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Año: 28, Junio 1986 No.

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¿Por qué Están Tan Caras las Cebollas?

[i]

Por Carlos Eduardo Novaes

Sin lugar a dudas, este es un caso para Sarmento, el


economista.

Poco se sabe de esa extraña enfermedad que es la inflación, excepto que su


resultado es una pérdida de poder adquisitivo si los ingresos personales no
aumentan en la misma proporción, y que implica un aumento continuo en los
costos de bienes y servicios. Sarmento, el economista, ha tomado la decisión de
resolver el misterio.

Adoptó las teorías de Adam Smith, los casó con las de David Ricardo y John
Maynard Keynes, las multiplicó por el impuesto sobre la renta, las dividió entre
la ampliación de los créditos, les restó el desempleo, las factorizó en la velocidad
del dinero en circulación, ¡y ni así llegó a ninguna conclusión! Estaba a punto de
claudicar, cuando una vecina ama de casa le sugirió: «¿Por qué no trata de
obtener la respuesta directamente de quienes aumentan los precios?».

Se encendió una luz en la cabeza de Sarmento. La respuesta estaba mucho más


cerca de lo que se había imaginado No tenía más que ir al mercado de la esquina,
en Río de Janeiro. Dio las gracias a su vecina y partió a preguntar al vendedor de
verduras por qué había subido el precio de las cebollas.

Yo también tengo que ganarme la vida, compañero dijo el vendedor. Si hoy


compro más caro, tengo que vender más caro.

Sarmento se molestó.

¿Quiere decir que usted respalda la inflación? ¡Sólo porque tiene que pagar más,
cree que debe aumentar el precio de venta! ¿No piensa usted nunca en el bolsillo
del consumidor?

Si lo hiciera, terminaría perdiendo, compañero.

¿Quién fue el irresponsable que le vendió a usted más caras las cebollas?
El vendedor le dijo que había comprado las cebollas en el Mercado Central.
Sarmento se dirigió a enfrentarse al comerciante.

¿No le da vergüenza aumentar así el precio de las cebollas? ¡No sé por qué no le
restriego la nariz en un kilo de cebollas!

El comerciante dio excusas:

¡Yo también necesito vivir! Me gustaría sostener el precio, pero el camión llegó
esta madrugada con las cebollas más caras. Créame: no puedo hacer nada. Fue él
quien aumentó el precio.

No me sorprende, pensó Sarmento. Los transportistas especulan y las amas


de casa pagan. Al amanecer del día siguiente estaba ya esperando la llegada del
primer camión proveniente del campo, y le espetó al mercader:

¡Así que es usted el que aprovecha el momento, cuando todos duermen, para
elevar el precio de las cebollas!

¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver con eso! Tuve que aumentar el precio por culpa
del agricultor, el que cultiva las cebollas.

Sarmento nunca había tenido mucha confianza en los agricultores. Se trepó a un


autobús y se trasladó a un cebollar. Encontró al agricultor y le dijo:

El camionero me lo ha dicho todo. Usted es la persona que aumenta los precios.


Voy a denunciarlo al gobierno.

Muy bien: confesaré. He sido yo. Pero, ¿ha visto usted cómo está el tiempo aquí?

Sarmento alzó los ojos al cielo.

¡Es un día hermoso!

Hermoso para nosotros, pero horroroso para una cebolla. Para ella, los días
bonitos son los de lluvia. Bueno, si sólo fuese el tiempo, podría arreglármelas
para mantener bajo el precio, pero los fertilizantes han subido un 85 por ciento.

Sarmento gruñió. ¿Quería esto decir que el fabricante de fertilizantes era el


culpable? Fue a ver a un vendedor de fertilizantes, que le dijo cortésmente:
Es verdad que hemos incrementado el precio de nuestros productos, pero debe
usted comprender que sólo tomamos esa medida para no tener que cerrar. El
distribuidor nos lo vendió a un precio más alto.

Sarmento sentía próxima la solución del enigma. Visitó al distribuidor, y más


tardó en entrar que en decirle:

¡Usted! Aquí está oculto, pero moviendo las cuerdas de la inflación. ¿Por qué
aumentó el precio de los fertilizantes?

El distribuidor trató de negarlo, pero Sarmento lo tomó del cuello.Aumenté un


poco los precios chilló el distribuidor, pero ¿qué cosa podía yo hacer? Tengo
cuatro hijos y una suegra lisiada. Además, soy sólo un distribuidor. Esos
fertilizantes potásicos son importados, y al llegar de Francia ya eran más caros.

El economista tomó un avión. La fábrica estaba en un pueblecito del norte de


Francia. El gerente se negó a recibir al economista y mandó a su secretaria para
que se deshiciera de él:

Dice mi jefe que siente mucho lo del precio de las cebollas en Brasil, pero que
los fletes marítimos suben constantemente.

La compañía naviera que transportaba los fertilizantes a Brasil estaba en Panamá,


a donde se fue directamente Sarmento.

Están ustedes causando muchos problemas con sus elevadas cuotas de flete acusó
al presidente de la compañía. Las cebollas están ya fuera del alcance
prácticamente de todos en Brasil.

El presidente reaccionó con gran indignación.

¿Culpable yo? No, señor. ¿Sabe usted cuánto están cobrándome los astilleros por
un barco?

El astillero estaba en Hamburgo. No era lo mismo hablar a un alemán que a un


comerciante en verduras de Río de Janeiro, así que Sarmento entró con cautela:

Usted no puede aumentar de esa manera el precio de los barcos. ¿Sabe cuánto
está costándonos, por su culpa, un kilo de cebollas en Río de Janeiro?

El alemán no le permitió a Sarmento terminar:


¿Y sabe usted lo que estamos pagando por el acero que usamos para hacer
nuestros barcos?

Sarmento enmudeció. ¡Así que la culpable era la industria del acero! Los
alemanes compraban su acero a una acería de Grecia, donde la mano de obra es
más barata. A Sarmento le hervía la sangre de ira cuando llegó a Atenas. Increpó
al gerente de la acería.

¡Exijo una explicación! ¿Por qué aumentó el precio del acero e hizo que se
elevara el costo de los barcos, lo que a su vez provocó un aumento en el precio de
los fletes y, en consecuencia, la carestía de los fertilizantes, lo cual significó
costos de distribución más altos y que los agricultores tuvieran que incrementar
el precio de las cebollas?

El gerente ni se movió:

¿Sabe usted cómo se hace el acero? Le sugiero que haga una visita a las minas de
Sudáfrica y pregunte allí a qué precio están vendiéndonos el carbón.

La investigación estaba llegando a su término; el carbón es materia prima.


Sarmento se trasladó a Sudáfrica, pensando ya en su regreso a Río. Por fin, había
atrapado a los villanos.

Siento mucho que esté subiendo el precio de sus cebollas le dijo el jefe de la
mina, pero nuestro negocio es el carbón. Sí elevamos el precio, pero en una
proporción insignificante en comparación con las sumas extraordinarias que
tenemos que pagar a nuestro proveedor de vagones y herramientas.

La fábrica de vagones y herramientas se encontraba en un suburbio de Tokio.


Sarmento dejó su maleta en el aeropuerto, entró como rayo en la oficina del
japonés y le preguntó a boca jarro:

¡Dígame! ¿Por qué elevó el precio de sus vagones y herramientas?

El nipón no titubeó:

Por la balanza comercial. Cambiamos nuestras herramientas por cebollas


brasileñas, y con el precio actual de las cebollas no tenemos alternativa. Ya que
está usted aquí, dígame una cosa: ¿por qué están tan caras sus cebollas?

«Se dice que la primera panacea de un país mal gobernado; es la inflación; la


segunda es la guerra»
Frédéric Bastiat, (1801-1850)

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