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Alumno: Héctor Rodríguez Cristerna Ficha 3ª sesión

Bresser-Pereira, L. (2009) “Neoliberalismo y teoría económica”

Para el autor, Estado y mercado son instituciones complementarias. El Estado es la principal


institución democrática que coordina la sociedad; el mercado, basado en la competencia,
contribuye a la coordinación de la economía. Un importante punto de discusión se refiere al
grado de intervención que debería tener el Estado en el mercado. El neoliberalismo, ideología
dominante desde la década de los 80, señala que más que ser complementarios el Estado y el
mercado son fuerzas opuestas, por lo que desde esta perspectiva se apunta hacia el laissez
faire, esto es, una intervención mínima o nula del Estado en los asuntos económicos, bajo la
firme creencia ideológica (disfrazada de “ciencia económica”) de que la propia “regulación
espontánea” del mercado es la mejor guía económica y social. En realidad, el neoliberalismo es
la ideología que los sectores más ricos de la sociedad utilizan contra los pobres y los
trabajadores, y contra el Estado democrático social. Pero no se puede entender el devenir de la
economía actual sin considerar el papel del Estado, un sistema complejo de estructuras e
instituciones sociales que lo convierten en el instrumento de acción colectiva por excelencia.
Marx y Engels se desmarcaron del Estado al considerarlo «el comité ejecutivo de la burguesía»;
aunque esta crítica es acertada, la construcción de todo Estado-nación democrático necesita la
participación de los pobres y trabajadores, aunque sólo sea para fortalecer los intereses de la
burguesía en ascenso. El Estado, en tanto representa los intereses sociales, debe por lo tanto
reforzar su papel como regulador del mercado.

Hobsbawm, Eric (2014). Historia del siglo XX.

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial (1945) hasta mediados de la década de los 70, el
capitalismo vivió una etapa de florecimiento excepcional en Europa y Estados Unidos, lo que
llevó a un optimismo sobre las posibilidades de un crecimiento industrial ilimitado. Al ciudadano
promedio le era posible vivir como sólo a los ricos en tiempos pasados. En realidad, este notable
crecimiento económico también ocurrió en un primer momento en los países socialistas; en los
países pobres de África, Sur de Asia, Extremo Oriente y América Latina la población aumentó a
un ritmo espectacular, junto con producción de alimentos. Entre los principales factores que
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apuntalaron esta edad de oro del capitalismo encontramos: 1) Revolución tecnológica, que
incrementó la productividad y transformó todos los aspectos de la vida cotidiana, además de
establecer el paradigma de que lo nuevo siempre es mejor; en realidad las nuevas tecnologías
eliminaban mano de obra, pero el ritmo de expansión económica era tal que en un principio
esto no resultó evidente. 2) Restructuración del capitalismo, que en la práctica era una
economía mixta, ya que la industrialización contaba con el apoyo e incluso la planificación del
Estado; las diferentes fuerzas políticas habían asumido un compromiso con el pleno empleo y el
bienestar social, como forma de enfrentar el avance del bloque soviético. 3) Avance de la
internacionalización: el núcleo de países capitalistas occidentales comerciaba con el resto del
mundo en términos que les favorecían, y Estados Unidos ayudó a la reconstrucción de Europa
(Plan Marshall), incluyendo a los perdedores de la II Guerra, Japón y Alemania. Pero no era
posible mantener este ritmo de crecimiento, ya que no sólo dependía de aumentar la
producción, sino de la capacidad de los consumidores para absorberla, así como de un delicado
equilibrio entre salarios lo suficientemente altos para favorecer el consumo, pero que no
debilitaran las ganancias del empresariado. Las décadas posteriores a 1973 serían de crisis,
marcadas por el fuerte declive de la población rural no sólo en países desarrollados, sino
también en los atrasados y pobres, al tiempo que las ciudades crecían y nuevos territorios se
urbanizaban. Otros cambios importantes fueron el crecimiento en el número de estudiantes y el
acceso a la educación universitaria, así como su consolidación como grupo político; la
disminución de los obreros a fines de los ochenta debido a las nuevas tecnologías; el auge de la
televisión, que incidió en la pérdida de los espacios públicos; la importancia creciente de la
mujer en el ámbito político y económico; y el resurgimiento de la división entre los trabajadores
“respetables” y los desempleados “indeseables” que viven de subsidios. El desempleo y la
pobreza resultantes convirtieron a numerosos conjuntos de viviendas públicas que habían sido
planeados para la clase obrera en centros de marginación.

White, G. y Wade R. (1996). “Estados promotores del desarrollo y mercados en el este de


Asia”.
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Friedrich List distingue entre la economía cosmopolítica, como la ciencia que enseña cómo la
humanidad en su totalidad puede alcanzar la prosperidad, y la economía política, que limita su
enseñanza a la investigación de cómo una nación dada puede obtener prosperidad. Esta
distinción es importante ya que retoma la importancia de considerar la economía desde la
perspectiva de los Estados-naciones. El exitoso desarrollo de países “capitalistas” (Corea del Sur,
Taiwán) o “socialistas” (China) debe entenderse como un proceso en el cual los Estados han
desempeñado un papel estratégico, por lo que no es un desarrollo espontáneo sino dirigido o
planificado, por lo menos dentro de ciertos límites. Mientras que los economistas
neoclásicos/neoliberales han cuestionado la intervención del Estado en la economía, los
teóricos marxistas han señalado la fuerte dependencia de los Estados del Tercer Mundo, y por
ende la necesidad de transformar y consolidar un Estado socialista como una precondición para
el desarrollo. Los casos de Taiwán y Corea del Sur se han querido ver por algunos analistas como
el éxito de los principios del libre comercio; en el marco geopolítico, estos ejemplos son
importantes porque así es más probable que los países pobres acepten —sin necesidad de
imponérselas a la fuerza— las reglas del comercio internacional, aún si no han participado en su
formulación, las cuales consisten básicamente en abrir su economía al capital extranjero y
reducir el grado de intervención de sus gobiernos. En realidad, si bien son capitalistas, Taiwán y
Corea del Sur son economías de mercado dirigidas que concentran sus esfuerzos en sectores
estratégicos y fuerzan la racionalidad del mercado estableciendo prioridades en la industria,
más que por una regulación directa. La industrialización por sí misma ha sido el principal
objetivo, y no las consideraciones sobre maximizar la ganancia que imperan en el libre mercado.
De igual manera, se impulsa simultáneamente una “sustitución de importaciones” (desarrollo
del mercado interno), al tiempo que una “promoción de exportaciones”, sin considerarlos
procesos excluyentes. Por el contrario, en Latinoamérica la ausencia de incentivos en sectores
estratégicos ha ocasionado la tendencia a la importación de equipo de capital sumamente
intensivo, lo que contribuye a la dependencia tecnológica. Aunado a ello, el no imponer
limitaciones en el crecimiento del capital financiero ha permitido que gran parte de las
inversiones se dirijan a dicho sector, más que a la producción industrial —para hacer dinero en
lugar de cosas. En el caso de China, aunque en un principio el amplio sistema de controles
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estatales frenó el posible desarrollo, las reformas económicas de 1978 expandieron el poder en
la toma de decisiones de las unidades de producción, dando paso a una economía menos
directiva y más apoyada en un sistema de contratos. La experiencia china refleja el deseo de
lograr un equilibrio productivo entre Estado y economía, entre la regulación del Estado y la
iniciativa autónoma de las empresas estatales, cooperativas e individuos —hacia un mercado
dirigido socialista.

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