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EL ROMANCERO:
DE LA ORALIDAD A LA IMPRENTA*
A nadie puede ofrecérsele duda de que el lugar natural del romancero tra-
dicional fue y sigue siendo la oralidad, y así seguirá hasta su total extinción.
Sin embargo, en la primera fase del proceso de emergencia de la oralidad a
la escritura, durante los siglos xv y xvi, se dieron una serie de sucesos apa-
rentemente anómalos cuya explicación ha de buscarse, según mi parecer, en
diversos procesos de selección socio-cultural: la estructura de los géneros
poéticos vigentes, la dificultad (o la incompatibilidad pura y simple) de in-
corporar entre ellos el romance tradicional y, por otra parte, el intenso uso
del romance con fines publicitarios, al servicio de la política de la Monarquía,
de los grandes problemas que afectaban a la sociedad castellana y de los
intereses de los grupos dominantes.
Otro proceso anómalo fue el modo en que el romance tradicional emer-
gió a la escritura. La copia manuscrita, a la que debemos los testimonios más
antiguos,1 fue siempre excepcional: no hay cancioneros manuscritos que nos
hayan legado un número de romances que supere lo testimonial, a no ser que
estuvieran glosados; e incluso en este caso, los romances tradicionales no
siempre encabezaban la glosa, de ordinario se citaban sólo los versos glosa-
dos en el lugar correspondiente de la estrofa.2 El romance exento parece ha-
ber sido un privilegio de los cancioneros musicales, donde lo importante no
era el romance en sí, sino la música e incluso, en algunos casos, la celebra-
(*) Este trabajo es fruto del proyecto FFI2012-31896 y 2009 SGR 1487. Es también fruto de
mi colaboración en el proyecto Historia de la métrica medieval castellana, dirigido por
Fernando Gómez Redondo (FFI2009-09300).
1. Para completar las referencias bibliográficas aquí presentes remito a mi estudio El roman-
cero: de la oralidad a la escritura, en vías de publicación en el SEMYR (Beltran en prensa).
2. La única excepción considerable es el cancionero LB1, donde se nos han conservado cinco
romances tradicionales sin glosa.
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3. Véase Pérez Priego 1996: nº 45, difundido en pliegos sueltos; el poeta había cantado tam-
bién esta muerte en la «Tragedia trobada a la dolorosa muerte del príncipe don Juan» (Ibi-
dem, nº 44), uno de sus poemas más ambiciosos y logrados.
4. Mendoza Díaz-Maroto 2001: 73 y 77. Me baso también aquí, aparte del amplio espacio que
dedico al tema en el libro indicado, en Beltran 2005. En este momento todavía no habían
nacido ni el pliego estrictamente popular, tal como lo conocemos a través del estudio de
Caro Baroja 1969, ni el romance de ciego (Botrel 1996: 273-274), ni se había concedido a
éstos el monopolio de la venta de publicaciones populares que obtuvieron en 1581 (Botrel
1973: 417-482).
5. De los romances fronterizos conservados en el Cancionero musical de Palacio ninguno se
tradicionalizó. Para este género, parto de Correa 1999.
El romancero: de la oralidad a la imprenta 251
6. Véase el romance «Cuál será aquel caballero» (Correa 1999: 403-407); fue glosado por
«Padilla», seguramente el Cartujano, aunque las ediciones que tenemos son todas tardías
(Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 415, 416 y 853).
7. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 434=435, publicado en facsímil en Pliegos (...) de la
Biblioteca Nacional: nº xxxiv. Las glosas a los tres romances (con el texto de éstos) fueron
publicadas por Piacentini & Periñán 2002: nº 25, 34 y 36.
8. Así lo piensa Griffin (1991: 328, nº 297).
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Aunque no haya podido reunir ninguna noticia sobre este autor, parece
haber sido uno de los muchos que confiaron en los nuevos medios que el
pliego ponía a su disposición. En otro pliego glosó también el romance «Yo
me estava en Barbadillo»10 y en un tercero glosó un romance de Bartolo-
mé de Torres Naharro («Hija soy de un labrador») y otro desconocido («La
mancilla de mis daños»);11 la compra de dos pliegos suyos por Hernando
Colón nos asegura que fueron publicados antes de 1539. A diferencia de
otros autores de este sector, el nuestro no es un desconocido en el repertorio
oficial de la poesía del siglo xv, pues tres canciones suyas fueron incluidas
en el Cancionero general de 1511, f. cxxvv; justo despues de «Otra del ade-
lantado de murcia», íncipit «Si esperança de boluer», encontramos «Otra de
peralta», íncipit «Sospiros penas estrañas», «Otra cancion del mismo pe-
ralta», íncipit «En mi gloria desseada» y «Otra cancion del mismo peralta»,
íncipit «Ni la gloria me da gloria». LB1 y 14CG nos han conservado por su
parte dos motes y otras composiciones breves del mismo Adelantado. Estas
coincidencias con el contenido del pliego invitan a buscar un factor común
a los dos personajes.
Aunque la glosa no dé detalles sobre la personalidad del Fajardo prota-
gonista del romance ni lo aclare el glosador, del contexto del pliego podría
deducirse que se trata de alguno de los adelantados de Murcia; parece que
se refiere en realidad a Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, y que la fecha más
probable de composición del romance sea de hacia 1453-1457 (Torres Fon-
tes 1948).12 Sin embargo, la asociación entre Luis de Peralta y el adelantado
Pedro Fajardo en el Cancionero general y la presencia de tan ilustre apellido
desde la rúbrica del pliego permiten sospechar que los intereses de este po-
9. Cito por la edición de Piacentini & Periñán 2002: nº 25, vv. 1-8.
10. El pliego está perdido y lo conocemos gracias al Abecedarium de Hernando Colón (Rodrí-
guez-Moñino et al.: 1997, nº 433).
11. Rodríguez-Moñino et al.: nº 432.5, en las mismas condiciones que el anterior. El romance
de Torres Naharro conoció otras ediciones en pliegos (Rodríguez-Moñino et al.: nº 352,
glosado por Martín de la Membrilla Clemente, y Rodríguez-Moñino et al.: nº 594, con otros
romances del mismo autor). Del segundo romance no encuentro documentación.
12. Más completa es la información que se puede recabar de su 2001: cap. IX y documentos
40 y 47. Sin embargo, a tenor de los estudios posteriores de Torres Fontes, juzgo probable
que el romance se refiera al verano de 1453 en que Alonso Fajardo perdió Lorca, ocupada
por los moros en circunstancias poco claras, y recuperada a sangre y fuego (2001: 74-78), o
bien al momento en que, atacado por todos los frentes, se corrió la voz de que deseaba irse a
Granada, pactando con su Rey la cesión de Lorca, e incluso hacerse moro (2001: 111-112).
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13. Véase por ejemplo López de Haro 1622, ii: 342-343. El estudio de Franco Silva 1995
se centra exclusivamente en las instituciones del mayorazgo y los aspectos económicos y
patrimoniales.
14. Véase Suárez Fernández y Fernández Álvarez 1969, ii: 294 y 296, Sánchez Ramos 2002:
21-26 y Martínez Martínez 1984.
15. Pedro Mejía le atribuye la derrota de los agermanados de Orihuela y el saqueo de este
ciudad, «la qual victoria fue tan importante que de ay adelante la Comunidad de Valencia
fue en diminución» (1945: 278); véase también Fernández Álvarez 1966: 209.
16. Esta epístola fue publicada por primera vez en la primera edición de las Epístolae illus-
trium Romanorum Marineo Sículo (1497), luego encabezando un conjunto de carmina de
Pedro Mártir de Anglería (1498); en aquella redacción llamaba a nuestro personaje «ado-
lescenti nobilissimo», en la definitiva de 1514, «marchio clarissime».
17. Mártir de Anglería 1953-1957. Véanse las noticias que extractó Marañón 2005: 38-43.
18. Blanc 1998. Hay amplio reportaje fotográfico de los dos monumentos en Marañón 2005:
51-58.
19. También participó en la defensa del litoral murciano contra los turcos y piratas berbe-
riscos durante la campaña de 1543-1544 (Fernández Álvarez 1966: 621), pero el título de
Adelantado de Murcia en la rúbrica del pliego y del Cancionero general inducen a situar la
composición de estas obras (y, en el caso de los pliegos, probablemente su primera edición)
antes de 1507, fecha de la concesión del Marquesado de los Vélez.
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20. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 419, reeditado con adiciones en el nº 420; hay facsímil
en Pliegos (...) de Praga: nº 72. Fue fechado en Griffin 1991: 328, nº 300. Cito la glosa
por Piacentini & Periñán 2002: nº 45, ii. El romance fue objeto de dos glosas de disparates
distintas (Ibidem, nº 45,I y 45,III, pliegos nº 538 y 891). Alatar aparece citado en el v. 221
de la glosa de Palma.
21. Para los romances del Marqués de Cádiz véase Correa 199: 506 («Aquesse moro Alboa-
hacén»), 512 («Coronaba las alturas») y 516 («En Loja estaba el rey Chico»), aunque ya
aparece en alguno de los romances de la toma de Alhama, como «Moro Alcaide, moro
alcaide» (pp. 354-357) y la versión de «Paseábase el rey moro» del Cancionero de roman-
ces (pp. 357-360). En la glosa que nos ocupa es mencionado en el v. 236. Habiendo sido la
toma de Alhama un hecho de armas del Marqués de Cádiz, su figura podía saltar en cual-
quier momento y si no se cita en la mayor parte de las versiones de este romance se debe
seguramente a que fueron obra de los publicistas reales.
22. «De Granada parte el moro», en los pliegos de Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 656,
663, 664, 679, 683 y 919, el más antiguo de los cuales puede ser el primero, de Burgos,
Juan de Junta, 1547 (Pliegos (...) de Praga, vol. II nº 48); para las dataciones resulta muy
útil Garvin 2007: ap. iv, que ha reunido datos dispersos por diversas fuentes. Véase Correa
1999: 399-403. Menéndez Pelayo 1944: 133 ya hizo notar la variante Alatar en el texto del
romance glosado y en esta glosa.
23. Cito siempre por la edición de Piacentini & Periñán 2002. La asociación de sus luchas
contra musulmanes y luteranos parece haber sido un leit-motiv publicitario en el entorno
imperial; el ms. 5602 de la Biblioteca Nacional de Madrid incluye una sección con glosas
de romances fronterizos y épicos que acaba con un romance sobre la victoria de Mühlberg
(Marino 2011: 234-237).
24. Véase la narración de Sandoval 1955: vol. II, Libro xv (1526), cap. x y xi (pp. 185-189) y
libro xvi (1527), cap. i y ii (pp. 233-235). El análisis de estas cortes puede verse en Fernán-
dez Álvarez 1966: 240-245.
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25. Sandoval 1955: libro xv (1526), cap. xxvii (p. 231). Véase una reconstrucción de conjunto
de estos problemas en Fernández Álvarez 1966: 655-661.
26. Según Izquierdo Villaverde 1996 el pliego antiluterano más antiguo es de 1532 (claro que
éste se centra en el peligro luterano, no como el nuestro); véase también Carro Carvajal y
Sánchez Pérez 2008. Para el contexto de este fenómeno véase Redondo 1965, para quien,
como consecuencia de los primeros procesos contra los alumbrados, los años 1528-1531
fueron de especial intensidad en la apreciación de un peligro luterano en España a juicio
de las autoridades.
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29. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 684, en Pliegos (...) de Cracovia, nº 7. Véase lo dicho
sobre este pliego en la nota 280.
30. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 462. Pliegos (....) de Cracovia, nº 20.
31. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 63 y 1067.
32. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 331 (Pliegos (...) de Cracovia, nº 5) y 348 (Pliegos (...)
de Cracovia, nº 15).
33. Wolf & Hofmann 1856: nº 189. Puedo verse también reimpresa y aumentada en Menén-
dez y Pelayo 1945, que respetó la numeración original.
34. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 538, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº 23.
35. Rodríguez-Moñino et al. 1997: nº 852= 324.5, publicado en Pliegos (...) de Cracovia, nº
11, texto en Wolf & Hofmann 1856: nº 187.
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el moro»)46 y «Moricos, los mis moricos»; cierra con otros dos romances: el
primero viejo de tema cidiano «De concierto están los condes»,47 el segun-
do «Reinando el rey don Alfonso / el que casto era nombrado»,48 que venía
rodando en los cancioneros desde el de Anvers sin año. No menos interés
tiene el tercer pliego del año, «Glosas de tres romances y canciones»,49 que
contiene «Domingo era de ramos» sobre la batalla de Roncesvalles,50 el ro-
mance de doña Urraca «Morir vos queredes, padre»51 y la serranilla sexta
de Santillana en la versión de Argote de Molina, «Entre Torres y Ximena»52
glosada; creo que el centro de interés de esta composición es la glosa, que la
data «en el tiempo que havia guerra / entre Castilla y Granada». Al margen
de este grupo, sólo tenemos un pliego firmado donde un roto ha hecho perder
la fecha; contiene la glosa de un poema estrófico sobre la toma de Antequera,
«Aquel venturoso infante».53
Cualquier consideración sobre este largo elenco depende del juicio que
nos merezca este grupo de pliegos como muestra de la producción de Hugo
de Mena; el hecho de haberse conservado todos ellos únicamente en la colec-
ción de Cracovia invita a pensar que el conjunto ha de ser fruto de los intere-
ses, las ocasiones o la cronología del coleccionista, más que de la producción
del impresor. Sin embargo, coincide en varios puntos con el itinerario de
edición de pliegos históricos, épicos y fronterizos cuyos hitos fundamentales
he intentado construir: se vinculan con los problemas políticos generales
y locales y con las líneas maestras de la actuación y la propaganda de la
monarquía; no olvidemos que nos hallamos ante un bloque muy tardío, que
en algunos puntos enlaza ya con los primeros testimonios de la maurofilia
posterior a la sublevación morisca. Lo interesante de este episodio es la se-
guridad del origen y la fecha; podemos precisar cómo la sublevación morisca
favorece o promueve la publicación de pliegos más o menos centrados en
la guerra contra los musulmanes, desde el ciclo carolingio, pasando por los
romances históricos y épicos de origen hispano y la temática de la «pérdida
54. Subraya Carrasco Manchado (1995: 339) que éste fue argumento de propaganda regia du-
rante la guerra contra Portugal (1475-1476), retomado luego durante la guerra de Granada
(basta por nuestra parte recordar los romances del Cancionero musical de Palacio), luego
como soporte a las reivindicaciones expansivas ultramarinas y por fin «como elemento de
promoción o justificación de medidas políticas concretas» hacia 1480 y años sucesivos.
55. Me parecen bastante fundadas las reservas de Garvin 2007: 73-83; siguiendo la termino-
logía de R. Menéndez Pidal, la época aédica del romancero, aquella en que la producción
de romances viejos seguía viva, se extiende hasta mediados del s. xvi; nada se opone por
tanto a pensar que la recreación de estos romances fue viva, y no sólo en la tradición oral y
popular, sino en la misma tradición subcortesana en que el romancero vivía y se reproducía.
56. Recojo aquí propuestas teóricas que hago en Beltran en prensa.
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memoria colectiva tiene la inmensa ventaja de ser mucho más eficaz que un
texto nuevo o poco divulgado; y este problema nos lleva a otro, el uso ideo-
lógico del romancero, bien conocido desde antiguo. No es éste el momento
de repasar con detalle los trabajos que se han dedicado a estos problemas, tan
numerosos como variados en su orientación e, incluso, en su interpretación
que, a veces de puro evidente, no siempre resulta fácil. Los estudios de Giu-
seppe Di Stefano (1971 y 1977) nos dieron una imagen fiel de la evolución
en la moda de los romances: durante el reinado de los Reyes Católicos y
el primer tercio del siglo xvi predominan los novelescos y cortesanos, de
ideología genéricamente aristocrática (entendiendo el término «ideología»
en sentido lato, como «valores compartidos por una parte de la sociedad»).
Durante el segundo tercio del siglo xvi, por el contrario, en los cancioneros
(o sea, tras el Cancionero de romances s. a.) comienza la hegemonía de
los romances épicos e históricos que hemos de atribuir a la progresiva mi-
litarización de la sociedad castellana a medida que se ponía al servicio del
expansionismo de la casa de Austria, cuyo programa de monarquía cristiana
y universal encajaba tan bien con el mesianismo que ya había agitado Fer-
nando el Católico durante la conquista de Granada; ahora, por «ideología»
hay que entender «programa de gobierno».57 Como observa Di Stefano, esta
tendencia resulta menos visible en los pliegos sueltos, más conservadores
en su orientación, aunque, como hemos podido juzgar, la infiltración de las
nuevas directrices no está en absoluto ausente y se incrementa con el paso
de los años.
Los romances fronterizos anteriores a la guerra de Granada, por tanto,
son la mejor prueba de la vida social amplia y profunda del romancero, pues
no llamaron la atención ni de los glosadores ni de los continuadores o pa-
rafraseadores de los romances tradicionales que ocupan las páginas de los
cancioneros; tampoco los citaron ni recordaron pasajes suyos en los diversos
modos en que la poesía cortés se hizo eco de otros sectores del romancero
tradicional. Debieron recluirse en la tradición oral más popular, más aleja-
da de los gustos de la corte, pues ni siquiera los cancioneros musicales se
acordaron de ellos. Sin embargo, cuando las circunstancias políticas de la
Monarquía o las preocupaciones de la sociedad por los sucesos coetáneos
fueron propicias, emergieron de esta tradición (del folklore, diríamos hoy)
para ocupar las páginas del vehículo de cultura escrita más comprometido
con la propaganda, el pliego suelto. La peculiaridad que los caracteriza es
sólo ésta; a su lado debieron vivir una gran masa de romances de temas
57. Para las diversas acepciones con que se ha usado el término remito a Beltran 2012.
262 Vicenç Beltran
Vicenç Beltran
Universitat de Barcelona
Sapienza, Università di Roma
Institut d’Estudis Catalans
BIBLIOGRAFÍA CITADA
1. La traducción es mía.
2. Dentro de las prácticas poéticas de corte, los juegos de variatio incluyendo los romances
estaban muy de moda en el siglo xv. Véase Beltran 2011: 12: «La obsesión por la glosa de
romances y estribillos tradicionales y sus hibridaciones con el registro cortés (recordemos,
por ejemplo, el caso de Pinar, o los romances atribuidos —quizás falsamente— a Juan Ro-
dríguez del Padrón en el Cancionero de la Biblioteca Británica) son la manifestación más
visible de este proceso que, de forma a primera vista sorprendente, preparó y exigió para su
culminación el aprendizaje de los procedimientos del petrarquismo bembista».
3. Seguiremos en parte a Pablo Jauralde Pou, cuando invita a considerar las obras fuera de la
materialidad de su transmisión y recepción: «que se publicaran o no, que se leyeran o no, es
cuestión aparte que incumbe a una sociología del hecho literario» (Jauralde Pou 1982: 57).
268 Virginie Dumanoir
4. Véase Dumanoir 2003: 43. El cómputo de los textos romanceriles presentes en los cancio-
neros manuscritos del siglo xv lleva a concluir que ocupan entre el 0.5 % y el 4.7 % del
conjunto de las obras reunidas por el compilador.