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PARCONA:

NO DEBEMOS OLVIDAR NUESTRA


HISTORIA

Al llegar la tarde el sol se pierde en la plenitud de las hojas caídas,


cansado de la espera, el río la Achirana cuyas aguas estacionarias
esperan su retorno, se mantiene dormido junto a las cañas que
nacen en su entorno y los perros que deambulan al pie de las calles.
Las casas de barro y adobe, se alzan hidalgas en el suelo de Parcona,
-es que antes del 2000 gran parte del distrito se encontraba aun sin
asfaltar-, los niños corrían libres por las calles y las tardes eran una
algarabía bastante parecida a la felicidad.

Me contaron mis abuelos que Parcona era un sitio histórico, cuyos


gobernantes tenían miedo de siquiera atreverse a acercarse.

Los campesinos cansados de la jornada laboral que empezaba a las 5


de la mañana y terminaba al caer el sol, con solo una hora de pausa
para comer, eran tiempos donde el látigo y el azote eran cosas
comunes para los trabajadores, si no se aceptaba el castigo, “todo el
peso de la ley para él”, sin duda eran tiempos movidos.
Fue entonces que aproximadamente en 1917 es que los trabajadores
empezaron a organizarse y formaron el Centro Iqueño Obrero, eso lo
sé por historia, esa rebeldía que inundaba Parcona con su tenaz
sentido de crítica al normal estado de las cosas, con el tiempo los
trabajadores empezaron a obtener algún tipo de beneficio, pero la
gente de campo seguía en la miseria.

Pasaron los años y la situación se agudizó, el campesinado paso de


su activismo individual a la organización y creación de la Federación
de Campesinos del Valle de Ica, el pueblo de Parcona estuvo
presente y la lucha era el único camino.

El resto de la historia está escrita en algunos libros sobre el


levantamiento del 18 de febrero de 1924, sobre el despertar contra la
injusticia y la posterior masacre e incendio de Parcona.

El presente hecho histórico, silenciado por la historia oficial, ha sido


recogido por la tradición oral, la prensa y literatura populares.
Constituye un homenaje a sus héroes
Yo he visto en mis sueños, un mes antes de la masacre, como mi
pueblo estaba hecho cenizas. Pero después vi que mi pueblo se
había levantado. Había muchas casas, una alameda de árboles
bien fornidos al centro. Todo eso lo vi en sueños y cómo después se
hizo realidad. (Juan Pévez Oliveros, Primer Secretario General de la
CCP)

En Parcona actual existen nombres relacionados con este suceso


(Natividad Paco, 18 de febrero, etc.) que cobran vida a raíz del
estallido campesino de diciembre del 2020. Según Gregorio
Martínez, Ica se ha olvidado de Higinio Pisconte y Zenón Escate.

En el año 1918 en Ica se forma el Centro Obrero Iqueño, en el Perú


no se había fundado el APRA ni el Partido Socialista. Lo primero
que hacen los obreros y campesinos iqueños es el
equipamiento de una biblioteca, en 1920 un cura intenta
incendiarla, al haberse organizado el pueblo progresista, esa
organización le permitió obtener mejores salarios y buenas
condiciones de trabajo para los obreros, los campesinos no
conseguían nada por el poder que tenían los terratenientes de
entonces, también por su falta de organización.

El primer reclamo formal de los campesinos ante la sección trabajo


del Ministerio de Fomento en provincias era: que se cumplan las
ocho horas de trabajo, es por ello que se instala una junta de
conciliación . Los delegados de los hacendados responden que las
ocho horas son solo para los obreros industriales, no para los
rurales. En el campo los pequeños propietarios no tenían agua para
sus tierras y la gran mayoría trabajaba de peón. La autoridad emite
una sentencia a favor de los campesinos "las ocho horas también
son para los campesinos u obreros rurales", los campesinos
celebran con alegría, mientras que los gamonales se sintieron
indignados, principalmente contra los delegados campesinos, a
quienes los consideraban agitadores.

Ricardo Martínez de la Torre en su libro Apuntes para una


interpretación Marxista de la historia del Perú nos dice: Como aún
no se había organizado el movimiento marxista, no fue posible
acusar a la Federación Campesina de Ica, como una organización
comunista. Por eso, se utilizó contra ellos cargos de
subversión, de motín, de ser saqueadores, de promover
una conspiración revolucionaria para derrocar a Leguía.

Surge la organización campesina


Jornada de trabajo desde las 5:30 am hasta las 6pm. Con una hora
de pausa para comer, de 12m a 1pm. Los capataces podían usar el
látigo y azotar a los trabajadores. Y si alguien no aceptaba el castigo,
ahí estaba el cepo y la barra y sino las autoridad «que siempre estaba
solícita a la voluntad del gamonal».

Los trabajadores comienzan a organizarse después de 1917. En 1918


aparece el «Centro Obrero Iqueño». Los terratenienes y el clero local
miran con desconfianza a esta organización. En mayo de 1920 un
frayle intenta incendiar la biblioteca del Centro Obrero de Parcona.
Como resultado de esta organización los obreros comienzan a
obtener mejoras de salarios y condiciones de trabajo, mas no los
obreros rurales.

Se efectúa la primera reclamación formal de los campesinos ante la


Sección Trabajo del Ministerio de Fomento en provincias. Piden que
se cumpla con las ocho horas de trabajo. Se instala una Junta de
Conciliación. Los delegados de los terratenientes responden que las
ocho horas son sólo para los obreros industriales, no para los del
campo. «Que el aparente exceso de tiempo estaba compensado con
el tiempo que perdían en ir a beber agua y hacer alguna necesidad
corporal».

En cuanto a la existencia de cepos y barras en algunas haciendas,


que existían por uso que de ellas habían hecho los antiguos
propietarios de estas haciendas, sin que fuera cierto que
actualmente se hiciera uso de ellas.

Los delegados campesinos refutan todas estas afirmaciones.

La autoridad emite una sentencia a favor de los campesinos: las ocho


horas tambión son para los obreros rurales y se prohibe
terminantemente el uso de cepos y barras.
Los trabajadores campesinos, como era natural, celebraron con
alegría este primer paso hacia su mejoramiento social. Los
gamonales, por su parte, se sintieron indignados, principalmente
contra los delegados campesinos, a quienes desde ese momento
consideraron como agitadores peligrosos.

En octubre de 1921 la organización da un siguiente paso y se crea la


Federación de Campesinos del Valle de Ica, «desde Huamaní hasta
Ocucaje, inclusive Yauca», que logra reconocimiento oficial por el
Ministerio de Fomento. El prefecto entonces era Miguel V Merino
Schroder, quien gozaba de la simpatía de los trabajadores iqueños
por su actitud igualitaria y su receptividad ante los reclamos
campesinos.

Indudablamente que el gamonalismo se sintió herido en su orgullo


y soberbia al sentirse demandados por sus peones, por no decir sus
esclavos, denunciándoles sus abusos y arbitrariedades; y les
indignaba de que hubiese una autoridad que prestase atención a los
«cholos» en sus quejas y se atreviese a dictar sentencias o castigos
contra los «señores» demandados; pues nunca se había visto tal
cosa.

El prefecto Merino Schroder no dura mucho en el cargo: los


terratenientes hacen una maliciosa campaña de calumnias
acusándolo de ser tolerante con las casas de juego y cometer abusos
contra personas distinguidas. El gamonalismo logra su destitución a
través de la acción de un grupo de «iqueños distinguidos» residentes
en Lima. El nuevo prefecto se llama Julio Rodríguez, «a quien no
dejarían de que se le acercasen los «cholos» campesinos con sus
quejas». La Federación Campesina expresa su protesta por la
destitución de Merino, pero le da la bienvenida al nuevo prefecto,
efectivamente, sin poder acercársele. Este prefecto rápidamente se
ganaría la antipatía de los campesinos.
Con el ejemplo iqueño surgen nuevas Federaciones campesinas en
Cañete, Chincha y Pisco, con los mismos reclamos salariales y de
condiciones de trabajo.

Por esos tiempos la Ley de Conscripción Vial afecta duramente a los


campesinos, que son arrancados de sus hogares y propiedades a
realizar trabajos forzados, dejando a sus familias en la miseria.

18 de febrero de 1924: comienza la masacre


El 18 de febrero de 1924 se celebra el cumpleaños de Leguía. El
prefecto asiste a un banquete en su honor en una hacienda. Regresa
a la prefectura y se entera de una reunión de los campesinos de
Parcona. Decide asistir acompañado de un contingente armado. Los
obreros están en asamblea, acordando un paro general en todo el
Valle de Ica hasta que se cumpla el fallo del Tribunal Arbitral sobre
el conflicto en la hacienda «Caravedo». Piden que se cumpla la
jornada de ocho horas, que les paguen a los yanaconas por el
algodón ya entregado a los hacendados, que se nivele el jornal en
todas las haciendas

El prefecto Julio Rodríguez aparece entonces en estado de


embriaguez y hace amarrar por los soldados a quienes se encuentran
fuera del local de la Federación y los pone en un camión para
llevárselos a la ciudad, alegando que se trataba de una montonera.
Salen varias mujeres de sus casas a suplicarse que se detenga.

Pero la autoridad indiferente a toda súplica y ciega de injusto odio,


rechazaba a las infelices mujeres con palabras injuriosas y golpes,
hasta que a una de ellas de una feroz trompada la derribó a tierra,
privándola del conocimiento. Este cobarde hecho, provocó la
protesta de las demás mujeres que aterradas presenciaban tan
extraño y ruin proceder de autoridad. Era el prefecto Julio
Rodríguez.
El prefecto ordena a los soldados la captura de todas ellas y los
soldados las persiguen, intimidándolas con sus carabinas,
apuntando a unas y golpeando a otras. El mismo prefecto la
emprende a fuetazos contra ellas llevándolas al camión, junto con
sus parientes.

Sale el Secretario de la Federación a pedirle al prefecto «que calmara


su temeraria imprudencia», pero éste le dispara con revólver a la
altura del muslo. Y lo hubiera matado si uno de sus compañeros no
interviene oportunamente y coge del brazo al prefecto que ya
ejecutaba un segundo disparo. El mismo prefecto acaba herido en el
brazo izquierdo.

y fue entonces que en una lluvia de balas de parte de la policía que


hacían blanco en la puerta del local, cuando la gente indignada por
tan criminal atentado contra la vida de sus indefensos compañeros,
que salió en distintas direcciones y emprendió a pedradas contra el
carro donde se encontraba la policía, logrando dominarlos después
de una encarnizada lucha que trajo como consecuencia la muerte
del Prefecto por una pedrada, un policía muerto, y diez y siete
compañeros heridos de bala, varias criaturas muertas, dos mujeres
heridas de bala, y de lo cual no han dado cuenta los periódicos de
esta localidad, ni tampoco dan cuenta de las nuevas tropelías que
está cometiendo la fuerza que ha venido de Limaa resguardar el
orden y quienes al hacerse cargo de su puesto y constituído en el
lugar del suceo o sea en el caserío de Parcona el que se encontraba
completamente tranquilo y sin más gente que las pobres mujeres
que allí se entregaban entregadas a su habitual constumbre,
descargaron sus ametralladoras sobre el local de la Federación, e
indenciándolo totalmente junto con su bibilioteca y enseres;
además procedieron en esta misma hora a quebrar las puetas de
las casas a fuerza de balas, sin respetar que a esa hora se
encontraban durmiendo criaturas y mujeres, resultando varias
heridas más y muchas niñas con serias contusiones por efectos de
los maltratos, principiando enseguida la persecución de los
indígenas aún cuando éstos se encontraban en plena labor; se
hacían descargas sobre ellos y lo que ha dado lugar a que los
moradores del caserío de Parcona hayan huído en distintas
direcciones dejando sus hogares abandonados, sus chacras o sus
pequeñas propiedades sus animales como aves y otros animales
domésticos sin que hasta hoy se les permita su vuelta a sus hogares
y lo que es peor todavía es que la misma fuerza mata a balazos a
los animales y carga con ellos sin menor escrúpulo, y de lo que
tampoco dan cuenta los periódicos locales.

Este pronunciamiento tiene como fecha febrero de 1924 y sale


publicado en «El Obrero Textil» y sale en el libro de Martínez de la
Torre.

20 de febrero de 1924: saqueo de Parcona


Las cosas no acaban el día 18 de febrero de 1924. Al día siguiente
llegan tropas enviadas desde Lima, reforzadas por gendarmes y
policías de Ica, que saquean a los campesinos de Parcona el 20 de
febrero de 1924 a las cuatro de la mañana. Varios son apresados y
varios son muertos. Es entonces que los campesinos son
aterrorizados y abandonan sus hogares.

Terminada la segunda faz de la masacre el 20 de febrero, queda en


posesión del pueblo de Parcona, una comisión de agentes de policía,
para capturar a cuanto ser humano se acercase por esos lugares,
mientras numerosas comisiones de policía fueron repartidas por
todo el Valle en busca de nuestros compañeros dirigentes de la
Central y «Comités Federales». Vivos o muertos era la consigna,
principalmente contra nuestros compañerso Pévez y Palacios.

Esa misma noche del 20 comienza el saqueo de Parcona, por los


agentes de la policía y gamonales. Animales de toda especie, de
propiedad de los moradores del lugar, son cargados, y junto con
ellos dinero en efectivo, alhajas, muebles, ropa, útiles de cocina,
etc., terminando con las cosechas de uvas y frutas de las huertas.

Torturas inquisitoriales y persecución a dirigentes

Mientras estos actos vandálicos se llevaban a cabo en estos lugares


y en la forma ya descrita; por otro lado se llevaba a cabo la
persecución y captura de de hombres y mujeres campesinas.-
Encerrados en la Comisaría, a media noche se les desnudaba y
colgados de las manos atadas hacia atrás, se les flajelaba y
torturaba hasta hacerlos arrojar sangre y dejarlos moribundos.-
¿Y para qué? Para obligarles a hacerse responsables de hechos
ignorados por ellos o ellas, o para que hiciesen acusaciones
calumniosas contra algunos de nuestros compañeros, que el
gamonalismo necesita hacer desaparecer en Ica.

Los tiempos no han cambiado mucho.

10 de marzo de 1924: quema de Parcona


Los gamonales visitan Parcona y insinúan que la van a incendiar,
cosa que acaban haciendo:

La criminal promesa ha sido cumplida. Cuando acabaron de


desvalijar de todo cuanto había en esos hogares, en la noche del 10
de marzo, llegaron a este lugar dos automóviles con su carga de
criminales; el uno llegó por el lado del Caserío de la Tinguiña y el
otro por los terrenos de la hacienda «Parcona» y después de rocear
efectivamente de gasolina todas las casas que son de madera, les
prendieron fuego. y en la mañan sólo amanecieron montones de
ruinas cenicientas, humantes aún. ¡Más de cien familias sin hogar
y en la más desesperante manera!

Otra persona escribe una carta a un familiar donde también cuenta


de este incencio:
el 10 de Marzo se lanzó la fuerza a las cuatro de la mañana,
prendiendo fuego a todo el barrio salvándose los ancianos, por su
edad no los llevaron a la cárcel; los sobrevivientes cuentan que
daba pena ver como ardía los animales y cuando veían que alguien
corría y procuraba salvar algo, le disparaban. Lo único que han
respetado y ha quedado parado es la capilla, figúrate que la cárcel
está llena tanto de hombres como de mujeres y nadie ni siquiera
puede ir a saludarlos.

Y la carta prosigue contando cómo los presos son flagelados por el


juez militar:

ahora el juez del crimen según instructiva de algunos presos y no


ha encontrado culpabilidad alguna optó por ponerlos en libertad y
de la puerta de la cárcel el nuevo Prefecto que es el señor Duffó, los
hizo formar de nuevo y ponerlos a disposición del juez militar para
de esa manera sacarlos de la cárcel a media noche al cuartel de
policía y flajelarlos, pues el presidente indígena se presentó en
buena salud y ahora está malogrado; él pide que lo lleven a Lima
para que lo sentencien, pero no lo mandan hasta borrar las huellas
de los maltratos.

A los dirigentes campesinos encarcelados se les extorsiona para que


paguen fuertes sumas de dinero para que salgan en libertad.

QUEMA DE PARCONA

Llegaron a Parcona por dos lugares, era la noche del 10 de marzo, un


grupo llegó por la Tinguiña y el otro por la actual vía asfaltada que
nace en el puente Grau, rociaron de gasolina todas las casas,
prendieron fuego a todo el barrio. Los sobrevivientes
contaron: "Daba pena ver como ardían los animales, cuando
veían que alguien corría y procuraba salvar algo, le
disparaban, lo único que respetaron fue La Capilla".
Aquí los nombres de los gamonales de la época, los que quisieron
desaparecer todo un pueblo: Víctor Elías y Toledo, Óscar Elías
Castañeda, César Elías, Manuel Antonio Elías, Dr. Daniel Olaechea,
Benavides Canseco, Boza, Mario del Río y otros de menor
importancia.
Desapareciendo los cadáveres
Hace noventa años ocurrió algo que ha ocurrido también en años
recientes:

Y los cuerpos de nuestros hermanos victimados no han conocido


sepultura, sólo fueron devorados por las bandas de cuervos y canes
hambrientos que quedaron abandonados por sus dueños (…) Y esos
restos óseos que hubiera servido cuanto menos para saber el
número de víctimas; cuando los autores de estos crímenes supieron
que el señor Agente Fiscal y el Juez del Crimen iban a constatarlos,
por denuncia expresa hecha, se apresuraron a ir en automóvil y
recogerlos en costales llevándolos no sabemos dónde. Esta labor
maliciosa de ocultamiento de esos sagrados restos, la llevaron a
cabo el día martes 22 de abril; de tal manera que el jueves 24, que
llevaron a cabo la constatación de estos hecho espeluznantes, el
señor Fiscal y Juez doctor Isauro Tantalcan, acompañados del
escribano Martínez ya no encontraron estos restos(…)

El fulminante efecto de la masacre de Parcona


La masacre de Parcona se supo inmediatamente en Lima.
Impresionó e indignó a toda una generación de obreros, campesinos
e intelectuales progresistas. Fue la expresión del abuso terrateniente
contra los campesinos peruanos. Mariátegui menciona esta masacre
en sus obras, al igual que las masacres en Huancané y La Mar.
Ricardo Martínez de la Torre en su «Apuntes para una
interpretación marxista de la historia del Perú» lo cuenta así:

Cuando se supo en los centros obreros de Lima, los sangrientos


sucesos de Parcona, un unánime sentimiento de horror e
indignación sacudió a todos los trabajadores. Las masacres de
aborígenes, en la sierra, llegaban muy vagamente, y se carecía casi
siempre de informaciones directas. Las noticias más o menos
exactas eran obtenidas después de meses o de años.

Las masacres de Parcona, a las puertas de Lima, se conocieron casi


inmediatamente. Los trabajadores recibieron versiones directas y
fidedignas llegadas del centro mismo de la tragedia. Como aún no
se había organizado el movimiento marxista, no fue posible acusar
a la Federación de Campesinos de Ica, como a una organización
comunista. Por eso, se utilizó contra ellos los cargos de
«subversión», de «motín», de «saqueadores», de «conspiración
revolucionaria» para derrocar a Leguía.

Martínez de la Torre escribe sobre esta masacre pensando en el


futuro, en el día en que los terratenientes expropiadores de los
campesinos sean expropiados:

Pido, desde aquí que el día del triunfo final, el día que en el Perú se
instale el libre gobierno de los obreros y campesinos, esta colección
sirva como ACTA DE ACUSACIÓN contra los expropiadores,
después de ser expropiados por la Revolución.

Bueno, ese día no ha llegado aún. Los terratenientes fueron


expropiados, pero nunca pagaron por sus crímenes contra los
campesinos. Y más aún, ahora toda la sociedad tiene que pagarles a
los terratenientes, redimiéndoles los bonos de la reforma agraria.
Menuda justicia histórica.

Los gamonales
Era mucho atrevimiento que los trabajadores agrícolas se
organizaran legalmente y comenzaran a reclamar mejores
condiciones laborales. Los gamonales reaccionarían así
violentamente.
Victor Elías y Toledo, Oscar Elías Castañeda, César Elías, Manuel
Antonio Elías, Dr. Daniel Olaechea, Benavides Canseco, Boza,
Mario del Río y otros que sería largo enumerar, estos señores son
pues los que han venido provocando la masacre de los infelices
labriegos y obreros que con todo respeto a la ley y a las
autoridades constituídas nos estábamos reuniendo en el local de la
Federación en Parcona con el fin único de acordar definitivamente
en qué día se iba a llevar a cabo el PARO GENERAL, y a la vez
pasar los oficios correspondientes y para poner en conocimiento de
las autoridades respectivas cuáles eran los moviles que nos
inducían a llevar a cabo la paralización de nuestras labores en el
campo y la ciudad.

La impunidad
A los pocos días de caer Leguía, el 2 de septiembre de 1930, la
Federación de Campesinos del Valle de Ica le dirige una carta a
Sánchez Cerro exigiéndole justicia por la masacre.

Una comisión de estos «caballeros» vinieron hasta el palacio de


Pizarro, donde se encontraba el tirano Leguía, capitaneados por
nuestro postizo representante Guillermo U. Olaechea, pidiendo el
exterminio de todos nosotros, más la inmediata clausura de
nuestra Federación , habiendo conseguido todo esto por intermedio
de un decreto, el 21 de febrero de 1924.

Todos estos inicuos y vandálicos procedimientos del tirano Leguía


que se hacía llamar por sus lacayos «el protector de la raza
indígena» hasta ahora han permanecido ignorados por la opinión
pública. Ahora pedimos sanción contra todos aquellos que
aprovechando de los momentos oportunos nos desalojaron de
nuestras tierras, de nuestra casas.

Esperamos, señor Presidente, que nuestra solicitud ha de merecer


atención.
Martínez de la Torre califica esta carta como «llamado en el vacío»:

Producido el derrocamiento del tirano Leguía, la Federación se


dirigió al «héroe» de la «revolución de Arequipa», en demanda de
justicia. Posteriormente, la sangre obrera y campesina derramada
por este agente malvado y sanguinario del imperialismo, de los
gamonales y terratenientes, demostró que el paso dado por la
Federación había sido un «llamado en el vacío».

Borrada de la historia oficial


Nunca se hizo justicia por esta masacre de campesinos a manos de
los terratenientes, de los Elías, Olaechea, Boza y otros «notables».
Más aún, esta masacre quedó olvidada de la historia oficial peruana.

Noventa años después es una masacre más que quedó impune como
casi todas las que se hicieron en el Perú. Los poderosos recurrieron a
la tortura y a la desaparición de los cadáveres de los trabajadores
muertos, criminalizaron y persiguieron a los dirigentes obreros
rurales.

¿Y por qué fue esta masacre? Pues porque los gamonales no


toleraron que los trabajadores agrícolas defendieran sus derechos
(ocho horas de trabajo, salario nivelado y mínimo para todo el valle,
que no los azoten ni pongan en cepos) en forma totalmente legal. No
toleraron que los trabajadores tuvieran bibliotecas y se organizaran
gremialmente. Y no conformes con masacrarlos y torturarlos,
procedieron a quemar el pueblo, cual hiciera el general español José
Carratalá con el rebelde pueblo de Cangallo, Ayacucho, en diciembre
de 1821.

Terrorismo terrateniente
Crimen impune, como la mayoría de violaciones a los derechos
humanos en el Perú, hasta ahora.

Masacre, saqueo y finalmente quema de Parcona.

A. En los años ochentas notablemente la socióloga Teresa Oré


investigó sobre la historia de Parcona con especial énfasis en la vida
del dirigente campesino Juan Péves, el primer secretario general de
la Confederación Campesina del Perú. Entonces incluso se
publicaron cómics sobre la masacre de Parcona con ilustraciones de
Jaime Luna. Aquí seleccionamos tres páginas de esa publicación,
aparecida en 1982, editado por Illa, Centro de Educación Popular.

Este cómic tiene como contratapa la imagen de «El Obrero Textil»


que aquí reproducimos «Parcona antes de la Masacre e Incendio» y
la siguiente cita:

«Yo he visto en sueños, un mes antes de la masacre, cómo mi


pueblo estaba hecho cenizas. Pero después vi que mi pueblo se
había levantadao. Había nuevas casas, una alameda de árboles
bien fornidos al centro. ¡Todo eso lo vi en sueños y cómo después se
hizo realidad!»
JUAN H. PÉVEZ OLIVEROS
(Primer Secretario General de la CCP).

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