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Y EL MOLINO SATÁNICO:
LECTlJRAS DE ANTROPOLOGÍA
ECONÓMICA
.. ,
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CUADER~OS DE LA UNED
Paz Moreno Feliu (Comp.)
ISBN: 978-84-362-5007-7
Depósito legal: M. 46.357-2009
A simple vista, uno de los aspectos que más sorprenden de ciertas áreas
rurales de América Latina es la presencia numerosa de agencias privadas de
desarrollo. Es como si, en los últimos veinte años, estas entidades -coloquial
y genéricamente conocidas como Organizaciones No Gubernamentales
(ONG) o, más específicamente, como Organizaciones No Gubernamentales
de Desarrollo (ONGD)I- hubieran ido adquiriendo protagonismo -con
mayor o menor intensidad, según los países y las regiones- al tiempo que los
poderes públicos -con el Estado a la cabeza- se replegaban de esos ámbi-
tos tradicionales de intervención. Al menos esa fue la impresión que me
causó la situación de muchas regiones del callejón interandino ecuatoriano a
lo largo de mis estadías de trabajo de campo de 1994 en adelante; impresión
que no ha hecho más que reforzarse en mis incursiones paralelas -menos
analíticas y más impresionistas- a escenarios como los de los Andes perua-
nos .Y bolivianos, el sureste mexicano y el altiplano occidental de Guatemala.
En todos ellos destaca la existencia de importantes contingentes de población
indígena-campesina, la recurrencia de proyectos impulsados, financiados y
evaluados por ONG, y la presencia cada vez mayor de organizaciones popu-
lares -de los beneficiarios de esos proyectos- con una notable capacidad de
intermediación y de negociación con las agencias de desarrollo.
El propósito de las páginas que siguen es, justamente, proponer una
serie de reflexiones críticas sobre el papel que están desempeñando las
ONG en el medio rural latinoamericano desde el punto de vista de la efi-
2 Los vínculos existentes entre esos «nuevos movimientos» y la cuestión agraria -en su
acepción más amplia, incluyendo desde el tema irresuelto de la inequitativa distribución de la
propiedad de la tierra hasta el de la violencia rural- han sido destacados, entre otros, por
VELTMEYER (1997), PETRAS Y VELTMEYER (2001,2003) Y KAy (2001).
-' Fue principalmente en el análisis de la interacción entre la cooperación al desarrollo y las
demandas étnicas en Ecuador (Bretón 2001) donde fui perfilando la mayor parte de las ideas
expuestas en este artículo. Vale la pena recordar, para quienes no estén familiarizados con el
tema, que el Ecuador cuenta con uno de los movimientos indígenas más [uertes. mejor organi-
zados y con mayor capacidad de movilización de toda América Latina: la fortaleza de la Conie-
deracián de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) ha quedado demostrada, entre
otros, por los levantamientos de 1990 y 1994, que paralizaron literalmente al país, y por el derro-
camiento del presidente Jarnil MAHuAD en enero de 2000 merced un sui generis golpe de Estado
realizado en alianza con sectores medios de las fuerzas armadas.
4 El «tercer sector», junto con el «segundo sector» (el de las empresas particulares con
ánimo de lucro), constituye el terreno de la iniciativa privada, en oposición a la esfera de «lo
público» (el «primer sector» l. Esto implica, obviamente, que todas las organizaciones privadas
son en principio <<110 estatales» y «no gubernamentales». A pesar de ello, el discurso actual del
desarrollo asigna la categoría de «tercer sector» solamente a aquellas agencias que prestan ser-
vicios altruistas (en teoría) persiguiendo (también en teoría) valores sociales en lugar de benefi-
cios, a diferencia de las empresas del común. La cuestión clave, a nuestro juicio, estriba en ver
hasta qué punto las ONG son tan independientes del «primer sector» como dicen; en qué medi-
da sus integrantes y el público donante en general pueden acceder con transparencia al control
de las organizaciones; y cómo se define eso de «sin ánimo de lucro» en la praxis cotidiana.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATiZACIÓN... 465
, Téngase en cuenta que, ya en la segunda mitad de los noventa, más del 25% del total de la
ayuda oficial al desarrollo de los países del Norte fluía a través de las ONG. Eso significa que, en
cierto sentido, «se ha dado una simbiosis entre los dos estamentos: los gobiernos [también]
dependen de las organizaciones [no gubernamentales], que actúan como vehículos de distribu-
ciól1», circunstancia que neutraliza de manera importante la capacidad de esas instituciones «en
la crítica de la política oficia]" (SAXBY1998, 68-69) Y determina, así, su carácter netamente refor-
mista (ROMERO 2002,52), En esta misma línea se habían pronunciado con anterioridad PETRAS y
VIEUX(1995, 66-67).
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tibIe con los preceptos de la agenda neoliberal emanada, desde los inicios de
la década de los ochenta, del célebre Consenso de Washington. De hecho, «no
puede olvidarse que las ONG no empezaron a tener el protagonismo interna-
cional con que cuentan hoy en día hasta el momento en que el Banco Mun-
dial decidió convocarlas, en 1982, para estudiar el papel que deberían desem-
peñar en el contexto de la política neoliberal que se iba a aplicar, a escala
global, en los años siguientes y que afectaría a la mayor parte de los países»
(Picas 2001, 180). Ante los efectos de los ajustes estructurales -desastrosos
en términos sociales y de inestabilidad política en muchos países del Sur-,
la búsqueda de un «ajuste con rostro humano» a finales de los noventa (el lla-
mado Post-Consenso de Washington) ha fortalecido aún más el rol a desem-
peñar por las ONG6;robustecidas en una tesitura en que los discursos al uso
enfatizan sobremanera el papel de la sociedad civil y del capital social en las
políticas de desarrollo".
En este sentido, conviene matizar que nuestras observaciones sobre Amé-
rica Latina no van dirigidas a poner en entredicho la trayectoria de talo cual
ONG en concreto, sino a cuestionar la lógica de un modelo global que se fun-
damenta en el abandono de una parte importante de las obligaciones de los
gobiernos nacionales -en el caso que nos ocupa, las políticas de desarrollo
rural- y el traspaso (privatización) de su planeación, ejecución y evaluación
a agencias particulares financiadas mayoritariamente desde el Norte. No
parece gratuito, insistimos en ello, que la gran proliferación de ONG haya
coincidido también en esa región con la emergencia de los regímenes neoli-
berales y con un contexto internacional proclive a canalizar recursos a través
de ese tipo de plataformas institucionales".
6 Como es bien sabido, las tesis de economistas como Joseph STIGLlTZ -Senior Vice Presi-
dent y Chief Economist del Banco Mundial entre febrero de 1997 y febrero de 2000- en tomo a
las imperfecciones de los mercados y a la pobreza de las instituciones de las economías en desa.-
rrollo para resolverlas, condujeron a la consolidación del Post-Consenso de Washington: un esta-
do de opinión en el interior del Banco en virtud del cual ambas variables =-mercados e institu-
ciones- deben ser objetivos de las políticas económicas; unas políticas, por cierto, menos
extremas para con el Estado como las que se derivaron del Consenso de Washington. A pesar de
que los planteamientos de STlGLlTZeran demasiado «radicales» para los intereses reales del
Banco (fue inducido a dimitir de su puesto en esa institución), la retórica del Post-Consenso de
Washington y su peculiar aproximación a la economía del desarrollo han sobrevivido. Sobre
estos temas resultan de enorme interés los trabajos de Ben FINE (2001 Y2002).
7 Dejamos para otra ocasión entrar a fondo en el debate sobre el papel de la sociedad civil
en los procesos de desarrollo y en la consolidación de gobiernos eficientes, participativos y
democráticos, asunto muy manido por politólogos y sociólogos. Sí queremos remarcar, sin
embargo, que la mencionada relación de causalidad es la que ha justificado la inversión por
parte de no pocas ONG -partes integrantes de una suerte de «sociedad civil transnacional»,
dados sus vínculos Norte-Sur- en el fortalecimiento de las organizaciones populares del Sur
como instrumento de cambio social. Esto explica la importancia que en los últimos años se ha
concedido a nociones como las de «capital socia]" por parte de los agentes que conforman el apa-
rato del desarrollo,
, Cf. BEBBlNGTOK (1997, 1763); TUR:--¡ERy HULME (1997, 207 Y 210); LlNDENBERG y BRYANT
(2001, Y).
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9 Ejemplos de esa marcha atrás son las contrarreformas legislativas de México (1992), Perú
(1993), Ecuador (1994) o Bolivia (1996), promovidas por los respectivos regímenes neolibcralcs
de cara a incentivar la afluencia de capitales privados al sector, aún a costa de ensanchar la breo
cha de exclusión de los pequeños campesinos.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN... 469
zación de las intervenciones sobre el medio rural 10. Esto redundó en una
situación en virtud de la cual el Estado fue perdiendo protagonismo como
agente potenciador del desarrollo rural en beneficio de las ONG y las finan-
cieras, multiplicadas y sobredimensionadas a la sombra de un ajuste econó-
mico que ha ido limitando progresivamente el margen interventor de los
poderes públicos.
En el caso ecuatoriano los datos aportados por León (1998) son bien ilus-
trativos al respecto: casi tres cuartas partes (el 72,5%) de las ONG que hicie-
ron su aparición a lo largo del siglo xx (hasta 1995) vieron la luz en los quin-
ce años que van de 1981 a 199411; es decir, a la par de la puesta en marcha de
las diferentes políticas de ajuste ensayadas desde 1982 y de lo que César Mon-
túfar ha calificado como de sustitución de un discurso -y de una praxis-
Estado-céntrica por otro caracterizado por el anti-estatismo neoliberal (Mon-
túíar 2000,53). Un caso similar lo representa Bolivia, donde -según cálculos
de Arellano-López y Petras (1994, 81)- se pasó de cerca de un centenar de
ese tipo de organizaciones operando a inicios de la década del ochenta a casi
530 en los albores de los noventa. Como en Ecuador y Bolivia, se constata a
escala continental la existencia de una relación directa entre el replegamien-
to del Estado del ámbito de las políticas de desarrollo y el incremento, en
plena crisis, de ONG en activo cuya intervención ha servido para cubrir
10 Los DRI «centraban todos los esfuerzos en el plano micro, sin conceder por tanto atención
al trabajo de reforma institucional» (RooRtGUF.Z-CARMON,\ 2002, 221), lo que suponía renunciar a
la utopía de un cambio estructural-el reparto agrario-- en favor de los proyectos de actuación
inmediata. Eso mismo significaba, de [acto, priorizar la praxis y el inmediatismo del proyecto
concr-eto sobre la teoría .Y la visión de conjunto, por lo que se mostró perfectamente susceptible
de ser compatible con el marco institucional de la nueva economía neoliberal.
11 ARCOS y PALOMEQUE (1997, 25-26) elevan la proporción hasta el 80%.
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financieras, que suelen acabar imponiendo -por activa o por pasiva- crite-
rios de eficiencia propios de empresa capitalista a organizaciones que nacie-
ron con una voluntad orientada hacia finalidades estrictamente sociales. Esa
fragmentación del aparato y de los enfoques de intervención ofrece la triste
estampa «de un espejo quebrado en mil fragmentos, cada uno de los cuales
refleja, desde su propia forma, la misma imagen dislocada del desarrollo»
(Paniagua, 1992, 209). Adoleciendo por lo general de una visión holística e
integrada de la realidad social, la perspectiva que se obtiene del mundo de las
ONG es la de un coro con multitud de voces, con multitud de melodías y con
multitud de directores que avanza, a trompicones, en una curiosa sinfonía
sin un fin preciso, sin un horizonte claro y sin poder converger en una parti-
tura común que permita al menos evaluar cabalmente los resultados parcia-
les a la luz del conjunto.
Con todo, un elemento que sí suele ser reiterativo en esta suerte de anti-
modelo es el hecho de que, con frecuencia, los que obtienen más réditos acos-
tumbran a no ser lo más necesitados. Retóricas aparte, los principales bene-
ficiarios de los proyectos de desarrollo suelen ser los sectores de las
comunidades rurales que cuentan con una mejor posición económica y
social. A pesar del discurso de ONG y financieras de que su prioridad son los
más desfavorecidos de entre los pobres, lo cierto es que éstos «encuentran
serias limitaciones de orden práctico para acceder a los beneficios del desa-
rrollo, mientras que quienes poseen mayores recursos (sean económicos o
culturales) y mayor capacidad de influencia social cuentan con oportunida-
des añadidas para desviar a su favor las ventajas ofrecidas y, de este modo,
ampliar su patrimonio o -interponiéndose en las organizaciones de base-
fortalecer sus redes clientelares» (Picas, 2001, 129). Existe entre los imple-
mentadores de proyectos, de hecho, una tendencia a dirigirse donde ya exis-
ten otros proyectos en curso, así como a privilegiar a los segmentos de pobla-
ción que presumiblemente sabrán sacar mejor partido de las iniciativas;
segmentos que no suelen coincidir con los que más lo necesitan ".
12 loan PICAS demostró que en Tiraque (Bolivia), sobre una población de 4.355 unidades
familiares, operaban en 199627 ONG «que competían por ofrecer servicios semejantes a los mis-
mos habitantes, mientras que, en cambio, otras poblaciones vecinas eran desatendidas (...). Las
causas de esta tendencia centrípeta cabe atribuirlas a factores de carácter económico (existencia
de infraestructuras, mayor facilidad para desarrollar economías de escala), pero también a razo-
nes de confort (buena comunicación, alojamiento, manutención) y de imagen exterior (peculia-
ridades culturales, costumbres pintorescas ... , cuya proyección favorece la captación de recursos»
(2001, 156). Mi propia experiencia en los Andes ecuatorianos verifica totalmente estas aprecia-
ciones: tal como pude constatar a partir de datos de 170 ONG operando en el medio rural. allí
existía a finales de los noventa una predilección evidente de esos organismos a concentrar sus
intervenciones en las áreas predominantemente indígenas (¿cuestión de pinLoresquismo?), pres-
cindiendo de otras también azotadas por la pobreza pero con población mayoritaria blanco-mes-
tiza (Bretón, 2001, 125-153).
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Para América Central, los trabajos de Kees Biekart (1999) sobre Guate-
mala, Honduras y El Salvador y de Laura McDonald (2001) sobre Costa Rica
ponen de manifiesto de qué manera los Estados Unidos, a través de su agen-
cia oficial de cooperación (USAID),convirtió durante la década de los ochen-
ta el fomento de importantes ONG locales en un instrumento fundamental de
la defensa de sus intereses en la zona. Unas veces fortaleciendo organizacio-
nes que desempeñarán un papel clave de cara a garantizar la sostenibilidad
del ajuste y la privatización de los servicios públicos (Costa Rica). En otros
casos donde la amenaza revolucionaria modificaba el orden de las priorida-
des (Guatemala, Honduras, El Salvador), esa línea de actuación acompañó y
complementó la estrategia contrainsurgente que consumió la parte del león
de las partidas presupuestarias destinadas a «cooperar» con esos países. Al
mismo tiempo, las agencias europeas y canadienses -más progresistas en sus
planteamientos y actitudes- pusieron en práctica políticas orientadas a for-
talecer la capacidad organizativa de los sectores marginados en orden a
cimentar la oposición política a los regímenes autoritarios y como contrapeso
a la ayuda militar estadounidense. El apoyo a esos sectores adquirió diferen-
tes formas (desde asistencia de emergencia hasta defensa de los derechos
humanos) y habitualmente se fundamentó en una noción incluyente de
«sociedad civil». La colaboración fue importante, en la medida en que incluso
puede afirmarse que mejoró la ubicación de los movimientos revolucionarios
en las respectivas mesas de negociación establecidas al final de los conflictos.
El regreso de la paz y la aceleración de los procesos de democratización, sin
embargo, introdujeron a esas agencias en una profunda crisis de identidad en
los inicios de los noventa; crisis que se fue traduciendo en un paulatino esco-
ramiento de] antiguo apoyo incondicional a los sectores populares hacia lo
que en la actualidad constituye la «ayuda solidaria» convencionalmente
entendida (proyectos productivos y asistenciales asépticos), «coincidiendo
con la emergencia de una cultura de requerimientos estrechos y criterios des-
politizados» (Biekart, 1999, 301).
13 Así fue también en el Cono SUl', donde WILS (1995) ha puesto de manifiesto de qué mane-
ra la orientación histórica pro derechos humanos y civiles que muchas de ellas habían manteni-
do fue seriamente alterado por las consecuencias de los programas de ajuste estructural. En
Chile, por ejemplo, la financiación por parte de agencias de desarrollo europeas y canadienses de
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN ... 473
Hay que decir, empero, que este proceso puede darse incluso a pesar del
propio código ético de los responsables locales de las ONG: suelen ser las
financieras externas (habitualmente europeas o norteamericanas) las que
imponen las temáticas, los plazos y las orientaciones políticamente correctas
de los proyectos a ejecutar. Así ha sido como la economía política del neoli-
beralismo ha ido exigiendo a las viejas ONG repensar y replantear sus rela-
ciones con el Estado, con el mercado y con los beneficiarios, generando a
menudo una verdadera crisis en términos de identidad, legitimidad y conti-
nuidad institucional. Hoy por hoy, en la medida en que suelen apostar más a
atacar los síntomas de la pobreza -con medidas en cualquier caso coyuntu-
rales e insuficientes- que las causas estructurales de aquélla -lo que impli-
caría cuestionar el esta tus-qua de los sectores hegemónicos y los mecanismos
básicos de acumulación-, la mayor parte de las agencias privadas que ope-
ran en América Latina reciben la mayor parte de sus ingresos de organismos
gubernamentales y/o multilaterales interesados por el efecto de analgésico
social que sus intervenciones pueden generar.
obligó a priori zar la eficiencia y la sostenibilidad económica elelos proyectos por encima de cual-
quier otra consideración); en las exigencias de las ONG del Norte y demás agencias de coopera-
ción internacional (menos generosas que antes y más estrictas en la garantía de rentabilidad para
sus inversiones); y en el propio debate interno. que condujo -como traducción a todo lo ante-
rior- al afianzamiento del paradigma empresarial, en el que la finalidad es poder ir transfirien-
do los proyectos a las organizaciones campesinas para que asuman poco a poco el riesgo de su
gestión (entrevista realizada por el autor).
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATIZACIÓN ... 475
lS Cualquier analista familiarizado con las estadísticas al respecto sabe que, según organis-
mos como la CEPALy el PNUD, la pobreza y la indigencia en América Latina no sólo casi no han
descendido durante las décadas de 1980 y de 1990, sino que en muchos casos -especialmente
en las áreas rurales-e- se han incremenlado. En Ecuador pudimos comprobar de qué manera
algunos de los cantones más agraciados por la cooperación al desarrollo ---caso de la provincia
de Chirnborazo, en la sierra central- presentaban sin embargo algunos de los índices más ele-
vados de mortalidad infantil. pobreza e indigencia; una evidencia que ilustra nítidamente los
límites de los nuevos modelos de intervención sobre la sociedad rural (cf. BRETÓN. 2001).
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macro en el que se insertan, que no es otro en América Latina que el de unas
políticas agrarias y agrícolas profundamente anticampesinas?; ¿es posible
pensar en la viabilidad de la agricultura campesina en ámbitos como los andi-
nos y mesoamericanos, caracterizados por un peso definitivo de las activida-
des extra-agropecuarias y de la migración, sin integrar esos mismos ítems en
una concepción de la ruralidad más abierta, plural y realista?; ¿no sería hora
ya de que todos los agentes implicados en el desarrollo rural-ONG, organi-
zaciones populares y financieras multilaterales- comenzasen a reflexionar,
sistematizar sus experiencias y debatir colectivamente sobre el rol que debie-
ran de adoptar ellas y los poderes públicos de cara a garantizar un espacio a
los pequeños productores dentro de los mercados regionales y/o nacionales?
16 Esto último, por otra parte, es clave para las ONG ya que ---en tanto estructuras que tien-
den a perpetuarse como tales- tienen que pelear por mantener e incrementar sus fuentes de
financiación y la legitimidad de su trayectoria (CASTILLO y RUEDA,2002).
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES y LA PRIVATIZACIÓN - ... 477-
El ejemplo del Ecuador muestra, por otra parte, cómo años y años de
esfuerzo en pos del fortalecimiento organizativo no han sido asépticos políti-
camente hablando: sería ingenuo pensar que tanta insistencia y tantos recur-
sos invertidos en el andamiaje federativo no hubieran tenido ningún tipo de
efecto sobre las características de los entes resultantes, sobre la orientación
de las nuevas élites locales consolidadas a la sombra de la cooperación exte-
rior y sobre las implicaciones que ello genera desde la perspectiva de su capa-
cidad de interlocución pública. En nuestra opinión, el actual sistema de rela-
ciones entre el aparato del desarrollo y el movimiento indígena está
contribuyendo eficazmente -aunque de manera desigual, ciertamente- a
limitar la profundidad de las reivindicaciones étnicas -o, mejor, de las rei-
vindicaciones hechas en nombre o bajo el paraguas de la etnicidad- ya ubi-
carlas dentro del campo de lo «políticamente correcto». Pensamos, de hecho,
que hay elementos lo suficientemente sólidos como para hablar en términos
de etnofagia: ahí queda el constreñimiento real del margen de maniobra del
movimiento, en tanto una parte importante de su estructura depende finan-
ciera y funcionalmente de un modelo de intervención en el medio rural aco-
modaticio para con el neoliberalismov'".
17 CE. BRETÓN (2001, 252-253). Una simple ojeada al funcionamiento del entramado institu-
cional del desarrollo evidencia de qué modo sectores importantes de la intelectualidad quichua
-la misma que elaboró un discurso contestatario y anti-neoliberal en la década de los oehenta-
está ubicada en su maquinaria burocrático-administrativa y en los estamentos privilegiados de la
alta política ecuatoriana (ministerios y Congreso Nacional incluidos). La participación en el
Gobierno de Lucio GUTIÉRREZ de algunos de los cuadros más sólidos de la dirigencia indígena vuel-
ve a situar el centro del debate en estas cuestiones: si supone un salto cualitativo hacia la conquis-
ta lenta pero imparablc de nuevos espacios o si, por el contrario, no pasa de ser un «adorno étni-
co» con capacidad para seguir administrando proyectos de desarrollo específicos pero sin
posibilidad real de incidir en el rumbo de la política macro. Más allá de las buenas intenciones y la
honestidad de las personas que ocupan los cargos aludidos -fuera de toda duda por su trayecto-
ria, su calidad intelectual y su voluntad de servicio- el espacio con que cuenten dependerá, sobre
todo, de la voluntad (y la capacidad) del Presidente para liderar un cambio real que desligue al
Estado de los específicos intereses de las oligarquías de siempre: una tarea, además de incierta. tre-
mendamente difícil en un escenario tan patrimonializado por una minoría como el ecuatoriano.
LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES Y LA PRIVATIZACIÓN ... 479
lB Fuera ya de Ecuador, otra experiencia remarcablc es la del líder histórico katarista Víctor
Rugo CARDEJ\AS, que llegó a la Vice-presidencia de Bolivia ~y fue aclamado como una gran con-
quista de los pueblos indígenas a escala continental-e- bajo el primer mandato de SÁNCHEZ DE
LOZADA, uno de los presidentes más neoliberales de cuantos ha tenido ese país andino.
480 ENTRE LAS GRACIAS y EL MOLINO SATÁNICO
zonte desde el convencimiento -eso sí- de que la vía ONG no constituye (ni
contribuye a construir) ninguna alternativa destacable a la senda de inequi-
dades y exclusiones marcada por el establishment financiero neoliberal.
Un elemento muy remarcable, y que ha sido señalado en la mayor parte
de los trabajos que han abordado el tema, es el del cambio de intensidad del
proceso de adecuación de muchas agencias privadas a los requerimientos de
la nueva economía y de la nueva cultura (¿o no tan nueva?) del individualis-
mo a ultranza y de la exaltación del mercado como panacea. Por detrás de las
retóricas sobre la participación popular, el etnodesarrollo, la sostenibilidad, el
capital social y el enfoque de género -todos ellos "temas estrella» en la agen-
da de financieras y ONG- subyace un cierto poso de «conmiseración» hacia
"los otros», los objetos de la acción humanitaria, de desarrollo o como quie-
ra llamársela. Para algunos autores, hemos asistido al tránsito -casi imper-
ceptible pero imparable, entre los años ochenta y los noventa- de iniciativas
impulsadas desde la solidaridad (recogiendo en buena parte la herencia de la
tradición política de la izquierda) hacia toda una mercadotecnia fundamen-
tada en una versión post moderna de la caridad cristiana (Biekart 1999).
Otros prefieren referirse al fenómeno actual en términos de compasión y de
cálculo (Sogge, 1998; Picas, 2001). Hay quien incluso, yendo más allá, define
el espacio de actuación de las ONG como parte de la empresa humanitaria;
uno de los elementos característicos de las políticas sociales y de (sub)desa-
rrollo de la primera década de la Post-Guerra Fría (Minear 2002).
En cualquier caso, la búsqueda de alternativas debe ir más allá de los
panegíricos estériles y de los laceramientos innecesarios. Estamos de acuer-
do con José María Tortosa (1998) cuando, en la introducción castellana al
libro de Sogge, planteaba el dilema en términos de «motivaciones legítimas,
propuestas honestas, contextos tozudos». Compartimos también la impre-
sión de Mark Turner y David Hulme (1997, 218-19) de que hora es ya de tra-
bajar y avanzar en favor de una redefinición (¿fortalecimiento?) del papel del
Estado en los nuevos escenarios de la globalización. En cualquier caso, no es
reprobable la intención de quien decide por militancia y conciencia social
trabajar por un mundo más solidario; ni siquiera admite discusión la hones-
tidad de muchas de las iniciativas. Sí se impone debatir hasta qué punto el
camino emprendido conduce a alguna parte y sí consideramos ineludible que
los propios actores del «tercer sector» decidan -con claridad, sin miedos y
sin vergüenzas- qué papel quieren, pueden y deben asumir en adelante.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ARCOS, C.; PALOMEQUE, E. (1997): El mito al debate. Las ONG en Ecuador. Abya-Yala,
Quito.
ARELLANo-LóPEz,S.; PETRAS, J. (1994): «La ambigua ayuda de las ONGs en Bolivia»,
Nueva Sociedad, n." 131, pp. 72-87.
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