ÍNDICE
NIVEL PRIMARIA
Mamá Raya
Autor: Ricardo Joaquín Dávila López 4
1er. Puesto
NIVEL SECUNDARIA
“Shishitillo; lágrimas de mi selva”
Autora: Aidi Victoria Wong Fasabi 12
1er. Puesto
Sembremos conciencia
Autora: Alisson Marissa Cabrera Hoyos 22
3er. Puesto
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PRÓLOGO
En nuestra región existe una falta de articulación en el sector educación
para concientizar sobre las problemáticas en la gestión forestal. Por
esto, nosotros, la Red Anticorrupción Forestal de Loreto, decidimos
desarrollar un concurso de cuentos “Problemáticas de los Bosques en
la Amazonía”, en el cual, los y las estudiantes de primaria y secundaria
tuvieron que manifestar la problemática de los bosques amazónicos,
mediante expresiones artísticas y posteriormente hacer incidencias para
que las instituciones educativas promuevan la protección y conservación
de los bosques amazónicos, desde el ángulo de la lucha contra la corrupción.
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E
n las aguas profundas del Marañón vive mamá Raya que pronto
dará a luz y debe encontrar un buen lugar en el río. Un lugar que
sea limpio, seguro y que tenga mucho alimento, para que sus hijitos
crezcan sanos y felices.
Es una fresca mañana y mamá Raya llega al caño de desagüe de una ciudad,
se encuentra con el pez Lisa y le pregunta:
—Bueno, acá hay bastante comida que sale de este tubo grande, pero hay
muchos botes, los puertos cada día son más sucios y ruidosos. Yo vivo en
el fondo y me alimento de esta comida que sale del tubo —responde el pez
Lisa.
Mamá Raya sigue su búsqueda y minutos más tarde llega a la entrada de
una quebrada: no hay puertos ni botes. Asoma su cabeza sobre la superficie
del agua y se encuentra con la señora Garza y le consulta:
—Creo que es un buen lugar cuando no vienen los humanos —dice triste
la señora Garza —. Durante el verano llega mucha gente y deja toda su
basura. Aquí abunda el plástico, el vidrio y las latas que nos hacen mucho
daño ¡Mira mi pata, está herida! Mamá Raya sigue buscando un refugio
para sus crías. Por la noche llega a otra ciudad rodeada de edificios y luces.
Se encuentra con el señor Dorado y le pregunta:
—Sí, podrían hacerlo, mamá Raya. Pero te digo una cosa: en esta ciudad
hay mucho ruido y las luces no nos dejan ver la luna y las estrellas. Sin
ellas, no podemos orientarnos —contesta el señor Dorado.
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Con el paso de los días, Mamá Raya se siente angustiada y unas lágrimas
resbalan por sus ojos. Pronto nacerán sus hijos y sigue en búsqueda de un
buen refugio para dar a luz sin ningún peligro.
Mamá Raya y los delfines surcan el río durante varios días. Y después de
sortear remolinos y palizadas llegan, ¡por fin!, hasta una inmensa laguna
de aguas oscuras.
—Qué lindo es este lago que está lleno de animales, pero también hay
humanos que viven en las orillas. ¿Acaso este lugar es seguro para mis
hijos? —pregunta aún preocupada, mamá Raya.
—Sí, este es un lugar seguro. Aquí vive el pueblo Kandozi que respeta a
los animales del río y las cochas. Acá tus hijitos crecerán sin amenazas.
Los delfines se despiden de mamá Raya y siguen su recorrido. Ella está ya
tranquila, confía en que este es el lugar apropiado, porque aquí la gente
sí respeta la vida. Antes de dar a luz, mamá Raya se aproxima a la orilla
del lago. Desde su cuerpo emergen tres crías, la madre las deposita con
suavidad sobre el lecho del lago.
Mamá Raya las observa con detención y con cierta admiración. Al rato,
con lágrimas en los ojos, les habla así:
—Queridas hijitas, esto recién comienza para ustedes porque la vida es un
largo viaje. Sé que cuando estén más grandes, nos encontraremos pronto
en una de las tantas playas que forman los ríos.
Luego de despedirse, mamá Raya ahora se dirige aguas abajo del río con la
tranquilidad de que sus crías crecerán sanos y felices.
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E
ra una mañana cálida en la selva amazónica, los paucares empezaban
sus cantos, en el viento se escuchaban el correr de los ríos, mientras
el sol iluminaba el lugar haciendo de este un paisaje bello y único.
Este, era el hogar de Paco, un árbol de lupuna, que disfrutaba la tranquilidad
de la selva, él solía decir, que en estas tierras los árboles daban mejor
sombra, las frutas eran más deliciosas y todas las especies convivían mejor
que en otro lugar, Paco se sentía orgulloso de ser el más alto, pues él todo
lo veía desde donde se encontraba; sin embargo, la lupuna se veía triste, el
maquisapa Kuwata trepó hasta la copa del árbol para preguntarle por qué
de su desaliento.
—Paco, los animales están preocupados por ti, por lo que me mandaron
a preguntar qué te pasa. - Yo no les quería comunicar lo que me pasa,
puesto que no quería preocuparlos, pero lo que vi ayer en la noche me está
carcomiendo el alma - exclamó la lupuna con voz melancólica.
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que prefería morir antes de abandonar el que había sido su hogar durante
muchos años, temía que sus amigos fueran capturados para ser vendidos
en los grandes mercados de la ciudad. Él sabía que el hombre no era malo,
sino que la avaricia y la corrupción envolvieron su corazón e hicieron un
ser sin conciencia.
Siendo la misma hora, escuchó la voz dulce de la niña - Hola amigo, espero
que estes bien– dijo la pequeña. Sacó un porongo lleno de agua y lo regó
alrededor de Paco. - ¡Gracias! Mi dulce amiga, estaba con tanta sed por este
sol – dijo Paco. La niña alzó la mirada para saber quién la estaba hablando
y no vio a nadie, nuevamente echó agua en la tierra negra y seca, esperando
escuchar nuevamente la voz; sin embargo, solo escuchó la voz de su papá
que lo llamaba - ¡Vilka! ¡Vilka! Vamos, vuelve a casa. La pequeña antes de
irse, asomó sus oídos al tronco del viejo árbol para escuchar el latido de
su corazón, ¡tucutún, tucutún, tucutún!, -tienes vida mi amigo árbol – dijo
relajada. Paco al escuchar estas palabras intervino – Pequeña, tengo vida
al igual que tú - Vilka sorprendida retiró rápidamente los oídos del tronco,
no podía creer lo que estaba escuchando, se armó de valor y lentamente
volvió asomarse al tronco, - No temas niña Vilka, desde hace muchos años
me encuentro en este mismo lugar, muchas cosas han cambiado por estos
tiempos, he perdido a muchos amigos por los humanos, la tristeza era mi
cielo de cada día, pero un día llegaste y borraste esta melancolía con un
tierno abrazo – dijo Paco. Vilka escuchó atentamente sin poder contener
las lágrimas.
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La niña y Paco conversaron mucho y las horas habían pasado, de pronto
sintió un apretón en el brazo, era su padre, quien sorprendido miró al
inmenso ejemplar y dijo– ¡oh!, que árbol tan inmenso, vámonos Vilka,
mañana regresaremos con los muchachos para cortar a este hermoso
ejemplar – Vilka corrió abrazar a Paco, se aferró a él, con lágrimas en los
ojos, rogó a su padre que no lo cortara, porque el árbol tenía vida. - ¿Que
dices? No puedes creer esas cosas, éste nos dará muy buen dinero – Vilka
tomó de la mano a su padre y lo acercó al tronco, él escuchó lo que Lupuna
había sufrido.
Desde ese momento el padre de Vilka, enseñó a los demás a tener una
economía sustentable, aprovechando los recursos que brinda la selva sin
perjudicarla mientras Vilka y Lupuna se hicieron mejores amigos por
siempre.
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H
abía una vez un mono llamado Parawaku, un tigre de nombre
Aimanta y un loro verdusco llamado Ruru. Ellos vivían en el bosque
de la Amazonía peruana y eran amigos inseparables. Les gustaba
ayudar a los demás animales en cosas que no podían hacer o a los que se
encontraban en peligro. Parawaku movía las ramas de los árboles para
que cayeran frutos y así las huanganas y los sajinos pudieran alimentarse,
mientras que Aimanta con su fuerza y agilidad protegía los nidos de los
grandes reptiles y el pequeño Ruru con su vuelo y planeación aeróbica
salvaba de las aguas a pequeñas aves y mamíferos recién nacidos.
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casi roncos por tanto griterío en plena noche de selva.
Los tres amigos reunieron a todos en el centro de la vieja Lupuna, este árbol
era ancestral y místico para todos, era uno de los últimos que quedaban en
la Amazonía. – No se preocupen queridos amigos, sus hijos aparecerán,
nosotros hemos visto cómo las personas enjaulan a muchos animales y
creemos que entre ellos están sus hijos – dijo Ruru. Todos escucharon
atentos las palabras de Ruru. – Tenemos un plan, Aimanta, Ruru y Yo,
iremos a salvarlos, mañana partiremos a la gran casa del hombre- Dijo
Ruru.
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Los tres pidieron ayuda a sus amigos bufeos, yacurunas, sirenas y
chullachaquis, contaron a los seres leyendarios el problema que estaba
pasando en nuestra Amazonía y éstos decidieron convertirse en humanos
para así liberar a todos los animales que se encontraban enjaulados.
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E
n el recóndito de nuestra Amazonía peruana, donde la flora y la fauna
resplandecen por su belleza e irradian sus sonidos onomatopéyicos
que agudizan nuestros sentidos más sublimes y que la retina del
hombre se maravilla quedándose estupefacto como un melifluo ósculo
que nos dio nuestra madre al tenernos en sus brazos; el ser divino los ha
creado con su pincel majestuoso y bendecido, allí se esconden los árboles
que por muchos años nos dieron nuestros mejores recursos para cubrir
nuestras necesidades, donde el amazonense da su vida por cuidarlo.
Los tres hombres que trabajaban para el ambicioso Carlos, tenían como
nombre Cosme, Pablo, y Povis, estos eran fidedignos a sus mandatos.
Llegaron al caserío, se instalaron en aquel “lugar verde”, encontraron un
paupérrimo “tambo” techado con hoja de “irapay” y allí descansaron por
una hora. Cuando se despertaron de ese efímero sueño, no quisieron perder
más tiempo y salieron en búsqueda del “curaca” de la comunidad, Rolando
Minbeco, para poder hablar con él, llegar a un acuerdo, y así acceder a
sus maliciosos planes. Ya estando en su humilde morada, entablaron una
conversación que poco a poco fue saliéndose de control.
Lucas quien andaba por el pueblo, al escuchar y ver todo el desastre que su
padrastro estaba realizando, se llenó de impotencia, asimismo se acordó
que la nueva amiga que había conocido, le había comentado que su padre
era el curaca del pueblito y sin que los hombres se dieran cuenta de su
presencia, salió corriendo al tambo de Rolando Minbeco.
–¡Señor, señor!... ¡Señor, hay algo urgente que usted debe saber! – expresó
Lucas cuando observaba que el curaca estaba meditando en el patio de su
morada.
–Lucas… ¿Eres tú? ¿Qué quieres en este lugar? –Preguntaba Carlos sin
entender lo que acontecía.
–Soy el mismo Lucas que conoces… “papá”, te seguí hasta aquí porque
sospechaba de tus perversos planes, algo con lo que no estoy de acuerdo,
¡No puedes seguir con esto! Piensa en el daño que has ocasionado y sigues
causando al medio ambiente. –
–“La flora y la fauna son las cosas más hermosas que Dios ha creado
con sus divinas manos, pues dan soplo de vida y un oxigeno natural, los
árboles son el patrimonio cultural la cual debemos cuidar y proteger con
nuestra vida, nuestros hijos y sus descendencias deben conocer, vivir
para contarlo... necesitarán de ellos, no cometas más atrocidades, detente
piensa y reflexiona que lo que estás cometiendo es una traición a nuestra
madre selva, a nuestra flora. Todos tenemos una gran misión de devolver
la salud a este planeta viejo y azul, consérvalo en tu corazón y que florezca
en tu alma”–. Todos escuchaban atentos, de pronto Carlos, soltó una risa
peyorativa y sarcástica. –¡JAJAJAJAJAJAJA estúpidos! Son las palabras
más majaderas y absurdas que he escuchado en toda mi perra vida –. Carlos
en un descuido mientras seguía apuntando a los dos hombres, tomó a la
primogénita del curaca como rehén.
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El curaca mientras miraba que a su hija la tenían de prisionera, metió su
mano sigilosamente en su “shicra”, extrajo una “pucuna” y un dardo, cuyo
veneno era la recina de una rana ultra venenosa. En un simple descuido
del hombre malvado, apunto su frente y sopló.
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A
ún quedaba mucho camino por recorrer, sus pies se mezclaban con el
barro, se chapoteaban al contacto de cada paso. Por encima de él, la
grama, y el arbusto, golpeando sus brazos enclenques y debiluchos,
con manos leñosas y machete sobre su palma, abrió el sendero rugoso, los
pasos continuos que dejaban los años. Se desvanecía en él la humedad
del charco, el ruido de los guacamayos frente amarilla, le avisaban que no
estaba solo camino a su aldea.
Una hora antes de partir, Irma llamaba a todos para tomar el desayuno,
masato, plátano asado y sardina frito, se tendía en la mesa. Antes de comer,
Rogelio, hacía invocación a sus antepasados, y luego pedía por los niños
que iban a la ciudad a vender sus productos.
Todo quedaba listo para partir a la gran ciudad, las gallinas del campo,
alborotaban el día, el gallo hacía lo suyo a viva voz, todos levantaban la
mercadería sobre el hombro, para no dejar caer al suelo lodoso, todo ello
se llevaría, se caminaba alrededor de 45 minutos saliendo de la aldea
para llegar a la orilla, donde esperaba el motorizado, que era el transporte
fluvial, Juancito, el motorista, esperaba, con un silbido peculiar, a todos los
que iban a la ciudad, ayudando a los niños y gestantes a subir a su chalupa.
Urpi, volteó con señas para decirle, ¿no ves que estoy atendiendo? él,
andaba ofreciendo un manto valorizado en 120 nuevos soles y al concretar
su venta, fue donde Josefita..
¿Que pasó señor policía? exclamó Urpi… con voz cortante y ojos llorosos
¿Hacia donde van con tanta prisa? Dijo uno de ellos de apellido Ramírez
– sub oficial de primera
Ramírez - ¿Vino por acá una niña de cabello oscuro cobrizo, short y blusa
rosada, acompañado de un extranjero?
Sin responder, Ramírez, entró con un empujón sobre el pecho del alemán,
en busca de la niña. Yuli yacía al pie de la cama, con lágrimas sobre sus
mejillas, gritando, Urpiiiiii!!!!!! Sácame de acá.. fueron todos sobre ella,
Urpi, Estefita y Yuli se abrazaron fuertemente, y prometieron nunca
abandonarse el uno al otro.
Volvieron todos en el patrullero, quien los dejó a Orillas del río Nanay,
para pronto regresar a casa, eran casi las seis, la venta era lo de menos,
ellos regresaban a casa, para nunca más volver a la gran ciudad….
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E
n un pueblo de nuestra selva, vivían Felisho y Panchita. Ellos eran
hermanos y vivían felices visitando el bosque y pescando en el río.
Allí, había casitas hermosas de techo de chambira, cercos de pona
y huasaí. Sus pisos eran construidos a limitada altura de la tierra, le daba
un toque fantástico y un encanto especial. Vivir allí, era una bendición
sobrenatural y un llamamiento a la felicidad eterna que solo la tienen los
hijos del bosque. Cerca de allí, pasaba temible el río Amazonas, con sus
aguas turbias, sus remolinos y su bravura incontenible.
- ¡Gracias hijitos! por darme su apoyo incondicional, pase lo que pase aquí
tendrán un hombro en el cual apoyarse.
Después de un buen rato, los niños pidieron permiso a la mamá, para salir
al campo a jugar con sus amiguitos. En fin, todo era como un paraíso y los
pobladores de aquel lugar vivían felices respirando el aroma vivificante
de la bella verdosidad que desde lejos se podía acariciar con la mirada.
Allí se alimentaban y aprovechaban los recursos que les proveía el
bosque amazónico a manos llenas sin mezquindad; pero la llegada de una
extracción de balsa los condujo a una insoportable deforestación.
Pasaron unos meses hasta, que, en una noche, entró una balsa de maderaje
que se ubicó frente al pueblo. Cuando los pobladores despertaron,
observaron entre la bruma del amanecer, que al frente del pueblo unos
hombres extraños estaban con motosierra.
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Después al aclararse el día, el agente municipal Fuan Vásquez y el
morador Emesho Flores, fueron bogando en sus canoas a conversar con
el patrón de la balsa.
- Luego dijo el patrón: - quisiera que ustedes nos ayuden con la extracción
de maderaje.
Pero la ambición por el dinero, quebranta el principio del cuidado del bien
común y se piensa solo en el yo y se cree que con la sobre explotación de
los recursos, se va a surgir de la miseria y salir adelante hacia el progreso
sin saber que al final, cuando la riqueza se acaba, todo se vuelve hostil.
Entonces el agente y el morador volvieron muy alegres y desde el río
antes de llegar al pueblo gritaban a voz: “¡trabajo pa´todos!”,” ¡trabajo
pa´todos!”. Mientras sus ojos irradiaban de felicidad y codicia. Al oír
las voces, la población se aglomeró para saber porque gritaban tanto. Al
bajar las autoridades ofrecieron trabajo a los pobladores, diciendo que
los pagarían bien por cada árbol que vendieran de sus chacras. La gente
terminó aceptando trabajar en la extracción para el patrón de la balsa.
Al medio día los niños salieron de la escuela y vieron que sus padres se
habían ido a trabajar para la balsa. En eso los hermanos Felisho y Panchita,
descubrieron que, a lo lejos, muchos pobladores estaban extrayendo los
árboles con afán en varios lugares del pueblo; luego, señalaron con la
mano derecha, indicando a sus compañeros:
- ¡Miren allá, hay una balsa extractora!, y parece que todos están talando
con su motosierra nuestros árboles.
Luego los niños salieron rápido, en sus canoas enrumbaron hacia la balsa.
Al llegar, Felisho y Panchita se dirigieron al patrón:
- Hemos venido a decirle que este lugar, no es apto para que entren balsas
extractoras a talar ni a comprar árboles, y le venimos a pedir que, por
favor se retire.
- ¿Qué cosa? ¿Por qué dicen eso niños?, si nosotros hemos venido a
trabajar y comprar árboles, -contesto el patrón.
- Mira usted, señor, quiero que sepa que estos bosques son la única
despensa de la que vivimos y viven varias comunidades que están
asentadas en sus riberas. Nosotros lo cuidamos y lo tenemos como una
reserva para nuestro futuro; por eso, queremos que se vaya. - Plantearon
los hermanos.
- No, niños, creo que ustedes están equivocados; quiero que sepan que
no somos intrusos, porque las autoridades nos han dado el permiso para
talar aquí y también ellos están extrayendo conjuntamente. – Concluyó
el patrón de la balsa.
Una voz en coro retumbó como una sentencia maldita en aquel pueblo.
- Fíjate bien, que todos esos árboles que asesinaron, tampoco les había
llegado la hora de morir. Veras que, de aquellos troncos mutilados,
decapitados por la ignorancia; brotaran mil retoños sobreponiéndose
a todos. Por eso, permíteme preguntarte ¿Dónde está el derecho de la
propiedad, las leyes que dictan los gobiernos?, no me explico porque los
humanos dan leyes y más leyes. Las derogan o las mantienen en vigencia
y no las respetan. Y si preguntara por los forestales que no hacen respetar
la naturaleza. ¿dónde están las autoridades encargadas de velar por el
cumplimiento de la ley?
- Hermano, escucha por favor. Debo decirte que todas las leyes son
elásticas. Cuando quieren la hacen cumplir y si no la mayor parte del
pueblo es la víctima. En ello corroboran todos los órganos que son
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miembros de ese cuerpo enfermo y subdesarrollado.
- Estoy convencido que con el tiempo todos se darán cuenta que los
bosques son la parte fundamental del equilibrio biológico del mundo. Yo
no estoy contra el avance de la civilización, al contrario, que el hombre
surja, que construya más áreas urbanas pero que también respeten su
flora y fauna. No debemos olvidar que ellos fueron los primeros en habitar
la tierra. Es por ello que volverán sus hojas a ellos cuando el monóxido
les ahogue y exploten sus ciudades. Por supuesto que esto no es una
venganza, puesto que con el tiempo no quedaran áreas arborizadas, todo
lo ocupara la civilización. Además, en nuestro corazón, sentimos hoy algo
que se nos trunca, nuestro desarrollo evolutivo tiene ciertas deficiencias
y a medida que avanza el tiempo, nos ocasionara la muerte a pesar de los
buenos abonos que le brindamos.
Esto nos inculca a ser grandes guardianes de los bosques y de los seres
que lo habitan. Sobre todo, en estos tiempos, que la biodiversidad se va
extinguiendo y que los bosques al cuidado de los pueblos lejanos cumplen
una función vital para la humanidad, al enfriar nuestra atmósfera
recalentada por el cambio climático es producto de nuestras huellas
humanas.
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