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Poemas de Louis Gluck PDF
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Poemas
Sólo es preciso dejar que suceda: Oyen empero por sobre el estanque,
aquel grito —desátate, desátate— como señuelos, sus nombres:
como luna que se arranca de la tierra Qué esperas, ven a casa,
Y se alza llena en su círculo de dardos, a tu casa, perdida
en las aguas, azul y permanente.
hasta que ellos aparecen delante
como cosas muertas que la carne agrava,
y tú sobre ellas, herida y dominante.
Los manzanos
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DE ANTIOQUIA
mira lo que hiciste Poema
y conté las ramas cortadas,
el corazón en su tallo azul, Temprano en la tarde, como ahora,
mientras desde los árboles él se inclina sobre su mesa y escribe.
la oscuridad salía: Luego alza la cabeza despacio.
Una mujer aparece, trayendo rosas.
en el sombrío cuarto duerme Su rostro, en el espejo, flota marcado
tu hijo. Son verdes los muros, por los rayos verdes de los tallos.
son madera y silencio.
Espero ver cómo me dejará. Es una forma de sufrimiento: entonces
Ya en su mano aparece el mapa siempre la página transparente alzada
como si allí lo hubieras grabado: a la ventana hasta que sus venas emergen
los campos muertos, mujeres como palabras al fin llenas de tinta.
enraizadas en el río.
Y se supone que yo debo entender
lo que los une a ellos y a la casa
Todo es santo firmemente asentada en el crepúsculo
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DE ANTIOQUIA
a un campo riesgoso ¿Cuánto yacimos allí
aun para el arbusto que sale mientras, del brazo, con sus capas de hojas,
tiesamente de la tierra arrastrando descendieron los dioses de la montaña
su raíz como corva signatura que construimos para ellos?
y hasta para el tulipán, roja garra.
Ese cuerpo que yacía junto a mí como piedra De mañana, en el campo deshabitado,
obediente. Sus ojos parecían abrirse, el cuerpo espera que lo reclamen.
podríamos haber hablado. Junto a él el espíritu, sentado en una piedra:
nada viene a prestarle de nuevo forma.
En aquel tiempo era ya invierno.
De día el sol salía con su yelmo de fuego Piensa en la soledad del cuerpo.
y también en la noche, reflejado en la luna. Vagando por el campo de noche
y con su sombra en torno.
Su luz pasaba sobre nosotros libremente, Ciertamente una larga jornada.
como si nos hubiésemos tendido
para no dejar sombras, Y, remotas, parpadeantes, las luces de la villa.
sólo dos leves mellas en la nieve. Qué lejanas parecen
Como siempre, el pasado se extendía delante las puertas. Y la leche y el pan
de nosotros: complejo, mudo, impenetrable. gravemente dejados en la mesa.
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Lamentaciones 3. El pacto
Estos poemas fueron publicados por primera vez en POESÍA Número 8, Medellín, agosto de 1993.
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