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Las ONGs en la Argentina

En la Argentina, al igual que en otros países de América Latina, donde las organizaciones sociales
han cobrado una gran magnitud, son diversas las investigaciones y mediciones que se han hecho
para conocer sus características, magnitud, quiénes las integran, qué recursos movilizan. Podemos
decir que muy pocos son los datos que tenemos en cuanto al impacto que produce su accionar y
presencia en las poblaciones beneficiarias de sus acciones, sin embargo, es posible caracterizaras a
ellas y a su historia.

Un poco de historia

Para la Argentina, la existencia de este tipo de organizaciones no es algo nuevo, una larga historia
de asociacionismo, movimientismo y participación da cuenta de lo que decimos. Podemos afirmar
que la historia del asociacionismo y de las organizaciones sociales, se remonta a mediados del siglo
XIX.

Las causas del surgimiento de estas organizaciones fueron diversas, haciendo una brevísima
síntesis, podemos mencionar distintos momentos y acontecimientos de la historia relacionados a
estos hechos. Una cuestión significativa fue la ola inmigratoria que sucedió en el país hacia 1880. A
raíz del aumento de la población proveniente de otros países, las colectividades se fueron
congregando según sus países de origen con el fin de atender y responder a múltiples necesidades
que iban surgiendo de las familias. Muchas personas inmigrantes traían consigo participación
activa en organizaciones en sus países de origen, organizaciones que en su mayoría estaban
vinculadas a los derechos de los trabajadores y a la búsqueda de igualdad de género. Es así que se
crearon organizaciones que respondían a demandas de salud, educación, asistencia, recreación,
conservación de cultura y costumbres, etc. Por otro lado, impulsadas y sostenidas por grupos
políticos de origen socialista y anarquista, también vieron la luz organizaciones cooperativas,
mutuales y culturales. Ante la necesidad de hacer frente a mejoras en los barrios (tendido de redes
de agua, cloacas, mejoramientos de calles, veredas, etc.) las que no eran atendidas en su totalidad
por los gobiernos municipales, surgen también las sociedades de fomento, juntas y consejos
vecinales y cooperadoras institucionales.

Promediando 1940 y con una situación de casi pleno empleo, surgen con fuerza las asociaciones
sindicales y gremiales. Una clase trabajadora fuerte y cohesionada, dio origen al fortalecimiento
de organizaciones sindicales, organizaciones que detentaban una doble condición, defender los
derechos de los trabajadores frente a sus empleadores y proporcionar una importante oferta de
servicios sociales. Planes de vivienda, óptimos servicios de salud, programas de vacaciones y
recreación entre otros. En 1955 es derrocado por un golpe militar el Presidente Perón, y la clase
trabajadora y sus organizaciones sufren la represión del gobierno militar encabezado por
Aramburu.

Hacia los años 60 el desarrollismo entra de la mano de Arturo Frondizi, y con ello cobra relevancia
el desarrollo comunitario, lo que no se vio correspondido con el fortalecimiento de las
organizaciones sociales.

Con el nuevo golpe militar de 1976, se da un alto proceso de desindustrialización con el


consecuente cierre de una importante cantidad de pequeños y medianas empresas. El embate
repercute directamente sobre el movimiento obrero y sobre la clase trabajadora y sus
organizaciones. Asimismo, unos sin números de expresiones organizativas de la población fueron
perseguidas y sus miembros muertos o desaparecidos. La represión se convierte en el método
habitual para aniquilar a las clases subalternas y a sus organizaciones. Comienza un proceso de
fragmentación dentro de tales sectores. Al tiempo que los sindicatos pierden cohesión y
representatividad, se profundiza el individualismo, con la consecuente ruptura de lazos solidarios.

La vuelta de la democracia

El año 1983 trae consigo el inicio de un nuevo período democrático. La reapertura de la


democracia generó que, muy de a poco, fueran resurgiendo organizaciones sociales que en el
momento de la dictadura habían sido perseguidas, prohibidas o desintegradas. Asimismo, surgen
otras nuevas vinculadas, especialmente a la búsqueda de personas desaparecidas y a los derechos
humanos.

Sin embargo, cerca de los 90 la idea de que “todo lo ligado al estado es corrupto, poco eficaz e
inútil” llega también a las organizaciones sociales otorgándoles una imagen confiable y
transparente. Con el aumento del desempleo y la pobreza, con la privatización generalizada de las
empresas estatales, también deviene lo que es llamada la “terciarización de las políticas públicas”,
algo de lo que aún persiste con fuerza en nuestro país. Este proceso de terciarización significó
poner en manos privadas diversas acciones de política pública. El Estado no solamente se achicó
en cuanto a gasto público sino también, delegó a otras responsabilidades (de intervención y de
control) que hasta ese momento le pertenecían.

En este mismo marco de ajuste y achicamiento, el Estado redujo su planta, flexibilizó las
condiciones laborales de trabajadores y en determinados casos, optó por dejar en manos de las
ONGs la ejecución de programas y proyectos sociales.

Por otro lado, el desprestigio de la clase política, la falta de confianza de la población en los
partidos políticos y en las organizaciones tradicionales, hizo que parte importante de la población
viera en las ONGs el futuro de la sociedad y una instancia de participación ciudadana.

La imagen instituída de estas organizaciones era que no respondían al clientelismo político, ni a


intereses abstractos.

Una gran campaña en los medios de comunicación masivos defendía esta infrenable tendencia
privatista, argumentando que “todo lo que viniera del Estado era lento, ineficaz, corrupto, y que
generaba un gasto económico inmenso”. Así fue como, cerca de 1990 se registró en Argentina (y
en toda América Latina) un auge y desarrollo de las organizaciones sociales registradas, es decir,
las ONGs. Este tipo de organizaciones sociales se publicitaban como opuestas a la lógica estatal, es
decir, transparentes, eficientes, no corruptas, y con un funcionamiento muy similar al de una
empresa. Eso no significó que así lo fueran…

¿Cómo se mantenían las ONGs?

Tanto las ONGs como algunos programas sociales Estatales, muchas organizaciones sociales eran
(y aún siguen siendo muchos de ellos) financiados por organismos internacionales como son el
Banco Mundial y el FMI. Eso implica que las decisiones acerca de qué debe hacer la ONG, cómo y
con quienes son acciones dirigidas por estos organismos financiadores, y muchas veces van en
contra de los intereses y objetivos de las mismas.

Pero la independencia económica para una organización social (recordemos que son sin fines de
lucro) es sumamente difícil. Eso hace que muchas veces, organizaciones sociales enteras decidan
poner fin a su existencia para no hacer lo que tales roganismos internacionales obligan a cambio e
financiamiento. Otras, en cambio, subsisten con actividades de autogestión, algo muy valorable y
complicado de sostener en el tiempo.

¿No hay ningún organismo que las registre?

En el año 1995, se creó el Centro Nacional de Organizaciones Comunitarias CENOC, organismo


estatal para registrar las ONGs existentes y con la misión de lograr una relación entre el Estado y
las ONGs. En 1998, el CENOC elaboró un informe de las actividades de las organizaciones inscriptas
en el CENOC, y en dicho informe, surgió que eran 4130 las organizaciones registradas, trabajando
en temas vinculados a desarrollo social, educación, trabajo, cultura, deportes y recreación, medio
ambiente y vivienda.

Esta tendencia continuó hasta fines del 2000. La crisis del 2001 trajo consigo nuevas
organizaciones que, si bien no estaban registradas, cumplían con otra forma de organización
social: los clubes del trueque, las asambleas, organizaciones propias del movimiento piquetero.
También cobraban relevancia las organizaciones vinculadas al cuidado del medio ambiente, un
tema que hasta pasado los 90 no tenía tanta participación en la sociedad.

El Banco Mundial, abreviado como BM, es uno de los organismos especializados del sistema de las
Naciones Unidas, que se define como una fuente de asistencia financiera y técnica para los
llamados países en desarrollo.1 Su propósito declarado es reducir la pobreza mediante préstamos
de bajo interés, créditos sin intereses a nivel bancario y apoyos económicos a las naciones en
desarrollo. El Fondo Monetario Internacional o FMI es una institución internacional que en la
actualidad reúne a 188 países, y cuyo papel, según sus estatutos, es «fomentar la cooperación
monetaria internacional; facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio
internacional; fomentar la estabilidad cambiaria; contribuir a establecer un sistema multilateral de
pagos para las transacciones corrientes entre los países miembros y eliminar las restricciones
cambiarias que dificulten la expansión del comercio mundial; infundir confianza a los países
miembros poniendo a su disposición temporalmente y con las garantías adecuadas los recursos
del Fondo, dándoles así oportunidad de que corrijan los desequilibrios de sus balanzas de pagos
sin recurrir a medidas perniciosas para la prosperidad nacional o internacional, para acortar la
duración y aminorar el desequilibrio de sus balanzas de pagos». Su sede se encuentra en
Washington, la capital de Estados Unidos

No es posible realizar una lectura unidimensional de la crisis de 2001-2002, como si ésta hubiera
expresado sólo el caos económico y la amenaza de la disolución social. Una de las lecciones es que
la crisis también abrió las compuertas a la solidaridad colectiva y a las demandas de
democratización, a través de la emergencia de formas de autoorganización social, desde abajo,
como las asambleas barriales, los colectivos culturales, las fábricas recuperadas, y de un mayor
protagonismo de los movimientos piqueteros. Así, a partir de esa fecha, el tejido
socioorganizacional del país cambió, tanto como se consolidaron otras formas de movilización y
protesta, hoy muy presentes en el espacio público.

Las organizaciones sociales en la actualidad

Lo cierto es que los años, tendencias y contextos han ido sumando tipos de organizaciones sociales
que conviven y forman parte de un inmenso conjunto diverso temáticamente, ideológicamente,
económicamente.

Hoy las hay ecologistas, de control ciudadano, por la integración de personas con discapacidad, en
defensa de derechos de niños/as, mujeres, de los jubilados, de la tercera edad, de la diversidad
sexual, contra la discriminación, animales domésticos, animales silvestres, del trabajo, de la
cultura, del arte, religiosas, ateas, de partidos políticos, de desarrollo comunitario, y la lista puede
seguir.

Conviven organizaciones sociales comunitarias (como comedores, jardines comunitarios) con


organizaciones sociales creadas en 1900. Algunas de ellas están unidas en redes, otras están en los
barrios hace más de un siglo.

Algunas reciben subsidios, otras se mantienen con la colaboración de quienes las conforman.
Desde organizaciones sociales son defendidos los mismos derechos por los que peleaban nuestros
bisabuelos y otros que recién hace poco son reconocidos como derechos.

Y tienen algo en común: todas han sido construidas por conjuntos de personas que pretendía
transformar algo de la sociedad en la que vivían.

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