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ENTRE LAS GRACIAS

Y EL MOLINO SATÁNICO:
LECTlJRAS DE ANTROPOLOGÍA
ECONÓMICA

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CUADER~OS DE LA UNED
Paz Moreno Feliu (Comp.)

ENTRE LAS GRACIAS


y EL MOLINO SATÁNICO:
LECTURAS DE ANTROPOLOGÍA
ECONÓMICA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA


CUADERNOS DE LA UNED (0135255CUOIAOl)
ENTRE LAS GRACIAS Y EL MOLINO SATÁNICO:
LECTURAS DE ANTROPOLOGiA ECON6MICA

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ISBN: 978-84-362-5007-7
Depósito legal: M. 46.357-2009

Primera edición: enero de 2005


Tercera reimpresión: noviembre de 2009

Impreso en España - Printed in Spain


Imprime y encuaderna: CLOSAS-ORCOYEN, S. L.
Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid)
LAS ORGANIZACIONES NO GLJBERNAl\'IENTALES
y LA PRIVATIZACIÓN DEL DESARROLLO
RURAL EN Al\1ÉRICA LATINA
Víctor Bretán 8010 de Zaldioar'

A simple vista, uno de los aspectos que más sorprenden de ciertas áreas
rurales de América Latina es la presencia numerosa de agencias privadas de
desarrollo. Es como si, en los últimos veinte años, estas entidades -coloquial
y genéricamente conocidas como Organizaciones No Gubernamentales
(ONG) o, más específicamente, como Organizaciones No Gubernamentales
de Desarrollo (ONGD)I- hubieran ido adquiriendo protagonismo -con
mayor o menor intensidad, según los países y las regiones- al tiempo que los
poderes públicos -con el Estado a la cabeza- se replegaban de esos ámbi-
tos tradicionales de intervención. Al menos esa fue la impresión que me
causó la situación de muchas regiones del callejón interandino ecuatoriano a
lo largo de mis estadías de trabajo de campo de 1994 en adelante; impresión
que no ha hecho más que reforzarse en mis incursiones paralelas -menos
analíticas y más impresionistas- a escenarios como los de los Andes perua-
nos .Y bolivianos, el sureste mexicano y el altiplano occidental de Guatemala.
En todos ellos destaca la existencia de importantes contingentes de población
indígena-campesina, la recurrencia de proyectos impulsados, financiados y
evaluados por ONG, y la presencia cada vez mayor de organizaciones popu-
lares -de los beneficiarios de esos proyectos- con una notable capacidad de
intermediación y de negociación con las agencias de desarrollo.
El propósito de las páginas que siguen es, justamente, proponer una
serie de reflexiones críticas sobre el papel que están desempeñando las
ONG en el medio rural latinoamericano desde el punto de vista de la efi-

• GiEDEN/Universidad de Lleida. Víctor Bretón es Profesor Titular de Antropología en la


Universidad de Lleida. .
investigador Asociado a FLACSO, sede Ecuador;
I En el texto utilizamos el acrónimo más genérico de ONG aunque, en realidad, nuestro
interés se centra en aquéllas orientadas y especializadas hacia la implementación de lo que con-
vencionalmenle se entiende por "proyectos de desarrollo» (es decir, en las ONGD). El debate
sobre los límites y las connotaciones ideológicas del término «desarrollo. escapa a los objetivos
de este ensayo. A quien le interesen los derroteros de esa última cuestión, sin duda le parecerán
sugerentes las lúcidas reflexiones de Arturo ESCOBAR (1999) y Gilbert RJST(2002).
464 ENTRE LASGRACIASY EL MOLINO SATÁNICO

ciencia y la eficacia de sus actuaciones, del de su adecuación a la agenda


derivada del modelo neoliberal y del de su relación con la evolución de los
denominados «nuevos movimientos sociales» que -como los articulados
alrededor de la identidad étnica- canalizan la oposición de amplios seg-
mentos de población a la implacabilidad de un ajuste económico de alto
costo social". Mi punto de referencia empírico más importante es el de los
Andes del Ecuador ' aunque, como se podrá comprobar, he recurrido a
cuantas más referencias mejor de otros ámbitos de la región, a fin y efecto
de fundamentar mis consideraciones sobre la mayor cantidad posible de
información empírica.

• LAS ONG Y EL NEOLIBEHALISMO

Vale la pena empezar intentando definir a qué nos referimos cuando


hablamos de ONG. En principio, las ONG suelen ser identificadas con enti-
dades compuestas por un conjunto de individuos que, voluntariamente y sin
ánimo de lucro -lo cual no está necesariamente reñido con su creciente pro-
fesionalización en determinados ámbitos- dirigen sus actividades hacia la
prestación de diferentes servicios a los sectores sociales más desfavorecidos.
Forman parte en la literatura especializada, pues, del «tercer sector» en el
ámbito de la organización de la sociedad; un sector orientado a servir a la
colectividad en base a una serie de valores compartidos por quienes integran
cada una de las instituciones que componen ese tejido".

2 Los vínculos existentes entre esos «nuevos movimientos» y la cuestión agraria -en su
acepción más amplia, incluyendo desde el tema irresuelto de la inequitativa distribución de la
propiedad de la tierra hasta el de la violencia rural- han sido destacados, entre otros, por
VELTMEYER (1997), PETRAS Y VELTMEYER (2001,2003) Y KAy (2001).
-' Fue principalmente en el análisis de la interacción entre la cooperación al desarrollo y las
demandas étnicas en Ecuador (Bretón 2001) donde fui perfilando la mayor parte de las ideas
expuestas en este artículo. Vale la pena recordar, para quienes no estén familiarizados con el
tema, que el Ecuador cuenta con uno de los movimientos indígenas más [uertes. mejor organi-
zados y con mayor capacidad de movilización de toda América Latina: la fortaleza de la Conie-
deracián de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) ha quedado demostrada, entre
otros, por los levantamientos de 1990 y 1994, que paralizaron literalmente al país, y por el derro-
camiento del presidente Jarnil MAHuAD en enero de 2000 merced un sui generis golpe de Estado
realizado en alianza con sectores medios de las fuerzas armadas.
4 El «tercer sector», junto con el «segundo sector» (el de las empresas particulares con
ánimo de lucro), constituye el terreno de la iniciativa privada, en oposición a la esfera de «lo
público» (el «primer sector» l. Esto implica, obviamente, que todas las organizaciones privadas
son en principio <<110 estatales» y «no gubernamentales». A pesar de ello, el discurso actual del
desarrollo asigna la categoría de «tercer sector» solamente a aquellas agencias que prestan ser-
vicios altruistas (en teoría) persiguiendo (también en teoría) valores sociales en lugar de benefi-
cios, a diferencia de las empresas del común. La cuestión clave, a nuestro juicio, estriba en ver
hasta qué punto las ONG son tan independientes del «primer sector» como dicen; en qué medi-
da sus integrantes y el público donante en general pueden acceder con transparencia al control
de las organizaciones; y cómo se define eso de «sin ánimo de lucro» en la praxis cotidiana.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATiZACIÓN... 465

La naturaleza heterogénea del «tercer sector»

A escala planetaria, las agencias privadas internacionales (las ONGD


del Norte) se dedican a llevar la nueva del "desarrollo» a los países del Sur
(atrasados o subdesarrollados). Pueden ser definidas como organizaciones
autónomas con respecto al Estado y orientadas prioritariamente a acopiar
recursos de los países donantes (ricos, desarrollados o simplemente solida-
rios) para financiar proyectos en el Sur sobre la base de toda una retórica
humanitaria originada -hoy por hoy- más en la compasión y el altruis-
mo que en la solidaridad estricto senso , como veremos. Muchas de estas
instituciones no operan directamente -o no sólo directamente- sobre los
sectores sociales objeto de su intervención y/o sobre sus organizaciones
representativas, sino que lo hacen a través de toda una pléyade de ONG
locales -del Sur- que se ha consolidado a partir del supuesto de que,
dada su cercanía y mayor conocimiento de su realidad inmediata, consti-
tuía la contraparte natural de las acciones de desarrollo, contribuyendo así
a maximizar la eficacia de las iniciativas capitaneadas por y desde las ONG
del Norte.

Como en todas partes, el mundo de las ONG en América Latina es tre-


mendamente heterogéneo y, por ello, no es fácil generalizar sobre sus carac-
terísticas comunes: las hay que operan con honestidad junto a otras que, tras
la fachada de «sin ánimo de lucro», enmascaran su naturaleza de empresa de
servicios pura y dura; las hay desparramadas implícitamente a lo largo y
ancho de todo el espectro ideológico, desde posicionamientos cercanos a sin-
dicatos, partidos de izquierda y ex-movimientos guerrilleros, hasta otros afi-
nes al Opus Dei y a la derecha más conservadora; las hay, en el ámbito del
desarrollo rural, que son fervientes defensoras de la agroecología y el desa-
rrollo sostenible y las hay también que siguen perseverando en los paráme-
tros más clásicos de la revolución verde y el desarrollocomunitario de antaño.
Con todo, las ONGD -y, en general, casi todas las ONG- suelen ofrecer una
imagen común de equidistancia formal de los estados y los organismos inter-
nacionales que no siempre es real, dada su frecuente dependencia financiera
de aquéllos". Su presunta autonomía, unida a su teórico alejamiento de posi-
cionamientos ideológicos maximalistas, redundaría -siempre según ellas-
en una eficiencia y una eficacia de sus actuaciones muy por encima de las

, Téngase en cuenta que, ya en la segunda mitad de los noventa, más del 25% del total de la
ayuda oficial al desarrollo de los países del Norte fluía a través de las ONG. Eso significa que, en
cierto sentido, «se ha dado una simbiosis entre los dos estamentos: los gobiernos [también]
dependen de las organizaciones [no gubernamentales], que actúan como vehículos de distribu-
ciól1», circunstancia que neutraliza de manera importante la capacidad de esas instituciones «en
la crítica de la política oficia]" (SAXBY1998, 68-69) Y determina, así, su carácter netamente refor-
mista (ROMERO 2002,52), En esta misma línea se habían pronunciado con anterioridad PETRAS y
VIEUX(1995, 66-67).
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auspiciadas por los corruptos, c1ientelares y (a menudo) burocratizados apa-


ratos estatales latinoamericanos. Estas afirmaciones no siempre aparecen,
sin embargo, avaladas por la fuerza de los hechos, como tendremos ocasión
de remarcar.

Entre el Consenso y el Post-Consenso de Washington

La ayuda al desarrollo canalizada a nivel mundial por medio de las ONG


ha aumentado mucho desde mediados de la década de 1980. Sólo entre 1990
y 1994 se incrementó un 24%, mientras que la ayuda estatal directa sólo lo
hizo un 4%. En 1995 el monto total de los recursos manejados por las agen-
cias privadas representaba -con 6,5 billones de dólares anuales- casi el
10% del total de la cooperación oficial. Otro indicador importante es el del
número de organizaciones que reciben fondos de los poderes públicos del
Norte o de donantes particulares, que se ha multiplicado en veinte años hasta
sobrepasar en los noventa las 2.500 agencias. El crecimiento de las ONG del
Sur también ha sido espectacular, pasando de las 10.000 al inicio de los seten-
ta a las 20.000 a mediados de los noventa (Biekart, 1999,61-62). En los dis-
cursos actuales sobre el desarrollo, la causa de esa eclosión radica en la cre-
encia en las ventajas comparativas de las ONG con respecto a las agencias
estatales y multilaterales. Se presupone que son más flexibles, que tienen más
capacidad para interlocutar horizontalmente con las organizaciones de bene-
ficiarios -lo que debería redundar en unos patrones participativos de inte-
racción-, que son más eficaces en términos de los resultados y que son más
eficientes (pues un mayor porcentaje de los recursos invertidos va a parar
directamente a los proyectos, por la simplicidad burocrática de este tipo de
organizaciones).
Desde una perspectiva crítica, las cosas se ven de otra manera, pudiéndo-
se establecer una relación directa entre la gran proliferación de ONG y el apo-
geo de la retórica anti-estatista del neoliberalismo. Como muy bien apunta
Sogge, estas agencias se han hecho importantes y numerosas en un momen-
to en que las grandes empresas e incluso los gobiernos parece que se van
librando progresivamente de parte de sus obligaciones sociales. No es casual,
en este sentido, que "la importancia de algunas organizaciones de coopera-
ción est[é] creciendo junto a la misma ola de privatización» (Sogge, 1998,
32). En opinión de este autor, la dejación por parte de los poderes públicos de
ciertas responsabilidades explica el traspaso de éstas a las ONG, lo que ha
acarreado su encaje como quasi-contratistas de servicios en proceso de exter-
nalización y, por ello, cada vez menos asumidos por el Estado (Sogge y Zadek,
1998,127).
Son ya numerosas las voces, en efecto, que apuntan a que el modelo de
cooperación al desarrollo a partir de las ONG obedece a esa lógica, siendo
-tanto en los países del Norte como en los del Sur- perfectamente compa-
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN... 467

tibIe con los preceptos de la agenda neoliberal emanada, desde los inicios de
la década de los ochenta, del célebre Consenso de Washington. De hecho, «no
puede olvidarse que las ONG no empezaron a tener el protagonismo interna-
cional con que cuentan hoy en día hasta el momento en que el Banco Mun-
dial decidió convocarlas, en 1982, para estudiar el papel que deberían desem-
peñar en el contexto de la política neoliberal que se iba a aplicar, a escala
global, en los años siguientes y que afectaría a la mayor parte de los países»
(Picas 2001, 180). Ante los efectos de los ajustes estructurales -desastrosos
en términos sociales y de inestabilidad política en muchos países del Sur-,
la búsqueda de un «ajuste con rostro humano» a finales de los noventa (el lla-
mado Post-Consenso de Washington) ha fortalecido aún más el rol a desem-
peñar por las ONG6;robustecidas en una tesitura en que los discursos al uso
enfatizan sobremanera el papel de la sociedad civil y del capital social en las
políticas de desarrollo".
En este sentido, conviene matizar que nuestras observaciones sobre Amé-
rica Latina no van dirigidas a poner en entredicho la trayectoria de talo cual
ONG en concreto, sino a cuestionar la lógica de un modelo global que se fun-
damenta en el abandono de una parte importante de las obligaciones de los
gobiernos nacionales -en el caso que nos ocupa, las políticas de desarrollo
rural- y el traspaso (privatización) de su planeación, ejecución y evaluación
a agencias particulares financiadas mayoritariamente desde el Norte. No
parece gratuito, insistimos en ello, que la gran proliferación de ONG haya
coincidido también en esa región con la emergencia de los regímenes neoli-
berales y con un contexto internacional proclive a canalizar recursos a través
de ese tipo de plataformas institucionales".

6 Como es bien sabido, las tesis de economistas como Joseph STIGLlTZ -Senior Vice Presi-
dent y Chief Economist del Banco Mundial entre febrero de 1997 y febrero de 2000- en tomo a
las imperfecciones de los mercados y a la pobreza de las instituciones de las economías en desa.-
rrollo para resolverlas, condujeron a la consolidación del Post-Consenso de Washington: un esta-
do de opinión en el interior del Banco en virtud del cual ambas variables =-mercados e institu-
ciones- deben ser objetivos de las políticas económicas; unas políticas, por cierto, menos
extremas para con el Estado como las que se derivaron del Consenso de Washington. A pesar de
que los planteamientos de STlGLlTZeran demasiado «radicales» para los intereses reales del
Banco (fue inducido a dimitir de su puesto en esa institución), la retórica del Post-Consenso de
Washington y su peculiar aproximación a la economía del desarrollo han sobrevivido. Sobre
estos temas resultan de enorme interés los trabajos de Ben FINE (2001 Y2002).
7 Dejamos para otra ocasión entrar a fondo en el debate sobre el papel de la sociedad civil
en los procesos de desarrollo y en la consolidación de gobiernos eficientes, participativos y
democráticos, asunto muy manido por politólogos y sociólogos. Sí queremos remarcar, sin
embargo, que la mencionada relación de causalidad es la que ha justificado la inversión por
parte de no pocas ONG -partes integrantes de una suerte de «sociedad civil transnacional»,
dados sus vínculos Norte-Sur- en el fortalecimiento de las organizaciones populares del Sur
como instrumento de cambio social. Esto explica la importancia que en los últimos años se ha
concedido a nociones como las de «capital socia]" por parte de los agentes que conforman el apa-
rato del desarrollo,
, Cf. BEBBlNGTOK (1997, 1763); TUR:--¡ERy HULME (1997, 207 Y 210); LlNDENBERG y BRYANT
(2001, Y).
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• LAS ONG y EL DESARROLLO RURAL EN AMÉRICA LATINA

El fenómeno es reciente y complejo, está lleno de matices y la opinión que


suele merecer acostumbra a depender del lugar donde se ubique el observa-
dor. No obstante, nos parece útil para empezar distinguir entre la esfera
estrictamente económica de la intervención de las ONG sobre el medio rural
(la eficacia de los proyectos medida en térmi nos de su capacidad para mejo-
rar o no las condiciones de vida de la población implicada, así como su rele-
vancia porcentual sobre el total de pobres rurales) de las esferas política y
social (los efectos colaterales sobre las organizaciones populares y los movi-
mientos sociales articulados alrededor de éstas). En base a ello, en las pági-
nas que siguen vamos a presentar y desarrollar sucintamente cinco tesis bási-
cas que apuntan en la dirección mencionada de la funcionalidad del «modelo
ONG» de cooperación al desarrollo con la lógica del ajuste neoliberal: la tesis
de la substitución no traumática del Estado, la de la fragmentación del apa-
rato del desarrollo y la dispersión paradigmática, la de la domesticación pro-
gresiva de la capacidad crítica de las agencias del Sur, la de su derrota en el
combate contra la pobreza extrema y, por último, la tesis de las relaciones
políticamente controvertidas entre donantes y beneficiarios.

• PRIMERA TESIS: UNA SUBSTITUCIÓN NO TRAUMÁTICA


DEL ESTADO

La praxis neoliberal se ha ido concretando en América Latina a través de


la paulatina puesta en funcionamiento de tres grandes líneas de actuación,
en lo que al sector agropecuario y a las áreas rurales se refiere: la liberaliza-
ción y la desregulación de mercados de productos e insurnos, consecuencia
lógica de la aplicación de los preceptos sobre la aldea global y la teoría de las
ventajas comparativas; la liberalización del mercado de tierras y el fin del
pacto del Estado con los campesinos, a través del cual -recuérdese- aquél
había acostumbrado a mitigar los conflictos agrarios durante el dilatado
período desarrollista": y la substitución definitiva del paradigma de la refor-
ma agraria por el del desarrollo rural integral (DRI). Esto último, más tras-
cendente de lo que pudiera parecer a simple vista, ha implicado el abandono
de la pretensión de una transformación global del sector agrario en aras de
una intervención parcial y circunscrita a determinados grupos de producto-
res rurales (Grindle 1986), al tiempo que ha abierto una puerta a la privati-

9 Ejemplos de esa marcha atrás son las contrarreformas legislativas de México (1992), Perú
(1993), Ecuador (1994) o Bolivia (1996), promovidas por los respectivos regímenes neolibcralcs
de cara a incentivar la afluencia de capitales privados al sector, aún a costa de ensanchar la breo
cha de exclusión de los pequeños campesinos.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN... 469

zación de las intervenciones sobre el medio rural 10. Esto redundó en una
situación en virtud de la cual el Estado fue perdiendo protagonismo como
agente potenciador del desarrollo rural en beneficio de las ONG y las finan-
cieras, multiplicadas y sobredimensionadas a la sombra de un ajuste econó-
mico que ha ido limitando progresivamente el margen interventor de los
poderes públicos.

Huelga decir que las generalizaciones son, además de simplificadoras en


exceso, tremendamente difíciles de establecer en un contexto tan diverso
como el de las diferentes regiones de América Latina. No es comparable, por
poner un ejemplo, la capacidad ejecutora del Estado en México que la situa-
ción constatable -en el otro extremo- entre las comunidades de altura de
los Andes de Ecuador, Perú o Bolivia, escenarios donde con frecuencia la
impronta de aquél es prácticamente virtual. Por otra parte, es verdad que la
presencia de ONG en la región no es nueva, y que en muchos casos algunas
de las más importantes se remontan a los tiempos de las luchas por la tierra
(caso de Ecuador), o a la etapa de apoyo a los movimientos populares (gue-
rrilleros o no) opuestos a los regímenes militares (así fue al menos en proce-
sos tan distantes entre sí como los de Guatemala y Chile). Partiendo de esa
realidad, lo que es realmente novedoso es la proliferación general y la entra-
da masiva en escena de esta clase de organizaciones a partir de los inicios de
la década del ochenta.

En el caso ecuatoriano los datos aportados por León (1998) son bien ilus-
trativos al respecto: casi tres cuartas partes (el 72,5%) de las ONG que hicie-
ron su aparición a lo largo del siglo xx (hasta 1995) vieron la luz en los quin-
ce años que van de 1981 a 199411; es decir, a la par de la puesta en marcha de
las diferentes políticas de ajuste ensayadas desde 1982 y de lo que César Mon-
túfar ha calificado como de sustitución de un discurso -y de una praxis-
Estado-céntrica por otro caracterizado por el anti-estatismo neoliberal (Mon-
túíar 2000,53). Un caso similar lo representa Bolivia, donde -según cálculos
de Arellano-López y Petras (1994, 81)- se pasó de cerca de un centenar de
ese tipo de organizaciones operando a inicios de la década del ochenta a casi
530 en los albores de los noventa. Como en Ecuador y Bolivia, se constata a
escala continental la existencia de una relación directa entre el replegamien-
to del Estado del ámbito de las políticas de desarrollo y el incremento, en
plena crisis, de ONG en activo cuya intervención ha servido para cubrir

10 Los DRI «centraban todos los esfuerzos en el plano micro, sin conceder por tanto atención
al trabajo de reforma institucional» (RooRtGUF.Z-CARMON,\ 2002, 221), lo que suponía renunciar a
la utopía de un cambio estructural-el reparto agrario-- en favor de los proyectos de actuación
inmediata. Eso mismo significaba, de [acto, priorizar la praxis y el inmediatismo del proyecto
concr-eto sobre la teoría .Y la visión de conjunto, por lo que se mostró perfectamente susceptible
de ser compatible con el marco institucional de la nueva economía neoliberal.
11 ARCOS y PALOMEQUE (1997, 25-26) elevan la proporción hasta el 80%.
470 ENTRE LAS GRACIAS Y EL MOLINO SATÁNICO

-mal que bien- el vacío dejado por aquél. Es frecuente, al menos en el


medio andino, encontrar proyectos de importante factura en infraestructuras
-tipo canales de regadío- que, a cargo de las grandes ONG locales, son ver-
daderas «herencias» del Estado desarrollista de los setenta: con su continua-
ción por medio de las ONG, se evita la sensación de horror vacui que podría
haber generado el lotal abandono de la iniciativa pública, a la vez que se esta-
blecen nuevos vínculos (no necesariamente más participativos) entre los
beneficiarios y los nuevos promotores. Desde este punto de vista, es innega-
ble que forman parte del engranaje de un modelo global acomodaticio con el
ajuste, por heterodoxo que éste sea.

SEGUNDA TESIS: FRAGMENTACIÓN DEL APARATO


INTERVENTOR Y DISPERSIÓN PARADICMÁ TIC A

El paradigma de intervención represenlado por el modelo de las ONG


es, paradójicamente, una suerte de ami-paradigma o, si se prefiere, de no-
paradigma. Decimos esto porque, en realidad, hay tantos modelos de actua-
ción sobre la sociedad rural como agencias de desarrollo, siendo sencillo
encontrar comunidades campesinas en cuyo espacio opera simultáneamen-
te una multiplicidad inusitada de aquéllas. Además de la yuxtaposición con-
siguiente de otras tantas pequeñas estructuras burocrático-administrativas
-aspeclo éste que pone en entredicho la mayor eficacia de las ONG en tér-
minos operativos-, esto genera la superposición sobre la misma base
social de proyectos ejecutados desde paradigmas con frecuencia contra-
puestos: no cuesta mucho, por poner un ejemplo recurrente, ubicar en los
Andes, en el altiplano guatemalteco o en el sur de México comunidades
indígenas sobre las cuales se estén implementando iniciativas inspiradas en
la agroecología junto a otras emanadas de los preceptos más clásicos de la
revolución verde.
Semejante heterogeneidad en los intereses y en los enfoques fomenta
-como es lógico- todo tipo de reticencias a la colaboración interinstitucio-
nal, aunque sólo sea por la simple incompatibilidad de paradigmas (Grund-
mann, 1995,66). Contribuye a equiparar, además, el comportamiento de las
agencias privadas de desarrollo con el de cualquier empresa de servicios con-
vencional, yeso por dos razones fundamentales. La primera, por su necesi-
dad de competir en un mercado (el de la cooperación internacional), caracte-
rizado por lo limitado de los medios financieros potencialmente disponibles
en relación a las ingentes necesidades de la empresa (el desarrollo convencio-
nalmente entendido): de ahí la contienda inter-institucional para hacerse con
los recursos puestos en juego, generando rivalidades y distinciones (Nieto,
2002). La segunda entronca con la tesis de la domesticación que planteamos
a continuación, y tiene que ver con las exigencias de todo tipo -plazos de eje-
cución de los proyectos, orientación e incluso formas de evaluación- de las
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATIZACIÓN ... 471

financieras, que suelen acabar imponiendo -por activa o por pasiva- crite-
rios de eficiencia propios de empresa capitalista a organizaciones que nacie-
ron con una voluntad orientada hacia finalidades estrictamente sociales. Esa
fragmentación del aparato y de los enfoques de intervención ofrece la triste
estampa «de un espejo quebrado en mil fragmentos, cada uno de los cuales
refleja, desde su propia forma, la misma imagen dislocada del desarrollo»
(Paniagua, 1992, 209). Adoleciendo por lo general de una visión holística e
integrada de la realidad social, la perspectiva que se obtiene del mundo de las
ONG es la de un coro con multitud de voces, con multitud de melodías y con
multitud de directores que avanza, a trompicones, en una curiosa sinfonía
sin un fin preciso, sin un horizonte claro y sin poder converger en una parti-
tura común que permita al menos evaluar cabalmente los resultados parcia-
les a la luz del conjunto.
Con todo, un elemento que sí suele ser reiterativo en esta suerte de anti-
modelo es el hecho de que, con frecuencia, los que obtienen más réditos acos-
tumbran a no ser lo más necesitados. Retóricas aparte, los principales bene-
ficiarios de los proyectos de desarrollo suelen ser los sectores de las
comunidades rurales que cuentan con una mejor posición económica y
social. A pesar del discurso de ONG y financieras de que su prioridad son los
más desfavorecidos de entre los pobres, lo cierto es que éstos «encuentran
serias limitaciones de orden práctico para acceder a los beneficios del desa-
rrollo, mientras que quienes poseen mayores recursos (sean económicos o
culturales) y mayor capacidad de influencia social cuentan con oportunida-
des añadidas para desviar a su favor las ventajas ofrecidas y, de este modo,
ampliar su patrimonio o -interponiéndose en las organizaciones de base-
fortalecer sus redes clientelares» (Picas, 2001, 129). Existe entre los imple-
mentadores de proyectos, de hecho, una tendencia a dirigirse donde ya exis-
ten otros proyectos en curso, así como a privilegiar a los segmentos de pobla-
ción que presumiblemente sabrán sacar mejor partido de las iniciativas;
segmentos que no suelen coincidir con los que más lo necesitan ".

12 loan PICAS demostró que en Tiraque (Bolivia), sobre una población de 4.355 unidades
familiares, operaban en 199627 ONG «que competían por ofrecer servicios semejantes a los mis-
mos habitantes, mientras que, en cambio, otras poblaciones vecinas eran desatendidas (...). Las
causas de esta tendencia centrípeta cabe atribuirlas a factores de carácter económico (existencia
de infraestructuras, mayor facilidad para desarrollar economías de escala), pero también a razo-
nes de confort (buena comunicación, alojamiento, manutención) y de imagen exterior (peculia-
ridades culturales, costumbres pintorescas ... , cuya proyección favorece la captación de recursos»
(2001, 156). Mi propia experiencia en los Andes ecuatorianos verifica totalmente estas aprecia-
ciones: tal como pude constatar a partir de datos de 170 ONG operando en el medio rural. allí
existía a finales de los noventa una predilección evidente de esos organismos a concentrar sus
intervenciones en las áreas predominantemente indígenas (¿cuestión de pinLoresquismo?), pres-
cindiendo de otras también azotadas por la pobreza pero con población mayoritaria blanco-mes-
tiza (Bretón, 2001, 125-153).
472 ENTRE LAS GRACIAS y EL MOUNO SATÁNICO

• TERCERA TESIS: LA SILENCIOSA DOMESTICACIÓN


DE LA CAPACIDAD CRÍTICA

Para América Central, los trabajos de Kees Biekart (1999) sobre Guate-
mala, Honduras y El Salvador y de Laura McDonald (2001) sobre Costa Rica
ponen de manifiesto de qué manera los Estados Unidos, a través de su agen-
cia oficial de cooperación (USAID),convirtió durante la década de los ochen-
ta el fomento de importantes ONG locales en un instrumento fundamental de
la defensa de sus intereses en la zona. Unas veces fortaleciendo organizacio-
nes que desempeñarán un papel clave de cara a garantizar la sostenibilidad
del ajuste y la privatización de los servicios públicos (Costa Rica). En otros
casos donde la amenaza revolucionaria modificaba el orden de las priorida-
des (Guatemala, Honduras, El Salvador), esa línea de actuación acompañó y
complementó la estrategia contrainsurgente que consumió la parte del león
de las partidas presupuestarias destinadas a «cooperar» con esos países. Al
mismo tiempo, las agencias europeas y canadienses -más progresistas en sus
planteamientos y actitudes- pusieron en práctica políticas orientadas a for-
talecer la capacidad organizativa de los sectores marginados en orden a
cimentar la oposición política a los regímenes autoritarios y como contrapeso
a la ayuda militar estadounidense. El apoyo a esos sectores adquirió diferen-
tes formas (desde asistencia de emergencia hasta defensa de los derechos
humanos) y habitualmente se fundamentó en una noción incluyente de
«sociedad civil». La colaboración fue importante, en la medida en que incluso
puede afirmarse que mejoró la ubicación de los movimientos revolucionarios
en las respectivas mesas de negociación establecidas al final de los conflictos.
El regreso de la paz y la aceleración de los procesos de democratización, sin
embargo, introdujeron a esas agencias en una profunda crisis de identidad en
los inicios de los noventa; crisis que se fue traduciendo en un paulatino esco-
ramiento de] antiguo apoyo incondicional a los sectores populares hacia lo
que en la actualidad constituye la «ayuda solidaria» convencionalmente
entendida (proyectos productivos y asistenciales asépticos), «coincidiendo
con la emergencia de una cultura de requerimientos estrechos y criterios des-
politizados» (Biekart, 1999, 301).

El caso centroamericano es emblemático, pues señala el camino seguido


por todas aquellas ONG de solera y arraigo que, operando en la región duran-
te décadas con un discurso fundamentado en la solidaridad y con unos plan-
teamientos cercanos a los movimientos de izquierda, han acabado asumien-
do los principios de la entronización del mercado como máxima'>: cultura en

13 Así fue también en el Cono SUl', donde WILS (1995) ha puesto de manifiesto de qué mane-

ra la orientación histórica pro derechos humanos y civiles que muchas de ellas habían manteni-
do fue seriamente alterado por las consecuencias de los programas de ajuste estructural. En
Chile, por ejemplo, la financiación por parte de agencias de desarrollo europeas y canadienses de
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN ... 473

la que, en efecto, la solidaridad ha sido reemplazada -se quiera reconocer o


no- por la simple provisión de caridad hacia los desposeídos. En esta línea
argumental, Manuel Chiriboga llamó la atención hace ya algunos años (1995)
sobre el giro de ciento ochenta grados que habían dado muchas de las ONG
históricas del área andina (Ecuador, Perú y Bolivia), pasando de unas actitu-
des rupturistas y contestatarias propias de los setenta a otras participativas
(léase acomodaticias) con la ortodoxia dominante en la década siguiente.
Durante la época de las reformas agrarias y los primeros programas DRI, en
efecto, las ONG «contestaban la acción gubernamental, buscando ampliar la
base social de los programas públicos». Conviene no perder de vista, sin
embargo, que su actuación se diferenciaba de la de los organismos oficiales
«no tanto por el modelo de desarrollo que impulsaban sino por el énfasis
dado a la organización social, a la capacitación y politización. (Chiriboga,
1995, 18). Las ONG, en esa tesitura, se definían prácticamente como organi-
zaciones anti-Estado, aliadas de los movimientos sociales de izquierda, en la
medida en que aquél era considerado como el representante institucional de
los grupos dominantes y su orden social. Desde mediados de la década de los
ochenta, sin embargo, esa imagen rupturista y contestataria de su labor fue
sustituida por otra marcada por el énfasis en la colaboración, la concerta-
ción, la intermediación en los procesos sociales, la participación popular y el
distanciamiento de la política formal, considerada ahora como «un campo
externo de las ONG" (Chiriboga, 1995, 39). Atendiendo al ámbito específico
de las intervenciones sobre el medio rural, es como si las ONG de mayor cala-
do hubieran tenido que enfrentar un proceso más o menos traumático de
redefinición de sus prioridades, de sus métodos y del papel a desempeñar en
el escenario regional!".

centros e instituciones privadas controlados por la oposición de centro-izquierda durante el perí-


odo final del régimen militar, desempeñó un papel importante en la transición democrática. Pero
lo tuvo -y es importante el matiz- a la vez que neutralizó los movimientos más radicales y al
tiempo que no cuestionó el modelo neoliberal de los Chicago Boy's implementado por la dicta-
dura (VELTMEYER y O'MALLEY, 2001, 24-25).
14 Casos emblemáticos son, en la sierra ecuatoriana, la Central Ecuatoriana de Servicios
Agrícolas (CESA) y el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP), nacidas al calor de la
Teología de la Liberación décadas atrás y finalmente adaptadas a los parámetros de la globaliza-
ción neoliberal. Es interesante apreciar cómo una ONG como el FEPP, fundada en la época de
las luchas agrarias de los setentas y con un contenido original militante en favor de un encauza-
miento pacífico del movimiento campesino, fue asumiendo como propios algunos de los presu-
puestos neoliberales de lo que debe ser el desarrollo rural: desde la compra de deuda externa
ecuatoriana para financiar un fondo rotativo destinado a facilitar el acceso de pequeños produc-
tores a la tierra. hasta el fomento de microempresas, la apuesta por la consolidación de explota-
ciones viables y competitivas en los nuevos mercados de la globalización, y la capacitación
empresarial de los campesinos indígenas. Paralelamente, la otra gran ONG históricamente cam-
pesinista (CESA), experimentó de 1990 en adelante un cambio de orientación que se concretó,
en un primer momento, en una nueva política de personal definida por su sesgo tecnocrático y
por su preferencia por la contratación temporal en detrimento de la estabilidad laboral. Como
reconocía uno de los responsables regionales de la institución en 1999, las razones de semejante
metamorfosis hay que buscarlas en el contexto macroeconómico (el avance de la globalización
474 ENTRE LAS GRACIAS Y EL MOLINO SATÁNICO

Hay que decir, empero, que este proceso puede darse incluso a pesar del
propio código ético de los responsables locales de las ONG: suelen ser las
financieras externas (habitualmente europeas o norteamericanas) las que
imponen las temáticas, los plazos y las orientaciones políticamente correctas
de los proyectos a ejecutar. Así ha sido como la economía política del neoli-
beralismo ha ido exigiendo a las viejas ONG repensar y replantear sus rela-
ciones con el Estado, con el mercado y con los beneficiarios, generando a
menudo una verdadera crisis en términos de identidad, legitimidad y conti-
nuidad institucional. Hoy por hoy, en la medida en que suelen apostar más a
atacar los síntomas de la pobreza -con medidas en cualquier caso coyuntu-
rales e insuficientes- que las causas estructurales de aquélla -lo que impli-
caría cuestionar el esta tus-qua de los sectores hegemónicos y los mecanismos
básicos de acumulación-, la mayor parte de las agencias privadas que ope-
ran en América Latina reciben la mayor parte de sus ingresos de organismos
gubernamentales y/o multilaterales interesados por el efecto de analgésico
social que sus intervenciones pueden generar.

Un elemento que ha jugado en favor de esa evolución ha sido la coopta-


ción de numerosos intelectuales y profesionales locales que, ante el colapso
del sector público, la pauperización de las clases medias y el frecuente dete-
rioro (¿desmantelamiento de facto?) de no pocos centros estatales de docen-
cia e investigación, se han visto obligados a emplearse en la tabla de salvación
en que, desde el punto de vista de garantizar su propia supervivencia como
clase media, se ha convertido el mundo de las ONG y la cooperación interna-
cional (Bebbington y Thiele, 1993,56). De este modo, las ONG han ido tejien-
do un amplio y sutil «colchón» capaz de amortiguar someramente los efectos
del ajuste económico: en unos casos -el de los excluidos del modelo-
suplantando al Estado en proyectos de diversa índole y minando, a través de
su conversión en beneficiarios de la ayuda, su potencial convulsivo; en otros
-el de los profesionales- consolidando un espacio de refugio desde el que
capear el temporal del ajuste. Ni que decir tiene que esta circunstancia va
más allá de la supervivencia de los sectores profesionales medios latinoame-
ricanos, abarcando de hecho a todo el espectro -amplio espectro- de acto-
res que se mueven (y viven), tanto en el Norte como en el Sur, alrededor del
desarrollo (Rist, 2002, 254-255).

obligó a priori zar la eficiencia y la sostenibilidad económica elelos proyectos por encima de cual-
quier otra consideración); en las exigencias de las ONG del Norte y demás agencias de coopera-
ción internacional (menos generosas que antes y más estrictas en la garantía de rentabilidad para
sus inversiones); y en el propio debate interno. que condujo -como traducción a todo lo ante-
rior- al afianzamiento del paradigma empresarial, en el que la finalidad es poder ir transfirien-
do los proyectos a las organizaciones campesinas para que asuman poco a poco el riesgo de su
gestión (entrevista realizada por el autor).
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATIZACIÓN ... 475

• CUARTA TESIS: UNA DERROTA CLAMOROSA EN EL


COMBATE CONTRA LA POBREZA EXTREMA

Contra lo que se da por supuesto en los folletos de propaganda de las


agencias privadas de desarrollo, no está nada claro que la canalización de las
ayudas a través suyo resulte más económica (en términos de barato y eficien-
te) que hacerlo por medio de los organismos oficiales. No queremos decir con
esto -quede claro- que estos últimos hayan constituido históricamente un
modelo de participación, transparencia y eficacia. Simplemente planteamos
serias reservas al apriorismo -que ha calado bien hondo, por cierto, en el
imaginario de extensos segmentos de la población clasemediera de los países
del Norte- en virtud del cual son las ONG y sólo las ONG las instancias idó-
neas para promover procesos de apoderamiento (enpowerment) por parte de
la población objeto de la ayuda, convirtiéndola en sujeto protagonista de su
propio desarrollo y generando así mejoras económicas y sociales sustancia-
les. La realidad es tozuda y, por desgracia, las mediciones sobre la magnitud
de la pobreza y la indigencia en América Latina -se midan éstas como se
midan, ese es otro tema- ponen claramente de manifiesto la insuficiencia de
esa vía 15. Si a pesar de los esfuerzos invertidos -propagandas aparte-la bre-
cha de la exclusión crece, es que pasa algo grave en lo que de un modo gene-
ral hemos denominado como aparato del desarrollo.

En el plano estrictamente técnico, se nos antoja indispensable poner en


tela de juicio la eficacia en términos económicos de la intervención de las
ONG. Pensamos que esto es muy urgente dada la recurrencia de iniciativas
insostenibles sin el apoyo de la correspondiente agencia de cooperación: ¿por
qué muchos de los proyectos implementados sobre el medio rural, por ejem-
plo, continúan priorizando un enfoque estrictamente agrarista a pesar de su
inviabilidad manifiesta en el medio plazo? Son ya muchos quienes no dejan de
reiterar la necesidad de incorporar otras dimensiones en las propuestas finan-
ciadas y ejecutadas a favor de las comunidades campesinas (Schejtman, 1999;
Martínez Valle, 1997); bien sabido es que los pobres -como la mayoría de la
población rural- hace ya tiempo que no viven exclusivamente de la agricul-
tura. Por ello cabe cuestionar la tan reiterada sostenibilidad a medio y largo
plazo de este tipo de iniciativas: ¿Hasta qué punto y en qué medida interven-
ciones típicamente campesinistas tienen futuro considerando el contexto

lS Cualquier analista familiarizado con las estadísticas al respecto sabe que, según organis-
mos como la CEPALy el PNUD, la pobreza y la indigencia en América Latina no sólo casi no han
descendido durante las décadas de 1980 y de 1990, sino que en muchos casos -especialmente
en las áreas rurales-e- se han incremenlado. En Ecuador pudimos comprobar de qué manera
algunos de los cantones más agraciados por la cooperación al desarrollo ---caso de la provincia
de Chirnborazo, en la sierra central- presentaban sin embargo algunos de los índices más ele-
vados de mortalidad infantil. pobreza e indigencia; una evidencia que ilustra nítidamente los
límites de los nuevos modelos de intervención sobre la sociedad rural (cf. BRETÓN. 2001).
476 ENTRE LAS GRACIAS y EL MOLINO SATÁNICO
-------------------
macro en el que se insertan, que no es otro en América Latina que el de unas
políticas agrarias y agrícolas profundamente anticampesinas?; ¿es posible
pensar en la viabilidad de la agricultura campesina en ámbitos como los andi-
nos y mesoamericanos, caracterizados por un peso definitivo de las activida-
des extra-agropecuarias y de la migración, sin integrar esos mismos ítems en
una concepción de la ruralidad más abierta, plural y realista?; ¿no sería hora
ya de que todos los agentes implicados en el desarrollo rural-ONG, organi-
zaciones populares y financieras multilaterales- comenzasen a reflexionar,
sistematizar sus experiencias y debatir colectivamente sobre el rol que debie-
ran de adoptar ellas y los poderes públicos de cara a garantizar un espacio a
los pequeños productores dentro de los mercados regionales y/o nacionales?

El asunto de la eficacia abre el debate, además, hacia derroteros bien ale-


jados de la estricta medición del impacto de las intervenciones sobre las
comunidades locales. Quizás debería matizarse esta cuestión a través de la
pregunta: ¿eficacia para quién? Decimos esto porque acaso convendría distin-
guir entre la percepción de la eficacia de las ONG y la eficacia concebida desde
la óptica substantiva de los sujetos concretos (con cara, nombre y apellidos)
que son los pretendidos beneficiarios de las actuaciones. Parece obvio que
esas dos formas de entender la eficacia no sólo pueden no coincidir, sino que
incluso suelen divergir totalmente. Es posible así -expresado en otros térmi-
nos- que para determinadas ONG sea secundario el hecho de que tras sus
intervenciones no hayan mejorado estructural y sustancialmente las condicio-
nes de vida de la población afectada, siempre y cuando hayan conseguido
transmitir una imagen institucional de eficacia centrada en los logros aparen-
tes (tales como flamantes obras de infraestructura, talleres de capacitación o
declaraciones c1ientelares de dirigentes locales)":

Aquí entramos en un terreno escabroso y difícil de abordar: más allá de


su diseño y su adecuación a las características reales de la población a que se
dirigen, los proyectos concretos se estrellan contra una realidad macro que
los supera, los condiciona y los condena al fracaso en el medio plazo (si no en
el corto, según la coyuntura): ¿Tiene sentido continuar trabajando con el
campesinado si no se modifican las reglas de un juego que, por definición, lo
ignora y lo excluye al ignorarlo?; ¿cuál es el margen de maniobra real de las
agencias privadas de desarrollo?; ¿les interesa de verdad transformar el esce-
nario que precisamente les ha permitido crecer, multiplicarse y asumir un rol
institucional y económico cada vez más destacado en el «negocio» de la coo-
peración? .. Estas son las preguntas que, a nuestro juicio, debieran de articu-
lar el eje del debate.

16 Esto último, por otra parte, es clave para las ONG ya que ---en tanto estructuras que tien-
den a perpetuarse como tales- tienen que pelear por mantener e incrementar sus fuentes de
financiación y la legitimidad de su trayectoria (CASTILLO y RUEDA,2002).
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN - ... 477-

En cualquier caso, las estimaciones del alcance de la pobreza y la indi-


gencia en las áreas paradójicamente más visitadas por las ONG invitan por sí
solas al diálogo y a la autocrítica constructiva. Más en contextos donde los
esfuerzos se han superpuesto a los de las agencias estatales que, en el tiempo
del desarrollismo reformista, hicieron lo propio por integrar a los indígenas y
campesinos a la vida nacional a través de la realización de programas a
menudo faraónicos, desproporcionados y alejados de las expectativas reales
de la gente. Es verdad que esos modelos de intervención no supusieron nin-
gún tipo de panacea desde el punto de vista del tan cacareado desarrollo inte-
gral. Pero tampoco es verdad que la substitución de los poderes públicos por
la actual constelación de entidades particulares que forman las ONG se haya
traducido en avances significativos en lo que a la calidad de vida de la pobla-
ción rural se refiere.

• QUINTA TESIS: UNAS RELACIONES CON LOS


BENEFICIARIOS POLÍTICAMENTE CONTROVERTIDAS

El término «participación- se ha convertido en otro comodín usado por


muchas agencias para significar la diferencia del enfoque de las ONG en rela-
ción a lo que caracterizó la gestión burocratizada y vertical de los DRI públi-
cos. Aún reconociendo la existencia de ONG -especialmente a lo largo de los
ochenta- que también adolecían de planteamientos excesivamente impositi-
vos y excluyentes desde el punto de vista de la toma de decisiones, es verdad
que de los noventa en adelante ha ido calando el discurso de la necesidad de
implicar a los destinatarios de los proyectos en su funcionamiento (Lindenberg
y Bryant, 2001, 129-130).La apuesta por la participación se ha traducido en la
práctica en la apuesta por el fortalecimiento de las organizaciones de los aso-
ciados -capital social-, pues se parte de la base de que sólo una sólida orga-
nización puede garantizar el éxito de las intervenciones. Lamentablemente, del
dicho al hecho hay un buen trecho y, como vimos, ni todos los teóricos benefi-
ciarios se benefician por igual, ni todos participan en la misma medida, siendo
frecuente por el contrario el mantenimiento de códigos de funcionamiento
jerárquicos y verticalistas bajo formas aparentemente horizontales y participa-
tivas. Conviene recordar en este sentido que la relación de las agencias con las
organizaciones implicadas es, por definición, una relación de poder, en la
medida en que se fundamenta en una transferencia de recursos entre una parte
donante (la ONG) y una contraparte local receptora de la ayuda.
En el caso de los Andes ecuatorianos, la existencia de un movimiento
étnico sólido y más o menos cohesionado -con todas las consecuencias que
ello ha acarreado desde el punto de vista de la revitalización identitaria de la
población quichua- ha inducido a la mayor parte de las agencias de desa-
rrollo a orientar sus intervenciones preferentemente hacia las áreas de mayor
densidad indígena de la sierra. De ahí que se pueda apreciar una correlación
478 ENTRE LAS GRACIASY EL MOLINO SATÁNICO
------------------------------

directa entre la concentración espacial de ONG --y de los recursos desde


ellas transferidos- y la mayor densidad organizativa del mundo indígena-
campesino concretada en la proliferación de asociaciones de segundo grado;
esto es, de federaciones de organizaciones de base, tales como comunidades,
cooperativas o agrupaciones de productores. Es la presencia masiva, reitera-
da y sin solución de continuidad de ONG sobre las áreas predominantemen-
te quichuas la que explica la aparición de más y más organizaciones indias y
no al revés, puesto que ésta tiene su origen en el afán mostrado por las agen-
cias en consolidar interlocutores que, a la vez, sean institucionalmente repre-
sentativos de los beneficiarios y lo suficientemente articulados local y regio-
nalmente como para dotar a los proyectos de una razonable repercusión
espacial y social (Bretón, 2002).

El ejemplo del Ecuador muestra, por otra parte, cómo años y años de
esfuerzo en pos del fortalecimiento organizativo no han sido asépticos políti-
camente hablando: sería ingenuo pensar que tanta insistencia y tantos recur-
sos invertidos en el andamiaje federativo no hubieran tenido ningún tipo de
efecto sobre las características de los entes resultantes, sobre la orientación
de las nuevas élites locales consolidadas a la sombra de la cooperación exte-
rior y sobre las implicaciones que ello genera desde la perspectiva de su capa-
cidad de interlocución pública. En nuestra opinión, el actual sistema de rela-
ciones entre el aparato del desarrollo y el movimiento indígena está
contribuyendo eficazmente -aunque de manera desigual, ciertamente- a
limitar la profundidad de las reivindicaciones étnicas -o, mejor, de las rei-
vindicaciones hechas en nombre o bajo el paraguas de la etnicidad- ya ubi-
carlas dentro del campo de lo «políticamente correcto». Pensamos, de hecho,
que hay elementos lo suficientemente sólidos como para hablar en términos
de etnofagia: ahí queda el constreñimiento real del margen de maniobra del
movimiento, en tanto una parte importante de su estructura depende finan-
ciera y funcionalmente de un modelo de intervención en el medio rural aco-
modaticio para con el neoliberalismov'".

17 CE. BRETÓN (2001, 252-253). Una simple ojeada al funcionamiento del entramado institu-
cional del desarrollo evidencia de qué modo sectores importantes de la intelectualidad quichua
-la misma que elaboró un discurso contestatario y anti-neoliberal en la década de los oehenta-
está ubicada en su maquinaria burocrático-administrativa y en los estamentos privilegiados de la
alta política ecuatoriana (ministerios y Congreso Nacional incluidos). La participación en el
Gobierno de Lucio GUTIÉRREZ de algunos de los cuadros más sólidos de la dirigencia indígena vuel-
ve a situar el centro del debate en estas cuestiones: si supone un salto cualitativo hacia la conquis-
ta lenta pero imparablc de nuevos espacios o si, por el contrario, no pasa de ser un «adorno étni-
co» con capacidad para seguir administrando proyectos de desarrollo específicos pero sin
posibilidad real de incidir en el rumbo de la política macro. Más allá de las buenas intenciones y la
honestidad de las personas que ocupan los cargos aludidos -fuera de toda duda por su trayecto-
ria, su calidad intelectual y su voluntad de servicio- el espacio con que cuenten dependerá, sobre
todo, de la voluntad (y la capacidad) del Presidente para liderar un cambio real que desligue al
Estado de los específicos intereses de las oligarquías de siempre: una tarea, además de incierta. tre-
mendamente difícil en un escenario tan patrimonializado por una minoría como el ecuatoriano.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATIZACIÓN ... 479

Pueden parecer algo maximalistas, pero las consideraciones anteriores


obedecen a la observación de cómo la afluencia masiva de ONG donde las
demandas étnicas se han erigido en la columna vertebral de movimientos
sociales con mucha capacidad para aglutinar el amplio descontento genera-
do frente al ajuste -tales como Ecuador (Guerrero y Ospina, 2002) o Bolivia
(Viola, 2001), por poner dos ejemplos bien conocidos-, ha derivado en la
tendencia a la sustitución de una dirigencia muy militante, ideologizada e
identificada con un perfil político-reivindicativo (el característico de la etapa
de las reformas agrarias y la alianza con los partidos de izquierda), por otra
de carácter más tecnocrático!". Con ello no queremos decir que los líderes
actuales no tengan capacidad de movilización ni sean ellos mismos combati-
vos en lo personal-la situación de deterioro económico y social es tan seve-
ra que la conflictividad está servida-; sino que, más allá de los discursos, en
el día a día se ha impuesto una actitud conciliadora y concertadora por parte
de los dirigentes -acorde con el nuevo estilo de sus mecenas y contrapartes
ONG- más interesada en las características y la envergadura de los proyec-
tos a implementar sobre el territorio que en un posible cuestionamiento del
modelo proyectista o del abandono del Estado y los poderes públicos de sus
obligaciones sociales.

• [TODAVÍA] SIN CONCLUSIONES


Realmente, el balance expuesto no deja mucho Jugar al optimismo. Sin
agotar -ni mucho menos- la lista de temas a tener en consideración, hemos
hecho hincapié en algunos de los vínculos que pueden establecerse entre la
profusión de agencias privadas de desarrollo rural y la economía política del
neoliberalismo. Tal como advertimos, no se trata de cuestionar a un(os) agen-
te(s) en particular, sino de someter a crítica el sentido último de un modelo
privatizador de las políticas sociales y de desarrollo. La substitución no trau-
mática del Estado y los poderes públicos, la fragmentación del aparato inter-
ventor, la dispersión paradigmática, la competencia inter-institucional por
los recursos de la cooperación internacional, el adormecimiento de la capa-
cidad crítica de las contrapartes locales, los límites evidentes en la lucha con-
tra la pobreza y la función analgésica que en cierto sentido ejerce el modelo
sobre los nuevos movimientos sociales, son algunos de los ítems que se nos
revelan funcionales desde la lógica del ajuste en América Latina. Lejos de
atisbar alguna certeza sobre el camino a recorrer -de ahí el título de «[toda-
vía] sin conclusiones»-, la reflexión quiere invitar a seguir oteando el hori-

lB Fuera ya de Ecuador, otra experiencia remarcablc es la del líder histórico katarista Víctor
Rugo CARDEJ\AS, que llegó a la Vice-presidencia de Bolivia ~y fue aclamado como una gran con-
quista de los pueblos indígenas a escala continental-e- bajo el primer mandato de SÁNCHEZ DE
LOZADA, uno de los presidentes más neoliberales de cuantos ha tenido ese país andino.
480 ENTRE LAS GRACIAS y EL MOLINO SATÁNICO

zonte desde el convencimiento -eso sí- de que la vía ONG no constituye (ni
contribuye a construir) ninguna alternativa destacable a la senda de inequi-
dades y exclusiones marcada por el establishment financiero neoliberal.
Un elemento muy remarcable, y que ha sido señalado en la mayor parte
de los trabajos que han abordado el tema, es el del cambio de intensidad del
proceso de adecuación de muchas agencias privadas a los requerimientos de
la nueva economía y de la nueva cultura (¿o no tan nueva?) del individualis-
mo a ultranza y de la exaltación del mercado como panacea. Por detrás de las
retóricas sobre la participación popular, el etnodesarrollo, la sostenibilidad, el
capital social y el enfoque de género -todos ellos "temas estrella» en la agen-
da de financieras y ONG- subyace un cierto poso de «conmiseración» hacia
"los otros», los objetos de la acción humanitaria, de desarrollo o como quie-
ra llamársela. Para algunos autores, hemos asistido al tránsito -casi imper-
ceptible pero imparable, entre los años ochenta y los noventa- de iniciativas
impulsadas desde la solidaridad (recogiendo en buena parte la herencia de la
tradición política de la izquierda) hacia toda una mercadotecnia fundamen-
tada en una versión post moderna de la caridad cristiana (Biekart 1999).
Otros prefieren referirse al fenómeno actual en términos de compasión y de
cálculo (Sogge, 1998; Picas, 2001). Hay quien incluso, yendo más allá, define
el espacio de actuación de las ONG como parte de la empresa humanitaria;
uno de los elementos característicos de las políticas sociales y de (sub)desa-
rrollo de la primera década de la Post-Guerra Fría (Minear 2002).
En cualquier caso, la búsqueda de alternativas debe ir más allá de los
panegíricos estériles y de los laceramientos innecesarios. Estamos de acuer-
do con José María Tortosa (1998) cuando, en la introducción castellana al
libro de Sogge, planteaba el dilema en términos de «motivaciones legítimas,
propuestas honestas, contextos tozudos». Compartimos también la impre-
sión de Mark Turner y David Hulme (1997, 218-19) de que hora es ya de tra-
bajar y avanzar en favor de una redefinición (¿fortalecimiento?) del papel del
Estado en los nuevos escenarios de la globalización. En cualquier caso, no es
reprobable la intención de quien decide por militancia y conciencia social
trabajar por un mundo más solidario; ni siquiera admite discusión la hones-
tidad de muchas de las iniciativas. Sí se impone debatir hasta qué punto el
camino emprendido conduce a alguna parte y sí consideramos ineludible que
los propios actores del «tercer sector» decidan -con claridad, sin miedos y
sin vergüenzas- qué papel quieren, pueden y deben asumir en adelante.

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la presente antología de textos de Antropología Económica presenta, desde diversas perspectivas,
qué dificultades encuentran los antropólogos para aislar el campo de lo «económico» cuando
estudian otras sociedades, y también la nuestra, donde la ideología moderna nos presenta nuestro
modelo de sociedad -el mercado- y nuestro modelo de hombre -el individuo- como realidades
indiscutibles. Las cuatro partes del libro abordan tres entramados de problemas: 1) las aportaciones
clásicas de Mauss y Polanyi, los debates y teorías que han generado y todavía generan en la
antropología y las dificultades que presenta la comparación de sociedades con instituciones de
mercado con las que carecen de ellas; 2) una reflexión sobre la historia como problema antropológico
y el carácter cambiante de las sociedades y culturas humanas y 3) un análisis de las tres mercancías
ficticias de Polanyi y su continuidad (y ruptura) en la definición de problemas actuales tales como
la economía sumergida, el género y las ideologías de trabajo, las ONG y las políticas del liberalismo
económico o la globalización.

Paz Moreno Feliú es catedrática de Antropología en el Departamento de Antropología Social y


Cultural de la UNED. Es autora de varias obras que abordan distintos problemas de la Antropología
Económica, como Trabal/os comunáis no mundo rural; ¿El dinero? o la introducción, notas y
recopilación bibliográfica del libro de K. Polanyi, El sustento del hombre. Con Susana Narotzky ha
realizado un volumen monográfico dedicado a La Reciprocidad (Éndoxa) y han publicado
(cReciprocity'sDark Side : Negative Reciprocity, Morality and Social Theory» en la revista Amñrooo-
logical Theory.

UNIVERSIOADE DA CORUÑA
SelVicio de Bibliotecas

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Editorial

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