Está en la página 1de 7

Cambiando balas por semillas: el

campo renace en el Cauca


Con una gran sinergia entre el sector privado, el Gobierno, los campesinos y los
excombatientes, se viene germinando el renacer del campo.

 350 excombatientes de las Farc se formaron como técnicos agropecuarios en Panaca. Luego
de recibir su título volvieron a las zonas de concentración.

Convertir el posconflicto en una oportunidad real para reactivar el campo, sin cultivos
ilícitos y con los excombatientes labrando la tierra al lado de los campesinos, sin duda es
uno de los retos más grandes de Colombia. En eso parece estar empeñada la Asociación
Colombiana de Pequeños Caficultores del Cauca. Entre sus trabajadores reúne todos los
matices del conflicto.

En Toribio y Tacueyó, en el Norte del Cauca, trabajan 37 desmovilizados de las Farc que
decidieron dejar las armas mucho antes del proceso de paz, en 2012. Entre tanto, en Ortega
y Cajibío hay 126 desmovilizados de las autodefensas que hacen lo propio, y en El Tambo
está un grupo de 33 víctimas del conflicto que llevan en su cuerpo las secuelas de las minas
y que, al igual que sus ‘nuevos compañeros de causa’, trabajan la tierra para sacar el mejor
café del Cauca.

El grupo más reciente en hacer parte de este gran entramado de reconciliación es el de los
exguerrilleros de las Farc desmovilizados en el proceso de paz, que están en las zonas de
concentración de Albira y Monterredondo. Recientemente ellos se sumaron a la meta que
tiene la asociación para este año de producir 900.000 kilos de café pergamino seco.

El del Cauca es uno de los modelos más exitosos en materia de reincorporación,


reconciliación e innovación. Desde 2016, abrieron, de la mano con Procolombia, una
oficina en el norte de Europa para atender a este mercado directamente, con eficiencia y
con un producto de calidad. Con excepción de las tiendas illy Caffè, sus compradores son
emprendedores jóvenes, que luego de tostar el producto lo venden a pequeños cafés
independientes.

Le puede interesar: Parte 3: Así construyen empresa las víctimas del conflicto armado
en Córdoba

Para este año abrirán una nueva oficina en Moscú que atenderá la demanda creciente en
Rusia. Pero, ¿por qué apostarle a trabajar de la mano de quienes fueron actores del
conflicto? Para Carlos López, quien está al frente de esta iniciativa, la razón es muy
sencilla: Cauca fue epicentro del conflicto y de nada sirve que los combatientes dejen las
armas sin oportunidades laborales.
En esa misma línea la Agencia Colombiana para la Reintegración viene capacitando a los
desmovilizados del proceso de paz con las Farc. En Panaca se capacitaron 350
excombatientes como técnicos agropecuarios.

Quizás le interese: Las cooperativas se convierten en la fuerza de 80.000 caficultores

Durante tres meses vieron clases de ganadería, porcicultura, granja integral, piscicultura y
talabartería. Regresaron a las zonas de concentración y la idea es que puedan aplicar
estos conocimientos en proyectos productivos.

La reactivación del campo se está dando con cultivos tradicionales y nuevas actividades
como la piscicultura

Todo esto hace parte de una estrategia integral de la Alta Consejería para el posconflicto,
entidad que busca que el sector privado se suba a ese tren y lo hace desde tres grandes
frentes. El primero tiene que ver con la sustitución de cultivos ilícitos, el segundo con la
reincorporación laboral de desmovilizados, preferiblemente en el campo, y el tercero a
través de proyectos de infraestructura en las zonas más golpeadas por la guerra.

En materia de sustitución se adelantan alianzas con gremios como los cacaoteros, pues
históricamente donde se siembra coca, los campesinos también lo habían intentado con el
cacao. Y ellos mismos reconocen que esta segunda opción les genera mayor bienestar
porque lo pueden hacer legalmente.

Además es rentable, pues “estas plantas se comportan como una vaquita lechera”, dice
Eduard Baquero, presidente de Fedecacao. Esto si se tiene en cuenta que se pueden cultivar
frutos cada 15 días, y de manera más voluminosa cada seis meses. La demora es que pasen
dos años una vez sembrada la plántula.

Le sugerimos: Parte 2: Cómo la paz devuelve la vida a las víctimas del conflicto


armado en Córdoba

En total son 1.400 hectáreas las que se han sustituido con cacao en Guaviare, Meta,
Antioquia, Arauca, Nariño, Norte de Santander, Caquetá y Putumayo. Se han sembrado 14
viveros, cada uno tiene entre 50.000 y 200.000 plántulas. Lo que el Gobierno busca es que
se logre emplear al menos una familia por hectárea, lo que quiere decir que al menos 1.400
familias que antes vivían de la coca tienen una nueva oportunidad desde la legalidad. Pero
esto solo en cacao, las alianzas también se están trabajando con productos como la leche y
el café.

Pero de nada serviría volver productivo el campo si la infraestructura sigue siendo el


cuello de botella para comercializar los productos.
El Gobierno viene trabajando en el proyecto Vías Terciarias para la Paz, y lo más reciente
es la iniciativa Obras por Impuestos, con la que se busca que las empresas destinen hasta
50% de su carga de impuesto de renta en obras específicas como carreteras o colegios, que
además ejecutan ellos mismos.

De esta manera se viene dando el renacimiento del campo, a paso lento pero seguro, con la
esperanza de que esta vez y para siempre germine la semilla de la esperanza, se espante el
monstruo de la guerra y no vuelva nunca más.

Recomendamos: Parte 1: Así reconstruyen su vida las víctimas del conflicto armado en


Córdoba

La balcanización del Cauca


El Cauca sufre las consecuencias de una dura lucha por el control territorial.
Paramilitares, disidentes de las FARC, poderes locales… el departamento
se despeña hacia la 'balzanización' de un conflicto con mil cabezas.

18 Ago 2018
Texto: Camilo Alzate. Fotografías: Diego Val
  
Boris Guevara me contó que hizo un viaje un par de meses atrás para asistir a una reunión
comunitaria en Toribío. Él ha vivido los últimos dos años entre Cali y el Espacio
Territorial de Reincorporación de La Elvira, en Buenos Aires, al final de la trocha de
cuarenta kilómetros que empieza en el corregimiento de Timba, junto al río Cauca, y sirve
de acceso al corredor geográfico del río Naya, donde incontables cultivos de coca llenan las
montañas hasta el océano Pacífico. La caravana de camionetas en la que viajaba Boris se
enfiló por la vía Panamericana, una carretera angosta que bordea pueblos como Caloto,
Corinto, Miranda, Florida y Pradera. Allí, Boris quedó impresionado al confirmar que los
cultivos de coca y marihuana ya bajan hasta los bordes mismos de la vía, pero la
verdadera sorpresa lo esperaba más adelante, sobre el cruce que remonta la cordillera
siguiendo el cañón del río Palo hasta el municipio de Toribío.
Boris tiene poco menos de cuarenta años, es un bogotano pequeño y macizo que hizo
presencia en los diálogos de La Habana. Ya ha escapado de la muerte varias veces,
porque fue uno de los guerrilleros que estuvo al lado de Alfonso Cano durante los
bombardeos y operativos que derivaron en la muerte del máximo comandante de las FARC
el 4 de noviembre de 2011 en una vereda del municipio de Suárez.
Durante su viaje a Toribío, un grupo de encapuchados con prendas militares detuvo su
camioneta en una curva: eran los famosos disidentes. El episodio es ilustrativo pues él
mismo, un ex combatiente que conoció los rigores del monte, quedó sorprendido con que
unos tipos armados salieran tan cerca de la Panamericana como si nada. Dice que lo bajaron
del carro y un muchacho joven lo mandó a llamar. “¿Si se acuerda de mí?”, le preguntó el
muchacho. Guevara lo recordaba, era apenas un niño cuando ingresó a las FARC. “¡Pues
claro, huevón!”, le respondió Boris: “¿No me vas a matar?”. “Ahora yo soy el
comandante”, le dijo el otro con orgullo. Entonces se pusieron a discutir, aquel le recriminó
que la dirigencia de la guerrilla había traicionado la lucha, Boris le repuso que eso era falso:
¿Acaso podrían tomarse el poder por las armas? ¿Si las FARC no lo lograron en medio
siglo, ahora ellos cómo lo iban a hacer? Al final lo dejaron seguir pero se llevaron las
pistolas de los policías de la UNIPEP que lo escoltaban.

Pero en el Espacio Territorial de La Elvira, donde vivía Boris, la zozobra es


permanente. Los grupos de disidentes y narcos que controlan la trocha que sube por allí
rumbo al cañón del río Naya han amenazado a los ex combatientes y dicen que van a matar
a Pacho Quinto, uno de los antiguos comandantes que todavía vive en La Elvira. El
Ejército retiró la base militar que tenía apostada en la vereda El Ceral, desde eso la
zona “es un despelote”. En La Elvira han visto pasar grupos de 15 o 20 hombres armados,
marchando por la noche. Son los que se han opuesto a la sustitución de cultivos y también a
la pavimentación de la carretera, una de las iniciativas en las que más han insistido los
desmovilizados de La Elvira. “Pero si esa es la política de los disidentes, le están haciendo
el juego al Gobierno”, piensa Boris. “Era lo que planificábamos con los acuerdos”, dice
finalmente, “que si no había una reforma estructural, esto se iba a convertir en un
problema de mil cabezas”.
§§

El 8 de agosto fui hasta San Francisco para conversar con la viuda de Ibes Trujillo, un
reconocido dirigente afrocolombiano secuestrado y asesinado en las montañas de
Suárez la primera semana de junio. Nada más salir de Jamundí, mientras cruzaba los
pueblitos pequeños de la vía a Suárez, sentía como si viajara hasta los años noventa: el bus
hacía paradas en los caseríos paupérrimos con fortificaciones militares forradas de
trincheras y mallas metálicas para repeler las granadas, los soldados caminaban junto a la
vía como sacados de un manual, todos de casco y morrales y pecheras y radioteléfonos a la
espalda, las cantinas estremecían con su estridencia llenas de jornaleros, las paredes
desconchadas, los toyotas cargados de insumos rumbo a las montañas que producen tanta
coca como café.
Apenas dos días antes había ocurrido una seguidilla de bombas, atentados y ataques en
varias regiones del departamento con motivo de la posesión del nuevo presidente Iván
Duque: una moto cargada de explosivos mató a varios policías en Padilla, entre ellos el
comandante de la estación, ocurrieron hostigamientos cerca a Santander de Quilichao, y un
ataque en Suárez, todos atribuidos a grupos disidentes de las antiguas FARC.

San Francisco queda junto al río Cauca, a doce kilómetros de Suárez. Es una tira larga con
las casas de bahareque y guadua, muchos de los habitantes son afrocolombianos. Maritza*,
una muchacha que pertenece a un proceso organizativo de jóvenes en la zona, cuenta
que han circulado infinidad de panfletos de las Águilas Negras y las Autodefensas
amenazando a todo el mundo: a los seguidores de Petro, a los resguardos y cabildos
indígenas, a los afros, a los dirigentes campesinos y ambientalistas, a los defensores de
derechos humanos, a los sindicalistas, a las organizaciones de mujeres, a los congresistas y
políticos de izquierda, a los desmovilizados de las FARC, a los profesores… Por eso,
algunas personas evitan tomar la carretera hacia Buenos Aires en moto, pues es muy
solitaria, prefieren hacerlo en el bus de servicio público.
Ibes Trujillo y Héctor Marino, dos líderes negros que coordinaban el Movimiento
Marcha Patriótica en el norte del departamento, fueron amenazados. A Ibes lo secuestraron
en su finca en los mismos días que tramitaba un esquema de escoltas para su protección con
el Gobierno nacional. Según cuenta su viuda, Ibes tenía programada la vuelta para un
miércoles pero el martes se fue a la finca y no volvió más. Antes, Héctor Marino había
sufrido en Timba un atentado que lo tumbó de la moto y le fracturó el tabique. Héctor
Marino tuvo que salir del Cauca pocos días después del asesinato de Ibes Trujillo.
§§

“Creo que uno de los problemas más graves que están pasando en nuestra zona tiene que
ver con los cultivos de uso ilícito y la llegada bandas emergentes”, sostiene un viejo
dirigente afrocolombiano de la zona norte. “La gran mayoría de líderes y procesos
organizativos son críticos con estos grupos armados. También está el empoderamiento en
los territorios, son críticos con ciertos sectores políticos, con la corrupción administrativa,
entonces todos estos temas se unen para dañarnos la convivencia. A la oficina nuestra llegó
una amenaza, ya no estamos yendo a la oficina, sólo va la secretaria”, concluye.
Los programas de sustitución nunca arrancaron, o lo hicieron a medias con enormes lastres
administrativos. “El panorama se veía venir desde antes de que empezara”, afirma un
dirigente Nasa, quien asegura que nada se ha concretado en la zona norte. A esto se agregó
el hecho de que el Ejército está llegando a varias regiones para hacer erradicación forzosa
de la coca, con un resultado obvio que es la intensificación de la violencia y el
fortalecimiento de las bandas armadas, que nadie sabe a ciencia cierta cuántas son ni
cuántos hombres tienen. En las zonas veredales de Miranda y Caldono hubo una auténtica
desbandada de guerrilleros que abandonaron el proceso de reincorporación
desmoralizados y resentidos con el Gobierno.

Los corredores estratégicos como el cañón del Naya, el triángulo entre Corinto, Toribío y
Tacueyó, o la zona rural de Argelia, se convirtieron en una tierra de nadie una vez salieron
las FARC de las montañas. En Corinto, las autoridades indígenas aseguran que han
aparecido hombres de aspecto paisa o costeño con armas largas, quienes firman como
“EPL” y ya han tenido roces con las comunidades.
Y también el ELN, que se especulaba desde el año pasado si hacía o no presencia en el
norte del departamento. Dos fuentes de lugares distintos del departamento aseguraron que
la masacre ocurrida en una finca de Suárez a comienzos de año fue perpetrada por el ELN
en contra de varios ex guerrilleros de las FARC que habían salido de la Zona Veredal de
Caldono con el propósito de rearmarse. José Antonio Gutiérrez, un investigador que conoce
la zona de Argelia donde ocurrió otra masacre que fue atribuida al ELN, sostiene que esta
fue cometida por grupos paramilitares para crear pánico en la zona.
En julio, la guardia indígena de Corinto capturó en su territorio a dos muchachos con
uniformes, armas, banderas y distintivos del ELN, lo que motivó la última asamblea
extraordinaria del pueblo Nasa en la región. Aunque el Comando Central de esa
organización ha negado varias veces la responsabilidad de ciertos hechos en la zona norte, a
través de internet otras estructuras del ELN se han atribuido algunas como la instalación de
banderas.

Como si todo pudiera ser peor, en una vereda de Caldono reventó un viejo litigio de
tierras entre dos comunidades indígenas diferentes, los Nasa y los Misak, que reclaman
la propiedad de un terreno en disputa. El ESMAD terminó favoreciendo a los Misak con un
desalojo violento que dejó dos muertos. El Cauca avanza a un proceso de balcanización y
fragmentación territorial que sólo sirve a las economías ilegales y los actores armados.

Edwin Mauricio Capaz, responsable de derechos humanos de la Asociación de Cabildos


Indígenas del Norte del Cauca, cree que los asesinatos y amenazas obedecen a dinámicas
locales y no a un plan nacional y sistemático, como se ha sugerido en otras ocasiones con
relación a los líderes sociales asesinados.
“Existen unos poderes locales en torno al narcotráfico, las economías ilegales, la extorsión,
la circulación de armas, todo esto se nota mucho en la reagrupación de grupos armados”,
dice Edwin Capaz. “Este tema en particular afecta mucho a los cabildos en el norte del
Cauca, porque los cabildos han establecido una política de control territorial y ese control
ha dado resultados: desde hace mucho tiempo las autoridades indígenas han decomisado
cargamentos de marihuana, de cocaína, han detenido a personas pertenecientes a los grupos
armados que han atentado contra las comunidades, han incautado y destruido armamentos,
caletas. Muchos de los asesinatos y las amenazas están relacionados con ese tema del
control territorial”. Los cabildos indígenas llevan décadas enfrentándose a los grupos
armados con sus bastones de mando y ejerciendo soberanía en medio de los años más duros
del conflicto. También se han opuesto a los intereses de los delincuentes; por citar un caso
célebre: la guardia indígena ha recuperado y devuelto centenares de motos robadas que son
vendidas en sus territorios de forma ilegal.

“Las autoridades están luchando contra un poder local muy fuerte apoyado por las
economías ilícitas”, concluye Edwin. “Hay una coincidencia fatal, y es que cuando Duque
se perfiló como opción fuerte en la carrera presidencial se cayó en un contexto propicio
para las amenazas y atentados en todo el país, no sólo en el Cauca, debido al odio que
promovía la opción de invalidar al otro. Eso es lo que vimos en todas las zonas: los
poderes locales envalentonados”. El Cauca es el departamento del país con el mayor
número de líderes asesinados. Algunas cifras hablan de 90 víctimas, mientras que la
Defensoría en cabeza de Carlos Alfonso Negret registraba 81 a mediados de julio.
Apenas tres días después de la gran movilización por la vida convocada para el 7 de agosto
fue asesinado el dirigente indígena Emiliano Trochez. Ocurrió el 10 de agosto en
Santander de Quilichao. Emiliano Trochez no era cualquiera: había sido gobernador
indígena de su comunidad, antiguo consejero de la Asociación de Cabildos del Norte,
profesor y dirigente comunal. Los sicarios llegaron hasta la puerta de su casa, esperaron que
saliera, después dispararon varias veces contra él, un viejo de setenta años que empuñaba
un bastón y una pañoleta rojiverde.

También podría gustarte