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La iglesia hoy recuerda al apóstol Matías, escogido no por Jesús sino por los

discípulos de la primera hora. La necesidad de un nuevo apóstol nació no de la


muerte de Judas, sino de la deserción. Se necesitaba completar el número de
los doce que era expresión de la plenitud del pueblo de Dios. Y judas con su
traición y muerte se apartó del cargo que había recibido del mismo Jesús.
Matías, que fue elegido a suertes, como se acostumbraba en el A. T. Él, luego
de una oración, se convirtió en aquello que significa su nombre: regalo de Dios.
Matías, como matatías y mateo significan, regalo de Yahvé y eso es lo que
deben ser nuestros hermanos para nosotros, y nosotros para nuestros
hermanos. Pensemos en esto un momento, ¿somos para los demás un regalo
de Dios?, ¿nuestra presencia en los lugares qué genera y por qué? ¿crees que
los otros son regalos de Dios? ¿Te atreverías a aceptarlos como un regalo
enviado de Dios, así como son, sin pretender cambiar su forma de ser?
Hermanos, Matías fue un apóstol incansable. La tradición dice que fue a
Etiopía y evangelizó con su testimonio y palabras toda esa zona, llevando a
muchos a Cristo. A él se atribuyen varios escritos, lo que indica la importancia
que tuvo en algunos círculos cristianos de la antigüedad.
Hoy cunado recordamos la elección de Matías, recordemos también la misión
que el Señor nos dejó a todos nosotros elegidos. Ayer el señor nos dijo: el
Padre es el labrador, Jesús es la vid y nosotros las ramas. Nos invitó a
permanecer unidos a él. Adheridos, decía el padre. Hoy Jesús nos recuerda
que permanecer en él, no es cumplir por cumplir. No estamos llamados a
cumplir como máquinas. Dios nos hizo libres. Estamos llamados a la alegría de
una vida cristiana sana, la alegría que surge de: la cercanía de Dios y una
buena obra realizada. La obra que realizan los elegidos, los discípulos que
siguen al señor es una: creer en Jesús. Y cómo se manifiesta que un discípulo
cree en Jesús: por su amor. Porque ama a los demás como Jesús amo. No es
juez de sus hermanos. La persona que ama no necesita un mandamiento de no
robar o matar, porque la persona que ama simplemente no hará estas cosas de
buenas a primeras. Como decía san Agustín: ama y haz lo que quieras. Las
obras del amor son las obras de Dios. Y se manifiestan con acciones
concretas, pequeñas, cotidianas. El amor ágape, amor, que Jesús manda “no
representa un sentimiento, ni es sinónimo de “gustar.” No es la satisfacción de
nuestras propias necesidades en lugar de satisfacer las necesidades del
prójimo. El amor cristiano, eso que nos hace ser Matías o regalos de Yahvé
para los demás, es la gratuidad de nuestras buenas acciones en favor de los
demás. Es hacer el bien a quien lo necesite o nos caiga mal, a quien no tiene
como pagarme. El cristiano ama sin esperar nada a cambio, ni si quiera
esperar recibir lo mismo, por eso amamos a nuestros enemigos; es entonces
gratuito. Y también debe ser incondicional, no pone condiciones, solo se da,
aunque el otro no se lo merezca, aunque merezca nuestro odio y nuestro mal,
en vez de eso hacemos el bien por él. Pidámosle a Dios, por intercesión de san
Matías, la gracia de ser un verdadero regalo de yahvé para nuestros familiares,
hermanos, compañeros de trabajo. Reflejando siempre alegría porque amamos
de forma gratuita e incondicional. Que así sea.

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