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Reseña
Docente: Carlos julio Rosso
Estudiante: Dagoberto Marín Pacheco
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Del elemento exegético se puede decir que su finalidad principal no es agotar
la palabra de Dios como tampoco todo lo que ella pueda decir; al contrario, el
predicador humilde se vacía de sí mismo para llenarse de la Palabra y no
vacía la Palabra para llenarse de sí mismo. La palabra es una fuente
inagotable de la sabiduría de Dios; por eso aunque se necesiten
conocimientos exegéticos para desentrañar el sentido de la Palabra
proclamada, ésta no puede constituirse en el fin último de la homilía; al
contrario, es la primera parte en la preparación de la misma.
El elemento exegético es indispensable para una buena preparación de la
predicación y responde a la pregunta ¿qué quiso decir Dios a través de este
texto? Por ello para entender el texto, las palabras y todo lo que en ese
tiempo escrito quiso dar a entender se necesitan herramientas exegéticas. Se
sugiere, por tanto, estudiar el contexto de la perícopa, desentrañar la
intención principal del texto, distinguir entre el texto literario del mensaje que
éste puede contener. Esto evitará que el predicador caiga y haga caer en
fundamentalismos. Asimismo, hay que tener presente que es Dios el autor de
la Palabra y que es Él quien habla a través de ese texto: quién prepara la
homilía descubre que el mensaje está más allá de lo que está escrito y no
pretende reducirlo en un sermón, sino que sintoniza ese mensaje con su
historia y la historia de salvación. Quién predica no olvida que la Palabra
viene de Dios y que sin oración ni meditación es imposible comprenderla: el
predicador ora y contempla la Palabra con fe. Además, piensa en el oyente a
quién le dirige la homilía y previamente organiza lo que puede decirle a partir
del texto; sistematiza su comentario; distingue el mensaje principal de los
mensajes secundarios y tiene presente el espíritu de la letra y no letra per se.
El elemento vital permite reconocer que la Sagrada Escritura es luz para la
vida de los hombres; diría el Papa Francisco don antes que exigencia. El
predicador no debe reducir la Palabra de Dios a un manual de recetas
morales: la predicación debe hacer reflexionar sobre la propia vida, debe
motivar, ser fuente de agradecimiento, dar vida. Por esta razón, el homileta
busca conocer su auditorio, lo que vive, sus dificultades, su contexto político y
social, su nivel cultural: debe provocar con su predicación, debe evitar el afán
moralizar todo mensaje de la escritura, para pasar a iluminar los
acontecimientos cotidianos de la vida. La palabra ayuda a discernir a los fieles
en sus situaciones diarias y darles luces para vivir en la sociedad moderna y
la Iglesia actual.
El elemento litúrgico: este elemento exhibe el contexto en el cual se hace la
predicación: la celebración litúrgica. Es por ello que la homilía se coloca al
servicio de la Palabra y permite, a través de su función mistagógica, se
promueva la guía o conducción de los fieles a los misterios de la fe desde la
palabra de Dios. Quién prepara la homilía no se limita a explicar los textos
proclamados, tampoco a actualizar la Palabra; quien predica debe también
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presentar la palabra en función de la celebración. Los te tos de la palabra de
Dios hallan su fundamento en las fiestas o el tiempos del año litúrgico que se
celebra: ningún texto es aislado, los textos están en función de la liturgia. Es
por ello que conviene que el predicador conecte lo leído, lo meditado, lo
actualizado con la misma celebración.
Para preparar una homilía se requiere, en primer lugar, el estudio y
profundización de la Sagrada Escritura: se debe entonces tener una
preparación remota, es decir, con días de anticipación para ir rumiando los
textos. La preparación próxima mira a concretar los puntos, las ideas
sobresalientes y priorizar los textos o elegir del punto exegético, el punto de
aplicación a la vida y el punto de aplicación a la liturgia.
Para la exposición de la homilía primero se debe tener en cuenta que es una
conversación familiar en un contexto litúrgico; es por ello que debe ser dicho
con sencillez, sinceridad y claridad; además, debe tener en cuenta al
auditorio, las herramientas, la originalidad; debe ser breve para no cansar al
auditorio y deben haber ciertos momentos para comprobar la atención de los
fieles durante la predicación.
BIBLIOGRAFÍA
CELAM. La Homilía: ¿Qué es? ¿Cómo se prepara? ¿Cómo se presenta?
Bogotá: Departamento de Liturgia del CELAM, 2016.