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De entre las sombras de una fría noche de 1862, surge la figura de Eulalia Ares,
fusil en mano. La siguen otras mujeres y las acompaña el Pollerudo. Traspasan las
oscuras callecitas polvorientas de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca.
Su objetivo es la casa de gobierno, donde un gobernador depuesto no quiere dejar el
poder. El gobernador elegido, junto el marido de Eulalia y de las otras mujeres,
exiliados y corriendo peligro de muerte. Hartas ya de la desidia, las mujeres deciden
tomar el poder. Golpean las puertas y de adentro se escucha un disparo. Eulalia -la que
bien habla según la etimología de su nombre- logra dominar la situación mientras, por
los fondos, el ex gobernador huye pantalón en mano y se refugia en un convento.
La memoria popular del norte argentino resguardó esta gesta bajo el nombre de la
Revolución de las Polleras o Revolución de las Mujeres