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Un intento de ‘mediación’.
Edgar Rufinetti*
Introducción.
Las objeciones que, ya en El marxismo y la filosofía del lenguaje, hacen V.
Voloshinov y M. Bajtín a la concepción positivista de lo dado y al
materialismo mecanicista predialéctico están signadas por una atenta mirada
sobre el lenguaje como material de la creación ideológica1. En la búsqueda de
establecer cómo la base real determina las formaciones superestructurales y el
signo refleja y refracta lo real, remarcan que las determinaciones no pueden
ser entendidas ni de manera causal en el sentido de las ciencias naturales, ni
como proviniendo de la conciencia individual (ya que ella misma es producto
de la interacción simbólica socialmente realizada). ¿Qué determina entonces
las formas ideológicas y cómo ha de buscarse en la “realidad del lenguaje”?
Para M. Bajtín, lo que establece el enlace entre una estructura
político-social dada y una esfera ideológica determinada “se presenta en
términos reales, materiales, como la interacción discursiva”2; pero no hay que
olvidar que este “medio” discursivo sufre una doble determinación: mientras
el modo y la forma de comunicación verbal vienen determinados por las
relaciones de producción y la formación político-social, las manifestaciones
1 Voloshinov, Valentín. El marxismo y la filosofía del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992 (en
adelante citado como MyFL) Cf. Introducción y Cap. 1 y 2. En relación a las
cuestiones -aún abiertas- de la autoría y del grado de intervención de Bajtín en el
texto, véase el Prólogo de Tatiana Bubnova a la reciente edición del libro, Buenos
Aires, Ed. Godot, 2009.
2 Voloshinov, V., MyFL, p. 44
concretas (la enunciación3) están a su vez determinadas por las formas y tipos
que adopta esta comunicación discursiva.
Al igual que Gadamer, Bajtín está interesado en un análisis del uso
del lenguaje. Desde este punto de vista, sin duda pragmático, son los
enunciados los que reflejan (y refractan) las condiciones específicas y el objeto
de cada esfera de la praxis humana a través de su contenido temático, del
estilo y de la composición o estructura. Estos tres elementos constituyen una
unidad sólo analíticamente separable, y se determinan, como ya señalamos,
por la especificidad de una esfera concreta de comunicación. Los enunciados
individuales se inscriben así en distintas esferas prácticas cada una de las
cuales elabora a su vez “tipos relativamente estables de enunciados”, los así
llamados “géneros discursivos”.4
Gadamer, por su parte, en las consideraciones sobre el fenómeno
hermenéutico, se ve conducido a la cuestión del lenguaje, ya que en este
medio “se conforman, aunque siempre como cambiantes, el orden y la
estructura de nuestra propia experiencia”. En este sentido, el lenguaje viene a
ser la “huella de la finitud”, no por la diversidad de la estructura del lenguaje
humano, sino porque “cada lengua se forma y prosigue continuadamente al
paso que va trayendo al lenguaje su propia experiencia del mundo”5. Este
‘traer a lenguaje’ en cada caso la propia experiencia opera la reconfiguración
de un mundo ya siempre compartido, y se corresponde por ello con la finitud
del hombre de manera radical; desde el “centro del lenguaje –nos dice- se
desarrolla toda nuestra experiencia del mundo y en particular la experiencia
hermenéutica”6.
3 Dado que el término “viskazivanie” que Bajtín generalmente usa ha sido traducido ya
como enunciación ya como enunciado, y porque además parece no establecer dos
instancias en la unidad de la comunicación, usaré, en lo que sigue, indistintamente
ambos términos españoles.
4 Cfr. Bajtín, M., “El problema de los géneros discursivos”, en Bajtín, Estética de la
creación verbal, (en adelante ECV), pp. 248-293. Véase también “La construcción de la
enunciación”, en Silvestri, Adriana y Blanck, Guillermo. Bajtín y Vigotski: la
organización semiótica de la conciencia, Barcelona, Anthropos, 1993. pp. 245-276.
5 Gadamer, H., Verdad y método I, pp. 547-548 (en adelante VyM I)
6 Gadamer, H., VyM I, p. 548.
Así, como Bajtín, Gadamer considera que la conciencia está
lingüísticamente estructurada y que la praxis del lenguaje está ya siempre
presente en la reflexión sobre el mundo y sobre el propio lenguaje7. Esto hace
del lenguaje una “magnitud suprasubjetiva que, en su función de apertura del
mundo, es tanto la condición de posibilidad de la experiencia como su límite
y se encuentra, por ello, necesariamente a espaldas de los sujetos”8. Visto de
este modo, el lenguaje se convierte en instancia válida contra el ideal de
“autoposesión y autoconciencia completas” del racionalismo ilustrado y del
modelo objetivista del neopositivismo.
En lo que sigue elaboraré, en torno a la cuestión del significado y
alcance del diálogo y las relaciones dialógicas, una primera aproximación entre
la posición de Bajtín y la hermenéutica gadameriana. Para abordar tales
cuestiones partiremos, en el caso de Bajtín, de sus consideraciones en torno a
los géneros discursivos y, sobre todo, a la enunciación/enunciado como
unidad real de la comunicación discursiva; en cuanto a Gadamer,
analizaremos el comprender como fenómeno hermenéutico en el cual el
diálogo posee central importancia. Indagando la relación entre la dialéctica
autor-destinatario y la abstracta anticipación del otro, creemos poder aclarar
el modo de relación con el enunciado ajeno que conviene a la validez
intersubjetiva.
I. Comprensión y diálogo.
Desde el punto de vista asumido por Gadamer, a partir del cual no
puede sostenerse algo así como un ‘mundo en sí’ en tanto el acceso a la
‘realidad’ se encuentra lingüísticamente mediado, la actividad de los
participantes en la conversación no puede ser adecuadamente descrita como
transmisión de información (o contenidos proposicionales) sobre una realidad
externa e independiente al lenguaje. Todo entendimiento entre los hablantes
proviene entonces de la construcción de una perspectiva común, y ésta sólo
puede elaborarse en la conversación. Este punto de partida, que Gadamer
9 Gadamer, H., VyM I, p 462; Véase también Lafont, C., RcL, p. 104.
10 Tal como señala Cristina Lafont, este modelo puede ser descrito como dialéctica
entre una intersubjetividad ‘ya siempre producida’ por la apertura de mundo (la
función de generación de pensamiento del lenguaje) y una intersubjetividad ‘a
producir’ en el diálogo (p. 91).
11 Ver Gadamer, H., VyM I, p. 585.
12 Al igual que en Bajtín, en Gadamer la conciencia se forma y desarrolla a través y en
el lenguaje.
De este modo resulta comprensible que en su análisis de las
condiciones de posibilidad del entendimiento, Gadamer, por un lado,
profundice la perspectiva específica de los participantes en la conversación,
mostrando la interna conexión entre ‘significado’ y ‘validez’13, y que, por otro,
no reduzca tales condiciones a la sola suposición de una apertura del mundo
ya siempre compartida, tal como planteaba Heidegger, sino que se interese
por cómo tiene lugar, en cada caso, el acuerdo fáctico.
28 Dado este carácter del lenguaje “tal esclarecimiento tendría que apoyarse siempre
en otros supuestos de fondo”, cfs. Lafont, RcL, p. 113.
29 Este desarrollo de Gadamer contrasta y pone fuertemente en cuestión la segunda
máxima del entendimiento de Kant: “pensar poniéndose en el lugar del otro” (Crítica
del Juicio, § 40) Este es un argumento contra la pretensión de autorreflexión total que
se esconde también detrás del ideal de objetividad del historicismo y de las ciencias
sociales.
Ante la inevitable pregunta por la “naturaleza común” de los
enunciados, Bajtín comienza por señalar la diferencia existente entre géneros
discursivos simples o primarios y géneros discursivos complejos o secundarios30. La
diferencia entre éstos no es funcional sino de fondo; en su formación los
géneros discursivos complejos absorben y reelaboran géneros discursivos
primarios constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Al ser
asimilados, los géneros discursivos primarios pierden su relación inmediata
con la realidad y con los otros enunciados; relación que ahora detenta el
género discursivo secundario en el que se hallan. Por ello considera central
para un estudio de los géneros discursivos y de la “naturaleza del enunciado”
proceder a un análisis de ambos tipos de enunciados31. Poniendo en el centro
de tal investigación al enunciado como “unidad real de la comunicación
discursiva”, Bajtín espera arrojar luz no sólo sobre los fenómenos de la “vida
discursiva” y la comunicación, sino también sobre la naturaleza de las
unidades de la lengua como sistema (palabras y oraciones).
En El problema de los géneros discursivos (1952-1953), Bajtín se queja que
la función comunicativa es sistemáticamente subestimada incluso por los
enfoques que se ocupan de las funciones de la lengua. El punto de vista del
hablante, nos dice, es analizado como si éste hablara sólo “sin una forzosa
relación con otros participantes en la comunicación discursiva”32. Un análisis
que proceda de tal modo pone enfrente del hablante a un oyente pasivo, cuya
única función es comprender lo que el hablante dice. Esto sin duda sucede,
pero, en efecto, es una simplificación y deformación del proceso “complejo,
multilateral y activo” de comunicación discursiva. Así lo expone Bajtín:
30 A estos los llama también ideológicos o visión del mundo. Ver Bajtín, M. ECV, p
250.
31 Cf. Bajtín, ECV, p 250.
32 Bajtín, M. ECV, p 256. Expresamente se refiere a K. Vossler que aborda la función
35 Cf. Bajtín, ECV, p. 263. También “La construcción del enunciado”, en Silvestri y
Blanck, op. cit.
36 Bajtín, ECV, p. 261. Esto hace de todo uso del lenguaje un realizativo, pues
como palabra neutra de la lengua, que no pertenece a nadie. Ver Bajtín, ECV, p. 278.
47 Bajtín, ECV, 283. Aquí podemos apreciar la dimensión temporal, los sucesivos
sedimentos de la enunciación.
dar ningún tema puramente objetual. La actitud hacia el discurso ajeno difiere
de la actitud hacia el objeto, pero siempre aparece acompañado de este
último”48.
Por otro lado, el enunciado se relaciona también con los eslabones
posteriores de la cadena discursiva. Así, podríamos decir que el otro, el
discurso ajeno, opera también desde una dimensión futura. Aun cuando
supongamos que pueda responder a alguna cuestión planteada en el pasado,
la enunciación se constituye siempre teniendo en cuenta las posibles
reacciones-respuesta; en esto consiste su propiedad de estar destinado. El
hablante (o escritor) cuenta y atiende desde el principio con la activa
comprensión y la contestación de un determinado destinatario; por ello en la
construcción de toda enunciación está presente la posible respuesta49.
Antes de abordar una cuestión estrechamente relacionada con este
problema y pasar con ello a la ‘mediación’, retengamos que los diferentes
tipos de destinatario se determinan por la esfera de la praxis humana a la que
el enunciado se refiere. Y que la estructura y el estilo del enunciado dependen
concretamente de “a quién está destinado el enunciado, cómo el hablante (o
el escritor) percibe y se imagina a sus destinatarios, cuál es la fuerza de su
influencia sobre el enunciado”50.
III. Tentativa.
Quisiera plantear ahora una cuestión que me parece de central
importancia, puesto que se encuentra en directa vinculación con la dialéctica
autor-destinatario y la abstracta anticipación del otro; se trata de los modos de
relación con el enunciado ajeno, más precisamente de cuál es la relación con
el otro y con el enunciado ajeno que ha de entenderse como diálogo.
Retomemos la idea de que la presencia (implícita o explícita) en
nuestra enunciación del discurso ajeno, al ser insoslayable, le confiere un
59Esta misma distinción ha sido explicada tanto por la teoría de los actos de habla de
Austin-Searle, como por la pragmática formal de Habermas. Véase Austin, J., ¿Cómo
hacer cosas con palabras?, Barcelona, Paidós, 1998; Searle, J., Actos de habla, Madrid,
Cátedra, 1994; Habermas, J., “¿Qué significa pragmática universal?” en Habermas,
Teoría de la acción comunicativa: Complementos y estudios previos, Madrid, Cátedra, 1994.
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