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Estado y Sociedad en Alemania (1848-1914)

El debate en torno a la vía democrática alemana.

Mg. Javier Bonafina

Capítulo I.

A modo de Introducción.

El presente trabajo se encuentra imbuido de una preocupación general y de un interés


particular, a saber, intentar explicar y al mismo tiempo comprender como se construye y
deconstruye una cultura política en un momento y espacio determinado. El objeto de
estudio será el espacio europeo que media entre mediados del siglo XIX y principios del
siglo XX, y de forma más específica el estudio del caso alemán entre 1848 y 1920.

La generalidad remite a la construcción de una determinada forma de cultura política,


entendiendo por esta el resultado de la Historia Colectiva del sistema político
conjuntamente con las experiencias personales de los individuos. Englobando el
conjunto de significados compartidos de la vida política y el conjunto de recursos
utilizados para pensar sobre lo político. Suponiendo además, la propia definición de los
individuos como actores políticos y la forma en que la gente construye su visión de lo
político, así como también la posición que asumen dentro del mismo.

En tanto que las particularidades dan cuenta de la imbricación de los “cuerpos


intermedios” 1 y de la “sociabilidad asociativa” 2 que se establece en torno de ellos en un

1
Aquí estoy siguiendo las ideas expuestas por: Rosanvallon, Pierre; El modelo político francés : la
sociedad civil contra el jacobinismo, de 1789 hasta nuestros días ; traducción de Víctor Goldstein.
Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, c2007. En tanto se expresa que no hay una definición
estricta jurídica o sociológica de ellos, y que en general designa las diversas formas sociales o políticas
existentes entre el estado y los individuos (asociaciones, sindicatos, partidos, colectividades locales,
instituciones diversas de autorregulación de la sociedad civil, clubes, y de forma más general espacios de
sociabilidad), y que la descripción Tocquevilliana ha estereotipado un estado omnipotente que rige sin
molestias una sociedad civil atomizada, desorganizada y sometida que habría destruido a todos los
poderes intermedios fijando la idea de una “tradición jacobina” de centralización, sin tener en cuenta que
ese mismo estado tuvo que dar paso una vida asociativa más rica y compleja que, por ejemplo, dio origen
a las asociaciones sindicales. Esta tensión se encuentra inscripta en los diferentes postulados de la historia
de las ideas, atenta a los discursos y a la forma legal de las instituciones y una historia social, que sigue de
manera más cercana los movimientos de la sociedad y el funcionamiento de efectivo de las instituciones.
2
La noción de sociabilidad como “principio de las relaciones entre las personas” o “aptitud de los
hombres para vivir en sociedad”. Cf. Maurice Agulhon, La sociabilité est-elle objet d´histoire?, en
Francois Étienne (dir), Sociabilité et societé bourgeoise en France, en Allemagne et en Suisse (1750-
1858), París, ed. Recherches sur les civilisations, 1986, p. 18. Al mismo tiempo que designa, a cualquier
relación humana: “El hombre nace y muere, come y bebe, se lanza al amor o el combate, trabaja o sueña y
-de una manera tan esencial como lo son las funciones mayores- no deja de toparse con sus semejantes, de
contexto marcado por la “experiencia” 3 de los sujetos en el nuevo marco de la “esfera
pública” 4. El proceso nos remite a la invención del espacio democrático que tiene la
capacidad de estimular los sueños y los imaginarios sociales de sociedades que se
encuentran particularmente confrontadas en una tarea permanente: articular sobre el
plano simbólico sus divisiones sociales, políticas, culturales, etc y, al mismo tiempo,
reconstituir y redefinir sobre el mismo plano la unidad del cuerpo social, su continuidad
más allá de los cambios y las rupturas. Es así como las utopías (expresiones de futuro)
conjugadas con los mitos (expresiones del pasado) revolucionarios, del progreso,
nacionales, políticos, etc, se transforman en poderosos relevos en la condición misma
tanto de la libertad individual como del cambio colectivo, definido y dominado por el
cuerpo social en su conjunto. 5

El periodo que abarca de 1870 a 19146, se encuentra dominado por los movimientos de
masas organizadas de los trabajadores, característicos del capitalismo industrial y
originados por él. Surgieron en el seno de unas economías muy florecientes y en
expansión y en los países en que tenían mayor fuerza, en una época en que
probablemente el capitalismo les ofrecía condiciones menos duras que antes. Al mismo
tiempo, los sistemas políticos creados a lo largo del siglo XIX establecieron la
necesidad de la participación política ampliada de amplios sectores de la sociedad, lo
que generaba una enorme sensación de incertidumbre por parte de las elites dirigentes y
al mismo tiempo instalaba, de una forma más perentoria, los problemas de la

hablarles, de acercarse a ellos o huirles; en síntesis, de entablar relaciones con ellos”. Citado en Pilar
González Bernaldo de Quirós, « La « sociabilidad » y la historia politica », Nuevo Mundo Mundos Nuevos
[En línea], BAC - Biblioteca de Autores del Centro, González Bernaldo, Pilar, Puesto en línea el 17
febrero 2008. URL : http://nuevomundo.revues.org/24082
3
Sobre la pertinencia del término “experiencia” remito al lector a la obra de Jay Martin, Cantos de
experiencia. Variaciones modernas de un tema universal, editorial Paidós SAICF, Buenos Aires, 2009.
En donde el autor demuestra que la experiencia se halla en el punto nodal de la intersección entre
lenguaje público y la subjetividad privada, entre los rasgos comunes expresables y el carácter inefable de
la interioridad individual y que si bien es algo que es preciso atravesar o padecer antes que adquirir
vicariamente, aún la experiencia en apariencia más “autentica” o “genuina” suele estar ya modificada por
modelos culturales previos. En tanto que la paradoja se pone de manifiesto en que por mucho que
interpretemos la experiencia como una posesión personal, inevitablemente se la adquiere a través de un
encuentro con la otredad, sea humana o no.
4
Habermas, J., Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: G. Gili, 1981, Arendt, Hannah. "La
esfera pública y la privada" Cap.2. en: La Condición Humana, Paidós, 1993.
5
Baczco Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires,
Ediciones Nueva Visión, 1991.
6
El presente desarrollo se basa en: Hobsbawn, E.J., La Era del Imperio (1875-1914), Barcelona, Editorial
Labor, 1989. Cap. 1,2,3,13 y Hobsbawn, E.J., Historia del Siglo XX (1914-1991), Barcelona, Critica
Grijalbo Mondadori, 1995. pp.11-26 y Cap. I a VII.
2
representación y la legitimidad política.

Amplias zonas de Europa se hallaban en el mejor de los casos en los límites del núcleo
del desarrollo capitalista y de la sociedad burguesa. En algunos países, la mayoría de los
habitantes vivían en un siglo distinto que sus contemporáneos y gobernantes. En el
decenio de 1880, Europa no era sólo el núcleo original del desarrollo capitalista que
estaba dominando y transformando el mundo, sino con mucho el componente más
importante de la economía mundial y de la sociedad burguesa. No ha habido nunca en
la historia una centuria más europea ni volverá a haberla en el futuro. El viejo
continente, a pesar de los millones de personas que de él salieron hacia otros nuevos
mundos, creció más rápidamente. A esto se sumaba que el mundo “avanzado” era un
mundo en rápido proceso de urbanización y en algunos casos era un mundo de
ciudadanos a una escala sin precedentes.

En fin, algo había cambiado hacia finales del siglo XIX y algunos de los rasgos de ese
cambio, podían resumirse en tres aspectos: La expansión de la base geográfica, una
economía mundial que tendió a ser mucho más plural (Se había pasado del
monocentrismo del commowelth a un pluralismo económico cuyo centro aún se
encontraba en Inglaterra, pero que sufría fuertes tensiones); una revolución tecnológica
que represento la aceleración de innovaciones tecnológicas de mediados de siglo, una
organización sistemática del modus operandi de las empresas capitalistas basada en la
racionalización de la producción y la gestión; una extraordinaria transformación del
mercado de consumo (asociado al incremento de la población, de la urbanización y de
los ingresos reales); un importante crecimiento del sector terciario de la economía,
pública y privada y finalmente la convergencia creciente entre la política y la economía
con el consecuente incremento del gobierno y del sector público. Estos factores son los
que conformaron lo que los contemporáneos llamaron la “belle époque”.

Nada hacia preveer que el mundo entraría en colisión, incluso durante los últimos días
de la crisis internacional de julio de 1914, la guerra parecía distante y más un producto
de la ficción y la futurología que algo que efectivamente estallaría. Sin embargo, el
origen del conflicto puede encontrarse en; por un lado, una situación nacional cada vez
más deteriorada, cuyos elementos pueden sintetizarse en, i) una Europa que
gradualmente se fue dividiendo en dos bloques opuestos de potencias que se disputaban
dominio territorial, ii) un sistema de alianzas que tendió a polarizarse y definir los

3
bloques armados en términos de enemigos en un contexto de una situación internacional
fluida, iii) la rivalidad de las potencias que paso de centrarse en Europa a disputarse un
ámbito global e imperialista. Y por el otro, la aparición de una economía capitalista
industrial de dimensión mundial, que peligrosamente se deslizo hacia la identificación
del poder económico con el poder político-militar.

Un conjunto de crisis internacionales y crisis internas tuvieron la capacidad de


conjugarse hacia 1914 y generar un espacio-tiempo en donde la catástrofe masiva y los
métodos salvajes pasaron a ser un escenario cotidiano para el mundo civilizado. Este
año inauguraría lo que se ha dado en llamar “el siglo XX corto” en contraposición a un
“siglo XIX largo”.

Las transformaciones acaecidas en este periodo nos remiten a los problemas del cambio
y la continuidad en la historia, a las tensiones entre procesos y coyunturas, y en un
sentido más general a la problemática de la contingencia histórica. El análisis de las
distintas trayectorias seguidas por los países que se enfrentaron en 1914, da cuenta de
una realidad que tiende a cambiar, según la perspectiva desde donde intentemos
acercarnos. Al mismo tiempo nos instala dentro de una ventana de oportunidad para
analizar lo “viejo que se resiste a morir” y lo “nuevo que está naciendo”, la frontera de
estos procesos, se nos ocurre, representa una especie de gato de Cheshire, cuya figura
aparece y desaparece ante los ojos absortos de su observador.

4
Capítulo II.

Campos de batalla. Una aproximación al enfrentamiento sobre “La tesis


Sonderweg”.7

La insistencia en el fracaso de las estructuras democráticas liberales que se desarrollaron


en Alemania fue una constante en muchos de los escritores del siglo XIX. Karl Marx
escribió un polémico ensayo sobre la fracasada revolución burguesa de 1848 en "La
Burguesía y la contra-revolución":

“…La burguesía prusiana no era, como la burguesía francesa de 1789, la clase que representaba a
toda la sociedad moderna frente a los representantes de la vieja sociedad: la monarquía y la nobleza.
Había descendido a la categoría de un estamento tan apartado de la corona como del pueblo,
pretendiendo enfrentarse con ambos e indecisa frente a cada uno de sus adversarios por separado,
pues siempre los había visto delante o detrás de sí mismo; inclinada desde el primer instante a
traicionar al pueblo y a pactar un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad,
pues ella misma pertenecía ya a la vieja sociedad; no representaba los intereses de una nueva
sociedad contra una sociedad vieja, sino unos intereses renovados dentro de una sociedad caduca;
colocada en el timón de la revolución, no porque la siguiese el pueblo, sino porque el pueblo la
empujaba ante sí; situada a la cabeza, no porque representase la iniciativa de una nueva época social,
sino porque expresaba el rencor de una vieja época social; era un estrato del viejo Estado que no
había podido aflorar por sus propias fuerzas, sino que había sido arrojado a la superficie del nuevo
Estado por la fuerza de un terremoto; sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo, gruñendo contra los de
arriba y temblando ante los de abajo, egoísta frente a ambos y consciente de su egoísmo,
revolucionaria frente a los conservadores y conservadora frente a los revolucionarios, recelosa de sus
propios lemas, frases en lugar de ideas, empavorecida ante la tempestad mundial y explotándola en
provecho propio, sin energía en ningún sentido y plagiando en todos los sentidos, vulgar por carecer
de originalidad y original en su vulgaridad, regateando con sus propios deseos, sin iniciativa, sin fe
en sí misma y sin fe en el pueblo, sin una vocación histórica mundial, un viejo maldito que está
condenado a dirigir y a desviar en su propio interés senil los primeros impulsos juveniles de un
pueblo robusto; sin ojos, sin orejas, sin dientes, una ruina completa: tal era la burguesía prusiana

7
Remito a la lectura de los siguientes artículos que me han permitido armar la síntesis de las
posturas en cuestión: ; John, Michael, The Past and Present Society The Peculiarities of the German
State: Bourgeois Law and Society in the Imperial Era: Past & Present, No. 119 (May, 1988), pp. 105-
131 Published by: Oxford University Press on behalf of The Past and Present Society Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/651022; Moeller Robert G., Peter N. Stearns The Kaiserreich Recast?
Continuity and Change in Modern Germ an Historiography: Journal of Social History, Vol. 17, No. 4
(Summer, 1984), pp. 655-683 Published by: Peter N. Stearns Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/3787387. Todd, Lisa M. Conference Group for Central European History
of the American Historical Association Localism, Landscape, and Hybrid Identities in Imperial
Germany: Central European History, Vol. 39, No. 1 (Mar., 2006), pp. 123-130 Published by:
Cambridge University Press on behalf of Conference Group for Central European History of the
American Historical Association Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20457097
5
cuando, después de Marzo, se encontró al timón del Estado prusiano…”8

La tesis Sonderweg (cuya traducción puede ser: "vía especial", “el otro camino” o
“camino particular”) se encuentra en las coordenadas de estas expresiones. Dado que es
una controvertida teoría de la historiografía alemana que considera que Alemania ha
seguido un único curso de la aristocracia a la democracia, distinto de otros países
europeos (caso francés o inglés). También se utiliza para explicar el curso de la política
exterior alemana y de la ideología antes y durante la Primera Guerra Mundial.
Básicamente, se caracterizó por tratar de encontrar una "tercera vía" para explicar la
fase de desarrollo de la aristocracia a la democracia burguesa. La estructura básica de
sus contenidos, nos dice que, la mentalidad alemana, la estructura de la sociedad, y la
evolución institucional ha seguido un curso diferente en comparación con las otras
naciones de Occidente, que tuvieron un desarrollo "normal" de sus historias.

El historiador Hans-Ulrich Wehler 9 de la Escuela de Bielefeld fue el primero en retomar


la tesis según la cual Alemania habría seguido una ruta diferente a partir de las décadas
de 1860-70, cuando la modernización económica se llevó a cabo, pero la modernización
política no sucedió (llevando finalmente a Alemania a una “catástrofe”) y la antigua
élite rural de Prusia quedó con el control del ejército, la diplomacia y la administración
pública. Tradicional y con características “premodernas” la sociedad aristocrática luchó
contra una sociedad burguesa emergente que buscaba modernizar la sociedad.
Reconociendo la importancia de la modernización de las fuerzas en la industria y la
economía y en el ámbito cultural, Wehler sostenía que el tradicionalismo reaccionario
era dominante en la jerarquía política en poder de Estado en Alemania, así como las
mentalidades sociales y en las relaciones de clase (Klassenhabitus).

8
Remito al lector a la lectura de un fragmento del ensayo en
http://www.inabima.org/BibliotecaINABIMA---/M-Z/M/Marx,%20Karl/Marx,%20Karl%20-
20La%20burgues%EDa%20y%20la%20contrarevoluci%F3n.pdf.
9
La tesis del sonderwg alemán o camino único a la modernidad, fue originalmente planteada por Wehler
para explicar el origen distintivo del nacionalsocialismo,caso excepcional sobre un mecanismo
historicista causal. Para profundizar al respecto, véase George Steinmetz, “German exceptionalism and
the origins of Nazism: the career of a concept” en Ian Kershaw y Moshe Lewin, Stalinism and Nazism:
Dictatorships in Comparison, 1997, Cambridge, Cambridge University Press, p. 251-53 y Hans-Ulrich
Wehler, The German
Empire18711918,1985,Berg,LeamingtonSpa,p.7.http://www.ghidc.org/publications/ghipubs/bu/026/b26w
ehler.html.
6
A partir de la década de 1960, historiadores como Fritz Fischer 10 y Hans-Ulrich Wehler
argumentaron que, a diferencia de Francia y Gran Bretaña, Alemania había
experimentado una modernización "parcial", en la que las transformaciones en la
industrialización no fueron seguidas por los cambios en las esferas política y social, que
siguió siendo dominado por una élite aristocrática "pre-moderna". El punto de inflexión
decisivo habría estado en la revolución de 1848, cuando los liberales alemanes no
pudieron hacerse con el poder y, en consecuencia emigraron o decidieron resignarse a
ser gobernados por una élite reaccionaria, en una sociedad que enseñaba a sus hijos la
obediencia, la glorificación del militarismo, y el orgullo que se instalaba como un
complejo concepto de la cultura alemana. Durante la segunda mitad del Segundo Reich,
desde 1890 a 1918, este orgullo, se convirtió en arrogancia. Desde 1950, los
historiadores, como Fischer, Wehler, y Hans Mommsen han dibujado una dura
acusación de la elite alemana del período 1870-1945, acusandolos de promover los
valores autoritarios durante el Segundo Reich, siendo el único responsable por el
lanzamiento de la Primera Guerra Mundial, sabotear la democrática República de
Weimar, y la complicidad con la dictadura nazi en la represión interna, la guerra y el
genocidio. En opinión de Wehler, Fischer, y sus partidarios, sólo la derrota alemana en
1945 pudo poner fin a la estructura social "premoderna" que había llevado a Alemania a
sostener un autoritarismo tradicional y su variante más radical, el nacionalsocialismo.

Otra versión de la tesis Sonderweg surgió en los Estados Unidos en la década de 1950-
60, cuando los historiadores como Fritz Stern y George Mosse 11 examinaron las ideas y
la cultura del siglo XIX en Alemania, sobre todo las virulentamente antisemitas
völkisch movimiento. Mosse y Stern llegaron a la conclusión de que la élite intelectual
y cultural en Alemania por lo general optó por rechazar conscientemente la modernidad
y con ella los grupos a los que se identifican con la modernidad, como los Judíos, y
abrazó el antisemitismo como la base de su concepción del mundo (conformando una
“visión del mundo”). Sin embargo, en los últimos años, Stern ha abandonado su
conclusión y ahora se opone a la Tesis Sonderweg, sosteniendo el punto de vista de que
el movimiento völkisch solo fue un mero "trasfondo oscuro" en el Segundo Reich.

Helmuth Plessner, por ejemplo, habló de la "nación tardía" (Nación verspätete), lo que

10
Fischer, Fritz, Germany's Aims in the First World War, W.W. Norton & Company, Inc., 1967.
11
Stern, Peter, The Politics of cultural Despair; Mosse, the Crisis of German Ideology; F. Ringer; the
decline of The German Mandarins, Cambridge, Mass, 1969.
7
derivo en un retraso en la creación de un Estado-nación desde arriba. Otros historiadores
han argumentado que el nacionalismo desempeñó un papel destructivo, precozmente, al
ayudar a la constitución de una derecha agresiva en especial durante el Segundo
Imperio. Ernst Fraenkel, Karl Dietrich Bracher , Gerhard A. Ritter, Rainer M. Lepsius, y
otros identificaron poderosas deficiencias, en el largo plazo, en la conformación del
sistema de gobierno del Imperio: que tendió a bloquear el desarrollo del
parlamentarismo, instalando la severidad del sistema de fragmentación de los partidos
que tendieron a parecerse a bloques autónomos, estos factores se vieron potenciados
durante Weimar y contribuyeron a su degradación. Leonard Krieger, Stern Fritz, Mosse,
George y Sontheimer Kurt hicieron hincapié en elementos liberales de corte
antipluralista en la cultura política alemana sobre las cuales el nacionalsocialismo tuvo
la posibilidad de construirse12.

Hans Rosenberg13 y otros argumentaron que las élites preindustriales, especialmente los
propietarios de tierras al este del Elba (los Junkers), el nivel de funcionarios públicos
superior y el cuerpo de oficiales conservaron gran poder e influencia hasta bien entrado
el siglo XX. A largo plazo, esto representó un obstáculo a la democratización y el
parlamentarismo. Como Heinrich August Winkler 14 ha demostrado, su esfuerzo se ve en
el papel nefasto de los intereses agrarios en el colapso de la República de Weimar. La
unificación de Alemania por medio de "sangre y hierro" bajo la hegemonía de Prusia
amplió la influencia política y el peso social del cuerpo de oficiales con sus reclamos de
estado orientada a la exclusividad y la autonomía. Junto con las viejas elites, muchos
preindustriales y las normas tradicionales, formas de pensar y modos de vida también
tuvieron la capacidad de sobrevivir. Estos incluyen la perspectiva autoritaria y
reclamaciones antiproletarias de la pequeña burguesía, así como elementos de la clase
política militarista de la cultura media, como la institución del "oficial de la reserva”.
Max Weber criticó la "feudalización" de la alta burguesía, lo que habría tendido a
establecer la representación desproporcionada de la nobleza en la política, así como las
normas y prácticas aristocráticas en lugar de luchar por el poder en sus propios términos
12
Kocka, Jürgen; Asymmetrical Historical Comparison: The Case of the German Sonderweg, Source:
History and theory, Vol. 38; No. 1 (feb., 1999), pp 40-50. Y German History before Hitler: The Debate
about the German Sonderweg Journal of Contemporary History, Jan 1988, Vol. 23; No.1, pp 3-16.
13
Rosenberg, Hans, Bureaucracy, aristocracy, and autocracy: the Prussian experience, 1660-1815,
Cambridge Massachusetts, (1958) Beacon Press 2nd.ed.,1966
14
Winkler, Heinrich August, Germany: The Long Road West. Vol. I: 1789–1933, Oxford: Oxford U.P.,
2006;
8
o cultivar una cultura de clase media claramente. Carecer de la experiencia de una
exitosa revolución desde abajo, educando en un larga tradición de reformas llevadas
burocráticamente desde arriba, y desafiado por el creciente “movimiento de los
trabajadores”, la burguesía alemana habría sido relativamente débil y, en comparación
con Occidente, casi una clase “no burguesa.

Los principales críticos de la Tesis Sonderweg han sido dos historiadores marxistas
británicos, Geoff Eley y Blackbourn David, quienes en su libro de 1984 “Las
peculiaridades de Historia Alemana” 15 (publicado por primera vez en alemán en 1980
como deutscher Mythen Geschichtsschreibung: Die gescheiterte bürgerliche Revolución
von 1848 ) argumentaron que no hay un curso "normal" de cambio social y político, que
la experiencia de Francia y Gran Bretaña en el siglo XIX no era la norma para Europa (
o para otras regiones del mundo), y que incluso él alemán de la clase media liberal, sin
poder en el nivel político nacional, sin embargo, dominó, económica y culturalmente la
vida social del siglo XIX en Alemania. Este aburguesamiento de la vida social alemana
fue mayor que en Gran Bretaña y Francia, que en opinión de Eley y Blackbourn fue
claramente marcada por los valores aristocráticos, de lo que fue en Alemania.
Blackbourn y Eley rechazaron en su totalidad la tesis Sonderweg como una construcción
histórica defectuosa que al mismo tiempo, estuvo contenida por "una curiosa mezcla de
análisis idealista y del materialismo vulgar" que dio lugar a una "continuidad lineal
exagerada entre el siglo XIX y la década de 1930". En su opinión no hay Sonderweg, y
resulta anacrónico y estéril juzgar por qué Alemania no se convirtió en Gran Bretaña
por la sencilla razón de cada una de esas sociedades tuvo trayectorias bien
diferenciadas. Además, sostuvieron que después de 1890 hubo una tendencia hacia una
mayor democratización en la sociedad alemana con el crecimiento de la sociedad civil
lo que se reflejaba en el crecimiento de los sindicatos y en la mayor libertad de prensa.

15
Blackbourn, David and Eley Geoff, The peculiarities of German history : bourgeois society and politics
in Nineteenth-Century Oxford, GB : Oxford University, 1984.pp 1-35.
9
Capítulo III.

La Sociedad en el laberinto del Estado alemán.

La unificación política del estado alemán, con el avance consecuente del rey de Prusia y
su transformación en emperador de Alemania y la instalación de Berlin, la capital de
Prusia, y su conversión en la capital del II Reich alemán, no lograría de un solo golpe la
integración de las numerosas sociedades locales y regionales ni la unificación de sus
códigos de comportamiento e ideología. Aunque, está claro que la unificación dio un
marco de referencia institucional y que posibilitó la unidad de los intereses de una elite
dirigente alemana. Este proceso insertaría al país en un rápido proceso de nivelación, de
recuperación y en un intento de superación con respecto a las sociedades de las viejas
potencias europeas. Es bajo la presión de esta rivalidad que Alemania se involucraría en
un acelerado proceso de modernización que daría un fuerte impulso a los grupos
fuertemente especializados, a la burguesía industrial, comercial, a los grupos de
profesionales y al proletariado industrial. 16

Ahora bien, cuando nos enfocamos en el estado alemán la importancia de la sociedad


civil tiende a disolverse. Y solo parece ser importante cómo recurso del Estado. Esto
hace que tengamos la tendencia a olvidar que es el Estado el que es un recurso de la
sociedad civil, y no a la inversa. Hasta ahora el gran dilema a resolver había sido cómo
es posible que una clase social tomara el poder del Estado e institucionalizará a través
de esa acción sus propios intereses al conjunto de la sociedad. Por supuesto que este
dilema, es claramente un problema de la modernidad. Dado que hemos pasado de la
conquista del poder a través del enfrentamiento entre los príncipes, a la conquista del
poder a través del sistema de partidos políticos, los que deben representar los intereses
de diferentes grupos.

Como ejemplo podemos citar que a principios del siglo XIX, los estudiantes
corporativos eran, quienes formaban la avanzada en la lucha por una mayor igualad
entre las personas y en ese sentido, también los representantes de un impulso hacia lo
que N. Elias denomina “informalización”, y que intentaban hacer más flexibles los
antiguos rituales de desigualdad. De esa forma, el objetivo de unificar Alemania iba
unido, al de imponer constituciones democráticas de los estados alemanes, y esto era

16
Elias, Norbert, Los alemanes, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 1999. pp
61-74
10
visto como un paso previo para la conformación de un Parlamento alemán. Es evidente
que estas asociaciones estudiantiles eran predominantemente burguesas y que tendían a
ocupar un lugar menos importante en la estructura jerárquica de la sociedad. Sin
embargo, hasta el estallido de la guerra franco-prusiana, las asociaciones estudiantiles
tenían una tradición, que era fundamentalmente civil, esto la diferenciaba de las
asociaciones corporativas (korps) que eran más aristocráticas y que por ende no tenían
las mismas metas nacionales y sociales.

Una vez concretada la unificación, se dio un proceso de transformación en donde


burguesía y nobleza, agrupados en torno al emperador y su corte tendieron a amalgamar
escalas de valores que eran representativas de lo que podríamos llamar una cultura
común, que puede observarse en el cuidado de los asuntos de cortesía, buenas maneras y
decencia en el trato social, con su consecuente protocolización de rituales. Sin embargo,
esta vinculación entre burguesía y nobleza tuvo fuerte connotaciones sincréticas, dado
que tendieron a convivir el canon burgués de cultura y moral con la fuerte tradición del
código de honor guerrero.17

Luego de 1848, existía en los estados alemanes, la misma prohibición sobre sociedades,
clubes o cualquier otra forma de asociación que tuviera existencia colectiva y que
pudiera ejercer acciones sobre los poderes constituidos. Estas prohibiciones se
instalaron en el resto de Europa y tenían la función de mantener la armonía de la
sociedad. A pesar de ello, no podemos olvidar la fortaleza de los gremios de artesanos y
oficios que regulaban la actividad laboral, la formación y aprendizaje de sus asociados,
estableciendo una estricta jerarquía entre ellos (aprendices, oficiales, maestros).
También los amparaba en caso de desgracias como la viudez, orfandad o enfermedad, a
través de pensiones, asignaciones o el mantenimiento de hospitales. Desarrollaron
igualmente labores de carácter religioso expresadas en la veneración de de ciertos
rituales particulares y la creación de cofradías.18

Estos gremios tendieron a hacerse más fuertes con la instalación del Zollverein (1833) y
mantuvieron su capacidad de negociar colectivamente ante los órganos de

17
Idem, pp 74-147
18
Economic Crisis and the Petite Bourgeoisie in Europe during the Nineteenth and TwentiethCenturies.
Report on the Fourth Round Table of the European Research Group on theProblems of the Petite
Bourgeoisie in Nineteenth- and Twentieth-Century Europe, Held atParis-Nanterre, 4-5 May
1984Author(s): David BlackbournSource: Social History, Vol. 10, No. 1 (Jan., 1985), pp. 95-
104Published by: Taylor & Francis, Ltd.
11
administración locales. El proceso de unificación y la instalación del imperio hacía
1871, fueron conformando una burocracia estatal que tendió a limitar la capacidad de
estas organizaciones gremiales, pero al mismo tiempo la rápida urbanización
acompañada del avance de los transportes modernos permitió la libre circulación de
fuerza de trabajo, en un contexto en donde la experiencia de los gremios seguía
presente, se encontró asimismo reinsertada en las estructuras del nuevo proletariado
industrial. Debemos recordar aquí que la tasa de sindicalización en las nuevas
federaciones profesionales, fue de las más importantes de Europa, rivalizando inclusive
con Inglaterra. 19

En la segunda mitad del siglo XIX, la “cuestión social” se encontraba fuertemente


instalada en toda Europa. Fue a partir de ella, que se establecieron negociaciones e
intermediaciones constantes entre el estado y la sociedad. El objetivo de todas ellas fue
la reproducción del sistema social. Ciertamente, la interfase más importante de estas
negociaciones, estuvo dada por el acceso de grupos sociales más amplios al derecho a
peticionar o incluso a demandar ante el estado, mejores condiciones de existencia. En
Alemania, la elite dirigente debió enfrentarse a un escenario de desafíos sociales
similares. De hecho, hasta la guerra franco-prusiana (1870-1871), puede decirse que
había en la nobleza junker una gran afinidad hacía los valores y el estilo de vida de la
elite dirigente francesa y hacia como esta había lidiado con sus problemas sociales,
estableciendo un hilo de continuidad que le había permitido lograr un desarrollo
industrial, sostenido por la alianza entre capital industrial y financiero. 20

Es a partir de este punto desarrollado que necesitamos hacer una digresión, a los efectos
de hacer foco, sobre los casos que suelen estudiarse como las vías posibles hacia la
democratización de la sociedad (mismos que han estado presente en el debate
Sonderweg).

19
Todd, Lisa M. Conference Group for Central European History of the American Historical Association
Localism, Landscape, and Hybrid Identities in Imperial Germany: Central European History, Vol. 39, No.
1 (Mar., 2006), pp. 123-130 Published by: Cambridge University Press on behalf of Conference Group
for Central European History of the American Historical Association Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/20457097.
20
John, Michael, The Past and Present Society The Peculiarities of the German State: Bourgeois Law and
Society in the Imperial Era: Past & Present, No. 119 (May, 1988), pp. 105-131 Published by: Oxford
University Press on behalf of The Past and Present Society Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/651022
12
Cabe recordar, siguiendo a Pierre Rosanvallon 21, que más que el inglés o el
norteamericano, el siglo XIX francés fue el laboratorio mejor equipado de la
modernidad política. Si bien estos tres países vivieron, a mediados de aquella centuria,
una similar ampliación del sufragio que entrelazó los principios liberales con los
democráticos, en Francia la experiencia del cambio fue más radical y convulsionante.
Los Estados Unidos habían surgido a fines del siglo XVIII como una nación moderna,
republicana y federal, sin la herencia de un ancien régime corporativo y absolutista.
Gran Bretaña, por su parte, era una sólida monarquía parlamentaria que desde el siglo
XVII había resistido con éxito las tentaciones republicanas. Francia fue, pues, el único
Estado nacional europeo que logró transitar, en el lapso de un siglo, es decir, entre 1789
y 1875, de una monarquía absoluta a otra parlamentaria y de un imperio liberal a una
república democrática. Semejante metamorfosis, en tan poco tiempo, sólo podía ser obra
de un alud de revoluciones sociales y políticas (1789, 1830, 1848 y 1871).

El hilo conductor de la historia en la modernidad, es la institucionalización del sufragio


universal. El punto de partida es la radical novedad que implicó el sufragio dentro de las
tradiciones cristianas y liberales de la política occidental. La elección de representantes
con apego al principio de la soberanía popular era practicada en Europa desde la Baja
Edad Media y, en Francia, monarquía de inconstante parlamentarismo, había sido
reclamada por los monarchomaques y la Fronda en el siglo XVII y por los
enciclopedistas en el XVIII. Pero esos ejercicios de la representación eran estamentales
o corporativos y proyectaban un imaginario organicista de la sociedad. La idea del
sufragio como derecho universal del ciudadano-elector, que sustituye la imagen del
reino holístico por la de una comunidad de individuos libres, no aparece hasta Locke y
la filosofía ilustrada y no comienza a aplicarse plenamente hasta mediados del siglo
XIX. 22

Parece claro que, al propugnar la igualdad política entre todos los individuos, el sufragio
rompe con las doctrinas previas de raíz judeocristiana, como el liberalismo y el
socialismo, cuyas percepciones negativas del derecho se limitaban a la consagración de
la igualdad social y económica. La historia del sufragio es, pues, la historia de la

21
Rosanvallon, Pierre, La consagración del ciudadano: historia del sufragio universal en Francia, Instituto
Mora, Buenos Aires, 1999.
22
Idem. pp. 67-89
13
democracia y sus entrecruzamientos con el liberalismo y el conservadurismo, la
república y la monarquía, el socialismo y el fascismo.

En Francia, antes de su normalización a partir de la Tercera República de 1875, el


sufragio experimentó, tres "momentos del ciudadano". El primero fue la arquitectura
social de una "ciudadanía sin democracia", intentada por Napoleón Bonaparte durante
los años del Consulado y el Imperio, en la que una ampliación del sufragio "desde
abajo", reflejada en la Constitución del Año VII, se contrae "desde arriba" con las "listas
de confianza" que imponen los colegios electorales, fieles al emperador, y con los
mecanismos plebiscitarios de esa mezcla única, aunque muy repetida, entre legitimidad
republicana y monárquica. El segundo momento fue el "orden de las capacidades" o de
"los diplomados en derecho", adoptado parcialmente por la Restauración borbónica de
1815 y luego totalmente por la Monarquía de Julio, en 1830, el cual consistía en un
sufragio censitario e indirecto de los propietarios notables y mejores contribuyentes del
reino. Así se llega al tercer momento: el decreto del 5 de marzo de 1848, que proclamó
el derecho al voto directo de todos los franceses mayores de 21 años. 23

Sin embargo, este logro de la Revolución de 1848, más que como una ley promotora de
la democracia, fue entendido como un símbolo de cohesión social y política entre los
franceses o como una garantía de la fraternidad y no de la libertad. Fueron muchos los
intelectuales republicanos celebraron en el sufragio un Arca de la Alianza que
refrendaba la unidad nacional, en vez de una norma que posibilitaría el pluralismo
político.

Es precisamente, el hecho de que el sufragio fuera visto como la posibilidad del orden y
no de consenso de diversos intereses en pugna, lo que contenía la semilla de un "hilo
antiliberal" e, incluso, "antidemocrático" en esa comprensión del sufragio que luego se
incorporará al Segundo Imperio y a la Tercera República. La razón de esta paradoja, en
apariencia, tiene que ver con la naturaleza revolucionaria de la modernidad política en
Francia. A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña había alcanzado el voto universal
masculino por medio de una evolución jurídica de los antiguos derechos electorales.
Francia, en cambio, llegaba al mismo punto tras una desgarradora fractura social. Esto
provocó que la cultura francesa hiciera del voto universal y directo un emblema de paz
y concordia que acabaría para siempre con las inveteradas guerras civiles.

23
Idem, pp. 101-115
14
Después de la guerra franco-prusiana y la Comuna de París (1871) el sufragio comenzó
a ser identificado con la forma republicana de gobierno, reforzando así su sentido
armonizante. Hasta los enemigos conservadores o monarquistas de esa institución, como
Ernest Renan o Gustave Flaubert, la cuestionaban no sólo por amenazar el liderazgo de
la aristocracia, sino por su voluntad de erigirse en símbolo nacional.

En Alemania, la secuencia fue muy diferente y si bien la constitución federal de 1871,


dotaba al sistema de un barniz constitucional, estaba muy lejos de serlo. Sin embargo, es
imposible sostener que no hubiera una vida asociativa rica y llena de posibilidades.
Hemos visto que no sólo había organizaciones burguesas que llevaban adelante
objetivos políticos concretos. Sino que, además había una tradición muy fuerte de los
antiguos gremios, que luego desemboco en los sindicatos organizados.

Hasta aquí la tesis de la vía especial nos trae las resonancias de la hipótesis central de
Tocqueville, sobre las continuidades de los procesos centralizadores y de cómo estos
aniquilan los poderes intermedios. Se tiende a pensar la historia desde las rupturas y a
encontrar los argumentos de las continuidades, únicamente en la reproducción del orden
social.

Si pensamos en la importancia que tuvo la reforma protestante, como mecanismo de


intermediación y como critica del status quo entre diferentes grupos sociales podemos
intentar comprender como fue posible, que el más protestante de los estados alemanes,
Prusia, fuera la fuerza centrípeta que posibilitó la unificación. Al mismo tiempo,
debemos recordar que un tercio de la población de Prusia era católica, lo cual los
ubicaba en un lugar de incomodidad manifiesta, dado que en un momento en que
Alemania necesitaba reafirmar su sentido de nación, debía de alguna manera estar en
competencia con otro estado, el Vaticano. La crítica liberal (1871-1878) hacía la Iglesia
católica, en Alemania, se desarrollara con un especial ímpetu que fue, al mismo tiempo,
sostenido y legitimado por el estado Bismarkiano (Kulturkampf), por lo menos mientras
los liberales no agudizaran su interés por el poder político y el cambio social y político-
institucional, situación esta que obligará a Bismarck a buscar apoyo en la Iglesia
Católica y en la comunidad católica en general. En ese sentido el estado; mientras duró
el conflicto de intereses, hubo de lidiar con constantes manifestaciones populares que
defendían la fé de la Iglesia Católica, así como también mucho de los rituales clásicos
en donde dicha religiosidad se manifestaba (por ejemplo, las peregrinaciones hacia

15
donde se mantenía que había sido vista la virgen María). El objetivo de la burguesía
liberal y del estado alemán era socavar el control que los sacerdotes católicos tenían
sobre sus feligreses (ley de matrimonio civil 1874-1875). La resistencia popular que el
mundo católico generó fue integrada dentro de las disciplinas y los rituales de la Iglesia
impulsados por la piedad y diferentes formas de devoción.24

Al mismo tiempo, las vías de integración de los diferentes grupos sociales a las
administraciones regionales y el volumen de las peticiones sugieren formas modernas
de acción social y política. Y nos Ofrecen un importante recordatorio de que, en
momentos de rápidos cambios en las formas de comunicación y movilidad creciente de
la sociedad, basta cruzar los límites entre lo que la sociedad tolera y lo que le interesa al
estado para que los mismos recursos de lucha sean utilizados en contra del estado o de
los grupos sociales de interés que lo sostenían.

Esto parece ser cierto, sobre todo, cuando la mayoría de las características de las
instituciones liberales: las asociaciones voluntarias, las actividades culturales,
educativas, filantrópicas o políticas, que fueron el vehículo clásico utilizado por ellos y
por él estado para tratar de movilizar y formar a la opinión pública. Son reutilizados por
otros grupos de interés y de presión para defender una costumbre o un derecho
adquirido por la fuerza de los hábitos. 25

En efecto, este parece haber sido el recurso mediante el cual, durante el siglo XIX,
trataron de crear una esfera pública (Öffentlichkeit), así como también la simbología de
una sociedad de ciudadanos capaces de deliberar de manera independiente ante el
Estado, la Iglesia y las empresas. Basta pensar tan solo en la instalación de las leyes
sociales que se establecieron entre 1883 y 1884 (accidentes de trabajo, enfermedad,
invalidez y vejez) para sostener la idea de que la esfera pública creada era la válvula de
escape para las tensiones de la sociedad. A estas leyes se sumaron un conjunto de
normas y reglas, que tenían como objetivo mantener la gobernabilidad, en un contexto
de demandas constantes de diferentes grupos de presión. 26

24
David, Blackbourn, Progress and Piety: Liberalism, Catholicism and the State in Imperial Germany:
History Workshop, No. 26 (Winter, 1988), pp. 57-78 Published by: Oxford University Press Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/4288854
25
Eley, Geoff and Retallack James, ed., Wilhelminism and its legacies : german modernities,
imperialism, and the meanings of reform, 1890-1930 New York, US Berghahn Books 2003. pp 1-16.
26
John, Michael, The Past and Present Society The Peculiarities of the German State: Bourgeois Law and
Society in the Imperial Era: Past & Present, No. 119 (May, 1988), pp. 105-131 Published by: Oxford
16
En la década anterior a la Primera Guerra Mundial, el Imperio Alemán fue criticado
con tanta violencia, por parte de diferentes grupos de presión (organizaciones civiles,
periodistas y de todo el espectro político) que muchos contemporáneos comenzaron a
dudar sobre su continuidad institucional (como ejemplo, podemos citar el escándalo del
Daily Telegraph en 1908 y el incidente Zabern en 1913) el Reich como sistema de
gobierno estaba seriamente en duda, y esto era una novedad. De la misma manera que
había ocurrido a mediados del siglo XIX, se instaló un fuerte debate social sobre la
necesidad de un cambio constitucional, que tuviera la posibilidad de refrendar en la
27
cúpula del estado, las manifestaciones políticas de una sociedad más demandante.

El proceso de centralización administrativa del Estado Alemán, y su consecuente


estructuración en el Imperio Alemán en 1871, habían tendido a mantener en un inestable
equilibrio a las fuerzas políticas y sociales de la vasta heterogeneidad territorial y
cultural de Alemania. La hegemonía implantada por Prusia debió negociar
constantemente con los polos de poder. Sin embargo, parece una tautología hablar de
poder en términos generales, por lo cual, aquí se hace necesario explicitar que aquellos
que tenían el poder administrativo no eran los mismos que detentaban el poder
económico. Y que en muchos casos los roles se intercambiaban. Hablar de la nobleza
prusiana, de los campesinos, de la burguesía y del proletariado urbano, equivale a
simplificar una escala cromática mucho más rica en matices.

University Press on behalf of The Past and Present Society Stable URL:
http://www.jstor.org/stable/651022
27
Moeller Robert G., Peter N. Stearns The Kaiserreich Recast ? Continuity and Change in Modern
German Historiography: Journal of Social History, Vol. 17, No. 4 (Summer, 1984), pp. 655-683
Published by: Peter N. Stearns Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3787387.
17
Capítulo IV.

La lucha de la sociedad por el reconocimiento del estado.

Está claro que la primera década del siglo XX, en Alemania, se trato de un periodo de
considerable dinamismo económico, con nuevas reglas, nuevas fuentes de capital,
nuevos métodos de recaudación de impuestos, un aumento en el uso del dinero y una
intensificación del control del trabajo. Al mismo tiempo, los diversos gobiernos
regionales tendieron a tener una política militarista basada en la creciente fuerza del
estado centralizado alemán, y en una lógica Bismarckiana en donde el estado había
avanzado gracias a la fuerza del ejército alemán28.

El crecimiento del estado alemán, vino de la mano del crecimiento de las ciudades y
como consecuencia de ello se modificaron los grupos sociales organizados en torno de
la sociedad política. Al mismo tiempo, hubo un incremento de las actividades de la
sociedad civil cuya expresión más evidente se dio en las peticiones de mejoras en la
calidad de vida, aumento de la infraestructura urbana, solicitud de vivienda y
condiciones de trabajo menos duras.

Es una tendencia generalizada, ver a la construcción de los partidos políticos como la


expresión más notable del avance de la modernidad y consecuentemente de la
participación de la sociedad en las decisiones de política gubernamental. Hasta aquí,
hemos expuesto la existencia de una esfera pública diversa y compleja que se desarrollo
en el espacio geográfico del Imperio Alemán. La experiencia de lucha y demanda social
sobre el estado, construyo la posibilidad de articular vivencias políticas, que luego
pudieron ser reutilizadas para la conformación de partidos políticos. Antes de 1914,
Alemania tenía más de seis partidos políticos principales (estos reflejaban las divisiones
de la sociedad alemana, por región, religión y clase social) y por lo menos una decena
de otros partidos políticos minoritarios. 29

El estado alemán, a través del Reichtag, dio cabida a la participación política con el
recurso del sufragio, censitario primero y de hombres luego, a través del sistema de
partidos. Sin embargo, esta participación no contenía las posibilidades del pluralismo
social y la integración de la sociedad al conjunto de las decisiones de la política

28
Evans, Richard. La llegada del Tercer Reich. El ascenso de los nazis al poder. Barcelona, Península,
2005. En términos de Evans, el ejército fue un estado dentro del estado. Pp. 33-44
29
Idem, pp. 45-50.
18
gubernamental. Fue como lo afirmo P. Rosanvallon, para el caso francés, la manera con
la que la elite dirigente Alemana intento armonizar el conflicto. Una confrontación
devenida de la ausencia de políticas que tuvieran en cuenta a la mayoría, solo podía
derivar en una escalada de tensiones sociales.

Fue así como el sufragio se instaló en Alemania, como una forma de reafirmar la unidad
nacional. El drama de la unidad nacional, en un país dividido por fuertes tensiones
étnicas, culturales y sociales, era el gran valor universal al que aspiraba la elite
dirigente. Si bien el estado había logrado centralizarse con cierto éxito. Era evidente, a
comienzos del siglo XX, que la aspiración a la nación alemana, era un sueño que
tardaría en realizarse. Pero al mismo tiempo, la urgencia en constituirse como un gran
imperio nacional amalgamando etnias, lengua y cultura en un único espacio territorial,
fue empujada por la lógica de la confrontación, que se estaba llevando a cabo, entre las
grandes potencias industriales, por el dominio del mundo. 30

La participación de Alemania en la primera guerra mundial, movilizó a miles de


personas al espacio público. Ahora bien, esa multitud movilizada no se genero
espontáneamente, fue el producto de la experiencia de demandas públicas, sin
participación política real. De alguna manera, puede decirse que la sociedad clamaba
por reconocimiento de parte del estado imperial alemán y esta fue una oportunidad
única de hacerle sentir al representante del poder político (el Kaiser) que había una
sociedad que tenía una voz estruendosa y que quería tomar decisiones sobre su presente
y su porvenir. 31

Esta movilización, que suele tomarse como explosión de un nacionalismo belicista


alemán, instalo como nunca antes a las masas en las calles, en los clubes, en los bares.
Diversas organizaciones de la sociedad civil se autoconvocaron para instalar la
discusión política de la guerra. El estado alemán nunca imagino que al convocar a la
nación alemana, estaba conculcando los poderes que había adquirido a lo largo de más
de sesenta años. Al mismo tiempo, cuanto más agudizamos la mirada sobre estos
eventos, menos certera se vuelve la noción de que las elites conservadoras y autoritarias
pudieron, con relativa facilidad, movilizar y manipular el sentimiento patriótico de la

30
Hewitson, Mark, The Kaiserreich in Question: Constitutional Crisis in germany before the First World
War. Source: The Journal of Modern History, Vol.73, No 4 (Dec., 2001), pp. 725-780.
31
Fritzsche, Peter. De alemanes a nazis, 1914-1918. Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2006, pp. 29-42.
19
multitud.32

La sociedad demostró, hasta que punto estaba consustanciada con la práctica política, en
el único espacio en donde el estado se lo había admitido, La Guerra. De alguna manera,
la guerra fue el gran condensador de la voluntad de poder político. Dado que doto a
miles de seres humanos de la experiencia de lucha, cooperación, victoria y derrota.

Al final, cuando atormentados por la incertidumbre del futuro, muchos de los soldados
que regresaron pasaron a engrosar las filas de una generación de alemanes que había
perdido el sentido de sus vidas en la sociedad civil. Incapaces de integrarse, de tomar
iniciativa y encauzar sus vidas tal y como la habían dejado, encontraron en la
participación política una forma de rehacerse. 33

Fueron las circunstancias internas e internacionales, que culminaron en la instalación de


la República de Weimar, las que hicieron poco probable la instalación de una práctica
política democrática. De hecho, como lo hemos mencionado con anterioridad, la
ampliación del sufragio y la participación política fueron producto de la necesidad de
pacificación de la sociedad y no de la instalación de rituales de consenso y tolerancia
democrática. La unidad que se intentaba aplicar, no era parte de un principio de unidad
en la diversidad. Todo lo contrario, era el corolario de una crisis de gobernabilidad que,
para resolverse, debió dejar librado el camino de la participación, a cualquier fuerza
política que estuviera en condiciones de retornar al orden. 34 En todo caso, podemos
decir que en el preciso momento en que las elites dirigentes pensaron que habían
resuelto el problema social, la sociedad cambio los términos del problema y las
tensiones que debieron minimizarse fueron fuertemente polarizadas.

Podemos afirmar, siguiendo a I. Kershaw, que el modo que tuvo el nacionalismo de


desarrollarse en Alemania a fines del siglo XIX consolido un conjunto de ideas que
tuvieron continuidad luego de 1914. Al mismo tiempo, fueron persistentes, el
sentimiento omnipresente de la guerra, de unidad incompleta, de conflicto y división
persistentes, incluso crecientes dentro de un estado que centralizado, mantenía la idea de
la nacionalización de un pueblo alemán, en términos de un todo omnipotente.

Fue sobre esa sedimentación que pudo enraizarse el partido nazi, al explotar la creencia

32
Idem, pp. 34-38.
33
Weitz, Eric. La Alemania de Weimar. Barcelona, Turner, 2009. pp. 35-38
34
Idem, pp. 48-55.
20
de que el pluralismo, era en cierto sentido, antinatural y malsano en una sociedad como
la alemana. La visión hegemónica en la sociedad tendió a ver en él un signo de
debilidad y de la división interna y el desequilibrio constantes. No falto mucho para que
llegaran a la conclusión de que se podían reducir y eliminar los intereses contrapuestos,
sustituyéndolos por la unidad y la comunidad nacional.35 El sufragio, solo adquirió
sentido en tanto contenía la posibilidad de armonizar y pacificar internamente una
sociedad que clamaba por la participación. El revés de que la fuerza del sufragio fuera
disminuida, trajo como corolario un fuerte sentimiento de hostilidad hacia la
heterogeneidad y una adscripción unánime hacia la homogeneización de la sociedad.

Epílogo.

Algunas consideraciones finales sobre el conjunto de fuerzas que se oponen al


poder.

A lo largo del presente artículo, he sugerido que la sociedad alemana ensayo formas
diferentes de resistencia e insumisión. Que estás formas, estaban presentes por lo menos
desde 1848. Asimismo, no desconocemos que el estado centralizado alemán mostro la
difusión generalizada del poder en cada aspecto de la vida privada o pública en donde
pudo penetrar. Sin embargo, no debemos pensar que existía un poder único del estado
que pudiera ser contenido por las fuerzas de la aristocracia prusiana o de los grupos de
la burguesía en ascenso. La elite dirigente mostro su poder en todas partes y es
indudable que la sociedad lo combatió siempre y cuando tuvo oportunidad de hacerlo. A
los largo de mediados del siglo XIX y comienzos del XX estamos en presencia de una
nueva forma de gestión de la práctica política de la sociedad, esto hizo que el ejercicio
del poder autoritario fuera combatido allí donde se lo encontraba. Debemos repensar las
formas que toma el poder, saber que no existe un lugar fijo para la expresión de la
autoridad, que ninguna figura se encarna específicamente, por esencia, pues actúa por
vía de energías sociales instalada en todos los lugares posibles e imaginables. Allí donde
hubo tensiones, el poder estuvo actuando sobre los sistemas de relaciones, de
vinculaciones. A lo largo de más de cincuenta años de historiografía, el problema ha
sido el poder del Estado alemán. Lo que sugerimos aquí es que la cuestión es hacer foco
sobre el estado del poder, en una situación dada en un momento histórico determinado.
Observar los silencios, la fluidez de las relaciones o su cristalización, los edificios y las

35
Kershaw, Ian. Hitler, 1889-1936. Barcelona, Península, 2000 . pp. 93-105
21
ruinas que va dejando la estela de la lucha por el reconocimiento político de un grupo
social determinado.

El nacionalsocialismo fue un momento en un movimiento y no un final, un punto


muerto, una paralización definitiva de la historia o un eclipse de la razón. Pensar esto
equivale a banalizar el fascismo. Todo parece servir para reciclar la eterna tesis
hegeliana de los fines, acorralada, pero inhallable. En todo caso, debiéramos resistirnos
ante la idea de que puede entenderse el pasado de una sociedad, solo a partir de un
momento de ruptura, y que al mismo tiempo, esta ruptura tiene la capacidad de explicar
algunas continuidades estructurales, como si nosotros mismos fuéramos ajenos a nuestra
propia experiencia. Esta discusión no es nueva, pero la persistencia de algunas
obsesiones históricas sobre los lugares que debe ocupar la sociedad, nos obliga a volver
la mirada sobre E.P.Thompson, al fín y al cabo nuestro único criterio no debería ser si
las acciones de una sociedad están o no justificadas a la luz de la evolución posterior.

Debemos recordar que el campo de concentración constituyó la máxima exacerbación


de lo político, donde se encontró legitimada la sumisión de una categoría de seres
humanos a otra, nuevos señores, nuevos esclavos. Donde se reinstaló una moral de
amos, asociada a su potencia, atravesando los deseos, sueños y aspiraciones de las almas
errantes, que fueron privadas de destino. La sociedad se asemeja al deportado en la
indigencia, la miseria, la ausencia de futuro, la condena a una reiteración sin esperanza
de terminar. Asimismo, la dinámica que instalaron, los campos, sobre el empleo del
tiempo, se asemeja a la que el estado intenta instalar en la sociedad: trabajo,
sufrimiento, pena, sometimiento a los ritmos impuestos por otro, sopas miserables,
salud precaria, esperanzas prohibidas, derechos para los señores, deberes para los
esclavos. El campo de concentración fue la imagen clara del infierno más o menos
velado en el que habían vivido los grupos sociales sin participación política en
Alemania.

22

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