Para Refna Wilkin,

Mi editora y mi amiga
 Er CrnrLLEEo Y LA Pnriucnsa

I)orotea y Miguel son muy buenos amigos... casi

todo el tiempo.

Un día leyeron un libro que se llamaba

El Caballero y la Princesa.

-]uguemos -dijo Miguel-. Yo seré eI caballero y

tú,la princesa.

-¡Sí! -exclamó Dorotea.

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t
 -Te salvaré de los malos, ¿de acuerdo? -dijo Miguel.
-¡Pues no me parece! ZQué hay de malo en que la
princesa salve al caballero?

Discutieron y discutieron hasta que finalmente

Miguel dijo:

-No quiero jugar más contigo.

-Bien -dijo Dorotea y se'fue a su casa.
 Miguel estaba dispuesto
a divertirse aunque

estuviera solo. Pintó

dibujos. Muchos dibujos.

-¿Quién necesita a
Dorotea? -dijo.

Leyó un libro de

insectos catorce veces.

-No estoy aburrido

-dijo-. ¿Quién la

necesita?
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Luego, se le ocurrió una idea . "Le mostraré a

esa Dorotea", pensó Miguel. "Puedo jugar solo a

El Caballero y la Princesq"
 -Voy a pelear contra los malos
y salvar a nuestra princesa -les
anunció el Caballero Miguel a los

súbditos de1 reino.

Galopó por el campo de

bataIIa...

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-r.
 ...peleó con valentía contra
los malos...

...y salvó aIa princesa, ![ue

en realidad era un tronco.
 Pero el tronco no dijo ni una palabra.

Miguel miró el tronco y dijo:

-Deberías decirme: " ¡Gtacias por venir a rescatarme,

apuesto caballero!"

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 Dejó caer el tronco al suelo y suspiró.

-Eso es exactamente 1o que diría Dorotea.

-No, yo no te diría eso -dijo urra voz desde detrás de

un arbusto-. Te diría: " ¿Por qué te demoraste tanto?"

11
 Era Dorotea, disfrazada de princesa.

-Dorotea -grltó Miguel-. ¡Me alegra verte! "

-No, Miguel -dijo Dorotea-. A mí me alegra verte.
Es tan aburrido jugar sola...

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EI resto del día, jugaron y tomaron turnos en

salvarse el uno al otro de los malos. Luego el

caballero Miguel y la princesa Dorotea galoparon

de regreso al reino juntos y jugaron felices para

siempre... bueno, casi todo el tiempo.

13
 Mrcunt sE üacra

Un día, Miguel comenzó a jactarse.

-Puedo saltar más alto que tú.

-¿Ah, sí? -dijo Dorotea.
-Puedo correr más rápido que tú.
-¿Ah, sí? -dijo Dorotea.
-Puedo quedarme parado en una pata más
tiempo que tú.

-¿Ah, sí? -dijo Dorotea-. Muéstrame.

14

I!
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 Primero, ttataron de saltar pata alcanzar una

rama. Miguel pudo, pero Dorotea no.

-Na, rta, na, naaana -se burló Miguel-. ¿Ves?

Puedo saltar más alto que tú.

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 tu

Luego apostar« carrera

a la cima de i"ir,:.-'.
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llegó primero.{nn*
'' Dorotea.
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,iqflesoy rnás rémdo que tú.
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 Luego Dorotea y Miguel se pararon en una sola

pata como un espantapájaros. A los pocos minutos,

Dorotea perdió el balance y se cayó. Miguel ganó

otra vez.

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-Na, na, na, naaana. Este chico nunca pierde.

¡Vuelve a ganar! -se siguió burlando Miguel.
Dorotea estaba enojada, pero luego tuvo una

idea.

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 -Oy", Miguel, juguemos al espantap ájaros otra vez,
pero con los ojos cerrados.

-Claro que sí, si quieres perder de nuevo -dijo Miguel.

-Ya veremos quién se ríe al final -respondió Dorotea-.

¡Listos, ya!
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En cuanto Miguel cerró los
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ojos, Dorotea se fue en silencio

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a su casa.
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 Miguel se quedó toda
la tarde sudando bajo el sol

y jactándose:

-Soy más veloz que tú, Dorotea, puedo saltar

más alto qu.e t13...

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 "Sí, toda eso es cierto", pensó Dorotea

mientras se tcmaba una deliciosa limonada.

"Pera, ¿quién es más inteligente?"
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Un día, Dorotea encontró a Miguel jugando en el

barro. ii,

-Eso parece muy divertido, Miguel. ¿Puedo jugar

contigo? -preguntó ella. 'ó

-No -respondió Miguel-. Tengo que hacer esto solo.

-No estás muy amistoso hoy -dijo Dorotea enojada.
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A1 día siguiente, Dorotea encon tró a Miguel

nadando con una rana.

-Eso parece muy divertido, Miguel. ¿puedo

nadar contigo? -preguntó ella.

-No -respondió Miguetr_. Tengo que hacer

esto solo.

-No estás muy educado hoy _dijo Dorotea

más enojada.
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 A1 día siguiente, Dorotea encontró a Miguel sentado
dentro de una caja.

-Eso no me parece muy divertido, Miguel. lüshr,,^.

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¿Necesitas comp añía? -preguntó ella. na"r.r* ."o.
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-No -respondió Miguel-. Tengo que hacer esto solo.

-¿Por qué has sido tan grosero conmigo? -preguntó
Dorotea muy enojada.

-Te lo diré mañana -dijo Miguel.

-Pues, no sé si podré esperar -respondió Dorotea

entre dientes.

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 Al día siguiente, Dorotea llegó furiosa a Ia casa

de Miguel y cerró la puerta de un golpe.

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-Mry bien, Miguel -gritó e11a-. ZQué pasa

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i -Es que tenía que estar solo, Dorotea, porque

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t estaba escribiendo un poema.

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 Ella le quitó el papel y

comenzó a leer.

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-¡Oh, Miguel! -exclamó Dorotea y le dio un gran

abrazo-. El poema es hermoso.

-Gracias -dijo Miguel orgulloso. Colgaron el poema

en la pared y 1o admiraron juntos.

-¿Quieres jugar en el barro? -preguntó Miguel.

-Claro que sí -dijo Dorotea-. Sigue adelante y ya te

alcanzo.
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 Tán pronto como Miguel se fue,

Dorotea tomó un láprz y le hizo un

pequeño arreglo al poema.

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 -Ahora está perfecto -murmuró Doro,"u,,.
y corrió a jugar con Miguel. ro,i.i.r.
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Dorotea y Miguel son dos Pequeños

hipopétamos que la mayor parte del tiempo son q
muy lruenos amigod. Este libro inclu,ve tres
{
dive*idas historias que ilustran pedectamente
las complicaciones que se presentan cuando los
niños juegan. En la prirnera, Miguel quiere ser e}
caballero que rescata a la princesa, pero Dorotea
no enüende por qué no puede ella rescatarlo.a
é1. En la segunda, Miguel alardea de lo bueno
que es para correr y saltar, pero Dorotea
demuestra que hay algo en 1o que ella es mejor'
En la última historia MiSuel hace que Dorotea se
enoje al no querer pasar tiempo con e1la. Sin
embargo, al ñnal él1e da una dulce sorpresa que
hace que todo r,uetrva a la normal.idad.

es escritora e ilustradora de sus propios cuentos. Nació en Japón,

pero se mudó y
Keiko Kasza
vive actuáimente en Estados llnidos con su esposo y sus dos hijos. Sus libros infantiles han
su género
cautivado a1público en toda Latinoamérica, y se destacan especialmente entre otros de
por presentar a un mismo tiempo historias divertidas y aleccionadoras, y por tener tertos sencillos
e ilustraciones muy expresivas.

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