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¿Por qué dos apariciones marianas en Bélgica antes de la guerra

y con 15 días de diferencia?


Bélgica es de los pocos países que ha tenido el privilegio de
registrar dos apariciones importantes de la Virgen María,
aprobadas por el Vaticano, Beauraing y Banneux, incluso con
sólo 15 días de distancia entre una y la otra; y esto llama la
atención; ¿no habrá un mensaje allí?
Las apariciones se sucedieron entre 1932 y 1933. ¿Qué hechos se
produjeron desde ese momento para aquí? El más importante
fue sin duda la segunda Guerra Mundial, cuyo campo de batalla
central fue Europa, aunque el protagonista no fue sólo Bélgica.
El segundo fue la creación de la Unión Europea y la designación
de Bruselas como su Capital administrativa.
En este contexto de los grandes acontecimientos deberíamos
ubicar la aparición más popular de este dúo, la de Banneux. Allí
la Virgen se presenta como la salud para la humanidad, y va de
suyo que quien tenga fe en ella, dispensadora de todas las
gracias, se sanará.
BÉLGICA ES LA SEDE DE LA UNIÓN EUROPEA
Esto hoy adquiere una relevancia especial, porque Bélgica
alberga la sede de la Unión Europea, principal mentor del
laicismo y de la expulsión de Dios de la sociedad, y hoy se teme
por la continuidad de la UE.
Recordemos además, que el fondo azul y las doce estrellas de la
bandera de la Unión Europea (diseñado por Arsene Heitz) fue
pensando en María (y seguramente inspirado por ella), de modo
que ella está protegiendo a la UE.
Entonces, hoy tiene mayor relevancia el llamado a la fe que
María hizo en Banneux: “Creed en mí y Yo creeré en vosotros”
dirá. Todos los llamados actuales de María giran sobre lo
mismo, “tengan fe”.
LA APARICIÓN DE BANNEUX
No habían pasado ni 15 días desde que pusieran fin las
apariciones de la Virgen en Beauraing, al sur de Bélgica cuando
el párroco de Banneux se encuentra ante la tesitura de una
nueva aparición en su parroquia. A su cabeza vinieron los
contagios místicos que se produjeron en Lourdes después de las
apariciones y la falsedad de todos ellos.
Para él todo comenzó aquella tarde del 17 de enero de 1933
cuando la pequeña Mariette se le acerca a narrarle
desconcertada y admirada cuanto ha visto.
“Tú habrás visto la estatua de Lourdes”, le espeta Dom Jamin,
el párroco.
“No, padre, era una señora mucho más hermosa”.
No es niña propensa a lo espiritual, menos aún a lo místico, y
sobre todo no es propensa ni siquiera a dejarse ver el pelo en el
catecismo, impulsada por un padre descreído y contrario a las
cosas de la Iglesia. Y que Mariette, esa Beco de familia tan
descreída como pobre le cuenta algo así, con esa naturalidad, le
desconcierta.
Algo de auténtico debe haber en la narración que la tarde
siguiente a la primera aparición le ha hecho la pequeña de 11
años, esa sencillez narrativa, esa veracidad en los detalles, su
misma sorpresa y alegría, su asombro en suma.
Pero quiere una señal, un signo, y así lo reclama internamente,
consciente como es de que los ojos de los medios, de las
autoridades eclesiásticas, le examinarán con una exigencia
mayor ante lo “extraño” de unas nuevas apariciones días
después de que concluyan otras, tan cerca no sólo en el tiempo,
sino en la distancia, pues que entre Beauraing y Banneux
median pocos kilómetros.
Se imagina ya puesto en entredicho por su obispo si no pone
remedio a tales excesos, o burlado por la prensa. Y de fondo
intuye la crítica, la ironía: el pueblo que no quiso ser menos que
su vecino; el párroco que no supo poner remedio a las necedades
de una niña analfabeta contagiada por el misticismo reinante de
Beauraing.
Pero la señal le será dada a su vuelta de Lieja, el día siguiente,
cuando se entera de que el incrédulo Julien Beco, padre de
Mariette, ha acudido a la casa parroquial preguntando por él
para recibir los sacramentos. No necesita más. Tal conversión y
tan fulminante derriba sus incredulidades y miedos internos.
Dom Jamin ya no tiene dudas, la Virgen verdaderamente se está
apareciendo en Banneux.
Esa misma tarde Mariette, en lo que sería la segunda aparición,
sale de su casa ante las indicaciones de la Señora, y cayendo tres
veces de rodillas, la Virgen le indica que meta las manos en unas
aguas vecinas a su parcela.Cuantos asisten al éxtasis de la
pequeña le escucharán las siguientes palabras:
“Esta corriente está reservada para mí”.
No entienden el privilegio que se le ha otorgado a la niña.
¿Porqué serán para la pequeña Beco esas aguas? Pero ella, la
pobre niña, sólo había repetido las palabras que escuchaba a la
Señora de Luz.
Al día siguiente serán explicadas muchas cosas. Arrodillada en
la nieve, mientras recita el rosario, la pequeña Beco verá
nuevamente a la Señora.
“Yo soy la Virgen de los pobres” le dirá nuestra Señora a
Mariette.
Y añadirá:
“Y esta fuente ha sido dada a todas las naciones para alivio de
los enfermos”.
El 11 de febrero siguiente, festividad de nuestra Señora de
Lourdes, le será confirmado cuanto le ha sido dicho
“Vengo a dar alivio a los sufrientes”.
Banneux ha quedado explicado: Ella, María, es la fuente. Ella,
María, es esas aguas que aliviarán al mundo entero. Las aguas,
como las aguas de Lourdes, sólo son símbolo de algo mayor, de
que las gracias, también las gracias de la curación, nos vendrán
por Ella.
¿POR QUÉ DOS VECES EN BÉLGICA?
El 2 de diciembre de 2011 fallecía Mariette Beco. Desde aquel 2
de marzo de 1933 en que se produce la última aparición hasta el
2 de diciembre anterior, Mariette Beco llevó una vida oculta,
buscando pasar desapercibida. Su vida vino a ser como, curiosa
coincidencia, la de la santa Bibiana en cuya festividad muere:
una vida de la que apenas trascendieron datos. Y es que las
apariciones de Banneux están repletas de coincidencias que, si
no se miran detenidamente, pueden pasar desapercibidas, pero
cuya simbología es sorprendente.
Y lo primero que llama la atención es que Bélgica haya sido
testigo de dos apariciones marianas, ambas aprobadas por la
Iglesia, y en plazos tan breves. Entre las localidades de
Beauraing y de Banneux no hay más de 85 kilómetros. Y en
ambas localidades belgas nuestra Señora se hizo la encontradiza.
En Beauraing serán 33 las veces que se aparece la Virgen, del 29
de marzo de 1932 hasta el 3 de enero de 1933. En Banneux serán
7 los días de apariciones, desde aquel 15 de enero de 1933 hasta
el 20 de febrero. El 30 de enero de 1933, Hitler será nombrado
Canciller de Alemania por el Presidente Hindenburg.
En cierto modo el discurrir de la política europea los años
posteriores en la vecina Alemania y con un Hitler en el poder
han ido tejiendo una explicación al porqué de ese privilegio del
Cielo sobre Bélgica: el futuro sufrimiento bajo el yugo nazi se
advertía con antelación y se encomendaban los sufrimientos del
pueblo belga a la protección de la Virgen.
Pero este argumento, sencillo de entender, carece de fuerza
suficiente. ¿Acaso no fue también invadida Holanda, o
Luxemburgo, o Francia, o Austria, o Polonia…? ¿Acaso sufrió
más Bélgica que las otras naciones? Justo porque no fue así, hay
un algo latente que exige que la elección de Bélgica tenga una
por qué superior, que haya un algo simbólico en esta elección
que lo explique y le dé significado.
¿Por qué la Virgen se aparece dos veces seguidas en la misma
nación? De entrada hay ciertos hechos que nos desconciertan
por su trascendencia futura y que tienen a esta nación como
protagonista. De las colonias belgas, en concreto del llamado
Congo belga, salió el uranio que enriqueció las bombas atómicas
arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Y años después Bélgica
será elegida como la nación en cuyo territorio resida la cabeza
administrativa de la Unión Europea futura -Bruselas-.
¿No existirá relación entre el mensaje dado en Beauraing y en
Banneux? Y siendo esto así, ¿se transmitió el mismo mensaje? Y
si fue distinto, ¿por qué?
Las apariciones de Beauraing son una petición.
“¿Amas a mi Hijo? ¿Me amas a Mí? Entonces, sacrifícate por
Mi“, son las palabras que resumen el mensaje de nuestra
Señora.
Pero Banneux es una promesa, en la que María Virgen es lo
prometido:
“Estas aguas están reservadas para todas las naciones, para los
enfermos”.
Debe haber una relación entre uno y otro mensaje, una relación
tal que exigen de la Señora mariofanías distintas, para hacer ver
que entre una y otra hay diferencia por cuanto son apariciones
diferentes, pero que tienen mucho en común por cuanto se
llevan a cabo en la misma nación con menos de 15 días entre una
y otra. Como si quisiera decirnos que la segunda aparición
complementa a la primera o trae su causa en ella.
De hecho en Beauraing la Virgen reclama nuestra ayuda, pero
en Banneux nos concede una promesa. Se piden sacrificios en
Beauraing y sabiendo que no serán escuchadas sus peticiones
anticipa en Banneux su misteriosa intervención para salud de
todas las naciones.
En Beauraing el 21 de diciembre la Señora dirá su nombre, Soy
la Virgen Inmaculada, y el último día le dirá:
“Soy la Madre de Dios, la Reina del Cielo”.
Toda una Reina baja a una humilde aldea para pedir ayuda:
“sacrificaos por Mi”, como si ante la gravedad de lo viniente el
Cielo enviara a su principal emisario como último recurso.
En Banneux, por el contrario, será la Reina de los Pobres, la
salvación de las naciones, la salud de los enfermos, que busca a
lo más perdido, a lo más miserable, representado por la familia
Beco, descreída, miserable, analfabeta.
Algo fue anticipado en Beauraing. El 2 de enero, penúltimo día
de las apariciones, la Virgen llamará la atención de los videntes:
“mañana os hablaré en particular a cada uno de vosotros”.
A cada uno se le dijeron secretos no desvelados. Pero la pequeña
Gilberte sería testigo de una promesa: “convertiré a los
pecadores”.
¿Sería Banneux continuación de esa promesa anticipada? Es
posible. De hecho ha desconcertado a los estudiosos de
apariciones la rapidez de la conversión de la familia Beco.
En cierto modo Beauraing es promesa y misión:
“Convertiré a los pecadores, pero sacrificaos por Mi”.
Como si la Virgen hiciera ver la trascendencia de la
colaboración de sus hijos, pero una colaboración más allá de las
estrategias. Más aún, al margen de toda estrategia.
ORACIÓN, PENITENCIA Y ESPERANZA
La dureza del nazismo posterior confirmó la importancia del
mensaje: sólo la oración pudo evitar el terrible flagelo, pero el
dolor pisó tierras europeas como nunca antes. No hubo,
entonces, suficiente oración ni suficiente penitencia.
El mensaje de Beauraing excedía a la localidad belga y alertaba
a toda la cristiandad de la importancia de la oración y la
penitencia justo por lo que vieron los años siguientes. En estas
apariciones no se verbalizó el horror nazi, el horror de la
guerra. Quizá perteneciera a los secretos que recibieron los
cinco videntes aquel último día, quizá, pero no sería necesario,
por cuanto toda Bélgica entendió en aquellos días aciagos
posteriores la directa relación entre aquellas apariciones de la
Virgen, su petición urgente de oración y sacrificio, y cuanto
sucedió después. Entonces, nazismo y la segunda guerra
mundial, hicieron evidente la gravedad de la falta de oración y
de sacrificios.
Para estos tiempos actuales en los que un occidente en crisis –
donde Bélgica, cabeza administrativa de la Unión Europea-
evidencia a través de sus líderes, de sus políticas, de sus
decisiones, que no hay lugar para Dios, Beauraing se alza como
metáfora de unas consecuencias nada halagüeñas.
Sí, en Beauraing la Señora reclamó oración y penitencia como
únicas armas para evitar la catástrofe. Y será el mismo nazismo
y la segunda guerra mundial símbolo de cuanto acontece al
elegir no-Dios.
Pero Banneux se alza ahora como símbolo de una esperanza
justo cuando no hay otra esperanza, justo cuanto no queda
nada, cuando la miseria, la pobreza y el frío han anegado la
vida. Pues es Banneux la aparición de la Virgen de los Pobres,
aparecida a una humilde familia, en duros días de nieve. Y es
ahí, en esa realidad carente de esperanzas, de algo de calor,
donde la Virgen eleva su promesa:
“estas aguas han sido dadas al mundo para salud de los
enfermos”.
De los enfermos del cuerpo, de los pobres, pero también de una
enfermedad moral que ha apagado el calor de los días.
Banneux se alza como llamada de esperanza que será más
evidente cuanto más evidentes sean las consecuencias de la
elección por no-Dios, confirmando aquella promesa dada a la
pequeña Gilberte.
Pero una confirmación asombrosamente simbólica pues a
Mariette Beco se le anticipa una promesa de alcance mundial,
más allá del horror de la guerra:
“estas aguas han sido dadas a toda la humanidad para salud de
los enfermos.”
¿Qué aguas? No evidentemente las aguas milagrosas de
Banneux, que tantas curaciones han evidenciado, sino la misma
Virgen María, que se eleva como promesa de una salud futura
para la humanidad. Y no en cualquier momento, sino cuando no
queda más esperanza que el Cielo.
Hay un hecho que ayuda a entender cómo la Virgen eleva la
mirada más allá del nazismo, de la guerra. Sí la Virgen tuviera
su mirada sólo puesta en el horror de los años posteriores, si la
Virgen quisiera en Banneux urgir a la penitencia y a la oración
para evitar aquel horror, ¿no sorprende que no reclame
sacrificios? Se pide oración, una oración firme, pero nunca se
habla de penitencia.
Y esto, que podría pasar desapercibido, es parte del símbolo,
como si en el fondo dijera que cuando la oración y la penitencia
no sean suficientes, cuando el horror se adueñe de todo, cuando
no se reclamen sacrificios porque la vida diaria sea un duro
sacrificio, Ella, la Señora de los Pobres será salud de la
humanidad. Sólo se nos pedirá rezar y creer. Ella hará el resto.
“Creed en mí y Yo creeré en vosotros”, dirá nuestra Señora a
Mariette Beco. Porque será la oración la que sostenga la fe en
tiempos de prueba.
En cierto modo el tiempo de Banneux es ahora, cuando una vez
muerta la vidente, cuando una vez constatado porqué fue elegida
Bélgica (¿quién hubiera imaginado en aquellos años 30 que sería
elegida esta nación como cabeza administrativa de una Europa
unida?), cuando una vez se comienza a evidenciar que este
sistema fundado sin Dios sobre el que se ha construido el ídolo
del dinero amenaza colapso, cuando la falta de oración y de
penitencia constate el advenimiento de sufrimientos, entonces,
cuando nada parezca tener solución, cuando sólo quede la
pobreza de los días, no quedaremos huérfanos, porque Ella, la
Reina de los Pobres, hará evidente cuales sean esas aguas dadas
para sanación de todas las naciones.
Sí, Banneux es aquella promesa dada en Fátima, pero
explicitada y explicada.
“Yo he sido dada a todas las naciones para alivio de los
enfermos”.
Fuentes: Cesar Uribarri para su blog de Religión en Libertad,
Signos de estos Tiempos

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