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EL ROMANCERO:
DE LA ORALIDAD A LA IMPRENTA*

A nadie puede ofrecérsele duda de que el lugar natural del romancero tra-
dicional fue y sigue siendo la oralidad, y así seguirá hasta su total extinción.
Sin embargo, en la primera fase del proceso de emergencia de la oralidad a
la escritura, durante los siglos xv y xvi, se dieron una serie de sucesos apa-
rentemente anómalos cuya explicación ha de buscarse, según mi parecer, en
diversos procesos de selección socio-cultural: la estructura de los géneros
poéticos vigentes, la dificultad (o la incompatibilidad pura y simple) de in-
corporar entre ellos el romance tradicional y, por otra parte, el intenso uso
del romance con fines publicitarios, al servicio de la política de la Monarquía,
de los grandes problemas que afectaban a la sociedad castellana y de los
intereses de los grupos dominantes.
Otro proceso anómalo fue el modo en que el romance tradicional emer-
gió a la escritura. La copia manuscrita, a la que debemos los testimonios más
antiguos,1 fue siempre excepcional: no hay cancioneros manuscritos que nos
hayan legado un número de romances que supere lo testimonial, a no ser que
estuvieran glosados; e incluso en este caso, los romances tradicionales no
siempre encabezaban la glosa, de ordinario se citaban sólo los versos glosa-
dos en el lugar correspondiente de la estrofa.2 El romance exento parece ha-
ber sido un privilegio de los cancioneros musicales, donde lo importante no
era el romance en sí, sino la música e incluso, en algunos casos, la celebra-

(*) Este trabajo es fruto del proyecto FFI2012-31896 y 2009 SGR 1487. Es también fruto de
mi colaboración en el proyecto Historia de la métrica medieval castellana, dirigido por
Fernando Gómez Redondo (FFI2009-09300).
1. Para completar las referencias bibliográficas aquí presentes remito a mi estudio El roman-
cero: de la oralidad a la escritura, en vías de publicación en el SEMYR (Beltran en prensa).
2. La única excepción considerable es el cancionero LB1, donde se nos han conservado cinco
romances tradicionales sin glosa.
250 Vicenç Beltran

ción cortesana en que se insertaba: los romances sobre la guerra de Granada,


conservados únicamente en el Cancionero musical de Palacio, son el mejor
testimonio de esta situación, pero no sólo éstos; sorprende por ejemplo que
ningún cancionero haya incluido copias del romance de Juan del Encina por
la muerte del príncipe don Juan («Triste España sin ventura»)3 ni de la fuente
del romance tradicional sobre el mismo tema, recuperado de la tradición oral
por María Goyri (1904) a principios del siglo xx.
Por fin, la emergencia del romancero tradicional a la escritura ofrece
una tercera paradoja: el desinterés de los cancioneros lo relegó a los pliegos
sueltos, de donde pasaron después al Cancionero de romances de Amberes
y al resto de los romanceros (todos impresos) del siglo xvi. La causa ha de
atribuirse, sin duda, a la idiosincrasia de los pliegos sueltos: aunque hasta el
último cuarto del siglo xvi predominaron los del tipo culto,4 su público era
más amplio que el de los lectores de cancioneros y los criterios de selección
mucho más laxos, de ahí que entraran no sólo romances, sino villancicos y
productos típicos de la subliteratura cortés como la obra de Rodrigo de Rei-
nosa (Puerto Moro 2010). En las páginas que siguen, trataré de reconstruir
este proceso a través de la impresión de algunos romances fronterizos.
Éstos tienen una peculiaridad que los vuelve especialmente útiles para
nuestro estudio, pues de ordinario podemos datar con precisión casi com-
pleta el momento y la ocasión que los motivaron. Habiendo emergido a la
escritura entre medio siglo y un siglo más tarde y faltando completamente
en los cancioneros musicales,5 nos permiten comprender en primer lugar las
circunstancias de su conservación; en segundo lugar, a pesar de las inmensas
incertidumbres con que tropezamos a cada paso, dado lo avanzados que es-
tán los estudios sobre historia de la imprenta y sobre los mismos pliegos, de
vez en cuando acertamos a tener una idea clara del momento de su impresión
y no resulta difícil reconstruir las circunstancias que la motivaron.

3. Véase Pérez Priego 1996: nº 45, difundido en pliegos sueltos; el poeta había cantado tam-
bién esta muerte en la «Tragedia trobada a la dolorosa muerte del príncipe don Juan» (Ibi-
dem, nº 44), uno de sus poemas más ambiciosos y logrados.
4. Mendoza Díaz-Maroto 2001: 73 y 77. Me baso también aquí, aparte del amplio espacio que
dedico al tema en el libro indicado, en Beltran 2005. En este momento todavía no habían
nacido ni el pliego estrictamente popular, tal como lo conocemos a través del estudio de
Caro Baroja 1969, ni el romance de ciego (Botrel 1996: 273-274), ni se había concedido a
éstos el monopolio de la venta de publicaciones populares que obtuvieron en 1581 (Botrel
1973: 417-482).
5. De los romances fronterizos conservados en el Cancionero musical de Palacio ninguno se
tradicionalizó. Para este género, parto de Correa 1999.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 251

Juan Luis Carriazo Rubio (2005) estudió la formación de la imagen públi-


ca de la casa del Marqués de Cádiz, especialmente de don Manuel Ponce de
León, a través de los pliegos poéticos, con especial presencia del romancero;6
los intereses de un linaje, fáciles de difundir a través de un medio de difu-
sión barato y con un público de cierta amplitud, es uno de los aspectos que
quizá rindan fruto si los perseguimos con paciencia. En este contexto llama
poderosamente la atención el pliego «Glosa nueuamente trobada por Luys
de Peralta: sobre el Romance de Fajardo E siguese el Romance»,7 salido se-
guramente de la imprenta sevillana de los Cromberger hacia 1527-1528.8 A
primera vista parece un simple pliego de autor, pues contiene dos romances
fronterizos («Jugando estaba el rey moro» y «Moricos los mis moricos») y
uno trovadoresco («Mis arreos son las armas»), todos ellos glosados por él
mismo; cierra el pliego una «cancion del adelantado don Pedro fajardo» («A
mis penas y tormento») con glosa no atribuida, pero quizá del mismo Peralta.
El hecho de que ésta vaya también glosada y ocupe, por tanto, el final del
recto y todo el verso del último folio impide pensar que fuera usada como re-
mate para completar el pliego, pues cabía por ejemplo otro romance, aunque
fuera sin glosa, u otra composición más larga y ambiciosa. Curioso resulta
que todas las obras de este pliego nos hayan llegado en documentación úni-
ca; el romance trovadoresco debió gozar sin embargo de cierta difusión en la
corte de los Reyes Católicos pues sus cuatro primeros versos aparecen con
música en el cancionero de la École Nationale Supérieure des Beaux-Arts de
Paris, Masson 56 (PS1-68). La primera página del pliego aparece ocupada
por el romance de Fajardo y los tres primeros versos de la glosa, y toda ella
tiene un marcado carácter panegírico:

De aquel que fue en los humanos


por sus obras valeroso,
de aquel no finjo ni gloso
pues que ganó por sus manos
renombre de muy famoso;
con éste que como toro

6. Véase el romance «Cuál será aquel caballero» (Correa 1999: 403-407); fue glosado por
«Padilla», seguramente el Cartujano, aunque las ediciones que tenemos son todas tardías
(Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 415, 416 y 853).
7. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 434=435, publicado en facsímil en Pliegos (...) de la
Biblioteca Nacional: nº xxxiv. Las glosas a los tres romances (con el texto de éstos) fueron
publicadas por Piacentini & Periñán 2002: nº 25, 34 y 36.
8. Así lo piensa Griffin (1991: 328, nº 297).
252 Vicenç Beltran

quando en la lid se metía


todo el mundo le temía (...).9

Aunque no haya podido reunir ninguna noticia sobre este autor, parece
haber sido uno de los muchos que confiaron en los nuevos medios que el
pliego ponía a su disposición. En otro pliego glosó también el romance «Yo
me estava en Barbadillo»10 y en un tercero glosó un romance de Bartolo-
mé de Torres Naharro («Hija soy de un labrador») y otro desconocido («La
mancilla de mis daños»);11 la compra de dos pliegos suyos por Hernando
Colón nos asegura que fueron publicados antes de 1539. A diferencia de
otros autores de este sector, el nuestro no es un desconocido en el repertorio
oficial de la poesía del siglo xv, pues tres canciones suyas fueron incluidas
en el Cancionero general de 1511, f. cxxvv; justo despues de «Otra del ade-
lantado de murcia», íncipit «Si esperança de boluer», encontramos «Otra de
peralta», íncipit «Sospiros penas estrañas», «Otra cancion del mismo pe-
ralta», íncipit «En mi gloria desseada» y «Otra cancion del mismo peralta»,
íncipit «Ni la gloria me da gloria». LB1 y 14CG nos han conservado por su
parte dos motes y otras composiciones breves del mismo Adelantado. Estas
coincidencias con el contenido del pliego invitan a buscar un factor común
a los dos personajes.
Aunque la glosa no dé detalles sobre la personalidad del Fajardo prota-
gonista del romance ni lo aclare el glosador, del contexto del pliego podría
deducirse que se trata de alguno de los adelantados de Murcia; parece que
se refiere en realidad a Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, y que la fecha más
probable de composición del romance sea de hacia 1453-1457 (Torres Fon-
tes 1948).12 Sin embargo, la asociación entre Luis de Peralta y el adelantado
Pedro Fajardo en el Cancionero general y la presencia de tan ilustre apellido
desde la rúbrica del pliego permiten sospechar que los intereses de este po-

9. Cito por la edición de Piacentini & Periñán 2002: nº 25, vv. 1-8.
10. El pliego está perdido y lo conocemos gracias al Abecedarium de Hernando Colón (Rodrí-
guez-Moñino et al.: 1997, nº 433).
11. Rodríguez-Moñino et al.: nº 432.5, en las mismas condiciones que el anterior. El romance
de Torres Naharro conoció otras ediciones en pliegos (Rodríguez-Moñino et al.: nº 352,
glosado por Martín de la Membrilla Clemente, y Rodríguez-Moñino et al.: nº 594, con otros
romances del mismo autor). Del segundo romance no encuentro documentación.
12. Más completa es la información que se puede recabar de su 2001: cap. IX y documentos
40 y 47. Sin embargo, a tenor de los estudios posteriores de Torres Fontes, juzgo probable
que el romance se refiera al verano de 1453 en que Alonso Fajardo perdió Lorca, ocupada
por los moros en circunstancias poco claras, y recuperada a sangre y fuego (2001: 74-78), o
bien al momento en que, atacado por todos los frentes, se corrió la voz de que deseaba irse a
Granada, pactando con su Rey la cesión de Lorca, e incluso hacerse moro (2001: 111-112).
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deroso linaje no le son ajenos; quizá se trate de Pedro Fajardo, Adelantado de


Murcia desde la muerte de su padre en 1503 y primer marqués de los Vélez
desde 1507,13 que había luchado contra la rebelión de las Alpujarras14 y ayu-
dó a la represión de los agermanados,15 manteniendo así durante la época del
Emperador el mismo poder y prestigio que detentaron sus antepasados del
siglo xv. De su afición al patronazgo intelectual tenemos otro testimonio en
una epístola de Lucio Marineo Sículo (2001),16 pero es tema recurrente en
la abundantísima correspondencia que le dedicó Pedro Mártir de Anglería.17
Por estos años desarrolló una intensa labor de afirmación linajística mediante
la construcción de una capilla sepulcral en la Catedral de Murcia y un fastuo-
so palacio renacentista en Vélez Blanco.18 Teniendo en cuenta el breve perío-
do en que disfrutó de sólo el título de Adelantado (de 1503 a 1507), la rúbrica
debió haber sido escrita entre estas fechas, coincidiendo con su entrada en la
vida pública y movido por el deseo de ocupar una posición sólida en la socie-
dad y la política de la época; considero por tanto probable que el contenido
de este pliego, aunque publicado seguramente más tarde, fuera concebido
para celebrar su intervención contra los moros de las Alpujarras en 1502,19
aprovechando el equívoco que el apellido común permitía y quizá ignorando
ya que el Fajardo del romance fue, seguramente, el odiado primo y enemigo
de su abuelo el Adelantado Pedro Fajardo, coetáneo de Enrique IV.
Pero si de verdad el pliego nace en este contexto, la primera edición
conservada pudiera estar vinculada a sucesos de 1527-1528. En estos años, y

13. Véase por ejemplo López de Haro 1622, ii: 342-343. El estudio de Franco Silva 1995
se centra exclusivamente en las instituciones del mayorazgo y los aspectos económicos y
patrimoniales.
14. Véase Suárez Fernández y Fernández Álvarez 1969, ii: 294 y 296, Sánchez Ramos 2002:
21-26 y Martínez Martínez 1984.
15. Pedro Mejía le atribuye la derrota de los agermanados de Orihuela y el saqueo de este
ciudad, «la qual victoria fue tan importante que de ay adelante la Comunidad de Valencia
fue en diminución» (1945: 278); véase también Fernández Álvarez 1966: 209.
16. Esta epístola fue publicada por primera vez en la primera edición de las Epístolae illus-
trium Romanorum Marineo Sículo (1497), luego encabezando un conjunto de carmina de
Pedro Mártir de Anglería (1498); en aquella redacción llamaba a nuestro personaje «ado-
lescenti nobilissimo», en la definitiva de 1514, «marchio clarissime».
17. Mártir de Anglería 1953-1957. Véanse las noticias que extractó Marañón 2005: 38-43.
18. Blanc 1998. Hay amplio reportaje fotográfico de los dos monumentos en Marañón 2005:
51-58.
19. También participó en la defensa del litoral murciano contra los turcos y piratas berbe-
riscos durante la campaña de 1543-1544 (Fernández Álvarez 1966: 621), pero el título de
Adelantado de Murcia en la rúbrica del pliego y del Cancionero general inducen a situar la
composición de estas obras (y, en el caso de los pliegos, probablemente su primera edición)
antes de 1507, fecha de la concesión del Marquesado de los Vélez.
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de nuevo en las prensas de los Cromberger, debió salir el romance también


fronterizo «Paseábase el rey moro» con la glosa de Pedro de Palma,20 muy
interesante desde diversos puntos de vista; en primer lugar, porque a través
de sendas alusiones vincula el romance con el ciclo del Marqués de Cádiz21
y con el moro Alatar, documentado sólo en pliegos más tardíos,22 en segundo
lugar, porque cierra con una canción de tema político sobre las guerras del
Emperador contra musulmanes y protestantes: «Todas setas de Mahoma, /
moros y los luteranos, / temed a Carlos que os doma, / que os vale más ser
christianos».23
El peligro musulmán no amenazaba en este momento la Península Ibéri-
ca sino Hungría, donde el 29 de agosto de 1526 había muerto Luis II (casado
con María, hermana del Emperador) derrotado por los turcos, pasando en-
tonces su corona al Fernando I de Austria, también hermano del Emperador;
el problema turco se convirtió en tema central de las Cortes de Valladolid
de 1527.24 Según Alfred Kohler (2000: 159-160), la construcción del Palacio
de Carlos V en Granada, concebida durante su estancia en la ciudad en 1526,

20. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 419, reeditado con adiciones en el nº 420; hay facsímil
en Pliegos (...) de Praga: nº 72. Fue fechado en Griffin 1991: 328, nº 300. Cito la glosa
por Piacentini & Periñán 2002: nº 45, ii. El romance fue objeto de dos glosas de disparates
distintas (Ibidem, nº 45,I y 45,III, pliegos nº 538 y 891). Alatar aparece citado en el v. 221
de la glosa de Palma.
21. Para los romances del Marqués de Cádiz véase Correa 199: 506 («Aquesse moro Alboa-
hacén»), 512 («Coronaba las alturas») y 516 («En Loja estaba el rey Chico»), aunque ya
aparece en alguno de los romances de la toma de Alhama, como «Moro Alcaide, moro
alcaide» (pp. 354-357) y la versión de «Paseábase el rey moro» del Cancionero de roman-
ces (pp. 357-360). En la glosa que nos ocupa es mencionado en el v. 236. Habiendo sido la
toma de Alhama un hecho de armas del Marqués de Cádiz, su figura podía saltar en cual-
quier momento y si no se cita en la mayor parte de las versiones de este romance se debe
seguramente a que fueron obra de los publicistas reales.
22. «De Granada parte el moro», en los pliegos de Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 656,
663, 664, 679, 683 y 919, el más antiguo de los cuales puede ser el primero, de Burgos,
Juan de Junta, 1547 (Pliegos (...) de Praga, vol. II nº 48); para las dataciones resulta muy
útil Garvin 2007: ap. iv, que ha reunido datos dispersos por diversas fuentes. Véase Correa
1999: 399-403. Menéndez Pelayo 1944: 133 ya hizo notar la variante Alatar en el texto del
romance glosado y en esta glosa.
23. Cito siempre por la edición de Piacentini & Periñán 2002. La asociación de sus luchas
contra musulmanes y luteranos parece haber sido un leit-motiv publicitario en el entorno
imperial; el ms. 5602 de la Biblioteca Nacional de Madrid incluye una sección con glosas
de romances fronterizos y épicos que acaba con un romance sobre la victoria de Mühlberg
(Marino 2011: 234-237).
24. Véase la narración de Sandoval 1955: vol. II, Libro xv (1526), cap. x y xi (pp. 185-189) y
libro xvi (1527), cap. i y ii (pp. 233-235). El análisis de estas cortes puede verse en Fernán-
dez Álvarez 1966: 240-245.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 255

«tiene (...) un papel propagandístico y simboliza la disposición a combatir a


los musulmanes en el Mediterráneo». En este contexto, bien pudiera existir
una conexión entre el rey moro que, paseando por Granada, recibió la noticia
de la pérdida de Alhama, y el emperador cristiano que, también en Granada
y quién sabe si paseando por la ciudad, supo de la muerte de su cuñado Luis.
Este período es también crucial en las relaciones entre el Emperador y
Lutero. Condenada su doctrina en términos muy expeditivos por una decla-
ración tras la dieta de Worms (1521, Kohler 2000: 159-160), en 1526, según
Prudencio de Sandoval, «Martín Lutero se había desvergonzado tanto (...)
que procuraba traer a su opinión alguna gente de lustre que la autorizasen y
en algunos (...) halló más entrada de lo que convenía»; a pesar de estos jui-
cios, la dieta de Spira de 1527 acabó dictando un decreto de tolerancia,25 que
fue revocado en la misma ciudad por la dieta siguiente de 1529. El pliego,
por tanto, se construye sobre los problemas fundamentales a que se enfren-
taba el Emperador durante estos años, el peligro turco y el desafío protes-
tante (que sólo más adelante sería objeto, también, de una intensa literatura
publicitaria);26 el pasado simbólico y el futuro político de Castilla se articu-
laban así en el que habría de ser el programa de la casa de Austria, la defensa
de la fe y la lucha contra los infieles, turcos y luteranos. Por diversos cami-
nos, zigzagueando desde el posible encomio genealógico de los Fajardo del
período imperial en la glosa de «Jugando estaba el rey moro» (donde, como
propina, se nos regalaba otra glosa de «Moricos los mis moricos») hasta la
emergencia al pliego con «Paseábase el rey moro», quizá relacionada con la
muerte de Luis II de Hungría, nos hemos ido acercando al punto que más
nos interesa: la primeras publicaciones de romances fronterizos y su posible
motivación.
Demos ahora un salto en el tiempo. Entre la Navidad de 1568 y no-
viembre 1570, Felipe II hubo de afrontar la rebelión de Las Alpujarras, que
ponía al vivo el problema musulmán interno y las posibilidades de un ataque
exterior coordinado. El problema inició a principios de 1567, cuando la Co-
rona, a petición de la Iglesia andaluza, prohibió a los moriscos el uso de su
lengua y la continuidad de sus costumbres y modos de vida. Esta represión

25. Sandoval 1955: libro xv (1526), cap. xxvii (p. 231). Véase una reconstrucción de conjunto
de estos problemas en Fernández Álvarez 1966: 655-661.
26. Según Izquierdo Villaverde 1996 el pliego antiluterano más antiguo es de 1532 (claro que
éste se centra en el peligro luterano, no como el nuestro); véase también Carro Carvajal y
Sánchez Pérez 2008. Para el contexto de este fenómeno véase Redondo 1965, para quien,
como consecuencia de los primeros procesos contra los alumbrados, los años 1528-1531
fueron de especial intensidad en la apreciación de un peligro luterano en España a juicio
de las autoridades.
256 Vicenç Beltran

llevaba directamente a la rebelión; toda Andalucía era consciente de ello y


el Marqués de Mondéjar previno inútilmente a la Corte. En Navidad estalló
la revuelta con un asalto infructuoso contra el Albaicín; durante los dos años
siguientes, la sierras del Reino de Granada vivieron una guerra de extermi-
nio que afectó también la capital: aunque los moriscos del Albaicín no se
habían sublevado, el barrio fue asaltado, sus líderes asesinados y, al final, el
conjunto de los moriscos del Reino, expulsados y deportados (Kamen 1997:
134-136 y Fernández Álvarez 1998: 455-466). En este período comienza un
nuevo episodio de la fortuna editorial de los pliegos sueltos con romances
fronterizos en el que destaca la actuación de Hugo de Mena (Martínez Ruiz
1968), cuya producción, metódicamente datada y firmada, nos permite una
rara seguridad cronológica y de atribución. Este impresor había publicado en
1553 un pliego noticiero sobre un accidente en la flota de Indias (Rodríguez-
Moñino et al. 1997: nº 634) y en 1566 había dado a luz otro sobre milagros
«compuestos en gracioso metro por Gaspar de la Cintera priuado de la vista,
natural de Ubeda, vezino de la ciudad de Granada», temas por tanto de in-
terés local;27 el impresor empezó el año siguiente una intensa campaña de
publicación de pliegos que duró hasta 1573, período en el que conservamos
veintidós ediciones.
En 1568, el año en que empezó la revuelta, publicó un pliego cómico
(«pleyto de los judios con el perro de Alba»), y tres de tema religioso («qua-
tro obras muy contemplatiuas», «la Passion de nuestro señor» y «Villancicos
o cancionero para cantar la noche de Nauidad», Rodríguez-Moñino et al.
1997: nº 602, 724, 925 y 1107). Otros dos contienen romances fronterizos: el
primero anuncia en la rúbrica el «Romance de don Alonso de Aguilar», junto
a «vn romance que dize por el val de las estacas» glosado y «vnas lamenta-
ciones de vna monja» (malmonjada, para mayor precisión) como remate;28 el
segundo romance, algo aligerado de sus versos reiterativos, enfatiza la ene-
mistad entre cristianos y musulmanes: «mas es diferente grey / la división
de la ley / que ay entre moro y christiano» y la sumisión de los infieles a la
bravura del Cid (Piacentini & Periñán 2002: nº 49).
El segundo pliego resulta más significativo: contiene tres romances, «el
primero es sobre la poderosa armada que truxo el gran Turco Soliman sobre
la ciudad de Viena (...) y como se retiro con gran pérdida de su armada», «El

27. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 148. Se conserva un buen número de relaciones de


sucesos y composiciones piadosas de este ciego, publicadas a veces en lugares tan distantes
como Pamplona. A pesar de tratar por lo general de pliegos más tardíos, se ocupó también
de él Caro Baroja 1969: 51-52.
28. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 652, publicado en Pliegos (...) de Cracovia: nº 8.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 257

segundo es, de quando el Rey chico perdido [sic] a Granada, y de lo que a


la salida para el alpuxarra le subcedio. El tercero es el Romance que dize de
Antequera partio el Moro (Correa 1999: 241-245). Con vn villancico nueuo
al cabo, que trata del nueuo traje de los moriscos de Granada».29 El romance
de relación estaba ya muy anticuado, pues refiere a sucesos de 1532; el ro-
mance sobre el rey chico «El año de cuatrocientos» (en documentación única,
Correa 1999: 422-426) era muy pertinente a la situación política de la edi-
ción, pues recuerda el dolor de Boabdil al abandonar Granada, y el villancico
sobre los moriscos tocaba uno de los puntos más conflictivos y discutidos de
la decisión real, la prohibición de que los moriscos siguieran usando el árabe
en su vida cotidiana: El estribillo dice así: «Gozese la Christiandad / con el
bien que subcedia / pues quitan la antiguedad / del lenguaje de Turquia». Son
seguramente estos textos los nos dan la clave interpretativa de la edición. De
1569 conservamos un solo pliego, una carta de relación escrita por un vecino
de Antequera cautivo de los turcos en Constantinopla.30
Por el contrario, de 1570, año decisivo para el fin de la rebelión, conser-
vamos nueve pliegos; uno contiene poesía de aire renacentista y otro, una co-
lección de adivinanzas.31 El resto son directa o indirectamente vinculables al
tema de la sublevación: las Coplas de Manrique a la muerte de su padre, cen-
tradas en la guerra contra el moro, o el romance de Reinaldos de Montalbán,
«preso para lo ahorcar, por los falsos consejos de Galalon»,32 que, tras evocar
Roldán las luchas que había librado contra los moros, es desterrado y con
tropas del gran Can conquista el reino pagano de Trapisonda;33 se le acercan
más unos disparates de Sarabia que «van glosando el romance de Passeauase
el Rey moro por la ciudad de Granada»34 cuyo íncipit empareja «El conde de
Benauente / con el marques de Aguilar», de resonancias fronterizas. Épico es
también el «Romance dedon Roldan de como el Emperador Carlo lo desterro
de Francia» y se dirigió a España, desde donde realizó rocambolescas haza-
ñas disfrazado de moro,35 y resulta más cercano a los sucesos del tiempo la

29. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 684, en Pliegos (...) de Cracovia, nº 7. Véase lo dicho
sobre este pliego en la nota 280.
30. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 462. Pliegos (....) de Cracovia, nº 20.
31. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 63 y 1067.
32. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 331 (Pliegos (...) de Cracovia, nº 5) y 348 (Pliegos (...)
de Cracovia, nº 15).
33. Wolf & Hofmann 1856: nº 189. Puedo verse también reimpresa y aumentada en Menén-
dez y Pelayo 1945, que respetó la numeración original.
34. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 538, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 23.
35. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 852= 324.5, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº
11, texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 187.
258 Vicenç Beltran

glosa de Francisco de Lora al cidiano «Helo, helo por do viene».36 Un pliego


con «doze Romances de amores muy sentidos» pudo venir a colación por
incluir «Amores trata Rodrigo», que termina con la conjura de don Julián:
«con moros se ha concertado / que destruyesen a España».37 Por fin publicó
también una «Relacion agora nueuamente compuesta, de leuantamiento y
guerra del reyno de Granada. Compuesta en verso castellano or Bartholome
de Flores colchero, y por Alfonso Parejo blanco vezino de Granada», sobre
el desarrollo de la rebelión y la represión consiguiente.38
En el año de 1571 publicó sólo dos pliegos, uno contiene un perqué y
un villancico sobre las bellezas de Granada39 (donde se describe todavía el
Albaicín como un barrio morisco) y un «Compendio de nueuos chistes en
el qual se contiene vn nueuo y sentido Romance de Maymon alcayde de
Ronda»;40 de 1572 parece ser una relación de las victorias contra los turcos
relativa a Santa Liga y la toma de Castelnuovo (1538) que sólo conocemos
por una edición toledana41 y cuya publicación en este momento hemos de
suponer en la estela de la batalla de Lepanto. El año 1573 fue algo más
prolífico, y el más denso en temas musulmanes: publicó el «Romance de la
hermosa Xarifa y Abidarraez, que comiença la mañana de sant Juan [«/ al
tiempo que alboreaua», expl. «no acusara esta demanda»] (...) Y otras, [el
poema estrófico] si ganada es Antequera», que rodaban en ediciones desde
hacía un cuarto de siglo;42 habrá que conectar este pliego con otro de roman-
ces viejos, «Aqui comiençan seys romances»,43 donde se nos da la versión
tradicional de «La mañana de San Juan»,44 «Ay Dios qué buen caballero /
el Maestre de Calatrava»,45 el romance del moro Alatar («De Granada parte

36. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 316, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 12 y el


texto en Piacentini & Periñán 2002: nº 23.
37. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 721, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 14, texto
de Wolf & Hofmann 1856: nº 3a.
38. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 204, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 21.
39. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 347, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 19. Ha-
bía conocido ya una edición en 1550, Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 345 y 346.
40. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 199, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 17.
41. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 145 y 146. Para los sucesos históricos que refiere véase
Fernández Álvarez 1966: 550-562.
42. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 1010, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 13, ver-
sión distinta, aunque en la misma línea argumental, del que publicó Durán 1945: nº 80,
procedente de Ginés Pérez de Hita y publicado también en Correa 1999: 254-256 (que no
conoce esta versión).
43. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 919, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 10.
44. Texto en Correa 1999: 248-258.
45. Correa 1999: 381-386.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 259

el moro»)46 y «Moricos, los mis moricos»; cierra con otros dos romances: el
primero viejo de tema cidiano «De concierto están los condes»,47 el segun-
do «Reinando el rey don Alfonso / el que casto era nombrado»,48 que venía
rodando en los cancioneros desde el de Anvers sin año. No menos interés
tiene el tercer pliego del año, «Glosas de tres romances y canciones»,49 que
contiene «Domingo era de ramos» sobre la batalla de Roncesvalles,50 el ro-
mance de doña Urraca «Morir vos queredes, padre»51 y la serranilla sexta
de Santillana en la versión de Argote de Molina, «Entre Torres y Ximena»52
glosada; creo que el centro de interés de esta composición es la glosa, que la
data «en el tiempo que havia guerra / entre Castilla y Granada». Al margen
de este grupo, sólo tenemos un pliego firmado donde un roto ha hecho perder
la fecha; contiene la glosa de un poema estrófico sobre la toma de Antequera,
«Aquel venturoso infante».53
Cualquier consideración sobre este largo elenco depende del juicio que
nos merezca este grupo de pliegos como muestra de la producción de Hugo
de Mena; el hecho de haberse conservado todos ellos únicamente en la colec-
ción de Cracovia invita a pensar que el conjunto ha de ser fruto de los intere-
ses, las ocasiones o la cronología del coleccionista, más que de la producción
del impresor. Sin embargo, coincide en varios puntos con el itinerario de
edición de pliegos históricos, épicos y fronterizos cuyos hitos fundamentales
he intentado construir: se vinculan con los problemas políticos generales
y locales y con las líneas maestras de la actuación y la propaganda de la
monarquía; no olvidemos que nos hallamos ante un bloque muy tardío, que
en algunos puntos enlaza ya con los primeros testimonios de la maurofilia
posterior a la sublevación morisca. Lo interesante de este episodio es la se-
guridad del origen y la fecha; podemos precisar cómo la sublevación morisca
favorece o promueve la publicación de pliegos más o menos centrados en
la guerra contra los musulmanes, desde el ciclo carolingio, pasando por los
romances históricos y épicos de origen hispano y la temática de la «pérdida

46. Texto en Correa 1999: 399-403-


47. Wolf & Hofmann 1856: nº 57.
48. Texto en Durán 1945: nº 614.
49. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 377 (se trata de un pliego repetidamente reeditado a
lo largo del siglo, cfr. nº 373-377, con la glosa de Gonzalo de Montalbo o de Montalbán)
facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 10.
50. Texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 183.
51. Texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 36 y hoy en Di Stefano 1993: nº 123.
52. Argote de Molina 1975: f. 335v-336r.
53. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 924, facsímil en Pliegos (...) de Cracovia, nº 25.
260 Vicenç Beltran

de España»54 hasta los romances fronterizos, de los que publicó «Estando el


rey don Fernando», «Ay Dios, qué buen caballero», «De Granada parte el
moro», «Moricos los mis moricos», «De Antequera partió el moro» y una
glosa de disparates sobre «Paseábase el rey moro». Éstos salieron del estado
latente cuando las circunstancias del momento incitaron a recuperarlos, y
las circunstancias, en el caso granadino, no podían ser ni más claras ni más
dramáticas.
Los romances fronterizos interesan en este sentido por la relativa faci-
lidad de su datación. No podemos tener la seguridad de hasta qué punto las
versiones conservadas son fieles a las originales,55 nacidas al calor de los
acontecimientos, pero la directa vinculación entre poemas y hechos histó-
ricos no ha sido globalmente cuestionada para los de tipo tradicional, los
que aquí nos han interesado. Y el hecho es que entre el suceso original y la
emergencia a la letra escrita, más concretamente, la letra impresa de los plie-
gos donde empezaron a ver la luz, puede transcurrir desde medio siglo (caso
probable del «Juego de Ajedrez» de Fajardo) a un siglo o aún más (caso de
«Moricos los mis moricos» o del cerco de Baeza); durante este tiempo, a pe-
sar de no haber dejado rastro, hubieron de vivir en la tradición oral, cantados
entre las gentes. La falta de testimonios escritos resulta más fácil de explicar
si distinguimos dos niveles de oralidad, el cortesano (de donde el paso a la
escritura resulta relativamente fácil) y el popular (más alejado de la escritura
y la imprenta);56 dado que ninguno de estos romances aparecen citados, glo-
sados, contrahechos, copiados o publicados en ninguno de los cancioneros
anteriores conocidos, debieron sobrevivir al margen de la cultura oral cortés,
en los estratos populares de la sociedad, de donde emergieron cuando los
sectores dominantes de la sociedad los consideraron útiles.
Ahora bien, si la motivación inmediata, como parece, es la virtualidad
de su aplicación a los sucesos políticos del momento, entramos de lleno en
el campo de la propaganda, para la que utilizar un texto bien arraigado en la

54. Subraya Carrasco Manchado (1995: 339) que éste fue argumento de propaganda regia du-
rante la guerra contra Portugal (1475-1476), retomado luego durante la guerra de Granada
(basta por nuestra parte recordar los romances del Cancionero musical de Palacio), luego
como soporte a las reivindicaciones expansivas ultramarinas y por fin «como elemento de
promoción o justificación de medidas políticas concretas» hacia 1480 y años sucesivos.
55. Me parecen bastante fundadas las reservas de Garvin 2007: 73-83; siguiendo la termino-
logía de R. Menéndez Pidal, la época aédica del romancero, aquella en que la producción
de romances viejos seguía viva, se extiende hasta mediados del s. xvi; nada se opone por
tanto a pensar que la recreación de estos romances fue viva, y no sólo en la tradición oral y
popular, sino en la misma tradición subcortesana en que el romancero vivía y se reproducía.
56. Recojo aquí propuestas teóricas que hago en Beltran en prensa.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 261

memoria colectiva tiene la inmensa ventaja de ser mucho más eficaz que un
texto nuevo o poco divulgado; y este problema nos lleva a otro, el uso ideo-
lógico del romancero, bien conocido desde antiguo. No es éste el momento
de repasar con detalle los trabajos que se han dedicado a estos problemas, tan
numerosos como variados en su orientación e, incluso, en su interpretación
que, a veces de puro evidente, no siempre resulta fácil. Los estudios de Giu-
seppe Di Stefano (1971 y 1977) nos dieron una imagen fiel de la evolución
en la moda de los romances: durante el reinado de los Reyes Católicos y
el primer tercio del siglo xvi predominan los novelescos y cortesanos, de
ideología genéricamente aristocrática (entendiendo el término «ideología»
en sentido lato, como «valores compartidos por una parte de la sociedad»).
Durante el segundo tercio del siglo xvi, por el contrario, en los cancioneros
(o sea, tras el Cancionero de romances s. a.) comienza la hegemonía de
los romances épicos e históricos que hemos de atribuir a la progresiva mi-
litarización de la sociedad castellana a medida que se ponía al servicio del
expansionismo de la casa de Austria, cuyo programa de monarquía cristiana
y universal encajaba tan bien con el mesianismo que ya había agitado Fer-
nando el Católico durante la conquista de Granada; ahora, por «ideología»
hay que entender «programa de gobierno».57 Como observa Di Stefano, esta
tendencia resulta menos visible en los pliegos sueltos, más conservadores
en su orientación, aunque, como hemos podido juzgar, la infiltración de las
nuevas directrices no está en absoluto ausente y se incrementa con el paso
de los años.
Los romances fronterizos anteriores a la guerra de Granada, por tanto,
son la mejor prueba de la vida social amplia y profunda del romancero, pues
no llamaron la atención ni de los glosadores ni de los continuadores o pa-
rafraseadores de los romances tradicionales que ocupan las páginas de los
cancioneros; tampoco los citaron ni recordaron pasajes suyos en los diversos
modos en que la poesía cortés se hizo eco de otros sectores del romancero
tradicional. Debieron recluirse en la tradición oral más popular, más aleja-
da de los gustos de la corte, pues ni siquiera los cancioneros musicales se
acordaron de ellos. Sin embargo, cuando las circunstancias políticas de la
Monarquía o las preocupaciones de la sociedad por los sucesos coetáneos
fueron propicias, emergieron de esta tradición (del folklore, diríamos hoy)
para ocupar las páginas del vehículo de cultura escrita más comprometido
con la propaganda, el pliego suelto. La peculiaridad que los caracteriza es
sólo ésta; a su lado debieron vivir una gran masa de romances de temas

57. Para las diversas acepciones con que se ha usado el término remito a Beltran 2012.
262 Vicenç Beltran

diversos que no tuvieron la misma suerte, de donde se alimentó sin duda la


gran tradición oral que llega hasta el romancero del siglo xx.

Vicenç Beltran
Universitat de Barcelona
Sapienza, Università di Roma
Institut d’Estudis Catalans

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16
DE UN IMPRESO A OTRO:
VARIATIO Y ERRATA ROMANCERILES

«La tradición, cuando la transmite la voz, es así, por naturaleza, el campo


de la variante» (Zumthor 1987: 160).1 Así habla Paul Zumthor de la trans-
misión oral, tan evidentemente relacionada con la tradición romanceril de
la Península ibérica en la Edad Media. ¿Y cuando la transmite la página,
manuscrita o impresa? Hasta mediados del siglo xvi, los romances no se
conservan por escrito sino en cancioneros poéticos de obras variadas, pri-
mero compilados a mano por cortesanos y, a partir de finales del siglo xv,
impresos. Dicha convivencia de los textos romanceriles —es decir de los
romances, glosas y reescrituras de los mismos—2 con otras formas y géneros
poéticos, no puede dejar de llamar la atención, mayormente si observamos el
paso de un impreso a otro: ¿cuáles son los textos que se quitan, se añaden, en
los cuales la mano de un autor, de un impresor o corrector de pruebas, intro-
duce variantes o enmiendas, ofreciendo a los lectores del tiempo un juego de
variatio y/o de errata? Abandonando de entradas la ilusoria ambición de po-
der comentar la recepción de las obras,3 nos centraremos en las modalidades
de su presencia dentro de los distintos cancioneros, de autor y género único

1. La traducción es mía.
2. Dentro de las prácticas poéticas de corte, los juegos de variatio incluyendo los romances
estaban muy de moda en el siglo xv. Véase Beltran 2011: 12: «La obsesión por la glosa de
romances y estribillos tradicionales y sus hibridaciones con el registro cortés (recordemos,
por ejemplo, el caso de Pinar, o los romances atribuidos —quizás falsamente— a Juan Ro-
dríguez del Padrón en el Cancionero de la Biblioteca Británica) son la manifestación más
visible de este proceso que, de forma a primera vista sorprendente, preparó y exigió para su
culminación el aprendizaje de los procedimientos del petrarquismo bembista».
3. Seguiremos en parte a Pablo Jauralde Pou, cuando invita a considerar las obras fuera de la
materialidad de su transmisión y recepción: «que se publicaran o no, que se leyeran o no, es
cuestión aparte que incumbe a una sociología del hecho literario» (Jauralde Pou 1982: 57).
268 Virginie Dumanoir

o variado. Buscaremos elementos capaces de ayudar a dibujar un esbozo de


tipología de la variante romanceril impresa al nivel de las compilaciones,
interrogando el alcance de la variación textual dentro del contexto editorial.

Textos romanceriles y variatio cancioneril en los impresos anteriores a


1547
Los textos romanceriles no llegan a ser mayoritarios dentro de los can-
cioneros impresos de finales del siglo xv y principios del xvi, pero la evolu-
ción de su insersión en las colecciones poéticas de aquel entonces pone en
juego su capacidad de ajustarse a exigencias de variatio. Empecemos por ob-
servar cuál es el protagonismo de los textos romanceriles en los cancioneros
de obras variadas, antes de imprimirse el primer Cancionero de romances
(Menéndez Pidal 1945):

Cancionero impreso Obras Obras romanceriles Porcentaje


Coplas de fray Ambrosio Montesino (1488) 14 3 21,4 %
Cancionero de Juan del Encina (1496) 169 4 2,4 %
Cancionero de fray Ambrosio Montesino (1508) 36 9 25 %
Cancionero General de 1511 1091 49 4,5 %
Cancionero de Pedro Manuel de Urrea (1513) 182 19 10,4 %
Cancionero General de 1514 1117 48 4,3 %
Cancionero de Juan del Encina (1516) 171 6 3,5 %
Cancionero Geral de García de Resende 236 2 0,8 %
Cancionero de Pedro Manuel de Urrea (1516) 226 26 11,5 %
Dechado de galanes (1524?) 24 8 33,3 %
Cancionero llamado guirlanda esmaltada 299 30 10 %
de galanes
Cancionero de obras diversas de Velázquez 75 7 9,3 %
de Mondragón
Espejo de enamorados 49 16 32,6 %
Cancionero de galanes 6 4 66,7 %

Unos cancioneros siguen con porcentajes muy bajos que corresponden


con los de los romances manuscritos anteriores.4 Es el caso de los casi con-

4. Véase Dumanoir 2003: 43. El cómputo de los textos romanceriles presentes en los cancio-
neros manuscritos del siglo xv lleva a concluir que ocupan entre el 0.5 % y el 4.7 % del
conjunto de las obras reunidas por el compilador.

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