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MANUEL GOMEZ MORENO

INTRODUCCION
fue incansable luchador contra la locura modernista de las demoliciones de monumentos, alentó la
restauración fiel de los monumentos árabes y fue testigo de los descubrimientos romanos más
antiguos de la ciudad. Fue uno de los inspiradores del Patronato de la Alhambra, del Museo
Arqueológico y del Museo de Bellas Artes, así como su primer catalogador y restaurador y aun
cuando no pudo contra instituciones y mentes obtusas, tomó su pincel y plasmó aquellas bellezas a
punto de ser destruidas en papeles o en plazas callejeras.

DESARROLLO
Manuel Gómez-Moreno nació un 26 de junio de 1834 en Granada. Descendiente de una familia
afrancesada y liberal que vino a caer en desgracia, vivió el amor a los libros a través del negocio de
su padre, un taller de encuadernación y librería ubicado en la transitada Alcaicería. A Manuel no le
impresionaron los sucesivos cambios políticos que le tocó sufrir, más bien los soportó con dignidad
centrándose en su faceta artística, la pintura. A Manuel Gómez-Moreno González, lo llama su familia
“el pintor” para diferenciarlo de su hijo, el también llamado Manuel Gómez-Moreno (aunque
Martínez), hombre notable en sus muchas parcelas de conocimiento, que llegó a ser catedrático de
Arqueología Árabe Medieval.

Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Granada y en la Escuela Superior de Pintura de Madrid pero
en otros ámbitos disciplinarios fue un autodidacta puro. A base de esfuerzo, meticulosidad y
empeño inaudito, consiguió ser el consejero de muchos eruditos de la época. Donde más disfrutaba
era entre legajos, compilando, observando. Con una minuciosidad extraordinaria consiguió catalogar
fondos artísticos que fueron la base de posteriores museos. No en vano se le considera el padre del
Museo Arqueológico de Granada, así como del Museo de Bellas Artes de esta ciudad. Sin duda, esta
faceta suya, la de saber combinar su labor de “ratón de biblioteca” con el trabajo de campo, admiró
a muchos arabistas, catedráticos y arqueólogos, que consideraban la primera de ellas,
fundamentalmente, aburrida.
En 1866 empieza su relación directa con la Comisión de Monumentos de Granada. La publicación de
un programa de trabajos le da a Manuel la oportunidad de presentar varios de sus hallazgos: la
partida de bautismo de Pedro de Mena y la investigación sobre la casa de Alonso Cano y el
embovedado de la Plaza Nueva. Sería esta Comisión la que le propiciaría la manera de conocer los
primeros descubrimientos en Medina Elvira, cuyos hallazgos (lámparas que él mismo restauró, el
Plato del Caballo y del Halconero o el Jarro de las liebres…) se plasmaron en un libro imprescindible
sobre la arqueología granadina titulado Medina Elvira.

Medina Elvira y la conservación del patrimonio artístico


• La llamada modernidad y la necesidad de dar trabajo a la extensa mano de obra
desempleada presionaban al gobierno para demoler todo lo supuestamente viejo y
dar cabida a una ciudad europea.
• El diseño de cubrición del río Darro primero y el nacimiento de la Gran Vía, después,
favorecieron la destrucción de iglesias, puertas árabes o lienzos de murallas.
• Él, especialmente, lo que no consiguió por medio de su lucha activa, trató de
ampararlo por medio de su pincel. Una anécdota muy conocida en tiempos de la
Revolución Liberal del 68, cuando se comenzó a derribar la iglesia de San Gil, explica
cómo las gastaba aquel hombre de aspecto inofensivo.


La Guía de Granada
La Guía de Granada de Gómez-Moreno es, actualmente, uno de esos libros descatalogados
imprescindibles para conocer la ciudad. Se ha reeditado varias veces, la última en 1998 y
todas las ediciones resultaron agotadas. Resulta extraña esta aseveración, si consideramos
que la guía fue editada por primera vez hace más de cien años, en 1892, años en los que
Granada ha sufrido cambios significativos, unas veces para bien y otras para mal. Sin
embargo, las ciudades se conocen, no sólo por lo que ofrecen al paseante sino también por
lo que éste imagina al pasearlas, sus ausencias, frecuentemente, dicen más de ellas que sus
evidentes monumentos, deteriorados o peligrosamente restaurados.

Pero no sólo la Guía es un índice o repertorio historiado de monumentos, entre sus comentarios se
introducen afirmaciones que pueden ser base de líneas de investigación, algunas retomadas muchos
años después. Es el caso del arte mudéjar y el arte morisco granadinos. La clara diferenciación entre
dos formas constructivas y dos procedencias bien diferentes que él definió como morisco
(autóctono) y mudéjar (foráneo) apenas tuvo resonancia en su momento y hoy en día son pilares
esenciales para estudiar el fenómeno”.
Manuel, el pintor, sabía que un buen granadino debe mirar hacia la pasada grandeza de Granada,
recrearse en los monumentos que sus padres supieron legarles, estudiarlos y trabajar para que otros
los conozcan, respeten y aprecien.

La restauración de la Alhambra
El 15 de Septiembre de 1890 la Alhambra fue pasto de las llamas. Fue el incendio más importante,
de los tres habidos en la Alhambra, que afectaron muy directamente a la Torre de Comares, la Sala
de la Barca y la galería de levante próxima al Patio de los Leones. Gómez-Moreno y sus compañeros
de la Comisión de Monumentos sabían que era necesaria una restauración urgente del monumento.

En Abril de 1904 el rey Alfonso XIII visita Granada y Gómez-Moreno lo guía por las salas de la
Alhambra, señalando la necesidad de sanear su maltrecha estructura. La impresión que causó al
monarca el pintor fue evidentemente buena porque muy pronto, todo el mundo daba por hecho
que Gómez-Moreno sería nombrado director del monumento. Creada la Comisión Especial de la
Alhambra un año después, Gómez-Moreno se muestra cansado y en un principio pretende
desentenderse de la presidencia. En una carta a su hijo manifiesta estar “horrorizado” por el cargo
de presidente y añade “eso es bueno para un hombre joven y de energía, no para un viejo como yo
tan falto de ellas y con tantos cargos encima”. Pero finalmente, Manuel, se rinde y una de las
primeras declaraciones que hace como presidente es la de que en el monumento “debe atenderse
en primer término las partes ruinosas y después debe atenderse a la restauración”. Esta opinión, tan
lógica y coherente, resultó ser una bomba para algunos sectores artísticos que consideraban La
Alhambra no como un monumento nazarí sino como una idea orientalista, si cabe propagandística,
expresión de la decadencia que aún se vivía en Granada.

CONCLUSION
habló de términos desconocidos en su época como mudéjar y
morisco, luchó contra la demolición de monumentos en toda
la ciudad.

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