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Vínculos familiares: una clave explicativa de la felicidad

Preprint · January 2018


DOI: 10.31235/osf.io/6uyjx

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Pablo Beytía
Humboldt-Universität zu Berlin
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VÍNCULOS FAMILIARES: UNA CLAVE EXPLICATIVA DE LA FELICIDAD

Pablo Beytía R.1

En: Reyes, Carmen y Muñoz, Mónica (en prensa). La familia en tiempos de cambio.
Santiago: Ediciones UC.

El objetivo de este artículo es ofrecer una exposición sistemática sobre la estrecha relación
entre los vínculos familiares y la felicidad, entendiendo esta última como “el grado en que
una persona aprecia la totalidad de su vida en forma positiva”2. Este ejercicio parece relevante
al menos por tres motivos.

En primer lugar, porque es un modo de aclarar el grado de importancia que tiene la familia
en la sociedad contemporánea. En un contexto social en donde han sido cuestionadas las
premisas éticas y religiosas que fundamentaban los modelos tradicionales de familia, la
evaluación científica del bienestar parece una interesante alternativa para explicar la
relevancia de esta esfera de relaciones sociales.

En segundo lugar, debido a que estos resultados tienen gran relevancia política y raramente
son considerados en las discusiones ciudadanas3. En nuestros días, es bastante común la
discusión sobre normativas que afectan directamente los vínculos familiares –por ejemplo:
aquellas relativas al control de la natalidad, al divorcio, a la adopción o a la universalidad del
matrimonio–, pero pocas veces se toma en cuenta la relación entre los vínculos en debate y
los niveles de bienestar de la población.

En tercer lugar, debido a que los vínculos familiares ofrecen una clave para entender los
altos niveles de felicidad de América Latina. En cuanto a su grado de bienestar, esta región
del mundo esconde un misterio: por un lado, tiene peores resultados en salud, educación y
economía en comparación con los países desarrollados, pero por otra parte posee niveles más
altos de felicidad y satisfacción con la vida 4, los cuales sobresalen incluso a nivel mundial5.

1
Estudiante de doctorado, Universidad Humbold de Berlín. Sociólogo y magíster en sociología por la P.
Universidad Católica de Chile. Magíster en filosofía por la Universidad de Chile.
2
La construcción de esta definición operativa de la felicidad, diseñada específicamente para la investigación en
ciencias sociales, es explicada en Beytía, P. (2015. pp. 62-65).
3
Una discusión sobre la aplicabilidad política de los hallazgos científicos sobre la felicidad, se encuentra en
Beytía, P. (2015).
4
Beytía, P. (2016) y Beytía (2017).
5
Según los resultados de la encuesta mundial Gallup (2015), de un total de 143 naciones, las 10 con mayor
concentración de emociones positivas (según el Índice de Experiencia Positiva) son de América Latina:
Paraguay, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, Venezuela, Costa Rica, El Salvador y
Nicaragua.

1
Una de las claves para explicar esta aparente contradicción, está en la composición y las
dinámicas de los vínculos familiares de los latinoamericanos.

Por todas estas razones, aclarar la relación entre vínculos familiares y felicidad parece
indispensable. Para lograr este objetivo, este artículo se estructura en cuatro secciones. La
primera, busca sistematizar la literatura sobre la relación entre los vínculos sociales (en
general) y la felicidad, esbozando un modelo teórico a partir de dicha evidencia.
Posteriormente, se explora en detalle el grado de felicidad asociado a dos tipos de vínculos
familiares centrales: las relaciones de pareja (segunda sección) y la paternidad (tercera
sección). Finalmente, se desarrolla una síntesis sobre la relación entre los vínculos familiares
y la felicidad, y se analizan brevemente algunas condiciones familiares que en América
Latina tienden a favorecer el desarrollo del bienestar subjetivo.

La centralidad de los vínculos sociales

El vínculo familiar es un tipo específico de vínculo social, posiblemente el más primordial


entre seres humanos. En cuanto tal, posee propiedades comunes con otros vínculos sociales,
tales como la amistad o la relación entre compañeros de trabajo. Por ello, antes de explorar
en detalle el grado de felicidad asociado al desarrollo de los vínculos familiares, parece
adecuado observar la interacción general entre los vínculos sociales y el bienestar subjetivo.

Desde una perspectiva global, podríamos resumir lo que señala la literatura científica de este
modo: la interacción humana en general, pero particularmente cuando genera relaciones
sociales cercanas y de apoyo mutuo, tiene un vínculo positivo e importante con la felicidad
y la satisfacción con la vida6. Esto se debe a que las relaciones interpersonales no solamente
generan momentos satisfactorios7, sino que también contribuyen a absorber tensiones
importantes de la vida, como la muerte de un ser querido o el desempleo 8. Esta afirmación
global, sin embargo, podría subdividirse en tres niveles de análisis relativos a las condiciones
de sociabilidad: 1) disposiciones psicológicas hacia la interacción social, 2) relaciones
interpersonales y 3) ambiente social de vinculación.

En cuanto a las disposiciones psicológicas, algunos estudios han mostrado que las personas
extrovertidas tienen mayor bienestar subjetivo 9. Quienes tienen personalidad sociable, de
hecho, son más proclives a experimentar afectos positivos 10 y a desarrollarlos en mayor
cantidad e intensidad que las personas introvertidas, situación observada en varios países

6
Algunos artículos sobre esto: Bjørnskov, C. (2003); Lucas, E. y Dyrenforth, P. (2006); Camfield, L.,
Choudhury, K. y Devine, J. (2006); Ram, R. (2009).
7
Los momentos del día en que las personas está más satisfechas, son aquellos en que tienen contacto con otras
personas. Ver: Kahneman, D. y Krueger, B. (2006).
8
Myers, D. G. (1999).
9
Rusting, C. L. y Larsen, R. J. (1997); Diener, E. y Lucas, R. E. (1999).
10
Lucas, R. E. y Fujita, F. (2000).

2
según las mediciones internacionales 11. Pero una cosa es ser sociable, y otra distinta es la
creación de vínculos satisfactorios. Por ello, en el ámbito psicológico también juegan un
importante papel las habilidades sociales cognitivas, estando la felicidad normalmente
asociada a atributos personales como la asertividad social y la empatía 12.

Por otra parte, y con independencia de las disposiciones psicológicas hacia la interacción 13,
la existencia y calidad de las relaciones interpersonales ha demostrado ser relevante para la
felicidad. Desde 1930, al menos, hay reportes científicos sobre esta relación 14, que ha sido
encontrada tanto en vínculos familiares, como de amistad y de trabajo. Si se observa la
amistad, por ejemplo, diversos estudios han documentado que ella tiene una relación positiva
y consistente con la felicidad, reportada usando múltiples indicadores: tener o no tener
amigos, número de amigos, satisfacción con las amistades, grado de apoyo e intimidad de los
amigos y calidad general de la amistad, entre otros15. Con respecto a las relaciones laborales,
sucede algo similar: el desempleo tiene un efecto negativo en la felicidad que no se explica
únicamente por la reducción de ingresos económicos, sino también por el quiebre de los
vínculos sociales16. En consistencia con esta literatura, se ha encontrado una relación directa
entre soledad y depresión17.

El ambiente social, finalmente, destaca como una tercera dimensión de la sociabilidad que
influye en la calidad de los vínculos y, a través de ellos, en la felicidad. En este aspecto, se
ha encontrado que la seguridad (física y social), la libertad (política y personal) y el clima
social de tolerancia, confianza y participación tienen una correlación positiva con la felicidad
agregada de las naciones18. Además, existe una amplia literatura que demuestra el vínculo
directo entre el grado de capital social –entendido como la combinación de confianza social,
redes interpersonales y participación comunitaria– y múltiples medidas de bienestar
subjetivo19.

En el siguiente gráfico, se modelan las condiciones de sociabilidad favorables para la


felicidad en las tres dimensiones señaladas.

11
Diener, E. y Biswas-Diener, R. (2008). Debe considerarse, no obstante, que ciertos tipos de personalidad
están genéticamente predispuestos tanto a la felicidad como a la extraversión, por lo cual podría tratarse de una
relación espuria. Sobre esto: Helliwey, J. F. (2001).
12
Veenhoven, R. (2008).
13
Demir, M. y Weitekamp, L. A. (2007).
14
Watson, G. (1930).
15
Demir, M., y Davidson, I. (2013).
16
Layard, R. (2005), pp. 76-77.
17
Anderson, C. A. y Arnoult, L. H. (1985); Ventegodt, S. (1995).
18
Veenhoven, R. (2008).
19
Bjørnskov, C. (2003); Bjørnskov, C. (2006); Helliwell, J. F. (2006a); Helliwell, J. F. (2006b).

3
Gráfico 1. Condiciones de sociabilidad favorables para la felicidad

Fuente: Elaboración Propia

La suma de todos estos hallazgos, podría ser resumida en una regla teórica general: mientras
mayor sea la infraestructura para una alta y cómoda sociabilización (a nivel psicológico,
interpersonal y social), más altas serán las probabilidades de felicidad individual.
Entendiendo, entonces, que los vínculos sociales tienen un alto potencial para desarrollar el
buen vivir, indagaremos en el caso específico que nos interesa: ¿son los vínculos familiares
relevantes para entender la felicidad? Y si lo fueran, ¿qué condiciones familiares serían más
propicias para el logro de un alto bienestar subjetivo?

La relevancia de la pareja y el estado civil

De manera estable y consistente, muchos estudios han demostrado la relevancia de la pareja


y el estado civil para la comprensión de los niveles de felicidad personal. La importancia de
este factor es tal, que algunos investigadores lo han considerado como la condición no
genética con mayor potencial explicativo del bienestar subjetivo20.

a) La ventaja matrimonial

Si bien existen estudios que exponen lo contrario 21, los expertos suelen admitir que los
casados son, en promedio, más felices que los solteros, separados, divorciados o viudos22.
Esto se ha comprobado con muestras poblacionales de gran tamaño 23 y estudios

20
Layard, R. (2005), pp. 74-75.
21
Marks, N. (1996).
22
Peiró, A. (2004); Blanchflower, D. G. (2008).
23
Glen, N. (1975); Lee, G. R., Seccombe K, y Shehan C. L. (1991).

4
longitudinales, controlando también por condiciones sociodemográficas, nacionales y
relacionadas con la protección financiera y sanitaria de los individuos 24.

Se trata de un hallazgo bien documentado, aunque debe entenderse con algunos matices.
Efectivamente, los casados suelen ser en promedio más felices que los solteros, separados,
divorciados o viudos25. Sin embargo, el seguimiento de casos a través del tiempo muestra
que el efecto específico del cambio hacia la vida matrimonial está sujeto a adaptación: las
personas aumentan su felicidad a partir del período inmediatamente anterior al matrimonio,
pero unos años después de formalizar el vínculo suelen volver a sus niveles originales de
bienestar subjetivo26. En otras palabras, la evidencia sugiere que la felicidad directamente
asociada con el paso hacia una vida matrimonial es pasajera y de mediano plazo (un rango
cercano a tres años, considerando el período anterior y posterior a la boda).

Por otra parte, se ha descubierto que la mayor felicidad de los casados está relacionada con
una selección natural del ciclo vital: los solteros que declaran ser felices, tienen más
probabilidades de casarse en el futuro27. En otras palabras, la mayor felicidad de los casados
no sólo se debe a un aumento pasajero explicado por el matrimonio, sino también a
condiciones y atributos previos a su cambio de estado civil. Por lo tanto, no sólo el
matrimonio se vincula con una mayor felicidad, sino que también el grado de felicidad
aumenta la probabilidad de casarse.

En tercer lugar, debe considerarse que el matrimonio también se vincula a un cambio amplio
en la forma de vida, y en ese sentido, la evaluación de su efecto en la felicidad debe considerar
las condiciones vitales que promueve en el largo plazo. En este aspecto, se ha descubierto
que la percepción de un alto apoyo social está positivamente asociado con la felicidad, y que
las personas casadas perciben un mayor apoyo social que quienes son solteros, separados,
divorciados o viudos28. También se ha documentado que los casados tienen sexo con mayor
frecuencia que quienes poseen otros estados civiles, y dicha práctica está asociada
fuertemente con la felicidad personal de hombres y mujeres de todas las edades 29. Según un
estudio hecho con 16.000 adultos estadounidenses, el número de parejas sexuales anuales
que maximiza la felicidad individual sería 1: es decir, equivalente a tener una pareja de
manera estable y monogámica, tal como promueve institucionalmente el matrimonio 30.

En síntesis, la mayor felicidad de los casados en comparación con los solteros, separados,
divorciados y viudos puede explicarse por hallazgos ordenados en tres etapas del ciclo vital:

24
Stack S. y Eshleman J. R. (1998).
25
La diferencia con respecto a la cohabitación no matrimonial será abordada posteriormente.
26
Lucas, R. E., Clark, A. E., Georgellis, Y. y Diener, E. (2003); Clark, A., Diener E., Georgellis Y. y Lucas R.
E. (2007).
27
Stutzer, A. y Frey B. (2006).
28
Soulsby, L. y Bennett K. (2015).
29
Blanchflower, D. y Oswald A. (2004).
30
Íbid.

5
1) en la etapa temprana de soltería, ya tienden a ser más felices quienes se casarán en el
futuro; 2) en la etapa inmediatamente previa y posterior al matrimonio, hay un aumento de
bienestar subjetivo directamente vinculado con el cambio de estado civil, aunque luego de
unos años se retoman los niveles anteriores de felicidad; 3) de manera más permanente y
estable en el tiempo, el matrimonio favorece ciertas condiciones de vida —tales como una
mayor percepción de apoyo social y una vida sexual más estable y activa— que tienen un
impacto positivo en la felicidad personal.

b) Situaciones matrimoniales favorables

El análisis precedente está referido a tendencias válidas en general para el matrimonio. Sin
embargo, también es relevante considerar que ciertas situaciones matrimoniales tienen más
probabilidades de aumentar la felicidad que otras. Al respecto, se ha estudiado el impacto
de distintas condiciones en las parejas, tales como la homogamia por criterio educativo, la
división de labores en el hogar, el grado de confianza en el cónyuge y la generosidad entre
los miembros de la pareja.

Con respecto a la homogamia educativa, se ha encontrado evidencia de que los cónyuges con
pequeñas diferencias de escolaridad obtienen, en promedio, más satisfacción de sus
matrimonios que las parejas con grandes distancias educativas 31. Como explicación, se ha
propuesto que quienes han sido educados de forma similar tienen más probabilidades de
compartir valores y creencias, lo que podría facilitar una relación de comprensión y apoyo
mutuo.

Por otra parte, en los primeros siete años de vida matrimonial se ha encontrado una mayor
satisfacción vital entre las parejas que practican una clara división de labores, en
comparación con aquellas en donde ambos integrantes trabajan fuera del hogar y tienen
ingresos autónomos32. Esta ventaja se manifiesta, especialmente, entre las mujeres y las
parejas con niños, así como entre cónyuges con grandes diferencias salariales (lo que se
explica por los menores costos proporcionales que tiene la disminución de un salario en el
hogar).

De manera añadida, la confianza en la pareja ha aparecido como un importante predictor de


la satisfacción matrimonial, tanto para hombres como para mujeres 33. Las personas que
confían altamente en sus parejas suelen tener una opinión positiva de ellas, así como una
relación de cooperación y cuidado mutuo, lo que genera menos situaciones de conflicto y
molestia al interior de la relación. La suma de estos elementos, permite que la situación de
confianza conyugal sea favorable para la felicidad de la pareja.

31
Stutzer, A. y Frey B. (2006).
32
Íbid.
33
Atta, M., Adil, A., Shujja, S. y Shakir, S. (2013).

6
Finalmente, se ha encontrado que la generosidad del cónyuge —entendida como la
percepción de manifestaciones de bondad, respecto y afecto, además de voluntad para
perdonar las faltas y defectos de la pareja—, se asocia positivamente con la satisfacción
marital, así como con una menor probabilidad percibida de divorcio 34. Las parejas con
cónyuges generosos tienden a tener menos conflictos, y esta relación se observa tanto en
hombres como en mujeres.

c) Cohabitación: diferencias dentro de la similitud

Hasta el momento se han mencionado los beneficios del matrimonio en comparación con la
separación, el divorcio y la viudez, pero no se han señalado sus diferencias con la
cohabitación o convivencia no matrimonial. Ello se debe a que los estudios suelen indicar
que la cohabitación es el tipo de vínculo más similar al matrimonio en cuanto a niveles de
bienestar subjetivo. Por ese motivo, la diferencia entre ambos tipos de pareja debe ser tratada
con mayor sutileza.

Uno de los primeros estudios sobre el tema, sugirió que la relación positiva entre el
matrimonio y la felicidad no se explicaba realmente por el estado civil. Lo importante era
más bien la formación de un hogar con una pareja estable, y ello de forma independiente a si
las parejas estaban casadas o no 35. Algunos estudios actuales han llegado a conclusiones
similares, al mostrar que el matrimonio y la convivencia tienen efectos equivalentes en el
bienestar psicológico, la depresión, la relación con los padres y el tiempo con la familia y los
amigos36. En términos generales, entonces, la cohabitación comparte con el matrimonio una
parte importante de sus características y beneficios subjetivos.

Este hallazgo, en conjunto con la progresiva desinstitucionalización del matrimonio en los


países occidentales, ha incitado el estudio más detallado de los tipos de pareja y sus efectos
en la felicidad. Actualmente, las investigaciones suelen categorizar a las parejas atendiendo
tanto a su estado civil como al grado de formalización conyugal reflejado en su historia o en
sus aspiraciones. De este modo, se pueden identificar cuatro tipos de pareja: 1) las que se
casaron directamente (sin cohabitación previa), 2) las que se casaron luego de haber
convivido, 3) las que cohabitan con planes de casarse y 4) las que cohabitan sin intención de
matrimonio. Algunos investigadores señalan que las parejas más felices son aquellas que se
casan directamente, mientras que las que cohabitan sin tener intenciones de casarse tendrían
el grado más bajo de felicidad; en una posición intermedia, se situarían quienes cohabitan
con planes de casarse o se casaron habiendo convivido previamente37. Esta evidencia sugiere
que las parejas más felices serían aquellas con mayor cercanía hacia la formalización
matrimonial.

34
Dew, J. y Wilcox W. B. (2013).
35
Glenn, N. y Weaver C. (1979).
36
Musick, K. y Bumpass L. (2007).
37
Brown, S., Manning W. y Payne K. (2014).

7
Sin embargo, esta gradiente de felicidad entre las parejas aún debe ser estudiada con mayor
profundidad y parece no ser generalizable a todos los contextos sociales. Algunos estudios,
por ejemplo, han encontrado que el matrimonio directo y el precedido por cohabitación son
estadísticamente indistinguibles en términos de bienestar subjetivo 38, lo que cuestiona la tesis
de que el matrimonio directo marca una diferencia positiva. Por otra parte, la diferencia entre
los niveles de felicidad de casados y convivientes parece ir atenunándose a medida que la
cohabitación se va convirtiendo en una práctica generalizada 39. Este ha sido, al menos, el
caso de Estados Unidos: cuando la convivencia no era una práctica usual, ella se vinculaba
con la inestabilidad de la pareja; sin embargo, desde mediados de la década de 1990 ya no se
observa esta relación desfavorable, situación que ha coincidido con la progresiva difusión de
la cohabitación en la población40.

En suma, podemos decir que la cohabitación es el tipo de vínculo más similar al matrimonio
en cuanto a sus niveles de felicidad asociados. Sin embargo, hay evidencia que sugiere que
las parejas son más felices mientras más cercanas están a la formalización matrimonial (a
pesar de que no quede claro si existe una distinción entre el matrimonio directo y el con
cohabitación previa). De todos modos, esto último no debería considerarse como una verdad
inmutable, dado el registro de variaciones relacionadas con el contexto social: mientras más
difundida en la población está la convivencia no matrimonial, existen menos diferencias de
bienestar subjetivo entre quienes cohabitan y quienes están casados.

d) El divorcio como riesgo latente

En directa contraposición con la cohabitación, el divorcio es el estado de pareja más lejano


al matrimonio en términos de bienestar subjetivo. Al igual que la viudez, funciona de manera
inversa al proceso matrimonial: en el período precedente a la pérdida de la pareja, las
personas comienzan a disminuir su felicidad, llegando a los más bajos niveles el mismo año
de la separación; posteriormente, tienden a recobrar sus niveles basales de bienestar
subjetivo41. A diferencia de la viudez, sin embargo, en el divorcio es poco probable que se
logre llegar al mismo nivel de felicidad que se tenía antes de iniciar el proceso de pérdida
de pareja (sobre todo entre las mujeres), algo que sí es frecuente entre los viudos
aproximadamente dos años después de la muerte del cónyuge 42.

En términos de bienestar subjetivo, entonces, el matrimonio se muestra como una apuesta


riesgosa: se trata de un vínculo que claramente tiende a la felicidad –de todos modos, en
mayor medida que la soltería–, pero que, cuando no resulta, podría ser una amplia fuente de
infelicidad a largo plazo. Incluso el hecho de volver casarse rápidamente sólo parece

38
Musick, K. y Bumpass L. (2007).
39
Musick, K. y Bumpass, L. (2012).
40
Jose, A., O’Leary K. D. y Moyer, A. (2010); Reinhold, S. (2010); Manning, W. D. y Cohen, J. A. (2012).
41
Layard, R. (2005), pp. 75.
42
Lucas, R.E. (2005).

8
aminorar el impacto negativo en el corto plazo, ya que luego de un par de años, los re-casados
no muestran una diferencia significativa de felicidad en comparación con aquellos que se
mantienen solteros43.

Esto último, de ningún modo sugiere que el divorcio sea siempre una opción negativa en
términos de felicidad. Los hombres y mujeres que se separan, previamente están más
estresados que lo común en la población casada. Por ello, cuando una relación matrimonial
ya está funcionando mal, el divorcio tiende a ser una mejor alternativa para los cónyuges,
disminuyendo considerablemente su grado de estrés mental en el mediano plazo 44. Un
resultado similar tiene el divorcio en el bienestar de los hijos: la evidencia sugiere que los
hijos de padres separados tienen aproximadamente el doble de probabilidades de depresión45;
sin embargo, el problema principal no parece ser el estado civil de los padres, sino su grado
de conflicto. De tal forma, en situaciones familiares con graves conflictos conyugales, para
los hijos puede resultar más conveniente la separación de sus padres que la mantención de
una unión matrimonial en discordia 46.

El enigma de la parentalidad y algunas aclaraciones

Las evaluaciones internacionales comúnmente señalan que la parentalidad, para el promedio


de las personas, tiene un efecto negativo, aunque moderado, en la felicidad 47. Respaldando
esta tesis, ciertos estudios destacan que el aumento en el número de niños del hogar suele
tener una relación negativa o nula con la satisfacción vital de sus padres48. Sin embargo, hay
varias investigaciones que reportan una relación positiva, también moderada, entre tener
hijos y felicidad49. Por lo tanto, se trata de un tema en discusión en el cual, no obstante, es
posible encontrar algunos patrones generales.

En primer lugar, es importante destacar que la parentalidad, observada desde los promedios
poblacionales, suele tener un efecto moderado o nulo en el bienestar subjetivo 50. Esto parece
enigmático. En nuestra cultura está bastante arraigada la idea de que ser madre o padre es
fundamental para tener una vida significativa y satisfactoria, y que las personas sin hijos se
sienten más vacías, menos gratificadas y más solitarias que aquellas con hijos. Así lo
exponen, además, las teorías tradicionales sobre el impacto de la parentalidad en el
bienestar51. Sin embargo, los estudios empíricos desmienten que esto sea una regla general:

43
Gardner, J. y Oswald A. (2005).
44
Íbid.
45
Furnstenberg, F. y Kierman K. (2001).
46
Amato, P., Loomis, L. y Booth A. (1995).
47
Blanchflower, D. G. (2008); Hansen, T. (2012).
48
Di Tella, R., MacCulloch, R., y Oswald, A. J. (2003); Alesina, A., Di Tella, R., y McCulloch, R. (2004);
Clark, A. E. (2006).
49
Clark, A. E., Frijters, P., y Schields, M. A. (2008); Stutzer, A. y Frey B. (2006); Haller, M. y Hadler, M.
(2006).
50
Angeles, L. (2010).
51
Hansen, T. (2012).

9
por el contrario, la parentalidad no parece tener un gran peso en la explicación de la
felicidad. ¿Es esto cierto?

a) Costos y beneficios: una explicación general

La literatura científica que respalda la escasa relevancia de la maternidad y paternidad en la


felicidad suele esgrimir una explicación ligada a la evaluación de costos y beneficios: tener
niños involucra una gran cantidad de trabajo duro y sólo escasas recompensas ocasionales.
“Escuchar las primeras palabras de nuestros hijos es seguramente maravilloso –señala un
investigador–, ¿pero cuántas horas de cambiar pañales y llantos nocturnos deben ser
soportadas durante el proceso?” 52. Esta idea ha sido respaldada por los estudios sobre
sentimientos positivos y negativos en la vida cotidiana, en donde las mujeres suelen clasificar
el cuidado de los niños como una de las actividades que les reportan menor bienestar (situado
en el puesto 16 de 19 actividades cotidianas) 53.

De este modo, la parentalidad podría ser entendida como una actividad en donde los costos
son prácticamente equivalentes a las recompensas; el efecto en la felicidad de los padres sería
levemente positivo o negativo, dependiendo del nivel de costos asociados a dicha
experiencia. Y como el entorno social influye en los costos, se ha enfatizado que los países
con actitudes y políticas pro-natalistas disminuyen las probabilidades de que la parentalidad
se relacione negativamente con la felicidad 54.

Sin embargo, estas indicaciones son todavía muy generales y no hacen justicia a la
complejidad del asunto. Lo cierto es que, como han demostrado una serie de estudios más
específicos, el impacto de la parentalidad en la felicidad está mediado por condiciones de
vida diversas, especialmente las características individuales de los padres y la temporalidad
misma del proceso.

b) Considerando “quién”: características de los padres

Varios estudios han indicado que el vínculo entre parentalidad y felicidad depende en gran
medida de las características de los padres y madres. Los principales factores que moderan o
transforman la fuerza de este vínculo serían el género, la edad, el estado civil y la
vulnerabilidad educativa y económica.

Primero, es importante distinguir una moderación del género. Normalmente, el efecto de los
hijos en la felicidad es distinto para hombres y mujeres, y ello no parece explicarse por la
cantidad de costos asociados al cuidado del niño. Si bien se ha observado que entre las

52
Angeles, L. (2010).
53
Kahneman, D., Krueger, A. B., Schkade, D. A., Schwarz, N. y Stone, A. A. (2004).
54
Según la revisión de literatura y encuestas de Hansen (2012), las políticas y actitudes pro-natalistas son más
fuertes en Europa del Este, Asia y África, más moderadas en América del Sur y el Centro-Sur de Europa, y más
débiles en los países ricos de la OCDE (por ejemplo: EE.UU., Canadá, Australia, los Países Bajos y los países
nórdicos).

10
mujeres aumentan en mayor medida las horas de trabajo en el hogar y la percepción de
conflicto matrimonial55, los hijos por lo general aumentan más la felicidad de ellas que de
los hombres56. En conjunto, cabe destacar, estos resultados cuestionan la idea de que el efecto
de los niños en el bienestar subjetivo tendría que ver únicamente con los costos que implica
el cuidado.

Una segunda característica mediadora es la edad de los padres al momento de tener el hijo.
Lo que se ha descubierto, con respecto a esta dimensión, es una gradiente en el bienestar
subjetivo: mientras mayores sean los padres (hombres y mujeres), su parentalidad estará
más fuertemente asociada a un aumento en la felicidad57. El impacto de la edad es tan
importante, que en algunos casos llega a determinar la dirección de la relación entre
parentalidad y felicidad. En promedio, los padres jóvenes (entre 18 y 22 años) tienden a
disminuir su felicidad con este proceso vital, mientras que aquellos que tienen hijos
tardíamente (entre los 35 y 45 años) son los que mayormente aumentan su bienestar subjetivo.

En tercer lugar, se ha enfatizado el rol mediador del estado civil de las parejas. Aquí los
estudios son prácticamente unánimes: los hijos traen mayor felicidad (o menor infelicidad)
para los padres casados, en comparación con aquellos que están solteros, viviendo en pareja
o separados. Algunos estudios muestran que estar casado puede evitar las consecuencias
negativas que traen los hijos en el bienestar subjetivo 58; otros subrayan que podría marcar la
diferencia entre una parentalidad que aumenta y otra que disminuye la felicidad 59; también
hay investigaciones que indican un aumento de la felicidad transversal a los estados civiles,
pero mayor entre los casados60.

Finalmente, la literatura científica ha destacado el papel de lo que podríamos denominar


vulnerabilidad educativa y económica. Dado que la parentalidad tiene importantes costos
financieros, no es sorprendente que afecte de manera más negativa (o menos positiva) a los
grupos sociales más vulnerables educativa y económicamente. A través de datos mundiales,
por ejemplo, se ha encontrado que la parentalidad tiene efectos positivos en la satisfacción
vital únicamente entre quienes tienen alta escolaridad (estudios universitarios completos o
incompletos)61. La mediación educativa parece ser especialmente importante para los
hombres62. Por otra parte, hay evidencia de que la disminución de la felicidad acarreada por
la parentalidad en ciertas poblaciones es mayor entre quienes tienen bajos ingresos 63. De

55
Nomaguchi, K. M. y Milkie, M. A. (2003).
56
Kohler, H., Behrman, J. R., y Skytthe, A. (2005); Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).
57
Margolis, R. y Myrskylä (2010); Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).
58
Frey, B. y Stutzer, A. (2000).
59
Angeles, L. (2010).
60
Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).
61
Stanca, L. (2009).
62
Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).
63
Margolis, R. y Myrskylä, M. (2010).

11
todos modos, el papel mediador de la vulnerabilidad educativa y económica parece variar
según el enfoque de los programas sociales que tenga cada país 64.

En conjunto, todos estos estudios muestran la importancia de considerar las condiciones


familiares al momento de evaluar la relación entre parentalidad y felicidad. Probablemente,
sea superficial considerar únicamente las tendencias generales de la población, sin establecer
diferencias según ciertas características personales de los padres y madres. En efecto, la
parentalidad parece aumentar o disminuir la felicidad según las circunstancias de la pareja.
Tener hijos tiende a aumentar la felicidad de las mujeres y de los padres y madres maduros,
especialmente cuando están casados y tienen un capital educativo y económico que les
permita vivir con menores preocupaciones.

c) Considerando “cuándo”: paternidad como proceso

Por otra parte, el análisis agregado de las tendencias demográficas esconde la dimensión
procesual de la parentalidad, es decir, la comprensión de este vínculo familiar como
fenómeno histórico y temporalmente variable. Para entender este elemento, sería necesario
hacer un seguimiento de los niveles de felicidad personal de los padres y madres a lo largo
del tiempo, capturando el período previo y posterior al nacimiento de los hijos. Datos de este
tipo han sido recopilados en Alemania y Gran Bretaña 65, lo cual nos permite extraer algunas
conclusiones relevantes.

En primer lugar, estos datos muestran que la felicidad de los padres y madres aumenta
notoriamente el año previo al nacimiento de su primer hijo, aunque ellos recobran sus niveles
de felicidad anteriores a ese período de bienestar luego de 1 o 2 años desde que nace el hijo 66.
En otras palabras, la parentalidad aumenta la felicidad tanto de hombres como de mujeres
si se considera el período anterior al nacimiento, aunque se trata de un efecto de duración
media. Que este período sea limitado, es uno de los factores que podría explicar que, a nivel
agregado, la parentalidad parezca tener una baja relación con la felicidad.

Por otra parte, debe considerarse que esta relación temporalmente variable entre parentalidad
y felicidad se altera según el número de hijos. Los datos de Alemania y Gran Bretaña
muestran que la felicidad aumenta especialmente con el primer hijo; con el segundo, en
cambio, el incremento es menor, y con el tercero podría incluso disminuir el bienestar
subjetivo de la pareja en el largo plazo.

Finalmente, este análisis procesual de la parentalidad debe considerar también las


características personales de los padres. El proceso parental no es equivalente para padres y

64
Según la revisión de Hansen (2012), esta mediación se ha observado en estudios mundiales y aplica para
Estados Unidos, pero no ha mostrado un claro efecto en Europa.
65
Son dos las encuestas en las que se basan los siguientes resultados: German Socio-Economic Panel (SOEP)
y British Household Panel Survey (BHPS).
66
Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).

12
madres que viven en circunstancias diferentes, y los datos confirman eso: los padres y madres
mayores, casados y con altos niveles de escolaridad tienen un mayor incremento de felicidad
en los períodos adyacentes (anterior y posterior) al nacimiento de sus hijos, especialmente
las mujeres67.

El potencial de felicidad incrustado en los vínculos familiares

Como resultado del análisis anterior, es posible destacar algunas conclusiones generales
sobre la relación entre los vínculos familiares y la felicidad.

1. La composición y la dinámica de los vínculos familiares no son inofensivas en términos


de bienestar subjetivo, sino que afectan –ya sea favorable o desfavorablemente– la felicidad.
Esto es válido para la relación de parentalidad, aunque especialmente para el estado civil o
de pareja.

2. El nivel de felicidad asociado a los vínculos familiares está condicionado por las
circunstancias en que están inmersos. Específicamente, se evidencian diferencias según a)
las características de los padres –género, edad, nivel educativo y situación financiera–, b) la
dinámica interna de las relaciones –grado de interacción, confianza, generosidad y división
de labores– y c) el momento específico en que se encuentra el vínculo.

3. Hay ciertas formas de pareja que tienden a desarrollar mayor felicidad: matrimonios y
cohabitaciones estables, que generan confianza, apoyo mutuo, generosidad conyugal y
mantienen una vida sexual activa. El principal riesgo de esto es el divorcio, que disminuye
el bienestar de manera más duradera que otras disrupciones de pareja (como la viudez).

4. Ciertas formas de parentalidad tienden a generar mayor felicidad: madres y padres


maduros, especialmente si están casados y tienen suficiente capital económico y educativo
para aminorar sus preocupaciones parentales.

Todos estos hallazgos, por otra parte, deben ser contextualizados dentro de una teoría general
de la relación entre los vínculos sociales y la felicidad. En ese sentido, los factores que
explican el grado de bienestar subjetivo asociado a los vínculos familiares podrían ser
incluidos en el modelo propuesto al comenzar este artículo (gráfico 1), ya que en el conjunto
de las investigaciones revisadas se distingue la influencia de a) disposiciones psicológicas
(como la confianza, la disposición al apoyo y la generosidad), b) relaciones interpersonales
(como la pareja o la parentalidad) y c) elementos del ambiente social (como el grado de
difusión de la cohabitación o la existencia de políticas públicas pro-natalistas).

Finalmente, parece interesante evaluar en qué medida los resultados de este artículo podrían
ayudar a explicar el excepcional grado de felicidad de los latinoamericanos. En un artículo
anterior, propuse la tesis de que la densidad y la calidad de los vínculos familiares pueden

67
Margolis, R. y Myrskylä, M. (2012).

13
ser entendidas como un capital para la promoción de la felicidad, lo cual provee a América
Latina de una ventaja en comparación con Estados Unidos y los países de Europa
occidental68. Para establecer una comparación actual, pueden considerarse los últimos datos
disponibles en la Encuesta Mundial de Valores (2010-2014)69:

Tabla 1. Felicidad, vínculos familiares y disposiciones hacia la familia


América Latina Europa occidental Estados Unidos
Alta felicidad 46,5% 27,6% 36,1%
Vínculos interpersonales
Pobl. casada 38,3% 49,1% 54,4%
Pobl. conviviendo como casada 19,5% 10,8% 9,9%
Pobl. divorciada 3,3% 7,1% 9,6%
Pobl. con hijos 74,3% 68,8% 67,8%
Densidad de vínculos
Tener 3 o más hijos 34,5% 18,7% 24,2%
Vivir con los padres 28,8% 11% 11,8%
Disposiciones psicológicas
Alta importancia de la familia 91,1% 84,7% 90,9%
Confianza completa en la familia 80,6% 76,5% 69,4%
Meta de orgullo parental 88,4% 66% 77,3%
Fuente: World Values Survey (2010-2014)

Como puede observarse, salvo por un porcentaje levemente menor de parejas estables –que
debe interpretarse considerando las tasas de re-matrimonio 70– en América Latina existe una
clara tendencia hacia un desarrollo familiar propicio para el despliegue de la felicidad. Para
entender esto, primero se debe recordar la regla teórica general que hemos formulado a partir
de la evidencia sobre los vínculos sociales: mientras mayor sea la infraestructura para una
alta y cómoda sociabilización (a nivel psicológico, interpersonal y social), más altas serán
las probabilidades de felicidad individual.

Considerando esta regla, las altas tasas de bienestar subjetivo de América Latina pueden
entenderse como unidas a tres manifestaciones familiares relevantes. Primero, una
composición de los vínculos con menor tasa de divorcio, es decir, menores efectos negativos
de largo plazo en la felicidad. Segundo, una mayor densidad de los vínculos familiares –más
hijos y personas que viven con sus padres–, situación que favorece un grado más alto de
interacción (que como hemos visto, está vinculada directamente con la felicidad). Tercero,
son más comunes en la región las disposiciones psicológicas que propician relaciones

68
Beytía, P. (2016).
69
Esta base de datos recopiló 11.439 casos de 9 países Latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador, México, Perú, Trinidad y Tobago y Uruguay), 6.343 casos de Europa occidental (en Alemania,
Holanda, España y Suecia) y 2.232 casos de Estados Unidos.
70
Según los datos de la American Community Survey, actualmente 4 de cada 10 matrimonios en Estados Unidos
incluyen a personas que estuvieron casadas previamente. Sobre esto, debe recordarse que el efecto del re-
matrimonio no parece eliminar en el largo plazo la mayor insatisfacción provocada por el divorcio (Gardner,
Jonathan y Andrew Oswald, 2005).

14
familiares felices –especialmente, aquí es relevante el alto grado de confianza en la familia–
. En definitiva, Latinoamérica puede ser entendido como un ecosistema de relaciones
familiares propicias para la felicidad, ya que obtiene bajos costos asociados a la disrupción
conyugal, y favorece la interacción social en un entorno de alta confianza mutua.

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