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Uno de los fenómenos más importante vividos por la radio española en los últimos tiempos y,
posiblemente, en toda su historia es la llamada “radio de las estrellas”, un fenómeno no solo
puramente radiofónico sino con una enorme trascendencia social dada la situación privilegiada
del medio dentro del concierto de la comunicación.
Definimos la “radio de las estrellas” como aquella en la que priman los programas dilatados en el
tiempo, los llamados “bloques”, con más de tres horas de duración y conducidos por un solo
presentador que se convierte así, en un referente fundamental, no solo de su propia emisora,
sino también de toda la estructura del medio. Estrellas mediáticas, con una gran capacidad de
convocatoria independientemente del medio en el que estén, tal y como se demuestra cuando
algunas de esas estrellas emigran a otras cadenas y mantienen una audiencia fiel a su propio
protagonismo y forma de hacer ante el micrófono.
Un fenómeno que está marcando la radio actual en, al menos, cuatro de sus más importantes
aspectos:
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Esa misma falta de innovación es más evidente en las programaciones. La actual parrilla de
programación de las cuatro grandes cadenas es clónica, además de ser sustancialmente la
misma que en los primeros años 70.
El freno a los nuevos profesionales se pone de manifiesto con solo examinar los nombres que
figuran a la cabeza de los grandes bloques. Prácticamente los mismos, salvo problemas que
llamaríamos biológicos y con unas rotaciones siempre en la misma línea o con un carácter
absolutamente endogámico.
Por último, la existencia de una audiencia cautiva acostumbrada a “su estrella” radiofónica,
constituye un nuevo factor de estancamiento al reducir sensiblemente el espíritu crítico, y por
consiguiente, las exigencias de los oyentes.
Cuando se habla de que la radio en España está atravesando uno de sus mejores momentos, no
deja es ser una frase hecha o un tópico. En todos los foros se habla de la necesidad de innovar,
de buscar nuevos formatos, de segmentar las audiencias etc. La gran paradoja está en que los
mismos que hablan así en congresos y reuniones de especialistas y tienen responsabilidades
directivas, vuelcan todo el potencial de sus empresas en la radio convencional, en la radio
generalista, buscando audiencias millonarias, alargando hasta el infinito la situación que critican
o dicen necesitada de cambio.
Hasta los primeros años 70, tanto las pequeñas emisoras como las que entonces podían
calificarse de cadenas, montan sus esquemas de programación sobre el modelo que
denominamos “mosaico”. Se trata de programaciones construidas a base de pequeños
programas que pueden tener una duración de cinco minutos pero que no pasan, habitualmente,
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de una hora. La mayoría del tiempo se reparte entre espacios de quince y treinta minutos, con
tiempos intermedios para las guías comerciales. Estamos ante una programación atomizada, en
las que los programas, salvo excepciones, tienen poca personalidad. La popularidad entre la
audiencia se la lleva la emisora, el “todo” de la programación. El oyente, por lógica, lo es de una
emisora y la sigue con un altísimo grado de fidelidad. Si a lo anterior añadimos que las grandes
figuras de entonces, que las había, son fieles a su emisora y, además, hacen varios programas,
el resultado es el protagonismo de la emisora.
A partir de los primeros años 70 se empieza a implantar el modelo radiofónico, ya con éxito en la
radio europea, de grandes bloques. Las emisoras, ponen en antena grandes espacios, los
llamados “magazines”, con tres horas de duración mínima, dirigidos y presentados por una sola
persona. En las 24 horas de una programación -en los primeros 70 tampoco todas las emisoras
emitían 24 horas- los programas se reducen en número, a más horas de duración de cada
programa, menos títulos, menos nombres, menos presentadores. La lógica se impone y el
oyente “abandona” la fidelidad a una emisora para hacerse seguidor fiel de un programa
determinado.
Los nombres que se recuerdan ya no son los de las emisoras o las cadenas, ahora el recuerdo
es el título del bloque o “magazine”.
La situación anterior se prolonga en el tiempo y son muchos los programas que llevan más de 20
años, como media, con el mismo título y el mismo comunicador al frente. Además esos espacios
se alargan en el tiempo, debido a la necesidad de sumar oyentes en los estudios de audiencia y
además absorben, tras la liberación de la información, tiempos de los espacios típicamente
informativos. La consecuencia no se puede hacer esperar: el oyente ya no lo es de una emisora,
ni siquiera se declara seguidor de un programa, ahora es incondicional de un nombre propio, de
un presentador.
Ha nacido la estrella radiofónica. Donde vaya esa estrella irá el oyente. Las estrellas toman un
protagonismo impresionante y su poder aumenta de forma adecuada a la audiencia que
arrastran y, en el caso de la radio comercial, en función de los ingresos que producen.
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Evolución de los espacios informativos.
(gras.2).
Desde su nacimiento hasta la Guerra Civil, la radio representa una gran novedad como vehículo
de información. Su auge lo va a alcanzar durante la Segunda República. Aún sin competir con la
prensa escrita, la radio se va afianzando como medio informativo sobre todo por su capacidad
para retransmisiones de actos públicos de interés general y con repercusión política muchos de
ellos. Va ganando la batalla de la rapidez y la inmediatez al compás de los convulsos años 30 en
los que vive la sociedad española.
Existe un paréntesis atípico durante los tres años de guerra (1936-39) en los que la radio se
convierte en arma de propaganda política para los dos bandos en conflicto. Al mismo tiempo son
años en los que por, desgraciada paradoja, los españoles se acostumbran a escuchar la radio.
La supervivencia de “el parte” es un buen ejemplo.
Son los años en los que la diferenciación entre “programas e informativos” es absoluta. Son
momentos de una gran creatividad radiofónica y de una enorme pobreza informativa.
Al mismo tiempo el medio toma carta de naturaleza en la sociedad y los poderes se dan cuenta
de su influencia. La información lo llena todo; desaparece la diferenciación entre informativos y
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programas y todo es actualidad. La gran perdedora, en beneficio de la información, es la
creatividad. La frontera entre programas e informativos se diluye y en los grandes magazines,
las estrellas de la radio se convierten en estrellas de la actualidad.
Hay en esta evolución un transcurrir perfectamente lógico al compás del devenir de los
programas.
Desde los primeros años y hasta la aparición de los grandes bloques,la figura del patrocinador
de programas, junto a las guías comerciales dominaban todo el espectro radiofónico desde el
punto de vista publicitario. Programas de quince, treinta y hasta sesenta minutos eran
perfectamente asumibles en los presupuestos de empresas con un cierto volumen. Para los
demás, los miniespacios de cinco minutos o las guías comerciales, hechas en directo por los
locutores de turno, eran más que suficientes.
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Los espacios de más de tres horas se hacen prohibitivos para muchos patrocinadores que
cuentan además, ya en esos años, con las posibilidades publicitarias de la televisión. Tampoco
las guías comerciales, como tales, tienen cabida en esas programaciones. Las cuñas
publicitarias son la solución y algunos refugian su producto en el patrocinio de pequeños
espacios concretos dentro de los grandes “magazines”.
Los “publireportajes” y la publicidad camuflada de “información útil”, serán otra de las soluciones,
aunque la saturación de cuñas en los programas de mayor audiencia esté dando lugar a una
cierta vuelta del patrocinador que ahora se denomina “sponsor”, con una publicidad más de
prestigio que de producto.
Se quiera reconocer o no, la audiencia de la radio, sobre todo la de la radio generalista, está con
indicadores a la baja. Las cifras de los estudios de audiencia al uso, son incontrovertibles. Por
otra parte, los nuevos medios al alcance de la mayoría se asientan con fuerza en la sociedad
española. Es el momento de que la radio, las gentes de la radio, se paren a pensar más allá de
la audiencia de cada trimestre, que puede ser pan para hoy y hambre para mañana.
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Gráfico 1: EVOLUCIÓN ... HACIA LAS ESTRELLAS
EMISORAS
PROGRAMAS ESTRELLAS
SER NOMBRES
RNE GRANDES PROPIOS
LOCALES BLOQUES
(Audiencias)
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Gráfico 2: EVOLUCIÓN DE LOS INFORMATIVOS
La radio como
novedad Interés por la
informativa información política
DIFERENCIACIÓN Mezcla
Novedad
Periodismo de Programas- Informativos
En busca de Programas-Informativos
contenidos declaraciones Información-Actualidad
Poderes
Saturación de Tertulias
información
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Gráfico 3: EVOLUCIÓN DE LA PUBLICIDAD EN RADIO
EMISORAS ESTRELLAS
PROGRAMAS