan a todo
calificativo. (...) Esto equivale a desarmar completamente al proletariado en
provecho de la burguesía. Esto da por resultado los vicios pequeñoburgueses:
dispersión, inconstancia, falta de capacidad para el dominio de sí mismo, para
la unión de los esfuerzos, para la acción organizada que producen
inevitablemente, si se es indulgente con ellos, la ruina de todo movimiento
revolucionario del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La
enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

En resumen, una vez formado el partido, utilizar el espantapájaros de la


burocratización o la usurpación de una camarilla para mantener los mismos
esquemas de desorganización era absurdo. Así pues, pretender otorgar la misma

473
autoridad a todas las secciones del partido desde la cúpula a la base, y decretar
la libertad de facciones, era una manifestación de oportunismo:

«Han olvidado ya que antes nuestro Partido no era un todo formalmente


organizado, sino, simplemente una suma de diversos grupos, razón por la cual
no podía de ningún modo existir entre ellos otra relación que la de la influencia
ideológica. Ahora, somos ya un Partido organizado, y esto entraña la creación
de una autoridad, la transformación del prestigio de las ideas en el prestigio
de la autoridad, la sumisión de las instancias inferiores a las instancias
superiores del Partido. (...) Y si hay en las frases sobre burocratismo algún
principio, si no son una negación anarquista de la obligación de la parte a
someterse al todo, estamos ante el principio del oportunismo, que quiere
disminuir la responsabilidad de ciertos intelectuales ante el Partido del
proletariado, debilitar la influencia de los organismos centrales, reforzar la
autonomía de los elementos menos firmes del Partido, y reducir las relaciones
de organización a su reconocimiento meramente platónico, de palabra. (...)
Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La
organización del Partido se le antoja una «fábrica» monstruosa; la sumisión
de la parte al todo y de la minoría a la mayoría le parece
un «avasallamiento» –véanse los folletos de Axelrod–; la división del trabajo
bajo la dirección de un organismo central hace proferir alaridos tragicómicos
contra la transformación de los hombres en «ruedas y tornillos» de un
mecanismo –y entre estas transformaciones, la que juzga más espantosa es la
de los redactores en simples periodistas–, la mención de los estatutos de
organización del Partido suscita en él un gesto de desprecio y la desdeñosa
obsenación –dirigida a los «formalistas»– de que se podría vivir sin
estatutos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos hacia atrás,
1904)

5) El acercamiento y fusión con otros revisionistas

A principio de la década de los 90, Manuel Blanco Chivite en un artículo de


preparación para el próximo congreso titulado «Ideas básicas», diría que había
que basarse en una:

«Estrategia común basada en: nuevo proyecto revolucionario, trabajo por la


recomposición del campo revolucionario, trabajo por el encuentro, diálogo y
coordinación de todos los comunistas o que se reclamen del comunismo o del
marxismo revolucionario». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Esto que se ve aquí se definía como «nuevo proyecto revolucionario», era sin
duda la famosa receta de aquellos días entre todos los claudicadores.
Recordemos que por aquel entonces otros Secretarios Generales de formaciones
muy importantes como el líder del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) João
Amazonas estaba teorizando reunificar a todos los que como decía Chivite se

474
«reclamasen comunistas» en un mismo partido, haciendo la paz y rehabilitando
todos los revisionismos nacionales e internacionales. Véase la obra: «La
claudicación del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y la flagrante traición del
oportunista João Amazonas» de 2015.

Chivite insistiría en que una vez en su flexibilidad para aceptar o integrarse en


otros proyectos políticos:

«Establecido el nuevo partido, no se cerrará ninguna posibilidad de nuevas


incorporaciones de grupos o colectivos y personas que deseen aportar nuevos
elementos teóricos o prácticos al mismo. (...) Tampoco se cerrará la
posibilidad de de integración o unión en un proyecto superior de similares
características». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Bonifacio Sánchez otro partidario afín diría su artículo: «Proyecto revolucionar


y unidad de la izquierda» diría sobre estas pretensiones:

«Una alternativa de izquierda, transformadora, que persiga el socialismo,


basándose en el marxismo y no en los recetarios al uso que durante
generaciones hemos utilizado los comunistas como pobres sucedáneos de
aquel. (...) Nos resulta ahora evidente, reconociendo el papel que jugamos y
podemos jugar en la sociedad y conociendo algunos, al menos, elementos que
en ella se mueven, que somos una corriente marxista más y por tanto que no
podemos ser sólo los militantes de este partido los que vayamos a desarrollar
ese proyecto». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos
de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Véase aquí el clásico cliqué de los oportunistas que tratan de sepultar la


ideología revolucionaria del marxismo: para ellos el fijarse y adoptar las
lecciones de las victorias del proletariado en la experiencia soviética o albanesa
supone un «recetario» a evitar, ¿y no sería un «recetario» inadmisible aceptar
guiarse por el marxismo a secas, que no es sino la síntesis de la teoría y la
práctica de los comunistas alemanes como Marx y Engels, después continuada
con mayor o menor éxito por Bebel, Mehring y otros? Como se ve dicha teoría se
cae por su propio peso. El proletariado de cada país recoge las experiencias
válidas de cualquier lugar, sean propias o ajenas. Sería un estrecho error
nacionalista negarse a estudiar y adoptar las lecciones pertinentes. En cambio,
lo que sí supuso un verdadero error del PCE (m-l) fue el adoptar sin
investigación profunda alguna las consignas y teorías del revisionismo de moda
que se hace pasar por marxismo como ocurrió con el caso del maoísmo en los
años 60, eso demostraba el bajo nivel ideológico de sus líderes.

Si el PCE (m-l) pese a sus limitaciones y errores englobaba la línea más afín al
marxismo-leninismo durante las décadas pasadas, ¿de qué supuestas corrientes
marxistas hablaba Bonifacio? ¿De un PCE en decadencia y heredero de Carrillo,
los grupos marginales del revisionismo soviético como el PCOE o el PCPE, los
seguidores de la demagogia y el tercermundismo castrista o los antiguos grupos

475
maoístas y trotskistas desaparecidos o anecdóticos para 1992?

¿Tiene algo que ver este eclecticismo con el marxismo y el leninismo?:

«La famosa libertad de crítica no significa sustituir una teoría con otra, sino
liberarse de toda teoría íntegra y meditada, significa eclecticismo y falta de
principios. (…) [Marx] censura duramente el eclecticismo en que se incurrió al
formular los principios: si hace falta unirse –escribía Marx a los dirigentes del
partido–, pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del
movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis «concesiones»
teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta que entre nosotros hay
gente que en nombre de Marx trata de aminorar la importancia de la teoría!».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

6) La renuncia a la búsqueda de la hegemonía

Pronto todas estas tan «novedosas» y «revolucionarias» se materializaron. El


grupo de Chivite, claro controlador del informe principal al infausto congreso de
1991, promovía unido a la libertad de fracciones, también un partido ecléctico
en lo ideológico, sin exigir afinidad ideológica a ningún principio fielmente
determinado, lo que daba la bienvenida a todo tipo de elementos:

«Hemos de partir de reconocer que lo que podríamos denominar hasta hoy


«proyecto PCE (m-l)» está agotado. (...) Crear un nuevo partido comunista, no
el partido comunista único y excluyente de la clase obrera». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Elementos para un nuevo proyecto
revolucionario; VIº Congreso de 1992)

En Rusia, por ejemplo, sabemos que existieron diversas variantes


liquidacionistas tanto de derecha –mencheviques– como de izquierda –
otzovistas y ultimalistas–, siendo ambas las caras de la misma moneda. ¿Pero
cuáles son las características en este caso del liquidacionismo derechista de tipo
menchevique que aquí repite Chivite?:

«El liquidacionismo en el estrecho sentido de la palabra, el liquidacionismo de


los mencheviques, consiste ideológicamente en negar la lucha de clase
revolucionaria del proletario socialista en general y la hegemonía e nuestra
revolución. (…) Desde el punto de vista de organización, el liquidacionismo
niega la necesidad de un partido. (…) Nuestro partido no puede avanzar sin
liquidar con decisión al liquidacionismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La
liquidación del liquidacionismo, 1909)

Stalin diría en base a los fundamentos del marxismo-leninismo, el partido al


que debían aspirar el proletariado si deseaba emanciparse:

«El partido tiene que ser, ante todo, el destacamento de vanguardia de la clase
obrera. El partido tiene que incorporar a sus filas a todos los mejores

476
elementos de la clase obrera, asimilar su experiencia, su espíritu
revolucionario, su devoción infinita a la causa del proletariado. Ahora bien,
para ser un verdadero destacamento de vanguardia, el partido tiene que estar
pertrechado con una teoría revolucionaria, con el conocimiento de las leyes del
movimiento, con el conocimiento de las leyes de la revolución. De otra manera,
no puede dirigir la lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras
de sí. El partido no puede ser un verdadero partido si se limita simplemente a
registrar lo que siente y piensa la masa de la clase obrera, si se arrastra a la
zaga del movimiento espontáneo de ésta, si no sabe vencer la inercia y la
indiferencia política del movimiento espontáneo, si no sabe situarse por
encima de los intereses momentáneos del proletariado, si no sabe elevar a las
masas hasta la comprensión de los intereses de clase del proletariado. El
partido tiene que marchar al frente de la clase obrera, tiene que ver más lejos
que la clase obrera, tiene que conducir tras de sí al proletariado y no
arrastrarse a la zaga del movimiento espontáneo. Esos partidos de la II
Internacional, que predican el «seguidismo», son vehículos de la política
burguesa, que condena al proletariado al papel de instrumento de la
burguesía. Sólo un partido que se sitúe en el punto de vista del destacamento
de vanguardia del proletariado y sea capaz de elevar a las masas hasta la
comprensión de los intereses de clase del proletariado, sólo un partido así es
capaz de apartar a la clase obrera de la senda del tradeunionismo y hacer de
ella una fuerza política independiente». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)

Considerar la unión con los revisionistas, quienes precisamente carecen


del «conocimiento de las leyes de la revolución», predican el «seguidismo» a la
burguesía e impiden «elevar la comprensión de los intereses» de las masas, es
inmolar la hegemonía del partido revolucionario.

En consecuencia:

«La diferencia entre el destacamento de vanguardia y el resto de la masa de la


clase obrera, entre los afiliados al Partido y los sin partido, no puede
desaparecer mientras no desaparezcan las clases, mientras el proletariado vea
engrosar sus filas con elementos procedentes de otras clases, mientras la clase
obrera, en su conjunto, no pueda elevarse hasta el nivel de destacamento de
vanguardia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los fundamentos del
leninismo, 1924)

He ahí porque las «heterodoxas» recetas del PCE (m-l) de Chivite no son sino
las recomendaciones «ortodoxas» de los renegados de todas las épocas, que se
convirtieron en antimarxistas.

Incluso se pueden ver entre sus tesis conatos de las teorías posmodernas tan
famosas durante los 80 y 90 en torno al concepto de clase obrera, ideas que

477
precisamente estaban destinados a poner en tela de juicio el partido de clase
obrera, queriendo en cambio establecerse un:

«El concepto de partido de vanguardia de la clase obrera, ha servido como un


epíteto autocomplaciente que nos ha impedido realizar un análisis serio de las
transformaciones y cambios que se están produciendo en la estructura social,
afectando particularmente a la composición de la clase obrera. Esto nos ha
llevado a la idealización de una clase obrera, que en buena medida sólo estaba
en nuestras mentes». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Es decir, bajo «la excusa de los cambios producidos» se apela a cambiar de


concepto de partido proletario de vanguardia y su estrategia al actuar, todo,
debido a la presunta inexistencia, baja existencia o pretendida
«transformación» del proletariado, que lejos de argumentarse se especula con
formulaciones abstractas y subjetivas en el mejor de los casos. Nótese que no
hay diferencia entre esas tesis y las que desarrollaron luego los dirigentes
posmodernos de Podemos. Véase la obra: «Las luchas de fracciones en Podemos
y su pose ante las masas» de 2017.

Al igual que los grupos socialdemócratas de la actualidad, el PCE (m-l) ponía su


énfasis en los movimientos sociales. Guillermo Pérez en su artículo «Las
organizaciones sociales y el nuevo proyecto reovlucionario», nos decía:

«Un nuevo proyecto revolucionario necesita de ambos niveles, el nivel


marxista, comunista, político global de los partidos transformadores, pero
también transformador y revolucionario de las organizaciones sociales. (...)
Forman un imprescindible entramado social, un nivel elemental de
participación y concienciación. (...) De la misma manera que hemos afirmado
que desde la particalidad es impensable que pueda surgir ningún proyecto
globalizador, también hay que afirmar que es imposible el surgimiento de este
proyecto sin que éste recoja los planteamientos, la colaboración y la
participación en el mismo de la vanguardia de estas organizaciones sociales.
(...) Es necesario complementar ambos campos, evitando los intentos de
hegemonizar o de manipular». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

He aquí como se iguala a la vanguardia del proletariado, el partido comunista,


con expresiones variopintas tanto en lo ideológico como social.

Hablando de estas nuevas expresiones, se creía que eran un gran vector


revolucionario, ¡incluso recomanda a los comunistas fijarse en las aportaciones
teorícas que realizaban!:

«Organizaciones más clásicas o históricas, donde podríamos situar


principalmente: movimiento vecinal, vivienda, condiciones de vida, derechos
humanos... caracterizadas en lo general por una pérdida de influencia,

478
capacidad organizativa e ideas, muy a remolque o condicionadas
negativamente por el triunfo del PSOE y la transición «democrática».
Pudiéndose afirmar que en ellas han ido ganando posiciones la
socialdemocracia y en algunos casos la propia derecha. De otro bloque,
organizaciones de nuevo cuño, en el que incluímos a las organizaciones de
tipo: ecologista, insumismos, antimili, objetores, pacificstas, solidaridad,
colectivos de inmigrantes y antiracistas. (...) Están haciendo algunas
aportaciones particales interesantes para el conjunto de la izquierda, para la
plasmación de un nuevo proyecto revolucionario. (...) Más jóvenes en cuanto a
la edad de sus miembros, con mucha más capacidad de mocivlización, con
ideas y planteamientos más rompedores. En ellas, la correlación de fuerzas en
cuanto a influencia se decanta hacia la izquierda revolucionaria, no tanto en el
sentido militante sino en cuanto a posicionamientos políticos (...) En un punto
importante habría que ubicar al movimiento feminista». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso,
1991-1992)

Analicemos este texto que es la médula espinal del oportunismo durante estas
décadas. Primero. Se planteaba fijar la atención en lo que hoy se ha venido a
calificar «luchas identitarias» y «luchas parciales» de estos colectivos, pero «sin
tratar de hegemonizar nada» por miedo a asustar a las masas. Segundo. Había
una radiografía totalmente irreal, mientras se calibraba correctamente a algunos
movimientos sociales como «tomados por la socialdemocracia e incluso la
derecha», ocultaban que lo mismo ocurría en las corrientes y «nuevos
colectivos» como los feministas. Tercero. Era imposible que estos grupos
llevasen un eficiente «trabajo de concienciación de las masas» debido
al idealismo ramplante de sus líderes, que traían a colación soluciones desde
utópicas hasta reaccionarias, pero inexplicablemente se negaban a poner en la
picota a los famosos cabecillasde estos colectivos, que eran los elementos
atrasados o corruptos que impedían un verdadero pensamiento y acción
revolucionaria en estos movimientos sociales. Cuarto. Se creía que los
comunistas debían empapatarse de las teorías y métodos de estos grupos, sin
darse cuenta que estos no reproduccían ninguna fórmula original, sino el
primitivismo organizativo e ideológico.

¿No es precisamente el hecho de que estas organizaciones sociales sean siempre


hegemonizadas por los grupos revisionistas lo que los convierten en otro foco de
frustración y derrotas para los elementos honestos? ¿Cómo entonces buscar
plegarse ante tal influencia o ir con planteamientos timoratos y conciliadores?
Esto es algo que solo puede plantearse un necio, un loco o un oportunista.

El autor de este artículo debería hoy echar un ojo a los grupos feministas,
ecologistas, antiracistas y antifascistas de la actualidad, observar a qué dedican
el tiempo en sus reuniones formalistas, cómo enfocan los problemas que
plantean, ver de cerca su desorganización, su trivial activismo totalmente
inofensivo para la burguesía, la forma en que, en resumidas cuentas, no hacen

479
sino reproducir la ideología pseudorevolucionaria, las formas más atrasadas y
pusilánimes del revisionismo patrio. No eran ni son «rompedores», no se
decantaban ni lo hacen hoy por una «izquierda revolucionaria», sino que
pivotan en torno a los pecados de los principales grupos reformistas y
anarquistas.

Con ver esto el lector puede darse cuenta de lo equivocado que estaba la
dirección del PCE (m-l). ¿Quién precisamente había desarrollado tal tesis? La
escisión de 19181 que Chivite mismo había aceptado calificar
como «mencheviques sarnosos» de 1981. Véase el capítulo: «La importante
fracción de 1981 en el PCE (m-l)» de 2020.

Lenin subrayó siempre que la renuncia a la hegemonía solía ir de la mano del


reformismo, y esto a su vez de la liquidación del partido como organización de
clase independiente en lo ideológico y organizativo de la influencia burguesa:

«Las tareas del proletariado dimanan de esta situación de forma completa y


absolutamente definida. El proletariado –como la única clase revolucionaria
hasta el fin en la sociedad cantemporánea–, debe ser el dirigente, mantener la
hegemonía en la lucha de todo el pueblo por la revolución democrática
completa, en la lucha de todos los trabajadores y explotados contra los
opresores y explotadores. El proletariado es revolucionario sólo cuando tiene
conciencia de esta idea de la hegemonía y la realiza. El proletario que aclquirió
conciencia de esta tarea es un esclavo alzado contra la esclavitud. El
proletario, que no tiene conciencia de la idea de la hegemonía de su clase o que
reniega de esta idea, es un esclavo que no comprende la condición de esclavo
en que se encuentra; en el mejor de los casos, es un esclavo que lucha por,
mejorar su situación de tal, pero no por el derrocamiento de la esclavitud. De
aquí se deduce que la famosa fórmula de uno de los jóvenes líderes de nuestro
reformismo, el señor Levitski, de la revista Nassha Zariá, quien declaró que la
socialdemocracia rusa «no debe pretender a a hegemonía, sino a ser un
partido de clase», es una fórmula del más consecuente reformismo. Más aún,
es la fórmula de la apostasía completa. Afirmar: «no debe pretender a la
hegemonía, sino a ser un partido «de clase», significa pasarse al lado de la
burguesía, al lado de los liberales. (...) Pero la renuncia a la idea de la
hegemonía es la variedad más burda del reformismo en las filas de la
socialdemocracia rusa, por lo que no todos los liquidadores se deciden a
manifestar abiertamente sus ideas en forma tan determinada. Algunos de
ellos –como el señor Mártov– intentan incluso, burlándose de la verdad, negar
la ligazón que existe entre la renuncia a la hegemonía y el liquidacionismo».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El reformismo en el seno de la
socialdemocracia rusa, 1911)

Destapando finalmente los objetivos, este nuevo PCE (m-l) degenerado decía
que pretendía tomar partido en un proyecto que desarrollase un:

480
«Trabajo por la unidad de la izquierda como línea general para conquistar
una mayoría social que permita la toma y gestión del poder del Estado por
parte de los trabajadores y el pueblo y su democratización radical». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº
Congreso, 1991-1992)

Se borra aquí el concepto de revolución, el concepto de partido de vanguardia de


la clase obrera, el concepto de violencia revolucionaria, de dictadura del
proletariado, el propio rol de la clase obrera en dicha revolución. Esta frase
puede ser firmada por cualquier socialdemócrata de turno.

Los comunistas albanenses dirían de este tipo de concepciones clásicas de los


titoístas y togliattistas:

«Negar la necesidad de la dirección del partido comunista, a ejemplo de los


dirigentes del PCI y los revisionistas yugoslavos, significa dejar a la clase
obrera y a todos los trabajadores sin su estado mayor político, significa
dejarlos desorganizados y desarmados ante sus enemigos, esto se traduce en
alejarlos del socialismo y abandonarlos para siempre a la opresión y la
explotación capitalista, porque ni la victoria de la revolución socialista, ni la
dictadura del proletariado, ni la exitosa edificación del socialismo y del
comunismo pueden realizarse sin el partido marxista-leninista de la clase
obrera, sin su rol de organizador, movilizador, de dirigente y de guía. No hay
duda que en la lucha por la victoria del socialismo y el éxito de su edificación
también pueden participar otros partidos y otras organizaciones no
comunistas. Pero esto no es de ninguna manera una ley general de la marcha
hacia el socialismo, sino que se trata solamente de una particularidad nacional
e histórica de uno u otro país que se relaciona con diversas y concretas
circunstancias y que no niega lo que sí es una ley general e indispensable para
cada país –la dirección de un partido único, de un partido marxista-leninista
en el curso de la revolución y de la edificación del socialismo–. Esta ley ha sido
confirmada por la experiencia de muchos países socialista donde ha habido y
donde incluso existen ciertos otros partidos y organizaciones políticas». (Zëri i
Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del Partido
Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)

¿Acaso lo que aquí dicen los revolucionarios albaneses ha dejado de tener


vigencia? ¿La historia ha demostrado en todas estas décadas lo contrario?

7) Chivite y sus ilusiones hacia Podemos

Todo demostraba que Chivite atacaba frontalmente el legado del partido en los
últimos años, y demostraba que se había convertido en un ideólogo más de la
burguesía:

«Los ideólogos burgueses y revisionistas pretenden teorizar que ya no es


necesario un partido de vanguardia del proletariado. Nada más lejos de la

481
verdad objetiva. Precisamente en esta fase aguda de la lucha de clase bajo
nuevas formas, y de extrema crisis del conjunto del sistema imperialista
mundial, que amenaza a todos los pueblos del mundo con una nueva guerra
generalizada de perspectivas apocalípticas, la lucha por el derrocamiento de
esos crímenes capitalistas causantes de las crisis y de las guerras y por una
nueva sociedad socialista, es más urgente y actual que nunca». (Elena Ódena;
El partido de vanguardia y la lucha por el socialismo, 1985)

Con razón en años sucesivos los restos de ese PCE (m-l) que había degenerado,
en su disolución en 1992 esa militancia quedaría desorganizada y totalmente
desmoralizada, otros acorde a su «evolución ideológica» de los últimos
años pidieron el ingreso tanto en Izquierda Unida como ahora en Podemos.
Ahora IU está aliada electoralmente con Podemos desde 2016, aunque no
sabemos por cuánto tiempo. Ciertamente las tesis que en 1992 manejaba el
grupo de Chivite en el PCE (m-l) socialdemocratizado recuerdan en exceso a las
tesis actuales de los líderes de Podemos, una agrupación política liderada entre
otros en sus inicios por Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón o Pablo Iglesias,
propagandistas del «precariado» y otras teorías que también niegan la
existencia de la clase obrera, del proletariado como tal. Véase la obra: «Las
luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas» de 2017.

No por casualidad Chivite manifestó en 2015 su simpatía con esta nueva marca
socialdemócrata, como luego veremos.

Estas tesis han sido clásicas entre los ideólogos del existencialismo, de la
Escuela de Frankfurt, eurocomunistas, estructuralistas, posmodernos y demás
intelectualoides aburguesados, sean del signo que sean, y bajo las etiquetas con
las que quieran decorarse. Y como hemos expresado en otras ocasiones, la teoría
del precariado bebe directamente de otras teorías como la famosa Escuela de
Frankfurt, la cual:

«Niega al proletariado como clase ascendente de la historia, como clase que


debe hegemonizar la superación del capitalismo. Clamaban que a causa de los
medios masivos de información la alienación existente entre el proletariado en
los países de la «sociedad de consumo» era enorme, que se había aburguesado,
no pudiendo ser ya el sujeto determinante, transformador. Así algunos autores
finalizaron calificando a la intelectualidad o incluso al lumpemproletariado
como vanguardia [también al famoso e indefinido «precariado»], como capa
social que cumplirían las veces de «clase determinante o ascendente»
[revolucionaria], una completa aberración teórica por varias razones.

1) Gran parte de la intelectualidad en el capitalismo no puede sobrevivir sin


prestar servicio a disposición de quién le paga: la burguesía; además la
intelectualidad es una capa social que procede de varias clases sociales, gran
parte de ella sale de las capas acomodadas, sus miembros están muy alejados

482
del peso del tipo de trabajo físico, por lo que corre el riesgo de alejarse del
proletariado sino asimila su teoría y mantiene lazos cercanos con él.

2) El lumpen por lo general es un elemento oportunista carente de todo


principio ideológico y moral, es el esquirol y matón por excelencia, sobrevive
gracias a cumplir los servicios de la burguesía, reúne en él los peores vicios de
la sociedad burguesa, de hecho esta última se vale de su modo de pensar y
actuar para hacer degenerar a los trabajadores, en especial a los jóvenes,
propagando la cultura lumpen en los medios de comunicación como modelo a
seguir para desactivar el movimiento proletario revolucionario.

3) La clase obrera es la única clase que por su lugar en la producción asegura


su reproducción conforme el capitalismo se expande, no se produce su
descomposición como ocurre con otras capas como la pequeña burguesía, su
carencia de cualquier medio de producción y su concentración en zonas de
trabajo hace proclive a su agrupamiento y solidaridad entre sus miembros, el
rol que ocupa en la producción le da una posición decisiva, suponiendo el
mayor peligro para la burguesía en caso de que decida levantarse, la
condición de desposeída de toda propiedad hace que a diferencia de otras
viejas clases de la historia que pugnaban por el poder, la clase obrera no
necesita tomar el poder para asegurar su poder y propiedad, sino para liberar
al ser humano de la explotación del hombre por el hombre, eso sumado a que
es la única clase social que cuenta con una doctrina científica como es el
marxismo-leninismo, hace que la clase obrera sea la clase de vanguardia para
destruir al capitalismo sin discusión.

4) La alienación no es un fenómeno exclusivo de la sociedad capitalista, ya


estaba presente en el feudalismo y en otros sistemas, solo que los medios por
los que ejercer esta alienación son diferentes, la clase obrera puede repeler esta
alienación si se agrupa, difunde su doctrina, analiza y expone las causas de los
problemas candentes y les propone dar solución por la vía revolucionaria.

Pese al bajo nivel de concienciación política en muchos lugares, a la burguesía


le es muy difícil camuflar las contradicciones existentes en la sociedad de
clases: un proletario sabe distinguir que él está desposeído de los medios de
producción y que un burgués los posee.

a) Sabe de sobra que en caso de perder su puesto de trabajo depende de que


otro burgués le requiera para poder trabajar, que ni siquiera con una
formación laboral adecuada o una larga experiencia tiene garantizado el
derecho al trabajo.

b) Es consciente que en las profesiones no se cobra acorde a su importancia,


que él por ejemplo cobra un salario ridículo para el tiempo que trabaja y el
esfuerzo que dedica y que otro de otra rama o incluso un superior cobra el
triple.

483
c) Conoce de sobra que si comete una infracción la justicia no será la misma
que para alguien adinerado.

d) Se da cuenta perfectamente que los políticos que están en el poder y se


postulan para entrar en él, no son de su misma clase social.

e) La experiencia le dice que las crisis no las pagan los ricos ni siquiera cuando
la han provocado por especulaciones y corruptelas manifiestas, que siempre
terminan siendo pagadas por los trabajadores, etc.

Todo esto arrastra espontáneamente quiérase o no al proletariado hacia la


lucha de clases, y los que toman concienciación, hacia inclinaciones
anticapitalistas.

Otra cosa muy diferente es que a falta de un factor subjetivo como es la


organización del proletariado y el estudio de su doctrina marxista-leninista y
bajo la presión ideológica constante de la burguesía y sus agentes, no lleguen a
buen puerto y el proletariado se desvíe.

Por todo esto, la llamada Escuela de Frankfurt tuvo una influencia brutal en
los movimientos de mayo de 68, en la propia conformación del hippismo, del
eurocomunismo y del postmodernismo. La «Escuela de Frankfurt» ha hecho
las veces de «quinta columna» dentro del marxismo». (Equipo de Bitácora (M-
L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Queda por tanto que sobre todo en momentos de crisis capitalista, todas las
teorías que niegan de una u otra formas las conclusiones fundamentales del
marxismo en torno a la clase obrera, se chocan de bruces contra la realidad
material, incluido en el concepto de partido que ella debe adoptar.

En 2015, ante la irrupción de Podemos, Manuel Chivite, con su habitual


verborrea, escribía lo siguiente validando el proyecto:

«Se espera mucho de Podemos.

Mucha gente, millones, espera mucho de Podemos. Ahora bien: ¿espera mucho
de Podemos o espera mucho de sus dirigentes a uno u otro nivel? Porque si en
verdad podemos, los dirigentes son algo, quizás importante, pero siempre
circunstancial; y si realmente podemos es porque poder –poder cambiar,
poder mejorar– está en nuestras manos y no en las de un grupo mejor o peor
de dirigentes.

Y si en verdad no podemos, entonces limitémonos a votar como el niño que


escribe a los Reyes Magos, y a esperar que nos llenen los zapatos con regalos
que nos merecemos –así lo creemos– porque hemos sido buenos. Entonces, no
podemos tanto.

484
Creo, como muchos, que podemos y que tal afirmación significa ante todo
ejercer ese poder que tenemos y el voto, en todo caso, no es más que el
principio de un largo y desde luego, atención, difícil camino. Como decía
aquel: la lucha empieza al día siguiente. No habrá zapatos con regalos de los
Reyes». (Manuel Blanco Chivite; PODEMOS. ¿Podemos?, 2015)

¿De dónde nacieron estas equivocadas ilusiones con Podemos? ¿Era garantía de
algo para las clases trabajadoras? Solo un necio apolítico, un trabajador con bajo
nivel de formación o un veterano oportunista pudieron pensarlo así. En su caso
ya sabemos que esto último:

«Pese a lo que digan los ilusos, Podemos no puede servir para proponer o
hacer nada que no se haya visto en otros partidos de corte reformista con sus
sonados fracasos [véase lo que ocurrió con sus aliados internacionales de
Syriza en el gobierno durante 2015-2019 y la justificación de Podemos a las
traiciones hacia el pueblo griego], sus propuestas no se salen de los límites del
sistema actual, pero es que ni siquiera cumplirán los aspectos más
progresistas de su programa, y ni mucho menos harán otras cosas que sus
seguidores fantasean [y que sus líderes ni quiera oír hablar de ello]. Pongamos
unos breves ejemplos de estas ilusiones. Hay quienes dicen que Podemos es un
«frente de varias organizaciones y corrientes de izquierda», serviría para
«poner freno a los grandes monopolios», que «podría sacarnos de la OTAN»
[cuestión que Podemos ya no cuestiona], que «podría proponer sobre la mesa
una lucha contra la monárquica corrupta» [algo que Podemos también ha
olvidado], que «acercaría a los obreros al comunismo» [ahora se reconocen
abiertamente como socialdemócratas]. Esta gente en efecto no conoce ni ha
estudiado las obras del comunismo, ni la propia historia del movimiento
obrero de su país. Uno de los requisitos básicos para que triunfe un frente
anticapitalista, es la existencia de un partido comunista, que si bien puede que
no sea vanguardia al inicio, intentará ganarse tal posición por su línea
política ante las masas trabajadoras, precisamente apoyándose en los obreros
cansados de las bonitas palabras de los reformistas, y de la incapacidad de su
dirigencia reformista de romper la colaboración de clase con la burguesía y su
sistema, que no los libra de la explotación. Delegar en manos de reformistas y
organizaciones de este tipo cuestiones como poner freno a los grandes
monopolios y salirse de la OTAN... es un verdadero acto de fe sin respaldo en
la historia. Ahí tenemos la actuación del PSOE de González con la OTAN. Lo
mismo cabe decir de las promesas del PCE de Carrillo-Ibárruri de luchar
contra la monarquía. ¿Tanto tiempo han pasado de estas traiciones para que
la gente se deje engañar de nuevo? Más bien habría que decir que se ha
hablado muy poco de ellas. Por último, ¿quién va a «enseñar» marxismo al
obrero, el partido de Pablo Iglesias que alaba el trotskismo y el «socialismo del
siglo XXI» mientras ataca frontalmente el «dogmatismo de Lenin y Stalin»?
¿Una agrupación que rechaza el centralismo democrático en favor del
fraccionalismo y el eclecticismo ideológico? Una organización así no solo no va

485
al socialismo, no va con seguridad ni a la vuelta de la esquina. Sigan
soñando». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al artículo: «Podemos» irrumpe
con fuerza en el panorama español, 2014)

Precisamente, en esas fechas en que Chivite creía en Podemos, la formación ya


se había desenmascarado ella sola ante las masas. A partir de entonces en cada
elección general y municipal iba cuesta abajo, perdiendo votos y escaños a un
ritmo vertiginoso que no ha cesado hoy. Toda su meteórica derechización en lo
que ya era un partido socialdemócrata lo hemos ido retransmitiendo estos años.
El lector puede comprobar todo esto en el extenso artículo que sigue a
continuación. ¿Pero qué era Podemos como partido para que Chivite confiase en
él?:

«¿Pero se puede hablar de una ideología clara en Podemos? Es evidente que


no. De hecho, tal característica es una resultante de la forma en que se
conformó la organización en 2014. Y es que Podemos nace de la convergencia
de varios factores, esencialmente los voluntaristas-anarquistas del
«movimiento 15M» y los trotskistas de la «izquierda altermundista», pero el
impulso definitivo lo recibe de «intelectuales burgueses progresistas» de la
Universidad Complutense con la complicidad como decimos del partido
trotskizante de la Izquierda Anticapitalista (IA). A partir de ahí diversos
grupúsculos se han ido agregando a Podemos sumándose al proyecto
revisionista. En cuanto al líder de Podemos, Pablo Iglesias, este se ha sentido
siempre identificado con el «socialismo del siglo XXI» tanto de Chávez en
Venezuela y Evo Morales en Bolivia, y en general con los viejos partidos
herederos del eurocomunismo que forman parte en Europa del Partido de la
Izquierda Europea (PIE); pero en sus planteamientos políticos no es difícil
identificar desde posturas que lo aproximan a neoliberal Fukuyama, al
pseudorevolucionario y antimarxistaleninista Negri, hasta ver en lo
económico que sus recetas se mueven entre Keynes y Hayek. No obstante, por
influencia de los revisionistas del «socialismo del siglo XXI» el líder de
Podemos en ocasiones, sobre todo en un inicio, se reivindicaba marxista o de
herencia marxista sin dejar de identificarse con todo tipo de fauna
antimarxista, tiempo después declaraba a su organización fuera del debate
ideológico izquierda-derecha buscando la «centralidad y neutralidad en el
tablero político-ideológico»; para que luego en la actualidad, y desde hace
corto tiempo, Pablo Iglesias se autodenomine socialdemócrata. Como se ve no
hay un hilo conductor fijo en la cuestión ideológica, varía según las
circunstancias. Lo que es claro es que las propuestas políticas de Podemos se
pueden comparar tanto con las del infame PSOE de los 80, como con las de su
amigo Alexis Tsipras y el desastroso «socialismo del siglo XXI» griego».
(Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose
ante las masas, 2017)

486
El reciente apoyo de Chivite a Podemos solo confirma que ha sido y es un
agente, no sabemos si pagado o gratuito, de la socialdemocracia en el
movimiento obrero y comunista durante las últimas décadas.

Pero como sabemos... «Roma no paga a traidores». El acercamiento de Chivite


hacia la nueva formación terminó cuando Podemos por «cuestiones de
marketing» rehusó compartir mesa con su nuevo adulador:

«El antiguo militante del PCE (m-l) y el FRAP fue invitado a intervenir por los
organizadores del maratón de cine para hablar de la película sobre Puig
Antich, condenado a garrote vil y finalmente fusilado en 1974 junto con el
joven polaco Heinz Chez, que nada tenía que ver con el Movimiento Ibérico de
Liberación (MIL) ni con el atentado contra un policía del que se acusó a
Antich. Blanco Chivite iba a intervenir como miembro de La Comuna,
asociación represaliados de la última etapa del franquismo. «Pero a las
veinticuatro horas de decir que allí estaríamos y que iba a hablar yo, me
llamaron del grupo de prensa de Podemos para comunicarme que era mejor
que no estuviera en la mesa redonda porque tenían miedo de que
determinados medios de comunicación destacasen que Pablo Iglesias se
sentaba con un antiguo miembro del FRAP». Un portavoz autorizado de
Podemos confirmó este extremo diciendo que no había sido un veto sino «una
indicación» para no dar bazas a los enemigos políticos». (Cuartopoder;
Blanco Chivite: «Quiero que Podemos discuta por qué me ha vetado», 2017)

Que ante tal desplante Chivite aceptase sin más esta falta de respeto hacia los
antifranquistas, que no haya hecho desde entonces una crítica ideológica hacia
la formación, denota hasta qué punto está domesticado, hasta que punto ha
perdido hasta el amor propio.

***

¿Qué podemos extraer como lección de la carrera política de Chivite?

El hecho de que una figura como él militase en una vieja organización marxista-
leninista como el PCE (m-l), que haya sido un antifascista encarcelado y juzgado
por el franquismo o, que en los últimos años se haya dedicado a colaborar en
asociaciones que reclaman justicia en una causa tan lícita como la justicia y
reparación para las víctimas del franquismo –eso sí… desde puntos de vista
totalmente despolitizadas de un pensamiento marxista–, no cambia un ápice –
ni debería cambiar para el lector– la opinión que nos merece el que a todas luces
es un traidor como ha demostrado la historia, de igual forma que lo fue y lo es
su ex camarada Raúl Marco. Y es que a los traidores no les salva su bagaje

487
político pasado o el participar de algunas causas honorificas antifranquistas
«light», sino que lo respalda absolutamente toda su trayectoria, su posterior
evolución y su trabajo presente por la causa marxista-leninista, y si en esto falla
–como claramente es el caso–, hay que decirlo, pues Chivite y similares ya
tendrán a sus palmeros para aplaudir a estas figuras como «venerados y
veteranos camaradas». Nosotros en cambio, preferimos señalar –siempre con
las pruebas en la mano– a los traidores de la causa y recordar como se merecen
a las figuras famosas que –pese a sus errores– murieron con las botas puestas
sin traicionar las bases, o a los militantes, colaboradores y simpatizantes no tan
conocidos que acabaron de igual forma o que siguen al pie del cañón. Dejemos
que los oportunistas recuerden y alaben a los viejos dinosaurios del
revisionismo, nosotros tenemos nuestros propios héroes, y a diferencia de los
suyos, no están construido en base a una historia ficticia de cara a la galería.

El «socialismo de mercado» como receta económica

Como vimos en el capítulo: «La rehabilitación de corrientes y elementos


revisionistas superados: el castrismo y el tercermundismo». El apoyo directo o
indirecto que los líderes del Partido Comunista de España (marxista-leninista)
como Raúl Marco, Pablo Mayoral y Manuel Chivite daban a regímenes
revisionistas como Cuba desde los 80, ya evidenciaba la degeneración ideológica
que manifestaban. Significaba que los líderes supervivientes en la dirección eran
oportunistas emboscados que esperaban el momento propicio para reconciliarse
con lo que el partido combatía, o que simplemente se habían convertido en
renegados, pues conocían sobradamente los lineamientos básicos de política y
economía como para saber que estaban rehabilitando; y es que caer en el
tercermundismo es ir al revisionismo de cabeza. Por otro lado, significaba que
los nuevos cuadros que habían ascendido a la dirección no habían sido
instruidos debidamente sobre conceptos básicos como «socialismo», «soberanía
económica» o «antiimperialismo», por eso aceptaron de buen grado el bandazo
de la dirección al promocionar a estos oportunistas internacionales como Fidel
Castro.

Rehabilitar al castrismo, era también rehabilitar una corriente que seguía los
lineamientos del mundo económico revisionista de la época como el «socialismo
de mercado soviético», el «socialismo de mercado húngaro» o el «socialismo de
mercado yugoslavo»… aceptando sus tesis como válidas. ¿Pero qué eran estos
modelos en la praxis?:

«Por consiguiente en la Unión Soviética socialimperialista, en China, en


Yugoslavia y en otros lugares actúan con fuerza las leyes, las categorías y los
fenómenos socio-económicos clásicos de la producción capitalista. En lugar de
la planificación centralizada, del trabajo y de la producción a escala de toda la
sociedad, el centralismo burocrático de tipo monopolista combinado al
liberalismo económico en la base, la descentralización, el desarrollo cíclico, la
competencia, el libre juego de precios bajo la ley del valor actúan en estos
países. (...) Este «modelo» tiene como trato fundamental la descentralización
continua de la economía, la gestión capitalista según los imperativos del

488
mercado y la entera independencia de las empresas, las cuales tienen como
objetivo aumentar cueste lo que cueste y por todos los medios los beneficios de
la burguesía. Aquí, las empresas son animadas a competir con vistas a
asegurarse el máximo provecho, según el mecanismo de la ley de la oferta y la
demanda y el libre juego de precios sobre el mercado. (...) Lejos de satisfacer
las necesidades de los trabajadores, la ganancia es la única fuerza motriz en la
producción de los países revisionistas. La búsqueda del beneficio es
omnipotente. Todo funciona, es dirigido y se establece sobre una base
comercial. (...) La adopción y aplicación de los conceptos teóricos revisionistas
antimarxistas del socialismo de mercado en la Unión Soviética, China,
Yugoslavia, Polonia o Hungría, representa actualmente, igual que en otros
países capitalistas, un grupo de empresas capitalistas aisladas, cada una con
una libertad total de acción. Cada una de ellas decide por sí misma el volumen
y la estructura de la producción, tienen derecho de comprar y vender
libremente no sólo en el mercado interno, sino también en el mercado
internacional capitalista, los medios de producción, materias primas y los
productos que necesite y fijan libremente los precios teniendo en cuenta la
coyuntura del mercado, de la oferta y la demanda». (Priamo Bollano; Crítica
a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las
relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1986)

Como sabemos, el líder cubano llegó a vanagloriarse en su discurso del 10 de


octubre de 1991 de haberse anticipado al carácter de las reformas del
revisionismo soviético de Gorbachov, reformas conocidas bajo el nombre de
Perestroika, mientras reconocía haber copiado mecánicamente las instrucciones
de la URSS en años precedentes. Desde entonces los cubanos han intentado
presentarse al mundo como los creadores de un modelo alternativo, aunque
sigan copiando a los revisionismos añejos. En la actualidad, sabemos de sobra a
dónde ha llevado a Cuba el modelo heterodoxo del castrismo-guevarismo en
economía al alejarse de la ortodoxia del marxismo:

«Es bastante gracioso el conocido cliché que sueltan los procubanos al afirmar
con desdén, «Pero la URSS de Stalin y la Albania de Hoxha cayeron a su
muerte, hoy en cambio sobrevive Cuba». Pero hay que decirles bien alto:
¿sobrevive el qué en Cuba? ¿Qué modelo socio-económico? Que nosotros
sepamos el modelo del turismo de lujo, el aumento del «cuentapropismo», el
absentismo laboral, la evidente diferenciación de clases cada vez más
abultada, los niveles de deuda astronómicos, los problemas en la
balanza comercial y la baja productividad, no es sinónimo de socialismo,
antiimperialismo, ni de progreso. ¿Acaso ha existido alguna vez un partido
comunista real en Cuba que pueda revertir este proceso? No, desde décadas ha
gobernado un partido, mezcla artificial de liberales, jruschovistas,
socialdemócratas y ahora allí anidan hasta trotskistas abiertos. ¿Acaso las
leyes de producción socialistas han imperado en Cuba alguna vez? No,
precisamente se basaron en el modelo económico que recomendaron los
sepultureros del legado de Lenin y Stalin que habían llevado a la URSS a la
restauración del capitalismo, al socialimperialismo y a la progresiva
dependencia del imperialismo, y los líderes cubanos aceptaron su rol en este
engranaje. ¿De qué sirve mantener un régimen así para «sobrevivir»? ¿Para
mantener una simbología que contente a los sentimentales? No sirve de nada
si el país se convierte en el siglo XXI en un paraíso para las multinacionales

489
extranjeras y un infierno para los trabajadores, que no tienen perspectiva de
mejora. ¿No ha demostrado la historia ya sobradamente que Cuba nunca ha
desarrollado una independencia económica? En efecto, desde su enrolamiento
en la división internacional del trabajo –que por tanto la esclaviza al atraso y
la dependencia– Cuba ha padecido y padecerá estos defectos incurables,
porque así es la lógica de los países capitalistas neocolonizados». (Equipo de
Bitácora (M-L); Reflexiones sobre el VIIº Congreso del Partido «Comunista»
de Cuba y su línea económica, 2016)

Pero pese a los desastrosos resultados, los revisionistas no han cejado de seguir
apoyando al modelo cubano como ejemplo, ni en el caso de los Marco-Chivite se
arrepienten de haberlo rehabilitado y cambiar la antigua línea del PCE (m-l).

En esta cuestión, es clave distinguir las dos visiones, la visión del socialismo de
los marxistas, y la de los revisionistas y eclécticos de todo tipo:

«Entre los revisionistas el criterio del socialismo es en los índices tales como:

1° La base –absoluta o relativa– del número de pobres, sin tener en cuenta ni


la existencia de una clase social burguesa, ni la posición internacional del
país.

2° El aumento de la producción en las diferentes ramas de la economía.

3° La existencia de subvenciones sociales en la educación, sanidad, etc.

Pero estos índices revelan una concepción idealista y agnóstica del socialismo,
ya que no toca directamente los análisis de clase en lo nacional e internacional,
ni se recurre a un análisis sobre las relaciones de producción. Estos índices,
tomados aisladamente también pueden ser parte de las relaciones de
producción burguesas. Entre los revisionistas, sólo describen de manera muy
parcelaria y superficial –en el mejor de los casos– una realidad económica y
social, mientras que los índices objetivos, ellos, permiten apreciar la realidad
económica y social a partir de sus fundamentos objetivos y en su carácter
global. Los índices en los que se fijan los revisionistas se focalizan en las
apariencias o en los detalles, olvidando lo esencial y reproduciendo las
estadísticas burguesas en su forma bruta y sin la menor crítica. ¡La piedra de
toque entre la compresión del materialismo dialéctico no está constituida por
estos índices ni siquiera en el reconocimiento de la existencia de la lucha de
clases, sino por su base material económica!

Esto demuestra su agnosticismo y su idealismo cuanto tratan la cuestión de la


construcción del socialismo. Estos diseños conducen a la negación de las leyes
universales del marxismo-leninismo y a la sustitución por unos puntos de vista
antimaterialistas que durante medio siglo de dominación revisionista
internacional, promovieron y reforzaron desde los revisionistas en los ex
países socialistas, los revolucionarios democrático-burgueses y hasta los
nacionalistas burgueses que procuraron vestirse de ropajes socialistas y
marxistas:

490
«La negación de estas leyes conduce al revisionismo. Especulando con los
cambios que se operan en el mundo y con las condiciones nacionales
específicas, los revisionistas han sustituido las verdades universales del
marxismo-leninismo por sus tesis y conclusiones antimarxistas y
contrarrevolucionarias». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del
Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

Es pues con una gran perspicacia que los marxistas-leninistas albaneses


observaban el hecho de que:

«El agnosticismo devino en una de las formas fundamentales de las diversas


corrientes y subcorrientes de la filosofía burguesa contemporánea. Su fin es
crear duda sobre la posibilidad de conocer las leyes de la naturaleza y de la
sociedad, de utilizarlas en la práctica con vistas a transformar el mundo».
(Kristaq Angjeli y Artan Fuga; La filosofía idealista contemporánea, arma
ideológica en manos de la reacción imperialista, 1986)

Los índices objetivos –es decir, basados en la concepción materialista– de una


sociedad y una economía socialista son:

1° La ausencia de clases explotadoras y el poder de dictadura del proletariado


que asegura la centralización de la economía alrededor de un plan de
desarrollo a largo plazo así como una norma de acumulación elevada.

2 ° Un comercio exterior del que la estructura excluye la inclusión a la división


internacional del trabajo, bajo pena de dar rienda suelta a las leyes de la
producción de mercancías sobre el mercado interior

3 ° El crecimiento prioritario de la industria de producción de los medios de


producción con vistas a la reproducción ampliada más rápida del producto
social.

4 ° La parte preponderante de los trabajadores del sector productivo con


relación al total de los trabajadores así como la ausencia de paro estructural.

5 ° La reproducción ampliada de la mano de obra, la participación creciente


de las mujeres a la producción, ilustrando el grado de emancipación
económica, política y social de los trabajadores.

Esta lista obviamente no es exhaustiva, pero marca de forma indiscutible una


diferencia entre los índices propuestos por los revisionistas para evaluar una
sociedad y economía socialista». (Vincent Gouysse; Imperialismo y
antiimperialismo, 2007)

La dirección del PCE (m-l) había avalado toda una serie de reformas económicas
en la Albania de Ramiz Alia que se llevaron a cabo desde 1986 a 1991. Incluso
con la aparición de teorías y prácticas abiertamente revisionistas desde 1990, el
PCE (m-l) lejos de rechazarlas, reprodujo sus ideas en «Vanguardia Obrera»
como vimos en el capítulo referido a la cuestión albanesa.

491
Pero cuando Chivite logró alzarse dentro de la dirección del PCE (m-l) en 1991,
dio un giro todavía más derechista, apostando ya por una abierta economía de
mercado con tintes socialdemócratas:

«Sólo una planificación socioeconómica democrática con las debidas


previsiones tecnológicas y de mercado podría evitar pérdida masiva de
puestos de trabajo y permitir la readecuación de los trabajadores y creación
de nuevas empresas en función de las necesidades de la sociedad y de la
demanda de los consumidores». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Se volteaba la línea económica aquí hacia esquemas keynesianos, típica de los


países gobernados por partidos socialdemócratas en Europa.

Actualmente este tipo de planteamientos son defendidos por grupos como


Podemos. Véase la obra de Rafael Martínez: «Keynesianismo en el programa
económico de Podemos» de 2015.

Hay que entender para empezar, como opera las leyes fundamentales del
capitalismo y las leyes fundamentales del socialismo.

En los países capitalistas:

«Lo que más cerca está del concepto ley económica fundamental del
capitalismo es la ley de la plusvalía, ley del nacimiento y del incremento del
beneficio capitalista. Esa ley predetermina, efectivamente, los rasgos
principales de la producción capitalista. Pero la ley de la plusvalía es
demasiado general, y no toca los problemas de la norma superior de beneficio
cuyo aseguramiento es condición del desarrollo del capitalismo monopolista.
Para llenar esta laguna hay que concretar la ley de la plusvalía y desarrollarla
de acuerdo con las condiciones del capitalismo monopolista, teniendo en
cuenta que el capitalismo monopolista no exige cualquier beneficio, sino el
beneficio máximo. Esa, precisamente, será la ley económica fundamental del
capitalismo moderno.

Los rasgos principales y las exigencias de la ley económica fundamental del


capitalismo moderno podrían formularse, aproximadamente, como sigue:
asegurar el máximo beneficio capitalista, mediante la explotación, la ruina y
la depauperación de la mayoría de los habitantes del país dado, mediante el
avasallamiento y el saqueo sistemático de los pueblos de otros países,
principalmente de los países atrasados, y, por último, mediante las guerras y
la militarización de la economía nacional, a las que se recurre para asegurar
el máximo de beneficio.

Se dice que el beneficio medio podría considerarse, sin embargo, por completo
suficiente para el desarrollo capitalista en las condiciones actuales. Eso no es
cierto. El beneficio medio es el nivel inferior de la rentabilidad, por debajo del
cual la producción capitalista es imposible. Pero, sería ridículo suponer que los
gerifaltes del capitalismo monopolista moderno tratan únicamente, al ocupar
las colonias, esclavizar a los pueblos y gestar guerras, de asegurarse
meramente el beneficio medio. No, no es el beneficio medio ni son los

492
superbeneficios, que únicamente representan, como regla, cierta superación
del beneficio medio, sino el beneficio máximo, concretamente, el motor del
capitalismo monopolista. Precisamente la necesidad de obtener beneficios
máximos empuja al capitalismo monopolista a dar pasos tan arriesgados
como el sojuzgamiento y el saqueo sistemático de las colonias y de otros países
atrasados, la conversión de países independientes en países dependientes, la
organización de nuevas guerras –que son para los gerifaltes del capitalismo
moderno el mejor «business» para obtener beneficios máximos– y, por último,
los intentos de conquistar la dominación económica del mundo». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo
en la Unión Soviética, 1952)

En los países socialistas en cambio:

«¿Existe una ley económica fundamental del socialismo? Sí, existe. ¿En qué
consisten los rasgos esenciales y las exigencias de esta ley? Los rasgos
esenciales y las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo
podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar la máxima
satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso,
de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento
ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más
elevada.

Por consiguiente, en vez de asegurar los beneficios máximos, asegurar la


máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la sociedad;
en vez de desarrollar la producción con intermitencias del ascenso a la crisis y
de la crisis al ascenso, desarrollar ininterrumpidamente la producción; en vez
de intermitencias periódicas en el desarrollo de la técnica, acompañadas de la
destrucción de las fuerzas productivas de la sociedad, el perfeccionamiento
ininterrumpido de la producción sobre la base de la técnica más elevada.

Se dice que la ley económica fundamental del socialismo es la ley del desarrollo
armónico, proporcional, de la economía nacional. Eso no es cierto. El
desarrollo armónico de la economía nacional y, por tanto, la planificación de
la misma, que es un reflejo más o menos fiel de esta ley, de por sí no dan nada,
si no se sabe en nombre de qué tarea se desarrolla planificadamente la
economía nacional, o si esa tarea no se tiene clara. La ley del desarrollo
armónico de la economía sólo puede dar el resultado debido cuando existe una
tarea en nombre de la cual se desarrolla planificadamente la economía
nacional. Esa tarea no puede ofrecerla la propia ley del desarrollo armónico
de la economía nacional. Y menos aún puede hacerlo la planificación de la
economía nacional. Esa tarea se encierra en la ley económica fundamental del
socialismo, bajo la forma de sus exigencias arriba expuestas. Por eso la acción
de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional únicamente puede
tener vía libre en el caso de que se apoye en la ley económica fundamental del
socialismo.

En cuanto a la planificación de la economía nacional, ésta sólo puede obtener


buenos resultados si observa dos condiciones: a) si refleja acertadamente las
exigencias de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional; b) si está
de acuerdo en todo con las exigencias de la ley económica fundamental del

493
socialismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas
económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

Debido al influjo del revisionismo, también ha habido una confusión sobre la ley
del valor y su desenvolvimiento en el socialismo. Sin entender cómo opera la ley
del valor en el socialismo, es imposible tener una noción diferente a la de los
simples economistas burgueses:

«¿No será la ley del valor la ley económica fundamental del capitalismo? No.
La ley del valor es, ante todo, una ley de la producción mercantil. Existió antes
del capitalismo y sigue existiendo, lo mismo que la producción mercantil,
después del derrocamiento del capitalismo, como ocurre, por ejemplo, en
nuestro país, si bien es cierto que con una esfera de acción limitada.
Naturalmente, la ley del valor, que tiene una amplia esfera de acción en el
capitalismo, desempeña un gran papel en el desarrollo de la producción
capitalista pero no sólo no determina la esencia de la producción capitalista ni
los fundamentos del beneficio capitalista, sino que ni siquiera plantea esos
problemas. Por eso, no puede ser la ley económica fundamental del
capitalismo moderno. (…) Se dice que la ley del valor es una ley constante,
obligatoria para todos los períodos del desarrollo histórico, y que, si pierde su
fuerza como regulador de las relaciones de cambio en el período de la segunda
fase de la sociedad comunista, conservará en esa fase de desarrollo su fuerza
como regulador de las relaciones entre las distintas ramas de la producción,
como regulador de la distribución del trabajo entre las ramas de la
producción. Eso es completamente equivocado. El valor, lo mismo que la ley
del valor, es una categoría histórica vinculada a la existencia de la producción
mercantil. Cuando la producción mercantil desaparezca, desaparecerán
también el valor, en todas sus formas, y la ley del valor. En la segunda fase de
la sociedad comunista, la cantidad de trabajo invertido en la producción de
productos no se medirá indirectamente, a través del valor y de sus formas,
como ocurre en la producción mercantil, sino de manera directa e inmediata,
por la cantidad de tiempo, por la cantidad de horas invertidas en la
producción de los productos. En cuanto a la distribución del trabajo entre las
ramas de la producción, no será regulada por la ley del valor, que entonces
habrá perdido ya su fuerza, sino por el incremento de las necesidades de la
sociedad en productos. Será esta una sociedad en la que las necesidades de la
misma regularán la producción y el cálculo de esas necesidades adquirirá una
importancia primordial para los organismos encargados de la planificación.
Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema
económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista
[la etapa del socialismo], la ley del valor regula las «proporciones» de la
distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción. Si ello
fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al
máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la
industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en
absoluto. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se
cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son
rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y
no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente
rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». Si
eso fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se pasa a los

494
obreros de las empresas poco rentables, aunque muy necesarias para la
economía nacional, a empresas más rentables, como debería hacerse de
acuerdo con la ley del valor, a la que se atribuye el papel de regulador de las
«proporciones» de la distribución del trabajo entre las ramas de la
producción. Es evidente que, de hacer caso a esos camaradas, tendríamos que
renunciar a la primacía de la producción de medios de producción en favor de
la producción de medios de consumo. ¿Y qué significa renunciar a la primacía
de la producción de medios de producción? Significa suprimir la posibilidad de
desarrollar ininterrumpidamente nuestra economía nacional, pues es
imposible desarrollarla ininterrumpidamente si no se da preferencia a la
producción de medios de producción. Esos camaradas olvidan que la ley del
valor sólo puede regular la producción bajo el capitalismo, cuando existen la
propiedad privada sobre los medios de producción, la concurrencia, la
anarquía de la producción y las crisis de superproducción. Olvidan que la
esfera de acción de la ley del valor está limitada en nuestro país por la
existencia de la propiedad social sobre los medios de producción, por la acción
de la ley del desarrollo armónico de la economía y, por consiguiente, también
por nuestros planes anuales y quinquenales, que son un reflejo aproximado de
las exigencias de esta última ley». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;
Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

También por influjo del revisionismo, ha habido flagrantes confusiones respecto


al tema de la planificación, y la diferencia entre la pretendida planificación de
los países capitalistas y planificación de los países socialistas. Como sabemos la
planificación económica bajo el centralismo democrático constituye uno de los
pilares de la economía socialista según el marxismo:

«Bajo el capitalismo no es posible continuar la producción a una escala total


de la sociedad, allí hay competencia, allí hay propiedad privada. (...) Mientras
que en nuestro sistema las empresas están unidas sobre la base de la
propiedad socialista. La economía planificada no es algo que queramos, es una
obligación, de lo contrario todo se vendría abajo. (...) El capitalista no puede
administrar la industria, la agricultura y el transporte de acuerdo con un
plan. Bajo el capitalismo, la ciudad debe devorar el campo. La propiedad
privada allí es un obstáculo. (...) ¿Cuáles son los principales objetivos de la
planificación?

El primer objetivo consiste en planificar de una manera que garantice la


independencia de la economía socialista del cerco capitalista. Esto es
obligatorio, y es lo más importante. Es una forma de las luchas contra el
capitalismo mundial. Debemos asegurarnos de tener metal y máquinas en
nuestras manos para no convertirnos en un apéndice del sistema capitalista.
Esta es la base de la planificación. Esto fue el Plan GOELRO y los planes
posteriores que se elaboraron sobre esta base.

¿Cómo organizar la planificación? En su sistema, el capital se distribuye


espontáneamente sobre las ramas de la economía, dependiendo de las
ganancias. Si tuviéramos que desarrollar varios sectores de acuerdo con su
rentabilidad, tendríamos un sector desarrollado de molienda de harina,
producción de juguetes –son caros y dan grandes ganancias–, textiles, pero no
habríamos tenido ninguna industria pesada. Exige grandes inversiones y es

495
una pérdida al principio. Abandonar el desarrollo de la industria pesada es el
mismo que el propuesto por rykovistas.

Hemos invertido las leyes del desarrollo de la economía capitalista, las hemos
puesto sobre sus cabezas o, más precisamente, de pie. Hemos comenzado con el
desarrollo de la industria pesada y la construcción de máquinas. Sin una
planificación de la economía, nada funcionaría.

¿Cómo suceden las cosas en su sistema? Algunos Estados roban a otros,


saquean las colonias y extraen préstamos forzados. Lo contrario, ocurre con
nosotros. Lo básico de la planificación es que no nos hemos convertido en un
apéndice del sistema capitalista mundial.

El segundo objetivo de la planificación consiste en fortalecimiento de la


hegemonía absoluta del sistema económico socialista y cerrar todas las fuentes
y cabos sueltos de donde surge el capitalismo. Rykov y Trotsky una vez
propusieron cerrar empresas avanzadas y líderes –como la Fábrica Putilov y
otras– por no ser rentables. Pasar por esto habría significado «cerrar» el
socialismo. Las inversiones se habrían invertido en la molienda de harina y la
producción de juguetes porque generarían ganancias. No podríamos haber
seguido este camino.

El tercer objetivo de la planificación es evitar las desproporciones. Pero como


la economía es enorme, las rupturas siempre pueden tener lugar. Por lo tanto,
necesitamos tener grandes reservas. No solo de fondos, sino también de fuerza
de trabajo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones
con economistas soviéticos, 1941-1952)

Solo un necio no vería que hay una diferencia fundamental entre la economía
socialista planificada y la «planificación» que se pretender realizar en los países
capitalistas. Ya en los años 20 Iósif Stalin denunció la pseudoplanificación en
los países burgueses:

«A veces se alude a los organismos económicos estadounidenses y alemanes,


que según dicen, también dirigen la economía nacional planificadamente. No,
camaradas, eso no lo han conseguido aún allí, y no lo conseguirán mientras
exista el régimen capitalista. Para dirigir planificadamente, hace falta tener
otro sistema de industria, el sistema socialista, y no el capitalista; se precisa,
por lo menos una industria nacionalizada, un sistema de crédito
nacionalizado, se precisa que la tierra esté nacionalizada, que exista una
ligazón socialista con el campo, que exista el poder de la clase obrera, etc.

Cierto, ellos tienen también algo parecido a planes. Pero los suyos son planes-
pronósticos, planes conjetura, que no son obligatorios para nadie y sobre cuya
base no puede dirigirse la economía del país». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

Queda claro después de estas breves exposiciones, que el ideario intermedio


entre capitalismo y socialismo que pretende la socialdemocracia es una
quimera.

496
Por tanto:

«Los intentos de disminuir las desigualdades que genera el sistema capitalista,


mediante procesos redistributivos que utilizan mecanismos fiscales, son
contradictorios a las necesidades de acumulación privada y de expectativas de
beneficios, que son los mecanismos esenciales para que maduren las
inversiones. La actuación de las empresas públicas y del intervencionismo del
Estado en las relaciones industriales no menoscaba las posiciones de
preeminencia social [de la burguesía], por lo que cabe dudar de la pretendida
neutralidad y arbitraje en las actuaciones estatales. En este sentido, los
marxistas contemporáneos no consideran las nacionalizaciones o el «Estado
del bienestar» constituyan amenazas graves al sistema de poder vigente».
(Ramón Sánchez Tabarés; Introducción a la política económica, 1988)

Una de las corrientes tercermundistas que más ha jugado a la carta demagógica


del falso antiimperialismo y la pseudoplanificación ha sido y es el peronismo.
Véase el capítulo: «Peronismo, la quintaesencia del populismo, el falso
antiimperialismo y del anticomunismo por antonomasia» de 2015.

No sin razón, todos los revisionistas han caído en estos lineamientos del
«socialismo de mercado», donde se intenta potenciar en vez de restringir la ley
del valor. Este fue uno de los fundamentos del Manuel de Shanghái, que ha sido
la estrella que ha guiado la política económica del maoísmo:

«Dicha sentencia hace hincapié en algo que no representa nada más que la
conocida «ley del valor», o también llamada «ley del intercambio
equivalente». La declaración es explícita: la ley del valor regula el intercambio
de trabajo entre los objetos de producción en la sociedad de transición, ya sea
entre empresas estatales y propiedad colectiva, o entre las empresas de
propiedad estatal. Esta expresión de defensa del «socialismo de mercado» no
es una expresión aislada en el manual, sino que sigue su matriz más pura y
elemental, y dicho «socialismo de mercado» no es nuevo, el cual ya fue
defendido por Dühring y todas las desviaciones revisionistas de derecha
después de él. Esta declaración es fundamentalmente premarxista y constituye
uno de los pilares más importantes de la interpretación pequeñoburguesa de la
economía política de la sociedad de transición». (Rafael Martínez; Sobre el
manual de economía política de Shanghái, 2006)

Si el lector desea conocer las consecuencias de este y otras teorías económicas


revisionistas. Véase el capítulo: «Seguidismo a las políticas económicas del
maoísmo» de 2017.

Se entiende pues, que el «socialismo de mercado» de la URSS de Jruschov,


Brezhnev o Gorbachov, no tenía nada que ver con el sistema económico de
planificación socialista de la URSS en época de Lenin y Stalin:

«¿Cuál es la diferencia fundamental entre la economía planificada del


socialismo marxista y el socialismo de mercado? La producción industrial se

497
lleva a cabo en un complejo de fábricas. Si la producción en las distintas
fábricas se determina mediante un plan nacional de producción, y, si la
totalidad de complejo de fábricas se asigna directamente entre las diversas
demandas en él, entonces el proceso de producción –a pesar de que físicamente
se produzca en varias fábricas– no es desde un punto de vista social, un
proceso de producción privado. Pero, si las diversas fábricas ellas mismas
deciden qué producir, y si los productos totales de todas las fábricas se
distribuye debido a las diversas demandas que le imponen –entre las distintas
fábricas y sus consumidores individuales– a través del medio de mercado,
entonces, desde el punto de vista social, el proceso de producción está
fragmentada en productores privados. El carácter privado de la producción,
no depende de la escritura formal que se le atribuye a la propiedad de cada
fábrica». (Moni Guha; El colapso del socialismo, 1993)

Con última conclusión, es bastante evidente entonces el hecho de que:

«La propiedad pública, estatal o como se quiera llamar, tenga mayor o menor
peso en los países capitalistas, no supone que sea una propiedad socialista
puesto que la misma está regida por leyes económicas capitalistas, no supone
tampoco que sea una propiedad que beneficia a los trabajadores sino que
beneficia, mantiene y amplia la dominación económica de la burguesía del
país. Aplicase también a los países revisionistas-capitalistas de todo tipo que
tengan mayor o menor proporción de «empresas públicas» en su economía».
(Equipo de Bitácora (M-L); Algunas cuestiones económicas sobre la
restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su carácter
socialimperialista, 2016)

Por cuestiones de tiempo y extensión, nos vamos a explicar las variadas


diferencias entre los regímenes capitalistas del revisionismo y los socialistas,
pero el lector novel o interesado puede consultar en las obras aquí mencionadas.

De la oposición al apoyo a la Comunidad Económica Europea –actual


Unión Europea–

El PCE (m-l) de 1991-1992 liderado por Chivite, incluso presentó su idea de


plantear un proyecto revolucionario dentro de las instituciones de la CEE –
actual UE– bajo la excusa de que:

«Vivimos en un país industrial desarrollado, de capitalismo financiero


enmarcado en el seno del proyecto de la Comunidad Europea. Nuestra táctica,
por tanto, ha de entrelazarse con los proyectos y actividad reivindicativa y
revolucionaria de los colectivos, organizaciones, movimientos sociales,
sindicatos, personas…, de los países de ese mismo marco de cara a elaborar,
frente a la táctica y estrategia de la burguesía, una táctica y estrategia
continental revolucionaria de los países europeos. Un paso para ello puede ser
la conversión de los actuales núcleos organizados del partido en Francia,
Suiza, Alemania e Inglaterra, en colectivos propios de esos países, implantados
en los mismos y ligados con las fuerzas progresistas que en ellos actúan,
facilitando las relaciones del partido con ellas y desarrollando un papel propio

498
en tales países». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

No hay que dejarse sorprender por el lenguaje revolucionario coyuntural, ya que


anteriormente en el capítulo: «De querer ser un «partido bolchevique» a emular
a un «partido menchevique», la dirección de Chivite juraba que no se quería
arrastrar al PCE (m-l) por la vía organizativa e ideológica del
socialdemocratismo, mientras se proponía eso mismo. Aquí se opera igual
manera: dado que para ellos presuntamente, no se podía escapar a dicha
realidad de formar parte del proyecto europeísta de las burguesías nacionales
europeas, se consideraba que esto incluso sería algo positivo ya que al estar
dentro y mediante la solidaridad cada pueblo, el partido comunista y sus aliados
progresistas combatirían victoriosos a sus burguesías y se cambiarían las
instituciones en un nuevo panorama europeísta más progresista. ¿Les suena el
cuento verdad? No es muy diferente al que esgrimían algunos hasta hace no
mucho:

«Así se traslucía en el manifiesto-programa del PCE elaborado tras la


realización del VIII Congreso: «El modelo de desarrollo económico socialista
que el Partido Comunista propone para España considera que la abolición de
toda forma de propiedad privada capitalista será posible hacerla de forma
gradual, a medida que se multipliquen las fuerzas productivas, que se consiga
la abundancia de productos y la extensión de los sistemas de servicios». (...) Se
reconocía ahora que no había existido una política europea propia y se
abogaba por una independencia que permitiera el acuerdo con otras fuerzas
democráticas: «El Mercado Común no es hoy un problema que pueda dividir y
enfrentar entre sí a las fuerzas democráticas de nuestro país, que estorbe la
búsqueda de un acuerdo para acabar con la dictadura. La solución más
conveniente para (...) la cooperación económica con Europa no está en manos
de la dictadura franquista (...) sino en la articulación de la alternativa
democrática». (...) La búsqueda de la unidad de las fuerzas de oposición para
articular esa alternativa democrática propiciaba despejar la discrepancia
sobre el Mercado Común. El viraje proeuropeo podía servir, en efecto, para
facilitar cierto acercamiento a otras fuerzas de la oposición democrática,
aunque no era este el único obstáculo para un acuerdo de toda la oposición al
franquismo en el que participasen los comunistas. El PCE había iniciado con la
táctica del denominado «pacto para la libertad» una política dirigida a los
sectores de la opinión pública más sensibilizados a favor de una alternativa
democrática al régimen de Franco. Esa política podía adquirir un mayor
impacto a medida que el PCE moderase y limase sus propuestas, acercándolas
e incluso identificándolas en muchos aspectos con las del resto de la
oposición». (Salvador Forner; La política europea del PCE (1972-1999): del
viraje europeista al escepticismo, 2017)

La postura del PCE (m-l) sobre las instituciones europeas contradice lo que el
partido mantuvo desde 1964-1989. En su Vº Congreso de 1988, todavía se decía
con razón que este tipo de frases como la anterior, no eran sino un intento de
embellecer un organismo capitalista ultrareaccionario:

«La oligarquía española lleva muchos años preparando la integración de


España en la CEE. Este proyecto, que ya acariciaba durante el franquismo, ha

499
si apoyado también por todas las fuerzas colaboracionistas, en especial el
PSOE y el PCE, que han embellecido ante el pueblo esta organización
capitalista, presentándola como una garantía de las libertades democráticas y
fuente de riqueza y bienestar para el pueblo. (...) En aras de los intereses
monopolistas europeos se han desmantelado fábricas y sectores prácticamente
enteros, se están erradicando o reduciendo cultivos como la vid, el olivo y
otros, con lo que está produciendo la ruina de los pequeños agricultores y el
paro de jornaleros. A la vez con la progresiva desaparición de los aranceles,
que será completa en 1992, se registra una avalancha de productos europeos,
el aumento de los precios de ciertos bienes de consumo, etc. (...) En contraste,
determinados sectores exportadores monopolísticos aumentan fabulosamente
sus beneficios, gracias al bajo coste de la fuerza de trabajo en España, y a las
ventajas y exenciones fiscales». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Es justo decir, que el PCE (m-l) de 1992 también era una fuerza colaboracionista
con el poder, al apoyar a la CEE, silenciando sus medidas en perjuicio de la clase
obrera y las capas trabajadoras.

Estas ilusiones sobre la Europa Unida, no eran nuevas dentro de los círculos
imperialistas y oportunistas. Lenin dijo sobre estas ilusiones:

«Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es


decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias
coloniales «avanzadas» y «civilizadas», los Estados Unidos de Europa, bajo el
capitalismo son imposibles o son reaccionarios. (...) Desde luego, son posibles
acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este
sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo
de los capitalistas europeos ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en
común al socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra
el Japón y los Estados Unidos. (...) Los Estados Unidos de Europa significarían
la organización de la reacción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La consigna
de los Estados Unidos de Europa, 1915)

Como acabamos de ver hace un rato, los carrillistas apoyaron abiertamente la


idea de la integración de España en la CCE desde 1972, he aquí otro ejemplo:

«Consideramos que quienes se oponen al ingreso de España en la Comunidad


Económica Europea dan la espalda a las conveniencias de un proceso
democrático, progresista, en el seno de dicha Comunidad; a una construcción
europea equilibrada, en la que Europa del Sur tenga el peso que le
corresponda. El Partido Comunista de España, al preconizar el ingreso de
España en la Comunidad Económica Europea, afirma su voluntad de
transformar, al lado de las demás fuerzas de izquierda de Europa, el actual
carácter de la comunidad, dominada por los grandes monopolios. Aspiramos
a la Europa de los trabajadores, a la Europa de los pueblos: una Europa unida
en los planos económico y político, que tenga una política propia,
independiente; que no esté subordinada ni a los Estados Unidos ni a la Unión
Soviética, pero que mantenga relaciones positivas con ambas potencias».
(Partido Comunista de España; Resolución del IXº Congreso del Partido
Comunista de España, 1978)

500
Hoy todavía se usa dicho discurso entre Podemos, Izquierda Unida y similares.

Este apoyo al europeísmo en abstracto, ocultando el carácter de clase burgués


de la CEE y sus mecanismos democrático-burgueses de funcionamiento, venía a
ser el programa básico del eurocomunismo en materia internacional, una
propuesta tan criticada por los viejos marxista-leninistas por ser francamente
engañosa para los trabajadores europeos:

«El Mercado Común Europeo y la «Europa unida», esta gran unión de los
monopolios capitalistas y de las sociedades multinacionales para explotar a
los pueblos y a las masas trabajadoras de Europa y del mundo, son para los
eurocomunistas una «realidad» que debe ser admitida. Pero admitir esta
«realidad» significa admitir la supresión de la soberanía y de las tradiciones
culturales y espirituales de los diversos países europeos en favor de los
intereses de los grandes monopolios, la liquidación de la personalidad de los
pueblos europeos y su transformación en una masa de oprimidos por las
multinacionales, dominadas por el gran capital estadounidense. Las consignas
de los eurocomunistas de que su participación en «el parlamento y en los otros
organismos de la comunidad europea conducirá a la transformación
democrática» y a la creación de una «Europa de los trabajadores», son puro
engaño y demagogia. Tal como la sociedad capitalista de cada país no puede
transformarse en una sociedad socialista a través del «camino democrático»,
Europa tampoco puede llegar a ser socialista a través de los discursos que los
eurocomunistas pronuncian en las reuniones propagandísticas del parlamento
de la «Europa unida». Por eso la actitud de los eurocomunistas hacia el
Mercado Común Europeo y la «Europa unida» es una actitud propia de
oportunistas y esquiroles, que emana de su línea de reconciliación de clase y de
sumisión a la burguesía, y tiende a desorientar a las masas trabajadoras,
contener su ímpetu combativo en defensa de sus propios intereses de clase y los
de la nación entera». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo,
1980)

Estos ecos que planteaba Chivite en un PCE (m-l) en decadencia, entonces se


podían encontrar en el discurso de Izquierda Unida (IU) –con razón era la
agrupación en la que planteaban disolver al PCE (m-l)–. Dichos planteamientos
de reformismo europeísta se ven en la actualidad en las distintas organizaciones
reformistas como Podemos o Syriza:

«En la cuestión de la Comunidad Económica Europea, que es lo que hoy


conocemos como Unión Europea, el partido griego de SYRIZA es favorable a
que Grecia participe en ella, y propone como el Partido Comunista Italiano –y
otras organizaciones revisionistas– en su momento cambiarla en pro del
socialismo desde dentro a través del Parlamento Europeo. Para tal propósito
SYRIZA se une a otros partidos de «izquierda» como Izquierda Unida de
España y Podemos de España, el Partido de la Refundación Comunista en
Italia –uno de los sucesores de mantener el PCI de Berlinguer– entre otros, y
forman el Partido de la Izquierda Europea en el Parlamento Europeo. (...) El
parlamento burgués y sus elecciones [incluidas las europeas de la UE],
responden como tal, a herramientas de defensa de los intereses de la
burguesía, sus mecanismos están dispuestos para que los partidos burgueses y

501
de otras clases explotadoras tengan ventaja en tales elecciones al parlamento,
sus partidos son apoyados en sus medios de comunicación y financiados por
ellos, esta todo conformado precisamente para limitar las posibilidades de
victoria del proletariado y las masas populares, de los verdaderos partidos
comunistas. Esto tiene su respaldo científico: históricamente se ha
comprobado que cuando no ya un partido comunista, sino un partido con
ciertas perspectivas progresistas antifeudales, antimonopólicas, anticoloniales
en su programa, y este llega al poder a través de la vía pacífica y
parlamentaria no significa con ello el fin automático del poder político de la
burguesía en ese país, ya que la burguesía sigue teniendo grandes cotas de
poder político, en los ministerios, en la policía, en el ejército, y los refuerza
gracias al poder económico que todavía alberga así como con la
superestructura burguesa existente. Cuando tal gobierno progresista
perjudica ciertas cotas de poder sobre todo en lo económico de algunas capas
de las clases explotadoras locales y extranjeras –desde la gran burguesía
extranjera, pasando por los terratenientes, kulaks o la burguesía nacional–,
éstas activan todo su poder en el Estado que aún mantiene en sus manos,
introducen todo tipo de presiones, incluyendo como recurso el golpe de Estado
para derribar a tal gobierno; de hecho, no pocas veces hemos visto fracasar
sangrientamente a gobiernos progresistas que simplemente intentaban aplicar
desde meras reformas agrarias hasta medidas de nacionalizaciones contra
empresas nacionales o extranjeras. Es decir, en el momento en que ciertas
clases explotadoras se sienten amenazadas con razón o sin ella, y sientan que
está amenazado su poder económico –es el sostén de su poder político y
cultural–, estás no vacilaran en romper cualquier legalidad de la sociedad
burguesa. Es por ello que los partidos reformistas y revisionistas han ido
rebajando cada vez más su programa electoral por miedo a molestar a las
capas de la burguesía más reaccionaria, de tal modo que terminan
haciendo todo tipo de concesiones; y esta es la razón de que todos estos
partidos oportunistas que hablan de «socialismo» y vía parlamentaria,
realmente en caso de llegar al poder por vía electoral, lo harían con gran
beneplácito de la burguesía, y lo harán como administradores del Estado
burgués y no llegarán a tocar realmente el poder económico de la burguesía».
(Equipo de Bitácora (M-L); ¿Es Alexis Tsipras el nuevo Enrico Berlinguer?,
2015)

Incluso esta demagogia sobre Europa se puede ver en ciertos sectores del
nacionalismo catalán de derechas y de «izquierda, que plantean salirse de
España apelando al «democratismo» y «progresismo» de los partidos y las leyes
hechas por los monopolios europeos de la UE.

La rehabilitación de corrientes y elementos revisionistas superados:


el castrismo y el sandinismo

El viejo Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1964-1985 no


titubeó en señalar el rol del revisionismo cubano a nivel mundial. Elena Ódena
en un artículo titulado: «La «tercería vía» revisionismo vergonzante» firmando
como M. Palencia, señalaba las contradicciones del castrismo:

«Conviene que las masas revolucionarias comprendan que esta falsa tercera
vía, adopta diversas manifestaciones y formas. (…) Es un hecho innegable que
502
las posiciones contradictorias y ultrarevolucionarias de Fidel Castro en
algunas cuestiones, no evita que en lo fundamental éste aplique una política
derechista y prorevisionista. (…) Fidel Castro ha recibido pomposamente a
Carrillo el pasado mes de marzo. (…) La pretendida neutralidad en cuestiones
ideológicas de Castro, le llevan a posiciones contrarrevolucionarias y sin
principios que dañan, además, profundamente los intereses del pueblo
español, por ejemplo. ¿Cómo explica el compañero Castro que Cuba sea el país
de Latinoamérica que más comercia con la sangrienta y reaccionaria
dictadura franquista, cuando él –demagógicamente claro está–, se permitió
condenar a la URSS por comerciar con países como Chile? Por otro lado,
recientemente el encargado de negocios castrista cerca de de Franco ha
acogido en Vigo cordialmente a los figurones y parásitos borbónicos, Juan
Carlos y su señora. La tercera vía no existe, ni en América ni en Europa. Un
revolucionario está siempre al lado de los que llevan adelante la revolución, y
en contra de quienes se opone a ella o la frena, en contra de quien ayuda y
apoya a los enemigos del pueblo». (Elena Ódena; La «tercera vía»
revisionismo vergonzante, 1973)

Imposible olvidar el duelo del gobierno cubano ante la muerte de Franco en


1975:

«Tres días de luto oficial en Cuba. Se han sumado ayer a la decisión de


decretar luto oficial por la muerte de Franco los siguientes Estados: Jordania,
Túnez y Cuba, cuyo gobierno ha decretado tres días de luto oficial». (ABC;
Edición de Andalucía, 22 de noviembre de 1975)

¿Una anécdota sin más para los actuales admiradores del régimen castrista,
verdad? ¿Cómo las loas entre Castro-Videla y el apoyo mutuo, cierto?

«En abril de 1977, Buenos Aires autorizó «un intercambio de votos» para la
reelección de Argentina en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas;
paralelamente, Fidel Castro había pedido a la dictadura argentina apoyo para
la elección de Cuba al Consejo Ejecutivo de la OMS, como publica hoy el portal
Infobae. No solo el gobierno castrista calló ante los crímenes de la dictadura
argentina sino que el gobierno de la URSS también fue socio económico y
político durante el período 1976-1983. En esos tiempos, el Partido Comunista
Argentino fue cómplice silencioso de la tragedia». (Clarín; Documentos
oficiales muestran la complicidad de Fidel Castro con la dictadura de Videla,
20 de noviembre de 2014)

De hecho en aquellos años el revisionismo cubano fue uno de los actores más
activo en cuanto a apoyo ideológico y militar en los países americanos y
africanos que estaban en el redil del revisionismo soviético, los llamados «países
no capitalistas de orientación socialista», mientras que en cambio tanto chinos
como cubanos no decían ni una sola palabra de las luchas de los verdaderos
revolucionarios marxista-leninistas, como recogía el jefe del Partido Comunista
de Brasil (PCdoB) Mauricio Grabois en su famoso «Diario de la guerrilla» de
1973.

503
Este rol como era lógico lo reconocía y denunciaba el PCE (m-l), señalando que
obviamente encima hacía las veces de gramófono del socialimperialismo
soviético a nivel mundial:

«En efecto, la URSS se ha convertido en una superpotencia imperialista


agresiva y expansionista –recordemos Checoslovaquia, Cuba, Afganistán, la
presencia de técnicos soviéticos y de mercenarios cubanos con armas rusas en
Angola y en otros puntos de África y del mundo–, los planteamientos
«occidentales», ocultan y tergiversan dos cuestiones decisivas que son
imprescindibles conocer para tener las ideas claras y entender el porqué de lo
que ocurre y de lo que puede ocurrir en el mundo, si la lucha de los pueblos no
lo impide. En primer lugar, que la Unión Soviética ha dejado de ser un país
socialista, y que, habiéndose convertido en una gran potencia imperialista,
practica en el plano interno una política económica y social de carácter
capitalista con sus crisis y contradicciones, y en el externo, que no sólo no
pretende exportar la revolución ni las ideas revolucionarias del socialismo,
sino que lo que pretende es imponer si es preciso por la fuerza, un nuevo
reparto del mundo, acaparar zonas de importancia estratégica, fuentes de
materias primas y mercados, enfrentándose así en ese terreno a la otra
superpotencia, los Estados Unidos, que persigue los mismos fines de
dominación y hegemonía mundial». (Elena Ódena; El imperialismo y las
guerras, 1981)

Recordemos que muchos de estos movimientos que los cubanos apoyaron eran
frentes interclasistas, salidos de militares, nacionalistas e intelectuales
burgueses, que coqueteaban constantemente entre una potencia imperialista u
otra, de hecho, muchos de ellos como el angoleño MPLA acabarían integrando a
su país en el FMI, por citar uno de tantos ejemplos.

Véase la obra de Nesti Karaguni «La esencia reaccionaria de la teoría


revisionista soviética de la «orientación socialista» de 1984.

Véase la obra de Llambro Filo «La «vía no capitalista de desarrollo» y la


«orientación socialista», «teorías» que sabotean la revolución y abren las vías a
la expansión neocolonialista» de 1985.

El PCE (m-l) mantuvo esta postura crítica hacia el revisionismo cubano hasta
aproximadamente 1989:

«El triunfo de la revolución cubana, en 1959, va a extender su influencia entre


los círculos de intelectuales y de la pequeña burguesía preocupados por
derrocar al régimen franquista y al mismo tiempo opuesto a los métodos y
concepciones marxista-leninistas. Incluso sectores de la iglesia católica se
movilizarían en torno a las teorías castristas, al foquismo y las posiciones de
Cuba. Posteriormente el PCE (m-l) analizó las posiciones ideológicas y política
de esta corriente pequeñoburguesa, vinculada al revisionismo jruschovista
aunque con características específicas, y que tendía a impedir que el
proletariado se dotara de su partido marxista-leninista de vanguardia, en
unos momentos en los que, precisamente esta era la gran cuestión
internacional a debate». (Partido Comunista de España (marxista-leninista;
Biografía en el 25 aniversario, 1989)

504
Ya en el artículo «Fuera las manos yanquis de Cuba» del Nº 716 de «Vanguardia
Obrera» de 1990, tenemos un ridículo texto que se suma al coro revisionista de
aquel entonces, que pretende hacer ver al lector, que Cuba, pese a sus defectos,
estaba llevando a cabo una lucha antiimperialista contra el imperialismo
estadounidense.

En pleno derrumbe de los regímenes favorables al revisionismo soviético el


gobierno estadounidense trataba de aprovechar el contexto para derrocar a
gobiernos considerados tanto amigos, neutrales como abiertamente enemigos.
Ciertamente el imperialismo estadounidense trató de derrocar al gobierno
cubano y poner a un gobierno más afín, lo cual era normal, ya que el
imperialismo estadounidense impulsó cambios de gobierno incluso entre los
antiguos regímenes revisionistas prosoviéticos con los que tenía grandes lazos
económicos favorables, e incluso con su principal aliado del mundo revisionista
europeo: la Yugoslavia de Milósevic o la Panamá de Noriega. Esto demuestra
que el imperialismo es un aliado poco fiable. Pero no muestra que el
revisionismo castrista sea antiimperialista.

Lo cierto es que el castrismo siempre se había vendido al mejor postor, primero


trató de ganarse el favor del imperialismo de Estados Unidos, luego ató su línea
político-económica a la URSS socialimperialista, y ya en el contexto de aquella
época de finales de los 80, Cuba estaba inversa en un mar de deudas con el
socialimperialismo soviético mientras intentaba compensar su balanza
comercial deficitaria modificando su Ley de Inversión Extranjera para atraer a
los imperialismos occidentales, obviamente todo en detrimento de las
condiciones de trabajo de los trabajadores cubanos. En Cuba a partir de
entonces hubo un proceso de apertura hacia todos los imperialismos posibles
que se profundizó años después. Véase el documento: «Crítica al artículo: «La
nueva Ley de Inversión Extranjera en Cuba romperá con el bloqueo fuera de
EEUU» de 2014 o «Sobre el acercamiento de Cuba y EEUU [Recopilación
Documental]» 2014.

Un abierto renegado como Lorenzo Peña, que había abandonado el PCE (m-l)
en 1972 dedicándole Elena Ódena duros epítetos por su oportunismo, mientras
Peña completaba su deriva socialdemócrata y tercermundista. En sus memorias
confesaría que solo volvería a colaborar con el PCE (m-l) en 1990, precisamente
entre otras cosas gracias al cambio de línea internacional del partido liderado
por Raúl Marco en cuanto a la cuestión cubana y otras:

«El 18 de septiembre de 1990 –en una manifestación contra la proyectada


agresión a la República de Irak por el imperialismo yanqui y sus aliados–
NOTA 365 me acerqué al camarada Raúl Marco, reanudando un contacto
interrumpido durante 18 años. Entablamos una buena relación, [V. nota
adicional] fruto de la cual fue mi colaboración en la prensa que aún sacaba el
PCEml. Así aparecieron varios artículos míos en Vanguardia Obrera: «El
conflicto de Mesopotamia» (V.O., sept. 1990); «¡Abajo la ley de extranjería!»
(V.O. Nº 740, nov. 1990); «¡Mayor solidaridad con los presos marroquíes!»
(V.O. Nº 758, semana del 8 al 14 de mayo de 1991). También un artículo
titulado «Rey reinando, con el mazo dando», publicado en el Nº último de
Revolución Española, a comienzos de 1990. Y otro en la nueva revista teórica

505
del PCEml (casi nonnata), Cuestión, Nº 0 (Madrid: junio de 1991), págs. 31-48:
«Miseria o esplendor de la economía de mercado». Todos ellos, naturalmente,
firmados en mi propio nombre, «Lorenzo Peña». (…)
Al margen de los dogmas, podemos converger en bastantes cosas: la bandera
tricolor y la república; la defensa del socialismo cubano». (Lorenzo Peña;
Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Este último caso es significativo: el PCE (m-l) ya se había convertido en un circo


en el que todo el mundo, a cada cual más esperpéntico, podía entrar y salir
mientras fuera rentable para el espectáculo. Desde hace muchas décadas
Lorenzo Peña mantiene un rechazo confeso al marxismo y un abierto
republicanismo reformista pequeño burgués, pero ni eso, ni los insultos que él
dedica a Elena Ódena en su autobiografía impidieron que Raúl Marco y el PCE
(m-l) lo tomaran como colaborador.

Este cambio fue similar al sufrido por el PC (m-l) de Colombia, el cual podía
contarse entre los más acérrimos críticos del castrismo y el tercermundismo
hasta 1988, momento en que también se reconciliaría con el PCC del cual
provenía y empezaría a alabar a distintos regímenes tercermundistas
variopintos.

Véase el capítulo: «El contexto de creación y degeneración del PC de C-


ML/EPL» de 2016.

Concluiremos con lo que dijimos una vez acerca de la cuestión cubana:

«Algunos «marxistas flexibles» y autodenominados «no dogmáticos» esperan


en pleno 2016 «llevar a debate» si Cuba es un país socialista, un país
revisionista-capitalista, si Castro es un marxista-leninista o un revisionista, si
cumple un rol antiimperialista o es un país neocolonial que mendiga al
imperialismo de turno según se tercie; a estos elementos hay que disculparlos
pues llegan más de cuatro décadas tarde, ya que las respuestas están más que
claras para todo marxista-leninista desde hace rato; y cuando las pruebas te
llevan a conclusiones evidentes e irrefutables no podemos expresarnos con
medias tintas, eso se los dejamos a los asustadizos que temen perder
credibilidad, lectores, militantes, amigos o familiares por criticar a una figura
o un régimen que tiene muchos seguidores o influencia –como es el caso del
revisionismo cubano en hispanoamérica–. Pero los marxista-leninistas no
proceden así, porque nos avergonzaríamos de nosotros mismos y no
mereceríamos tal término, mucho menos vamos a pecar de seguidismo cuando
el tema de Cuba ya ha sido desbrozado antes por los marxista-leninistas en
décadas anteriores, vamos que no es nada nuevo. Es más, la cuestión cubana
es una piedra de toque para distinguir a los individuos con poca formación, a
los eclécticos colecciona-mitos, y a los partidos que han degenerado y han
rehabilitado a este revisionismo.

Algunos revolucionarios, influidos por la propia propaganda que algunos


sectores del castrismo inoculan en el pueblo cubano y al exterior, proclaman
que lo que necesita cuba es una vuelta a los postulados guevaristas en
economía para encauzar la vía al socialismo. Falso, el guevarismo, no es sino
una variante del revisionismo cubano, y en la economía, pese a tener

506
postulados más acertados que el castrismo, no deja de retomar un fuerte
voluntarismo-practicismo que lo aparta sensiblemente del materialismo, algo
que resulta evidente –por ejemplo en su teoría del «foquismo»– en sus
planteamientos económicos en general –en donde se aprecia que lo
fundamental, a pesar de su correcta posición en favor de la preponderancia de
la industria pesada, se basa en la voluntad, la conciencia, es decir, subordina
la transformación de la estructura económico-política a la transformación
prima de la superestructura, y no al contrario, siendo una expresión de
voluntarismo idealista–.

Visto desde una óptica global y en especial en el campo revolucionario; las


últimas reformas y línea política de los dirigentes cubanos sirve a los
marxista-leninistas para desenmascararlos fácilmente, sirven para que los
revolucionarios del mundo no guarden ni un ápice de piedad al mito del
revisionismo cubano, sino para que leyendo este tipo de cosas su repulsa
aumente, y tomen en su trabajo distancia de las tesis y concepciones
del castro-guevarismo hasta comprender y condenar finalmente sus
lineamientos como lo que es: revisionistas.

Entonces si el pueblo cubano desea acabar con su falta de libertades y derechos


político-económicos, con los privilegios y abusos de las clases explotadoras que
llevan años posando de «revolucionarios», si anhela una economía que mire
por el bienestar de los trabajadores y aumente su nivel de vida y una vida
política en la que tomen partida de verdad, si desea una patria
verdaderamente independiente del imperialismo, afín a una cultura proletaria
alejada de un modo de vida y de corrientes literarias y artísticas decadentes;
es decir si se desea establecer el socialismo, para ello debe alejarse del castro-
guevarismo y otras corrientes revisionistas y asimilar y luchar por aplicar el
marxismo-leninismo, algo que obviamente no podrá hacer a través del
podrido Partido «Comunista» de Cuba, donde dentro de sus corrientes
internas –castristas, guevaristas, trotskistas, socialdemócratas, maoístas,
socialistas del siglo XXI, etc.– no permiten a los verdaderos marxista-
leninistas asomar la cabeza so pena de ser expulsados o encarcelados,
entonces pues, su deber es crear un partido propio y una política de clase
independiente a la del gobierno revisionista-burgués, porque ningún
revolucionario cuerdo esperará que un partido lleno de oportunistas le
permita a los marxista-leninistas establecer su línea proletaria en un partido
de vividores y arribistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Reflexiones sobre el
VIIº Congreso del Partido «Comunista» de Cuba y su línea económica, 13 de
agosto de 2016)

La otra cuestión que toca abordar es la nicaragüense. Hasta 1985, las relaciones
entre los marxista-leninistas de uno y otro país eran fluidas, con gran parte de la
sección internacional de la prensa del PCE (m-l) publicitando las acciones de los
revolucionarios nicaragüenses:

«Nuestro partido llama a cerrar filas en apoyo del proletariado y el pueblo de


Nicaragua y del MAP/ML, vanguardia de la lucha en Nicaragua por el
socialismo, frente a las presiones del imperialismo y la reacción».
(Vanguardia Obrera; Órgano central del Partido Comunista de España
(marxista-leninista), marzo de 1985)

507
Ya en una época tan temprana como 1988, Raúl Marco y el resto de la dirección
del PCE (m-l), a tan solo tres años del fallecimiento de Ódena, se atrevieron a
traicionar la lucha que los marxista-leninistas nicaragüenses del Movimiento de
Acción Popular (Marxista-Leninista) estaban llevando a cabo contra el partido
pequeño burgués gobernante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN), caracterizado por los tres ejes de su política oportunista: pluralismo
político, economía mixta y no alineamiento. Un partido que además como se
tipificó en la directriz interna de la Dirección Nacional del FSLN del 20 de
septiembre de 1979, tenía el objetivo directo de liquidar a los marxista-
leninistas.

Pero ahora desde el órgano escrito del PCE (m-l), poco a poco se fueron dejando
de publicar los documentos del MAP-ML. De repente los Marco, Chivite y
Mayoral se atrevieron a tanto como para atacar a los marxista-leninistas
nicaragüenses, aunque sin nombrarlos, en base a su teoría de la «polémica
silenciosa», utilizando varios de los mismos epítetos que precisamente usaban
los sandinistas:

«Es esencial no perder de vista quiénes son los verdaderos responsables de las
calamidades del pueblo de Nicaragua y la situación que ellos y su gobierno se
han visto obligados a enfrentar. (...) Hoy, para este valeroso pueblo, las
alabanzas incondicionales a las vacilaciones y errores del gobierno son tan
perniciosas como los ladridos de los superrevolucionarios que olvidan las
dificultades que atraviesa Nicaragua». (Vanguardia Obrera; Nº619, 1988)

Identificar al gobierno sandinista con el pueblo nicaragüense es un error


tercermundista que evidencia la deriva del PCE (m-l) de entonces; pero falsear
las luchas de los marxistas-leninista a los que hasta hacía poco llamaban
«hermanos» es una traición imperdonable. En el mismo sentido, descalificar
como «superrevolucionarios, izquierdistas, anarquistas, blanquistas, trotskistas,
provocadores» y demás epítetos a los verdaderos y valerosos marxista-
leninistas, ha sido una táctica muy común de los revisionistas para
desacreditarlos ante las masas:

«¿Dónde está el extremismo y el izquierdismo infantil del MAP-ML en


denunciar cara a cara al FSLN que por mucho que dijeran no existía un Estado
«por encima de las clases» ni una «democracia para todos»? ¿Dónde está el
izquierdismo en preguntar si es para ellos socialismo la economía mixta?
¿Dónde está el izquierdismo en preguntar si ellos se adherían a la teoría
imperialista del «no alineamiento» internacional que traiciona la lucha por el
socialismo y las luchas de liberación nacional a escala global? ¿Es más, en qué
obra Lenin tipificó que una denuncia tal del oportunismo pequeño burgués
fuera izquierdismo? ¿Acaso Ortega leyó la obra de Lenin: La enfermedad
infantil del «izquierdismo» en el comunismo de 1920, donde se denuncian estos
conceptos de los partidos llamados «demócratas pequeño burgueses» afiliados
a la II Internacional? ¿Alguien acaso desconoce que para más inri: el FSLN
forma parte de la heredera de la II Internacional, la llamada Internacional
Socialista?». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular
Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del
2015)

508
¿Cómo se iba a combatir esas «dificultades» que atravesaba el país sin combatir
esas «vacilaciones y errores» que provenían exclusivamente de la política
gubernamental nefasta y pequeñoburguesa del FSLN?:

«Desde el 19 de julio de 1979, la pequeña burguesía sintetizada en el FSLN, ha


demostrado incapacidad no sólo para asumir las reformas democráticos-
burguesas más consecuentes, sino que incluso tampoco ha tenido la fortaleza
política ni material necesarias, para erradicar las instituciones oligárquicas
heredadas, como en el caso de los latifundios, los rentistas de viviendas y
tierra, etc. (...) La pequeña burguesía, a través del programa de Economía
Mixta y Unidad Nacional, no ha podido más que ofrecer un programa de
reconstrucción de las relaciones capitalistas y en última instancia, del poder
político de la burguesía, a pesar de su discurso populista. (...) Ello explica el
congelamiento de salarios, la prohibición e ilegalización de la huelga obrera y
de las tomas campesinas de tierras, el aumento de los impuestos indirectos que
recaen fundamentalmente en las masas trabajadoras, la inflación
incontrolada, la especulación en el mercado de productos básicos, el aumento
real de las jornadas de trabajo a través de diversos mecanismos, el
ordenamiento salarial que institucionaliza un sistema de congelamiento en el
costo de la fuerza de trabajo, etc., así como los subsidios a la gran producción
privada, la condonación de deudas a los capitalistas, los incentivos fiscales a
las grandes empresas privadas, la política preferencial de divisas hacia la
burguesía, la política crediticia a favor de los grandes productores».
(Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista; Plan de lucha, agosto de
1984)

Por si a alguien le quedas dudas de la intención de ese artículo de 1988, el actual


PCE (m-l) refundado en 2006 realiza una política de seguidismo total hacia el
orteguismo como veremos.

Esto demuestra una vez más que la línea exterior y la interna tienen una
conexión dialéctica innegable. Si el oportunismo penetra en una, tarde o
temprano se reflejará en la otra. Si una dirección es amarrada por oportunistas,
más pronto que tarde se reflejará en ambas líneas en algo acorde al pensamiento
colectivo revisionista de sus personajes.

De la aplicación del internacionalismo proletario a la reconciliación


con el revisionismo

«Solo hay un internacionalismo proletario verdadero: consiste en trabajar con


abnegación por el desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucha
revolucionaria en el propio país y apoyar –con la propaganda, la simpatía y
la ayuda material– esta misma lucha, esta misma línea y sólo ella en todos los
países sin excepción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del
proletariado en nuestra revolución, 10 abril de 1917)

¿Por qué el internacionalismo proletario?

509
En el IIº Congreso del Partido Comunista de España (marxista-leninista) de
1977, en un tono combativo se dice:

«Si decimos que nuestra lucha no se puede en ningún caso ver desligada del
contexto histórico mundial en el que vivimos, entonces, cae por su propio peso
que no podemos permanecer indiferentes a lo que sucede en otros países, y
menos aún, a cómo avanzan y se fortalecen nuestros partidos hermanos y las
posiciones que toman algunos que, llamándose marxista-leninistas, están
cayendo de forma clara y descarada en un oportunismo que no es más que la
continuación, con otras formas y con otra terminología, pero idéntica esencia,
del revisionismo jruschoviano que tuvimos que combatir en los años sesenta.
(…) Nuestras relaciones, entrevistas y discusiones con otros partidos y fuerzas
marxista-leninistas, fueran en base a la aplicación consecuente y concreta del
internacionalismo proletario, el cual es un principio inalienable del marxismo-
leninismo. Jamás hemos consentido salimos de este principio que es esencial y
que ningún partido auténticamente marxista-leninista puede relegar,
abandonar o descuidar. Ahora bien, debemos distinguir entre los partidos y
fuerzas que consideran el internacionalismo proletario de una forma activa,
que lo aplican y lo defienden, de aquellos que hablan mucho de
internacionalismo, pero todo se queda en eso, en verborrea, en fraseología
hueca. (...) Por ello, hemos trazado una línea de acción que, en esencia, es la
siguiente: 1) Unirnos estrechamente con los partidos que mantienen posiciones
consecuentemente marxista-leninistas y, sobre la base de los principios,
defenderlos contra los ataques de los oportunistas. 2) Elaborar tácticas
concretas para profundizar las discusiones con los que vacilan, con los que
todavía no tienen las cosas claras. Es de rigor la prudencia en estos casos, pero
sin perder de vista que un exceso de prudencia cuando se plantean cuestiones
de principios, puede llevar al oportunismo, o, como dicen los camaradas
albaneses, puede cambiar el vino tinto en aguado. Trabajar con paciencia
hacia ellos y procurar atraerlos a posiciones correctas, pero sobre la base de
afirmar claramente nuestros principios. 3) Golpear, desenmascarar y
combatir a los renegados del marxismo-leninismo, a los que ya son claramente
revisionistas de nuevo cuño». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

En el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984 se diría:

«En la actual situación mundial tiene particular importancia la aplicación del


internacionalismo proletario activo. La solidaridad fraternal de la clase
obrera de los diversos países es necesaria para que el proletariado en su lucha
contra la explotación capitalista en cada país, alcance la victoria en su lucha
revolucionaria». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Como bien decía el PCE (m-l) a los partidos hermanos, era claro que:

«La unidad que existe en el movimiento comunista internacional, marxista-


leninista es todavía muy frágil; existen incluso planteamientos contradictorios
sobre problemas importantes, tanto en el ámbito de situaciones concretas a
nivel internacional, como en lo que a la definición de principios se refiere».

510
(Raúl Marco; Sobre algunas cuestiones del Movimiento Internacional;
Discurso pronunciado en un plenario ampliado del Comité Central, 3 de
octubre de 1982)

Solo dos años después, el partido recriminaba a algunos otros, el no haber


atendido sus demandas, y a otros, el resistirse a aceptarlas sin contraponer
argumentos de peso:

«Tenemos claro que el indiferentismo es un reflejo de una mentalidad pequeño


burguesa, cobarde, que en determinados casos puede conducir al nacionalismo
estrecho, y por ende, al oportunismo. Y esto sucede o mejor dicho o ha dejado
de suceder, desde antes que los marxista-leninistas nos levantásemos contra el
revisionismo abierto. (...) ¿Qué pasa, pues, para que nuestro Pleno de octubre
de 1982 haya levantado tal polvareda, resistencia y hasta hostilidad en
algunos partidos que, empero, no han dado ningún argumento sólido en
contra y menos de principio?». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

El PCE (m-l) durante 1964-1985 fue claro como pocos delimitando lo que
significaba el internacionalismo proletario, pero eso no le libró de cometer
errores en su aplicación. Ya vimos inicialmente sus escarceos con el
tercermundismo y el maoísmo, imprimiendo una ilusión hacia ciertos
movimientos pequeño burgueses. Véase el capítulo: «El triunfalismo en los
análisis y pronósticos del PCE (m-l)» de 2020.

Más adelante, entre otras cuestiones, no logró crear junto a otros partidos afines
un organismo que para aclarar las ideas y coordinase esfuerzos. La excusa de la
existencia del maoísmo durante los primeros años, es ciertamente pobre, ya que
el deber de partidos como el PCE (m-l) era lograr tal fin por encima de
cualquiera, de hecho, la creación de tal organismo podría haber servido para
deshacer más rápidamente al maoísmo, que por aquel mantenía una política
basada en la aceptación o no de lo que Pekín y su política exterior reaccionaria
dictaban. Después, una vez entrado en una etapa de mayor madurez ideológica,
tras la lucha abierta contra el maoísmo de 1976-1979, el PCE (m-l) se vio
obligado dentro del campo marxista-leninista a volver a criticar las posiciones
vacilantes o erradas de ese movimiento marxista-leninista restructurado, el cual
sorprendentemente, de nuevo empezaba a mostrar signos de debilitamiento
ideológico, indiferentismo y desunión, sobre todo a partir de 1982, aquí tiene
gran responsabilidad el Partido del Trabajo de Albania (PTA) que no supo
ponerse al frente, y finalmente, fue participe de las primeras desviaciones
graves. Véase el capítulo: «Las relaciones entre el PCE (m-l) y el PTA y la caída
del socialismo albanés» de 2020.

La oposición o desdén hacia esa cuestión del del PTA tampoco eximía al PCE
(m-l) de su propia responsabilidad, primero; denunciando con nombres a
quienes se oponían, y segundo, continuando con los partidos que se
mantuviesen fieles a estos principios. Pero como sabemos hoy, no solo el PTA,
sino que el PCE (m-l) empezó a abandonar estos lineamientos.

Las tareas nacionales no son ni pueden ser incompatibles con los


deberes internacionales de una organización

511
«Para los revisionistas chinos el basarse en sus propias fuerzas era
interpretado prepotentemente «Yo sí tengo fuerzas y me importa un bledo las
dificultades de los demás...» Y así no presentan ninguna ayuda para que los
más débiles pudiesen desarrollarse en todos los terrenos, incluido el de
«basarse en sus propias fuerzas». Con ese farisaico concepto, los revisionistas
chinos hacían y deshacían a su antojo. Como no existía ningún tipo de
organización internacional –y seguimos en las mismas–, nadie les podía pedir
cuentas; los que se plegaban a sus dictados, los aduladores y lamebotas,
recibían ayuda en cantidad –sobre todo financiera, claro–, mas los que
poníamos los principios por encima de las ventajas materiales, éramos
marginados. (...) Para nosotros el «basarse en nuestras fuerzas» –concepto
que no se discute nunca o casi nunca en las reuniones internacionales–, es un
principio comunista que tiene dos vertientes, o dos aplicaciones, íntimamente
ligadas la una a la otra; por un lado, el esfuerzo de cada partido debe hacer
para resolver sus dificultades, y dentro del partido, cada camarada, cada
célula, cada comité. (...) Lo que a su vez lleva a basarse o lo posibilita, en la
fuerza de todo el partido; y la otra vertiente es de nivel internacional. (...) Las
fuerzas del propio partido, para mejor utilizar la fuerza del movimiento en su
conjunto con arreglo a las necesidades; ese principio significa para nosotros
que los partidos que pueden hacerlo, deben prestar su apoyo y ayuda, en todos
los terrenos que lo necesitan, significa estar atentos a los problemas de los
demás». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

En el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984, gran parte del informe se dedicó a
criticar la no comprensión de la importancia del internacionalismo proletario, la
vinculación de las tareas nacionales con las internacionales:

«El internacionalismo proletario significa que cada partido marxista-


leninista, debe preocuparse no solamente por el desarrollo de la revolución en
su propio país, sino por el desarrollo de la revolución en el mundo entero. No
solamente debe velar por la pureza del marxismo-leninismo en sus filas, sino
también en el movimiento comunista marxista-leninista internacional, cada
partido debe dar a los demás partidos su máxima ayuda ideológica, política y
material, y debe esforzarse particularmente por dar ayuda a aquellos partidos
hermanos que están más necesitados». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Si miramos un magnífico artículo de P. Azuaga llamado: «El desarrollo de los


partidos marxista-leninistas y el internacionalismo proletario», podremos
observar cómo se fustigaba alguna de las teorías del PCA/ML y del PCP (R):

«Para los marxista-leninistas, existe una relación estrecha y dialéctica entre el


desarrollo de cada partido comunista marxista-leninista y de sus tareas en su
respectivo país, y el desarrollo del Movimiento Comunista Internacional
Marxista-Leninista con las tareas que ello plantea, sobre la base de la correcta
comprensión y aplicación práctica del internacionalismo proletario, pues no
en vano éste es una base fundamental del marxismo-leninismo.

512
Sin embargo, esto no es comprendido así por algunos, quienes para justificar
posiciones injustificables y oportunistas, apelan a las más variopintas teorías
ya las más peregrinas argumentaciones, nada nuevas por cierto, como son la
de que cada partido es independiente, que cada uno debe dedicarse a los
problemas de su partido y de su país, que cada partido sólo debe basarse en
sus propias fuerzas, que cada cual debe apañárselas como pueda sin que los
demás tengan derecho a criticar sus opciones, que cada partido tiene su
«propia vía».

Todas estas teorías, tienen de común que llevan a considerar que no son
necesarias las reuniones multilaterales entre partidos marxista-leninistas –y
menos todavía una reunión general–, ni es necesario intercambiar opiniones y
experiencias, conjuntar análisis y posiciones sobre cuestiones importantes de
actualidad, ni estrechar la colaboración entre los destacamentos del
movimiento comunista mundial, ni dar pasos concretos para trazar una línea
general para el movimiento que lleve a los partidos marxista-leninistas hacia
la unidad internacionalista organizada, lo cual lleva, de manera más o menos
consciente, a que se dé el indiferentismo, el seguidismo, las «zonas de
influencia», el cantonalismo o el grupismo, pero de ninguna forma a
desarrollar la concepción leninista del internacionalismo y a ayudar a los
partidos marxista-leninistas». (Vanguardia Obrera; Nº 500, 1985)

¿Qué debía aclararse frente a estas desviaciones?:

«Otra de estas teorías defiende la idea de que cada partido es independiente y


que por tanto cada uno puede desarrollar la teoría, la táctica y la práctica que
estime oportuno, lo cual sólo le incumbe a cada partido, por lo que toda crítica
hacia ellos constituiría una injerencia inadmisible en sus asuntos internos.

Es correcto plantear que cada partido debe ser independiente a la hora de


elaborar su línea política o su táctica, pero la independencia de cada partido
tiene unos límites, que son los principios del marxismo-leninismo, y cuando un
partido se desvía o comete errores graves, cualquier otro partido debe y tiene
el derecho y obligación de señalarlo y de criticarlo.

Para ayudar al desarrollo de los partidos marxista-leninistas y del


internacionalismo proletario debe combatirse, pues, el independentismo tanto
como es necesario combatir el seguidismo respecto a otro partido o partidos, lo
cual es una de las raíces y manifestaciones del revisionismo». (Vanguardia
Obrera; Nº 500, 1985)

Esta cuestión el PCE (m-l) desataría varios artículos contra varias cabezas
visibles de estas desviaciones en el PCA/ML. Véase el capítulo: «Elena Ódena
sobre el falso internacionalismo de los oportunistas alemanes Koch y Eggers» de
2020.

La unidad internacional también pasa por una unidad organizativa

«Nosotros entendemos esas reuniones bilaterales y multilaterales no como


reuniones de cortesía, de visitas o encuentros entre amigos. Estas reuniones
deben ser de trabajo, de intercambiar experiencias, deben servir para

513
conjuntar posiciones y análisis sobre cuestiones concretas de índole
internacional, e incluso definir tareas comunes. (…) Porque todos estamos de
acuerdo con la unidad, todos hablamos en su nombre, pero lo cierto es que
hacemos poco por materializarla y elevar su nivel. A veces, incluso, se dan
casos de partidos que observan cosas, posiciones, planteamientos, con las que
no están de acuerdo, y en vez de plantearlo claramente, se callan. Eso no es
correcto ni la mejor forma de ayudar a un partido hermano en dificultades o
equivocado. Para nosotros, las relaciones concretas, entre camaradas, sobre la
base de principios y del internacionalismo, no excluye, sino que presupone el
deber y el derecho de cada partido por criticar a otro u otros. «Esto debe ser
así porque ningún partido que considere el internacionalismo proletario como
un principio activo y no como una fórmula para discursos y escritos, puede ser
indiferente a lo que sucede en otros partidos: «Cada partido hermano,
respetando las normas leninistas, debe criticar audazmente los errores y las
faltas de cualquier partido hermano. (…) El partido que se equivoca, sea
grande o pequeño debe ser criticado, debe reconocer sus errores para que
puedan ser corregidos. Esta es la única manera de actuar». (Enver Hoxha) (…)
Estas son algunas cuestiones que preocupan al partido». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); IIIº Conferencia del partido, marzo de 1982)

Respecto al Partido Comunista de Portugal (Reconstituido) se criticaría que el


PCP (R) había esgrimido tesis absurdas como que la redacción de una revista
conjunta entre los partidos marxista-leninistas «Teoría y práctica» ¡creaba
problemas al movimiento marxista-leninista!:

«Decís en vuestra resolución que como se está llevando la revista «en las
presentes condiciones, está perjudicando la unidad del movimiento comunista
internacional y la acción de los diversos partidos de respectivos países». (…)
Extrapoláis cuestiones secundarias –revista sí, revista no– de forma simplista
y las mezcláis con cuestiones de principios, os limitáis a afirmar, que no
demostráis nada. Os preguntamos, ¿desde cuándo el que un partido exponga
en una revista marxista-leninista sus puntos de vista o análisis sobre su propio
país, «perjudica la unidad del movimiento comunista internacional»? ¿En qué
han dividido o creado problemas al «movimiento comunista internacional» los
dos números editados de «Teoría y práctica»? Si limitásemos vuestra forma de
razonar, podríamos decir que los que se equivocan, dividen al movimiento y
hacen el juego a la reacción y al revisionismo, son los que se oponen, condenan
y combaten la unidad marxista-leninista. Pero nuestro partido no cae en
análisis simplistas y superficiales». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Carta al Partido Comunista de Portugal (Reconstituido), 1983)

Precisamente en el debut de la revista se decía «A modo de presentación: ¿para


qué una revista internacional?»:

«A medida que se profundiza la crisis del capitalismo y el imperialismo y la


degeneración del revisionismo moderno, surgen distintas tendencias y
corrientes revisionistas y oportunistas, como el eurocomunismo, el maoísmo,
el tercermundismo, corrientes prorusas, etc., y aumenta también la presión
ideológica contra la ideología y los partidos marxista-leninistas. En nuestros
partidos se han producido y puede repetirse brotes de oportunismo de derecha,
de revisionismo, de fraccionalismo, todo ello como consecuencia de la presión

514
ideológica y el trabajo de zapa de los distintos enemigos del marxismo-
leninismo y contra los nuevos partidos que se han puesto a la cabeza del
movimiento revolucionario y la clase obrera de los distintos países. (…) Esto
plantea la necesidad de permanecer vigilantes, desenmascarar y combatir sin
tregua todo intento de desviarnos de nuestra justa línea, de los inmortales
principios del marxismo-leninismo. Los revisionistas chinos introdujeron toda
una serie de prácticas y actividades que durante años obstaculizaron e
impidieron dar pasos concretos para restablecer el internacionalismo
proletario activo, y la verdadera unión de principios y de acción organizada
entre los nuevos partidos comunistas marxista-leninistas. Actualmente, pese a
las dificultades y deficiencias existentes y teniendo en cuenta el lógico
desarrollo desigual de los partidos, creemos que es imprescindible dar algunos
pasos concretos con el fin de ir creando las condiciones para dar otros pasos
más importantes que en un futuro no muy lejano nos conduzcan hacia la
unidad internacionalista organizada de todos los partidos marxista-leninistas.
Tal es el objetivo primordial de esta revista comunista internacional. Creemos
que esta revista corresponde a una necesidad de vital importancia de defender
y difundir los principios del marxismo-leninismo y para facilitar un mejor
conocimiento y comprensión política y de la práctica de los distintos partidos.
(…) La comisión editorial de esta revista llama a todos los partidos hermanos
a colaborar en ella, enviando sus artículos y trabajos». (Teoría y práctica;
Nº1, 1983)

Que partidos tan importantes en la lucha contra el revisionismo –el Partido del
Trabajo de Albania (PTA) o el Partido Comunista de Alemania/Marxista-
Leninista (PCA/ML)– nunca se sumasen a dicha iniciativa da a entender que
dentro de esos partidos empezaba a dominar un indiferentismo muy lesivo, que
era parte de algo mucho peor que se revelaría poco después. Ha de decirse que
conforme estos partidos que colaboraban en la revista, incluyendo al PCE (m-l),
empezaron a degenerar de forma vertiginosa, la calidad de la revista y sus
artículos empezaron a notarlo desde finales de los 80.

Una de las razones para pedir dicho organismos internacional, era que este era
la mejor forma de supervisarse mutuamente; era la mejor forma para que un
partido diese explicaciones cuando sufriera una lucha interna; era la mejor
forma para que las masas viesen que los partidos marxista-leninistas estaban
unidos y tenían una línea común sobre los temas fundamentales, etcéra:

«Para nosotros esto conlleva la necesidad de la existencia de una organización


–con las particularidades oportunas– también internacional. Hoy la cosa no
existe y algunos no lo entienden. A nosotros nos parece esta una grave
carencia de los que se llama el «movimiento internacional». Porque un
auténtico movimiento comunista internacional debe llevar, ineluctablemente,
la unidad, no sólo de pensamiento, no sólo teórica, sino también, y es lo que
más falta, de acción. Pensamos que en ese sentido estamos muy retrasados con
arreglo a lo que nos exige la actual situación internacional: no sólo no haya
unidad de acción, sino que hay fallos graves en la unidad de análisis, de juicios
y opiniones. (...) Aquí, entra también el problema de las relaciones entre
partidos hermanos. En teoría, todos, sin excepción, estamos a favor de
reuniones bilaterales y multilaterales. Pero sólo una parte de los partidos
participamos en tales reuniones y nos esforzamos por lograrlas, mientras que

515
otros las boicotean pura y simplemente, con absurdos e injustificables
argumentos para no participar en ellas. (...) Nuestro partido sigue
manteniendo la necesidad de que los partidos marxista-leninistas deberían
contar con una línea general y unas formulaciones organizativas que
facilitasen y estimulasen la práctica concreta del internacionalismo entre
nosotros, que permitiese aunar criterios y juicios sobre las situaciones del
mundo. De nuevo ponemos de ejemplo lo de las Malvinas, Irán, el llamado
grupo Contadora, la socialdemocracia, etc. así como las actitudes y
posicionamientos de otros partidos. (...) No sólo tenemos –o deberíamos
tener– el derecho, sino el deber de criticar e incluso combatir cualquier
desviación que detectemos en otros partidos. Para ello sería mucho más útil la
existencia de cauces y formas organizativas claramente estructuradas a nivel
internacional. Lo contrario supone que lo hagamos aisladamente, contra
viento y marea, soportando argumentos baladíes como el de que «no hay que
polemizar». Se olvida que polemizaron abiertamente y sin tapujos Marx,
Engels, Lenin y Stalin. Se olvida que se polemizó contra Browder, Tito, etc. (...)
Cuando se dan casos de intentos de fracción, o complots o cualquier problema
grave, se debe informar seria y razonadamente a los demás partidos, tanto
porque las experiencias de unos pueden servir a otros, como por evitar
conjeturas y suposiciones que además crean desazón y malestar; por otra
parte, también afirmamos que la independencia de cada partido tiene unos
límites: los principios del marxismo-leninismo; y cuando vemos que un
partido se desvía o comete errores graves en sus planteamientos y análisis,
cualquier partido debiera tener el valor y la firmeza suficiente para señalarlo,
para criticar y si es preciso polemizar y no sólo por propia comprensión de lo
que deberían ser las relaciones entre partidos hermanos, sino porque tuviera
el derecho y la obligación de hacerlo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Efectivamente, para un colectivo o un conjunto de colectivos, el no establecer


unas normas y una acción generalizada, deja la puerta la abierta a continuar en
el mismo estado desastroso de improvisación, discordancia, tardanzas, etc. El
PCE (m-l) pensaba que tras varios años de existencia, tras desenmascarar al
maoísmo y sus teorías antimarxistas en materia internacional, ya no había
excusa para que no existiese un organismo internacional que regulase y
coordinase a los partidos:

«Algunos partidos cuando hablamos con ellos sobre estos temas,


particularmente el de la creación de algún tipo de organismo internacional,
nos dicen que «no hay condiciones» –tampoco nos dicen cuáles son tales
condiciones–. Y nosotros repetimos una y otra vez que las condiciones no se
van a dar por sí solas, que hay que crearlas. (...) La no resolución de este
problema favorece otro tipo de oportunismo como es el de la creación de
«zonas de influencia». Así tenemos tal partido que se mueve solo en función de
lo que diga tal otro; tenemos a los que practican lo que ellos llaman
«relaciones especiales», tenemos a los seguidistas, etc. Esta es la situación que
debemos afrontar con decisión y entusiasmo, con valor y optimismo
revolucionario, combatiendo en nuestras filas toda manifestación de
pesimismo. Y si «no hay condiciones», luchemos por crearlas y recordemos
una vez más a nuestro Machado «se hace camino al caminar». Nosotros
vamos dando pasos, quizás lentos, pero seguros, y esta vez no estamos solos.

516
Pensamos que debemos seguir por este camino, porque ya es grave que no
exista ningún organismo internacional de los comunistas, y dada la situación
mundial dentro de poco esa carencia sería un crimen imperdonable del que
nosotros no queremos ser partícipes. (...) La prudencia es una buena cosa, es
necesaria, pero cuando en nombre de la prudencia se relegan los problemas, se
enmascara las situaciones, no se toman decisiones y, en definitiva, se
tergiversan los principios, ya no se trata de prudencia...». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l),
1984)

El hartazgo de la dirección del PCE (m-l) es notable.

La lucha contra los jefes del oportunismo y las ilusiones sobre su


naturaleza

El PCE (n-l) siempre subrayó la importancia de la lucha contra el revisionismo:

«Una de las principales tareas de los marxista-leninistas y de las fuerzas


progresistas del mundo entero es la denuncia y la lucha resuelta,
irreconciliable y sin cuartel contra el revisionismo, tanto en el terreno
ideológico como en el político. Cualquier debilitamiento en esta lucha de
principios, bajo cualquier pretexto, conduce inevitablemente al aumento de la
fuerza del revisionismo, y daña considerablemente la causa revolucionaria».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº
Congreso del PCE (m-l), 1984)

En ocasión del IIIº Congreso del PCP (R) de 1981, la delegación del PCE (m-l)
diría en el discurso titulado: «El Partido Comunista de España (marxista-
leninista) contra la unión con los líderes revisionistas y socialdemócratas»:

«Creemos que las tácticas y las formas de acción para forjar la unidad obrera,
el frente popular antifascista, puede y debe de ser muy diverso de acuerdo a
las condiciones específicas y posibilidades de cada país y de cada partido.
También creemos –y nos basamos en la experiencia internacional de muchos
años– que esta unidad no es posible sin aislar y luchar hasta el mayor grado
posible los líderes revisionistas de diferentes matices, como los
«eurocomunistas», maoístas, jruschovistas, o como se llamen ellos mismos.
Todos ellos, junto a los líderes socialdemócratas, son cómplices y lacayos de
sus respectivos gobiernos reaccionarios y van a la zaga de uno u otro
imperialismo. Algunos albergan ilusiones sobre una posible unidad con los
líderes revisionistas. Creemos que esto es un error el cual puede llevarnos
directamente al pantano del oportunismo. Y si debemos evitar exitosamente el
sectarismo que nos separa de la gente, también debemos combatir con
intransigencia el oportunismo que podría llevarnos a deformar nuestros
principios marxistas-leninistas. Los marxistas-leninistas del mundo dicen que,
hoy en día, nadie puede combatir al imperialismo basándose en uno u otro
imperialismo. Y además, decimos que cualquier concesión a los líderes
revisionistas, consciente o inconscientemente, es jugar entre las manos de una
u otra superpotencia, o de ambas a la vez». (Vanguardia Obrera, julio 3-16,
1981)

517
Esto era una advertencia a las tendencias de ciertos partidos del panorama
internacional, que parecían olvidar estos básicos principios confirmados por la
historia, en concreto era un mensaje hacia el PCA/ML.

Aunque el PCA/ML sería uno de los partidos que más autocrítica y más
detalladamente expuso el daño causado por el maoísmo en su IVº Congreso de
1978, seguramente de una forma mucho más ejemplar que el propio PCE (m-l),
este último criticaría al primero por su silencio en diversas luchas ideológicas
que se dieron entre 1976 y 1978, un período donde la lucha contra el maoísmo
lamentablemente solo era capaz de abarcar una crítica contra los partidos más
ultraoportunistas que rehusaban las reuniones conjuntas entre partidos bajo
diversas excusas o aceptaban el tercermundismo. De igual modo, se criticaba las
propias posiciones erróneas del PCA/ML sobre la crisis del revisionismo en el
poder en la Polonia de 1981, así como las falsas concepciones e ilusiones sobre el
sindicato reaccionario «Solidaridad»:

«Se sabe que el PCA/ML permaneció silencioso durante los momentos en que el
PCE (m-l) libro una dura lucha contra los oportunistas y revisionistas de
Jurquet en Francia, Lefevre en Bélgica y Gilbert Etienne en Suiza. Era una
lucha por los principios contra el revisionismo contra el revisionismo maoísta
y el doctrinarismo, y por el derecho de los marxista-leninistas a unirse; lucha
también por la defensa de las justas posiciones del PTA que larvadamente
estaban siendo atacadas por estos elementos y sus mentores maoístas. Lo
mismo cabría decir de la lucha contra el proruso vergonzante Fosco Dinucci en
Italia que nuestro partido llevó a cabo y de lo que estabais informados. No sólo
no participasteis en esa lucha, sino que hasta mayo de 1981 mantuvisteis
relaciones con él, hasta que el mismo Dinucci rompió las relaciones diciendo
que no quería saber nada de vosotros, según nos informó la camarada Karim
Wagner en Lisboa en junio de 1981. (…) [A ejemplo también] La declaración de
vuestro Comité Ejecutivo sobre los sucesos en Polonia –«Roter Morgen» nº51
de diciembre de 1981–». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Carta al Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, 1982)

Sobre la polémica entre el PCE (m-l) y el PCA/ML se decía los corchetes


incluyen la parte autocensurada de cara a la edición escrita:

«[En la polémica interna y mucho más si es pública deben participar todos los
partidos, pues el indiferentismo es también una forma de oportunismo que no
podemos aprobar. Nosotros los hemos criticado directamente [al PCA/ML].
(…) Sin embargo, los camaradas albaneses no quieren pronunciarse. ¿Juzgan
por el mismo rasero las dos actitudes? ¿Eso es justo? No lo es]. (…) Hay quien
se opone a esta forma de actuar invocando la unidad. Pero camaradas, no son
los marxista-leninistas quienes rompen la unidad, no, los marxista-leninistas
estamos luchando por acrecentar, desarrollar la unidad entre nosotros. [Son y
siempre ha sido los oportunistas los que rompen la unidad]. Así fue en el
pasado, y así es ahora». (Raúl Marco; Sobre algunas cuestiones del
Movimiento Internacional; Discurso pronunciado en un plenario ampliado del
Comité Central, 3 de octubre de 1982)

Volvemos a preguntar, ¿por qué esta parte censurada debió publicarse décadas
después cuando ya nada se podía hacer? ¿A quién beneficiaba esto?

518
El nacionalismo burgués como desviación a la hora de analizar los
eventos internacionales

«Así como en el pasado, frente al revisionismo jruschovista y recientemente


contra el revisionismo maoísta, nos levantamos con valentía las fuerzas
marxista-leninistas, es indispensable que en el presente elevemos la vigilancia
y la lucha contra las tesis y prácticas ajenas al marxismo-leninismo que
afectan la labor revolucionaria e internacionalista de los partidos marxista-
leninistas, y a la unidad del movimiento, tales como: la conciliación y
colaboración de clases, las posiciones vacilantes y conciliadoras frente al
revisionismo y la socialdemocracia, que llevan a concebir los frentes
revolucionarios como alianzas por lo alto con esas organizaciones,
renunciando incluso a la independencia de los partidos marxista-leninistas.
Las posiciones nacionalistas establecen una separación mecánica entre el
trabajo de cada partido en su país y las responsabilidades internacionalistas,
divorciando el desarrollo de la revolución en un país del objetivo de la
revolución proletaria mundial. La lucha contra el revisionismo no puede
sostenerse a esquemas o recetas en abstracto. Es preciso combatirlo en todos
los terrenos, arrebatándole palmo a palmo el espacio político que ha usurpado
en el seno del movimiento obrero». (Documento de Quito firmado en la
reunión multilateral de partidos marxista-leninistas, 1985)

Las posiciones políticas en las que estaban cayendo algunos partidos marxista-
leninistas sobre diversos acontecimientos internacionales dividió al
movimiento:

«Oportunismo y chovinismo van siempre de par, porque ambos aceptan, de


una u otra forma, la colaboración entre las clases, o mejor dicho, tratan de
borrar las diferencias entre ellas. El oportunismo –que generalmente acaba
siendo manipulado por el socialchovinista– procura no enfrentarse a la
burguesía en cuestiones fundamentales en lo nacional, y «explicar» las
posiciones que toma en lo internacional, es decir, a favor del imperialismo, lo
que en todos los casos lleva al abandono o tergiversación del
internacionalismo. (...) Esta característica, básica del oportunismo –tanto en
individuos como en partidos–, les lleva a defender a los intereses de la
burguesía del propio país. (...) Así unos y otros utilizan el concepto «patria»
para encubrir sus sórdidos intereses de clase, ajenos al proletariado. Nos
sirven de referencia, por ejemplo, los casos de Polonia, Checoslovaquia,
Afganistán, Angola, etc. o el de las Malvinas, donde, desgraciadamente, ha
habido discrepancias de criterio al enjuiciar esa guerra entre una potencia
imperialista y una dictadura militar fascista, ambas con graves problemas de
cara a sus propios pueblos. En ambos casos se ve a dónde conduce el
chovinismo por parte de ambos gobiernos. (...) Otro ejemplo puede ser el de
Irán. Todos saludamos y apoyamos el formidable movimiento popular que
derrocó al despótico y reaccionario Sha. Mas lo que parecía la liberación, al
menos a nivel de revolución burguesa, para el pueblo iraní que tanto sangre
derramó, se ha transformado rápidamente en una situación feudal y
oscurantista tan cruel como la anterior. Y aquí de nuevo surgen divergencias
al juzgar el régimen de Jomeiní. Unos apoyan ese criminal santón, asesino y
verdugo del pueblo, y otros no aceptamos este siniestro individuo por más que

519
traten de decirnos que es un «antiimperialismo» al que hay que apoyar. Y
nosotros preguntamos, ¿en qué lo apoyamos? ¿En las ejecuciones de
comunistas, de nuestros camaradas, ejecuciones justificadas con el argumento,
¡triste argumento!, de que «se han opuesto a Jomeiní»? (...) Cuando Irán fue
atacado por Irak, nosotros defendimos a Irán. Y ahora que las tornas se han
cambiado, que Jomeiní envía a la muerte a decenas de miles de iraníes, incluso
niños, en nombre de la «guerra santa» contra el reaccionario régimen de Irak,
¿debemos apoyarlo? ¿Hacemos abstracción de la lucha de clases en Irán;
çomo se manifiesta el internacionalismo proletario de cara a los comunistas y
al pueblo iraní? ¿En apoyar sus posturas feudales, camufladas de
«nacionales», en apoyar la ejecución de comunista y revolucionarios
proletarios? ¡No y mil veces no! Los marxista-leninistas de España jamás
apoyaremos tal cosa, que no cuenten con nosotros. ¿Un ejemplo más? Turquía.
Ese país está sojuzgado por una dictadura fascista, una siniestra junta militar,
tanto como la de Pinochet o la anterior de Argentina. Nosotros denunciamos
esa junta, al mismo tiempo que apoyamos en la medida de nuestras fuerzas al
pueblo turco y particularmente a nuestros camaradas del partido hermano.
Mas nuestra postura tampoco es compartida por todos. Y vemos cómo
lamentablemente algunos silencian la lucha y los sufrimientos del pueblo
turco, su persecución y los asesinados de nuestros camaradas. Resultaría
cómico, sino fuera por lo trágico del caso, lo que sucedió en el último
campamento internacional de la juventud en Dinamarca, donde un reducido
número de organizaciones se negaron a apoyar y participar en una
manifestación a favor del pueblo turco. (...) Y se negaron a participar... ¡en
nombre de la «unidad»! ¿Unidad con quién? Nos esforzamos por comprender
las «razones», las «tácticas», etc. Pero no aceptamos –so pena de negarnos a
nosotros mismos– que en nombre de esas formulaciones se falsee y tergiverse
el internacionalismo proletario para caer en el chovinismo y en el
oportunismo. Vemos pues, que para luchar consecuentemente contra el
chovinismo, el nacionalismo burgués reaccionario, no podemos dejar de
luchar contra el revisionismo y el oportunismo –y éste adopta muchas
variantes– se dé dónde se dé». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Ante los incipientes extraños movimientos de Albania en política exterior –con


una notable condescendencia hacia los regímenes reaccionarios de Argentina,
Irán o Turquía y un silencio sobre los comunistas y patriotas que luchaban
contra ellos–, se proclamaba:

«Asimismo se plantea la tarea de la defensa de la patria socialista, hoy por


hoy representada por Albania. Esta es una necesidad y una obligación que
debemos cumplir, pero entendiéndola recíprocamente. Igualmente, el
internacionalismo proletario exige que la patria socialista cumpla sus deberes
internacionalistas de cara a los demás partidos en la práctica. (...) Debe
manifestarse la solidaridad hacia los pueblos que son víctimas de la opresión y
represión por parte de sus respectivos gobiernos fascistas y reaccionarios. (...)
Cuya práctica debe consistir, en primer lugar, en difundir y apoyar las justas
luchas de los pueblos contra sus opresores y explotadores, así como contra
toda suerte de crímenes del imperialismo contra los pueblos, combatiendo toda
actitud localista, independentista o nacionalista». (Partido Comunista de

520
España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l),
1984)

Por ello, se decía con toda razón hacia otros partidos, que era un error confiar
ciegamente en un partido, por mucho prestigio o méritos que hubiera tenido:

«Esto nos lleva a plantear de nuevo la no aceptación de partido padre, o que


manda, y partidos hijos que se limitan a obedecer». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Carta al Partido Comunista de Portugal
(Reconstituido), 1983)

Poco después repetía de cara a todos los partidos del movimiento internacional:

«Esto también conlleva la necesidad de precaverse contra la nefasta tendencia


de colocarse a la zaga del «partido padre». La experiencia de lo sucedido en la
URSS primero [con el jruschovismo], y luego en China [con el maoísmo], amén
de ciertas tendencias que hoy se manifiestan, nos lleva a afirmar que nunca
jamás, debe haber «partido padre» y «partidos hijo». Todos los partidos,
teniendo en cuenta la mencionada ley de desarrollo desigual, han de
considerarse equitativamente, lo que no evita que unos partidos desempeñen
un papel más importante que otros en determinados momentos –por su
desarrollo ideológico, su consolidación, etc.– pero entendiendo que ese papel
más importante, no como derechos o privilegios sino como una obligación de
dar una mayor ayuda al movimiento». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Lo suyo hubiera sido que para aleccionar a todos, y evitar confuses se explicase
claramente y sin tapujos en qué cuestiones veía el PCE (m-l) el seguidismo de
algunos partidos hacia el PTA, en vez de hablar de forma tan genérica y
abstracta.

Lo triste es que el propio PCE (m-l) evitaría recordar tal consejo a partir de
1985, justificando todos los actos de Albania de Ramiz Alia, cuando el PTA
profundizó sus desviaciones. Véase el capítulo: «Las relaciones entre el PCE (m-
l) y el PTA y la caída del socialismo albanés» de 2020.

El triunfalismo como falso aliado

Históricamente, la negación de la estructura económica del sistema capitalista


en su etapa monopolista, es decir imperialista, la negación de la presión
ideológica que irradia hacia toda la sociedad incluso entre la clase obrera y su
partido comunista, la conexión entre todo esto y negar su peligro, es como diría
Lenin «optimismo hacia el oportunismo»:

«No hay que dejarse engañar sobre la significación de ese «optimismo»: es un


optimismo con respecto al oportunismo, es un optimismo que sirve de
tapadera al oportunismo. En realidad, la rapidez particular y el carácter
singularmente repulsivo del desarrollo del oportunismo no sirve en modo
alguno de garantía de su victoria sólida, del mismo modo que la rapidez de
desarrollo de un tumor maligno en un cuerpo sano no puede hacer más que
contribuir a que dicho tumor reviente más de prisa, a librar del mismo al

521
organismo. Lo más peligroso en este sentido son las gentes que no desean
comprender que la lucha contra el imperialismo, si no se halla ligada
indisolublemente a la lucha contra el oportunismo, es una frase vacía y falsa».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo,
1916)

¿Qué decía de esto el PCE (m-l)?:

«Todavía hay sectores relativamente amplios que siguen viendo a la URSS


como si fuera la de Lenin y Stalin, y esto no sólo en España, por más que
algunos digan que «las masas ya han hecho la diferencia entre los
revisionistas y los marxista-leninistas», lo que es totalmente falso. Tampoco
está de más el reconocer que aún tenemos poca influencia y capacidad
organizativa –¿a quién se quiere engañar diciendo lo contrario?–. Es más, se
dan casos de partidos que arrastran una debilidad ideológica harto
preocupante: han roto con el jruschovismo y el maoísmo en lo organizativo y a
nivel de formulaciones generales –por no decir generalidades–, pero si
examinamos su práctica e incluso alguno de sus planteamientos teóricos,
descubriremos grandes dosis de maoísmo, es decir, de oportunismo puro y
simple». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del
IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

El PCE (m-l) denunciaba que en realidad, la lucha contra el jruschovismo y el


maoísmo no se había llevado hasta el fondo, y que muchas partidos,
reproducían mismos esquemas, lo que pronto podía llevar a una degeneración.
Esto lo vimos en partidos como Bandera (BR), que poco tiempo después pese a
su desmaoización, presentaría en los 90 un programa totalmente maoísta, como
hoy todavía hace. Véase la obra: «Bandera Roja y MVTC: Un repaso histórico a
las posiciones ultraoportunistas de Bandera Roja, y una exégesis sobre la
deserción del MVTC y su disolución en Bandera Roja» de 2017.

En otras ocasiones, el PCE (m-l) señalaría que ese exceso de triunfalismo, esa
infravaloración del revisionismo era algo similar a hacerle el juego al
revisionismo, lo que no pocas veces acababa en alianzas sin principios con sus
organizaciones:

«Las cosas hay que mirarlas frente a frente para poderlas analizar y
solucionar. Hay que mirarlas cara a cara y con optimismo, pues las
perspectivas son dialécticamente revolucionarias. Pero a la dialéctica también
hay que «ayudarla». No está de más el reconocer –pues el que no conoce sus
fallos o errores jamás los solucionará– que hoy la mayoría de los partidos que
actuamos en los países capitalistas somos relativamente débiles. (...) Este
indiferentismo, esta falta de unidad y acción, es particularmente grave en las
actuales circunstancias –y siempre–, pues ya podemos ver cómo los partidos
podemos sobrestimar nuestra propia fuerza, nuestra influencia real entre las
masas populares, nuestra capacidad de dirección en el movimiento obrero, etc.
En muchos casos basta con leer regularmente la prensa de los partidos
hermanos para darnos cuenta de que se dan casos de triunfalismos
injustificables, cuando se conoce la fuerza real de esos partidos. Y esto ante la
indiferencia y la falta de reacción de los demás. ¿Por qué? Porque no existe
ningún tipo de organismo internacional capacitado para intervenir y llamar

522
al orden a quien sea. Es más, ese error de triunfalismo, de sobreestimación de
nuestra propia fuerza, conlleva otras no menos nefastas consecuencias: el
menosprecio de la fuerza del revisionismo. Negarse a ver la fuerza y
capacidad de movilización que aún conservan los partidos revisionistas en
muchos de los países capitalistas, significa, nos guste o no, que rebajábamos el
nivel de lucha contra el revisionismo a todos los niveles, tanto
internacionalmente como dentro de nuestras propias filas. Y así se dan casos
de componendas vergonzosas, y casos de derrotismo y pesimismo, o bien se
cae en posturas de alianzas con oportunistas de cualquier tipo. Y los ejemplos
no nos faltan». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Esta crítica era totalmente correcta, pero el PCE (m-l) debería haber dado
ejemplo mostrando algo de humildad autocrítica, ya que si existía un partido
que había pecado de triunfalismo durante estos años, ese era él mismo,
empezando por la exageración de la pérdida de influencia del PSOE y el PCE, así
como una distorsión de la realidad sobre la fuerza real del propio (PCE m-l).
Véase el capítulo: «El triunfalismo en los análisis y pronósticos del PCE (m-
l)» de 2020.

El PCE (m-l) decía que «ejemplos no nos faltan» de derrotismo, pesimismo


o alianzas con oportunistas de cualquier tipo entre algunos partidos hermanos,
pero una vez más podría haber citado cuales eran esos ejemplos claramente con
nombres, con una exposición del error concreto para que el público fuese
aleccionado con lo que no se debía hacer. En cambio, el partido prefirió una vez
más jugar a dejar en el aire el nombre de los culpables del pecado Sea como sea,
la prueba de que la infravaloración y desdén hacia el revisionismo te llevaba a
reproducir tarde o temprano sus teorías y acciones, a aliarte o fundirte con él, lo
demostraba el propio desarrollo posterior del PCE (m-l), cuando a partir de
1986 empezó a relajar la lucha contra ciertas corrientes y finalmente aliándose
con algunos de los partidos que iban desde el nacionalismo, como Herri
Batasuna, hasta revisionistas como el breznevista PCPE. Véase el capítulo: «El
PCE (m-l) y su progresivo cambio en las alianzas: con los revolucionarios y
progresistas honrados vs aliarse con los cabecillas oportunistas» de 2020.

Hubo otros casos donde las reservas no oficiales del PCE (m-l) no eran
correctas, y precisamente estaban basadas en una sobrevaloración de las
capacidades de otros partidos, exigiéndoles más de lo que podían dar. Esto fue
el caso del Partido Comunista de Ecuador (Marxista-Leninista), el cual llegaría a
tener un cierto éxito en las elecciones presidenciales de 1984 a través de las
candidaturas de frente popular, llamado Movimiento Popular Democrático
(MPD), cosechando unos 161.000 votos, lo que venía a ser un 7,30% de los votos
emitidos, con tres diputados. Mientras que en las elecciones de 1986 al lograr
con 176.461 votos, un 7,31% de los votos emitidos, otorgaba esta vez a la
formación 4 diputados. Esto suponía todo un éxito, sobre todo teniendo en
cuenta el clima de terror de diversos gobiernos –como el de León Febres-
Cordero durante 1984-1988–. Pero desde España, la dirección del PCE (m-l),
pese a que nunca había igualado un hito parecido, declaraba en conversaciones
informales una opinión muy distinta de la situación, ¡criticando a sus
compañeros por no sacar partido de la victoria!:

523
«Algún militante del PCE (m-l) de aquí, me comentó en conversación privada
que se consideraba al PCE (m-l) de Ecuador como muy charlatanes, de forma
coloquial, algunos decían: «¡Joder, con los diputados que tienen estos y el
apoyo que eso supone, nosotros podríamos hacer la revolución... ¡y estos no
hacen más que parlotear!». Algunos partidos latinoamericanos en aquella
época no tenían mucha fuerza por lo general eran muy aguerridos, en cuanto
a su puesta en escena, además de los movimientos revolucionarios de la época
que todos conocemos… que de alguna forma los unía un mismo interés. (…)
Nada que ver con los grupos de ahora que incluso llevan sus siglas, que han
caído en la adoración al tercermundismo, e incluso a la teología de la
liberación». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora
(M-L), 2019)

Estos comentarios desde las filas del PCE (m-l) eran bastante aventureros, pues,
aunque unas elecciones burguesas nunca reflejen el poder real del partido
comunista por diversas razones que ya todos sabemos, sirve como termómetro,
y asegurar que con un apoyo del 5% del electorado, el PCMLE estaba «listo para
la revolución» era una temeridad. Mucho más cuando la tendencia del PCMLE
fue ir cayendo en apoyos en cada elección: de un 7% en las presidenciales de
1984, a un 5% en 1988, a un 1,92 en 1991; mismo descenso que se observaría en
las legislativas: del 7,31% en 1986 a 5,84% en 1988, por citar algunos datos
rápidos.

En los partidos marxista-leninistas que a finales de los 80 acabarían


naufragando en el revisionismo, podemos observar cómo tan solo unos pocos
años antes, incluso unos pocos meses antes de su debacle final, se atrevían a
publicar toda una serie de artículos efusivos y triunfalistas a más no poder sobre
diversos temas, como si nada demasiado importante pasara dentro del
movimiento internacional, en unos momentos en que precisamente todo se
estaba resquebrajando, cuando estaban perdiendo toda su militancia e
influencia entre las masas, cuando caminaban directamente a su liquidación
como organización: esto era el caso del PCE (m-l) y su condescendencia con el
PTA, o el mismo PTA y su negación de la realidad sobre la situación interna en
la propia Albania. En fin, casos que ya hemos relatado en demasía. Esto nos
demuestra que dichos partidos se durmieron en los laureles, que finalmente
quedaron lejos de lo prometido al respecto de mantener la pureza ideológica en
sus filas y ayudar al resto de partidos hermanos. Lo cierto es que para entonces
la ideología burguesa había penetrado en su seno, que el formalismo y el
burocratismo eran no síntomas ya sino unas enfermedades graves que padecían
desde hacía tiempo, efectivamente les condujo al coma profundo del
oportunismo, o directamente a la muerte con la liquidación de las
organizaciones partidarias. Como hemos visto: todo esto se cubrió con teorías
absurdas como la de no presentar las divergencias al público para que el
enemigo no las aprovechase, como si al marxista-leninista le importarse lo que
los lacayos del imperialismo digan cuando el destino de un partido o un pueblo
revolucionario está en juego.

El liberalismo, el formalismo, el seguidismo y el sentimentalismo,


han sido y son obstáculos para la unidad de los marxista-leninistas

524
El PCE (m-l) en su documentación, hoy nos deja ver que el movimiento
marxista-leninista de aquel entonces, lejos de estar organizado y tener las cosas
claras, actuaba con una grave descoordinación, irregularidad e improvisación a
cuestas, primando entre los líderes el formalismo, el seguidismo y el
sentimentalismo, con reuniones que conducían a resultados poco productivos,
lo que inevitablemente causaba quejas y la desmoralización en algunas
organizaciones:

«Debe combatirse tanto el independentismo como el seguidismo. Cada partido


debe de ser independiente para definir su propia línea y táctica con arreglo a
las condiciones concretas de su país, pero la independencia de un partido está
limitada por los principios internacionalistas del marxismo-leninismo, que son
y deben ser comunes a todos. (...) Igualmente es una cuestión de principio,
combatir el seguidismo respecto a otro partido o partidos, ya que ello refleja
insuficiencia teórica y de análisis, constituyendo en cualquier caso el
seguidismo una de las raíces y manifestaciones del revisionismo. (...) La ayuda
internacionalista entre partidos debe entenderse y practicarse de forma
organizada y centralizada en la medida de lo posible, y no dejarla a la
improvisación o la iniciativa aislada de cada partido. En este sentido es
necesario que los auténticos partidos comunistas combatan el espontaneísmo,
el indiferentismo, las «zonas de influencias», el cantonalismo y el grupismo
que se oponen a la concepción organizada, comunista, del internacionalismo
proletario. (...) Esforzarse en unir y estrechar los lazos y las relaciones con los
demás partidos mediante reuniones bilaterales y multilaterales, sobre la base
de los principios; coordinarse con la máxima amplitud y representabilidad
posible a nivel internacional para intercambiar opiniones, experiencias,
informaciones, así como conjuntar análisis y posiciones sobre cuestiones de
actualidad, en aras de un mejor conocimiento mutuo, de una mayor eficacia,
de fortalecer la línea revolucionaria, de estrechar la colaboración entre los
destacamentos del movimiento comunista mundial y dar pasos concretos para
trazar una línea general para el movimiento que lleve a los partidos hacia la
unidad internacionalista organizada. (...) En las relaciones entre partidos debe
desecharse también la práctica de reuniones formalistas, superficiales y
protocolarias, y debe establecerse el principio de la crítica y la autocrítica
comunista entre los partidos hermanos, contrastando los planteamientos de
cada partido con su práctica real, sin temor y sin inhibiciones cuando se trata
de dilucidar cuestiones de principio». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Como se supo, nunca se llegó a esa «línea general para el movimiento» y a esa
«unidad internacionalista organizada», sino que estos defectos fueron
ahondándose en años posteriores, siendo una de las razones por las que estos
grupos no fueron capaces de anticipar la debacle albanesa de mediados de los
80, entre otros fenómenos.

Estos mismos partidos reconocieron, que la asimilación de conceptos


equivocados en materia de internacionalismo proletario, durante los 60 y parte
de los 70, estuvo directamente relacionado con el seguidismo a las teorías
maoísmo, lo que retrasó objetivamente su crecimiento y coordinación. Véase el
capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización» de 2020.

525
En particular si podemos destacar a una figura dentro del PCE (m-l) que
combatió estas desviaciones en el movimiento marxista-leninista, fue sin duda
Elena Ódena, la cual dedicó no pocas palabras contra aquellos elementos
emboscados que atacaban a los verdaderos internacionalistas que se
preocupaban por la línea y el destino de otros partidos del mundo. Véase varios
de sus escritos, en especial los últimos antes de fallecer: «El internacionalismo
proletario y el trotskismo» de 1984 o «El papel de los factores internos y
externos en el desarrollo de los partidos» de 1985.

Pese a estas muestras de preocupación y solidaridad en la cuestión del


internacionalismo proletario, debemos decir que el PCE (m-l) no llevó esos
principios hasta sus últimas consecuencias como estamos viendo. Véase el
capítulo: «Las relaciones entre el PCE (m-l) y el PTA y la caída del socialismo
albanés» de 2020.

Durante 1983-1985 si bien hubo una oposición a las crecientes desviaciones


del Partido del Trabajo de Albania (PTA), en su mayoría solo se criticaron tales
actitudes en círculos privados o en público, pero muchas veces, de forma muy
leve e indirecta. Esto era consecuencia de la nefasta teoría de Raúl Marco de
mantener las divergencias fuera del conocimiento del público general, aludiendo
que hacer lo contrario supondría «hacerle el juego al imperialismo», o peor; con
un asqueroso paternalismo se pretende alegar que «las masas no lo entenderían
estas luchas, y parecerían peleas sectarias». Véase el capítulo: «El miedo del
PCE (m-l) a exponer al público las divergencias con otros partidos» de 2020.

Pero pese a contar con esta losa encima, pese a sus limitaciones en la lucha
contra el revisionismo, el PCE (m-l) fue de los pocos partidos que realmente
pudo rehacerse de sus errores tempranos y mantener en ocasiones una postura
independiente y realista en muchas cuestiones, al menos así fue hasta mediados
de la década de los 80 en temas como la cuestión de Vietnam. Véase el
capítulo: «El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia mitos: Vietnam» de
2020.

¿Hubiera cambiado el destino del movimiento marxista-leninista si el PCE (m-l)


hubiera señalado públicamente las desviaciones de muchos partidos conforme
iban saliendo al paso? Seguramente no, porque el movimiento parecía
carcomido hasta las raíces, pero simplemente era su deber a cumplir, era la
mejor forma de dejar constancia con su desacuerdo, y la mejor forma de ayudar
a los revolucionarios honestos.

Los coletazos finales de un movimiento internacional degenerado

Lamentablemente las teorías y actitudes que denunciaba el partido sobre lo que


se observaba en el movimiento internacional, en los siguientes años fueron
reducidas al mínimo o reproducidas por el propio partido. Y esto no fue una
caída sorpresiva, ¿qué hicieron Raúl Marco, Pablo Mayoral, Blanco Chivite y
otros en la dirección del PCE (m-l) ante la ausencia de Elena Ódena desde 1985?
En 1988 todavía se decía fariseamente:

«Recordar a Elena es luchar para día por impulsar el internacionalismo


proletario como ella hizo. (...) Con toda firmeza y claridad de principios».

526
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº
Congreso del PCE (m-l), 1988)

Se declaraba todavía que el deber un comunista internacionalista era señalar los


errores y desviaciones de otros partidos, preservar la unidad y coherencia
ideológica del movimiento:

«El internacionalismo proletario significa que cada partido comunista


marxista-leninista, debe preocuparse no solamente por el desarrollo de la
revolución en su propio país, sino por el desarrollo de la revolución en el
mundo entero. No solamente debe luchar por la defensa y aplicación
consecuente del marxismo-leninismo en sus propias filas, sino también en el
Movimiento Comunista Marxista-Leninista; cada partido comunista
marxista-leninista debe dar a los demás partidos hermanos su máxima ayuda
ideológica, política y material. (…) La ayuda internacionalista entre partidos
debe darse y practicarse de forma organizada y centralizada en la medida de
lo posible, y no dejarla a la improvisación o a la iniciativa aislada de cada
partido. En este sentido es necesario que los auténticos partidos comunistas
combatan el espontaneísmo, el indiferentismo, las «zonas de influencia», el
cantonalismo y el grupismo que se opone a la concepción organizada,
comunista, del internacionalismo proletario». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Para 1988 todo esto se quedaría en agua de borrajas, en una mera declaración
doctrinaria y formalista de cara a la galería.

Del movimiento internacional marxista-leninista también se reconocía que


estaba un claro momento de decadencia:

«Somos débiles, no hemos logrado suficientemente llegar ampliamente a la


población, carecemos de medios de todo tipo, encontramos barreras y
dificultades crecientes, etc». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Se proponía para solventarlo el presentar toda una serie de principios ya


anunciados en el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984, pero sin ampliar ni
detallar nada nuevo:

«Debe combatirse tanto el independentismo como el seguidismo. (…) En las


relaciones entre partidos deben deshacerse también las practicas formalistas,
superficiales y protocolarias, y debe establecerse el principio de la crítica y la
autocrítica comunista entre los partidos hermanos». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l),
1988)

¿Pero cómo se iba a solucionar algo volviendo a enunciar la misma receta sin
modificar absolutamente nada ni en el plan ni en su ejecución? El PCE (m-l)
lejos de dar un golpe en la mesa, llamar a las cosas por su nombre, analizar la
fuente de los errores y dar el nombre de los culpables, se dedicó a hablar en
abstracto de defectos clásicos, pero sin concretar, es decir, adoptó el lenguaje de
la ambigüedad, el lenguaje del oportunismo.

527
A la hora de la verdad, ¡¿qué se hizo desde el PCE (m-l) durante 1988 a 1992 que
es cuando se disuelve el propio PCE (m-l)?! ¿Asistió el PCE (m-l) acaso al resto
de partidos para que no cayesen en el desviacionismo y finalmente en el
revisionismo completo? ¿Intentó el PCE (m-l) revertir esta situación siendo más
contundentes? Lo cierto es que no. El PCE (m-l) desde 1986 sería una tribuna
internacional dedicada a bendecir las desviaciones del resto de partidos, al
mismo tiempo que la mayoría de partidos se hundían en el fango del
oportunismo.

Para 1989, era una evidencia que los mismos partidos que habían fundado en
1983 la revista «Teoría y práctica», entre ellos el propio PCE (m-l),
pretendiendo darle un impulso a la lucha contra el creciente indiferentismo y la
apatía en el movimiento marxista-leninista internacional, habían sido los
mismos que habían traicionado los principios y objetivos fundacionales de 1983:

«Desde la reunión de Bogotá de 1983 hasta el presente.

¿Y qué ha estado sucediendo con la agrupación de [la revista] «Teoría y


Práctica»? Tomemos el ejemplo de su posición hacia Centroamérica y la
Revolución Nicaragüense. En particular, veamos el desarrollo de la
agrupación de «Teoría y Práctica» desde la reunión de Bogotá de noviembre
de 1983, que fue, esencialmente, donde nació esta agrupación. Varios partidos
de diferentes matices políticos: el PC de Colombia (ML), el PC de España (m-l),
el PCML de Ecuador y el MAP /ML de Nicaragua, entre otros, se reunieron en
la capital colombiana y emitieron un comunicado. Esto provocó interés por
varias razones.

Primero, la reunión condenó la represión de los comunistas en Irán y Turquía.


Esto parecía ser una pista de que estos partidos estaban cada vez más
insatisfechos con el oportunismo del Partido del Trabajo de Albania (PTA) en
estos asuntos.

Segundo, la reunión de Bogotá denunció al Grupo Contadora. Este grupo fue


formado por los gobiernos capitalistas antipopulares de México, Colombia,
Venezuela y Panamá con el propósito de pacificar la revolución en
Centroamérica. El Grupo Contadora ayudó a allanar el camino para el
presente plan de Arias. Fue un intento por parte de las clases dominantes
latinoamericanas, y detrás el Departamento de Estado de los Estados Unidos,
de imponer una supuesta «solución política» en la región. Esto se lograría
obligando a los revolucionarios armados en El Salvador y Guatemala a
rendirse ante los regímenes de los escuadrones de la muerte. Además,
Nicaragua debía negociar las ganancias de su revolución bajo el punto de la
bayoneta de los mercenarios de la CIA [Contra].

La denuncia del Grupo Contadora fue una señal alentadora. Las fuerzas del
reformismo en toda la región, desde los líderes cubanos, hasta los otros
partidos pro-soviéticos, hasta los principales grupos trotskistas, se habían
alineado detrás de la retórica nacionalista de la burguesía y su llamamiento a
una «solución latinoamericana» para los conflictos. El PTA también había
brindado su apoyo a Grupo Contadora.

528
Tercero y finalmente, la reunión de Bogotá expresó su apoyo a MAP/ML. La
socialdemocracia y el revisionismo en todo el mundo cantaban las alabanzas
del régimen reformista sandinista. El PTA y algunos de sus amigos estaban
haciendo lo mismo. Así, este gesto de solidaridad de la reunión de Bogotá
pareció ser una grieta en la cuarentena contra los trabajadores marxistas-
leninistas nicaragüenses. El desarrollo del apoyo a esta fuerza revolucionaria
proletaria tenía el potencial de tener un impacto en el movimiento de
solidaridad en diferentes países y en la revolución nicaragüense misma.

Pero, ¿qué ha sucedido en los cinco años y medio desde esa reunión?

¿Qué pasó con las declaraciones de solidaridad con MAP/ML?

La crítica al oportunismo del PTA nació sin vida. Nunca fue más allá de las
indirectas veladas e indirectas de posible desagrado. Desde entonces ha habido
una retirada constante hacia las posiciones derechistas del PTA y sus aliados
cercanos. Cualquier contradicción pública ha sido desechada. La reunión de
Bogotá no fue el comienzo de la lucha contra este nuevo oportunismo, sino el
final.

Mientras tanto, el apoyo a los trabajadores marxistas-leninistas en Nicaragua


resultó vacilante y de corta duración. Los ecuatorianos y algunos otros nunca
quisieron dar tal apoyo en primer lugar. Y las direcciones de partidos como el
PC de Colombia (ML) y el PC de España (ML) pronto tuvieron un cambio de
opinión. En estos días ellos también están apoyando al régimen sandinista con
sus políticas burocráticas y antiobreras.

La denuncia del Grupo Contadora fue igualmente corta. Los ecuatorianos,


colombianos y otros más recientemente han dado sus bendiciones a la reunión
de Quito del 18 al 20 de noviembre de 1989 y sus resoluciones, que, entre otras
cosas, respaldaron firmemente al Grupo Contadora y a sus descendientes
bastardos, la llamada «paz» del plan Arias». (Véase el artículo «Aire caliente
reformista» en la edición del 1 de enero de 1989 de Workers 'Advocate).

Las cosas han ido tan lejos que en el 30 aniversario de la revolución cubana,
«Revolución», el periódico del Partido Comunista de Colombia (ML), saludó a
Fidel Castro como un defensor del marxismo-leninismo y el socialismo. (Véase
«Treinta años de la Revolución Cubana», en el Nº306, del 15 al 22 de enero de
89)

¿Qué queda de la lucha antirrevisionista cuando Castro ahora es tomado como


modelo del marxismo-leninismo, el mismo Castro el cual está firmemente en el
campo revisionista soviético, el mismo Castro que ha sustituido el capitalismo
de estado como camino al socialismo?». (The Worker’s Advocate; Volumen 5,
Nº6; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20 de junio de
1989)

Y como vimos antes, el propio PCE (m-l) descendería gracias a la dirección del
señor Marco, hasta ser uno más del circo de partidos tercermundistas, todos
ellos seducidos por los cantos de sirena del castrismo. Véase el capítulo: «El

529
PCE (m-l) y la rehabilitación de corrientes y elementos revisionistas superados:
el castrismo y el tercermundismo» de 2020.

La prueba de que el PCE (m-l) abandonó sus deberes internacionales

Citemos resumidamente algunos casos para que el lector vea la evolución


pusilánime del PCE (m-l) ante la destrucción del movimiento marxista-
leninista.

Albania. Albania. Sobre los últimos años de Enver Hoxha. ¿Por qué no se señaló
abiertamente el decaimiento de las relaciones entre los partidos marxista-
leninistas? ¿Por qué no se hicieron propuestas serias y en firmes para paliar la
creciente desunión? En la postura albanesa de apoyo a la junta militar argentina
durante en la Guerra de las Malvinas de 1982, el PCE (m-l) y otros partidos no
pasaron de denunciar esta guerra como un intento de distraer la atención del
pueblo trabajador argentino, pero no reprendieron al PTA. ¿Alguna vez se
criticaron sin pudor las declaraciones favorables que el PTA dedicaba hacia el
revisionismo vietnamita, con el que nunca cortó lazos ni dedicó una crítica
profunda y severa? Tampoco, pese a las denuncias del propio PCE (m-l) sobre el
carácter del revisionismo vietnamita. ¿Se fustigó el creciente silencio albanés
hacia la represión que los comunistas sufrían en países como Irán, Turquía y
similares cuando todos los partidos marxista-leninistas denunciaban a estos
regímenes? Para nada, solo se publicaron algunos artículos que hablaban
indirectamente del internacionalismo proletario mientras se insultaba a
aquellos que ponían en duda la línea que estaba tomando el PTA. ¿Se analizaron
las reformas político-económicas que Ramiz Alia realizó durante 1986-1988?
No. Por el contrario, el PCE (m-l) empezó a coincidir con el PTA en todos los
temas. ¿Acaso no era evidente la política exterior pragmática de la Albania de
Ramiz Alia cuando a mediados de los 80 se había reconciliado o iniciado el
acercamiento ideológico con los regímenes revisionistas de entonces? ¿Por qué
ni siquiera se reaccionó en 1990 ante los vergonzantes discursos donde se
empezaba a ver con buenos ojos la cooperación con la Comunidad Económica
Europea (CEE)? ¿Por qué hasta la propia disolución del PTA en 1991, el PCE
(m-l) parecía no enterarse de lo que sucedía? Básicamente porque ellos mismos
estaban «liberándose del dogmatismo de los años de Hoxha-Ódena» y
acercándose a esas tendencias proimperialistas y revisionistas. Véase el
seguidismo acrítico de Raúl Marco a la Albania de Ramiz Alia en el Vº Congreso
de 1988 y en las publicaciones hasta 1991 en «Vanguardia Obrera», sin olvidar
el triunfalismo delirante de Chivite en esos mismos años del que luego se
quejaría. Es más, en la publicación conjunta de todos los partidos marxista-
leninistas que colaboraban en la revista «Teoría y práctica», se puede ver como
se aprueban las políticas ya abiertamente anticomunistas y ultraliberales de
Ramiz Alia como se ve en el Nº10 de 1990, pasando a la posteridad como
cómplices en la debacle albanesa. ¿Cree acaso el actual PCE (m-l) de Raúl Marco
que ha ayudado a la reorganización del comunismo albanés bendiciendo la línea
del ecléctico Hysni Miloshi o exonerando a Nexhmije de su actitud pusilánime?
Para nada, sigue estancado en la misma postura que niega lo evidente. Véase el
capítulo: «Las relaciones entre el PCE (m-l) y el PTA y la caída del socialismo
albanés» de 2020.

530
Colombia. Raúl Marco en su obra: «Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-
l) y el FRAP» de 2018, no cesa en sus alabanzas al líder del Partido Comunista
de Colombia Marxista-Leninista (PC de C-ML): Francisco Caraballo, por su
presunto gran trabajo y firmeza ideológica. ¿Cómo es posible que se exalte al
líder que oficialmente en 1988 mandó una emisiva al congreso del Partido
Comunista de Colombia (PCC) mostrándole su predisposición a colaborar y
reconciliarse, el mismo partido del cual el PC de C-ML se escindió en 1965 por
su oportunismo? La dirección del PCE (m-l) en aquellos años buscaba en aquel
entonces cobijo en alianzas o intentos de fusión con agrupaciones oportunistas:
la fracción de Marco con el brézhnevista PCPE y la de Chivite con la mezcolanza
de ecologistas, socialdemócratas, trotskistas y eurocomunistas de Izquierda
Unida (IU), por tanto, era previsible que no dijeran nada de estas actuaciones.
¿Alguien del PCE (m-l) reprendió al partido hermano colombiano cuando ese
mismo PC de Colombia-ML saludaba al revisionismo cubano de Castro en 1988
como eje de referencia del «socialismo mundial»? No porque ellos mismos lo
rehabilitaban en sus periódicos, atrayéndose a intelectuales socialdemócratas
simpatizantes del castrismo, como Lorenzo Peña. Al respecto de la evolución del
PC de C-ML de véase nuestro documento: «El contexto de creación y
degeneración del PC de C-ML» de 2016.

Brasil. ¿Por qué no se denunció el embellecimiento que el antaño glorioso


Partido Comunista de Brasil (PCdoB) estaba realizando de su propia democracia
burguesa y sus cabecillas como José Sarney? ¿No era esto la vieja desviación
«carrillista» en su versión brasileña? ¿Por qué se permitió que este partido
atacara a Stalin abiertamente en su VIIIº Congreso de 1992? ¿Por qué cuando
dicho partido apoyó a la China socialimperialista de aquellos días y rehabilitó al
propio Mao el movimiento internacional, el propio PCE (m-l) guardó silencio?
¿Por qué cuando el partido brasileño tomo de referencia antiimperialista a
Corea del Norte y Cuba, vulgares regímenes revisionistas del tercermundismo,
no hubo protesta desde el PCE (m-l) por esta tomadura de pelo? ¿Por qué
cuando el renegado Joao Amazonas proponía a los partidos marxista-leninistas
la unión con los partidos prosoviéticos –es decir jruschovistas– nadie le dijo a
los revolucionarios brasileños lo que suponía aceptar esta visión menchevique
de partido? ¿Por qué ni siquiera al alabar el revisionismo del portugués Álvaro
Cunhal los revolucionarios reaccionaron contra este oprobio? ¿Por qué cuando
el PCdoB se puso a hacer de furgón de cola del Partido de los Trabajadores (PT)
de Lula –como sigue siéndolo en la actualidad– nadie criticó esta pérdida de
autonomía e independencia como partido del proletariado? Para ver la
evolución del PCdoB véase nuestro documento: «La claudicación del Partido
Comunista de Brasil (PCdoB) y la flagrante traición del oportunista João
Amazonas» de 2015.

Venezuela. ¿Comentó desde sus periódicos el PCE (m-l) al público general el


descalabro ideológico que estaba sufriendo Bandera Roja (BR)? ¿Denunció sus
coqueteos y rehabilitación del castro-guevarismo a finales de los 80? ¿Criticó el
PCE (m-l) o sus restos el programa socialdemócrata de BR de 1994? No porque
ellos mismos estaban ocupados presentando tesis igual de revisionistas,
rebajando el programa hasta hacerlo lo suficientemente «bernsteiniano» para
agradar a los reaccionarios. ¿Se criticó la rehabilitación de contrabando del
maoísmo del cual se adoptaba de él un lenguaje interclasista basado en la
estrategia de la «nueva democracia», una «cultura de todas las clases», la

531
promoción de la «economía mixta», las ideas de un «ejército democrático» por
encima de las clases y demás palabrería socialdemócrata? Para entender el
inicio, desarrollo y claudicación de BR véase nuestro documento: «Un repaso
histórico a las posiciones ultraoportunistas de Bandera Roja, y una exégesis
sobre la deserción del MVTC y su disolución en Bandera Roja» de 2017.

Chile. Porque si desde el glorioso Partido Comunista Revolucionario (PCR) y


después desde el Partido Comunista de Chile (Acción Proletaria) la crítica al
allendismo y a sus palmeros del Partido Comunista de Chile (PCCh) era cuestión
clave. ¿Por qué no hubo desde el PCE (m-l) algún gesto contra las políticas
oportunistas en temática de alianzas cuando el PC (AP) de Chile acabaría
integrándose en el Movimiento de Izquierda Democrática Allendista (MIDA)?
¿Por qué no se ha criticado más recientemente las teorías del ultraoportunista
de Eduardo Artés que nos habla de «superar la nefasta polémica entre Mao
Zedong y Enver Hoxha»? Porque el PCE (m-l) actual refundado por Raúl Marco
intentó acercarse a varios grupos maoístas desde 2006 como Unión Proletaria
(UP). ¿Por qué no se ha criticado el apoyo manifiesto de este partido a la
ideología «Juche» de Corea del Norte? Porque el PCE (m-l) tampoco se ha
atrevido a criticar como se debería a dicho régimen.

Francia. ¿Por qué los marxista-leninistas españoles y de otros lugares les


parecía del todo normal que el Partido Comunista Obrero Francés (PCOF)
proclamase que su programa no representa para las masas una «alternativa
creíble»? ¿De ser cierto no estaba mostrando una deficiencia en la
popularización de la línea y programa del partido, una falta de trabajo práctico
entre las masas y una muestra palpable de pesimismo derrotista? ¿Era acaso
normal que durante los 80 el PCOF llevase a cabo una táctica electoral basada
en apoyar al «mal menor» pidiendo el voto por el candidato socialista sin
esforzarse en popularizar su programa? ¿No era claro lo que la socialdemocracia
era para la clase obrera francesa? ¿No había denunciado e incluso todavía
denunciaba el propio PCOF la política antiobrera en lo interno, e imperialista y
colonialista en lo externo, de los gobiernos socialistas? ¿Por qué el resto de
partidos marxista-leninistas no escucharon las críticas de sonados grupos
marxista-leninistas franceses como «L’empancipation» hacia el PCOF y sus
tácticas? ¿Quizás por qué profesaban y hoy siguen infectados de esa desviación
infantil de que solo se dignan en aceptan escuchar críticas de organizaciones con
un rango de popularidad o historia mayor que el suyo? Hoy sabemos que el
nivel de degeneración del PCOF fue a más. Pese a todo: Raúl Marco en su libro
«Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP» publicado en 2018
mantiene que el PCOF ha sido un partido que «Se ha mantenido firme y
consecuente». Cuando todo indica que es un partido que nació con sendas
desviaciones en 1979 y que lejos de ir a mejor fue a peor. Hoy incluso ha trazado
un frente con el viejo PCF eurocomunista, varias agrupaciones trotskistas, con
los ecosocialistas de Mélenchor y otros en el llamado Frente de Izquierda, ¡pero
para Raúl Marco el PCOF es un gran partido consecuentemente revolucionario!

Ecuador. ¿Se denunció en su momento la rehabilitación que el Partido


Comunista de Ecuador Marxista-Leninista (PCMLE) hacía del revisionismo
cubano? ¿Se criticaban la política de alianzas que distorsionaban el «frente
popular» con acuerdos cerrados por arriba con los cabecillas socialdemócratas y
revisionistas? Imposible, el PCE (m-l) aconsejaba tal cosa viendo su ejemplo,

532
hubiera sido hipócrita. ¿Ha denunciado en la actualidad el PCE (m-l) de Raúl
Marco cuando los líderes del PCMLE desesperados ante su incapacidad de
realizar un trabajo de masas apoyan a Correa, y pasado un tiempo y al no poder
explicar concienzudamente qué es el «socialismo del siglo XXI» y la «revolución
ciudadana», se echan a los brazos del primer opositor burgués anticorreista que
pasa por ahí? ¿Se ha criticado las concepciones de «frente popular» del PCMLE
donde reconocen que no van a criticar a los aliados de dicho frente? ¿Alguien ha
criticado a estos nuevos adoradores del castrismo y del tercermundismo? Al
revés, en el refundado PCE (m-l) se publicitan las aberraciones del partido
ecuatoriano.

Nicaragua. En 1989, si uno miraba la prensa del Movimiento de Acción


Proletario-Marxista-Leninista (MAP-ML), la dirección justificaba el retraso de
los debates y toma de decisiones del movimiento internacional por el «diferente
crecimiento de los partidos», mientras que por otro lado, se estaba justificando
la línea reaccionaria exterior de Albania bajo la idea de que las «razones de
Estados» no dejaban margen de maniobra. Para colofón se constataba una necia
ilusión sobre el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el partido en
el poder, hasta acabar pidiendo el voto por ellos, ¡justo el partido que le habían
reprimido con saña en años anteriores! Todo esto era sumamente sorprendente
si tenemos en cuenta que el MAP-ML fue uno de los grupos más firmes y
heroicos en la década anterior. Por su parte, el PCE (m-l) no iba a cumplir su
deber internacionalista de corregir al MAP-ML dado que ya desde finales de los
80 estaba apoyando al propio FSLN, y en la próxima década, el orteguismo sería
uno de sus modelos internacionales para Raúl Marco.

Canadá. ¿No era sospechoso que el Partido Comunista de Canadá (marxista-


leninista) en un alarde de autosatisfacción dijese aquello de que el castrismo
había sufrido una «aplastante derrota» y no tenía «una importancia
significativa» dentro de Canadá? ¿No sería su propio líder Hardial Bains quién
rehabilitaría al castrismo en 1991? ¿Alguien denunció que Bains se convirtiese
en uno de los principales propagandistas del revisionismo coreano y del Juche?
¿El programa de tipo socialdemócrata en pro de reformas democráticas no era
una evidencia de la degeneración de este partido? ¿Las conexiones de Bains con
el oportunismo mundial y los grupos pseudomarxistas no era una evidencia de
hacia dónde caminaba el grupo canadiense? ¿Su seguidismo al PTA no era otra
muestra de su oportunismo?

Gran Bretaña. ¿Por qué no se previno las desviaciones de los partidos como el
sino-albanés Partido Comunista de Gran Bretaña (marxista-leninista) de Reg
Brich fundado en 1968, que se negó a condenar al maoísmo, y que en los 80
volvería a las posiciones del jruschovismo y a defender abiertamente a la URSS
socialimperialista? Incluso el partido sucesor que nació en 1979 como reacción a
dicha traición, el Partido Comunista Revolucionario de Gran Bretaña Marxista-
Leninista [PCRGB (m-l)] liderado por Cornelius Cardew y David Williams, tras
la muerte de estos dos fundadores, acabaría siendo un patético propagandista
del revisionismo cubano y coreano, aliándose al viejo partido revisionista del
Partido Comunista de Gran Bretaña (PCGB). Y qué decir de ciertos grupos
británicos como la Sociedad Albanesa. ¿Acaso alguien salió al paso para
desmentir las especulaciones históricas de sujetos como Bill Bland? Nadie.

533
¿Levantó alguien la voz contra la formación de la CIPOML en 1994 como un
grupo de partidos que cínicamente renegaba de la ayuda ideológica y hasta
financiera que les legó Enver Hoxha y todo el PTA? ¿Qué proponían la unión
ecléctica de los «seguidores de Hoxha, del maoísmo, del castrismo-guevarismo,
de Brézhnev…» como «divergencias naturales entre comunistas» que debían ser
disueltas en un «único partido», como proponían eclécticos como el belga Ludo
Martens o el albanés Hysni Miloshi? Los restos de Raúl Marco y su camarilla
fundaron su grupo Octubre, y desde entonces han sido palmeros en las políticas
de los partidos de la CIPOML, conocidos por su revisionismo a ultranza. Con la
refundación del PCE (m-l) en 2006 han seguido siendo partícipes de esta
internacional revisionista que ahora intenta posar de «proalbaneses», pero es
tarde, ya que han intentado fusiones o concluyen alianzas oportunistas con
maoístas y viejos brezhnevistas.

Podríamos seguir citando casos de diversos países y partidos, pero es suficiente,


creemos que ya ha quedado bastante claro.

En todas las ocasiones el PCE (m-l) de 1986-1991 de Raúl Marco, el de 1991-


1992 de Chivite o el actual PCE (m-l) refundado por Raúl Marco en 2006: ha
sido culpable de estas aberraciones antimarxistas, publicitando en sus medios
todos estos errores que contribuyeron sin lugar a dudas al hundimiento del
movimiento internacional marxista-leninista.

Y no podía ser de otra forma pues Raúl Marco siempre ha sido unos zote
teóricamente hablando, que ha ido a la zaga de los acontecimientos, ello explica
la degeneración a la que llevó al PCE (m-l), además de hacer que la militancia se
aletargara hasta el punto que permitiría que los sectores más reaccionarios del
partido [Chivite] le arrebatasen la dirección en 1991 para liquidar el partido en
1992. Todo, a resultados de su política nefasta siendo incapaz de persuadir a su
militancia ni siquiera contra esos sectores tan retardatarios del revisionismo.

¿Dónde quedo los epítetos tan clarividentes del PCE (m-l) sobre la necesidad del
internacionalismo proletario? ¿De la necesaria crítica a los partidos hermanos y
del estrechamiento de los lazos con ellos? Nosotros respondemos: para finales
de los 80 quedó en agua de borrajas.

Bien pues como reza el refranero popular: «Cada uno tiene lo que se merece».
Es decir, las desgracias que acaecieron sobre el PCE (m-l) hasta su liquidación
como partido en 1992 serían la consecuencia de las actitudes oportunistas de
sus líderes y de la pasividad de la militancia. Y en esto también se incluye su
postura frente a la lucha de clases a nivel externo.

¿Ha variado hoy la situación? Poco, por desgracia, este tipo de fenómenos son
muy comunes:

«El liberalismo; una enfermedad basada en la falta de vigilancia, la dejadez,


la autocomplacencia, el descuido por la formación de ideológica y la lucha por
la preservación de los principios. (...) El formalismo; otra enfermedad muy
común en los partidos autodenominados «marxista-leninistas» en el presente,
que se basa en el olvido del contenido y la preocupación excesiva o preferente
por las formas. (...) El típico club de amigos donde una camarilla trafica y

534
hace apología nostálgica de la historia que arrastran las siglas del partido
pero no hacen nada para mantener su honor y aumentar su cuota histórica de
logros, por lo que el partido lejos de avanzar y consolidarse se automargina,
con el destino de ser liquidado a no mucho tardar». (Equipo de Bitácora (M-
L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la
historia de las guerrillas en Colombia, 2016)

He ahí lo importante que es tomar nota, y no repetir los mismos errores.

535
VII

Las relaciones entre el PTA y el PCE (m-l) y la caída del


socialismo albanés

La siguiente parte, aunque excede la extensión para un capítulo normal, hemos


decidido insertarlo al completo, ya que la influencia del socialismo albanés
sobre el Partido Comunista de España (marxista-leninista) fue enorme desde su
fundación. De hecho, a partir de los años 70 sería su principal referente.
Primero deberíamos analizar varios defectos que albergó el PTA en su dilatada
lucha contra el oportunismo, errores que no minimizan en absoluto su
importantísima y extensa labor en ese ámbito; pero que al mismo tiempo es
preciso analizar para restablecer la verdad histórica mediante un análisis de
crítica y autocrítica, que como se sabe son armas que aportan salud al
movimiento marxista-leninista internacional. En segundo lugar, debemos
analizar las causas de la caída del socialismo albanés a finales de los 80.

Los méritos del PTA en la lucha contra el revisionismo no deben de


hacer olvidarnos sus fuertes vacilaciones y debilidades

El primer escollo importante que el PTA tuvo que sortear fue la influencia
directa del titoismo desde 1941 hasta su condena oficial en 1948. Los errores
cometidos bajo tal influencia por desconocimiento o experiencia en la formación
de un partido y la dirección de gobierno, así como las tramas de los propios
revisionistas yugoslavos para absorber Albania daría como fin algunos errores
en la línea del PTA que serían registrados en varias de las obras más famosas de
Enver Hoxha como el «Tomo I de Obras Escogidas (1941-1948)» de 1974, «Los
titoistas» de 1982 o la propia obra del PTA: «Historia del Partido del Trabajo de
Albania» de 1982. En este apartado específico de la lucha contra el titoismo no
nos centraremos ya que como decimos, el PTA ejerce una honesta autocrítica
sobre varios de sus errores en cuanto a organización del partido, economía,
trato a la oposición, etc., exponiendo sin miedo como surgieron y como se
fueron corrigiendo. El PTA sería el único partido que denunció el acercamiento
soviético-yugoslavo de 1954, negándose a rehabilitar a los condenados por
titoísmo, aunque posteriormente y de forma breve, aceptó las presiones de
Jruschov para revaluar la cuestión de Tito para vergüenza suya.

En el tema mismo del jruschovismo la cuestión ya versa muy diferente, mucho


peor si cabe. Si bien es cierto que el PTA fue el único partido que opuso
resistencia a la rehabilitación del titoismo que se efectuó durante 1953-1956, a
partir del XXº Congreso del PCUS de 1956 la cosa no fue tan heroica como lo
pintaron unos años después.

En el diario personal de Enver Hoxha, obviamente fue publicado muchos años


después de los sucesos allí anotados, en concreto en 1987. Allí se relataban los
días de estancia en Moscú durante el XXº Congreso del PCUS de 1956. Sobre el
llamado «discurso secreto» de Jruschov sobre Stalin, presuntamente se anota
que tras leerlo estaba en shock y no coincidía con las afirmaciones de Jruschov:

536
«Durante toda la noche leí el informe secreto de N. Jruschov que nos dio
mientras hacía lo mismo con todas las demás delegaciones extranjeras. El
informe rechaza la figura y todos los actos del gran Stalin.

Entendí la posición de Jruschov y sus otros compañeros contra Stalin y sus


actos gloriosos durante la reunión del congreso donde el nombre de Stalin no
fue mencionado ni una sola vez para nada bueno, pero nunca pensé en ese
momento que alguna vez podrían llegar a este punto.

Me estremezco cuando pienso cuánto se regocijarán la burguesía y los


reaccionarios cuando tengan este informe en sus manos, porque estoy seguro
de que lanzarán una campaña de mentiras y quién sabe cuánto durará. Tito
debería estar muy contento después de leer este informe, ya que estoy seguro
de que lo ha leído.

¡Qué daño incalculable para la Unión Soviética y el campo socialista! ¡Qué


vergonzosa responsabilidad frente a la historia!

No puedo poner nada en el papel. Solo puedo decir: «¡Estoy conmocionado!».

26 de febrero de 1956, Moscú». (Enver Hoxha; Diario político, Diario 1, 1955-


1957)

Esto puede ser totalmente cierto viendo la importancia para el PTA y para el
propio Hoxha de Stalin, no hay razón para ponerlo en duda.

Si seguimos según las memorias de Nexhmije Hoxha: «Mi vida con Enver
Hoxha» de 1998, Enver tuvo acceso al discurso secreto de Jruschov, el cual leyó
junto al resto de compañeros de la delegación albanesa, estando hasta altas
horas de la noche discutiéndolo, y concluyó furioso, que era una serie de hechos
que no cuadraban con el Stalin que él había conocido, después tenía obligación
de devolver dicha copia del informe. Esto seguramente fue un golpe inesperado,
y no aceptaron las mentiras de Jruschov, pero dicha oposición no fue lo que
manifestó el PTA oficialmente en un primer momento como veremos más
adelante. ¿La razón? Muy seguramente porque el miedo a enfrentarse a un
partido tan grande como el PCUS superaba el resto de sentimientos.

He ahí donde comienzan las contradicciones del PTA sobre su historia.

En la «Historia del Partido del Trabajo de Albania» de 1982 se trata de borrar


los errores de seguidismo, sentimentalismo u oportunismo que el partido
cometió en un inicio:

«Todas las conclusiones y las decisiones del III Congreso del PTA [1956]
estaban imbuidas de un espíritu revolucionario marxista-leninista que en
esencia se oponía al espíritu revisionista del que estaban impregnadas las
conclusiones y las decisiones del XXº Congreso del PCUS. Sin embargo, el III
Congreso no condenó abiertamente las tesis antimarxistas del XXº Congreso.
El Comité Central del PTA había dado a conocer a la dirección soviética su
oposición y sus reservas acerca de una serie de tesis y actividades de esta
dirección. Al mismo tiempo la prensa del PTA formulaba intencionadamente

537
sobre estas cuestiones apreciaciones diferentes, prácticamente opuestas a las
del XXº Congreso. Pero el PTA no podía expresar públicamente en su Congreso
su oposición y sus reservas hacia las conclusiones del XXº Congreso del PCUS,
ya que semejante forma de proceder en ese momento no favorecería sino a los
enemigos del comunismo, quienes habían desencadenado un violento ataque
contra la Unión Soviética, y contra la unidad del campo socialista y del
movimiento comunista internacional. Los comunistas albaneses han
considerado siempre como un alto deber internacionalista defender al primer
Estado socialista del mundo y al campo socialista en su conjunto. Aparte de
eso, todavía no se conocía bien, en aquel entonces, el verdadero objetivo que
pretendía alcanzar el grupo de Jruschov con sus nuevas tesis». (Partido del
Trabajo de Albania; Historia del Partido del Trabajo de Albania, 1982)

Esto debe de ser desmontando, porque con mentiras y adornos en la historia los
comunistas no pueden avanzar.

Para empezar la tesis de que «criticar las tesis del XXº Congreso o la dirección
soviética era contribuir a hacerle el juego al imperialismo», es la mentalidad que
ha llevado a que hoy el movimiento marxista-leninista esté en ruinas, por tanto
hay que despegarse de una vez por todas de esa ridícula idea que lleva a ser
condescendiente con las desviaciones propias o ajenas. Tampoco es cierto que la
dirección albanesa no supiese el «verdadero objetivo que pretendía alcanzar el
grupo de Jruschov con sus nuevas tesis», ya que como el propio Enver comenta
en varias ocasiones, las desviaciones altamente preocupantes tanto en la línea
exterior como interna del PCUS se vislumbraban desde 1953, es decir, desde los
primeros días en que fallece Stalin. Ya bajo el mandato de Malenkov, Beria y
Molotov, siendo muchos de ellos reasignados en grandes posiciones de poder
tras haber sido previamente degradados durante las sesiones del XIXº Congreso
de 1952. Para entonces Jruschov era un hombre muy importante del gobierno
pero todavía era una figura secundaria frente a estos personajes. Su ascenso en
1955 solo agudiza lo que ya es una realidad, el caos fraccional e ideológico de un
liderazgo débil. El XXº Congreso del PCUS 1956 es la certificación oficial de
unas tesis derechistas que venían publicándose en todos los partidos comunistas
como resultado de la presión soviética por establecer un nuevo curso.

En aquel tiempo existieron comunistas valientes que desde ese mismo año 1956
se opusieron sin reservas a las tesis principales del PCUS de ese XXº Congreso
del PCUS. Véase como ejemplo la obra del hindú Moni Guha: «Jruschov y la
historia soviética» de 1956, o la obra del irlandés Neil Goold; «El XXº Congreso
del PCUS y después», 1956.

El IIIº Congreso del PTA de 1956, pese a diferenciarse en varias cosas a las
conclusiones y rectificaciones de otros partidos homólogos –como el búlgaro,
rumano, polaco o chino de ese mismo año– en varios temas: mantener el papel
rector de la industria pesada en la economía, reconocer la agudización de la
lucha de clases en la construcción del socialismo, el papel rector del partido,
etc., sí cometió diversos errores que eran consecuencia de seguidismo sin
reflexión de la nueva línea jruschovista en base al prestigio de la URSS.

La prueba está en la reedición y censura del informe de Enver Hoxha a dicho


congreso para el Tomo III de Obras Escogidas (1960-1965) de Enver Hoxha

538
publicado en 1980, donde se emiten dichas tesis –una técnica que por cierto los
revisionistas chinos hicieron común en Mao para ocultar su oportunismo desde
tiempos tempranos–.

Pero si miramos las Obras Completas del líder albanés, en el tomo XIII,
podemos encontrar la postura real que mantuvo Enver Hoxha. Tras el XXº
Congreso del PCUS de 1956 se prestó a escribir un artículo enfocado en ese
espíritu donde repetía las declaraciones de trotskistas, titoístas, jruschovistas y
maoístas sobre Stalin:

«El PCUS condenó con razón el culto a la personalidad generado hacia J. V.


Stalin durante los últimos años de su vida y su actividad; culto que causó un
gran daño a la Unión Soviética. (...) Debería decirse que Stalin, tras conseguir
que el Partido Comunista de la Unión Soviética y el pueblo soviético obtuviesen
grandes victorias que llevaron al triunfo del socialismo, se comenzó a situar
por encima del Partido y del pueblo, abandonando así a las masas y siendo
esto un error que fue muy costoso para el pueblo soviético y el socialismo».
(Enver Hoxha; El marxismo-leninismo nos enseña que es el pueblo el creador
de la historia, 14 de abril de 1956)

En los primeros momentos de 1956, Enver también aprobaría los lineamientos


teóricos sobre la revolución, la construcción del socialismo, y las relaciones con
otros países capitalistas que no distan de los que escribió en su momento
cualquier revisionista:

«El XXº Congreso del PCUS, titulado «Realizando el balance de las victorias
del socialismo en la URSS y en la escala global» y el informe sobre las nuevas
fuerzas en el desarrollo de la situación internacional actual tomaron
decisiones importantes para el futuro del socialismo y el destino de la
humanidad». (Enver Hoxha; El marxismo-leninismo nos enseña que es el
pueblo el creador de la historia, 14 de abril de 1956)

Si en 1960, 1962 y 1964 los albaneses se desesperaban porque los dirigentes


chinos todavía tenían ilusiones sobre el carácter de Jruschov, igual de
desesperante tuvo que ser para gente como Moni Guha y Neil Goold ver que
durante 1956-1960 absolutamente todos los partidos comunistas en el poder
hicieron un seguidismo atroz a Jruschov por miedo, sentimentalismo y
oportunismo.

El PTA, presionado por Jruschov, llegó a aceptar concesiones inaceptables.


Justo en esta época la URSS condonó sus deudas y le ofreció nuevas ayudas,
como el propio Enver Hoxha relata en su obra «Los jruschovistas»:

«Durante esta visita, Moscú dio otro paso importante hacia la mejora de las
relaciones con Albania. En consonancia con su línea de incremento de la
ayuda económica a todo el bloque socialista, la URSS anunció el 17 de abril [de
1957] la cancelación de la deuda por valor de 422 millones de rublos que
Albania les debía, extendiéndoles además un crédito que ascendía a 31
millones de rublos, dirigido a la compra de mercancías agrarias y
prometiendo garantías de desarrollo para ciertos sectores de la economía
[albanesa]. Al condonar esta deuda, la URSS prácticamente le regaló a

539
Albania toda la industria que esta desarrollaría desde 1948 en adelante».
(CIA; Relaciones soviético-albanesas, 1940-1960, 1962)

Sea por necedad ideológica, por oportunismo económico, o por ambas, el PTA
se plegó al jruschovismo de la época. No hay debate posible.

En la cuestión yugoslava, que era la piedra de toque para el movimiento


marxista-leninista desde hacía años, se llegó a declarar lo siguiente:

«En una entrevista con Harrison Salisburu, el 28 de agosto, [Mehmet] Shehu


reafirmó esta política: «En nuestra política para con la República Popular
Federal de Yugoslavia», dijo, «partimos del hecho de que tanto Albania como
Yugoslavia están construyendo el socialismo. Por lo tanto, las relaciones entre
ambos países no pueden sino desarrollarse de modo socialista, basándose en
los principios de igualdad, cooperación fraternal, respeto mutuo y no
interferencia». (CIA; Relaciones soviético-albanesas, 1940-1960, 1962)

En la cuestión del titoísmo, el maoísmo siguió para entonces una escalada


continua de pelea y reconciliación con el titoísmo al igual que el jruschovismo.
Para los años 60 el jruschovismo seguía con tiranteces hacia el titoísmo pero
con unas relaciones normalizadas, y reconocimiento a Yugoslavia como dentro
del campo socialista, mientras que el maoísmo tomaría el mismo camino bajo su
teoría de los «tres mundos». En cambio el PTA al agudizarse la lucha contra el
jruschovismo a principio de los 60 volvería rápido a sus posiciones antititoístas
como dictaba toda lógica.

Pero no justifica esta breve posición oportunista del PTA durante los años
previos. Esta postura favorable al titoísmo no solo contradecía la historia
reciente del PTA, sino que echaba abajo el discurso fundamental de sus líderes
durante todo el período anterior tanto de cara a sus militantes como de cara al
resto de países.

Hoxha reconocía años después que el PTA hizo concesiones ideológicas al


titoísmo por la presión de Jruschov:

«Después de las conversaciones que desarrollamos en 1957 en Moscú, por


respeto al Partido Comunista de la Unión Soviética, dejamos de escribir por
algún tiempo en la prensa en contra del revisionismo yugoslavo. Pero, no
mucho tiempo después, los revisionistas yugoslavos realizaron su tristemente
célebre VII Congreso [de 1958], en relación con el cual de nuevo se confirmó la
justeza de la línea de nuestro partido». (Enver Hoxha; El Comité Central es la
dirección del partido, que juzga siempre de manera justa, prudente y serena,
pero también severamente cuando es necesario; De la conversación con Koço
Tashko, 3 de agosto de 1960)

¡¿Por respeto?! ¿Exactamente de qué sirvió durante estos años reducir la crítica
a conversaciones privadas y declaraciones formales sobre la unidad del
movimiento comunista? Para nada, para que Tito, Jruschov, Mao y otros
ganasen tiempo y afianzasen sus posiciones.

Esto fue un grave error, una debilidad enorme que luego todos los nuevos

540
partidos marxista-leninistas heredaron, ya que estaban acostumbrados a esta
paciencia infinita y esta esperanza ilusa que guardaba la esperanza de la
rectificación de los frenéticos oportunistas.

El hecho de que fuese el propio Enver Hoxha quien pasase a la historia como
principal crítico del revisionismo soviético con su famoso discurso contra
Jruschov en la Conferencia de Moscú de los 81 partidos de 1960, tampoco borra
otras realidades históricas. Y es que en las primeras entrevistas de Enver Hoxha
frente a Jruschov, pese a reconocer este último que no se entendían en varias
cuestiones y que los albaneses tendían hacia el camino de Stalin, Hoxha se
mostraba muy conciliador e incluso sumiso al liderazgo de Jruschov. Se daba a
entender que el partido albanés solo podía aprender del partido soviético y no al
revés. Un servilismo repugnante. Todo ello en un momento en que, a nivel
internacional, se estaba traicionando el marxismo-leninismo y, a nivel nacional,
se estaba poniendo en aprietos la propia reputación del PTA en cuestiones como
la del titoísmo:

«Enver Hoxha: Hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para seguir
tu consejo [Jruschov]; esto es, para mantenernos tranquilos en torno a este
asunto. Pero los líderes yugoslavos no cesan de provocarnos. (...) Creemos que
representan una amenaza no sólo para nosotros, sino para todo nuestro
campo socialista: se han desviado del marxismo-leninismo. Escriben en sus
periódicos que desean mejorar sus relaciones con Albania, pero esto es una
bomba de humo. (...) No estamos de acuerdo con los camaradas polacos, pero
nunca lo hemos expresado públicamente. Lo mismo con los camaradas
italianos. Estamos en desacuerdo con el camarada [Palmiro] Togliatti en
ciertos asuntos, pero de esto no encontrará ni una sola palabra en nuestros
periódicos. (...) Admitimos que erramos en nuestra táctica y estamos muy
agradecidos al camarada Jrushchov, que es nuestro maestro y que nos habló
abiertamente. Haremos todo lo posible para solucionar estas cuestiones en
base a una línea marxista-leninista». (Memorándum de la entrevista albano-
soviética, 15 de abril de 1957)

En el documento del PTA: «Albania frente a los revisionistas jruschovistas» de


1977, se recoge una carta de Hoxha a Kapo de 1960:

«No deberá tener el sentido de una reunión conciliatoria «pacifista», para


correr un velo sobre los graves errores, sino de una reunión donde los errores
serán puestos al desnudo y corregidos radicalmente. No hay otra vía y que no
se espere ninguna otra propuesta de nuestra parte. Si los errores no se miran
de frente, estamos seguros de que los revisionistas proseguirán con mayor
afán su actividad de zapa. Por ello, para nosotros no hay más que el camino de
la lucha en defensa del marxismo-leninismo, sin transigir con los errores
oportunistas y revisionistas en ideología y política». (Enver Hoxha; Carta
dirigida al camarada Hysni Kapo en Moscú, 1 de octubre de 1960)

Cualquiera suscribe esta declaración. La cuestión es que el PTA debería haber


aplicado este axioma en todos los casos y sin tardanza, cosa que no cumplió.

Al PTA se le exigió desde Moscú una unidad con el grupo dominante del
PCUS «ante los intentos de derrocar» a Jruschov de parte de sus viejos

541
colaboradores durante 1953-1956, aunque los mecanismos para revocar a
Jruschov eran del todo lícitos. Se aceptó tal chantaje en aras de la «amistad
soviético-albanesa». El grupo liderado por Mólotov sería condenado en 1957
como «grupo antipartido», aunque como reconocería Hoxha años después de
boca de los propios jruschovistas, habían sido estos los que habrían utilizado
métodos ilegales para mantener su puesto:

«En una reunión del Presidium del Comité Central del Partido celebrada en el
Kremlin, en el verano de 1957, Jruschov, al ser objeto de numerosas críticas,
quedó en minoría y, como hemos sabido por boca de Polianski, fue destituido
de su función de primer secretario y designado ministro de Agricultura, pues
como se sabe era un «especialista de maíz». Mas esta situación apenas duró
unas horas. Jruschov y sus hombres dieron secretamente la alarma, los
mariscales rodearon el Kremlin con sus tanques y sus tropas y dieron la orden
de que no se moviera ni una mosca. (...) Jruschov y Mikoyan empezaron a
liquidar uno tras otro, y al final todos en bloque, a los miembros del Presidium
del CC del partido que calificarían de «grupo antipartido». Después de echar
la zancadilla a Malenkov, reemplazándole provisionalmente por Bulganin, fue
el turno de Molotov. Su destitución fue anunciada el 2 de junio de 1956. Ese día
el diario Pravda traía en primera plana una gran foto de Tito, con la
felicitación de dobro pazhallovat que se daba al cabecilla de la camarilla de
Belgrado con motivo de su llegada a Moscú». (Enver Hoxha; Los
jruschovistas, 1980)

Enver Hoxha reprocharía a Mao correctamente el apoyo a Jruschov en este


evento:

«Mao estuvo de acuerdo con Jruschov, como él mismo declaró públicamente


en la Conferencia de Moscú de 1957, en la que elogió a Jruschov, atacó a Stalin
y aprobó la liquidación del «grupo antipartido de Molotov y compañía» por
Jruschov. Por lo tanto Mao ayudó a Jruschov». (Enver Hoxha; Algunos juicios
en torno al «decálogo» ballista de Mao Zedong; Reflexiones sobre China, Tomo
II, 28 de diciembre de 1976)

Pero pareció «olvidar» que el PTA mantuvo postura análoga:

«Cuando el grupo antipartido fue expulsado del Partido soviético a finales de


junio, el Partido albanés apoyó con presteza esta acción de Jruschov y sus
secuaces. El 4 de julio se adoptó una resolución del Comité Central albanés,
que condenaba la actividad fraccional del grupo Malenkov-Kaganovich-
Molotov y expresaba su total solidaridad con el PCUS y su decisión. Un
comentario albanés en julio afirmaba que «la vida misma ha confirmado, sin
duda alguna, la genuinidad y la prudencia de la política marxista-leninista
definida por el XXº Congreso del PCUS, tanto en torno al desarrollo futuro de
las fuerzas productivas de la URSS como sobre la situación internacional».
(CIA; Relaciones soviético-albanesas, 1940-1960, 1962)

He aquí de nuevo un miedo atroz a la autocrítica y a la verdad histórica.

Como sabemos, el intento de derrocar a Jruschov en 1957 por una parte del
partido soviético venía precedido de un apoyo de dichos líderes

542
antijruschovistas a las nuevas políticas introducidas en la URSS durante 1953-
1956, incluyendo las formulaciones del XXº Congreso del PCUS. Se trataba ya
de una lucha entre cuadros antaño revolucionarios, que ahora se habían
convertido en simples burócratas oportunistas. Por eso, como reconocían los
propios actores de la trama, no se apoyaron en las masas y que ni siquiera
tenían más programa común que el de relevar a Jruschov a un puesto menor.
Véase:

-Equipo de Bitácora (M-L); Sobre Mólotov, 2017.

-Equipo de Bitácora (M-L); Sobre Malenkov, 2017.

-Equipo de Bitácora (M-L); Sobre Beria, 2017.

«Es así como estos ex compañeros de armas de Stalin, que habían consentido
las calumnias lanzadas contra su gloriosa obra, fueron calificados, tras este
intento fallido, de «grupo antipartido» y recibieron el golpe definitivo por
parte de los jruschovistas. Nadie lamentó su caso, nadie se apiadó de ellos.
Habían perdido su espíritu revolucionario, eran cadáveres del bolchevismo,
habían dejado de ser marxista-leninistas. Habían hecho causa común con
Jruschov y permitieron que se cubriera de barro a Stalin y su obra; intentaron
hacer algo, pero no por vía de partido, pues el partido no existía tampoco para
ellos». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)

Esto es cierto, pero también es verdad que en la defenestración del honor del
PCUS y de Stalin colaboraron todos los partidos comunistas en el poder,
incluido el PTA.

Algunos historiadores actuales interesados en el tema albanés y que han


estudiado la ruptura soviético-albanesa, como Xavier Baró i Queralt, afirman,
aunque sin documentación alguna, que en la visita de Jruschov a Albania de
1959, en realidad las relaciones entre ambos partidos estaban completamente
quebradas pese a la pose que se daba de unidad. Véase su discurso ante
la Conferencia y presentación tomos V y VI de Enver Hoxha de 2019.

Bien, ¿pero que decía el PTA oficialmente por aquel entonces?:

«En los albores de la llegada de Jrushchov a Albania, Zeri i Popullit lo


describió como «un fiel discípulo de V. I. Lenin, líder militante y distinguido del
PCUS y del Estado soviético, que ha dedicado toda su vida y sus energías a la
causa inmortal del marxismo-leninismo, al fortalecimiento del glorioso
Partido Comunista de la Unión Soviética y del Estado de los sóviets, al
fortalecimiento de la unidad y de la cohesión de los países que conforman el
poderoso campo socialista; se trata de un luchador indomable por la paz
mundial». El artículo añade a continuación: «Nikita S. Jrushchov es el mejor y
más querido amigo del pueblo albanés. Siempre se ha mostrado
particularmente solícito a ayudar generosamente al pueblo albanés a
construir su vida feliz; el socialismo». (CIA; Relaciones soviético-albanesas,
1940-1960, 1962)

543
Podemos especular durante horas sobre todo lo que queramos acerca de lo que
sentían los albaneses sobre los soviéticos, sobre si eran conscientes o no del
peligro al cual se enfrentaban, pero, con los documentos en mano, los albaneses
estaban totalmente absorbidos por el jruschovismo hasta 1960.

¿Esto hace al PTA un partido de igual calado a los jruschovistas de la época?


¿Fue Hoxha un antistalinista a partir de 1956? ¡Ni mucho menos! Como
sabemos tanto Hoxha como el PTA por fin se darían cuenta de los peligros de
este nefasto camino, por lo que empezarían a tomar una posición distinta,
enfrentándose con una voz propia. He ahí la grandeza del PTA y de la
importancia de su trabajo ideológico. Pero la famosa Carta abierta a los
miembros del Partido Comunistas de la Unión Soviética de 1964 llegaba más de
una década tarde.

Si observamos la deriva de los partidos y figuras revisionistas, el resultado es


muy diferente. El mismo Ho y los revisionistas vietnamitas jamás
comprendieron el jruschovismo en su totalidad, en 1956 dieron un apoyo total a
la dirección soviética, cosa que no corrigieron ni en 1964 cuando Brézhnev
sustituye a Jruschov, ni en 1969 cuando fallece Ho, ni tampoco después. Véase
la obra: «Crítica al documento «Sobre la construcción del Partido Comunista de
Vietnam» de Miguel Urbano Rodrigues» de 2014.

En el caso de los revisionistas rumanos Dej empezó siendo un ferviente


stalinista –véase sus artículos en la Kominform– para acabar renegando
completamente de Stalin e incluso presumiendo de haber purgado a todos los
stalinistas de su partido en 1952. Véase la obra: «La crítica al revisionismo en la
Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

En el caso de los revisionistas chinos, Mao Zedong y su círculo siempre se


mostraron como unos falsos stalinistas, espoleados más por cuestiones
circunstanciales y coyunturales que otra cosa como confesaría Mao en su
famosa entrevista con la delegación yugoslava a propósito del VIIIº Congreso
del PCCh de 1956, después abrazó brevemente al jruschovismo para sacar a
relucir su antistalinismo y finalmente, como casi todos, trato de elevar entre los
suyos su propio pensamiento y figura por encima tanto de la de Jruschov como
del propio Stalin. Los revisionistas chinos trataron de reconciliarse varias veces
con los jruschovistas varias veces durante los 60. Véase la obra de
Hoxha: «Reflexiones sobre China» de 1979. Mao moriría en 1976 habiendo
dejado un gran cúmulo de calumnias y mitos sobre Stalin, verdaderos ataques
anticomunistas. Véase la obra: «Mentiras y calumnias de la historiografía
burguesa-revisionista de Mao Zedong y el revisionismo chino sobre Stalin» de
2014.

Enver en cambio, como se espera de todo marxista-leninista, no solo tomaría el


arrojo de investigar, analizar y llevar a cabo una defensa real –y no formal– de
la figura de Stalin enfrentándose a las corrientes revisionistas ya mencionadas,
sino que defendió gran parte de los axiomas del marxismo-leninismo para tal
fin. Citar cada una de las cuestiones con las argumentaciones del PTA o de
Hoxha sería una tarea que excedería el objetivo de este capítulo y documento,

544
pero recomendamos al lector que lea los siguientes documentos para que pueda
comprobarlo por sí mismo:

–Enver Hoxha; Sobre la situación internacional,1957.

–Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central del Partido
del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos comunistas y
obreros celebrada en Moscú, 1960.

–Enver Hoxha; Nuestro Partido desarrollará como siempre con consecuencia,


audacia y madurez la lucha de clases, 1966.

–Enver Hoxha; Con Stalin, 1979.

Si miramos los propios congreso del PTA se verá como se inicia una crítica a
algunos conceptos del XXº Congreso del PCUS 1956 hasta ir detectando todo el
corpus teórico del jruschovismo que se estaba cristalizando, y criticarlo
detalladamente.

Cuando las divergencias con el jruschovismo ya eran abiertas a partir de los


años 60, la posición del PTA en las conferencias internacionales de los partidos
comunistas puede ser bastante discutible también. Años después, en varios de
sus documentos presentó que gracias a su presión en las conferencias de 1957 y
1960 se pudo evitar en gran parte unas resoluciones completamente
revisionistas, ¡a veces incluso se presentaba que dichas conferencias fueron
opuestas al jruschovismo!:

«La Declaración Moscú de 1957 se contraponía en general a la línea


revisionista del XXº Congreso. Su aprobación fue una victoria de las fuerzas
revolucionarias marxista-leninistas». (Partido del Trabajo de Albania;
Historia del PTA, 1982)

Este relato fue reproducido posteriormente y sin comprobación alguna por


muchos nuevos partidos marxista-leninistas. Pero era imposible que el PTA
dominase por completo el contenido de las resoluciones, ya que el PCUS
dominaba con absoluta contundencia sobre el resto, y en última instancia
decidió el carácter que debían adoptarse en las declaraciones. Así que, aunque el
PTA tuviera razón y lanzase discursos ciertamente opuestos, no podía imponer
su voluntad frente a un coro de partidos y líderes seguidistas. Y en realidad así
lo reconoció en algunos documentos:

«En la Declaración de la Conferencia [de 1957], a la par de su contenido


en general revolucionario, se mantuvo la formulación incorrecta sobre el XXº
Congreso del PCUS, como un congreso que supuestamente inauguraba una
nueva etapa en el movimiento comunista internacional». (Partido del Trabajo
de Albania; Albania frente a los jruschovistas, 1977)

Una vez más, el PTA dice una cosa en un documento que se contrapone a otra
expresada anteriormente.

El PTA lo único que conseguía con su firma en ese tipo de declaraciones

545
internacionales era darle un barniz de fortaleza a un movimiento que hacía
tiempo que no carecía de toda seriedad y unidad interna. Era prolongar las
formalidades, ocultar las divergencias y legitimar indirectamente la política de
Jruschov a nivel público. ¿Para qué firmar la declaración de 1960 si el discurso
de Enver Hoxha en dicha conferencia era totalmente opuesto a lo que decía la
declaración conjunta? Carecía de sentido.

¿Pero que se decía en estos famosos documentos? Pongamos solo dos breves
ejemplos:

«Los partidos comunistas y obreros que participan en la reunión declaran que


el principio leninista de coexistencia pacífica de los dos sistemas, que se ha
desarrollado y actualizado en las decisiones del XXº Congreso del PCUS de
1956, es la principal base de la política exterior de los países socialistas y el
pilar confiable de la paz y la amistad entre los pueblos. La idea de la
coexistencia pacífica coincide con los cinco principios desarrollados
conjuntamente por la República Popular China y la República de la India y
con el programa adoptado por la Conferencia de Bandung de países de África
y Asia. (...) Las formas de la transición del socialismo pueden variar para
diferentes países. La clase obrera y su vanguardia, el partido marxista-
leninista, buscan lograr la revolución socialista por medios pacíficos. Esto
estaría de acuerdo con los intereses de la clase trabajadora y la gente en
general, así como con los intereses nacionales del país». (Declaración de los
doce partidos comunistas y obreros, 1957)

«Un creciente número de países amantes de la paz de Asia, África y América


Latina, que tienen un interés vital en preservar la paz; la clase obrera
internacional y sus organizaciones, sobre todo los partidos comunistas; el
movimiento de liberación nacional de los pueblos de las colonias y países
dependientes; el movimiento por la paz mundial; y los países neutrales que no
quieren participar en la política imperialista de guerra y abogan por la
convivencia pacífica. La política de coexistencia pacífica también se ve
favorecida por una sección definida de la burguesía de los países capitalistas
desarrollados, que tiene una visión sobria de la relación de fuerzas y de las
terribles consecuencias de una guerra moderna. (...) Los partidos comunistas
reafirman las proposiciones presentadas por la Declaración de 1957 con
respecto a las formas de transición de diferentes países del capitalismo al
socialismo. (...) La clase obrera puede derrotar a las fuerzas reaccionarias y
antipopulares, asegurar una mayoría firme en el parlamento, transformar el
parlamento de un instrumento al servicio de los intereses de clase de la
burguesía en un instrumento al servicio de los trabajadores». (Declaración de
los doce partidos comunistas y obreros, 1960)

Tras romper públicamente con Jruschov, todavía se presentaban tales


documentos como guía a seguir para todos los partidos, incluso se les echaba en
cara no cumplirlos:

«Estos dos documentos contienen un análisis científico marxista-leninista de


los profundos procesos revolucionarios que han tenido lugar en el mundo
durante las últimas décadas, una generalización de las experiencias del
movimiento internacional comunista y de los trabajadores, y una definición de

546
la posición de principios y tareas comunes de todos los comunistas en los
temas más importantes del desarrollo mundial. Constituyen una base sólida en
la que los partidos comunistas y obreros deben construir su línea de acción en
su lucha por la paz, la liberación nacional, la democracia, en su lucha por
acabar con la explotación del hombre por el hombre y establecer el socialismo
y el comunismo en todo el mundo». (Partido del Trabajo de Albania; Oponerse
al revisionismo moderno y defender el marxismo-leninismo y la unidad del
movimiento comunista internacional, 1962)

Pero si el PTA reconocía que dichas declaraciones descansaban sobre muchas


distorsiones jruschovistas, ¿cómo iba el movimiento marxista-leninista
internacional a atenerse a dichas declaraciones de 1957 y 1960? ¿¡Cómo se le iba
a reclamar a Jruschov no ser revolucionario si la declaración firmada santificaba
sus teorías revisionistas!? Todo esto carecía de sentido, y de nuevo la
incoherencia del PTA obstaculizó una claridad en el tema de la lucha contra el
revisionismo.

Pero no se puede tapar, ni sirve de nada el hacerlo, el pretender presentar que el


PTA mantuvo siempre una postura antirrevisionista idónea, o que supo medir
bien los tiempos en la lucha contra el revisionismo, pues fue todo lo contrario en
muchas cuestiones clave.

En la cuestión del trato y evaluación al maoísmo también hay una evidente


distorsión de los hechos a posteriori. De nuevo en la «Historia del Partido del
Trabajo de Albania» nos presentan a un PTA como que hubiera tomado todo
tipo de precauciones contra el maoísmo desde 1956, que es cuando comienzan a
profundizarse las relaciones sino-albanesas, hasta 1978, que es cuando se
expone el maoísmo como una variante del revisionismo abiertamente:

«El revisionismo chino apareció abiertamente a comienzos de los años 70,


pero no surgió en esa época, y mucho menos después de la muerte de Mao
Zedong. Sus orígenes ideológicos y teóricos están en el llamado «pensamiento
Mao Zedong», que comenzó a tomar cuerpo particularmente después de 1935,
cuando Mao Zedong accedió a la cabeza del partido. (…) El PTA, creyendo
defender a un partido marxista-leninista y a un país socialista, consideraba de
gran importancia la defensa de China para el comunismo internacional, para
la lucha contra el revisionismo moderno. Al mismo tiempo no podía conciliarse
de ningún modo con la actitud expectante, llena de vacilaciones de Mao
Zedong». (Partido del Trabajo de Albania; Historia del Partido del Trabajo de
Albania, 1982)

De nuevo como podemos observar se aluden a excusas similares como la


presunta defensa del pueblo chino para la no exposición de la dirección china y
sus errores. Lo cierto es que como ya denunciamos en el capítulo: «El PCE (m-l)
y su tardía desmaoización», tanto el PCE (m-l) como el PTA no solamente
tenían información suficiente como para no regalar epítetos halagadores al
maoísmo como hicieron en varias ocasiones, sino que podrían haberlo expuesto
mucho antes, debían de hecho desatar una polémica forzando así al maoísmo a
responder por sus desviaciones desde un principio. Si miramos el libro de
memorias de Enver Hoxha «Los jruschovistas» de 1980. El autor albanés relata
su primera visita a China en ocasión del VIIIº Congreso del PCCh de 1956.

547
Comenta lo sorpresivamente negativo que fue para él las tesis liberales que
manejaban los líderes chinos, siendo tachadas de más derechistas aún que las
tesis de los jruschovistas. Esto fue repetido en otros diarios suyos:

«Los puntos de vista políticos, ideológicos, económicos, etc., del VIII Congreso
del Partido Comunista de China, al que nosotros asistimos, en el año 1956,
eran no sólo ideas liberales, derechistas y revisionistas de Liu Shao-chi, sino
también de Mao». (Enver Hoxha; Los zigzags en la línea china; Reflexiones
sobre China, Tomo II, 1 de enero de 1976)

¿Por qué entonces el líder albanés decidió no criticar públicamente dichas tesis
heterodoxas? Lejos de eso, si miramos el tomo XIV de Obras Completas de
Enver Hoxha, existe un discurso titulado: «Por el VIIIº Congreso del PCCh de
1956» del 18 de septiembre de 1956 donde en un lenguaje formalista y
diplomático celebraba el «hito» que suponía según él la celebración del
congreso para «la construcción del socialismo» y la importancia del «liderazgo
de Mao Zedong».

Durante la lucha contra el jruschovismo, los bandazos del PCCh fueron mucho
mayores que el PTA, véase las siguientes obras:

-Enver Hoxha; Reflexiones sobre China; 1979.

-Selim Beqiri; Las posiciones oportunistas de la dirección china hacia el


revisionismo jruschovista durante los años 1960-1964, 1981

Como se ve también en documentos como el Tomo III de Obras Escogidas


(1960-1965) de Enver Hoxha publicado en 1980, el PTA se desesperaba con las
vacilaciones de los dirigentes chinos a la hora de enfrentar el jruschovismo, y
años después dijeron que esto solo fue una prueba más de su oportunismo,
bien...

¿De qué le servía al movimiento marxista-leninista que Hoxha supuestamente


albergase un criticismo interno sobre los dirigentes chinos en 1956 si no lo
expresaba con contundencia?

¿De qué le servía esta postura pasiva del PTA al proletariado chino que quisiera
alzarse contra el revisionismo de Mao?

¿De qué le servía no notificar al movimiento marxista-leninista los intentos de


reconciliación que una y otra vez el PCCh intentaba con el PCUS, a quién
beneficiaba exactamente salvo a los dirigentes chinos?

¿No debería el PTA haber denunciado todas y cada una de las teorías y actitudes
de Mao Zedong y Jruschov y no esperar a 1960 ni a 1978 para exponer el corpus
ideológico del revisionismo soviético y chino?

¿No es cierto que al tardar tanto se le daba tiempo a que dichos oportunistas
asentasen su situación dentro de sus respectivos partidos y gobiernos?

548
Como se observa en la obra «Reflexiones sobre China» que cubre el período de
1962-1977, la crítica hacia los dirigentes chinos y su político se agudizó
muchísimo, mismo puede comprobarse por cartas oficiales y documentos no
oficiales, así como por los comentarios de las agencias internacionales de
información. Toda esa información la hemos recopilado en otros artículos.
Véase dicha información aquí: «Las luchas de los marxista-leninistas contra el
maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el
movimiento marxista-leninista» de 2016.

Prueba de la doble faz sobre estos temas es que durante el período de la


Revolución Cultural de China se lanzaban al exterior comunicados y artículos de
absoluto apoyo y ningún criticismo hacia la línea política de los oportunistas
chinos: «¿Por qué el coro imperialista-revisionista ataca frenéticamente
al Partido Comunista de China y la Gran Revolución Cultural Proletaria de
China?» de 1966. En cambio en el plano interno, Hoxha presentaba informes
ante el PTA donde se criticaban duramente los errores de la línea
china: «Algunas opiniones previas sobre la «Revolución Cultural Proletaria» de
1966. Sobra comentar lo que ya hemos dicho sobre este tipo de actuaciones.
Esto ayudó a que la mayoría de partidos marxista-leninistas como el PCE (m-l)
cayeran en un seguidismo ciego hacia este nuevo giro del revisionismo chino
como ya vimos: «El seguidismo del PCE (m-l) a las políticas de la «Revolución
Cultural» de los revisionistas chinos».

Mismamente en «Reflexiones sobre China» se pueden observar una ingente


cantidad de artículos donde Hoxha parece que por fin empieza a considerar
seriamente a Mao como un pseudomarxista que estaba causando gran daño al
marxismo-leninismo en China y fuera de ella. Allí se culpa a Mao como el
responsable de la política exterior tercermundista, la rehabilitación del
revisionismo moderno, los métodos oportunistas frente a la burguesía china, el
fraccionalismo del partido, los métodos burocráticos, etc. Bien, entonces, ¿por
qué ni siquiera cuando se alcanza un tono claro y duro se evita denunciarlo en el
VIIº Congreso del PTA de 1976? ¿Por qué tampoco posteriormente en famosos y
grandes artículos como «Teoría y práctica de la revolución» de 1977 se critica
abiertamente a Mao como el responsable de la línea tercermundista? Podemos
ver como hasta justo antes de la ruptura de 1978, se mantuvo hasta el último
momento el discurso formal que presentaba a China como «país socialista e
internacionalista» y a Mao Zedong como «gran líder marxista-leninista». Un sin
sentido.

En la cuestión de la crítica al Movimiento de los No Alineados, es cierto que el


PTA acabaría siendo su principal opositor; pero como se puede ver en las obras
oficiales del PTA y de Enver Hoxha, al principio se saludaría y aprobaría la línea
tercermundista de la Iº Conferencia de Bandung de 1955:

«El pueblo albanés saludó la histórica Conferencia de Bandung y de todo


corazón está con los pueblos de Asia y de África que aún se encuentran
subyugados y luchan por liberarse de una vez y para siempre del odioso yugo
del colonialismo». (Enver Hoxha; Informe en el IIIº Congreso del Partido del
Trabajo de Albania, 1956)

Esta seducción inicial por el «movimiento de los países no alineados» pudo ser

549
vista en el PCE (m-l). Véase: «El triunfalismo en los análisis y pronósticos del
PCE (m-l)».

En años posteriores no cabe duda que ambos serían uno de los mayores
expositores del criticismo hacia el tercermundismo:

«Las denominaciones «tercer mundo», «países no alineados» o «en vías


de desarrollo» crean entre las amplias masas que luchan por la
liberación nacional y social, la ilusión de que se ha encontrado un abrigo
donde protegerse de la amenaza de las superpotencias. Ocultan la situación
real de la mayoría de estos países, los cuales, de una u otro forma, están
vinculados tanto a las superpotencias como a las antiguas metrópolis
coloniales y dependen política, ideológica y económicamente de ellas.
(...) Todas estas denominaciones, que se refieren a las diversas fuerzas
políticas que hoy actúan en el mundo, lejos de poner en evidencia; encubren el
carácter de clase de estas fuerzas, las contradicciones fundamentales de
nuestra época, el problema clave, que actualmente predomina a escala
nacional e internacional, la implacable lucha que se desarrolla entre el mundo
burgués imperialista por una parte, y el socialismo, el proletariado mundial y
sus aliados naturales, por la otra». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº
Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1976)

¿Qué demuestra esto? Que la línea antirrevisionista no fue tan idílica como
creen algunos.

Otro ejemplo de una falta de lógica en la línea antirevisionista del PTA es la


postura privada y pública sobre el partido gobernante en Corea del Norte.

En 1956 Hoxha registraría sus impresiones solamente en privado:

«El pueblo coreano acababa de salir de una sangrienta guerra contra los
agresores norteamericanos y ya había pasado al ataque para reconstruir y
desarrollar el país. Era un pueblo trabajador, limpio y de talento, sediento de
desarrollo y de progreso, y nosotros le deseamos de todo corazón éxitos
continuos en el camino del socialismo. Pero la avispa revisionista había
comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado». (Enver Hoxha; Los
jruschovistas, 1980)

En 1961 Manush Myftiu reportaba a Enver Hoxha que los coreanos le habían
parecido unos oportunistas que no comprendían la esencia del jruschovismo y
deseaban apagar la polémica:

«[Kim Il Sung]: «Jruschov ha comenzado a generar cambios en la política


exterior y a guiarse de forma más clara por los principios de la Declaración de
Moscú, puesto que ha empezado a hablar más y más en contra del
imperialismo estadounidense». (...) Manush Myftiu: Cuando dijo que Jruschov
había cambiado desde hace poco, le respondí que «Recientemente ha
cambiado, sí, pero únicamente en las palabras que emplea. Lo que quiera que
diga por la mañana no será lo que diga por la noche. Y en tanto a su
comportamiento antagonista respecto a nuestro partido, cada vez va de mal
en peor. De hecho, hace poco recibimos una carta suya con tono degradante.

550
(...) En nuestra opinión, Kim Il Sung nos habló de forma abierta y clara,
relatándonos todo lo que había ocurrido con su partido. Creo que al debatir
sobre su situación durante un tiempo tan largo nos quiso decir que estaba de
acuerdo con nuestros principios pero no con nuestros métodos –táctica–; que
estos deberíamos cambiarlos. En otras palabras: que debíamos arrodillarnos
[ante Jruschov]. En mi conversación con él me dio la impresión de que se
trataba de alguien incapaz de ver los detalles y la fuente de nuestros
desacuerdos ni el peligro que supone la camarilla de Jruschov para el
movimiento comunista internacional y para el campo socialista. Me dio la
impresión de ser un engreído en base a los últimos resultados que ha obtenido
en Moscú y que ve todos los problemas a través del estrecho prisma de su
propia coraza –esto es, los ve únicamente en relación a Corea–». (Manush
Myftiu; Informe sobre la reunión de la delegación del PTA con Kim Il Sung, 25
de septiembre de 1961)

En 1966 se criticaba de forma indirecta y pública como un partido oportunista:

«Como ustedes saben, no sólo no estamos de acuerdo con muchos de sus


puntos de vista, que son revisionistas, sino que los combatimos, y en el informe
al Congreso, como ustedes verán, los atacamos desde el aspecto de los
principios, sin citar nominalmente a ningún partido ni a ninguna
persona. (...) Por lo que concierne al Partido del Trabajo de Corea, casi no
hemos tenido ningún contacto a nivel de partido. No hemos estado de acuerdo
con su actitud equívoca respecto a Jruschov y al revisionismo jruschovista, y
nuestras sospechas no han sido infundadas. Las últimas actitudes de los
camaradas coreanos confirman que en muchas cuestiones tienen
contradicciones de principio con nosotros. Ellos han adoptado una línea
oportunista, equívoca, centrista». (Enver Hoxha; Son nuestros partidos
quienes deben concretar los lazos con el movimiento marxista-leninista:
Reflexiones sobre China, Tomo I, 28 de octubre de 1966)

Ciertamente, en dicho congreso existe una crítica hacia el centrismo de los


oportunistas coreanos que vimos en capítulos anteriores. ¿Pero por qué evitar
nombrar a los partidos culpables de dichos errores? ¿A quién beneficiaba
mantenerlos en el anonimato?

En 1973 se les presentaba como marxista-leninistas:

«Les aseguro que el pueblo albanés siempre estará junto a los hermanos
coreanos en su lucha por la construcción del socialismo». (Enver Hoxha; Carta
a Kim Il Sung, 1973)

En 1975 se les vuelve a criticar en privado:

«Por lo que se refiere a Kim Il Sung, se trata de un vacilante, revisionista,


megalómano». (Enver Hoxha; Acciones chinas desequilibradas: Reflexiones
sobre China, Tomo II, 21 de agosto de 1975)

¿Por qué razón entonces Hoxha proclamaba públicamente en el VIIº Congreso


de 1976 a Corea del Norte como un «país hermano», es decir, como un «país
socialista»?

551
En 1979 y 1980 se expondrían al público las viejas impresiones de 1966 y 1956
sobre el revisionismo coreano en obras como «Reflexiones sobre China» y
los «Jruschovistas» como hemos visto, ya sin indirectas.

¿Qué tipo de coherencia era esta? No se le puede llamar a esto un proceso


dialéctico del conocimiento y una coherencia adaptada a los nuevos
conocimientos, sino una línea de bandazos y componendas. De nuevo no nos
sirve la excusa de que a través de estos métodos «se pretendía ayudar al pueblo
coreano y defender el marxismo-leninismo». Nunca se puede ayudar a un
pueblo siendo condescendiente con sus líderes oportunistas. Con estas
incoherencias los partidos proalbaneses no podían tener una guía para la acción
sobre cómo evaluar y combatir el revisionismo, sino un caos ideológico. Si el
PTA rompió tardíamente con el maoísmo oficialmente en 1978, la ruptura
ideológica con Vietnam o Corea del Norte era una consecuencia lógica, ya que
eran liderazgos que se habían criado bajo el maoísmo más allá de sus
peculiaridades.

En la cuestión de Vietnam la postura del PTA fue inaceptable a todas luces,


oportunista. Incluso otros partidos como el PCE (m-l) comenzaron desmarcarse
del PTA y comenzaron a denunciar el carácter del régimen vietnamita, aunque
nunca se atrevieron a enjuiciar al PTA públicamente por su apoyo a los
revisionistas vietnamitas. . Véase: «El seguidismo, formalismo y doctrinarismo
hacia mitos aún no refutados en el PCE (m-l) [Vietnam]».

Todo esto es importante ya que mismamente el movimiento marxista-leninista


elevó por los cielos el VIIº Congreso del PTA de 1976, el cual indudablemente
tuvo grandes méritos en la lucha contra el revisionismo como la crítica al
brezhnevismo, el titoísmo, el eurocomunismo o el tercermundismo, pero
también severas deficiencias ya que no se condena el revisionismo de los
dirigentes chinos, coreanos y vietnamitas. En cuanto a los últimos fusilados del
franquismo del PCE (m-l)/FRAP y ETA, se refiere a los miembros de esta última
como «patriotas vascos», pero no cita en ninguna parte que más que patriotas
eran nacionalistas seducidos por el terrorismo individual, desviación que el
FRAP también sufrió aunque brevemente como vimos: «El auge del PCE (m-l) y
las acciones armadas del FRAP de 1973-1975».

Se podía haber optado perfectamente por honrar la memoria de los luchadores


antifranquistas caídos criticando al mismo tiempo los defectos de sus
actuaciones como el aventurerismo y el terrorismo, de hecho, es la única forma
de mantener un internacionalismo proletario que ayude a los pueblos. Esto
tiene menos sentido si vemos que poco después el propio PCE (m-l) condenaría
mucho más tajantemente ese tipo de lucha armada, así como el carácter
nacionalista de ETA, mientras que Hoxha ya había criticado brillantemente las
actuaciones de grupos como las Brigadas Rojas, RAF y las diversas guerrillas
foquistas, algo que seguiría haciéndolo en otros escritos. ¿Qué razones había
para tal declaración formalista? Ninguna.

En las versiones originales de obras como «Imperialismo y


revolución» publicadas por primera vez en 1978, observamos flagrantes

552
cambios respecto a su edición original. Por ejemplo, en la versión inicial se
decía:

«El grupo fascista sobre Strauss, los generales hitlerianos, los poderosos
revanchistas de Bonn, se proclaman abiertamente como los más próximos
aliados de China. Por eso China no mira a la Alemania Federal de la misma
manera que a Francia e Inglaterra. (...) La prensa china habla en los mismos
términos que Strauss, el notorio nazi germanooccidental y revanchista».
(Enver Hoxha; Imperialismo y revolución, 1978)

Esto incluso es una exageración de Hoxha, parecida a cuando se refería a Nixon


como «fascista». Pero ni mucho menos podría decirse que la Alemania
Occidental o EE.UU. fueran regímenes fascistas, su carácter reaccionario no
nacía de que no fueran democracias burguesas sino de que eran países
imperialistas de suma importancia, por lo que su agresividad tanto externa
como interna se hacía más palpable si cabe.

En algunas de las reediciones posteriores, esta parte fue omitida. Suponemos


que como resultado del acercamiento, que acabaría con la visita del propio
Strauss a Albania en 1984, y con el establecimiento de ayudas económicas en
1987.

Esta errónea calificación de Strauss es un peligro similar a cuando el PCE (m-l)


exageraba de modo izquierdista considerando a Tierno Galván como
socialfascista, y en vez de corregir el error acabó alabándolo como un hombre
progresista.

Viendo todo esto podemos afirmar sin miedo que, sin esta coherencia en el
tiempo, acostumbró indirectamente a que partidos como el PCE (m-l)
desarrollasen este tipo de condescendencia en la lucha contra el revisionismo.
Los partidos marxista-leninistas de los años 60, 70 y 80, aparte de no realizar
los debidos estudios del movimiento obrero nacional e internacional, en otras
ocasiones cuando sí tenían la información adecuada, no calibraban bien cuando
se había llegado a una etapa de no retorno con ciertas organizaciones y
movimientos.

Todo esto que estamos contando: las vacilaciones del PTA en la exposición del
revisionismo, es algo importante de aclarar, ya que los comunistas deben evitar
estos errores en un futuro.

El comunista debe revisar estos hechos históricos con objetividad y especial


atención. Como hemos hablado anteriormente de forma breve sobre el período
de Stalin y ahora con el período de Enver Hoxha, o como podría ser en el caso
de otras figuras y movimientos que admiramos por sus incontables aspectos
positivos, pero ni su teoría ni su praxis pueden estar exentos de malas
valoraciones o decisiones porque son figuras englobadas en una época
determinada, con las limitaciones que ello también supone a la hora de
desarrollar su trabajo, sin dejar de tener en cuenta el hecho de que son seres
humanos emocionales y que cada uno alberga características propias que hacen
a cada individuo único. Valga decir que los errores se producen en todo proceso,
más si se trata de dirigencias dilatadas, el asunto cardinal para determinar la

553
calidad moral del marxista-leninista es la forma resuelta en que los aborda y
corrige. En cambio, pensar y exponer como lo hacen los «stalinistas-hoxhistas»
del tipo Wolfgang Eggers, donde para ellos las figuras del comunismo como
Stalin o Hoxha son seres mesiánicos, libres de todo error a sus espaldas, nos
conduce a un sendero de mucha devoción y poco aprendizaje. Aquellos para
quienes los clásicos del marxismo-leninismo siempre fueron responsables de los
méritos y las victorias del movimiento, pero nunca de los errores o deficiencias,
tienen un patrón de pensamiento que simplemente supone aceptar una versión
idealista, fanática y casi religiosa de ver la historia. Por ello pseudomarxistas
como Wolfgang Eggers no emiten una sola crítica razonable hacia la URSS de
Stalin (1924-1953) o la Albania de Enver Hoxha (1944-1985), motivo por el cual
son incapaces de comprender, explicar y convencer sobre las causas de la
degeneración de ambos sistemas, con lo que su relato se resume a simplificar
todo a la aparición de «maléficos personajes» como Jruschov o Ramiz Alia que
chafan un desarrollo presuntamente armónico con la desaparición de las figuras
aduladas. Así de simple y mecánico explica la historia esta gente. Héroes
incomprendidos versus oportunistas emboscados de fondo arribista, y en mitad
de ellos una masa amorfa, héroes incomprendidos versus oportunistas
emboscados de fondo arribista, y en mitad de ellos una masa amorfa,
precisamente como el oportunista Kadare presentaba la situación en sus
esquemas mentales. Esta es la misma razón por la que este tipo de sujetos no
saben defender los méritos de estas figuras ante los anticomunistas, ya que
simplemente no procesan la información, la absorben sin más discusión, y
justifican las contradicciones que en otros casos condenarían sin pensarlo. Se
mueven por filias y fobias, no por un pensamiento racional.

Las relaciones del PTA con el PCE (m-l)

Yendo ahora a las cuestiones sobre la relación entre el PCE (m-l) y el PTA, lo
primero que salta a la vista es que en 1966 el PCE (m-l), pese a ser el único
grupo en España abiertamente antijruschovista, aún no mantenía relaciones con
el PTA.

Por ejemplo, Nils Anderson, en las publicaciones de la actual internacional


revisionista de la CIPOML, rememora esos días y comenta estos hechos en su
artículo «Los orígenes del movimiento marxista-leninista europeo»:

«Levantando la bandera de la denuncia del peligro revisionista, Elena Ódena


y otros camaradas que constituirían el Partido Comunista de España (m–l),
lanzan con determinación, en las difíciles condiciones de la clandestinidad en
España y en la emigración política, la lucha en el seno del Partido Comunista
de España (PCE) contra la línea de Santiago Carrillo. (...) Una manifestación
importante de la realidad del movimiento marxista–leninista fue
la celebración del V Congreso del PTA en noviembre de 1966, en el que
estuvieron presentes el PC de China y 28 partidos y organizaciones marxista–
leninistas de los cinco continentes. Hubo un gran entusiasmo, para Albania es
uno de los momentos grandes de su Historia, había vencido el bloqueo
revisionista e imperialista; para los nuevos partidos era la primera vez que se
habían podido reunir en tan gran número. Una nota importante, fue el
reconocimiento de los nuevos partidos y el papel que podían desempeñar en
ese reconocimiento el seguidismo y la adulación rastrera. Falta de vigilancia:

554
la organización holandesa, criatura de la CIA, fue invitada. ¡Pero uno de los
primeros y principales partidos ML en Europa, el Partido Comunista de
España (m–l) no fue invitado! Ese error fue rápidamente superado en razón a
la firmeza de la línea defendida por Elena Ódena en el seno del movimiento
marxista–leninista; sin embargo aquello fue un grave error de apreciación
política e ideológica». (Unidad y lucha, Nº28, 2014)

Un error de la dirigencia albanesa, sin duda. Estas relaciones se establecieron


poco después. Sobra decir que Andersson no comenta en su artículo nada de
porqué los partidos marxista-leninistas desaparecieron, porque el propio
partido albanés degeneró, así como tantos otros, que hoy se arrastran, siendo la
sombra de lo que eran. Comenta los inicios correctamente pero no comenta ni
por asomo el final de los mismos. Este es un ejemplo de las limitaciones de la
historiografía revisionista a la hora de abordar la historia del movimiento
obrero, donde se intenta pasar desapercibido en varios temas cardinales para
evitar caer en contradicciones o errores teóricos, se trata del ya clásico
formalismo: grandilocuentes fórmulas y discursos, pero carecen de contenido
firme y coherente.

Volviendo al tema. Sin duda el PCE (m-l) de su época tenían como referente en
la construcción del socialismo, y la lucha contra el imperialismo y el
revisionismo, a la Albania Socialista dirigida por el PTA y su líder Enver Hoxha.
Pero en sus inicios los líderes del PCE (m-l) si bien tenían en cuenta la
experiencia y las teorías de los comunistas albaneses, su atención era menor que
la dedicada a las doctrinas del revisionismo chino, que por entonces estaba de
moda y no se había desenmascarado. Esto puede verse en las publicaciones de
los 60 o en el propio Iº Congreso del PCE (m-l) de 1973, postura que cambiaría
por ejemplo para el IIº Congreso de 1977, donde si bien no se denunciaba
todavía abiertamente al maoísmo –aunque sí a la teoría de los tres mundos–,
había un mayor grado de atención y afinidad hacia las tesis albanesas:

«El Congreso ha hecho hincapié en la importancia histórica que para todos los
marxista-leninistas del mundo ha tenido la celebración del VIIº Congreso del
P.T.A. de 1976 y, en particular, el Informe presentado al mismo por el
camarada Enver Hoxha, Informe que corrobora la firme línea de principios
que siempre ha defendido el P.T.A. a despecho de dificultades, del cerco
imperialista-revisionista y de las presiones de todo tipo. El Congreso ha
manifestado su total solidaridad internacionalista con el heroico Partido del
Trabajo de Albania, con el camarada Enver Hoxha, con la Albania socialista,
faro de la revolución y del socialismo». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Esto era del todo normal, el PTA había sido un partido de gran importancia en
el desenmascaramiento del titoismo, luego abanderaría la lucha tanto contra el
jruschovismo como contra el maoísmo. De hecho como hemos visto
anteriormente, gran parte del material del PCE (m-l) en la lucha contra el
revisionismo era sacado de las obras que producía el PTA.

Las relaciones entre el PCE (m-l) y el PTA alcanzaron su cenit en 1978-1979 y se


empezaron a enfriar en 1981 tras el affaire del suicidio de Mehmet Shehu,
considerado el número dos del PTA en cuanto a importancia. Tiempo después, y

555
con bastante tardanza, el PTA alegó que había habido divergencias entre Shehu
y la dirección, unos de carácter económico, otros político-personales, que se
habían mantenido en estricto carácter interno y que eso había precipitado su
suicido.

«En vísperas del VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, celebrado
en noviembre de 1981, Enver Hoxha y Mehmet Shehu aparentemente se
enfrentaron por las prioridades en el desarrollo económico nacional y las
relaciones económicas con Occidente. Hoxha rechazó el primer borrador sobre
el nuevo plan económico que le presentó Shehu. En contraste con Hoxha, el
informe de Shehu, había abogado por una reasignación de los recursos
destinados a la industria pesada con el fin de impulsar el sector de los bienes
de consumo, efectuar una mejora en el sistema de precios y estimular la
interacción económica con Occidente. Shehu también provocaría la ira de
Enver Hoxha en relación a los informes, ya que descuidaría sus
responsabilidades de gobierno y retrasaría la preparación de su informe al
VIIIº Congreso del PTA de 1981 debido a su preocupación por escribir un libro
sobre la crisis económica mundial». (Elez Biberaj; Albania: Un socialista
disidente, 1990)

También se añadía el hecho de que tras su muerte se realizó una investigación


que daba como resultado que Shehu habría actuado durante años como
poliagente de varias agencias de espionaje. Esto causó una conmoción en
muchos partidos marxista-leninistas como no podía ser de otro modo, ya que ni
habían sido informados de la lucha interna ni por supuesto podían sospechar
que se pudiera tratar de un agente al servicio del imperialismo extranjero.

Esto último, aunque inverosímil, cualquiera que conozca la historia del


movimiento obrero no lo puede descartar. Ya que como decía Stalin si entre
países capitalistas se intenta mandar o reclutar a elementos que cumplan una
función de espionaje, sabotaje o provocación que intenten alentar una línea
política que beneficie los intereses externos, no se puede esperar menos de la
actitud hacia los países socialistas. Como anécdota recordar que por esa misma
época se desataron escándalos como el de Günter Guillaume, que ejerció de
secretario del canciller Willy Brandt en la Alemania Occidental, lo que causó la
dimisión de este último en 1974 Pero aunque fuesen reales las actividades de
espionaje de Shehu, la forma en que el PTA trataría el tema dejaría bastante que
desear y le acarrearían no pocos problemas con los partidos marxista-
leninistas.

Debe anotarse que como en la experiencia soviética, los jefes de seguridad


acababan siendo relevados bajo acusaciones de espionaje para las potencias
occidentales o por abuso del poder. En el caso albanés la lista de personajes que
pasarían por el Ministerio del interior es la siguiente:

-Haxhi Lleshi 1944-1946;

-Koçi Xoxe 1946-1948 [acusado de ser un agente yugoslavo en 1948];

-Nesti Kerënxhi 1948-1948;

556
-Mehmet Shehu 1948-1954 [acusado de ser un poliagente en 1981];

-Kadri Hazbiu 1954-1979 [acusado de ser un poliagente en 1982];

-Feçor Shehu 1979-1982 [acusado de ser un poliagente en 1982];

-Hekuran Isai 1982-1989.

Esto solo puede significar tres cosas, y ninguna de ellas es positiva: a) que
efectivamente fuesen agentes, por lo que la responsabilidad de sus
ascensos recae en la cúpula dirigente del partido y el gobierno por colocar a
estos elementos; b) que utilizasen métodos abusivos e ilegales, o mantuviesen
posiciones políticas antipartido, pero que en muchos casos se decorase su
sustitución del cargo y su degradación del partido bajo falsas acusaciones de
espionaje y sabotaje; c) que alguno de los sustituidos no fueran culpables de ser
agentes e incluso no cometiesen graves errores políticos pero cayesen presos de
las luchas intestinas del partido.

El PTA ya había manifestado tener problemas con esta cuestión:

«Al mismo tiempo, el Congreso [de 1948] recomendó que el análisis de los
errores en los órganos de Seguridad del Estado se hiciera en un espíritu de
partido. Estos órganos habían hecho inapreciables servicios a la salvaguardia
de las conquistas de la revolución. La condena de los errores de ninguna
manera debía poner en duda su indispensabilidad ni transformarse en una
lucha contra los integrantes de los órganos de Seguridad en general. Los que
habían incurrido en errores debían ser ayudados por el Partido a
rectificarlos». (Partido del Trabajo de Albania; Historia del Partido del
Trabajo de Albania, 1982)

En el affaire Koçi de Xoxe en 1948, es evidente que si bien puede que, no fuese
un agente en el sentido de un elemento pagado para servir a otros, sí es claro
que fue un agente en el sentido de que actuó abiertamente en favor de los
intereses de otros, en este caso del titoísmo. Mismas acusaciones se vertieron
posteriormente en 1960 sobre Liri Belishova tras haber exigido anteriormente
en 1956 la rehabilitación del propio Xoxe y la reconsideración de algunas
exigencias de la dirección soviética, actitud que mantuvo luego cuando se
agudizó la disputa albano-soviética. Es normal que, ante las luchas de poder, los
elementos como Xoxe o Belishova recurriesen a los yugoslavos o soviéticos
como medio para interceder por ellos y promocionarles, incluso para pedirles
material financiero y teórico, ya que era una relación mutuamente beneficiosa.
Otro ejemplo sería Beqir Balluku en 1974, Ministro de Defensa, y su ligazón con
las teorías de los revisionistas chinos, aquí podemos decir lo mismo: no
entramos a valorar si estuvo pagado o respondía a ordenes externas, pero sin
duda parece ser que manifestó posiciones que insistían en los equivocados
«consejos» y «recomendaciones» chinas en materia militar, económica y
política exterior, que contradecían la línea oficial del PTA, por lo que nada es
descartable.

557
Sobre el tema Shehu. En un documento interno del PCE (m-l) ahora liberado, se
decía en aquel entonces:

«Ante el suicido del camarada Mehmet Shehu el pasado 18 de diciembre de


1981, apenas un mes después del VIIIº Congreso del PTA de 1981, el Secretario
del Comité Central del PCE (m-l) se plantea una serie de interrogantes y dudas
de los que quiere dejar constancia ante el Comité Ejecutivo. De todos es
conocido el rico e irreprochable pasado revolucionario de Mehmet Shehu: en
las Brigadas Internacionales, en la lucha de liberación de Albania; contra los
complotadores y provocadores titoistas, contra los traidores albaneses, contra
el revisionismo jruschovista y chino. Durante años estuvo a la cabeza de la
dirección para la construcción del socialismo. Hasta hace unos pocos meses fue
Ministro de la Defensa y artífice de la formidable preparación del pueblo
albanés para hacer frente a cualquier eventualidad armada viniese de donde
viniese. Hasta el momento de su muerte fue Presidente del Consejo de
Ministros y miembro del Comité Ejecutivo del PTA. (…) Es posible que en un
momento de enajenación mental se haya quitado la vida. Pero también cabe la
pregunta, ¿no habrá sido Shehu víctima de una lucha intestina por la sucesión
del camarada Enver? (…) Hemos dicho hasta la saciedad que estamos
asistiendo a una feroz y aguda lucha ideológica. (…) Sería antidialéctico
pensar que esta lucha ideológica no puede, o podría afectar al PTA con sus
consecuencias y repercusiones. (…) Hemos estado siempre y seguiremos
estando en contra del seguidismo y del doctrinarismo. Esta justa posición de
principios debemos mantenerla férreamente de cara a todos los componentes
del MCI (m-l) incluido el PTA. (…) Por el momento, ante la base del partido, los
amigos y demás sectores, nuestra posición ha de ser la de atenerse a la
explicación oficial del PTA, pero dejando sentado siempre nuestro respeto y
cariño por el camarada Mehmet Shehu». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Secretariado del Comité Central, Reunión celebrada, 12
de enero de 1982)

Lejos de las especulaciones que ahora Raúl Marco hace en sus memorias, no hay
evidencia de que Mehmet Shehu fuese menos culpable de varios de los cargos
políticos acaecidos porque Ramiz Alia luego se destapara como un derechista.
Del mismo modo que al propio Raúl Marco no le exonera de sus pecados
revisionistas el hecho de que a finales de los 80 estaba llevando al PCE (m-l) al
abismo en 1991 el ultraoportunista Chivite le arrebatase la dirección del partido
y lo terminase de liquidar. Eso sería aplicar los métodos metafísicos y simplistas
de los historiadores revisionistas de que «el enemigo de mi enemigo es mi
amigo». En el caso soviético, vimos como la documentación expuesta demuestra
que varios personajes presentados por la historia burguesa y revisionista como
«stalinistas», a la hora de la verdad fueron igual de cómplices que Jruschov en
la desestalinización, incluso estuvieron más a la derecha que él en múltiples
cuestiones. Por tanto, que luego acabaran degradados o frente al paredón a
posteriori por mando de Jruschov, fue porque perdieron en la lucha de poder,
pero no significa que fueran honestos y grandes revolucionarios, de hecho,
estaban igual o más degenerados ideológicamente que el propio Jruschov como
ya hemos demostrado. Precisamente sido los historiadores de corte revisionista
los que nos han pretendido vender a estos personajes como valientes
antirevisionistas para intentar cuadrar y zanjar de forma simplista sus dudas

558
sobre estos complejos procesos históricos. Véase el capítulo: «Sobre Malenkov»,
«Sobre Beria», y «Sobre Mólotov» de 2017.

Para estudiar el caso albanés. Véase el documento de Ismail Badiou titulado, y


nuestra introducción al mismo: «Sobre la muerte de Mehmet Shehu» de 2012.
Allí se evidencian y documentan algunas de las desviaciones de Mehmet Shehu
desde 1944 a 1981. Pero pese a que no hay motivos para dudar de esta
documentación, la pregunta se alza, ¿era Shehu entonces el más indicado para
ocupar los diversos puestos que ocupó?

En la cuestión de las diferentes purgas, siempre se insistió en explicar la


gravedad del error cometido y el grado de contradicción que el sujeto había
contraído respeto al sistema socialista:

«Por lo tanto, la lucha de clases debe librarse tanto contra el enemigo como en
medio del pueblo. No hay que olvidar que las contradicciones no antagónicas
en la sociedad socialista, si no se tratan y resuelven correctamente, pueden
derivar en contradicciones antagónicas. Esto depende también de los métodos
empleados para su solución. Las contradicciones con el enemigo son resueltas
sólo mediante el método de la violencia. Al tratar de resolverlas por otros
medios se desliza en el idealismo, la flojedad religiosa y el oportunismo,
renunciándose a la lucha de clases. El grado, las formas, y la severidad de
la violencia y la represión dependen de la resistencia y la actividad del
enemigo. En los documentos del Partido de Trabajo de Albania y en las obras
del camarada Enver Hoxha, los principales caminos y formas para la solución
de las contradicciones no antagónicas se definen, con el método de la
convicción enfatizando, acordemente al grado de la «enfermedad», la extraña
ideología debe ser combatida mientras se hace todo lo posible para «curar al
paciente». Sin embargo, el uso del método de la persuasión no es la «llave
maestra» automática que abre la puerta del fin de los problemas. La
persuasión y la educación, dice el camarada Enver Hoxha, no son suficientes
en sí mismas, y, acorde al caso, debe de ser acompañada también de medidas
organizativas, administrativas, técnicas y económicas». (Jorgji Sota; Sobre la
dictadura del proletariado y la lucha de clases en Albania; Informe presentado
en la Conferencia científica sobre el pensamiento teórico del Partido del
Trabajo de Albania y el Camarada Enver Hoxha, 1983)

Incluso en ocasiones, se pedían castigos severos cada todos los que de forma
directa o indirecta estaban implicados en estas purgas:

«Las sentencias de los tribunales correspondientes son justas, en base a los


documentos escritos y confesiones de los acusados y testigos. Pero estamos
oyendo que hay personas que no están satisfechas con las sentencias, que
querían que «se fusilaran» a todos. Estas personas no juzgan correctamente.
Nuestro partido juzga los errores, las faltas y los crímenes, teniendo en cuenta
todas las circunstancias, agravantes y atenuantes, y sabe y debe diferenciar
siempre entre los errores, las faltas y los crímenes. De lo contrario no
respetaría la legalidad». (Enver Hoxha; El partido siempre fue la fuerza que
salvó el país y el socialismo; Extraído del discurso de clausura en el VIIº Pleno
del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania, 1983)

559
Pese a todo, el PCE (m-l) en 1984 diría sobre el papel del PTA:

«El IVº Congreso de nuestro PCE ml que acaba de culminar sus trabajos,
saluda con entusiasmo al pueblo albanés, que bajo la dirección del PTA,
encabezado por Enver Hoxha, edifica con éxito el socialismo en Albania.
Albania es, hoy por hoy, el único país socialista del mundo, rodeado de
enemigos pero también de amigos por todo el mundo. Os aseguramos que al
igual que en el pasado, nuestro partido defenderá a Albania Socialista,
siempre en base a los principios del marxismo-leninismo y del
internacionalismo proletario activo, principios que deben ser el norte que guíe
a los partidos en sus relaciones fraternales y equitativas». (Mensaje del IVº
Congreso del PCE (m-l) al Comité Central del PTA, al camarada Hoxha, 1984)

¿Pero estaba de acuerdo el PCE (m-l) en toda la política albanesa? Ciertamente


había varias divergencias entre las posturas internacionales del PCE (m-l) y el
PTA: como en la cuestión de la Guerra de las Malvinas de 1982, donde el PTA
defendía sin más la soberanía argentina, y denunciaba el apoyo de EE.UU. y los
países del Mercado Común Europeo hacia el imperialismo británico, pero no
denunciaba el carácter de la junta argentina ni subraya que era una guerra para
desviar los problemas internos, incluso calificaba la lucha de Argentina como
una lucha heroica contra todo el bloque imperialista internacional, cuando en el
ámbito interno Argentina totalmente sometida por los países imperialistas que
habían decidido apoyar a Gran Bretaña. Además de que el PTA cae en el
grotesco error de no hace una diferencia entre el «pueblo argentino» y sus
gobernantes fascistas:

«Hace unos días, siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, los países
miembros del Mercado Común decidieron prolongar por un período indefinido
su embargo y bloqueo económico en Argentina. Renunciaron a sus «reservas»
y se unieron por completo a la lucha de la Gran Bretaña colonialista e
imperialista para poner de rodillas a Argentina y volver a ocupar las Islas
Malvinas. Los países de Europa occidental se esforzaron mucho para no ir tan
lejos como para verse obligados a adoptar una posición política y oficial
abierta a favor de Gran Bretaña. Hicieron todo lo posible para preservar un
poco la fachada de «arrepentimiento» por este conflicto «indeseable» y
maniobraron por todos los medios para no poner sus cartas sobre la mesa. En
efecto, en la etapa inicial, pensando que Argentina cedería ante la amenaza
militar británica y la presión de todos los lados, limitaron su embargo solo por
una semana. Pero la resistencia argentina expuso estas tácticas y les arrancó
las máscaras. Obligó a las potencias imperialistas a salir al campo amplio y
revelar que están alineadas con los agresores contra el pueblo de Argentina,
que están a favor de la esclavitud colonial de los pueblos y contra su
liberación. Solo Irlanda e Italia, forzados a tomar en consideración la presión
de algunos millones de emigrantes en Argentina, no aplicaron sanciones. (...)
Ahora Argentina lucha por la autodefensa no solo contra Gran Bretaña, sino
contra todo el frente imperialista unido que busca someterlo y ponerlo de
rodillas mediante la fuerza de las armas y los bloqueos. La proporción de
fuerzas es desigual, pero Argentina resiste y disfruta del apoyo de los pueblos
de América Latina y otros países que se oponen al imperialismo y luchan
contra el viejo y nuevo colonialismo. No importa cómo terminará la batalla
militar en las Islas Malvinas, la que sufrirá la derrota será Gran Bretaña y no

560
Argentina». (Boletín de Noticias de la Agencia Telegráfica de Albania, 30 de
mayo de 1982)

El PCE (m-l) en cambio en su artículo: «La Guerra de las Malvinas: el fascismo y


el imperialismo son los culpables» contradecía esta visión de la guerra:

«De hecho, la dictadura militar argentina del general Galtieri se ve asediada


por todos lados. La economía está en bancarrota; la deuda externa ya supera
los 35,000 millones de dólares; la producción industrial se ha desplomado; el
desempleo supera el 13%; y la inflación es la más alta del mundo: 150% en
1981. Al mismo tiempo, a pesar de la terrible represión bajo el puño militar –
unas 30.000 «personas desaparecidas» desde 1977 y unos 4,000 prisioneros
políticos–, la oposición al régimen fue levantando la cabeza y organizando
manifestaciones contra la dictadura, como la que se llevó a cabo a fines de
marzo y que terminó con más de 2.000 arrestos. Los militares en el poder,
para desviar la atención y remendar sus fuerzas, decidió ocupar militarmente
las islas en un claro intento de fomentar a su favor el nacionalismo y el
chovinismo que esta medida iba a provocar; Al mismo tiempo, utilizaban el
antiimperialismo popular para reparar la base social del régimen. Por lo
tanto, la ocupación argentina de las Malvinas el 2 de abril –no hay duda de
que las Malvinas pertenecen a Argentina– tiene, sin embargo, un propósito
retorcido, antipopular y reaccionario. Tanto el pueblo argentino como el inglés
y otros pueblos deberían sacar lecciones y sacar conclusiones de esta guerra.
Las guerras de este tipo benefician únicamente a las clases dominantes. Por lo
tanto, la gente debe estar en contra de este tipo de guerras. Pero no solo esto.
Es necesario declarar la guerra a la guerra imperialista y movilizarse y luchar
contra los gobernantes fascistas e imperialistas que quieren usar a los pueblos
para servir sus propios intereses». (Vanguardia Obrera; 27 de mayo-9 de
junio, 1982)

La postura del PCE (m-l) sobre la guerra fue respaldada por el PCA/ML en
Alemania, el PCE (R) en Portugal, el PCNZ en Nueva Zelanda, y la mayoría de
partidos del movimiento. Veamos un ejemplo de ello en el artículo: «¿Está
realizando Argentina una guerra justa?»:

«Si uno investiga concretamente el conflicto actual, uno solo puede concluir
que la ocupación de las Malvinas no «radica en interés de la soberanía del
pueblo argentino» –como nos dice K.K.–. En nuestra opinión, es importante
tener en cuenta que la acción militar es siempre la continuación de la política
por otros medios; por tanto, en primer lugar se debe investigar la política que
ha producido dicha acción. Entonces, ¿representa la junta militar argentina
los intereses nacionales del pueblo? Lo contrario es el caso: la soberanía e
independencia de Argentina realmente no está amenazada por unas pocas
islas en el Atlántico Sur que permanecen bajo el dominio colonial británico. Su
independencia está mucho más amenazada, y de hecho está liquidada, por el
hecho de que Argentina en sí misma no es más que una neocolonia de las
potencias imperialistas más fuertes, y en primer lugar de EE.UU. Estas
potencias imperialistas controlan la mayor parte de la economía; han llevado
a Argentina, a través de sus créditos, a perder la independencia nacional, etc.
(…) Toda lucha real por la soberanía, en interés nacional del pueblo, debe
tener como objetivo romper las cadenas del saqueo imperialista del país. ¿La

561
junta fascista ha llevado alguna vez algo así? No, ha reprimido
sangrientamente tal lucha en Argentina, donde sea que haya estallado. (…) En
«Roter Morgen» ya hemos demostrado que la ocupación de las Malvinas
sucedió inmediatamente después de la creciente intensificación de la lucha de
clases en Argentina. (…) La clase obrera y otros sectores del pueblo, por
primera vez en años, tomaron nuevamente el camino de acciones de masas
contra la junta. Los propios observadores burgueses indicaban, antes de la
Guerra de las Malvinas, que las posiciones de la junta se habían vuelto
complicadas. Y junto con esto, la dominación imperialista sobre Argentina
estaba en peligro. (…) El régimen, con la aventura de las Malvinas puede
encontrar un respiro. (…) Por lo tanto, la acción militar de la junta se opone
directamente a los intereses reales del pueblo argentino, y por tanto, es
necesario condenar esta acción. Eso no excluye, como hemos dicho, nuestro
reconocimiento, por un lado, del derecho histórico de Argentina sobre las
Malvinas; y por otro lado en nuestra propaganda dirigimos el principal golpe
a la política militarista del imperialismo británico». (Roter Morgen; Órgano
del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, 7 de mayo, 1982)

Se puede decir que la Guerra de las Malvinas de 1982 sería la primera prueba de
como el PTA estaba naufragando en política exterior, abandonando el
internacionalismo proletario.

Algunas de las críticas en abstracto del PCE (m-l) realizadas en su IVº Congreso
de 1984 eran claros dardos hacia ciertas desviaciones que se empezaba a ver en
el PTA y otros partidos:

«Aquellos que olvidan o relegan la contradicción proletariado-burguesía y


centran sus análisis únicamente en la situación internacional. Lo que les lleva
a considerar que ciertos países que tienen contradicciones con el imperialismo
y/o el socialimperialismo se deben apoyar a esos gobiernos en detrimento de
su propio pueblo y proletariado, y del desarrollo revolucionario. Porque una
cosa es tratar de agudizar las contradicciones de los países oprimidos o
dependientes con sus opresores y dominadores, y otra, es por arte de dicha
política, condenar al proletariado y al pueblo a seguir siendo esclavos de su
burguesía, en muchos casos con rasgos y características feudales. (…) Hay que
terminar con los análisis simplistas, maniqueístas que tanto han imperado en
el movimiento y que son una resultante de la nefasta «teoría de los tres
mundos», muy denunciada verbalmente, pero poco combatida en la práctica,
y que aún colea en algunos partidos. (...) El segundo error –la numeración no
significa una correlación cualitativa– es el de los que se emperran en incluir a
los países revisionistas dentro del campo socialista. Es obvio que, aquellos
partidos, en el poder o no, que han traicionado los principios de Marx, Engels,
Lenin y Stalin y que, por tanto, aplican una política antipopular burguesa y
reaccionaria, tanto en lo interior como en lo exterior –no olvidemos que la
política exterior de un gobierno es siempre la prolongación de su política
interior–, no forman parte del campo socialista, aunque se designen a sí
mismos como tales. El hecho de que entre los países revisionistas y que entre
éstos el imperialismo occidental, existan contradicciones, no modifica en
absoluto lo anterior, son contradicciones entre enemigos del socialismo».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº
Congreso del PCE (m-l), 1984)

562
También, los artículos publicados por varios partidos en la revista internacional
«Teoría y práctica» iban enfocados en contra de la condescendencia del PTA en
política exterior a favor de los regímenes reaccionarios de Irán, Turquía, o el
indiferentismo hacia la coordinación de los partidos marxista-leninistas o las
desviaciones que se habían empezado a manifestar. El Partido del Trabajo de
Irán diría, por ejemplo:

«La historia del pueblo iraní no ha sido jamás testigo de un régimen tan cruel,
sanguinario y bárbaro como el actual. El régimen de Jomeini continúa su
podrida dominación sobre la sangre de miles de iraníes amantes de la libertad.
Un régimen que está determinado a destruir Irán en todos los diferentes
aspectos a nivel cultural, moral, humano y económico. El actual régimen
destruyó gradualmente todas las conquistas de la revolución y estableció su
sangrienta dictadura en nombre de la libertad y la revolución. Acabó con toda
oposición como algo opuesto a la revolución, al Islam y como agentes del
imperialismo, acusándola de comunistas, infieles, etc. La lucha
antiimperialista quedó reducida a vociferar consignas insensatas mientras el
país se hacía más y más dependiente del imperialismo. De hecho, con sus
acciones, el régimen ha abierto el camino a la dominación del imperialismo.
Todos los sindicatos fueron destruidos, los militantes antiimperialistas
ejecutados, la producción nacional decreció, la agricultura fue destruida, la
importación de mercancías industriales y agrícolas aumentó masivamente en
comparación con los niveles anteriores a la revolución. Bajo tales condiciones
¿pueden apoyar los comunistas la represión sobre las masas trabajadoras?
¿Sirve a los intereses de los comunistas el actual terror del régimen y la
represión sobre la clase obrera iraní? Por supuesto, los comunistas nunca
sacrifican los intereses de la clase obrera por apoyar a la burguesía. La
ideología marxista ha señalado claramente que se puede apoyar a la
burguesía nacional mientras no se convierta en un obstáculo para la difusión
de las ideas comunistas sobre la clase obrera. Ahora bien, ¿cómo puede
apoyarse a una burguesía del tipo de la que gobierna en Irán que está decidida
a eliminar a los comunistas y a la clase obrera? (…) Los revisionistas iraníes
propagaron una política en Irán, puesta en marcha por el Partido Comunista
de Indonesia que trajo como resultado la ejecución de cientos de miles de
comunistas. Siguen el camino de los revisionistas argelinos que, por apoyar a
la burguesía, fueron destruidos completamente. Siguen el ejemplo de los
revisionistas iraquíes quienes, apoyando por completo al régimen Baas de
Irak, fueron finalmente aplastados por el mismo régimen. Este camino es
opuesto al marxismo-leninismo. Los marxista-leninistas siempre se han
colocado en contra y denunciado los movimientos reaccionarios que utilizan
etiquetas demagógicas». (Partido del Trabajo de Irán; Cómo fue traicionada
la revolución; Publicado en Teoría y práctica, Nº 7, 1985)

Tiempo después se mandó una carta al PTA tras no asistir al XX aniversario del
PCE (m-l):

«Al Comité Central del Partido del Trabajo de Albania


Al Camarada Enver Hoxha, Madrid enero de 1985

563
(…) Nos ha dolido vuestra ausencia en estas señaladas fechas para nuestro
partido., sin que para ello hubiera ningún motivo serio a nuestro parecer. El
único, que según vosotros, hubiera podido serlo –es decir, el caso Worker’s
Advocate– nuestro camarada Raúl Marco, en entrevistas a petición propia con
vuestro Comité Central dejó claro que tal problema se plantearía, como así ha
sido. (…) Cierto es que tenemos diferencias que no ocultamos ni rehuimos,
sobre algunas cuestiones, empero, la mejor forma de solucionarlas no es
negándose a acudir a las convocatorias de un partido hermano. Son muchos
los intereses y las fuerzas que abierta o enmascaradamente actúan contra la
causa del marxismo-leninismo y los partidos que la representan; por ello
pensamos que es necesario, por encima de diferencias o discrepancias, nos
esforcemos todos por desarrollar y fortalecer la unidad de los partidos,
siempre sobre la base clara de los principios del marxismo-leninismo. Por ello
os decimos fraternalmente, como se debe entre comunistas, que vuestra
ausencia en nuestros actos conmemorativos nos parece incorrecta y poco
amistosa. Nuestro deseo es que, en el futuro, sobre la base de los principios
comunes, no se repitan semejantes situaciones que en nada favorecen a ambos
partidos, ni al conjunto del movimiento». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Carta al Comité Central del PTA, enero de 1985)

Según relata Raúl Marco en sus memorias de 2018 esta carta nunca fue
respondida y según se rumoreaba, causó la dimisión o relevo de algunas figuras,
dándose a entender que no todos estaban de acuerdo en la actitud de no
responder o no enfrentar los problemas que se planteaban. Si esto fue así, sería
una muestra del estado de generación al que el PTA había llegado. Lo que indica
que grave error cometió el PCE (m-l) al ser condescendiente con el PTA en los
siguientes años.

Un repaso a algunas directrices de Hoxha al movimiento marxista-


leninista internacional

Las obras de Enver Hoxha rápidamente se convirtieron en clásicos para los


revolucionarios de aquel entonces:

«La publicación del libro: «El imperialismo y la revolución» de 1978, así como
otras como: «Reflexiones sobre China» de 1979, estuvieron determinadas por
la directa aparición en escena de una peligrosa variante de revisionismo, el
revisionismo chino. (...) La publicación del libro: «El imperialismo y la
revolución» tuvo un gran eco en la opinión pública mundial. Dicho libro se
convirtió en objeto de cientos de comentarios y conoció de numerosas
publicaciones en diversos países y variadas lenguas del mundo. Fue altamente
apreciado por los auténticos marxista-leninistas de todos los continentes, por
varias organizaciones y movimientos revolucionarios, especialmente en
América Latina, África y Asia. Junto algunas otras obras del camarada Enver
Hoxha y otros documentos de nuestro partido, el libro: «El imperialismo y la
revolución» jugó un rol primordial, en tanto que base ideológica y teórica de la
nueva diferenciación que se operó entre las filas del comunismo mundial y
revolucionario tras la aparición abierta del revisionismo chino y su denuncia.
Esta diferenciación condujo a la creación de nuevos partidos marxista-
leninistas y a la purificación de las influencias negativas del maoísmo entre los
ya existentes. A este respecto, el libro del camarada Enver Hoxha fue

564
especialmente importante para disipar las ilusiones difundidas por los
revisionistas chinos en torno al «pensamiento Mao Zedong», al que
supuestamente denominaron el marxismo-leninismo de nuestro tiempo y la
fase superior de su desarrollo». (Agim Popa; Obra de gran valor todavía
actual para la causa de la clase obrera y de los pueblos amantes de la libertad;
A ocasión del décimo aniversario de la publicación del libro del camarada
Enver Hoxha «El imperialismo y la revolución», 1985)

Más allá de que pueda parecer grandilocuencia, no lo es. Estos libros sirvieron
entre otras cosas no sólo para desenmascarar al maoísmo, una tarea pendiente,
sino también indirectamente para que se recuperasen los axiomas de la
revolución entre algunos líderes que desconocían lo básico sobre: las etapas de
la revolución, sus fuerzas motrices, las alianzas a establecer en cada etapa, la
estrategia y táctica a trazar en cada caso, el internacionalismo proletario, el
papel y rol de la propaganda, el papel específico de la juventud, los intelectuales,
etc.

Sobre los frentes y las alianzas, Hoxha hizo una valiosísima exposición en obras
como: «El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de el los
comunistas» de 1866 o «Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático» de
1967.

Estas obras también fueron promovidas por el PCE (m-l) en sus publicaciones.
Por tanto, el trabajo de ayuda ideológica hacia otros partidos es notable, y no
vamos a pararnos a exponer y calibrar el peso específico del PTA en la ayuda
ideológica a estos nuevos partidos. Pero esto no quita que, en algunos escritos,
veamos consejos equivocados o confusos.

a) En el tema de las alianzas.

«Hay camaradas que no entienden bien las alianzas. Así, por ejemplo, unos
piensan, y es correcto, que hay que hacer alianzas con elementos progresistas,
que están en contra del régimen establecido, con los cuales se puede lograr
acuerdos sobre algunas cuestiones, excluyendo a los revisionistas, que están en
contra de nuestra ideología. También los primeros están contra nosotros, pero
los revisionistas, con un objetivo determinado, en apariencia marchan contra
el poder vigente, pero realmente están aliados con este poder y tienen por
objeto la destrucción de los partidos marxista-leninistas. Los primeros, no
obstante ser representantes de los partidos burgueses, golpean ciertos aspectos
de su Poder, porque tienen contradicciones económicas y en primer lugar
contradicciones políticas en lo que se refiere a la mayoría en el parlamento,
etc. Precisamente aprovechamos estas contradicciones para crear y
profundizar la escisión entre ellos, mientras que los revisionistas se unen con
ellos a fin de consolidar el poder de la burguesía. He aquí en qué consiste
nuestra táctica: hacemos alianzas sobre ciertas cuestiones con la gente
progresista y no con los revisionistas. Pero hay algunos que piensan convergir
con los cabecillas de los partidos burgueses. Bien, tampoco a éstos se les debe
infravalorar, pero el asunto es establecer lazos con la base, con los miembros
de a pie de estos partidos». (Enver Hoxha; Solo en la lucha se capacitan los
partidos marxista-leninistas; Extractos de la conversación con Joao
Amazonas Primer Secretario del CC del PC de Brasil, 1979)

565
Esta es una de las exposiciones más confusas que se puede leer en toda la obra
Hoxha sobre un problema tan importante. Hay varias cosas a aclarar.

Aquí se considera «progresistas» simplemente a las organizaciones no


revisionistas, ¿pero quienes exactamente son considerados de esa forma? No lo
sabemos porque no se concreta. ¿Son progresistas los grupos agraristas,
republicanos, anarquistas, ecologistas, feministas, antifascistas,
antiglobalización? Como sabemos el único progresismo genuino que puede
existir en nuestra época es el que descansa sobre la base del marxismo-
leninismo. En consecuencia, aunque estos grupos apoyen posturas progresistas
en algunos campos, siempre lo harán acercándose muy posiblemente desde
puntos de vista filosóficos idealistas y metafísicos. En otras ocasiones, puede
que se acerquen a las materias desde un pensamiento materialista y dialéctico,
pero seguramente de modo inconscientemente o con un nivel muy bajo de
conocimiento, por lo que jamás podrán abordar la cuestión plenamente. Pero a
los marxista-leninistas no les basta con tener razón, sino que deben hacer
comprender tal verdad a las masas. Si nos fijamos por ejemplo en lo que ocurre
con los ecologistas con su a priori «progresismo», cuando observamos más
detenidamente sus ideas y actuaciones veremos que no es tal:

«Los ecologistas –sean de una corriente o estén más influenciados por otras–,
en general: a falta de una cosmovisión científica y de su unilateralismo en los
conocimientos que no van más allá de su tema fetiche, muchas veces lleva a
estos individuos a posturas metafísicas y por tanto fallan en descubrir las
causas fundamentales del problema que se plantea, teorizando de forma
idealizada que ha podido causar el problema y proponiendo soluciones
todavía más idealistas. Por ello muchos de los ecologistas pese a ser muy
voluntariosos y combativos con su causa pecan de escépticos, subjetivistas,
relativistas, románticos, a la hora de abordarla, y terminan adoptando más
«pose» que compromiso real por descubrir las causas y soluciones al
problema. ¿Cómo va a ser posible encontrar una solución a la causa ecologista
sin ver que las raíces del problema están en la dinámica del capitalismo?
¿Cómo se va a superar el capitalismo y presentar un «modelo sostenible»
como ellos tanto proclaman si no se entiende el descontrol y malgasto de las
fuerzas productivas que hace gala el capitalismo? ¿Cómo presentar un modelo
económico alternativo sin poner en jaque el carácter de las relaciones de
producción del actual modelo basado en la máxima rentabilidad y en el libre
mercado? ¿Cómo presentar una educación masiva alejada de individualismos
si se confía esa concienciación en la cuestión ecológica con el capitalismo a
cuestas como base económica, de la cual parte la educación y la cultura de la
sociedad? Todo esto, son cuestiones que aunque parezcan mentira la mayoría
de ecologistas no se preguntan, o llegan a posturas de medidas tintas de
conciliación con el capitalismo y su sistema político, económico y cultural,
cuando se dedican a contraponer la idea de que es posible crear una
«contracultura verde» en el seno del capitalismo de forma pacífica y sin
destruir el poder político ni económico, una estrategia abocada el fracaso
sacada del arsenal del hippismo. Los resultados de esta práctica, por así
llamarla, del «reformismo verde» tiene su cara en el papel de los «verdes» en
el Parlamento Europeo, los cuales son testigos de cómo los países de la Unión
Europea (UE) se saltan todos los tratados ora sí ora también en materia

566
ecológica. Los grupos autodenominados ecologistas tienen tantas posibilidades
de tener éxito en su lucha como los grupos feministas, los antifascistas, los
nacionalistas, los antitaurinos y demás corrientes unilaterales. Todos estos
grupos al no estar pertrechados de una metodología y análisis científicos como
el proporcionado por el marxismo-leninismo solo serán parte de un triste,
cuando no bochornoso, «quiero y no puedo» resolver el problema que tanto
«combatimos», serán presos por siempre de teorías y neoteorías
aburguesadas en torno a los temas que discuten. En nuestros días es
sumamente difícil distinguir las teorías burguesas, que acaban por ser
adoptadas por estos grupos, de las teorías que crean ellos mismos por una
supuesta iniciativa propia, ya que la influencia de la superestructura del
Estado burgués hace que –aunque lo nieguen– vayan de contestatarios pero
en los hechos muchas de sus propuestas sean igual a los parches que proponen
los mandatarios que tanto dicen odiar y que traicionan la causa ecológica.
Vale decir que estos grupos cumplen el mismo papel que el de los sindicatos
amarillos: claman y patalean y ante la primera promesa de rectificación bajo
unos términos intermedios a los exigidos, llaman a la calma y celebran la
victoria, tiempo después, cuando el gobierno traiciona lo firmado, vuelven a
prometer movilizaciones, y así empieza la partida de forma cíclica. Eso hace
indicar que los cabecillas del ecologismo no entienden el carácter rapaz del
capitalismo en su etapa imperialista monopólica, que el capitalismo no puede
dejar de buscar los más altos beneficios y transformarse en un sistema
económico sostenible que mire por el medio ambiente porque dejaría de ser
capitalismo. De igual modo dentro del capitalismo las investigaciones
científicas y el descubrimiento de nuevas tecnologías y energías renovables no
garantizan una vía hacia la sostenibilidad del planeta porque toda patente es
monopolizada por una u otra compañía, como ocurre con las farmacéuticas o
la industria alimenticia, el capitalismo solo da paso a las energías renovables
por exigencias del agotamientos de las no renovables, para cumplir cierto
punto de exigencias ciudadanas y algunos de los convenios internacionales,
pero siempre teniendo en cuenta y priorizando el «máximo beneficio». (...) Por
ello el marxista considera estúpido insistir a bombo y platillo que él o su
partido es «ecologista» o «antifascista», pues su doctrina cubre y da respuesta
a todas las contradicciones nacidas de las relaciones de producción
capitalistas, y lo hace de una forma mucho más clara y seria que los elementos
que «solo» se centran en un tema en específico. Por ejemplo, el marxista, como
tal, no satura sus mensajes de eslóganes ecologistas para «cumplir con la
causa», sino que da una explicación materialista de las causas del fenómeno y
propone soluciones reales, lucha por aplicarlas, y tiene conciencia que el
principal obstáculo para hacerlas cumplir son las clases explotadoras y
parasitarias, a las cuales sabe que debe eliminar o de otra manera no será
posible aplicarlas». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los
GRAPO, 2017)

En este texto de Hoxha se dice que el revisionismo «en apariencia marchan


contra el poder vigente, pero realmente están aliados con este poder y tienen
por objeto la destrucción de los partidos marxista-leninistas», lo segundo es
cierto siempre, lo primero no. Existen muchos partidos revisionistas –sobre
todo los que tienden al ultraizquierdismo, al anarquismo–que «no están aliados
con el poder» –salvo indirectamente porque apoyan tesis que llevan agua al

567
molino de la burguesía–, mientras que por otro lado existen partidos no
revisionistas que reclaman «gobiernos progresistas» –sólo hay que mirar la
postura de algunos grupos antifascistas, feministas y ecologistas con el actual
pacto de gobierno PSOE-Unidas Podemos–. Ni siquiera todos los grupos
revisionistas o no revisionistas representan a la burguesía estrictamente, porque
como dijo el propio Hoxha en otras obras, existen grupos de inspiración
pequeño burguesa, otros grupos corresponden a la intelectualidad burguesa –y
el eclecticismo interno hace casi imposible dirimir si tiran más hacia un lado u
otro–, pero no todos son «partidos burgueses» per se, aunque ayuden mucho a
la burguesía o estén infectados de su ideología.

Efectivamente los grupos revisionistas tienen divergencias económicas y


políticas: en especial los grupos electoralistas sin escaños, tienen
contradicciones políticas con los grandes partidos burgueses, aunque no sean
antagónicas en la mayoría de temas. En España los pequeños partidos
revisionistas, debido a su propia falta de recursos económicos, entran en
contradicción con la gran ayuda que sí tienen los grandes partidos como el
PP/PSOE –financiados a mansalva por el Estado, los bancos y las empresas
privadas–, en esto surge una contradicción notable, ya que un pequeño partido
revisionista como el PCPE tiene que recoger no se cuántos miles de firmas para
poder presentarse a elecciones, con lo cual no hay una «igualdad de
oportunidades» en el campo electoral, así que eso es muestra de que sí existen
esas contradicciones económicas y políticas. Pero no existen contradicciones
económicas mucho más profundas ya que los revisionistas, más allá del modelo
que defiendan, abogan en lo fundamental por las leyes económicas del
capitalismo, por mucho que su modelo sea de «economía mixta» o de
predominancia del sector estatal.

b) El tema sindical.

En su obra magna «Imperialismo y revolución» de 1978, Hoxha describe muy


bien el papel que cumplen los sindicatos bajo mandato revisionista, pero las
tácticas sindicales que propone no se corresponden con los mandatos de Lenin y
Stalin, ahora veremos por qué:

«El proletariado debe destruir estos organismos. Pero ¿cómo? Combatiendo a


la dirección de estos sindicatos, levantándose contra sus traicioneros vínculos
con la burguesía, rompiendo la «tranquilidad», la «paz social» que intentan
establecer, «paz» que es disimulada con las supuestas revueltas periódicas de
los sindicatos contra la patronal.

Estos sindicatos pueden ser destruidos también penetrando en su seno, para


combatirlos y socavarlos, para oponerse a sus decisiones y actos injustos. Esta
actividad debe abarcar a grandes y poderosos grupos de obreros en las
fábricas. En todo caso es necesario tender al logro de una unidad férrea del
proletariado en la lucha no sólo contra la patronal, sino también contra sus
agentes, los cabecillas sindicales. La enérgica denuncia de todos los elementos
traidores que están a la cabeza de los sindicatos y del aburguesamiento de la
dirección sindical y de los sindicatos reformistas en general, libera a los
obreros de muchas ilusiones que abrigan todavía sobre esta dirección y estos
sindicatos.

568
Los marxista-leninistas, al penetrar en los sindicatos existentes; jamás se
deslizan hacia las posiciones tradeunionistas, reformistas, anarcosindicalistas,
revisionistas, que caracterizan a la dirección de estos sindicatos. Jamás se
asocian con los revisionistas y los otros partidos oportunistas y burgueses en
la dirección de los sindicatos. Su objetivo es denunciar el carácter burgués y el
papel reaccionario de los actuales sindicatos de los países capitalistas y
revisionistas en general, minar estas organizaciones para permitir la creación
de verdaderos sindicatos proletarios». (Enver Hoxha; El imperialismo y la
revolución, 1978)

Aquí parece ser como si se inclinase más por recomendar penetrar en los
sindicatos amarillos y «tender al logro de una unidad férrea del proletariado en
la lucha», pero con el objetivo final de crear un sindicato paralelo. Poco después
se dice tajantemente:

«La única alternativa que se impone a los marxistas-leninistas y a los


revolucionarios es desenmascarar la actividad de los revisionistas,
desarticular sus posiciones en el movimiento sindical y crear sindicatos
revolucionarios. Se sobreentiende que estos nuevos sindicatos no pueden pasar
por alto el objetivo de alcanzar la unidad de la clase obrera contra el poder del
capital, contra su demagogia y la de los partidos burgueses y revisionistas.
Combatir los llamados sindicatos tradicionales no implica que haya que
oponerse por principio a la existencia de los sindicatos, como organizaciones
de masas de carácter amplio, como centros de organización y de resistencia de
la clase obrera, ya que históricamente han sido inevitables e imprescindibles
en las condiciones del capitalismo para unir a la clase obrera y lanzarlos a la
lucha de clase contra la burguesía. Los marxistas-leninistas, al plantear la
tarea de crear sindicatos revolucionarios, no abandonan en absoluto el trabajo
en los sindicatos existentes donde están afiliadas grandes masas de obreros, ya
que tal abandono supondría dejar las masas libres a los bonzos sindicalistas
para manipular a su gusto a la clase obrera y servirse de ella en su propio
interés y del capital. El que los comunistas militen en los sindicatos existentes
no depende de las coyunturas y no es una «táctica» como pretenden
presentarlo los trotskistas, sino una actitud de principios, que se basa en las
enseñanzas leninistas sobre la necesidad de la unidad de la clase obrera, la
cual no puede alcanzarse sino se trabaja entre las masas, si no se las aparta de
la influencia de la burguesía y de los diversos oportunistas. Naturalmente, la
lucha del partido marxista-leninista en las centrales sindicales reformistas y
revisionistas no tiene por objeto corregir o educar a los cabecillas sindicales, ni
tampoco mejorarlas o reformarlas. Tal actitud sería un nuevo reformismo. Los
marxistas-leninistas trabajan entre las masas de sindicalizadas, para
educarlas y prepararlas para las acciones revolucionarias anticapitalistas,
antiimperialistas y antirevisionistas. En este proceso de trabajo y de lucha se
logra también la cohesión y la unidad del proletariado». (Enver Hoxha;
Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Aquí Hoxha exige el trabajo en los sindicatos amarillos donde estén las masas –
lo cual es correcto– porque son en sus palabras «organizaciones de masas»,
pero se incita a que sí o sí se deben «crear sindicatos», aunque no se descarta
incluso una doble militancia. Si son sindicatos de masas donde colaboran los

569
sindicalistas del partido y otros que simpatizan con el partido, si se mantiene
una libertad ideológica y de actuación para los comunistas, si se logra la
movilización de la mayoría de sindicalistas para concretar acciones comunes de
carácter revolucionario… ¿qué sentido tiene realmente crear un «sindicato
propio»? Como ya dijera Stalin, los marxista-leninistas solo deben fundar su
sindicato paralelo si el trabajo en los sindicatos amarillos es imposible, si son
expulsados en masa o sus ideas censuradas severamente, sino no hay razón para
tal cosa.

Sobre la cuestión sindical y la posición marxista-leninista, el lector tiene diverso


material donde el tema se abordada extensamente. Véase el capítulo: «El
desprecio del aprovechamiento de los resquicios legales de la democracia
burguesa o el fascismo y el nulo trabajo de masas» de 2017.

En 1981 dice algo opuesto a las dos declaraciones anteriores, y se acerca a las
posiciones clásicas de Lenin y Stalin:

«Los marxista-leninistas trabajan para que los sindicatos existentes se libren


de la dominación de los agentes de la burguesía, de los revisionistas y
socialdemócratas y se transformen en instrumentos de lucha contra el orden
explotador. Paralelamente, según las condiciones y necesidades, crean nuevos
sindicatos revolucionarios». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del
PTA, 1981)

Como se ve, hay directrices contradictorias que podían ser utilizados por los
defensores de una postura y de la contraria, lo que debió de generar una
confusión en los partidos marxista-leninistas que tomaban como referencia a
Albania.

En España mismamente, el Partido Comunista de España (PCE) se había


caracterizado por su nula influencia en los sindicatos, tras crear sus sindicatos y
años de no lograr nada de relevancia, decidió en 1935 integrar su sindicato en la
UGT bajo la exigencia de desnudar la política de los jefes reformistas. Es
innegable que reforzó su prestigio e influencia pero nunca logró su objetivo,
hacerse con la dirección del sindicato –donde se alojaba el sector caballerista,
un reformismo muy específico de lenguaje anarco-sindicalista y de una gran
demagogia revolucionaria–, aunque tuvo algunos éxitos sobre todo en Cataluña
con el PSUC, de hecho el PCE estuvo a punto de ser expulsado del gobierno bajo
la idea de crearse «un gobierno sindical» UGT/CNT. Tampoco se logró la
«unidad sindical» con la propia CNT, los anarquistas de la FAI lograron
sabotear dicha unificación antes y después de la guerra civil. Y en la posguerra,
pese a los consejos de Stalin, el PCE siguió teniendo una anecdótica
presencia en ellos. Véase el libro de Gregorio Morán: «Miseria y grandeza del
Partido Comunista de España (1939-1985)» de 1986.

La línea sindical del PCE (m-l) durante los 60 fue participar en UGT-CC.OO. y
otros, pero como complemento secundario al principal esfuerzo de crear el
sindicato propio, ya que se teorizó en varias ocasiones el fallecimiento completo
de estas dos organizaciones. En 1981 una de las razones para la polémica con la
fracción de 1981 era la negativa de la dirección de integrarse en CC.OO. como
proponían los disidentes, pero en 1983 sin autocrítica alguna acabó

570
integrándose en dicho sindicato. No hubo explicación del porqué de su fracaso
en su táctica de crear el sindicato propio y aplastar a los sindicatos amarillos –
política que incluso parecía que podía tenía cierto sentido con las posturas que
mantenía CCOO en el tardofranquismo y su descrédito, más el ascenso que
estaban teniendo los sindicatos alternativos en algunos lugares–. ¿Pero por qué
ese ascenso se frenó? No se explicó ni jamás se intentó analizar. Véase el
capítulo: «La línea sindical y la tardanza en corregir los reflejos sectarios en el
PCE (m-l)» de 2020.

Estas experiencias no pueden servir demasiado como paradigma para sacar


demasiadas conclusiones, ya que hablamos de dos partidos que nunca lograron
a tener gran influencia en los sindicatos ni bajo una fórmula ni otra.

c) La juventud.

Enver Hoxha ante una delegación brasileña de 1979 comentó:

«Como constatamos, actualmente los jóvenes, antes de ir al ejército, siguen los


movimientos revolucionarios, en general movimientos contestatarios contra
las crisis, el paro, etc. Contra el paro se levantan también los estudiantes
cuando terminan los estudios. Entre los jóvenes, constatamos, pues, un gran
movimiento, una oposición, por así decirlo, al régimen establecido. Esto se
observa en numerosos países. Vemos también que la burguesía siente el
peligro de esta gran fuerza. Sus partidos dedican gran importancia al
problema de la juventud. ¿Por qué le dedican importancia? Para hacerla
degenerar mediante la utilización de la droga, la propaganda del sexo, la
difusión del anarquismo y el terrorismo, etc. El capitalismo hace todo esto a fin
de desintegrar esta fuerza masiva del pueblo, que constituye un peligro para él
porque tanto la clase obrera, como el campesinado, etc., se renuevan mediante
la juventud. Esto es biológico. Una parte de la gente envejece, pero al mismo
tiempo llega la nueva palanca, la juventud. La burguesía trata precisamente
de reprimir esta nueva palanca y despojarla del espíritu revolucionario. (...)
Entre la juventud, sea obrera, campesina o estudiantil, existen fuerzas que
piensan política e ideológicamente, claro está, no como nosotros, los
comunistas, pero de manera progresista. Este parte de la juventud ve todas las
injusticias del régimen burgués, el robo, el pillaje y todo lo que dijimos antes.
Ve todo esto, pero no ve esa firme organización que deben lograr los partidos
marxista-leninistas para crear tal situación que canalice las fuerzas sanas de
la juventud en un frente único, como ocurrió, por ejemplo, en nuestro país.
Durante la Lucha de Liberación Nacional nuestra juventud se movilizó en la
organización de la Juventud Antifascista que, más tarde, tras el Congreso de
Unificación de la Juventud, se fundió con la Organización de la Juventud
Comunista, formando así la Unión de la Juventud del Trabajo de Albania. (...)
Tomemos sólo el problema de la juventud. Sobre ella actúan diversas
ideologías, es decir, también la ideología burguesa y revisionista. Como
resultado, en sus filas hay desmoralización moral y física. Por otro lado, en el
seno de la masa de jóvenes existe también su parte sana. Por eso, corresponde
a los partidos marxista-leninistas ejercer su influencia y crear el frente de la
juventud. Dicho frente no puede constituirse como lo conciben algunos,
creando una organización de la juventud comunista. No, ésta sería una
organización muy estrecha, en la que no ingresarían muchos de los jóvenes.

571
Mas, si se creara una organización popular amplia, en ella se reunirían
decenas de miles de jóvenes. Le corresponde al partido pensar en cómo
organizar esta juventud y, poco a poco, concretar su trabajo. Los comunistas
marxista-leninistas pueden tener ideas claras, pero deben hacer que las
comprendan y las acepten los jóvenes, siempre conservando la solidez de sus
filas. En el seno de la juventud, según las situaciones, los comunistas marxista-
leninistas, sin salir abiertamente, pueden y deben hacer propaganda, por
ejemplo, contra el ejército burgués, contra el alza de precios, contra el paro,
etc. En una palabra, se debe elaborar y aplicar un amplio programa de
trabajo con la juventud». (Enver Hoxha; Solo en la lucha se capacitan los
partidos marxista-leninistas; Extractos de la conversación con Joao
Amazonas Primer Secretario del CC del PC de Brasil, 1979)

Es cierto que existen experiencias históricas donde se han creado juventudes


unificadas como las que tuvo el Partido Comunista de España (PCE) en los años
30 –que se acabó unificando con las juventudes del PSOE tras aceptar las tesis
del VIIº Congreso de la Internacional Comunista de 1935, las cuales exigían el
reconocimiento de los principios marxista-leninistas–. Esto dio buenos
resultados durante un tiempo, los comunistas pudieron asegurar su dirección y
su número creció exponencialmente, aunque parte de las juventudes socialistas
se volvieron a separar durante la posguerra. El balance parece ser positivo en
gran medida. Empero también tenemos casos extremadamente negativos, como
la directriz del Partido Comunista Francés (PCF) de crear unas «juventudes
republicanas», donde finalmente el papel ideológico del partido se redujo a
propagar un republicanismo abstracto. Tampoco podemos comparar estas dos
fusiones con las que se llevaron a cabo en la Albania donde los comunistas
habían tomado el poder y dirigían el poder político en solitario desde el
principio, allí una fusión de las organizaciones juveniles tenía más sentido y la
autoridad de la dirección aseguraba de los comunistas.

Claro que hacia la juventud hay que dedicar un tipo de agitación y propaganda
concreta, ¿pero eso justifica una «organización específica»? Por esa regla de
tres, los actuales marxista-leninistas deberíamos crear una con la mujer,
intelectuales, campesinos, una rama sindical como hizo el PCE (m-l–, pero
como sabemos ahora eso no garantizó el acercamiento hacia las mujeres –ni qué
hablar hacia los campesinos–. Eso, sobre todo para un partido que acaba de
nacer, suponía crear más trabas burocráticas que otra cosa, para ocultar el papel
del partido.

Hoy algunos partidos revisionistas como RC han adoptado estos errores sin
complejo alguno.

No estamos de acuerdo tampoco con la idea de algunos de que todo miembro de


la juventud deba de tener un período mayor de premilitancia –porque existen
jóvenes más comprometidos y mejor formados que adultos–. Pensamos que
debe de existir una sección específica que se dedique a la juventud, pero no una
rama segregada ni mucho menos autónoma, porque las ramas y
frentes «tapadera» no hacen sino diluir la popularización del partido. En la
cuestión de la mujer, ¡¿acaso las «jornadas contra el machismo» o cualquier
otro trabajo «específico» hacia la mujer que desarrollan ramas femeninas del
partido no le incumben a los propios jóvenes estudiantes, intelectuales,

572
sindicalistas obreros o campesinos del partido que sean varones?! El partido,
cuando vaya fuera de su círculo puede perfectamente «adecuar» su propaganda
hacia X capas sin perderse en entramados de organizaciones satélites que
suponen un doble gasto de energía.

d) En materia de relaciones exteriores.

Ya fuimos testigos en otro capítulo como el PTA sostuvo durante un tiempo la


nefasta teoría que daba a entender que del franquismo no se podía pasar a una
democracia burguesa: «Dogmatismo metafísico en el PCE (m-l) al no apreciar la
posibilidad de que la burguesía transite del fascismo a la democracia burguesa».

En cuanto a las relaciones de los países socialistas con los países capitalistas, el
PTA a veces se apegó a los cánones marxista-leninistas:

«El Partido del Trabajo de Albania estaba de acuerdo en establecer con la


República Federativa Popular de Yugoslavia relaciones estatales de buena
vecindad, relaciones comerciales y culturales, si las normas de la coexistencia
pacífica entre Estados con regímenes diferentes se respetaban, puesto que
para el Partido del Trabajo de Albania, la Yugoslavia titoísta jamás ha sido, no
es, ni será un país socialista mientras tenga a su cabeza a un grupo de
renegados y agentes del imperialismo. (...) Coexistencia pacífica entre dos
sistemas opuestos no quiere decir, como pretenden, los revisionistas
contemporáneos, que tengamos que renunciar a la lucha de clases. Por el
contrario, la lucha de clases ha de proseguir, y debe fortalecerse cada vez más
la lucha política contra el imperialismo, contra la ideología burguesa y la
revisionista». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité
Central del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 Partidos
Comunistas y Obreros en Moscú, 1960)

En cambio, otras veces, se llegó a exagerar estos principios a adoptar en materia


internacional:

«Los capitalistas y revisionistas miden el grado de aislamiento de un país en


relación a su comercio. Nosotros hemos comerciado y comerciamos con todos
los países, a excepción de los Estados Unidos, la Unión Soviética, España,
Israel y algunos otros Estados gobernados por fascistas y racistas». (Enver
Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1976)

Teorizar que un país socialista no puede comerciar con las potencias


imperialistas, los países fascistas o altamente reaccionarios, significaba caer en
el infantilismo. La URSS de Lenin y después de Stalin, establecieron acuerdos
comerciales con las potencias imperialistas como la Alemania de la República de
Weimar o Francia. También con la Italia fascista, así como muchos regímenes
vecinos reaccionarios y altamente anticomunistas. También se buscó el acuerdo
comercial con EE.UU. e Inglaterra durante muchos años hasta que por fin se
logró. La propia Albania de los años 70 comerciaba en ese momento y mantenía
intercambios culturales con la Yugoslavia de Tito como hemos visto, un régimen
de sobra conocido por su anticomunismo y política antialbanesa, sin que eso
supusiese rebajar la crítica ideológica, también mantenía relaciones económicas
y culturales con los imperialistas italianos y los reaccionarios griegos. ¿Acaso

573
eso era más lícito? Este tipo de declaraciones contradictorias solo podía causar
desorientación en los cuadros de los partidos marxista-leninistas, por su
izquierdismo.

En cambio poco tiempo más tarde, veremos cómo el PTA pasaría al extremo
opuesto de la condescendencia y la diplomacia formal burguesa.

Existe una obra del grupo canadiense Union Bolchévique du Canada (UBC): «El
Partido del Trabajo de Albania llegó a Canadá bajo una bandera robada» de
1979. Allí se denunciaría que la política del PTA no solo no había sido coherente
en la lucha contra el jruschovismo y el maoísmo, que se habían hecho
concesiones ideológicas en la Conferencia de Moscú de 1957 y 1960, y que
tampoco ahora se era consecuente con lo que se conocía en materia
internacional; también se denunciaba el oportunismo de Hardial Bains, el líder
del Partido Comunista de Canadá (marxista-leninista) el cual ya era bastante
evidente, pero extrañamente el PTA y el PCE (m-l) mantenían fuertes vínculos
con él. Si alguien duda del pragmatismo de este hombre, puede consultar los
documentos de ese partido para comprobar que como tantos otros, acabó sus
días convertido en un castrista/tercermundista más del montón.

La UBC no estaba tampoco libre de errores groseros... pese a ser antimaoístas,


trataba de exonerar a Mao de algunas de las políticas revisionistas de China, y
defendían algunas de sus teorías como aportes al marxismo-leninismo.

Pero siendo justos, las críticas que la UBC realizaba sobre la política exterior del
PTA, eran justas en su mayoría. Nosotros no evaluamos los argumentos en base
de qué partido provengan, si son partidos grandes o pequeños, si son
revisionistas o no, sino de si presentan argumentos sólidos o no para
reflexionar.

La UBC reportaba comunicados albaneses como el siguiente:

«Haxhi Lleshi. El presidente del Presidium de la Asamblea Popular del PSR de


Albania ha enviado el siguiente mensaje a Margrethe II, Reina de Dinamarca:

Con motivo del cumpleaños nacional de Dinamarca, tengo el placer de enviar


mis felicitaciones y mis mejores deseos para la felicidad del pueblo danés y su
propia felicidad». (Agencia Telegráfica Albanesa, Tirana, 15 de abril de 1979)

Con Marruecos:

«Haxhi Lleshi, presidente del Presidium de la Asamblea Popular del RPS de


Albania, envió un mensaje de saludo al Rey Hassan de Marruecos. El mensaje
decía:

Con motivo del día nacional de Marruecos, tengo el placer de enviarles, en


nombre del Presidium de la Asamblea Popular del RPS de Albania y en mi
propio nombre, los mejores deseos para la prosperidad del pueblo marroquí».
(Agencia Telegráfica Albanesa, Tirana, 3 de marzo de 1978)

Con Argelia:

574
«[La RPS de Albania] envía a sus deseos cordiales por su elección al alto cargo
de Primer Ministro del gobierno argelino». (Agencia Telegráfica
Albanesa, Tirana, 13 de marzo de 1978)

¡¿Qué sentido tenía este tipo de declaraciones?! ¿Qué pensaría el proletariado


danés, marroquí o argelino de estas formalidades burguesas? ¿Qué necesidad
tiene un país socialista de desearles felicidad a Jefes de Estado como reinas o
reyes, o felicitar la elección como Presidente de cualquier nacionalista burgués
de turno? No contestaremos nosotros, sino los propios albaneses:

«[China] Mantiene un gran comercio internacional, es posible que también


conceda créditos, pero en todos los lados se ve claramente que de manera
particular dedica mucha importancia a sus lazos con los jefes de los regímenes
de esos países e intenta ponerlos de relieve. Debemos decir que los vínculos in-
terestatales no pueden ser evitados, pero actuar de forma «tan amistosa» con
los cabecillas de la burguesía dominante, como hace China, demuestra de
forma absolutamente evidente que se ha olvidado del aspecto de clase de las
relaciones entre los Estados». (Enver Hoxha; La política de China carece de un
eje proletario; Reflexiones sobre China, Tomo II, 31 de julio de 1975)

En otro documento muy interesante titulado: «La teoría del mundo no


alineado» y la «teoría de de los tres mundos» unidas en defensa del status
quo», se criticaban excelentemente unas ideas que todavía hoy dominan la
política internacional.

En cambio se insertaban frases contradictorias que iban en contra de algunos


tramos del propio artículo. La UBC citaba asombrada:

«También hay líderes realistas de varios Estados africanos que se esfuerzan


por fortalecer la unidad de los pueblos y estados africanos contra el
imperialismo y el neocolonialismo y contra cualquier interferencia en sus
asuntos internos. Estos líderes no pueden dejar de disfrutar del apoyo de todas
las fuerzas progresistas y amantes de la libertad del mundo». (Albania Hoy,
Nº4, 1978)

Aunque el PTA era conocido por dar una opinión franca en varias de las
delegaciones de otros países como veremos luego, este artículo, extrañamente
proclamaba:

«No nos corresponde a nosotros decir cómo deben actuar tales Estados, sino
que deben defenderse sus buenas acciones. Cada pueblo sabe hacer su propio
juicio de las buenas y malas intenciones de sus líderes». (Albania Hoy, Nº4,
1978)

Era normal que estas frases causasen la indignación entre grupos como la UBC.
¿A quién le corresponde hacer de juez sobre el carácter de las acciones de otros
Estados sino al país socialista? ¿Qué tipo de complejo se debe de tender para
pensar lo contrario? Esta declaración venía a decir que Albania solo aplaudiría
cuando el resto de países mantuviera una posición correcta, pero que en caso de
no ser así, no tratarían de persuadir a sus dirigentes o de denunciar ante los

575
pueblos del mundo cuando estos no quisieran salir de su error, algo que por otra
parte, entraba en contradicción con lo que el PTA hacía en ese mismo artículo
denunciando la falsa política del «no alineamiento y la «teoría de los tres
mundos».

Incluso si seguimos leyendo un poco más de lo que citó la UBC, tampoco se


especifica mucho más:

«Pero tales líderes se oponen, tanto a los imperialistas como por los defensores
del «mundo no alineado» y la «teoría de los tres mundos», considerándolos
estos a su vez como radicales e indeseables. Sin embargo, los pueblos africanos
ya tienen una larga experiencia de lucha contra los opresores extranjeros y sus
diversos lacayos para discriminar entre quienes realmente les defienden
realmente y quienes le traicionan». (Albania Hoy, Nº4, 1978)

¿Qué «líderes realistas» son esos? ¿Tenía en mente el autor a alguno de los
líderes de los gobiernos africanos? Si la referencia hacia los antiimperialistas
consecuentes iba hacia los líderes de los partidos marxista-leninistas, ¿por qué
tampoco se dice abiertamente? No lo podemos saber. Viendo estas citas no
podemos olvidar que como dijo Lenin:

«Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca


un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los
terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su
misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo
preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre
puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por «estar de
acuerdo» con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas,
a dudas, a buenos deseos inocentes, etc». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un
paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

La idea romántica de pensar que «los pueblos que han sufrido mucho» y que
tienen una «larga experiencia de lucha contra el invasor extranjero», sabrán
siempre elegir buenos dirigentes, o que sus líderes sabrán distinguir entre
«amigos» y «enemigos» internacionales, es una esperanza absurda que nada
aporta a la cuestión real sobre los problemas a los que se enfrenta dicho pueblo
y cómo debe solucionarlos.

El propio Hoxha tuvo esas mismas esperanzas sobre Vietnam como vimos
anteriormente, y el tiempo diría que eran vanas ilusiones. Pero al menos hizo las
pertinentes advertencias a sus líderes sobre lo que suponía ligarse a los
jruschovistas. Véase la obra de Hoxha: «Si se configura una política marxista-
leninista llevará hasta la victoria a cualquier nación sea un país grande o
pequeño» de 1968.

Hubo muchos países africanos que cayeron en la órbita del imperialismo o del
socialimperialismo pese a las advertencias de Hoxha a dichos países. Años
después de una entrevista con una delegación congoleña de 1970, y pese a los
consejos y advertencias, el país africano se convertiría en uno de los más
prosoviéticos de la región, contrayendo una deuda importante tanto con ella
como con el FMI. Véase la obra de Enver Hoxha: «Apoyándose en las masas, el

576
Partido marxista-leninista asegura la libertad del pueblo y la independencia de
la patria» de 1970.

Sin un nivel ideológico básico, pensar que las dirigencias y los pueblos sabrán de
modo espontáneo optar por el camino correcto, es casi una fe religiosa de que el
«bien» vencerá al «mal» de forma espontánea. La única posibilidad de que esto
ocurra en términos políticos es bajo la existencia en dicho país de un núcleo
marxista-leninista fuertemente unido a las masas, el cual debe contar con un
estricto control mutuo partido-pueblo y extender una elevada formación
ideológica a toda la sociedad. Todo lo demás es negar la importancia del papel
consciente de la vanguardia ideológica en los procesos transformadores. En el
plano internacional, igual que no se puede «exportar la revolución», sería faltar
al deber internacionalista el hecho de que los partidos y líderes más avanzados
en lo ideológico no asistieran en lo posible a las organizaciones y líderes que van
más atrasados, pero durante esta ayuda jamás se debe edulcorar la realidad, el
ahorrar palabras críticas en pro de la «formalidad» o por miedo a quebrantar la
«unidad» no es una ayuda honrada sino interesada. Todo lo demás son
zarandajas.

Como hemos repetido hasta la saciedad, una acción concreta que objetivamente
vaya contra el imperialismo no hace antiimperialista a una figura, un partido o
un gobierno. Sería como decir que alguien es marxista-leninista porque declara
su ateísmo, pero quizás hasta su ateísmo no está basado en el materialismo sino
en el idealismo.

La historia en plena época del imperialismo y el neocolonialismo, ha


demostrado lo equivocado de:

«Creer que con la consecución de la independencia estatal estos países han


alcanzado soberanía político-económica, proclaman automáticamente que son
estandartes del antiimperialismo sin pararse a ver el desarrollo de dichos
gobiernos una vez alcanzada la independencia estatal. La gran mayoría de
ellos una vez adquirido la soberanía estatal han caído en la dependencia
económica de los imperialistas e incluso a veces de sus mismos viejos amos
coloniales, convirtiéndose así de colonias a neocolonias; independientes
estatalmente pero dependientes económicamente y por extensión
políticamente. Acabaron enredados a través de deudas, pactos comerciales,
invasión de capital extranjero y pactos militares que les inmovilizan». (Equipo
de Bitácora (M-L); Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel
Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el
imperialismo, 2018)

Si el lector desea estudiar los fenómenos del colonialismo y el neocolonialismo,


recomendamos la obra citada arriba.

Todo esto era abandonar el deber comunista de exponer lo que sigue:

«De acuerdo con su tarea fundamental de luchar contra la democracia


burguesa y denunciar su falsedad e hipocresía, el partido comunista,
intérprete consciente de la lucha del proletariado por derrocar el yugo de la
burguesía, tampoco debe considerar fundamental, en lo que respecta al

577
problema nacional, principios abstractos o formales, sino: primero, apreciar
con exactitud histórica concreta y, ante todo, la situación económica; segundo,
destacar los intereses de las clases oprimidas, los trabajadores, los explotados,
distinguiéndolos con absoluta claridad del concepto general de intereses de
toda la nación en conjunto, que significa los intereses de la clase dominante».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Esbozo inicial de las tesis sobre los problemas
nacional y colonial; Para el IIº Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

Jamás hay que negar la diferenciación económica entre países dominantes y


dominados económicamente, y por ende, también políticamente, pero es un
error tercermundista elevar esa contradicción del mundo capitalista a
contradicción de nuestra época como hacen los maoístas todavía hoy, cuando es
la contradicción capital-trabajo, como saben todos los marxistas, la principal.

Tampoco se puede eludir el hecho de que:

«Es absurdo pretender que hace falta luchar únicamente contra los enemigos
imperialistas del exterior, sin combatir ni golpear simultáneamente a los
enemigos internos, aliados y colaboradores del imperialismo, a todos los
factores que obstaculicen esta lucha. Hasta el presente jamás ha existido lucha
de liberación ni se ha desarrollado alguna revolución nacional-democrática y
antiimperialista que no se haya enfrentado a enemigos internos a
reaccionarios y traidores a elementos vendidos y antinacionales. (…) Los
hechos confirman que en la actualidad, también la revolución de liberación
antiimperialista y democrática puede desarrollarse consecuentemente y ser
llevada hasta el fin sólo si es dirigida por el proletariado, con su partido a la
cabeza y en alianza con las amplias masas del campesinado y las otras fuerzas
antiimperialistas y patrióticas». (Enver Hoxha; La teoría y la práctica de la
revolución, 7 de julio de 1977)

Se ha comprobado que las expresiones políticas nacionalistas como el


«panafricanismo», el «socialismo árabe», los «no alineados»,
el «tercermundismo», así como sus respectivos gobiernos no solo eran
reaccionarios en muchos campos, sino que estaban ligados de mil formas con el
imperialismo y el socialimperialismo, ante el cual claudicaban:

«La burguesía, que es quien detenta el poder en estos países, protege


precisamente esa sociedad capitalista que el proletariado, en alianza con las
capas pobres del campo y de la ciudad, busca derrotar. Constituye esa clase
alta que, en aras de sus mezquinos intereses, está dispuesta, en cualquier
momento y ante cualquier contingencia, a entregar al capitalismo extranjero
las riquezas del país, del suelo y del subsuelo, a endeudar la libertad, la
independencia y la soberanía de la patria. Esta clase, allí donde está en el
poder, se opone a la lucha y a las aspiraciones del proletariado y de sus
aliados, las clases y las capas oprimidas. Muchos de los Estados, que la
dirección china engloba en el «tercer mundo», no están en contra del
imperialismo norteamericano y del socialimperialismo soviético. Calificar
estos Estados de «fuerza motriz principal de la revolución y de la lucha contra
el imperialismo», como predica Mao Zedong, es un error tan grande como el
Himalaya. (...) La mayoría de los Estados, que supuestamente forman el
«tercer mundo» o el «mundo no alineado», dependen del capital financiero

578
extranjero, que es tan fuerte, tan vasto, que ejerce un peso decisivo en toda la
vida de los mismos. Estos Estados no gozan de una independencia plena, por el
contrario, dependen de ese gran capital financiero que es quien hace una
política y difunde una ideología que justifica la explotación de los pueblos».
(Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Por ello corresponde a los marxista-leninistas, y solamente a ellos, llevar a


término una revolución social que ponga fin entre otras cosas a la cuestión
antiimperialista y tome verdaderamente una soberanía nacional y popular.

Esta declaración de la ATA de 1978 como estamos viendo, contradecía


abiertamente lo que el propio Hoxha decía en varias ocasiones:

«Estamos en contra de los teóricos revisionistas que predican que ahora, toda
lucha revolucionaria debe ser reducida a la lucha por la independencia
nacional, por conquistarla y defenderla frente a la agresión de las potencias
imperialistas, negando la lucha por la liberación social. Parecen ignorar que
la victoria de esta última asegura al mismo tiempo la libertad, la
independencia y la soberanía nacional de forma plena y completa. Estos
abogados del régimen explotador «olvidan» que la lucha de clases entre el
proletariado y sus aliados, por un lado, y la burguesía del país y sus aliados
del exterior, por el otro, prosigue siempre de forma encarnizada y que un día
conducirá a ese momento preciso, a esa «situación revolucionaria», como dice
Lenin, en la que revolución estalla. Las condiciones cada vez más favorables
que se crean en el mundo para el amplio desarrollo de las revoluciones
antiimperialistas y democráticas y para que estén dirigidas por el
proletariado, deben ser aprovechadas para pasar de la lucha por la
independencia nacional a una fase más avanzada, a la lucha por el socialismo.
Lenin nos enseña que la revolución debe ser llevada hasta el final, liquidando a
la burguesía y su poder, y recalcó con especial insistencia que sólo sobre esta
base se puede hablar de libertad, independencia y soberanía verdaderas.

Según nuestro concepto marxista-leninista; en una sociedad con clases


antagónicas, que está dominada por la clase feudal o la burguesía, el pueblo
no puede gozar de libertad y soberanía. La libertad, la independencia y la
soberanía tienen un contenido político-social concreto. La libertad y la
soberanía verdaderas y plenas son aseguradas en las condiciones de la
dictadura del proletariado. Mientras que en aquellos lugares donde el Estado
se encuentra en manos de las clases explotadoras, las relaciones económicas y
políticas desiguales entre los explotadores y los explotados y entre los países,
llevan a la pérdida o a la restricción de la libertad y de la soberanía del pueblo.
Por consiguiente, no puede hablarse de una verdadera libertad y soberanía
nacional, y mucho menos de soberanía del pueblo, en los países que se
encuadran en el «mundo no alineado» o en el «tercer mundo». Sólo sobre la
base de un análisis científico cimentado en la teoría marxista-leninista se
puede definir correctamente qué pueblo es verdaderamente libre y cuál está
subyugado, qué Estado es independiente y soberano y cuál es dependiente y
oprimido. La teoría marxista-leninista explica claramente quiénes son los
opresores y explotadores de los pueblos y qué camino deben seguir éstos para
ser libres, independientes y soberanos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la
revolución, 1978)

579
Otra clásica desviación que el PTA recuperó lamentablemente fue aquella de
poner como paradigma de progresismo a ciertos personajes históricos sin
evaluarlos en su justa medida:

«El pueblo albanés siente una admiración y respeto particulares hacia


Mustafá Kemal Ataturk, destacada personalidad y hombre de Estado, que, con
gran coraje e inspirado en la opinión democrática progresista, liberó a
Turquía y a su valiente pueblo del complejo del imperio de los sultanes de
subyugar a los demás pueblos, consolidó la unidad y la verdadera
independencia de la nación turca, introdujo a Turquía en el camino de la
democracia y del progreso. El pueblo albanés ha conocido los sentimientos de
simpatía hacia Albania de Kemal Ataturk, quien se opuso al rey Zog, tirano del
pueblo albanés». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del
Trabajo de Albania, 1981)

Incluso en un discurso de 1982 las alabanzas se amplían a otros campos:

«Que tomen ejemplo de Kemal Ataturk quien cortó con la espada el nudo
gordiano del imperio otomano, todos esos pseudodemocráticos y
pseudosocialistas que oprimen a los pueblos». (Enver Hoxha; Trabajo y
vigilancia para fortalecer cada vez más el poder popular; Discurso ante los
electores, 1982)

Sin duda las reformas de este líder turco en el ámbito del laicismo, la educación,
los derechos de las mujeres, su oposición a las potencias europeas... fueron
objetivamente hablando actos en pro del progreso de la nación turca y su
Estado. ¿Pero tenía sentido que en el informe internacional de un partido
comunista apareciese tal reivindicación? ¿Podemos decir seriamente que
Mustafá Kemal deba de ser tomado de ejemplo para los comunistas turcos y el
resto del mundo? Ni de broma. Sería olvidar su actitud hostil hacia los
comunistas, su política de represión hacia kurdos, griegos, armenios y otros en
la cuestión nacional. Sus acciones políticas dejan claro sus pretensiones
chovinistas y sus intenciones expansionistas, por otra parte, como cualquier
nacionalista burgués. El propio Enver Hoxha hablaba de recuperar las figuras
progresistas de Albania del Renacimiento pero con sumo cuidado, sin negar
ante el pueblo sus limitaciones y errores, pero aquí no hizo tal cosa
presentando solo los aspectos positivos de Mustafá Kemal y elevándolo a un
estatus que no le corresponde.

¿Qué podemos concluir de estas desviaciones hacia la derecha en materia


internacional? Que un país socialista no se puede permitir nunca tales
tendencias liberales que estamos atestiguando, porque causa desmoralización
en el proletariado mundial. El proletariado de estos países abandonará el apoyo
a ese régimen, y cuando el cerco imperialista aumente su presión sobre el país
socialista, los llamados a la solidaridad y movilización del resto del proletariado
del mundo serán mucho menor a causa de no haber cumplido previamente con
sus deberes internacionalistas. Como veremos a continuación, la permisión de
este tipo de licencias liberales hizo que luego, al establecer relaciones
diplomáticas y comerciales con regímenes donde ya se pasaría a eludir la crítica

580
a sus gobiernos y las luchas de los marxista-leninistas, y tiempo después incluso
a embellecer el carácter de los gobiernos reaccionarios.

Indicios de un abandono del internacionalismo proletario

También hay una cuestión importante en la carta del PCE (m-l) de 1985 enviada
al PTA. Allí se alude al hecho de que el PCE (m-l) apoyó al PTA en la crítica que
éste último recibió del periódico estadounidense Worker’s Advocate, del Partido
Comunista de EEUU (marxista-leninista). Este grupo estadounidense tenía
grandes análisis con abundante información sobre el PTA que reflejaba en su
diario y sus diversos suplementos. También tenía variados análisis sobre el
movimiento obrero en España, Portugal, Brasil, Canadá, etc. que hoy pueden
servir para seguir la pista en la degeneración de estas organizaciones. Su labor
es altamente admirable teniendo en cuenta como otros partidos de cruzaron de
brazos y se dedicaron a dedicar palabras bien sonantes al resto de partidos.

Su principal defecto era que pese a presentar mucha información de enorme


valor, en muchas ocasiones no se procesaba correctamente. De hecho dicho
grupo no puede ser un referente para un marxista-leninista lúcido. Fue famoso
por sus evaluaciones «thälmannianas», donde juzgaban la política del frente
popular de «táctica oportunista», tachaban a Dimitrov de «derechista
revisionista» y de ser el principal responsable junto con Stalin de la
degeneración de los partidos comunistas. Para ellos la política del PCE durante
la Guerra Civil Española supuso un completo error de principio a fin, tesis
similares a los maoístas «reconstitucionalistas» de hoy, o a las tesis de Wolfgang
Eggers. Estas son cuestiones que hemos refutado en distintos documentos
contra este tipo mentiras y mitos: «Las invenciones del thälmanniano Wolfgang
Eggers sobre el VIIº Congreso de la Internacional Comunista» de 2015.

En el IVº Congreso del PC m-l de EE.UU. de 1984 decidieron «retirar la


denominación de Stalin como clásico del marxismo-leninismo». No seremos
nosotros quienes neguemos que los dirigentes soviéticos emitieron
declaraciones vergonzantes en materia de política exterior, tanto antes como
después de la Segunda Guerra Mundial. Un gran documento de investigación
que alberga mucha información –aunque no es completo ni todas las críticas
son correctas– fue el artículo de Worker’s Advocate: «En defensa del marxismo-
leninismo» de 1984. Pero aquí se olvidaba en contrapartida el papel
internacionalista que la URSS de Stalin desempeñó no solo en la ayuda
financiera, ideológica y militar para que los partidos comunistas llegasen al
poder, sino también toda la ayuda material e ideológica para que esos países
construyesen el socialismo con mayor facilidad. Este artículo y sus conclusiones
suponía ignorar unilateralmente que muchas de las luchas contra el
revisionismo que iban saliendo al paso en el campo político, económico y
cultural en la URSS o fuera de ella, fueron lideradas precisamente por personas
como Stalin o Zhdánov. El análisis era por tanto, incompleto, y daba a entender,
como si la URSS de aquel entonces hubiera perdido absolutamente su espíritu
internacionalista, cosa que no puede concebirse seriamente. En conclusión, ni
fue un período en que «todo estaba preparado para el jruschovismo», ni fue
tampoco como creen algunos una «época llena de triunfos» donde todo
funcionaba a la perfección. A principios de la década de 90, apoyándose en los
análisis de pseudocomunistas suecos –y estos a su vez en autores trotskistas

581
como Tony Cliff–, proclamaban que la URSS de los años 30 ya se podía
considerar un «socialismo degenerado». No por casualidad en ocasiones
coincidían con los mitos maoístas como el de que «Stalin no se preocupó de
ligar la política con la economía», o que «en la URSS no hubo una preocupación
sobre el tema cultural y la educación del pueblo». Algo que todavía se mantiene
en el imaginario mental de los revisionistas, y que se refuta consultando las
principales obras de los soviéticos de aquellos años. En los últimos análisis
de Worker’s Advodate antes de su disolución en 1993, observamos una
condescendencia ideológica hacia el castrismo que tanto habían criticado,
incluso hacia grupos maoístas como Sendero Luminoso. Lo que demuestra
hasta qué punto este grupo acabó en la más absoluta confusión ideológica.

Debido a lo cual es innegable que igual que muchas de las evaluaciones de


Worker’s Advocate estaban muy bien documentadas y eran muy certeras en sus
conclusiones, en otras muchas ocasiones eran exageradas, absurdas y
pseudohistóricas.

El PCE (m-l) permaneció desde 1984-1991 ajeno a este tipo de debates, ya que
no tenía documentación ni la buscó. Véase el capítulo: «La falta de
investigaciones históricas sobre el movimiento obrero nacional e internacional»
de 2020.

Pese a dichos graves errores del grupo estadounidense también se emitieron


críticas que podían haber sido sopesadas por los marxista-leninistas, algunas de
suma importancia como hemos señalado. Centrándonos en el caso de Albania,
parece ser que dicho grupo fue de las pocas organizaciones afines al PTA, que
con independencia y criticismo se atrevió a realizar una denuncia pública a las
posturas oportunistas del PTA en varios campos cuando este se empezó a alejar
de sus posiciones revolucionarias. En su documento «Nuestras diferencias con
elPartido del Trabajo de Albania» de 1984, apoyándose del material albanés,
que el lector puede consultar en ese enlace, se analizaban toda una serie de
cuestiones de suma relevancia.

a) Se criticaba el creciente silencio del PTA hacia las luchas que los partidos
marxista-leninistas mantenían:

«Un ejemplo particular de la pasividad albanesa actual es la posición del PTA


sobre el movimiento marxista-leninista internacional. Mientras que en los
últimos años de la década de 1970, el PTA defendió a los nuevos partidos
marxista-leninistas y aumentó su aliento a estos partidos, a principios de la
década de 1980, la prensa albanesa parece haber perdido el interés en el
movimiento internacional marxista-leninista». (The Worker’s Advocate;
Volumen 14, Nº3; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20
de marzo de 1984)

b) Apuntándose en cambio, los epítetos halagadores a sus gobiernos


tercermundistas reaccionarios en Irán, Argentina, Turquía:

«En Irán, el PTA al principio dio un vigoroso apoyo a la revolución que


derrocó al Shah y destacó el papel del proletariado. Pero la revolución iraní
encontró agudos obstáculos. El régimen de Jomeini se consolidó y

582
eventualmente se convirtió en un completo régimen de carniceros
contrarrevolucionarios. Mientras tanto, el PTA abandonó la posición de la
lucha revolucionaria de los trabajadores y comenzó una intensa campaña a
favor del régimen de Jomeini. Hasta el día de hoy, identifica la revolución
iraní con el régimen contrarrevolucionario de Jomeini. Se adapta a la realidad
política que existe actualmente en Irán en lugar de defender el interés de los
trabajadores iraníes.

Turquía es una de las debilidades de larga data de la política albanesa. A


principios de la década de 1980, el PTA ha hecho todo lo posible para abrazar
a los dictadores militares turcos. La Agencia Telegráfica Albanesa tiene más
cobertura de Turquía que cualquier otra área del mundo. Ignora por completo
el sufrimiento del pueblo turco y de los fraternales camaradas marxistas-
leninistas turcos. Se ha mantenido al margen de las campañas mundiales de
protesta contra las ejecuciones de personas progresistas y marxistas-leninistas
por parte de los carniceros turcos. Este es un ejemplo flagrante de adaptación
a la situación política existente a expensas de la revolución.

La guerra reaccionaria entre los ladrones imperialistas británicos y los


generales fascistas argentinos sobre las Islas Malvinas [Falkland] en 1982 fue
un ejemplo extremo de reemplazar la revolución con la búsqueda de cierto
apoyo nacionalista. Para el PTA, la única pregunta que contó era saber quién
era el propietario de las Islas Malvinas. Ignoró por completo el punto de vista
de la lucha del pueblo argentino por la revolución. Ignoró sus propias
palabras, en la obra de Enver Hoxha «El imperialismo y la Revolución»,
acerca de que la revolución está a la orden del día para la mayoría de los
países de América Latina, a pesar de que todo el mundo sabía que los
generales argentinos habían declarado la guerra para evitar un inminente
levantamiento revolucionario». (The Worker’s Advocate; Volumen 14, Nº3;
Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20 de marzo de 1984)

Como dato, en el VIIIº Congreso del PTA de 1981 solo hay alabanzas sobre las
buenas relaciones con los gobiernos reaccionarios de Irán, Turquía y Argentina,
mientras que en el anterior congreso se destacaba por encima de todo, que:

«La lucha de las fuerzas progresistas y democráticas contra el fascismo y la


reacción tienden también a crecer y expandirse. El derrocamiento de los
regímenes dictatoriales de ciertos países, la lucha de los patriotas de Brazil y
de Bolivia, de Tailandia y Malasia, la resistencia de los pueblos de Chile, de
Argentina e Indonesia contra los regímenes fascistas, han asestado fuertes
golpes a las fuerzas de la reacción y a los imperialisras que los apoyan».
(Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de
Albania, 1976)

c) Criticó los halagos y el acercamiento hacia los imperialismos europeos


menores:

«Durante la segunda mitad de la década de los 70, el PTA también denunció


las ideas de los «tres mundos» en el llamado «segundo mundo», que eliminaba
la lucha de clases en Europa y presumía que la burguesía de Europa occidental
era una luchadora contra las dos superpotencias. El PTA señalaba y

583
denunciaba el imperialismo de países europeos como Francia, Alemania
Occidental, etc. (...) Pero hoy en día también se ve un espíritu nacionalista
pequeño burgués en la actitud del PTA hacia Europa. El PTA ha desprendido la
cuestión de la lucha contra las superpotencias de la lucha de clases interna en
Europa. Esto ha traído consigo una reducción de la lucha contra el
imperialismo de las potencias capitalistas europeas. (...) No solo guarda
silencio sobre el imperialismo de los gobernantes de Europa occidental, sino
que incluso los elogia por ser una especie de fuerza contra el imperialismo
estadounidense. (...) Al mismo tiempo, el PTA ahora encuentra ocasiones para
elogiar a las potencias capitalistas «neutrales» de Europa, como Suiza, Suecia
y Austria, como modelos de independencia y democracia». (The Worker’s
Advocate; Volumen 14, Nº3; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados
Unidos, 20 de marzo de 1984)

d) Se criticó la rehabilitación desde algunos artículos de la Agencia Telegráfica


Albanesa (ATA) ciertos regímenes revisionistas de larga data como el de
Rumanía:

«En las últimas décadas, el régimen revisionista rumano, aunque sigue siendo
miembro del bloque militar soviético, el Pacto de Varsovia, se ha posicionado a
menudo como un régimen con una política exterior «independiente». El
liderazgo chino promovió esto en la década de los sesenta en adelante como un
pretexto para pintar el régimen rumano en colores «antirevisionistas». El PTA
denunció esta idea y expuso que los revisionistas rumanos eran en realidad
un «castillo de naipes» del antirrevisionismo en Europa.

Pero hoy el PTA ha comenzado a elogiar a Rumania como un país con una
política independiente y que está progresando socialmente. Esto es tan
absurdo ahora como lo era antes. La «independencia» de Rumanía significa
simplemente que, si bien sigue siendo miembro del Pacto de Varsovia, también
lo rechaza y trata con los imperialistas estadounidenses. Y en su país, este
régimen se encuentra en una situación económica extrema mientras mantiene
un fuerte control sobre las «masas trabajadoras». (The Worker’s Advocate;
Volumen 14, Nº3; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20
de marzo de 1984)

Aunque como veremos más adelante, rápidamente este artículo fue respondido
con varios artículos contrapuestos. Pero ya indicaba tendencias muy
preocupantes.

e) Se denunció que el PTA nunca llegase a criticar y desnudar el revisionismo


vietnamita como a otros revisionismos:

«La victoria en la lucha de liberación nacional de Vietnam, aunque rompió las


cadenas de dominación de los Estados Unidos, reunificó al país y llevó a cabo
reformas sociales que fueron avances importantes sobre el antiguo régimen
reaccionario, no provocó una revolución socialista. Esto se debió a que los
líderes vietnamitas no lucharon contra el revisionismo y se han sumido en la
órbita revisionista general pro-soviética. Hoy en día, los líderes vietnamitas
son parte de la corriente revisionista pro-soviética general e incluso han

584
vinculado su país con COMECON, la organización económica internacional
dominada por los socialimperialistas soviéticos.

Sin embargo, el PTA pinta a Vietnam con colores marxistas-leninistas y


antirevisionistas. Mantiene relaciones fraternales con el partido revisionista
de Vietnam y los elogia por no solo llevar a cabo la «construcción del
socialismo en el camino marxista-leninista», sino también por luchar contra el
«revisionismo abierto y encubierto». (The Worker’s Advocate; Volumen 14,
Nº3; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20 de marzo de
1984)

f) La forma de tratar la cuestión de Mehmet Shehu, su suicidio y posterior


condena como un agente de los imperialistas:

«Se debe enfatizar que nuestra crítica del método que el PTA ha utilizado hasta
ahora para anunciar la condena de Mehmet Shehu no significa que
defendamos a Mehmet Shehu. El PTA no le ha dicho nada al mundo, y no
tenemos bases para juzgar, por lo que no podemos condenar a Mehmet Shehu
ni defenderlo. Simplemente no sabemos si Mehmet Shehu ha cometido algún
crimen contra el partido albanés y la revolución. Y debe tenerse en cuenta que
incluso si Mehmet Shehu resulta ser culpable de algunas de las acusaciones
aparentemente inverosímiles, como 40 años de ser un espía, según lo acusado,
todavía puede ser culpable de delitos graves, como los cometidos un período
más corto de agotamiento al final de su vida. (...) Claramente, la forma en que
el PTA manejó este asunto puso a nuestro partido y a todos los demás
verdaderos amigos de los albaneses en una situación difícil. Normalmente,
hubiera sido natural aclamar la vida de Mehmet Shehu, reimprimir extractos
de sus obras, etc. ¿Pero ahora qué se iba a hacer? Por supuesto, nuestro
partido no podía repudiar a un líder revolucionario importante solo porque
las cosas parecían extrañas: eso sería un insulto tanto para el pueblo albanés
como para la memoria del revolucionario. Y más aún, sería un insulto a
nuestra integridad, ya que nuestro partido no es un mero amplificador que
capta sutiles insinuaciones y guiños y los pone a través del altavoz, sino que
tiene sus propios puntos de vista basados en hechos. (…) Hasta que se
proporcionen pruebas, muchas de estas acusaciones parecen bastante
inverosímiles. De hecho, en la medida en que nos limitamos simplemente a
considerar el método utilizado para anunciar este caso, tiene cierta semejanza
con los métodos chinos en el caso Lin Biao. Es responsabilidad del PTA aclarar
los asuntos en el futuro». (The Worker’s Advocate; Volumen 14, Nº3; Voz del
Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20 de marzo de 1984)

Por supuesto, en ese documento hay otras muchas críticas hacia el PTA que no
son contrastables o que lo son y no se pueden demostrar. Por cuestiones de
tiempo eludiremos discutirlas ya que muchas han sido tratadas en otros
documentos. En cambio nos centraremos en ver como estas críticas que citamos
son muy lícitas como para que fueran escuchadas y reflexionadas, teniendo en
cuenta que eran en base a la documentación de los propios albaneses que citan
íntegramente y correspondían a una praxis contrastable.

¿Hubo luchas internas en el PTA ante este nuevo viraje?

585
Efectivamente. Dichas luchas quedaron reflejadas en los documentos de los
imperialistas:

«Ramiz Alia y sus seguidores parecen estar seguros del favor de Hoxha como
para publicitar más estas controvertidas variaciones en la política exterior,
pero Alia enfrenta al menos una oposición latente a esta afirmación como
sucesor y al desarrollo de su estrategia económica. Juzgando por los artículos
en la prensa albanesa, un número de oponentes anónimos están luchando
contra la retaguardia basando sus acciones en las interpretaciones más
xenófobas y stalinistas del dogma de Enver Hoxha. Artículos recientes en los
periódicos albaneses han argumentado, por ejemplo, que cualquier comercio
extranjero abre una concesión inaceptable hacia el capitalismo y llevará a las
empresas líderes que participan activamente en las exportaciones al único fin
de perseguir los beneficios, minando así el sistema e, implícitamente, el poder
de la estructura misma. (…) Alia y sus opositores en el liderazgo pueden
coexistir por ahora en una atmósfera de cambio gradual. Como el lento
proceso del fin del aislacionismo continúe, sin embargo, un mayor número
serio de choques fraccionales serán inevitables; podría haber fricciones sobre
temas variados». (Agencia Central de Inteligencia; Albania: Nuevas
iniciativas exteriores, 1 de agosto de 1984)

Un marxista-leninista sabrá interpretar bien este tipo de textos y su significado.


Por si acaso, aclaremos al lector unos conceptos.

En primer lugar, los marxista-leninistas son patriotas pero internacionalistas, lo


que hace que la xenofobia sea para ellos despreciable, de hecho, fue condenado
por Hoxha en varias ocasiones:

«Permitir a los estudiantes, como se está haciendo en China, manifestar una


xenofobia horrorosa, es un gran error, que no tiene nada en común con el
internacionalismo proletario, y es no saber trazar la línea de demarcación
entre los pueblos del mundo por un lado, y el imperialismo y el capitalismo
mundial, por el otro, entre lo que es progresista y lo que es reaccionario. (...)
La cultura y la ciencia progresistas revisten una importancia universal y
nosotros, en tanto que comunistas, apoyándonos en nuestra ciencia marxista-
leninista, que es universal, no echamos abajo la cultura y la ciencia
progresistas mundiales de los diversos países y pueblos». (Enver Hoxha; Sobre
el culto a Mao; Reflexiones sobre China, Tomo I, 9 de agosto de 1966)

En segundo lugar, en ningún momento los marxista-leninistas han afirmado


que el comercio exterior supone una concesión inaceptable hacia el capitalismo
y que conduzca a que el sistema socialista aplique una rentabilidad capitalista:

«Presentar la economía socialista como algo absolutamente cerrado y


absolutamente independiente de las economías nacionales que la rodean,
significa afirmar una estupidez. ¿Puede afirmarse que la economía socialista
no exportará ni importará nada en absoluto, que no adquirirá aquellos
productos de que el país carezca ni venderá, con este motivo, productos suyos?
No, no se puede afirmar. ¿Y qué son la exportación y la importación? Son la
expresión de la dependencia de unos países respecto de otros. Son la expresión

586
de la dependencia económica recíproca. (...) ¿Significa esto que, si no hay
países independientes en absoluto, sea imposible la independencia de las
distintas economías nacionales? No, no significa eso. Nuestro país depende de
los otros países de la misma manera que los otros países dependen de nuestra
economía nacional, pero eso no significa todavía que nuestro país haya
perdido o vaya a perder por ello su independencia, que no pueda salvaguardar
su independencia, que deba convertirse en un tornillo de la economía
capitalista internacional. (...) ¿Qué significa la fusión de nuestra economía
nacional con la economía capitalista mundial? Significa su conversión en
apéndice del capitalismo mundial. Ahora bien, ¿acaso nuestro país es un
apéndice del capitalismo mundial? (...) Si fuera así, no tendríamos posibilidad
alguna de salvaguardar nuestra industria socialista, nuestro monopolio del
comercio exterior, nuestro transporte nacionalizado, nuestro crédito
nacionalizado, nuestra dirección planificada de la economía. Si fuera así,
estaríamos ya en el camino de la degeneración de nuestra industria socialista
en una industria capitalista ordinaria». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Una vez más sobre la desviación socialdemócrata en
nuestro partido; Informe ante el VIIº Pleno ampliado del CE de IC, 1926)

Ahora, una vez sabido esto, uno puede observar que si en un país el comercio es
la fuente de ingresos nacionales, significa que efectivamente no se busca el
aumento del nivel de vida de la población, la creación de nuevas fuerzas
productivas o el perfeccionamiento de las relaciones de producción, sino que el
sistema económico se ha volcado hacia la fabricación de materias primas o un
entramado industrial determinado que permita a través del comercio externo
crear un plusvalor y, bajo tales lineamientos capitalistas, solo puede derivar,
tarde o temprano, o bien una dependencia en el baile de precios internacional
que arruine la economía, o una explotación feroz de terceros países:

«En 1950 el volumen del comercio exterior total de la Unión Soviética


representó el 0,4% del presupuesto del Estado soviético de ese año. Basta con
decir que su papel en la creación de la riqueza nacional de la Unión Soviética
era entonces nulo. (...) ¡En primer lugar, estas cifras muestran que durante el
período 1950-1990, el volumen del comercio exterior soviético se incrementó
un 68%! ¡El ingreso nacional había aumentado muchos menos rápido, basta
señalar que durante el período 1965-1980 apenas aumentó un 2%!. (...)
Mientras que en el curso del período socialista, el comercio exterior se había
desarrollado paralelamente y en proporciones inferiores o próximas de las de
la renta nacional, se desarrolló a ritmos muy superiores desde la segunda
mitad de los años 1950 y de manera todavía más rápida a partir de 1973, a
ejemplo de todos sus competidores imperialistas». (Vincent Gouysse;
Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

En tercer lugar, esa esperada lucha fraccional nunca se llegó a dar, porque
Ramiz Alia siempre trató de presentarse como el más fiel sucesor de la obra de
Enver Hoxha. Bajo tal pretexto justificaría sus primeras medidas, y cuando para
muchos se hiciese evidente que esta línea poco tenía que ver con la anterior, sus
detractores no estaban en posición de disputarle el liderazgo, otros
directamente nunca se atreverían a hacerlo ni siquiera cuando la posición de
Alia era comprometida como observaremos con los eventos de 1990.

587
¿Pero quién era Ramiz Alia?:

«Ramiz Alia participó en la guerra de liberación nacional como jefe de la


Organización de la Juventud Comunista. Un miembro de la dirección, que de a
poco ascendió en el Partido y después de 1960 se convirtió en el Secretario de
Propaganda del Partido del Trabajo. En 1970, cuando un grupo comenzó a
promover la liberalización de la vida en Albania, Ramiz Alia fue la influencia
guía dentro de este grupo, pero durante este proceso mantuvo una
indiferencia externa hacia el grupo y se asoció con la sección revolucionaria
del Comité Central. De este modo, maniobró a fin de mantenerse en una buena
posición, pero de hecho, a partir de entonces, siempre hubo un signo de
interrogación que pendía sobre él.

En 1982 el camarada Enver Hoxha presentó a Ramiz Alia a la celebración del


aniversario de la «Conferencia de Peza» como un confiable camarada. A
partir de este momento Ramiz Alia emprendió una campaña en todo el país
para examinar el desarrollo de la economía e investigar el estado de las
relaciones entre el Partido y las masas. Ramiz Alia se presentó en este proceso
como un amigo de Enver Hoxha y se volvió ansioso a partir de este tiempo por
establecer su autoridad puesto que no tenía una gran posición en el Partido, a
diferencia de, por ejemplo, Hysni Kapo que había muerto algunos años antes
de cáncer de páncreas». (Entrevistas con Laver Stroka, 2001)

Efectivamente, en el IVº Pleno del Comité Central de 1973 se criticaron las


actitudes liberales en varios campos, la crítica tocó de lleno a Ramiz Alia como
Secretario de Ideología y Cultura, y responsable de muchos de los acusados,
además de mantener una estrecha amistad con algunos de ellos. En las
sucesivas sesiones de este pleno a diferencia de otros acusados como Fadil
Paçrami y Todi Lubonja, Alia practicó una rápida colaboración y autocrítica
sobre las acusaciones que pendían sobre él, lo que le salvó de las sospechas de
que sus desviaciones no fueran algo puntual, perdurable y consciente. En
cambio otros cuadros del partido que habían acusados de cometer grandes
errores o mostrar una falta de vigilancia al enfrentar esta actividad perniciosa,
debido a sus reacciones convencieron al partido de que sus fallas no eran
accidentales y se siguieron siendo investigados más a fondo, aparten están este
tipo de informes que corroboraban una actividad hostil. Esto puede ser visto en
bastantes artículos albaneses que tocan el tema al respecto.

Algo similar es relatado también en libros como el de Elez Biberaj:

«La vieja guardia tuvo sospechas de Alia, quien tenía vínculos con los altos
funcionarios purgados en 1973 bajo cargos de liberalización cultural. El ala
más liberal del partido tenía esperanzas en Alia». (Elez Biberaj: Albania en
transición: El camino rocoso hacia la democracia de 1998)

Qazim Malaj, el guardaespaldas de Enver Hoxha durante décadas hizo unos


comentarios muy interesantes:

«¿Quiénes eran las personas más cercanas a Enver durante el tiempo que
serviste en su casa?

588
Hysni Kapo y Gogo Nushi. Hysni entraba a ver a Enver día y noche sin
preguntarle a nadie. Solo él tenía ese derecho. Enver quería mucho a Hysni.
Cuando Hysni murió, Enver salió al balcón y lloró como un niño.

¿Qué pasaría si Ramiz Alia tratase de ir a ver Enver en ese momento?

No, no podía ir a ver a Enver Hoxha cuando quisiera. Lo haría tarde cuando
se hizo más fuerte.

¿Recuerdas alguna reunión de Enver con Ramiz?

Recuerdo el momento en que Todi Lubonja y Fadil Paçrami fueron golpeados.


Ramiz Alia también fue criticado en la reunión, en la que Enver le dijo que
había sido responsable. Esa noche llegó Ramiz y se encontró con Nexhmija. Se
arrodilló en el suelo frente a ella, llorando y diciendo: «Por favor, dile a Enver
que me devuelva la mano». Después de eso, Nexhmija fue a persuadir a Enver
y él después perdonó a Ramiz». (Dashnor Kaloçi; Evidencias del
guardaespaldas de Enver, 2020)

Las razones para esto, según Fatos Tarifa, son debido a que:

«Ramiz Alia siempre ha sido una figura oportunista, el cual siempre ha


querido salvarse. Probablemente nunca se supo cuáles eran sus puntos de vista
reales». (Top Channel; Ramiz Alia escapó en el XIº Festival, Enver Hoxha
sentenció a Todi Lubonja, 11 de noviembre de 2019)

Tras el XIº Festival de música albanesa de 1972, muchas de las críticas del
liderazgo político albanés a la estética o el estilo de la música de los artistas eran
claramente exageraciones, incluso se puede decir que muestra de un
conservadurismo, el cual en nada beneficiaba la imagen del socialismo albanés
de cara al exterior/extranjero. Esto lo veremos más aparte en el apartado
cultural.

Alia intentó años después justificar ciertas críticas exageradas queriendo dar a
entender que todo, absolutamente todo, fue correcto:

«Si tomamos el campo de la cultura, criticamos a Fadil Paçrami y Todi


Lubonja no porque permitieran que se cantara una canción extranjera o
artistas vestidos con ropa diferente, sino porque estaban en contra del espíritu
nacional en nuestro arte, dejaron la suela nacional, negaron todo lo nacional
en historia, literatura, música y artes, por lo que estaban a favor del
cosmopolitismo. Esta es la esencia de las críticas dirigidas a ellos por el IVº
Pleno del Comité Central del Partido de 1973». (Ramiz Alia; Informe, 10 de
octubre de 1990)

El problema radica es que el PTA sí centró parte de su crítica en los peinados,


ropa y estilo musical, pero bajo argumentos que carecían de sentido en muchas
ocasiones, y es evidente que los «pelos largos», los «pantalones vaqueros de
campana» y el «uso de estridentes saxofones» no ponen en peligro la conciencia

589
socialista ni son propiamente expresiones de la «decadencia capitalista», como
durante muchos años mantenían los albaneses expertos en arte.

Como sabemos hay una conexión dialéctica entre contenido y forma:

«Un cambio en un objeto o fenómeno siempre comienza con un cambio, el


desarrollo del contenido. A medida que cambia el contenido, también lo hace la
forma. En consecuencia, en la interacción contradictoria entre el contenido y
la forma, el papel principal permanece en el contenido, y no en la forma. (...)
La forma puede quedarse atrás del contenido y retrasar su desarrollo. En tales
casos: cuando la forma ya no corresponde al contenido, se convierte en un
freno en su desarrollo. Esta discrepancia entre la forma y el contenido debe
conducir inevitablemente al conflicto y la creación de una nueva forma que
corresponda al nuevo contenido. (...) Al observar la primacía del contenido
sobre la forma, el materialismo dialéctico al mismo tiempo enfatiza el efecto
inverso de la forma sobre el contenido. Una vez que ha surgido, una forma
puede adquirir y, por regla general, adquiere una independencia relativa en
su desarrollo, lo que a su vez le permite influir en el desarrollo del contenido.
Dado que la forma es activa e influye en el desarrollo del contenido, entonces,
para los marxistas-leninistas, la cuestión de las diversas formas y la
naturaleza de su desarrollo es muy significativa. (...) En su obra, «La
enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» de 1920, Lenin dio
un vivo ejemplo de cómo abordar dialécticamente la cuestión de las formas de
lucha de la clase obrera. Lenin señaló que los líderes de la II Internacional:
Kautsky, Otto Bauer y otros, siendo metafísicos, se basaron en reconocer solo
las viejas formas del movimiento obrero y no se dieron cuenta de que las viejas
formas estaban llenas de un contenido antiproletario y reaccionario. Por otro
lado, los doctrinarios de «izquierda» se basaban en la negación incondicional
de las formas antiguas, sin ver que el contenido nuevo se abre paso a través de
toda clase de formas». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Sobre el
materialismo dialéctico, 1953)

En conclusión, si se critica el contenido debe de ser con argumentos razonables,


lo mismo cabe decir para la forma, teniendo en cuenta además que los cánones
culturales, el ropaje o los instrumentos de un país no son análogos a otros, ni
tienen los mismos motivos en el génesis de su formación. Lo que en un país
puede ser un gesto revolucionario y rebelde, en otro es signo de la aristocracia o
de una juventud narcotizada.

La cuestión concreta a fustigar aquí no era tanto el estilo y forma de los poemas
o las canciones de los artistas, que podía ser compatibles perfectamente con el
socialismo, sino el contenido, las ideas que promocionaban muchos de estos
artistas y sus mecenas:

«El movimiento liberal liderado por el sector de la ideología con Ramiz al


timón puede verse como un movimiento para abrazar lo contemporáneo, pero
esto se hizo en violación de otras formas de arte más tradicionales. En la
prensa, pero también en RTV, había muchas personas ignorantes que
ondeaban las banderas de la modernidad, sin aprender aún el ABC de la
literatura y las artes. Fue esto lo que creó las mayores tensiones entre los
creadores. El movimiento moderno contra los «conservadores» no siempre

590
estuvo en manos de los mejores y más talentosos. (...) Se alentaron las ideas de
que carecíamos de tradición no solo en literatura, dramaturgia o arquitectura,
sino también en pintura y música. Hoy, si comparas las obras de Onufri, los
hermanos Zografi, Mios, Idromenos, etc., se destacan mucho más que las
obras creadas en la época del liberalismo por Edi Hila, Edison Gjergo, Vilson
Kilica u otros pintores modernos. (...) El lado negativo de la actividad de Todi
Lubonja en Korça fue la búsqueda de una política política personal en el sector
cultural. (...) Lubonja, como otros en Tirana o en los distritos, tendía a
favorecer a quienes le parecían talentosos. Típica fue la «ascensión» de un
pintor mediocre, el fallecido Andrea Themeli, que no tenía estudios completos
ni sus colegas lo consideraban un hombre con talento. Sus gráficos, que fueron
del agrado de la pareja de Lubonja, se presentaron como la forma más alta de
pintura en Korça. Era el momento en que se quería estudiar en el extranjero,
Vangjush Tushi o Rafail Dembo, –que siguen siendo los mejores pintores de
Korça después de Mios–, se sentían no solo viejos sino también como si
pertenecieran a un arte anacrónico. (...) En música, se intentó golpear a Kristo
Konon, pero había pocos jóvenes talentosos en el campo. La «mascota» era
Ricardo Jorganxhiu, sin ningún talento o intelecto y toda la creatividad
moderna se limitaba a una danza albanesa moderna Alba, creada por la
coreógrafa de Tirana Agron Aliaj y experimentada con jóvenes en Korça.
(...) En mi opinión, la forma misma de organizar la creatividad a través de
una asociación de escritores y artistas que era única y convincente, trajo una
gran cantidad de conflictos y rivalidades entre los creadores. Debido a la
naturaleza del ego creativo, tales fricciones han existido en todo momento y en
todos los sistemas, pero las más agudas se hicieron en un
sistema «socializado». (Shqiptarja.com; Naum Mara: Paçrami y Todi Lubonja
no eran disidentes, 2014)

Tras visitar Korça, Behar Shtylla recopiló un informe que recogía las
impresiones y quejas de muchos artistas:

«Todi Lubonja ha predicado, en términos de arte de la literatura, puntos de


vista completamente extraños para nuestro partido y contrariamente a su
línea. El escritor Hamza Kociu dijo que en una conferencia Todd lanzó su tesis:
luchar por un verdadero arte. En otro caso, cuando Hamza Kociu tras
comentar a Todi sus comentarios sobre [un drama], este Todi le dijo: el artista
y el matemático sirven tanto a la burguesía como a la revolución, y dio como
ejemplo a Tolstoi y Balzac, lo que significa que el artista se encuentra por
encima en las clases. Según el pintor Vangjush Tushi, en un caso Todi, lanzó
una tesis de que el arte es intuición. Vangjush Tushi estaba muy sorprendido y
preocupado de saber que esta tesis era del filósofo italiano burgués Benedeto
Croche. Todi amenazó y tomó represalias contra quienes se opusieron. (...) El
liberalismo en el campo ideo-artístico ha llevado al liberalismo
organizacional, alimentó el individualismo y allanó el camino para las
corrientes revisionistas burguesas extranjeras. En este sentido, se mencionó la
influencia negativa ejercida por la literatura extranjera y kosovar, de los
artículos críticos del escritor kosovar Rexhep Qosja, pero también de algunos
escritos de nuestros poetas y críticos. Agim Isaku, un graduado de Bilisht, un
poeta talentoso que se ha quedado atrás de las corrientes idealistas, en su
autocrítica en la reunión dijo sinceramente que estaba influenciado por los
poemas de Fatos Arap y Moikom Zeqo, así como los del poeta francés Jacques

591
Prever. los poetas españoles Garsia Lorca y los poetas kosovares. El
simbolismo y el hermetismo en la poesía fueron especialmente criticados en los
poetas Agim Isaku, Petraq Kita, etc., un formalismo y desapego de la realidad
que provocó escritos retrospectivos». (Behar Shtylla; Informe, 31 de mayo de
1973)

Ciertamente que muchos de los poetas albaneses tomaran el simbolismo o el


surrealismo experimental de Garcia Lorca en vez de sus escritos de crítica social,
indican claramente la desorientación que arrastraban.

Por eso, efectivamente, la actitud entre los dirigentes comunistas de clara


indiferencia hacia tendencias sumamente nocivas como: separar el arte y la
lucha de clases, el individualismo, el culto a la personalidad y el desprecio tanto
al partido como a la creación política de las masas, eran preocupantes y debían
ser sancionadas.

Pero esta no fue la única vez que Ramiz Alia se vio envuelto en acusaciones de
liberalismo. En otra ocasión Enver Hoxha comentó:

«El camarada Ramiz, vino a mi oficina hace dos días, con algunas cartas en la
mano. Me dijo: «Tengo un poema de Ismail Kadare, que me lo enviaron los
amigos de la Liga de Escritores y Artistas, Dritëro Agolli. (...) Es un poema
muy fuerte y bueno. Léelo». Esto es lo que Ramiz me contó sobre el poema de
Ismail Kadare. (...) Después de terminar los primeros cuatro versos, que ha
resumido en la parte primera del poema, le digo a Ramiz: «¿Cómo que es
bueno este poema? ¡Esto es contrario a la línea del partido! Esto expresa lo
contrario del análisis hecho por el Partido, de la gran realidad del asedio
capitalista-revisionista y del peligro inminente de una agresión externa contra
nuestro país». (...) A continuación, este poeta burgués ataca a toda la
construcción del socialismo en nuestro país, todas las directivas del partido,
toda la estructura y la superestructura política y llama a todo lo nuestro un
gran farol destinado a cubrir la «decadencia y la burocracia». (…) Sentencia a
Enver como «el único salvador». No hay personas, clases o partido para
Ismail Kadare. Todos son pésimos, solo «Enver Hoxha permanece y sacude a
los enemigos». Así es como Kadare tratar de enmascarar su trabajo hostil. (…)
Debemos ayudar a los escritores y poetas con todas las personas de la cultura
en resumidas cuentas, pero no olvidemos que aparte de las cosas buenas las
malas hierbas pueden surgir entre ellos. (…) Ismail Kadare está lejos de esa
situación, pero si se lo deja sin educación y sin corrección, puede deslizarse en
este camino. Ismail Kadare ha hecho cosas buenas y debería continuar en este
ciclo. Este poema puede ser un «accidente» pero por eso se debe dejar de
corregir este accidente que debería ser ayudado en el camino del partido y no
en el caminos oportunista y liberal. Señalamos sus cosas buenas y así lo hemos
hecho, pero también señalamos las cosas no buenas para ser educadas y
siempre vamos directos al grano. (...) Este poema es sucio, antipartido,
reaccionario, e hicieron bien en detenerlo. Me permití decirle a Ramiz, que no
era normal que pensara tan superficialmente y que no mirase al interior, a su
filosofía, que se dejase atrapar por estas «figuras» y su falso orgullo hacia
Enver Hoxha. Esto que le digo a Ramiz muestra una simpatía enferma de su
parte por estas personas enfermas. ¡Cuidado con estas tendencias! Le insté a
que hiciese un análisis en profundidad, ¿por qué miró este tema tan fácilmente

592
y vino a mí «entusiasmado con este poema»? ¿Qué pasa si no digo todo esto y
confío en su juicio? (...) Tú debes y tienes la fuerza para luchar puntos de vista
liberales que aparecen de vez en cuando en usted». (Enver Hoxha; Diario, 20
de octubre de 1975)

Ramiz Alia sabía de sobra las debilidades de Kadare, puesto que no era la
primera vez que se habían recibido quejas por sus tendencias liberales. En un
informe secreto precisamente dirigido hacia Ramiz Alia, se le informaba que:

«La novela «Boda» merece su crédito, fue injustamente alabada y elevado por
los cielos. (...) Un joven escritor en Laç dice: «El túnel» de Dhimitër Xhuvani
no es peor que «Boda» de Ismail Kadare, puesto que esta es 100 veces más
sucio que «El túnel». (...) Otro escritor dice: «Este trabajo puede ser cualquier
cosa menos socialista»...(...) Incluso la novela «El general del ejército muerto»,
continúa otro, es completamente revisionista. Entre los escritores hay
comentarios de que en las obras de Kadare como «El general del ejército
muerto», «Monstruo» o «Boda», no tienen contenido comunista sólido, que
con el pretexto del nuevo espíritu, él trae ideas revisionistas a la literatura,
pero esto es apoyado como estupendo y nadie se atreve a criticarlo». (Kadri
Hazbiu; Asunto: Sobre comentarios hostiles y lemas del elemento enemigo; Al
Secretario del Comité Central del PTA, Ramiz Alia, 4 de abril de 1968)

Ramiz Alia después de pasar el mal trago tras los sucesos de 1973 y superar
también la reprimenda de 1975, acabaría retomando poco a poco la confianza
del partido en general. La cuestión aquí es por qué siguió manteniendo puestos
de importancia con estos comportamientos de parsimonia y colaboración con
los liberales.

Según cuentan varios testigos y expertos en las purgas albanesas, si algo


caracterizó a Ramiz Alia, fue el mantener una táctica de complacer tanto a
Enver Hoxha como a muchos otros dirigentes del partido con fingidas disculpas
y autocríticas, incluso puede que Alia pensase de verdad que debía cambiar y
mejorar, pero esto es indiferente para nosotros, viendo sus disposiciones
futuras.

El médico Isuf Kalo diría:

«Enver siempre estuvo convencido de que Ramiz, incluso cuando se


equivocaba, lo hacía sin malicia, pero no como traición. Esto se debe a que de
alguna manera lo había criado como su hermano menor, manteniéndolo «bajo
su ala» dentro del Comité Central, pero también porque tanto física como
conductualmente, el temperamento y el carácter de Ramizi eran delicados. No
tenía la masa conspirativa del traidor. Carecía de las cualidades esenciales
necesarias para la traición: valentía, energía y determinación. Ningún traidor
puede lograr sus objetivos sin ellos. (...) Enver había creído en su
inquebrantable lealtad. Pero incluso los «infalibles» están equivocados. La
vida ha demostrado que el engaño puede convertirse en una cápsula fuerte e
impenetrable para ocultar sentimientos y rasgos desconocidos. Ramiz Alia
testificó que la lealtad sincera y la «lealtad forzada» no eran lo mismo. (...) La
inacción en la «cordialidad» fue una ventaja para su supervivencia política.
Fue uno de los factores de ahorro que influyó en su longevidad inusual en la

593
élite del liderazgo albanés, que en ese momento era un campo minado con la
desconfianza. (...) Extremadamente cuidadoso en las frases, sin parpadear en
el significado e igualmente vacilante en la acción. Su acción favorita fue la
moderación, la «inacción», la espera, dejar la iniciativa y la responsabilidad a
los demás». (Gazeztaexpress; La historia de Isuf Kalos sobre el XI° Festival
ART y cómo Ramiz Alia escapó de la prisión, 28 de julio de 2019)

Algún lector dirá, ¿pero qué responsabilidad tuvo Enver Hoxha en todo este
proceso de paulatina degeneración de la línea política del régimen? Esto es una
duda justa.

Existen a nuestro parecer tres posibilidades, en orden de posibilidad.

a) Hoxha y otros se alertaron del camino que estaba tomando el partido en


ciertas cuestiones y tomó medidas.

Pese a las nuevas iniciativas comerciales y diplomáticas de Albania, la CIA no


veía cambios significativos en el sistema interno ni externo. Tampoco
descartaba que la profundización de la línea que parecía abanderar Alia en las
iniciativas internacionales, fuese parada en seco por el propio Hoxha:

«Tirana diferencia entre tratos de comercio y compromisos políticos, y


creemos que esta nueva apertura no tiene signos de ninguna relajación en el
sistema stalinista albanés. (...) Alia ha apilado su prestigio sobre las nuevas
iniciativa política extranjera. Su disponibilidad de embarcarse en ella indica
que se siente seguro de que sus rivales son demasiado débiles para
contrarrestar esta dramática política de apertura. El gran peligro, bajo
nuestro punto de vista, radica en la posibilidad que Enver Hoxha, quien
emulando a Stalin incluye una tendencia hacia la destrucción de aquellos
cercanos a él, empiece a ver a Alia como una amenaza y lo elimine». (Agencia
Central de Inteligencia; Albania: Nuevas aperturas en la política exterior, 27
de octubre de 1983)

En ese mismo año se puede detectar un intento de reconciliación con el


revisionismo como se vio en la publicación de la Agencia Telegráfica Albanesa
(ATA), donde se intentaba embellecer al régimen rumano como antiimperialista
y en defensa de su soberanía nacional:

«La liberación del país [1945], creó condiciones favorables para el pueblo
rumano, abrió ante ellos nuevas perspectivas para un desarrollo
independiente del país, para las transformaciones políticas, económicas y
sociales. Después de la liberación del país también, tuvieron que hacer frente a
los planes y la actividad de los enemigos internos y externos, los complots que
tramaron para despojar a los pueblos de su libertad. (...) Los anteriores
regímenes antipopulares habían hecho de Rumanía un país donde prevalecía
la opresión y la explotación de las masas trabajadoras, aunque el país era rico
en materias primas y tierras fértiles. La economía del país dependía del
capital extranjero, lo que aseguraba grandes ganancias. La liberación del país
creó condiciones favorables para el pueblo rumano, para el desarrollo y la
prosperidad del país. Se pusieron a trabajar de manera constructiva para

594
liquidar las secuelas del pasado y desarrollar y fortalecer la economía y la
cultura nacional». (Agencia Telegráfica de Albania, 21-23 de agosto de 1983)

Esto era una opinión oportunista totalmente contraria a la que siempre había
mantenido el PTA sobre el régimen rumano.

El propio Hoxha reclamó en varias ocasiones a los chinos por ignorar el


revisionismo de Dej y luego Ceaușescu:

«Mientras la resolución del Kominform estuvo en vigor y Stalin vivió, Dej se


mostraba un furibundo antititoista. Pero cuando los traidores revisionistas
con Jruschov a la cabeza usurparon el poder en sus propios países y
cometieron todas las traiciones que ya conocemos, entre otras hacer la corte a
Tito, Dej fue uno de los primeros que cambió de casaca, que cambió de color
como el camaleón. Todo lo que antes había sostenido lo borró de un plumazo,
se autocrítico públicamente y al final marchó a Brijuni para pedir
públicamente perdón a Tito. Así, Dej recobró su verdadero molde, tal era en
realidad, el de un oportunista con muchas banderas». (Enver Hoxha; Los
jruschovistas, Memorias; 1980)

«Los rumanos no basan la lucha contra el renegado grupo de Jruschov en el


marxismo-leninismo, sino únicamente en antagonismos económicos o en
algunas consideraciones nacional-chovinistas». (Enver Hoxha; Los chinos
están cometiendo errores de bulto e inadmisibles; Reflexiones sobre China,
Tomo I, 4 de septiembre de 1964)

«En caso de que haya una brizna de antisovietismo en Ceaușescu, ello se debe
a que es un aventurero de tipo jruschovista, titoista, etc., que ha ocupado una
posición de proxeneta, e incluso es muy probable que a sabiendas de los
soviéticos y con su ayuda, y el proxeneta vive sin ser importunado por ellos.
Vive con el dinero de los Estados Unidos de América, de la República Federal
Alemana y de todos aquellos que le pagan. El régimen de Ceaușescu es un
régimen de corrupción, de bancarrota, de dictadura personal y familiar. ¡Qué
vergüenza para los chinos la de calificar de marxista-leninista a tal partido y
de considerar a un aventurero como Ceaușescu de «gran político»!». (Enver
Hoxha; Rumanía y China siguen la misma línea; Reflexiones sobre China,
Tomo II, 30 de septiembre de 1975)

Tras la publicación de la ATA de 1983 que distorsionaba la esencia del régimen


rumano, ese mismo mes Hoxha pondría en duda el papel honesto de Ceaușescu
en las conversaciones palestino-israelíes:

«Es desde hace tiempo conocido el papel de intermediario que ha asumido


Ceaușescu en las relaciones no sólo entre China y los Estados Unidos de
América, sino también entre otros países. El mismo papel ha jugado también,
y en momentos muy difíciles, entre Israel y algunos gobiernos árabes. (…) Sin
duda alguna, Ceaușescu ha asumido este papel y se esforzará por realizarlo
pues, al igual que todas las mediaciones que ha efectuado hasta ahora,
también ésta puede reportarle algún beneficio económico. Yo pienso, no
obstante, que en estos momentos y circunstancias, la mayor ayuda que intenta
prestar a Israel es rebajar en alguna medida la indignación de la opinión

595
pública internacional ante la política criminal, antiárabe y antipalestina de
Tel Aviv. No es la primera vez que Ceaușescu sale en defensa de Israel y
mantiene frecuentes y cordiales conversaciones con los cabecillas de Tel Aviv.
Después de Washington, la capital que los gobernantes israelíes visitan con
mayor frecuencia es Bucarest. Viajan también allí los cabecillas de algunos
países árabes. Lo que es de lamentar es que tanto Arafat como algún otro
dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina depositen
ilusiones en estos encuentros». (Enver Hoxha; Ceaușescu, los árabes e Israel;
Reflexiones sobre Oriente Medio, 17 de agosto de 1983)

Asimismo si miramos los archivos de la CIA y de la prensa burguesa en general,


hubo grandes especulaciones sobre si Albania, con el restablecimiento y
ampliación de las relaciones comerciales con ciertos países como China,
Alemania o Francia, se suavizaría la lucha ideológica como se hicieron eco
algunos medios externos, pero fue algo que Enver y otros no consintieron
durante 1983-1985, como demuestran las últimas publicaciones albanesas de
aquel entonces. En los últimos artículos de Enver Hoxha se deja claro que no
habrá una reconciliación ideológica con dichos países imperialistas y
socialimperialistas. Véase «Reflexiones sobre Medio Oriente; Extractos del
diario político (1959-1983)» de 1984 o «Las superpotencias; Extractos del diario
político (1959-1984)» publicado póstumamente en 1986.

Tengamos presente algo no anecdótico como es el hecho de que el tomo V de las


Obras Escogidas de Enver Hoxha, que contiene alguna de sus obras más
famosas entre 1976 y 1980, se eluden partes que luego serían muy
comprometedoras para la propia política albanesa. Como hemos visto antes,
muchas de estas obras fueron retocadas para eludir puntos que ahora podían
romper la nueva política, como por ejemplo el acercamiento a la Alemania
Occidental de Strauss.

Del mismo modo en el Tomo VI de Obras Escogidas de Enver Hoxha, que


abarcan de 1980 a 1984, fueron recopiladas a su muerte por Ramiz Alía y afines,
por lo que finalmente fueron publicadas en 1987. Aquí en cuanto al material
contenido, se le puede considerar como el tomo más tibio en lo relativo a la
lucha ideológica contra el revisionismo interno y externo, hablamos en términos
tanto en cantidad como calidad, incluso parece que los discursos y artículos
seleccionados fueron elegidos para evitar ciertos temas de importancia de aquel
entonces como las crecientes desavenencias entre los partidos marxista-
leninistas.

Las obras completas de Enver Hoxha en albanés cubren hasta 1979 lo que
resulta sospechoso, y después de su muerte se negaron a seguir recopilando sus
obras. Esto recuerda exactamente a lo sucedido con las últimas obras de Stalin,
que a su muerte no se siguieron recopilando, aunque desde hace años han ido
saliendo documentos oficiales y no oficiales, documentos que han significado de
enorme importancia en lo relacionado a la lucha contra el revisionismo
temprano de la URSS y otros revisionismos todavía no desenmascarados en
aquel entonces como el maoísmo, pero también revelaron muchos de los errores
de los propios dirigentes soviéticos. Si tenemos esto en cuenta esto, nos hace
suponer que se ha perdido una gran cantidad de documentos que contenían el
pensamiento político de Enver Hoxha, lo que aclararía muchas dudas.

596
La falta de documentación directa es una ardua tarea que normalmente el
historiador comunista suele afrontar, sumado al hecho de encontrarse con que
los pocos documentos existentes sobre los temas a estudiar están barnizados por
un claro sesgo anticomunista, cuando no manipulados. Por lo que hay que tener
una precisión de cirujano antes de emitir cualquier conclusión final si no hay
documentación adecuada.

En octubre de 1983 se celebró una conferencia sobre el pensamiento teórico del


PTA y de Hoxha. Era un claro homenaje al veterano dirigente sobre el cual
pesaban rumores sobre su delicado estado de salud, algo que se veía alimentado
por sus escasas apariciones públicas.

Soflokli Lazri, publicó un artículo: «La lucha del PTA y el camarada Enver
Hoxha contra el revisionismo moderno». En él se analizaba el valor de la lucha
antirrevisionista del PTA y las consecuencias para los países que siguieron el
camino revisionista. En concreto se señalaba que los regímenes como Rumanía
que habían adoptado el jruschovismo, no solo habían restaurado el capitalismo,
sino que además sufrían una dependencia del socialimperialismo soviético y el
capitalismo mundial:

«La traición jruschovista liquidó la dictadura del proletariado que había


surgido de la Revolución de Octubre y que fue construida con tantos esfuerzos
y sacrificios. Las nuevas reformas económicas destruyeron todas las
estructuras socialistas anteriores. La ganancia se convirtió en el principal
objetivo de la producción, y la explotación de la clase trabajadora fue su base.
La economía soviética se integró en el sistema económico del capitalismo
mundial. El gran chovinismo ruso, elevado a ideología dominante, destruyó el
trabajo de Lenin y Stalin hasta sus cimientos, la política exterior de la política
neocolonialista que se basa en la fuerza del capital y las armas. La situación de
los antiguos países socialistas de Europa del Este que se sometieron a Jruschov
o lo siguieron es verdaderamente miserable. Durante cierto tiempo se podría
decir de ellos que tenían una soberanía limitada, pero ahora no disfrutan de
ninguna soberanía en absoluto. En la actualidad, solo puede hablarse de un
dominio soviético completo y completo en estos países». (Albania Hoy; Nº6,
1983)

También Skorat Plaka en su artículo: «La política exterior del PTA y nuestro
Estado socialista; una política independiente y de principios», recordaría los
principios que debían regir las relaciones internacionales fuera de distorsiones
oportunistas:

«En cuanto a las relaciones de los países socialistas con los países capitalistas,
nuestro partido cumple atentamente las ideas de Lenin y Stalin sobre la
coexistencia pacífica entre ellos. Las ha defendido, adaptado, desarrollado y
concretado aún más en una lucha irreconciliable contra los puntos de vista
revisionistas. La política de coexistencia pacífica no abarca todo el contenido
de la política exterior de un país socialista y no constituye su principio
fundamental, como los revisionistas jruschovistas dan a entender, especulando
con el eslogan de coexistencia pacífica para justificar su colaboración con las
potencias imperialistas. (...) La política exterior de los países socialistas tiene

597
en el internacionalismo proletario su principio fundamental e incluye, entre
sus aspectos principales, la colaboración y la ayuda mutua entre los países
socialistas, el apoyo a las luchas de liberación revolucionaria de otros países,
la coexistencia pacífica con países de diferentes sistemas sociales, la lucha
contra la política imperialista de guerra y agresión. El partido y el camarada
Enver Hoxha aplastaron, en el plano ideológico, el concepto reaccionario de
los revisionistas jruschovistas sobre la coexistencia pacífica y lo
desenmascararon como un esfuerzo para poner a los países del antiguo campo
socialista y el movimiento internacional comunista y obrero en el camino del
oportunismo y la traición. El camarada Enver Hoxha ha dicho: «Los pueblos y
revolucionarios están por la coexistencia pacífica proclamada por Lenin, que
nunca puede extenderse a la esfera de la ideología, la lucha de clases, la
revolución y las luchas de liberación». (Enver Hoxha; Discursos, 1969-1970)
Nuestro partido y el estado socialista construyen sus relaciones con Estados de
un sistema social diferente sobre la base de la convivencia pacífica, pero se
atienen a la opinión de que esto no se puede lograr rogándole a los
imperialistas, o haciendo concesiones de principios políticos e ideológicos. (...)
Es mérito de nuestro partido y el camarada Enver Hoxha el exponer y
derrotar la teoría de los tres mundos, de los revisionistas chinos, una teoría
que exige la renuncia de la revolución, de la lucha contra los regímenes
reaccionarios y la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo, y que
aboga por la alianza del pueblo trabajador con su burguesía así como la
alianza de los pueblos oprimidos con sus opresores. (...) Está en orden con
nuestros principios que la explotación de las contradicciones entre los
enemigos debe servir al soporte y fortalecimiento del movimiento de liberación
y revolucionario y no a su debilitamiento y debilitamiento, que debe conducir
al despertar activo de las fuerzas revolucionarias, especialmente contra los
principales enemigos, y no a los compromisos traicioneros y sin principios con
ellos». (Albania Hoy; Nº6, 1983)

Por último, Jorgji Sota en su artículo: «La dictadura del proletariado y la lucha
de clases en Albania», advertía que la presión del cerco imperialista-revisionista
trataba en todo momento de inocular el liberalismo y la reconciliación
ideológica con el enemigo, y que de lograrse, las consecuencias eran bien
sabidas:

«El enemigo externo y la influencia del mundo imperialista-revisionista que


nos rodea no debe infravalorarse tampoco. Este es el gran mérito del partido y
del camarada Enver Hoxha los cuales han realizado un gran y persistente
trabajo para lograr la correcta compresión del cerco imperialista-revisionista,
considerándolo como real, hostil y creativo, el cual amenaza con ejercer una
constante y multifacética presión contra nuestro país. En particular, el partido
ha señalado la amenaza de la presión ideológica como un medio directo para
la contrarrevolución pacífica. La esencia de esta agresión, como la define el
camarada Enver Hoxha, es la incitación del liberalismo a lo largo de la línea
del partido, que sería la máxima expresión de oportunismo político e
ideológico que, a través de la renuncia de la lucha de clases y su
reemplazamiento por la coexistencia pacífica y la ideología hostil, tiene como
objetivo principal lograr la degeneración del partido, el Estado y de todo el
orden socialista». (Albania Hoy; Nº6, 1983)

598
Estas publicaciones no parecen casuales, sino un evidente contraataque al
artículo liberal de la ATA sobre Rumanía de agosto de 1983. Esto no era la
primera vez que pasaba, en 1976 por ejemplo se expulsó a varios periodistas de
la ATA, entre ellos su director Fiqiri Vogli por algunas de las siguientes razones:

«Ha habido una sofocación de críticas en la organización. (...) Se ha tratado de


imponer sus puntos de vista sobre la organización, lo que ha convertido en la
causa de la ruptura de la unidad en la organización y en el colectivo. (...) Ha
habido una falta de vigilancia con respecto al uso de la prensa extranjera. Al
no trabajar lo suficiente hacia la educación política e ideológica del cuadro
para aclararles las orientaciones del Partido y los criterios básicos para usar
la literatura de agencias de prensa burguesas-revisionistas extranjeras para el
diseño de nuestras noticias y para la contrapropaganda, y no han ejercido un
control estricto y continuo sobre esto, por lo que se han producido copias de las
noticias de las agencias revisionistas y la prensa revisionista soviética, como
de la revista «Krasnaja Zvezda» y otros». (Información sobre la situación en
la Agencia Telegráfica de Albania de Albania, 22 de enero de 1976)

La desviación que pretendía reconciliarse en 1983 con el revisionismo rumano


fue neutralizada. Al menos hasta la muerte de Hoxha de 1985, porque después
bajo mandato completo de Ramiz Alia empezaría hablar de forma similar a
como lo había hecho liberalmente la ATA en 1976 y 1983, pero eso lo veremos
más adelante.

Hubo así mismo otros artículos durante varios años donde se criticaban directa
o directamente al régimen rumano por su falsa política antiimperialista y
revisionista. Véase por ejemplo las obras:

–Hasan Banja y Lulëzim Hana; La degeneración del Consejo de AyudaMutua


Económica en una organización capitalista, 1986.

–Lulzim Hana; La deuda externa y los créditosimperialistas, poderosos


eslabones de la cadena neocolonialista que esclaviza alos pueblos, 1988.

También puede verse en una serie de artículos que van en contra de la política
interna y externa de Ramiz Alia y sus intentos de reconciliación con los países
revisionistas. Véase las obras:

–Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el


lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1983.

–Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la


orientación socialista, 1984.

–Agim Popa y Vangjel Mosiu; Acerca de algunos problemas actuales de la lucha


del PTA contra el revisionismo moderno, 1984.

–Llambro Filo; La «vía no capitalista de desarrollo» y la «orientación


socialista», «teorías» que sabotean la revolución y abren las vías a la expansión
neocolonialista, 1985

599
–Vangjel Mosiu; El camarada Enver Hoxha, resuelto oponente del revisionismo
moderno, 1985.

A decir verdad se pueden encontrar artículos revolucionarios e incluso


contrarios a la línea oficial hasta 1989 aproximadamente. Pero no fue suficiente
para frenar el ascenso del revisionismo de Ramiz Alia, que era la línea oficial.

Esto también demuestra que los cuadros albaneses del partido teniendo este
precioso legado teórico-práctico descuidaron las advertencias de Enver Hoxha y
el PTA de años anteriores sobre la degeneración en la línea revolucionaria y el
consiguiente peligro de restauración capitalista que eso suponía; ello ocurrió
bien porque algunos creyeron estar ya inmunizados ante el peligro del
revisionismo, o bien porque jamás llegaron a comprender y aplicar la
advertencia. En cualquier caso imperdonable.

b) Quizás Enver Hoxha fuese impedido por las condiciones de salud para
enterarse o llevar a cabo una lucha ideológica totalmente efectiva contra los
elementos regresivos.

Enver Hoxha encadenó un ataque cardíaco en 1973 que redujo sus


intervenciones políticas, en 1980 se le diagnosticó diabetes y solía ir en sillas de
ruedas, e incluso el famoso discurso al VIIIº Congreso de 1981 fue grabado
porque no podía hablar según cuenta varios testimonios como el del propio Raúl
Marco en sus memorias de 2018. A partir de 1983 las intervenciones de Hoxha
en la vida pública son nulas se consulte la fuente que se consulte. Entre tanto
Ramiz Alia y su camarilla empezó a hacerse con cada vez más poder, de eso no
cabe duda como ya registraba la CIA:

«La apertura diplomática de Albania coincide con el rápido alzamiento de


Ramiz Alia, miembro del Politburó y el Secretariado y jefe de la Asamblea
Popular. Alia hoy hace más discursos autoritarios en los discursos y
apariciones públicas que los que Hoxha hacía. (…) El nuevo activismo de
Albania coincide con las más corrientes apariciones públicas de Ramiz Alia y
los pronunciamientos de autoridad sobre política exterior y políticas
domésticas. Él ha visitado virtualmente cada provincia del país este año, y es
listado regularmente como el segundo, solamente por detrás de Hoxha en
importancia durante las ocasiones oficiales». (Agencia Central de
Inteligencia; Albania: Nuevas aperturas en la política exterior, 27 de octubre
de 1983)

Ciertamente Ramiz Alia fue nombrado Presidente de la Asamblea Popular en


1982-1991, el que sería su mano derecha en cuestiones de reformas económicas:
Adil Çarçani, lograría el puesto de Primer Ministro en 1981-1991. Otro elemento
clave en la política exterior: Raiz Malile, adquirió el puesto de Ministro de
Relaciones Exteriores desde 1982 a 1991.

Es muy posible que Enver Hoxha y otros cuadros considerasen que las
declaraciones liberales como el artículo de la ATA sobre Rumanía eran errores
puntuales que debían subsanarse pero que no tenían más transcendencia,

600
subestimando su trasfondo que posiblemente era solo una manifestación de lo
que muchos pensaban.

Durante el cruce de epítetos contradictorios a favor y en contra en diversos


temas, puede que al contar con el aislamiento o desconocimiento de Enver
Hoxha sobre muchas de las políticas que se iban adoptando, no hubo una lucha
ideológica clara y organizada desde el núcleo sano del partido, que no sabiendo
si podía contar con Hoxha por razones de salud o por propio convencimiento
político, naufragaba. Esta sería la razón por la que al inicio de las primeras
políticas heterodoxas de Ramiz Alia, no se llegase a plantear seriamente
derrocar su dirección, ni antes ni después de la muerte de Enver Hoxha.
Téngase en cuenta que muchos de estos cuadros estuvieron acostumbrados a
que Enver Hoxha encabezase las luchas ideológicas. Tras la muerte también de
otros cuadros veteranos e importantes como Gogo Nushi o Hysni Kapo, se
puede suponer que el resto no tuvieran suficiente experiencia ni coraje para
enfrentar una situación así. Muy seguramente la facción de Ramiz Alia
aprovechó en 1983 el estado de retiro por motivos de salud para presentarse
ante las masas con la imagen de que toda su política contaba con la aprobación
de Enver Hoxha, como sello de prestigio para ir hegemonizando rápidamente
los puestos en el partido y controlar la política interna y externa. De ahí que
después de su muerte siguiesen durante años representándose como sus
continuadores para crear dudas entre los que vacilaban. También es bastante
probable que durante un tiempo se aprovechasen de las posturas
revolucionarias de algunos elementos cándidos para buscar cierta paz interna y
aparentar cierta normalidad revolucionaria durante los primeros años.

c) Pese a su gran labor revolucionaria, no cabe descartar que Enver Hoxha al


final de su vida degenerase por las razones que fuesen.

Recordemos que la dialéctica incide en todas las personas sin excepción. Es


posible que Enver Hoxha pensase que había que ser más pragmático para salir
de la encrucijada en que se encontraba Albania, y que la postura de elementos
como Ramiz Alia era la más acertada, o incluso puede que algunas de las
iniciativas partiesen de él mismo. En un informe de la CIA se especula con esta
posibilidad:

«Aunque las declaraciones de Enver Hoxha implica que él apoya a los


seguidores de Ramiz Alia como su sucesor, Hoxha se mantiene eliminado de
los debates políticos y así mantiene el camino libre sobre Alia y los más
cercanos a él». (Agencia Central de Inteligencia; Albania: Nuevas aperturas
en la política exterior, 27 de octubre de 1983)

Esto, de ser cierto, sería una gran mancha que no tacharía su obra
revolucionaria previa, que es la que desde luego todo revolucionario debe
reivindicar. Pero como dijimos no podemos confirmarlo sin investigar más en
profundidad y con la poca documentación que hemos obtenido, aunque el lector
no negará el largo trabajo de investigación que estamos mostrando sobre el
tema. Lo que es innegable, es que la Albania de los últimos años de Enver
Hoxha, había perdido el pulso revolucionario que antaño le caracterizaba.

601
Fuese como fuese, en cuanto a las razones de este giro en la política albanesa,
más hubiera valido a la dirección del PCE (m-l) atender a los discursos que el PC
(m-l) de EEUU traía en sus medios sobre el PTA y leer las conclusiones y
pronósticos que hacía sobre la deriva derechista que iba adoptando en vez que
mirar hacia otro lado como si nada ocurriese. Mejor hubiera sido analizar
críticamente dichos textos para extraer sus propias conclusiones, en vez de
tacharlos sin más de «sectarios y provocadores», ya que en algunas cuestiones
coincidían perfectamente con el grupo estadounidense a la hora de desconfiar o
criticar al PTA en su pérdida de interés en los acontecimientos y reuniones entre
partidos marxista-leninistas, o en las posturas sobre los acontecimientos
internacionales –como Argentina, Vietnam o Irán–. Pero extrañamente el PCE
(m-l) se limitaría en años siguientes a evitar la polémica contra el PTA, rechazó
igualmente al PC (m-l) de EEUU como simples provocadores –y no como unos
elementos que tenían granes limitaciones pero que al menos tenían la valentía
de plantear investigaciones, dudas y críticas a diferencia de los seguidistas de la
mayoría de partidos–.

Esta postura ambivalente del PCE (m-l) cada vez fue más ridícula, porque a la
vez que el partido publicaba artículos y se posicionaban contra el PTA en
múltiples temas de interés internacional como la Guerra de las Malvinas, la
cuestión vietnamita, la denuncia de las ejecuciones de revolucionarios y
marxista-leninistas en Irán y Turquía, o la cuestión de las reuniones entre
partidos marxista-leninistas, a la vez se negaban a denunciar públicamente
dichas divergencias. El PCE (m-l) demostró una vez más que no estaba a la
altura de las circunstancias, que no tenía nivel ideológico como afrontar los
diversos obstáculos que salían al paso. Acabó ahogado en un mar de
contradicciones, con muchos falsos aliados, pero sin aliados reales en los que
apoyarse y con los que intercambiar impresiones de valor.

Las primeras reformas de Ramiz Alia y sus consecuencias

Como acabamos de ver, y como hemos repetido una y otra vez, la degeneración
en la política interna influye y redunda en la línea de la política externa y
viceversa. Esto no puede ser de otra forma.

En el IXº Congreso del PTA de 1986, Ramiz Alia y sus allegados para asegurar
su nueva posición trataron de reproducir los lineamientos de Enver Hoxha y el
PTA de años anteriores. Se hablaba de lucha contra el burocratismo, el
intelectualismo, el sectarismo y el liberalismo, de crítica y autocrítica, de
formación ideológica de los cuadros, de disciplina laboral pero también de
control desde abajo y rendición de cuentas de los superiores ante sus
subordinados, de lucha contra el revisionismo y el imperialismo, etc.

Aunque también, como hemos visto y veremos luego, este congreso mostraba
varias debilidades e incluso comentarios claramente oportunistas, pese a que en
muchísimas cuestiones todavía se mantenía, al menos de palabra, dentro de la
línea revolucionaria de lo que había sido el PTA en su mejor expresión. Esto
permitió engañar a muchos durante un tiempo. Por hacer una comparativa con
1990, en este congreso de 1986 Ramiz Alia no avanzó todavía con temas como:
la valoración negativa del legado de Stalin y Hoxha, la petición de créditos a los
organismos occidentales como el FMI, la descolectivización, la distensión

602
ideológica con las superpotencias, el pluralismo de partidos, hablar de la
necesidad de una economía descentralizada y autogestionada, la rentabilidad
como principio rector de las empresas, la preeminencia en la composición social
del partido de intelectuales... cuestiones que solamente fueron enunciadas
después del congreso, y algunas de ellas solamente en el Pleno de diciembre de
1990 o el Xº Congreso del PTA de 1991. Durante estos años intermedios o bien
se había cumplido con los axiomas básicos del marxismo-leninismo o se habían
enunciado en la teoría para contentar a la gente pero eran pisoteados en la
práctica. Esto explica la dificultad para detectar la esencia de la línea de Ramiz
Alia para muchos de los marxista-leninistas albaneses y revolucionarios del
extranjero, aunque ni mucho menos justifica que no supiesen reaccionar desde
los primeros síntomas teniendo, como ya hemos señalado, tantos análisis y
reflexiones sobre los procesos de restauración capitalista en otros países y
viendo más que de sobra, manifestaciones más que preocupantes en la línea del
gobierno albanés desde años anteriores. Es claro que si se hubiera prestado
atención, tanto los marxista-leninistas albaneses como del resto del mundo
podrían haberse anticipado al desastre final que acontecería después.

Para 1988, a través de un topo de la CIA en Albania, se reportó como en el


ámbito del partido Ramiz Alia se había impuesto sin discusión en la cúpula.
Para ello trató de promocionar a sus compinches y llegó a practicar un
nepotismo descarado. En los informes era visto como un Gorbachov a la
albanesa por su carácter ultraliberal:

«NY T-1 es un escolar albanés extremadamente experto sobre la materia


albanesa. NY T-1 tiene un conocimiento de primera mano sobre los líderes
políticos albaneses, incluido Ramiz. Alia, con quien NY T-1 asistió a la escuela
en Albania en numerosas ocasiones en el pasado, NY T-1 proporcionó
información confiable al Buró Federal de Investigaciones. (...) Además de
cambiar el personal de nivel superior, Ramis Alia ha estado trayendo a
personas jóvenes, mejor educadas de arriba a abajo, quienes deben sus
posiciones y lealtad a él. (...) Después de asumir el poder, Ramiz Alia también
elevó a su ex cuñado, Reiss Malile, a la poderosa posición de Ministro de
Relaciones Exteriores. Ha habido resistencia a esto entre los miembros
mayores del partido que son fieles a Hoxha, pero están en declive. NY T-1
predice en unos tres a cinco años que estos viejos revestimientos serán
barridos a un lado. Alia fue comparado con una figura de tipo Gorbachov».
(CIA; Consolidación del poder por el Primer Secretario Ramiz Alia y el
consecuente establecimiento de relaciones diplomáticas con las naciones del
Oeste, 11 de marzo de 1988)

Los informes eran bastante acertados, en torno a 1990 Ramiz Alia realizaría su
última purga de importancia expulsando a los elementos que se oponían a su
política, y condujo al colapso total del sistema. El informe también reporta una
supuesta oposición de Nexhmije Hoxha y allegados hacia Alia, pero esto parece
dudoso, ya que incluso después de los eventos de 1990, ella apoyó a Alia como
se verá luego.

La cuestión de la formación ideológica siempre fue una cuestión de peso:

«Para trabajar se exige cultura, saber, competencia y conocimientos

603
científicos. A menudo repetimos que nos vemos en el deber de marchar por
caminos inexplorados, que estamos obligados a investigar y crear. Pero eso no
se puede lograr sin conocer profundamente la teoría marxista-leninista y sin
estudiar y generalizar científicamente la práctica revolucionaria de los
comunistas y las masas trabajadoras. Actualmente los problemas de la
producción, de la organización del trabajo, de la instrucción y la cultura, de la
ciencia y la defensa, no pueden ser resueltos de forma justa y con éxito sin
estudios serios. Es necesario efectuar también tales estudios sobre el propio
trabajo de dirección, organización y educación del Partido. Los estudios y las
generalizaciones amplían el horizonte, abren claras perspectivas a las
organizaciones del Partido, a los comunistas y trabajadores, ayudan a
combatir las manifestaciones de rutina, de formalismo y superficialidad, crear
sólidas convicciones y definir correctamente las medidas y los caminos para
realizar las tareas actuales y de perspectiva. Los órganos y las organizaciones
del Partido deben utilizar mejor el pensamiento cualificado de los especialistas,
de los activistas y de las demás personas competentes, que el Partido ha
preparado en todos los sectores. Se exige de ellos que apoyen y alienten el
pensamiento científico avanzado y lo pongan al servicio de la solución de las
tareas. Deben combatir las manifestaciones de sectarismo y de subestimación
de la experiencia y del pensamiento avanzados. Los primeros que deben dar
ejemplo en este sentido son los propios comunistas. Un buen comunista es el
que profundiza sus conocimientos científicos, el que aprende continuamente
por sí mismo y de los demás, el que sigue el desarrollo de la sociedad, el que
apoya lo nuevo progresista, el que piensa en la perspectiva». (Enver Hoxha;
Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)

Pero tiempo después las formaciones de las nuevas generaciones comenzaron a


ser una mera cuestión rutinaria y formalista:

«Este proceso de educación se realizó a través de la actividad, admirable


actividad, que ofreció a la juventud y a los niños la oportunidad de hacer el
trabajo pesado de las granjas. Este es el mejor tipo de educación; esto fue
parte del proceso educativo en tiempos de Enver, pero después de este período
el proceso de educación en los últimos años fue más una formalidad y carecía
de la seriedad característica de los años anteriores a la muerte de Enver
Hoxha. Tras su muerte, se dejó que sea un asunto espontáneo y algunos años
más tarde, estos procesos finalizaron completamente. Este fue un período en el
que la juventud no fue preparada como antes». (Entrevistas con Laver Stroka,
2001)

En cuanto al tema que nos atañe, la restauración del capitalismo en Albania, los
datos económicos han sido constantemente ignorados por muchos de los
analistas. Lo cual sorprende sobre todo cuando los que tratan de hacer estas
evaluaciones se presentan como marxistas. Con ese desdén era normal que
llegasen a conclusiones precipitadas cuando no ridículas. Los siguientes datos
nos ayudarán a hacernos una idea de los problemas o retos que enfrentaban los
albaneses, y el posible motivo o no de ciertas políticas tanto externas como
internas.

Para los marxista-leninistas albaneses, era claro que en su empresa inicial de


levantar todo un entramado económico moderno:

604
«La falta de una producción capitalista desarrollada y los restos de
las relaciones feudales y patriarcales sin duda era un verdadero obstáculo
para la construcción del socialismo, pero esto no era un obstáculo insalvable
debido a la existencia de otra serie de factores favorables». (Partido del
Trabajo de Albania; Historia de la construcción socialista en Albania, 1988)

Fue gracias a la existencia del campo socialista encabezado por la Unión


Soviética durante 1944-1953, que se:

«Favoreció objetivamente el desarrollo revolucionario en todos los países


del mundo». (Partido del Trabajo de Albania; Historia de la
construcción socialista en Albania, 1988)

Los datos económicos del régimen albanés durante las primeras décadas son
incontestables:

«El crecimiento de la industria de Albania fue absolutamente increíble, tanto


en velocidad como en extensión. Cuando se tiene en cuenta la magnitud del
daño hecho en Albania durante la Segunda Guerra Mundial, es muy
impresionante que Albania fuera capaz de recuperarse de ese daño y, en 1946,
igualar su nivel de producción industrial anterior a la guerra. Sin embargo,
aún más impresionante es el hecho de que en 1948, Albania hubiera duplicado
su producción industrial de antes de la guerra. Todos deben estar de acuerdo
en que este fue un comienzo muy alentador para el nuevo gobierno popular.
(...) La importancia de la agricultura se puede ver mejor en el «consejo» dado
por Stalin a Hoxha: «El campesinado», me dijo el camarada Stalin, «no debe
dejar una sola pulgada de tierra sin cubrir. Se debe persuadir a los
campesinos para que aumenten el área de tierra cultivable».
Este «consejo» camaraderil fue seguido estrictamente, mucha tierra virgen fue
labrada y sembrada de cultivos. En 1957, se construyeron canales de
irrigación que regaban 97,100 hectáreas de tierra. Esto representaba el
336 por ciento de la tierra irrigada que existía en 1938. Del mismo modo,
mejoras en la tierra se hicieron en el ámbito de la recuperación de tierras
mediante el drenaje de los pantanos. En 1955, se recuperaron 52,704 hectáreas
de tierra, es decir, 10,541 por ciento en comparación con 1938. La superficie
total de la tierra cultivable en Albania aumentó de 391,000 hectáreas en 1950
a 713,000 hectáreas en 1985. La productividad agrícola mejoró no sólo debido
al aumento en el área labrada sino también al empleo de técnicas más
científicas. Dos resultados representativos de la tecnología adicional fueron el
aumento de los rendimientos en los cultivos y en la ganadería lechera. Por
ejemplo, en 1973, se alcanzó un rendimiento promedio de 20 quintales de trigo
por hectárea, en comparación con 10 quintales en 1938. El
promedio producido en 1983 fue 45.8 quintales por hectárea. Del mismo
modo, «el rendimiento promedio de leche por vaca fue de 280 kilogramos en
1938, de 525 kilogramos en 1960, de 922 kilogramos en 1970 y de 1,142
kilogramos en 1973». En 1976, de acuerdo con informes oficiales, se produjo el
mayor logro de la agricultura albanesa: Albania se convirtió en autosuficiente
en cereales de panificación. Si es verdad, este es uno de los logros más
prácticos de la política de basarse en las propias fuerzas. Esto es muy
impresionante, especialmente si se tiene en cuenta el terreno montañoso (la

605
mayoría no es apta para la agricultura a gran escala), que cubre la mayor
parte de Albania». (James S. O'Donnell; Una mayoría de Edad. Albania bajo
Enver Hoxha, 1999)

Las presiones de los titoístas, jruschovistas y maoístas durante los primeros


años están muy bien documentadas en los capítulos de Vincent Gouysse:

-Vincent Gouysse; El socialimperialismo soviético: génesis y colapso, 2007

-Vincent Gouysse; El socialismo de características china: ¿socialismo o


nacionalismo burgués?, 2007

Los datos revelan que pese a los últimos problemas económicos causados por la
ruptura de las relaciones soviético-albanesa de 1960, y después con la ruptura
sino-albanesa en 1978, la economía albanesa pudo reponerse:

«La disminución en el ritmo del crecimiento industrial durante el Segundo


Plan Quinquenal y el Tercer Plan Quinquenal fue el resultado de las acciones
hostiles y la ruptura con los revisionistas soviéticos, mientras que la bajada del
resultado del Quinto Plan Quinquenal y el Sexto Plan Quinquenal eran
resultado de las acciones hostiles y consiguiente ruptura con los revisionistas
chinos. Era necesario reorganizar todo el comercio exterior y terminar las
obras empezadas contando exclusivamente con sus propias fuerzas, tarea que
prosiguió durante el Séptimo Plan Quinquenal donde se realizaron
importantes inversiones para construir las bases de la industria pesada
albanesa, aunque debían traducirse momentáneamente en menores tasas de
crecimiento durante un corto período de tiempo. Para el primer año del
Octavo Plan Quinquenal se mostró que las dificultades causadas por la
ruptura con Pekín efectivamente se habían superado y que la continuidad
hacia adelante de los ritmos fue asegurado en 91 paralelo con un
levantamiento de la tasa industrial: la Albania socialista se había
comprometido en la edificación de importantes obras industriales apoyándose
exclusivamente en sus fuerzas. (...) El apoyo sobre sus propias fuerzas fue,
pues, lógicamente el principio general en el que se basaban los comunistas
albaneses. Si en 1950 Albania cubría solo el 29% de sus importaciones por sus
exportaciones, ya cubría el 68% en 1963. Durante el plan quinquenal de 1971-
1975, el comercio total de Albania con los países del Este ascendió a 335
millones de dólares en importaciones y más de 365 millones de dólares en
exportaciones, muestra del superávit comercial. En 1975, la balanza comercial
de Albania fue positiva, incluso para los países imperialistas occidentales, las
importaciones ascendieron a 44 millones de dólares y las exportaciones a 61
millones de dólares. Durante el período 1970-1979, la balanza comercial
albanesa registró un superávit comercial del 2% del valor de las
importaciones. El presupuesto de un Estado Socialista debe necesariamente
estar equilibrado y ligeramente en superávit, y su balanza de comercio
exterior no debe estar estructuralmente en déficit: de hecho, la deuda refleja
una dependencia de los acreedores nacionales e internacionales que terminan,
de facto, convirtiéndose en propietarios de los medios de producción».
(Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Si uno lee los propios textos de los albaneses, podrá refutar fácilmente la

606
acusación de que la dirección del PTA pretendía «aislar al país» –no confundir
el establecer relaciones diplomáticas y comerciales con una paz ideológica ante
el adversario capitalista–, así como la estupidez de que trataba de establecer una
utópica «autarquía económica –no confundir esto con el extremo opuesto: una
integración y dependencia absoluta del mercado mundial–:

«Es evidente que un país tan pequeño como el nuestro, con medios materiales
limitados, no podría apuntar a construir una economía absolutamente
independiente y desarrollada de forma equilibrada salvo si todas las ramas de
la industria pesada, de la fabricación de maquinaria, estuviesen en posición de
cubrir todas las necesidades del país. (...) No tenemos por meta construir una
economía cerrada de carácter autárquico. Al basarnos en nuestros propios
esfuerzos, haciendo el mejor uso posible de todas nuestras reservas y
construyendo una poderosa economía nacional para asegurar la reproducción
ampliada de sí misma, sentaremos las bases de la colaboración en condición
de igualdad con los demás países, así como un apoyo mutuo y colaboración
más efectivos con los países socialistas». (Partido del Trabajo de Albania;
Respuestas a cuestiones sobre Albania, 1969)

Ateniéndose a esto, los marxista-leninistas albaneses, no solo aplicaron tales


términos para Albania, sino que criticaron la nueva deriva de los revisionistas
soviéticos:

«Los revisionistas soviéticos presentan su integración no disimulada en el


capitalismo mundial como una «aplicación creativa de las enseñanzas
leninistas sobre las relaciones entre los Estados con diferentes sistemas
sociales». El marxismo-leninismo no descarta las relaciones económicas con el
exterior ni propone la autarquía y el autoaislamiento. Sin embargo, está en
contra de la aplicación de los principios y métodos de estas relaciones
capitalistas y por otra parte, no puede conciliar la integración de un país, que
dice ser socialista, en la economía capitalista mundial». (Fatos Nano; La
completa integración de la economía soviética en la economía capitalista
mundial, 1981)

La CIA se hizo eco de los problemas que para la economía albanesa había
supuesto la ruptura de las relaciones económicas sino-albanesas ya que se había
suministrado unos equipos muy determinados, pero debido a la reactivación del
comercio entre ambos países, ese bache se superó:

«Los albaneses reclamaron que los chinos dejaron 50 proyectos industriales


inacabados, incluyendo una importante planta de acero. Los periodistas
occidentales reportaron que la mayoría de los tractores que Albania obtuvo de
China estaban fuera de servicio, aparentemente con necesidades de repuestos.
Después de 1978, Albania también ha tenido dificultades para mantener el
suministro de equipo militar como el MIG-17, MIG-19 y MIG-21, aviones de
combate. Desde la repartura del comercio, Tirana aparentemente está
comprando recambios militares de nuevo, en lugar de emprender la más
costosa tarea de equipar y reentrenamientar su ejército con otro proveedor».
(Agencia Central de Inteligencia; Albania: Nuevas iniciativas exteriores, 1 de
agosto de 1984)

607
Para el IXº Congreso del PTA de 1986, gracias al esfuerzo de los años anteriores
se podía afirmar que:

«En 1986, la producción industrial albanesa había progresado un 6,4% con


relación al año precedente. Véase La documentación francesa: «La Unión
Soviética y Europa del Este, notas y estudios documentados» de 1987. Y este
aumento no resultaba ni siquiera de una reorganización de aparato
productivo sino de su extensión, como lo demuestra la construcción del
segundo alto horno combinado metalúrgico de Elbasan, así como la puesta en
funcionamiento de las dos primeras turbinas de la central hidroeléctrica de
Koman, la más grande del país, con una capacidad de 0,6 megavatios, la
construcción se llevó a cabo en los años 80, después de la ruptura con Pekín.
La construcción de esta central hidroeléctrica representaba una inversión
productiva titánica. La potencia de la central de Koman era superior a la
central hidroeléctrica soviética de Dniéper durante el Primer Plan Quinquenal
del 1928 a 1932. Hasta comparado con la presa más grande actualmente en el
mundo contemporáneo, la presa de Tres Gargantas de China, la central
hidroeléctrica de Koman estaba lejos de ser ridícula. ¡Aunque 30 veces menos
potente, fue edificada en un país 400 veces menos poblado! ¡Es como si en
China se hubiera construido 13 presas como las de Tres Gargantas en menos
de una década! Este incremento fue notable, sobre todo si tenemos en cuenta
las condiciones externas hostiles, y demuestra que con una línea correcta no
sólo es posible para un país pequeño resistir al cerco imperialista-revisionista,
sino también progresar, cuando precisamente en esa época los países del
Consejo de Ayuda Económica Mutua –CAME– estaban pisoteados y hundidos
en una grave crisis económica y social». (Vincent Gouysse; Imperialismo y
antiimperialismo, 2007)

Esto es un proceso similar al que se puede observar en los datos


macroeconómicos de la URSS tras la muerte de Stalin, donde vemos que en los
primeros años se logra mantener e incluso ampliar ciertas marcas, pero
conforme pasan los años, la economía se estanca, y finalmente cae.

Albania, lejos de aislarse, condujo una ampliación de su comercio y de las


relaciones diplomáticas desde la ruptura sino-albanesa de 1978.

«Nuestro comercio exterior se ha desarrollado y ampliado sin cesar. Hoy


tenemos relaciones comerciales con más de 50 Estados en diversas regiones
del mundo. Trataremos de ampliar aún más nuestras relaciones comerciales
en interés del país y sobre la base del beneficio mutuo. En todo momento
hemos desarrollado nuestra economía por el camino del fortalecimiento
constante de la independencia política y económica, pero jamás hemos tenido
ni tenemos como objetivo un desarrollo autárquico, del mismo modo que
hemos luchado y luchamos contra toda clase de presión tendente a integrar
nuestra economía en la de los países capitalistas y revisionistas. (...) La
producción en cantidad y calidad, la entrega a tiempo de las mercancías de
exportación, la lucha por producir con el más bajo costo posible, son objetivos
que deben estar en el orden del día de nuestros organismos. En todas partes se
debe pensar y trabajar para encontrar nuevas fuentes para la exportación».
(Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de
Albania, 1981)

608
Esto benefició a la economía albanesa y eludió el cerco capitalista durante un
tiempo. Incluso la reactivación posterior del comercio con China indicaba que la
economía albanesa podía salir adelante gracias a una gestión muy audaz.

Dejando a un lado los éxitos económicos, tengamos en cuenta que cuando


analizamos la situación especial de Albania a finales de los 70, estamos
hablando de un país con un nivel de fuerzas productivas, con un número de
mano de obra, una capacidad de recursos a movilizar y un nivel cultural, que no
se puede comparar ni en broma con el de los primeros años de la URSS rodeada
de enemigos:

«Cuando se estudia las causas objetivas y subjetivas de la restauración del


capitalismo en Albania, no hay que perder de vista una cosa esencial: la
dificultad principal y suplementaria –con relación a la experiencia soviética–
que debían vencer los comunistas albaneses para estar seguros de quebrantar
el cerco capitalista-revisionista como era poder asegurar la producción de
medios de producción en el país; es decir, realizar un ciclo industrial completo:
desde la extracción de acero, hasta la fabricación de máquinas-herramientas y
de establecimientos industriales completos. Los comunistas albaneses se
comprometieron en esta vía pero todas las dificultades no había sido vencidas.

En la Unión Soviética, esta dificultad había sido vencida rápidamente gracias


a la existencia de una base industrial bastante importante en 1917 y el efecto de
escala: 120 millones de habitantes vivían en la Unión Soviética, 1 millón de 92
habitantes en Albania en el momento de la liberación. En 1927, la Unión
Soviética importo un tercio de máquinas y equipos necesarios para su
economía, el 13% en 1932 y menos del 1% en 1937. A finales de los 70, los
albaneses eran capaces de producir su propio acero, producir sus propios
tractores, de otro modo, su camino hubiera sido mucho más difícil tras su
ruptura con Pekín en 1977, aunque lo cierto es que esta ruptura creó muchos
nuevos desafíos para desarrollar rápidamente la industria del acero y el sector
de construcción de maquinaria, sin embargo los expertos burgueses
reconocían en 1986 que «la política furiosa de sustitución de las
importaciones» de los comunistas albaneses «habían marcado nuevos puntos
en estos dominios». Véase La documentación francesa: «La Unión Soviética y
Europa del Este, notas y estudios documentados» de 1987». (Vincent Gouysse;
Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Un comentarista no comunista que valoró de forma positiva los resultados de la


economía albanesa, citaba a su parecer, los problemas que él detectaba en dicho
modelo:

«No hay duda de que la economía albanesa tuvo su cuota de problemas, sobre
todo en los últimos años del liderazgo de Enver Hoxha. La economía
necesitaba desesperadamente una infusión de tecnología occidental moderna.
La tecnología albanesa era obsoleta cuando fue recibida de los chinos y los
soviéticos, y ciertamente no podía competir con los métodos más modernos del
mundo en 1985. Este inconveniente se hace aún más grave cuando se combina
con el problema de la alta tasa de crecimiento de la población. El crecimiento
demográfico de Albania en 1985 era de tres a cuatro veces mayor que

609
cualquier otro lugar de Europa. La edad media de la población era de
veintiséis años, con un tercio de la población menor de quince años. Antes de la
caída del gobierno comunista, cuando la emigración estaba estrictamente
limitada, se proyectaba que la población albanesa aumentaría de tres millones
en 1985 a cuatro millones en el año 2000, un incremento del treinta y tres por
ciento. Esta situación, cuando se suma al factor de la tecnología anticuada,
significa que si el status quo que existió en vida de Enver Hoxha se hubiera
perpetuado y el cambio no hubiera sido fundamental y rápido,
indudablemente la economía hubiera retrocedido, y gran parte del progreso se
hubiera perdido. A pesar de las evidentes deficiencias de la economía albanesa,
es innegable que bajo Enver Hoxha se produjo el desarrollo económico de
Albania. Si bien es cierto que las tendencias que la economía exhibió hacia el
final de la vida de Hoxha sugieren un estancamiento y que hubieran dado
lugar a la regresión indiscutible de la economía si no se modificaba, sin
embargo, la economía albanesa debe ser considerada un éxito dentro de los
parámetros de Albania. (...) Parece que hay ventajas y desventajas en la
estrategia albanesa de basarse en las propias fuerzas. Parece que tuvo mucho
sentido desarrollar ampliamente la capacidad de energía hidroeléctrica que
permitió a Albania abastecer la totalidad de sus necesidades de energía
doméstica y ganar divisas derivadas de la exportación del excedente a países
extranjeros. Del mismo modo, fue bastante racional priorizar el desarrollo de
las industrias de extracción minera y petrolera en vista de los abundantes
recursos albaneses que por supuesto eran una gran fuente de ingresos de
divisas por exportaciones. Sin embargo, parece bastante ineficiente que la
industria de construcción de maquinaria dedicara tanto esfuerzo al suministro
de la mayor parte de las piezas de repuesto necesarias a nivel nacional.
Aunque este enfoque se vio favorecido por consideraciones ideológicas, en un
estricto contexto de eficiencia era irracional hacerlo. Sin lugar a dudas, la
mayor parte de las piezas de repuesto que se necesitaban en Albania pudieron
adquirirse a un costo menor de los proveedores extranjeros, debido a la
tecnología primitiva de la industria de máquinas de Albania». (James S.
O'Donnell; Una mayoría de Edad. Albania bajo Enver Hoxha, 1999)

Debido a sus grandes tasas de crecimiento, la Albania de mediados de los 80 sin


duda se enfrentaba a un problema de espacio, trabajo y alimentación para la
población albanesa de los próximos años. Aunque los albaneses hacían bien en
mantener su independencia económica a través de la creación de maquinaria de
construcción, en muchas ocasiones adaptarse a las nuevas técnicas y tecnologías
suponía un severo esfuerzo para un país tan pequeño, y en otras ocasiones es
posible que como dice el autor, se dilapidasen demasiados recursos en querer
producir absolutamente todo cuando quizás el país no podía tener por el
momento dicha capacidad, habiendo sido quizás más rentable buscar ciertas
piezas o maquinarias en el mercado extranjero. Pero todo ello son cuestiones
que debieron evaluar los albaneses apropiadamente. Pese a todo, son cuestiones
secundarias o de no muy difícil solución, que para nada justifican las medidas
que se acabaron tomando.

Como divisaremos luego, a partir de los primeros años 80 se ve un relajamiento


y concesiones ideológicas hacia regímenes como Irán, Turquía, Argentina y
otros, contradiciendo la propia lucha que el PTA había llevado a cabo contra el
tercermundismo. Algo que no solo no era inadmisible bajo los principios

610
marxista-leninistas sobre las relaciones internacionales, sino que además
carecían de sentido en lo económico, ya que la economía albanesa, ni siquiera
tenía una situación grave como sufriría años después para justificar ese
supuesto «pragmatismo». Se concluye que ni siquiera sería un «oportunismo
económico» sino «estrictamente» ideológico preparado de antemano por el
grupo de Ramiz Alia. En todo caso, conforme avanzó la década se empezaría a
usar más la excusa de las «cuestiones de Estado» y «necesidades económicas».

Incluso si aceptásemos la hipótesis de que Albania estaba atravesando serias


dificultades económicas, en tal encrucijada, solo habría habido dos salidas:

«O bien seguimos en adelante la política revolucionaria, agrupando en torno


de la clase obrera de la URSS a los proletarios y oprimidos de todos los países,
y entonces el capital internacional pondrá toda clase de obstáculos a nuevo
avance; o bien renunciamos a nuestra política revolucionaria, hacemos varias
concesiones de principio al capital internacional, y entonces éste quizá no se
muestre contrario a «ayudarnos» a que nuestro país socialista degenere en
una buena «república» burguesa». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;
Sobre las labores del Pleno conjunto de abril del C. C. y de la C.C.C., 1928)

En la documentación de la CIA abundan los entresijos de las luchas internas:

«En una serie de discursos y artículos, Alia ha argumentado que el próximo


plan (1986-1990) debe reflejar un firme intento de adquirir alta tecnología a
través del comercio externo. Él también ha instado a que debe darse una
mayor autoridad a los expertos entrenados, a diferencia del partido, en las
empresas claves. Nosotros también pensamos que él es un patrocinador clave
de artículos en la prensa donde se atacan a los ministerios por ignorar la
importancia de los expertos, así como un nuevo acuerdo cultural con Italia, en
el cual, si se lleva a cabo, expondrá más a los jóvenes albaneses a las ideas de
Occidente». (Agencia Central de Inteligencia; Albania: Nuevas iniciativas
exteriores, 1 de agosto de 1984)

Si observamos notas así desde 1984, esto demuestra que los partidos marxista-
leninistas o no se molestaban en investigar sobre lo que ocurría, o ignoraban a
adrede estas manifestaciones por miedo y oportunismo, ya que es claro que
tenían un acceso mucho mayor a la información sobre Albania que los servicios
de espionaje occidentales.

El alertar sobre la necesidad de que un país adquiera tecnología moderna no


debe ser visto per se como un signo de sumisión a las tendencias del capitalismo
mundial, esto sería una posición infantil, y por ende, deberíamos condenar
tanto a Lenin como a Stalin que tanto hicieron hincapié en ello. Sobre la
adquisición de innovaciones, los economistas albaneses ya advertían que:

«La técnica no permanece inmóvil, está en constante desarrollo y


perfeccionamiento. La técnica antigua fue suplantada por la tecnología nueva
y este proceso va acompañado de grandes gastos, de una inversión de fondos
considerables. Estas grandes inversiones en beneficio de la producción
agrícola no se pueden asegurar con éxito de otro modo que a través del
Estado». (Partido del Trabajo de Albania; Respuestas a las preguntas sobre 25

611
Albania; Características principales del desarrollo de la base material y
técnica en el socialismo, 1969)

En 1981, Hoxha dijo sobre las exportaciones e importaciones y el comercio


exterior en general:

«En el año 1985 se prevé que la exportación de mercancías será un 58-60 por
ciento mayor que en 1980, mientras que la importación crecerá en un 56-58
por ciento. De este modo se fortalecerá aún más la balanza positiva del
comercio exterior y se garantizará mejor el cumplimiento en su totalidad de
las tareas del plan quinquenal. (...) La producción en cantidad y calidad, la
entrega a tiempo de las mercancías de exportación, la lucha por producir con
el más bajo costo posible, son objetivos que deben estar en el orden del día de
nuestros organismos. En todas partes se debe pensar y trabajar para
encontrar nuevas fuentes para la exportación. A lo largo del quinquenio se
realizará en un nivel superior y más completo la orientación del Partido de que
la mayoría abrumadora dé nuestras importaciones, cerca del 93 por ciento,
esté ocupada por las maquinarias y diversos tipos de materias primas y
materiales que sirven a la ampliación de la producción en el país. Con el
mayor desarrollo de la producción, será posible que aumente el peso específico
de la importación de maquinarias y de equipos y se reduzca el de las materias
primas y otros materiales. En la esfera de la importación, uno de los
problemas más grandes y de mayor responsabilidad, que requiere
conocimientos más profundos y medidas preparatorias concretas,
colaboración y coordinación de los trabajos por parte de todos los
departamentos centrales, de los tecnólogos, los proyectistas y los ejecutores,
así como del comercio exterior, es el asegurar las maquinarias e instalaciones
para las obras completas y para las reestructuraciones y modernizaciones que
se llevarán a cabo a lo largo del quinquenio. La realización por parte de todos
de las tareas del comercio exterior exige que se arraigue profundamente la
concepción de que la importación y la exportación deben ser consideradas
siempre en su unidad, dando en todo momento prioridad a la segunda. De la
misma forma que se exige que las mercancías importadas se traigan según el
plan, porque toda irregularidad o demora en este terreno está preñada de
consecuencias no sólo económicas, sino también políticas y sociales,
igualmente, e incluso aún más, se debe trabajar y luchar por realizar
debidamente el plan de exportación. El considerable aumento del volumen de
la exportación-importación y la realización de las grandes tareas de este
sector requieren mejorar considerablemente y elevar a un nivel superior la
actividad de los organismos del comercio exterior, su capacidad profesional y
su habilidad para orientarse en cualquier situación». (Enver Hoxha; Informe
en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)

Pero esto fue desatendido más adelante. Ramiz Alia lejos de conducir al país por
una vía cautelosa, durante mediados de los 80 condujo al país primero a la
liberalización económica creyendo que así mejoraría los resultados económicos,
después acabaría alentando en exceso la importancia de las importaciones.
Finalmente, una vez destrozada la economía socialista, pidió la integración total
en el sistema económico mundial en 1990 como forma desesperada de solventar
sus torpezas. Los créditos y empréstitos pedidos en 1991 terminaron por

612
degradar meteóricamente la situación socio-económica de la población,
poniendo al país bajo el caos.

Otra cuestión que se plantea continuamente es el tema de la actualización de la


industria. Hoxha advirtió en un tono que daba a entender que ni mucho menos
era un problema acuciante en ese momento como se ve en sus obras:

«Naturalmente, no podemos afirmar que la industria que tenemos sea de las


más modernas. Haremos todo lo posible para que la maquinaria que
importemos en adelante sea de lo más moderno. (...) Pero la cuestión es que
solo con esto no se puede garantizar el amplio y multilateral desarrollo del
país. Actualmente nuestra indusitra no es vieja, pero no tiene una tecnología
moderna. (...) A nuestros cuadros los hemos enviado y los enviamos al
extranjero para su cualificación o para adquirir experiencia». (Enver Hoxha;
El trabajo del partido hay que concebirlo como ciencia y llevarlo
científicamente; Extractos de la conversación con los miembros del Buró del
Comité Regional del partido y algunos cuadros de la región de Korça, 1980)

Hay que poner en tela de juicio y tratar de analizar cuando se tenga la


documentación adecuada para ver hasta dónde la tecnología albanesa estaba
desfasada como insisten muchos autores, dado que su tejido industrial era
relativamente nuevo al haberse creado en años recientes. Dadas las
características de Albania, el país no necesitaba tampoco producir unos
productos de última generación ni de máxima calidad como se le exige a una
gran potencia capitalista que compite en el mercado mundial, sino productos lo
suficientemente buenos como para satisfacer las necesidades de la población.
Otras veces se alude a que gran parte de la industria fue inicialmente de
fabricación soviética y después china, por lo que los albaneses tenían que
demandar en el mercado internacional la adquisición de maquinaria similar
porque eran la que ya dominaban así como por la necesidad de reparar la
existente con nuevas piezas de recambio. Pero esto no parece a priori un grave
problema, porque tras la activación del comercio con China el flujo se aumentó,
y la maquinaria soviética bien podría haber abundando entre los países del
CAME que ocupaban una parte importante de la balanza comercial de Albania
como para poder adquirirla a precios aceptables. Seguramente Ramiz Alia,
cuando empezó a perfilar mucho más su proyecto liberal, empezase a exagerar
la necesidad para Albania de adquirir ciertos productos y tecnologías en el
extranjero. Muy posiblemente como paso intermedio, para tratar de convencer a
los economistas y al pueblo en general, de una supuesta necesidad de claudicar
de sus antiguos lineamientos económicos y enrolar a Albania en el mercado
capitalista mundial.

En todo caso, si el mercado albanés hubiera necesitado satisfacer la


actualización de material tecnológico o las piezas de recambio, solo tenía que
llevar a cabo una adecuada selección de compras en el mercado capitalista
internacional, esto no tendría por qué haber supuesto una integración completa,
ni mucho menos haber derivado en concesiones ideológicas. Claro que esto no
era posible ya para finales de los 80, cuando para más inri, no se lograba
garantizar la alimentación de la población con un crecimiento demográfico en
auge, y se tenía que buscar también en el mercado extranjero los alimentos

613
básicos. Con este panorama, el desastre estaba servido, era imposible mantener
una economía a flote.

Para 1986, los problemas en el agro eran evidentes aunque no irreversibles. La


mano derecha de Ramiz Alia en la economía reconocía tales deficiencias:

«Las áreas que Çarçani menciona como fracasos o fallas parciales, incluyen
especialmente las industrias de extracción de petróleo y gas. Estas industrias
fueron consideradas como serios fracasos debido a su incapacidad para
cumplir con los objetivos del plan. La causa de su fracaso es significativo ya
que el Primer Ministro Çarçani señala con franqueza las razones, como: «...las
deficiencias y debilidades que han sido exhibidas en la gestión y la
organización, en la disciplina técnica y laboral, en los estudios científicos y la
prospección, sobre todo para el descubrimiento de nuevos campos, etc».
Fracasos parciales se observaron en el campo de la agricultura,
particularmente en las áreas de producción de maíz, ganadería y fruticultura.
Çarçani concluye que «...no es sólo una consecuencia de las condiciones
climáticas desfavorables, sino también de las deficiencias y debilidades en el
campo de la gestión y la organización del trabajo». Del mismo modo, aunque
se mejoraron las exportaciones, Çarçani señala que «…no se utilizaron todas
las posibilidades de aumentar las exportaciones y reducir las importaciones».
(James S. O'Donnell; Una mayoría de Edad. Albania bajo Enver Hoxha, 1999)

James S. O'Donnell defiende en su libro que durante los primeros años, la


economía planificada bajo Hoxha sin duda se había mostrado exitosa por su
forma de distribuir los recursos y otorgar un gran crecimiento, pero que para
1986 ya había cumplido su papel, y que para afrontar los nuevos desafíos debía
descentralizar la economía, y no promulgar como hizo el economista Çarçani
«aumentar el control del partido sobre la economía». Aquí debemos decir que
plantear que la «economía planificada» del socialismo es una economía de
tránsito para los países subdesarrollados es no comprender la esencia de la
economía política del marxismo. Y de paso, es desconocer los datos de la URSS
de Stalin una vez se convirtió en una potencia mundial.

El problema principal que tenía la dirección albanesa de 1986 era de una índole
mucho más sencilla: la solución que proponía Çarçani no podía ser eficiente por
varias razones. Él achacaba directamente los malos resultados a una falta de
control y ejecución, pero en ningún momento pone en tela de juicio si los datos
recabados para el plan se acercaban a la realidad, si los mecanismos de cálculo
del plan eran los correctos, si el plan era realista. ¿Por qué es importante esto?
Si los planes económicos son trazados bajo datos errados o directamente
inflados, si se basan en leyes económicas ajenas al socialismo y bajo tintes de
voluntarismo e idealismo, se pretende llegar a un destino para el cual no se está
capacitado. Así es comprensible que la arenga para que «los trabajadores
mantuviesen un mayor control» y la exigida «supervisión» nadie se la tomase
en serio. Es más, ante los primeros síntomas de desconexión entre el papel de
vanguardia del partido y la masa trabajadora, es bastante obvio que los
trabajadores al no sentirse escuchados o frustrarse ante la actitud intransigente
de los burócratas, acabaran realizando su trabajo pasivamente ya que no se
sentían parte real del sistema, por lo que progresivamente dejaran de tomar

614
partido no solo en la producción, sino en la planificación de ésta, en la
actividades generales del partido:

«Después de la muerte de Enver Hoxha, el Partido y el poder popular fueron


minados por las progresivas protestas liberales que poco a poco llevaron al
Partido a paralizar la economía y volverse indiferente a las masas. (...) Luego
de la muerte de Enver Hoxha, el pueblo pensó más en los problemas existentes
en las conferencias y en las organizaciones del partido, y debatió los
problemas correctos para que el Comité Central los seleccione e investigue,
pero se respondió con silencio, no considerando del problema. Esto hizo que los
cuadros sean impotentes e indiferentes a las masas. Esta separación de los
cuadros y del partido de las masas tuvo consecuencias trágicas para la fe en el
socialismo en Albania». (Entrevistas con Laver Stroka, 2001)

Hay que entender que:

«El partido debe conquistar, día tras día, la confianza de las masas
proletarias; que mediante su política y su labor, debe ganarse el apoyo de las
masas; que no debe ordenar, sino ante todo persuadir, ayudando a las masas
a convencerse por su propia experiencia de los acertado de la política seguida
por el partido. (...) Faltar a estas condiciones equivale a infringir las relaciones
que deben existir entre la vanguardia y la clase, quebrantar la «confianza
mutua» y destruir tanto la disciplina de clase como la del partido». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cuestiones del leninismo 1926)

Muy pronto, en esta Albania en decadencia esto no se logró mantener, por el


contrario, los datos demostraban una caída de la productividad y la disciplina
laboral que fue en aumento anualmente.

Otro factor importante es que:

«Los líderes del Partido fueron atados con interminables e inútiles reuniones, y
de esta manera perdieron sus relaciones con las masas, por no mencionar su
confianza». (Entrevistas con Laver Stroka, 2001)

Esta es rutina formal y asfixiante en las reuniones del partido. Otra cuestión
contra la que siempre se había advertido:

«La revolución languidece si no se toma medidas para prevenir estos


fenómenos, si no procede en la revolucionarización continua del partido.
Pienso en particular en las tendencias de algunos de sus camaradas que, por lo
que hemos oído, tienden a dirigir interminables discusiones en las
organizaciones de base, olvidando los problemas esenciales del partido. Los
debates impregnados de un espíritu mórbido no proceden de sentimientos y de
ideas realistas verdaderamente marxistas leninistas, sino de sentimientos e
ideas subjetivistas. (...) Este fenómeno, aunque raro, también ocurre en
algunas de las organizaciones de base de nuestro partido, donde también hay
algún elemento que otorga más importancia a las cuestiones secundarias y a
los problemas personales. Así, cuando alguien comete un error la discusión en
la organización de base del partido no versa sobre este error, sino sobre los
«bellos ojos» de este o aquel, cuando las discusiones prosiguen sin cesar de

615
reunión en reunión y en un espíritu malsano, los grandes problemas esenciales
de la organización entonces son descuidados forzosamente, los comunistas
riñen entre ellos y se dividen en grupos y en camarillas. Cuando estos grupos o
camarillas se presentan en principio quizás parezca que no tengan una
naturaleza política, sino un carácter personal, porque ellos no se presentan al
principio en contra del partido directamente. Sin embargo, yendo persona
contra persona la discusión ya no se basa en principios, y los desacuerdos
tienden a ampliarse, debilitando o poniendo en peligro al partido. Así pues, la
organización básica del partido se divide en dos, los esfuerzos del partido para
resolver los problemas que le preocupan comienza a disminuir, la gente solo
está ocupada con los problemas personales y las discusiones sin importancia,
mientras problemas esenciales se descuidan y la organización se debilita. El
partido nos enseña que las deficiencias y errores no deben permitirse en
nuestras filas. Tan pronto como sean descubiertos ellos deben ser criticados y
corregidos al tiempo de prevenir que ellos se extiendan hasta el punto de que se
cree un cisma». (Enver Hoxha; Los objetivos se consiguen a través de acciones
y no de discusiones estériles; De una conversación con el Secretario General
del Partido Comunista de Perú Saturnino Paredes Macedo, 12 de julio de 1969)

Ello certificaba que el partido podía exhortar en discursos a las masas, pero
estas habían dejado de creer en su dirección, hasta que finalmente gran parte de
ella se dejasen seducir años después por los nuevos partidos anticomunistas que
empezaban a crecer rápidamente ante el descrédito del PTA.

Albania acabó sufriendo aquello que ya habían advertido muchos de sus


ideólogos:

«La vida ha demostrado que cualquier absolutización del centralismo y la


infravaloración de la democracia conduce al centralismo burocrático, al
sectarismo y al aventurerismo político, como sucedió en la Unión Soviética,
donde los revisionistas establecieron su dictadura burocrática como un arma
para ejercer la dominación de la nueva clase burguesa sobre las masas».
(Jorgji Sota; Sobre la dictadura del proletariado y la lucha de clases en
Albania; Informe presentado en la Conferencia científica sobre el pensamiento
teórico del Partido del Trabajo de Albania y el Camarada Enver Hoxha, 1983)

En el IXº Congreso del PTA de 1986 hay varias referencias de Alia y Çarçani a la
unidad, a la disciplina laboral, y demás, mientras por otro lado se hablaba de la
iniciativa de las masas, de crítica y autocrítica, pero solo eran eslóganes, la
fachada de un centralismo burocratizado.

Enver Hoxha subrayó no solo la crítica a los subordinados, sino de éstos a los
jefes como única forma de garantizar la democracia proletaria:

«Cada comunista y miembro de toda instancia del Partido,


independientemente del puesto que ocupa y la función que ejerce, debe rendir y
pedir cuentas hasta el fin de la aplicación de la línea y las directrices del
Partido, de las decisiones de la organización de base y de las tareas estatales.
Esto se logra cuando los comunistas desarrollan con audacia y sin temor la
autocrítica y la crítica con cualquiera que no realiza las tareas, cuando llevan
a cabo una resuelta lucha contra el miedo, la venganza y el indiferentismo

616
pequeñoburgués. La actitud autocrítica hacia las deficiencias, la audacia de los
comunistas para criticar y pedir cuentas son un ejemplo y una gran fuente de
inspiración para todas las masas trabajadoras». (Enver Hoxha; Informe en el
VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)

Se empezó a dejar de ver eso que Stalin denominó muy acertadamente el control
tanto por arriba como por abajo, en el cual Hoxha tanto insistió:

«La definición de la posición de los cuadros no solo desde arriba, sino también
desde abajo, la obligación de rendir cuentas como una norma general y el
asentamiento de su entera actividad bajo el riguroso control de la clase obrera
y las masas, el estrechamiento de la brecha entre los bajos y altos salarios, el
sistema de participación de cuadros en el trabajo de producción junto a las
masas, su circulación desde el centro a la base, y de la base al centro, la
abolición de los rangos militares, etc. todo esto habla de una nueva experiencia
histórica que ya ha se afirmado así mismo y que enriquece la teoría y la
práctica del socialismo científico.

Las enseñanzas del camarada Enver Hoxha sobre el control por las masas
desde abajo, y en primer lugar, sobre el directo control de la clase obrera y el
campesinado constituye una contribución a la teoría y práctica del socialismo
científico para el desarrollo de la democracia socialista y la defensa de la
dictadura del proletariado. El partido ha demandado y demanda que este
control debe ser entendido ideológica y políticamente, no solo como una ley y
principio objetivo de nuestra vida estatal, como una viva expresión de la
democracia socialista en acción y como un activo método revolucionario para
continuar la implementación de las decisiones y directivas del partido hasta el
fin, pero también como un medio efectivo para oponerse a la burocracia y el
liberalismo, y como uno de los principales garantes para alejar el peligro del
revisionismo y el retorno al capitalismo». (Jorgji Sota; Sobre la dictadura del
proletariado y la lucha de clases en Albania, 1983)

Esto fue algo que los líderes albaneses empezaron a olvidar en sus discursos, o
que en otras ocasiones utilizaron demagogicamente para imponer su propia
línea política en un caso determinado. El hecho de que veamos luego que en
1990 los principales líderes comunistas no tuvieran la confianza de las masas,
incluso fueran rechazados en las elecciones en sus propios distritos, prueba tal
cosa.

La CIA cifraba sus esperanzas en las intenciones de Alia, quien desde etapas
muy tempranas era presentado como el elemento que tendía a una
«modernización» y «apertura» en el sentido capitalista, algo que obviamente
era saludado con esperanzas para los EE.UU., que deseaba atraer a Albania a su
centro de influencia. Por otro lado, se identificaba a Hoxha como el elemento de
la «vieja guardia stalinista, opuesto a este camino:

«Además, las iniciativas tienen un apoyo crítico –expresado públicamente–


por parte de líderes de alto rango como Alia, quienes también están tratando
de institucionalizar algunas metas modernizadoras en el próximo plan
quinquenal. (...) [Hoxha] insiste en controlar el paso y extensión hacia
cualquier iniciativa: él trata de preservar controles institucionales clave como

617
la prohibición de créditos y racionar de otro modo la exposición de su pueblo a
las ideas occidentales disruptivas». (Agencia Central de Inteligencia; Albania:
Nuevas iniciativas exteriores, 1 de agosto de 1984)

Se creía que ambas tendencias podían convivir mientras durase la


reestructuración económica provocada por la ruptura sino-albanesas, que
obligaba a Albania ampliar los vínculos comerciales y diplomáticos, pero se
advertía que finalmente una de las dos tendencias se impondría en los años
siguientes, esto era: o una integración total en el mercado capitalista
internacional o una independencia del mercado mundial capitalista y sus leyes.
Aunque no se comenta, estos dos caminos también suponían una distinta forma
de ver el propio sistema económico albanés desde su base.

La CIA creía que Hoxha cortaría de raíz cualquier intento de Alia de «ir más
allá», y que los seguidores de Alia tenían el tiempo a su favor, ya a causa de la
salud de Hoxha, pronto tendrían a su principal obstáculo fuera de juego:

«Alia y sus oponentes en el liderazgo probablemente pueden coexistir por


ahora en una atmósfera de cambio gradual. (...) Nuestro sentido de dinámica
albanesa sugiere que Hoxha, si aún está saludable y a cargo, intentará
resolver las luchas futuras volviéndose hacia adentro. Pero cuanto más se
posponga tal confrontación, mayor será el cambio que la nueva generación.
(...) Varios desarrollos; un brote de faccionalismo político serio en el liderazgo,
quizás provocado tras la muerte de Hoxha. (...) Podría alterar sustancialmente
estas prioridades». (Agencia Central de Inteligencia; Albania: Nuevas
iniciativas exteriores, 1 de agosto de 1984)

Como sabemos, con la muerte de Hoxha en 1985, las ideas de Alia se acabaron
imponiendo:

«Ramiz Alia, líder del partido y el Estado desde 1985. Ha continuado la rígida
retorica ideológica de su predecesor Enver Hoxha. Aun así, se ha desmarcado
cautelosamente de la política exterior y económica de Hoxha, incluyendo la
iniciación de un limitado programa de reformas económicas para revitalizar
la economía. Alia ha criticado la actuación económica, culpándola a una pobre
gestión y dirección, y ha llamado a una descentralización en las decisiones
económicas. Creemos que él va a instituir más cambios, si, como esperamos, la
economía falla en mejorar significativamente. Las siguientes áreas han sido
objeto de reforma:

Permisión de alguna propiedad privada: Albania está intentando suplementar


la producción colectiva a través del uso de la propiedad privada. Mientras
Hoxha buscó abolir las parcelas privadas, Alia está animando su uso para
incrementar el suministro del mercado. En la producción ganadera, las
brigadas individuales son permitidas para hacer crecer pequeños rebaños y
vender la sobreproducción.

Incremento de los precios de la agricultura: Tirana aumentó los precios de


compra de cultivo y productos ganaderos por una cantidad indeterminada el
último diciembre, para aumentar la producción y estrechar diferencia de
ingresos entre las áreas rurales y urbanas.

618
Introducción de una reforma salarial: Albania ha introducido incentivos,
comenzando tan pronto como 1985, para estimular la producción en un
número de industrias clave. Los trabajadores ahora son recompensados con
bonos por dificultad en el trabajo o alta productividad. El régimen ha
introducido bonos para algunos importantes sectores como la minería,
petróleo, geología y textiles.

Mayor consumo de bienes: Alia ha prometido producir más bienes de consumo


para superar la escasez crónica. Sin embargo, la restricción presupuestaria
quizás limite la efectividad de dicha política porque la producción de consumo
se ve cada vez más forzada a completarse con la industria pesada por recursos
escasos». (Agencia Central de Inteligencia; Albania: Reformando
cautelosamente una economía atrasada, 5 de noviembre de 1987)

Si el lector sobreentiende este lenguaje imperialista, comprenderá muy bien lo


que se movía en las entrañas del régimen albanés para 1987.

También en la agricultura se dio un proceso de regresión durante 1986-1990:

«Durante la socialización, la colectivización y la organización de la economía


socialista comenzó el proceso de creación de las grandes granjas colectivas.
Esto tuvo algunos efectos beneficiosos, por ejemplo, se conectaron las granjas
de la colina con las granjas de la montaña o las granjas de la colina con las de
la llanura. Las condiciones naturales dictan que tipo de desarrollo puede
realizarse. En las montañas, por ejemplo, uno hallaba ovejas y otro ganado,
buen ganado. Entonces la gente prometió mantener la producción durante
todo el año. Esto es importante, ya que en Albania el invierno es muy duro con
la nieve y las condiciones glaciales. La mayoría de las empresas socialistas
eran de hecho de montaña. Este proceso se desarrollaba en algunos campos de
la economía, la economía estatal y la economía colectiva. Durante los tiempos
de Enver Hoxha, la economía se encontraba bajo el control del Partido
Comunista y el aparato estatal. Después de la muerte de Enver Hoxha este
control se debilitó como consecuencia de la liberalización del estado y el
partido, con el inevitable resultado de que, en última instancia, había menos
trabajo y la producción era inferior. Esto creó una situación en la cual era
imposible satisfacer las demandas de las personas en torno a ciertos productos
como la leche, los huevos y el queso; principales productos tradicionales en
Albania. Otras cosas que cambiaron fueron la colectivización de las ovejas, de
modo que en algunas áreas se convirtieron, efectivamente, en propiedad
personal de un miembro del Congreso. (...) Para ver cómo progresaban las
cosas envió a personas – algunos de sus amigos en el centro a un alto nivel –
para supervisar estas reformas en la producción. La gente era favorable al
proceso, puesto que los animales ovinos y ganaderos ya no eran una
preocupación familiar de manera que sus hijos estaban ahora libres para
empezar la escuela y lograr mejores resultados académicos. Hubo otros
efectos beneficiosos, por ejemplo se protegieron los árboles del daño causado
por los animales porque el ganado se trasladó a las zonzas montañosas donde
no había ninguna clase de árboles frutales u otros cultivos. Pero cuando este
proceso comenzó, no fue apoyado por la propaganda y no se hizo ninguna
tentativa para estudiar científicamente la eficacia de los cambios. Pero en

619
1986, el Primer Ministro Adil Çarçani declaró, «Este sistema tiene que
terminar ahora». Este fue un resultado trágico ya que condujo a una caída en
la producción de aquellos productos de subsistencia necesarios para la vida
cotidiana. Ahora el campo no es capaz de suministrar a las ciudades porque
los agricultores ni siquiera son capaces de cubrir sus propias necesidades.
Hubo, por lo tanto, graves problemas en las reformas en la agricultura».
(Entrevistas con Laver Stroka, 2001)

Estas medidas iban en contra de lo que años antes la dirección del PTA. El lector
puede ver las últimas directrices de Enver Hoxha sobre el desarrollo que estaba
tomando y debía tomar la agricultura: «Problemas y tareas de la transformación
de las cooperativas de tipo superior en empresas agrícolas» de 1980 y «No
debemos separar la intensificación prioritaria de la zona llana determinada de la
intensificación de toda la agricultura» de 1982.

Pongamos un breve ejemplo de la razón por la que afirmamos que las políticas
de Alia eran contrarías a la política del PTA de antaño:

«Otro importante aspecto del perfeccionamiento de las relaciones en el terreno


de la propiedad en el campo, son las medidas que ha tomado el Partido para la
limitación del patio cooperativista y la concentración del ganado de las
familias cooperativistas. El patio cooperativista, como fenómeno económico,
surgió junto con la colectivización de la agricultura. El patio cooperativista es
una explotación auxiliar, suplementaria, con un carácter de consumo personal
y provisional. Con la satisfacción cada vez mejor de las necesidades de la
familia cooperativista, por parte de la cooperativa, con la elevación de su
bienestar, el patio cooperativista debe reducirse gradualmente y en una etapa
dada debe desaparecer. «Si conseguimos crear la abundancia en la
cooperativa –indica el camarada Enver Hoxha– es decir que el campesino vea
que la cooperativa le aporta grandes ingresos y no el patio cooperativista, y,
cuando no teóricamente, tenga la posibilidad de comprar en la cooperativa
también la leche, la carne, las verduras, las frutas, etc., entonces el mismo verá
como un obstáculo su patio cooperativista». En nuestro país, el patio
cooperativista se ha venido limitando continuamente y el papel de esta
economía, como fuente suplementaria de las necesidades de la familia
cooperativista, se ha reducido.

Los revisionistas modernos, con los soviéticos a la cabeza, no sólo no


consideran el patio cooperativista como un fenómeno que tiende a
desaparecer, al contrario lo califican como un fenómeno imprescindible que
debe desarrollarse y ampliarse aún más, no sólo en el campo, sino también en
la ciudad. «La forma de capitalismo colectivo existente en la Unión Soviética y
otros países –dijo el camarada Enver Hoxha en el VIIIº Congreso del PTA de
1981– en la actualidad va acompañada en amplia escala de formas directas de
propiedad privada. Las explotaciones individuales privadas son consideradas
por los revisionistas como una fuente fundamental para la producción de
carne, de leche y de otros productos agrícolas, e incluso se les confía el ganado
de los koljoses y sovjoses para su alimentación y cría, liquidando así todo
vestigio que haya podido quedar del sistema socialista en el campo. Este
camino es el que ha conducido a una profunda crisis a la agricultura de
muchos de estos países, donde la falta de alimentos y de materias primas

620
agrícolas se ha convertido en uno de los problemas más serios para la vida de
las masas trabajadoras». (Nexhumedin Dumani y Zydi Pepa; El pensamiento
teórico marxista leninista del PTA y del camarada Enver Hoxha sobre la
transformación y el desarrollo socialista de la agricultura, 1984)

He aquí que Albania estaba sufriendo el mismo proceso que ya habían sufrido
otros países muchos antes.

En el libro de Raymond Zickel y Walter R. Iwaskiw: «Albania: un estudio de


país» de 1994. Se otorgan datos muy interesantes de la progresiva caída de la
economía.

La producción material neta entre 1961-1970 toma un incremento de un 7,4%,


entre 1971-1980 desciende pero se mantiene en un aceptable 4,6%, y para 1981-
1988 baja a un preocupante 1,7%.

La producción industrial bruta entre 1961-1970 toma un incremento de un


excelente 9,8%, entre 1971-1980 desciende pero se mantiene en un gran 7,5%, y
para 1981-1988 baja a un 2,8%.

La producción agrícola bruta entre 1961-1970 toma un incremento de un nada


desdeñable 6%, entre 1971-1980 pasa a un 3,8%, y para 1981-1988 baja a un
1,5%.

La productividad laboral industrial en el período de 1970-1980 era de 1,8%,


pero ahora en el en el período 1981-1988 había caído al -1,3%.

Mientras que la producción agrícola en el período de 1970-1980 ya había caído


en déficit con un -0,2%, ahora entre 1981-988 bajaba hasta el -2,0%.

En consecuencia de todo lo anterior, la propia inversión bruta había caído del


un 4,9% de 1970-1980, a un 1,5% de 1981-1988.

Si vemos el informe de Adil Çarçani al IXº Congreso del PTA de 1986, se


cifraban muchas esperanzas en ampliar algunas ramas clave. Se prometía que el
acero laminado aumentaría su producción de 1986 a 1990 en un 30%. Eso
nunca sucedió. Según los datos de Raymond Zickel y Walter R. Iwaskiw, entre
1985 y 1988 el acero laminado no sólo no creció, sino que entre 1985 a
1988 pasó de una producción de 107 miles de toneladas a 95.

Adil Çarçani consideró al petróleo como uno de los «objetivos prioritarios» para
el próximo plan de 1986-1990, algo normal si además tenemos en cuenta que se
descubrieron nuevos yacimientos que podrían dar sustanciales ganancias al
régimen. Se databa que este podría aumentar en un 33-35% su producción.
Bien, según las referencias de antes, el petróleo no sólo no creció, sino que
entre 1985 a 1988 pasó de 1.400 a 1.200 millones de toneladas, con lo que es
obvio que para 1990 no se lograron las previsiones estipuladas.

Adil Çarçani también preveía aumentar el ritmo de exportación sobre la


importación, en concreto se estimaba un aumento de las exportaciones de un
7,8% entre 1986-1990. Según las mismas referencias, desde 1980 las

621
exportaciones de Albania cayeron más del 50%, a alrededor de 120 millones de
dólares a principios de la década de 1990, la importación alimentaría se
manifestó en un aumento del 20%, agotando las reserva de divisas. Ni siquiera
las olas de inmigración a países como Italia o Grecia aliviaron la situación.

Según los datos que da O'Donell que se remite a la propia CIA, en los últimos
años de Hoxha mostraba que en 1983, Albania importó bienes por valor de 280
millones de dólares pero exportó bienes por un valor de 290 millones de
dólares, lo que produjo un superávit comercial de 10 millones de dólares. En el
presupuesto estatal de 1984 se mostraron gastos de 1.28 mil millones e ingresos
de dólares 1.29 mil millones.

En cambio ya en época de Ramiz Alia, los datos de importación superan en


demasía a los de exportación, y apoyan esta tesis:

«En 1989 Albania importó alrededor de US $ 245 millones en bienes de


Occidente, frente a los US $ 165 millones en 1988. (...) Importó principalmente
bienes de capital, productos semielaborados y piezas de repuesto necesarias
para mantener en funcionamiento las industrias, especialmente las industrias
productoras de exportaciones. Las importaciones incluyeron locomotoras,
remolques, maquinaria, textiles, fibras sintéticas, lubricantes, colorantes,
plásticos y ciertas materias primas». (Raymond Zickel y Walter R. Iwaskiw;
Albania: un estudio de país, 1994)

Según el libro de Raymond Zickel y Walter R. Iwaskiw: «Albania: un estudio de


país» de 1994, el comercio externo pasó de 727 millones de leks en 1986 a 777
millones de leks en 1990; mientras que el comercio interno descendió de 892
millones de leks en 1986 a 788 millones de leks en 1990.

¿Qué impacto tuvieron las reformas de Ramiz Alia para final de la década de los
80?:

«Lo que es seguro, es que a finales de los años 80 aparecieron males en los
funcionamientos en la economía albanesa. La reforma de los precios al por
mayor de 1986, se parecía como dos gotas de agua a la reforma de Nikita
Jruschov durante el período inmediatamente posterior al golpe de Estado
revisionista, medidas que únicamente apuntaban a «atraerse la simpatía y el
apoyo de los campesinos» sin «considerar el conjunto del mecanismo social».
Véase la obra de Henri Barbusse: «Stalin, un mundo nuevo visto a través de
un hombre» de 1935 para comparar las medidas de introducción de precios al
por mayor en Albania con la misma tentativa derechista de la oposición
trotskista en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética de 1927. Durante el período 1987-1990, el gasto en los hogares había
aumentado de 59 al 64% del PIB, mientras que la participación de la
formación bruta de capital se redujo correspondientemente. Por lo tanto, la
tasa de acumulación había disminuido. Hubo problemas de dilapidación de la
riqueza social y sabotaje: las importantes reservas creadas bajo Enver Hoxha
–en caso de conflicto– existían, pero no fueron utilizadas. Con la caída de los
países de Europa del Este en 1989, con algunos de los cuales Albania todavía
tenía relaciones comerciales, el bloqueo económico se vio fortalecido, lo que
facilitó la penetración del espíritu de capitulación y proporcionó una base

622
ampliado para el oportunismo –traición de Ramiz Alia, Fatos Nano, etc–. Los
comunistas albaneses que vivieron la catástrofe de 1989 la veían como
inevitable. Ellos vacilaron en llamar a la guerra civil durante el momento de la
contrarrevolución. También se debe examinar en qué medida las herramientas
de producción –particularmente de acero y las construcciones mecánicas–
estaban operacionales y cuidadas. Los albaneses se quejaron tras la ruptura
con China de haber sido abastecido en sus intercambios económicos de
material usado y descuidado. ¿En qué medidas pudo afectar esto a la
economía albanesa? Tal estudio debe ser realizado por los marxista-leninistas
albaneses». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Los datos demuestran que si bien en 1985 existían ciertos problemas


económicos, ni mucho menos era una situación ruinosa, sino que se habían
logrado grandes éxitos económicos. El empeoramiento sucesivo de la economía
vino a partir de mediados de los 80 con la liberalización económica del sistema,
y para finales de la década era imposible de ocultar sus nefastas consecuencias.
Pese a la expansión diplomática y comercial que daba oxígeno al régimen, con
las reformas internas promovidas por Ramiz Alia, la economía no solo empieza
a dar signos de agotamiento, sino que acaba con una productividad laboral
insostenible mientras se importa más de lo que se exporta, un signo inequívoco
de que la economía nacional ya no era capaz de autoabastecerse en casi ningún
campo, empezó a haber casos de desempleo, altas demandas de inmigración,
inflación etc. El carácter de las reformas introducidas daba como resultado que
cada vez fuese más difícil cuadrar el plan nacional, los resultados no coincidían
con los pronósticos. Todo esto es exactamente lo que ya sucedía en otros países
revisionistas desde hacía tiempo, algo que antaño denunciaban los albaneses
como signos inevitables de una economía capitalista.

La profundización de los errores en política exterior

El PC ML de EEUU siguió señalando el nudo de contradicciones en que se


estaba metiendo el PTA, ya sin Enver Hoxha y con el liderazgo total de Ramiz
Alia, donde se estaba profundizando el proceso de degeneración. Véase sus
artículos en Worker’s Advocate.

1) En el artículo: «El Partido del Trabajo de Albania da una evaluación errónea


de la socialdemocracia griega» se decía sin miramientos que se estaban creando
ilusiones antiimperialistas acerca de la socialdemocracia:

«El artículo en cuestión fue publicado el 2-4 de junio de 1985 por la ATA,
boletín de la Agencia Telegráfica Albanesa. La ATA resumió el artículo y
saludó la victoria en las elecciones de los socialdemócratas de PASOK
liderados por Papandreou, quién volverá a ser el primer ministro griego. Se
clama, entre otras cosas, lo siguiente:

1) Que Papandreou está llevando a cabo una «política independiente» para


Grecia, esto implica una política antiimperialista de EEUU, o al menos fuera
de la esfera del imperialismo estadounidense.

2) Que Papandreou está luchando contra las bases militares de EEUU en


territorio griego y otros planes de la OTAN y;

623
3) Que EEUU está extremadamente preocupado por la victoria del progresista
Papandreou». (The Worker’s Advocate (Suplemento); Vol.1, N#5; Voz del
Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de junio de 1985)

2) En el extenso artículo: «Nuestras diferencias con el IXº Congreso Partido del


Trabajo de Albania» se criticaba entre otras cosas;

La actitud hacia la Alemania Occidental:

«En una ocasión, el camarada Enver Hoxha condenó a los revisionistas chinos
por sus relaciones con los reaccionarios alemanes. Él escribió:

«Ahora podríamos decir que Alemania está asumiendo las características del
revanchismo totalitario fascista, buscando crear su propia esfera de
influencia». (Enver Hoxha; Imperialismo y revolución, 1978)

Y él señaló a Franz Joseph Strauss, declarando:

«El grupo fascista alrededor de Joseph Strauss, los generales hitlerianos, los
poderosos revanchistas reales de Bonn, se están publicitando abiertamente
como los aliados más cercanos de China». (ibid.)

Pero, el año pasado, la ATA informó al mundo que «El primer ministro de
Baviera de la RFA, Joseph Strauss, llegó a Tirana en una visita privada y él
«tuvo una reunión con el presidente del consejo de ministros de la república
socialista de Albania». (ATA, 21-24 de mayo de 1986)

Sí, era el mismo Strauss, Strauss no había cambiado, la política de relaciones


exteriores albanesa sí». (The Worker’s Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido
Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de febrero de 1987)

Sobre la visita de Strauss a Albania nos podemos valer de las mismas palabras
que dedicó Hoxha a Mao sobre la visita de Nixon:

«La visita de Nixon a China y las conversaciones con él, no pueden sino crear
en la gente sencilla, en los pueblos, en los revolucionarios, ilusiones dañinas
respecto al imperialismo norteamericano, a su estrategia y su política. (...)
Puede imaginarse qué pensarán los obreros italianos que se enfrentaron con la
policía y manifestaron su odio contra la última visita de Nixon a Italia, los
trabajadores japoneses que no permitieron a Eisenhower ni pisar su tierra, los
pueblos de América Latina que protestan, y se levantan contra los Rockefeller
y todos los demás emisarios del gobierno de Washington. Tan sólo los titistas
yugoslavos y los revisionistas rumanos recibieron con flores al presidente
Nixon en sus capitales. (...) La visita de Nixon a China alentará también la co-
rriente centrista y ofrece argumentos a sus adeptos para probar la «justeza»
de su línea oportunista. (...) La historia del Movimiento Comunista conoce
numerosos ejemplos de conversaciones a diversos niveles con los adversarios.
No se pueden hacer paralelismos históricos, ya que tales conversaciones se
habían llevado a cabo en condiciones, momentos y sobre cuestiones diferentes.
Pero nuestros grandes maestros han indicado que las conversaciones deben

624
llevarse a cabo cuando realmente son indispensables, cuando sirven a la causa
de la revolución y del socialismo, que se debe tener claramente en cuenta los
fines agresivos del adversario y valorar de manera correcta la situación y al
propio adversario. (...) Esto, según nuestra opinión, en estas condiciones, es
erróneo, tanto en el plano de los principios, como tácticamente» (Partido del
Trabajo de Albania; El recibimiento de Nixon en Pekín no es correcto, nosotros
no lo apoyamos; Carta dirigida al CC del PC de China 6 de agosto de 1971)

No creemos que para establecer relaciones diplomáticas, comerciales o hablar


sobre las reparaciones de guerra, sea necesaria ni beneficiosa la visita de una
figura burguesa de la talla de Strauss, al cual se la había calificado de la peor
forma en la propia prensa albanesa. Tras 1987, veremos como se buscaba
establecer unas relaciones económicas albano-alemanas ajenas al camino
anterior.

La actitud hacia Austria:

«Austria. Hace unos pocos meses la ATA ha escrito un artículo a través de


Bashkimi con la ocasión del día nacional austriaco. Él clamaba así:

«La posición de Austria en las relaciones internacionales son apreciadas por el


pueblo y el gobierno albanés. El pueblo austriaco y el distinguido estado y
personalidades sociales han expresado su respecto por las políticas de
principios de la RPS de Albania». (ATA), 26-28 de octubre, 1986)

¿Tenemos que creernos que la política austriaca y albanesa en el exterior se


apoyan mutuamente? Mientras tanto la ATA no ha dicho nada sobre el
Presidente Austriaco Kurt Waldheim como un oficial nazi que cometió
atrocidades en la Segunda Guerra Mundial en los Balcanes. Ni tampoco hay
otra crítica al capitalismo austriaco. En cambio, ellos mandaron un mensaje
en el día nacional austriaco a la cabeza del estado Waldheim al mismo tiempo
en que algunos países capitalistas rehusaron de mandar a sus diplomáticos
para asistir a la inauguración de Waldheim». (The Worker’s Advocate; Vol.3,
N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de febrero de
1987)

La actitud hacia Suiza:

«Suiza. Una tierra de poderosas compañías cuyos tentáculos se extienden


alrededor de todo el mundo. El año pasado la ATA ha reportado en un artículo
de un diario albanés Bashkimi, había anotado con entusiasmo en el 625
aniversario del Estado Suizo y sentenció que:

«La posición suiza en la arena internacional ha sido apreciada por el pueblo


albanés». (ATA, 30 de julio-2 de agosto, 1986)

Pero la ATA aún no se ha posicionado sobre el envenenamiento de las


industrias químicas suizas sobre el Río Rin, Aunque ha sido un gran escándalo
en Europa. Tampoco ha reportado otros crímenes de los explotadores suizos».
(The Worker’s Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de
Estados Unidos, 15 de febrero de 1987)

625
La actitud hacia Francia:

«Francia. La ATA está llena de conversaciones sobre las relaciones con


Francia, de los visitantes franceses, la cultura francesa, etc. pero no de los
marxista-leninistas. No denuncia por su nombre los crímenes de la maliciosa
burguesía francesa. Por ejemplo, recientemente la ATA trajo el artículo
«¿Quién se beneficia del conflicto en el Chad», en el cual hace un llamamiento
para:

«Expulsar a todas las fuerzas militares extranjeras del Chad». (ATA, 28-30 de
diciembre, 1987)

El Chad es una ex colonia de Francia; pero aún es dominado por Francia; y


Francia y Libia son dos países con tropas en el Chad. Pero la ATA habla del
«involucramiento del imperialismo americano y otros países» y de las armas
que «quizás son de producción americana o de otros países». Incluso denuncia
al socialimperialismo soviético en el artículo, pero Francia no es nombrada. Y,
por ese motivo, no es común para la ATA escribir sobre los hechos actuales
completamente». (The Worker’s Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido
Marxista-Leninista de Estados Unidos, 15 de febrero de 1987)

La actitud hacia Argentina:

«Argentina. El último año la ATA elogió al gobierno argentino por


supuestamente:

«Perseguir una política exterior independiente». (ATA, 25-27 de mayo, 1986)

Citando a Bashkimi en la ocasión del Día Nacional de Argentina. De esta


forma la ATA patrocinó el régimen del Presidente Alfonsín, quien está envuelto
en oprimir a los obreros para los beneficios de los explotadores argentinos y
del Fondo Monetario Internacional (FMI). La ATA continua sin decir ni ha
publicado nada sobre las recientes luchas obreras en Argentina. De esta
manera, el PTA ha tenido una errónea asistencia a la política argentina,
incluso en los días de la Guerra de las Malvinas o Falkland –en verano de
1982– cuando había un brutal régimen militar. El PTA apoyó la aventura de
los militares argentinos, tomó una posición nacionalista de que el único
problema que importaba fuera quien poseía esas diminutas islas. No
consideraron apoyar las luchas de masas contra los generales, o notició que
los generales lanzaron la guerra en un esfuerzo de convertir la lucha de masas
en un fervor nacionalista. El PTA no dijo nada acerca de las atrocidades del
régimen, el cual «desapareció» a cerca de 30.000 personas». (The Worker’s
Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos,
15 de febrero de 1987)

La actitud hacia México:

«Y después está México. El gobierno mexicano ha forzado la austeridad a las


grandes masas trabajadoras. Se asienta sobre un «barril de pólvora», incluso
la burguesía americana está fuertemente inquieta por el creciente malestar de

626
las masas en perspectiva de una nueva revolución. Pero la ATA todo lo que
pensó en hacer fue presentar como realmente preocupado por las masas al
gobierno mexicano. Recientemente se publicó un artículo titulado: «Éxitos de
México en su lucha contra el analfabetismo». (ATA, 7-8 de diciembre, 1986)

Los estudiantes mexicanos están protestando y manifestándose por los


recortes en educación, mientras el PTA elogia que el gobierno mexicano enseñe
a leer y escribir a la gente. El PTA ha elogiado la posición del gobierno México
algún tiempo. Por ejemplo, Bashkimi tomó a México como un ejemplo del
«desarrollo independiente» de un país atrasado. Él declaró que el gobierno
mexicano se opone a «las políticas perseguidas por las dos superpotencias» y
ha apoyado «las luchas de liberación de los pueblos de regiones cercanas
contra los regímenes dictatoriales y el imperialismo americano». (ATA, 14-17
de septiembre, 1983)

Entre otras cosas, esto equivale a apoyar al grupo burgués Contadora, del cual
México es promotor, aunque el PTA no se ha pronunciado abiertamente en una
dirección u otra sobre Contadora. El grupo burgués Contadora está compuesto
por los gobiernos burgueses de Colombia, México, Panamá y Venezuela. Posa
como algo crítico a la intervención militar estadounidense, propone su propio
método para apagar el fuego revolucionario de América Central. El PTA
también promueve la posicione interna del gobierno mexicano. El artículo de
Bashkimi elogia «las medidas de progreso y desarrollo del país en varios
campos». Y ahora el PTA ha salido apoyando las políticas educativas del
gobierno mexicano en un momento en el que los estudiantes se están revelando
contra ellas. Además, el PTA no ha publicado noticias ni ha apoyado las
huelgas de masas contra el hambre y la represión en México». (The Worker’s
Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados
Unidos, 15 de febrero de 1987)

La concepción sobre las alianzas europeas:

«Más generalmente, el camarada Alia estableció un principio general para


asegurar la consecución unas adecuadas relaciones entre estados europeos y
pueblos. Todo lo necesario es que estas alianzas no deben estar dirigidas
contra terceros partidos. Él declaró:

«Las alianzas y amistades entre estados, naturalmente, son cuestiones que


dependen de la decisión de cada uno, como la seguridad colectiva, que no
puede ser negada a nadie que la quieren. Pero lo que es inaceptable es cuando
esas alianzas y amistades están dirigidas contra otros, cuando las
responsabilidades asumidas dentro de ellas amenazan los intereses y la
seguridad de otros países». (Ramiz Alia; Informe en el IXº Congreso del PTA,
1986)

Algo de esto es realmente bizarro. El camarada Alia reivindica que la


«seguridad colectiva» es una de las formas aceptables de alianzas entre países
europeos del presente. Pero, él dice, esta «seguridad colectiva» no debe estar
dirigida contra alguna amenaza de un tercer partido. Entonces, ¿contra qué se
aseguran? ¿Invasores marcianos? De hecho, el problema clave es cómo
determinas la naturaleza de las alianzas. ¿Debe uno interesarse por la

627
naturaleza de clase de los estados involucrados, por cuál clase es la clase
dominante? ¿O debe limitarse uno mismo a las buenas palabras de los
diplomáticos? ¿Es posible que la «malvada burguesía francesa» o la
«revanchista burguesía alemana», etc. cerrarán bonitas alianzas y amistades
las cuales no serán dirigidas contra ninguna tercera parte?». (The Worker’s
Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados
Unidos, 15 de febrero de 1987)

Las ilusiones sobre una completa democratización de las relaciones entre países
socialistas y capitalistas:

«¿Qué queda cuando uno remueve la lucha revolucionaria por el socialismo?


Hay un sueño por la completa democratización de relaciones entre estados, la
cual presumiblemente puede crearse solamente con el fin de la dominación de
las superpotencias. El camarada Alia proclama que Albania y el PTA:

«Se oponen a toda práctica de desigualdad y discriminación y dictados de un


gran Estado en relaciones internacionales. Ellos están a favor de la completa
democratización de estas relaciones. Los estados no son iguales considerando
su extensión de territorio, el número de su población, su potencial económico y
demás. Pero esto no le da derecho a los grandes y poderosos estados el derecho
para tener especiales privilegios en las relaciones internacionales, de
posiciones de dominación hacia otros». (Ramiz Alia; Informe en el IXº
Congreso del PTA, 1986)

Naturalmente Albania tiene que luchar a cara de perro contra los que
pretenden imponer esto. Pero mirando como plantea el problema el camarada
Alia. (…) No hay mención a la lucha de clases en estos países. No hay lucha
entre socialismo y el cerco imperialista-revisionista, sino solo una lucha entre
pequeños inocentes versus grandes matones. (…) Pero el camarada Alia pone
por delante una utopía en la cual las relaciones entre los diferentes países
capitalistas y otros países capitalistas y la de ellos con la Albania Socialista,
pueden ser «ecuánimes, sinceras y fructíferas». (The Worker’s
Advocate; Vol.3, N#2; Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados
Unidos, 15 de febrero de 1987)

Entre las debilidades ideológicas del congreso, incluso se podría citar el hecho
de que Ramiz Alia con toda tranquilidad proclamaba:

El revisionismo chino, como teórica y como práctica, ha sido desacreditado de


tal forma que ha perdido toda influencia entre los revolucionarios y los
movimientos de liberación». (Ramiz Alia; Informe en el IXº Congreso del PTA,
1986)

Ciertamente para el año 1986 el maoísmo había sufrido un descrédito enorme


gracias en parte, a la gran labor que en su día hizo el PTA desenmascarando a
esta variante del revisionismo, de hecho, el maoísmo se había fraccionado en
varias tendencias. Pero esta corriente todavía seguía suponiendo un problema
notable en muchos países, e incluso seguía habiendo seguidores del gobierno
chino. Con estas declaraciones vanidosas Ramiz Alia solo coayudaba a que los
marxista-leninistas se relajasen ante el golpe que había sufrido el maoísmo. Los

628
resultados de esto son bien conocidos por todos: en la próxima década el
repunte del maoísmo fue aún mayor.

3) En el artículo titulado «Sobre el comunicado sectario de Madrid» se comentó


la condena de varios partidos, incluidos el PCE (m-l) de Marco-Chivite, al
partido estadounidense, precisamente por las críticas al régimen albanés:

«A finales de julio de 1987, alguna de las organizaciones agrupadas en el


diario internacional «Teoría y Práctica», publicaron un comunicado conjunto
en Madrid. (…) Una de las partes particulares del comunicado es que
denunciaban al grupo Worker’s Advocate por actos de provocación. No hay
más especificaciones. (…) Primero de todo, nuestro partido ha publicitado las
críticas al PTA. Hemos hecho esto de forma camaraderil, como verdaderos
amigos que desean ayudar a los trabajadores albaneses y comunistas. (…) El
liderazgo del PCE (m-l) ha defendido que uno debe prohibir la discusión
abierta entre comunistas de estos problemas. Esto supone el asegurar la
unidad. Uno debe buscar formas para pasar por alto las diferencias y el
apetito de las fuerzas derechistas y del liderazgo del PTA. Uno debe cerrar los
ojos y dejar que unos cuantos líderes resuelvan todo a puerta cerrada. (…)
Nosotros analizamos la idea del líder español Raúl Marco sobre la polémica
silenciosa en el artículo «Sobre las cuestiones candentes en el movimiento
marxista-leninista; Estancamiento silencioso o discusión entre miembros» –
véase el Worker’s Advocate, 1 de octubre de 1986– y nosotros discutimos la
línea política general de ellos en el artículos «Sobre la línea del PCE (m-l)» –
véase el Suplemento del Worker’s Advocate, 15 de octubre de 1986. (…)
Discutimos las ideas del camarada Raúl Marco y la línea del PCE (m-l) con
calma, como camaradas, de la manera comunista. (…) El liderazgo del PCE
(m-l) y otros están molestos por la discusión pública de las diferencias del
movimiento mundial. El crimen de nuestro partido es que hemos defendido que
los militantes comunistas en todo el mundo, los activistas que luchan, se
sacrifican, los que mueren por la causa comunista, tengan el derecho de tomar
parte en la decisión de los temas candentes del movimiento mundial. (…)
Bueno, si el liderazgo del PCE (m-l) y los firmantes del comunicado se niegan a
la discusión leninista, a la crítica y la autocrítica y el centralismo democrático
en el mundo comunista, ¿con qué quieren remplazarlo? En la práctica han
recurrido a intentar resolver las cosas en las proverbiales habitaciones llenas
de humo. Han decidido decir una cosa en privado y otra en público. Han
recurrido a tratar de resolver los temas candentes a espaldas de las masas. Y
no es que estén guardando silencio ante las legítimas consideraciones de
secreto. Todo el mundo sabe que, ante el terror salvaje de la burguesía,
diversos asuntos organizativos deben mantenerse en secreto para que los
comunistas no sean masacrados a sangre fría. Pero tales consideraciones no
se aplican a los principales temas de la línea teoría y práctica». (The Worker’s
Advocate (Suplemento); Vol.3, N#9; Voz del Partido Marxista-Leninista de
Estados Unidos, 10 de septiembre de 1987)

Esto significa que para aquel entonces no solamente era responsable el Partido
Comunista de España (marxista-leninista), sino también:

–El Partido Comunista de Colombia (M-L);


–El Partido Comunista de México (marxista-leninista);

629
–El Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Ecuador;
–La Liga Marxista-Leninista del Tigre;
–El Partido Obrero de los Trabajadores de Francia;

Aceptaban sin discusión la línea derechista que se había cristalizado en el PTA y


se negaban a discutir cualquier posible error. Existia una especie de
corporativismo que hacia que entre ellos se cubriesen. Tampoco se prestaban a
discutir los fallos inherentes en los análisis del periódico Worker’s Advocate del
PC M-L de EE.UU. sobre la historia del movimiento comunista. Hablamos de
errores de bulto como sus referencias críticas a la línea del VIIº Congreso de la
Internacional Comunista de 1935, donde junto a críticas correctas hacia el
derechismo que adquirieron algunos partidos, también se hacía en muchas
ocasiones una ridícula distorsión de la línea y política real de muchos partidos,
no reconociendo en cambio muchos de los errores izquierdistas durante 1929-
1934. Esto es algo muy común que hemos refutado varias veces en otros grupos
thälmannianos. Véase la obra: «Las invenciones del thälmanniano Wolfgang
Eggers sobre el VIIº Congreso de la Internacional Comunista» de 2015.

Otro grupo proalbanés que se destacó por acabar renegando de la política


presente del PTA sería Política Obrera. Este había surgido de una escisión del
Partido Comunista de Portugal (reconstituido). Podemos ver en él una queja
similar al seguidismo:

«En particular, nos parece indispensable una crítica pública a la PTA y al


socialismo albanés, de la que data la autoridad de la que disfruta en la
conducción del llamado marxismo-leninismo actual. La inflexión nacionalista
de la política albanesa en el campo exterior; el embellecimiento de las
burguesías nacionalistas, el apoyo que la PTA empezó a dar a la nefasta
acción oportunista del PC do Brasil, el caso Mehmet Shehu, el vacío ideológico
de las últimas obras de Enver Hoxha, no permiten en nuestra opinión
permanecer por más tiempo absteniéndose de la crítica, bajo el riesgo de
perder años en el resurgimiento de la corriente comunista internacional».
(Francisco Martins Rodrigues; Segunda carta al partido marxista-leninista,
18 de febrero de 1986)

La degeneración ideológica de muchos de estos partidos esta harto evidente,


dándose casos como el que sigue:

«En efecto, y como se puede ver en los recortes de prensa portuguesa. (...) Uno
de los principales líderes del PC (R), miembro de su Comité Central desde su
fundación, Frederico Carvalho, acaba de incorporarse al PCP revisionista de
Álvaro Cunhal. Frederico Carvalho fue precisamente uno de los principales
impulsores de la campaña por nuestra exclusión de las filas del PCP (R), bajo
calumniosas acusaciones de «anarco-trotskismo», y esto porque veníamos
exponiendo sus cada vez más pronunciadas tendencias reformistas. Su paso
por el campo del revisionismo y la colaboración de clases y la defensa que hace
actualmente de la Unión Soviética como «bastión del socialismo» demuestra
que nos hemos dado cuenta correctamente de su degeneración ideológica. (...)
La deserción de Frederico Carvalho también tiene implicaciones para la
situación del movimiento internacional marxista-leninista, ya que fue el
principal defensor en Portugal de las concepciones políticas del Partido

630
Comunista de Brasil, cuya influencia oportunista en el PC (R) es ampliamente
conocida por los comunistas portugueses. (…) La Organización Comunista
«Política Obrera», formada en una asamblea de militantes comunistas que
abandonaron el PC (R) el pasado mes de marzo, y cuyo objetivo es elaborar las
bases del programa, estrategia, táctica y estatutos del partido comunista que
es urgente reconstruir en Portugal, está abierto al intercambio de información
y documentos, al establecimiento de relaciones y al debate con todos los
partidos y organizaciones marxista-leninistas». (Francisco Martins
Rodrigues; Carta a PCR (Brasil), PC do B, PTA, 18 de junio de 1985)

Y se advertía que esto no era la primera vez que pasaba, puesto que en Italia
había habido un caso exactamente igual:

«La degeneración revisionista del Partido Comunista de Italia (m-l), que no ha


merecido ningún examen crítico o autocrítico serio en todos estos años, esto
debe ser una alerta a tener en cuenta. Es probable que estos casos vuelvan a
ocurrir si se siguen consintiendo muestras similares de oportunismo que
penetran en el movimiento, con el pretexto de requisitos tácticos». (Francisco
Martins Rodrigues; 2ª Carta a los partidos marxista-leninistas, 6 de julio de
1985)

Más allá de que Francisco Martins Rodrigues plantease luego emular los peores
errores sectarios de la época de Thälmann, rehabilitase al maoísmo con excusas
burdas, o mantuviese unas peligrosas ilusiones hacia la política
socialimperialista de la URSS, lo cierto es que en este mensaje, objetivamente
hablando, tenía absoluta razón. El movimiento marxista-leninista estaba
cayendo en la pasividad ideológica, dejando paso a la confusión ideológica y los
planteamietos liquidacionistas.

Lamentablemente, las posiciones críticas positivas hacia el PTA, costaban ser


tomadas en serio por algunos, cuando a la vez este grupo en su intento de
realizar un análisis crítico del pasado proclamaba verdaderas barbaridades sin
mesura alguno.

a) La condena de las políticas de frente popular de Dimitrov:

«Demostrar que el viraje «táctico» del 7º congreso para los frentes populares
implicó en realidad un giro estratégico. (...) 2) probar que ese viraje hizo una
ruptura completa, aunque disfrazada, con la línea leninista de la revolución
proletaria, a la que sustituyó la ideología de la fusión «popular» obrero-
pequeño-burguesa; 3) desmitificar la leyenda de los «grandes éxitos» logrados
por el movimiento comunista a partir de 1935, apuntando el rastro de derrotas
y fracasos que nos trajo a la situación actual, de ofensiva en toda la línea del
imperialismo; 4) y finalmente, enmarcar las ideas políticas de Dimitrov en la
vasta corriente centrista internacional que en los años 30 tomó de asalto el
marxismo revolucionario, tanto en la Unión Soviética como en China y en el
mundo capitalista. (...) En realidad, Stalin fue al 7º congreso presidir un giro
político cuyo oportunismo no le podía escapar pero que era incapaz de detener
por las cedencias que ya había hecho el año anterior en el 17º congreso del PC
(b)». (Francisco Martins Rodrigues; Anti-dimitrov, 1935-1985, medio siglo de
derrotas de la revolución, 1985)

631
b) La condena del periodo soviético de Stalin:

«Los procesos de Moscú surgen como la culminación de una convulsión


revolucionaria que se desarrolló en la URSS en el paso de los años 20 a los
años 30. Convulsión revolucionaria burguesa nacida de esta posición centrista
en la lucha de clases que determinaba la perspectiva economicista de Stalin
sobre la construcción del socialismo. Colocando en el crecimiento de las
fuerzas productivas, la clave del refuerzo de la dictadura del proletariado,
ponía a la clase obrera al margen de los instrumentos del poder. (...) El
estrangulamiento de la revolución proletaria y del poder de los soviets.
(...) Stalin fue el ideólogo y conductor político de esa dolorosa transición de la
Rusia soviética e internacionalista de 1920 a la URSS capitalista y social-
imperialista de los años 50. (...) La ideología estalinista retrata esta
naturaleza social doble y contradictoria del grupo dirigente bolchevique en los
años 30. (...) Cara conservadora, defensora de los privilegios de la jerarquía,
amparada a un nacionalismo renacentista». (Francisco Martins Rodrigues;
Anti-dimitrov, 1935-1985, medio siglo de derrotas de la revolución, 1985)

c) La rehabilitación y defensa de los mitos del maoísmo:

«Hay una especie de crítica «marxista» particularmente estúpida y


pretenciosa: es la que se propone descubrir en el pasado de Mao todos los
síntomas de lo que sucedería después, en una especie de investigación sobre los
gérmenes de la enfermedad. (...) Hoy se dice y se escribe, por ejemplo, que la
teoría de la guerra prolongada sería una invención antimarxista de Mao. (...)
Algunos críticos afirman, sin embargo, que al adoptar la estrategia de guerra
campesina, Mao comprometió la hegemonía de los trabajadores, la única que
aseguraría el desarrollo exitoso de la revolución en China. Esta crítica no es
menos absurda que la anterior. (...) Mao también lanzó innovaciones de
diferente naturaleza. Con las comunas populares, el gran salto adelante y la
revolución cultural, intentó hacer correcciones a la experiencia rusa en sentido
contrario, más radical». (Francisco Martins Rodrigues; ¿Mao nunca fue
comunista?, 1989)

b) La exculpación del socialimperialismo soviético:

«La idea de que los comunistas deberían equiparar a la URSS con los EE.UU.,
para mantener la intransigencia desvanecida en revisionismo, revela, para
nosotros, precisamente un corte inconcluso con el revisionismo. En nuestra
opinión, la corriente marxista-leninista ha pasado en este tema de una fase
inicial de ilusiones sobre la recuperación de la URSS –cuando China esperaba
persuadir a los soviéticos para que criticaran su cambio de política–, al error
opuesto de presentar a la URSS como un imperialismo maduro, similar a
Estados Unidos». (Francisco Martins Rodrigues; Segunda carta al partido
marxista-leninista, 18 de febrero de 1986)

Pero los diferentes partidos marxista-leninistas solo se limitaron a condenar


esto como comentarios «trotskistas ultraizquierdistas», lo cual era cierto en
algunos casos, pero en muchos otros no ya que llevaban llevaban toda la razón.
Al negarse a entrar en la polémica y contestar los planteamientos errados

632
debidamente quedaron retratados ante las masas como cobardes. Las
militancias pronto vieron que estaban siendo liderados por elementos sin
capacidad teórica para adentrarse en debates de nivel e importancia suprema
para el movimiento obrero internacional.

Viendo como les fue a más de uno con esta táctica que negaba lo evidente,
muchos seguramente alegaran ahora a «toro pasado», como ha intentado hacer
Raúl Marco, que sí tenían ciertas reservas hacia la propia línea del PTA cuando
se estaba dando la degeneración del socialismo albanés, pero que prefirieron
guardarlas dentro de la cúpula dirigente… o que se dieron debates internos,
pero se decidió mantener en secretos sus conclusiones. Seguramente sea un
falso argumento de estos líderes para justificarse después de ser partícipes de la
hecatombe del movimiento internacional con su seguidismo. Pero en caso
contrario, sería una confirmación de que visto una y otra vez los resultados, no
sirve de nada el mantener el «criticismo» en círculos cerrados. Así no se ayuda a
nadie, no es una muestra de internacionalismo proletario, sino de todo lo
contrario. Ese criticismo hay que constarlo en público para que no haya excusas
ni malentendidos a posteriori, y hay que tener informada a la militancia y
hacerla partícipe de los mismos debates, de otro modo se juega el rol del «pastor
y el rebaño pasivo», tan común de organizaciones que acaban burocratizadas y
que venden más pronto que tarde sus principios por capricho precisamente de
dirigencias oportunistas y militancia de base sin espíritu revolucionario.

Lo cierto es que estos partidos cerraron filas públicamente hacia el PTA en


detrimento de un grupo como el estadounidense, que insistimos, más allá de sus
obvios errores en una serie de temas, estaba planteando la necesidad de prestar
atención a los defectos que se estaban haciendo notar en el PTA y otros partidos,
pero la respuesta de los pretendidos partidos de vanguardia fue hacer una
defensa sin peros del PTA, ayudándole a continuar el camino de degeneración
sin rechistar en público. Esto era normal, pues estos partidos estaban sufriendo
el mismo proceso, como hemos visto en el caso del propio PCE (m-l).

4) En el artículo sobre «Posición errónea del Partido del Trabajo de Albania


sobre Etiopía», se comentaba el reciente artículo albanés alabando al régimen
reaccionario y revisionista etíope:

«El último mes la agencia de noticias albanesa oficial ATA [23 de septiembre
de 1987], trajo un artículo de Bashkimi, periódico del Frente Democrático de
Albania, alabando el régimen etíope actual y su maniobra de cambiar el
nombre a «República Democrática Popular». Según el artículo, el régimen
está caminando más rápidamente en el camino de la construcción de la
independencia de Etiopía, construyendo una firme economía, etc., etc. El
artículo habla en brillantes términos sobre la amistad entre los pueblos
albanés y etíopes. Pero de hecho, dicha amistad solamente podría ser
consolidada por una oposición [albanesa] al presente régimen militar del Derg
[Consejo Administrativo Militar Provisional] y su líder Mengistu Haile
Mariam. Este régimen bañado en sangre está entre los más crueles de África.
(…) Es totalmente chovinista y ha librado año tras año una genocida guerra
contra el pueblo eritreo. Así mismo, se ha comprometido también en una
brutal agresión contra otras nacionalidades, como los tigriñas. Hablar de
construir una firme economía solo puede sonar como una cruel burla al pueblo

633
etíope, atormentado por el hambre. Las infames muertes de hambre en Etiopía
son conocidas en todo el mundo. El presente régimen no solo se muestra
incompetente confrontando la hambruna, sino que actualmente busca usar
dichas hambrunas como una parte de su lucha contra las masas. Es cierto que
Mengistu habla en nombre del socialismo y la revolución. Tiene estrechos lazos
con el revisionismo soviético. La burguesía occidental hace uso de esto para
cargar los impactantes crímenes del Derg sobre el comunismo. Pero el Derg no
es más comunista que el Papa, él simplemente injerta una retórica revisionista
para justificar sus bárbaras crueldades. De hecho, el Derg es el verdugo de los
actuales revolucionarios y comunistas en dicho país. A este respecto es
increíble que el artículo de la ATA elogie la proclamación de Etiopía como una
«República Democrática Popular». El gobierno etíope no es democrático, sino
que gobierna sobre el descontento de las masas por las armas. Esta
declaración de que ahora es una república representativa es una falsedad.
Quizás, sin embargo, esta renuncia al término «socialista» del nombre de la
república esté diseñada para acercarse a la burguesía occidental. Al mismo
tiempo, esto no llevaría implícito a una fractura del Derg con los revisionistas
soviéticos. Bajo Gorbachov, el revisionista soviético ha advertido de que los
regímenes del tercer mundo deben trabajar con más ahínco con los
imperialistas occidentales». (The Worker’s Advocate (Suplemento); Vol.3 #10;
Voz del Partido Marxista-Leninista de Estados Unidos, 20 de octubre de 1987)

El periódico Worker’s Advocate criticaba el silencio y la condescendencia


general sobre el PTA en este tipo de temas, era consecuencia del seguidismo ya
manifestado en el Comunicado de Madrid de 1987:

«Este error de la ATA también muestra el gran peligro del plan presentado
por el comunicado sectario de Madrid de julio de 1987 proclamado por
algunos –que no todos– los partidos del grupo [de la revista] «Teoría y
práctica». (…) El comunicado de Madrid fue, entre otras cosas, un intento de
prevenir cualquier crítica pública hacia el Partido del Trabajo de Albania
(PTA). Ciertos líderes que presionaron para nuestra condena en Madrid,
puede que se quejaran un poco en privado acerca de esta o aquella posición del
PTA, pero denigraron la naturaleza de estos errores, e hicieron todo lo mejor
posible para mantener de su lado a aquellos que sabían mucho. Pero estos
errores incluyen alabar el impopular y opresivo régimen de Etiopía». (The
Worker’s Advocate (Suplemento); Vol.3 #10; Voz del Partido Marxista-
Leninista de Estados Unidos, 20 de octubre de 1987)

Seguramente los dirigentes y militantes del PCE (m-l) que aun vivan y puedan
estar leyendo esto, se avergonzaran de no haber prestado atención a estas cosas.

Lo cierto es que las relaciones entre el PTA y el PCE (m-l) se habían enfriado
abiertamente desde 1982 –véase las críticas indirectas del PCE (m-l) hacia el
PTA en el IVº Congreso de 1985, o la carta del PCE (m-l) al PTA en 1985–. Hubo
un franco cuidado del PCE (m-l) cuando no unas divergencias en varios temas.
Para finales de 1985 nos encontramos ya un partido sin su principal dirigente:
Elena Ódena, por otra parte la única figura con algo de personalidad, autoridad,
honestidad e iniciativa como para combatir el revisionismo del PTA, y que
tampoco pudo discernir ni analizar completamente el rumbo derechista que se
estaba tomando –entre otras cosas por su delicada salud–. En cambio, la nueva

634
dirección del PCE (m-l) de 1986, ahora comandado por el nefasto dúo Marco-
Chivite, hizo un abierto seguidismo a las políticas revisionistas de todos los
partidos internacionales que precisamente fueron degenerando –véase también
el citado Comunicado de Madrid de 1987–, incluyendo el servilismo hacia el
PTA que resulta repugnante si tenemos en cuenta en qué momento se dio. Justo
se volvieron a estrechar lazos, en un momento en que la degeneración del PTA
iba cuesta abajo y sin frenos, es decir cuanto más se tenía que haber elevado la
crítica y no había excusas para hacer pública la denuncia a las desviaciones del
PTA. Esto indica que la nueva dirección del PTA y la nueva dirección del PCE
(m-l), liderados por Raúl Marco y Ramiz Alia respectivamente, podían ahora
llegar a acuerdos más fácilmente y dejar de lado las incomodas diferencias:

«Albania, que bajo la dirección del PTA, encabezado hoy por el camarada
Ramiz Alia, avanza contra viento y marea por la difícil senda de la
construcción del socialismo, hace frente y derrota tanto a enemigos externos
como a internos. (...) Nuestro congreso deberá proclamar sin ambages nuestro
apoyo y solidaridad, que nadie ha logrado nunca romper, a Albania Socialista,
el heroico PTA y a su primer dirigente, el camarada Ramiz Alia». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del
PCE (m-l), 1988)

Este tipo de citas demuestran el beneplácito oficial del PCE (m-l) en el ámbito
interior a las purgas que Ramiz Alia desató sobre sus «enemigos internos», es
decir tanto de simples arribistas que competían por el poder contra la camarilla
de Alia como los elementos honestos que dudaban o criticaban su nueva
orientación y que también fueron apartados del camino.

Desde diferentes puntos del planeta se puede ver esta postura condescendiente
con el nuevo revisionismo albanés, que ya no eran conatos de él, sino la
solidificación del mismo. El Movimiento de Acción Popular (Marxista-
Leninista) clamaba en su artículo: «La organización política de la clase obrera
internacional» reflexionaban varias cuestiones interesantes, pero con
conclusiones acertadas y otras más que desacertadas:

«Cuando esta correlación es desfavorable, se exige concesiones que tienen que


ver con la preservación objetiva del capital y sus manifestaciones. Estamos
hablando de los momentos de reflujo revolucionario que obligan al
proletariado a llevar a cabo no solo retiros tácticos sino estratégicos. En
algunos retiros estratégicos; el proletariado pierde la fuerza, pierde el control,
pierde poder, incluso todo el poder. El capital ha lanzado una contraofensiva y
ha recuperado una nueva sala económica, política e ideológica, aunque
todavía con mecanismos camuflados, tratando de restaurar la dictadura del
capital como si fuera una transformación en la forma de la dictadura del
proletariado. De esta manera, las razones del Estado, el derecho burgués, que
son las justificaciones del pragmatismo burocrático, penetran en los
razonamientos del proletariado y del socialismo. (...) Los contingentes más
combativos del proletariado internacional dirigió sus ojos al último estado
donde el proletariado tuvo su palabra: Albania. (...) Se ha demostrado que el
proletariado en el poder no es invulnerable. (...) ¿Puede el PTA garantizar
la omnipotencia, la invencibilidad de la dictadura del proletariado en
Albania? ¿Hasta qué punto las razones de estado que impulsan a Albania ya

635
son manifestaciones de las razones del capital, del derecho burgués, que han
podido insertar una cuña en la sociedad albanesa? (...) Un ejemplo de esto es la
consecuencia inmediata pero también consecuencias teóricas de las razones de
estado que obligan a Albania, como estado, a mantener relaciones con el
régimen retrógrado y medieval de Khomeini, con la dictadura de Turquía y, en
su momento, con la dictadura militar en la Argentina. Estos son eventos que
tienen un impacto a nivel internacional y, en particular, en la lucha del
proletariado en esos países. (...) En efecto, algunos partidos suponen que esta
unidad llega a través de la defensa cerrada y no crítica del Partido de Trabajo
de Albania y el Estado Albanés como tal. No dejan espacio para la lucha
ideológica y política. (...) Con esta posición, cualquier posibilidad de discusión
y práctica internacional permanece subordinada. El PTA y el Estado Albanés
son el punto de referencia para cualquier asunto bilateral y multilateral. De
esta manera, la forma nacional de la lucha de clases en Albania es considerada
como el contenido a nivel internacional. (...) Está claro que descartamos las
actitudes verdaderamente provocativas de algunas fuerzas, que intentan
convertir el problema albanés en una línea de demarcación, siendo nada más
que el reverso del otro extremo de la primera posición. Es decir, tratando de
decir que todos los partidos que no ven al PTA como un partido pequeño
burgués en su esencia y forma nacionalista, burocrática y revisionista, no
pueden ser partidos marxistas-leninistas». (Movimiento de Acción Popular
(Marxista-Leninista), La organización política de la clase obrera
internacional, 1989)

Nadie ha reclamado al gobierno albanés por mantener relaciones con dichos


regímenes, sino por embellecerlos y por silenciar la lucha de los revolucionarios
contra dichas camarillas reaccionarias. ¿Cómo no iba a ser tomado la cuestión
albanesa como punto de referencia con la transcendencia que había tenido el
PTA en la lucha contra el revisionismo y la lucha contra el socialismo? Estas
declaraciones del MAP-ML eran esperpénticas. Tampoco es cierto que la política
de un Estado Socialista deba dañar constantemente los intereses del
proletariado de otros países por «razones de estado», como afirmaba el MAP-
ML, esta tendencia solo ratifica que dicho partido que dirige ese presunto país
socialista ha caído en el nacionalismo. Lo que ocurría para entonces es que el
PTA no estaba en 1989 en un tránsito hacia el revisionismo, estaba tomado por
el revisionismo, el cual tenía en Ramiz Alia su expresión, pero no era ni mucho
menos el único dentro del partido que había degenerado, en consecuencia, el
revisionismo se estaba reproduciendo conscientemente en su política interna y
externa. Que el MAP-ML estuviese ciego, era problema suyo. Esto certifica que
el propio MAP-ML había perdido el rumbo, como certificamos en el
capítulo: «La bajada de brazos final del MAP-ML; Equipo de Bitácora (M-L)»
de 2015.

Las nuevas reformas de 1990 certifican un secreto a gritos: la


degeneración del socialismo albanés

Ramiz Alia, intentando dar apariencia de normalidad, repitió una y otra vez, que
el colapso de los sistemas capitalistas-revisionistas de Europa del Este no
afectaban a Albania, que ella no tenía intenciones de liberalizar el sistema, o
mejor dicho, de liberalizarlo más. Así lo dejó claro en su discurso del 11 de

636
diciembre 1989. Sus palmeros en el extranjero reproducirían este mensaje de
tranquilidad.

A unos meses del derrumbamiento del sistema albanés, un Raúl Marco del todo
miope a la hora de leer los acontecimientos, diría desde el PCE (m-l):

«Claro que no todo es perfecto en Albania –ellos tampoco lo pretenden– ni


tienen ya todo resuelto, ni tienen la panacea universal. (…) En Albania no se
han producido manifestaciones antigubernamentales ni anticomunistas».
(Revolución Española; Nº 21, 1990)

En las publicaciones del PCE (m-l) como en «Vanguardia Obrera» lejos de


defender el legado revolucionario de Enver Hoxha se plegaron ante las políticas
revisionistas de Ramiz Alia. En el plano general del movimiento comunista
marxista-leninista se pudo ver fácilmente el mismo camino cuando se llegó al
ridículo de que todos los partidos publicaron colectivamente los artículos de
Ramiz Alia más derechistas y liquidadores, como el titulado «La
democratización impulsa el pensamiento y acción del pueblo» del Xº Pleno del
CC del PTA de 19 de abril de 1990, publicado en el Nº10 de la revista
internacional conjunta «Teoría y práctica». Dicho discurso publicado también
en «Vanguardia Obrera» decía en un lenguaje que recordaba al titoismo,
jruschovismo, maoísmo, lo siguiente.

Ahora, ¿había calma en Albania? Era un hervidero.

a) Las purgas en el partido.

Se ejecutó la sustitución de cuadros veteranos ligado a una promoción general


del apoliticismo, de la desideologización de los aparatos del Estado como
garantía de democracia y antiburocratismo.

«Durante estos dos-tres meses, en aplicación de las decisiones del IXº Pleno, se
ha realizado la elección y reelección de bastantes cuadros. (...) Sólo en Tirana
han sido sustituidos 266 directores, jefes, y funcionarios diversos. (...) El
restablecimiento de la más justa proporción numérica entre los funcionarios
miembros del partido y los que no lo son en los órganos populares. Así por
ejemplo en los aparatos de los ministerios y de las instituciones centrales, los
comunistas constituyen hoy tan sólo el 33% del número general e funcionarios,
mientras el 67% son personas sin partido. En la región de Tirana, del total
general de los cuadros y del personal ingeniero-técnico que dirige la economía
y la cultura, en los combinados, plantas, fábricas, empresas y cooperativas
agrícolas, alrededor del 17,5% son comunistas y el 82,5% personas sin
partido». (Ramiz Alia; La democratización impulsa el pensamiento y acción
del pueblo; Discurso en el Xº Pleno del CC del PTA de 19 de abril de 1990)

Esto se reflejaría también en las purgas del Politburó del PTA en julio y
diciembre de 1990 hacia elementos que o bien habían estado desde hace tiempo
en contra de las reformas, o que ahora empezaban a no estar convencidos de
ellas:

«La reunión plenaria del comité central del Partido del Trabajo Albanés (PTA)

637
se clausuró el sábado por la noche con decisiones que demuestran la
determinación del presidente Ramiz Alia de proseguir con los timidísimos
cambios económicos anunciados en enero. En contrapartida, varios antiguos
dirigentes de la corriente dogmática fueron relevados de sus cargos. Si bien es
prematuro hablar de la victoria absoluta de los reformistas dentro del partido
y del! éxito de una apertura que todavía sólo existe en los discursos, el hombre
duro del Politburó y ministro del Interior, Simon Stefani, fue sustituido como
jefe de la poderosísima policía secreta, la Segurini. Hekuran Isai, ex chófer y ex
ministro de Interior, sucedió a Stefani. Manush Myftiu, Rita Marko y el
ministro de Defensa, Prokop Murra, los más duros entre los viejos cuadros del
anterior jefe del Estado, Enver Hoxha, fueron retirados del Politburó y serán
juzgados». (El País; Albania se desprende de los comunistas más dogmáticos,
9 de julio de 1990)

En base a esto, desde el Partido Comunista de Nueva Zelanda se decía:

«Alia y compañía llevaron a cabo dos golpes de estado fuertes dentro del
Partido del Trabajo de Albania en julio y diciembre pasado, lo que eliminó a la
mayoría de los miembros del Politburó, reemplazándolos por políticos
procapitalistas. En los últimos nueve meses, tácticas de transición similares
dentro del gobierno albanés han hecho que todos los ministros se resistan a la
contrarrevolución capitalista». (Partido Comunista de Nueva Zelanda; Golpe
trotskista en Albania, 1991)

No podemos dejar pasar el hecho de que algunos de los comentarios del Partido
Comunista de Nueva Zelanda en ese texto son afirmaciones sin fundamento
hacia Enver Hoxha, como por ejemplo acusarle de teorizar y practicar «una
dictadura de todo el pueblo» al estilo jruschovista donde se borraba el carácter
proletario, lo cual supuestamente habría llevado a un debilitamiento del
sistema. Pero lo cierto es que en toda la obra de Enver Hoxha se sentencia lo
contrario, reforzando el carácter proletario del sistema. El texto también adolece
de datos concretos y un constante abuso de la especulación a falta de material
disponible, en especial, no hay un análisis de las reformas llevadas a cabo
durante 1985-1989. Bajo tal forma de enfocar el análisis de la caída del régimen
albanés, era imposible sacar conclusiones válidas. Es cierto que hay una buena
exposición de los discursos de Ramiz Alia entre 1989 y 1990 sobre varias
cuestiones que expone excelentemente lo camaleónico que fue, pero eso no
explica nada de los pasos y causas de la degeneración del sistema. Resulta
exasperante encontrarse una y otra vez con este tipo de análisis raquíticos en
cuanto a datos y pruebas sólidas, que no solo no clarifican casi ninguna cuestión
clave, sino que además en otros casos resuelven las lagunas con teorías
extrañas.

Manush Myftiu y Rita Marko ya eran candidatos a miembros del Politburó


desde el IIIº Congreso del PTA de 1956, mientras que Alia solo sería miembro
desde el Vº Congreso del PTA de 1966. Por lo tanto, eran más veteranos que el
propio Alia. Por contra, Simon Stefani, fue Ministro de Asuntos del Interior de
1989 a 1991, y Prokop Murra, ascendió al Politburó en el IXº Congreso del PTA
de 1986 y se mantuvo como Ministro de defensa desde 1982 a 1990, ambos
tuvieron su ascenso en pleno apogeo de Alia. Habría que obtener más
información y estudiar sobre qué habían hecho estos elementos hasta 1990, ya

638
que estuvieron en puestos clave y en los documentos que hemos consultado no
parece que hicieran nada relevante para oponerse a la línea oficial, todo lo
contrario. Calificarlos sin más de opositores a Alia es la clásica aventura del
historiador que ante la falta de hechos se los inventa para cuadrar forzosamente
algo. De hecho, según cuenta Nexhmije:

«Fue mi turno de sentir un profundo dolor en mi corazón cuando los dos viejos
miembros del Politburó, Adil Çarçani y Manush Myftiu, tomaron la palabra,
uno tras otro. No entendí entonces ni más tarde cómo y por qué estos dos
«cayeron tan bajo». En lugar de una política autocrítica sobre sus
responsabilidades en los últimos años, sobre la difícil situación económica y
social en el país, hicieron autocrítica sobre algunas cosas pequeñas».
(Shquitaria.com; Nexhmije Hoxha: Mis esfuerzos para detener el
derramamiento de sangre en Tirana –y cómo defendí a Ramiz Alia–, 2020)

A continuación, Nexhmije Hoxha citaba casos de malversación de fondos, que


además, como era normal, serían usados por la oposición para contragolpear y
exigir una liberalización completa del sistema, exigiendo el pluralismo de
partidos debido a las corruptelas de los comunistas.

b) La difusión del concepto menchevique de partido.

Nexhmije Hoxha diría del Xº Congreso del PTA de 1991 sobre los
procedimientos partidarios:

«[Ramiz Alia] Él tomó dos decisiones fatídicas para el Partido: primero, en un


discurso personal, sin pedir la aprobación del Buró Político, sin someterse a la
votación del Pleno del Comité Central, dio la orientación de abrir las reuniones
de las organizaciones del Partido a cualquier persona que quisiera participar,
dándole el derecho a intervenir en los debates pero sin la obligación de los
miembros del Partido». (Nexhmije Hoxha; De cómo el Partido del Trabajo de
Albania se alejó de sus posiciones marxista-leninistas, 1997)

Es decir, se había borrado toda línea entre partido y masas. ¿Qué suponía esto?:

«La gran difusión del «título». Lo que tiene de nocivo consiste en que origina
la idea desorganizadora sobre la confusión de la clase con el partido».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

En otra ocasión dijo:

«El partido político puede agrupar sólo a una minoría de su clase, puesto que
los obreros verdaderamente conscientes en toda sociedad capitalista no
constituyen sino la minoría de todos los obreros. (...) Si tales camaradas están
a favor de que exista una minoría que luche decididamente por la dictadura
del proletariado y que eduque en este sentido a las masas obreras, esa minoría
no es, en esencia, otra cosa que el partido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Discurso en el IIº Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

Stalin explicaría esta cuestión:

639
«Pero el Partido es una parte del proletariado. Por eso, tampoco puede verse
libre del contacto y de la influencia de las diversas capas de la sociedad
burguesa. La presión de la burguesía y de su ideología sobre el proletariado y
su Partido se manifiesta en que las ideas, las costumbres, los hábitos y el
estado de ánimo de los burgueses penetran a menudo en el proletariado y su
Partido a través de ciertas capas del proletariado, ligadas de una u otra
manera con la sociedad burguesa. Me refiero, en segundo lugar, a la
heterogeneidad de la clase obrera, a la existencia de diversas capas dentro de
la clase obrera. A mi modo de ver, el proletariado, como clase, podría ser
dividido en tres capas. Una capa la compone la masa fundamental del
proletariado, su núcleo, su parte permanente; es la masa de proletarios
«puros», que rompió hace ya mucho los lazos con la clase de los
capitalistas. Esta capa del proletariado es el apoyo más seguro del
marxismo. La segunda capa la componen gentes salidas hace poco de clases no
proletarias, de los campesinos, de las filas pequeñoburguesas, de los
intelectuales. Esas gentes proceden de otras clases, hace poco que han pasado
a formar parte del proletariado y llevan a la clase obrera sus hábitos, sus
costumbres, sus vacilaciones, sus titubeos. (...) Finalmente, la tercera capa la
compone la aristocracia obrera, la élite de la clase obrera, la parte más
acomodada del proletariado, con sus tendencias al compromiso con la
burguesía. (...) A pesar de su diferencia exterior, estas dos últimas capas de la
clase obrera constituyen un medio más o menos común, que nutre al
oportunismo en general». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez
más sobre la desviación socialdemócrata en nuestro partido; Informe ante el
VIIº Pleno ampliado del CE de IC, 1926)

¿Acaso eso cambia bajo la construcción del socialismo? No, porque todavía
subsisten restos materiales e ideológicos de la sociedad anterior que hacen que
los todos obreros y el resto de trabajadores estén lejos aún de equipararse:

«No se puede concluir que la naturaleza de clase de nuestro partido ha


cambiado, ni que el papel del partido como vanguardia de la clase obrera se
haya eliminando. (...) La superación final de las diferencias entre la clase
obrera y el campesinado se logrará sobre la base del desarrollo integral de las
fuerzas productivas de la sociedad socialista y la eliminación de los vestigios
del capitalismo en la economía y las mentes de las personas. Este desarrollo
conducirá gradualmente a la completa destrucción de la antítesis entre la
ciudad y el campo, a la convergencia de las dos formas de propiedad socialista
y su fusión en una sola propiedad comunista. (...) En cuanto a los límites entre
estas clases y la intelectualidad, se borrarán gradualmente sobre la base de la
destrucción de la antítesis entre el trabajo mental y físico. (...) Todavía hay
personas infectadas con la psicología de propiedad privada, que continúan
tratando el trabajo social y los bienes comunes colectivos a la antigua usanza,
violan la disciplina laboral y las reglas del régimen socialista. Todavía hay
personas infectadas por la adoración ante el oeste burgués. En vista de esto, es
necesaria una lucha sistemática para la educación socialista, para el
fortalecimiento de la actitud socialista hacia el trabajo y el deber público. (...)
El principal instrumento para proteger el socialismo es el Estado socialista
soviético, en cuyas funciones se expresa la lucha de clases del pueblo

640
soviético». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Materialismo histórico,
1950)

Teorizar en un momento crítico como el de 1991 que no solo los obreros, sino
todos los trabajadores podían opinar e incidir en el rumbo y decisiones del
partido comunista, era un gesto inequívoco de que Ramiz Alia formalizaba la
liquidación de la esencia comunista y proletaria del partido.

c) En el ámbito económico no se dejaba lugar a dudas.

Se puede decir que el PTA asumió las recetas económicas revisionistas que hasta
hacía meses había criticado con suma dureza:

«Como muy bien ha subrayado el camarada Adil Çarçani en su informe, el


fortalecimiento de la eficacia de la economía, al creación de las condiciones
para la autofinanciación de las empresas, para la participación de sus
trabajadores en la distribución del beneficio que crean por encima del plan,
para el establecimiento de relaciones que exige el momento entre el
centralismo y las competencias de la base durante la elaboración y aplicación
de los planes, para la elevación del papel de los métodos económicos y del
mercado, para la aproximación de los precios y los valores». (Ramiz Alia; La
democratización impulsa el pensamiento y acción del pueblo; Discurso en el Xº
Pleno del CC del PTA de 19 de abril de 1990)

Impulsaba el otorgamiento de mayor autonomía a las empresas, ampliación del


campo de la ley del valor, petición de mayor rentabilidad a las empresas.

Se hacía gala de un economicismo a cualquier coste, incluso por delante de


consideraciones político-ideológicas, primando lo particular e individual a lo
colectivo y transcendente:

«Se reduzca la esfera de acción de los factores no económicos en la formación


de los precios». (Ramiz Alia; La democratización impulsa el pensamiento y
acción del pueblo; Discurso en el Xº Pleno del CC del PTA de 19 de abril de
1990)

Abiertamente se renunciaba al papel rector del partido en cuestiones


económicas, delegando a la espontaneidad y los intereses de cada individuo o
unidad económica:

«Que el campesinado cooperativista juzgue y decida por sí mismo como


solucionar mejor el problema de su propio abastecimiento. Allí donde crea que
debe mantener el patio colectivo, en cuanto al huerto y al ganado, que avance
por ese camino. (...) Si juzgamos que es más efectivo mantener la vaca o los
animales de granja en el patio personal, que las cooperativas agrícolas, según
el deseo de sus miembros, decidan por sí mismos». (Ramiz Alia; La
democratización impulsa el pensamiento y acción del pueblo; Discurso en el Xº
Pleno del CC del PTA de 19 de abril de 1990)

641
Adil Çarçani, considerado la mano derecha de Ramiz Alia, explicaría estos
nuevos mecanismos siendo su ejecución la plena restauración del capitalismo y
sus leyes económicas:

«Las medidas que estamos adoptando no son mejoras parciales, sino que
tratan de transformar íntegra y esencialmente el mecanismo económico.
(...) Las responsabilidades y la adopción de las decisiones sobre numerosas
cuestiones pasan del centro a la base, armonizando mejor los intereses de
nuestra sociedad. (...) Los desarrollos cualitativos en todas las ramas de la
economía plantean la necesidad de vitalizar la actividad de la empresa
mediante vías y métodos económicos, liberándola de algunos elementos
caducos y de algunas prácticas inefectivas. (...) Esto se realiza ampliando, en
primer lugar las atribuciones de la empresa y ampliando el concepto de la
actividad económica independiente también en el terreno de la financiación de
la reproducción ampliada con sus propios medios. (...) En concordancia con
estos criterios se ampliarán los derechos de la empresa en el terreno de la
planificación, de la producción y de la distribución, de la exportación e
importación, del trabajo, de las pagas y de la utilización de los fondos
financieros y de divisas acumulados por ella. (...) En el campo de la
distribución, la empresa entregará al Estado sus cuotas obligatorias, en las
que se incluye la cantidad planificada para la exportación y la que
corresponde a las demás regiones; en cambio en lo que se refiere al resto de la
producción, la empresa decidirá por propia cuenta en colaboración con el
Comité Ejecutivo de la región donde opera. (...) Se crearán posibilidades para
que, además de las empresas que tienen tareas planificadas para la
exportación, se estimulen a otras para producir mercancías demandadas en el
mercado exterior. (...) La propia empresa decidirá sobre el número de
trabajadores, incluyendo a los que figuran en la plantilla, la productividad del
trabajo, la paga media, etc. De acuerdo con el fondo planificado de pagas, la
empresa tendrá el derecho de contratar obreros en la medida que lo considere
necesario para realizar el plan de producción. (...) Se ha propuesto que la paga
de los trabajadores del sector estatal de la economía se relacione también con
el resultado definitivo de la empresa o de la respectiva unidad de producción
que tiene autonomía financiera, es decir, sobre la base de sus ingresos netos.
(...) El mecanismo mejorado de dirección de las empresas con autonomía
económica acrecentará en mayor grado el papel de la banca y ampliará su
esfera de acción. Todo esto se manifestará sobre todo en el fortalecimiento de
la función que desempeñará el crédito, como palanca económica en la
reproducción ampliada de la empresa, que remplazará a la actual forma de
financiación a fondo perdido del presupuesto. (...) En el terreno de los precios
un importante paso será su aproximación al valor. Los precios de venta al por
mayor se formarán sobre la base de los gastos de producción y de una óptima
rentabilidad en lugar de la mínima que obraba hasta hoy». (Adil Çarçani;
Sobre el perfeccionamiento del mecanismo económico; Discurso ante la
Asamblea Popular, 1990)

Comparemos estas declaraciones con lo que el propio Ramiz denunciaba de


otros regímenes poco antes:

«El revisionismo chino, igualmente, está procediendo sobre el camino


capitalista. Los chinos predican sobre el «socialismo pluralista» para los

642
puntos de vista económicos, políticos, ideológicos y sociales, el renacimiento
del sector privado, la apertura de puertas para el capital extranjero y las
compañías multinacionales, son evidencias de la completa degeneración. (...)
Somos testigos de la bancarrota del revisionismo yugoslavo como ideología y
práctica. El llamado sistema de autogestión, del cual el camarada Enver
Hoxha hizo un profundo y completo análisis en su obra: «Autogestión; una
teoría y práctica capitalista» de 1978, ha fallado». (Ramiz Alia; Informe en el
IXº Congreso del PTA, 1986)

En 1987 se empezaron los primeros movimientos para obtener liquidez a través


de los gobiernos europeos. Alemania se negaba desde hacía décadas a pagar las
reparaciones de guerra exigidas por el gobierno albanés. Bajo ese pretexto y el
de las dificultades económicas del gobierno albanés:

«En 1987 Alemania aceptó dar 50 millones de marcos para restablecer como
ayuda y para destablecer las relaciones diplomáticas. Francia también dio un
crédito para unas plantas hidroeléctricas e Italia proveyó una modesta
cantidad de ayuda». (Fred C. Abrahams, Albania Moderna: De la dictadura de
la democracia europea, 2015)

Para 1991 ya sin disimulo se tomaron los créditos como medio desesperado para
tratar de salvar la situación. En un artículo llamado «Recientes cambios en
Albania» se decía:

«Por lo general se reconoce que Albania se encuentra en un estado pésimo, con


una infraestructura industrial dilapidada, una inflación del 40%, una
producción nacional en declive y un importante déficit comercial que asciende
a 92 millones de dólares; es decir, el 18,8% de las exportaciones de 1990. Según
las declaraciones de Gramoz Pashko en julio: «Albania deberá importar
harina por valor de 80 millones de dólares –47 millones de libras–, si es que
queremos alimentar a nuestro pueblo». (International Review; Revolucionary
Communist League of Britain, Nº 11, 1991)

En cuanto a los créditos, recordemos qué camino recomendaba Stalin seguir y


cuál rechazar:

«El año último revela que, a pesar del bloqueo financiero franco y encubierto
contra la URSS, no nos hemos sometido al vasallaje de los capitalistas y hemos
resuelto con éxito, movilizando nuestras propias fuerzas, el problema de la
acumulación y sentado las bases de la industria pesada. (...) Sería un ridículo
pensar que los capitalistas de Occidente se han compadecido de nosotros y
desean entregarnos varias decenas de millones de puds de trigo poco menos
que gratis o a pagar a largo plazo. Eso camaradas, son estupideces. ¿De qué se
trata pues? (...) Nos están tanteando. (...) Tratando de sondear nuestra
solvencia, nuestra firmeza. (...) Lo que pretenden no es tanto vendernos trigo a
crédito como enterarse de si nuestra situación es efectivamente grave, de si de
veras se nos han agotado las posibilidades financieras. (...) Ver si picamos el
anzuelo que nos lanzan». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la
desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, 1929)

Los albaneses se mantuvieron en la idea de que:

643
«Los chinos nos dicen que su liderazgo entiende porque Rumanía está
recibiendo créditos de los imperialistas y aplicando una política conciliadora
con los titoistas, porque no tiene otra alternativa, de lo contrario Rumanía se
arruinaría. Este punto de vista de los camaradas chinos es totalmente
revisionista. En otras palabras, los chinos sostienen que los créditos de los
Estados Unidos pueden ser aceptados, y creen que el socialismo puede ser
asistido por el imperialismo. (...) ¡No! Nunca nos pondremos de acuerdo con
estos puntos de vista oportunista de los camaradas chinos! ¿Qué sucede con las
tesis de que «el socialismo debe ser construido sobre la base de la
autosuficiencia», cuando, según ellos, puede aceptar créditos, incluso desde los
Estados Unidos?». (Enver Hoxha; Esto quiere decir que cambia de cualquier
forma el golpe del viento; Reflexiones sobre China; Tomo I, 18 de agosto de
1964)

«El capitalismo nunca puede invertir en otros países, conceder préstamos y


exportar capitales, sin calcular de antemano los beneficios que se embolsará».
(Enver Hoxha; Imperialismo y revolución, 1978)

Del 0% de deuda en 1985 y una economía albanesa saneada, se pasó a una


economía destruida a finales de los 80 y a unos niveles infames de deuda a
partir de 1991, que lejos de ayudar solo sirvieron para ahondar los problemas
económicos del país:

«La Constitución de 1976 de Albania prohibió específicamente las empresas


conjuntas entre empresas albanesas y empresas extranjeras. Sin embargo, la
grave crisis económica de principios de la década de 1990 persuadió al
gobierno a crear un marco rudimentario para regular las actividades
comerciales de las empresas extranjeras en suelo albanés. (...) La ley de agosto
de 1991 sobre actividad económica permitió a las empresas extranjeras
repatriar, en moneda extranjera, capital acumulado y ganancias de
actividades económicas. Más de dos docenas de compañías extranjeras ya
habían firmado contratos de empresas conjuntas para agosto de 1991. Casi la
mitad de las empresas conjuntas involucraron pequeñas inversiones en la
fabricación de calzado y textiles, pesca, comercio minorista, turismo y
construcción. Las compañías petroleras extranjeras también firmaron
acuerdos para explorar las reservas de petróleo debajo del mar Adriático.
Otros inversores potenciales vinieron de Italia y Grecia, la comunidad de
emigrantes albaneses en Occidente y la comunidad de albaneses étnicos de
Kosovo. En octubre de 1991, Albania se unió al FMI y luego trabajó para
asegurar el prerrequisito del acuerdo de crédito standby del FMI para recibir
créditos del Banco Mundial y otras instituciones internacionales». (Raymond
Zickel y Walter R. Iwaskiw; Albania: un estudio de país, 1994)

Los marxista-leninistas habían advertido muy sentidamente a dónde había


conducido a los países revisionistas tomar este camino:

«En primer lugar, le pidió a estos países a que tomaran nota de la situación
actual de la economía y definieran el camino a seguir para transformarlo,
hacerle modificaciones estructurales, limitaciones de las importaciones e
inversiones, etc. Es en este contexto que encaja las medidas adoptadas en estos

644
países para elevar los precios de los bienes de consumo y devaluar su moneda
frente al dólar. En los años 1981, 1983 y 1984, Rumanía ha devaluado tres
veces el leu y el dólar subió 4,5 a 21,5 frente al leu. Polonia, con su entrada en
el FMI, operaba con una devaluación del zloty en un 30 por ciento, mientras
que en Hungría el dólar ha pasado de 41,3 a 51 forint. De modo general, la
política del FMI con respecto a los países que piden préstamos,
independientemente de los matices y los rasgos específicos que revistan según
los diferentes Estados y los grupos de Estados, parece estar destinado a
aumentar la explotación y la expoliación de las amplias masas trabajadoras y
acentuar todavía la dependencia de su economía hacia sus exportaciones en
las metrópolis. Además, el FMI pregunta y pide informes detallados sobre la
situación de la economía de los países prestatarios, sobre sus perspectivas de
desarrollo, sobre la política económica que aplicarían según las medidas
propuestas por él, y se le ha sido reconocido también el derecho a proceder
periódicamente a la comprobación de la aplicación de esta política. Su no
aplicación puede conducir hasta al cese de los créditos». (Lulzim Hana; La
deuda externa y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena
neocolonialista que esclaviza a los pueblos, 1988)

Y efectivamente, ya para en ese mismo año:

«La deuda extranjera de Albania alcanza hoy los 238 millones de libras –
además de un préstamo extranjero por valor de 148 millones de libras, perdido
antes de las elecciones de abril–. El pago de la deuda debe comenzarse en julio.
Con el colapso económico erguido frente a la nueva coalición albanesa, 24.000
albaneses ya han escapado por mar hacia Italia, o hacia la frontera con
Grecia». (International Review; Revolucionary Communist League of Britain,
Nº 11, 1991)

Esta experiencia confirma de nuevo que los créditos nunca pueden ser la
solución para el problema estructural de la economía.

d) La rehabilitación política de la contrarrevolución

«El primer signo de liberalización política apareció en noviembre de 1989,


cuando una amnistía primera anunciada para ciertos presos político». (Gerd
Nonneman; Liberalización política y económica; Dinámicas y conexiones en
perspectiva comparativa, 1996)

Se azuzaba en favor de una reforma sobre el código penal, dando a entender


extrañamente que ya no había razón de ser para algunos artículos. Para ello se
lanzaba una teoría absurda de que existía una relación entre mayor nivel de
conciencia socialista con que dejen de ser punibles ciertos actos o que dejase de
haber un peligro de que se cometiesen:

«Medidas en el terreno del derecho, sobre las regulaciones que se introducirán


en el Código Penal, etc. Como se dijo ya en el IXº Pleno, estos cambios son
exigencias del momento. Cuanto más se fortalece nuestro orden socialista,
cuanto más se fortalece la unidad del pueblo, cuanto más se eleva la cultura y
la conciencia ciudadana de las masas, aún más debe democratizarse nuestra
legislación». (Ramiz Alia; La democratización impulsa el pensamiento y

645
acción del pueblo; Discurso en el Xº Pleno del CC del PTA de 19 de abril de
1990)

La creación de instituciones para rehabilitar a quienes en el pasado infringieron


las normas socialistas, que ahora se consideraban obsoletas:

«Esto se efectúa no en forma de declaración, sino constituyendo las


instituciones correspondientes, como es la creación del Ministerio de Justicia,
de la institución de rehabilitación, de la abogacía, etc., o cambiando algunos
artículos del Código Penal que el tiempo ha revelado incensarios. El camarada
Manush Myftiu ha explicado estos cambios». (Ramiz Alia; La democratización
impulsa el pensamiento y acción del pueblo; Discurso en el Xº Pleno del CC del
PTA de 19 de abril de 1990)

e) Se pretendía que con el cambio en la situación internacional era necesario


plantear una mayor flexibilidad las relaciones exteriores:

«El problema de las relaciones exteriores debemos considerarlo en su


conjunto. Ahora que los equilibrios políticos se han roto, nosotros debemos
pensar intensamente: ¿cómo maniobramos en la escena mundial para
preservar los intereses de nuestro país? Podrían suponerse dos caminos: el
primero consistiría en encerrarse en nuestra propia concha, limitar los
contactos, pasar a la defensiva ideológica, política, cultural, etc., Pero esta no
ha sido ni puede ser nuestra línea. (...) El segundo camino es el de la
aceptación del diálogo, la aceptación de la lucha diplomática abierta. Pero,
¿qué significa practicar la lucha diplomática abierta? Significa ir a desarrollar
esa lucha allí donde tiene lugar, significa también aceptar las reglas del juego.
(...) Lucha diplomática significa contactos, conversaciones, acuerdos,
compromisos, aceptaciones y rechazos, orientados siempre por el interés
nacional y criterio nacional». (Ramiz Alia; La democratización impulsa el
pensamiento y acción del pueblo; Discurso en el Xº Pleno del CC del PTA de 19
de abril de 1990)

Es decir, aceptar la diplomacia burguesa, para no quedarse aislados, un


pensamiento del todo burgués, sobre todo cuando se deja caer que lo que se
mirará será el interés estrictamente nacional de los acuerdos externos, sin
hablar en ningún momento del carácter de clase ni de lo que puede repercutir
hacia los trabajadores. Cuando lo que debería haberse hecho era fortalecer los
contactos con los grupos revolucionarios de otros países, no con sus opresores.

Esto llevo como consecuencia a la reconciliación con la Comunidad Económica


Europea (CEE), actual Unión Europea (UE), y también con el Fondo Monetario
Internacional (FMI):

«En la aplicación de las decisiones del IXº Pleno nuestros organismos estatales
deciden actuar también en dirección al Mercado Común Europeo. En Europa
Occidental se ha creado una unión de estados en la que está procediendo a la
unificación no sólo de la economía, sino también de muchos sectores de la
política interior y exterior. (...) El establecimiento de vínculos diplomáticos y
de contactos con ella servirá a nuestros intereses económicos y políticos».

646
(Ramiz Alia; La democratización impulsa el pensamiento y acción del pueblo;
Discurso en el Xº Pleno del CC del PTA de 19 de abril de 1990)

Por ningún lado se habla de que tales organismos están dirigidos por los
monopolios capitalistas, del peligro que podía suponer y supuso para
la soberanía albanesa y para cualquier país la penetración del capital extranjero,
así como el control de estos organismos de la economía nacional. Tampoco
comenta que la receta económica, legislación civil, la cultura en general en estos
organismos eran y son de tipo burgués. Algo que antes sí recalcaba el propio
Alia:

«Son tales organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco


Mundial para el Desarrollo y otros de esta categoría, los cuales, en la práctica,
deciden en muchos países las líneas de la economía y políticas financieras que
ellos deben seguir, los niveles de producción y consumo que ellos deben
establecer, que ramas de sus economías deben desarrollar y cuales deben
sacrificar. (...) Ahora incluso aquellos grandes países que están integrados en
los organismos supraestatales del Mercado Común Europeo o el CAME no
pueden escapar del dictador de los más poderosos». (Ramiz Alia; Informe en el
IXº Congreso del PTA, 1986)

f) Se reniega del legado PTA, de Stalin y Hoxha

De hecho en las discusiones de 1990, Ramiz Alia se tuvo que defender de las
acusaciones de los comunistas más «conservadores»:

«Primero, que con este camino que el Partido está siguiendo, no estamos
haciendo ninguna concesión a la reacción, tanto en política interna como
exterior». (Ramiz Alia; Informe, 10 de octubre de 1990)

Sin duda, sus palabras no podían sonar serias:

«La línea de conservadores la que vio estos cambios como un retorno a los
«errores de los enemigos del pueblo». (Alia en los años 90: ¿Estamos haciendo
como Shehu, Lubonja y Paçrami?, 2015)

Esto demuestra que los cuadros no eran ciegos, simplemente no tuvieron


suficiente arrojo o influencia para arrebatarle el partido a Alia.

Este aseguraba cínicamente que:

«Las medidas que hemos tomado y estamos tomando en el marco de una


mayor democratización del Partido y de toda la vida del país no tienen ni
pueden tener nada en común con los objetivos de los enemigos del Partido,
Fadil Paçrami y Todi Lubonja en el campo de la cultura, de Abdyl Këllez y
Koço Theodhos en el campo de la economía, de Mehmet Shehu en el campo de
la política». (Ramiz Alia; Informe, 10 de octubre de 1990)

Pero los hechos son los hechos, no solo sus recetas eran un calco de las que
habían propuesto los revisionistas albaneses previamente y de lo que

647
implementaban los revisionistas en otros países, sino que la propia dialéctica de
los acontecimientos confirmó los temores de estos cuadros.

A esta ristra de cambios ideológicos tajantes ya expuestos, podríamos añadir


otras declaraciones similares que evidenciaban un cambio de línea totalmente
antagónico. Si anteriormente se decía:

«El nombre y el trabajo de Stalin son inmortales y vivirán a través de los


siglos. (...) La actitud hacia Stalin y su trabajo es una clara línea de
demarcación entre marxistas-leninistas y revisionistas modernos». (Ramiz
Alia; Stalin y su obra; Una bandera para todos los revolucionarios, 1979)

Ahora de forma hipócrita se proclamaba:

«La vida de Stalin no tiene conexión directa con Albania. (...) Todavía tenemos
muchos nombres, monumentos y símbolos dedicados a estos momentos que
han perdido su valor anterior. El problema era que estas cosas corrían el
riesgo de convertirse en símbolos políticos e ideológicos, que no interesan a
nadie y no son de utilidad para nadie. Por lo tanto, es por el bien general que
las viejas decisiones relacionadas con la conmemoración de Stalin se
eliminarán». (Ramiz Alia; Discurso, 26 de diciembre de 1990)

Stalin era solo el primer paso. Poco tiempo después también acabó renegando
abiertamente del legado de Hoxha.

O para ser más exactos, se renegó de su legado para a continuación colmarlo de


las calumnias típicas. Una vez consumada la traición sin paliativos, se pasó a
cambiar nombre del partido para adoptar una imagen socialdemócrata hacia
Occidente mientras se buscaba conciliarse con las fuerzas anticomunistas en un
gobierno de coalición efímero. En el último congreso formal del PTA de 1991, el
propio Ramiz Alia sería criticado por tardar en implementar las reformas
capitalistas:

«En el congreso del PTA mantenido en junio, se cambió el nombre. Ellos serán
oficialmente el Partido Socialista. Habiendo adoptado el pluralismo político,
los comunistas albaneses están divididos sobre hasta qué punto retroceder del
legado ideológico del fundador del PTA Enver Hoxha. (...) Xhelil Gjoni criticó
el pasado «espíritu de ejército». Ramiz Alia, quien ha conducido la transición
en la era después de Enver Hoxha, fue criticado por mostrar «actitudes
sentimentales hacia amigos y colaboradores» Agolli fue menos circunspecto:
«Cualquiera que expresase una opinión contraria a las de Hoxha era
inmediatamente considerado un herético, un espía, un revisionista». (...) El
PTA ha ganado la mayoría en las elecciones multipartidistas celebradas en
abril de 1991, pero después de las huelgas anticomunistas, llevadas en parte
por los mineros de Valias, las cuales duraron en torno a cuatro semanas, el
Primer Ministro del PTA Fanos Nano fue forzado a resignarse y acordar un
gobierno de coalición conducido por Ylli Bufi –antiguo Ministro de
Alimentación–. Una figura del liderazgo de la oposición, el profesor y
economista Gramoz Pashko del Partido Democrático, fue nombrado Primer
Ministro. (...). El líder del PTA Ramiz Alia falló en asegurar su posición en la

648
capital, Tirana». (International Review; Revolucionary Communist League of
Britain, Nº 11, 1991)

Sobre este congreso, Nexhmije diría años después:

«La vida del Partido fue destruida y, durante los acontecimientos posteriores,
éste llegó a ser liquidado para ser sustituido por un nuevo partido, que en el Xº
Congreso de junio de 1991 tomó el nombre de Partido Socialista. La mayor
parte de los comunistas, así como la mayoría de los delegados, creyó que este
partido sería el continuador del Partido del Trabajo e incluso propusieron
diferentes nombres, como Partido Renovado, etc. En ese mismo Congreso se
dio el segundo golpe demoledor al Partido del Trabajo. Me refiero a cómo se
preparó el Congreso, cómo se desarrolló, a sus entre bastidores, y sobre todo a
la elección del nuevo Comité Central y a los poderes que se le dio. El Congreso
y su informe no fueron preparados por el Comité Central, que era considerado
conservador, sino por una comisión especial, en el que participaron los
miembros liberales –llamémoslos así– del Comité Central y otras personas
nombradas por el Primer Secretario. No habiendo sido aprobada por el
Comité Central, sobre todo por sus críticas a Enver Hoxha, la comisión exigió
la disolución del Comité Central a sólo cuatro días del inicio del Congreso. No
estuvimos de acuerdo porque esto estaba en conflicto con el Estatuto del
Partido. La comisión organizó el trabajo de tal manera que en el Congreso se
desacreditara a los miembros más antiguos del Buró Político, así como a los
comunistas más firmes, haciendo uso de acusaciones bajas sin carácter
político y que sirvieron de base a las acusaciones que Sali Berisha les imputó
más tarde cuando su gobierno los encarceló». (Nexhmije Hoxha; De cómo el
Partido del Trabajo de Albania se alejó de sus posiciones marxista-leninistas,
1997)

Es Xhelil Gjoni quien liquida los restos formales que quedaban del régimen
como son las denominaciones del partido y el país, como hizo en su momento
Gorbachov con la URSS, pero fue Ramiz Alia el principal autor de la
restauración del capitalismo como en su momento Jruschov en la URSS, y
Nexhmije Hoxha cumple el papel de un ente pasivo que incluso justifica a
quienes le apartan del poder, y sigue sin entender las causas fundamentales de
la contrarrevolución, justo como le pasase a Mólotov en la tragedia de la URSS.

Pero esto no explica nada de por qué la propia Nexhmije Hoxha y otros se
quedaron de cruzados de brazos y permitieron esto. ¿Qué hay del apoyo a las
políticas de Ramiz Alia durante años? Nada de esto es comentado, plantea la
cuestión como si de repente Ramiz Alia implementase un programa revisionista
de la nada.

Los albaneses olvidaron o no supieron aplicar las lecciones de la


restauración del capitalismo en la URSS

Los bolcheviques anunciaron una serie de axiomas básicos para el


mantenimiento y profundización del sistema socialista.

Lenin diría del rol entre el partido y las masas:

649
«¿Cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado?
¿Cómo se controla? ¿Cómo se refuerza? Primero por la conciencia de clase de
la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por
su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de
vincularse, aproximarse y hasta cierto punto, si se quiere, fundirse con las más
amplias masas trabajadoras, en primer término, con la masa proletaria, pero
también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado
de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su
estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas
se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es
posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para
ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a
transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar
una disciplina se malogran en fraseología, en gestos grotescos. Pero, por otra
parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Solo se forman con
esfuerzos prolongados y una dura experiencia». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

Stalin recalcó sobre la lucha contra el burocratismo:

«La mejor arma para combatir el burocratismo es la elevación del nivel


cultural de los obreros y de los campesinos. Se puede censurar y criticar el
burocratismo del aparato del Estado, se puede vituperar y poner en la picota
el burocratismo en nuestro trabajo diario, pero si no existe cierto nivel cultural
entre las amplias masas obreras, un nivel cultural que cree la posibilidad, el
deseo y los conocimientos necesarios para controlar el aparato del Estado
desde abajo, por las propias masas obreras, el burocratismo subsistirá, pase lo
que pase. Por eso, el desarrollo cultural de la clase obrera y de las masas
trabajadoras del campesinado –no solo en el sentido de fomentar la
instrucción, aunque la instrucción constituye la base de toda cultura, sino ante
todo, en el sentido de adquirir hábitos y capacidad para incorporarse a la
gobernación del país– es la palanca principal para mejorar el aparato del
Estado y cualquier otro aparato. En eso reside el sentido y la importancia de la
consigna leninista acerca de la revolución cultural». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

Los marxista-leninistas albaneses en su momento eran conscientes de estos


axiomas y muchos otros:

«La experiencia internacional y de nuestro país muestra que las esperanzas de


la burguesía y la reacción para la restauración del capitalismo no se basan
solamente en los remanentes de las viejas clases explotadoras ni en los espías y
agentes de la diversión pagados por los extranjeros. Sus esperanzas están
basadas especialmente sobre otros enemigos del socialismo, que emergen de la
propia sociedad socialista, en gente que está gravemente infectada por la
supervivencia de viejas ideologías, en gente con tendencias individualistas y
arribismo pronunciado, en gente corrompida por las influencias de la
ideología burguesa y revisionista actual, en aquellos que ceden ante la presión
de enemigos internos y externos, en aquellos que eventualmente se desvían de

650
la revolución y degeneran en contrarrevolucionarios». (Enver Hoxha; Informe
en el Vº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1966)

«La lucha de clases se refleja también en el seno del Partido, ya que, por un
lado, en éste ingresan personas provenientes de diferentes capas de la
población, que traen consigo- toda clase de residuos y manifestaciones
extrañas, y, por otro lado, los comunistas, al igual que todos los trabajadores,
se encuentran bajo la presión del enemigo de clase, sobre todo de su ideología,
dentro y fuera del país. Por consiguiente, tanto de entre las filas de los
trabajadores como de entre las del Partido, pueden surgir y surgen personas
que degeneran y que se ¡pasan a posiciones extrañas antipartido y
antisocialistas. En efecto, nuestros enemigos dan una especial importancia en
su actividad a la degeneración de los miembros del Partido con el fin de lograr
la degeneración del partido en general, ya que sólo así se. le puede abrir el
camino a la restauración del capitalismo. Hay que tener presente que, sin
contradicciones de distinto carácter y sin lucha para superarlas, no sería
posible la vida del Partido y su desarrollo. No se debe encubrir esta lucha so
pretexto de salvaguardar la unidad, sino que se la debe desarrollar y llevar
hasta el fin, fortaleciendo así la verdadera unidad del Partido, su espíritu
revolucionario, su combatividad, la dictadura del proletariado.

En la sociedad socialista existe el peligro de la degeneración de determinadas


personas, del surgimiento de nuevos elementos burgueses, de su
transformación en contrarrevolucionarios. El marxismo-leninismo nos enseña
que esto se debe, no sólo a que en la nueva sociedad socialista se conservan
aún tradiciones, costumbres, comportamientos y concepciones del modo de
vida de la sociedad burguesa de la cual ha surgido, sino también a ciertas
condiciones económicas y sociales, que en la fase transitoria existen en esta
sociedad. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la forma de
distribución que se basa en ellas, están aún muy lejos de ser enteramente
comunistas. En este sentido influyen asimismo las diferencias que existen en
diversos terrenos, como entre el campo y la ciudad, entre el trabajo manual y
el intelectual, entre el trabajo cualificado y el no cualificado, etc., que no
pueden desaparecer de golpe. A todo esto se le debe sumar la fuerte y múltiple
presión que el mundo capitalista y revisionista ejerce desde el exterior. El
socialismo puede limitar en gran medida el surgimiento de los fenómenos
negativos, que no son inherentes a su naturaleza, pero no está en condiciones
de evitarlos enteramente». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del
Partido del Trabajo de Albania, 1976)

«La lucha de clases se libra en todos los frentes, no solo porque los enemigos
externos aplican su lucha en todas las direcciones, sino porque, en primer
lugar, estamos desarrollando la revolución en todos los campos y direcciones.
Lo que hace que el ejecutar la lucha de clases en esas tres direcciones
fundamentales –ideológica, política y económica– sean puntos muy
importantes. Si la lucha se debilita en una dirección, toda la lucha de clases se
debilitará y se condenará a un mayor castigo inmediato en el futuro».
(Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política
revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha
de clases, 27 de junio de 1977)

651
La documentación albanesa confirma que sus cuadros sabían más que de sobra
de las causas de la resurrección del capitalismo en la URSS:

«Como confirma la experiencia histórica, hay dos enemigos principales que


ayudan a la degeneración pacífica de la dictadura del proletariado: la
burocracia y el liberalismo. La burocracia ataca la dictadura del proletariado
en sus centros nerviosos. Esto conduce a la esclerosis del partido y la clase
obrera y debilita su rol de liderazgo, interrumpe los enlaces del poder del
Estado con el pueblo y dificulta la participación de las masas trabajadoras en
el gobierno del país, se paraliza la democracia socialista y cultiva la
presunción en los cuadros, con todos los males que ello conlleva, como la
vanidad y el desprecio por las masas. El liberalismo es un gran peligro. A
través de liberalismo, se manifiestan las tendencias de laxitud hacia la política
y la ideología del enemigo, a la renuncia a las normas de la moral proletaria,
al espíritu de conciliación con la forma de vida revisionista-burgués y la
permisión de deficiencias y debilidades, etc., penetran en el partido de la clase
obrera, el Estado socialista, y las masas trabajadoras. El liberalismo se
presenta a menudo con consignas engañosas acerca de la «libertad» y
«democracia», y plantea como «un rival de la burocracia», con el objetivo de
sembrar su semilla venenosa más fácilmente. La burocracia y el liberalismo,
como dos peligros letales para el socialismo, se entrelazan, complementan y
fomentan entre sí. Esto se puede ver claramente en el ejemplo negativo de los
países revisionistas. En Yugoslavia, la tendencia principal del revisionismo y
la restauración capitalista fue el liberalismo, pero el aparato burocrático fue
creado junto con él. En la Unión Soviética, el camino típico fue la degeneración
burocrática, pero ella estaba estrechamente relacionada con las
manifestaciones de degeneración liberal-burguesa, tales como el campo de la
cultura y el arte, en la forma de vida, etc., o la notoria campaña de
«desestalinización» en sí, que comenzó precisamente con el eslogan del
liberalismo. El socialismo, debido a su naturaleza, no constituye una fuente de
liberalismo ni de burocracia. Estas manifestaciones no son características del
socialismo. Sin embargo, siempre y cuando la lucha de clases continúe,
siempre y cuando la presión hostil interna y externa esté activa y siempre y
cuando las reminiscencias del pasado, junto con las diferencias esenciales del
trabajo mental y físico, etc. se conserven, estas manifestaciones no pueden
evitarse por completo en el socialismo. Lo mismo vale también para otras
formas de manifestación como el tecnocratismo y el intelectualismo, que
plantean los mismos peligros potenciales y que encuentran su expresión en la
absolutización de la función de los equipos, la ciencia y la inteligencia técnica,
en la sobrevalorización del trabajo mental y la subestimación del papel de las
masas, en el desplazamiento de la clase obrera de la dirección del Estado y la
sociedad socialista. En su lucha de clases para fortalecer y perfeccionar
constantemente la dictadura del proletariado y para llevar adelante la
revolución y la construcción socialista, el Partido del Trabajo de Albania (PTA)
ha otorgado fuertes y continuos golpes contra cualquier manifestación de
liberalismo y burocracia. Las medidas tomadas en contra de estas
manifestaciones han sido políticas, ideológicas, económicas y administrativas.
Las enseñanzas del PTA y el camarada Enver Hoxha sobre las causas que
mantienen la burocracia y el liberalismo con vida bajo el socialismo, así como
sobre la forma de manejarlos política e ideológicamente, al ver estos

652
fenómenos como expresiones de concepciones del mundo reaccionarios, y la
lucha contra ellos como una parte constituyente importante de la lucha de
clases, son de gran valor teórico y práctico. Resumiendo la experiencia
albanesa e internacional en conexión con las manifestaciones de liberalismo y
burocratismo en la sociedad, el PTA y el camarada Enver Hoxha han
enfatizado que las manifestaciones de burocratismo y liberalismo constituyen
un gran peligro para el socialismo, pero cuando no se les permite la libertad de
acción y cuando se combaten de forma continua y resolutivamente, las
consecuencias son completamente evitables. (...) La esencia de la lucha de
clases contra la burocracia y el liberalismo consiste en el establecimiento e
implementación de correctas relaciones entre democracia y centralismo, entre
los órganos electos y los órganos de la administración, entre los cuadros y los
funcionarios, por una parte, y las masas trabajadoras, por el otro, entre las
libertades y derechos de los ciudadanos, y su disciplina y deberes contraídos
con el Estado y la sociedad socialista, en todo momento. Todas las medidas que
el partido haya adoptado para la erradicación de las manifestaciones de la
burocracia y el liberalismo, están conectadas con esta esencia del problema».
(Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el
período del socialismo, 1978)

Habían descrito muy bien los riesgos a los cuales se enfrentaban. Describiendo
las contradicciones en la sociedad socialista se decía:

«Las contradicciones antagónicas son típicas, son características de las


sociedades divididas en clases antagónicas. En la sociedad socialista, donde
esas clases han dejado de existir, las contradicciones antagónicas no surgen de
la naturaleza misma del orden socialista. Ellas surgen y existen como un
producto de los residuos de la vieja sociedad burguesa en el interior del país y
de la presión del cerco capitalista-revisionista del exterior, y estos factores
existen objetivamente, pero son ajenos al mismo orden socialista y a su
ideología. Por lo que, de una evaluación profunda de las contradicciones
antagónicas, resulta que las contradicciones no antagónicas son
características de la sociedad socialista sin clases antagónicas. Por otro lado,
no debemos olvidar que las contradicciones no antagónicas pueden volverse
antagónicas. Esto es precisamente lo que nuestros enemigos están tratando de
lograr mediante la difusión de su ideología, cultura y forma de vida decadente,
la fomentación del liberalismo y la burocracia, la discordia y el descontento, el
robo y la malversación de fondos, etc. Y esto sucede siempre que la posición
frente al enemigo de clase, su ideología y actividad, es oportunista y liberal,
cuando la vigilancia y la lucha severa contra él se debilitan o se descuidan
totalmente, cuando se sigue una política incorrecta respecto a las relaciones
entre varias clases y estratos en la sociedad, entre los cuadros y las masas,
etc». (Foto Çami; Contradicciones, clases y lucha de clases en el socialismo,
1980)

Y explicando los factores objetivos y subjetivos de esos peligros de restauración


capitalista, se exponía:

«Hay que tener en cuenta tanto los factores objetivos como pueden ser los
remanentes de la ideología burguesa en los viejos elementos explotadores, en
las clases socialistas e incluso entre ciertas capas del proletariado, o la

653
evidente proyección del cerco imperialista-revisionista. (…) Factores subjetivos
que pueden surgir debido a una permisión de la ampliación de las diferencias
salariales entre rangos, ampliación en la diferenciación entre el campo y la
ciudad, o por apatía en la lucha contra las corrientes ideológicas extrañas,
fenómenos precisamente subjetivos que los revolucionarios deben buscar
evitar que ocurran». (Jorgji Sota; Sobre la dictadura del proletariado y la
lucha de clases en Albania; Informe presentado en la Conferencia científica
sobre el pensamiento teórico del Partido del Trabajo de Albania y el Camarada
Enver Hoxha, 1983)

En diversas ocasiones Enver Hoxha advertiría seriamente sobre sobre los


peligros en el frente externo e interno que acechaba al partido y el gobierno
albanés. En una de sus últimas intervenciones públicas diría:

«Sólo realizando y rebasando los planes, sólo ahorrando y economizando, sólo


con una organización y dirección científicas, afrontaremos la presión política
y económica del mundo capitalista y revisionista. (...) Nuestra obligación es no
bajar la guardia. (...) El alejamiento de cualquier comunista o cuadro de las
normas del partido del control social no sólo perjudica la reputación del
partido sino también representa un peligro para quien viola dichas normas. El
enemigo empieza a comprometer partiendo de las cosas más pequeñas, de las
infracciones financieras, de la moral comunista y de otras formas. Aquí deben
ser activas la vigilancia personal y la social, sea del partido o de las masas. La
vigilancia no debe ser concebida como monopolio o tarea sólo de un
organismo del partido del Estado, sino como un problema de todos, de cada
comunista, de cada ciudadano de la república. (...) La negligencia y el
indiferentismo a este respecto son muy peligrosos para nuestra sociedad».
(Enver Hoxha; El partido siempre fue la fuerza que salvó el país y el
socialismo; Extraído del discurso de clausura en el VIIº Pleno del Comité
Central del Partido del Trabajo de Albania, 1983)

Hay muchísimas obras concretas donde se estudia este tema profundamente:

-Enver Hoxha; Sobre el control obrero, 1968.

-Enver Hoxha; Acerca de la aplicación de las decisiones del VIº Pleno del CC del
PTA sobre la lucha contra las manifestaciones de intelectualismo y
tecnocratismo, 1970.

-Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones


extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973.

-Equipo de Bitácora (M-L); Las advertencias de Enver Hoxha en su último


congreso a frente del Partido del Trabajo de Albania, 2017.

Existe así mismo muchísima documentación sobre la sociedad socialista de


otros autores albaneses. Dejaremos los enlaces bien en inglés o castellano para
el lector:

-Agim Popa; Las relaciones entre los cuadros y las masas y la lucha contra la
burocracia, 1976.

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-Hysni Kapo; Importante paso para perfeccionar el estado de la dictadura del
proletariado, 1976.

-Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política


revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha
de clases, 1977.

-Alfred Uçi; Sobre las contradicciones en la sociedad socialista, 1977.

-Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el


período del socialismo, 1978.

-Foto Çami; Contradicciones, clases y lucha de clases en el socialismo, 1980.

-Foto Çami y Gramos Hysi; La constitución del socialismo triunfante, 1980.

-Jorgji Sota; Sobre la dictadura del proletariado y la lucha de clases en


Albania, 1983.

-Ismail Lleshi; El Partido del Trabajo de Albania sobre el tratamiento y la


correcta solución de las contradicciones en la sociedad socialista, 1984.

Pero con el tiempo nada de esto fue tenido en cuenta debidamente. Estos
documentos del PTA 1990 ratificaban que se había abandonado por completo
las enseñanzas sobre la restauración del capitalismo que años antes los
albaneses habían extraído.

La propia Nexhmije reconocería poco después:

«Por desgracia, su Partido no se adhirió estrictamente a las enseñanzas


leninistas sobre el indiscutible papel dirigente del Partido como vanguardia de
la clase obrera. No valoró la importancia de sus advertencias sobre los
peligros del revisionismo moderno resucitado que amenazaba al socialismo en
los países donde se estaba construyendo y a todos los partidos comunistas y
obreros del mundo». (Nexhmije Hoxha; De cómo el Partido del Trabajo de
Albania se alejó de sus posiciones marxista-leninistas; Discurso pronunciado
en la ciudad italiana de Teramo, 1997)

De nuevo la cuestión del culto a la personalidad

Sobre la cuestión del culto a la personalidad, el caso albanés es análogo al


soviético. Ninguna de las dos figuras del liderazgo fueron las promotoras del
culto hacia su persona. En el caso de Stalin, Hoxha concluyó con razón:

«El gran ruido que levantaron los jruschovistas sobre el pretendido culto a
Stalin era en realidad un bluf. Este culto no había sido cultivado por Stalin,
que era un hombre sencillo, sino por toda la bazofia revisionista acumulada a
la cabeza del Partido y el Estado. (...) Si se lee los discursos de Jruschov,
Mikoyan y de todos los miembros del Presídium, se verá los elogios
desenfrenados e hipócritas que estos enemigos prodigaban a Stalin mientras

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éste estuvo en vida. Esta lectura provoca nauseas cuando piensas que detrás
de estos elogios, dichos elementos ocultaban su trabajo hostil a los ojos de los
comunistas y de las masas, los cuales estaban engañados al pensar que tenían
ante sí dirigentes fieles al marxismo-leninismo y camaradas leales a Stalin».
(Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)

En el caso albanés:

«Enver Hoxha dijo antes de su muerte, «para mí, no hagan ningún


monumento; iré a mi guerra, a los partisanos, a los mártires de la Lucha de
Liberación Nacional». Esta fue la palabra de Enver Hoxha; y este consejo fue
seguido. Luego Ramiz Alia comenzó a erigir estatuas y a nombrar
organizaciones tras Enver Hoxha, sólo para desacreditarle, contrariando la
enseñanza viva de Enver Hoxha acerca de cómo deben ser vistas las figuras de
los líderes. Este fue un proceso que pretendía desacreditar a Enver Hoxha.
(...) Lo mismo fue promovido por los jruschovistas, que luego lo utilizaron para
culpar al propio Stalin del «culto a la personalidad». (Entrevistas con Laver
Stroka, 2001)

De ahí que Hoxha repitiera en varias ocasiones:

«Nuestro partido, como partido marxista-leninista, es plenamente consciente


de que el culto a la personalidad es una manifestación extraña y nociva para
los partidos y para el movimiento comunista. Los partidos marxistas no sólo
no deben permitir el desarrollo del culto a la personalidad, que frena la
actividad de las masas, niega su papel, se opone al mismo desarrollo de la vida
del partido y de las leyes que la rigen, sino que deben luchar con todas las
fuerzas para arrancarlo de raíz, desde que comienza a manifestarse o cuando
ya ha aparecido en algún país». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en
nombre del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania en la
Conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú,
1960)

Incluso criticase a diferentes revisionismos por tal postura y sus cotas tan
ridículas:

«¿Qué resulta de la propaganda china en tomo a este problema? «Mao es el sol


que ilumina el mundo», «Mao es un gran genio sin parangón en la historia de
la humanidad», «los pensamientos de Mao son el apogeo del marxismo»,
«Mao lo sabe todo», «Mao lo ha hecho todo», «quien quiera resolver cualquier
problema, en cualquier momento y en cualquier lugar, que lea las obras de
Mao, que se inspire en las ideas de Mao». Se trata de unos pocos calificativos
que hemos anotado, pero en la prensa china se encuentran expresiones tan
exaltantes y se mencionan tales gestos y sucesos que llevan a preguntarse:
¿estamos ante marxistas o ante creyentes? Porque en verdad, a juzgar por lo
que vemos con los ojos y escuchamos con los oídos, en China se hace por Mao
lo mismo que los cristianos hacen por Cristo. Las apreciaciones sobre Mao,
hechas por chinos o extranjeros, por gente honesta o por aduladores, por
personas sencillas y sinceras o por hipócritas, son erigidas en teoría por la
propaganda china y difundidas por medio de un coro detestable. (...) Entonces
cabe preguntarse: Los comunistas del mundo, aún sin mucha experiencia y a

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los que nos esforzamos por inspirar correctamente con nuestra actividad,
¿cómo pueden comprender y admitir esto? ¿Y por qué los camaradas chinos
permiten tal desarrollo de una cosa semejante? Como se ve, esta propaganda
desenfrenada ha adquirido proporciones alarmantes para nosotros, los
marxista- leninistas, sobre todo a partir del inicio de la Revolución Cultural».
(Enver Hoxha; Sobre el culto a Mao; Reflexiones sobre China, Tomo I, 9 de
agosto de 1966)

Es claro que en Albania o la URSS el culto a la personalidad no llegó nunca a


proporciones tan extremas como la de los países revisionistas como China,
Corea del Norte y otros, pero esto no resta responsabilidad al hecho de que
precisamente Hoxha y Stalin, al ser dos figuras de máxima autoridad en sus
respectivos partidos, tenían poder más que suficiente para promover el debate
sobre el culto a la personalidad y presentar una línea que convenciese al partido
de la necesidad de criticar como antimarxistas dichas tendencias, y finalmente,
aplicar sanciones cuando fuera necesario para que las resoluciones no quedasen
en papel mojado.

En el caso albanés el error es mucho más grave viendo los resultados del culto a
la personalidad en la URSS, que como ellos mismos denunciaban,
posteriormente fue utilizado como pretexto por los oportunistas para tachar el
trabajo revolucionario de Stalin y negar el marxismo-leninismo en general. Pese
a que sabían esto, en el PTA se podía ver el eslogan: «¡El partido de Enver!»,
junto a bustos y carteles que decoraban los plenos y congresos. Esto era una
postura aduladora, y en el fondo, metafísica, ya que da a entender que dicho
líder no puede equivocarse e incluso degenerar ideológicamente. ¿Acaso los
fundadores del partido jamás pueden equivocarse o corromperse? ¿No ha
habido casos de grandes marxistas como Kautsky, Plejanov y otros que
acabaron sus días como contrarrevolucionarios? No estamos acusando a Stalin o
a Hoxha de autoritarismo, pero pongámonos en contexto... ¿cómo alguien iba
contradecir al líder del partido en la URSS o Albania cuando su imagen y
nombre decoraban las paredes del congreso del partido? Esto estimulaba el
seguidismo. Los marxista-leninistas consideramos que los homenajes hacia los
líderes del proletariado nacional e internacional son necesarios, pero ese
agradecimiento y admiración no se debe traducir en una caricatura ni en
servilismo.

El trato del PTA en la cuestión religiosa; ¿acierto o sectarismo?

Casualmente, los revisionistas albaneses reavivaron en 1991 el mito


anticomunista que durante décadas propagó el imperialismo. Incluso crearon la
falsa idea que estas desviaciones fueron fruto de las relaciones de entonces con
la China de Mao:

«Es una realidad que los derechos del individuo, especialmente aquellos de la
vida espiritual, han sido gravemente violados. La abolición legal de las
creencias religiosas llevó a la posición oficial del Partido en conflicto con el
deseo de creer por parte de las amplias masas populares. (...) Debe destacarse
que tales errores y deformaciones ocurrieron especialmente durante el período
de finales de los años sesenta, que también se denominó período de
revolucionización. Además de las influencias extranjeras, particularmente de

657
la revolución cultural china, durante este período también aparecieron
algunas inclinaciones subjetivistas para encontrar soluciones nuevas y
originales a muchos problemas de la sociedad. (...) Parece que el
antirrevisionismo que elegimos como estrategia a menudo condujo a
posiciones de izquierda». (Xhelil Gjoni; Discurso en el Xº Congreso del partido
del Trabajo de Albania; Publicado en Zëri i Popullit, 11 de junio de 1991)

Xhelil Gjoni fue una figura que fue ascendida por Ramiz Alia al Politburó en la
crisis de julio de 1990, poco después adelantó al propio Alia en oportunismo por
la derecha, y en el Xº Congreso del PTA de 1991, llegaría a criticar a Enver
Hoxha con varios argumentos liberales y a plantear el cambio de nombre del
partido. El propio Alia fue criticado por no iniciar las reformas antes.

Tiempo después, algunos analistas dieron validez a dichos comentarios y


estaban de acuerdo en que el PTA se «precipitó» con sus campañas en favor del
ateísmo y de transformaciones de los centros religiosos en centros culturales,
incluso que «vulneró los derechos de los ciudadanos albaneses». Este es el caso
de algunos analistas, aficionados a las especulaciones y conspiraciones, los
cuales años después comentarían que dichas campañas presuntamente
sectarias, habrían sido un diseñado plan de los revisionistas ocultos para
desacreditar a la dirección encabezada por Hoxha. Véase la obra de Norberto
Steinmayr: «La lucha contra la religión en la Albania Socialista y el cierre de sus
instituciones religiosas en 1966-67» de 2001. Este estudio hace gala del
subjetivismo clásico de aquellos análisis que intentan cuadrar a posteriori algo
después conocido. Así, se hacen listas de altos cargos dando a entender que
como muchos de esos elementos luego traicionarían el socialismo, en 1966 ya
debían haber degenerado –de golpe y plumazo liquidan el proceso dialéctico de
degeneración que sufre un sujeto–, incluso plantean que dichos cuadros
convertidos absolutamente en revisionistas, ya tendrían la suficiente valentía
como para manifestar e imponer sus planes contrarrevolucionarios para
desacreditar al partido, incluso plantean que tenían el suficiente poder como
para obligar a Hoxha a mantenerse en silencio –ello pese a que Hoxha mantuvo
durante toda su vida una autoridad incontestable dentro del PTA–. Aunque
aceptásemos tal premisa, los analistas no tienen en cuenta en ningún momento
que en este caso, esta supuesta estrategia de los revisionistas emboscados
hubiera sido totalmente suicida: porque al tratar de perjudicar al partido y a
Hoxha adrede, esto podría haber conducido perfectamente a que ellos mismos
fueran señalados por las masas como responsables de promover unas campañas
antirreligiosas mal enfocadas, sectarias, que levantasen la insatisfacción entre la
población y rebajasen la moral y convicción de los propios militantes
comunistas. No dudamos que pueda haber habido errores. Pero lo cierto es que
en este estudio no se aporta una sola prueba sólida que confirme tal teoría, ni
siquiera un indicio válido. La realidad es que Enver Hoxha encabezó dicha
campaña, y lejos de llevarla por derroteros sectarios, la condujo notablemente
con bastante prudencia en muchos puntos clave y se lograron éxitos admirables.

Pero... ¿cómo fue ese proceso realmente? Aportemos pruebas en vez de hablar
por hablar.

«Las instituciones religiosas ya no funcionan en Albania; la prohibición de la


actividad religiosa y la propaganda de la ideología religiosa, este opio, que es

658
un producto inevitable del orden de opresión y explotación, está sancionado en
la Constitución de 1976 y se aplica en la práctica. La burguesía y los
revisionistas difunden la religión en sus países y la utilizan como un medio
para mantener a las masas trabajadoras bajo el yugo porque la religión
desempeña una función ideológica reaccionaria.

Nuestro Partido emprendió una lucha exitosa contra la ideología religiosa


porque movilizó a las masas para este propósito. En la historia pasada de
nuestro pueblo, la religión era una herramienta en manos de los ocupantes
extranjeros, un medio para dividir a la gente, un instrumento para dejar a la
gente en el oscurantismo y la ignorancia. El Partido y sus palancas llevaron a
cabo una propaganda atea militante, exponiendo el peligro planteado y el
daño causado por la religión sistemáticamente, con paciencia y sabiduría. Con
la creación de nuevas relaciones que imposibilitan la explotación y con toda la
labor de ideoeducación del Partido y el Estado, se preparan las condiciones
para una situación profundamente revolucionaria en la que personas por su
libre albedrío llegan a la conclusión natural y lógica: exigen el cierre de las
instituciones religiosas y la prohibición de la actividad del clero. Esta acción
por la liberación del pueblo del opio religioso no privó a los trabajadores de
ninguno de sus derechos, como afirman los ideólogos burgueses y
revisionistas, sino que representó un paso importante hacia su emancipación,
su liberación del veneno ideológico de la religión, de todas las costumbres y
tradiciones atrasadas que entorpecían las energías creativas del pueblo, que
pisoteaban la dignidad del hombre trabajador

Pero, a pesar de que se ha tratado la religión, somos realistas y no nos


hacemos ilusiones acerca de que las creencias y los prejuicios religiosos se
liquidan de una vez por todas desde la conciencia de todas las personas.
Sabemos que sus restos aún existen. Podrían revivir y volverse activos, si
disminuimos nuestra vigilancia y la lucha de clases contra ellos, porque están
alimentados por el mundo antiguo y el cerco burgués-revisionista. Esta es la
razón por la cual la educación atea de los trabajadores sigue siendo una tarea
siempre real de nuestra educación y actividad cultural». (Tefta Cami; La
revolución socialista en el campo cultural e ideológico y su profundización,
1980)

«Miembro del Partido del Trabajo de Albania (PTA): No hemos forzado nada.
jamas hicimos decretos contra las iglesias o por eliminar de las iglesias, de la
religión. Nosotros explicamos la visión materialista, propusimos la base
científica de la formación del mundo, de los fenómenos sociales etcétera
etcétera. Y, finalmente la ideología materialista ha triunfado sobre la ideología
idealista. Y las personas ya no necesitan la iglesia, porque comprobaron
claramente, la inutilidad de tales. Y la juventud, que está siempre a la
vanguardia de la revolución ininterrumpida en Albania ha demandado cerrar
las iglesias. Y nosotros las cerramos. Hay muchas personas que vienen de
Europa y dicen: «¿Por qué van a cerrar las iglesias?». Y nosotros
respondemos: «¿Por qué ustedes las han abierto?». (...) No impedimos que las
personas fueran a las iglesias. Las iglesias estaban abiertas pero se vieron que
eran inútiles. Durante milenios rezamos a Dios para tener el pan de cada día,
etc., pero la gente vio que era la revolución la que aseguraba su bienestar, su
futuro, etc. Prefirió dejar la iglesia y tomar el pico para construir el

659
socialismo». (Guy Ackermann, Pierre Demont y Robert Escarpit; El desafío
albanés, 1970)

Lejos de lo que han esgrimido diversos historiadores e ideólogos revisionistas –


sobre todo «thälmmanianos» de la «Escuela histórica de Bill Bland» a los cuales
les gusta en exceso la especulación–, la postura del PTA y de Enver Hoxha sobre
la lucha contra la religión y el consiguiente cierre de instituciones religiosas
durante 1966-67, no se trató de un error a lamentar, sino de toda una victoria
histórica del pueblo albanés y del marxismo-leninismo.

Dichos sucesos no estuvieron basados en un simple «decretazo» administrativo


que no tenía en cuenta las condiciones materiales y que carecía de un trabajo
ideológico previo contra la religión –como lo intentan pintar algunos–.

Esto es una mentira flagrante que se desmonta con la documentación de la


época.

1) Precisamente las campañas para el cierre de instituciones religiosas


correspondían a las condiciones materiales resultantes de las
transformaciones económicas y del arduo trabajo ideológico realizado durante
décadas:

«La lucha por desarraigar estas supervivencias del pasado heredadas durante
siglos enteros es, sobre todo, una lucha ideológica, que tiene por objeto liberar
espiritualmente a los hombres. Si los hombres son vehículos de tales
supervivencias, es sólo una desgracia, y no algo de lo que puede culpárseles.
Por eso, hacia ellos debe adoptarse una actitud muy prudente, amistosa y
camaraderil. En la lucha contra los prejuicios religiosos, las supersticiones y
las costumbres retrógradas, un importante lugar debe ocupar la propaganda
científica atea, la cual debe educar pacientemente a los hombres en la
concepción científica del mundo, sin ofenderles y sin afectarles directamente.
La erradicación de estas supervivencias es un trabajo difícil y delicado. No
pueden ser suprimidas a fuerza de decretos ni con mitines. Es un trabajo que
requiere paciencia, inteligencia y tacto. Para lograr este cometido, hay que
activar aún más todas las formas de propaganda del Partido, nuestras
instituciones culturales, las escuelas, los maestros y todos los demás
intelectuales, la prensa y la radio, la literatura y él arte, que deben considerar
como una de las principales tareas la lucha por la educación de los
trabajadores en la moral y la nueva concepción comunista del mundo. Debe
darse una gran importancia a la explicación correcta y científica de los
fenómenos de la naturaleza, a la popularización de los logros de la ciencia y de
la técnica, a la crítica de los dogmas religiosos, demostrando al campesinado
la inutilidad de éstos y el perjuicio que ocasionan. Las escuelas, las
organizaciones de la juventud y las instituciones culturales deben prestar
especial atención en este sentido a la educación de la juventud». (Enver
Hoxha; Sobre la situación económica, social y cultural en el campo y las
medidas para mejorarlo; Informe en el Xº Pleno del CC del PTA, 6 de junio de
1963)

Dando como resultado que las masas, en concreto la juventud, animasen la

660
campaña de transformación de iglesias y mezquitas en centros de carácter
cultural:

«La Lucha Antifascista de Liberación Nacional y la construcción socialista del


país han sido en sí mismas una gran escuela para la educación atea de los
trabajadores. Han enseñado a las gentes que la libertad y la independencia, el
progreso y la prosperidad no son resultado de las imploraciones a «dios»
ni regaladas por él, sino que se conquistan con la lucha y los esfuerzos de los
hombres mismos, son obra de las masas populares. (...) Ahora se habían
creado las condiciones para pasar a una fase superior en la lucha contra la
religión, los prejuicios religiosos y las costumbres retrógradas. Tras el V
Congreso y el discurso del camarada Enver Hoxha del 6 de febrero de
1967, esta lucha prosiguió en un amplio frente y adquirió el carácter de un
gran movimiento de profundo contenido ideológico. (...) En las ciudades y
aldeas, la juventud y el resto de las masas populares se pusieron en pie para
exigir que fueran cerradas las iglesias y mezquitas, los monasterios, los
templos de la secta bektachí y otros santuarios, todos los «lugares santos»;
que los clérigos renunciaran a su vida parasitaria y se convirtieran en
trabajadores, para vivir como todos, de su trabajo y sus esfuerzos. En
reuniones y en asambleas populares, organizadas por el Frente Democrático y
la Unión de la Juventud, en las que tenían lugar ardientes debates, el pueblo
condenaba el papel antinacional y antipopular de la religión y del clero
reaccionario, de las costumbres religiosas, tomaba decisiones para suprimir
los centros religiosos y transformarlos en centros culturales, etc., para
renunciar a las prácticas religiosas y a las costumbres retrógradas, para
limpiar las casas de iconos, libros y otros símbolos religiosos. Estas iniciativas
del pueblo contaron con el poderoso apoyo de las organizaciones del Partido y
de los órganos del poder popular». (Historia del Partido del Trabajo de
Albania, 1982)

De forma que:

«Nuestro estado es ateo por la voluntad de su gente». (Enver Hoxha, Discurso


previo a las elecciones para la Décima Legislatura de la Asamblea Popular
para el PSR de Albania, 10 de noviembre de 1982)

2) Los marxista-leninistas albaneses jamás declararon con arrogancia el fin de


toda reminiscencia religiosa entre la población:

«El Comité Central dio instrucciones a las organizaciones del Partido para que
se combatiera cualquier forma estrecha de comprender el problema de la
lucha contra la religión, cualquier manifestación de autosatisfacción que
surgiera como consecuencia de los brillantes resultados alcanzados en
breve espacio de tiempo en la liquidación de los centros religiosos. La
supresión de las iglesias y mezquitas no había acabado con la religión como
concepción del mundo. La religión tiene raíces muy profundas. Está amasada
con las costumbres retrógradas, ligada con mil hilos a esas costumbres que
vienen de lo más remoto de los siglos, que subsisten y actúan durante muy
largo tiempo. Por esta razón era necesario descubrir la fuente, la base
filosófica idealista y reaccionaria de las costumbres retrógradas, de las

661
prácticas y de los dogmas religiosos, luchar para destruir esta base». (Historia
del Partido del Trabajo de Albania, 1982)

3) Los marxista-leninistas albaneses tipificaban el ateísmo como la línea del


Partido y el Estado pero no «obligaban a no creer a los ciudadanos» como dicen
los anticomunistas. Separando la cuestión personal de la institucional:

«Creer o no creer es un derecho personal, una cuestión de conciencia y no una


cuestión institucional». (Enver Hoxha, Discurso previo a las elecciones para la
Décima Legislatura de la Asamblea Popular para el PSR de Albania, 10 de
noviembre de 1982)

Obviamente el Partido y el Estado si desean lograr un cambio de mentalidad,


deben fomentar, vanguardizar dicha línea de cambio con la propaganda
antirreligiosa. Exactamente igual que los Partidos y Estados capitalistas-
burgueses promocionan y financian la religión para obtener ese mismo
propósito de mantener su ideología entre las mentes de las personas.

4) Lejos de basarse en los esquemas de la Revolución Cultural de la China de


Mao, el PTA fue muy crítico con dichos métodos, considerándolos inútiles para
combatir la religión:

«En lo que concierne a las creencias religiosas, ¡¡¿se extirparán éstas con sólo
cerrar algunas iglesias católicas, como hacen los estudiantes, o substituyendo
los iconos con los bustos y los retratos de Mao?!! Es seguro que no. Las
creencias religiosas en China deben ser consideradas como un gran problema
que no puede ser resuelto con estas medidas». (Enver Hoxha; Se aprobó un
documento de dieciséis puntos sobre la Revolución Cultural; Reflexiones sobre
China, Tomo I, 26 de agosto de 1966)

Como se puede comprobar, gran parte de los mitos anticomunistas son tan
endebles, que se pueden refutar con mirar un poco la documentación disponible
en castellano.

En todo proceso complejo, como es siempre la lucha contra la ideología religiosa


o la colectivización, seguramente surgiesen casos donde hubo equivocaciones
adrede o casuales sobre la línea del partido, pero en líneas generales se puede
constatar con la documentación en mano que la línea del PTA sobre el tema fue
correcta y que la forma de aplicarla también. Por ello, solo se puede admirar la
lucha que el pueblo albanés llevó a cabo. Algo que dista mucho de lo que hacen
hoy nuestros queridos revisionistas en los países contemporáneos.

Si después de una supuesta revolución y sufrir una transformación económica,


social, política, ideológica y cultural la mayoría de la población no ha tenido
ningún cambio sustancial en su posición sobre la religión, eso supone que hay
un problema, y seguramente lo que ocurra es que no haya habido una
revolución con todas las letras.

No por casualidad los regímenes de Cuba, China o Corea del Norte tras años de
pseudorevolución muestran orgullosos datos nacionales en los cuales la mayoría
de sus ciudadanos se identifican con diversas creencias religiosas, incluso estos

662
datos van in crescendo. Además, en todos estos casos el Estado capitalista-
revisionista es financiero abierto de las diversas instituciones religiosas.
Básicamente esto ocurre porque estas instituciones refuerzan y legitiman los
lazos de explotación económica capitalistas ante sus feligreses

En resumen, lo que a los revisionistas les duele, es que en la Albania de Enver


Hoxha llevase una campaña de difusión del materialismo dialéctico e histórico
que barriese el idealismo religioso. Como sabemos, la religión suele ir de la
mano, de forma abierta o cubierta del revisionismo moderno. Véase el post de
Albania Today: «Alianza espiritual y colaboración práctica entre el vaticano y las
camarillas revisionistas» de 1975.

En el otro extremo, tenemos a aquellos que como no saben explicar las causas
de la caída del socialismo albanés con hechos concretos, dan crédito a ciertas
argumentaciones de los revisionistas –como que las campañas religiosas de
1966-67 fueron erradas– y completan el cuadro con el uso de historias
fantásticas. Sin duda son el ejemplo de cómo no se debe de proceder a la hora de
analizar la historia.

El PTA y la homosexualidad

Algunos de los más grandes pensadores del marxismo, manifestaron su apoyo a


la despenalización de la homosexualiad en sus respectivos países:

«El Comité Científico Humanitario, liderado por Magnus Hirschfeld, fue


fundado en Berlín en mayo de 1897 y en diciembre del mismo año redactó una
petición, firmada por más de 800 personas, para despenalizar la
homosexualidad eliminando el párrafo 175 del Código Penal Alemán (9). En
sus memorias Hirschfeld recordaba haber conocido personalmente a Bebel y a
otros socialdemócratas destacados durante sus estudios en Múnich y Berlín:
«Mi propio desarrollo intelectual me puso en contacto personal con los líderes
de la Socialdemocracia alemana de entonces, August Bebel y Wilhelm
Liebknecht en Berlín, y Georg von Vollmar y Ludwig Viereck en Múnich»
(Hirschfeld 1930, p. 81). (…) Hirschfeld también recordaba que «ya a la edad
de veinte años», es decir, poco después de su graduación como médico, se
familiarizó con los puntos de vista socialdemócratas leyendo el libro de August
Bebel La mujer y el socialismo. Hirschfeld se suscribió el 1 de enero de 1891 al
Vorwärts, el periódico del Partido Socialdemócrata, pero nunca aclaró cuándo
se unió al SPD (Herzer 2017, p. 34)». (Daniel Gaido; El marxismo y el
movimiento de liberación homosexual: De la Socialdemocracia alemana a la
Revolución Rusa, 2020)

Algunos de los más grandes pensadores del marxismo, manifestaron su apoyo a


la despenalización de la homosexualiad en sus respectivos países:

«El Comité Científico Humanitario, liderado por Magnus Hirschfeld, fue


fundado en Berlín en mayo de 1897 y en diciembre del mismo año redactó una
petición, firmada por más de 800 personas, para despenalizar la
homosexualidad eliminando el párrafo 175 del Código Penal Alemán (9). En
sus memorias Hirschfeld recordaba haber conocido personalmente a Bebel y a
otros socialdemócratas destacados durante sus estudios en Múnich y Berlín:

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«Mi propio desarrollo intelectual me puso en contacto personal con los líderes
de la Socialdemocracia alemana de entonces, August Bebel y Wilhelm
Liebknecht en Berlín, y Georg von Vollmar y Ludwig Viereck en Múnich»
(Hirschfeld 1930, p. 81). (…) Hirschfeld también recordaba que «ya a la edad
de veinte años», es decir, poco después de su graduación como médico, se
familiarizó con los puntos de vista socialdemócratas leyendo el libro de August
Bebel La mujer y el socialismo. Hirschfeld se suscribió el 1 de enero de 1891 al
Vorwärts, el periódico del Partido Socialdemócrata, pero nunca aclaró cuándo
se unió al SPD (Herzer 2017, p. 34)». (Daniel Gaido; El marxismo y el
movimiento de liberación homosexual: De la Socialdemocracia alemana a la
Revolución Rusa, 2020)

lejos de lo que suele creer, también durante el período inicial de los años del
«stalinismo» 1924-33, se mantuvo esta política y fue apoyada por los
organismos oficiales:

«La legislación no interfiere en ninguna relación sexual, siempre que la misma


tenga lugar entre dos adultos sin ningún tipo de compulsión. La naturaleza de
las actividades sexuales resultantes de tal relación es un asunto privado entre
las personas involucradas. La cuestión de la moralidad pública no existe para
la legislación en este caso.

La legislación soviética considera a la homosexualidad, la sodomía y todas las


otras formas de gratificación sexual que la legislación europea presenta como
una ofensa pública contra la moralidad de forma exactamente igual a las así
llamadas relaciones sexuales «naturales». Todas las formas de relación sexual
son asuntos privados. La cuestión de la persecución penal sólo surge cuando se
usa la fuerza y la coacción, como en el caso de una agresión o de que se haya
infringido un daño a los intereses de otra persona». (Grigorii Batkis; La
revolución sexual en Rusia, 1925)

Pongamos otro ejemplo más tardío:

«En 1930, el artículo de psiquiatra Mark Sereiskii sobre la homosexualidad


para la Gran Enciclopedia Soviética, luego de una serie de consideraciones
médicas hoy obsoletas (26), refrendaba la campaña de Hirschfeld por la
emancipación homosexual, afirmando:

«La dirección del interés sexual hacia la búsqueda de individuos de su mismo


sexo obliga a los homosexuales a violar las así llamadas normas de
comportamiento generalmente aceptadas. En el exterior, y en la Rusia
prerrevolucionaria, estas violaciones de las reglas de conducta generalmente
aceptadas eran penalizadas por «leyes de moralidad» especiales. Además del
hecho de que esta legislación contra el sesgo biológico es absurda en sí misma
y no produce resultados reales, actúa en forma extremadamente perjudicial
para la psique de los homosexuales. Hasta el día de hoy, en los países
capitalistas avanzados, la lucha por la abolición de estas instituciones
hipócritas está lejos de haber terminado. Por eso, en Alemania, Magnus
Hirschfeld lidera una lucha particularmente apasionada y sin éxito para
abolir la ley contra la homosexualidad. La legislación soviética no conoce los

664
así llamados delitos contra la moral. Nuestra legislación, basada en el
principio de la protección de la sociedad, castiga sólo los casos en los que el
objeto de interés de los homosexuales, son menores de edad (artículos 151, 152
del Código Penal de la RSFSR)».

Sereiskii concluía abogando por la integración de los homosexuales y


afirmaba que «nuestra sociedad, mediante una serie de medidas preventivas y
de salud, crea todas las condiciones necesarias para que el choque de los
homosexuales con la vida sea indoloro, y para que la sensación de
extrañamiento, usual en dichos choques, se disuelva en el nuevo colectivo».
(Daniel Gaido; El marxismo y el movimiento de liberación homosexual: De la
Socialdemocracia alemana a la Revolución Rusa, 2020)

El lector debe tener en cuenta que la esta homofobia de la sociedad rusa zarista,
era mucho más pronunciada que en los países germanos, lo que también tendría
un impacto mucho más notorio entre algunos jefes bolcheviques, lo que no
excluye la responsabilidad del gobierno de Stalin en el viraje homófobo que
encabezará después con la reintroducción de la penalización en 1934.

Este tipo de disposiciones dio muchísimo material a corrientes como el


trotskismo, el cual presentaba continuamente al stalinismo como una
«distorsión del leninismo» que «condenaba a la URSS a una contrarrevolución
conservadora en todos los sectores», siendo «en esencia igual al nazismo».
Sabemos que esto no es cierto, ya que ese mismo «stalinismo» había sido el
director principal de la construcción económica del socialismo, el responsable
de la extensión de derechos culturales nunca antes conocidos para las minorías
nacionales o autor de la derrota militar del fascismo entre otros hitos. Ahora,
que el trotskismo fuese en esencia antileninista y reprodujese toda una ristra de
calumnias hacia la URSS de Stalin, no quita que en este sentido sí tuviesen
razón al decir que la política del gobierno de Stalin estaba pervirtiendo la
postura anterior del gobierno de Lenin sobre los homosexuales, y se acercaba
más a las disposiciones del nazismo o de cualquier gobierno demócrata-burgués
reaccionario. Pero para afirmar esto, no necesitamos al contarrrevolucionario de
Trotski, necesitamos solo un poco de coherencia y conocimiento sobre el tema.

Un documento que hoy debe de ser recuperado y desmonta toda esta visión
sobre la homosexualidad con argumentos racionales, es la carta de Harry White
a Stalin, un comunista homosexual inglés en 1934.

Considerar la homosexualidad como un producto del fascismo o incluso como


una herramienta de la burguesía, no solo no es cierto, sino que es anacrónico,
dado que la homosexualidad llevaba existiendo desde hacía milenios en todo
tipo de clases sociales. Eliminando el fascismo y la burguesía, la
homosexualidad no desaparecería, ello era un pensamiento sin sustento viendo
lo que ocurría en la propia URSS. ¿Cómo iba a ser la homosexualidad producto
del nazismo o viceversa si los homosexuales empezaron a ser uno de los blancos
principales del nazismo tras su subida al poder en 1933?

En el nuevo Código Penal de 1960 introducido en las diferentes repúblicas de la


URSS, se mantuvo la misma carga penal, por lo que el jruschovismo no cambió
un ápice esta legislación. Las reformas al Código Penal de 1991 tampoco

665
despenalizaron la herencia de los códigos penales anteriores, algo que sucedió
finalmente en 1993. El 11 de julio de 2013, el «gran progresista» Putin, según
siempre el PCE (r), publicó una Ley contra la propaganda homosexual, siendo
actualmente uno de los países más homófobos de toda Europa.

¿Y qué hay del caso albanés? John L. Broom criticaba así el código penal albanés
en una emisiva a Albanian Life:

«Al Editor:

Como ferviente admirador de muchos aspectos de la Albania contemporánea,


me molesta mucho el artículo 137 del actual Código Penal, que decreta que la
«sodomía», que, según tengo entendido, incluye las relaciones homosexuales
entre adultos que consienten en la vida privada, se castiga con hasta diez años
de prisión.

Uno se pregunta qué se supone que se logra con una sentencia tan dura. No
puede ser la reforma del «delincuente», ya que la gran mayoría de los
invertidos no pueden ayudar más a su orientación sexual de lo que pueden
evitar haber nacido con un labio leporino o una marca de nacimiento
antiestética. No puede ser el deseo del régimen aumentar la tasa de natalidad,
ya que los homosexuales constituyen en promedio un mero 10% de la población
de cualquier nación, y de estos solo unos pocos contraen matrimonio. No
puede ser para frenar la propagación del SIDA, ya que el Código Penal se
redactó mucho antes de que ese virus se convirtiera en una amenaza para la
humanidad.

Por lo tanto, hay que concluir con pesar que el artículo 137 es una medida
puramente retributiva dirigida contra un comportamiento que es
perfectamente legal en la mayoría de los países «occidentales» y que puede
conducir, en muchos casos, a una relación estable y amorosa.

John L. Broom, Orkney».

Este argumentario era demoledor, pero el receptor del mensaje, la revista


dirigida entre otros por Bill Bland, tirando de una neutralidad cobarde, le
respondía:

«Albanian Life no toma posición, favorable o no, sobre las políticas del
gobierno albanés. Se esfuerza simplemente por presentar los hechos de esas
políticas y las razones que las autoridades albanesas exponen para ellas. Deja
que los lectores formen sus propios juicios morales». (Albanian Life; Número
44, No1, 1989)

Es decir, la supuesta «vanguardia teórica marxista-leninista británica» eludía su


deber internacionalista de analizar y pronunciarse claramente sobre el código
penal vigente en otro régimen al que daba promoción en sus medios. ¿Qué gran
fórmula de educar a los lectores cierto? Se entiende bien que, con ese
seguidismo, la revista no fuera capaz de denunciar las reformas económicas ni la
política exterior reaccionaria que estaba adoptando el régimen albanés desde
hacía años. Así se entienda ahora que ninguno de estos grupos «marxista-
666
leninistas» anticipasen la contrarrevolución que había en curso en Albania, y
que a su caída, se llevasen las manos a la cabeza sorprendidos, o peor, tratasen
de buscar excusas fantásticas para justificar su incompentencia.

Finalmente, ante la insistencia del lector, la revista británica sí acabaría


pronunciándose contestando que la homosexualidad era un resquicio de «la
sociedad feudal-burguesa», justificaba que en Albania estuviese penada porque
en los manuales británicos de psicología todavía la consideraban como una
«desviación», porque también en la «Declaración de los derechos humanos» no
se reconocía aún los derechos hacia los homosexuales. Es decir, para combatir
un fenómeno supuestamente burgués, ¡se intentaba abalar la argumentación en
base a la propia jurisprudencia burguesa que la perseguía! No se puede ser más
mediocre. También se intentaba presentar como un código aceptable porque a
las homosexuales femeninas no se les castigaba según la ley albanesa, bien por
una laguna legal o por piedad. Entre los esperpénticos argumentos y
marabarismos llegan hasta traer a colación que según Freud la homosexualidad
se puede curar por hipnosis (sic), este era el nivel. Curiosamente hoy tenemos
artículos de la Escuela de Gustavo Bueno, que también recurren a esa rama
pseuocientífica del psicoanálisis –tan critica en la psicología marxista por su
idealismo y misoginia–, para explicar el fenómeno de las personas transgénero.
Véase el artículo de Pedro Hoyo González: «Niños transgénero, ¿saben lo
correcto?»: de 2019.

Esto demuestra lo endeble que es el argumento de algunos que toman partida


en esta cuestión en base a argumentos de autoridad, tomando como referentes a
algunas figuras del comunismo que antaño calificaban de pervertidos y
enfermos mentales a los homosexuales, incluyendo aquí a los transexuales y
transgénero, que eran considerados como una variante de los homosexuales.
Esto solo demuestra la falta de análisis propios y la falta de autocrítica:

«De hecho, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que sospechoso es


aquel marxista-leninista que no sabe extraer errores en la historia de los
partidos marxista-leninistas, pues estamos ante un ignorante o un exaltado
fanático. Es deber de los marxista-leninistas de cada país, como mínimo, hacer
una evaluación crítica de sus referentes para no repetir los mismos errores.
¿Debemos repetir los discursos del hegealismo de izquierda de Marx y Engels
sobre los pueblos sin historia y demás epítetos que ellos mismos acabaron
corrigiendo? ¿No fue Lenin quien se autocrítico por promulgar el boicot al
parlamentarismo cuando no se daban las condiciones, no fue él quien teorizó
un tránsito al pacífico al socialismo en 1917 cuando reconocería que en aquel
momento era ya imposible? ¿No fueron Lenin y Stalin quienes reconocieron
haberse equivocado sobre la utilidad de la federación para resolver la cuestión
nacional y acercar a los pueblos? ¿No reconoció Dimitrov haberse dado cuenta
tarde de la transcendencia y superioridad de los bolcheviques en comparación
con los socialistas intransigentes búlgaros? ¿No fue el propio Hoxha quien
reconoció no haber estado lo sufrientemente rápido en detectar el carácter
nocivo del titoísmo y otras corrientes pese a ser luego uno de sus más firmes
opositores? Como se ve, todas las figuras magnas del marxismo-leninismo
cometieron errores de calado, en muchas ocasiones ellos mismos fueron
capaces de detectar sus deficiencias y actuar en consecuencia, en otros casos,
es tarea de sus sucesores tratar de prestar atención a sus limitaciones sin que

667
ello signifique hacer de menos su gran obra». (Equipo de Bitácora (M-L);
Fundamentos y propósitos, 2013)

Esto es lo que marca realmente la diferencia entre quienes son marxista-


leninistas y entienden su esencia científica, y quienes son adoradores de santos
que repiten todo, hasta los errores de bulto.

El PTA y la cuestión cultural: su postura sobre la música y la estética

En toda experiencia de construcción y aplicación de unos principios ideológicos,


entre los partidarios y los detractores siempre hay una lucha para imponer
dichas ideas, e incluso una vez persuadida a la mayoría, se cometen errores y
distorsiones entre la teoría y la aplicación de los principios acordados. Por eso
insistimos en que la elaboración de una línea correcta es solo el primer paso, el
cumplirla es el segundo.

En otra ocasión, hemos constatado casos de distorsión de los principios


marxistas de la lucha de clases en el campo de la cultura, viéndose un profundo
liberalismo en algunos de los históricos partidos marxistas. Aunque este sea el
peligro principal, no es razón para no comentar algunos extremos opuestos, en
este caso de sectarismo o dogmatismo sobre la cuestión artístico-cultural.

Como sabemos hoy, al triunfar el revisionismo en el movimiento obrero, lo que


se ha estilado mayoritariamente ha sido un liberalismo en el arte y todo el
campo cultural. Los marxista-leninistas albaneses ya advertían de este
fenómeno. En la pintura se describía así las interpretaciones burguesas en boga:

«El término «objeto» es propio de la estética modernista, pero, en el espíritu de


un objetivo idealista, se identifica con un conjunto de sensaciones y de
emociones subjetivas privada de todo contenido objetivo. Es pues, la
«experiencia estética» que ella misma engendraría el «objeto» de su
«contemplación bajo el impulso del subconsciente o de los instintos».
Cuidadosa de separar el arte de la realidad, la estética formalista modernista
no vacila en identificarse con la estética freudiana, que se pretende una
doctrina «original» por no haber existido en el siglo XIX. De hecho, en esta
alianza, el formalismo y el freudismo tienden al mismo fin que la teoría del
«arte por el arte»: aislando el arte de la vida, creyendo en el indiferentismo
social, negando el carácter objetivo de los fenómenos estéticos de la realidad y
del contenido objetivo del arte, identificando lo bello a las formas «puras».

Sobre el plan teórico, el esteticismo formalista sostiene y estimula las


tendencias regresivas del modernismo en todos los campos del arte. Este es el
caso particular de las variantes formalistas como el cubismo y el arte
abstracto. El formalismo es al mismo tiempo la síntesis de estas prácticas
artísticas. El formalismo orienta a los artistas hacía experimentos formalistas,
carentes de sentido y estériles, les conduce al empobrecimiento de la forma.
Separando el arte de la vida, de hecho lo aísla en realidad del factor
determinante en la creación de la forma, se empobrece y hace que sobre los
términos formales también sea estéril. Por sus teorías formalistas, la
burguesía procura mantener el arte ajeno de los conflictos y los dramas

668
sociales, para que éste no refleje las heridas y la putrefacción del régimen
burgués, la lucha de las fuerzas progresistas y revolucionarias contra dicho
régimen. En uno de los congresos internacionales celebrados recientemente
sobre los problemas de la estética, el esteticista estadounidense Monroe
subrayó que era más importante para el arte la combinación de colores que la
vida de los pobres». (Alfred Uçi; La crisis de la estética burguesa-revisionista,
1984)

También se atacaron los errores izquierdistas basados en el conservadurismo y


el sectarismo:

«No se debe permitir la división entre «jóvenes» y «ancianos», de igual modo


que no se debe permitir que se extiendan conceptos como: «vosotros os habéis
equivocado, nosotros no», «vosotros nos habéis acusado de conservadores y
ahora nosotros os acusamos de liberales». Naturalmente, se deben descubrir y
conocer los errores y las deficiencias, se les debe criticar. Pero, tal como nos
enseña el partido, es preciso que la crítica sea siempre justa, constructiva y en
ningún caso denigrante. Los errores, en cualquier lugar en que se hayan
manifestado, deben ser considerados con espíritu de partido y corregidos con
esfuerzos comunes. Nosotros los comunistas no corregimos los errores con
espíritu vengativo y rencor pequeño burgués, sino con espíritu de partido, con
espíritu comunista de principios. Se debe ayudar y estimular a la gente, sobre
todo a los jóvenes artistas, se les debe tratar con calor, tacto y solicitud en la
justa vía del partido. (...) Nosotros hemos apreciado y apreciamos del arte
extranjero únicamente el que es revolucionario, progresista y democrático, ya
sea del pasado, ya de nuestro siglo. Continuaremos aprovechándolo también
en el futuro de manera crítica, ya que ello es necesario para el desarrollo
cultural de las masas, para su educación ideológica y estética, así como, para
la formación de gustos que resistan a la influencia vulgar y degeneradora
burguesa y revisionista. (...) El carácter conservador y progresista, regresivo o
reaccionario de una obra literaria o artística depende, en primer lugar, de su
tendencia de clase, de las ideas que contiene, de los ideales a favor de los que
milita». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las
manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante
ellas, 1973)

Y concluía que el partido debía hacer:

«Un trabajo atento, prudente y escalonado, el abandono de posiciones


extremas que tienen como base la xenomanía o la xenofobia, el liberalismo o el
sectarismo, la ausencia de actitud crítica o la sola preocupación de estar en
regla. El partido ha estado siempre contra todo tipo de desviación o
subestimación de sus directrices, por una lucha ideológica consecuente en los
dos flancos, tanto contra el liberalismo, como contra el conservadurismo».
(Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones
extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)

Los comunistas albaneses realizaron sin duda excelentes análisis sobre el


ámbito cultural como hemos venido expresando en el presente capítulo. Autores
como Luan Rexhepi y Qazim Baroni realizaron un interesante análisis del valor

669
de la literatura extranjera para los revolucionarios albaneses en su obra:
«Literatura extranjera; Para las escuelas secundarias» de 1985.

Allí analizaban lo rescatable de los autores greco-romanos, los renacentistas, del


realismo crítico, los ilustrados, los románticos, etc. así como autores del
realismo socialista como Gorky, Mayakovski o Brecht.

En un documental francés, el entrevistador preguntaba al representante del PTA


sobre el realismo socialista. Este contestó:

«Dimitar Shuteriki, presidente de la Unión de Escritores y Aristas, responde


antes de ser preguntado: «Somos parte de una nueva sociedad, y tenemos que
ayudarla, en todos los sentidos que pueda construirse. Nosotros tenemos
libros, escribimos libros. ¿Pero cómo le ayudamos? Dándole a la gente lo que
es esta sociedad, lo que hay de bueno en esta sociedad. Hay que ayudar hasta
que ya no haya malvad en la sociedad, que proviene de la vieja sociedad y que
debe ser destruida. Creo que en los hombres aún queda algo de la vieja
sociedad, que debe ser destruido. Todavía andamos en esa etapa en la que
estamos destruyendo cosas de la sociedad antigua y construyendo más y más
cosas de la nueva sociedad. Pero aún necesitamos cosas [progresistas] de la
vieja sociedad, como la literatura y todo eso». (Guy Ackermann, Pierre
Demont y Robert Escarpit; El desafío albanés, 1970)

Durante la entrevista se alzó una pregunta muy interesante:

«Entrevistador: ¿Puede hacer un balance de los errores que se pueden cometer


al construir, porque se pueden cometer errores?

Dimitar Shuteriki: Pero naturalmente.

Entrevistador: ¿Hasta dónde puede llegar la crítica, considerándola algo


ineludible?

Dimitar Shuteriki: La crítica puede ir a cualquier parte, para enseñar cómo


construir. Nosotros no criticamos por criticar, no destruimos por destruir».
(Guy Ackermann, Pierre Demont y Robert Escarpit; El desafío albanés, 1970)

El líder albanés reconocía que, efectivamente, los marxistas critican no por


afición sino por deber, pero que en cualquier período de construcción podían
naturalmente, cometerse fallos por motivos varios.

Enver Hoxha también advertía:

«Se corre el riesgo, ahora que se combaten las manifestaciones de la ideología


burguesa y revisionista y las actitudes liberales, de caer en nuevos errores, de
adoptar actitudes sectarias, rígidas y extremistas. Recalcamos esto porque
hay personas, e incluso cuadros, que piensan que ha llegado el momento de
apretar los tornillos, que propenden a las medidas administrativas, que
quieren hacer renacer la arrogancia y la arbitrariedad en sustitución del
trabajo educativo de persuasión del partido». (Enver Hoxha; Profundicemos

670
la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra
las actitudes liberales ante ellas, 1973)

En nuestra opinión, se puede demostrar que, en diversas cuestiones específicas


de la cultura, los comunistas albaneses no supieron realizar un análisis objetivo
sobre ciertos fenómenos y encauzarlos para su beneficio… como sería
aprovechar la irrupción de nuevos movimientos e instrumentos musicales:

«La preferencia manifestada por algunas personas por la llamada música


dinámica y rítmica, que es pretendidamente la última palabra de la música
moderna, la única que responde a las «exigencias del tiempo y de la juventud».
(...) Nuestra opinión social condenó justa y enérgicamente las
«importaciones» bastardas de los cabellos largos, los vestidos extravagantes,
los aullidos de la música de la jungla, los comportamientos insolentes y
descarados. (...) Bajo la máscara de un arte que pretendidamente no conoce
prejuicios sociales ni compromisos ideológicos, se crea el culto a la vaciedad
del contenido y a la monstruosidad de la forma, el culto a lo bajo y lo horrible.
Los principales temas y héroes del arte decadente modernista son la
inmoralidad, la patología social, los asesinos, las prostitutas. Su bandera es el
irracionalismo». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las
manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante
ellas, 1973)

«Los rasgos esenciales de la literatura y el arte burgués son tendencias


bestiales, lujuria, violencia, egoísmo, etc., que la burguesía siempre alienta.
Esto aparece muy claro en países donde los revisionistas están en el poder y
donde la literatura y el arte burgués se han convertido en parte integral de la
vida. En estos países estamos sordos por la música decadente, los gritos de
la guitarra electrónica, el sonido de transistores y grabadoras mientras que
los stripteases son ahora algo común». (Savo Tarifa; La agresión ideológica y
la lucha contra ella, 1980)

¿Realmente podemos decir que en el siglo XX o XXI una guitarra eléctrica es un


instrumento menos «proletario» que un laúd o una guitarra clásica? Para nada,
es más, lo contrario sería lo lógico en la era industrial. Hablando desde el punto
de vista estrictamente musical sobre la tonalidad y la armonía. ¿Una guitarra
eléctrica o un bajo eléctrico no son instrumentos capaces de reproducir las
mejores piezas de obras clásicas, escritas para instrumentos de cuerda como
violín y violonchelo, o instrumentos de viento como trompeta y trombón? ¡Sin
duda! Aunque a decir verdad si los músicos que utilizan esos «nuevos
instrumentos» se dedicasen simplemente a eso, caerían en el llamado
«manierismo», pues el arte se estancaría mirando hacia el pasado una y otra
vez. Por tanto, no puede haber objeción hacia tales instrumentos, bien sea para
reproducir piezas clásicas del pasado o para crear otras nuevas.

Analicemos algunas canciones famosas del XIº Festival de música albanesa de


1972, en especial su aspecto instrumental.

La canción de Vaçe Zela «Natën vonë» fue la elegida para abrir el festival. Los
instrumentos de cuerda y el piano evocaban sonidos sinuosos clásicos del jazz.

671
Según iba creciendo la tensión vocal, los instrumentos de viento hacían su
aparición y tomaban un protagonismo innegable.

La canción de Lindita Sota «Udhët janë të bukura», era otra excelente


interpretación vocal con unos coros de acompañamiento muy bien
ensamblados. En lo instrumental empieza con los golpes de la batería y luego
entran varios instrumentos de viento que imprimen una velocidad y un
vertiginoso ritmo a la canción, incluso cuenta con un solo de saxofón antes del
broche final, donde la vocalista muestra su particular técnica llegando a notas
muy altas.

La canción de Zija Saraçi «Sonte i takov të githëve e re», se iniciaba con


redobles de batería y toques secos de guitarra ecléctica. Pero pronto la
atmósfera que le imprime el vocalista hace que el tema se torne muy diferente,
sentimental, del cual evoluciona casi a épico gracias a una sentida interpretación
vocal, la cual es arropada de notables coros en el estribillo. Muy interesantes los
cambios en las tonalidades, pasando con un tema en A en menor y modulando a
un estribillo B en mayor con le que finaliza. Hay un breve puente donde se
puede volver a reproducir los toques de la guitarra eléctrica, aunque esta vez con
algo más de distorsión. También antes del final la guitarra ecléctica puede
lucirse con un pequeño solo.

Es innegable que:

«Tomado en su conjunto, las canciones del XIº Festival ampliaron los temas
aceptables melódicos, rítmicos, armónicos y formales de la producción musical
en general». (Nicholas Tochka; Estados audibles: política socialista y música
popular en Albania, 2016)

Lejos de ser canciones con ritmos desatinados y descoordinados, también, se


notaba el hecho de:

«El programa del XIº Festival aparentemente cuestionó el estado mismo de la


música popular como un dominio profesionalizado sujeto a las leyes de la
música artística. Algunas canciones fueron creadas colectivamente». (Nicholas
Tochka; Estados audibles: política socialista y música popular en Albania,
2016)

Dicho de otra forma: estas canciones fueron compuestas por músicos


especializados en cada rama instrumental, incluso las letras de estas canciones
no son autoría de los propios vocalistas sino de líricos profesionales. Es claro
que la producción de este tipo de canciones requería de una técnica y
coordinación mucho más compleja que la antigua «música popular» albanesa,
por eso estos «especialistas» –los guitarristas, baterías, pianistas, saxofonistas,
y otros– para crear lo que querían, debían saber complementarse con el artista
de en frente. No estamos diciendo que en la «música popular» albanesa este
proceso de acople de instrumentos no se diese, pero el lector comprenderá que
obviamente el nivel de exigencia no es igual ya que ni el número de
instrumentos ni su técnica era similar. A mayor desarrollo y complejidad de los

672
nuevos instrumentos, más complicado resulta mantener esa sensación de
armonía colectiva.

Pasemos a comentar la interpretación vocal. ¿Es más lógico considerar como


«patriótico» y «revolucionario» las interpretaciones vocales que incluyen
estridentes gritos agudos o cantos guturales graves, de viejas canciones y
expresiones populares, que tonalidades vocales parecidas expresadas en géneros
relativamente recientes como el pop, hip hop o el rock? Ciertamente no
podemos decir eso sin usar un doble rasero. Si siguiéramos el argumento de que
todo «grito descontrolado» supone algo ajeno al arte proletario y la cultura
popular, y que «retrotrae a los tiempos primitivos», no se podría reivindicar
tampoco muchas de las expresiones vocales que, con el tiempo, han acabado
formando parte de la idiosincrasia de las danzas y expresiones de alegría, ira o
esperanza en la cultura folclórica:

«La primera reacción de los habitantes de tales áreas ante cualquier ataque
violento o simplemente incitador era, como «preámbulo a la acción», un
«hurra», o prolongado grito de alerta, provocativo, retador, integrado por x, j
o h aspirada, seguidas de i o u que, debidamente acentuadas, rasgan el aire
como una flecha con energía y rapidez tan bárbaras, que su eco rebota por las
montañas, «bramando por el talud» (PU 55). Es el ¡ixuxún...! de la Asturias
oriental, el ¡ijujú! ovetense, el jujnjuúuu! asturgalaico, el ¡vuhuhú! serrano
leonés, el ¡ijijí! del Alto Aragón o el iiuhuhiiu...! o ¡huhuhuliuu! gaucho,
pronunciado en aquellas áreas peninsulares a pleno pulmón, libremente, y por
éste «dándose palmadas en la boca». Tales alaridos, que, por su pronunciación
gutural, Garría Tuñón los creyó procedentes de lengua oriental, cuando son
simples voces onomatopéyicasreciben el nombre de riflidu y tifiar en Caravia ;
gritar o simplemente ixuxú, en Oviedo; escouzo y escouzar, en Figueras;
escougido y escougar, en el bable occidental de la montaña; aturaxo, ata ruto
y aturuxar, en Galicia; en Santander y aun en el oriente astur, relincho y
relinchar; sanso e irrintsi, en la montaña vasca; jijeo y relinchido, en las
sierras entre Castilla y Extremadura; y jujear o jigear, en Salamanca». (J. L.
Pérez de Castro; El alarido y el palo en la cultura asturiana, 1961)

Lo importante a analizar para un comunista, es, ¿hacía dónde va esa


interpretación instrumental y vocal de esa música? ¿Qué quiere evocar? ¿Puede
ser entendido por el pueblo? ¿Puede ser entendido por el resto de pueblos, por
otras generaciones?:

«¿Qué es lo es genial en la música? No es algo que solo pueda ser distinguido


solamente por un aislado o un grupo de «gourmets» de la estética. Una obra a
musical se prueba que es genial por más profunda y consecuente es, más alta
es su dominio, y es reconocida por un mayor número de hombres y su
capacidad de inspira a mayor número de personas. (...) No todo lo que es
accesible no es siempre genial. Pero todo aquello que es genial es accesible y
cuanto más genial es una obra más accesible es para las amplias masas
populares». (Andréi Zhdánov; Sobre la música, 1948)

En un amor hacia la vieja música nacional e internacional, los comunistas


valoraban y rescataban lo mejor de su herencia y rechazaban los valores
amorales que venían tanto de fuera como de dentro, pero al mismo tiempo

673
dicha tendencia no sopesada siempre correctamente, derivó en una
sobrestimación del folclore, sobre todo nacional. Por otro lado, mientras se
criticaba con toda justeza y razón las líricas, hubo una clara intransigencia hacia
los ritmos e instrumentos de la música extranjera y su influencia en la nueva
música albanesa, lo que les impidió sopesar en esta cuestión concreta de forma
objetiva, no sabiendo captar el potencial de los nuevos instrumentos o los
nuevos géneros musicales que surgieron en la era industrial.

Sin duda la crítica albanesa hacia los valores amorales de la cultura burguesa-
revisionista es incontestable. Es normal y lícito que se criticasen algunas
disposiciones de este tipo:

«Françesk Radi, un estudiante y guitarrista del conservatorio, presentó un


estilo Bob Dylan canción de protesta contra la guerra de Vietnam. «Así que
quería hace runa canción. Escuché una canción de Italia, una canción
pacifista». (Nicholas Tochka; Estados audibles: política socialista y música
popular en Albania, 2016)

También es verdad que en el extranjero muchos grupos de estos nuevos géneros


tenían unas letras más cercanas al hippismo, la socialdemocracia o el
anarquismo que al comunismo, pero esto es lo normal bajo una sociedad donde
la burguesía controla e influye la mayor parte de la producción musical, incluso
en la que aparenta ir a contracorriente. ¿Acaso no existía y existe una música
clásica dominada por la más negra reacción? La vieja música nacional albanesa,
como cualquier otra, también había sido supervisada y fabricada para servir a
los explotadores. Hasta la música «popular» suele arrastrar elementos
regresivos que contradicen los valores socialistas.

En aquellos años existía a nivel mundial grupos de pop, rock o blues. Sus letras
y declaraciones si bien no se pueden decir que eran afines al ideario comunista,
en algunos casos sí se puede decir que expresaban nobles sentimientos
antifascistas, una preocupación y repulsa hacia las guerras imperialistas, crítica
de la religión, el machismo y el racismo, variadas denuncias de las
desigualdades sociales, etc. Estos valores podrían haber sido encauzados por el
sendero marxista-leninistas tanto por los respectivos marxista-leninistas de
cada país, como por el gobierno albanés. Del mismo modo se les debería haber
asistido para criticar sus aspectos negativos. Ignorar tal proceso de expansión
que sufría el mundo de la música fue un error.

El deber de los artistas y militantes comunistas es atraer a los grupos


progresistas de la música, redirigir y ampliar los aspectos positivos, o de lo
contrario, acabaran instrumentalizadas por el poder dominante. ¿Qué ocurrió
en España con la laureada camada de los autores de la generación del 27? Pese a
su talento y potencial, la mayoría acabaron en posturas reaccionarias, incluso
los que se denominaban comunistas como Rafael Alberti, acabaron haciéndole
el juego al revisionismo, y por ende, al enemigo de clase.

En el contexto de los años 70, con una Albania rodeada de enemigos, el régimen
habría anotado un gran punto a su favor si hubiera logrado ganarse a los artistas
progresistas, si se hubiera propuesto ayudar a promocionar dentro y fuera de
Albania a los artistas nacionales que se interesasen por los nuevos géneros, sin

674
que eso supusiese renunciar a un contenido socialista. Lo cierto es que incluso
se podrían haber fusionado los nuevos géneros con parte de la esencia musical
albanesa. Las posibilidades eran múltiples, pero está claro que habría sido una
cuestión clave para reanimar el interés del proletariado mundial hacia Albania,
hubiera mostrado al mundo una alternativa al clásico pop, rock, jazz, blues, hip
hop de Occidente. Pero al desaprovechar tal oportunidad y cerrar el paso a estos
nuevos géneros, causó extrañeza entre propios y extraños, solo ayudó a que
Albania siguiera con la etiqueta de país «aislado y receloso» de lo extranjero.
Esto puede comprobarse con la polémica en torno al XIº Festival de Música de
Albania de 1972, y los comentarios del exterior.

La variedad de géneros e instrumentos, si son bien combinadas no tienen por


qué ir en contra de los lineamientos del realismo socialista. A nuestro parecer el
mayor problema que se ha tenido y se tiene hoy, es ignorar las letras contenidas
de las canciones, tanto en las modernas como en las antiguas, ver si el mensaje
aporta algo de interés para el colectivo, si es comprensible por la mayoría del
pueblo. Eso no quiere decir que se ignore o sacrifique la melodía. Esto último
tiene su importancia, en la relación forma-contenido, pues todo debería verse en
su conjunto.

Queremos volver a dejar claro que todo esto que estamos exponiendo no
invalida, ni mucho menos, las críticas albanesas hacia la «degeneración» en el
arte: pintura, estética, música, arquitectura de la cultura capitalista occidental.
Un fenómeno que, como tal, existía y existe.

«Los ideólogos y políticos del actual mundo burgués-revisionista afirman que


los males como el hooliganismo, el crimen, la prostitución y la adicción a las
drogas, el alcoholismo y el opio religioso son fenómenos inevitables de la
sociedad moderna. (...) En cuanto al contenido ideológico de la cultura, el
partido ha procedido de la tesis marxista de que ninguna cultura puede existir
fuera de la ideología, fuera de las clases, de que todas las culturas se inspiran
en ideologías dadas y sirven los intereses de clases dadas. (...) La colaboración
de la ideología socialista con la cultura, la educación y el arte, la interrelación
entre ellas, ha sido y sigue siendo una condición importante para la existencia
de la cultura e impartirla un contenido militante, con lo cual se impulsa hacia
adelante en todas direcciones, permitiendo así cumplir al partido su rol de
ayuda la tarea de la educación ideológica y la movilización del pueblo para la
construcción del socialismo y el progreso integral del país. (...) El
«pensamiento de Mao Zedong» y la política de «dejar florecer cien flores,
dejar competir cien escuelas de pensamientos» no han hecho otra cosa sino
producir una confusión absoluta y una degeneración en el campo de la cultura,
han abierto todos los caminos a la cultura burguesa decadente y al modo
degenerado de la vida para que penetre en proporciones sin precedentes».
(Tefta Cami; La revolución socialista en el campo cultural e ideológico y su
profundización, 1980)

En la actualidad existen muchos grupos revisionistas que manifiestan este tipo


de moral y estética antimarxista con orgullo. Véase el capítulo: «La cuestión
estética y la forma de vida como reflejo del patrón ideológico-cultural
lumpenizado» de 2017.

675
Como otros ejemplos más concretos en cuanto a géneros: véase el arte cubista
en la pintura, el teatro del absurdo en el teatro, el arte posmodernismo en la
escultura, y podríamos citar muchos más:

«La imagen la frase musical como combinación abstracta; los intentos de


desintegrar el idioma artístico en elementos inconexos; el énfasis del absurdo;
el snobismo de la ignorancia; la ofensiva de la banalidad cosmopolita; el
ignorar al lector, el desvincular el arte del pueblo; el rendir pleitesía a la
superstición y a la estupidez intuitiva, como emblema del futuro. El
abstraccionismo en la pintura, la música dodecafónica, el balbuceo dadaista;
he aquí los rasgos característicos del arte burgués en el período del
imperialismo». (Wlodzimierz Sokorski; Problemas del realismo socialista,
1952)

Los comunistas deberían saber diferenciar si están ante un artista, una corriente
o una obra de referencia, o quizás ante un posible aliado, pero no directa
referencia para los comunistas, misma diferenciación que debe hacer un
gobierno revolucionario. Por ello en muchas ocasiones se puede destacar el
compromiso político o las ideas progresistas de un artista sin que su obra sea
necesariamente un paradigma del realismo socialista, pudiendo tener un
contenido lírico bello, pero sin una virtuosidad en el manejo técnico de la forma,
y viceversa, de ahí la importancia del equilibrio.

Otra cuestión no menos curiosa es la adversidad que el régimen albanés de


1944-1991 mantuvo hacia las barbas y el pelo largo, hasta el punto de obligar a
los revolucionarios de otros países a cumplir dicha idea. En el documental La
«Albania de Enver Hoxha, la tierra de enfrente» de 1985. Un exmilitante del
Partido Comunista de Italia (marxista-leninista) relata como en sus visitas:
«Había un cartel en Albania o como se le reconocía a un gran revolucionario
como se reconocía al degenerado pequeño burgués». Así describía que según el
cartel gubernamental «El degenerado pequeño burgués tenía el pelo largo,
llevaba la barba larga, llevaba pantalones de pata de elefante» y también
«sostenía con la otra mano un saxofón». En la frontera albano-italiana había un
«militar barbero» encargado de eliminar estas «influencias occidentales»,
citando el caso de un partisano napolitano que tuvo que alterar su estética, así
como también les ocurrió a miembros de la delegación finesa.

El pantalón vaquero es una prenda que en sus inicios fue utilizado por los
trabajadores del campo y la ciudad por su resistencia a la par de comodidad.
Tiempo después evolucionó, se hicieron más o menos elásticos y amoldables a la
figura, y a partir de entonces fueron precisamente los grupos conservadores
quienes recomendaron su prohibición por considerarlos inmorales, como
prendas que incitaban al pecado. Seguramente esta sea una de las razones de su
crítica en Albania, donde recordemos, todavía se veía como inmoral un beso de
una pareja en una película. Increible pero cierto. En 1989, todavía había casos
de películas como la del director Bujar Kapexhiu: «Edhe ashtu edhe kështu»,
que eran censuradas las escenas de besos. Así lo cuenta el director albanés en
2019 rememorando su película para el medio nacional Panorama. Esto indica
que el nivel de mentalidad, incluso entre los comunistas, era muy retrógrado.
Una moral más propia del «nacional-catolicismo» de Franco que de un país

676
socialista, pues el beso en cualquiera de sus expresiones, forma parte de los
sentimientos más sinceros, sanos y naturales del ser humano, algo que traspasa
culturas. Incluso existen casos como el de la cultura rusa el beso en la boca es
una forma de saludo, complicidad o de simple alegría que no implica amor de
pareja ni para el cual es necesario conocer a la otra persona. Ocultar bajo la
censura una expresión así de afecto o amor, paradojicamente era lo opuesto al
realismo. De nuevo este tipo de planteamientos albaneses solo podía causar
perplejidad en el resto de países de Europa y del mundo.

Algunos excusan la fobia hacia el pelo largo y las barbas del régimen con la
irrupción del hippismo o con el hecho de que en la antigua Albania los imanes
musulmanes y los clérigos del cristianismo ortodoxo portaban una estética
parecida. Consideramos que una figura de tanta cultura como Enver Hoxha, era
consciente de que las barbas o pelos largos no era netamente una expresión de
afinidad al poder religioso, ni de ser bohemio, ni de primitivismo, como
demuestra el conocimiento de la literatura clásica que siempre citaba, y como
pudo comprobar en primera persona en sus años exiliado en Francia, por no
comentar ya que todos los revolucionarios del siglo XIX como Marx, Engels,
Bebel y otros portaban dicha estética, por tanto dicha visión no tiene excusa
alguna. Es una visión dogmática e incoherente del PTA en su totalidad, que lejos
de atraerse simpatías, atraía la incomprensión de los revolucionarios del
mundo.

Es más, si observamos los textos clásicos de las religiones occidentales, la Biblia,


que como todo libro fue escrito a partir de las ideas y modas del imperio
romano, recoge lo siguiente:

«Por tanto, si una mujer no quiere llevar velo, que se corte el pelo al cero. Y si
es vergonzoso para una mujer cortarse el pelo o raparse la cabeza, que lleve
velo. (...) ¿No os enseña la misma naturaleza que es una vergüenza que el
hombre se deje el pelo largo, mientras que para la mujer eso es un orgullo? El
pelo largo que tiene le sirve de velo». (Biblia; I Corintios 11)

El cristianismo introdujo la idea de que era una ofensa para la mujer mostrar su
cabello, y para el hombre que era deshonroso llevarlo largo. Como sabemos esto
último si prosperó, lo primero ahora es motivo de mofa o crítica hacia las
mujeres musulmanas desde el cristianismo, pero la mayoría desconoce que en
su texto sagrado se cita como obligación el llevar velo entre las mujeres.

Si echamos un vistazo la historia, entre los griegos, vikingos, japoneses, apaches


y muchos otros... el pelo largo era sinónimo de orgullo, poder, incluso de
masculinidad en estas civilizaciones. En Europa hasta el siglo XIX era normal
ver barbas y cabellos entre los hombres. A partir del siglo XX fue decayendo,
adoptándose la «estética romano-cristiana» de pelo corto y barba rasurada. En
cambio, el pelo largo fue adoptado por corrientes que decían ir a contracorriente
de la sociedad, como los bohemios y hippies, las cuales son totalmente ajenas al
marxismo en lo ideológico. En los países occidentales a partir de los 60, el pelo
largo fue considerado por la juventud como un acto de rebeldía frente al orden
establecido, lo mismo ocurriría en los países del revisionismo. Para nosotros, la
importancia de llevar la barba y el pelo largo es completamente indiferente, lo
único que es exigible a un comunista, es que mantenga unas condiciones de aseo

677
e higiene adecuadas para proyectar una imagen correcta ante las masas de lo
que es un comunista, para poder precisamente, romper clichés y mitos.

Recientemente, reflexionando sobre la abundante avalancha de grupos de rap


influenciados por la cultura lumpen, nosotros no nos dejamos llevar por
las sentencias aventuradas sobre este tipo de géneros:

«¿Significa que el rap es un género musical para el lumpemproletariado como


algunos han dicho en multitud de ocasiones? Ni mucho menos. El rap como tal,
musicalmente, es lo suficientemente dinámico como para no pecar de
formalismo, y en la letra de sus autores generalmente hay compromiso social e
incluso político. Las evidentes tendencias hacia el uso meramente comercial
del género, hacia la glorificación de las actitudes gansteriles, o el llenar sus
letras de apología al revisionismo, son solo la consecuencia del mal enfoque
que dan algunos elementos a un género musical que puede ser totalmente
válido para el proletariado y su causa. El rap, como cualquier otro género de
música, ha sido hegemonizado y utilizado por el capitalismo –pues la cultura
la controla el sistema económico-político existente–. Eso es cierto, pero eso no
significa que sea un género de música inservible para el proletariado y las
clases trabajadoras, ni que hayan existido corrientes que se resistan a esa
dominación: recordemos que en el capitalismo existe por un lado la cultura
dominante y sus variantes, y por otro la contracultura popular de los
intelectuales al servicio del pueblo o que al menos eso pretenden –aunque
mucha de esa cultura no se pueda consolidar sin la toma del poder, y su
desarrollo se quede a medio camino–. (...) Por tanto, el rap como muchos otros
géneros puede ser un género musical combativo, siempre que se le impregne
un sello de clase, fuera de influencias burguesas y pequeño burguesas».
(Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos
oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

En la cuestión estética, musical y otras, el Partido Comunista de España


(marxista-leninista) no se atrevió a enfrentarse al PTA, esto resulta todavía más
extraño si tenemos en cuenta que mientras el partido albanés daba muestras de
cierto conservadurismo en algunos temas, el PCE (m-l) por el contrario daba
muestras de excesivo liberalismo en la cuestión cultural, por lo que el choque de
posturas debía de surgir en más de una ocasión. Las delegaciones españolas que
viajaban a Albania o los miembros que fueron a instruirse allí, sin duda
debieron reportar al partido sus impresiones, pero una vez más, el PCE (m-l)
prefirió mantenerse en silencio, quizás porque también era consciente de que en
esas mismas cuestiones ellos tampoco podían hablar con autoridad debido a la
condescendencia que mostraban a veces. Véase el capítulo: «Conatos en el PCE
(m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle
un sello de clase» de 2020.

Lo cierto es que en el movimiento marxista-leninista de aquellos años, la


cuestión cultural era tocada muy superficialmente, y varios grupos marxista-
leninistas que visitaban Albania justificaban ciertas actitudes bajo la tesis
oportunista de que eran otras costumbres y tradiciones, un argumento que
justificaría la desviación liberal o conservadora a partir de unas supuestas
«particularidades nacionales» en los campos donde actúa la lucha de clases. No

678
por casualidad en la actualidad muchos defensores de los regímenes
capitalistas-revisionistas sacan estas teorías para justificar lo injustificable:

«Para entender a Corea del Norte es necesario tener nociones de budismo,


confucionismo y cultura tradicional, ya que el ideario político no contradice
sino que está influenciado por esa sabiduría ancestral». (Boltxe; entrevista a
Alejandro Cao de Benós, 23 de enero de 2013)

«¿Se imaginan a Lenin proclamando que para entender a la Unión Soviética


socialista debemos comprender los «aportes» del cristianismo ortodoxo; o a
Enver Hoxha que para entender a la Albania socialista debemos entender al
Islam?. (...) Es obvio, que estas ideas megalómanas, xenofóbicas, chovinistas,
machistas, y demás que existen en Corea del Norte condensadas en la idea del
«Juche» son consecuencia directa de la no eliminación de los remanentes
ideológicos de las diferentes religiones y sus ideas reaccionarias. El proclamar
que el «pensamiento «Juche» es la síntesis de la ideología progresista de la
historia actual», que «el viento del Pacífico orienta la rueda de la historia»,
que «los coreanos son la única nación con pureza de sangre que descendiente
del primer hombre», que «en Corea del Norte las masas se reúnen en torno al
partido y al líder, siendo el primero la madre y el segundo el padre, y que el
padre es el cabeza de familia en la sociedad», son la consecuencia directa de
que Kim Il Sung y secuaces conscientemente no hayan eliminado la religión, a
sabiendas de que esta iba a jugar un rol cardinal en la labor de engañar a las
masas e implantar el «pensamiento «Juche». Pasando a limpio, después de
más de medio siglo de régimen revisionista, los norcoreanos reconocen que no
han hecho ningún trabajo destacable en cuanto a promoción del ateísmo y
visión científica del mundo, siendo la dirigencia beneficiada de esta ignorancia
que las masas trabajadoras adquieren a través de la religión». (Equipo de
Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la
institucionalización del «Pensamiento Juche», 2015)

No es la única excusa para justificar ciertas aberraciones «específicas». Otros


sacan teorías todavía más estúpidas:

«Yo no he estado en Cuba nunca, y en Corea del Norte ni te cuento. No puedo


opinar porque no lo sé, y no opino de lo que no sé, y creo que todos deberíamos
ser honestos y decir que no hemos estado –al menos en Corea del Norte muy
poquitos–. (...) Admiro muchas cosas de Corea y de Cuba, soy un admirador y
yo nunca voy a hablar mal de ellos». (Juan Manuel Olarieta; Cuba y Corea del
Norte, 6 de septiembre de 2015)

«Este es el recurso estrella de todos los oportunistas sobre un país X: «Como


no eres de allí no puedes opinar» o su variante «como no lo has visitado no
puedes opinar». Decir esto en plena era digital con el abundante río de fuentes
directas e indirectas sobre estos países, presupone un acto de dejadez o de
oportunismo, pero no de una posición crítica y objetiva marxista-leninista. (...)
¿Acaso por no haber estado en la ya extinta Unión Soviética no podemos
pronunciarnos sobre ella ni realizar un análisis fiel a la realidad de entonces?
¿Acaso por no haber visitado nunca Francia no podemos hablar de los
franceses y sus problemas actuales? Bajo esta lógica no podríamos ni criticar
el pueblo de al lado por no ser de allí o no haber estado allí. ¿No existen obras

679
disponibles de los principales dirigentes de esos procesos capitalista-
revisionistas? Hay multitud de obras en castellano e inglés de Fidel y Raúl
Castro, de Guevara, Kim Il Sung, Kim Jong Il, Kim Jong-un. ¿No cuentan estos
países con periódicos y agencias de información enfocados también hacia el
exterior? Las hay oficiales como Granma o la Agencia Telegráfica Central de
Corea, y no oficiales afines como Cubadebate o el blog de Alejandro Cao de
Benós para extraer información más que suficiente. ¿No existen medios de
comunicación extranjeros que recogen hechos objetivos que ayuden a analizar
la cuestión cubana o coreana? Las hay incluso favorables como Actualidad
Russia Today o Hispan TV. ¿No existen además otros medios no tan
favorables u hostiles a estos regímenes del que podemos sacar información
objetiva y fiable? Obvio, y estos medios no solamente publican datos de estos
países sino que eso lo podemos hacer extensible a cualquier régimen
revisionista, de ellos podemos criticar temas importantes como el nivel de
inversión extranjera en Corea del Norte por lo que dicen las fuentes chinas y
rusas, cualquier medio español se puede hacer eco de los tratos entre el FMI y
Vietnam, recoger sus declaraciones ante tal evento, podemos ver también
como los dirigentes cubanos loan a El Vaticano y a sus gerifaltes, cómo
presentan a China y Rusia como garantes de los pueblos como hace el PCE (r).
Información hay, lo que no hay es ganas de analizar y en su caso prefieren
mirar a otro lado porque en el fondo comparten sus desviaciones». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del
PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

En resumen, si no queremos ser como los revisionistas con sus regímenes, los
marxista-leninistas deben estudiar y criticar sin piedad nuestras experiencias,
de otro modo tendremos la misma seriedad que ellos.

Los viejos partidos marxista-leninistas no pueden eludir su


responsabilidad en la catástrofe albanesa

La caída de la Albania socialista corresponde en primer lugar a los propios


comunistas albaneses, pero no debe dejar de subrayarse el papel seguidista de
muchos partidos en el exterior para reforzar tal castátrofe política.

Acabamos de ver como durante los 80 el Partido Comunista de España


(marxista-leninista) rechazó sin análisis ni argumentación alguna los artículos
críticos contra la deriva albanesa que estaba realizando el Partido Comunista de
los Estados Unidos (marxista-leninista).

Pero no solamente nos referimos al papel de los partidos proalbaneses


«oficiales» sino también a varios grupos pequeños que simpatizaban con el
régimen albanés. A ejemplo de ello podríamos citar los diferentes grupos como
L'empancipation, o La voie du socialisme en Francia, que pese a tener un nivel
ideológico superior al propio Partido Comunista de los Obreros de Francia
(PCOF), tampoco se anticiparon al drama que se avecinaba.

Otros como el Combat Communiste Marxiste-Léniniste (CC/ML) liderado por


Patrick Kessel, ante las acusaciones del grupo canadiense Union Bolchévique du
Canada (UBC), censuraron las criticas válidas al partido y gobierno albanés
como simple «palabrería ultraizquierdista». Mantuvieron una defensa a

680
ultranza del PTA hasta el último aliento del régimen. Años después, seguían
preguntándose qué pudo fallar sin hallar respuesta, prometiendo hacer una
evaluación llegado el día. Véase el documento de Patrick Kessel: «Contribución
a la cuestión de una nueva internacional» de 1997.

Para entender las causas y extraer las lecciones de la caída del socialismo en
Albania en 1991, no se podía renegar sin más análisis de todo el pasado
revolucionario de los comunistas albaneses –como proponía la facción de
Chivite–, ni tampoco se podía edulcorar la realidad –como hacía la facción de
Raúl Marco–. Ambas tendencias, no solo no llegaban a conclusiones plausibles
que explicasen el colapso, sino que no reconocían su responsabilidad individual
en realizar un seguidismo a las políticas de Ramiz Alia durante los años 80, por
lo que carecían de toda legitimidad.

No se puede ignorar –sobre todo en el tema de la línea política exterior– que


«los marxista-leninistas españoles y otros desconocían lo que pasaba en
Albania» como dicen algunos, lo que resulta incomprensible dado que: tenían
contacto permanente dentro de Albania, enviaban delegaciones regularmente, y
la nueva política exterior que Ramiz Alia quería dar al PTA era evidentemente
revisionista. En el mismo sentido, el PCE (m-l) tenía documentación que era
proporcionada directamente por los albaneses como es el caso de las
publicaciones de la «Agencia Telegráfica Albanesa», «Albania Hoy», y otros,
que esgrimían verdaderos atentados ideológicos para entonces. Recordemos que
durante aquella época, Albania había entrado en la danza de los coqueteos cada
vez más frecuentes con los regímenes de dudosa reputación suprimiendo la
lucha ideológica, incluso se alababa a regímenes revisionistas y reaccionarios,
cuestión que en el plano externo el PCE (m-l) parece que aprobaba o ignoraba
adrede por miedo a una polémica abierta al respecto.

¿Cómo es posible que un servicio secreto como la CIA estadounidense registre


las reformas liberales que se estaban llevando a cabo en Albania, y en cambio,
los presuntos partidos marxista-leninistas vivieran en el total desconocimiento
o mirasen hacia otro lado?

¿No será que la mayoría de esos líderes –como se supo luego–, no vivían en la
inopia sobre estos sucesos, sino que adecuaban su apoyo o rechazo según el
nivel de prestigio o ayuda material que pudieran recibir de otros partidos como
el albanés?

¿No será que la mayoría debido a su bajo nivel ideológico no supieran


comprender y mucho menos explicar, ni a sus militancias ni a sí mismos, lo que
estaba ocurriendo en Albania?

La postura del PCE (m-l) de no subrayar cada paso en falso que empezaba a dar
el PTA no fue un error menor sino todo lo contrario. Pero en honor a la verdad
tampoco fue el único partido que cometió tal mayúsculo error, se trató pues de
un error colectivo de los partidos marxista-leninistas:

«Este hecho de suma importancia –la degeneración de un partido en el poder–


, la no identificación y la no denuncia del proceso, demuestra que Bandera
Roja no fue más que otro partido que realizó un simple seguidismo de la obra

681
de Enver Hoxha por moda y sentimentalismo, pero que no comprendía en
realidad su obra y doctrina marxista-leninista. Tras la muerte de Enver
Hoxha en Bandera Roja hubo un seguidismo ciego a las políticas de Ramiz Alia
–como hizo el PCE (marxista-leninista) de España o el PC ML de Colombia–,
quien por aquel entonces precisamente estaba destrozando el legado de su
predecesor y precipitando al país a la restauración del capitalismo y a una
gran crisis política social y económica. La situación en Albania no solo llevó a
la restauración del capitalismo sino hasta la propia disolución del partido en el
poder y su refundación en un partido socialdemócrata. Hay que señalar que
entre otras cosas esto fue posible por la falta de internacionalismo proletario
de los pretendidos marxista-leninistas que en su mayoría no se dieron cuenta
de este proceso y no ayudaron al pueblo albanés. Cuando este formalismo de
disolución del partido comunista en Albania ocurrió en 1991, los seguidistas de
la política de Ramiz Alia [como Raúl Marco o Manuel Chivite] entraron en
pánico». (Equipo de Bitácora (M-L); Un repaso histórico a las posiciones
ultraoportunistas de Bandera Roja, y una exégesis sobre la deserción del
MVTC y su disolución en Bandera Roja, 1 de enero de 2017)

Cuando la dirección del PCE (m-l) fue tomada por Chivite y sus seguidores en
1991, la estrategia a seguir fue escribir comentarios calumniosos sobre la
experiencia albanesa y los lazos que les unían. Para lavarse las manos del apoyo
que el PCE (m-l) había dado a la política desastrosa de Ramiz Alia durante
1985-1990 que llevó a Albania al colapso, Chivite comenzó a renegar de toda la
experiencia albanesa en general incluida la de la época de Enver Hoxha que la
tacharía con los peores epítetos, culpando además a Elena Ódena de hacer
seguir al PCE (m-l) por este camino, y a Raúl Marco del período de 1985-1991,
sin asumir que él y sus seguidores había sido parte, para fortuna o desgracia, de
la política del partido y su posición sobre Albania. Chivite fue un gran apologista
del triunfalismo hacia la Albania de la época de Alia. Por tanto, quién más tenía
que callar, era quién atacó a sus viejos camaradas para intentar protegerse del
reciente seguidismo que todos, desde Marco hasta él, habían cometido hacia las
políticas de Ramiz Alia que objetivamente llevaron al más rotundo fracaso.

A partir de 1991 se rechazaría absolutamente todo el legado del socialismo


albanés, llegando incluso a decir que el régimen albanés nunca fue diferente de
otros regímenes revisionistas. En el artículo: «Contexto del problema y líneas
generales ante los sucesos en el Este y en Albania», la línea de Chivite y
compañía decía:

«[Los marxista-leninistas] que en treinta años no han conseguido


diferenciarse y distanciarse de los modelos que criticaba. Lo cual no es de
extrañar, pues sus mismas referencias, primero China y luego Albania, eran
semejantes en lo fundamental a los modelos [revisionistas] denunciados».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate,
1991)

Por lo que para Chivite, tanto la China maoísta como los regímenes
jruschovistas de Europa del Este «eran semejantes en lo fundamental» al
régimen albanés. Esto no es solo un comentario anticomunista, sino de una gran
ignorancia del proceso histórico: para empezar ni siquiera los mismos
regímenes revisionistas eran similares, ni podían serlo.

682
Algunos de los escritos del PCE (m-l) durante la época en que Chivite dominaba
la dirección eran tan surrealistas que incluso iban en contra de la propia historia
del partido:

«No parece que hace falta profundizar más en la caracterización de la


ideología del Partido del Trabajo de Albania (PTA) y de su influencia sobre
nuestro partido a lo largo del período de tiempo en el que mantuvimos
cordiales relaciones. Se impone en particular una caracterización de la antes
alabada obra de Enver Hoxha, una obra que significa no sólo una desviación
nacionalista de la teoría marxista-leninista, sino sobre todo una visión
dogmática de la misma que conduce a un estancamiento y a la repetición
mecánica de esquemas y análisis de principio de siglo que obstaculiza la
búsqueda de elementos más novedosos». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Cuadernos para el VIº Congreso de 1991)

Esto lo escribía gente como Chivite que años antes publicaban en «Vanguardia
Obrera» artículos favorables como: «Albania socialista: un pueblo optimista y
revolucionario», en el Nº 261 de 1978. Manuel Chivite fue precisamente el
encargado de la presentación de la publicación del libro de Enver Hoxha
«Imperialismo y revolución» en la librearía Machado de Madrid en 1979. Pero
en 1991 observamos como Chivite y compañía escupen todo tipo de insultos
sacados del arsenal del jruschovismo, del titoismo, del maoísmo hacia la Albania
Socialista de Enver Hoxha. ¿Nacionalismo? ¿En base a qué? No lo sabemos ya
que no se atreven a citarlo. ¿Es acaso la defensa de la patria de los imperialistas
y socialimperialistas una desviación nacionalista? ¿No demostró la Albania de
Enver Hoxha precisamente una actitud basada en el internacionalismo
proletario en varias de las cuestiones donde hubiera sido más fácil plegarse ante
las dificultades de un enemigo superior en número y recursos? Precisamente el
nacionalismo como se ha demostrado históricamente lleva a la restauración de
las relaciones de producción capitalistas y al acercamiento al imperialismo para
vender la soberanía nacional. ¿No rechazó la Albania en la etapa de Enver
Hoxha toda injerencia de ese tipo y se acercó a los movimientos marxista-
leninistas así como a los movimientos de liberación nacional? En todo caso la
línea nacionalista no corresponde a la época de 1944-1985 sino a partir de
entonces con la llegada de Ramiz Alia y el impulso de una línea liberal que
descuidaba los intereses nacionales e internacionales, consumándose la
restauración capitalista y el acercamiento al revisionismo e imperialismo
internacional, pero no podemos achacar directamente a Enver Hoxha tal
política. La política albanesa durante los años de oro del socialismo albanés, fue
muy clara:

«El internacionalismo proletario es un componente del marxismo-leninismo y


está indisolublemente ligado a él. Por lo tanto, no puede haber
internacionalismo proletario fuera del combate para la defensa de la precisa
aplicación del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo enseña a evaluar
correctamente desde las posiciones marxista-leninistas las enseñanzas sobre
las clases y la lucha de clases de nuestra época, a determinar correctamente
cuales son las fuerzas y contradicciones principales del presente, cual es el
enemigo principal, los aliados a los cuales debe unirse, a mantener la doctrina
sobre el rol dirigente del partido revolucionario del proletariado, a preparar el

683
proletariado y las demás masas trabajadoras para la revolución proletaria y
el establecimiento de la dictadura del proletariado, a movilizar y conducirla a
luchar por la construcción del socialismo y el comunismo, a apoyar a los
verdaderos partidos marxistas-leninistas y la lucha revolucionaria del
proletariado de las naciones oprimidas contra el imperialismo, el
socialimperialismo y la reacción nacional e internacional. Cualquiera que se
abstenga de todo esto, niega el internacionalismo proletario». (Radio Tirana;
El internacionalismo proletario es la ideología y el arma del proletariado
mundial para la victoria del socialismo y el comunismo, 1977)

¿No fue la Albania de Enver Hoxha el mayor apoyo para el PCE (m-l) en los
momentos de represión de 1975 cuando la China de Mao les abandonó, esa
misma China que a su vez recibía a Ford o Carillo en Pekín y restablecía
relaciones con Franco?

También se acusa a Albania de dogmatismo y sectarismo. De nuevo


preguntamos, ¿en base a qué? No sabemos pues el grupo de Chivite tira la
piedra y esconden la mano. Suponemos que se referirán a la crítica a sus ídolos y
movimientos referentes de los que rebuscan entre la basura del revisionismo
como los seguidores de la II Internacional estilo Kautsky, Bernstein o Bauer,
aunque no hay que irse muy lejos pues las tesis de Chivite de los 90 son muy
parecidas a las tesis eurocomunistas de Carrillo de los 70, no por casualidad
también renegaría de la lucha del PCE (m-l) contra el colaboracionismo y
reformismo de Carrillo y otros grupos calificándolo de «error sectario» en el VIº
Congreso del PCE (m-l) de 1991. La cuestión está clara entonces:

«Si alguien considera nuestra lucha contra el revisionismo como dogmatismo


o sectarismo, le decimos que se quite los anteojos revisionistas, porque así verá
mejor». (Enver Hoxha; Discurso pronunciado en nombre del Comité Central
del Partido del Trabajo de Albania en la Conferencia de los 81 partidos
comunistas y obreros celebrada en Moscú, 16 de noviembre de 1961)

Se acusa a Albania de «mecanicismo en la aplicación de esquemas y análisis de


principio de siglo». Esto no hace falta comentarlo demasiado, parece un
comentario cliché de la propaganda de la Guerra Fría sobre el comunismo o
sobre los regímenes surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, ¿alguien
que haya estudiado la experiencia albanesa o cualquier otra experiencia de
construcción socialista puede tipificar que fue un calco de otra? Si se dice eso es
porque se es un completo ignorante que no se ha molestado lo más mínimo en
estudiar cada experiencia. ¿O es que quizás para ellos el aplicar los axiomas de
la doctrina era un «dogma» como decían los titoistas, jruschovistas, maoístas o
eurocomunistas?

«El marxismo-leninismo enseña que, a pesar de que son invariables las


características y leyes generales esenciales del tránsito al socialismo, las
formas, los métodos y los ritmos de este tránsito pueden presentar en los
diversos países diferencias determinadas por las condiciones concretas de su
desarrollo. Aferrándose a este hecho, los revisionistas, bajo las consignas del
«socialismo específico y nacional», se empeñan en apartarnos de la vía
general marxista-leninista de la construcción del socialismo y privarnos de la
experiencia de la Unión Soviética. El marxismo enseña que las cuestiones

684
fundamentales de la construcción del socialismo son comunes a todos, que las
leyes de desarrollo de la sociedad no conocen fronteras. La experiencia
histórica indica que estas cuestiones comunes son: la dictadura del
proletariado o dicho de otra manera, la instauración del poder político de la
clase obrera bajo la dirección del partido marxista-leninista, el fortalecimiento
por todos los medios de la alianza de la clase obrera con el campesinado y
otras capas trabajadoras; la liquidación de la propiedad capitalista y la
instauración de la propiedad socialista sobre los principales medios de
producción; la organización socialista de la agricultura y el desarrollo
planificado de la economía; la función de guía de la teoría revolucionaria
marxista-leninista y la defensa resuelta de las conquistas de la revolución
socialista contra los atentados de las viejas clases explotadoras y de los
Estados imperialistas». (Enver Hoxha; Sobre la situación internacional y las
tareas del partido, 1957)

¿No fue la Albania del PTA la que precisamente acabó desarrollando sus propios
análisis y conclusiones cuando el resto de partidos hacían seguidismo a la URSS
o a China? ¿Por qué ignoran tal realidad histórica? La única explicación
plausible es que ignoraban adrede algo conocido por todos para denigrar el
honor y la obra de dicho partido ante los incautos, para tratar de engañar e
imponer su nueva mercancía revisionista entre los elementos vacilantes, está
claro. ¿No fue el PCE (m-l) el que se basaba en los escritos del PTA para criticar
al revisionismo soviético en los sesenta? ¿No era el propio Chivite quien alababa
al socialismo albanés en sus artículos como: «Albania socialista: un pueblo
optimista y revolucionario» en el Nº261 de Vanguardia Obrera de 1978? ¿No
esperaron Chivite y compañía a la salida de los escritos críticos de Enver Hoxha
a mediados de los 70 para empezar a criticar abiertamente al revisionismo chino
en 1979? ¿No es cierto que Chivite, como Marco, todavía alababan a Mao en
1978 hasta leer las obras clave de los albaneses? Véase de nuevo el informe de
Raúl Marco en el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 o la entrevista a Chivite
concedida a José Luis Prieto/Federico Grau en 1978 que ya hemos citado en
anteriores capítulos.

Las mentiras tienen las patas cortas señores. Más aún, en el IIIº Congreso del
PCE (m-l) de 1979 se dijo tajantemente que la ayuda de los marxista-leninistas
albaneses fue decisiva para comprender el carácter del maoísmo como una
variante del revisionismo moderno. Por tanto, la difusión y estudio de las obras
de Enver Hoxha, lejos de no tener valor como decían los falseadores
socialdemócratas de la facción de Chivite, tenía toda su importancia, como la
sigue teniendo actualmente si se es un poco honesto.

«Cabe resaltar la gran ayuda internacional que el Partido del Trabajo de


Albania (PTA) presta a los comunistas del mundo, y nos referimos en
particular, a la más apreciada de las ayudas, esto es, la ideológica. Ayuda
utilísima para nosotros y los demás partidos, al menos esa es nuestra opinión,
prestada con una modestia y sencillez ejemplar, con un espíritu camaraderil y
fraternal, que está a cien lenguas de los que eran las relaciones con los chinos,
aún en la «mejor» época. (…) Para nosotros [la lucha contra el maoísmo] ha
supuesto un trabajo duro y difícil. Debemos reconocer y subrayar la gran
ayuda que nos ha prestado en este terreno el PTA y sus dirigentes –en distintas
conversaciones y reuniones–, así como sobre todo el magistral análisis que

685
hace Enver Hoxha en «El imperialismo y la revolución» de 1978 y «Reflexiones
sobre China» de 1979. (…) Esas obras han de ser difundidas masivamente,
llevadas y explicadas a los obreros y campesinos, a los simpatizantes,
intelectuales y patriotas, y también a las bases revisionistas y maoístas, pues
estas obras son poderosas armas cuya difusión es de gran utilidad para
nuestra justa lucha contra el imperialismo y el socialimperialismo, contra el
revisionismo de todo tipo y color». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

En otro orden similar, los restos de la facción de Raúl Marco, una vez
expulsados del PCE (m-l) en 1991, no se quedarían atrás en cuanto a manchar la
imagen y la ayuda internacionalista que el PTA y sobre todo Enver Hoxha
personalmente habían proporcionado a todo el movimiento marxista-leninista
internacional y en especial al PCE (m-l). En 1995, Raúl Marco llegó a decir:

«El movimiento marxista-leninista ya estaba muy débil antes de 1989».


(Unidad y Lucha; Contra el eclecticismo, No. 2, septiembre 1995)

Y que:

«La actitud de la dirección de la PTA, estampaba una cierta arrogancia y un


nacionalismo estrecho, que tiene una parte de responsabilidad en esta
situación no muy apetecible». (Unidad y Lucha; Contra el eclecticismo, No. 2,
septiembre 1995)

Aquí solo vemos que Chivite-Marco repetían los mismos insultos hacia los
marxista-leninistas albaneses que años atrás le dedicaban jruschovistas y
maoístas. Sin molestarse en ningún caso por especificar ni mostrar pruebas
sobre los defectos específicos, simplificándolo todo, y sobre todo, sin diferenciar
el período de Ramiz Alia (1985-1991) del de Enver Hoxha (1941-1985) como si
todo absolutamente fuese igual. Nótese la importancia de esto en aquella época
donde la figura de Enver Hoxha era abandonada por todos los derrotistas,
claudicadores y oportunistas, cayendo progresivamente en el olvido. Como
sabemos, en años posteriores, cuando la figura del albanés volvió a escena con
un auge de su popularidad, Raúl Marco intentó presentarse como un fiel
discípulo del legado de Enver Hoxha, y volvería reivindicar su figura, pero era ya
bastante tarde.

Ahora en su libro Raúl Marco acusa directamente al PTA de ser unos de los
causantes de que el movimiento marxista-leninista no se consolidase en los 80
porque según él, en 1982 el PTA no estaba a favor de reuniones multilaterales
entre partidos:

«El PTA se opuso también a las reuniones multilaterales sin tener en cuenta las
observaciones al respecto de Enver Hoxha, aunque en principio las apoyaba.
(…) Ramiz Alia siempre se opuso a las reuniones multilaterales y a la
publicación de una revista conjunta. Internamente, califiqué esta postura de
oportunista, sin más. (…) Al citar a Enver Hoxha la cosa cambiaba, afirmaban
su total acuerdo con él y se liaban en un sinfín de argumentos que nada
argumentaban y todo lo embarullaban, y ponían de manifiesto sus vacilantes e
imprecisas posiciones políticas e ideológicas. Mas no todo eran vacilaciones,

686
como se vio en algunos casos más adelante». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos
de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

De ser cierto que el PTA –en su conjunto o una parte de él– se oponía o
entorpecía la coordinación de los partidos marxista-leninistas… estas tendencias
no nos parecen descabelladas, pero... ¡lo suyo hubiera sido decirlo abiertamente
en 1982 y no en 2018 cuando ya no se puede hacer nada! A buenas horas
mangas verdes señores. ¿Qué responsabilidad tuvo pues el PCE (m-l) pasando
en silencio por varios de los errores en política exterior del PTA y calumniando a
los grupos que se atrevían a hacerlo? Por supuesto, esto no lo comenta.

Todo el relato de Raúl Marco se puede interpretar como que quiere exculpar a
Enver Hoxha de las vacilaciones del PTA, o bien como que acusa a Enver Hoxha
de doctrinarismo, es decir, de que no cumplía lo que anunciaba, bien por ser
manipulado por Ramiz Alia, o convencido por él, pero siempre pone por delante
a Ramiz Alia como el causante de las intrigas y posturas antimarxistas.

Hay un ataque general hacia el PTA sin especificar quienes o cuando empezó la
supuesta postura contraria al internacionalismo proletario, seguramente porque
ni el propio Raúl Marco lo sabía antes ni lo sabe ahora. El apego de Raúl Marco
hacia Enver Hoxha siempre ha sido sentimental, nunca le sirvió para defender
su legado positivo, y tampoco creemos que le permitiese abordar con exactitud
sus posibles errores.

El PTA desde luego fue el principal propulsor de una línea internacionalista en


los 70:

«La experiencia muestra que solo sobre la base de una lucha sin piedad contra
el oportunismo y revisionismo de toda huella es posible preservar, fortalecer y
continuar temblando la unidad marxista-leninista. Desde esta concepción, los
«argumentos» de aquellos que quieren sofocar y extinguir la lucha contra el
oportunismo y el revisionismo bajo el pretexto de «evitar polémicas» y
preservar la «unidad» carecen de fundamento; de hecho, son centristas,
antimarxistas y estafadores. El PTA y los demás partidos marxista-leninistas
hermanos rechazan firmemente tales intentos. Ellos han librado y están
librando una lucha de principios sin compromisos contra todos aquellos que
han traicionado el marxismo-leninismo y dividen así la unidad revolucionaria,
sean soviéticos, yugoslavos, italianos, franceses, españoles, chinos u otros.
(...) El internacionalismo proletario actualmente obliga a todos los partidos
fraternales y a todos los revolucionarios verdaderamente proletarios a dar
todo el apoyo al movimiento marxista-leninista en los otros países y hacer
todo lo que esté a su alcance para consolidar la unidad de combate sólida en el
mundo comunista marxista-leninista. (...) Esta unidad se basa en la aplicación
estricta de los principios válidos para las relaciones entre los partidos
hermanos y países socialistas: los principios de independencia y plena
igualdad, la no injerencia en los asuntos internos de otros, consultas, charlas y
demás. La crítica mutua y de camaradería en el desarrollo de posiciones
comunes y en la disipación de posibles divergencias, la ayuda y el apoyo
mutuo e internacionalista. La violación de estos principios son los intentos de
imponer a otros los puntos de vista de uno de los partidos, el ejercicio de la
presión para obligar a otros a inclinarse ante sus dictados chovinistas. (...) En

687
resistencia y lucha contra las actitudes y acciones divisionistas de los
revisionistas chinos, los partidos marxistas-leninistas han intensificado sus
esfuerzos para consolidar de manera constante la unidad y la cooperación
entre ellos dentro de todo el movimiento marxista-leninista. Esta unidad y
cooperación tienen como objetivo: temas importantes de interés para ellos en
la lucha contra la burguesía, el imperialismo, la reacción, el revisionismo, etc.;
desarrollar una línea común y posiciones comunes; emprender y coordinar
acciones conjuntas; organizar el apoyo mutuo y la solidaridad en el curso de
la lucha; conocer más a fondo los partidos hermanos que trabajan bajo
diferentes condiciones y colaborar con ellos en un intercambio de opiniones y
experiencias revolucionarias. Mientras tanto, el movimiento marxista-
leninista no ha faltado en la lucha por la unidad y la cooperación, y ha
encontrado las formas más apropiadas para ello. Los contactos y reuniones
bilaterales, las consultas multilaterales, las declaraciones conjuntas, la
delegación de delegaciones a los congresos y las actividades de los partidos
fraternales, los eventos internacionalistas conjuntos, etc., son formas de
cooperación extremadamente eficaces si se tratan con la diligencia debida y la
seriedad. Estar preparado y desarrollado sobre la base de un intercambio de
opiniones exhaustivo y de camaradería entre las partes fraternales. En el
futuro, la vida también puede proporcionar otras formas de contacto,
cooperación y unidad. Incluyendo consultas internacionales generales de los
marxistas-leninistas, si se crean las condiciones necesarias para esto». (Agim
Popa; Los partidos marxista-leninistas; la fuerza motriz del movimiento
revolucionario actual, 1978)

En el VIIIº Congreso del PTA de 1981, si bien no hay un gran informe dedicado
al movimiento marxista-leninista, Hoxha seguía expresándose de la misma
forma:

«La fuerza del movimiento comunista internacional marxista-leninista radica


en la justeza de las ideas por las que lucha y en su unidad. Los partidos
marxista-leninistas se rigen en su lucha por las enseñanzas de nuestros
grandes clásicos, aprovechan la rica y multilateral herencia del Internacional
Comunista, se apoyan en la experiencia de su propia lucha contra la traición
revisionista, tienen en cuenta la experiencia negativa de los partidos que
degeneraron en el revisionismo. Todas esas enseñanzas y esa experiencia
constituyen un gran patrimonio ideológico, político, organizativo, teórico y
práctico, para templar y fortalecer a los partidos y al movimiento marxista-
leninista en todos los sentidos.

Los encuentros y las conversaciones entre los partidos hermanos aportan una
valiosa contribución al fortalecimiento de la unidad del movimiento marxista-
leninista. De esta forma se aprovecha la experiencia mutua, se llega a juicios
comunes de las situaciones y a la unidad de pensamiento y acción. La
experiencia de un partido no puede sustituir a la de muchos partidos, por el
contrario, son las experiencias de todos los partidos marxista-leninistas las
que hacen invencible al movimiento.

El Partido del Trabajo de Albania (PTA), ateniéndose con fidelidad a los


principios del internacionalismo proletario, se ha esforzado y se esforzará
siempre por dar su contribución al fortalecimiento de la unidad del

688
movimiento marxista-leninista y de la colaboración entre los partidos
hermanos.

Nuestro PTA considera un honor estar, en la grande e histórica lucha por la


causa del marxismo-leninismo, de la revolución y del socialismo, hombro con
hombro con los demás partidos marxista-leninistas, que son destacamentos
iguales del movimiento revolucionario de la clase obrera». (Enver Hoxha;
Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)

¿Si el PTA empezó a desviarse de sus deberes internacionalistas, donde está la


adecuada advertencia del PCE (m-l)? ¿Dónde está la condena final cuando esto
se profundizó? No hay tales documentos.

Ciertamente Raúl Marco es quien más tiene que callar en cuanto a


internacionalismo proletario con su idea cobarde de «mantener las divergencias
en silencio» como vimos en el capítulo: «El miedo de exponer en público las
divergencias con otros partidos», le llevaría a presenciar como todos los
partidos iban cayendo en la bancarrota sin emitir crítica pública alguna.

La caída del socialismo albanés, y el silencio de los que habían hecho un


completo seguidismo a las políticas que llevaron a su desastre, condujeron al
descrédito de esos partidos proalbaneses, y sobre todo, a que en todos los países
el revisionismo floreciese de nuevo sin oposición.

¿Cómo se avanza, conservando los mitos o derribándolos? El caso


de Nexhmije Hoxha

«Por otra parte, no creemos que los camaradas del PCE (m-l) tengan
autoridad alguna para enjuiciar al resto de comunistas por su presunto papel
en el pasado, si ni siquiera sido ellos han sido capaces de hacer la menor
autocrítica por sus propios errores. ¿Para cuándo un documento del PCE (m-l)
que analice el naufragio de la Albania Socialista de Enver Hoxha?». (Unión
Proletaria; Sobre algunas alusiones a Unión Proletaria por parte del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), 24 de febrero de 2012)

¡Por una vez, y sin que sirva de precedente, tenemos que darles la razón a los
maoístas! El propio Raúl Marco en sus memorias: «Ráfagas y retazos de la
historia del PCE (m-l) y el FRAP» de 2018, nos habla de sus recuerdos, viajes y
contactos con los albaneses. Ahora, a toro pasado, critica a Ramiz Alia, al mismo
que en 1990 defendía a capa y espada, pero no da al lector una sola pista ni
orientación de las causas de la restauración del capitalismo, ni mucho menos
hace autocrítica sobre por qué apoyaron todas y cada una de las medidas de
Ramiz Alia. También, lejos de hacer un ejercicio de honestidad, por el
compadreo que acostumbra, trata de condecorar como «héroes» a muchos de
los cómplices de la caída del régimen socialista.

Ese ejemplo lo tenemos materializado en su evaluación sobre Nexhmije Hoxha,


quien tras fallecer en 2020, varias organizaciones escribieron sobre ella y su
legado. Raúl Marco en «Octubre» Nº133 de 2020 escribió su artículo: «Fallece
Nexhmije Hoxha». Los criptomaoístas de Reconstrucción Comunista (RC) a
través de Universidad Obrera publicaron el artículo: «Larga vida a Nexhmije

689
Hoxha». Otro ejemplo lo tenemos en la página ecléctica Revolutionary
Democracy: «Tributo a Nexhmije Hoxha». Esta página está dirigida entre otros
por el revisionista hindú Vijay Sigh, que lo mismo rinde homenaje a Castro
como a Mao, por lo que es normal.

Incluso hemos visto como Vincent Gouysse, uno de los mejores teóricos
marxistas del siglo XXI también ha caído en esta tendencia en su artículo:
«Homenaje a la camarada Nexhmije Hoxha (1921-2020)», donde postraba su
biografía como un «ejemplo de defensa del ideal comunista». Posteriormente
cuando increpamos en privado a Vincent por este seguidismo, reconoció haber
sacado un artículo seguidista por «falta de tiempo», pero eso no le excusa en
absoluto.

En estos y muchos artículos de otras organizaciones revisionistas solo existen


palabras de agradecimientos para Nexhmije, pero no hay un ápice de criticismo
hacia sus últimos años, algo que no sorprende viniendo de este tipo de
organizaciones, pues tenemos que tener en cuenta que para ser dos de los
partidos que más reivindican el pasado del socialismo albanés, para portar caras
de Enver Hoxha en sus desfiles, nunca le han dedicado un solo estudio serio, lo
que demuestra una vez más la incapacidad teórica y el gusto, en cambio, por el
folclore y la nostalgia sin análisis.

Nexhmije Hoxha fue, como sabemos, una figura clave. Primero como jefa de las
juventudes y después como cabeza visible del régimen albanés en el ámbito de la
propaganda. En su momento tuvo obras que claramente se inspiraban en un
espíritu revolucionario y exponían correctamente una visión marxista-leninista
sobre la lucha de clases a nivel interno y externo. Véase su obra: «Algunas
cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de
Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases» de 1977.

¿Pero cuál fue su actuación posterior? Esto es lo que callan muchos intentando
mantener vivo el mito.

Nexhmije no se opuso al camino de Ramiz Alia durante los 80 con las purgas y
las consecuentes restructuraciones económicas lo cual fue un error, pero todavía
es mucho más grave e imperdonable que no tratase de pararlo cuando en el año
1990 dio muestras palpables de su antistalinismo y antihoxhismo en sus
discursos. Ni siquiera cuando Alia hablaba de «democratizar el partido», de
crear un «sistema multipartidista», de la «creación de empresas privadas y
abierta economía de mercado», de «buscar la cooperación y las ayudas
económicas de las empresas extranjeras» así como la «distensión con las
superpotencias»... ¡ni siquiera cuando era abiertamente repudiado por las
masas del pueblo albanés Nexhmije Hoxha retiró su apoyo a Ramiz Alia!

En una carta pública diría:

«Sobre todo después de que fuera derribada la estatua de Enver en Tirana


[febrero de 1991], –y se sospecha fuertemente de que el ex ministro del Interior
Hekuram Isai no hizo nada al respecto–, el presidente Ramiz Alia perdió la
confianza del pueblo. Ramiz Alia subestimó al pueblo y perdió contacto con él,
hasta el punto de perder las elecciones en su propio distrito. Permaneció

690
aislado, distante, sin camaradas, sin el pueblo, sin poder. Algunas personas
dicen que fue sacrificado y que asumió una carga que pesaba demasiado. Esto
es cierto, pero debió haber mostrado mayor determinación. Algunas personas
cuestionan su paciencia, su tolerancia y su permanente actitud de evitar el
derramamiento de sangre, a pesar de las manifestaciones ilegales o mientras
los monumentos estaban siendo destruidos por todas partes. Nadie quería
derramamiento de sangre. Esto fue afirmado por todos, incluido el Pleno del
CC del Partido. Yo también dije eso. Cuando la estatua de Enver fue derribada
en Tirana, y cuando vi en la televisión a gente enojada en las reuniones,
cuando un millón de personas había firmado un documento que expresaba su
voluntad de defender a Enver, con el lema: «Vamos a Tirana para poner la
estatua de nuevo en su lugar’, yo también tuve el temor de que una acción
bárbara de los vándalos del PD llevara a nuestro pueblo a una sangrienta
provocación, y que esa sería una mancha indeleble unida al nombre de
Enver». (Nexhmije Hoxha; Carta desde la prisión; Publicada en La Forge, 14
de abril de 1992)

Esto solo puede considerarse como una desviación nacionalista y digna de un


pacifismo pequeño burgués.

«La conquista del poder político por el proletariado no implica el cese de la


lucha de clases contra la burguesía, sino que, por el contrario, hace esta lucha
singularmente amplia. (...) Toda inconsecuencia o debilidad en el
desenmascaramiento de quienes actúan como reformistas
o «centristas» significa aumentar directamente el peligro de que el poder del
proletariado sea derrocado por la burguesía, la cual aprovechará mañana
para la contrarrevolución lo que gentes miopes consideran hoy
solo «divergencias teóricas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis para el IIº
Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

«Los longuetistas no comprenden ni quieren comprender –algunos son


incapaces de comprender– que el reformismo, envuelto en una fraseología
revolucionaria, fue el mal principal de la II Internacional, la causa principal
de su ignominiosa bancarrota. (...) La divergencia entre las palabras y los
hechos llevó a la bancarrota de la Segunda Internacional. (...) Estas pequeñas
concesiones, las vacilaciones, la indecisión, las evasivas, los pretextos y el
ocultamiento de los hechos, en su conjunto, constituyen inevitablemente una
traición a la dictadura del proletariado. Dictadura es una palabra grande,
dura y cruel, una palabra que expresa upa implacable lucha a muerte entre
dos clases, entre dos mundos, entre dos épocas históricas. Y palabras como
esta no pueden ser pronunciadas con ligereza. (...) Si están ustedes en favor de
la dictadura del proletariado, no sigan entonces la política evasiva, ambigua y
conciliadora. (...) En un sentido personal, la diferencia entre el hombre que
traiciona por debilidad de carácter y el que lo hace por cálculo e interés es muy
grande; pero en política no existe tal diferencia, pues la política significa el
destino real de millones de hombres, y este destino no cambia por el hecho de
que millones de obreros y campesinos pobres sean traicionados por quienes
son traidores por falta de carácter o por quienes persiguen objetivos egoístas».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas de un publicista, 1920)

¿Cuánto sufrimiento le ha causado al pueblo albanés la restauración del

691
capitalismo? ¿Valió la pena entregar el poder a los enemigos del socialismo por
evitar un posible derramamiento de sangre? ¿Desde cuándo se pone por delante
el patriotero pretexto del «bien de la nación» por encima de la causa social?
¿Cómo se defiende la patria si no es defendiendo los intereses de clase? ¿No es
claro que Ramiz Alia y muchos otros debieron ser ajusticiados mucho antes?

Parecía olvidar las palabras del propio Enver sobre a dónde se conduce al país
con esas actitudes pusilánimes:

«Que se duermen sobre sus laureles y que frente a las melifluas frases de los
imperialistas y de la reacción, frente a las consignas demagógicas, relajan la
vigilancia y la sustituyen con una actitud oportunista y una peligrosa
blandenguería. (...) Hoy más que nunca, a nuestro Partido se le plantea la
tarea de fortalecer su resuelta lucha de principios para preservar la pureza de
la teoría marxista-leninista, para fortalecer sus filas en el plano ideológico y
organizativo, para robustecer la solidaridad internacional de los
trabajadores, y considera que la lucha en defensa de los principios marxista-
leninistas, la lucha cimentada sobre estos principios, es la única lucha justa».
(Enver Hoxha; Discurso pronunciado en la reunión solemne del 8 de
noviembre de 1956)

En otra parte de su carta Nexhmije Hoxha recuerda:

«Fui a la sede del CC, directamente al gabinete de Ramiz Alia. Tenía


numerosas cartas procedentes de las reuniones, que contenían insultos y
críticas inequívocas hacia él, dirigidas contra el decreto que había firmado, y
condenando el bárbaro derribamiento de la estatua de Enver, mostrado
muchas veces en la televisión. Era evidente que estaba muy desesperado ante
la situación creada. (...) La gente habló libremente acerca de las capitulaciones
de Ramiz Alia y él dijo: «¿Adónde nos llevan ustedes?». Se dio cuenta de que
había perdido la confianza de los comunistas y de los simpatizantes del PTA y
de Enver. La gente exigía con insistencia un referéndum para decidir si la
estatua debería ser restablecida en su lugar. Hablé y, entre otros, defendí a
Ramiz porque la situación lo exigía: «¿A quién le vamos a confiar la dirección
del país?», me pregunté. Sobre el referéndum, dije que en caso de que se
decidiera celebrar uno, no sería sólo una cuestión de decidir qué hacer con la
estatua, sino, además, decidir el papel y el lugar de E. Hoxha en la historia de
este medio siglo». (Nexhmije Hoxha; Carta desde la prisión; Publicada en La
Forge, 14 de abril de 1992)

Si ya nadie confiaba en él salvo la camarilla que se había fabricado a su


alrededor:

«Durante las siguientes concesiones que realizó a la burguesía nacional e


internacional a finales de los años 80, él se estaba convirtiendo cada vez más
en un político sospechoso. Con el derrocamiento de la estatua de Enver el 20 de
febrero se volvió no sólo poco fiable sino también odiado. Los gritos, llenos de
irritación, de las masas populares de «El presidente traidor a la horca», que
rugieron en cada plaza y calle estrecha, en cada pueblo y ciudad, son
testimonio de que era el momento, de que su máscara finalmente había sido
rasgada aunque él todavía no la descartara; él la guardaría hasta el momento

692
en que le otorgó la autoridad a las agresivas fuerzas anti-revolucionarias que
habían encendido sus antorchas para quemar Albania». (Entrevistas con
Laver Stroka, 2001)

Incluso la propia Nexhmije Hoxha, ahora que Ramiz solo quería satisfacer las
peticiones de los imperialistas, y que se saltó las reglas:

«Nos encontrábamos bajo una extraordinaria presión, tanto interna como


externa. Se insistía especialmente en la revisión de la Constitución, se exigía la
supresión del papel dirigente del Partido del Trabajo y la permisión del
pluralismo político; la supresión de la ideología marxista-leninista como guía
de nuestro Partido y de nuestro Estado; la introducción en el país de
sociedades anónimas y créditos externos; el establecimiento de relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos; la apertura de las instituciones
religiosas; y la liberación de los presos políticos. (...) En medio de esta
encrucijada, la dirección del Partido se encontraba en discordia. La mayoría
era fiel a la línea de Enver Hoxha. Lo mismo ocurrió en las organizaciones del
Partido. Sin embargo, el Primer Secretario del Comité Central y otros
dirigentes no compartían el mismo punto de vista». (Nexhmije Hoxha; De
cómo el Partido del Trabajo de Albania se alejó de sus posiciones marxista-
leninistas, 1997)

Como vimos anteriormente, incluso se relata que en este congreso se saltaron


todas las reglas democráticas. Bien, ¿Entonces por qué Ramiz Alia no fue puesto
a rendir cuentas ante los militantes del partido por sus errores y era
sustituido? Así lo exigía la situación, la lógica y los cánones de los estatutos:

«Estos momentos de elecciones y rendir cuentas juegan un mayor rol en el


temple del partido y cuadros, en fomentar su revolucionarización. Esto es
necesario para apartar el formalismo en estas importantes reuniones, que de
otro modo rompería el continuar basándonos en las normas y forma de vida
que tenemos en el partido. El liderazgo debe rendir cuenta en estas reuniones,
debe verificar con hechos que ha cumplido su deber, y no solo presentar
observaciones generales y críticas a otros. A la inversa, cada comunista
también, debe hacer esto mismo. Las elecciones en el liderazgo deben ser
hechas bajo sólidos criterios en conformidad con las reglas establecidas, sin
que ningún líder o líderes fuercen la organización básica del partido. Ellos
deben nominar a sus propios candidatos, elegir sus propios líderes, y
revocarlos de una forma democrática cuando ellos fallen en cumplir con sus
obligaciones». (Enver Hoxha; El continuo fortalecimiento del partido y el
gobierno; Discursos 1967-1968, 6 de febrero de 1967)

Pero Nexhmije pese a ver que el pueblo se daba cuenta de la claudicación de


Ramiz Alia sobre el legado de Enver Hoxha, no era capaz de desprenderse de su
él, así, bajo la pobre y cobarde excusa de que no existía quien lo remplazase,
decidió apoyarle suponemos que forzando a muchos otros de hacer lo mismo:

«La «carga» recayó en el principal líder del partido durante el período más
difícil que atravesaban el PTA y el Estado socialista, Ramiz Alia. Sin embargo,
no estaba solo, porque contaba con el apoyo de la mayoría del Politburó y el
Pleno del Comité Central, también con mi apoyo y con la gran mayoría de los

693
miembros del PTA, a pesar de que algunos apoyaron este paso con dolor y con
reservas. (...) Aprovecho esta oportunidad para decir aquí que me siento
obligado a hacer autocrítica, ya que en una entrevista de esos años
turbulentos, también describí a Ramiz Alia como un «traidor nacional».
Destaco que esta acusación se hizo solo en un caso y se expresó en un momento
de ira y emoción personal, debido a la forma en que se trató la defensa o no
defensa de la estatua de Enver Hoxha. He enfatizado anteriormente que, a
pesar de esto, solo unos días después de la demolición del monumento, me paré
junto a Ramiz Alia frente a los representantes de los «Voluntarios de Enver»,
que exigían su renuncia. (...) En mi opinión, el término «traidor» se le da a una
persona que traiciona a su nación y país. Pero Ramiz Alia y sus amigos
intentaron durante esos dos años salvar lo que podría salvarse. Ramiz Alia no
puede ser considerado un «traidor nacional». (Shquitaria.com; Nexhmije
Hoxha: Mis esfuerzos para detener el derramamiento de sangre en Tirana –y
cómo defendí a Ramiz Alia–, 2020)

He aquí la mayor prueba de sentimentalismo y estupidez: en un «momento de


pasión» Nexhmije llamó traidor a Alia por no evitar derribar una estatua, ¡no
por desmantelar el sistema socialista! Pero en sus últimos días creía que esto no
era suficiente para considerarlo un traidor.

Allí Nexhmije Hoxha describe su «heroica» intervención, la cual se reducía a


decir que se oponía al cambio de nombre del partido y a dejar caer que tenía
esperanzas en que todo se resolviese por el bien del pueblo albanés. ¡Le falto
pedir una oración por el destino del socialismo! Una intervención ridícula en
momentos en que el partido había sido tomado hace tiempo por revisionistas, el
país estaba al borde del caos social, y las fuerzas de la más negra reacción
esperaban el momento para tomar el relevo.

¿Por qué los cuadros que tuvieran todavía algo de pulso revolucionario no
asumían la tarea de apartarle de la dirección tanto a Alia como
a Nexhmije? ¿Cómo se puede decir que la mejor figura para dirigir el partido
comunista era un hombre que ni en su propio distrito era elegido por las masas,
al cual rechazaban por su falta de principios? ¿O es que Nexhmije siempre fue
parte de su política? Viendo su actualización parece eso a todas luces.

En otro punto bajo el mismo tono derrotista reconoce:

«Para la preparación del informe y de los documentos del Congreso, Ramiz


propuso la creación de una comisión grande, fuera del CC. Y esto fue aceptado.
Durante el Pleno del CC celebrado dos días previos al Congreso, algunos
miembros de la comisión comenzaron a atacar a los miembros del Buró
Político y exigieron su expulsión del Pleno y del Partido. Se formularon
propuestas para disolver el CC, para que en el Congreso se pueda escuchar la
voz de las nuevas fuerzas. Le dije al camarada Ramiz que esto tiene un
nombre: golpe de Estado. ¿Cómo una comisión puede ser capaz de revocar al
CC del Partido, además el Congreso se va a reunir aquí en dos días y la
mayoría del CC no se opone a una nueva línea, sino que analiza, discute y se
muestra preocupada? Pero lo que no tuvo lugar en el Pleno sucedió en la
primera sesión del Congreso. Hubo una exigencia de que la vieja dirección del
Partido rindiera cuentas, pero no una exigencia de autocrítica de la línea

694
política –lo que habría implicado igualmente al antiguo primer secretario,
Ramiz Alia–. Lo que hicieron fue enumerar hechos y cifras para desacreditar a
los camaradas de la dirección que tenían ciertos privilegios vinculados a su
función, pero lo que desbordó los ánimos fue la realidad de ciertos excesos
cometidos por algunos camaradas, como la concesión de favores a personas
cercanas a ellos, de diferencias relacionadas con la alimentación, el
alojamiento, etc., elementos que, en el contexto de las grandes dificultades
creadas por la falta de trabajo y de alimentos, pusieron muy sensibles a los
delegados al Congreso. Muchos de esos dirigentes fueron expulsados del
Partido, sin tener en cuenta su lucha y su trabajo, que representaba en el caso
de algunos de ellos de 40 a 45 años de su vida». (Nexhmije Hoxha; Carta desde
la prisión; Publicada en La Forge, 14 de abril de 1992)

En este punto Nexhmije Hoxha reconoce que muchos altos cargos estaban
corrompidos, ¡pero deseaba mantenerlos en su lugar por los servicios prestados
al partido en el pasado! ¿Cómo se pretendía calmar el ánimo de las masas con
estos corruptos al frente? ¿No existían nuevos cuadros fieles al marxismo-
leninismo para remplazarlos? ¿Cómo es que se permitió degenerar a dichos
cuadros veteranos y no tuvieron remplazo? De esto no habla. Parece ser que
Ramiz Alia, que en su momento se había valido de estos corruptos, ahora
utilizaba el pretexto de sus crímenes para reemplazarlos por otros más afines,
con lo que de paso podía profundizar su línea política:

«Yo se que al encender la furia de las masas trabajadoras contra las


deformaciones burocraticas de nuestras organizaciones hay que meterse a
veces con algunos de nuestros camaradas que tienen méritos contraídos en el
pasado, pero que ahora padecen la dolencia del burocratismo. ¿Mas acaso
puede eso detener nuestra labor de organización del control desde abajo? Creo
que ni puede ni debe. Por los viejos méritos hay que inclinarse ante ellos, pero
por sus errores y su burocratismo actuales podría dárseles un buen estacazo.
¿Se puede, acaso, proceder de otro modo? ¿Por que no hacerlo, si lo exigen los
intereses de la causa? Se habla de critica desde arriba, de critica por parte de
la Inspección Obrera y Campesina, del Comité Central de nuestro Partido, etc.
Todo eso, naturalmente, esta bien. Pero dista mucho de ser suficiente. Es mas,
hoy lo principal no consiste, ni mucho menos, en eso. Lo principal consiste hoy
en levantar una vasta ola de critica desde abajo contra el burocratismo en
general y contra los defectos de nuestro trabajo en particular. Solo
organizando una doble presión, desde arriba y desde abajo, solo desplazando
el centro de gravedad a la critica desde abajo se podrá contar con el éxito en la
lucha por extirpar el burocratismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Discurso en el VIIIº Congreso de la UJCL de la URSS, 1928)

Estas declaraciones demuestran que Albania no había podido evitar el mismo


proceso que la URSS, lo mismo que una y otra vez advirtió Enver:

«El partido se burocratizó paulatinamente, quedó envuelto en el trabajo


rutinario y el peligroso formalismo que constriñen al partido, que sofocan su
espíritu e ímpetu revolucionarios. (...) En estas condiciones las medidas
administrativas burocráticas comenzaron a prevalecer sobre las
revolucionarias. Las correctas medidas revolucionarias adoptadas contra los
enemigos de clase, con estos métodos y formas burocráticas de trabajo, en

695
lugar de tener el efecto debido producían el contrario y fueron utilizadas por
los burócratas para crear el miedo en el partido y entre el pueblo. La
vigilancia revolucionaria ya no era operante, porque había dejado de ser
revolucionaria, independientemente de que fuera pregonada como tal. De ser
una vigilancia de partido y de las masas se estaba transformando en una
vigilancia del aparato burocrático y se transformaba de hecho, si no en su
totalidad, sí desde el punto de vista de las formas, en una vigilancia de las
fuerzas de seguridad y de los tribunales. (...) Este proceso de degeneración se
desarrollaba desgraciadamente bajo las consignas «alegres» y
«prometedoras» de que «todo va bien, normalmente, dentro de las normas y
las leyes del partido», que de hecho estaban siendo violadas, bajo las consignas
de que la «lucha de clases continúa y es llevada a cabo», «se mantiene el
centralismo democrático». (...) Es comprensible que en estas condiciones, en el
Partido Comunista de la Unión Soviética echaran raíces y se ampliaran entre
los comunistas y en la conciencia de muchos de ellos sentimientos y puntos de
vista no proletarios, no de clase. Se desarrollaban el arribismo, el servilismo,
la charlatanería, el favoritismo, la moral antiproletaria, etc., que corroían al
partido desde dentro, sofocaban el espíritu de la lucha de clase y de los
sacrificios y estimulaban la búsqueda de una vida «buena», cómoda, con
privilegios, con beneficios personales, con el menor trabajo y esfuerzos
posible». (Enver Hoxha; Nuestro Partido desarrollará como siempre con
consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases; De una conversación con
Chou En-Lai, 24 de junio de 1966)

Algo en lo que se insistió una y otra vez:

«La lucha de nuestro partido es una gran escuela la cual enseña a mantener
sus filas puras, ya que, aunque el partido no es una arena de clases, sus
miembros, quienes son la vanguardia de su época, albergan en ellos
supervivencias no proletarias con las cuales debemos pelear y purgar; y esta
es la forma de lucha de clases que constantemente debemos librar contra estos
vestigios dentro del partido. En esta gran batalla algunos comunistas se
cansan, y con el tiempo sucumben a abandonarla. Así, es por ello que pueden
llegar a convertirse en elementos peligrosos, es por consiguiente, que el
partido debe continuamente educar a sus cuadros ideológica y políticamente,
en batalla y trabajo para que así ellos no sucumban, para que se mantengan
siempre como revolucionarios. Mirando a esta cuestión desde un ángulo
marxista-leninista, uno puede ver como de importante son las normas
marxista-leninistas que gobiernan la vida, trabajo y lucha del partido. (...) Un
partido marxista-leninista que se respete no puede tolerar la existencia de dos
líneas en el partido; no puede tolerar la existencia de una o más fracciones. Si
algún tipo de se manifiesta, el partido no puede y no debe permitir su
existencia ni por un corto período de tiempo. Una fracción en el partido va en
contra de la unidad marxista-leninista de pensamiento y acción, trata de
transformar el partido en un partido socialdemócrata, y el país socialista en
un país capitalista». (Enver Hoxha; El continuo fortalecimiento del partido y
el gobierno; Discursos 1967-1968, 6 de febrero de 1967)

En sus discursos posteriores sobre Albania, Nexhmije lo único que denunciaba


era el proceso neoliberal del gobierno de Bersiha, pero no dedicó ni una palabra
para criticar la traición de Ramiz Alia ni tampoco para hacer autocrítica de sus

696
actuaciones y su responsabilidad en la caída del régimen. Véase su discurso al
Seminario de Bruselas del 1 de mayo de 1998.

De hecho Nexhmije apoyó a personajes detestables como Hysni Milloshi:

«El 23 de noviembre de 1991 –14 días después de la aprobación del Ministerio


de Justicia–Milloshi violó los principios del Partido declarándose su líder. El
representante del distrito de Gjirokastra denunció inmediatamente esta acción
como «un peligroso golpe de estado contra el Partido» y exigió la formación de
una Comisión de Iniciativa –ahora llamada, después de su formación,
Comisión Organizadora– para resolver el asunto. La propuesta de
compromiso «un partido unificado» fue el pretexto de este aventurero para
sabotear sistemáticamente la publicación de la prensa del Partido, su
participación en las elecciones de marzo de 1992 y todos los asuntos del
Partido. El 2 de mayo fue a Corea para firmar una declaración oportunista
que aceptaba la existencia del socialismo mundial –es decir, en Corea, China,
Cuba, etc.–, a cambio de la cual recibió algunos coches, fondos y productos
alimenticios como precio por la potestad de intervenir en los asuntos de los
comunistas. Esto fue denunciado en la primera reunión del Comité
Organizador. El Comité del Partido Comunista de Albania [le condenó]
después de su arribo de Corea, junto con sus declaraciones tales como «Kim II
Sung es un notable marxista-leninista», y «Corea está edificando el auténtico
socialismo». Los delegados de Gjirokastra votaron con la mayoría. Por su
actividad desviacionista y saboteadora, Milloshi fue convocado a Gjirokastra
para aclarar su posición. A partir de ese momento rompió todas las relaciones
con los comunistas de ese distrito y adoptó la misma actitud hacia la mayoría
del COC del PCA. (...) Las elecciones de junio de 1997 proporcionaron un duro
golpe al Partido Democrático, a pesar de la ayuda prestada a Berisha por su
nuevo aliado Milloshi. Berisha intentó por todos los medios en su poder
desestabilizar Albania, hasta el golpe del 14 de septiembre de 1998. La
declaración de Milloshi de marzo de 1998 que instaba al «acuerdo entre los
serbios y los kosovares» al mismo tiempo que el distrito de Drenica estaba
siendo reducido a cenizas por el genocidio, demuestra que Milloshi había
emprendido el camino del revisionismo, un camino que apunta a la extinción
de las guerras de liberación y el sometimiento de los pueblos a las potencias
imperialistas». (Partido Comunista Unificado de Albania; Los acontecimientos
políticos en Albania desde la muerte de Enver Hoxha, 2000)

Esto demuestra de sobra que aunque Milloshi quisiera alzarse como «salvador
del legado de Hoxha y el PTA», en realidad no era sino otro oportunista más del
montón. Recordemos algunas cosas que parecen olvidarse de él.

Primero, sobre el carácter del liderazgo en Corea del Norte:

«Tomemos la cuestión de la creación del «frente antiimperialista que englobe


también a los revisionistas». La línea de nuestro partido en este problema
capital ha sido marxista-leninista, firme, consecuente, mientras que la línea
del Partido Comunista de China no lo ha sido. (...) Para nuestro partido «un
frente contra el imperialismo incluyendo a los revisionistas modernos» no era
viable, mientras que para el Partido Comunista de China sí que lo era. (...) Sin
combatir debidamente al revisionismo, no se puede combatir debidamente al

697
imperialismo, esta es la tesis leninista que nos orienta. ¿Pero qué significaba la
propuesta de los chinos de «marchemos junto a los revisionistas modernos en
un frente contra el imperialismo»? (...) Aceptar que los revisionistas modernos
son «marxista-leninistas con algunos errores susceptibles de ser corregidos,
pero de todos modos marxistas». Ahora esta tesis es defendida por dirigentes
revisionistas del Partido del Trabajo de Corea y del Partido Comunista de
Japón, los cuales afirmen que: «marchando junto con los revisionistas
soviéticos en un frente contra el imperialismo estadounidense estaremos
combatiendo al revisionismo moderno». (Enver Hoxha; Desviaciones
ideológicas: Reflexiones sobre China, Tomo I, 23 de agosto de 1966)

Sobre Cuba o China el lector puede consultar la extensa documentación que


vimos en capítulos anteriores.

Segundo, sobre la cuestión nacional en Kosovo:

«Los albaneses de Yugoslavia, más de una vez, han demandado, por medio de
manifestaciones pacíficas y también sin ellas, que se rectificase su situación
constitucional, económica y socio-cultural, que se estableciese en un camino
justo dentro de las leyes de la Federación; reivindicaron el status de República
dentro de la RFSY. No exigieron ni la separación de la Federación, ni la unión
con Albania. Pero nadie escuchó las justas y legítimas demandas de los
estudiantes, de los obreros, de los campesinos e intelectuales kosovares. Y no
sólo esto, sino que, al igual que otras veces en que han presentado tales
demandas legítimas y justas, fueron calificados de nacionalistas, fueron
perseguidos y ahogados en sangre. ¿Pero pueden solucionarse así esos
problemas en nuestro tiempo? De ningún modo. Es imposible mantener en la
pobreza y la miseria a un pueblo, cuya tierra es rica pero es saqueada por los
demás. Es imposible mantener a un pueblo valiente como es el albanés bajo el
miedo a los tanques y a las bayonetas. Es imposible tergiversar o liquidar su
antigua historia y cultura. Es imposible arrancarle el sentimiento patriótico y
el amor a la madre patria. (...) Los revisionistas yugoslavos complotaron para
liquidar a la dirección del Partido Comunista de Albania y para encuadrar
Albania en la Federación Yugoslava como su séptima república, pensando que
con eso solucionaban de una vez y para siempre y por un camino anexionista e
imperialista el problema de toda la nación albanesa. Pero esos complots no
triunfaron ni triunfarán jamás. (...) Albania no ha presentado nunca
reivindicaciones territoriales a Yugoslavia; en sus documentos no se encuentra
ninguna reclamación de que se rectifiquen las fronteras. Pero al mantener esta
actitud, no hemos negado ni negaremos jamás el hecho de que en Yugoslavia
vive una gran parte de la nación y del pueblo albaneses. Hemos defendido y
defenderemos también en el futuro, con todas nuestras fuerzas y por el camino
marxista-leninista, los legítimos derechos de nuestros hermanos albaneses del
otro lado de la frontera y esto no es una injerencia en los asuntos internos de
Yugoslavia. Este es nuestro derecho innegable. La cuestión de Kosova es una
tragedia. Las autoridades yugoslavas deben cesar el terror y las persecuciones
contra los albaneses, dar fin a la opresión nacional y reconocerles todos los
derechos que les corresponden. Para solucionar correctamente los problemas
deben conversar con tranquilidad, con sangre fría y sobre bases de igualdad
con la población albanesa de Yugoslavia». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº
Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)

698
Tercero, sobre la unidad y la lucha ideológica contra el revisionismo:

Los revisionistas soviéticos, al igual que los yugoslavos, etc., no cambian de


camino. Todo intento suyo, so pretexto de la «unidad», es una mistificación. Su
unidad significa: ¡sométanse a nuestros puntos de vista. (...) Para Jruschov, el
cese de la lucha ideológica y política significa: déjenme tranquilo para actuar
siguiendo el camino que he emprendido, y que no modificaré. Para el Partido
del Trabajo de Albania esta maniobra es clara. (...) Pero no lo es en la medida
necesaria para el Partido de los Trabajadores de Viet Nam, el Partido del
Trabajo de Corea, el Partido Comunista de Indonesia, el Partido Comunista de
Nueva Zelanda, etc. En estos partidos predomina el deseo sentimental de la
«unidad por la unidad». (...) También nosotros, en principio, estamos por la
unidad, pero siempre que sea una unidad en la línea marxista. Al parecer, el
Partido Comunista de China cifra muchas esperanzas en el éxito de dicha tesis.
En cambio, nosotros no tenemos ninguna, porque no vemos en concreto que los
jruschovistas reconozcan sus errores». (Enver Hoxha; Cesar la lucha
ideológica y política significa permitir que el enemigo te perjudique;
Reflexiones sobre China, Tomo I, 22 de abril de 1962)

Hoy, los revisionistas de distinto color siguen promoviendo a figuras eclécticas y


revisionistas como Hysni Milloshi. Véase como Roberto Vaquero, líder de RC,
desde RSA Madrid reproducía este falso antirrevisionismo en el artículo:
«Discurso de Hysni Milloshi, Primer Secretario del Comité Central del Partido
Comunista de Albania 02-05-2003» de 2012. Rául Marco en sus memorias:
«Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP» de 2018 cumplía el
mismo papel.

Durante el conflicto kosovar, Nexhmije se deslizó hacia el extremo opuesto de


Milloshi: se atrevió a rogar la intervención de la OTAN. Véase la edición en «El
País» del 2 de mayo de 1999, traicionando una vez más el legado del PTA y
renegando de su propio pasado:

«Sólo teniendo y aplicando una correcta apreciación y una comprensión


completa de la visión estratégica que los principales enemigos del socialismo y
de los pueblos en nuestros días, como lo son las dos superpotencias, puede uno
seguir una política exterior revolucionaria marxista-leninista
consecuente. Sólo bajo la base de esta correcta apreciación y entendimiento la
cual está basado en el estado real de las cosas, la lucha de clases se lleva a
cabo correctamente sobre el frente externo, puede esta lucha ser la punta de
lanza contra de las dos superpotencias, como los principales enemigos del
socialismo y de los pueblos, nunca divorciando la lucha contra una
superpotencia por la renuncia de la lucha contra la otra. Esta es la única
manera de evitar errores oportunistas como cesar o reducir la lucha política e
ideológica contra una u otra superpotencia, o apoyarse en un imperialismo
para combatir a otro, o definir la actitud a tomar hacia uno u otro evento
internacional, no desde el punto de vista de clase proletario, sino
desde posiciones pragmáticas y utilitarias, siempre servidores con las
fuerzas opositoras a una superpotencia, incluso cuando se sabe que estas
fuerzas están siendo manipuladas o dirigidas por la otra superpotencia, y
son ultrareaccionarias». (Nexhmije Hoxha Algunas cuestiones fundamentales

699
de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el
desarrollo de la lucha de clases, 1977)

Con todo esto, ella demostraba que estuvo lejos de comprender la esencia de la
obra de Enver Hoxha. Más bien solo profesaba un sentimentalismo hacia su
figura:

«La desgracia del movimiento comunista internacional fue que el apego al


comunismo era a menudo más sentimental que doctrinal, incluso en vida de
Stalin. Y es esta religiosidad la que usan los revisionistas para combatir la
teoría y práctica del socialismo científico. Cuando se consideró urgente hacer
frente a estas debilidades y aumentar la comprensión del marxismo-leninismo
a un alto nivel científico, se encontraron con una gran resistencia pasiva –la
indiferencia y la inacción– y activa –con hostilidad– de muchos ejecutivos del
aparato del partido, el Estado y la economía. En el resto del movimiento
obrero internacional, las desviaciones a menudo también se fueron fraguando
poco a poco, ya sea en los partidos comunistas de los países imperialistas –con
el socialchovinismo– o de los países dependientes –con el nacionalismo
tercermundista–. En la Unión Soviética, los elementos hostiles como los
jruschovistas eran ciertamente una minoría, pero estos elementos gozaron del
apoyo de muchos elementos inertes. Viacheslav Mólotov fue el tipo de figura
con la naturaleza característica de estos elementos inertes cuya comprensión
de los nuevos acontecimientos era superficial y por lo tanto eran propensos a
mostrarse inestables». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo,
2007)

Los cuadros veteranos del PTA se habían convertido en eso que Enver ya
comentó una vez sobre los viejos camaradas de Stalin: «eran cadáveres del
bolchevismo».

Bajo tal espíritu, era normal que Mólotov y otros que habían sido cómplices de
la «liberalización» durante 1953-1956, cuando pretendieron oponerse a
Jruschov en 1957, creyendo que «había llegado demasiado lejos», tenían
perdida la guerra antes de empezarla:

«Molotov y sus compañeros eran viejos revolucionarios, comunistas honestos,


pero eran representantes típicos de la rutina burocrática, de la «legalidad»
burocrática y, cuando intentaron tibiamente utilizarla contra el evidente
complot de los jruschovistas, el asunto había terminado ya». (Enver Hoxha;
Nuestro Partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y
madurez la lucha de clases; De una conversación con Chou En-Lai, 24 de junio
de 1966)

Lo mismo le ocurriría a Nexhmije, ya que cuando quiso revertir la situación era


tarde debido al apoyo y permisividad que se había brindado a los oportunistas
como Alia durante años.

Quien no vea esto a estas alturas, jamás podrá encontrar las respuestas a la
caída del socialismo albanés, seguirá rodeado de mitos y cuentos idealistas
esquivando la realidad.

700
VIII

Conclusiones sobre la degeneración del PCE (m-l) y las


lecciones a extraer por los revolucionarios

¿Qué conclusiones podemos extraer de la experiencia del Partido Comunista de


España (marxista-leninista) y su posterior hecatombe?

En este epílogo no queremos analizar los errores más específicos, para eso están
los capítulos anteriores, sino que queremos adjuntar algunas de las cuestiones
que para nosotros hicieron imposible que el PCE (m-l) cumpliese sus objetivos y
se mantuviese como partido revolucionario.

La alta dependencia de una figura en el liderazgo

Si somos honestos, en las organizaciones políticas que han pasado a lo largo de


la historia en España, incluso la de los partidos obreros, ha solido predominar
ese seguidismo ciego bien por oportunismo o fanatismo, arrastrándose formas
de organización y consciencia más propias de otros tiempos primitivos. Se
asemejan a los viejos patrones de clientela de los antiguos íberos, donde por
ignorancia o necesidad, el sujeto debía mantener una defensa a ultranza de los
diversos jefes como única forma de sobrevivir o ascender en el escalafón de una
comunidad dominada a base de figuras carismáticas o autoritarias.

La diferencia entre un marxista y un revisionista, es que el primero no tiene


miedo a la verdad ni a la crítica de sus figuras, mientras el segundo parece haber
jurado una especie de «devotio ibérica», por lo que aunque existan evidencias
firmes de que ha tomado un camino equivocado, estará dispuesto a seguir a su
líder e incluso a inmolar su vida por él, en un acto tan honorable como estúpido.

Y esto no fue un fenómeno latino, ni mucho menos, sino común a todas las
culturas:

«Habla usted de su «devoción» hacia mí. Quizás se le haya escapado


casualmente esta frase. Quizás, pero si no es una frase casual, le aconsejaría
que desechara el «principio» de la devoción a las personas. Ese no es el camino
bolchevique. Sed únicamente devotos de la clase obrera, de su partido, de su
estado. Esta es una cosa buena y útil. Pero no la confundáis con la devoción a
las personas, esa fruslería vana e inútil propia de intelectuales de escasa
voluntad». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Carta al camarada
Shatunovsky, agosto de 1930)

Stalin mismo explicó la relación entre los líderes y la historia:

«El marxismo no niega en modo alguno el papel de las personalidades


eminentes, como tampoco niega que los hombres hacen La historia. En la
«Miseria de la filosofía» y en otras obras de Marx puede usted hallar la
afirmación de que son precisamente los hombres quienes hacen la historia.
Pero, naturalmente, los hombres no hacen la historia obedeciendo a su
fantasía, como les viene a la cabeza. Cada nueva generación encuentra

701
condiciones determinadas, ya dadas cuando ella aparece. Y el valor que
representan los grandes hombres depende de en qué medida saben
comprender correctamente estas condiciones y cómo modificarlas. Si no
comprenden estas condiciones y quieren modificarlas según les sugiere su
fantasía, caen en la situación del Quijote. Así, pues, y exactamente según
Marx, no se debe oponer los hombres a las condiciones. Son precisamente los
hombres los que hacen la historia, pero sólo en la medida en que comprenden
bien las condiciones dadas con que se encuentren y sólo en la medida en que
comprenden cómo debe modificarlas. Así es, por lo menos, como
comprendemos a Marx nosotros, los bolcheviques rusos. Y hemos estudiado a
Marx durante decenios». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista
con el escritor alemán Emilio Ludwig, 13 de diciembre de 1931)

En el caso concreto del PCE (m-l) se acabó dependiendo mucho de una figura
clave en el liderazgo:

«Elena Ódena fue el alma y la mente política del partido. Su verdadero


nombre era Benita Gamuza Muñoz. Elena era una mujer extraordinaria y con
mucho coraje, extremadamente inteligente, dotada de una gran fe, de una
voluntad inquebrantable y de una gran capacidad de trabajo. (…) No ha
tenido el reconocimiento que se merecía. (…) A la política del partido
contribuyeron muchos, algunos más y otros menos, pero Elena la marcó
profundamente, y, sobre todo, marcó de forma especial cada una de las frases
y de los cambios tácticos. (…) Elena era siempre quién empezaba la discusión,
la que elegía los argumentos, la que guiaba, hasta el punto de que llegó a
plantear abiertamente como un problema el hecho de que ello gravaba
siempre sobre sus espaldas y quería que los demás se hicieran cargo. A partir
de un cierto punto así se hizo, pero, tengo que decir que, en todo caso, Elena
siguió siendo el alma de la discusión política». (Riccardo Gualino; Frap: una
temporada en España, 2010)

Uno de los detractores de Elena Ódena diría de su relación con el partido y en


concreto con Raúl Marco, que éste le debía a la primera gran parte de sus
informes y discursos:

«Son curiosas anécdotas como la de que en las delegaciones que regularmente


visitaban Albania, y cuando iban los dos juntos, siempre él [Marco] las
presidia y por él eran leídos los informes que, por el contrario, redactaba ella
[Ódena]». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido,
1977)

Esto ha sido subrayado varias veces por otros testigos:

«A ver, Elena Ódena y Raúl Marco, formaron un tándem muy bien avenido,
pero realmente lo que una decía el otro lo apoyaba sin más. Después de morir
ella, él cogió caminos diferentes, yo personalmente creo, que lo que hizo fue
acomodarse a aquello que mejor sabía hacer, hacerse un hueco en la sociedad
como buen burgués que es, lo que ha sido siempre, además de bastante
mediocre intelectualmente». (Comentarios y reflexiones de F. a Bitácora (M-
L), 2019)

702
El propio renegado de Marco, diría de la influencia de Ódena:

«El partido, el Comité Coordinador pro-FRAP, el FRAP, etc., etc. Y en todo ello
el alma, el motor principal fue Elena. Los de aquella época no lo dudan, los que
no la conocieron, que no lo duden. (…) De vasta formación cultural, se
preocupaba más que ninguno de nosotros por impulsar la formación de los
camaradas e inculcarnos el hábito del estudio –«hay que aprender a estudiar,
no basta con limitarse a leer», decía–, la costumbre de leer, de adquirir
continuamente conocimientos, «pero con cuidado», pues, añadía, «el saber sí
ocupa lugar». (Introducción de Raúl Marco al Tomo I de Escritos políticos de
Elena Ódena, 1986)

Esta extrema dependencia de una figura nos hace darnos cuenta indirectamente
de la carencia de cuadros y falta de preparación teórico-práctica dentro del
partido. Para muestra un botón: si observamos a Raúl Marco, el considerado
como «numero dos» del partido en cuanto a autoridad, siempre es descrito
siempre por casi todos los testigos como un seguidista y adulador de ese
«número uno» del partido, algo que con el tiempo se acabó confirmando
sobradamente. De ahí que se diera el hecho de que cuando la figura de máxima
autoridad faltó, el segundo de abordo se vio totalmente desorientado para tomar
las riendas del partido, en consecuencia, trató de tirar de pragmatismo para
intentar resolver la situación, pero el pragmatismo nunca conduce a nada
bueno, es «pan para hoy y hambre para mañana». Se aplicaron medidas que
iban en contra de los principios marxistas y la historia del partido –con las
consecuencias que eso acarreaba a corto y largo plazo– y lejos de sacar al
partido del estancamiento, lo acabó de hundir. En medio de esto, el resto de
cuadros no eran lo suficientemente válidos o habían abandonado debido a este
ambiente insano.

Habría que ver qué actitud tomaron entonces este tipo de militantes de base, ya
que recordemos que el partido no es solo la dirigencia, sino también la base,
más los cuadros medios.

Según una conversación que recuerda Dimitrov con Stalin del 7 de noviembre
de 1937:

«Stalin: Aún no he terminado mi brindis. Se dicen muchas cosas sobre los


grandes líderes, pero una causa nunca puede triunfar a menos que existan las
condiciones adecuadas. Y la cuestión principal aquí son los cuadros medios –
partidistas, económicos, militares–, ellos son los que eligen al líder, explican
nuestras posiciones a las masas y aseguran el triunfo de nuestra causa. (...) Lo
que la victoria de la causa requiere son las condiciones correctas. Y después los
dirigentes siempre serán encontrados. No es meramente suficiente el mostrar
el verdadero camino. El Partido Comunista Inglés, después de todo, tiene lo
que consideramos la política correcta, pero no puede llevar a cabo ninguna
tarea porque los cuadros medios están de parte de los laboristas. El Partido
Comunista Francés está llevando a cabo la política correcta, pero el Partido
Socialista Francés es, sin embargo, muy fuerte. Debe de tenerse en cuenta, y
nunca debe olvidarse, que, siendo idénticas el resto de condiciones, los cuadros
medios deciden el resultado final de nuestra causa». (Universidad de Yale;
Diario de Dimitrov, 2000)

703
Tampoco se puede restar responsabilidad a la propia actividad de Elena Ódena,
ya que siendo considerada el líder oficial del partido, no fue capaz de levantar al
partido en números ni influencia desde la escisión sufrida en 1976, siendo la
escisión de 1981 la puntilla para el partido en términos morales y sobre todo
cuantitativos. En el momento de su ausencia, el partido estaba muy lejosde los
años de esplendor y popularidad de inicios de los 70.

Otro problema es que precisamente lo que dominó en el PCE (m-l) posterior al


fallecimiento de Ódena en 1985, fue el culto a su recuerdo, pero una devoción
cada vez más vacía de su contenido ideológico, todo lo contrario a lo que ella
deseaba, pues se esperaba que su recuerdo y el de todos los que ya no estaban
sirviese para estimular a los militantes para mantener una inquebrantable
fidelidad a los principios marxista-leninistas, no una mera idolatría típica de los
pusilánimes. Esto ha sido confirmado por las impresiones de otros testigos:

«Yo, por lo poco que la vi, en torno a dos veces, no me parecía que fuese una
mujer que le gustase que su persona fuese objeto de culto, ni mucho menos. La
personalidad de Elena, no era de ese tipo. Todo lo contrario, la imagen que me
transmitía era como muy maternal, una sonrisa agradable, muy cercana. No
creo que hubiera permitido el culto hacia su persona». (Comentarios y
reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

«La pluma de Elena era casi siempre acertada. Lo que no podemos hacer los
«comunistas», es montar partidos con un gran dirigente formado y el resto
seguidistas. Ese ha sido el error de siempre. Sobre Elena se han creado muchos
mitos, era una gran camarada y una gran dirigente, pero si ella escuchase
ahora ciertas cosas idolatrándola, el cabreo seria monumental». (Comentarios
y reflexiones de R. a Bitácora (M-L), 2019)

El alumno siempre debe tratar de superar al maestro con sus acciones, y no


aspirar a ser el mejor adulador de su recuerdo.

Como sabemos, uno, dos o tres dirigentes, por muy excelsos que sean en su
desempeño, no pueden dirigir un partido comunista cuando adquiere un
tamaño medio, precisamente la sobrecarga de trabajo y responsabilidades hace
que estos cuadros sufran situaciones de bajo rendimiento, irritabilidad,
desmoralización, gran fatiga e incluso enfermedad.

La falta de cuadros conduce al partido a su liquidación, cuando no puede


reponer las piezas clave que por la edad, enfermedad o muerte desaparecen, y si
no son remplazados debidamente finalmente desaparece también el partido, tan
simple como eso. De ahí la necesidad ininterrumpida de la formación de nuevos
dirigentes, de elevar el nivel ideológico general, llevar un control en base a las
normas colectivas del partido, ejercitar la crítica y la autocrítica para poner
freno a las tendencias regresivas y otras «leyes» del funcionamiento partidista
que se conocen, pero generalmente no se aplican. Si no se hace esto, que
también es responsabilidad de cada militante, no nos podemos quejar que
elementos tan increíblemente mediocres como oportunistas de la talla de
Jruschov, Alia o Marco acaben liderando tarde o temprano los respectivos
partidos comunistas si el resto se lo ponen tan fácil. Siendo justos, si estos

704
partidos se convirtieron en mediocres, cierto era que estaban liderados por
hombres mediocres, pero no menos cierto es que debía existir una base pasiva
para que ellos se mantuvieran en el poder, pudiéndose permitir el lujo de
imponerse impunemente silenciando, expulsando y hasta liquidando a los
cuadros críticos con el revisionismo dirigente.

La cuestión de mantener y aplicar el centralismo democrático

La constante falta de formación, claridad sobre la línea y la habilidad de


defenderla ante los enemigos internos y externos… dio lugar a toda una serie de
disputas internas entre la que se incluyeron tendencias, fracciones, escisiones,
expulsiones o abandonos, que pueden ser vistas durante las polémicas más o
menos graves de 1965, 1976, 1978, 1981, 1983 1987, etc. Algo que llevó al partido
a «desangrarse» poco a poco, perdiendo gran parte del tiempo y de su militancia
en estas refriegas:

«Por estas razones, entonces, en algunos pequeños partidos, desde el inicio


aparecieron fricciones y se produjeron escisiones, no se tomaron medidas
contra los facciosos, porque los miembros y dirigentes del partido no estaban
familiarizados correctamente con las formas de organización leninista-
stalinista de partido en las peligrosas y complicadas condiciones de sus países.
Por otra parte, ellos no previeron que la reacción tendría la actividad del
partido y sus miembros bajo permanente vigilancia y que se infiltrarían
dudosos elementos, sus agentes, o simpatizantes vacilantes entre sus filas».
(Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del
capitalismo, agosto de 1979)

Esto era consecuencia de que no se entendía ni se aplicaba correctamente el


centralismo democrático; no existiendo una única y sólida línea monolítica de
pensamiento y acción. La dirección tampoco era perspicaz, no veía los
problemas y las rebeliones en formación sino hasta que la confrontación era
inevitable. Parece ser que sólo se veía obligada a combatir a los desviacionistas
cuando ponían en peligro su hegemonía, y aun así, como se ha visto en las
discusiones, no siempre se procedía tanto con un trabajo ideológico de
refutación y persuasión entre la militancia contra los desviacionistas, sino que
muchas veces se perdía en un exceso de verborrea que no ayudaba precisamente
a persuadir al militante medio, creándole confusión y dudas:

«Me opongo enérgicamente a la política de expulsión de todos los camaradas


disidentes. Y no porque tenga lástima de ellos, sino porque esa política
engendra en el partido un régimen de intimidación, un régimen de
atemorizamiento, un régimen que mata el espíritu de autocrítica y de
iniciativa. Mala cosa es que se tema a los jefes del partido, pero que no se les
estime. Los jefes del partido únicamente pueden serlo de veras cuando, no sólo
se les teme, sino que se les estima en el seno del partido, cuando se reconoce su
autoridad. Formar esos jefes cuesta trabajo, requiere largo tiempo y no tiene
nada de fácil, pero es absolutamente necesario, pues sin esa condición el
partido no puede calificarse de verdadero partido bolchevique, y su disciplina
no puede ser una disciplina consciente. Creo que los camaradas alemanes
pecan contra esta verdad evidente. Para desautorizar a Trotski y a sus
partidarios, los bolcheviques rusos desplegamos una intensísima campaña de

705
esclarecimiento de principios, en pro de los fundamentos del bolchevismo y
contra los fundamentos del trotskismo, aunque, a juzgar por la fuerza y por el
peso del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia
hubiéramos podido prescindir de ella. ¿Era necesaria esa campaña? Era
imprescindible, pues con ella educamos a cientos de miles de nuevos afiliados
al partido –y de no afiliados– en el espíritu del bolchevismo. Es en extremo
lamentable que nuestros camaradas alemanes no sientan la necesidad de
desplegar antes de las represiones contra la oposición, o como complemento a
ellas, una vasta campaña de esclarecimiento de principios, pues con ese
proceder dificulta a la educación de los miembros y de los cuadros del partido
en el espíritu del bolchevismo. Expulsar a Drandler y Thalheimer no es difícil,
es bien sencillo. Pero superar el brandlerismo es cosa complicada y seria; con
represiones a secas únicamente se puede estropearlo todo: es necesario
remover bien hondo el terreno e iluminar a conciencia las cabezas». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Carta del Camarada Me-rt, 8 de
noviembre de 1925)

Por último, en muchas ocasiones, aunque se llevaban a cabo buenas y necesarias


decisiones, estas no se supervisaban con suficiente celo como para que se
aplicasen y diesen resultado realmente:

«Es necesario que en el partido se aplique de forma estricta del centralismo


democrático, que conlleva los ingredientes de disciplina férrea, dirección
colectiva y funcionamiento leninista. No basta con tener una línea justa y los
principios claros, pues, como decía Stalin, todo ello puede quedar sobre el
papel si fallan la organización y los cuadros y militantes encargados de
aplicarlos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos
del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

La prueba de que de estas luchas ideológicas toda la militancia no sacaba las


elecciones pertinentes, es que pronto otra fracción surgía y volvía con temas
similares que debían estar superados. Y esto, claramente, es responsabilidad de
la dirección que no ha hecho bien su trabajo solventando dudas y temores.

La formación ideológica de los cuadros fue claramente insuficiente

La mayoría de los dirigentes de estos partidos carecían del debido nivel


ideológico. Parece ser que pese a repetir los eslóganes del necesario estudio, las
medidas aplicadas no eran efectivas. Más bien debe decirse que no se tomaron
medidas concretas para promover y estimular en cada militante la comprensión
de la necesidad de un estudio concienzudo para avanzar en este defecto.

Conectándolo con lo ya comentado sobre la excesiva dependencia de unas


cuantas figuras del partido. En el Vº Congreso de 1988 se reconocía que:

«No podemos terminar este punto sin señalar autocríticamente la


imposibilidad que hemos tenido de materializar una de las decisiones de
nuestro IVº Congreso de 1984: la Escuela del Partido. Todos conocéis las
circunstancias que han motivado este incumplimiento. Entre ellas, destaca, de
forma especialísima, la muerte de la camarada Elena Ódena, verdadero motor
de la Escuela tal como había sido concebida. No obstante, nos proponemos

706
asegurar las condiciones necesarias para que en la primavera-verano de 1989
la Escuela del Partido comience». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Como se ve en sus últimos escritos, Elena Ódena estaba escribiendo toda una
serie de análisis históricos y presentes para dar respuesta a las deficiencias
ideológicas de los cuadros del partido, lo cual muy seguramente iría
acompañada de nuevas metodologías de aprendizaje que alterasen o
combinasen las que ya se conocían y que no estaban dando todos los resultados
esperados. El fallecimiento del líder nunca puede ser excusa para impedir una
medida que era tan necesaria, que incluso debió ser adoptada mucho antes,
viendo que los métodos de estudio individuales y colectivos no estaban
funcionando. Al igual que una o dos personas no pueden hacerse cargo de un
volumen tal como es preparar las formaciones ideológicas del partido.

El PCE (m-l), como han confesado muchos de sus actuales exmilitantes sufría de
un activismo sin reflexión:

«Te lanzaban a al activismo sin saber si ideológicamente estabas preparado


para aquella actividad que tenias que realizar. A mí me propusieron enviarme
a Argel como responsable del FRAP sin que nadie me hubiese entrevistado
para saber de mis capacidades, lo que pasa es que yo tuve mucha suerte, pues
tenía una relación con un miembro de la máxima dirección y mi formación era
bastante más fuerte que un militante de base, pero eso no lo sabía nadie de la
dirección». (Comentarios y reflexiones de F. a Bitácora (M-L), 2019)

En el PCE (m-l) había mucha ilusión, mucho trabajo hasta la extenuación,


mucha pasión, pero faltaba una certera formación ideológica, los medios a
disposición no eran como ahora que existe una gran cantidad de acceso a la
información, pero eso no era excusable viendo otras experiencias partidistas
donde con menos acceso cultural de las masas consiguieron mayores logros. El
PCE (m-l) no parece que dispusiera de planes de estudios colectivos que fuesen
serios y efectivos, que garantizasen crear al menos un núcleo sólido sobre el que
regenerarse y seguir caminando, y por encima de todo, la falta del hábito
individual de estudio como denunció Ódena en varias ocasiones, profundizaba
esta carencia. No había un apego consciente a los principios del partido sino
sentimental hacia unos símbolos y siglas, no hablemos ya hacia los líderes,
puesto que muchos ponían su apoyo no en ideas sino en personas.

El seguidismo y el sentimentalismo fue la marca y seña de la militancia durante


muchos momentos, yendo a la zaga de los acontecimientos, y eso conduce a que
cuando las figuras clave van cayendo, el partido sea manejado por elementos
volubles, que claudican y cambian de línea política constantemente,
traicionando los principios básicos del partido del proletariado.

Todo era un apego más emocional que científico a la doctrina marxista-


leninista, combinándose con un gran activismo y entremezclando con un
seguidismo a otros partidos más versados donde muchas veces se delegaron el
iniciar y conducir el ritmo y el tono de las polémicas como ocurrió con el
jruschovismo y luego con el maoísmo.

707
De ahí que se sucedieran hechos como no detectar a tiempo los acontecimientos
nacionales e internacionales –incluyendo los peligros que suponían para el
partido aplicar estas desviaciones antimarxistas–, lo que poco a poco iba
minando la credibilidad de la organización y sus líderes anclaba a sus cuadros
en el liberalismo, la parsimonia, y el ya mencionado bajo nivel ideológico
general:

«De hecho, desde la formación de algunos de estos partidos era bien aparente
que entre sus miembros había elementos que no estaban perfectamente
templados con las ideas marxistas-leninistas o cuyo dominio de ellas era
superficial y más bien por razones sentimentales. Por ejemplo, muchos de ellos
no hicieron ningún esfuerzo para obtener un profundo conocimiento sobre el
rol principal del partido como el destacamento de vanguardia de la clase
obrera y de las principales dificultades que encontrarían en su lucha y trabajo
bajo las salvajes condiciones de opresión y explotación del régimen capitalista,
un régimen hostil, en primer lugar, para los marxistas-leninistas». (Enver
Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo,
agosto de 1979)

Los marxista-leninistas parecen olvidar constantemente que a diferencia del


resto de grupos como pueden ser los fascistas, liberales e incluso los
revisionistas, ellos deben cumplir con unos rasgos mucho más exigentes:

«Cualquiera puede ser un fascista y tener una gran afinidad entre sus
distintas expresiones y comportamientos, entre ellos rara vez existen
enfrentamientos insalvables salvo rivalidades personales, como las que
ocurren entre los muchas veces mal llamados comunistas. El problema
principal está en el hombre mismo siempre tiende a anteponer su idea,
pensando que es la correcta interpretación del marxismo, aunque sea con cero
argumentos que lo demuestren. Dejando siempre la puerta abierta al
enriquecimiento de la doctrina, que nunca puede ser cerrada, hay que ser
«intransigentes» con lo que se ha llamado la ortodoxia marxista, pero para
ello hay que estudiar y contrastar las distintas opiniones para poder sacar un
análisis sobre lo que es ortodoxia, prescindiendo a priori de verdades
absolutas dadas por hecho. El fascista nunca tendrá problema en esto, porque
en lo fundamental todo consiste en seguir al jefe y unos «principios»
intrínsecos de racismo, nacionalismo vitalismo primitivo, los cuales sí que son
verdaderos dogmas de imposición a ultranza sin ninguna base racional para
creer en ellos. En cambio, para ser comunista hay que tener un grado cultural
mínimo, no ser seguidistas sino tener un criterio propio en base al estudio,
aunque sea el más básico. Dudas habrá muchas conforme se avance en ese
conocimiento, yo sigo teniendo hoy y seguramente el que me lee también. El
mejor medio de estudio para empezar es comenzar leyendo nuestro
«Manifiesto Comunista», y a partir de ahí ir tocando todos los palos en donde
más flaqueemos. Tenemos que leer, preguntar a los compañeros y volver a
leer. Lo tenemos muy difícil, y siento decirlo, pero el revisionismo y sus
distintas tendencias estarán siempre a la orden del día, su populismo y fácil
asimilación tiene gran parecido a los movimientos fascistas». (Comentarios y
reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

708
Ser marxista-leninista no es sinónimo de formar parte de una casta de elegidos
que albergan un conocimiento dificilísimo de adquirir para el resto de los
mortales. El problema más bien es que la mayoría de la gente que tiene un nivel
ideológico, ya sea bajo, medio o alto, ha adquirido un conocimiento que
comprende en lo fundamental pero no llega a ponerlo en práctica por cobardía,
sentimentalismo, pragmatismo o la razón que sea. De ahí lo inútil que es
acumular montañas de conocimiento ad infinitum sin atreverse a aplicar lo más
básico a la hora de la verdad.

La lucha ideológica contra el revisionismo fue superficial e ineficaz

En la lucha ideológica que llevaron a cabo algunos partidos marxista-leninistas


contra el revisionismo, es notable el complejo de inferioridad de muchos de
ellos que no se atrevían a exponer públicamente las divergencias sobre temas
importantes. Muchos esperaban a que otros partidos de mayor autoridad se
pronunciasen para plantear la polémica. Claro que existieron personas que
desarrollaron análisis propios, pero en la mayoría de casos ni siquiera se llegaba
a eso, la mayoría de dirigentes deseaban continuar la actividad de sus
respectivos partidos sin ser perturbados por los debates ideológicos. Si los
grandes partidos acaban creando un debate donde era ya imposible posicionarse
como en la cuestión del jruschovismo o el maoísmo, todoas las organizaciones
acaban tomando partido por uno u otro bando, pero solo porque la situación era
insostenible para mantenerse al margen. La verdad es que podemos ver como
muchos de los partidos marxista-leninistas que se pusieron del lado de las
posturas revolucionarias simplemente lo hicieron sin llegar a comprender la
transcendencia de esos debates.

En muchos casos la lucha ideológica se reducía a repetir mecánicamente


eslóganes que los diferenciaban de los oportunistas, pero no se comprendía ni se
profundizaba en estas cuestiones:

«¿En qué consistía esta supuesta lucha ideológica? Consistía en un refrito de


referencias generales a la doctrina marxista-leninista como: la condena del
concepto del tránsito pacífico, la noción distorsionada de la coexistencia
pacífica, el abandono de la dictadura del proletariado y la denuncia de las
tácticas electoralistas y las alianzas que implicaban, etc. En consecuencia, el
movimiento maoísta declaró que el marxismo-leninismo derrotó al
revisionismo moderno en Francia, la «demarcación ideológica» era clara
entre los marxista-leninistas y el revisionismo, y que el comunismo salió
victorioso de esta batalla feroz. ¿Pero bastaban estos temas generales para
denunciar y diseccionar a fondo el revisionismo francés y el revisionismo
moderno en general? ¿En qué refutaba todo esto las teorías económicas, las
reivindicaciones políticas y sociales, las falsificaciones históricas, los diseños
ideológicos del revisionismo francés? ¿En qué todo esto explicaba las causas y
la historia de la degeneración revisionista del movimiento comunista francés?
¿Qué resolvía o ponía en evidencia de manera concreta las cuestiones de la
revolución en Francia? Cada uno sabe que el lanzar referencias generales la
doctrina marxista leninista, otras cuantas alteradas y edulcoradas como hace
el maoísmo, no constituye en sí una lucha ideológica verdadera, porque tal
refrito es cortado de toda aplicación, tanto teórica como práctica, de los
principios marxistas leninistas. (...) La lucha ideológica comunista debe

709
refutar a las doctrinas burguesas y revisionistas y aclarar las ideas
comunistas en todos los aspectos de la revolución. No es defender el
comunismo alegar a teorías generales, sino mostrando su verdad y su
necesidad en el movimiento real. Esta tarea, tal como veremos más adelante,
es común a todos los comunistas que ven la revolución como un problema
planteado y resuelto, y no como un tema exaltación mítica». (L’emancipation;
La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

Incluso, como se vio dentro del PCE (m-l), algunos líderes inexplicablemente
sacaban pecho de haber derrotado tal o cual tendencia como el jruschovismo, el
castrismo, el guevarismo y el maoísmo, cuando en realidad habían necesitado
bastante ayuda externa para salvar la situación.

A la hora de luchar contra el revisionismo, si no se estudian los casos concretos,


si no se hacen analogías con corrientes pasadas, si no se popularizan los análisis
y las particularidades de cada revisionismo entre las masas, si no se dan pruebas
de cómo afecta a los trabajadores la actividad de los revisionistas a nivel interno
y externo, el individuo que milita en un partido así acaba siendo un objetivo
fácil de ser contaminado de esa misma plaga o de otra nueva. En los partidos
marxista-leninistas este panorama suponía que los militantes a la hora de la
verdad no supieran identificar o refutar las tendencias oportunistas, ni siquiera
cuando las tenían delante de sus narices. En casos de parálisis ideológica
avanzada: se producía el efecto de encontrarse con una línea cada vez más
delgada entre la línea ideológica del partido y la línea ideológica de los
revisionistas modernos, produciéndose la rehabilitación de algunas figuras y
corrientes, lo cual solo era el epílogo lógico de este proceso de degeneración,
sellando la traición en un «abrazo de Vergara» con los antiguos enemigos, como
si nada hubiera pasado.

Es por ello, que todo aquel que se pretenda revolucionario, esto es, marxista-
leninista, no será menos caricaturesco que los maoístas de los años 70, si
pretende edificar el socialismo sin conocer la historia pasada y presente del
movimiento obrero y comunista:

«El movimiento maoísta tiene cuidado de no tratar explícitamente con la


existencia pasada y presente del sistema socialista en el mundo, cuestión
inevitablemente encontrada por alguien que afirma, ¡desarrollar un trabajo
práctico con miras a establecer el socialismo en nuestro país!».
(L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo,
1979)

O dicho de otro modo, no se podrá avanzar nunca si el movimiento marxista-


leninista repite una y otra vez los mismos errores.

Nunca se tomó al materialismo dialéctico e histórico como ciencias

«Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia,


considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en la historia de la
naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son
separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia

710
de los hombres se condicionarán recíprocamente». (Karl Marx y Friedrich
Engels; La ideología alemana, 1846)

Combinado con lo anterior, en el PCE (m-l) se daba el fenómeno entre algunos


miembros de la cúpula y de la base de no tomar al marxismo-leninismo, es
decir, al materialismo dialéctico e histórico, como una doctrina científica, sino
como una ideología afín por causa moral o sentimental, lo que muchas veces al
entenderse así conducía a no estudiarlo sino a dejarse guiar por lo que dice el
instinto, lo que devenía en no acostumbrarse a aplicar sus herramientas y
metodología, sino a guiarse por el pragmatismo o el empirismo. Esto conllevaba
tarde o temprano, encontrarse con muchos obstáculos y decepciones que no se
podían explicar:

«El materialismo es el único método científico que garantiza que la teoría


revolucionaria exprese el proceso real, porque requiere que nos centremos en
el estudio concreto de los hechos, de todas las formas de lucha de clases e
implica que nos involucremos en un trabajo teórico con el único propósito de
servir a la causa revolucionaria, de propagar los resultados entre los
trabajadores y ayudarlos a su organización. Es el movimiento real, mediante
el estudio, mediante el análisis concreto, que descubrimos las propias leyes de
su desarrollo revolucionario, fundamento de la estrategia y tácticas del
partido proletario; y no a través de fórmulas preparadas, dogmas o
sentimientos. Esto significa que los comunistas deben romper definitivamente
con el llamado «marxista-leninista» y sus prejuicios, poner fin a la polémica
sobre palabras, opiniones a favor o en contra sin fundamento científico,
negarse a tomar posiciones sin previo análisis concreto. (…) El objetivo de los
comunistas es llevar a cabo la acción revolucionaria hasta el término de su
victoria. Para ello se debe adquirir un pensamiento revolucionario que no
ocurre milagrosamente sino que debe ser desarrollado científicamente. Este
pensamiento no tiene nada que ver con el sentimentalismo pequeño burgués y
la cohorte de prejuicios que a él acompañan. Es únicamente asimilando el
marxismo-leninismo y aplicándolo científicamente que se puede a llegar a
obtener este pensamiento, lo que supone colocarse bajo el punto de vista
materialista-dialéctico, en la cosmovisión del proletariado y de su misión
histórica, suponiendo considerar al marxismo-leninismo como una ciencia».
(L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo,
1979)

Este defecto, tan común hoy, explica entre otras cosas, que los supuestos
marxista-leninistas todavía crean que no existen errores en los viejos procesos
socialistas ni en las viejas figuras del movimiento, ven su desarrollo como una
línea recta de victorias, y de tal forma se convierten en seres tan nostálgicos
como inocuos para el enemigo.

En otros casos, ante no poder refutar ciertas evidencias negativas de los


procesos históricos, simplemente achacan los errores a causas ridículas para
librar a sus partidos y figuras de la responsabilidad.

Otros tantos tratan de minimizar la transcendencia de dichos errores en pro de


no emprender un arduo trabajo de investigación para rectificarlos.

711
De otro lado hay quienes cuando empiezan a conocer los defectos de las viejas
experiencias desertan y se convierten en renegados, incluso en abiertos
anticomunistas porque les parece muy complejo, muy duro emocionalmente
hablando, el tratar de estudiar y comprender de dónde nacieron dichos errores y
cómo remediarlos sin perder la compostura. Creen místicamente que el «honor
del movimiento está manchado» y ya nada puede remediarlo.

¿Cuál es la actitud cabal ante los errores?:

«Tiresias: Recapacita, pues, hijo, ya que el equivocarse es común para todos


los hombres, pero después que ha sucedido, no es hombre irreflexivo ni
desdichado aquel que, caído en el mal, pone remedio y no se muestra inflexible.
La obstinación, ciertamente, incurre en insensatez». (Sófocles; Antígona, 442
a.C.)

En tiempos modernos, Marx y Engels ya dejaron claro cómo afronta un


comunista la derrota:

«Si hemos sido derrotados, no podemos hacer nada más que volver a empezar
desde el comienzo. Y, por fortuna, la tregua, probablemente muy breve, que
tenemos concedida entre el fin del primer acto y el principio del segundo acto
del movimiento, nos brinda el tiempo preciso para realizar una labor de
imperiosa necesidad: estudiar las causas que hicieron ineludibles tanto el
reciente estallido revolucionario como la derrota de la revolución, causas que
no deben buscarse ni en los móviles accidentales, ni en los méritos, ni en las
faltas, ni en los errores o traiciones de algunos dirigentes, sino en todo el
régimen social y en las condiciones de existencia de cada país afectado por la
conmoción. (...) Cuando se indagan las causas de los éxitos de la
contrarrevolución, se ve por doquier la respuesta preparada de que fue por la
«traición» del señor Fulano de Tal o del ciudadano Mengano de Cual al
pueblo. Respuesta que, según las circunstancias, puede estar o no muy en lo
cierto, pero en modo alguno explica nada, ni tan siquiera muestra cómo pudo
ocurrir que el «pueblo» se dejara traicionar de esa manera. Por lo demás, es
muy pobre el porvenir de un partido político pertrechado con el conocimiento
del solo hecho de que el ciudadano Fulano de Tal no es merecedor de
confianza. El análisis y la exposición de las causas tanto de la conmoción
revolucionaria como de la derrota de la revolución revisten, además, una
importancia excepcional desde el punto de vista de la historia». (Friedrich
Engels; Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1852)

No hubo una relación de mutuo control entre la cúpula y la base

La militancia del PCE (m-l) no asimiló que debe de haber un control desde abajo
hacia arriba para evitar que los dirigentes se relajaran, para no caer en el
liberalismo organizativo e ideológico, para no dejarlos manejar el partido sin
supervisión alguna:

«La dirección colectiva y la práctica de la crítica y la autocrítica, son la única


garantía de que se compagine el control por arriba con el control por abajo lo
que es también uno de los factores importantes en la labor de dirección a todos
los niveles. Hay que desechar la idea de que el control sólo es posible desde

712
arriba, cuando los dirigentes controlan a los dirigidos. Si bien es cierto que el
control por arriba es necesario, no lo es menos que existe otro tipo de control,
desde abajo, cuando los mismos militantes controlan a los dirigentes,
señalando errores e indicando el modo de corregirlos La combinación de
ambos tipos de control, es una de las formas más eficaces para asegurar la
marcha hacia adelante del partido y garantizar el funcionamiento colectivo de
la dirección». (Elena Ódena; La dirección colectiva, el control y la crítica: tres
armas para superar fallos y evitar estancamientos, 1978)

Esto, como decimos, tiene una directa relación con la lucha contra el
liberalismo, en cuanto a concepción de partido, del método y estilo de trabajo en
él:

«Por definición, el liberalismo rechaza la lucha ideológica y trata de justificar


y cubrir los fallos, errores, modos incorrectos de actuar, buscando siempre
justificaciones de carácter secundario o echando la culpa a causas externas,
cuando no lejanas. Algunos camaradas responsables se hacen cómplices del
liberalismo pensando que si dejan pasar las cosas actúan como personas
comprensivas, bien intencionadas y deseosas de que prevalezca la paz y la
tranquilidad entre los camaradas. (...) El liberalismo en las filas del partido se
suele manifestar, por lo general, en no criticar a un camarada cuando éste no
han cumplido con sus tareas o lo ha hecho de manera insatisfactoria, a
medias; cuando un camarada responsable acepta cualquier excusa superficial
para justificarlo; en desobedecer las orientaciones e instrucciones de los
órganos de dirección y colocar las opiniones personales en primer plano; en
no indignarse o preocuparse cuando se cumplen mal, o no se cumplen por
negligencia, las tareas del partido; en no adoptar las medidas prácticas,
concretas, para la ejecución o el control de las tareas planteadas y dejarlo «a
ver si salen o no salen», por menospreciar la importancia de los detalles
concretos y descuidar la minuciosidad y la mayor exactitud en todos los
terrenos de la acción partidaria». (Elena Ódena; Contra el liberalismo, 1974)

En resumen, los militantes de base deben exigir a los líderes y pedir cuentas
sobre su actividad, hay que pedirles el cumplimiento de sus deberes, que si
violan el programa, los estatutos y los principios básicos de la doctrina, deben
rendir cuentas ante el partido:

«Estos momentos de elecciones y rendir cuentas juegan un mayor rol en el


temple del partido y cuadros, en fomentar su revolucionarización. Esto es
necesario para apartar el formalismo en estas importantes reuniones, que de
otro modo rompería el continuar basándonos en las normas y forma de vida
que tenemos en el partido. El liderazgo debe rendir cuenta en estas reuniones,
debe verificar con hechos que ha cumplido su deber, y no solo presentar
observaciones generales y críticas a otros. A la inversa, cada comunista
también, debe hacer esto mismo. Las elecciones en el liderazgo deben ser
hechas bajo sólidos criterios en conformidad con las reglas establecidas, sin
que ningún líder o líderes fuercen la organización básica del partido. Ellos
deben nominar a sus propios candidatos, elegir sus propios líderes, y
revocarlos de una forma democrática cuando ellos fallen en cumplir con sus
obligaciones». (Enver Hoxha; El continuo fortalecimiento del partido y el
gobierno; Discursos 1967-1968, 6 de febrero de 1967)

713
La militancia del PCE (m-l), al no cumplir esto, siendo permisiva con este tema,
permitió que el partido se fragmentase en diversas fracciones aunque no fueran
oficiales, cada una con su propio cacique que popularizaba entre sus allegados
sus propias teorías y propuestas. Ello, como era normal, acabaría minando la
capacidad del partido así como su credibilidad, destrozando la moral del
militante medio del partido, el cual era consciente que bajo tales condiciones de
anarquía en la organización jamás se haría nada relevante. Esto finalmente
causaría la autoliquidación de la organización como efectivamente ocurrió en
1992.

Ya lo advertía Ódena:

«El liberalismo es disolvente y si no se le combate, corroe a los mejores


camaradas y llega a frenar el conjunto de la actividad de un comité o núcleo de
camaradas, dejando el terreno libre para toda clase de desviaciones y a la
penetración y desarrollo de corrientes extrañas, que al no combatirse,
degeneran en posiciones antipartido y liquidacionistas». (Elena Ódena; El
liberalismo, fuente de desviaciones y errores en las filas del partido, 1978)

No se aplicaron las lecciones conocidas sobre la degeneración de


otros partidos

Está claro que en general el sendero de degeneración revisionista que tomó el


PCE (m-l) fue advertido por figuras marxista-leninistas que intentaron prevenir
a los revolucionarios de estos peligros: como era el no estudiar las propias
experiencias fallidas en el tiempo y averiguar el porqué de las cosas:

«Una de las razones de que los antiguos partidos comunistas de los países
capitalistas se convirtieran en partidos revisionistas es precisamente el haber
descuidado por completo el estudio y la asimilación del marxismo-leninismo.
La doctrina marxista-leninista sólo era utilizada como lustre, se había
convertido en palabras vacías, en eslóganes, no había penetrado
profundamente en la conciencia de los miembros del partido, no se había
convertido en sangre y carne suya, no se había hecho un arma para la acción.
Si se hacía alguna pequeña cosa respecto al estudio del marxismo-leninismo,
tendía únicamente a dar a conocer al miembro del partido algunas fórmulas
áridas, sólo para que pudiera decir que se llamaba comunista, para que
amara el comunismo de manera sentimental, pero de cómo se llegaría hasta
ahí, no sabía nada, porque no se lo habían enseñado.

Los dirigentes de aquellos partidos, que tenían solamente palabras y nada en


las alforjas, vivían en un ambiente burgués y contaminaban al proletariado de
sus países con ideas liberales y reformistas.

De este modo, el viraje de los partidos revisionistas hacia la burguesía es una


evolución socialdemócrata, oportunista, preparada desde hace tiempo por sus
líderes socialdemócratas, por la aristocracia obrera que dirigía estos partidos
llamados comunistas.

714
Los partidos marxista-leninistas no pueden dejar de tener en cuenta esta
experiencia negativa, a fin de sacar de ella enseñanzas para organizar el
estudio y la asimilación del marxismo-leninismo sobre bases sólidas, ligando
siempre este estudio a la acción revolucionaria». (Enver Hoxha; El
imperialismo y la revolución, 1978)

Muchos de los exmilitantes argumentan que los errores que pudiera cometer el
PCE (m-l) tienen que ser explicados por la fuerte presión que se ejerció sobre él.
¿Influyó la represión o la presión ideológica en el debilitamiento del partido?
Cierto. ¿Puede un partido ampararse en esa excusa? No. Tenemos los ejemplos
de represión que sufrió el partido como vimos en el primer capítulo del presente
documento, claro que la represión influye, pero jamás es decisiva, al revés, debe
de ser un combustible para defender los principios con más ahínco. ¿Pero acaso
estas experiencias les hicieron más consecuentes? Muchos líderes del PCE (m-l)
acabaron viviendo de las rentas de un pasado honorable de lucha contra el
franquismo y el carrillismo como Raúl Marco, incluso del halo de haber sido
blanco de la represión franquista en sus carnes como Manuel Blanco Chivite o
Pablo Mayoral. Pese a esto, todos ellos traicionaron los principios del partido
pese a que conocían sobradamente los axiomas de la doctrina y habían sido
testigos de cómo habían acabado los oportunistas que tomaban tal camino como
Kautsky o el propio Carrillo. No hay excusas posibles.

La lucha entre Raúl Marco y Manuel Chivite a finales de los 80, no fue una lucha
entre un grupo de revolucionarios y otro de revisionistas, sino entre dos figuras
igualmente oportunistas que usaron a sus fieles para imponer su propia línea
revisionista, arrastrando a otra gran parte de la militancia a tomar partido a
falta de una propuesta mejor.

«En materia de militancia revolucionaria, no ignoramos que el principio de la


unidad a todo precio, es uno de los argumentos que por lo general utilizan de
manera deshonesta y cínica los revisionistas españoles para así retener bajo
su influencia a no pocos honrados militantes que en el fondo están en
desacuerdo con ellos. Ocurre además que esos mismos militantes honrados y
algunas personas progresistas de tendencias marxistas, no pueden
comprender como dirigentes que han tenido en el pasado una justa y
revolucionaria actuación, hayan podido degenerar en revisionistas
contrarrevolucionarios. Pero esto no tiene nada de extraño si examinamos el
problema de manera científica dejando de lado todo subjetivismo y
sentimentalismo acerca de las personas y su pasado, por muy prestigioso que
sea». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Revolución
Española, Nº1, 1966)

¡Qué razón tenía Elena Ódena al proclamar estas afirmaciones y qué actual
parece aplicando este texto a los restos de los antiguos dirigentes del histórico
PCE (m-l)!

El propio Raúl Marco diría una vez en representación de la delegación del PCE
(m-l) sobre los elementos oportunistas en el movimiento obrero:

«Bajo el capitalismo siempre existirán elementos pequeñoburgueses que por su


espíritu individualista o grupista, se prestan a ser utilizados por el enemigo.

715
En efecto, esos elementos –tanto si se han introducido en las filas de los
partidos marxistas-leninistas como si permanecen al margen de las mismas–
no pueden soportar la disciplina revolucionaria y consciente, y el espíritu de
trabajo colectivo, serio y sistemático de los partidos marxistas leninistas, y en
cambio tienden por naturaleza al espíritu de compadrazgo, al liberalismo y a
la «autocultivación» propia de las capillas y grupitos alejados de las masas».
(Discurso pronunciado por el responsable de la delegación del PCE (m-l) ante
el VIº Congreso del PTA, 1971)

Pues aunque quizás no lo supiese, o quizás sí… ¡el señor Raúl Marco estaba
describiendo a su yo del futuro! Puesto que esta descripción se ajusta muy bien
al carácter que demostraría en años sucesivos.

Pese a este caso concreto individual, ya hemos dejado claro que la degeneración
del PCE (m-l) no se debe a una figura sino a todo un conjunto, tanto a la
dirección como a su militancia, cayendo obviamente mayor responsabilidad
sobre la primera.

Algunos no aceptan como posible que un personaje veterano y experimentado


acabe siendo un traidor, que acabe reconciliándose con los jefes e ideas de las
corrientes revisionistas que antaño combatía. Estimulados por el clásico
sentimentalismo, creen que estas figuras por tener un gran currículum
revolucionario o por haber sufrido la represión de primera mano pueden ser
exoneradas de todos los errores que cometieron. Sin duda, sus seguidores más
fanáticos les han perdonado y les perdonan todo, pero nosotros no evaluamos a
las figuras con ese baremo tan condescendiente.

No vamos a detenernos a explicar las causas generales y específicas que hacen


degenerar a una persona, pues depende tanto del ambiente como de la
personalidad del sujeto, solo decir que hay varios casos históricos que
confirman que ese proceso de degeneración puede ocurrir perfectamente y
tenemos varios casos confirmados como hemos visto.

De manera que es necesario refutar de una vez por todas aquello de que «no se
puede criticar a X dirigente porque es un viejo revolucionario» que lleva
luchando desde tiempos «inmemorables» y ha hecho esto y ha hecho lo otro. La
existencia de una figura dirigente durante un período más o menos glorioso de
un partido, sus habilidades personales puestas a favor de una causa en el pasado
no le eximen de los errores de entonces ni de las presentes desviaciones políticas
que pueda manifestar.

Si siguiéramos esa máxima tan estúpidamente piadosa, no podríamos criticar a


Jruschov por haber militado en el Partido Bolchevique durante los años 30 y por
haber criticado al trotskismo y al bujarinismo que luego él mismo recuperaría,
ni a Ramiz Alia por haber militado en el PTA de los 70 y haber criticado al
titoísmo y el maoísmo que él mismo haría suyo, y así podríamos citar una larga
lista de ejemplos que todos sabemos o deberíamos saber.

Así pues, que un elemento haya sido autor o coautor de artículos, tesis,
programas de un partido que estaban dentro de los marcos del marxismo-
leninismo no supone nada determinante para analizar cosas posteriores.

716
Tampoco es determinante saber si sus posiciones pasadas fueron realizadas por
una férrea convicción de aquel entonces o por un oportunismo individual que
simplemente se atenía a la línea general de entonces por conveniencia, eso no
influye demasiado a la hora de discutir y criticar los errores posteriores que esa
figura encabezaría.

Los grandes servicios prestados siempre deben de ser encuadrados sobre la base
del partido existente, y siendo conscientes de que la línea política no es obra de
una individualidad buena o mala, sino ante todo de la dirección colectiva, por
tanto, habrá figuras que por más que cosechen méritos en algunas posturas
correctas del pasado, eso no le hace estar libre en modo alguno de la
responsabilidad de haberse desviado políticamente después, mucho menos si ha
ejercido altos cargos mientras ha llevado al partido al desfiladero del
revisionismo. Al contrario, hay que buscar en los primeros errores del pasado el
nexo para entender las desviaciones del futuro como lección que nos impida
volver a permitirlas.

¿Acaso es comparable el viejo PCE (m-l) de 1964-1985 y sus errores


con el PCE (m-l) de 1985-1992 o el PCE (m-l) refundado en 2006?

Por supuesto que no; en el primer caso hemos visto problemas de seguidismo,
cierta pretenciosidad, falta de conocimientos, inexperiencia, y demás defectos,
pero se constata una evolución dialéctica honesta para intentar superar las
deficiencias, hay un camino de mejora no de empeoramiento progresivo; en el
segundo y tercer caso hemos visto errores y cambios de línea ideológica sin
justificación alguna para saltarse los axiomas básicos de la doctrina, una
insistencia en sostener errores ideológicos que conscientemente conocían
sobradamente, por lo que es una abierta renuncia de los principios.

El viejo PCE (m-l) de 1964-1985 pese a todo, elevó una bandera ideológica de
lucha contra el revisionismo y el imperialismo mientras tuvo una influencia
reseñable entre las masas, mientras que el PCE (m-l) posterior no aportó ni un
solo artículo memorable a la lucha ideológica, se reconcilió con todas las
corrientes oportunistas habidas y por haber, se convirtió de facto en un partido
socialdemócrata y se acabó de aislar de las masas, sin ser tampoco ejemplo en la
lucha en la calle. Entonces, está claro qué tipo de PCE (m-l) reivindican los
marxista-leninistas de la actualidad.

Podríamos continuar con un largo etcétera de ejemplos que demuestran la falta


de principios revolucionarios del actual PCE (m-l), pero no merece más la pena
explayarnos ahora con un partido que cuenta por sus errores con tan poca
influencia en las masas actualmente. Para eso están disponibles los capítulos
sucesivos.

La «necesidad» de bolchevizar a los partidos

Para finalizar, queremos dejar unas anotaciones que hizo Stalin sobre le
necesidad de bolchevizar uno de los partidos como el Partido Comunista de
Alemania (PCA), el cual había sufrido y habría de sufrir todavía muchos

717
procesos calamitosos muy similares a la organización que aquí estamos
analizando:

«Para la bolchevización se necesita crear, por lo menos, algunas condiciones


fundamentales, sin las que la bolchevización de los Partidos Comunistas es de
todo punto imposible.

1) Es necesario que el partido no se considere un apéndice del mecanismo


electoral parlamentario, como en realidad se considera la socialdemocracia, ni
un suplemento de los sindicatos, como afirman a veces ciertos elementos
anarco-sindicalistas, sino la forma superior de unión de clase del proletariado,
llamada a dirigir todas las demás formas de organizaciones proletarias, desde
los sindicatos hasta la minoría parlamentaria.

2) Es necesario que el partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes,


dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos
indestructibles a la labor práctica revolucionaria.

3) Es necesario que el partido no adopte las consignas y las directivas sobre la


base de fórmulas aprendidas de memoria y de paralelos históricos, sino como
resultado de un análisis minucioso de las condiciones concretas, interiores e
internacionales, del movimiento revolucionario, teniendo siempre en cuenta la
experiencia de las revoluciones de todos los países.

4) Es necesario que el partido contrasté la justeza de estas consignas y


directivas en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas.

5) Es necesario que toda la labor del partido, particularmente si no se ha


desembarazado aún de las tradiciones socialdemócratas, se reconstruya sobre
una base nueva, revolucionaria, de modo que cada paso del partido y cada
uno de sus actos contribuyan de modo natural a revolucionarizar a las
amplias masas, a preparar a las amplias masas de la clase obrera en el
espíritu de la de revolución.

6) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a


los principios –¡no confundir eso con el sectarismo!– con la máxima ligazón y
el máximo contacto con las masas –¡no confundir eso con el seguidismo!–, sin
lo cual al partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también
aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del
partido, sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus
necesidades apremiantes.

7) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor un espíritu


revolucionario intransigente –¡no confundir eso con el aventurerismo
revolucionario!– con la máxima flexibilidad y la máxima capacidad de
maniobra –¡no confundir eso con el espíritu de adaptación!–, sin lo cual al
partido le será imposible dominar todas las formas de lucha y de
organización, ligar los intereses cotidianos del proletariado con los intereses
básicos de la revolución proletaria y conjugar en su trabajo la lucha legal con
la lucha clandestina.

718
8) Es necesario que el partido no oculte sus errores, que no tema la crítica, que
sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.

9) Es necesario que el partido sepa seleccionar para el grupo dirigente


fundamental a los mejores combatientes de vanguardia, a hombres lo bastante
fieles para ser intérpretes genuinos de las aspiraciones del proletariado
revolucionario, y lo bastante expertos para ser los verdaderos jefes de la
revolución proletaria, capaces de aplicar la táctica y la estrategia del
leninismo.

10) Es necesario que el partido mejore sistemáticamente la composición social


de sus organizaciones y se depure de los disgregantes elementos oportunistas,
teniendo como objetivo el hacerse lo más monolítico posible.

11) Es necesario que el partido forje una disciplina proletaria de hierro, nacida
de la cohesión ideológica, de la claridad de objetivos del movimiento, de la
unidad de las acciones prácticas y de la actitud consciente hacia las tareas del
partido por parte de las amplias masas del mismo.

12) Es necesario que el partido compruebe sistemáticamente el cumplimiento


de sus propias decisiones y directivas, sin lo cual éstas corren el riesgo de
convertirse en promesas vacías, capaces únicamente de quebrantar la
confianza de las amplias masas proletarias en el partido.

Sin estas condiciones y otras semejantes, la bolchevización suena a hueco».


(Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre las perspectivas del Partido
Comunista de Alemania y sobre la bolchevización, 3 de febrero de 1925)

No exageramos si decimos que el PCE (m-l) sufriría desde su fundación en 1964


hasta su desaparición en 1992 todos o casi todos de los defectos aquí
denunciados por Stalin en alguno de sus períodos, esto no era una excepción,
sino por desgracia la norma entre los nuevos partidos marxista-leninistas de los
años 60.

¿Cuáles fueron pues las causas de la no bolchevización del partido? ¿Cuáles


fueron las causas de la degeneración progresiva del PCE (m-l) revolucionario
hasta convertirlo en una caricatura de lo que pretendía ser?

Notas breves para los marxista-leninistas de la actualidad y sus


organizaciones

Ciertamente el movimiento marxista-leninista ha sido derrotado en las cuatro


esquinas del globo. Eso es lo primero que hay que reconocer. Lo que hoy existe y
se denomina como tal en su mayoría es un chiste. El comunismo, marxismo-
leninismo, socialismo científico o como se quiera llamar, se sigue utilizando
como pretexto para debates políticos, pero no está presente, no tiene influencia,
se ha deformado, se ha vuelto estéril por quienes dicen portarlo, con el tiempo
se lo ha convertido en una caricatura. Realmente no asusta al enemigo de clase
como antaño sino que produce pena o risa. España no es una excepción en esto.
Existen varios partidos que se reclaman comunistas pero ninguno cumple con
los axiomas más básicos.

719
Nosotros no pensamos que el movimiento marxista-leninista haya sido
derrotado porque sus teorías se hayan demostrado falsas, sino todo lo contrario.
El proletariado demostró tener capacidad para tomar el poder, para edificar el
socialismo, para competir e incluso superar a los países capitalistas en muchos
campos. No hay que tener complejos porque los hitos están ahí, tampoco
vergüenza porque encontremos errores.

El caso es que la historia ha mostrado más que de sobra que cuando los
marxista-leninistas han realizado un análisis apegado a la esencia científica, han
realizado grandes hazañas que han reconocido hasta sus enemigos, pero en el
momento en que se han apartado de los principios de su doctrina, rápidamente
sus momentos de gloria pasaron a mejor tiempo.

Respecto a la cuestión de la necesidad de la lucha ideológica tanto para el


individuo como colectivo marxista-leninista, existen muchos documentos donde
exponemos nuestra visión si el lector desea ampliar sobre dicho tema:

-Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre marxista-leninistas y


la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes de dicha doctrina, 2013.

-Equipo de Bitácora (M-L); La indecisión de algunos, mal generalizado de


nuestros días y de las luchas revolucionarias, 2015.

Debido a la progresiva descomposición de los antiguos partidos marxista-


leninistas, lo que hoy caracteriza a la gente que se interesa por el comunismo es
la desorientación ideológica, el no saber bien dónde elegir entre la sopa de letras
de las organizaciones existentes. Una vez empiezan a militar y cosechar
decepciones, la sensación es que más allá de diferencias, todos actúan del
mismo modo y tienen los mismos defectos insalvables. Algunos aplican la teoría
del «mal menor» para contentarse: «Este es mejor que aquél, por tanto, es
suficiente, al menos hago algo»… como si las revoluciones se hubieran hecho a
base de aportar a la «causa» desde organizaciones oportunistas. La mayoría de
militantes están militando no por convencimiento, sino que recuerdan a aquella
mujer infeliz que está en su matrimonio a falta de encontrar todavía un hombre
mejor, no pierden la esperanza pero tampoco buscan nada, simplemente están
en esa situación a falta de algo más estimulante que en realidad desean. Triste
pero cierto.

A otros el problema es que les produce suma pereza o miedo salirse de su


organización sin que exista otra más sólida, como si fuera más importante el
número que la calidad. Les aterra la idea de tener que partir de cero, de arrimar
el hombro en algo que le quite el tiempo que le dedica a sus banalidades. ¡Eso es
demasiado engorroso!

Muchos, nada más salirse del insoportable ambiente que reina en estas
organizaciones, creen de forma ingenua que una vez fuera se van a comer el
mundo, que la cacareada «reorganización» será «pan comido», pero «Roma no
se construyó en un día». No conscientes de esta obviedad, pasan de la euforia a
la desmoralización de forma meteórica cuando se empiezan a dar cuenta que las
previsiones que habían hecho eran tan sumamente infantiles como subjetivistas,

720
y que en realidad, todo lo querían resolver con el necio voluntarismo.
Simplemente, sus cerebros hicieron mal los cálculos sobre lo que suponía
recomponer el deplorable estado del movimiento marxista-leninista.

También existe otra gama de sujetos que se autodenominan comunistas y que


militaron en el pasado en organizaciones revisionistas, pero una vez fuera de
ellas ni siquiera aportan su pequeño grano de arena para solventar dicho
problema del cual ayudaron a crear. La razón de esto es que son individuos que
han acabado entregados al hedonismo, otros arrastran un pesimismo o un
miedo casi traumático a causa de sus experiencias previas. Los primeros han
concluido que la vida es demasiado corta como para contraer cualquier
compromiso que les quite tiempo de ocio, aunque a ratos sufren de una
insatisfacción vital al darse cuenta que su vida es intranscendente dentro de su
quehacer frívolo, en cambio los segundos están tan paralizados por el temor al
fracaso con lo que no pasan de estar cruzados de brazos, no mantienen una
regularidad sobre absolutamente nada.

Sin despreciar lo difícil que es para estos sujetos pasar por estas etapas por la
cual todos hemos pasado en mayor o menor medida, hay que tratar de frenar en
seco estas tendencias, hacerles entender que hay que mantener el temple y ser
conscientes de la realidad circundante, sin caer en aventurerismos ni
hipercritcismos por la izquierda, ni en derrotismos ni inmovilismos hacia la
derecha.

Volviendo al caso de las personas que militan hoy en diferentes agrupaciones


revisionistas. Algunos militantes de estas organizaciones simpatizan con
nosotros y nuestra línea. Algunos dirán que no pueden alegar nada en contra de
nuestras críticas hacia sus organizaciones, que la mayoría de nuestras
exposiciones son ciertamente irrefutables y que nuestro nivel de clarificación
ideológica ciertamente es muy necesario en estos tiempos de suma confusión.

A continuación, apelando al sentimentalismo tradicional, añadirán el pero de


que «También hay gente válida y honesta» en estos sitios. Nos dirán que eso se
puede ver si echamos un vistazo a las filas de los actuales partidos revisionistas:
como el actual PCE (m-l), PCOE, PCTE, PCE (r), PCE, RC y muchos otros
nuevos y viejos, aseguran que lo mismo se puede decir de organizaciones
republicanas: como Rps o REM, incluso juran que lo mismo cabe decir de
reformistas: como Podemos o IU. Bien, ¿qué responder a esto? Lo que hemos
dicho siempre. ¿Que existen militantes honestos y válidos en todos estos sitios?
No lo negamos. Seguramente algunos estarán ahora mismo en un proceso
interno de fuertes contradicciones ideológicas a resolver, mostrando claras
discrepancias con su dirección regional o nacional, y replanteándose ciertas
cosas de importancia sobre la línea de estos partidos, la cual no se corresponde
con su propia visión de la realidad. ¿Que incluso algunos simpatizan con el
comunismo? Tampoco lo dudamos. Esto es posible, como ocurre en muchos
partidos, sindicatos y asociaciones que ni siquiera se reivindican como
comunistas. Ahora, la «honestidad» de estos militantes, su «comunismo», se
demuestra y se demostrará más adelante con su actitud hacia las críticas
marxistas, hacia los axiomas de la doctrina y, al final, la coherencia de su
pensamiento honesto y comunista se medirá observando si rompen o no con las
teorías y prácticas de estas organizaciones, en ver si, finalmente, dan el paso

721
cualitativo de abandonarlas cuando vean que son irrecuperables. Seguramente
muchos de ellos ahora mismo saben que, en el fondo, pertenecen a grupos
sumamente débiles, no tanto por su número de seguidores, sino por sus
planteamientos incoherentes que no conducen más que a una zozobra de
desilusiones y fracasos anunciados. Más tarde, su plena consecuencia se
comprobará, como la de tantos otros comunistas sin partido o elementos que
vienen de otras organizaciones fallidas, en observar si están dispuestos a unirse
con otros comunistas desorganizados, en renegar de cualquier resquicio pasado,
en aceptar las normas del centralismo democrático y ayudar a crear un partido
comunista que sea coherente con sus axiomas hasta las últimas consecuencias.

No podemos considerar comunista a quien, bien sea a título colectivo de


organización, bien a título individual, emite un total desprecio por el estudio
profundo de la doctrina marxista y, a cambio, cree compensarlo ofreciendo un
activismo inconsciente, espontaneísta. No entra dentro del orden de cosas
«normales» aquél que se contenta con hacer acto de presencia en diversos actos,
pero evita, por miedo a crear antipatías, el mantener un discurso independiente
basado en un análisis marxista. Como tampoco se entiende que el sujeto esté
cumpliendo con el requisito de llevar a cabo una formación ideológica interna
efectiva si solo se pone a ello cuando el resto de compañeros insisten día y noche
en que dedique tiempo a elevar su deficiente nivel ideológico. No podemos
considerar comunista a quien no ha entendido la importancia de la lucha contra
el oportunismo en el movimiento obrero, a quien no estudia la historia presente
y pasada del movimiento comunista nacional e internacional, a quien acepta
mitos y no investiga por cuenta propia, sino que acepta lo que otros le afirman
sin argumentaciones, a quien condena una rama revisionista pero al momento
rehabilita otra diferente –sea esta corriente más apegada al reformismo o al
anarquismo–. No podemos considerar de los nuestros a quien se niega a asumir
sacrificios –según sus posibilidades– en el trabajo práctico para ligarse a las
masas y popularizar nuestra visión comunista, a quien hace de la disciplina un
chiste. No podemos dejar de mirar con sospecha a quien repite el eslogan de la
«crítica y la autocrítica», pero en cuanto las críticas de los compañeros apuntan
hacia su persona, hace gala de un orgullo personal mal entendido que lastra su
propio desarrollo, así como el de su grupo. Del mismo modo, está lejos de
nosotros quien confunde la visión marxista sobre la cuestión de género con el
llamado feminismo –aunque se le acompañe de la coletilla «de clase»–, o quien
en la cuestión nacional cae en el chovinismo de uno u otro nacionalismo y desea
imponer soluciones por la fuerza a los pueblos. Claro es, que no podemos
considerar comunista a quien en sus análisis internacionales cae de una forma u
otra en tesis tercermundistas, apoyando a un bloque imperialista o
considerando «antiimperialista» a regímenes nacionalistas-burgueses
vinculados a uno o varios imperialismos. Podríamos seguir recordando hasta el
día del juicio final perogrulladas que distinguen a un comunista de su
caricatura, y seguir citando situaciones que resultan familiares a nuestros
lectores, pero creemos que es más que suficiente para que se haga una idea con
los vicios y mitos que debemos barrer de una vez.

Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber
automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas
agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la
mayoría de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones

722
personales o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura
plena con el lugar de donde proceden. Por consiguiente si esos sujetos son
conscientes, o lo acaban siendo pronto, del carácter reaccionario de la dirección
de esos partidos y organizaciones, no durarán mucho dentro de ellas, pero esto
no quiere decir que puedan estar «libres» de todo resquicio heredado durante
largo tiempo allí. Esto significa que, si realmente han roto con ellas por
cuestiones de principios ideológicos, tendrán que autocriticarse sin
sentimentalismos que valgan y adherirse, finalmente, a la línea comunista sin
excusas de ningún tipo. Si no es así, solo podemos decir que no pasarán nunca
de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y, quizá, de aliados en alguna cuestión
determinada de los comunistas, pero nada más.

En nuestros tiempos, con la inmensa lista de tareas pendientes a realizar,


proponer que los marxista-leninistas deben priorizar su trabajo en «establecer
puentes con otras fuerzas» para intentar «ganarse a los elementos
descontentos», cuando no existe ni siquiera una estructura seria que actué bajo
el centralismo democrático a la que derivarlos, es ilusorio, es empezar la casa
por el tejado. Plantear en abstracto la «búsqueda de la unidad de todas las
fuerzas que se digan marxistas» suele ser un reflejo de que no se ha
comprendido la necesidad de su combate ideológico contra el oportunismo, la
diferencia entre decirse marxista y serlo, dicho «proceso de unidad» según lo
conciben estas mentes jamás se ha dado en la historia, lo que nos muestra la
experiencia pasada ha sido que siempre hay una lucha implacable del marxismo
contra el revisionismo; en caso del triunfo del primero sobre el segundo, hemos
sido testigos de las mayores epopeyas revolucionarias del proletariado durante
el siglo XX... en caso de que el segundo le gane la partida al primero, la
automática pérdida del espíritu combativo de las organizaciones proletarias, y
en ese punto estamos ahora. Hemos visto una y otra vez como los grupos que
defienden tales teorías apaciguadoras a lo sumo que suelen llegar es a una
unidad forzada con otros grupúsculos, pero eso no resuelve sus carencias, sino
que añade problemas nuevos: desviando entonces la atención de los militantes
hacia las luchas de egos y mezcolanzas ideológicas que siempre surgen
inevitablemente. Incluso aunque existiese la organización proletaria, esta idea
de centrar el trabajo y los esfuerzos de los marxista-leninistas en el mundillo
revisionista es un pensamiento acomplejado, plantear que la revolución se hará
a base de alianzas y uniones formales entre las distintas siglas es una idea
cándida. Al fin y al cabo son formas de procesar los problemas y las tareas que
provienen de experiencias revisionistas no superadas. Si utilizamos la misma
mentalidad y métodos que el revisionismo, conseguiremos los mismos
resultados. Es más, todo este patrón supone reconocer tácitamente que aún no
se comprende que la mayoría de fuerzas que se autodenominan «marxistas» no
solo son fuerzas oportunistas que obstaculizan la revolución, sino que no
abarcan en su militancia ni en su radio de acción ni siquiera a la mitad de la
población trabajadora, en algunos casos, ¡ni siquiera cuentan con los elementos
más avanzados ideologicamente hablando, sino con los más retardatarios! De
ahí que sea totalmente estúpido buscar la «reorganización y revitalización del
movimiento marxista-leninista» enfocando las pocas fuerzas y tiempo de los
revolucionarios en «tender puentes» hacia unas organizaciones, que hablando
con franqueza, llevan décadas sin hacer nada que demuestre ser trascendente en
ningún campo, ni representan a nadie salvo a su grupo de amigos. En resumidas
cuentas, claro que la organización marxista-leninista tendrá que abrirse paso

723
entre los elementos honestos de las organizaciones revisionistas, pero se tiende
a infravalorar al público que no se ha incorporado a la política o lo ha hecho de
forma sumamente vaga, el cual supone hoy la amplia mayoría, la cual es muchos
casos, está libre de ciertas tendencias y manías malsanas.

Para que el marxismo-leninismo se pueda reorganizar y construir lo que se ha


venido a denominar el «partido de vanguardia», es menester subrayar la
importancia que también tiene en el colectivo marxista-leninista la correcta
disposición en la cuestión organizativa, el estilo de trabajo, el cumplimiento de
las tareas, la crítica y autocrítica…

Hay que empezar a comprender y aplicar algunas máximas que se han ido
perdiendo con el tiempo o en las que nunca se han llegado a insistir
debidamente en las organizaciones revolucionarias.

Sin un regular ejercicio de crítica y autocrítica es imposible el funcionamiento


de cualquier organización marxista-leninista bajo las reglas del centralismo
democrático, y es imposible que triunfen las tareas de trabajo propuestas. En la
crítica hacia otro compañero, debe tratarse de «llegar hasta el final», para ver
qué motivaron dichas actuaciones. Pero no por ello uno debe rechazar una
crítica de un compañero porque sea incompleta –es decir, no contemple todos
los errores o a la esencia fundamental del error del camarada–, del mismo
modo, no debe tomarse la crítica como una herramienta que desnuda el honor
del criticado, sino como herramienta para que el compañero no siga en un error
que compromete el funcionamiento de toda la estructura colectiva. Quien no
entiende esto es un simple ególatra.

Un buen diagnóstico es la mitad del trabajo realizado para solventar un


problema. Pero el otro es cumplir con la solución acordada. No basta con emitir
resoluciones justas sobre las tareas a seguir y los problemas candentes, sino que
hay que supervisar que se cumplan, exigir que los camaradas rindan cuenta de
cómo va su trabajo, y castigar el incumplimiento de las tareas. Jamás se debe
permitir el no cumplir las tareas si no hay una excusa debidamente
argumentada –pese a ello se debe advertir en el momento en que se conozca tal
impedimento para que otro compañero acabe la tarea y no quede sin realizar–.

Hay que seleccionar las tareas no en juicio subjetivo de unas cuantas personas,
sino en pro de qué es lo que más benefician al grupo y al desarrollo general de la
lucha de clases. Los comunistas no cuentan con tiempo o material humano
ilimitado para cumplir con sus objetivos, por lo tanto, si no saben seleccionar
sabiamente las tareas prioritarias y administrar bien los recursos disponibles,
estarán construyendo castillos en el aire.

Por supuesto, es menester evaluar el propio nivel de iniciativa de los


compañeros; por ejemplo a la hora de rendir ellos mismos cuentas sobre su
trabajo, de realizar autocrítica, y de no necesitar siempre el influjo externo, para
que sean operantes, proactivos. De hecho, hay que prestar vigilancia cuando en
un compañero hay errores y defectos, cuando en el descubrimiento y crítica de
ellos siempre vienen desde el exterior, esto es una evidencia de que el sujeto no
ha aprendido a detectar y descubrir sus propios defectos, es un sujeto por tanto

724
dependiente del partido, incapacitado para asumir grandes puestos por el
momento.

El comunista que no debate bajo argumentos contrastables no es un comunista,


es un charlatán, un sofista. Quien busca que le sigan sin molestarse en aportar
razones, no busca militantes, busca borregos. En la posición a tomar en una
cuestión ideológica, en un debate sobre algo que concierne al destino de todos,
debemos huir del sentimentalismo, y centrarnos en realidades contrastables, no
en ilusiones o deseos personales. Esto también incluye las valoraciones sobre el
nivel de fuerzas del movimiento, su número, la calidad de sus miembros y sus
capacidades de actuación.

La solidaridad e incluso la amistad entre compañeros políticos, aunque no se


podrá lograr nunca en igual grado entre todos sus miembros, será algo que se
forjará no obligadamente sino como resultado inevitable de aunar esfuerzos en
una causa común y como resultado también de la mayor afinidad entre las
distintas personalidades.

Uno de los mayores peligros que se corre es el llamado «espíritu de círculo», es


decir, el tratar exclusivamente con los viejos compañeros de tu lugar de
procedencia o con los compañeros con los que además se ha establecido una
amistad, cerrándote en banda a prestar atención al resto de compañeros y sus
necesidades, creyendo que esto es simplemente un club de amigos. De ahí
parten rasgos desastrosos como el compadrazgo, que generalmente ocultan o
justifican los errores del compañero y amigo.

En el tema educativo un compañero no debe de tener miedo a aprender de otro


compañero –pues mañana puede ser al revés en el mismo campo u otro
diferente–. Toda la organización debe de ser una gran escuela colectiva.

En cuanto a las formaciones ideológicas, como ya hemos subrayado en varias


ocasiones, esta no debe de constar de un «plan único general» aplicable a cada
nuevo militante –como si todos viniesen del mismo punto y pretendiesen
alcanzar el mismo nivel de profundidad en todo–, sino que se deberá adecuar el
plan de formación a las exigencias del sujeto. Por eso, en vez de recetar al
aspirante una lista interminable de «obras clásicas», se deberá evaluar con
precisión de cirujano sus conocimientos, para que así se pueda adecuar su
formación con el fin de satisfacer las carencias específicas que tenga en campos
como la historia, economía, filosofía, arte, organización, etc., así como para
explotar los campos donde pretenda especializarse. El feedback aquí es
clave, cuanto más sincera y honesta sea la exposición del sujeto, mejor se le
podrá asignar un papel acorde a sus carencias y habilidades. En resumen, el
marxismo exige una formación holística, pero bajo un razonable equilibrio. Esto
es sumamente importante ya que lejos de lo que se propaga a veces, el saber sí
ocupa lugar, sin dejarnos el hecho de que la causa exigirá una especialización
para atender a las multifacéticas tareas que saldrán al paso.

Hay que acercarse y estimular la ayuda educativa entre compañeros. Desconfiar


de quienes nunca tienen dudas sobre absolutamente nada, quien no tiene nunca
nada que proponer, quien nunca matiza nada de lo que escucha o lee. Estos
elementos, por lo general, con su silencio, demuestran un claro desinterés, un

725
pasotismo, una actitud que no aporta al grupo, que obstaculiza la vida normal
en él, que rebaja el nivel general.

A veces los marxista-leninistas olvidan que los militantes son personas, no


robots. Debido a circunstancias personales muy específicas tienen distintas
edades, forjan distintas personalidades, tienen diferentes emociones, unos
arrastran más o menos carencias ideológicas, otros cargan con pesadas
responsabilidades en su vida cotidiana, y eso hace sumamente importante el
saber acoplar a cada militante en el grupo y extraer lo mejor de cada uno. De ahí
la enorme tarea del partido de adaptar las exigencias del militante a su vida y
cualidades.

Eso no implica ser condescendiente con los pusilánimes, y por desgracia, lo que
hoy prima en nuestra época son los presuntos «revolucionarios» que albergan
un fuerte liberalismo reflejado en conatos de indisciplina a causa de su
inestabilidad emocional. Su volubilidad no es tanto el reflejo del «capitalismo y
sus consecuencias» como excusan a cada tropiezo, sino más bien el resultado de
años de una hegemonía absoluta de la ideología pequeño burguesa entre los
«grupos y corrientes revolucionarias» en los cuales ha militado o ha sido afín.

Estos seres sufren una distorsión de lo que supone ser marxista-leninista en el


sentido completo de la palabra, rechazando todo concepto de sacrificio y
anteponiendo sus problemas personales reales o ficticios al deber colectivo, por
eso ante el primer escollo personal o colectivo abandonan el barco. Y
normalmente se aventuran fácilmente a subirse a otro barco sin saber qué
ideología lleva su timón.

Si damos por hecho que en un grupo marxista-leninista existe un ambiente


colectivo correcto para manifestar y aportar libremente, tales actitudes
mencionadas anteriormente, una vez conocidas, no deben ser admitidas bajo
ningún concepto. Debido a la gran carga de tareas y funciones, no corresponde
al colectivo invertir sus energías y su material humano en ponerse a investigar
las razones de los comportamientos y actitudes nefastas de un sujeto que se ha
mostrado poco productivo en sus deberes, no compete a la organización
investigar por él de dónde nacen sus presuntos problemas familiares, laborales
o emocionales. El colectivo solo puede tratar de ayudar a dicha persona cuando
ella, que es la principal interesada, haya hecho un esfuerzo por averiguar
previamente las razones que le hacen ser así y las exponga a sus compañeros
con honestidad, en cuyo caso el partido podrá prestar su apoyo debidamente
para corregirse, pero es inconcebible que las reuniones del presunto partido
marxista-leninista se conviertan en una sala de terapia emocional para personas
psicológicamente inestables, los cuales muchas veces utilizan la política para
evadirse de su vida personal o simplemente para intentar cumplir con su
ansiado deseo de pertenencia a un grupo. De consentir este tipo de perfiles y
actitudes, el partido estaría no solo descuidando sus funciones y consintiendo a
un indigno militante, sino también seguramente, desatendiendo a los
compañeros que realmente necesiten la ayuda del partido en el ámbito
económico o emocional.

El militante marxista-leninista debe mantener una relación sana en ambos


campos ya que siempre estarán interconectados. En muchas ocasiones hay

726
sujetos que no logran sobreponerse a sus problemas personales ni siquiera con
la ayuda de sus compañeros, su desánimo, desmoralización y apatía acaban o
acabarán afectando al colectivo. Si ese elemento no comprende que sus
problemas personales están interfiriendo seriamente en sus obligaciones
políticas, si no entiende que ha adquirido un compromiso y no puede dejar en la
estacada a los compañeros cuando guste, ese sujeto debe de ser delegado a un
puesto auxiliar o ser directamente expulsado del grupo si no da muestras de
estar dispuesto a cambiar. El propio Marx fue descrito por Mehring como
alguien que jamás permitió que sus «miserias privadas» eclipsaran los «deberes
problemas de la humanidad».

Por el lado contrario, a la hora de tratar con las dudas y cuestiones, también es
fácil encontrarse con sujetos muy activos, incluso con algunos que abusan de la
paciencia de los compañeros y no entienden este rol colectivo de autoeducación.
Aquí también ha de tenerse en cuenta ciertas directrices. El sujeto que pregunta,
por supuesto, siempre debe de hacerlo sin miedo, exponiendo con detalle su
conocimiento sobre el tema y las dudas o reticencias que la cuestión le plantea.
Algunos acostumbrar a lanzar preguntas generales y abstractas, sin concretizar
y sin haber reflexionado previamente ellos mismos en un tema que seguramente
podrían haberlo solucionado ellos solos. Con ello esperan obtener una rápida
respuesta, una receta para cada tema. Sin duda una actitud muy común pero
que demuestra que el sujeto es muy poco operativo y resolutivo, lo que significa
caer en el seguidismo. Permitir esto es mal acostumbrar a los compañeros, que
seguirán siendo dependientes de terceros. Por tanto, la cronología a seguir, debe
ser que uno expone su posición detalladamente, el compañero le da su visión o
la completa y/o matiza. A partir de entonces, el sujeto que andaba con dudas
debe tomar en cuenta los comentarios del compañero, aceptar su desarrollo
demostrando haberlo entendido o «batirse contra él» argumentando en ciertos
aspectos.

Hay que adaptarse a las cualidades de cada uno, aprovecharlas para hacerle
crecer como militante y si es posible como dirigente; no desechar a la gente
como inútil sin más, ni tampoco otorgar puestos para los que el individuo aún
no está preparado, pues repercutiría negativamente tanto para el partido como
para quien lo desempeña. Los grupos marxista-leninistas franceses de los 80
criticaban la idea tan impregnada en el maoísmo de que todo militante debe de
aprender a hacer de todo. Esto claramente es una idea fantasmagórica, que
desperdicia energía y cualidades. Ciertamente, aunque es cierto que debemos
esforzarnos en cubrir cuantas más facetas mejor, tener unos conocimientos
mínimos, pero si se sigue esa máxima hasta sus últimas consecuencias, seremos
como dice el refranero: «aprendices de todo y maestros de nada», reflejándose a
su vez en una mediocridad a nivel general. Claro que hay que estimular a que
el marxista-leninista salga de su zona de confort, pero no podemos pretender
que uno sea igual de experto en arte, economía, historia, filosofía, etc. No es lo
mismo un escritor que sabe polemizar que un orador que es especialista en
exponer pero no a polemizar. No es lo mismo un tesorero o el responsable de
distribuir los recursos y materiales del partido, que un organizador y
distribuidor de cuadros que debe de tener una especial sensibilidad y
habilidades sociales para conocer los pros y contras de las personas a su cargo.

727
Este tipo de cuestiones son importantísimas al desarrollarnos en una sociedad
donde la burguesía trata por todos los medios de desviarnos en cuanto al plano
organizativo e ideológico. No hace falta insistir en las ideas mojigatas de los
«antiautoritarios» que ponen en tela de juicio el modelo de partido bolchevique.
Los propios bolcheviques confesaron y recordaron una y otra vez a los
revolucionarios de todo el mundo que sin dicha unidad monolítica ideológica y
de acción no hubieran ni tomado el poder en 1917 ni ganado la Guerra Civil de
1918-1921. Todo lo demás es palabrería.

Por último, ¿qué personalidad debe de tener un comunista? ¿Qué influencia


tiene en el grupo comunista?

Sabemos de sobra los condicionantes que pueden llevar a un elemento


autodenominado comunista a desviarse de lo que presuntamente dice defender
–como la presión ideológica que se irradia desde la superestructura burguesa o
el no haberse despegado de las costumbres arraigadas en otras militancias
previas–. Pero... ¿qué personalidad se espera de un comunista? Estamos
hablando de los rasgos personales que forjan a cada uno como sujeto, y que
luego tienen transcendencia en el trabajo de grupo. Entendemos que un
comunista debe caracterizarse por su honestidad hacia los camaradas –en sus
defectos, en sus pretensiones, en sus tareas realizadas o no realizadas–; por su
dedicación a la causa como mejor pueda aportar –demostrando verdadero
compromiso y pasión–; por su autocontrol emocional –no dejándose vencer
ante el primer escollo de la vida–; por lograr una disciplina en el trabajo y el
estudio –siendo puntual, detallista, creativo, curioso–; y su estilo de vida –sano
de cuerpo y mente–. Por consiguiente, dentro de la imperfección debe ser
ejemplar, o lo más cercano posible. Por tanto, para que estos defectos arriba
enumerados no se reproduzcan es menester que el comunista adquiera poco a
poco estas cualidades, o insistimos, que en medida de sus posibilidades se
acerque a esto. Estamos hablando sin rodeos de los defectos personales, los
cuales inciden en el desempeño del trabajo grupal comunista. Ya que alguien
pesimista o demasiado optimista nunca va a medir la realidad tal y como es y no
puede solucionar ningún problema que le salga al paso; alguien desorganizado
nunca va a ordenar como debería las cosas procurando ahorrar tiempo, incluso
va a hacer perder tiempo y energías al grupo con sus rutinas y manías; alguien
descuidado, que no planifica nada cuando tiene una tarea por delante, está
planificando su fracaso y seguramente el nuestro; alguien que deje sus tareas
encomendadas por líos sexuales esporádicos, muy seguramente vendería a su
madre por un plato de lentejas y no es de confiar; alguien que tiene el ego por
las nubes y no asume la autocrítica, pese a sus cualidades positivas, nunca va a
mejorar porque cree que reconocer un error suyo es peor que la muerte; alguien
que desprecie el estudio va a ser un ignorante y juguete en manos del primer
demagogo revisionista, abandonando a la primera ocasión, incluso siendo
posible que pronto venga a intentar vendernos su mercancía revisionista;
alguien zángano que le de pereza ganarse el pan con su sudor, no puede
mantener cualquier otro tipo de disciplina y mucho menos una partidista;
alguien que no pretenda tener independencia en su vida personal: económica,
psicológica o de valores propios, nunca va a ser autónomo, y va a desarrollar
rasgos seguidistas y dependientes hacia los camaradas también en las decisiones
políticas; alguien que no es capaz de cuidar su salud, que sabe perfectamente
que afecta a sus facultades mentales, refleja que teme el esfuerzo, ¿cómo pedirle

728
entonces la asignación de cualquier tarea de responsabilidad? Y así podríamos
seguir.

Muchos de estos rasgos, en caso de ser pronunciados, y sobre todo de sumar


varios de ellos y muchos otros que existen, significa que, quiérase o no, no se
está listo para asumir un puesto como comunista, y siempre va a reproducir
tarde o temprano problemas ideológicos, psicológicos, emocionales, de salud,
que van a repercutir en sus aptitudes y actitudes como presunto comunista. Por
ello hay que llamar la atención a la solidaridad y comprensión mutua en los
rasgos de cada camarada, para explotar sus virtudes y ayudar a superar sus
defectos, pero siempre que el sujeto responda con honestidad y compromiso.
Sin olvidar tampoco, que esta presión colectiva no puede ser el vehículo
principal sino un complemento para su crecimiento, siendo la autodisciplina el
factor decisivo.

Si nos llamamos comunistas, tomemos la causa de la emancipación social con la


seriedad que la tomaron nuestros referentes.

El comunista que realmente esté convencido de su propósito tanto racional


como emocionalmente, sabe que del resultado de su trabajo quizás no llegue a
ver recogido todos los frutos que ansía, quizás no llegue nunca a ver la
revolución en su tierra, pero al expirar su último aliento debe estar convencido
de que ha allanado el camino a las próximas generaciones. Debe finalizar su vida
convencido de que ha hecho todo lo posible en medida de sus posibilidades.

729
IX

Comparativas entre el PCE (m-l) de 1964-1985


revolucionario y el PCE (m-l) refundado en 2006

[Nota: Esta introducción es de 2016, ha sido reformulada en parte para 2020


para poner en contexto al lector sobre el PCE (m-l) actual].

Que no se preocupen más los gerifaltes oportunistas del actual Partido


Comunista de España (marxista-leninista), refundado en 2006 por el renegado
Raúl Marco y palmeros, ya tenemos en nuestras manos las obras de Elena
Ódena y el viejo PCE (m-l) para poder rescatar las mejores y que el público las
disfrute conocimiento su pasado revolucionario.

El estudio de lo que fue en su momento el Partido Comunista de España


(marxista-leninista), y de su figura de referencia, Elena Ódena, es una tarea
necesaria que ha sido dejada en el tintero por los que actualmente se
autoproclaman marxista-leninistas y actúan bajo unas siglas como las del PCE
(m-l) que ya no les pertenecen.

Si bien al principio de su desaparición en 1986, los escritos de Elena Ódena


abundaban en las publicaciones del PCE (m-l), al final de la década dichos
escritos fueron desapareciendo paulatinamente de las publicaciones, ya que
entraban en contradicción con la nueva política, siendo un icono del que poco o
nada se sabía en realidad –solo hay que charlar un rato con alguien de las
actuales juventudes del PCE (m-l) para darse cuenta de ello–.

Tras la forzosa autodisolución del PCE (m-l) ejecutada por la facción de Chivite
en 1992, las dos corrientes internas revisionistas que habían llevado al
atolladero al partido bajo su dirección –la de Raúl Marco de 1985-1991 y la de
Chivite de 1991-1992– pese a tener un evidente archivo de documentación, no
han tenido la decencia de proporcionarnos obras escritas de Elena Ódena ni de
los congresos del PCE (m-l) de aquella época –pese a nuestro intento de
ponernos en contacto con sus medios oficiales, militantes y simpatizantes para
facilitarnos tales obras–, por lo que ya nos hemos encargado nosotros por otros
medios de conseguir ediciones físicas del Tomo I y II de sus «Escritos políticos»
editados en 1986, como de sus «Escritos sobre la transición», otra recopilación
editada de 1986, así como todos los congresos del viejo PCE (m-l) de 1964-1992,
más diversos documentos de «Vanguardia Obrera», «Revolución Española»,
«Acción», «Teoría y práctica» y muchos otros documentos que mostramos y
utilizamos para exponer sus vergüenzas.

Poco después del descalabro del PCE (m-l) en 1992, la facción de Raúl Marco
refundó en 2006 un nuevo partido que dijo que heredaba las siglas del PCE (m-
l). Dicha organización, pese autoproclamarse heredera de la anterior, solo ha
empezado a publicar cosas de Elena Ódena después de nuestra denuncia de
2016. Hasta entonces había estado diez años, de 2006 a 2016, sin publicar más
que contados breves extractos en su pequeña revista online, un bagaje patético
sin dudas, que contradice su discurso.

730
Ya que no han tenido las ganas ni la preocupación de promover las obras
teóricas de esta revolucionaria y marxista-leninista, desde el Equipo de Bitácora
(M-L) nos encargaremos de tal menester en cuanto saquemos a la luz las
reediciones y otras obras que están en cola.

La paulatina publicación de las obras de Elena Ódena servirá para conocer un


poco más la situación mundial y en especial de España de los sesenta, setenta y
ochenta. Y de paso, servirá para desenmascarar a los jefes del actual PCE (m-l)
que en más de diez años no han sacado nada de ella. Hablamos de los jefes
oportunistas como Raúl Marco o Joan Sureda, unos falsos idólatras de Elena
Ódena que llevan años usando la imagen y el pasado revolucionario de dicha
figura.

Tras la muerte de Ódena en 1985, el grupo de Raúl Marco y el grupo de Manuel


Chivite cambiaron paulatinamente al PCE (m-l) hasta hacerlo degenerar,
acuñaron tesis que conciliaban en el interior con unos métodos de organización
y proclamas socialdemócratas. A ello le sumaron en el plano nacional alianzas
sin principios como la contraída con el brézhnevista Partido Comunista de los
Pueblos de España (PCPE). Y en el exterior, con una rehabilitación de corrientes
como el revisionismo cubano, hasta verse envueltos en unas contradicciones que
les llevaría a una crisis interna. Allí las fracciones que se cristalizaron «se
tiraron los trastos a la cabeza»: el grupo de Raúl Marco intentaría plantear una
fusión con el PCPE y negar asumir los errores de los últimos años que habían
debilitado al partido hasta la completa extenuación, una lucha interna donde el
grupo de Manuel Chivite aprovechaba los errores y sus consecuencias –en las
cuales también habían sido partícipe– para negar los pocos axiomas básicos que
mantenían ya el partido proponiendo abandonar el concepto de partido de
vanguardia y planteando en cambio una vía basada en el multipartidismo en el
socialismo, animando a explotar unas nuevas pautas sindicales, permanencia y
participación en la Unión Europea, conceptos de partido más flexibles llegando
a plantear el entrismo en Izquierda Unida (IU) bajo justificaciones de que era el
contexto político adecuado. Con el triunfo de Chivite y sus acólitos, se celebraría
el infausto VIº Congreso de 1991, donde pese a jurar no ser socialdemócratas,
las tesis liquidacionistas lo confirmaron en 1992 con la autodisolución de la
organización. Pero no nos engañemos, el grupo de Chivite era liquidador como
se demostró, en efecto, pero el grupo de Marco también lo era, de hecho había
ido llevando a la liquidación del partido desde 1985 de forma agonizante,
desperdiciando el prestigio ganado con razón por el PCE (m-l). Su mala praxis
condujo al abandono y desmoralización de la militancia, las propias propuestas
de Raúl Marco de liquidar el PCE (m-l) fusionándose junto a los revisionistas
brézhnevistas del PCPE fue la gota que colmó el vaso; y así bajo dicha política
liquidacionista progresiva perdió el partido en favor de unos liquidacionistas
meteóricos como Chivite y compañía, que en un abrir y cerrar de ojos cogieron
un cuerpo enfermo para terminar de hacerlo morir. Algunos defensores de Raúl
Marco aludieron que no era cierto que quisiera fusionarse o disolverse en el
PCPE, pero cuando Raúl Marco refundó, o mejor dicho creó su propio PCE (m-l)
en 2006, de nuevo volvió a intentar fusionarse con el ultraoportunista PCPE, lo
que históricamente aleja cualquier duda de sus verdaderas intenciones
liquidacionistas en 1989, e indica que para él lo prioritario ha sido siempre
hacer piña con sus amigos brézhnevistas, bien como aliados o bien como
camaradas de partido.

731
A partir de ahí, en los 90 los deshechos del grupo de Chivite naufragarían sin
rumbo fijo. Por otro lado, el grupo de Raúl Marco creó su plataforma ideológica,
Octubre, donde en 1995 acusó al Partido del Trabajo de Albania (PTA) de
arrogancia y nacionalismo estrecho, de ser el responsable de la degeneración del
movimiento internacional, pese a que el PCE (m-l) había pasado de ser crítico
con los defectos del movimiento durante 1981-1985 a pasar en silencio o apoyar
las desviaciones del movimiento marxista-leninista durante 1986-1991.

Esta debacle a inicios de los 90 abrió el paso para que algunas organizaciones
revisionistas supervivientes empezaran a crear en la mentalidad colectiva de los
revolucionarios diversas historias sobre la lucha antifranquista, borrando la
historia y presencia del PCE (m-l) o distorsionando su línea. Incluso algunos
llegaron a autoproclamándose en sus documentos como los «únicos luchadores
contra la maniobra de la transición en la historia reciente», como fue el caso del
maoísta-brézhnevista Partido Comunista de España (Reconstituido). Por
supuesto la desaparición oficial en 1992 del PCE (m-l), el único grupo que había
combatido al maoísmo desde posiciones revolucionarias, hizo que en España se
diera un repunte del maoísmo a través del PCE (r) y otros grupos en las
próximas décadas, volviendo a pasar el movimiento revolucionario por una
enfermedad que se creía ya superada.

Raúl Marco impulsó en 2006 la «refundación» del PCE (m-l) basándose en la


rehabilitación del revisionismo interno y externo como ya había hecho a finales
de los años 80, desde entonces hace uso de la figura de Elena Ódena como
medio para intentar mitigar las críticas hacia su vergonzante política actual, lo
cual es imposible, pues esta actitud hipócrita solo causa la rabia de los
militantes o simpatizantes del viejo y verdadero PCE (m-l) de 1964-1985. El
nuevo PCE (m-l) ingresó en la CIPOML, una internacional heredera de los viejos
partidos liderados por las dirigencias que habían hecho degenerar a los antiguos
partidos marxista-leninistas de finales de los 80 y que de hecho habían
realizado un seguidismo a las políticas desviacionistas del PTA durante todos
esos años.

Aprovechando el vacío que quedó, algunos oportunistas de nuevo cuño como la


secta lumpen de Reconstrucción Comunista (RC), han intentado adueñarse del
legado del viejo PCE (m-l) y de la figura de Elena Ódena, pero al igual que
Marco y Chivite, pisotean los principios que Ódena defendía, se alían con los
mismos partidos en el interior y apoyan a los gobiernos y corrientes
imperialistas y oportunistas que Ódena fustigaba. Se dedican al igual que los
«veteranos dirigentes» del refundado PCE (m-l) a realizar campañas formales
de reivindicación de unas siglas y figuras, quedando sus intentos de reclamar tal
legado en un acto propagandístico que ignora que una figura así no es legado
individualizable sino del colectivo, y desde luego nunca podrá ser propiedad de
los que traicionan sus principios.

¿Por qué decimos todo esto? Comparemos el viejo PCE (m-l) de Elena Ódena
con el actual PCE (m-l) de Raúl Marco en unas cuantas cuestiones de peso.

De nuevo la importancia del concepto de «partido» en el siglo XXI

732
Ya analizamos las causas de la degeneración del Partido Comunista de España
(marxista-leninista) durante los años 80. Véase el capítulo: «El PCE (m-l)... de
querer ser un «partido bolchevique» a emular a un «partido menchevique»
(1986-1992)» de 2020.

El origen del nuevo PCE (m-l) de 2006

Tras la disolución oficial del PCE (m-l) en 1992, diversos grupos y líderes –que
no nos engañemos, habían sido los causantes de la degeneración del partido
desde mediados de los 80– fueron entablando relaciones a finales del siglo XX
para dar pie a un nuevo proyecto:

«El 10 de febrero de 2002 se han reunido en Madrid representantes de la


Organización Comunista de Octubre, de la Juventud Comunista del País
Valenciano, Dissidencies y la O.C. 27 de septiembre, a objeto de dar
cumplimiento al acuerdo de avanzar hacia la unidad de las organizaciones
comunistas». (La Chispa; Órgano del Comité Estatal de las Organizaciones
Comunistas (CEOC), junio, 2002)

Según diversos testigos, algunos de los elementos inocentes de varias de las


organizaciones del Comité Estatal de Organizaciones Comunistas (CEOC) que
daría pie luego a refundar el PCE (m-l), plantearon ciertas discordias a resolver.
Uno. Se exigía realizar una autocrítica de lo que había sido el PCE (m-l) y su
fracaso, cosa que el grupo de Raúl Marco nunca hizo. Dos. Se negaban a aceptar
la entrada de grupos como el PCPE como proponía el grupo de Raúl Marco, ya
que era un partido revisionista brezhnevista que jamás había renegado de sus
orígenes.

Según cuenta otro oportunista, el Pepe Avilés, el grupo de Raúl Marco aunque
en principio reconoció estos puntos, luego los rechazó, y muchos cesaron en tal
reclamación bajo la estúpida presión de «no romper el espíritu de unidad del
partido». La refundación, fue en palabras de algunos un cómico «congreso de
aplausos», donde no se hizo ninguna autocritica del pasado. El triunfo total del
grupo de Marco es palpable por dos razones. Primero basta observar que el
nombre del periódico del nuevo PCE (m-l) era Octubre, el nombre su propia
organización, ninguneando al resto de grupos. Segundo, el nuevo PCE (m-l)
trató de acercarse de nuevo intento de acercarse al PCPE, justo como Raúl
Marco había intentado a finales de los 80.

Sin duda había que ser muy cándido para replantearse plantearse fundar un
nuevo partido o refundar un PCE (m-l) revolucionario bajo los mismos
individuos que le habían llevado a la ruina, mucho más dejándose chantajear
con la acusación de «divisores» del movimiento obrero sino aceptaban tales
despropósitos. Pero buenos estamos hablando de gente como Avilés, que como
buen maoísta, siempre ha puesto por encima de lo ideológico la unidad formal,
tratando luego que la lucha de líneas le diese el poder con el tiempo, aunque
esta vez no fue así para él y tuvo que huir de nuevo y cobijarse en una parodia
que representa el republicanismo burgués como REM.

Raúl Marco siempre ha hablado mucho de los «traidores» sin principios y


«liquidacionistas» del grupo de Chivite que le apartaron de la dirección del viejo

733
PCE (m-l) en 1991, pero nunca ha hecho una radiografía completa de las razones
por las que el PCE (m-l) descendió hasta ser un partido marginal a finales de los
80, ni habla de las distorsiones ideológicas que en conjunto con Chivite
introdujo en el partido durante 1986-1991: rehabilitando al castrismo o loando a
líderes socialdemócratas como Tierno Galván antes criticados fuertemente,
colaborando con renegados como Lorenzo Peña que habían insultado al partido,
aliándose con la dirección del PCPE hasta el punto de conformar una coalición
electoral con este grupo marginal revisionista en 1989, apoyando a Ramiz Alia a
cada paso durante años, llegando hasta el punto vergonzoso de publicitar sus
reformas ultraliberales de 1990 … y podríamos seguir.

Los «planteamientos unitarios, sin apriorismos»

Lo curioso es que con esas acciones y estas nuevas tesis del grupo Octubre –que
exoneraban al revisionismo de su responsabilidad–, él mismo estaba
sosteniendo la bandera del liquidacionismo, ayudando a mantener el estado de
confusión en que se había sumido el movimiento marxista-leninista.

La forma en que se planteaba todo daba a entender que era una repetición de los
mimos errores. Lo primero que llama la atención sobre el concepto de partido
de estos líderes, son las teorías claudicadoras y conciliadoras hacia el
revisionismo, en especial del grupo Octubre, que estaba dirigido por Raúl
Marco. En sus memorias cita un boletín de su organización:

«Las circunstancias nos exigen encontrar y saber aplicar medidas para


desarrollar la lucha contra la reacción, la burguesía y el imperialismo. (...) La
búsqueda de terrenos o planteamientos unitarios, sin apriorismos... es
urgente». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el
FRAP, 2018)

Este discurso es el mismo que a principios de los 90 entonaron todos los


oportunistas en coro. Si observamos el declive y degeneración del Partido
Comunista de Brasil (PCdoB), observaremos que su Secretario General repetía
en la línea de Raúl Marco un discurso similar:

«Si hacemos una síntesis, concluimos que las fuerzas que están organizadas
contra el revisionismo están débilmente desarrolladas. (...) También han
cometido errores. Hoy en día, tenemos que enfrentar el problema de la unidad
del movimiento obrero desde otro ángulo. Estamos en un período de
transición. (...) debemos aprender a actuar a favor de la unidad de los
trabajadores del mundo. No sería correcto adoptar las posiciones anteriores
sin considerar los cambios que tuvieron lugar. Sufrimos una derrota histórica.
Deberíamos encontrar las medidas concretas a través de las cuales podamos
construir la unidad del proletariado. (...) Frente a la nueva situación –la
desaparición del socialimperialismo soviético–, los partidos que habían
seguido al PCUS han estado haciendo ciertas reevaluaciones en lo que respecta
a los aspectos ideológicos. ¿Cómo deberíamos lidiar con esta pregunta? (...) No
podemos hablar de la unidad de la clase obrera sin considerar que los partidos
que siguieron al PCUS incluyen muchos grupos de militantes que no podemos
acusar indiscriminadamente de oportunismo. (...) Creemos que deberíamos

734
buscar contactos con esos partidos». (João Amazonas; Por la unidad del
movimiento comunista, 11 de febrero de 1992)

Bajo tales excusas se rehabilitó a los partidos que habían apoyado al


revisionismo soviético y se propuso la unidad con ellos alegando que no podía
considerarse oportunistas porque habían reflexionado sobre ciertas cosas –en
realidad ninguno de estos grupos hizo ninguna autocrítica apreciable ni en esa
época ni en el futuro–, y de ahí se pasó también a rehabilitar a muchos
gobiernos revisionistas –Cuba, Corea del Norte, China–. Obviamente esto no
hizo que el PCdoB avanzase en influencia o militancia, se convirtió
definitivamente en un apéndice del Partido del Trabajadores (PT) de Lula.

Como dijimos:

«Cuando Lenin planteaba la discusión para fijar su línea y programa político


jamás lo hizo con la idea de unir bajo él y su partido a todas las corrientes
reinantes, sino para pulir y demarcar las líneas divisorias entre marxismo por
un lado, y el revisionismo del marxismo –fuera este para acabar en el
premarxismo, el anarquismo, el liberalismo o el reformismo–». (Equipo de
Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre marxista-leninistas y la unión
ecléctica de pretendidos o simpatizantes de dicha doctrina, 2013)

Esto queda bastante claro mirando cualquiera de sus obras:

«Como hemos dicho, la unidad ideológica de los socialdemócratas rusos está


aún por crear, y para ello es, en nuestra opinión, necesario tener una discusión
abierta y global de las cuestiones fundamentales de principios y tácticas
planteadas por los «economistas», bernsteinianos y «críticos» de hoy en día.
Antes de que podamos unir, y con el fin de que podamos unirnos, debemos en
primer lugar, trazar líneas firmes y definidas de demarcación. De lo contrario,
nuestra unidad será puramente ficticia, la cual ocultará la confusión reinante,
por ello es necesario aglutinarnos para su eliminación radical. Es
comprensible, por tanto, que no tenemos la intención de hacer nuestra
publicación un mero almacén de diversos puntos de vista. Por el contrario,
vamos a llevar a cabo esta labor en el espíritu de la tendencia estrictamente
definida anteriormente. Esta tendencia puede ser expresada por la palabra
marxismo, y no hace falta añadir que defendemos el desarrollo coherente de
las ideas de Marx y Engels y enfáticamente rechazamos las equivocadas,
imprecisas, y oportunistas «correcciones» que Eduard Bernstein, Peter Struve,
y muchos otros han puesto de moda». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Declaración del Consejo de Redacción de Iskra, 1900)

Por ello, cuando se rechaza tal visión, se incurre en que:

«A la hora de crear un partido político, el deseo que nace en una persona o


grupo de querer alzar la bandera de la dichosa «unión» con otros elementos
que tienen evidentes contradicciones ideológicas, normalmente va unido al
deseo de aglutinar en un mismo seno a personas que aceptan su discurso sin
hacer preguntas ni poner peros, y utilizar a estos aduladores o
sentimentalistas para imponer sobre otros grupos e individuos su línea
general bajo la bandera de la unidad, ello pese a ser conscientes de las

735
discrepancias existentes no están resueltas pero bajo la falsa creencia de que la
cantidad hace la fuerza, lo que finalmente, y hablando de un partido, crearía
una camarilla sobre el partido, pero jamás una unidad. También, podría
ocurrir que se rebajen las exigencias mínimas para que los oportunistas
acepten formalmente una misma línea, lo que crearía una organización
ecléctica abierta a cualquier elemento, pero crearía contradicciones
irresolubles en lo ideológico.

En ambos casos expresados de ejecución oportunista de un partido, la


organización debido a su eclecticismo nadará en un mar de contradicciones
donde muchas veces no se pondrán sus miembros de acuerdo tanto en
objetivos cercanos; como tomar el poder –por ver diferentes maneras de
ejecutar la acción, ver diferentes fuerzas motrices o aliados–, como en los
objetivos lejanos; como implantar el socialismo –por ver diferentes tipos de
socialismo o medios para llegar a este–. Lo mismo que estamos diciendo para
el partido, podría decirse para cualquier tipo de coordinación que pretenda
realizarse: de tales intentos saldrían las mismas consecuencias a causa de su
electicismo ideológico». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad
entre marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes
de dicha doctrina, 2013)

Ahí radica la importancia de demarcar seriamente las limitaciones de las


doctrinas del revisionismo moderno como paradigma a tomar en nuestro
pensamiento, aunque sean sólo esbozos:

«Una actitud «tolerante» hacia dichas desviaciones teóricas hace que lograr la
genuina bolchevización sea algo imposible. El dominio de la teoría del
leninismo es esencial para lograr el éxito de la bolchevización de los partidos».
(Internacional Comunista; Tesis sobre la bolchevización de los partidos
comunistas adoptadas en el Vº Pleno de la Comisión Ejecutiva del Comité
Central de la IC, 1925)

La visión ecléctica y «tolerante» hacia otras organizaciones maoístas y


jruschovistas, ha llevado al PCE (m-l) desde su fundación a crear alianzas
oportunistas, y a plantear unificaciones con estos grupos. Véase el
capítulo: «¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y
de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?» de 2020.

«Ninguna organización tiene la verdad absoluta»

«Años antes, en pleno debate con otros partidos, afirmamos, y hoy, años
después, mantenemos que: «Ningún partido puede pretender seriamente tener
todas las verdades, la verdad absoluta. Esa actitud conlleva un
empecinamiento nefasto y hasta reaccionario». (Raúl Marco; Ráfagas y
retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

Si tomamos al marxismo-leninismo como una ciencia, la famosa idea


revisionista que mantiene Raúl Marco sobre que «Ningún partido puede
pretender seriamente tener todas las verdades, la verdad absoluta», reafirma un
relativismo sobre la comprensión del marxismo, sobre su conocimiento sobre
muchas cuestiones de peso. Esto supone plantear indirectamente la necia idea

736
de que los diferentes grupos revisionistas de hoy, estarían en capacidad de estar
en posesión de la verdad objetiva sobre «algunas» cuestiones fundamentales
desde una óptica marxista, lo cual es una broma de mal gusto, no solo porque el
revisionismo de estas organizaciones se base precisamente en la distorsión del
marxismo, sino porque en los pocos puntos donde las direcciones revisionistas
aciertan a plantear una cuestión desde los axiomas marxistas, lo hacen sin un
conocimiento profundo del tema, por seguidismo a los clásicos o terceros,
cuando no por mero azar, lo cual tampoco es válido para asumir el puesto de
vanguardia, porque no hay una mínima comprensión global de los pilares
básicos de la doctrina, y por ende, del mundo que les rodea. Mucho más ridícula
es plantear esta presunta «comprensión del marxismo» de los grupos
revisionistas con el ridículo nivel de formación de dichos líderes, que
normalmente resuelven su posición sobre diversos temas por lo que diga la
mayoría del mundillo revisionista, sin preocuparse de investigar y fundamentar
sus posiciones, cuando no creando nuevas teorías a cual más esperpéntica. Se
entiende entonces, que:

«La dialéctica –como ya explicaba Hegel– comprende el elemento del


relativismo, de la negación, del escepticismo, pero no se reduce al relativismo.
La dialéctica materialista de Marx y Engels comprende ciertamente el
relativismo, pero no se reduce a él, es decir, reconoce la relatividad de todos
nuestros conocimientos, no en el sentido de la negación de la verdad objetiva,
sino en el sentido de la condicionalidad histórica de los límites de la
aproximación de nuestros conocimientos a esta verdad. (...) En realidad, el
único planteamiento teóricamente justo de la cuestión del relativismo es el
hecho por la dialéctica materialista de Marx y de Engels, y el desconocer ésta
conducirá indefectiblemente del relativismo al idealismo filosófico». (Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1908)

Por consiguiente, los líderes del PCE (m-l) deberían reconocer su total
desconocimiento del materialismo dialéctico e histórico como para asumir la
tarea de aspirar a ser vanguardia del movimiento proletario. Deberían confesar
como ya hicieran otros jefes revisionistas como Anguita, que hace tiempo que no
aspiran al comunismo, sino a un humanismo de rostro socialdemócrata.

Ante los que acusan de tal visión de tomar al marxismo como ciencia como
una «postura dogmática», dejemos que Lenin responda nuevo:

«Bogdánov escribe y subraya: «El marxismo consecuente no admite una tal


dogmática y una tal estática «como son las verdades eternas
(Empiriomonismo, libro III, pág. IX). Esto es un embrollo. Si el mundo es –
como piensan los marxistas– la materia en movimiento y desarrollo
perpetuos, que es reflejada por la conciencia humana en desarrollo, ¿qué tiene
que hacer aquí la «estática»? No se trata, en modo alguno, de la esencia
inmutable de las cosas, ni se trata de una conciencia inmutable, sino de la
correspondencia entre la conciencia que refleja la naturaleza y la naturaleza
reflejada por la conciencia. En esta cuestión –y solamente en esta cuestión–, el
término «dogmática» tiene un característico sabor filosófico especial: es la
palabreja preferida de los idealistas y agnósticos contra los materialistas».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1908)

737
Todos los revisionistas hablan del partido comunista, pero todos
portan una caricatura del mismo

Pensamos que junto con la tendencia a rebajar las exigencias ideológicas del
partido, existe otro problema fundamental. Hoy, estamos acostumbrados a que
los revisionistas utilicen la palabra «partido» con mucha soltura, pero no tienen
ni idea de lo que eso significa. Las características de una organización
revisionista distan bastante de lo que concebimos los marxista-leninistas:

«Los marxista-leninistas a diferencia de los oportunistas, tenemos que tener


siempre claro que solo podemos hablar de unidad en base a principios
ideológicos, si los marxistas olvidamos tal axioma a la hora de reclutar
militantes o de entablar relaciones con otras organizaciones, si hablan sin más
de «unidad» ignorando o plegándose a conceptos, teorías y prácticas
revisionistas, se naufragará de inmediato como ocurre con RC en un mar de
compadrazgo, sentimentalismo y seguidismo sobre diversos movimientos
revisionistas, que destruirán su credibilidad, y más importante aún; se estará
contribuyendo a seguir dando cancha y alimentar el revisionismo. (...) No
construir el partido marxista-leninista sobre el centralismo democrático, es
animar a que la organización sea usurpada por sentimentalistas, oportunistas
o provocadores. (...) Una de las tácticas históricas de los revisionistas para
negar el centralismo democrático, y sus normas, ha sido este mismo fenómeno
de evasión de responsabilidades de la dirección bajo la excusa de que es
«exceso de democracia» e incluso una «desviación burócrata» con el fin de
evitar rendir cuentas regularmente a la militancia para que pueda ser
criticada. (...) Si el liderazgo no rinde cuentas, ni desde la aletargada
militancia se piden responsabilidades, la degeneración y el colapso de la
organización llega por sí solo. Esto lo estamos viendo día a día en este tipo de
organizaciones. (...) Lo primero es que el carácter de miembros que reclutan
dista bastante de ser miembros de la clase obrera ni que alberguen su moral.
Lo segundo es que no hay un criterio selectivo a la hora de reclutar miembros
sino que se recluta para engordar las filas. Y tercero que los miembros de la
organización no dedican todo su tiempo a cuestiones de la lucha de clases sino
a idioteces como hacer memes y postureo en redes sociales, a irse de fiesta,
montar broncas y demás fenómenos comunes en la vida de gente de este tipo.
(...) ¿Realiza dicha organización algún tipo de política de masas en frentes?
¡Sí, por supuesto! Participan en aquellos «frentes de masas» donde solo
militan sus propios militantes (¿?). (...) Básicamente a que cada Comité
Regional, e incluso dentro de ellos, cada célula «barra para su parcela», es un
reflejo del individualismo pequeño burgués, muchas veces estas
organizaciones de un partido actúan como los círculos de organizaciones no
partidistas que compiten entre sí, la vocación de sus líderes por buscar
reconocimiento e independencia de las directrices superiores con las que no
concuerdan recuerda al espíritu de las sectas políticas. Bajo esta estructura
gremial, la constitución del partido comunista como tal es imposible. (...)
Siempre hemos criticado esas actitudes triunfalistas de creer que por tener
unas pocas células con militantes y unos pocos simpatizantes se puede
autocalificar a la organización como partido o se puede considerar que es una
organización con influencias y consolidada, ya que esta forma de pensar irreal
lleva a la autocomplacencia y a mundos de fantasía, cuando la propia realidad
de medios materiales y humanos te dice que sigue habiendo mucho trabajo que

738
hacer. Siempre se ha de partir de la realidad y a partir de ahí ir proponiéndose
objetivos realistas, «no poner el carro delante de los caballos», cuando una
organización por motivos de orgullo se niega a reconocer su debilidad y a
aceptar humildemente los puntos en que deben mejorar, de ahí salen estos
ejemplos como la creación de células fantasma o endebles destinadas a
fracasar». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción
Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

El perfil medio de los militantes

Estas descripciones hacen bastante justicia al PCE (m-l) de la actualidad, pero


no podemos aplicar todos los epítetos a dos organizaciones tan dispares como
RC y el PCE (m-l), sobre todo en el tema de la militancia. Y es que el perfil en
que se fija cada dirección para reclutar «savia nueva» y para mantener su
chiringuito a flote, es bien distinto. Mientras desde RC se fijan en jóvenes
lumpenizados o de clase alta que buscan una nueva y excitante aventura
ideológica; desde el PCE (m-l) explotan las siglas del mismo y la historia
antifranquista que arrastra, por tanto, en este el perfil suele responder a la
intención de atraer a viejos exmilitantes del PCE (m-l) o republicanos de
avanzada edad, a familiares jóvenes seducidos por la épica historia real o ficticia
de sus familiares. Sin olvidar la agitación en los frentes republicanos donde
tratan de engatusar a personas de edad prematura, y aunque puede que la
juventud en este actual PCE (m-l) no ocupe un rol tan determinante como en
otras organizaciones como RC o el propio PCE (r), no ha sido una capa que haya
sido descuidada en sus objetivos:

«Y sobre todo, y más importante [recibimos el apoyo], entre sectores de la


juventud, de esa juventud que se incorporaba a la lucha y que veía en el CEOC
la plasmación de sus inquietudes y anhelos». (Raúl Marco; Ráfagas y retazos
de la historia del PCE (m-l) y el FRAP, 2018)

Pero como ocurre en todas las relaciones revisionistas partido-juventudes, la


dirección ha tenido dificultad de dominar a rama. En 2014 sin ir más lejos
sufrieron una escisión proveniente de sus juventudes, entre otras cosas
denunciaban la «fuerte presión a toda la militancia para tener dedicación plena
al espacio Republicanos», considerándolo una «apuesta reformista e
interclasista» que «bien podía haber sido capaz de conectar con las aspiraciones
inmediatas de amplios sectores de las clases populares», parece ser que «por su
aplicación burocrática y alejada de los movimientos de masas –sindicatos,
mareas, 15M, marchas de la dignidad, PAH–» jamás llegó a nada. Entre el
oportunismo de la dirección se citaba el hecho de que «a través de
Republicanos», el frente creado por el PCE (m-l), se «ha tratado de hacer
alianzas con organizaciones políticas marginales o anecdóticas por un lado, o
simplemente lunáticas como las negociaciones para las elecciones europeas con
la candidatura del juez Elpidio Silva». Esto como es normal, condujo a «un
absoluto malestar entre toda la militancia y especialmente en la JCE (m-l)»,
pero «los órganos de máxima dirección del Partido no abrieron un debate
democrático en el conjunto de la organización», sancionando, difamando y
demás. Véase la Resolución del Congreso Extraordinario de las Juventudes
Comunistas de España (marxista-leninista) de 2014.

739
Más bien, si algo contrasta en la actual militancia del PCE (m-l) es el abismo
existente entre militantes en edad de jubilación y jóvenes menores que apenas
sobrepasan la veintena, eso ilustra lo lejos que están de ser un partido
comunista apto.

Como hemos dicho siempre, la disparidad de perfiles y rasgos en cada grupo


revisionista siempre será así, cada corrientese centra en unos rasgos que le
benefician. Más ejemplos: el viejo PCE (r) se basaba en perfiles semianarquistas
y de grupos nacionalistas, el PCPE o el PCOE siempre han buscado en grupos
afines al viejo revisionismo prosoviético, y el actual PCE busca dentro de grupos
afines al socialismo del siglo XXI, tercermundistas varios en definitiva, más
feministas y ecologistas. Obviamente según avanza el tiempo, caen algunos
regímenes en el poder y por otro lado desaparecen ciertos partidos revisionistas
que jamás llegaron a tomar el poder, van surgiendo nuevas corrientes
ideológicas y se fundan nuevos partidos mientras gira la rueda centrífuga del
revisionismo, que parece que cada día quebranta más y más la confusión
ideológica y organizativa general. Todo esto es normal, porque recordemos, el
revisionismo nace y vive de la división, es la traición a los marxista-leninistas
basado siempre en un pensamiento pseudocientífico y subjetivo, fenómenos
como el arribismo o el personalismo, es tan solo el perejil de todas estas
situaciones de traición y división, y responde generalmente a las propias
condiciones sociales degeneradas de estos líderes. En España, podemos ver
como al final casi todos estos grupos han hecho piña en el apoyo a corrientes
revisionistas chavismo, juche, castrismo, también se prestan a ser
propagandistas pagados o no del imperialismo ruso, chino y otros, pero esta
unidad es a la vez una lucha recrudecida por tratar de captar a perfiles afines en
un mercado con varios competidores.

El viejo PCE (m-l) decía, no sin razón, sobre la característica social de los
militantes de una organización revisionista como el PCE carrillista de aquel
entonces:

«La entrada multitudinaria en el partido revisionista de intelectuales


pertenecientes a las clases acaudaladas –abogados, literatos, artistas,
ingenieros, médicos, catedráticos, etc. así como de industriales, comerciantes,
altos funcionarios e incluso algunos financieros y terratenientes– ha abierto al
equipo de Carrillo las puertas de la «alta sociedad» española». (…) Como se
ve, los métodos «nuevos» de organización –que, en efecto carecían de
precedentes en los partidos comunistas pero que, en cambio tenían muchos
precedentes en los partidos socialdemócratas–, estaban, en realidad
destinados a meter en el partido intelectuales burgueses, carentes de sentido
proletario de organización y de disciplina». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo, 2ª
edición, 1967)

¿Pero por qué necesitan los líderes oportunistas un partido de este tipo? Porque
garantiza la domesticación del partido:

«Una de las razones es que en él tienen cabida, pasando más desapercibidos,


los vicios burgueses de la pandilla revisionista encastillada en la dirección,

740
tales como el envanecimiento, el compadrazgo, la placidez, la rutina, la falta
de empuje y dinamismo, la desligazón de las auténticas masas explotadas –
sobre todo de las capas más pobres de la población trabajadora–, el espíritu
de comodidad, el descuido por un trabajo ideológico serio, el individualismo y
las rencillas personales. Con semejante «partidos de masas» sin lucha interna
contra los vicios y las aberraciones ideológicas, sin depuración de los
elementos oportunistas, sin una selección rigurosa de nuevos militantes, a lo
que se va es a una amalgama socialdemócrata». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo,
2ª edición, 1967)

En realidad, si miramos las descripciones que hacía el PCE (m-l) de los rasgos
del PCE de Carrillo-Ibárruri de los años 70, veremos los mismos rasgos que
empezarían a caracterizar al propio PCE (m-l) de finales de los 80 tras la muerte
de Elena Ódena y la total libertad de poder para Marco-Chivite. Esto lo pudimos
observar en la degeneración del mismo en el capítulo: «El PCE (m-l)... de querer
ser un «partido bolchevique» a emular a un «partido menchevique».

Este cuadro se puede ajustar muy bien al actual PCE (m-l) refundado por Raúl
Marco en 2006: un partido burocratizado, donde reina el formalismo, donde no
se aplica el más mínimo aspecto democrático, lleno de líderes de avanzada edad,
de profesiones liberales, sin conexión con los problemas reales de las masas
trabajadoras, repitiendo una y otra vez eslóganes y tácticas que nada tienen que
ver, que han dado ya variados y sonados fracasos.

Aunque el número de dinosaurios revisionistas en la cúpula del partido es sin


duda muy alto, no hay que despreciar el rol que puede ejercer en ciertas capas
juveniles con poca formación que se dejan deslumbrar por el halo que estos
señores propagan de sí mismos de «dilatada y abnegada militancia», creyendo
los jóvenes más necios «estar reconstruyendo el antiguo PCE (m-l) y su gloria»
si se afilian a él. Sobre estos elementos es donde más se debe incidir, ya que su
debilidad es manifiesta, y están a tiempo de ser recuperados, pero eso depende
de la personalidad de cada sujeto, su tolerancia a la crítica y demás. ¿Por qué
decimos esto? Seamos claros, si los viejos exmilitantes del PCE (m-l) no se
dieron cuenta de la traición de Raúl Marco y Blanco Chivite en los 80, y todavía
hoy siguen en sus trece justificando a uno u otro bando bajo un manto de
sentimentalismo barato, ¿qué cabe esperar de gente así en su senectud? Es
obvio entonces, que los jóvenes de estos partidos sí tienen más posibilidades de
madurar que los viejos revisionistas que llevan décadas siendo amigos y
encubridores de los líderes revisionistas.

Los actuales militantes del PCE (m-l) desconocen la historia de sus


siglas

Cuando un partido es revolucionario, comprende que es imposible desengañar a


los trabajadores bajo la influencia del revisionismo y la ideología burguesa en
general sin promover debidamente la publicación y popularización de los
documentos del partido:

«Se plantea con más fuerza que nunca una tarea que incumbe a todo el
partido, a todos los militantes y también a nuestros amigos y simpatizantes.

741
Esta tarea es la de propagar y difundir amplísimamente nuestra línea política,
nuestro programa y nuestros estatutos entre la clase obrera, el campesinado y
las amplias masas populares, los trabajadores manuales e intelectuales. No se
trata de difundirlos de manera mecánica, sino todo lo contrario. Se trata de
que cada célula y cada comité del partido, emprenda a todos los niveles, tras
haberlo discutido y planificado colectivamente, campañas de propaganda y
difusión, organizando mítines, reuniones, discusiones con los obreros, los
vecinos de los barrios, los jóvenes en las universidades y en las escuelas, las
mujeres, los jornaleros y campesinos pobres, en fin, con todos los sectores del
pueblo interesados en la revolución y en el socialismo. (...) Sólo sobre la base
de una labor de propaganda y de agitación seria, basada en la explicación y la
difusión de nuestra política y nuestros principios, es posible llevar al mismo
tiempo, simultáneamente, una labor eficaz de reclutamiento y también lograr
ampliar el círculo de simpatizantes y amigos del Partido». (Elena Ódena;
Difundamos ampliamente nuestra línea política y nuestro programa, 1978)

Algo que ha permitido durante años tapar las diferencias entre el viejo (m-l) de
1964-1985 y el PCE (m-l) actual ha sido el ocultamiento deliberado del material
del primero. Esto ya fue denunciado por nosotros: «Sobre la adquisición de las
obras de Elena Ódena» de 2016.

¿Cómo es posible que desde 2006 hasta nuestra denuncia pública de estos
hechos en 2016, el PCE (m-l) no publicase las principales obras del partido y
Ódena durante esos años? La razón es muy sencilla. Estos cabecillas aplican la
máxima cobarde de muchos revisionistas: «Cuanto menos documentos se
publiquen en público menos podrán criticarnos». Con ello se pretendía no hacer
autocrítica de los errores del pasado, pintar aquellos años como idílicos.
También entiéndase que para la militancia hubiera supuesto un trauma darse
cuenta de que el PCE (m-l) antiguo criticaba duramente a quienes ahora son sus
aliados –jruschovistas y maoístas–. Esto hubiera significado que alguno que
otro militante tuviese dudas e incluso piede explicaciones a la dirección. Para la
dirección liberar este material supone pegarse un tiro en el pie, dar armas a sus
enemigos. Pero a la vez, esta política cobarde solo lleva al autoaislamiento, a que
solo se acerque al partido por motivos de siglas y postureo folclórico, no por el
convencimiento de que la línea histórica y presente sea meritoria.

Todos, absolutamente todos los congresos del PCE (m-l): el de 1973, 1979, 1984,
1988 y 1991 –con excepción del de 1977 que era público– han tenido que ser
obtenidos por el Equipo de Bitácora (M-L) gracias al archivo personal de viejos
militantes, investigaciones o consultas a archivos externos, y no gracias a los
supuestos jefes y herederos del PCE (m-l) que todavía pretenden llevar sus
siglas o reivindicar su legado pero que se niegan a poner accesible todo su
material histórico.

La ridiculez de profetizar la próxima «crisis sin precedentes» del


sistema

Otro rasgo definitorio de los charlatanes es su profetización de crisis y colapso


del sistema imperante.

El PCE (r) en una de sus falsas profecías, dijo:

742
«Pero en contra de lo que dicen los voceros de los monopolistas, ésta no es una
crisis cíclica más, sino la última del capitalismo, porque ya no tiene ninguna
posibilidad de recuperación, sino que se irá agravando y pudriendo e irá
generando una lucha de clases cada vez más aguda que necesariamente
acabará en la revolución socialista». (Partido Comunista de España
(Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)

Una de las razones por las que ya nadie toma en serio el comunismo, es porque
sus adulteradores proclaman tesis similares en su nombre.

El PCE (m-l) planteaba hace poco en su último congreso que estamos ante:

«El régimen surgido de la transición hecha para evitar una ruptura


revolucionaria con el franquismo, se descompone a ojos vista. En medio de una
crisis imperialista sin precedentes». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Informe general, 2019)

Nuestros caricaturescos reconstitucionalistas, se sumaban al coro de profetas


del revisionismo que anunciaban el fin del sistema tal y como lo conocemos:

«Otra vez, España se hunde. El orden constitucional de 1978, sobre el que las
clases poseedoras de este país fijaron un renovado y democrático reparto de la
explotación de los oprimidos, ya no resulta ni útil ni satisfactorio para sus
progenitores. El Estado español viene enfrentando, desde la institución de su
actual Carta Magna, un proceso de reconstrucción, descomposición y ruptura
que presiente hoy sus días finales». (Revista Aurora; Revista por la
Reconstitución del Comunismo, Nº0, 2020)

¡He aquí un clásico de la palabrería que hace que nadie tome en serio a los
«comunistas»! ¿Cuántas veces hemos oído de los grupos y partidos pregonar
que «el régimen del 78 se descompone», que «nos enfrentamos a una crisis sin
precedentes»? Nos faltarían dedos de las manos y los pies para contarlas. Bien,
y si tales condiciones se han dado una y otra vez, y España ni siquiera ha salido
del bipartidismo político, ¿qué demuestra eso? ¿Su inutilidad? ¿Su exageración?
¿Ambas?

Uno de los rasgos históricos del trotskismo, fue profetizar eventos políticos
catastróficos que nunca sucedieron.

No nos explayaremos más en este punto ya que fue ampliamente criticado en el


documento del PCE (r): «La creencia que en la etapa imperialista cualquier
crisis es la tumba del capitalismo» de 2017.

Seguramente más de un militante ahora se haya quedado reflexionando sobre


estas verdades evidentes, ¿pero cómo reaccionan los líderes de estos partidos
ante la crítica externa?:

«Es más, cuando los revisionistas solamente responden a las críticas externas
con rumorología y acusaciones sin pruebas pretendiendo ignorar la montaña
de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y militantes

743
de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus
debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes
infalibles sufre una brecha, y al tiempo cae por sí solo. Poco a poco se van
dando cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de
la organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un
teatro donde lo importante es la apariencia, para que el show, la farsa
continúe pase lo que pase, para que los jefes siempre puedan seguir
aprovechándose del rédito que sacan a esta estafa que han montado. Cuando
este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre entre los
más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas externas
no son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la organización,
son conscientes de que lo que advirtieron en su momento tanto las críticas
internas como externas eran del todo razonables, arrepintiéndose de no
haberlas hecho caso antes». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

El chovinismo y el revisionismo como referencias históricas en la


cuestión nacional

«Se puede hablar de un patriotismo popular, ligado a las luchas de las clases
dominadas frente a las clases dominantes, o a las luchas a favor de la
soberanía nacional. En el caso de España, hay un patriotismo republicano que
defendieron José Díaz, Dolores Ibarruri, Juan Negrín, Azaña, y tantos otros,
frente al fascismo». (Carlos Hermida; El ascenso del fascismo y las tareas de
los comunistas, 2019)

Cuando en 2006 se refundó el PCE (m-l) bajo la dirección del infame Raúl
Marco, sus posturas sobre la cuestión nacional cambiaron. Ahora yendo en
contra del viejo PCE (m-l) y la mayoría de sus publicaciones, una sección del
partido reconocía que España era un Estado plurinacional, como se podía en el
artículo de J.P Galindo y Clemen A.; «Analfabetismo teórico del
socialchovinismo» de 2019. Pero a la vez en ese mismo artículo se reivindicaban
figuras y programas políticos chovinistas que precisamente van en contra de ese
espíritu. Leyendo a los revisionistas modernos sobre historia, uno se da cuenta
de su devoción a los mitos. Esto les hace reivindicar cosas contrapuestas.
Además, el fraccionalismo en este tipo de partidos permite ver una cara y su
contraria en diferentes artículos, como ocurre también con la postura frente al
feminismo.

El republicanismo abstracto pequeño burgués no los podía llevar sino hacia una
mitificación de las figuras del republicanismo, y con ello sus tendencias
chovinistas… así vemos que toman como ejemplo de la línea a seguir sobre la
cuestión nacional la postura del Presidente del Consejo de Ministros de la II
República, Juan Negrín López, jefe del ala «centrista» del PSOE:

«Incluso en los agónicos estertores de la defensa republicana el PCE logró


incluir en la última oferta de pacificación del país hecha por el Presidente del
Gobierno, Juan Negrín, en sus famosos «Trece Puntos» publicados el 30 de
abril de 1938 las «Libertades regionales sin menoscabo de la unidad española»
–punto 5– pero como sabemos, esas esperanzas eran vanas y el funesto golpe
Casado vino a terminar con cualquier posibilidad de resistencia republicana

744
frente al fascismo]». (J.P Galindo y Clemen A.; Analfabetismo teórico del
socialchovinismo, 2019)

¿Sí? ¿Este es vuestro modelo idílico? Adelante, valientes, repasemos a vuestro


héroe:

«Zugaragoitia, de nuevo, pone en boca de Negrín unas frases pronunciadas a


finales de julio de 1938, recién iniciada la Batalla del Ebro, que representan
una auténtica declaración de principios sobre el hecho nacional catalán:
«Negrín: No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en
Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy
haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su
grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más
que una nación: ¡España!». (Pelai Pagés y Blanch; Cataluña en guerra y en
revolución (1936-1939), 2007)

Togliatti, que como sabemos por sus memorias no era sospechoso de simpatizar
con las organizaciones catalanas, ni siquiera con el PSUC ni menos con
Comorera, en un informe confidencial, reportaba a Moscú:

«Negrín estaba dominado por los prejuicios y los errores de la


socialdemocracia. No comprendía el problema nacional, e incluso cuando
tomaba medidas acertadas e indispensables –centralización de la industria de
guerra y la hacienda nacional en manos del gobierno de la República, etc.– su
falta de táctica y en ocasiones su brutalidad, unidas a la falta de tacto y a la
brutalidad de sus funcionarios, herían el sentimiento nacional de los
catalanes». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Manuel Azaña, Presidente de la II República, un republicano de izquierdas


burgués, recogía sobre el pensamiento del Dr. Negrín en sus memorias:

«Negrín: Aguirre no puede resistir que se hable de España. En Barcelona


afectan no pronunciar siquiera su nombre. Yo no he sido nunca lo que llaman
españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno. Y si esas gentes
van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con él ya nos entenderíamos
nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables.
Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga a pedir dinero, y más
dinero». (Manuel Azaña; Memorias, 1939)

¡¿Esto es para el actual PCE (m-l) el ejemplo a seguir?! ¿El preferir el triunfo del
fascismo a que la «patria se descuartice»? ¿Este es el patriotismo e
internacionalismo de esta gente? Más bien es el paradigma a imitar para los
nacionalistas castellanos, para los republicanos unitarios que denunciaba Pi y
Margall. No para los comunistas… que son profundamente internacionalistas y
jamás proclamarían tales infamias.

Mismo podría decirse del cobarde y claudicador de Azaña. Véase el capítulo: «El
republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de
nuestra época» de 2020.

745
Esa postura del actual PCE (m-l) no es sino otra prueba más de que hace años
que él y sus palmeros se convirtieron en vulgares republicanos pequeño
burgueses que lo mismo reivindican a Elena Ódena y José Díaz, que lo mismo te
reivindican sin criticismo alguno a Negrín, Azaña, Uribe, Modesto, Ibárruri,
Líster, un eclecticismo atroz que rompe con la herencia más revolucionaria del
viejo PCE (m-l) de 1964-1985. Véase el capítulo: «El rescate de las figuras
progresistas vs la mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito
nacional» de 2020.

A vueltas con el concepto de «colonia» y el «monarco-fascismo» para


España

Se podría pensar que los autodenominados herederos del Partido Comunista de


España (marxista-leninista) hubieran de aprender algo sustancial de los errores
del antiguo PCE (m-l) de 1964-1992, pero nada más lejos de la realidad.

Dentro del PCE (m-l) existe toda una serie de grupos, líneas, y teorías opuestas
que solo ratifica el caos ideológico interno. Como ya vimos en la cuestión de
género o republicana, el partido permite que desde sus medios oficiales se diga
una cosa y la contraria.

Esto es una consecuencia de una cúpula que no procura crear, debatir, aprobar y
popularizar una línea ideológica clara entre todos sus militantes, exigiendo la
sumisión de la minoría a la mayoría, extrañamente se permite todo tipo de
desatinos públicos y privados porque les paraliza el miedo de provocar
abandonos entre los que están disconformes; hablando claro… se permite todo
este circo de payasos porque se prefiere tener a mediocres, individualistas y
rebeldes en su seno que arriesgarse a disminuir las ya de por sí raquíticas filas
de su organización. Debido al listón tan bajo en lo ideológico, es también la
triste consecuencia de que los jefes piensen de verdad que las contradicciones
existentes no son tan graves, que no pasa nada por dar manga ancha a las
células para contradecir a los organismos superiores si con eso se asegura la paz
interna, que da lo mismo que las teorías y consignas entre células de dos
regiones sean antagónicas. Parece ser que no se dan cuenta que su partido
parezca ser el ejército de Pancho Villa hace que sea imposible imprimir entre las
masas la autoridad y seriedad que un partido comunista necesita. Lo gracioso es
que cuando finalmente una escisión se produce en el seno del partido, de
repente achacan a dicha escisión errores reales y fictios de la organización, como
parece que ahora ha hecho el PCE (m-l) con su escisión de Murcia, pero no
realizan una autocrítica de como ha sido posible que durante meses hayan
hecho lo que les venía en gana. Es definitiva, todo esto supone que estamos ante
la marca de la casa de la socialdemocracia como dijo Stalin:

«Puede decirse sin exageración que la historia de nuestro partido es la historia


de la lucha de las contradicciones en su seno, la historia de la superación de
esas contradicciones y del fortalecimiento gradual de nuestro partido sobre la
base de la superación de esas contradicciones. (...) Las contradicciones, sólo
pueden ser superadas mediante la lucha, por unos u otros métodos de la lucha
que conduce a un determinado objetivo. Se puede y se debe llegar a toda clase
de acuerdos con los que piensan de otro modo dentro del partido, cuando se
tratan de cuestiones de la política diaria, de cuestiones de carácter puramente

746
práctico. Pero si esas cuestiones van ligadas a discrepancias de principio,
ningún acuerdo, ninguna línea intermedia» puede salvar la situación. No hay
ni puede haber línea «intermedia» en las cuestiones de principio. El trabajo del
partido debe basarse en unos principios o en otros. La linea «intermedia» en
cuestiones de principio es la alinea de la confusión, la «línea» de velar las
discreparías, la «línea» de la degeneración ideológica del partido, la «línea»
de la muerte ideológica del partido. (...) ¿Cómo viven y se desarrollan hoy día
los partidos socialdemócratas de Occidente? ¿Hay dentro de ellos
contradicciones, discrepancias de principio? Claro que sí. ¿Sacan a la
superficie esas contradicciones y tratan de superarlas honrada y
abiertamente? ¡Claro que no! La labor práctica de la socialdemocracia
consiste en hacer de sus conferencias y congresos una vacía mascarada de
bonanza de relumbrón, encubriendo y velando celosamente las discprencias
internas. Pero eso no puede llevar más que a la confusión y al
empobrecimiento ideológico del partido». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Una vez más sobre las desviaciones socialdemócratas en nuestro
partido; Discurso en el Pleno ampliado del CC de la Internacional Comunista,
1926)

En la cuestión de la caracterización del Estado y de la economía española pasa


algo similar.

El PCE (m-l) de Murcia decía hasta hace muy poco:

«Desde 1953 mantiene a nuestro país como colonia del imperialismo yanqui».
(Federación de Republicanos (RPS) de Murcia; Discurso, 14 de abril de 2019)

Este tipo de declaraciones son las que precisamente utilizaban los enemigos del
antiguo PCE (m-l) para criticarlo cuando utilizaba esa acepción, ya que no era
correcta entonces ni lo es ahora para calificar el estatus político de España. Esto
lo explicamos anteriormente en el primer capítulo del documento presente:
«Los comienzos del PCE (m-l) en la España franquista».

Solo repetiremos que en aquella época era una equivocación tal acepción, pero
era más bien un error terminológico ya que en la exposición de los análisis del
PCE (m-l) de los años 60 sobre la estructura político-económica de España se
dejaba claro que España era lo que se ha venido llamando una semicolonia o
neocolonia del imperialismo estadounidense, en mitad de un proceso de alta
monopolización interna, que a su vez consolidaba a España como un
«imperialismo menor», el cual además aún mantenía colonias.

Para algunos como hemos explicado en otras ocasiones, este estatus parece algo
difícil de comprender, pero no es la primera vez ni será la última que ocurra
fenómenos parecidos. Véase nuestro documento: «Las perlas antileninistas del
economista burgués Manuel Shuterland» de 2018.

Por ejemplo, la Francia de la posguerra, era en 1947 un imperio colonial y


neocolonial venido a menos, con una creciente dependencia económica, política
e incluso militar del imperialismo estadounidense, pero esa pérdida de poder en
el panorama internacional no significaba que la burguesía francesa se hubiera
vuelto más sensata ni más civilizada, por eso no tenían sentido ni justificación

747
las teorizaciones y vacilaciones derechistas de Thorez en cuestiones como la
cuestión colonial y nacional, la lucha por evitar una nueva guerra mundial, etc.

En el caso del PCE (m-l) la insistencia a utilizar dicha terminología


inexactamente, de que España era una colonia, daba armas para ridiculizar a
quienes lo usaban, por lo que se decidió retirar dicha expresión de sus tribunas.
Una que hoy se recupera sin razón desde el nuevo y artificial PCE (m-l), siendo
de nuevo motivo de escarnio de algo que se presumía superado.

En relación al tema catalán, pudimos ver en redes sociales, el siguiente


comentario del actual y artificial PCE (m-l) de Raúl Marco:

«Repudiamos cualquier nacionalismo, pero debemos estar unidos contra


cualquier estado fascista que lo reprime –como el Zar en la época de Lenin que
llevó a cabo un proceso democrático-burgués–. Sería del más estilo
reaccionario apoyar y dar justificación a la violencia y represión de la
monarquía, cualquier acción que se cometa bajo intereses del pueblo y la
nación». (Partido Comunista de España (marxista-leninista) de Cataluña;
Comentario, 27 de noviembre de 2018)

He aquí como la monarquía parlamentaria de la España de 2018 es comparada


con la autocracia del zar de Rusia del siglo XX.

Primero, aclarar:

«Uno de los puntos favoritos de los falsos ilustrados en fascismo, es ver


fascismo en cada acto de represión, como si la represión no fuera inherente a
cualquier Estado democrático-burgués. (...) Determinados sectores operan
dentro de la lógica esquemática y superficial de que toda represión es igual a
fascismo. Esto es una idea adoptada desde círculos anarquistas y
thälmannianos que difiere por completo de la realidad. (…) Seamos claros, en
un régimen democrático-burgués se reprimen comunistas, se cierra su prensa,
se prohíben sus mítines, se ilegalizan sus partidos y organizaciones de masas,
se encarcelan, se torturan y se asesinan a sus militantes o simpatizantes si así
la burguesía lo cree necesario; aunque por supuesto, en un régimen
«parlamentario demócrata-burgués» la profundidad de esos rasgos
represivos dependerán de que individuos adquieran el poder, como lo
administren, y que proporción del poder poseen. Recuérdese que la burguesía
no requiere del fascismo para ser asesina, coercitiva, violenta, represiva, etc.;
negar esto no solo es negar el carácter de las democracias burguesas del siglo
XIX, sino el de las democracias burguesas del siglo XX, y la actualidad política
diaria. (...) En realidad en un Estado democrático-burgués el orden represivo
no se aplica solo a los verdaderos comunistas sino contra todo revolucionario
o pretendido revolucionario. Se ha de hacer un esfuerzo para comprender que
igual que existen autodenominados comunistas que no saben identificar a su
enemigo, existen anticomunistas que tampoco saben identificar a sus
verdaderos enemigos. Del mismo modo y dicho en términos más amplios: las
clases explotadoras y todos sus miembros al estar educados en una filosofía
idealista, aceptan que toda persona o grupo autodenominado anticapitalista
lo es, y no entienden –o a veces les sale más rentable no molestarse en
reflexionar en ello– el hecho de que para que un grupo o individuo sea

748
comunista no basta con que se diga, sino que es algo que debe ser contrastado
en la práctica. Pero ha de entenderse que muchos explotadores –demócratas
burgueses o fascistas– prefieren barrer con escoba de hierro todo lo que se
diga anticapitalista y así guardarse las espaldas, aunque muchos de los que se
lleven por delante no sean peligrosos para su régimen e incluso de saberlos
manejar les sean hasta de utilidad. He ahí porque los burgueses más
inteligentes prefieren valerse de estos elementos e infiltrarse en sus grupos,
manejándolos a su gusto para sus fines. Añadir que se ha demostrado
históricamente que el haber sufrido una represión directa, bien sea cierre de
locales, retención ilegal, tortura, e incluso asesinato de militantes, no significa
que las posiciones políticas del sujeto o del grupo sean acertadas, correctas».
(Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos
oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

No nos molestaremos demasiado en volver un tema que fue ampliamente


abordado en el documento de arriba.

Simplemente nos resulta curiosa la ignorancia de algunos. Como resultado del


caos ideológico y fraccional, algunas voces del actual PCE (m-l) repiten que
España es un Estado fascista. Parecen no conocer o desprecian abiertamente
que el PCE (m-l) de los 80 se vio obligado a rectificar las nefastas teorías que
antes aseguraban que en España seguía siendo un país fascista y no podía dejar
de serlo. Véase el capítulo: «Dogmatismo metafísico en el PCE (m-l) al no
apreciar la posibilidad de que la burguesía transite del fascismo a la democracia
burguesa» de 2020.

En 2018, los restos de la fracción de Raúl Marco vuelven al galope con las
mismas tesis que en estos más de 40 años se han encargado de demostrar
erróneas.

Hace muy poco, en el aniversario de la II República vimos como, por supuesto,


hubo loas para dicho régimen republicano del 1931-1936, pero ninguna crítica,
ni lección a extraer. Esto se refleja más en su eslogan: «La república es el futuro,
la república es el cambio». Y ahí queda todo. Una prueba del oportunismo y las
limitaciones que sufren que les han condenado hasta ser tal caricatura. Véase el
capítulo: «El republicanismo abstracto como bandera reconocible del
oportunismo de nuestra época» de 2020.

Pero lo más curioso fue que desde su plataforma frentista, un joven


representante decía:

«Debemos señalar que el fascismo ostenta el poder en nuestro país desde la


derrota militar del 1 de abril de 1939, con la instauración de la dictadura
franquista, cuya continuación se encuentra en la actual monarquía. Por lo
tanto el fascismo no se ha encarnado en uno o tres partidos, ni solo en las
diversas opciones nazi-fascistas que actúan con impunidad en nuestro país. El
fascismo está encarnado en nuestra monarquía, en sus cuerpos represivos. (...)
Y en definitiva en el aparato estatal, intacto, desde hace 40 años». (Federación
de Republicanos (RPS) de Murcia; Discurso, 14 de abril de 2019)

749
Denominar sin más que Partido Popular, Ciudadanos y Vox son fascistas, es de
una miopía severa y muy peligrosa. Significa volver a la desviación
thälmanniana de que «Todos los partidos burgueses son fascistas» como
Wilhelm Pieck denunció en su informe al VIIº Internacional Comunista en
1935.

En otro punto del discurso, el pensamiento se hace patente, cuando se pide:

«Deshacerse de las garras del monarco-fascismo». (Federación de


Republicanos (RPS) de Murcia; Discurso, 14 de abril de 2019)

Al joven militante que pronunció este discurso, se le puede perdonar en parte el


desatino de dar un discurso tan irreal como estúpido. Pero desde luego a las
«viejas glorias», a los «veteranos», a los que se llenan la boca de hablar de
«militancia contra el franquismo y el revisionismo», se le debería caer la cara de
vergüenza por ofrecer este nivel paupérrimo de análisis, que insistimos, no es la
primera vez que lo hacen ni ha sido patrimonio exclusivo de la célula de Murcia.
A este chico le decimos lo mismo que en su día le dijimos a otro joven –bueno
no tan jóvencito– que también era tan efusivo como torpe: Pablo Hasél, el cual
defendía tesis similar, pero desde la óptica del Partido Comunista de España
(Reconstituido). A este militante murciano y a toda la cúpula del PCE (m-l) le
decimos lo mismo…

Si España es «igual de fascista» que en la época de Franco… ¿por qué el antiguo


PCE (m-l), sus ramas y muchas otras organizaciones políticas antifascistas
fueron –aunque tardíamente– legalizadas en los 80? ¿Cómo es posible que
legalizasen al principal grupo político que estaba ligado al FRAP, cuyos
miembros fueron procesos por la Ley de Terrorismo vigente? ¿Cómo se entiende
que se otorgasen amnistías políticas incluso hacia militantes condenados por
delitos de sangre que incluso habían participado en atentados indiscriminados?

Si todavía vivimos en un régimen fascista, ¿a cuento de que nos encontremos


con plataformas online como la página del refundado PCE (m-l) o la página de
su plataforma frentista Republicanos, donde sus ideólogos publican sus
impresiones y artículos con todo tipo de proclamas contra lo que ellos llaman el
«monarco-fascismo»? ¿Cómo pueden disfrutar de la libertad para mostrar su
corrupción o hacer apología de derrocarlo? Nadie creería que esto pudiese
ocurrir en países donde realmente vetan el acceso a internet o a ciertas páginas
como ocurre en China, Vietnam, Polonia, Lituania, Nicaragua, Cuba o donde
ciertas webs de apología autodenominada comunista son prohibidas e incluso el
individuo es multado, pierde su trabajo o es detenido por ello. Si las cosas
fuesen como dicen, no debería existir ningún sitio público con apología de ese
grupo ni de muchos otros que criticasen aunque fuese un poco a ese «monarco-
fascismo», en teoría no deberían existir páginas que permitiesen una sola
publicación de un partido ilegalizado ni de ninún grupo antifascista. Mucho
menos se permitiría la libre difusión y apología en redes sociales y cuentas
personales de grupos condenados por terrorismo como ETA o GRAPO, pero así
sucede. Simplemente estamos mostrando que viven en un mundo irreal que les
quita cualquier credibilidad.

750
¿Cómo es posible que el propio Raúl Marco y comparsa den charlas en sitios
públicos, incluso en recintos universitarios anunciados a viva voz en la calle e
internet? En cualquier país verdaderamente fascista no se le permitiría el uso
público o privado de ningún recinto a nadie no ya que se autodenomine
comunista sino que simplemente vaya a hablar mal del gobierno. En un país
fascista esta célula estudiantil antifascista sería desmontada en cuanto asomase
la cabeza, sus responsables serían buscados para ser encarcelados o como
mínimo expulsados de la universidad.

¡¿Cómo es posible que si vivimos en un fascismo más o menos encubierto como


todas las organizaciones revisionistas que así lo aseguran, tengan en cambio a
todos sus seguidores en sus redes sociales personales publicando sus simpatías
políticas y destapando abiertamente su militancia, revelando datos sensibles
sobre su organización y vínculos?! ¡O hay un fascismo de pacotilla o hay unos
comunistas de pacotilla!

Si estuviéramos inmersos en un país fascista la persecución a los comunistas y a


cualquier miembro progresista y antifascista sería ser el pan de cada día, no les
permitirían ni ver la luz del sol ni mostrar sus símbolos. Solo los estúpidos o los
necios banalizan el fascismo. Pero esta represión no es el caso de este grupo
decrépito ni por asomo, ni tampoco ocurre sobre otros grupos revisionistas
como PCOE o PCE (r) que reclaman lo mismo, y es así porque simplemente el
Estado burgués les considera un reducto marginal, indoloro, conocedor de su
reformismo y su debilidad de sobra. Es más, debido a la falta de seguridad de
esta gente, todos se hacen notar en redes sociales –siendo el máximum de
ejemplo en la «clandestinidad»–, por lo que en su mayoría están identificados y
bien controlados en caso de cualquier problema para el régimen burgués. Por
ello en la absoluta mayoría de los casos el Estado les seguir con su folclore de
secta. En el fondo los elementos más inteligentes de la burguesía son
conscientes que con este tipo de comunistas y la imagen que dan ante las masas,
la revolución quedará aplazada hasta las calendas griegas.

Nuestros revisionistas modernos y su actitud liberal en materia de


seguridad es casi suicida

Si algo es característico de todos estos grupos revisionistas sean del tipo que
sean, es su nula preparación en materia de seguridad. Paradojicamente suelen
ser partidos que se autodenominan «perseguidos por el Estado» –aunque
muchos de ellos los únicos litigios legales que tienen es por cuestiones de
terrorismo, peleas callejeras o venganzas frente a competidores revisionistas–.
Muchos incluso declaran que viven en «países fascistas» o en un período de
«aguda fascitización». En el PCE (m-l) como veremos después, se barajan tesis
de este tipo, pero a la vez, acostumbran a publicitar la vida política y personal de
sus militantes, algo que solo hacen los que se toman la política como un
pasatiempo más, o quien no es consciente de las posibles consecuencias para
ellos, camaradas, familiares, y amigos.

¿Y cómo enfrentan dichos peligros? ¿Cómo se cubren las espaldas ante un


teórico Estado fascista? Pongamos un ejemplo largo, pero muy instructivo de la
idiotez de este tipo de líderes:

751
«En su momento fuimos testigos en 2016 de aquellas entrevistas en medios de
comunicación como Diario Vice en donde aparecía Roberto Vaquero –ya sin el
alias de Juan Mesana– junto a su camarilla donde en el documental se
confesaba el lugar donde habitualmente se reunía el Comité Central –un kebab
madrileño–, lo que ya nos indica lo en serio que se tomaban esta cuestión de la
salvaguardia de la seguridad de la organización y sus militantes. (...) Otra
cuestión que influyó en la cuestión de la seguridad de Reconstrucción
Comunista (RC) es la cultura del pandillerismo que mantenían y mantienen
respecto a otros colectivos o elementos individuales que se oponen a su
organización, de hecho ha sido y sigue siendo una práctica fundamental de
este grupo. Esta cultura degenerada siempre ha estado muy presente en RC a
causa de la notable influencia de la subcultura skinhead en sus filas en general
y en particular en sus líderes. (...) Como decíamos, esta actitud gangsteril ha
hecho que quedaran al descubierto y llamaran la atención en exceso. De ahí
que en medios de comunicación burgueses viésemos constantemente noticias.
(...) El nivel de concienciación en RC sobre la profesionalización de los cuadros
y guardar al partido de problemas innecesarios era tal, que en 2014 llegaron a
subir en la web de la célula de Mallorca –actualmente inactiva– varias fotos
de los grafitis realizados con las siglas del partido como puede verse en su
[post], y para más inri, entre esas fotos se registraba la agresión a una sede de
Izquierda Unida (IU) como puede verse en esta foto [aquí]. ¡¿Se puede ser más
descuidado e imbécil?! Graciosamente, Reconstrucción Comunista no tiene un
solo material refutando la deriva política de IU. Para ellos el revisionismo
solamente se combate a golpe de pintura. El dispositivo de seguridad de
Reconstrucción Comunista (RC) siempre ha brillado por su ausencia, no
solamente ha fallado en la salvaguardia de la privacidad de la información de
los militantes –requisito para que se considere un partido marxista-leninista
de verdad–, sino que dentro de la organización, se cultivó la tendencia de
promover el «postureo» y la fanfarronería de las andaduras del partido y de
la vida privada, la permisión del gamberrismo –varios miembros de la cúpula
de la organización han sido procesados por agresiones incluso con arma
blanca– y el pandillerismo –con la fundación por Vaquero de bandas de este
perfil como «Frontovik» como puede verse [aquí], ha de saberse que las
fotografías han sido pixeladas por nosotros a petición de algunos
exmilitantes–. (...) Ellos argumentan que la no publicación de sus documentos
es debido ¡«a cuestiones de seguridad»!, algo bastante estúpido ya que
mientras afirman esto son conocidos por colgar fotos de su «Comité Central»
en su página oficial, e incluso por actos como subir las fotos de sus actos
«políticos» con banderas y a cara descubierta a las respectivas redes sociales
personales de cada integrante, con los que pueden ser identificados fácilmente
sus cabecillas y militantes, por lo tanto la privacidad de sus militantes es nula,
y sus excusas bastante malas. Además, ¿qué «riesgo a la seguridad» supone
para una organización publicar su programa económico o su análisis de la
economía internacional actual –o cualquier otra cuestión que un partido debe
tocar–? Ninguno, por lo que todo esto son excusas para justificar su
inoperancia en cuestiones de peso». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología
sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Así actúan también los restos del PCE (r), el PCOE, PCPE, el actual PCE (m-l) y
muchos otros grupúculos en lo referente a materia de seguridad. Actuando así
en una democracia burguesa, nos imaginamos fácilmente lo que durarían si

752
verdaderamente viviesen en un país fascista. Y es que en pleno siglo XXI, con las
tácticas de espionaje y control existentes, dichos partidos «comunistas» nos
acostumbran subiendo fotos de sus militantes y dirigentes a sus propias redes
sociales, haciéndole el trabajo a los servicios de información registrando todos y
cada uno de sus movimientos. No confundamos la evidente falta de experiencia
que puede experimentar cualquier comunista sobre estos temas, lo cual es un
pecado normal, con el directo cretinismo y aventurerismo que practican estas
gentes.

¿Qué significa esto? Que no han salido aún de las formas de organización de la
vieja socialdemocracia, aunque más bien lo que indica es la poca seriedad que
tienen como revolucionarios, siendo comunistas de postín.

Todo partido que se toma a broma la cuestión de la seguridad, estará vigilado y


controlado fácilmente, si en algún momento suponen un problema solo tendrán
que tirar de archivo para detener y suprimir a toda su cúpula en un abrir y
cerrar de ojos. Enver Hoxha criticaba así a muchos partidos pseudomarxistas
que fueron desapareciendo no solo por desviaciones ideológicas como su
conciliación con el maoísmo, sino también por adoptar unas formas de
seguridad irrisorias:

«Estos partidos fueron formados y desarrollos, por así decirlo, en completa


legalidad. (...) Por ejemplo, muchos de ellos no hicieron ningún esfuerzo para
obtener un profundo conocimiento sobre el rol principal del partido como el
destacamento de vanguardia de la clase obrera y de las principales
dificultades que encontrarían en su lucha y trabajo bajo las salvajes
condiciones de opresión y explotación del régimen capitalista, un régimen
hostil, en primer lugar, para los marxistas-leninistas. (...) Así en el ámbito de
la organización, algunos de estos nuevos partidos marxista-leninistas que se
separaron de los partidos revisionistas, se organizaron, por decirlo así, en las
mismas formas legales que los partidos revisionistas y socialdemócratas, así la
entera opinión política e ideológica del país no podía fallar en ejercer una
influencia dentro de sus filas. Hasta a día de hoy, hay miembros de estos
partidos que piensan que ellos pueden militar en las formas legales como
comunistas marxista-leninistas sin que ser molestados por el capitalismo y sin
sufrir su aparato de represión. En estas circunstancias, entonces, difícilmente
se puede decir que allí existe ese núcleo sólido tan fuerte como para poder estar
en condiciones de ilegalidad, siendo capaz de resistir un ataque repentino de la
reacción, ataque que seguramente se realizará contra el partido. (...) En
resumen, algunos de estos partidos marxista-leninistas se diluyeron debido a
que no tenían una educada compresión de su papel en la revolución, porque no
se organizaron para una feroz lucha contra la reacción organizada y armada
y los partidos revisionistas y socialdemócratas, los cuales tienen gran
experiencia y numerosos medios para combatir a cualquier oponente que
emerge, para lucha y socavar su trabajo, como las herramientas del capital
que son». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial
del capitalismo, agosto de 1979)

Un exmilitante del PCE (m-l) quejándose de la parsimonia actual de los


supuestos comunistas y de sus dirigentes frente a la cuestión de seguridad,

753
comentaba que Elena Ódena siempre advirtió de lo peligroso de esas tendencias
para los revolucionarios:

«Recuerdo que en la IIIº Conferencia del PCE (m-l) de 1982, por iniciativa del
Comité Central con Elena a la cabeza, una de las iniciativas fue que todos los
camaradas que estuvieran cumpliendo el servicio militar deberán
reengancharse. La que marcaba las pautas era Elena Ódena... recuerdo en
una breve conversación que nos comentó aquello de que entre menos
camaradas se conocieran públicamente mejor. Lo de darse a conocer en exceso
iba porque un día llegará el momento de un enfrentamiento más agudo, y
claro si nos conocen a todos, pronto caeremos todos. Es de primero de
seguridad para un revolucionario, pero algunos no lo entienden aún».
(Comentarios y reflexiones de R. a Bitácora (M-L), 2019)

Esto no debe de ser comentado. Cualquiera que haya leído algo de la historia de
los bolcheviques sabrá esto.

Por su esencia ecléctica, el nuevo PCE (m-l) está condenado a sufrir


tendencias centrífugas en su seno

A finales de 2019 sufrieron otra escisión en la región de Murcia. Este grupo


combinaba ramalazos derechistas con otros izquierdistas.

En su documento: «En respuesta a la carta del Secretariado» del 9 de diciembre


de 2019 denunciaba correctamente aspectos como el «centralismo burocrático»
de la dirección, que la «que la política del partido a este respecto se ha basado
en abrir indiscriminadamente las puertas de la misma».

Sobre la juventud este grupo demostraba el oportunismo de su región y el de


todo el partido: «Así mismo, entendemos la necesidad de tener, respecto a los
jóvenes, cierta flexibilidad, dejarles margen en cuestiones que les afectan como
tales: modas, algunas formas de «indisciplina» o «pasotismo», posiciones en
ocasiones impulsivas, etc. Todo esto también lo tenemos en Murcia».
Suponemos que este liberalismo «del todo vale» en la cuestión de la juventud es
el mismo que se refleja y hace que en el arte no tengan sensibilidad alguna por el
buen gusto, de ahí que sus militantes publiquen libremente todo tipo de arte
horripilante que espanta a las masas.

Denunciando el eclecticismo de la dirección y sus secciones de propaganda, el


grupo murciano decía: «donde solo echando un vistazo podemos ver como el
resto de cuentas hacen exhibición de posiciones alejadas a las del partido:
movimientos interclasistas, reivindicación de figuras no comunistas como
comunistas, propaganda del PCE (r) o muestras de apoyo a revisionistas que
han combatido en conflictos junto a x imperialismo».

Por otro lado, aceptaban que en el último congreso «el Informe General, LP,
Programa y Estatutos son correctos y van en sintonía con la política marxista-
leninista», atacando a aquellos contra aquellos que iban en contra de la política
de buscar una «República Popular y Federativa» y reclamaban que las tareas de
la revolución son socialistas.

754
Al contactar con nosotros uno de los jefes de la escisión con un miembro de
nuestro grupo, tuvimos la ocasión de exponer detalladamente sus breves puntos
correctos y sus enormes debilidades. Subrayamos que decir que el PCE (m-l)
«lleva 55 años defendiendo el PCE ml» como proclamaban ellos, es ignorar o no
comprender la política hacia la derecha que se dio a partir de 1986 –que hemos
demostrado en anteriores capítulos»–. Este sujeto nos comentó: «Estoy de
acuerdo en las desviaciones que experimentaron a partir de la muerte de Elena
Odena y de la de rehabilitación de los oportunistas y que diferentes líderes lo
«achacaban a desviaciones personales». ¿Por qué entonces su grupo de escisión
proclama que la línea de los distintos grupos que han portado las siglas del PCE
(m-l) durante 1986-2019 ha sido totalmente correcta? No nos dio explicación
alguna. Este sujeto rechazó debatir cuestiones ideológicas porque en sus
palabras: «Tenemos un proyecto político», lo que traducido quiere significa que
se tenía miedo al debate y a las verdades que le estábamos exponiendo. Veremos
a dónde llega la nueva aventura quijotesca. Junto al derechismo que heredan de
su antigua organización, también arrastran desviaciones izquierdistas por las
que el PCE (m-l) se hizo notar en esta región, proclamando en las redes sociales
que «España es un país monarco-fascista» y una «colonia del imperialismo»,
dos cuestiones que significa volver a los errores ya superados por el partido en
los 60 y 70. En congreso sabemos que en el último congreso del PCE (m-l) de
2019 había opiniones de todo tipo sobre la caracterización del Estado, sobre el
juche, sobre el feminismo asi como otras cuestiones. Está completamente
podrido por el liberalismo de fracciones. Este nuevo grupo no deja de ser otro
grupo folclórico sin una autocrítica real de los errores de la organización, y que
se aleja de los méritos que una vez tuvo el PCE (m-l) en su época más gloriosa.

Estamos seguros que esta no será la última escisión en el PCE (m-l) según las
informaciones que tenemos. La forma en la que acaban varias de sus escisiones
y las posturas políticas que adoptan totalmente equivocadas, no significa que la
dirección del PCE (m-l) sea mejor, sino que sus escisiones son producto de
lucha de egos y divergencias ideológicas en su mayoría no antagónicas.

Esto también cuenta para partidos y reductos como el PCE (m-l) actual. Como
decimos siempre, la «honestidad» se demuestra ante las críticas bien
argumentadas y documentadas, sean voces de dentro o fuera. Y este mismo
documento, será leído con interés por los interesados en formarse y en mucho
menor medida por los recalcitrantes revisionistas que seguramente adoptarán la
táctica del avestruz; el documento caerá sobre los jefes, militancia y
simpatizantes con la misma contundencia que cayeron otros documentos como
el del PCE (r) o RC: a la gente que dudaba le servirá para que los defectos y
dudas cuadren finalmente, les animará para renegar de estos farsantes, avanzar
en su formación ideológica, y posiblemente buscar una militancia más adecuada

La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea


Constituyente como reflejo del legalismo burgués

La RAE define constituyente como: «1. adj. Que constituye o establece. 2. adj.
Dicho de las Cortes o de otras cámaras o asambleas: Convocadas para elaborar o
reformar la Constitución del Estado. 3. m. y f. Persona elegida como miembro
de una asamblea constituyente».

755
El marxismo sobre los «procesos constituyentes» del
republicanismo liberal

Karl Marx, analizando el desarrollo de la lucha de clases en Francia, concluiría


sobre estos fenómenos históricos:

«Desde las jornadas de Junio, la Asamblea Constituyente, que siguió siendo la


representante exclusiva del republicanismo burgués, destacaba tanto más
decididamente este aspecto suyo cuanto más se desmoronaba la influencia de
los republicanos tricolores fuera de la Asamblea. Si se trataba de afirmar la
forma de la república burguesa, disponía de los votos de los republicanos
demócratas; si se trataba del contenido, ya ni el lenguaje la separaba de las
fracciones burguesas monárquicas, pues los intereses de la burguesía, las
condiciones materiales de su dominación de clase y de su explotación de clase,
son los que forman precisamente el contenido de la república burguesa. No
fue, pues, el monarquismo, sino el republicanismo burgués el que se realizó en
la vida y en los hechos de esta Asamblea Constituyente, que a la postre no se
murió ni la mataron, sino que acabó pudriéndose». (Karl Marx; La lucha de
clases en Francia de 1848 a 1850, 1850)

Concluyendo que el republicanismo burgués tampoco solventaba la cuestión


social de la emancipación del proletariado:

«Mediante el sufragio universal, otorga la posesión del poder político a las


clases cuya esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos,
a los pequeños burgueses. Y a la clase cuyo viejo poder social sanciona, a la
burguesía, la priva de las garantías políticas de este poder. Encierra su
dominación política en el marco de unas condiciones democráticas que en todo
momento son un factor para la victoria de las clases enemigas y ponen en
peligro los fundamentos mismos de la sociedad burguesa. Exige de los unos
que no avancen, pasando de la emancipación política a la social; y de los otros
que no retrocedan, pasando de la restauración social a la política. Estas
contradicciones tenían sin cuidado a los republicanos burgueses. A medida que
dejaban de ser indispensables –y sólo fueron indispensables como campeones
de la vieja sociedad contra el proletariado revolucionario–, se iban hundiendo
y, a las pocas semanas de su victoria, pasaban del nivel de un partido al nivel
de una pandilla». (Karl Marx; La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850,
1850)

Lenin describió en varias de sus obras como opera administrativamente toda la


maquinaria burguesa del Estado. Hizo tal descripción en sendas ocasiones para
fustigar sin compasión las ilusiones de los republicanos –burgueses y pequeño
burgueses–, los cuales tenían fe en que a través de su pacifismo parlamentario,
podrían introducir importantes medidas progresistas en la sociedad:

«Toda la historia de los países de parlamentarismo burgués, y en gran medida


de los países burgueses constitucionales, enseña que la sucesión de los
ministerios tiene muy poca importancia, puesto que todo el trabajo real de la
administración está confiado a un inmenso ejército de funcionarios. Ahora
bien, este ejército se halla profundamente penetrado de un espíritu
esencialmente antidemocrático. Este ejército de funcionarios se encuentra

756
ligado por millares y millones de lazos a los grandes propietarios agrarios y a
la burguesía de los cuales depende en todos los terrenos. Este ejército está
sumido en una atmósfera burguesa a la cual le es absolutamente imposible
sustraerse. Momificado, paralizado dentro de formas inconmovibles, no tiene
la fuerza de arrancarse a este ambiente y no puede modificar en nada su
manera de pensar, de sentir y de proceder. Descansa tanto en el principio
jerárquico como en ciertos privilegios reservados al «servicio del Estado»; sus
cuadros superiores se hallan completamente sometidos, por mediación de los
bancos y de las sociedades anónimas, al capital financiero, del cual, en cierta
medida, son agentes, defendiendo sus intereses y propagando su influencia.
Tratar de efectuar, por medio de este aparato gubernamental,
transformaciones sociales tales como la supresión sin indemnización de la
gran propiedad agraria o el establecimiento del monopolio de cereales, etc., es
caer en una ilusión total y engañar al pueblo. Este aparato puede facilitar a
una burguesía republicana la creación de una República que sería una
«Monarquía sin monarquía» como la Tercera República francesa; pero es
absolutamente incapaz de aplicar reformas que, no digo yo abolir, sino
simplemente que limiten de manera más o menos efectiva los derechos del
Capital y los derechos de la «sacrosanta propiedad privada». Por esta razón,
en todos los ministerios de «coalición» en los que han participado los
«socialistas», estos últimos, aun cuando fueran de buena fe, sólo han
proporcionado un vano adorno o una portada a los gobiernos burgueses, un
pararrayos contra la indignación popular, un instrumento de engaño de las
masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una de las cuestiones fundamentales
de la revolución, 1917)

Los revolucionarios del siglo XIX, incluso los no marxistas, entendían


claramente lo siguiente en relación a una eventual Asamblea Nacional
Constituyente:

«¡Pueblo! Llevas hoy armas y tienes en tu propia mano tus destinos. Asegura
de una vez para siempre el triunfo de la libertad, pide para ello garantías. No
confíes en esa ni en otra persona; derriba de sus inmerecidos altares a todos
tus antiguos ídolos. Tu primera y mas sólida garantía son tus propias armas;
exige el armamento universal del pueblo. Tus demás garantías son, no las
personas, sino las instituciones; exige la convocación de Cortes Constituyentes
elegidas por el voto de todos los ciudadanos sin distinción alguna, es decir, por
el sufragio universal». (Francisco Pi y Margall; Reacción y revolución, 1854)

Sobre las figuras de dudoso pasado que aparentaban estar con el pueblo y se
sumaban en momentos de cambio político. Pi y Margall advertía:

«¿Cumplirán todos su deber y su palabra? El pueblo debe estar preparado a


todas las eventualidades, y no dormir un solo momento sobre sus laureles».
(Francisco Pi y Margall; Reacción y revolución, 1854)

Este axioma tan básico, aunque parezca mentira, no ha sido comprendido por
algunos, los cuales, pese a llamarse republicanos e incluso comunistas, no le
llegan ni a la suela de los zapatos al viejo revolucionario aquí mencionado.

757
¿Qué nos dice la historia de los «procesos constituyentes»? El caso
francés

A lo largo de la historia, incluso cuando son los partidos comunistas los que han
intentado hegemonizar ese proceso constitucional constituyente, los
revolucionarios se topan con las mismas trabas internas y externas una y otra
vez. Veamos el caso del Partido Comunista Francés (PCF) tras las Segunda
Guerra Mundial, el cual es bastante paradigmático.

Para poner en contexto al lector con algunos datos, en Francia, el Movimiento


Republicano Popular (MRP) obtuvo un 25,6% de votos en las primeras
elecciones a la Asamblea Constituyente de 1945. Ellos, junto a ciertos radicales y
moderados, deseaban un sistema bicameral que otorgara gran poder al
Presidente de la República, convirtiéndolo en una suerte de ente «por encima de
los partidos». El jefe de estado, pues, se erige como árbitro entre partidos,
eligiendo a sus ministros, ratificando tratados, etc. Una idea autoritaria de
«presidencialismo» que, sin lugar a dudas, caracterizaría toda la carrera de De
Gaulle.

El Partido Comunista Francés (PCF), fue la lista más votada con 27,1% de los
votos, seguido de los socialdemócratas de la Sección Francesa de la
Internacional Obrera (SFIO) con un 24,9%, teniendo entre ambos la mayoría de
la asamblea. Comunistas y socialdemócratas deseaban en cambio una
representación popular unicameral: dicha asamblea, elegida por sufragio
universal directo, no solo votaría las leyes sino que elegiría a un Presidente del
Consejo y aprobaría la composición y el programa de su gabinete ministerial. El
Presidente de la República, conservaría solo un papel honorario.

Estos dos últimos partidos creyendo tener el poder en sus manos, propusieron
como borrador para la constitución de 1946 lo siguiente –pedimos paciencia al
lector con la extensión del siguiente texto, pero queremos que sea comparado
con los programas de muchos partidos de «izquierda» de la actualidad–:

«[Francia] Reafirma solemnemente los derechos y libertades del hombre y del


ciudadano, consagrados por la Declaración de derechos de 1789, y los
principios fundamentales reconocidos por las leyes de la República. (...) La ley
garantiza a la mujer, en todos los ámbitos, derechos iguales a los del hombre.
(...) Cualquier hombre perseguido a causa de su acción a favor de la libertad
goza del derecho de asilo en los territorios de la República. (...) Cada individuo
tiene el deber de trabajar y el derecho de obtener un empleo. Nadie puede
verse perjudicado en su trabajo o en su empleo a causa de sus orígenes,
opiniones o creencias. (...) Cualquier hombre puede defender sus derechos y
sus intereses a través de la acción sindical y afiliarse al sindicato de su elección
(...) El derecho de huelga se ejerce con arreglo a las leyes que lo reglamentan.
(...) Todos los trabajadores participan, a través de sus delegados, en la
determinación colectiva de las condiciones laborales, así como en la gestión de
las empresas. (...) Cualquier bien o empresa cuya explotación posea o adquiera
el carácter de un servicio público nacional o de un monopolio debe pasar a ser
propiedad de la colectividad. (...) La Nación garantiza al individuo y a la
familia las condiciones necesarias para su desarrollo. (...) Garantiza a todos, y
especialmente al niño, a la madre y a los antiguos trabajadores, la protección

758
de la salud, la seguridad material, el descanso y el ocio. Todo ser humano que,
debido a su edad, su estado físico o mental o su situación económica, se
encuentre incapacitado para trabajar, tiene derecho a obtener de la
colectividad los medios de existencia necesarios. (...) La Nación proclama la
solidaridad y la igualdad de todos los franceses ante las cargas resultantes de
calamidades nacionales. (...) La Nación garantiza la igualdad de acceso del
niño y del adulto a la instrucción, a la formación profesional y a la cultura. La
organización de la enseñanza pública gratuita y laica en todos los niveles es un
deber del Estado. (...) No hará ninguna guerra con fines de conquista y nunca
empleará sus fuerzas contra la libertad de ningún pueblo. (...) A condición de
que haya reciprocidad, Francia acepta las limitaciones de soberanía
necesarias para la organización y la defensa de la paz. (...) Francia forma con
los pueblos ultramarinos una Unión basada en la igualdad de derechos y
deberes, sin distinciones de raza ni de religión. (...) La Unión francesa se
compone de naciones y pueblos que ponen en común o coordinan sus recursos
y sus esfuerzos para desarrollar sus respectivas civilizaciones, aumentar su
bienestar y garantizar su seguridad. 18. Fiel a su misión tradicional, Francia
pretende conducir a los pueblos que tiene a su cargo hasta la libertad de
administrarse a sí mismos y de tratar democráticamente sus propios asuntos;
rechazando todo sistema de colonización basado en la arbitrariedad,
garantiza a todos la igualdad de acceso a las funciones públicas y el ejercicio
individual o colectivo de los derechos y libertades anteriormente proclamados
o confirmados». (Borrador de la Constitución Francesa de 1946)

Como se ve, aquí se mezclaban ideales liberales con ideas utópicas de


«socialismo» reformista que no vamos a analizar de nuevo.

Como sabemos, el referéndum para esta constitución de «izquierda» fue


rechazado el 5 de mayo de 1946 por un 53% de los miembros de la Asamblea
Constituyente. Esto no acabó de calmar a la burguesía francesa que, animada
por su éxito, siguió presionando y deseando más. Para ello no dudó en utilizar –
como se haría en las elecciones italianas de 1948– todo tipo de calumnias y
provocaciones contra el PCF. El líder de los comunistas –también líder posterior
del revisionismo francés– Maurice Thorez recogería en su autobiografía «Hijo
del pueblo» del año 1960, varias anécdotas de la época. Cómo, por ejemplo, el
líder de los socialistas atacaba al PCF acusándolo de estar «al servicio de un
nacionalismo extranjero». Por supuesto, la derecha les acusaba de «ser agentes
de Moscú», de «querer llevar al país a la guerra civil» y ser por ello «los
comunistas unos malos patriotas». El PCF, lejos de responder a estas
acusaciones debidamente y desde una óptica marxista, las negaba bajo una
óptica liberal.

Así, en las segundas elecciones, celebradas en junio de 1946, el MRP ascendería


hasta el 28,33% de votos, el PCF descendería hasta el 26.11% de los votos y el
SFIO obtendría el 21.84%. El MRP propondría una constitución que obedecía
sus intereses y el de sus aliados. Comunistas y socialistas, sin razón
aparentemente lógica y bajo un halo de formalidad, empiezan a difundir tesis
cercanas al hecho de que este nuevo borrador «no es tan diferente a lo
propuesto anteriormente», que «sin sentido continuar con una guerra sin fin de
borradores de uno y otro partido», y que por tanto era «mejor aceptar este
nuevo borrador que seguir en el estado de no constitucionalidad».

759
En las elecciones de noviembre de 1946 el PCF logra recomponerse, consigue
recuperar cierta parte del electorado perdido refutando alguno de los
argumentos de la reacción y obtiene su máximo histórico con un 28.26 de los
votos, lo que tampoco desactivaba la situación política. Pese al nivel de
crispación evidente, estos resultaron fueron el detonante de varias ilusiones
parlamentaristas dentro del partido:

«Nos permiten prever para Francia otros caminos al socialismo, diferentes del
camino que siguieron hace 30 años los comunistas rusos. De todos modos, el
camino es necesariamente distinto para cada país». (Maurice Thorez;
Entrevista en The Times, 18 de noviembre de 1946)

¿Y qué resultó de concentrar todos los esfuerzos del PCF en la lucha por una
nueva constitución y unas amplias «alianzas progresistas» que garantizasen el
«tránsito pacífico al socialismo»? En este punto, pese a existir una debilidad de
la reacción en la posguerra, los explotadores franceses, no solo no habían
aceptado rendirse ante los puntos más progresistas que exigían los comunistas y
la militancia de base socialista como marco legal para Francia, sino que
sabedores de que aún mantenían el mayor número de puestos en el poder
ejecutivo y judicial, al no haberse atenuado su influencia entre los cuerpos
represivos y económicos, continuó usando todo su poder para reprimir las
movilizaciones, protestas y huelgas en Francia en los meses sucesivos, utilizó la
intervención militar sin contemplaciones frente a los intentos de liberación de
las colonias en zonas como Indochina.

Ante la delicada situación interna y externa, la burguesía francesa temía


ciertamente que de seguir profundizándose la situación subiera el número de
votos hacia los comunistas, los cuales exigirían más poder y mayores medidas
progresistas, lo que sumado a la radicalización de las masas acabaría derivando
tarde o temprano en una revolución. Por tanto, se decidió que era hora de cerrar
filas entre todos sus partidos políticos sin distinciones –incluyendo a los
cabecillas de los socialistas que eran parte fundamental para detener los anhelos
revolucionarios de las masas– y así, mediante métodos cuestionables incluso
para el democratismo-burgués, sus grupos políticos expulsaron al PCF de todo
poder político en mayo de 1947, con el fin de que no obstaculizasen la
«normalización» del país. ¿Era esto algo sorpresivo? Para nada:

«El camarada Stalin dice que los comunistas deben tener en cuenta el hecho de
que De Gaulle tomará medidas contra los comunistas, incluso si él no quiere
hacerlo él mismo, los ingleses y los estadounidenses lo incitarán a crear un
gobierno reaccionario en Francia, como en cualquier otro lugar que esto sea
posible». (Notas de una charla del camarada Stalin con el Secretario General
del CC del Partido Comunista Francés, el Camarada Thorez, 19 de noviembre
de 1944)

Stalin le había comentado a Thorez en 1944:

«El camarada Stalin pregunta si las organizaciones de resistencia tienen


fuerzas armadas.

760
El camarada Thorez responde que hay destacamentos armados de la milicia
patriótica, que fueron las principales fuerzas de la resistencia durante la
ocupación de Francia. Actualmente, estos destacamentos de milicias retienen
sus armas

El camarada Stalin dice que hay que tener en cuenta el hecho de que
actualmente en Francia hay un gobierno reconocido por las potencias aliadas.
En estas condiciones, es difícil para los comunistas tener fuerzas armadas
paralelas, ya que hay un ejército regular. Se puede preguntar a los comunistas
para qué necesitan destacamentos armados paralelos. Mientras no hubiera un
gobierno provisional, mientras no hubiera una zona trasera bajo su mando, la
existencia de estos destacamentos tenía un sentido definido. ¿Con qué
propósito existen estos destacamentos ahora cuando hay un gobierno con su
propio ejército? Tales podrían ser los argumentos de los enemigos de los
comunistas. Estos argumentos podrían convencer a la persona francesa
promedio. Es por eso que la posición del Partido Comunista de retener sus
propias fuerzas armadas parece débil y será débil. Es difícil defender esta
posición. Es por eso que es necesario transformar estos destacamentos
armados en otra organización, en una organización política, pero las armas
deberían estar ocultas». (Notas de una charla del camarada Stalin con el
Secretario General del CC del Partido Comunista Francés, el Camarada
Thorez, 19 de noviembre de 1944)

Y en 1947 después de la Conferencia de la Kominform, Stalin le repetiría en un


tono similar:

«[Entonces Stalin pregunta si los comunistas franceses tienen reservas


[depósitos] de armas. Y si ellos consideran necesario tenerlas] Thorez
responde que el Comité Central del Partido Comunista Francés autorizó a dos
camaradas, uno del Politburó y otro del Comité Central para abordar
específicamente ese asunto. Los seleccionados [para la tarea] son Lequeur,
quien fuera secretario de la organización del Partido Comunista de París
durante la ocupación, y Tillon, el organizador del movimiento guerrillero en
Francia. Llevan el trabajo entre antiguos guerrilleros, crean organizaciones de
carácter paramilitar. El Partido Comunista Francés se las arregló para
ocultar una gran cantidad de depósitos con armamento y munición. El
Camarada Stalin dice que uno debe tener armamento y organización si no
quiere verse desarmado por el enemigo. Los comunistas pueden ser atacados y
entonces tienen que contraatacar. Se puede dar cualquier tipo de situación. El
Camarada Stalin dice que nosotros [los soviéticos] tenemos armas y que
podemos darlas en caso de que sea necesario. (...) El Camarada Stalin
pregunta si [Jaques] Duclos es un buen asesor para Thorez. El Camarada
Stalin dice que el discurso de Duclos en la Cámara [de la Asamblea Nacional]
con una declaración de que la clase obrera no será provocada por la
insurrección armada... no fue un buen discurso. Uno debe tener presente que el
enemigo no perdonará a débiles y desarmados. Thorez responde que Duclos es
un muy buen trabajador y se emplea a fondo, pero a veces se toma la libertad
de hablar en la Cámara sin suficiente preparación preliminar. Por
consiguiente, hay casos en los que lo provocan y no habla lo que planificó».

761
(Acta de la reunión del Camarada Stalin con Thorez, Secretario del Comité
Central del Partido Comunista Francés, 18 de noviembre de 1947)

Muy seguramente estas disposiciones y críticas hacia el PCF venían dadas por
los reportes habituales de André Marty a la dirección soviética sobre las
debilidades del liderazgo –que siempre fueron reprendidas desde la
Internacional Comunista–. Especialmente en lo concerniente a las últimas
actividades y desviaciones del partido:

«Marty había chocado primero con Thorez en marzo de 1927, criticando de


éste último su «electoralismo». Posteriores quejas concernientes con los
«métodos burocráticos» de Thorez en 1931, su «pacifismo y oportunismo» en
1933, sus intentos de unirse al gobierno del frente popular en 1936, su falta de
urgencia en proveer ayuda a las Brigadas Internacionales y su retraso en
apoyar la línea de «guerra imperialista» en 1939. (...) El 7 de octubre de 1946,
Marty escribió a Stepanov, ahora miembro del Departamento Internacional
en Moscú del PCUS. Ampliamente circulada entre los oficiales soviéticos, la
carta fue un asalto sobre el liderazgo de Thorez. Ella criticaba el
parlamentarismo del PCF, su tendencia al compromiso mientras se
permanecía en el gobierno, su fracaso en apoyar las demandas de los obreros
y su renuncia a apoyar la liberación de los movimientos de las colonias. (...)
Marty describiría el liderazgo de Thorez como una absoluta monarquía»
infundida con un espíritu de «nepotismo» y «autocongratulación». (John
Bulatis; Maurice Thorez: Una biografía, 2018)

El delegado soviético Zhdánov, durante la Conferencia de la Kominform


abroncó delante de todas las delegaciones la actitud de los dirigentes italianos,
los cuales habían sufrido el mismo destino que los franceses y adoptaron la
misma reacción, dijo hacia Luigi Longo sin titubeos:

«Quieres ser más parlamentarista que los propios parlamentaristas Ellos


fueron los primeros en violar las leyes del parlamento expulsándolos fuera del
gobierno, a vosotros, el partido más fuerte. Nosotros no entendemos estas
maniobras. Déjame plantearte una pregunta. Con los ataques de la reacción el
Comité Central del partido comunista se retira. La reacción gana la expulsión
de los comunistas del gobierno, asegurándose un éxito. Esto no es que sea un
paso atrás. Es que es un golpe de Estado. ¿Y qué es lo que el partido tiene la
intención de hacer? ¿Pasará el partido de la defensa al ataque? ¿Tiene el
partido algún plan de ataque? ¿Hasta qué punto quiere el partido retirarse y
en qué momento va a pasar a la ofensiva? ¿O tal vez bajo la bandera de evitar
«aventuras», se dejará que se prohíba el propio partido comunista? ¿Por
cuánto tiempo tiene el partido la intención de seguir en retirada? Todas estas
preguntas no pueden dejar de preocupar a la clase obrera mundial». (Andréi
Zhdánov; Intervención durante el informe de Luigi Longo, 24 de septiembre de
1947)

Esto nos expone la importancia de que los partidos comunistas sepan no


solamente usar las armas para atacar y tomar el poder en el momento oportuno,
sino también defenderse de posibles envistes. Instar a que su disciplina y
organización interna, por su ligazón evidente con las masas y sus milicias
armadas, sean factores disuasorios para que los reaccionarios duden a la hora

762
de suprimirlos, para que en caso de que finalmente se produzcan dichos
intentos expulsarlos de los municipios, parlamentos o incluso ilegalizar su
prensa y organización, tener fuerza suficiente para contraatacar e incluso pasar
luego a una ofensiva.

El PCF después de su expulsión del gobierno de coalición nacional de la


posguerra, como mínimo debió haber movilizado activamente a toda la
población para forzar al gobierno a rectificar tal acto infame, o incluso
aprovechar la excusa para preparar la insurrección en breve y tomar el poder –si
la dirección lo veía factible–, pero más bien se resigno simplemente a acatar la
decisión y quejarse calificándola de injusta. Veamos como lo explicaba todo esto
un delegado de la Kominform:

«Los camaradas franceses sufrieron otra derrota en la disputa sobre la nueva


constitución. La constitución que los comunistas franceses, junto a los
socialistas, presentaron a referéndum no representaba las relaciones sociales
en Francia. Francia era un país democrático-burgués, pero la constitución
propuesta contenía puntos que excedían los márgenes de la democracia
burguesa. En realidad [la constitución] se trataba de un buen programa pero
no de una constitución pragmática. En consecuencia, los socialistas franceses,
temiendo quedarse aislados de las masas, aunque votasen en el Parlamento a
favor de esta constitución, hicieron todo lo posible para hacerla fracasar
durante el referéndum. Mediante maniobras parlamentarias ante las cuáles,
más adelante, ellos mismos caerían víctimas, los comunistas consiguieron [que
se aprobase] una buena constitución. Sin embargo, las esperanzas que los
camaradas franceses tenían puestas en el desarrollo de la democracia y el
socialismo en Francia gracias a esta constitución resultaron meras ilusiones.
Cualquier ser inteligente entendería que la constitución estaba condenada a
ser rechazada en el referéndum, porque no se correspondía con el nivel de
desarrollo dado de las relaciones sociales [del momento]. Nuestros camaradas
franceses pusieron sus esperanzas en engañar a la reacción y pasar a la
ofensiva todo en base a la constitución, pero ellos mismos acabaron por ser
traicionados por aquella misma maquinaria electoral en cuya infalibilidad
creyeron ciegamente. Tras este fracaso, Bidault, Blum y compañía tomaron la
ofensiva y adoptaron una constitución a favor de la que los comunistas
también votaron, pese a encontrarse en desacuerdo con muchos de sus
principios: acordaron votar a su favor simplemente porque creían que daría
fin al gobierno provisional. Los reaccionarios de la camarilla Bidault-Blum,
que anteriormente se opusieron a liquidar este gobierno provisional para no
permitir que los comunistas les forzasen una constitución lejos de su agrado,
ahora contemplaban positivamente la posibilidad de acabar con el gobierno
provisional, una vez obtuvieron su propia constitución. Los comunistas, por su
parte, fueron votados aún más en las elecciones y se convirtieron en el partido
más fuerte del parlamento. Sin embargo, los eventos no transcurrieron de la
forma esperada. La presión del imperialismo estadounidense se hacía más
poderosa por momentos, y la población de las colonias de Francia no estaban
dispuestas a esperar a la mayoría absoluta de los comunistas para empezar a
legitimar su voz». (Milovan Đilas; Informe en la Iº Conferencia de la
Kominform, 25 de septiembre de 1947)

El hecho posterior de que el ponente yugoslavo fuera uno de los padres del

763
revisionismo, más concretamente del conocido como «titoismo», no invalida la
crítica aquí emitida, todo lo contrario. Es paradójico que la denuncia del
«cretinismo parlamentario» denunciado en 1947 fuese apoyado años después en
el PCF por el revisionismo yugoslavo que apoyaba a las organizaciones
eurocomunistas en su idea «del tránsito pacífico al socialismo» a través del
sistema parlamentarista burgués, lejos de perder peso esta crítica por su autor,
refleja, que quién abandona esta posición tarde o temprano suele acabar en el
pantano del revisionismo. Si el lector desea más información puede consultar
diversos estudios ya disponibles. Véase la obra: «La crítica al revisionismo en la
Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

Como se ve en esta exposición... incluso aunque los comunistas franceses


hubiesen podido aprobar una constitución que «excediese» los límites de la
democracia burguesa, estas hubieran acabado en papel mojado por razones
obvias. Tampoco el hecho de ceder a varias concesiones aceptando una
constitución más moderada, y hacer piña con el chovinismo de la burguesía en
cuestiones como la colonial, postulándose el PCF como un ridículo mediador en
vez de un aliado firme de los pueblos oprimidos, tampoco le reportó al PCF la
amabilidad de la burguesía francesa, sino que avivo su fuerza y pasó a la
ofensiva, pues la burguesía en caso de ver debilidad en el partido proletario, se
aprovecha de ella para lograr sus objetivos.

El delegado del PCF, Jacques Duclos forzado por las circunstancias de la crítica
externa, reconocería ante sus camaradas internacionales que el PCF había
sufrido de «tendencias oportunistas en el partido y un respeto excesivo por el
legalismo y el parlamentarismo». Pero pese a la lluvia de críticas que fue objeto
por parte del movimiento comunista internacional, y pese a las autocríticas de
su dirección, el PCF repetiría estos errores una y otra vez en años sucesivos. Es
de recordar su postura a la zaga y después poco ambiciosa de los
acontecimientos durante la ola de huelgas y protestas de 1947, su misma
incapacidad de liderar las enormes huelgas de 1953 o su postura de apoyo total
al gobierno de turno en la Guerra de Argelia en 1954. Estos eventos
demostraron la diferencia entre un partido que se dice revolucionario, y no que
en la práctica demuestra que no lo es. Y que las autocríticas realizadas de cara al
exterior, eran más para salir del paso que otra cosa, los Thorez o Duclos, no
entendían la necesidad de comprender estas cuestiones, y como se vería años
después, su revisionismo se cristalizaría y haría mucho más profundo.

André Marty que había denunciado estas tendencias, criticaría lo absurdo de los
pactos parlamentarios sin una lucha de masas, lo absurdo de un programa de
gobierno antifascista en la posguerra, sin apoyarse en las movilizaciones y
acciones de masas:

«Como manifesté en Alger, simplemente pedí que esa participación ministerial


del PCF en el gobierno debía tomar lugar sobre las bases de las decisiones del
VIIº Congreso de la Internacional Comunista de 1935. Esto significaba: a
través de una acción de masas y basándonos en las masas populares, como
expliqué públicamente y constantemente. ¡Recuerden! Esta es la única manera
de tomar ventajas decisivas para la clase obrera. Nunca llame a la revolución
socialista, sino que llamé para apoyar que los miembros comunistas del
gobierno pusiesen en orden la aplicación el programa del Consejo Nacional de

764
Resistencia. Por ejemplo, la toma de las propiedades de los traidores era el
primer paso a tomar. Esto hubiera sido suficiente para cambiar nuestra
participación en el gabinete; porque estos traidores constituían la mayoría de
magnates de los bancos y grandes empresarios. Ahí había algo que hubiera
levantado el entusiasmo de las masas populares; ahí habría habido algo
verdadero que habría abierto el camino para la creación de la «Nueva
Francia» del pueblo. (...) Los obreros fueron llamados a realizar esfuerzos
excepcionales para poner en operación las fábricas de ferrocarriles, esto era
correcto. Pero el eslogan «¡Producid!, ¡Producid!» fue mantenido y repetido
por meses y años; ello llenó los bolsillos de los explotadores y calmaron su
miedo, mientras los obreros y sus familiares vivían solo a través del mercado
negro, con carne racionada en por las cartillas, la cosa más injusta. Cada
movimiento de demandas obreras fue controlado. Ese no era el programa de
la Resistencia; ese no era el desarrollo de una política social y democrática y
galvanizase la energía del pueblo; eso no era una equidad de sacrificios, ¡y
mucho menos el castigo de los traidores!». (André Marty; El Affaire Marty,
1955)

¿A qué se refería exactamente Marty sobre que la formación en la posguerra de


un gobierno antifascista inspirado en los lineamientos del VIIº Congreso de la
IC?:

«¿Qué sería este gobierno? ¿Y en qué situación pudiera ser posible? Es, ante
todo, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Debe ser un
gobierno formado como consecuencia del movimiento de frente único y que no
limite de ninguna manera la actividad del partido comunista y de las
organizaciones de masas de la clase obrera, sino, al contrario, que tome
enérgicas disposiciones dirigidas contra los magnates financieros
contrarrevolucionarios y sus agentes fascistas. En el momento oportuno,
apoyándose sobre el movimiento creciente del frente único, el partido
comunista del país en cuestión se manifestará por la creación de semejante
gobierno, sobre la base de una plataforma antifascista concreta. ¿Bajo qué
condiciones objetivas será posible la formación de un tal gobierno? A esta
pregunta puede contestarse de un modo muy general: bajo las condiciones de
una crisis política, en que las clases dominantes ya no están en condiciones de
acabar con el potente ascenso del movimiento antifascista de masas. Pero esto
es sólo una perspectiva general, sin la cual apenas será posible, en la práctica,
la formación de un gobierno del frente único. Solamente en presencia de
determinadas premisas especiales, puede ponerse al orden del día el problema
de la formación de este gobierno como tarea políticamente necesaria. Me
parece que en este sentido merecen la mayor atención las siguientes premisas:
Primero. Cuando el aparato estatal de la burguesía esté ya lo bastante
desorganizado y paralizado para que la burguesía no pueda impedir la
formación de un gobierno de lucha contra la reacción y el fascismo. Segundo.
Cuando las más extensas masas trabajadoras y en particular los sindicatos de
masas se levanten impetuosamente contra el fascismo y la reacción, pero no
estén todavía preparados para lanzarse a la insurrección con el fin de luchar
bajo la dirección del partido comunista por la conquista del poder soviético.
Tercero. Cuando el proceso de diferenciación y radicalización en las filas de la
socialdemocracia y de los demás partidos que participan en el frente único,
haya conducido a que una parte considerable dentro de ellas exija medidas

765
implacables contra los fascistas y demás reaccionarios, luche del brazo de los
comunistas contra el fascismo y se manifieste abiertamente contra el sector
reaccionario y hostil al comunismo de su propio partido. (...) Le exigimos que
lleve a cabo determinadas reivindicaciones cardinales revolucionarias,
congruentes con la situación, como, por ejemplo, el control de la producción, el
control sobre los bancos, la disolución de la policía, su sustitución por una
milicia obrera armada, etc. (...) En la medida en que este gobierno despliegue
una lucha real y verdadera contra los enemigos del pueblo, conceda libertad
de acción a la clase obrera y al partido comunista, nosotros, los comunistas, lo
apoyaremos por todos los medios y lucharemos en la primera línea de fuego,
como soldados de la revolución. Pero les decimos francamente a las masas:
este gobierno no traerá la salvación definitiva. Este gobierno no está en
condiciones de derrocar la dominación de clase de los explotadores y, por esta
razón, no puede tampoco eliminar definitivamente el peligro de la
contrarrevolución fascista. ¡Por consiguiente, hay que prepararse para la
revolución socialista! ¡Sólo y exclusivamente el poder soviético traerá la
salvación!». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo: Informe en
el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)

Estos reclamos, a su vez venían de las primeras resoluciones de la Internacional


Comunista:

«El gobierno obrero –eventualmente el gobierno obrero y campesino– deberá


ser empleado en todas partes como una consigna de propaganda general. Pero
como consigna de política actual, el gobierno obrero adquiere una mayor
importancia en los países donde la situación de la sociedad burguesa es
particularmente insegura, donde la relación de fuerzas entre los partidos
obreros y la burguesía coloca a la solución del problema del gobierno obrero a
la orden del día como una necesidad política. En esos países la consigna del
«gobierno obrero» es una consecuencia inevitable de toda la táctica del frente
único. (...) El programa más elemental de un gobierno obrero debe consistir en
armar al proletariado, en desarmar a las organizaciones burguesas
contrarrevolucionarias, en instaurar el control de la producción, en hacer
recaer sobre los ricos el mayor peso de los impuestos y en destruir la
resistencia de la burguesía contrarrevolucionaria. Un gobierno de este tipo
sólo es posible si surge de la lucha de masas, si se apoya en organismos
obreros aptos para el combate y creados por los más vastos sectores de las
masas obreras oprimidas. Un gobierno obrero surgido de una combinación
parlamentaria también puede proporcionar la ocasión de revitalizar el
movimiento obrero revolucionario. Pero es evidente que el surgimiento de un
gobierno verdaderamente obrero y la existencia de un gobierno que realice
una política revolucionaria debe conducir a la lucha más encarnizada y,
eventualmente, a la guerra civil contra la burguesía. La sola tentativa del
proletariado de formar un gobierno obrero se enfrentará desde un comienzo
con la resistencia más violenta de la burguesía. Por lo tanto, la consigna del
gobierno obrero es susceptible de concentrar y desencadenar luchas
revolucionarias». (Internacional Comunista; Resolución sobre la táctica de la
Internacional Comunista en el IVº Congreso de la IC, 1924)

En otra ocasión se recalcó ante posibles malentendidos:

766
«Es necesario que los comunistas de todos los países tengan claro en sus
mentes cuáles son las tácticas del frente único y cuáles no; son tácticas de
revolución, no evolución. Así como el gobierno de los trabajadores –y
campesinos– no puede ser, para nosotros, una etapa de transición
democrática fija, las tácticas de frente unido no son una coalición democrática,
una alianza con la socialdemocracia. Son solo un método de agitación y
movilización revolucionarias. Rechazamos todas las demás interpretaciones
como oportunistas. Debemos tener firmemente presente que las tácticas de
frente único solo tienen un significado para la CI si promueven el objetivo de
ganar a la mayor parte del proletariado para la lucha revolucionaria por el
poder». (Internacional Comunista; Extractos de una declaración de Comité
Ejecutivo de la Internacional Comunista sobre los acontecimientos en
Alemania en octubre de 1923, 1924)

En relación al surgimiento de corrientes como el titoismo, se diría en la URSS:

«La gran ley de la dialéctica marxista, que habla de la lucha de los opuestos,
de superar las contradicciones, aplicada hábilmente en actividades prácticas,
sirve a los partidos comunistas de todos los países como el arma más aguda en
su lucha contra la burguesía y sus agentes. (...) El camarada Stalin enseña que
sin la derrota de los conciliadores que actúan en las filas del partido de la clase
trabajadora y empujan a las capas atrasadas de la clase obrera a los brazos
de la burguesía, es imposible, la victoria de la revolución proletaria, la
construcción del socialismo». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Sobre
el materialismo dialéctico, 1953)

¡Esto fue lo que nunca interiorizó el núcleo de los dirigentes del PCF!

Marty señaló que el PCF para finales de los 50 albergaba varios defectos
insalvables, como eran las ilusiones parlamentarias –como método de defender
sus posiciones políticas–, el no entender movimientos de masas como el
Movimiento por la Paz –haciéndole seguidismo a varios de sus líderes no
marxistas–, y la tendencia a los pactos por arriba con los jefes de los partidos
reaccionarios –para intentar volver al gobierno bajo la excusa de la unidad
nacional ante el rearme alemán–, todo ello sin nulas perspectivas
revolucionarias:

«El Secretariado del PCF lanzó el Caso Marty-Tillón el 3-4 septiembre de de


1952 durante la sesión del Comité Central, cuando el informe de Duclos
presentó la necesidad de «Frente Nacional Único», esto es, la unión de sus
explotadores y enemigos –que fue denominada unión sagrada durante la
guerra de 1914-18–. (...) La política del grupo dirigente del PCF, es una clara
política parlamentaria, basada en acuerdos secretos con el enemigo de clase
de los obreros. (...) Se ha desarrollado un hábito desde la Liberación [1944];
continuamente mandando cartas a diputados, para todo y para nada. Pero
bajo un régimen capitalista no es el parlamento el que fija los salarios, es el
jefe y la asociación de jefes; incluso cuando el gobierno toma una decisión, los
empresarios hacen lo que quieren. (...) Joliot-Curie el Presidente del
Movimiento Mundial de la Paz, en su informe en el congreso mundial de Viena,
ha pedido que el Movimiento por la Paz sea un movimiento de masas real.

767
Pero eso no existe. (...) Ellos publican muchas declaraciones con la firma de
Sarte, por ejemplo, ¿pero a quienes representan estas figuras? Siempre hay
casi la misma gente. (...) Cuando Daladier habla contra el rearme alemán, está
bien. Cuando él participa en el Movimiento por la Paz, lo acepta. Pero después
de todo lo que ha hecho desde 1936 a 1940 contra la clase obrera francesa. (...)
Es necesario no quitarle ojo. (...) Depositar confianza por un minuto en estos
profesionales políticos es una vez más alimentar a una serpiente». (André
Marty; El Affaire Marty, 1955)

No sería cosa del azar que André Marty, fuese calumniado y expulsado del PCF
en 1952 acusado de «aventurero», «fraccionalista» y otros términos que Duclos-
Thorez usarían sin fundamento, hasta el punto de que una vez fuera del partido,
se le colgaría el sambenito de haber sido un «agente del imperialismo». Todo
ello por oponerse a una línea traidora cada vez más evidentemente, algo que
como hemos constatado en otras experiencias, no es nada nuevo. Como advirtió
Zhdánov, la calumnia es el recurso favorito del oportunismo para combatir a los
revolucionarios honestos:

«Los nuevos métodos en las actividades subversivas practicados por los


elementos hostiles en las filas del partido es el doble-juego, enmascarando sus
actividades subversivas por una demostración externa de que estaban de
acuerdo con la línea del partido, fingiendo una preparación para luchar en
favor de sus decisiones. Sabemos que los elementos hostiles hicieron un amplio
empleo de demostraciones ruidosas, actividades simuladas, practicaron el
servilismo, los discursos pomposos, grandes saludos etcétera para engañar y
hacer bajar la vigilancia de nuestros líderes. (...) La difamación de personas
honestas con el pretexto de la «vigilancia», es en la actualidad el método más
difundido utilizado para enmascarar y proteger sus propias actividades
hostiles. Si uno quiere descubrir los nidos de avispas enemigas todavía no
expuestos, hay que buscarlos sobre todo entre los calumniadores». (Andréi
Zhdánov; Modificaciones en el reglamento del Partido Comunista
(bolchevique) de la Unión Soviética: Informe en el XVIIº Congreso del PC (b)
de la URSS, 18 de marzo de 1939)

Lo hemos visto en varios casos de la época como con el de Joan Comorera.


Crímenes y atropellos que los oportunistas creían poder solventar con diversas
campañas de propaganda, pero que hoy con el tiempo le daría la razón a Marty
sobre el camino errado que estaba tomando el PCF, y expondría a Thorez y sus
propuestas políticas, como las de un revisionismo reformista cada vez más
encallado en el PCF.

Este tipo de defectos legalistas y parlamentaristas, eran la consecuencia de una


postura errónea en otros campos como la cuestión nacional y colonial, en las
tácticas de frente versus la socialdemocracia, etc. Como hemos visto en el
presente documento, generalmente el ser condescendiente con un error, abre la
puerta a otro inmediatamente después. En pocos años, y sobre todo tras el
advenimiento del jruschovismo, estos defectos antimarxistas fueron la marca y
seña de los antiguos partidos comunistas:

«La dirección del PCI presenta a la Constitución italiana como si fuera


totalmente diferente de otras constituciones burguesas, pretendiendo que si no

768
es todavía una constitución socialista perfecta, contiene al menos muchos
principios socialistas, pero que «desgraciadamente», no son aplicados por los
actuales gobernantes italianos. Es por esto que se orienta y concentra toda la
atención, toda la lucha de clases obrera y el partido comunista a la aplicación
de la Constitución y las reformas que prevé. ¡Y dicen que de esta manera van a
pasar al socialismo!

No queremos de ninguna manera subestimar la importancia que presenta


para el PCI y para los trabajadores italianos la lucha por la salvaguardia y el
desarrollo de los derechos y de las libertades democráticas que prevé la
Constitución italiana. Es verdad que es una constitución democrática, que
apareció en consecuencia de la lucha de clase obrera y el PCI contra el
fascismo, que contiene algunas reivindicaciones bastante avanzadas para el
mundo capitalista y que van en interés de la clase obrera y las masas
trabajadoras. Y desde luego, la lucha por la aplicación de estas
reivindicaciones tiene gran importancia.

Mas todo esto no debe ser sobrestimado y exagerado. De hecho, la Constitución


italiana actual es una constitución democrático-burguesa, que no rebosa en
absoluto el marco de otras constituciones burguesas, que derivan sobre todo de
la lucha contra el fascismo. Por consiguiente, crear ilusiones sobre la
Constitución italiana y limitar la lucha de los trabajadores y del partido
comunista a las reivindicaciones y aplicación de la Constitución es muy
perjudicial y significa, de hecho, la renuncia a la revolución socialista y el
mantenimiento dentro del orden capitalista. En realidad, lo que prevé la
Constitución italiana son libertades y derechos puramente formales, que en
realidad son violados cada día, algo que está admitido hasta por los dirigentes
del PCI. Por ejemplo, se prevé una limitación de la propiedad privada o el
derecho al trabajo, pero de hecho hubo y no hay ninguna limitación efectiva de
la propiedad monopolista de los capitalistas; al contrario, la mayor
concentración de capital en menos manos se ha logrado a ritmos más rápidos;
o, a pesar de la proclamación general del derecho a trabajar, Italia se
caracteriza por un desempleo masivo crónico, etc. Además, recordemos los
intentos de las clases dominantes en Italia para limitar la democracia italiana,
ni podemos olvidar que en algunos países de Europa como en Francia, ya han
logrado este objetivo. Por lo tanto, la creación de ilusiones de todo tipo en la
«democracia» burguesa, sobre el parlamentarismo burgués, causan un grave
perjuicio a la clase obrera y el socialismo». (Zëri i Popullit; A propósito de las
tesis concernientes al Xº Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de
noviembre de 1962)

Los comunistas no rechazan las reformas: pero como es sabido dichas reformas
deben de estar enfocadas a reforzar la revolución, y su militancia así debe de
saberlo, o mejor dicho, los jefes y todo el partido debe hacérselo saber.

Los comunistas albaneses exponían así a las tesis de los revisionistas italianos
que juraban no ser unos reformistas aunque su teoría y praxis así lo indicase:

«Los dirigentes del PCI se esfuerzan por justificar estas contradicciones


refiriéndose a las afirmaciones de Lenin, a saber, que entre la democracia y el
socialismo no hay una muralla china, utilizando pues, como argumento el

769
enlace existente entre la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo.
Bien entendido, esta es una tesis justa, pero hay que considerarla de modo
dialéctico y no unilateral. Todo el asunto reside aquí en que sólo se destaca
manera unilateral la conexión entre la lucha por la democracia y la lucha por
el socialismo, pero no se dice nada en que se distinguen las dos luchas, ya que,
como hacen ellos, limitan la lucha por el socialismo a la lucha por la
democracia. Pero esto significa, de hecho, permanecer en el cuadro del orden
existente capitalista. En general los revisionistas no admiten la subordinación
de las tareas democráticas a las tareas socialistas, sino que hacen lo contrario.
De hecho es lo que hacen los dirigentes actuales del PCI. Los dirigentes del PCI
se apartan de las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre la relación entre
las reformas y la revolución. Según ellos, de hecho, pareciese que la revolución
socialista no es más que el conjunto de unas reformas estructurales. Mientras
que los revolucionarios piensan en las reformas en las condiciones del
capitalismo, tal como enseña Lenin, como el producto secundario de la
revolución y las utilizan para el desarrollo y la extensión de la lucha de clases,
subordinan las reformas a la realización de las tareas revolucionarias
radicales. Aunque Toglitatti en su artículo: «El comunismo y el reformismo»
publicado en «Rinascita» el 28 de julio de 1962, critica a los reformistas
diciendo que, en interés de las reformas, olvidan el objetivo del derrocamiento
del capitalismo y el establecimiento de relaciones socialista, Togliatti en
persona y sus compañeros de hecho actúan precisamente de ese modo cuando
concentran toda la atención del partido y de la clase obrera solamente en la
lucha por las reformas que están previstas en la Constitución italiana y dicen
que así es como se pasara al socialismo en las condiciones de Italia. ¿En qué
consiste su diferencia de los reformistas? (...) No tenemos la intención de
ninguna manera de decir que el partido comunista en las condiciones de la
orden capitalista y concretamente en Italia, no debe luchar por reformas a
favor de los intereses de la clase obrera y de todos trabajadores. Tal actitud
rígida y «izquierdista» no puede tener nada común con marxismo-leninismo
revolucionario. Pero es absolutamente necesario no olvidar en la lucha por las
reformas, dos enseñanzas importantes del marxismo, que han sido
confirmadas y son confirmadas cada día por la vida y por la experiencia del
movimiento revolucionario de la clase obrera desde varias decenas de
años. En primer lugar, no hay que sobrestimar el rol de las reformas en las
condiciones del capitalismo, de ningún modo hay que crear en la clase obrera
y las masas trabajadoras ilusiones del tipo que por medio de las reformas se
pueden resolver los problemas vitales de los trabajadores, asegurar el
mejoramiento radical de sus condiciones de trabajo y vida. Marx argumentó
de modo científico en su obra «El Capital» que la acumulación de la pobreza
en un polo y de la riqueza en el otro polo era una ley de desarrollo del capital,
que la lucha de la clase obrera y los mejoramientos parciales que arranca al
capital podían frenar y limitar temporalmente el efecto de la acción de esta
ley, pero no pueden destruirla sin haber destruido el capitalismo mismo. Esta
tesis se pone en evidencia con los hechos actuales. Por ejemplo durante la
última década, Italia ha ampliado aún más la brecha entre el rendimiento del
trabajo que ha aumentado dos veces más que los salarios reales de los
trabajadores: de hecho, durante los últimos diez años hemos notado la
tendencia a mantener, e incluso disminuir la parte de la renta nacional que
está destinada a los trabajadores. Si el programa de reformas se separa, se
aísla, y se convierte en algo independiente de la lucha general por el

770
derrocamiento por el derrocamiento del capitalismo y el triunfo del socialismo,
sobre todo cuando la lucha de reformas se presenta como la vía al socialismo,
como es el hecho de la actual dirigencia del PCI, esto lleva a posiciones
oportunistas y reformistas del «economismo» de Bernstein, desorienta la
lucha de clases obrera, con el pretexto de algunas mejoras y reformas
parciales, desviando el objetivo principal: la lucha para derrocar al
capitalismo. En segundo lugar, en la lucha por las reformas no hay que
olvidar tampoco la importante enseñanza de Lenin según el cual hay reformas
y reformas. Hay unas reformas que los trabajadores, bajo la dirección del
partido revolucionario, arrancan por su lucha al capital, lo obligan a batirse
en retirada, a hacer concesiones, que son ciertamente reformas en interés de
las masas trabajadoras y es por ello que por tales reformas hay que pelear.
Pero también existen reformas engañosas que son emprendidas por las clases
explotadoras en el poder, a fin de desviar a los trabajadores de la revolución».
(Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del
Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)

Cuando el PCE de Carrillo-Ibárruri apostaba por el «proceso


constituyente»

El Partido Comunista de España (PCE) bajo Carrillo-Ibárruri promovía


ardientemente la consigna del proceso constituyente como estrategia estrella,
creyendo que era la vía perfecta para pasar del franquismo a una verdadera
«democracia», y de ahí al «socialismo»:

«La alternativa democrática se está articulando en torno a un programa


básico: gobierno provisional de amplia coalición, amnistía, libertades
democráticas sin discriminación, elecciones a constituyentes que decidirán
sobre el régimen social del Estado español». (Partido Comunista de España;
Comunicado del VIIIº Congreso del PCE, 1972)

El antiguo Partido Comunista de España (marxista-leninista) le respondió al


PCE en una ocasión con una cita muy acertada:

«El pensamiento de una pacífica sumisión de la mayoría de los explotados


ante los capitalistas y de una evolución apacible hacia el socialismo no es
solamente un signo de mediocridad burguesa sino también un engaño, la
disimulación de la esclavitud del asalariado, la deformación de la verdad a los
ojos de los trabajadores. La verdad es que la burguesía más ilustrada, la más
democrática, no retrocede ante la masacre de millones de obreros y
campesinos con el único fin de salvar la propiedad privada de los medios de
producción. La liquidación de la burguesía por medio de la violencia, la
confiscación de sus propiedades, la destrucción de sus mecanismos de estado,
parlamentario, judicial, militar, burocrático, administrativo, municipal, etc.
hasta el exilio o la reclusión de todos los explotadores más peligrosos y
obstinados, sin excepción, el ejercicio de una estricta vigilancia para reprimir
los intentos, que no faltarán, de restaurar la esclavitud capitalista, tales son
las medidas que pueden asegurar el sometimiento real de toda la clase de
explotadores». (Internacional Comunista; Tareas fundamentales de la
Internacional Comunista, 1920)

771
Y añadía con sorna:

«Como vemos la contradicción entre la posición de Lenin y la del renegado


Carrillo es total. Mientras Carrillo preconiza «elecciones a cortes
constituyentes», Lenin insiste una y otra vez en que el único camino para que
el proletariado se libre de la esclavitud asalariada es el de la revolución
violenta. Y eso incluso cuando se enfrenta con la burguesía más «instruida y
democrática». ¿Qué diría Lenin frente a una oligarquía como la que domina
España, feroz, asesina, salvaje y cuya «instrucción» es la del espadón y su
«democracia» la de los cementerios?». (Vanguardia Obrera; Nº85, 1973)

El PCE (m-l denunciaba sin pelos en la lengua lo necio que era hablar de un
proceso constituyente sin desmontar todo el entramado del sistema burgués que
rodea el ambiente político, sea este bajo una democracia burguesa o fascista:

«Propugnar cortes constituyentes que decidirán el futuro del régimen de


España, es una superchería, pues mientras no se deshaga el aparato terrorista
policiaco-militar del régimen, más sus refuerzos yanquis, ni el pueblo podrá
expresarse libremente ni las cortes constituyentes podrán constituir realmente
nada. (…) Un servilismo semejante muestra palmariamente su
empecinamiento en aliarse a toda costa con sectores de la reacción y llevar al
pueblo a remolque de semejante conciliábulo. Tal política tiene un nombre:
traición». (Acción; Comité Pro-Frente Revolucionario Antifascista y Patriota,
Nº3, enero, 1972)

Más adelante esto se volvía a repetir refutando las ilusiones de Carrillo y otros,
conectando con la idea de que, mientras exista la dominación del capital, dicho
proceso constituyente será siempre hegemonizado por la burguesía,
supervisando que, incluso en el caso de verse forzada a realizar concesiones,
todo sea manejado hacia sus intereses, por tanto, todo proceso de este tipo,
frenará o desarrollará reformas constitucionales hacia esa protección de los
intereses de clase:

«–Incurre en la ilusión de creer que alguna vez la clase dominante en España


respeta las normas del juego democrático. La experiencia demuestra la
falsedad de esta ilusión ya que lo hacen sólo cuando les interesa.

–En segundo lugar, se basa en la deliberada ignorancia de que bajo el yugo de


la oligarquía, aún con formas «democráticas» de poder, las clases oprimidas
no tienen posibilidades de organización y de expresión ni remotamente
comparables a las de la oligarquía y de la burguesía en general; que las clases
populares sólo pueden acceder a los más amplios y mejores medios de
organización y de expresión a través de la lucha contra sus opresores.

–En tercer lugar, que es «lucha» parece desconocer el hecho de que, bajo el
yugo de la oligarquía, con no importa qué formas de poder, esa clase opresora
y antinacional, puede controlar y amañar totalmente cualquier elección o
referéndum, teniendo en sus manos el aparato estatal». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); Esbozo de la historia el PCE (m-l), 1985)

772
El PCE (m-l) hablaba en el sentido de que los males del capitalismo y la única
salida posible a ellos en la etapa imperialista del capitalismo son a través de la
concienciación de las masas trabajadoras, su organización y su participación en
la revolución proletaria, que como se ha demostrado, no tiene otra vía que
mediante la combinación de los métodos pacíficos con el uso de la violencia
revolucionaria de las masas bajo la dirección del partido marxista-leninista:

«Es esta una de las cuestiones de principio más importantes que separa hoy de
manera irreconciliable a los marxista-leninistas de los revisionistas
jruschovistas, y de todos los socialreformistas y pseudomarxistas. Para los
marxista-leninistas, para todo revolucionario honrado y consciente, sigue
siendo válido, de manera general, el principio de la revolución violenta como
ley universal de la revolución proletaria, así como el reconocimiento de la
necesidad de destruir el viejo aparato estatal con objeto de sustituir la
dictadura de la burguesía por la del proletariado. Nuestra reafirmación
absoluta de este principio se basa no sólo en las enseñanzas de nuestros
clásicos y en su lucha intransigente contra el pacifismo y el evolucionismo,
sino además en las lecciones históricas de las revoluciones populares de
nuestra época, y en el análisis concreto de la situación actual en nuestro
propio país. Basándose en una apreciación anticientífica de la situación actual
en el mundo, los revisionistas modernos pretenden, por su parte, y ello pese a
los hechos irrefutables y evidentes, que la teoría marxista-leninista de la lucha
de clases, como motor de la historia, ya está anticuada y que las condiciones
internacionales permiten hoy prever que el socialismo puede implantarse a
través del camino parlamentario y de la transición pacífica». (Elena Ódena;
Sobre algunas cuestiones de principio del marxismo-leninismo, 1967)

Elena Ódena siempre habló del establecimiento de una democracia popular bajo
la dictadura del proletariado en alianza con el resto de trabajadores para
reprimir los intentos de las clases derrocadas de restaurar el poder, y sobre esta
base dar inicio a la construcción económica socialista:

«En la lucha contra el oportunismo y el revisionismo Lenin señaló en todo


momento que lo fundamental de la revolución proletaria es conquistar el
poder y destruir el aparato estatal burgués por la violencia, para implantar la
dictadura del proletariado. Lenin se basaba para tal afirmación no sólo en su
dilatada y riquísima experiencia y capacidad de análisis y síntesis de la
historia y los hechos, sino también en los análisis de Marx, el cual ya en 1875
en su obra filosófica «Crítica al Programa de Gotha» [lo] afirma. (...)
Actualmente los revisionistas modernos, tras haber traicionado en toda la
línea la política de clase del proletariado, se esfuerzan por enterrar y falsificar
los principios fundamentales del marxismo-leninismo, que son el arma
decisiva con la que cuenta la clase obrera y todas las masas oprimidas y
explotadas de la humanidad para orientarse en su lucha liberadora». (Elena
Ódena; La dictadura del proletariado, una cuestión fundamental del
marxismo-leninismo 16 de febrero de 1976)

Así mismo se explicaba la función de la dictadura del proletariado en la


revolución:

773
«Negar la necesidad de la implantación de un Gobierno de dictadura del
proletariado es condenar pura y simplemente al fracaso cualquier intento de
implantar un poder auténticamente popular y revolucionario. La dictadura
del proletariado tiene, pues, como función esencial durante todo un
prolongado período histórico defender por todos los medios el poder
revolucionario del pueblo contra los ataques del capitalismo y del
imperialismo, es decir, de las clases explotadoras de dentro y fuera y contra
sectores de las clases medias y otros enemigos del pueblo que se oponen a la
revolución y se unen a los explotadores». (Elena Ódena; La dictadura del
proletariado, democracia de tipo superior para el pueblo, 29 de febrero de
1976)

Incluso para satisfacer las consignas y tareas de soberanía nacional, se anotaba


en aquella época que era necesario la sustitución de la burguesía nacional
voluble y miedosa ante el imperialismo extranjero por el proletariado, única
clase consecuentemente antiimperialista:

«Los comunistas debemos estar preparados, en su momento oportuno, relevar


a la burguesía y encabezar la lucha de independencia nacional,
transformándola en una lucha de liberación social, es decir, en revolución».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº
Congreso del PCE (m-l), 1984)

El actual PCE (m-l) ofrece para los problemas sociales una utópica
receta liberal ya superada

En cambio, el actual PCE (m-l) refundado, pese algún artículo sobre la lucha de
clases donde utiliza alguna vez el término «dictadura del proletariado», no tiene
un programa ni una perspectiva encaminada a ello. Es más, mantiene desde
hace años una posición análoga a otras viejas organizaciones marxista-leninistas
ahora socialdemócratizadas como Bandera Roja, el Partido Comunista de
Colombia Marxista-Leninista, el Partido Comunista de Chile (Acción
Proletaria), el Partido Comunista de México Marxista-Leninista, y muchos que
parlotean sobre el supuesto «tránsito hacia el socialismo», pero basando toda su
estrategia en la formación de una anhelada Asamblea Nacional Constituyente,
como se refleja en sus programas y eslóganes. Esta vía –que es considera la
panacea para todos los problemas– también se puede observar en
organizaciones totalmente ajenas a un origen marxista-leninista presente o
pasado como ocurre con las FARC-EP o el Ejército de Liberación Nacional que
también reivindican dicha estrategia. En América de hecho, tanto los líderes del
«socialismo del siglo XXI» –Evo Morales en Bolivia– como de la derecha más
tradicional –Piñera en Chile– han optado por esta salida cuando se han visto
abocados a realizar cambios en su forma de gobernar, o querían desactivar
movilizaciones. Y el PCE (m-l) les sigue por este sendero de vender que este es el
camino del cambio real:

«Cada vez son más las voces que piden el inicio de un proceso constituyente, a
las que desde su constitución se suma esta Asamblea Ciudadana Pro-
Referéndum de Segovia, que pone el acento en la reivindicación de la república
como la mejor forma de gobierno para España y la ruptura con el régimen
monárquico consagrado por la Constitución del 78». (Partido Comunista de

774
España (marxista-leninista); SEGOVIA: Iniciativa pro referéndum de
Asamblea Ciudadana, 2015)

El actual PCE (m-l) en su artículo: «¿Proceso constituyente?» de A. Bagauda,


critica que la visión del «proceso constituyente» de organizaciones como
Podemos o Izquierda Unida se limita a que «no se salen de los marcos de la
Constitución del 78»:

«Hablar de «proceso constituyente» desde la asunción de la Constitución del


78, partiendo de ella, sin romper con ella, es un despropósito político, es
desvirtuar el concepto «proceso constituyente». (...) Un proceso que se inicia
necesariamente con la formación de un gobierno provisional –llámese como se
llame y del que nada dicen [Unidos Podemos] porque no tienen necesidad de
él–, resultado de la lucha política por la ruptura con el régimen precedente,
con la constitución precedente, por la república, conformado por aquellas
fuerzas que han batallado y expresión de la voluntad popular; un gobierno
provisional, de carácter temporal, que dirigirá y garantizará que dicho
proceso se desarrolle en condiciones realmente democráticas, y que convocará
una Asamblea o Cortes Constituyentes, que reflejará la nueva correlación de
fuerzas, encargada de elaborar la nueva constitución republicana». (Octubre;
Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº89, 2016)

¿Pero acaso el PCE (m-l) con sus propuestas se sale de los marcos del legalismo
burgués? Para nada.

Pokrovski en su artículo: «80º aniversario del triunfo del Frente Popular en


España», nos ofrece desde el actual PCE (m-l) la típica imagen de alguien que se
cree revolucionario, pero acaba en los mismos dogmas reformistas:

«Las recetas económicas y sociales aplicadas en los ayuntamientos


controlados por PODEMOS tampoco son la solución. Chocan con la realidad
de una legislación, de un marco jurídico que ahoga y pulveriza cualquier
proyecto de cambio real. No negamos la buena voluntad de algunos alcaldes y
concejales de la formación liderada por Pablo Iglesias, pero, si son honestos,
pronto comprenderán que el muro de la Constitución y la monarquía no ofrece
resquicios para sus reformas. Solo un nuevo marco jurídico, un nuevo orden
constitucional y una nueva legislación permitirán afrontar los graves retos
que tiene nuestro país». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº90,
2016)

¡¿En qué se diferencia el discurso del PCE (m-l) respecto a Podemos/IU?! En


ocasiones es indiferenciable.

La historia ha demostrado el fiasco de las ilusiones de los reformistas


«moderados» –IU/Podemos– y de los reformistas algo más «radicales» –el
actual PCE (m-l)–. Los «ayuntamientos del cambio» liderados por Podemos y
aliados han fracasado estrepitosamente en su intento de transformación de la
realidad –véase como culmen de su fracaso la pérdida de alcaldías en las
municipales de 2019–. Mientras que, por otro lado, como veremos al final del
documento, la historia como ha certificado que no es posible una resolución de
los problemas sociales por un «nuevo marco jurídico» y un nuevo «cambio

775
constitucional» mientras exista la dictadura del capital, el orden burgués. Así
habla un reformista no un revolucionario.

Precisamente el PCE (m-l) imita a esas organizaciones y líderes reformistas que


tanto critica, que también proponen de vez en cuando, la receta de un «proceso
constituyente para lograr una «república federal» que solucione los problemas
del país:

«El histórico dirigente de IU y fundador del Frente Cívico Somos Mayoría


(FCSM), Julio Anguita, ha propuesto este viernes, al inaugurar en Córdoba las
Jornadas 'Volver a mirarnos. Nuevos acuerdos para la España que somos',
organizadas por Podemos, implicar a la sociedad española en su conjunto en
un «proceso constituyente» que lleve a que España se convierta en una
«república federal, plurinacional y solidaria». (El diario.es; Anguita propone
un «proceso constituyente» hacia una «república federal, plurinacional y
solidaria», 24 de noviembre de 2011)

Si miramos a los nuevos líderes reformistas de Podemos, dicen lo mismo:

«Apertura de un proceso constituyente democrático que garantice que los


derechos sociales y culturales tengan el mismo estatuto que los derechos civiles
y políticos, esto es, que sean consustanciales a la condición de ciudadanía».
(Podemos; Programa para las elecciones europeas, 2014)

Desde IU hace décadas que lleva siempre su eslogan predilecto:

«En primer lugar, la ruptura democrática es una estrategia encaminada a


construir unas instituciones político-jurídicas distintas a las actuales, que
provienen de 1978. Es la estrategia que conduce a un proceso constituyente
dirigido desde abajo, es decir, democrático y participativo». (Salvador López
Arnal; Organización, unidad y lucha Una conversación con Alberto Garzón,
2016)

Un año después Garzón proclamaba un discurso clavado al de Raúl Marco:

«Izquierda Unida ha apostado de forma histórica por iniciar un proceso


constituyente que condujera a España a convertirse en una República Federal.
Un proceso que sirviera, por un lado, para redefinir los equilibrios
territoriales. Y, por otro, para modificar la forma de Estado y afianzar su
carácter social». (El diario.es; Alberto Garzón lanza un proceso abierto para
redactar una «Constitución Federal», 2017)

Mientras se opere bajo los lineamientos de la democracia burguesa,


no habrá emancipación social posible

Históricamente se ha demostrado que el problema de los «procesos de


regeneración democrática» como le llaman algunos, no es solamente partir de la
constitución precedente, sino que este proceso reformista es en sí limitado y
profundamente hipócrita, una cortina de humo para que todo siga igual. Se ha
visto que la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente ha sido una
consigna histórica del liberalismo moderado y radical para elegir una nueva

776
constitución burguesa, la cual no resuelve los problemas inherentes al sistema, y
que las decisiones tomadas en ella no siempre se respetan. Veamos el ejemplo
histórico de Colombia:

«En 1990 la mayoría del brazo armado del PC de C-ML: el EPL, empezaron a
hablar de nuevo sobre buscar «una solución política global al conflicto
armado», de «interés y voluntad de buscar vías diferentes a la confrontación
militar, cuyo propósito en último término sirviera de base a una gran
movilización por la democracia contra la dictadura de Estado y por el
reconocimiento al pueblo como constituyente primario, expresado a través de
una Asamblea Nacional Constituyente» como venía indicándose desde los 80
con toda la buena fe. Es decir, se decía que dejando las armas, reintegrándose
en el movimiento político legal y convocando una Asamblea Constituyente, los
problemas en Colombia podrían ser resueltos «democráticamente» y
«pacíficamente» siempre confiando a ciegas que el gobierno garantizase
mantener su promesa. Con ese objetivo el 90% de los miembros del EPL
crearon el movimiento Esperanza, Paz y Libertad, mientras que por otro lado
el PC de C-ML se quedó sin su brazo armado, que, en realidad debido a sus
conocidas acciones de autodefensa en el campo, era el único motivo de cierto
prestigio entre la población. Una parte ínfima del ELP se quedó en activo como
guerrilla, ocupando algunas zonas en el Norte de Santander. En 1991 en
Colombia se convocó una Asamblea Nacional Constituyente que vio nacer una
nueva constitución. Pero más allá de las promesas en dicho país siguieron
existiendo uno de los mayores niveles de latifundio de la región, un nivel de
asesinatos políticos superior al de muchas abiertas dictaduras fascistas, y
otros problemas que todos conocemos. La línea de una convocatoria para la
Asamblea Nacional Constituyente promovida por muchos grupos de izquierda
no sirvió para solucionar nada de peso, porque una nueva Constitución no
sirve cuando la burguesía está en el poder, a lo sumo que sirve es para
desgajar migajas, migajas que pueden ser suprimidas cuando la burguesía
vea que es el momento preciso para lanzar los cuerpos y fuerzas represivas del
Estado. (...) Se ve que no aprendieron nada de la misma estrategia de la
«búsqueda de una convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente» de
los 80 que acabó con la represión y asesinato de su propio Secretario
General!». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las
FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia,
2016)

¿A qué conclusión llegamos? Obviamente, los comunistas en determinadas


ocasiones, si se ven envueltos en un proceso constituyente como tal y no pueden
oponer formas superiores, pueden utilizar tal reivindicación y eslogan, pero de
forma revolucionaria, jamás vendiendo a la gente que ese es el camino al
socialismo, que resolverá definitivamente la cuestión nacional sin problemas, o
ilusiones absurdas de ese tipo. Esta cuestión de la Asamblea Nacional
Constituyente está íntimamente ligada con la actitud de los comunistas hacia las
instituciones burguesas:

«Los parlamentos burgueses, que constituyen uno de los principales aparatos


de la maquinaria gubernamental de la burguesía, no pueden ser conquistados
por el proletariado en mayor medida que el estado burgués en general. La
tarea del proletariado consiste en romper la maquinaria gubernamental de la

777
burguesía, en destruirla, incluidas las instituciones parlamentarias, ya sea las
de las repúblicas o las de las monarquías constitucionales. (…) La tribuna del
parlamento burgués es uno de esos puntos de apoyo secundarios. No es posible
invocar contra la acción parlamentaria la condición burguesa de esa
institución. El partido comunista entra en ella no para dedicarse a una acción
orgánica sino para sabotear desde adentro la maquinaria gubernamental y el
parlamento. Ejemplo de ello son la acción de Liebknecht en Alemania, la de los
bolcheviques en la Duma del zar, en la «Conferencia Democrática» y en el
«pre-parlamento» de Kerensky, en la Asamblea Constituyente, en las
municipalidades y también la acción de los comunistas búlgaros».
(Internacional Comunista; El partido comunista y el parlamentarismo; IIº
Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

Siempre se deberá explicar que con una Asamblea Nacional Constituyente, las
instituciones, leyes y demás que emanen de ella, siempre que sea todavía dentro
de una democracia burguesa, muy seguramente todas estas cosas, más
temprano que tarde, serán manipuladas o vulneradas por la burguesía en
cuanto vayan en contra de sus intereses, ¡como ocurre normalmente con
cualquier ley que emana de las constituciones burguesa o de un proceso
constituyente bajo la dominación del capital! Por lo tanto, el partido
revolucionario debe centrar sus esfuerzos en ganarse la confianza de las masas
para defender cada derecho que se consiga gracias o no en la Asamblea Nacional
Constituyente, para poder oponer oposición en caso de que la burguesía intente
derogar esos derechos y contraatacar con fiabilidad, ligando estas luchas
defensivas a otras ofensivas, que incluirán cuestiones popularizar el programa
del partido comunista, las nuevas formas de poder popular:

«La consigna de «Todo el poder a los Soviets» significa una transformación


radical de todo el antiguo aparato gubernamental, de ese aparato burocrático
que entorpece la iniciativa democrática; implica la supresión de este aparato y
su sustitución por un nuevo aparato popular auténticamente democrático, el
de los soviets, esto es, de la mayoría organizada y armada del pueblo de los
obreros, los soldados y los campesinos; significa la libertad de iniciativa y de
acción independiente de la mayoría del pueblo, no sólo en la elección de los
diputados, sino asimismo en la administración del Estado, en la aplicación de
las reformas y la realización de las transformaciones sociales». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Una de las cuestiones fundamentales de la revolución, 1917)

Este es el mejor medio para la revolución.

Sobra decir que todas las agrupaciones oportunistas en cuanto logran convocar
una Asamblea Nacional Constituyente y crear una nueva carta magna, hayan
tenido más influencia en su creación o menos, se vuelven automáticamente los
máximos defensores del legalismo burgués de su país, y se dedican a rogar a las
élites que respeten lo prometido, mientras se pisotean las teóricas conquistas
logradas y se reprime al movimiento popular

El republicanismo abstracto como bandera reconocible del


oportunismo de nuestra época

La cuestión republicana, como la cuestión de género, la cuestión nacional, la

778
cuestión ecológica, si no se presenta bajo un análisis marxista-leninista y en
conexión con la lucha de clases, se acaba en posiciones utópicas,
ridículas, cuando no reaccionarias.

Los oportunistas siempre nos hablan de un proyecto político republicano en el


que, por supuesto, se evita explicar detalladamente el rol fundamental del
partido comunista en la construcción del socialismo en cada campo –político,
económico y cultural–.

Suelen eludir cuestiones como la necesidad del uso de la dictadura del


proletariado para la consecución y mantenimiento de esa «república» –tanto en
aspectos coercitivos como no coercitivos–. La dictadura del proletariado y todo
lo que implica es un concepto que como hacían los eurocomunistas, solo citan
para referirse a experiencias históricas o que figura en el programa máximo,
pero que esquivan en la agitación diaria y mucho más en los manifiestos
concretos con su firma, y así será hasta que como hicieron los eurocomunistas,
decidan suprimirlo directamente para quitarse de malentendidos con la
burguesía.

En economía a veces se habla incluso de «socializaciones» de los medios de


producción, pero en ningún lado se explica detalladamente que entienden ellos
por las leyes fundamentales del socialismo –beneficiándose de dicha
indefinición ecléctica para engañar a incautos de todo tipo–, y como ya hemos
dicho el socialismo no se construye sin conocimientos y de forma espontánea.
Esto es similar a cuando un niño con su grupo de amigos asegura que tiene la
intención de construir un transbordador espacial, lo cual eludiendo la más que
posible falta de medios económicos y organizativos para llevar tal empresa a
cabo, ignoran lo mas importante: que carecen de conocimientos básicos de
física, mecánica, informática y matemáticas para ese propósito. Acerca del
socialismo, estos grupos políticos no están lejos del deseo infantil y fantasioso
de los niños de ir a la luna. Estos grupos tampoco demuestran comprender
como opera el capitalismo para poder combatirlo, por lo que este tipo de
eslóganes no pueden ser tomados en serio, por eso formulan recetas que nada
cambian.

En cuanto al campo de la cultura, sufren de un humanismo liberal que concibe


el socialismo desde un punto de vista pequeño burgués: yendo a remolque del
discurso socialdemócrata que vende utopías como la reivindicación de una
educación laica, universal y de calidad bajo la democracia burguesa. En esta
área se destaca especialmente la bienvenida a cualquier moda decadente en el
arte y el modo de vida.

Bien, como sabemos y ya pudimos constatar en la sección: «Un deslizamiento


hacia las clásicas desviaciones basadas en un republicanismo pequeño
burgués». Entre las desviaciones que el PCE (m-l) empezó a acumular a finales
de los 80 se encontraba un giro sobre la cuestión republicana, y un
aproximamiento hacia el republicanismo pequeño burgués, que se empezó a
hacer enormemente notable desde 1986 y se mantuvo como un punto estrella de
la agitación y propaganda del partido hasta su desaparición en 1992.

779
El defenestrado Raúl Marco y todos sus palmeros que decidieron seguirle en su
nueva aventura quijotesca, crearon la organización Octubre, la cual pasaría sin
pena ni gloria durante los 90. A inicios del siglo XXI decidieron fundar un
nuevo partido, exactamente con las mismas siglas que el histórico PCE (m-l).
Ante tal tesitura tenían dos opciones: o seguir la estela del viejo PCE (m-l)
revolucionario de 1964-1985 en la cuestión republicana; o seguir la desastrosa y
fracasada estela del PCE (m-l) en declive de 1986-1992. ¿Cuál fue su decisión?
Como era de esperar, el renegado Raúl Marco no hizo autocrítica de las
desviaciones acaecidas desde mediados de los 80 –de las cuales obviamente
tiene gran responsabilidad–, y mantuvo la postura pseudomarxista sobre la
cuestión republicana pese a sus resultados ya comprobados.

Los malabarismos terminológicos sobre el carácter y esencia de la


república

¿Pero cual es la propia línea republicana del PCE (m-l)? Su visión se ha


manifestado hoy en su eslogan: «Sin ruptura, sin república, no habrá cambio».
Un eslogan no debe tomarse a la ligera: refleja las pretensiones de un partido,
por lo que aspira y como quiere ser visto por las masas. Observando que este es
su principal eslogan, sumado a que la mayoría de simbología y actividad se
centran la cuestión republicana, es normal que las masas piensen que es un
partido republicano-reformista, no uno comunista, como también le ocurre a
otras formaciones como REM o RC de las que luego hablaremos.

Desde hace años el PCE (m-l) y sus frentes repiten hasta la saciedad que la
principal tarea es la consecución de la III República:

«Frente a estos retos, es el momento de que las masas populares,


especialmente la clase obrera, acumulen fuerzas, se organicen en amplios
movimientos unitarios que nos lleven a lograr los objetivos de ruptura con el
régimen y por la III República. Esa y no otra es la tarea central de las fuerzas
de izquierda. Solo así podremos hacer frente con éxito a la reacción, al
fascismo y a la monarquía que los ampara». (Comisión Permanente de la
Federación de Republicanos (RPS), 2019)

El PCE (m-l) dedica la mayor parte de su tiempo a la consecución de la deseada


III República, la cual anuncian como una «democracia republicana» que ha de
conseguirse, a veces se le añade el apelativo de «popular», pero evitando decir
cómo se regirá dicha «democracia popular», por cuales clases estará compuesta,
quién la vanguardizará, o más claro: elude explicar qué hará que dicha
hipotética república salga de los moldes de la democracia burguesa al uso:

«¿Que es una República Popular?

El PCE (m-l) considera Republicanos como un frente de masas que intenta


aglutinar a amplios sectores sociales para conseguir la República democrática
y federal». (Entrevista al PCE (ml), 19 de marzo de 2017)

¿Consideran los líderes del PCE (m-l) esta declaración como una respuesta seria
y a la altura del tema en cuestión? ¿En qué se diferencia esta definición de la que
puede hacer cualquier demagogo de izquierda? En nada.

780
Actualmente la mayoría de la línea programática, eslóganes y carteles del actual
PCE (m-l) van enfocados exclusivamente hacia el republicanismo, que decoran
con expresiones aprendidas de memoria como añadirle de apellido el término
de «popular», pero no van más allá. Hablando con honestidad, no hay que
dejarse tampoco impresionar porque algunos partidos y líderes utilicen
expresiones altamente ambiguas como: «lucha por una república popular»,
«ruptura con el sistema», «república al servicio del pueblo», incluso «cambio
revolucionario» y otros eslóganes, que aunque suenen algo más enérgicos y
revolucionarios que la mayoría de expresiones de otros grupos de la
«izquierda», la historia ha mostrado que estas consignas sino van acompañadas
de un desglose claro de conceptos y medidas políticas, económicas y culturales,
puede ser fácilmente expresiones utilizadas por hábiles demagogos
revisionistas. Si hay alguien que no nos crea, que repase los programas y
eslóganes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Comunista de
España (PCE), así como sus respectivos aliados, quienes en los frentes que
crearon durante el franquismo, los cuales hablaban abiertamente de «ruptura
con el régimen». Esto lo vimos en el capítulo: «La forma y el contenido hacia los
adversarios políticos» de 2020.

El propio Carrillo en su libro «Eurocomunismo y Estado» de 1977 utilizaba de


vez en cuando esta terminología para disimular su revisionismo, llegando
incluso a hablarnos de «revolución», aunque si leíamos toda la obra con
detenimiento, ella fuese en su cabeza una «revolución» a base de reformas y
«consenso» con el poder, es decir, su contrario, un evolucionismo.

Los comunistas deben evitar juegos de palabras y hablar con franqueza a las
masas, de otro modo, los que se benefician de estos son los enemigos del
socialismo por diversas razones.

Existe ya toda una documentación disponible sobre las experiencias históricas


del movimiento obrero, donde hemos demostrado que incluso dentro de los
partidos comunistas ha habido errores y malentendidos sobre los conceptos a
utilizar, los cuales abonaron el terreno para el surgimiento de teorías nefastas.
Esto se pudo ver una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, donde hubo
una abierta confusión terminológica y muchas dudas sobre los objetivos y la
perspectiva de muchos nuevos regímenes que empezaban a surgir bajo los
partidos comunistas, los cuales lideraban, en mayor o menor medida dichos
gobiernos. La ambigüedad terminológica jugaría a favor de los oportunistas
durante un tiempo 1944-1947. Se pudo ver como se mezclaban indistintamente
términos donde abundaba la coletilla de «nuevas democracias» o «democracias
populares» para justificar teorías extrañas. Los elementos interesados
aprovecharon esto para introducir teorías y prácticas que tenían como fin la
reconciliación entre clases, otros buscaban una nueva sociedad mezclando
capitalismo y socialismo, y en el «mejor de los casos», un utópico tránsito
pacífico y gradual al socialismo. Véase la obra de Naum Farberov: «Las
democracias populares» de 1949. Así como la obra: «La crítica al revisionismo
en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

Los frentes republicanos y sus alianzas

781
Otro fundamento en este pensamiento heterodoxo del PCE (m-l) son las
alianzas republicanas que contrae, creyendo que gracias a su unión con otros
grupos oportunistas infectados de esas mismas ilusiones democrático-
burguesas, y exponiendo un programa republicano a secas, resulta el mejor
estímulo para que las masas despierten:

«En este sentido, republicanos es algo más que un frente de masas en el que
nuestros camaradas trabajan: es la expresión de nuestra propuesta táctica.
Ninguna otra organización determina en su programa la fase actual que
nuestro programa político define como revolución democrática por la
república, para avanzar hacia el socialismo. Se ha avanzado mucho desde
entonces. En 2013, el acto celebrado el 18 de mayo conjuntamente con el PCM,
IU Madrid, RPS y la Junta Estatal Republicana, en el auditorio Marcelino
Camacho de CCOO de Madrid, probaba que una parte de estas organizaciones
compartían con nosotros la necesidad de definir la unidad de la izquierda
desde una perspectiva de ruptura con el orden establecido en el pacto de la
transición». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos
del IIIº (VIIIº) Congreso, 2008)

¿Qué busca Raúl Marco en frentes como Republicanos (Rps)? ¡Qué buscan con
esta «República Popular» que tanto hablan? ¿Acaso iremos con dicha república
al socialismo liderados con el PCE (m-l) aliado a IU, CCOO, PCM? No, solo nos
dicen que el objetivo del programa es una república democrática y federal, es
decir, una república democrático-burguesa federal de toda la vida donde poder
así reclamar su hueco entre otras tantas formaciones republicanas burguesas y
pequeño burguesas.

El republicanismo y su paquete de reformas

En cuanto al programa político republicano, podemos ver como en 2016 se creó


un nuevo frente republicano donde se decía:

«El movimiento republicano se dotó del «Programa de 8 puntos», suscrito por


todas las organizaciones de izquierda. Dicho programa es más necesario y
vital que nunca. Entendemos debe ser la base para dicha unidad, para romper
la atonía instalada en el campo de la izquierda y movilizarla y agruparla en
torno a él, para unir a todas aquellas fuerzas políticas y sociales». (Octubre;
Órgano de expresión del PCE (m-l), Nº122, 2019)

Bien, repasemos algunos de los eslóganes y propuestas de ese programa de 8


puntos con el cual el PCE (m-l) pretende «agrupar a las organizaciones de
izquierda» y «romper la atonía»:

«Aprobación inmediata de un programa de choque para impulsar el


desarrollo económico y social, apoyar y proteger a las personas y familias
más afectadas por la crisis. Cambiar el modelo productivo, fomentando la
industria y los sectores con mayor valor añadido, promocionando los servicios
y el empleo públicos y garantizando un mayor control social de la economía
mediante la intervención del Estado. Aumentar los recursos públicos, mediante
una política fiscal progresiva que grave más a quien más tiene y reduzca la
carga fiscal de las clases populares. Combatir con decisión el fraude fiscal,

782
particularmente el de las grandes empresas y rentas. Derogación de las
reformas laborales de 1994, 2.010 y 2012. (...) Restablecer la soberanía
popular y recuperar la democracia, sin ataduras ni atajos. Proponemos para
ello, la anulación inmediata de las leyes de excepción, las de ahora y las de
antes, que son utilizadas para acallar la indignación de nuestros pueblos: la
ley de partidos, la ley mordaza, la reforma del Código Penal y ley de
racionalizacion y sostenibilidad de la Administracion local. (...) Plena
garantía, hoy negada por la Constitución, de que las grandes decisiones que
afecten a la Nación sean consultadas en referéndum vinculante. (...)
Defendemos el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Solo Pueblos
libres que así lo decidan libremente pueden construir juntos un futuro común.
El derecho a decidir es el armazón de su unidad. (...) Ganar la independencia
frente a los grandes poderes que dictan la política internacional. (...)
Luchamos por la apertura de un periodo constituyente. La Constitución de
1.978 es un texto limitado, superado por la historia. (...) El control efectivo y la
participación de la ciudadanía en las cuestiones que le afectan. Una
constitución que sirva de base para un futuro de progreso. (...) Defendemos la
República, con carácter laico, democrático, popular y federal, resultado de ese
proceso constituyente y como único marco posible para el desarrollo de la
democracia y de las libertades públicas, individuales y colectivas». (8 Puntos
para avanzar hacia la República, Manifiesto del 19 de junio de 2016)

El programa político de los «8 Puntos para avanzar hacia la República», con


ciertas matizaciones es un calco de la línea política del PCE (m-l) del Congreso
de 2008. Ambas propuestas bien podrían ser el viejo programa de Podemos de
2014, que tanto ha criticado PCE (m-l) por su reformismo y «ciudadanismo»
democrático-burgués. No por casualidad IU, el aliado del PCE (m-l) en estos
frentes republicanos, ahora tiene una coalición electoral con Podemos. De igual
modo el programa es similar a los proyectos llevados a cabo en los llamados
países del «socialismo del siglo XXI» que tanto el PCE (m-l) como su
internacional la CIPOML han apoyado con un seguidismo atroz, y que ahora
vemos como están fracasando uno detrás de otro.

Véase la obra de Rafael Martínez: «Keynesianismo en el programa económico


de Podemos» de 2015.

Véase la obra: «¿Es Alexis Tsipras el nuevo Enrico Berlinguer?» 2015.

Véase la obra: «¿Es Podemos un partido diferente a Izquierda Unida? En


absoluto; Sobre el programa de las nacionalizaciones» de 2014.

Véase la obra: «El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», de 2013.

El ejemplo mayúsculo fueron las ilusiones que mantuvo el PCE (m-l) respecto a
Syriza, como pudo ser visto en el capítulo: «La antigua lucha sin cuartel contra
el revisionismo internacional no tiene nada que ver con el actual PCE (m-l)».

No es el único grupo autodenominado falsamente «marxista» que cae en estos


programas republicanos de este tipo. Como ya analizamos en su momento,
Reconstrucción Comunista (RC) a través de su frente-tapadera el Frente

783
Republicano (FR), o ahora con su Frente Obrero (FO) cometió un calco de estas
posiciones:

«Para un país como este, el recetar una república [popular y federativa]


«encaminada al socialismo» que vaya usted a saber qué es, se puede tipificar
como poco de una desviación pequeño burguesa, ya que no corresponde a las
etapas de desarrollo de la España capitalista en su etapa imperialista.
También el hablar en España en pleno siglo XXI de limitar la reforma agraria
a que simplemente acabe con el latifundismo es un buen programa progresista
para un partido liberal capitalista del siglo XIX, pero no es lo que se espera de
un frente liderado por teóricos comunistas que debe agrupar a los
republicanos progresistas y atraerse a los medianos y pequeños campesinos,
porque les deja vendidos ante las deudas y la depredación de los monopolios.
Que se hable de «buscar una solución para los restos del imperialismo», es una
enunciación cuanto menos ambigua, ¿a través de qué medios? ¿Se regalará
esos territorios a otros Estados, serán independientes automáticamente, se
convocará un referéndum en el que los comunistas apoyarán que esos
territorios se mantengan dentro? No sabemos cuál es la postura de este
esperpéntico «FR», que viene a ser el frente tapadera número mil que monta
RC. Por último, la propuesta de «derogar las leyes que van en contra del
progreso» es otro vago intento de ir de progresistas sin concretar qué se define
como progresista, algo que un pretendido partido comunista debe enunciar
para sacar de la confusión y no esperar que todo el mundo sepa a qué se
refieren. Aquello de decretar amnistía política para todos los presos políticos
es la misma cantinela demagógica de siempre. ¿Se consideran presos políticos
a los que han atentado indiscriminadamente contra los trabajadores? Según lo
que expone RC suponemos es un sí rotundo, pues esa ha sido siempre su
postura en diferentes publicaciones a favor de las bandas terroristas y sus
figuras, algo que ha utilizado para intentar ganarse al público más anarcoide.
Lo de depurar la policía y el ejército es una medida cuanto menos insuficiente
como se ha visto históricamente en todos los procesos reformistas, algo que
deja intacta la estructura del ejército burgués, para pertrechar golpes de
Estado y encañonar a los trabajadores cuando la burguesía lo necesita, por
tanto, esto proclamar sin más, como panacea, son ilusiones socialdemócratas.
En general este penoso programa son medidas todas ellas en las que vemos
que efectivamente Roberto Vaquero no solo aspira a ser el nuevo Arenas para
el coro de lumpens del que se rodea, sino que por su programa republicano se
ha convertido definitivamente en el nuevo Raúl Marco. Si hacemos otra
analogía más lejana en el tiempo, este programa es calcado al programa
republicano burgués del Partido Comunista de España (PCE) de 1960 que
abanderaba por entonces el infame Carrillo». (Equipo de Bitácora (M-
L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista,
2017)

784
En realidad, el programa que propone el PCE (m-l) y otros grupos oportunistas
como línea fundamental de su política frente a las masas, tiene muy poco en
común con las propuestas del viejo PSUC de Comorera de 1936-1949 o el PCE
(m-l) de Elena Ódena de 1964-1985, incluso en materia de frentes y alianzas. En
cambio, como ya vimos, tiene mucho más en común con el programa de lucha
por la República que el PCE revisionista de Ibárruri-Carrillo-Uribe planteó en
1954, como vimos anteriormente cuando abordamos el tema republicano y el
tema republicano y el tema de la cuestión nacional.

También como vimos recientemente, recoge varias de las reivindicaciones


reformistas-utópicas dentro del capitalismo que el Partido Comunista Francés
(PCF) quiso llevar a término junto con los socialistas en 1944-1947. Véase el
capítulo: «La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea
Constituyente como reflejo del legalismo burgués» de 2020.

Además, la historia ya ha demostrado que este camino que proponen los


reformistas tiene por decirlo suavemente «ciertas lagunas»:

«¿Qué nos enseña nuestra realidad nacional en lo concerniente de que las


fuerzas populares tomen el poder por la vía pacífica y parlamentaria?

En primer lugar, tenemos las experiencias de la guerra nacional-


revolucionaria [1936-1939]. Durante la II República el aparato burocrático-
militar del Estado, estaba, en lo fundamental, bajo el control de la oligarquía
financiera-latifundista. En tanto que la oligarquía pudo mantener su
dominación de clase sin suprimir las formas parlamentarias y republicanas –
y durante el bienio negro [1933-1935] esas formas le valieron perfectamente
para ejercer su dictadura– se conformó con ir restringiendo, amputando
gradualmente, las libertades democráticas.

Una vez que el frente popular, al principio bajo dirección pequeño burguesa,
ganó las elecciones [febrero de 1936], la oligarquía preparó un golpe de
Estado, que, por la enérgica resistencia del pueblo, se convirtió en la más
sangrienta guerra civil que conoce la historia de España.

La primera enseñanza de la sublevación fascista del 18 de julio de 1936 es que


por la vía parlamentaria y pacífica no es posible arrancar el poder real a la
oligarquía, pues ésta lo ejerce mediante un aparato que sólo se puede destruir
por medio de la violencia armada de las masas populares.

En segundo lugar, la guerra nacional-revolucionaria enseña que la oligarquía


española no sólo no cede el poder, sino que está dispuesta a acudir a los
métodos más bestiales de inaudito terror con el fin de paralizar la lucha
revolucionaria del pueblo. En estas condiciones pregonar la idea de la
transición pacífica y parlamentaria, no sólo parece una actitud infantil, de
gente sin experiencia, sino que constituye un embellecimiento de la dictadura
de la oligarquía». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo
de la historia el PCE (m-l), 1985)

¿Que opinaba Lenin sobre la Asamblea Constituyente que los republicanos tanto
propagaban en sus programas?:

785
«Indicar las condiciones en que la Asamblea Constituyente nominal puede
convertirse en Asamblea Constituyente efectiva es de una necesidad imperiosa,
ya que la burguesía liberal, personificada por el partido constitucional
monárquico, falsea deliberadamente, como hemos indicado ya más de una vez,
la consigna de Asamblea Constituyente de todo el pueblo, reduciéndola a una
frase vacía. (...) La Asamblea Constituyente debe convocarla alguien; las
elecciones libres y justas deben ser garantizadas por alguien; alguien debe
otorgar enteramente a esta Asamblea la fuerza y el poder; sólo un gobierno
revolucionario que sea el órgano de la insurrección puede querer con entera
sinceridad esto y tener fuerzas para hacer todo lo necesario con el fin de
realizarlo. El gobierno zarista se opondrá inevitablemente a ello. Un gobierno
liberal, que hubiera concertado un arreglo con el zar y no se apoyara
enteramente en la insurrección popular, no sería capaz de querer
sinceramente esto, ni de realizarlo, aun en el caso de desearlo con la mayor
sinceridad. (...) La insurrección popular victoriosa y la constitución de un
gobierno provisional implican la victoria de la revolución de hecho, mientras
que la «decisión» de organizar una Asamblea Constituyente implica la victoria
sólo verbal de la revolución. (...) Y esta victoria será, precisamente, una
dictadura, es decir, deberá apoyarse inevitablemente en la fuerza de las
armas, en las masas armadas, en la insurrección, y no en estas o en las otras
instituciones creadas «por la vía legal», «por la vía pacífica». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución
democrática, 1905)

Tampoco olvidemos que Lenin apostaría por los Soviets y no por la Asamblea
Constituyente como mejor forma de organizar al pueblo y de hacer efectivo su
poder democrático.

El proletariado y los límites de la república burguesa

Lenin nunca habló de una república en abstracto. También parece olvidarse, o


se distorsiona a propósito, que nadie en su sano juicio utilizaría los escritos de
Lenin de 1905-1917 de la Rusia zarista para justificar el programa de un partido
comunista en países como España. Las condiciones de la Rusia del siglo XX no
son comparables a la España del siglo XXI; ni políticamente –en los derechos y
las libertades de una autocracia rusa versus una monarquía parlamentaria–,
económicamente –el incipiente capitalismo con restos de feudalismo de aquella
Rusia con un país de capitalismo desarrollado y monopolístico como España– ni
socialmente –con una división de clases muy diferente entre un país agrario y de
bajas fuerzas productivas en comparación con un país de servicios-industria
donde el agro no tiene relevancia significativa en su PIB–. Pero, aunque así
fuese, aunque España tuviese, por ejemplo, unas condiciones de atraso similares
a las de 1931, está claro que solo con ver la forma en que lo plantean los
oportunistas, media un abismo.

El líder de los bolcheviques en Rusia, Lenin, abogaba porque el proletariado


liderase la revolución incluso en los países subdesarrollados. Se mofaba de los
mencheviques que proclamaban:

786
«Claramente que el proletariado no puede ni debe ir más lejos que la
burguesía en la revolución burguesa. Los bolcheviques sostenían el punto de
vista opuesto. Mantenían sin reservas la opinión de que nuestra revolución es
burguesa por su contenido económico y social. (...) Nuestra revolución se
opera en un momento en que e proletariado ya empezó a tener conciencia de
constituir una clase aparte y a unirse en una o organización de clase
independiente, en tales condiciones, el proletariado utiliza todas las conquistas
de la democracia, utiliza cada paso de la libertad para reforzar su
organización de clase contra la burguesía. (...) De manera que la burguesía no
puede ser el líder de esta revolución». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Programa del Partido Bolchevique, 1907)

Pero:

«El proletariado debe llevar hasta su término la revolución democrática,


atrayéndose a la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la
resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El
proletariado debe consumar la revolución socialista, atrayéndose a la masa de
los elementos semiproletarios de la población, para destrozar por la fuerza la
resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de
la pequeña burguesía». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la
socialdemocracia en la revolución democrática, 1905)

En teoría, muchos grupos, inclusive los que nos hablan de «una revolución
democrático-burguesa pendiente», están de acuerdo con que en la actual
revolución el proletariado deberá hegemonizar el proceso. Pero en cuanto se ven
sus programas, eslóganes y el foco de su agitación, nos damos cuenta de que lo
contrario es lo cierto. Al igual que los oportunistas actuales, Lenin detectó que
en la visión de los mencheviques no desbrozaba por los pasos a seguir en la
revolución, lejos de eso, paralizaba tal impulso por cobardía, lo que llevaría a
que el proletariado que seguía a los mencheviques acabase diluido en la próxima
república burguesa:

«Hemos señalado que la táctica de los neoiskristas impulsa la revolución no


hacia delante –posibilidad querrían garantizar con su resolución–, sino hacia
atrás. Hemos señalado que es precisamente esta táctica la que ata las manos
de la socialdemocracia en la lucha contra la burguesía inconsecuente y que no
la preserva de la dilución en la democracia burguesa. (...) La resolución de la
Conferencia habla de la liquidación del antiguo régimen en el proceso de una
lucha recíproca de los elementos de la sociedad. La resolución del congreso
dice que nosotros, partido del proletariado, debemos efectuar esta liquidación,
que sólo la instauración de la república democrática constituye la liquidación
verdadera, que esta república debemos conquistarla, que lucharemos por ella
y por la libertad completa no sólo contra la autocracia, sino también contra la
burguesía cuando ésta intente –y lo hará sin falta– arrebatarnos nuestras
conquistas. (...) Es extraordinariamente desacertada, o, por lo menos, inhábil,
la expresión de que el gobierno provisional debería «regular» la lucha
recíproca de las clases antagónicas: los marxistas no deberían emplear una
fórmula liberal, de Osvobozhdenie, como ésta, que da motivo a pensar que es
posible un gobierno que sirva no de órgano de la lucha de clases, sino
de «regulador» de la misma. El gobierno debería «no sólo impulsar la

787
revolución hacia adelante, sino luchar también contra los factores del mismo
que amenacen las bases del régimen capitalista». ¡Este «factor» es
precisamente ese mismo proletariado en nombre del cual habla la resolución!
En vez de indicar cómo el proletariado precisamente debe, en un momento
tal, «impulsar el desarrollo revolucionario» –empujarlo más allá de lo que
quisiera la burguesía constitucionalista–, en vez de aconsejar prepararse de
un modo determinado para la lucha contra la burguesía, cuando ésta se
vuelva contra las conquistas de la revolución; en vez de esto se nos da una
descripción general del proceso, que nada dice sobre las tareas concretas de
nuestra actuación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la
socialdemocracia en la revolución democrática, 1905)

Como los mencheviques de antaño, nuestros entrañables líderes del PCE (m-l)
reconocen que en su esquema de «etapa democrática» y futura y nebulosa etapa
socialista, no saben como se impulsa, como se entrelaza. Solo eso bastaría para
que el militante medio se diese cuenta que está dirigido por ineptos. A causa de
ello, lo único que la dirección propone es rebajar las exigencias, así en un acto
que recuerda a lo que proponía Rosa Luxemburgo presentan un esquema
menchevique idóneo de cómo será la revolución:

«Junius, al parecer, quiso realizar algo semejante a la tristemente célebre


«teoría de las etapas» menchevique, quiso empezar a aplicar un programa
revolucionario desde el extremo «más cómodo», «más popular» y más
aceptable para la pequeña burguesía. Algo así como un plan para ser «más
astuto que la historia», más astuto que los filisteos. Parece que quisiera decir:
nadie puede oponerse a la mejor manera de defender a la verdadera patria, y
la verdadera patria es la gran república alemana, la mejor defensa es una
milicia, un parlamento permanente, etc. Una vez aceptado, este programa –
dice– llevaría automáticamente a la etapa siguiente: la revolución socialista.
(...) No hace falta decir que es equivocada. (...) Este defecto –hubiera sido un
grave error olvidarlo– no es un defecto personal de Junius, sino el resultado de
la debilidad de todos los izquierdistas alemanes, enredados por todos lados en
la vil maraña de la hipocresía kautskista, la pedantería y la «amistad» con los
oportunistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El folleto de Junius, 1916)

Cuando los bolcheviques no pudieron lograr la hegemonía en la Revolución de


febrero de 1917 que derrocó al zar, efectivamente la burguesía incumplió sus
promesas sobre la cuestión nacional, la tierra o el fin de la guerra imperialista
como Lenin había precedido. Y se sentenció de nuevo que solo la conquista del
poder político del proletariado resolvería tales cuestiones:

«La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la


primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por
carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a
su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las
capas pobres del campesinado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del
proletariado en la presente revolución, 1917)

Comprendiendo la transcendencia del nuevo poder popular, se arengó a que


para lograr tal tarea el movimiento se debía apoyar:

788
«No una República parlamentaria –volver a ello desde los Soviets de
diputados obreros sería dar un paso atrás–, sino una República de los Soviets
de diputados obreros, campesinos y jornaleros del campo, en todo el país, de
abajo arriba». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del proletariado en
la presente revolución, 1917)

El líder ruso influyó decisivamente en el movimiento comunista internacional


para que los soviets fuesen reconocidos como fuerza del poder popular, siendo
órganos muy superiores a los parlamentos de las democracias burguesas:

«Sería la mayor torpeza pensar que la revolución más profunda de la historia


de la humanidad, el primer caso que se registra en el mundo de paso del poder
de la minoría de explotadores a la mayoría de los explotados, puede
sobrevenir dentro del viejo marco de la vieja democracia parlamentaria
burguesa, puede sobrevenir sin introducir los cambios más radicales, sin crear
nuevas formas de democracia, nuevas instituciones que encarnen las nuevas
condiciones de su aplicación, etc». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis e
informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, 1919)

Pero lo cierto es que todas las agrupaciones «comunistas» que sufren de esta
filia por el republicanismo, casualmente solo hablan y popularizan la idea de
trabajar por una «Asamblea Constituyente», es decir, parlamentarismo añejo.

¿Por qué la república en abstracto no puede ser la solución para los problemas
de un país? Porque la burguesía ha demostrado en múltiples casos que se puede
adaptar a la república y establecer su poder bajo ella, por ello el proletariado
debe de plantear claramente su propia república –del apellido que se quiera–.
En mayo de 1917 diría:

«Rusia debe ser una república democrática. Con esto están de acuerdo incluso
la mayoría de los terratenientes y capitalistas, que fueron siempre partidarios
de la monarquía. (...) Los capitalistas orientan ahora todos sus esfuerzos a
conseguir que la república en Rusia se parezca lo más posible a la monarquía
y pueda transformarse de nuevo en ella con la mayor facilidad –ejemplos así
los hemos visto repetidas veces en muchos países–. A este fin, los capitalistas
quieren conservar el aparato burocrático situado por encima del pueblo,
quieren conservar la policía y el ejército permanente, separado del pueblo y al
mando de generales y oficiales que no son elegidos. Y los generales y oficiales,
si no son elegidos, procederán casi siempre de los terratenientes y de los
capitalistas. Esto es sabido incluso por la experiencia de todas las repúblicas
del mundo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta abierta a los delegados al
congreso de diputados campesinos de toda Rusia, 1917)

Razón por la cual:

«El partido del proletariado no puede contentarse con una república


democrática parlamentaria burguesa, que como todo el mundo conserva y
tiende a perpetuar la policía, el ejército regular y la burocracia privilegiada, es
decir, los instrumentos monárquicos de opresión de las masas. El partido
lucha por una república más democrática de obreros y campesinos en la que se

789
suprimirán la policía y el ejército regular, que serán reemplazados por el
armamento general del pueblo, por una milicia popular; en la que todos los
funcionarios no sólo serán elegidos, sino que también podrán ser revocados en
cualquier momento por exigencia de la mayoría de los electores; los
funcionarios, sin excepción, percibirán un salario que no excederá del salario
medio de un obrero calificado; en la que las instituciones representativas
parlamentarias serán sustituidas gradualmente por los Soviets de
representantes del pueblo –de distintas clases y profesiones o de distintas
localidades–, que desempeñarán funciones legislativas y e ejecutivas a la vez».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta abierta a los delegados al congreso de
diputados campesinos de toda Rusia, 1917)

El tipo de figuras y agrupaciones políticas como las que se agrupan en el


«Manifiesto de los 8 puntos para avanzar a la república» o el «Programa del
Frente Obrero», en el mejor supuesto plantean sueños similares a los que el
señor Heinzen, del cual Marx se mofaba a causa de sus buenas pero inútiles
intenciones, de su cuadro político de ideas biensonantes sin entender un ápice el
funcionamiento económico y de las leyes que en última instancia rigen la
sociedad:

«Así como no comprende a los obreros, el señor Heinzen no comprende a los


liberales burgueses, pese a todo el ardor que pone inconscientemente en
trabajar al servicio de ellos. (...) Su partido es el «partido de los hombres», esto
es, el partido de los soñadores de corazón honesto y generoso que, con el
pretexto de fines «humanos», defienden intereses «burgueses», sin ver
claramente la relación que media entre la fraseología idealista y el fondo
realista. (...) A su partido, al partido de los hombres, o a la «humanidad» que
brota en Alemania, el hacedor de Estados, Carlos Heinzen, les ofrece la «mejor
república», la mejor república imaginada por él, la «república federativa con
instituciones sociales». (...) Y lanzad ahora una mirada sobre la «república
federativa» de Heinzen con sus «instituciones sociales» y sus siete medidas
aptas para «humanizar a la sociedad». A cada ciudadano se le garantiza un
mínimo de fortuna por debajo del cual no puede caer, al mismo tiempo que se
le prescribe un máximo de fortuna por encima del cual no puede ascender. ¿No
ha resuelto el señor Heinzen todas las dificultades, retomando y realizando en
forma de decretos oficiales el piadoso deseo de todos los buenos burgueses, el
deseo de no ver a nadie teniendo demasiado ni demasiado poco? Y de esta
misma manera tan simple como grandiosa, el señor Heinzen ha resuelto todos
los conflictos económicos. De acuerdo a principios razonables y congruentes
con la honesta equidad, ha reglamentado a la propiedad. Y no vayáis a
objetarle particularmente que las «reglas razonables» de la propiedad son
precisamente las «leyes económicas», cuya fría necesidad hace fracasar todas
las «medidas» equitativas. (...) La adorna con «instituciones sociales»;
«reglamentará las condiciones de la propiedad de acuerdo a principios
razonables»; y las siete grandes «medidas» por medio de las cuales suprime
los «abusos» de la vieja burguesía. (...) ¡Y esto es lo que el señor Engels califica
de sueños pequeño burgueses elaborados de modo completamente arbitrario
para la regeneración del mundo!». (Karl Marx; La crítica moralizante o la
moral crítica, 1847)

790
Claramente como sentenciaría Marx, el programa y las propuestas de los
pequeños burgueses, normalmente no tienden a la revolución sino a la reforma
del sistema imperante, por tanto, no pueden satisfacer nunca los intereses del
proletariado ni sus métodos suelen ser eficaces como para lograr lo que
pretenden:

«La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la


transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir
los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la
sociedad actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una
reducción de los gastos nacionales por medio de una simplificación de la
burocracia y la imposición de las principales cargas contributivas sobre los
señores de la tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de
Bancos del Estado y leyes contra la usura; todo a los fines de librar de la
presión del gran capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado
crédito barato. Pide también la explotación de toda la tierra para terminar
con todos los restos del derecho señorial. Para este objeto necesita una
Constitución democrática que pueda darles la mayoría en el parlamento,
municipalidades y senado. Con el fin de adueñarse del poder y de contener el
desarrollo del gran capital, el partido democrático pide la reforma de las leyes
de la herencia, e igualmente que se transfieran los servicios públicos y tantas
empresas industriales como se pueda a las autoridades del Estado y del
Municipio. Cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo
asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático procurará
más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más
segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por
medio del Estado y la administración municipal y a través de instituciones
benéficas. En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la
tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y
comodidades pasajeras. Las peticiones democráticas no pueden satisfacer
nunca al partido del proletariado. Mientras la democrática pequeña burguesía
desearía que la revolución terminase tan pronto ha visto sus aspiraciones más
o menos satisfechas, nuestro interés y nuestro deber es hacer la revolución
permanente, mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y
dominantes sean desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria
gubernamental sea ocupada por el proletariado y la organización de la clase
trabajadora de todos los países esté tan adelantada que toda rivalidad y
competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las más importantes
fuerzas de producción estén en las manos del proletariado. Para nosotros no es
cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los
antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente,
sino establecer una nueva». (Karl Marx; Circular del Comité Central a la Liga
Comunista, 1850)

Otra razón por la que estos grupos no pueden pretender que sus programas son
de inspiración leninista es por como plantean la consecución de las
nacionalizaciones. La Internacional Comunista (IC) nos advirtió de los engaños
de algunos que trataban de traer a la palestra un bonito programa donde incluso
se habla de nacionalización o socialización, pero rechazando el concepto de
revolución, el concepto de dictadura del proletariado, el concepto de la

791
necesidad de la violencia revolucionaria para imponer tales medidas a los
explotadores:

«Reivindicar la socialización o la nacionalización de los más importantes


sectores de la industria, como lo hacen los partidos centristas, es engañar a las
masas populares. Los centristas no sólo han inducido a las masas a error al
intentar persuadirlas de que la socialización puede arrancar de manos del
capital los principales sectores de la industria sin que la burguesía sea vencida
sino que, también, tratan de desviar a los obreros de la lucha vital real por
sus necesidades más inmediatas, haciéndoles esperar un embargo progresivo
de las diversas industrias, unas tras otras, después de lo cual comenzará la
construcción «sistemática» del edificio económico. Retroceden así al programa
mínimo de la socialdemocracia, es decir a la reforma del capitalismo, lo que es
actualmente una verdadera trampa contrarrevolucionaria». (Internacional
Comunista; Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional
Comunista, 1921)

Por extensión del documento, no volveremos a explicar detalladamente los


distintos conceptos sobre la «violencia revolucionaria» que tienen todos estos
grupos republicanos. Una parte de ellos acostumbran a practicar lo que se
conoce como «cretinismo parlamentario» y el «economicismo», han creído y
creen en los procesos reformistas del «tránsito pacífico al socialismo», aunque
curiosamente no les impide promocionar a grupos armados semianarquistas
contrapuestos a sus prácticas. Véase nuestro extracto: «¿Históricamente los
reformistas o su ala más a la «izquierda» no han contraído alianzas, tesis y han
comprado parte del guión propagandístico de los grupos terroristas y
viceversa?» de 2017.

Otra gran parte de los republicanos critican a los primeros grupos por caer en el
reformismo, pero coinciden con ellos en alabar a históricos grupos
tercermundistas con rasgos que deberían ser ajenos al marxismo: como el
aventurerismo, el espontaneísmo, el putschismo o el terrorismo individual. Por
tanto, tanto incluso los grupos que reclaman el entendimiento del papel de la
violencia en la historia no suelen llegar a compresiones marxistas de la cuestión
más allá de clichés.

En sus referencias republicanas, estos grupos solamente suelta vagos eslóganes


acerca de que frente a la izquierda decadente son la única «alternativa» para
luchar por una «república», que hay que establecer un programa de lucha de
«izquierdas» para los trabajadores, que permita recuperar la «soberanía
nacional» y citan que «el primer obstáculo es la monarquía». Un programa que
en sus propuestas no pasan de reclamaciones reformistas que son parches al
sistema y que no resuelven ni lo uno ni lo otro, como bien deberían saber como
presuntos marxistas. En resumen, para ellos la «ruptura con el sistema»
significa la mera consecución de una nueva «república» evitando explicar
detalladamente el carácter de clase ni el contenido de la misma que dirigirá tal
régimen, similar a la nueva democracia de Mao donde «ninguna clase ni ningún
partido hegemonizará el proceso». Lo cual no solo supone anular el rol del
proletariado, sino que presupone desde el primer momento que el partido se
infravalore así mismo en el objetivo de ganarse al proletariado y al resto de
capas trabajadoras, y da por hecho que en el momento de la revolución no se

792
habrá ganado a la mayoría del proletariado ni se tendrá una influencia
suficiente entre el pueblo como para imponer su visión de una república
proletaria.

Antes de seguir con la exposición, repasemos algunas verdaderas confirmadas


por la historia sobre los marxistas y sus alianzas, para entender las críticas que
iremos desglosando más adelante:

«Al mismo tiempo es necesario que en ningún momento pierda de vista la


perspectiva del desarrollo de la revolución y la conquista del objetivo final. El
verdadero partido marxista-leninista y los verdaderos revolucionarios deben
permanecer siempre fieles a los principios marxista-leninistas, a las leyes de la
revolución proletaria, también en las condiciones de la lucha contra el
imperialismo y sus servidores, los revisionistas modernos. Jamás deben
olvidar estos principios y estas leyes, nunca deben caer en la trampa de las
aventuras y las formas revolucionarias a medias, o de las consignas carentes
de sentido que supuestamente se ajustan a las características «específicas» de
los diferentes países. Es verdad que cada país tiene sus peculiaridades, que
siempre deben ser tenidas en cuenta, pero éstas sólo pueden ser aprovechadas
correctamente basándose en los principios fundamentales del marxismo-
leninismo y en las leyes de la revolución proletaria. Toda desviación de estos
principios y leyes, cualquiera que sea la forma y el pretexto, conduce
inevitablemente a la derrota del partido y de la revolución». (Enver Hoxha;
Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo
completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Esto no lo cumple ninguno de estos grupos oportunistas a la hora de trazar un


frente con sus aliados, por tanto, pueden gastar saliva o tinta en contarnos
diversos cuentos, pero sus programas conjuntos nunca se realizarán.

El programa mínimo no exime los rasgos oportunistas de una


organización

El PCE (m-l) actual nos bombardea como otras organizaciones reformistas con
el llamado camino parlamentarista «constituyente», y prometen suavizar los
problemas inherentes al capitalismo bajo un programa de reformas en pro de su
concepto de «progreso social».

¿Es acaso excusable el hecho de que este sea un teórico programa mínimo según
aluden sus defensores? Para nada. No decimos ni mucho menos que el
programa mínimo no tenga sentido para un partido comunista de un país
imperialista, ya que en determinadas circunstancias estamos seguros que el
partido comunista no podrá forzar a aplicar su programa máximo y tendrá que
conformarse por el momento con aplicar un programa mínimo –normalmente
por cuestiones de correlaciones de fuerza como su influencia dentro de la clase
obrera o con sus aliados, y no tanto por teorías basadas en el desarrollo las
fuerzas productivas que más adelante refutaremos–. Pero no se debe olvidar:

«Los partidos comunistas no plantean para este combate ningún programa


mínimo tendente a fortalecer y a mejorar el edificio vacilante del capitalismo.
(...) En lugar del programa mínimo de los reformistas y centristas, la

793
Internacional Comunista plantea la lucha por las necesidades concretas del
proletariado, por un sistema de reivindicaciones que en su conjunto destruyan
el poder de la burguesía, organicen al proletariado y constituyan las etapas de
la lucha por la dictadura proletaria, cada una de las cuales, en particular, sea
expresión de una necesidad de las grandes masas, incluso si esas
masas todavía no se colocan conscientemente en el terreno de la dictadura del
proletariado». (Internacional Comunista; IIIº Congreso de la IC, 1921)

Hay que recordar que incluso en otro contexto donde España estaba más
atrasada económicamente y culturalmente, eso tampoco justificaba un
retraimiento de la metodología, agitación y popularización del programa propio
a implantar. Recordemos que el Partido Comunista de España (PCE) de la época
del «bienio negro» en medio de las luchas contra el auge del fascismo y la
represión del gobierno, pese a establecer alianzas y acuerdos con otras
organizaciones antifascistas el PCE tenía su propio programa que fue
popularizado entre sus bases y ante sus simpatizantes. De nuevo para las
elecciones de febrero de 1936 tenía su propio programa electoral, lo que no le
impidió al mismo tiempo negociar con otras formaciones para tratar de
influenciar con su visión en el programa del Bloque Popular Antifascista. Como
sabemos, debido a su momentánea debilidad y a la variedad de grupos
existentes el PCE no consiguió imponer su visión, y solo empezaría a
hegemonizar el frente popular tras los primeros meses de guerra en algunas
cuestiones. Más allá de los errores cometidos por subestimación o
sobrestimación de fuerzas –que los hubo–, esta lucha del PCE por popularizar
su propio programa y no ir simplemente a remolque del resto en todo, es algo
que olvidan o desconocen los oportunistas. Los grupos de ahora ni siquiera
intentan mantener su propio programa, tratan de adaptarlo frente a las
reivindicaciones de otras organizaciones y acaba diluido, cuando no nos
encontramos con tácticas más ridículas: aparentan difundirlo entre las masas en
«frentes» creados por ellos y en organizaciones satélites de ellos mismos.

La cuestión a criticar aquí es otra. El PCE (m-l) confirma que estos puntos
republicanos y de reformas democrático-burguesas de los «8 Puntos para
avanzar hacia la República», son su línea principal de agitación y propaganda.
Él mismo es responsable entonces de hasta qué grado rebaja su programa y
cómo pretende popularizarlo y entrelazarlo para avanzar al socialismo. El
rebajar el programa –incluso el llamado programa mínimo– y asignar tareas y
eslóganes moderados e irreales que no corresponden a la situación, es un rasgo
común de las organizaciones miedosamente oportunistas:

«El programa mínimo tiene, pues, un fundamento objetivo en los países


atrasados y dependientes donde la cuestión de la revolución democrático-
burguesa antiimperialista surge y puede conducir a una etapa transitoria. Por
otro lado, en los países imperialistas modernos donde surge de manera
inmediata la cuestión social –la inversión del yugo social, económico, político,
del capital, incluso en su forma más «democrática» y «pluralista»–, el
«programa mínimo» no puede más que ensombrecer la cuestión de la
socialización de la estructura productiva y evadir la cuestión de la dictadura
de clase burguesa, haciéndole el juego, así, a la socialdemocracia. En los países
exportadores de capital, que saquean y oprimen regularmente sus áreas de
influencia, el «programa mínimo» obviamente no puede consistir en una

794
nueva «revolución democrático-burguesa» o en una «lucha de liberación
nacional» que, en el contexto de las potencias imperialistas, solo puede ser una
lucha nacionalista-chovinista entre los carroñeros imperialistas para tomar
una porción mayor del «pastel» –mercados y colonias–. (...) Los partidos
comunistas de los países imperialistas, corroídos por el oportunismo de sus
líderes degenerados de la aristocracia obrera han, por lo tanto, sustituido, de
norma, la distinción justa que prevalece en los países atrasados por una
distinción arbitraria que no tiene base científica dentro de las naciones
imperialistas; peor: esta distinción ha servido para camuflar el oportunismo y
el aplastamiento ideológico y político frente a la socialdemocracia. El
«programa mínimo» consiste, entonces, en una especie de «etapa intermedia»
entre el capitalismo y el socialismo, principalmente a través de la
nacionalización. No debería sorprender que tal presuposición podría haber
llevado a los oportunistas a abogar por una «vía democrática y pacífica hacia
el socialismo». Estas pretendidas «nuevas vías», «específicas», son las
manifestaciones ya no «específicas», sino más bien más generales del
revisionismo mundial. (...) En una situación límite, uno podría reconocer el
hecho temporal de este o aquel eslogan o reivindicación con fines puramente
tácticos, en una fase de auge del movimiento obrero y la intensa lucha de clase
–al tiempo que se procura explicar claramente a los trabajadores por qué el
capitalismo no podrá jamás consentir otorgárselos [las exigencias], no por
«malicia», sino por el mismo hecho de la coerción ejercida por las leyes
económicas inmutables que rigen la producción de mercado–, con el fin de
mostrar a los trabajadores la brecha entre sus aspiraciones económicas,
políticas y sociales y la imposibilidad para el imperialismo de satisfacer estas
reivindicaciones, y así demostrarles la necesidad de la revolución socialista».
(Vincent Gouysse; La cuestión de la construcción del partido, 2006)

No por casualidad, una de las grandes figuras del revisionismo que pasó a la
historia como un gran oportunista como fue Maurice Thorez, el Secretario
General del Partido Comunista Francés (PCF) durante 1930-1964, creó la teoría
que identificaba los «valores republicanos franceses» con los valores del
comunismo. Sin mediar filtro ni criticismo alguno.

¿Y dónde queda el socialismo entonces en la visión republicana de este nuevo


PCE (m-l)?

Según ellos las medidas de sus frentes republicanos son el programa mínimo, la
«revolución democrática por la república, para avanzar al socialismo»:

«En este contexto, la lucha por la III República Democrática, Popular y


Federativa adquiere una importancia fundamental en el proceso de
fortalecimiento de las clases populares y en la perspectiva de avance hacia la
revolución socialista». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Línea Política aprobada en el III (VIII) Congreso, 2008)

¿Pero esta perspectiva tiene sentido? El objetivo del actual PCE (m-l) es ondear
una amplia bandera republicana sin demasiadas exigencias ideológicas, una que
agrupase todo tipo de concepciones republicanas, en la que el partido no debe
hacer demasiado ruido en su concepción sobre el carácter que debe adoptar
dicha república ni mucho menos hablar de socialismo para no «asustar» al resto

795
de organizaciones o «aislarse de las masas». Pero creen que después de todo, si
se consigue la república, el «socialismo» vendrá sin más, por inercia. Lo que en
realidad suele ocurrir, es que se llegue a la deseada república democrático-
burguesa de los oportunistas o se siga en una monarquía parlamentaria, los
partidos «comunistas» que acogen tal postura acaban apostando por un puesto
de espectador en la cuestión republicana, un hueco en la retaguardia, una
postura oportunista. ¿A que nos referimos? Al error que presupone la idea de
que las ilusiones burguesas o pequeño burguesas republicanas se pueden
esfumar con meros pactos entre organizaciones, sin un trabajo ideológico claro
y directo del presunto partido comunista que implique una crítica despiadada a
dichas concepciones, ya que como resultado de no hacer esto mismo, los llevará
a mimetizarse con las otras organizaciones republicanas, antifascistas,
feministas o del tipo que sean. Las masas no verán diferencia palpable, y
normalmente pasan a ser el furgón de cola del frente, del proceso. Estos
desarrollos implican que el presunto partido comunista no cumpla su función
de llevar conciencia de clase al movimiento –republicano en este caso–, sino
que cumple una función de partido socialdemócrata-muleta: que se limita a
prometer a su militancia que «un día» vanguardizará el movimiento pero que
ahora es mejor esperar y mantener una amigable amistad ideológica y
organizativa con las jefaturas de otras organizaciones, lo que es del todo
absurdo pues su posición supone la renuncia a la lucha ideológica que permita
ver a los militantes y a las masas que el socialismo es la única alternativa para
acabar con los problemas generados por el capitalismo.

No es la primera vez que criticamos estas concepciones en donde el programa


mínimo no puede avanzar al programa máximo tanto por lo erróneo que es la
designación de las tareas como el estilo de trabajo que se vierte en las
organizaciones de masas:

«Lo cierto es que para que el «programa mínimo» se realice y se pueda llegar
al «programa máximo» debe haber una línea dialéctica que asegure esa
conexión –como la solución revolucionaria, y no reformista de una etapa a
otra, el aseguramiento de la hegemonía del proletariado en la etapa que sea, la
independencia e iniciativa del partido comunista en las alianzas y frentes, la
crítica de los jefes oportunistas en las alianzas, y otras cuestiones–; en cambio
las propuestas del «programa mínimo» de Bandera Roja [o del PCE (m-l)
actual] rechaza esa unión y se relega a ser el furgón de cola de una sección de
la burguesía bajo la promesa de la extensión de los derechos y libertades, la
mayor eficiencia productiva de la economía mixta y una nueva cultura que en
que el sello de clase no es diferente a la anterior [aunque se cubre de valores
liberales y humanistas]. Segundo, por ser un «programa mínimo» tampoco se
debería dejar de recordar y popularizar los fines del «programa máximo»
para que se entienda porqué se lucha. Tercero y último, todo esto no excusa
que la línea del congreso esté llena de nociones reformistas sin un análisis de
clase, el marxista-leninista por ser un programa mínimo no habla como
Bernstein, Kautsky, Browder o Carrillo, si habla de esa forma es porque su
visión de las cosas es antimarxista». (Equipo de Bitácora (M-L); BR y
MVTC: Un repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Bandera
Roja y una exégesis sobre la deserción del MVTC y su disolución en Bandera
Roja, 2017)

796
Los marxista-leninistas en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista de
1935 se basaban, como era normal, en analizar la situación in situ para
encontrar la mejor forma de acelerar la revolución proletaria. Dimitrov ya
advirtió contra todo tipo de subterfugios a izquierda y derecha. A izquierda: los
que pregonaban que no puede existir jamás un gobierno de coalición temporal
que facilite al partido comunista el establecimiento de su dictadura del
proletariado; a derecha: los que decretaban una etapa intermedia obligatoria
entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, creyendo
además que dicho paso era obligado y será un periodo armonioso de paz social:

«Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención
«en buscar las formas de transición o de acercamiento a la revolución
proletaria». Puede ocurrir que el gobierno del frente único sea, en una serie de
países, una de las formas transitorias más importantes. Los doctrinarios «de
izquierda» siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando
solamente de la «meta», como propagandistas limitados, sin preocuparse
jamás de las «formas de transición». Y los oportunistas de derecha intentaban
establecer una «fase democrática intermedia», especial, entre la dictadura de
la burguesía y la dictadura del proletariado, para sugerir a la clase obrera la
ilusión de un pacífico paso parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta «fase
intermedia» ficticia la llamaban también «forma de transición» e invocaban
incluso el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin
hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la «revolución
proletaria», esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una
forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria».
(Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº
Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)

¿Es esto cierto? Si vamos a los escritos de Lenin efectivamente resume la


cuestión muy sencillamente, sin revolución violenta, sin la toma de poder, no
hay programa que se pueda llevar a cabo, ni el mínimo ni el máximo:

«Por lo que se refiere a armar al pueblo versus no armarlo, me parece, a pesar


de todo, que no podemos modificar el programa. Si las palabras sobre la lucha
de clases no son una frase en el sentido liberal –como ocurrió con los
oportunistas, los Kautsky y los Plejánov–, ¿cómo se puede estar en contra de
un hecho histórico: la transformación de esta lucha, en determinadas
condiciones, en guerra civil? Además, ¿cómo una clase oprimida puede estar
en general en contra de que se arme al pueblo?

Negar esto significa hundirse en una actitud semianarquista hacia el


imperialismo, cosa que, a mi parecer, puede observarse en algunos
izquierdistas, incluso entre nosotros. ¡Puesto que existe el imperialismo, dicen,
no hace falta ni autodeterminación de las naciones ni armar al pueblo! Esto es
un error inadmisible. Precisamente para la revolución socialista contra el
imperialismo necesitamos lo uno y lo otro.

¿Es «realizable»? Semejante criterio es erróneo. Sin revolución casi todo el


programa mínimo es irrealizable. Planteado de ese modo, la factibilidad cae
en filisteísmo.

797
Me parece que este problema –como ocurre hoy con todos los problemas de la
táctica socialdemócrata sólo pueden plantearse en relación con la apreciación
del oportunismo –y teniéndolo en cuenta–. Y evidentemente «no armar»,
como consigna táctica, es oportunismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta
a A. M. Kollontai, 26 de julio de 1915)

Es, por tanto, gracioso que los revisionistas de izquierda –tirando a


semianarquistas y terroristas– y los revisionistas de derecha –tirando hacia el
socialdemocratismo reformista y el parlamentarismo– hayan utilizado
históricamente tanto a Dimitrov para justificar sus posiciones.

El búlgaro como cualquier dirigente comunista, cometió errores, la mayoría de


ellos temporales que resolverían mediante una reflexiva autocrítica como
comentaba en su diario –como no ver las diferencias entre «bolcheviques»
rusos y «socialistas estrechos» búlgaros, apoyar la neutralidad del partido
comunista ante el Golpe de Estado de 1923 o ser preso de algunas desviaciones
iniciales sobre el concepto «democracia popular» durante 1945-1947–. Pero la
diferencia con los revisionistas es que estos van dando bandazos sin autocrítica
alguna, y para justificar sus atropellos, siempre se basan en posturas temporales
erróneas de esta o aquella figura, cuando no, directamente distorsionan sus
ideas.

Los revisionistas modernos se hacen un flaco favor cuando tratan de usar a


Dimitrov, porque él poco podía decir en favor de ellos, ya que fue precisamente
un autor que fustigaba continuamente sus ideas:

«Así es como Dimitrov caracterizó en 1935 –en el VIIº Congreso de la


Internacional Comunista– justamente el oportunismo de derecha, un
oportunismo que realmente royó al Partido Comunista Francés en los años
1935-1945 y que se expresó plenamente con las declaraciones de Thorez al
Times en 1946. Es aún más divertido que estos mismos oportunistas de
derecha –desde Thorez hasta Hue– hayan disfrazado constantemente a
Dimitrov y hayan tratado de usarlo para justificar sus «nuevas formas».
Incluyendo su «transición democrática y su «democratización» continua
«hacia el socialismo». En los revisionistas de ayer y de hoy, los «programas
mínimos» o «programas de transición» siempre sirven para eludir la
verdadera cuestión planteada a los trabajadores: «¿dictadura de qué clase,
democracia para quién?». (Vincent Gouysse; La cuestión de la construcción
del partido, 2006)

Valga decir que hay miembros del PCE (m-l), y de otros partidos reformistas, a
los que no les entra en la cabeza que carece de sentido la forma en que plantean
su «programa mínimo», más aún: no se dan cuenta de que no tiene sentido su
programa mínimo en sí, por no partir de una realidad palpable.

¿Que tareas enfrentan hoy la revolución?

Cualquier marxista-leninista reconocerá el axioma de que en un país capitalista


que ha alcanzado su etapa monopolista, es decir, imperialista, el objetivo es la
revolución socialista:

798
«El antiguo capitalismo anterior al monopolio se caracterizó por el dominio de
la libre competencia. Pero el curso del desarrollo de la producción y la
competencia capitalista naturalmente condujeron y conducen a una
concentración y centralizacin cada vez mayor de la producción y el capital.
(...) El curso del desarrollo del modo de producción capitalista, no solo supone
el desplazamiento de las formas de producción precapitalistas, sino el
desplazamiento de los productores independientes, artesanos y campesinos, el
desplazamiento de los capitalistas más pequeños por los más grandes. (...) La
propiedad capitalista de los medios de producción se ha convertido en un
grillete para el desarrollo de las fuerzas productivas. (...) Las crecientes
fuerzas productivas requieren el reconocimiento de otra naturaleza social, su
uso no capitalista, sino socialista. (...) El capitalismo monopolista crea todos
los requisitos materiales para una transición revolucionaria al socialismo».
(Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)

Lenin dijo sobre la marcha de la revolución:

«Ocurrió, en efecto, tal y como nosotros dijimos. La marcha de la revolución


ha confirmado el acierto de nuestro razonamiento. Al principio, del brazo de
«todos» los campesinos contra la monarquía, contra los terratenientes, contra
el medievalismo –y en este sentido, la revolución sigue siendo burguesa,
democrático-burguesa–. Después, del brazo de los campesinos pobres, del
brazo del semiproletariado, del brazo de todos los explotados contra el
capitalismo, incluyendo los ricachos del campo, los kulaks, los especuladores, y
en este sentido, la revolución se convierte en socialista. Querer levantar una
muralla china artificial entre ambas revoluciones, separar la una de la otra
por algo que no sea el grado de preparación del proletariado y el grado de su
unión con los campesinos pobres, es la mayor tergiversación del marxismo, es
adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

Véase como se subraya aquí que separar unas tares de las otras por algo que no
sea el grado de preparación del proletariado es reemplazarlo por liberalismo.

En la Rusia del siglo XX, incluso sin que el gobierno de coalición burgués
hubiera cumplido todas sus promesas de reformas democrático-burguesas, el
líder de los bolcheviques escribía en septiembre de 1917, que el proceso objetivo
del desarrollo socio-económico era tal que partiendo de los monopolios
modernos que ya tenían una presencia a tomar en cuenta en el país, no se podía
marchar hacia otra cosa que no fuera el socialismo, siendo esta contradicción
fundamental para la revolución:

«Ya antes de la revolución de 1905, habían comenzado los capitalistas a


organizarse en agrupaciones para elevar los precios de las mercancías dentro
del país, destinando los sobrebeneficios conseguidos de este modo a un fondo
de fomento de las exportaciones, con objeto de poder lanzar las mercancías al
mercado exterior a bajo precio y conquistar así los mercados extranjeros.
Estas agrupaciones organizadas por los capitalistas –monopolios–
llamábanse trusts o consorcios. Después de la revolución, el número de trusts
y consorcios capitalistas fue en aumento. Aumentó también el número de los
grandes bancos, creciendo la importancia de éstos en la industria. Y creció

799
asimismo la afluencia de los capitales extranjeros a Rusia. Por tanto, el
capitalismo, en Rusia, se iba convirtiendo cada vez más en un capitalismo
monopolista, imperialista». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética,
1938)

Por ello, en septiembre de 1917, el líder bolchevique proclamaba que no se podía


marchar hacia otra cosa que no fuera el socialismo, siendo esta contradicción
fundamental de la revolución:

«Nuestros eseristas y mencheviques enfocan el problema del socialismo de


manera doctrinaria, desde el punto de vista de una doctrina aprendida de
memoria y mal asimilada. Presentan el socialismo como un lejano,
desconocido y nebuloso futuro. Pero el socialismo asoma ya por todas las
ventanas del capitalismo moderno; el socialismo se perfila en forma directa,
práctica, en toda medida importante que constituye un paso adelante sobre la
base de este capitalismo moderno. (...) Los pseudomarxistas al servicio de la
burguesía, a los que se han sumado los eseristas, discurren de ese modo, no
comprenden –como lo demuestra un análisis de las bases teóricas de su
opinión– qué es el imperialismo, qué son los monopolios capitalistas, qué es el
Estado, qué es la democracia revolucionaria. Porque si se comprende eso no
puede dejar de reconocerse que es imposible avanzar sin marchar hacia el
socialismo. Todo el mundo habla del imperialismo. Pero el imperialismo no es
otra cosa que el capitalismo monopolista. (...) En Rusia el capitalismo se ha
transformado en capitalismo monopolista. (...) ¿Y qué es el Estado? Es la
organización de la clase dominante. (...) O bien en interés de los terratenientes
y los capitalistas, en cuyo caso no tendremos un Estado democrático
revolucionario, sino un Estado burocrático reaccionario, es decir, una
república imperialista; o bien en interés de la democracia revolucionaria y
entonces es un paso hacia el socialismo. (...) No cabe término medio. El proceso
objetivo del desarrollo es tal que no es posible avanzar partiendo de los
monopolios –cuyo número, papel e importancia han sido decuplicados por la
guerra– sin marchar hacia el socialismo. (...) Es imposible avanzar sin
marchar hacia el socialismo, sin dar pasos hacia él –pasos condicionados y
determinados por el nivel técnico y cultural–. (...) O bien tenemos que ser
demócratas revolucionarios en los hechos, en cuyo caso no debemos temer dar
ningún paso hacia el socialismo. O bien tememos dar los pasos hacia el
socialismo, los condenamos, al estilo de Plejanov, Dan y Chernov, alegando
que nuestra revolución es una revolución burguesa, que no se puede
«implantar» el socialismo, etc., etc., en cuyo caso nos deslizamos fatalmente
hacia el nivel de Kerensky, Miliukov y Kornilov, es decir, hacia la represión
burocrática reaccionaria de las aspiraciones «democráticas revolucionarias»
de las masas obreras y campesinas. No hay término medio. Y en esto reside la
contradicción fundamental de nuestra revolución». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; La catastrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella, 1917)

¿Pero en qué etapa está España? ¡¿En una etapa fundamental donde la lucha es
principalmente contra el medievalismo feudal o contra el capitalismo
monopolista?! La respuesta sobra.

Salvo que alguien se atreva a afirmar la locura de que España no ha alcanzado la

800
etapa capitalista, incluso la etapa monopolista, nadie en su sano juicio hablaría
de que hay pendiente una revolución «democrática-nacional» ni «democrático-
burguesa» más allá de los remanentes del pasado que pueda haber en la España
del siglo XXI, sino que tiene pendiente la revolución socialista. Por si acaso hay
escépticos, demos algunos datos:

«Las tres mayores empresas eléctricas que operan en España –Endesa,


Iberdrola y Gas Natural– copan entre el 80% y el 90% del mercado, según
explicaba a este diario el economista Alejandro Inurrieta, para quien estamos
ante «un claro ejemplo de oligopolio que nos empuja a pagar un precio muy
superior al coste de creación de la energía». En su opinión, llevamos varios
años «sobrepagando» con nuestras facturas las industrias hidroeléctricas y
nucleares, cuyos principales costes ya están amortizados. (...) El margen de
beneficio que obtienen las grandes petroleras en España es muy alto, gracias a
la gran rentabilidad que consiguen por cada litro de gasolina vendido: si se
dejan aparte los impuestos, el coste por litro que paga el consumidor español
es el quinto más caro de la UE. El marcado descenso que ha venido
experimentando el precio del petróleo internacional desde hace más de un año
–hasta un 52,4% a lo largo de la segunda mitad de 2015– no se ha traducido
en España en rebajas en el precio final al consumidor comparables a las
disfrutadas en otros países europeos. (...) Repsol, Cepsa y BP. Estas compañías
suministran al 83% de las gasolineras de todo el país, en un régimen que
favorece las prácticas oligopólicas. (...) Según el informe Indicadores
Financieros Estructurales de la UE, publicado por el Banco Central Europeo en
2015, España ha liderado la concentración bancaria en la Unión durante los
últimos años, en lo que parece un camino claro hacia una situación de
oligopolio. De acuerdo con este estudio, en 2008, al comienzo de la crisis, y
antes de que comenzasen las fusiones de las antiguas cajas, las intervenciones
del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y las uniones no
forzadas para ganar tamaño, los cinco mayores grupos bancarios españoles –
Santander, BBVA, Popular, La Caixa y CajaMadrid– controlaban el 43% de los
activos totales de la banca. España ocupaba entonces el puesto 22 de 27 países
europeos en lo que respecta a concentración bancaria. En 2013, el porcentaje
superaba ya el 56%, es decir, alrededor de 13 puntos más». (20 minutos;
Electricidad, gasolina, móviles y hasta el turrón: el poder de los oligopolios, 9
de mayo de 2016)

Incluso las empresas monopolísticas españolas, se han convertido con el tiempo


en grandes multinacionales que aspiran a saquear los recursos en tierras ajenas
e influir en los gobiernos de terceros países:

«América Latina fue el sueño de las empresas españolas. La tierra prometida.


Tras salir en desbandada a partir de los años noventa hacia países como Chile,
Argentina y México en busca de nuevos mercados, las corporaciones españolas
se hicieron fuertes al otro lado del Atlántico, donde se convirtieron en
multinacionales. Una experiencia que utilizaron con los albores del siglo XXI
para expandirse por todo el mundo y transformarse en multinacionales
globales. (...) Con el paso de los años, la inversión española en América Latina
ha adquirido unas cifras multimillonarias. Es la segunda más importante del
mundo tras la de Estados Unidos. Entre 1993 y 2015 la inversión bruta
acumulada por las empresas españolas allí superó los 207.000 millones de

801
euros –el equivalente al 20% del PIB nacional–». (El País; España echa
cuentas con Latinoamérica, 3 de septiembre de 2019)

En este contexto, donde el capital monopolista domina la política, hay fuerzas


como RC o el actual PCE (m-l) nos habla de la necesidad de la «profundización
de la democracia» y que no debemos plantear la revolución socialista a las
masas como objetivo inmediato. Y con toda sinceridad cree que con esta
posición está planteando una «visión dialéctica del desarrollo histórico» de
España:

«El pasado jueves, 14 de abril, el PCE (m-l) participó junto a PCPV, PCPE y
REM en un coloquio que, bajo el título ¿Quin tipus de República volem? (…) A
continuación, nuestro camarada situó el problema de la República en términos
ideológicos. (...) Mostró su acuerdo con el objetivo de una República socialista,
pero no situándola como una reivindicación inmediata. (...) También citó
nuestro portavoz a Lenin al recalcar que la profundización de la democracia,
encarnada en una República Popular, Democrática y Federativa facilita la
organización y la lucha ideológica y política del proletariado, además de
mostrar al desnudo cómo el origen de la explotación y la opresión se halla en el
capitalismo, lo cual pondrá sobre la mesa la necesidad de la revolución
proletaria. En este sentido, recordó asimismo la idea de Stalin de que no hay
una muralla china entre las tareas de la revolución democrática y de la
revolución socialista; lo cual exige, advirtió, una visión dialéctica del
desarrollo histórico. (...) Nuestro rechazo tanto hacia el abandono de los
principios por espurias promesas electoreras, como a plantear objetivos
inmediatos que las masas no perciben, ni entienden, como tales necesidades.
Con todo, nuestro camarada dejó claro que no estamos por colocarnos a la
zaga de las masas, ni por plantear respuestas fáciles o acomodaticias, sino
todo lo contrario. (...) Plantearse los problemas en cada momento histórico y a
luchar por su resolución, en la perspectiva de su emancipación como clase. Lo
contrario, advirtió, «sería convertirnos en una especie de telepredicadores».
(Partido Comunista de España (m-l); El PCE (m-l) debate sobre la República
en Elx, 17 de abril de 2016)

Los cabecillas del actual PCE (m-l) están convencidos de que esa república en
que todos nos debemos centrar en conseguir, acabará con la oligarquía y la
influencia del imperialismo en el país, pero que no debe plantearse tareas
socialistas. Curiosamente Elena Ódena en su artículo «Por una República
Democrática, Federal, Popular y Federativa» de 1972, dedicó unas palabras
aclaratorias contra los elementos como Lorenzo Peña que trataban de arrastrar
la línea del partido hacia la derecha tanto en lo político como económico: «Es
innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase obrera en
alianza con el campesinado así como con otras capas populares, bajo la
dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la dictadura y la
dominación yanqui», dejando claro que «el carácter de dicha república ha de ser
en gran medida de contenido socialista», porque «la mayor parte de la
industria, las finanzas, las materias primas, la energía, los transportes, la mejor
parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o de yanquis u otros
inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser confiscado y socializado».

802
No podía existir otra conclusión. Con esto podríamos dar carpetazo a la cuestión
sobre la revolución y el modelo político que España necesita, si encima
sumamos los datos socio-económicos actuales ya vistos. Pero continuemos
analizando el pensamiento de esta gente, aunque solo sea por diversión.

Reconstrucción Comunista (RC), dentro de su meteórica derechizacion, aparte


de un volantazo hacia el socialchovinismo, ahora también nos trae a colación el
clásico análisis trasnochado del maoísmo sobre las etapas y las tareas de la
revolución en España. Nos quieren convencer de que España debido a su
«régimen monárquico, heredero de la dictadura y supeditado a la Unión
Europea», debido a que «es necesaria una reforma agraria», a que «existe un
concordato con el Vaticano, por el cual la Iglesia Católica tiene múltiples
privilegios», el país no tiene las condiciones materiales para una revolución
socialista –una vez más Roberto Vaquero se inspira en su mentor Raúl Marco–:

«Llamar hoy, actualmente en España a la revolución socialista solo sirve para


criminalizar y ridiculizar nuestra causa. (...) Es necesaria una profundización
democrática, una amplia concienciación de la sociedad, la organización
obrera, etc. Es imposible implantar el socialismo sin solucionar varios de los
problemas mencionados. (...) La etapa democrática no tiene por qué ser larga,
puede ser un periodo corto y acelerado gracias a una correlación de fuerzas
positivas. (...) Por esta razón nuestra apuesta para España es la República
Popular y Federal, encaminada claro está a algo superior, al socialismo».
(Revista de Acero; Nº16, 2020)

He aquí RC repitiendo una frase que ha causado la mofa entre los sujetos con
algo de formación ideológica marxista. Esta declaración bien podría haberla
firmado cualquiera de las tradicionales agrupaciones revisionistas que antaño
RC criticaba con saña por su rancio derechismo. Aunque ahora, visto lo visto,
nos hace dudar si antes hacía esto por mera pose revolucionaria y sin
comprender absolutamente nada, aunque esto es indiferente, uno podría caer
fácilmente en la locura si tratase de comprender todos los bandazos ideológicos
que Roberto Vaquero es capaz de obligar a adoptar a su organización. Lo
importante aquí es que ahora RC se lamenta de que estos factores harían a
España un país inmaduro histórica y economicamente hablando para la
transición al socialismo. La estancia de España en la Unión Europea (UE) o el
Concordato con el Vaticano, para él son problemas muy sensibles a resolver
como también nos repite el constitucionalista de Podemos, Pablo Iglesias,
siempre que puede. Lo cierto es que no lo son. En caso de que el proletariado
tomase el poder e implantase medidas revolucionarias, la monarquía, el poder
económico de la iglesia, la cuestión de la improductividad o la posesión de la
tierra… son cuestiones que en un país imperialista como España serían resueltas
mucho más rápidamente de lo que hemos visto en varias experiencias históricas
donde el atraso de las fuerzas productivas era mucho mayor.

Derivado de acabar con la propia monarquía, confiscar los grandes medios de


producción, reprimir a los explotadores y expulsar bien de forma pacífica o
violenta cualquier base extranjera en el territorio del país, automáticamente
desencadenaría que países y organismos como EEUU, UE o el Vaticano
sancionasen y finalmente rompiesen dichos pactos con el nuevo gobierno
revolucionario, en caso de no ser así, el gobierno debería de tomar tal iniciativa

803
para finalizar tales acuerdos que le son perjudiciales y reducen su capacidad de
maniobra. Cualquiera con algo de conocimiento en economía política, conoce
que la cuestión de la falta de soberanía nacional económica y política solo
pueden ser resueltas completamente a través de un desarrollo de las tareas de
construcción socialistas, plantear cualquier otra receta intermedia es andar por
un sendero pequeño burgués que solo conduce a un laberinto del cual el
oportunismo no podrá salir para solucionar las contradicciones de su país:

«La revolución antiimperialista –socialista– pone el acento sobre la


independencia económica como condición para el mantenimiento de la
independencia política y se caracteriza por la prioridad consagrada a la
industria de medios de producción, mientras que la revolución anticolonial –
democrática-burguesa– espera aprovechar de una mejor –o «más
equitativa»– integración en la división internacional del trabajo. Como
marxistas, nos negamos pues a asimilar toda medida de nacionalización como
socialismo, sea en países imperialistas o en países dependientes. Las
nacionalizaciones pueden tener un carácter socialista solamente si se
acompaña de la expropiación sin indemnización de la burguesía en conjunto,
imperialista como nacional –compradora como patriótica–. (...) Es esencial
diferenciar entre las dos categorías de revoluciones antiimperialistas: de una
parte la revolución antiimperialista consecuente, que llevada a su conclusión
lógica, se transforma en una revolución socialista como necesidad de
preservar los logros de la lucha de liberación nacional y no se encuadra en una
forma de dependencia semicolonial –lo que Stalin llamó «dawisation»–, y la
otra revolución democrático-burguesa anticolonial, que está fuera de la
dirección del proletariado y por ello quiere integrarse en el juego del comercio
y las alianzas internacionales, trayendo la diferenciación de los antiguos
países coloniales en países dependientes semicoloniales de una parte, y en
nuevos países imperialistas por otro lado». (Vincent Gouysse; Imperialismo y
antiimperialismo, 2007)

Que el actual PCE (m-l) o RC nos digan que la España imperialista del siglo XXI
debe de realizar una «revolución democrática» y encadenarla luego con una
«revolución socialista», recuerdan a los oportunistas de los años 70 que querían
trasladar a nuestro país la teoría oportunista de la «nueva democracia» maoísta
–que no era sino una repetición de la teoría menchevique de las fuerzas
productivas–, como si España fuera un «régimen atrasado y con características
semifeudales» –cuando ya había entrado en una etapa imperialista, de
capitalismo monopolista–. Recuerdan a aquellos maoístas que argumentaban
que se necesitaba «pasar por una larga etapa de revolución democrático-
burguesa, de promoción del capitalismo y coexistencia con las clases
explotadoras nacionales», para así poder plantear más tarde la necesidad de una
revolución proletaria y la construcción del socialismo «sin demasiados
estragos» ni económicos ni ideológicos para la población. Este tipo de tesis
fatalistas y derechistas que todavía algunos tratan de implementar incluso en
países altamente desarrollados, es negar indirectamente la propia historia
misma del movimiento comunista. Ya que se ha demostrado que en países
mucho más subdesarrollados económicamente y culturalmente que la España
de los años 30, 70 o contemporánea, los comunistas pudieron tomar el poder y
empezar a construir el socialismo sin una «larga etapa de desarrollo
capitalista», ni «una larga alianza interclasista», ni «una larga coexistencia en el

804
poder con otros partidos no marxistas», como predica todavía hoy el
revisionismo.

Lenin ya habló de que seguramente en muchos de estos países, las tareas


antiimperialistas y antifeudales se intercalarían con las socialistas:

«Naturalmente, en la situación histórica concreta se entrelazan los elementos


del pasado y del porvenir, se confunden uno y otro camino. El trabajo
asalariado y su lucha contra la propiedad privada existe también bajo la
autocracia, nace incluso bajo el régimen feudal. Pero esto no nos impide en lo
más mínimo distinguir lógica e históricamente las grandes fases del
desarrollo. Pues todos nosotros contraponemos la revolución burguesa y la
socialista, todos nosotros insistimos incondicionalmente en la necesidad de
establecer una distinción rigurosa entre las mismas, pero ¿se puede negar que
en la historia elementos aislados, particulares de una y otra revolución se
entrelazan? ¿Acaso la época de las revoluciones democráticas en Europa no
registra una serie de movimientos socialistas y de tentativas socialistas? ¿Y
acaso la futura revolución socialista en Europa no tendrá todavía mucho que
hacer en el sentido del democratismo? (...) No debe olvidar nunca, ni por un
instante, la inevitabilidad de la lucha de clase del proletariado por el
socialismo, contra la burguesía y la pequeña burguesía más democráticas y
republicanas. Esto es indiscutible. De esto se desprende la necesidad absoluta
de un partido separado e independiente y rigurosamente clasista». (Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución
democrática, 1905)

Esto se cumplió tanto en Rusia como fuera de ella. Véase el caso albanés:

«La Lucha Antifascista de Liberación Nacional siguió siendo hasta el final una
revolución antiimperialista, democrática. Sin embargo, en su seno se
desarrollaron también elementos de la revolución socialista, o sea la burguesía
fue despojada del poder político, fue establecida la dirección única del Partido
Comunista en el nuevo poder, etc. (...) En las nuevas condiciones políticas,
cuando el poder había comenzado a ejercer las funciones de dictadura del
proletariado, el Partido no podía posponer ni pospuso la realización de las
tareas de carácter socialista en el terreno económico-social a la solución
previa de todas las tareas democráticas. La correlación de fuerzas políticas de
clase en Albania permitía que, paralelamente a las transformaciones
democráticas, se pasara también de inmediato a la introducción de
transformaciones socialistas. Entre estas transformaciones, la más importante
y decisiva era la socialización de los principales medios de producción
mediante su nacionalización. El control estatal sobre la producción y la
distribución, establecido desde el mes de diciembre de 1944, sirvió como
primer paso y medida previa a la nacionalización de los principales medios de
producción. Este control representaba al mismo tiempo una forma de control
obrero. (...) En diciembre de 1944 se nacionalizaron las minas y los bienes de
los exiliados políticos. Un mes más tarde, una ley decretaba la confiscación de
todos los bienes de los ciudadanos italianos y alemanes en Albania. Con la
aplicación de esta ley pasaron a manos del Estado albanés, sin indemnización
alguna, el Banco Nacional y los otros bancos, así como las propiedades de 111
sociedades anónimas de capitalistas extranjeros, convirtiéndose en patrimonio

805
común del pueblo albanés. En abril de 1945 el gobierno requisó, previa una
determinada compensación, todos los medios de transporte que pertenecían a
los propietarios privados. Estas nacionalizaciones tuvieron gran importancia.
Con la liquidación de las posiciones económicas del capital extranjero se puso
fin a la dependencia económica del país respecto a las potencias imperialistas
y se fortaleció aún más su independencia política. Desde el punto de vista de la
forma, las nacionalizaciones del año 1945 eran medidas de carácter
democrático general, mientras que, desde el punto de vista del contenido social
y económico, representaban transformaciones que superaban ese límite. Las
nacionalizaciones se realizaron en interés de las masas trabajadoras, y los
medios de producción nacionalizados fueron puestos directa y enteramente a
su servicio. Por lo tanto, estas nacionalizaciones eran en esencia una
socialización de carácter socialista de los principales medios de producción.
Sobre esta base, en la economía popular nació el sector estatal socialista. (...)
En julio de 1945 comenzaron a organizarse en la ciudad 202 las cooperativas
de consumo para obreros y empleados. Se trata de las primeras
organizaciones económicas de masas. En estas condiciones, cuando el sector
estatal en el comercio era aún muy pequeño, estas cooperativas jugaban un
gran papel en el abastecimiento regular de los trabajadores de la ciudad y en
la lucha contra la especulación y el mercado negro. Paralelamente a la
organización de las cooperativas de consumo, el Partido desplegó asimismo
una gran labor de esclarecimiento y persuasión entre los artesanos para
promover su cooperación. (...) La Ley de Reforma Agraria fue promulgada en
agosto de 1945. Según esta ley, fueron expropiadas y enajenadas todas las
propiedades del anterior Estado, así como las de las instituciones religiosas, y
todas las tierras privadas que rebasaban los límites estipulados por la ley».
(Historia del Partido del Trabajo de Albania, 1982)

Como aquí se ve, no es que Albania construyese el socialismo ipso facto. En la


ciudad gran parte de las tareas socialistas se encauzaron con las socializaciones
en 1944-1946 del comercio, transportes, industria y bancos. La reforma agraria
supuso el reparto de tierras, pero también se desató el inicio de la
cooperativización que no terminaría hasta muchos años después –debido a la
necesidad de una industrialización y mecanización del campo, el trabajo de
persuasión del partido entre los campesinos y otros factores–. Por lo que como
vemos, había una conexión entre tareas antifeudales, antiimperialistas y
anticapitalistas. En otros países de Europa el período fue más lento o más
rápido en diferentes campos, pero no se puede, por ejemplo, pretender plantear
que la dictadura del proletariado, el sector económico socialista y la cultura
socialista aparecen solamente y mágicamente en estos países en 1948 o después,
como si las medidas de 1944-1947 no tuviesen relevancia, como si en muchos
casos no tuvieran en su seno el germen socialista.

¿Qué fue el plan sexenal de la economía de Polonia sino la continuación y


extensión del plan trienal previo?

¿Qué fue en Bulgaria el inicio de la creación de granjas estatales sino muchas


veces una elevación de las primeras cooperativas a ese nuevo estatus superior?

806
¿Qué fue en 1948 el reconocimiento oficial en Hungría del liderazgo del partido
comunista en el frente popular sino el resultado de la liquidación de los partidos
burgueses y pequeño burgueses durante 1944-1947?

¿Qué fueron en Checoslovaquia las incipientes luchas contra el idealismo


religioso, el machismo, el chovinismo o el nihilismo nacional sino tareas
«democráticas» que a la vez se confundían ya con la creación o reforzamiento de
la conciencia y cultura socialista?

Quien no entienda esto no entiende el desarrollo dialéctico, es un profundo


metafísico.

Si Albania logró gran parte de estas medidas en un tiempo relativamente corto


tras salir de una dominación fascista extranjera y con el nivel económico más
bajo de Europa, ¿de verdad debemos pensar que países más avanzados de la
actualidad tendrían más problemas en lo económico o político? He ahí la
ridiculez de los planteamientos de algunos.

«La experiencia de Albania muestra que también un país pequeño, con una
base material-técnica atrasada, puede alcanzar un desarrollo económico y
cultural muy rápido y multilateral, puede garantizar su independencia y hacer
frente a los ataques del capitalismo y del imperialismo mundial, cuando está
dirigido por un auténtico partido marxista-leninista, cuando está dispuesto a
luchar hasta el fin por sus ideales y cuando tiene confianza en que puede
realizarlos». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del
Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Por eso, los albaneses recordaban a los revolucionarios del mundo de los países
subdesarrrollados, que en el ámbito político:

«Lenin relacionó la transición de los países subdesarrollados al socialismo con


la teoría del imperialismo, de la transformación de la revolución democrático-
popular en la revolución socialista, de la realización de la revolución política y
de la toma del poder estatal como una condición decisiva para allanar el
camino a la creación de las premisas socioeconómicas del socialismo. Destruyó
el concepto determinista-mecanicista de Kautsky que proclamó como un
dogma: «Si no se ha alcanzado la madurez económica la revolución política no
se debería llevar a cabo». La exitosa realización de la revolución democrático-
popular exige que sea liderada por la clase obrera y su partido, que el poder
político pase a las manos de las masas trabajadoras. Este es un axioma para
una auténtica revolución democrática del pueblo, de modo que no debiera
permanecer a mitad del camino, sino que debe continuar
ininterrumpidamente hasta que se transforme en una revolución socialista
mediante profundas transformaciones políticas, económicas, sociales,
ideológicas, culturales y otras. Esta tarea fue abordada por Lenin, que al
mismo tiempo mostró el camino hacia su solución. (...) Una revolución
democrático-burguesa convencional, incluso en su forma específica para los
países subdesarrollados, no puede servir de base para la transición al
socialismo. La historia de las tres décadas pasadas ha proporcionado la
prueba indiscutible de que varios países de Asia y África, que consiguieron la
independencia estatal después de la Segunda Guerra Mundial, pero donde el

807
poder político no pasó a las manos de las masas trabajadoras conducidas por
su partido marxista-leninista, no sólo no emprendieron el camino del
desarrollo socialista, sino que también permanecieron económicamente
dependientes al imperialismo en su forma neocolonialista». (Hekuran Mara;
Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo
desarrollado, 1973)

En el campo económico:

«La transformación de la estructura económica en los países subdesarrollados


a fin de preparar la transición al socialismo, requiere la solución de algunos
problemas específicos propios de estos países. Estos son, por ejemplo, la
liquidación de la dependencia económica respecto al capital extranjero y al
imperialismo; la eliminación de las relaciones precapitalistas; la
transformación de las relaciones agrarias en interés del campesinado
trabajador; la liquidación del carácter unilateral de la economía nacional,
garantizar el empleo para la población que crece rápidamente, etc. La historia
ha demostrado que para eliminar la dependencia económica respecto al
capital extranjero y al imperialismo, para conseguir la verdadera
independencia política es necesario nacionalizar tanto la propiedad de los
monopolios extranjeros como la de la burguesía compradora. Debe ser creado
el sector estatal de la economía con los medios nacionalizados. Desde el punto
de vista de las relaciones socio-económicas, de la organización y dirección del
trabajo y la producción, las características del socialismo deben prevalecer en
este sector que debe representar el embrión de la base económica socialista y
dar un poderoso apoyo para preparar la transición en todo el país de las
viejas relaciones económicas al establecimiento de las relaciones socialistas.
(...) La realización inicial de la reforma agraria revolucionaria en interés del
campesinado trabajador, según el principio de «la tierra para quien la
trabaja» sirve a este objetivo. La cooperación de los campesinos trabajadores
es absolutamente esencial a fin de poner al campo en el camino del socialismo
y desarrollar rápidamente las fuerzas productivas en la agricultura».
(Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la
etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

En lo cultural:

«Un problema fundamental para la transformación de la superestructura en


los países subdesarrollados, es la realización de una profunda revolución en la
cultura. Por regla general, esta revolución debe pasar por dos etapas
principales, estrechamente relacionadas y conectadas. En la primera etapa, la
extensión de la cultura en amplitud aparece como el objetivo más próximo e
inmediato. Su objetivo es la eliminación del analfabetismo entre los adultos, la
extensión de los distintos niveles de educación en todo el país, y en particular
en el campo, a fin de crear las premisas para elevar el nivel cultural general de
la población. En la segunda etapa, el principal objetivo de la revolución es la
transformación de la propia cultura, que es un proceso más complicado y
difícil que su simple extensión. Por lo general, los países atrasados conocen dos
culturas antes de la revolución: la cultura de los feudos o castas y la del
imperialismo, la cultura de los explotadores y opresores, siempre combinadas
y asociadas con el misticismo religioso. La cuestión es pasar a una nueva

808
cultura de masas, sobre la base de la ideología proletaria, en beneficio del
socialismo y del fortalecimiento de su posición en todos los campos de la vida».
(Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la
etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

En la era de la globalización, todo país, incluso los países imperialistas, tienen


grandes vínculos económicos entre ellos, algunos incluso dependen de otras
potencias imperialistas de mayor peso o han delegado su soberanía en grandes
organismos supranacionales como la UE. Eso no implica plantear la ridiculez de
que en España las tareas de la revolución se centran gran parte en un
antiimperialismo casi tercermundista como aquí nos intentan plantear algunos.
En este contexto donde las multinacionales españolas esquilman los recursos de
América, tratar de dar primacía en las tareas revolucionarias político-
económicas del país, a rasgos inexistentes de feudalismo o centrar todo en la
influencia de otros imperialismos en los manejos del país, sería poco menos que
emular los peores posicionamientos socialchovinistas.

España es un país imperialista y uno de los que más presencia tiene a lo largo
del globo, su problema no es ni puede ser la falta de desarrollo de fuerzas
productivas, no se enfrenta a problemas culturales de analfabetismo, tampoco
se puede esperar que la falta de libertades democráticas o la venta de la
soberanía nacional sean resueltas por la burguesía española de la cual
conocemos su historial, pero tampoco por los revisionistas que hablan de
socialismo en términos marxistas pero no tienen ni la más remota idea de qué
es. La falta de conciencia socialista actual no reside en la inexistencia material
de proletariado como dicen algunos posmodernos, ni en que la burguesía haya
desarrollado herramientas de alineación que hagan imposible la
revolucionarización de los trabajadores como afirman los seguidores de la
Escuela de Frankfurt, simplemente la historia ha demostrado que aunque el
nivel de vida descienda y las contradicciones sociales se agudicen socialmente, si
se sufre la ausencia de un agente colectivo proletario que dé impulso a la
verdadera ideología revolucionaria, que es el marxismo, no habrá proceso
alguno de transformación, no se dará pie a emancipaciones sociales reales, a lo
sumo conatos de revolución, con suerte a pseudorevoluciones. Por consiguiente,
en lo que se refiere a este tipo de países, no hay medias tintas posibles, no hay
otra alternativa posible para las masas trabajadoras que el socialismo, para cuya
consecución hace falta la dirección del proletariado bajo el partido comunista,
que debe organizarse y concienciar a los trabajadores para lanzarse a la toma de
poder cuando sea el momento adecuado.

Los revisionistas, para vendernos mejor su programa evolucionista y reformista


nos quieren hacer creer que los problemas que impiden en España el desarrollo
del socialismo son «el atraso en las fuerzas productivas», «la falta de
libertades». En cambio, los verdaderos problemas que enfrentará el partido
marxista-leninista antes de la toma de poder y después para construir el
socialismo se centrarán en otros temas. Deberá granjearse la confianza entre la
mayoría de la clase obrera en un país donde los marxistas nunca han logrado tal
proeza, en un país donde actualmente la aristocracia obrera mantiene un gran
poder, en un movimiento obrero donde el nivel de sindicalización es bajo y
donde los comunistas no tienen experiencia en el trabajo sindical, que en
palabras de Lenin debe de convertirse en la escuela del comunismo. Se deberá

809
combatir las múltiples herramientas de alineación que la burguesía ha
desarrollado durante décadas en la llamada sociedad de consumo, medios que
ejercen un enorme rol desmovilizador, especialmente entre la juventud, pero
que se pueden combatir. Otra tarea fundamental versará en si los comunistas
son capaces de vincular estrechamente los intereses de la clase obrera con los
potenciales aliados del resto de las capas trabajadoras, en un país donde la
división entre el campo y la ciudad también se ha reflejado en un abandono
histórico de los comunistas en el trabajo en el campo y zonas más aisladas. Para
poder implantar medidas socialistas con el beneplácito de la mayoría de los
oprimidos, antes se deberá haber hecho un gran trabajo previo sobre la
influencia que el revisionismo ejerce entre los trabajadores –sea en su versión
reformista o anarquista–, dicho de forma clara: hay que quebrar e inutilizar el
radio de su influencia, tarea enorme si tenemos en cuenta que hoy hegemoniza
todo el movimiento obrero, cuando somos testigos de como se discute sobre mil
versiones diferentes del socialismo pero sin conclusión ninguna ateniéndose a
los aciertos y errores de las experiencias ya cosechadas por los marxista-
leninistas. Sin desdeñar que, en caso de que finalmente se de esa revolución,
habrá que ver cómo se responde al intervencionismo de la reacción extranjera y
la respuesta del proletariado mundial ante esta más que esperada movilización
del imperialismo internacional. La propia cuestión nacional en España y la
libertad de sus pueblos a elegir su futuro en unión o por separado, se ha
demostrado que no ha obtenido solución completa bajo los diversos regímenes
burgueses, por lo que es otra cuestión en la que el socialismo deberá completar
lo que el capitalismo ha impedido por siglos. Todas estas cuestiones son las que
marcaránel rápido o no tan rápido avance en las cuestiones políticas,
económicas y culturales socialistas de la revolución.

Teorizar como RC que en nuestra época, en un país imperialista, hay que


«profundizar la democracia», incluso que se nos traiga la necesidad de un
«proceso constituyente», es volver a posiciones mencheviques, significa no
haber sintenizado nada de la lucha de clases en el siglo XX, es traer a colación
los viejos programas eurocomunistas de «evolucionismo» y «posibilismo», los
cuales estaban desfasados y refutados por la acción de los comunistas:

«Según Georges Marchais, se accederá al socialismo a través del desarrollo de


la democracia y libertades burguesas. (…) Presentar y defender la tesis de la
democracia y libertades burguesas, como la vía al socialismo, es mistificar a
las masas, es darle brillo a la sociedad capitalista. Todo el mundo sabe que en
la época del imperialismo, no puede haber, en el cuadro de la sociedad
burguesa, de un desarrollo progresista de las libertades y de la democracia
para las masas. Lo que crece y se acentúa por el contrario en este cuadro son
las fuerzas de la reacción, la militarización de la producción y de otros
aspectos de la vida, la opresión del proletariado y de las naciones. (…) Sólo la
revolución violenta y la instauración de la dictadura del proletariado
aseguran las condiciones necesarias para la expansión de la libertad y de la
democracia para las amplias masas populares». (Enver Hoxha; Informe en el
VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)

Si comparamos la visión del actual PCE (m-l) y demás grupos con las teorías
fundamentales del viejo jruschovismo sobre la «revolución», veremos que son
como dos gotas de agua:

810
«Han sido sustituidas por el descubrimiento de una «nueva teoría», sobre la
llamada «vía no capitalista de desarrollo». Este camino es presentado por los
revisionistas como una formación de transición, que, según afirman, debe
preparar las condiciones materiales y subjetivas preliminares para el
socialismo en los países subdesarrollados, así como el capitalismo prepara
estas condiciones en los países desarrollados. Asignándole tal papel, esta
formación es presentada como una amalgama, un equilibrio inerte de fuerzas
políticas, ideológicas, de clase y económicas opuestas. En esencia, el camino no
capitalista de los revisionistas representa el desarrollo capitalista
convencional revestido con una falsa cáscara socialista. (...) El contenido
principal de este proceso debe ser la transformación revolucionaria
ininterrumpida de la superestructura y la estructura económica de la
sociedad, el continuo cambio de la proporción de fuerzas de clase en beneficio
del socialismo, la lucha contra el imperialismo y todas las fuerzas
reaccionarias internas». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el
socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

El revolucionario albanés nos advertía del engaño con que los revisionistas
tratan de convencernos con sus programas sobre nacionalización:

«Es dañino, verdaderamente dañino, y es una ilusión igualar cualquier tipo de


sector estatal y el socialismo, independientemente del carácter de clase del
poder político. Tal posición lleva el agua al molino de la burguesía y del
imperialismo, del capitalismo y la contrarrevolución». (Hekuran Mara;
Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo
desarrollado, 1973)

Efectivamente, no debemos confiar ni un gramo en partidos e ideólogos del


revisionismo que apoyan al castrismo o al movimiento nacional kurdo como
referentes de «antiimperialismo» y «socialismo», no se les puede tomar en serio
en cuanto al modelo que pretenden implantar en un futuro. Y como ya dijimos,
el socialismo no se construye de forma espontánea con gente que desconoce su
esencia.

Los revisionistas no aspiran a ser el partido de vanguardia sino el


furgón de cola de la burguesía

El PCE (r) decía en su programa muy convencido:

«Al desarrollar la gran industria, la agricultura capitalista, el comercio a


gran escala, los transportes, etc., y llevar a cabo la fusión de todos los sectores
económicos con la banca y el Estado puesto a su servicio, la oligarquía ha
creado las condiciones materiales para la realización del socialismo». (Partido
Comunista de España (reconstituido); Manifiesto - Programa, 1998)

En cambio, Arenas en su artículo «Sobre la estrategia y la táctica de la


revolución proletaria» matizaba, que pese a analizar la actualidad de la lucha
por la revolución socialista, a continuación, reculaba con el clásico argumento
oportunista:

811
«En España no queda más revolución pendiente que la socialista, y en
consonancia con ese objetivo estratégico se avanzan algunas de las medidas
que van a permitir acercarnos a ese periodo de comienzo de la
reestructuración socialista. Para ese comienzo, no pueden ser lanzadas
consignas netamente socialistas, tales como poder obrero o dictadura del
proletariado, que ni serían comprendidas ni aceptadas por las grandes masas.
A esa etapa corresponden consignas de carácter democrático-revolucionario
que pueden ser compartidas por amplios sectores de la población». (Antorcha
núm. 3, junio de 1998)

«Cuando el actual PCE (m-l), el PCE (r) o RC hablan de que no consideran el


socialismo como objetivo inmediato porque las masas o parte de ellas «no
perciben, ni entienden, como tales necesidades», es exactamente el mismo
argumento que los jefes de Podemos esgrimen cuando la gente honesta pide que
se realice agitación y propaganda para expulsar a la monarquía, bien, y si así
fuese. ¿No se supone que deben de ser los propios partidos de «izquierda», y
sobre todo, los autodenominados «marxistas» los que pongan en la agenda
política cuestiones como el republicanismo o el anticapitalismo consecuente y
combativo? ¿No deben de ser su programa y acción los que traten de inyectar y
elevar la conciencia de clase? ¿Acaso esperan que lo hagan otros? Desde el
punto de vista de la izquierda, ¿acaso esperan que lo haga la derecha? Desde el
punto de vista de los marxistas, ¿acaso esperan que lo haga el revisionismo? ¿No
son estas posturas la muestra más evidente de que no solo sufren una falta de
hegemonía, sino que van a zaga de las capas atrasadas, siendo el hazmerreir
para la burguesía?:

«En lugar de dirigir el movimiento espontáneo, de inculcar a las masas los


ideales socialdemócratas y orientarlas hacia nuestro objetivo final, esta parte
de los socialdemócratas rusos se había convertido en un instrumento ciego del
propio movimiento; y seguía ciegamente al sector de los obreros poco
desarrollados, limitándose a exponer las necesidades y las exigencias de que
tenían conciencia en aquel momento las masas obreras. En una palabra,
permanecían inmóvil, llamando a una puerta abierta, sin atreverse a entrar
en la casa. Esta parte de la socialdemocracia rusa se mostró incapaz de
explicar a las masas obreras el objetivo final, el socialismo. (...) Consideraba
todo esto como algo inútil y hasta perjudicial. Para ella el obrero ruso era un
niño pequeño, al que temía asustar con ideas tan audaces». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El partido socialdemócrata ruso y sus
tareas inmediatas, 1901)

En conclusión:

«No hay duda de que la creación de una situación revolucionaria depende ante
todo de las condiciones objetivas, de que las revoluciones no se hacen según el
deseo y el querer de tal o cual persona. El hecho de perder de vista esto puede
conducir al aventurismo y a errores graves. Pero al mismo tiempo no hay que
olvidar que el papel del factor subjetivo en la revolución. Dar al factor objetivo
un papel absoluto y dejar de lado el factor subjetivo, es dejar de hecho la causa
de la revolución a la espontaneidad y causa un gran daño a la clase obrera.
Para la preparación de las condiciones para la revolución, además de los
factores objetivos, depende en gran medida, la cuestión de cómo el partido

812
revolucionario de la clase obrera prepara a las masas para la revolución, en
qué sentido educa a las masas: en el espíritu de una lucha resuelta
revolucionaria o bien en el espíritu reformista. (…) Dirigir no quiere decir de
ningún modo dictar e imponer su voluntad a otros, dirigir quiere decir
convencer, organizar y movilizar a las masas, dirigir sus propios esfuerzos y el
de sus organizaciones sociales hacia un solo fin mostrándoles claramente los
objetivos y las vías que hay que seguir para alcanzarlos». (Zëri i Popullit; A
propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del Partido Comunista
Italiano, 18 de noviembre de 1962)

Imaginemos en un esfuerzo de imaginación que en un futuro se diera el gran


milagro de que el PCE (m-l), junto a sus aliados revisionistas, lograse llegar al
poder y tratasen de llevar a cabo su «república popular y federativa». Una vez
hecho esto, ¿qué haría el PCE (m-l)? ¿Le explicaría de cero a las masas que tras
años de propaganda por un vago concepto de república y un proceso
constituyente, promover un capitalismo de «rostro humano» y cultura bañada
en un humanismo abstracto, de repente ahora deben de hacer una revolución de
tipo socialista, cuando precisamente se le ha ocultado lo que significa la
dictadura del proletariado, la economía socialista o la cultura proletaria? Esto
sería cómico y nefasto para sus intereses, pues lógicamente las masas no
aceptarían que el partido haya estado durante años proponiendo una república
que no sobrepasa el régimen burgués, posteriormente les intente convencer
repentinamente que esa república por la que han luchado no es suficiente. Sin
duda no conocemos un proceso así salvo en las mentes soñadoras de los
oportunistas. Los marxista-leninistas, incluso cuando han cometido errores,
siempre han tenido que acabar diciéndole al pueblo la verdad tarde o temprano
para avanzar hacia la revolución, y en algunos casos haciendo autocrítica
precisamente por saber explicarlo debidamente. Por el contrario, las
experiencias que empezaron y continuaron con esa nebulosa terminología,
nunca sobrepasaron el capitalismo, siguieron siendo regímenes dependientes
del imperialismo o se convirtieron en propias potencias imperialistas.

Claro está que, sin mejoras inmediatas, sin liderar las luchas más básicas, no se
puede tener ni credibilidad ni fuerza para acometer luchas mayores. Pero dejar
de presentar la necesidad de conquistar esas tareas mayores para cuando se
consigan todas y cada una de las victorias más básicas, sería drenar de
contenido e intención revolucionarias de esas luchas menores, sería no asumir
la necesidad de concienciación y radicalización del pueblo, y finalmente, sería
hacer imposible encadenar los objetivos menores con los mayores. Pero ante lo
que estamos aquí es una renuncia abierta del rol de concienciación de las masas.

Lo que los republicanos cuentan y no cuentan sobre la II República


(1931-1936)

Otro de los graves errores del actual PCE (m-l) es pretender agrupar a los
trabajadores en sus frentes donde se hace gala de una propaganda nostálgica y
romántica del sistema político de la Segunda República de 1931-1936 –sin
explicar su carácter burgués y los límites que tuvo la misma para los comunistas
incluso durante la Guerra Civil como José Díaz o posterioremente Elena Ódena
nos recordaban en cada oportunidad–.

813
En la web oficial de Federación de Republicanos (Rps), su frente actual,
encontramos constantemente artículos de este tipo, he aquí uno:

«La Constitución de la II República plasmó el principio de igualdad de los


españoles y españolas ante la ley, al proclamar España como «una república
de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y de
Justicia» en su artículo 1. La revolución social y cultural de la república hizo
avanzar a nuestro país de manera espectacular: aumento de los derechos de
trabajadores y trabajadoras, sufragio universal para hombres y mujeres
mayores de 23 años, la democratización del ejército, el acceso universal a la
cultura, la reforma agraria, la construcción de miles de escuelas, la
instauración del estado laico, la aprobación de Estatutos de Autonomía, etc.
Todo ello arrebatado por la sublevación fascista que provocó 40 años de atroz
represión y sumió a nuestro país en uno de los periodos más oscuros de la
historia». (Roberto Rovira; 14 de abril, República y memoria, 13 de abril de
2017)

Como el historiador e hispanista francés Pierre Vilar comentó en su obra


magna: «La historia de España» de 1978, en la II República Española, la
Constitución proclamaba a la república como una «república de trabajadores»
no sin producir sonrisas. Lo que indica hasta que punto los explotadores tenían
controlado el proceso.

Si el señor Rovira piensa que porque en la Constitución de 1931 se alcanzó una


«igualdad efectiva» porque se hablaba de «república de trabajadores» de toda
clase, entonces tendríamos que decir que en la España de hoy, también existe
«igualdad» porque así lo designa la carta marga de 1978 de la monarquía
parlamentaria en fragmentos que afirman que: «España se constituye en un
Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores
de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político»… o cuando afirma que «Los españoles son iguales ante la ley, sin que
pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
¡¿Pero qué tipo de idealismo barato es este señores?! Hablemos de la realidad
material y no de bonitas frases como «democracia», «libertad» o «igualdad»
que son en la práctica papel mojado bajo la dictadura del capital. ¿Cómo se
puede declarar que existía igualdad entre los ciudadanos de la España
Republicana de 1931-1936 cuando fue uno de los periodos más convulsos en
cuanto a agitación y reivindicación social con huelgas, manifestaciones o
insurrecciones? ¿Por favor podemos tomar en serio a esta gente que desconoce
de esta manera la historia?

El PCE en su artículo: «En el aniversario del 14 de abril: Lo que el pueblo


español esperaba de la República y la política contrarrevolucionaria de la
coalición republicano-socialista» salía precisamente al paso de este falso relato:

«Esas clases burguesas se dieron cuenta de que la monarquía se había


desgastado, de que estaba resquebrajándose a toda prisa, de que ya no servía
para perpetuar el viejo estado de cosas se fueron con la República, no para
hacer de ella el instrumento progresivo que deseaba y por el cual luchaba el
pueblo, sino para quitarle todo contenido revolucionario, para defender los

814
privilegios de los explotadores, para fregar la revolución democrática que
allanaba el camino hacia formas superiores de organización política, para
ahogar en sangre el movimiento revolucionario popular, en una palabra: para
que la República cumpliera la misión contrarrevolucionaria que la monarquía
no podía cumplir ya». (España Popular, Nº9, 1940)

¿Acaso no es un atentado contra la historia no citar ni un solo error de la II


República y glorificarla sin más como si hubiera sido un periodo armonioso y
perfecto? ¿No es cierto que los gobernantes de la II República se negaron a
aplicar o aplicaron tardíamente las demandas más básicas del pueblo
produciendo su ira, y que en cambio los gobiernos republicano-socialistas de
1931-1933 se dieron a conocer por su feroz represión contra los movimientos
revolucionarios?:

«Este fue el papel que comenzaron a representar los republicanos, los


monárquicos pasados a su campó y los jefes socialistas. Para llevar a cabo su
designio, realizaron un doble juego. De una parte, se esforzaban por crear en
el pueblo ilusiones democráticas con leyes demagógicas como la de Reforma
Agraria –verdadera burla a los campesinos–, trataban de contener a los
trabajadores dando tres carteras a ministros «socialistas» y anunciando leyes
sociales prometedoras, pero que no representaban, ningún avance efectivo. Al
mismo tiempo, ponían a la cabeza del Gobierno provisional a Alcalá Zamora,
vinculado con los terratenientes y gran propietario él mismo; en Gobernación
a Miguel Maura, señorito, reaccionario a las órdenes directas de los grandes
capitalistas y de los grandes propietarios, a quienes sirvió dando un trato
despiadado a obreros y campesinos y reprimiendo con bestialidad digna de los
peores tiempos de Martínez Anulo las huelgas obreras; en Hacienda a
Indalecio Prieto, agente de los industriales bilbaínos; en Economía, donde
radicada toda la política arancelaria, a Nicolau de Olivar, burgués catalán. A
las pocas semanas de implantada la República, el pueblo español había ya
comprendido que aquel no era su régimen». (España Popular, Nº9, 1940)

¿No es cierto que dicho golpe fascista fue posible gracias a los republicanos que
se negaron a aceptar las advertencias de los comunistas y que en los primeros
momentos no supieron reaccionar y negaron las armas al pueblo que podrían
haber aplastado el movimiento fascista en varios lugares?:

«El Gobierno presidido por Azaña, y el que luego presidió Casares Quiroga, se
resistieron a aplicar el programa del Frente Popular, procedieron con
deliberada lentitud, se negaron a llevar adelante el movimiento popular.
Cuando ya era evidente para todos el levantamiento de Franco en connivencia
con potencias extranjeras- Casares Quiroga se opuso abiertamente a apoyarse
en el pueblo armado y confesó que tenía miedo a que las masas «fuesen
demasiado lejos». Antes que verlas llegar «demasiado lejos», Casares como
Azaña, como Prieto, prefería pactar con Franco y capitular desde el primer
momento, cosa que intentaron el mismo día en que los militares se sublevaron.
El programa del Frente Popular no fue cumplido: lo poco que hicieron los
Gobiernos de Azaña y de Casares Quiroga, lo realizaron presionados por las
voces apremiantes que llegaban de la calle. Los numerosos crímenes que los
fascistas cometieron en los meses anteriores a la sublevación, quedaron
impunes. La policía y la Guardia civil, intensificaron, en cambio, su

815
persecución contra obreros y campesinos revolucionarios. Cada vez que el
Partido Comunista reclamaba en la Prensa, en la tribuna o en el Parlamento,
energía y celeridad en el aplastamiento de las bandas de asesinos fascistas,
aquellos Gobiernos llamaban «impaciencias» a sus justos requerimientos.
Cuando José Díaz leyó en las Cortes un documento subversivo que había
puesto en circulación la organización fascista del Ejército y en el cual se
intimaba al Gobierno, el presidente del Consejo se redujo a preguntar
aparentando indiferencia: «¿Qué fecha tiene eso?» Y dejó las cosas como
estaban. ¿Es que Azaña y Casares Quiroga y los jefes socialistas ignoraban los
preparativos para la sublevación? No, no los ignoraban, pero aparentaban
ignorarlos. De haber confesado que los conocían, se habrían visto obligados a
entregar armas al pueblo, y ellos tenían mucho más miedo al pueblo que al
fascismo. Por eso dejaron las calles en poder de los pistoleros fascistas,
mientras los de arriba –los banqueros, los generales, los obispos, los
terratenientes, los reaccionarios de toda laya– preparaban ya a toda prisa y
sin recato su atentado contra el pueblo. Fue el pueblo quien se armó por su
cuenta para repeler la agresión. Y fue entonces, a partir del 18 de julio, sobre
la marcha de la guerra, con el pueblo armado, cuando comenzó a crearse la
República que la mayoría de los españoles había deseado el 14 de abril: la
República popular, auténticamente democrática, dirigida a combatir a las
fuerzas tradicionales de la opresión, hiriéndolas en los frentes y en sus vitales
bases económicas. Fue entonces cuando Cataluña y Euzkadi conocieron de
verdad la libertad nacional. Fue entonces cuando se hizo de verdad la reforma
agraria, repartiéndose la tierra en virtud del histórico decreto del 6 de
octubre. Fue entonces cuando los obreros comenzaron a ejercer el verdadero
control en las fábricas. Fue entonces cuando el pueblo español comenzó a
sentirse íntegramente dueño de sus destinos y de su porvenir. Y fue entonces,
también, cuando los jefes republicanos y «socialistas» se quitaron del todo la
careta. Aquella no era la República que ellos querían, y la sabotearon con la
misma saña con que el Ejército sublevado y los invasores la combatían
militarmente. Los cabecillas republicanos y «socialistas» hicieron cuanto
pudieron por impedir la organización del Ejército Popular, verdadera
expresión del pueblo en armas; por dificultar la unidad, valiéndose de
subterfugios, de intrigas y de agentes provocadores trotskistas y faístas; por
frenar las conquistas de los trabajadores; por paralizar el avance arrollador
del pueblo hacia un porvenir mejor; por buscar a la situación una salida que
no fuera el triunfo franco y definitivo del pueblo. Invadida España,
estrangulada por la No-Intervención, organizada la gran traición por la
banda de Casado, nuestro pueblo, que vio cumplirse durante la guerra las
principales aspiraciones que lo llevaron a derribar la monarquía en el 14 de
abril, ha sufrido una derrota, grave pero momentánea». (España Popular,
Nº9, 1940)

Suponemos que, a algún militante despistado del PCE, y algunos republicanos


que simpatizan con el comunismo, estas citas le pueden haber dejado en shock
por desmontar todo lo que tenía preconcebido sobre la II República, pero debe
agradecernos que nosotros le enseñemos la historia de dicho partido y del país,
ya que sus jefes no lo hacen.

Esto contrasta con las relaciones que mantenía anteriormente el PCE (m-l) de
los 70 frente a agrupaciones republicanas, manteniendo, ante todo, su propia

816
visión y corrigiendo ideológicamente a los posibles aliados, como era menester.
En el documento: «Profundización, actualización y matizaciones sobre la
política de alianzas del partido», se afirmaba con contundencia:

«En la perspectiva revolucionaria donde debemos situar la lucha por la


república, entendiendo por república no sólo, e incluso no tanto, la forma de
gobierno, como el conjunto de transformaciones que implaría. (...) El partido
ha dejado bien claro que no renuncia a ninguna cuestión que para nosotros es
de principio, como por ejemplo, el principio de la lucha armada y el de la
independencia de acción e ideológica. Lo hemos dicho y repetido, tanto en la
Conferencia de proclamación de la Convención Republicana de los Pueblos de
España, como en todas las oportunistas que se han presentado desde entonces,
y continuaremos sosteniendo esta misma posición por un lado para que nadie
se equivoque respeto a nuestras intenciones y por otro, porque nos incumbe la
responsabilidad de educar a nuestros aliados, de atraeros a nuestras
posiciones. (...) Precisamente eso es una de las cuestiones que nos separan a
nosotros los comunistas, de los revisionistas, los socialdemócratas y los
oportunistas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

En la Federación Republicanos (Rps) podemos encontrar hasta relatos


abiertamente anticomunistas que el PCE (m-l) actual no critica públicamente:

«La bolchevización de la izquierda y la fascistización de la derecha llevarán a


la catástrofe final. Los dos oponentes que Azaña denominaba reaccionarios y
revolucionarios serían los protagonistas». (Manuel Díaz Povedano; La
revolución española de la II República, 16 de abril de 2017)

Leyendo este relato que deja caer sobre los bolcheviques españoles la
responsabilidad indirecta del golpe de Estado fascista de julio de 1936, se nos
asemeja a estar leyendo a historiadores franquistas como Pío Moa, César Vidal o
Jimenez Losantos. No nos pararemos a refutar una necedad tan grande.

Desde la Federación Republicanos (Rps), el orgulloso frente republicano creado


por el PCE (m-l), incluso se han llegado a publicar sin crítica algunos artículos
que bien podría haberlos firmado el histórico conservador Niceto Alcalá-
Zamora. Reproduciendo un artículo publicado en el periódico conservador «El
Mundo», se decía sin sonrojo alguno desde Rps:

«Al igual que se dice que Iñaki Urdangarin ha sido el mejor ‘agente’ de los
republicanos, las manifestaciones protagonizadas por la extrema izquierda se
han convertido en el mayor favor a la causa de la monarquía y de Felipe VI.
La III República no puede ser de izquierdas o de derechas. Y menos extremista.
No puede ser un régimen excluyente. Tiene que establecer unas normas
formales democráticas que permitan el juego, dentro de ella, de las diferentes
opciones ideológicas». (Javier Castro; El momento más crítico de la
monarquía: Felipe VI y la III República, 18 de agosto de 2018)

Si miramos otros periódicos teóricamente opuestos, esta vez de corte


progresista como el «Diario.es», podemos ver que al final, es objetivo es similar:
pues se tiende a crear la idea de que al republicanismo no se le tiene o no se le

817
debe dar una visión propia de clase, un programa propio, porque está por
encima de las clases, como si el Estado así lo estuviese:

«El espíritu germinal que fundó la República, en puridad, no fue ni de


izquierdas ni de derechas, sino sencillamente republicano, porque planteaba
una forma global de articular la sociedad donde, aceptadas las premisas de la
democracia, cabrían todas las sensibilidades. (...) Su alcance, pues, no se
restringía a las izquierdas; abundaban quienes desde posiciones
conservadoras y centristas pensaban que solo ese tipo de sociedad igualitaria
podía sacar a España de su letargo». (Sebastían Martín; La República de 1931,
ni de izquierdas ni de derechas, 13 de abril de 2016)

Ahora comparemos estas declaraciones con la de un antiguo líder del PCE (m-l):
Lorenzo Peña.

Su evolución política, no hace falta que sea comentada demasiado:

«¿Cuál fue el mayor error de la [II] República?

Hay dos graves errores. Uno está en la redacción de la Constitución, en el


anticlericalismo, que puso en contra a un sector amplísimo de la población
española. No se escuchó la premonición de Niceto Alcalá Zamora en su
famosísimo y excelente discurso en las Cortes Constituyentes contestando a la
frase de Azaña, que no tenía el sentido de hostilidad que se ha querido ver ni
mucho menos, de que España había dejado de ser católica. Alcalá Zamora dijo
que si los católicos en este país eran mayoría se debería tener en cuenta a la
hora de redactar la constitución, y si eran minoría también se debería tener en
cuenta porque esa minoría era suficientemente importante para merecer un
respeto. Ese fue el error en la redacción». (Crónica Popular; Entrevista de
Sergio Camarasa a Lorenzo Peña, 8 diciembre de 2014)

¡Vaya! Parece que Lorenzo Peña en sus maduras reflexiones coincide con
Santiago Carrillo de su época eurocomunista que proclamaba que la religión
lejos de ser un impedimento al progreso, era conjugable con el concepto de
socialismo:

«¿Por qué habríamos de exigir que renuncien a las suyas los católicos que, de
acuerdo con construir un sistema económico y político socialista entienden
conservar sus concepciones religiosas? (…) La novedad más destacada de la
vida política española actual, por lo que significa de cambio de fondo, es la
presencia de un vasto movimiento católico progresista». (Introducción de
Santiago Carrillo a la obra de José Díaz: «Tres años de lucha», 1978)

Estos renegados niegan ahora que el idealismo religioso frustra, distorsiona o


limita cualquier noción científica y progresista en campos como la economía o la
política. Además ocultan con total conocimiento el papel reaccionario que la
iglesia ha jugado en España y en cualquier país. Recordemos lo que dijo un
patriota y progresista como Pi y Margall, alguien que ni siquiera era marxista ni
ateo:

«La verdad, tiene razón Mariana, no puede ser más que una. Si creéis que está

818
en la ciencia, el cristianismo ha muerto; si en el cristianismo, no hay progreso.
(...) Toda religión se opone a todo pensamiento de progreso. (...) Id ahora a la
Iglesia y preguntadle qué piensa acerca de vuestros derechos político-sociales.
(...) Entre el ejército y la fuerza ciudadana optará por el ejército; entre el
retroceso y la revolución, preferirá siempre el retroceso. No le habléis de
reformas sociales, porque no cree en las reformas. Transformad la caridad,
adulterarla, viciad la, procurad estimularla con el aliciente de juegos
inmorales y espectáculos sangrientos; no le importa; pero ¿le habláis de
organización de derechos? ¿Os salís del círculo de esa misma caridad tan
impotente? De seguro la tendréis por enemiga. Dadle, si no, un solo año de
poder y veréis a dónde os lleva. Hace siglos que todo progreso se hace, en el
mundo cristiano, a despecho de la Iglesia. (...) Proclamamos la autoridad de la
razón, y ella le da la fe, su antagonista». (Francisco Pi y Margall; Reacción y
la revolución, 1854)

Pero para Lorenzo Peña el error de la II República de 1931-1936 fue su


«anticlericarlismo» y el poco tacto hacia el catolicismo. Para Lorenzo Peña un
principio reformista y liberal básico como la separación entre Iglesia y Estado
era una aberración que ofendía a los creyentes, nos habla como un carlista. Le
parece incorrecta la redacción de la Constitución de 1931 que dice que:

«Artículo 3º. El Estado español no tiene religión oficial. (...) Artículo 26. Todas
las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a
una ley especial.

El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios no mantendrán,


favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e
Instituciones religiosas. Una ley especial regulará la total extinción, en un
plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero. Quedan disueltas
aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los
tres votos canónicos, otro de obediencia distinta a autoridad distinta de la
legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines
benéficos y docentes. Las demás Órdenes religiosas se someterán a una ley
especial votada por estas Cortes Constituyentes y ajustadas a las siguientes
bases:

1ª Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro para la


seguridad del Estado.

2ª Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro especial dependiente


del Ministerio de Justicia.

3ª Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más


bienes de los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al
cumplimiento directo de sus fines privativos.

4ª Prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza.

5ª Sumisión a todas las leyes tributarias del país.

819
6ª Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus
bienes en relación con los fines de la Asociación.

Los bienes de las Órdenes religiosas podrán ser nacionalizados». (Constitución


de la República Española, 1931)

Obviamente esta declaración era un hito progresista en comparación con


constituciones anteriores, incluso mucho más que la de 1869 o el proyecto de
Constitución de 1873. Pero como toda carta magna dejaba en el aire la
posibilidad, pero no aseguraba la ejecución de dichas medidas. No nos
pararemos a comentar que muchas de estas propuestas de reforma se quedaron
sin realizar como se verá a continuación, pero para que el lector entienda el
contexto, se suponía que sobre el papel la II República se guardaba el derecho
de rescatar los bienes apropiados por la Iglesia Católica durante siglos, pero en
la práctica, al igual que en otras cuestiones como el reparto de tierras, estas
medidas fueron implementadas con tardanza o ni siquiera se inició su
ejecución.

Obsérvese la abismal diferencia entre los análisis del PCE de aquel entonces con
los de Lorenzo Peña:

«Lo mismo ocurre también con todas las medidas adoptadas por el gobierno
en todas las actividades de la vida política, Iglesia, aparato del Estado,
Ejército, legislación social, etc., etc. Se publican leyes que no satisfacen las
demandas de las masas revolucionarias y conceden algo, muy poco –sólo para
maniobrar mejor–, para evitar la explosión de la revolución. Para la situación
actual de España, es característico también otro memento: que las «reformas»
del gobierno, que no satisfacen a las masas revolucionarias por su carácter
moderado no satisfacen tampoco a una parte considerable de las clases
dominantes. La burguesía que ha pasado al lado de la República el 14 de abril,
queriendo con esta maniobra detener el curso de la revolución, viendo ahora el
fracaso de sus deseos, viendo el desarrollo rápido del empuje revolucionario de
las masas, se asusta cada vez más de los gestos demagógicos de su gobierno y
evoluciona a la derecha con la esperanza de utilizar el desengaño de las masas
en la república burguesa para volver a una dictadura abierta e incluso a una
dictadura monárquica. Después de la maniobra burguesa de izquierda se
manifiesta en los momentos actuales una maniobra burguesa de derecha. La
forma contrarrevolucionaria encarnada en el gobierno Azaña-Caballero no
satisface completamente a toda la burguesía. Esta teme el fracaso de esta
arma y por eso crea otros destacamentos y reservas de la contrarrevolución.
En octubre de 1931 abandonaron el gobierno Alcalá Zamora y Maura,
descontentos por la necesidad de adoptar bajo la presión de las masas algunas
medidas contra los privilegios de la iglesia». (Manuel Hurtado; El Partido
Comunista de España en la revolución española; Discurso del delegado
español en el XIIº Pleno de la Internacional Comunista, 1932)

Marx ya analizaría con el paradigmático caso francés como los pequeños


burgueses y sus agrupaciones, lejos de reconocer sus debilidades e
incoherencias, tienden a justificar sus ilusiones liberales y sus crímenes
históricos:

820
«Ningún partido exagera más ante él mismo sus medios que el democrático,
ninguno se engaña con más ligereza acerca de la situación. (...) Pero el
demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de
transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el
otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los
demócratas reconocen que tienen que enfrente a una clase privilegiada, pero
ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que
ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una
lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas
clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios
medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus
recursos inagotables, caiga sobre los opresores. Y si, al poner en práctica la
cosa, sus intereses resultan no interesar y su poder se vuelve impotencia, la
culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en
varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para
ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasado
por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha
malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la
derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la
convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él
mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el
contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono
con él». (Karl Marx; El 18 Brumario de Luis Bonaparte, 1851)

El segundo error que cita Lorenzo Peña es el siguiente:

«En la práctica, el mayor error tiene que ver también con Alcalá Zamora. Su
destitución. (...) Puesto que él jamás se adhirió al alzamiento, jamás volvió a la
España franquista y murió en el exilio. Por tanto, yo creo que ese fue un error
que dio una imagen de radicalización de la izquierda excesiva e innecesaria,
puesto que Alcalá Zamora estaba ejerciendo sus poderes presidenciales con
tino, con cautela, pero sin excederse». (Crónica Popular; Entrevista de Sergio
Camarasa a Lorenzo Peña, 8 diciembre de 2014)

La posición de Peña sobre la cuestión religiosa es la opinión de un sujeto que se


estila ultraconservador de cualquier signo, pero obviamente no comunista.
Mucho menos cuando dichos comentarios no corresponden a la realidad. Así
hablaba José Díaz, un comunista auténtico:

«Y si para estas medidas de transformación se dice que no hay dinero, habrá


que ver dónde se encuentra. Nosotros no queremos atacar los sentimientos
religiosos de nadie, pero decimos: la Iglesia, con el gran predominio
económico-político de que goza en España, como corresponde a la situación
semifeudal que ocupa, tiene grandes riquezas, y esas riquezas han sido
arrancadas del pueblo, y como el pueblo tiene hambre, pide esas riquezas. Por
lo tanto, la subvención del Estado a la Iglesia debe desaparecer
inmediatamente; si son diecinueve o veinte millones de pesetas las que el
Estado entrega a la Iglesia, esa cantidad debe dedicarse a obras, que son muy
necesarias en España, para que los parados tengan pan y trabajo; pero,
además, es necesario expropiar esa riqueza de la Iglesia por ser dinero sacado

821
del pueblo, y si esos reaccionarios son tan amantes de dar pan a los
necesitados, todas esas riquezas, esas acciones de empresas y entidades
anónimas, todos esos millones, manejados tan turbiamente, deben pasar
inmediatamente al pueblo, para que éste pueda trabajar y pueda comer,
porque así lo merece el triunfo del 16 de febrero, y porque además el que
quiera religión, el que guste de escuchar un sermón o confesarse que lo haga;
pero que lo pague, y yo tengo la seguridad que el que no tiene para comer no
va a dar nada para escuchar un sermón. (Gran ovación) Y esto no es tampoco
una medida comunista, pues estoy seguro que en este mitin hay muchos
republicanos que tienen este punto en el programa de su partido. A la cárcel
los responsables de la represión de octubre». (José Díaz; Discurso
pronunciado en Cartagena, el día 5 de abril de 1936)

Esto es, los comunistas se quejaban que la República no cumplía sus propias
medidas y que la Iglesia seguía gozando de un patrimonio y bonanza inusitados
en un país que pasaba hambre y penurias. Mismo análisis pueden verse en los
informes de la Internacional Comunista (IC).

Para él, la república debía apoyarse en republicanos conservadores como Alcalá


Zamora para así evitar el «radicalismo» que según él se impuso después. No
sabemos si estamos leyendo a Lorenzo Peña o al histórico dirigente del GRAPO
y ahora historiador franquista Pio Moa. Comparemos su opinión con la de un
comunista testigo de los acontecimientos durante la Guerra Civil sobre el
radicalismo de los «republicanos de izquierda»:

«Los dos grandes partidos republicanos, el partido Izquierda República –el


jefe era Azaña– y Unión Republicana –el jefe era Martínez Barrio– no se
comportaron mal en el primer año de guerra. Entendieron correctamente el
carácter de la guerra y participaron con arreglo a sus fuerzas en la lucha
popular. Mantuvieron relaciones amistosas con el PCE y prestaron toda clase
de servicios a las Brigadas Internacionales. (...) Sin embargo, desde el verano
de 1937, tras el derrocamiento de Caballero, en el periodo del prietismo, la
posición y actividad de los republicanos, en primer lugar, del partido de la
Izquierda Republicana, cambia ostensiblemente, pues se coaligan dentro del
Frente Popular con los prietistas y actúan juntos a ellos en la vía del
compromiso y capitulación. Este giro de los republicanos está evidentemente
condicionado por tres razones: en primer lugar, por el cansancio de las capas
burguesas y pequeño burguesas; en segundo lugar, por el temor a la creciente
influencia e importancia del PCE; en tercer lugar, por la creciente presión por
parte de los circulos burgueses y de los gobiernos de Inglaterra y Francia. (...)
En la primavera de 1938 condujeron a que los republicanos, habiendo perdido
las perspectivas y las esperanzas, entraran directamente en conversaciones
con franceses e ingleses, pidiéndoles su injerencia y mediación. (...) Tras la
formación del gobierno de Negrín, Gobierno de Unión Nacional, los
republicanos que habían hecho una declaración formal de apoyo al Gobierno,
continuaron manteniendo una orientación capitulacionista. (...) Tras Munich,
los republicanos se encuentran en la esfera de influencia de la línea muniquesa
de Chamberlain y Daladier. Ya comienzas a manifestar muy abiertamente sus
talantes anticomunistas. Se convierten en la fuerza central de la coalición
antigubernamental y anticomunista. Sabotean la realización de las medidas
gubernamentales. (...) Adoptan la teoría de que el Frente Popular cantó su

822
cantinela y que en adelante es necesario que el Gobierno y el aparato del
Estado estén compuestos principalmente por republicanos. Que solamente de
ese modo, solamente con tal condición Inglaterra y Francia, habiendo
obtenido la posibilidad de controlar la vida estatal de la República, estarán de
acuerdo en prestar ayuda a la República. En los últimos meses los jefes
republicanos jugaron un papel vergonzoso y nefasto». (Stoyán Minev; Las
causas de la derrota política de la República Española, 1939)

Los comunistas de verdad deben entender de una vez que la II República fue
una prueba más del fracaso del reformismo, de su inconsecuencia. El régimen
cayó no por imponer un carácter radical como dice Lorenzo Peña, sino por sus
propias contradicciones que eran indisolubles, viéndose superado ante un clima
de agudización socio-política donde las medidas tintas conducían
inexorablemente a perder la partida. Ya el gobierno socialista-republicano de
1931-1933 acabaría entregando el poder a la derecha por el descontento popular
al verse no cumplidas las reformas prometidas.

Tras recuperar el poder en 1936, los republicanos formarían gobierno esta vez
vez solos, de nuevo se acabaría hundiendo no por su tono revolucionario, sino
de nuevo por su carácter dubitativo ante las medidas prometidas y por el
empuje de las masas desde abajo, sin olvidar por supuesto, que nunca se
tomaron en serio las diversas advertencias sobre la derecha y sus intenciones,
adoptando una postura pusilánime ante las provocaciones. La seriedad del
gobierno republicano se resume en la mítica frase del Presidente del Consejo de
Ministros, Santiago Casares Quiroga, el cual en los momentos del golpe de
Estado del 17 de julio de 1936: «Si se levantan en Marruecos, yo me voy a
dormir». Más allá de que esto sea cierto o no, lo que sí está comprobado es que
al día dos dimitía sobrepasado por los acontecimientos. En lo sucesivo el golpe
fue desactivado en la mayoría de zonas por la reacción encolerizada de las masas
y la dirección firme del resto de las organizaciones antifascistas, no
precisamente gracias al inoperante gobierno republicano, que ni siquiera
decretó el Estado de guerra y trató en todo momento de acordar la paz con los
rebeldes. Tampoco movilizó a la población en contra del golpe ni admitió
repartir armas como se demandaba, incluso Quiroga espetó según testigos:
«Quien facilite armas sin mi consentimiento será fusilado». Véase la obra del
exministro del PSOE Julián Zugazagoitia: «La historia de la guerra en España»
de 1940. Este era el verdadero carácter de los republicanos. Fue su gobierno
quien perdió el control de la situación pese a tener bajo su control las ciudades
importantes, la mayoría del territorio, los principales centros de producción
armamentística. Fue su gobierno quien no supo aprovechar el hecho de contar
con una población enfervorecida que deseaba aplastar al al fascismo de raíz y
una situación de emergencia que además le permitía tomar medidas
excepcionales y severas contra los sublevados.

Su condescendencia y sus vacilaciones fueron el estímulo perfecto para el


envalentonamiento de la reacción, para ampliar su acción, ya que los sublevados
eran conscientes que su empresa sería más fácil mientras estos politicastros
endebles estuvieran a la cabeza del gobierno. La actitud cobarde de los
republicanos también los llevó irremediablemente por el camino de perder su
hegemonía dentro del propio campo antifascista. Lo cierto es que nunca

823
confiaron en el pueblo, pusieron toda su fe en la ayuda internacional anglo-
francesa, una que nunca llegaría.

Cuando en septiembre de 1936 se formó por fin un nuevo gobierno que


agrupase a todas las agrupaciones antifascistas, los republicanos, visiblemente
avergonzados, fueron forzados a ser apartados de las posiciones centrales del
gobierno por sus errores. A partir de entonces se caracterizarían en varias
ocasiones por el derrotismo y buscar la capitulación ante el enemigo.

Si a alguien le queda duda de todo esto, que se pregunte por qué los comunistas
crecieron como la espuma mientras las dos principales organizaciones
republicanas perdieron gran parte de su antiguo prestigio y poder entre las
masas.

Como se puede ver, la mayoría de los republicanos, sean del signo que sean,
coinciden finalmente con el liberalismo, incluso otra parte de ellos se niegan a
reconocerse como liberales, pero cuando miramos sus eslóganes y propuestas
no dejan de estar dentro de la órbita del liberalismo o a lo sumo, como en el caso
del republicanismo de izquierda, de un socialismo pequeño burgués alejado del
concepto marxista de socialismo.

Entiéndase que cuando decimos esto, no hablamos del liberalismo


revolucionario típico de la revoluciones burguesas del siglo XIX, sino de un
liberalismo más «evolucionado» históricamente, clásico de los sistemas
burgueses ya consolidados, es decir, un modelo burgués conservador y
reaccionario para su época, donde dichas reivindicaciones dejan de tener
sentido, donde la realidad del día a día ha puesto de manifiesto como sus lemas
de «libertad, igualdad y fraternidad» son irrealizables bajo las contradicciones
del capital-trabajo.

«Todos los socialistas, al demostrar el carácter clasista de la civilización


burguesa, de la democracia burguesa, del Parlamento burgués, han expresado
esta idea, anteriormente formulada con el máximum de exactitud científica
por Marx y Engels: que la más democrática de las repúblicas burguesas no
puede ser más que una máquina para oprimir a la clase obrera en favor de la
burguesía, que pone a la masa de trabajadores a merced de un puñado de
capitalistas. (…) Estos traidores al socialismo quisieran hacer creer que la
burguesía ha dado a los trabajadores la «democracia pura», como si la
burguesía hubiese renunciado a toda resistencia y estuviese presta a obedecer
a la mayoría de los trabajadores; como si en una república democrática no
hubiese una máquina gubernamental hecha para absorber los jugos del
trabajo por el capital». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis e informe sobre la
democracia burguesa y la dictadura del proletariado, 1919)

Engels aclaraba así la posición histórica de la clase obrera ante la república sin
contenido de clase proletario:

«En primer lugar, ha quedado destruido el embrujo que hasta hoy envolvía el
concepto de república. Tras los precedentes de Francia y España, sólo un Karl
Blind puede permanecer atado a la superstición de los maravillosos efectos de
la república. Esta se manifiesta, por fin también en Europa, como lo que,

824
conforme a su esencia, es efectivamente en América, como la forma más
acabada de dominación de la burguesía. (...) A partir de ahora, la clase obrera
no puede sufrir más engaños acerca de lo que es la república moderna: la
forma de Estado en la que el dominio de la burguesía recibe su última y más
acabada expresión. (...) En otras palabras: si la república moderna es la más
acabada forma de la dominación burguesa, es, a la vez, la forma de Estado en
la que la lucha de clases se libra de sus últimas cadenas y que prepara el
campo de batalla para esa lucha. La moderna república no es otra cosa que
este campo de batalla. (...) En lugar de repetir la farsa sangrienta de la
revolución anterior, en lugar de realizar insurrecciones aisladas, siempre
reprimidas con facilidad es de esperar que los obreros españoles aprovechen la
república para unirse entre sí más firmemente y organizarse con vistas a una
próxima revolución, una revolución que ellos dominarán. El gobierno burgués
de la nueva república busca sólo un pretexto para reprimir el movimiento
revolucionario y matar a balazos a los obreros, como lo hicieron en París los
republicanos Favre y consortes. Ojalá los obreros españoles no les den ese
pretexto». (Friedrich Engels; La República Española, 1873)

El viejo y revolucionario PCE (m-l) de los 70 señalaba que quienes tienen miedo
de hablar de una república con carácter de clase y tipificar su contenido, es
porque han caído en la desviación del republicanismo pequeño burgués, y eso
normalmente, es a consecuencia de una mala formación ideológica:

«Es una verdad de perogrullo, el que una de las causas de las desviaciones
derechistas y del sectarismo de izquierda es la falta de formación ideológica.
De ahí la importancia de que nos preocupemos todos, y continuamente, por las
cuestiones ideológicas, pues se han dado algunos casos, por ejemplo, de
incomprensión al respeto que han llevado a no plantear la cuestión de la
república ligada a un contenido de clase concreto, y olvidar como señala Lenin
en las «Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del
proletariado» que «La república burguesa, aún la más democrática, no es más
que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la
masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l),
1979)

Entre los capitostes de las agrupaciones revisionistas en decadencia como el


PCE, también vemos estos planteamientos insulsos sobre republicanismo, que
no sabemos si lo firma un comunista o un socialdemócrata:

«10. Para terminar, ¿qué entiendes por 3ª República?

Para nosotros no es simplemente poder elegir al jefe del estado de forma


democrática, que ya es bastante porque es quitar un resto feudal que queda
todavía en nuestro país, sino que 3ª república es vincularlo con los mejores
avances que ha habido en la segunda república que supuso un crecimiento de
los derechos y una respuesta a las ansias populares que existían en áreas como
la educación, la cultura o los derechos de las mujeres. Nuestra idea de la 3ª
rescata los mejores valores y medidas de la segunda y nos emplaza a todas las
tareas que tenemos que hacer para poner a los intereses de las clases
trabajadoras y los sectores populares en primer lugar. Por lo tanto cuando

825
hablamos de tercera república hablamos de educación pública, sanidad
gratuita y de calidad, hablamos de que todo el mundo tenga derecho a una
vivienda, cosa que hoy no se cumple, que todo el mundo tenga derecho a un
trabajo o que los jóvenes no tengamos que emigrar. Todo eso lo vinculamos al
proceso constituyente que tendremos que construir». (Entrevista a Xavi
García, Secretario General de la Unión de Juventudes Comunistas de España,
2017)

Bien, parece que su concepto de «republicanismo» es ese que busca ese


idolatrado por los socialdemócratas: un «proceso constituyente» que nos lleve a
una bonita constitución que garantice un «Estado de bienestar».

Si no fuera porque pone entrevista al jefe de las UJCE, cualquiera podría


afirmar que se trataba de una declaración del jefe de Podemos, de las juventudes
del PSOE, o de cualquier grupo socialdemócrata barato. Bueno y aunque
hablasen de socialismo, sabemos que para la UJCE sus referentes son el
caricaturesco «socialismo del siglo XXI» de Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Este personaje dijo en 2016 que desde el PCE «No habrá pactos con Podemos a
largo plazo porque no busca el socialismo», que gracioso, porque el lenguaje
reformista del PCE es el mismo que el de Podemos; gracioso porque el PCE que
forma parte de Izquierda Unida, el cual ha establecido desde 2016 una coalición
electoral permanente con Podemos bajo la actual denominación de Unidas
Podemos, la cual después de cada elecciones generales, negoció para convertirse
en la pata de apoyo para un «gobierno progresista» del PSOE, aunque hace años
Podemos prometiese que jamás gobernaría con la «casta». Realmente curioso,
porque hoy en el gobierno del PSOE el vicepresidente es Pablo Iglesias, el líder
de Podemos, y así mismo existen miembros del IU, y más correctamente del
PCE como ministros, cumpliendo el sueño carrillista de gobernar con el PSOE,
cosa que el PCE nunca pudo cumplir bajo su mando. Recordemos que el líder de
IU, Alberto Garzón, como ministro de consumo, ha llegado a renunciar a sus
anteriores discursos sobre las casas de apuestas, ganándose la repulsa del
pueblo y siendo abucheado en varios actos públicos. Todavía hay algunos que se
hacen la pregunta si el PCE/IU es «recuperable» con estos líderes a su cabeza.

Concluyendo, diremos que el PCE (m-l) actual, por mucho que trate de posar
como contrario a agrupaciones reformistas y vendidas al capital como Podemos
o Izquierda Unida, por mucho que denuncie que crean una «conciencia falsa»
entre los trabajadores, él mismo es culpable de seguir alimentando los mismos
mitos del republicanismo reformista; de igual modo, entre sus aliados, por
mucho que se trate de agrupaciones más jóvenes y algo menos burocratizadas,
están imbuidos de los mismos clichés: algunos de estos discursos incluso
podrían ser defendidos por históricas agrupaciones republicanas de derecha.

Pese a todo, la actual dirección Raúl Marco y compañía acusan de doctrinarismo


y dogmatismo a quienes se oponen a su modelo de república:

«La izquierda real de este país debe salir de su ensimismamiento, de sus


encastillamientos doctrinales, abandonar dogmatismos y ponerse en serio a
construir la unidad popular, el frente popular como instrumento para
proclamar la III República. Porque sin república, sin ruptura, no habrá

826
transformación ni cambio efectivo. Tendremos la misma corrupción, la misma
falta de democracia, las mismas injusticias, la misma podredumbre,
gestionadas por otras caras, individuos más modernos con una apariencia
más progre, incluso se habrán sacudido la caspa franquista y ya no jugarán al
dominó en Quintanilla de Onésimo, pero continuarán al servicio de la
oligarquía». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº 78, 2015)

Primero. Vemos a un marginal PCE (m-l), dando lecciones al resto sobre cómo
abandonar su ensimismamiento, de sus encastillamientos doctrinales,
abandonar dogmatismos y ponerse en serio a construir la unidad popular, y esto
lo dice una organización que no es ni sombra de las siglas que ha robado y porta.
¿Quién se va a creer que el frente popular puede y debe de ser construido por
una organización oportunista marginal aliada junto al liderazgo por arriba con
otras asociaciones oportunistas para intentar conformar un «bloque popular de
izquierdas» tras las experiencias que nos legó la historia nacional e
internacional sobre su inutilidad para defender los intereses de las clases
populares? Pero dejando eso a un lado…

Segundo. El PCE de Carrillo-Ibárruri también hablaba de «ruptura» con el


régimen, incluso de «república», mientras estaba traicionando en la práctica la
lucha contra el fascismo y renegaba de aspirar al socialismo, aquí tampoco el
PCE (m-l) se sale de los esquemas carrillistas cuando pretende explicar dicha
ruptura cuando solo cita el famoso «proceso constituyente» como forma de
ruptura más propia de un liberal que de un marxista para el cual la ruptura es la
revolución con todo lo que conlleva, por lo que no nos dejaremos sorprender por
una palabra que pueda sonar imponente como es la de «ruptura».

Tercero. ¿De verdad alguien excepto un demagogo pequeño burgués puede


vender que una república es la solución a la corrupción, a la falta de democracia
y otros males inherentes del propio capitalismo en la versión que sea? ¿Quién
salvo un peón del capital disfrazado de comunista puede vendernos que bajo
una república no gobernarán las mismas caras que con la actual monarquía
parlamentaria o que en su defecto gobernarán viejos monárquicos capitalistas
ahora convertidos al republicanismo de forma oportuna?

Algunas notas sobre el resto de republicanos variopintos

Un ejemplo del republicanismo pequeño burgués de nuestros días también sería


el grupo República en Marcha (REM), que colabora normalmente con el PCE
(m-l) en actos republicanos. De hecho, este grupo nace en 2016 como una
escisión de RPS, el frente republicano creado por el PCE (m-l). Pero valoremos
brevemente no solo el tema del republicanismo, sino de lo que implica el no
tener una brújula de viaje clara y su incidencia en varios temas.

Entre otras perlas, algunos de sus miembros se reconocen marxistas pero


abiertamente confiesan que «está muy lejos del marxismo-leninismo» y que hay
bastante caos ideológico, esto está claro solo con ver las declaraciones como:
«Política y estrategia: Un republicanismo de aspiraciones socialistas» de 2015,
donde el grupo dice que entronca con: «La tradición política republicana
entronca con lo mejor del constitucionalismo americano y lo mejor de la
Revolución Francesa, expresado en el lema «libertad, igualdad y fraternidad»,

827
así como en las luchas por la emancipación de la sociedad, de las y los
trabajadores y de los pueblos del siglo XX». Marx ya disipó todo el este discurso
de 1789 sacado de la burguesía francesa en: «Crítica de la filosofía del derecho
de Hegel» de 1843, pero extrañamente en 2020, todavía tenemos a presuntos
«marxistas» que su doctrina radical reside en una bandera hecha harapos por la
realidad del día a día. ¡Los líderes de REM llevan siglos de atraso a la hora de
desligarse de sus vacilaciones liberales!

Teniendo como programa: «En este sentido, cuando hablamos de un Estado


robusto, hablamos de un fuerte control de los sectores estratégicos –energía,
vivienda, transporte, ecétera–, de una hacienda pública sustentada en
impuestos directos progresivos y de fuertes limitaciones a la especulación
financiera». En esto no repararemos más, porque ha sido refutado arriba, sin
duda se nota que vienen de donde vienen, porque repiten sus mismos errores.

Uno de sus jefes es José Avilés alias Pepe, ex militante del PCE (m-l) durante
1972-1978, abandonó la organización justo en una etapa en que el partido se
estaba desmaoizando, lo cual como veremos no es casual. Después ingresó
brevemente en la Organización Comunista de España (Bandera Roja), poco
después probó fortuna en el PCE. Después fundó un grupúsculo que sería uno
de los que darían pie en 2006 a la refundación del PCE (m-l) junto al grupo de
Raúl Marco –lo que ya indica sus pocos escrúpulos ideológicos–, algo que en sus
palabras dice que aceptó por no romper el «espíritu de partido», suponemos
que se refiere al espíritu de partido maoísta o menchevique de mil facciones y
tendencias. Finalmente pasaría a formar parte de lo que hoy conocemos como
REM. En su largo trayecto por diversas organizaciones jamás ha explicado
públicamente las razones de sus continuos cambios de militancia. Lo loable para
un revolucionario tras abandonar una organización por cuestiones de
desavenencias ideológicas o autodisolución de la estructura, es realizar
autocrítica, y tratar de aunar a los revolucionarios en una estructura
revolucionaria, pero estos personajes eluden dicha cuestión, y pese a ello,
pretenden que se les tome en serio, incluso actúan como si fueran
reputados «sabios» y «veteranos» del movimiento obrero. Pero en la única
materia en que Avilés ha demostrado destacar en el transfugismo político y el
famoso arte del eclecticismo ideológico, materias que no deberían interesar
jamás a un marxista-leninista.

Ya en las filas de REM, en su artículo: «Aclarando conceptos ideológicos para


una línea política» de 2019, nos intenta meter en un mismo saco a Lenin, Stalin
y Mao, y trata de equiparar los aportes de los dos primeros con los presuntos
aportes del revisionista Mao. Como dijimos una vez: «El mito del maoísmo hace
tiempo que falleció, solamente quedan revisionistas empecinados en pasear su
cadáver ideológico que huele a oportunismo y que todo revolucionario sabe que
de seguir cargando con él es sinónimo de fracasos». Para justificar su adhesión
al maoísmo, nos dice quizás para nosotros Mao sea ecléctico, pero es que: «Hay
que ser como una caña de bambú, que siempre está firme en su sitio, y cuando
sopla el viento se pliega, pero luego vuelve a su lugar y es imposible quebrarla».
Como vemos la vena oportunista y poética del maoísmo es innegable. Solo le
faltó añadir: «No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar
ratones».

828
Avilés debería revisar las conclusiones a las que el movimiento marxista-
leninista llegó en los 70 tras la ruptura sino-albanesa:

«Mao y el «maoísmo» se han convertido en uno de los obstáculos más serios


para la unidad del proletariado mundial y de los nuevos partidos comunistas y
obreros marxista-leninistas. Por eso, a este nuevo mal camuflado es preciso
oponerle en toda la línea nuestra infalible teoría, el marxismo-leninismo».
(Enver Hoxha; El «pensamiento Mao Zedong»; Reflexiones sobre China, Tomo
II, 28 de mayo de 1976)

O más bien habría que decir en su favor que ya lo hizo, solamente que decidió
hace largo tiempo posicionarse del lado de los revisionistas chinos. El viejo
Avilés debe actualizarse, revisar la nueva documentación existente que acredita
no solo que Mao fue un traidor a la causa comunista en su país, sino a nivel
internacional. Véase la obra: «Una breve glosa sobre la influencia del
revisionismo chino en la conformación del revisionismo eurocomunista» de
2017.

Pese a su presuntuosidad, suele eludir el debate, algo normal si tenemos en


cuenta que:

«La polémica marxista-leninista siempre ha atemorizado a los revisionistas,


tanto a los jruschovistas como a los maoístas. Precisamente en su última carta,
en la que nos atacan, los revisionistas maoístas dicen que «no les
responderemos, porque no queremos polemizar». (Enver Hoxha; El
«abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China,
Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Sobre Stalin, en otro intercambio de palabras público, juró no ser trotskista,


pero creía que: «Los «Fundamentos del leninismo», de Stalin, me parecen un
plomazo, que no aporta nada». Avilés de nuevo recuerda a su ídolo Mao:

«Stalin defendió el materialismo dialéctico, pero a veces carecía de


materialismo y, en cambio, practicaba la metafísica. Escribió acerca del
materialismo histórico, pero con frecuencia sufría de idealismo histórico. Parte
de su comportamiento –como irse a los extremos, alimentar el mito personal y
avergonzar a los otros–, no es, de ninguna manera, materialismo. Antes de mi
encuentro con Stalin, yo no tenía buenos sentimientos hacía él. No me gustaba
leer sus obras: he leído solamente «Sobre los fundamentos del leninismo», un
largo artículo criticando a Trotski, y «Los éxitos se nos suben a la cabeza»,
menos aún me gustaban sus artículos sobre la revolución china». (Mao
Zedong; Conversación con la delegación de la Liga Comunista de Yugoslavia,
entre los días 15 y 28 de septiembre, 1956)

Es sumamente gracioso el número de presuntuosos que califican obras de Stalin


como «Fundamentos del leninismo» [1924] o «Materialismo dialéctico y
materialismo histórico» [1938] de libros que «no aportan nada». Para estos
señores, sintetizar el marxismo-leninismo para las masas es un esfuerzo vació,
pero curiosamente no son capaces de luego de aplicar los «básicos»
lineamientos contenidos en las obras que critican por simples y redundantes; y
si no que el lector se fije en el aberrante concepto de partido en lo organizativo e

829
ideológico que suelen adoptar. ¿Acaso estos sujetos escribieron algo de un nivel
cualitativamente mejor que Stalin? Ni en sueños, pero la arrogancia es muy
atrevida. Estos sujetos por lo general, también silencian los aportes de Stalin a
la doctrina marxista. Para ello obras como: «El marxismo y la cuestión
nacional» [1913], «El marxismo y los problemas de la lingüística» [1950] o
«Problemas económicos del socialismo en la URSS» [1952] no son dignas de
mención, trascendentes o son consideradas «desviaciones de Stalin que se
alejan del marxismo». Muchos de quienes sueltan tales comentarios
despreciativos es porque realmente lo consideran, en el mejor de los casos,
como una figura menor, en otros casos se trata de verdaderos antistalinistas
pero no se atreven a negarlo por simple cobardía.

¿Y que hay de toda la obra de construcción socialista en la URSS que Stalin


encabezó? Avilés aquí nos dice que: «En cuanto a Stalin creo que «engendro una
élite aristocrática que acabo con la Unión Soviética», y «según mi punto de
vista, por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas no permitían más que
organizar los procesos de trabajo de la misma forma jerárquica que lo estaban
los países capitalistas». Para decir no ser un trotskista repite a la perfección las
tesis trotskistas sobre «Stalin como jefe de la burocracia», o las teorías
derrotistas sobre la «imposibilidad de la construcción del socialismo».

Sobre Enver Hoxha también se suele recurrir a epítetos similares sobre que: «Es
un vulgar stalinista que no aportó nada nuevo» e incluso «distorsionó algunas
cosas». Quizás para ellos combatir al titoismo, el jruschovismo, el maoísmo y el
eurocomunismo no significa nada de relevancia, desarrollar una lucha de
liberación y construir el socialismo en un país diminuto como Albania rodeado
de enemigos, no supone nada trascendente ni aporta nada nuevo. Para los
revolucionarios en cambio la experiencia albanesa es una fuente inagotable de
lecciones a extraer, tanto en lo negativo como sobre todo en lo positivo.

En palabras de Avilés la lucha que los marxista-leninistas llevan contra el


revisionismo a nivel nacional o internacional: «Yo no le doy mucha
importancia» porque directamente no está de acuerdo con tal ejercicio. Según
él: «Raúl Marco me contó agradecido que Líster pese a poner una pistola en la
sien, asistió al funeral de Elena Ódena» como si eso le exonerase de su
revisionismo, y añadió que «lo mismo ocurría con la Pasionaria», es decir, que
también la exonera de sus pecados. Para estos tipos, las luchas históricas del
PCE (m-l) contra el revisionismo del PCOE de Líster o el PCE de Ibárruri son lo
que los revisionistas llaman «el aburrido arte de citar» y un «trabajo de rata de
biblioteca» que «no interesan a las masas». Lo importante para estos sujetos es
«alzar la bandera de la unidad» a cualquier precio, creyendo que con eso se
diluyen las deficiencias ideológicas y organizativas de sus respectivos
grupúsculos –tanto el PCE (m-l) de Marco como REM de Avilés–, por esos
ambos mantienen cordiales relaciones con grupos maoístas como Iniciativa
Comunista (IC) o Unión Proletaria (UP).

Es cómico que gente con alergia a la formación teórica y que no ha sabido tener
una constancia ideológica clara en toda su vida sino un pobre activismo ciego –
sin transcendencia para el movimiento obrero–, trate de dirimir qué debates
son los de importancia.

830
Los militantes de REM reconocían desde 2016 hasta el congreso reciente de
2019 no tener estatutos ni claridad ideológica interna, pero creían y creen que
pese a todo están lo suficientemente organizados y dotados ideológicamente de
recursos para influir sobre otros grupos. Ahora que ya tienen estatutos y línea
política, habrá que ver como un grupo ecléctico trata de influir en otro surtido
de corrientes como es Podemos o IU, pero lo cierto es que no son conscientes de
estas cuestiones, y la mayoría de sus líderes pasarán a mejor vida sin
comprender esto. En este estado de confusión observamos clásicas luchas
fraccionales –de hecho, hay artículos que son réplicas a otros de otra fracción–,
el propio Avilés nos habla de la existencia de mínimo tres tendencias. En un
artículo REM defiende a la formación morada diciendo que: «PODEMOS
representa las aspiraciones reformistas de ese amplio colectivo social, nutrido
fundamentalmente por asalariados», pero eso no le impide pedir el ingreso en
IU mientras reconoce que militan en Podemos (?), creyendo que «la opción más
correcta es ingresar en Izquierda Unida» porque según ellos IU es infinitamente
más democrática» y comparativamente, sus militantes son menos electoralistas,
la conciencia de clase está más aferrada, los principios están más firmemente
sujetos». Esto sin sonrojo alguno. Como se ve, los debates en REM no han sido
como arrebatar a estas formaciones sus militantes y traerlos hacia posiciones
revolucionarias, sino discutir cual de las dos es mejor para realizar entrismo.
Como resultado lo que ha obtenido REM es un nuevo fracaso, una nueva riña
interna, y nuevas escisiones como La Maza.

Esto es normal. Pequeños grupos y escisiones como brotan a diario. Muchos


nacen, se desarrollan y mueren sin pena ni gloria. El motivo de tal fenómeno es
que cuanto más ecléctica es una organización con más fuerza se hace notar la
fuerza centrífuga en su seno, más rápido se descompone, aunque la acción
personal de sus actores es un factor nada desdeñable. Los planes fantasiosos,
mecanicistas y metafísicos de estos cabecillas llevan a la atrofia en el partido –
aunque dudamos de que alguna vez esta gente hayan comprendido o sabido
aplicar la dialéctica en sus planes–, lo que conduce a que su organización sufra
el mismo fenómeno que uno puede observar con el agua estancada: si no existe
suficiente corriente, si no existe una fluidez del agua que permita que todo siga
un ciclo correcto, en dicho lugar empiezan a proliferar todo tipo
«enfermedades» –liberalismo, aislacionismo de la realidad, miopía política,
burocratismo, etcétera– mientras la charca ya es disputada por diversos
«insectos» –los cabecillas de cada corriente– cada uno con un fin propio,
beneficiándose de dicho lugar hasta que crean preciso irse a otro –fundación de
un nuevo partido–.

La Maza pese a declararse más revolucionario que REM en muchas cuestiones,


pese a reivindicarse como «grupo comunista» que «ha superado el derechismo
de REM», no cesa de repetir los dogmas aprendidos de memoria en su vieja
organización. En su «Línea Política» –del Primer Congreso de 2019–
, contemplamos con sorna la idea de que «la clase trabajadora no es la única que
está interesada objetivamente en acabar con un Régimen dirigido, para su
expansión, casi exclusivamente, por un sector concreto de la burguesía: la
oligarquía. Existen otros sectores, incluso dentro de la burguesía, que pueden
ser aliados en la lucha contra el régimen», algo claramente inspirado entre el
republicanismo y el maoísmo.

831
También vemos ese concepto «antiimperialista sacado del tercermundismo
donde se considera al reformismo del socialismo del siglo XXI «movimientos
emancipatorios de la nación» de «un carácter antiimperialista», como
así «mostrarían los ejemplos de Latinoamérica o el Congo», ¡felicitamos a la
dirección de La Maza por el exhaustivo estudio que deben haber hecho de la
economía del régimen del Congo!» –nótese la ironía–.

Aunque por encima de todo, es inevitable destacar las flores y el seguidismo que
vierten hacia el feminismo, al cual consideran como «uno de los principales
motores del cambio de valores que opera en la sociedad», pidiendo que «uno de
los objetivos de la lucha feminista» sea «acabar con esas políticas neoliberales y
patriarcales», como vemos, el entrismo en Podemos durante años ha acabado
por hacerles mella.

Como nota curiosa, este grupo se plantea «combatir al oportunismo» en el


movimiento obrero, pero carece de un solo estudio que explique al público la
razón de la hegemonía del revisionismo en el movimiento obrero.

Tampoco hay un posicionamiento sobre la cuestión nacional más allá


de eslóganes. Sus militantes aluden a «falta de tiempo», pero es el mismo
tiempo que no les ha faltado para denominarse como «organización de facto» y
reclamar un puesto al sol entre el mundillo revisionista, pese a no tener una
línea clara sobre nada salvo frases manidas y recetas copiadas de otros grupos.

Realiza las mismas arengas formalistas a la «unidad» que otras organizaciones,


aunque no es capaz de poner sobre la mesa ni siquiera sus posiciones políticas,
es más condenan de teoricismo tales exigencias y exigen, como aquellas
organizaciones maoístas de los 60, una inmediata unión de «los revolucionarios
en la unidad en la «acción práctica», para formar «el partido», y ya si eso
después, una «evaluación de si la línea» para comprobar si las acciones han sido
correctas y han dado sus frutos. Pero como dijeron los marxista-leninistas
franceses, la línea no se crea después de la organización, la precede, y la
organización tampoco tiene poderes sobrenaturales para solventar los
problemas ideológicos de sus miembros, ni el practicismo ciego de una secta
conduce nunca a nada productivo.

Grupos eclécticos los hay y los ha habido a pares y no tienen que enseñar nada a
nadie. Tenemos hoy al Partido de Trabajo Democrático (PTD) que le hace el
juego a Podemos, de su entrismo solo saldrá su disolución en él, como ocurre
siempre, véase el trotskismo o la antigua ORT y su final deshonroso en el PSOE.
Estos grupos acaban matándose en una lucha fraccional como la que acaba de
sufrir Podemos con las salidas del grupo de Errejón y ahora con los
anticapitalistas, y esta es la conclusión normal como advertíamos desde su
fundación en 2014, porque son eclécticos sin principios sólidos. A los líderes de
este tipo de grupos republicanos no les pidáis análisis muy extensos sobre temas
concretos del pasado o presente, no le exijáis deslindar los campos que
diferencian un comunista de un revisionista ecléctico. Eso sí, su solución a todo
es «república, república y república», eso sí, siempre «al servicio del pueblo».
Un grupo que se autodenomina «republicano» y va a la zaga de una
organización que escamotea la cuestión republicana como Podemos, es a la vez

832
cómico y trágico. REM pretende reflotar el barco de Podemos en un momento
en que todos los marineros se han tirado por la borda, y donde el proyecto no
aspira a convertirse un transatlántico que vaya en cabeza hacia las aguas nunca
conocidas, sino una pequeña flotilla con un almirante como Iglesias que
merodea sin rumbo, a la deriva, mientras su único papel es ser consorte del
sanchismo del PSOE, que es realmente el buque insignia del gobierno actual y
los conduce a las aguas de la socialdemocracia, bien conocidas por todos.

Los pretendidos «comunistas» que piden el voto por agrupaciones reformistas


pero le siguen en sus errores, a lo máximo que llegan, es a declarase «críticos»
de las organizaciones donde realizan entrismo, pero si no exponen tales errores
a cada paso, no están ayudando a la clase obrera como nos vende REM, por el
contrario, son un sustento más para esas organizaciones que dicen «apoyar pero
combatir críticamente». Por eso las masas no los suelen considerar diferentes
del jefe o militante de Podemos/IU clásico. No digamos si militan en ellas y
moderan la crítica una y otra vez para «no ser expulsados» y «poder seguir
trabajando» –único motivo plausible para mantenerse allí a mediano-largo
plazo–, de otro modo, si realmente se hicieran críticas duras y que cambiasen la
mentalidad de la militancia general, ya estarían fuera de ese sitio, porque
supondrían un problema, ante el cual, históricamente los cabecillas revisionistas
contestan con sanciones y expulsiones arbitrarias, de ahí la estupidez del
entrismo trotskista.

Desde medios cercanos a Podemos-IU han vendido que la abstención de la


izquierda en las pasadas elecciones fue la culpa de su pérdida de poder. Como
siempre, no valoran que sus errores cada vez más derechistas sea el motivo
principal de ese nuevo fracaso electoral de noviembre de 2019, la culpa siempre
es por supuesto, de las masas no de los dirigentes. Esto, en el contexto cuando
Podemos/IU han vendido el relato de que a al fascismo se le para en las
elecciones como así lo demuestran basando todo su antifascismo en juegos
parlamentarios. Con esta visión nos abocan precisamente a que el fascismo a
poco que sea inteligente, gane enteros. Estas teorías son nocivas. Y REM y otros
grupos, lamentablemente han contribuido a sostener el relato.

Ahora algunos prometen desde REM que se han vuelto un partido «marxista-
leninista». Su último congreso de 2019 bien podría pasar por el que ha realizado
el PCE (m-l) por el número de escuetas explicaciones y abundante formalidad
donde se dicen obviedades o no se argumentan sus posicionamientos de dudoso
acierto.

Recurriendo al arsenal del maoísmo proclaman en su «Línea Política» que para


lograr su «República Popular»: «Existen sectores, incluso dentro de la
burguesía que pueden ser aliados en la lucha contra el régimen». Nunca dejará
de sorprendernos la fe de los revisionistas en el carácter revolucionario de una
burguesía tan reaccionaria históricamente como la española.

Y no es el único tema donde siguen secuestrados por la lógica del discurso


revisionista: «Así que la lucha feminista debe aspirar a la totalidad, porque
requiere una reordenación de la sociedad y para eso es necesario tumbar a ese
sistema capitalista que es su principal enemigo, el feminismo es uno de los
principales motores del cambio de valores que opera en la sociedad». En esta

833
resolución ni siquiera hacen un intento de distinguir entre las diversas
corrientes del feminismo, asumen idealistamente que el feminismo es un
movimiento conjugable con el marxismo, incluso parte del mismo, y que, por
ende, es anticapitalista. A golpe de subjetivismo, borran de un plumazo el
propio carácter histórico del feminismo.

Solo hay que ver el seguidismo que han dedicado en Murcia hacia la cuestión del
«pin parental» firmando junto a otras organizaciones revisionistas diversos
manifiestos donde se han tragado por completo el relato del PSOE/Podemos
sobre la educación y sus necesidades, y por ende aceptar las posiciones de una
corriente pseudocientífica como el feminismo hegemónico, el cual pretende bajo
el caballo de troya de los «derechos humanos», institucionalizar su ideología
idealista-subjetivista en el ámbito educativo, judicial, legislativo, etc. Todas las
formaciones políticas de derecha e izquierda dicen desear una educación
científica en España. Pero REM no han explicado como presuntos comunistas
que eso no existe ni puede existir bajo dominio del capital, no han explicado el
estado de la educación actual y por encima de todo, no han dejado claro que ni
el reaccionarismo clerical de Vox ni el feminismo posmoderno de Podemos son
conjugables con una educación basada en valores científicos.

En materia de cuestión nacional, hemos visto a REM como sin pasar vergüenza
permite al revisionista Carlos Cámara llegar a presentar el modelo chovinista y
revisionista de la Yugoslavia de Tito como ejemplo a seguir para España,
argumentando como dicho modelo sería una unidad que fortalece a los pueblos.
Olvida no solo que el régimen titoista fue condenado por Stalin o Hoxha por su
vinculación político-económica al imperialismo, sino que los datos y el tiempo
les darían la razón sobradamente. Veamos algunos datos de los últimos años de
vida de Tito y de los últimos años del moribundo régimen que son contrastables
por cualquier fuente favorable o desfavorable. En 1978 había más de un millón
de personas sin trabajo era una tasa de desempleo de cerca del 12%, una que en
1984 ascendía ya al 15%. Para 1980 había una deuda respecto a los
imperialismos occidentales de cerca de de 20.000 millones con un 21% de los
ingresos destinados a la deuda, siempre siguiendo fielmente los consejos y las
reformas pedidas por el FMI. Al llegar el año 1984 el nivel de inflación
alcanzado fue del 64%, que en 1989 alcanzaría la insoportable cifra de más de
350%. El número de huelgas que en 1980 asoló el país fue de 247, afectando a
unos 13.000 trabajadores, para 1988 ascenderían a 1.851 afectando
aproximadamente a unos 386.000 trabajadores. El nivel de emigración sobre
todo destinada a países occidentales llegó en 1978 a 1,3 millones de personas,
siendo más del 50% de ellos menores de 30 años. En la cuestión nacional,
quizás la piedra angular de la propaganda titoista, estaba lejos de solucionarse,
existiendo un desequilibrio brutal entre regiones como Serbia y Eslovenia
respecto a Macedonia, Bosnia o Kosovo en materia de desempleo,
industrialización, analfabetismo, etc., un modelo basado en una competencia
feroz entre repúblicas sazonadas de un nacionalismo rampante. El titoismo no
permitió en ningún momento el derecho de autodeterminación, es más,
aplastaría por la fuerza toda manifestación de autonomía como ocurriría en
Kosovo en varias ocasiones.

Esa es la herencia de Tito o Milóseivc que hoy quieren recuperar algunos


ignorantes inconscientes o dementes conscientes.

834
En dicho nuevo congreso de REM tampoco hay un análisis pormenorizado de la
historia del movimiento obrero nacional e internacional para que el público
observe si han evolucionado en su devoción hacia las figuras y experiencias
revisionistas. La única carta que juegan estos líderes es la fe de los incautos
sobre las promesas de que ellos son revolucionarios y han superado sus antiguos
errores y vacilaciones. Pero dado que los marxistas no somos creyentes, no
hacemos actos de fe, queremos pruebas materiales. No vemos ese cambio
cualitativo prometido.

Sabemos que muchos «centristas», o incluso algunos militantes de en estas


organizaciones que simpatizan con nosotros, dirán que no pueden alegar nada
en contra de nuestras críticas, que nuestras exposiciones son ciertamente
irrefutables y que nuestro nivel de clarificación ideológico es muy necesario en
nuestros tiempos. A continuación, apelando al sentimentalismo tradicional,
añadirán el pero de que «también hay gente válida y honesta» en estos sitios.
Nos dirán que, en actuales partidos revisionistas, como el actual PCE (m-l) y
muchos otros nuevos y viejos, o en organizaciones republicanas como Rps o
REM, e incluso en partidos socialdemócratas como Podemos o IU, existen
personas de este estilo. ¿Qué responder a esto? Lo que hemos dicho siempre.
¿Que existen militantes honestos y válidos en todos estos sitios? No lo negamos.
Seguramente algunos estarán ahora mismo en un proceso interno de fuertes
contradicciones ideológicas a resolver, mostrando claras discrepancias con su
dirección regional o nacional, y replanteándose ciertas cosas de importancia
sobre la línea de estos partidos, la cual no se corresponde con su propia visión
de la realidad. ¿Que incluso algunos simpatizan con el comunismo? Tampoco lo
dudamos. Esto es posible, como ocurre en muchos partidos, sindicatos y
asociaciones que ni siquiera se reivindican como comunistas. Ahora, la
«honestidad» de estos militantes, su «comunismo», se demuestra y se
demostrará más adelante con su actitud hacia las críticas marxistas, hacia los
axiomas de la doctrina y, al final, la coherencia de su pensamiento honesto y
comunista se medirá observando si rompen o no con las teorías y prácticas de
estas organizaciones, en ver si, finalmente, dan el paso cualitativo de
abandonarlas cuando vean que son irrecuperables. Seguramente muchos de
ellos ahora mismo saben que, en el fondo, pertenecen a grupos sumamente
débiles, no tanto por su número de seguidores, sino por sus planteamientos
incoherentes que no conducen más que a una zozobra de decepciones y fracasos
anunciados. Más tarde, su plena consecuencia se comprobará como la de tantos
otros comunistas sin partido o elementos que vienen de otras organizaciones
fallidas, en comprobar si están dispuestos a unirse con otros comunistas
desorganizados, en renegar de cualquier resquicio pasado, en aceptar las
normas del centralismo democrático y ayudar a crear un partido comunista que
sea coherente con sus axiomas hasta las últimas consecuencias.

No podemos considerar comunista a quien, bien sea a título colectivo de


organización, bien a título individual, emite un total desprecio por el estudio
profundo de la doctrina marxista y, a cambio, cree compensarlo ofreciendo un
activismo inconsciente, espontaneísta. No entra dentro del orden de cosas
«normales» aquél que se contenta con hacer acto de presencia en diversos actos,
pero evita, por miedo a crear antipatías, el mantener un discurso independiente
basado en un análisis marxista. Como tampoco se entiende que el sujeto esté

835
cumpliendo con el requisito de llevar a cabo una formación ideológica interna
efectiva si solo se pone a ello cuando el resto de compañeros insisten día y noche
en que dedique tiempo a elevar su deficiente nivel ideológico. No podemos
considerar comunista a quien no ha entendido la importancia de la lucha contra
el oportunismo en el movimiento obrero, a quien no estudia la historia presente
y pasada del movimiento comunista nacional e internacional, a quien acepta
mitos y no investiga por cuenta propia, sino que acepta lo que otros le afirman
sin argumentaciones, a quien condena una rama revisionista, pero al momento
rehabilita otra diferente –sea esta corriente más apegada al reformismo o al
anarquismo–. No podemos considerar de los nuestros a quien se niega a asumir
sacrificios –según sus posibilidades– en el trabajo práctico para ligarse a las
masas y popularizar nuestra visión comunista, a quien hace de la disciplina un
chiste. No podemos dejar de mirar con sospecha a quien repite el eslogan de la
«crítica y la autocrítica», pero en cuanto las críticas de los compañeros apuntan
hacia su persona, hace gala de un orgullo personal mal entendido que lastran su
propio desarrollo, así como el de su grupo. Del mismo modo, está lejos de
nosotros quien confunde la visión marxista sobre la cuestión de género con el
llamado feminismo –aunque se le acompañe de la coletilla «de clase»–, o quien
en la cuestión nacional cae en el chovinismo de uno u otro nacionalismo y desea
imponer soluciones por la fuerza a los pueblos. Claro es, que no podemos
considerar comunista a quien en sus análisis internacionales cae de una forma u
otra en tesis tercermundistas, apoyando a un bloque imperialista o
considerando «antiimperialista» a regímenes nacionalistas-burgueses
vinculados a uno o varios imperialismos. Podríamos seguir recordando hasta el
día del juicio final perogrulladas que distinguen a un comunista de su
caricatura, y seguir citando situaciones que resultan familiares a nuestros
lectores, pero creemos que es más que suficiente.

Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber
automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas
agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la
mayoría de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones
personales o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura
plena con el lugar de donde proceden. Por consiguiente, si esos sujetos son
conscientes, o lo acaban siendo pronto, del carácter reaccionario de la dirección
de esos partidos y organizaciones, no durarán mucho dentro de ellas, pero esto
no quiere decir que puedan estar «libres» de todo resquicio heredado durante
largo tiempo allí. Esto significa que, si realmente han roto con ellas por
cuestiones de principios ideológicos, tendrán que autocriticarse sin
sentimentalismos que valgan y adherirse finalmente, a la línea comunista sin
excusas de ningún tipo. Si no es así, solo podemos decir que no pasarán nunca
de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y, quizá, de aliados en alguna cuestión
determinada de los comunistas, pero nada más.

Cualquiera que se dé un paseo por los foros y asociaciones republicanas, verá la


suerte de teorías que manejan y las figuras que adoran estas gentes:

«Según pienso, en la España de hoy, la república a secas, que no explique


detalladamente su identidad ideológica, es algo afín hasta para la
socialdemocracia del PSOE, por desgracia, la gente considera a cualquiera
cosa de izquierdas y eso pasa con la palabra y la institución de la república, a

836
veces lo acompañan de un socialismo vago, pero si a las cosas no se les da una
identidad ideológica, es pura fraseología, vacío de contenido. El problema es
que hay mucho pseudointelectual que se define republicano pero no sabría
darle forma a esa imagen más allá de generalidades, solo sabe repetir que no
es monárquico, denuncia la corrupción, incluso liga dicho fenómeno a la
monarquía, a veces incluso dice negar el liberalismo, pero no se da cuenta que
la república –y nosotros la hemos tenido de ese tipo–, puede ser liberal,
socialdemócrata pero burguesa al fin y al cabo, y esta gente con la falta de
clarividencia ideológica que tiene, no puede aspirar a otra cosa. Estos pecan
de ignorancia, pero luego los hay otros mucho más descarados en sus
planteamientos, que hasta parecen conscientes de sus necedades. El otro día
fui a una reunión del Ateneo Republicano, y no me fui de casualidad. En estos
sitios oigo unas cosas de alucinar. Allí les dije «Pero ¿qué es esto de República?
¿Qué república? ¿República a secas?». Y me contestan: «No, es una república
feminista y social». Yo le contesté centrándome en lo segundo y obviando lo
primero, «Vamos a ver... una república «social» también se denominaba la
República de Mussolini en Italia». No salen de ahí. No tienen ni idea. Además,
que era para la presentación de un libro de un personaje de lo más
reaccionario que parece ser que su única virtud era la inteligencia empleada
para salir vivo de nuestra guerra. Le hice la crítica al que lo presentaba y me
dijo que era «interesante». Él era muy mayor, y estaba orgulloso de ser un
republicano con planteamientos de derechas, la sala ni se inmutaba. Me dejo
alucinado. En otra charla de Nociones Comunes, que son unos «podemitas»,
un señor muy «ilustrado» llego a decir que el «Manifiesto Comunista» de
Marx y Engels era una obra menor... Y le contesté que si no fuese por dicha
obra no habría comunistas. ¿Qué esperan que se vaya con el «18 Brumario de
Luis Bonaparte» a un currante con las manos llenas de callos y polvo del
cemento? Un idiota, y tristemente, en estos sitios así, mil». (Comentarios y
reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Por último, dejemos a un comunista de verdad hablar sobre su concepto de


república por la que luchan los comunistas, y a qué ejemplos se remiten:

«Nuestros enemigos utilizan también en su propaganda el estribillo de que el


Partido Socialista y el Partido Comunista, los obreros en general, son
enemigos, no sólo de la monarquía, sino también de la república. Es una
mentira más. Nosotros no somos enemigos de la república; nosotros, aunque
seamos partidarios de la dictadura del proletariado, defendemos a la
república. Pero una república que dé al pueblo todo lo que el pueblo necesita.
Hay en el mundo una república –¿para qué hablar en teoría?– que ha hecho
ya lo que aquí pedimos, que ha puesto en práctica todo lo que nosotros
queremos y necesitamos, que ha hecho de un pueblo analfabeto, de un pueblo
atrasado, de un pueblo sin industria básica, de un pueblo pobre –a pesar de
sus grandes riquezas naturales–, de un pueblo que era, si cabe, tan atrasado
como España, la verdadera República de trabajadores –no de «todas clases»
como la nuestra–, que ha hecho de esta república la patria del proletariado del
mundo entero. ¿Por qué no seguir su ejemplo? Esa sí que es una república de la
cual se puede enorgullecer el pueblo. Un pueblo inculto, sin industria
fundamental, con un ejército que los zares habían adiestrado para las
derrotas, se ha convertido en el primer país del mundo en cuanto a cultura –
porque la cultura de los obreros de la Unión Soviética está por encima de la de

837
todos los demás países–; ha pasado a ser el segundo país industrial del mundo
–el primero de Europa–, y dentro de poco será también el primero del mundo;
ha dado el bienestar a los campesinos, y hoy tiene un ejército, el glorioso
Ejército Rojo, que se hace respetar por el mundo entero». (José Díaz; La
España revolucionaria; Discurso pronunciado en el Salón Guerrero, de
Madrid, 9 de febrero de 1936)

Por tanto, los comunistas luchan y tienen muy en cuenta la cuestión


republicana, pero no renunciando a sus principios para caer simpáticos a sus
rivales o aliados, luchan por imponer su visión a base de persuasión y
demostraciones prácticas entre las masas. Confiando en que su trabajo y fuerza
dará sus frutos y acercarán a su visión a las masas y a sus elementos más
conscientes.

Por eso es necesario combatir a los que Lenin calificaba como demagogos que
querían atraerse a las masas en base a sus vicios –como es en España el
republicanismo en abstracto–:

«Los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los perores,
porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los obreros
atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan,
y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este período
de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro movimiento está
aún formándose, nada hay más fácil que arrastrar demagógicamente a la
multitud, a la cual podrán convencer después de su error sólo las más
amargas pruebas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

Por último:

«La tradición republicana se ha debilitado fuertemente entre los socialistas de


Europa. Es comprensible y, en parte, justificable precisamente en tanto en
cuanto la proximidad de la revolución socialista resta importancia práctica a
la lucha por la república burguesa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca de
lo sucedido al rey de Portugal, 1908)

Esto debe de quedar claro.

El republicanismo actual, es objetivamente hablando, menos


progresista que el republicanismo antiguo

Actualmente hay muchos republicanos que tiran de la figura de Pi i Margall


repitiendo algunas de sus palabras para justificar sus desviaciones:

«Propagad las ideas, difundidlas y, si verdaderamente deseáis el triunfo de la


República, sed disciplinados, no promováis nunca entre vosotros la discordia.
Dirigid vuestros ataques a los enemigos, no a los amigos ni a los que estén en
las lindes de vuestro campo. Para todo fin inmediato y concreto no vaciléis en
aceptar o buscar el apoyo de los demás republicanos. Huid sólo de las
coaliciones permanentes». (Francisco Pi y Margall; Discurso en el XVIII
aniversario de la I República, 12 de febrero de 1891)

838
Con esta cita pretenden justificar el que los partidos oportunistas cierren filas y
no acepten críticas de fuera ni de dentro, cosa que tampoco era la intención de
Pi y Margall como se ve si uno lee su obra. En ella, crítica a los republicanos que
no entendían que estar en una «discordia permanente» donde llegan a
combatirse como «los más encarnizados enemigos», pero «sin que los separare
cuestión alguna de principios», es una pérdida de energías. A la vez critica la
desconfianza que llevaría a algunos a entregar «a generales enemigos las fuerzas
de la República» perdiendo el poder. Fustigaría también, que ante la
desmoralización y deserción de algunos federalistas-republicanos, se
pretendiese reflotar el partido aceptando a algunos progresistas que no querían
seguir a Sagasta pero que no habían renegado de su «idea de república unitaria
que, como tantas veces os he dicho, no es más que una de las fases de la
monarquía». Por tanto, Pi y Margall lejos de disparar las diferencias ideológicas,
creía que estas eran muy importantes, lo que había que combatir era la
discordia por cuestiones mezquinas como meros personalismos como insiste
una y otra vez, como así también el dedicar más tiempo del debido a cuestiones
menores. En otra ocasión contra los «republicanos unitarios» y los intentos de
fundar el partido bajo ideales forzosamente dispares, dijo:

«Abominando más el monarca que la monarquía vinieron a la república con


sus antiguas preocupaciones y no quisieron sino convertir en electivo el poder
hereditario. Dividieron y subdividieron el partido, quebrantándole la fuerza
que la unidad le daba; y despuñes, lejos de prestarse a reconstruirlo sobre
idénticos principios, no han hecho sino concebir uniones, en la división
basadas, que han sido a cuál más estériles». (Francisco Pi y Margall;
Lecciones de controversia federalista, [publicado post morten por su hijo
Joaquín Pi i Arsuaga en 1931])

Descontextualizando aquello de «no criticar a quién está en tu campo o cerca de


él», los republicanos actuales pretenden excusar su visión reformista y
parlamentaria, su propio concepto pequeño burgués de la república por la que
luchan y anhelan. Este tipo de republicanos, no crea el lector que rescatan lo
más progresista del pensamiento de la figura barcelonesa del siglo XIX, muy por
el contrario, se suelen apoyar en las concepciones premarxistas de Pi y Margall:
su crítica a la religión sobre sostenes panteístas, su inicial identificación de
democracia con garantía para sí mismo, para el individuo y sus derechos frente
al colectivo, el regir la descentralización en todos los campos como la panacea
para todos los males, el exceso de celo en mantener una apariencia legalista de
los revolucionarios frente a la necesidad de toma de decisiones apremiantes, etc.

Los republicanos justifican algunos de estos errores y limitaciones de Pi y


Margall –comprensibles en cierta medida para la época y algunos rectificados a
tiempo o al menos parcialmente– para continuar con vicios contemporáneos
que deberían estar superados. Se aprovechan de ello para sacar a la palestra la
vieja idea premarxista de que es mejor un partido grande, un partido de masas,
porque teóricamente «por la fuerza que consigo llevan, luego porque
imposibilitan el desarrollo de desatentadas y locas ambiciones y dan a cada cual
el puesto que le corresponde según sus virtudes y sus talentos», cosa que no se
confirma en la práctica siempre, sin entrar en otros problemas que acarrea
dicho gran «partido de masas» que ya comentó el revolucionario bolchevique
Lenin frente al concepto de partido menchevique de Martinov. Pero incluso en

839
el tema ideológico, los republicanos olvidan como decíamos, que el propio Pi i
Margall comentó que:

«Yo, advertidlo bien, no he de consentir jamás la abdicación de ninguno de los


principios que constituyen nuestro dogma. (...) Los federales también nos
dividimos. Nosotros sosteníamos y seguimos sosteniendo que no hay
federación donde no se afirma la unidad de la nación por el libre
consentimiento de las regiones y la unidad de las regiones por la libre
voluntad de los municipios, y otros consideraron hasta sacrílego suponer que
necesitase de afirmación una nacionalidad que dicen obra de los siglos».
(Francisco Pi y Margall; Discurso en el XVIII aniversario de la I República, 12
de febrero de 1891)

Entiéndase aquí dogma como según la RAE: «Fundamento o puntos capitales


de un sistema, ciencia o doctrina» y no como «Conjunto de creencias de carácter
indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión».

El pensamiento de Pi fue condensando en:

«El concepto de democracia de Pi se articulará sobre tres bases mutuamente


imbricadas: republicanismo, federalismo y socialismo». (Ramón Máiz;
Federalismo, republicanismo y socialismo en Pi i Margall, 2009)

Con republicanismo nos podemos referir a una concepción de forma de


gobierno, pero no solo eso, Pi y Margall no buscaba una «república unitaria»
que uniese a los pueblos por la fuerza, la cual consideraba como igual a «una
monarquía pero con un gorro frigio», sino una república federal. Con
federalismo se refiere a forma de organización del Estado, pero tampoco un
federalismo rígido y en el fondo unitario como el alemán o estadounidense
como advierte, sino uno en cual aplique la máxima de que «entre soberanos solo
caben pactos», adelantando en cierta forma el derecho a autodeterminación de
los pueblos frente al «nacionalismo castellano» hegemónico en España. Con
«socialismo» Pi y Margall buscaba una «revolución tanto social como política»,
este socialismo primerizo no es todavía un socialismo en el sentido marxista,
pero sí uno que repudia el libre mercado de la «economía política» liberal, con
una honda preocupación por la cuestión social y el proletariado, en su visión
política se detectan tendencias revolucionarias en sus objetivos para llegar al
poder, se rectifica la defensa a ultranza del individualismo personal para
empezar a considerar el individuo junto a la comunidad que le rodea:
«aplaudimos también de todo corazón la nueva ciencia que, sin negar la libertad
ni la personalidad, busca en la idea de la justicia y en el derecho que la traduce
la solución a las cuestiones relativas al trabajo. Somos partidarios de la
economía social, somos socialistas».

Si bien el pensamiento de Pi i Margall era progresista para su época, el


republicanismo actual, generalmente no llega ni siquiera a tener la coherencia
ideológica de sus postulados, y para nuestra época no solo no es revolucionario,
sino que es tan tibio, tan pusilánime, que se torna en reaccionario.

El republicanismo contemporáneo e imperante en España tiene dos posturas


políticas. El primero no sobrepasa la idea de un sistema político liberal

840
republicano pequeño burgués –como tienen en mente los grupos marginales
republicanos– pero al menos tienen la decencia de luchar por él como se ve en
sua programaa y consignas. El otro solo muestra tal republicanismo en círculos
cerrados y en frases de cara a la galería, nos referimos a los «grandes partidos»
con presencia en el poder parlamentario, municipal, regional e incluso
gubernamental. Estos ocultan o relegan ese republicanismo al haberse adaptado
al juego democrático-burgués en el actual sistema monárquico-parlamentario
con el fin de no poner en peligro sus cuotas de poder –como ocurre con
Izquierda Unida y sobre todo Podemos–. Aludiendo la clásica excusa de que
«ahora no toca plantear dicha cuestión» también rechazan revertir la situación
con un hondo trabajo de agitación y propaganda. En cuanto a federalismo,
suelen aceptar en teoría «el derecho a decidir» de los pueblos, pero adoptan una
postura ambigua sobre el derecho de autodeterminación, teorizan que el
derecho a decidir le corresponde no a la región oprimida sino a toda España, y
normalmente esquivan el condenar la los abominables actos reaccionarios y
chovinistas de partidos como PP-PSOE, aceptan acatar la ley constitucional y
condenar los actos de rebeldía de las naciones oprimidas. En cuanto a
socialismo, la mayoría han rechazado esa palabra, aceptan la «economía de
mercado» como su nuevo becerro de oro, y si no es así, su modelo de socialismo
es más cercano a las recientes y fracasadas experiencias reformistas del
«socialismo del siglo XXI» que tampoco tienen nada que ver con el socialismo
marxista. Tampoco se atinen a los consejos de Pi y Margall de utilizar los medios
legales e ilegales para luchar por la república pues creen hondamente en el juego
parlamentario burgués, mientras el barcelonés repetía que «cansado estoy de
repetir que no creo que por las vías legales pueda llegarse a la República. Por el
Parlamento no se llega aquí ni siquiera a un mal cambio de Gabinete». A esto un
iniciso. La historia ha demostrado que efectivamente se puede llegar a la
repúblicas democrático-burguesa, pero suele pesar mucho más el trasfondo de
movilizaciones y protestas como en la España de 1931 y no las meras
intenciones o reformas parlamentarias de los políticos, habiendo sido dicha
república como la definían los comunistas de entonces: una medida desesperada
de las clases explotadoras para lavarle la cara a su antiguo régimen, dando
algunas concesiones para calmar los ánimos pero permaneciendo en el poder los
mismos de antes. De otro modo ese tránsito «relativamente pacífico»
parlamentario de monarquía a república no se suele producir, pues no se
produce jamás un cambio en la forma de dominación política si la burguesía no
ha calculado previamente que le va a resultar beneficiosa y/o se ve forzada por
unas circunstancias sociales efervescentes… como fue la transición del fascismo
a la monarquía democrático-parlamentaria en España de 1975.

La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no


tiene nada que ver con el actual PCE (m-l)

Engels dejó patente su preocupación por la tendencia entre los supuestos


militantes del socialismo científico de sobredimensionar cualquier movimiento
político a la categoría de revolución, en especial los revolucionarios latinos:

«Nosotros, los socialistas de Europa Occidental, no deberíamos picar tan


fácilmente el anzuelo como los felás egipcios o... todos los latinos. ¡Cosa rara!
Los revolucionarios latinos se quejan de haber hecho siempre las revoluciones
en provecho de otros... por la simple razón de que se dejan deslumbrar siempre

841
por la palabra «revolución». (Friedrich Engels; Carta a Eduard Bernstein, 22
de febrero de 1882)

Se sabe de sobra que esto era consecuencia de un oportunismo y/o de una falta
de formación ideológica seria.

Hoy parece que esta tendencia no se ha superado, y bajo la hegemonía del


revisionismo, es una plaga a nivel mundial.

Los revolucionarios albaneses dirían:

«La polémica contra los renegados sobre los principios del marxismo-
leninismo de uno u otro país no es una injerencia en los asuntos internos, ni
supone provocar la escisión en la unidad, sino que supone el camino abierto de
la lucha de clases para la exposición del revisionismo, para la defensa del
marxismo-leninismo y el fortalecimiento del internacionalismo proletario.
Esto ayuda a los comunistas y revolucionarios a distinguir la verdad de la
falsedad, ya que se actúa de manera abierta y se llama a las cosas por su
nombre. La polémica abierta no deja a los revisionistas un solo momento en
paz e impide la realización de su trabajo traicionero. (...) Los partidos
marxistas-leninistas llevan en la teoría y la práctica de una lucha aguda e
implacable para el fortalecimiento del internacionalismo proletario, contra
cualquier distorsión revisionista. Sólo de esta manera, basada en el marxismo-
leninismo, la causa de la clase obrera, la revolución y el socialismo puede ser
llevada a la victoria». (Leonora Simo; El internacionalismo proletario se
fortalecerá en la lucha contra las concepciones y prácticas revisionistas, 1978)

Haremos una breve comparativa entre el internacionalismo proletario del PCE


(m-l) de 1964-1985 con el PCE (m-l) refundado en 2006.

El viejo PCE (m-l) y su concepto de internacionalismo proletario

En el antiguo Partido Comunista de España (marxista-leninista) intentó ser


siempre consecuente con la salvaguardia de los principios del marxismo-
leninismo y ejerció la crítica a todo tipo de revisionismo internacional, fuese
cual fuese el pelaje.

Es de resaltar su crítica durante décadas al revisionismo soviético:

«Planteaba también Jruschov, en su vergonzoso informe, la posibilidad de la


transición pacífica al socialismo por vía parlamentaria, pronunciándose
contra toda forma de lucha revolucionaria, aduciendo falsos argumentos
acerca de los cambios intervenidos desde la Revolución de Octubre, que
justificarían el abandono de uno de los principios esenciales –y prácticamente
inalterables– del marxismo-leninismo; a saber, de la necesidad de la violencia
para derrocar el poder capitalista y acabar con el imperialismo agresivo. Fue
también en el XX Congreso del PCUS donde se definió la llamada «coexistencia
pacífica», traicionando el espíritu leninista de la misma, y convirtiéndola en
«línea general» de la política exterior de los países socialistas y del
movimiento comunista mundial, lo que significaba, en esencia, la cooperación
de clases en escala internacional, el capitulacionismo ante el imperialismo y la

842
traición al internacionalismo proletario. Bajo cubierta de la llamada «lucha
contra el culto de la personalidad», Jruschov proponía, en esencia, adjudicarse
carta blanca para justificar por adelantado los ataques contra los verdaderos
marxista-leninistas, con objeto de que payasos y charlatanes como él,
pudieran actuar y adquirir autoridad como dirigentes y ejercer su influencia
en los partidos hermanos. (...) Jruschov, que pretendió enterrar el prestigio de
Stalin y los principios revolucionarios del socialismo científico, abrió en el XX
Congreso el foso en el que él mismo ha sido ya enterrado políticamente y en el
que igualmente serán enterrados sus sucesores y todos los revisionistas
contemporáneos que les apoyan, entre los que se encuentra en primerísima fila
Santiago Carrillo». (Elena Ódena; Febrero de 1956: Celebración del XX
Congreso del PCUS, 1966)

Inclusive en la crítica de la política exterior del revisionismo de Jruschov-


Brézhnev:

«Para justificar su vil política de dominación y explotación de los pueblos más


débiles, los socialimperialistas rusos han formulado una serie de «teorías» que
coinciden en lo fundamental con los planteamientos de los imperialistas
yanquis. Por ejemplo, los socialimperialistas rusos pretenden que los pueblos
deben colocarse bajo el ala protectora del potencial militar ruso y aceptar la
noción de «soberanía nacional limitada» y la repartición del trabajo, dejando
los aspectos más complejos del desarrollo económico, tecnológico y científico a
los países más fuertes y avanzados, para utilizar de manera más «racional»
los recursos naturales, las riquezas y las materias primas». (Elena Ódena; La
política socialimperialista de la URSS un peligro para todos los pueblos, 1973)

También el PCE (m-l) se batió contra el castro-guevarismo, que no solo era una
variante revisionista más, sino que tenía el pronunciado rasgo de conciliar con
casi cualquier variante revisionista:

«Por ejemplo, no sólo en España, sino en muchos otros países, los


superizquierdistas trotskistas, castristas, guevaristas, etc., no mantienen una
línea de demarcación con las organizaciones y partidos revisionistas, y
colaboran con ellas y mantienen sobre muchos problemas enfoques, posiciones
y actividades análogas». (Elena Ódena; La lucha contra el revisionismo y el
oportunismo en la nueva situación internacional, 1974)

El PCE (m-l) en conjunto destapó la línea centrista y demagógica del castrismo a


su llegada al poder, que pronto se tornó abiertamente jruschovista sin
miramiento alguno:

«El revisionismo jruschovista ha constituido una plaga en el movimiento


comunista internacional. Ha infeccionado profundamente a la mayoría de los
partidos que integran dicho movimiento. La polémica pública, desencadenada
en un principio por Jruschov y sus secuaces ha venido a ser muy provechosa
para los marxista-leninistas, pues ha despertado su vigilancia contra toda
manifestación de revisionismo, en tanto que en los años precedentes al
comienzo de la polémica esta vigilancia se encontraba dormida.

843
En esa situación no podían por menos de surgir, en la lucha entre el
revisionismo moderno y el marxismo-leninismo numerosas actitudes
centristas, eclécticas y neutrales. Es típico, en este sentido, el caso de Fidel
Castro, revolucionario pequeño burgués, que se pasó, en un momento de
radicalización, a posiciones comunistas de palabra. Fidel Castro en la
polémica sobre la línea general del movimiento comunista internacional
adoptó en principio una posición de no «alineamiento» que, de hecho, se ha
traducido en una capitulación ante el chantaje revisionista soviético. (…) El
propugnar esa posición de neutralidad ideológica equivale a desarmarse en el
terreno de la lucha de principios. Y el abandono de esa lucha conduce, tarde o
temprano, a la degeneración revisionista. Sin una lucha encarnizada,
implacable, contra el revisionismo jruschovista, tanto en el plano nacional
como internacional, no es posible a ningún partido ni organización
revolucionaria mantenerse firme en la lucha contra el imperialismo y contra
la reacción interna. Es también errónea la creencia de aquellos que piensan
que esta lucha puede llevarse a cabo suavemente, sin violencias verbales. Los
comunistas deben decir siempre la verdad, llamando al pan pan y al vino vino.
El único nombre que debe dársele a la traición es el de traición». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de
Santiago Carrillo, 2ª edición, 1967)

Del artículo: «Cuba endeudada con el socialimperialismo soviético y el


imperialismo occidental», se decía con razón:

«La deuda exterior cubana se eleva a unos 3.000 millones de dólares (…)
Contraída con diversos bancos de países imperialistas occidentales y con los de
la URSS y países del CAME. (…) Desde el mes de marzo pasado, están teniendo
negociaciones entre el gobierno de Fidel Castro y un comité de bancos
occidentales, coordinados por un banco francés, para aplazar los plazos y
renegociar la deuda. El montaje de los créditos que se están renegociando,
asciende a 800 millones de dólares, de los 400 corresponden a bancos de
Francia, Alemania, Japón, España y otros países occidentales y otros 400 a
bancos de la URSS y países del CAME. (…) Lo que se deduce de todo ello: 1) El
carácter de la economía cubana de capitalismo de Estado, con algunas
apariencias socialistas, endeudada con los países revisionistas y occidentales,
que sufre una crisis capitalista y una dominación imperialista, por parte de la
URSS principalmente, lo que conduce a la explotación y al empobrecimiento de
los trabajadores cubanos y a graves desequilibrios en el desarrollo
económico –orientado a la producción de azúcar y otras materias primas–. 2)
El carácter imperialista de la URSS que, como en este caso utiliza los créditos y
la exportación de capitales para someter a los países dependientes como Cuba,
imponiendo las mismas condiciones y llevando a cabo la misma actuación que
el capital financiero occidental. 3) Este endeudamiento se acompaña de
presiones políticas, por parte de los países imperialistas, para llevar a cabo su
expansionismo en Centroamérica. El endeudamiento cubano es uno de los que
explican la actuación del régimen de Fidel Castro en Centroamérica, como
peón del socialimperialismo soviético, al mismo tiempo que apoya iniciativas
como la de Contadora, instigada por el imperialismo yanqui y apadrinada por
los gobiernos de países europeos como España. Igualmente el envío de
mercenarios cubanos donde lo necesita el expansionismo soviético, como en
África, concretamente en Angola, Eritrea y Etiopía entre otros. Esto confirma

844
que solamente la independencia económica, política y militar de las dos
superpotencias imperialistas, pueden asegurar la soberanía nacional y la
construcción del socialismo, tras la revolución. Evidentemente este no es el
caso de la Cuba revisionista». (Vanguardia Obrera; Nº 442, 1983)

Respecto al revisionismo chino o maoísmo, no nos repetiremos pues se abordó


debidamente antes. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización»
de 2020.

Elena Ódena criticó fuertemente sus teorías como la de los tres mundos:

«Tampoco existe, como fuerza independiente, ese supuesto «tercer mundo» del
que hablan los revisionistas chinos refiriéndose a los países menos
desarrollados, sino que todos ellos, de uno u otro modo, se encuentran dentro
de un sistema socioeconómico, o bien imperialista, neocolonizados por el
imperialismo yanqui o por una de las otras potencias imperialistas de Europa,
o bien bajo el dominio socio-económico, en uno u otro grado, de la Unión
Soviética. Nosotros comunistas, si bien debemos explotar esas contradicciones
entre los distintos bloques y entre las potencias imperialistas en beneficio de
nuestra lucha revolucionaria, no debemos sin embargo centrar nuestra
atención en torno a ellas, ya que lo fundamental en estos momentos es
desarrollar la acumulación de fuerzas revolucionarias, fomentar la lucha de
nuestra clase obrera y de nuestro pueblo, reforzar y desarrollar el partido
marxista-leninista, y preparar la revolución». (Elena Ódena; El imperialismo
y nuestra lucha actual, 1982)

Destapando el seguidismo de los partidos maoístas que apoyaban esta fórmula


diría:

«No es casual que la burguesía y todos los enemigos de la revolución dediquen


tantas energías y esfuerzos en atacar y ocultar al partido, en montar grupos
con engañosas etiquetas «revolucionarias» para desviar a la clase obrera de
su verdadero partido y de las perspectivas de la revolución, con el fin de
encerrar a las masas trabajadoras que buscan el camino de la revolución, en
callejones sin salida. Tales ejemplos son, concretamente en España,
organizaciones como la jesuítica y tercermundista ORT, el trotsko-revisionista
PTE, por no mencionar más que a dos arquetipos de tales grupos». (Elena
Ódena; La revolución socialista, única perspectiva para la clase obrera y el
pueblo trabajo, 1978)

Denunciando pues, que el tercermundismo era una teoría cocinada en las


calderas imperialistas y recogida por los dirigentes chinos que negaba la lucha
clases con el único fin de convertir a China en una superpotencia a base de
alianzas interburguesas que embellecen a los gobernantes de los países
capitalistas:

«Y además, ¿en qué consiste la llamada «cuestión energética»? Los


revisionistas chinos, hoy pro-estadounidenses hasta la médula, pretenden
convencernos de que se trata de una «victoria del tercer mundo contra el
primero», tesis ésta muy del agrado de las grandes compañías petroleras que
jamás se hubieran imaginado que algún día su escandaloso enriquecimiento a

845
costa de los pueblos hubiera encontrado una justificación «tercermundista»
fabricada por los gobernantes chinos. (...) Existe hoy una tercera potencia
aspirante a superpotencia, cuyos dirigentes han convertido a su vez a China en
un Estado socialchovinista, rabiosamente nacionalista». (Elena Ódena; Iº
Conferencia antiimperialista de los pueblos de España, 15 de diciembre de
1979)

Pero no solamente se criticó al tercermundismo, sino que al parecer la crítica se


hizo extensible a toda la doctrina maoísta.

El PCE (m-l) compartía la revista «Teoría y práctica» con el Movimiento de


Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML) de Nicaragua. El viejo PCE (m-l)
apoyaba con determinación la lucha de los marxista-leninistas nicaragüenses
como se ve en los distintos artículos. Para quien no conozca de este partido:

«El Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML) no se


andaba con remilgos a la hora de criticar la política de los falsos
revolucionarios –como debía ser–, y eso como era normal tendría su respuesta
–que entre sus formas entraba la represión–. Y es que mientras el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) pactaba con la burguesía y sus
agrupaciones el futuro Estado burgués nicaragüense; el mismo desarrolló ya
desde los primeros días de gobierno una persecución y encarcelamiento de los
revolucionarios marxistas-leninistas del MAP-ML. (...) A la brutal represión se
le añadió la censura y cierre de su medio de comunicación, el periódico «El
Pueblo» –el director de este diario, Melvin Wallace Simpson, se convirtió en el
«primer preso político» en el post somocismo, le fueron negadas todas las
garantías jurídicas, y se le incomunicó con paradero desconocido–. También
se procedió a la ilegalización de organizaciones sindicales ligadas al mismo
MAP-ML, es el caso del Frente Obrero. Esta ley marcial aplicada al MAP-ML
nunca se aplicó a la burguesía y sus tribunas, ni siquiera en los momentos más
álgidos de la guerra contrarrevolucionaria. Esto nos deja ver claramente que
el FSLN veía como enemigo a batir a la única organización que hacía un
planteamiento de clase proletario y revolucionario en lo referente a las tareas
apremiantes y futuras a resolver por la revolución triunfante». (Equipo de
Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis
de la historia del FSLN y sus procesos, 2015)

El artículo: «Organizar la solidaridad internacionalista con Nicaragua y el MAP-


ML» comentaba excelentemente sobre la solidaridad internacional:

«Es evidente que el carácter de nuestra solidaridad no puede ser «neutro». Tal
«neutralidad» no existe, ni puede existir mientras existan intereses
contrapuestos de las distintas clases sociales que pugnan políticamente en
Nicaragua. (…) Apoyamos particularmente al MAP/ML, partido que defiende
los intereses de la clase obrera, que asume posiciones consecuentes
antiimperialistas y que trata por hacer avanzar la lucha revolucionaria sobre
la base de principios marxista-leninistas». (Vanguardia Obrera; Nº513, 1985)

Destacable fue la lucha del PCE (m-l) en aquella época contra el trotskismo.
Algunos folletos como «Las posiciones políticas y organizativas de los
fraccionalistas trotskistas» de 1965 o «¿Marxismo-leninismo o trotskismo?» de

846
1969 ejemplifican bien la lucha del PCE (m-l) contra el trotskismo de aquel
entonces, téngase en cuenta que en estos documentos todavía se nota la
influencia del maoísmo en la organización. Los grupos principalmente
dominados por el trotskismo, por sus características intrínsecas de libertad de
fracciones y sus tácticas de realizar «entrismo» en otras organizaciones de
mayor influencia y la libertad, tarde o temprano caían en la conciliación con
otros «revisionismos mayores», dejándose asombrar por su gran poder e
influencia. F. Guadarrama en su artículo: «Los trotskistas, quintacolumna del
revisionismo carrillista», criticaba que:

«El espíritu conciliador y el seguidismo respecto al revisionismo, son


características fundamentales del trotskismo; así vemos como los distintos
grupúsculos trotskistas en España siguen rindiendo culto permanente al grupo
de Carrillo y van a su zaga en sus planteamientos». (Vanguardia Obrera;
Nº79, 1973)

Tanto las organizaciones que se autodenominaban propiamente trotskistas,


como otros grupos eclécticos que mantenían el trotskismo como auxiliar
ideológico, bajo estas tesis y acciones vendieron su autonomía como
organización en estos años, consiguiente finalmente el disolverse o integrándose
definitivamente en el PCE/PSOE. Esto demostraba que el trotskismo, con sus
teorías ajenas al marxismo en el tema organizativo e ideológico, era sinónimo de
renuncia a la hegemonía del proletariado y su organización.

El trotskismo, como ocurre actualmente en otros lugares con algunos grupos


eclécticos, a veces no aparece bajo tal bandera, sino que se muestra en una
mezcolanza entre trotskismo con elementos del castrismo-guevarismo, del
maoísmo, de la socialdemocracia clásica y demás, como era el caso del grupo
Organización Comunista de España (Bandera Roja).

También vemos el mismo panorama en el llamado Partido Comunista


Internacional, por sus siglas PC(I), que más tarde daría pie al tercermundista
Partido del Trabajo de España (PTE) de 1979 que a su vez acabaría en
posiciones abiertamente socialdemócratas, reintegrándose en el PCE y PSOE a
mediados de los 80:

«El Partido Comunista Internacional» –anteriormente, «Unidad»–. Es un


grupo surgido en 1967 como un desgajamiento de la base del Partido
revisionista [de Carrillo], primero en Cataluña y después extendido a otras
zonas. Camufla y oculta su idolología trotskista –pese a la cual ataca
abiertamente a Stalin– y mezcla el trotskismo con una adoración ciega al
castrismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos
marxista-leninistas, suplemento a «Revolución Española»; ¿Marxismo-
leninismo o trotskismo?, 1969)

Las tesis del trotskismo internacional también harían mella en grupos como el
Movimiento Comunista de España (MCE). En especial es de reseñar la denuncia
de la mala comprensión en las alianzas del trotskismo, negando el papel
específico del campesinado y teniendo en cambio una inclinación por la
«violencia revolucionaria» basada sobre todo en un terrorismo individual, lo
que es de un franco aventurerismo:

847
«Pretender luchar seriamente contra la dictadura franquista y sus aliados
yanquis sin movilizar a todas las fuerzas objetivamente revolucionarias y de
importancia cualitativa y cuantitativa decisiva –como es concretamente el
campesinado–, es puro aventurerismo. (...) Ahora bien, si bien los trotskistas
no niegan abiertamente la necesidad de la revolución violenta, e incluso en
algunos casos pretenden propugnarla, en sus absurdos esquemas no entra en
modo alguno la cuestión de la movilización de las masas para la lucha armada
y la guerra popular. De ahí su actitud hostil a la formación de un verdadero
frente revolucionarlo y patriota basado en la alianza obrero-campesina y de
las demás fuerzas populares y trabajadoras. Tal es el caso del llamado Partido
Comunista Internacional de innegable tendencia trotskista». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos marxista-leninistas,
suplemento a «Revolución Española»; Contra la dictadura fascista y la
dominación yanqui; Forjemos el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota
(FRAP), 1971)

Lo mismo puede decirse del grupo Organización Comunista de España (Bandera


Roja). Véase el capítulo: «La forma y el contenido de las críticas hacia los
adversarios políticos» de 2020.

El PCE (m-l) actual y su concepto de internacionalismo proletario

En cambio, a la muerte de Elena Ódena en 1985, el PCE (m-l) liderado por Raúl
Marco ha sido y es condescendiente con todo tipo de revisionismos que
antiguamente se combatían desde el partido. La línea de demarcación en lo
internacional entre marxistas y oportunistas fue borrada de un plumazo, en lo
interno y externo.

El PCE (m-l) actual de Raúl Marco refundado en 2006, en sus artículos ha


rehabilitado al antiguo revisionismo soviético, alemán y cubano. Ellos, más allá
de sus particularidades, profundamente jruschovistas en su esencia.

Enver Hoxha ya advirtió sobre este tipo de distorsiones, advirtiendo que:

«Un auténtico partido marxista-leninista se caracteriza por su actitud firme y


resuelta hacia el revisionismo moderno, hacia el jruschovismo, el titoismo, el
pensamiento Mao Zedong, el eurocomunismo, etc. Trazar una clara línea de
demarcación en esta cuestión es de gran importancia de principios. Si un
partido permite que en sus filas aniden ilusiones, tales como que: «en la Unión
Soviética, independientemente de la ideología jruschovista, se está
construyendo el socialismo», que en la dirección del Partido Comunista de la
Unión Soviética existen «burócratas», pero también existen «revolucionarios y
marxistas-leninistas», entonces, quiérase o no, ese partido ya no se mantiene
en posiciones marxistas-leninistas, se ha apartado de la estrategia y de la
táctica revolucionarias, y, aunque no de manera abierta, de manera indirecta
se habrá transformado en un partido filosoviético, por más que de palabra
pueda estar en contra de las tesis del XXº Congreso del Partido Comunista de
la Unión Soviética y el jruschovismo. La experiencia revolucionaria ha
confirmado que no se puede combatir el jruschovismo si no se combate al
mismo tiempo la política hegemonista, chovinista y socialimperialista que

848
siguen los dirigentes de la actual Unión Soviética capitalista e imperialista».
(Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

En un artículo del Comité Central del Partido Comunista Revolucionario de


Brasil (PCRB) titulado «Revolución Cubana: ¡50 años de independencia y
democracia para los trabajadores!», parece ser que fue del agrado del PCE (m-l)
y fue reproducido en su órgano de expresión «Octubre». Allí leemos como en su
prensa se calificó de «campo socialista» al bloque de países y zonas de
influencias de la antigua URSS socialimperialista:

«La dirección declaró el carácter socialista de la revolución y el pueblo de


Cuba conquistó su verdadera independencia. Inmediatamente los EEUU
declararon el bloqueo económico. El pueblo cubano compensó esta medida
estableciendo relaciones comerciales de nuevo tipo con el bloque socialista, al
unirse al Consejo de Asistencia Económica Mutua (CAME)». (Octubre; Órgano
de expresión del PCE (m-l); Nº23, 2009)

Todos los partidos oportunistas, incluido los maoístas, pese a su verborrea sobre
la lucha contra el revisionismo, rehabilitaron al revisionismo soviético con este
tipo de teorías que justificaban a la dirección soviética del PCUS como
internacionalista e incluso socialista. Esto puede verse en el Movimiento
Comunista de España (MCE), o en el también ultraoportunista Partido
Comunista de España (Reconstituido) que llegó no solo a apoyar a la URSS de
Brézhnev sino también la Perestroika de Gorbachov. Raúl Marco, ensuciaría las
siglas del PCE (m-l) rehabilitando vergonzosamente a una corriente contra la
que precisamente el PCE (m-l) nació combatiendo.

¿Pero qué supuso en realidad para Cuba la integración en el CAME manejado


por los socialimperialistas soviéticos?:

«El precio del renovado apoyo soviético fue una cierta descentralización de la
toma de decisiones económicas y la introducción de una gama limitada de los
mecanismos de mercado. Desde el comienzo de los años setenta, los dirigentes
cubanos trataron de reformar las estructuras económicas y políticas de Cuba
para dar cabida al nuevo modelo. (...) Las reformas que siguieron en la
primera mitad de la década los setenta en Cuba iban en consonancia con la
línea de la Unión Soviética, bajo la cooperación de numerosos asesores
soviéticos se reestructuraron los organismos y empresas económicas de Cuba.
Una Comisión soviético-cubana se creó en diciembre de 1970 para coordinar el
uso de la ayuda soviética, y dos años más tarde, Cuba se convirtió en un
miembro de pleno del mercado común del bloque soviético, el CAME –Consejo
de Ayuda Mutua Económica–. Un nuevo sistema de gestión económica se
estableció progresivamente en los años setenta, y estaba en pleno
funcionamiento a finales de la década. Se introdujeron un cierto grado de
responsabilidad financiera, la rentabilidad, así como la introducción de una
amplia gama de incentivos materiales. (...) Fidel Castro no fue parco en sus
ataques a la excesiva centralización en la planificación económica, a los
administradores de la empresa se les dio mayor poder de toma de decisiones a
nivel de las empresas individuales». (Sebastian Balfour; Castro, 1990)

849
A finales de los 80 Raúl Marco rehabilitó el castro-guevarismo siguiendo los
pasos de otros partidos que iban degenerando, y que, además, aprovechando
este giro procubano se granjeó la confianza de intelectuales, pequeño burgueses
y algunos viejos exmilitantes que se habían separado del PCE (m-l) y que ya
naufragaban por el socialdemocratismo y simpatizaban con el tercermundismo.
Véase el capítulo: «La rehabilitación de corrientes y elementos revisionistas
superados: el castrismo y el tercermundismo» de 2020.

«Entre tanto, según lo he dicho más arriba, Raúl Marco impulsó la creación
del colectivo comunista Octubre, que publicaba un boletín con esa misma
denominación y con el que colaboré durante unos años. En ese periódico
salieron, entre 1991 y 1993, mis artículos. (…) En 2006 el colectivo Octubre y
otras organizaciones se funden en una nueva entidad, que retoma el nombre
«PCEml», aunque teniendo como órgano precisamente Octubre para marcar
así la continuidad con el mencionado colectivo, a su vez emanado de la última
escisión del viejo PCEml, la de 1991. Por mi parte, sin compartir
necesariamente sus ideas, he deseado y sigo deseando éxitos a ese nuevo
PCEml. Al margen de los dogmas, podemos converger en bastantes cosas: la
bandera tricolor y la República; la defensa del socialismo cubano y del proceso
de transformación social venezolano». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un
ensayo de egohistoria, 2010)

Este es el caso también de gente como Carlos Hermida que pese a su aura de
historiador comunista realmente es conocido por sus odas históricas al
revisionismo del siglo XX en sus documentos.

Gran parte de los pequeños articulillos del actual PCE (m-l) versan en una
lacayuna propaganda hacia el revisionismo cubano:

«Joan Sureda: Cuba consideramos que es el punto de lanza antiimperialista y


anticapitalista». (Entrevista realizada en el XI encuentro Estatal de
Solidaridad con Cuba; Publicado en Cubainformación TV, 2010)

Con ello como no pueden negar, están siguiendo el ejemplo de infinidad de


partidos revisionistas contemporáneos sin personalidad alguna:

«Joan Sureda: Defensa en Cuba es una plataforma de 80 o 90 grupos,


asociaciones políticas, sindicatos. (…) En esta plataforma hay distintas
sensibilidades pero con un mínimo denominador: el antiimperialismo y el
anticapitalismo. (…) La participación del partido en estos encuentros es
sobretodo reunirse con asociaciones afines. Hay partidos políticos comunistas
aparte del nuestro como el Partido Comunista de los Pueblos de España o el
Partido Comunista de España y asociaciones afines a ambos, y el diálogo con
nosotros es básico». (Entrevista realizada en el XI encuentro Estatal de
Solidaridad con Cuba; Publicado en Cubainformación TV, 2010)

En el PCE (m-l) de 1990-1992 y de 2006-2016 se atreven a hablar de socialismo


en Cuba como hemos visto en sus publicaciones. Recientemente afirman que el
«restablecimiento de relaciones» cubano-estadounidenses es un triunfo de los
Castro, exactamente igual que la burda propaganda gubernamental cubana:

850
«La reanudación de las relaciones diplomáticas es un hecho muy importante
para ambos pueblos, pero eso no significa que Estados Unidos haya
renunciado al objetivo de acabar con la revolución socialista. (...) El PCE (m-l),
que siempre ha denunciado la injerencia estadounidense y ha mostrado su
solidaridad con la revolución cubana, se congratula de esta victoria del pueblo
cubano, que es la victoria de todos los pueblos del mundo que luchan contra el
imperialismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Nº78,
Cuba una derrota del imperialismo estadounidense, 2015)

Esto tiene el mismo sentido que cuando las entrevistas de Nixon y Mao eran
recibidas por los maoístas más fanáticos del mundo como «una evidencia del
triunfo de la política del Gran Timonel, y del fracaso del imperialismo yankee».
Una ridiculez más.

La actual dirección del PCE (m-l) aprovechó la muerte del revisionista Fidel
Castro para agradecer al gobierno cubano por ser «ejemplo a seguir para los
pueblos de América Latina» y haber «recuperado la soberanía nacional»:

«El Partido Comunista de España (marxista-leninista) lamenta


profundamente la muerte de Fidel Castro y expresa su solidaridad con el
gobierno y el pueblo cubanos en estos momentos difíciles y dolorosos. (...) Fidel
Castro será siempre recordado como el hombre, el dirigente y el
revolucionario que, con el sacrificio y el esfuerzo de todo el pueblo cubano,
recuperó para su país la dignidad y la soberanía nacional. (...) Un ejemplo a
seguir para los pueblos de América Latina y del resto de continentes». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); Comunicado sobre la muerte del
compañero Fidel Castro, 26 de noviembre de 2016)

Primero. ¿Podemos hablar de socialismo en Cuba bajo un sistema económico


como el suyo?:

«Hoy la defensa del revisionismo cubano deja en ridículo todavía más a sus
tristes defensores. Los dominados por el falso mito de la «Cuba socialista» nos
intentan argumentar que las reformas en Cuba, entre ellas la implementación
del «cuentapropista», la «autogestión» o la masiva entrada de capital
extranjero en la economía son reformas «dentro del marco del socialismo» y
reformas necesarias. (...) Los planteamientos sobre la búsqueda de la
«rentabilidad económica» o la «descentralización» en la economía, son
eslóganes que ya llevan presentando los economistas cubanos desde ni se sabe,
y que ni siquiera se diferencian formalmente de los argumentos del
revisionismo soviético o chino cuando han introducido reformas económicas
similares. Estos eslóganes en realidad ya habían sido puestos en práctica
muchas décadas antes, cuando las reformas económicas cubanas de los
setenta fueron al son de las introducidas en la Unión Soviética de Leonid
Brézhnev. (...) La Habana estuvo adherida –sin fisuras– a las teorías
económicas y política económica desarrollada por el jruschovismo-
brézhnevismo –sus teorías hoy prevalecen en el Partido Comunista de Cuba y
no sólo en el ámbito económico–». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo
del «socialismo del siglo XXI», 2013)

Segundo. ¿Ha sido Fidel Castro un antiimperialista en el que fijarse?:

851
«Cuando [Fidel] habla de la posibilidad de nuevas guerras, el dirigente cubano
comenta que existen dos bloques más o menos diferenciados al que hace
mención –Rusia y China de una parte, y Estados Unidos y la Unión Europea
de la otra–, ambos con sus respectivos países lacayos y aliados, pero no es
verdad lo que quiere hacernos creer que solo un bloque imperialista –el
estadounidense– supone una amenaza contra los pueblos para su
independencia estatal, para su soberanía económica y una amenaza para la
paz mundial. Los países líderes de estos bloques no albergan contradicciones
antagónicas entre un bloque imperialista y otro antiimperialista, sino que se
trata de contradicciones interimperialistas entre bloques imperialistas
competidores. Aunque como decimos tampoco es que el líder cubano haya
mostrado alguna vez tener los conocimientos teóricos como para saber
discernir tal cuestión. Fidel Castro en el siglo pasado fue el gramófono del
socialimperialismo soviético al que estaba ligado económicamente cuando éste
se encontraba en pugna contra el otro bloque imperialista liderado por los
Estados Unidos; y ahora lo es de los países imperialistas a los que está atado
igualmente, no deberíamos molestarnos en saber si Fidel Castro realmente se
da cuenta o no del carácter imperialista de los países a los que hace
propaganda, sino que nos basta con el hecho de que comete tal felonía.
Además, el mensaje de los revisionistas cubanos significa una arenga al
proletariado mundial al basar sus esperanzas de mantener la paz en la
dirección de las clases burguesas de los países imperialistas competidores del
imperialismo estadounidense, algo erróneo a todas luces. (...) ¿Para más inri,
alguien ha visto acaso a Castro u otro representante del gobierno cubano
condenar los lineamientos ideológicos antimarxistas del revisionismo moderno
del llamado «socialismo del siglo XXI», que además son países inundados por
las multinacionales y los proyectos con potencias imperialistas? Nadie».
(Equipo de Bitácora (M-L); Crítica a la última broma de Fidel Castro en el 70
aniversario de la victoria soviética sobre el fascismo, 2015)

¿Es permisible decir que Cuba es antiimperialista o una neocolonia más del
engranaje imperialista?:

«Desde finales de los 80 Cuba permitió la entrada de capital extranjero para


equilibrar su balanza comercial deficitaria, en base a esto ha ido reformando
su ley de inversiones en 1995 y más adelante. Actualmente si bien no está
neocolonizada por el capital estadounidense, sí lo está por otros
imperialismos. (...) Muchos de los admiradores del modelo cubano,
argumentaban que esto era algo temporal, que en cuanto se repusiera de la
crisis económica que se arrastraba de los 90 y cuando el modelo se
actualizara, en Cuba paulatinamente se iría eliminando la presencia de
compañías imperialistas. Pero actualmente no solo se ha mantenido sino que
se ha profundizado la tendencia hacia la promoción de la «inversión
extranjera» para «alcanzar el crecimiento requerido». (...) Los revisionistas
cubanos dependen tanto de la inversión extranjera para cubrir las pérdidas de
su desastroso modelo económico que se han llegado a definir en los
documentos referidos al VIIº Congreso a la inversión extranjera como parte
esencial para el desarrollo del país y en particular de los sectores estratégicos.
(...) Se ha tratado de promover intentos de renegociación de las deudas –que
alcanza a cerca del 30% del PIB– y de la consecución de nuevos créditos en

852
«mejores condiciones». (Equipo de Bitácora (M-L); Reflexiones sobre el VIIº
Congreso del Partido «Comunista» de Cuba y su línea económica, 2016)

El actual PCE (m-l) lejos de apoyar los análisis del antiguo PCE (m-l) o de su
aliado el Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, en sus últimas
publicaciones ha publicado toda una serie de retahílas para justificar al extinto
régimen revisionista de la Alemania Oriental o también conocida como
República Democrática Alemana (RDA). En su artículo «Mito y realidad de la
caída del Muro de Berlín», un nostálgico del revisionismo soviético Marcial
Tardón nos dice desde las tribunas de «Octubre»:

«En un contexto internacional de creciente tensión entre el bloque capitalista y


el socialista, la RDA adopta una postura defensiva con la construcción del
muro para salvaguardar su integridad territorial y proteger los avances
económicos y sociales que había conseguido en su territorio. (…)El muro,
llamado «Muro de Protección Antifascista» por la antigua RDA y «Muro de la
Vergüenza» por occidente, fue uno de los elementos más importantes e
identificativos de la guerra fría entre EEUU y la desaparecida Unión
Soviética». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº130, 2019)

Esto era faltar a la verdad por razones obvias, los marxista-leninistas no


apoyaban ni dicho régimen ni la construcción del muro:

«Después de todo, en la jerga oficial lo llaman el «muro de protección


antifascista». Pero, ¿Pero desde cuando la construcción de un Estado socialista
de un muro puede frenar las intervenciones imperialistas, o protegerle de los
espías o las actividades subversivas? ¿Acaso la Unión Soviética antes socialista
tuvo un muro para protegerse de la Alemania nazi?

En 1961, la RDA ya no era un país socialista. La construcción del muro no era


como una prueba de la postura antifascista y antiimperialista de los peces
gordos de Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA) y sus señores de
Moscú. Más bien era la prueba de que la República Democrática Alemana
(RDA), el ex primer Estado socialista en suelo alemán había virado,
degenerado, hacia un gobierno de represión revisionista. ¡El muro era una
traición al socialismo, una traición a la nación!

Los obreros y los campesinos huían del presunto «gobierno de los obreros y
campesinos». ¿Por qué? ¿Debido a que habían tenido suficiente del socialismo
como la propaganda occidental anunciaba? No, los miles y decenas de miles
que se marcharon de la RDA a finales de los 50 y principios de los años 60 no
eran personas enemigas del socialismo. Los capitalistas y los gerifaltes nazis
ya habían huido mucho antes, es decir, cuando vieron que en la clase obrera de
la RDA había conseguido el poder político, que el socialismo se estaba
erigiendo.

Ahora, sin embargo, había además de la pequeña burguesía, los obreros y


campesinos de Alemania del Este se marchaban por miles y decenas de miles
de sus hogares. Muchos de ellos se dieron cuenta, aunque no siempre
consciente del todo, de la degeneración que había sufrido la RDA». (Ernst

853
Aust; ¡Abajo el muro!; En el 15 aniversario del muro de la vergüenza en
Berlín, agosto de 1976)

Lo que para el PCE (m-l) actual y revisionista, la RDA era una economía de
resultados ejemplares gracias presuntamente al:

«Patrimonio, erigido gracias a la socialización de los medios de producción,


había permitido avances sociales inexistentes en la RFA ni en la mayoría de
estados actuales». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº130, 2019)

Era evidente que para los marxista-leninistas alemanes en cambio, la economía


de la RDA al basarse en las ideas jruschovistas de finales de los años 50, las
leyes capitalistas operaban como en cualquier otro país occidental, con
resultados desastrosos:

«Con la degeneración revisionista y la restauración del capitalismo, en la


República Democrática Alemana (RDA) gradualmente se vuelven a sentir las
viejas lacras del capitalismo que cada vez se alimentan más en este sistema.
Por lo tanto. La RDA está sujeta a las leyes anárquicas de los métodos de
producción capitalista, con sus inevitables crisis, conflictos y contradicciones
de la que la nueva burguesía no puede escapar. Esto se siente ciertamente
entre la clase obrera de la RDA. Ella es consciente del hecho de que las
empresas y gestión están en manos de la nueva burguesía y sus amos
socialimperialistas y que ya no están bajo las manos de los trabajadores,
saben muy bien que la «propiedad pública» se ha convertido en una frase
engañosa y vacía. Los trabajadores están sometidos al mismo panorama que
los trabajadores de los demás países capitalistas. (...) La codicia por las
máximas ganancias y el deseo de enriquecerse cada vez más a expensas de las
masas trabajadoras se ha convertido en el rasgo característico de la burguesía
de la Alemania del Este. Ha introducido todas las formas posibles para
aumentar este beneficio y enriquecimiento. Como propietaria de los medios de
producción, ella controla todo, comenzando con la venta de los productos. (…)
Como resultado de la brutal explotación por parte de la nueva burguesía y el
socialimperialismo soviético, la situación de la clase obrera y las clases
trabajadoras de la RDA se ha deteriorado en los últimos años. La inflación,
viejo mal inevitable de la sociedad capitalista, se ha desarrollado en la RDA
como se ve en el incremento de los precios en los principales bienes de consumo
importantes, que, aunque siempre intenten disimularlo cada vez pesa más
entre las personas trabajadoras. También los alquileres y otros gastos han
aumentado, y las conquistas sociales una vez logradas en el socialismo, se han
destruido, a menos que se hayan convertido en políticas sociales capitalistas».
(Ernst Aust; Informe sobre las actividades del Comité Central en el IIIº
Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, diciembre
de 1976)

El sector estatal, lejos de ser un ejemplo de «economía socialista», era el núcleo


donde se condensaban las fuentes de las crecientes diferencias de clase del
capitalismo de la RDA:

«El alto grado del sector monopolista de Estado no causa el fin de la


competencia entre los nuevos capitalistas. Dentro de la nueva burguesía

854
monopolista tiene lugar una lucha constante por acceder a posiciones de poder
y por tanto a mayor parte de las ganancias y a mayor control sobre los medios
de producción. De ahí que entre las líneas de las diferentes empresas se ve el
incremento de una competencia cada vez más feroz. El ingreso entre los
nuevos capitalistas de la RDA es de hasta 10:1 respecto a los salarios de los
trabajadores. Ellos tienen sus vías para acceder al dinero y los productos
occidentales, sus propios hostales de primera clase y sus casas de reposo. Ellos
además viven en villas de lujo, tienen sus chalets en áreas preferentes de áreas
protegidas, operan bajo sus propios clubes, que no permiten el paso a la gente
trabajadora, pueden ir a Occidente, sus hijos están en una educación
preferente, etc». (Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista;
Programa, 1978)

Es bastante triste, que personas que se autoproclaman dirigentes del


movimiento comunista, todavía no sean capaces de entender los lineamientos
económicos más básicos, no hayan comprendido un libro clásico como es la
obra de Stalin «Problemas económicos de la URSS» de 1952, donde se explican
las leyes fundamentales del socialismo y del capitalismo, que no comprendan
después de todos estos años, el viraje que supuso para la URSS y muchos otros
países la llegada del jruschovismo, sus ideas y reformas económicas:

«Todas las grandes y pequeñas reformas económicas a partir de 1953 estaban


encaminadas a restaurar las leyes de producción capitalistas: todas las
«nuevas» teorías económicas estaban encaminadas a hacer pasar como
marxista-leninistas las teorías que años antes se combatieron en el mundo
comunista. Es decir, por ejemplo: las tesis de Voznesensky o Yaroshenko
basadas en la promoción de la «ley del valor» como rectora en todas las
esferas de producción y distribución; basar los planes en torno a los caprichos
espontáneos del mercado; la «descentralización económica»; la «autonomía y
rentabilidad de las empresas»; la «predominancia del estimulo material al
estimulo moral»; la «venta de los medios de producción en las cooperativas»;
negar el carácter objetivo de las leyes de la economía política para satisfacer
objetivos políticos subjetivos y un sinfín de tesis similares. (...) Stalin en su
obra: «Problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética» de 1952 se
lanzaba en implacable lucha contra las tesis revisionistas del soviético
Voznesensky en el interior, a la vez que era una lucha al exterior contra las
teorizaciones de Tito en Yugoslavia; ya que ambos autores recuperaban las
tesis de Bujarin en la economía, tesis que precisamente Stalin ya había
refutado en los años 30. Vale decir además que Stalin criticó en varias
reuniones de los años 50 el insuficiente nivel en general de formación de los
cuadros comunistas incluyendo teóricos y economistas, y no solamente aludía
esta situación a los países donde los comunistas no estaban en el poder y
tenían poca influencia, sino que se refería en particular a los países donde los
partidos comunistas ejercían el poder, incluyendo a la Unión Soviética.
(...) Stalin tenía pues razón de combatir como enemigos a los que,
presentándose como autoridades teóricas autorizadas del marxismo-
leninismo, carecían de una preparación teórica válida mientras caían en
claros errores antimarxistas y se mostraban incapaces de comprender y
corregir sus errores. A la muerte de Stalin, en marzo de 1953, se dieron a toda
prisa una serie de reformas económicas, muchas de ellas se implementaron
incluso antes de la coronación oficial de Jruschov como líder indiscutible de la

855
lucha de poder entre corrientes revisionistas. Veamos un ejemplo de algunas
de ellas. (...) Las tesis que Stalin combate en su libro de 1952: «Problemas
económicos del socialismo en la Unión Soviética», ¡son las tesis que Jruschov y
cía. introdujeron! La reforma de Kosygin de 1965 trajo nuevas teorías y
prácticas o institucionalizó algunas que se habían venido practicando desde
los años de Jruschov como plantear la rentabilidad por encima de todo, dar
mayor autonomía a las empresas, o dar el poder a los directores de empresa
de manejar los fondos a su antojo e incluso despedir trabajadores». (Equipo de
Bitácora (M-L); Algunas cuestiones económicas sobre la restauración del
capitalismo en la Unión Soviética y su carácter socialimperialista, 2016)

Durante el artículo del PCE (m-l) se trata de destacar las bondades del régimen
de la RDA y explicar su «contexto internacional complicado», pero le
recordemos que la Albania de Enver Hoxha tuvo un contexto mucho más difícil
y aún así no vendió su ideología ni su soberanía política a Jruschov como sí
hicieron los dirigentes alemanes. En dicho artículo se trata de recoger el testigo
de los partidos prosoviéticos que en España vendían tales ideas y que todavía lo
hacen. Es curioso que el PCE (m-l) no mencione en ningún momento el carácter
capitalista y revisionista del régimen de la RDA, causa final de su propia
dependencia del imperialismo y el socialimperialismo, que precipitó a finales de
los 80 su propia autodestrucción. Tampoco se menciona la abierta persecución,
encarcelamiento, torturas y asesinatos que el régimen de Ulbricht/Honecker
infligió a los disidentes del partido primero, y a los militantes del PCA/ML
después, silenciando su crítica revolucionaria a su oportunismo. Esta cuestión
es solo un ejemplo más de lo poco que tiene que ver el actual PCE (m-l) de Raúl
Marco respecto al antiguo. Si el lector quiere saber más, le recomendamos la
obra: «Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el
revisionismo alemán» de 2016.

Mismas «rectificaciones» en el discurso han ido sucediendo sobre países que el


antiguo PCE (m-l) criticaba antiguamente en «Vanguardia Obrera» durante los
80.

El tiempo le dio la razón a los marxista-leninistas nicaragüenses y al resto de


revolucionarios del exterior críticos con la deriva del gobierno del FSLN, en
cambio dejó en cueros a los demagogos como Daniel Ortega o Raúl Marco. Pero
a éste último le dio igual. En un artículo titulado «Manifiesto mundial a favor de
la Nicaragua Sandinista», la dirección del PCE (m-l) ha seguido traicionando su
pasado y apoyando su nuevo rumbo revisionista al apoyar al FSLN. Tras su
vuelta al poder vía electoral se soltaron epítetos del todo vergonzantes:

«El gobierno antiimperialista de Daniel Ortega. (...) La política del presidente


Daniel Ortega de lucha contra la pobreza, por la justicia social y la soberanía
nacional». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº24, 2009)

¿Antiimperialista alguien como Ortega que dirige el país según le dicta el FMI?
¿Alcanzando niveles de corrupción, nepotismo y pobreza tremebundos? Es un
gobierno que se basa en:

«La idea de que «la inversión extranjera genera trabajo y desarrollo para el
país». (...) El pensamiento de que «el país se puede y debe apoyarse en

856
organismos capitalistas internacionales como el FMI para regular su
economía»: desde la vuelta del FSLN al gobierno de Nicaragua el Fondo
Monetario Internacional (FMI) no ha reducido su influencia en la economía
nicaragüense alentada durante los gobiernos neoliberales, de hecho esta sigue
girando en torno a las exigencias de esa institución. (...) Según Wealth-X, en
2013 el patrimonio del conjunto de la clase burguesa nicaragüense ha crecido
en un 20%, al tiempo que el número de supermillonarios ha pasado de 180 a
190 –un 4% más desde el 2012– tomando en consideración que los que reciben
este apelativo tienen de patrimonio activo 26 millones de dólares o más; no
incluye el patrimonio pasivo como obras de arte, vivienda, etc. Pero
agreguemos otros datos, según FIDEG el 42,7% de la población se encuentra
inmerso en la pobreza y el 7,6 % bajo el flagelo de la extrema pobreza –que
viven con menos de un dólar al día–. Esto arroja una verdad incontrovertible,
y es que el conjunto de la fuerza productiva del país y el resultado de ese
trabajo, el plus valor, sigue siendo usurpado por la clase dominante en
detrimento de las mayorías, o lo que es lo mismo, hay un marco político-
económico que permite esa parasitaria usurpación». (Equipo de Bitácora (M-
L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la
historia del FSLN y sus procesos, 2015)

Leer estos epítetos de Raúl Marco sobre el gobierno de Daniel Ortega en


momentos en que Nicaragua y sus trabajadores han sufrido una de las mayores
crisis políticas y sociales, con unos niveles de brutalidad y represión contra el
pueblo solo comparable a las peores etapas del somocismo, es ruin en un modo
incalificable.

De nuevo se ve la catadura oportunista de Raúl Marco, que dice combatir las


expresiones del posmodernismo, el «ciudadanismo» y el «socialismo del siglo
XXI» en España como Podemos, en cambio apoya a sus aliados y referentes.
¡¡¡Es más, la mistificación que hace el PCE (m-l) de la Nicaragua de los ochenta
no se diferencia nada de la propaganda a favor del FSLN que hacen los
socialdemócratas-trotskizantes de Izquierda Anticapitalista (IA) ahora
integrados en Podemos –véase la obra de IA: «Revolución Sandinista»–!!! Y
todo eso en un momento en que el pueblo nicaragüense sufre unas medidas
neoliberales y represión brutal como ya hemos dicho.

En realidad, el apoyo del actual PCE (m-l) a Cuba, Venezuela o Nicaragua, no es


sino una consecuencia de lo que ya denunciaban los marxista-leninistas de los
ochenta: tercermundismo, uno que seguía y sigue estando muy presente en los
análisis internacionales de los pseudomarxistas:

«El repudio a la teoría y la práctica «tercermundista» tiene vigencia en la


actualidad y debe ayudar a comprender cabalmente que la lucha contra el
imperialismo no se reduce solo al combate contra las superpotencias, sino que
apunta también contra la naturaleza agresiva y rapaz de los otros países
imperialistas. En la actualidad situación internacional podemos comprobar
que muchos estados que se liberaron del yugo colonial fortalecen y amplían
sus vínculos de todo tipo con el imperialismo, a través de los más variados
mecanismos. La burguesía en el poder en dichos países, precisamente por ser
aliada del imperialismo es enemiga del proletariado y del movimiento
revolucionario. Por eso, la lucha contra el imperialismo está indisolublemente

857
ligada al combate contra las clases dominantes en el interior del país. Es
sabido que la burguesía proimperialista utiliza diversos organismos
internacionales y fórmulas políticas como el «Movimiento de los Países No
Alineados», los «Países del Tercer Mundo», «la unidad nacional», el «nuevo
orden económico», el diálogo Norte-Sur», etc., por medio de los cuales
propagaba la falsa teoría burguesía de la armonía entre explotadores y
explotados, entre opresores y oprimidos, así como la que la burguesía
tercermundista coincide con los intereses del proletariado y los pueblos. En
este aspecto se identifican los revisionistas y los socialdemócratas en su tarea
de obstaculizar la acción revolucionaria.

El llamamiento indiscriminado a los diversos países y dentro de ellos a los


pueblos, a unirse con sus opresores en el «más amplio frente único» contra la
política de agresión y guerra, y en defensa de la paz mundial, es falso y
contrarrevolucionario.

El proletariado y sus partidos apoyamos los movimientos de liberación


nacional, las luchas democráticas y antiimperialistas. Está claro que sólo
cuando esas luchas cuentan con una clara dirección proletaria, adquieren un
verdadero contenido revolucionario y conducen al socialismo». (Documento de
Quito firmado en la reunión multilateral de partidos marxista-leninistas,
1985)

Por supuesto: siendo procubanos y a su vez hablar de una lucha coherente del
actual PCE (m-l) contra el trotskismo, es expresar una tontería a todas luces:

«Para algunos otros, la lucha contra el trotskismo presupone –lo reconozcan


en la teoría o no– la única lucha ideológica contra el revisionismo –como
demuestra su praxis–, suelen ignorar e incluso condenar la lucha del resto de
marxista-leninistas contra otras corrientes revisionistas que no sea el
trotskismo. Y de hecho se llega a la estupidez extrema de criticar al trotskismo,
sus tesis, autores y movimientos, cuando como ya decíamos, dichos elementos
a la vez apoyan a corrientes, figuras y regímenes enormemente influenciados
por el trotskismo, a veces incluso reconocidos como fuentes teóricas de
revisionismos como: el yugoslavo, chino, cubano, soviético, eurocomunista, el
«socialismo del siglo XXI». De ahí que por ejemplo que veamos a los hooligans
del revisionismo cubano hablar contra el trotskismo e incluso insultar las
opiniones y posiciones marxista-leninistas bajo calificaciones de que «es una
opinión trotskista», cuando lo cierto es que el único trotskismo que se practica
es el de «su» régimen cubano el cual es conocido por recibir y publicitar a
autores trotskistas como Eduardo Galeano, Santiago Alba Rico, Marta
Harnecker, Atilio Borón, Néstor Kohan, Ignacio Ramonet o Celia Hart;
llegando al extremo de financiar abiertamente al trotskismo y sus
representantes como hace la editorial Ciencias Políticas, que publica libros de
análisis trotskistas con introducciones de Alan Wood. Aunque de hecho nos
resulta menos extraño cuando vemos a trotskistas en el gobierno cubano: es el
caso del ex ministro de cultura cubano Abiel Prieto. O que en España el grupo
trotskista por antonomasia Izquierda Anticapitalista hable de la «dinámica
anti-imperialista, y el carácter nacional, popular, socialista de la revolución de
1959». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre el falso antitrotskismo, 2017)

858
En una de las ponencias para buscar la unidad con los maoístas de Unión
Proletaria, éstos publicaron las impresiones que los líderes PCE (m-l) les dieron
respecto a Cuba y Corea del Norte:

«Los dirigentes del PCE (m-l) brindan su solidaridad antiimperialista a la


República de Cuba –tal vez debido a que en España el movimiento de apoyo a
Cuba es particularmente fuerte, a que compartimos una lengua y una historia,
etc.–, pero evitan generalmente darle un carácter proletario, socialista. De
Vietnam o Laos, ni siquiera hablan». (Unión Proletaria; El PCE (m-l) y la
unidad de los comunistas, 21 de septiembre de 2011)

¿Cómo puede ser que un partido marxista-leninista no tenga un


posicionamiento ante países revisionistas como Laos y sobre todo del
archifamoso Vietnam? Recordemos que el antiguo PCE (m-l) de la época de
Elena Ódena acabaría exponiendo debidamente el revisionismo vietnamita.
Véase el capítulo: «El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia los mitos
aún no refutados» de 2020.

¿Cómo puede entonces que el actual PCE (m-l) viendo los resultados de la
política de los revisionistas vietnamitas, le haga el juego a esta variante del
maoísmo? Solo hay una explicación: cobardía o contagio ante la hegemonía
revisionista. Y no es la única ocasión en que se postula así hacia otros regímenes
del revisionismo contemporáneo:

«En cuanto a la R.P.D. de Corea, [los líderes del PCE (m-l)] dicen que nunca la
han criticado públicamente «para no perjudicar de cierta manera, a un país
que se opone al imperialismo, que lucha por mantener su independencia, que
está rodeado por países enemigos, que trata de crear buenas condiciones de
vida para el pueblo, que desarrolla la educación, la sanidad, etc. No sólo no lo
hemos criticado públicamente, sino que públicamente lo hemos defendido y lo
seguimos haciendo. (…) Mas esta justa posición no puede llevarnos a ignorar
las posiciones ideológicas de ese partido, a juicio nuestro erróneas». (Unión
Proletaria; El PCE (m-l) y la unidad de los comunistas, 21 de septiembre de
2011)

Desde luego estas declaraciones de los dirigentes del PCE (m-l) a sus amigos
maoístas no pueden ser más estúpidas, solamente cabe en la mente de un
oportunista-revisionista decir que no se critica a un país revisionista porque
«puede perjudicarle»:

«Algunos vacilantes-oportunistas que se dicen «marxista-leninistas» reclaman


piedad y compasión para los regímenes burgueses y capitalistas de carácter
revisionista como podrían ser Cuba, Vietnam, China, Corea del Norte, y un
largo etc., piden a los marxista-leninistas y sus partidos que se apiaden de
condenar en sus escritos a estos gobiernos, a estos líderes, a estos partidos.
Aquí encontramos una serie de personajes y teorías que evidencian el
antimarxismo de estos variopintos abogados de los regímenes revisionistas: 1)
Los que dicen que no hay que atacar estos regímenes ya que según ellos pese a
su revisionismo actual son países socialistas; es decir, son aquellos que creen
que pese a ser líderes revisionistas, tener un partido revisionista, se puede
construir el socialismo como antaño decían los pro revisionismo soviético en

859
los 70 u 80; 2) Los que dicen que no hay que atacar a estos regímenes porque
son una alternativa al «capitalismo clásico» y que más bien habría que
apoyarlos con ahínco. Si siguiéramos este hilo de pensamiento habría que
apoyar también al «modelo escandinavo», al «socialismo del siglo XXI», o a
otros movimientos reformistas o anarquistas que también son alternativa del
capitalismo más «asesino» –por así decirlo– como podría ser el
neoliberalismo, ¿dónde acabaría el apoyo a estos modelos, en el último estadio
de modelo económico capitalista más reaccionario? ¿El corporativismo
fascista? ¿El resto serían «aprovechables» y «merecedores de apoyo»? 3) Los
que dicen que no hay que atacarlos porque son bastiones antiimperialistas. No
obstante, en su línea de pensamiento antiimperialista borran el contenido de
clase, niegan que el verdadero antiimperialismo sólo puede ser ejercido por la
clase obrera en el poder, desde el punto de vista marxista-leninista que sabe
que el genuino antiimperialismo de un Estado va unido y sólo puede ser
garantizado a través de la revolución social que es la revolución proletaria, y
además, en tal afirmación, ignoran, como si nada, la evidencia de que estos
regímenes en el mejor de los casos luchan contra un imperialismo u varios,
pero están ligados a otro o a muchos otros, y muchas veces, cambian de un
bloque imperialista a otro según convenga a la camarilla burguesa-
pequeñoburguesa que detenta el poder; 4) Los que dicen que sería un golpe
para el movimiento marxista-leninista la caída dominó de estos regímenes;
craso error, jamás puede ser perjudicial para la ideología y objetivos
marxista-leninistas la caída de gobiernos burgueses capitalistas, que entre su
política, economía y cultura trabajaban por perpetuar el revisionismo. Al
revés, estos gobernantes que se esfuerzan por disfrazar sus ideas burguesas-
capitalistas bajo ropajes proletarios-marxistas, logrando con sus acciones
desacreditar al verdadero comunismo; por el contrario, cuanto más tiempo
sigan existiendo estas sedes mundiales del revisionismo más tiempo, más
herramientas y más recursos tendrán para propagar el ideario revisionista-
burgués a nivel local e internacional, y por lo tanto más difícil se hará a los
marxista-leninistas rechazar estas mistificaciones que han sido inculcadas en
las masas trabajadoras de su país y de otros países, clichés que como hemos
afirmado y demostrado, han sido inoculados como si fueran inherentes a la
teoría y práctica del marxismo-leninismo». (Equipo de Bitácora (M-L); El
revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización
del «pensamiento Juche», 2015)

¿Cómo puede ser que un pretendido partido marxista-leninista apoye a los


países del «socialismo del siglo XXI» como «países socialistas» o en «vías al
socialismo»? ¿Cómo se puede quejar el actual PCE (m-l) del PCE y su herencia
eurocomunista y apoyar estos engendros revisionistas? En su artículo:
«Venezuela: la derrota del referéndum aclara el camino al socialismo» se
comenta:

«Los acuerdos de cooperación firmados con Cuba muy recientemente, son un


ejemplo de iniciativas que no sólo contribuyen a fortalecer la posición
venezolana frente a las presiones exteriores, sino que ciertamente podrían
facilitar el camino a la revolución socialista y su expansión sudamericana».
(Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº13, 2008)

860
¿Qué son en realidad los países del «socialismo del siglo XXI» en lo
económico?:

«Ciertos ideólogos encuadrados dentro del «socialismo del siglo XXI», y en el


caso del nicaragüense, utilizan tesis de varios revisionismos –como el chino,
yugoslavo o el eurocomunista– para engañar a las masas populares en cuanto
a la economía. Citemos las concepciones más comunes 1) Los que defienden
que el capitalismo de Estado es igual a socialismo: entendamos que la mera
nacionalización de empresas, o de un tanto por ciento de las mismas, no
significa crear el sector socialista. En esas empresas estatales continúan
rigiendo las relaciones de producción capitalistas, y en el caso de las mixtas –
parte sector estatal y parte sector burgués o privado– es peor aún, en ellas
sigue existiendo una apropiación por parte del empresario aunque un tanto
por ciento de la empresa ahora sea estatal debido a que ha sido recuperada
para el Estado; en estos casos el Estado siguen reportando grandes rentas
extras al ex propietario o propietarios privados por tal operación; o lo que es
lo mismo, hay continuidad en la apropiación parasitaria del plus valor. 2)
También se recurre a tesis del revisionismo yugoslavo, quién a su vez copió en
su día las tesis del anarco-sindicalismo para convencer a las masas que la
propiedad estatal es una forma «indirecta de la propiedad colectiva», ergo
dicen que la forma directa sería la autogestión empresarial, la cual reniega
abiertamente de cualquier plan centralizado a escala nacional y no hace
distinción entre las clases trabajadoras, negando una vez más el papel
protagónico a la clase obrera. 3) Se recupera la teoría del anarquismo, luego
copiada por el revisionismo estadounidense y el revisionismo chino –añádase
su variante vietnamita–, y actualmente en auge entre el revisionismo cubano:
de que existe un capitalismo bueno, o sea el capitalismo no monopolista, de
pequeñas y medianas empresas, a partir de ahí los ideólogos y defensores del
«socialismo del siglo XXI» se pierden en la búsqueda de un capitalismo
«productivo». 4) De igual modo, los seguidores del «socialismo del siglo XXI»
copian otro modelo del revisionismo yugoslavo, chino o cubano en lo
concerniente al capital extranjero. Por ejemplo en la creación de empresas
mixtas con capital de los países imperialistas, estos aluden que al tener el 51%
de la empresa, no se incurre en una explotación de los obreros de la empresa,
estupidez donde las haya, porque gran parte del esfuerzo del obrero no es
puesto a disposición del presunto Estado socialista y este se reporta
directamente al imperialismo como beneficio, sin contar con el hecho de que el
imperialismo está obteniendo superganancias desde el mismo momento en que
invierte su capital exportado en un país con unos costos de producción mucho
más baratos en comparación a los existentes en el propio país. 5) La idea
general del liberalismo y del neoliberalismo, que debido a la «globalización»,
países del tipo como Nicaragua, solo pueden aspirar a «luchar respetando el
juego» del sistema capitalista y que solo pueden regular su economía en base a
los contratos, pactos y concesiones a los organismos internacionales, que de
otro modo estarían condenados a la ruina económica». (Equipo de Bitácora
(M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la
historia del FSLN y sus procesos, 2015)

¿Es acaso la unidad de los países «socialismo del siglo XXI» y otros gobiernos
latinoamericanos una unión antiimperialista regional?:

861
«[Se] habla de «repartición de las riquezas» y «nuevo orden económico» sin
darle un carácter de clase, sin un carácter marxista-leninista, meramente
abstracto como si se pudiera hacer bajo regímenes capitalistas liberales,
neoliberales, o los de «democracia protagónica» del «socialismo del siglo XXI»
–todos ellos expresiones de una democracia burguesa y sus mecanismos–.
Estos revisionistas hablan como si por ejemplo el monopolio de la industria o
los avances tecnológicos se cedieran entre países capitalistas los cuales
precisamente compiten y especulan con tal industria y con tales patentes
tecnológicas, demuestran con ello que no entiende el carácter de la sociedad en
que vivimos, el imperialismo, fase superior del capitalismo, y que los países
capitalistas evolucionan en base a la voracidad de sus sistemas que no da
lugar a repartimiento de riquezas sino al monopolio, búsqueda de mercados,
mera supervivencia a base del pisoteo de la competencia». (Equipo de Bitácora
(M-L); Algunas reflexiones sobre los discursos en la VII Cumbre de las
Américas, 2015)

Sobre Venezuela, el PCE (m-l) ha publicado varios artículos acríticos con el


socialismo del siglo XXI. En su artículo: «Venezuela: la derrota del referéndum
aclara el camino al socialismo» de 2008 ya pronosticaban, en base a sus deseos
voluntaristas, ¡que el régimen chavista iba a abandonar las limitaciones del
«socialismo del siglo XXI» y enrolarse en el socialismo del marxismo!

«Son muy numerosas las voces que. (…) Señalan la necesidad de llevar a cabo
una dura autocritica. (…) Ya sea por la forma de llevar a cabo la campaña del
sí, ya respeto al curso seguido por la propia revolución venezolana. (…)
Señalar las contradicciones que aquejan al movimiento bolivariano y obligarlo
a abandonar las frases rimbombantes del socialismo del siglo XXI, para pasar
a analizar sus propios logros y defectos, a pronunciarse claramente respecto a
la construcción socialista, y a definir el sujeto, las alianzas, las tácticas y las
estrategias consecuentes con ese objetivo». (Octubre; Órgano de expresión del
PCE (m-l); Nº13, 2008)

Esto suponía para el PCE (m-l): se tenía ilusiones de que el reformismo


venezolano y sus aliados, llegasen mediante una epifanía o una dura reflexión
que nunca ha solido ejercer, hacia conclusiones revolucionarias. Todo esto, sin
ni siquiera un partido comunista que marcase el camino a dicha autocrítica.
Soñar es gratis, desde luego...

En la senda ideológica de su internacional la CIPOML. Por ejemplo, el PC (m-l)


de Colombia en su artículo: «¡Viva el proceso revolucionario del pueblo
venezolano!», denunciaba la obvia injerencia del imperialismo, tema en el cual
centran siempre su discurso cuando hablan de un régimen de este tipo, pero en
ningún lugar se señalaba el falso antiimperialismo del gobierno local, ni por
supuesto, se instaba a que la clase obrera venezolana se organice y mantenga
una postura independiente tanto de la burguesía de «izquierda» chavista como
de la burguesía de derecha «tradicional». Solo arenga, a base de fe, a que:

«Nuestro partido y toda la CIPOML han llamado a los patriotas, a los


revolucionarios, a los internacionalistas a respaldar la profundización del
proceso revolucionario venezolano». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); pceml.info, 14 de febrero de 2015)

862
Aunque no pertenecen a la misma rama revisionista, estas declaraciones del PC
(m-l) de Colombia que aquí reproduce sin atisbo de vergüenza el PCE (m-l)…
son un calco exacto de las posiciones que lleva décadas manteniendo el
revisionista Partido Comunista de Venezuela (PCV), lo cual es una tomadura de
pelo en toda regla:

«3) No se puede profundizar ninguna revolución de ningún tipo –


antimonopolística, antifeudal, antifascista, anticolonial o socialista– si no se
comprende los desarrollos históricos de nuestra época, eso incluye conocer y
dominar la teoría leninista del imperialismo como fase superior del
capitalismo, y cuando hablamos de comprensión significa albergar una
comprensión total de sus puntos cardinales –y no una visión de imperialismo
de la época medieval o esclavista como hacen muchos de los actuales
revisionistas modernos–. Reducir el imperialismo a su forma de dominación
colonial con presencia militar de ocupación y con sus agresiones militares e
ignorar la forma de dominación neocolonial –forma de dominación
fundamental del imperialismo tras la Segunda Guerra Mundial– como es la
exportación de capitales, es ser un ignorante y un pseudomarxista. Saber en
qué época estamos es el nudo gordiano para determinar la estrategia y táctica
de cualquier partido que se diga comunista marxista-leninista.

4) No puede realizarse una pretendida profundización del proceso


«revolucionario» porque este movimiento jamás ha tenido el cariz
revolucionario que pintan los revisionistas venezolanos: el movimiento del
chavismo jamás salido de los marcos del sistema capitalista y burgués con
todo lo que eso incluye en su caso particular: continuación del sistema
parlamentarista burgués, promoción y defensa de la propiedad privada
nacional y extranjera, no solución de la dependencia de los imperialismos
extranjeros, y reforzamiento de la cultura revisionista, es decir burguesa.

Por último añadir que el Partido Comunista de Venezuela pese a sus peroratas
no puede liderar ningún proceso en su país –de carácter antifeudal,
antineocolonial, antiimperialista, ni mucho menos socialista– debido en lo
fundamental a que:

5) El Partido Comunista de Venezuela que lleva desde 1998 hablando de


«profundizar» el proceso «bolivariano-chavista» para abrir la «vía», «crear
las condiciones» o la «perspectiva» para el socialismo. Plantear que un
trabajo político de reforma del actual sistema abriría la perspectiva del
socialismo desde las entrañas de un régimen demócrata-burgués venezolano
es lo más burdo que se podría escuchar de un supuesto partido comunista, es
togliattismo en estado puro, sobre todo cuando varios de sus dirigentes lo han
afirmado diciendo que se debe respetar la legalidad burguesa de la
constitución de 1999 –como también hace el chavismo al hablar de construir
su «socialismo del siglo XXI»–. Pero bueno podríamos creer tales pamplinas
de «crear la perspectiva socialista» si de verdad actuaran como comunistas y
estuvieran trabajando para «crear una próxima perspectiva socialista» –esto
es, preparar a las masas en un espíritu revolucionario de toma de poder,
establecimiento de la dictadura del proletariado para iniciar la construcción
económica del socialismo–, pero señores es imposible crear la «vía», «crear

863
las condiciones» o la «perspectiva» al socialismo cuando el factor subjetivo del
partido camina hacia evita criticar TODAS las teorizaciones y prácticas
fundamentales del «socialismo del siglo XXI»; con lo que lejos de pasar a crear
tal profundización revolucionaria, se sujeta entre las masas trabajadoras el
misticismo acerca del actual gobierno revisionista y su carácter, se crean
ilusiones parlamentaristas sobre la toma de poder, ilusiones sobre la
Constitución y su carácter burgués, distorsiones sobre la propiedad capitalista
haciéndola pasar como socialista, etc. Eso nos lleva al siguiente punto».
(Equipo de Bitácora (M-L); Un recuento a las innumerables desviaciones del
Partido Comunista de Venezuela, 2016)

Los revisionistas que apoyan abiertamente o de forma «crítica» el proceso


chavista y otros procesos del ya fracasado socialismo del siglo XXI,
normalmente se olvidan de dos cosas: primero, exponer las causas que hacen a
Venezuela un falso antiimperialismo y que el régimen económicamente
hablando no tenga salida, y segundo, explicar a los trabajadores las mentiras
que tanto el chavismo como la oposición de la derecha tradicional utilizan:

Véase el capítulo: «Las causas reales de la permanente crisis político-económica


venezolana» de 2018.

Véase el capítulo: «Unas aclaraciones sobre la crisis política en Venezuela» de


2018.

El patetismo del actual PCE (m-l) ha llegado hasta tomar a SYRIZA como
referencia de lucha antimonopólica, antiimperialista, ¡¡¡y hasta de partido de
referencia marxista!!!:

«Para empezar, Syriza surge a partir de organizaciones de la izquierda, y


desde el principio se reivindicó de la «izquierda radical». Y, pese a que el
congreso de 2013 significó la disolución de los partidos que la integran, no sólo
no ha ocultado su ideología, sino que ha hecho bandera de ella: así, basa su
crecimiento en el acercamiento de nuevos sectores sociales a las ideas de «la
izquierda plural y radical», y no en la ambigüedad y el rechazo a los principios
ideológicos de clase. De hecho, en su declaración de principios de 2013, Syriza
se reclama «un partido fundado sobre el pensamiento marxista y la larga
historia del pensamiento emancipatorio, que trata de avanzar teniendo en
cuenta todo este importante aporte teórico», y que pretende la «organización
de una sociedad basada en la propiedad y gestión social de los medios de
producción. Por otra parte, Syriza ha crecido promoviendo las luchas sociales
y en contacto con ellas. Buena parte del potente movimiento obrero griego se
halla en su seno a través de algunas de las organizaciones originales. Así pues,
pese a las contradicciones internas, lo cierto es que Syriza cuenta con un
importante sector obrero en su base y en sus órganos de dirección. Más aún,
sus sectores pequeñoburgueses se ven forzados, al menos de momento, a
orbitar en torno al núcleo ideológico y al programa heredados de la izquierda
histórica y del movimiento obrero». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Comité Ejecutivo del PCE (m-l); En defensa del pueblo griego y su
soberanía, 22 de enero de 2015)

864
El nivel ideológico de la dirigencia del PCE (m-l) para analizar fenómenos y
organizaciones internacionales es comparable al de Izquierda Unida/Podemos,
o a la visión de sectas maoístas y mafiosas como la Unificación Comunista de
España (UCE), la cual en su periódico repetían las mismas ideas que los
presuntos «veteranos comunistas» del PCE (m-l):

«Grecia ha lanzado un desafío a Washington y Berlín. Mantenido con la


habilidad y firmeza del gobierno de Syriza en la defensa de los intereses
nacionales». (De Verdad; La batalla de Grecia, 3 de julio de 2015)

¡¿Cómo el PCE (m-l) se permite el lujo de criticar a Podemos en España y


apoyar a su versión griega?!

En realidad, nuestro viejo revisionista Raúl Marco no acertó en caracterizar a


este grupo en ninguno de los temas que aquí comenta, y se creyó toda la
propaganda de Alexis Tsipras. Nosotros ya refutamos estas ilusiones sobre
SYRIZA en nuestros documentos:

Véase la obra: «Syriza y la euforia de la llamada «izquierda» de 2015.

Véase la obra: «¿Es Alexis Tsipras el nuevo Enrico Berlinguer? » de 2015.

Véase la obra: «La segunda «bajada de pantalones» de SYRIZA y la respuesta


espontánea del pueblo griego» de 2015.

¡¡¡Incluso ahora el PCE (m-l) se atreve a decir que en China alguna vez hubo
socialismo reivindicando la época maoísta!!! En su artículo: «El papel de los
comunistas para superar la confusión en la izquierda», se nos intenta colar la
idea de que China alguna vez construyó el socialismo:

«El papel de Estados como China o Rusia que en su día encabezaron procesos
de construcción del socialismo». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l);
Nº87, 2015)

Refutando estas ideas. Ya en 1978, el líder de los marxista-leninistas alemanes


contestaba a aquellos que todavía mantenían simpatías y esperanzas en el
legado de Mao:

«¿Ha existido la dictadura del proletariado alguna vez en China? A partir de


esta pregunta resulta inevitablemente también formular la siguiente pregunta
–que ha dado mucho que hablar incluso entre nosotros–: ¿cuándo existió
entonces exactamente esta dictadura del proletariado? ¿Después de la
liberación de China cuando el propio Partido Comunista de China hablaba de
la nueva democracia y no se cansaba de destacar la participación de la
burguesía en el poder? ¿O tal vez un poco más tarde, cuando Mao Zedong
continuaba predicando el crecimiento interno pacífico de la burguesía en el
socialismo y Liu Shao-chi, el llamado Jruschov chino, estaba en el apogeo de su
poder? ¿O tal vez en la llamada «Revolución Cultural» con sus caóticas,
anarquistas y pequeño burguesas acciones? ¿Tal vez justo después de eso,
cuando el partido y los sindicatos fueron destruidos en China y Lin Piao fue
coronado oficialmente como el príncipe heredero? ¿O tal vez un poco más

865
tarde, cuando Nixon visitó a Mao Zedong y Chou En-lai, y Deng Xiaoping fue
rehabilitado y la reaccionaria teoría de los tres mundos estaba plenamente
desarrollada? Por no hablar ya, de los años posteriores a la muerte de Mao
Zedong». (Ernst Aust; Informe en el IVº Congreso del Partido Comunista
Alemán/Marxista-Leninista, diciembre de 1978)

Visto lo visto en las publicaciones de «Octubre», con razón el actual PCE (m-l)
no ha publicado ni un solo documento de la época en que el partido realizó una
autocrítica maoísta entre 1978 y 1979. Documentos que para su vergüenza ha
tenido que traer el Equipo de Bitácora (M-L). Véase la obra: «La lucha del PCE
(m-l) contra el «pensamiento Mao Zedong» y la teoría de los tres mundos y el
revisionismo chino» de 2018.

Los dirigentes del actual PCE (m-l) como Raúl Marco parece que se arrepienten
de su crítica pasada al maoísmo. ¿La razón? Tras su transformación ideológica
ahora ven en el maoísmo y sus esquemas un modelo a seguir, exactamente como
le ocurría a Carrillo cuando reconocía en su día en 1957. Véase el capítulo: «Una
breve glosa sobre la influencia del revisionismo chino en la conformación del
revisionismo eurocomunista» de 2015.

Este no ha sido el único affaire del PCE (m-l) con el maoísmo internacional. En
su artículo: «¡Viva la lucha popular en Nepal!» se decía con toda seguridad:

«La guerrilla ha desarrollado una estrategia basada en la flexibilidad táctica,


la valoración de la correlación de fuerzas en cada momento y la lealtad a los
acuerdos. Sin renunciar al objetivo de implantar el socialismo, los guerrilleros
han dado pasos firmes y han determinado la evolución del proceso
democrático apoyándose en la fuerza de la calle, sin componendas en las
alturas que lo desvinculasen de los anhelos populares». (Octubre; Órgano de
expresión del PCE (m-l); Nº0, 2006)

¡Qué grandes visionarios políticos! El PCE (m-l) demostraría no estar muy bien
informado, y como siempre, pecaría de hacer más caso a las informaciones
revisionistas que de realizar un análisis propio del tema a tratar. Poco después,
el movimiento maoísta había llegado a toda una serie de compromisos
deshonrosos que abortarían cualquier tipo de «revolución» y establecerían un
régimen liberal parlamentario al uso, causando una honda decepción incluso
dentro del maoísmo internacional:

«Recordamos cuando hace unos pocos años algunos maoístas y filomaoístas


sacaban pecho por la guerrilla del PCUN (M) en Nepal cuando todos los
marxista-leninistas habían dicho entonces –y como siempre– que una
guerrilla de tipo maoísta a lo sumo que puede aspirar es a desarrollar o
colaborar en una guerra de liberación nacional de tipo anticolonial, y que si
llega a tomar el poder o entrar en coalición realizar algunas reformas
antifeudales y antiimperialistas –aunque para acabar ligándose a otro
imperialismo–, pero nunca mantener un antiimperialismo consecuente y
menos llevar a cabo la revolución socialista.

Tiempo después cuando se empezaron a ver las típicas vacilaciones maoístas


que se concretizaban en este proceso –con su idiosincrasia propia– achacaban

866
que la no resolución ni siquiera de las cuestiones anticoloniales y antifeudales,
y la no transición al socialismo era debido a una traición de Prachanda –el
líder del partido–.

Hay que ser o muy iluso o un gran sofista para afirmar eso en serio. ¿Qué era
lo que propagaba Prachanda para su país y su «revolución» desde el
principio? Promoción de la propiedad privada, ligazón a otros imperialismos
–como la China socialimperialista– para desarrollar las fuerzas productivas,
renuncia al papel de vanguardia del partido comunista –en una coalición con
multitud de organizaciones burguesas y pequeño burguesas– sumado a un
multipartidismo y coexistencia con las clases explotadoras; ¡¿y acaso en qué se
diferencia esto con el programa de Mao Zedong de la «nueva democracia»?!
En nada, y cualquiera que haya estudiado las obras de Mao Zedong y el
desarrollo en la práctica de China, se puede dar cuenta de esto. (...)

Esto demuestra de nuevo, que el hecho de que un grupo tome las armas no
significa que este grupo sea marxista-leninista, ni siquiera revolucionario. La
burguesía o la pequeña burguesía –al igual que otras clases en el pasado– ha
tomado las armas en varias ocasiones, a veces con fines revolucionarios y
otros contrarrevolucionarios, quién no comprenda esto no comprende el
materialismo histórico. Igualmente la clase obrera puede cometer actos como
huelgas e incluso actos insurreccionales, pero si no está pertrechada de su
ideología: el marxismo-leninismo, bajo el espontaneismo o directamente bajo
la influencia de ideologías burguesas jamás llegará a buen puerto en sus
propósitos. Sobra decir, que si como en el caso de Nepal, el movimiento tiene
un origen social pequeño burgués y está fundado en una ideología pequeño
burguesa –como el maoísmo que tiene muchas variantes y expresiones–, este
movimiento ni siquiera es garantía de cumplir la resolución de tareas de
carácter anticolonial, antifascista, antiimperialista, antifeudal, etc. La única
garantía absoluta de que esto se cumpla es un movimiento marxista-leninista
que reúna al núcleo de la clase obrera del país y que en alianza con otras capas
sociales trabajadoras conduzcan el proceso, el resto es ser irresponsable.

¿Algo que alegar los maoístas y defensores del proceso nepalí?». (Equipo de
Bitácora (M-L); Unas reflexiones sobre la «revolución» en Nepal y la
hipocresía de los maoístas y filomaoístas, 2015)

Es bastante gracioso que muchos grupos que se autodenominan oficialmente


antimaoístas, den cobertura gratuitamente a los mitos del maoísmo y sus
agrupaciones, y que cuando los verdaderos marxista-leninistas se lo señalan,
lejos de realizar autocritica, siguen en sus trece, justificando lo injustificable
bajo diversas excusas:

«Si vemos el programa político-económico como las tácticas y métodos para


llegar al poder de los naxalitas, es fácil ver que no sólo están en las antípodas
del marxismo, sino que no son revolucionarios. Ciertamente varias
organizaciones del maoísmo son conocidas en todo el mundo por el
reformismo y las ilusiones basadas en el parlamentarismo y el legalismo
burgués, suelen participar o apoyar a facciones de la burguesía nacional en lo
que llaman gobiernos «antiimperialistas y progresistas» y también se les suele
ver ir dentro de las coaliciones electorales de la «izquierda constitucionalista»

867
–es decir la «izquierda domesticada»–. Pero por encima de esto, suelen tener
más notoriedad a causa de la propaganda de sus seguidores, o la publicidad
de los medios de comunicación, las organizaciones maoístas que practican el
revisionismo armado, aunque finalmente lo más sonado son sus actos
terroristas o sus claudicaciones finales y su aceptación e introducción de la
democracia burguesa. Nepal es el ejemplo más reciente de esta última
expresión, por ello el maoísmo en cualquier parte del mundo –dependiendo de
la corriente maoísta y su idiosincrasia propia– no aspira ni siquiera a cumplir
un rol revolucionario». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Incluso si repasamos varias de las ediciones de «Octubre», observaremos como


reproducen el mismo defecto que el PCE (m-l) de 1989 que ya había
degenerado: publicaba textos de otras organizaciones sin notas, sin criticismo
alguno, haciendo de propagandista gratuito del enemigo. Por ejemplo, en el
Nº18 de 2008, encontramos un comunicado del Secretariado del estado mayor
central de las FARC. También durante el llamado «Proceso de Paz» de 2012-
2016 se hizo común reproducir los artículos liberales sobre Colombia del ahora
socialdemócrata Partido Comunista de Colombia (marxista-leninista), el cual ha
llegado a adoptar las mismas posturas que las FARC en varias cuestiones. Para
que el lector comprenda la profunda degeneración que ha sufrido dicho partido.
Véase el capítulo: «El contexto de creación y degeneración del PC de C-
ML/EPL» de 2016.

Ya comentamos en aquellos días sobre el proceso colombiano:

«Rápidamente los apologistas de la guerrilla han salido al paso, como


siempre, con fuerte dosis de seguidismo para lanzar los mismos eslóganes
propagandísticos que lanzan tanto las FARC-EP como otras organizaciones y
países pro-FARC-EP, sin siquiera aproximarse al análisis de los hechos:
simplemente han lanzado las campanas al vuelo y han celebrado bajo un halo
de positivismo, de «todo va bien» y de que hasta «los acuerdos van en pro de
los intereses de los colombianos y el socialismo». En realidad les entendemos:
¿análisis propios para qué? Estas organizaciones no lo necesitan, es perder el
tiempo para ellos, ya tienen a una militancia educada y acostumbrada a
seguir órdenes sin rechistar porque así lo dice la dirección, todo justificado por
el amor a unas siglas o por la fe en el todopoderoso líder, etc. Sabemos que la
lógica de estas organizaciones impuesta a la militancia es que: las dudas, los
hechos que no cuadran, la positividad que chirría con la realidad, la denuncia
de los compromisos que atentan a los principios, la exposición de
contradicciones, los debates teóricos, la autocrítica, etc. «mejor dejarlos para
otro momento», «mejor para los doctrinalistas», y así eluden «revisar la
cuenta» que recordemos la acabaran pagando los trabajadores que son a
quienes engañan.

Nuestro análisis científico se mantiene ajeno a la enfermedad del


«seguidismo» que tanto padecen los revisionistas modernos: en ese sentido,
creemos que toda cuestión histórica o actual de importancia debe ser
analizada a prisa bajo el prisma del marxismo-leninismo, es decir bajo el
método del materialismo dialéctico, ya que si precisamente dejamos que
«otros» hagan esos análisis, esos otros estarán influenciado con sus análisis

868
deformados a las masas. Recordamos de paso a nuestros lectores que para
realizar un análisis científico de los acontecimientos también se hace necesario
excluir el sentimentalismo –otra enfermedad de la que siempre están
contagiados los oportunistas–.

En torno al tema central del documento, responderemos a preguntas


apremiantes: ¿era un final esperado el abandono de las armas y la inclusión
de las FARC-EP en la democracia burguesa? ¿Qué es y qué significa la política
de la «reconciliación nacional» para Colombia? ¿Quiénes han sido los
principales valedores internacionales del «proceso de paz»? ¿Realmente habrá
«paz» en Colombia? ¿Se resolverán los problemas sociales de la sociedad
colombiana? ¿Cuál es el futuro de las FARC-EP como partido político legal?

En cuanto a la historia de las FARC-EP hemos tenido que aclarar muchos


mitos sobre su origen liberal y revisionista, sobre su carácter social netamente
pequeño burgués, pasando a analizar también sus desviaciones militares de
tipología maoístas-guevaristas entre las que se incluyen también métodos
terroristas». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las
FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia,
2016)

Hoy se ha confirmado nuestras argumentaciones y augurios sobre lo que iba a


ocurrir tras el júbilo de los revisionistas y sus esperanzas sobre la «paz» en
Colombia:

«La integración de las FARC-EP en la política burguesa colombiana bajo sus


reglas, no resolverá las causas que dan a luz a la violencia –de todo tipo
incluido la clasista y política– en Colombia. ¿Por qué? Primero: porque la
incorporación de las FARC-EP al sistema político burgués oficial colombiano
no resuelve las contradicciones de la sociedad de clases en Colombia como es la
explotación asalariada y la contradicción burguesía-proletariado. Segundo:
porque las FARC-EP como grupo pequeño burgués no puede dar solución a
estas contradicciones. Y tercero: para que la cultura de la violencia cambiase
como dice Timochenko, la clase obrera con su partido comunista tiene que
tomar el poder político y cambiar el sistema económico, mientras que las
FARC-EP en caso de tomar el poder político, como Timochenko ha reconocido,
no tiene intención de cambiar el sistema económico de la propiedad privada.

¿Qué sucederá y seguirá sucediendo entonces? Que los fenómenos negativos


del capitalismo como el desempleo, el trabajo infantil, la inflación, los robos, el
desempleo, las drogas, los secuestros, los asesinatos y demás seguirán
sucediéndose y agudizaran los conflictos de clases, lo que por supuesto lleva y
llevará a que las clases explotadoras –encabezadas por la burguesía– tendrán
que seguir defendiendo los medios de producción –su poder económico– al
precio que sea necesario; y que las clases explotadas –encabezadas por la clase
obrera– reivindicaran la defensa y ampliación de sus derechos lo que dará
lugar a choques entre las clases trabajadoras y las fuerzas represivas del
Estado burgués, y llegado el día, intentarán librarse de tal explotación
asalariada por no detentar los medios de producción, teniendo para ello que
librar una lucha –que obviamente no será pacífica– para tomar el poder
político y obtener los medios de producción. Así es el desarrollo histórico».

869
(Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los
acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)

En el actual PCE (m-l) el seguidismo y el apoyo directo y propagandístico a los


diferentes revisionismos no acaba aquí, pero no queremos extendernos, porque
la actual dirección del PCE (m-l) ya ha quedado a la altura del betún con estas
exposiciones, es más que suficiente.

Se concluye que mientras Elena Ódena y el PCE (m-l) de su época [1964-1985]


fueron un ejemplo de internacionalismo proletario, de criticismo sopesado, bien
reflejado en una lucha contra revisionistas abiertos y emboscados, no
importando si se iba a contracorriente en algunas ocasiones. Esto era normal.
¿De qué sirve contentar a los oportunistas que sostienen tesis e ilusiones
tercermundistas? ¿A quién se ayuda? A sus pueblos no, desde luego. En cambio
Raúl Marco y su nuevo chiringuito personal, al cual ha osado de ponerle las
históricas siglas del PCE (m-l), ha resultado ser un esperpento ideológico, como
ya hizo con el PCE (m-l) en su última etapa [1986-1992]. Este actor principal del
revisionismo hispano, lleva décadas actuando como un traidor a la causa del
proletariado, un agente del imperialismo y la viva expresión del extremo
eclecticismo en materia de alianzas y apoyos internacionales, solidarizándose
directamente a los grupos y gobiernos anticomunistas, presentes o pasados, que
han combatido y combaten a los verdaderos revolucionarios.

Esto resulta algo clásico dentro del revisionismo, y no puede ser de otra forma,
pues la línea nacional oportunista siempre se junta o se acaba juntando con la
línea internacional oportunista:

«El revisionismo históricamente, y sus partidos en particular, no erraban sólo


en cuanto a las relaciones y problemas de su política interior, sino que en la
política exterior, y esto incluía las relaciones con otros partidos, los partidos
revisionista han incluido y se han caracterizado siempre en sus acciones por el
apoyo o reconciliación con partidos revisionistas de otras ramas, aunque a
veces estas no tuvieran mucho en común o tuvieras serias contradicciones por
intereses contrapuestos, de aquí que digamos que son oportunistas y que
digamos que los revisionistas casi siempre van en paralelo para destruir y
remplazar el marxismo-leninismo. ¿Lo dudan? Sírvanse leyendo durante el
documento y vean por ejemplo las relaciones bilaterales entre el revisionismo
coreano y el revisionismo español, Kim Il Sung y Santiago Carrillo para
entender lo que afirmamos». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo
coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del
«pensamiento Juche», 2015)

Hace poco presuntamente se ha celebrado el IXº Congreso del PCE (m-l) de


2019. En sus documentos públicos se adhieren a los dogmas del revisionismo.
Practican la ya clásica estrategia entre los revisionistas de: «Quién nada claro
dice a nada claro se compromete» y, «Escribir poco, para equivocarnos poco, y
aminorar el número de críticas».

Las resoluciones son un ejemplo viviente de un escueto análisis sobre cuestiones


importantes donde no se dice nada concreto ni de relevancia. Para salir del paso
se lanzan unas cuantas frases generales y obvias llenas de ambigüedades, y

870
cuando se trata de profundizar algo, se cae en patinazos ideológicos graves. Con
esta fisonomía ningún sujeto interesado en el marxismo puede sentir la
necesidad de querer saber más de estos tipejos.

El breve documento: «Resolución internacionalista» es ejemplo del paupérrimo


nivel analítico y expositivo que tienen estas organizaciones, pero debe decirse
que todas sus resoluciones cuentan con una evidente incapacidad de brindar
una guía para la clase obrera en cuestiones de peso donde como siempre, o se
lavan las manos o se hacen notar por su oportunismo. El valor de presentar tales
documentos demuestra que estos líderes no son comunistas, sino caricaturas del
mismo.

La línea política internacional del PCE (m-l) de la actualidad es un absoluto caos


de contradicciones, confusión y eclecticismo, no se puede tomar en serio,
demuestra que sus líderes son tan volubles en sus posiciones como las hojas que
son movidas por el viento. Y no hay mejor analogía, pues el PCE (m-l) se ha
convertido en un ser inerte.

¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y


de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?

En su momento Elena Ódena hizo un resumen muy breve pero muy certero
sobre la unidad de la clase obrera:

«La clase obrera necesita ser consciente de sus intereses como clase, estar
unida, y organizada, y contar con un Partido basado en el marxismo-
leninismo. Esto no es fácil. En primer lugar, porque no todos los obreros
adquieren rápidamente conciencia de sus intereses como clase. A las filas
obreras llegan constantemente gentes procedentes de otras clases sociales –
intelectuales progresistas, campesinos, artesanos, pequeños industriales y
comerciantes que son arruinados por el capitalismo–. Estos nuevos proletarios
siguen pensando durante un tiempo más o menos largo, con arreglo a su
anterior condición social. (...) Los grandes capitalistas disponen, además, de la
coacción económica. La misma miseria y explotación a que condenan a los
trabajadores, son utilizadas por los capitalistas para reducirlos a la
resignación y al sometimiento. (...) Pero el obstáculo mayor para la unidad y
la conciencia de la clase obrera no proviene de ese factor, sino de las
maniobras y los procedimientos, presiones y chantajes a los que la burguesía
recurre para impedir que la clase obrera se convierta en la fuerza capaz de
dar al traste con el régimen capitalista. Además, se sirve de los partidos y
centrales sindicales reformistas y revisionistas y oportunistas, agentes ele la
reacción en el seno del pueblo y enemigos de la revolución. (...) Contra todos
estos medios que la gran burguesía monopolista pone en juego para impedir la
unidad de la clase obrera y la formación de su conciencia revolucionaria, los
obreros más avanzados tienen que llevar a cabo una lucha tenaz, paciente,
prolongada, apoyándose en la indignación de las masas, en la defensa de sus
reivindicaciones más sentidas, para educar a sus compañeros de clase, en la
ideología del marxismo-leninismo, para organizarles y unirles». (Elena
Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

871
El propio Lenin refutando las distorsiones de los oportunistas en torno a la
doctrina y praxis que había mantenido Marx, diría lo siguiente sobre la
necesidad de mantener los principios ante cualquier alianza o compromiso a
contraer por el movimiento obrero:

«Este hecho permite juzgar cuán grande es la falta de tacto de R. Dielo al


lanzar con aire triunfal la sentencia de Marx: «cada paso del movimiento
efectivo es más importante que una docena de programas». Repetir estas
palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que
gritar al paso de un entierro: «¡Ojalá tengáis siempre uno que
llevar!». Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre
el Programa de Gotha, en la cual censura duramente el eclecticismo en que se
incurrió al formular los principios: si hace falta unirse [escribía Marx a los
dirigentes del partido], pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos
del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no
hagáis «concesiones» teóricas. Tal era el pensamiento de Marx, ¡pero resulta
que entre nosotros hay gente que en nombre de Marx trata de aminorar la
importancia de la teoría!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

¿Y en que descansan los «principios de la doctrina» comunista? ¿En reflexiones


subjetivistas de un par de filósofos que desconocen la realidad circundante?
Todo lo contrario:

«El Sr. Heinzen se imagina que el comunismo es una doctrina que procede de
un principio teórico central y saca conclusiones a partir de aquí. El Sr.
Heinzen está muy equivocado. El comunismo no es una doctrina, sino un
movimiento; no procede de principios, sino de hechos. Los comunistas no
parten de tal o cual filosofía, sino de todo el curso de la historia anterior y
particularmente de los resultados reales a los que se ha llegado actualmente.
(...) El comunismo, como teoría, es la expresión teórica de la posición del
proletariado en esta lucha y la síntesis teórica de las condiciones para la
liberación del proletariado». (Friedrich Engels; Los comunistas y Karl Heizen,
1847)

Las conclusiones y sistematizaciones del marxismo sobre la cuestión del partido,


su tipo de organización o las alianzas a contraer como es este tema a abordar, no
son opiniones soltadas al azar, sino hechos contrastados por el desarrollo social,
sino sería una corriente pseudocientífica más.

El Partido Comunista de España (marxista-leninista) tras 1985 empezó a vacilar


sobre estos axiomas básicos que había defendido Elena Ódena antes de fallecer.
Los líderes restantes como Raúl Marco y Blanco Chivite llevaron al partido a
contraer alianzas carentes de sentido y principios. Véase el capítulo: «El PCE
(m-l) y su progresivo cambio en las alianzas: con los revolucionarios y
progresistas honrados vs aliarse con los cabecillas oportunistas» de 2020.

El ahora refundado PCE (m-l) en 2006 y liderado por Raul Márco insiste en que
todavía hace honor a estas palabras de Marx, Lenin y Ódena. En sus escritos
hace alarde del eslogan marxista de «flexibilidad táctica sin renunciar a los
principios»:

872
«Nunca confundimos la necesidad de flexibilidad táctica con la renuncia a los
objetivos revolucionarios, ni ocultamos nuestros principios ideológicos».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe al III (VIII)
Congreso del PCE (m-l), 2014)

Su dirección, incluso se permite el lujo de dar lecciones a otros grupos por lo


que a sus ojos es una falta de preocupación sobre el conocimiento de la teoría
marxista y la caricaturización de su importancia, algo que les conduce a ser
víctimas de la espontaneidad y el pragmatismo:

«Igual «olvido» de la dialéctica se apreció en la intervención de REM –parte


de cuyos militantes participaron en las elecciones internas de Podemos, y que
ha defendido la colaboración con ese partido en candidaturas locales–, a cuyo
representante tuvimos que reconvenirle el haber caricaturizado la
importancia de la teoría, escudándose en que «a mi carnicero no le interesa» y
al «fracaso de todos los modelos planteados por el marxismo» para acabar
asegurando que «la teoría debe venir dada a partir de la experiencia». Como
señaló nuestro portavoz, tales aseveraciones son muestra del más grosero
empirismo y tacticismo, y soslayan la importancia de la posición que
individuos y clases ocupan en el proceso productivo como condicionante de su
acción política y de su cosmovisión». (Partido Comunista de España (m-l); El
PCE (m-l) debate sobre la República en Elx, 17 de abril de 2016)

¿Pero acaso ellos respetan todo esto? Para nada. Es totalmente falso que así sea.
El actual PCE (m-l) traza una «táctica» de alianzas y construcción de frentes
comunes, que promueve una distorsión del marxismo similar a la de los viejos
toglitattistas:

1) Colabora abiertamente con otras organizaciones oportunistas de todo tipo, no


tratando de ganarse a la base sino de ganarse a los cabecillas –como ahora
veremos más adelante que se hace con los grupos revisionistas como el PCPE,
UP, IC, Red Roja y otros–.

2) Jamás denuncia públicamente en todos y cada uno de los campos la


politiquería oportunista de estos grupos con los que se colabora, en cambio sí se
firma en conjunto cuestiones donde no se exige nada de peso a los jefes
revisionistas para contraer dichos acuerdos ni autocrítica alguna de sus pasadas
acciones, exonera todo esto vendiendo la idea de que «haciendo la vista gorda»
se «está ayudando a la unidad del proletariado» con comunicados triunfalistas y
formalistas. Bajo el autoengaño de «no criticar para no romper la unidad», se
mantiene un silencio hacia tesis liberales y otras abiertamente anticomunistas
que incluso se esgrimen desde las tribunas de los frentes republicanos que ellos
mismos han creado –como la Federación de Republicanos (Rps)–.

3) Con metas programáticas reformistas-utópicas –como los «Ocho puntos para


avanzar a la Tercera República»– que no van a la raíz de los problemas, pues ni
trastocarían el régimen democrático-burgués, ni cambiarían en absoluto la
situación de las masas trabajadoras. Por ejemplo, promoviendo la idea de que
una república a secas, es el cambio que necesita el proletariado, que debemos
«profundizar la democracia» y «no plantear como objetivo inmediato el

873
socialismo» como dijo el PCE (m-l) en esa misma conferencia de debate sobre la
república de 2016.

4) Todo esto son acuerdos que solo ayudan a reforzar las falsas ilusiones sobre el
carácter de las organizaciones con las que van en alianza, sus jefes, a nublar
todavía más la posición marxista sobre cuestiones como el parlamento burgués,
el sindicalismo amarillista, la legalidad burguesa, antiimperialismo, socialismo,
etc.

Por ello, que el PCE (m-l) de lecciones a los pragmáticos y lideres oportunistas
de REM, es correcto, pero este acto, en verdad significa lo que el refranero
siempre ha dicho con sorna: «Consejos vendo y para mí no tengo».

Los revisionistas tienden a unirse con otros revisionistas, pero hay situaciones
que agudizan esa tendencia. Antiguamente cuando Raúl Marco formaba parte
de la dirección de un PCE (m-l) revolucionario, en su artículo: «¿Es posible la
unidad con los revisionistas?» de 1972, nos decía muy correctamente que
cuando los líderes revisionistas se ven acorralados por las discrepancias
internas y deserciones, tratan de solventar la papeleta con arengas a la unidad
con otros grupos oportunistas, creyendo que eso le permite recuperar el crédito
y fuerza del partido:

«El Sr. Carrillo Solares y su equipo de renegados dirigentes se encuentran


cada día en una situación más difícil pese a las piruetas políticas que hacen,
tanto en el plano nacional como internacional. Su margen de maniobra es
cada día más pequeño y cada vez le llega más el agua al cuello. (...) Tienen que
hacer frente a la descomposición y escisión de sus filas. (...) Ante esta situación,
que Carrillo con sus viles maniobras trata de presentar de color de rosa,
nuestro renegado recurre a lanzar «cables» tanto en privado como en público
para conseguir «la unidad de los marxista-leninistas». (...) Que Carrillo y su
equipo dirigente –al que, insistimos no hay que confundir con su base– son
marrulleros y titiriteros de la política es algo harto evidente –salvo para los
que no quieren verlo, y ya se sabe que «no hay peor ciego...»–, pero con estos
artículos bate todos los «récords» del cinismo y del oportunismo. (...) Nuestro
renegado, al que por lo visto le escuece el desenmascaramiento político-
ideológico que nuestro partido lleva a cabo, acaba implorando en el artículo
mencionado que no se emplee la «saña personal». ¿«Saña persona»? No, Sr.
Carrillo Solares, no es «saña personal», es saña política, perseverancia
ideológica. Y continuaremos con esa «saña» porque todo marxista-leninista
sabe que no se puede vencer a la reacción y el imperialismo sin desenmascarar
al oportunismo infiltrado en el movimiento obrero». (Vanguardia Obrera;
Nº63, 1972)

En el artículo además se desmontaba el presunto criticismo que en teoría


Carrillo mantenía hacia algunos países imperialistas –puesto que al
socialimperialismo directamente lo alababa–, pero se exponía como en la
práctica el PCE se unía con sus agencias y sus cabecillas visibles. Todas estas
palabras que Raúl Marco dedicaba a Carrillo sobre la cuestión de la unidad, hoy
podríamos aplicárselas a él mismo porque le van como anillo al dedo. Y es que
esto es precisamente lo que intenta hoy el actual PCE (m-l), que trata de
solventar su falta de influencia entre las masas y las deserciones de sus

874
militantes firmando documentos de alianzas con otras organizaciones en las que
se emiten unas declaraciones altamente vergonzosas y perjudiciales para la
causa comunista:

«En el marco del II Encuentro Estatal Marxista-Leninista, celebrado los días


24 y 25 de noviembre de 2007, Unión Proletaria (UP) sometió a consideración
del Partido Comunista de España (marxista-leninista), del Partido Comunista
de los Pueblos de España (PCPE) y de las otras organizaciones presentes una
propuesta de documento por el que los comunistas del Estado español
adquirimos diez compromisos con la clase obrera. Hasta el presente, no ha
sido posible su ratificación conjunta, al menos por las tres organizaciones
convocantes. Lo que aquí hacemos público es el acuerdo ya alcanzado por el
PCE(m-l) y UP. Ambas formaciones confiamos que, próximamente, se sumen a
estos compromisos las restantes fuerzas comunistas. (...) 8º.- Adquirimos el
compromiso, sin duda alguna, en la lucha sin cuartel contra todo tipo de
revisionismo». (Diez compromisos de los comunistas españoles, 28 de
noviembre de 2008)

Este tipo de comunicados contribuyen a la confusión ideológica del movimiento


proletario, no ayuda sino que obstaculiza la conciencia de clase consecuente, ya
que hacer piña con los revisionistas contribuye a que al proletariado le sea más
difícil distinguir entre ideología proletaria –marxismo– e ideología burguesa o
pequeño burguesa vestida de «marxismo» –revisionismo–.

El PCE (m-l) precisamente le «cantó las cuarenta» al PC/ML Alemán en 1982,


reprochándole por participar en convocatorias y eventos con organizaciones
revisionistas donde además se atrevían a firmar manifiestos conjuntos con
declaraciones oportunistas. Pero ahora Raúl Marco y su séquito se enorgullecen
de «firmar documentos contra el revisionismo» con los brézhnevistas y
maoístas de toda la vida, y nos lo venden como que están luchando por la
unidad de la clase obrera. ¡Vivir para ver!

Ver al PCE (m-l) actual hablar de lucha contra el revisionismo junto a nuevas
organizaciones claramente revisionistas es triste por las siglas que arrastra, pero
que encima le veamos juntarse con el PCPE es una traición a la historia del
partido que dicen haber heredado. El PCPE fue un partido nacido en 1984 de las
entrañas del PCE en 1984, una escisión prorusa del antiguo compinche de
Carrillo, el señor Ignacio Gallego, y quién dude de esto ahí tiene online ahora las
ediciones de «Nuestra Bandera y «Mundo Obrero» para comprobarlo. Como
nota, el PCUS asistió al congreso de la fundación del PCPE, estamos hablamos
de un partido que era abiertamente financiado por el propio Gorbachov para
representar sus intereses en España. Elena Ódena expondría a este partido
oportunista sin pudor:

«Nadie podrá negar que Ignacio Gallego, el gran jefe proruso, ha sido hasta
hace pocos meses una pieza visible y dirigente del P«C»E. Porque, ¿qué ha
hecho Ignacio Gallego contra la política de reconciliación nacional, pieza clave
de la maniobra franquista para, la «transición monárquica»? Defenderla en
todo momento a capa y espada desde su puesto en el Comité Ejecutivo, junto a
Carrillo y compañía. ¿Qué hizo Ignacio Gallego cuando el PCE carrillista
renunció a la lucha armada, a la lucha contra la dominación yanqui, a la

875
lucha por la República, cuando la dirección del P«C»E renunció a la lucha de
clases como motor de la historia; cuando sustituyó el principio de la lucha de
clases por la absurda fórmula reformista de la unidad de las fuerzas del
trabajo y de la cultura? ¿Qué hizo Ignacio Gallego cuando en 1963-1964
militantes y comunistas sin partido denunciaban y luchaban contra la política
de los dirigentes del Kremlin, de la vía parlamentaria al socialismo y de la
lucha por la paz como base del internacionalismo proletario? Ignacio Gallego
hizo suya esa política, la defendió atacando a los que se opusieron a ella. ¿Qué
hicieron Ignacio Gallego, miembro del P«C»E carrillista, y sus actuales
comparsas, el Pere Ardiaca, el cura Salve y otros, cuando en 1964 se proclamó
el PCE (marxista-leninista), precisamente sobre la defensa de los principios
revolucionarios marxista-leninistas de Marx, Engels, Lenin y Stalin?
Participar en los ataques contra nuestro Partido y apoyar la política
revisionista del P«C»E. Pero ahora resulta que este individuo, demagogo y
fanático proruso, no se acuerda nada de todo esto, no se ha enterado que en
este año hace 20 años que en España existe un Partido Comunista marxista-
leninista. Ignacio Gallego y sus comparsas de reloj parado y desmemoriados,
tampoco se han enterado de que la URSS hace ya muchos años que ha dejado
de ser la patria del socialismo y que se ha convertido en una superpotencia
reaccionaria e imperialista; que de socialista, la URSS actual sólo tiene la
etiqueta y las formas externas establecidas en la época de Lenin y Stalin».
(Elena Ódena; Una amalgama revisionista de reloj parado; El nuevo partido
proruso, 19 de enero de 1984)

El PCPE alberga desde el principio de su nacimiento unas desviaciones


brezhnevistas de tipo electoralistas y rechaza realizar un trabajo de masas lejos
de su zona de confort. Véase la obra: «Crítica al documento: «El PCPE explica el
porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad» de 2014

En el ámbito exterior, apoya a cualquier muestra de revisionismo, siendo


seguramente el mayor portavoz del «Juche» o revisionismo coreano en España,
no hablamos de revisionistas cualquieras. Véase la obra: «El revisionismo
coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del
«pensamiento Juche» de 2015.

En su momento, ni siquiera todo este bagaje de oportunismo histórico fue lo


suficientemente importante para Raúl Marco, el cual en 1989 trato de fusionar
el PCPE con lo que quedaba del PCE (m-l) que había arruinado. Véase el
capítulo: «El PCE (m-l) y su progresivo cambio en las alianzas: con los
revolucionarios y progresistas honrados vs aliarse con los cabecillas
oportunistas» de 2020.

En consecuencia, si el actual PCE (m-l) se presenta como heredero del antiguo


PCE (m-l) pero mantiene una postura diferente sobre el PCPE, tiene dos
opciones. Uno. Reconocer sin miedo que el actual PCE (m-l) no tiene nada que
ver ideológicamente con el antiguo, confesar en su momento se pusieron las
mismas siglas por homenaje y apego, incluso plantear retirar tales siglas y
simbología por respeto al antiguo proyecto. Dos. Realizar una autocrítica de
arriba a abajo sobre porqué rechazan la certera crítica de Elena Ódena sobre el
PCPE y otros partidos, intentando al menos, argumentar porqué ahora esos
grupos han dejado de seguir una línea política oportunista. Lo primero sería sin

876
duda un acto de reflexión y honradez, pero es ciencia ficción, ya que si de algo
viven los jefes revisionistas es de la nostalgia que produce en los elementos
débiles la simbología de un pasado mas glorioso. Lo segundo sería un
infructuoso intento de hacer algo para lo cual saben en el fondo que no tienen
capacidad ideológica como para tratar si quiera de engañarnos en tal
despropósito. Puesto que ninguna de las dos vías fue escogida en 1989 cuando
Raúl Marco condujo al partido a ese tipo de renuncia de los principios y muchas
otras, tampoco esperamos que ahora lo haga. Solo recordamos lo que haría un
partido serio. Así pues, comprendemos que la dirección del PCE (m-l) se cree
que puede tratar a las masas como borregos, que a sus militantes los puede
conducir de un lado a otro sin dar explicaciones. Lo que no se dan cuenta, es que
si tratan de esa forma a la gente, a su partido solo acudirán y solo permanecerán
en él borregos, porque los seres de mínimo raciocinio no comulgarán con estos
bandazos ideológicos, dudarán, y tarde o temprano, se irán.

Como estamos viendo, Raúl Marco ha vuelto a las andadas con la cuestión del
PCPE.

En su primera edición podemos leer un «Saludo al VIII Congreso del PCPE»:

«El Comité Permanente del Comité Estatal de Organizaciones Comunistas,


saluda fraternalmente al Congreso del PCPE, así como a las delegaciones
presentes. (...) Así hemos logrado establecer los ocho puntos programáticos
aprobados en Asamblea Estatal en 2003, puntos muy importantes para la
lucha por la Tercera República. (…) Camaradas, queremos expresar nuestro
empeño en trabajar para avanzar en el camino unitario de los comunistas.
Ratificamos nuestro compromiso con los encuentros estatales marxista-
leninistas». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l), Nº0, 2006)

El PCE (m-l) actual llamaba «camaradas» a los cabecillas jruschovistas del


PCPE y pretendía profundizar el acuerdo unitario acordado. ¡Vaya! Podemos
decir, que el amor prohibido de Raúl Marco hacia el PCPE había renacido, con
renovadas ganas de intentar conquistarle pese a que nunca ha llegado a cuajar
su relación. Sin duda, son dignos de la mejor novela de temática romántica,
siendo una historia de amor y desamor constante, ¿llegarán a consumarse
alguna vez las nupcias entre el PCE (m-l) y PCPE y formarán su propia familia?
Pues no lo sabemos, parece que aún no se ha escrito el último capítulo de esta
historia revisionista.

La concepción que este nuevo PCE (m-l) esgrimía sobre la necesidad de la lucha
contra el anticomunismo y el oportunismo era sin duda muy curiosa:

«No va a ser fácil llevar adelante este trabajo en el Estado español; de manera
soterrada, las ideologías anticomunistas como el trotskismo y el anarquismo,
atacan la idea de la necesidad vital, para la clase obrera, de lograr su partido
comunista». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l), Nº0, 2006)

Para los actuales líderes del PCE (m-l) el único obstáculo que se interpone para
los comunistas es el trotskismo y el anarquismo. Parece ser, que el resto de
revisionismos e ideologías anticomunistas no existen o no influyen en la visión y
desorientación de la clase obrera. ¡Como si el revisionismo soviético de los

877
Jruschov, Brezhnev o Gorbachov que ha abanderado siempre el PCPE no se
basase en teorías de Trotsky, Bujarin, Tito y otros revisionistas similares! ¡Como
si los errores oportunistas del propio Raúl Marco a mediados de los 80 no
hubieran influenciado en el fracaso del PCE (m-l)!:

«Para algunos otros, la lucha contra el trotskismo presupone –lo reconozcan


en la teoría o no– la única lucha ideológica contra el revisionismo –como
demuestra su praxis–, suelen ignorar e incluso condenar la lucha del resto de
marxista-leninistas contra otras corrientes revisionistas que no sea el
trotskismo. Y de hecho se llega a la estupidez extrema de criticar al trotskismo,
sus tesis, autores y movimientos, cuando como ya decíamos, dichos elementos
a la vez apoyan a corrientes, figuras y regímenes enormemente influenciados
por el trotskismo, a veces incluso reconocidos como fuentes teóricas de
revisionismos como el yugoslavo, chino, cubano, soviético, eurocomunista, el
«socialismo del siglo XXI», etc». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre el falso
antitrotskismo, 2017)

La historia tiende a repetirse. Cuando Lenin combatía a Trotsky, tuvo que


centrar gran parte de sus escritos a refutar sus cínicas arengas a la unidad, ya
que Trotsky se reconocía orgulloso como un marxista «no fraccional», acusando
a los bolcheviques de seres dogmáticos y sectarios que obstaculizaban la unidad:

«Todos saben que Trotski es afecto a las frases sonoras y vacuas. (...)
Teníamos razón cuando llamamos a Trotski representante de los «peores
residuos del fraccionismo». Aunque afirma no ser fraccionista, a Trotski, como
lo sabe todo el que conoce algo del movimiento obrero en Rusia, se lo conoce
como representante de la «fracción de Trotski». (...) Esta es la peor forma de
división en grupos, porque no hay ninguna precisión ideológica y política. (...)
Trotski, en cambio, no tiene precisión ideológica y política, porque su patente
para el «no fraccionismo» –como pronto lo veremos con mayor detalle–, es
simplemente una patente para volar libremente, de acá para allá, de un grupo
a otro». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ruptura de la unidad encubierta con
clamores sobre la unidad, 1914)

Este eslogan del «no fraccionalismo» de Trotsky, era un mero eslogan que en
verdad ocultaba las evidentes discrepancias de los marxistas frente a corrientes
extrañas como los populistas, economicistas y liquidacionistas, era aminorar la
importancia de dicha lucha ideológica:

«En resumen: 1) Trotski no explica, ni tampoco entiende, la significación


histórica de las divergencias ideológicas entre las diversas tendencias y grupos
marxistas, aunque dichas divergencias se manifestaron a través de la historia
de veinte años de la socialdemocracia, e interesan los problemas
fundamentales de la actualidad –como lo demostraremos más adelante–; 2)
Trotski no alcanza a comprender que los rasgos específicos fundamentales de
la división en grupos son el reconocimiento aparente de la unidad y la
desunión real; 3) escudándose en el «no fraccionismo», Trotski defiende los
intereses de un grupo en el extranjero, que carece particularmente de
principios definidos y no tiene base en el movimiento obrero de Rusia».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ruptura de la unidad encubierta con clamores
sobre la unidad, 1914)

878
Como se ve hoy, tenemos mucho neotrotskista vestido de «antitrotskista»,
mucho ecléctico vestido de «honesto comunista en pro de la unidad». Pero:

«¡La unidad es una gran cosa y una gran consigna! Pero la clase obrera
necesita la unidad de los marxistas y no la unidad de los marxistas con los
enemigos y los falseadores del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Unidad, 1914)

Engels, ya advirtió lo poco productivo que es para un partido comunista el


dejarse seducir por las arengas vacías de la unidad –incluso con frases
izquierdistas–, y sobre todo, lo peligroso de reconciliarse con los líderes del
oportunismo incluso cuando juran haber abandonado sus posiciones:

«No hay que dejarse engañar por los gritos de «unidad». Precisamente los que
más abusan de esta consigna son los primeros en provocar disensiones; así
ocurre con los actuales bakuninistas. (...) Que han sido los instigadores de
todas las escisiones y que por nada claman tanto como por la unidad. Estos
fanáticos de la unidad, o bien son hombres de cortos alcances que desean
mezclarlo todo en una masa indefinida, a la que basta dejar que se sedimente
un poco para que se exacerben aún más las contradicciones de todos esos
elementos que ahora se encuentran metidos en un mismo puchero –en
Alemania tienen ustedes el excelente ejemplo de los señores que predican la
reconciliación de los obreros con los pequeños burgueses–; o bien se trata de
personas que, consciente o inconscientemente –como Mülberger, por ejemplo–
, quieren desvirtuar el movimiento. Por eso, los sectarios más inveterados y los
peores intrigantes y aventureros son los que en ciertos momentos más ruido
arman en torno a la unidad. En lo que llevamos de vida nadie nos ha
proporcionado tan grandes disgustos ni nos ha jugado tan malas pasadas
como esos ruidosos predicadores de la unidad. (...) Nuestra opinión,
confirmada por una larga experiencia, es que una buena táctica de
propaganda no debe proponerse arrebatar aquí y allí al adversario algunos
militantes aislados o algunos grupos de militantes, sino influenciar a las
grandes masas que todavía no se han incorporado al movimiento. Un solo
individuo arrancado por nosotros a la masa virgen vale más que diez
tránsfugas lassalleanos, que siempre traen al partido gérmenes de sus
concepciones erróneas». (Friedrich Engels; Carta a August Bebel, 20 de junio
de 1873)

La Revolución Rusa de 1917 no hizo sino constatar la justicia de esta idea:

«La historia del partido bolchevique nos enseña, ante todo, que el triunfo de la
revolución proletaria, el triunfo de la dictadura del proletariado es imposible
sin un partido revolucionario del proletariado, libre de oportunismo,
intransigente frente a los oportunistas y capituladores, y revolucionario frente
a la burguesía y al poder de su Estado». (Partido Comunista (bolchevique) de
la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión
Soviética, 1938)

Engels también añadiría que en otras ocasiones parece que no queda más
remedio que aceptar a ciertos líderes junto con su base, pero que eso supone

879
aceptar muchos más peligros, y por tanto, se debe de tomar muchas más
precauciones:

«Si lográsemos conquistar únicamente a las masas, sin sus dirigentes locales,
la cosa no estaría mal. Por desgracia, siempre tenemos que aceptar además a
un montón de líderes de esta clase, prisioneros de sus antiguas declaraciones
públicas, cuando no de sus antiguos puntos de vista, y que ahora quieren
demostrar por encima de todo que no han abjurado de sus principios, sino que,
por el contrario, es el Partido Obrero Socialdemócrata quien predica el
verdadero lassalleanismo. Esta fue la desgracia ocurrida en Eisenach,
inevitable tal vez en aquel entonces, pero no cabe duda de que todos esos
elementos causaron daño al partido; y no estoy muy seguro de que sin su
incorporación el partido tendría hoy menos fuerza de la que tiene». (Friedrich
Engels; Carta a August Bebel, 20 de junio de 1873)

Años más tarde se pudo ver una situación así cuando en 1917 se aceptó al grupo
de Trotski en el partido bolchevique. Pero poco después él y sus seguidores más
cercanos demostrarían que no habían aceptado el leninismo más que de
palabra; intentaron hacer creer a todos que el leninismo había adoptado las
posiciones del trotskismo y no al revés, mientras tanto su grupo intentaba
levantar una labor de zapa para tomar la dirección. El partido sufriría largas
polémicas y choques interminables hasta 1927. Esto demuestra la importancia
de no aceptar a tales líderes hasta que demuestren en la práctica su absoluta
sumisión al partido, y la necesidad de controlarlos muy estrechamente.

Hoy, esta necesidad de combatir sin miramientos al oportunismo no ha


cambiado:

«En la actualidad es imposible campar las tareas del socialismo, es imposible


aglutinar efectivamente a los obreros en escala internacional sin romper de
modo resuelto con el oportunismo y sin explicar a las masas que el fracaso de
éste último es inevitable». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El imperialismo y la
escisión del socialismo, 1916)

En cambio, el actual PCE (m-l) reniega de estas verdades básicas. Por el


contrario, este nuevo PCE (m-l) «flexible» ha ampliado el radio de influencia y
colaboración con los partidos revisionistas. En un breve manifiesto firmado por
varios grupos, se declara que:

«Las organizaciones firmantes de este Manifiesto nos hemos comprometido a


iniciar un proceso de debate y de unidad de acción que nos permita avanzar
juntas para recuperar lo perdido y continuar la lucha hasta realizar la plena
emancipación social». (Iniciativa Comunista, Partido Comunista de España
(marxista-leninista), Partido Comunista de los Pueblos de España, Red Roja y
Unión Proletaria; Manifiesto ante las próximas elecciones, (2019)

¿Cómo se va a lograr la emancipación social, como se va a lograr construir el


«socialismo» sin una exposición detallada del mismo –lo mismo cabe de decir
del mismo de conceptos–, cuestión que eluden normalmente y en la cual no se
ponen de acuerdo estos grupos? No es que estos dirigentes revisionistas no
hayan entendido el axioma de que sin teoría revolucionaria, no hay movimiento

880
revolucionario, ni revolución, es que lo disimulan adrede, por eso sus
comunicados son tan escuetos como su capacidad teórica y expositiva. Por eso
cada uno habla de «socialismo» con uno diferente en sus mentes. Esto de cierto
modo es comprensible, porque el maoísmo como el trotskismo, ha mantenido
una postura y su contraria en diferentes períodos, de ahí su extrema subdivisión
en corrientes y agrupaciones. Véase la obra: «Las luchas de los marxista-
leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo durante los
60 y 70 en el movimiento marxista-leninista» de 2016.

Pese a lo que nos dice la historia sobre a dónde llegan los grupos eclécticos…
estos necios son de aquellos que piensan que si todos los autodenominados
«comunistas» se uniesen, automáticamente se tendría media revolución hecha.
Es más, en el supuesto de que milagrosamente mañana llegasen al poder,
piensan que perfectamente podrían «construir el socialismo», así lo creen,
aunque en su fuero interno sepan de su total desconocimiento en cuestiones
como la economía política o filosofía marxista, sin contar el hecho de que
desconocen que la gran mayoría de autores en que se han educado, como el
propio Mao, son revisionistas. Véase la obra: «Comparativas entre el marxismo-
leninismo y el revisionismo chino sobre cuestiones fundamentales» de 2016.

Pero ellos son optimistas, en una especie de ilusa «fe en la humanidad», creen
que podrán ponerse de acuerdo en el «momento oportuno», y que a las malas, a
base de experimentación y bandazos se podrá solventar estos obstáculos, es
decir, a base de voluntarismo. Con ello se toma al marxismo como una
caricatura, no como una ciencia.

«Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones
teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología
tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente
que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal,
es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida,
debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe
cimentar cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de
los sindicatos». (Friedrich Engels; La guerra de los campesinos en Alemania,
1850)

O resumido de forma breve:

«Es imposible dirigir la edificación de la sociedad socialista sin haber


dominado la ciencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; A la primera
Conferencia de estudiantes proletarios, 1925)

Se debe comprender entonces, que:

«Como enseña el leninismo y como lo confirma la experiencia de los


trabajadores de la URSS y de los países de la democracia popular, la
revolución proletaria, la conquista de la dictadura del proletariado, es un
requisito previo necesario para el surgimiento de un modo de producción
socialista. (...) Las relaciones de producción del socialismo no se forman
espontáneamente, como fue el caso en las sociedades que precedieron al
socialismo, sino como resultado de la actividad consciente y sistemática de los

881
trabajadores liderados por el Estado proletario y el partido comunista».
(Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)

Absolutamente todos los grupos maoístas de la actualidad con los que el PCE
(m-l) firma comunicados sobre internacionalismo proletario y lucha contra el
revisionismo mantienen posturas análogas a las que mantenían en los 70 grupos
como el PCE (r), OCE (BR), PTE-ORT, etc., ¿a qué nos referimos? Muy sencillo.
A que como se decía en el IIº Congreso del PCE (m-l), 1977 en su política
exterior se: «Niega la lucha de clases como motor de la historia. Niega el
carácter de nuestra época y el papel del proletariado como fuerza revolucionaria
dirigente». Sobre los bloques imperialistas se «ignora las contradicciones
esenciales, reduciéndolas a una sola»: la contradicción entre el imperialismo y
los pueblos oprimidos. «Al hablar de la necesidad de aprovechar las
contradicciones interimperialistas, olvidan que esas contradicciones hay que
utilizarlas al servicio de la revolución, y no a la inversa». Normalmente «al
señalar la necesidad de luchar contra el imperialismo» estadounidense, «dejan
de lado la lucha contra el imperialismo ruso, chino y otros, llegando a
presentarlos «como amigos de los pueblos» y arenga «a los pueblos a apoyar
dicho capitalismo, incluso para fortalecer sus ejércitos burgueses». Todo al
tiempo que «Ocultan el papel de los movimientos revolucionarios, de las luchas
obreras en los países capitalistas, de la revolución proletaria» y «dejan de lado
la lucha contra el revisionismo» en todas sus expresiones.

De nuevo esto fue repetido en el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984. «Aquellos
que olvidan o relegan la contradicción proletariado-burguesía y centran sus
análisis únicamente en la situación internacional. Lo que les lleva a considerar
que ciertos países que tienen contradicciones con el imperialismo y/o el
socialimperialismo se debe apoyar a esos gobiernos en detrimento de su propio
pueblo y proletariado, y del desarrollo revolucionario. Porque una cosa es tratar
de agudizar las contradicciones de los países oprimidos o dependientes con sus
opresores y dominadores, y otra, es por arte de dicha política, condenar al
proletariado y al pueblo a seguir siendo esclavos de su burguesía». Se instaba
a «terminar con los análisis simplistas», que «son una resultante de la nefasta
«teoría de los tres mundos», muy denunciada verbalmente, pero poco
combatida en la práctica». Se criticaba el seguidismo al formalismo sobre
«aquellos partidos, en el poder o no, que han traicionado los principios de Marx,
Engels, Lenin y Stalin», que «no forman parte del campo socialista, aunque se
designen a sí mismos como tales». Se recomendaba grabar a fuego que «el
hecho de que entre los países revisionistas y que entre éstos el imperialismo
occidental, existan contradicciones, no modifica en absoluto lo anterior, son
contradicciones entre enemigos del socialismo».

Sabias palabras que como vamos a ver, no se cumplen entre los grupos
oportunistas.

Iniciativa comunista (IC) es un grupo relativamente reciente, en sus


exposiciones como veremos adelante, no se distingue en nada de los otros
firmantes. Sobre los movimientos de moda, un seguidismo al llamado
«feminismo de clase», en lo histórico una reivindicación de la ridícula
«Revolución Cultural» Maoísta, sumado a alabanzas hacia grupos terroristas
tipo RAF, un culto a la figura del Ché, y en cuanto a análisis internacionales

882
actuales, copiar el tercermundismo de otros grupos con breves comunicados de
apoyo a esta y otra causa. Sin ir más lejos, en su último congreso decían:

«En América Latina, apoyamos al Partido Comunista Cubano y al proceso de


construcción del socialismo en dicha isla, así como al Partido Comunista de
Venezuela que acertadamente está apoyando al PSUV en el marco de una
alianza antimperialista en la perspectiva del socialismo y a las FARC-EP,una
guerrilla que no ha renunciado a la toma del poder y la construcción del
socialismo». (Iniciativa Comunista; Documentos del IVº Congreso, 2014)

El lector dispone de suficiente información como para refutar estos mitos.

Véase la obra: «Un recuento a las innumerables desviaciones del Partido


Comunista de Venezuela» de 2016.

Véase la obra: «Reflexiones sobre el VIIº Congreso del Partido «Comunista» de


Cuba y su línea económica» de 2016.

Véase la obra: «Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz
y la historia de las guerrillas en Colombia» de 2016.

Que un pretendido partido comunista difunda estos mitos que deberían estar
superados, indica que sus dirigentes han vuelto a la época de las cavernas
ideológicamente hablando, que se han convertido en unos seguidistas más del
montón:

«En realidad les entendemos: ¿análisis propios para qué? Estas


organizaciones no lo necesitan, es perder el tiempo para ellos, ya tienen a una
militancia educada y acostumbrada a seguir órdenes sin rechistar porque así
lo dice la dirección, todo justificado por el amor a unas siglas o por la fe en el
todopoderoso líder, etc. Sabemos que la lógica de estas organizaciones
impuesta a la militancia es que: las dudas, los hechos que no cuadran, la
positividad que chirría con la realidad, la denuncia de los compromisos que
atentan a los principios, la exposición de contradicciones, los debates teóricos,
la autocrítica, etc. «mejor dejarlos para otro momento», «mejor para los
doctrinalistas», y así eluden «revisar la cuenta» que recordemos la acabaran
pagando los trabajadores que son a quienes engañan». Equipo de Bitácora
(M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la
historia de las guerrillas en Colombia, 2016.

IC es un grupo que simplemente se incorporó al panorama revisionista sin tener


nada nuevo que ofrecer a las masas que ya le estuviesen ofreciendo los partidos
añejos.

Otro firmante de dicho manifiesto esperpéntico es Red Roja, el cual para variar,
es otro grupo ideológico sumamente confuso en lo ideológico que no sabe donde
empieza y donde acaba su doctrina a seguir, algo que confundirá sin duda a sus
escasos seguidores, de ahí lo gracioso que hablen de formaciones ideológicas
cuando existen posturas contrapuestas en sus propios documentos formativos.
En su sección documentos para el debate, se comparte un artículo curioso que
resume este caos ideológico. En él se trata de reivindicar un marxismo «no

883
dogmático». Trata, en sus pablaras, de «reconciliar Stalin y Trotsky», de
enseñarnos los «límites del leninismo» y aprender a aceptar las «vías nacionales
al socialismo», también reivindica los debates y «aportes» del líder maoísta
Arenas –suponemos que por sus intentos de mezclar maoísmo con marxismo–.
Por último, decide apoyarse en la reputada revisionista Marta Harnecker para
fustigar a los «mecanicistas» y «vulgarizadores» del marxismo. Sin duda este
autor sabe elegir a sus referencias. Con eso ya nos hacemos una idea de que más
que un marxista es un eurocomunista del siglo XXI. Pero la frase que resume su
pensamiento es cuando declaraba que:

«El maoísmo, el castrismo, el guevarismo o el mariateguismo son distintos


desarrollos del marxismo acaecidos en la época del imperialismo, y son tan
fértiles como el propio leninismo». (Manuel Muñoz Navarrete; Marxismo sin
guiones, 2012)

Solamente los revisionistas son los que siempre intentan hacer una mezcolanza
de ideas sin principios y sin justificación:

«Generalmente se concilian ambos pasajes con ayuda del eclecticismo,


desgajando a capricho –o para complacer a los detentadores del poder–, sin
atenerse a los principios o de un modo sofístico, ora uno ora otro argumento y
haciendo pasar a primer plano, en el noventa y nueve por ciento de los casos,
si no en más, precisamente la tesis de la «extinción». Se suplanta la dialéctica
por el eclecticismo: es la actitud más usual y más generalizada ante el
marxismo en la literatura socialdemócrata oficial de nuestros días. Estas
suplantaciones no tienen, ciertamente, nada de nuevo; pueden observarse
incluso en la historia de la filosofía clásica griega. Con la suplantación del
marxismo por el oportunismo, el eclecticismo presentado como dialéctica
engaña más fácilmente a las masas, les da una aparente satisfacción, parece
tener en cuenta todos los aspectos del proceso, todas las tendencias del
desarrollo, todas las influencias contradictorias, etc., cuando en realidad no da
ninguna noción completa y revolucionaria del proceso del desarrollo social».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

Esa unidad inundada de un eclecticismo no es la que quieren ni requieren los


verdaderos marxista-leninistas:

«Mientras los revisionistas se unen entre sí de modo formal y coyuntural sobre


todo para atacar a los marxista-leninistas, su unión nunca llega lejos por la
disparidad de planteamientos ideológicos y por su propia moral aburguesada
que solo mira por el interés personal. En cambio la unidad de los marxista-
leninistas es sólida como el acero, ya que parten de un tronco de un sistema
científico que les garantiza una unidad en calidad de voluntad, necesidad y
comprensión en lo que se unen, eso añadido a su moral proletaria que mira
por el devenir del colectivo, suma un todo armonioso». (Equipo de Bitácora
(M-L); BR y MVTC: Un repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de
Bandera Roja y una exégesis sobre la deserción del MVTC y su disolución en
Bandera Roja, 2017)

Por lo general, el tercermundismo sigue tremendamente vigente en las actuales


organizaciones maoístas, para muestra un botón:

884
«Las contradicciones fundamentales del mundo actual. Primera
contradicción: entre naciones oprimidas, por una parte, y superpotencias y
potencias imperialistas, por otra». (V Encuentro de Partidos y Organizaciones
Marxista-Leninista-Maoístas de América Latina, 2016)

¡No señores, la contradicción principal es capital-trabajo! Esto es, burguesía


versus proletariado.

Sobre política internacional de grupos como Red Roja, podríamos exponer


como en otras ocasiones detalladamente su seguidismo ciego hacia el chavismo
o el castrismo, y explicar detalladamente su sin sentido, pero creemos que
existen documentos que refutar esa postura como estamos citando, y no
queremos ser redundantes. Este seguidismo de Red Roja es similar al que
mantienen Iniciativa Comunista, los maoístas «reconstitucionalistas», los restos
del PCE (r) o el actual PCE (m-l): con un vago concepto antiimperialista, que es
profundamente tercermundista. Prueba de ello es que en sus posturas
internacionales, la mayoría adoptan el clásico apoyo a todo imperialismo no
occidental:

«Declarar a China como enemigo imperialista contradice todos los hechos


objetivos». (Red Roja; Nº18, junio de 2019)

Esta agrupación representa genialmente la postura de los maoístas del presente,


los cuales son todavía mucho más flexibles en el eclecticismo que los maoístas
de tiempos pasados. Esto es normal, ¡cómo van a entender las dinámicas del
imperialismo grupos que reniegan del leninismo! Son exactamente las mismas
posturas antileninistas, calcadas una a una, que mantiene el economista
venezolano Manuel Shutterland, quién también defiende que ni Rusia, ni Brasil,
ni China son imperialismos. Cierto es que otros sujetos defienden que son
imperialismos, pero que son expansionistas, que es como decir que son asesinos
que no asesinan, o que lo hacen con delicadeza. Otros incluso teorizan que los
pueblos se pueden valer de la ayuda de dichos imperialismos –como dice Red
Roja en dicho número de su revista–. Sobra decir que esta gente no se molesta
en facilitar documentación al respecto, no explican detalladamente nada de
importancia, no solo porque la teoría no sea su fuerte, sino porque realmente la
mayoría saben que es un apoyo automatizado, pero no contrastado, y cuando
intentan argumentan, es con sofismas aprendidos del arsenal del revisionismo,
lo cual hace que ante un marxista sean fácilmente desmontables. De hecho,
todas estas cuestiones ya han sido contestadas y pueden ser consultadas por
nuestros lectores en nuestro medio. Véase la obra: «Las perlas antileninistas del
economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las
tesis leninista sobre el imperialismo» de 2018.

Algunos nos dirán: «Cierto… nuestro grupo tienen todavía un cierto caos
ideológico, nos contradecimos en algunas ocasiones, pero estamos en proceso
de solucionar dichas deficiencias». Ya hemos oído ese discurso otras veces, de
clamar piedad y hacer cero autocritica, pero hay que distinguir entre las
carencias ideológicas y la falta de coherencia del discurso de un simpatizante del
comunismo, e incluso un militante de una organización revisionista, con la línea

885
oficial de un autodenominado partido comunista, que encima aspira a ser
vanguardia.

Sumémosle en el listado de chaladuras del PCE (m-l) el hecho de que tenga el


descaro de firmar un documento de «lucha contra el revisionismo» con un
partido maoísta como Unión Proletaria (UP):

«También suscribimos conjuntamente, el 25 de noviembre de 2007, los «Diez


Compromisos de los comunistas españoles» de: 1º) defender el marxismo-
leninismo; 2º) defender la historia revolucionaria; 3º) debatir las diferencias
de manera autocrítica y con el ánimo de superar las divisiones; 4º) aspirar a
la reconstitución del Partido Comunista a través de la unidad de los marxistas-
leninistas; 5º) trabajar entre las masas con firmeza en los principios y
flexibilidad en la táctica; 6º) priorizar la política en la acción de masas y la
construcción del Partido Comunista y de su unidad; 7º) formar a los militantes
comunistas en la teoría marxista-leninista y llevarla a las masas para
desarrollar su conciencia revolucionaria; 8º) luchar contra todo tipo de
revisionismo; 9º) defender el internacionalismo proletario, la revolución
mundial y la unidad del movimiento comunista internacional; 10º) desarrollar
la unidad de acción y de la discusión entre los marxistas-leninistas con el
objetivo de la unidad comunista y la reconstitución del PC». (Unión Proletaria;
El PCE (m-l) y la unidad de los comunistas, 2011)

¡Sí! El PCE (m-l) pretende «defender el marxismo-leninismo», «defender la


historia revolucionaria», «aspirar a la reconstitución del Partido Comunista»,
desarrollar una «lucha contra el revisionismo» y «defender el internacionalismo
proletario» con otro grupo maoísta, con un grupo que afirma en sus textos que
China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam son actualmente «países socialistas».

La postura de UP sobre política internacional donde ve socialismos por todos los


lados, es fiel reflejo de sus posturas nacionales donde tampoco ven revisionismo
en las variadas agrupaciones oportunistas, sino que solo ve pequeñas
descreencias entre varias corrientes de marxismo. Por ello nos ofrece
generosamente una visión de unión entre todos los «grupos marxista-
leninistas»:

«Superando la actual división interna del movimiento comunista en cada país


y en el mundo –producida por sus variados y contradictorios contagios
pequeñoburgueses-, mediante una predisposición autocrítica a la síntesis
superadora de las concepciones y experiencias particulares de cada una de las
corrientes marxistas-leninistas –maoístas, hoxhistas, cubanistas, pro-
soviéticos, etc. –. La militancia de todas ellas en un único partido comunista».
(Unión Proletaria; Programa política de la clase obrera en España, 2007)

Este tipo de declaraciones que comparten Red Roja o UP es la que


históricamente han defendido conocidos oportunistas como Ludo Martens, líder
del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB), el cual no solo fue el sostenedor del
mito de la China de Mao Zedong y de la teoría de los «tres mundos», sino que al
nacer a finales de los 70 fue un fiel seguidor de la China de Hua Kuo-feng, Deng
Xiaoping y sucesores, todo esto le valió el enfrentamiento con el Partido del
Trabajo de Albania (PTA). A inicios de los 90 Ludo Martens y su partido

886
intentaron conformar varias conferencias multilaterales con otros partidos para
dar carpetazo final a la histórica lucha antirevisionista de los marxista-
leninistas, declarando en la Conferencia de Bruselas de 1995 que en cada país
más allá de las pasadas divergencias, cada partido prosoviético, prochino,
procubano y proalbanés debían unificarse en un solo partido. El PTB siguió
haciendo apología directa de todo régimen que se autodenominaba socialista sin
analizar que clases estaban en el poder, las teorías de sus partidos, ni las
relaciones de producción de sus sistemas económicos. Actualmente el PTB sigue
defendiendo sus tesis derechistas que han degenerado si cabe más.

Sería menester recordar que:

«¡La unidad es una gran cosa y una gran consigna! Pero la clase obrera
necesita la unidad de los marxistas y no la unidad de los marxistas con los
enemigos y los falseadores del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Unidad, 1914)

Años después Enver Hoxha volvería a incidir en que:

«Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad


en la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas». (Enver
Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de
China; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)

Hay que tener siempre presente las palabras de Elena Ódena poco antes de
fallecer en su escrito: «Sobre la táctica unitaria del partido» de 1985. Los
marxista-leninistas entendemos la división del movimiento obrero como algo
que «nace de la descomposición de las fuerzas de la izquierda y oportunistas»,
no por otras razones, y que por tanto «creemos que hoy, toda la cuestión de la
unidad del pueblo pasa por un esclarecimiento que permita una mayor unidad».
El que entienda esto, comprenderá fácilmente que, como se decía en el IIº
Congreso del todavía revolucionario PCE (m-l) de 1977, hay que ser conscientes
de que: «Revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas
descarados», que «revisionismo es también no tener una práctica
consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se
pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar».

Los revisionistas normalmente hablan de unidad y acercamientos con «otros


grupos comunistas» –que son igual de oportunistas y no tienen intención de
revaluar nada de su línea política–. Cada cierto tiempo realizan encuentros
conjuntos, a veces se intercambian ciertos mensajes con dureza cuando discuten
sobre sus desavenencias tácticas o entran en juego intereses personales, pero no
suelen llegar a grandes acuerdos. En cambio si uno pone atención, sí que llegan
al mismo acuerdo en sus intervenciones: siempre se ponen de acuerdo en
denigrar los principios marxistas.

¿Para qué sirven entonces los encuentros, debates y conferencias que los grupos
revisionistas que anuncian como solución a los males del movimiento obrero?
Desde luego no para poner fin a la falta de la unidad obrera porque nunca llegan
ni llegaran al acuerdo pleno y a la unificación de todas las organizaciones bajo
un acuerdo de principios. Existe y seguirá existiendo toda una ristra de siglas

887
insignificantes en el mundo revisionista, eso por descontando. Estos encuentros
públicos como ya dijimos en una ocasión, «sirven para darse a conocer y
convencer a algún incauto que todavía no les conoce», sirven «para que vendan
sus libros revisionistas y todo tipo de artículos del partido, intentando de paso
equilibrar el precario estado de las cuentas financieras del partido» y por
encima de todo para que los jefes de cada partido hagan su discurso y se puedan
poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa»,
acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para
que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse
en proyectos más ambiciosos».

Estos deseos piadosos de unidad en general y a cualquier precio nunca se han


consumado ni se podrán consumar, no solamente porque los marxistas tengan
contradicciones antagónicas con los revisionistas y su unidad sea imposible,
sino porque entre los propios revisionistas tampoco es posible, pese a mantener
contradicciones no antagónicas, no son capaces de establecer dentro de su
esfera una línea clara, ya que sufren de un eclecticismo crónico, por tanto, los
acuerdos a los que llegan son siempre escuetos y endebles, al poco tiempo
surgen nuevas riñas y el mismo caos ideológico lo domina todo.

En la declaración conjunta UP-PCE (m-l) también se llegó a hablar de


unificación con el grupo maoísta UP:

«Conscientes de que la unidad orgánica sólo será efectiva y sólida, en la


medida en que repose sobre claros criterios ideológicos, de principios, y no en
una unidad puramente formal, el PCE (m-l) y Unión Proletaria, se
comprometen a dar continuidad al proceso iniciado. (...) Avanzaremos hacia
la unidad orgánica entre ambas organizaciones». (Unión Proletaria y PCE (m-
l); Comunicado conjunto, 22 de julio de 2008)

¡Menuda tomadura de pelo para la historia de las siglas del PCE (m-l)! ¡Y no
menos infamia supone esto para sus jóvenes militantes que tienen que tragar
con esto!

Increíble la desvergüenza de estos «pájaros» que pisotean el pasado de luchas


del PCE (m-l) de Elena Ódena contra el jruschovismo y el maoísmo de tipo
nacional. Las alianzas sin principios nos demuestran inequívocamente que les
importa muy poco el pasado PCE (m-l) de 1964-1985. Véase el capítulo: «El PCE
(m-l) y su tardía desmaoización» de 2020.

¿Qué decía Raúl Marco precisamente del maoísmo y el trato condescendiente


hacia los oportunistas y reaccionarios? En su artículo «Marxismo-leninismo
o «maoísmo»:

«Primero: los comunistas no negamos la posibilidad de rectificar a los que


cometen errores, pero distinguimos los errores leves de los graves, la
equivocación de la traición; hay cierto tipo de personas que nunca se
corregirán, otras sí, pero primero deben acatar la disciplina del partido,
ponerse a sus órdenes, cumplir las tareas que se les encomienden. Esto para
los errores digamos, no graves, para los que no traicionan. Segundo, para los
que cometen errores graves, ideológicos, lo primero es combatirlos,

888
desenmascararlos, y, si es preciso, expulsarlos del partido, y en ningún caso,
jamás, permitirles que creen su propia fracción en el seno del partido,
impedirles que conviertan las organizaciones en «clubs de debate» y que
propaguen su podrida mercancía. Permitir tal cosa, tolerar la existencia en el
seno del partido de dos o varias líneas como preconiza Mao, es ni más ni
menos que negar la unidad ideológica y de acción del partido, eso equivale a
rebajar al partido de vanguardia a la charca de los partidos socialdemócratas.
(...) Hoy cuando ya han aparecido trabajos tan importantes como, sobre todo,
el análisis de Enver Hoxha «El imperialismo y la revolución» y otros llevados
a cabo por los partidos hermanos como el alemán, el brasileño, el iraní, etc.,
toda defensa del «pensamiento Mao Zedong» es un ataque larvado. (...) Estos
«teóricos» maoístas quisieran, como dice nuestro pueblo, «poner una vela a
Dios y otra al Diablo». Mas los principios del marxismo-leninismo no son
compatibles con tales prácticas: o se es marxista-leninista, o en el mejor de los
casos es un oportunista inconsciente, pero oportunista de todas maneras».
(Revolución Española; Nº12, 1979)

Hoy Raúl Marco también intenta «poner una vela a Dios y otra al Diablo»
diciendo que es «marxista-leninista» tratando de buscar la unidad con el
maoísmo. Nosotros no le preguntaremos si es un «oportunista inconsciente» o
no, porque todos sabemos que él comprende de sobra lo que es el maoísmo.
Simplemente afirmamos que desde hace muchas décadas que se ha convertido
en un renegado, en un traidor, en un maoísta que da cobertura al eclecticismo
más atroz bajo la falsa premisa de que está «maniobrando hábilmente entre las
contradicciones existentes». Pero ya casi no logra engañar ni a su insulsa
parroquia.

¿Qué se supone que hace un partido antimaoísta buscando la unidad orgánica


con una organización maoísta que no ha cesado en sus posiciones políticas en lo
más mínimo?:

«Rebajarse a las declaraciones formales sobre la unión de todas las


«corrientes comunistas» es la forma más descarada de oportunismo, ya que
corriente solo hay una; marxismo-leninismo, comunismo, socialismo
científico, o como quiera decorarse a la hora de nombrarse, y estipula
claramente con su teoría y práctica, que figuras y movimientos están y cuales
no están dentro de esta línea, que principios conforman la doctrina y cuales
no. Otro caso diferente sería, que el individuo no encuentre patrón a seguir
dentro de la teoría marxista-leninista sobre un caso concreto, ni sepa
descifrarlo con las herramientas que el marxismo-leninista proporciona
gracias al materialismo-dialéctico, en este tipo de casos los errores que pueden
emanar de una situación extraordinaria pueden ser perdonables, ya que la
dialéctica de los fenómenos nos pone ante nuevos retos y nos pondrá ante
otros inimaginables. En cambio, otra cosa muy diferente es como decimos,
errar en cosas básicas bajo teorizaciones conscientes, es decir, conociendo la
información pertinente y quebrantando axiomas conocidos sin aportar prueba
de porqué se atenta contra ellos. (…) Es por ello, que si uno quiere ser
consecuentes a la hora de «bolchevizar» cualquier estructura, no puede eludir
responsabilidades ideológicas. Llega por tanto a ser ridículo querer
eclécticamente unir figuras tan dispares como Marx y Bakunin, Engels y
Lassalle, Lenin y Rosa Luxemburgo, Iósif Stalin y León Trotsky, o Enver

889
Hoxha y Mao Zedong, y ponerlos a todos sobre la base de que «todos eran
grandes revolucionarios» de los que «se pueden extraer cosas buenas», o
equiparar los presuntos errores cometidos por los primeros a los errores de
gran calado de los segundos, que obviamente no son errores casuales, sino
errores graves y continuos que tocan los principios más elementales del tesoro
de la teoría y praxis de nuestra doctrina. (…) No hace falta mencionar
tampoco a ese tipo de pretendidos marxistas que bajo el relativismo y el
escepticismo dicen que el marxismo-leninismo –con la andadura que tiene a
estas alturas– no tiene paradigma a seguir, que no puede diferenciarse lo que
es o no es marxista, que tesis que está dentro de sus patrones o cuáles no, en
consecuencia de este tipo de pensamiento, este tipo de marxistas-leninistas, no
consideran al marxismo-leninismo como una ciencia: ellos no pueden ser
marxista-leninistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad
entre marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes
de dicha doctrina, 2013)

¿Qué debe concluirse sobre esta cuestión? Que los comunistas nunca pueden
acatar bajo el eslogan de la «unidad», la propia unidad con el oportunismo:

«El partido comunista es un partido pertrechado ideológicamente con el


marxismo-leninismo, la ideología de la clase obrera, y la única que puede
conducirle en la transformación social que anhela. Sin un conocimiento de la
teoría marxista-leninista de sus miembros, su partido, pese a las
declaraciones, discursos y resoluciones, que emitan sus miembros, jamás será
un partido comunista real. (...) Conocer la teoría marxista-leninista evitará
caer en eclecticismos teóricos. Y queda claro que para luchar contra el
eclecticismo ideológico y la penetración de ideas antimarxistas en tal
pensamiento ecléctico solo queda como remedio luchar contra el oportunismo
ideológico nos venga de donde nos venga. (...) Una de las características
comunes y fuertemente arraigada en todo revisionismo es navegar por las
aguas de la contradicción; en dicha contradicción intentan mezclar el «agua
con el aceite» en el pensamiento, o dicho de otra forma; el eclecticismo
ideológico del pensamiento rige absolutamente en sus partidos y en sus
dirigentes. Este pensamiento que según ellos recoge «lo mejor de cada
corriente ideológica», trata siempre de aminorar la doctrina marxista-
leninista, al cual con eslóganes sobre su antigüedad, su modernización o su
superación, se le intenta acoplar a diferentes ramas y tendencias revisionistas
como parte de ese «cóctel» de corrientes ideológicas que formaran su
pensamiento. (...) Uno no puede manejarse correctamente en las tareas
fundamentales que un partido proletario de vanguardia ha de cumplir si se
conduce mediante la mezcla de diferentes ideas confusas –y anticientíficas–
que contradicen al marxismo-leninismo, con ideas confusas y variadas que
incluso que se contradicen entre sí. Quiénes utilizan este método o bien son
revolucionarios de «buen corazón» que todavía no ha llegado a esta
conclusión lógica amparada por todos los marxistas de todas las épocas
debido a su pobre formación; o son unos arribistas de «campeonato». (Equipo
de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

890
Estas proclamas de unidad formal sin entrar a debatir las cuestiones ideológicas
también pueden ser vistas en otros grupos con perfiles un poco diferentes.

Es el caso de la vieja organización brezhnevista del Partido Comunista Obrero


Español (PCOE), este partido encajaría perfectamente dentro del grupo de
organizaciones anteriormente mencionadas, puesto que es uno de los
principales valedores del castrismo y del tercermundismo en general, pero ha
preferido adoptar la idea de que «España sigue siendo un Estado fascista» de
otras organizaciones revisionistas semianarquistas como el PCE (r) y grupos
nacionalistas como la CUP, intentando así, ganarse su aceptación y quizás
fundirse con ellos en un futuro próximo. Por otro lado, ha intentado tender
puentes hacia otras nuevas marcas del revisionismo con las que todavía no ha
tenido riñas, como el PCTE, escisión del PCPE, otro partido nacido al calor del
brezhnevismo con el que compite desde hace años:

«El Comité Ejecutivo del PCOE ha acordado hacer un llamamiento a los


partidos que se reclaman del comunismo con la pretensión de realizar una
serie de reuniones orientadas a desbrozar el camino hasta alcanzar un
programa reivindicativo y de acción para llevarlo juntos en unidad de acción
al seno de las clases trabajadoras. En este sentido y para conseguir este
objetivo, de manera inmediata vamos a proceder a trasladar esta resolución al
Partido Comunista de los Pueblos de España, Partido Comunista de España-
reconstituido y Partido Comunista de los Trabajadores de España para dar
pasos concretos en este sentido». (Partido Comunista Obrero Español; El
PCOE sobre la unidad de acción de los comunistas, 22 de abril de 2020)

Pablo Hasél, uno de los representantes de la línea del Partido Comunista de


España (reconstituido), siempre ha sido conocido por su fuerte eclecticismo, de
hecho, siempre ha manifestado su simpatía por el PCOE, el castrismo y el
nacionalismo catalán. Hace poco apoyaba un frente:

«Más allá de las diferencias, es hora de que Arran, La Forja, Endavant, Poble
Lliure, PCE(r) i todas las organizaciones que estamos contra el régimen, nos
unamos para tumbarlo. Solamente con unidad revolucionaria lo haremos.
Basta de sectarismos, es el momento de unirnos para golpearlo más fuerte».
(Twitter; @PabloHasél, 7 de agosto de 2020)

Sobra comentar las posturas antimarxistas de todas estas agrupaciones:

Véase la obra: Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las
prácticas terroristas de los GRAPO» de 2017.

Véase el capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré quién eres» [PCOE-PCPE
y sus escisiones]»de 2017

Véase el capítulo: Algunas notas sobre el nacionalismo de izquierda


catalán [CUP] de 2017.

¿En qué se diferencian estas proclamas sobre la unidad de las de otros partidos
como el PCE (m-l)? En nada, cada uno tiene su público y sus posibles aliados,
pero siempre, en este tipo de uniones prima la unidad por delante de los

891
acuerdos ideológicos, lo contrario para ellos, es «sectarismo». Cada líder,
autorizado o no, lanza al aire una propuesta de «unidad» que nunca se
materializa o que, de hacerlo, se volatiliza en tiempo record.

¿Cuál es la postura de un partido marxista-leninista al respecto de estos grupos?


Como sabemos, un partido revolucionario no se puede fusionar con un partido
revisionista, en todo caso el primero debería absorber al segundo y siempre bajo
exigencias ideológicas, en un partido revolucionario no entran los oportunistas
de un partido revisionista, en todo caso los cuadros honestos que rectifiquen sus
antiguos punto de vista y demuestren tal cambio. Esto esta claro, o debería de
estarlo, pero, ¿y qué hay de los posibles pactos, alianzas, frentes comunes y
colaboración con otras organizaciones? ¿Qué tipo de posición hay que tomar
con sus cabecillas y representantes de la línea de dichas organizaciones?
Dejemos hablar a Dimitrov, hablando de las relaciones que se pueden dar con
las organizaciones reformistas como los socialdemócratas, pero téngase en
cuenta que esto también es aplicable para las organizaciones que tienden hacia
el anarquismo o mezclan ambas desviaciones sin disimulo, sean oficialmente
autodenominadas como marxistas o no:

«Sería ingenuo pensar que la realización de la unidad de acción del


proletariado se puede conseguir tratando de ganar a los líderes reaccionarios
por el camino de la persuasión, las exhortaciones o los exorcismos. La unidad
del proletariado internacional no se puede lograr sin una lucha tenaz de todos
sus partidarios contra los enemigos declarados o encubiertos de dicha unidad.
A veces se escuchan en las filas de las socialdemócratas voces según las cuales
los comunistas, con su crítica abierta y franca respecto de la conducta de los
dirigentes de la II Internacional y de la Internacional de Ámsterdam,
dificultan la creación de un frente único. ¿Pero acaso puede lograr la creación
de un frente único si no se critica de la manera más decidida a quienes no
escatiman sus esfuerzos por obstaculizarlo? ¿Qué clase de dirigentes del
movimiento obrero seríamos, si no dijésemos abiertamente toda la verdad
sobre una cuestión tan importante para toda la clase obrera? Quién pasa por
alto u oculta los actos nocivos de los dirigentes reaccionarios en las filas del
movimiento obrero, no ayudan a la causa de la unidad de la clase obrera.
Quién renuncia –so pretexto de que ello redundaría en favor del frente único
proletario– a la lucha contra sus enemigos y a la crítica contra el reformismo
que subordina el movimiento obrero a los intereses de la burguesía, presta un
mal servicio a la clase obrera. El VIIº Congreso de la Internacional Comunista
de 1935 proclama la política única del proletariado y del frente popular, en su
resolución del 20 de agosto señala especialmente:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones


socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún
más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del
socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de
clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros
socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo».
(Internacional Comunista; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la
Internacional Comunista respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto
de 1935)

892
No es un buen luchador por la unidad de la clase obrera y por el frente popular
contra el fascismo quién no sigue esta directiva del VIIº Congreso de la
Internacional Comunista. Se equivoca profundamente quien piensa que la
lucha por el frente popular nos exime de la obligación de llevar a cabo una
lucha por una base de principios y por los intereses esenciales del movimiento
obrero, contra las teorías y conceptos hostiles a la clase obrera. Esta lucha no
perjudicaría a la causa del frente popular; al contrario, solo podría
favorecerla. Algo más. Esta lucha es la premisa necesaria para un despliegue y
fortalecimiento reales del frente popular contra el fascismo y la guerra. (...) Al
aplicar la política del frente popular contra el fascismo y la guerra, al
desplegar acciones conjuntas con los demás partidos y organizaciones de los
trabajadores contra el enemigo común, al luchar por sus intereses vitales y por
sus derechos democráticos, por la paz y la libertad, los comunistas no pierden
de vista la necesidad histórica del derrocamiento del capitalismo ya
anacrónico, y de la edificación del socialismo, que lleva aparejada la
liberación de la clase obrera y de toda la humanidad. Coordinar de manera
justa la política del frente popular con la propaganda del marxismo, con la
observación del nivel teórico de los cuadros del movimiento obrero, con la
asimilación de la gran doctrina de Marx-Engels-Lenin, como una guía para la
acción: eso es lo que tenemos que aprender y enseñar diariamente a nuestros
cuadros y a las masas». (Georgi Dimitrov; La unidad del proletariado
internacional, imperativo supremo del momento actual, 1 de mayo de 1937)

¿Cómo debe ser entonces en lo fundamental la colaboración con esas


agrupaciones? Pongamos otro ejemplo:

«Para que triunfe la causa de la liberación y la revolución, es preciso que el


partido marxista-leninista una bajo su dirección a todas las fuerzas
revolucionarias en un amplio frente popular. En la creación de amplios frentes
populares, el partido comunista marxista-leninista en modo alguno debe cifrar
todas sus esperanzas y concentrar todos sus esfuerzos en las alianzas y la
colaboración con los jefes de los partidos y las diversas organizaciones
políticas. El partido, sin descuidar este trabajo, tiene la tarea de consagrar
toda su atención y todas sus energías a la lucha por crear la unión del pueblo a
partir de la base, a través de un gran trabajo de esclarecimiento y persuasión
entre las masas, sobre todo organizando acciones concretas, bien preparadas
y reflexionadas. (...) Actualmente, en la arena política mundial además de los
partidos burgueses y socialdemócratas, ya desacreditados, actúan también los
partidos revisionistas que han traicionado los intereses de la clase obrera y su
causa revolucionaria. Las fuerzas y los partidos marxista-leninistas deben
llevar a cabo una lucha inexorable contra estos partidos para desenmascarar
su traición y sus objetivos contrarrevolucionarios, para destruirlos en tanto
que partidos políticos ganándose a su base y sin establecer con ellos ningún
compromiso a costa de los principios. Algunos partidos revisionistas harán
demagogia sobre la lucha armada. Otros, temiendo ser desenmascarados,
incluso emprenderán formalmente alguna acción armada. Los marxistas-
leninistas no deben dejarse engañar por estas tácticas diabólicas, no deben
confundir jamás la voluntad de lucha de las masas con los designios
saboteadores de los cabecillas revisionistas. Por tanto, el contacto con la base,
en el fuego de la lucha y para la lucha revolucionaria, es lo único posible y ello
con el objeto de neutralizar y liquidar a los revisionistas». (Enver Hoxha;

893
Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo
completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Casi todas las agrupaciones que cometen desviaciones sobre todo en la práctica,
no saben contraargumentar cuando se les señala que están saltándose los
principios del marxismo-leninismo. Algunos tratan de defenderse del hecho de
saltarse lo que en otras ocasiones ellos mismos recitan, para ello, se quejan
cuando les denuncian del uso de citas de los clásicos del marxismo-leninismo,
aludiendo que: «No están bien contextualizadas respeto al tema a tratar». O
tratan de ridiculizar tu exposición diciendo que «No se puede debatir a base de
citas»:

«Esto es lo que los ignorantes del marxismo-leninismo, llaman «el aburrido


arte de citar», normalmente dicen eso porque ellos adolecen tanto de una
formación ideológica correcta como de una coherente puesta en práctica
cuando se da la ocasión. Es por eso que este tipo de citas siempre escuecen
tanto a los pseudomarxistas, ya que les pone en un severo aprieto y les
recuerda cuanto les falta por conocer. Además, es sabido que nuestras citas no
son enunciados sin criterio alguno, sino que corresponden a un tema concreto,
mediante el cual a través de una analogía... presentamos una cita de un autor
sobre un tema concreto, donde concluye algo que se ha corroborado en la
praxis, todo esto para no olvidar los axiomas de la doctrina. Claro que para
debatir uno no se puede limitar a repetir citas, mucho menos si están fuera de
contexto, pero ni nosotros ni el resto de los marxista-leninistas hacen eso, en
cambio la ausencia de argumentos de autoridad, de datos cuantitativos y
cualitativos actualizados, de analogías históricas correctas, etc., y la reducción
del debate a eslóganes de defensas de una postura por sentimentalismo hacia
unas siglas o unas figuras, el desviar la cuestión principal hacia cuestiones
menores, afirmar sin argumentar... sí que es lo más pseudomarxista que
existe, y esa es la forma clásica del revisionismo». (Equipo de Bitácora (M-
L); Sobre el «maoísmo crítico» del blog Odio de Clase, 2013)

Argumentan despectivamente que eso de citar a los referentes del marxismo es


de «teóricos», de puros «doctrinarios» que «cosifican el marxismo», que «no lo
aplican correctamente a la situación concreta», etc. Pero señoras y señores, citar
y explicar la aplicación de esas citas corroboradas por la práctica no es
doctrinarismo, doctrinarismo es anunciar un principio sin contextualizarlo o sin
cumplirlo en la práctica, esto debe de ser comprendido de una vez por todas:

«No queridos oportunistas, doctrinarismo es por ejemplo aplicar una


estrategia o táctica de forma mecánica sin tener en cuenta la realidad. La
realidad es clara y sus resultados también, un partido marxista-leninista que
se haga respetar no puede ir a trazar como estrategia permanente el ir de la
mano y colaborar con partidos revisionistas en una internacional, firmar
declaraciones conjuntas, tal hecho es ayudar al revisionismo a propagar una
visión confusa de la realidad y crear el desconcierto en las filas del propio
partido. Doctrinarismo en cambio es decir oficialmente «repudiamos al
maoísmo», pero luego en la práctica resguardarse en una internacional de ese
tipo, confraternizar con sus partidos, eso es declarar una doctrina sobre el
papel y pisarla en la praxis. Al igual que la tendencia a enzarzarse con los
marxista-leninistas que os señalan vuestros defectos, mientras por otro lado

894
por sentimentalismo se busca la «unidad», «coordinación» y «colaboración»
con los revisionistas, a los que se jura y perjura respetar. (...) Eso si es una
clara expresión de doctrinarismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología
sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Los más ignorantes del PCE (m-l) que incluso desconocen la historia de sus
siglas, nos dirán: «¡Sois unos izquierdistas! ¡Unos dogmáticos!». Bien, el que
pronuncie tales palabras o similares argumentos, solo confirmará que no solo
no comprender ni acepta lo que Lenin ya vimos que expresaba sobre las alianzas
y los compromisos sin renunciar a los principios, sino que no entiende la lucha
contra el revisionismo que el PCE (m-l) desarrolló cuando era un partido
revolucionario.

Recurramos a lo que proclamaba el antiguo PCE (m-l) en su época


revolucionaria:

«En todo momento hemos de tener presente que la unión del pueblo ha de ser
realizada por abajo, que es el pueblo el que tiene que estar unido y no los
partidos o cabecillas –aunque a veces esto también sea posible–. Pero si el
proletariado, el campesinado y otras capas populares no están unidas de nada
servirá que los partidos firmen pactos y anuncien acuerdos pues estos no
servirán de nada o en todo caso irán dirigidos y se volverán contra el
proletariado y la revolución. (...) De esta forma se consigue que sea cual sea la
evolución de los partidos –y la experiencia demuestra que los partidos no
proletarios oscilan y varían de táctica en un momento dado–, se mantenga la
alianza fundamental: el frente». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

La propia Elena Ódena hablándonos de la dinámica de los revisionistas en


cuanto a alianzas, nos explicaba en el Nº250 de «Vanguardia Obrera»:

«Desde el XXº Congreso del PCUS de 1956, los revisionistas en todos los países,
y en lo que a España se refiere Carrillo y su grupo, acusaron a los marxista-
leninistas de izquierdistas porque denunciamos su política de componendas y
compromisos sin principios con la reacción y las fuerzas oportunistas, su
abandono de la lucha de clases, etc. basándose para ello en textos de Lenin y
Stalin contra el izquierdismo acerca de la necesidad de llegar a acuerdos y
compromisos con la reacción y con los oportunistas en determinados
momentos, casos y circunstancias. Lo que «olvidaba» nuestro revisionista
Carrillo de aclarar en sus ataques, es que «hay compromisos y compromisos».
(Elena Ódena; Algunas tendencias en el partido que obstaculizan nuestra
política de unidad, 1978)

Efectivamente, como se ha demostrado durante este capítulo: la aproximación,


las diversas lisonjas y muestras de camaradería que el PCE (m-l) desarrolla con
las fuerzas oportunistas hasta el punto de hablarnos públicamente de esfuerzos
por consumar fusiones con ellos, no son unos compromisos que ayude en nada
al proletariado por las razones ya expuestas. El hecho de que reproduzca la
misma ideología en política nacional e internacional que estos partidos, no
ayuda al internacionalismo proletario, por el contrario, nos indica hasta que
punto es un partido degenerado.

895
Un partido como el actual PCE (m-l) que se ha juntado en alianzas concertadas
por arriba con los líderes de grupúsculos marginales del revisionismo, que ha
intentado incluso fusionarse con ellos sin que hubiesen demostrado un mínimo
de arrepentimiento y rectificación en sus posiciones previas, y que establece
todo tipo de pactos sin condiciones ideológicas ni dedica crítica alguna a las
teorías o acciones de sus aliados no puede tomarnos el pelo y hablar de «lucha
por la unidad de los trabajadores», de «lucha contra el revisionismo».

Si a estas alianzas con revisionistas le aunamos las que normalmente contrae


con las organizaciones republicanas y sus frentes, entenderemos porque el PCE
(m-l) es considerado un partido sin principios por los comunistas consecuentes.
Véase el capítulo: «El republicanismo abstracto como bandera reconocible del
oportunismo de nuestra época».

Un partido que dedica la mayor parte de sus esperanzas en estos frentes bajo
estas políticas, que encima le imposibilitan encabezarlos, no puede ser
considerado un partido de vanguardia ni que aspire a serlo. Sino un partido
oportunista que busca por hacerse un hueco en la retaguardia del revisionismo
patrio.

Una vez más la propia documentación de los clásicos del marxismo más la del
antiguo PCE (m-l)... deja en franca evidencia a los líderes del nuevo y artificial
PCE (m-l) y sus posiciones políticas de revisionismo trasnochado.

El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción


de figuras revisionistas en el ámbito nacional

Un comunista debe evaluar a las figuras políticas dentro de su contexto


histórico. Debe evaluar todos sus méritos y fallos, y ver si cualitativamente
pesan más los primeros o los segundos. Abundan entre los pseudomarxistas el
reivindicar a famosos revisionistas porque en algún momento de su vida fueron
marxistas o al menos se reivindicaron como tal. Sobra decir que esto solo lo
hacen elementos sin nula capacidad analítica, perdonando u olvidando incluso
los peores actos de traición en favor del enemigo de clase.

Elena Ódena, líder indiscutible del Partido Comunista de España (marxista-


leninista), reivindicaba el legado de los comunistas consecuentes como Miguel
Hernández o José Díaz. Al mismo tiempo, arremetía sin compasión contra el
revisionismo local condensado en la traición de figuras como las de Carrillo o
Ibárruri, que habían llevado al Partido Comunista de España (PCE) hacia el
desfiladero del eurocomunismo:

«La historia de los diez años de existencia de nuestro partido está íntimamente
ligada a la lucha contra el revisionismo. El partido ha surgido, se ha
desarrollado y se ha fortalecido en tenaz lucha contra el revisionismo moderno
y en primer término contra sus manifestaciones en el plano nacional, cuya
corriente principal encabeza el grupo Carrillo-Ibárruri». (Elena Ódena; X
años de lucha contra el revisionismo y el oportunismo, 1974)

896
De dichos desastrosos resultados y cismas del revisionismo... nacería el
brézhnevista Partido Comunista Obrero Español (PCOE), fundado en 1970 por
Enrique Líster. El PCE (m-l) criticaba su falso antirrevisionismo:

«El libro de Líster «Basta», junto con otros documentos, dan suficiente
material para poder analizar y ver qué es y qué busca, así como a quién sirve
Enrique Líster, hasta hoy cómplice del renegado, agente de la oligarquía y
antipatriota, Santiago Carrillo. (...) Es simplemente un fiel y sumiso servidor
del revisionismo soviético. (...) Saca trapos sucios de Carrillo al público, trapos
que han sido ensuciados con su colaboración, y hace algunas críticas
superficiales, más de palabra y de forma que de fondo, a la línea política
carrillista, de la cual Líster es coautor, ha participado en la elaboración y
explicación, y la defendía contra los marxista-leninistas hasta hace unos
meses. (…) Para todos los marxista-leninistas que en los años 1963 y 1964
comenzamos a luchar en las filas del partido, contra la corrupción y el
revisionismo de la dirección está bien claro que Líster, etc. emplearon con
nosotros los mismos métodos fascistas por los que hoy derraman lágrimas de
cocodrilo y se desgarran las vestiduras. Entonces ellos como uña y carne de
Carrillo utilizaron el corrompido aparato revisionista para aplastar la crítica,
e incluso llegaron a las amenazas de asesinato contra los que nos levantamos
por la pureza del partido y sus principios». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); El falso antirrevisionismo de Líster, 1973)

Por tanto, se explicaba que el PCOE no era más que otro grupúsculo revisionista
nacido de las riñas interrevisionistas:

«Cuando se produjo la estrepitosa ruptura entre los dos cabecillas


revisionistas, Líster y Carrillo, nuestro partido comprende rápidamente que se
trata de una contienda entre dos variantes del revisionismo que se
enfrentaban por razones de orden oportunista y con el fin de esclarecer la
cuestión, publica un folleto con el título: «Líster y Carrillo, dos caras de la
misma moneda». (Elena Ódena; X años de lucha contra el revisionismo y el
oportunismo, 1974)

Los motivos de estas riñas, más allá de factores específicos, se basan en


tendencias comunes inherentes a lo que supone el revisionismo en cualquiera de
sus variantes:

«En el interior de un partido comunista, al perder éste su esencia bolchevique,


surgen diferentes camarillas que defienden diversos intereses, así también en
el conjunto del revisionismo mundial. (...) El revisionismo tiende a la
descentralización, al policentrismo, a la dispersión». (Partido Comunista de
España (marxista-leninista); El falso antirrevisionismo de Líster, 1973)

Enver Hoxha resumiría la degeneración y descomposición del PCE, como sigue:

«Cuando era el momento de defender el marxismo-leninismo, los dirigentes del


Partido Comunista de España atacaron ferozmente al Partido del Trabajo de
Albania y salieron en defensa de Jruschov y su grupo traidor al marxismo-
leninismo. El tiempo confirmó que nuestro Partido del Trabajo estaba en el
justo camino, en el camino, marxista-leninista, mientras que el Partido

897
Comunista de España, con Ibárruri al frente, se había alineado enteramente
en el campo de los renegados y los enemigos del comunismo. A partir de 1960,
en el Partido Comunista de España comenzaron a surgir grandes disputas y
divergencias que conducirían a la escisión del partido. Fue así como se crearon
dos fracciones revisionistas, antimarxistas: una, prosoviética, encabezada por
Enrique Líster; y otra, que buscaba independizarse de Moscú, para poder
aplicar su propia línea, que posteriormente tomaría el nombre de
eurocomunismo. A la cabeza de esta segunda fracción estaban Dolores
Ibárruri y Santiago Carrillo. (...) Han tenido el «honor» de haber arrojado por
la borda la bandera roja de la revolución y han pisoteado sin la menor
vergüenza la sangre derramada por decenas y cientos de miles de héroes en la
guerra civil española. (...) Los auténticos partidos comunistas son partidos de
la revolución y la edificación del socialismo, mientras que los llamados
partidos comunistas italiano, francés, español y otros de la misma especie son
partidos de las reformas burguesas. Los primeros son partidos que tienen la
misión de destruir el régimen burgués y construir el socialismo, los segundos
son partidos de la defensa del régimen capitalista y de la conservación del
viejo mundo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Sin embargo pese a ser esto una verdad histórica obvia… Raúl Marco, en su
declaración refundacional de 2006, donde creó un nuevo y artificial partido que
recogía las siglas del PCE (m-l), cometiendo un ultraje contra la historia de esas
propias siglas, diría sin vergüenza alguna:

«El actual PCE (m-l) es heredero de las contribuciones de José Díaz, Cristino
García, Checa, Uribe, La Pasionaria [Dolores Ibárruri], Líster, Modesto y
otros, quienes lograron grandes éxitos pero también cometieron algunos
grandes errores. También reivindica la herencia de un líder de partido
injustamente desterrado, el camarada Joan Comorera, que se enfrentó al
revisionismo y la traición de Carrillo y que pagó con su vida por no vender la
causa revolucionaria mientras que otros se sentaron cómodamente en el
exilio». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cronología del
Comité Estatal de Organizaciones Comunistas, 22 de octubre de 2006)

Por si quedan dudas de quien escribió esto, el propio Raúl Marco anotaría en
una introducción a la reedición a una obra del PCE (m-l) de 1974:

«Al releer ahora aquel análisis, me parece que habría que matizar algunos
aspectos, profundizar en otros, desarrollar más. Por ejemplo, pienso que no es
justo calificar de renegado a Enrique Líster. Cierto es que, quizá por
seguidismo hacia Carrillo, durante tiempo defendió posturas revisionistas y
oportunistas, que después de muchas vacilaciones y de luchas intestinas –
Semprún, Claudín, Gallego y otros miembros de la dirección del PCE–, rompió
con Carrillo, al que denunció en un libro que aclaraba bastantes puntos
oscuros. Pero sus posiciones oportunistas, no dan pie, en mi opinión, para
calificarlo de renegado y olvidar el importante papel que desempeñó durante
la guerra. Igualmente, «meter en el mismo saco» a Dolores Ibárruri con
Santiago Carrillo, tampoco es correcto». (Raúl Marco; Introducción a la obra:
«La guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo» de
1974, 2006)

898
El actual PCE (m-l) de Raúl Marco se junta con engendros como el PCE, el
PCOE, y sus respectivos jefes. Se atreve a reivindicar a figuras como Ibárruri o
Líster, intentando engañar a la gente con que todo el revisionismo en España ha
residido solamente en la figura de Carrillo. Para los metafísicos y torpes
analíticos, es bien fácil reducir la historia a este tipo de guiones donde se utiliza
una cabeza de turco para explicar todo un proceso:

«Como cualquier pseudomarxista, Roberto Vaquero líder de Reconstrucción


Comunista (RC) [a la hora de analizar la historia] esquematiza los
acontecimientos históricos entre «buenos» y «malos». A ejemplo de ello, en
base a que si una figura es enemiga del villano mayor debe de tratarse de un
héroe, y viceversa, no estudia nada más, todo se reduce a ese simplismo: «el
enemigo de mi enemigo es mi amigo». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología
sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Roberto Vaquero y otros revisionistas han aprendido estos trucos analíticos de


su maestro, el «veterano» líder revisionista Raúl Marco.

Repaso al largo historial antimarxista de Ibárruri en el PCE

Y es que, ¡por supuesto! Para el renegado Raúl Marco solo parece contar los
aportes de la «Pasionaria» a la causa del PCE en los años 30, e intenta disimular
la responsabilidad de Ibárruri en el atolladero revisionista en que metió al PCE.
Normalmente quienes apelan a esto lo hacen a base de fe, ya que los seguidores
de esta línea argumentativa ignoran que el desviacionismo de Ibárruri ya era
manifiesto mucho antes de su abierta adhesión al revisionismo en años
posteriores. Otra cosa es que, como acostumbran los defensores de los mitos del
revisionismo, no conozcan los hechos o los disimulen apropósito.

Entre aquellos errores tempranos, podemos anotar su fiel participación en los


errores sectarios de la dirección del PCE en la época de Bullejos, quienes no
estén al tanto de a qué tipo de defectos nos referimos. Véase la obra: «Las
invenciones del thälmanniano Wolfgang Eggers sobre el VIIº Congreso de la
Internacional Comunista» de 2015.

Para aquel entonces, Ibárruri había colaborado estrechamente con la dirección


de Bullejos, y tiempo después de que fuese derrocada, siguió negando los efectos
negativos que había causado para el correcto funcionamiento del partido, por lo
que la nueva dirección encabezada por José Díaz puso entre la espada y la pared
a Ibárruri. Terminando optando por realizar una autocrítica, reconociendo que
debía desligarse del sentimentalismo y el compadreo que le ligaba a las figuras
de dicho grupo, los cuales le habían impedido ver tales efectos nocivos:

«El nuevo comité pidió a Dolores Ibárruri una exposición pública de sus
posiciones políticas. Se trataba de una exigencia de autocrítica oficial que
Pasionaria realizó por medio de una carta publicada en Mundo Obrero el 5 de
diciembre de 1932:

Yo, vieja comunista, no quiero ni puedo rehuir, (...), el hacer una autocrítica
severa de pasadas actuaciones. (...) No personalmente, sino en interés del

899
Partido, recabando para mí el tanto de culpa que me haya podido
corresponder. Unida al grupo de renegados, no como tal, sino por ostentar
este la dirección del Partido, por una convivencia de muchos años de lucha que
crearon entre nosotros lazos de sincero afecto, para mí ha resultado muy
doloroso tener que abandonar a estos camaradas en una revuelta del camino;
si dijese otra cosa no sería sincera. Pero cuando de luchar por el
engrandecimiento del Partido se trata (...), para mí no existen amistades,
afectos y familia ni amigos; no existe más que el Partido y la revolución y en
aras de esto sacrifico todo lo demás». (Mundo Obrero, el 5 de diciembre de
1932)

Rafael Cruz destaca que en el término «vieja comunista» Ibárruri trata de


rescatar, frente a la juventud de la nueva dirección, la autoridad que la edad,
la experiencia y los sacrificios realizados otorgan. Era necesario hacerlo así
porque, en el hecho de abjurar de su anterior trayectoria y de sus compañeros,
era preciso rescatarse a sí misma como un valor para la nueva dirección. Pero
eso no era suficiente, había que romper con sus camaradas y alinearse con la
nueva dirección». (Miren Lona; La imagen viril de Pasionaria. Los
significados simbólicos de Dolores Ibárruri en la II República y la Guerra
Civil, 2015)

En tal autocrítica podemos asistir a un ejercicio de dramatismo, «rasgándose las


vestiduras» por sus errores para tratar de convencer a sus compañeros de su
arrepentimiento, en un tono cínico que siempre le sería característico durante
toda su carrera, siendo dicha autocrítica un ejemplo de exageración y falta de
sobriedad en una pretendida comunista, la cual debe demostrar ante tal
tesitura, menos palabrería, menos discursos de autoflagelación, y más análisis
de las fuentes de los errores, más actos comprometidos que demuestren lo que
se dice haber comprendido.

Otro de sus sonados y repetidos defectos fue su tendencia a realizar análisis


escuetos y poco preparados, que tendían claramente hacia la grandilocuencia y
la autosatisfacción en los resultados. Uno de los delegados de la Internacional
Comunista (IC) comentaría que:

«En las primeras redacciones del informe de Dolores [del Pleno del Comité
Central del PCE en 1937] se tendía a ahogar la autocrítica en la exaltación del
gran papel jugado por el partido en la creación del ejército, respecto al
heroísmo de los combatientes, etc.; el informe tomaba demasiado el carácter
de un discurso de agitación. Ese defecto quedó en gran parte corregido en la
redacción definitiva. (…) El partido no está acostumbrado en absoluto a la
autocrítica». (Palmiro Togliatti; Sobre los problemas del Comité Central del
PCE, 25 de noviembre de 1937)

Razón por la que al final de la guerra reportaría sobre el partido, en lo que


parece ser una clara alusión a Ibárruri, que:

«La dirección del partido, en particular, fue siempre más fuerte en el trabajo
de la propaganda que en la organización». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de
mayo de 1939)

900
Razón por la que al final de la guerra reportaría sobre el partido, en lo que
parece en una clara alusión a Ibárruri, que:

«Contra el compromiso. La cuestión de la posibilidad de que se ponga fin a la


guerra a través de un compromiso con el enemigo no sólo debe considerarse
presente en la opinión pública, sino que con bastante rapidez puede
convertirse en la cuestión central. (…) Todos hablan contra el compromiso y a
favor de la continuación de la guerra hasta la victoria. (…) Es necesaria, no
obstante, una vigilancia. ¡Muy estricta! El enemigo maniobra con la idea del
compromiso con la finalidad de lograr desmoralizar y quebrantar el frente de
resistencia popular». (Palmiro Togliatti; Sobre los problemas del Comité
Central del PCE, 25 de noviembre de 1937)

Esto no fue una advertencia al azar, ya que si repasamos las memorias de


Ibárruri, reconoce que encabezó la postura derrotista dentro del PCE durante la
guerra:

«Pero por documentos de entonces, podemos ver ciertas manifestaciones de


esa lucha de tendencias. Es muy revelador comparar lo que dice José Díaz a lo
que expresa Ibarruri:

«No puede haber paz mientras quede un sólo soldado de los ejércitos invasores
pisando el suelo de nuestra patria. No puede haber paz hasta que sean
definitivamente aplastados todos los enemigos y todos los que tratan de
implantar en España un régimen fascista. No puede haber compromiso de
ninguna suerte con los generales traidores a su patria, ni con el invasor
extranjero». (José Díaz; Informe al Pleno del Comité Central, celebrado en
Valencia los días 13 al 16 de noviembre de 1937) (…)

Si el Programa de los «13 Puntos» [de Negrín] fue recibido con abierta
hostilidad por los que en el campo republicano hacía tiempo que
cerebralmente estaban junto a los que luchaban contra la República, en
cambio en los frentes, donde a cada momento se jugaba con la muerte, y entre
las masas populares, fue aprobado con entusiasmo. El pueblo y los
combatientes sabían ya que no se luchaba a la desesperada y que el Gobierno
estaba dispuesto a encontrar una salida honrosa a la guerra que no se cerraba
el camino al compromiso que salvase vidas y garantizase el derecho del pueblo
a expresar democráticamente su voluntad». (Dolores Ibárruri; El único
camino, 1963)

Se puede apreciar claramente la diferencia entre este párrafo de Dolores


Ibárruri y los anteriores de José Díaz. Ibárruri habla un lenguaje de
compromiso, de derrota; José Díaz, uno de lucha, de victoria. (…) Los «13
Puntos» –30 de abril de 1938–, por ejemplo, si bien tienen aspectos positivos y
revolucionarios, también tienen aspectos negativos y de claudicación, pues son
el reconocimiento en sí de la igualdad entre lo justo y lo injusto, y niega en
parte las conquistas revo1ucionarias del pueblo, ya que olvidan la naturaleza
del enemigo. Pero si estos «13 Puntos» tienen un lado positivo, los posteriores
«3 Puntos» –de Figueras, febrero 1939–, son la total entrega y el
reconocimiento de la derrota. Ambos fueron aprobados por el Partido. Por este

901
camino de las concesiones se llegó a hacer declaraciones, como las que cita
Dolores Ibárruri en «El único camino»:

«Nos recibió Negrín, ante el cual expusimos la opinión de los comunistas sobre
la situación. «Si el Gobierno estaba dispuesto a continuar la resistencia, el
Partido Comunista le apoyaría. Si estaba dispuesto a entablar negociaciones
de paz, el Partido Comunista no sería un obstáculo».

Esta declaración hecha por Ibárruri a Negrin muestra hasta dónde se rodó
por la pendiente de la claudicación y el compromiso con el fascismo». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); La guerra nacional revolucionaria
del pueblo español contra el fascismo, 1974)

Togliatti señalaría, pareciese que una vez más en conexión con Ibárruri y otros,
que uno de los fallos del PCE en aquellos momentos finales fue:

«El sentido de la responsabilidad de los camaradas dirigentes del partido no


era siempre muy elevado. Una parte de ellos había perdido el contacto con las
masas. (...) Políticamente, el temor a romper el Frente Popular, en un
momento en que la unidad se veía puesta en peligro seriamente y en el que
todos los demás partidos tendían a la ruptura, frenó y en ciertos momentos
paralizó la acción del partido en la dirección y en la base. En este período el
partido hizo depender demasiado su acción de la del Presidente Negrín y
cometió errores en las relaciones con las masas, cosa que contribuyó a su
aislamiento». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Como denunció oportunamente años después Líster, Ibárruri y altos cargos


afines en la cúpula del PCE mantuvieron un tren de vida totalmente condenable
para un dirigente comunista, y más en contraposición con las penurias que
estaban sufriendo su militancia:

«Es de un liberalismo «enternecedor» el llamar a los crímenes «polacadas» y


el calificar de «vivir a cubierto de las necesidades» al lujo en que ella, Carrillo
y otros cuantos vivían y continuaron viviendo. En 1946 el Buró Político se
había trasladado a París. Toulouse resultaba demasiado provinciano y
demasiado indiscreto para el género de vida de grandeza que diferentes
miembros del Buró Político querían seguir llevando. En unos casos se compran
y en otros se alquilan espléndidas villas en los lugares elegantes de los
alrededores de París. Las guerrillas, el trabajo clandestino, las cárceles
franquistas, geográficamente sólo estaban al otro lado de los Pirineos, pero
mentalmente estaban muy lejos de las preocupaciones de los Dolores, Carrillo,
Mije, Antón y compañía. (...) A mí se me ofreció una de esas residencias. La
rechacé. (...) Lo que resultaba injusto y hasta inmoral era vivir como grandes
señores con el dinero que los militantes y simpatizantes daban para la
actividad revolucionaria al Partido». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el
Partido Comunista de España, 1983)

Esto también había sido advertido años antes por los delegados de la IC,
denunciándose una:

«Falta de sobriedad en la vida personal de casi la totalidad de los dirigentes

902
del partido, de los sindicatos, del ejército y del Estado, cosa que, además de ser
una fuente de derroche, alejaba a las masas de esos dirigentes. Nuestro
partido no estuvo a salvo de esos defectos». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de
mayo de 1939)

Más de una vez Ibárruri se hizo notar por soltar discursos irresponsables, que
lejos de refutar las mentiras de los enemigos del partido, le daban un precioso
arsenal de argumentaciones para atacarle. En un discurso de agosto de 1937,
decía:

«Si en época normal hay un adagio que dice que es preferible absolver a cien
culpables a castigar a un inocente, cuando está en peligro la vida de un pueblo,
es preferible condenar a cien inocentes antes que el culpable pueda ser
absuelto». (Verdad; Órgano del Partido Comunista de España, 10 de agosto de
1937)

En algunas ocasiones el resto de compañeros intervinieron para que corrigiese


sus informes a tiempo, en los cuales se deslizaba con facilidad hacia un
izquierdismo que pretendía quemar etapas sin tener en cuenta la correlación de
fuerzas ni otros muchos factores a tener en cuenta, planteando en otros puntos
cuestiones necesarias de abordar, pero desde posiciones mal enfocadas:

«El partido en general bien, pero con una tendencia muy acentuada, en la
primera fase de los acontecimientos a que hacen referencia estas notas, a
deslizarse de nuevo hacia actitudes sectarias. Esto vale sobre todo parece
Dolores. [En] Uno de sus discursos en Cataluña (…) A pesar de la línea
establecida con anterioridad, tuvo que ser corregido profundamente porque,
en el fondo, iba dirigido contra el frente popular –consideración de la pequeña
burguesía en bloque como una masa de cobardes, desprecio con la
constitución–». Durante un discurso en Madrid cayó de lleno en la
provocación de quienes quisieran presentar al partido como patrocinador del
desorden –invitación a los soldados a dirigir sus armas contra el enemigo
interior–. La tendencia contra la que en diversas ocasiones he tenido que
tomar posición ha sido la de creer que la solución de todos los problemas será
posible si el partido toma en sus manos todos los resortes del poder, y en
cuanto lo haga». (Palmiro Togliatti; Informe, 21-22 de abril de 1938)

Del mismo modo, los testigos señalaron a Ibárruri como una de las principales
responsables de que el PCE se viese superado tras el golpe de Casado de 1939:

«La dirección del partido –Checa, Uribe, Dolores, Diéguez, y Mo. En Madrid–,
en vez de hacer frente a la situación se encontraba en tal estado de
desmoralización y desorientación que le era posible pensar más allá. Una
semana después de la llegada de Negrín a la Zona Centro, todavía el Buró
Político (BP) no había podido hablar con él. (…) Los defectos de siempre de la
dirección del partido –falta de iniciativa, palabrería en vez de acción, excesivo
nerviosismo– llegaron al extremo. Por ejemplo: conscientes de la debilidad y
del aislamiento político en Madrid, y de la dificultad de mejorar la situación
mediante mítines –prohibidos–, se le había encargado a Dolores que
contribuyera a modificar la situación a base de establecer contactos con las
fábricas, a través de encuentros y conversaciones con delegaciones de obreros

903
de las fábricas en las que hacía repartir víveres. Ni una sola vez fue seguida
esa indicación. (…) El camarada Checa fue el primero en comprender la
necesidad de cambiar las cosas, corrigiendo para empezar la línea del partido,
y aceptó de inmediato consejos e indicaciones en ese sentido». (Palmiro
Togliatti; Informe, 21-22 de abril de 1938)

En aquellos momentos, la dirección liderada por Ibárruri se destacó por la


incapacidad de reorganización el partido, y manifestar de nuevo posturas
claramente derrotistas:

«Sostuve que si los miembros del BP –Carrillo, Mije, Giorla y Antónse– habían
quedado en Francia después de la pérdida de Cataluña, se debía a que ellos
daban la guerra por terminada al perderse esa región. Dije que esto mismo de
dar la guerra por terminada después de la pérdida de Cataluña también les
había pasado a Dolores y Delicado, y que sólo así se podía explicar el que se
encerraran en Elda –cerca de Alicante– y que nos dieran la orden al grupo de
militares que habíamos llegado de Francia de que nos encerráramos también
allí, lejos de los frentes donde estaban las fuerzas militares y de los grandes
centros industriales donde estaban las masas obreras y, sobre todo, lejos de
Madrid, que había sido la gran fortaleza del Partido y que en esos momentos
era el centro de la conspiración contra el Gobierno, contra el Frente Popular y
la República. Dije que jamás podría olvidar la penosa impresión que recibí la
mañana del 6 de marzo cuando al llegar a Elda, procedente de Cartagena –
donde la sublevación fascista había sido aplastada–, y unas horas después de
haberse sublevado ya Casado, me encontré con Dolores, Delicado y otros
dirigentes del. Partido, no estudiando la respuesta que se podía dar a los
traidores de la junta casadista, sino preparando la toma del avión para el
extranjero». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de
España, 1983)

Un delegado búlgaro de la IC reportó lo mismo en esas fechas, subrayando lo


incoherente que era quedarse en una zona hostil y bajo la inoperancia:

«Es evidente que la repentina partida de parte de los miembros de la dirección


del partido y trabajadores militares responsables del partido no podría haber
dejado de producir en un primer momento una impresión muy molesta y de
generar una gran confusión en las filas del partido, además de que los
enemigos intentaron inmediatamente después especular con esta partida. (...)
Si los camaradas no se hubieran ido el 6, probablemente hubieran sido
asesinados –por lo menos Dolores, Modesto, Líster y Uribe–. (...) El error fue
que permitió que la dirección del partido y un notable grupo de los
trabajadores militares del partido más destacados se encontrasen encerrados
en Elda, donde el partido no tenía ni una persona fiel entre la población y
donde no se tenía ninguna clase de posibilidades materiales de mantener
comunicación y contacto. (...) El error más serio fue el hecho de la negligencia
a elaborar y publicar inmediatamente un manifiesto con el que hubiese sido
necesario aclarar al proletariado, a las masas populares y al ejército y a las
organizaciones del partido el sentido de los acontecimientos que transcurrían,
destacar la posición del partido y decir lo que había que hacer». (Stoyán
Mínev; Informe elaborado por Stoyán Mínev [alias Stepánov y Moreno],
delegado en España de la Internacional Comunista durante los años 1937-

904
1939, para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, [abril]
de 1939)

En Europa a mediados de los años 30 los imperialismos occidentales como


Francia y Gran Bretaña dieron varias pruebas palpables con su política exterior
de que deseaban empujar a Alemania a una guerra contra la URSS, esta línea se
materializó en la famosa Política de Apaciguamiento de concesiones al fascismo
italiano y alemán, siendo los Acuerdos de Munich de 1938 su más alta
expresión. Como se ve en el artículo de Andréi Zhdánov en «Pravda» del 29 de
junio de 1939, en el liderazgo soviético se desataron intensos debates. Por un
lado estaban los que pensaban como él: que esta era la dinámica internacional, y
que por tanto, la URSS no podía confiar en nadie y debía actuar en
consecuencia, y por otro lado, estaban los que pensaban como Maksim Litvínov:
que había que dar más tiempo a Francia y Gran Bretaña porque sus intenciones
de frenar al fascismo alemán eran sinceras. Años después se ha desclasificado
los cables y conversaciones entre diplomáticos británicos y alemanes, donde los
primeros llegaron a aceptar teóricamente la posibilidad de una alianza
germano-británica con el claro fin de atacar conjuntamente a la URSS. Para
finales de la década, todo intento de la URSS de negociar pactos defensivos de
asistencia mutua para repeler conjuntamente en caso de un ataque alemán fue
rechazado por Francia, Polonia y Gran Bretaña. Mientras tanto la URSS se había
enfrentado en varios rifirrafes con Japón en las conocidas como guerras
fronterizas soviético-japonesas de 1932-1939, derivado del expansionismo
nipón que ya había invadido Manchuria en 1931, y que había firmado el Pacto
AntiInternacional Comunista en 1936 con Italia y Alemania y el Pacto Tripartito
en 1940. Viéndose sola y bajo una política hostil de todos los países capitalistas,
a la URSS no le quedaría más remedio que firmar el pacto de no agresión
germano-soviético de 1939 para desviar el foco de la guerra e intentar ganar
tiempo, de igual modo tras las victorias militares de los últimos años sobre
Japón, le forzaría a firmar un pacto neutralidad en 1941. Poco después se
iniciaría la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939, 16 días después,
con el gobierno polaco exiliado y con el Estado polaco desintegrado, el Ejército
Rojo de la URSS avanzó sobre su frontera oeste y se produjo la consiguiente
reincorporación de los territorios arrebatados por Polonia a Rusia en el Tratado
de Riga de 1921. Véase la abundante documentación aportada por Bill Bland en
su: «Pacto de no agresión germano-soviético de 1939» de 1990.

Para aquel entonces, nos encontramos con una Dolores Ibárruri que quería
aparentar ser más «papista que el papa» justificando la política soviética con
argumentos rebuscados, aunque su política se justificase simplemente por la
lógica de los acontecimientos ante un escenario tan complicado y la política de
los imperialistas. Queriendo defender a la URSS llegaría a declarar sobre
Polonia lo siguiente en su artículo «La socialdemocracia en la guerra actual»:

«¡La Polonia de ayer, cárcel de pueblos, república de campos de concentración,


de gobernantes traidores a su pueblo, que estaba constituida a la imagen de la
democracia de los Blum y Citrine! La socialdemocracia llora sobre la pérdida
de Polonia, porque el imperialismo ha perdido un punto de apoyo contra la
Unión Soviética, contra la patria del proletariado. Llora la pérdida de Polonia,
porque los ucranianos, bielorrusos, trece millones de seres humanos han
conquistado su libertad. (...) Polonia, estado creado artificialmente y que era

905
un conglomerado heterogéneo, creado por el Tratado de Versalles». (España
Popular; Nº1, 1940)

Proclamar que la etnia polaca ocupaba solo el 60% eran unos cálculos del todo
falsos e innecesarios para realizar una crítica al régimen polaco. Ya que por
ejemplo estas cifras estaban en torno a un 68% según el censo de 1931. Claro
que el Estado polaco era un país con varias minorías nacionales anexionadas
por la fuerza y con falta de derechos evidentes bajo el legado dejado por Jósef
Pilsudski. Véase el artículo de Vientos del Este: «Bielorrusia bajo el dominio
polaco (1920-39)» de 2009.

Pero Ibárruri podría haber optado mejor por señalar que habían sido
previamente los polacos quienes habían firmado un pacto de no agresión con la
Alemania de Hitler en 1934, estableciendo grandes relaciones como se puede ver
en la asistencia de Hitler al funeral de Pilsudski al año siguiente, y habiendo
participado conjuntamente en la descuartización de Checoslovaquia ese mismo
año 1939.

Pese a las excelentes relaciones polaco-germanas, esto no había evitado que


Alemania exigiese entre sus reclamaciones territoriales la devolución del
«Corredor Polaco» –la antigua Prusia Oriental– 1938. El fascismo como todo
régimen político necesita de aliados internacionales, pero debido a su
chovinismo nacional es altamente pragmático, por lo que en materia de
relaciones internacionales sacrifica todo lo que no le ayude a engrandecer su
imperio, aunque le implique romper con sus aliados naturales. En esos meses
había sido Polonia la que había rechazado varias ofertas de pactos militares
defensivos con la URSS y otros países europeos en caso de ataque por parte de
Alemania, país en clara deriva expansionista que ya había intervenido en
España y se había anexionado Austria y Checoslovaquia. Declarar, como hacia
Ibárruri, que el Estado polaco era en sí artificial era una falacia, digna de la
mayor ignorante en historia, que nada aportaba al debate. La nación polaca
había sido reconocida por Marx, Engels, Lenin y Stalin. Habría que haber visto
la cara de los delegados polacos de la Internacional Comunista (IC) cuando
llegasen a leer este artículo, ¡sin duda su cara sería todo un poema! ¿Cómo
podían los comunistas polacos atraer la simpatía de su población si elementos
de la IC como Ibárruri soltaban estas barbaridades?

Como concluiría Gregorio Morán, uno de los expertos en la historia del PCE,
muy acertadamente sobre los rasgos fuertes y débiles de su personalidad:

«Pasionaria, políticamente, poseía escasa entidad, pero en ella existía la


capacidad de explicar las cosas mejor que muchos y de darles una versión
popular que conectaba felizmente con el público. Su handicap tenía un rasgo
objetivo, que se reducía a su escaso bagaje intelectual y otro subjetivo,
personal e intransferible, que consistía en una tendencia a la tranquilidad, al
inmovilismo, a ser ama de casa, lo que contrastó siempre con su figura de
mujer volcánica que daba la escena, pero no la vida. Podía charlar, recibir,
dar pésames y plácemes, pronunciar frases felices; pero estudiar, preparar las
reuniones, leer, darle vueltas a las cosas, no era lo suyo. (...) Si en todo político
hay algo de actor, Dolores se convirtió en una actriz que se creyó su papel
hasta el punto de que siguió manteniéndolo y representándolo después de que

906
la obra hubiera terminado, cuando el telón estaba sobre el suelo y, salvo los
tramoyistas, nadie quedaba en el teatro». (Gregorio Morán; Miserias y
grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

En aquellos momentos una nueva reorientación táctica fue recomendada por


Dimitrov para afrontar los cambios en el panorama internacional –como se
anotó en su diario–. Ibárruri fue la abanderada de presentar esa nueva política
frentista y de alianzas del PCE en 1942:

«La política del PCE en el camino de la reconversión a la democracia por la vía


rápida forzaba las cosas y le obligaba a ser más papista que el papa. Le
llevaba a un oportunismo político; abría tanto su abanico de futuras alianzas
que perdía a sus aliados más cercanos, sin siquiera llegar a tentar a esos otros,
hipotéticos y lejanos. Esto va a ocurrir palmariamente con un documento que
redactará íntegramente Dolores Ibárruri y que pasará a la historia como el
Manifiesto de la Unión Nacional por antonomasia, publicado el 16 de
septiembre de 1942 y firmado por el Comité Central. Años más tarde, Santiago
Carrillo llegará a afirmar públicamente –Pleno del CC de diciembre de 1945–
que la política de Unión Nacional comienza en el manifiesto de Dolores de
septiembre del 42. (...) Dolores Ibárruri plantea en esta declaración de
septiembre la Unión de todos los antifranquistas, o anti-Eje, sin necesidad de
definirse por la república, ni por la monarquía, es decir, sin signo institucional
definido. (...) Antes de que Indalecio Prieto plantee esto en 1947, con gran
escándalo del PCE, ya Dolores Ibárruri, con la firma del Comité Central, lo
avanzaba en septiembre de 1942. (...) En México, donde las fuerzas políticas
españolas actuaban a pecho descubierto, la declaración de marras causó
conmoción. Se había constituido en febrero de aquel año 42 la UDE (Unión
Democrática Española), donde junto a los comunistas, estaban republicanos
como Fernández Clérigo, ex ministros –Antonio Velao, Vieitez y Elfidio
Alonso– e incluso la facción federal de los republicanos, representada por el ex
diputado por Huelva, Luis Cordero. Estos mínimos puentes tendidos al PCE
para salir del guetto se vinieron abajo tras la declaración de septiembre que
abría las puertas a los monárquicos y carlistas y las cerraba a todos los demás
del exilio. Negrín desde Londres se apresuró a romper todo contacto con el
PCE y la UDE entró en vía de extinción sin apenas haber terminado de nacer.
(...) Lo poco que había se desmoronó y el PCE no sólo no consiguió ganar un
solo aliado por la derecha sino que se deterioró a ojos vistas entre los ya muy
sensibilizados socialistas y republicanos, dándoles razones para acusarles de
oportunismo». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista
de España 1939-1985, 2017)

La propuesta final de Ibáruri rompía con los análisis y eslóganes del partido en
el final de la guerra española y de principios de la Segunda Guerra Mundial:

«Por un frente sin traidores, capituladores, sin oportunistas, sin cobardes».


(España Popular; Nº1, 1940)

Realmente debemos preguntarnos ahora viendo estos desastrosos resultados,


¿la agresión de Alemania contra la URSS en 1941 y las conversaciones de Franco
con Hitler en 1942 ante la posible entrada de España en la guerra de parte del
bando fascista, alteraban esta posición del PCE? Sí, por supuesto, los

907
comunistas debían adecuar su táctica al nuevo contexto, pero la forma de
enfocarlo importaba mucho para no desorientar a la militancia, creando falsas
ilusiones –sobre los países imperialistas del bando Aliado como Francia,
EE.UU. o Gran Bretaña– o sus simpatizantes –los grupos de la burguesía
favorable al bando Aliado–. No era lo mismo invitar formalmente a los
«conservadores» españoles a formar un frente contra Franco y en contra del
bloque del nazismo, que exigir que todo el que se considere patriota –esté más a
la izquierda o a la derecha– buscase sin excusas y demostrase con acciones el
derrocamiento de Franco y el fin de la alianza de España con la Alemania nazi,
entendiendo que ellos no había liberación nacional posible, ni tampoco
liberación social.

Plantear de otra forma la cuestión, sobre todo en la forma poco clara y confusa
en que lo plantearía el PCE, dieron, y con razón, material para ser utilizado por
los anarquistas de la CNT/FAI, trotskistas, incluso UGT/PSOE, para acusar al
PCE de llevar a cabo llamamientos e intentos de acuerdos por arriba con la
reacción española, actos, que por otro lado no llevaban a ninguna parte, como se
comprobaría. ¿Y es que acaso los carlistas con cuotas de poder bajo el gobierno
de Franco iban a sumarse a derrocar a Franco por un llamamiento del PCE?
¿Acaso las figuras de la CEDA que habían conspirado contra la II República
financiado y apoyando el golpe de julio de 1936, ahora reintegradas en el
movimiento franquista, iban a abandonar a Franco y oponerse a Hitler? Y en el
exilio, ¿acaso las fracciones de monárquicos y católicos abiertamente
antifranquistas como Javier de Borbón-Parma o Gil Robles, influenciaban a
grandes capas populares como para contar con ellos? Algunas de estas figuras
eran meros políticos oportunistas, véase el pretendiente al trono Don Juan de
Borbón y sus seguidores, donde tras su oposición a Franco en el Manifiesto de
Lausana de 1945, volvería a reconciliarse con el franquismo en el Manifiesto de
Estoril de 1947, lo que daría pie a poner a su hijo, Juan Carlos I, en la línea
sucesoria de Franco.

Todo esto es lo que no se tuvo en cuenta. El PCE debía centrar sus esfuerzos en
continuar trabajando ideologicamente con las bases de los partidos que
precisamente habían traicionado el frente popular en 1939, y en menor medida,
con las militancias de los partidos que habían desatado la guerra, pero desde
luego jamás con sus dirigencias, que ni estaban ni se les esperaba para el
combate contra el fascismo. Este debía ser el objetivo para así poder atraer a los
elementos válidos a su seno, o en su defecto, por lo menos atraerlos hacia
un frente antifascista «sin traidores, capituladores, sin oportunistas, sin
cobardes». Esa era la mejor garantía para que España no entrase en guerra a
favor de Alemania y para que en el momento oportuno, hubiese un PCE fuerte
que pudiera forzar el fin de Franco prontamente.

La política frentista amplia de la «Unión Nacional Española» finalizaría en


1945, y poco después el PCE se incorporaría a otro frente creado por el PSOE
que anteriormente había criticado, en un alarde de desorientación evidente:

«La política del partido había entrado, como señalamos en su momento, en


una etapa de abandono de la llamada Junta Suprema de Unión Nacional
desde la invasión del Valle de Arán, en octubre de 1944, por más que en los
documentos y declaraciones se gritara con la boca chica a favor de la Junta.

908
(...) El giro se manifestará públicamente a comienzos de 1946, al solicitar el PC
su ingreso en la ayer denostada Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas,
organización unitaria creada en 1944 a la contra de la Unión Nacional.
Mientras la Unión estaba dominada por el PCE, en la Alianza ocurría otro
tanto con el Partido Socialista, al que se añadían los variados grupos
republicanos y los anarquistas; la multiplicidad del exterior se correspondía
con la ausencia casi total de peso en el interior. En 1946 los vientos que
soplaban eran unitarios y favorables a una entente con los aliados. La Junta
Suprema se autodisolvió oficialmente en julio de 1945 y la solicitud del PCE
para ingresar en la Alianza se concretó en enero del año siguiente. Nadie en el
partido se hacía ilusiones sobre el genuino carácter de la tal Alianza, que sólo
se diferenciaba de la Unión Nacional de Monzón en que ahora se trataba de un
conglomerado de siglas, y escasos activistas en el interior; exactamente al
revés de la Junta Suprema que se jactaba con razón de haber montado una
indiscutible red clandestina identificada con el propio partido comunista».
(Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España
1939-1985, 2017)

Esta nueva política de operar dentro de la Alianza Democrática duró un año, y el


PCE, en otro giro esperpéntico, acusaba ahora al frente del que acababa de salir
de ser un frente dirigido por el imperialismo:

«El artículo de Carrillo, «Desenmascaremos a los falsos resistentes» [1948].


(...) Vincula a la Alianza Democrática de mayoría socialista y en la que el PCE
había ingresado en enero del 46, como una fórmula política lanzada y
sostenida por el espionaje inglés, el cual había creado una mafia de falsos
resistentes, socialistas y cenetistas, conectados con los Servicios de
Información de Franco e incluso con la Gestapo nazi y capitaneado por la
Embajada inglesa en Madrid y los consulados de Su Majestad británica en
ciertas provincias». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido
Comunista de España 1939-1985, 2017)

No deja de ser paradójico que poco después fuese acusado de «liquidacionismo»


uno de los líderes que reorganizó el PCE en Francia y España en años previos,
Jesús Monzón, el cual había logrado tejer toda una serie de alianzas con grupos
de izquierda y grupos descontentos al régimen franquista, combinándolo todo
ello con un movimiento guerrillero. Ibárruri-Carrillo criticaría esa visión de
alianzas, sumándose toda una ristra de calumnias hacia su persona, siendo
expulsado del PCE en 1948 mientras se encontraba en las cárceles franquistas,
lo que tampoco haría cesar la campaña contra él llegando a calificarle de agente
del imperialismo. Ciertamente el «monzonismo», pese a su toque personal,
estaba siguiendo la línea de «frente amplio» que la propia cúpula del partido
había lanzado en 1942, y cuando dicha política frentista finalizó en 1945, las
acciones de Monzón fueron utilizadas como prueba de «oportunismo» para
eliminar a una persona de prestigio con la cual Ibárruri-Carrillo mantenían
tiranteces y disputas en el liderazgo. En el documental: «Jesús Monzón, el líder
olvidado por la historia» de 2012, Fransecs Vicens, relataría que Ibárruri le
mandó una carta a Monzón pidiéndole disculpas por las campañas que se
habían dirigido hacia él desde el partido, calificándolas de «malentendidos», y
ofreciéndole reingresar, pero éste en palabras de Vicens, les «mandó a freír
espárragos», porque «no quería saber nada de los que dirigían» el PCE, lo que

909
nos da una idea de lo dolido que estaba al haber sufrido en sus carnes los
métodos de dirección de Ibárruri.

La posición hacia la socialdemocracia y sus líderes, también fue fruto de


vaivenes que vistos ahora, parecen inexplicables salvo por una razón: puro
practicismo. Al término de la guerra, se criticaba y con razón, a caballeristas,
prietistas, besteiristas y otros sectores del PSOE que no solo habían sido hostiles
al PCE durante años, sino que habían participado en el Golpe de Casado de
1939. Los nuevos documentos probaban esta postura. En una carta al ex
Secretario General del PCE, Bullejos, Largo Caballero confesaba que todos los
intentos previos de acercamiento hacia los comunistas habían sido con el fin de
absorberlos, de destruir la ideología comunista y obligar a que los comunistas
acatasen la disciplina socialdemócrata, valiéndose del Ministerio de Guerra para
combatir a los comunistas con contundencia:

«En cuanto a que alenté al comunismo, es una majadería, pues si se refiere a la


campaña que hice de unificación antes de la guerra, sin duda su sabiduría no
le dejó comprender que tendía, no a alentar el comunismo, sino a destruir el
partido comunista, sometiendo a sus elementos, ya disueltos, a la disciplina del
PSOE. (...) Usted recordará que los comunistas querían echarme del Ministerio
de Guerra. (...) Entonces manifesté que, como socialista y como español, estaba
obligado a continuar en guerra, y que si no era así, yo no aceptaría la
Presidencia; pero esto no lo dije porque me considerarse insustituible, ni
mucho menos, sino porque tenía el propósito decidido de dar batalla al partido
comunista y a todos sus auxiliares, y eso no lo podía realizar más que desde
Guerra; ellos lo sabían y por eso me echaban». (Carta de Largo Caballero a
José Bullejos, marzo de 1940)

En el artículo: «El traidor Caballero. Lo que él mismo confiesa en una carta», el


PCE concluyó que:

«Hombres de éstos deben ser barridos implacablemente de nuestro mapa


político. Libre de traidores, el pueblo español marchará con paso firme hacia
la victoria». (España Popular; Nº8, 1940)

A partir del giro de 1942, el PCE trató de ganarse a la socialdemocracia con la


suavidad y halagos característicos del oportunismo, en donde no existía una
crítica seria en materia ideológica, un debate en cuanto a diferencias doctrinales
de peso.

La entrada del PCE en la Alianza Democrática, liderada por el PSOE, solo


ahondó esta tendencia. Véase el artículo: «¿A dónde vais por ese camino,
compañeros socialistas?». Donde en un tono defensivo que caracterizaría esta
época, todo se reducía a lamentos de que los «compañeros socialistas» cayeran
en ciertos errores, no comulgaran sobre esta u otra cuestión, reportando en su
propia prensa la hostilidad de varios de los círculos del PSOE-UGT al PCE y a la
URSS. En estas publicaciones aún se denunciaba el papel que jefes
anticomunistas como Caballero realizaban:

«Denunciamos en el número anterior de España Popular, el artero y


canallesco ataque que en la «nota preliminar» del folleto que contiene la

910
correspondencia de Largo Caballero, recién publicado, se dirige a la URSS.
Hoy queremos ocuparnos de un Boletín que con las iniciales de la «UGT de
España», publica Belarmino Tomás y el grupo que le sigue en México. (...)
Queremos creer que es la inconsciencia de alguna de esta gente, la que les lleva
a coincidir en determinadas orientaciones con los fundamentos que le sirven
de programa al pacto AntiInternacional Comunista de Hitler y sus secuaces».
(España Popular; Nº87, 1942)

Poco después se acabó acoyundando a los socialdemócratas a la idealización de


Caballero tras su reciente fallecimiento. Luis Cabo Giorla, en su artículo «Largo
Caballero ha muerto», llegaría a declara que:

«De su obra y gestión en los medios obreros y democráticos, debemos resaltar


hoy la que tiene un inconfundible sello unitario». (Mundo Obrero; Nº7, 1946)

Luis Cabo Giorla calificaba una «obra con sello unitario» a quien confesaba
haber combatido a los comunistas. Totalmente demencial.

Como se ve en «España Popular» Nº288 de 1946, ¡se aprobó mandar telegrama


de pésame por el fallecimiento de Largo Caballero. ¡El que confesaba haber
querido ser el verdugo del PCE!

Por entonces:

«La propuesta de unidad desarrollada por Claudín en el artículo citado


consistía en recuperar aquel objetivo del partido único del proletariado que
estuvo tan en boga a comienzos de la guerra en torno a la figura de Largo
Caballero. Terrible coincidencia, pues el veterano don Francisco morirá en
marzo de aquel año de 1946». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del
Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Claudín en estos años estaba contradiciendo todo lo que previamente había


advertido sobre el hacerse ilusiones frente a la socialdemocracia, y más
concretamente sobre el caballerismo. Véase su artículo: «Algunas enseñanzas de
la lucha de la J.S.U, de España», publicado en «Nuestra Bandera», Nº2 de
1940.

En lo sucesivo, todas las propuestas de la dirección del PCE sobre la


«unificación» entre comunistas y socialistas, curiosamente evitaban plantear
detalladamente la cuestión de los principios ideológicos que regirían el nuevo
partido, cosa que si se había puesto por delante en otras ocasiones –véase el
discurso de la propia Ibárruri «Ha llegado la hora de crear el partido único del
proletariado en España» de 1937–.

El eludir dicha cuestión planteaba un escenario idóneo para que los jefes
socialdemócratas más anticomunistas y recalcitrantes intentasen imponer su
ideología reaccionaria en el seno de ese futuro partido. Esto se ve en
declaraciones vergonzosas como la siguiente firmada a iniciativa de Mije y
Antón, que bajo la excusa populista de que «los intereses del pueblo lo deman»,
se instaba a la unidad sin hacer balance del pasado y las causas de la división de
la clase obrera:

911
«No pretendemos entrar aquí en el análisis de las causas de esa división ni
hurgar en las heridas propias o ajenas. El PCE considera que por encima de
todas las diferencias y antagonismos que podamos tener unos y otros, están
los intereses supremos de nuestro pueblo». (Partido Comunista de España;
Carta dirigida al IIº Congreso del Partido Socialista Obrero Español en
Francia, 1946)

Esto era un gesto oportunista evidente, contrario a lo que demandaban los


comunistas:

«Otto Bauer habla de la catástrofe en Austria. Sí, realmente, ha sido una


catástrofe. Pero una catástrofe de toda la II Internacional, de su teoría, de su
política y táctica, una derrota de la teoría socialdemócrata, de la
transformación pacífica, incruenta, del capitalismo en socialismo por el
camino de la democracia burguesa parlamentaria, derrota de la política
reformista, con la que intenta poner remiendos al capitalismo en
descomposición, derrota de una táctica orientada a impedir la revolución
proletaria. (...) Para los obreros austriacos, lo más importante ahora es no
desesperar, no perder la fe en la fuerza de su clase, sino al contrario, ser
capaces de extraer de las lecciones de febrero todas las conclusiones políticas y
organizativas necesarias y, sobre todo, en lo que concierne a la
socialdemocracia». (Georgi Dimitrov; Carta a los obreros austriacos, 1934)

Este adormecimiento sobre cómo combatir al socialdemocratismo fue algo


relativamente general dentro de los partidos comunistas, como se refleja en el
hecho de que tendencias como el browderismo, el maoísmo o el titoismo habían
hecho su aparición o se estaban fraguando, así como otras teóricas y prácticas
como las desarrolladas y criticadas hacia líderes como Togliatti y Thorez. Véase
la obra: «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de
1947» de 2015.

A partir de 1947 y la salida del PCE del frente con los socialistas, se volvería a los
artículos más violentos, con un lenguaje despechado ultraizquierdista que
tampoco servía para demostrar a los obreros las debilidades de la
socialdemocracia como ideología en las cuestiones diarias, demostrando que la
dirección del PCE, encabezada por Ibárruri, siempre planteaba el problema del
reformismo de forma banal, desde desviaciones a izquierda o derecha.

Pero en muchos casos no fue un mero adormecimiento, sino una traición


larvada y preparada con mucha antelación. Mucho antes del famoso XXº
Congreso del PCUS de 1956, el PCE incluso había propuesto el acercamiento a
Prieto, una figura del PSOE que a diferencia de otros como Caballero, jamás
había tratado de disimular su anticomunismo, y que para aquel entonces incluso
había renunciado a la lucha por la república y había establecido contactos con
los monárquicos. Pero pese a esto, Ibárruri en su artículo «Aproximaciones»
comentaba para tal cambio de parecer que se apoyaban en que ahora Prieto
simpatizaba con el titoísmo, rama del revisionismo con la que ahora el PCE
también casaba bien:

«El discurso de Indalecio Prieto muestra cómo van cambiando las opiniones de

912
los dirigentes socialistas en orden a las demoracias populares. (...) Puesto que
se sienten solidarios de Yugoslavia. Los comunistas, reconsiderando opiniones
que han sido constatadas, como erróneas, vemos de nuevo en Yugoslavia una
república popular, un país que lucha por la paz y por la amistad entre los
pueblos». (Mundo Obrero; Nº15, 1955)

Esto muestra que los líderes del PSOE no habían cambiado, sino que eran los
líderes del PCE los que, desde hacía ya largo tiempo, se habían vuelto favorables
al socialdemocratismo y a ese engendro del imperialismo que fue en su día el
titoísmo, al cual los dirigentes del PCE habían dedicado ríos de tinta en las
columnas de sus periódico intentando aparentar ser los más antitoistas del
movimiento para camuflar sus propia naturaleza. Era curioso que el PCE
considerase en 1955 al tiotísmo como un gobierno que «luchaba por la paz»
cuando su gobierno acababa de firmar el Pacto de los Balcanes de 1953, que
certificaba meter a su nación en un pacto militar con dos de los países más
anticomunistas de la época: Turquía o Grecia, miembros de la OTAN desde
1952. Con el permiso del maoísmo, el titoísmo pronto sería el modelo político-
económico de «socialismo» a seguir para el PCE como se verá en los artículos de
Carrillo e Ibárruri.

¿Cuál había sido la postura histórica correcta del comunismo frente al


socialdemocratismo?:

«No hay que poner en la picota a la socialdemocracia sobre la base de los


problemas del cosmos, sino sobre la base de la lucha cotidiana de la clase
obrera por mejorar su situación material y política; por cierto, las cuestiones
del salario, de la jornada de trabajo, de las condiciones de vivienda, de los
seguros, de los impuestos, del paro obrero, de la carestía de la vida, etc. deben
desempeñar un papel muy importante, si no decisivo. Golpear a los
socialdemócratas cada día sobre la base de estas cuestiones, poniendo al
desnudo su traición: tal es la tarea». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili,
Stalin; Sobre la perspectiva del Partido Comunista de Alemania y sobre la
bolchevización, 1925)

Esto significa pues que:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones


socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún
más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del
socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de
clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros
socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo».
(Internacional Comunista; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de
la Internacional Comunista respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de
agosto de 1935)

Líster también relata el egoísmo de la dirigente española Dolores Ibárruri,


estrictamente preocupada por la suerte de su amante y no de sus militantes
encarcelados:

913
«La historia de esa salida, que sólo algunos conocíamos, es la siguiente:
Dolores, que no se preocupaba en absoluto por la situación de los centenares
de miles de españoles metidos en los campos de concentración en Francia –y
menos aún por los de España–, pedía insistentemente que Antón fuese llevado
a Moscú. Dimitrov y el Secretariado de la IC, de acuerdo con José Díaz, se
hacían los sordos, pues consideraban que ésa era una buena ocasión para
terminar con el arribismo de Antón. En esta situación, Antón es detenido en
Francia, y entonces las peticiones de Dolores adquieren un verdadero tono de
histerismo. Ante ello, hay la famosa frase de Stalin: «Bueno, si Julieta no
puede vivir sin su Romeo se lo traeremos, pues siempre tendremos por aquí un
espía alemán para canjearlo por Antón». Y así fue como salió en 1940 de una
cárcel francesa y llegó a Moscú». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el
Partido Comunista de España, 1983)

Ciertamente, muchos datos interesantes, ¡pero que tardaron un poco en hacerse


públicos al pueblo español!

Ibárruri fingiría entender y acatar los consejos directos que Stalin daría a los
comunistas españoles sobre sus debilidades en la cuestión sindical en la España
de Franco. Pero en la práctica fue la figura que más se obcecó en mantener una
postura sectaria frente a los sindicatos, una que recordaban a las viejas posturas
del PCE de Bullejos previo a 1932:

«Stalin se limitó a ensalzar la lucha del pueblo español y sugirió que entre los
admirables logros del PC de España en todos los campos de la actividad
política había uno que no aparecía y al que la tradición leninista y bolchevique
siempre habían dado mucha importancia: el trabajo en los sindicatos
fascistas. Ni Stalin sugirió parar el movimiento guerrillero, ni entrar en los
Sindicatos Verticales falangistas. Stalin sólo se refirió a la tradición
bolchevique de trabajar también, es decir, sin abandonar los sindicatos
clandestinos y de clase, en los fascistas. (...) Frente a lo que suele citarse,
ninguna de las grandes figuras del partido recogió la «experiencia
bolchevique» en el trabajo sindical y esto ya de por sí llama la atención, pues
es de rigor que si hay algún giro significativo sea la más alta personalidad
quien marque la pauta. (...) Sin un ápice de ironía debemos admitir que fue
Vladimir Illich Lenin el único que planteó en Nuestra Bandera el problema sin
tapujos, pues a él le cedieron la palabra y reprodujeron un texto de 1920
titulado: ¿Deben actuar los revolucionarios en los sindicatos reaccionarios?
Con este capítulo del libro de Lenin La enfermedad infantil
del «izquierdismo» en el comunismo, creyeron los dirigentes del PCE, diez
años más tarde, haber dado un giro espectacular a su política sindical. (...) La
idea es diáfana: hay que utilizar los Sindicatos Verticales al tiempo que se
desenmascara a los nombrados a dedo. Para la secretario general del partido
esto le parecía en 1949 una falsa interpretación de nuestra política. Había que
seguir en las mismas posiciones anteriores a la entrevista con Stalin aunque
contemplando ahora la eventualidad de trabajar de tapadillo en los sindicatos
falangistas. La carta de Dolores a la redacción de Mundo Obrero congelará la
política sindical, reincidiendo de nuevo en la creación de sindicatos de UGT,
clandestinos, aunque no se vuelquen precisamente nuevos recursos para esa
tarea». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de
España 1939-1985, 2017)

914
Existen varios documentos de los años 40 donde Stalin, al observar ciertas
actitudes de ciertos dirigentes, dejó de manifiesto la confianza o desconfianza
que le producía algunos líderes del movimiento comunista. Comentarios
negativos sobre figuras que años después se destaparían abiertamente como
revisionistas, como en el caso de Togliatti o la propia Ibárruri:

«Stalin: Con respecto a Togliatti: teórico, periodista, puede escribir un buen


artículo, un buen camarada, pero reunir gente y «guiarlos», esto no puede
hacerlo; tiene circunstancias dificultades ahí. José [Díaz] era bueno,
inteligente. Pasionaria no es lo mismo, no puede reunirse y liderar; en este
momento difícil no está en condiciones de gobernar. (...) En Alemania F. es un
buen líder, Pieck «el padre», está reuniendo personas y resolviendo varias
cuestiones». (Registro de una conversación de Stalin y la delegación del
Gobierno de Yugoslavia dirigido por J. Broz Tito, 27-28 de mayo de 1946)

Cuando repasemos la cuestión nacional en los próximos capítulos, también


podremos apreciar la actitud poco amistosa de Dolores Ibárruri con los
comunistas catalanes, criticando Erno Gerö que: «Dolores, que ha tomado la
palabra en los rincones más alejados del país», no se dignara a hablar «en
Barcelona en los últimos dieciocho meses de guerra, salvo una vez –la última
fue hace un año–», todo, «a pesar de la insistencia por parte de los camaradas
del PSUC». Concluyendo que «Estos hechos, como muchos otros, no son fruto
del azar, sino que lo queramos o no tienen una significación política». Véase la
Carta de «Pedro» [Erno Gerö] a «Queridos amigos» de 1938.

Ibárruri fue la principal cabecilla del PCE durante 1942-1960 y la principal


responsable de asesinar, calumniar o delatar ante la policía franquista a los
comunistas que se oponían a a la esencia claudicadora, seguidista, formalista,
aventurera, oportunista y caciquil de la dirección, defectos a izquierda y derecha
que acabamos de contemplar. Véase la obra: «Unas reflexiones sobre unos
comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros
días» de 2015.

Pero pese a esto, a algunos les parece motivo de poco peso.

Que Ibárruri fuese una de las cabezas visible en la desestalinización en el Pleno


del Buró Político de abril de 1956 del PCE, cuando había ejercido una constante
adulación hacia Stalin era de un cinismo de proporciones gigantescas. Esta
hipocresia solo era comparable a la del líder rumano Gheorghe Gheorghiu-Dej,
el confesaría que pese haber realizado durante un culto a la personalidad
extremo hacia Stalin, él ya había eliminado a los stalinistas de la dirección del
partido rumano en 1952, y que el antitioismo que había manifestado solo había
sido una táctica para no salirse de los cánones de la época. Véase la obra: «La
crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

Como sabemos Ibárruri aceptó de buena gana el viraje del movimiento


comunista hacia el revisionismo jruschovista. En su «Saludos de Dolores
Ibárruri al XXº Congreso del PCUS», se congratulaba de:

915
«La celebración del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética, y la nueva aportación teórica al tesoro del marxismo-leninismo que
se hace en el informe del Comité Central expuesto por el camarada Jruschov,
sobre la coexistencia pacífica, sobre la posibilidad de impedir la guerra en la y
época actual, sobre las relaciones con los partidos socialistas, así como sobre
las diferentes formas del paso hacia el socialismo, son ya una gran ayuda para
los partidos comunistas. (...) Estos nuevos planteamientos teóricos, concretos y
sencillos, asequibles aun a los trabajadores más alejados de nosotros,
planteamientos que eran exigidos por la vida y la realidad, nos ayudarán a
terminar, y yo hablo concretamente de los comunistas españoles, con
concepciones estrechas y sectarias que estaban en nuestra actividad. Esto hará
menos difícil encontrar un terreno favorable al entendimiento con los
trabajadores socialistas, anarco-sindicalistas y católicos, y también con
fuerzas de la burguesía nacional. (...) Además de las fuerzas obreras y
campesinos pobres que odian al régimen, hay en toda España grandes núcleos
burgueses, importantes sectores de la clase media y de los intelectuales que se
separan del franquismo, que desean un cambio de régimen. (...) Los nuevos
planteamientos en orden a la existencia y a las formas de paso hacia el
socialismo servirán sin duda para dar más confianza a estas fuerzas y
haciéndoles comprender que todavía existe para ellas un gran campo de
acción y de posibilidades de un desarrollo democrático». (Mundo Obrero;
Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España, Nº4, 1956)

Como sabemos ahora con el paso de los años, la «coexistencia pacífica»


jruschovista terminó en una condescendencia hacia el imperialismo
estadounidense que fue en perjuicio de los pueblos, ni siquiera todo tipo de
concesiones pudieron evitar las intervenciones y las guerras del imperialismo a
lo largo del globo. Jruschov, lejos de establecer relaciones sanas e iguales entre
los partidos comunistas, recurrió al chantaje y la intimidación para que acatasen
sus teorías revisionistas, fomentando la deserción de los revolucionarios
honestos. Lejos de suceder ese acceso al socialismo mediante el «camino
pacífico» y «parlamentario», todos los intentos llevados hasta las últimas
consecuencias de esta teoría acabaron en un baño de sangre. La aplicación de
estos «aportes al marxismo-leninismo» llevó, en definitiva, a la total bancarrota
de los antiguos partidos comunistas, a la desilusión de la militancia, a su
fraccionalismo interno, división y consecuente marginación entre las masas. El
único pronóstico cumplido de todo este discurso fue, que estos líderes
«comunistas» cosecharon cierta influencia entre las clases medias y la burguesía
nacional, así como en los círculos de poder católicos, mientras se
mimetizaban cada vez más con la socialdemocracia, todo a costa de perder toda
la influencia entre la clase obrera y sus capas avanzadas.

A diferencia de Stalin, de Ibárruri no tenemos constancia de que rechazase el


culto a la personalidad que se creó a su alrededor, lejos de esto siempre la
observamos muy complacida con tal estado en el partido. Además había sido
responsable directa de los defectos en el partido que luego los revisionistas
soviéticos se encargaron de achacar injustamente al «stalinismo». Pero todo
esto no parece motivo suficiente para defenestrarla como una traidora según
algunos. Véase la obra de Gregorio Morán: «Miserias y grandezas del Partido
Comunista de España 1939-1985» de 2017.

916
Por ello:

«Ha quedado demostrado conforme pasaban los años y su actividad


oportunista y renegada se amplificaba, que él es el principal culpable junto a
Dolores Ibárruri de la degeneración ideológica tan atroz sufrida por el Partido
Comunista de España, ha quedado demostrado que los cuadros condenados
bajo su mando cuanto menos eran inocentes de las viles calumnias que se
inventaba y que lejos de demostrarse se irían desmontando por la labor de
viejos o exmilitantes –como Vicente Uribe y Enrique Líster– implicados en su
día, aunque en realidad ya con su sola actuación en toda su carrera política,
destapa sus propios crímenes, ya que al haber acusado a cuadros de lo que él
mismo cometía o iba a cometer, sin necesidad de nada más, sólo con su
hipocresía estaba retratando la fragilidad de sus viejas acusaciones hacia
otros camaradas en el pasado. Todo intento de defender a Carrillo-Ibárruri
son monsergas sentimentalistas que intentan salvar el honor de un partido que
precisamente se perdió en su deriva revisionista a causa de la actividad de este
binomio de víboras revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Unas
reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950
vistos a la luz de nuestros días, 2015)

Este camino del camaleonismo político era justamente el camino que hacía
tiempo había elegido Ibárruri.

El reconocer a estos renegados como referentes sin criticismo como hace Raúl
Marco es romper con toda la herencia del PCE (m-l) de 1964-1985, el cual
criticaba a todos y cada uno de estos nombres. Véase el «Esbozo de la Historia
del PCE (m-l)» de 1985. Allí se ve como muchos de estos nombres fueron
partícipes en la política revisionista del PCE para arrastrarlo a su degeneración.
Estos nombres: los Gallego o Líster, son los que denunció en su momento el
propio Raúl Marco junto al de Carrillo-Ibárruri, como los gánsteres que en 1964
amenazaron e intentaron amedrentar a los jóvenes y veteranos comunistas que
discrepaban con la política del PCE y formarían posteriormente el PCE (m-l),
¡por tanto Raúl Marco no solo es un traidor a las ideas del comunismo, sino que
es un traidor a la historia y a las siglas de su propia organización y más triste
aún, es un traidor así mismo!

Repaso al falso antirrevisionismo de Líster en el PCE y PCOE

Del mismo modo ocurre con Líster, al cual se nos intenta defender ante la
acusación de ser renegado porque tuvo «méritos de importancia en el pasado».
Esta idea quizás es un reflejo de lo que pretende creer por miedo el propio Raúl
Marco cuando la historia le juzgue a él, pero los comunistas no juzgamos a los
«viejos bolcheviques» por lo bueno que hicieron, sino también por lo negativo y
también por lo que hacen en el presente, y Marco no se libra de una balanza que
ha sobrepasado lo soportable como para respetarle. Para el señor Marco toda la
militancia en el PCE de Líster junto a Ibárruri-Carrillo desde 1942 hasta 1970 le
parece poca coparticipación en los crímenes del carrillismo. Intenta justificar a
Líster pese a todo su período posterior como brézhnevista convencido desde
1970 a 1994 con su propio partido prosoviético, el PCOE. Se ve que todas estas

917
cosas parecen minucias. Recordemos algunas de las cosas que soltó en su
momento Líster y que muy correctamente denunciaba el antiguo PCE (m-l):

«En el núm. 35 de «Nuestra Bandera» IV Trimestre de 1962, aparece un


artículo titulado «Enrique Líster visita Marruecos». En ese artículo unas
declaraciones del revisionista Líster, quien se refiere a la monarquía feudal
proimperialista de Rabat como si se tratase de un régimen democrático.
Además, en vez de preconizar el aislamiento político del régimen fascista de
Franco, Líster afirma: «Ellos y nosotros deseamos que se resuelvan
pacíficamente las cuestiones pendientes entre los dos Estados y que se
establezcan relaciones fructíferas basadas en el respeto y el beneficio mutuos».
(...) Escamoteando el problema de la lucha armada revolucionaria para
derrocarlo, infunde un optimismo carente de base, oculta así el fracaso de la
«reconciliación nacional» como política supuestamente encaminada a la
liberación del pueblo y, en suma, es un mero estupefaciente desmovilizador».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirrevisionismo
de Líster, 1973)

Enrique Líster llegaba hasta el punto de recomendar a los comunistas buscar el


entendimiento con los franquistas pacifistas:

«Hay quienes les parece bien que el actual régimen continué, pero están por el
desarme y la paz: con ellos hay que entenderse. Hay quienes aún les parece
bien que los estadounidenses tengan sus bases atómicas en España y aún así
cierran los ojos ante la conducta de los militares yanquis en nuestro país. (...)
Pero al mismo tiempo, esos españoles quieren el desarme y la paz: hay que
buscar el acuerdo con ellos». (Mundo Obrero, 2ª quincena de enero de 1965)

Preconizando la unión con los franquistas aperturistas:

«Eso [dice Líster] da la medida de las posibilidades y límites de acción


concentrada con dichas fuerzas para el logro de objetivos de importancia
capital». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso
antirrevisionismo de Líster, 1973)

La visión de la «revolución» era una visión reformista:

«En el punto f) dice «transformación democrática-revolucionaria del aparato


del Estado y del Derecho». Hay que señalar que dice «transformación» y no
«destrucción», y hay que recordar que ya Lenin catalogó a estos
«transformadores» como antimarxistas y revisionistas, pues en sí, ese
«transformar» lleva el concepto oportunista de utilizar el Estado burgués en
vez de destruirlo como dicen Marx y Lenin». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); El falso antirrevisionismo de Líster, 1973)

Sobre la cuestión agraria y de género, se criticaba que:

«En sus enunciados programáticos» dice Líster: «Elaboración de un plan de


urgencia integral de reforma del medio rural para la readaptación de la
agricultura, a las demandas sociales, dando preeminencia a las demandas
socio-económicas y culturales de los trabajadores asalariados, sin tierra y

918
pequeños propietarios que pongan término a la propiedad latifundista
mediante la nacionalización de sus tierras ociosas y mal cultivadas». (...) Es
decir, que las que, como dice Carrillo, sean cultivadas «racionalmente», no
serán nacionalizadas. (...) No extraña tampoco la superficialidad con que trata
el problema de la mujer, dándole un sentido feminista pequeño burgués».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirrevisionismo
de Líster, 1973)

Sobre la cuestión militar, se destacaba que:

«En el punto h) y final se dice «democratización de las fuerzas armadas». Es


decir, que Líster tiene la misma idea del ejército fascista español que Carrillo,
de que es posible democratizarlo. (...) No puede haber democratización del
ejército fascista, y los revolucionarios marxista-leninistas, al igual que en el
problema del aparato estatal, sólo pueden pensar en la destrucción. (...) La
única forma de destruir un ejército es derrotarlo, y para derrotar a un ejército
reaccionario, antipopular, no hay más medio que una guerra popular. Por eso,
Líster tiene que hablar de «democratización» y no destrucción, ya que de otro
modo se opondrían a las tesis de transición pacífica de sus amos, los
socialimperialistas rusos y tendrían que abogar por la geurra popular y la
creación de un ejército del pueblo, que destruyera el franquista». (Partido
Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirrevisionismo de
Líster, 1973)

Con todo esto, creemos que queda de sobra demostrado el oportunismo del
creador del PCOE. Lamentablemente, el PCOE actual no ha cesado de recorrer
el mismo camino: dando bandazos a izquierda –como últimamente
considerando a España «fascista»–, y sobre todo a derecha –ilusiones sobre el
revisionismo jruschovista y el castrismo, antistalinismo solapado, etc.–, con
tesis ajenas al marxismo.

Juan Modesto: otro personaje de la misma calaña

Otro de los actores que sale a escena y es reivindicado por el actual PCE (m-l) es
Juan Modesto, el cual si bien su papel positivo durante la guerra fue indiscutible
en el tema militar, sus actividades posteriores dejaron bastante que desear.
Como por ejemplo, en las publicaciones de orden militar bajo su mando, en vez
de hablar de cosas realmente importantes para la lucha de los antifascistas del
interior, se dedicaba a exaltar la figura de Dolores Ibárruri:

«Las cifras oficiales referidas al movimiento guerrillero, que Líster y Modesto


debían conocer, ni siquiera les hubiera permitido hacer sus digresiones sobre
la ola insurreccional que anegaba España, y eso que cabría, por pequeña que
fuera, una cierta hinchazón en los datos. En el verano de 1946, momento
álgido de la lucha guerrillera, el Buró Político hace el cómputo de guerrilleros:
582. Tal cantidad pronto irá en regresión y quizá uno de los aspectos que
preludia esa regresión y el aislamiento de las partidas está contenida en los
innumerables documentos propagandísticos de la guerrilla. En ellos se dedica
mucho más esfuerzo en ensalzar a Dolores Ibárruri que en denunciar datos
cercanos a los lugares donde opera la guerrilla. Irene Falcón en un artículo de
Nuestra Bandera nos ilustra sobre la importancia de masas del órgano

919
guerrillero de Málaga Unidad, que califica a Pasionaria de cerebro
privilegiado, o las Juventudes Socialistas Unificadas de Madrid que la
reconocen como heroína y mejor representante de nuestro pueblo o los de
Valencia que en plan fallero le hacen una letanía religiosa donde se sustituye
Virgen María por Pasionaria». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del
Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Entre sus defectos también figuraba una enfermiza idealización y falsificación


de la realidad, un defecto muy común entre los dirigentes, así fue el caso
respecto al movimiento guerrillero en la posguerra:

«Langullo exige que le expliquen por qué a él, que lleva operando en la
provincia de Orense desde el dificilísimo año 1941, ahora casi diez años
después, le es imposible seguir. Había no obstante quien no tenía ninguna
duda sobre la capacidad del movimiento guerrillero y su espléndido futuro.
Líster y Modesto, los generales de tres ejércitos, seguían haciendo sus juegos
de la guerra sobre una mesa camilla. Modesto seguía refiriéndose a 1948 como
el año de mayor combatividad y mayor número de operaciones guerrilleras...
¡en Andalucía!, donde prácticamente sólo quedaban partidas no superiores a
tres personas, aisladas y dedicadas a la áspera supervivencia. No sorprende el
análisis de Modesto pues según su peculiar manera de entender las bases
operativas guerrilleras todo se debía a que en la campiña andaluza es donde la
influencia ideológica y orgánica del marxismo alcanzó mayor auge, donde
existe más rancia solera. Esta castiza definición del andaluz guasón que era
Modesto, iba a la par con el tono de piedra berroqueña que daba el ex cantero
Líster a sus rotundos análisis. Mundo Obrero por su parte sigue a lo largo de
1950 jaleando la lucha guerrillera, narrando en primeras páginas
el «ajusticiamiento» de un comandante y un teniente de la Guardia Civil,
totalmente inventadas o la ofensiva guerrillera en Granada durante el verano
del 50. Carrillo, con razón, no soportaba a Líster ni a Modesto, aquellas dos
figuras de cartón piedra creadas en los revueltos tiempos bélicos, abocados al
alcoholismo y a las sórdidas aventuras amorosas, que no hacían más que decir
cuáles debían ser las grandes líneas operativas del movimiento guerrillero,
mientras los demás debían mantener los engorrosos problemas del aparato
técnico, claves, emisiones, dinero, armamento, buzones». (Gregorio Morán;
Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Como sabemos Modesto, fue de esas figuras que cayó peso de las acusaciones
infundadas, pero que tampoco hizo nada especial por exponer a la dirección de
Ibárruri-Antón-Carrillo.

Vicente Uribe: un hombre pusilánime usado como cabeza de turco


para los jruschovistas

Otra figura que se reivindica en el comunicado de 2006 del actual PCE (m-l) es
Vicente Uribe. En otro artículo más actual se dice en concreto:

«El PCE tardó 15 años en reorganizarse tras la derrota republicana alrededor


de un Congreso reunido en el exilio. No obstante el PCE seguía entonces
enarbolando la bandera de la autodeterminación nacional para los pueblos de

920
España [se cita el informe de Vicente Uribe al Vº Congreso de 1954]». (J.P
Galindo y Clemen A.; Analfabetismo teórico del socialchovinismo, 2019)

Uribe, claro que fue una figura clave en el desarrollo del PCE durante los
primeros años, pero también fue vital en la transformación paulatina de la
organización en un partido revisionista. Desconocer esto certifica que estos dos
señores, seguramente añejos revisionistas que se esconden bajo estos
pseudónimos, son verdaderos zotes en cuanto a comprender la política real del
PCE de aquellos años. Pero repasemos en extensión dicho informe de Uribe:

«El Partido Comunista de España es un defensor consecuente de los derechos


nacionales de los pueblos. A tenor con esto, defendemos los derechos
nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, que deberán ser establecidos en la
Constitución Republicana de acuerdo con los intereses de los pueblos catalán,
vasco y gallego, en el espíritu de la amplia solidaridad y fraterna amistad de
todos los pueblos hispánicos». (Vicente Uribe; Informe sobre el 2º punto del
día: el programa del partido, 1954)

En la cuestión nacional se plantea defender «los derechos nacionales» de


Cataluña, Euskadi y Galicia, pero que debían ser fijados por esa «Constitución
Republicana» nacida del parlamentarismo liberal. Esto era como si el PCE no
hubiera aprendido nada de las limitaciones de la república burguesa de 1931-
1936 sobre la cuestión nacional y otras cuestiones de enjundia; como si olvidase
el comportamiento de republicanos y socialistas durante la guerra 1936-1939: es
como si se ignorase todas las lecciones que tanto José Díaz como Joan
Comorera advirtieron desde el término de la contienda.

¿Hace falta en serio que los derechos inherentes a todas las naciones sean
fijados por una llamada comisión? Y peor aún: ¡por una comisión donde la
burguesía, sus partidos, su capital, etc. tiene cabida! La respuesta es clara: ¡no!
Los derechos de las mismas, condensados en el derecho a la autodeterminación
de sus destinos, no quedan otorgados por ningún compendio de politicastros
desde arriba, sino que existen desde el momento en que lo hacen de manifiesto
las propias entidades, el parlamentarismo burgués no resuelve los problemas, ni
los sociales ni nacionales.

La línea reaccionaria sobre la cuestión nacional solo era, por tanto, uno de los
varios campos donde el revisionismo había hecho mella en el PCE, pero no el
único:

«¿Dónde está la fuerza que derrocará al fascismo? En primer término, la clase


obrera, los obreros de la ciudad y del campo, los campesinos, los pequeños
comerciantes e industriales, los grupos de la burguesía liberal y patriótica, los
empleados y funcionarios del Estado, los intelectuales y estudiantes, los
militares que sienten la vergüenza de verse obligados a servir a un régimen
maldito y desean, como la inmensa mayoría del país, vivir en una patria libre
y servir a una España democrática e independiente. (...) Somos republicanos
por principio, porque fieles y consecuentes partidarios y defensores de la
democracia, el régimen republicano-democrático asegura el poder soberano al
pueblo y al servicio del pueblo. Por eso propugnamos y defenderemos el
establecimiento en España de la República democrática parlamentaria. Y la

921
Constitución que defenderemos será la más democrática posible. (…) Un
ejemplo brillante de esto lo tenemos en Italia. El Partido Comunista y él
Partido Socialista tienen establecido un pacto de unidad de acción que ha
reportado grandes beneficios al pueblo italiano». (Vicente Uribe; Informe
sobre el 2º punto del día: el programa del partido, 1954)

Aquí el PCE se presenta como «republicano» y defensor de la democracia en


abstracto, queriendo establecer una «democracia parlamentaria» en alianza con
la burguesía liberal, y tomando como modelo de trato condescendiente a los
socialdemócratas que Togliatti, el líder revisionista, les daba en Italia.

Como se ve en la obra de Gregorio Morán que ya hemos citado, lo cierto es que


Uribe fue un hombre fiel al partido pero débil de carácter como para oponerse a
nada, de hecho había sido íntimo colaborador o testigo de todas las fechorías de
Ibárruri-Carrillo hasta la fecha. Esto también lo corrobora un exmilitante de la
cúpula, el ya citado Enrique Líster, relatando como un Uribe derrumbado le
confesaría varios crímenes antes de fallecer como se ve en la obra también ya
citada: «Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de España» de 1983, con
casos como el de Monzón, Trilla, Comorera, y muchos otros.

Durante la ola de desestalinización, la nueva dirección revisionista Ibárruri-


Carrillo más Semprún-Claudín cargaron en el Pleno de julio de 1956 sobre él
absolutamente todas las responsabilidades de pecados de los últimos años:
como el culto a la personalidad, el personalismo, la falta de libertad de crítica, la
inoperancia, la cooptación, la rudeza en el trato hacia los subordinados, el
tráfico de influencias, la falta de formación ideológica... todo con el fin de
cubrirse las espaldas sobre sus propias actuaciones en los últimos años:

«Los presentes ya tenían su XXº Congreso del PCUS, su período de ruptura


con el «culto a la personalidad». Carrillo les daba un mito de juguete llamado
Vicente Uribe para que, como en la feria, todos le lanzaran sus pelotas de
cuero. El partido, sus cuadros, descubrían que el culto sólo estaba ligado a
Uribe; ya se podía respirar tranquilo. Dolores seguía siendo tan pura y
virginal como siempre, Santiago y los jruschovistas del Buró la habían
exonerado de toda culpa». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido
Comunista de España 1939-1985, 2017)

Eran acusaciones que, repasando la vida de Uribe, algunas eran ciertas pero con
ciertos matices. Por ejemplo, si es cierto que Uribe promovió un culto
exacerbado, pero no para sí mismo, sino hacia la propia Ibárruri, pero esto fue
común a toda la cúpula y no solo a él. En otros casos, ciertamente Uribe
reconocería no tener suficiente formación, pero no era el único de aquella
cúpula en esa condición. En otras ocasiones, los cargos parece ser que eran del
todo falsos y fueron exclusivamente cometidos por la principal pareja
acusadora: Ibárruri-Carrillo. Pese a este ataque por la espalda acometido por
sus antiguos compañeros, Uribe no reaccionó con vitalidad, a diferencia del
valiente y honesto Comorera, no se vio capaz de enfrentarse a ellos delante de la
militancia, no se atrevió a dar guerra para restablecer la verdad aunque fuese
fuera del PCE. Actuó como un pusilánime, simplemente aceptó algunos de los
cargos, negó con tibieza otros, y se retiró de la política hasta fallecer en 1961.

922
Todo esto es importante de rescatarlo, ya que muchos antirevisionistas
históricos como el propio PCE (m-l) databan en sus documentos la fecha de
degeneración del PCE en años mucho más tardíos, en los 60, ya que ellos se
formaron en 1964 como escisión suya. Esto todavía ocurre, lo cual tiene mucha
menos justificación con el devenir de los años y la información sobre el PCE.
Algunos, mecánicamente, solo ven una traición en la línea política del PCE a
partir de la adhesión al jruschovismo en 1956 y la presentación de la línea de
reconciliación nacional, otros datan, como hacía el PCE (m-l), la fecha límite en
el VIº Congreso del PCE de 1960, incluso los más obtusos solo ven algo de
revisionismo ya en los 70 con la oficialización del eurocomunismo. Lo cierto es
que a partir de los años 40, bajo la dirección de Ibárruri-Carrillo, los bandazos y
cambios de postura aparentemente inexplicables del PCE –sobre la
socialdemocracia, sobre el anarquismo, sobre la cuestión republicana, sobre la
cuestión nacional, sobre la cuestión sindical, sobre las fuerzas motrices de la
revolución, sobre la cuestión armada, sobre las alianzas a contraer– se vuelven
constantes. Esto únicamente puede obedecer a que los pilares sobre los que se
asientan semejantes afirmaciones se encuentran en estado de derrumbe. Y no
hay carcoma más letal para los principios que el revisionismo: el hecho de hacer
pasar por adaptación del marxismo la violación de sus principios confirmados y
elevarlo a sistema.

La defensa puntual que el actual PCE (m-l) de Raúl Marco llega a realizar de la
figura de Joan Comorera es ultraoportunista, vergonzosa, y un atentado contra
la verdad histórica. Véase la obra de Joan Comorera: «Declaración del
Secretario General del PSUC» de 1949 y las anotaciones al respecto con
documentación de la época. Ahí demostramos que, precisamente, el marxista-
leninista catalán fue sometido a una campaña de persecución en la cual
participaron en su momento de buen grado no solo Carrillo, sino también
Ibárruri y Líster, que tenían posiciones de mayor rango en el partido. Éste
último, el único triste mérito que tuvo a posteriori fue contar ante el público los
crímenes de la cúpula del PCE que Vicente Uribe le confesó sobre el Caso
Comorera y otros, entre los cuales se encontraba la ejecución de planes para
calumniar y liquidar a los revolucionarios opositores a la línea revisionista de
entonces, confesión oportunamente realizada para defenestrar a Carrillo en
momentos en que Líster había lanzado su nuevo partido, pero que había callado
durante años:

«Comorera en cambio no congeniaba con las tesis sobre la revolución que


tenía la entonces actual dirigencia del PCE liderada por Dolores Ibárruri,
Santiago Carrillo, Enrique Líster, Francisco Antón, Antonio Mije, Vicente
Uribe, y otros. (...) Pese a los ríos de tinta que gastaron sus enemigos para
defenestrarle, la obra de Joan Comorera fue tan honesta y por ello conocida
durante los años treinta, cuarenta y cincuenta por su apego a los principios
marxista-leninistas, y su legado se amplificó de forma tan vasta tras su
muerte que a partir de los años 70 gran parte de los revisionistas de distinto
pelaje, ante esta disyuntiva del crecimiento de si figura, intentaron recuperar
su figura para sus fines. Los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses lo
reivindicaban como un «verdadero nacionalista» y lo usaban como arma
arrojadiza contra todo lo español, los eurocomunistas como una especie de
«socialdemócrata» y lo usaban contra el «stalinismo», los revisionistas
soviéticos y chinos se valían de su anticarrillismo para aparentar ser

923
revolucionarios y que las divergencias de ellos con Carrillo también eran
antagónicas, y otros simplemente lo rehabilitaron como una figura del
comunismo catalán a recuperar siendo tan hipócritas como para olvidar su
polémica con el revisionismo y jugando a reivindicar tanto a Comorera como
a sus verdugos [como hace ahora Raúl Marco]. Es decir: según las
circunstancias los oportunistas nacionales se inventan rasgos de Comorera, o
se valen de unos para sus intereses, mientras se olvidaban de otros. (...)
¡Comorera y su legado solo puede ser reivindicado por los marxista-leninistas,
nunca por los sepultureros de sus principios!». (Introducción de Bitácora (M-
L) al documento de Joan Comorera: «Declaración de Joan Comorera:
Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña» de 1949, 5 de
septiembre de 2015)

Por esto también criticamos a las nuevas camadas del revisionismo como
Reconstrucción Comunista (RC), que diciendo reivindicar el legado del PCE (m-
l) y de Elena Ódena, también tienen asimismo ese tipo de relaciones cordiales
con los partidos de herencia brézhnevista como el PCOE y el PCPE, ¡los cuales
incluso les envían mensajes públicos de agradecimiento por el tratado recibido!
Véase el capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré quién eres» del
documento que citamos a continuación:

«Pocos días después, vimos como el Partido Comunista Obrero Español


(PCOE) agradeció a Reconstrucción Comunista (RC) el haberles invitado y el
trato recibido en su feria del libro pseudomarxista, ¡es decir que le daba las
gracias porque no le atacasen ideológicamente en ninguno de los discursos!
(...) RC puede estar de enhorabuena, parece que el revisionista PCOE se ha
quedado muy satisfecho de que le traten caballerosamente. Los verdaderos
marxista-leninistas cuando por falta de medios financieros se ven abocados a
tener que compartir diversas plataformas para exponer sus ideas junto a otros
colectivos, o cuando acuden a realizar directamente un trabajo de masas como
pueden ser sindicatos sabiendo que van a encontrarse con los cabecillas
revisionistas; acuden allí para precisamente denunciar delante de las masas el
carácter reaccionario de estos partidos encabezados por líderes oportunistas.
Pero en cambio RC aprovecha estas ocasiones para estrechar lazos y crear
nuevas alianzas. ¡Repugnante! La unión de siglas en este tipo de eventos no
contribuye a crear un frente progresista porque la lucha ideológica se deja de
lado, por tanto no presupone un avance para el proletariado y sus luchas
porque ahí cada organización cubre los defectos de la otra, estas reuniones en
cambio, suponen un ritual de felicitaciones y autosatisfacción para estas
bandas revisionistas. Cuando terminan esos actos la mente de los asistentes se
queda impregnada del mismo cenagal de ideas revisionistas porque no hay un
factor subjetivo que aclare esos temas desde un punto de vista marxista-
leninista y se predica la conciliación ideológica como sinónimo de alianzas
revolucionarias. (…) Con esto se prueba una vez más que RC y su apego a
Enver Hoxha y Elena Ódena es simbólico y oportunista. Ser fiel al legado de
Hoxha-Ódena no es imprimir banderas con su rosto ni tatuarse una cita suya,
es aplicar su doctrina con fidelidad y combatir a quién combatía: a la
burguesía y sus agencias revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología
sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

924
Si la clase obrera quiere tener alguna posibilidad de triunfar, tiene que aprender
a identificar a sus enemigos, incluso aunque aparenten ser sus amigos y
reivindiquen sus símbolos y consignas, debe desmitificar a todo sujeto y analizar
críticamente el balance total de sus acciones y planteamientos hasta el último
instante; y sólo así, con una vigilancia revolucionaria en las figuras políticas,
podrá el proletariado asegurarse de no caer en las garras del enemigo camuflado

«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el feminismo

Parafraseando a Fourier, Marx dijo:

«El grado de emancipación femenina determina naturalmente la


emancipación general». (Karl Marx y Friedrich Engels; La sagrada familia,
1844)

Las posiciones políticas del Partido Comunista de España (marxista-leninista)


de 1964-1985 sobre la mujer estuvieron inspiradas claramente en las nociones
marxistas sobre el tema:

«En efecto, puede hoy afirmarse que la familia conyugal ha nacido de las
contradicciones económicas que aparecen en el momento en que el trabajo se
ha hecho más productivo, es decir, ésta ha nacido de la propiedad privada y se
ha consolidado con ella, al mismo tiempo que se precisaban en toda la
sociedad los antagonismos de clase. Por consiguiente los conflictos y las luchas
que se desarrollan en el seno de la sociedad han de reflejarse, y de hecho se
reflejan, en la oposición existente inicialmente entre los hombres y las mujeres
en el seno del matrimonio conyugal. La noción de la inferioridad de la mujer se
explica fundamentalmente por el hecho de que desde el momento en que los
hombres obtienen su supremacía, han impuesto la idea de que las mujeres son
de una naturaleza distinta, que poseen por naturaleza caracteres distintos y
que sus capacidades son normalmente inferiores. A este respecto no podemos
dejar de señalar el papel determinante que en la era cristiana ha jugado la
«Santa Madre Iglesia», cuyos fundadores sostenían incluso la idea de que la
mujer era un ser intermedio entre el hombre y el animal, un ser impuro e
inferior en todos los órdenes.

Todas las clases opresoras tratan de justificar su opresión imponiendo la idea


de que el ser oprimido es inferior. Así tenemos el caso de la política racista que
trata de justificar la inferioridad de los pueblos de color, para mejor
asegurarse su explotación y opresión. Otro tanto ocurre con la mujer utilizada
hoy por el capitalismo como mano de obra barata y como reserva en la
producción. Ahora bien, como la clase dominante, en este caso la burguesía
capitalista e imperialista, es la clase que impone su ideología al conjunto de la
sociedad, la noción de la inferioridad de la mujer también existe entre la clase
obrera, e incluso entre no pocas mujeres.

Frente a la ideología reaccionaria burguesa, los marxista-leninistas oponemos


nuestros principios de la igualdad total entre el hombre y la mujer y
rechazamos de plano toda idea de discriminación hacia la mujer y de
considerarla como un ser inferior. Afirmamos a este respecto:

925
1) Que la subordinación de la mujer no se basa en una inferioridad congénita,
sino que es la consecuencia histórica de un hecho económico, es decir, del
desarrollo de la productividad del trabajo y el acaparamiento por los hombres
de las principales riquezas creadas por esta productividad acrecentada.

2) Que el desarrollo de la propiedad privada monopolizada por los hombres,


ha hecho posible el reforzamiento hasta el extremo de la autoridad del marido
en la familia y ha convertido a la mujer prácticamente en una esclava
doméstica, totalmente sometida a los deseos y a la voluntad del marido.

3) Que dada la estructura familiar basada en la transmisión de la propiedad


privada, no existe esperanza alguna bajo el régimen capitalista de que la
mujer se libere totalmente, ya que los hombres de las clases dirigentes tienen
sus intereses de clase ligados a esa estructura familiar.

4) Que la degradación de la familia actualmente, ha comenzado con el


desarrollo de la gran industria que ha arrancado a la mujer de la servidumbre
doméstica para imponerla otras nuevas.

5) Que la incorporación de la mujer a determinadas actividades y funciones


reservadas hasta el presente a los hombres, anuncia su eventual
independencia económica y ya en algunos países les ha permitido cierto grado
de igualdad jurídica con los hombres.

6) Que el modo cómo las mujeres desempeñan las funciones sociales y


profesionales demuestra que sus capacidades intelectuales, su poder de
decisión y su espíritu de organización, no son en modo alguno inferiores a los
hombres». (Elena Ódena; La mujer española y la lucha contra la dictadura
franquista, 1967)

Por ello, en el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 ante el auge de los
movimientos feministas, se instaba a abordar la cuestión de género en base a la
visión marxista del partido y no siguiendo la versión idealista de las
organizaciones feministas:

«Actualmente las organizaciones femeninas y feministas de diversa naturaleza


y tendencia pequeño burguesa están logrando organizar y movilizar a amplios
sectores de la mujer y sólo si nosotros, el partido en primer lugar, el FRAP, la
UPM, la OSO, la Convención Republicana, somos capaces de tomar seriamente
en nuestras manos la defensa de los derechos y la lucha por la liberación de la
mujer, lograremos incorporar al torrente revolucionario a una buena parte
del más del 50 por 100 de nuestra población. De otro modo, esta mitad de
nuestro pueblo se convertirá en una fuerza y una reserva de la reacción, o, en
el mejor de los casos, de las corrientes pequeño burguesas. Pero se trata,
además, de insistir en el partido en la necesidad de comprender que el
problema de la mujer no incumbe exclusivamente a la mujer, ya que si no
comprendemos esto no lograremos llevar nuestra voz y nuestra política a las
amplias masas femeninas, aparte de que estaremos también reflejando las
corrientes pequeño burguesas feministas tendentes a separar tajantemente la
lucha de la mujer por su liberación de la lucha general de todo el pueblo».

926
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº
Congreso del PCE (m-l), 1977)

No por casualidad se confrontaba abiertamente al feminismo. En el artículo


«Importantes orientaciones de la IIº Conferencia Nacional del partido para
nuestra lucha por los derechos de la mujer», se decía:

«Se trata de comprender correctamente, que la lucha por los derechos de la


mujer y por su liberación de toda una serie de opresiones y discriminaciones
de toda índole –morales, sociales, económicas, familiares, etc.– que pesan con
particular brutalidad sobre ella, no es un asunto exclusivo de la mujer sino que
incumbe tanto a la mujer como al hombre, si bien la mujer, como principal y
directa interesada, ha de desempeñar el papel más directo e importante. (…)
En segundo lugar está la cuestión de nuestra actitud de cara a los movimientos
feministas pequeño burgueses y también, la de nuestros planteamientos en
relación con toda una serie de reivindicaciones que atañen exclusivamente a la
mujer y que no pueden dejarse de lado con la conocida posición de que «solo
bajo el socialismo podrá resolverse verdadera, ente el problema de la mujer».
(…) Actualmente las organizaciones femeninas y feministas de diversa
naturaleza y tendencia pequeño burguesa están logrando movilizar a amplios
sectores de la mujer, y solo si nosotros, el partido. (…) Somos capaces de tomar
seriamente en nuestras manos la defensa de los derechos y la lucha de la
mujer, lograremos incorporar al torrente revolucionario a más del cincuenta
por ciento de nuestra población. De otro modo, esta media mitad de nuestro
pueblo se convertirá en buena parte en una fuerza y en una reserva de la
reacción o en el mejor de los casos de las corrientes pequeño burguesas».
(Vanguardia Obrera; Nº149, 1976)

¿Y qué ha quedado de dichas posturas en el PCE (m-l) actual refundado en


2006? Nada. Cierto es que en sus artículos ataca a ramas del feminismo actual,
pero igualmente tiene publicaciones donde dice lo contrario, e incluso alaba a
otras corrientes. Lo que demuestra que existen en su interior han florecido las
«cien flores y cien escuelas de pensamiento» al estilo maoísta. Hace poco, J.P.
Galindo nos decía lo siguiente en su artículo «Marxismo y feminismo» en un
tono muy parecido a la izquierda institucional:

«Será una autora francesa, Simone de Beauvoir, quien construya el buque


insignia de esta etapa con su libro de 1949 «El Segundo Sexo» donde se analiza
la creación artificial de la identidad femenina a través de la imposición de
prejuicios sociales derivados directa o indirectamente del patriarcado familiar
y moral. (...) Esta visión provocará un avance significativo en la conciencia
femenina como ente colectivo y sujeto social propio «No se nace mujer, se llega
a serlo» será la máxima expresión de este análisis y su objetivo es cuestionar
la institución imprescindible para la reproducción de esa situación mental y
social. (...) El cuestionamiento de la familia tradicional entroncará
íntimamente con la revolución sexual. (...) Esa moral será también
cuestionada por las filosofías Beat, Hippie, Existencialista o Estructuralista,
provocando conjuntamente un cambio de paradigma global. (…) Expresado en
lo que se conoce como Mayo del 68, como una explosión de contestación y
rebeldía contra toda la construcción social previamente establecida. (...) El
feminismo La Segunda Ola se da por finalizada sin alcanzar resultados tan

927
abrumadores y evidentes como la Primera, pero con una continuidad
discursiva que enlaza inmediatamente con la postmodernidad naciente a
finales del siglo XX, donde la desaparición del bloque socialista da pie al
cuestionamiento del feminismo marxista por no lograr un éxito total en la
transformación social e impregna de cierto nihilismo esta nueva visión
feminista, al presentar un replanteamiento de todos los aspectos sociales desde
perspectivas originales hasta entonces, tales como la teoría queer o el
ecofeminismo y cuestionando posicionamientos previamente dados por
sentados, como el caso de la prostitución o la pornografía, desde ópticas
liberales de autonomía individual del individuo sin prejuicios de género o
sexo». (Octubre; Órgano de expresión del PCE (m-l); Nº114, 2018)

Como vemos, el texto es meramente descriptivo, pecando de aquella desviación


que Zhdánov tanto criticó: el objetivismo burgués, es decir el describir las cosas
de forma enciclopédica, sin criticismo alguno, dando indirectamente la razón a
la interpretación burguesa tradicional del tema, pretendiendo que dando una
supuesta explicación apartidista conviene y ayuda no solo al lector sino a la
divulgación de la ciencia. Pero ocurre lo contrario. Cada vez que se hace esto se
cae en el riesgo precisamente de que el sujeto iletrado caiga en una profunda
confusión aceptando el discurso del escepticismo y relativismo burgués sobre
que hay que contar la historia de «forma neutra», sin posicionarse, sin tomar
partido en lo que se expone, solo describiéndolo, como se hace en este caso
sobre la historia de las corrientes del feminismo y la cuestión de género en el
pasaje inicial. Como se sabe, esto es contrario al rigor científico, porque la mera
acumulación y anunciación de datos sin procesar –y aceptando encima un relato
previo hegemónico–, sin llegar jamás a unas conclusiones propias
argumentadas, solo puede formar dogmas, en esterilizar el conocimiento.

En algunos tramos de este vergonzoso artículo encontramos directamente loas


que como decimos, bien lo podría haber firmado Irene Montero o Clara Serra,
feministas de Podemos, que niegan el «feminismo liberal e
individualista» mientras reivindican el «feminismo de izquierdas», pero no
señores, es el actual PCE (m-l) quien hace estas declaraciones a favor de una
corriente burguesa tan degenerada como el existencialismo de la pareja Sartre-
Beauvoir, lo cual no merece muchos más comentarios, no por casualidad las
tesis del existencialismo y sus obras era promovidas por los regímenes más
retrógrados y los ideólogos más conocidos de la reacción. Véase nuestro
documento: «El existencialismo, Jean-Paul Sartre, y su pluma al servicio de la
cultura burguesa» de 2015.

En concreto Simone Beauvoir que en la actualidad aún es usada por ciertas


feministas, tuvo entre sus obras párrafos tan «progresistas» y poco compatibles
con la visión marxista como los siguientes.

a) Ni la biología ni el medio económico tiene influencia sobre la mujer, solo las


ideas y la voluntad:

«No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o


económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra
humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto

928
intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de femenino».
(Simone de Beauvoir; El segundo sexo, 1949)

b) El embarazo es un drama y violencia contra la mujer:

«El embarazo es, sobre todo, un drama que se representa en el interior de la


mujer; ella lo percibe a la vez como un enriquecimiento y una mutilación; el
feto es una parte de su cuerpo y es también un parásito que la explota; ella lo
posee y también es poseída por él; ese feto resume todo el porvenir, y, al
llevarlo en su seno, la mujer se siente vasta como el mundo; pero esa misma
riqueza la aniquila, tiene la impresión de no ser ya nada. Una existencia nueva
va a manifestarse y a justificar su propia existencia, por lo cual se siente
orgullosa; pero también se siente juguete de fuerzas oscuras, es zarandeada,
violentada». (Simone de Beauvoir; El segundo sexo, 1949)

c) La mujer debería desligarse de todo concepto de familia y del concepto de


instinto maternal, es más, no debería tener libertad para elegir tal cosa:

«En mi opinión, mientras la familia, el mito de la familia, el mito de la


maternidad y el instinto maternal no sean destruidos, la mujer seguirá
estando oprimida. (...) No, no creemos que ninguna mujer debería tener esa
opción. Ninguna mujer debería estar autorizada a quedarse en casa a criar a
sus hijos. La sociedad debería ser totalmente diferente. Las mujeres no
deberían tener esa opción, precisamente porque si tienen esa opción,
demasiadas mujeres la elegirían». (Diálogo entre Simone de Beauvoir y Betty
Friedan; Saturday Review, 14 de junio de 1975)

d) La mujer es homosexual por naturaleza porque así se haya segura:

«La homosexualidad de la mujer es una tentativa, entre otras, para conciliar


su autonomía con la pasividad de su carne. Y, si se invoca a la Naturaleza,
puede decirse que toda mujer es naturalmente homosexual. La lesbiana se
caracteriza, en efecto, por su rechazo del varón y su gusto por la carne
femenina; pero toda adolescente teme la penetración, la dominación
masculina, y experimenta cierta repulsión con respecto al cuerpo del hombre;
en desquite, el cuerpo femenino es para ella, como para el hombre, un objeto
de deseo». (Simone de Beauvoir; El segundo sexo, 1949)

e) Sobre la cuestión sexual. Reproducimos aquí la petición firmada entre otros


por Beauvoir y Sartre, que clamaba en favor de la pedofilia:

«Tanto tiempo en prisión para investigar un simple asunto de «vicio», en el


que los niños no han sido víctimas de ningún tipo de violencia, sino que, por el
contrario, han testificado ante los magistrados que dieron su consentimiento,
aunque la ley actual les niegue el derecho a consentir; tanto tiempo en prisión
es algo que consideremos escandaloso de por sí. Hoy, el riesgo de ser
condenado a largas penas de prisión por haber tenido relaciones sexuales con
menores, tanto niños como niñas, o por haber fomentado y fotografiado sus
juegos sexuales. Creemos que existe una incongruencia entre la designación de
«delito», que sirve para legitimar semejante severidad, y los hechos en sí; y
otra todavía mayor entre la ley anticuada y la realidad del día a día de una

929
sociedad que tiende a conocer la sexualidad de los niños y adolescentes». (Le
Monde, January 26, 1977)

¡Esta es la autora que para el PCE (m-l) actual su obra supuso un «avance
significativo en la conciencia femenina»!

Junto a este tipo de ideas de Simone de Beauvoir, habría otras autoras que
plantearían teorías igualmente demenciales. Shulamith Firestone pensaba que
la maternidad era la principal forma de opresión que sufría la mujer. Tomando
prestado un símil marxista, proponía que la mujer –por el mero hecho de serlo y
sin entrar a tomar en cuenta su posición de clase– era un ser oprimido que
debía tomar el poder, debía rebelarse, tomar los medios de reproducción y
establecer su dictadura, para así llegar a la reproducción artificial de la especie:

«El núcleo de la explotación de las mujeres radica precisamente en su función


de gestación y educación de los hijos. (...) Del mismo modo que para asegurar
la eliminación de las clases económicas se necesita una revuelta de la clase
inferior –el proletariado– y mediante una dictadura temporal la confiscación
de los medios de producción, de igual modo, para asegurar la eliminación de
las clases sexuales se necesita una revuelta de la clase inferior –mujeres– y la
confiscación del control de la reproducción; es indispensable no sólo la plena
restitución a las mujeres de la propiedad sobre sus cuerpos, sino también la
confiscación –temporal– por parte de ellas del control de la fertilidad humana.
(...) El objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse a la
eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar a la
distinción misma de sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos
deberían pasar a ser culturalmente neutras. (...) La reproducción de la especie
a través de uno de los sexos en beneficio de ambos sería sustituida por la
reproducción artificial. (...) La división del trabajo desaparecería mediante la
eliminación total del mismo –cybernation–. Se destruiría así la tiranía de la
familia biológica». (Shulamith Firestone; La dialéctica del sexo, 1970)

Kate Millet, también haría apología de la pedofilia, sosteniendo que la familia y


los adultos, ejercían una coacción inadmisible hacia los niños:

«Mark Blasius (MB): ¿Cómo concebirías una sociedad sexualmente libre?


¿Piensas que debería imponerse algún tipo de limitación en una revolución
sexual y qué papel representaría el sexo intergeneracional en una revolución
sexual?

Kate Millet (KM): Una revolución sexual comienza con la emancipación de la


mujer, que es la principal víctima del patriarcado, y también con el fin de la
opresión sobre los homosexuales. Parte de la estructura de la familia
patriarcal comprende el control de la vida sexual de los niños, y más allá, el
control total de los niños. Los niños no tienen prácticamente derechos
garantizados por la ley en nuestra sociedad y además, no tienen dinero, lo
cual, en una economía de dinero, es una de las principales fuentes de su
opresión. Verdaderamente, uno de los derechos esenciales de los niños es el de
expresarse a si mismos sexualmente, probablemente entre ellos en un
principios pero también con adultos. De manera que la libertad sexual de los
niños es una parte importante de una revolución sexual. ¿Cómo lo llevamos a

930
cabo? El problema es que existe una situación de explotación entre los adultos
y los niños de la misma forma que existe entre los hombres y las mujeres, las
relaciones intergeneracionales tienen lugar en una situación de desigualdad.
Los niños están en una posición muy precaria cuando mantienen relaciones
con adultos no sólo en un sentido concretamente material sino también
emocional ya que su personalidad no está reconocida en nuestra sociedad.

MB: ¿Piensas que puede existir una relación erótico-amorosa tierna entre un
niño y un hombre?

KM: Por supuesto, o entre una niña y una mujer mayor. Los hombres y las
mujeres se han amado durante milenios, como lo han hecho personas de razas
diferentes. Lo que me preocupa es el desigual contexto en el que esas relaciones
deben existir. Por supuesto, esas relaciones pueden no ser de explotación y
teniendo en cuenta las circunstancias son probablemente heroicas y muy
maravillosas». (Mark Blasius; Una entrevista con Kate Millett, 1980)

Simone Beauvoir, sería una de las feministas que crearía la noción de que el
marxismo era insuficiente para abordar los problemas de la mujer en la
sociedad, mezclaba tanto las experiencias socialistas como revisionistas para
concluir que el marxismo había sido un fracaso:

«Jean Louis Servan Schreiber: En Francia fue un éxito muy rápido.

Simone Beauvoir: Tuvo un éxito muy rápido, pero no sabría decirle las cifras.
Ahora que se ha publicado en bolsillo creo que ha llegado a mucho más
público. Pero ha tenido una acogida muy mala. Las críticas que más me han
decepcionado son las de los hombres que creía igualitarios. Hay comunistas
que han escupido en el libro, diciendo que a las obreras les da igual lo que
escribo. Esto es completamente falso. El libro va destinado más a las mujeres
obreras que a las burguesas.

Jean Louis Servan Schreiber: ¿Por qué los comunistas son reticentes a sus
ideas?

Simone Beauvoir: Ahora lo son menos. En realidad toda la relación del


comunismo con la mujer es difícil, ya que consideraban que el problema de
ésta es secundario, que la contradicción de los sexos es secundaria, frente a la
de clases, que es primaria. En conjunto, los problemas de las mujeres están
completamente subordinados a los de clase.

Jean Louis Servan Schreiber: Entonces, ¿la idea es que si hay una revolución,
la situación de la mujer cambiará automáticamente?

Simone Beauvoir: Sí. Y tengo que decir que en 1949, cuando escribí este libro,
dudaba poco de eso. Creía que había que militar por la revolución, soy
completamente de izquierdas y busco el derrocamiento del sistema, la caída
del capitalismo. Pensaba que sólo hacía falta eso para que la situación de la
mujer fuese igual que la del hombre. Después me di cuenta de que me
equivocaba. Ni en la URSS, ni en Checoslovaquia, ni en ningún país socialista,
ni en los partidos comunistas, ni en los sindicatos, ni siquiera en los

931
movimientos de vanguardia, el destino de la mujer es el mismo que el del
hombre. Esto es lo que me convenció para convertirme en feminista y de
manera bastante militante. He comprendido que existe una lucha puramente
feminista y que ésta pelea contra los valores patriarcales, que no debemos
confundir con los capitalistas. Para mí, las dos luchas han de ir juntas. Parece
imposible que el destino de la mujer cambie profundamente si el destino de la
sociedad no cambia profundamente en cuanto a la lucha de clases. Pero
también parece ilusorio pensar que la lucha de clases sirva por completo, tiene
que existir una lucha específicamente para la mujer». (Entrevista de Jean
Louis Servan Schreiber a Simone Beauvoir, 6 de abril de 1975)

Kate Millet en un tono similar, atacaría a la URSS de Stalin comparándolo con


la Alemania de Hitler durante su texto. Para ello se basa, como no, en los
escritos de Trotsky:

«Trotsky. (...) Critica con vehemencia el vacío ideológico, el fracaso soviético y


la regresión estalinista en «La revolución traicionada», pero tales juicios,
emitidos en 1936, no constituyen sino una percepción tardía de lo que debía
haberse hecho. Por consiguiente, resulta correcta la tesis –defendida por
Reich– de que la sexualidad pasó en cierto modo inadvertida por los grandes
pensadores sociales. (...) La Unión Soviética se había enfrentado con el arduo
problema de reemplazar la mentalidad patriarcal por una nueva estructura
psíquica, gracias a una educación revolucionaria. En este campo, su fracaso
fue rotundo. Tras una fase de experimentación, fue imponiendo su propia
ideología moralizadora y represiva, construyendo una nueva estructura
basada en el autoritarismo e implantando sus normas e ideales masculinos
mediante el ensalzamiento continuo de las hazañas militares y el heroísmo de
los revolucionarios». (Kate Millet; Política sexual, 1970)

Esta es la conclusión a la que llegan de toda la experiencia soviética de los años


de Stalin: un rotundo fracaso y un viraje regresivo.

¡Más bien haría el PCE (m-l) en analizar estas cuestiones que en estar loando a
los iconos del feminismo pequeño burgués de los 70!

Un colaborador del antiguo PCE (m-l) de 1964-1985 comentaba sobre el


feminismo de nuestros días que ahora el nuevo PCE (m-l) parece saludar:

«El feminismo efectivamente es una corriente de moda. Estuve en la


manifestación del 8 de marzo, y está genial que la gente salga y proteste, pero
ves a los participantes, chavales y también a gente mayor, con consignas
ridículas y absurdas. A uno le pregunte: «Justicia feminista... ¿y eso que es?» Y
me soltó sin sonrojo. «Pues eso, justicia feminista». Me fui cabizbajo a buscar
el significado y todavía no lo he encontrado, estoy preocupado alguien sabe
algo (Risas) Así van, y así pretenden que se postren ante ellos y su falta de
lógica. Ahora hasta el PSOE de Sánchez tiene como ruta el feminismo, ni
hablar del Podemos de Iglesias o Más País el nuevo chiringuito de Errejón,
todos cuando se dignan en hablar algo de república le añaden los condimentos
de feminista y verde, en vez de hablar de una república con carácter de clase.
Que cada uno saque sus conclusiones. Me han pasado recientemente algunos
de los iconos pop de feministas que hay por ahí como la tal Irantzu Varela… lo

932
primero que pienso es que hay que tomarlas en serio, pero lo triste es que
tienen sus seguidoras, y éstas no las puedes convencer con nada, es como si
entras a un psiquiátrico e intentan crear conciencia y coherencia. Por
desgracia es nuestra sociedad produce estos psiquiátricos, y no puede ser de
otro modo en el capitalismo. Yo me atengo en la cuestión de género a A.
Kolontái y a alguna que otra muy honrada, incluso las sufragistas, pues su
base era razonable para la época, pero nada más. En cambio, este feminismo
es parte de los modismos, de los tantos que hay y surgen. Te dicen que el
feminismo es el sinónimo de la igualad, que estupidez más grande, ¿y las
clases sociales? Para ellas es lo mismo la sirvienta del hogar que dobla el lomo
–a la cual le pagan una miseria por horas, no le pagan el transporte– que la
funcionaria que cobra 1.500 euros o similar, con unas prebendas, por favor...
Como consecuencia no pueden tener ni sufrir una represión igual. Una tiene
más fácil «escape» en todo lo que se encuentre a su paso y otra está más sujeta
por su situación socio-económica para no salir de ese embrollo. La gente
cuando habla de los problemas, parece que solo ve el tentáculo del pulpo, pero
no a su cabeza. Porque si fuese a la cabeza vería que el fascismo es un pulpo
tiene todo ese tipo de connotaciones aberrantes». (Comentarios y reflexiones
de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

El feminismo lo ha inundado todo, hasta el punto que en la cultura vemos


aparecer grupos de música feministas de distintos géneros musicales como ya
comentamos en otros documentos. La irrupción de nuevas tribus urbanas y
géneros musicales ha sido absorbida por el feminismo, o mejor dicho se ha
creado una simbiosis:

«Cuando no se puede ejercer la represión como años atrás, aunque de vez en


cuando lo hacen o directamente se cree que es mejor utilizar otros medios,
ofertan condiciones más alienantes de control y han creado esta forma de
tribus, fácilmente controlables porque sus actos son consumistas y rara vez
piensan, hemos llegado a un punto en que la incultura es un valor. Estos
impresentables ignoran que no existe mayor radicalidad que en la cultura,
¿por qué se creerán que existen ellos sino como producto del sistema? (Risas)
En la juventud hay una predominancia por lo lumpen. En el caso de muchas
bandas de música «feministas» también he visto que caen en esto. Algunas son
un bodrio, artísticamente hablando, pero encima copian a la perfección al
machista que las agrede en su vocabulario y gestos. En cuanto la parafernalia
de sus adornos y maquillajes son los que dictaminan el mercado al que dicen
odiar… y si encima añades que algunas de estas feministas se denominan
también como «comunistas» … menos mal que los clásicos no las pueden ver,
se preguntarían ¿en qué nos hemos equivocado? (Risas) Son lumpen, la
consecuencia del sistema, o, mejor dicho: de cuando el sistema hace las cosas
muy bien como para engañarlos con movimientos «anticontestatarios» y
«antisistema» tan poco lesivos para el sistema como los movimientos de los 60
que todos tenemos en mente». (Comentarios y reflexiones de José Luis López
Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Pese a todo, ahora está de moda eso de presentar un «feminismo marxista»,


como dicen muchos tinglados revisionistas en España:

933
«Es el momento de que el feminismo recupere la tradición de lucha que hace
décadas perdió, alejándose de posiciones interclasistas, integrándolo en la
lucha de clases e intrínsecamente ligado a la emancipación del proletariado».
(Reconstrucción Comunista; 8 de marzo: por un feminismo de clase y
combativo, 2013)

Algo que han venido haciendo con su eslogan revisionista «¡Por un feminismo
de clase!». Un eslogan que a su vez es copiado del brézhnevista PCPE que
proclama «¡Por un feminismo de clase y combativo»!

«Por todo ello, y entendiendo el feminismo de clase como una parte orgánica
integrante del resto de movimiento obrero». (Partido Comunista de los Pueblos
de España; Qué diferencia al feminismo de clase del feminismo burgués, 13 de
noviembre de 2013)

De nuevo una vez más nos encontramos con la falsedad histórica del llamado
«feminismo marxista», diciendo que «los comunistas necesitan el feminismo»
como si los comunistas no tuviesen una postura propia en la cuestión de género
o directamente manipulando la historia diciendo que «los comunistas siempre
han sido feministas» cuando salta a la vista histórica que los comunistas
siempre han estado en contra de las explicaciones idealistas del feminismo
sobre la cuestión de género.

Y la tesis absurda y antimarxista de que siempre ha habido un «feminismo


proletario» y un «feminismo burgués», lo cierto es que terminológicamente
hablando, y haciendo honor a la propia historia, el feminismo siempre ha sido
un movimiento eminentemente burgués por mucho que los revisionistas nos
quieran rescribir la historia para ganar votos y simpatías entre los círculos
feministas:

«¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas


ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que
poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las
obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento
o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o
mujer.

Las feministas burguesas demandan la igualdad de derechos siempre y en


cualquier lugar. Las mujeres trabajadoras responden: demandamos derechos
para todos los ciudadanos, hombres y mujeres, pero nosotras no sólo somos
mujeres y trabajadoras, también somos madres. Y como madres, como
mujeres que tendremos hijos en el futuro, demandamos un cuidado especial del
gobierno, protección especial del Estado y de la sociedad.

Las feministas burguesas están luchando para conseguir derechos políticos:


también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los
derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más
cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de
los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso
en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.

934
Los caminos seguidos por las mujeres trabajadoras y las sufragistas
burguesas se han separado hace tiempo. Hay una gran diferencia entre sus
objetivos. Hay también una gran contradicción entre los intereses de una
mujer obrera y las damas propietarias, entre la sirvienta y su señora».
(Aleksandra Kolontái; El Día de la Mujer, 1913)

Clara Zetkin diría sobre esto mismo:

«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser


solamente el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por
la reforma del sistema burgués en la dirección indicada por las
reivindicaciones feministas, no puede ser solamente el resultado de una lucha
contra la posición social privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y
únicamente puede ser realizado mediante la lucha común de las mujeres y
hombres del proletariado explotado contra los privilegios, el poder de los
hombres y mujeres de las clases poseedoras y explotadoras». (Clara
Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920)

Salvo que seas un idealista y manipulador histórico no le puedes pedir al


feminismo que se abstraiga de su visión de clase burguesa y que luche por el
socialismo:

«En sus demandas de igualdad política nuestras feministas son como sus
hermanas extranjeras, los amplios horizontes abiertos por el aprendizaje
socialdemócrata permanecen ajenos e incomprensibles para ellas. Las
feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de
ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para
ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios
existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres
burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente
de su posición de clase (…) A pesar de lo aparentemente radical de las
demandas de las feministas, uno no debe perder de vista el hecho de que las
feministas no pueden, en razón de su posición de clase, luchar por aquella
transformación fundamental de la estructura económica y social
contemporánea de la sociedad sin la cual la liberación de las mujeres no puede
completarse». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión
femenina, 1907)

Es más, incluso las figuras feministas que han tenido alguna simpatía por el
proletariado, sino adoptan el marxismo, acaban naufragando en propuestas
«parche», reformistas, irreales para los problemas verdaderos de los
trabajadores:

«Las feministas declaran estar del lado de la reforma social, y algunas de ellas
incluso dicen estar a favor del socialismo –en un futuro lejano, por supuesto–
pero no tienen la intención de luchar entre las filas de la clase obrera para
conseguir estos objetivos. Las mejores de ellas creen, con ingenua sinceridad,
que una vez que los asientos de los diputados estén a su alcance serán capaces
de curar las llagas sociales que se han formado, en su opinión, debido a que los
hombres, con su egoísmo inherente, han sido los dueños de la situación. A
pesar de las buenas intenciones de grupos individuales de feministas hacia el

935
proletariado, siempre que se ha planteado la cuestión de la lucha de clases han
dejado el campo de batalla con temor. Reconocen que no quieren interferir en
causas ajenas, y prefieren retirarse a su liberalismo burgués que les es tan
cómodamente familiar». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la
cuestión femenina, 1907)

Pero claro, si eres un oportunista político, por supuesto que puedes proclamar
que hasta los movimientos feministas luchan en pro del socialismo, ¿no existe
gente que proclama que hasta el Papa lo hace? ¿Dónde está el límite? Pues
depende de la graduación de las lentes revisionistas que uses.

Como decía Kolontái, una de las mayores luchadoras de los derechos de la


mujer: el feminismo poco ha hecho históricamente por los derechos de la mujer
–o mejor dicho de los derechos de las mujeres trabajadoras–, y esto tiene su
razón económica histórica:

«Las mujeres de la burguesía se encontraron, desde el primer momento, con


una dura resistencia por parte de los hombres. Se libró una batalla tenaz entre
los hombres profesionales, apegados a sus «pequeños y cómodos puestos de
trabajo», y las mujeres que eran novatas en el asunto de ganarse su pan
diario. Esta lucha dio lugar al «feminismo»: el intento de las mujeres
burguesas de permanecer unidas y medir su fuerza común contra el enemigo,
contra los hombres. Cuando estas mujeres entraron en el mundo laboral se
referían a sí mismas con orgullo como la «vanguardia del movimiento de las
mujeres». Se olvidaron de que en este asunto de la conquista de la
independencia económica, como en otros ámbitos, fueron recorriendo los
pasos de sus hermanas menores y recogiendo los frutos de los esfuerzos de sus
manos llenas de ampollas.

Entonces, ¿es realmente posible hablar de las feministas como las pioneras en
el camino hacia el trabajo de las mujeres, cuando en cada país cientos de miles
de mujeres proletarias habían inundado las fábricas y los talleres,
apoderándose de una rama de la industria tras otra, antes de que el
movimiento de las mujeres burguesas ni siquiera hubiera nacido? Sólo gracias
al reconocimiento del trabajo de las mujeres trabajadoras en el mercado
mundial las mujeres burguesas han podido ocupar la posición independiente
en la sociedad de la que las feministas se enorgullecen tanto.

Nos resulta difícil señalar un solo hecho en la historia de la lucha de las


mujeres proletarias por mejorar sus condiciones materiales en el que el
movimiento feminista, en general, haya contribuido significativamente.
Cualquiera que sea lo que las mujeres proletarias hayan conseguido para
mejorar sus niveles de vida es el resultado de los esfuerzos de la clase
trabajadora en general, y de ellas mismas en particular. La historia de la
lucha de las mujeres trabajadoras por mejorar sus condiciones laborales y por
una vida más digna es la historia de la lucha del proletariado por su
liberación». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión
femenina, 1907)

936
El marxismo por tanto siempre ha estado en contra del feminismo por sus
consignas sexistas y enfocadas a la autosatisfacción de un núcleo reducido de la
población –las burguesas–:

«Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases


existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por
privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y
privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de
mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana
inevitablemente de su posición de clase. (...) Las feministas ven a los hombres
como el principal enemigo, por los hombres que se han apropiado
injustamente de todos los derechos y privilegios para sí mismos, dejando a las
mujeres solamente cadenas y obligaciones. Para ellas, la victoria se gana
cuando un privilegio que antes disfrutaba exclusivamente el sexo masculino se
concede al «sexo débil». Las mujeres trabajadoras tienen una postura
diferente. Ellas no ven a los hombres como el enemigo y el opresor, por el
contrario, piensan en los hombres como sus compañeros, que comparten con
ellas la monotonía de la rutina diaria y luchan con ellas por un futuro mejor.
La mujer y su compañero masculino son esclavizados por las mismas
condiciones sociales, las mismas odiadas cadenas del capitalismo oprimen su
voluntad y les privan de los placeres y encantos de la vida. (...) Observad cómo
la literatura feminista es rica en búsquedas de nuevos estilos de unión del
hombre y la mujer y de audaces esfuerzos encaminados a la «igualdad moral»
entre los sexos. ¿No es cierto que, mientras en el terreno de la liberación
económica las burguesas se sitúan en la cola del ejército de millones de
proletarias que allanan la senda a la «mujer nueva», en la lucha por resolver
el problema de la familia los reconocimientos son para las feministas?».
(Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina,
1907)

Otra autora marxista proclamaría en semejante tono crítico:

«En la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas conduce


esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las
mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora
mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan
expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se
manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus
intereses». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento comunista femenino,
1920)

¿Cuál es la postura del marxismo frente a la cuestión de género? ¿Y versus el


movimiento feminista?:

«No cabe duda de que existe una cuestión femenina. Pero para nosotros, que
somos agraciados de contarnos entre la clase obrera, bien por nacer entre sus
filas o por trabajar para su causa, está claro que el asunto pertenece a la
cuestión general del movimiento obrero. Podemos comprender y simpatizar –e
incluso ayudar cuando fuese necesario– con el movimiento de las mujeres de
clase media-alta en pos de los derechos más básicos para la mujer, pues estos
derechos beneficiarán asimismo a la mujer trabajadora. Lo he dicho

937
claramente: ayudar cuando fuese necesario. ¿No nos enseña el «Manifiesto
Comunista» que es nuestro deber apoyar cualquier movimiento progresista
que beneficie de uno u otro modo a la causa del proletariado, pese a que este
movimiento no sea el nuestro? Si cada una de las demandas de estas mujeres
se cumpliese hoy, nosotras las mujeres trabajadoras seguiríamos donde
estamos hoy día: trabajando largas horas por unos salarios ignominiosos bajo
condiciones deplorables. Seguiríamos hundidas en la única decisión entre la
prostitución y la hambruna. Si se cumpliesen hoy todas esas demandas [de las
feministas] sería aún más claro que nunca que las mujeres trabajadoras
encontrarían en las mejores de estas mujeres [feministas] a su peor enemigo;
que tendrían que luchar contra éstas tan arduamente como sus hermanos de
clase contra los capitalistas. (...) Para nosotros ya no se trata de una «cuestión
femenina» tomada desde el punto de vista burgués, así como no existe una
«cuestión masculina». Allí donde las mujeres burguesas demandan derechos
que nos son de ayuda también a las mujeres proletarias, lucharemos junto a
ellas, del mismo modo que los hombres proletarios no rechazaron el derecho a
voto porque proviniese de la clase burguesa. Nosotras no rechazaremos
ninguna ventaja, pese a que se haya conseguido por y para las mujeres
burguesas y, queriendo o no, nos haya beneficiado también a nosotras.
Aceptamos estas ventajas como armas, armas que nos capacitan para luchar
mejor de la mano de los hombres de nuestra clase. No somos mujeres en lucha
contra los hombres, sino el proletariado en lucha contra sus explotadores».
(Eleanor Marx; Sindicatos de mujeres en Inglaterra, 1892)

Esto algunos oportunistas lo interpretan con el ser simpáticos y


condescendientes con las teorías y prácticas del feminismo, acabar absorbidos
totalmente por ellas como ocurre con organizaciones como Podemos y algunos
grandes y pequeños partidos revisionistas.

Todos los clásicos del marxismo ya nos advirtieron sobre el llamado feminismo
y algunas de sus corrientes que se aventuran a hablar de todo menos del origen
real de esa desigualdad manifiesta entre el hombre y la mujer en la sociedad
dividida en clases sociales:

«Hace más de un siglo, Marx y Engels, los grandes maestros y líderes del
proletariado mundial, definieron científicamente las causas reales de la
desigualdad entre el hombre y la mujer. Demostraron que la esclavización de
la mujer por el hombre no procedía de factores fisiológicos o físicos, sino de la
naturaleza del orden explotador, del establecimiento de la propiedad privada
sobre los medios de producción. Desde entonces, la lucha de las mujeres
progresistas por la liberación y la emancipación comenzó a dar sus primeros
pasos seguros y a asumir proporciones mayores, hasta crecer y fortalecerse lo
suficiente como para transformarse en una inquietante preocupación de las
sociedades con clases antagónicas. Engels ha indicado de manera genial que el
nacimiento de la propiedad privada y la institucionalización de la herencia
constituyen las premisas económicas fundamentales de la monogamia en la
que la mujer está completamente sometida al hombre. Los teóricos burgueses y
revisionistas silencian deliberadamente la causa real de los antagonismos
entre el hombre y la mujer, esto es, la propiedad privada, y avivan las llamas
de la lucha entre sexos. Reducir la lucha de la mujer por su emancipación a los
límites de la lucha exclusivamente dentro de la familia significa divorciarla de

938
la gran causa del proletariado, que busca abolir la propiedad privada
capitalista, la fuente de todos los males y de todo tipo de desigualdad».
(Partido del Trabajo de Albania; La mujer albanesa una gran fuerza de
nuestra revolución, 1978)

La obra ya clásica de Friedrich Engels «El origen de la familia, la propiedad


privada y el Estado» de 1884 podemos definirla como una obra magna que
analiza la evolución del ser humano y sus relaciones sociales incluyendo la
relación entre el hombre y la mujer, es un estudio que desmonta todas las
teorías de los ideólogos del orden patriarcal pero también de los grupos
feministas de la actualidad que pretenden teorizar sobre la supremacía del
género femenino. Los marxistas del siglo XIX y XX ya nos advirtieron que
muchos y muchas nos querrían arrastrar a una lucha entre sexos, desviándonos
del motor de la historia: la lucha de clases. Por ello es tan necesario refutar a
estos movimientos unilateralistas que se desvían en teorías absurdas, muchas
de ellas influenciadas por la cultura dominante, y fabricadas precisamente para
distraer la atención de los problemas reales, su origen y solución. Se concluye,
por tanto, sobre los llamados feminismos que:

«Partiendo de esta realidad, se hace evidente que la lucha planteada por los
movimiento feministas en general, y en particular los radicalizados, son el
resultado de un planteamiento equivocado de las causas de la eterna
discriminación de la mujer como sujeto social, y al hacerlo, obvian los
elemento coyunturales que han originado y perpetuado esa realidad, pues
parten de la idea de que los miembro del sexo opuesto son el enemigo y de
hecho el sujeto a batir, y que la exclusión y falta de derechos del gremio se debe
exclusivamente a la implicación directa de los hombres en general y que va en
su ser tal «naturaleza represora», o al menos eso es lo que se desprende de sus
acciones, documentos, eslóganes, etc». (Equipo de Bitácora (M-
L); Feminismos, sus errores de planteamiento y otras especies, 2011)

Aquello de que «el feminismo no va contra el hombre» es una frase cierta entre
algunos de sus seguidores honestos que aunque seducidos por muchos de sus
dogmas, no llegan hasta tal grado de engaño. Pero esto no se aplica a algunas
corrientes del feminismo más famosaos que focalizan su «feminismo» en un
odio contra el hombre, al cual de forma idealista consideran como un ser
naturalmente «perverso» y «violento», «incapaz de reprimir esos impulsos»:

«La agresividad, la tensión sexual y la relación jerárquica son determinantes


genéticos del machismo que se encuentra en todos los hombres». (Germaine
Greer, Los hombres y la violencia sexual; citado en: Raquel Osborne, Debates
en torno al feminismo cultural, El País, 24 de mayo de 1987)

Este tipo de teorías tienen la misma base científica que decir que la mujer es
«débil» e «incapaz de realizar labores que supongan tener una gran
inteligencia». Teorías, todas ellas reaccionarias que utilizaron y utilizan tanto
los ultraconservadores como las feministas para azuzar al bando «enemigo».

Un ejemplo sería el feminismo de Kate Millet, que llegó a declarar:

939
«P. ¿Qué significa para ti el amor?

R. Significa gran parte de mi vida. Conozco el amor heterosexual y el


homosexual, y como lesbiana he conocido la persecución, la maledicencia y el
maltrato. El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las
masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se
trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para
engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres
libres es otra cosa.

P. ¿Es preferible el amor homosexual para las mujeres?

R. Yo creo que para mí, como para otras muchas mujeres como yo en el
movimiento, que amamos mujeres, fue algo tan natural como inevitable. La
camaradería que fuimos forjando nos llevó a cruzar la barrera sexual
simplemente. (...) Vivimos una época en que no sólo el patriarcado, sino la
heterosexualidad, están en vías de desaparición, por lo menos como los hemos
conocido hasta ahora, que son verdaderas monstruosidades». (El País; Kate
Millet: «El amor ha sido el opio de las mujeres», 21 de mayo de 1984)

Aquí, a diferencia de Engels que hizo un estudio pormenorizado del rol y la


evolución del amor en las relaciones sociales humanas, ella de forma totalmente
subjetiva y demostrando un desconocimiento absoluto concluye que no ha
habido relaciones sanas entre hombres y mujeres en miles de años de existencia,
que simplemente ha sido el «opio de las mujeres». Decreta sin más que la
heterosexualidad va hacia su extinción. Anima a las mujeres a ser homosexuales
porque, siempre según ella, la camaraderia que se forja en la militancia
feminista –bajo el dogma de que las organizaciones feministas solo admiten a
mujeres– hace que se entiendan mejor y compartan experiencias que con los
hombres es imposible tener.

Otro ejemplo sería el feminismo kurdo de Abdullah Öcalan. Véase el capítulo:


«El movimiento nacionalista kurdo, sus desviaciones anarco-feministas, sus
vínculos con los imperialismo y el silencio cómplice de los oportunistas» de
2018.

En España se puede ver como de forma sutil o abierta, distintos políticos e


ideólogos del feminismo hegemónico abrazan ese relato: políticas como Irene
Montero, Carmen Calvo, Clara Serra, Manuela Carmena; ideólogas como Leticia
Dolera, Irantzu Valera; medios de comunicación como el Diario.es, El Público,
El País; sindicatos como UGT, CCOO, etc.

August Bebel, uno de los mayores expertos de su época en la cuestión de género,


ya desmontó varias de las ideas feministas que hoy resuenan como el llamado
«techo de cristal» y la «sororidad» entre mujeres de cualquier clase:

«Lo más notable de estas aspiraciones es que no transcienden el marco del


orden social actual. No se plantea la cuestión de si se ha realizado en general
algo esencial y radical para la situación de las mujeres. Apoyarse en el orden
social burgués, es decir, capitalista, se considera la igualdad de derechos
burgués entre el hombre y la mujer como solución definitiva de la cuestión.

940
Uno no es consciente o se engaña en el sentido de que, por lo que se refiere a la
libre admisión de la mujer a las profesiones industriales y comerciales, este
objetivo se ha alcanzado realmente, y por parte de las clases dominantes
recibe el más vigoroso impulso en su propio interés. Pero en las circunstancias
dadas, la admisión de las mujeres a todas las actividades industriales ha de
tener el efecto de que se acentúe cada vez más la lucha competitiva de las
fuerzas del trabajo, y el resultado final es: disminución de los ingresos para la
fuerza de trabajo femenina y masculina. (...) Es evidente que esta no puede ser
la solución correcta. (...) A la gran mayoría de las mujeres les es indiferente
que unos cuantos miles de sus compañeras pertenecientes a las capas mejor
situadas de la sociedad lleguen a la enseñanza superior, a la práctica de la
medicina o a una carrera científica o administrativa cualquiera. Ello no altera
en nada la situación general del sexo. (...) El mundo femenino está
especialmente interesado en combatir hombro con hombro con el mundo
masculino proletario por todas las normas e instituciones que protegen a la
mujer de la degeneración física y moral y le garantizan sus facultades de
madre y educadora de los hijos. La proletaria tiene también en común con sus
compañeros masculinos de clase y destino la lucha por la transformación
radical de la sociedad, a fin de establecer una situación que facilite la completa
independencia económica y espiritual de los dos sexos mediante las
correspondientes instituciones sociales. Así que no solo se trata de realizar la
igualdad de derechos de la mujer con el hombre en el terreno del orden social
existente, lo cual constituye el objetivo del movimiento femenino burgués, sino,
más aún, de eliminar todas las barreras que hacen que el hombre dependa del
hombre, y, por tanto, también un sexo del otro. Esta solución de la cuestión
femenina va vinculada a la solución de la cuestión social (...) Todos los
socialistas debieran estar de acuerdo con las ideas fundamentales expuestas
aquí. Pero no podemos decir lo mismo respecto a la manera en que pensamos
realizar los objetivos finales, es decir, cómo deben de ser las medidas e
instituciones individuales que fundamentan la pretendida independencia e
igualdad de derechos». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)

Engels ya ilustró la postura que deberían tomar los marxistas sobre la cuestión
salarial en el capitalismo:

«Salarios iguales por un trabajo igual, para ambos sexos, es algo que hasta
que quede abolido en general [el trabajo asalariado, se entiende] demandan
todos los socialistas, hasta donde sé. Que la mujer trabajadora necesita de una
protección especial contra la explotación capitalista debido a sus funciones
fisiológicas especiales me parece algo obvio. Las mujeres inglesas que
lucharon por el derecho formal de sus congéneres de ser tan explotadas por los
capitalistas como los hombres están interesadas, en la mayoría de los casos,
directa o indirectamente, en la explotación capitalista de ambos sexos. Admito
que me encuentro más interesado en la salud de las generaciones futuras que
en la igualdad formal absoluta entre los sexos durante los últimos años del
modo capitalista de producción. Estoy convencido de que la igualdad real
entre las mujeres y los hombres puede hacerse realidad únicamente cuando la
explotación capitalista de ambos haya sido abolida y el trabajo doméstico
privado se haya transformado en una industria pública». (Friedrich Engels;
Carta a Guillaume-Schack, 5 de julio de 1885)

941
Efectivamente, los que hoy no se preocupan tanto de «la salud de las
generaciones futuras que en la igualdad formal absoluta entre los sexos durante
los últimos años del modo capitalista de producción», demuestran de que lado
están. Como curiosidad, anotar que cuando Engels habla del trabajo doméstico
privado, se refiere al sistema de trabajo en los hogares. Producir en familia para
una empresa capitalista, usando tus limitados medios de producción para
cumplir con una cuota de producto determinada. En «El Capital», Marx
describe estas prácticas como situaciones donde se daban las condiciones de
vida más ruines y miserable.

Mientras la mayoría de ramas del feminismo defiende la organización separada


entre hombres y mujeres, el marxismo ya condenaba esa absurdo división por
sexos como una forma de desviación de la lucha de clases:

«La nueva Unión de Mujeres Cigarreras, que mencioné en mi anterior misiva,


se fundó hace tres años. Sus miembros no pertenecen a la Unión masculina de
esta profesión, aunque ambas trabajan codo con codo. Para alguien que
contemple la situación desde fuera parece deleznable que ambas Uniones no se
hayan fusionado pese al trabajo conjunto». (Eleanor Marx; Un nuevo
sindicato de mujeres, 1892)

Algunas figuras famosas del feminismo destacaron por luchar por causas
progresistas, pero lo importante es valorar a las figuras en su justa medida, cosa
que nunca hacen los revisionistas o las feministas –que en muchas ocasiones
son lo mismo–, olvidándose de las contradicciones de sus figuras, tapando los
aspectos negativos, hasta conservadores y contrarrevolucionarios de sus mitos.

Tenemos a Angela Davis que coqueteó siempre con los movimientos


revisionistas y después con las figuras abiertamente neoliberales, pero todavía
sigue siendo reivindicada por las feministas y revisionistas como una figura
altamente ejemplar. Luego tenemos el caso ya de feministas de la talla de
Campoamor que directamente era simpatizante del alzamiento fascista de 1936
y que toda su vida estuvo militando en organizaciones derechistas y antiobreras.
Por no remontarnos a figuras del siglo XIX como es el caso del Concepción
Arenal, icono del «catolicismo social», reivindicada acríticamente y de forma
indiscriminada tanto por feministas como por como por organizaciones
derechistas como Partido Popular y Ciudadanos.

Sea como sea, cuando toda figura no es analizada de forma objetiva, cuando
simplemente es reivindicada de forma acrítica, para ensalzarla de forma
artificial, ocurre lo mismo que cuando se niega subjetivamente todo mérito de
una figura sin entender en su contexto, se cae en la caricatura.

Por tanto no, el feminismo no es sinónimo de marxismo, es un movimiento de


origen burgués y con muchas ramificaciones de movimientos aburguesados o
pequeño burguesas como se ve en la actualidad. Una corriente contra la cual
grandes luchadoras del marxismo siempre quisieron marcar distancia por
razones obvias:

«Así como sobre la cuestión bélica, el Congreso puntualizó la diferencia


existente entre la típica liga pacifista burguesa, que clama al cielo «¡Paz, paz!»

942
donde no existe tal paz, y el partido de la paz económica, el partido socialista,
que quiere acabar con las causas mismas de la guerra. Del mismo modo
ocurre en tanto a la cuestión de la mujer, ante la que el Congreso diferenció
entre el partido de las «defensoras de los derechos de la mujer», que no
reconocían ninguna lucha de clases sino que hablaban de una lucha de sexos,
perteneciendo este partido al elenco de partidos de la clase poseedora en tanto
que anhelan derechos que constituirían una injusticia contra sus hermanas de
clase obrera, y el partido que realmente es el partido de las mujeres; el partido
socialista, que cuenta con un conocimiento fundamentado de las causas
económicas de la actual situación desventajosa de la mujer trabajadora y que
las llama a una lucha común junto a los hombres de su clase contra su enemigo
común: los hombres y mujeres de la clase capitalista». (Eleanor Marx; ¿Cómo
debemos organizarnos?, 1892)

Esto no es solo común al feminismo o al movimiento pacifista, es común a toda


corriente con un monotema, con una visión unilateral, que se piensa más
versado que una doctrina holística como el marxismo:

«Algunos de los ecologistas niegan y atacan abiertamente al marxismo bajo la


acusación de que «el pensamiento marxista es un modelo productivista que no
tienen en cuenta la cuestión medioambiental», a veces incluso ponen de
ejemplo manifiesto a los regímenes históricos o presentes capitalistas del
revisionismo –lo que demuestra hasta qué puntos ha hecho mella el triunfo del
revisionismo en el ideario colectivo–. Pero quién proclama todos estos ataques
hacia el marxismo son los mismos «movimientos unilateralistas» como el
feminismo, el animalismo, el tercermundismo y otras corrientes alejadas de la
lucha de clases, que mienten por desconocimiento o a conciencia alegando que
«el marxismo no ha profundizado en la cuestión de la mujer», que «no
entiende la idiosincrasia de los animales» o que no se ha preocupado de
conocer «las causas del atraso de los países subdesarrollados y ponerles
solución». Afirmaciones del todo ridículas ya que el marxismo es la única
corriente que ha dado una respuesta científica a las causas de estos problemas
y propuesto soluciones a las mismas. (...) Solamente el marxismo tiene en su
seno una doctrina científica que puede dar solución a todos estos temas como
son la cuestión nacional, la cuestión de género, la cuestión ecológica o la
cuestión antifascista. Por ello el marxista considera estúpido insistir a bombo y
platillo que él o su partido es «ecologista» o «antifascista», pues su doctrina
cubre y da respuesta a todas las contradicciones nacidas de las relaciones de
producción capitalistas, y lo hace de una forma mucho más clara y seria que
los elementos que «solo» se centran en un tema en específico. El marxista como
tal, no satura sus mensajes de eslóganes ecologistas para «cumplir con la
causa», sino que da una explicación materialista de las causas del fenómeno y
propone soluciones reales, lucha por aplicarlas, y tiene conciencia que el
principal obstáculo para hacerlas cumplir son las clases explotadoras y
parasitarias, a las cuales sabe que debe eliminar o de otra manera no será
posible aplicarlas». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los
bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los
GRAPO, 2017)

Es claro que estas gentes que proclaman la unicidad de feminismo y marxismo:

943
«Olvidan que feminismo y marxismo son irreconciliables, aunque intenten
apellidar al feminismo con los eufemismos de «clase» que quieran. Los
intentos de apellidar al ecologismo, al nacionalismo, o al feminismo de
«marxista», no es sino un intento de intentar pasar la mercancía
revisionista». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción
Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

Pero claro es, que para los oportunistas siempre les es más fácil seguir los mitos
de moda para intentar pescar en río revuelto

944
X

Elena Ódena sobre el falso internacionalismo de los


oportunistas alemanes Koch y Eggers

Anteriormente, pudimos observar nítidamente como el Partido Comunista de


España (marxista-leninista) tuvo varias tiranteces con el Partido Comunista de
Alemania/Marxista-Leninista, en especial desde inicios de los años 80. Véase el
capítulo: «Aplicación del internacionalismo proletario y crítica a los partidos
hermanos vs reconciliación con los partidos revisionistas del mundo y
condescendencia con las desviaciones» de 2020.

-El primer tema fue «el PCA/ML permaneció silencioso durante los momentos
[sobre todo a partir de 1976-1978] en que el PCE (m-l) libró una dura lucha
contra los oportunistas y revisionistas de Jurquet en Francia, Lefevre en Bélgica
y Gilbert Etienne en Suiza siendo una lucha por los principios contra el
revisionismo contra el revisionismo maoísta y el doctrinarismo, y por el derecho
de los marxista-leninistas a unirse». Como el PCE (m-l) comenta en su carta al
PCA/ML de 1982.

-El segundo tema, sería respecto a que el PCE (m-l) sobre la cuestión de los
frentes, trabajo de masas y posibles alianzas «condenaba rotundamente la
unidad de acción bilateral y a nivel máximo con los revisionistas» que el
PCA/ML parecía llevar a cabo bajo diversas excusas.

-El tercer tema, sería respecto a las ilusiones que dejaba entrever el PCA/ML en
su declaración del Comité Ejecutivo sobre los sucesos en Polonia –«Roter
Morgen» nº51 de diciembre de 1981–, sobre el sindicato reaccionario de
Solidaridad y la crisis del revisionismo polaco.

-El cuarto tema, sería la negativa del PCA/ML bajo diversos pretextos a
participar en la revista conjunta «Teoría y práctica» que vería luz en 1983, la
cual el PCE (m-l) había planteado junto con otros partidos para estrechar lazos y
que inicialmente el partido alemán había secundado. Así mismo existían otros
temas relativos a la coordinación de los partidos internacionales donde el PCE
(m-l) señalaba la dejadez del partido alemán en dicha cuestión.

Horst Dieter Koch, que era una de las figuras en plena efervescencia dentro del
PCA/ML, sería una de los jefes que más divergencias tendría con los dirigentes
del PCE (m-l). En ocasiones parece que Koch contestó a dichas divergencias con
respuestas ridículas que no podían sino envenenar las buenas relaciones entre
ambos partidos, aunque no hay que menospreciar el seguidismo de otras figuras
hacia dicho elemento, así como la falta de capacidad general del partido para
responder a las críticas del PCE (m-l). Koch llegaría al punto de contestar a las
críticas del PCE (m-l) argumentando que éste, debía prestar más atención a la
refutación del revisionismo español:

«En cuanto a vuestro artículo de refutación podríamos hablar de muchos


puntos que no compartimos. En esta carta no vamos a hacerlo; empero,

945
advertimos que el camarada Hoch procede, por lo menos superficialmente, o
está muy mal informado, cuando afirma «vemos falta de esfuerzo por un
análisis concreto del papel que el revisionismo juega en España». Si el asunto
no fuera tan grave, sería para morirse de risa. Brevemente, en nuestro
periódico han aparecido 500 artículos contra el revisionismo carrillista. El
primer folleto que editó nuestro partido, a raíz de su constitución, se llamaba
«Adulteraciones y falsificaciones teóricas y políticas del equipo de Santiago
Carrillo» de 1964, a los cuales siguieron muchos más. En todos los números de
nuestra revista, «Revolución Española» aparecen textos contra el
revisionismo, y no sólo el carrillista. Dese la pena el camarada Koch de leer los
documentos de nuestros congresos, plenos del Comité Central, conferencias… y
podrá ponerse al día de cómo los marxista-leninistas de España tratamos a los
revisionistas modernos, y adláteres». (Partido Comunista de España
(marxista-leninista); Carta al Partido Comunista de Alemania/Marxista-
Leninista, 1982)

Las alegaciones alemanas eran una respuesta estúpida si tenemos en cuenta que
el PCE (m-l) venía cumpliendo eso que reclamaban. La lucha contra el
oportunismo se hizo de forma sistemática tanto en el ámbito nacional como
internacional, siendo uno de los partidos más activos en general, en la lucha
contra el revisionismo en sus distintas expresiones. Esto lo puede constatar el
lector mirando los otros capítulos de este documento.

Ernst Aust, fue el Presidente del PCA/ML durante 1968-1983, tuvo el principal
mérito de abanderar la lucha del partido contra el jruschovismo primero, y el
maoísmo después, pero también fue copartícipe o condescendiente en muchos
de los errores aquí enunciados. Sin duda, mantuvo una gran influencia hasta su
muerte en 1985. A falta de documentación no podemos conocer que postura
tomó ante este tipo de calumnias que sus compañeros de partido como Koch
emitían para evitar responder las acusaciones externas del PCE (m-l).

Todo este estado de inestabilidad ideológica y organizativa explotaría y se


manifestaría definitivamente en el Vº Congreso del PCA/ML 1983. Dándose
aspectos o indicios verdaderamente graves que podían alertar a cualquier
revolucionario extranjero con algo de interés en los asuntos del partido alemán.

En el congreso de 1983, en el informe político presentado por Aust ni siquiera


había un solo comentario hacia el rol de la Albania de Enver Hoxha ni tampoco
hacia el movimiento marxista-leninista y sus partidos. Un significativo «desliz»
para un autodenominado partido marxista-leninista ante dos cuestiones de
importancia máxima. Wolfgang Eggers, otra de las figuras de renombre de aquel
entonces en el partido, seguramente el número tres en importancia, excusaba
así a su partido y a su mentor varios años después en pleno siglo XXI:

«Circunstancias y condiciones surgieron bajo la presión derechista. De hecho


el camarada Ernst Aust era ya minoría en su propio partido. Fue el congreso
del avance de la derecha, un congreso que ya estaba mayoritariamente en
manos de la derecha. (…) Dada la creciente influencia de la mayoría
derechista, el camarada Ernst Aust se vio obligado a no incluir ciertas
palabras en su informe político, a no criticar abiertamente los errores del
partido. La persona de Aust no fue atacada abiertamente en el Vº Congreso.

946
Los líderes revisionistas trotskistas alrededor de Horst Dieter Koch esperaron
a abrir fuego contra nuestro líder del partido solo después del congreso».
(Comentarios posteriores de Wolfgang Eggers al Informe Político de Ernst
Aust en el Vº Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-
Leninista de 1983)

La postura de silencio sobre esta cuestión contrastaba con la postura liderada


por el propio Aust en el IVº Congreso de 1978 donde defendió en un largo
informe las tareas del partido en cuanto al movimiento marxista-leninista
internacional. ¿Cómo puede ser interpretado esto a falta de material para
estudiar ese interrogante tan serio? Como mínimo esto evidenciaba que:

a) Había una desunión dentro del partido como para llegar a un acuerdo y
pronunciarse en tales cuestiones, lo cual no justificaba que el núcleo
revolucionario hiciese tal concesión hacia los derechistas aceptando ignorar
estos temas de importancia cardinal.

b) La otra opción era que los derechistas habían contaminado y convencido al


propio Aust y muchos otros de la necesidad de ignorar estos temas y de
centrarse en las tareas nacionales del partido, una posibilidad menos factible
pero que no se puede descartar.

Al no existir documentos que demuestren la oposición de muchas de las


principales figuras a este informe, hace que no se pueda demostrar si fueron
cocnesiones o una sumisión consciente al ala oportunista del partido.

Eggers insiste en que fueron concesiones temporales, pero no nos explica


exactamente qué «circunstancias y condiciones» llevaron a los teóricos
marxista-leninista alemanes a realizar tales vergonzosos favores a los elementos
derechistas.

Como sabemos, los compromisos jamás pueden llegar hasta el punto de que en
el informe político principal del Comité Central se hable de las cosas en un tono
abstracto y formalista que nada en verdad dice.

El deber de los revolucionarios es decir las cosas claras, directas y concisas,


jamás aceptar firmar un informe pseudorevolucionario con el cual no se está de
acuerdo «por el bien de mantener la paz en el partido». Y si no son capaces de
imponer su visión, deben dejarlo claro de forma manifiesta.

Tampoco sirve el parecer autocrítico hablando de «errores y tendencias


equivocadas en el partido» pero sin citar los casos concretos, ya que ni la
militancia de entonces y mucho menos los lectores de ahora, alcanzarán a intuir
a qué se refieren los jefes, mucho menos cuando por otro lado se anunciaba en
tono triunfalista que pese a todo, todo iba en general bien en el partido.

El no decir ni una sola palabra sobre el movimiento internacional y pretender


que tomen en serio tu internacionalismo proletario es escupir en la cara del
resto de partidos revolucionarios, supone una broma de mal gusto.

947
Eggers trata de disculpar a Aust diciendo:

«Aust estaba convencido en su informe político de que el partido es capaz


hacer una autocrítica bolchevique, de superar su crisis, que aún no era
demasiado tarde para regresar al curso revolucionario y proletario, y que el
partido se movería hacia la dirección correcta». (Comentarios posteriores de
Wolfgang Eggers al Informe Político de Ernst Aust en el Vº Congreso del
Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista de 1983)

Ciertamente si Aust y él pensaban así se equivocaron, no evaluaron


correctamente la situación, significa que no supieron darse cuenta del momento
crítico en que se estaba. No evaluaron ponderadamente la peligrosidad de Koch,
que como se vería inmediatamente después del congreso, era alguien que no
tenía remedio y que estaba presionando para anular la influencia del núcleo
sano del partido. El Vº Congreso del PCA/ML de 1983 no debía ser el congreso
de las concesiones y prebendas hacia los derechistas, sino el congreso que
extirpase la desviación derechista del grupo encabezado por Koch. Es más, si en
dicho congreso se llega con una división entre el ala marxista-leninista y el ala
oportunista donde esta última era capaz de tomar la dirección en muchos
puntos importante, significa que el partido se había convertido en una arena de
lucha entre fracciones, lo cual ya indica el estado de descomposición del partido.
Esto indica que si los marxista-leninistas hubieran hecho sus tareas, en este
congreso se hubiera pusto en su sitio a los oportunistas, se hubieran sometido a
la mayoría y no al revés.

Por último, como prueba final se dio el caso que se remplazó a su líder histórico
Ernst Aust como presidente del partido por Horst Dieter Koch sin explicación
coherente alguna. Este elemento después de influir negativamente en el Vº
Congreso de 1983 durante 1983-85 trataría de introducir varias modificaciones
en el partido, inoculando sus mercancías revisionistas. Y es que el revisionismo
actúa así: dando pequeños pasos, intenta minar poco a poco la férrea fortaleza
marxista-leninista, hasta que es demasiado tarde para frenar a los asaltantes.
Ahora Koch se sentía fuerte y se destapaba abiertamente a medio camino entre
el eurocomunismo y el trotskismo. Algo que el propio Aust en uno de sus
últimos escritos antes de fallecer, denunciaría para advertir al partido de tal
peligrosa deriva:

«Koch no solo está contra Stalin, sino también contra Lenin. Al igual que los
eurocomunistas, predica la renuncia al leninismo para regresar a los
fundadores del socialismo científico. (…) El socialismo de Koch deja a la clase
obrera en manos de la burguesía. (…) Si los eurocomunistas, si Koch, intentan
demostrar que el verdadero socialismo nunca ha existido, que la sociedad
socialista construida por Lenin y Stalin en la URSS era una «caricatura de
socialismo», es un anticomunista. El leninismo no puede romperse sin caer en
contradicciones irreconciliables y absurdos lógicos. Por tanto Koch no solo ha
renunciado a Stalin, sino también al leninismo. En el socialismo de Koch
debería existir junto al partido de la clase obrera los partidos burgueses, la
ideología proletaria debería coexistir con otras ideologías, el Estado de este
socialismo debería ser un Estado en el que todas las clases y partidos tengan el
poder. (…) ¿Qué significa la democracia directa? Democracia para todos,

948
donde todos viven en paz y armonía de clase. Sin la propiedad social de los
medios de producción en todas las áreas sin excepciones, sin el establecimiento
de la dictadura del proletariado, nunca puede haber socialismo. En el
programa de Koch ni siquiera se habla de lo que debería pasar con las
corporaciones multinacionales y el capital extranjero, ¿desea que sigan
obteniendo ganancias? (…) Cuando Koch dice que está luchando contra el
superestado revisionista, entiendo esto como la lucha en contra de las
enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin, lucha contra el centralismo
democrático». (Enst Aust; Disparar a la traición revisionista, 1985)

Como se vería poco después, el grupo de Koch había tenido tiempo suficiente
como para influenciar en la militancia y arrebatar a un buen número de
seguidores, que en poco tiempo forzarían la división que provocaría la escisión,
la cual marcaría realmente el fin del PCA/ML.

Ernst Aust pese a que fuese una figura con grandes luces y pocas sombras en un
balance general, destaca negativamente al igual que Elena Ódena, en que
siempre llegaba tarde en descubrir y denunciar el revisionismo larvado: véase la
tardanza de ambas figuras y ambos grupos en comprender y saltar contra el
maoísmo. O el hecho de que ninguno de los dos llegó a denunciar públicamente
el peligroso camino que Albania estaba tomando antes de fallecer ambos en
1985.

El PCE (m-l) registró de manera descriptiva en los «Vanguardia Obrera» del


año 1983 algunos de estos hechos, pero no advirtió a sus lectores del aspecto
anormal que mostraba el PCA/ML, bien porque no era consciente de la
problemática o porque preferían no hacerlo público su preocupación. Ya que
como reconoce el ahora renegado Raúl Marco: «Desde hacía tiempo, nos
encontrábamos en la lucha ideológica con varios partidos», y que «esa lucha, a
veces polémica, la llevábamos a cabo como era nuestra costumbre, a nivel
interno», incluso «cuando públicamente nos provocaron. Como fue el caso del
PCA/ML». Véase la obra de Raúl Marco: «Ráfagas y retazos de la historia del
PCE (m-l) y el FRAP» de 2018.

¡¿Con un líder así de valiente, qué puede salir mal?! Un fallo basado en las
reminiscencias basadas en el temor a criticar públicamente a otros partidos,
como vimos en el capítulo: «El miedo a exponer al público las divergencias con
otros partidos marxista-leninistas del mundo». Y un error, que de nuevo no le
hizo un favor a nadie, y que demuestra que tanto las direcciones del PCA/ML
como el PCE (m-l) no estaban exentos de fallos.

La principal cabeza del PCE (m-l) durante 1964-1985, Elena Ódena, analizando
brillantemente la situación internacional en el movimiento marxista-leninista, y
detectando varios de los problemas que veía en los diversos partidos homólogos,
reflexionaría en uno de sus últimos artículos sobre el comprender la
interrelación de los factores internacionales en el desarrollo interno de cada
partido:

«El papel de los factores internos, como elemento decisivo de todo desarrollo y
cambio, es una de las bases y una ley del materialismo dialéctico que ningún
marxista-leninista consecuente puede ni negar, ni poner en tela de juicio.

949
Al mismo tiempo, esas leyes y reglas generales de la dialéctica materialista
están, a su vez, sujetas y vinculadas, de uno u otro modo, a situaciones y
factores externos particulares que en determinadas circunstancias pueden
desempeñar un papel importante en la evolución o en el desarrollo de los
acontecimientos y de los fenómenos.

Por otra parte, considerar a los factores internos como determinantes de


manera general, no significa que se ignoren o menosprecien los factores
externos o que se excluya que, en determinadas coyunturas, éstos puedan
incluso desempeñar un papel coyunturalmente primordial.

El pretender separar o ignorar absoluta y mecánicamente los factores internos


de los externos, o el contraponerlos, invocando de manera metafísica y
doctrinaria la ley general acerca del papel de los factores internos, significa
ignorar una de las leyes básicas de la dialéctica marxista: la influencia y la
repercusión de los factores esenciales en los secundarios, y el hecho de que, en
determinadas circunstancias, puede modificarse el papel de unos y otros.

Así, por ejemplo, sin pretender entrar en comparaciones históricas y


exhaustivas ni establecer paralelos, existen ejemplos en la historia del
movimiento obrero revolucionario y en la del desarrollo de los partidos
comunistas en los distintos países, que ponen de manifiesto la relación y la
influencia de los factores externos en los internos.

¿Quién puede negar, por ejemplo, la influencia y el papel de la I, II y III


Internacionales en el desarrollo e incluso en el surgimiento de centrales
obreras y partidos comunistas en buen número de países del mundo? Si
hubiera habido indiferencia de los líderes y de las Internacionales hacia el
desarrollo y la creación de partidos revolucionarios en otros países que no
fueran los suyos propios, si se hubieran limitado al desarrollo de los partidos
en sus respectivos países, hubiera sido absolutamente criticable y
antiinternacionalista. Como lo sería y de hecho sucede, el menospreciar el
factor básico: la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas revolucionarias
como motor determinante de la Historia.

Otro ejemplo de cómo acontecimientos internacionales inciden a veces de


manera decisiva en el desarrollo de los partidos en los distintos países, fue la
misma Revolución de Octubre.

La Revolución de Octubre de 1917 en la Rusia zarista, fue un factor decisivo


para el desarrollo de los partidos comunistas, en algunos casos pequeños y
jóvenes, y dio a todos los partidos comunistas del mundo, no sólo en lo
organizativo, sino sobre todo en lo ideológico, un decisivo impulso, al
romperse el frente de los países capitalistas y abrirse la era del socialismo y
las revoluciones proletarias en el mundo, creando así las condiciones objetivas
para el desarrollo impetuoso de los partidos comunistas y un amplio apoyo
obrero y popular a los mismos y al marxismo-leninismo.

En 1936, la política frentista contra el fascismo trazada por la Internacional


Comunista, pese a los sesgos derechistas que algunos partidos le dieron en su

950
aplicación, antes, durante y sobre todo después de la II Guerra Mundial, fue
un factor también determinante en aquella coyuntura para la ampliación y
desarrollo de muchos partidos comunistas. ¿Qué hubiera ocurrido si cada
partido se hubiera limitado a hacer su propio análisis y trazar su propia línea
«nacional» frente al fascismo que era entonces un fenómeno surgido como
consecuencia de la situación y la crisis internacional del capitalismo?

Tampoco podemos ignorar la influencia de la guerra del pueblo español contra


el fascismo, entre 1936 y 1939, en el fortalecimiento y el desarrollo de muchos
partidos comunistas de los países americanos, de Europa y de otras partes del
mundo, que lograron un rápido desarrollo y crecimiento al organizar la
solidaridad y el apoyo al pueblo español en lucha contra el nazi-fascismo.

Y es que, en ninguna circunstancia, se puede justificar una política «interior»


comunista que no tenga en cuenta los factores externos internacionales, el
desarrollo de los partidos y de los problemas y situaciones internacionales, con
el argumento de que lo determinante es siempre promover la revolución en el
marco nacional de cada país y de cada partido.

Calificar de trotskismo la necesidad de tener en cuenta el basarse en la


influencia dialéctica de los factores externos en los internos y en el desarrollo
de los partidos, constituye una burda tergiversación del materialismo
dialéctico y un intento de confundir esto con la noción trotskista de que la
revolución mundial es el factor imprescindible para el triunfo de la revolución
en un país determinado, y también, justificar la no aplicación del
internacionalismo proletario, fomentar un nacionalismo estrecho y negar la
solidaridad internacionalista, en un burdo intento de colocar al trotskismo y el
internacionalismo proletario en un mismo plano.

Se llega incluso a tergiversar a Lenin, citándole de manera truncada y


unilateral, cuando afirmaba, oponiéndose a algunos charlatanes y falsos
internacionalistas, que:

«Sólo hay un internacionalismo verdadero: consiste en trabajar con


abnegación por el desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucha
revolucionaria en el propio país y apoyar –con la propaganda, la simpatía, la
ayuda material–, esta misma lucha, esta misma línea y sólo ella en todos los
países sin excepción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del
proletariado en nuestra revolución, 10 abril de 1917)

Y Stalin amplió esta afirmación de Lenin cuando, en su escrito: «La estrategia


y la táctica política de los comunistas rusos», aclara que:

«La estrategia y la táctica del partido comunista de cualquier país sólo pueden
ser acertadas en el caso de que no se encierren en el círculo de los intereses de
«su» país, de «su» patria, de «su» proletariado; en el caso de que, por el
contrario, teniendo en cuenta las condiciones y la situación de su país, pongan
en primer término los intereses del proletariado internacional, los intereses de
la revolución en los demás países, es decir, si por su esencia, por su espíritu,
son internacionalistas, si llevan a cabo el máximo de lo realizable en un sólo
país –el suyo– para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los

951
países». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La estrategia y la táctica
política de los comunistas rusos, 1921)

Esto no significa tampoco, en modo alguno, que un país donde la clase obrera
tiene el poder ponga en peligro su propia existencia en aras de la solidaridad
internacionalista. Pero tampoco significa que ese país no apoye y no se
esfuerce por unir y elevar el desarrollo de los partidos comunistas en otros
países, ya que el fortalecimiento y la unidad del Movimiento Comunista
constituye un esfuerzo y un apoyo imprescindible para cualquier Estado
comunista.

En la actual coyuntura, en la que todavía no se han deslindado plenamente los


campos contra el oportunismo, el revisionismo y el chovinismo, todos los
marxista-leninistas debemos ejercer una particular vigilancia en el plano
ideológico para no caer en falsas y absurdas teorizaciones que pretenden que
el preconizar y fortalecer el verdadero internacionalismo proletario, en todos
los terrenos y latitudes, es trotskismo.

El marxismo-leninismo, por el contrario, necesita hoy más que nunca


estrechar y desarrollar la unidad y la solidaridad activa y práctica con todos
los partidos marxista-leninistas, pequeños y grandes, jóvenes o veteranos, que
se propongan seriamente luchar por desarrollar el partido en su propio país,
defender el marxismo-leninismo y organizar al proletariado y a sus aliados
para hacer la revolución.

Hoy más que nunca, frente a la lucha ideológica contra el revisionismo y el


oportunismo a escala internacional que tenemos que seguir librando, es
imprescindible crear las condiciones materiales de apoyo y solidaridad en
todos los terrenos con los partidos y fuerzas revolucionarias del mundo, más o
menos desarrollados, o cuando la importancia de su lucha en el plano
internacional contra el imperialismo y la reacción lo hagan necesario –como
ocurrió concretamente en 1936-1939 en España–; promover reuniones
multilaterales y bilaterales y asistir a los congresos y conferencias, si no hay
razones poderosas que lo impidan; establecer un verdadero y profundo
diálogo y discusiones acerca de los problemas que plantea la situación
internacional y nacional actuales para el desarrollo de los distintos partidos,
siguiendo la gloriosa tradición internacionalista del Movimiento Comunista
mundial, iniciada por Marx y Engels y desarrollada por Lenin y Stalin en toda
circunstancia». (Elena Ódena; El papel de los factores internos y externos en el
desarrollo de los partidos, 19 de septiembre de 1985)

Elena Ódena habla de elementos que:

a) Negaban la influencia dialéctica de los acontecimientos externos e


internacionales en la línea y tareas de los partidos –siendo metafísicos y
elaborando una línea política errada y en muchas ocasiones cercana a intereses
basados en un nacionalismo estrecho–;

b) Negaban el derecho de interés en el desarrollo y actividad de los partidos


marxista-leninistas de otros países –para evitar ser puestos a la luz de los
principios marxista-leninistas–, y;

952
c) Saboteaban la celebración de reuniones bilaterales o multilaterales entre los
partidos marxista-leninistas –para evitar que el resto de partidos hermanos la
lanzasen una lluvia de críticas que tanto merecían–.

Es muy posible que con en este tipo de críticas Ódena se refiriese a figuras de
diversa índole del movimiento de aquel tiempo, como Horst Dieter Koch, pero
también otros como el propio Wolfgang Eggers, que defendería posturas muy
similares en el PCA/ML.

Efectivamente, Eggers compartía en 1985 las mismas ideas sobre el


internacionalismo proletario que el señor Koch, unas ideas opuestas totalmente
a las de Elena Ódena. Negaba en la praxis la necesidad de la crítica y la
autocrítica entre partidos siempre que esto exigiese a su partido recibir un
aluvión de críticas. Negaba la influencia de los factores externos en el desarrollo
de los partidos comunistas siempre que esto supusiese reconocer que su error
político estaba lastrando las relaciones con el resto de partidos del ámbito
internacional y animando a los desviacionistas de otros partidos. Esto era lo que
Koch había abanderado desde el PCA/ML cuando venían críticas externas del
PCE (m-l) durante 1976-1984, esto es, eludir bajo diversos malabarismos la
crítica y aludir que «cada partido sabe que se hace perfectamente y no necesita
lecciones de nadie». Indirectamente Eggers se posicionaba junto a Koch en
contra de las posturas del partido defendidas por Aust en el IVº Congreso del
PCA/ML de 1978, dando con ello soporte al «nuevo camino» del aislacionismo y
derechismo nacionalista en que se estaba metiendo el partido alemán.

Parte de los supuestos «marxista-leninistas» –como Eggers– ejercieron una


alianza con el revisionismo derechista de su partido –encabezado por Koch– a la
hora de enfrentar las críticas externas por las ideas y prácticas erróneas
cometidas durante años anteriores que el PCE (m-l) remarcó varias ocasiones.
Tanto unos como otros creían que no había que hacer autocrítica alguna sobre
nada, pues veían el reconocer esto como una mancha para el honor del partido y
sus figuras. Esto durante un tiempo supuso una victoria pírrica para Eggers,
pues logró engañar a la militancia y presentarse en 1985 como un gran líder de
un partido glorioso, haciendo creer que en la línea pasada y presente no había
desliz alguno –cuando la propia postura del partido en el Vº Congreso de 1983
sobre el internacionalismo proletario era un despropósito–. Pero a la postre, el
negacionismo histórico supondría bendecir y asumir como válidos los errores
del PCA/ML, crear una militancia acrítica, y seguidista, lo que incapacitaba a
Eggers para enfrentar al propio Koch y otros oportunistas cuando quisiera dar
una vuelta de tuerca e imponer ideas mucho más revisionistas, pues la
militancia no estaría ya acostumbrada a estas polémicas ideológicas.

El revisionista alemán Wolfgang Eggers seguramente se dio por aludido por esta
crítica que Elena Ódena formuló en 1985 en alusión a los elementos como él.
Afligido, elaboró un documento interno para sus fieles en 1986. ¿Pero por qué
un documento secreto «solo para los más afines»? Porque ante la obvia
imposibilidad de enfrentarse teóricamente a Elena Ódena en un debate público,
y ante la más que plausible posibilidad de que seguramente tampoco pudiera
convencer a su propia militancia, nuestro cobarde personaje creía que era mejor
elaborar un documento interno para intentar convencer a su militancia en petit

953
comité con una sola versión de los hechos. ¡Eggers solo se sintió seguro para
desclasificarlo y hacer público en 2015! Más que discípulo de Ernst Aust,
nuestro querido Eggers parece más bien discípulo de Raúl Marco y su famosa
teoría de mantener siempre una «polémica silenciosa».

Si revisamos el documento en cuestión, se nota a la legua que ante la falta de


capacidad para entrar en la materia en cuestión ideológica –incluso pese a saber
que el acusado no iba a obtener derecho a réplica–, utilizaba falsamente el
pretexto de que «tanto interés [de Ódena] en los fenómenos internacionales y
en los partidos de otros países», tenía «motivaciones oscuras». Como siempre
los revisionistas cuando no pueden argumentar ideologicamente tiran de
acusaciones tan injuriosas como indemostrables. En resumidas cuentas... según
Eggers, el énfasis de Ódena en defender el axioma marxista-leninista del
internacionalismo proletario era «un síntoma de un desplazamiento hacia
posiciones del trotskismo». En él diría tales majaderías como que el PCE (m-l)
no respetaba la autonomía de otros partidos y que deseaba colocarlos a todos
bajo una nueva internacional trotskista (sic):

«Considero que el artículo de Elena Ódena es un alejamiento de la línea actual


en la cuestión del internacionalismo proletario y en las relaciones de los
partidos fraternales marxista-leninistas y todas las fuerzas marxistas-
leninistas en el mundo. (...) Me parece que Elena Ódena está construyendo
contradicciones aquí para reconciliar el marxismo-leninismo con el trotskismo
sobre la cuestión del internacionalismo proletario, para reemplazar la visión
marxista-leninista de las relaciones entre nuestros partidos con una visión
trotskista que va más allá del liquidacionismo. (...) Pero todavía tengo más que
reprochar a Elena Ódena. No difiere sobre los acuerdos de los partidos, como
son actualmente válidos, a saber: sobre la base de consultas y cooperación,
igualdad y autosuficiencia, la no injerencia en los asuntos internos de otras
partes, respeto mutuo, solidaridad y ayuda. (...) Elena Ódena no comenta
sobre estos importantes principios. (...) No podemos descartar que Elena
Ódena intente con este truco imponer la voluntad del PCE (m-l) a todos los
demás partidos. (…) Elena Ódena trata de fundamentar sus intenciones
secretas con comparaciones históricas, por ejemplo, la Tercera Internacional,
la Revolución de Octubre, la Guerra Civil Española en 1936, etc., para deducir
de esto la necesidad de una nueva Internacional, sin embargo, sin expresarla
abiertamente». (Wolfgang Eggers; ¿Corre nuestro partido hermano PCE (m-l)
en secreto a la fundación de una 4ª ½ internacional?, 29 de marzo de 1986)

Las acusaciones de Eggers como vemos son infundadas, su crítica es tan débil
como una pompa de jabón. Su mejor baza en todo este embrollo en que se mete
es realizar la siguiente hipótesis: «Si Elena Ódena al hablar de los factores
externos y su influencia en los partidos comunistas... no repite una vez más en
este artículo todos y cada uno de los principios básicos que deben regir las
relaciones entre partidos, se debe concluir que los está negando. Por lo que
como añadido se debe concluir que no solo tenía un interés en los
acontecimientos de otros partidos, sino que desearía ocultamente ejercer una
injerencia sobre ellos y exigiría pronto una sumisión absoluta de las diferentes
direcciones de estos partidos a la dirección del PCE (m-l)». Una absurdez
extrema: es como exigir que en cada texto sobre poder político se deba incluir
con calzador el término «dictadura del proletariado» y «violencia

954
revolucionaria», que cuando se analice la economía capitalista se deba de hablar
todo el rato de la extracción de la «plusvalía», del «desarrollo de las fuerzas
productivas» y las «relaciones de producción», o que sobre cultura se hable del
rol de la «superestructura» y el concepto de «alienación», ya que de otro modo,
según Eggers, si no se menciona a cada paso los principales conceptos del
marxismo-leninismo es lo mismo que negarlos, da igual que el autor haya
esgrimido ya sus opiniones mil veces, que existan recientes artículos al respecto,
o que en este caso el autor intente centrarse en cuestiones más concretas y no
quiera resultar redundante, el caso es que a Eggers, en cuanto a doctrinario y
formalista no le gana nadie, es un especulador absoluto al que solo le interesa
justificar sus desvaríos.

El PCA/ML por sus actitudes infantiles y sus posiciones políticas oportunistas,


pronto se aislaría del resto de partidos marxista-leninistas: tanto con aquellos
que aún mantenían los principios revolucionarios como los que estaban
empezando a naufragar en el revisionismo, como los que directamente estaban
ahogados en él:

«En 1985 los trotskistas ganaron en dividir nuestro partido que lleva 17 años.
Ganaron en desacoplar nuestro del movimiento marxista-leninista y tomaron
ventaja de esta traición para animar a los marxista-leninistas de otros países
para seguir su ejemplo en unir trotskismo y marxismo-leninismo en una nueva
organización asociada». (Wolfgang Eggers; El internacionalismo proletario
es un arma y una ideología del proletariado contra el trotskismo, 1986)

Eggers, no sabemos si por paranoico o como farsamente que mantiene su


mentira hasta el final, seguía aquí con la perorata de que «El trotskismo a nivel
internacional había tomado todos los partidos marxista-leninistas», que
«habían aislado al PCA/ML de sus aliados naturales» y que «querían fundar
una nueva internacional». Algo realmente cómico, sino fuera porque estamos
hablando de uno de los líderes de los mayores partidos marxista-leninistas de
los 80. Eggers no reconocía que la culpa de que Koch tomase la dirección del
partido en 1983 era responsabilidad suya, del propio Aust y de todos los cuadros
que se consideraban marxista-leninistas –que no lograron persuadir a su
militancia a tiempo–. Es más, cuando Koch tomó la cúpula del PCA/ML en
1983, ni siquiera Eggers había iniciado su cobarde escrito interno contra Ódena
–que acabaría tres años después en 1986– por tanto difícilmente puede haber
una conexión plausible. Sin pasar ya a comentar lo que es obvio: que la dirigente
española siempre mantuvo posturas opuestas a las del trotskismo-
eurocomunista de Koch, lo que eliminaba desde el principio cualquier realidad
de este cuento producto de una mente calenturienta como la de Eggers. El
aislacionismo del PCA/ML tanto con las masas alemanas como de sus antiguos
aliados naturales internacionales era solo responsabilidad de la dirección del
propio Eggers y su séquito.

Todas las fantasmagóricas afirmaciones que Eggers imputa a Ódena durante


1985-86 resultan más propias de un demente que otra cosa, locuras que por otro
lado con el devenir de los años, nos tiene más que acostumbrados. Recordemos
que Eggers es el autor de una crítica a Dimitrov y a la Internacional Comunista
extremadamente quijotesca, donde también lanza acusaciones sin ton ni son,
presentando cero pruebas para las acusaciones que vierte, pero siempre se ha

955
mostrado muy orgulloso con sus conclusiones antihistóricas y anticientíficas.
Véase nuestro documento al respecto: «Las invenciones del thälmanniano
Wolfgang Eggers sobre el VIIº Congreso de la Internacional Comunista» de
2015.

Aunque este elemento intente calumniarla con especulaciones baratas la


postura de Elena Ódena sobre las relaciones entre partidos siempre ha sido
nítida:

«El internacionalismo proletario sería un principio vacío de todo contenido y


efectividad si al mismo tiempo los distintos partidos no aplican a fondo, como
cuestión básica, el principio de basarse en sus propias fuerzas en todos los
terrenos de su actividad ideológica, política, organizativa, económica, etc.
Todo partido, como cuestión de principios, debe combatir el seguidismo y
oportunismo y calibrar y confirmar por él mismo la justeza o la idoneidad de
tal o cual principio, política, o consigna concreta; esa es una manifestación
más de internacionalismo. La experiencia del seguidismo de los distintos
partidos revisionistas a los dictados del XX y XXII congresos revisionistas del
PCUS, son elocuentes al respecto. (…) Al mismo tiempo, no debe caber en las
relaciones entre partidos hermanos o entre distintas fuerzas revolucionarias el
indiferentismo hacia problemas, necesidades u opiniones de otros partidos o
movimientos revolucionarios. Siempre el indiferentismo es reflejo de una
mentalidad de pusilanimidad pequeño burguesa y en el caso de un partido
comunista en concreto, de estrecho nacionalismo que puede conducir a la
pendiente del oportunismo». (Elena Ódena; La lucha contra el revisionismo y
el oportunismo en la nueva situación mundial, 1980)

Esta es una enunciación impecable contra el oportunismo de todo tipo que sin
duda perdurará en los anales del tiempo.

Precisamente el PCE (m-l) siempre destacó por denunciar un uso irregular y


desigual en las relaciones entre partidos:

«Nosotros sí podemos decir porque los nuevos oportunistas se oponen


ferozmente a las reuniones multilaterales: en este tipo de reuniones se
plantean siempre, ineluctablemente, cuestiones de principios, de la táctica y la
estrategia de la revolución, en una palabra, cuestiones del marxismo-
leninismo. Y esto precisamente es lo que no pueden aceptar estos oportunistas
pues tendrían que definirse, y aunque son muy hipócritas acabarían
mostrando sus orejas de zorros revisionistas. Ellos prefieren las reuniones
laterales –a las que nosotros no nos oponemos naturalmente–, porque en ellas,
siempre en su casa, pueden exponer sus teorías apabullando con el oropel de
su poderío. Y si algún partido les contradice, se niega a aceptar sus
planteamientos y a dejarse comprar, entonces rompen las relaciones con él y
tratan de aislarlo de los demás partidos. Esto lo sabemos por experiencia
propia». (Vanguardia Obrera; Nº 216, 1-7 de enero de 1978)

El propio Enver Hoxha diría en relación a elementos como Eggers, que son
personas que:

«Se han opuesto a los encuentros multilaterales de los partidos marxista-

956
leninistas, a las reuniones donde se discutiesen los grandes problemas de la
preparación y el triunfo de la revolución, de la lucha contra el revisionismo
moderno y en defensa del marxismo-leninismo, donde se intercambiase
experiencia y se coordinasen las acciones, etc. El motivo de esta actitud reside,
entre otras cosas, en que han tenido miedo de enfrentarse con los verdaderos
marxista-leninistas en reuniones multilaterales, porque hubieran sido puestas
al descubierto y desenmascaradas sus teorías antimarxistas y revisionistas al
servicio del capital». (Enver Hoxha; Imperialismo y revolución, 1978)

Como estamos viendo: estas tesis y excusas ridículas de Eggers sobre que la
preocupación por los problemas de otros partidos hermanos y la promoción de
reuniones y debates conjuntos es una desviación trotskista –evitando así dar
cuentas al resto de partidos–, son las que precisamente argumentaron los
jruschovistas en su momento:

«Cada partido marxista-leninista es independiente en: sus opiniones y en sus


decisiones, cada uno de nuestros partidos no puede ser independiente del
marxismo-leninismo y sus decisiones necesariamente deben estar conforme a
nuestra teoría revolucionaria. Ningún partido debe inmiscuirse en los asuntos
internos de otro partido, este es un principio justo, pero esto no impide ni debe
impedir la coordinación de acciones entre los partidos sobre la base del
marxismo-leninismo. (…) En este marco, no se puede desconocer, los méritos
de tal o cual partido en la lucha por la causa común, desconocer sus
deficiencias y sus errores eventuales ni dejar de corregirlos, no se puede tomar
a mal el intercambio de opiniones entre nuestros partidos, los consejos mutuos,
la discusión de los problemas y la búsqueda de una vía de acción común y más
fructífera. Esto es indispensable y conforme a nuestros principios. Sin esto no
hay unidad, no hay acciones comunes y nos encontraríamos desarmados ante
nuestros feroces enemigos». (Enver Hoxha; El revisionismo moderno: peligro
y enemigo principal del movimiento comunista y obrero internacional;
Extractos de la conversación sostenida con una delegación del PC de Nueva
Zelanda, 6 de octubre de 1965)

Y exactamente son las mismas excusas que los maoístas parloteaban cuando el
PTA pretendía agrupar y fortalecer a los nuevos partidos marxista-leninistas:

«Tenemos el deber de fortalecer y templar continuamente la estrecha


colaboración entre nuestros partidos; naturalmente sin depender y sin recibir
órdenes uno del otro. Como comunistas internacionalistas es necesario
intercambiar nuestra experiencia y a actuar cada uno sobre la base del
marxismo-leninismo. Esto naturalmente es indispensable hacerlo apoque
también la burguesía y también los revisionistas desarrollan la colaboración
en su seno y lo hacen de muchas formas y de muchas maneras, incluso
realizando reuniones regulares llamadas internacionalistas. Pensamos que la
colaboración entre nuestros partidos marxista-leninistas, en el verdadero
camino revolucionario, debe de ser múltiple. El intercambio de experiencias
puede ser bilateral o multilateral, incluso pueden madurar las situaciones
para llegar a una gran reunión de los representantes de todos los partidos
comunistas y obreros, marxista-leninistas». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº
Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)

957
Estas tesis supusieron a la postre, toda una serie de choques entre los elementos
prochinos y proalbaneses:

«Asimismo Hill se opone a nuestro partido en otra cuestión. Pretende que los
partidos marxista-leninistas hermanos no deben invitarse a sus respectivos
congresos. El argumento «teórico» que invoca en contra de esta práctica es
que dichos partidos se encontrarían en una posición difícil en el congreso del
partido que les invita ante los puntos de vista de éste, y no estarían en
condiciones de expresar allí mismo sus juicios acerca de las concepciones del
partido que los acoge. Por lo tanto, según él, las reuniones multilaterales de los
partidos marxista-leninistas no son oportunas, e igualmente en el congreso de
un partido hermano no deben participar representantes de los otros partidos.
Hill concluye afirmando que él personalmente y su partido están en contra de
estas prácticas y, que si hubiese sabido que en nuestro VIIº Congreso de 1976
se plantearían los problemas que se plantearon, se lo hubiera pensado dos
veces antes de asistir al mismo». (Enver Hoxha; Los agentes de china asoman
la oreja; Reflexiones sobre China, Tomo II, 16 de diciembre de 1976)

Esto fue una directriz general lanzada desde China:

«Con la mayor desvergüenza, Keng Piao, responsable de la Dirección de


Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, dijo
a nuestro embajador en Pekín y a uno de nuestros camaradas. (…)

«No publicamos los materiales propagandísticos que aparecen en los


periódicos de los partidos comunistas marxista-leninistas por dos razones:

a) Si publicamos en nuestra prensa artículos que dan a conocer algún éxito


recién alcanzado por un partido marxista-leninista, llamaremos la atención
del enemigo, el cual tomará medidas contra ese partido, y ello va tanto en
contra nuestra como en contra de ese partido.

b) La experiencia de nuestro trabajo a lo largo de varios años nos enseña que


no es necesario que hagamos mucha propaganda de las acciones de estos
partidos, porque el enemigo actúa». (...)

Este hombre habla abierta y cínicamente como un antimarxista, afirma con su


propia boca que China ha renunciado a la revolución, que ya no ayuda a la
revolución, a los partidos y a los grupos marxista-leninistas que luchan en el
mundo. China se camufla tras la máscara de no querer comprometer a estos
partidos y grupos ante los enemigos, cuando en realidad es ella la que quiere
demostrar al imperialismo y a la burguesía que no les ayuda, que no sostiene a
los comunistas, a sus enemigos. ¡Qué bajeza! Los comunistas de diversos países
del mundo han hecho estallar la lucha revolucionaria, legal y clandestina, han
hecho cara a la muerte, y mientras tanto los chinos tienen la desvergüenza de
decir que «estos comunistas quieren venir a China para fortalecer sus
posiciones internas». (Enver Hoxha; Las avispas burguesas recogen la miel
del jardín de las cien flores y dejan en él su veneno; Reflexiones sobre China,
Tomo II, 20 de abril de 1973)

958
Entonces, ¿qué decía Enver Hoxha y el PTA sobre las relaciones internacionales
entre partidos? Exactamente lo mismo que el PCE (m-l) de Elena Ódena, lo
mismo que el PCA/ML dirigido por Aust cuando mantenía posturas correctas
que entraban dentro de los cánones marxista-leninistas:

«La idea de la oportunidad de las reuniones de muchos partidos, además de


las reuniones bilaterales, que fue planteada en el VIIº Congreso de nuestro
partido de 1976, era una de sus orientaciones importantes. Los partidos
comunistas marxista-leninistas, en aquellos casos en que lo juzguen necesario,
pueden y deben hacer reuniones multilaterales, consultarse entre ellos para
realizar acciones comunes contra los enemigos del comunismo y de la
revolución. En cambio, como se sabe, el Partido Comunista de China (PCCh) ha
adoptado una actitud opuesta sobre esta importante cuestión. Está en contra
de las reuniones de varios o de muchos partidos y pretende que la única
solución es la práctica de las reuniones bilaterales. ¿Cuál es la línea de nuestro
partido en relación con esta cuestión? Se atiene al principio de que los partidos
comunistas marxista-leninistas deben reforzar su unidad, esclarecer los
puntos en que pudieran no coincidir su estrategia y sus tácticas contra los
enemigos de la revolución, y coordinar sus acciones comunes en la arena
internacional. Tal actividad les templa y demuestra al enemigo que el
comunismo es una fuerza invencible, que los comunistas no están divididos y
que el revisionismo moderno no ha podido alcanzar su objetivo. Ya es sabido
que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en la
diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas. (…) China teme
las reuniones de muchos partidos, porque su participación en ellas exigiría que
se discutiesen problemas im¬portantes para el comunismo internacional y
para la revolución. Pero el PCCh no puede sostener la dis¬cusión debido a que,
sobre una serie de grandes problemas para la causa del comunismo, vería
desmoronarse sus fundamentos de papel. Por eso evita las reuniones de este
tipo y exige que los partidos comunistas marxista-leninistas sólo lleven a cabo
reuniones bilaterales y que, sin estar de acuerdo entre sí, lo estén con el PCCh».
(Enver Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la
actitud de China, Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)

¿Qué opinaba precisamente Ernst Aust, líder histórico del PCA/ML? En 1978 se
tenía todavía una postura afín a las posturas del PCE (m-l) y el PTA:

«Política e ideológicamente, las ideas de Mao Zedong habían ganado gran


influencia sobre amplios sectores del movimiento mundial comunista que
había desafiado al revisionismo de Jruschov. Esto creó una puerta de entrada
al revisionismo moderno en el movimiento mundial comunista. Al mismo
tiempo, los revisionistas chinos rechazaron todas las formas de consulta
multilateral y reuniones de partidos hermanos para evitar que el movimiento
mundial comunista se uniera estrechamente en claras posiciones marxistas-
leninistas. Incluso las conversaciones bilaterales siempre han sido rechazadas
por los revisionistas chinos cuando temían que surgiría una crítica de sus
posiciones revisionistas. Es bien sabido que los revisionistas chinos han
apoyado durante muchos años o creado organizaciones divisoras oportunistas
en varios países contra los partidos marxistas-leninistas existentes. La
aparición abierta del revisionismo chino sin duda ha creado dificultades para

959
el movimiento mundial comunista. De hecho, los revisionistas chinos pudieron
separar algunos partidos y ganarlos para sí mismos y su programa
revisionista. Si esto es una pérdida real para el movimiento mundial
comunista es más que cuestionable; porque es más que dudoso que estos
partidos hayan sido algo más que grupos oportunistas pequeño burgueses, y
los miembros honestos de estas organizaciones ciertamente recurrirán a las
fuerzas verdaderamente marxistas-leninistas en sus países. (...) El Comité
Central ha celebrado una serie de reuniones bilaterales con varias partes
fraternales y también ha mantenido varios debates multilaterales
importantes. Consideramos que la declaración conjunta con los partidos
hermanos de Grecia, Italia, Portugal y España, las varias consultas entre
nuestros partidos, es un paso importante y adecuado para fortalecer y
consolidar la unidad entre nuestros partidos hermanos y en la lucha contra el
revisionismo moderno. (…) Nuestro partido ha estado firmemente anclado en
el frente mundial del comunismo internacional desde su fundación.
Continuará inquebrantable para defender el principio del internacionalismo
proletario, aprovechando todas las oportunidades para las consultas
bilaterales y multilaterales y la acción conjunta de los partidos hermanos,
contribuyendo así a una mayor consolidación de la unidad del movimiento
mundial comunista». (Ernst Aust; Informe en el IVº Congreso del Partido
Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, 1978)

Así que no hay trotskismo alguno en Ódena, lo que había en 1985 era un
maoísmo oculto profesado por gente como Eggers y Koch que operaba en contra
del legado de su partido y de las posiciones de su propio partido como se ve con
los documentos del IVº Congreso del PCA/ML de 1978.

Elena Ódena tiene varios artículos en contra de las teorías de maoístas como
Edward Hill y criptomaoístas como Wolfgang Eggers:

«Cierto es que el surgimiento y ulterior desarrollo de las fuerzas marxista-


leninistas en cada país debe estar promovido esencialmente por una dinámica
y unos esfuerzos internos, lo que no excluye, sino que presupone, que los
partidos más desarrollados de otros países se preocupen porque, de un lado, se
produzca el surgimiento de nuevos partidos y, de otro, se apoye el desarrollo
de los más débiles. Es este un principio y un deber internacionalista
fundamental, que el revisionismo y, particularmente el maoísmo,
abandonaron, creando la práctica de «cada cual para sí» y del indiferentismo
y el localismo, cuya esencia es el abandono del internacionalismo proletario y
la manifestación de una política de esencia nacionalista.

La necesidad de superar estas actitudes de indiferentismo, de insensibilidad y


despreocupación en la práctica, para dar pasos adelante, de hecho y no de
palabra, plantea la necesidad de estudiar la historia del Movimiento
Comunista Internacional y sacar de ella las experiencias necesarias para la
política y la práctica actuales internacionalistas de los comunistas.

Desde que Marx y Engels fundaron el comunismo científico, hace ya más de un


siglo, basado, entre otros principios, en el internacionalismo proletario real y
en la colaboración y apoyo mutuos entre los partidos comunistas, siempre se

960
ha considerado como inseparable de la actividad y el desarrollo interno de
cada partido, el fortalecimiento del Movimiento Comunista Internacional.

Junto al deber y la necesidad fundamental para todo partido, y como


contribución al internacionalismo proletario, está el desarrollar la revolución
en su país –so pena de caer en posiciones trotskizantes–, es de especial
importancia en la actual coyuntura internacional de crisis del capitalismo a
escala mundial y de amenaza de una nueva guerra imperialista, el entender y
aplicar correctamente el justo principio de la solidaridad y el
internacionalismo proletario, sin contraponer ningún interés particular ni
nacional –so pena de caer en el nacionalismo pequeño burgués–, al conjunto
del desarrollo y el fortalecimiento del movimiento revolucionario y marxista-
leninista, y entre ambos no hay ni puede haber contradicción de fondo
alguna». (Elena Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 8 de
noviembre de 1984)

No hay que olvidar lo que Aust decía en los años dorados del PCA/ML:

«En nuestro estatuto, leemos en un párrafo:

«El partido es una organización de lucha unificada. Se rige por una disciplina
que es igualmente vinculante para todos los miembros del partido de acuerdo
con los principios del centralismo democrático. La crítica y la autocrítica son
una ley de desarrollo del partido». (Partido Comunista de Alemania/Marxista-
Leninista, Estatutos, 1978)

Por decirlo de otro modo, sin crítica y autocrítica, el partido no se


desarrollará, no avanzará; sí, en cambio se estancará, retrocederá y
finalmente degenerará. Por eso tenemos que prestar especial atención al
principio de la crítica y la autocrítica, y que cada camarada está llamado a
contribuir con sus críticas al desarrollo posterior de nuestro partido, porque
nuestro partido debe respirar la verdad. Y no se trata solo de reconocer
francamente los errores que se han cometido, sino también de descubrir las
causas que los causaron y de examinar todos los medios para la eliminación
inmediata de estos errores». (Ernst Aust; Por la crítica y la autocrítica, 1978)

Partiendo del ejemplo de no tratar correctamente las críticas de la militancia.


Aust diría:

«¿Es de extrañar cuando algunos camaradas dicen que no tiene sentido decir
algo porque nada cambiará? ¿Por qué ocurre esto? Por ignorar las críticas y
no pensar demasiado en eliminar las deficiencias, porque por otro lado, a
menudo no tenemos el coraje de admitir abierta y libremente una crítica
cuando hemos cometido un error aquí o allá, no atendiéndola como
deberíamos haber hecho adecuadamente. Ignorar la crítica, es por lo tanto,
una de las causas de la falta de crítica «desde abajo». El silencio sobre las
críticas y el fracaso en resolverlas, crea una desconfianza, una resignación y
destruye el trabajo colectivo». (Ernst Aust; Por la crítica y la autocrítica, 1978)

Si esto lo dejamos como eslogan pero no aplicamos en las relaciones con los
compañeros del propio partido o, en las relaciones con otros partidos

961
internacionales, este mismo defecto desemboca como se ha dicho en sembrar la
desconfianza, el desánimo, y, en definitiva, en aflojar los lazos entre
compañeros, en laxitud ideológica, y pronto, en degeneración definitiva.

Solo entendiendo estas palabras y viendo como el PCA/ML se apartó de tales


principios es que podemos entender su caída. Este es un ejercicio doloroso que
no se ha realizado en Alemania ni tampoco en España con sus partidos
marxista-leniistas de los años 80.

El culto a la personalidad establecido por Eggers sobre Aust, potenciado hasta la


extenuación a su muerte en 1985, a lo que conllevaría no fue a salvaguardar sus
principios revolucionarios, sino a glorificar a la que efectivamente fue la figura
más eminente del partido, creando no una devoción consciente a una doctrina,
sino un fanatismo bajo un contenido retórico vacío, que poco o nada ayudaba a
crear conciencia, sino más bien a crear una adoración sentimental sobre la
persona fallecida y sobre las personas que decían defender su legado. A lo que se
añadía el defecto de no ver en su trayectoria más que sus principales victorias y
éxitos, pero negándose a investigar y juzgar las limitaciones del «gran maestro»
siendo visto ese ejercicio autocrítico como un sacrilegio. Unas limitaciones y
confusiones que les duela o no estaban ahí y revoloteaban sobre el partido desde
su fundación en 1968: como por ejemplo el inexplicable fetiche por las teorías y
prácticas de Rosa Luxemburgo y Ernst Thälmann, que tan alejados estuvieron
del marxismo-leninismo en varias cuestiones. Temas, que eran decisivos
superar para que el PCA/ML pudiese desplegar una política bolchevique y así
ganarse la confianza de las masas.

El negacionismo histórico sobre los errores propios, incluso con pronósticos que
con el tiempo se vieron claramente como falsos, no hace avanzar a un partido,
sino retroceder hasta la desmoralización y después la inoperancia, conduce
tarde o temprano, al propio colapso. El PCE (m-l) también es prueba de ello a
finales de los 80: por un lado, renunciando a su legado revolucionario,
olvidando preservarlo, y por otro, negándose a rectificar los planteamientos y
análisis que se demostraron irreales y conducían al fracaso y al aislacionismo
con las masas.

En un lapso breve de tiempo, desde la muerte de Ernst Aust el 25 de agosto de


1985, el PCA/ML se vería envuelto en varias escisiones sucesivas que Wolfgang
Eggers no podría controlar: la de Koch en 1985, la de Möller en 1986, más la
facción de 1991, que liquidaría definitivamente los restos del PCA/ML, poniendo
el broche final. Eggers puede continuar con sus cuentos emulando a los
senderistas más fanáticos y fantasiosos. Puede seguir todo el tiempo que guste
con su particular guión ficticio y continuar pregonando que el PCA/ML continúa
operando y con fuerza. Dicen que el autoengaño es terapéutico, pero no es una
línea a seguir por un sujeto marxista-leninista consecuente.

El PCA/ML fuese destruido meteóricamente tras el fallecimiento de Ernst Aust


en 1985 por sectarios thälmannianos como Wolfgang Eggers, y eurocomunistas
de tendencias trotskistas como Koch, en una lucha fraccional patética. El PCE
(m-l) con la desaparición física de Elena Ódena ese mismo año, sufrió una
rápida pérdida de influencia, todo ello mientras se daba la consolidación de dos
bandos: el primero formado por elementos que se destaparían como

962
brezhnevistas-castristas como el grupo de Raúl Marco, y por otro lado, el grupo
del socialdemocratizado Manuel Chivite, ganando este último la batalla por la
dirección y liquidando el partido en 1992. Esto demuestra lo endeble que era el
núcleo marxista-leninista en ambos partidos tras la desaparición de la cabeza
principal. Un problema que los comunistas todavía no han solucionado.

Para darnos cuenta de qué lúcidos y avispados estaban Wolfgang Eggers y otros
dirigentes del PCA/ML en los 80 sobre la lucha contra el revisionismo, y en qué
concepto de internacionalismo proletario se movían, solo hace falta repasar el
VIIº Congreso del PCA/ML de 1988, ¡donde se consideraba al PTA de Ramiz
Alia el jefe en la vanguardia en la lucha contra el revisionismo! Exactamente
como hiciera Marco-Chivite en el Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, donde se
borraba todo criticismo al incipiente revisionismo albanés como vimos en el
capítulo: «La postura y las evaluaciones del PCE (m-l) sobre Albania».

¡Qué razón tenían Ódena, Aust y Hoxha cuando decían que el deber de los
marxista-leninistas era pedir cuentas a las actividades equivocadas de los
partidos marxista-leninistas cuando se desviaban del camino!

«Una de las manifestaciones prácticas del revisionismo y el oportunismo, es el


abandono del espíritu y de la práctica de solidaridad y apoyo
internacionalista, en función de las posibilidades de cada partido». (Elena
Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 8 de noviembre de
1984)

¡Qué necesario fue el contacto entre los partidos y practicar cuando fuese
necesario la crítica camaraderil! ¡Y qué harto beneficioso fue para los
revisionistas el paulatino aislamiento de cada partido marxista-leninista! De
hecho, se dejó el camino labrado tan favorablemente para los revisionistas que
durante los 80 apenas existen protestas internas o externas públicas sobre este
proceso de liquidación del espíritu revolucionario de los partidos.

Que diferente podría haber sido la historia para el PTA, PCE (m-l) y PCA/ml si
este principio crítica y autocrítica, de ligazón internacionalista entre los partidos
se hubiese mantenido por encima de siglas y figuras de renombre

963
XI

Respondiendo a algunos comentarios del renegado


Lorenzo Peña sobre Elena Ódena y el PCE (m-l)

Lorenzo Peña fue un dirigente clave del PCE (m-l) hasta 1972, momento en que
abandonó la militancia por voluntad propia.

En la actualidad, dentro del movimiento marxista-leninista solo algunos le


conocen por sus memorias sobre sus años de militancia del PCE (m-l): «Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria» de 2010.

A pesar de ser una obra con un gran número de datos y muy bien documentada
en muchos pasajes, en otros puntos la labor de investigación brilla por su
ausencia, mientras que la argumentación subjetiva y rencor personal alcanzan
cuotas bochornosas para la desgracia del lector. En cuanto a los ataques válidos
que realiza al PCE (m-l), suele olvidarse del papel fundamental que jugó a la
hora de imponer y sostener la línea que ahora critica. Por el contrario, muchos
otros ataques a la línea revolucionaria de entonces son fácilmente desmontables
como veremos después, y su rechazo actual solo es una nueva certificación de
que hace tiempo que cayó en posiciones socialdemócratas.

La razón de este presente capítulo no es tanto la importancia y la


transcendencia del pensamiento del señor Peña, sino que queremos usar su
obra como un apéndice para que el lector vea y compare. Pronto observará que
las críticas oportunistas a los principios revolucionarios suelen ser iguales
provengan de donde provengan.

Dicha obra no deja de ser un libro personal de autojustificación, un intento de


alejar fantasmas pasados. La historia que nos cuenta recuerda demasiado a
otros oportunistas que han escrito sus memorias –como sería el caso de su
amado Georg Lukács sin ir más lejos–, esto vendría a ser: que si él nunca estuvo
de acuerdo con esta decisión o esta otra, que si fue el único en quejarse de esto o
aquello, que la dirección no quiso entrar en razón ante sus cabales
meditaciones, o alude a que por razones de amor y confianza en el partido
obedeció la directriz de la mayoría, pero que en el fondo no confiaba en que
triunfase. Como decimos, el manido relato a posteriori del clásico oportunista.

Hay una cosa que el lector debe entender cuando lea los análisis que Lorenzo
Peña vierte ahora sobre el PCE (m-l) y la historia del movimiento obrero
internacional: se trata de un hombre que se reconoce como un renegado del
marxismo.

«Yo sigo siendo comunista, aunque no marxista». (Lorenzo Peña; Aclaraciones


sobre mis posiciones políticas, 1999)

Orgulloso proclama que sus influencias tempranas y su evolución:

«Asimismo leí mucha literatura marxista secundaria; entre otros: (...)

964
Marxisme et existentialisme: Controverses sur la dialectique de Jean-Paul
Sartre, Roger Garaudy, Jean Hyppolite, Jean-Pierre Vigier, J. Orcel; otros
libros de Henri Lefebvre y de Roger Garaudy –mi autor marxista predilecto–;
El asalto a la razón de Lukács; los cuatro tomos de las Obras Escogidas de
Mao Zedong; un montón de libros de J.P. Sartre. (...) En cuanto a mi opción
filosófica, fui evolucionando paulatinamente del inicial marxismo hegelizante
(1972-73) a una especie de neo-hegelianismo con cierta influencia analítica».
(Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

No tenemos nada nuevo que comentar sobre estos autores ya que existen varios
documentos con una amplia documentación:

-Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980

-Equipo de Bitácora (M-L); El existencialismo, Jean-Paul Sartre, y su pluma al


servicio de la cultura burguesa, 2015

-Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de los marxista-leninistas contra el


maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el
movimiento marxista-leninista, 2016

-Equipo de Bitácora (M-L); Las sandeces de Kohan y Lukács sobre la figura de


Hegel y su evaluación en la filosofía de la URSS, 2018

Como hemos dicho en alguna ocasión, para criticar al enemigo ideológico hay
que empezar por leer directamente su obra, sin intermediarios, de eso no cabe
duda. Ahora, para alguien que esté tomando contacto con las primeras obras
marxistas, comenzar con una lectura de obras de pseudomarxistas como Sartre,
Mao Zedong, Lukács o Garaudy puede ser contraproducente. Sin haber
desarrollado previamente la cualidad analítica hacia lo que se lee, sin base de un
espíritu crítico y conocimientos sólidos en marxismo, es muy posible que el
lector reproduzca –como en su momento hizo Lorenzo Peña– una deformación
sobre lo que él concibe en su mente como «marxismo». Irá asimilando
conceptos mal ensamblados de la doctrina cuando no directamente erróneos,
acabará sufriendo defectos típicos del revisionismo como el relativismo, el
subjetivismo, el agnosticismo y el eclecticismo. Y es que recordemos: el conocer
correctamente las bases filosóficas del materialismo dialéctico contenido en el
marxismo-leninismo no solo redunda en un conocimiento general de los
pormenores de la doctrina, sino que va más allá, se traduce, y esto es lo
importante, en la forma en sí de acercarse a todo conocimiento, a cómo
procesarlo y a cómo asimilarlo. Ahora, aunque lo recomendable e idóneo sea
comenzar por una selección de obras marxistas clásicas siempre adaptadas a las
necesidades del sujeto, esto no significa que quien empiece leyendo a autores
revisionistas «esté condenado» de por vida a ir dando palos de ciego. Existen
muchos casos de grandes marxistas que inicialmente empezaron leyendo obras
de todo tipo. Es más, a decir verdad, por las condiciones que rodean a la
mayoría de individuos, se suele imponer el hecho de que quien se acerca al
marxismo lo hace a ciegas, mezclando churras con merinas, de lo cual se derivan
las desviaciones ya comentadas. Simplemente el sujeto que no tenga una
selección de obras y una compresión adecuada de lo que es el marxismo, tardará
más tiempo en estar inmunizado a la ideología burguesa, pero puede llegar

965
perfectamente al mismo punto e incluso superar a quien en su momento
dispuso de una selección de obras hecha a medida para su formación. Todo
depende del contexto, de la personalidad del sujeto, del esfuerzo invertido, el
tiempo disponible... y al fin y al cabo de múltiples factores. Es obvio que el
primero pierde bastante más tiempo y tiene que esquivar mayores escollos que
el segundo. Por último cabe mencionar que aunque el estudio individual sea el
prioritario no podemos restar atención a la importancia que puede llegar a tener
el estudio colectivo para incentivar un aprendizaje dinámico y didáctico. Véase
la teoría del pedagogo soviético Lev Vygotski de la «Zona de desarrollo
próximo», donde indica que un estudiante logra mayores logros a través de la
cooperación y apoyo de un adulto o de un homólogo con mayores
conocimientos, el cual le hace de «andamiaje» para «escalar» con mayor
rapidez a los estadios a los cuales puede ir accediendo según su capacidad.

En su momento ya comentamos sobre las clásicas posturas ambiguas y


eclécticas de los personajes que pretenden con una parsimonia alucinante
conjugar marxismo y su adulteración:

«Esas «correcciones» del marxismo-leninismo, son las mismas que se han


visto históricamente en figuras que querían alterar las bases pretendiendo
creando una amalgama de ideas contrapuestas a la doctrina donde solamente
se tomase del marxismo lo que le era de interés para el autor, o su táctica
paralela, creer que el autor había creado una nueva doctrina donde reconocía
la influencia de ciertas ideas del marxismo-leninismo pero afirmando que era
su superación». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre
marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes de
dicha doctrina, 2013)

En capítulos anteriores observamos como Lorenzo Peña tuvo un peso


fundamental en la mayoría de errores y desviaciones del PCE (m-l)
inicial. Mientras que en otras ocasiones trató de desviar al partido de una línea
correcta en lo fundamental.

¿Por qué decimos que la influencia de Peña fue tan sumamente negativa para el
PCE (m-l)?

Peña también afirmaba que las escisiones revolucionarias surgidas dentro de los
partidos revisionistas del mundo, como ocurrió en España en 1963 con el PCE
de Carrillo-Ibárruri... ¡fue un error! Rechazando lo poco destacable de su obra
como antiguo revolucionario:

«He dicho y lo repito que separarnos del PCE en 1963 fue un error». (Cartas de
Lorenzo Peña al Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Así lo sentencia en su obra de 2010:

«El camarada Líster tenía razones para no sumarse a nuestra escisión


prematura y precipitada de 1964. Aun suponiendo que entonces hubiéramos
llevado nosotros más razón que sin-razón –que eso está por probar–, hubieran
existido motivos de peso para ver con recelo nuestro cisma y para juzgar que
no había llegado aún el momento oportuno para romper la unidad de la

966
dirección del PCE. Que, a la altura de 1971, rehusáramos nosotros un trato
diferenciado a Carrillo, por un lado, y a los disidentes pro-soviéticos, por otro,
confirmaba que habían tenido fundamento esos recelos de 1963-64. Mi propia
posición al respecto no fue del todo correcta. Si bien discrepé de la sectaria
postura de la mayoría, no me atreví a luchar por una franca y afectuosa
acogida, que es la que en el fondo pensaba que debíamos tener». (Lorenzo
Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

También confesaría que ya en su momento rechazaba la política de lucha


ideológica sin piedad que el PCE (m-l) llevaba a cabo contra los distintos grupos
revisionistas tipo: MCE, ORT, PCOE, etc., incluso estuvo preparado
contraartículos para intentar que el partido adoptase una política de
acercamiento ante dichas organizaciones, donde claramente se relegaba las
diferencias ideológicas a una posición secundaria en aras de una unidad
formal. Véase su obra: «El manuscrito «Acerca del documento «Leninismo y
nacionalismo» del grupo Komunistak» de 1969. Véase el capítulo: «La forma y
el contenido de las críticas hacia los adversarios políticos» de 2020.

Fue el más firme defensor de las tesis derechistas del maoísmo sobre el ritmo y
las alianzas de la revolución, tratando de imponer en España un
esquema similar. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización» de
2020.

Pese a las evidentes diferencias de la economía española con la china, no creía


como defendía Ódena en «el contenido predominantemente socialista de la
república por la que luchamos», sino que insinuaba que en una amplia medida
la burguesía media también estaba interesada en la revolución:

«Porque le reportaría de una manera inmediata, muchas más ventajas que


perjuicios». (Lorenzo Peña; Las posiciones políticas y organizativas de los
fraccionalistas trotskistas, 1965)

Por lo que veía más cabal plantear una especie de «nueva democracia» a la
española. Así en un anexo inédito de 1966 clamaba que:

«El objetivo estratégico de la etapa actual de la revolución es una república


democrática-popular, en la que compartan el poder político todas las clases
que hayan tomado parte en la revolución: el proletariado, el campesinado
trabajador, la pequeña burguesía urbana y el ala revolucionaria de la
burguesía nacional». (Lorenzo Peña; Las posiciones políticas y organizativas
de los fraccionalistas trotskistas, 1965)

Por lo que en su cabeza, se trataba de una:

«Primera etapa de la revolución como democrático-nacional, concebida como


un largo período de transición, no como un instante». (Cartas de Lorenzo Peña
al Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Esto suponía negar los evidentes cambios en la economía e insinuar de forma


pesimista que en el momento revolucionario, el partido nunca tendría bajo su
influencia a la mayoría fundamental de los obreros y trabajadores como para

967
imponer esas condiciones a las clases explotadoras resolviendo las tareas de su
tiempo.

Así mismo se apena de que el PCE (m-l) no prestara más atención a los cuatro
volúmenes de Obras Escogidas de Mao Zedong, como se ve en su autobiografía
ya citada. Esto pese a que como le demostramos en nuestro intercambio de
cartas con documentación, cualquiera que revise los cinco primeros tomos de
Mao Zedong, tanto con sus obras en su versión original como reeditada se puede
observar que distan mucho de ser las obras de un marxista. Véase al respecto:
«Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya
del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento marxista-leninista» de
2016.

Al ser preguntado sobre el tercermundismo inicial del PCE (m-l) comentó:

«El más tercermundista era yo. Yo estaba muy influido por el folleto de Lin
Piao de 1965 «¡Viva la victoriosa guerra popular!» y coincidía con la posición
china de los primeros años 60 según la cual, aunque a largo plazo la
contradicción principal era burguesía/proletariado, a corto plazo era la de los
pueblos oprimidos con el imperialismo. (...) La camarada Elena jamás estuvo
de acuerdo». (Cartas de Lorenzo Peña al Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Para ver algunos de los epítetos tercermundistas del PCE (m-l) antes de su
rectificación, véase: Véase el capítulo: El triunfalismo en los análisis y
pronósticos del PCE (m-l)» de 2020.

Por si a alguien le deja dudas la posición política de Lorenzo Peña, él mismo


como supimos de primera mano, ve con buenos ojos la política desarrollada por
Earl Browder al que califica de:

«Combatiente comunista heroico, uno de los más dignos». (Carta de Lorenzo


Peña al Equipo de Bitácora (M-L), 7 de noviembre de 2017)

Para quien no sepa que fue el [browderismo], le recomendamos echar un vistazo


a nuestros análisis sobre dicho fenómeno.

En la cuestión nacional, Lorenzo Peña planteaba así los límites de la


autodeterminación:

«Una vez que los pueblos catalán, vasco y gallego hayan manifestado
libremente su voluntad de obtener la autonomía en el marco de la unidad
federativa de los pueblos de España, habría que formular jurídicamente esa
autonomía por medio de Estatutos que podrían inspirarse en algunos aspectos
en los concedidos por la II República». (Lorenzo Peña; Fragmentos inéditos
desgajados del folleto Acerca del problema de las nacionalidades en España,
1968)

El PCE (m-l) permitió al señor Peña alzarse como falso erudito dentro de la
organización mientras mantenía posturas chovinistas con toda una serie de
teorías falaces. Véase el capítulo: «Los bandazos del PCE (m-l) sobre la cuestión
nacional» de 2020.

968
Estos rasgos profundamente derechistas no le impedían manifestar conatos
izquierdistas, como el calificar a cualquier figura política reformista de
socialfascista:

«Situándose de palabra en «la izquierda» está el grupo social-fascista del


profesor Tierno Galván». (Lorenzo Peña; Sobre las rivalidades internas del
campo franquista, 1966)

O plantear la idea metafísica y totalmente lastrante que negaba la posibilidad de


una evolución del régimen fascista hacia la democracia burguesa:

«Ese sistema oligárquico, esa sustitución del absolutismo autocrático de


Franco por un complicado engranaje que podríamos denominar
«oligocrático» –poder conjunto de un reducido número de potentados– tiende
a asegurar una continuidad total e incondicional del actual tinglado fascista y
a bloquear y congelar toda posible iniciativa o veleidad del futuro reyezuelo
fascista por introducir ciertos cambios. (Lorenzo Peña; Sobre las rivalidades
internas del campo franquista, de 1966)

Véase el capítulo: «Dogmatismo metafísico al no apreciar la posibilidad de que


la burguesía transite del fascismo a la democracia burguesa» de 2020.

A nuestro parecer, lo peor es el hecho que la salida de Peña en 1972 se produjese


no por una expulsión directa, sino por un proceso más complejo que llevaría a
su dimisión. El partido no se daba cuenta de su nefasta influencia, simplemente
Lorenzo Peña creyó oportuno aparatarse con el paulatino ascenso de Elena
Ódena a la cúpula como él mismo cuenta, con lo que cada vez le era más difícil
dominar la línea del partido como antaño:

«Así se produjo en octubre-diciembre de 1964 y más aún a lo largo de 1965 el


predominio absoluto de mis ideas, plasmadas en la primera línea política, en
el Curso de Cuadros Medios, en todos los documentos ideológicos de ese
período e incluso hasta 1968. Tras la caída de Paulino y aún más tras la de
Ángel Campillo se inicia el período de declive de mi influencia y ascendencia de
la de Doña Elena, quien no reparó en usar todos los medios, todos los ardides,
todos los recursos, lícitos o ilícitos, para tener la sartén por el mango. La
debilidad de carácter que Alejandro Diz me reprochó sin duda es verdadera,
pero también es cierto que mi situación era difícil. Además, lo que más me
hubiera repugnado sería luchar por el poder». (Cartas de Lorenzo Peña al
Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Esto indica, que a nivel colectivo el PCE (m-l) nunca fue consciente de los
pajarracos que tenía en su interior. Elementos que tarde o temprano con el
tiempo se destaparían como renegados: Paulino, Peña, Hermanos Diz, Avilés,
Blasco, Vega, Marco, Campillo, Chivite, Mayoral, etc. El surgimiento de
elementos inestables e incluso que degeneran en antimarxistas es algo hasta
cierto punto normal debido a las razones que rodean al partido en el capitalismo
y que todos sabemos, en cambio el no combatir estos fenómenos no tiene
justificación alguna. Esta candidez y falta de comprensión sobre la gravedad de

969
estos problemas, se reflejaría en que varias de las teorías que el propio Peña
había inoculado y que tardarían varios años en ser corregidas.

Queriendo ampliar más sobre las posturas del PCE (m-l) y también sobre su
propia responsabilidad, en 2016 el Equipo de Bitácora (M-L) se puso en
contacto con Lorenzo Peña en un intercambio de cartas con el fin de obtener la
documentación que había citado en su obra. Lorenzo Peña como tantos otros
exlíderes del viejo PCE (m-l), ahora «apóstatas» del marxismo, trajo a la
palestra diversas excusas: que si ya no cuenta con el material, que si esto que si
aquello…, pero por supuesto, tampoco nos dio alternativa para obtenerlo pese a
nuestra insistencia, y esto era normal, ya que como tantos otros no tiene interés
en que se conozca la verdad, sino en dar solo su versión.

Este intercambio de cartas con él nos sirvió en cambio para comprobar más
profundamente su cariz político reaccionario actual.

Por ejemplo: últimamente se ha difundido de nuevo la tesis idealista –que


Lorenzo Peña apoya en su obra– sobre que «era un error calificar a la URSS
posterior a Stalin como país capitalista y socialimperialista», y que el PCE (m-l)
y él mismo se equivocaron en aquella época.

Este tipo de teorías fueron popularizadas en especial a mediados de los 90 tras


el desmantelamiento de la URSS capitalista y revisionista. Fue una reacción de
los revisionistas prosoviéticos y renegados de distinto pelaje que empezaron a
sentir nostalgia de no contar ya con un centro revisionista tan importante como
era para ellos esa URSS. Muchos nuevos renegados que venían de las filas de
partidos marxista-leninistas como Peña, tomaron como suya dicha idea sin el
menor análisis, por mera idealización tras su epifanía «antidogmática». Acorde
a este tipo de afirmaciones, publicamos un documento sobre el tema. En la
introducción decíamos:

«El siguiente texto es resultado del tronco central de una carta de un miembro
del Equipo de Bitácora (M-L) a un exmilitante del Partido Comunista de
España (marxista-leninista) [Lorenzo Peña] que estuvo en la organización
hasta inicios de los años 70. (…) Dicho sujeto sostiene que la restauración del
capitalismo en la Unión Soviética se dio hasta 1991, aludiendo pues que los
albaneses y otros marxista-leninistas de los sesenta y setenta como el PCE (m-
l) de la época se equivocaban al hablar de restauración del capitalismo y
calificarlo de socialimperialista.

Esta carta tenía como propósito pues, desmontar esa defensa de la Unión
Soviética de 1953-1991 como país socialista e internacionalista que gran parte
de los seguidores del revisionismo soviético han querido pintar. Hemos
reescrito y ampliado notablemente algunas partes para hacerlas entendibles
al lector, para hacer que el documento sea más didáctico.

Queremos dejar claro que el motivo de lanzamiento del documento es ese: la


repulsa que nos produce encontrarnos con relativa facilidad con apologistas
del revisionismo soviético, en parte, por culpa de los marxista-leninistas que
no han sabido derribar ese mito». (Equipo de Bitácora (M-L); Algunas

970
cuestiones económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión
Soviética y su carácter socialimperialista, 2016)

De las tesis oportunistas de ese documento se desmontan algunas muy


recurrentes… como la ridiculez de plantear que la URSS estaba liderada por una
dirección revisionista –algo que casi nadie se atreve a cuestionar–, pero que el
sistema político y económico no cambiaba su carácter socialista. O que aunque
existiera un claro retroceso del socialismo al capitalismo, no tenía porqué
reflejarse una línea reaccionaria en el ámbito exterior, y viceversa. Todas ellas,
teorías idealistas y profundamente metafísicas:

«Durante largo trecho ha existido una teoría populizada entre los revisionistas
prosoviéticos de que pese a todo: pese a una dirección infectada de
revisionistas se mantenía o se profundizaba la construcción del socialismo en
la Unión Soviética. E incluso que no apoyar a esa Unión Soviética era «hacerle
el juego al imperialismo». Esa teoría no tiene ni pies ni cabeza. Como dijo ya
en su día Enver Hoxha, la conquista del poder político por elementos
revisionistas –y eso incluye una moral y visión económica aburguesada del
mundo– no podía tener otro fin que sus manifestaciones en reformas
económicas y por ende con extensión culturales. (…) ¿Que suponía para las
masas trabajadoras apoyar la teoría de que «pese a todo la dirección soviética
revisionista construía el socialismo»? Suponía que el proletariado
internacional creyese que los defectos y fenómenos capitalista de la URSS de
los revisionistas soviéticos, eran consecuencia del modelo político-económico
del socialismo marxista-leninista, por lo que sí se transigía con aceptar a la
URSS capitalista y socialimperialista como país de tipo socialista se estaba
actuando como espantapájaros del verdadero socialismo delante de las masas
trabajadoras que relacionarían y no verían diferencia entre la economía
socialista y los males de la economía capitalista, ni la diferencia entre el
internacionalismo proletario con el chovinismo y el imperialismo burgués.
¿Qué suponía crear ilusiones de que eran errores menores y que podían ser
subsanados? Traía como consecuencia la confusión de los revolucionarios y las
masas soviéticas sobre el carácter del Estado y el partido gobernante en la
práctica económica. Además, el marcado carácter socialfascista podía
arrastrar a trazar una estrategia errónea e ilusa de un mayor uso de tácticas
pacifistas y legalistas como si se estuviera en una democracia burguesa, con lo
que con ese descuido lo acabarían pagando más fácilmente con la cárcel o la
muerte al intentar corregir los «fallos del sistema». (…) Otro «detalle» que
sueltan ciertos apologistas del revisionismo soviético es que varias de las
distorsiones de las teorías de los revisionistas soviéticos la reconocen como
antimarxistas pero las presentan como algo accidental y ocasional, nada más
burdo. (…) Las teorías soviéticas de la «soberanía limitada», la «división
internacional del trabajo», la «comunidad socialista», los «países de vía no
capitalista de desarrollo y orientación socialista» y demás aberraciones
antimarxistas en el campo político, económico y cultural no eran producto de
una dirigencia inocente que errara en sus formulaciones, sino de unas ideas
plasmadas muy conscientemente con el objetivo de servir a sus objetivos
imperialistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Algunas cuestiones económicas
sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su carácter
socialimperialista, 2016)

971
Se concluye pues que Lorenzo Peña es un apologista de las mayores figuras
revisionistas, incluso con todo el material que existe para que este señor se
informe adecuadamente, material que nosotros mismos le hemos
proporcionado y que dudamos haya siquiera ojeado.

¿Y a qué se dedicó Peña a finales de los 90? A proclamar que pese a sus leves
«divergencias» con el PCE, seguía creyendo que:

«Mientras el PCE no se disuelva ni abandone su nombre, persiste un pequeño


resquicio de esperanza de que algún día rectifique sus errores; y no existe –ni
creo que sea hoy viable– ninguna alternativa organizativa seria y atractiva
para quienes tenemos ideas comunistas en España». (Lorenzo Peña;
Aclaraciones sobre mis posiciones políticas, 1999)

¡¡¡Para este idealista, mientras un partido conserve sus colores, símbolos y


nombre, todavía hay esperanza!!! Incluso legitima a estos renegados de clase y
su plataforma como «alternativa organizativa seria» pese a sus reiteradas
traiciones teórico-prácticas al proletariado español y mundial.

También fuimos testigos de como Lorenzo Peña se reincorporó a colaborar con


los restos del PCE (m-l) por un período muy corto: «La rehabilitación de
corrientes y elementos revisionistas superados: el castrismo y el
tercermundismo».

Como el lector puede verificar, los defectos de Lorenzo Peña son conocidísimos
entre el mundillo de los renegados. Véase: «El republicanismo abstracto como
bandera reconocible del oportunismo de nuestra época».

¿Qué significaba entonces que un hombre como Lorenzo Peña volviera a las
tribunas de los medios del PCE (m-l) en los 90? Sencillamente que Raúl Marco
pretendía y pretende aunar en su partido a todo tipo de renegados con los que
puede coincidir en su línea oportunista y hasta los deja publicar en su partido
con tal de ganar su influencia y simpatías entre los círculos intelectualoides más
reformistas.

Por encima de todo, Lorenzo Peña es conocido por su abierta inquina personal
hacia Elena Ódena. Sus memorias sobre su militancia en el PCE (m-l) rezuman
una evidente aversión personal.

Tras la reconciliación entre Raúl Marco y Lorenzo Peña en 1989 –de la cual
Elena Ódena debió revolverse en su tumba–, pasó a colaborar en diversos
artículos, de nuevo la relación entre mabos se enfrió. Pero una vez más se
rencontraron años después para un documental sobre el FRAP de 2017, en el
cual Raúl Marco salió a la fuerza defender a Elena Ódena ante las acusaciones
de Lorenzo Peña. Marco describiría a Peña como alguien que:

«Estuvo en el partido desde 1964 hasta mediados de 1972 en que desapareció


sin explicación alguna. Se limitó a dejar en mi buzón las llaves del
apartamento que habíamos alquilado para él, a través de un amigo suizo, y

972
que pagaba el partido lógicamente. Y cuando no había dinero, que era
bastante frecuente, lo pagaba Elena de su sueldo. No volví a verlo hasta los 80.
(…) En términos taurinos dio la «espantá». Sorprende cuando le oyes hablar
en tu vídeo como si él hubiera estado al frente de todo, cuando, repito había
desaparecido durante casi quince años. Debe de tener algún don especial, ¿no
crees? Tú conociste bien a Elena, hablaste con ella y tal. La descripción que
hace Lorenzo Peña es esperpéntica además de insultante. Poco más o menos
que presenta a Elena como una semianalfabeta que no había leído nada ni
sabía nada de marxismo. El problema para este personaje, es que siempre
tuvo unos celos y envidia tremenda hacia Elena. Él pretende que es al revés.
Bueno, eso debe calmar sus desvaríos. Lo cierto es que donde estaba Elena
brillaba por su saber hacer, por el ánimo que influía, etc. Mientras Lorenzo de
cuya inteligencia no dudo, aburría con su sosería y aires de enterrador».
(Julio Fernández; Documental La Chispa y la Pradera, 2017)

Por una vez y sin que sirva de precedente, podemos decir que estamos de
acuerdo con las valoraciones del Raúl Marco actual.

Este personaje que ahora reniega abiertamente del marxismo y se considera


«comunista no marxista», no puede sino causar la risa cuando intenta hablar de
las debilidades marxistas de Elena Ódena:

«No entiendo qué encontráis aprovechable en los textos de doña Elena. No


recuerdo ni uno solo que fuera presentable. Daban vergüenza». (Cartas de
Lorenzo Peña al Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Nosotros sí que podríamos citar varias obras de Ódena de transcendencia.


Destacaríamos entre ellas:

–Elena Ódena; ¿Por qué todos los militantes deben adquirir el hábito de estudio
individual?, 1966

–Elena Ódena; Sobre algunas cuestiones de principio, 1967

–Elena Ódena; La mujer española y la lucha contra la dictadura franquista, 1967

–Elena Ódena; Los intereses del pueblo español no pueden coincidir con los del
Mercado Común, 1973

–Elena Ódena; Contra el liberalismo, 1974

–Elena Ódena; El liberalismo, fuente de desviaciones y errores en las filas del


partido, 1975

–Elena Ódena; La dictadura del proletariado, democracia de tipo superior para


el pueblo, 1976

–Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las


guerras, 1979

973
–Elena Ódena; Acerca de la necesidad y la importancia de estudiar y difundir
los fundamentos del marxismo-leninismo, 1981

–Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981

–Elena Ódena; Actualidad y desarrollo del marxismo, 1983

–Elena Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 1984

–Elena Ódena; El papel de los factores internos y externos en el desarrollo de


los partidos, 1985

Seguramente pudiéramos citar muchos más y popularizar muchos otro si los


falsos devotos de su legado como Raúl Marco hubieran liberado todo el material
existente en su momento. Ya que no todas las obras se encuentran en sus
compilaciones de «Escritos Políticos I y II» o en «Escritos sobre la transición»
publicados tras su muerte en 1986, sino que varios de ellos se encuentran bajo
diferentes pseudónimos en los «Vanguardia Obrera» y otros medios.

Vayamos al meollo de la cuestión. Leamos sin más algunos de los comentarios


más concretos de Lorenzo Peña contra Elena Ódena:

«La camarada Elena Ódena estaba en profundo desacuerdo con varias de las
tesis esenciales del materialismo dialéctico e histórico y de la cosmovisión de la
tradición doctrinal marxista-leninista. Si bien reconocía que, en última
instancia, lo económico era determinante, eso lo circunscribía a un plano que
podríamos considerar metafísico, de modo que, a cualquier efecto teórico o
práctico, había que pensar como si lo económico no determinara nada en
absoluto –y en realidad como si careciera de importancia–». (Lorenzo Peña;
Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

¿Qué concepción tenía Elena Ódena en realidad? Lejos de lo que dice Lorenzo
Peña, ella albergaba una concepción marxista concibiendo el factor económico
como factor no únicamente decisivo, pero sí el de mayor importancia:

«En su célebre: «Prólogo a la contribución a la crítica de la economía


política», escrita por Friedrich Engels en agosto de 1859, Marx expuso
genialmente las bases fundamentales del materialismo aplicadas al estudio de
la sociedad y a su historia. Desafiamos a cualquiera de «nuestros»
marxiólogos antimarxistas actuales, que pretenden que Marx y el marxismo
están superados y enterrados, a que refuten las siguientes palabras que Marx
escribió en el mencionado prólogo, explicando cuáles son los factores básicos
que determinan la naturaleza de las relaciones sociales, y las causas
determinantes de los cambios en la sociedad.

«En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas


relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de
producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se

974
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.
No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario,
el ser social es lo que determina su conciencia». (Karl Marx; Prólogo a la
contribución a la crítica de la economía política, 1859) (...)

Analizando la transcendencia del descubrimiento de la concepción


materialista de la historia, Lenin decía que la consecuente aplicación de dicha
concepción y la extensión del materialismo al dominio de los fenómenos
sociales, había superado los dos defectos fundamentales de las viejas teorías de
la historia, ya que esas teorías, solamente tenían en cuenta los móviles
ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de
esos móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema
de las relaciones sociales, sin ver las raíces de éstas en el grado de desarrollo
de la producción material». (Elena Ódena; Actualidad y desarrollo del
marxismo, 1983)

Lorenzo Peña vuelve a la carga y afirma que:

«[Ódena] Rechazaba que el imperativo teleológico, el imán del progreso


histórico humano, sea el crecimiento de las fuerzas productivas. Esa tesis no le
merecía más que desprecio. De ese desarrollo ya se había encargado la
burguesía y ahí había terminado su misión. Aparentemente opinaba que las
fuerzas productivas ya no debían desarrollarse más». (Lorenzo Peña; Amarga
juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Lorenzo Peña no tiene en cuenta la relación entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, metafisicamente solamente pone como factor
determinante a las fuerzas productivas y su constante desarrollo como hacían
los ideólogos de la II Internacional. ¿Qué concepción tenía Elena Ódena en
realidad? ¿Despreciaba la necesidad de elevar las fuerzas productivas, del factor
técnico en la construcción del socialismo? Lo contrario a lo que afirma Lorenzo
quien no tiene en cuenta las fuerzas productivas en el devenir social:

«En cuanto a las causas determinantes de los cambios sociales que se


producen a lo largo de la historia, Marx dice que:

«Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas


materiales de la sociedad, chocan con las relaciones de producción existentes,
o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí». (Karl Marx;
Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política, 1859)

Explicando también científicamente la necesidad para el conjunto de la


sociedad de cambios revolucionarios sociales, Marx afirma que:

«De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se


convierten en trabas de ellas. Y se abre así una época de revolución social. Al
cambiar la base económica se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la

975
inmensa superestructura erigida sobre ella». (Karl Marx; Prólogo a la
contribución a la crítica de la economía política, 1859)

Vemos pues cómo Marx, al aplicar el materialismo dialéctico al estudio de los


fenómenos sociales de la historia, estaba forjando una valiosa arma al servicio
de las masas explotadas y oprimidas para luchar contra las concepciones
reaccionarias de la historia, basadas en la in-mutabilidad de los sistemas
sociales –¡siempre habrá ricos y pobres!, etc.– y en las absurdas explicaciones
superficiales y anticientíficas de los historiadores reaccionarios y burgueses
acerca del desarrollo y los cambios de la sociedad. Marx afirmaba también de
este modo la inevitabilidad del derrocamiento del actual sistema capitalista y
su sustitución por un sistema superior más avanzado desde el punto de vista
económico, social y ético –moral– y en consonancia con el desarrollo de las
fuerzas productivas y las relaciones de producción. Ese sistema, según Marx,
no podía ser otro que el socialismo, fase inferior de la sociedad comunista».
(Elena Ódena; Actualidad y desarrollo del marxismo, 1983)

En otra parte dice Lorenzo sobre Ódena:

«Tampoco se creía otra tesis central del marxismo: la de que la subjetividad


humana está constreñida por leyes objetivas. Antes bien, creía en el libre
albedrío». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Dando a entender que Ódena era una persona con:

«Sus opiniones doctrinales eran vaporosas, etéreas, inconcretas. Su


compenetración ideológica con la enseñanza de los pensadores clásicos a los
que creía adherirse era superficial y selectiva de lo más. Su sentido pragmático
la alejaba de ese rigor o escrúpulo lógico que rehúye la inconsecuencia. Su
utilización de la teoría era instrumentalista y regida por el principio de
oportunidad». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria,
2010)

¿Esto era cierto? Para nada:

«En cuestiones de principio no hay término medio posible. Lo que queremos


significar cuando hablamos de una «cuestión de principio» es un problema
respecto del método que se emplea para resolver una determinada cuestión,
teórica o práctica, de acuerdo con las leyes generales que gobiernan el
desarrollo de las cosas. Si nos equivocamos en cuanto a esas leyes generales, si
el método empleado para resolver una cuestión teórica y práctica no
concuerda con esas leyes generales, entonces no podremos por menos que
cometer errores de principio, los cuales se traducirán inevitablemente en toda
una serie de errores prácticos». (Elena Ódena; Notas para la escuela del
partido, 1981)

Sobre los escritos de Elena Ódena no podemos decir precisamente que ofreciese
un lenguaje intelectualoide, enmarañado, misterioso y abierto a especulaciones
sobre su interpretación, todo lo contrario. En sus obras siempre encontramos
una afirmación y posicionamiento conciso del tema en cuestión, y en caso de
que con el tiempo se tuviese que rectificar algo, no era derivado de un mero

976
pragmatismo oportunista, sino que era producto y resultado de un proceso
dialéctico de conocimiento. A pesar de ello, si somos críticos, como ya hemos
relatado en capítulos anteriores, puesto que en algunos documentos Ódena al
igual que otros jefes del partido, esgrimían artículos muy breves de poco
contenido argumentativo a la vez que muy abundantes en insultos. En otras
ocasiones, se exageraban el papel e influencia del partido mientras se eludía una
necesaria y extensa autocrítica sobre ciertos temas que no habían sido tratados
correctamente. Pero este criticismo lo podemos afirmar con credibilidad y
autoridad moral nosotros que demostramos valorar los aciertos y errores de
Elena Ódena sin filias ni fobias, algo que no puede hacer Lorenzo Peña quien
demuestra un subjetivismo y una inquina personal en todo lo relacionado con
ella.

Siguiendo con los temas filosóficos, Lorenzo vuelve a calumniar a Ódena


afirmando que no entiende la médula de la dialéctica y las contradicciones:

«De la teoría dialéctica del marxismo rechazaba casi todo. Los grados no iban
con ella. (...) Su visión era totalmente discontinuista y saltuaria. Siempre
pensaba por dicotomías: todo o nada. De la afirmación dialéctica del paso de
la cantidad a la cualidad, lo que suele expresarse como «salto cualitativo», ella
tomaba el salto y dejaba lo demás: veía los hechos históricos como saltos,
descartando como zarandajas los estadios intermedios y excluyendo cualquier
dosificación o ponderación». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de
egohistoria, 2010)

Dejemos una vez más a la propia Ódena exponer sus alegatos de defensa ante
tales acusaciones:

«1) La dialéctica considera a la naturaleza como un todo articulado único. Los


objetos y los fenómenos dependen unos de otros y se condicionan
recíprocamente.

2) La dialéctica considera la naturaleza en estado de perpetuo movimiento,


cambio y renovación. Siempre hay algo en ella que nace y se desarrolla, y algo
que caduca y muere.

3) La dialéctica considera el desarrollo de la naturaleza como un proceso, en el


que los cambios cuantitativos se van produciendo de manera imperceptible,
provoca brusca y repetidamente cambios radicales, cualitativos. Así, el
desarrollo va siempre de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior. La
cantidad –acumulación de pequeños cambios– se transforma en calidad –
creándose una nueva situación–.

4) La dialéctica parte del criterio de que los objetos y fenómenos de la


naturaleza encierran siempre contradicciones internas, con su lado negativo y
su lado positivo, su pasado y su futuro; su desarrollo y su caducidad. La lucha
entre ambos lados contrapuestos, constituye el contenido inferior del proceso
de desarrollo. «El desarrollo –ha dicho Lenin– es la lucha de los contrarios».
Esta lucha entre las tendencias contrapuestas es la que empuja hacia adelante
todo proceso». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981)

977
Sobre el modelo del pensamiento económico de ella, comentaría Peña:

«Dudo también que se hayan formulado críticas teóricas al modelo del


socialismo autogestionario, tan al alza en la ideología sesentayochesca. Todo
eso puede ser paradójico pero era así. (...) Menos aún era partidaria de una
economía planificada. Como los chinos habían criticado la autogestión
yugoslava, no se atrevía a defenderla; pero, en el fondo, ésa era su inclinación,
que se compaginaba bien con todo su modo de pensar». (Lorenzo Peña;
Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Aquí el ignorante Lorenzo Peña incurre en un doble error, la autogestión lejos


de ser criticada, fue especialmente alabada por los revisionistas chinos:

«Es comprensible que los camaradas yugoslavos tengan un resentimiento


particular contra los errores de Stalin. En el pasado, hicieron esfuerzos
meritorios para pegarse al socialismo en condiciones difíciles. Sus
experimentos en la gestión democrática de las empresas económicas y otras
organizaciones sociales también nos han llamado la atención. El pueblo chino
da la bienvenida a la reconciliación entre la Unión Soviética y otros países
socialistas, por una parte, y Yugoslavia, por otra, así como el establecimiento
y desarrollo de relaciones amistosas entre China y Yugoslavia». (Renmin
Ribao; Una vez más sobre la experiencia histórica de la dictadura del
proletariado, 29 de diciembre, 1956)

Y por otro lado, el PCE (m-l) imprimió y popularizó obras de Enver Hoxha
como: «La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista» de 1978. Aun
así observemos lo que la propia Ódena opinaba del titoismo y la llamada
autogestión:

«El socialismo de «autogestión», vieja fórmula antimarxista puesta al día en


Yugoslavia, es un pretendido socialismo autogestionario practicado hoy en la
Yugoslavia titoista, que nada tiene que ver ni con la dictadura del
proletariado, ni con una verdadera construcción del socialismo. Se trata de
una burda falsificación, de un pretendido «socialismo democrático», basado
en teorías anarquistas y oportunistas de Proudhon, y Bakunin entre otros.

En su Informe al VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, Enver


Hoxha dice al respecto:

«La autogestión titoista es una gestión burguesa, ecléctica, una doctrina que
en Yugoslavia ha conducido a una gran confusión política y económica, a un
desarrollo económico débil y desigual, a profundas diferencias sociales y
disensiones nacionales y a la degeneración de la vida espiritual». (Enver
Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de
noviembre de 1976)

En efecto, en la Yugoslavia de la llamada «autogestión socialista», que


también defienden en España toda una serie de pseudosocialistas –incluidas
corrientes mayoritarias del PSOE– y anarquizantes pequeño burgueses en
feroz oposición a la dictadura del proletariado, existen la mayor parte de los

978
rasgos de un Estado capitalista. Se producen crisis económicas cíclicas como
en el mejor de los Estados capitalistas –en los años 1960-62, 1968-69 y en la
actual fase de crisis generalizada del capitalismo–; existe la propiedad
privada de los medios de producción tanto de manera enmascarada, en tanto
que propiedad «administrada» por grupos de obreros, como en la forma
abierta. En el campo predomina la pequeña y media propiedad privada
capitalista, la cual está sujeta a todos los problemas y dificultades de cualquier
agricultura capitalista.

Actualmente existe paro masivo en Yugoslavia –aproximadamente un millón


según cifras reconocidas por el propio Gobierno yugoslavo–. Otro fenómeno
«original» bajo el «socialismo» autogestionario titoista es la emigración, es
decir, la exportación de mano de obra. Más de 1.300.000 jóvenes, técnicos y
especialistas yugoslavos se han visto obligados a emigrar a Alemania Federal,
Francia, Bélgica, Estados Unidos., etc., para ser explotados por los capitalistas
de esos países. Finalmente y para completar este breve esbozo del «paraíso»
del llamado socialismo autogestionario, la economía yugoslava no sólo no se
basa en modo alguno en sus propias fuerzas, sino que su base fundamental son
los créditos extranjeros, el capital de las multinacionales de Estados Unidos,
Alemania, Francia, Inglaterra y Suiza esencialmente –más de 11.000 millones
de dólares–». (Elena Ódena; Stalin y la dictadura del proletariado, 1979)

Hablando de la línea exterior del PCE (m-l) de Ódena, Lorenzo Peña con una
versión totalmente revisionista afirma cosas que no son ciertas u otras que
revelan su carácter tercermundista:

«Para los representantes de la línea mayoritaria –septentrional–, era


menospreciable todo el movimiento de liberación nacional de los pueblos
oprimidos por el colonialismo y el neocolonialismo; a su entender, lo que
contaba era la lucha del proletariado. (...) En su eurocentrismo, la Voluntad
Predominante en el Ejecutivo –adalid de la línea septentrional– rehusaba
entrar en finuras: todas esas luchas desbordaban su esquema burguesía/clase
obrera. No admitía que pudiera valer ningún combate a menos que estuviera
capitaneado por un partido de vanguardia marxista-leninista que combatiera
por la dictadura del proletariado y por el socialismo –socialismo en su versión
m-l, con exclusión –evidentemente– de cualquier otra–. Conque le eran
indiferentes todas las evoluciones en el tercer mundo. (...) Bajo su influjo,
Vanguardia Obrera guardó silencio total sobre las evoluciones y los
acontecimientos políticos en el Perú –gobierno nacionalista del general Juan
Velasco Alvarado–, Guyana, Malí, Congo-Brazzaville y prácticamente
cualesquiera otros. Fuera de los temas de España, sólo se hablaba de China,
Albania y Vietnam, salvo para atacar a los soviéticos. La excepción fue algún
artículo que logré meter –casi de cuña– sobre Palestina. Ni siquiera se
mencionaban las luchas antiimperialistas en América Latina. (...) He evocado,
en concreto, lo de Iraq porque efectivamente ese problema se planteó una vez
en nuestras discusiones –aunque el jarro de agua fría que se me echó me
desanimó de volver a plantear ese asunto o cualquier otro relacionado–».
(Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

De este comentario de Lorenzo Peña podemos concluir que:

979
a) Cualquiera que haya podido acceder a las ediciones de «Vanguardia Obrera»
tanto de antes de 1972 como después, podrá ver las constantes referencias a
países como Nicaragua, Chile, Perú, Bolivia, Burkina Faso, Sahara, Palestina, y
otros países de desarrollo medio o bajo. El deseo de Lorenzo Peña hubiera sido
que un pretendido partido marxista-leninista hiciera de publicista de los
gobiernos tercermundistas de turno y los supuestos triunfos de sus dirigentes,
pero el deber del PCE (m-l) eral el de explicar a las masas de todos los países las
luchas que llevaban a cabo los respectivos partidos marxista-leninistas contra
las vacilaciones y demagogia de muchos de esos gobiernos, como era el caso del
MAP-ML y su denuncia del FSLN en Nicaragua, donde el tiempo ha demostrado
quien tenía razón.

b) No se trataba de que para el PCE (m-l) las «únicas luchas se dieran entre
burguesía-proletariado», o que los movimientos de liberación nacional no
fuesen importantes, pero obviamente no se iba a calificar de «antiimperialista»
o peor aún de «socialista» a cualquier gobierno que se autodenominase como
tal, como deseaba hacer Lorenzo Peña con por ejemplo la Cuba de Castro, el
Perú de Velasco o el Irak de Hussein. Para Peña el problema es además que hay
más de un socialismo, aparte del marxista-leninista, y que el PCE (m-l)
despreciaba estos «variados socialismos». O sea que para él, como buen
revisionista, el problema reside en que somos demasiados «dogmáticos» con los
ensayos nacionalistas, militaristas y religiosos de estos regímenes, que bien
pueden ser recibidos como progresistas y socialistas según su visión ecléctica.
Está sobradamente demostrado que socialismo solo hay uno y es marxista-
leninista, todos los demás pretendidos socialismos no han sido más que
proclamas que parten fundamentalmente del idealismo filosófico, siendo por
tanto y en esencia ideas enfrentadas al materialismo dialéctico, mientras que el
concepto económico de esos «otros socialismos» que refiere Peña operan dentro
del capitalismo y sus leyes fundamentales, mientras en lo cultural los gobiernos
tercermundistas no hacen disimulo de hacer acopio de rasgos retrógrados ante
los cuales sus seguidores no saben donde meterse.

c) El PCE (m-l) registró las noticias de los movimientos de liberación nacional


de Vietnam, El Salvador, Camboya, Laos, Zimbabue, y otros, algunos de ellos
incluso estaban liderados por movimientos autodenominados movimientos
marxistas, a los cuales apoyaba en algunas luchas determinadas como la
expulsión del imperialismo extranjero, pero siempre se recalcaba los límites de
dichos movimientos cuando no eran marxistas de verdad, incluso los condenaba
duramente cuando se veía que el movimiento en su evolución era reaccionario
en su política interna, o se aliaba con algún bloque imperialista –como el caso
de Vietnam o Camboya–. De no haber criticado a estos movimientos se habría
caído en posiciones ridículamente tercermundistas.

Si observamos el artículo de M. Serrada «Los comunistas ante los movimientos


de liberación nacional» podremos ver la clara postura del PCE (m-l) sobre esta
cuestión:

«Por lo general, todos, socialdemócratas y revisionistas, se manifiestan por la


liberación nacional de los pueblos. Hoy de lo que suelen olvidarse es de su
liberación social. No les importa demasiado un movimiento de liberación

980
nacional siempre que las burguesías y sectores pequeño burgueses de los
países afectados dirijan los procesos en colaboración con uno u otro
imperialismo según las circunstancias y lugar y los mantengan en la órbita del
capitalismo en general y de uno u otro imperialismo. En efecto, muchos
movimientos de liberación nacional que han movilizado en su justa lucha a
pueblos enteros, tras la toma de poder o han pasado a depender de otro
imperialismo o han continuado bajo la órbita de sus antiguos colonizadores.
En ambos casos, en beneficio de las nuevas burguesías nacionales dirigentes
de los procesos de liberación nacional, que no social. (...) Separar la lucha por
la liberación nacional de la lucha por la revolución social y por la dictadura
del proletariado es tanto como abandonar dicha lucha en manos de las
burguesías de cada país, aliadas, en definitiva, en connivencia, con uno u otro
imperialismo. (...) El apoyo de los comunistas ha de ir orientado a impulsar la
liberación nacional hacia la liberación social y a tomar su dirección, eso
significa fomentar la lucha de clases en el seno de los movimientos de
liberación nacional y lucha porque el proletariado y su partido, siempre que lo
haya, gane terreno en ellos o impulsar a su cabeza a los sectores más
oprimidos y explotados de la población. (…) Se trata, precisamente de eso, de
que en nuestra época del proletariado de las naciones oprimidas ha de tener
también su política independiente de clase que ha de ir más allá del simple
objetivo de «liberación nacional», que no debe pararse ahí y que debe llevar la
lucha de clases hacia adelante y no practicar la unidad nacional en todos los
terrenos con su propia burguesía. Cuánto más ha de ser así, si la burguesía
propia se muestra, bajo la disculpa de combatir al imperialismo extranjero,
como reaccionaria, oscurantista y sanguinaria». (Vanguardia Obrera; Nº
500, 1985)

Como colofón al ridículo de acusaciones, Lorenzo Peña nos soltó sin más, como
hubiera hecho cualquier hooligan del PCE (r) o PCE del pasado o actualidad,
que:

«Elena Ódena siempre fue criptotrosquista». (Cartas de Lorenzo Peña al


Equipo de Bitácora (M-L), 2017)

Suponemos que Peña desconoce o quiere acordarse de los variados escritos


personales de Ódena contra el trotskismo. Debe de ser que en obras como:
«¿Trotskismo o marxismo-leninismo?» de 1968, «El trotskismo y nuestra
política de alianzas» de 1969 o «Algunas puntualizaciones sobre el
izquierdismo» de 1972, donde se critican puntos esenciales del trotskismo, Peña
sigue viendo trotskismo, exactamente como harían otros enemigos de Ódena
como el thälmanniano Wolfgang Eggers, que en el artículo: «El
internacionalismo proletario y el trotskismo» de 1984 acusaría a la dirigente de
«posiciones trotskistas» cuando precisamente era un artículo realizado para ver
las diferencias entre los conceptos sobre internacionalismo proletario de los
marxistas y los trotskistas. También en su momento los cabecillas del Partido
Comunista de España (reconstituido) calificaron a Elena Ódena de trotskista, de
«falangista» o incluso de infiltrada en el movimiento obrero. Que un poliagente
del imperialismo como Arenas diga esto, cuando como buen trotskista se ha
vendido a varios imperialismos dependiendo de la época –primero al
socialimperialismo chino, luego al socialimperialismo soviético y ahora al
bloque actual sino-ruso–, tampoco hay que darle mayor importancia, pero

981
siempre hay que restablecer la verdad histórica, y esto es muy fácil sacando la
documentación a la luz. No por casualidad los que utilizan el calificativo de
trotskista como insulto, resultan ser los más connotados trotskistas en lo
teórico-práctico.

Que el renegado Lorenzo Peña, un furibundo defensor de la Cuba castrista, en la


actualidad uno de los centros mundiales del trotskismo, acuse de trotskismo a
otros, es por lo menos risible.

Llegados a este punto, se puede decir sin tapujos que Lorenzo Peña no solo es
un renegado, sino que es un calumniador de primera sin ningún tipo de
escrúpulos. Con este tipo de actuaciones demuestra, que por su actitud el
trotskista es precisamente él, porque precisamente el trotskismo se ha
caracterizado en su esencia por:

«–La distorsión de los hechos histórico bajo alegatos no demostrables, sumado


a la reivindicación y vanaglorización de un pasado indemostrable o falso. Lo
que convierte al trotskista en un falseador de la historia, en un mitificador-
mistificador por antonomasia, y en consecuencia en un promotor de la
historiografía burguesa.

–Con el uso del chisme, la calumnia y el insulto ante el debate teórico, sumado
a otras técnicas como la desviación de la atención de la cuestión principal –
dialéctica erística y diversionismo ideológico–; también encontramos la
aceptación formal de los principios y su traición en la práctica. Esto convierte
a los trotskistas en teóricos estériles». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre el
falso antitrotskismo, 3 de enero de 2017)

Como se ha podido comprobar, la degeneración ideológica de Lorenzo Peña y


sus comentarios son propios un pobre diablo. Se supone que destacaba por su
dominio teórico pero sus comentarios no resisten el menor análisis. Lorenzo
Peña pasará a la historia sin pena ni gloria, sera una gota más en un océano de
oportunistas eclécticos. Que en un momento haya tenido cierta relevancia
dentro de la esfera de un partido comunista solo indica hasta que punto se
rebajó el nivel del movimiento comunista para que elementos mediocres como
Jruschov, Carrillo, Raúl Marco, Chivite o él hayan tenido oportunidad de jugar
un papel destacado. La prueba de su innegable mediocridad es que hoy la
mayoría de los trabajadores no conocen quien son, o no les recuerdan
precisamente con cariño, sino con rencor. Tampoco se les recuerda como
grandes teóricos ni como grandes organizadores… ¡ni siquiera como grandes
oradores demagogos como destacaron en su día Trotski o Ibárruri! Son tan
paupérrimos que nunca se destacaron en nada salvo en la intriga, en el arte del
cinismo, siendo su mejor baza el ascender sin hacer ruido, pasando
desapercibidos. Reconozcamos que aunque mezquino, esto también es una
virtud objetivamente hablando. Los líderes revisionistas de hoy también se
pavonean por haber logrado crear su parroquia de fieles cándidos a los cuales
creen que podrán engañar eternamente. Pero ellos también deberían aprender
lo que le ocurrió a sus homólogos del pasado: la historia no perdona, y el
tiempo, pone cada uno en su sitio, al menos, casi siempre, ya que para ello
depende de la labor de esclarecimiento de los marxista-leninistas. Y en esto,
tienen todas las de perder, ya que aunque ellos cuenten con grandes medios

982
financieros y humanos, siempre les faltará la coherencia, lo cual no se puede
comprar con dinero ni ocultar eternamente con discursos hipócritas.

Este triste personaje que es Lorenzo Peña, en la actualidad niega el principio


federal como solución para los pueblos hispánicos argumentando que:

«El modelo federal sería una agravación de esa desigualdad que ya está
establecida y además introduciría de soslayo esas entidades puramente
artificiales salidas de la nada. (…) Yo prefiero el modelo jacobino francés, que
es centralista». (Crónica Popular; Entrevista de Sergio Camarasa a Lorenzo
Peña, 8 diciembre de 2014)

Lorenzo Peña, sumándose al revisionismo histórico de otros intelectuales de


izquierda, se ha apuntado a la moda de deformar el marxismo y su evolución
afirmando que está restaurando la verdad histórica del marxismo sobre la
cuestión nacional. Pero solo cuenta una parte de la película.

Se presupone que el modelo autonómico español actual de organización del


territorio es algo intermedio entre el federalismo y el unitarismo.

«Hay dos puntos que distinguen a un Estado federal de un Estado unitario, a


saber: que cada Estado integrante de la federación tiene su propia legislación
civil y criminal y su propia organización judicial, y que, además de la Cámara
popular, existe una Cámara federal en la que vota como tal cada cantón, sea
grande o pequeño». (Friedrich Engels; Contribución a la crítica del proyecto
de programa socialdemócrata, 1891)

Algunos podrían no ver muchas diferencias entre el modelo autonómico y el


federalismo. Pero hay una diferencia fundamental entre el modelo territorial
organizativo federalista y el de las autonomías. El modelo autonómico español
otorga autonomía para las regiones, pero niega la soberanía y libertad de como
se quieren articular desde el principio. Es decir, es una autonomía otorgada
desde el Estado central, no debatida: impuesta. Exactamente como el modelo
unitario que se suele caracterizar por imponer una uniformidad no por
consenso sino por coacción. El modelo federal que han defendido las
organizaciones revolucionarias históricamente es todo lo contrario, presupone
simplemente: un libre ejercicio de los destinos de los pueblos.

Sobre los errores producidos con el modelo autonómico como la desigualdad


territorial debemos decir que ello no es producto en sí del modelo sino del
sistema de relaciones de producción capitalista, ya que esto ocurre sin distinción
en todos los países más allá del modelo que adopten, es una ley inherente al
sistema económico, si la división internacional del trabajo conlleva una
desigualdad entre países, a menor escala sucede lo mismo en las regiones
internas de un Estado capitalista. El hecho de que Lorenzo Peña achaque este
fenómeno al modelo territorial de las autonomías solo puede ser una
confirmación más de que ya hace mucho tiempo desertó de las filas marxistas.

También es correcto que el actual modelo tiene errores de base como la división
territorial artificiosa, pero precisamente los principales valedores del
federalismo español como Pi y Margall ya denunciaban esto. Véase la denuncia

983
sobre la división territorial administrativa de 1833, de la cual han partido una
mayor fragmentación de territorios en provincias por motivos meramente
administrativos, por contentar o equilibrar desfases en otras regiones, etc.

Por otro lado, aquello que comenta aquí Lorenzo Peña de que es mejor la
implantación de una república centralista unitaria para España, de aplicarse
actualmente equivaldría a estimular más las voces independentistas en las
distintas zonas de la península y fuera de ella. Una idea suicida. Inicialmente los
bolcheviques eran los más acérrimos enemigos del federalismo ya que
consideraban que ello lastraba la unificación del proletariado, desconectaría
económicamente las regiones y podría hacer proliferar la mentalidad
regionalista y nacionalista. Este fue el pensamiento general del marxismo
viendo los resultados históricos del federalismo burgués y de los movimientos
federalistas pequeño burgueses como el anarquismo. Pero fue así hasta que los
bolcheviques, antiguos antifederalistas, reconsideraron dicha postura en 1917
como nos explica Stalin, entendiendo que no se podía ignorar la cuestión
nacional, ya que era una cuestión social real que no se podía saltar sin más, y
que para lograr una unificación futura de todo el proletariado, el federalismo era
un principio válido para el marxismo, un puente para amortiguar las diferencias
nacionales, tejer lazos de amistad y unión:

«En el libro de Lenin «El Estado y la revolución» de agosto de 1917, el partido,


en la persona de Lenin, da el primer paso serio hacia el reconocimiento de la
admisibilidad de la federación como forma transitoria «hacia una república
centralizada». (…) Esta evolución del punto de vista de nuestro partido en
cuanto a la federación estatal obedece a tres causas. Primera causa: al estallar
la Revolución de Octubre, muchas nacionalidades de Rusia se encontraban, de
hecho, completamente separadas y aisladas unas de otras, y por ello la
federación resultó ser un paso adelante para acercar, para unir a las aisladas
masas trabajadoras de esas nacionalidades. Segunda causa: las formas
mismas de federación que se perfilaron en el proceso de la construcción del
régimen soviético no resultaron ser, ni mucho menos, tan contradictorias a los
objetivos del acercamiento económico de las masas trabajadoras de las
nacionalidades de Rusia como lo pareciera en un principio; más aún, resultó
que no contradecían en absoluto a estos objetivos, como lo ha demostrado
posteriormente la práctica. Tercera causa: el peso específico del movimiento
nacional resultó ser mucho mayor y el camino hacia la unión de las naciones
mucho más complejo de lo que pareciera antes, en el período anterior a la
guerra o en el período precedente a la Revolución de Octubre». (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Notas a la obra: Contra el federalismo de
1917, 1924)

El citado artículo de Lenin de 1918 es el siguiente:

«La República Soviética de Rusia se instituye sobre la base de la unión libre de


naciones libres, como Federación de Repúblicas Soviéticas nacionales. (...) Al
mismo tiempo, en su propósito de crear una alianza efectivamente libre y
voluntaria y, por consiguiente, más estrecha y duradera entre las clases
trabajadoras de todas las naciones de Rusia, la Asamblea Constituyente limita
su misión a estipular las bases fundamentales de la Federación de Repúblicas
Soviéticas de Rusia, concediendo a los obreros y campesinos de cada nación la

984
libertad de decidir con toda independencia, en su propio Congreso de los
Soviets investido de plenos poderes, si desean, y en qué condiciones, participar
en el gobierno federal y en las demás instituciones soviéticas federales».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Declaración de los derechos del pueblo
trabajador y explotado, 1918)

Algo, por tanto, lógico:

«Nuestros adversarios, aun los que menos parecen distar de nosotros, han
llegado a creernos enemigos de la unidad; y conviene que entiendan que, si no
admitimos la que nace de la fuerza, estamos decididamente por la que es hija
del libre consentimiento, a nuestro entender el sólo vínculo racional entre los
hombres». (Francisco Pi y Margall; Las regiones de España, 12 de diciembre
de 1891)

En fin… para los anales de la historia quedarían las palabras de Pi y Margall


contra los enemigos del federalismo:

«Es la federación el mejor de los sistemas, ya que une y es capaz de unir todos
los pueblos de la tierra, sin que ninguno sufra quebranto de su libertad. Es la
federación corona y remate de la obra liberal, ya que emancipa a la par de la
nación las regiones y los municipios, hoy aún sujetos a la bárbara
servidumbre. Es la federación la que mejor resuelve el problema colonial, ya
que convierte las colonias en Estados autónomos sin disgregarlas de la
metrópoli. La aconsejan en todas las partes la política, la razón, humanidad, el
hombre; la aconsejan aquí, además, la índole y la constitución del reino.
¿Habrá pueblo más indicado para la federación que nuestra España, mezcla
de razas, de idiomas, de leyes, de aptitudes y de tendencias? El establecimiento
de la federación, se dice, podrá traer complicaciones. ¿Qué cambio político no
las trajo? Unitaria, ¿dejaría la república de traerlas? La federación no es
nueva en el mundo. Para establecerla no se ha de recorrer nuevas sendas.
¿Qué revolucionarios son además esos que se espantan ante las contingencias
de la revolución?». (Francisco Pi y Margall; Lecciones de controversia
federalista, [publicado post morten por su hijo Joaquín Pi i Arsuaga en 1931])

Estas palabras todavía resuenan.

¿Por qué el federalismo podría ser una opción viable para España? En esa línea
Lenin comenta sobre el federalismo, que existiendo un claro caso de cuestión
nacional, el federalismo no solo se puede contemplar, sino que es necesario:

«Engels, como Marx, defiende, desde el punto de vista del proletariado y de la


revolución proletaria, el centralismo democrático, la república única e
indivisa. Considera la república federativa, bien como excepción y como
obstáculo para el desarrollo, o bien como transición de la monarquía a la
república centralizada, como «un paso adelante» en determinadas
circunstancias especiales. Y entre esas circunstancias especiales se destaca la
cuestión nacional. (…) Hasta en Inglaterra, donde las condiciones geográficas,
la comunidad de idioma y la historia de muchos siglos parece que debían
haber «liquidado» la cuestión nacional en las distintas pequeñas divisiones
territoriales del país, incluso aquí tiene en cuenta Engels el hecho evidente de

985
que la cuestión nacional no ha sido superada aún, razón por la cual reconoce
que la república federativa representa «un paso adelante». Se sobreentiende
que en esto no hay ni sombra de renuncia a la crítica de los defectos de la
república federativa, ni a la propaganda, ni a la lucha más decididas en pro de
una república unitaria, de una república democrática centralizada».
(Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

¡¿Y acaso no se ve que en España tampoco se ha liquidado la cuestión nacional,


que no ha sido superada aún?! Solo el mayor de los zotes políticos podría
declarar eso cuando la cuestión nacional sigue ocupando una gran parte, la
mayor parte de las noticias políticas relacionadas con España junto al tema de la
corrupción.

986
XII

Anexo
[El siguiente anexo es una carta que nos han hecho llegar un militante de Elche
durante finales de junio de 2020. En ella se relata lo que supuso para él la
documentación de Bitácora (M-L) para conocer la historia del viejo PCE (m-l) y
para confirmar la deriva revisionista de la organización que hoy porta sus siglas.

Siempre es interesante conocer y exponer al público cómo actúan en privado las


organizaciones revisionistas a todos los niveles: nacional, regional y local, y en
este caso la carta es sumamente interesante por ciertos detalles particulares
sobre la forma de proceder de su antigua dirección.

Como ya advertimos, por el propio carácter ecléctico de este tipo de


organizaciones, el fraccionalismo y la escisión son fenómenos asegurados,
nuestra crítica muestra al público su podredumbre interna y agudiza lo que ya
es un hecho.

Como ya ocurrió con otros documentos similares como pudo ser en su momento
el referido al PCE (r) o a RC, se confirma una vez más que la crítica
argumentada y científica siempre tiene eco entre los elementos honestos, los
verdaderos destinatarios de nuestro trabajo. Pero como sabemos, salir de ese
tipo de organizaciones retardarias es el primer paso, pero no el único:

«No queremos que se nos malinterprete en esta cuestión. No estamos


diciendo que los elementos que hayan militado parte o gran parte de su vida
en organizaciones revisionistas están condenados de por vida. No, el
haber mantenido posturas ajenas al marxismo o el haber militado en
organizaciones no marxistas es un proceso lógico que puede ocurrir en el
desarrollo dialéctico de la vida, formación y maduración de un revolucionario
desde sus inicios hasta que toma consciencia real y total de las cosas, y de ello
dependen varios factores como el origen social, el contexto cultural del
individuo, el ambiente en que se desarrolla, y los rasgos de personalidad que
porta, que puede hacer que ese viraje sea más corto o más largo, tenga más ziz
zags o menos. Pero tampoco nos equivoquemos, el mero hecho de separarse de
un partido revisionista no significa que seas un verdadero marxista-leninista.
Tal elemento debe realizar una autocrítica y examinar las razones de su
salida; y si es motivada por razones de incompatibilidad ideológica debe
preguntarse por qué ha militado entonces en esa organización; en caso de
darse cuenta de esa incompatibilidad ideológica tiempo después de entrar a
militar en dicho partido revisionista, entonces debe exponer qué es lo que ha
llevado a dicho elemento a discrepar de la línea política revisionista de su
partido; si finalmente se ha comprendido y expuesto correctamente el carácter
revisionista de su vieja organización, debe demostrar en la práctica que no
tolerará caer en el mismo lodazal de nuevo; del mismo modo que no debe
obsesionarse ni dejarse deslumbrar con las desviaciones y corriente
revisionista de su vieja organización, sino también estudiar y comprender el
resto de desviaciones y corrientes revisionistas, así como ser consecuentes y

987
exponerlas en igual medida». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre
Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

En consecuencia:

«Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber
automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas
agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la
mayoría de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por
cuestiones personales o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a
una ruptura plena con el lugar de donde proceden. (…) Esto significa que, si
realmente han roto con ellas por cuestiones de principios ideológicos, tendrán
que autocriticarse sin sentimentalismos que valgan y adherirse, finalmente, a
la línea comunista sin excusas de ningún tipo. Si no es así, solo podemos decir
que no pasarán nunca de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y, quizá, de
aliados en alguna cuestión determinada de los comunistas, pero nada más».
(Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido
Comunista de España (marxista-leninista), 2020)

Nota: Hemos reformulado el estilo estético de su escritura a nuestro formato.]

Carta de Cese de militancia del PCE (m-l) en Elche

Antes de desarrollar los motivos de mi salida de la Juventud Comunista de


España (marxista-leninista) y el Partido Comunista de España (marxista-
leninista), me gustaría recalcar que estos son puramente ideológicos. Quien me
conoce sabe de sobra que no soy alguien a quien le mueva el ego ni el interés
personal. Además, el camino fácil habría sido, evidentemente, hacerme un
hueco en el partido y no romper mi status quo personal, teniendo en cuenta que
durante mi militancia he podido conocer a personas que además de camaradas
considero amigos.

No obstante, en sintonía con mis principios, que no son otros que los del
marxismo-leninismo, considero que el PCE (m-l) se halla en la actualidad
completamente alejado de lo que un día fue, habiendo abandonado hace tiempo
–antes incluso de su refundación formal–, el campo del comunismo para
adentrarse en el del revisionismo.

Esta no es una decisión tomada de la noche a la mañana. Llevaba arrastrando


dudas y contradicciones sobre la línea del partido desde hace más de un año.
Aunque bien es cierto, y con total humildad y autocrítica, que tanto mis
carencias formativas como el seguidismo y el amiguismo, me impedían dar el
paso. Sin embargo, en los últimos meses estas contradicciones se han ido
agudizando, llevándome a las conclusiones que motivan mi salida y que a
continuación detallaré. He de subrayar la importancia que me supuso estos
meses la lectura de los capítulos del documento del Equipo de Bitácora
Marxista-Leninista: Ensayo sobre el auge y caída del PCE (m-l) de 2020, tanto
para esclarecer las dudas que arrastraba como para darme cuenta de otros
errores que no sólo desconocía, sino que en muchos casos profesaba. Aquí se
988
expone una radiografía de más de 900 páginas, tanto del viejo PCE (m-l) como
del actual, por lo que sobra decir que no existe una documentación tan
exhaustiva del partido en ningún otro lado.

Cuando entré a la JCE (m-l), hace alrededor de tres años, no lo hice como
consecuencia de un análisis político bien meditado. Por el contrario, esto
ocurrió a raíz de una manifestación, donde nos «engacharon» a mi grupo de
amigos y a mí. En aquel momento, mi formación política era prácticamente
nula, por lo que hasta que esta no fue elevándose, no pude darme cuenta de que
estaba en el lugar equivocado. Cabe decir, también, que mi crecimiento
ideológico no ha sido, en esencia, fruto de las formaciones realizadas en mi
célula, si no a través del aprendizaje individual. En mis aproximadamente 3
años de militancia, las formaciones han sido muy débiles, tanto por la cantidad
como por la calidad. Apenas hemos avanzado y profundizado fuera de las obras
más básicas, ni de estas formaciones se extraían conclusiones sólidas y
realmente aplicables. Eran tratadas como algo prácticamente formal. De hecho,
desde el pasado verano hasta el día de hoy, con suerte habremos tratado 2
pequeñas obras fuera de los documentos internos. Al respecto, asumo mi parte
de responsabilidad mientras he sido militante, en cuanto a no haber sabido
mejorar notablemente las formaciones de mi célula, pero lo fundamental aquí es
que desde el Partido se debería llevar un control exhaustivo de las formaciones,
carencias ideológicas –colectivas e individuales–, exigir rendir cuentas, etc., y
esto es totalmente inexistente por parte del PCE (m-l), haciendo notar su nulo
interés por lo ideológico y los principios.

Ha sido la lectura de las obras de Hoxha, Ódena, Lenin, etc., así como de los
documentos del antiguo PCE (m-l) y de los artículos de Bitácora M-L, como ya
he comentado, lo que me ha permitido avanzar. Obras que desde el partido se
tapan, ignoran o se desvirtúan completamente.

Me gustaría hacer hincapié, por último antes de comenzar, en que las críticas
que desarrollaré a continuación van dirigidas contra la cúpula del partido, que
ha impuesto su línea. Soy perfectamente consciente de que hay un gran número
de militantes honestos en el PCE (m-l), y más concretamente en su Juventud,
que por unos motivos u otros se mantienen en la organización. Contra los
primeros y por los segundos escribo esta carta.

1. Reconciliación con el revisionismo

Precederé con una explicación general sobre el revisionismo, puesto que me


parece totalmente preciso dado que desde el PCE (m-l) no se hace ningún
esfuerzo en tratar esta cuestión con claridad entre la militancia ni mucho menos
ante las masas.

La lucha contra el revisionismo es una parte ineludible y fundamental de la


lucha contra la burguesía y el capitalismo. De ninguna manera puede el Partido
Comunista aunar tras de sí al grueso de las masas obreras y populares del país si
no consigue apartar a estas de la influencia de fuerzas políticas reaccionarias
como son los revisionistas de todo tipo de pelaje. El revisionismo, al igual que la
socialdemocracia y cualquier corriente política burguesa, se opone, abierta o
encubiertamente, a la revolución y a la construcción del Socialismo.

989
Los revisionistas, de una forma u otra, tratan de inocular en la clase obrera
elementos que son ajenos a sus intereses de clase y contrarios, por tanto, al
marxismo-leninismo, que es la única teoría capaz de liberar al proletariado de
su explotación. También otras fuerzas democrático-burguesas o fascistas tratan
de hacer esto, es evidente. Sin embargo, los revisionistas constituyen un peligro
y obstáculo enorme para la clase obrera por la forma en que lo hacen:
disfrazándose de revolucionarios, de comunistas, tratan de impedir que nuestra
clase pueda contar con su herramienta decisiva para su emancipación: el
Partido Comunista, organizado y templado en el marxismo-leninismo.

La naturaleza del revisionismo es burguesa y su objetivo no es otro que desviar


al proletariado de la revolución para así seguir perpetuando su explotación. Es
absolutamente imposible luchar contra el capitalismo sin mantener una
confrontación abierta, clara e intransigente contra los revisionistas.

Sobre el peligro particular del revisionismo, decía Hoxha:

«El mal, el peligro es que los revisionistas modernos continúan utilizando


consignas que son la esencia de nuestra doctrina como guía para la acción,
pero ellos despojan en su gestión de toda su fuerza y organización. No
contentos de aplicar en la práctica lo contrario de estas fórmulas, las tuercen y
las manipulan de un modo diabólico y tortuoso. El fin de los revisionistas
modernos es, preservando ciertas fórmulas, deformar la doctrina marxista-
leninista en conjunto, a la vez que se edifican toda una serie de otras nuevas
teorías antimarxistas para corromper al proletariado de un país o al
proletariado mundial para poder así prolongar la existencia de la burguesía
capitalista, para alejar, por no poder totalmente eliminar, la revolución
proletaria en un país particular dónde las condiciones maduraron para este
fin o ya sea también en varios países simultáneamente». (Enver Hoxha;
Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de
noviembre de 1976)

El actual PCE (m-l) no responde a ese principio, no concibe (o no quiere


concebir) al revisionismo como un enemigo de clase. ¿Acaso alguien puede
afirmar sobriamente que el partido mantiene un combate ideológico feroz e
intransigente contra el revisionismo? Basta echar un ojo a sus órganos de
expresión para comprobarlo. A lo sumo, de forma extraordinaria, aparecen
críticas al «derechismo», «radical-oportunismo», «sectarismo», etc., pero que
no quedan en nada más que en vacua palabrería, omitiendo un enfrentamiento
directo, claro y sólido contra el revisionismo. Esto, por lo que he podido
comprobar, es una herencia del señor Raúl Marco y su teoría de la «polémica
silenciosa», que en realidad suponía no asumir que en ocasiones las
contradicciones habían llegado a un punto de no retorno y se debía criticar a los
oportunistas como lo que son. Véase el capítulo: «El miedo del PCE (m-l) a
exponer al público las divergencias con otros partidos» de 2020.

En el PCE (m-l) no solo se evita criticar al revisionismo, sino que abiertamente


se profesan dedicatorias y alabanzas al revisionismo de las cuales he sido
testigo. Un ejemplo palpable y reciente sería la invitación al IX Congreso de
2019 a representantes institucionales del revisionismo cubano y a cabecillas del

990
revisionismo patrio como Red Roja o el PCPE, que en el Octubre –periódico del
partido–, se recogería así:

«En el acto de clausura contamos con la fraternal presencia de la Ministra


Consejera de la Embajada de Cuba, y su responsable de prensa, que en un
encendido discurso esclareció brevemente la situación de Cuba y A. Latina,
denunció el imperialismo y abogó por la independencia y soberanía de los
pueblos; de representantes del pueblo palestino (del FPLP y del FDLP), que
explicaron la apuesta de imperialismo yanqui por la desaparición de
Palestina, por el control de sus recursos y la importancia de la solidaridad
internacional; de Red Roja, que subrayó la necesidad de un fuerte partido
comunista; del PCPE, que situó la dificultad de la actual situación política en
España al tiempo de las posibilidades que ofrece para avanzar; de Unión
Proletaria, que apuntó la necesidad de unidad de los comunistas; así como de
la UCR y del Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Coslada». (Octubre de
enero de 2020)

Yo además desconocía muchos de los intentos de unidad y fusión de la dirección


con grupos y grupúsculos revisionistas de todo tipo, Véase el capítulo: «Posición
del actual PCE (m-l) frente al revisionismo patrio» de 2020.

Esta reconciliación no se produce únicamente con el revisionismo patrio, sino


también a nivel internacional, incluso con aquellos que llevan décadas
detentando el poder político del Estado e impidiendo la construcción del
Socialismo. Un reciente comunicado del PCE (m-l) sobre el último atentado a la
Embajada de Cuba en EEUU decía:

«EEUU, como cualquier otro estado, está obligado a velar por la seguridad de
las misiones diplomáticas en su país. Sin embargo, su propaganda continua,
durante décadas, creciente con su actual gobierno y Presidente, contra una
isla que erguida mantiene en alto las banderas de la dignidad, la
independencia y la soberanía, crea el caldo de cultivo para este tipo de
agresiones.

El PCE (m-l) condena enérgicamente este atentado, uno más, contra la


soberanía cubana. Queremos mostrar nuestro apoyo solidario y fraternal al
pueblo cubano y sus instituciones. Enviamos un fraternal abrazo a los
compañeros de la embajada de Cuba en España.

(…) Afirmamos que ningún atentado terrorista, ninguna campaña


difamatoria, ningún embargo, ha doblegado el espíritu revolucionario del
pueblo cubano ni lo va a doblegar en el futuro. Cuentan, además, con la
solidaridad internacional.

¡En defensa de la soberanía cubana! ¡Solidaridad con el pueblo de Cuba! ¡Viva


Cuba revolucionaria!». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Condenamos la agresión a la embajada de Cuba en EEUU, 2020)

Esto simplemente va en contra de la línea del viejo PCE (m-l), que


desenmascaraba la esencia del castrismo-guevarismo y otras corrientes. Véase el

991
capítulo: «El PCE (m-l) y la rehabilitación de corrientes y elementos
revisionistas superados: el castrismo y el sandinismo» de 2020.

¡En esto ha quedado la histórica lucha del PCE (m-l) de Ódena y del
antirrevisionismo mundial contra el castrismo, en un apoyo sin condiciones al
revisionismo cubano! Semejante venta de principios hace indistinguible al PCE
(m-l) actual de otras organizaciones revisionistas como el PCPE, PCTE, PCE,
etc., suponiendo que será esta una de las razones por las que se busca la unidad
con ellos.

¿Acaso no son Rusia y China potencias imperialistas como lo es EEUU? ¿Acaso


el castrismo no ha vendido siempre la soberanía de Cuba a la potencia social-
imperialista o abiertamente capitalista de turno, como fuera en un principio la
URSS y después Rusia y China? ¿Acaso se olvida qué clase social detenta el
poder en Cuba y la naturaleza de su régimen?

Al contrario de lo que el PCE (m-l) afirma, la «Cuba revolucionaria» está por


llegar y será la Cuba que acabe de una vez por todas con el capitalismo y el
castrismo que lo mantiene. Sólo cuando el pueblo cubano emprenda la gloriosa
empresa de construir el socialismo, en un sentido marxista-leninista y no en el
sentido «jruschovista» ni «castrista» ni «tercermundista», será soberano e
independiente. Desenmascarar a estos mitos de la propaganda revisionista es
una tarea primordial de todo marxista-leninista, si no se quiere repetir la misma
historia, pero ni el PCE (m-l) ni el resto de partidos de la CIPOML parecen estar
interesados en afrontar tal empresa, prefieren unirse al coro revisionista y
lanzar halagos a Castro, Guevara y cía. Es tan lamentable la situación que hasta
la juventud del partido brasileño de la CIPOML tiene la cara del Che Guevara
¡¡EN SU LOGO!! y las publicaciones en torno a este tipo de personajes
pseudorevolucionarios son muy frecuentes a nivel general. ¿Y que dice el PCE
(m-l) al respecto? Nada de nada.

No estoy queriendo decir que Fidel Castro o el Che Guevara no hayan sido
revolucionarios, sino que estoy diciendo que lo han sido dentro de un espectro
democrático-burgués, y sus teorías y prácticas revisionistas impidieron que el
Partido Comunista de Cuba fuera marxista-leninista y que en Cuba se pudiera
emprender la edificación del socialismo, pues el camino que se emprendió fue el
de la sumisión al imperialismo y el de tener como principal forma de economía
el turismo, lo cual rompe con la posibilidad de seguir la senda de la economía
socialista.

Lo mismo podría decir sobre el seguidismo al revisionismo vietnamita, cosa que


no hace diferente al actual PCE (m-l) del PCE y otros grupos revisionistas. Lo
triste es que el PCE (m-l) de los 80 desenmascaró a esta variante del
revisionismo y ahora, vuelve a recuperarlo en su propaganda. Véase el capítulo:
«El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia mitos: Vietnam» de 2020.

Otra cuestión muy reveladora es el hecho de que el partido llegue al punto de


financiarse con merchandising de figuras como el Ché, Allende, Ho Chi Minh,
propaganda cubana y casi cualquier cosa que pueda atraer a jóvenes «de
izquierda». ¿Cómo se puede ser tan sumamente oportunista, vendiendo los
principios a cambio de un par de euros?

992
Y para más inri, estas líneas también aprobadas en el último Congreso:

«Se puede hablar de un patriotismo popular, ligado a las luchas de las clases
dominadas frente a las clases dominantes, o a las luchas a favor de la
soberanía nacional. En el caso de España, hay un patriotismo republicano que
defendieron José Díaz, Dolores Ibárruri, Juan Negrín, Azaña, y tantos otros,
frente al fascismo» (Carlos Hermida; El ascenso del fascismo y las tareas de
los comunistas, 2019)

A parte del interclasismo inherente al absurdo término «patriotismo


republicano», propio más de un partido socialdemócrata que de uno comunista,
¿¡Qué se pretende colocando como «ejemplos» a personajes como Ibárruri,
Negrín o Azaña!? Azaña fue el principal abanderado de los capitulacionistas
durante la guerra, mientras que Negrín mantuvo posiciones ultra chovinistas y
claudicadoras con el fascismo, además de actuar de forma pusilánime frente a
traidores y golpistas como Casado. ¡Y qué decir del caso de Ibárruri, que junto a
Carillo fue el principal baluarte de la degeneración revisionista del PCE, contra
la cual mantuvo una lucha extraordinaria y consecuente el antiguo PCE (m-l)
desde su fundación!

Contra estas afirmaciones me opuse en el último Congreso, ¿Y cuál fue la


respuesta?: Carlos Hermida gritándome como un energúmeno –sin pedir turno
de palabra, por cierto–, diciendo que mi crítica era «inadmisible» y carpetazo
por parte de la dirección. Un ejemplo de debate y autocrítica comunista
magnífica –entiéndase la ironía–. Véase el capítulo: «El rescate de las figuras
progresistas vs la mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito
nacional» de 2020.

Aún así, desde la dirección se trata de hacer creer a la militancia que el partido
en el que militan es el mismo de Elena Ódena y tantos otros héroes y luchadores
comunistas. Se reivindica la gloriosa historia del PCE (m-l) contra el fascismo, el
revisionismo y el capitalismo para mantener a base del engaño algo que por su
propio peso caería como plomo en agua. Y es que, basta con consultar las obras
de Ódena para darse cuenta de que el actual PCE (m-l) es una caricatura del
antiguo y verdadero PCE (m-l), un secuestro de sus siglas.

A pesar de la manifiesta «dificultad» del partido en poner a disposición de todo


el mundo los documentos antiguos, en su web se pueden consultar diversas
obras de Ódena y algunas, a cuenta gotas, del antiguo partido, que revelan la
absoluta degeneración de Raúl Marco y cía. Además, en Bitácora (M-L) se puede
encontrar bastante información no facilitada por el partido. Insto
encarecidamente a todos los militantes, jóvenes y veteranos, a leer estos
documentos y comparar con la línea del actual PCE (m-l), donde estáis
militando. Es crucial conocer la verdadera historia del partido, de sus heroicas
siglas, y no la que algunos se han esmerado tanto en deformar.

Pero ya que se empeñan en reivindicar de manera oportunista a las figuras


históricas del PCE (m-l), les recordaré lo que Elena Ódena decía acerca de la
lucha contra el revisionismo con el que ahora se juntan:

993
«La lucha contra las tergiversaciones y falsificaciones ideológicas y teóricas de
los revisionistas modernos es una obligación ineluctable para todo Partido
marxista-leninista; es imprescindible y urgente arrancar de esas corrientes
reformistas a extensas capas de la clase obrera –particularmente en los países
más desarrollados–, y también de las capas bajas de la pequeña y media
burguesía. Los marxista-leninistas hemos de inspirarnos en estos momentos,
en la tenacidad y la perseverancia demostradas por Lenin en su lucha por los
principios revolucionarios, y contra todos los revisionistas y oportunistas, ya
que de otro modo, sería difícil movilizar a las amplias masas del proletariado
para la lucha revolucionaria». (Elena Ódena; Algunas cuestiones de principio
del marxismo-leninismo, 1967)

Durante los diversos debates que he podido mantener, especialmente en la


Comisión Estatal de RRSS de la JCE (m-l), sobre la cuestión de la confrontación
con el revisionismo, desde la dirección se me ha tratado de justificar nuestra no
beligerancia bajo una serie de teorías que divergen absolutamente del
marxismo-leninismo, las cuales expondré y criticaré por puntos a continuación:

a) «La lucha contra el revisionismo nos aleja de las masas»

De la forma más oportunista posible, se suele afirmar que el combate contra las
tergiversaciones del marxismo-leninismo no solo es innecesario, sino que es
contraproducente a la hora de ligarnos a las masas porque se trata de «un
problema que no conciben». Esto, además de ser completamente falso,
demuestra las intenciones de la cúpula del PCE (m-l): granjearse un pequeño
espacio político a base de cabalgar al rebufo de las masas, prescindiendo de la
función de Vanguardia del proletariado que corresponde a todo Partido
Comunista que se preste.

El PCE (m-l), consciente de su gran debilidad cuantitativa, pretende crecer en


militancia o influencia, no a través del trabajo coherente y abnegado comunista,
sino al modo pequeño burgués, vendiendo los principios –si es que alguno le
queda– para acomodarse en la zaga, postergando la honorable tarea de
organizar la revolución. De esta forma, puede acercarse a organizaciones
revisionistas y socialdemócratas fácilmente, sin tener que acarrear con la
«pesada» empresa de elevar la conciencia de las masas, de luchar por su
dirección, que conllevaría necesariamente la confrontación con las diversas
corrientes burguesas.

Que las masas obreras y populares de España sufren un atraso ideológico


enorme es una realidad. Ahora bien, el papel del Partido Comunista no debe ser
el de limitarse al nivel medio de conciencia de las masas para poder «ligarse a
ellas», sino, sin perder de vista la táctica y la lucha por los problemas
económicos y políticos más inmediatos de los trabajadores, trabajar por elevar
su conciencia hacia posiciones revolucionarias. Este trabajo puede ser duro,
costoso y quizás poco agradable, pero desde luego es completamente necesario
si el objetivo de la revolución socialista no es mera palabrería.

Respecto a esto, el PCE (m-l) de 1977, en su II Congreso, cargaba abiertamente


contra estas posiciones ultra oportunistas y derechistas:

994
«Es posible que algunos obreros honrados no entiendan esta actitud, opinen
que los dirigentes revisionistas no son todos unos canallas, que exageramos,
etc. A veces se escuchan opiniones de ese tipo entre sectores atrasados de las
masas. Pero la cuestión es: ¿nosotros debemos basar nuestra política en los
principios y en el análisis político científico o en las opiniones de los sectores
atrasados de las masas? ¿Tenemos que ir a remolque de las masas atrasadas
en las cuestiones ideológicas y políticas o somos el Partido de vanguardia de la
clase obrera que tiene que marcar el camino en las cuestiones ideológicas y
políticas sobre la base del marxismo-leninismo? ¿Tenemos que crear claridad
entre las masas o sembrar la confusión? Esta es la cuestión.

Es preciso hoy tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y


combatir todas sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de
los principios del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la
revolución violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los
revisionistas descarados, revisionismo es también no tener una práctica
consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que
se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar».
(Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del II
Congreso: nuestra batalla contra el revisionismo, 1977)

¿Acaso los bolcheviques se encontraron con un proletariado perfectamente


consciente de sus intereses de clase e inmune a las influencias burguesas y
revisionistas como los mencheviques? ¡No! Tuvieron que llevar a cabo un duro
pero necesario trabajo de esclarecimiento político e ideológico entre las masas,
contrayendo las alianzas tácticas que fueron necesarias para potenciar el avance
de la revolución, pero sin cesar ni un ápice en la defensa del marxismo frente a
sus tergiversadores. Si no hubiera sido así, la revolución no habría sido más que
un espejismo.

Y en relación con esto viene dado el siguiente punto.

b) Subordinación de los principios a la táctica

Desde la dirección del partido se insiste en la idea de mantener, en el


extraordinario caso de que se dé, una crítica adocenada hacia el revisionismo.
Por poner un ejemplo concreto y reciente, hace aproximadamente dos meses, un
miembro del Comité Central, sobre la cuestión de publicar o no una crítica en
RRSS contra la Ministra de Trabajo y dirigente del PCE, Yolanda Díaz, en
referencia a unas declaraciones suyas alabando la gestión de Amancio Ortega,
decía:

«No se puede mandar algo así cuando desde el partido se está intentando
trabajar conjuntamente con el PCE en cuestiones que nos interesan (…) Se la
debe tratar en calidad de ministra y no saltar a cuchillo contra el PCE o contra
cualquiera por cualquier declaración de una de sus militantes (…). La posición
que tiene el partido es de diplomacia con todas las fuerzas de izquierda».

Y seguía:

995
«En el último congreso se aprobó el llevar a cabo alianzas tácticas con
organizaciones progresistas de la clase obrera, los órganos de expresión del
partido se adecuan a la táctica del partido. La crítica se debe hacer, pero no de
manera izquierdista (…). Tenemos una táctica, el tono de la crítica debe darse
en función de la táctica».

[Enlace al hilo de Twitter, origen del debate en cuestión: JCE(m-l), @jceml_, 16


de abril de 2020]

Es innegable que los comunistas no podemos trabajar de manera sectaria,


negando por principio posibles alianzas tácticas con organizaciones
revisionistas o progresistas en general, así como debemos participar en los
sindicatos mayoritarios aunque estos estén infectados de amarillismo. Hemos
de saber jugar bien nuestras cartas, valorando en cada momento cual es la
mejor táctica que nos pueda permitir avanzar hacia nuestros objetivos
estratégicos, reforzando el papel dirigente del partido. Pero lo que no se puede
permitir bajo ningún concepto es que, por mantener X o Y alianza, debamos
cercenar la independencia del partido y comprometer nuestros principios. Esa
es la diferencia entre un marxista-leninista y un oportunista: someter la táctica
a los principios o someter los principios a la táctica. El caso del PCE (m-l) es el
segundo.

Omitir la confrontación ideológica con el revisionismo en aras de la «unidad»,


de las «alianzas contraídas», del «avance hacia la construcción del Frente
Popular», etc., es renegar del papel director del partido, adocenarlo, y de los
principios del marxismo-leninismo.

Según el PCE (m-l), es necesaria la construcción de un Frente Popular, capaz de


aglutinar a los amplios sectores populares de España, para dar solución a la
gran dispersión de las fuerzas políticas de «izquierda» de nuestro país. Esto,
siempre y cuando sea en base a un programa revolucionario, no es un error, sino
un acierto. Ahora bien, ¿de que serviría si no se trabaja para lograr su dirección,
si se prescinde de la independencia del partido y de la crítica marxista-leninista
para «salvaguardar la unidad»?

Enver Hoxha era muy tajante al respecto:

«La experiencia histórica demuestra que, en su lucha revolucionaria, los


comunistas se han aliado y se alían con diferentes fuerzas progresistas. (…)
Siguiendo la línea de la unidad con todos los que pueden ser unidos en un
frente, los partidos marxistas-leninistas, en oposición a los puntos de vista de
los revisionistas modernos, deben no sólo salvaguardar su independencia y su
función dirigente, sino al mismo tiempo combatir las vacilaciones de sus
distintos aliados, sus tendencias reaccionarias y sus tentativas de dividir los
frentes y de dedicarse a chalaneos con las fuerzas de la reacción. La línea de la
unidad y de la lucha contribuye al fortalecimiento de los frentes, a su
depuración de los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios, a la
consolidación de la cohesión y del espíritu revolucionario, a la obtención de
una unidad más elevada y asentada sobre una base más sólida. Aplicar
únicamente la línea de la unidad y renunciar a la lucha conduce a una unidad
falsa, formal, y permite a los elementos y fuerzas reaccionarias socavarla y

996
liquidarla fácilmente, asestando así un duro golpe a la propia causa de la
revolución». (Enver Hoxha; Los comunistas y las alianzas con las fuerzas
progresistas, 1966)

2. Posición frente al nuevo gobierno (PSOE-UP)

Tras la proclamación del gobierno de coalición PSOE-UP, la «perspicaz» cúpula


del PCE (m-l) se adecuó a una «nueva táctica». Ahora parece que incluso
debemos tragarnos lo que dicen los militantes y votantes de Podemos sobre su
organización, ya que el PCE (m-l) reproduce sus mismas excusas sobre el actual
gobierno. En la circular interna rodada en febrero de este año se decía:

«Nuestra actitud debe tener dos vertientes que se solapan. Una, la exigencia al
Gobierno del cumplimiento de sus compromisos políticos; la segunda, y
partiendo de la anterior, la de «empujar», mediante la movilización y
organización popular, a que lleve esos compromisos más allá, profundizando
en los mismos al plantear propuestas, ampliamente sentidas por las masas,
que transciendan el programa gubernamental. Así, por ejemplo, sabemos que
el Ejecutivo quiere eliminar los aspectos más sangrantes de la reforma laboral
del PP. Pues bien, apoyemos eso y exijamos que lo cumplan –y lo cumplan ya–
pero, aprovechando y partiendo de ello, levantemos la bandera de la
derogación completa de esa reforma (y también la del PSOE), ambas lesivas a
la clase obrera». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Circular
interna: El nuevo Gobierno y nuestra táctica. Tareas centrales, 2020)

El error aquí no viene dado por la política frentista, ni por la lucha por ciertas
reformas sentidas por las masas trabajadoras. El problema viene de la anulación
de la independencia del partido y su función de vanguardia de la clase obrera en
aras de «la táctica». De nada sirven los esfuerzos por conquistar ciertas
reformas beneficiosas para nuestra clase, ni la acumulación de fuerzas en un
teórico frente, si no se trabaja paralela e ineluctablemente por separar a los
obreros y sectores populares del país de la influencia de agentes reconciliadores
y claudicadores, si no dedicamos los mismos esfuerzos en transformar la lucha
por reformas dentro del sistema capitalista en la lucha por la abolición de este y
la implantación del socialismo.

En los debates acontecidos a raíz de esta circular, tanto en mi célula como en la


Conferencia Estatal de la JCE (m-l), desde la dirección del partido se ha
repetido una infinidad de veces la consigna de la «oposición por conquista».
Esta consigna, tal y como se ha explicado desde el partido, significa la
eliminación de nuestra crítica abierta y radical al gobierno, debido a que «las
masas están ilusionadas y actualmente no podemos cargar contra el gobierno
porque la única alternativa es el fascismo».

En primer lugar, se pinta la proclamación del gobierno de coalición como si de


la proclamación de un verdadero «gobierno del cambio» se tratase, como si la
clase obrera española no hubiera tenido en la casi última década experiencias
suficientes de lo que supone el populismo de izquierda de Podemos y compañía:
traición a sus promesas y a la clase obrera, mantenimiento intacto del sistema
socio-económico imperante e inoculación de ideas posmodernas que el grueso
de los trabajadores repele. Ni que hablar que encima ellos son quien deben

997
«controlar» al PSOE que tiene la mayoría, partido del gran capital y de gran
experiencia como para maniobrar y zafarse de cualquier «control».
Precisamente, debido a estas experiencias, el fascismo en España está
encontrando el camino hecho entre la decepción y el descontento popular
generado por la traición de la socialdemocracia y el revisionismo. Esto es un
hecho que el propio PCE (m-l) lleva reconociendo años, sin embargo parece que
ha encontrado ahora un contexto perfecto para hacerse un hueco entre el
«progresismo» patrio.

En segundo lugar, la alternativa revolucionaria a la crisis del sistema capitalista


sí existe, desde hace más de cien años, y es el socialismo. Sin embargo, es
completamente cierto que en la actualidad esa «alternativa» no está
materializada orgánicamente y, de hecho, parece que el camino hasta su
consecución será bastante largo y difícil, teniendo en cuenta la gran debilidad
del movimiento comunista actual. No obstante, partiendo de esta realidad, el
trabajo de los comunistas no debe ser agarrarse a remolque de las fuerzas
socialdemócratas y revisionistas, de forma ultra oportunista, sino desarrollar un
trabajo brutal por separar a las masas de su influencia y lograr la reactivación y
dirección de un frente auténticamente revolucionario por la superación del
capitalismo. Esta «alternativa revolucionaria» no se va a conseguir
disolviéndonos en el revisionismo, sino, por el contrario, diferenciándonos lo
máximo posible de ellos, oponiendo la ideología proletaria a la ideología
burguesa. El eclecticismo y la ambigüedad únicamente pueden llevar al
reforzamiento del fascismo como única «alternativa» a la degeneración actual.

Que nadie entienda con esto que la consigna lanzada por el PCE (m-l) en esa
misma circular de conformar un «amplio Frente Progresista» por la
consecución de ciertas reformas es un error en sí mismo. El error viene dado por
diluirnos en él, como también acostumbra a hacer Reconstrucción Comunista
(RC), ocultando el papel del partido, por colocarnos a la zaga de las masas en
lugar de cumplir con nuestra función de vanguardia de la clase obrera, por no
tratar, desde la teórica conformación de este Frente, de dirigirlo y convertirlo en
un auténtico Frente Revolucionario, para que desde su campo de actuación
expulsemos las tendencias reformistas y anarquistas en el movimiento obrero
rompiendo así con la hegemonía pequeño burguesa que hoy domina
absolutamente todo.

¿Acaso el antiguo PCE (m-l) o el PCE de José Díaz condicionó su política al nivel
medio de conciencia de las masas? Todo lo contrario. Decía José Díaz sobre la
posición del PCE frente al PSOE:

«Nuestro partido, que hacía una gran campaña de frente único para la lucha
contra el gobierno por su política de protección a las fuerzas reaccionarias y
de represión contra el movimiento obrero, que sometía a una fuerte crítica la
política llevada a cabo por el PSOE desde el poder en colaboración con la
burguesía, hacía difícil la estabilización de dicho gobierno y la continuación de
los socialistas en el poder. Con la salida del PSOE del poder, nuestro partido
continuaba incansablemente la política de frente único para la lucha contra la
reacción que cada día era más fuerte, señalando a la dirección del PSOE como
la más responsable del camino antiobrero y reaccionario que había tomado la

998
política» (José Díaz; Intervención del Partido Comunista de España en el VII
Congreso de la Internacional Comunista, 1935)

Y sobre el papel de vanguardia del proletariado que debe ejercer el Partido


Comunista, remataba:

«Creemos que realizamos una política justa sobre el frente único. Tratamos de
eliminar de nuestro partido los restos de sectarismo y tendremos cuidado de
no caer en un oportunismo de derecha, como decía en su discurso el camarada
Pieck, en la aplicación práctica de la nueva táctica de frente único, ante la
nueva situación, y esto lo conseguiremos siguiendo la línea trazada por Lenin
y Stalin. Preparemos a las masas para luchar por sus reivindicaciones contra
la guerra, el fascismo y en defensa de la Unión Soviética. Preparemos a las
masas para que bajo la dirección del Partido Comunista de España a llegar lo
más pronto posible al octubre victorioso en España». (José Díaz; Intervención
del Partido Comunista de España en el VII Congreso de la Internacional
Comunista, 1935)

Según los argumentos dados por el PCE (m-l), el mismísimo José Díaz, defensor
del Frente Popular, habría pecado de «izquierdismo» y «radical-oportunismo»,
como se suele etiquetar a todo aquel que, no sin razón, se opone al
desviacionismo de derecha de la cúpula del partido. Pero lo cierto es que el PCE
de José Díaz en ningún momento renegó de una táctica ni de una amplia
política de alianzas contra el fascismo, de la misma forma que jamás disoció esta
de la lucha tenaz contra los falseadores del marxismo y los agentes de la
burguesía en general, ni de sus objetivos máximos y su explicación detallada a
las masas.

«Nosotros, partido comunista, luchamos y lucharemos siempre por la


realización de nuestro programa máximo, por la implantación del gobierno
obrero y campesino en España, por la dictadura del proletariado en nuestro
país. Pero en estos momentos de grave peligro que amenaza a los
trabajadores, con el fascismo dueño de los resortes principales del Estado,
declaramos que estamos dispuestos a luchar unidos con todas las fuerzas
antifascistas sobre la base de un programa mínimo de obligatorio
cumplimiento para cuantos entren en la concentración popular antifascista».
(José Díaz; La lucha por la unidad en plena reacción; Discurso pronunciado
en el «Monumental Cinema» de Madrid, 2 de junio de 1935)

Pero esta «nueva táctica» no debe sorprender a nadie, es simplemente la


consecuencia lógica de la táctica y planteamientos del partido desde hace
décadas. De hecho, a pesar de que hasta minutos antes de la conformación del
gobierno progre sí se llevaba a cabo una crítica al «ciudadanismo» y sus
representantes –como Podemos o IU–, basta echar un ojo a las declaraciones
realizadas por el PCE (m-l) sobre Syriza en 2015 para entender mejor esta venta
total de principios frente a la socialdemocracia:

«Sólo mediante una dura y sostenida pelea de los trabajadores europeos


contra las políticas neoliberales, y contra los Estados que las sustentan, se
podrá hacer que los desastres producidos por la crisis económica recaigan
sobre sus responsables y avanzar hacia la superación de su causa última, el

999
desorden capitalista. En este sentido, una victoria de Syriza puede devolver la
iniciativa a los trabajadores y abrir una fase a la ofensiva en Europa.

(…) Para empezar, Syriza surge a partir de organizaciones de la izquierda, y


desde el principio se reivindicó de la «izquierda radical». Y, pese a que el
congreso de 2013 significó la disolución de los partidos que la integran, no sólo
no ha ocultado su ideología, sino que ha hecho bandera de ella: así, basa su
crecimiento en el acercamiento de nuevos sectores sociales a las ideas de «la
izquierda plural y radical», y no en la ambigüedad y el rechazo a los principios
ideológicos de clase. De hecho, en su declaración de principios de 2013, Syriza
se reclama «un partido fundado sobre el pensamiento marxista y la larga
historia del pensamiento emancipatorio, que trata de avanzar teniendo en
cuenta todo este importante aporte teórico», y que pretende la «organización
de una sociedad basada en la propiedad y gestión social de los medios de
producción».

Por otra parte, Syriza ha crecido promoviendo las luchas sociales y en


contacto con ellas. Buena parte del potente movimiento obrero griego se halla
en su seno a través de algunas de las organizaciones originales. Así pues, pese
a las contradicciones internas, lo cierto es que Syriza cuenta con un
importante sector obrero en su base y en sus órganos de dirección. Más aún,
sus sectores pequeñoburgueses se ven forzados, al menos de momento, a
orbitar en torno al núcleo ideológico y al programa heredados de la izquierda
histórica y del movimiento obrero.

(…) Por todo ello, afirmamos nuestro total apoyo a la voluntad manifestada
por el pueblo griego de recuperar su plena soberanía y de romper con los
partidos de los recortes, la represión y la sumisión a Berlín, que se concreta
hoy en el voto a Syriza. Y nos comprometemos a desarrollar la solidaridad con
la clase obrera, el pueblo y la izquierda de Grecia, y a hacer frente a las
presiones que pueda ejercer el Estado español contra un eventual gobierno de
la izquierda en ese país». (Partido Comunista de España (marxista-leninista);
Nº78, En defensa del pueblo griego y su soberanía, 22 de enero de 2015)

Véase el capítulo: «Posición del actual PCE (m-l) frente al revisionismo


internacional» de 2020.

3. Republicanismo pequeño burgués

«Junius, al parecer, quiso realizar algo semejante a la tristemente célebre


«teoría de las etapas» menchevique, quiso empezar a aplicar un programa
revolucionario desde el extremo «más cómodo», «más popular» y más
aceptable para la pequeña burguesía. Algo así como un plan para ser «más
astuto que la historia», más astuto que los filisteos. Parece que quisiera decir:
nadie puede oponerse a la mejor manera de defender a la verdadera patria, y
la verdadera patria es la gran república alemana, la mejor defensa es una
milicia, un parlamento permanente, etc. Una vez aceptado, este programa –
dice– llevaría automáticamente a la etapa siguiente: la revolución socialista.
(...) No hace falta decir que es equivocada. (...) Este defecto –hubiera sido un
grave error olvidarlo– no es un defecto personal de Junius, sino el resultado de
la debilidad de todos los izquierdistas alemanes, enredados por todos lados en

1000
la vil maraña de la hipocresía kautskista, la pedantería y la «amistad» con los
oportunistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El folleto de Junius, 1916)

El actual PCE (m-l) sitúa la conquista de la «República Popular y Federativa»


como paso previo necesario a la conquista del Socialismo. Insiste en que «en el
actual contexto es un error hablar de Socialismo», porque «las masas no se lo
plantean» y «no se dan las condiciones necesarias para la revolución socialista»,
ya que antes se debe abordar la etapa de la «revolución democrática». Además,
el grueso de la propaganda se articula en torno a la consecución de la «III
República» y apenas se incide en la crítica al sistema capitalista, mostrando sus
contradicciones y concluyendo en la necesidad del socialismo para solucionar
los problemas que aquejan a las masas trabajadoras de nuestro país, acabando
con la explotación del hombre por el hombre. Todo se atribuye a las maldades
del «régimen monárquico del 78», evitando poner en primera línea la cuestión
de clase y pregonando «la República» como solución a todos los problemas.

Siempre que he preguntado por el razonamiento de esto, se me han expuesto


tanto «argumentos» en referencia a la herencia franquista del actual régimen
monárquico, incidiendo en que «no hubo una ruptura democrática con el
fascismo», como otros en virtud de la situación subjetiva de las masas y la
«correlación de fuerzas».

En el primer caso, cabría preguntarse la diferencia esencial en cuanto a


libertades democrático-burguesas entre España y otros países como Francia,
Alemania o Suiza. Algunos de ellos tienen como forma de Estado la monarquía,
mientras que otros son repúblicas, pero en los cuatro casos quien detenta el
poder es la oligarquía burguesa mediante un régimen político democrático-
burgués, más allá de los tintes autoritarios que cada uno pueda tener.

El antiguo PCE (m-l) ya pecó, en parte y salvando las distancias, de este error,
tratando la cuestión de la coherente lucha táctica por las libertades
democráticas frente al fascismo como una especie de fase previa necesaria a la
revolución socialista. Aunque este error pueda ser más comprensible teniendo
en cuenta el contexto de aquella época, el carácter político de un Estado –la
España fascista de 1972– no determina de ninguna manera las tareas de la etapa
a nivel general: Albania venía de varios gobiernos fascistas, y de un desarrollo
bajo de fuerzas productivas, eso no supuso un obstáculo insalvable para que la
clase obrera tomase el poder e iniciase medidas socialistas.

¿Estaba más atrasada la España de 1971 que la de 2020? Sí. ¿Más que la Rusia
del siglo XX? No. ¿Se daban en España las condiciones materiales objetivas para
la revolución socialista? Sí.

La cuestión de si en un país hace falta o no una revolución de carácter burgués,


antes de la revolución socialista, no estriba en el nivel de libertades que haya en
dicho país. Aunque eso también importa, esta cuestión estriba
fundamentalmente en el desarrollo de las fuerzas productivas, en las
condiciones económicas. Defender las libertades de la democracia burguesa
frente al fascismo o el peligro del fascismo es siempre un deber de los
comunistas, pero decirle al proletariado que es necesaria una «etapa
intermedia» antes de que los obreros puedan luchar por la conquista del poder

1001
político-económico en un país donde las tareas democrático-burguesas ya están
completadas en lo fundamental, es una cosa completamente distinta.

En definitiva, el proletariado debe, dentro del camino hacia el socialismo,


apoyar aquellas reformas que mejoren sus condiciones y que puedan suponer
un avance en la lucha contra el capitalismo, pero jamás olvidar que todo se
enmarca dentro de un único proceso, que es el de la revolución socialista, ni
cesar de explicarlo detalladamente a los obreros. Las teorías extrañas y
contradictorias de las «etapas intermedias» no hacen más que sembrar la
confusión entre el proletariado y desvirtuar la auténtica lucha y tarea pendiente.

Sin embargo, a pesar de los ciertos errores del antiguo PCE (m-l), este jamás
ocultó frente a las masas cuales eran sus objetivos, ni rehuyó de «hablar de
socialismo», como sí hace el actual PCE (m-l) constantemente, sustituyendo la
tarea de la revolución socialista por la absurda y pequeñoburguesa teoría de la
«revolución democrática», plasmada en la tan anhelada «III República». En
esta línea decía Ódena:

«Es innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase


obrera en alianza con el campesinado así como con otras capas populares,
bajo la dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la
dictadura y la dominación yanqui, el carácter de dicha república ha de ser en
gran medida de contenido socialista y ello no puede ser de otro modo dado que
la mayor parte de la industria, las finanzas, las materias primas, la energía,
los transportes, la mejor parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o
de yanquis u otros inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser
confiscado y socializado por el Estado popular con arreglo a las modalidades y
formas que establezca el nuevo poder revolucionario. Queda entendido, claro
está, que en esta primera fase se mantendrá la propiedad privada de la tierra
de los campesinos no latifundistas, así como la del artesanado y empresas de
menor importancia. (...) También hay asustadizos, pequeños burgueses
librescos, que durante años se han hecho pasar por marxista-leninistas, a
quienes de pronto ofusca el que al desmenuzar y aclarar con mayor detalle el
contenido de la república que preconizamos, pretenden que nos estamos
deslizando hacia posiciones trotskistas, sin pensar en el ridículo con que se
cubren al tratar de justificar así su actitud ante las realidades, ya que o bien
no habían comprendido en modo alguno nuestra línea política establecida ya a
fines de 1964, o bien pretendían darle ellos mismos, en su momento, un sentido
nacionalista y pequeño burgués. De cualquier modo, si bien no podemos entrar
en una serie de detalles concretos sobre esta cuestión, de lo que no puede existir
duda alguna es del contenido predominantemente socialista de la república
por la que luchamos. El resto dependerá del grado y modo en el que las demás
fuerzas intermedias participen en la lucha y se sumen al pueblo, así como
también de la fuerza objetiva del nuevo Estado Popular». (Elena Ódena; Por
una República Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

Qué decir, por tanto, de las tareas del proletariado en la actualidad, cuando
resulta absolutamente evidente que no queda en España ninguna tarea
democrática-burguesa que resolver, ni tampoco existen vestigios feudales ni un
desarrollo económico nacional atrasado, como sí ocurría en el contexto de la II
República, donde la revolución democrático-burguesa no estaba aún finalizada.

1002
Pero esa no es nuestra realidad actual, por mucho que con ello se pretenda
justificar la nefasta línea del partido.

La realidad es que España es un país imperialista completamente desarrollado,


con injerencias evidentes de capital extranjero pero de la misma forma que los
grandes monopolios españoles ejercen su dominio en una gran cantidad de
países. No hay ninguna base material por la que deba haber una «revolución
democrática» antes de la revolución socialista.

Y lo más surrealista y vergonzoso por parte de la dirigencia del PCE (m-l) es que
se pretenden justificar estas aberrantes posiciones con citas de obras de Lenin
como «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática» o
«¿Qué hacer? », ¡obras donde se reflexiona sobre las tareas de los bolcheviques
bajo la autocracia del zarismo, cuando la burguesía aún no se había adueñado
del Estado! ¡Entonces sí era necesario llevar a cabo una «revolución
democrática» que acabara con los restos feudales y creara las condiciones
materiales objetivamente necesarias para la revolución socialista! Y en ningún
caso se debía delegar tal tarea a la burguesía ni aminorar la resolución de las
tareas para no asustarla, como insistieron siempre los bolcheviques. En la actual
España imperialista, no solo se dan las condiciones materiales objetivas para la
revolución socialista sino que estas están muchísimo más desarrolladas que en
Rusia cuando, después de la revolución democrático-burguesa de febrero, en
octubre de ese mismo año los bolcheviques llevaron a cabo la gran revolución
socialista. ¡¿A quiénes pretendéis engañar?! Lenin ya demostró lo absurdo que
era tratar de «no asustar a la burguesía» y llegar al poder por la «vía pacífica» a
través de una «Asamblea Constituyente». Hablaba de la necesidad de la
hegemonía proletaria, de los soviets, y de una insurrección popular. Qué
absurdo sería hablar de otro modo.

Concretamente, sobre el tema de la idea de la «Asamblea Constituyente»,


plasmada en los «8 puntos para avanzar hacia la República», redactados y
defendidos por el PCE (m-l), hice una crítica en una reunión y se me dijo que
«cada uno lo interprete como quiera», que «nosotros lo interpretamos como
una Asamblea Constituyente después de la revolución, para establecer la nueva
Constitución». Todo muy propio para un partido «comunista»…

Para el tema del «etapismo republicano» recomiendo encarecidamente leer los


capítulos contenidos en el documento. Véase los capítulos:

-«El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de


nuestra época» de 2020.

-«La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea Constituyente


como reflejo del legalismo burgués» de 2020.

Por otro lado, sobre la cuestión de «la correlación de fuerzas», no me detendré


excesivamente ya que ha sido abordada en los puntos anteriores. En resumen, el
PCE (m-l) se agarra a frases pomposas que aparentan decir algo, cuando en
realidad lo único que están evidenciando sus líderes es su reafirmación como
carro de arrastre de la pequeña burguesía. La correlación de fuerzas se puede
modificar, no es algo inmutable, pero para ello el Partido Comunista no debe

1003
infravalorar su papel y ha de luchar por la dirección de las masas allí donde se
encuentren. Además, resulta especialmente llamativo que se repita
constantemente el argumento –acertado– de que se debe incidir en los amplios
frentes de masas, por muy reaccionarios que sean, para trabajar por conseguir la
dirección de las masas y separarlas de la ideología burguesa, cuando a su vez,
como dijo Carlos Hermida en una de las recientes charlas virtuales, «no se debe
hablar de socialismo». Y, aún más allá, en esa misma charla, la otra ponente, al
ser preguntada por cómo se podía conseguir pasar de la etapa de la «revolución
democrática» a la socialista, respondió literalmente: «no sé». En fin, pura
palabrería vacía para intentar justificar lo injustificable.

El Partido Comunista ha de tener una táctica, no ha de mantener una actitud


izquierdista ni anarquista frente a la posibilidad de conquistar reformas
beneficiosas para la clase obrera, ni ha de mostrarse reacio a la articulación de
un Frente, en el que puede converger o no con otras fuerzas políticas, pero lo
que no puede hacer bajo ningún concepto es ocultar, y mucho menos olvidar,
cuál es su tarea inmediata, que actualmente no es «la República», sino la
revolución socialista. Sin embargo, el 18 de mayo de 2013 se celebraba haber
encontrado con el PCM, IU Madrid, RPS y la Junta Estatal Republicana, «la
necesidad de definir la unidad de la izquierda desde una perspectiva de ruptura
con el orden establecido en el pacto de la transición». (Documentos del IIIº
(VIIIº) Congreso, 2008)

¿De verdad es motivo de alegría que los cabecillas del PCE o IU se muestren de
acuerdo con el proyecto republicano del PCE (m-l)? ¿No es por el contrario
motivo de preocupación que estas organizaciones lo acepten de buen grado?
¿No será que el proyecto de «ruptura democrática» del PCE (m-l) no pone en
jaque al proyecto político de la pequeña burguesía? Esto se comprende más
fácilmente con declaraciones como esta:

«Tras escuchar las intervenciones del resto de organizaciones, el representante


del PCE (m-l) comenzó la suya señalando que, «de no ser por la situación
social, sería cómico este «a ver quién da más» en torno a la República, en
lugar de estar discutiendo sobre cómo hacerla realidad». (Partido Comunista
de España (marxista-leninista); El PCE (m-l) debate sobre la República en Elx,
2016)

Vamos, que lo importante es conseguir una república y a correr, ya si resulta la


más reaccionaria de todas pues mala suerte. En esto ha quedado el PCE (m-l)…

4. Feminismo

Desde el PCE (m-l), aunque si bien es cierto que en bastantes documentos


públicos se critica al posmodernismo por dividir a los trabajadores en torno a
cuestiones abstractas o de interés burgués, se apela en la misma cantidad a la
lucha por un «feminismo de clase» –en sentido supuestamente proletario–.
Esto es algo que con absoluta sinceridad reconozco que yo mismo he
compartido hasta hace bien poco, pero mediante la autoformación me he podido
dar cuenta de mi error, por lo que sirvan estas líneas a la vez a modo de
autocrítica.

1004
Históricamente se ha combatido desde el marxismo la «teoría feminista», en
todas su variantes, pues es un movimiento de origen y naturaleza burgués,
utilizado por las mujeres de las clases dominantes para obtener sus intereses de
clase a costa de la explotación de los trabajadores, masculinos y femeninos.
Jamás se ha reivindicado desde el movimiento comunista un «feminismo
marxista o proletario», por la misma razón que no se ha reivindicado un
«antirracismo marxista», un «ecologismo marxista», un «movimiento LGTB
marxista» o un «antifascismo marxista», por ejemplo.

El marxismo ya contiene en su teoría el análisis y solución a la problemática de


la mujer trabajadora, por lo que es absurdo hacer una distinción de la cuestión
femenina como si engendrara una ideología independiente al marxismo,
agarrándolo como apellido para ser completada. El posmodernismo busca
parcializar todas las luchas o problemáticas, separándolas de la lucha general de
la clase trabajadora, para infectarlas de un interclasismo atroz. Reivindicar ese
sin sentido del «feminismo de clase» no hace más que reforzar esa visión, en vez
de intentar romper las metafísicas barreras que establece el posmodernismo
fragmentándolo todo y devolver al marxismo la primacía general que le
corresponde, como doctrina científica global.

Esto está explicando detalladamente aquí. Véase el capítulo: «Comunistas»


subiéndose al carro de moda: el feminismo» de 2020.

Aún así, si la confusión a la hora de abordar la cuestión femenina quedara


únicamente en algo terminológico, pudiera ser un error de menor calado. Pero
no es así, hay otras cuestiones sobre este tema que me parecen aún más
preocupantes.

Por un lado, se insta a dividir hasta dentro del partido a la militancia por razón
de género, cómo si los problemas de la mujer no se pudieran resolver de manera
colectiva. Esto lo critiqué en la última Conferencia de la JCE (m-l) y se me
respondió alegando que en el PCUS también existía una sección femenina y que
Stalin cometió el «error» de eliminarla. Si bien lo primero es cierto, creo que no
se puede comparar de ninguna forma la situación psicológica y material de la
mujer de principios del siglo XX con la actual, al menos en el caso de España.
Que durante los primeros años de la Unión Soviética existiera esta sección se
debía al enorme atraso de la mujer en aquella época. Cuando la mujer
trabajadora se fue igualando al resto de sus compañeros masculinos, esta
sección dejó de ser necesaria. Perpetuar esta división, y aún más en el seno del
partido, cuando las condiciones materiales y subjetivas no lo exigen, es poner
trabas al desarrollo de la revolución y a la resolución de la cuestión femenina.

Pero lo más grosero aún, es la teoría –expuesta también en la última


Conferencia– de que «hemos de aceptar que el marxismo-leninismo no puede
responder y dar solución a todos los problemas de la mujer». Aquí es cuando su
«feminismo de clase» deja totalmente de ser un error terminológico para
mostrarse claramente como lo que es, una desviación del marxismo, la
presunción de una ideología distinta a este, que separa la lucha de la clase
obrera. ¿Se puede saber qué parte del problema específico de la mujer
trabajadora no tiene su solución entrelazada con la implantación y desarrollo
del socialismo?

1005
Sobre esto, en el informe sobre la situación de la mujer que se me encargó
escribir para la última Conferencia de la JCE(m-l), el cual, por cierto, fue leído a
medias, omitiendo –intencionadamente o no– las partes más importantes,
decía:

«Por muchos apelativos que nos puedan arrojar, tengamos siempre claro que
el marxismo-leninismo es la única herramienta que puede llevar a la mujer
hacia su emancipación, en contraposición con el posmodernismo y demás
corrientes burguesas, que no hacen más que retrasar esta fecha.

Se nos podrá achacar que el machismo, la violencia de género, etc., es algo


ajeno a la problemática de clase y que afecta a todas las mujeres sin excepción.
Esto es absolutamente falso. ¿Acaso la mujer burguesa puede depender
económicamente de su marido? ¿Acaso se puede transformar culturalmente la
sociedad sin una educación totalmente gestionada y controlada por el Estado
y alejada de las ideas y valores burgueses que no hacen más que infestar a
nuestra juventud? ¿Acaso se puede acabar con la opresión de género sin
acabar antes con la opresión y explotación del hombre por el hombre –en el
sentido general de la palabra– de la que emana? Para construir una sociedad
nueva es necesario acabar con la vieja, y eso es lo que pensamos hacer.

Opongamos la lucha de clases al interclasismo feminista, opongamos a la


mujer obrera frente a mujeres como Patricia Botín o la Reina Letizia y
liguemos la lucha de la mujer con la de la clase obrera en su conjunto, ya que
sus objetivos son los mismos, el derrocamiento del capitalismo y el
establecimiento del socialismo es una premisa sine qua non la liberación de la
mujer es impensable».

Esto, comparado con las afirmaciones posmodernas que se hicieron después y


que se han hecho en otras ocasiones, no tiene NADA que ver.

5. La cuestión nacional

Al igual que en el punto anterior, he de reconocer que yo mismo he defendido


algunas de las teorías que expondré a continuación. Intentaré no extenderme
demasiado en este punto. Véase el capítulo: «Los bandazos del PCE (m-l) sobre
la cuestión nacional» de 2020.

Y aquí sobre la cuestión nacional en España igual. Véase la obra: «Epítome


histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el
movimiento obrero» de 2020.

En primer lugar, aunque es cierto que el PCE (m-l) reconoce abiertamente el


derecho a la autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia, al mismo
tiempo se afirma que España es una nación, que existe una especie de «super
nación» que engloba a las naciones catalana, gallega y vasca. Esto lo afirmaba
hasta Elena Ódena, pero no por ello es menos falso.

Esta idea se mantiene en base a argumentos tan incoherentes como la existencia


de «una historia revolucionaria común» u otros, que si bien nos dan motivos

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para la esperanza de un futuro de unión voluntaria y fraternal entre los diversos
pueblos hispánicos, no pueden justificar ni la existencia de esa «super nación
española» ni la no existencia de las naciones vasca, catalana y gallega, a pleno
efecto y en absoluta igualdad con la castellana. Se confunde la cierta existencia
de una nación opresora de otras –la castellana–, con la ficticia realidad de una
especie de «supranación española», que sólo tiene cabida en los mejores sueños
de los nacionalistas castellanos de ayer y hoy.

Con la claridad y determinación que se echa en falta en el PCE (m-l), Joan


Comorera, en sintonía con la opinión de la Internacional Comunista, decía que
España era un país multinacional y que «Es justo que el PCE defienda de
manera resuelta y pública el derecho de Cataluña a separarse totalmente de
España», mientras «es justo que el PSUC diga que en la reivindicación y
ejecución de sus derechos nacionales, Cataluña ha de reafirmar su unión con los
otros pueblos de España». Véase La línea nacional del PSUC, ponencia
presentada en el Comité Central del PSUC y aprobada por el Secretariado de la
Internacional Comunista en 1939.

De nada sirve defender formalmente el derecho a la autodeterminación si no se


acepta que, para bien o para mal, existen en España cuatro naciones: la
castellana, la gallega, la vasca y la catalana, que deben ser tratadas con total
igualdad. Reconocer esto no significa darle alas a estos nacionalismos, no
significa colocar la cuestión nacional por encima de la de clase, ni prescindir de
trabajar por una unión sólida y voluntaria de todos los pueblos hispánicos en su
lucha contra la burguesía. Significa reconocer a plenos efectos los derechos de
las naciones oprimidas, única posición que puede permitirnos a los comunistas
ligarnos a las masas catalanas, gallegas y vascas y desplazarlas del nacionalismo
burgués, atrayéndolas hacia posiciones auténticamente revolucionarias, como
consiguió hacer el PSUC de Comorera.

En cambio, en el último Congreso se llegó a decir que «debíamos llevar cuidado


con converger con el nacionalismo catalán en movilizaciones y frentes de masas
porque las masas [se entiende, las anticatalanas] nos podrían ver como «uno
más de ellos [del nacionalismo]», causando su rechazo hacia nosotros». ¿Qué
pretende el actual PCE (m-l) con estas posiciones? ¿Abandonar a su suerte a los
trabajadores catalanes por miedo a ser criticado por el nacionalismo castellano?
Resulta especialmente curiosas estas reticencias a confluir, aunque sea espacial
y temporalmente con el nacionalismo catalán cuando, por el contrario, se exige
a la militancia el mayor acercamiento y confluencia posible con las
organizaciones revisionistas y socialdemócratas patrias, incluso si para ello se
debe prescindir de la independencia y la confrontación del partido contra las
tergiversaciones del marxismo-leninismo y la revolución.

6. Falta de unidad ideológica y de autocrítica

Dentro del partido existen diversas opiniones contrapuestas respecto a un


amplio número de cuestiones –feminismo, Cuba, caracterización del Estado,
etc.–. Sin embargo, los esfuerzos dedicados desde el partido para solucionar
esto son prácticamente nulos, en gran parte porque no interesa enzarzarse en un
debate que pueda suponer dar «demasiadas explicaciones». Es mejor, al

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parecer, mantener el eclecticismo ideológico y las diversas facciones, siempre y
cuando no se opongan a la política oportunista y claudicadora de la dirección.

Por ejemplo, antes de la salida de Murcia, desde este territorio se mantenían


unas posiciones lamentables sobre la caracterización del Estado español,
afirmando que este era fascista, que tras la transición no hubo ningún cambio
en este aspecto, etc., y nunca fueron confrontadas con la dureza que merecían.
De hecho, es tal el batiburrillo ideológico del actual PCE (m-l) que hasta se
pueden ver este tipo de declaraciones en boca de sus dirigentes. La sección de
Cataluña dijo el 27 de noviembre de 2018 en un comentario público de sus redes
sociales: «Repudiamos cualquier nacionalismo, pero debemos estar unidos
contra cualquier estado fascista que lo reprime –como el Zar en la época de
Lenin que llevó a cabo un proceso democrático-burgués–. Sería del más estilo
reaccionario apoyar y dar justificación a la violencia y represión de la
monarquía, cualquier acción que se cometa bajo intereses del pueblo y la
nación». ¡Se compara la actual España con la Rusia del zar! ¡Pero a la vez estos
militantes, como bien se dice en Bitácora (M-L), son los mismos que suben a
Internet fotos e información personal de su militancia! Véase el capítulo: «De
nuevo la importancia del concepto de «partido» en el siglo XXI» de 2020.

También en los debates del último Congreso se mostró como una gran parte de
los militantes más veteranos compartían esta caracterización del Estado español
como fascista, pero la réplica de la dirección del partido, como siempre, brilla
por su ausencia. Es más, este tema no interesa zanjarlo, puesto que esta
evocación fascista es utilizada directa o indirectamente, tal y como he criticado
en el punto del republicanismo, para justificar la defensa de esa absurda
«revolución democrática» de la «III República».

Definir al actual Estado de España como fascista por ser represivo y por ser
herencia del franquismo, es eludir que la burguesía puede hacer cambios en su
forma de dominación para amortiguar la lucha de clases y regularizar la
situación. Hablar a la ligera de «Estado fascista» significa hablar como si las
democracias burguesas no fueran también represivas y como si no pudieran
heredar elementos de regímenes anteriores que son más reaccionarios. En
conclusión, si la dirección permite que haya células o elementos que den voz a
estas tesis erróneas e incomprensibles para las masas –que no van solo contra el
marxismo-leninismo, sino contra la línea supuestamente oficial del partido–
está mostrando que la unidad ideológica y la crítica y autocrítica no le preocupa
lo suficiente.

Por otro lado, existe una enorme falta de autocrítica, tanto en cuestiones
recientes como antiguas. En una de las recientes formaciones virtuales un
asistente preguntó por los errores reconocidos del antiguo PCE (m-l) y la
respuesta fue: «Ninguno, no nos equivocamos en nada». ¿Cómo puede decir eso
un comunista, y más cuando se cometieron ciertos errores como la defensa de
Mao en los primeros años, la concepción metafísica de que el franquismo no
podía convertirse en una democracia burguesa, la adoración hasta el último
minuto del régimen de Ramiz Alia, etc.? La autocrítica no hace a los comunistas
menos comunistas, sino todo lo contrario. Pero lo más patético es que la única
«autocrítica» que he escuchado durante mi militancia ha sido contra la política

1008
de denuncia feroz e intransigente del PCE (m-l) de Ódena, lo cual dice mucho de
las intenciones de la actual cúpula.

***

Aún con todos los defectos expuestos en esta carta, el PCE (m-l) se autodibuja
como el máximo defensor de las figuras de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Díaz,
Ódena, Hoxha y tantos otros. Sin embargo, los marxistas-leninistas debemos
diferenciar entre la mera palabrería pseudorevolucionaria y los hechos. Y lo
cierto es que, por mucho que pese a algunos, la construcción del Partido
Comunista Marxista-Leninista en España, desde el triunfo de la línea
revisionista en el PCE (m-l) unos años antes de su disolución, es una tarea que
sigue pendiente.

Tarea que no será fácil, pero que desde luego es honorable y absolutamente
necesaria si queremos que algún día el proletariado pueda conquistar el poder
político, establecer su dictadura y poner fin así a su explotación. Por ello, invito
camaraderilmente a todo el que lea esta carta a difundirla y a ponerse en
contacto conmigo, ya sea personalmente o de forma anónima mediante el correo
que facilitaré a continuación, para debatir o trasladarme sus dudas o visión sin
ningún compromiso.

Como he dicho al principio de la carta, sé de sobra que hay muchos militantes


honrados en la JCE (m-l), que bien por el seguidismo, el amiguismo, la falta de
formación o directamente por miedo, no se deciden a romper con el
revisionismo de la organización. Pero a estos, decirles que la reorganización es
totalmente posible y necesaria. Al final, la «honestidad» de cada uno se medirá
por su coherencia con el marxismo-leninismo y por su valentía de no optar por
el camino fácil y cómodo, sino por la única senda revolucionaria, que en este
caso se separa del actual y artificial PCE (m-l).

Seguramente, tras esta carta, desde la dirección se arrojará sobre mí una


infinidad de adjetivos despectivos –políticos y tal vez hasta personales–, con el
fin de desprestigiar mis argumentos de forma totalmente falaz, sin dar siquiera
una mínima contrargumentación. Tenéis a vuestra disposición no solo mi
experiencia, sino también la vuestra para contrastarlo, además de una infinidad
de obras y documentos, tanto del antiguo PCE (m-l) como de los clásicos del
marxismo-leninismo, que refutan con claridad las teorías oportunistas y
derechistas del actual PCE (m-l).

Estoy seguro de que, al igual que yo, muchos otros militantes compartís mis
críticas o la mayor parte de ellas, aunque aún no os hayáis atrevido a
manifestarlas en público y a romper orgánicamente con el revisionismo. Yo he
pasado bastante tiempo en esa situación, hasta que esta se me hizo
completamente insostenible, tanto por la experiencia como por mi progresiva
formación. En definitiva, sin querer extenderme más, tiendo la mano a
cualquiera que quiera transmitirme sus dudas e inquietudes.

Hay un ilusionante futuro por conquistar.

❖Contacto: neim365@protonmail.com

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