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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA-2º BACHILLERATO TEXTOS-1

TEXTO 1:

Uno de los mejores tebeos editados en España en los últimos años se titulaba La casa. Crónica de una conquista y su
autor es Daniel Torres, un veterano dibujante que había estado largo tiempo sin publicar. El cómic, de casi 600 páginas,
está basado en un trabajo de documentación impresionante y repasa la historia de la vivienda desde el neolítico hasta el
siglo XXI. Una de las cosas que quedan más claras en sus viñetas es que la privacidad ha resultado una conquista muy
difícil, una lucha contra el espacio que, salvo para los muy ricos, se ha prolongado durante siglos y que todavía está
pendiente en muchas sociedades. Virginia Woolf también contó aquella revolución en uno de sus libros más célebres,
Una habitación propia. Todo esto, en el Occidente permanentemente conectado, se ha terminado.
Lo más grave del final de la privacidad es que en algunos casos se ha producido de manera inconsciente, pero
en muchos otros de manera totalmente consciente. Estamos regalando sin darnos cuenta algo que ha costado siglos
conquistar. Las fotos realizadas con FaceApp circularon ampliamente por redes sociales: con una ingeniosa aplicación,
gracias a la inteligencia artificial se mostraba cómo sería nuestro rostro en la vejez. Todo fue bien hasta que se descubrió
que el usuario firmaba una especie de pacto mefistotélico con los autores del juguetito a los que tal vez no entregaba su
alma, pero sí sus datos.
Esa noticia se conoció poco antes de que fuese detenido en Bulgaria un informático de 20 años que había logrado
los datos fiscales de todos los adultos del país que hubiesen declarado alguna vez a Hacienda. De todos. El hacker ni
siquiera era una lumbrera: al parecer el robo masivo de información fue bastante sencillo. Todo ello ocurre mientras los
cuatro gigantes de la era digital, Amazon, Apple, Google y Facebook, son investigados en el Congreso de EE UU entre
otras cosas por las dudas sobre su tratamiento de los datos. Se trata de ejemplos de las últimas semanas.
Nos dirigimos a una sociedad de paredes de vidrio en la que todo lo que hemos escrito, dicho, incluso a veces
pensado (nuestros gustos de compra), todos los datos que hemos compartido con nuestros amigos o con nuestra
Administración pueden ser publicados y, desde luego, son utilizados sistemáticamente con fines comerciales o políticos.
Ya no existen habitaciones propias.
(Guillermo Altares, El País, 31 julio de 2019)
1. Identifica y analiza
a) los ADJETIVOS DETERMINATIVOS del primer párrafo.
b) Loss ADVERBIOS del segundo párrafo
c) Los VERBOS del tercer párrafo.
2. Explica la diferencia de uso del pretérito perfecto simple y el pretérito perfecto compuesto a partir de
formas verbales extraídas del texto.
3. Localiza e identifica los valores de SE.
4. ¿Qué tienen en común los elementos subrayados del primer párrafo? Y ¿los del segundo párrafo?
5. Identifica las palabras subrayadas.
6. Indica el tipo de unidad y la función sintáctica de los elementos subrayados.
TEXTO 2:

Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico, qué opino y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los
formatos clásicos y demás. Estoy convencido de que, en un mundo razonable, la oposición entre libro de papel y libro
electrónico no debería plantearse nunca. Lo ideal es que el segundo complemente al primero, llevándolo donde aquél no
puede llegar, como herramienta eficaz de trabajo, por ejemplo. Sin embargo, no es eso lo que se plantea. Al hablar de libro
de papel y libro electrónico, lo usual es oponerlos, obligarte a elegir, como siempre. Y no es esa, creo, la cuestión. El libro
electrónico es práctico y divertido, hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos con facilidad,
aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se
va de una a otra, lo que no deja de ser una simpática gilipollez. Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico,
escuchar música, ver imágenes y cosas así. Todo muy salpicadito, multimedia. Pero leer no tiene nada que ver con eso. Me
refiero a leer de verdad, en comunión estrecha con algo que educa tu espíritu, que te hace mejor, que multiplica vidas,
consuela del dolor, la soledad y el desamparo, aclara la compleja y turbia condición humana. Leer así requiere tiempo,
serenidad concentrada, ritual. He dicho que libro de papel y libro electrónico deberían ser complementarios; pero si me
obligan a elegir, diré alto y claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil me la refanfinfla. Estoy
harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé.
Con un libro electrónico no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado
y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. Ninguna pantalla táctil huele como un Quijote, ni tampoco como un Tintín o
un Astérix al abrirlos por primera vez. Y déjenme añadir algo: si los libros de papel han de acabar siendo patrimonio
exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a ella.
Tengo casi treinta mil libros en casa, suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera extraordinaria,
su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel y hojear páginas de papel, pueden sustituirse por
un chisme de plástico con un millón de libros electrónicos dentro, no tiene ni idea de qué es un lector, ni de qué es un libro.

Arturo Pérez Reverte, EL Semanal, (fragmento adaptado)

1. Identifica los pronombres de las 14 primeras líneas hasta “condición humana”


2. Identifica las palabras subrayadas.
3. Indica el tipo de unidad y la función sintáctica de los elementos subrayados.
TEXTO 3:

Hace poco cayó en mis manos un libro de título sugerente: Recuerdos del futuro (1968). Una de las
obras más frikis que he leído nunca. Su autor, Erich von Däniken, pretende demostrar, con nulo rigor científico,
que el ser humano evolucionó gracias a las visitas interestelares de seres de otros planetas. La prueba está,
según él, en las representaciones de astronautas y naves espaciales en pinturas y esculturas de eras
prehistóricas y premodernas. Resulta que Von Däniken es un charlatán y estafador suizo que ha vendido más
de 65 millones de libros y ha popularizado en televisión y cine los llamados “alienígenas ancestrales”. ¿Cómo
es posible que tanta gente en todo el mundo quiera creer ideas que la ciencia desmiente sin paliativos? Es la
misma pregunta que se hacen hoy todos los que combaten las teorías de la conspiración, la desinformación y
las seudociencias sobre el coronavirus. Aunque ahora lo que está en juego es nuestra salud. La “infodemia”,
como la ha llamado la Organización Mundial de la Salud, alimenta la desconfianza y el miedo, genera alarma
social, da alas a determinadas agendas políticas y agrava la confrontación geopolítica, como explica Carme
Colomina, del CIDOB.
Nunca son pocas las llamadas a la responsabilidad individual, al pensamiento crítico, a la necesidad de
contrastar con fuentes fiables. La propia OMS ha creado una red para responder a los bulos y la desinformación
y está trabajando con las plataformas tecnológicas para combatirlos. Los medios de verificación han
proliferado. Pero la facilidad y la velocidad de transmisión que ofrecen las redes sociales, sobre todo las
cerradas como WhatsApp, junto a la necesidad de reforzar las propias creencias, de identificar chivos
expiatorios, hacen que se trate de un combate asimétrico. Un combate que no debe hacerse, nunca, a costa de
limitar la libertad de expresión, como parecía insinuar recientemente una polémica pregunta de la encuesta
del CIS. En España, por ejemplo, se ha alzado la voz contra la mala práctica de las ruedas de prensa con
preguntas filtradas
Limitar la libertad de expresión amenaza especialmente a una prensa ya acorralada por múltiples crisis
(económica, geopolítica, democrática, de confianza, tecnológica). “Muchas tendencias preocupantes se verán
agravadas por el coronavirus”, afirmaba Rosa Meneses, de Reporteros sin Fronteras, en la presentación esta
semana de su índice anual. Dispositivos de censura masivos (China, Irán), mayores restricciones al trabajo de
los periodistas (Irak, Argelia), ataques directos a medios y profesionales por mandatarios políticos (Trump en
Estados Unidos; Bolsonaro en Brasil), leyes abusivas con la excusa de frenar la desinformación (Hungría,
Singapur). Contar con información puntual y contrastada es ahora más necesario que nunca. El periodismo es
la mejor herramienta para combatir los bulos. No permitamos que el miedo al virus mine uno de los pilares de
la democracia, que una prensa independiente llegue a ser un mero recuerdo del futuro.
(Cristina Manzano, El País, 23/4/20)

1. Analiza los valores de SE.


2. Identifica las palabras subrayadas.
3. Indica el tipo de unidad y la función sintáctica de los elementos subrayados.
TEXTO 4

Contaba Stephen Hawking en su Historia del tiempo que la teoría de la relatividad llevó a abandonar la idea
de que había un tiempo absoluto único: “El tiempo se convirtió en un concepto más personal, relativo al
observador que lo medía”.
Nada más cierto en estos días de coronavirus. El tiempo, y la forma de enfrentarse a él, se presentan
como un factor crítico a la hora de abordar la pandemia.
Unos desean que el reloj acelere; que todo esto pase lo antes posible. Que se convierta de una vez en
solo ese paréntesis insospechado en nuestras vidas. El tiempo como una losa. Ese tiempo perdido, el de no
haber podido abrazar al ser querido que se ha ido. El tiempo muerto, sin horizonte, de los mayores en sus
residencias, en sus casas, aislados, sin poder recibir el consuelo de un rostro familiar. El de los enfermos en
sus camas. El de los trabajadores sanitarios, para los que la jornada laboral se ha convertido en un ciclo sin
fin. El tiempo infinito de los niños sin colegio. Todos ellos están deseando que pasen los días lo más
rápidamente posible.
Otros, sin embargo, quisieran detenerlo. Es la lucha de los investigadores, de los científicos de todo el
mundo en una carrera frenética contra el reloj por encontrar la esquiva vacuna; por entender mejor el
comportamiento del virus, por localizar algún medicamento eficaz para paliar sus efectos. También la de los
responsables sanitarios, y la de los políticos, ansiosos de frenar ese imparable curso ascendente de la curva y
de tener más margen para tomar decisiones sobre cuestiones para las que no estaban preparados. La de los
empresarios, para los que cada día que pasa es una sangría y un interrogante mayor para su futuro. El
confinamiento cuasi global como una paradoja para una sociedad que se había subido a un tren de ritmo
vertiginoso. La velocidad y el cambio empujados por la tecnología como signos distintivos de la humanidad
en el siglo XXI. Mucho se ha comentado sobre las diferencias culturales entre Occidente y Oriente en el frente
contra el virus; entre el predominio de la inmediatez para los primeros y la capacidad de mirar a largo plazo
de los segundos. […]
En un curioso ensayo publicado en los años cincuenta, El libro del reloj de arena, el filósofo alemán
Ernst Jünger hacía un repaso a cómo la historia de los relojes muestra la evolución de la concepción humana
sobre el paso del tiempo. En un mundo en el que podemos calcular nanosegundos y soñar con viajar a la
velocidad de la luz, posiblemente el reloj de arena simbolice el sentir de muchos: va cayendo inexorablemente,
pero no con la rapidez suficiente.

(Cristina Manzano, El País, 27-3-20)

1. Analiza los adjetivos determinativos de las primeras 12 líneas.

2. Analiza los pronombres del penúltimo párrafo. Indica sus referentes.

3. Identifica las palabras subrayadas.


4. Indica el tipo de unidad y la función sintáctica de los elementos subrayados.
5. Explica la diferencia entre sin fin y sinfín. Y entre: asimismo / a sí mismo, sinrazón / sin razón, demás / de
más, entorno / en torno, sin sentido / sinsentido. Escribe una oración con cada término.

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