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EL DEBER INTELECTUAL DEL DOCENTE.

(Por Álvaro Villacob Ochoa)

Siempre he creído que el deber del educador, más allá de orientar saberes en su quehacer
pedagógico, es el de su alta responsabilidad crítica frente a la realidad. Y es que para ello es
necesario que este obstente, además, el título de "lector". Yo he considerado muy en serio y a
modo de juicio universal, que un docente que no es lector, tampoco es docente. Soy, además,
muy optimista al aseverar que la primera es "esencia" de la segunada, es decir, el oficio lector
es inherente, por naturaleza, al oficio pedagógico. No se trata de actividades aisladas. Ser un
lector no consiste en el establecimiento de lecturas exporádicas sin ningún propósito, sino de
imponer el espíritu del hábito de la lectura al interior del alma, a tal punto que que el docente
pueda decir: soy educador.

Howard Hendricks en una ocasión dijo: "Un lector siempre es un líder, y un líder siempre es un
lector". Ambas cualidades son indisolubles. El docente en su rol pedagógico necesita ser un
líder con criterio, con un profundo conocimiento de la realidad inmediata y universal de la vida,
y para ello debe ser un lector. Debe ser ese agente de la sociedad que tiene que estar, en este
aspecto, por encima del resto que la conforma. Muchos docentes leyeron una sola vez en sus
vidas, esto es, en su preparación profesional, pero una vez emprendida la tan privilegiada tarea
de educar, abandonaron por completo su rol de lectores y metafóricamente metieron sus
cabezas dentro de un hueco y se volaron el cerebro con un revólver de alto calibre.

En Colombia, cualquier persona puede ser docente, pero no cualquiera puede ser LECTORA,
porque ser lector representa para muchos educadores un yugo muy pesado de cargar. La
primera sin la segunda resulta en vacíos, tanto en el ejercicio social como pedagógico. Un
docente lector adquirirá mayores valores humanos frente al salvajismo y la indiferencia del
sufrimiento del prójimo (pan de cada día) que un docente no lector. Un docente lector
desarrollará su capacidad de comprensión dialéctica de los hechos que le circundan; se hará
preguntas, e intentará responderlas, por ejemplo: ¿Por qué de la formación de grupos alzados en
armas?, ¿por qué la derecha política piensa diferente a la izquierda? ¿por qué la salud en
Colombia es inconsistente?, ¿por qué Álvaro Uribe y Gustavo Petro se riñen por el poder?, ¿por
qué en Colombia existe un grado importante de miseria, marginación y analfabetismo social?,
¿por qué la salud y la educación nunca han sido la preminencia para los gobiernos de Colombia
a través de la historia? Ahora, yendo al plano de su rol diario: ¿Por qué el sistema educativo del
país no implementa en el currículo asignaturas morales y afectivas (como "Empatía", Reflexión
de la vida, "Ética y Valores...") en igualdad de complejidad e importancia como lo son
matemáticas y Lenguaje? ¿Por qué la oferta de la educación superior está plagada de programas
cada vez menos humanos?, Etc.
Estas preguntas son ejemplos de muchas que debería hacerse un educador. Es una manera
metódica de pensar y reflexionar con ojo crítico sobre la realidad, y con con base en ello debe
ser capaz de estimular también en sus estudiantes el pensamiento crítico y reflexivo con aras a
encontrar posibles soluciones y crear valores humanos en ellos.
El docente promedio de hoy invierte su tiempo libre en una cantina, en juegos de azar, en
parrandas, frente a las redes sociales y al televisor, o sumido en el vicio permiso de su
cotidianidad. No piensa más allá de sus narices.
Cree que con solo entrar en un aula de clase y orientar procesos ya eso lo hace un docente. A
mi parecer, tiene para ofrecer a sus estudiantes agua estancada de un charco; no así aquellos
que son lectores, que dan a beber a sus alumnos agua de una corriente que fluye y fluye y nuca
acaba. El docente debe ser un lector desde una perspectiva holística que lo motive a leer textos
de diversa índole, como Historia, Filosofía, literatura, Psicología, noticias, poesía, ciencia,
etcétera.

Un docente lector siempre será verdaderamente un educador que no caerá en manos del
postmodernismo vicioso del siglo XXI. Será tan altamente competente, que no querrá esperar la
lluvia de las mañanas para perder la jornada escolar; o dilatar el tiempo de los cambios de
clases para acortar su tiempo laboral o desear acontecimientos extraordinarios que descolaricen
la jornada. Nunca será permisivo ante los procesos de enseñanza-aprendizaje, todo lo contrario,
será un un ser comprometido con la sociedad y el cambio.

En resumen, un docente que no es lector será eso que mencioné unas líneas arriba: un
parrandero, un vicioso, un esclavo de las tecnologías, un borracho, un indiferente de los
acontecimientos de sangre y violencia diversa del día a día en Colombia y el mundo. Será un
docente que sucumbirá a la dádiva en tiempos electorales y apoyará a sus promotores; será un
agente pasivo ante las injusticias y desigualdades sociales; un docente dotado de un alto grado
de pensamiento frívolo, que no le interesa nada más que sus propios intereses y se conforma
con las miserias y, por último, será un docente poco idóneo para desarrollar el pensamiento
crítico y reflexivo de sus alumnos. En ese orden, estará muy lejos de ser un docente
comprometido con su rol pedagógico y social. Si usted es docente y no es lector, deberá
identificar en cuál o cuáles de la lista anterior se ubica.

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