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La Moda
La Moda
Críticas[editar]
La intención de ciertos individuos de separarse de las tendencias dominantes de moda crea
generalmente una nueva tendencia por su carácter diferenciador. (Simmel).
La propagación de una tendencia en la moda desemboca necesariamente en su fracaso. Toda
moda ampliamente aceptada pierde su atractivo al dejar de ser un elemento diferenciador. 2
En su obra La teoría de la clase ociosa, Veblen relata cómo la moda es una herramienta que la
clase alta usa para diferenciarse del resto de clases, fundamentalmente de las más bajas. La belleza
y el simbolismo del ocio; relacionado con el ser pudiente, la sobriedad y la eficacia de las prendas de
las clases bajas e industriales, quedan enfrentados. Bourdieu llama a esto prácticas distintivas: la
manifestación de la lucha de clases, en este caso simbólica, cuyo objetivo es perpetuar la
desigualdad entre éstas.
La difusión vertical de los gustos es el mecanismo según el cual, argumenta Veblen, la moda se
transmite de una clase a otra, pues toda clase imita a la inmediatamente superior. Los miembros
pertenecientes a una determinada clase pueden identificarse entre ellos al estar en un mismo nivel y
diferenciarse de otros al haber una barrera que les separa.
El gusto diferenciado de cada clase no es inherente a sus miembros. Según Bourdieu, es la
consecuencia de la socialización de los individuos dentro de las distintas clases, es decir, su familia,
su escuela, sus amigos de la infancia, etc. Este gusto se aprende del contexto y se interioriza. El
término nuevo rico tiene una connotación despectiva, pues designa a alguien que si bien acaba de
llegar, en términos económicos, a una nueva clase, no lo ha hecho en términos simbólicos; ya que
no viste ni se comporta de la misma manera, no porque no tenga voluntad de hacerlo sino porque se
ha socializado como alguien pobre, con unos esquemas mentales que le permiten procesar la
realidad que le rodea para esa clase en concreto y no para otra. 2
Siglo XVI[editar]
En el Renacimiento italiano se acostumbraba, por parte del género masculino, el uso de capa corta y
sin capucha, birrete, sombrero con plumas y zapatos de punta roma y ancha. Las mujeres por otro
lado, llevaban bullones y acuchillados en las mangas, y una gorguera rizada; además de faldas y
sobrefaldas, jubones y corpiños, capas o mantos rozagantes y una cofia para la cabeza.
A partir de la segunda mitad del siglo, la creciente importancia de la monarquía española impone en
Europa el estilo de la corte del emperador Carlos I de España, un estilo de gran sobriedad,
caracterizado por el uso de colores oscuros y prendas ceñidas, sin arrugas ni pliegues y aspecto
rígido, sobre todo en las mujeres, en las que se impone el uso del verdugado. En el borde superior
de la camisa se colocaba un cordón que dará lugar a la gorguera o lechuguilla.
Siglo XVII[editar]
Durante esta época domina la moda francesa, tanto en hombres como mujeres. Se utilizaban los
calzones cortos con medias de seda, chupa y casaca que, a mediados del siglo, se vuelve más
reducida y con pliegues laterales hacia atrás y mangas estrechas.
Con la caída de la dinastía francesa, vuelve el traje simple y se llevan calzones ajustados hasta
media pierna, chaleco, corbata y casaca, faldones con cuello alto y vuelo, pelucas empolvadas y
rematadas por un lazo, e incluso sombreros de tres o dos picos.
Tras la revolución, el cabello se deja largo y liso, visten sombreros de copa alta cónica o en tubo,
con alas cortas y más tarde zapatos con tacón de color a los que se añaden lazos o hebillas y botas
altas con vueltas. La mujer viste con painers o verdugados anchos y aplastados en los dos frentes,
corpiño acorsetado y escote con gasas o encajes, polonesas, batas con cuello de encaje y manga
larga. El traje francés consiste en corpiño puntiagudo, mangas abolladas, faldas rectas y abiertas,
que son drapeadas con polizón y larga cola, cuello doblado y mangas tirantes hasta el codo con
chorreras. Junto con la revolución, desaparece el vuelo de la falda y se imitan las vestiduras
clásicas: talle alto, chaquetilla corta con manga larga, falda con pliegues, grandes escotes, chales y
guantes largos. En cuanto al peinado, este es hacia atrás con rizados que posteriormente se hacen
más altos y voluminosos con tirabuzones, lazadas y plumas, bonetes y sombreros de alas anchas.
El tipo de calzado normalmente son zapatos con tacón alto y punta estrecha, aunque más tarde
comenzaron a llevarse los bajos.
Siglo XVIII[editar]
En el siglo XVIII destacan como prendas masculinas las casacas francesas y las chupas, esto es,
casacas de inferior clase y algo estrechas, las chaquetillas, los calzones ajustados hasta la rodilla,
las corbatas en vez de las golillas, las pelucas y los grandes sombreros. Mientras tanto, en las
vestiduras femeninas continúa el mismo estilo que en el siglo pasado y se adopta el uso de las
mantillas para la cabeza. Llevaban también vestidos largos, grandes sombreros y sobre todo en la
alta sociedad, la mujer se caracterizaba por vestir con un corsé, que era una forma de demostrar su
altura. Además usaban anillos, y algunas veces guantes largos o collares, entre otros.
Siglo XIX[editar]
Durante este siglo fueron propios el frac, la levita y el pantalón para los caballeros, y la mantilla de
seda y las peinetas para las señoras en España.
Una vez finalizada la época napoleónica, desde 1800 4 hasta 1820, en la que la silueta femenina se
mostraba esbelta y con el talle siempre alto, ceñido justo bajo el pecho, dejando el resto de la
prenda caer recta sobre el cuerpo; hubo un cambio drástico en el Romanticismo, dando paso
al corsé, que daba al talle la forma de un reloj de arena y al miriñaque, que ahuecaba las faldas
amplias y que llegó a su apogeo en 1860, causando que las damas no pudieran pasear del brazo de
su esposo o prometido. En 1870, fue sustituido por el polisón, que únicamente ahuecaba la falda por
detrás y que pasó de moda en 1890, cayendo entonces la prenda hasta el suelo sin armazón
alguno, aunque hasta 1900 las faldas fueron un poco acampanadas.
Entre 1820 y 1914, hubo en el vestuario femenino occidental una clara distinción entre vestidos de
día, siempre con manga larga, aunque podían ser hasta el codo en verano, y cerrados hasta el
cuello; y vestidos de noche, siempre de manga corta y muy escotados.
Siglo XX[editar]
Década de 1900[editar]
Década de 1910[editar]
En esta década se distinguen dos periodos. El primero, desde 1905 hasta comienzos de la Primera
Guerra Mundial, caracterizado por ser el apéndice de la moda recargada propia de la Belle Époque,
así como por la aparición de una silueta que tiende hacia la verticalidad en la mujer y al orientalismo.
Se ponen de moda los corsés rectos y largos y las faldas con poco vuelo acompañadas de una
sobrefalda, además las faldas de día se acortan hasta los tobillos, dejando a la vista los zapatos. El
segundo, a lo largo de todo el conflicto, se caracteriza por la aparición de modas mucho más
cómodas para la mujer: las faldas continúan acortándose hasta casi media pantorrilla y los cuerpos
siguen la línea natural del cuerpo, sin corsé. Esto se debió a la necesidad de que fueran las mujeres
las que supliesen la falta de mano de obra en los puestos de trabajo que antes ocupaban los
hombres. A causa de esta comodidad en la vestimenta, nacerá más tarde la moda andrógina propia
de los años veinte.
Década de 1920[editar]
Véase también: Flapper
Década de 1930[editar]
El optimismo terminó con el crac de la Bolsa en octubre de 1929, que provocó una grave crisis
económica mundial durante los siguientes años. En 1930, la cintura vuelve a marcarse en su lugar
natural y las faldas se alargan hasta por debajo de la rodilla. Volvió la feminidad, los adornos en
prendas, los sombreritos y el cabello abandona el estilo garçon por peinados un poco más largos y
con ondas. A partir de 1935 se suelen marcar los hombros, dando a la silueta un aspecto de
triángulo invertido.
De 1940 a 1945[editar]
Durante la Segunda Guerra Mundial, la moda se definió como austera y simple: el look se militarizó
y los tejidos se volvieron pobres debido a la carestía de materiales. Por consiguiente, las mujeres
vestían con uniforme de ciudad, es decir, trajes de chaqueta. El largo de las faldas continuaba por
debajo de las rodillas, pero la escasez de materiales era tan grande que se impusieron leyes que
reglaban este largo. Dado a su coste, no todas las mujeres podían comprarse medias. Se
popularizaron los panties, se usaban los zapatos topolino de corcho y gorritos muy sencillos o
simplemente pañuelos en la cabeza.5
Los primeros años de la posguerra devolvieron a la mujer al hogar, a las tareas de la casa y a volver
a pensar en sí misma. Después de años de angustia, preocupaciones y mucho trabajo, la mujer
pudo vivir en la tranquilidad de su hogar, darse pequeños gustos y ser coqueta. El mundo dejaba
una etapa atrás y la moda también lo hizo. Desde entonces, la mujer volvió a preocuparse por su
belleza, su estética y su vestimenta. Es por ello que la moda de los años 50 destaca por la vuelta del
esplendor.
En 1947, tras el triunfo del new look de Christian Dior, se popularizó la silueta de reloj de arena: una
cintura estrecha con voluminosas curvas. Para exagerar esta silueta, se utilizaban sostenes con
forma de cono y corsés ajustados. Se aumentó el vuelo de las faldas, cuyo largo continuaba por
debajo de las rodillas. La mujer quería frivolidad y ansiaba ropa femenina que no pareciera una
versión civil de los uniformes militares. Deseaba volver a ser sensual, pero sin ser muy provocativa;
las curvas se convirtieron así en el nuevo símbolo de la belleza femenina. Debía ir siempre
correctamente maquillada, y comenzó a valorarse mucho el uso de accesorios como zapatos de
tacón de aguja, guantes, tocados, pamelas, bolsos al codo... Los tejidos más utilizados fueron
distintos tipos de seda y tul. El principal objetivo era dar un mayor volumen a las caderas de la mujer
y conseguir una cintura de avispa.
Los diseñadores más señalados de esta época fueron Christian Dior, Coco Chanel, Cristóbal
Balenciaga, Elsa Chiaparelli, Hubert de Givenchy, Jacques Fath, Nina Ricci y Pierre Cardin.67
Década de 1960
Esta década destaca por la revolución. Se utilizó de nuevo ropa cómoda y juvenil, siguiendo la línea
natural del cuerpo y dejando atrás el lujo burgués. Se abandona el uso habitual de sombreros y
guantes de vestir. A partir de 1966, se puso de moda la ropa extravagante, con estampado de
mariposas, flores, pop-art o étnico. Las siluetas volvieron a ser más lisas y se comenzaron a
imponer rápidamente entre las jóvenes por todo el mundo las revolucionarias minifaldas, cortas
hasta el muslo, que nacieron en Londres en 1965 de la mano de la diseñadora Mary Quant.
Década de 1970[editar]
En 1970, los adolescentes tenían la capacidad de expresarse libremente. Así surgió el concepto de
la ropa diferente, original, divertida y extravagante. El cabello se llevaba corto, largo o con cortes
geométricos. Tanto los hombres como las mujeres comenzaron a usar pantalones de campana y se
impusieron las blusas de algodón, entre otros.
Fue una década muy diversa, en la que se produjo un furor hacia lo retro. Las flores fueron uno de
los principales símbolos, no solo en la ropa sino también en el pelo, y representaban la ideología
ilusoria que les guiaba a la llamada revolución de las flores. Resaltaban los trajes y vestidos, que se
lucieron con ajustados pantalones. El algodón fue remplazado por la lycra, y usaban botas o zapatos
de tacón, tipo suecos.
Década de 1980[editar]
La moda trajo consigo considerables cambios durante estos años. El nuevo estilo se caracterizaba
por el uso de ropa interior visible, ya fuese sobre una camiseta, debajo de una camiseta translúcida
o tirantes de encaje visibles. Esta nueva moda fue altamente controvertida, volviéndose un sinónimo
de liberación para las mujeres, pues antiguamente usar la ropa interior de esta manera les daba el
aspecto de ser una mujer desarreglada. Gracias a esta tendencia, las mujeres actualmente pueden
vestir camisetas cómodas sin tener que preocuparse por las transparencias o los tirantes de
los corpiños.
Década de 1990[editar]
Esta época se basó en la variedad y no en una tendencia específica y duradera. Hubo una
preferencia por vestir con aquello que les hiciera sentirse más cómodos, sin darle mucha
importancia a la opinión de los demás o a las tendencias, porque se había llegado a la conclusión de
que no había una verdadera libertad. Las camisetas de grupos musicales se volvieron populares, así
como el cabello suelto. Una de las grandes innovaciones de este periodo fue la aparición de
los pírsines, tatuajes y tintes de pelo.
Siglo XXI[editar]
Pasarela de moda en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México
A finales del siglo XX y principios del XXI, nace la posibilidad de encargar y enviar prendas de ropa a
cualquier parte del mundo gracias a los medios de comunicación o Internet. Por consiguiente, la
moda actual parece que se dirige hacia una uniformidad universal.
Década de 2000[editar]
A lo largo de los años 2000, toma fuerza el concepto de las tribus urbanas. Éstas influyeron
directamente en los modos de vestir, principalmente por la creciente exposición a los medios
masivos como Internet. Si bien las subculturas ya existen desde los años 1960 y 1970,
como Beatnik y Hippies, algunas no adoptan el sentimiento contracultural que dio origen a las
mismas, siendo únicamente identificables por su forma de vestir, por ejemplo, la cultura emo. Tanto
los hombres como las mujeres adoptan el chándal para casi todo tipo de ocasión. Las mujeres
usan shorts, faldas, minifaldas y pantalones de tiro alto, y se reincorporan algunas prendas de los
años 1980, regresando el estampado floreado. En cuanto al calzado, las mujeres usan botas fuertes,
zuecos o sandalias.
Década de 2010[editar]
Búsqueda de identidad[editar]
La moda y las marcas no solo acogen el deseo de imitar a otras personas o a una comunidad
determinada, sino de expresar la individualidad; esto es, aunque la indumentaria indica nuestra
afiliación a comunidades concretas y expresa valores, ideas y estilos de vida compartidos, no
queremos ser «clones» vestidos de forma idéntica a los miembros de esa comunidad. La ropa que
elegimos llevar representa un compromiso entre las exigencias del mundo social, el medio al que
pertenecemos y nuestros deseos individuales.
Una moda que tenga éxito capta el «estado de ánimo» o el «gusto» que está surgiendo. La moda,
como discurso y como práctica, encarna al cuerpo, haciéndolo social e identificable y explica cómo
esta construcción del cuerpo a través de la ropa es de considerable importancia para el desarrollo
de la sociedad moderna.12
A lo largo de la historia, las distintas culturas, ciudades y grupos sociales han utilizado indumentaria
perteneciente a la moda como soporte para hacer manifestación pública de su universo particular
simbólico, es decir, sus ideologías, credos, cultura emocional, tradiciones, etc.; al igual que como un
elemento comunicativo para informar sobre el grupo que la crea. «También los individuos, tomados
en términos de identidad personal, perciben que “el vestido habla” y cumple una función
socializadora en cuanto a que lo que nos ponemos contribuye al proceso de creación de nuestra
imagen, entendida en términos, no de lo que realmente somos, sino de cómo nos perciben los
demás.»15
Así, la moda se ha convertido en la expresión cultural de gustos, estilos de vida o la identidad
personal, en otras palabras, en una metacultura capaz de expandirse con la ayuda de los medios de
comunicación social, que mediante la publicidad y marketing, segmentan el mercado y se dirigen a
las masas de forma personalizada; explotando el rol de adquisición y construcción de la
personalidad expresada mediante objetos de consumo que se convierten en una extensión de lo que
somos, debido al significado que se les otorga en los medios, ya sea heredado, tradicional o
emergente. «La moda serviría de eficaz contrapeso para estimular la entidad personal y con ello
nuestra condición de personas» Glover, 2017.