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Fragmento de la novela El túnel de los pájaros muertos (Cap El instituto)

El instituto tenía doscientos años de vida, y había visto surgir y perecer al parque. El parque se
había construido en 1955, y comenzó con solo dos juegos mecánicos: una gigantesca montaña
rusa y las sombrillas vertiginosas; ambas atracciones rodadas de varios puestos de Kermés: tiro
al blanco, voltear muñecos a pelotazos, llenarle de agua la panza al payaso de goma, dardos
contra globos y cerbatanas que debían impactar en ciervos de metal que se deslizaban por una
cinta corrediza. En 1960 se incorporó el laberinto de cristal, y año tras año fueron sumándose
otros artificios: las tazas giratorias, el tren fantasma, el Conga y el Matterhorn.

Nadie sabía de dónde venían los clientes. Pero, los que llegaban, iban exclusivamente al
parque: jamás intercambiaban una palabra con los alumnos o profesores del instituto. Como si
la calle de tierra separara dos mundos incomunicables.

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