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Exégesis de Mc 10,46-52

El seguimiento del ciego curado.

“Ciertamente es grande lo que hizo el Señor; pero si no continúa realizándose cada día
lo que una vez se hizo, el milagro deja de ser grande para nosotros”. Esta expresión de
san Jerónimo pone de manifiesto las dos tendencias en la interpretación de los milagros
en la Iglesia primitiva: la que considera suficiente analizar el hecho histórico y la que se
preocupa por actualizarlo, subrayando algunos elementos que se prestan para asumir un
significado espiritual.

Así, para Jerónimo y Beda el ciego es quien no conoce a Cristo y la curación es el don
de la fe. Pero también los detalles de la narración asumen un valor simbólico. En Mateo
los dos ciegos son dos y no uno como en los otros sinópticos para representar a los
judíos y a los paganos; estar al margen del camino simboliza no haber llegado a la
verdad sino sólo haberse acercado a ella, sea mediante la ley, en el caso del judío, o de
la luz de la razón, en el caso del pagano; dejar el manto implica dejar todo lo que es
viejo, antiguo; seguir a Jesús después de la curación significa la necesidad de sumar las
obras a la fe.

Por el contrario, la exégesis de san Juan Crisóstomo es totalmente literal, ningún


elemento es interpretado con un sentido simbólico. La única actualización es de tipo
moral: hay que imitar a los ciegos en su oración perseverante y a Jesús en su compasión
frente a las miserias del prójimo.

Unos se esfuerzan para ofrecer una actualización al texto, aunque de una manera que a
veces suscita perplejidad, hasta tal punto de que ellos mismos se dan cuenta y lo
reconocen, como lo hace san Jerónimo: “Quizá alguno pensará para sí: éste busca
siempre la alegoría y violenta la santa Escritura”. Los otros, por eso, prefieren renunciar
a esa actualización: el milagro permanece un hecho del pasado, que tiene para nosotros
sólo un valor apologético y alguna aplicación moral que se saca no del milagro en sí
sino de otros elementos presentes en el relato (la insistencia del ciego, la compasión de
Jesús).

En la actualidad se insiste tanto en la historicidad del episodio como en su dimensión


simbólica, sobre todo a partir del considerar su lugar en la estructura de Marcos.

Este episodio suele ser puesto en paralelo con la curación del ciego de Betsaida (8,22-
26). Ambos también tienen un significado simbólico ya que muestran la necesidad del
poder sanador de Jesús para abrir los ojos, pero también para ser capaces de reconocer
la identidad de Jesús (en 8,22-26 encontramos la curación del ciego, mientras en 8,27-
30 aparece la profesión de fe de Pedro, donde reconoce a Jesús como Mesías) y para
conocer el camino a recorrer para seguirlo (10,46-52). El encuentro con Jesús y la
curación de la ceguera, habilita para lo que se presenta en la última frase: comenzar a
seguirlo (v. 52).

1. Estructura interna.
Hay una estrecha conexión de cada uno de los elementos que aparecen en la escena. El
v. 46 sirve de introducción: describe la situación: Jesús y sus acompañantes están
caminando, el ciego está sentado junto al camino. Los vv. 47-50 muestran cómo la
distancia es superada y cómo se llega al encuentro del ciego con Jesús: el ciego sentado
grita y recurre a la misericordia de Jesús (vv. 47-48); Jesús interrumpe su marcha y hace
llamar al ciego (vv. 49-50). Los vv. 51-52a refieren el diálogo entre Jesús y el ciego. La
conclusión (v. 52b) reporta la curación del ciego y su seguimiento detrás de Jesús.

2. Paralelo sinóptico.

Al paralelo lo encontramos en Mt 20,29-34 y Lc 18,35-43.

En cuanto a la parte introductoria, sólo Mc menciona dos veces el nombre de Jericó,


hablando de la entrada y la salida del poblado, y sólo él indica el nombre del ciego.
Según Mt 20,30 (cf. Mt 9,27) había dos ciegos. Según Lc 18,35 el milagro se da antes
del ingreso a Jericó.

En la narración de la superación de la distancia Mt 20,30 y Mc 10,47 indican sólo el


hecho de que el ciego ha sentido la presencia de Jesús, mientras Lc 18,36-37 describe la
vía a través por la que llegó a este conocimiento. Los gritos repetidos del ciego son
presentados de manera similar en los tres relatos.

La descripción del modo con el que Jesús lo hace acercarse aparece bien detallado en
Mc 10,49-50. Aparecen mencionados los acompañantes de Jesús (v.49) y son detallados
los particulares del acercamiento del ciego a Jesús (v.50). En Mt 20,32 sólo se dice:
Jesús se detuvo y les preguntó, mientras que Lc 18,40 es más explícito: Jesús se detuvo
y mandó que se lo trajeran.

En Mc 10,51-52a y Lc 18,41-42 tenemos el diálogo de Jesús con el ciego que habla de


la fe de este último y que se cierra con la inmediata recuperación de la visión. La
diferencia más fuerte se da en mandato de Jesús: “Vete” en Mc y “recupera la vista” en
Lc. Diversa es la presentación de Mt 20,33-34: la pregunta a los ciegos es diferente y se
habla, siguiendo el estilo de la narración de un milagro, de la compasión de Jesús y se
presenta el hecho de tocar los ojos de los ciegos.

La conclusión es muy similar en Mc y Mt que hablan del seguimiento de Jesús. Lc por


su parte refiere también que el ciego curado glorifica a Dios (cf Lc 5,25; 13,13; 17,15),
y agrega la reacción de todo el pueblo que alaba a Dios (cf. Lc 7,16; 19,37).

En Mc y Mt la curación y el seguimiento de Jesús se encuentran en el final de la sección


donde aparece el camino de Jesús hacia Jerusalén (Mc 8,27-10,52; Mt 16,21-20,34),
marcada por el anuncio de la suerte de Jesús y por la instrucción a los discípulos acerca
del seguimiento. En Lc la perícopa no tiene esta función conclusiva sino que es parte del
viaje (Lc 9,51-19,46), que es más largo que en los otros evangelios.

3. La situación (10,46).
Marcos es el único que menciona el ingreso en la ciudad de Jericó: Y llegaron a Jericó.
Como de costumbre (cf. 9,30.33; 10,32; 11,1) usa la tercera persona del verbo sin sujeto
explícito; sólo por el contexto (cf. 10,32.46) se puede deducir que el sujeto es Jesús, los
discípulos y quienes los acompañaban, ellos son los que entraron en Jericó.

Esta antiquísima ciudad, ubicada en un oasis del valle del Jordán, era el último centro
habitado antes de atravesar el desierto de Judea y subir hacia Jerusalén. La doble
mención de Jericó en el v. 46 subraya el hecho de que Jerusalén (y todo lo que Jesús ha
anunciado) y el final del viaje están cercanos.

Mediante un genitivo absoluto se indica la salida de Jesús y de su grupo de Jericó,


mientras la proposición principal presenta a Bartimeo y lo describe detalladamente.

Mc lo presenta como el hijo de Timeo (único paralelo: los hijos de Zebedeo en 10,35;
cf. 1,19) e indica su nombre: Bartimeo. Este individuar a una persona es característico
para quienes son llamados por Jesús (1,16-20; 2,14; 3,16-19) pero no aparece nunca con
quienes son curados por Jesús (en 5,22 se habla de Jairo, pero es el nombre del padre de
la niña resucitada). Como ciego está marcado por un grave infortunio y de ahora en
adelante será identificado por su estado de ciego (10,49.51). Esto explica su labor como
mendigo. La actividad que desarrolla una persona normalmente se menciona en el
contexto de una llamada (Mc 1,16; 2,14).

Se describe su posición: estaba sentado junto al camino, al igual que en 2,14: sentado a
la mesa. Ambos se encuentran en su lugar de trabajo y cada uno a su manera pide dinero
a la gente que pasa. El camino que une Jericó y Jerusalén es apropiado para un mendigo
a causa de la gran cantidad de peregrinos que pasaban por allí. Son pocas las personas
del Evangelio de las que recibimos tanta información como lo tenemos en el caso de
Bartimeo.

El cambio que se constata en Bartimeo está expresado claramente por dos verbos (dos
imperfectos que indican un estado continuo) que marcan el inicio y el final: v. 46:
estaba sentado junto al camino y v. 52: lo seguía por el camino. El que era ciego,
estaba solo y bloqueado junto al camino, pero recupera la vista y es capaz de entrar en
comunión con Jesús y seguirlo a lo largo del camino que lo lleva al destino anunciado.

Es interesante notar la importancia del tema del camino en esta sección. En Mc 8,27 la
pregunta de Jesús que da lugar a la profesión de fe de Pedro se da en el camino,
mientras que en Mt 16,13 se dice que fue al llegar a la región de Cesarea de Filipo y en
Lc 9,18 no se dice nada del lugar. En Mc 9,33 Jesús les pregunta de qué conversaban en
el camino, mientras en Mt 18,1 y Lc 9,46 no se dice nada con respecto al lugar y sólo se
refiere la pregunta sobre quién es el más grande. En Mc 10,32 el tercer anuncio de la
pasión se da mientras iban de camino, algo que aparece también en Mt 20,17 pero no en
Lc 18,31.

4. Superación de la distancia (10,47-50).


La primera parte (10,47-48) está caracterizada por el esfuerzo del ciego para cumplir su
deseo de encontrarse con Jesús. Él escucha que se trata de Jesús Nazareno, una
designación que aparece también en 1,24; 10,47; 14,67 y 16,6, siempre para precisar la
identidad de Jesús. La expresión: comenzó a gritar diciendo, con dos infinitivos
presente, indica la duración y la intensidad de su gritar. Llamando a Jesús Hijo de
David (cf. 10,47.48; 12,35) reconoce su mesianismo. El final del camino de Jesús se une
así a la confesión mesiánica de Pedro, puesta al inicio del camino (8,29) y prepara la
siguiente manifestación mesiánica de Jesús que entra en Jerusalén montado en un asno
(11,1-10, cf. Zc 9,9). Con su grito: ten piedad de mí no invoca sólo la compasión de
Jesús sino que pide una intervención potente, la liberación de su desgracia.

Al grito del ciego se opone un obstáculo: los que acompañan a Jesús lo quieren hacer
callar (el verbo está en imperfecto lo cual resalta la acción de querer acallarlo). No se
indica el motivo de este comportamiento. Parecería que tienen una falsa concepción de
la persona y de la obra de Jesús. Piensan que no vale la pena que Jesús interrumpa su
camino para ayudar a un insignificante ciego.

Bartimeo no se deja intimidar. Por el contrario, intensifica sus gritos, centrándose en la


dignidad y la misericordia de Jesús. La voz y la tenacidad son las únicas armas de las
que pueden servirse los débiles, son también las armas de los niños.

En la segunda parte (10,49-50) se presenta la intervención de Jesús, haciendo ir al ciego


hacia Él.

Sólo aquí se dice expresamente que Jesús interrumpió su camino y se detuvo. Jesús no
pasa al lado de un pobre sin dar pruebas de su misericordia. Su bondad hacia los que
sufren lo hace detenerse. Las tres intervenciones de Jesús están introducidas por la
expresión Jesús dijo (10,49.51.52). Mediante la voz el ciego expresó su deseo firme de
encontrarse con Jesús y mediante la voz Jesús lo hace ir hacia Él. Del contacto a
distancia mediante la voz se llega al encuentro inmediato.

Algo característico de Mc es la descripción del cambio de quienes acompañan a Jesús


después de su mandato de llamar al ciego. No solo lo llaman sino que incluso le dicen:
Ánimo, esta palabra en griego aparece 3 veces en Mt, 2 en Mc, 1 en Jn y 1 en Hch,
siempre en imperativo y, salvo este texto de Mc 10,49, siempre dicha por Jesús. El
verbo levántate, en imperativo, aparece también en Mc 2,9.11; 3,3; 5,41, siempre
pronunciado por Jesús en el contexto de una curación. Quienes están con Jesús parecen
apropiarse el modo de hablar de Jesús en relación con las personas débiles. Indican
también la razón de su cambio de actitud y del cambio pedido al ciego: Él te llama.
Todo depende de la llamada de Jesús, que hace cambiar el humor de la multitud que
deja el rol de antagonista para asumir el papel de colaborador.

La reacción del ciego es descripta en tres momentos que se encuentran sólo en Mc. Ante
todo, arroja su manto, que le servía también como abrigo durante la noche. Algunos ven
en el manto un símbolo de lo antiguo, del estilo de vida anterior que es abandonado. Por
otro lado, el gesto de Bartimeo corresponde al de quienes han sido llamados a seguir a
Jesús y dejan el ambiente en el que han estado viviendo: 1,18: ellos dejaron sus redes y
lo siguieron; 1,20: dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo
siguieron.

El mendigo ciego abandona su manto sobre el que estaba sentado y que seguramente le
servía para recoger las limosnas que recibía de quienes pasaban.

Él se puso de pie de un salto, sale de su situación precedente (10,46: estaba sentado) y


obedece al mandato de levantarse. Ese movimiento en Hch 14,14 expresa un
movimiento lleno de celo y de emoción.

Las dos acciones precedentes están expresadas en participio y tienen un carácter de


preparación. La acción principal es el acercarse a Jesús. Es interesante notar que se
acerca a Jesús siendo ciego, no podemos evitar la pregunta sobre cómo lo hizo. Lc 18,40
dice que Jesús mandó que se lo llevaran, salvando el problema de la ceguera y del
acercarse en medio de tanta gente que rodeaba a Jesús. El descuido de Mc puede
responder al interés de resaltar la emoción del ciego cuando es llamado y el fuerte deseo
de acercarse a Jesús.

Cuando están juntos, Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? La misma
pregunta aparece en 10,36: ¿Qué quieren que haga por ustedes?

Jesús le pide al ciego una toma de posición, debe expresar qué deseo motivó su
conducta precedente. La misma pregunta se encuentra en el diálogo con los hijos de
Zebedeo, pero en ese caso la iniciativa no había sido de Jesús sino de ellos. El verbo
“querer” es importante en las instrucciones principales de nuestra sección (8,34.35;
9,35; 10,43.44). Una de las enseñanzas fundamentales de Jesús es hacer que sus
discípulos sepan reconocer el deseo que está detrás de sus actitudes, cuál es el fin que
buscan con su estilo de vida.

Bartimeo es designado como el ciego. De las cuatro características indicadas en 10,46


sólo se retoma la que expresa su necesidad y es el origen de su insistencia y su pedido.
Él llama a Jesús “Rabouní”, palabra que aparece sólo en Mc 10,51 y Jn 20,16 (dicho por
María Magdalena). La forma más frecuente “rabí” (Mt 4 veces, Mc 3, Jn 8) se encuentra
en Mc 9,5; 11,21; 14,45, siempre en la boca de un discípulo. De esta manera, Jesús es
reconocido como Maestro y se acentúa la relación “maestro-discípulo”. El ciego habla
como Pedro, el primero entre los discípulos (cf. 9,5; 11,21).

Pide a Jesús la curación de su ceguera. El pedido del ciego manifiesta, al mismo tiempo,
un reconocimiento del mesianismo de Jesús, ya que uno de los signos que da el mismo
Jesús para que puedan reconocer su misión mesiánica es que los ciegos recuperan la
vista (Mt 11,5; Lc 7,22), lo cual va unido con el título que anteriormente le da Bartimeo:
Hijo de David (10,47.48). Este pedido viene aceptado por parte de Jesús, a diferencia de
lo sucedido con los hijos de Zebedeo (10,37-38).

Mc no hace referencia a un gesto de curación (a diferencia de Mt 20,34 donde Jesús le


toca los ojos). Le dice al ciego: Vete, tu fe te ha salvado. El verbo u(pagein (ir, alejarse:
Mt 19 veces; Mc 15; Lc 5; Jn 32) se encuentra 12 veces en imperativo en Mc,
pronunciado siempre por Jesús (excepto 16,7) y en un contexto de curación (1,44; 2,11;
5,19.34; 7,29) o de seguimiento (8,33; 10,21) o dirigido a los discípulos (6,38; 11,2;
14,13). Tiene siempre un sentido positivo (Jesús no despide sin ayudar) y también en
2,11; 5,34; 7,29 está unido con la fe (cf. 2,5; 5,34; 7,29). Bartimeo será el único que,
después de la curación, no deja a Jesús sino que lo sigue.

En sus palabras, Jesús manifiesta la conexión entre la fe de la persona y su salvación. Él


habla de la fe (Mt 8 veces; Mc 5; Lc 11) en conexión con una curación (2,5; 5,34;
10,52) y con los discípulos (4,40; 11,22). Ha comenzado su actividad con el imperativo:
conviértanse y crean en la Buena Noticia (1,15) y se refiere al creer (pisteuein Mt 11;
Mc 10; Lc 9; Jn 98) en los mismos contextos (curación: 5,36; 9,23.24; cf. también 6,6;
9,19 y los discípulos: 9,42; 11,23-24). La fe consiste fundamentalmente en una
confianza ilimitada en Dios como Padre y Creador omnipotente (cf. 11,22: tengan fe en
Dios). Esta fe se expresa en la confianza ilimitada en Jesús (cf. 4,40) reconociendo su
estrechísima conexión con el Dios omnipotente. El ciego ha manifestado esta fe
confesando el mesianismo de Jesús (su grito: Jesús, Hijo de David en 10,46 es
equivalente a la confesión de Pedro: Tú eres el Hijo de David en 8,29) y buscando con
una insistencia irresistible el encuentro inmediato con Jesús.

Este comportamiento lo ha llevado a la salvación El verbo swzein: salvar, conservar,


sanar (Mt 15, Mc 15, Lc 17 y Jn 6) tiene una estrecha conexión con la vida. Jesús
asegura al ciego que, por medio de su fe, ha entrado (verbo en perfecto) efectiva y
plenamente en el ámbito de la vida. La vida es un don de Dios que ningún hombre
puede darse ni garantizar. Pero, hablando de la fe, Jesús quiere mostrar cómo debe
comportarse el hombre para tener acceso a la vida. Por medio de la fe, al ciego se le
dona no sólo la apertura de sus ojos sino también el acceso a la plenitud de la vida.

5. El seguimiento del ciego curado (10,52b)

El encuentro concluye con la curación del ciego y con su seguimiento de Jesús. En


correspondencia con el pedido del ciego: que pueda ver, se constata: enseguida
comenzó a ver (el adverbio eu)quj = enseguida aparece en Mt 7 veces, Lc 1, Jn 3 y Mc
42). La desgracia de la ceguera, luego de la palabra de Jesús de inmediato desaparece.
El ciego no sólo está en grado de seguir a Jesús sino que efectivamente lo sigue en el
camino (el verbo está en imperfecto indicando una acción continua). Jesús en su camino
que lo lleva a Jerusalén (notar la inclusión entre 8,27 y 10,46 donde se menciona el
camino) para el cumplimiento de su misión, tiene un nuevo discípulo que está lleno de
fe y tiene los ojos abiertos. La comparación entre la situación inicial y final de Bartimeo
muestra claramente lo sucedido: v. 46: el mendigo ciego estaba sentado junto al
camino; v. 52: comenzó a ver y lo siguió por el camino.

6. Función en el contexto
La perícopa presenta la última curación del Evangelio de Mc y la primera y única en
Judea. Pero lo que sucede no es sólo la curación de un hombre ciego. Este hecho se ve
comparando nuestro episodio con Mc 8,22-26 y Mc 1,16-20.

En 8,22-26 encontramos la otra curación de un ciego, quien permanece totalmente


anónimo y no manifiesta la mínima iniciativa. Todo está dominado por el obrar de
Jesús, la fe del ciego ni siquiera es mencionada. La perícopa 10,46-52 es totalmente
distinta. Se presenta ampliamente la persona del ciego que es muy activo y cuya fe es
presentada por Jesús como el factor decisivo. Falta inclusive un gesto sanador de parte
de Jesús que se encuentra en 8,23.25 dos veces.

Las características que distinguen 10,46-52 de 8,22-26 al mismo tiempo lo unen con
1,16-20 (cf. 2,14): el pasar de Jesús (1,16.19; 2,14; 10,46); el nombre (1,16.19; 2,14;
10,46); el nombre del padre (1,19; 10,46); la ocupación (1,16; 10,46); la llamada de
Jesús (1,17.20; 2,14; 10,49); el dejar algo (1,18.20; 10,50); el seguimiento (1,18.20;
2,14; 10,52). La comparación permite ver cómo la perícopa 10,46-52 está impregnada
por elementos que caracterizan al discipulado. Podemos pensar que 1,16-20 y 10,46-52
constituyen una inclusión en torno a toda la actividad de Jesús antes de su llegada a
Jerusalén. Ella comienza con la llamada de los primeros discípulos y termina con el
seguimiento de otro discípulo.

Mc 10,46-52 muestra una extraordinaria riqueza de temas y aparece como una síntesis
de toda la sección de Mc 8,27-10,52. Es interesante tener en cuenta algunos aspectos.

El texto de 8,27-30 está dominado por el tema de la identidad de Jesús. Constatamos


una cierta conexión entre 8,27: y saliendo.. en el camino con el inicio de nuestra
perícopa: (y saliendo… 10,46) y el final (en el camino 10,52). Pero también es decisivo
el tema de la identidad: el Cristo (8,29), Hijo de David (10,47.48).

La enseñanza de Jesús en 8,34-9,1 está centrada en el camino que conduce a la


salvación, es decir hacia la vida (cf. también 10,17-31). El mismo tema es puesto de
relieve por la palabra conclusiva de Jesús en 10,52.

En el relato de la expulsión de un demonio (9,14-29) Jesús insiste en la necesidad de la


fe para poder acceder a la ilimitada fuerza salvadora de Dios (9,19.23.24.29). Al ciego
Él le asegura: tu fe te ha salvado (10,52).

Quienes acompañan a Jesús quieren impedir a los niños (10,13) y al ciego (10,48)
acercarse a Jesús. Jesús no acepta este comportamiento (10,14.49). Hace comprender a
los Doce que recibir a un niño es un servicio ejemplar (9,35-37) y presenta el servicio
como el núcleo de su misión (10,45). También su comportamiento con el mendigo ciego
va en esta línea.

El encuentro de Jesús con el rico (10,17-22) y con Bartimeo, el mendigo, manifiestan


también algún paralelismo. Se dan en el camino y son provocados por la iniciativa de
otro. Mientras el rico que recibe una llamada formal de Jesús la rechaza, el mendigo, sin
ser expresamente llamado, comienza a seguir a Jesús.
En 10,35-40 dos de los primeros discípulos de Jesús, los hijos de Zebedeo (cf. 1,19-20),
se dirigen a Jesús con un pedido. Bartimeo es mendigo, es alguien que vive pidiendo.
En ambos casos Jesús reacciona con una pregunta: ¿Qué quieren que haga por ustedes?
(10,36.51). El pedido de los dos hermanos muestra también una fe en la identidad de
Jesús, pero no es aceptada. Por el contrario, Bartimeo pide a Jesús el poder ver y es
plenamente escuchado. El objeto justo de la petición de un discípulo no es la atribución
de un lugar privilegiado sino el “poder ver”.

Todo esto se desarrolla en el camino hacia Jerusalén que Jesús tantas veces ha revelado
como camino hacia el cumplimiento de su misión (8,31; 9,31; 10,33) y a lo largo del
cual ha enseñado a sus discípulos las condiciones del seguimiento (8,34-9,1; 9,35-50;
10,42-45). El encuentro con el mendigo ciego muestra a Jesús que decididamente se
acerca a la meta de su camino y, por otro lado, a un hombre que tiene el
comportamiento justo: es un hombre de una fe plena en la identidad y en la potencia
salvadora de Jesús y, siguiéndolo manifiesta su confianza en Él como guía de la vida, de
la salvación.

La perícopa concluye la sección del camino hacia Jerusalén y al mismo tiempo hace de
transición al episodio sucesivo: el ingreso en Jerusalén (11,1-11) con el que presenta un
contacto bien claro: la filiación Davídica (10,47.48; 11,10).

El camino de Jesús hacia Jerusalén se convierte para Marcos también en un símbolo del
camino espiritual del cristiano, llamado a seguir a Jesús (8,34; 9,38; 10,21.28.32.52),
negándose a sí mismo (8,34), haciéndose pequeño, pobre, servidor (9,33-37; 10,17-
31.35-45). Pero el seguimiento se ve obstaculizado por la ceguera humana, como
muestran las reacciones negativas al triple anuncio de la cruz (8,32s; 9,32s; 10,35-41).
En este contexto, casi todos los estudiosos de Marcos admiten que Bartimeo, que una
vez curado “lo seguía a lo largo del camino” (10,52), tiene un valor simbólico.

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