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GREIMAS
DEL SENTIDO II
ENSAYOS SEMIÓTICOS
VERSIÓN ESPAÑOLA DE
ESTHER DIAMANTE
f e
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
EDITORIAL GREDOS
MADRID
© É ditions du S euil , París, 1983..
ISB N 84-249-1409-0.
PRELIMINARES
U N A SINTAXIS AUTÓNOMA
SINTAXIS MODAL
SEMIÓTICAS MODALES
1 Este texto apareció por primera vez en la revista Langages, 31, 1973.
2 M ythe et Épopée, París, Gallimard, 1968, págs. 541-542.
mente a T a clasificación según el esquema ya comprobado de la
tripartición funcional de la ideología indoeuropea. Los objetos má
gicos, desde esta perspectiva, no serían sino formas degradadas y
figurativas de las principales esferas de la soberanía divina, o, di
cho de otro modo, atribuidos esenciales de la competencia humana,
que instauran, justifican y hacen posible, bajo el modo de lo imagi
nario, el hacer del hombre.
Sin entrar de momento en un examen detallado de las diferentes
prestaciones ofrecidas por los objetos mágicos, sin preguntarse tam
poco por la legitimidad de rebasar el área indoeuropea y generalizar
los resultados adquiridos para el conjunto de los hechos narrativos,
puede observarse, como muestra de evidencia ingenua, una primera
distinción que permite dividir estos objetos en dos clases, según
proporcionen bienes o servicios. Si entendemos por servicios las vir
tudes de los objetos que dispensan al héroe de la posesión de las
cualidades que necesitaría para llevar a cabo sus hazañas — el don
del desplazamiento inmediato e ilimitado que proporciona la alfom
bra voladora, el don de la invisibilidad y de la omnisciencia que
se adquiere cubriéndose con un sombrero determinado, o el poder
de someter a los enemigos dando instrucciones a una vara mágica— ,
los objetos pertenecientes a esta clase pueden considerarse fácilmen
te como adyuvantes modales cuyas esferas de competencia corres
ponden a las dos primeras funciones de la soberanía.
Los objetos mágicos que proporcionan bienes aparecen a su vez,
y quizá con mayor claridad aún, como representantes «degrada
dos» de la tercera función dumeziliana, como mediadores entre un
destinador mítico y el hombre a quien van destinados los bienes:
el objeto mágico — una calabaza, por ejemplo— no es un bien en
sí, sino un proveedor de bienes, solamente rellenándose ofrece ali
mento abundante.
Es inútil e imposible proceder a la clasificación de los objetos
mágicos proveedores de bienes: tal clasificación depende del análisis
semántico cuyos resultados aparecerían en forma de tipología que
presentaría un cierto número de constantes correspondientes a las
necesidades elementales del hombre, y otras tantas variables que
darían cuenta de las relatividades socioculturales. A nivel de la lite
ratura étnica, podemos así distinguir entre, por una parte, bienes
consumibles (= alimentos abundantes) y, por otra, bienes atesora-
bles (= riquezas, oro). Otras oposiciones aparecerían tras exámenes
más atentos, como la repartición de los adyuvantes según los mo
dos de producción:
1 .2 . O b je to y v a lo r
3 C. Calam e-Griaule, citado por Denise Paulm e, A lliés animaux, pág. 102.
4 D. Paulm e, «Échanges successifs», en A lliés animaux, op. cit., pág. 187.
5 C f. el tipo 554 de Aarne-Thom pson, estudiado por D. Paulm e, en A lliés ani
maux, op. cit.
identifica 'en él con el objeto deseado. Las cosas, incluso a este
nivel, no son tan simples de hecho. Cuando alguien, por ejemplo,
en nuestra sociedad actual, se presenta como adquisidor de un auto
móvil, quizá no es tanto el coche como objeto lo que desea adqui
rir, sino, en primer lugar, un medio de desplazamiento rápido, sus
tituto moderno de la alfombra voladora de otros tiempos; lo que
compra a menudo es también un poco de prestigio social o un sen
timiento de potencia más íntimo. El objeto deseado no es entonces
más que un pretexto, un lugar de vertimiento de los valores, algo
ajeno que mediatiza la relación del sujeto consigo mismo.
El problema así planteado no depende sólo de la psicología,
también afecta al lexicógrafo deseoso de proporcionar una defini
ción apropiada a los lexemas de su diccionario, constituye un prece
dente al análisis semántico haciendo que toda descripción exhausti
va sea aleatoria. Es evidente, por ejemplo, que una definición del
lexema automóvil que pretendiera ser exhaustiva debería comprender:
a) no sólo un componente configurativo, que descompone el obje
to en sus partes constitutivas y lo recompone como una forma,
b) y un componente táctico, que refleja, por sus rasgos diferencia
les, su status de objeto entre los otros objetos manufacturados,
c) sino también su componente funcional, tanto práctico como mí
tico (prestigio, poder, evasión, etc.).
6 Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1971, Cap. III, «La estructura elem en
tal de la significación».
a) que todo objeto sólo era cognoscible por sus determinaciones,
y no en sí mismo;
b) que sus determinaciones sólo podían ser aprehendidas como di
ferencias que se perfilan en el objeto, confiriéndoles este carác
ter diferencial el status de valor lingüístico;
c) que el objeto, aun permaneciendo irreconocible como tal, esta
ba presupuestado, no obstante, como una especie de soporte,
por la existencia de los valores.
1 .3 . S u je t o y valor
1.4. V a lo r e s o b je tiv o s y v a lo r e s s u b j e t iv o s
\
2. EL STA T U S N A R R A TIV O DE LOS VA LORES
DHL S E N T ID O II. — 3
No considerando, por consiguiente, más que las transformacio
nes referentes a funciones constitutivas de enunciados de estado,
la narratividad, en su forma simplificada hasta el extremo, aparece
como un encadenamiento sintagmático de virtualizaciones y realiza
ciones. Sin olvidar el carácter arbitrario de las denominaciones que
acabamos de ofrecer, hay que tener en cuenta el hecho de que cu
bren formas sintácticas definidas: esto nos permite utilizar una ter
minología de apariencia metafórica, hablar del sujeto que, para ser
realizado, debe primero instaurarse como sujeto virtual8 en pose
sión de valores cuya realización anulará su status de valores virtua
les, etc., sin que nuestro discurso deje de satisfacer las condiciones
de cientificidad.
2 .2 . O r ig e n y d e s tin o de lo s v a lo r e s
8 Por un deseo de sim plificación, dejarem os de lado, aquí, toda problem ática
del sujeto, dejando para más adelante su instauración com o un queriendo-ser en
relación con el objeto considerado com o siendo-querido.
Y sin embargo, cuando se buscan ejemplos que puedan ilustrar
estos casos extremos de surgimientos y desapariciones de valores,
nos topamos con ambigüedades embarazosas. Maítre Hauchecorne
encuentra un trozo de cordón en la célebre narración de Maupas
sant. Pero la sociedad no deja de acusarle inmediatamente: según
la lógica de ésta, en efecto, encontrar presupone de un modo natu
ral perder, que postula un sujeto de disjunción distinto, lo cual
equivale a negar la posibilidad de la aparición ex nihilo de los valo
res. El lector, que por su parte sabe que se trata de un trozo de
cuerda «sin valor», no puede dejar de invocar a «la fatalidad» que
lo ha puesto en el camino de MaTtre Hauchecorne, postulando así,
en forma de un destinador no figurativo, la existencia de un sujeto
anterior distinto. La calabaza que proporciona alimento abundante
a la familia africana antes hambrienta ¿se rompe por sí misma y
queda definitivamente perdida? La pérdida se explica por la trans
gresión de una prohibición y aparece como una disjunción efectua
da por un sujeto implícito distinto, que se erige en guardián de
la ley. Parece como si, dentro de un determinado universo axiológi-
co, los valores circularan aislados y las apariencias de encontrar
y perder recubrieran en realidad las conjunciones y disjunciones ab
solutas mediante las cuales este universo inmanente comunica con
un universo trascendente, fuente y depositario de los valores que
quedan fuera de circuito.
Al encontrarse, a raíz de su análisis de las aventuras de P ino
cho, con el problema del tesoro escondido, P. Fabbri propuso 9
una interpretación sociológica: la sociedad agrícola toscana, como
probablemente todas las sociedades autárquicas, concibe las rique
zas como algo disponible en cantidad limitada, de tal modo que
a una comunidad cerrada bn sí misma corresponde un universo de
valores cerrado. La circulación de las riquezas se produce en circui
to cerrado, y'los recorridos sintácticos de los valores se establecen
de manera que a cada adquisición efectuada por un miembro de
3.1. El e n u n c ia d o de j u n c ió n c o m pl e ja
(Si u O) i r (S2 n O )
Si o O S2
3 .2 . J u n c io n e s s i n t a g m á t ic a s y iu n c io n e s p a r a d ig m á t ic a s
junción sintagmática
3 .3 . T r a n s f e r e n c ia s d e o b je t o s y c o m u n ic a c ió n e n t r e s u je t o s
Por lo anterior vemos que, para un solo sujeto, existen dos mo
dos — reflexivo y transitivo— de realización a los que correspon
den, en el plano figurativo, dos modos de adquisición de objetos
de valor: la apropiación, cuando el sujeto trata de adquirirlos por
sí mismo, y la atribución, cuando le son conferidos por otro sujeto.
Paralelamente, existen dos modos — reflexivo y transitivo— de vir
tualización a los que corresponden, en el plano figurativo, dos mo
dos de privación de valores: la renuncia, cuando es el propio sujeto
el que se separa de los valores, y la desposesión,•cuando es privado
de ellos por otro sujeto.
Quizá no sea inútil facilitar esta ordenación terminológica pre
sentándola, de manera redundante, en forma de esquema:
reflexiva
(apropiación)
transform ación conjuntiva
transitiva
realización (adquisición)
(atribución)
TRANSFORM ACIONES
reflexiva
c . . . . . . , (renuncia)
transform ación disjuntiva = /
virtualización (privación) / !rans!llva
(desposesión)
Estos cuatro tipos de transformaciones pueden concernir a un
solo sujeto (Si o S2) en relación con un solo objeto O y, formando
así parte de su programa narrativo, constituir su sintagmática
elemental.
apropiación y desposesión
atribución y renuncia.
adquisición privación
4. LA C O M U N IC A C IÓ N CO N DOS O BJETOS
4.1 . El d o n r e c íp r o c o
( S i u O n S 2)= ^ > (S i n O u S 2)
■ < J '•
Una serie sintagmática compuesta de dos renuncias que impli
can dos atribuciones recíprocas de un mismo objeto, o, en otros
lórminos, de dos transformaciones, la segunda de las cuales anula
los efectos de la primera y restablece el equilibrio anterior, puede
ser designada como un don recíproco. Sea cual sea su significación
narrativa, no constituye, ¿h el plano formal, sino el marco general
ele la comunicación bipolar, sin, a pesar de ello, poder ser identifi
cada con la estructura de intercambio.
4 .2 . El in te r c a m b io v ir tu a l
(Oí n S u 0 2).
Vemos que el enunciado complejo así construido — igual que
el enunciado de junción analizado más arriba: ( S in O u C ^ ) — con
siste en la reducción a un solo enunciado complejo de dos enuncia
dos elementales, reducción posible gracias a la identificación, ya
de dos objetos que forman parte de dos enunciados, ya de dos suje
tos encontrados por separado. En efecto, definiéndose el sujeto por
su relación de objeto y sólo por ésta, la presencia de dos objetos
Oí y O2 nos obliga a postular, en un primer momento, la existencia
de un sujeto distinto para cada uno de los objetos; y sólo después,
por el sincretismo actorial, la identificación de los dos sujetos per
mite la reducción de dos enunciados elementales a un enunciado
complejo. Esto nos permite, por tanto, distinguir dos tipos de enun
ciados de junción de estructura comparable: enunciados júniores
de sujetos y enunciados júniores de objetos.
El intercambio puede ser descrito entonces como una doble trans
formación de dos enunciados juntores de objetos, transformación
operada, de manera concomitante, por dos sujetos del hacer a la
vez. Si la primera transformación, efectuada por el sujeto del hacer
identificado con Si, puede expresarse como
(Oí u S2 n 0 2) = ^ > ( 0 i n S 2 U O 2 ).
4 .3 . El in te r c a m b io r e a liz a d o
Oí ~ O2,
5. LA C O M U N IC A C IÓ N P A R T IC IP A T IV A
( D r n ü u D r e ) = ^ > ( D r u O n Dre),
( D r n O u D r e ) = ^ > ( D r n O nD re).
6. LL A M A D A
1. ESTRUCTURAS NARRATIVAS
1 .1 . A c ta n te s y a cto res
82 83
1 .2 . E stru ctu ra a c t a n c ia l
d is j u n c io n e s s in t a g m á t ic a s
F F
DISJUNCIONES PARADIGMÁTICAS
1 .3 . R oles a c t a n c ia l e s
C O M P E T E N C IA S Y PERFO RM ANCES
V E R I D IC C IÓ N
ser parecer
! ( MENTIRA
no parecer no ser
FALSO
2 .2 . F ig u r a s y c o n f ig u r a c io n e s
1 .1 . E l ACTO
hacer v s ser
S, S2
/aserción/ /npvnriñn /
LA JUNCION
/disjunción/ ^ /conjunción/
1 .3 . P erform ance y c o m p e t e n c ia
bien SinOi
bien S i UOi
donde
-> indica la transform ación
n indica la junción.
LAS M O D A L ID A D E S V E R ID IC T O R IA S
LAS M O D A L ID A D E S F A C T IT IV A S
performance competencia
cognitiva de S2 I I cognitiva de S2
competencia de Si performance de S
acto pragmático.
Vi-mos 11uc el acto de un sujeto cualquiera se encuentra como
■Hvuelfo poi instancias modalizantes de un segundo sujeto situado
tu la dimensión cognitiva. Las dos estructuras modales envolventes
■gil, desde el punto de vista sintáctico, presuponientes y no presu
puestas: la performance de S2, para tener lugar, presupone la com-
■ilnicia de Si, la competencia de S2 presupone, a su vez, la existen-
fin de la performance de Si. El acto de Si, aun bastándose a sí
iiihiiio, puede inscribirse, bajo ciertas condiciones, en el recorrido
fugnitivo traslativo.
Se observará aquí hasta qué punto se parece la organización
sintagmática del acto a la del discurso narrativo o, más bien, al
programa narrativo canónico: éste, articulado en dos componentes,
k competencia y la performance, se refiere generalmente a la ins
tancia del destinador, encargado de acreditar primero al sujeto y
¿e sancionarlo después.
2. LAS SOBREMODALIZACIONES
2 . 1. L a c o m p e t e n c i a y sus s o b r e d e t e r m i n a c i o n e s
2. 2. In v e n ta rio p ro v is io n a l
2.3. C a te g o r iz a c ió n y d e n o m in a c ió n
/prescripción/ ~ /d eb er hacer/.
2 .4 . L as m o d a l iz a c io n e s del s u je t o y del o b je t o
m = enunciado modal
h = enunciado de hacer
e = enunciado de estado
mh mh me me
3 .1 . M o d a l iz a c i o n e s a l é t ic a s
Inlerpretativas.
CO N FRO N TA CIÓ N DE /D E B E R -S E R / Y DE /P O D E R -S E R /
11 Compatibilidades
H Fl M NTIDO II. — 7
II. Incompatibilidades
1) Contrariedades (H om ologación 3)
Í
necesidad ( deber-ser
(S) J ______ (S)
contingencia | poder no ser poder ser
(O ) 1 posibilidad
(O)
posibilidad / no deber / \ no deber ser '| contingencia
1 no ser / 1[ (S)
(S)
imposibilidad 1 no poder ser no poder 1i necesidad
no ser (0 )
(O)
Si (de) = S2(pe)
Compatibilidades.
voluntad pasiva ^
no deber
no hacer
no querer
/
/
\ no querer hacer
no hacer
2) C onform idades.
no deber
no hacer /
/
/
\ no deber hacer
voluntad activa
querer-hacer querer no hacer
I
11. Incompatibilidades.
1) Contrariedades.
no deber
no hacer no deber hacer
abulia activa
querer-no hacer querer-hacer
2) Contradicciones.
resistencia activa
{ deber-hacer deber no hacer
X
querer no hacer querer-hacer
no deber
no deber hacer
no hacer
abulia pasiva no querer
no querer-hacer
no hacer
3 .3 . S is t e m a s de reglas y a p t it u d e s de los s u je t o s
I. Compatibilidades.
1) Com plem entariedades.
deber-hacer deber no hacer
no deber
no hacer no deber hacer
2) C onform idades.
no deber
no hacer no deber hacer
II. Incompatibilidades.
1) Contrariedades.
| deber-hacer deber no h a c e r ,
no saber-hacer no saber
no hacer
no deber
no hacer no deber hacer
O b s e r v a c io n e s :
1. T A X O N O M ÍA S Y A X IO LO G ÍA S
Teniendo en cuenta:
a) que las relaciones, desde el punto de vista estructural, se
consideran primeras con respecto a los términos que no son sino
I «lis resultantes, reconocibles como puntos de intersección con otras
relaciones,
b) que las relaciones, desde el punto de vista sintáctico, son
constitutivas de los enunciados elementales (enunciados de hacer
fy enunciados de estado),
c) que las modalizaciones de estos enunciados se refieren a las
relaciones constitutivas de los enunciados (llamadas funciones), con
viene distinguir en primer lugar, según la naturaleza de la relación
que modifiquen, dos tipos de modalizaciones, y, al mismo tiempo,
dos clases de modalidades: las modalidades de hacer que rigen las
relaciones intencionales, y las modalidades de estado que rigen las
relaciones existenciales.
O b s e r v a c ió n : Es e v id e n te q u e e s ta s d is t in c io n e s n o s e h a c e n ú n i
c a m e n t e p a r a f a c ilit a r la f o r m u la c ió n m e t a l in g ü í s t i c a d e la s m o d a l i
d a d e s y q u e c o r r e s p o n d e n t a n t o a la a p r e h e n s ió n i n t u it iv a d e f e n ó
m e n o s m o d a le s c o m o a la e x p e r ie n c ia e x t r a í d a d e la p r á c t i c a d e lo s
tex to s. El su je to de h a cer se p r e se n ta com o un a g en te, com o un
e le m e n t o a c t iv o , a c u m u la n d o e n s í t o d a s la s p o t e n c ia lid a d e s d e l h a
ce r; e l s u j e t o d e e s t a d o , p o r e l c o n t r a r io , a p a r e c e c o m o u n p a c ie n t e ,
y r e c o g e , p a s iv o , t o d a s la s e x c it a c io n e s d e l m u n d o , in s c r ita s e n los
o b je to s que le r o d e a n .
5. EST R U C TU R A S M O D A L ES Y SUS D E N O M IN A C IO N E S
Mt I SENTIDO II. — 8
semiótico, las cuatro categorías modales que pueden servir de red
taxonómica para una sintaxis modal. Sin embargo, es su denomina
ción, aunque arbitraria por definición, la que plantea dificultades.
Las denominaciones comportan, se quiera o no, una parte de inter
pretación: bien «motivadas», facilitan su uso en las lenguas natura
les, uso al que ningún metalenguaje puede escapar. La fabricación
terminológica solitaria a la que se dedican ciertos investigadores ra
ra vez resulta eficaz: así, aun permitiéndonos sugerir, a título indi
cativo, algunas posibles denominaciones, preferiríamos, si surgiera
la necesidad, confiar la tarea a un «comité terminológico» que pu
diera apreciar su empleo en la práctica de análisis textuales.
deseable nocivo
indispensable irrealizable
deber ser deber no ser
realizable
no deber no ser
X fortuito
no deber ser
posible evitable
X
poder ser poder no ser
inevitable imposible
no poder no ser no poder ser
verdadero ilusorio
X
saber ser saber no ser
1. LO VEROSÍM IL Y LO VERÍDICO
'-
2. EL CONTRATO SOCIAL
3. LA CRISIS DE LA VERIDICCIÓN
4. LA MANIPULACIÓN DISCURSIVA
5. LA VERDAD Y LA CERTIDUMBRE
1. INTRODUCCIÓN
2.1. El sa b er p reced e a l c r e e r
a) «Llevar a alguien //
b) / / a reconocer la verdad //
c) // de una proposi
ción (o de un
hecho)».
51 = sujeto de la manipulación
52 = sujeto de la sanción
LA INTERPRETACIÓN ES RECO
NOCIMIENTO E IDENTIFICACIÓN
EL ACTO EPISTÉMICO ES EL
CONTROL DE LA ADECUACIÓN
EL ACTO EPISTÉMICO ES
UNA OPERACIÓN JUNTIVA
(conjunción) (disjunción)
EL ACTO EPISTÉMICO PR O D U
CE MODALIDADES EPISTÉMICAS
c e r tid u m b r e e x c lu s i ó n
a fir m a r negar
(conjunción) (disjunción)
p r o b a b ilid a d in c e r tid u m b r e
a d m itir dudar
LA PROPOSICIÓN
I>t l. S E N T I D O II. — 10
3.2. La r a c io n a l id a d p a r a d ig m á t ic a
LO CATEGÓRICO Y LO GRADUAL
3.3. La r a c io n a l id a d s in t a g m á t ic a
EL PENSAMIENTO CAUSAL
EL PENSAMIENTO PARALEI O
4. A M ODO D E C O N C L U SIÓ N
LA CUERDA
A Harry A lis
1 Este análisis fue publicado por primera vez en la Revue canadienne de linguis-
lí(/ue romane, I, 1, 1973.
Después pasaba un charabán, al trote irregular de una jaca, sacudiendo
de modo extraño a dos hombres, sentados uno junto a o tro, y a una mujei
al fondo del vehículo, a cuyo borde se agarraba para atenuar las duras
sacudidas.
En la plaza de Goderville, había una m uchedumbre, un barullo de hu
manos y bestias mezclados. Los cuernos de los bueyes, los altos sombreros
de pelo largo de los campesinos ricos y las tocas de las campesinas emer
gían sobre la superficie del conjunto. Y las voces chillonas, agudas, vocin
gleras, form aban un clamor continuo y salvaje dom inado a veces por una
gran carcajada lanzada por el pecho de un alegre campesino, o el largo
mugido de una vaca atada al m uro de una casa.
Todo eso olía a establo, leche y estiércol, a heno y sudor, destilaba
ese sabor agrio, espantoso, humano y bestial, particular de la gente del
campo.
Maese H auchecorne, de Bréauté, acababa de llegar a Goderville, y se
dirigía a la plaza, cuando vio en el suelo un trocito de cuerda. El señoi
H auchecorne, ahorrador como todo buen norm ando, pensó que cualquiei
cosa que pudiera ser de utilidad había de recogerse; y se agachó penosa
mente, ya que sufría de reuma. Cogió del suelo el trozo de cuerda fina,
y se disponía a enrollarlo cuidadosamente cuando vio, en el umbral de
su puerta, a maese M alandain, el guarnicionero, que le m iraba. Habían
tenido ciertas cuestiones a causa de un cabestro, y habían quedado enfada
dos, siendo los dos rencorosos. A maese Hauchecorne le entró una especie
de vergüenza de haber sido visto así por un enemigo, rebuscando en el
fango un trozo de cordón. Escondió bruscamente su hallazgo bajo la blu
sa, y después en el bolsillo del pantalón; a continuación hizo ademán de
seguir buscando por tierra algo que no encontraba, y se fue hacia el merca
do, la cabeza hacia adelante, doblado en dos por los dolores.
Se perdió enseguida entre la m ultitud chillona y lenta, agitada por los
interminables regateos. Los campesinos palpaban las vacas, se iban, vol
vían, perplejos, siempre con miedo a ser engañados, no atreviéndose nunca
a decidirse, espiando los ojos del vendedor, tratando sin fin de descubrii
la astucia del hom bre y el defecto de la bestia.
Las mujeres, con sus grandes cestos a los pies, habían sacaso sus aves
que yacían por el suelo, atadas por las patas, el ojo espantado, la cresta
escarlata.
Escuchaban las ofertas, mantenían sus precios, con aire seco, el rostro
impasible, o bien de pronto, decidiéndose por la rebaja propuesta, gritaban
al cliente que se alejaba despacio:
—De acuerdo, maese Anthime. P ara Vd.
Después, poco a poco, la plaza se despobló y, al tocar elángelus al
mediodía, los que vivían demasiado lejos se distribuyeron por las posadas.
En la de Jourdain, la gran sala estaba llena de gente comiendo, igual
que el amplio patio estaba lleno de vehículos de todo tipo, carretas, cabrio
lés, charabanes, tílburis, innumerables carricoches, amarillos de barro, de
formados, remendados, alzando al cielo, como brazos, sus varales, obien
la nariz por tierra y el trasero al aire.
Casi pegada a los hombres que cenaban sentados a las mesas, la inm en
sa chimenea, ilum inada por las llamas, arrojaba un calor vivo contra la
espalda de la fila de la derecha. Tres espetones daban vueltas, cargados
de pollos, de palomas y de piernas de cordero; y un deleitoso olor a carne
asada y a jugo chorreando por la dorada piel surgía del hogar, encendía
el alborozo, hacía las bocas agua.
T oda la aristocracia de la carreta comía allí, en casa del señor Jour-
dain, posadero y chalán, un tunante que tenía escudos.
Los platos pasaban, se vaciaban igual que las jarras de sidra amarilla.
Cada uno contaba sus asuntos, sus com pras y sus ventas. Se sabían noti
cias de las cosechas. El tiempo era bueno para las verduras, pero un poco
desabrido para los trigos.
De pronto redobló el tam bor, en el patio, delante de la casa. Todo
el m undo se puso inmediatam ente en pie, salvo algunos indiferentes, y co
rrió hacia la puerta, hacia las ventanas, con la boca todavía llena y la
servilleta en la mano.
Después de term inar su redoble, el pregonero lanzó con voz brusca,
acom pasando sus frases a contratiem po:
—Se hace saber a los habitantes de Goderville, y en general a todas
las personas presentes en el mercado, que esta m añana —entre las nueve
y las diez— se ha perdido, en el camino de Benzeville, una cartera de
cuero negro que contema quinientos francos y papeles de negocios. Se rue
ga devolverlo en la alcaldía, aquí mismo, o en casa de maese Fortuné Houl-
bréque, en Manneville. H abrá veinte francos de recompensa.
Después el hom bre se fue. Se volvieron a oír de nuevo, a lo lejos, los
sordos redobles del instrum ento y la voz debilitida del pregonero.
Entonces se pusieron a hablar de este acontecim iento, enum erando las
posibilidades que tenía el señor H oulbréque de recuperar o no su cartera.
Y la cena terminó.
Estaban apurando el café, cuando el cabo de la gendarmería apareció
en el umbral.
Preguntó:
— ¿Está aquí maese Hauchecorne, de Bréauté?
Maese H auchecorne, sentado en el otro extremo de la mesa, respondió:
—A quí estoy.
Y el cabo contestó:
—Maese H auchecorne, ¿tiene usted la am abilidad de acom pañarm e a
la alcadía? El señor alcalde desearía hablar con usted.
El campesino, sorprendido, inquieto, se tragó de un golpe su copita,
se levantó y, más encorvado aún que por la m añana, ya que los primeros
pasos después de cada comida eran especialmente difíciles, se puso en ca
mino repitiendo:
—Aquí estoy, aquí estoy.
Y siguió al cabo. El alcalde le esperaba, sentado en un sillón. Era el
notario del lugar, hombre grueso, grave, de frases pomposas.
—Maese H auchecorne, dijo, se le ha visto recoger esta m añana, en el
camino de Beuzeville, la cartera perdida de Maese Houlbréque, tlr
Manneville.
El campesino desconcertado, miraba al alcalde, ya atem orizado por l;i
sospecha que pesaba sobre él, sin com prender por qué.
—Pero, pero, ¿que yo he recogido su cartera?
—Sí, usted mismo.
—Palabra de honor, no tengo conocimiento de ello.
—Se le ha visto.
— ¿Se me ha visto, a mí? ¿Quién me ha visto?
—Maese M alandain, el guarnicionero.
Entonces el viejo se acordó, com prendió, y rugiendo de cólera:
— ¡Ah! ¡me ha visto, ese villano! Me ha visto recoger este cordón, ten
ga, señor alcalde.
Y rebuscando en el fondo de su bolsillo, sacó el trocito de cuerd.t
Pero el alcalde, incrédulo, movía la cabeza:
—¿No me querrá hacer creer, maese Hauchecorne, que maese Malan-
dain, que es hombre digno de fe, ha tom ado este hilo por una cartera/
El campesino, furioso, levantó la m ano, escupió de lado para atestigum
su honor, repitiendo:
—Sin em bargo, es la verdad de Dios, la santa verdad, señor alcalde.
Aquí, por mi alma y mi salvación, lo vuelvo a repetir.
El alcalde replicó:
—Después de recoger el objeto, incluso habéis seguido busqando un
buen rato en el barro por si se había escapado alguna moneda.
El buen hom bre se ahogaba de indignación y de miedo.
— ¡Qué barbaridad!... ¡qué barbaridad!... ¡Embustes así, para difam ar
a un hom bre honrado! ¡Qué barbaridad!...
Por mucho que protestó, no le creyeron.
Le pusieron frente a frente con maese M alandain, que repitió ysostuvo
su afirm ación. Se insultaron durante una hora. Registraron, por petición
suya, al Sr. H auchecorne. No le encontraron nada.
Finalmente el alcalde, muy perplejo, le dejó ir, previniéndole de que
iba a avisar a las autoridades judiciales y solicitar órdenes.
La noticia se había extendido. A la salida de la alcaldía, el viejo fue
rodeado, interrogado con una curiosidad seria y burlona, pero donde no
cabía ninguna indignación. Se puso a contar la historia de la cuerda. No
le creyeron. Se reían.
Cam inaba, parado por todos, deteniendo a sus conocidos, recomenzan
do sin fin su relato y sus protestas, m ostrando sus bolsillos vacíos, para
probar que no tenía nada.
Le decían:
— ¡Anda, viejo tunante!
Y él se enfadaba, exasperado, enfebrecido, desolado porque no le creían,
sin saber qué hacer, y contando una y otra vez su historia.
Llegó la noche. H abía que irse. Se puso en camino con tres vecinos
¡i los que mostró el lugar donde había recogido el trozo de cuerda; y du
rante todo el camino habló de su aventura.
P or la tarde, se dio una vuelta por el pueblo de Bréauté, con el fin
de contarla a todo el m undo. No encontró más que incrédulos.
Estuvo enferm o toda la noche.
Al día siguiente, hacia la una de la tarde, Marius Paumelle, mozo de
labranza de maese Bretón, agricultor de Ymauville, devolvía la cartera y
su contenido a maese H oulbréque, de Manneville.
Este hom bre afirm aba, en efecto, haber encontrado el objeto en el c;i
mino; pero, no sabiendo leer, se lo había llevado a casa y entregado a
su patrón.
La noticia se extendió por los alrededores. Se inform ó a maese Hauchc
corne. Salió inm ediatam ente a la calle y empezó a n arrar su historia com
pletada con el desenlace. Triunfaba.
—Lo que me dolía, decía, no es tanto la cosa en sí, ¿comprendéis?,
sino el embuste.
Se pasó todo el día hablando de su aventuradla contaba en los camino',
a la gente que pasaba; en la taberna a la gente que bebía; a la salida
de la iglesia, el domingo siguiente. Paraba a desconocidos para decírselo.
A hora estaba tranquilo, y sin em bargo, había algo que le molestaba sin
saber exactamente qué era. Tenía la sensación de que se burlaban al escu
charle. No parecían convencidos. Le parecía oír comentarios a sus espaldas
El martes de la semana siguiente, acudió .al m ercado de Godervillc.
em pujado únicamente por el deseo de contar su caso.
M alandain, de pie junto a su puerta, se echó a reír al verle pasar. ¿Poi
qué?
A bordó a un grajero de Criquetot, que no le dejó acabar, y, dándolr
una palm ada en la boca del estómago, le gritó a la cara: «¡anda, viejo
tunante!». Después dio media vuelta.
Maese H auchecorne se quedó desconcertado y cada vez más preocupa
do. ¿Por qué se le había llamado «viejo tunante»?
Cuando se sentó a la mesa, en la taberna de Jourdain, se puso otra
vez a explicar la historia.
Un tratante de caballos de Montivilliers le gritó:
— ¡Vamos, vamos, el viejo truco, ya lo conozco yo, tu cordón!
H auchecorne balbuceó:
—¿Acaso no han encontrado ya la cártera?
P ero el otro replicó:
—Vamos, hom bre, uno lo encuentra y otro lo devuelve. ¡Ni visto ni
conocido, te hago un lío!
El campesino quedó cortado. Al fin comprendía. Le acusaban de habn
hecho devolver la cartera por un com padre, por un cómplice.
Quiso protestar. Toda la mesa se echó a reír.
No pudo acabar la cena y se fue, en medio de las burlas.
Volvió a su casa, avergonzado e indignado, ahogado por la cólera, pol
la confusión, mucho más- aterrado por ser capaz, con su astucia de nor
mando, de hacer aquello de lo que le acusaban, e incluso de jactarse de
ello1 como de una buena jugada.
Su inocencia se le presentaba confusam ente como algo imposible de
probar, dejando al descubierto su malicia. Y se sentía herido en el corazón
por la injusticia de la sospecha.
Entonces comenzó de nuevo a contar la aventura, alargando su relato
cada día, añadiendo cada vez nuevas razones, protestas más enérgicas, ju
ramentos más solemnes que imaginaba, que preparaba en sus horas de
soledad, con la mente ocupada únicamente en la historia de la cuerda.
Le creían aún menos, cuanto más com plicada era su defensa y más sutil
su argumentación.
—Esas son razones de mentiroso, decían a sus espaldas.
Él lo notaba, se le corroía la sangre, se agotaba en esfuerzos inútiles.
Iba desmejorándose a ojos vistas.
A hora los bromistas le hacían contar la historia para divertirse, como
hacen contar su batalla al soldado que ha estado en cam paña. Su espíritu,
profundam ente herido, se debilitaba.
A finales de diciembre, se metió en cama.
Murió en los primeros días de enero y, en el delirio de la agonía, juraba
su inocencia, repitiendo:
—Una cuerdecita... una cuerdecita..., tenga, aquí está, señor Alcalde.
1.1. L a s e g m e n ta c ió n s e g ú n lo s c r i t e r i o s e s p a c io -te m p o ra le s
espacio hetero-tópico
T """■ ------ ------- — fíñ i
espacio tópico
i espacio utópico ! ¡
i ¡ , . : . i i
¡ I j j
vemos que esta simetría está sólo hecha para subrayar las transfoi
maciones de los contenidos inscritos en las coordenadas espacio
temporales:
principio fin
m uerte moral
segundo martes salu d ...
y física
1 .3 . Se g m e n t a c ió n seg ún lo s c r it e r io s g r a m a t ic a l e s
«En todos los «En la plaza de «Los campesinos «En casa de Jourdain
cam inos...» G oderville...» palpaban...»
1) Entre las secuencias descriptivas 1 y 2 se intercala una se
cuencia evenimencial que detiene la oleada de pretéritos imperfectos
descriptivos y los enmarca mediante dos pretéritos indefinidos «vio»
y «se perdió».
2) La secuencia descriptiva 2 se encuentra a su vez delimitada
por un pretérito indefinido «redobló el tambor», que anuncia la
segunda secuencia evenimencial seguida de varias unidades dialoga
das. Toda la primera parte, que va desde la introducción de la pro
blemática del saber diferenciado, se presenta, pues, así:
se. descr. l-+ -s c . even. l-* ~ sc. descr. 2 -* -s c . even. 2 (-► se. dialogadas)
— hombres;
— mujeres;
— gente en coche.
/h u m a n id a d / + /an im alid ad /
— visual,
— auditiva,
— olfativa,
2.3. E l s e g m e n to d e s c r ip tiv o 3: e l h a c e r s o c i a l
2.4. El seg m en to d e s c r ip t iv o 4: la s a n c ió n s o c ia l
como - •.
el amplio patio estaba lleno de vehículos...
DI L SENTIDO II. — 12
L A SO P A A L «PISTOU» O L A C O N STR U C C IÓ N
DE UN O BJETO DE V A L O R 1
L A SO PA A L «P ISTO U »
1. LA R EC ETA DE C O C IN A
PN de base = Si -► (S 2 n O : sopa).
3.1. La so pa d e v e r d u r a s
/c r u d o / ' /c o c id o /
es a la vez:
— independiente, ya que posee su propio espacio utópico
(la «cacerola»),
sus propios sujetos delegados manipuladores (el fuego y el agua), y
3.2. El « p is to u »
3.3. La p r o g r a m a c ió n
ebullición
i I
reebullición
fuego moderado
(2 h)
30 mn “
retirada
del fu ego
no ebullición ■
^ PN común («remover»)
♦
PN de base: Si— ►PN de uso («sirva»)— (comensales)
4. A L G U N A S E N SE Ñ A N Z A S
N A C IM IE N TO DE A R C Á N G E L E S
DEL S E N T ID O , I I . — 13
raím ente considerados, desde Darmesteter, como los correspondientes zo-
roastrianos de los Aditya védicos. Después de B. Geiger y H . Lommel
hemos tratado de precisar, entre unos y otros, relaciones que nos parecían
a nosotros mismos más que probables (v. Mitra-Varu/za, págs. 130 y si
guientes). Pero este esfuerzo no ha dado frutos. Se han opuesto dificulta
des insuperables. Si los dos primeros Arcángeles (Vohu M anah y Asha
Vahis/zta) y, como mucho, el tercero (Khshathra Vairya) se sitúan en un
terreno que puede ser, en efecto, el de los Aditya, no ocurre lo mismo
con los tres últimos (Spsntá Arm aiti, H aurvatát y A m srstát); los argum en
tos de Geiger, muy fuertes cuando se trata de As/za, se debilitan con
Khshathra y se hacen francam ente sofísticos con A rm aiti.
1.1. J USTIFICACIONES
1 .3 . O r g a n iz a c ió n textual
2 .1 . D is c u r s o e n p r o c e s o d e a c t u a l iz a c ió n y d is c u r s o r e a l iz a d o
2 R etom ando por nuestra cuenta el término narratario, propuesto por G. Ge-
nette, sugerimos com pletar la term inología de la enunciación introduciendo una pa
reja de actantes presupuestos e im plícitos: enunciador vs enunciatario, distinguién
dolos así de los m ism os actantes: narrador vs narratario, instalados y m anifestados
en el discurso por el procedim iento de desembrague actancial.
de formular la pregunta que él mismo no plantea, pero
que, se supone, plantea el enunciador en un discurso
interior que éste se dirige.
2.3 . El d is c u r s o d e la in v e s tig a c ió n y la a u s e n c ia d e l su je to
2.4. La pr e g u n t a
f o r m u l a c ió n :
estado 1
estado indoeuropeo: «el sistema de las
tres funciones» «los dioses»
« d e v e n ir »
estado 2
estado iranio: «el pensam iento religioso de Zoroastro»
3.1. O r g a n iz a c ió n d is c u r s iv a y n a r r a t iv a
3.2. El relato d el s u je t o
a las que hay que añadir la «llamada» inicial que no es más que
una autorreferencia, constituyen un tercer nivel dicursivo que pode
mos designar como discurso referencial.
En lugar de ser un desarrollo sintagmático lineal, el discurso
que examinamos aparece como una construcción a varios niveles,
cada uno de los cuales posee sus características formales y asume
un rol particular.
EL D IS C U R S O C O G N IT IV O
EL D IS C U R S O O B JE T IV O
D E L S E N T ID O II. — 14
racterizado», «generalmente considerados», «parecían», «probables»,
que la sobredeterminan indicando el grado de necesidad o de certi
dumbre que se le atribuye.
El discurso objetivo, así como el discurso cognitivo antes exami
nado, comporta, pues, dos niveles discursivos distintos: un nivel
modal rige en él la predicación de existencia constitutiva del nivel
descriptivo. Tendremos que volver más adelante sobre la naturaleza
de esta nueva modalización, que no es ya una modalización del
hacer, sino del ser.
EL D IS C U R S O R E FE R E N C L A I
3.3. El relato d el a n t is u j e t o
S U P E R F IC I E D IS C U R S I V A Y D IS P O S IT IV O N A R R A T IV O
necesidad imposibilidad
deber-ser deber no ser
LA M O D A L IZ A C IÓ N DEL D IS C U R S O R E F E R E N C IA L
LA S m o d a l id a d e s e p is t é m ic a s
probabilidad X .
incertidumbre
EL PARECER Y EL SEK
/se r / /p arecer/
O b s e r v a c ió n : La o p e r a c ió n (1 ) e s tá c u b ie r ta p o r el r e la to d el
fra ca so , la o p e r a c ió n (2 ) corresp on d e a l r e la to de la v ic to r ia .
4. EL RELATO DE LA VICTORIA
4 .3 . L as perfo r m a nces c o g n it iv a s
UN A N U EVA TAXONOMÍA
1 .a mitad 2 . a mitad
(contractual) (mágica) Mitra Varuna
D H L S E N T I D O , II. — 15
Cada nombre de dios se encuentra así ligado a una «función»,
y la nueva designación de «dioses funcionales» no hace sino confir
mar su status de signos. El progreso taxonómico, en comparación
con la primera tentativa, resulta notable: de una lógica de inclusión
que «situaba» a cada dios en un «terreno» sin cuestionarse la natu
raleza semiótica de uno o de otro, pasamos ahora a una lógica
cualitativa donde las figuras divinas, consideradas como significan
tes, son susceptibles de ser comparadas en sus significados e identi
ficadas por los rasgos semánticos — término que aparece en el mo
mento oportuno— que las definen.
DE LO CO N CEPTU A L A LO TEXTU AI
4 .4 . El d e s c u b r im ie n t o como e v id e n c ia
í emisivo
hacer informativo < í activo (cf. «escuchar»)
\ receptivo <
/ pasivo (cf. «oír»)
rar, por consiguiente, que el hacer comprobativo que está llamado
a ejercer se refiera al discurso del otro, es decir, al discurso referen
cial convocado al efecto.
Pero — y es aquí donde aparece la primera desviación con respec
to al discurso «normal»— el objeto de comprobación no es el dis
curso referencia], sino el propio referente lingüístico, presente en
forma de dos «4-istas» que se encuentran «relacionadas». Lo que
al principio se ofrecía como la posibilidad de una solución se con
vierte ahora, tras la integración del nivel cognitivo, en la compro
bación, es decir, la comprensión en forma de rasgos comunes, de
la relación de semejanza entre dos listas.
c) El hacer informativo que vemos aquí en funcionamiento es
tá, por definición, no modalizado, y va seguido normalmente del
hacer interpretativo que asegura la significación y la solidez de la
comprobación. En el caso que examinamos, la instancia de inter
pretación está bien prevista, pero los dos hacer sucesivos se efec
túan en condiciones que buscan suprimir toda distancia discursiva
entre el sujeto conocedor y el objeto por conocer. Así — la informa
ción es recibida sin mediación (los rasgos son «inmediatamente com
probables»)— la interpretación se hace sin preparación «no necesi
tan ninguna preparación para ser interpretados», es decir, sin el
ejercicio de un saber-hacer previo.
Basta con relacionar estas condiciones con la definición corrien
te de evidencia, «carácter de lo que se impone al espíritu con tal
fuerza que no es necesaria ninguna otra prueba para conocer su
verdad, su realidad» (Petit Robert), para reconocer que se trata,
en nuestro caso, de una forma particular de modalización epistémi-
ca que corresponde, en el cuadro que antes hemos sugerido, a la
posición de /certidumbre/. Pero mientras que la certidumbre es la
sanción del hacer interpretativo que se ejerce sobre el discurso refe
rencial convocado, la evidencia es la comprobación de adecuación
entre el referente y el discurso que lo manifiesta.
«Recientes estudios...»
« P ero...»
«De ahí...»
•' ' *1
4 .6 . R e f l e x ió n e p is t e m o l ó g ic a
5. A G U ISA D E C O N C L U SIÓ N
1. MARCO CONCEPTUAL
Sj-SznCMOzíOa)]
donde:
O í: objeto cognitivo (el saber transm itido);
O 2 : Si nV (el querer del sujeto m anipulador que se comunica al
sujeto m anipulado);
O3: Real. (PN de S 2 ) (siendo el objeto del querer la realización,
por parte de S 2 , del program a elaborado y transm itido por
S,).
2. EL H A C ER P ER SU A SIV O
S, -> 8 2 0 0 ,(0 2 (0 3 )]
donde:
3. EL H A C ER IN TERPRETATIVO
3.1. U na c o m u n ic a c ió n c o e r c it iv a
S2 n p f
S2 n pf.
3.3. La a x io lo g ía e n g lo b a n te
código de la soberanía
3.4. L a v a lo riz a c ió n
3.5. L a id e n tific a c ió n
4. H A C IA EL D ISC U R SO
1. IN TROD UCCIÓN
1 .1 . E l e c c ió n m e t o d o l ó g ic a
1.2. A p r o x im a c io n e s l e x ic o g r á f ic a s
2. ESPERA
2 .1 . E spera s im p l e
/querer-conjuntar/
O b s e r v a c ió n : J u n to a u n /q u e r e r -s e r -c o n ju n to /, p o d e m o s fá c il
m e n t e d is p o n e r u n a p o s ic ió n p a r a le la d e l /d e b e r - s e r - c o n j u n t o /, s u s
c e p tib le de ser le x ic a liz a d a com o « fa ta lid a d » .
/d is ju n c ió n / vs /c o n ju n c ió n /
/a c tu a liz a d o / vs /r e a liz a d o /
— a nivel discursivo:
/te n s ió n / vs /r e la j a c ió n /
« esp era» vs « s a tis fa c c ió n » (? )
51 es el sujeto de estado y
5 2 es el sujeto de hacer.
2 .2 . E spera f id u c ia r ia
SATISFACCIÓN
INSATISFACCIÓN Y DECEPCIÓN
3. D ESCO NTENTO
conjunción disjunción
í
no conjunción
benevolencia vs malevolencia
3 .3 . El otro
3 .5 . E l h o n o r h e r id o
4. LA V EN G A N ZA
4 .1 . Un s in t a g m a p a s io n a l
4.3. La s a n c ió n c o g n it iv a
4.4. Dos fo rm as d e s v ia n t e s : la j u s t ic ia y el s a d is m o
D KL S E N T ID O II. — 18
Esta intelectualización de los dolores y los placeres explica en
gran parte el desapasionamiento de la venganza que caracteriza su
socialización. No es de extrañar que la desaparición de la inmedia
tez, que confiere a la pasión el hacer somático ejercido en el marco
de las relaciones intersubjetivas, conduzca progresivamente a la de-
semantización de la estructura de la venganza y a su decadencia.
En cuanto a saber si otras estructuras de regulación de las pasiones
— la lucha de clases, por ejemplo— pueden sustituirla eficazmente,
se trata ya de una cuestión que concierne a los sociólogos.
A esa pérdida pasional se opone, al menos en apariencia, ese
exceso emocional que es el comportamiento sádico. Y a nos ha sor
prendido la disposición sintagmática
6. Llamada ................................................................................. 54
3. Recapitulaciones .................................................................. 77
Págs.
P a r a u n a t e o r ía d e las m o d a l id a d e s ..................................................... 79
El d e sa f ío ....................................................................................... 242