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INSTITUTO ALBERTO MERANI

INFERENCIAS
SEMESTRE II – NIVEL 1 FECHA 1

LA LEYENDA DEL PEHUÉN

Existe un árbol muy alto, cuyas duras ramitas parecen formar una hermosa sombrilla, sus grandes
frutos se llaman piñones y contienen miles de semillas muy nutritivas.

Este árbol, llamado pehuén, ahora vive feliz en las tierras de la Patagonia Argentina, pero no siempre
fue así.

Cuenta una leyenda que en el principio de los tiempos, el Pehuén estaba muy triste y sus pobres
ramitas parecían casi tocar el suelo de tan lánguidas que estaban.

- Nadie come las semillas de mis frutos –se lamentaba el pobre arbolito.

Una mara, también llamada liebre patagónica, que por ahí pasaba, viendo que el arbolito lloraba, le
preguntó cómo lo podía ayudar.

El árbol secó sus lagrimitas mitad verdes, mitad marrones y le contó que la gente del lugar creía,
equivocadamente, que las semillas de sus frutos les harían mal a la pancita.

– Entonces diles que son muy sanas, que no les harán mal – sugirió su nueva amiga.
– Soy un árbol, no puedo hablar con las personas –respondió triste.

– ¡Es verdad! no te preocupes, ya veremos el modo de solucionar esto.

En el pueblito donde el pehuén crecía, se desató una tormenta muy fuerte que duró días. Todos los
demás frutos se pudrieron y nadie podía comer nada. Los días pasaban y nadie encontraba nada
para saciar su apetito.

El Pehuén sufría por el hambre de su gente y tuvo una idea excelente. Para llevarla a cabo, le pidió
ayuda a su amiga, muy dispuesta a ayudarlo.

- Yo me muevo un poquito –propuso el arbolito- voy arrojando los piñones, tú los tomas y se los
dejas a todos en sus chozas ¿de acuerdo?

- De acuerdo –contestó la mara- yo me encargo de abrirlos con mis dientes para que puedan tomar
sus semillas.

Así lo hicieron y en poco tiempo, cada choza tenía un montón de semillitas a su disposición.

- ¿Crees que dará resultado? – preguntó ansiosa la mara.

- Tienen hambre, algo deberán comer –contestó esperanzado el arbolito.

Sin embargo, cada habitante del pueblo miró con desconfianza a las semillas. Tenían mucha
hambre, pero el miedo era mayor y además no sabían qué hacer con ellas.
El pobre arbolito miraba con tristeza sus frutos y una vez más, las lágrimas corrieron por su tronco.

– No te rindas –dijo la mara –tú tienes mucho para dar, mostrémosle que si quieren podrían hacer un
pan –sugirió.

El Pehuén, deseoso de compartir con quienes quería lo mejor que tenía de si, tuvo otra gran idea.
Como sus gruesas hojas aún conversaban gotas de agua de la tormenta, salpicó con ellas cada
montoncito de semillas, mientras la mara amasaba un precario bollito algo parecido a un pan.

– ¿Es el hambre que me hace ver visiones o el árbol y la mara están amasando? –preguntó el más
viejito de los indios.

– Eh… bueno… creo que … creo que algo quieren decirnos –dijo un niñito, entre asombrado y
dudoso.

Todos se dieron cuenta que lo que el arbolito quería no era nada más que alimentarlos, sino ser
tenido en cuenta y valorado, que siempre había estado allí brindándoles su sombra y su compañía.
Entonces y por primera vez intentaron hacer pan con las semillas de los piñones.

Tal vez por el hambre, tal vez por la actitud del pehuén y la mara, lo cierto es que niños, adultos y
abuelitos comieron el pan hecho con sus semillas y les pareció el más rico que hubiesen probado
jamás. También aprendieron a hacer bebidas y nueva comidas con ellas.

Desde ese día, comenzó una amistad que duraría por siempre. Los habitantes de la Patagonia aman
a ese arbolito que generosa y desinteresadamente ofreció lo mejor que tenía. No sólo sació el
hambre que padecían, sino que ofreció su sombra, su sabia y todo lo que poseía.

El Pehuén es amado y respetado como un signo de amor, generosidad y abundancia. Tal vez por
ello, dicen que las personas rezan mirando al sol con una ramita del pehuén en sus manos,
seguramente recordando el gesto de amor del arbolito que ofreció su más preciado tesoro.

El árbol generoso. Liana Castello, escritora argentina. Cuento basado en la leyenda del Pehuén. Leyendas argentinas
versionadas para niños. Fernanda Forgia, ilustradora argentina.

Fuente: Patagonia.com.ar

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